Revista CIDOB d’Afers Internacionals
n.º 124, p. 11-23
ISSN:1133-6595 | E-ISSN:2013-035X
DOI: doi.org/10.24241/rcai.2020.124.1.11
La verdad en las democracias algorítmicas
Truth in algorithmic democracies
Daniel Innerarity
Catedrático de Filosofía, investigador «Ikerbasque» en la Universidad del País Vasco,
director del Instituto de Gobernanza Democrática (Globernance) y profesor del Instituto
Europeo de Florencia. dinner@ikerbasque.org
Carme Colomina
Investigadora especializada en Unión Europea, desinformación y política global de CIDOB
(Barcelona Centre for International Affairs) y profesora del College of Europe (Bélgica).
ccolomina@cidob.org
Cómo citar este artículo: Innerarity, Daniel y Colomina, Carme. «La verdad en las democracias
algorítmicas». Revista CIDOB d’Afers Internacionals, n.º 124 (abril de 2020), p. 11-23. DOI: doi.
org/10.24241/rcai.2020.124.1.11
Resumen: La conversación pública se ha
digitalizado. La red nos ofrece un espacio
horizontal y descentralizado con una superabundancia de contenidos, mientras se ha acelerado un proceso de desintermediación que
ha puesto fin al monopolio de los intérpretes
tradicionales de la realidad. Los universos
informativos y opinativos se mezclan, confunden e hibridan nuevos contenidos. La percepción de los hechos está mediada por las emociones y las verdades son de libre elección.
Esta transformación no se explica solo por la
crisis de los sistemas mediáticos tradicionales,
sino también por el nuevo orden algorítmico
que controla en gran medida la predeterminación selectiva de la información. ¿Cómo
afecta al sistema democrático que el debate
público tenga lugar en espacios tecnológicos
de propiedad privada? ¿Quién controla este
espacio digitalizado? El verdadero desafío
existencial que supone para la democracia la
creación de nuevos sistemas de poder y nuevas desigualdades sociales se dirimirá en la
dataficación y la gobernanza algorítmica.
Abstract: Public conversation has been digitalised. The internet offers us a horizontal,
decentralised space with superabundant
content, while at the same time a process
of disintermediation has accelerated, ending the monopoly of the traditional interpreters of reality. Information and opinion
are mixed and confused and new content
is hybridised. The perception of facts is mediated by emotions and truths are chosen
freely. This transformation is explained not
only by the crisis in traditional media systems, but also by the new algorithmic order
that largely controls the selective predetermination of information. How is the democratic system affected by public debate taking place in privately owned technological
spaces? Who controls this digitised space?
The true existential challenge posed to
democracy by the creation of new power
systems and new social inequalities will be
settled by datafication and algorithmic governance.
Palabras clave: desintermediación, posverdad, desinformación, política, democracia,
consenso, algoritmo, datos, aceleración digital
Key words: disintermediation, post-truth, disinformation, politics, democracy, consensus,
algorithm, data, digital acceleration
11
La verdad en las democracias algorítmicas
Vivimos en plena aceleración tecnológica. El ciberespacio es el nuevo territorio geoestratégico; Internet es la infraestructura donde se construye nuestra
cotidianidad y hemos elevado las redes sociales a la categoría de nueva plaza
pública. La red nos ofrece un espacio horizontal y descentralizado, que rompe
con el privilegio de la publicación y amplía el perímetro del debate político
y de la conectividad social, aunque con ello convivan también la descontextualización, la trivialización, las dudas sobre la calidad y la intencionalidad
de los contenidos, la captura de nuestros datos personales y su utilización
económica y política. La tecnología ha transformado nuestra experiencia de
inmediatez, nos ha sumido en una infinidad de posibilidades informativas,
de nuevas voces, de profusión de fuentes y de relatos –veraces o no– de la
realidad, que se nos ofrecen desde la red sin necesidad de intermediarios.
Es la superabundancia cacofónica
Vivimos en un tiempo caracterizado por un que define esta revolución digital
creciente desencanto y por la desconfianza en la que los ciclos periodísticos
en las instituciones gubernamentales. Un también se han visto alterados,
tiempo de incertidumbres y fragmentación. acelerados e intensificados. Esta
explosión de posibilidades informativas es, a la vez, una liberación y una saturación. Se podría hablar de una
«uberización de la verdad» (Innerarity, 2020), que facilita el contacto directo
entre productores y consumidores en un proceso de desintermediación que
aumenta el acceso a todo tipo de contenidos, pero no la capacidad de comprenderlos o transformarlos en conocimiento. El resultado es «un ruidoso bucle de realimentación» donde medios tradicionales y redes sociales coinciden
(Thompson, 2017). Una burbuja construida sobre la falsa premisa de que las redes sociales son representativas de la opinión pública. Si bien estas mismas redes
se erigen como el espacio donde se configura dicha opinión.
La conversación política y social se ha visto alterada por este aluvión de contenidos que alimenta lo que Sloman y Fernbach (2017) han denominado «la
ilusión del conocimiento». Es decir, nuestra convicción de que sabemos muchas
cosas, pero también la reafirmación de sentir que formamos parte de un pensamiento de grupo. Nos debatimos entre el empoderamiento y la vulnerabilidad.
Estamos convencidos de que el mundo está a nuestro alcance, pero sin darnos
cuenta, muchas veces, de que se trata de un mundo filtrado algorítmicamente
y que nos faltan herramientas para ordenar tanto dato, para discernir la calidad
y veracidad de tanta información, y para ponderar el poder de un pensamiento
grupal que no se basa en la autenticidad de aquello que se cree, sino en la cohesión del grupo y su capacidad de preponderancia en el debate virtual y real. En
este nuevo orden, los universos informativos y opinativos se mezclan, se confunden e hibridan nuevos contenidos. La percepción de los hechos está mediada
Revista CIDOB d’Afers Internacionals, n.º 124, p. 11-23. Abril 2020
ISSN:1133-6595 – E-ISSN:2013-035X – www.cidob.org
12
Daniel Innerarity y Carme Colomina
por las emociones, y la conversación política y social se vuelve más ruidosa. En
estos «tiempos dislocados», fracturados –de los que se lamentaba Hamlet en la
podrida Dinamarca–, «la verdad viene definida por los primeros resultados de
la búsqueda de Google» (Harari, 2018) y la mentira –que siempre había formado parte del repertorio político de la historia– ha enmarañado todavía más la
complejidad de este momento de cambio existencial que supone la disrupción
tecnológica.
Vivimos en un tiempo caracterizado por un creciente desencanto y por la desconfianza en las instituciones gubernamentales. Un tiempo de incertidumbres y
fragmentación; de «decadencia de la verdad» (Kavanagh y Rich, 2018) y de relatos paralelos. La mentira está ahí, en el debate público y en el repertorio políticomediático, porque los bulos ya existían antes de Twitter, pero hoy su capacidad
de penetración se ha multiplicado, no solo por la potencia amplificadora de
las redes sociales, sino por la predisposición de muchos usuarios a creérselos y
compartirlos. La incertidumbre se viraliza en una esfera pública digital donde
las noticias falsas tienen un 70% más de probabilidades de ser retuiteadas que
las verdaderas (Vosoughi et al., 2018). La posverdad exige voluntarios crédulos
(Thompson, 2017), consumidores de una información que quizás sea falsa, pero
alimenta una polarización real.
Pero, ¿qué es la posverdad? Convertida en un concepto-lugar común, la posverdad se erige en la etiqueta política que sirve para definir la era pos-2016
–tras la elección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos y la
victoria del Brexit en el referéndum que decidió la salida del Reino Unido de
la Unión Europea–, una idea que engloba desde la falsedad retórica a la decadencia de los hechos objetivos y la verdad racional, científica o académica. Es
el mundo de Michael Gove, exministro conservador británico y portavoz del
Brexit que, en plena campaña del referéndum, defendió que «la gente de este
país [Reino Unido] ya está harta de expertos»; de Kellyanne Conway, consejera
del presidente Donald Trump, que acuñó el concepto de «hechos alternativos»;
es el momento en que la Unión Europea y Estados Unidos abren un debate público sobre la capacidad de penetración de las narrativas alternativas rusas en el
sistema político-mediático occidental.
La posverdad no es solo mentira. Es una distorsión de la verdad cargada,
sobre todo, de intencionalidad. En la comunicación política de la posverdad,
el mentiroso conoce la verdad y trata cuidadosamente de desviar su atención
distorsionando los hechos, diseccionando las palabras para alterar su significado, y se sirve de tácticas y astucias para embarrar la realidad. Después, en otra
categoría, está el «farolero tramposo» que ilustra la noción del bullshit, teorizada
por el filósofo Harry Frankfurt (2005). Sandeces que solo buscan el ruido y la
distorsión. Donald Trump simbolizaría este tipo de maestro ilusionista que eluRevista CIDOB d’Afers Internacionals, n.º 124, p. 11-23. Abril 2020
ISSN:1133-6595 – E-ISSN:2013-035X – www.cidob.org
13
La verdad en las democracias algorítmicas
de los hechos y construye, ingeniosamente y a sabiendas, distracciones y farsas
del todo inconsistentes. Al bullshitter no le importa la distinción entre hechos y
verdad. Enmascara las mentiras como verdades y fabrica hechos sobre los cuales
intenta construir su propia credibilidad (Waisbord, 2018). Si es que eso tiene
algún valor para él.
La posverdad también tiene su propia construcción narrativa cuando gobernantes autoritarios y populistas se declaran víctimas de conspiraciones periodísticas y confabulaciones políticas. Por eso el término fake news, como tal,
quedó rápidamente desacreditado al convertirse en arma política arrojadiza
contra cualquier intento de crítica o disensión. Caricatura de un momento que ya no responde únicamente a un desafío ideológico, sino a la normalización de un cierto caos informativo. Es la posverdad que no pretende
confrontar modelos sino, simpleLa posverdad también tiene su propia cons- mente, contribuir a la confusión.
trucción narrativa cuando gobernantes au- La mentira es ruido, y la confrontoritarios y populistas se declaran víctimas tación de relatos ofrece verdades
de conspiraciones periodísticas y confabu- de libre elección. En muy poco
laciones políticas.
tiempo, hemos pasado de celebrar
el empoderamiento de las redes sociales, la democratización de la información y del conocimiento, así como
las posibilidades de la colaboración digital, a temer la manipulación de unos
pocos; a construir narrativas, política y leyes de persecución de la mentira, las
teorías conspirativas o las injerencias electorales, convenientemente utilizadas
para justificar determinados fracasos o desmovilizaciones. Toda esta épica del
combate contra la posverdad y de los hechos alternativos implica un cambio
cultural.
Complejidad (des)intermediada
La transformación tecnológica conlleva transformación política y social. Baricco
(2019) ha rastreado todos los pasos de este proceso: de la «insurrección digital»
inicial y la embriaguez de la velocidad y la libertad que nos permitían franquear
la nueva frontera que nos daba acceso a todo un mundo, en los primeros años
de la década de los noventa, al «individualismo de masas» solidificado a través de
una norme red de herramientas que han transformado nuestra manera de jugar,
informarnos, amar o viajar. La redistribución de las posibilidades es también una
redistribución del poder, una «humanidad realmente aumentada». Esta redistribución se entrecruza con otra inercia: «el instinto de saltarse las mediaciones,
Revista CIDOB d’Afers Internacionals, n.º 124, p. 11-23. Abril 2020
ISSN:1133-6595 – E-ISSN:2013-035X – www.cidob.org
14
Daniel Innerarity y Carme Colomina
de tener un contacto directo con la realidad, de desactivar las élites» (ibídem:
216-217). Los consumidores de medios de comunicación –tradicionales o sociales– ya no se limitan a recibir pasivamente el contenido empaquetado por otros.
Este proceso de desintermediación supuso el fin del monopolio de los intérpretes de la realidad; de aquellos que seleccionan los hechos, los combinan
entre sí para crear un relato que interpreta la existencia para ser comprendida y
compartida. Llevamos años de erosión del periodismo de referencia. La lógica
del clic, de la información alternativa, de la opinión espontánea, de la movilización a través de la red y de la amplificación de las percepciones personales por
encima del conocimiento razonado han mermado la relevancia de la prensa,
de los partidos políticos, los sindicatos o incluso de los debates parlamentarios
como mediadores necesarios para la conformación de una opinión y capacidad
de decisión informada.
Como demuestra Schmitt-Beck Crece el desprecio hacia la política. Nos
(2003), nuestras opiniones se confi- escudamos en la idea de que la intermeguran a través de distintos procesos diación también es un proceso subjetivo.
comunicativos. Los medios de co- Pero nos olvidamos de que la abundanmunicación influyen en la frecuen- cia de datos no garantiza la vigilancia
cia de la discusión política, pero es democrática.
en la comunicación interpersonal, y
en las preferencias políticas de esos pares, donde se acaba definiendo si la discusión será, o no será, congruente con el mensaje mediático. Los usuarios de
redes sociales son también emisores de mensajes, prescriptores de contenido,
sujetos influidos con capacidad de influir. Por eso, la expansión de Internet a
segmentos cada vez más amplios de población, combinada con su capacidad
movilizadora, de acceso a información, opinión, desinformación o propaganda, y de construcción de identidad a través de la búsqueda de otros usuarios
similares, genera nuevos universos donde encontrar pares, aliados, colaboradores, o conversos (ibídem). Por lo que es más probable que nos creamos un
rumor o una teoría de la conspiración si concuerda con nuestra visión del
mundo (Thompson, 2017).
Nos sentimos individualmente empoderados. Crece el desprecio hacia la política. Nos escudamos en la idea de que la intermediación también es un proceso
subjetivo. Pero nos olvidamos de que la abundancia de datos no garantiza la vigilancia democrática. El discurso de la posverdad nos distrae de algo más preocupante que la intencionada distorsión de la realidad: la propia incapacidad de los
sujetos para hacerse cargo de la complejidad informativa de nuestra sociedad. «En
un mundo inundado de información irrelevante, la claridad es poder» (Harari,
2018). Para ello, nos hacen falta intérpretes capaces de dar contexto, sentido
y valoración crítica a los hechos. La abundancia no significa siempre calidad.
Revista CIDOB d’Afers Internacionals, n.º 124, p. 11-23. Abril 2020
ISSN:1133-6595 – E-ISSN:2013-035X – www.cidob.org
15
La verdad en las democracias algorítmicas
Jean François Revel (1983: 163-165) lo advirtió hace más de tres décadas, justo
cuando irrumpía la televisión global de información continua y el mundo ya
disertaba sobre «la superabundacia de informaciones con que la humanidad moderna, está abrumada, según dicen». Escéptico, Revel advertía que «los medios
no reflejan más que la libertad que se tiene a bien darles» y que la abundancia de
información se relaciona menos con la importancia del acontecimiento, que con
la facilidad de observarlo.
Nuestras limitaciones cognitivas no proceden solo de la escasez de información, sino también de la falta de instrumentos para hacer frente a la complejidad
del mundo. Incluso el «desorden informativo» tiene su propia multiplicidad:
desinformación, noticias falsas, descontextualizaciones, filtraciones interesadas,
mala praxis, líneas difusas entre información y opinión, o entre lo esencial y lo
anecdótico. También los costes de la precarización laboral han hecho mella en
las capacidades y la credibilidad del periodismo. Todo puede contribuir en grados diversos e intencionalidades distintas a la confusión. En definitiva, una disparidad de elementos –unas veces concretos, otras contextuales– contribuyen a
las percepciones erróneas entre aquellos incapaces de desenredar la complejidad
de nuestra sociedad y que, a través de la búsqueda de explicaciones simplificadas
–a menudo cargadas de emociones– encuentran la manera de sentirse reconfortados, aceptados, o una vía para la gestión personal de aquello que no pueden
entender (Flynn et al., 2017).
El papel cada vez menos importante del discurso racional, del sentido común
y de la política basada en los hechos, no empezó con Donald Trump. Él es parte de una evolución acelerada y aumentada por el efecto de las redes sociales;
es la culminación de una serie de tendencias (Kakutani, 2019). Trump como
síntoma y no como causa de una transformación de la esfera pública que no se
explica únicamente por la crisis de los sistemas mediáticos tradicionales, sino
también por el nuevo orden algorítmico que controla en gran medida la predeterminación selectiva de la información que vemos. Así, aquellos que deciden la
previsibilidad de lo que consumimos –y los que saben utilizar la tecnología y los
datos para segmentar mensajes y tratar de inducir comportamientos– consolidan su poder sobre nosotros. En unos modelos de negocio basados en la interconexión social, los algoritmos nos muestran el mundo que, según sus cálculos,
deberíamos querer ver. Es la ciberbalcanización de las preferencias, incluidas
las afiliaciones sociales, intelectuales y económicas –según el término acuñado
en 1997 por Marshall van Alstyne y Erik Brynjolfsson en un estudio sobre las
comunidades electrónicas–, que nos sumergen en microcomunidades autorreferenciales, en silos de verdades distintas, solo compartidas por aquellos que se
nos asemejan.
Revista CIDOB d’Afers Internacionals, n.º 124, p. 11-23. Abril 2020
ISSN:1133-6595 – E-ISSN:2013-035X – www.cidob.org
16
Daniel Innerarity y Carme Colomina
Verdad, emotividad y gestión política
Los hechos también son vulnerables. Necesitan testigos fiables, necesitan individuos que distingan entre realidad y ficción. La verdad no admite ser manipulada, porque deja de ser verdad. Incluso los hechos o los datos verificables,
dependiendo de cómo se empaqueten, pueden crear visiones distorsionadas. La
verdad no es lo mismo que la objetividad y la exactitud. Los humanos no vivimos en el mundo de la rotundidad, sino en el de la aproximación; nos movemos
en un entorno de interpretaciones, de emotividad y de gestión de la apariencia.
No todos reaccionamos de la misma manera a los mismos inputs, porque nuestras respuestas están influenciadas por nuestras creencias, nuestro sistema de
valores. Por eso, la mentira –que puede ser involuntaria– es una categoría per
pertenece al ámbito de la moral.
El conflicto entre verdad y políti- Los humanos no vivimos en el mundo de
ca viene de muy lejos. Las mentiras la rotundidad, sino en el de la aproxisiempre se han considerado herra- mación; nos movemos en un entorno de
mientas necesarias y justificables, no interpretaciones, de emotividad y de gessolo de los políticos o de los dema- tión de la apariencia.
gogos, sino también del oficio del
estadista (Arendt, 2006[1961]). La retórica del fin justifica los medios podría
llegar a considerarse como un instrumento casi inofensivo de todo el arsenal
político, especialmente en este momento de irrelevancia del coste electoral de
la mentira. Cassam (2019) habla de una despreocupación epistémica (epistemic
insouciance), por la que muchos políticos y votantes relativizan el contenido de
verdad de aquello que dicen o escuchan: una indiferencia frente al valor de verdad de las opiniones. Es en este reino de la verdad dividida, del pensamiento binario y de la comunicación fragmentada, donde el populismo quiere que esté la
política (Waisbord, 2018), porque el debate político es el terreno más fértil para
la falsedad online, como demuestra el trabajo de Vosoughi et al. (2018: 1.146).
Según sus argumentos, el alcance, la velocidad y la capacidad de penetración de
«las noticias políticas falsas son mucho más pronunciados que las noticias falsas
sobre terrorismo, desastres naturales, ciencia, leyendas urbanas o información
financiera. Sin embargo, contrariamente a la sabiduría popular, los robots aceleraron la difusión de noticias verdaderas y falsas al mismo ritmo, lo que implica
que las noticias falsas se extienden más que la verdad, porque los humanos, no
los robots, tienen más probabilidades de difundirlas» (ibídem). Es la constatación de que la mentira, como la política, posee una dimensión emocional. Todos
somos parte del proceso. De la misma manera que la democracia es un régimen
de opinión y no un conflicto de enunciados a la búsqueda de ratificación científica. En este sentido, se puede entender por qué un pensador como John Rawls
Revista CIDOB d’Afers Internacionals, n.º 124, p. 11-23. Abril 2020
ISSN:1133-6595 – E-ISSN:2013-035X – www.cidob.org
17
La verdad en las democracias algorítmicas
(1999) decía que cierta concepción de la verdad (the whole truth) era incompatible con la ciudadanía democrática y el poder legítimo, o a qué se refería Hannah
Arendt (2006[1961]) cuando hablaba de la «tiranía de la verdad».
Aunque la democracia no tiene por objetivo alcanzar la verdad, sino decidir con la contribución de la ciudadanía, la información y las narrativas compartidas son una precondición del discurso público democrático, que ahora se
fragmenta en silos de supuestas verdades compartidas. El consenso se construye
dentro de las comunidades digitales, aunque se trate de «grandes coagulaciones
que se forman y deshacen con rapidez, porque no son formaciones geológicas
sedimentadas a lo largo del tiempo, sino rápidos reagrupamientos de individuos
destinados luego a recomponerse de otra forma con el próximo movimiento»
(Baricco, 2019: 220). En esta digitalización y desjerarquización de la conversación pública (Arias Maldonado, 2017) no basta con que los hechos referidos
sean ciertos. Para un debate público de calidad, debemos poder estar seguros de
la veracidad de la información que recibimos o, de lo contrario, no tendremos
una verdadera discusión democrática. Y la verdad forma parte del proceso de
emancipación política, de un despertar que nos permitiría disputar las falsedades
perpetuadas por dirigentes deshonestos (Arendt, 2006[1961]). Por eso, nuestra
relación con la verdad –especialmente en la vida política– es menos simple de lo
que quisieran los que la conciben como un conjunto de hechos incontrovertibles. La verdad –en la historia– siempre ha sido una excepción, y el mundo menos dócil de la imagen que pretenden proyectar aquellos que hoy claman contra
la mentira en las redes sociales, las injerencias electorales externas o la retórica
populista que inyectan volatilidad a unos sistemas democráticos desconcertados.
Una democracia es un sistema de organización de la sociedad que no está especialmente interesado en que resplandezca la verdad, sino en beneficiarse de la
libertad de opinar. La democracia es un conflicto de interpretaciones, una controversia, una conversación entre los votantes y los políticos. «La democracia es
gobierno por discusión porque es gobierno por opinión» (Urbinati, 2014: 154).
Por eso Rorty (1991) afirmaba que el valor de la democracia es superior al de la
verdad. Todavía más en este escenario de «democracia de las audiencias» (Manin,
1997), donde los partidos políticos actúan con más oportunismo que estrategia,
en línea con el comportamiento electoral. Con la colonización tecnológica del
espacio público, la conversación democrática ha sufrido nuevas mediatizaciones.
Los algoritmos definen la información sobre la cual se construirán acciones y
reacciones. Nuestras opiniones, hábitos y comportamientos, preferencias y pautas de consumo son analizadas para crear nuevas reglas. La desafección de la
sociedad civil hacia los actuales modelos democráticos está generando incluso
nuevas propuestas democráticas basadas en la supuesta objetividad, moralidad,
representatividad y neutralidad de los modelos matemáticos basados en redes
Revista CIDOB d’Afers Internacionals, n.º 124, p. 11-23. Abril 2020
ISSN:1133-6595 – E-ISSN:2013-035X – www.cidob.org
18
Daniel Innerarity y Carme Colomina
neuronales artificiales de aprendizaje automático (Calvo, 2019). La democracia
algorítmica se explica desde dos extremos: desde la supuesta neutralidad de una
inteligencia artificial (IA) que debería estar exenta de sesgos emotivistas, a la idea
de la red como un espacio de ficción intoxicada, diseñada desde algoritmos que
sirven a intereses y lógicas determinadas; entre aquellos que aspiran a la neutralidad algorítmica y los que declaran que el debate público de hoy en día ya no
es real; entre los que ven en el nuevo paisaje tecnológico una oportunidad para
la renovación política y los que, en cambio, se sienten abocados a una próxima
realidad despolitizada.
Cada nuevo avance tecnológico añade, si cabe, más complejidad a nuestra
relación con la verdad y su peso en la conversación pública, porque ya no se trata
de discernir entre información y desinformación –un problema antiguo ahora
sobredimensionado por la realidad
de la esfera digital–, sino que con la La democracia algorítmica se explica
llegada del deep fake –la manipula- desde dos extremos: desde la supuesta
ción audiovisual– nuestra duda se neutralidad de una inteligencia artificial
amplía también a lo real y lo virtual. (IA) que debería estar exenta de sesgos
Es la muerte del ver para creer. La emotivistas, a la idea de la red como un
verosimilitud ha ido ocupando el lu- espacio de ficción intoxicada, diseñada
gar de la verdad (Kakutani, 2019). desde algoritmos que sirven a intereses y
Por eso, para salvar nuestro mundo lógicas determinadas.
común, necesitamos que lo verdadero y lo falso sean categorías operativas. Porque, en una democracia, el combate
contra la falsedad solo puede llevarse a cabo en un entorno de pluralismo garantizado, y renunciar a nuestros ideales de verdad y falsedad supondría entregarse
al poder de los oportunistas.
Menos censura, más ética
La democracia representativa se siente amenazada. La globalización económica y la aceleración tecnológica han modificado su contexto inmediato. Pero
también la demografía, las dificultades para gestionar crisis transnacionales que
se escapan de las lógicas estatales y el malestar ciudadano, que han desarmado el sistema de partidos tradicionales y han dejado a muchos gobiernos a la
defensiva, buscando enemigos y señalando a supuestos culpables externos de
tanta volatilidad. La irrupción del populismo, la polarización política y social,
así como su traslación en las urnas, han erosionado unos sistemas democráticos
debilitados por la desconfianza. En la teoría liberal, «la esfera pública tiene por
Revista CIDOB d’Afers Internacionals, n.º 124, p. 11-23. Abril 2020
ISSN:1133-6595 – E-ISSN:2013-035X – www.cidob.org
19
La verdad en las democracias algorítmicas
objeto la libre discusión en busca de ese objeto elusivo y provisional que es la
verdad, pero esta no puede ser blindada sin incurrir en flagrante contradicción»
(Arias Maldonado, 2017:75). En este contexto, es imprescindible delimitar la
guerra contra las noticias falsas, con una regulación sobria, eficaz y sobre todo
garantista, porque la democracia debe protegerse más de los poderes propios que
de los extraños. Así, la estrategia sobre cómo hacer frente a esta nueva realidad,
confronta la Unión Europea con algunos de sus dilemas internos más recurrentes: las distintas visiones de derechos, valores y prioridades políticas que convergen bajo el paraguas comunitario; y el equilibrio entre la libertad de expresión y
el derecho a estar debidamente informado.
La Unión Europea considera la desinformación como «una presión sistemática
cada vez mayor» sobre sus sociedades y su estabilidad electoral (Parlamento Europeo, 2016). Según su perspectiva, la retórica de la posverdad se declina en relatos
pos-Europa, es decir, en las distintas variaciones de narrativas de desintegración
comunitaria. Sin embargo, a pesar de identificar el reto, la respuesta comunitaria
se ha visto condicionada por las distintas percepciones del riesgo, los diferentes
marcos legales y los desiguales ecosistemas mediáticos entre sus estados miembros. Con estos condicionantes, la acción de la Unión optó por la negociación
con las grandes plataformas tecnológicas y explorar cómo implicarlas en el control del contenido online. Facebook, Google, Twitter, junto con otras empresas y
organismos de software que representan a la industria publicitaria, adoptaron en
octubre de 2018 un Código de prácticas autorreguladoras sobre la desinformación. Una concesión desde la perspectiva del poder tecnológico de Silicon Valley,
que se erige así en una especie de censor privado de los contenidos que se comparten en sus plataformas. Además del poder acumulado por un control sin precedentes de datos y comportamientos individuales, así como una concentración
masiva de los intercambios comunicativos que se producen a través de las redes
sociales, estos gigantes tecnológicos pueden ejercer ahora también de guardianes
(gatekeepers) de la información que la mayoría de los ciudadanos reciben hoy en
día. Además, si las grandes plataformas vigilan los contenidos sobre los cuales
se debate políticamente, y buena parte de esta conversación pública tiene lugar
en estos espacios digitales, ¿quién controla en realidad las fuerzas impulsoras de
los cambios sociales? ¿Qué implicaciones tiene para el control democrático que
el debate público tenga lugar en espacios tecnológicos de propiedad privada? La
raíz del problema de la desinformación no reside solo en el caos ruidoso del espacio virtual, en sus contenidos dudosos o en la responsabilidad individual, como
usuarios, de actuar de altavoces de esta. Sin menospreciar estos desafíos, hay que
mirar también debajo de la alfombra, directos a los mecanismos y parámetros
que definen cómo es y será este espacio digital. Salir de la lógica de 2016, centrada sobre todo en las narrativas y orígenes de la desinformación, para abarcar el
Revista CIDOB d’Afers Internacionals, n.º 124, p. 11-23. Abril 2020
ISSN:1133-6595 – E-ISSN:2013-035X – www.cidob.org
20
Daniel Innerarity y Carme Colomina
fenómeno desde la complejidad y sofisticación tecnológica que permite combinar informaciones, reconocer y emplear emociones, y generar nuevo contenido
a partir de la utilización masiva de nuestros datos personales. Asumiendo que la
desinformación –la falsedad– siempre ha formado y formará parte del espacio
público, ¿cómo se gestiona la arquitectura tecnológica que aumenta exponencialmente su viralidad? Los algoritmos utilizados en las plataformas de búsqueda
y en las redes sociales pueden ser propulsores de difusión de desinformación.
La IA también puede manipular los algoritmos de estos motores de búsqueda
utilizados para que los sitios web o las noticias que contengan información falsa
aparezcan primero (Scheidt, 2019). ¿Cómo se diseña este proceso de priorización
de los contenidos –sobre los cuales ahora las grandes plataformas pueden decidir
si mantienen o no su publicación–? Los algoritmos que dirigen las búsquedas rara
vez son transparentes. Sobre eso, no
hay colaboración. Y, sin embargo, los La transformación ha empezado y lo ha
algoritmos modelan nuestro mundo hecho de espaldas a una gobernanza
de manera creciente (Harari, 2018). compartida, coincidiendo con una crisis
La digitalización ha creado nuevos del multilateralismo que nos aboca a un
sistemas de poder y nuevas desigual- escenario de confrontación de modelos,
dades sociales. Por eso, el verdadero concentraciones de poder y de conflictivireto digital de la Unión Europea es dad tecnológica.
mucho más existencial que la capacidad disruptiva de la desinformación. Se trata de reducir las actuales asimetrías
de conocimiento: entre la información que las grandes plataformas tienen de sus
usuarios y la falta de transparencia sobre los algoritmos y los modelos de negocio
con que procesan y explotan estos datos; entre las posibilidades de adaptación a
la nueva realidad de los ciudadanos en red y los que todavía no tienen acceso a la
conectividad. La llamada «brecha digital» es el desequilibrio de la Europa del siglo
xxi, que se añade a las muchas desigualdades que se arrastran de la concatenación
de crisis anteriores. Consciente de ello, a menudo la Comisión Europea se refiere
a los datos como un «bien público» y quiere crear «espacios de datos» comunes de
la UE en sectores considerados de valor estratégico.
Pero, más allá de la identificación del nuevo contexto, las actuaciones de la
Unión Europea siguen centradas en una estrategia defensiva para hacer frente a la
desinformación, con los riesgos que ello conlleva de sobreactuación. Hemos asistido a campañas desinformativas impulsadas desde determinados gobiernos de la
propia Unión, o desde medios bajo su control, y a leyes supuestamente destinadas
a luchar contra el fenómeno, que facilitan la persecución de la oposición política,
con Hungría como caso paradigmático (Bayer et al., 2019). La revolución digital
no necesita censura, necesita ética. Superar las respuestas reactivas y empezar a
pensar en el futuro de la dataficación y la gobernanza algorítmica; en las transforRevista CIDOB d’Afers Internacionals, n.º 124, p. 11-23. Abril 2020
ISSN:1133-6595 – E-ISSN:2013-035X – www.cidob.org
21
La verdad en las democracias algorítmicas
maciones políticas, sociales y legislativas asociadas a la robotización, la digitalización y la automatización. Estas transferencias de autogobierno y organización social ya están en marcha. La transformación ha empezado y lo ha hecho de espaldas
a una gobernanza compartida, coincidiendo con una crisis del multilateralismo
que nos aboca a un escenario de confrontación de modelos, concentraciones de
poder y de conflictividad tecnológica. En consecuencia, la Unión Europea debe
construir un modelo tecnológico y de gestión y análisis de datos propio, que no
suponga tener que escoger entre el capitalismo de Silicon Valley, que acumula
información social en manos privadas para beneficios lucrativos, o el sistema
chino, que las concentra en manos del Estado para imponer un control social:
entre la autocracia digital y el capitalismo de plataforma. Porque no se trata solo
de la carrera en marcha por quién posee los datos, sino del uso que se hace de ellos.
En definitiva, que la aceleración tecnológica que vivimos refuerce la capacitad
de empoderamiento ciudadano o, por el contrario, endurezca la capacidad de
represión de gobiernos autoritarios, todavía está por decidir.
Referencias bibliográficas
Arendt, Hannah. Between past and future. Eight exercises in political thought.
Nueva York: Penguin Books, 2006[1961].
Arias Maldonado, Manuel. «Informe sobre los ciegos. Genealogía de la posverdad». En: Ibañez, Jordi (ed). La era de la posverdad. Barcelona: Calambur,
2017, p. 65-77.
Baricco, Alessandro. The game. Barcelona: Anagrama, 2019.
Bayer, Judit; Bitiukova, Natalija; Bard, Petra; Szakács, Judit; Alemanno, Alberto y Uszkiewicz, Erik. «Disinformation and Propaganda – Impact on the
Functioning of the Rule of Law in the EU and its Member States». HEC
Paris Research Paper, n.º LAW-2019-1341 (2019) (en línea) https://dx.doi.
org/10.2139/ssrn.3409279
Calvo, Patrici. «Democracia algorítmica: consideraciones éticas sobre la dataficación de la esfera pública». Revista del CLAD Reforma y Democracia, n.º 74
(2019), p. 5-30.
Cassam, Quassim. Vices of the mind. From the intellectual to the political. Oxford:
Oxford University Press, 2019.
Flynn, DJ; Nyhan, Brendan y Reifler, Jason. «The Nature and origins of Misperceptions: Understanding false and unsupported beliefs about politics».
Advances in Political Psychology, vol. 38, n.º S1 (2017), p. 127-150.
Frankfurt, Harry G. On Bullshit. Princeton: Princeton University Press, 2005.
Harari, Noah Yuval. 21 lecciones para el siglo XXI. Barcelona: Debate, 2018.
Revista CIDOB d’Afers Internacionals, n.º 124, p. 11-23. Abril 2020
ISSN:1133-6595 – E-ISSN:2013-035X – www.cidob.org
22
Daniel Innerarity y Carme Colomina
Innerarity, Daniel. Una teoría de la democracia compleja. Gobernar en el siglo XXI.
Barcelona: Galaxia Gutenberg, 2020.
Kakutani, Michiko. La muerte de la verdad. Notas sobre la falsedad en la era
Trump. Barcelona: Galaxia Gutenberg, 2019.
Kavanagh, Jennifer y Rich, Michael D. Truth Decay. An Initial Exploration of the
Diminishing Role of Facts and Analysis in American Public Life. Santa Mónica,
CA: Rand Corporation, 2018.
Manin, Bernard. The principles of representative government. Cambridge: Cambridge University Press, 1997.
Parlamento Europeo. «Resolución de 23 de noviembre de 2016, sobre la comunicación estratégica de la UE para contrarrestar la propaganda de terceros en
su contra (2016/2030(INI)». Parlamento Europeo, (2016) (en línea) https://
www.europarl.europa.eu/doceo/document/TA-8-2016-0441_ES.html
Rawls, John. Collected papers. Cambridge: Harvard University Press, 1999.
Revel, Jean François. Comment les democracies finisent. París: Grasset, 1983.
Rorty, Richard. The priortity of democracy to philosophy, en Objectivity relativism and truth: Philosophical papers. Cambridge: Cambridge University Press,
1991.
Scheidt, Mélanie. «The European Union versus External Disinformation Campaigns in the Midst of Information Warfare: Ready for the Battle?». College of
Europe, EU Diplomacy Papers [working paper], (2019) (en línea) http://aei.
pitt.edu/id/eprint/100447
Schmitt-Beck, Rüdiger. «Mass communication, personal communication and
vote choice: The filter hypothesis of media influence in comparative perspective». British Journal of Political Science, vol. 33, n.º 2 (2003), p. 233-259.
Sloman, Steven A. y Fernbach, Philip. The knowledge illusion: Why we never
think alone. Nueva York: Riverhead Books, 2017.
Thompson, Mark. Sin palabras. ¿Qué ha pasado con el lenguaje de la política?
Barcelona: Debate, 2017.
Urbinati, Nadia. Democracy disfigured. Opinion, truth and the people. Cambridge: Harvard University Press, 2014.
Van Alstyne, Marshall y Brynjolfsson, Erik. Electronic Communities: Global
Village or Cyberbalkans?». Proceedings of the International Conference on Information Systems, (1997) (en línea) http://citeseerx.ist.psu.edu/viewdoc/
summary?doi=10.1.1.72.3676
Vosoughi, Soroush; Roy, Deb y Aral, Sinan. «The spread of true and false news
online». Science, vol. 359, n.º 6.380 (2018), p. 1.146-1.151.
Waisbord, Silvio. «The elective affinity between post-truth communication and
populist politics». Communication Research and Practice, vol. 4, n.º 1 (2018),
p. 17-34.
Revista CIDOB d’Afers Internacionals, n.º 124, p. 11-23. Abril 2020
ISSN:1133-6595 – E-ISSN:2013-035X – www.cidob.org
23
Directora: Svenja Blanke
Jefe de redacción: Pablo Stefanoni
www.nuso.org
285
Clases medias,
más allá de los mitos
ENERO-FEBRERO 2020
COYUNTURA: Steven Levitsky / María Victoria Murillo. La tentación
militar en América Latina. Roberto Gargarella. Diez puntos sobre el
cambio constitucional en Chile.
TRIBUNA GLOBAL: Marie Lemonnier. ¿Europa sigue siendo cristiana?
Entrevista a Olivier Roy.
TEMA CENTRAL: Ezequiel Adamovsky. «Clase media»: mitos, usos y
realidades. Cecilia Güemes / Ludolfo Paramio. El porvenir de una
ilusión: clases medias en América Latina. Gabriela Benza / Gabriel Kessler. Nuevas clases medias:
acercar la lupa. Moisés Kopper. Brasil: ¿cómo se «inventó» la nueva clase media? Tobias Boos.
Rebelión, progresismo y economía moral. La clase media argentina en las últimas dos décadas.
Víctor Arrambide Cruz. Conceptos e ideas sobre las clases medias peruanas. Mayra Espina.
Reforma y emergencia de capas medias en Cuba. Amaru Villanueva Rance. Bolivia: la clase media
imaginada. José Fernández Vega. Ricardo Piglia: una vida en tercera persona.
283
284
¿No hay futuro?
Migrar en América
Imágenes del mundo
que viene
Movilidad y derechos
humanos
SEPTIEMBRE-OCTUBRE 2019
PAGOS: Solicite precios de suscripción y datos para el
pago a <info@nuso.org> o <distribucion@nuso.org>.
NOVIEMBRE-DICIEMBRE 2019
En
nuEstro próximo númEro
Protestas globales