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Ontonegritud

Lunes 25 de mayo del 2020. Minnesota. George Floyd, afroamericano es asesinado por un policía que le presionaba el cuello con la rodilla, mientras George susurraba: "No puedo respirar". 1. El ser negro. En principio estas reflexiones deberían llamarse Ontología de la Negritud, pero desde el inicio nos topamos con una dificultad crucial: esta ontología desde su punto de partida se muestra como imposible. Entonces, ¿cómo aproximarse a este campo si está signado por lo imposible? ¿Y de qué negatividad absoluta se trata en la medida en que atañe al campo del ser? Una imposibilidad de hecho que proviene de que una parte de la humanidad, signada por la negritud, puede ser matada sin que se cometa un crimen, en la medida en que siguen siendo excluidos de los derechos básicos. El hombre negro reducido a la nuda vida. (Agamben, 1998) Por este motivo, prefiero denominarla Ontonegritud, con la especial connotación que tiene el término en español, que tiene diversos matices y creo que todos estos confluyen en esta ontología: el cruce entre la denominación racial, un negro, y la situación infeliz de opresión a la que remite, aunque quizás desemboca en una postura que lleve a una serie de conceptos que nos permitirán entender no solo esta área en particular, sino iluminar el campo entero de la ontología e incluso de ciertos debates epistemológicos. Aquí se realizará un primer acercamiento destinado a poner los puntos centrales del debate y a presentar aquellas posiciones que me parece que mejor pueden contribuir al entendimiento del mundo desde la perspectiva de la negritud; esto es, a la manera cómo la entrada de la ontonegritud puede transformar radicalmente el campo de la ontología. Cabe señalar que este trabajo es la continuación de las reflexiones sobre el tema de la negritud que se pueden encontrar en La forma negritud y la doble prescripción: blanquitud/negritud. (Rojas, Estéticas caníbales. Del ethos barroco al ethos caníbal., 2018) Además, forma parte de una aproximación a la cuestión de la ontología desde la perspectiva de una ontología amerindia. (Rojas, Ontología Amerindia, 2020) Entonces, ¿cómo aproximarse al ser negro?, ¿de qué manera dar forma a una ontonegritud si está signada por la negatividad? Como ya señalaba Fanon, pensar la negritud se lo hace desde lo otro, aquello que no puede ser definido por sí mismo, sino que desprende de esa otredad constitutiva, precisamente como aquello que es conformado en su exclusión: aquello que no es blanco, el otro frente al cual el blanco se muestra como el representante de la humanidad. (Fanon, 1973) (De Oto, 2003) Un ser negro que toma conciencia de que sigue en el barco esclavista: Quiero pensar y discutir un aspecto del ser Negro en estar despierto como conciencia y proponer que estar despierto es ocupar y ser ocupado por el presente continuo y cambiante del desarrollo de la esclavitud aún sin resolver. Estar "en" el despertar, para utilizar esta gramática, el infinitivo, podría proporcionar otra forma de teorizar, en / para / desde, a lo que Frank Wilderson se refiere como "permanecer [iendo] en la bodega del barco". Con cada una de esas definiciones presentes a lo largo de mi texto, sostengo que, en lugar de buscar una solución a la oscuridad actual y la abyección irresoluble, uno podría acercarse al ser Negro en la despertar como una forma de conciencia. (Sharpe, In the Wake; On Blackness and Being, 2016, pág. 18)

Lunes 25 de mayo del 2020. Minnesota. George Floyd, afroamericano es asesinado por un policía que le presionaba el cuello con la rodilla, mientras George susurraba: “No puedo respirar”. 1. El ser negro. En principio estas reflexiones deberían llamarse Ontología de la Negritud, pero desde el inicio nos topamos con una dificultad crucial: esta ontología desde su punto de partida se muestra como imposible. Entonces, ¿cómo aproximarse a este campo si está signado por lo imposible? ¿Y de qué negatividad absoluta se trata en la medida en que atañe al campo del ser? Una imposibilidad de hecho que proviene de que una parte de la humanidad, signada por la negritud, puede ser matada sin que se cometa un crimen, en la medida en que siguen siendo excluidos de los derechos básicos. El hombre negro reducido a la nuda vida. (Agamben, 1998) Por este motivo, prefiero denominarla Ontonegritud, con la especial connotación que tiene el término en español, que tiene diversos matices y creo que todos estos confluyen en esta ontología: el cruce entre la denominación racial, un negro, y la situación infeliz de opresión a la que remite, aunque quizás desemboca en una postura que lleve a una serie de conceptos que nos permitirán entender no solo esta área en particular, sino iluminar el campo entero de la ontología e incluso de ciertos debates epistemológicos. Aquí se realizará un primer acercamiento destinado a poner los puntos centrales del debate y a presentar aquellas posiciones que me parece que mejor pueden contribuir al entendimiento del mundo desde la perspectiva de la negritud; esto es, a la manera cómo la entrada de la ontonegritud puede transformar radicalmente el campo de la ontología. Cabe señalar que este trabajo es la continuación de las reflexiones sobre el tema de la negritud que se pueden encontrar en La forma negritud y la doble prescripción: blanquitud/negritud. (Rojas, Estéticas caníbales. Del ethos barroco al ethos caníbal., 2018) Además, forma parte de una aproximación a la cuestión de la ontología desde la perspectiva de una ontología amerindia. (Rojas, Ontología Amerindia, 2020) Entonces, ¿cómo aproximarse al ser negro?, ¿de qué manera dar forma a una ontonegritud si está signada por la negatividad? Como ya señalaba Fanon, pensar la negritud se lo hace desde lo otro, aquello que no puede ser definido por sí mismo, sino que desprende de esa otredad constitutiva, precisamente como aquello que es conformado en su exclusión: aquello que no es blanco, el otro frente al cual el blanco se muestra como el representante de la humanidad. (Fanon, 1973) (De Oto, 2003) Un ser negro que toma conciencia de que sigue en el barco esclavista: Quiero pensar y discutir un aspecto del ser Negro en estar despierto como conciencia y proponer que estar despierto es ocupar y ser ocupado por el presente continuo y cambiante del desarrollo de la esclavitud aún sin resolver. Estar “en" el despertar, para utilizar esta gramática, el infinitivo, podría proporcionar otra forma de teorizar, en / para / desde, a lo que Frank Wilderson se refiere como "permanecer [iendo] en la bodega del barco". Con cada una de esas definiciones presentes a lo largo de mi texto, sostengo que, en lugar de buscar una solución a la oscuridad actual y la abyección irresoluble, uno podría acercarse al ser Negro en la despertar como una forma de conciencia. (Sharpe, In the Wake; On Blackness and Being, 2016, pág. 18) 2 Esta conciencia es la de la negatividad, aquella de la percepción de que el negro no ha salido de la dominación, el racismo, la exclusión, que sigue en la bodega del barco, ahora bajo la forma de capitalismo. Sin esta conciencia sería imposible aproximarse a la ontonegritud en toda su dimensión. De aquí la insistencia en mostrar el vínculo inherente que existe entre negritud y la negación, de tal manera que hará falta algún tipo de dialéctica negativa para su tratamiento (Buck-Morss, El origen de la dialéctica negativa, 1977); esto es, enfrentarlo desde la perspectiva del trabajo de la negación, de la negatividad, sin lo cual la ontonegritud se nos escaparía. Los politólogos, historiadores, filósofos, académicos literarios y otros se han planteado la pregunta de pensar la resistencia de la desigualdad racial después de la emancipación jurídica y los derechos civiles, y se han interrogado por la fusión de la negritud como la negación ontológica del Ser de los sujetos negros y sus comunidades. (Sharpe, In the Wake; On Blackness and Being, 2016, pág. 18) Es esa situación persistente a lo largo de los siglos que hace que el ser negro, que la ontonegritud, surja ante todo como “negación ontológica”, como imposibilidad de ser y de pensar el ser, no tanto porque este se esconda y se muestre a través de ciertos fenómenos privilegiados como quisiera Heidegger, sino porque el ser ha sido negado radicalmente, en su núcleo, diríamos ontológicamente, en su ser. (Heidegger, 1960) La negación del ser negro, la clausura de su ontología, el cierre de su deconstrucción, la fisura de su devenir es un hecho histórico y no una cuestión de derecho. Por esto, una aproximación a su comprensión plena tiene que darse centrada en la “insistente exclusión Negra, (en) esta negación ontológica”. (Sharpe, In the Wake; On Blackness and Being, 2016, pág. 18) ¿En qué consiste esta ontonegritud signada por su negación ontológica? ¿Cómo entenderla ahora? ¿Cuáles son sus derivas y manifestaciones? ¿Qué estrategias se tienen que utilizar para aproximarnos a ella? La trilogía de Fred Moten nos permitirá realizar un recorrido inicial: agrupada en tres volúmenes, en una serie denominada Consent not to be a single being, Black and Blur, Stolen Life y The Universal Machine. (Moten, Black and blur, 2017) (Moten, Stolen Life, 2018) (Moten, The universal machine , 2018) Este es el leitmotiv que da nombre a la serie de Fred Moten es una frase de Glissant en una entrevista con Manthia Diwara: MD. Un bote es un punto de partida y de llegada – en este contexto, es una partida para los africanos que fueron capturados por primera vez y lanzados a un bote. ¿Qué significa esta partida para ti? ÉG. Es el momento en el que uno consiente en no ser un solo ser e intenta ser muchos seres al mismo tiempo. En otras palabras, para mí cada diáspora es el pasaje de la unidad a la multiplicidad. Pienso que es importante en todos los movimientos del mundo, y nosotros, los descendientes que hemos llegado desde otras orillas estaríamos equivocados en aferrarnos por primera vez a esta singularidad que había aceptado irse fuera, al mundo … Una de las vocaciones de África es ser una especie de Unidad fundacional que se desarrolla y transforma a sí misma en una diversidad”. (Diawara, 2011, pág. 2) Este segmento de la entrevista que Moten retoma como leitmotiv tiene una serie de implicaciones para lo que estamos trabajando. Consentir en no ser un solo ser implica un enfoque 3 determinado de la cuestión de los fundamentos y del origen. Primero porque, aunque haya ese momento fundacional ubicado en la diáspora africana, que es una unidad, significa al mismo tiempo la apertura hacia una diversidad. El fundamento unitario se parte siempre en una multiplicidad. El punto de partida u origen termina indexando en una multiplicidad. No hay regreso posible a esa unicidad que inmediatamente que sea da desaparece en la diversidad. Se evita así que haya un intento permanente de volver a ese punto de partida que, si bien queda en la memoria, no es un lugar al que se pueda regresar. La multiplicidad se convierte en la forma de existencia del fundamento. La ontonegritud se plantea de una manera diferente su relación con su fundamento africano, con la esclavitud y la diáspora, porque en vez de rechazar este fundamento, cuestión que simplemente no es posible porque allí está su origen, tampoco se queda anclado en ese fundamento al cual es imposible de recurrir –“el regreso imposible”-, sino que la multiplicidad que emerge también se convierte en la multiplicidad de los fundamentos: Esto implica que la tradición radical negra no se basa, aunque no es otra cosa que, en sus fundamentos africanos; que suena en el regreso imposible a África que no es antifundacionalista sino improvisador de fundaciones; que es un giro hacia una exterioridad específica; que no es solo una insistencia previa en la evasión de todas y cada una de las ocasiones natales, excepto el seguimiento y previsión de un futuro en el presente y en el pasado aquí y allá, viejo-nuevo, el ruido revolucionario se fue y trajo y se encontró, no-entre. (Moten, Black and blur, 2017, pág. 13) Y, en segundo lugar, porque hace estallar la ontología centrada en la unicidad del ser, aquel que queda detrás de todos los fenómenos como su fundamento. Por esto, no hay otra alternativa que consentir en no ser un solo ser. Ontonegritud que como tiene que ser vista como una ontología de la multiplicidad, de lo diverso. Este consentir en no ser un solo ser se mantendrá a lo largo de los desarrollos y especificaciones ontológicas y fenoménicas del ser negro, que llevara a la búsqueda constante del plexo de manifestaciones que le acompaña, por ejemplo, en el campo cultural, que es un área privilegiada en los análisis de Fred Moten. Quiero decir que el tratamiento ontológico de cualquier región del ser, en cuanto ontología regional, tendrá que guiarse por este mismo principio y mostrar de qué manera en ese campo se ha consentido no ser un solo ser. Solo que en el caso de la negritud ese ser devenido muchos seres es una multiplicidad negativa, en la medida en que no ha escapado del fondo del bote esclavista, aunque los modos de opresión hayan cambiado permanecen en lo sustancial idénticos al esclavismo. Fred Moten en Black and blur señala que el tratamiento de la negritud está estructurado en una falla permanente, persistente que no puede resolverse, precisamente porque la situación originaria, el fundamento negativo, está todavía vigente. Negatividad que se expresa en la ruptura de la relación entre el sujeto y su acción, que cuestiona la capacidad de este como agente, en donde no coincide plenamente el sujeto con sus acciones: “…. una economía constante y una mecánica fugitiva del hacerse en donde el sujeto está irremediablemente preocupado por ser enfáticamente separado de la acción cuyo agente se supone que es”. (Moten, Black and blur, 2017, pág. vii) Esta falla persistente se origina en el sujeto, en la negatividad ontológica del sujeto negro. Si el sujeto negro no puede definirse por sí mismo, si carece de una positividad propia, si solo es el reverso del blanco, entonces no puede ser sujeto que predica o del cual se predica. Si el sujeto negro no es, ¿cómo se puede decir aquello que es? 4 Si bien esta escisión es negativa, también es la posibilidad de otro tipo de relación entre sujeto y objeto, porque permite que ese sujeto encadenado a un determinado objeto, por medio de la predicación se libera y pueda recorrer su propio camino. De este modo, el sujeto negro se fuga de la predicación, escapa del sujeto y de la sujeción. Comienza a perfilarse lo que vendría a ser la ontonegritud, con la aparición de esa fuga, de la fugitividad. El esclavo negro que se fuga y al mismo tiempo el sentido de no ser atrapado en ninguna predicación, de escapar al secuestro de la predicación. Así, el ser negro, el ser de la negritud, se convierte en fugitivo, errante, intersticial, impuro: El objeto resistente e implacablemente imposible es la predicación sin sujeto, el escape sin sujeto, el escape de la sujeción, en y a través de la falla paralegal que anima y agota el lenguaje de la ontología. El escape constante es una oda a la impureza, una destrucción de la última palabra. Seguimos insistiendo en esa insistencia errante, intersticial, una actividad que es, desde la perspectiva que cree en la perspectiva, en el mejor de los casos, oculta y, en el peor, obscena. (Moten, Black and blur, 2017, pág. vii) El ser negro no puede simplemente ser tratado con una serie de atribuciones que hagamos a dicho ser, sino que se tiene que comprender ese borramiento, esa tachadura en el sentido de Derrida en De la Gramatología (Derrida, 1971), en su radical repetición de la huella de la huella, de volcarse de lo negativo sobre lo negativo: … intenta imaginar qué le pasa y, además, comprender la relación entre la práctica devocional que se da al recitar la oración "la negrura es x" y la práctica analítica que se mueve para ponerlo bajo un borramiento que no se puede erradicar los términos de performance y objeto. (Moten, Black and blur, 2017, pág. vii) Diríamos que Moten está llevando hasta sus extremos la deconstrucción de la onto-teo-teleología de Derrida, en su crítica de la metafísica heideggeriana que pretendía recuperar el ser, cuestión por cierto irresoluble. Por la tachadura de la ontología occidental tiene que añadir un elemento más a su deconstrucción y es mostrar que la introducción de la negatividad, expresada como huella de huella, es realizada por el movimiento que separa el sujeto de la predicación, el sujeto de los procesos de atribución, la posibilidad de la liberación del sujeto que se convierte en un fugitivo de la justicia, del aparato jurídico del estado. Así se podría responder a la pregunta por el quién de la deconstrucción, que no sería sino el sujeto negro, porque está ubicada él mismo en la negatividad, porque está del lado del no ser. Deja de ser una cuestión puramente posestructuralista, en donde el sujeto desaparece, se disuelve, arrastrado por la desaparición de la metafísica. El sujeto permanece como ese carácter errante, fugitivo, intersticial, que queda de la ruptura con la predicación, con el objeto que lo aprisiona. Al mismo tiempo impide que el gesto deconstructivo de la metafísica occidental se convierte en otro tipo de metafísica, aunque tenga el signo negativo. (Derrida, 1971) Incluso si avanzamos en el pensamiento de Derrida podríamos hacer este mismos ejercicio. Si la justicia y la amistad no existen, tal como señala en Dar (el) tiempo, esto no significa que hayan dejado de ser fundamentales para la práctica y la comprensión del derecho y de las relaciones humanas. El derecho existe en la medida en la que tiene como referencia externa a la justicia; las relaciones concretas que tenemos entre nosotros tampoco tendrían sentido sin el horizonte de sentido de la amistad, aunque la justicia y la amistad como tales sean imposibles. (Derrida, Dar (el) tiempo, 1995) 5 Del mismo modo podríamos decir que una ontología en su positividad solo puede darse porque tiene como referencia permanente esa negatividad del ser negro; y más radicalmente aún, la existencia misma de cualquier subjetividad tiene que ser pensado contra este horizonte de sentido que es la negritud. Desde allí se desprende el conjunto de fenómenos que van a expresar este ser negro y que, al mismo tiempo, lo llevarán no a su resolución sino a su agotamiento. En este lapso que va desde su ser hasta el agotamiento que se produce toda la cultura que gira en torno a la negritud y también es en donde se toma conciencia. El jazz es un ejemplo paradigmático de la expresión fenoménica del ser negro, en tanto sigue el rastro dejado por la fugacidad y la fuga, por el intersticio y la aposición, en donde no se resuelve el problema negro, sino que se lo lleva, en sus fallas, en su negatividad, al límite hasta quedar exhausto. Así el jazz es el problema “que no se puede resolver” y la insistencia en quedarse y habitar dicha irresolución: … esta es la aporía que algunos podrían pensar que busco y olvidar invocando el arte negro. El jazz no hace desaparecer el problema; es el problema y no desaparecerá. Es, además, el problema de la difusión, lo que quiere decir que lo que pone de relieve es la idea misma del problema. ¿Un problema que no se puede resolver sigue siendo un problema? ¿Es una aporía, un problema o, de hecho, una evitación del problema, inducida filosóficamente acertijo basado en ciertos supuestos metafísicos y mecánicos que no pueden ser justificados? (Moten, Black and blur, 2017, pág. xiii) El jazz, como otras manifestaciones artísticas de la negritud, muestran a ese sujeto que no predica, al que no se le otorgan atributos, pero que se “desplaza”, se mueve expresando de la mejor manera posible ese carácter errante del ser negro, de la ontonegritud: “… el desplazamiento del ser y la singularidad es la negritud. En estos ensayos estoy tratando de pensar esto, y de decir esto, de tantas maneras como sea posible”. (Moten, Black and blur, 2017, pág. xiii) De allí que el aspecto central de la estética negra esté ligada a la improvisación, que no se opone al uso de la técnica, sino que la hace estallar llevándola más allá de sus límites, agotándola, mostrando su vacuidad. Por esto será indispensable “… poner atención al performance (negro) puesto que es lo único que les queda a aquellos que re-teorizan la esencia, la representación, la abstracción, el performance, el ser” (Harney & Moten, 2017, pág. 37), de tal manera que seamos capaces de descubrir y de describir el “régimen racial de la representación” que está directamente detrás del surgimiento de la estética. (Lloyd, 2019) De aquí que la cuestión de la negritud no puede ser planteada como una variante de las formulaciones denominadas in between, sino que deben ser formuladas más bien como aposicionales, en el sentido de pegarse a otro elemento de tal modo que especifica su sentido y que aquí se presenta como una “colisión aposicional”. (Moten, Black and blur, 2017, pág. 2) No se crea un territorio intermedio, un espacio indefinido, flotante, que se ubicaría entre el ser negro y el ser, o que mediaría entre la blanquitud y la negritud; sino que tiene que ser entendido como la prolongación del ser negro que queda especificado en un determinado fenómeno, incluso de manera conflictiva, que es a lo que se refiere esa “colisión aposicional”. Está lejos de los fenómenos descritos por Agamben de la emergencia de espacios de indefinición, de indecidibilidad e indecibilidad provocados por la aparición del Homo Sacer. (Agamben, 1998) Tampoco se aproxima a las estrategias del doble vínculo tal como han sido descritas por Spivak, porque el ser negro no oscila entre dos extremos, sino que desde su propio estatuto ontológico de la negatividad se extiende, se prolonga, se fuga y comienza un camino de errancia. (Spivak, 2017) 6 Aquí el ser negro lanza sus prolongaciones a todo el espacio circundante, como brazos de pulpo que atrapan lo que encuentran a su alrededor y que, lejos de una planificación enteramente racionalizada, adquieren la lógica de la improvisación, como es el caso del jazz y que también se presenta en la literatura y en el ensayo. Un fenómeno que Moten también encuentra en la crítica de la economía política. Esta colisión aposicional que no se ubica entre (in between) es similar a la emergencia proletaria en las fracturas del tiempo capitalista, en sus intersticios que permiten la emergencia del comunismo: “… porque la interrupción lírica de la narración marca un diferente modo, con el mismo modo … tal como Louis Althusser, después de Karl Marx y por medio de Frantz Fanon y Peter Brooks, llamaría un comunismo que está oculto en los intersticios del mercado, en el corte fuera de las relaciones mercantiles y estéticas”. (Moten, Black and blur, 2017, pág. 3) La mercancía está estructurada en el valor y en la lógica de la reproducción del capital; sin embargo, ella “… grita su carácter fetichista y todo su secreto contra la [sordera de la] propia mercancía) que observa la presencia de ese deseo …”; y es en ese grito en el que podemos escuchar la “…posibilidad de asociación libre y representación total que emerge de una transferencia que solo es posible en forma de secreto abierto, por medio de pensar el ritmo del mundo y las cosas …”. (Moten, Black and blur, 2017, pág. 3) De tal manera que la negritud no se opone a la clase. Se presenta como “… un exceso respecto de la clase, que se forma con otra tradición de resistencia a la burguesía y que no puede ser vista como aspectos oposicionales … sino como una suerte de anticipación …”. (Moten, Black and blur, 2017, pág. 28) La negritud coloca esa necesidad de que: “… Todo aquí depende de algún tipo de suspensión no-entre y propulsión, una cierta arritmia, el colapso de la trayectoria histórica demasiado suave de la dominación europea y la apoteosis acumulativa que circula alrededor de la conjunción de Hegel y Bonaparte”. (Moten, Black and blur, 2017, pág. 10) La negritud “suplementa” a la clase social y, como ella, en su dinámica antiburguesa que introduce un cambio de ritmo, una quiebra de la temporalidad capitalista, una falla por la que se asoma la superación del proyecto ilustrado de la modernidad capitalista. Las dos dialécticas tienden más bien a confluir que a oponerse; en este sentido, la negritud quiebra la continuidad capitalista desde otra perspectiva, desde ese sujeto que ha sido constituido en su negatividad. En Stolen Life Moten el concepto de fugitividad (fugitivity) toma una forma más acabada. Hay que tomar en cuenta de que el término que viene del latín conserva ese doble matiz de fugarse y de fugaz, que aquí sería importante de mantener y que es formulado en su ser fugitivo con el neologismo: fugitivity; el carácter de fugitivo del ser negro. Nuevamente el punto de partida es la negatividad del ser negro: “No es mío, pero es todo lo que tengo. Yo que no tengo nada, yo quien no soy nadie, yo que no soy uno. No puedo decirlo y no puedo superarlo. No puedo. Lo entiendo y no puedo entenderlo. Abre todo y, en ese agotamiento de lo que es adquirir, un coro está listo para trabajar”. (Moten, Stolen Life, 2018, pág. ix) Como se señala en Los Abajocomunes, la fuga -en el sentido de la fuga del esclavo y de la errancia del ser negro en general- le es esencial a la negritud, se origina en ella porque no puede establecerse en un lugar, quedarse en el sitio colonial, seguir aceptando el ser echado en el fondo del bote esclavista, en cualquiera de las modalidades en que este hecho se repite en nuestra sociedad actual. (Harney & Moten, 2017, pág. 39) 7 Esta negatividad inherente a la ontonegritud produce una “… surrealización de espacio y tiempo …”, en donde se da la “… distinción paraontológica entre negritud y gente negra (que) es crucial, pero esto es así tan solo en la medida en que la negritud corta la distinción entre esencia e instancia”. (Moten, Stolen Life, 2018, pág. 241) La forma negritud fruto de haber introducido una distinción negativa en el mundo, de aquello que no es, colapsa de manera inmediata en sus indexaciones, impidiendo la distinción entre esencia e instancia, entre la forma y sus indexaciones. De este modo, se funden performance y performances y “… en donde tanto la cosa como su actividad se desvanecen en el (mal) entendido de una negritud diferencial e inseparable”. (Moten, Stolen Life, 2018, pág. 241) Estos aspectos son cruciales para entender la ontonegritud y será preciso extraer de ellos sus consecuencias que son profundas para la posibilidad de cualquier ontología, porque redefine las estructuras del espacio y del tiempo, introduce una cesura entre negritud y gente negra, cambia la relación entre esencia y hecho, y termina por formular una paraontología. a. El espacio y tiempo se convierten en surreales: este surrealismo proviene del hecho de que la ontología originaria del tiempo y el espacio se altera radicalmente porque se ha creado un espacio-tiempo con una doble curvatura negativa, por así decirlo, como si fuera un espacio de Riemann. No estamos ya ante el espacio y tiempo normales o estándar del ser social, sino ante su crisis que los ha colocado frente a un muro que no pueden atravesar que es la negatividad constitutiva. Se nos aparece como un mundo soñado, irreal, pero que, contrario al sueño, efectivamente se está dando en el plano de lo real en donde se fusiona este mundo soñado con la catástrofe. (Buck-Morss, 2004) Ante la crisis del fundamento del espacio y el tiempo, la negritud coloca “la materialidad de la persistencia” contra la presencia surrealista; o lo que es igual, la necesidad de salirnos de la “metafísica de la presencia” a la “física de la presencia”, producida por el efecto de proliferación, de multiplicidad que se da, necesariamente, en el paso del fundamento a su indexación. b. Se introduce una distinción entre negritud y gente negra: distinción especialmente importante que nos lleva a esta separación entre el fundamento que es negativo -la negritud-, que está en el núcleo del ser negro y, de otra parte, la gente negra que, a pesar de esa negación constitutiva, está llena de experiencia, es una vida de experiencias enmarcadas dentro de ese ser negativo. Digamos que es la conformación de un modo de darse la experiencia que precede a los fenómenos concretos de la vida negra, que puede mostrarse como una suerte de experiencia pura asentada en la nada, tal como diría Nishida. (Nishida, 2016) c. La forma negritud colapsa en sus indexaciones: esencia e instancia se confunden, nuevamente debido a que la esencia está definida por la negatividad, por aquello que no es. Si se entiende por esencia aquello que hace que una cosa sea lo que es, tendríamos que decir ahora que la esencia de la negritud está definida por aquello que hace que una cosa no sea, por su pura negatividad. Indexaciones, realizaciones, concreciones, experiencias de la vida negra que terminan por adquirir una cierta dimensión animista, como cosas penetradas por espíritus. d. Estamos ante una paraontología: estos tres fenómenos juntos hacen que no estemos frente a una típica ontología, como podría ser el proyecto de Whitehead, sino ante una 8 paraontología, una ontología que se desplaza de sus cánones tradicionales, que no parte de definir lo que el ser es, sino que se origina en un ser que no es, el ser negro. (Whitehead, 1978) La crítica a la noción de performance sirve para precisar el paso de la negritud a la gente negra, de la esencia a su indexación, del tiempo y espacio estándares de la ontología occidental a su modo surrealista. Además, el performance está ligado directamente con el tema de la escisión entre la carne y el cuerpo, dada la epidermialización que ha introducido el racismo. Con este se quiere decir que el plano estético, entendido no solo como lo referido a la belleza, sino como la sensibilidad y la imaginación serán centrales para aproximarnos al ser negro y a su experiencia. (Rojas, Estéticas caníbales. Vol.II. Máquinas formales abstractas, 2015) Así que la comprensión de lo que es el performance tiene que variar a fondo. El performance deja de ser la realización de una acción, el volcamiento del sujeto artista que estetiza una acción, al concreción de un orden simbólico en cierto tipo de danza y música; esto es, la expresión de una presencia. Pero, el performance no instancia una presencia, sino que da lugar a que algo se muestre de modo no performativo. Es el fenómeno que aparece directamente de la carne “empática, surreal” de la carne, “en la medida en que el ser humano negro ha sido “epidermializado, de una reducción de algo a carne, al estatuto de no-cuerpos, del tal manera que otros puedan arriesgar su reclamo imposible sobre cuerpos y almas”. (Moten, Stolen Life, 2018, pág. 242) Se abre un nuevo espacio de comprensión del performance que deja de ser entendido como instanciación de una presencia, porque ya no se trata del cuerpo atrapado por un alma, sino de la aparición simple y directa de la carne, habeas viscus en vez de habeas corpus (Weheliye, 2014). Esto retorna al tema de Consentir no ser un solo ser, porque se ha retirado el principio de individuación que radica en el cuerpo: “… precisamente no ser más + menos que uno sino la movilización de lo no discreto y la incompletitud …” (Moten, Stolen Life, 2018, pág. 241) Esta epidermialización de la gente negra coloca, además, al cuerpo negro en otra posición, en su negación, en su reducción a epidermis, a color negro, que se vuelve toda una maquinaria de fetichización que encarna todo lo malo y todo aquello que el hombre blanco no alcanza a ser, tal como lo señala Fanon. (Fanon, 1973) la presencia de la carne antes que del cuerpo: “reducción antifenomenológica” en la medida en que la “carne está antes que el cuerpo” y por esto es radicalmente no performativo, no realizativo, en cuanto no es la colocación de un sujetopresencia que se pone a sí mismo en acción, en escena. (Moten, Stolen Life, 2018, pág. 244) Antifenomenológica en el sentido de que no nos quedamos con la esencia y con su correlato, sino que la esencia se ha vuelto su propio correlato; o si se prefiere, el cuerpo que se ve excedido por esa primera instancia que es la carne y, en este caso, convertida en fundamento de un ser que es el negro. Por esto, la negritud no tiene que ver en primera instancia con un aspecto visual, que más bien se deriva de una determinada relación, aquella que se da con el hombre blanco que coloca al ser negro a partir de su epidermialización: “Fanon conceptualiza la negritud no como una propiedad visual, sino más bien como una relación”. (Raengo, 2013, pág. 308) Pero, esta situación termina ligada al destino mismo de la Tierra, de la humanidad en su “unidad paraontológica” que “…queda como una oportunidad en la medida en que las personas que se llaman negras operen como una sensualidad reflexiva, en la interacción de la negación de lo que les ha sido negado y el consentimiento que se les ha impuesto”. (Moten, Stolen Life, 2018, pág. 243) 9 La única posibilidad de performance, en este nuevo sentido, viene dado por la emergencia de una “sensualidad reflexiva” que tiene un doble significado: por una parte, la necesidad de ese “despertar de la conciencia” que comprende que desde la mirada del otro solo eres una epidermis negra, sin consistencia ontológica y, por otra parte, porque es una sensualidad que parte de la negación del cuerpo y que apela a sí misma de modo recursivo para poder existir, una sensualidad de la sensualidad, contra la erótica del racismo. (Holland, 2012) Las condiciones de posibilidad del darse del performance se trasladan a su hipotética capacidad de ser “antiepidérmicas”, de ir más allá del racismo, de pasar a una “paraonto-teología del performance, que no pueden sino estar anclados en la experiencia y en el colapso de la experiencia pura en la experiencia concreta: “Aspiración ontológica que es avergonzada por la instancia. En este sentido, los estudios del performance se sienten avergonzados por los performances, especialmente si la ontología del performance es entendida que se ha dado en las desapariciones en la serie de performances, su supuesta distancia de cualquier economía de la representación o reproducción”. (Moten, Stolen Life, 2018, pág. 245) Un performance que tendría que ser comprendido en su forma pura: per-forma (nce), aquello que se hace a través de la forma, en este caso de la forma negritud, en donde esta forma une “sensualidad y representación”, lo que introduce una “…indentación, un receso, una cesura…”, por medio de la cual toda sensualidad no es otra cosa que la representación de un fundamento negativo, que es la separación entre carne y cuerpo, y entender que toda representación no puede ser sino sensual. (Moten, Stolen Life, 2018, pág. 247) Una vez que se ha desembocado en este régimen de la sensibilidad de la negritud estructurado como sensualidad y reflexividad, podemos acercarnos a una dilucidación del modo de subjetivación del ser negro y, por ende, del tipo de sujetos que se forman. No solo el sujeto negro sino todos los sujetos y las subjetividades conducen a la “deconstrucción del sujeto” y por ende al “rechazo a través de operaciones negras, de la larga pesadilla del desarrollo del sujeto”. (Moten, Stolen Life, 2018, pág. 243) Entonces, la necesidad de rechazar el rechazo del sujeto y más bien entenderlo como “la experiencia de la subjetividad (que) es la del sujeto potencial en su frustrado deseo de subjetividad, que debemos seguir aprendiendo a no querer, que tenemos que seguir practicando sin querer, como en la preparación interminable de un recital que, en la medida en que nunca llega, siempre está surrealistamente presente”. (Moten, Stolen Life, 2018, pág. 244) Si la ontología se ha convertido en una paraontología, en una ontonegritud, también la concepción del sujeto se desplaza. Estos fenómenos que atraviesan a los sujetos negros, como el colapso de esencia e indexación, arrasan con todas las formas de subjetivación, porque muestran que los sujetos modernos o posmodernos no se sostienen ontológicamente. Nos permiten descubrir la falla profunda que está en su núcleo constitutivo y que provienen de esa falla introducida por el fetichismos de la mercancía y por la negritud. Por lo tanto, crítica de los sujetos que exige su reformulación y que no se orienta hacia su desaparición, sino a la comprensión de la falacia de sus fundamentos: “Mientras tanto el sujeto que nunca estuvo aquí no puede desaparecer; solo puede ser cazado”. (Moten, Stolen Life, 2018, pág. 244) Falla que está dada por la escisión irresoluble en la ontología occidental entre cuerpo y alma, que encuentra en la exterioridad de la negritud su explicación: Esto es lo que uno podría llamar la fantasmalidad no sagrada de la vida y tiene que ver, paradójicamente, con el hecho de que el cuerpo requiere, pero no tiene alma, que el 10 alma requiere, pero no quiere un cuerpo. Esta es la duplicidad inconmensurable de uno, que lo convierte en relativamente nada, en contradicción a la nada absoluta y general que se da en / como negritud. (Moten, Stolen Life, 2018, pág. 244) La negritud como paradigma del sujeto, como aquello que lo expresa en la esencia, que desnuda al sujeto moderno en su contradicción fundamental: el cuerpo no tiene un alma y un alma que no quiere un cuerpo. Paradoja resuelta por medio no de la presencia de algo o alguien que se vuelca en el performance, sino que se queda vibrando en la “materialidad de su persistencia” y que exige la superación de una subjetividad mal interpelada. (Martel, 2017) Todo esto entra precisamente en la categoría de fugitividad: “La fuerza de esta fugitividad es a lo que debemos referirnos como negritud, un performativo contra todo performance de libertad y no libertad dependiente del dilema histórico de la falta de una distinción significativa entre libertas y esclavitud”. (Moten, Stolen Life, 2018, pág. 247) En The Universal Machine Fred Moten da un paso más en su acercamiento al ser negro, aunque el punto de partida siempre es una especificación de la ontología negativa, esto es, de la ontonegritud: “Aunque un cierto movimiento puede discernirse desde el objeto a la cosa a la no-cosidad, en general, y en la ausencia de un principio teleológico generativo, lo que tenemos aquí es un enjambre”. (Moten, The universal machine , 2018, pág. ix) La metáfora que expresa este desprendimiento de la indexación desde la forma negritud es el enjambre, como movimiento, dehiscencia, rapidez, que conduce a dejar exhausto al “espíritu fenomenológico”, que es “la cosa que se expele, que se abjura, como desorganizada, como un principio an-árquico de desorganización o de constante reorganización, lo enformal (forma de enjambre), la presencia en movimiento, la incoherencia generativa, la cuestión negra en una operación negra”. (Moten, The universal machine , 2018, pág. x) El modo de actuar de la negritud sería como la del enjambre, esa unión de momentos caóticos con otros de organización fugaz que nuevamente se desordena en una danza interminable. Por eso, la negritud tendría la forma de enjambre que, además, se mantiene en ese delicado equilibrio entre proceso y estructura, yendo y viniendo del uno al otro, jugando a desordenar la estructura y en una “incoherencia generativa” armar estructuras que inmediatamente se deshacen. El accionar entero de la negritud adopta este este tipo de movimiento de estructuración y desestructuración. Enjambre que desciende sobre la realidad alterando su ordenamiento, empujando desde dentro, desde el trabajo de lo negativo, a que no solo la negritud sino la ontología y la política sean entendidas como multiplicidad, como imposibilidad de lo uno: “El solista se niega a ser uno y este consentimiento de no ser singular preocupa por igual a la compostura de fenomenología, ontología y política…” (Moten, The universal machine , 2018, pág. x) Esta negatividad caótica del enjambre de la negritud ha llevado a que se aproxime al ser negro a la decadencia y al ser para la muerte, por ese privilegio del momento nihilista del ser negro, que no es una negación de sus acciones, de su performance, sino su esencia misma. Llegamos así a una fenomenología disidente que nos introduce en una saturación cromática, en donde lo primero que llama la atención es la “… metafísica regulatoria que subyace a las nociones de sonido y color en la teoría estética: la negritud ha sido asociada con un cierto sentido de decadencia, incluso cuando esta decadencia se invoca en nombre de cierta (fetichización) de la vitalidad”. (Moten, The universal machine , 2018, pág. 140) 11 Y cuando vemos que la negritud ha sido entendida como “un ser-hacia-la-muerte”, con un “impulso mortal hacia el no-ser”, en donde articulan un “… conjunto de zonas de imposibilidades específicas…” y citando a Fanon en sus consecuencias ontológicas: “El hombre negro no tiene una resistencia ontológica a los ojos del hombre blanco”. (Moten, The universal machine , 2018, pág. 141) La debilidad ontológica del ser negro, en cuanto fundamentada en el no ser y en el colapso entre esencia y experiencia, plantea la cuestión de cómo sea posible el ser social de la negritud. Si el negro es ante todo esta negación, esta dificultad de ser otro para el otro porque está en cuestión la imposibilidad de ser para sí mismo, ¿de qué manera podría construirse una sociedad negra? La noción clave es la de incompletitud, en el sentido no solo de aquello que está incompleto, que le falta algo esencial como no ser, sino que no puede ser completado por ningún procedimiento. La inexistencia de la consistencia ontológica lleva a plantearse la cuestión de la sociabilidad negra, puesto que solo es negro para el blanco, entonces no se puede ser negro para otro negro y, por lo tanto, siempre habrá un hueco, una falla que atañe no solo al sujeto negro, sino a la misma socialidad negra: “… el negro no puede ser Otro para otro negro…”. El ser social de la negritud queda puesto en duda, dado que se trata de un “… ser que no es ni para sí mismo ni para otro … La impureza implica un tipo de incompletitud, si no de ausencia de una cosmovisión”. (Moten, The universal machine , 2018, pág. 142) A lo que se debe añadir el problema de la representación que se desprende de la ontonegritud, porque partiendo desde la nada no es posible elaborar una cosmovisión, una visión positiva del mundo en su totalidad. Por esto la ontonegritud está signada por la incompletitud, por la resistencia a formar parte del figurarse el mundo como un todo. Regresamos a una ontología de la falla, de la escisión, de la fractura que proviene de su “no original impureza” y que se expresa en ese carácter fugitivo del que hemos hablado. La imposibilidad de la conformación de la sociedad negra dentro de la sociedad blanca vuelve a la “vida social negra ingobernable, (ya) que demanda a una disrupción de la supuesta conexión entre explicación y resistencia”, entre racionalidad e institucionalidad que desde la modernidad pensamos que son términos que se implican mutuamente. (Moten, The universal machine , 2018, pág. 143) Lo que ha sido puesto en cuestión es la soberanía, la capacidad de gobierno de la vida negra que supuestamente debería entrar en el orden político y jurídico establecido, pero que no puede hacerlo porque su existencia es, desde el inicio, disruptiva. Su plena “integración” al orden establecido significaría la destrucción del orden establecido, la penetración de la fugitividad no puede dejar indemne a la sociedad que ha puesto al ser negro como tal, como negación de la blanquitud. Esta crisis de la socialidad negra repercute sobre la experiencia de la negritud que se separa de su experiencia concreta. Pero este aspecto sociológico termina por penetrar en el núcleo de la ontología occidental, en lo que realmente es su fundamento: la diferencia ontológica, aunque sea planteada en términos de difErencia al modo de Derrida. (Derrida, De la Gramatología , 1971) ¿Qué significado tendría señalar que ha entrado en crisis este fundamento del ser? ¿Qué consecuencias tiene que la diferencia ontológica haya queda “ensombrecida”? Se requiere de entendimiento modificado de la diferencia ontológica; no se trata de que esta haya dejado de existir, sino que se han convertido en algo distinto. Ha sido puesta en cuestión la relación entre ser y entes, porque el ser ha sido reducido a nada y entonces los entes han perdido su fundamento. Todavía la cuestión es más compleja porque esa negación del ser, el ser 12 como no ser, que es el ser negro, se convierte en el verdadero fundamento de todos los seres sociales. Y, paradójicamente, aquello que se presente como débil ontológicamente, que no se sostiene a los ojos de los blancos, se constituye en el fundamento de toda socialidad y soberanía, quizás a pesar suyo: ¿Qué pasa si la cosa cuyo valor o significado que nunca se ha encontrado encuentra a las cosas? ¿Qué pasa si la cosa hubiera fundado algo en contra de la posibilidad misma del fundamento y contra todas las imposibilidades anti- o posfundacionales? ¿Qué pasa si la cosa se sostiene en esa ausencia o eclipse de significado que retiene de la cosa el horrible honorífico de “objeto”? (Moten, The universal machine , 2018, pág. 145) El no ser de la ontonegritud como aquello que fundamenta el ser, la negritud como esencia del ser humano, como su única posibilidad de existencia, lleva a la posibilidad de un cierto optimismo de la negritud, y del género humano podríamos añadir, que nos permitiría comprender la totalidad de lo real, pero no en su positividad, como algo ya dado, sino como algo hacia lo que podemos ir guiados por la ontología de la fugitividad Al mismo tiempo, ¿qué pasa si el valor de tal ausencia o exceso nos es dado solo en y por medio de un tipo de falla o inadecuación -o, quizás más precisamente , por medio de la historia de la exclusión, presencia continua de la despedida, cada vez que decimos adiós – así que la falta de significado u ontología, de fuente y origen, sea la única manera de aproximarse a la cosa en su totalidad material informal (enformed/enforming) (como opuesto a lo sin forma? Quizás esta podría ser la causa del optimismo negro, o al menos, de ciertas operaciones negras. Quizás la cosa, el negro, es el equivalente de otro sublimidad por completo fugitiva. Algo/cosa se escapa en o a través del vestíbulo del objeto; el objeto vibra contra su marco como un resonador y expele un aire problemático”. (Moten, The universal machine , 2018, pág. 145) Y, al mismo tiempo, la cosa impura -el ser negro- convirtiéndose en “constitutiva”: “Esta fugitividad óntico-ontológica de y en el esclavo es lo que es revelado como necesariamente no tomado en cuenta por Fanon”, porque lo que falla es la ontología en su capacidad de dar cuenta de la negritud: “… el problema de la inadecuación de cualquier ontología a la negritud, a ese modo de ser que escapa por aposición y en donde no es el encuentro objetivante con la otredad la primera modalidad, debe ser entendida en su relación a la inadecuación del cálculo para ser en general”. (Moten, The universal machine , 2018, pág. 150) Más bien, la negritud necesita ser entendida como operando en el nexo de lo social y lo ontológico, lo histórico y lo esencial. De hecho, como lo ontológico es, por así decirlo, moviéndose dentro del aumento corrosivo que lo óntico instancia, debe ser entendido que lo que ahora significa ontológico requiere una aclaración especial. (Moten, The universal machine , 2018, pág. 150) Digamos que la instanciación de la negritud introduce una transformación en el mundo que altera su modo de ser, que cambia su ontología, porque esta indexación muestra la insuficiencia del fundamento de cualquier ontología. O, si se prefiere, la condiciones de posibilidad de toda ontología atraviesan necesariamente por la ontonegritud como su verdad. Ontología occidental que tiene que reformularse desde sus raíces, porque ha sido cuestionada desde esta paraontología, como ontología negativa, como volcamiento de la forma en su 13 concreción inmediata, por el paso permanente de la negritud a la experiencia del negro, por la apertura hacia la diversidad y la multiplicidad: Lo que es inadecuado para la negritud ya está dado en las ontologías. La experiencia vivida de la negritud es, entre otras cosas, una demanda constante de ontología del desorden, una ontología de la dehiscencia, una paraontología cuyo comportamiento habrá sido (hacia) el campo de las cosas óntico o campo existencial de las cosas y eventos”. (Moten, The universal machine , 2018, pág. 150) La ontonegritud como ontología negativa, como fundamento puesto como no ser y colapso del ser en el ente, deviene Relación. Este concepto en el sentido propuesto por Édouard Glissant va más allá de un enfoque relacionista, que simplemente diría que todo es proceso relacional, interacciones entre elementos en diferentes niveles. (Glissant, 2017) La Relación adquiere, en la versión de Glissant, un estatuto ontológico. ¿A qué modo de ser remite? ¿De qué manera emerge de la negatividad constitutiva de la negritud? ¿En qué sentido no puede ser reducido solo a relacionamiento social, sino que es su base? ¿De qué modo escapa del esencialismo en el que se habría sustituido a cualquier entendimiento metafísico del ser por la noción de relación? La Relación se presenta como el hecho originario porque se ubica en el momento en el que las diversidades son reducidas a la epidermialización por efecto del racismo, del esclavismo: aquellos que se capturan son simplemente negros, independientemente de su cultura y de su lengua. En el fondo del bote esclavista se miran unos a otros y perciben que han sido puestos en la misma situación. Esta es la primera Relación. Pero, no solo proviene de esta situación, sino que penetra en el ser mismo de la negritud. Si el fundamento es negativo, el ser definido por lo que no es, y la esencia es una nada, entonces cuando se es arrojado al mundo no queda otra cosa que aquellos que han sido lanzados del mismo modo a la realidad. De tal manera que no hay un fundamento previo a la negritud: “Lo que preexistiría (a la Relación) es la vacuidad del ser-como-ser”. (Glissant, 2017, pág. 10) En este sentido el ser negro se convierte en enteramente relacional. Y más aún la socialidad negra que se desarrolla parte esta Relación porque ella es su fundamento no metafísico, la esencialidad estratégica que permite el surgimiento del ser social y político de la negritud, del “… ente, múltiple infinito en su subsistencia”. (Glissant, 2017, pág. 104) Desprovista del ser como positividad la negritud encuentra en la Relación su única de manera de persistir en la existencia. Desde luego, la negatividad no ha desaparecido: “El Ser es relación: pero la Relacion se preserva de la idea de ser”. (Glissant, 2017, pág. 106) Por el contrario, se renueva a cada paso, en cada momento de la vida, porque el gesto brutal del racismo no ha cesado y sigue mirando a una parte de la humanidad como negra, sigue separando la carne del cuerpo. Aquellos que sufren del efecto racista son puestos en Relación entre ellos. Acto terrible y principio de optimismo que se juntan en un solo movimiento. Relación que se repite constantemente, que está estructura en cuanto repetición, que es recursiva, porque la única manera de subsistir que tiene es convocándose a sí misma una y otra vez y en ese movimiento extraer de ella la experiencia del ser negro, la instanciación como modo de vida del negro y como posibilidad de la comprensión de la realidad: “Asimismo, la repetición es, aquí y allá, un modo confeso del conocimiento. Retomar sin descanso aquello que desde siempre ustedes han dicho. Consentir al impulso infinitesimal, a la añadidura, tal vez desapercibida, que en sus saberes se obstinan”. (Glissant, 2017, pág. 38) 14 Repetición que no es el regreso idéntico al mismo estado, sino que “… produce variantes infinitesimales, de los que surgen sentidos nuevos: el detalle nunca es uno”, que es principio de producción de la realidad a través de estos mínimos cambios que, sin embargo, provocarán después alteraciones profundas en la realidad, proliferación de las diversidades, de las lenguas, de las culturas, de los modos de subjetivación. (Leupin, 2016, pág. 39) Relación que se es desde su inicio principio de subjetividad, lugar en donde se da la experiencia del negro que trata de escapar de la vacuidad del ser, que se coloca del lado del ente, que permite el paso de la negritud a la vida negra: “La Relación, que se separa del ser, afirma al sujeto”. (Glissant, 2017, pág. 107) Se aleja de la noción de intersubjetividad que presupone individuos, sociedades, culturas ya dadas que desde su realidad entran en contacto con otros, establecen determinados tipos de relaciones. (Glissant, Philosophie de la Relation , 2019) La Relación precede a la intersubjetividad, la posibilita, la sostiene, crea el espacio, el campo en donde esta puede darse, provee de puntos de identidad. La Relación “se despliega en una relación con el Otro”, pero tanto el sí mismo como el otro han sido colocados por la Relación, por la ontonegritud constitutiva. La Relación implica la alteridad. La Relación ya pertenece a los comunes, a los abajo, desde su inicio. (Glissant, 2017, pág. 21) (Dash, 1995) 2. Ontonegritud. 2.1. El ser negro no es: Este es el punto de partida desde el cual se conforma la negritud en su negatividad constitutiva, en aquello que caracteriza su ontología. Para comprender la magnitud de este hecho valdría aproximarlo al efecto que tiene Gorgias sobre Parménides; esto es, el impacto de la negación sobre el ser único que está detrás de toda metafísica. En el momento en que se pone en contacto el ser con la nada, el ser no queda indemne, sino que termina despedaza, se produce una dehiscencia de las suturas ontológicas. El ser se deshace perdiendo consistencia. El postulado de Gorgias: Nada es, más allá de las disquisiciones sobre la retórica o los límites conceptuales que se extraen de allí, penetran en el ser y muestran su radical vacuidad, su vaciamiento. (Gorgias, 2014) Este efecto de la negatividad sobre el ser deja de ser un mero postulado metafísico para convertirse en un hecho que funda una ontología negativa de la negritud, la ontonegritud, porque un segmento de la humanidad ha quedado definido por lo que no es debido al racismo. Pero, la ontología occidental se ve cuestionada en su fundamento, porque no es capaz de admitir o tolerar que el ser sea definido como no ser. Muchas de las versiones de la dialéctica contemporánea muestran precisamente que no se puede excluir a la negación como parte inherente a cualquier fenómeno, a toda positividad y que no solo hay una negación de lo puesto, sino que dentro de cada cosa antes de que le sea opuesto un elemento contradictorio habita la negación, que terminará, tarde o temprano, por hacer estallar dicha positividad. (Bhaskar, 2008) (Jameson, 2009) (Zizek, 2012) Negatividad que obliga a mirar el campo entero de la ontología como signado por la incompletitud, que proviene de la negritud. Esta muestra la imposibilidad de que la 15 ontología tenga un cierre categorial competo, una realización plena y que, de manera todavía más profunda, el ser negro no pueda complementar o suplementar ese ser porque él mismo está fundamentado en la negatividad. 2.2. Fugitividad y multiplicidad: El ser negro escapa de esta negatividad, se fuga hacia adelante produciendo nuevos fundamentos provisionales, pasajeros, parciales, que se abren constantemente a su propia desaparición y sustitución, en una especie de búsqueda incansable de un fundamento estable que no puede hallarse simplemente porque no existe. Hay entonces una errancia del ser que en su errancia se pone a si misma como experiencia pura, se vuelca a la realidad y se parte entre negritud y negro. Pero, esta errancia lejos de ser la del ser que está oculto y busca mostrarse en los entes, huye del ser, se define por su fugitividad. Fugitividad que abre un campo de posibilidades, de experiencias que son múltiples, diversas, que difícilmente se unifican excepto en su negatividad fundamental, en cuanto todas pertenecen a la negritud. Multiplicidad constitutiva de la fugitividad, como si esta huyera en todas las direcciones posibles. 2.3. Forma negritud e indexación: El vaciamiento del ser que impide que una positividad sea puesta como origen de los entes, de las cosas, le obliga a la negritud a plantearse su modo de existir. La forma negritud colapsa en sus indexaciones, la esencia se convierte en instancia, se resuelve y disuelve en ella; pero no lo hace desde un espacio-tiempo entre (in between), sino adoptando una lógica aposicional, un especificación de la negritud que se prolonga a partir de ella misma. Por esto, la ontonegritud se comprende como la apertura de la pura experiencia, en cuanto es experiencia de sí misma, de su fugitividad, al haber sido colocada en la existencia desde la negación, desde la negritud como no ser. Al ser negro hay que buscarle en sus instancias, en su enorme despliegue cultural, artístico, estético, social, político, que cuestiona el orden establecido de la blanquitud. 2.4. Sensualidad reflexiva: La sensualidad reflexiva del ser negro emerge de la separación entre carne y cuerpo -y alma-, en el proceso de epidermialización. Entonces se produce la búsqueda insistente, incansable, de ese cuerpo negado como tal, a través de una sensualidad reflexiva, como conciencia de dicha separación y fugitividad de la carne que en su fuga se despliega y se convierte en un entero régimen de sensibilidad. Esta sensualidad reflexiva se opone al performance, porque no es un sujeto que vuelca en una acción a la que estetiza y a través de ella intenta decir, hablar, comunicarse, desde la fragmentariedad del sujeto posmoderno. Aquí el sujeto negro no se pone a sí mismo en un performance como un exterioridad que atrapa, con su acción, un espacio y un tiempo. 16 El sujeto negro es de manera inmediata la acción, se objetualiza completamente, sin dejar residuo, sin conservar un alma que se mantuviera con una cierta reserva respecto de su cuerpo. Pero, esto en vez de abolir la expresión estética, sensual, del sujeto negro le permite abrirse a un campo inmenso de expresiones en las que queda contenido del todo. 2.5. Relación. El ser negro está definido por la Relación. Los sujetos negros no preexisten a la relación, sino que se dan a partir de esta, en el encuentro que se da en el fondo del bote esclavista cuando miran que han sido definidos por lo que no son, por el color de la piel, por la carne y no por el cuerpo-alma. Relación que en vez de haberse dado de una vez y por todas en una época, se rehace constantemente, se repite, se reitera, se llama incesantemente. Apelación a sí misma desde la cual se construye la socialidad negra, en cuanto común, coincidencia de los abajocomunes, o simplemente desde los de abajo. Este cuadro sintetiza la ontonegritud: Ontonegritud Ontología Fundamento Espacio y tiempo Sujeto y subjetividad Régimen de sensibilidad Principio originario Ontonegritud El ser negro no es. Negatividad Fugitividad y multiplicidad Colapso de la forma en la indexación. Experiencia pura. Sensualidad reflexiva. Carne y cuerpo separados. Relación 17 Bibliografía Agamben, G. (1998). Homo sacer. El poder soberano y la nuda vida. Valencia: Pre-Textos. Bhaskar, R. (2008). Dialectic. The pulse of the freedom. London: Routledge. Buck-Morss, S. (1977). El origen de la dialéctica negativa. México: Siglo XXI. Buck-Morss, S. (2004). Mundos soñados y catástrofe. Madrid: Antonio Machado . Dash, M. (1995). Édouard Glissant. New York: Cambridge University Press. De Oto, A. (2003). Fanon: política y poética del sujeto poscolonial. México: El Colegio de México. Derrida, J. (1971). De la Gramatología . México: Siglo XXI. Derrida, J. (1995). Dar (el) tiempo. Barcelona: Paidós. Diawara, M. (2011). Édouard Glissant. Journal of Contemporary African ARt, 1- 16. doi:10.1215/10757163-1266639 Fanon, F. (1973). Piel negra, máscaras blancas. Buenos Aires: Abraxas. Glissant, É. (2017). 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