LA CONSTRUCCIÓN FORTIFICADA MEDIEVAL:
HISTORIA, CONSERVACIÓN Y GESTIÓN
Este libro contiene los textos, ampliados, corregidos y revisados, de las
ponencias presentadas en las:
JORNADAS TÉCNICAS SOBRE
HISTORIA DE LA CONSTRUCCIÓN MEDIEVAL
Montiel (Ciudad Real), 20-22 de septiembre de 2017
Entidades organizadoras
Universidad de Castilla La Mancha. Facultad de Letras de Ciudad Real y Escuela
Politécnica de Cuenca
Grupo de Investigación en Historia Medieval de la UCLM (Poridad)
Laboratorio de Arqueología, Patrimonio y Tecnologías Emergentes de la UCLM (LAPTE)
Fundación Castillo de La Estrella de Montiel
Fundación Cárdenas (Centro de Estudios José Joaquín de Mora)
Entidades colaboradoras
Plan Nacional de Arquitectura Defensiva (Subdirección General del Instituto de
Patrimonio Cultural de España, Ministerio de Educación, Cultura y Deporte)
Sociedad Española de Historia de la Construcción
Asociación Española de Amigos de los Castillos
Excelentísimo Ayuntamiento de Montiel
Casa Rural Trastámara-Restaurante Kurirri
Junta de Comunidades de Castilla-la Mancha
La construcción fortificada medieval:
historia, conservación y gestión
∞
edición a cargo de:
Jesús Manuel Molero García
David Gallego Valle
Ignacio Javier Gil Crespo
∞
2020
INSTITUTO JUAN DE HERRERA
UNIVERSIDAD DE CASTILLA-LA MANCHA
CENTRO DE ESTUDIOS JOSÉ JOAQUÍN DE MORA, FUNDACIÓN CÁRDENAS
FUNDACIÓN CASTILLO DE LA ESTRELLA DE MONTIEL
INSTITUTO JUAN DE HERRERA
UNIVERSIDAD DE CASTILLA-LA MANCHA
CENTRO DE ESTUDIOS JOSÉ JOAQUÍN DE MORA
Fundación Cárdenas
FUNDACIÓN CASTILLO DE LA ESTRELLA DE MONTIEL
Cubierta:
Fortificación de la ciudad de Rodas, Gestorum Rhodie obsidionis commentarii (14751500). Bibliothèque Nationale de France, Département des manuscrits 6067, fol.9v
1ª edición
© Instituto Juan de Herrera
© Universidad de Castilla-La Mancha, Centro de Estudios José Joaquín de
Mora, Fundación Cárdenas, Fundación Castillo de la Estrella de Montiel.
Madrid 2020
© De cada ensayo, su autor
Revisión de textos: David Gallego Valle
Diseño y maquetación: Ignacio Javier Gil Crespo
Todos los derechos reservados
ISBN: 978-84-9728-583-4
Depósito Legal: M-17108-2020
Impresión: Gracel Asociados SLL
In memoriam
Joaquín Badillo Campos
maestro tapiador de Montiel (1935-2020)
Índice
Presentación ......................................................................................................................... 9
HISTORIA Y CONSTRUCCIÓN
Elementos de representación del poder en época omeya en las fortificaciones
del yacimiento de Vascos (Navalmoralejo, Toledo): las puertas monumentales
Miguel Ángel Bru Castro .................................................................................................... 15
La construcción durante el califato almohade: los casos de Sevilla y Murcia a
partir de la documentación escrita
Ignacio González Cavero ................................................................................................... 39
La construcción de la muralla de Segovia
Miguel Ángel Martín Blanco.............................................................................................. 65
La arquitectura militar de las órdenes militares en la Edad Media:
evolución tipológica, funcional y constructiva
Jesús Molero García y David Gallego Valle........................................................................ 91
La historia de la construcción a través de los Libros de Visita de la Orden de
Santiago
Jaime García Carpintero López de Mota ........................................................................... 113
El esqueleto de madera de la arquitectura fortificada medieval
Ignacio Javier Gil Crespo ................................................................................................... 133
CONSERVACIÓN Y GESTIÓN
El Plan Nacional de Arquitectura Defensiva
Belén Rodríguez Nuere ...................................................................................................... 169
Conservación y restauración en Calatrava la Vieja (Carrión de Calatrava,
Ciudad Real)
Miguel Ángel Hervás Herrera ........................................................................................... 189
Patología y conservación preventiva de las construcciones medievales
Cristina Peña Ruiz............................................................................................................. 219
Estudio y caracterización de morteros históricos
María del Mar Barbero Barrera ........................................................................................237
Estudios previos de identificación de morteros para la intervención en el
patrimonio medieval. Castillo de la Estrella, Montiel
David Gallego Valle, Ana González Mayordomo, Rosa Pardo Llapa, Jesús Molero
García, Cristina Peña Ruiz, Francisco Javier Castilla, David Sanz ............................... 265
Arqueología experimental aplicada a las fábricas de tapia en el Castillo de la
Estrella, Montiel
Francisco Javier Castilla, Jesús Molero García, David Gallego Valle, Ana González
Mayordomo, Rosa Pardo Llapa, David Sanz Martínez, Cristina Peña Ruiz..................277
Intervención en recintos fortificados: el caso de la muralla de Segovia
Estefanía Herrero García ................................................................................................. 297
Presentación
El libro La construcción fortificada medieval: historia, conservación y gestión nace del
absoluto convencimiento de que únicamente desde una perspectiva plural e integradora,
se pueden afrontar los retos y dificultades inherentes en los estudios e intervenciones
sobre el patrimonio fortificado de época medieval. Castillos, torres y otras fortalezas son
junto con las catedrales y otros edificios religiosos, los más conocidos y admirados
testigos materiales de la época medieval. Monumentos en pie, algunos decrépitos y
olvidados, otros, los más, una realidad puramente arqueológica, jalonan los paisajes
urbanos y rurales y merecen una atención prioritaria por parte de los poderes públicos
para garantizar su preservación y disfrute por las generaciones presentes y futuras. Para
ello es necesario en primer lugar investigar su origen, función, fisonomía y evolución
histórica, para a partir de entonces diseñar los correspondientes modelos de intervención
de cara a la conservación y restauración de estos bienes culturales. Finalmente la difusión
y puesta en valor tanto a la comunidad científica especializada como al público en
general, son labores absolutamente necesarias si queremos que nuestro trabajo tenga
reconocimiento y valor en una sociedad que cada vez exige un mayor valor utilitario en
las inversiones públicas sobre el patrimonio cultural.
La primera piedra de esta monografía se puso en unas Jornadas técnicas sobre
Historia de la Construcción Medieval que se celebraron en septiembre de 2017 en la
localidad de Montiel (Ciudad Real). Se trató de un foro de discusión científica
interdisciplinar que reunió a especialistas de distintas ramas profesionales y académicas
relacionadas con el mundo de la arqueología, la restauración, la arquitectura y la historia
de la construcción en época medieval.
Los distintos temas fueron abordados desde un punto de vista eminentemente
práctico, partiendo siempre de la experiencia directa en el trabajo de campo y en la
intervención sobre bienes patrimoniales. Los fructíferos debates en esas intensas jornadas
y los ensayos de arqueología y construcción experimental desarrollados en el mismo
yacimiento del castillo de La Estrella, sirvieron de vehículo para la reflexión e
10
investigación posterior con la ulterior plasmación por escrito de dichas investigaciones,
objeto del presente volumen.
Se presentan pues trece trabajos organizados en dos secciones. La primera,
titulada HISTORIA Y CONSTRUCCIÓN, ofrece varios ejemplos representativos del tema en
cuestión tanto en época andalusí como cristiana. En el primer caso, Miguel Ángel Bru
Castro aborda desde la perspectiva arqueológica los elementos arquitectónicos de
ostentación del poder oficialista omeya en el yacimiento de Vascos (Navalmoralejo,
Toledo). El objetivo principal de su trabajo es ver cómo el poder político durante el
emirato y califato omeya tuvieron una plasmación práctica en las estructuras defensivas
de la ciudad de Vascos, fundamentalmente en las puertas de su muralla urbana.
Ignacio González Cavero analiza, para una época posterior, los programas
constructivos desarrollados por el califato almohade en la Península y en particular en las
ciudades de Murcia y Sevilla en la segunda mitad del siglo XII. Utilizando
fundamentalmente documentación escrita, se refiere a esta época como un momento de
esplendor y de gran actividad edilicia, con diferentes obras y reformas urbanísticas tanto
en la arquitectura civil como religiosa.
El arquitecto Miguel Ángel Martín Blanco estudia el proceso constructivo de las
murallas urbanas de Segovia, una de las más importantes ciudades de la Extremadura
castellana, que tradicionalmente se consideraba obra cristiana levantada en un período
muy concreto en época de Alfonso VI y la reina Urraca. En su estudio, la aplicación del
método de la arqueología de la arquitectura ha permitido constatar una muralla previa a
la repoblación cristiana y varios añadidos y reformas posteriores, lo que arrojan luz y abre
nuevos debates sobre las fortificaciones urbanas de la meseta septentrional en la Alta y
Plena Edad Media.
Jesús Molero García y David Gallego Valle hacen un estudio evolutivo de las
características formales, funcionales y constructivas de las principales fortalezas de
Órdenes Militares. Estas instituciones tuvieron un importante papel militar y político
entre los siglos XII-XV, destacando también por su faceta repobladora, lo que conllevó la
construcción y mantenimiento de numerosos castillos, sobre todo, en el ámbito de la
Submeseta Sur. Estos edificios no responden a un único modelo, pues se adaptan a las
necesidades de cada momento histórico concreto. Se distinguen pues los primeros
castillos de reconquista (ss. XII-1ª mitad XIII) con los espectaculares castillos-convento,
pero también con otras fortalezas menores y más desconocidas. La segunda fase es la de
los castillos-casas de la encomienda (1250-1450), donde cambia la distribución espacial y
se adaptan los modelos constructivos a unas instituciones cada vez más aristocratizadas.
Finalmente en el siglo XV-XVI nos encontramos con las fortificaciones de transición con
adaptaciones artilleras y la construcción de nuevas casas de la encomienda, con apenas
elementos defensivos en su interior.
Jaime García-Carpintero hace una interesante aportación a la historia de la
construcción utilizando como fuente los libros de visita de las Órdenes Militares.
Consisten éstas en unas inspecciones más o menos regulares que giraban unos oficiales de
las órdenes, los llamados visitadores, a los distintos inmuebles, propiedades e
instituciones de sus señoríos, para hacer averiguaciones sobre su estado de conservación,
11
operatividad y cumplimiento de las disposiciones normativas. Los mandatos de obra que
derivan de dichas inspecciones ofrecen un sinfín de posibilidades al estudioso de las
fortificaciones, pues no solo se describen edificios, espacios y estructuras, sino también se
da cuenta de las cláusulas de los contratos, encargados de ejecutarlos, materiales de obra,
herramientas y otras peculiaridades que el autor analiza, con numerosos ejemplos de la
Orden Militar de Santiago.
La sección se cierra con el trabajo de Ignacio Javier Gil Crespo titulado «El
esqueleto de madera de la arquitectura fortificada medieval», un sugerente título para un
aspecto poco conocido de la historia de la construcción: los refuerzos internos de las
fábricas con estructuras de madera, pudiendo tener tanto función constructiva como de
refuerzos poliorcéticos.
El segundo gran bloque lleva por título CONSERVACIÓN Y GESTIÓN y está
constituido por siete capítulos donde se abordan los problemas y soluciones técnicas
derivadas de las intervenciones en elementos representativos de la arquitectura militar
peninsular. Como en la sección anterior, los estudios y reflexiones son fruto de la
experiencia directa en el trabajo de campo o en las tareas de gestión del patrimonio
fortificado.
Belén Rodriguez Nuere, coordinadora del Plan Nacional de Arquitectura
Defensiva, hace una síntesis de los principales objetivos y programas de actuación de este
estratégico plan, poniendo ejemplos de los progresos alcanzados durante su desarrollo,
sin olvidar los retos y dificultades que lo acompañan.
El arqueólogo Miguel Ángel Hervás Herrera, analiza desde su experiencia directa
en el trabajo de campo los procesos constructivos del yacimiento de Calatrava la Vieja
(Carrión de Calatrava, Ciudad Real), y los trabajos de conservación y restauración llevados
a cabo en el yacimiento. Se trata de intervenciones realizadas en el marco de dos grandes
grupos de actuaciones: las campañas aisladas de los años 1975 a 1996, y las desarrolladas
en el Plan general de intervenciones sistemáticas con continuidad desde 1984. Compara
los criterios y resultados de ambos tipos de actuaciones con ejemplos prácticos detallados
en uno de los yacimientos medievales más emblemáticos de la Península.
Cristina Peña Ruiz, directora de conservación del Conjunto arqueológico del
castillo de La Estrella de Montiel, analiza en su capítulo los principales problemas de
conservación que tienen los castillos medievales, señalando las patologías más comunes y
las soluciones posibles, todo ello a partir de una dilatada experiencia en intervención
sobre edificios históricos. Utiliza como modelo su experiencia en el castillo de La Estrella,
donde se viene actuando de manera ininterrumpida desde la primera excavación en el
año 2012 hasta el presente.
La necesidad de contar con estudios previos que orienten las intervenciones
sobre el patrimonio, y el conocimiento técnico y preciso sobre los procesos, modelos
constructivos y materiales empleados en origen, justifican la necesidad de conocer los
morteros históricos, tema al que se refiere el artículo de María del Mar Barbero Barrera,
de la Universidad Politécnica de Madrid. Estudia los diferentes tipos de mortero: de junta,
de rejuntado y de revestimiento, para pasar seguidamente a explicar las técnicas de
caracterización de los mismos tanto en el campo como en el laboratorio.
12
Dentro del mismo tema, David Gallego, Ana González, Rosa Pardo Llapa, Jesús
Molero, Cristina Peña, Francisco Javier Castilla y David Sanz, hacen una propuesta
metodológica con aplicación práctica a la caracterización y estudio de los morteros
históricos procedentes del castillo de La Estrella de Montiel. Destaca el carácter
interdisciplinar del trabajo, con aportaciones desde el campo de la arqueometría, la
geología y la historia de las técnicas constructivas.
La arqueología experimental también tiene cabida en los trabajos previos a las
intervenciones de conservación y restauración en las fortificaciones medievales. A partir
de la experiencia directa en el taller desarrollado en el castillo de La Estrella de Montiel
en la citadas Jornadas Técnicas, los profesores e investigadores Francisco Javier Castilla,
Jesús Molero, David Gallego, Ana González, Rosa Pardo, David Sanz y Cristina Peña, de la
Universidad de Castilla-La Mancha, describen el proceso de recreación de las fábricas de
tapial, con la composición de materiales y mezcla, desarrollo de las fases y ejecución de
los trabajos y resultados.
Por último, Estefanía Herrero ofrece su experiencia en restauración
arquitectónica a través de las obras de intervención en el recinto amurallado de la ciudad
de Segovia. Durante diez años se ha estado interviniendo sobre las murallas de la ciudad
castellana, con unos resultados que han podido revalorizar el monumento, proteger sus
fábricas, recuperar su importancia y visibilidad y ofrecer a la ciudad de Segovia y sus
visitantes nuevas maneras de disfrutar y entender este patrimonio fortificado que, hasta
ahora, pasaba desapercibido. El texto explica de manera didáctica los problemas y el
proceso llevado a cabo por la arquitecta para hallar las mejores soluciones.
Esperamos que todas estas aportaciones sean del interés del lector y, sobre todo,
sean útiles a otros colegas y profesionales que realizan sus trabajos sobre yacimientos y
edificios similares. Somos conscientes de que muchos de los criterios y soluciones
prácticas ensayadas pueden ser objeto de controversia y discusión, pero la ciencia avanza
y se enriquece precisamente con estos debates que son especialmente fructíferos y
enriquecedores cuando se abordan con ilusión, rigor y desde una perspectiva
multidisciplinar.
Estando este libro a las puertas de la imprenta, conocimos la triste noticia del
fallecimiento de Joaquín Badillo Campos (1935-2020), maestro tapiador de Montiel.
Durante las Jornadas Técnicas de Historia de la Construcción, el maestro Joaquín nos
iluminó con su conocimiento de la construcción de tapias. La tradición de la construcción
con tierra pierde un artífice irreemplazable y el conocimiento adquirido por toda una vida
dedicada a la construcción se queda huérfano. A él dedicamos, in memoriam, este libro.
Jesús Manuel Molero García
David Gallego Valle
Ignacio Javier Gil Crespo
HISTORIA Y CONSTRUCCIÓN
Puerta occidental de Vascos
Elementos de representación del poder
en época omeya en las fortificaciones del
yacimiento de Vascos (Navalmoralejo,
Toledo): las puertas monumentales
Miguel Ángel Bru Castro
Doctor Arqueólogo
Director de Instituto de Estudios de las Fortificaciones
Asociación Española de Amigos de los Castillos
miguel_bru@hotmail.com
En el presente artículo queremos analizar cómo el poder, durante el emirato y
el califato de la dinastía omeya que gobernó en al-Andalus entre los siglos VIII y
XI, tuvo una representación y una plasmación en diferentes realidades
materiales y edilicias, evidenciándose especialmente en las construcciones
fortificadas. En ellas, se pretendía representar su poder fáctico de cara a su
sociedad y a los diferentes territorios bajo los que se extendía su
dominio(Gurriarán Daza 2004a; Zozaya Stabel-Hansen 2009).
Nuestro objetivo es centramos en como refleja esta dinastía el poder a través de
la arquitectura defensiva y vamos a ejemplificarlo en Vascos (Navalmoralejo,
Toledo), un conjunto defensivo que tenemos acotado cronológicamente en
estos siglos, y cuyo abandono definitivo en el siglo XI nos permite observar la
parafernalia y transformaciones en sus defensas, y en este artículo nos
1
centraremos en sus puertas monumentales(Bru Castro 2016b).
CONFIGURACIÓN DEL ASENTAMIENTO Y FASES
Es importante comprender que el asentamiento de Vascos se llegó a estructurar
como un complejo urbano, en el que se establecía una sede del poder, una
alcazaba, y un espacio de control fáctico cercado y materializado por una
muralla (Izquierdo Benito 2005; De Juan Ares 2016; Bru Castro 2016b). Este
binomio definido, base de cualquier entidad urbana desde época clásica (Bru
Castro 2018, 390-93), es puesto en duda como realidad urbana por algunos
autores o al menos como madīna, nombre que designa a la ciudad en el mundo
16
Miguel Ángel Bru Castro
islámico (Mazzoli-Guintard 2000) buscando otros fines más complicados de
entender el asentamiento (Zozaya Stabel-Hansen 2009, 114). Sin embargo,
Navarro Palazón y Jiménez Castillo (2004) trabajaron sobre la problemática de
que es y cómo se configura la ciudad en época andalusí y si madīna es un
término apropiado. Este planteamiento originó varios foros de debate
organizados por la Escuela de Estudios Árabes de Granada y que siguen
2
ocasionando debates entorno a que entendemos por madīna.
Nosotros sin querer ahondar en esta problemática, sostenemos la definición
urbana que sobre Vascos se ha mantenido, no por mera continuidad, sino
porque creemos que su estructuración tiene un fin representativo y funcional y
que se relaciona con el poder y su reflejo por parte de la dinastía omeya y los
grupos que la sustentaron. Este poder se manifiesta en la arquitectura, y son sus
murallas, defensas y puertas las que por diversos motivos se construyeron con
una tradición simbólica clave para esta dinastía, que así pretendía extender su
influencia a todos los lugares de al-Andalus y especialmente al-ṭagr.
Sin embargo, Vascos no tuvo esa estructura desde sus orígenes, y mutó y se
transformó de una pequeña fortaleza tipo hisn o qal’a en el cerro más
meridional, probablemente durante el siglo VIII y IX (Bru Castro 2016a), a una
estructura urbana en la segunda mitad del IX y finalmente a una madīna en el
siglo X, manteniendo su uso hasta su abandono a finales del siglo XI (Bru
Castro 2016b, cap. VI). Estas transformaciones creemos se deben al éxito del
emplazamiento y al control de una de las principales vías de comunicación
hacia el suroeste de la Península (Bru Castro 2013, 181-82).
Serán los omeyas y sus allegados los que en reiteradas ocasiones quieran y
deban hacer reflejo de su poder a través de la construcción, reestructuración y
apoyo en la erección de fortalezas. Así nos dicen Ibn Ḥayyān y la crónica
anónima de al-Nasīr:
dejaba a su cliente Durrī con el ejército asignado como caíd de la Marca Media, para que
recorriera los llanos y los caminos de los musulmanes desde Atienza a Talavera,
distribuyendo entre ellos a sus hombres y reparando y consolidando las fortalezas, torres y
atalayas dañadas con excelente construcción, abundantes provisiones y amplios pertrechos,
de modo que los musulmanes pudieron recoger sus cosechas, con gran frustración del
enemigo (Ibn Ḥayyān 1981, 295).
. . . los habitantes de la ciudad de Badajoz, cuya muralla, de adobe y tapial, era la misma de
tiempos de ‘Abd al-Raḥmāníbn Marwan al-Ŷillīqī. En efecto, escribieron a su emir ‘Abd
Allāh ibn Muḥammad ibn‘Abd al-Raḥmān, comunicándole la decisión que habían tomado
de fortificar la plaza, y el príncipe, no sólo les animó en su decisión, sino que tomó
persona1mente a su cargo, en compañía de sus consejeros, el vigilar la obra y reunió a los
obreros necesarios para la edificación de la nueva muralla (Lévi-Provençal y García Gómez
1950, 112).
Por desgracia, no existe documentación manuscrita unívocamente
3
relacionada con el yacimiento de Vascos, lo que lleva a tener que basar las
investigaciones en las fuentes materiales y sus relaciones tipológicas,
Elementos de representación del poder omeya en Vascos
17
estratigráficas y arqueométricas del yacimiento. Estos restos materiales han
sido destacados por diferentes investigadores como excepcionales y
especialmente sus defensas (hicimos un análisis de la historiografía en: Bru
Castro 2010, 54-55; 2016b, cap. II).
Figura 1. Fotografía aérea del complejo urbano y de las fortificaciones de Vascos, captura
realizada desde el sureste (Fuente: Archivo de Castilla La Mancha)
LA ARQUITECTURA FORTIFICADA DEL PODER:
LAS DEFENSAS DE VASCOS
Si nuestra intención es acudir a los elementos materiales que reflejan el poder,
las defensas son de los pocos hitos edilicios que representan tan claramente la
actuación del ámbito político oficial en la ciudad andalusí. Así lo demuestran
las fundaciones y refundaciones Omeyas, sobre todo de ‘Abd al-Raḥmān II,
Muḥammad I, ‘Abd al-Raḥmān III y de las que hacen mención fuentes
documentales (Souto Lasala 1995; 1996; 2002) y epigráficas (por ejemplo
Mérida, (Codera y Zaidín 1902) Tarifa (Gurriarán Daza 2004a) o Talavera (Canto
García y Rodríguez Casanova 2006). Somos por tanto partícipes de la idea que
Manzano transmite sobre la administración y el poder Omeya, en la que «la
penetración de la administración en cada rincón de cada circunscripción
estuviera acompañada por la presencia de las fortificaciones que ayudarían a
articular de forma más efectiva el control del territorio» (Manzano Moreno
2006, 437).
18
Miguel Ángel Bru Castro
Las defensas sirven para proteger a la comunidad y a su vez para
4
controlarla, y en ellas se va a invertir la pericia técnica que se crea conveniente
para poder salvaguardar los intereses del exterior, y también para ejercer un
interesado control económico, ideológico y social sobre los habitantes del
5
lugar. Se documentará en puntos cardinales de las mismas un especial interés
por el reflejo de la calidad o de determinados elementos que la élite quiera
exhibir, así por ejemplo en las puertas o accesos principales, donde se
desarrollará una propaganda del poder (Pavón Maldonado 1987; Schattner y
Valdés Fernández 2006; Márquez Bueno y Gurriarán Daza 2011).
Las murallas, pero en especial sus puertas servirán de lugar ceremonial o de
boato, en ellas se desarrollarán diferentes ceremonias militares, que toman
c
especial importancia con el Califa Abd al-Raḥmān III. Éstas han sido divididas
en tres; la parafernalia preparatoria para la salida del ejército -al‘arḍ, la
recepción del ejército tras la campaña al-burūz, y la fiesta de celebración de la
Minà (Vallejo Triano 2010, 124-26). La más famosa ceremonia de la que tenemos
constancia es aquella narrada por Ibn Ḥayyān sobre el fracaso de SimancasAlhándega en la que el Califa «comenzó, desde su regreso de esta campaña, a
construir el ático que levantó sobre el depósito llamado "del pecado", a la
derecha de la azotea que daba a la puerta meridional de la as-Sudda, la mayor
del alcázar y abierta sobre la avenida. Lo proyectó con almenas y dividido en
una serie de diez puertas y, con abundante mano de obra, quedó pronto
terminado; allí se instaló para el alarde del ejército del día de Mina de este año»
(Ibn Ḥayyān 1981, 334-35). Delante de la gran muchedumbre cordobesa,
ejecutaría a diez de los principales jefes militares por deserción en el campo de
batalla, ante el estupor del gentío (Manzano Moreno 2006, 417-21).
Observando la arquitectura fortificada de la madīna de Vascos, diversos
especialistas se han basado en su construcción para ejemplificarla edilicia
andalusí como aparato del poder, extrayendo prototipos para la seriación
(Azuar Ruiz 1995; De Juan Ares 2006; Gil Crespo, Bru Castro, y Gallego Valle
2018; Izquierdo Benito 2005, 36-38; 2009; Jiménez de Gregorio 1949a; 1949b;
Juez Juarros 2000, 395; Martínez Lillo 1998, 85; Pavón Maldonado 1987, 365;
Torres Balbás 1957a, 641; 1957b, 56-57; Valdés Fernández 2001; Zozaya StabelHansen 1996, 64; 2009, 111-15). Se han procurado diferentes interpretaciones
sobre los elementos fundamentales de la misma, desde su forma de
construcción ya sea por las “cremalleras”-“suturas” de sus lienzos (Azuar Ruiz
1995, 132; Zozaya Stabel-Hansen 1992, 69; 2009, 98) por el cambio tipológico de
sus materiales (Gurriarán Daza y Márquez Bueno 2005, 58; Mazzoli-Guintard,
Christine 2000, 77-78) por la calidad de sus sistemas de cimentación. Pero sobre
todo se han destacado y analizado sus accesos principales (Pavón Maldonado
1987, 365; 1999, II:397, 500 y 504; Márquez Bueno y Gurriarán Daza 2011, 18889), así como también las poternas y aliviaderos (Bru Castro 2019; Zozaya
Stabel-Hansen 2009, 87), observándose tras las excavaciones que algunas de
Elementos de representación del poder omeya en Vascos
19
estas interpretaciones se debían matizar (Izquierdo Benito 2009; Bru Castro
2010).
Por la importancia que observamos en la arquitectura defensiva hacia las
puertas y debido a la importancia de las tres monumentales que se conservan
en Vascos, vamos a analizar cuáles son esos elementos que entendemos que
pueden vincularse o que reflejan la representación del poder.
PUERTAS Y ACCESOS EN LA
ARQUITECTURA DEFENSIVA DE VASCOS
Se documentan al menos tres puertas de aparato en el conjunto defensivo, a las
que se suman seis accesos en la alcazaba y siete portillos en la muralla. La
denominación por la que se ha optado desde el origen es meramente funcional,
al carecer de fuentes o referencias de ninguna de ellas. De esta forma, en la
alcazaba tenemos Puerta Alcazaba 1 -la monumental- y otras tres puertas
numeradas consecutivamente (PA2, PA3, PA4), de carácter secundario. Junto a
estas puertas, tenemos tres portillos y un posible acceso al área E. En la muralla
se documentan dos puertas monumentales, la Puerta oeste y la Puerta sur,
ubicadas en los mismos lugares topográficos que refiere su nombre. Además, se
documentan un total de siete portillos. Todos estos datos, se pueden ampliar en
campañas futuras, si se llegase a excavar el sector oeste del acceso a la Alcazaba
y en el “cierre” noreste de la muralla, donde parece se encuentra un acceso(Bru
Castro e Izquierdo Benito 2013).
Las puertas principales son los elementos de representación del poder en el
yacimiento de Vascos, en ellas se puede observar características comunes que
nos retrotraen a la edificación oficial y directamente a uno de los orígenes
constructivos del poder Omeya en la Península, la puerta de San Esteban en la
Mezquita de Córdoba(Castejón y Martínez de Arizala 1944; Fernández Puertas
2008, 334-35). Queremos destacar la estructura de un vano adintelado con
platabanda resaltado con un arco de herradura, que está flanqueado por dos
torreones cuadrangulares y está coronado con un almenaje piramidal y, sobre el
vano, un matacán proyectado sobre modillones. La mezquita aljama de
Córdoba fue la base de las políticas constructivas oficiales de la dinastía Omeya
desde ‘Abd al-Raḥmān I(Manzano Moreno 2006, 216), pero en especial esta
puerta constituyó un ejemplo fundamental para Muḥammad I, que como reza
en la inscripción quiso restaurar y reflejar en el epígrafe del trasdós su
intervención, para conocimiento de todos los que pasaran por esta zona de
6
tránsito.
20
Figura 2. Áreas fortificadas de la ciudad de Vascos (fuente: autor)
Miguel Ángel Bru Castro
Elementos de representación del poder omeya en Vascos
21
Figura 3. Área de la Alcazaba de Vascos (fuente: autor)
Figura 4. Puertas de aparato de tradición Omeya en al-Andalus. 1. Puerta de San Esteban de
la Mezquita de Córdoba (Barrucand y Bednorz 1992, 42); 2. Bab al-Qantara, Toledo; 3.
Trujillo, Cáceres (Fuente: Pedro Mª Bargas); 4. El Marco, Villar del Pedroso, Cáceres; 5.
Gormaz, Soria
22
Miguel Ángel Bru Castro
Este hito constructivo tuvo su traslación como composición arquitectónica
a los principales edificios de la dinastía, y en concreto a las fortificaciones, que
se empezaron a construir en este periodo de consolidación y reestructuración
territorial de al-Andalus, conocido como de “islamización social”(Gutiérrez
Lloret 1991, 151). La arquitectura cobraría así gran importancia en la
representación de la autoridad emiral, como así hizo y haría a lo largo de la
historia. Las nuevas fortificaciones y centros poblacionales auspiciados bajo el
dominio de Muḥammad I utilizarán este modelo de puerta, proyectándolo
desde entonces en los conjuntos monumentales andalusíes, emirales o califales,
con pequeñas variaciones, por ejemplo, en Mérida, Trujillo, El Marco, Castros,
Maqueda, Toledo (Bab al-Qantara), Qal’at al Salam (Alcalá de Henares), Zorita
de los Canes, Gormaz, Ágreda, Calatayud, Calatrava “la Vieja” (puerta de la
muralla), entre otras.
Volviendo a Vascos, vamos a analizar las tres puertas monumentales.
Puerta de la Alcazaba
La Puerta de la Alcazaba es la primera puerta de aparato que documentamos y
la asociamos cronológicamente a la segunda mitad del siglo VIII por criterios
estratigráficos, constructivos y de tipología de aparejos.
Por desgracia no se ha conservado la estructura de la puerta en su totalidad,
tan solo se han mantenido las jambas, imposta y los salmeres de un arco de
herradura, y en la parte superior un pequeño saliente, de un muro corrido
perdido, esta composición nos recuerda a puertas de cronología coetánea que
7
se encuentran en otras fortalezas de tradición Omeya de al-Andalus.
La primera evidencia de la monumentalidad del acceso es la ubicación
topográfica, se sitúa en el lado sur del principal conjunto del asentamiento, la
alcazaba, alzada en el cortado granítico del cerro en el que se asienta este
edificio y visible desde la mayor parte de la madīna (figuras 1 y 5). Las cuatro
torres cuadrangulares que configuran el frente sur, hacen simétrica la ubicación
del vano, que destaca entre las torres 6 y 7, ambas giradas hacia el interior,
haciendo un embudo de fuera a dentro. La puerta además se construyó sobre
cuatro escalones, que alzan la composición arquitectónica, y hacen resaltar las
mochetas, riñones y con ello el dovelaje de un arco de herradura hoy perdido.
La segunda evidencia es la ubicación con respecto al propio edificio y la ciudad,
pues frente a esta fachada de la alcazaba, se alzaba una barbacana/ albacar, con
un muro de gran potencia, de 11 metros, que estaba recrecido con un tapial, éste
sería reutilizado posteriormente en la construcción de una mezquita, pero aun
así se había construido el acceso para alzarse sobre esta construcción, y que
fuera visible por la población este arco de herradura. Además la estructuración
arquitectónica, convertía el tránsito a ese punto, en uno de los más complejos y
defendidos de todo el asentamiento, reforzado en época califal y taifa, ya sea
Elementos de representación del poder omeya en Vascos
23
por el este y como por el oeste por sendas barbacanas, pues el acceso no era
directo como apuntaron algunos investigadores (Valdés Fernández 2001; Pavón
Maldonado 1999, II:500)
Figura5. Vista desde el sur de la Alcazaba de Vascos
Figura 6. Podemos observar en los planos superiores la reconstrucción del arco de
herradura de la PA1. En la izquierda el estudio de medidas, donde se observa un diámetro de
2,014, con un radio de 1,007, teniendo un peralte de 0,6234, por lo tanto, más de ½ del radio
(Gómez, 1906: 22). Reconstrucción del arco de herradura de la PA1 por Miguel Ángel Bru,
sobre levantamiento fotogramétrico realizado por Jacobo Fernández del Cerro
24
Miguel Ángel Bru Castro
Figura 7. Puerta de la Alcazaba 1
Como no hemos tenido la fortuna de conservar por completo el alzado de
esta puerta monumental, pero en las excavaciones de principios de siglo, se
documentaron las dovelas caídas en el acceso, y fueron guardadas para su
8
estudio futuro. En nuestra tesis, medimos y estudiamos estas dovelas y las
adaptamos a un levantamiento fotogramétrico de Jacobo Fernández del Cerro,
recreando el arco de herradura y observando que obteníamos un arco de 2’014
m. de diámetro, con un radio de 1,007 y con un peralte de 0,6234, más de la ½
del radio, por lo tanto, de tradición andalusí (Gómez-Moreno M. 1906, 22).
Sobre el arco, creemos que se alzaría un muro de cierre superior, que coincide
con salientes de ambas torres y sobre el que podría haber algún sistema de
defensa vertical y parapeto (como en la torre 7 que flanquea la puerta por el
oeste).
La monumentalidad e importancia de esta puerta, es evidente, no solamente
por la pericia arquitectónica y la ubicación en el yacimiento, sino por la
representación simbólica de cara a toda la comunidad que habitaba la madīna.
Aún en nuestros días sobrecoge el simbolismo de ésta en el conjunto de la
alcazaba. Podemos comparar la intencionalidad de reflejar su importancia, con
por ejemplo la alcazaba de Trujillo o El Marco, y como el arco de herradura se
alza y se observa desde diferentes puntos con una clara intencionalidad
simbólica, un ejemplo más tardío y diferente, pero que nos recuerda el
Elementos de representación del poder omeya en Vascos
25
simbolismo e importancia para esta dinastía del arco de herradura, será Gormaz
(Soria).
Figura 8. Puertas monumentales de la muralla de Vascos. 1) Puerta sur; 2. Puerta oeste
26
Miguel Ángel Bru Castro
Figura 9. Plantas de las puertas de acceso a la madīna de Vascos, realizadas por secciones
del levantamiento con Láser Escáner Terrestre de la muralla del yacimiento (fuente: autor)
La muralla que cerca la madīna tuvo al menos dos puertas monumentales,
que parecen responder a un mismo sistema en planta, configurado por dos
torres cuadrangulares macizas que flaquean el vano, de las que se proyectan dos
muros hacia el vano y acabados en dos mochetas que protegerían las puertas, al
menos en la parte más vulnerable de estas, el quicio. Frente a ellas, se alzan dos
sistemas de barbacanas diferentes y que responden a épocas posteriores a la
construcción de la muralla, al menos en la Puerta sur, pues en la Puerta oeste se
documenta una diacronía de muros, que nos habla de las transformaciones del
acceso.
Sin embargo, existe una clara diferenciación tipológica entre ambas, ya no
solo por la calidad técnica y el aparejo utilizado, así como la cuidada factura de
la Oeste frente a la Sur, sino también por una clara transformación del trazado
de la Puerta Sur y un radical cambio tipológico, estratigráfico y de adaptación y
transformación del terreno hacía el oeste de esta puerta, que evidencia una
transformación en la muralla. Estas evidencias y las dataciones de
termoluminiscencia en el área de la Puerta Oeste, nos hacen interpretar que
nos encontramos ante dos etapas constructivas, cronológicamente diferentes,
siendo la Sur previa a la Oeste.
Puerta sur
La Puerta sur fue el principal acceso por este punto cardinal. Hasta el año 2007,
en el que se inició su excavación, se encontraba inaccesible debido a que había
colapsado la cubrición de la puerta y sobre este derrumbe, se habían producido
los clásicos procesos postdeposicionales, agravados por su uso posiblemente
como majano. Será en las campañas de 2007 a 2010, en las que se realizará la
excavación del área, permitiéndonos descubrir, el dovelaje caído, de lo que
podría ser un dintel adovelado o platabanda, teniendo algunas de las dovelas
acanaladuras en su interior. Esto es una interpretación, que requiere un estudio
más en profundidad, pero creemos que lo hallado en este vano podría
responder a este sistema, siendo más cercana la interpretación a lo que
Elementos de representación del poder omeya en Vascos
27
planteaba Pavón Maldonado (1987) que a la reconstrucción que Márquez Bueno
y Gurriarán Daza (2011) hicieron de la Puerta Oeste.
Esta puerta monumental es el único acceso por el sur de la muralla, ya que esta
área se encuentra topográficamente en la parte más alta del yacimiento, pero a
su vez más llana y accesible. Aún en nuestros días el ingreso se hace unos
metros al este de esta puerta, por una rotura de la muralla. Como
documentamos por caminos óptimos (Izquierdo Benito y Bru Castro 2013) este
acceso permitía la unión más directa con el camino histórico que desde Puente
Pinos cruzaría el Tajo y permitiría desde la Prehistoria las conexiones hacia la
actual Extremadura (Bru Castro 2013, 179-81).
La Puerta sur se presenta ya en su trazado como un elemento extraño, pues
si observamos la planta podemos apreciar que las torres que flanquean la puerta
(torre 12 y 13) están giradas respecto a la línea de muro, y el vano mira hacia el
suroeste en vez de al sur como el lienzo; la construcción en esta posición obliga
a que el flanco oeste de la torre 12 se retranqueé a 1,17 m y a que el flanco este de
la torre 13 se proyecte 2,57 m. Este giro permite generar una protección, al no
ser el acceso completamente directo, sino un tanto oblicuo. Pero este giro no
impide que nos encontremos ante una puerta trazada con gran pericia, sobre
una planta casi simétrica. Las dos torres tienen un ancho la T12 de 2,88 y la T13
de 2,83, y dejan un hueco entre ambas de 3,89 m. En este espacio vamos a
encontrarnos con la proyección de los lienzos donde se encuentran las dos
mochetas, siendo la oriental de 0,93 y el occidental de 0,92, enmarcando un
vano de 2,04 m. El espesor de ambas mochetas es idéntico 0,40 y están
proyectadas del telar interno 0,33 m. y 0,32 m. La puerta, intramuros, tiene una
proyección de 1,54 m y 1,56 m. Como observamos, la simetría de la ejecución de
la puerta, contrasta con el material utilizado y con su extraño giro en planta,
pero la trabazón de ambas torres, con respecto al lienzo nos impide pensar en
9
que hayan sido rehechas en otro momento.
Si miramos en alzado la estructura observamos que la puerta ha perdido la
cubrición del vano, sin embargo, como ya hemos señalado, en la excavación de
2007 (Izquierdo, 2009: 182- 184), se pudieron localizar una serie de dovelas que
10
presentaban una muesca y con ellas, una que tenía una acanaladura, que nos
podría estar hablando bien de un dintel como una platabanda, bien de un arco
de herradura, ambas soluciones beben de la mencionada Puerta de San Esteban
de la Mezquita de Córdoba. En nuestra opinión nos podríamos encontrar con
un dintel, sobre el que creemos que en un segundo momento se le tallaría un
arco de herradura en la piedra, y del que sólo nos ha quedado la evidencia del
tallado en un sillarejo (UEM 131418).
Según el estudio estratigráfico se documenta la trabazón con los lienzos. Sin
embargo, observamos unas “pautas” constructivas arcaizantes, a lo que hay que
sumar la tipología de aparejos, poco cuidada comparada con el flanco oeste de
la muralla. Existen, a su vez, similitudes tipológicas con la PA1 de la alcazaba, e
11
incluso al interior, con un lienzo de mampostería del tipo VM006, que es muy
28
Miguel Ángel Bru Castro
semejante al que observamos al interior de la PA1 del tipo VMA04. Estos
aspectos, más la relación continua de posterioridad de las tipologías de sillería
muy bien escuadrada, nos llevan a clasificar este acceso en relación a la
construcción de la Alcazaba, si bien es evidente que la planta es diferente.
Puerta oeste
Llegamos finalmente al elemento monumental más significativo del yacimiento,
la Puerta oeste. Construcción muy cuidada y bien ejecutada, que responde a un
interés y a un alarde de representación, por parte del poder Omeya, pues recoge
la tradición constructiva de la dinastía, en un punto muy alejado de lo que
conocemos como principales focos y ciudades del poder. Se trata de una
composición arquitectónica cuidada, en la que vemos representado al poder
Omeya no solo por la labor de cantería y de disposición del aparejo, el
conocimiento y calidad constructiva, que conlleva la intervención de todo un
conjunto cualificado de operarios; sino también por la elaboración de un
emblema constructivo, un arco de herradura labrado sobre la sillería, ubicado
en un punto fundamental de paso, el acceso oeste.
Figura 10. Puerta Oeste
Elementos de representación del poder omeya en Vascos
29
La visión de aquellos transeúntes que venían desde Puente Pinos o desde la
antigua calzada romana, ubicada al noroeste (Bru Castro et al. 2013, 341), o de
aquellos que moraban en el arrabal o se dirigían a la maqbara, era de una gran
ciudad fortificada, con una alcazaba bien defendida. Toda la comunicación se
encauzaba por este acceso monumental ubicado en una vaguada, canal y
vertiente para la salida de aguas. En un punto relevante, por la existencia de
varios bolos y lanchas graníticas, se erigían dos torres de sillería y en el centro,
un vano, en el que se observaba labrado un arco de herradura. En la actualidad,
tenemos la fortuna de poder tener un punto de vista semejante, aunque por
desgracia todo el sistema de cubrición tanto del dintel como de la bóveda
interior, se han perdido.
Respecto a la composición métrica del conjunto de la puerta monumental,
apreciamos un cuidado y adaptado diseño. Observamos que la Torre 3 presenta
una anchura de 2,88 m y la Torre 4 de 2,80 m., entre ellas se abre un espacio de
5,55 m., de las torres surgen dos lienzos que estrechan el acceso y en cuyos
extremos encontramos sendas mochetas que forman el vano. El lienzo
septentrional tiene 1,71 m. y el meridional 1,84 m., dejando un vano de 2 m. Las
mochetas que tienen un espesor de 0,44 m. y 0,45 m., se proyectan del telar
interior 0,42 m. y 0,39 m. respectivamente. Finalmente, el espesor del muro
presenta 1,45 m. de anchura, estando cimentado sobre una cama cal muy
compacta que se proyecta 0,30 y que posiblemente se encontrase pavimentada,
pues al exterior se observaron pequeñas piedras de enlosado.
Figura 11.Vista del flanco oeste de la muralla y la madīna
30
Miguel Ángel Bru Castro
Figura 12. Puerta oeste. Se puede observar la monumentalidad y la calidad de este acceso y
como el vano queda resaltado por el arco de herradura tallado en la sillería
Es llamativa la visión en planta, pues el lienzo procedente de la Torre 2 y que se
construyó de norte a sur, presenta un giro de casi 90º, para continuar unos
metros hasta un bolo granítico donde se asienta la monumental Torre 3. Tras
ésta, nos encontramos una vaguada del terreno, donde se estableció la puerta.
Al otro lado de la vaguada, otra torre monumental, la T4, flanquea el vano por
el sur y orienta la trayectoria de la muralla, que desde aquí ascenderá por una
compleja topografía hacia el sur.
La Puerta oeste en alzado, presenta un gran esmero por cuidar el detalle, ya
sea en la disposición de una sillería de buena factura, como en la colocación de
engatillados y machihembrados en puntos de especial necesidad. Tiene como
elemento relevante, un arco retallado en la sillería con una función decorativa,
éste está labrado con una profundidad de 3 a 4 cm, lo que nos está hablando de
la intervención de un especialista, tipo escultor, o artesano de alta cualificación
al que se le habría encargado el remate de la obra. Respecto a la gran incógnita,
de cómo pudo ser el sistema de cubierta del vano, recordamos aquí como Pavón
Maldonado quiso ver la superposición de un sistema típicamente cordobés de
los siglos IX y X, de arco sobre dintel, que ya hemos definido
previamente(Pavón Maldonado 1987, 365), o platabanda (Caballero Zoreda
1989, 120), mientras que otros autores han planteado más bien un sistema de
arco completo como los de Mérida y Trujillo (Márquez Bueno y Gurriarán Daza
Elementos de representación del poder omeya en Vascos
31
2011, 188). Como hemos señalado en la Puerta sur es complicado decantarse por
uno u otro sistema, pero creemos que la solución está en la ya indicada Bāb alUzāra’ de la mezquita de Córdoba, de la que creemos parten los esquemas
compositivos de la arquitectura omeya y que parece poder apreciarse tanto en
la Puerta sur como en esta. A esta apreciación se suma que en la excavación de
los enormes derrumbes que se encontraban sobre la barbacana, no se
documentaron evidencias de un dovelaje claro como el que apareciese en la PA1
o en la PS, solo documentándose sillares bien labrados que interpretamos
podría ser parte de las mochetas. Esta ausencia puede tener sentido si
observamos que el vano de la POE sería tapiado en la fase V (UEM 4562), de
ocupación castellano-leonesa (Bru Castro 2016b, 287-89), y probablemente se
habría roto los elementos volados, pues este tapiado se observó sobre unos
derrumbes de mampostería que nos recuerdan a la mampostería que podría
cubrir la bóveda al interior del vano.
La calidad de esta obra además tiene un referente más en la construcción de
una bóveda interior, realizada con cimbra de madera, y cubierta con
mampostería y cal, lo que permitía que fuera liviana para solventar una luz de
2,88 m. El recrecimiento superior se hizo ya en mampostería y no en sillería,
pero se empleó para la cara vista un mampuesto muy bien labrado y
escuadrado, para mantener una sintonía constructiva con el resto de la obra de
sillería de la puerta.
CONCLUSIONES
El análisis de las puertas monumentales de las fortificaciones andalusíes, nos
lleva a comprender la complejidad y la importancia que quisieron exhibir los
allegados a la dinastía Omeya, demostrando a transeúntes y a la sociedad la
importancia que suponía el acceso a estos centros. En ellos, ya sea en la
mezquita principal de Córdoba, ya sea en las alcazabas y centros de poder
militar, o tras las murallas de las ciudades, se daba paso al mundo y a la
estructura de la civilización andalusí; allí se encontraban los qaides, el ‘amil o
gobernador con el beneplácito del emir o del califa, los zocos, las mezquitas…
quién quisiera acceder en Vascos por la puerta oeste, seguramente tendría que
pasar antes por el ḥammam, y una vez aseado podría pasar bajo la simbólica
Puerta oeste a la ciudad. Una vez dentro, vería en alto la gran mole cerrada de
la alcazaba, y solo en determinados puntos, cuando se acercase, vería el acceso
monumental a la misma. Sin embargo, desde el sur, tras poder acceder por la
Puerta sur, llegaría a una calle de casi dos metros y medio de ancha, y
rápidamente vería la alcazaba y destacaría en su composición el arco de
herradura.
Si la ubicación topográfica es un elemento que nos hace ver la importancia
de estas construcciones erigidas, no lo olvidemos, con un fin defensivo, su
32
Miguel Ángel Bru Castro
estudio en términos y costes arquitectónicos y de cuantificación y complejidad
de la mano de obra utilizada nos hacen ver también la monumentalidad de la
puerta y el reflejo de un poder político tras la obra. Así, observando la
disposición general en la obra, la ubicación en vaguadas que son aliviaderos y
salidas de agua, requiere una planificación previa a la construcción de la
muralla (Bru Castro 2019). Los giros tan bien trazados que explicábamos en la
Puerta Oeste, o las readaptaciones al plano que veíamos en la Puerta sur , hace
ver la mano de un grupo de “maestros de obra” o proto-arquitectos (Gurriarán
Daza 2004b, 8). También es visible esta intervención, en la no casual ubicación
de la puerta de la alcazaba, que se concibe en el centro de una composición
arquitectónica y con vistas y visible desde casi toda la madīna, para lo que se
observa incluso una posible modificación en el trazado de la torre 6.
A la presencia de una dirección de obra, le debemos sumar la existencia de
un conjunto cualificado de operarios, que van desde los canteros, los alarifes,
los carpinteros, los estereros o esparteros, que trabajaran en y para la obra. Un
ejemplo de la diversificación de su trabajo lo analizamos en una aproximación a
la explotación de las canteras y de las huellas de sus herramientas en el aparejo
dispuesto en la obra (Bru Castro 2014). Junto a estos operarios, destacan además
artesanos cualificados o escultores que terminaron la decoración de las puertas
enfatizando los vanos, con los arcos tallados en la sillería de las puertas.
Queremos resaltar la importancia de estos grupos de artesanos y
constructores ligados a la obra, porque la existencia de grupos cualificados de
constructores tan alejados de los principales centros políticos, que tengan esta
diversificación y realicen modelos semejantes en todo al-Andalus, nos está
hablando de la complejidad y riqueza social subyacente(Bianchi 1996) y de la
existencia de un poder, el Omeya, que utiliza las fortalezas como veíamos,
como medio de islamización social y de representación del poder hacía otros
súbditos y otros reinos (Manzano Moreno 2006, 437). Un ejemplo de esto
mismo se puede ver en la fortalezas del otro extremo del Ṭagr, donde vemos un
modelo constructivo semejante, que eclosiona en el califato se puede ver en la
actual provincia de Soria (Gil Crespo 2016, 112).
En este modesto análisis de las puertas de Vascos, hemos querido observar
cómo en este centro político, carente de fuentes escritas, se puede observar la
importancia y el interés en la construcción de unos accesos en los que se quería
demostrar hacía la sociedad el poder. En sus puertas vemos similitudes con la
Puerta de San Esteban de Córdoba, origen de una iconografía arquitectónica,
proyectada a otras puertas de defensas de la dinastía en al-Andalus, que bebe de
su paso por Siria, y que nosotros podemos describir y tratar de interpretar en su
simbología, pero que resulta evidente que sirvió de base para la construcción de
las principales obras de los Omeyas. Y es que como describe Eduardo Manzano,
los Omeyas basaron su poder en la repetición de unos modelos, unos símbolos,
como el anillo, la lanza o la mezquita de Córdoba y lo perpetuaron durante los
Elementos de representación del poder omeya en Vascos
33
casi tres siglos que gobernaron en la Península Ibérica (Manzano Moreno 2006,
213-24).
NOTAS
1.
Con el fin de focalizar el discurso en aspectos técnicos, propios de las jornadas
celebradas en Montiel, hemos preferido reducir el texto de la comunicación, para las
actas de las “Jornadas técnicas sobre historia de la construcción medieval”, y centrar
nuestro interés en la edilicia realizada en cronología Omeya en el yacimiento de
Vascos, y en concreto en las puertas, punto de mayor interés de exhibición del poder
por la dinastía y sus allegados, por lo que hemos reducido el título de la ponencia.
2. Los congresos internacionales se desarrollaron entre 2004 y 2006: I Congreso «La
medina andalusí» Fecha: 8-10 noviembre 2004. II Congreso «La medina en
formación» Fecha: 7-10 septiembre 2005. III Congreso «La medina en proceso de
saturación» Fecha: 10-13 mayo 2006.
3. Indicamos que son fuentes manuscritas, porque desde hace unos años el equipo de
Vascos estamos trabajando con fuentes epigráficas de la mano de la Dra. Dña. María
Antonia Martínez-Núñez destacando aquellas vinculadas a la arquitectura con
referencias a antropónimos (Martínez-Núñez 2018, 105-6). Seguiremos así trabajando
con ellas en aras de extraer mayor información.
4. Un claro ejemplo fue la construcción por cAbd al-Raḥmān II de la alcazaba de Mérida,
que tras las insistentes revueltas violentas del siglo IX, decidió la construcción de la
imponente fortaleza a la salida del puente sobre el Guadiana, reconstruyendo en el
lugar donde se alzase una puerta de doble arco romana – como se observa en las
acuñaciones clásicas-, una barbacana que controlaba por medio de sendos vanos, no
solo el acceso principal a la ciudad, sino regulando las entradas y salidas a la urbe.
(Valdés, 1995: 272).
5. Es llamativa la descripción de Ibn Ḥayyān sobre el al-ḥizām de Toledo construida tras
la enésima pero definitiva toma por cAbd al-Raḥmān III «el "ceñidor" lo separa de la
ciudad y lo conecta a la puerta del puente, haciendo una sola de la de éste y la del
alcázar, para que, según su plan, fueran sus gobernadores y alcaides, moradores del
alcázar los únicos que controlasen el puente y la puerta, no la población, que quedó
desde entonces en manos del sultán y bajo su cerrojo, pues no se podía entrar ni salir
de la ciudad sino con su permiso» (Ibn Ḥayyān 1981, 240).
6. La inscripción reza así «[En el nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso].
Mandó el príncipe —¡Allah sea generoso con él!—, Muḥammad ibn ‘Abd al Raḥman
la edificación de lo que se renovó de esta mezquita y su consolidación, esperando la
recompensa ultraterrena de Allah por ello. Y terminó aquello en el año uno y
cuarenta y doscientos (241 H = 855-6 J.C.), con la bendición de Allah y Su ayuda, bajo
la dirección de Masrur, su fatà» (Ocaña Jiménez 1988).
7. Puerta de El Marco (Márquez y Gurriarán, 2011: 218-219), puerta del Puente de la
Alcazaba de Mérida, puerta de Maqueda, puerta de Alcántara (Toledo) (Zozaya, 1992:
71) Alcalá la Vieja (Qal’at ‘Abd al Salam), Zorita de los Canes, puerta de Calatayud
(Almagro, 1983), puertas de la planta inferior de la torre del Trovador de la Aljafería
(Pavón, 1999: 409).
8. Es interesante destacar que Jorge de Juan Ares, nos señaló que las dovelas aparecieron
en la excavación del umbral de acceso y que fueron colocadas al exterior. Éstas han
34
Miguel Ángel Bru Castro
sido medidas y sobre sus dimensiones, hemos trabajado en la reconstrucción, no
creyendo que las dovelas cerrasen el arco, probablemente teniendo jarjas hasta las
dovelas y habiendo observado cinco posibles, con una altura de entre 0.90 y 0.65 m.
Respecto a la clave existe una piedra labrada de forma trapezoidal de 0.40 de alto y
0.30 en la parte superior y 0.20 en la inferior que puede responder a la clave, pero no
está muy claro, por lo que hemos preferido optar por un dovelaje continuado y más a
semejanza de las jambas y la tipología de las torres. Sí que queremos hacer mención
de la presencia de una dovela bien labrada y que presenta en una de las caras internas
unas acanaladuras (una central y cuatro en diagonal a los lados, en forma de espiga),
que interpretamos como “cama” para el apoyo de la dovela siguiente.
9. Es interesante relacionar la planta de esta PS, en la que aparece una sola mocheta
para una única puerta, con la noticia de la crónica anónima de al-Nāṣir, en la que se
dice que en el 913-914, se mandaron construir «puertas interiores igual que las
exteriores» (Crónica Anónima, 1950: 114) por lo que, según esta noticia, podríamos
datar esta puerta antes de la citada cronología. Este aspecto va a verse rebatido en
este mismo estudio, pues veremos que la datación absoluta que proponemos de la
POE nos lleva a una cronología posterior, aunque la planta sea muy semejante a esta
precedente; la hipótesis que planteamos es que el sistema constructivo va a mantener
unos parámetros comunes que van a prevalecer, sobre innovaciones constructivas y
como ejemplo podemos observar una puerta que mantendrá en época califal una
estructura precedente, la de Gormaz (Almagro 2008, 75-76).
10. Además, aparecieron las gorroneras y bajo ellas un pavimento de lajas de granito muy
cuidado.
11. La referencia a las tipologías la podemos consultar en nuestra tesis, en el cuadro
sinóptico del apéndice (Bru Castro 2016b, vol. II, 3).
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Puerta del León. Reales Alcázares de Sevilla
La construcción durante el califato
almohade: los casos de Sevilla y Murcia a
partir de la documentación escrita
Ignacio González Cavero
Doctor en Historia del Arte
Universidad Autónoma de Madrid
ignacio.gonzalez@uam.es
El objetivo principal del presente estudio es profundizar, a partir de los datos
que nos ofrece la documentación escrita árabe y que han llegado hasta
nosotros, en la empresa constructiva que se llevó a cabo en Sevilla y Murcia
durante el tercer cuarto del siglo XII, momento en que ambas ciudades se
convirtieron en las capitales del occidente y del oriente andalusí. De ahí que
estas últimas protagonizasen una época de gran esplendor que quedó
evidenciada en las diferentes obras y reformas urbanísticas realizadas de
carácter palatino y religioso, constituyendo así el corpus principal de este
trabajo. Todo ello en un contexto en el que una nueva dinastía procedente del
norte de África, los almohades (al-muwaḥḥidūn) ‒los que profesan la unicidad
divina‒, consiguieron extender los dominios de su imperio hacia al-Andalus,
según tendremos ocasión de comentar a continuación. Sin embargo, y antes de
centrarnos en analizar qué nos dicen las fuentes documentales sobre dichas
empresas constructivas, consideramos oportuno detenernos brevemente en el
contexto histórico en que se desarrollaron.
SITUACIÓN DE LA PENÍNSULA A MEDIADOS DEL SIGLO XII
Como señalábamos con anterioridad, será a mediados del siglo XII cuando
Sevilla y Murcia pasen a convertirse en la capital del Ğarb al-Andalus (occidente
de al-Andalus) y del Šharq al-Andalus (levante andalusí), respectivamente. Pero
40
Ignacio González Cavero
¿cuál fue el marco en el que se produjo esta doble realidad? Varios son los
especialistas que, de forma independiente, se han ocupado de este particular,
por lo que tan sólo vamos a detenernos en aquellos hechos de gran interés que
contribuyen a una mayor comprensión para nuestro objeto de estudio.
Entre las diferentes razones que propiciaron este panorama cabe señalar el
descontento que la población andalusí comenzó a mostrar hacia el gobierno
almorávide (al-murābiṭūn) durante el segundo cuarto del siglo XII. Esta actitud
estuvo motivada, principalmente, por el aumento de impuestos para financiar
las campañas militares ante el avance de las tropas cristianas encabezadas por
Alfonso I el Batallador (1104-1134), entre los años 1125-1126, y Alfonso VII de León
y de Castilla (1126-1157), en 1133 y 1144, a lo que hay que añadir la mala
convivencia experimentada entre los almorávides y la población andalusí (Huici
1952, 109-111; Dozy [1849] 1965, 1: 343-360; Pérez 1997, 74-76 y 123-124). En este
contexto no debemos olvidar el surgimiento por entonces de un nuevo
movimiento reformista en el norte de África, el almohade, determinante para el
debilitamiento y la progresiva desaparición del imperio almorávide. Así lo
expresa ‘Abd al-Wāḥid al-Marrākušī (1185-m. después de 1224) en su Kitāb alMu’ŷib: «Entraban también en las causas lo que mencionamos de su
perturbación por el alzamiento de Ibn Tūmart en el Sūs y el distraerse con él
‘Alī b. Yūsuf de administrar los asuntos de la Península» (‘Abd al-Wāḥid alMarrākušī 1955, 169).
Ese descontento de la población andalusí al que nos referíamos con
anterioridad, provocó a mediados del siglo XII el alzamiento en al-Andalus de
numerosos estados independientes ante el gobierno almorávide, que
desembocaría en lo que conocemos como los segundos reinos de taifas. Incluso
de la misma forma que sucedió un siglo antes durante los primeros reinos de
taifas, el deseo por incorporar a sus dominios la mayor extensión territorial
posible dio lugar a que muchos de sus dirigentes protagonizasen un breve
período de luchas internas y la llamada de auxilio, por parte de alguno de estos
gobernadores, al califa almohade ‘Abd al-Mu’mīn (1130-1163). Es el caso de Ibn
Qasī de Mértola, quien se personó ante este último para demandar su ayuda
como consecuencia de la pérdida de su plaza por el rebelde Sidrāy b. Wazīr
(Codera [1899] 2004, 37; Lagardère 1983, 160; García 2004, 38).
Ésta va a ser, en nuestra opinión, una de las principales razones de la
presencia almohade en la Península (González 2013, 68-71), llegando incluso a
ampliar sus dominios en su progresiva expansión territorial y doctrinal hacia alAndalus. Así podemos constatarlo tras la entrada de los ejércitos almohades en
verano de 1147 y la consecuente anexión de aquellos reinos de taifas que
conformaban el Ğarb al-Andalus por entonces. Será precisamente, en el año
1148, cuando las tropas del general Abū Isḥāq Barrāz lograron entrar en Sevilla,
convirtiéndose a partir de estos momentos en la capital andalusí del califato
almohade junto con su homóloga en el norte de África, Marrakech.
La construcción durante el califato Almohade
41
En este sentido Sevilla comenzó a cobrar una importancia que no sólo ha
quedado reflejada en la documentación escrita, sino también en las diferentes
obras que los almohades llevaron a cabo en la ciudad según tendremos ocasión
de comentar más adelante. Por lo tanto, la capital sevillana vuelve a adquirir
por entonces la relevancia que tuvo durante los primeros años de dominación
islámica en la Península, es decir, bajo el gobierno de ‘Abd al-Azīz (714-716)
(López [1980] 2009, 230-235), y posteriormente en el siglo XI, con la dinastía
‘abbādī.
Sin embargo, y ante esta realidad, el Šharq al-Andalus se opuso tanto al
avance territorial como a la nueva doctrina que profesaba este nuevo
movimiento norteafricano, manteniéndose bajo la figura del emir Ibn Mardanīš
(1147-1172) ‒el rey Lobo en las crónicas cristianas‒ y haciendo de Murcia la
capital de su reino. Es, por lo tanto, durante estos momentos cuando la ciudad
murciana alcanzó una época de gran esplendor político, social, económico y
artístico con la construcción de varias obras, encontrándonos por consiguiente
con un período, el tercer cuarto del siglo XII, en el que Sevilla y Murcia se
convirtieron en las dos ciudades más importantes de al-Andalus durante los
años de dominación almohade en la Península, a pesar del antagonismo político
y religioso que protagonizaron.
LAS PRIMERAS OBRAS CONSTRUCTIVAS (1147-1172)
Una vez que hemos abordado la situación del territorio andalusí tras el
progresivo debilitamiento del imperio almorávide y el surgimiento de los
segundos reinos de taifas, consideramos oportuno detenemos en conocer cuáles
fueron las primeras obras llevadas a cabo tras la entrada de las tropas
almohades en la capital sevillana ‒así como en el programa constructivo ideado
por el rebelde levantino Ibn Mardanīš en Murcia‒ a partir de los diferentes
datos documentales que han llegado hasta nosotros. Al mismo tiempo nos
serviremos de los testimonios materiales conservados con el objetivo de
alcanzar una visión lo más completa posible sobre este particular.
EL CASO DE IŠBĪLIYA
En lo que respecta a Sevilla, capital andalusí del nuevo imperio norteafricano,
varias son las noticias que las fuentes documentales árabes nos aportan, como
en el caso del Bayān al-mugrib de Ibn ‘Iḏārī al-Marrakūšī (m. después de 1313).
En dicha obra el compilador marroquí señala cómo los jeques almohades, Abū
42
Ignacio González Cavero
Yaḥyà b. al-Ŷabr y Abū Isḥāq Barrāz, ocuparon un antiguo palacio tras su
entrada en Sevilla, estableciéndose en sus inmediaciones los ejércitos
norteafricanos. Así se desprende del siguiente fragmento de Ibn ‘Iḏārī (1985, 3539), el cual ha sido traducido por algunos especialistas: «(fueron instalados) por
dentro de Sevilla, para que estuvieran próximos del palacio (qaṣr) de Ibn ‘Abbād
donde residían los (dos) jeques almohades Abū Yaḥyà b. al-Ŷabr y Abū Isḥāq
Barrāz, el responsable del Gobierno (majzan) con el Alto Mandato (al-amr al‘alī), y así estuviesen (todos) los almohades juntos unos con otros» (Viguera
1998, 19; Ramírez y Valor 1999, 174; Viguera 2005, 2: 727-728).
Figura 1. Recinto almorávide-almohade según Collantes de Terán (González Ramírez 1995)
Como señala explícitamente Ibn ‘Iḏārī, el palacio que los jeques almohades
ocuparon fue el denominado palacio de Ibn ‘Abbād ‒posiblemente en el núcleo
palatino actual de la ciudad (figura 1), es decir, al sur de esta última (González
2011, 279-293)‒, o también conocido como Qaṣr al-Mubarak (Alcázar Bendito),
cuya pervivencia e importancia alcanzada desde el siglo XI evidencia el interés
de los unitarios por consolidar y legitimar su posición en al-Andalus durante los
primeros momentos de ocupación. Esta reutilización de un espacio
arquitectónico anterior no debe resultarnos extraña, pues tenemos constancia
de cómo en Marrakech el califa almohade ‘Abd al-Mu’mīn y después su hijo y
La construcción durante el califato Almohade
43
sucesor Abū Ya’qūb Yusūf (1163-1184), hicieron del antiguo palacio almorávide
‒llamado Dār al-Ḥaŷar (Casa de Piedra)‒ su residencia oficial (Ibn Ṣāḥib al-Salā
1969, 68).
Sin embargo, como consecuencia de la mala convivencia entre la población
andalusí y los ejércitos que se habían asentado en las inmediaciones del palacio
de Ibn ‘Abbād, se decidió construir una primera alcazaba para albergar a estos
últimos. Siguiendo a Ibn ‘Iḏārī al-Marrakūšī esta primera alcazaba fue
construida en piedra, reutilizando para ello los materiales de la muralla de la
ciudad del siglo XI que, por entonces, había quedado en desuso: «…acordaron
construir una alcazaba para que a ella se trasladaran los almohades residentes
en (el barrio del Cementerio) al-ŷabbāna, por las quejas de la gente contra el
daño que les causaban, decidido lo cual, determinaron un lugar (para esa
alcazaba) ‒el mismo en que hoy se halla‒, sacando a sus habitantes de sus casas
y compensándoles en la medina con otras casas del Gobierno (majzan)… (Los
almohades) demolieron la muralla de Ibn ‘Abbād y con sus piedras
construyeron esa alcazaba…» (Viguera 1998, 19-20; Ramírez y Valor 1999, 174;
Viguera 2005, 2: 729).
Figura 2. Trazado del alcázar de Sevilla en torno a mediados del siglo XII (Tabales
Rodríguez 2005)
44
Ignacio González Cavero
Figura 3. Detalle del lienzo occidental exterior del Patio del León. Alcázar de Sevilla
Figura 4. Puerta del León. Reales Alcázares de Sevilla
La construcción durante el califato Almohade
45
Según podemos comprobar, además de ocupar algunas de las
construcciones que se encontraron a su entrada en Sevilla como el ya citado
palacio de Ibn ‘Abbād, los almohades reutilizaron en un primer momento los
materiales existentes en la ciudad para esta primera construcción. En cuanto a
su ubicación, coincidimos con los diferentes especialistas (Tabales 2001a, 201202; Tabales 2005a, 17-23; Tabales 2006, 202-22; Valor 2008, 68; Jiménez y Pérez
2016, 3-4) en que pudo haberse levantado en las inmediaciones del alcázar
primitivo (Recinto I y II) en el que se alojaron en el año 1148 los jeques
almohades, es decir, en su lado occidental (Recinto III) (figura 2). Sin embargo,
y como consecuencia de las numerosas transformaciones que sufrió todo este
espacio con el paso del tiempo, son escasos los restos que han llegado hasta
nosotros y en cuyo trazado el material predominante es el tapial, además del
ladrillo y de la piedra reforzando las esquinas de algunas torres (Valor 1991, 94106).
Pero es concretamente en el lienzo que discurre por el lado occidental del
actual Patio del León donde resulta significativo señalar la presencia del sillar,
junto con el ladrillo. Como señaló en su momento Magdalena Valor Piechotta,
en él «los sillares llegan hasta los 4 m. de altura» y «posee un doble parapeto y
almenado» (Valor 1991, 101), según podemos apreciar desde la calle Miguel de
Mañara y que constituiría el límite occidental de esta primera alcazaba (figura
3). Todo ello parece responder a un reaprovechamiento de materiales previos
que, según hemos visto a través de la obra de Ibn ‘Iḏārī al-Marrakūšī, debió
proceder de la muralla de la ciudad del siglo XI, cuya función defensiva había
perdido en estos momentos.
Por estos motivos consideramos que la primera alcazaba a la que las fuentes
documentales árabes hacen referencia podría corresponder con los espacios
ocupados actualmente por el Patio del León, el Patio de la Montería y el Palacio
de Pedro I, siguiendo así el trazado del núcleo palatino primitivo y cuyo acceso
tendría lugar por el norte, es decir, por la actual Puerta del León (figura 4),
transformada en época moderna (Cómez 1995, 11-23; Valor 2008, 69).
A pesar de que no disponemos de ninguna referencia documental,
pensamos que esta primera alcazaba sería ampliada hacia occidente una vez
que el primer califa almohade, ‘Abd al-Mu’mīn, pudo consolidar su posición en
1
al-Andalus y cuyo material predominante, siguiendo las investigaciones
realizadas por Magdalena Valor Piechotta y M. Ángel Tabales Rodríguez en
todo este sector, es el tapial (Valor 1991, 96-106; Tabales 2003, 13-16; Tabales
2005b, 2: 63-64).
46
Ignacio González Cavero
EL EMIRATO DE IBN MARDANĪŠ
En lo que respecta a la ciudad de Murcia durante el tercer cuarto del siglo XII,
momento en que esta última alcanzó una etapa de gran esplendor bajo el
emirato de Ibn Mardanīš como hemos tenido ocasión de comentar con
anterioridad, no disponemos de apenas datos en la documentación escrita
respecto a la empresa constructiva que el emir llevó a cabo durante su gobierno.
Tan sólo contamos con escasas referencias puntuales en las que se vinculan una
serie de construcciones con el emir levantino. Nos referimos con ello al Ḥiṣn alFaraŷ, a las afueras de la ciudad de Murcia e identificado por el cronista de la
corte almohade Ibn Ṣāḥib al-Salā (m. después de 1198) como el lugar de recreo
de Ibn Mardanīš (Ibn Ṣāḥib al-Salā 1969, 158), con ocasión del asedio
protagonizado por las tropas almohades a la capital murciana en el año 1171.
Fig. 5. Vista exterior del flanco septentrional del Qaṣr b. Sa’d, Murcia
Incluso unos años más tarde el poeta murciano Ḥāzim al-Qarṭāŷannī (12111284) menciona esta misma fortificación en su Qaṣīda maqṣūra a la hora de
describir el campo de Murcia, así como el palacio de Ibn Mardanīš o Qaṣr b.
Sa’d (figura 5) y que han sido identificados por la historiografía tradicional con
el castillo de Larache y el castillejo de Monteagudo, respectivamente, al
noroeste de la capital murciana:
La construcción durante el califato Almohade
Figura 6. Conjunto de Monteagudo según Rafael Calabuig (Manzano Martínez 2007)
Figura 7. Vista del castillo de Monteagudo desde el Qaṣr b. Sa’d, Murcia
47
48
Ignacio González Cavero
¡Con qué frecuencia me llegó la inspiración en Munīr,
disipando mis preocupaciones hasta que desparecieran!
Y ¡cuántas excursiones hicimos al sublime castillo de Ḥiṣn al-Faraŷ,
librándome de mis penas de amor hasta que se desvanecieran!
¡Qué maravillosos paseos dábamos en Muntaqūd y al-Marŷ,
elevados por encima de la procacidad y el vicio!
Y ¡qué deliciosos momentos de felicidad y bienestar pasamos
2
en el palacio de Qaṣr Ibn Sa’d!
Como podemos ver en este fragmento, al-Qarṭāŷannī hace también
referencia a otra construcción, Muntaqūd, es decir, el castillo de Monteagudo,
formando con el Qaṣr b. Sa’d y el Ḥiṣn al-Faraŷ todo un escenario edilicio al
norte de la ciudad de Murcia (figura 6). Esta fortificación aparece por primera
vez documentada en el siglo XI cuando, tras la incorporación de Murcia a la
taifa de Sevilla en el año 1078, el primer ministro de al-Mu’tamid (1069-1090),
Ibn ‘Ammār, ordena encerrar al régulo murciano Muḥammād b. Ṭāhir en el
3
Ḥiṣn Muntaqūd , sobre el que Ibn Mardanīš intervino durante su gobierno. Así
parece constatarlo no sólo la similitud de su aspecto fortificado con el que
presenta el castillejo de Monteagudo (figura 7), como ya fue estudiado en su
momento por Julio Navarro Palazón y Pedro Jiménez Castillo (1995, 117-136;
2012, 291-350), sino también gracias a la documentación escrita.
En este sentido el granadino Ibn al-Jaṭīb (1313-1374) nos da a conocer, a
través de la Iḥāṭā, la mano de obra utilizada en tiempos del emir Ibn Mardanīš
para la posible reconstrucción del castillejo de Monteagudo a través de un
personaje procedente de Játiva: «…Y he aquí que en ese momento pasaba un
eunuco del alcaide de Ibn Mardanīsh, que conducía a setenta montañeses (ahl
al-ŷabal), vestidos con capas rústicas, y al verme de la misma forma vestido,
ordenó que me llevasen al trabajo forzado (ilàs-sujra) y al servicio en el Castillo
de Monteagudo, durante diez días, y allí estuve sirviendo y presente durante los
diez días, aunque lloraba y me quejaba al alcaide, hasta que tuvo compasión de
4
mí y me soltó» .
Según el estudio realizado por Míkel De Epalza y M. Jesús Rubiera Mata
(1986, 35), este grupo social procedente de las zonas montañosas pagaba los
impuestos a través de su trabajo en las obras públicas, como en el caso de los
castillos y fortificaciones, estipulándose incluso la duración del mismo. Por lo
tanto, y a pesar de no disponer de más referencias en la documentación escrita
sobre la empresa edilicia llevada a cabo bajo el emirato de Ibn Mardanīš, es
posible que se sirviese de este perfil de trabajadores para levantar obras
similares como el ya citado Ḥiṣn al-Faraŷ, el Qaṣr b. Sa’d e, incluso, el conjunto
de La Asomada-Portazgo que, aunque inconcluso, se quiso levantar
protegiendo el sur de la capital murciana.
Por lo tanto, y llegados a este punto, no deja de resultarnos extraño el
silencio de las fuentes árabes en lo que concierne a toda esta labor constructiva,
La construcción durante el califato Almohade
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dada la importancia que alcanzó Murcia como capital del Šharq al-Andalus bajo
el esplendoroso gobierno de Ibn Mardanīš y que contrasta con los restos
materiales que han llegado hasta nosotros. Así lo pone de manifiesto el jienense
al-Yasa’ (m. 1179) y que cita al-Dahabî (siglo XIV): «los tiempos no cesaron de
servirle (a Ibn Mardanîsh), pues se preocupó por reunir quien fabricara
máquinas de guerra, edificios y delicadas labores de exorno, y se dedicó a
5
construir asombrosas alcazabas y grandes paseos y jardines».
Posiblemente esta circunstancia pueda responder a la importancia que
comenzó a tener en estos momentos la presencia de un nuevo movimiento
reformista en la Península, es decir, el almohade, atendiendo a su vez a la
progresiva incorporación de al-Andalus al imperio norteafricano y a los
enfrentamientos originados con el emir murciano. Además, ésta fue la tónica
general del tercer cuarto del siglo XII, como así se refleja en la cronística árabe.
Pero ¿qué sucedió cuando en el año 1172 la familia de Ibn Mardanīš acató el
dogma almohade tras la muerte del régulo levantino?
LA UNIFICACIÓN DE AL-ANDALUS
BAJO LOS AÑOS DE DOMINACIÓN ALMOHADE
La reforma urbanística de Sevilla como capital andalusí del imperio
Con el sometimiento de los Banū Mardanīš al tawḥīd (credo) almohade el Šharq
al-Andalus pasó a formar parte del imperio norteafricano, unificándose así todo
el territorio andalusí (figura 8). Como consecuencia de esta situación de relativa
calma en al-Andalus y del progresivo afianzamiento del poder del gobierno
almohade, fue precisamente a partir de entonces cuando comenzaron una serie
de obras urbanísticas de gran envergadura en Sevilla que avalarían el rango de
capital que alcanzó la ciudad y de las que tenemos, como sabemos, numerosas
evidencias materiales (figura 9).
Pero es la documentación escrita la que, en esta ocasión, nos ofrece una
información pormenorizada y muy detallada no sólo del proceso constructivo
que se llevó a cabo en la capital almohade andalusí, sino también de las
personas que se encargaron de su ejecución y de los materiales empleados. Nos
referimos concretamente al Mann bil-imāma de Ibn Sāḥīb al-Salā, obra
indispensable para profundizar en la empresa constructiva llevada a cabo
durante el último cuarto del siglo XII por los califas Abū Ya’qūb Yusūf (11631184) y Abū Yusūf Ya’qūb al-Manṣūr (1184-1199) en Sevilla (figura 10) y cuyo
autor, como cronista oficial de la corte, quiso legitimar la dinastía almohade a
través de su obra (Fierro 2003, 291-293).
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Ignacio González Cavero
Figura 8. Límite territorial del imperio almohade en su máxima expansión a partir Hattstein
(2007)
Figura 9. Vista de Sevilla, 1588 (Braun y Hogenberg [1572-1617] 2011)
La construcción durante el califato Almohade
51
Figura 10. Obras almohades más representativas realizadas durante los califatos de Abū
Ya’qūb Yusūf y Abū Yusūf Ya’qūb al-Manṣūr
En este contexto una de las primeras intervenciones que se llevó a cabo bajo el
califato de Abū Ya’qūb Yusūf fue la reconstrucción de las murallas de la ciudad por
el lado del río, como consecuencia de su derribo por la inundación sufrida entre 1168
6
y 1169. Según Ibn Sāḥīb al-Salā dicha labor fue realizada por los encargados más
fieles en piedra y cal (Ibn Ṣāḥib al-Salā 1969, 64), utilizando para ello sillares
reutilizados como pudo constatar Magdalena Valor Piechotta en las intervenciones
realizadas en la Puerta de la Macarena (2004, 148-149). No obstante, la muralla tuvo
que ser nuevamente reconstruida por la inundación causada en el año 1201, esta vez
en tapial, como el resto de la cerca (figura 11). Incluso no debemos descartar la
posibilidad de que esos sillares reutilizados perteneciesen, de igual forma que
veíamos para la construcción de esa primera alcazaba a mediados del siglo XII, a la
antigua muralla de la ciudad.
Es por estas mismas fechas, concretamente en el año 1171, cuando el califa
ordenó construir un puente de barcas que comunicara la ciudad y el Aljarafe (véase
figura 10), interviniendo en él arquitectos, ingenieros, obreros y carpinteros (Ibn
Ṣāḥib al-Salā 1969, 64-65, 186-188). Este puente estaba formado por trece cascos de
barcos, unos junto a otros, y un suelo de madera encima. En cada extremo existían
unas compuertas que permitían el paso de los barcos (Valor 2008, 193). A mediados
del siglo XIX fue sustituido por el actual Puente de Isabel II. No obstante,
conservamos varias ilustraciones de época moderna que nos permiten hacernos una
7
idea aproximada de cómo pudo ser este puente de barcas (figura 12).
52
Ignacio González Cavero
Figura 11. Detalle del recinto amurallado de Sevilla por su lado occidental
Figura 12. Puente de barcas. Vista de Sevilla, 1588 (Braun y Hogenberg [1572-1617] 2011)
La construcción durante el califato Almohade
53
Figura 13. «Guerta del Rei». Vista de Sevilla, 1588 (Braun y Hogenberg [1572-1617] 2011)
A finales de este mismo año, el califa Abū Ya’qūb Yusūf ordenó construir los
llamados «palacios de la al-Buḥayra» (véase figura 10), a las afueras de la Puerta
de Yahwar, lugar que fue relacionado por Leopoldo Torres Balbás con la
«Guerta del Rei» y que podemos apreciar en la Vista de Sevilla de Civitatis Orbis
Terrarum (figura 13). Por su parte Ibn Sāḥīb al-Salā, a través de su obra, nos
ofrece una rica y pormenorizada información acerca del programa constructivo
de esta al-munya (almunia) (Ibn Ṣāḥib al-Salā 1969, 188-191).
El citado cronista hace referencia al alarife Aḥmad b. Basò, quien se encargó
de la dirección de obras de todo este conjunto, formado por espléndidos
palacios, un gran número de olivos, una amplia diversidad de árboles frutales
procedentes de distintos lugares de al-Andalus y, finalmente, rodeado todo ello
por un alto muro de cal, arena y piedras, facilitándonos una vez más los
materiales empleados en él. De este conjunto, y a excepción del palacio que fue
atribuido a finales del siglo XV y principios del siglo XVI (tras la compra de los
terrenos por Catalina de Ribera), nos encontramos con una gran alberca
cuadrangular en cuya mitad meridional se identificaron en 1994 los restos de un
pequeño pabellón de planta cuadrada o qubba fabricada en ladrillo (Carredano
y Vera 1996, 142-143), asistiendo a un recuerdo de los jardines de Menara y
Agdal, en Marrakech.
Incluso Ibn Sāḥīb al-Salā nos cuenta cómo en esta construcción participó
también el ingeniero malagueño al-Haŷŷ Ya’īs, concretamente en el
aprovisionamiento de agua para regar toda la plantación que conformaba este
54
Ignacio González Cavero
conjunto, así como para el abastecimiento de la ciudad, y aprovechándose para
ello de las ruinas de un antiguo acueducto romano (acequia y pilares) que
rehízo y que conocemos con el nombre de los Caños de Carmona (figura 14). A
principios del siglo XX estos últimos se demolieron, conservando parte de su
trazado en la capital sevillana. Fueron 17 km de acueducto, de los cuales 10 km.
eran subterráneos.
A colación de esto último, quisiéramos destacar la figura del ingeniero
malagueño al-Haŷŷ Ya’īs. Tenemos constancia documental de que, además de
intervenir en algunas obras de al-Andalus ‒como es el caso de Sevillla e,
incluso, en la supervisión de las obras de Gibraltar (1160)‒, también se hizo
cargo de la construcción de la maqṣūra de la mezquita Kutubiyya de Marrakech
(Huici 1952, 71; Ibn Ṣāḥib al-Salā 1969, 21-23), la cual estuvo dotada de un
sistema mecánico cuyos paneles se levantaban y bajaban con la presencia del
califa, según describe el autor del Ḥulal al-mawšiyya (siglo XIV) (figura 15).
Figura 14. Acueducto. Vista de Sevilla, 1588 (Braun y Hogenberg [1572-1617] 2011)
La construcción durante el califato Almohade
Figura 15. Restos del sistema mecánico correspondiente a la maqṣūra de la primera
mezquita Kutubiyya (Marrakech)
Figura 16. Nivelación de la mezquita aljama almohade de Sevilla. Isometría (Tabales y
Jiménez 2001)
55
56
Ignacio González Cavero
Figura 17. Arco suroriental del antiguo patio de la mezquita aljama almohade de Sevilla.
Patrio de los Naranjos. Catedral de Sevilla
Este dato constituye un indicio más que nos permite corroborar el
intercambio artístico desarrollado en ambas orillas del Estrecho y,
principalmente, el interés de los califas almohades por artistas y obras
andalusíes. Dicha realidad se puede comprobar también en la pormenorizada
descripción que nos ofrece Ibn Sāḥīb al-Salā acerca del proceso constructivo de
la mezquita aljama almohade de Sevilla y que constituye, bajo nuestro punto de
vista, una fuente documental de referencia obligada, ya que además cuenta con
una información muy detallada acerca de los recursos humanos ‒tales como
alarifes, inspectores, almojarifes, constructores, etc…‒ y materiales necesarios
para su edificación (Ibn Ṣāḥib al-Salā 1969, 195-198).
En este sentido, en el año 1172, y tras la sumisión de los Banū Mardanīš, Abū
Ya’qūb Yusūf ordena la construcción de la mezquita aljama (véase figura 10),
procediendo en primer lugar con su delineamiento frente al alcázar sevillano,
expropiando y demoliendo para ello las casas existentes en la zona. En dicha
construcción participó el alarife Aḥmad b. Basò como inspector jefe de los
constructores, así como numerosos arquitectos sevillanos, de todo al-Andalus,
de Marrakech, Fez y más allá del Estrecho, lo que demuestra una vez más ese
intercambio cultural al que nos referíamos con anterioridad. También nos
cuenta que se reunieron para este cometido distintas clases de carpinteros,
aserradores y obreros especialistas.
La construcción durante el califato Almohade
57
Figura 18. Detalle del basamento del alminar de la mezquita almohade de Sevilla. Cara
oriental
Al mismo tiempo nos da a conocer los materiales empleados para su
construcción. Para su cimentación y nivelar el terreno se utilizaron materiales
de relleno, como agua, ladrillos, cal, guijarros y arena (figura 16). A su vez, la
presencia de carpinteros y yeseros debió ser fundamental para la realización de
la techumbre y de la cúpula que se levantaba sobre el miḥrāb, respectivamente,
así como para el revestimiento y la decoración de sus arcos según podemos
apreciar, en la actualidad, en el patio de la catedral (figura 17), finalizándose la
construcción de la mezquita en el año 1176.
Será en el año 1184 cuando el califa, con motivo de su llegada a la Península
para la campaña de Santarem (26 de mayo de 1184), ordena la construcción del
alminar o sawma’a de la mezquita (Ibn Ṣāḥib al-Salā 1969, 200-202), estando al
frente de las obras Aḥmad b. Basò (véase figura 10). Sin embargo, y según
podemos interpretar del discurso narrativo que nos ofrece Ibn Sāḥīb al-Salā, el
califa Abū Ya’qūb Yusūf no pudo ver ni tan siquiera iniciada la obra del alminar,
debido a su inmediata muerte en la citada campaña y sucediéndole en el poder
su hijo Abū Yusūf Ya’qūb al-Manṣūr, bajo cuyo califato se iniciarían realmente
las obras del alminar.
58
Ignacio González Cavero
Figura 19. Antiguo alminar de la mezquita almohade de Sevilla (actual torre-campanario de la catedral)
La construcción durante el califato Almohade
59
Una vez más, el cronista de la corte almohade nos ofrece una
pormenorizada descripción de la construcción del alminar. Como hemos
señalado, fue el alarife Aḥmad b. Basò quien se encargó del inicio de las obras.
Para ello cegó con «piedras y cal» un pozo manantial preexistente en la zona y
aseguró la cimentación con una zapata de argamasa. También sabemos por el
citado autor que fue el almojarife, Muhammad b. Sa’id, el encargado del
registro de los gastos.
A continuación levantó las primeras hiladas del alminar con sillares de
piedra, procedentes del «muro del palacio de ‘Ibn ‘Abbād» (figura 18). Como
vemos, una vez más los almohades reaprovecharon el material preexistente
para sus propias edificaciones, de la misma forma que sucedió con la
construcción de la primera alcazaba almohade de Sevilla e, incluso, con el
antiguo acueducto de los «Caños de Carmona», realidad que no debe
resultarnos extraña y más si tenemos en cuenta el pasado de la capital andalusí.
Es más, tal y como podemos comprobar hoy en día al nivel del suelo, también
se reutilizaron algunas aras romanas de mármol, por lo que la presencia de
material de acarreo fue algo frecuente en estos momentos.
Sabemos que, tras la destitución del almojarife Muhammad b. Sa’id se
paralizaron las obras hasta el año 1188, lo que denota la importancia que tuvo la
figura del almojarife en su construcción. Muhammad b. Sa’id fue sustituido por
Abu Bakr b. Zuhr, quien tuvo una relación muy estrecha con la corte almohade,
encontrándonos al mismo tiempo con un nuevo alarife, Ali de Gomara,
encargado de continuar con su edificación en ladrillo (figura 19).
Finalmente, Ibn Sāḥīb al-Salā nos cuenta cómo, tras el regreso del califa Abū
Yusūf Ya’qūb al-Manṣūr de la campaña de Alarcos en agosto de 1195, mandó
realizar el ŷāmūr del alminar, es decir, las cuatro esferas doradas en sentido
decreciente que constituían el remate de este último con motivo de la
celebración de la victoria de la mencionada batalla. Fueron realizadas en oro
por orfebres bajo la supervisión del tesorero, tal y como señala el citado
cronista: «prepararon los arquitectos en lo alto de la torre un sostén
(“markaba”), con una columna grande y hierro, cuya base se cimentaba en los
más alto de la obra del alminar. Pesaba la columna de hierro 120 arrobas… La
cantidad de oro con que se decoraron estas tres manzanas grandes y la cuarta
pequeña fue de siete mil mizcales grandes yaqubíes. Lo hicieron los orfebres
entre las manos del tesorero del Amir al-Mu’minin y en su presencia» (Ibn
9
Ṣāḥib al-Salā 1969, 202) .
CONCLUSIONES
Como hemos podido comprobar, la obra de Ibn Sāḥīb al-Salā es fundamental
para conocer las reformas urbanísticas que los almohades llevaron a cabo en la
capital sevillana ‒y de la que se hacen eco otros autores posteriores‒, a
60
Ignacio González Cavero
diferencia de lo que ocurre con Murcia. Esto no debe resultarnos extraño,
tratándose del cronista oficial de la corte almohade y que, como tal, pretendía
legitimar el califato almohade.
Sin embargo, no sólo la documentación escrita se convierte en un vehículo
para conseguir este fin como hemos visto a través de los ejemplos anteriores,
sino que resulta interesante destacar cómo los almohades buscaron también
otras vías para legitimar su posición en al-Andalus. Nos referimos con ello a los
antiguos materiales que, en ocasiones, reutilizaron para la construcción de
algunas de sus obras y el gusto que, al mismo tiempo, los almohades mostraron
hacia el pasado andalusí.
Estas piezas fueron llevadas, incluso, hasta ciudades como Marrakech para
10
colocarlas en sus palacios y mezquitas . Muchas de ellas eran fustes y capiteles
de mármol procedentes, por ejemplo, de Madīnat al-Zahrā’. Así lo podemos
corroborar en el propio alminar de la antigua mezquita aljama almohade de
Sevilla, en el ya mencionado patio de la Contratación de los Reales Alcázares de
esta misma ciudad e, incluso, en el propio miḥrāb de la mezquita de Kutubiyya,
por citar tan sólo algunos ejemplos.
De ahí que las dos grandes capitales del imperio almohade fuesen dotadas
con estas piezas reutilizadas, con el objetivo de legitimar el gobierno almohade.
Legitimidad a la que, teniendo en cuenta todo lo que hemos expuesto hasta el
momento, hay que añadir cómo el califa ‘Abd al-Mu’mīn trasladó el famoso
Corán de Utmān, el cual se encontraba en la mezquita de Córdoba, a
Marrakech, concretamente a la mezquita de Kutubiyya. Es más. En este sentido
el propio Ibn ‘Iḏārī señala cómo en el año 1190 el tercer califa almohade, Abū
Yūsuf Ya’qūb al-Manṣūr, viajó a «Córdoba y se alojó en el alcázar, que el
hermano Abū Yaḥyā tuvo el gusto de construir, y fue después de esto a al-Zahrā’
con el propósito de meditar sobre los monumentos de los siglos pasados y de
los pueblos pretéritos» (Ibn ‘Iḏārī 1953-154, 1: 158).
NOTAS
1.
En el año 551H./1156-1157 el califa repartió entre sus hijos el gobierno de algunas de las
provincias de al-Andalus. Es el caso de Abū Ya’qūb Yūsuf quien, a partir de este
momento, si dirigió a Sevilla como gobernador junto con un grupo de almohades
según nos cuenta Ibn ‘Iḏārī (1963, 308).
2. Véase el estudio y la traducción realizada por Pocklington (2016, 1029-1030).
3. Estos acontecimientos fueron narrados por Ibn al-Abbār (1199-1260) y recogidos por
Dozy (1852, 2: 86-88; [1877] 2004, 2: 310-312).
4. Recogido y traducido por De Epalza y Rubiera (1986, 35).
5. Sobre este particular véase Navarro y Jiménez (2012, 294).
6. Según Ibn ‘Abī Zar’ (m. entre 1310 y 1320) en su Rawḍ al-Qirṭās, la intervención en las
murallas tuvo lugar en el año 1171-1172 (Ibn ‘Abī Zar’ [1918] 1964, 2: 417-418).
7. Es el caso de Ciuitates Orbis Terrarum (Braun y Hogenberg [1572-1617] 2011), entre
otras.
La construcción durante el califato Almohade
61
8. Así lo han demostrado las intervenciones arqueológicas realizadas (Jiménez 1998, 3143; Tabales, Salud y García 1998, 109-117; Tabales 2001b, 3: 778-783; Tabales et al. 2002,
139-142; Jiménez 1998, 143-144). Sobre este aspecto véase también el resultado de los
trabajos realizados en 1987 (Rodríguez 1988, 1: 165-183).
9. Incluso gracias a Ibn Abī Zar’ sabemos que el artífice que fabricó estas cuatro esferas
doradas se llamaba Abū-l-Layz (Ibn ‘Abī Zar’ [1918] 1964, 2: 447).
10. Sobre este particular véase el estudio realizado por Rosser-Owen (2014, 152-198).
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Luis Villar Iglesias y José Ramírez del Río, 145-163. Sevilla.
Valor Piechotta, Magdalena. 2008. Sevilla almohade. Málaga.
Viguera Molíns, Mª Jesús. 1998. La ciudad almohade de Sevilla. En VIII Centenario de la
Giralda (1198-1998). Catálogo de la exposición, 15-30. Córdoba.
Viguera Molíns, Mª Jesús. 2005. Las reacciones de los andalusíes ante los almohades. En
Los almohades: problemas y perspectivas, vol. 2, editado por Patrice Cressier, Maribel
Fierro y Luis Molina, 705-735. Madrid.
Zarpa escalonada de la torre T5 de la muralla de Segovia
La construcción de
la muralla de Segovia
Miguel Ángel Martín Blanco
Doctor Arquitecto
martinblanco.miguel@gmail.com
A mis padres
LA MURALLA DE SEGOVIA
Tradicionalmente se ha atribuido la conquista de la ciudad de Segovia al rey
Alfonso VI, repoblador de la ciudad en 1088 según los Anales Toledanos
Primeros. La construcción de la muralla se emplaza igualmente en esa fecha
otorgando a toda ella la misma cronología, dado que no vuelve a existir ninguna
referencia documental posterior relativa a su construcción, considerándose
concluida en 1120 en que se la menciona para delimitar el territorio que el
Concejo de la ciudad cede al Cabildo para la construcción de la Catedral y el
barrio de las Canonjías (Ruiz Hernando 1982, 31).
La muralla es uno de los monumentos más ignorados y menos estudiados
con los que cuenta la ciudad de Segovia. Así sólo encontramos algunos pocos
datos genéricos, a veces erróneos y demasiado simplificados, referencias que se
1
van repitiendo por los sucesivos autores, sin revisar, comprobar o verificar.
Esta descripción tan generalista nos arroja una imagen de la muralla muy
unitaria y simplificada. La muralla presenta tres partes claramente
diferenciadas, zócalo, lienzo y coronación. El zócalo se construye mediante
sillares de granito reutilizados procedentes del expolio de los cementerios
romanos. Sobre este arranque, los lienzos están ejecutados en mampostería y el
adarve almenado. Una mínima observación a sus lienzos y torres pone en
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Miguel Ángel Martín Blanco
evidencia que se trata de una construcción mucho más compleja que lo cabe
esperar de la superficialidad de los datos históricos existentes y que obviamente
no se trata de una construcción tan unitaria como podría interpretarse de la
lectura de estas parcas referencias documentales.
Donde no llega la documentación histórica, es necesario emplear otros
métodos de estudio cuya principal fuente de información debe ser la lectura del
documento construido. Nuestra hipótesis es que no se trata de una única
muralla, sino la suma de diferentes murallas de distintas épocas, en las que se
reutilizan partes de cercas preexistentes, algo que creemos apreciar con
claridad en las zonas bajas de algunos lienzos y torres. Especialmente llamativo
resulta la diversidad de formas en planta que presentan las torres de la muralla,
tres tipos, planta rectangular, semicircular y poligonal, lo que denota con
claridad la existencia de distintas fases constructivas. Todo ello muy
desvirtuado por la infinidad de intervenciones a lo largo de los siglos que han
2
homogeneizado ocultando las diferentes fases constructivas.
Nuestro análisis, creemos, pone en evidencia la persistencia de una cerca
previa de la que se reutilizan algunos fragmentos que reconocemos en las partes
bajas de la muralla actual, vestigios que podemos relacionar con otras murallas
hispanomusulmanas de los siglos IX y X. Consideramos que la muralla no se
construye de una sola vez, sino que en realidad es un proceso de ampliaciones,
reformas, ruinas y reconstrucciones que se han venido sucediendo durante
3
siglos.
SISTEMA CONSTRUCTIVO DE LA MURALLA
En la muralla actual, encontramos diferentes tipos de fábricas y materiales
(algunos de ellos claramente reutilizados), diversos tipos de piedras
procedentes de distintas canteras, gran variedad de tallas, aparejos y
modulaciones, así como otras evidencias de discontinuidades constructivas que,
en muchos de los casos, responden a la superposición histórica de los sucesivos
amurallamientos. Encontramos fábrica de sillería, de ladrillo, distintas
tipologías de mamposterías, tapia encofrada, etc. Donde se aprecia mejor toda
esta variedad es en los zócalos y en las partes bajas de lienzos y torres, donde
con toda lógica se encuentran las partes más antiguas (Martín Blanco 2014, 157).
La explicación de cada uno de los sistemas constructivos detectados en la
muralla daría lugar a un texto muy extenso que nos alejaría de la finalidad de
este artículo. Nos centraremos en el sistema constructivo más frecuente en la
muralla, que es la fábrica encofrada o tapia de cal y canto. La fábrica encofrada
es una técnica muy común en construcciones defensivas debido a su rapidez de
ejecución y a que permite realizar volúmenes importantes con una mano de
obra no necesariamente cualificada. Veamos con más detenimiento este
sistema constructivo y sus partes.
La construcción de la muralla de Segovia
67
Figura 1. Lienzo 86-1. Lienzo derruido en cuyo relleno se aprecian las líneas horizontales de
separación entre los cajones así como la correspondencia con los agujales
Figura 2. Lienzo L80-81. Piezas romanas reutilizadas, la del centro es una lápida que
presenta inscripción, empleadas como base. Se aprecia que no se ha preparado el asiento
sobre la roca, sino que los sillares se calzan con ripios. Tampoco se genera, un arranque
horizontal y nivelado para el apoyo de la tapia encofrada
Figura 3. Lienzo 2-3. Roca tallada en el plano vertical. Aparentemente podría haberse
tallado también el plano horizontal. Los sillares apoyan sobre la roca, sin necesidad de
ripios. No se trata de una fábrica de sillería, sino del empleo de sillares, a modo de
mampuestos, para reforzar la base
Figura 4. Lienzo L5-6.1. Zócalo de sillares reutilizados que genera una línea de arranque de
tapia encofrada perfectamente horizontal y nivelada. Algunos presentan ripios para
calzarlos
68
Miguel Ángel Martín Blanco
Base de apoyo
El 50 % de los lienzos (32 de 64 visibles) presenta en su base un zócalo
diferenciado, en algunos casos constituido por sillares colocados expresamente,
o bien reaprovechando restos de una construcción preexistente. En la otra
mitad de los lienzos, la fábrica de tapia llega hasta la roca, apoyándose
directamente sin ningún tipo de zócalo o base de apoyo específico. En el caso
de disponerse la base de sillares, ésta se constituye por una o dos hiladas, en
algunos casos más, de sillares o piezas de mayor tamaño, que habitualmente
son de granito y reutilizadas procedentes del expolio de las construcciones y
cementerios romanos.
Esta base de sillares no se extiende a toda el espesor de la muralla, sino que
se limita a la hoja exterior del muro, como se ha podido ver en varias zonas de
la muralla en las que faltaba alguna pieza de la base, por ejemplo en la torre
4
T77, en el lienzo L38-39 o en la zona derruida del lienzo L61-61´ (figura 1).
La disposición de estas piezas de mayor tamaño en la base de la muralla
tiene una clara función de refuerzo del paramento exterior. En algunos casos,
consiguen un asiento perfectamente horizontal y nivelado para levantar la
fábrica encofrada encima de ellas, como por ejemplo los lienzos L5-6 y L6-7
(figura 4), mientras en otros su descuidada colocación demuestra claramente
que no se ha buscado la nivelación para el apoyo de la siguiente fase de obra
(figura 2). Este matiz va a resultar fundamental a la hora de diferenciar los
zócalos que se realizan en una misma etapa constructiva y los que pertenecen a
fábricas previas que se reutilizan como basamento de la nueva muralla.
Lienzo de calicanto encofrado
El calicanto es una técnica constructiva donde las tongadas de piedras de
diversos tamaños son vertidas junto con lechadas de morteros de cal en el
interior de un encofrado de madera que sirve de molde reutilizable. El
encofrado hace la función de molde y su volumen interior corresponde con el
módulo básico de la tapia o cajón. Por ello, cuando nos enfrentamos al estudio
del sistema constructivo de un muro de tapia encofrada, es indispensable
obtener esta modulación.
Los principales elementos que ayudan a la identificación de una tapia y a la
lectura de su modulación, sobre todo cuando ésta se encuentra muy erosionada
y no se diferencian bien las juntas constructivas, son los agujales dejados por las
agujas. Las agujas son las piezas longitudinales de madera que atraviesan total o
parcialmente el muro y vuelan en forma de ménsula para poder apoyar los
tableros principales y dar rigidez al encofrado en su parte baja.
La construcción de la muralla de Segovia
69
Fábrica de tapia encofrada sólo la detectamos de manera incuestionable en
las partes altas de 4 torres y 5 lienzos, pero hemos constatado mechinales (que
creemos que son en realidad agujales) en 41 de los 65 lienzos que no están
ocultos por vegetación, edificios adosados, revocos (figuras 5 y 6). En la mayor
parte de los lienzos, que en la actualidad aparentan ser una mampostería
desconcertada, un estudio de paramentos más detallado nos descubre indicios
de que esta fábrica originariamente se realizó como tapia de calicanto
encofrada, formada por tongadas de mampuestos de diversos tamaños vertidos
junto con lechadas de morteros de cal. Esto ha podido constatarse
principalmente en las zonas donde en la superficie del lienzo de la muralla se
aprecia directamente la impronta de la tablazón del encofrado estampado en el
mortero del acabado, lo que evidencia que se trata de un muro de tapia, como
por ejemplo en los lienzos L86-1, L2-3, por ambas caras, L18-19 del teatro
Cervantes (figura 8), L43-44, en el L81-82, y en la torre T79.
Sin embargo, como ya se ha indicado, la muralla ha sido muy alterada y
removida por reiteradas intervenciones, que han unificado el aspecto de los
lienzos ocultando las líneas de separación entre cajones y tapando, en muchos
casos, los agujales. Estamos convencidos de que el porcentaje es mucho mayor,
dado que en muchos lienzos estos agujales se han ocultado por las sucesivas
reparaciones. Esto lo acreditamos en sectores donde se ha desprendido un
fragmento de la hoja exterior o los derrumbes parciales han dejado a la vista el
interior de la muralla, donde apreciamos un relleno informe, que no es una
mampostería colocada sino un vertido, unos agujales y las tongadas de
nivelación del mortero, comprobando que se ejecutó mediante cajones
encofrados rellenados, con camas de mortero de nivelación sobre los que se
ejecutaba el siguiente nivel después del fraguado del mortero como en los
lienzos L43-44, L 46´-47, L47´-48, L51-51´ y L86-1, entre otros. La separación
entre estas camas de nivelación viene a coincidir con la de los agujales
existentes, evidenciando claramente la existencia de un encofrado para su
construcción. Esto demuestra que se trata de tapia encofrada, pero las
reparaciones lo han desfigurado.
En el lienzo L60-61 se ha descubierto un fragmento de muralla que se
hallaba enterrado por lo que la excavación ha permitido descubrir un
fragmento, en principio medieval, inalterado desde su construcción (STCSG:
OT-189/2013). La mampostería apoya directamente en la roca, sin zócalo
diferenciado, pero sólo esta aparejada la hoja exterior, rellenándose el resto con
tierra y relleno de cal y canto entre las dos hojas del lienzo.
Hemos detectado en la muralla dos modulaciones de agujales distintos, lo
que evidencia dos sistemas de encofrado, uno formado por tres agujas y otro
por dos. Esto podría deberse a la realización de los distintos muros por equipos
de trabajo diferentes, sin embargo, nos decantamos más por pensar que se han
realizado en momentos históricos distintos, ya que en los lienzos donde se han
detectado ambos sistemas, por ejemplo el lienzo L43-44, el formado por tres
agujas está por debajo, apoyado directamente sobre la roca. Este sistema de
encofrado aparece también en las zonas que estaban ocultas y en aquellas en las
que están documentadas menos reparaciones. Por ello, consideramos que sería
70
Miguel Ángel Martín Blanco
éste, el sistema de tapia encofrada con cajones apoyados en tres agujas, el
5
utilizado para levantar la muralla cristiana de la repoblación.
Figura 5. Mapa esquemático de la muralla en alzado en que se señalan los distintos
sistemas constructivos que encontramos, desde la torre T1 hasta la T39 (fuente: autor)
Figura 6. Mapa esquemático de la muralla en alzado en que se señalan los distintos
sistemas constructivos que encontramos, desde la torre T39 hasta la T1 (fuente: autor)
La construcción de la muralla de Segovia
71
Los cajones de calicanto serían de aproximadamente 2,5 m de ancho, 2,5 m
de largo y aproximadamente 1,25 m de alto, con un tamaño de las tablas del
encofrado de aproximadamente 20-25 cm de alto. La elección y la disposición
de algunos mampuestos, nos hace sospechar que en el remate superior del
cajón, la colocación era más cuidada, consiguiendo una mejor nivelación de la
cara superior de la tapia, que se remataba con una capa de cal bastante fluida
para rellenar las oquedades y generar un plano más liso de acabado y apoyo de
la siguiente tapia.
Cada uno de estos cajones se realizaría con un encofrado de tres agujas
pasantes que atravesarían todo el espesor del muro, la primera se colocaría
junto al cajón previo terminado, otra en la zona central y una última que
marcaría el límite del cajón, permaneciendo fuera de él y formando parte de la
construcción del siguiente cajón (figura 7).
Aunque la zona baja ha sido muy reparada en general, se podría afirmar que
los agujales no comienzan en la base. Seguramente esto se deba a la existencia
de la roca en el intradós y la posibilidad de poder apuntalar el encofrado
directamente contra el terreno, sin necesidad de agujas (figura 9). Sólo existen
algunos casos donde el encofrado mediante agujas comienza en la base, y
coincide con grandes saltos de la roca muy escarpados. Este caso lo
encontramos en el lienzo L43-44, en que la línea de agujales se encuentra en
contacto con la roca. Curiosamente ésta se encuentra tallada, con un corte
totalmente vertical.
Figura 7. Esquema del posible encofrado utilizado para la ejecución de la tapia encofrada.
En el lado izquierdo se observan dos tipos de agujales, uno lateral, con la pieza de dintel
descentrada, y marcada la línea de separación vertical entre cajones, y otro mechinal
central. En el extremo derecho, con el encofrado aún colocado, se aprecia que la última
tabla del encofrado, descuelga por debajo del nivel de las agujas. Véase figura 8 (fuente:
Estefanía Herrero García)
72
Miguel Ángel Martín Blanco
Figura 8. Lienzo L18-19. Intramuros. Se observa la impronta de la tablazón impresa en el
mortero. Las tablas del encofrado pasaban por delante del mechinal
Figura 9. Esquema en sección del proceso constructivo del muro de tapia encofrada. En
algunos casos, las primeras fases pueden realizarse como una mampostería o una mezcla
de técnicas constructivas. Cuando el volumen de relleno es considerable, se efectúa un
segundo nivel mediante encofrado a una sola cara, hasta que el grueso total de la muralla
supera la cota máxima de la roca por la cara de intramuros. A partir de ese punto, la
realización de tapias sería estandarizada, encofrando a dos caras (fuente: Estefanía Herrero
García)
La construcción de la muralla de Segovia
73
Figura 10. Esquema de alzado del proceso constructivo. Alzado interior se observa como los
agujales se adaptan a la altura de la roca en cada punto, generándose cajones de altura
variable, hasta el nivel base en que se ejecutan los cajones de manera estandarizada (fuente:
Estefanía Herrero García)
Figura 11. Esquema de alzado del proceso constructivo. Alzado extramuros de la figura 10 en
el que aparecen niveles de agujales, sin un orden aparente, motivado por las rasantes de la
roca en la cara interior (fuente: Estefanía Herrero García)
En la cara exterior de la muralla, a día de hoy, se conserva un número
reducido de agujales debido a que muchos de ellos han sido tapados en
reparaciones posteriores, lo que complica la lectura constructiva. Además, los
que se pueden ver actualmente no presentan un orden claro ni continuo en la
mayoría de los lienzos, y algunos son falsos mechinales reconstruidos en el siglo
XX que, como se ha podido constatar, no siempre coinciden con los iniciales.
La cara interna de la muralla está casi siempre enterrada por la propia
evolución de la ciudad que la ha considerado un muro de contención. Una de
74
Miguel Ángel Martín Blanco
las pocas zonas donde puede verse actualmente el apoyo en el intradós de la
muralla es en el teatro Cervantes. Como este lienzo L18-19 ha estado oculto
hasta hace poco tiempo, todavía se puede obtener de él una información muy
valiosa que ha ayudado a definir la hipótesis constructiva de la muralla, sin
embargo, al estar la cara exterior de este lienzo oculta por edificaciones
adosadas, no es posible corroborar algunos de los planteamientos.
En el intradós de este lienzo L18-19, la muralla apoya directamente sobre la
roca sin tallar, sin necesidad de zócalo con piezas más grandes, algo
constructivamente coherente, ya que en el interior no necesitan reforzar la base
como en el exterior. Sin embargo, sí se determina una altura de nivelación base,
a partir de la cual se van a emplear el sistema constructivo de encofrado de
manera regular. Esta cota viene determinada por la altura máxima de la roca en
cada tramo en la cara interior de la muralla (figura 9).
Los niveles inferiores a esta cota base se realizan con cajones de calicanto de
una altura variable según los desniveles de la roca, regularizando la base de
apoyo de estos cajones con mampostería, así como las zonas que, por su
tamaño, no se considerasen factibles encofrar.
Este sistema de ejecución tomando como referencia las cotas interiores de la
roca, refleja en el alzado exterior una aparente irregularidad de agujales que
puede llegar a confundirse con reparaciones puntuales (figuras 10 y 11).
En las partes superiores al estar nivelada ya la base de ejecución, en ambos
alzados, interior y exterior, se refleja el aspecto rítmico y modulado que
caracteriza a este tipo de fábricas.
Todos estos detalles nos muestran claramente como el sistema constructivo
más abundante en los lienzos de la muralla es la tapia encofrada y como en
numerosos casos, el zócalo sobre el que apoya, es una fábrica igualmente
encofrada que emplea piezas de mayor tamaño con finalidad de refuerzo.
Coronación almenada
La altura de la muralla ha ido cambiando a lo largo de la historia, generalmente
recreciéndose, habiendo lienzos que presentan varios niveles. Esto se ve claro
en la altura de las gárgolas de evacuación de aguas de la ciudad, algunas de ellas
a media altura del lienzo actual, e incluso duplicadas.
Las coronaciones actuales son principalmente el fruto de las
reconstrucciones del siglo XIX y XX, pero el remate original debería ser
almenado, tal y como podemos observar en los dibujos de Wyngaerde, o en los
lienzos donde todavía se pueden ver algunos merlones embebidos en los muros
actuales, como por ejemplo en la Puerta de Santiago o en el lienzo L51-51´.
La construcción de la muralla de Segovia
75
Figura 12. Mapa esquemático de la muralla en alzado en que se señalan los distintos tipos de
zócalos, desde la torre T1 hasta la T39 (fuente: autor)
Figura 13. Mapa esquemático de la muralla en alzado en que se señalan los distintos tipos de
zócalos, desde la torre T39 hasta la T1 (fuente: autor)
76
Miguel Ángel Martín Blanco
APROXIMACIÓN CRONOLÓGICA
DE LA CONSTRUCCIÓN DE LA MURALLA
En la muralla hemos distinguido, a los efectos de este artículo, tres tipos de
zócalos:
Nivelado y diferenciado, Son los que marcan claramente una línea
horizontal que separa dos fábricas diferenciadas, un zócalo, que en
algunos casos se recalca con la existencia de un leve resalto o un
escalonado de varias hiladas (figura 4).
No nivelado, pero diferenciado, Son aquellos zócalos diferenciados por
el cambio de material o de técnica constructiva, pero no existe una línea
horizontal clara de separación entre este basamento y el resto de la
fábrica (figura 2 y 3).
Zócalo indiferenciado. Incluye aquellos casos en que toda la fábrica se
realiza con el mismo material y técnica constructiva desde el arranque
en el terreno, hasta el remate del adarve.
Para mostrar esta información presentamos unos planos adimensionales
6
esquemáticos de configuración de los zócalos de la muralla (figuras 12 y 13). En
estos planos detectamos como los zócalos nivelados y diferenciados abundan de
manera significativa en una parte de la muralla, concretamente desde la T80
hasta la T10 son mayoritarios tanto en torres como en lienzos, encontrando,
además, que numerosos de ellos presentan un zócalo resaltado y en algunos
casos escalonado a modo de zarpa. Esto supone unos 570 metros en los que
existen 15 torres.
Esto nos evidencia que estos zócalos es imposible que se hayan ejecutado
mediante la técnica de la tapia encofrada, ejecutándose simultáneamente al
resto de la fábrica, tal y como hemos visto que creemos ocurre con algunos de
los zócalos. Estos zócalos diferenciados y nivelados tienen que pertenecer a una
7
etapa cronológica anterior a la construcción de la mayor parte de la muralla.
Sus características constructivas la diferencian notablemente del resto de
fábricas de la muralla segoviana, a la vez que nos han permitido relacionarlo
con las tradiciones constructivas de las fábricas omeyas de los siglos IX y X
existentes en la Península Ibérica, ya estudiadas por otros autores, como
Mérida, Trujillo, Toledo, Gormaz.
Hemos diferenciado unas pervivencias históricas en las partes bajas de
algunas torres y lienzos de la muralla segoviana que consideramos restos de una
fortificación andalusí previa a la repoblación de la ciudad por Alfonso VI. Estas
pervivencias las hemos asociado con unas torres rectangulares, cuyas
dimensiones y modulación de lienzos las diferencia del resto de la muralla,
cuyas fábricas se constituyen con arranque de sillería de granito organizada en
hiladas horizontales. La presencia de escalonamiento a modo de zarpa en
La construcción de la muralla de Segovia
77
algunas de ellas nos ha permitido identificar aquellas fábricas en las que
reconocemos las mismas tradiciones constructivas.
Las torres son macizas, de planta rectangular con dimensiones superiores a
los 6 metros de frente (entre 6,00 y 6,30) y los 3 metros de resalto (entre 3,30 y
3,70), separadas entre sí por lienzos de más de 30 metros de largo (entre 34 y 35
metros), excepto en el caso de ser previos a una puerta, que su longitud se
reduce a unos 25-26 metros.
Figura 14. Torre T2. Foto Laurent. 1868-1872. (VV.AA. 2006, 72) Se observa que la parte
inferior de la torre “penetra” en el relleno de mampostería del lienzo. Se aprecia
perfectamente los sillares de la reparación, que se adosan al lienzo, denotando que
constituyen una etapa constructiva posterior
Figura 15. Torre T2. Se resaltan en color los restos de la fábrica hispanomusulmana, según
nuestra propuesta. Sobre este zócalo se ha construido la parte media de la torre en sillería
de piedra sedimentaria en una reparación posterior, como apreciamos en la foto de Laurent
adyacente
78
Miguel Ángel Martín Blanco
Figura 16. Resaltados en color, los restos de la muralla musulmana, según nuestra hipótesis,
sobre la que se ha levantado la torre en mampostería y fábrica de ladrillo. Torre T3
Figura 17. Torre T3. Otra imagen de la misma torre, resaltando la parte de la fábrica que
consideramos hispanomusulmana, datada entre mediados del IX y finales del X
El zócalo de esta fábrica se materializa con varias hiladas de sillería
perfectamente nivelada, que absorbe las irregularidades de la roca de apoyo, en
la que predomina el granito, abundan las spolia y piezas reutilizadas y son
frecuentes los resaltos a modo de zarpa escalonada, al menos tres hiladas,
solución que parece emplearse mayoritariamente en las torres y de manera más
excepcional en los lienzos. En el zócalo se emplean las piezas de mayor tamaño,
que se calzan con ripios y pequeños cascotes para asentar sobre la roca, en la
que no se efectúan trabajos previos de nivelación. Hemos identificado dos tipos
de aparejo de clara factura musulmana, con los que se ejecutan estas fábricas.
La altura de hilada es de unos 50 centímetros, predominado las piezas a soga, si
bien son habituales algunos tizones en cada hilada para modular correctamente
el aparejo con la dimensión de la torre. Esta sillería se emplea como encofrado
La construcción de la muralla de Segovia
79
de un relleno interior de cal y canto que parece ser continuo con el de los
lienzos y por lo que hemos podido ver en la T2 (figura 14), los sillares de la torre
quedan embebidos en el relleno de los lienzos, por lo que las torres se
replantean previamente y los lienzos se adosan a posteriori, justo lo contrario
de lo que hemos visto que ocurre en las etapas posteriores, que al tratarse
mayoritariamente de reparaciones, los paramentos exteriores son chapados,
que se adosan a las preexistencias adyacentes, forrando el relleno interior.
A falta de más restos materiales no podemos estar completamente seguros
de cómo sería la muralla hispanomusulmana que apoyase sobre dicho zócalo.
Aparentemente, por lo que vemos en la T3 (Figura 16) y en la torre T5 (Figura
19) en las torres podría ser también en sillería de piedra sedimentaria hasta el
adarve, con piezas de menor tamaño y alturas de hilada de unos 25 centímetros,
predominando las piezas a soga y en donde encontramos también numerosas
piezas reutilizadas. Parecen reforzar esta hipótesis la configuración de los restos
de sillería de la torre T7, afectada por un derrumbe, sugiere que la sillería
continuaba ascendiendo una vez superado el zócalo (figuras 21 y 22).
Figura 18. Zarpa de la muralla hispanomusulmana de trazado rectangular sobre la que se ha
levantado la torre de trazado poligonal en sillería rematada con fábrica de ladrillo. Torre T4
Figura 19. Restos de la muralla musulmana, según nuestra hipótesis, formada por un zócalo
escalonado de sillería en la que abunda el granito y un cuerpo de sillería de piedra
sedimentaria sobre el que se ha levantado la fábrica de ladrillo. Torre T5
80
Miguel Ángel Martín Blanco
Figura 20. Cuadro de resumen de las características arquitectónicas de la muralla
hispanomusulmana
Figura 21. Restos de la muralla musulmana, según nuestra hipótesis, sobre la que se ha
levantado la torre en mampostería, redondeando las esquinas. Torre T7
Figura 22. La misma torre T7 vista desde el otro lado. En esta torre hemos apreciado un
derrumbe, siguiendo el ángulo inclinado de deslizamiento, conservándose sólo de la torre
original la parte de sillería, siendo el resto una reconstrucción, en mampostería
desconcertada, en la que se han redondeado las esquinas
Por contra en los lienzos, tan solo observamos restos de esta fábrica
hispanomusulmana en el L7-8, idéntica a la de las torres. Los zócalos de los
lienzos entre las torres que presentan zócalo de fábrica original
hispanomusulmana, muestran un zócalo nivelado, que también consideramos
original previo a la repoblación. Aparentemente este zócalo sugiere que sobre él
La construcción de la muralla de Segovia
81
se construyese una fábrica de tapia encofrada. Posiblemente sólo se ejecutase
así el zócalo de apoyo perfectamente nivelado, y que el resto del lienzo hasta el
adarve se construyese mediante una tapia encofrada de cal y canto que apoyase
sobre el zócalo nivelado. Esto le diferencia de la fábrica encofrada cristiana que
no hace un zócalo nivelado previo, sino que hace una tapia encofrada reforzada
con piezas más grandes pero ya embebidas dentro del encofrado, no como un
zócalo previo.
Con los datos que poseemos, debería ser la fábrica de tapia de tres agujales
por cajón, cronológicamente anterior a la de dos agujales por cajón, y que
efectivamente encontramos en algunos de estos lienzos (L2-3, L68-1). La fábrica
de tapia encofrada la hemos adscrito a la etapa cristiana, ya que no tenemos
datos para poder considerarla como de los siglos IX y X. Si nuestra suposición
es errónea, y esa tapia de tres agujales es obra previa a la repoblación,
significaría que se conservan aún muchos más restos de la muralla
hispanomusulmana de lo que estamos proponiendo. Tapia de tres agujales por
cajón hemos encontrado en L2-3, L18-19, L43-44 y el L86-1. Esto significa en sur,
este y norte, tres orientaciones de las cuatro. En la cuarta, oeste, se sitúa el
Alcázar, donde también hemos constatado fábrica hispanomusulmana. El
trazado de la muralla actual podría coincidir prácticamente en su totalidad con
las preexistencias anteriores a la repoblación, lo que implica que el trazado de la
muralla viene definido desde la etapa hispanomusulmana. No podemos
8
afirmarlo, aunque es probable.
Pensar que la tapia de tres agujales por cajón fuese obra musulmana, es muy
sugerente, incluso posible, pero a falta de más datos, la hipótesis más factible es
considerar que los lienzos de esta muralla eran igualmente de sillería hasta el
adarve, similar a la de las torres de esta zona, como vemos en el lienzo L7-8
(figura 25) al igual que ocurre en Mérida y Trujillo, o al menos una
mampostería concertada en hiladas empleando piezas bastante regulares, como
vemos en el lienzo L6-7 (Figura 2), cuya zarpa, similar a Gormaz, nos permite
relacionarlo con las torres cercanas T3, T4, T5 y adscribirlo al siglo X.
En estas zonas se ha constatado la existencia de numerosos taladros
circulares abiertos en la roca, de unos 20 centímetros de diámetro, que el
informe arqueológico asocia con el apoyo de los andamios de construcción de la
muralla, aunque nos indica que no hay posibilidad de datarlos. Su paralelismo
con la muralla en algunos casos, parecen dejar patente la vinculación de dichos
taladros con los lienzos de ésta. Sin embargo, esta hipótesis de que impliquen la
utilización de andamios, no nos parece coherente con la conjetura de que los
lienzos puedan haberse construido mediante fábrica encofrada, por lo que
quizá debemos pensar que la muralla hispanomusulmana se construye toda ella
en sillería, o bien que no emplean el sistema de andamio colgado para ejecutar
los tapiales. No tenemos datos para confirmar ninguna de las posibilidades, por
lo que desconocemos como se construyen los lienzos de esta muralla
altomedieval.
82
Miguel Ángel Martín Blanco
Figura 23. Restos de la muralla musulmana, según nuestra hipótesis. Sobre la fábrica de
granito, organizada en hiladas escalonadas a modo de zarpa, se observan dos hiladas de
una sillería, o mampostería concertada en hiladas de piedra sedimentaria reutilizadas, que
consideramos parte de la fábrica original. Por encima se ha construido el lienzo en
mampostería desconcertada. Se detectan algunos parches y reparaciones, así como
posiblemente recalces con mampuestos de la roca deteriorada. Lienzo L6-7
Figura 24. Detalle de zarpa escalonada en la torre T5
La construcción de la muralla de Segovia
83
Figura 25. Lienzo L7-8: Hipótesis de la construcción de la muralla islámica. Zócalo de
sillería de piedra de granito reutilizada aparejada en hiladas horizontales, sobre la que se
aprecia una fábrica de sillería en piedra sedimentaria, organizada igualmente en hiladas
horizontales a soga. En algunos casos podría presentar zarpa escalonada, como en el lienzo
L6-7
CONCLUSIONES
En la muralla a lo largo de la Historia han existido infinidad de derrumbes,
expolios, reutilizaciones de material y reparaciones que dificultan
enormemente la lectura constructiva de estos muros, encontrando múltiples
sistemas constructivos, (sillería, mampostería, fábrica de ladrillo), constituidos
por distintos tipos de materiales, con modulaciones y aparejos distintos. Pero el
sistema constructivo más característico que encontramos es una tapia
encofrada de calicanto, que se evidencia por la existencia de agujales en el 63 %
de los lienzos estudiados, estando convencidos de que muchos más se habrán
perdido por las reparaciones y reconstrucciones o estarán tapados por la
vegetación.
84
Miguel Ángel Martín Blanco
Figura 26. Mapa esquemático en alzado de la muralla en que se señalan las etapas
constructivas de la muralla y su cronología, desde la torre T1 hasta la T37 (fuente: autor)
Figura 27. Mapa esquemático en alzado de la muralla en que se señalan las etapas
constructivas de la muralla y su cronología, desde la torre T38 hasta la T1 (fuente: autor)
La construcción de la muralla de Segovia
85
Encontramos en la muralla distintos tipos de tapias, por modulación y por
ejecución. Existe una tapia que se ejecuta con un encofrado de medida muy
variable, que sólo presenta dos agujales muy distanciados. El otro caso de
fábrica encofrada presenta una modulación de tapia de unos 2,5 metros de
longitud por 1,25 m de altura y se ejecuta con tres agujales para apoyo de las
agujas.
En el lienzo L43-44 en que hemos encontrado ambas modulaciones
relacionadas estratigráficamente, hemos podido comprobar que ésta última de
tres agujas, se sitúa por debajo de la de dos agujas, por lo que cronológicamente
es anterior y es la que consideramos, según nuestra hipótesis, como el sistema
constructivo característico empleado en el período medieval, correspondiente
probablemente a la muralla cristiana levantada tras la repoblación de Alfonso
VI.
Esta tapia encofrada de calicanto puede apoyarse sobre una base
diferenciada de piezas reutilizadas, que es en realidad un refuerzo de la base de
apoyo de la fábrica encofrada, o bien apoyar directamente sobre la roca, sin
disponer de ningún tipo de refuerzo como en el intradós del lienzo L18-19.
Para adaptarse a la irregularidad de la roca natural, se opta por construir un
zócalo de nivelación adaptando el sistema de tapia encofrada a las distintas
situaciones, incluso utilizando fábrica de mampostería, sillería o reutilizando
partes de construcciones preexistentes, en lugar de cajear la roca, para
conseguir ese apoyo horizontal y nivelado.
Esta construcción preexistente la hemos asociado, en la zona sur, próxima a
la puerta de San Andrés, con los restos de una muralla previa, cuyas
características constructivas la diferencian notablemente del resto de fábricas
de la muralla segoviana, a la vez que nos han permitido relacionarlo con las
tradiciones constructivas de las fábricas omeyas de los siglos IX y X.
A modo de resumen unos planos esquemáticos en alzado en que se sitúan
los lienzos y torres de la muralla organizados en 4 etapas cronológicas (figuras
26 y 27).
NOTAS
1.
La primera descripción que se conserva de la muralla la ofrece en 1822 Joaquín de
Góngora, coronel de artillería (Góngora 1963). Otras descripciones posteriores las
debemos a Lecea y García (1906, 51-54); Quadrado (2007, 425-428), Madoz, ([1849]
1984). Se trata de textos en muchos casos meramente enumerativos, a veces incluso
con más valor poético que científico, en los que no se efectúa un análisis, no se
plantean preguntas. Existen otras descripciones, como la del estudio geotécnico
elaborado por José María Rodríguez (AMS: 4810-3, 7) y (AMS, 4810-3, II: 48) Cabello
Dodero (1952, 35), Rodríguez Marín (2013). Quizá los únicos documentos técnicos de
carácter global a este respecto sean el Estudio geotécnico (AMS: 4810-3) y el Plan
Director de las murallas (PH: P0035), centrados en la evaluación de las lesiones y en
86
2.
3.
Miguel Ángel Martín Blanco
el estado de conservación del monumento, pero no preocupados por el conocimiento
de su evolución histórica. Podemos señalar también los artículos de Larios y Bernaldo
de Quirós (1972), Quintanilla (1954) o el artículo de Peñalosa (1949) entre otros
autores. Estos estudios específicos son escasos, siendo la mayoría de ellos centrados
en la obtención de datos históricos extraídos de la documentación existente en los
archivos que nos aportan información sobre las intervenciones realizadas a lo largo de
los siglos XVII y XVIII. Su procedencia, principalmente de los libros de Acuerdos,
Actas y demás documentos del protocolo administrativo, motiva que su principal
interés sea el monto económico de dichas reparaciones y quien debe costearlo. Estas
actas, son tan genéricas que en numerosos casos resulta incluso imposible ubicar el
emplazamiento de la intervención en cuestión. Si bien las descripciones de las obras
no matizan en exceso, gracias a estos documentos se han podido situar
aproximadamente algunas de las intervenciones e identificar los lienzos en los que
más reparaciones documentadas se han realizado. Sin duda María Eugenia Contreras
(Contreras Jiménez, 1986, 1989 y 1992) es la que mayor número de estudios ha
publicado sobre las numerosas reparaciones que se han efectuado en la muralla a lo
largo de la Historia También trata la muralla en su artículo sobre la casa de la moneda
(Contreras Jiménez, 2010) en el que aporta unos datos interesantísimos para la
restitución de la puerta de San Juan. Existen otros artículos sobre las puertas de la
muralla Chaves Martín (2003) o el de la puerta de San Martín, demolida en 1885, a la
que Antonio Ruiz también dedica un artículo (Ruiz Hernando 1994).
Son innumerables los documentos que obran en el archivo municipal poniendo de
manifiesto el nefasto estado de conservación en que se encuentra la muralla durante
siglos, así como las numerosas contribuciones económicas que se realizan para obras
de reparación y mantenimiento y en algunos casos, reconstrucciones completas de
lienzos que se han arruinado (Contreras Jiménez 1986; Rodríguez Ortiz 1988; Herrero
García 2014).
Poco se ha escrito sobre los paramentos y aparejos de la muralla de Segovia desde el
punto de vista constructivo. Juan Zozaya relaciona los aparejos existentes en los
lienzos de la muralla cercanos al postigo del Sol, sobre los que apoya la sinagoga, en
la zona sur, con los castillos omeyas del desierto de Siria y Jordania (Zozaya StabelHansen 2009, 117). En otra obra previa (Zozaya Stabel-Hansen 1987) llama la atención
sobre la presencia de zarpas y aparejos de sillería de raigambre hispanomusulmana,
en unas pocas torres en las proximidades de la puerta de San Andrés, que relaciona
con Mérida, Trujillo y Gormaz. Propositivamente sin duda se trata del primer autor
en realizar una hipótesis interesante que abre numerosas vías de investigación,
constituyendo un importante punto de apoyo para nuestra hipótesis de la existencia
de una muralla previa a la repoblación de la ciudad. Sobre estas zarpas y aparejos
también se pronuncia Alonso Zamora, que los relaciona con Sepúlveda y algunos
casos de la provincia de Guadalajara (Zamora y Vela 2005). En un trabajo anterior
(Zamora Canellada 1994) estudia un aparejo encintado que data en el siglo XI y que
localiza igualmente en el norte de la provincia de Guadalajara y en algunos pueblos
de la zona oriental de la provincia segoviana. Sin embargo este aparejo no lo hemos
encontrado en la muralla de Segovia. Estas son todas las alusiones bibliográficas a la
existencia de una muralla previa, de origen hispanomusulmán, las referencias de
Zozaya y Zamora a la existencia de zarpas en la base de algunas torres cercanas a la
puerta de San Andrés y el aparejo que Zozaya relaciona con los del desierto de Siria y
Jordania.
La construcción de la muralla de Segovia
87
Es evidente que en una ciudad como Segovia, ocupada por distintos pueblos a
lo largo de los siglos, deben haber existido varios recintos fortificados. Anteriores a la
Repoblación, encontramos documentadas construcciones defensivas de época
celtíbera (Martínez Caballero 2010, 143-181; STCSG: OT-189/2013-11.), de la etapa
romana (Illarregui Gómez 2010, 74), y de las defensas hispanomusulmanas (Zozaya
Stabel-Hansen 2005, 25; Zamora Canellada 1994; Zamora Canellada 2005; Martín
Blanco 2015).
4. Todas las imágenes y figuras son del autor, excepto las figuras 7, 8, 9, 10 y11, realizadas
en colaboración con Estefanía Herrero García.
5. Esta conclusión ya la hemos aportado en nuestra articulo (Herrero y Martín, 2015) en
el que ahondamos en esta justificación.
6. Los planos esquemáticos son representaciones conceptuales y adimensionales de la
muralla que permiten recopilar la información y disponerla de manera que se permite
la visión de conjunto. Se representa la muralla sobre una cuadricula, de cuatro filas de
alto y tres columnas de ancho, tanto las torres como los lienzos. En las torres cada
columna lateral significa uno de los costados, mientras la columna central representa
el frontal de la torre. En los lienzos, cada columna constituye uno de los extremos o la
parte central del mismo. En vertical, la fila inferior simboliza el apoyo sobre la roca, la
segunda el zócalo, la siguiente fila representa el cuerpo central y la última fila el
adarve o remate. Para diferenciar las torres de los lienzos, están se regruesan y
representan más altas, con una casilla mas, en la que se indica el numero de la torre.
Con franjas de colores, sobre los lienzos y torres, se indican las 12 zonas en que hemos
dividido la muralla para la toma de datos.
7. Otros análisis realizados, como es el de los sistemas constructivos, las dimensiones y
formas de las torres así como la modulación de los lienzos, las discontinuidades
constructivas, el cambio de material empleado o las canteras de procedencia, los
aparejos empleados, etc., refuerzan esta afirmación, sin embargo no nos detendremos
en estos aspectos.
8. La topografía de la ciudad condiciona de tal modo el emplazamiento, que los únicos
restos de la cerca celtibera descubiertos, datada en la Edad del Hierro, se disponen a
escasamente dos metros por delante del emplazamiento de la actual muralla, en el
lienzo L60-61.
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Castillo de Montizón (Ciudad Real)
La arquitectura militar de las órdenes
militares en la Edad Media: evolución
tipológica, funcional y constructiva1
Jesús Manuel Molero García
Doctor en Historia
Universidad de Castilla-La Mancha
Jesus.molero@uclm.es
David Gallego Valle
Arqueólogo, Doctor en Historia
Fundación Castillo de La Estrella de Montiel
davidgallegovalle@gmail.com
Las órdenes militares son unas de las instituciones religiosas más típicas y
genuinas de la Edad Media. Nacidas en Tierra Santa en la primera mitad del
siglo XII, pronto se extendieron por toda Europa gracias al enorme prestigio
que adquirieron al depositar en su seno dos de los principios y funciones más
valorados por la sociedad cristiana del momento: la caballerosidad y el ejercicio
de la guerra justa y santa contra el infiel, junto con la religiosidad ascética y
militante propia del monacato (Rodríguez-Picavea 2008). Su lugar de acción era
pues la tierra de frontera (Josserand 2009, 372-375) y es por ello que en la
Península Ibérica gozaron de un gran protagonismo, apoyadas y protegidas por
papas, monarcas y particulares.
A la extensión de la idea de cruzada por la España del siglo XII (Palacios
2017) se le sumó la primera presencia de freires y casas del Temple y el Hospital,
al principio con la única misión de recaudar limosnas para sus actividades en
Tierra Santa, pero rebasada la primera mitad de la centuria, los vemos ya en
posiciones mucho más comprometidas (Luttrell 2005, 45-76), y sobre todo,
aparecen las primeras órdenes típicamente hispánicas: la de Calatrava, la de
Santiago y la de Alcántara (Rodríguez-Picavea 2005, 101-136).
Para llevar a cabo su labor recibieron donaciones y privilegios en forma de
dinero, tierras, ganado, rentas señoriales, casas y sobre todo castillos, pues no
en vano los reyes hispanos quisieron desde sus inicios convertir a estas
instituciones en los más fieles garantes para la seguridad del reino, su
expansión, y el fortalecimiento político de la monarquía (Ayala 2007, cap. 6).
Las órdenes militares se convierten así en grandes señores del reino, figurando
sus maestres en la corte en las primeras posiciones del escalafón político. Sus
92
Jesús Molero García y David Gallego Valle
dominios señoriales se extendieron por toda la Península, destacando los
ubicados en La Meseta meridional, pues no en vano era el espacio de frontera y
confrontación política por excelencia en los tiempos de formación y expansión
de estos institutos armados (Ruiz 2003).
Como tales señores, las órdenes militares recibieron y construyeron
numerosos castillos y fortalezas, edificios que no responden a un modelo único,
pues se adaptan a las necesidades, gustos y avances técnicos de cada momento.
El ambiente bélico que caracterizó a la época clásica de la reconquista (García
Fitz 2010), impuso su sello distintivo que se manifiesta, entre otras cosas, en el
desarrollo de un tipo especial de fortificación: el llamado castillo roqueño. Así
pues, las fortalezas de órdenes militares de los siglos XII y primera mitad del
XIII, responden al mismo patrón general antes enunciado, con algunas
peculiaridades destacadas como es el caso de los castillos-convento.
Más adelante, en la Baja Edad Media, el castillo evoluciona, se adapta a los
vientos señorializadores que recorren la Península, a los cambios institucionales
que acontecen en todas las órdenes, con la aparición de la mesa maestral y la
consolidación de la red comendataria (Ayala 2007, cap. 4), así como a los
progresos armamentísticos y a los nuevos usos militares. Aparecen las primeras
adaptaciones a la artillería de pólvora, las defensas pasivas se multiplican y las
torres del homenaje se elevan hasta límites insospechados. De forma paralela el
castillo baja al llano, se integra en las villas y pueblas, y adquiere tintes cada vez
más residenciales. Esa vertiente socioeconómica y rentista se manifiesta en
territorio de órdenes en los llamados castillos-casa de la encomienda, una
variante del típico castillo señorial, a los que habría que sumar los palacios
priorales (Orden del Hospital) y los maestrales de las órdenes hispánicas
(Molero 2014a, 229-230).
En la segunda mitad del siglo XV y en las primeras décadas del XVI, se
desarrollan propuestas que buscan conjugar el pasado medieval con las nuevas
tendencias de la época. Es la consecuencia inmediata de la generalización del
uso artillero y de las renovaciones estilísticas y culturales propias del
humanismo y renacimiento. Los castellólogos denominan a esta etapa
fortificación de transición (Cobos y De Castro 2000) con el uso masivo de
barreras artilleras, apertura de amplios fosos, cubos con troneras de buzón, etc.
que convive con el llamado castillo-palacio renacentista, edificación que aunque
en alguno de sus elementos recuerde a los antiguos castillos señoriales, no
responde ya ni por su organización ni por sus características materiales,
espaciales y funcionales a la ya obsoleta fortificación medieval. La variante
propia de los señoríos de órdenes son los palacios o casas buenas de la
encomienda, edificios donde los elementos de arquitectura militar se han
reducido a la mínima expresión.
El uso cada vez más generalizado del análisis constructivo de estas
fortalezas, en especial a través de las herramientas de la denominada
Arqueología de la Arquitectura, nos permite comprender mejor su evolución
La arquitectura militar de las órdenes militares en la Edad Media
93
histórica y las respuestas técnicas y constructivas que se sucedieron a lo largo
de los siglos. Estos datos, que en ocasiones son los únicos de que disponemos
para conocer estos edificios, son reveladores del momento histórico en que se
llevaron a cabo los trabajos, mostrándonos la relación de los equipos de obra
con el medio, las soluciones adoptadas, la financiación de las fábricas o los
problemas de conservación y mantenimiento con los que se enfrentaron sus
promotores y constructores, entre otros. En este sentido, a lo largo de las
siguientes páginas queremos analizar la evolución tipológica, funcional y
constructiva de las fortalezas de órdenes militares en distintos periodos,
mostrando algunos estudios de caso que reflejan los modos de construir de
cada momento histórico.
LOS CASTILLOS DE ÓRDENES MILITARES DURANTE
SU PRIMER SIGLO DE EXISTENCIA (c. 1150-1250)
Durante el siglo XII y principios del XIII las órdenes militares eran aún
instituciones en ciernes, con pocos miembros y con escasa vertebración política
e institucional. Muchas veces recibían territorios muy extensos y demasiado
expuestos al enemigo, sin capacidad material para poder repoblarlos y
defenderlos con eficacia. Es por ello por lo que tienen que recurrir con
frecuencia a la entrega en prestimonio de algunas de estas fortalezas a nobles y
caballeros de frontera, que con el tiempo, más de uno, engrosarían las filas de
los nuevos institutos armados (Ruiz 2005).
En este tiempo de incertidumbre y vaivenes en la frontera, los primeros
castillos de órdenes militares son antiguas fortalezas ganadas al islam, y casi
siempre, no por la acción directa de estos institutos armados, sino por las
campañas militares organizadas por la monarquía o por alguno de sus vasallos,
tales como nobles o las milicias concejiles. Así, el ambiente bélico que
caracterizó la época impuso su sello distintivo que se manifiesta, entre otras
cosas, en el desarrollo de un tipo especial de fortificación típicamente militar y
ofensiva (castillos roqueños), tipología en la que también se encuadran los
primeros castillos de órdenes militares, aunque con alguna peculiaridad
funcional, como veremos.
En estos primeros momentos las órdenes militares se dedicaron
básicamente a mantener mínimamente operativas las fortalezas por ellas
regentadas, algunas de ellas, las más importantes, dedicadas también a ser sede
de las primeras encomiendas. En estos castillos no era necesario que hubiera
espacios diferenciados ni estancias especiales para residencia de los
comendadores, pues en todos los casos se trataba de freires caballeros
dedicados fundamentalmente a la guerra y con escasa definición institucional y
concreción funcional. No en vano estamos en tiempos de la llamada mesa
común, donde el maestre y el convento central tienen una amplia
responsabilidad en la gestión directa de las rentas y bienes de cada orden.
94
Jesús Molero García y David Gallego Valle
Figura 1. Vista aérea del castillo calatravo de Salvatierra desde el sur (Calzada de Calatrava,
Ciudad Real)
Figura 2. Torre pentagonal del castillo de Salvatierra que forra y embute el muro omeya
realizado en tapial de mampostería
La arquitectura militar de las órdenes militares en la Edad Media
95
En este ambiente fronterizo, a partir de los años 80 y 90 del siglo XII
asistimos a un primer impulso edilicio típicamente militar, reflejo sin duda del
inminente peligro almohade que tiene su reflejo en el mantenimiento y
fortificación de castillos fronterizos como el de Mora, Añador, Consuegra,
Malagón, Guadalerza, Caracuel, Almodóvar, Dueñas, Salvatierra o la misma
Calatrava la Vieja, entre otros (Molero 2016). La victoria almohade en Alarcos
(1195) supuso un freno a esta expansión, retornando todo el valle del Guadiana a
la órbita musulmana.
En esta época de avances y retrocesos territoriales asistimos a un hecho
excepcional, la toma por asalto de la fortaleza de Salvatierra por parte de los
freires calatravos (1198) que la mantuvieron como base de operaciones de
hostigamiento sobre tierras andalusíes hasta 1211 (Varela 2002, 633-648). En este
tiempo los calatravos se dedicaron a reforzar las defensas del castillo,
incorporando interesantes soluciones constructivas y poliorcéticas, como las
torres pentagonales en proa, innovación que debieron aprender de los ejemplos
cercanos de Calatrava la Vieja, datados ya en poca omeya (s. IX) (Molero 2016).
El caso de Salvatierra es paradigmático en los procesos constructivos de este
momento, por lo que nos detendremos a analizarlo aunque sea de una forma
breve. Durante este periodo apreciamos un gran esfuerzo edilicio por parte de
los freires para ampliar y reforzar el hisn andalusí construido a partir del siglo
IX. La primitiva construcción omeya fue realizada mediante la técnica del tapial
de mampostería, aprovechando la ingente cantidad de piedra cuarcita del
terreno que se encofra y se traba con un potente mortero de cal y yeso. Con la
llegada de los calatravos al enclave, pero especialmente tras la conquista de
1198, se acometieron importantes obras que afectaron a numerosas zonas del
recinto militar, como mencionábamos en el párrafo anterior, que en muchos
casos están forrando o se están apoyando en las obras del periodo anterior, lo
que nos permite tener una estratigrafía muraria muy interesante. La técnica
elegida en este periodo, en la mayor parte de las fábricas, fue la mampostería de
cuarcita de gran tamaño, muchas veces dispuesta a espejo, que procede tanto
de acopios de piezas disgregadas naturalmente como procedentes de trabajos
de cantería, en especial sobre los propios cantiles del cerro, actividad que
permitía de forma complementaría dar verticalidad a la propia roca. No
obstante, también apreciamos un uso significativo del ladrillo, material que fue
empleado para cubrir el aljibe situado a los pies de la torre del homenaje y en el
interior de dicho edificio.
Bien es verdad que la mayor excepcionalidad de la arquitectura militar de
las órdenes militares durante su primer siglo de existencia se produce en sus
sedes centrales (Calatrava la Vieja, Uclés y Consuegra en el caso castellano)
donde las antiguas fortalezas islámicas se renuevan para albergar estancias
especiales de tipo religioso. En efecto, debido al doble carácter militar y
religioso de los integrantes de estas instituciones, a las dependencias
estrictamente civiles se le añadieron otras de carácter religioso: el convento. Por
96
Jesús Molero García y David Gallego Valle
este motivo, la iglesia del castillo pasa de ser una simple ermita u oratorio a
convertirse en uno de los elementos más importantes del conjunto. En
ocasiones este edificio ocupa el lugar central de la fortaleza, integrándose en la
torre del homenaje, como ocurre en el castillo templario de Chastel Blanc en
Trípoli (Deschamps 1973, 249-258), fechado hacia 1171, en su homónimo
portugués de Castelo Blanco (Villamariz 2002, 911)o en el sanjuanista de
Consuegra (Toledo), también de finales del siglo XII (Molero 2005, 331-376).
Destacada es también la presencia del claustro, refectorio, zona de dormitorio
para los freires y demás dependencias propias de cualquier conjunto monacal.
Por otro lado, atendiendo al carácter hospitalario y asistencial del que hacen
gala estas instituciones armadas, los muros de algunos castillos de órdenes
suelen defender también hospederías para pobres, peregrinos y enfermos, o
incluso verdaderos hospitales de campaña para la atención de los caballeros y
peones heridos en el campo de batalla, como ocurrió en el castillo de
Guadalerzas, en plenos Montes de Toledo, a mitad de camino entre Toledo y
Calatrava la Vieja. Finalmente, existen otro conjunto de dependencias
destinadas a la función política y administrativa que se ejercía desde estos
castillos. Nos referimos a la sala capitular, las habitaciones privadas del maestre
y demás dignidades o el archivo de la orden.
Figura 3. Castillo de Guadalerzas (Los Yébenes, Toledo), sede de una encomienda de la
Orden de Calatrava y lugar de asiento de uno de los primeros hospitales de campaña de las
órdenes militares
La arquitectura militar de las órdenes militares en la Edad Media
97
Figura 4. Planta del castillo-convento de Calatrava la Nueva (Aldea del Rey, Ciudad Real)
(Zapata 2005, 1297)
El castillo-convento de órdenes militares se convierte así en una fortaleza de
gran extensión, con varios recintos defensivos que se adaptan a la orografía del
terreno, la mayoría de las veces escarpado, y que rodean las distintas
dependencias ya descritas, a las que se le suele sumar un extenso albacar que
puede encerrar una puebla, como ocurre en las murallas en cremallera de
Calatrava La Nueva y una puebla o barrio, como Uclés. Se trata de concebir la
defensa de la fortaleza y convento de manera segmentada y escalonada. Se
98
Jesús Molero García y David Gallego Valle
interponía al posible atacante el mayor número de obstáculos posible, de tal
manera que si caía algún sector del recinto siempre quedaba la posibilidad de
refugio en otra parte del castillo, hasta llegar a la torre del homenaje, último
reducto defensivo del mismo. Y es que la mayoría de las fortalezas de órdenes
militares disponen de torres del homenaje, como cualquier otro castillo feudal
del momento, aunque la función de las mismas sea más militar que políticoinstitucional.
Figura 5. Vista general del castillo y convento de Uclés con la muralla del barrio de
Estremera en primer plano (Uclés, Cuenca)
Desde el punto de vista funcional, las fortalezas de órdenes militares, sean
castillos-convento, fortalezas sedes de encomienda, castillos menores o torres,
no sólo responden a la función militar básica, sino que hay que considerarlos en
sentido general como castillos feudales, es decir, se sitúan en lugares
estratégicos para el mejor control del territorio y para el encuadramiento social
de la población campesina. Son lugares de residencia de los señores o de alguno
de sus representantes y por tanto, son los instrumentos coercitivos más
importantes para la captura del excedente agrario y de su distribución. Por ello
son básicos para entender el complejo fenómeno de repoblación entendida
como una nueva organización social del espacio, con los atributos propios de la
sociedad cristiana del momento (García de Cortázar 1995). El castillo, como
centro de un territorio, ejerce una función rectora desde el punto de vista
político, administrativo y judicial en virtud del señorío jurisdiccional del que
La arquitectura militar de las órdenes militares en la Edad Media
99
gozan sus titulares. El resultado es una construcción que se convierte en el
centro de gobierno feudal, en el más fiel garante de la autoridad política, ya sea
regia o señorial, y en elemento primordial a la hora de garantizar la estabilidad
institucional (Smail 1951, 133-149).
Un caso ciertamente relevante de este tipo de fortalezas es el castillo de
Santa María del Guadiana, ubicado en el territorio de la Orden de San Juan, en
el actual término de Argamasilla de Alba (Ciudad Real). En este lugar se
construyó una fortaleza ciertamente atípica para los territorios de frontera, ya
que se ubica en una zona llana y carente prácticamente de defensas naturales.
Los trabajos arqueológicos que hemos realizado en el mismo (Molero et al.,
2016), nos han permitido documentar un edificio de planta cuadrangular de 18
m. de lado, erigido entre fines del siglo XII y principios del siglo XIII como
apuntó las pruebas de carbono 14 realizadas en su fosa de fundación. En este
caso la fábrica elegida difiere de las grandes obras en piedra que encontramos
en la mayor parte de los castillos de órdenes de las tierras manchegas en este
periodo. La fortaleza fue levantada sobre un basamento de grandes ortostatos
de caliza, algunos de ellos de más de 1 m. de longitud, traídos de una cantera
situada a más de 5 km. al sur de su emplazamiento. Apoyado en este primer
cuerpo se erigió un alzado de tapial de cal y costra, del que pudimos recuperar
parte del mismo en la excavación arqueológica, muy similar al que se conserva
en el frente meridional del castillo de Peñarroya y que fechamos en un
momento coetáneo.
Figura 6. Vista general de la localización del castillo de Santa María del Guadiana
(Argamasilla de Alba, Ciudad Real) tras su excavación
100
Jesús Molero García y David Gallego Valle
Figura 7. Detalle de la cimentación del castillo de Santa María del Guadiana
El castillo de Santa María del Guadiana, como el citado de Peñarroya,
tuvieron una función socio-económica y política clara desde el momento de su
erección (principios del siglo XIII), ya que sirvieron a su poseedor, la Orden de
San Juan, para asegurar política y militarmente el apéndice más meridional de
su señorío manchego y a su vez, al estar dotados de amplios espacios
adehesados, permitieron la explotación económica directa de un vaso territorio,
donde el control de los pastos y el acceso al agua para el ganado trashumante
eran vitales. Y es que los castillos de órdenes no pueden entenderse sin el
espacio que les rodea. En efecto, el alfoz o término del castillo responde a una
división del espacio perfectamente adaptada a las necesidades militares,
políticas y de explotación del territorio. De esta manera, los monarcas, al ceder
la tenencia de estas fortalezas a miembros de las órdenes militares, no sólo
pagan la fidelidad y los favores recibidos, sino que a través del ejercicio de las
funciones fiscales, judiciales y militares que le son inherentes, favorecen la
gobernabilidad del reino e incentivan la explotación y el ensanchamiento del
mismo (Ayala 1995). En este sentido, conviene recordar que la salvaguardia del
reino no se puede entender si no va asociada al control sobre las fortalezas y sus
términos. Los castillos defienden los reinos porque dan cobijo a las personas y
bienes en momentos de peligro, pero sobre todo porque al encastillarse los
La arquitectura militar de las órdenes militares en la Edad Media
101
defensores impiden que el enemigo pueda hacer efectivo su control sobre el
territorio aledaño. Quien domina los castillos controla espacios (pueblas,
señoríos, reinos) y gentes en su diversa condición jurídica y social (García Fitz
2002, 521).
LA ÉPOCA DEL CASTILLO-CASA DE LA ENCOMIENDA (c. 1250-1450)
Tras la batalla de Las Navas y la expansión castellana por el valle del
Guadalquivir de tiempos de Fernando III, se produce la vuelta de las órdenes
militares a sus dominios de La Mancha, aunque el verdadero cambio en el
patrón defensivo se produce a partir de la segunda mitad del siglo XIII, con la
construcción de los primeros castillos-casas de la encomienda, y el
desmochamiento intencionado y amortización de algunas fortalezas de tiempos
de la conquista. Es el caso del mítico castillo de Salvatierra, sustituido en su
función por el cercano castillo-convento de Calatrava la Nueva o el castillo de
Miraflores (Piedrabuena) que se abandona en favor del nuevo castillo-casa de la
encomienda de Mortara (Piedrabuena) (Molero 2014a).
Figura 8. Castillo de Miraflores (Piedrabuena)
102
Jesús Molero García y David Gallego Valle
Figura 9. Castillo de Mortara, sede de la nueva encomienda de Piedrabuena desde mediados
del siglo XIII
Los castillos casas de la encomienda responden al patrón del típico castilloseñorial, es decir, son una construcción en llano, normalmente en el contexto
de una villa nueva, y con una función eminentemente económica y residencial.
Son construcciones regulares dotadas de foso, torres esquineras, altiva torre del
homenaje y diversas dependencias destinadas al almacenamiento de los frutos y
rentas de la encomienda (bodega, alholí, etc.) o al servicio del comendador o de
sus lugartenientes (corrales, caballerizas, establos, huerto, etc.). El esquema de
organización tripartita de estos edificios se repite con bastante frecuencia: 1)
zona palaciega-residencial; 2) habitáculos de almacenamiento y 3) espacio
La arquitectura militar de las órdenes militares en la Edad Media
103
auxiliar y de servicio, aunque puede haber variantes, sobre todo, cuando el
nuevo inmueble se erige sobre algún castillo anterior o cuando la orografía
impide poder establecer los espacios con tal regularidad.
La función político-militar de estos castillos no se pierde por completo ya
que son sede del poder señorial, representado por la figura del comendador, un
caballero que suele estar auxiliado por otros freires o lugartenientes. Los
alcaides de las fortalezas de órdenes, fueran sedes de encomienda o no, debían
ser miembros de la orden militar, con la particularidad de que no llegaban a
tomar homenaje por los castillos recibidos, pues ya estaba implícito en la
profesión religiosa, salvo en época tardía. En efecto, las disposiciones internas
de las órdenes (regla, estatutos, definiciones), dicen que los alcaides debían ser
caballeros profesos; no obstante, sabemos que no siempre se cumplía este
requisito, recurriéndose con frecuencia a personas ajenas a la institución. En
momentos tardíos se documenta incluso la presencia de judíos, musulmanes o
simples criados de los maestres y comendadores.
El hecho de que los alcaides tuvieran a su cargo guarniciones militares
permanentes permitió que gozaran de amplios poderes que usaron en beneficio
propio, dando rienda suelta a todo un conjunto de abusos y arbitrariedades
sobre la población dependiente, como los casos documentados por Carlos
Barquero (2002, 902) en los dominios hospitalarios del reino de Castilla.
Además, los alcaides solían ejercer funciones policiales que les permitían
intervenir en los asuntos de los concejos, llegando a rivalizar con las
magistraturas ciudadanas. Durante el siglo XIV y sobre todo en el XV, son
frecuentes las quejas de los representantes concejiles ante el maestre por el
hecho de que sus alcaides exigían cargas abusivas y amedrentaban a la
población basándose en viejas obligaciones feudales relacionadas con la guarda
y mantenimiento de las fortalezas y, sobre todo, esgrimiendo esa fuerza militar
de la que hacían gala. El poder de los alcaides laicos de las órdenes sería tal que
en ocasiones llegaron a ser infieles a su señor, tomando partido por bandos
contrarios en los frecuentes conflictos civiles y luchas señoriales y dinásticas del
período bajomedieval.
El mantenimiento y abastecimiento de las fortalezas de órdenes era
responsabilidad directa del maestre, máxima dignidad de cada orden militar,
pues no en vano encabezaba al grupo de milites de la institución. De esta
manera se intentaba asegurar el control político y militar de la organización por
parte de la autoridad central. Sin embargo, el hecho de que con anterioridad al
último tercio del siglo XIII los bienes y rentas de las órdenes militares
estuvieran agrupados en la llamada mesa común, hizo que tal responsabilidad
recayera no sólo en el maestre, sino también en el resto de freires que formaban
la cúpula dirigente de la institución. A partir de finales del siglo XIII, la citada
104
Jesús Molero García y David Gallego Valle
mesa común se va a fragmentar de manera que los bienes y propiedades de
cada orden van a ser administrados por las distintas dignidades que la
formaban (maestres, comendador mayor, comendadores, sacristán mayor, etc.).
Desde este momento, los maestres se encargarán del mantenimiento de las
fortalezas, para lo cual contarán con la inestimable ayuda de la propia
monarquía, sobre todo para el caso de las fortalezas fronterizas con el reino de
Granada (Ayala 2002, 556-559).
Para llevar a cabo esa responsabilidad económica, los maestres contaron
con la ayuda de los comendadores, representantes que eran de su autoridad en
cada una de las circunscripciones administrativas en que se dividían los
territorios de órdenes. Los comendadores, al ser responsables directos de cada
fortaleza, recibían del maestre una cantidad anual (retenencias) que podía ser
en metálico o en especie, y que se destinaba a sufragar los gastos derivados de
las obras de mantenimiento de los castillos, de pagar las soldadas y de la
manutención de la guarnición.
Para los siglos XIV-XV cada encomienda debía aportar una serie de lanzas al
ejército de la orden. Cada lanza está relacionada con la capacidad económica de
cada encomienda y es una unidad contable de tipo militar y fiscal,
discutiéndose entre los especialistas el número de freires caballeros (caballería
pesada), sergents (caballería ligera) y peones (infantería, apoyo logístico) que
integraban cada una de estas unidades militares (Palacios 2018, 297-320). En
todo caso, la capacidad militar de los castillos de órdenes militares dependía
fundamentalmente del mayor o menor celo que ponían los maestres y
comendadores en el cumplimiento de sus obligaciones, sin olvidar su valor
estratégico en función de su distancia a la frontera con el reino de Granada o a
otros territorios en conflicto. En efecto, en toda la franja nazarí encontramos un
buen número de fortalezas regentadas por las órdenes de Calatrava y Santiago,
principalmente, que son aún hoy algunos de los ejemplos más llamativos de
arquitectura militar del momento, incorporando incluso avances relacionados
con la adaptación a la primera artillería de pólvora (Cooper 2002). Son los casos
de los castillos calatravos del reino de Jaén y los santiaguistas de la encomienda
mayor de Segura de la Sierra y del vecino Campo de Montiel. Algunos de estos
castillos mantuvieron durante toda la Edad Media esa función conventual que
está en el origen de las fortalezas de órdenes, como ocurrió en Montiel o en
Segura de la Sierra. Es por ello que estos castillos fronterizos, aunque sean a su
vez sedes de encomienda o de altas dignidades como el comendador mayor,
mantienen su aspecto castrense plenomedieval con disposición en alto,
sucesión de barreras y torres de flanqueo, puertas en recodo, baluartes,
troneras, etc.
La arquitectura militar de las órdenes militares en la Edad Media
105
Figura 10. Vista aérea del castillo santiaguista de La Estrella (Montiel, Ciudad Real)
Figura 11. Vista general de Castillo de Montizón (Villamanrique, Ciudad Real)
Un caso singular lo encontramos en el triángulo santiaguista formado por
Montiel, Montizón y Segura de la Sierra, todos ellos cabeza de encomienda y
con recintos militares levantados entre fines del siglo XIII y la primera mitad
del siglo XIV, y en pleno uso político militar en el XV. Los estudios
dios que estamos
llevando a cabo actualmente (Gallego y Molero, 2017) nos muestran que estos
tres edificios, durante esta fase, acometieron grandes obras que parecen
responder a trazas y técnicas muy similares. En los tres nos encontramos con
106
Jesús Molero García y David Gallego Valle
un triple recinto formado por un albacar, que en Montiel y Segura se
corresponde con las antiguas defensas andalusíes, el propio cuerpo del castillo
y, finalmente, la torre del homenaje que se convierte en una fortaleza en sí
misma. En todos ellos el material elegido fue la piedra, especialmente muros de
sillarejos rellenos de hormigón de cal, que presentan una composición de
morteros análogas. Otro buen ejemplo de similitud constructiva lo vamos a
encontrar en las bóvedas, todas ellas realizadas en ladrillo y que creemos que
fueron acometidas por cuadrillas de alarifes mudéjares. Estas construcciones
abovedadas se llevaron a cabo, en la mayor parte de los casos, sin cimbra,
usándose ladrillos de unas dimensiones totalmente similares, muy
probablemente siguiendo una métrica definida y marcada.
Figura 12. Detalle de las bóvedas de acceso a la torre-puerta del castillo de Segura de La
Sierra (Jaén)
LA FORTIFICACIÓN DE TRANSICIÓN EN TIERRA
DE ÓRDENES MILITARES
El siglo XV y principios del XVI es una etapa de contrastes porque advertimos,
por un lado, informes negativos de los visitadores ante el mal estado de las
fortalezas y el desinterés de sus titulares por su mantenimiento, y por otro,
numerosos mandatos y expedientes de obras que efectivamente llegaron a
ejecutarse y que nos hablan de todo un proceso de renovación constructiva.
Por lo general, entre las razones que justifican el mal estado de las fortalezas
a finales de la Edad Media se encuentran la falta de diligencia, la impericia o
incluso el nepotismo por parte de los comendadores. El absentismo era la
norma entre los titulares de cada encomienda, además, las prescripciones
La arquitectura militar de las órdenes militares en la Edad Media
107
normativas que prohibían ceder las fortalezas a terceros no se cumplían,
dándose el caso de que los alcaides podían ser seglares o simples sirvientes.
Pero quizás el principal problema era la falta de liquidez para sufragar los
costosos gastos derivados del mantenimiento operativo de los castillos,
problema que no era exclusivo de territorio de órdenes militares, como se tiene
constancia en el vecino reino de Valencia donde mantener los castillos
resultaba tan costoso que muchas veces sus titulares se dedicaban a derribarlos
de forma voluntaria (Bazzana y Guichard 1980, 197-202). Parece lógico que esto
ocurriera en zonas de retaguardia, pero con demasiada frecuencia advertimos
también estos problemas en la frontera con el sultanato de Granada (Molero
2014b, 133-140). Los ataques continuos y la debilidad demográfica fronteriza
convertían a estos castillos en claramente deficitarios para las órdenes, lo que
obligaba al trasvase continuo de dinero procedente de las posesiones de
retaguardia (Josserand 2002, 606; Ayala 2007, 561-602).
Pero como advertíamos, los libros de visita de los siglos XV-XVI y los pleitos
que forman el llamado Archivo Histórico de Toledo custodiados en el Archivo
Histórico Nacional, ya en época del Consejo de Órdenes, dan muestra también
de numerosas reparaciones y nuevas construcciones. Más allá de las
descripciones, las fuentes refieren obras y reparos con contratos minuciosos
donde se señalan unidades de medida, salarios, herramientas y materiales de
construcción, obras que en ocasiones hemos tenido la fortuna de rastrear en el
registro arqueológico, como ocurre en el castillo de Montiel (Fig. 13) y que nos
hablan de una compleja realidad que va más allá de los tópicos historiográficos
manejados hasta el momento sobre ese deterioro generalizado de los edificios
de órdenes.
Figura 13. Vista de una de las reparaciones documentadas en los mandatos de los Libros de
Visita en la parte baja de unos de los lienzos del castillo de La Estrella (Montiel, Ciudad
Real)
108
Jesús Molero García y David Gallego Valle
Figura 14. Reconstrucción virtual de las nuevas casas de la encomienda de Daimiel según los
libros de visita (imagen generada con el programa informático Blender por Jaime GarcíaGarcía
Carpintero)
Lo que ocurrió es que los intereses de los maestres y sobre todo de los
comendadores, no siempre coincidían con las estrategias políticas y militares a
gran escala. Encontramos ejemplos de verdaderos mecenas que dedicaban
dedica
sus
esfuerzos a embellecer y adecentar sus casas de morada,, como ocurrió en
Manzanares, Daimiel o Almadén, mientras que poco o nada hacen por el
mantenimiento de las estructuras militares en sentido estricto, salvo que
hubiera en juego intereses políticos particulares propios de las luchas por los
maestrazgos o las guerras de sucesión de Enrique IV.
En este contexto, nos encontramos ante el último eslabón de la evolución
de los castillos de órdenes militares, al transformarse muchos de ellos en
auténticas casas-palacio, o al sustituirse y amortizarse
mortizarse los anteriores por nuevas
casas de la encomienda sin ningún elemento de tipo militar. Estas nuevas casas
de morada se asemejan a un casón solariego donde ya no se aprecia ningún
atributo defensivo, salvo quizás una o dos torres esquineras con una
un función
más simbólica que militar. Las entradas son rectas, sin foso, zaguanes sin
defensas ocultas y finalmente un patio central que articula la distribución de
edificios en el interior diferenciándose la zona de residencia de la dedicada a
almacenes y servicio. Suelen tener asociado en sus inmediaciones amplios
terreros dedicados a huerta, corrales o simplemente al divertimento del
comendador, con rediles con animales o jardines con estanques como las que
tenían las nuevas casas de la encomienda de Corral
al de Caracuel, o el jardín
trasero con plantas aromáticas y animales nobles (ciervos) que tenían los
palacios maestrales de Almagro. Una realidad nueva que contrasta, sin duda,
con la rudeza y robustez de los primeros castillos del siglo XII y que son
s
La arquitectura militar de las órdenes militares en la Edad Media
109
muestra, sin duda, del cambio institucional y funcional de las propias órdenes
militares a lo largo del Medievo.
NOTAS
1.
Esta publicación se enmarca en el proyecto de investigación Órdenes militares y
religiosidad en el Occidente medieval y el Oriente latino (siglos XII-1/2 XVI). Ideología,
memoria y cultura material, PGC2018-096531-B-I00, financiado por el Ministerio de
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Casa de bastimentos en Mota del Cuervo (Cuenca)
La historia de la construcción
a través de los Libros de Visita de la
Orden de Santiago1
Jaime García Carpintero López de Mota
Historiador
Universidad de Castilla-La Mancha
jaime.gcarpintero@gmail.es
Uno de los elementos asociados al ser humano a lo largo de gran parte de su
historia es la construcción. Incluso antes de que se levantase la primera cabaña,
ya existía la preocupación por tener un lugar en el que vivir, comer, dormir o
trabajar. Es lógico, por tanto, el interés que diversas disciplinas han mostrado y
muestran por la historia de la construcción. Estas jornadas son una prueba de
ello, aunando a profesionales de la historia, la arqueología, la arquitectura, y la
restauración con el objetivo de profundizar en el conocimiento de este aspecto
desde múltiples perspectivas.
Precisamente por ser la construcción una actividad humana que requiere de
soporte material, el estudio de la misma a lo largo de la historia tiende a
centrarse mayoritariamente en el análisis desde los mismos vestigios materiales,
especialmente para aquellas etapas del pasado que carecen de otro tipo de
fuentes. La Edad Media, por fortuna, es una excepción, y son muchos los
recursos que se pueden utilizar para aproximarnos al estudio de la construcción
(Izquierdo 2008, 34-42). Una de estas fuentes son los llamados «libros de
visitas» de las órdenes militares. Unos documentos tradicionalmente utilizados
por la historiografía por la rica información que ofrecen, especialmente para
estudios sociales, económicos y de la cultura material. No obstante, si bien su
114
Jaime García Carpintero López de Mota
uso ha sido frecuente para el análisis de la arquitectura militar (Palacios 2000),
no lo ha sido tanto para la dimensión de la construcción.
Nuestro objetivo es, por tanto, esbozar las posibilidades que tienen estas
fuentes para el estudio de la historia de la construcción, a partir del análisis de
varios edificios vinculados a la Orden Militar de Santiago, concretamente los
señoríos que ésta poseía en el denominado Partido de La Mancha y la Ribera del
Tajo, y con una cronología que nos sitúa en los momentos finales de la Edad
Media (siglos XV y XVI), cuando se compilan los libros de visitas.
LOS LIBROS DE VISITA COMO FUENTE HISTÓRICA
Siguiendo la tradición de las órdenes religiosas, la milicia santiaguista adoptó
desde temprano la práctica de las visitas, es decir, la inspección interna de sus
instituciones, miembros y bienes, para comprobar su buen estado y
funcionamiento. Esta tarea era realizada por los visitadores, determinados
freires elegidos por el maestre y autorizados por el Capítulo General para
recorrer los señoríos de la orden ejerciendo esta función de inspección (Palacios
2000, 754). En principio, este cometido debía tener una duración anual,
entregándose a su finalización un informe al Capítulo General para que hiciera
las disposiciones oportunas. No obstante, casi nunca se cumplió este régimen
debido a las dificultades que suponía desarrollar semejante actividad en la Edad
Media, y especialmente a la inestabilidad política que caracterizó al siglo XV
(cronología más temprana de la que se conserva documentación de este tipo) y
que será un hándicap para su desarrollo. De esta forma, la mayor parte de las
visitas de las que tenemos constancia tienen lugar en años de tranquilidad, y
apenas superan la decena, situándose la mayoría en los últimos años del XV y el
XVI (Rodríguez 1985, 188-189).
Una vez nombrados, los visitadores tenían tres atribuciones: inspección,
ejecución y jurisdicción. Las dos últimas aluden a su capacidad para emitir
mandatos y hacer disposiciones como suspender cargos, secuestrar rentas o
anular concesiones; así como entender e intervenir en determinadas causas
judiciales. No obstante, la capacidad que más nos interesa en nuestro caso es la
de inspección. Tenían el deber de visitar tanto a personas (freires clérigos y
caballeros), como a las propiedades de la orden: castillos, casas, heredades, etc.
También debían supervisar las rentas de las encomiendas y otras
circunscripciones santiaguistas; y el buen estado de los edificios religiosos:
iglesias parroquiales, ermitas y monasterios, tanto propios como ajenos (Porras
1997, 146-150). Una vez cumplidas sus funciones los datos de la visita eran
recopilados en un libro que se presentaba ante el Capítulo General para su
evaluación, y que después era custodiado en la Cámara de los Privilegios del
Convento de Uclés. Estos documentos permanecieron allí hasta 1850 cuando el
archivo general fue cedido a la Real Academia de la Historia como consecuencia
La historia de la construcción a través de los Libros de Visita
115
de los procesos de desamortización de las órdenes religiosas. Esta cesión estuvo
dificultada por la oposición del Tribunal Especial de Órdenes contrario a ella y
que lo mantuvo en su poder hasta 1872 cuando la documentación fue cedida
definitivamente al recién creado Archivo Histórico Nacional, formándose la
subsección de Santiago dentro de la Sección de Órdenes Militares (Calzado
2012, 38-55).
Aunque cada caso es distinto, la estructura de las visitas sigue un orden muy
similar: llegada al lugar, donde presentan los poderes a la autoridad local y,
normalmente a través de un pregonero, se emiten una serie de disposiciones y
mandatos destinados a conocer datos como el número de vecinos y cuantiosos,
la existencia de quejas, los censos o tributos de la orden, etc. Después pasan a
visitar las distintas posesiones de la orden inspeccionando tanto a los elementos
materiales como a las personas. Es común empezar por la iglesia y las ermitas,
atendiendo tanto a su fábrica y reparaciones, como a los objetos litúrgicos y
ornamentos. Después continúan con otros bienes de la orden como casas,
huertos, infraestructuras, heredades, etc. Un espacio destacado lo dedican a la
inspección de las fortalezas y casas de la encomienda. Finalmente suelen
recogerse los datos de las rentas de la encomienda, el número de vecinos del
lugar, especificando los cuantiosos, terminando con los gastos de los
visitadores.
La información generada por esta actividad y compilada en los libros, tiene
hoy en día una enorme utilidad para la historiografía pues éstos constituyen
una fuente idónea para reconstruir muchos aspectos del pasado (Ortiz 1996,
1108-1111). En nuestro caso, resultan de gran interés para el estudio de la
construcción en la Edad Media desde múltiples perspectivas. La más inmediata
es la propia descripción de los edificios, donde se dan datos sobre su fisonomía,
disposición y calidad constructiva: materiales, técnicas, defectos, etc. Un
segundo aspecto es el de la propia actividad constructiva, pues en la mayoría de
los libros se recogen disposiciones emitidas por los visitadores donde mandan
obras y reparaciones en los distintos edificios. En ocasiones son muy detalladas
desglosándose incluso los materiales, las medidas o los costes. De igual
naturaleza son las cuentas tomadas a comendadores u otras personas a cargo de
las obras, donde se detalla en qué se ha invertido el dinero dispuesto para la
realización de éstas. Por último, un tercer aspecto relacionado con la historia de
la construcción será el de la propia ejecución de las obras: desde cómo los
visitadores evalúan las necesidades de los edificios, normalmente asesorados
por maestros constructores; a cómo son concedidas a unos u otros, y cómo se
ejecutan y desarrollan. En general, podemos afirmar que el volumen de datos
varía tanto cuantitativa como cualitativamente en función de dos criterios. El
primero, la importancia que el inmueble tenía dentro de la orden, siendo mayor
la información cuanto más relevante era en el momento de realización de la
visita. El otro factor es la cronología de las visitas, de manera que las más
116
Jaime García Carpintero López de Mota
antiguas suelen aportar menos detalles que las más modernas. No obstante,
este es un planteamiento general, existiendo excepciones.
El análisis conjunto de todos estos aspectos nos permite obtener una
perspectiva bastante amplia de la historia de la construcción en la Edad Media,
al menos para sus momentos finales, que, aunque focalizada en la Orden de
Santiago y sus edificios, puede ser válida para marcos más generales.
LAS OBRAS Y REPAROS DE LOS EDIFICIOS SANTIAGUISTAS:
UNA REALIDAD CONSTANTE
Una de las causas que hacen de los libros de visita una fuente rica para
aproximarnos a la historia de la construcción es que esta actividad es casi una
realidad constante a lo largo del período estudiado. Así, es raro que en la visita
a un determinado edificio no se haga alguna disposición de obras o
reparaciones. Las causas que motivaron esta realidad fueron varias:
La más inmediata es la necesidad de mantenimiento constante que tenían
los edificios. El desgaste de los materiales obligaba a intervenir con frecuencia
en ellos de diversas formas que afectaban, principalmente, a las cubiertas y los
muros. Así, era común que en las disposiciones de obras de cualquier inmueble
se mandase «recorrer» o «trastejar» los tejados, es decir, revisar y sustituir
aquellas tejas que estuviesen mal, y «echar su caballete», normalmente de cal y
arena. En cuanto a los muros era habitual que se mandasen revocar las
hendiduras que se producían en ellos, especialmente en la zona de las esquinas.
También era frecuente disponer enlucir y «blanquear» las paredes, es decir
encalarlos, tanto exterior como interiormente, lo que les aportaba protección,
entre otras funciones.
Este tipo de intervención es mandada en una de las visitas a la heredad rural
de Alamesón (Villarejo-Periestéban, Cuenca). Bajo este nombre era conocida
una explotación rural vinculada a la Encomienda del Hospital de Alarcón, que
integraba un caserío, tierras de cultivo y una dehesa. En el capítulo de obras de
1498, indican: «que revoque todos los çimientos e hendeduras de la casa e lo
enrrasen de su cal y canto. Yten que las aleras del tejado que las cunpla todas
alrededor, de manera que no se lluevan las paredes. E que haga trastejar todos
los tejados de la casa y les eche sus cavalletes de cal y arena» (A.H.N., OO.MM.,
Uclés, L.1068c p. 32.).
Otro de los motivos que dieron lugar a esta constante actividad edilicia fue
la propia realidad sociopolítica de la Orden de Santiago en la cronología que
comprenden las visitas. Todo el período bajomedieval, y especialmente el siglo
XV, estuvo marcado por la conflictividad política a nivel peninsular. La milicia
santiaguista fue partícipe de primer orden en la mayoría de estos sucesos,
siendo algunos de ellos intestinos a la propia institución (Ayala 2007, 520-523,
738-758). Asimismo, este período se caracterizó por la tendencia cada vez
La historia de la construcción a través de los Libros de Visita
117
mayor a que los comendadores, principales responsables del mantenimiento del
patrimonio de la orden, desatendiesen sus funciones, lo que derivaría, entre
otras cuestiones, en el deterioro de los edificios (Porras 1997, 138-140). La
conjunción de ambos factores dio lugar a que en las últimas décadas del siglo
XV la mayor parte de los edificios de la orden presentasen un importante estado
de deterioro e incluso ruina, lo que queda patente en las descripciones de las
visitas. Es sobre todo a partir de la incorporación de los maestrazgos por parte
de los Reyes Católicos, cuando la situación empieza a cambiar y se inicia un
período de importante actividad edilicia que tuvo su mayor auge a comienzos
del siglo XVI. Esta situación obligó a la orden a desarrollar intervenciones en
muchos de sus edificios lo que quedó registrado en los libros de visita y nos
permite hoy aproximarnos al fenómeno.
Uno de los ejemplos que de manera más significativa ejemplariza esta
cuestión es el de la fortaleza y convento de Uclés. Uclés había sido, desde su
donación a la orden en 1174, uno de los centros religiosos y políticos más
importantes de la milicia santiaguista. Es por ello que a lo largo del siglo XV
castillo y convento fueron escenario de enfrentamientos, destacando la
denominada por las crónicas como “Guerra de Uclés”(Rades 1572, fol. 67v-68r)
de tal manera que en la visita de 1478 el prior del convento informa de los daños
que había sufrido el convento a consecuencia de esto: «en tienpo de Alvar
Gomes de Çibdad Real que tovo la dicha fortaleza fue derribada la torre de las
canpanas y fue abaxada tres estados y quitaron la teja e madera con que estaba
cubierta la capilla e quitaron de ay las canpanas y el prior como vino a la
dignidad fisola cobrir de teja y madera porque se fondia la boveda de la capilla
del convento de la yglesia que están abaxo y con el çerco de tienpo del maestre
don Rodrigo Manrique tornaronlo a derribar con las cabritas desde el castillo e
con mandrones e estava por alcayde el comendador Pedro de la Plaçuela»
(A.H.N., OO.MM., Uclés, L.1063c p. 21). Esta situación será general al conjunto
del convento y castillo lo que obligaría a realizar importantes intervenciones en
los años siguientes.
En cuanto a la dejadez de sus funciones por parte de los comendadores, uno
de los casos paradigmáticos es el del hospital de Alarcón. Fundado entre finales
del siglo XII y principios del XIII, había funcionado como un centro dedicado a
la redención de cautivos y la asistencia a los pobres. No obstante, a finales del
siglo XV su situación es de total ruina y abandono: «fallaron que estava una
casa ... que era ospital e estava destechada e las paredes solas en pie e sacaron
los libros de las visytaçiones pasadas e fallaron que estaba asy ochenta annos
avia e mas» (A.H.N., OO.MM., Uclés, L.1064c p. 131, año 1494). De nuevo, es ya
en tiempos de la administración de los Reyes Católicos cuando se inicia un
proceso de reconstrucción que se extendió durante el siglo XVI (García
Carpintero, 2018).
Por último, el tercer factor que contribuyó al importante impulso
constructivo que experimentó la orden en los años de las visitas fue la
118
Jaime García Carpintero López de Mota
promoción de nuevas obras. Probablemente como consecuencia de la situación
de ruina previa, pero también motivadas por el clima de reforma impulsado
desde la Corona, y la llegada de nuevas ideas arquitectónicas a partir del
Renacimiento, se promovieron toda una serie de iniciativas edilicias en los años
finales del siglo XV y las primeras décadas del XVI. Quizás, el fenómeno de más
trascendencia se produjo en el contexto de las iglesias, realizándose en este
período obras en la mayoría de las parroquias de los territorios santiaguistas.
Estas intervenciones comprendieron desde reformas relativamente menores
hasta la reedificación completa de los templos. Un fenómeno que ya ha sido
analizado por Molina (2006) para el Campo de Montiel y que se puede
identificar también en nuestra zona de estudio.
Pero se dieron más casos. Uno de los más interesantes es la erección de las
llamadas «casas de bastimentos». Se trata de una tipología característica de
edificios destinados al almacenamiento de rentas en especie, principalmente
vino y cereal (Gómez de Terreros 2010, 118-125). Su denominación podría tener
su origen en una institución específica que poseía la Orden de Santiago desde
sus momentos más tempranos: la llamada «Encomienda de los Bastimentos»
encargada de percibir unas rentas determinadas para su uso en diversas
funciones dentro de la milicia (Matellanes 2000, 308-311). Aunque en el siglo XV
la importancia de esta encomienda era menor, encontramos una atención
destacable a la construcción de estos edificios. El motivo es que su función no
sólo era la de albergar las rentas de la Encomienda de los Bastimentos sino
también las de la Mesa Maestral, y es probable que las de algunas encomiendas
específicas. La carencia o mal acondicionamiento de estos edificios suponía un
perjuicio para el capital de la institución, lo que se refleja en la preocupación
constante de los visitadores. Este hecho motivó muy probablemente que entre
los últimos años del siglo XV y principios del XVI se promoviera la construcción
de varios de estos edificios cuyo principal responsable fue Hernando Ruiz de
Alarcón, obrero mayor de la orden en la zona.
Uno de los casos recogidos con más detalle por las visitas es el de la casa de
bastimentos de Villanueva de Alcardete (Toledo). La primera referencia que
poseemos procede de la visita de 1478 (A.H.N., OO.MM., Uclés, L.1063c p. 162)
cuando se describen unas casas de la orden que contaban con una bodega y
varios edificios en mal estado situados en torno a un corral. A partir de
entonces el edificio aparece en todas las visitas y es por primera vez, en 1498,
cuando se disponen obras para su reconstrucción: «Yten que la casa que esta
cayda en el dicho bastimento … que se derruequen a mano las paredes e se
tornen a levantar hasta lo firme e se le hagan sus esquinas de su cal y canto e se
le eche suelo de sus ripias a la camara sobre sus buenas vigas e se la haga su
tejado» (A.H.N., OO.MM., Uclés, L.1068c p. 106-119). A partir de entonces el
inmueble entra en una fase de reconstrucción que se prolonga durante el siglo
XVI con varios incidentes y cambios en el proyecto. La información recogida al
respecto es muy rica tanto por los datos sobre técnicas y materiales, como por
la gestión y evolución de las obras.
La historia de la construcción a través de los Libros de Visita
119
Figura 1. Casa de bastimentos o casa tercia de Mota del Cuervo (Cuenca). La fisonomía de
estos edificios será muy similar en el área de La Mancha con una disposición generalmente
en dos plantas, la inferior para el almacenamiento del vino y la superior para cereal
(fotografía propia)
En resumen, como consecuencia de estos tres procesos se produjo una
intensa actividad constructiva en el seno de la Orden de Santiago en el período
cronológico comprendido por los libros de visitas. Proceso que fue recogido por
estas fuentes y que nos permite aproximarnos con un alto grado de detalle al
fenómeno en muchos de sus aspectos: materiales y técnicas, ejecución de las
obras, protagonistas, etc.
LA INSPECCIÓN DE LOS EDIFICIOS
Y LOS MANDAMIENTOS DE OBRAS
Vistas las causas que motivaron las obras emprendidas por la orden, cabe ahora
analizar cómo se desarrollaron en el marco de las visitas. Como hemos visto
arriba, una de las funciones principales de los visitadores era la de inspección,
que entre otras cuestiones, comprendía la revisión de los edificios para
comprobar su estado y las necesidades para su mantenimiento y mejora. Era
frecuente que en este proceso estos freires se hiciesen acompañar por uno o
varios maestros constructores que les asesoraban en el apartado técnico, y que
debían jurar previamente que la información que aportaban sería veraz.
120
Jaime García Carpintero López de Mota
En primer lugar, se procedía a la visita al edificio y a la tasación y
mandamiento de obras. Se inspeccionaba el inmueble dando datos sobre su
disposición, número de estancias, función de éstas, y su calidad constructiva.
Durante esta descripción, eran señalados aquellos elementos que estaban en
mal estado y las «obras y reparos» que se requerían. El grado de detalle de estas
disposiciones varía de unas a otras, encontrando desde referencias superficiales
hasta listados muy detallados con inventarios de materiales, mano de obra
necesaria y costes.
Un ejemplo de este procedimiento lo encontramos en la casa de la
encomienda de Socuéllamos (Ciudad Real). Esta tipología de edificios surge en
época bajomedieval como la evolución de las sedes comendatarias
originalmente adscritas a las fortalezas. Estas casas solían tener una destacable
entidad arquitectónica y estar ubicadas en las zonas centrales de las
poblaciones. Aunaban zonas residenciales con otras de servicios y
almacenamiento, aspecto principal en nuestro momento de estudio (Molero
2005, 679; Pérez 2010, 217-223). En la visita realizada en 1507 se ilustra el proceso
de inspección: «el dicho señor visitador visyto la casa de la Horden ... En
entrando esta una casapuerta por la qual entran a un patyo grande e tyene
sobre entrada un portal de largo a largo. A la mano derecha debaxo del dicho
portal esta una cozina con una chimenea y junto con ella un quarto de
aposentamiento. Tyene un portal baxo enluzido de yeso delante de una sala
baxa. Esta la dicha sala bien rreparada ... Ençima de la escalera de la camara de
la sala en la esquina, esta caydo un pedaço agora nuevamente. El dicho
visytador lo mando tasar a Alonso Ortyz, maestro sobre juramento que hiso en
forma el qual dixo que heran menester diez tirantes que valen dosyentos e
çinquenta maravedis e una viga de quatro en tirante que vale çient e treinta e
seys maravedis e de clavos treinta e quatro maravedis e ochoçientas tejas que
valen tresyentos maravedis» (A.H.N., OO.MM., Uclés, L.1071c p. 413-414).
Una vez inspeccionado el edificio, y dispuestas y tasadas las obras, los
visitadores las hacían pregonar en el lugar donde se emplazaba y en las demás
poblaciones de su entorno con el objetivo de hacer llegar la oferta a los
maestros constructores de la zona que pudiesen estar interesados en
ejecutarlas. En caso de haber varios interesados se determinaba la elección por
la oferta más beneficiosa para la orden, generalmente la que supusiese un
menor coste económico. Se establecían entonces los plazos para la ejecución de
las obras y las formas en las que se iban a realizar los pagos. En este sentido
destacan algunas fechas por ser las más comúnmente utilizadas para marcar
estos momentos: Navidad, el día de Todos los Santos, Santa María de Agosto,
San Juan de Junio, etc. Finalmente, el acuerdo se cerraba con el juramento de
los constructores.
Un buen ejemplo al respecto lo encontramos en las obras mandadas realizar
en el hospital de Alarcón en 1498: «Los visitadores hiçieron paresçer ante si
maestros albanniles e carpinteros, a los quales se les leyeron delante y les
La historia de la construcción a través de los Libros de Visita
121
dixeron que el que en menos preçio las pusiese dentro de terçero dia se le
remataria. E después desto … paresçieron el dicho Pedro de Murçia, albannil
vecino de Villanueva de la Xara, e Anton Catalin, vecino desta villa de Alarcon,
e dixeron que ellos amos a dos querian tomar a façer las obras que en el cuerpo
de la iglesia se ovieren de façer ... de agora en fin de mes de março del dicho
anno venidero de noventa e nueve. Esto todo por prinçipio de dos mill e
treszientos maravedies, que estos sean dados en los plazos siguientes: el terçio
al dia de Santa Maria deste mes de agosto e el otro terçio al dia de Todos los
Santos proximo siguiente y el otro terçio en fin del mes del anno proximo»
(A.H.N., OO.MM., Uclés, L.1068c p. 15-16).
LAS INTERVENCIONES MÁS FRECUENTES
Los tipos de intervenciones constructivas que se recogen en los libros de visita
son muy variados, tanto en su calidad como en su envergadura. No obstante,
podemos destacar algunas de las más frecuentes.
Uno de los elementos principales de todo edificio son sus muros, de ahí que
un gran número de intervenciones se realice sobre éstos. Desde obras de
mantenimiento como revocos o rejuntados, hasta su erección completa. No
obstante, podemos señalar que la tendencia general es a mantener lo
construido, incluso cuando se plantean obras nuevas y de cierta envergadura.
Es común que se disponga sanear un muro deteriorado y construir sobre él
hasta alcanzar la dimensión adecuada. Un ejemplo de esta intervención se
proyecta en la visita de 1494 para la llamada Torre del Homenaje Viejo del
castillo de Uclés: «yten que una torre que se dize del Omenaje Viejo que esta a
la una esquina de la fortaleza, esta derrocada, syn petril e almenas e todas
quatro esquinas se quieren caher, en que se ha de derrocar la terçia parte de la
torre e sobirse sus esquinas tan altas como lo han de ser, fue tasado derrocarse e
hacer … setenta mil maravedies para la grande altura que tiene e peligro de
labrar» (A.H.N., OO.MM., Uclés, L.1067c p. 238). Cabe señalar que la dificultad
para edificar algo y los riesgos que pudiese conllevar eran factores
determinantes en el planteamiento de algunas de las obras que aparecen en las
visitas.
Junto a los muros, otro elemento fundamental de las construcciones son las
cubiertas, de ahí que sean también el objeto de muchas de las intervenciones.
La gran mayoría de los sistemas de cerramiento de los edificios vinculados a la
orden en nuestro período y área de estudio respondían a estructuras de madera
cubiertas de teja, por lo que casi todas las obras tendrán que ver con el
mantenimiento, sustitución y construcción de los forjados y el tejado. El grado
de las intervenciones también varía mucho, desde la simple revisión de las tejas
rotas, hasta el desmontado y construcción de una nueva cubierta. Este es el
caso que encontramos en la visita de 1494 a la casa de la encomienda de Corral
122
Jaime García Carpintero López de Mota
de Almaguer (Toledo) donde se dispone «que se desenbuelva todo el tejado del
quarto de la sala de la chimenea ... e tornen a amar el tejado de la sala
quitandole la madera que tiene e armandola de madera nueva labrada e
açepillada e su ripia açepillada armada a pares y nudillos e por lo vano de la sala
sus tirantes de dos en dos» (A.H.N., OO.MM., Uclés, L.1067c p. 330-331).
Otras operaciones frecuentes tienen que ver con el remate de suelos y
paredes, principalmente el solado y el enlucido, respectivamente. En cuanto a
los primeros existe una gran variedad de acabados: yeso, ladrillo, tablas, losas
de piedra, etc. Su utilización dependerá en muchos casos de la calidad de la
estancia en la que se vaya a intervenir. Por ejemplo, el uso del yeso aparece en
la visita de 1511 a la casa de bastimento de Villanueva de Alcardete, donde se
detalla además la cantidad de material necesario: «Otrosy que se eche su suelo
de yeso sobre la dicha ripia que fue tasado para ello quatro cahizes de yeso e
quatro carretadas de arena que valen quatroçientos e quarenta maravedies»
(A.H.N., OO.MM., Uclés, L.1076c p. 634).
En cuanto al enlucido de los muros, la mayor parte de las intervenciones
tendrán que ver con la aplicación de una capa de yeso o el encalado de las
paredes. Un ejemplo interesante es el de la visita de 1498 al hospital de Alarcón,
donde se manda que en la iglesia «se blanquee toda la dicha capilla con el
cuerpo de la iglesia e todos los poyos de la dicha yglesia de sus dos camisas de
yeso» (A.H.N., OO.MM., Uclés, L.1068c p. 12).
Además de este tipo de actuaciones, que son generales para todos los
edificios, podemos señalar algunas específicas para cada tipo de construcción y
que aparecen con frecuencia en los libros de visitas.
Una de las intervenciones más comunes en el caso de las fortificaciones
tiene que ver con el mantenimiento de las almenas. Es rara la visita en la que
alguna parte de los muros o torres no presente un mal estado. Las razones
pueden ser varias, desde daños sufridos durante distintos conflictos a lo largo
de su historia, hasta el deterioro natural por ser elementos bastante expuestos.
Uno de los ejemplos más detallados es el de las murallas urbanas de Uclés, cuyo
mantenimiento correspondía, según cada tramo, a instituciones de la orden,
concejos del Común o distintos colectivos sociales. Rivera (1981) analizó
brevemente esta cuestión en base a la visita de 1494 donde se hace un
inventario detallado de qué almenas correspondían a cada grupo y qué
intervención se debía hacer en ellas. Posteriormente, en las visitas de las
primeras décadas del siglo XVI encontramos inspecciones similares. Un dato
interesante, procedente de la visita de 1515 es que se produce una reducción en
el número de almenas de uno de los tramos debido al incremento del tamaño
de éstas: «visitaron otro pedaço de muro que pertenesçe al conçejo de la dicha
villa de Ucles en el qual solia aver treinta almenas e agora no ay mas de veynte e
seys porque las hizieron algo mayores porque del calicanto se creçieron algo»
(A.H.N., OO.MM., Uclés, L.1079 p. 879).
La historia de la construcción a través de los Libros de Visita
123
Otra acción frecuente tiene que ver con el mantenimiento de los aljibes,
elementos fundamentales en las fortalezas, pero también presentes en otros
edificios. La mayoría de las intervenciones afectaban al recubrimiento de las
paredes para impermeabilizarlas; a la cubrición; y al sistema de canalización y
conducción de aguas. En la visita de 1515 al castillo de Uclés disponen que se
debía «mondar el algibe e enbetunarle e ponerle su brocal de su yeso e ladrillo
que fue todo tasado en tres mil maravedis» (A.H.N., OO.MM., Uclés, L.1079 p.
843).
Cabe señalar también las intervenciones que se realizaban en las
infraestructuras económicas de la orden. Molinos, batanes u hornos, entre
otros, solían ser en la Edad Media monopolios del poder señorial, en nuestro
caso de los freires de Santiago, que los administraban y percibían las rentas que
generaba su actividad. Las visitas recogen muchas referencias a este tipo de
infraestructuras que en algunos casos dan lugar a proyectos constructivos de
gran entidad. En el caso de los molinos las actuaciones eran muy variadas y
afectaban tanto al sistema de canalización del agua como a la maquinaria o al
propio edificio.
En la visita de 1507 al molino de Medina, ubicado en el actúan término
municipal de Saelices (Cuenca), se recoge una relación de la tasación de las
obras que habían sido mandadas hacer en él: «Para una canal de madera e
clavazon y maestros, que sea de tres dedos en grueso e veynte e çinco pies de
largo çerrada, tres mil maravedis. Para un rrodezno puesto en el dicho molino
seysçientos ochenta maravedis. Para unas muelas, una de Tarancon y otra de
2
Pidrola, puestas en el dicho molino, dos mill e quinientos maravedis. De atajar
el molino e yeso e labrallo çient maravedis. De adobar las esquinas y echar un
cabrio de yeso e maestros çiento e treinta maravedis. De teja e maestros e un
peon dosyentos maravedis» (A.H.N., OO.MM., Uclés, L.1073c p. 75-76).
En cuanto a los hornos, los trabajos más frecuentes consistían generalmente
en aplicar una capa de arcilla al interior de la bóveda. Pero también se
realizaban obras en el edificio que albergaba el horno y que se utilizaba para
realizar allí el proceso de elaboración del pan. Un ejemplo lo encontramos en la
visita de 1498 a una de estas infraestructuras ubicada en Villamayor de Santiago
(Cuenca): «que se trasteje todo e se eche en el las vigas que fueren menester
con su teillo o çarçon ençima, e que le echen su capa de barro por de dentro e
de fuera» (A.H.N., OO.MM., Uclés, L.1068c p. 65).
Por último, cabe señalar otro tipo de intervenciones vinculadas con la
construcción como era la tasación de obras una vez realizada su ejecución. Ya
hemos visto que los visitadores solían ir acompañados de maestros
constructores cuando inspeccionaban los edificios para que les asesorasen sobre
su estado y las reparaciones necesarias. No obstante, también documentamos la
presencia de estos maestros en la evaluación de las obras que ya se habían
realizado, generalmente por otro maestro, labor por la cual percibían pagos
específicos.
124
Jaime García Carpintero López de Mota
Un testimonio muy interesante es el recogido en la visita a la obra de la casa
de bastimento de Villanueva de Alcardete en 1515: «Hallaron los dichos
visitadores que en la obra del dicho bastimento ... avia fecho cierto asyento e
quiebra un hastial de ella y a menester remedio ... e reçibieron juramento de
Estevan Sanches e de Juan de Vergara maestros de canteria estantes en la dicha
villa, a los quales mandaron que viesen la dicha obra e la quiebra que fazia e
aclarasen sy era por falta de los dichos maestros que la avian fecho o que defeto
tenia, e a cuyo cargo seria el reparo della. E los dichos maestros fizieron abrir
junto al çimiento de la dicha obra fasta el fundamento della e dixeron e
aclararon que la falta que la dicha obra tenia e la quiebra que fazia era a culpa e
cargo de los maestros que la fundaron porque no pusyeron el çimiento della a
peso e que la dicha obra estava falsa» (A.H.N., OO.MM., Uclés, L.1079c p. 559560).
LOS MATERIALES Y TÉCNICAS EMPLEADOS
Otro de los aspectos en los que los libros de visita ofrecen una información
bastante rica tiene que ver con los materiales y las técnicas empleados en las
distintas construcciones. Ambos responden a las tipologías características de la
arquitectura medieval y son utilizados indistintamente en unos u otros
edificios.
En cuanto a las estructuras murarias, el material más frecuente es la piedra.
Esta suele utilizarse sin tallar y unida mediante algún tipo de mortero. El más
común es de cal y arena, y los libros de visita se refieren a esta conjunción con
la fórmula «cal y canto». En segundo lugar, aparece el yeso como elemento
aglutinante, generalmente bajo la expresión «piedra y yeso». Por último,
también encontramos referencias al «barro» funcionando como mortero. La
calidad de estas combinaciones parece descender según el tipo, siendo la cal la
mejor y el barro la más inferior. Algo evidente, pero que queda también
ilustrado en los libros. Por ejemplo, en la visita de 1494 al castillo de Haro
(Villaescusa de Haro, Cuenca) los visitadores disponen «que todas las obras que
fueren en los muros e barreras de la dicha fortaleza se hagan de calicanto e las
del encasamiento de yeso» (A.H.N., OO.MM., Uclés, L.1067c p. 298). Asimismo,
en la de 1511 al castillo Uclés, mandan «que sobre el arco de la dicha portada se
derribe lo que esta de yeso e se haga de cal e canto» (A.H.N., OO.MM., Uclés,
L.1075c p. 491-493).
Otra forma de utilizar la piedra es la sillería, técnica suele aparecer bajo el
término de «cantería». Aunque su uso es también frecuente en las
construcciones santiaguistas, está limitado, por norma general, a elementos
específicos como las portadas y arcos, los cimientos, o rematando las esquinas
de los muros. Excepción a parte, son los edificios religiosos, principalmente en
aquellos cubiertos por bóvedas, donde el uso de la piedra labrada es más
La historia de la construcción a través de los Libros de Visita
125
intensivo. Un ejemplo son las galerías del claustro del convento de Uclés,
descrito en 1511 con «sus arcos de cantería que salen al patyo della etodas quatro
partes» (A.H.N., OO.MM., Uclés, L.1075c p. 396). No obstante, existen
excepciones y encontramos edificios construidos integramente con este sistema
como la casa de bastimento de Puebla de Don Fadrique (Toledo): «visitaron
una casa de bastimento que tiene la Mesa Maestral en la dicha villa fecha de
cantería de çinco tapias en alto» (A.H.N., OO.MM., Uclés, L.1079c p. 417).
Figura 2. Hipótesis de reconstrucción virtual del hospital de Alarcón con escala de evidencia
histórico-arqueológica.3 Los datos constructivos aportados por los libros de visita resultan
fundamentales para el planteamiento de hipótesis reconstructivas. En este ejemplo pueden
apreciarse los sistemas constructivos empleados: zócalo de mampostería con muros de
tapial calicostrado y cubierta de madera y teja (fuente: autor)
Otro material fundamental en la construcción medieval es la tierra,
principalmente utilizada bajo la técnica del tapial encofrado, y en ocasiones
mezclada con otros materiales como la cal. A pesar de esto, su uso es difícil de
idenficar en las visitas, especialmente porque suele aparecer bajo el término de
tapial o tapias,que tienen varias interpretaciones, pues pueden referirse al tapial
de tierra, a la técnica del encofrado o a una unidad de medida del volúmen
constructivo (Graciani 2013, 439). En cualquier caso, su uso es evidente y se
aplica en muros de tipología muy variada: paredes de edificios, cercas de
126
Jaime García Carpintero López de Mota
corrales e incluso elementos fortificados. Es el caso de una de las barreras
exteriores de la fortaleza de Torrebuceit (Villar del Águila, Cuenca) vinculada a
la encomienda del hospital de Cuenca y que constituía un término redondo con
toda una suerte de propiedades agrícolas en su entorno. En la visita de 1494 se
decribe que alrededor de la fortaleza había «una barrera de yeso e tierra, toda
derribada, que non tiene si no mui poco enhiesto. La qual barrera se entrava un
baluarte de tierra todo desmochado» (A.H.N., OO.MM., Uclés L.1067c p. 251).
También de tierra eran los muros del edificio del hospital de Alarcón: «una sala
baxa de buen tamanno y las paredes son de tierra mui fuertes e sobre buenos
çimientos e estan todos sanos salvo alguna poca cosa que esta gastado del
agua» (A.H.N., OO.MM., Uclés L.1067c p. 288).
El ladrillo es otro de los materiales más utilizados y de maneras muy
diversas. Lo encontramos en estructuras como pilares, arcos y bóvedas, en
puertas y ventanas, en suelos, y también mezclado con otros, por ejemplo en
paramentos encintados. La casa de bastimentos de Corral de Almaguer (Toledo)
presentaba el uso del ladrillo de varias formas: «esta solado de ladrillo e atajado
por medio con un taybique de yeso e fechos en el apartamientos para el pan e
tyene por medio una dança de arcos grandes e gruesos de ladrillos» (A.H.N.,
OO.MM., Uclés L.1067c p. 334, año 1494). Incluso, en ocasiones, aparece como
sustito de la mampostería, como en el caso de un puente que mandan construir
al comendador de la Cámara en Uclés: «que se haga una puente que traviese la
madre del rio para pasar al dicho molino de cal y canto o ladrillo» (A.H.N.,
OO.MM., Uclés L.1075c p. 470, año 1511).
Fundamental, también, será la madera, presente en prácticamente todos los
edificios de formas muy diversas. La mayor parte de ellos tenían cubiertas de
este material lo que implicaba su uso tanto en los forjados como en el
cubrimiento de los suelos y los techos. Asimismo, se utilizaba en puertas y
ventanas, en las canalizaciones y, por supuesto, en el propio proceso de
construcción en andamios, cimbras, etc. En cuanto a la calidad de la madera, la
mayor parte será de pino, trabajada tanto en basto como acepillada. En algunos
cerramientos de techos o puertas suele describirse también pintada,
funcionando a la vez como elemento constructivo y ornamental. A la hora de
trabajar la madera encontramos una gran variedad de tipos de piezas. Sólo para
la construcción de un horno en Villamayor de Santiago (Cuenca) se enumeran:
109 rollizos de pino, 29 vigas, 400 lechos de teillo, 6 tirantes, 2.300 saetinos y 53
cabrios (A.H.N., OO.MM., Uclés L.1071c p. 557-559, año 1507). En empleo de
estas piezas puede verse en la descripción del tejado que debía cubrir el edificio
principal del hospital de Alarcón: «haçer al tejado dos aguas con sus aleros
buenos e con su madera de pino e teillo e con sus traveseras e suelas e vigas e
enmaderado con quartones e travesannos de pino» (A.H.N., OO.MM., Uclés
L.1068c p. 14, año 1498).
Junto a la madera, el otro material principal de las cubiertas es la teja,
utilizada prácticamente en todos los casos, con solo algunas excepciones en las
La historia de la construcción a través de los Libros de Visita
127
que se emplean materiales vegetales o terrados. Las tejas se utilizan en gran
cantidad y de manera muy frecuente debido a su fragilidad. Solo para el tejado
de la casa de bastimento de Villanueva de Alcardete (Toledo) se tasan 4.500
(A.H.N., OO.MM., Uclés L.1076c p. 635, año 1511). Respecto a las cubiertas de
materia vegetal, era común su uso en edificios destinados al almacenamiento o
la guarda de animales, como establos. Es el caso de un pajar que se describe en
una casa que tenía el convento de Uclés en Santa María de los Llanos (Cuenca):
«cubierto de madera e retama» (A.H.N., OO.MM., UclésL.1068c p. 149, año
1498).
Los recogidos hasta aquí son los materiales y técnicas que con más
frecuencia aparecen asociados a la construcción en los libros de visita. Pero
además, se citan otra serie de elementos que también forman parte del proceso.
Por ejemplo, el uso de metales es común en clavos y piezas de unión, como las
«deziseys estacas de hierro que pesan a media libra para coser las vigas y
estribos» empleadas en la construcción de la casa de bastimentos de Villanueva
de Alcardete (A.H.N., OO.MM., UclésL.1076c p. 635, año 1511). También se hace
alusión al uso decuerdas de cáñamo, espuertas y cántaros, como los utilizados
en la construcción de unos molinos en Cuenca (A.H.N., OO.MM., Uclés L.1084c
p. 1546, año 1537).
MAESTROS Y OBREROS:
OFICIOS, RANGOS Y PROCEDENCIA SOCIAL
Un aspecto más de la construcción que puede analizarse a partir de los libros de
visita es el de los maestros y obreros que ejecutaron las obras en los edificios de
la Orden de Santiago. La complejidad e interés de esta cuestión podría dar lugar
a un estudio específico, no obstante, aportaremos aquí unas breves notas.
En cuanto a la especialización técnica, podemos distinguir principalmente
tres oficios que aparecen en las obras recogidas por los libros de visita: canteros,
carpinteros y albañiles. No obstante, es necesario precisar que los límites entre
las competencias de una u otra profesión son difusos, y lo más frecuente es que
no se indique la especialización de los maestros y obreros, o que las labores que
se realizan sobrepasen lo adscrito, a priori,a ese oficio determinado.
Por ejemplo, revisando las cuentas de la encomienda de Villamayor de
Santiago de 1538, aparece en varias ocasiones un tal Alonso López, de oficio
carpintero, que interviene en los hornos de la encomienda, reparando los
forjados y tejados, revocando con barro las bóvedas o construyendo una
chimenea. Éste interviene también en el retejado de la casa de la encomienda y
en la fabricación de varias puertas para la misma (A.H.N., OO.MM.,
UclésL.1084c p. 1478-1490). Por otro lado, en las obras que se proyectan para el
hospital de Alarcón en 1498, aparecen Pedro de Murcia y Antón Catalín,
albañiles, que se ofrecen para realizar las obras de la iglesia que consistían en
128
Jaime García Carpintero López de Mota
desmontar y volver a armar parte del tejado, revocar los cimientos y arreglar los
muros del cuerpo de campanas, enlucir y blanquear el interior del templo y
colocar una reja de hierro en la zona del presbiterio; por su parte Juan Vizcaíno,
también albañil, tomaba a su cargo el resto de las obras que incluían el
cerramiento del patio con tapias, la construcción de una casa para el capellán,
la fabricación y colocación de varias puertas, y el solado de los suelos (A.H.N.,
OO.MM., UclésL.1068c p. 15-17, año 1498).
En otros casos sí podemos apreciar como las labores se diversifican en
función del oficio. En las obras de la casa de bastimentos de Villanueva de
Alcardete, en 1515, Juan de Vergara, cantero, estaba al cargo de la obra, pero
señalan que Juan Martínez Clemente era responsable de los trabajos de
carpintería y albañilería (A.H.N., OO.MM., UclésL.1079c p. 558-559). Pero quizá
uno de los testimonios más interesantes en cuanto a la participación de
distintos especialistas es en la tasación de obras que se hace para la realización
de la puerta principal del castillo de Uclés en 1511: García de Hermosa y Pedro
de Paracuellos, maestros de cantería, se encargan de tasar la construcción del
arco de la portada, incluyendo los elementos en los que debían encajarse las
puertas y un escudo «de las armas reales a la cabeça de la horden» que debía ir
en ella. Por su parte, Francisco de Narváez, carpintero, junto con Diego
Halconero, herrero, se encargan de tasar la fabricación de las puertas, con sus
elementos de cierre y con un chapado de hierro (A.H.N., OO.MM., UclésL.1075c
p. 491-492).
Por norma general sólo conocemos los datos de los maestros, no obstante,
en ocasiones, también podemos aproximarnos al resto del personal que
intervenía en la ejecución de las obras. En este sentido, destacan por su
excepcionalidad los datos aportados sobre la construcción de unos molinos en
Cuenca que dependían del hospital santiaguista de la ciudad. En la obra
participan oficiales de cantería y canteros, diferenciándose ambos, oficiales de
carpintería, hacheros, aserraderos, paleros, dos mozos encargados de los
recados y del cuidado de las herramientas, y, lo más interesante bajo nuestro
criterio, «munchas mugeres e muchachos e jente que anduvieron çiertos días
echando piedra e tierra e casquiyo en la presa de los molinos» (A.H.N.,
OO.MM., UclésL.1084c p. 1542-1551, año 1537). Esta sola referencia, refleja la
complejidad en cuanto a personal que podía conllevar una de estas
intervenciones.
Un último aspecto que se puede abordar sobre el estudio de los
constructores es su procedencia social. Al margen de los grandes maestros que
intervienen, por ejemplo, en las obras del nuevo convento de Uclés como
Enrique Egas o Francisco de Luna (Herrera y Zapata 2009, 163 y sig.), la mayoría
parece tener una procedencia local o al menos comarcal. De hecho, cabe
recordar la fórmula utilizada en ocasiones cuando se mandaban pregonar las
obras: «que haga buscar el mejor maestro que pudierone hallar pregonando la
obra en lugares comarcanos» (A.H.N., OO.MM., UclésL.1071c p. 564, año 1507).
La historia de la construcción a través de los Libros de Visita
129
Excepción a esta realidad es la presencia de varios maestros con el identificativo
de «vizcainos», que aparecen en distintas obras recogidas por los libros de visita
y que otros autores han localizado también, por ejemplo,en el Campo de
Calatrava (Barranquero 2016). Por último, cabe señalar las referencias a
constructores de origen mudéjar o morisco, como el encargado de tasar las
obras del castillo de Uclés en 1494: «Çuleman, moro, maestro que dello sabía»
(A.H.N., OO.MM., UclésL.1067c p. 236).
CONCLUSIONES
El objetivo del presente trabajo es hacer un esbozo de las posibilidades que los
libros de visita, en este caso de la Orden de Santiago, tienen para aproximarnos
al conocimiento de la Historia de la Construcción. Una fuente documental que,
con sus límites y dificultades, contiene una rica información a este respecto.
Desde aspectos más elementales como los materiales y las técnicas,
relativamente bien conocidos, hasta otros más complejos como la forma de
proyección y ejecución de las obras o los protagonistas de las mismas.
Las posibilidades para la investigación son muchas. Lo fundamental es, a
nuestro juicio, la utilización de la fuente de forma intensiva. Datos que, a priori,
pueden parecer irrelevantes o inconexos empiezan a cobrar sentido cuando se
analizan en conjunto con muchos otros.
Es nuestro interés e intención aprovechar esta realidad en estudios futuros,
abordando aspectos tan interesantes como la existencia de grandes proyectos
constructivos dentro de la orden, o la sociología de la construcción asociada a
estas intervenciones, pues, en palabras de Ricardo Izquierdo (2008, 33) «la
construcción no es sólo el resultado del levantamiento de edificios, sino
también todo lo que queda asociado a esta actividad».
NOTAS
1.
2.
Esta publicación se enmarca en el proyecto de investigación Órdenes militares y
religiosidad en el Occidente medieval y el Oriente latino (siglos XII-1/2 XVI). Ideología,
memoria y cultura material, PGC2018-096531-B-I00, financiado por el Ministerio de
Ciencia, Innovación y Universidades (MCIU), la Agencia Estatal de Investigación
(AEI) y el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER). El trabajo se ha realizado
en el marco de una ayuda del programa de Formación de Profesorado Universitario
concedida por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte de España (Ref.:
FPU014/06487).
Este dato es muy interesante pues ese topónimo podría hacer referencia a Piédrola
(Alcázar de San Juan, Ciudad Real) un paraje de tradicional ocupación histórica en el
que está documentada una cantera de piedras de molino y que estaría ya en
130
3.
Jaime García Carpintero López de Mota
explotación al menos a comienzos del siglo XVI. (López-Menchero y Esteban 2015, 1518).
La última versión de esta escala ha sido desarrollada por el grupo Arqueología y
Patrimonio Virtual en colaboración con César Figueiredo, puede descargarse en el
siguiente enlace: https://parpatrimonioytecnologia.wordpress.com/2014/07/21/escalade-evidencia-historica-scale-of-historical-evidence/
LISTA DE REFERENCIAS
Fuentes documentales
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Libro de visitas de 1478-1479 (AHN, OOMM, Uclés, L.1063c)
Libro de visitas de 1480 (AHN, OOMM, Uclés, L.1064c)
Libro de visitas de 1494 (AHN, OOMM, Uclés, L.1067c)
Libro de visitas de 1498 (AHN, OOMM, Uclés, L.1068c)
Libros de visitas de 1507-1508 (AHN, OOMM, Uclés, L.1071c y L.1073c)
Libro de visitas de 1511 (ANH, OOMM, Uclés, L.1075c y L.1076c)
Libro de visitas de 1515 (AHN, OOMM, Uclés, L.1079c)
Libro de visitas de 1525 (AHN, OOMM, Uclés, L.1080)
Libros de visitas de 1537-38 (AHN, OOMM, Uclés, L.1083c y L.1084c)
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Castillo de Palenzuela (Palencia)
El esqueleto de madera de la
arquitectura fortificada medieval
Ignacio Javier Gil Crespo
Doctor Arquitecto
Sociedad Española de Historia de la Construcción
Asociación Española de Amigos de los Castillos
Centro de Estudios José Joaquín de Mora/Fundación Cárdenas
ignaciojaviergilcrespo@gmail.com
Los muros de los castillos y fortalezas han jugado siempre un papel clave: no
sólo tienen que resistir las acciones mecánicas sino que también han de ser
resistentes a los ataques con proyectiles y arietes. Es habitual encontrar
refuerzos de madera en el interior de las fábricas, que pueden servir para
estabilizar un muro en el caso de la apertura de una brecha de manera que
previenen el colapso de la estructura y facilitan la rápida reconstrucción, como
señalan las fuentes clásicas. Dependiendo de la técnica constructiva empleada,
la manera de reforzar internamente la estructura con cadenas de madera puede
ser diferente. En la tapia de tierra o muros de mampostería encofrada se suelen
tender ramas o troncos dentro de la masa de material vertido y apisonado. Por
su parte, la fábrica de piedra, ya sean muros de sillería o de ladrillo, se suele
reforzar con vigas horizontales de madera situadas entre las hiladas. Algunos
autores antiguos como Vitruvio o Filón de Bizancio ya habían escrito sobre esta
técnica constructiva y poliorcética, que ya había sido empleada antes en las
fortificaciones pre-romanas de la Galia. Estos autores, conocidos y considerados
durante la Edad Media, recomendaban armar internamente los muros con el fin
de reforzarlos ante las acciones bélicas.
Las ruinas de los castillos permiten observar la "sección" de los muros y, en
muchas ocasiones, es perfectamente visible la huella de estos encadenados de
madera, permitiendo su estudio y reconstrucción gráfica. Por lo general, la
madera se ha podrido y ha desaparecido con el tiempo y hoy sólo es posible ver
la huella que ha dejado en el muro.
134
Ignacio Javier Gil Crespo
LA TRADICIÓN DE REFORZAR
LOS MUROS DE FÁBRICA CON MADERA
Ya desde la Antigüedad los muros no sólo se han levantado empleando
materiales "duros" como piedras, ladrillos o adobes, sino que ha sido una
práctica común insertar dentro algún tipo de fibra vegetal, ya sea paja de cereal,
ramas o incluso vigas de madera escuadradas. Un primer motivo para incluir
fibras entre la fábrica ha sido para ayudar a colocar los ladrillos y evitar
desnivelaciones y movimientos mientras la capa de mortero fragua, otorgando
al muro una trabazón entre sus piezas pero con una cierta flexibilidad que
facilita los movimientos y evita el agrietamiento.
El refuerzo interno de los muros de fibras vegetales dentro del mortero ha
sido una técnica empleada en zonas sísmicas. La introducción de elementos
vegetales favorece la elasticidad de la estructura frente a los movimientos
provocados por los sismos. Según Heródoto (libro I, cap. 179; citado por Arce
1996, 40), la arquitectura de Babilonia empleaba brea caliente mezclada con
cañas trenzadas cada 13 hiladas de ladrillo. Esta técnica data de la Dinastía
Kassit (ca. siglo XIII a.C.) y continuó en uso durante el Imperio Sasánida e,
incluso, en las obras abasíes de Zibliyat del siglo IX (Arce 1996, 40). Como
señala Besenval (1984, 1: 24; 2: pl. 8): «esta función de cohesión se asegura por
haces de cañas o ramas dispuestas en el lecho de mortero separando las hiladas
de ladrillo». Martin (1695, 1: 10), en su estudio sobre la construcción griega
comenta: «estas técnicas de construcción mixta de ladrillos, piedras y madera,
bien conocidas también en las arquitecturas antiguas de Mesopotamia (Mari) y
Siria (Ugarit), y, más tarde, en la arquitectura aqueménide, se prolonga a lo
largo de siglos: las reencontramos asociadas a los procesos de construcción
helénicos en las civilizaciones periféricas, así como en los edificios
recientemente excavados de Surkh Kotal, en Bactria donde en las estructuras,
normalmente de ladrillos crudos, se introducen elementos de piedra (muros de
contención, escaleras, soportes...); los muros de ladrillo se arman mediante
piezas de madera».
Sin embargo, son cosas distintas el mejorar el comportamiento estructural
de un muro de fábrica, controlando los movimientos durante el fraguado del
mortero, y su refuerzo empleando encadenados de vigas de madera embebidas
en el relleno del muro. En este caso, la finalidad del refuerzo es, además, hacer
que el muro sea capaz de resistir acciones externas como, por ejemplo, el
golpeo con un ariete durante un asedio.
Este tipo de refuerzo con viguería de madera también es una técnica
empleada en la Antigüedad. Los muros de las fortificaciones de Micenas solían
estar reforzados en su interior con «une sorte d'ossature» —una especie de
esqueleto, en palabras de Choisy (1899, 1: 227-228)— con elementos de madera
situados tanto longitudinal como transversalmente en diferentes alturas. Quizá
debido a la influencia micénica que se dio tras sus contactos culturales, los
El esqueleto de madera de la arquitectura fortificada medieval
135
ausonios emplean esta técnica en sus construcciones de la acrópolis de Lipari
(Islas Eolias, norte de Sicilia).
Figura 1. Colocación de encamados de esparto entre las hiladas de ladrillo en las ruinas de
Assasif (Choisy 1904, 11, fig. 8)
Figura 2. Muro micénico con estructura de madera (Martin 1965, 4, fig. 2)
Figura 3. Muro con entramado vertical de madera (la madera no es original) en una
estructura datada en el periodo Ausonio II (XII-X a.C.) en la acrópolis de Lipari
Los edificios de Selinonte presentan atados de madera (2-3 x 8cm) entre los
sillares (Gabricci 1956, 326; citado por Martin 1958, 378). En el palacio cretense
de Malia Zakro quedan restos de estructuras de madera en las esquinas y en los
muros. Sin embargo, las cadenas de madera se emplearon a veces atendiendo a
criterios técnicos o, en otras ocasiones, a razones meramente tradicionalistas o
vernáculas (Guest-Papamanoli 1978, 22). De hecho, a pesar de que los
encadenados de madera tuvieron un uso más o menos habitual en las
arquitecturas cretense y micénica, su empleo es menos frecuente en la Grecia
clásica. Aquí, este tipo de refuerzos no se colocan de manera sistemática
(Martin 1695, 1: 3-4). Sin embargo, las murallas de Atenas que se repararon en
307-306 a.C. sí cuentan con unas cadenas de madera situadas entre las hiladas
de ladrillo. Los constructores colocaron vigas horizontales con atados
transversales que formaban una especie de armadura como refuerzo de la
fábrica de ladrillo. También hay encadenados de madera en Eleuis, Olynthe,
Heraion, Samotracia y Cassopé (Martin 1965, 1:4-6), así como en Esparta
136
Ignacio Javier Gil Crespo
(Touchais 1981, 794).La arquitectura tradicional hereda esta técnica y la
mantiene en uso (Touchais 1977, 539):
Finalmente, se han descubierto, sobre toda la superficie de la colina [de Corinto], vestigios
de la época turca, donde los más antiguos se remontan al siglo XVIII. Las viviendas fueron
sólidamente construidas con piedra en seco y con un encadenado de madera para limitar los
estragos de los temblores de tierra.
En el norte de Europa, los celtas levantaron ciudadelas protegidas por un
sistema concéntrico de líneas de fosos y murallas hechas mediante la
acumulación de tierra, piedras, arcilla y cantos. Esta técnica se remonta a la
novena centuria antes de nuestra era (Wilcox 1981, 2). En algunos casos, como
ocurre en la ciudadela de Maiden (Inglaterra, 300-100 a.C.), los montículos de
tierra se revistieron al interior de la fortaleza con piedra y se dispusieron a
intervalos unos estribos sostenidos por postes de madera (Toy [1939] 1985, 26).
En el oppidum de Heuneburg (Baden-Wütenberg, Alemania), del siglo IV a.C.,
se levantaron unos muros de piedra y madera, que mostraban una mayor
resistencia ante los ataques bélicos además de una mejor adaptación al clima
que los muros de adobe empleados en el sur de Europa (Gracia Alonso 2000,
151).
Figura 4. Murus gallicus, según Viollet-le-Duc (1876, fig. 3)
El esqueleto de madera de la arquitectura fortificada medieval
137
Entre todos estos ejemplos de muros armados destaca el murus gallicus. Las
ciudadelas galas se rodeaban por murallas levantadas con fábrica de tierra y
piedra con una armadura interna de madera. De hecho, en un pasaje de De
Bello Gallico (La guerra de las Galias) de César (libro 7, parágrafo 23), se
describe la técnica constructiva de los muros de los galos y destacas sus
ventajas, no sólo estéticas sino también constructivas y poliorcéticas, «quod et
ab incendio lapis et ab ariete materia defendit»:
Las murallas que se levantan por toda la Galia vienen a hacerse así. Se tienden en el suelo
unas vigas enterizas derecha y pareadas, a una distancia de dos pies, y se entrelazan por
dentro con otras vigas transversales. Los huecos se rellenan de fajina y el frente se levanta
con grandes piedras encajonadas. Una vez colocado todo esto y formando un sólo cuerpo, se
levanta otro de la misma manera y distancia, en paralelo de modo que no se toquen las vigas,
quedando separadas a intervalos iguales y colocando igualmente piedras bien ajustadas. Así
se prosigue la construcción hasta que el muro alcance la altura deseada. El muro, por una
parte, no es desagradable a la vista dada la variedad en la alternancia entre vigas y piedras en
línea recta, paralelas y niveladas. Por otra parte, tiene grandes ventajas y provecho para la
defensa de las plazas, dado que la piedra es resistente al fuego mientras que la madera
defiende de los arietes y golpes, ya que como el muro se asegura en el interior con vigas de
una pieza, generalmente de 40 pies de longitud cada una, no se puede romper ni separa.
Estos muros mostraron ser eficaces ante los ataques de las baterías romanas.
Viollet-le-Duc, en su Historia de una fortaleza (1876, 12-13), describe la
construcción de un oppidum con murallas reforzadas con troncos de árboles:
Primero, con la ayuda de fuertes palancas de madera endurecidas por el fuego, las piedras
que sobresalían por encima del nivel de la meseta fueron expulsadas y dispuestas en el
perímetro descrito; luego sobre esta capa, detrás de la cual se amontonaba grava gruesa
mezclada con tierra, se colocaron troncos de árboles, en cruz, a cuatro pies de distancia. El
ancho de la base era de seis metros. El intervalo entre los troncos estaba lleno de piedras,
tierra y ramas. Luego otra capa de piedras se mezcló con tierra, luego tres hileras de troncos
de árboles, esta vez a lo largo, unidos con fuertes bandas de árboles verdes, siempre con
grava entre ellos. En esta, una tercera capa de piedras, más troncos de árboles cruzados,
superponiéndose a los otros, y una capa de grava, de césped y suelo, formando la muralla.
Este tipo de murus gallicus no sólo se construyó en la Galia, sino que se
pueden encontrar otros ejemplos en las fortificaciones de la Dacia, como es el
caso de la ciudad de Géto-Daces, en Transilvania (Martin 1965, 1: 10-11). En la
columna Trajana de Roma hay un relieve en el que se aprecia un muro
levantado con troncos apilados y tierra. Los fuertes romanos fronterizos con los
sajones de Bradwell-on-Sea, Burgh, Pevensey, Portchester y Richborough están
construidos con refuerzos de madera en los muros de fábrica (Wilcox 1972, 193).
Los constructores e ingenieros griegos y romanos estudiaban las
construcciones y el desarrollo científico de los pueblos que conquistaban y
aplicaban este conocimiento a la poliorcética y la fortificación. Filón de
Bizancio (III a.C.) escribió un tratado de fortificación y en él ofrece una serie de
recomendaciones sobre cómo proyectar una fortaleza, la naturaleza del suelo y
138
Ignacio Javier Gil Crespo
el tamaño, forma, elementos y materiales que se deben emplear en la
construcción de las murallas para conferirlas resistencia y durabilidad durante
un asedio y capacidad de repeler un ataque enemigo. Entre estas indicaciones,
aconseja revestir el frente de los muros con piedra o con cajones salientes en las
zonas más expuestas ante un ataque: «es necesario embeber longitudinalmente
entre la fábrica de las cortinas y de las torres maderos de roble ensamblados en
continuidad. Estas cadenas se espacian en vertical cada cuatro codos [unos dos
metros] y se destinan a localizar el efecto de los proyectiles del enemigo sobre
el muro y a facilitar las reparaciones» (Filón de Bizancio, Traité de fortification,
1, 12: 216, ed. Rochas d'Aiglun; citado por Martin 1695, 1: 4). Estas
recomendaciones tuvieron una aplicación práctica temprana en las murallas de
Salónica, y continuada durante la Edad Media, como se verá después (Wilcox
1972, 193).
Figura 5. a. La construcción romana de murallas según Vitruvio (Rusconi 1660)
b. Refuerzo con troncos de olivo para los muros de una fortaleza según Vitruvio (Choisy
[1909] 1971, pl. 4, fig. 1)
En el primero de los Diez libros de Arquitectura de Vitruvio (capítulo 5) se
encuentran algunas indicaciones sobre la elección del sitio donde fundar una
ciudad así como de la forma, tamaño y refuerzos que necesitan sus murallas
para garantizar solidez y resistencia. Entre otros aspectos constructivos,
Vitruvio sugiere colocar algunos troncos de madera de olivo endurecidos al
fuego «de manera que ambos frentes de la muralla queden unidos por estos
tablones entre si, como si fuera con unas grapas, logrando una consistencia
muy resistente» (Vitruvio, libro 1, capítulo 5). Para Vitruvio, la madera de olivo
es un material casi imperecedero, que puede permanecer sin alterarse incluso
cubierto de tierra o sumergido en agua. A pesar de la autoridad de Vitruvio, en
la traducción española de su tratado, realizada por Joseph Ortiz en 1787, se
añade una recomendación adicional respecto a que la cabeza de los rollizos
El esqueleto de madera de la arquitectura fortificada medieval
139
asome por los paramentos exteriores: «sería un error muy peligroso meter estos
leños tan largos, que saque sus cabos á una y otra faz de la pared, como
dibuxaron algunos; pues estarían expuestos al fuego, y segura ruina» (Ortiz
1787, citado por Galindo Díaz 1996, 15).
Figura 6. La técnica de derribar un muro de una fortificación para abrir una brecha no ha
diferido sustancialmente a lo largo de la historia de la fortificación antigua y medieval.
a. Asedio de una ciudad. Relieve de Asurnasirpal II (883-859 a.C), British Museum
b. Escena medieval de un ataque a un castillo, donde se ve el ataque de un ariete sobre
ruedas empujado por las tropas asaltantes, tras el cual viene una torre de asedio. Los
defensores tratan de amortiguar el embate del ariete con sacos rellenos de lana, además de
intentar enlazar la cabeza del ariete con un canasto. En la parte posterior del castillo,
mientras todo esto ocurre, unos zapadores protegidos con manteletes están excavando la
base de los muros para abrir una brecha. Li Abrejance de l'ordre de chevalerie de Vegecio
(siglo XIII), MS FR 1604, fol. 57v, BNF
140
Ignacio Javier Gil Crespo
En el año 70, el procurador Flavio Silva asedió la ciudad de Masada tras la
caída de Jerusalén. Sus tropas abrieron una brecha en la muralla, construida por
Herodes el Grande alrededor de 30 a.C. El muro tenía 12 pies de ancho y 18 pies
de alto, y estaba flanqueado por 38 torres de 75 pies de alto. Toy ([1939] 1985,
32-33) relata el episodio del refuerzo de una brecha con fábrica reforzada con
madera:
La experiencia había demostrado que una muralla que en su construcción tiene uniones de
madera, al ser más resistente, ofrecía una mayor resistencia a los ataques de los arietes que
los de la piedra sólida. Con gran prisa, por lo tanto, construyeron, dentro de la brecha, un
muro construido con un armazón de madera y un relleno de tierra. Cuando volvieron a atacar
con el ariete, los impactos no tuvieron otro efecto más que agitar los materiales y consolidar
la obra. Sin embargo, el nuevo muro se había construido con mayor prisa que habilidad; se
había utilizado demasiada madera y se había realizado muy poca embestida. Así, los
romanos, fracasando en su intento de derribarlo, lanzaron una gran cantidad de antorchas
encendidas contra la barrera y, como la madera se había incendiado, la pared fue destruida
por las llamas.
Los romanos aprendieron de estas experiencias poliorcéticas y las aplicaron
no solo en su arquitectura defensiva, sino también en la arquitectura civil y
religiosa, como se ve, en las ciudades de Bilbilis (Calatayud, Zaragoza) y Valeria
(Cuenca). Los constructores bizantinos heredan el conocimiento de la
funcionalidad de la mampostería reforzada (piedra y ladrillo). Primero, la
inserción de cadenas de madera permite estabilizar el edificio durante su
construcción inicial, especialmente durante el fraguado del mortero. En
segundo lugar, estos refuerzos equilibran fuerzas y empujes mejorando el
comportamiento ante el sismo de los muros, arcos y bóvedas. Y, en tercer lugar,
los encadenados de madera refuerzan aquellos muros levantados allí donde las
acciones externas (la guerra, los golpes de mar...) eran más fuertes.
Este refuerzo evita la aparición de grietas en el relleno de la mampostería,
sobre todo en estas paredes heterogéneas, durante el fraguado y secado del
mortero. Como escribe Ousterhout (1999, 194):
Debido a las grandes cantidades de mortero utilizado, un edificio está sujeto a un fenómeno
conocido como "fluidez plástica del mortero". Cuando está estable pero no completamente
fraguado, el mortero puede soportar la compresión o la presión vertical del peso colocado
sobre él, pero se deformaría con la tensión o fuerzas laterales. El flujo plástico es
probablemente uno de los factores críticos que condujo al colapso de la primera cúpula de
Hagia Sophia. Un edificio más pequeño también estaría sujeto a la deformación del mortero,
especialmente si se construye rápidamente. El sistema de encadenados de madera ayuda a
reforzar el edificio en toda su altura, conectándose al sistema de refuerzo en las bóvedas y
cúpulas. Al mismo tiempo, las cadenas de madera permitirían a la fábrica una flexibilidad
suficiente para poder asentarse sin agrietarse. En el momento en que la madera comienza a
deteriorarse, el mortero se habrá fraguado por completo, por lo que el refuerzo de madera ya
no sería necesario. En combinación con el uso extensivo de mortero, el sistema de refuerzo
de madera puede entenderse como un desarrollo lógico en las prácticas de taller bizantino,
que era eficiente, expedito e ideal para edificios pequeños.
El esqueleto de madera de la arquitectura fortificada medieval
141
Figura 7. Muro bizantino con encadenados de madera (Ousterhout 1999, 194, fig. 156).
Los encadenados de madera no solo se emplearon en la construcción de
muros, sino que también se reforzaron los arcos y cúpulas con lazos de madera:
«Las cúpulas bizantinas se levantaban normalmente en anillos con ventanas en
los que se disponía un refuerzo de madera. Estas cadenas formaban anillos de
tracción en varios niveles, y se construyeron en prácticamente todas las cúpulas
bizantinas» (Ousterhout 1999, 214).
Las partes de la fábrica más expuestas a acciones mecánicas externas fueron
fuertemente reforzadas. Por ejemplo, el monasterio femenino de Prinkipo,
construido por Justiniano a fines del siglo VI y restaurado por Irene la Grande a
fines del siglo VIII, tiene varias cadenas de ladrillos para mejorar la elasticidad
de los muros de piedra. Sin embargo, en los muros junto al mar, donde golpean
las olas y donde podría haber un ataque de proyectiles, se dispuso una
estructura de vigas de roble de 20x20 cm dentro de relleno del muro, en cinco
niveles regulares y dentro de un cajeado de ladrillo que alberga el encadenado.
También las torres de las murallas de Constantinopla estaban reforzadas con
vigas de madera colocadas dentro de una estructura de ladrillo (Mambouri
1920, 205).
Comúnmente, las fortalezas bizantinas se construyeron con un
revestimiento de piedra y ladrillo y un núcleo de cascotes con mortero o cal y
canto. Para conectar los dos materiales y evitar su separación física, era normal
instalar un sistema de vigas de madera, y aún es visible. Hay muchos ejemplos,
como el castillo de Metabole (cerca del río Sangavius en Pasalar en la región de
Malagina), el fuerte de Selifer (Foss 1990, 170-176) o la fortaleza del sultán Çayir
(Susurkuk, en el valle del valle de Makestos) en el noreste de Balikesir)
142
Ignacio Javier Gil Crespo
(Foss1982, 191). La torre de Isaak Angelos en Constantinopla es otro ejemplo en
donde hay muchas vigas de madera de sección circular. Los emperadores Juan y
Manuel Kommenos (siglo XII) construyeron los castillos de Achyraous y
Lopadion, en donde hay un sistema de atado de madera para anclar el
revestimiento al núcleo interno. Como dice Foss (1982, 183-184), «el principio
básico de una capa de piedra y ladrillo unida por vigas de madera a un núcleo
de cal y canto podría suponerse en cualquier época y no sólo de la de los
Kommeni».
La tradición de Medio Oriente y Bizancio fue heredada por la civilización
islámica. Algunos castillos omeyas de Siria se construyeron con refuerzos de
vigas de madera dentro de la fábrica de sillería (Creswell 1959): Qasr al-HairashSharqui y Qas al-Hair al-Garbi, ambos del siglo VIII (Utrero 2006b, 3438).
La arquitectura andalusí también emplea los refuerzos de madera. El nuevo
alminar de la mezquita de Córdoba construido por Abd al-Rahman III (siglo X),
aunque está construido con sillares, tiene un sistema complejo de atados de
madera en el interior de los muros (Hernández Giménez, 1975). También, en el
castillo de Ayllón (Segovia), que data del siglo X (Zamora Canellada 1993), se
pueden observar algunas vigas de madera longitudinales embebidas en la masa
de la tapia de tierra apisonada, y dispuestas cobre las agujas perdidas.
Figura 8. Hipótesis gráfica de los elementos de madera dentro de la tapia de tierra del
castillo de Ayllón, a la luz de los restos conservados y observables (fuente: autor)
El esqueleto de madera de la arquitectura fortificada medieval
143
Montiel se reconquista en 1227 y sobre la antigua alcazaba andalusí se
construye el magnífico castillo de la Orden de Santiago (Gallego y Lillo 2012,
155-156; Gallego y Molero 2017a, 24-30). A pesar de que para la construcción se
derrumba el castillo primitivo y se explana con sus restos la coronación del
cerro, algunas partes de la ampliación almorávide y almohade fueron respetadas
y aún se conservan, como es la torre del Gallo (Gallego y Molero 2017b, 659). En
ella se observa un encadenado perimetral situado tanto en la parte exterior
como interior de la tapia de tierra. Son rollizos de madera conectados entre sí y
con otros que penetran perpendicularmente a la fábrica, incluso a 45º en las
esquinas. Aquí parece tener función constructiva más que defensiva.
Sin embargo, esta tradición constructiva no es exclusiva de la arquitectura
europea. La Gran Muralla China se reforzó con madera durante las obras de la
dinastía Ming (1368-1644), especialmente las construidas por Meng Tian
(Turnbull 2007, 10). Incluso, en las zonas desérticas que atraviesa la Gran
Muralla, ésta se construyó empleando capas de arena o grava, entre otras capas
de paja o ramas: «en las áreas desérticas, el suelo era de grava, requiriendo una
gran cantidad de materia vegetal para consolidar la masa. Así, se fueron
disponiendo capas formadas por haces de ramas finas dentro de una estructura
de refuerzo (generalmente de madera de álamo) engarzada» (Turnbull 2007,
20-21). Otro ejemplo exótico puede ser la piedra de Aksum en Etiopía, que
muestra la construcción de niveles de fábrica alternando con hileras de vigas de
madera reforzadas también con atados de madera. El sistema es visible en
Debra Damo e Irahanna Kristos (Creswell 1959, citado por Arce 1996, 42-43).
También en la arquitectura tradicional de Mali se acostumbra a reforzar los
muros de tierra (de 60-80 cm de espesor) con encadenados de madera a partir
de cierto nivel constructivo (Dorier y van den Avenne 2001, 558).
Figura 9. Restos de encadenados de madera en la torre del Gallo del castillo de Montiel
(Ciudad Real)
144
Ignacio Javier Gil Crespo
ENCADENADOS DE MADERA
EN LA CONSTRUCCIÓN FORTIFICADA MEDIEVAL EUROPEA
El refuerzo interno de la fábrica fue práctica habitual en la arquitectura
medieval, tanto militar como religiosa y civil. Uno de los primeros ejemplos es
la Capilla Palatina de Carlomagno en Aquisgrán (790-800), donde a una altura
de 170 cm por encima del arranque de la bóveda se tiende un anillo perimetral
de 15x25cm (Binding 1977, 69). Viollet-le-Duc detectó que los muros románicos
se habían reforzado con vigas de madera colocadas en su parte superior, justo
en el arranque de las bóvedas. En su Dictionnaire raisonée (2: 396 y ss.) escribió
sobre el chaînage y citó los ejemplos de la abadía de Vézelay y Saint Denis, en
cuya demolición se descubrió un encadenado de madera bajo las arquivoltas y
sobre el arranque de las bóvedas, ésta con algunos elementos de hierro para
apoyar los tirantes durante la construcción. Más tarde, el hierro sustituye a la
madera, como en la Sainte Chapelle o en las catedrales de Estrasburgo,
Carcassonne, Narbona o Rouen (Bellido Pla 2012). Estos atados de madera
dispuestos en los arranques de las bóvedas tenían la misma función que las
bizantinas: distribuir los empujes de las bóvedas a lo largo del muro evitando la
concentración de tensiones. Su uso parece generalizado a partir del siglo XII. En
Alemania hay varios ejemplos como la Catedral de Speyer, San Jorge en Colonia
o la Catedral de Mainz (Binding 1977, 71).
Figura 10. Vigas embebidas y anillos de hierro encontrados en Vézelay por Viollet-le-Duc
(1848, 2: 398) e interpretación gráfica de Choisy (1899, 2: 160)
En regiones donde la madera escasea se reaprovecharon antiguas columnas
de piedra como refuerzo de murallas y fortalezas. Durante las Cruzadas se
emplea prolíficamente tanto por los cruzados como por los sarracenos. La
Puerta Bab An-Nasr de El Cairo (de 1087) se construyó disponiendo columnas
El esqueleto de madera de la arquitectura fortificada medieval
145
de piedra a modo de perpiaños. Sus extremos son visibles en los paramentos. En
Alejandría se repite este tipo de refuerzo (tal y como fue referido por Gratien le
Père en la expedición napoleónica de 1798) (Wilcox 1981, 4). Los cruzados
incorporan rápidamente estos sistemas de refuerzo de piedra para conectar las
caras de los muros.
Fedden y Thomson (1968, 50) señalan otros ejemplos:
Para la fábrica monumental y el appareil à bossage (piedra revestida con un interior de tosca
construcción) tan característico de la obra latina temprana, los cruzados parecen haber
regresado a los edificios pre-bizantinos de Siria y Fenicia y haber revivido el tipo de
revestimiento de piedra que ellos y sus albañiles nativos a menudo deben haber visto en los
antiguos sitios diseminados por todo el Reino . . . En Sidón así como en otros lugares,
emplearon antiguas columnas como perpiaños, para reforzar sus muros, un dispositivo
ampliamente utilizado por los sarracenos dondequiera que se encontraran columnas. La
misma construcción también se puede ver en Corycus en Cilicia.
En 1160 Nur al-Din de Aleppo reconstruye el castillo de Sheizar tras la
devastación de un terremoto, y emplea columnas antiguas como refuerzo de las
fábricas. Algo más tarde, entre 1197 y 1198 se levanta el castillo cruzado de
Djebaïl o Giblet con columnas transversales dispuestas en los muros (Rey 1871,
218).
El castillo de Sidón, rebautizado como Sajette (Siria), fue construido en el
invierno de 1227 y 1228 sobre una roca aislada en el mar. Los constructores
cambiaron los conectores metálicos tradicionales a los de madera debido al
problema de la oxidación en un ambiente húmedo y salino. Dispusieron
uniones en cola de milano de madera para unir los sillares (Rey 1871, 156).
Figura 11. Conectores de madera en forma de cola de milano entre los sillares del castillo de
Sajette (Rey 1871, 156, fig. 41)
146
Ignacio Javier Gil Crespo
Estos refuerzos, que aprovechan material reutilizado, parecen tener una
función poliorcética, a juzgar por la explicación que brinda el cronista egipcio
al-Maqrízí (1364-1442), quien escribe sobre la construcción, en 1251, del castillo
de Cesarea (citado por Wilcox 1891, 4):
Los francos han transportado columnas de granito hasta este sitio y las han tendido
transversalmente en los muros, por lo que no han de temer a las minas ya que no podían caer
aunque se estuviese excavando una mina subterránea.
Este mismo principio de engrapar las piedras (griegos y romanos lo hicieron
con plomo, pero también con madera) se emplea en la iglesia visigoda de San
Pedro de la Nave (Zamora) (Arce 1996, 42; Utrero 2006a, 505).
Los constructores medievales tenían en consideración las obras clásicas de
construcción y poliorcéticas como Vitruvio, Vegecio y Filón de Bizancio,
especialmente desde los siglos XII y XIII (Biller 1996, 97).
La utilización de encadenados de madera se generaliza en los castillos
franceses. Por ejemplo, Amaury de Montfort construyó el castillo de Houdan
(Seine-et-Oise) entre 1105 y 1137 siguiendo las recomendaciones de Vitruvio
sobre el diseño de la torre del homenaje, o las de Vegecio sobre el flanqueo
entre torres y muros (Gebelin 1964, 39). Los descendientes de Guillaume le
Conquérant, el Plantagenet, duques de Normandía, construyeron la mayor
parte de los castillos franceses durante el siglo XII. Guillaume le Roux, hijo de
Guillaume le Conquérant, ordenó construir el castillo de Gisors (Eure). El
constructor fue Robert de Bellême. El castillo se coloca en un montículo
artificial de 20 m de altura y está formado por un torreón (20 m de altura y 25 m
de diámetro) y una muralla circundante (70 m de diámetro) (Panouillé 2015, 910):«varias vigas de madera, que se amontonan entre los escombros del recinto
amurallado, tuvieron la función de reforzar la fábrica, y esto también sigue los
principios recomendados por Vitruvio (I, 5) y Filón de Bizancio (III, 3)»
(Gebelin 1964, 44).
Además de los refuerzos en los muros, se solían reforzar los cimientos de los
muros de torres y murallas con travesaños, durmientes y encadenados de
madera insertos en la fábrica (Wilcox 1981). El donjon del castillo de SaintAubin-du-Cormier (XIII), en Bretaña, presenta un refuerzo de madera de la
cimentación, que consta de dos marcos rígidos embebidos en la fábrica y
girados entre sí (Cucarull 2003, 207-208).
Hay varios casos de castillos ingleses con refuerzos internos de madera.
Algunos casos son los castillos de Plymton en Devon (Wilcox 1972, 193),
Ludgershall (ca.1160), Bridgnorth (1170) y Hay-on-Wye (1231); estos tres últimos
presentan dobles refuerzos internos en sus fábricas (Wilcox 1981, 17-20).
Además, señala que en las islas británicas se continuó utilizando este tipo de
refuerzo hasta mediados del siglo XVII (Wilcox 1972, 193). La torre del
homenaje (shell-keep) del castillo de New Buckenham en Norfolk (ca.1140-1150)
presenta unas carreras perimetrales de madera con otras piezas dispuestas en
El esqueleto de madera de la arquitectura fortificada medieval
147
sentido radial en la parte baja del muro (Wilcox 1972, 197, fig. 3). El castillo de
Bridgnorth (ca.1170) en Shropshire tiene un complejo sistema de dobles
refuerzos de carreras embebidas en la fábrica, que se repite en los tres niveles
formando marcos rígidos.
Como señala Wilcox (1972, 201), el sistema de marco rígido de Bridgnorth es
insólito en Inglaterra y sólo tiene paralelo en el castillo francés de Coucy.
Viollet-le-Duc observó, durante los trabajos de restauración, que los muros del
castillo de Coucy estaban reforzados con una estructura interna de madera
(Viollet-le-Duc 1854, 98): «toda la fábrica estaba atada en su interior mediante
largueros de madera de 20x30 cm de escuadría, tendidos en el relleno de los
muros y siguiendo el método todavía en uso durante el siglo XII». Choisy (1899,
2: 571), siguiendo a Viollet, señaló que «su empleo se remonta a la Antigüedad
más distante, y su uso se justificó por las mismas razones: distribuir el efecto de
los impactos durante los ataques».
Figura 12
a. Entramado perimetral del castillo de New Beckenham (Wilcox 1972, 197, fig. 3)
b. Doble entramado interno en la fábrica de la torre del castillo de Ludgershall, según
Wilcox (1981, 18, fig. 7)
c. Esquema de los entramados sucesivos en la torre del castillo de Bridgnorth (Wilcox 1981,
19, fig. 8)
El castillo de Verclause fue construido alrededor de 1220 (fechado por
dendrocronología). En el interior de la torre pentagonal en proa se colocó
también un encadenado de madera con piezas de 20 a 30 cm de sección
conectadas entre ellas. Esta estructura tiene forma de cuchillo de cubierta
abatido, con la cumbrera hacia el espolón de la torre (Estienne 2003, 257-261).
En la torre cilíndrica (13 m de diámetro exterior y 3,30 m de espesor) del
castillo de Münzenberg (1250) se dispuso un armado interno de vigas
rectangulares planas de madera de 45-50 x 35-45 cm de escuadría, conectadas
148
Ignacio Javier Gil Crespo
entre sí mediante cajeados. Este atado se sitúa en la parte baja del muro, al igual
que sucede en los castillos de Bodenlauben en Kissingen, Eigenberg en HessenNasau, Sannegg, Stahlberg en Steeg am Rhein, Mellnau en Wetter/Hessen, la
torre cuadrangular de Anfang del siglo XIII, y otros muchos. Las escuadrías de
las vigas de los castillos alemanes, generalmente de roble, varían desde las más
pequeñas del castillo de Schloss Broich en Mülheimander Ruhr (finales del XII)
de 16x12 hasta los 40x40 de la torre cilíndrica de Tomburg en Rheinbach/Bonn
(siglo XIII) (Binding 1977, 71-72).
Figura 13. Diseño de la cadena de madera en el torreón de Verclause (Estienne 1997, 260, fig. 3)
Sobre la funcionalidad de estos refuerzos en la parte baja de las torres,
Binding señala que «durante el proceso de construcción, la gruesa pared de
ladrillo necesita rigidez para que el mortero aún no fraguado no ceda bajo la
carga. En cualquier caso, [estos atados anulares] no sirvieron de soporte para la
grúa de construcción, ya que estaban completamente ocultas dentro de la
fábrica de mortero y piedra. En cuanto a su resistencia a impactos de ariete,
solo eran parcialmente eficaces debido a la altura en que se ubican» (Binding
1977, 72).
El esqueleto de madera de la arquitectura fortificada medieval
149
Figura 14. Estructuras interiores de madera en castillos alemanes.
a. Torre occidental del castillo de Münzenburg (Binding 1977, 74, fig. 2)
b. Planta y sección de la torre del castillo de Sauerburg (Binding 1977, 75, fig.4)
c. Düsseldorf-Lohausen, casa-torre (Binding 1977, 77, fig. 7)
A principios del siglo XV se suceden enfrentamientos y ocupaciones entre
ingleses y franceses en Normandía. En 1406 se acometen obras de refuerzo en el
castillo de Tancarville y se encargan 300 tablas de madera de unos tres metros
de longitud «affin de fortiffier les mours, crenelaux et autres deffenses en quoy il
eust esté necessité de mettre augmentation» (Lardin 2003, 131, letra cursiva en el
original). La actividad de los carpinteros en las obras de fortificación es muy
grande, ya que los muros se completaban con defensas verticales, cadalsos,
empalizadas, barreras de espinas… (Chalman-Sirot y Poisson 2003, 172).
ALGUNOS CASOS DE REFUERZOS DE MADERA
EN FORTIFICACIONES ESPAÑOLAS
Tras este repaso por algunos ejemplos de utilización de encadenados de madera
en las fortificaciones medievales europeas, se va exponer y analizar con
detenimiento algunos casos representativos en la fortificación bajomedieval
española, principalmente de la corona de Castilla. La Península Ibérica fue,
durante la Edad Media, un escenario de ambiente bélico donde la arquitectura
defensiva tuvo un desarrollo espectacular. La definición de fronteras, la
protección de vías de comunicación, la administración de las ciudades y villas,
la defensa en general y la ofensa o escenario de poder fueron los motivos por los
que se construyeron castillos, torres y atalayas, puentes fortificados, murallas
urbanas, monasterios e iglesias fortificadas y toda suerte de edificios defensivos.
Las técnicas constructivas son diversas, pero se pueden agrupar y entender,
según sus principios constructivos, en aquéllas que son aparejadas (donde se
150
Ignacio Javier Gil Crespo
colocan de una manera adecuada y ordenada los sillares, mampuestos o
ladrillos) o en las que son encofradas (donde el material, ya sea tierra, cal y
canto o mampostería, se vierte en un molde de madera que le dará la forma
final).
Las técnicas encofradas, ya sean de tierra apisonada como cal y canto o
mampostería, se construyen durante todo el período, si bien se pueden
distinguir períodos de preferencia por una u otra técnica así como
características específicas en momentos concretos (Cobos et al 2012). El uso de
las técnicas encofradas abunda debido a su rapidez de ejecución, lo sistemático
de la técnica y versatilidad además de durabilidad y resistencia contra la guerra
de asedio, empleando materiales vernáculos sin necesidad de trabajos
especializados o de disponer de máquinas de elevación de grandes pesos (como
sería el caso de la cantería). Estas técnicas, particularmente, permiten situar los
troncos, vigas o elementos de madera que actuarán como refuerzos dentro de la
masa de fábrica a la vez que se vierte y/o apisona.
Estos refuerzos de madera pueden desarrollar dos cometidos: uno
constructivo y otro poliorcético. Sin embargo, esta separación funcional sólo
parece serlo a nivel conceptual. Del análisis detenido caso a caso, se puede
interpretar que los refuerzos internos de madera parecen responder a ambas
razones, constructiva y defensiva.
Refuerzos constructivos en esquinas y volúmenes
Las esquinas y zonas de mayor debilidad deben ser reforzadas
constructivamente para evitar la separación de los muros. Las primeras torres
que se construyen en los incipientes reinos cristianos estaban levantadas
generalmente con mampostería de piedra sin ningún tipo de anclaje en las
esquinas y, ante la pérdida de verticalidad y apertura de grietas en las esquinas,
los constructores pronto aprendieron a disponer estructuras internas que
reforzaban este punto crítico. Hay algunos casos tempranos como los castillos
de Autol, Arnedillo o Clavijo (La Rioja), de los siglos X-XI, donde se reforzaron
las esquinas de los muros (Cabañero Subiza 1990, 28-29).
Este caso de refuerzo constructivo se observa en el castillo de Soliedra
(Soria), que se asentó sobre una antigua fortaleza andalusí —cuyos cimientos
son aún visibles— y estuvo en uso durante el final de las guerras del siglo XII
entre el Infante Alfonso de la Cerda y la Corona de Castilla, cuya corona
reclamaba. Más tarde, el castillo fue arruinado intencionalmente (Cooper 2015,
1: 509). Se construyó con muros mampostería rellenos de cal y canto. En la
"sección constructiva" que permite ver la ruina se observa que las esquinas se
reforzaron con unas vigas de madera horizontales paralelas.
El esqueleto de madera de la arquitectura fortificada medieval
151
Figura 15. Castillo de Soliedra (Soria). Vista exterior y de la ruina intencionada, donde se advierte
en el corte de los extremos los restos de las vigas de madera situadas en dos niveles
El castillo de Soria, demolido durante la guerra de la Independencia en 1813,
no conserva muchos restos. Sin embargo, en algunas ruinas diseminadas por el
cerro donde se asentó este gran castillo se puede apreciar un refuerzo de
madera en las esquinas de la fábrica de tapia de cal y canto, donde se puede leer
la huella dejada por unos largueros a 45º de sección plana rectangular que
traban los dos muros en la esquina.
El castillo de Fuentidueña de Tajo, cerca de Madrid, muestra el uso de
atados de madera para sostener las torretas en voladizo. A pesar de que los
primeros documentos datan del siglo XII, el castillo fue reparado y reutilizado
en los siglos XIV-XV, cuando era propiedad de don Álvaro de Luna, condestable
de Castilla. Los restos conservados son una cortina y parte del torreón de unos
14 metros de altura. Los muros se construyeron con tierra apisonada (tierra de
la zona, con gran contenido en yesos), mientras que las escaraguaitas se
levantaron fábrica de ladrillo y mampuestos de piedra.
En las escaraguaitas se aprecian las cabezas de unas vigas de madera
dispuestas en horizontal, en sentido radial y sobre las verdugadas de ladrillo
que parecen conectar el paramento exterior al relleno de las torres. Además, se
emplearon unos atados longitudinales formados por haces de dos o tres rollizos
que conectan estos cuerpos volados con la fábrica de la torre. Es evidente la
función meramente constructiva de estos atados.
No obstante, en las partes conservadas de la cortina, parece haber otro tipo
de encadenado horizontal de madera, que se coloca detrás del calicostrado en la
parte superior de cada nivel constructivo y que conecta entre sí los cajones de
las tapias. No se puede saber si es continuo a lo largo de la cortina ni si es
sistemático en toda la obra.
Como último ejemplo examinado en esta sección, el recinto exterior del
castillo de Turégano (Segovia) ofrece el sistema de refuerzo más complejo. En
una publicación anterior (Gil Crespo 2016b) habíamos mencionado el carácter
poliorcético de este encadenado, mas la revisita de las fábricas y la revisión de
los documentos nos ha hecho reconsiderar nuestro punto de vista. Las torres de
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Ignacio Javier Gil Crespo
flanqueo están construidas con muros de mampostería de cal y canto que
parecen encamisar y recrecer una obra de tapia de tierra anterior (en la parte
baja, la tapia de cal y canto se adosa al antiguo muro, mientras que en el
recrecido superior se ve perfectamente el encofrado a dos caras). Anteriormente
habíamos considerado que la tierra era un relleno de las torres, pero el estudio
atento nos ha hecho detectar el error y aquí tratamos de enmendarlo.
En la parte baja de algunas de estas torres se advierten las huellas de una
estructura compleja de madera de la que no queda más que el negativo y alguna
pieza suelta embebida. Se trata de un refuerzo de vigas de sección cuadrangular
de unos 20x20 sobre las que se conectan unas vigas rectangulares planas de
aproximadamente 5x15 cm que penetran perpendicularmente en el muro
primitivo de tierra apisonada. Este sistema se completa con unos pies derechos
que llegan hasta este nivel, todo ello dentro de la fábrica de mampostería
encofrada.
Este encamisado podría corresponderse con las obras que los herederos del
Obispo Diego de Rivera (muerto en 1543) tasaron en 1549, según se puede
interpretar de la transcripción que hizo Ruiz Hernando (1975, 112-113):
todos juntos em presencia de mi el dicho escribano andubieron la cerca segunda de la dicha
fortaleza ques de tierra por toda ella alderredor e por de dentro e por de fuera e dixeron que
vista e mirada por una parte e por otra e visto e mirado los cubos e almenas ansi lo que es de
tierra como lo ques de manposteria e que medido todo e tanteado e mirado los cocalsos
rrecovos (sic) e cosas que heran de menester ansi para la tomar a hazer de nuevo como de
rrehedificar e rreparar en ello e teniendo respeto a las probancas hechas por las partes e a los
que ellos tienen hecho de oficio e a los despojos que en la dicha cerca segunda ay y estando
ynformados de lo que pueden valer e valen los materiales e manos e oficiales que para ello
en quanto a la dicha cerca segunda es menester que ellos de conformidad dezian e dixeron
que para ello se de e pague sesenta e tres mili e ciento e treynta e ocho maravedís por toda
costa en que tasavan e tasaron cada tapia de manposteria a rrazon de dos ducados cada una
tapia e las tapias de tierra a rrazon de cinco rreales que a de ser tapia rreal que es diez pies de
largo e cinco de ancho conforme a la costumbre de la dicha villa e tierra de turegano e las
almenas que se han de hazer de nuevo e otras e rrepararlas a quatrorreales e medio cada una
e que en todo monto lo que en la dicha cerca vieron que fue menester contado cada cosa por
si los dichos sesenta e tres mili e Mento e treynta e ocho maravedis e que lo susodicho hera
y es su parescer e sera cargo de pagar a los que conforme a las sentencias de los dichos
señores presidente e oydores lo an de ayer e que ansi lo declaravan e declararon de
conformidad de los dichos tasadores.
En algunas cortinas de este segundo recinto aparecen refuerzos a modo de
estribos adosados construidos con tapia de mampostería similar al de las
camisas de las torres. En cualquier caso, hace falta un estudio arqueológico y
arquitectónico completo, con pruebas de datación físico-químicas de la madera
para determinar la fecha de construcción de este encamisado y comprobar que
se corresponde con esas reformas del siglo XVI.
El esqueleto de madera de la arquitectura fortificada medieval
Figura 16. Análisis axonométrico de los encadenados de madera en el castillo de Fuentidueña
(fuente: autor)
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Ignacio Javier Gil Crespo
Figura 17. Hipótesis gráfica de la construcción de los torreones del recinto exterior del castillo de
Turégano. A. Muralla original de tapia de tierra (que se refuerza con estribos y almenado de cal y
canto); B. Torre original de tapia de tierra; C. Encamisado de tapia de cal y canto; D. Anclaje de
madera al núcleo de tierra original y encadenado perimetral del encamisado (fuente: autor)
El esqueleto de madera de la arquitectura fortificada medieval
155
Este complejo sistema parece aunar las dos funciones de un atado de
madera: atado constructivo entre distintos materiales (la fábrica exterior de
mampostería encofrada y el torreón primitivo de tierra apisonada) y el refuerzo
estructural perimetral ante acciones perpendiculares a la fábrica. Sin embargo,
si esta estructura data del siglo XVI (lo que parece a la luz de los documentos),
el refuerzo poliorcético no tendría gran utilidad dada la falta de
enfrentamientos en la zona (la guerra de las Comunidades había pasado hacía
casi tres decenios) y por el uso de la artillería de fuego ante la cual las
estructuras medievales sucumben rápidamente.
¿Refuerzos poliorcéticos?
No todos los encadenados parecen tener función meramente constructiva y de
atado, pudiéndose entender como sistemas de refuerzo poliorcético.
Estructuralmente, en la arquitectura defensiva los esfuerzos principales son
perpendiculares al muro (proyectiles, arietes...). Los verticales son apenas el
peso propio y las sobrecargas de uso, y se resisten con facilidad por la fábrica,
cuya resistencia a compresión es muy alta. No obstante, los esfuerzos de
impacto pueden provocar grietas y roturas locales, por lo que el espesor del
muro no es suficiente para resistir tal carga puntual e instantánea. Los
encadenados de madera favorecen el reparto de cargas por un área mayor en
caso de un impacto además de evitar el desmoronamiento rápido de la fábrica
cuando se ha conseguido provocar un colapso local.
Por este motivo se colocan refuerzos perimetrales en la fábrica de las
fortificaciones, cerca del paramento exterior. Este sistema se empleó en la torre
de La Pica, torreón-refugio de presura de planta cuadrangular y que ostenta lo
que parece ser el emblema de Castilla más antiguo conservado (siglos XI- XII)
(Cobos y Castro 1998, 45; Retuerce y Cobos 2002; Gil Crespo 2016a, 111 y ss). Se
construyó con mampostería encofrada y, en la parte baja de la pared se ve el
negativo de la cadena de madera que reforzaba la fábrica. No se puede saber,
según la observación directa, si en los niveles superiores se repite este
encadenado o sólo se situó en la parte baja.
Hay pocas noticias sobre el castillo de Saldaña (Palencia), pero parece que
se empezó a levantar desde el siglo XI y que fue utilizado en el siglo XIV por
Juan Alfonso de Alburquerque. Se construyó con paramentos de sillería y
relleno de cal y canto. El espolio de la sillería de los paramentos permite
apreciar los refuerzos leñosos de la torre norte. Estos se colocaron en al menos
cuatro niveles de la torre, separados unos tres metros entre sí (algo más de lo
que recomendaba Filón). Se sitúan tras el paramento de sillería, dentro del
relleno de cal y canto de los muros. Los atados de madera se tendieron
formando marcos rígidos perimetrales. El inferior aparenta ser el más complejo:
consisten en dos vigas paralelas en cada uno de los muros conectadas entre sí
156
Ignacio Javier Gil Crespo
por piezas perpiañas. Las escuadrías varían son variadas: 15x15, 20x15, 20x18,
25x25 (aproximadamente), medidas gracias a los negativos dejados por la
degradación de la madera dentro de la fábrica. En las ruinas de este castillo
quedan también las marcas de dobles cargaderos de madera sobre los huecos.
Figura 18. Torreón de La Pica y detalle del negativo del encadenado de madera en el nivel inferior
de la fábrica
Figura 19. Esquema gráfico de los refuerzos de madera de la torre de Doña Martina en Calatayud.
A. Roca madre; B. Base de piedra; C. Encamado de madera; D. Muros de sillarejos (fuente: autor)
El esqueleto de madera de la arquitectura fortificada medieval
Figura 20. Alzado noroeste de la torre septentrional del castillo de Saldaña y planta del nivel
inferior, con indicación de los marcos de refuerzo visibles en las huellas dejadas en los muros y
tras el espolio de la sillería de los paramentos (fuente: autor)
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Ignacio Javier Gil Crespo
Figura 21. Restos del encadenado de madera del castillo de Peroniel del Campo (Soria)
Figura 22. Huellas de los encadenados de madera del castillo de Serón de Nágima
Cerca de la frontera aragonesa con Castilla se sitúa la altamente fortificada
villa de Calatayud, cuya torre de Doña Martina presenta una solución singular y
llamativa en los contrafuertes conservados de su extremo occidental (González
Zymla 2012, 199-200). Más que un encadenado, lo que se construye aquí es una
cama que consta de dos capas contrapeadas de troncos paralelos que se
introducen en la fábrica de sillarejo en cuatro niveles. Probablemente tanto este
refuerzo, que parece seguir el consejo vitruviano ya que las cabezas de los
troncos asoman en el paramento, como la mampostería de la fábrica quedarían
revestidos. El material con que se construyó la torre en el siglo IX fue tomado
del yacimiento de la ciudad romana de Bilbilis, y parece que también interpretó
la técnica de los atados de madera, si bien parece tener una clara función
constructiva debido a la naturaleza de los suelos yesíferos de Calatayud, que
provocan habitualmente movimientos y hundimientos puntuales.
El castillo de Peroniel del Campo (Soria), posiblemente construido entre los
siglos XII y XIII (Gil Crespo 2016a), aún conserva restos y huellas de las cadenas
de madera que armaban su fábrica. En la sección del muro de la torre de
entrada, que la ruina ha dejado vista, se asoma una viga de madera de unos 15x9
cm colocada en horizontal. Las huellas de este atado perimetral parecen
repetirse en cada nivel constructivo, al menos en la torre de la puerta. Esta viga
se sitúa sobre las agujas (formadas por varillas flexibles pareadas), por lo que
además parece que puede servir para asegurarlas y evitar su desplazamiento (y
con él, el del encofrado) durante la puesta en obra y el vertido de los cantos
rodados y cal con que se construye el muro.
No lejos de Peroniel se sitúa el castillo de Serón de Nágima,
presumiblemente construido terminando el siglo XIV o empezando el XV (Gil
Crespo 2013 y 2016a, 193-201). Se conservan, en muy mal estado, parte de los
muros norte, buena parte del occidental, todo el meridional y prácticamente
nada del oriental (cuyos últimos colapsos parciales se han producido entre 2017
El esqueleto de madera de la arquitectura fortificada medieval
159
y 2018). De las dos torres que flanqueaban el lienzo meridional sólo se
conservan la esquina interior de la suroccidental y el arranque de la opuesta.
En los restos colapsadas del castillo de Serón es posible ver la "sección" del
muro, y revela el uso de un par de cadenas de rollizos de madera en cada nivel
constructivo a partir de determinada altura de las torres: la primera se coloca en
la parte baja del nivel de la tierra apisonada y la segunda en la superior bajo las
agujas del cajón superior. Además de estos elementos de madera, de los cuales
solo queda el rastro o el negativo dentro de la tierra, se han advertido otros
embebidos dentro del muro. Son rollizos de madera, de aproximadamente 8 a
10 cm de diámetro, que aparecen principalmente en las esquinas o en los
encuentros entre los muros del castillo. Tras el colapso de marzo de 2011, se han
localizado algunos de ellos entre el derrumbe y se han recogido para su análisis
en el laboratorio (Gil Crespo 2013, Montoya, Barbero y Gil Crespo 2016). El
mismo sistema se utilizó en el castillo de Monreal de Ariza (Zaragoza), castillo
fronterizo de Aragón cerca de Castilla y muy cerca de Serón.
Finalmente, el castillo de Palenzuela (Palencia), aunque dista más de 200
km de Serón, es, dimensionalmente y tipológicamente, similar a éste. Ambos
pertenecieron en el siglo XV a los Rojas. Sus muros tienen 270 cm de grosor, lo
que equivale a nueve pies castellanos. Ambos castillos tienen planta cuadrada
con torres en las esquinas: tres —tal vez cuatro— en el caso de Palenzuela.
Conserva también algunos tramos de las cortinas.
Figura 23. Castillo de Palenzuela. El desprendimiento y pérdida del calicostrado ha dejado a la
vista los encadenados horizontales en cada uno de los niveles constructivos de las torres
160
Ignacio Javier Gil Crespo
El encadenado de madera del castillo de Palenzuela ha quedado a la luz
debido a la ruina y la pérdida del calicostrado. Se advierte un empleo masivo de
los atados perimetrales, que se repite en cada nivel constructivo de la tapia de
tierra. Se conservan bastantes rollizos de unos 15 a 20 cm de diámetro, mientras
que en otras partes la madera se ha descompuesto y sólo se aprecia el negativo
dejado en la tapia de tierra. Estos encadenados horizontales se sitúan en la
parte exterior de la fábrica, uno por nivel, y están atados en las esquinas.
CONCLUSIONES:
LA FUNCIONALIDAD DE LOS ENTRAMADOS DE MADERA
Históricamente, la arquitectura se ha reforzado con fibras vegetales para lograr
tres objetivos principales. El primero es mejorar la elasticidad de los muros de
fábrica contra movimientos, ya sea sísmicos o, más comúnmente, los que se
producen durante el fraguado del mortero y la colocación de las piezas (piedras,
ladrillos...) con el mortero fresco. El refuerzo de los lechos de mortero entre las
hiladas de ladrillos crudos (adobes) se comienza a desarrollar en la antigua
Mesopotamia y Egipto y se ha seguido empleando hasta hoy por la arquitectura
tradicional.
La segunda función de los refuerzos leñosos es conectar varias partes del
edificio para distribuir los empujes (como es el caso de los arranques de las
bóvedas) o para conectar diversos materiales o volúmenes de la construcción
(por ejemplo, las torretas en voladizo), así como la capa externa con el núcleo
del muro. En este caso ya no se trata de fibras, ramas, cuerdas, haces de piezas
pequeñas, sino que se utilizan rollizos, troncos o vigas escuadradas.
La tercera función es incrementar la resistencia del muro contra acciones
externas. Los muros de edificios fortificados protegen un recinto seguro contra
ataques violentos externos, perpetrados por tropas que quieren entrar para
ocupar la ciudad o la fortaleza abriendo brechas e inutilizando las defensas.
Cuando se golpea un muro con un ariete o un proyectil impacta sobre él, se
ejerce una gran fuerza sobre un área pequeña. El tiempo en que actúa esa fuerza
es infinitesimal, por lo que el impacto mecánico ejercido es considerable y se
puede producir la rotura del material y el desmoronamiento de la fábrica. Con
la disposición de refuerzos internos formados por encadenados de vigas de
madera conectadas entre sí, se podría producir un reparto de presiones a lo
largo de una sección mucho mayor, y mediante un material (la madera) que,
además, es capaz de resistir tracciones y mayores deformaciones. Se reduce así
el efecto del impacto. En el caso de que aún así el muro acabase colapsando,
este entramado evita el desmoronamiento inmediato de la fábrica y permite
una reparación rápida. Estas son las ventajas de las que hablan las fuentes
clásicas.
El esqueleto de madera de la arquitectura fortificada medieval
161
Sin embargo, surgen algunas dudas. Si este sistema defensivo era efectivo y
recomendado por las autoridades de la Antigüedad, ¿por qué no se generaliza, por
qué no se regulariza en la misma edificación? Los castillos de Saldaña y
Palenzuela presentan encadenados perimetrales sistemáticos y regulares, así
como la Torre de Doña Martina. Sin embargo, en otros casos como Serón, el
encadenado sólo aparece en determinadas zonas (¿las más expuestas, quizá?).
Hay que entender que la velocidad de fraguado de los morteros medievales no
era rápida, aunque se podían añadir aditivos al mortero de cal (por ejemplo, yeso)
que aceleraban el fraguado. Cuando se levanta velozmente un muro de un grosor
considerable como lo es el habitual en castillos y murallas, la acumulación
progresiva de peso sobre la fábrica fresca y sin terminar de fraguar puede dar
lugar a movimientos, asientos, aberturas o aplastamientos de la obra inferior. En
la construcción bizantina y medieval también se refuerzan los muros en la base
para evitar las grietas que puedan aparecer mientras el mortero fragua, al ir
avanzando con la construcción. El refuerzo inferior de los muros ayuda a repartir
las tensiones y evitar asientos diferenciales de la cimentación.
Preguntas parecidas se hace Wilcox (1972, 202) y piensa que pueden
emplearse para afianzar la base ante posibles movimientos de asiento del terreno
a medida que se avanza con la obra con cierta velocidad de ejecución. Binding
(1977, 73), finalmente, recoge todas las funcionalidades de los refuerzos de madera
dentro de la fábrica (que se pueden dar simultáneamente): «los refuerzos anulares
de madera dentro de la fábrica sirvieron para resistir las tensiones, para estabilizar
la base de un muro sobre un mal terreno, para reforzar un muro grueso durante
su construcción y quizás también como defensa contra una destrucción violenta».
Los encadenados en las partes bajas de las torres y murallas sólo serían
poliorcéticamente efectivos ante el uso de arietes o ante la apertura manual de
una brecha mediante zapa o mina. No tendrían ningún efecto práctico ante el
lanzamiento de proyectiles, cuyo impacto tiende a provocarse en las partes altas.
Por tanto, su función pudo ser doble o combinada entre la necesidad de reforzar
la construcción durante su erección y el reforzamiento de partes expuesta como
estructura auxiliar que evitase un colapso inmediato de la fábrica. Parece haber
una desavenencia entre las recomendaciones de las fuentes clásicas que
circulaban en la Edad Media y la realidad construida: entre la erudición del
poliorceta de gabinete y la visión práctica del maestro constructor o de la
necesidad surgida en la propia obra.
Tanto se entienda como refuerzo constructivo o como técnica poliorcética, los
refuerzos de los muros de las fortificaciones nacieron en Micenas y fueron
utilizados por griegos, romanos (que aprendieron también de galos y celtas),
bizantinos y se generalizan durante la Edad Media europea, incluso después (los
cita Alberti y los recomiendan tratados modernos como el de Borra de 1748),
hasta el punto de constituir, en algunos casos, un auténtico esqueleto de madera;
en las palabras de Choisy: «une sorte d'ossature».
162
Ignacio Javier Gil Crespo
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HISTORIA Y
CONSERVACIÓN Y GESTIÓN
Castillo de Monreal de Ariza
El Plan Nacional de
Arquitectura Defensiva
Belén Rodríguez Nuere
Arqueóloga
Instituto del Patrimonio Cultural de España
Coordinadora del Plan Nacional de Arquitectura Defensiva
belen.rodriguez@cultura.gob.es
Buenos días. Quiero dar mi agradecimiento al Ayuntamiento de Montiel, a la
Fundación Cárdenas y a todo el equipo que trabaja en pro del Castillo de
Montiel por la iniciativa de reunirnos a todos en este entorno para que
debatamos, desde un punto de vista eminentemente práctico, temas relativos a
la recuperación y puesta en valor de la arquitectura y la construcción en época
medieval.
Es un honor poder defender el Plan Nacional de Arquitectura Defensiva
(PNAD) al pie del Castillo de la Estrella de esta localidad, porque desde hace
tiempo sigo de cerca la evolución de los trabajos que en él se realizan y porqué
desde el Plan Nacional de Arquitectura Defensiva, estos trabajos llevados a
cabo, los presentamos como ejemplo de buen hacer y buenas prácticas.
Hoy quiero darles unas pinceladas de que es el Instituto de Patrimonio
Cultural de España (IPCE), el Centro para el que trabajo y que son los Planes
Nacionales de Patrimonio Cultural, ya que un poquito de publicidad nunca
viene mal, hoy en día nos acompaña siempre.
A continuación, les daré otras sobre lo que me gustaría resaltar, en
referencia a la arquitectura defensiva en general, incluida en el Plan Nacional
que coordino: antecedentes, riesgos, objetivos y líneas de actuación para
mejorar la gestión y puesta en valor, para la sociedad, de este patrimonio
cultural, porque a pesar de que la consideramos un símbolo identitario de la
población del lugar donde se ubica, no recibe normalmente el trato que merece.
170
Belén Rodríguez Nuere
Y ya para terminar, les contaré cómo descubrí el Castillo y cómo surgió mi
interés por él, así como unas breves recomendaciones.
Primero, ¿Qué es el IPCE o Instituto del Patrimonio Cultural de España?
Administrativamente es una Subdirección General de la Dirección General de
Bellas Artes y Bienes Culturales del Ministerio de Educación Cultura y Deporte
de España. Nuestra sede está en la Ciudad Universitaria de Madrid, junto al
Palacio de la Moncloa, sede del presidente del Gobierno de España.
Como el edificio es redondo y tiene pinchos en su coronación se le conoce
como “la corona de espinas”, obra de los arquitectos Higueras y Miró. No hay
que confundirlo con el Tribunal Constitucional que también es redondo, está
en Madrid, pero tiene otra función bien distinta.
Dentro, trabajamos en:
restaurar todo tipo de Bienes culturales, desde documentos, libros,
piezas de arqueología, pintura, escultura o arquitectura.
Tenemos una maravillosa biblioteca y fototeca histórica especializada en
patrimonio y un archivo de los trabajos que hemos realizado, todo ello
de uso público.
También realizamos publicaciones periódicas como la Revista de
Patrimonio Cultural de España, cuyo nº 9 está dedicado íntegramente a la
1
Arquitectura Defensiva. Es digital y puede descargarse gratuitamente.
Nuestro ámbito es Estatal y nos ocupamos de la restauración y conservación
de bienes culturales, titularidad estatal fundamentalmente y de la elaboración y
ejecución de criterios, métodos y técnicas de conservación y restauración para
el patrimonio cultural en general, labor que llevamos a cabo mediante Planes
Nacionales.
LOS PLANES NACIONALES
Los Planes Nacionales tienen un fundamento legal basado en el Artículo 35 de
la Ley de Patrimonio Histórico Español de 1985 que dice que se formularán
periódicamente Planes Nacionales de información sobre Patrimonio Histórico
Español para mejorar el acceso de los ciudadanos al patrimonio, fomentar la
comunicación entre las administraciones que nos ocupamos de él y promover el
desarrollo de su investigación.
También entre los fines del Decreto de creación del IPCE, está el de que
debemos ocuparnos de la elaboración y ejecución de Planes para la
conservación y restauración de los bienes inmuebles y muebles del patrimonio
histórico, así como de la cooperación entre administraciones y entidades
públicas o privadas en el desarrollo de dichos planes y su seguimiento.
El Plan Nacional de Arquitectura Defensiva
171
Figura 1. El Plan Nacional de Arquitectura Defensiva
Por tanto. ¿Qué son los Planes Nacionales de conservación y restauración
del Patrimonio?
Son una herramienta de gestión para la coordinación de las actuaciones que
llevamos a cabo, en patrimonio cultural, las distintas Administraciones y
entidades públicas o privadas.
Ofrecen una metodología conjunta de recomendaciones y criterios para su
tratamiento y estudio persiguiendo la finalidad de lograr dar una respuesta
coordinada a las necesidades que el patrimonio cultural tiene y permitir su
gestión integral, garantizando su investigación, conservación, documentación,
formación y difusión.
Surgen a mediados de los ochenta, al trasferir la Administración del Estado,
las competencias sobre patrimonio a las Comunidades Autónomas.
En 1990 se aprueba el primer Plan, dedicado a las Catedrales.
En 2010, la dirección del IPCE, propuso la revisión y actualización de los
existentes y la formulación de otros nuevos al Consejo de Patrimonio Histórico,
para que, con el mismo espíritu y objetivos, se pudiera abarcar y proporcionar
los mismos beneficios a un abanico mayor del patrimonio.
172
Belén Rodríguez Nuere
Ya se han presentado y aprobado por el Consejo de Patrimonio Histórico
todos los que se proyectaron en 2010 y son consultables en la página del IPCE
2
desde diciembre de 2015.
Son 14 Planes Nacionales en total, por orden de aprobación el de Catedrales;
Abadías, Monasterios y Conventos; Arquitectura Defensiva; Patrimonio
Industrial; Paisaje Cultural; Conservación del Patrimonio Cultural del siglo XX;
Arquitectura Tradicional; Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial;
Investigación en Conservación de Patrimonio Cultural; Conservación
Preventiva; Conservación del Patrimonio Fotográfico; Educación y Patrimonio;
Emergencias y Gestión de Riesgos en Patrimonio Cultural y Protección del
3
Patrimonio Arqueológico Subacuático.
Teniendo claras estas premisas, podemos empezar a abordar lo que nos
ocupa: los castillos.
LOS CASTILLOS
Figura 2. Dibujo del hijo de la camarera del Bar Brindis de Calatayud
El autor de este dibujo es el hijo de la camarera del Bar Brindis en
Calatayud, este niño, que está aprendiendo a escribir, a lo que más quiere en el
mundo es a su madre, y para ella ha escogido entre todas las imágenes posibles
El Plan Nacional de Arquitectura Defensiva
173
que él es capaz de pintar a su edad, la del castillo de su pueblo. Esto demuestra
que hay muchas cosas importantes en su ciudad y en su vida, pero ya desde la
infancia los castillos, quien sabe por qué, tienen en general un atractivo
especial. Su madre lo muestra con orgullo en el Bar.
Dentro de los Planes Nacionales de conservación y restauración del
Patrimonio, el de Arquitectura Defensiva ofrece una metodología conjunta de
recomendaciones y criterios para estudiar y tratar esta amplia tipología
concreta de patrimonio cultural.
Desde el IPCE acometemos numerosas intervenciones en un gran número
de bienes de esta tipología que son del estado, colaboramos en la redacción de
Planes Directores y recomendamos y apoyamos las buenas prácticas,
difundiéndolas para que los buenos ejemplos sean referentes para otros
En 2010, cuando iniciamos la revisión del Plan de Arquitectura Defensiva,
seguimos el método de buscar los errores y carencias para subsanarlos y
encontrar los aciertos para reforzarlos. Vimos que no había un fundamento
teórico escrito y que sólo contábamos con el Decálogo de la Carta de Baños de
la Encina, no voy a profundizar en ella, pueden consultarla y descargarse el
texto en la página web del IPCE antes citada. Podemos considerarla casi un
esquema del Plan Nacional que es lo que les vengo a contar.
A grandes rasgos: ¿Qué entendemos, en el Plan Nacional, por Arquitectura
Defensiva? Es toda aquella que ha sido construida por el hombre, con el fin de
protegerse o defenderse a lo largo de la Historia y que haya perdido su función
original de defensa. Desde los primitivos castros, hasta la del siglo XX.
En España, casi todas las poblaciones tienen restos de un castro, un castillo,
torre o recinto amurallado, la gran mayoría realizados con la misma técnica
constructiva que ha caracterizado a la zona donde se ubican durante siglos,
porque hasta la industrialización se han venido utilizando generalmente los
materiales y técnicas locales, una de las razones por las que decimos que es
identitaria de la población donde se ubica.
Calculamos que podríamos tener más de doce mil bienes repartidos por
todo el territorio, lo que dificulta su protección, gestión y estudio, pues no se
puede proteger lo que no se conoce. Y digo calculamos, porque exactamente
nadie lo sabe todavía.
Recordemos que todos los castillos, por El Decreto de 22 de abril 1949 y por
la disposición adicional 2ª de la Ley de Patrimonio Histórico Español de 1985
que los eleva a la categoría de Bien de Interés Cultural, gozan de protección
genérica.
Desde 1997, el IPCE dispone de una partida presupuestaria específica de los
Presupuestos Generales del Estado para la conservación y restauración de
aquellos que son del estado, pero que es del todo insuficiente dado el gran
número de bienes que tenemos.
En 2006, como fruto de las jornadas técnicas sobre castillos y arquitectura
defensiva histórica española, se aprueba por el Consejo de Patrimonio
174
Belén Rodríguez Nuere
Histórico, la Carta de Baños de la Encina, cuyas recomendaciones, condensadas
en un decálogo, constituyen el fundamento del Plan Nacional de Arquitectura
Defensiva.
Según la Real Academia Española, Castillo es: «lugar fuerte, cercado de
murallas, baluartes, fosos y otras fortificaciones».
Figura 3. Castillo de los Téllez Girón en Peñafiel (Valladolid) (2007)
Por ello distinguimos distintas tipologías, desde los castros prerromanos y la
arquitectura medieval de castillos, alcázares y palacios como la Alhambra hasta
la del siglo XX.
No podemos olvidar los palacios fortificados, que en España son difíciles de
catalogar e identificar para poder otorgarles la protección que genéricamente
gozan, como el de Fanlo en la provincia de Huesca o el de los Herrera en la
localidad de Palenzuela de la provincia de Palencia, por ejemplo.
Esa dificultad no la tendríamos para identificar como tales a los palacios y
castillos franceses del Loira ni a los austriacos de Sissí Emperatriz por ejemplo,
podríamos decir que los nuestros son un reflejo de lo que somos: sobrios y
austeros.
Lo mismo nos pasa con las casas o torres fortificadas, que hay que saber
identificar y localizar.
En la Edad Moderna, para enfrentarse al armamento de pólvora, la
construcción debe adaptarse y nos aporta nuevas tipologías como puede
observarse en el Castillo segoviano de Coca o las fortalezas abaluartadas
construidas, entre otras con un propósito económico mercantil, entre los siglos
XVI y XIX, para defensa y protección del comercio colonial. Entre los códigos
constructivos de esta arquitectura de la Edad Moderna, erigida para responder a
las nuevas necesidades poliorcéticas, predomina el ideal de perfección,
El Plan Nacional de Arquitectura Defensiva
175
aportándonos trazas perfectas, bien proporcionadas, geométricas, armónicas,
equilibradas, monumentales y funcionales. Los resultados estéticos son
indudables y todos ellos responden a la sabiduría de nuestros ingenieros
militares que las proyectaron.
El siglo XX tiene su propia tipología que también ha perdido su función
como toda la anterior, y por ello la incluimos en el PNAD; es tan importante
como la de la Edad Media o Edad Moderna, simplemente refleja otro periodo
que ya es histórico también. Tampoco es sencillo identificarla y localizarla,
muchas veces confundimos la arquitectura de nuestra Guerra Civil, de 1936 a
1939, con otras construcciones defensivas posteriores o anteriores a la misma.
La arquitectura defensiva se distingue por la función que la originó pero
también desde el punto de vista de la conservación y puesta en valor, por haber
perdido la utilidad para la que fue concebida y haber quedado
descontextualizada en el tiempo y en el territorio.
Muchas veces se ve como un resto histórico llamativo e incluso como
recuerdo de haber sido lugar de juegos. Los restos de todas ellas nos ayudan a
recuperar pequeñas y grandes historias con las que reconstruir y recuperar
nuestro pasado y entender nuestro presente.
No podemos proteger lo que no conocemos y no sabemos dónde está.
Hay muchos inventarios, públicos y privados, desde las transferencias de las
competencias del estado a las Comunidades Autónomas, son ellas las que
tienen la obligación de hacerlos, y los hacen.
Distintas asociaciones privadas hacen los suyos, los inventarios genéricos
muchas veces no reconocen cualidades defensivas que les dan protección
genérica, y los de las asociaciones privadas son irregulares. Todos ellos son
incompletos, estamos trabajando para interrelacionarlos, para poder ofrecer
una herramienta que mejore el estudio y gestión de todos ellos.
En 2010 cuando nos encargaron la revisión del PNAD, además de comprobar
que había pocas recomendaciones genéricas escritas, también detectamos que
en muchas intervenciones, se ponía mas en valor proyectos de nueva planta,
que el propio bien cultural objeto de la restauración, algunos a pesar de estar
destartalados tenían un centro de interpretación a todo lujo. En general,
comprobamos que por regla general eran proyectos aislados de la población
local en donde se primaba la intervención, sobre la recuperación de la
información histórica, que contenía el bien de interés cultural. Eran muy
numerosas las restauraciones que se abordaban, para ubicar hoteles de lujo o
semi-lujo.
En algunos, donde los escasos restos visibles los convertían prácticamente
en un yacimiento arqueológico, se han inventado un castillo con muchas
instalaciones y un interior poco evocador de lo que fue.
¿Qué beneficios aportará a la población local el cliente que se aloja en él?
¿Qué le ofrece la población para animar al cliente a bajar y pasearse por el
pueblo y no irse de excursión en coche al pueblo de al lado?
176
Belén Rodríguez Nuere
No hubiera sido mejor hacer un hotelito en el pueblo y poder ofrecer la
excursión al castillo debidamente puesto en valor, para que cuando vuelvan los
turistas cansados del paseo disfruten de un reponedor aperitivo o comida en un
bar del pueblo, hablen con sus gentes y compartan experiencias con la
población local?…
En otros muchos, en su interior se acogen variopintos centros de
interpretación, que impiden sentir la sensación siquiera de que se está visitando
un castillo cargado de historia, afortunadamente en algunos al menos por fuera
se lee visualmente algo de lo que fueron.
Tampoco es una excepción ver la imagen de restos de murallas
descontextualizados en nuestras ciudades.
Con estas premisas, uno de los principales objetivos que nos marcamos al
redactar el PNAD era, que sus recomendaciones ayudasen a solventar estos y
otros errores cometidos en el pasado y que sirviera de referente a los
profesionales que tuvieran que intervenir en arquitectura defensiva histórica.
Otro, ofrecer una herramienta que facilitase el análisis y estudio global de estos
bienes, para detectar sus necesidades y facilitar su gestión, a los organismos
responsables de su conservación y protección.
Figura 4. Castillo de Jarque (Zaragoza) en 2014
El Plan Nacional de Arquitectura Defensiva
177
LOS VALORES DE LA ARQUITECTURA FORTIFICADA
Hoy está de moda hablar de valores, pero pocos definen cuales y porqué.
Alois Riegel, en 1903 en su libro El culto moderno de los monumentos fue el
primero en proponer una tabla de valores para analizar los monumentos, sus
estudios se caracterizaban por una tendencia a rescatar del olvido periodos
despreciados u olvidados de la historia del arte. Distinguía: los
monumentales, los rememorativos en relación con el culto a los monumentos
y los de contemporaneidad (el instrumental y el artístico).
Lucía Gómez Robles, arquitecta e historiadora del arte granadina, se basó
en él y desarrolló unos propios que incluimos y explicamos en el PNAD y que
pueden ser aplicables a cualquier arquitectura histórica. En España damos
más fama a los apellidos extranjeros, pero Lucía Gómez ha hecho una gran
aportación al Plan y es de ley reconocérselo.
Hablar de ellos daría para hacer varios seminarios, es una pena no tener el
tiempo necesario para desarrollarlos plenamente, pero pueden consultarlos si
se bajan el texto del Plan o la Revista nº 9 de Patrimonio Cultural de España
del IPCE. Como estamos en la era de los tweets, pasaremos con pocos
caracteres rápidamente por todos ellos.
EL VALOR HISTÓRICO, del edificio y de su contenido, otorgado por la
sociedad que lo erigió y la de aquellos que lo disfrutaron y trasformaron en
épocas posteriores. Se lo concede la historia del edificio y de su contenido
desde el momento de su concepción hasta la actualidad, incluidas sus
destrucciones, cuya huella puede leerse en parte o en su totalidad en los
restos conservados.
EL VALOR SIMBÓLICO, otorgado de manera más o menos consciente por la
sociedad, que lo acoge al identificarlo con un momento histórico relevante,
con una costumbre o tradición o simplemente como el lugar de juegos de la
infancia donde dimos rienda suelta a nuestra imaginación. Se lo otorga de
manera más o menos consciente la sociedad, que lo acoge al identificarlo con
un momento histórico relevante, con una costumbre o tradición. Cualquier
alteración de su imagen afecta sustancialmente a la opinión social. Este valor
deberá ser comprendido y potenciado en la restauración.
EL VALOR FUNCIONAL, pues a la función que debe ejercer un edificio, deben
adaptarse sus características. Solo entendiendo su funcionamiento podremos
adaptarlo a un nuevo uso sin que pierda su esencia. Es el rasgo que diferencia
a la arquitectura del resto de artes mayores. Los edificios sufren adaptaciones
a nuevos usos que quedan registradas en sus restos conservados. La
adaptación a un nuevo uso puede hacer desaparecer la esencia de la
construcción primitiva. Solo entendiendo su funcionamiento se podrá
restaurar adecuadamente.
EL VALOR PAISAJÍSTICO, otorgado por su relación con otros elementos de su
entorno, naturales o construidos, y que le dan sentido. Es una suma de
178
Belén Rodríguez Nuere
elementos que pueden dar muchas respuestas a las incógnitas que ellos
encierran. Corresponde al entorno y a los elementos que conforman el
territorio en el que se inserta el bien, ellos aportan una caracterización singular
al edificio.
EL VALOR TIPOLÓGICO, el esquema tipológico que configura el edificio o sus
partes, para un mismo uso y función, tiene variantes temporales y geográficas,
definidas de acuerdo a las tradiciones y usos de la sociedad que la desarrolla. En
una iglesia no se nos ocurriría hacer la entrada por la girola, en un castillo se
abre la entrada por cualquier sitio y luego no hay quien lo entienda. A pesar de
tener un mismo uso y función, tiene variantes temporales y geográficas,
definidas de acuerdo a las tradiciones y usos de la sociedad que la desarrolla.
EL VALOR ESTRUCTURAL, es el que encierra la sabiduría técnica de una
sociedad, la cual le permite proyectar el espacio con seguridad. Es necesario
conocerlo y comprenderlo, nos ayudará a resolver las intervenciones sin alterar
el equilibrio de los restos y hará que la restauración sea coherente y perdurable
con la estructura existente.
EL VALOR CONSTRUCTIVO, que está ligado al estructural, pero a menudo es
producto, de la adaptación a la disponibilidad de materiales de la región.
Diferentes sistemas constructivos pueden dar lugar a sistemas estructurales
semejantes y a menudo son producto de la adaptación de costumbres de la
zona a sistemas más ampliamente extendidos. Generalmente en estrecha
relación con la disponibilidad local de materiales.
EL VALOR FORMAL, es la esencia de la arquitectura, es el que afecta al volumen
al generar el espacio o el vacío junto con la ornamentación en la edificación.
Ofrece información de la sociedad que generó la arquitectura y contribuye a
comprender la función que la generó.
EL VALOR ESTÉTICO, deriva del formal, pero con un sentido más amplio pues
es tal y como se percibe la imagen parcial o global del edificio, en ocasiones
afectado por mutilaciones producidas a lo largo del tiempo y que desfiguran su
imagen haciéndola incomprensible.
Por último, el VALOR SISTÉMICO como parte de un conjunto o sistema
estratégico defensivo mayor del que forma parte y sin el cual carece parcial o
totalmente de sentido.
La salvaguarda de todos estos valores en la restauración garantizará la
protección de la autenticidad que le otorga el calificativo de arquitectura
identitaria. Identificando cada uno de los que porta un bien defensivo antes de
intervenir, y señalando aquellos, que lo identifica y lo singulariza frente a todos
los demás, permitiremos, que nuestros proyectos de rehabilitación y
conservación, aseguren la pervivencia de la identidad histórica y cultural a las
generaciones venideras. Previo a cualquier intervención es necesario identificar
los valores patrimoniales que portan el conjunto y las partes que lo forman,
ponderando aquellos que porta cada una de ellas para tenerlos en cuenta en la
realización de los proyectos de actuación.
El Plan Nacional de Arquitectura Defensiva
179
Figura 5. Castillo de Monreal de Ariza (Zaragoza) (2014)
LAS MURALLAS URBANAS
Las murallas urbanas, dentro del patrimonio defensivo destacan por su
singularidad y necesidades específicas, para ellas hemos reservado un
tratamiento especial.
Bajo esta denominación agrupamos todos los recintos y murallas que se
insertan de forma clara en el tejido urbano vivo de cualquier población de
nuestro territorio, diferenciándolas de las que no están vinculadas a
poblaciones actualmente activas.
Durante muchos años, desde que dejaron de tener función defensiva, se
consideraron un estorbo para la expansión urbanística, convirtiéndose en un
quebradero de cabeza para los responsables municipales, muchas han sido
derruidas o maltratadas, otras han sido horadadas por particulares con fines
diversos, fundamentalmente para ampliar el espacio de sus viviendas o facilitar
el acceso de los coches a las mismas, debilitándolas y convirtiéndolas en un
peligro para la seguridad de las personas.
En otras ocasiones, junto a ellas, se han construido chabolas o
infraviviendas, antes ocupadas por una clase social desfavorecida,
recientemente por neo-rurales, nacionales o extranjeros, universitarios
ecologistas que ocupan terrenos, se construyen su casa y plantan su huerta que
abonan debidamente y riegan al alba y al atardecer, absorbiendo la muralla
todos los productos químicos que aportan a sus plantaciones.
180
Belén Rodríguez Nuere
En otras, las casas adosadas hacen de protección y al retirarlas las murallas
se vienen abajo.
Las murallas urbanas precisan de la implicación y colaboración de las
distintas administraciones; estatal, autonómica y municipal y de los planes e
instrumentos que constituyen el planeamiento urbanístico de la ciudad.
El PNAD por la complejidad de aspectos que hay que abarcar para la
conservación y puesta en valor de todas ellas, recomienda la elaboración de
Planes Directores que recojan, agrupen y amplíen el conocimiento sobre el Bien
y regulen y planteen cronológicamente las propuestas adecuadas para su
conservación y puesta en valor.
Estos Planes se deben elaborar con equipos que abarquen un abanico
amplio de disciplinas profesionales tales como arquitectura, arqueología,
historia, poliorcética, derecho, conservación y restauración, geografía,
etnografía, gestión cultural, fotogrametría etc.
Se pide que al menos un miembro del equipo sea arquitecto superior y que
actúe como principal responsable y director del trabajo.
El Plan Director es un documento técnico que debe reunir toda la
información necesaria para la correcta comprensión del bien. Si fuera necesario
debe incluir aquellos estudios que sean necesarios para mejorar su
conocimiento y deberá establecer actuaciones y pautas para la conservación y
restauración, para el mantenimiento y para la gestión cultural, para que su
puesta en valor permita proporcionar adecuadamente a la sociedad en general y
a la comunidad local en particular, su conocimiento y disfrute, en el presente y
en el futuro.
EL TURISMO
El auge del turismo cultural ha convertido a la arquitectura defensiva en un
foco de atracción e inversión.
Bien tratado, el turismo puede ser considerado un activo o un recurso
económico rentable, porque puede producir beneficios económicos que lo
hagan sostenible, mal tratado o ignorado puede provocar su ruina para siempre,
al comportarse como una marabunta que lo puede arrasar.
Desgraciadamente empieza a estar de moda entender la cultura como
rentabilidad, disfrazándola de sostenibilidad y podemos cargarnos la gallina de
los huevos de oro.
El Plan Nacional de Arquitectura Defensiva
181
LA TRASMISIÓN DEL CONOCIMIENTO
Pasar en arquitectura del término operativo al monumental, necesita del
reconocimiento de la sociedad, que debe aceptar el sentido de su significación.
En nuestro caso es necesario resaltar o rescatar algunos aspectos o valores, para
que la sociedad sienta a esta arquitectura, como el referente histórico que es y
así la reconozca y sienta aprecio por ella.
Valoramos lo que conocemos y tanto mejor cuanto más lo conocemos, por
ello es necesario reforzar en las intervenciones la comunicación y trasmisión de
los valores patrimoniales del bien defensivo para que el visitante sepa ver,
entender, e interpretar el bien y su entorno.
Debemos proporcionar, pequeñas historias que permitan activar la
imaginación y pasión por el conocimiento del lugar, a todos los visitantes y en
particular a la población local para que sientan que son partícipes de las
historias que sus antepasados desarrollaron en el lugar.
Las intervenciones deben incluir aspectos didácticos, mediante una debida
señalética que cuente lo que se ve, los valores más relevantes que se quieran
resaltar, de forma accesible, clara y duradera a todo tipo de visitante.
Uno de los mayores riesgos, para esta arquitectura, son las intervenciones
sin un correcto estudio arqueológico previo.
Inevitablemente, las intervenciones arquitectónicas son muy agresivas, al
intervenir sin querer se borran huellas y se crean otras nuevas incorporándolas
para siempre al edificio.
No toda la historia está escrita, los restos y el suelo que ocupa nuestra
arquitectura defensiva son un documento histórico que debe de ser descifrado,
traducido e interpretado con la ayuda de los avances científicos del siglo XXI,
para reconstruir la actividad humana generadora de los depósitos
arqueológicos, pues ellos bien tratados y estudiados nos aportarán una valiosa
información sociocultural y ambiental de los periodos cronológicos de
ocupación, que podemos destruir si no los tenemos en cuenta y los tratamos
adecuadamente antes y durante las intervenciones que realicemos en ellos.
Tenemos que tener presente que la arqueología es la ciencia que nos ayuda
a recuperar fidedignamente la historia de los sitios, sin influencias sociales,
políticas o religiosas de cada momento y lugar, y que junto a la reciente
digitalización de archivos documentales nos permite estudiar el pasado de
manera impensable para nuestros insignes historiadores que nos han
precedido.
Especialmente, en nuestra historia local, tenemos muchas lagunas que
rellenar y muchas cosas que no acabamos de entender e interpretar.
Aplicando la tecnología actual podemos analizar en el laboratorio los datos
recuperados en situ. Se pueden analizar los paramentos, el polen, semillas,
huesos grandes y minúsculos, restos de vasijas y restos de lo que contuvieron,
huellas imperceptibles en útiles y huesos que nos aportan cantidad de
182
Belén Rodríguez Nuere
información que antes pasaba desapercibida. Todo ello nos ayudará a entender
el sitio, el entorno y como ejerció su función el bien defensivo.
Humildemente hemos de reconocer que al calcular los presupuestos, a
nuestros directivos se les olvida muchas veces que esta gran variedad de
especialidades precisa de dotación económica y de personal en cada
especialidad, para manejar, interpretar y relacionar los datos que nos aporta y
proporciona cada análisis y estudio. Piezas de un puzle que tienen que saber
encajar e interpretar al unísono equipos multidisciplinares de profesionales.
Es una pena, pero en arquitectura defensiva muy pocos bienes hacen de
centro de interpretación de sí mismos, de las funciones que a lo largo de la
historia han tenido dentro de un sistema de estrategia defensiva o de la función
de cada parte del edificio, del significado de sus derrumbes y huellas, que a
modo de heridas presentan entre sus restos y que responden a acontecimientos
históricos acaecidos entre sus muros, unos de gran resonancia histórica
universal y otros menos importantes para la humanidad pero de gran
transcendencia local.
Una ruina bien tratada, con sus itinerarios debidamente estudiados y
señalizados, que permita evocar acontecimientos históricos o singulares, tiene
un gran atractivo.
Porque no se debe olvidar que la gente no es tonta, busca lo auténtico y las
historias bien contadas, además debemos tener en cuenta la variedad de
público que va a tener, por ello es aconsejable proyectar la itinerancia y
planificar los recorridos con distintos niveles de dificultad, para que cada uno
decida y proyecte personalmente sus visitas en función de su espíritu y
capacidad.
Se deberán proyectar y planificar también aquellos medios que sean
necesarios, para que cuando el espíritu no acompañe y no se pueda realizar la
visita completa de un tirón, se pueda, si se quiere, escalonar utilizando puntos
de descanso o puntos de apoyo y refuerzos virtuales que satisfagan la curiosidad
innata de verlo todo y sentirlo todo, incluso cómodamente sentado.
Más prioritario que un centro de interpretación, es un centro de acogida
con aparcamiento para visitantes, un lugar donde tomar un refrigerio, con aseos
y donde comprar un recuerdo, cuya presencia no reste protagonismo al bien al
que da servicio. Cuanto más discretos y miméticos sean con el paisaje mejor.
Algo muy difícil debe ser, cuando es lo contrario de lo que sucede
normalmente.
La puesta en valor llevada a cabo en el Castillo de Garcimuñoz (Cuenca) es,
digamos, que sorprendente. El proyecto para restaurar y poner en valor este
castillo se aprobó antes de la Carta de Baños de la Encina, en 2003, se acaba de
terminar. Antes de su intervención sus restos estéticamente mantenían una
armonía y su ubicación en el mismo pueblo tenía muchas posibilidades para
dotar a la población de una oferta cultural que supusiera un beneficio
emocional y económico para la población.
El Plan Nacional de Arquitectura Defensiva
183
El castillo y la población tienen una larga historia, allí vivió el poderoso don
Juan Manuel en el s. XIV, gran prosista medieval, sobrino de Alfonso X el Sabio,
que allí escribió gran parte de su obra literaria, como el Conde Lucanor. En el s.
XV, don Juan Pacheco, sobre el antiguo alcázar reconstruyó una nueva
fortaleza. Viendo las imágenes de sus restos podemos reconocer y sentir la
carga de la historia que atesora el que además fuera un núcleo importante del
marquesado de Villena y su último reducto.
Su ubicación geográfica junto a la Nacional III, entre la costa levantina y
Madrid, lo hace ser un buen reclamo turístico para invitar al viajero de carretera
a hacer un alto en el camino, y enriquecer sus sentidos.
El cansado conductor y acompañantes, en este punto de su trayecto se
podría dar un relajante paseo, recuperar sus fuerzas en un agradable bareto
donde poder visitar su aseo y de paso adquirir un presente o una bagatela para
llevar a su destino.
Pero un vanguardista proyecto de algo que no podemos llamar restauración,
ha cambiado considerablemente su fisonomía, no solo en su portada como
puede apreciarse en las imágenes del antes y del después, mucho más lo ha
hecho en su interior.
Tiene 100 veces más focos que número de habitantes el pueblo.
Y uno se pregunta: el mantenimiento ¿será fácil?, ¿qué presupuesto
necesitará?, ¿quién se hará cargo de él: el apenas centenar de habitantes?, o ¿de
qué presupuestos dependerá la partida del mantenimiento anual?, ¿la carga de
la historia se aprecia o ha sido defenestrada o mancillada por un gran y costoso
proyecto?
¿No parece cierto, que además el proyecto singular ha añadido un problema
de complicado y costoso mantenimiento a los vecinos que antes no tenían? Los
metales de colores se decolorarán, los tramex se llenarán de basura y no son de
fácil limpieza, las pantallas de plástico ya se han empezado a romper y los
cientos de focos se irán fundiendo y habrá que comprar otros para reponerlos,
además habrá que hacerse cargo de la factura de la luz.
Cuando uno se desvía en la carretera y para para verlo, lo encuentra cerrado
a cal y canto y no ve ni un mísero bar abierto para tomar un algo y hacer un
descanso en la carretera, tiene que seguir hasta llegar a un bar de gasolinera.
Por la prensa se puede comprobar que su alcalde no está muy feliz con los
resultados y con el sobrecoste que su mantenimiento supone a las arcas
municipales.
Otro ejemplo bien distinto es el del trabajo presentado dentro de las
Jornadas Europeas de Patrimonio por el grupo de arquitectos MIMAIA de
4
Talavera de la Reina.
Hicieron un taller infantil que llamaron «Las Murallas de mi ciudad» para
involucrar a la población infantil, prepararon la planimetría y una maqueta que
los niños montaron con las explicaciones y vigilancia de los propios arquitectos,
luego visitaron todos juntos las murallas y corroboraron lo aprendido en la
184
Belén Rodríguez Nuere
propia realidad del sitio, seguro que desde ese día ya las mirarán y las verán con
otros ojos y las respetarán y entenderán.
Otro ejemplo son los Patrimonitos de la ciudad de Ávila, un grupo de 12
chicos y chicas, dos monitoras, una coordinadora y la directora del proyecto
que es la arqueóloga municipal. A través de los profesores de los centros
escolares de secundaria se hizo la selección de alumnos. La escuela de
magisterio seleccionó a sus monitores. Su lema es: «aprendemos sobre el
patrimonio que nos rodea y nos encargamos de cuidar nuestro entorno más
cercano y de conocerlo más a fondo». Con un micrófono de diadema y un
altavoz colgado del cinturón, este grupo de niños van contando la historia de la
ciudad a los visitantes y se disfrazan incluso para teatralizar alguna leyenda o
acontecimiento que tuvo lugar en la ciudad.
Estos ejemplos demuestran que es fundamental enganchar a la población
local, hacer que ésta aprecie y disfrute con la historia que encierra el resto
histórico, de forma respetuosa y «emocionalmente grata», para que sientan que
sus antepasados o ellos mismos son parte de la propia historia y porque, por
cercanía, serán los mejores protectores y defensores de su conservación.
En este sentido traigo el ejemplo que apoyamos desde el PNAD, que no es
otro que el Castillo de la Estrella de Montiel.
De Montiel poco sabía hasta que un día me llamaron desde Granada y me
pidieron fotos históricas del Castillo de la Estrella que buscaba un personaje de
la TVE, encontré entre nuestros fondos algunas y se presentó la persona en
cuestión que era el actor y humorista José Mota.
Desde entones se despertó en mi una curiosidad por seguir desde el
ordenador lo que se hacía en Montiel.
Pero para mi sorpresa, el año pasado (2016), presidiendo una mesa en unas
5
Jornadas sobre Historia, Arquitectura y Construcción Fortificada, coincidí con
David Gallego y Cristina Peña, que presentaban las obras del castillo, y descubrí
con agrado y sorpresa la evolución y resultados obtenidos tras su magistral
presentación, tal es así que presenté a la Comisión de Seguimiento del Plan
Nacional el Castillo de Montiel como ejemplo a seguir.
En el mes de junio, Montiel y el Plan Nacional de Arquitectura Defensiva
hemos coincidido y recibido una medalla en Barcelona de la Asociación de
Amigos de los Castillos en reconocimiento por nuestro trabajo, el Plan Nacional
por la labor genérica en la restauración, conservación y puesta en valor de todos
los castillos y arquitectura fortificada y Montiel por la labor particular y
ejemplar llevada a cabo en un solo castillo que sirve de ejemplo para todos los
demás.
Mota me trasmitió su entusiasmo y me enganchó la historia. Junto con un
miembro de su familia se dedicaban a buscar documentación que hablara del
castillo en archivos históricos, así les conocí y ya tenían localizados además de
imágenes históricas, varios documentos de visitación que describían como era
el castillo.
El Plan Nacional de Arquitectura Defensiva
185
Él lo apreciaba porque lo recordaba como lugar de juegos de su infancia y
me comentó que junto a cuatro amigos lo rescataron, adquiriéndolo y
regalándolo al ayuntamiento para que fuera de todos los vecinos y creando la
Fundación Castillo de la Estrella supongo que para salvaguardarlo de posibles y
futuras injerencias políticas.
Es un lujo ver a un pueblo unido, involucrado en el proyecto de conocer y
rescatar sus ruinas, para compartir y dar a conocer su historia, lleváis excavando
con pocos medios y son muchos los frutos que han logrado que seáis un
ejemplo, espero que tras conseguir una subvención del 1,5% cultural para
excavar y consolidar las ruinas lo sigáis siendo.
Me llevé una grata sorpresa cuando en las Jornadas sobre Historia,
Arquitectura y Construcción Fortificada tuve que presentar a la conservadora y
arqueólogo del castillo, que venían a presentar los resultados de los trabajos de
investigación que llevan realizando durante años. Fue un placer disfrutar de su
entusiasmo, ganas de trabajar y saber contar que se ha hecho en Montiel y que
es lo que tiene.
No hay nada más ejemplar que el ver cómo una población, con la
colaboración dispar de sus ciudadanos, con más o menos rango o capacidad
adquisitiva, a través de lo que parecían pocos vestigios de su castillo más
próximo, ha logrado ir incrementando el interés por su propia historia y las
historias de sus antepasados con el más escrupuloso respeto al más mínimo
dato, transformando un entrañable lugar de juegos de infancia en un rico foco
de interés cultural y en un referente para todos de lo que hay que hacer.
CONCLUSIONES
Y terminando ya, solo recordarles que en la restauración arquitectónica,
solamente podremos aplicar las medidas adecuadas si entendemos la función
que ha originado y ejercido el bien, lo que fue su entorno y todo lo que sepamos
que llevaba asociado.
No olvidemos que tanto el Castillo de la Estrella como toda la arquitectura
defensiva, está donde está porque cuando se erigió se escogió el mejor lugar
para defender territorios o para controlar caminos y fronteras y que el agua de
siempre es la base de subsistencia del ser humano que lo habitaba y la tierra su
sustento.
Por eso, la protección y estudio del monumento militar, mas aun que la de
cualquier monumento, no puede limitarse al monumento en sí mismo, sino que
debe comprender también su ambiente y a su espacio periférico.
Es importante reconocer su relación actual con la población en la que se
ubica. Pero también las relaciones que tuvo en el pasado, debemos detectar
aquello que su contexto actual oculte o haya borrado.
186
Belén Rodríguez Nuere
Para ello, deberemos alejar la mirada con la ayuda de Google Earth o
similar, ver y estudiar el territorio, identificar los caminos y barreras naturales
existentes en su origen y a las que su construcción tuvo que dar respuesta. Los
puntos de agua, recursos naturales etc.
En Montiel no solo tenemos el castillo de la Estrella, también tenemos el
castillo de San Pablo, el castillo de Torres y la cerca de Puebla de Montiel,
también tenemos arquitectura defensiva cercana en la misma provincia en los
municipios de Villanueva de los Infantes, Fuenllana, Almedina, Santa Cruz de
Cáñamos, Terrinches, Albaladejo, Puebla del Príncipe, Villamanrique, Torre de
Juan Abad, Alcubillas… ¿Convivieron? ¿A qué responde la ubicación de cada
una de ellas? ¿De dónde tomaban el agua?, ¿Qué caminos había cuando se
construyeron, y que conflictos? Es decir: que problemas había y a cuales daban
respuesta. Este estudio supongo que estará contemplado en Montiel aunque yo
lo desconozca.
Debemos tener presente, además, que las fronteras en la península Ibérica,
desde el mapa que realizó Estrabón, hasta nuestros días, han sido múltiples y
variadas lo que nos complica el estudio y entendimiento.
Cuando un bien defensivo se ubica en las variopintas líneas de frontera que
hemos tenido, a modo de espejo, frente a un bien de un bando por norma
siempre hay otro del contrario.
Viendo el curioso mapa de Estrabón, se visualiza lo difícil que es identificar
los sistemas de defensa que a lo largo de su historia ha podido tener la
península, porque no todo han sido moros y cristianos, portugueses o franceses,
tenemos una larga y variopinta historia.
Por último y como conclusión, un pequeño consejo y recomendación:
Esperamos que haya quedado demostrado que el mejor método de
protección es el que proporcionan los propietarios, no los legales, sino los
emocionales, que normalmente es la población local, que por cercanía es su
mejor protección.
Por eso consideramos desde el PNAD que es fundamental implicarla y
hacerla partícipe de los esfuerzos que las administraciones hacemos para
mejorar su entorno, para reforzarla el sentimiento de identidad hacia el bien,
porque…
Cuando se conoce lo que se ve, se empatiza con el entorno,
lo que se comprende se quiere,
lo que se quiere se protege y
lo que se considera propio se defiende.
Y además:
«Conocer, comprender y querer, es la base más firme para proteger»
El Plan Nacional de Arquitectura Defensiva
187
No sigamos borrando nuestro pasado, es lo que nos distingue, nos
singulariza y lo mejor que tenemos.
Y recuerden: si tienen que intervenir, ante la duda entre dos soluciones,
seleccionen la que mejor respete y ponga en valor la singularidad y bagaje
cultural histórico de que es portador el bien cultural, o cada una de las partes
que lo conforman.
Espero que el Plan Nacional pueda seguir teniendo siempre al castillo de la
Estrella de Montiel como referente de una puesta en valor, recuperación y
restauración de patrimonio defensivo.
NOTAS
1.
2.
3.
https://sede.educacion.gob.es/publiventa/detalle.action?cod=20115C
http://www.culturaydeporte.gob.es/planes-nacionales/planes-nacionales.html
http://www.mecd.gob.es/planes-nacionales/dam/jcr:0891ce90-2943-45e5-8661f0ec9fa36002/carta-de-ba-os-de-la-encina.pdf
4. http://www.mimaia.es/
5. Segundas Jornadas sobre Historia, Arquitectura y Construcción Fortificada, Madrid,
6-7 de octubre de 2016. Organizadas por el Centro de Estudios José Joaquín de Mora
(Fundación Cárdenas) y el Instituto de Patrimonio Cultual de España.
http://www.fundacioncardenas.es/project/2jhacf/
Torre pentagonal de la Medina (Calatrava la Vieja)
Conservación y restauración en
Calatrava la Vieja
(Carrión de Calatrava, Ciudad Real)
Miguel Ángel Hervás Herrera
Doctor Arqueólogo
Baraka Arqueólogos
mangelhervas@yahoo.es
El enclave de Calatrava la Vieja desempeñó un papel protagonista en el
poblamiento de la región del Alto Guadiana durante siglos, lo que en buena
medida se debió a su situación estratégica junto a uno de los principales vados
de este tramo del río, y a su consiguiente vinculación a la red viaria que articuló
la explotación económica, la estructura administrativa y la defensa militar del
territorio a lo largo de su historia. Habitado al menos desde la Edad del Bronce,
albergó sucesivamente un oppidum o ciudad amurallada en época ibérica, un
pequeño asentamiento romano de vocación agropecuaria con continuidad
durante el periodo visigodo, la capital islámica de la zona durante casi cinco
siglos, una fortaleza templaria, y el convento fundacional de la orden militar de
Calatrava, la primera autóctona de la Península Ibérica. Calatrava la Vieja fue
abandonada casi por completo a comienzos del siglo XV, y alcanzó el último
cuarto del siglo XX semioculta por sus propios derrumbes, si bien permanecían
visibles algunas estructuras de grandes proporciones —principalmente
defensivas— que se encontraban aquejadas por graves problemas de
conservación (Hervás 2016, 63-156).
Entre otros elementos, el yacimiento posee: el único foso islámico
conservado completo en Occidente, varias corachas de abastecimiento
hidráulico del periodo andalusí, los primeros ejemplos peninsulares de
determinadas estructuras defensivas (torres pentagonales en proa y torres
albarranas), el ábside templario más antiguo del reino de Castilla, y la primera
190
Miguel Ángel Hervás Herrera
iglesia de la Orden Militar de Calatrava, además de un perímetro de muralla de
casi mil metros de longitud jalonado por más de treinta torres de flanqueo, y la
estructura urbana completa de una ciudad medieval con casi siete siglos de
ocupación ininterrumpida (Hervás 2016, 157-197).
Figura 1. Mapa de la península Ibérica, con la situación de Calatrava la Vieja (fuente: autor)
Figura 2. Mapa de la comarca, con la ubicación del yacimiento (IGN)
Conservación y restauración en Calatrava la Vieja
Figura 3. Vista aérea del recinto amurallado (Mac Fotográfica, 2009)
Figura 4. Plano del recinto amurallado (Archivo de Calatrava la Vieja)
191
192
Miguel Ángel Hervás Herrera
Las intervenciones desarrolladas en el lugar en las últimas décadas han
permitido obtener un importante volumen de conocimiento histórico, rescatar
un amplio conjunto de materiales arqueológicos, y consolidar, proteger y poner
en valor las ruinas, lo que a su vez hizo posible su incorporación al Parque
Arqueológico de Alarcos-Calatrava desde el momento de creación de este
último en 2003, y lo ha convertido en uno de los yacimientos visitables más
destacados de la región.
En Calatrava la Vieja se observan dos grandes grupos de actuaciones: las que
hemos dado en llamar intervenciones aisladas, que tuvieron lugar entre 1975 y
1996, y las pertenecientes al Plan general de intervenciones sistemáticas,
desarrolladas a partir de 1984. La coincidencia de estos dos grupos de
actuaciones sobre un mismo yacimiento nos brinda la oportunidad de
comparar los resultados obtenidos por cada modo de proceder, y de valorar el
grado de idoneidad de las soluciones adoptadas en cada caso. En las páginas
que siguen haremos un breve repaso de ambos grupos, y analizaremos los
criterios aplicados en cada caso.
ANTECEDENTES
Aunque los primeros trabajos de restauración en Calatrava la Vieja no se
acometieron hasta 1975, la conciencia de la importancia del lugar y de la
necesidad de intervenir en él encuentra su punto de partida en la promulgación
del Decreto de 22 de abril de 1949 sobre protección de los castillos españoles, y
se despierta a comienzos de la década de 1950. Pero las primeras propuestas
concretas de inversión en la antigua ciudad islámica no llegaron hasta el año
1964, y lo hicieron de la mano de los programas de restauración de castillos
elaborados entonces por la Comisaría General del Servicio de Defensa del
Patrimonio Artístico Nacional, que previeron la inversión de entre dos y cuatro
millones de pesetas para trabajos de restauración en el lugar entre los años 1964
y 1968 (Hervás 2016, 220-222).En cualquier caso, estas propuestas no llegaron a
materializarse, y el yacimiento continuó en estado de abandono durante una
década más.
INTERVENCIONES AISLADAS
Este grupo lo forman cuatro proyectos de consolidación y restauración
desarrollados entre 1975 y 1996, orientados a la solución de problemas de
conservación apremiantes en estructuras de gran volumen (Hervás 2016, 213341). Son los siguientes:
Conservación y restauración en Calatrava la Vieja
193
1975. Restauración de la base de la torre albarrana omeya y del lienzo sur
de la muralla del alcázar con recalces de hormigón armado, y realización
de desescombros manuales en la embocadura del foso, en el frente
meridional del alcázar, y en el interior de la iglesia de los calatravos.
1982-1983. Reparación de los descalces y erosiones de la muralla
occidental del alcázar y de la fachada norte de la iglesia de los calatravos
con obra de mampostería irregular, y realización de amplios
desescombros mecánicos en el área del convento de los calatravos,
incluido el interior de su iglesia.
1983-1984. Finalización de los trabajos de reparación y recalce de la
muralla occidental del alcázar iniciados en 1982, y construcción de una
estructura de hormigón armado, acero y cristal para protección y visita
del conjunto de grafitis bajomedievales descubierto durante la fase
anterior en la cripta de la iglesia de los calatravos.
1995-1996. Reparación de los descalces y erosiones de los lienzos
septentrional y oriental del alcázar con obra de mampostería irregular.
Las tres primeras preceden al plan general, en tanto que la cuarta y última
se desarrolló años después de iniciadas las excavaciones sistemáticas. Se trata
de obras proyectadas a corto plazo, sin perspectivas de continuidad en el
tiempo, desligadas entre sí, y que no responden a un plan director o a un
programa de intervención unitario.
Todas ellas se fundamentan en la consolidación de estructuras de gran
volumen afectadas por potentes procesos erosivos, con riesgo de
desprendimientos parciales. Ninguna, en cambio, estuvo precedida por estudios
histórico-arqueológicos específicos, ni acompañada por trabajos de
documentación de la propia restauración. Tampoco los criterios de
intervención aplicados —cambiantes entre las diferentes actuaciones—
respetaron la realidad constructiva original de las fábricas tratadas ni las
secuencias estratigráficas murarias, y los movimientos de tierra necesarios en
cada caso se realizaron sin el debido control arqueológico.
Las cuatro intervenciones comparten determinados planteamientos
generales, algunas virtudes, y también numerosos defectos. Aunque no todas
son anteriores al plan de intervenciones sistemáticas en el yacimiento, sí
resultan por completo ajenas al mismo, ya que no forman parte de un plan
director o de un programa común de actuaciones basado en un estudio
diagnóstico previo del monumento y guiado por un enfoque conjunto con
vocación de continuidad.
Entre las virtudes, cabe destacar que todas ellas evitaron en todo momento
los trabajos de completamiento, innovación o repristinamiento, y propusieron
actuaciones de carácter eminentemente técnico orientadas a garantizar la
perdurabilidad de las fábricas históricas. Tampoco se adentraron en el terreno
de la hipótesis, y nunca recrecieron estructuras por encima de las cotas
194
Miguel Ángel Hervás Herrera
máximas conservadas. Además, cumplieron siempre con la voluntad declarada
de establecer una clara diferencia entre la obra original y la de restauración, si
bien es cierto que esta diferencia se estableció a costa del enmascaramiento de
los sistemas constructivos originales, con la consiguiente pérdida de una parte
del valor documental de la ruina.
Ésta es precisamente una de las consecuencias más graves de los múltiples
errores cometidos. El principal de ellos tal vez sea la falta de estudios previos,
tanto de carácter general sobre el yacimiento, como, sobre todo, de carácter
específico sobre las fábricas históricas a abordar. La falta de colaboración entre
los arquitectos directores y otros profesionales especialistas en patrimonio dio
lugar a la comisión de importantes errores tanto en la interpretación de la
ruina, como en la identificación de aparejos y técnicas constructivas, y en la
lectura de las secuencias estratigráficas murarias. Así:
se tapiaron indebidamente algunos vanos de gran importancia
documental, con la consiguiente distorsión de los recorridos históricos
del monumento;
se ocultaron multitud de marcas constructivas que aportaban
información decisiva para la correcta interpretación de las técnicas
empleadas en origen, y no se respetó el módulo de los elementos que
constituyeron la obra histórica, de modo que los paramentos de
restauración deformaron, modificaron y enmascararon la naturaleza
constructiva de la obra sobre la que se intervenía;
se ocultaron o invirtieron relaciones estratigráficas clave para el
conocimiento de las secuencias constructiva e histórica del conjunto.
Figura 5. Ejemplo de enmascaramiento de fábricas históricas en la intervención de 1982-1983
(Archivo de la Fundación Miguel Fisac)
Tampoco se realizaron los debidos trabajos de seguimiento y registro del
proceso de ejecución; tan sólo han llegado hasta nosotros algunas fotografías
Conservación y restauración en Calatrava la Vieja
195
del desarrollo de las intervenciones dirigidas por Miguel Fisac, pero no
constituyen un trabajo sistemático de documentación.
El impacto visual de la obra de restauración quedó amplificado por el hecho
de que se actuó sobre grandes frentes de muralla y sobre otros edificios muy
visibles de notable antigüedad y gran valor patrimonial, como el arco triunfal, la
torre albarrana omeya, o la iglesia de los calatravos, entre otros. Todavía hoy, la
visibilidad de las actuaciones restauradoras previas al plan general es máxima.
La gravedad de algunos de los errores de interpretación cometidos justifica
la realización de diversos trabajos de desrestauración durante la fase de
intervenciones sistemáticas, tales como el destapiado y posterior recuperación
de la geometría original de las puertas tapiadas durante las intervenciones de
1982 a 1984, o la eliminación de la estructura de hormigón, acero y cristal para
protección y visita de los grafiti del interior de la iglesia.
Por otra parte, la ejecución de voluminosos movimientos de tierra sin el
debido seguimiento arqueológico dio lugar a la destrucción no documentada de
estructuras y de secuencias estratigráficas de subsuelo de enorme valor
histórico-arqueológico, con la consiguiente pérdida de un importante volumen
de información y conocimiento.
Las intervenciones de restauración acometidas dentro del plan general de
intervenciones sistemáticas iniciado en 1984 tendieron en la mayor medida
posible a evitar estos errores, por lo que partieron de un amplio programa
previo de investigación que condujo a la excavación arqueológica de amplios
sectores del yacimiento, y se basaron en estudios específicos exhaustivos de las
fábricas a restaurar, de carácter tanto estratigráfico como puramente
constructivo.
INTERVENCIONES SISTEMÁTICAS. EL PLAN GENERAL
A este grupo pertenece un amplio número de actuaciones articuladas entre
sí, que se han desarrollado desde 1984 hasta el momento actual, y forman parte
de lo que hemos dado en llamar el Plan General de Intervenciones Sistemáticas
(Hervás 2016, 343-445). Se articula en función de tres programas
interdependientes y estrechamente relacionados, que se corresponden con cada
uno de los principios animadores del plan: investigación, restauración, y
difusión. Cada programa se desarrolla, a su vez, a partir de proyectos de
actuación concretos, coordinados entre sí, y dirigidos por equipos técnicos y
científicos compartidos, con continuidad a lo largo del tiempo. Todas estas
intervenciones fueron financiadas con fondos públicos, tanto de la Unión
Europea como del Gobierno de Castilla-La Mancha.
Con este plan se persiguió, desde un primer momento, no sólo la obtención
de avances en el conocimiento de todos los aspectos relativos al yacimiento,
196
Miguel Ángel Hervás Herrera
sino también la recuperación del mismo para el público en general. En último
término, este planteamiento implica la realización de una intensa labor de
difusión, que en el caso que nos ocupa está sólidamente sustentada en el largo
camino recorrido previamente por los programas de investigación y
restauración —de los que se nutre—, y que culminó con la creación del Parque
Arqueológico de Alarcos-Calatrava en 2003.
Investigación, restauración y difusión configuran un circuito de
retroalimentación: investigar para restaurar, e investigar y restaurar para
difundir. En efecto, los trabajos de investigación permiten no sólo obtener un
determinado volumen de conocimiento histórico que después podrá ser
difundido, sino también ajustar las restauraciones de un modo muy preciso a la
realidad física —material y estratigráfica— de las estructuras sobre las que se
interviene. Los trabajos de restauración, a su vez, permiten plantear y resolver
determinadas cuestiones relativas a la historia de la construcción, y generan
nuevos conocimientos de carácter científico sobre la cultura material del
pasado. Investigación y restauración unidas, por último, permiten llenar de
contenidos los recorridos de visita —carteles explicativos, recuperación de
volúmenes perdidos…—, y difundir el conocimiento adquirido en congresos,
ciclos de conferencias, y publicaciones diversas, tanto especializadas como de
divulgación (Hervás, Juan y Retuerce 2006, 87).
En función de todo ello, podemos enunciar del siguiente modo los tres
objetivos generales básicos que animan desde un principio el plan de
intervenciones sistemáticas:
obtener un determinado volumen de conocimiento histórico de calidad
científica;
recuperar los valores monumentales del yacimiento;
musealizar y poner en valor los restos recuperados.
Desde 1997 las intervenciones se realizaron según un plan de actuación
común con Alarcos, adecuadamente consensuado entre las direcciones
científicas de ambos yacimientos. La vinculación entre Alarcos y Calatrava no es
un mero accidente del plan general de intervención, sino que tiene raíces
profundas: se trata de dos grandes yacimientos medievales situados en el centro
de la provincia de Ciudad Real, junto a la margen izquierda del río Guadiana,
cuya historia es fiel exponente de los cambios operados en al-Andalus entre los
siglos VIII y XIII. Ambos quedaron unidos a partir de 2003 por la figura del
Parque Arqueológico, pero previamente habían estado vinculados entre sí por
muchos siglos de historia en común —desde la protohistoria hasta el siglo
XIII—, por el arco que describe el Guadiana en esta zona en su doble papel de
vía de comunicación y de frontera —lo que daba sentido y valor estratégico a
ambos emplazamientos—, y por más de veinte años de investigación en
paralelo, los últimos catorce de los cuales —1997-2010— se desarrollaron en el
Conservación y restauración en Calatrava la Vieja
197
marco de un único programa común que desembocó en la creación del Parque
Arqueológico (Hervás, Juan y Retuerce 2006, 86).
Figura 6. Vistas aéreas del alcázar de Calatrava la Vieja, antes de las intervenciones
(Sarthou 1979), y después (Mac Fotográfica, 2009)
198
Miguel Ángel Hervás Herrera
INVESTIGACIÓN
El programa de investigación (1984-2010 y 2014-2019) se ha desarrollado en 34
campañas de diversa duración, a razón de una por año, salvo en 1995, en que se
acometieron tres. Avaladas primero por el Museo Arqueológico Nacional de
Madrid y después por el Museo Provincial de Ciudad Real, fueron dirigidas
siempre por un mismo equipo de investigadores, y estuvieron financiadas en
todo momento por la Consejería competente en materia de patrimonio del
Gobierno de Castilla-La Mancha.
Las excavaciones arqueológicas realizadas dentro de este programa
permitieron alcanzar un profundo conocimiento de la realidad histórica y
material del yacimiento y pusieron al descubierto numerosas estructuras de
gran valor patrimonial, necesitadas a su vez de trabajos de conservación y
consolidación. Por otra parte, los conocimientos adquiridos constituyeron la
base sobre la que se establecieron tanto los criterios de restauración generales
como las pautas a aplicar en cada caso concreto, que quedaron bajo la
responsabilidad de los arqueólogos directores de la investigación (Hervás, Juan
y Retuerce 2006, 93). Además, los numerosos datos obtenidos a lo largo de todo
este proceso generaron un ingente corpus documental que sirvió de base, a su
vez, para elaborar los contenidos del programa de difusión.
Figura 7. El sector sureste de la medina, antes y después de su excavación mediante la
combinación de estrategia en área abierta y procedimiento estratigráfico (Archivo de
Calatrava la Vieja)
Entre 1984 y 1987, las intervenciones se llevaron a cabo mediante la fórmula
de los planes de empleo en aplicación del convenio firmado entre la Comunidad
Autónoma y el INEM. Entre 1988 y 1994 quedaron interrumpidas las
aportaciones del INEM a Calatrava la Vieja, y las campañas de excavación se
financiaron con cargo a los programas de ayuda a la investigación promovidos
por el gobierno regional. Por último, los planes de empleo retornaron al
yacimiento en 1995, y permitieron la realización de nuevas intervenciones hasta
Conservación y restauración en Calatrava la Vieja
199
2010, en que quedaron interrumpidos de nuevo. Los trabajos de excavación se
retomaron en 2014 mediante la fórmula de curso de arqueología para
estudiantes universitarios, vigente en la actualidad. Hasta el momento, se ha
2
excavado una superficie total de 22 000 m , lo que incluye alrededor de un 60%
del perímetro amurallado, la totalidad del interior del alcázar, y un 10% del
interior de la medina.
Los Planes de Empleo
La aportación de los planes de empleo resultó decisiva para el programa de
investigación. El convenio entre la Consejería de Cultura de Castilla-La Mancha
y el organismo competente en materia de empleo (primero el Instituto Nacional
de Empleo, y a partir de 2003 el Servicio Público de Empleo de Castilla-La
Mancha), permitió destinar inversiones procedentes del Fondo Social Europeo a
la realización de excavaciones arqueológicas en diversos yacimientos de la
región mediante la fórmula del Plan de Empleo, que hizo posible la
contratación en Calatrava la Vieja de amplios grupos de trabajadores durante
periodos de varios meses cada año, y permitió abordar extensos sectores del
yacimiento sepultados por grandes masas de escombros.
Además, estos planes proporcionaron una buena oportunidad para difundir
los valores sociales y culturales del patrimonio histórico y arqueológico entre
amplias capas de la población. De hecho, la actitud de los habitantes del
entorno con respecto a Calatrava la Vieja evolucionó, en pocos años, desde la
indiferencia generalizada —e incluso el desprecio— y las críticas a la
realización de inversiones públicas en el lugar, hacia una valoración positiva del
yacimiento, que pasó a ser considerado como una parte esencial de la identidad
del municipio, como un elemento merecedor de respeto y protección, y como
una fuente de conocimiento y de riqueza. En este cambio tuvo mucho que ver
la disposición de los trabajadores y trabajadoras que participaban en los planes
de empleo, quienes pudieron conocer y apreciar de primera mano el notable
interés del bien sobre el que actuaban, y se convirtieron en los más eficaces
agentes de difusión de los múltiples valores del mismo en el ámbito local.
Los fondos invertidos por medio de esta fórmula en Calatrava la Vieja
posibilitaron no sólo paliar situaciones de desempleo en una zona deprimida
desde el punto de vista económico, sino también recuperar un importante
recinto monumental que ha terminado por convertirse en un potente reclamo
de turismo cultural y, por tanto, en un recurso más de progreso económico para
su entorno próximo. Gracias a estos programas, Calatrava la Vieja ha sido
durante más de veinte años un gran yacimiento arqueológico de empleo social
capaz de generar desarrollo.
200
Miguel Ángel Hervás Herrera
No obstante, el programa no ha estado exento de errores. El más importante
de ellos es, tal vez, la falta de arbitraje de las fórmulas necesarias para
completar el trabajo de excavación arqueológica con el posterior estudio y
tratamiento de la documentación generada y de los materiales recuperados.
Proyectos de investigación
En aquellos años en los que no se programaron planes de empleo para Calatrava
la Vieja, las campaña sde excavación se desarrollaron al amparo de los
programas de ayuda a la investigación implementados anualmente por el
gobierno regional. Dada la limitada cuantía de las subvenciones aportadas,
hubo que trabajar con grupos reducidos de estudiantes durante periodos cuya
duración nunca excedió los dos meses al año. En tales condiciones no era
posible movilizar grandes cantidades de escombros, y los trabajos de excavación
se orientaron a la búsqueda de soluciones a problemas científicos concretos en
aquellas zonas del yacimiento en las que el volumen de los rellenos era menos
desalentador.
Método de intervención
En Calatrava la Vieja se excavó desde un primer momento mediante la
combinación de la estrategia en área abierta con el procedimiento estratigráfico
o de estratigrafía natural.
El objetivo de que el yacimiento no sólo pueda ser visitado, sino también
entendido, obliga en primer término a excavar en grandes áreas abiertas,
haciéndolo de modo que se pongan al descubierto, en fases sucesivas de la
excavación, momentos de ocupación cronológicamente homogéneos. Esto
facilita las labores de interpretación y la posterior musealización del conjunto.
A modo de ejemplo, esta forma de proceder permitió recuperar,
prácticamente completo, el nivel de ocupación de la Encomienda de Calatrava
(siglos XIII-XV) en el interior del alcázar, e identificar con nitidez tanto el
edificio conventual como la explanada baldía situada al norte, que se formó a
partir de los derrumbes de grandes edificios preexistentes y fue aprovechada
por los monjes calatravos para la instalación de alfares. Finalmente, y gracias a
la infrautilización de dicha explanada en época de la Encomienda, fue posible
excavar niveles inferiores sin necesidad de desmontar estructuras, de modo que
se ha podido documentar buena parte de la distribución interna del alcázar en
época islámica al mismo tiempo que se mantenía la coherencia del momento de
ocupación cristiano.
Por su parte, el procedimiento estratigráfico permite: en primer lugar,
recuperar la historia de la topografía del yacimiento, ya que se respetan al
Conservación y restauración en Calatrava la Vieja
201
máximo las superficies de cada unidad estratigráfica; en segundo lugar,
clasificar los objetos en función del estrato en el que quedaron sepultados, sin
desplazarlos de su contexto natural; y por último, identificar las relaciones
físicas entre unidades estratigráficas y, por consiguiente, conocer la cronología
relativa de cada una de ellas en el mismo instante de ser excavada.
La combinación de la estrategia en área abierta con el procedimiento
estratigráfico permitió situar las estructuras en su contexto espacial más
preciso, dado que se respetó escrupulosamente la topografía original de los
niveles de uso asociados. Además, se recuperaron los recorridos históricos del
monumento, que constituyen un elemento esencial para garantizar una
correcta interpretación y musealización del conjunto.
RESTAURACIÓN
Las Escuelas-Taller
Las restauraciones correspondientes a esta nueva etapa comenzaron en 1997
con la incorporación de Calatrava la Vieja al ámbito de actuación de la EscuelaTaller de Alarcos, que trabajaba en el yacimiento homónimo desde 1990, y que
contaba por tanto con una experiencia previa muy apreciable en cuanto a
definición y aplicación de criterios. Entre 1997 y 2010 intervinieron en Calatrava
la Vieja las Escuelas-Taller Alarcos III (1997-1998), Alarcos IV (2000-2002),
Alarcos V (2003-2005), Alarcos VI (2005-2007), el Taller de Empleo del Parque
Arqueológico (2007-2008), y la Escuela-Taller del Parque Arqueológico (20082010). Gracias a ello se fijaron los criterios y procedimientos de actuación, y se
consolidaron y restauraron las torres pentagonales y la torre albarrana
almohade del frente oriental del alcázar, la torre pentagonal y la puerta en
recodo de la medina, la sala de audiencias del interior del alcázar, el sector de
salas abovedadas del convento de los calatravos, y diversos lienzos y torres en
todo el perímetro amurallado de la ciudad. Además, se construyeron todas las
infraestructuras actualmente existentes en el yacimiento, y se habilitaron los
recorridos de visita.
El programa de Escuelas Taller y Casas de Oficios tiene su origen en el año
1985, promovido por el Instituto Nacional de Empleo. Surgió para dar una
respuesta conjunta a dos problemas que acuciaban entonces a la sociedad
española: por un lado, las elevadas tasas de desempleo juvenil, y por otro, la
incapacidad de las administraciones competentes en materia de patrimonio
histórico para garantizar la adecuada conservación de los bienes muebles e
inmuebles de esa naturaleza existentes en el país (Rascón y Sánchez 2000, 9293; Juan 2013, 416-420). Además, numerosos oficios relacionados con la
producción artesanal o con las técnicas constructivas tradicionales se
encontraban entonces en abierta regresión, con riesgo de desaparición total a
202
Miguel Ángel Hervás Herrera
corto y medio plazo, lo que suponía una pérdida cultural irreparable y limitaba
las posibilidades futuras de actuar sobre bienes de patrimonio (Sánchez Esteban
2009, 1). De hecho, tanto la Carta de Ámsterdam (1975) como la Recomendación
880 de la Asamblea del Consejo de Europa para la conservación del patrimonio
arquitectónico (1979) y la Carta de Noto (1986) advertían de la necesidad de
disponer de materiales y técnicas de construcción tradicionales para la
restauración del patrimonio construido, y reclamaban la implantación de
programas formativos tendentes a la adecuada capacitación de los
profesionales.
Figura 8. Trabajos de restauración con técnicas tradicionales de tapiería, ejecutados por el
Taller de Empleo 2008-2009 (Archivo de Calatrava la Vieja)
La Escuela-Taller de Alarcos fue uno de los primeros programas que
vinculaba desde sus inicios los planes de formación y empleo en obra real con el
patrimonio histórico, y lo hizo en dos de los yacimientos arqueológicos más
importantes de la región (Alarcos y Calatrava la Vieja), en los que los trabajos
de excavación estaban muy avanzados gracias a la aplicación previa de diversos
planes de empleo y proyectos de investigación. Su actuación se basó en la
restauración y rehabilitación del patrimonio cultural y natural en el ámbito del
Parque Arqueológico, y en la formación de especialistas en conservación de
patrimonio que pudieran integrarse en el mundo laboral y profesional. Se
perseguía la potenciación de ambos yacimientos arqueológicos como núcleos
de relevancia histórica, el establecimiento de las condiciones necesarias para su
visita y comprensión, y el desarrollo de programas de atracción y actividad
turística en relación con el patrimonio cultural y natural de la comarca (Hervás,
Juan y Retuerce 2006, 94).
Conservación y restauración en Calatrava la Vieja
203
Paralelamente, se revalorizaron los oficios artesanos y se desarrollaron
programas de investigación en relación con técnicas antiguas de construcción.
Los propios trabajos de restauración ejecutados constituyeron, en sí mismos,
verdaderas prácticas de arqueología experimental. El objetivo era «…hacer del
patrimonio cultural y natural del Campo de Calatrava un conjunto de bienes
accesibles para los ciudadanos, conocidos, comprendidos, valorados y
respetados por la sociedad, y constitutivos de un referente de satisfacción,
orgullo y generación de riqueza material y cultural» (Juan y Gómez 2005, 114).
En función de ello se configuraron diversos equipos multidisciplinares de los
que formaron parte aparejadores, arqueólogos, arquitectos, historiadores,
historiadores del arte, y maestros de oficios relacionados con la restauración y
conservación del patrimonio. La continuidad del equipo técnico a lo largo del
tiempo favoreció la coordinación de las distintas áreas de trabajo, proporcionó a
cada uno de sus componentes un nivel de conocimiento adecuado acerca del
bien sobre el que se intervenía y de los objetivos perseguidos, y contribuyó al
buen fin del plan de actuación.
Los proyectos por contrata
Sin embargo, el programa de Escuelas Taller presentaba limitaciones derivadas
de la dotación presupuestaria de cada proyecto, del tipo de mano de obra
empleada y de la existencia de una determinada carga docente, aspectos éstos
que condicionaban el rendimiento e imponían severas restricciones en materia
de seguridad. Estas circunstancias impedían actuar en obras de gran
envergadura o excesiva complejidad técnica, y en aquellas en las que existiesen
riesgos significativos derivados de condiciones objetivas, como por ejemplo,
una excesiva altura de las estructuras a tratar. Así, cuando en Calatrava la Vieja
se abordaron proyectos de esas características, fue necesario recurrir a la
ejecución por contrata, mediante el concurso de empresas especializadas en
restauración arquitectónica.
En cualquier caso, sólo variaban la fórmula de gestión del proyecto, su
tramitación administrativa, y la entidad ejecutora. Los criterios de intervención,
los procedimientos de actuación y los mecanismos de control —fase de estudios
previos, supervisión arqueológica y documentación del proceso— se aplicaban
por igual tanto para estos proyectos como para los de Escuela Taller, y
quedaban en ambos casos bajo la responsabilidad directa del equipo técnico y
científico del yacimiento.
Por medio del sistema de contrata se acometieron, en concreto: la
restauración de la puerta islámica de comunicación entre el alcázar y la medina
(2001); la consolidación y adecuación para visitas de la iglesia de los calatravos
(2002); la adecuación arquitectónica y ejecución de cubierta visitable en la
iglesia de los calatravos (2006-2007); y la consolidación de las estructuras del
204
Miguel Ángel Hervás Herrera
sector cristiano del alcázar (2007-2008). Todas estas intervenciones fueron
promovidas y financiadas por el gobierno regional en el marco del plan general
de intervención del Parque Arqueológico Alarcos-Calatrava, con excepción de la
última, que fue financiada con cargo a los fondos del 1% cultural del Ministerio
de Fomento.
Las dos intervenciones realizadas sobre la iglesia de los calatravos, no
obstante, tuvieron un enfoque en parte diferente a las demás, dado que se había
previsto la recuperación y adaptación del edificio para su uso como futuro
centro de interpretación del yacimiento. Esta circunstancia determinó que las
obras traspasasen el marco de la conservación y la restauración, y se adentrasen
en el terreno de la rehabilitación. En cualquier caso, los criterios de actuación
sobre fábricas históricas se mantuvieron, también para este proyecto, dentro de
los previamente establecidos para el resto de intervenciones.
OBJETIVOS, CRITERIOS Y PROCEDIMIENTOS DE
RESTAURACIÓN DEL PLAN GENERAL
Se intervenía fundamentalmente sobre estructuras que habían perdido sus
caras vistas, total o parcialmente, por erosión, desplome o expolio de
materiales. En estos casos se reponían las partes desaparecidas con la mayor
fidelidad posible al original, sin recrecer la estructura por encima de la altura
máxima conservada, y se diferenciaba la obra de restauración con respecto a la
histórica mediante la interposición de estratos de intervención y la colocación
de marcas visibles al exterior. El objetivo era proteger la estructura original por
medio de la superposición de la obra nueva para frenar el deterioro de la
primera, y al mismo tiempo recuperar volúmenes y lecturas perdidos para
facilitar la percepción de su verdadera entidad arquitectónica. Se perseguía muy
especialmente, además, reducir al mínimo posible el impacto visual de la
intervención.
Figura 9. La torre albarrana almohade, antes y después de su restauración (Archivo de
Calatrava la Vieja)
Conservación y restauración en Calatrava la Vieja
205
A partir de estos principios, los trabajos de conservación y restauración
estuvieron guiados por unos objetivos básicos específicos, en función de los
cuales se articularon diversos criterios de intervención que dieron lugar, a su
vez, al establecimiento de unos procedimientos de ejecución. Cuando
comenzaron a ser aplicados en Calatrava la Vieja, los criterios habían sido ya
objeto de definición y ensayo durante seis años en el yacimiento de Alarcos, por
lo que no experimentaron grandes cambios a lo largo del tiempo. Los
procedimientos, en cambio, evolucionaron a partir de la experiencia
acumulada, principalmente por lo que respecta a la ejecución de las diferentes
técnicas constructivas, y fueron adaptados a las necesidades concretas de cada
obra.
Objetivos
Se establecieron tres objetivos a alcanzar en cada una de las estructuras sobre
las que se intervenía:
PREVENIR EL DETERIORO DEL BIEN. Se lograba mediante la superposición de
la obra de restauración sobre los restos de la obra original. De este
modo, la acción de los agentes atmosféricos recaía directamente sobre la
obra nueva y no sobre la histórica.
RECUPERAR VOLÚMENES PERDIDOS. Se conseguía mediante la restitución de
las piezas desaparecidas y la recomposición de los paramentos
incompletos y de las aristas que definían la geometría del conjunto. Se
pretendía restablecer la continuidad formal de los cuerpos de fábrica
para facilitar su lectura.
RECUPERAR LECTURAS DESAPARECIDAS. Siempre que el estudio previo de la
estructura a restaurar puso en evidencia las trazas de los sistemas de
acabado, se procuró la preservación de las mismas, e incluso la
reproducción parcial de dichos acabados sobre aquellos sectores de la
fábrica restituidos por la restauración, de modo que se recuperasen las
lecturas perdidas sin enmascarar la obra original. Este objetivo tiene un
valor eminentemente didáctico, y responde a la necesidad de que tras la
intervención restauradora, el edificio conserve la mayor parte de su
carga documental.
Criterios
Cualquier intervención que se realice sobre un bien arqueológico conlleva el
riesgo de transformarlo o de provocar pérdidas irreversibles de información.
Por ello, resulta de la máxima importancia realizar un estudio previo muy
detallado y riguroso tanto del elemento concreto sobre el que se interviene,
206
Miguel Ángel Hervás Herrera
como de su contexto histórico y arqueológico más preciso, con especial
atención a la identificación de sus materiales y técnicas constructivas, a la
evolución del bien a lo largo del tiempo, y a todas y cada una de sus
particularidades físicas y estratigráficas.
Por ello, los criterios de conservación y restauración aplicados por el plan
general en Calatrava la Vieja se fundamentaron en el más absoluto respeto
hacia las estructuras a restaurar, tanto en sus características físicas —
elementos, técnica constructiva, aparejo, material de trabazón…— como en su
realidad estratigráfica. Fueron definidos a partir de una experimentación
continua sobre obra real, y elaborados por un amplio equipo interdisciplinar
formado por arqueólogos, arquitectos, historiadores del arte, restauradores, y
muy en especial, por maestros artesanos de oficios, cuya aportación resultó
esencial.
Para la construcción de recalces, recomposición de paramentos y
recuperación de volúmenes, o cualquier otra intervención que implicase la
incorporación de fábricas, se recurrió casi siempre al empleo de técnicas
constructivas, materiales, elementos y aparejos iguales o similares a los
originales, previa comprobación de su adecuado comportamiento,
reversibilidad y compatibilidad con respecto a las fábricas históricas. También
se reprodujeron el módulo de las piezas desaparecidas y el tratamiento de las
juntas. Para ello se emplearon, siempre que fue posible, los materiales de
construcción recuperados del subsuelo durante el proceso de excavación
arqueológica manual, que eran separados por tipos y acopiados en puntos de
vertido diferentes, dentro del yacimiento, de cara a su posterior reutilización en
los trabajos de restauración.
El objetivo era conseguir un alto grado de integración visual entre la obra de
restauración y la original, y al mismo tiempo mantener a la vista la mayor
cantidad de información posible acerca de la verdadera identidad constructiva
de las fábricas históricas. La configuración del relleno interior de los muros
permite conocer la técnica empleada en cada caso a partir del estudio de las
líneas de fraguado diferencial de los morteros y de otras posibles marcas de
aparejado, tales como agujales o encintados.
No obstante, este modo de proceder ponía en riesgo, a priori, el principio de
autenticidad establecido por la legislación vigente y las cartas y convenciones
internacionales. Para salvaguardarlo, se garantizó la necesaria diferenciación
entre la obra de restauración y la original por diferentes medios, en función del
tipo de obra de que se tratase. En las obras de mayor envergadura, se utilizaron
estratos de intervención interpuestos entre las fábricas históricas y las nuevas. Y
la reposición se dejaba hueca al interior, también para no sobrecargar la
estructura original. El hueco se rellenaba después con material drenante ligero,
suelto, como arlita o puzolana. En las obras de sillería, las piezas de restitución
fueron marcadas en sus caras ocultas con cortes de radial, como signo
inequívoco de nuestro tiempo. En todos los casos se recurrió a la introducción
Conservación y restauración en Calatrava la Vieja
207
de placas acuñadas de cerámica industrial visibles desde el exterior, a modo de
marcas de contorno. En la recomposición de obras de tapial de tierra resultó
técnicamente imposible introducir estratos de intervención o marcas de
contorno, por lo que la distinción se estableció a partir de la diferente
coloración del material empleado en la restauración, o mediante la mezcla de
este último con elementos de origen industrial ajenos a las estructuras
históricas del yacimiento, como gravas basálticas de machaqueo. Por último, el
exhaustivo proceso de documentación seguido antes, durante y después de cada
intervención generó un completo corpus documental de acceso público,
custodiado por los archivos de la administración, que sirve por sí mismo como
eficaz instrumento de diferenciación entre fábricas originales y de restauración.
Con respecto al tratamiento de las coronaciones, se evitó recomponer las
fábricas por encima de la cota máxima conservada para impedir que la
restitución entrase en el terreno de la hipótesis. No obstante, para la protección
de las coronaciones de los muros de mampostería o ladrillo (en especial de los
aparecidos en excavación arqueológica) se recurrió al añadido de algunas
hiladas de sacrificio destinadas a recibir y absorber las agresiones de los agentes
ambientales. En las estructuras de mayor envergadura, la coronación se
protegió con capas de mortero hidrófugo dotadas de vertiente a ambos lados
para evacuación de aguas pluviales.
Figura 10. La torre albarrana omeya, antes y después de su restauración. Se observa la
aplicación de los criterios enunciados (Archivo de Calatrava la Vieja)
208
Miguel Ángel Hervás Herrera
En la determinación de las cotas de coronación, se crearon líneas de remate
escalonadas para evitar la aparición de aristas de perfil visualmente agresivo, y
para transmitir la idea de continuidad de la obra original en cotas superiores. El
escalonamiento se adaptó con la mayor precisión posible a las variaciones de
cota de la superficie de arrasamiento preexistente.
También se aplicó el criterio de mínima intervención, presente de un modo
explícito en casi todas las cartas y convenciones internacionales a partir de 1932.
Las actuaciones se circunscribieron a aquellos sectores de la fábrica histórica
necesitados de consolidación, de modo que los que no presentaban problemas
especialmente significativos permanecieron intactos. Así, se evitó en todo caso
la aplicación de rejuntados de restauración extensivos en cuerpos de fábrica
completos, que hubiesen podido enmascarar las distintas unidades
estratigráficas existentes, con la consiguiente pérdida de una parte de la carga
documental del monumento.
Figura 11. Detalle de la restitución de sillares desaparecidos en la esquina suroeste de la
misma torre, a partir de las marcas dejadas en el mortero por los originales (Archivo de
Calatrava la Vieja)
Conservación y restauración en Calatrava la Vieja
209
Procedimientos
Dado que los movimientos de tierra y el estudio previo habían sido ya
realizados por el programa de investigación, cada intervención restauradora
comenzaba con el replanteo inicial de la obra. La lectura de las marcas
constructivas conservadas —líneas de fraguado diferencial, alveolos dejados por
las piezas desparecidas, agujales, fronteras…— permitía conocer con un elevado
grado de precisión datos constructivos esenciales acerca de las fábricas a
restituir, tales como la altura original de las hiladas de sillería o mampostería, o
de los cajones de encofrado desaparecidos, y el módulo exacto o aproximado de
las piezas a reponer. Estos detalles eran reproducidos a pie de obra,
previamente al comienzo de la intervención propiamente dicha, mediante el
empleo de reglas y cuerda siguiendo las directrices de la obra original, lo que
permitía hacer una evaluación previa real del volumen de obra a ejecutar y
facilitaba la selección de los elementos y la realización de ajustes.
Figura 12. Ejemplos de replanteo inicial con reglas y cuerda (Archivo de Calatrava la Vieja)
Para recomponer fábricas de sillería o mampostería convencional, en primer
lugar se elaboraba una propuesta de restitución concreta, sobre soporte gráfico,
a partir de la cual se obtenían o seleccionaban las piezas necesarias, que
después eran transportadas a pie de obra, presentadas en seco por hiladas en
sus huecos para la realización de ajustes, y por último fijadas en su posición
210
Miguel Ángel Hervás Herrera
final con mortero de cal y arena. En cuanto a las juntas, siempre que fue posible
se tendió a reproducir su tratamiento original. Cuando éste no se conservaba o
no existía la suficiente certeza acerca de su configuración, se aplicaron
rejuntados rehundidos que dejaban libres los contornos de cada pieza, lo que
evitaba el enmascaramiento del aparejo y el empastado de la obra, y
proporcionaba una textura y un acabado apropiados.
En las obras encofradas —tanto de mampostería como de tierra—, resultaba
esencial la identificación de todas y cada una de las marcas constructivas
propias de esta técnica: juntas horizontales entre hileras sucesivas de tapias,
juntas verticales o fronteras entre tapias consecutivas de la misma hilera,
agujales, improntas de rejones… Su preservación tras la intervención
restauradora era imprescindible para la adecuada percepción de la realidad
constructiva original de este tipo de estructuras. Todas estas marcas fueron
reproducidas en la cara vista de los muros en su posición exacta original.
Figura 13. La torre pentagonal de la medina, antes y después de su restauración. Se observa
la reproducción de las marcas constructivas en la mampostería encofrada de la parte
superior (Archivo de Calatrava la Vieja)
Independientemente del tipo de material o técnica de que se tratase, se
respetaron o reprodujeron todos aquellos detalles constructivos que
transmitían información determinante acerca de la configuración de las partes
desaparecidas de los edificios, o de los sistemas de refuerzo de la obra original,
Conservación y restauración en Calatrava la Vieja
211
tales como mechinales para empotramiento de las vigas de forjados o cubiertas,
almojayas para fijación de andamiajes, o negativos dejados por las armaduras de
madera del interior de determinadas estructuras. Todos ellos fueron
reproducidos o respetados en su posición original y con sus dimensiones
exactas. En determinadas ocasiones, además, se dejaron a la vista testigos de
madera insertos en dichos huecos, a modo de recurso didáctico.
Figura 14. El arco triunfal, antes y después de las intervenciones (Archivo de Calatrava la
Vieja)
212
Miguel Ángel Hervás Herrera
Figura 15. El frente oriental del alcázar, antes y después de las intervenciones (Archivo de
Calatrava la Vieja)
Conservación y restauración en Calatrava la Vieja
Figura 16. El edificio conventual de la orden de Calatrava, antes y después de las
intervenciones (Archivo de Calatrava la Vieja)
213
214
Miguel Ángel Hervás Herrera
Para la trabazón de las fábricas de restauración se empleó casi siempre
mortero de cal y arena de composición y coloración similar al de la obra
original. Los morteros sobre base de cal presentan un grado de plasticidad y
transpirabilidad óptimo para la conservación de los materiales de construcción
tradicionales. Permiten el intercambio de humedad con el ambiente de un
modo natural, lo que hace posible la evacuación de las humedades capilares por
convección. Además, absorben las deformaciones y los movimientos propios de
las fábricas históricas, y en consecuencia reducen el riesgo de fractura de los
materiales que las conforman. Por último, su contenido en sales es reducido, lo
que evita la aparición de eflorescencias y la subsiguiente pérdida de densidad de
los elementos constructivos sobre los que se aplica (Alejandre 2002, 100-101).
En aquellas intervenciones en que se precisaba de un fraguado más rápido
que el propio de los morteros de cal, y con carácter excepcional, se admitió la
adición de cemento blanco en proporciones muy bajas, para dar lugar a la
formación del denominado mortero mixto o bastardo. Esta mezcla presenta una
resistencia y velocidad de fraguado mayores que el mortero de cal, y un grado
más alto de plasticidad y transpirabilidad que el mortero de cemento, pero
menor contenido en sales que este último (Alejandre 2002, 102).
Rehabilitación
Las dos intervenciones realizadas sobre la iglesia de los calatravos dentro del
marco del plan general (2002 y 2008) tuvieron un enfoque diferente a las
demás, dado que se había previsto la recuperación y adaptación del edificio
para su uso como futuro centro de interpretación del yacimiento. Esta
circunstancia determinó que las obras traspasasen el marco de la conservación
y la restauración, y se adentrasen en el terreno de la rehabilitación.
Durante las intervenciones restauradoras de la década de 1980, la citada
iglesia había quedado reducida a un mero contenedor vacío, despojado de todos
los niveles de uso y recorridos que le eran propios. En estas condiciones, la
reutilización del espacio era enormemente dificultosa, pues existía un riesgo
evidente de que la nueva realidad formal a construir resultase ajena a las
condiciones históricas y funcionales del inmueble. Por ello, era imprescindible
evitar que el nuevo uso introdujese perversiones en la comprensión del contenido
espacial del edificio. Se trataba de compaginar los criterios de restauración y
rehabilitación, sin perder de vista factores como la destacada volumetría de la
iglesia de los calatravos en el conjunto del alcázar, sus características formales, su
evolución en el tiempo, su valoración paisajística, y sus posibilidades de
musealización y gestión cultural. La dimensión rehabilitadora de la intervención
se planteó a partir del concepto de apropiación social de los contenedores
monumentales. En cualquier caso, los criterios de actuación sobre fábricas
históricas se mantuvieron también en este caso dentro de los previamente
establecidos para el resto de intervenciones (Hervás 2016, 628).
Conservación y restauración en Calatrava la Vieja
Figura 17. El interior de la iglesia de los calatravos, antes y después de su rehabilitación
(Archivo de Calatrava la Vieja)
215
216
Miguel Ángel Hervás Herrera
DIFUSIÓN
El programa de difusión estuvo desde un primer momento en el horizonte de
todas las actuaciones del plan general, y se materializó a lo largo del tiempo
mediante la producción de recursos culturales de muy diversa naturaleza
(publicaciones, cursos, ciclos de conferencias, audiovisuales…), y por medio de
la habilitación de recorridos de visita y la creación de diversas infraestructuras
en el yacimiento. Paralelamenteal desarrollo de los programas de investigación
y restauración se ejecutaron los trabajos necesarios para completar la
musealización del lugar: instalación de redes de abastecimiento y distribución
de agua corriente y electricidad, implantación de recorridos de visitas,
elaboración de contenidos, colocación de carteles explicativos, y creación de
instalaciones tales como servicios, punto de venta de entradas y de recepción de
visitantes, aulas didácticas, salas de trabajo e investigación…
CONCLUSIONES
La comparativa entre las actuaciones aisladas y el plan de intervenciones
sistemáticas pone de manifiesto la necesidad de trabajar sobre la base de un
conocimiento previo muy profundo del bien sobre el que se interviene. La
intervención debe ser concebida a largo plazo, con vocación de continuidad, y
estar sometida a una planificación general más allá de la mera solución de
problemas concretos de conservación. Se requiere también la participación y la
formación de profesionales altamente especializados y debidamente
cualificados, y la continuidad en el tiempo de los equipos técnicos y científicos
que encabezan los diferentes programas de actuación.
LISTA DE REFERENCIAS
Alejandre Sánchez, Francisco Javier. 2002. Historia, caracterización y restauración de
morteros, Sevilla, Universidad, Secretariado de publicaciones.
Hervás Herrera,Miguel Ángel. 2016. Conservación y restauración en Calatrava la Vieja
(1975-2010). Libro en edición digital. Albacete: Universidad de Castilla-La Mancha,
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IX Jornadas de Historia Local “Biblioteca Oretana”, I Jornadas de Historia Local de
Ciudad Real, Ciudad Real: Ediciones C & G: 235-282.
Conservación y restauración en Calatrava la Vieja
217
Juan García, Antonio de. 2013. La patrimonialización de un yacimiento arqueológico:
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Sarthou Carreres, Carlos. 1979. Castillos de España. Madrid: Espasa-Calpe.
Castillo de Montiel (Ciudad Real)
Patología y conservación preventiva de
las construcciones medievales:
el caso del conjunto arqueológico del castillo de la
Estrella de Montiel
Cristina Peña Ruiz
Doctora en Conservación y Restauración
Universidad de Castilla-La Mancha
cristinapruiz@gmail.com
Presentamos a continuación un resumen de la ponencia titulada Patología y
conservación preventiva de las construcciones medievales centrada en el
contexto del Conjunto Arqueológico del Castillo de la Estrella que se realizó
mediante una ponencia práctica y visita in situ en el contexto de las Jornadas
técnicas sobre historia de la construcción medieval en Montiel realizadas el
pasado mes de septiembre de 2017.
Destacamos la importancia de este tipo de ponencias técnicas, que venimos
1
desarrollando desde los inicios del proyecto, ya que dan a conocer nuestra
experiencia en la fortaleza desde diferentes áreas de especialización. Pero
especialmente la apuesta por implicar a varios profesionales a trabajar en un
proyecto común y el peso que adquiere la conservación preventiva en el
yacimiento además persigue el objetivo de concienciar a toda la sociedad en el
respeto hacia al Patrimonio Cultural.
Nuestro aporte es dar a conocer la fortaleza mediante cada uno de los
trabajos que vamos realizando basados en unos criterios y metodología de
intervención que respeta al máximo los restos arqueológicos. Además,
aportamos detalles sobre el proceso de excavación y de intervención de
conservación-restauración, que evidentemente cumple las normativas
existentes, siempre en consonancia con la Ley de Patrimonio de Castilla-La
2
3
Mancha, el código ético de ECCO y sigue como ejemplo el Plan Nacional de
4
5
Arquitectura Defensiva y el Plan Nacional de Conservación Preventiva.
220
Cristina Peña Ruiz
Figura 1. Recorrido del itinerario realizado durante las ponencias prácticas
Figura 2. El público asiste a la presentación de la ponencia in situ recorriendo el castillo
Al mismo tiempo potenciamos la disciplina de la conservación y
restauración de Bienes Culturales como valor añadido al turismo cultural en el
conjunto arqueológico del Castillo de la Estrella y damos difusión a múltiples
especialistas que trabajamos en diferentes campos del Patrimonio cultural con
la finalidad de que sea transmitido a las generaciones futuras.
Patología y conservación preventiva de las construcciones medievales
221
Dada la magnitud del conjunto arqueológico y el público especializado al
que iban dirigidas las jornadas técnicas, formado básicamente por arquitectos,
arquitectos técnicos, conservadores-restauradores, arqueólogos, historiadores,
antropólogos, geólogos y topógrafos, éstas poseían un alto nivel técnico sobre
historia de la construcción medieval. Por ese motivo dividimos la ponencia
práctica en nueve puntos de apoyo y estratégicos para facilitar cada una de las
explicaciones.
Para su correcto desarrollo hicimos uso de algunos de los recorridos que
hemos ido habilitando desde 2012 para la ejecución de las visitas guiadas, con la
finalidad de realizar un discurso coherente con las explicaciones de carácter
técnico efectuadas durante la ponencia práctica. Dado que en muchas de las
estructuras a visitar había finalizado su proceso de conservación, nos ayudamos
de paneles gráficos en los que se representaban fotografías del estado de
conservación inicial, así como planimetrías y mapas de daños, para poder
explicar correctamente cada patología y las problemáticas existentes en cada
paramento.
Figura 3. Presentación de la ponencia in situ
El primer punto se desarrolló en la Iglesia Nuestra Señora de la Estrella,
donde además de realizar una explicación de la iglesia de la Orden de Santiago,
construida a comienzos del siglo XIII, se puso en contexto el conjunto
arqueológico y cada una de las intervenciones realizadas en la misma. A
222
Cristina Peña Ruiz
continuación, se explicó el cementerio cristiano, seguido del barrio islámico
hasta llegar a un punto importante donde se muestra el sustrato geológico del
castillo. En los siguientes cinco puntos se explicaron las alteraciones,
propuestas y criterios de intervención así como la metodología de trabajo
realizada en la torre de hierro, lienzo 8 y torre 17, así como en el frente norte
finalizando la visita en la torre del homenaje.
ANTECEDENTES
El castillo de La Estrella de Montiel se encuentra ubicado en un punto
estratégico situado al sur de la provincia de Ciudad Real. Se localiza sobre un
cerro testigo donde destaca una fortaleza de gran envergadura que estuvo
ocupada a lo largo de toda la Edad Media, primero, en la fase islámica (siglos
IX-XIII), como un destacado hisn articulador de los territorios circundantes y
posteriormente, tras la conquista cristiana, como cabeza de una de las
principales encomiendas de la Orden Militar de Santiago en Castilla (siglos
XIII-XVI). Por ello, tanto la villa de Montiel como su castillo, se configuran
desde el medievo como los principales referentes de la comarca geohistórica del
Campo de Montiel.
Se presenta a continuación un resumen del estado de conservación del
castillo de la Estrella de Montiel y una serie de actuaciones que se han ido
realizando desde 2012 hasta el presente año 2017.
Desde los procesos de desamortización del siglo XIX, el castillo de la Estrella
de Montiel se encontraba en manos privadas y no solo era fruto de actos
vandálicos y de expolio de material constructivo, sino que, debido a la falta de
mantenimiento y total abandono y olvido, peligraba gravemente su estado de
conservación, encontrándose en un estado de ruina progresiva.
Afortunadamente a comienzos del año 2012 se compraba el castillo de la
Estrella pasando a propiedad del Ayuntamiento de Montiel, siendo alcalde
Ángel García Valcárcel y gracias a la colaboración económica de diferentes
empresarios y particulares del pueblo, entre ellos Fidel Molina Flores, quien
posteriormente sería el presidente de la Fundación que gestiona el yacimiento.
Ese mismo año se establecía un convenio de colaboración entre el
Ayuntamiento y la Universidad de Castilla-La Mancha con la finalidad de
fomentar la investigación en arqueología, conservación, patrimonio y turismo.
Desde ese momento la dirección científica del castillo de la Estrella,
formado por David Gallego Valle y Jesús Manuel Molero García como directores
de Arqueología y la firmante del presente artículo, Cristina Peña Ruiz, como
directora de Conservación, preparamos los trabajos previos para el futuro el
plan director. La finalidad estaba clara: elaborar un modelo de gestión en el que
se establecían una serie de pautas de actuación y metodología de trabajo para
poder planificar cada uno de los trabajos a realizar.
Patología y conservación preventiva de las construcciones medievales
223
6
Un año después se creó la Fundación Castillo de La Estrella, entidad sin
ánimo de lucro, con el objetivo principal de conservar la fortaleza como vía
fundamental para el desarrollo económico, turístico y cultural de Montiel y su
comarca. Uno de los objetivos principales era poner en valor el castillo a través
de la ciudadanía, implicando estrechamente a la población local en la
recuperación del patrimonio y para ello nuestra labor era promoverlo a través
de la investigación en diferentes campos: transferencia de conocimiento a
empresas, difusión, formación, sector educativo y particulares, y evidentemente
la conservación del castillo. Unos objetivos y un modelo de gestión
correctamente organizado, estructurado y llevado a cabo de tal forma que en
2017 la Asociación Española de Amigos de los Castillos le concedía a la
7
fundación Castillo de la Estrella la medalla de plata, así como el siguiente año
con la reconocida Medalla al Mérito Cultural en el Patrimonio Cultural de
Castilla-La Mancha a la fundación y equipo científico por la actuación
desarrollada en el Castillo de la Estrella, tanto en lo que se refiere a la
implicación privada y pública de diferentes organismos, resaltando su valor
patrimonial a través de la planificación y diseño de las estrategias de
8
investigación y conservación.
INVESTIGACIÓN HISTÓRICA-ARQUEOLÓGICA EN EL CASTILLO
Al iniciar el proyecto, una de las carencias importantes del edificio era la falta
de información al respecto, por lo que el estudio de las fuentes escritas
medievales era tan esencial como realizar un estudio exhaustivo con la finalidad
de diagnosticar su estado de conservación, así como elaboración de alzados y
planimetrías. Por tanto, elaboramos una metodología de trabajo basada en la
conservación preventiva de la fortaleza en el que actuaciones como la
caracterización detallada de las técnicas constructivas y en especial el estudio
de sus materiales y morteros era prioritario antes de proceder a cualquier
intervención.
El estudio de las fuentes documentales existentes, como los Libros de Visita,
expedientes que durante el siglo XV y XVI generaron los llamados visitadores en
sus inspecciones regulares a las propiedades de la institución, aportaron una
información indispensable en el estudio de la fortaleza. Tras ser
convenientemente transcritas han sido comparadas con los elementos
conservados en el castillo. Estas fuentes, custodiadas en la sección de Órdenes
Militares del Archivo Histórico Nacional de Madrid, han sido utilizadas en
nuestras investigaciones, pero también otras como el Bulario, los cartularios, y
las principales historias de la Orden de Santiago, así como otras fuentes alusivas
a nuestro espacio de estudio (itinerarios, catastros, etc.)
El resultado de las primeras investigaciones arqueológicas sobre el recinto
fortificado ya se manifestaba en 2012 (Gallego y Lillo 2012) y los siguientes años
224
Cristina Peña Ruiz
mediante la presentación de comunicaciones, ponencias en diversos congresos
de ámbito nacional e internacional (Molero y Gallego 2013,2014).
PATOLOGÍA Y CONSERVACIÓN PREVENTIVA DE LAS
CONSTRUCCIONES MEDIEVALES
Como hemos expresado anteriormente, el objetivo de la ponencia y del
presente artículo era dar a conocer especialmente las alteraciones existentes en
un castillo de esta envergadura, así como las problemáticas, la metodología
empleada, las medidas de conservación preventiva y actuaciones que se han
desarrollado en la fortaleza a lo largo de estos años de trabajo.
El estado de precariedad en que se encontraban la mayor parte de las
estructuras emergentes que componían la fortaleza era alarmante en 2012. De
esta forma, la primera atención estuvo encaminada a ejecutar tareas de
consolidación mediante la aplicación de un variado conjunto de medidas de
conservación preventiva. Dada la envergadura del proyecto comenzamos a
sistematizar modelos de análisis que permitiesen valorar el grado de
vulnerabilidad y afección de los agentes antrópicos y naturales sobre los lienzos
y torres de la fortificación.
Consideramos que para poder actuar correctamente en estos bienes se
requiere una metodología de trabajo exhaustiva que obedece a una serie de
condicionantes entre los que se pueden destacar la investigación a través de las
fuentes en los archivos históricos y militares, así como la lectura de paramentos
y del estudio arqueológico de la arquitectura y del patrimonio cultural asociado,
pero el diagnóstico del estado en el que se encuentra el bien resulta
indispensable antes de realizar cualquier tipo de intervención. Por dicho motivo
es preciso contar con un equipo multidisciplinar y valorar adecuadamente tanto
los elementos constructivos como las causas de alteración mediante estudios
previos, análisis de morteros, estudio del estado de conservación a través de
fichas y mapas de daños destacando cada una de las problemáticas.
Se realizó por tanto una valoración del estado de conservación de cada uno
de los lienzos y torres de la fortaleza mediante fichas pormenorizadas. En las
mismas evaluamos los riesgos de deterioro, la patología y la gravedad, así como
la probabilidad de que se produjeran daños mayores. De esta forma fuimos
capaces de elaborar un mapa de riesgos que nos ha facilitado cada una de las
intervenciones.
La colocación de testigos en múltiples puntos del castillo, así como su
seguimiento fue otra de las medidas preventivas que se marcaron al inicio del
proyecto. El apuntalamiento de diversas estructuras en peligro de desplome, así
como el diseño y creación de refuerzos temporales adecuándose al volumen de
pérdida y totalmente reversibles permitían trabajar con seguridad e intervenir a
posteriori una vez excavado.
Patología y conservación preventiva de las construcciones medievales
225
La recogida de muestras de morteros representativos para su posterior
análisis ha sido esencial en la posterior toma de decisiones tanto para la
consolidación del mismo como para la confección de morteros de restauración
a base de cal.
El empleo de nuevas tecnologías en patrimonio aplicadas al estudio
preventivo de la arquitectura defensiva resulta hoy en día una tarea prioritaria,
por dicho motivo lo venimos aplicando desde el año 2012.
Figura 4. Estado de conservación de la fortaleza en 2012
La prospección superficial de carácter intensivo se realizó en todo el
yacimiento. Posteriormente efectuamos diversas inspecciones con georradar y
otras técnicas geofísicas como la tomografía eléctrica que permitieron delimitar
con mayor exactitud las áreas de intervención (Sánchez et al. 2016).
Gracias a la fotogrametría terrestre y aérea por drone obtuvimos la
información necesaria a base de ortofotos de planta y alzado para la elaboración
de todas las planimetrías (Ruiz et al. 2015). El uso de la fotogrametría se hace
fundamental en las diversas fases de intervención para los trabajos de estudio y
226
Cristina Peña Ruiz
conservación. Realizamos todos los alzados del castillo y tras el estudio
patológico reflejamos el estado actual. Además, esta técnica nos permite llevar a
cabo un seguimiento de la intervención antes, durante y después, aportándonos
una valiosa documentación.
Llevamos a cabo una evaluación realista de los riesgos de deterioro, de los
recursos con que contábamos en cada campaña y de la accesibilidad para
acometer las actuaciones, algo fundamental en este tipo de acciones
(Fernández, Levenfeld y Monereo 2013, 64).
La principal patología correspondía a causas antrópicas ya que el castillo
había sido usado desde su abandono como cantera de materiales constructivos
por los vecinos del entorno. Después de la Guerra Civil este proceso de
9
deterioro se aceleró; el expolio de los elementos pétreos de las murallas se
incrementó de manera significativa. Esto provocó que se vieran acrecentadas las
causas físicas como las fisuras y grietas en lienzos y torres, especialmente
acusados en los lienzos 6 y 7 en el frente sur, así como los lienzos 10 y 11 del
frente norte. En dichos lienzos, el volumen de pérdida era tan acusado que el
50% estaba perdido, incluso llegaba al 70% de pérdida volumétrica en el lienzo
10.
Principalmente debido al expolio de los sillarejos de la fortaleza, la
disgregación del núcleo interior ha sido constante, por lo que los muros habían
pasado a tener en muchos puntos de cuarenta a sesenta centímetros de anchura
en algunas partes, en lienzos que en origen poseían una anchura de un metro y
veinte centímetros. Desafortunadamente, la pérdida generalizada de sillarejo
hasta una altura de aproximadamente tres metros tanto en lienzos como en
torres se extendía en todo el perímetro de la fortaleza en ambas caras.
Afortunadamente en diferentes fases de intervención hemos ido
consolidando y reforzando el núcleo interno de lienzos y torres por lo que en
estos momentos podemos decir que su estabilidad es buena, aunque siguen
siendo visibles las pérdidas volumétricas en algunos puntos del castillo. Pero
afortunadamente a día de hoy hemos solventado el elevado riesgo que teníamos
al inicio de los trabajos debido a la caída reiterada de materiales tanto al
interior del castillo como especialmente hacia el casco urbano consiguiendo
estabilizar el BIC.
Las grietas presentes en los paramentos eran visibles en varios puntos de la
fortaleza, tanto en la unión de los lienzos como en los huecos de antiguos vanos
debido a una mayor pérdida volumétrica y disgregación continua del núcleo
interno. Se pueden destacar las grietas situadas al sureste de los paramentos en
el lienzo 7, correspondiendo con el tramo entre la torre 16 y torre 17 así como la
propia torre 17 y la torre 18. Las existentes en el lienzo 10, especialmente
acusadas por la gran oquedad presente entre la torre 10 y torre 11 así como la
torre 11, 12 y 13. Pero sin duda la grieta más acentuada se localizaba en el cubo
redondo (torre 14), ocasionada probablemente por el desplazamiento del propio
cerro testigo, constituido por toba-travertino donde se apoya el castillo.
Patología y conservación preventiva de las construcciones medievales
227
Figura 5. Vista general de la torre del Gallo sobre la que se asienta el castillo
Las pérdidas volumétricas de los muros, en mayor medida han sido fruto del
expolio de material constructivo de sillarejo como se ha citado anteriormente,
pero también por la propia erosión natural, más acusada en los vanos de los
lienzos (lienzo 10 o el lienzo 11) y torres (torre 17 o torre 18), así como en los
desagües existentes en el lienzo 7 entre la torre 16 y torre 17 o en el lienzo 10, a
día de hoy consolidados.
Por otro lado, y no menos importante, es que los factores climáticos, como
la erosión, afectaron gravemente a los sillarejos llegando a alveolizar la arenisca,
dejando huella durante los años de abandono de la fortaleza. Se manifestaba
especialmente en el lienzo 6 y el lienzo 7. Durante ese período de abandono de
la fortaleza se incrementó el crecimiento de vegetación interna en los muros,
228
Cristina Peña Ruiz
más acusada en la coronación de los muros, especialmente problemática por la
existencia de plantas superiores y anidamiento de aves.
Otra de las principales dificultades a las que nos enfrentamos es la
inestabilidad del propio cerro, sobre el que asientan las estructuras.
Probablemente los sedimentos inferiores, correspondientes a las arcillas del
Triásico, al ser extremadamente blandos y erosionables puede ocasionar que se
pierdan los apoyos de la toba-travertino sobre la que se asienta el castillo.
Figura 6. Estado de conservación de la zona sur del castillo de la Estrella en 2013
Figura 7. Detalle de la toba-travertino sobre la que se asienta el castillo en la zona de
suroeste
Patología y conservación preventiva de las construcciones medievales
229
PAUTAS DE INTERVENCIÓN EN LA FORTALEZA
Poniendo en práctica las herramientas de trabajo del Plan Nacional de
Arquitectura Defensiva y el Plan Nacional de Conservación Preventiva,
definimos los criterios y métodos unificados para una adecuada conservación,
restauración y puesta en valor de la fortaleza.
Por tanto, una vez reunida la información necesaria de los trabajos de
estudio previos, estudio patológico y riesgos de la fortaleza, se planearon y
ejecutaron las primeras actuaciones sobre los paramentos del castillo. Para
llevarlos a cabo se redactaron los correspondientes Proyectos de Intervención
que fueron aprobados por la Dirección General de Patrimonio de la Junta de
10
Comunidades de Castilla-La Mancha.
El diseño del plan de intervención fue realizado teniendo en cuenta los
mapas de riesgo y las fichas de conservación de cada estructura y nos delimitó
cada fase de trabajo a ejecutar, siempre bajo el pertinente control arqueológico.
Desde el inicio de la campaña nos marcamos el objetivo de llevar una serie
de actuaciones continuas para minimizar los riesgos de deterioro, así como de
evaluar tanto hallazgos arqueológicos como los paramentos. La conservación
preventiva es un proceso continuo que se extiende a toda la vida del bien
cultural. Por dicho motivo implementamos una serie de procedimientos de
mantenimiento y de control dentro del plan de conservación preventiva ya que
consideramos que el mantenimiento es una de las actividades más importantes
cuando se inician actuaciones de este tipo y está muy íntimamente relacionado
con la sostenibilidad del BIC. Por tanto, creamos un plan de mantenimiento
para ayudarnos al control de actuaciones, así como a mantener en buenas
condiciones durante un largo periodo de tiempo las intervenciones de
conservación que íbamos realizando, a la vez que creamos un registro
actualizado del estado actual de todos los materiales, técnicas constructivas,
etc. Esto significa que puede realizarse un seguimiento del estado de
conservación de todo el sistema de construcción de manera más eficaz.
Acciones tales como el control de testigos en grietas o la realización de
canalizaciones para evitar la acumulación de agua, es y ha sido paralela a la
creación de refuerzos temporales, bataches, la aplicación de herbicidas, la
delimitación de zonas peligrosas o con riesgo derrumbe, así como un constante
mantenimiento en la retirada de elementos vegetales o animales que pudieran
alterar negativamente a la fortaleza.
La limpieza de los lienzos y torres, especialmente en las coronaciones de los
muros, partía de la retirada completa de plantas superiores y vegetación
existente en paramentos verticales y horizontales, así como los numerosos
anidamientos existentes en las oquedades (Peña, Gallego y Molero 2016:609).
Una de las actuaciones más importantes llevadas a cabo ha sido el proceso
de consolidación basado en criterios de mínima intervención, consolidando lo
230
Cristina Peña Ruiz
existente, y en la recuperación de las condiciones de estabilidad, solidez y
seguridad de cada uno de los lienzos y torres.
La mayor parte de los trabajos de consolidación se han ejecutado sobre
lienzos y torres de la fase medieval cristiana ya que peligraba gravemente su
estabilidad, comenzando por la estructura a la que se le había otorgado mayor
nivel de riesgo. Presentan una fábrica a base de muros de sillarejo de arenisca a
doble hoja de más de un metro y veinte centímetros, con un relleno de
hormigón de cal. Ya se ha comentado anteriormente que la mayor problemática
residía en la estabilidad estructural, por lo que se procedió a su consolidación,
sin olvidarnos de la coronación de los muros para evitar la filtración de agua.
Gracias al estudio previo de morteros realizado en el Instituto Regional de
Investigación Científica Aplicada (IRICA) y con nuestro equipo de la
Universidad Politécnica de Cuenca, formado por Francisco Javier Castilla y
David Sanz, garantizamos la compatibilidad, adhesión e idoneidad de los
morteros empleados.
A través del estudio previo de las técnicas constructivas, a la hora de
intervenir contábamos con datos precisos sobre el tipo de fábricas y materiales,
así como la composición, textura y color de las argamasas existentes. El estudio
y análisis de morteros así como las pruebas previas de compatibilidad realizadas
resultaron indispensables para acomodar el nuevo mortero, del que se
realizaron numerosas pruebas con la cal y el árido existente en la zona.
Debemos destacar que la organización y correcta ejecución en las tareas de
excavación previa, clasificando por tipos y dimensiones el material constructivo
(mampuestos, sillarejo, sillares, ladrillos), una vez excavado, han facilitado
enormemente los trabajos de consolidación que se iban realizando a posteriori.
Tras realizar el proceso de consolidación de la superficie a intervenir, se
realizaron microcosidos con varillas de fibra de vidrio corrugadas con la
finalidad de evitar la caída de los sillarejos existentes en las partes más altas de
los muros. Esta medida junto a los refuerzos temporales adaptados a cada
paramento era fundamental para poder trabajar con seguridad en las fases
posteriores.
Dada la envergadura de la fortaleza los trabajos se han ido realizando en
diferentes fases de trabajo y durante varios años, tal es el caso del lienzo 10 o el
lienzo 11 (2013-2015), o el lienzo 6 y el lienzo 7 (2014-2016). Por tanto, en los
lienzos se fueron realizando una serie de encofrados reforzando el núcleo
interno y respetando el sistema constructivo original de hiladas de treinta
centímetros de altura, con el forro de sillarejos de arenisca y mortero de cal
interponiendo malla reticulada de fibra de vidrio, diferenciando de esta forma
la intervención realizada. En esta fase, valorando del volumen de pérdida, se
fueron reforzando los mismos con cosidos puntuales mediante el uso de varillas
de fibra de vidrio corrugadas.
Patología y conservación preventiva de las construcciones medievales
231
Figura 8. Uno de los paneles empleados en la visita técnica que ilustra el precario estado de
conservación en el que se encontraban las estructuras en 2012. En las imágenes de la parte
inferior izquierda se aprecia la sección del lienzo 6 con las fases de intervención
Figura 9. Estado de conservación de la zona sur del castillo de la Estrella en 2017
232
Cristina Peña Ruiz
En otros casos, como sucede en la torre 12 y 14 o los lienzos 6, 10 y 11, la
reintegración volumétrica fue completa en la totalidad de la pérdida. Por tanto,
los trabajos consistieron en la reposición de los sillarejos hasta alcanzar la
totalidad de la superficie perdida para poder volver a identificar en planta. La
colocación del sillarejo se ha hecho respetando al máximo la fábrica original y
utilizando los materiales extraídos del propio yacimiento diferenciando en todo
momento la intervención mediante malla reticulada de fibra de vidrio y el
mortero de restauración.
En lo que se refiere al mortero de restauración nos basamos en la
compatibilidad, adhesión e idoneidad de los mismos teniendo presente la
dosificación original una vez realizado DRX, FRX y diferentes analíticas y
teniendo muy en cuenta la proporción primaria de los paramentos en cuanto a
su dosificación en cal y árido. Cabe destacar que los llagueados finales se
realizaron cubriendo parte del perímetro de las piezas, con la intención de
proteger de la erosión la piedra arenisca, tal y como pudimos observar en la
obra original.
CONCLUSIONES
El objetivo tanto de la ponencia práctica realizada en las Jornadas técnicas
sobre historia de la construcción medieval, como del presente artículo, es dar a
conocer nuestra experiencia directa en la conservación del Conjunto
Arqueológico del Castillo de La Estrella.
Se trata de mostrar el trabajo interdisciplinar que hemos llevado a cabo en
una fortaleza que se encontraba en estado de ruina progresiva en 2012, pero
que, a día de hoy, respetando en todo momento la construcción original,
podemos decir que la mayor parte de las estructuras del recinto cristiano están
estables.
La planificación y desarrollo de actuaciones de conservación preventiva para
consolidar las ruinas existentes y frenar su progresivo deterioro, ha supuesto un
enorme esfuerzo durante estos años, pero obligado debido al precario estado de
conservación en el que se encontraba el BIC. Definir desde el inicio criterios y
métodos unificados para la adecuada conservación, restauración y puesta en
valor del patrimonio defensivo es esencial.
La aplicación del concepto de conservación preventiva que marca todos
nuestros trabajos coincide con la estrategia de conservación del patrimonio
cultural que propone el Ministerio de Cultura. Esta metodología de trabajo ha
conseguido frenar el deterioro de la fortaleza actuando sobre el origen de los
problemas desde el conocimiento intrínseco del bien patrimonial, su evolución
histórica y por supuesto, el entorno, los usos y la realidad actual.
Además, creemos que es un acierto realizar los trabajos de preservación del
castillo basados en el principio de sostenibilidad, optimizando los escasos
Patología y conservación preventiva de las construcciones medievales
233
recursos disponibles y diseñando modelos organizativos y métodos de trabajo
racionales y rigurosos, tanto con el entorno medioambiental como con el
inmueble histórico sujeto a la intervención.
Seguiremos teniendo presente la máxima de que en cada campaña
consolidamos lo existente, conservando el trazado actual del castillo y, como
norma general, no excavamos más de lo que se pueda consolidar en cada una de
las campañas realizadas, ya que nos está dando buenos resultados.
De igual manera que potenciar las tareas de difusión y transferencia,
entendida ésta como acercamiento de los Bienes Culturales a la sociedad, así
como buscar soluciones coherentes y respetuosas desde el punto de vista
histórico y patrimonial son tareas continuas en constante mejora. Educar en
Patrimonio y poner a disposición de la sociedad cada uno de los hallazgos una
vez conservado, permite garantizar su uso y disfrute tanto a la sociedad
presente como futuras.
NOTAS
1.
Desde inicios del proyecto en 2012 realizamos diferentes jornadas de puertas abiertas
en el Conjunto Arqueológico mediante visitas y difusión tanto a escala de colegios
como de institutos del campo de Montiel y todo tipo de público, dando a conocer
tanto las excavaciones como las tareas de conservación-restauración que vamos
realizando.
2. Ley 4/2013, de 16 de mayo, de Patrimonio Cultural de Castilla-La Mancha. BOE nº 240
de 7 de octubre de 2013.
3. Directrices profesionales de E.C.C.O: la profesión y su código ético. Documento
promovido por la Confederación Europea de Organizaciones de Conservadores
Restauradores y aprobado por su Asamblea General. Bruselas, 1 de marzo de 2002.
4. VV.AA. (2015). Plan Nacional de Arquitectura Defensiva. Instituto del Patrimonio
Cultural de España. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, Madrid:
Subdirección General de Documentación y Publicaciones.
5. VV.AA. (2011). Plan Nacional de Conservación Preventiva. Instituto del Patrimonio
Cultural de España. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, Madrid:
Subdirección General de Documentación y Publicaciones.
6. Web de la Fundación Castillo de La Estrella. Consultado 21/07/2017. (Documento de
internet disponible en: http://www.fundacioncastillodelaestrella.org/index.php/lafundacion/objetivos-fundacionales).
7. Premio otorgado por la Asociación Española de Amigos de los Castillos “En
reconocimiento a la meritoria labor realizada en favor del castillo de la localidad. Se ha
valorado especialmente la iniciativa ciudadana de promover la creación de esta
Fundación para investigar, restaurar y divulgar el castillo, implicando estrechamente a
la población local en la recuperación del patrimonio fortificado”.
Consultado:23/12/2017.(Documento de internet disponible en: http://xn-castillosdeespaa-lub.es/es/content/galardones-concedidos-por-la-aeac-desde-1958/)
8. Consultado:
06/08/2019.(Documento
de
internet
disponible
en:https://www.castillalamancha.es/actualidad/notasdeprensa/el-gobierno-de-
234
Cristina Peña Ruiz
castilla-la-mancha-entregar%C3%A1-las-medallas-al-m%C3%A9rito-cultural-elpr%C3%B3ximo-8-de-octubre).
9. Tenemos amplia documentación fotográfica de principios de siglo XIX extraída de
archivos en el que hemos podido ir comparando el volumen de pérdida y deterioro
del castillo de la Estrella.
10. Debemos destacar que la mayor parte de las actuaciones que se han desarrollado en el
Conjunto Arqueológico Castillo de la Estrella de Montiel, han sido concedidos por la
administración regional en el marco de los Talleres de Empleo por lo que tienen una
finalidad eminentemente formativa y social. Otras actuaciones han sido gracias a la
financiación de la Fundación Castillo de La Estrella, el Ayuntamiento de Montiel,
donantes privados y proyectos de Investigación a través de la Universidad de CastillaLa Mancha y la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha por lo que la mayor
parte de las actividades se debieron programar con una importante carestía de
medios.
LISTA DE REFERENCIAS
Directrices profesionales de ECCO: la profesión y su código ético. Documento promovido
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Muro en Boadilla del Monte (Madrid)
Estudio y caracterización
de morteros históricos
María del Mar Barbero Barrera
Doctora Arquitecta
Universidad Politécnica de Madrid
mar.barbero@upm.es
La RAE define el mortero como «conglomerado o masa constituida por arena,
conglomerante y agua, que puede contener además algún aditivo» (RAE
consultado 12 Diciembre 2018). Más concreta es la definición recogida en la EN
16572 (2015) según la cual el mortero es: «material tradicionalmente compuesto
de uno o más conglomerantes (generalmente inorgánicos), agregados, agua,
posibles aditivos y adiciones, mezclados para formar una pasta empleada como
lecho, junta y trabazón y para acabados de superficie (enlucido y revoco) de
unidades de mampostería, que posteriormente fragua formando un material
rígido». A esta definición, habría que añadir «fragua [endurece o seca]
formando un material rígido» con objeto de adecuarlo a los distintos tipos de
aglomerantes-conglomerantes posibles. No obstante, dichas definiciones
pudieran adolecer de no resaltar su importancia como parte constitutiva e
integradora de las obras de fábrica tradicionales.
Los morteros son uno de los materiales compuestos más importantes de las
obras de construcción, dada su prácticamente omnipresencia en los distintos
sistemas constructivos que lo constituyen desde la cimentación hasta los
acabados, respondiendo, en cada caso, de forma específica a los requisitos
técnicos que han de satisfacer, esto es, adecuándose a las necesidades de su
función específica. Esta circunstancia define la clasificación que, desde nuestro
punto de vista, presenta mayor interés para sistematizar su análisis y estudio,
esto es, aquélla que se basa en la función que tienen en la obra de fábrica en la
que se encuentren. Asimismo, esta clasificación muestra el hecho de que
238
María del Mar Barbero Barrera
morteros, con la misma materia prima, puedan presentar prestaciones muy
diferentes en términos de comportamiento mecánico, hídrico, de durabilidad o
de resistencia a la intemperie, en función de las necesidades específicas. Por lo
tanto, el conocimiento de la función y de los requisitos técnicos exigidos para
su correcto comportamiento serán esenciales para el análisis de las fábricas y
para el diseño de los morteros de reparación compatibles con los existentes. En
este sentido, de las clasificaciones recogidas por los distintos autores, nos
parece de mayor interés la desarrollada por el grupo de trabajo RILEM (Réunion
internationale des Laboratoires et Experts des Matériaux, systèmes de
construction et ouvrages) de morteros históricos TC-203 RHM (2010), en cuyo
informe final recoge como propuesta de clasificación la siguiente (Van Balen
2010, 1326):
Mortero de junta (bedding), definido éste como aquél usado «para el
asiento de las unidades constructivas, la adherencia y la transferencia de
cargas» (Van Balen 2010, 1326). Este tipo de mortero se corresponde con
el mortero de agarre «mortero empleado para proporcionar un lecho
uniforme y unir las unidades de mampostería o utilizado como sustrato
de teselas (o losas) durante la construcción, reparación o
reconstrucción» recogido en la EN 16572 (2015).
Mortero de rejuntado (pointing), empleado «para el sellado de las
uniones y para estética» (Van Balen 2010, 1326). Se corresponde con el
mortero de junta «mortero empleado para rellenar la parte exterior de la
junta de un mortero existente (generalmente no mayor a un tercio de la
profundidad total de la junta», así como también con el rejuntado
«proceso de remoción de la parte exterior de un mortero endurecido de
junta y reemplazado con mortero de rejuntado» de la norma para la
conservación del patrimonio cultural EN 16572 (2015, 19).
Mortero de revestimiento exterior (render), definido como aquél que
sirve de «protección frente a la penetración de agua y protección
estética» (Van Balen 2010, 1326) y que, de forma errada (Barbero 2014),
recoge la norma EN 16572 (2015)como revoco: «recubrimiento
compuesto de una o más capas de mortero aplicadas en orden,
empleado sobre las superficies externas de la mampostería; sirve como
protección, así como acabado superficial» (EN 16572 2015, 10).
Mortero de revestimiento interior (plaster), empleado como «protección
estética, y sustrato para la decoración» (Van Balen 2010, 1326) e
identificado, nuevamente, de forma errada (Barbero 2014) por la norma
EN 16572 (2015) como enlucido: «recubrimiento compuesto de una o más
capas de mortero aplicado en un orden de ejecución, empleado sobre la
Estudio y caracterización de morteros históricos
239
superficie interna de la mampostería tales como techo, paredes y
partición» (EN 16572 2015, 10).
Mortero de reparación (Surface repair) que es el «mortero usado para
reemplazar y reparar secciones perdidas de fábrica»(Van Balen 2010,
1326), se identifica tanto con el mortero de reparación: «mortero que
remplaza al mortero dañado en una mampostería existente y que
también es empleado para parchear la piedra dañada y otros materiales
inorgánicos», como con el mortero de restauración: «morteros
empleados para reemplazar o para conformar una parte perdida de un
material original con un nuevo material que permanece plástico el
tiempo suficiente para ser adaptado a varias formas y acabados con las
texturas superficiales requeridas» (EN 16572 2015, 10).
Mortero de inyección (grout) que es el «material de relleno de cavidades
en la fábrica para crear un comportamiento monolítico» (Van Balen
2010, 1326) y cuya acepción no queda recogida explícitamente en el
glosario de términos relativos al patrimonio cultural, a pesar de la
importancia y el interés de esta técnica en las últimas décadas.
Como se ha indicado, cada uno de ellos atiende a una función específica que
determina los requisitos técnicos de mayor relevancia, entre los que se
consideran (Van Balen 2010, 1327):
Resistencia mecánica, considerando ésta a compresión dado que es la
principal tensión soportada por los morteros. A pesar del interés suscitado en
torno a esta propiedad, sólo será la propiedad prioritaria cuando el material
tenga una función estructural.
Capacidad de deformación de los morteros, que junto con la adherencia serán
esenciales para asegurar su compatibilidad con el soporte, evitando daños
sobre el mismo.
Adherencia al soporte y entre capas, siendo ésta de interés para asegurar una
adecuada transmisión de esfuerzos entre el mortero y la unidad de la fábrica.
Durabilidad frente al clima, en concreto, resistencia a los cambios de
temperatura, al hielo y deshielo, y a la penetración del agua líquida,
compatibilidad en términos de dilatación térmica, permeabilidad al vapor de
agua, y capacidad de humedecido y secado, que serán especialmente de
interés en morteros expuestos a la intemperie.
Compatibilidad estética, a destacar en los elementos de acabado.
Teniendo en cuenta estas características, a continuación, describimos su
correlación con los tipos de morteros.
240
María del Mar Barbero Barrera
MORTEROS DE JUNTA
Como hemos indicado, se conoce como mortero de junta, aquél que tiene como
objeto la unión entre los elementos constituyentes de la fábrica, esto es, las
unidades constructivas, de cara a garantizar la adecuada transmisión de
esfuerzos.
Figura 1. Ejemplo de la capacidad de deformación de morteros de junta de cal en Boadilla del
Monte (Madrid)
Derivado de ello, la propiedad fundamental es la capacidad de adherencia a
los elementos que va a unir, junto con la capacidad de deformación, habiendo
de ser ésta similar o superior a la del soporte. La importancia de ésta última
queda de manifiesto en la investigación desarrollada por Hayen (2004) sobre el
comportamiento mecánico de fábricas de ladrillo con varios tipos de morteros
de junta. En dicha investigación, en la que se emplearon tres tipos de
conglomerantes: cemento, cal hidráulica y cal aérea en pasta, destaca que, a
pesar de las diferencias en términos de resistencia a compresión de los morteros
(en el que el de cemento soporta 25 veces más tensión que el de cal en pasta), la
fábrica con mortero de cemento sólo soporta el doble de tensión respecto a la
Estudio y caracterización de morteros históricos
241
de la cal en pasta; y, por el contrario, cuando se evalúa la capacidad de
deformación, la segunda tiene el doble de capacidad de deformación respecto a
la anterior.
Por lo tanto, en contra de la importancia otorgada a la capacidad de carga
de las fábricas (resistencia mecánica), incluso en los morteros de junta, ésta
queda relegada a un segundo lugar prevaleciendo, en cualquier caso, la
capacidad de deformación del mortero. El objeto de dicha prioridad permitirá
la adaptación de la fábrica a los esfuerzos diferenciales que puedan originarse,
sirviendo el mortero a modo de elemento de sacrificio (Figura 1).
Además de los anteriores, la durabilidad del mortero y de la fábrica estará
definida por la permeabilidad al vapor de agua, para evitar problemas de
condensación (Hens 2006, 745-755), así como también por la resistencia a la
penetración de agua, al hielo-deshielo y de humedecido-secado (Veiga 2009).
MORTEROS DE REJUNTADO
El mortero de rejuntado es el de “acabado” del mortero de junta, por lo tanto,
una de sus principales funciones será la de garantizar su función estética. En
función del momento histórico y de las técnicas constructivas utilizadas en
cada momento, puede alcanzar los 5-7 cm de profundidad.
Además de la función estética, al estar expuesto al exterior, el mortero de
rejuntado ha de proteger a la fábrica de la filtración de agua líquida, tener una
buena capacidad de secado-humedecido (Veiga 2009), así como permitir una
adecuada eliminación del vapor de agua o incluso la evaporación del agua que
pueda contener en su interior, siendo esta característica especialmente
destacable en presencia de sales (Newsom 2001).
Finalmente, debido a su ubicación, el mortero de rejuntado deberá tener
una buena resistencia a los ciclos de hielo y deshielo para garantizar su
durabilidad.
MORTEROS DE REVESTIMIENTO
Los revestimientos son unos de los elementos más importantes para la
conservación y el mantenimiento de los edificios. Se trata de un sistema
complejo compuesto de varios conjuntos de capas, en el que cada uno satisface
unas exigencias específicas que garantizan la durabilidad y el cumplimiento de
los requisitos que se les presupone (Barbero et al 2014b, 326-330).En efecto,
además de la función estética que le otorga el ser el material de acabado, el
242
María del Mar Barbero Barrera
mortero es esencial para proteger la fábrica frente a las agresiones exteriores a
modo material de sacrificio. En este sentido, la adherencia, tanto del
revestimiento al soporte como entre capas y conjuntos de capas del propio
revestimiento, será esencial para garantizar su durabilidad.
Al igual que el anterior, su disposición como material de acabado ha de
garantizar que no se produzcan condensaciones, con una adecuada
permeabilidad al vapor de agua, así como la durabilidad de la fábrica. Por lo
tanto, estos morteros deberán presentar una buena capacidad de deformación
térmica, para soportar el gradiente térmico interior-exterior y los cambios de
temperatura generados por la radiación solar, especialmente, en el exterior de
la edificación. A esto hay que añadir la importancia de resistir la penetración de
agua y las deformaciones asociadas a los ciclos de hielo y deshielo, así como de
eliminar el agua absorbida, lo que se determina en función de la capacidad de
secado (Veiga et al 2009). Seguidos de éstos, la capacidad de deformación y de
adaptación también tendrá notable interés para una mayor durabilidad
(Barbero 2014b).
TÉCNICAS DE CARACTERIZACIÓN
La caracterización de los morteros es una de las fases esenciales para el estudio
de los bienes patrimoniales, así como para la elaboración de cualquier
diagnóstico sobre los mismos. Atendiendo a las cartas de restauración,
cualquier tipo de intervención ha de garantizar no sólo que no produzca daños
sobre lo existente sino también que la actuación que se acometa sea segura y
perdure, lo que exige el conocimiento exhaustivo del elemento sobre el que
actuar. Asimismo, «siempre que sea posible, las medidas que se adopten deben
ser “reversibles”, es decir, que se puedan eliminar y sustituir por otras más
adecuadas y acordes a los conocimientos que se vayan adquiriendo […] 3.10.
Deben determinarse todas las características de los materiales (especialmente
cuando son nuevos) que vayan a utilizarse en una obra de restauración, así
como su compatibilidad con los existentes. En ese estudio deben incluirse los
impactos a largo plazo, a fin de evitar efectos secundarios no deseables»
(ICOMOS 2003, 3)
Por lo tanto, cuando se aborda el estudio de los morteros, en primer lugar,
deben definirse las áreas de estudio sobre las que se llevarán a cabo los ensayos
de caracterización. En la realización de éstos distinguimos dos contribuciones,
en primer lugar, los desarrollados de forma paralela o junto con la investigación
de tipo histórico y arqueológico, permiten adquirir una visión global del bien
que ayude a ratificar o desmentir las hipótesis establecidas sobre evolución
Estudio y caracterización de morteros históricos
243
histórica o modificaciones acontecidas en el bien patrimonial; mientras que, en
una segunda fase, los estudios a realizar servirán para identificar y caracterizar
los materiales que forman parte de las estructuras históricas, y detectar la
posible existencia de daños o procesos patológicos en los sistemas
constructivos. Asociado a esas dos etapas, en la caracterización hemos de
distinguir la primera asociada al análisis y estudio in situ de los sistemas
constructivos, que se emplea para seleccionar las áreas o materiales de interés
para la segunda fase; esto es, el estudio pormenorizado y controlado en
condiciones de laboratorio.
Técnicas in situ
Los ensayos desarrollados in situ permiten tener una visión global del conjunto
edificatorio en aras a la selección de las muestras más representativas para su
análisis en laboratorio, razón por la cual, la mayor parte de las técnicas se basan
en ensayos no destructivos. El interés de estos ensayos radica en el hecho de
que no se dañe el elemento objeto de estudio e implica un avance significativo
respecto a técnicas destructivas (EN 1330-2: 1999; Moropoulou 2013).
El conocimiento del bien e identificación de los sistemas constructivos
ayuda a la definición de las áreas de interés. En cualquiera de los casos, en
primer lugar, se realizará una inspección de tipo organoléptico, en la que se
desarrolla no sólo un simple examen visual (EN 1330-10: 2003; EN 13018),sino
que se tienen en cuenta otro tipo de apreciaciones más “subjetivas” en las que
tienen cabida el resto de sentidos, tales como pueda ser el sonido o el olor o
sabor, y que dependen de la experiencia de la persona que inspecciona el bien.
Esta fase ha de apoyarse en los estudios de otras disciplinas así como servir de
soporte a las mismas, corroborando o incluso desmintiendo inspecciones o
estudios previos de tipo histórico, constructivo o arqueológico, etc. Como
punto de partida, como se ha indicado, se considera la definición de áreas
homogéneas desde el punto de vista constructivo y la identificación y
localización de procesos patológicos.
En esta fase, la termografía es una técnica de evaluación no destructiva con
un amplio rango de aplicaciones, desde el sector industrial hasta la
conservación o detección de daños en elementos arquitectónicos (Moropoulou
2013). A pesar de su sencillez de empleo, su aplicación en el campo de la
restauración exige una marcada especialización, debido al elevado número de
parámetros que interfieren en el análisis de una imagen. Tal y como detalla
Avdelidis (2004), entre las características que es preciso conocer para asegurar
una adecuada interpretación de los resultados destacan la historia del edificio,
244
María del Mar Barbero Barrera
las características térmicas y espectrales de los materiales constituyentes, así
como también otras propiedades como el contenido de agua, la porosidad, etc.
Entre las aplicaciones en el campo de la restauración cabe destacar el
diagnóstico preventivo de estructuras (Bisegna et al 2014),la identificación de
materiales y sistemas constructivos (Lerma et al 2018), o la presencia de daños
(Barreira 2016; Avdelidis 2003; Lourenço et al 2017).
Basándose en esta investigación, se definirán las áreas homogéneas o
similares sobre las que llevar a cabo distintos ensayos de caracterización in situ
que permitan obtener un conocimiento algo más preciso del comportamiento
mecánico e hídrico de los materiales constituyentes. Entre los ensayos que
pueden realizarse figuran:
Evaluación del comportamiento hídrico
La naturaleza porosa de los materiales de construcción tradicionales justifica el
interés de su comportamiento frente al agua que dependerá, no sólo de las
características del material, esto es, de su estructura capilar y de la distribución
de poros (Torraca 2005, 9-12), sino también de su puesta en obra (Fishburn
1938, 21). En este sentido, el ensayo servirá no sólo para caracterizar los
materiales y las técnicas de puesta en obra sino también para definir y
diferenciar áreas en las que hayan trabajado distintas cuadrillas.
En cuanto a ensayos de absorción de agua, destaca, por una parte, el ensayo
de absorción de agua bajo presión que sigue las recomendaciones de RILEM y
está recogido en la norma EN 16302 (2016). El objetivo de éste es simular el
comportamiento del elemento o sistema ante el agua de la lluvia dirigida. El
área de ensayo ha de ser homogénea y estar plana, seca y exenta de polvo para
que el material de sellado se fije convenientemente (Figura 2a). Además, dado
que se trata de un ensayo de absorción de agua, el área no debe de estar
sometida a la lluvia durante el ensayo o a la radiación solar directa. Por el
mismo motivo, se recomienda registrar la temperatura y la humedad relativa
ambientales durante la realización del ensayo. El procedimiento consiste en la
medición de la cantidad de agua destilada que puede ser absorbida por el
soporte, en ml, en relación al tiempo, en minutos. Por lo tanto, el
procedimiento consiste en la medida del nivel de agua comprendida entre diez
segundos y un minuto hasta que la absorción llegue a estabilizarse, momento a
partir del cual comenzarán a tomarse medidas cada cinco minutos. A los 60
minutos se da por concluido el ensayo. Comúnmente, en la literatura se toman
como medidas de referencia, la absorción a los 10 y 30 minutos. A modo de
referencia, si a los 10 minutos, la cantidad de agua absorbida es superior a 3,0
Estudio y caracterización de morteros históricos
245
3
cm se considera que el material tiene una permeabilidad muy alta. Bien es
cierto que la exposición de ciertos tipos de material puede generar alteraciones
importantes que deriven en una dispersión elevada de los valores obtenidos,
observándose valores desde 0,5 ml a 3,6mlsegún Veiga & Santos (2016, 4).
Además del ensayo anterior, la profesora Soledad García Morales ha diseñado
dos ensayos muy sencillos para evaluar la capacidad de absorción (y secado) de agua
sin presión, así como la capacidad de escurrimiento de una superficie. Estos ensayos
consisten en dejar caer una gota de agua o 1ml de agua, respectivamente, sobre la
superficie objeto de estudio. En el primer caso, se toma nota de la huella dejada por
la gota (Figura 2b), indicándonos la capacidad de absorción de agua de una
superficie; mientras que, en el segundo, se mide la huella dejada por el agua al caer
y, por lo tanto, evalúa la capacidad de escurrimiento de la superficie (Figura 2c).
Figura 2. Ensayos de comportamiento hídrico. (a) Ensayo de absorción de agua bajo
presión; (b y c) Ensayos de absorción de agua sin presión; (b) Ensayo de absorción (c)
Ensayo de escurrimiento (Montoya 2016)
En todos los casos, al humedecido de la superficie le sigue, el estudio de la
capacidad de desecarse (Veiga 2009). Este proceso está caracterizado por dos etapas:
evaporación y difusión. Durante la primera, el contenido de humedad es
suficientemente elevado como para producirse el transporte de agua líquida hacia la
superficie. Esta fase está condicionada por la humedad y temperatura ambiental, pero
también por la velocidad del aire. En una segunda etapa, el contenido de humedad de
la muestra es reducido y la pérdida de la misma se produce mediante el mecanismo de
difusión de vapor que, debido a su menor eficacia, ralentiza el proceso de secado. El
ensayo sigue la norma EN 16322 (2016) que, aunque su aplicación se especifica que sea
bajo condiciones de laboratorio, puede servir de referencia cuando se desarrolla in
situ. La diferencia respecto a la norma estriba en que, debido a que no se pueden
tomar medidas de variación de peso, se toman referencias de la huella dejada por la
humedad en la superficie en función el tiempo, bajo control de condiciones
atmosféricas (tomando medida de temperatura, humedad y velocidad del viento).
246
María del Mar Barbero Barrera
Evaluación del comportamiento mecánico
La primera propiedad a definir es la capacidad de deformación del mortero.
Ésta se evalúa, en el caso de morteros in situ, por el módulo de elasticidad
dinámico del material que es una aproximación al módulo de Young, pero con
carácter no destructivo. El instrumento empleado para la determinación de este
parámetro es un aparato de ultrasonidos que dispone de un emisor
electroacústico que emite una señal y de un receptor que la recibe y que, por lo
tanto, mide el tiempo de tránsito entre uno y otro. El ensayo sigue las normas
EN 12504-4 (2006)y ASTM C597-16 (2016) según las cuales el tipo de frecuencias
más adecuadas oscilan entre 10kHz y 40kHz, debido al método empleado
pudiendo, sin embargo, también emplearse entre 40 kHz y 60 kHz. El
procedimiento se desarrolla por transmisión indirecta o superficial, en el que el
emisor se ubica en un punto y se varía la distancia del receptor respecto de
éste(10, 20, 30, 40, 50, 60 mm). El módulo de elasticidad dinámico se determina
según la expresión (Barbero 2012, 931):
𝐸
= ⌊𝑓(𝑣) ∗ 𝜌 ∗ 𝑐 ⌋ ∗ 10
(N/mm²)
donde f(v) es un factor que depende del coeficiente de Poisson y que puede
estimarse de valor unidad; ρ es la densidad aparente del material de ensayo, en
3
kg/m ; y c es la velocidad de propagación, en m/s.
Una vez más, los valores de módulo de elasticidad dinámico, en MPa,
muestran una amplia variedad de resultados en función del tipo de mortero, su
ubicación y, por supuesto, la composición, observándose valores que oscilan
entre los 750 y los 3500 MPa (Papayianni et al 2013, 88; Veiga & Santos 2016, 5).
Complementariamente al anterior, la resistencia a compresión de un
mortero puede ser evaluada mediante dos técnicas: el esclerómetro Schmidt y
el martillo pendular. El primero es uno de los métodos empleados para ensayos
no destructivos en hormigón, sin embargo, también está adaptado para su
ensayo en elementos pétreos. El ensayo sigue la norma EN 12504-2 (2012), según
la cual la estimación de la resistencia mecánica se establece en función de lo
que se denomina como índice de rebote. Para ello, se emplea un esclerómetro
que mide la cantidad de energía de rebote de un vástago proyectado, por un
muelle, sobre la superficie objeto de estudio. Este ensayo es interesante
realizarlo sobre superficies duras o que tengan un espesor mínimo de 100 mm
con objeto de que los resultados sean representativos, al tiempo que se evita la
generación de daños. Antes de la realización del ensayo, la superficie ha de
estar libre de polvo o de adherencia del mortero, alisándolas con el uso de una
piedra abrasiva. La resistencia a la compresión estimada se establece en función
Estudio y caracterización de morteros históricos
247
de una tabla de correspondencias disponible para cada instrumento, en función
de su calibrado así como de la posición de ensayo. Siguiendo las
recomendaciones de la normativa, se toman mínimo 9-10 lecturas de cada área
y el índice de rebote considerado será la media de todas las medidas, de tal
forma que se debe garantizar que la diferencia respecto de la mediana sea
inferior al 30%, en más del 80% de las lecturas.
En el caso de superficies de menor resistencia a compresión, el uso del
esclerómetro de Schmidt puede no arrojar datos fiables. En este caso, se
recomienda el empleo del martillo pendular que sigue las recomendaciones del
RILEM TC 127-MS (Binda et al 1998). Tal y como se indica en el documento, el
método no es válido para determinación de valores absolutos, no obstante,
aporta un dato comparativo a modo de control de calidad. Los valores se toman
como la media aritmética de nueve valores. A modo de referencia, el valor 15
indica que el material es muy blando, mientras que superior a 55 se considera
muy duro. Lo normal es que los valores oscilen entre 30-40 (Veiga et al 2004,
Veiga et al 2016, 6).
Finalmente, la dureza superficial como medida estimativa de la resistencia a
compresión del mortero, se puede determinar con el durómetro Shore. El
ensayo sigue la norma UNE 102-039 (1985) que, a pesar de ser anulada, es la
única que recoge este método de ensayo. El procedimiento consiste en la toma
de un mínimo cinco medidas a partir de las cuales se calcula la media
aritmética. De acuerdo con las investigaciones de Veiga & Santos, la dureza
superficial de morteros puede alcanzar los 90 puntos con la escala A (Veiga &
Santos 2016, 7), en efecto, desde nuestro punto de vista, es más conveniente el
empleo de la escala C con la que se alcanzan valores de hasta 70 puntos (100
unidades equivalen a 44,5N).
Evaluación de la adherencia sobre soporte
Además de los anteriores, puede ser de interés el ensayo de adherencia de los
morteros de revestimiento. Éste, de carácter destructivo, consiste en la medida
de la resistencia a tracción al arrancamiento de un revestimiento del soporte,
sobre el cual está aplicado, de acuerdo con la norma EN 1015-12 (2016). Para ello,
se practica un corte con una corona de 50mm de diámetro, de unos 2mm de
profundidad, y se adhieren unas piezas que sirven de conexión para aplicar una
carga a tracción perpendicular a la superficie. La resistencia al arrancamiento,
en N/mm², se calcula según la relación entre la fuerza ejercida para producir la
rotura, entre 20 y 60 segundos, y la superficie de carga.
248
María del Mar Barbero Barrera
Caracterización mineralógica
Aunque este ensayo es común desarrollarlo en laboratorio, en los últimos años
han surgido instrumentos precisos para su aplicación en campo. La ventaja de
su realización in situ es que permite desarrollar una exploración geoquímica,
con una identificación rápida de los minerales más comunes que están
presentes en la muestra con un error muy reducido.
Al igual que el anterior, se trata de un ensayo destructivo aunque, en este
caso, sólo hacen falta 15mg de material. El ensayo sigue la norma EN 13925 en su
parte 1 (2006), 2 (2004) y 3 (2006), mientras que la terminología queda recogida
en la EN 1330-11 (2008).Entre las limitaciones de la técnica destaca la necesidad
de muestras planas, en ciertos casos, para poder realizar una medición correcta,
aunque en otros sólo se permite el análisis de materiales previamente triturados
y pasados por tamiz. A pesar de ello, la selección y preparación de la superficie
es uno de los aspectos clave para evitar errores en la obtención de resultados,
como se explicará más adelante.
Técnicas de laboratorio
A pesar de que pueden obtenerse datos interesantes con las técnicas no
destructivas, el elevado número de variables que pueden provocar variaciones
en los resultados, exige que, aún a día de hoy, los estudios in situ se tengan que
complementar con los de laboratorio. La norma EN 16085 (2014) recoge la
metodología de aplicación para la toma de muestras de materiales, de la que se
destaca que: «La toma de muestras es invasiva e invariablemente causa daños,
aunque mínimos. Debería emprenderse solamente si existe una sólida
justificación para ello y en la más estrecha consulta con los que tienen la
responsabilidad del bien cultural y con aquéllos que efectuarán los estudios de
las muestras. La consulta debería considerar si la misma información se podría
obtener por métodos no invasivos» (EN 16085 2014, 6).
De todos modos, esta norma también contempla que sea precisa la
extracción de muestras de ensayo, en cuyo caso se reitera la importancia de que
esté precedido por un informe en el que se identifiquen áreas homogéneas y de
interés para la selección de las muestras, de acuerdo con el objeto de la
investigación que se desee llevar a cabo. Este mismo objeto será también el que
defina la conveniencia del número de muestras o la dimensión mínima de cada
una, en función de los ensayos a acometer.
En todos los casos, la toma de muestra ha de minimizar el daño sobre el
bien tanto de tipo estético como en términos de durabilidad. Asimismo, la toma
Estudio y caracterización de morteros históricos
249
de muestras debe ir acompañada siempre de una ficha de toma de datos en la
que se recoja información del punto en el que se tomó la muestra, la fecha de
toma, descripción del área, la localización en planimetría, el sistema
constructivo y la función, así como el mayor número de datos sobre la muestra
tomada en términos de ubicación de la toma, fotografías, instrumentos
empleados… La ficha ha de servir para la identificación y el seguimiento de los
resultados de los ensayos. En la norma EN 16085 se muestra un ejemplo de ficha
que puede tomarse como referencia (EN 16085 2012, Anexo A)
Identificación de muestras y fichas de estudio organoléptico
Una vez seleccionadas las áreas, se extraen las muestras y se recogen en bolsas
herméticas que, una vez recibidas en el laboratorio, comienzan a procesarse. En
la ficha de recogida de toma de datos se apunta una descripción que, basada en
la observación organoléptica, identifica si existen varios tipos de morteros, la
homogeneidad o no de la muestra, la presencia de agregados, tipo y naturaleza,
y, en el caso de morteros de cal, la presencia de elementos cerámicos o nódulos
de cal, entre otros (Figura 3a).Durante esta fase, es interesante fotografiar la
muestra junto a una escala y puede ser de interés la observación de la misma
con lupa binocular, para una visualización más detallada, con la que se pueden
captar mayor número de detalles.
Asimismo, en el caso de los morteros de rejuntado o de revestimiento, la
definición del color de la muestra es uno de los datos a recolectar, en aras a su
reproducción o restauración posterior. Para ello, se emplea un colorímetro o un
espectrofotómetro de reflectancia, que trabaje entre 380-780nm, con geometría
d/8º (visión difusa / iluminación a 8º, excluyendo la componente especular), o
geometría 0/d, siempre y cuando se especifique en informe. El ensayo sigue la
norma EN 15886 (2010) así como las recomendaciones del CIE (Commission
Internationalle de l’Eclairage). en cuanto al tipo de iluminante patrón CIE D65.
Comportamiento hídrico
Cuando las muestras están ubicadas en su emplazamiento original,
comúnmente disponen de un contenido de humedad que corresponde al de
equilibrio higroscópico con las condiciones en las que se encontraban cuando
se extrajeron. El procedimiento de ensayo consiste en pesar las muestras nada
más recibirlas en el laboratorio, y previamente a la realización de ningún otro
tipo de ensayo, y secarlas en estufa a 40±5ºC hasta peso constante. A pesar de
250
María del Mar Barbero Barrera
que la norma indica una temperatura superior a ésta, no se recomienda en caso
de presencia de fases hidráulicas porque podrían verse afectadas por el
incremento de temperatura y la eliminación del agua libre (Middendorf et al
2000, 55). El contenido de humedad es la diferencia entre el peso inicial y el
peso seco, en relación al peso seco de la muestra, en porcentaje.
Figura 3. Ejemplos de muestras para su caracterización en laboratorio. (a) Digitalización a
la recepción de muestras; (b) Ensayo de absorción por capilaridad adaptado según LNEC
(fuente: autora)
Una vez secas, el siguiente ensayo a realizar es el de capilaridad, que sigue
las normas EN 15801 (2009) y EN 1015-18 (2003), según las cuales la muestra se
sumerge en 5mm de agua durante un tiempo especificado, al cual se toma
medida de la variación de peso. Las muestras han de ser «como mínimo tres
veces (y preferiblemente cinco veces) el tamaño de grano más grande» (EN
15801). En cuanto a la preparación de las muestras, a pesar de que la EN 15801
recomienda lavarlas con agua desionizada durante 30 minutos, este
procedimiento no es recomendable por el lavado de los componentes que se
pueda producir, limitándose a lijar la superficie para dejarla “casi” plana y
limpia con aire a presión. La superficie en contacto, es la inferior que se dibuja
en un papel para su digitalización y determinación. Para el procedimiento de
ensayo se recomienda seguir las recomendaciones del Laborátorio Nacional de
Engenharia Civil (LNEC) en Lisboa (Veiga et al 2016, 37-39), según el cual la
muestra se dispone sobre un geotextil y dentro de una bandeja, evitando la
necesidad de tocar la muestra en pesos sucesivos y con ello, evitando la rotura y
pérdida de material (Figura3b).
Los resultados del ensayo de absorción por capilaridad se muestran en
forma de curva de absorción de agua, en kg/m², en función de la raíz cuadrada
Estudio y caracterización de morteros históricos
1/2
251
del tiempo, en s . Los coeficientes de absorción de agua por capilaridad, a
distintos tiempos, se obtienen por regresión lineal empleando cinco puntos
alineados y consecutivos. Las muestras de morteros históricos, comúnmente
son muy porosas por lo que adquieren la saturación en poco tiempo después del
inicio del ensayo. Los coeficientes de variación de peso que se suelen emplear
para los morteros históricos suelen ser el de los 5 minutos y, en ocasiones, el
coeficiente 10-90 que consiste en la comparación de los valores a 10 y 90
1/2
minutos. A los cinco minutos, los valores oscilan entre 0,7 kg/(m².min ) y 6,5
1/2
kg/(m².min ) (Veiga et al 2016, 8). El ensayo termina a las 24 horas de iniciado
el mismo, iniciándose el de desecado de la muestra.
En efecto, como se ha indicado anteriormente, la fase de secado de los
materiales es tan importante como la fase de humedecido (Veiga 2009),
aportándonos el conocimiento de la estructura porosa del material y de su
capacidad de evaporación y difusión. El ensayo sigue la norma EN 16322 (2016),
y se desarrolla bajo unas condiciones de 23ºC y 50% de humedad relativa, a
continuación de la medida de capilaridad. El procedimiento consiste en la toma
de pesadas periódicas, inicialmente más seguidas y que se van distanciando
conforme se ralentiza el proceso de secado, de tal forma que, como se ha
explicado anteriormente, se identifican dos fases, una con una pendiente más
marcada correspondiente a la fase de evaporación y, otra más suave y que se
corresponde con la difusión.
Complementariamente a los anteriores, la porosidad abierta sirve para
definir la estructura porosa del mortero, junto con el ensayo de capilaridad, y
para evaluar su susceptibilidad a la degradación por acciones climáticas,
especialmente frente a ciclos de hielo-deshielo. El ensayo sigue la norma EN
1936 (2007), que establece que las probetas, antes de iniciar el ensayo, han de
estar libres de agua por lo que, al igual que en el caso del ensayo de capilaridad,
han de secarse en estufa a 40±5ºC hasta peso constante (pseco). Una vez secas, se
colocan en un recipiente de vacío y se disminuye la presión hasta 2,0 kPa,
manteniéndose, en estas condiciones, durante 24 horas. Transcurridas las
cuales, se introduce lentamente agua destilada a 20±5ºC manteniendo la
presión indicada hasta que todas las muestras estén sumergidas, momento en el
cual se reestablece la presión atmosférica y se mantienen durante otras 24
horas. Transcurrido este tiempo se toma nota del peso saturado (psat) y
sumergido (psum) de cada una de ellas y se calcula la porosidad abierta como:
𝛽=
∗ 100 (en %)
252
María del Mar Barbero Barrera
Las muestras históricas suelen presentar una porosidad abierta que oscila
entre el 12% y 35% (Veiga & Santos 2016, 11; Papayianni et al 2013, 88; Tenconi et
al 2018, 107; Ontiveros et al 2016).
Al mismo tiempo que se realiza el ensayo de porosidad abierta, la densidad
aparente del mortero se calcula de acuerdo con la norma EN 1015-10 (2000 y
2006) y EN 1936 (2007), según las expresiones:
𝜌
𝑉
=
=
3
(kg/m )
3
(m )
La densidad aparente de los morteros comúnmente oscila entre 1290 a 1700
3
kg/m (Papayianni 2013, 88; Tenconi 2018, 107; Ontiveros et al 2016)
Finalmente, los ensayos de porosidad abierta y de absorción por capilaridad
aportan una idea del tipo de estructura de poros del material. No obstante, para
una completa caracterización del mortero puede ser interesante realizar el
ensayo de porosimetría por inyección de mercurio (Lawrence 2000, 157). Se
trata de una técnica indirecta para la caracterización del sistema poroso de los
materiales basado en la capacidad de “no mojar” del mercurio. La técnica
consiste en la inyección de este metal bajo presión, registrando el volumen
introducido. Relacionando la presión ejercida con el tamaño de poros, se puede
definir el volumen de poros de cada intervalo de medida. Uno de los
inconvenientes de esta técnica es la presión que ha de ejercerse para que el
mercurio penetre en los poros y que puede provocar la alteración de su tamaño,
observación que recogen distintos autores para considerar con cautela los
resultados obtenidos, especialmente en el caso de morteros débiles (Diamond
2000, 1518; Cazalla 2002, 128).
Permeabilidad al vapor de agua
En el caso de los revestimientos es de interés el conocimiento de la
permeabilidad al vapor de agua de las muestras, de cara no sólo al
conocimiento higrotérmico del sistema constructivo sino también a la
reproducción compatible de los morteros de reparación. El ensayo sigue las
normas EN 15803 (2010) y EN 1015-19 (1998; erratum; 2005), según las cuales, la
muestra se coloca en una cubeta de ensayo, que se sella con un producto
impermeable al vapor de agua. De acuerdo con la norma EN 15803, el espesor de
la muestra a ensayar ha de ser igual o mayor que el doble del tamaño de la
Estudio y caracterización de morteros históricos
253
partícula mayor; mientras que la superficie lo será en cinco veces. En el interior
de aquélla se introducen disoluciones saturadas salinas que provocan una
determinada humedad relativa (Gel de sílice: 0-3%; Nitrato cálcico: 50%; nitrato
potásico: 93%) y el conjunto se introduce en una cámara de ensayo climatizada
con temperatura a 23±3ºC y humedad relativa variable. En dichas condiciones,
se toman medidas de las variaciones de peso que sufre la probeta hasta alcanzar
el régimen estacionario (Figura 4).
0.15
DE13
0.14
DE23
DE33
DE21
0.13
Incremento/descenso de peso (kg)
0.12
DE11
0.11
M3
0.1
DE31
0.09
CAL
0.08
0.07
0.06
0.05
0.04
M1
0.03
0.02
0.01
0
0.E+00 6.E+05 1.E+06 2.E+06 2.E+06 3.E+06 4.E+06 4.E+06 5.E+06 5.E+06 6.E+06 7.E+06 7.E+06 8.E+06
Tiempo (segundos)
Figura 4. Ensayo de permeabilidad al vapor de agua. (a) Disposición de la muestra para la
realización del ensayo (Barbero 2012, 1004); (b) Curvas de variación de peso vs tiempo para
cálculo de la pendiente de regresión lineal (Barbero 2012, 1007)
254
María del Mar Barbero Barrera
La permeabilidad al vapor de agua, δp (en kg/(m.s.Pa)), se calcula en
función de la pendiente de regresión lineal (G, en kg/s) que indica la variación
en peso en función del tiempo. De tal forma que la permeabilidad al vapor de
agua se determina según la expresión:
𝛿 =
𝐺
𝑥𝐷
𝐴. ∆𝑝
donde Δpv, en Pa, es la diferencia de presión de vapor de agua a través de la
probeta; A, en m², es el área de la superficie de ensayo; D, en m, es el espesor
medio de la muestra. Del mismo modo, el coeficiente de resistencia a la
difusión de vapor de agua, µ (adimensional), será, la relación de la
permeabilidad al vapor de agua del aire en relación con la de la muestra:
𝜇=
𝛿
𝛿
Mientras que el espesor de la capa de aire equivalente, sd (en m) será el
coeficiente de resistencia a la difusión del vapor de agua en relación con el
espesor de la muestra, según muestra la siguiente expresión:
𝑠 = 𝜇𝐷
De acuerdo con distintas investigaciones sobre morteros históricos, los
valores comunes de éstos de permeabilidad al vapor de agua oscilan entre 13 y
22 ng/(m.s.Pa)(Veiga & Santos 2016), lo que se corresponde con las
investigaciones sobre morteros de reparación, aunque el rango de valores es
algo más amplio, pudiendo abarcar un valor mínimo de 5 ng/(m.s.Pa) (Barbero
2012, 986).
Resistencia a compresión
Aunque, como se ha mencionado, existen distintos ensayos no destructivos
para estimar la resistencia a compresión, el conocimiento del valor real de
resistencia puede ser de interés en algunas aplicaciones, por ejemplo, en
morteros de junta, para la reproducción de los morteros de restauración a
diseñar. El ensayo sigue la norma EN 1015-11 (1999 y 2007), desarrollándose con
una velocidad tal que garantice la rotura del material entre 30 y 90 segundos.
No obstante, a diferencia del procedimiento explicado en ésta, la dificultad de
Estudio y caracterización de morteros históricos
255
obtención de muestras de gran tamaño y con superficies plano-paralelas hace
que sea preciso adaptar dicho ensayo a la casuística de los morteros históricos.
Para solventar este problema, Veiga (2016) recomienda la aplicación de
morteros de alta resistencia y dureza para homogeneizar las superficies, por lo
que se recurre, comúnmente, a morteros de cemento de dosificación 1:3 en
volumen. A pesar de ello, las muestras de mortero no se podrán ensayar si no
disponen de un espesor superior a los 20mm (Veiga et al 2016, 41-42).
En cuanto a los valores de resistencia mecánica, existe una gran variabilidad
de resultados, encontrándose resultados desde 0,8 MPa a 7,1MPa (Veiga et al
2016, 10; Barbero 2012). Nuevamente, la función del mortero, la selección de
materias primas en cuanto a su naturaleza o forma (Santos et al 2018), la
importancia o rapidez de la ejecución de la obra (Fishburn 1938, 21), además de
cuestiones tales como el estado de conservación de la muestra puede definir
variaciones muy significativas entre las resistencias mecánicas de los morteros.
Caracterización mineralógica
La Difracción de Rayos X es una técnica muy empleada en la caracterización de
morteros históricos (Figura 5a) que consiste, de forma resumida, en
bombardear la muestra con electrones para provocar su expulsión con
desprendimiento de energía. Los datos aportados por la difracción de rayos X se
basan en la separación entre los átomos de la estructura cristalina y, por lo
tanto, al depender de ésta implica que los materiales con estructura no
cristalina no serán aptos para su identificación. En cuanto al procedimiento, la
muestra ha de triturarse a tamaño reducido por debajo de 10 micras para que
los cristales tengan distribución isótropa. En ocasiones puede ser de interés
realizar un estudio semicuantitivo, en cuyo caso se introduce un material de
referencia (ZnO), en porcentaje conocido, dentro de la muestra a analizar
(Barbero 2012, 661).
Una de las limitaciones que presenta este ensayo es la dispersión de
resultados cuando se analizan distintas áreas del mortero, debido a la reducida
cantidad de material necesario. En este sentido, comúnmente, se recomienda
tomar muestra de distintas áreas del mortero (núcleo y bordes). Asimismo, si lo
que interesa es conocer la composición de la matriz o del árido, convendrá
separar el árido o disolver la matriz, respectivamente; sin embargo, si se desea
tener una visión global, entonces se tomará una muestra significativa de varias
áreas del mortero. En el documento elaborado por Chiari et al (1996) se
discuten los métodos más recomendados para la toma de muestras y de análisis
de los morteros históricos.
256
María del Mar Barbero Barrera
D
Intensidad
D
D
D
C
D
D
D
P
P
0
5
10
15
C
20
25
30
C D
35
C
40
C
D P
45
C DD
C
50
55
60
D
D
65
70
100
0.00
95
-0.05
90
-0.10
85
-0.15
80
-0.20
75
-0.25
70
-0.30
65
-0.35
60
-0.40
55
-0.45
50
0
100
200
300
400
500
600
700
800
900
-0.50
1000
Temperatura (ºC)
Figura 5. Caracterización mineralógica de morteros de cal. (a) Difractograma de rayos X
(Barbero 2012: 882); (b) Curva tipo de TGA-DSC(Barbero 2012, 865)
DTG (%/ºC)
Pérdida de masa (%)
2 Theta (º)
Estudio y caracterización de morteros históricos
257
Complementariamente a la Difracción de Rayos X, la termogravimetría sirve
para identificar las fases mineralógicas presentes, sin distinción de su estructura
cristalina o amorfa, y sin necesidad de fraccionar el mortero, lo que supone una
ventaja dado que «los morteros históricos son sistemas complejos, en los que la
unión con el material inerte no es fácilmente identificable, y donde la cantidad
limitada de muestra no siempre permite una separación física en fragmentos»
(Moropoulou 1995, 780). El ensayo consiste en el calentamiento gradual de la
muestra, entre la temperatura ambiente o de trabajo y, comúnmente, 1000ºC,
bajo atmósfera controlada, comparándola con una referencia calibrada. Durante
el proceso se registran las variaciones de peso a cada temperatura que indican
las transformaciones térmicas, exotérmicas o endotérmicas, que se producen en
la misma, permitiendo identificar los componentes mineralógicos presentes en
la muestra (Figura 5b). A esto se le añade el hecho de que la variación en el peso
permite cuantificar, de forma precisa, las fases presentes en la muestra.
Observación microscópica
La microscopía de polarización es un método que permite el estudio,
observación e identificación de los minerales presentes en una muestra, de un
tamaño superior a 10 micras, basándose en las propiedades ópticas y
morfológicas (Raith et al 2012). Su observación puede realizarse sobre la
muestra fragmentada o, para una mejor identificación de los minerales, se
recurre al empleo de láminas delgadas. Éstas consisten en un corte de
aproximadamente 30 micras de espesor cuya preparación, muy delicada,
implica el corte del mortero, su pegado sobre un portaobjetos para proceder al
pulido y desgaste que permitan reducir su espesor hasta el adecuado. El interés
de esta técnica reside en la observación de todos los minerales y de las
interfases existentes, así como también de la porosidad de la muestra (Figura
6a).
Cuando se quiere alcanzar un mayor detalle o resolución de la observación
se recurre a la Microscopía Electrónica de Barrido (SEM, Scanning Electron
Microscopy). Esta técnica está basada en la óptica electromagnética, resultado
de la recogida de los electrones secundarios retrodispersados emitidos por la
muestra al ser bombardeada con electrones primarios (Matteini et al 2001, 78).
Desde el punto de vista de la caracterización de los morteros históricos, esta
técnica, de gran interés, permite el estudio de la morfología y de la estructura
de los morteros, junto con la identificación de porosidades y la distribución de
componentes dentro de la muestra (Figura 6b). Adicionalmente, algunos
microscopios disponen de EDX (espectrometría de dispersión de rayos X) con
258
María del Mar Barbero Barrera
los que se permite microanalizar la muestra de forma semicuantitativa. La
ventaja de ésta, respecto al a microscopía petrográfica, es que la muestra no
requiere de preparación previa, pudiendo realizarse la observación sobre la
fractura directa o, a lo sumo, bañada con un material conductor (oro o grafito).
Figura 6. Ejemplos de microscopía a partir de láminas delgadas. (a) Estudio petrográfico
(Montoya 2016, 69); (b) Microscopía Electrónica de Barrido con EDX (Montoya 2016, 72)
CONCLUSIONES
Los morteros son uno de los materiales más importantes en cualquier obra de
arquitectura. La diversidad de materias primas, funciones, condiciones de
aplicación y uso explica su inmensa variabilidad y justifica la importancia de
acometer estudios de caracterización que permitan conocer, con mayor detalle,
el bien patrimonial en el cual se integran, así como definir las actuaciones
Estudio y caracterización de morteros históricos
259
compatibles y más adecuadas a cada caso, al tiempo que sirven como punto de
partida en la formulación de morteros de reparación.
Es más, la definición de las características de los morteros históricos no sólo
sirve para su conocimiento per se sino como herramienta asociada a los
estudios históricos, a las hipótesis constructivas y de evolución histórica del
bien, así como también a los estudios patológicos y diagnósticos derivados del
estado de conservación.
En el presente documento se abordan algunas de las técnicas más habituales
empleadas en el estudio y caracterización de los morteros históricos, tanto in
situ como en laboratorio, con distintas recomendaciones de procedimientos y
valores de referencia que pueden ser de utilidad a la hora de evaluar los
resultados en las distintas investigaciones que se desarrollen.
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262
María del Mar Barbero Barrera
Normativa
ASTM C597-16 2016 Standard test method for pulse velocity through concrete. ASTM
International, West Conshohocken, PA
EN 1015-10 (2000). Métodos de ensayo de los morteros para albañilería. Parte 10:
Determinación de la densidad aparente en seco del mortero endurecido.
EN 1015-10:1999/A1 (2007). Métodos de ensayo de los morteros para albañilería. Parte 10:
Determinación de la densidad aparente en seco del mortero endurecido.
EN 1015-11 (2000).Métodos de ensayo de los morteros para albañilería. Parte 11:
Determinación de la resistencia a flexión y a compresión del mortero endurecido.
EN 1015-11:2000/A1 (2007).Métodos de ensayo de los morteros para albañilería. Parte 11:
Determinación de la resistencia a flexión y a compresión del mortero endurecido.
EN 1015-12 (2016).Métodos de ensayo de los morteros para albañilería. Parte 12:
Determinación de la resistencia a la adhesión de los morteros de revoco y enlucido
endurecidos aplicados sobre soportes.
EN 1015-18 (2003).Métodos de ensayo de los morteros para albañilería. Parte 18:
Determinación del coeficiente de absorción de agua por capilaridad del mortero
endurecido.
EN 1015-19 (1999). Métodos de ensayo de los morteros para albañilería. Parte 19:
Determinación de la permeabilidad al vapor de agua de los morteros de revoco y
enlucido.
EN 1015-19 Erratum (1999). Métodos de ensayo de los morteros para albañilería. Parte 19:
Determinación de la permeabilidad al vapor de agua de los morteros endurecidos de
revoco y enlucido.
EN 1015-19:1999/A1(2005). Métodos de ensayo de los morteros para albañilería. Parte 19:
Determinación de la permeabilidad al vapor de agua de los morteros endurecidos de
revoco y enlucido.
EN 1330-2(1999). Ensayos no destructivos. Terminología. Parte 2: Términos comunes a los
métodos de ensayo no destructivos.
EN 1330-10(2003). Ensayos no destructivos. Terminología. Parte 10: Términos utilizados en
inspección visual.
EN 1330-11(2008). Ensayos no destructivos. Terminología. Parte 11: Términos utilizados en la
difracción de rayos X en materiales policristalinos y amorfos.
EN 1936 (2007). Métodos de ensayo para piedra natural. Determinación de la densidad real
y aparente y de la porosidad abierta y total.
EN 12504-2(2013). Ensayos de hormigón en estructuras. Parte 2: Ensayos no destructivos.
Determinación del índice de rebote.
EN 12504-4(2006). Ensayos de hormigón en estructuras. Parte 4: Determinación de la
velocidad de los impulsos ultrasónicos.
EN 13018(2016). Ensayos no destructivos. Inspección visual. Principios generales
EN 13925-1 (2006). Ensayos no destructivos. Difracción de rayos X aplicada a materiales
policristalinos y amorfos. Parte 1: Principios generales.
EN 13925-2 (2004). Ensayos no destructivos. Difracción de rayos X aplicada a materiales
policristalinos y amorfos. Parte 2: Procedimientos.
Estudio y caracterización de morteros históricos
263
EN 13925-3 (2006). Ensayos no destructivos. Difracción de rayos X aplicada a materiales
policristalinos y amorfos. Parte 3: Instrumentos.
EN 15801 (2010). Conservación del patrimonio cultural. Métodos de ensayo. Determinación
de la absorción de agua por capilaridad.
EN 15803 (2010). Conservación del patrimonio cultural. Métodos de ensayo. Determinación
de la permeabilidad al vapor de agua (δp).
EN 15886 (2011). Conservación del patrimonio cultural. Métodos de ensayo. Medición del
color de superficies.
EN 16085 (2014). Conservación del patrimonio cultural. Metodología para la toma de
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EN 16302 (2016). Conservación del patrimonio cultural. Métodos de ensayo. Medición de la
absorción de agua por el método de la pipeta.
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EN 16572 (2016). Conservación del patrimonio cultural. Glosario de términos técnicos
relativos a morteros para albañilería, revocos y enlucidos empleados en el patrimonio
cultural.
UNE 102-039 (1985). Yesos y escayolas de construcción. Determinación de la dureza Shore
C y de la dureza Brinell.
Castillo de Montiel (Ciudad Real)
Estudios previos de identificación de
morteros para la intervención en el
patrimonio medieval. Castillo de la Estrella
David Gallego Valle
Arqueólogo, Doctor en Historia
Ana González Mayordomo
Ingeniera de la Edificación
Rosa Pardo Llapa
Ingeniera de la Edificación
Jesús Molero García
Doctor en Historia
Cristina Peña Ruiz
Doctora en Conservación y Restauración
Francisco Javier Castilla Pascual
Doctor Arquitecto
David Sanz Martínez
Doctor Geólogo
Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM)
Fundación Castillo de la Estrella
David.Sanz@uclm.es
El objetivo general del trabajo que aquí se presenta es caracterizar e identificar los
morteros históricos utilizados durante la época medieval en el Castillo de la
Estrella (Montiel-España), para tener la documentación necesaria y establecer los
posibles procesos de rehabilitación y restauración. La caracterización química y
mineralógica ha servido para identificar tres tipos de morteros: mortero de cal,
mortero de cal y yeso, y mortero de yeso. Las dosificaciones estimadas en este
trabajo según los resultados obtenidos mediante termo-gravimetría han sido muy
semejantes entre ellos, obteniéndose una relación ligante-árido de 1-2 y/o 1-1. La
correlación de estos resultados con el análisis de las fases constructivas del
Castillo de la Estrella ha confirmado el uso y evolución de los diferentes morteros
tanto en época islámica como cristiana.
INTRODUCCIÓN
Mortero es el material resultante de la mezcla de áridos, ligante y agua que en
ocasiones se le pueden adicionar otros compuestos de naturaleza orgánica e
inorgánica. Los morteros históricos (es decir, todo tipo de morteros producidos
antes de finales del siglo XIX) son productos artificiales cuya composición y
266
D. Gallego, A. González, R. Pardo, J. Molero, C. Peña, F. J. Castilla, D. Sanz
características pueden cambiar profundamente dependiendo del período de
construcción, ubicación y función(Leone et al. 2016). En el caso de los morteros
medievales, estos presentaban dos funciones principales, unir piedras o ladrillos
para la construcción de los distintos tipos de fábrica y agarre de piezas
ornamentales, y recubrir los materiales pétreos sobre los que se aplican para
proteger, decorar, impermeabilizar e incluso pavimentar (Alejandre 2002). Los
morteros para la intervención en el patrimonio medieval deben tener las
características y propiedades similares a las del mortero original. En general, las
propiedades del mortero van a depender de la naturaleza del ligante, por lo que es
de gran importancia determinar su naturaleza, siendo los más utilizados en esta
época los de cal y los de yeso (figura 1).
CaCO3
Caliza
CaO
Cal viva
CaSO4 *1/2H 2O
Yeso de obra
CaSO4*2H2O
Yeso o Aljez
CaSO4
Yeso anhidro
Ca(OH)2
Cal apagada
Figura 1. Ligantes principales para la elaboración de morteros medievales: Izquierda; ciclo
de la cal: puede ser 1) cal aérea donde los componentes principales son los de la figura más
el MgO (cal grasa o cal magra) y 2) cal hidráulica en la que los compontes principales son
Ca(OH)2 (51-66%), SiO2 (15-26%), Al2O3 (2-10%) y Fe2O3 (0,5-5%), los morteros con base
de cal tienen un fraguado lento. Derecha; ciclo del yeso los morteros de yeso tienen un
endurecimiento muy rápido y expansivo, además de la elevada solubilidad en agua.
Modificado de Cazalla (2002)
La caracterización de los morteros históricos, en especial la naturaleza del
ligante y sus características de hidraulicidad, las proporciones de la mezcla
(agregado/ligante) y la clasificación del agregado, junto con las técnicas de
aplicación y secuencia constructiva de muros y torres es necesariamente
complementario no sólo para posibles intervenciones sino también para entender
el proceso e historia de la construcción en tiempos pasados (Gordillo 2005;
Magalhaes y Veiga 2009).Sin embargo, los morteros históricos no se pueden
caracterizar con facilidad, ya que se mantienen en su lugar durante siglos
sometidos a fuertes tensiones mecánicas y ambientales. De hecho, para
comprender su origen, naturaleza y su papel, es fundamental integrar los
Estudios previos de la identificación de morteros en el patrimonio medieval
267
resultados obtenidos empleando otras técnicas analíticas dentro de un contexto
multidisciplinar: arqueológico y arquitectónico.
El objetivo del trabajo que aquí se plantea consiste en establecer un desarrollo
metodológico para la identificación y caracterización de morteros, tomando como
caso de estudio el Castillo de la Estrella (Montiel-España), con el fin de entender
la evolución de los morteros y los procesos de construcción en la época medieval
para tener la documentación necesaria para establecer los procesos de
rehabilitación y restauración.
ZONA DE ESTUDIO
El Castillo de Montiel, conocido como de la Estrella desde el siglo XIX, se
encuentra localizado en la comarca del Campo de Montiel en la parte central de
la Península Ibérica (figura 2). La zona de estudio es un enclave fundamental del
Campo de Montiel desde el punto de vista tanto social como geoestratégico. La
configuración histórica-geográfica de la zona (Campo de Montiel) se produce
desde comienzos de la Edad Media, con la ocupación islámica primero (s. VIII) y
con la posterior reconquista cristiana (s. XIII) (Gallego 2016). La disposición del
Castillo de Montiel se enmarca en lo alto de un cerro testigo de forma ovalada, a
cuyos pies se despliega la población del mismo nombre, cerca de la cabecera del
río Jabalón.
Figura 2. Localización y delimitación del campo de Montiel en la Península Ibérica
268
D. Gallego, A. González, R. Pardo, J. Molero, C. Peña, F. J. Castilla, D. Sanz
Figura 3 Foto aérea del Castillo donde se puede distinguir los afloramientos de toba sobre
los que se asientan los cimientos del castillo y en la parte inferior los materiales de edad
Triásico (arcillas y areniscas rojizas), y su altura respecto a la llanura
El cerro donde se asienta la fortaleza alcanza los 960 msnm (100 metros
sobre la llanura), y está constituido por intercalaciones de areniscas y terrenos
arcillosos de color rojizo del periodo Triásico. En su parte superior se
encuentran afloramientos calcáreos en forma de tobas mucho más modernos
(Cenozoico) que dan un resalte del terreno y sirven a su vez de cimentación
para muros y torres. Para la construcción del edificio defensivo se sirvieron
fundamentalmente de materiales que se encontraban en el entorno y sus
alrededores cercanos (figura 3).
METODOLOGÍA
Para la identificación y caracterización de los morteros del Castillo de la Estrella,
68 muestras de morteros fueron tomadas según la normativa UNE-EN 16085: 2014
(figura 4). De todas ellas 45 ejemplares se tomaron como válidos y representativos
para ensayar. Tras pasar por una inspección de sus características dimensionales,
peso, forma y aspecto general, se realizó una clasificación-codificación en función
del sistema constructivo y cronología de donde se obtuvieron (González y Pardo
2018). Para el trabajo que aquí se presenta sólo se analiza la naturaleza del ligante
Estudios previos de la identificación de morteros en el patrimonio medieval
269
por lo que solamente se muestran los análisis químico-mineralógicos y termogravimétricos.
Para determinar la composición química de las muestras se ha utilizado la
técnica de Fluorescencia de Rayos X (FRX) mientras que para la caracterización
mineralógica, se ha utilizado la de Difracción de Rayos X (DRX). La FRX se basa
en el estudio de las emisiones secundarias (o de eflorescencia) de la radiación X,
generadas después de la excitación de una muestra mediante una fuente de rayos
X. El aparato utilizado para el análisis ha sido un espectrómetro Philips modelo
Magix Pro, secuencial, dispersivo de longitud de onda, con radiación Rh KAlpha,
8 cristales analizadores y dos detectores, uno de flujo (gas PR) y otro de centelleo.
La DRX se ha utilizado para determinar información cualitativa, cuantitativa y
estructural (cristalográfica) de las fases cristalinas presentes en las muestras
analizadas. El difractómetro utilizado es un modelo X´Pert MPD Philips, con
radiación CU KAlpha1, rendija de divergencia automática, monocromador de
grafito y detector sellado de gas xenón.
Figura 4. Planta del Castillo de la Estrella (Montiel) con la ubicación de la toma de muestras
de los morteros y la interpretación de las fases de construcción (modificado de Gallego 2016)
El análisis Termo-Gravimétrico (TG) se realizó utilizando el la termobalanza
modelo TA/TG STD Q600 TA. Las mediciones se realizaron bajo flujo de aire a
temperaturas de hasta 1100 °C a una velocidad de calentamiento lineal de 10 °C
-1
min . Las muestras fueron preparadas en el molino de bolas planetarias para
alcanzar un tamaño de grano inferior a los 0,0063mm. Ambos análisis se han
270
D. Gallego, A. González, R. Pardo, J. Molero, C. Peña, F. J. Castilla, D. Sanz
realizado el Instituto Regional de Investigación Científica y Aplicada (IRICA) de la
Universidad de Castilla – La Mancha.
RESULTADOS
Los resultados de composición química y mineralógica se observan en la tabla 1 y
figura 5. Las muestras recogidas en elementos constructivos de época islámica,
m64-Lienzo 1 (muro más antiguo del complejo) y m68-Lienzo 13, presentan como
minerales principales diferentes fases de yeso, cuarzo, calcita y pequeñas
cantidades de dolomita. Estos datos son concordantes con la composición
química, donde se observan valores elevados de SO3 y en menor medida de SiO2
y MgO. La m53 también emplazada en el Lienzo 1 (pero en este caso
correspondiente al forrado de dicho lienzo) establece como minerales
mayoritarios la calcita, cuarzo, yeso con indicios de arcillas. Los resultados
composicionales indican un aumento en AL2O3. Otras muestras analizadas
fueron la m42-Torre 6 con altos valores de CaO y SiO2, y la m52-Torre 1 donde se
observan valores de SO3.
Las muestras ubicadas en construcciones de época cristiana: m12-Lienzo 15;
m33-Torre 17 y m58-Torre 9, presentan como mineral predominante la calcita y el
cuarzo secundario. Estos resultados también concuerdan a nivel composicional,
ya que las muestras m33-Torre 17, m58-Torre9 y m12-Lienzo15, presentan como
óxidos predominantes CaO, SiO2, y pequeñas proporciones de AL2O3.
M1
M2
M3
M4
m12
m33
m42
m52
m53
m58
m62
m64
m68
Na2O
0.10
0.12
0.56
0.59
0.13
0.43
0.38
0.14
0.07
0.07
0.25
0.03
0.08
MgO
15.77
9.54
1.21
1.42
6.19
7.38
5.27
1.16
1.42
10.94
12.33
1.55
2.28
Al2O3
3.05
3.93
4.88
5.38
4.66
2.35
4.69
4.53
3.84
3.56
4.43
2.16
1.55
SiO2
10.62
13.00
13.07
18.18
13.92
9.66
18.16
22.16
12.16
16.13
18.03
6.76
4.94
P2O5
0.06
0.06
0.28
0.19
0.18
0.05
0.18
0.32
0.29
0.12
0.08
0.12
0.04
SO3
3.05
1.01
1.99
0.64
1.10
0.60
0.31
4.94
13.42
0.22
2.33
29.74
34.30
Cl
0.17
0.02
0.23
0.91
0.07
0.75
0.46
0.15
0.01
0.02
0.50
0.01
0.11
K2O
0.47
0.89
2.21
2.86
1.74
1.33
1.96
1.99
7.30
1.12
1.91
0.49
0.94
CaO
28.22
35.09
37.90
37.10
35.41
37.14
32.95
32.34
31.48
33.44
25.25
27.92
25.14
TiO2
0.13
0.22
0.23
0.32
0.23
0.12
0.25
0.24
0.19
0.26
0.22
0.09
0.08
MnO
0.06
0.09
0.07
0.06
0.03
0.05
0.08
0.03
0.04
0.05
0.07
0.01
0.01
Fe2O3
1.45
1.63
1.89
2.05
2.18
1.38
1.93
1.82
1.57
1.78
1.51
0.73
0.53
CO2
36.85
34.35
35.38
30.16
34.08
38.72
33.29
30.06
28.12
32.24
33.02
30.08
29.63
Tabla 1. Composición química (% en óxidos) de las muestras de mortero recopiladas en el
castillo de la Estrella. (Espectroscopia de Fluorescencia de Rayos – X). La ubicación de las
muestras se puede observar en la figura 4
Estudios previos de la identificación de morteros en el patrimonio medieval
271
Figura 5. Difractograma de rayos X para las muestras características de los morteros de cal,
yeso y cal-yeso recogidos en el Castillo de la Estrella. Las muestras (de arriba abajo) se
corresponden con los códigos m12-33, m53-58 y m64-68. CC: Calcita, Dl: Dolomita, Q:
Cuarzo, Gp: Yeso, F: Filosilicatos, P: Plagioclasa. La ubicación de las muestras se puede
observar en la figura 4
272
D. Gallego, A. González, R. Pardo, J. Molero, C. Peña, F. J. Castilla, D. Sanz
Los resultados del análisis termo-gravimétrico (TG) para las muestras
analizadas anteriormente mediante DRX (m12, m53 y m68) son mostradas en la
figura 6. El porcentaje de pérdida de peso estimado a partir de las curvas TG
dentro del rango de temperatura seleccionado, muestra momentos bien marcados
representados por picos o puntos de inflexión: a) deshidratación del yeso
alrededor de los 120-170ºC, b) la transformación de anhidrita a 220ºC y, c) la
descomposición de los carbonatos aproximadamente a los 700-770ºC. La
importancia del análisis de este ensayo es determinar para los morteros
elaborados con cal, la pérdida de peso que tiene entre los 500ºC y los 800-900ºC
pudiendo establecer según la reacción de carbonatación la cantidad inicial de
Ca(OH)2 y por tanto la relación con el árido. Para los morteros que contengan
mayoritariamente yeso, las curvas TG mostrarán una pérdida de peso del agua
libre a 100 ºC, y a 220ºC el agua combinada produciéndose la deshidratación del
yeso. De esta manera, como consecuencia de la reacción de hidratación se podrá
disponer de la cantidad inicial de CaSO4.1/2H2O y por tanto la relación con el
árido.
En la muestra m12 se produce una pérdida de peso alrededor de los 770ºC lo
que nos permite obtener una relación ligante/árido de 1/2 o 1/1. Para la muestra
m53 se producen tres fenómenos en el ensayo, la deshidratación del yeso, la
transformación de anhidrita y la descomposición de carbonatos, por lo que a
través de la reacción de carbonatación e hidratación de yeso se estableció una
relación ligante/árido de 1/2 o 1/1. Por último en la muestra m68 solamente se
observó un pico pronunciado en el momento de la deshidratación del yeso
pudiéndose dar una relación de 1/3 o 1/2 (figura 6).
Estudios previos de la identificación de morteros en el patrimonio medieval
273
Figura 6.Curvas TG correspondientes a las muestras (de arriba abajo) m12, m53 y m68, con
sus picos característicos: Deshidratación del yeso, transformación de anhidrita y
descomposición de los carbonatos. La ubicación de las muestras se puede observar en la
figura 4
274
D. Gallego, A. González, R. Pardo, J. Molero, C. Peña, F. J. Castilla, D. Sanz
CONCLUSIONES
La caracterización química, mineralógica y térmica ha servido para identificar los
tipos de ligante utilizados para la elaboración original de los morteros medievales
del Castillo de la estrella, indicando la existencia de tres tipos de morteros bien
diferenciados.
MORTERO DE CAL: (muestras m12, m2, m3, m4, m33, m42, m58). A través de
DRX se identifican como fases mayoritarias la calcita y el cuarzo, con algunos
indicios de arcillas, confirmándose estos resultados con la FRX. Según el análisis
de ATD se determinó la pérdida de peso a 700 ºC (CO2). Según la reacción de
carbonatación se pudo establecer la cantidad inicial de Ca(OH)2 y por tanto la de
árido. Siendo la relación ligante/árido=1/2 y/o 1/1.En su mayoría los morteros de
cal se han identificado en muestras correspondientes a la época cristiana.
MORTERO DE CAL Y YESO: (muestras m51, m52, m53, m62, m1). Mediante la DRX
se identifican las siguientes fases calcita, cuarzo, yeso e indicios de arcillas.
Debido a la mezcla de componente según el análisis de TG se pudo determinar la
relación ligante/árido, suponiendo valores semejantes a los del mortero de cal.
MORTERO DE YESO: (muestras m68, m64): Mediante la DRX se identifican las
siguientes fases yeso, cuarzo, pequeña cantidad de dolomita. Según el análisis de
TG se determinó la pérdida de peso a 25 ºC (H2O libre) y a 220 ºC (H2O
combinada). Según la reacción de hidratación del yeso se pudo establecer la
cantidad inicial de CaSO4*1/2H2O y por tanto la de árido. Siendo la relación
ligante/árido de 1/3 a 1/1.
En su mayoría los morteros de cal se han identificado en muestras
correspondientes a la época cristiana. Las muestras que han sido reconocidas
como mortero de yeso o de cal-yeso en esta misma época se localizaron en muros
que durante la reconquista cristiana sufrieron una reconstrucción. Para la época
islámica más temprana (siglo IX-XI), la muestra tomada en el Lienzo 1 ha
confirmado el uso de mortero de yeso. En siglos posteriores (XI-XII) se ha
comprobado que en muros donde no hubo intervenciones el mortero es de cal, tal
y como ocurre en la Torre 6. Mientras que para lienzos en los que sí tuvieron
lugar reconstrucciones se verificó la utilización de morteros de cal y yeso como es
el caso del Lienzo 1 (siglo XI-XII) y la Torre 1 (siglos XII-XIII). El empleo del yeso
en los morteros podría provenir de la necesidad de rapidez en el fraguado del
mortero.
AGRADECIMIENTOS
Este estudio forma parte de la Tesis Doctoral de D. David Gallego, así como del
Proyecto Fin de Grado de Dña. Ana González y Dña. Rosa Pardo realizado para
Estudios previos de la identificación de morteros en el patrimonio medieval
275
obtener el Grado en Ingeniería de Edificación de la Escuela Politécnica de Cuenca
y está enmarcado dentro del Proyecto de Investigación del Conjunto
Arqueológico del Castillo de la Estrella financiado por la Junta de Comunidades
de Castilla-La Mancha cuyo investigador principal es Jesús Molero García. Los
autores desean expresar su agradecimiento a D. Pedro Palomino, Técnico del
laboratorio LACAE de la Escuela Politécnica de Cuenca, por su apoyo en la
elaboración de los ensayos.
LISTA DE REFERENCIAS
Alejandre, F. J. 2002. Historia, caracterización y restauración de morteros. Univ. Sevilla.
Insto. Universitario de Ciencias de la Construcción. Sevilla, España, 67-70.
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Gallego Valle, D. (2016). La fortificación medieval en el Campo de Montiel (SS. VIII-XVI).
Análisis de su secuencia histórica y constructiva. Espacio, Tiempo y Forma, Serie III,
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Castillo de la Estrella (Montiel). Proyecto Fin de Grado. Ingeniería de Edificación.
Escuela Politécnica de Cuenca. Universidad de Castilla – La Mancha.
Gordillo, J. F. Morteros como elementos de estudio en arqueología-arqueometría
medieval. Arqueometría y arqueología medieval. Granada: Departamento de
Mineralogía y Petrología y Centro de Instrumentación Científica, Universidad de
Granada, 2005, p. 171-192.
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antiguos. Aplicación a la evaluación del estado de conservación. Materiales de
construcción, (295), 61-77.
UNE-EN 16085:2014 Conservación del patrimonio cultural. Metodología para la toma de
muestras de materiales del patrimonio cultural. Reglas generales. 2018-04-19.
Torre del Gallo del Castillo de Montiel (Ciudad Real)
Arqueología experimental aplicada
a las fábricas de tapia en el
Castillo de la Estrella, Montiel
Francisco Javier Castilla Pascual
Doctor Arquitecto
Jesús Molero García
Doctor en Historia
David Gallego Valle
Arqueólogo, Doctor en Historia
Ana González Mayordomo
Ingeniera de la Edificación
Rosa Pardo Llapa
Ingeniera de la Edificación
David Sanz Martínez
Doctor Geólogo
Cristina Peña Ruiz
Doctora en Conservación y Restauración
Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM)
Fundación Castillo de la Estrella
fcojavier.castilla@uclm.es
El objetivo del trabajo es la comprobación de la hipótesis planteada sobre el
proceso constructivo del muro de hormigón de tierra mediante el uso de la
técnica del tapial en la Torre del Gallo, perteneciente al conjunto arqueológico del
Castillo de la Estrella en la localidad de Montiel.
Esta hipótesis pretende explicar aquellos aspectos de la construcción que no
son objetivamente documentables y necesitan de una interpretación con objeto
de conocer más a fondo las costumbres, recursos y medios auxiliares utilizados
para la construcción de este tipo de fortificaciones.
Asimismo se pretende dotar al conjunto arqueológico de un elemento que
sirva de apoyo a la difusión del conocimiento y comprensión de las técnicas y
procesos constructivos empleados en la época medieval y complemente las
explicaciones en futuras jornadas y actividades divulgativas en el lugar.
Para ello se ha realizado una caracterización de los muros atendiendo a las
distintas improntas y oquedades propias de este tipo de construcción, así como a
través de distintos ensayos de caracterización del material que lo conforma. A
partir de ello y atendiendo a distintas fuentes bibliográficas se plantea una
hipotética reconstrucción del tapial y el proceso constructivo utilizado. Para
contrastar dicha hipótesis se realiza una construcción experimental intentando
278
F. J. Castilla, J. Molero, D. Gallego, A. González, R. Pardo, D. Sanz y C. Peña
reproducir la técnica y analizando los pormenores y ventajas o desventajas de las
distintas alternativas expuestas.
Como conclusión se presenta la alternativa más convincente de cara a su
puesta en obra teniendo en cuenta los factores relativos a la disponibilidad de
material y economía de medios en el trabajo, previsible en la época en la que se
encuadra.
UBICACIÓN GEOGRÁFICA E HISTÓRICA DE LA TORRE
Los restos de la torre se sitúan en el extremo NE del conjunto, siendo uno de los
elementos más representativos y característicos del mismo. Su construcción se
produce en el periodo almohade (1195–1227), momento en el que emprendieron
obras de reconstrucción en el entorno entre la batalla de Alarcos y la conquista
del castillo por los cristianos, siendo considerada como la última fase
constructiva de la época islámica (figura 1). Su misión era defender el primer
acceso a la fortaleza, así como el albacar que se extiende hacia el este y que
estaba cerrado por una torre de la que sólo se conserva su negativo en la roca
(Gallego y Molero, 2017).
La topografía sobre la que asienta la torre tiene un relieve marcado por un
afloramiento rocoso muy pronunciado, por lo que se puede observar como la
cimentación existente bajo los muros va adaptándose al trazado de los resaltes
que va encontrando hasta conseguir un firme nivelado donde apoyar las
fábricas de tapia (figura 2).
Figura 1. Localización de la torre del Gallo en el Castillo de la Estrella (Montiel) y la
interpretación de las fases de construcción. Plano modificado sobre Gallego (2016) y
González y Pardo (2018). Para más información sobre la zona de estudio se recomienda
consultar a Gallego (2016)
Arqueología experimental aplicada a las fábricas de tapia del castillo de la Estrella
279
Figura 2. Vista área con drone, de la torre del Gallo (izquierda, tapial 2) en el Castillo de la
Estrella Gallego, D. (2016)
Figura 3. Planta (izquierda) y tramo de sección (derecha) de los restos de la torre del Gallo
(fuente: A. González Mayordomo y R. Pardo Llapa)
En la inspección visual realizada se observó que la cimentación estaba
ejecutada a base de un relleno de mampostería con una variedad de tamaños
que oscilan entre los 11 y 71 cm trabados mediante mortero. Entre el relleno se
han encontrado improntas que se deben a tres hiladas con un emparrillado de
280
F. J. Castilla, J. Molero, D. Gallego, A. González, R. Pardo, D. Sanz y C. Peña
rollizos de diámetro aproximado de 18 cm y una separación variable de 60 y 80
cm. La altura de las hiladas ronda los 80-95 cm de eje a eje de los troncos de
madera y la profundidad máxima ocupada por el basamento es de 3,80 m.
Varios autores han documentado la existencia en este periodo de este tipo de
plataforma de nivelación sobre la que apoyarían los muros de tapia (Tabales
2000).
Por lo que a los lienzos se refiere solo se conservan dos, estando el muro
noroeste entestado a un lienzo construido anteriormente al susodicho,
perteneciente al periodo Omeya. La traza de la planta es rectangular, el frente
noroeste tiene una longitud de 6,80 m mientras que el noreste mide 6,05 m
(figura 3).
CARACTERIZACIÓN DEL MURO DE TAPIA
El primer análisis realizado sobre las técnicas constructivas (Gallego y Lillo
2012) constató que se conservaba una amplia muestra de arquitectura en tapial
correspondiente a varias fases constructivas. En concreto la de la torre se
identificó como Tapial 2 (en relación con los otros tipos de muro de tapia que
se han localizado en el conjunto) Se trata de un muro de tapia hormigonada de
buena calidad en su composición y ejecución (como demuestra la escasa
pérdida de sección que se ha producido a lo largo del tiempo) de entre 120 y 125
cm de espesor.
La métrica de las hiladas de tapia tiene una modulación aún baja (Graciani
2009, 126) de altura media de unos 80 cm (oscilando entre los 77 cm y 87 cm en
las distintas hiladas. Las agujas son rectangulares, con unas dimensiones de
hueco del mechinal de 10 cm. de anchura media, y entre 3 y 5 cm. de altura, que
se colocan embutidas en la parte superior de las cajones inferiores al que se
pretende ejecutar en cada hilada.
Se ha realizado un levantamiento fotogramétrico, por ambas caras, de las
dos secciones de muro (noreste y noroeste) que permanecen en pie (figuras 4 a
6) a partir de los cuales se ha identificado la posición de los mechinales de las
agujas y se ha contrastado la posición relativa entre una y otra cara, hilada por
hilada, pudiéndose comprobar que no hay correspondencia entre ambas ni
parece existir un patrón que se repita (figura 7). Esto indica que se trataba de
medias agujas (sensiblemente planas), un ejemplo claro de adaptación del
sistema de agujas pasantes propio de muros de menor espesor en
construcciones domésticas, al aumentar el espesor de los mismos y dificultar
por tanto su recuperación durante el proceso constructivo (Canivell y Graciani
2015).
Arqueología experimental aplicada a las fábricas de tapia del castillo de la Estrella
Figura 4. Fotogrametría del muro Noroeste de la torre del Gallo. Interior (izquierda) y
exterior (derecha) (fuente: D. Gallego)
Figura 5. Alzado del muro Noroeste de la torre del Gallo. Interior (izquierda) y exterior
(derecha) (fuente: A. González Mayordomo y R.S. Pardo Llapa)
281
282
F. J. Castilla, J. Molero, D. Gallego, A. González, R. Pardo, D. Sanz y C. Peña
Figura 6. Alzado del muro Noreste de la torre del Gallo. Exterior (izquierda) e interior
(derecha) (fuente: A. González Mayordomo y R. Pardo Llapa)
La profundidad de los mechinales (en las dos únicas hiladas accesibles) por
la cara interior de ambos muros oscila entre 30 y 40 cm.
Se mantiene la correspondencia entre hiladas en ambas secciones del muro,
pero el patrón de su distribución es algo más regular en el muro noreste. Esta
circunstancia, junto con la presencia de una gran grieta de separación entre
ambos muros apuntan a la probabilidad de su construcción en momentos
diferentes, pudiéndose deber a una reconstrucción del lienzo noreste en algún
momento posterior a su construcción original.
En el relleno se utilizó mortero de cal y yeso, identificado en los ensayos de
1
laboratorio, con mampuestos de dimensiones desiguales de 6 a 25 cm
configurando una masa compacta del cajón tras el apisonado. Sobre el plano del
cajón se vertía una tongada rica en cal de 2,5 cm de espesor impidiendo el
contacto directo de los módulos de la tapia y mermando la pérdida del mortero
de relleno (figura 8). Los almohades aplicaban con asiduo esta junta horizontal,
Arqueología experimental aplicada a las fábricas de tapia del castillo de la Estrella
283
que “además de nivelar los asientos, contribuye a facilitar la fijación de las
agujas, a mejorar la adherencia entre hilos y a impermeabilizar interiormente la
fábrica (evitando, en la medida de lo posible, el ascenso de agua por
capilaridad) (Graciani 2009).
Figura 7. Plantas sucesivas de las distintas hiladas de tapia del muro noroeste con
representación de las agujas (fuente: A. González Mayordomo y R. Pardo Llapa)
284
F. J. Castilla, J. Molero, D. Gallego, A. González, R. Pardo, D. Sanz y C. Peña
Figura 8. Tongada de mortero de cal en el arranque de hilada
Figura 9. Rollizos de madera de sabina embutidos en el muro (fuente: F. Castilla)
Arqueología experimental aplicada a las fábricas de tapia del castillo de la Estrella
285
Una característica peculiar es la colocación de dos rollizos de madera de
sabina de diámetro 15 cm dispuestos en el interior y paralelos al muro apoyados
cada 3 hiladas de los cajones de la tapia, de los cuales se puede apreciar tan solo
dos de ellos y del resto el hueco en su continuidad. En las esquinas de la torre se
sitúa otro rollizo encima de los dos paralelos colocado oblicuamente. El
encuentro de los rollizos se realiza mediante un ensamble a media madera pero
solo con un rebaje en la cara superior de cada redondo para evitar su
desplazamiento (figura 9). La función de estos zunchos de madera es la de
reforzar el muro de los esfuerzos a flexión a los que pueda estar sometido. El
hormigón tiene una presencia de cal (como demuestra el análisis químico
realizado) y piedras muy significativa, en especial en los cajones inferiores
donde prácticamente se asemeja a un mortero (argamasa) de cal. En la zona
interna de los cajones existe de una mayor proporción de tierra en relación con
la cara exterior, lo que hace pensar en la existencia de una costra de cal, que en
cualquier caso no se detecta a simple vista.
HIPÓTESIS SOBRE EL TAPIAL Y PROCESO CONSTRUCTIVO
El análisis de las técnicas constructivas que se abordan a continuación es fruto
de la observación y la interpretación de las huellas que han perdurado en el
tiempo sobre los muros de las tapias identificadas en el apartado anterior, así
como el contraste de dicha información con publicaciones previas de casos
similares. En cualquier caso ha sido imposible caracterizar con detalle las
particularidades del sistema constructivo debido a la dificultad de acceso a las
partes más elevadas y deterioro de las mismas.
Debido a la ausencia de huellas de algunas agujas sobre la superficie del
muro ha sido complicado determinar con exactitud el número total de éstas por
hilada y la distancia entre ellas tomándose como distancia media de 65 cm. Se
localizó en el lienzo noroeste interior una marca del listón sobre la cara de la
tapia de unos 20 cm con la que, teniendo en cuenta la altura de las hiladas de
tapia, se planteó una hipótesis del tapial conformado por 4 tablas apoyado en
tres o cuatro agujas en cada cara. El método de fijación de las mismas, para la
sujeción de los costeros, no se ha podido determinar in situ, por lo que se ha
recurrido a plantear una hipótesis según los casos documentados en
construcciones similares (Graciani 2009, Cobos y Retuerce 2011, López Osorio
2012) mediante clavos de madera, codales y atado con cuerdas (figuras 10 y 11).
Las dimensiones y número de estos se han establecido posteriormente en las
pruebas realizadas durante el taller. Asimismo las cuñas para la fijación de los
costeros contra el tapial no aparecen documentadas en la literatura por lo que
286
F. J. Castilla, J. Molero, D. Gallego, A. González, R. Pardo, D. Sanz y C. Peña
sus dimensiones se han estimado igualmente desde un punto de vista práctico,
evitando el uso de elementos metálicos y con sección suficiente para mantener
el costero en posición estable durante la colocación de los tapiales.
Figura 10. Propuesta de tapial para la construcción de la muralla del Albaicín (Granada)
(López Osorio 2012)
Figura 11. Aguja con clava de madera en el interior de un lienzo de la muralla de Jorquera
(Albacete) (fuente: F. Castilla)
Arqueología experimental aplicada a las fábricas de tapia del castillo de la Estrella
287
Figura 12. Propuesta de despiece y dimensiones del tapial empleado para la construcción de
los muros de la Torre del Gallo (fuente: A. González Mayordomo y R. Pardo Llapa)
Dado que no se han localizado juntas verticales de separación de cajones en
cada hilada se considera que se trata de una construcción de tapial continuo.
No obstante para la conformación del mismo se ha establecido una modulación
de elementos que permita obtener con ligeras variaciones dimensionales las
longitudes de cada lienzo a partir de dichos elementos modulares. La
dimensión establecida es de 230-240 cm, que se aproxima a las dimensiones de
los lienzos, de 6,80 m (3 módulos) y 6,05 m (2 módulos + 1,25m de espesor de
muro) y coincide con las dimensiones establecidas por los autores mencionados
anteriormente en casos similares (Canivell y Graciani 2015), siendo además el
equivalente aproximado a 5 codos (figuras 12 y 13).
Figura 13. Propuesta de distribución por módulos del tapial continuo en una de las hiladas
de Torre del Gallo (fuente: A. González Mayordomo y R. Pardo Llapa)
288
F. J. Castilla, J. Molero, D. Gallego, A. González, R. Pardo, D. Sanz y C. Peña
EJECUCIÓN DE TAPIAL EXPERIMENTAL
Una vez obtenidos las mayor cantidad de datos posibles a partir de la
observación de las improntas y oquedades en los restos persistentes de los
muros de tapia, comprobados los resultados de los ensayos de caracterización
de los morteros y consultadas las fuentes documentales pertinentes, se procede
a la fabricación de los elementos de un módulo de tapial como el descrito en el
apartado anterior y a la construcción, con el mismo, de un muro de
dimensiones y composición similares al preexistente, con objeto de comprobar
la viabilidad de las hipótesis planteadas y definición de los elementos y
actuaciones aun necesarias para llevar a cabo la construcción
Fabricación del tapial
Para aprovechar el material disponible en las proximidades, utilizado para otros
menesteres, se optó por usar tablones de 15x 2,5 cm de sección y 230 cm de
longitud de madera de pino, conformando un tapial de 90cm de altura con 6
tablones. El resto de piezas se fabricaron acordes a las dimensiones
especificadas en la figura 12.
Figura 14. Tapial montado sobre el zócalo de mampostería y relleno de canto y tierra
compactada (fuente: F. Castilla)
Arqueología experimental aplicada a las fábricas de tapia del castillo de la Estrella
289
Preparación del zócalo
Dado que se trata de un elemento que debía permanecer en el conjunto, e
integrarse visualmente con el entorno, se realizó con fábrica de mampostería de
piedra y mortero de cal y arena similar a las del resto de fábricas de época
medieval que se están restaurando en el recinto de época cristiana (figura 14),
dejando en este caso los huecos de las agujas en la última fila para su colocación
posterior.
Preparación del material de relleno
Para la elección del mortero se realizaron unas pruebas previamente con
diversas dosificaciones, intentando mantener las proporciones de
conglomerante detectadas a través de los análisis termogravimétricos.
MUESTRA BASE (dosificación por volumen). 2 partes de cal (Hidróxido de
cal)/ 3 de tierra (de los propios montones que hay en el borde del camino junto
a la excavación) / 3 de arena roja (procurando que haya piedras y guijarros de
hasta 7cm), con la cantidad de agua óptima para su compactación determinada
tras apelmazar una muestra con el puño y dejarla caer desde altura aproximada
de 1,5 m para que se desmenuce en trozos grandes.
MUESTRAS 1A Y 1B: 1cal/1 cemento blanco/ 3 tierra/3 arena roja. La primera con
la cantidad una con el agua óptima para compactar (definida por el método
expuesto) y la segunda como si tratara de hormigón vertido.
MUESTRA 2: 1cal/ 2 de tierra. Sin arena, con agua óptima para compactar.
Las probetas se realizaron con moldes desmontables de 25 x 25 cm y 15 cm
de altura, de modo que permitiesen reproducir la textura real del hormigón de
tierra con todos sus componentes (figuras 15 y 16).
Montaje del tapial
Algunos de los aspectos que quedaban por determinar tras el análisis de los
muros eran: 1.El número y dimensión de los clavos de madera para la fijación de
las agujas sobre el muro (o zócalo) ya ejecutado, 2. La sujeción de los tapiales en
el momento inicial de comenzar la construcción, 3. El atado de los costeros en
la parte superior para evitar el vuelco de los tapiales hacia el exterior durante el
vertido y compactación del relleno.
290
F. J. Castilla, J. Molero, D. Gallego, A. González, R. Pardo, D. Sanz y C. Peña
Figura 15. Muestras de tapia con distintas dosificaciones, previas a la ejecución del muro
experimental (fuente: D. Gallego)
Figura 16. Trozo de muestra una vez seca contrastada con el paramento del muro noroeste
(fuente: F. Castilla)
Respecto a la primera cuestión, se comenzó por disponer un único clavo en
el extremo del ojal de la aguja, pero pronto se comprobó que no era suficiente
para evitar el vuelco de la aguja producido por el peso del tapial, por lo que
debieron colocarse dos o tres en cada caso.
Para solventar el segundo tema, se colocaron unos “tornapuntas” apoyados
en los propios clavos acodalando el tapial a la altura de los costeros, que se
retiraron una vez se hubo completado las primeras tongadas.
El último aspecto es el que más dudas presenta y más interpretaciones ha
generado en la literatura. El atado por la parte superior resulta bastante
Arqueología experimental aplicada a las fábricas de tapia del castillo de la Estrella
291
incómodo si se tiene en cuenta que se trata de un encofrado continuo y por
tanto se debe poder transitar por su interior durante el tajo, por lo que parece
más razonable el atado desde el extremo superior del costero, al centro del
muro, ya sea colocando clavos expresamente para esta función, o aprovechando
los utilizados para sujetar las agujas. La colocación al tresbolillo (no
enfrentando las agujas de cada cara del muro) resulta un método eficaz para
facilitar aun más dicha circulación, lo que confirma la lógica de dicha
disposición en el muro de la torre y por tanto parece confirmar el atado a los
clavos de la aguja propia de cada costero. El conjunto se completa con una
frontera de cierre para el arranque del muro (figura 17).
Un último aspecto a discutir es la posibilidad de recuperar las agujas tras la
ejecución de la hilada. Aunque en muchas de las construcciones de esta época
es posible observar con claridad los restos de agujas en el interior de los
mechinales, en los lienzos de la Torre del Gallo no se aprecian. A falta de datos
que confirmen por que en unos casos se da esta circunstancia y en otros es
posible encontrar restos de agujas e incluso clavos, se plantea la posibilidad de
que las agujas se dispongan en forma de horquilla en su extremo final (en vez
de con ojal) lo que permitiría su extracción (no sin cierta dificultad) una vez
2
finalizada la tapia.
Figura 17. Distintas fases de la colocación del montaje del tapial y sus elementos: a) sujeción
de aguja con clavo de madera y del costero con cuña en la aguja, b) colocación del tapial
sobre las agujas, c) acodalado y atado del conjunto (fuente: F. Castilla)
292
F. J. Castilla, J. Molero, D. Gallego, A. González, R. Pardo, D. Sanz y C. Peña
Figura 18. Esquemas de las distintas fases del proceso constructivo (fuente: F. Castilla)
Arqueología experimental aplicada a las fábricas de tapia del castillo de la Estrella
293
Relleno compactación y desmontaje del tapial
Durante la jornada del taller, una vez armado el tapial se procedió a la
preparación del material según las dosificaciones especificadas en el apartado
anterior para la muestra base y la muestra 2. Esta última, con mayor proporción
de conglomerante, se usa a modo de costra en el testero y en una de las caras,
con objeto de comparar la diferencia en su comportamiento tras la exposición a
la intemperie a lo largo del tiempo. El relleno se realiza en tongadas de unos 15
cm de altura y la compactación del mismo mediante pisón manual (figura 18).
Se realizaron en total 3 tongadas, dejando la junta del tajo inclinada (lo que
evita el uso de una segunda frontera) y se remató con una capa de mortero de la
muestra 2 (con tierra cribada). El tapial se desmonta inmediatamente tras
finalizar el apisonado (figura 19).
Figura 19. Imagen del resultado final y equipo participante en el taller (fuente: F. Castilla)
294
F. J. Castilla, J. Molero, D. Gallego, A. González, R. Pardo, D. Sanz y C. Peña
CONCLUSIONES
El estudio y análisis de los paramentos de las construcciones de tapia,
atendiendo a distintas fuentes bibliográficas, permite una caracterización
cronotipológica, muy útil para contrastar con otras fuentes documentales.
Asimismo permite establecer aquellas invariantes sobre el aspecto de la fábrica
a tener en cuenta de cara a su posible intervención. No obstante, en la mayoría
de los casos, quedan muchas incógnitas por resolver en lo referente al proceso y
técnica constructiva. Con este ejemplo se ha demostrado la utilidad de realizar
trabajo experimental para poder contrastar distintas hipótesis que son
difícilmente generalizables y que dependen en cada caso del tamaño de la
construcción (generalmente del espesor del muro), disponibilidad de recursos y
premura a la hora de ejecutarla.
En el caso de la torre de gallo queda demostrada la utilidad y viabilidad del
empleo el sistema de medias agujas colocadas al tresbolillo para la ejecución de
los muros.
NOTAS
1.
2.
Consultar artículo Estudios previos de identificación de morteros para la intervención
en el patrimonio medieval. Castillo de la Estrella, Montiel, por David Gallego, Ana
González, Rosa Pardo Llapa, Francisco Javier Castilla y David Sanz, en esta misma
publicación.
En el muro experimental se han dejado agujas dispuestas con los dos sistemas para
comprobar este hecho
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Salamanca, Valladolid y Zamora. Valladolid: Edición digital Junta de Castilla y León.
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Madrid 7,8 y 9 de marzo de 2012, 439-456. Madrid: Asociación Española de Amigos de
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Arqueología experimental aplicada a las fábricas de tapia del castillo de la Estrella
295
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Sevilla, Junta Andalucía, COAAT Granada, CEHOPU.
Muralla de Segovia
Intervención en recintos fortificados:
el caso de la muralla de Segovia
Estefanía Herrero García
Arquitecta restauradora
Máster en Conservación y Restauración de Patrimonio Arquitectónico
estefania.hgarcia@gmail.com
Las construcciones fortificadas tienen unos condicionantes propios que marcan
su estudio e intervención y, dentro de ellas, las murallas urbanas forman un
tipo propio debido a la relación directa con su crecimiento y estructuración
interna, todavía visible en aquellas ciudades o municipios que las conservan.
En el presente artículo se exponen los principales problemas que suelen
surgir en el caso de una intervención en una muralla urbana así como sus
posibles soluciones, ayudándose para ello de la explicación del caso de la
muralla de Segovia, donde la autora ha intervenido como proyectista o
directora de obra en 14 intervenciones de distinto tamaño y presupuesto
durante los últimos 10 años.
LA MURALLA DE SEGOVIA
La ciudad de Segovia, inscrita en la lista de Patrimonio Mundial, se encuentra
situada en un escarpe de roca formado por los ríos Eresma y Clamores. Aunque
esta posición estratégica ya le aseguraba una defensa natural, fue reforzada por
una muralla que llegó a alcanzar un perímetro aproximado de 3,4 km de longitud.
La historiografía tradicional data el recinto amurallado que ha llegado a
nuestros días de época medieval, considerando que fue construido entre los años
1088 y 1120, cuando Raimundo de Borgoña se encargó de repoblar y fortificar la
ciudad tras la toma de Toledo en 1085 (Ruiz Hernando 1982, Tomo 1:25; Chaves
Martín 2003), momento en el que Segovia se encontraba en un territorio de
frontera y con una posición de control para el paso a la submeseta sur.
298
Estefanía Herrero García
Figura 1.Planta del recinto fortificado de la ciudad de Segovia, con un perímetro amurallado de
aproximadamente 3,4 km, conservado prácticamente en su totalidad (fuente: autora)
Figura 2.Vista Suroeste de la muralla de la ciudad de Segovia con el Alcázar a la izquierda y la
catedral a la derecha
La muralla presenta una aparente unidad que puede hacer pensar en un
único momento constructivo, sin embargo, aunque su configuración definitiva
corresponde con este período medieval, la realidad es que existen numerosas
estructuras preexistentes que evidencian recintos fortificados previos (Herrero
García y Martín Blanco 2015), documentándose construcciones defensivas de
época celtíbera (Santiago Pardo y Martínez Caballero 2010; Labrador Vielva,
Martín García, y Martínez Caballero 2014), de la etapa romana (Illarregui
Gómez 2010), y de las defensas hispanomusulmanas (Zozaya Stabel-Hansen
2008; Zamora Canellada y Vela Cossío 2005, 1138; Martín Blanco 2015).
Esta aparente unidad constructiva de la muralla de Segovia seguramente se
debe a que no se han documentado grandes acciones bélicas que dañaran sus
muros tras la repoblación, consistiendo los trabajos realizados sobre ella
principalmente en labores de mantenimiento y reformas de distinta factura y
técnica constructiva según el período de ejecución, la calidad del maestro y el
montante económico destinado para ello(Herrero García 2014; Contreras
Jiménez 1986).
Se han podido documentar reparaciones de la muralla realizadas durante
los momentos de esplendor en los que era una importante ciudad palatina y
comercial de Castilla (siglos XV-XVI), reparaciones de subsistencia realizadas
tras la crisis de la lana y la despoblación de la ciudad (siglos XVII-XVIII), y
reconstrucciones realizadas tras la declaración de protección del recinto
Intervención en recintos fortificados: el caso de la muralla de Segovia
299
amurallado en 1941, muchas de estas en estilo, y otras utilizando materiales
modernos. En el siglo XIX, sin embargo las actuaciones realizadas sobre las
muralla nada tuvieron que ver con su mantenimiento, sino que se procedió a
derribar alguna de sus puertas y postigos al ser consideradas un estorbo
urbanístico, «cosas viejas, inservibles y molestas» (Torres Balbás 1922),
siguiendo una corriente de tipo higienista y económica que bajo el grito de
“¡abajo las murallas!” se extendió por la Península tras comenzar en Barcelona
(Navascués Palacio 2000).
Pese a todo ello, el trazado de su recinto amurallado ha llegado a día de hoy
prácticamente completo, siendo éste uno de sus principales valores, ya que se
trata de una de las pocas ciudades españolas que lo conserva.
PÉRDIDA DE FUNCIÓN Y PROBLEMAS DE TITULARIDAD
El principal problema que presentan actualmente las construcciones
fortificadas deriva de su carácter eminentemente práctico, de tal manera que,
cuando ya no son necesarias y pierden su función, dejan de mantenerse y
comienzan los problemas secundarios de conservación, expolio y ocupación,
entrando progresivamente en un proceso de ruina y convirtiéndose en una
cantera de extracción de material.
Uno de estos problemas secundarios es el relacionado con la titularidad del
Bien. Las edificaciones del entorno pueden haberse adosado, horadado o
demolido parcialmente sus paramentos, con la finalidad de ahorrarse la
construcción de uno de los muros. También puede haber incluso zonas de la
muralla que ya en origen fueran concebidas para formar parte de palacios,
catedrales, iglesias u otras construcciones privadas. En la actualidad, todo esto
supone un problema de titularidad, por lo que es importante aclarar la
propiedad de la muralla o generar acuerdos antes de intervenir, puesto que no
es raro que surjan pleitos una vez comenzados los trabajos o incluso una vez
terminados
La muralla de Segovia es un claro ejemplo de esto. Aunque durante la Baja
Edad Media la necesidad defensiva de la ciudad seguramente continuara debido
a las constantes luchas dinásticas que asolaron el reino de Castilla durante los
siglos XIV y XV, yacen Enrique IV en el poder, cuya residencia habitual fue la
propia ciudad de Segovia, se habían relajado las labores de conservación y
mantenimiento de la muralla, como atestigua una provisión del propio rey que
prohibía la extracción de piedra o arena del Alcázar o de las murallas (Archivo
Municipal de Segovia. Leg. 31-1, 1451). También están documentados en los
Libros de Acuerdos de la ciudad numerosos pleitos relacionados con el
mantenimiento de la muralla, comenzando a delegar en la ciudadanía la
conservación de una parte de ella a cambio de dar permisos para abrir huecos
300
Estefanía Herrero García
(Archivo Municipal de Segovia. Libro de Acuerdos 30-3-1569) o apoyar
corredores (Archivo Municipal de Segovia. Libro de Acuerdos 21-7-1542).
Estos problemas que ya existían en el siglo XVI, continuaron teniendo lugar
en la muralla hasta que se produjo la protección del recinto histórico de la
ciudad en 1941, y en la actualidad, si no se gestiona de manera adecuada, puede
suponer un problema en el momento de actuar.
Figura 3. Edificaciones adosadas y apoyadas en la muralla de Segovia, donde se han abierto
numerosas ventanas y balcones. Como es normal, este problema afecta principalmente a la
cara sur de la muralla, la orientación más codiciada
EL PLAN DE RECUPERACIÓN DE LA MURALLA DE SEGOVIA
La muralla de Segovia fue durante muchos años uno de los grandes
monumentos olvidados de la ciudad, seguramente eclipsado por la gran
importancia del Acueducto o del Alcázar, o simplemente por su inaccesibilidad
y poca visibilidad. Sin embargo, a partir del año 2009 todo esto cambió, cuando
el Ayuntamiento, de la mano de su arquitecto municipal Miguel A. Martín
Blanco, se volcó en su recuperación y puesta en valor y comenzó un Plan de
Recuperación que ha mantenido hasta el día de hoy, con 2,8 millones de euros
invertidos, cerca de 1.200 m intervenidos y con un nuevo proyecto de gran
envergadura en marcha.
Aunque este Plan nunca se terminó de manifestar por escrito en un
documento específico, fue tomando forma mediante un conjunto de proyectos
y obras por fases, que tenían unos criterios de actuación comunes. Por ejemplo,
las actuaciones llevadas a cabo se realizaron inspiradas en la buena
construcción y siguiendo las premisas y criterios de intervención establecidos
en el Plan Nacional de Arquitectura Defensiva, así como en las cartas
internacionales de restauración y recomendaciones promulgadas por la
UNESCO, ICOMOS y demás organismos internacionales.
Entre las distintas recomendaciones aceptadas internacionalmente, hay una
sobre la que cabe la pena profundizar: la recomendación de marcar la
intervención realizada para diferenciarla del original, dado que la manera de
Intervención en recintos fortificados: el caso de la muralla de Segovia
301
enfrentarse a este punto marca mucho la diferencia entre unas restauraciones y
otras. El criterio seguido habitualmente por la autora, y utilizado en las obras
descritas a continuación, se basa en marcar la intervención de manera sutil,
buscando en todo momento la integración con el conjunto. De esta manera son
reconocibles, pero no distorsionan la lectura general del monumento.
Cumpliendo de esta manera el siguiente criterio de intervención definido en el
Plan Nacional de Arquitectura Defensiva:
El proceso de restauración deberá contribuir a la recuperación de la unidad potencial del
bien que se restaura y que el paso del tiempo ha mermado. En consecuencia, no se deberá
intervenir para crear un nuevo supuesto estético o histórico que se solape o interfiera en el
proceso del reconocimiento que se produce en la memoria mediante esas nuevas
intervenciones, sino que éstas potenciarán y, en su caso, recuperarán los valores que el paso
del tiempo ha destruido con objeto de recuperar aquella unidad potencial que el objeto posee
esencialmente (Plan Nacional de Arquitectura Defensiva 2015, 39).
Por otro lado, estas intervenciones parten del planteamiento de propuestas
coherentes, económicamente viables y con unas mínimas condiciones de
mantenimiento. Siendo siempre cuidadosas con los valores esenciales del
monumento, y haciendo primar los criterios de mínima intervención, de forma
que «constituya la menor irrupción posible dentro de la materia del objeto» y
recobrando «los valores que el paso del tiempo ha destruido con objeto de
recuperar aquella unidad potencial que el objeto posee esencialmente»(Plan
Nacional de Arquitectura Defensiva 2015, 39).
Figura 4. Estado en el que se encontraba la muralla de Segovia cuando comenzó el Plan de
Recuperación de la muralla en el año 2009, con la vegetación invadiendo y ocultando los
muros (izda.) y con importantes derrumbes en lienzos y torres (dcha.), lo que atestiguaba el
claro abandono que había sufrido la muralla durante años
302
Estefanía Herrero García
Los objetivos comunes en todas estas obras han sido los siguientes:
-
Restaurar sus paramentos, recuperando la estabilidad local y general
de la muralla y devolviendo la seguridad de uso del espacio público
adyacente.
Limpiar y consolidar la roca de apoyo de la muralla para asegurar la
estabilidad del conjunto y para recuperar su importancia como parte
del lenguaje defensivo original.
Crear caminos de inspección que favorezcan, entre otras cosas, el
futuro mantenimiento y la visibilidad de la muralla.
Conseguir la convivencia entre la protección monumental y la
protección ambiental.
Recuperar el adarve de la muralla y su entorno ganando nuevos
espacios para la ciudad.
Aprovechar las obras e investigaciones asociadas para aumentar el
conocimiento que se tiene de la muralla.
LA PLANIFICACIÓN DE LOS MEDIOS AUXILIARES
Los medios auxiliares son los grandes olvidados de las obras, sin embargo, una
buena planificación de éstos, es clave para la correcta ejecución de los trabajos
con seguridad y eficiencia.
Es muy común que los recintos fortificados se emplacen en asentamientos
escarpados que faciliten la defensa y minimicen las necesidades de protección.
Esto es lo que ocurre en Segovia. Construida sobre un escarpe defensivo
natural, su localización la convierte en un asentamiento difícilmente
expugnable, por lo que se hace evidente su dificultad de acceso actual para
trabajos de conservación y mantenimiento.
¿Cómo resolver entonces este problema? ¿Por dónde accedería el personal
de obra, el material y la maquinaria en un lugar cuya principal característica es
esta dificultad de acceso? Dado que el estado de la muralla y los condicionantes
del entorno no eran los mismos en todas las zonas, no fue posible dar una
solución general y unitaria, teniendo que ingeniar la mejor opción para cada
caso, estudiando los medios auxiliares necesarios para lograr unas condiciones
de seguridad suficientes y evitar daños personales y materiales.
En las zonas donde el acercamiento rodado a la base de la muralla era fácil,
la planificación de los accesos y circulaciones fue sencilla. Sin embargo esto no
fue lo común. En la mayor parte de los casos, la muralla era inaccesible en su
zona baja y se encontraba totalmente invadida por la vegetación, teniendo que
idear la manera de generar la circulación segura de personal y material.
Intervención en recintos fortificados: el caso de la muralla de Segovia
303
La primera acción que se realizó en estos casos fue la de abrir una pequeña
vía de acceso en la base de la muralla, a la vez que se instalaba un sistema
contra las caídas consistente en una línea de vida de cable de acero inoxidable
(un material capaz de aguantar en la intemperie sin dañarse) a la que tenían
que amarrarse los operarios mediante un arnés.
Pero el problema no consistía simplemente en salvar los desniveles de la
roca de apoyo, sino que también radicaba en la vegetación que colonizaba
completamente la muralla (tal y como se explicará más ampliamente a
continuación), por lo que fue necesario ir abriéndose paso en ella a la vez que se
instalaba la línea de vida. Por otro lado, debido al sistema constructivo de la
muralla, con numerosas lápidas, y piezas singulares reutilizadas para construir
su zócalo, había que tener especial cuidado en que las fijaciones no se
realizaran sobre dichas piezas, sino en mampuestos o juntas de mortero que se
encontraran en buen estado.
Una vez abierta esta pequeña vía de acceso y garantizada la seguridad de los
trabajadores, se desbrozó, y se amplió el paso, generando un camino que
permitiera la circulación del personal (figura 5) y, allí donde fuera posible,
también la circulación de maquinaria de pequeño tamaño.
Figura 5. Muralla en la Ronda de Juan II. Estado previo, con la vegetación invadiendo tanto la
roca de apoyo como los lienzos (izda.). Paso abierto en la vegetación para la circulación de
material y personas dentro de la obra (dcha.)
304
Estefanía Herrero García
En los casos en los que se podía acceder con un camión-grúa desde la zona
superior, la carga y descarga de material y maquinaria se realizó desde arriba,
teniendo mucho cuidado en no colocar el vehículo pegado a zonas inestables.
Sin embargo, en otros casos esto no fue posible, teniendo que acceder desde
abajo mediante la construcción de plataformas temporales de madera que
salvaran desniveles o escaleras, o teniendo incluso que valerse puntualmente de
animales de carga para el traslado de material y residuos (figura6).
Posteriormente se procedió a montar los andamios en aquellas zonas donde
no había peligro de caída de piezas, teniendo en muchos casos que realizar
tareas de desbroce de la vegetación enraizada en los muros, a medida que se
montaban. En los lienzos en los que el estado de conservación hacía demasiado
peligroso montar los andamios, se optó por realizar las tareas de consolidación
de los lienzos desde arriba, mediante una grúa-cesta colocada en el intradós de
la muralla (figura7).
Figura 6. Utilización de animales de carga para el movimiento de materiales y residuos dentro
de la obra. Esto sólo fue necesario de manera puntual para zonas concretas
Figura 7. Trabajos de consolidación de la muralla mediante grúa-cesta, realizados en las zonas
donde el estado de conservación hacía peligroso el montaje de los andamios
RESTAURACIÓN DE PARAMENTOS Y
RECUPERACIÓN DE LA ESTABILIDAD LOCAL Y GENERAL
El principal objetivo del Plan consistía en la restauración y consolidación de los
paños de la muralla, eliminando los elementos nocivos a los que estaba
sometida (como puede ser la vegetación descontrolada, los árboles enraizados,
los rellenos, los rejuntados de cemento o las filtraciones de agua), reponiendo
los morteros perdidos o en mal estado, y restituyendo los materiales caídos.
Intervención en recintos fortificados: el caso de la muralla de Segovia
305
Todo esto con la finalidad de recuperar su estabilidad local y general, evitando
así un importante problema de seguridad de uso del espacio público adyacente.
Eliminación de la vegetación que coloniza los lienzos
Cuando en el año 2009 comenzaron los trabajos de toma de datos de la muralla,
pudo comprobarse que la vegetación del entorno había crecido de manera
descontrolada, invadiendo todo y evitando la visión de la muralla en muchos de
sus puntos.
Las laderas de la muralla se encontraban cubiertas de una densa vegetación
arbórea compuesta por diversas especies (ailantos, chopos, castaños de indias,
arces, falsas acacias, fresnos, etc.)La vegetación también era abundante bajo el
arbolado, existiendo zarzas, durillos, saúcos, una gran cantidad de especies de
matorral y las yedras, que se extendían por todo el terreno colonizando desde la
roca hasta los lienzos.
La existencia de vegetación enraizada en las construcciones antiguas es algo
común. En ocasiones es algo intencionado y controlado, pero en la mayoría de
los casos, como es el que nos ocupa, se debe principalmente a una falta de
mantenimiento y de control. Esta vegetación genera los siguientes problemas:
-
-
Al ocultar los muros no permite su correcta inspección y evaluación, no
pudiendo ver el estado de conservación real en el que se encuentra.
Los organismos vegetales pueden generar una erosión mecánicobiológica. Originan desprendimientos del mortero de las juntas,
erosión de la mampostería, humedades, microorganismos, etc., que a
largo plazo pueden ser muy perjudiciales para la muralla. Pero el mayor
problema suele venir generado por la penetración y crecimiento de las
raíces en el interior del muro, lo que provoca el movimiento y caída de
piezas, siendo más peligroso cuanto mayor son las raíces de la especie
invasora. A esto hay que añadir la dificultad de eliminar eficazmente
estas raíces que han penetrado en el muro.
Esta vegetación descontrolada genera una sensación de abandono del
monumento.
En el caso de la muralla de Segovia, el problema más grave lo generaban los
ailantos, una especie de árbol invasora muy resistente procedente de Asia. Estos
árboles de hoja caduca son de rápido crecimiento y no necesitan mucho suelo
para germinar, por lo que pueden empezar a crecer en cualquier pequeña
oquedad del muro, y desarrollan unas raíces muy potentes y robustas que
revientan los lienzos de muralla con gran facilidad. A esto hay que añadir que
esta especie produce muchos rebrotes desde la raíz, multiplicando el problema
(figura 8).
306
Estefanía Herrero García
Figura 8. Lienzo 50-51 de la muralla donde puede observarse los daños que generan los ailantos
en un corto plazo de tiempo, habiendo reventado la coronación del muro en esta zona y
provocando la caída de piezas
Para los trabajos de eliminación de la vegetación es importante tener en
cuenta la especie y el tamaño del elemento sobre el que se va a actuar, dado que
no es lo mismo quitar una planta rupícola con pequeñas raíces y fácil de
eliminar, que una enredadera o un árbol cuyas raíces hayan penetrado ya en el
muro y lo estén dañando gravemente (figura 8).
La mayor parte de la vegetación existente en la muralla pudo eliminarse
mediante sencillas labores de limpieza, corte y retirada de pequeñas raíces
insertadas en el paramento, teniendo especial cuidado con los posibles
desprendimientos que se pudieran generar en dicho trabajo y asegurándose de
no deteriorar los materiales constructivos, especialmente si eran elementos
singulares.
Sin embargo, como es evidente, en el caso de los árboles fue preciso
aumentar las medidas de seguridad debido a su dificultad y peligrosidad. El
talado de árboles se realizó troceándolos en pequeños tramos de arriba a abajo,
empezando por la copa y acabando por el tronco, efectuando todos los trabajos
con todas las precauciones y los medios auxiliares necesarios para lograr unas
condiciones de seguridad suficientes y evitar daños personales y materiales,
incluso cortando los viales y accesos peatonales cercanos cuando fue necesario.
Siempre que se pudo, se eliminaron todos los tocones y raíces que hubieran
penetrado en la muralla y, en el caso de que las raíces fueran muy profundas y
fuera imposible su eliminación por medios manuales comunes, se utilizaron
Intervención en recintos fortificados: el caso de la muralla de Segovia
307
productos herbicidas que ayudaran a matar la planta o el árbol y evitaran su
futuro rebrote.
La utilización de herbicidas ha de realizarse siempre según procedimientos
razonados, que tengan en cuenta no sólo la vegetación a eliminar, sino también
la conservación del monumento y el medio que le rodea. Por ello los principios
activos de estos herbicidas deben cumplir una serie de requisitos: una nula
toxicidad para las personas, respeto hacia el medio ambiente, no ser inflamables
ni oxidantes, no reaccionar con otros compuestos dando lugar a posibles
productos contaminantes y no afectar a los materiales rocosos que constituyen
el monumento.
Todas las oquedades causadas por la extracción de tocones y raíces se
rellenaron y taparon mediante la reposición con mampuestos calizos y mortero
de cal.
Limpieza superficial del paramento y saneado de juntas
Una vez eliminada la vegetación que cubría la muralla se realizó una limpieza y
saneado general del monumento, con la finalidad de eliminar sustancias
dañinas y preparar las superficies para los tratamientos posteriores.
La limpieza se realizó a mano, en seco y con cepillo de cerdas adecuado,
teniendo en cuenta en todo momento el material sobre el que se trabajaba. Para
algunos casos concretos también se utilizó la limpieza con agua a presión, pero
siempre bajo el estudio previo del caso.
En la mayor parte de la muralla los morteros de rejuntado se encontraban
arenizados o sueltos, detectándose numerosas zonas donde las juntas se
encontraban totalmente descarnadas, no cumpliendo adecuadamente su
función de agarre y dejando las piezas en voladizo. Estas piezas voladas
terminaban cayendo, pasando a generar un problema de estabilidad puntual y
de seguridad en el entorno (figura 9). Por esta razón es muy importante sanear
bien estas juntas y reponerlas con morteros nuevos que permitan recuperar la
estabilidad de estas piezas.
El picado se ejecutó por medios manuales tradicionales, usando cinceles y
macetas, siendo muy cautelosos de no eliminar los rejuntados de cal existentes
que se encontraran en buen estado y no dañar elementos singulares.
Siempre que se pica se puede perder información. Por esta razón es muy
importante realizar una lectura previa del paramento para detectar posibles
elementos de interés existentes en el muro que sea necesario conservar y que se
debe tener especial cuidado de no dañar (figura 10), como por ejemplo revocos
de cal originales, lápidas y piezas de spolia reutilizadas como sillares, marcas de
tapia, juntas de trabajo originales, marcas de encofrado, antiguas almenas,
huecos tapiados, etc.
308
Estefanía Herrero García
Figura 9. Muro con las juntas descarnadas, lo que deja los mampuestos en voladizo. Si no se
resuelve a tiempo, estos mampuestos terminan moviéndose o cayendo como en la fotografía,
generando un problema de estabilidad puntual que a medio plazo puede derivar en un
problema de estabilidad general cuando el derrumbe alcanza un tamaño importante
Figura 10. Elementos de interés existentes en el muro que se debe tener cuidado de no dañar en
el saneado del muro, y conservar tras el rejuntado
a. Marca de tongada propia de una construcción con calicanto. Es un vestigio cuya
conservación es importante ya que explica el sistema constructivo original
b. Bajo la línea de almenas actual, en algunas zonas se diferencia una línea de almenas previa
que nos está hablando de una fase histórica anterior. Vestigio que también es importante
conservar
Picado y eliminación de morteros de cemento
Diversas partes de la muralla aparecen rejuntadas con morteros de cemento
tipo Portland, sobre todo en la base y la coronación de los lienzos, que son las
zonas que generalmente han sufrido más reparaciones, lo que supone un
problema.
Intervención en recintos fortificados: el caso de la muralla de Segovia
309
Las juntas de una fábrica tradicional deben ser un material de sacrificio
transpirable, para ayudar a eliminar la humedad interna del muro, y lo
suficientemente flexible para permitir los pequeños movimientos que una
fábrica necesita, como los de dilatación. El principal problema que tienen los
morteros de cemento es que no cumplen ninguna de estas propiedades. Son
impermeables, por lo que la humedad del muro termina saliendo por el que
debería ser su material portante (mampuesto, sillar, ladrillo, etc.), deteriorando
éste en vez de la junta de sacrificio, invirtiendo las funciones (figura 11). Por otro
lado, también son muy resistentes, no permitiendo al material portante
moverse tal y como necesita, fisurándolo. A esto habría que añadir que los
cementos generan sales en los materiales, lo que maximiza su deterioro.
Figura 11. Ejemplos de la erosión generada en los sillares de caliza (izda.) e incluso en los
sillares de granito (dcha.) debido a la existencia de un rejuntado de cemento que no permite la
transpiración del muro por dicha junta, teniendo que hacerlo a través del material portante
Por esta razón, era importante retirar, siempre que se pudiera, estos
morteros cementosos de la muralla y sustituirlos por morteros tradicionales de
cal, haciendo que la fábrica volviera a trabajar de una manera correcta. Esto fue
posible cuando los morteros de cemento eran superficiales o estaban aplicados
sobre otros previos de cal. Sin embargo, había zonas donde el rejuntado de
cemento era muy profundo y estaba muy adherido a la piedra, por lo que su
eliminación resultaba un mayor daño que beneficio.
Para diferenciar cada caso y determinar cómo actuar, se realizaron catas
previas, pudiéndose por ejemplo comprobar que en la mayoría de las torres de
la zona norte, las juntas de cemento tapaban un interior en el que los morteros
estaban muy lavados, con el problema estructural que esto suponía, más si no
se es consciente por estar oculto (figura 12).
310
Estefanía Herrero García
Figura 12. Ejemplo de mortero de cemento superficial de un espesor aproximado de 4 cm que
oculta la realidad, un interior sin ninguna junta que cumpla la función de agarre,
encontrándose las piezas en voladizo con el peligro que conlleva, sobre todo al encontrarse en
la base y en la esquina de la torre
En los casos en los que la junta de cemento era superficial, se eliminó dicha
junta y se procedió retacar con mortero de cal o inyectar una lechada de cal en
el interior de las torres, dependiendo de la profundidad del lavado. En el resto
de casos en los que el rejuntado de cemento era muy profundo y no se podía
eliminar sin dañar los sillares, se procedió a realizar taladros hasta atravesar la
gruesa capa de cemento, procediendo posteriormente a inyectar una lechada de
cal. De esta manera, por un lado se consolidaba el interior de las torres, y por
otro se generaban huecos por donde el muro podía transpirar.
Trabajos de consolidación y rejuntado
Tras el desbroce, limpieza y saneado inicial del muro comenzaron los trabajos
de consolidación, primando los criterios de mínima intervención (figura 16)
respecto a otros más intervencionistas, aplicados simplemente en los casos más
graves de deterioro o con condicionantes especiales.
Respecto a los trabajos de rejuntado, se han conservado aquellos que se
encontraban en buen estado, reponiendo simplemente los que estaban sueltos,
en mal estado o en sustitución de otros de cemento, utilizando para ello
morteros de cal. También se ha querido recuperar la imagen original de la
muralla de calicanto, decantándose por un rejuntado que cubriera la piedra
(figuras 13 y 14). Este tipo de rejuntado reduce además el deterioro de los muros
debido a que genera una superficie más lisa y menos expuesta a la acumulación
de agua, tan peligrosa en ciudades como Segovia donde hiela fuertemente en
invierno.
Intervención en recintos fortificados: el caso de la muralla de Segovia
311
Figura 13. Imagen en la que se observa cómo se encontraba la muralla tras la limpieza y
saneado (zona baja) y el resultado tras la restauración con un rejuntado que cubre la piedra
con la intención de recuperar la imagen original de la muralla (de calicanto)
Figura 14. Lienzo de la muralla donde se han conservado varios rejuntados antiguos que se
encontraban en buen estado, dando como resultado un lienzo muy heterogéneo que muestra
las distintas transformaciones que ha sufrido
En los casos donde se habían desprendido algunas piezas y su ausencia
afectaba a la estabilidad del conjunto, se ha procedido a su reposición puntual,
saneando muy bien el soporte previamente y generando traba.
En las situaciones en las que ha sido necesario reponer una volumetría
importante, se ha optado por marcar la intervención de manera discreta,
remetiendo la intervención aproximadamente 5-8 cm respecto al original, no
distorsionando la lectura general del monumento, pero permitiendo
diferenciarla sutilmente.
Las piezas de mampostería dañadas se han sustituido por otras en buen
estado, sin embargo, en el caso de la sillería, se definió su intervención según el
grado de deterioro de la pieza y su singularidad (figura 15):
-
-
-
Si el daño era muy superficial y se consideraba necesario frenar su
deterioro por su valor o localización, se procedió a consolidarla con
silicato de etilo, una consolidación que funciona bien con la piedra
caliza, lo más común en la muralla de Segovia.
En los casos en los que los sillares presentaban un alto grado de
deterioro pero no precisaban ser sustituidos porque todavía podían
cumplir su función estructural, se procedió a su reintegración
volumétrica mediante morteros de restauración. Estos morteros
restituyen las partes perdidas de los materiales en una tonalidad similar
a la del sustrato. Tras sanear la pieza se colocó un pequeño armado
para trabar la pieza original con la reintegración y para evitar su
fisuración posterior.
En el caso de que las piezas de sillería se encontraran excesivamente
deterioradas y no fuera factible la reintegración, se optó por sanearla y
sustituir la parte dañada por otra pieza de piedra de características y
312
Estefanía Herrero García
tamaño aproximado al original. Estos nuevos sillares se marcaron para
su identificación posterior y se remetieron ligeramente respecto al
paramento.
Figura 15. Estado previo y restaurado de la torre 80 de la muralla. Ésta presentaba un gran
deterioro con problemas de estabilidad puntual importantes, sobre todo en la base y esquinas,
donde se encontraban las piezas más dañadas. Fue preciso realizar un intenso trabajo de
restauración, reintegrando y sustituyendo un gran número de sillares. La tonalidad de sillares
era muy variada, por lo que optó por hacer todas las reintegraciones y sustituciones en la
misma tonalidad para marcar la intervención. Sin embargo, aunque estas se dferencian, no
distorsionan la lectura general
Intervención en recintos fortificados: el caso de la muralla de Segovia
313
Figura 16. Muralla en la zona de la “cuesta de la zorra” antes de intervenir, con un alto grado
de degradación y cubierta por una importante capa de rellenos (izda.) y tras su consolidación
basada en la mínima intervención para recuperar la estabilidad. (dcha.)
Los muros de contención y la cal
En la restauración de un recinto fortificado, es importante tener en cuenta que
en muchas ocasiones sus muros actúan como contención del terreno, lo que
genera un importante grado de humedad en ellos, sobre todo en períodos
lluviosos. También es común, que la zona contenida tenga elementos
ajardinados que aumenten dicha humedad. Por ejemplo, en Segovia, existe un
amplio tramo de muralla que actúa de contención de parques y jardines
privados o públicos como: Jardín de los Poetas, Huerta de los Briz, Huerta del
Hospital de la Misericordia, Jardín de los Zuloaga, etc. Por esta razón, al
planificar su restauración es clave tener en cuenta la alta humedad de sus
muros.
Es importante la utilización de rejuntados porosos que permitan la
transpiración, como son los morteros de cal, evitando la utilización de morteros
de cemento, que trabajan mal con los materiales tradicionales debido
principalmente a su alta resistencia y baja porosidad (convirtiendo, como se ha
visto antes, una junta que debería ser de sacrificio en un elemento más
resistente que el propio elemento portante de la fábrica). Pero, ¿qué tipo de
mortero de cal utilizar con estos condicionantes?
En el momento de la construcción de la muralla lo común es que se usaran
cales aéreas, por lo que en principio la utilización de estas cales en su
restauración sería lo más adecuado. Sin embargo, en la práctica, y según la
experiencia adquirida, esto no siempre es así. Como se ha dicho anteriormente,
es muy normal que las murallas presenten un alto grado de humedad en
algunas zonas debido a su función de contención, también es muy común un
alto grado de humedad en la base por problemas de capilaridad, lo que
convierte la utilización para su rejuntado de cales aéreas (que endurecen
lentamente al aire por la acción del dióxido de carbono atmosférico) en un
314
Estefanía Herrero García
problema, ya que en presencia de agua no pueden realizar el proceso de
carbonatación, y no termina de convertirse en piedra, arenizándose con las
primeras heladas del año(figura 17).
Figura 17. Mortero de cal arenizado por no haber terminado el proceso de carbonatación
debido a la presencia constante de humedad en el muro, y haber sufrido ciclos de hielo y
deshielo en invierno. Puede observarse como en la base se acumulan restos de este mortero
Es por esta razón por la que en estos casos es necesaria la utilización de
cales hidráulicas que endurezcan con una humedad relativa alta. Según la
experiencia adquirida, la cales hidráulicas naturales (NHL) cumplen bien esta
función, conservan una buena permeabilidad y son fáciles de trabajar. La NHL
3,5 sería la más adecuada para rejuntados ya que tampoco hace falta una mayor
resistencia, destinando la NHL 5 para intervenciones más estructurales que
precisen una mayor resistencia.
Como ocurre con todos los materiales de obra, las cales hidráulicas
naturales pueden ser de muy distinta calidad, y la selección personal de cada
uno es algo que lo da la experiencia, pero lo que sí se puede controlar es que
estas cales hidráulicas (HL) sean naturales, porque deben venir marcadas como
NHL, siendo la N del principio la que determina que la cal es natural (UNE-EN
459-1).
Otra característica importante a tener en cuenta en la elección de la cal
hidráulica natural es su color. Existen blancas y grises, siendo las segundas más
difíciles de entonar, algo que puede suponer un problema para ciertas
restauraciones.
También se podría optar por hacer cales hidráulicas artesanales en obra,
mediante la adición al mortero de cal de materiales puzolánicos o cerámicos
que favorezcan su hidraulicidad, como sería el caso de la chamota o polvo de
ladrillo, realizando así morteros hidráulicos a la manera romana(González
Cortina y Villanueva Domínguez 2002). Sin embargo esta opción puede tener
problemas dependiendo del tipo, tamaño y presupuesto de la obra, porque es
mucho más difícil de controlar y depende mucho más de la calidad de la mano
Intervención en recintos fortificados: el caso de la muralla de Segovia
315
ejecutora y de su correcto respeto de las proporciones y granulometrías. El
problema principal radica en la pérdida de conocimiento de este tipo de
trabajos en el actual mundo de la construcción, e incluso en el mundo de la
restauración, siendo complicado encontrar mano de obra especializada en la
ejecución de estas cales, lo que repercute en el precio.
En algunos casos se le intenta dar hidraulicidad y resistencia a los morteros
de cal mediante la adición de una proporción de cemento, formando los
llamados morteros bastardos, sin embargo, estos morteros pueden dar mayores
problemas a las fábricas tradicionales, considerando las cales hidráulicas
naturales una mejor opción.
Control de filtraciones e inyecciones
La muralla de Segovia tenía un adarve o paseo de ronda que todavía se conserva
en aquellos tramos que no tienen edificaciones apoyadas. Algunos se
encuentran totalmente tapados por rellenos y vegetación, y otros presentan una
pavimentación inexistente o muy deteriorada. Esta falta de estanqueidad puede
generar importantes filtraciones en la coronación de los muros, haciendo
penetrar una gran cantidad de agua cuya circulación puede provocar el lavado
interno de los morteros, dejando las piezas sin soporte y pudiéndose producir
movimientos e incluso derrumbes.
Este problema se ha resuelto recuperando en primer lugar la estanqueidad
perdida en los adarves mediante la reparación de los pavimentos existentes o la
colocación de nuevos pavimentos. La pavimentación elegida ha sido distinta
según su localización y medios económicos disponibles, optando por
pavimentos de piedra u hormigones de cal (figura 18).En los casos en los que
estaba habitado bajo el adarve, como en la Puerta de San Andrés, se ha
colocado una impermeabilización tradicional bajo la pavimentación. En el resto
de casos se optó por no colocar nada, o por complementar la pavimentación
con lámina impermeable transpirable.
En segundo lugar, para resolver el problema del lavado de los morteros en el
interior del muro y la presencia de oquedades, se optó por inyectar por
gravedad cal hidráulica natural NHL5. Estas inyecciones fueron realizadas una
vez rejuntado el paramento, de abajo a arriba, al tresbolillo y en una retícula
aproximada de 50cm (figura 19). Para las inyecciones de este tipo es importante
tener prevista una dotación máxima de mezcla que introducir en cada tramo, ya
que no es extraño pillar una veta por la que se escapa la mezcla y que realmente
no llega a consolidar la muralla, haciendo un gasto de material inútil.
La falta de estanqueidad también se puede dar por la existencia de quiebros
y discontinuidades en la muralla (figura 21) o zonas de evacuación de agua mal
resueltas (figura 20). Por esta razón, en todas aquellas zonas encontradas con
esta problemática, se ha buscado una solución de bajo mantenimiento que le
316
Estefanía Herrero García
diera la máxima estanqueidad posible sin distorsionar la imagen general de la
muralla.
Figura 18. Trabajos de ejecución del pavimento de hormigón de cal en el adarve en la Ronda de
Juan II, concretamente la ejecución de sus encintados de cantos rodados en seco, los cuales
tienen la función de junta de dilatación (izda.) y estado final (dcha.)
Figura 19. Para ejecutar las inyecciones por gravedad lo primero que se hace es rejuntar el
muro dejando tubos de plástico introducidos en las zonas con oquedades (izda.), los cuales se
colocan al tresbolillo y en una cuadrícula aproximada de 50 cm. Posteriormente se va
vertiendo la lechada de cal de manera manual hasta que rebose la mezcla o se acabe la
dotación prevista (dcha.). Se comienza por la zona más baja del muro y se asciende a medida
que se va macizando
Figura 20. En la zona de la imagen había una evacuación de aguas mal resuelta, que estaba
vertiendo todas las aguas a una zona de importante valor arqueológico. En este caso, ante la
cercanía de un pozo de saneamiento, se optó por colocar un sumidero conectado al pozo, y
canalizar las aguas de la zona hacia este punto
Intervención en recintos fortificados: el caso de la muralla de Segovia
317
Figura 21. Quiebro en la muralla que carecía de remate, lo que estaba generando la
acumulación de agua y el crecimiento de vegetación, generándose importantes filtraciones
hacia el muro. Para evitar estas filtraciones, se eliminó la vegetación, se saneó bien la zona, se
repusieron las piezas perdidas y se procedió a reponer el remate para conseguir la rápida
evacuación del agua de la lluvia
Recuperación volumétrica con calicanto
Tal y como ya se ha explicado anteriormente, en las intervenciones realizadas
en la muralla de Segovia ha primado la mínima intervención sobre otras
actuaciones. Sin embargo, en algunas ocasiones se precisa una recuperación
volumétrica de mayor entidad, como por ejemplo para recuperar la continuidad
del adarve o para dar continuidad visual y constructiva en un punto concreto.
Pero, ¿qué criterio de actuación sería el más adecuado en esta situación? El Plan
Nacional de Arquitectura Defensiva dice al respecto:
La experiencia enseña que el buen uso de materiales tradicionales correspondientes a las
antiguas tecnologías es, en general, más eficaz que las aportaciones constructivas más
contemporáneas, apoyadas en una tecnología desarrollada con la incorporación de procesos
industriales … En el caso de que se implanten nuevas estructuras, por ruina o desaparición
de las previas, podrá acudirse a hipótesis de restitución tipológica que coadyuven tanto a los
efectos de memoria como al mantenimiento de las condiciones iniciales de apoyo de la
estructura (Plan Nacional de Arquitectura Defensiva 2015, 40).
Siguiendo esta premisa y otras similares consensuadas internacionalmente
en el campo de la restauración, en la muralla de Segovia se optó por utilizar en
estos casos la técnica original con la que fue construida la actual muralla: la
tapia de calicanto encofrado(Herrero García y Martín Blanco 2015).De esta
manera se consigue una buena compatibilidad de técnicas y de materiales así
como una buena armonización con el monumento original, no distorsionando
su lectura general y ayudando a la comprensión del sistema constructivo con el
318
Estefanía Herrero García
que se levantó la muralla, irreconocible actualmente en muchas zonas debido a
las numerosas reparaciones con mampostería. Otro punto fuerte de esta
elección radica en que ésta es una técnica rápida que no precisa una gran
especialización, lo que reduce los costes de ejecución.
A pesar de que la técnica constructiva es la misma que la original,
permitiendo una lectura general unitaria del monumento, la intervención se
diferencia claramente pero con sutileza. Esto se consigue mediante un
retranqueo de 10 cm respecto al extradós del muro existente y mediante la
diferenciación de texturas (figura 25). La muralla original tiene una textura más
irregular generada por el paso del tiempo, textura que se conserva al rejuntar,
ya que no se coloca un rejuntado enrasado, sino que se deja ligeramente
remetido. Sin embargo, la textura del nuevo muro de calicanto mantendrá el
acabado liso y con las marcas de la tabla que queda tras desencofrar.
Como ocurre en las actuaciones de este tipo, la intervención puede tapar
algunos vestigios sobre la técnica constructiva utilizada originariamente:
tamaño del cajón, número y colocación de las agujas, altura de las tongadas,
etc. Por esta razón, es importante documentarlos bien para no perder esa
información, para posteriormente reproducirlos todo lo fielmente que se pueda
en el procedimiento constructivo definitivo (figuras 23 y 25).
Al igual que en el caso original, se utiliza un encofrado de madera con
tablones de 15 a 20 cm de altura, y se toma como junta de trabajo horizontal la
línea original marcada por los agujales. Sin embargo, este encofrado será
continuo, diferenciándose así del original por no tener juntas de trabajo
verticales. Para reflejar la localización de los agujales originales en el extradós, y
no perder esta información, éstos se continúan hasta el exterior con nuevas
agujas de madera tanalizada de sección 15x15 cm que quedarán empotradas en
la nueva fábrica (figura 23).
Para facilitar y agilizar el trabajo se monta un andamio en paralelo donde se
van acopiando las piedras que los trabajadores irán seleccionando y colocando
por tongadas horizontales de material de unos 20 cm, tal y como se ejecutó
originariamente. Se humedece previamente la zona y se reciben los cantos con
una capa de cal (si es un muro de contención, cal hidráulica natural NHL5),
colocándolas correctamente alineadas e intentando dejar los mínimos huecos
posibles.
Otra opción más rápida y económica (algo a veces indispensable para poder
intervenir en la situación actual) es la de colocar las piezas de piedra sin
mortero e ir inyectado después de cada tongada cal NHL5 en forma de lechada,
bombeada desde arriba por medio de una bomba de camisa. Este mortero, de
consistencia líquida, se va filtrando por los recovecos de los cantos,
colmatándolos y dándole una resistencia y continuidad adecuadas (figura 24).
Si se ejecuta correctamente el calicanto, trabando bien las piedras nuevas
con el muro antiguo, no se precisa la colocación de varillas de cosido entre
ambas fábricas. Sin embargo puede ser un suplemento de seguridad a utilizar
Intervención en recintos fortificados: el caso de la muralla de Segovia
319
en algunos casos concretos. Este sistema ya se ha utilizado con buenos
resultados en el lienzo 86-1 junto a la Puerta de San Andrés (figuras 22, 24 y 25)
y está previsto utilizarlo en las futuras obras del Hospital de la Misericordia.
Figura 22. Imágenes del antes y el después de la reconstrucción con el sistema de calicanto en
el solar del Socorro (lienzo 86-1) junto a la Puerta de San Andrés
Figura 23. Esquema de los trabajos de recuperación volumétrica con calicanto (en gris la
fábrica original, en rojo la nueva fábrica). A. Estado previo tras el saneado B. El encofrado se
coloca por niveles,haciéndolos coincidir con el nivel de calicanto original (de
aproximadamente 1,10-1,20m), construyéndola poco a poco por tongadas horizontales de
material. Este encofrado se retranquea 10 cm respecto a la cara original.C. Se continúa
levantando el siguiente nivel de encofrado. Para conservar la información del módulo
constructivo original y sus agujales, y reproducirla en el extradós, se coloca dentro de cada
agujal original una nueva pieza de madera de pino tanalizada de unos 15 x 15cm. D. Estado
final del muro tras desencofrar. La nueva fábrica, remetida 10 cm respecto del extradós
original, sigue conservando los niveles originales de encofrado así como de las agujas, dejando
la pieza de madera que marca su localización embutida en el nuevo muro de calicanto
(fuente:autora)
320
Estefanía Herrero García
Figura 24. Trabajos de construcción del muro de calicanto en el lienzo86-1 mediante la técnica
de bombeo de cal
a. Trabajos de colocación de la piedra por tongadas
b. Trabajos de bombeo de la lechada de cal hidráulica natural. Se vierte entre las piedras
colocadas hasta que se colmatan todos los huecos, algo que permite su consistencia líquida.
Cuando la tongada queda totalmente macizada se procede a colocar la siguiente tongada
Figura 25. A. Estado previo de la muralla. B.Detalle de la colocación del encofrado,
retranqueado 10 cm respecto a la muralla original. C. Imagen final de la intervención donde
puede diferenciarse perfectamente la fábrica original de la nueva. Tanto por el retranqueo de 10
cm, como por la diferencia de textura, en el caso de la original, irregular, y la nueva, con el
acabado liso y las marcas de la tabla propio de una fábrica encofrada. También pueden verse
las piezas de madera que dan continuidad a los mechinales originales
Intervención en recintos fortificados: el caso de la muralla de Segovia
321
LIMPIEZA Y CONSOLIDACIÓN DE LA ROCA DE APOYO
Y RECUPERACIÓN DEL LENGUAJE DEFENSIVO
El segundo objetivo de la intervención consistía en limpiar y consolidar la roca
que sirve de cimiento de la muralla. Son múltiples las razones por las que este
objetivo es importante, es una solución compositiva que facilita su lectura
histórica y defensiva y mejora la salubridad de la zona (utilizada como
vertedero de la ciudad durante muchos años), pero sobre todo, es una
necesidad estructural.
Figura 26. Esquema de la formación del relieve sobre el que se asienta la ciudad. El recinto
amurallado de Segovia corona un escarpe natural perfilado a lo largo de milenios por los ríos
Eresma y Clamores sobre una gran roca caliza (fuente: Abella Mardones 1993)
Figura 27. Fotografía de 1888 del Alcázar donde se observa claramente el imponente espigón de
roca sobre el que se asienta el recinto fortificado (fuente: Levy, en González 1997, 68)
Figura 28. Comparativa de la vista de la muralla en la zona de San Cebrián
a. En 1873, con la roca sobre la que apoya la muralla totalmente vista y sin vegetación (fuente:
J. Laurent, en González 1997, 40)
b. En 2009, con los rellenos y la vegetación tapando la roca y la muralla, a pesar de ser invierno
322
Estefanía Herrero García
La vegetación que está creciendo en la ladera está expandiendo sus raíces
por el interior de la roca, haciendo cuña y partiendo una roca que, por
naturaleza ya era bastante endeble. Como esta roca es la base sobre la que se
sustenta el monumento, es necesario que se encuentre en buenas condiciones
para que no peligre la estabilidad de los lienzos y torres (estos últimos son los
que más sufren con los desprendimientos de roca) y para que los bloques
sueltos no puedan caer al espacio público, con el peligro que esto puede
conllevar (figura 29).
Figura 29. Ejemplo de un árbol enraizado en la ladera de la muralla. Estado previo (izda.) y
tras la limpieza (dcha.) donde puede verse que las raíces han penetrado en la roca, abriendo
una grieta importante en ella y haciendo peligrar la estabilidad de un gran bloque de piedra
A estos problemas debidos a una falta de control de la vegetación, habría
que añadir la existencia de fallas y fracturas existentes en esta roca de apoyo,
siendo por tanto importante contar en estas intervenciones con el apoyo de un
geólogo. En este caso, el geólogo también realizó un estudio de los materiales
presentes en la muralla, así como de sus canteras y zonas de procedencia.
Por otro lado, para realizar una intervención correcta en un recinto
fortificado, su restauración no debe basarse sólo en la consolidación de sus
paños sino que debe buscar también la recuperación de su lenguaje defensivo
original, muy relacionado con el entorno donde se levanta.
El sistema defensivo de la ciudad de Segovia no se entiende bien sin mirar la
roca sobre la que se apoya, ya que ésta supone un elemento defensivo más,
convirtiendo un muro de contención en una barrera inexpugnable. Sin
embargo, tras siglos de pérdida de uso y falta de mantenimiento, esta roca se
encontraba tapada por varios metros de relleno e invadida por la maleza.
Intervención en recintos fortificados: el caso de la muralla de Segovia
323
Como se explicará más adelante en el punto sobre convivencia entre
protecciones, este entorno vegetal que rodea a la muralla se encuentra dentro
de un Paraje Pintoresco, cuya imagen natural es importante conservar. Por este
motivo no era posible limpiar toda la ladera del monumento, que sería lo más
adecuado para asegurar su estabilidad y recuperar completamente la imagen
defensiva de la muralla sobre un acantilado rocoso, sin embargo, sí se ha podido
facilitar su lectura mediante la recuperación parcial de su visión dentro de la
denominada banda de protección del monumento.
Los trabajos realizados en la ladera, explicados más ampliamente a
continuación, han consistido en:
Desbroce, limpieza y tala de árboles en la ladera.
Desmontes de tierra, limpieza manual de la roca y eliminación de raíces
Reparación y consolidación de las bases rocosas
Figura 30. Comparativa de la base de la muralla en la zona de la Ronda de Juan II, antes y
después de recuperar la roca y generar una banda de protección del monumento. Bajo los
rellenos de esta zona se encontró una canalización y un pozo de saneamiento obsoletos que
fueron eliminados, pero sobre todo cabe destacar los vestigios tallados hallados en la roca,
previos a la construcción de la muralla y seguramente de época celtíbera(figura 38). Vestigios
de este tipo aparecen en toda la roca de la ladera sur, la mejor orientación para un
asentamiento
Figura 31. Comparativa de la base de la muralla en la zona entre la Puerta de Santiago y la
Cuesta de la Zorra, antes y después de recuperar la roca y generar una banda de protección del
monumento. Bajo los rellenos existentes en esta zona se encontró la muralla celtíbera y los
restos romanos de la figura 37
324
Estefanía Herrero García
Figura 32. Estado de la muralla de la cuesta de la zorra antes de intervenir en la zona (2009)
Figura 33. Estado de la muralla de la cuesta de la zorra tras limpiar, estabilizar y consolidar
sus muros en la intervención de 2012
Figura 34. Estado de la muralla de la cuesta de la zorra tras la limpieza y recuperación de la
roca de apoyoen la intervención de 2013
Intervención en recintos fortificados: el caso de la muralla de Segovia
325
Desbroce, limpieza y tala de árboles en la ladera
La primera actuación realizada en la ladera consistió en los trabajos de
desbroce, limpieza y tala de árboles controlada, procediendo antes de
comenzar, al estudio de los árboles del ámbito del proyecto junto con los
técnicos de parques y jardines del ayuntamiento para confirmar los árboles que
serían conservados y marcar los que se iban a talar. Fue prioritaria la tala de
árboles que estaban enraizando en la roca más próxima a la muralla, ya que
éstos podían hacer peligrar la estabilidad del monumento (figura 29).
En algunos casos, los árboles enraizados habían profundizado tanto en la
roca, que fue imposible realizar un destoconado completo, ya que habría sido
necesario disgregar toda la roca para poder conseguirlo, pudiendo dañar la
estabilidad de los propios lienzos de muralla. En estos casos, para que las raíces
de estos árboles no continuaran extendiéndose y rompiendo la roca, se
procedió a inyectar herbicida de manera controlada y en el período estacional
más adecuado, para conseguir matar el árbol y evitar su rebrote, teniendo en
cuenta que será necesario un control futuro.
El mejor período para la realización de los trabajos de eliminación y
limpieza de vegetación en la ciudad de Segovia son los meses de marzo y abril,
anticipándose a la maduración de la semilla y, con ello, su posible dispersión, y
evitando los períodos más fríos en los que hay plantas ausentes. Sin embargo,
esto no siempre fue posible, ya que la planificación de los trabajos muchas veces
viene marcada por calendarios ajenos a lo que sería lo ideal para una obra.
Desmontes de tierra, limpieza manual de la roca y eliminación de raíces
Las labores de desmonte de tierras hasta llegar a la roca sobre la que se apoya la
muralla se han realizado a mano en las zonas más próximas al lienzo de
muralla, ayudándose de medios mecánicos en las zonas más alejadas, siempre y
cuando la orografía lo permitiera. Se ha tenido especial cuidado de no dañar la
roca y siempre se ha realizado bajo supervisión arqueológica.
La limpieza de la roca se ha realizado mediante cepillado manual y con agua
a presión, eliminando los restos de raíces, musgos, vegetación y tierras que
quedaran en rincones y fisuras.
En algunos casos, como en la zona norte, estos trabajos de desmonte y
limpieza han tenido que realizarse con unas medidas especiales de seguridad,
debido a su gran escarpe, considerándose como si fueran trabajos de descuelgue
verticales y estando siempre sujetos mediante un arnés (figura 35).
Reparación y consolidación de las bases rocosas
Una vez limpia la roca, puede verse el estado en el que se encuentra y
posteriormente actuar en consecuencia, sellando las grietas con mortero de cal
326
Estefanía Herrero García
(para evitar que las raíces puedan penetrar por ellas pero permitiendo la
transpiración del terreno) y consolidando aquellas zonas de roca que han
quedado inestables con mampostería de piedra caliza recibida con mortero de
cal (figura 36). Como se ha podido comprobar in situ, este sistema ya se
utilizaba antiguamente para consolidar la roca, y se ha podido corroborar su
buen funcionamiento. Al contrario que otros casos más recientes ejecutados
con hormigones de cemento, cuya impermeabilidad, a pesar de sus drenajes, así
como su excesiva resistencia, genera mayores complicaciones que la
mampostería de cal.
Figura 35. Fotografías que muestran la dificultad de realizar los desmontes de tierra (izda.) y la
limpieza y eliminación de raíces de la roca de apoyo (dcha.) en la muralla de la Cuesta de la
zorra, una zona muy escarpada, donde fue necesario realizar trabajos de descuelgue verticales
sujetos mediante arnés a la línea de vida
Figura 36. Trabajos de reparación de las bases rocosas, consolidando sus cavidades y zonas
inestables mediante mampostería de piedra caliza recibida con mortero de cal
Intervención en recintos fortificados: el caso de la muralla de Segovia
327
Hallazgos encontrados tras la limpieza de la roca
La roca sobre la que se asienta la ciudad de Segovia ha sido habitada desde muy
antiguo debido a sus adecuadas características para asentarse en ella. Es un
promontorio fácilmente defendible y con un gran control visual de los
territorios adyacentes, además de tener un fácil acceso a agua y a zonas fértiles
ya que se encuentra en el interfluvio de los ríos Eresma y Clamores. Todo esto
permite entender la importancia de limpiar esta roca para encontrar posibles
evidencias históricas, así como el cuidado con el que hay que realizarlo, siendo
importante contar siempre en estos trabajos con una supervisión arqueológica.
En el caso de las obras de la muralla de Segovia, en la limpieza de esta roca
aparecieron numerosos vestigios de épocas anteriores talladas en ella: huecos
horadados en la roca, marcas de herramientas, antiguas escaleras y calles, bases
de antiguas construcciones, restos de un foso defensivo, etc.
Pero entre los hallazgos realizados en las obras, el que más destaca es el
descubrimiento del «primer registro documental de una estructura muraria de
la fortificación que protegía la ciudad celtibérica antes de su conquista por
Roma, entre 98 y 95 a. C.», un lienzo de muralla «que protegió la ciudad una
vez que en el s. II a. C. el asentamiento urbano había superado ampliamente el
primitivo recinto arcaico». «De la estructura de la muralla celtibérica se
conserva su zócalo en un tramo de 8 m de longitud, hasta una altura máxima de
un 1,5 m y una anchura de 2 m. Su extremo occidental fue desmontado al ser
reutilizado parcialmente como cimentación de una construcción altoimperial»
(Labrador Vielva, Martín García, y Martínez Caballero 2014).
Figura 37.a. Muralla celtibérica hallada en los trabajos de recuperación de la roca
b.Vista cenital de los restos encontrados, con la cimentación de la construcción altoimperial
apoyándose en la muralla celtibérica (fuente: Arex Arqueología)
328
Estefanía Herrero García
Figura 38. Elementos tallados en la roca sobre los que se apoya la muralla
a. Vía de acceso tallada para acceder a una plataforma cajeada en la roca
b. Vista superior donde se puede diferenciar la vía de acceso y la plataforma cajeada
Figuras 39. Roca de la muralla antes y después de su limpieza en la obra de la Ronda de Juan II.
Pueden observarse huecos horadados en la roca, algunos de los cuales se desarrolan bajo ella,
lo que nos habla de la ocupación previa de esta ladera. El tamaño de estos agujeros tallados es
muy variable y no son muy profundos. Parecen corresponder con posibles apoyos de
estructuras de madera.
Figura 40. Restos del foso celtibérico encontrados en la obras de restauración de la muralla y
limpieza de su sustrato rocoso. El hallazgo se ha realizado en estremos opuestos del espigón de
roca: en la cara sur de la muralla en el lienzo 75-76 (izqda.) y en su cara norte en el lienzo 5859 (dcha.)
Intervención en recintos fortificados: el caso de la muralla de Segovia
329
CAMINOS DE INSPECCIÓN PARA MANTENIMIENTO
Y PUESTA EN VALOR DE LA MURALLA
Otro de los puntos clave del Plan de Recuperación de la muralla consistía en la
formación de caminos de inspección al pie de la muralla. Con ellos se buscaba
conseguir lo siguiente:
-
La correcta inspección periódica y el seguimiento del estado de
conservación de la muralla y su roca de apoyo.
Facilitar el acceso e instalación de medios auxiliares para la realización
de futuras obras de conservación de la misma.
Un mayor control de la vegetación, generando una banda de
protección que evite que esta vegetación vuelva a colonizar los muros.
Facilitar la instalación y mantenimiento del sistema de iluminación.
Hacer visible la muralla por su cara exterior.
Allí donde las características del entorno lo permitía, abrir los caminos
para su uso público y posibilitar el uso y paseo a lo largo de la muralla
en su cara exterior, permitiendo el disfrute y una nueva perspectiva
completamente desconocida del monumento.
Estos caminos, de ancho variable, se han ido adaptando al entorno y a la
orografía del terreno, dejando visto el mayor tramo que se pudiera de roca. Se
han realizado con jabre, un material económico, rápido de ejecutar, flexible,
que se adapta muy bien al entorno natural en el que se encuentra y que no
genera barro cuando se moja. El proceso de ejecución de los caminos de
inspección ha sido el siguiente.
Tras el desbroce y tala de árboles realizada para abrir la banda de protección
del monumento, se procedió a las labores de desmonte y nivelación de tierras
del camino. Este trabajo ha tenido que realizarse en un primer momento por
medios manuales, debido a lo escarpado del terreno, ayudándose de medios
mecánicos una vez que el camino tenía un ancho de trabajo adecuado para
trabajar de manera segura con maquinaria. Se ha tenido especial cuidado en la
zona próxima a la roca, asegurándose de no deteriorarla. Todos estos trabajos se
han realizado bajo supervisión arqueológica, algo necesario al trabajar en el
entorno del monumento y en una zona donde pueden aparecer vestigios
importantes, como ha sido el caso.
Una vez niveladas las tierras, se procedió al marcado del límite del camino
para la posterior colocación de los maderos. Los maderos utilizados para
delimitar el camino, de sección rectangular, tenían un tratamiento riesgo IV. Se
decidió utilizar piezas de poca longitud, para poder adaptarse al terreno sin
tener que cortarlos (y así no perder la protección). El límite del camino
mantiene una forma natural, sin ángulos marcados ni curvas demasiado
sinuosas, de tal manera que no distorsione las formas de la muralla.
330
Estefanía Herrero García
Para evitar que saliera vegetación bajo el camino y eliminar las raíces
existentes, se optó por espolvorear cal viva en la zona delimitada, tomando en
todo momento las necesarias medidas de seguridad.
Posteriormente se colocó una malla antihierbas de 130 g y se procedió al
extendido de jabre sobre el camino delimitado por un lado por la roca y por el
otro por los tablones de madera, compactándolo posteriormente mediante un
apisonado manual. El espesor aproximado de la capa fue de 15 cm y se utilizó un
jabre cribado color ocre. En el extremo interno, en la parte en contacto con la
roca o la muralla, se ha procedido a colocar una banda de grava.
Figura 41. Fotografías del proceso de ejecución del camino de inspección en la zona de la cuesta
de la zorra. Como puede observarse en las fotografías inferiores respecto a las superiores, fue
necesario bajar varios metros de tierrra hasta alcanzar el nivel óptimo (la línea discontinua
marca el mismo nivel para todas las fotos)
Tratamiento de desniveles
Aunque los caminos se construyeron aproximadamente a la misma cota en todo
su recorrido, en ocasiones se precisó salvar desniveles de distinto tipo, dando
diferentes soluciones según los casos, desde escaleras generadas por pequeñas
contenciones de madera (figura 42), peldaños de mampostería aprovechando
las irregularidades de la roca (figura 43), a escaleras de mayor envergadura que
Intervención en recintos fortificados: el caso de la muralla de Segovia
331
ya salvaran grandes desniveles, como la que se tuvo que realizar junto a la torre
72 para bajar al camino en la zona de la Ronda de Juan II (figura 44).
4
Figura 42. Izda. Desnivel salvado mediante un peldañeado formado por contenciones de jabre
con madera
te un peldañeado de
Figura 43. Dcha. Desnivel salvado generando sobre la roca existente
mampuestos de piedra y mortero de cal
En el caso de esta escalera de la torre 72, la solución consistió en aprovechar
esta torre, que ya se encontraba desmochada, y un lienzo parcialmente
derrumbado para integrar en esta zona una bajada al nuevo camino ejecutado.
La escalera se realizó en dos tramos:
-
-
Un primer tramo que consistió en reformar la escalera existente de
bajada a la torre 72, para hacerla más segura para el uso público, con un
nuevo peldañeado de mampostería de piedra mejorr proporcionado y
añadiendo una barandilla.
Un segundo tramo consistente en una escalera de estructura de acero
de una sola zanca y peldaños de madera, volada sobre las ruinas de la
muralla, realizando simplemente apoyos puntuales sobre ella.
ella
332
Estefanía Herrero García
Figura 44.Vista del estado final de la escalera de la torre 72 desde la plaza del Alcázar donde se
puede diferenciar claramente los dos tramos de la escalera: uno de bajada hasta la coronación
de la torre 72, realizado con mampostería; otro tramo volado sobre los restos de muralla, que
baja a desde este punto hasta el camino, ejecutado con estructura metálica y peldañeado de
madera
Intervención en recintos fortificados: el caso de la muralla de Segovia
333
CONVIVENCIA ENTRE PROTECCIONES:
PROTECCIÓN MONUMENTAL Y PROTECCIÓN AMBIENTAL
Es muy común que los recintos fortificados se encuentren en enclaves de
importantes cualidades medioambientales y paisajísticas, lo que en muchas
ocasiones puede dar lugar a una superposición de elementos a proteger que
chocan entre sí en ambas direcciones. Desde elementos ambientales que
generan problemas de conservación en los monumentos (vegetación que
enraíza en muros, cigüeñas anidadas cuyo peso puede perjudicar la estabilidad
de elementos, aves que generan el movimiento de piezas, acumulación de
palomina, deterioro por la acción de los excrementos, etc.) a soluciones de
restauración que perjudican la biodiversidad (restauraciones que eliminan
huecos de anidamiento, pinchos o púas antipalomas que generan la muerte de
aves, talado injustificado de árboles, destrucción de nidos, etc.).
Cuando haya que enfrentarse a alguno de estos problemas de superposición
de protecciones es importante plantearlo con una visión interdisciplinar y
abierta, entendiendo las preocupaciones de cada una de las partes, adaptando
las soluciones a cada caso concreto y haciendo primar la coherencia. Es clave
tener en cuenta que ninguna protección está por encima de otra pero que, en
ocasiones, se tiene que hacer primar alguna para dar una solución eficaz al
problema, pudiendo subsanarse con otras soluciones o acuerdos
compensatorios.
Para conseguirlo es importante ir de la mano de las instituciones y
asociaciones medioambientales implicadas, realizando un trabajo de
colaboración en el que todas las partes estén comprometidas en dar soluciones
viables que permitan garantizar de manera equilibrada y sostenible ambas
protecciones, diseñando conjuntamente y de manera consensuada las medidas
necesarias y compensatorias, algo no siempre fácil de conseguir, como ocurre
en toda negociación.
En el caso de la muralla de Segovia, las principales superposiciones con las
que hubo que enfrentarse fueron dos: la necesidad de eliminar vegetación en un
paisaje protegido y la presencia de aves protegidas anidando en la muralla.
Banda de protección y control de la vegetación dentro de un espacio
natural protegido
Es evidente que cuando la muralla fue construida y cumplía una función
defensiva, sus laderas se encontraban totalmente vacías de vegetación, no
empezándose a plantar árboles en el entorno hasta finales del siglo XVIII,
plantaciones que en ese momento consistieron principalmente en la colocación
de pequeñas alineaciones de árboles.
334
Estefanía Herrero García
Sin embargo este conjunto de arbolado y alameda fue creciendo hasta
convertirse en el siglo XX en un gran cordón verde que rodeaba el recinto
fortificado de la ciudad y que en 1947 fue declarado como Paraje Pintoresco tras
considerar que:
Los alrededores de Segovia, de fama mundial, constituyen una vista panorámica de
incomparable belleza. El río Eresma, que atraviesa el paisaje orlado de alamedas, y su
confluencia con el Clamores, contribuyen a la belleza del conjunto, del cual emergen la mole
rocosa que sostiene el Alcázar y las Murallas, reproducidas por los más grandes pintores
españoles y extranjeros en los últimos tiempos (Extracto de la declaración de Paraje
Pintoresco de El Conjunto de arbolado y Alameda de Segovia. Decreto del Ministerio de
Educación Nacional 11-IV-1947).
Por lo tanto, el entorno de la muralla de Segovia es un Espacio Natural
Protegido que debe atender a la conservación de su flora, fauna, constitución
geomorfológica, especial belleza u otros componentes de destacado rango
natural.
Figura 45. Vista de pájaro de la ciudad de Segovia donde puede apreciarse el frondoso cordón
verde que rodea el recinto fortificado
A esta protección hay que sumar los esfuerzos realizados por el
ayuntamiento de la ciudad desde la aprobación en 1991 de El Plan Verde de
Segovia. Este Plan, apoyado en la metodología propuesta por la tesis doctoral
Entorno y paisaje de la ciudad de Segovia (Yoldi Enríquez 1990) se encargó, entre
otras cosas, de restaurar los aspectos ecológicos y paisajísticos de las laderas de
la muralla, consiguiendo, según sus impulsores, que estuvieran «cubiertas con
un estrato vegetal acorde con las características del lugar» (Arroyo Rueda et al.
2000). Ese mismo año 1991 se realizó un ambicioso proyecto de plantación
Intervención en recintos fortificados: el caso de la muralla de Segovia
335
masiva en dichas laderas entre cuyas medidas propuestas había varias que
afectaban directamente a la muralla: adecuar la elección y situación de las
especies vegetales para conseguir un escalonamiento de alturas que permitiera
la contemplación de la muralla desde las visuales de la ciudad; y no plantar en
las cimentaciones de la muralla, para evitar posibles daños en la misma.
Pero cuando comenzó el Plan de Recuperación de la Muralla de Segovia en
2009, a pesar de los esfuerzos realizados por el ayuntamiento, la situación era
bien distinta a la expuesta en este proyecto del año 2001. Como ya se ha
explicado anteriormente, la muralla, especialmente la cara norte, se veía muy
afectada por la acción de la vegetación. Hierbas, matorrales, arbustos y árboles
poblaban la ladera ocultando y colonizando tanto la roca de cimentación como
sus lienzos y torres, lo que estaba generando importantes problemas de
conservación.
Sin embargo, esa vegetación que estaba dañando la muralla y su cimiento, y
que era necesario eliminar, se encontraba protegida al encontrarse dentro de la
delimitación de Paraje Pintoresco, por lo que fue necesario plantear una
solución que permitiera convivir a ambas protecciones de una manera
equilibrada.
La solución final fue consensuada con la sección de parques y jardines del
Ayuntamiento de Segovia, cuyos miembros eran principalmente los mismos
que redactaron el Plan Verde de la ciudad descrito anteriormente. Esta solución
consistió en generar en una banda de protección del monumento en la que se
eliminara todo elemento vegetal nocivo, conservando todos aquellos árboles
valiosos (principalmente fresnos y acacias grandes) que no hicieran peligrar la
conservación de la muralla (figura 46). Cada árbol cortado en las distintas obras
realizadas en el Plan, fue marcado previamente por un técnico de parques y
jardines del ayuntamiento, siendo la mayor parte de ellos olmos secos y dañinos
ailantos.
Figura 46.Estado previo y posterior en el tramo 75-76 de la muralla. Puede observarse la banda
de protección que se ha generado en el entorno del monumento, conservando en este caso tres
árboles dentro de esa banda, dado que los técnicos ambientales consideraron importante
preservarlos y no hacían peligrar la estabilidad del conjunto
336
Estefanía Herrero García
Anidamiento de aves protegidas en la muralla
Segovia es una localidad clave para la conservación de las aves, como muestra el
hecho de que sea una de las pocas ciudades de España declarada como Área
Importante para la Conservación de las Aves y la Biodiversidad (IBA). Estos
espacios son seleccionados por albergar poblaciones de aves importantes a nivel
internacional y precisan una adopción de medidas especiales que favorezcan su
biodiversidad (SEO/BirdLife 2012).
Dentro de este enclave declarado de Segovia, su recinto amurallado, con sus
recovecos, agujeros, mechinales y grietas supone un refugio y/o espacio de
nidificación perfecto para la avifauna, siendo los agujales, profundos y poco
accesibles, los más codiciados por las aves como la chova piquirroja, el ave de
Segovia por antonomasia: «si el origen de Segovia es como fortaleza, la chova
piquirroja ha entendido y aprovechado como nadie la fortificación construida.
Cada iglesia, cada casona o casa fuerte, cada monumento, cada lienzo de
muralla aún con huecos tiene su pareja de chovas piquirrojas»(Abella Mardones
1993)
La presencia de esta ave merece una mención especial ya que no es una
especie que habite normalmente en un entorno urbano, sino que su hábitat
habitual es la media-alta montaña o los cortados rocosos. Sin embargo, la de
Segovia constituye la mayor colonia urbana de Europa(García Grande y Sánchez
Cepeda 2018, 17).
Pero la convivencia de aves y obras no siempre es fácil, generalmente por un
desconocimiento del alto grado de afectación que una restauración o
rehabilitación puede tener sobre la fauna que habita en sus muros, ya que al
rejuntar y cerrar oquedades se puede hacer desaparecer espacios habitados por
ella.
Por esta razón, siempre que se pueda, es importante hacer una inspección
previa del monumento para determinar y ubicar las especies existentes y
determinar las medidas necesarias que permitan hacer compatible la protección
de la biodiversidad y la conservación del monumento, así como destinar una
partida presupuestaria específica para tal fin. Cabe destacar que esta partida no
tiene por qué tener una gran repercusión económica en la obra(García Grande y
Sánchez Cepeda 2018, 34-35), ya que en muchas ocasiones consiste simplemente
en un sencillo cambio de diseño o en introducir una pequeña pieza especial, y
en otras se limita simplemente a aumentar ligeramente el tiempo destinado a la
ejecución de ciertas partidas de obra, como la de rejuntado.
En la primera intervención realizada en la muralla de Segovia no se conocía
el alcance que podían tener ciertas soluciones muy extendidas en el campo de la
restauración (como es el sistema de pinchos), ni los problemas que podían
generar algunas partidas básicas de obra (como el retacado y rejuntado de
pequeñas oquedades que pueden estar habitadas por vencejos o la colocación
del andamio en algunos períodos del año). Sin embargo, en las siguientes
Intervención en recintos fortificados: el caso de la muralla de Segovia
337
intervenciones, tras exponer la Sociedad Española de Ornitología SEO/BirdLife
esta problemática, se trabajó junto a ella en los trabajos de inspección y en el
diseño de medidas compatibles.
Durante las obras se fueron diseñando diversas soluciones. En primer lugar,
las oquedades pequeñas donde anidaban especies como vencejos, aviones
roqueros o gorriones, se dejaron sin retacar y rejuntar (figura 47a), siempre que
no afectara a la estabilidad puntual o general del monumento. También se
adecuaron algunos huecos y fisuras para permitir nuevos anidamientos de estas
especies y compensar aquellos que no se pudieran conservar. En relación a esto
se probó un diseño consistente en generar el acceso a la oquedad con dos trozos
de teja enfrentada, de esta manera se ubicaría fácilmente su localización y sería
más fácil controlar en el futuro su funcionamiento (figura 47b).
Una vez conocido el problema que generaba los sistemas de pinchos o púas
(figura 48a) por ser susceptibles de generar daños a las aves, dejó de instalarse y
se diseñaron nuevas soluciones para los agujales y mechinales que favorecieran
la presencia de especies de interés ornitológico como la chova piquirroja, pero
que evitaran la presencia de otra muy dañina: la paloma bravía (doméstica),
especie que genera una gran erosión en el monumento, con unas heces muy
corrosivas. Además, la presencia de chovas piquirrojas evita por sí sola la de
palomas, así que el fomento de medidas que favorezcan su anidamiento ya lleva
intrínseco evitar la de palomas.
En las obras se pusieron en práctica distintos diseños:
-
Tapar parcialmente los huecos con piedras o tejas (figura48b),
Colocar cajas cerámicas diseñadas especialmente para los agujales y
mechinales (figura 49).
Modificar la entrada del mechinal con un plano inclinado de mortero 30 a
o
60 que reduce el hueco de paso según la especie objetivo, pero deja el
volumen del mechinal íntegro en el interior (figura 48c). De esta manera se
elimina el plano horizontal de apoyo y a las palomas no les gusta posarse
en planos tan inclinados y que no permitan mirar hacia afuera, sin
embargo esto no supone ningún problema para otras especies más
pequeñas o especies que entren planeando (como la chova piquirroja). Para
integrar mejor la intervención y seguir permitiendo la lectura de “hueco”
de los agujales, se ha optado por oscurecer el plano inclinado, no
diferenciando a media-larga distancia estos mechinales de otros sobre los
que no se haya intervenido. Este último sistema es el que consideramos
más adecuado debido a su integración (no distorsiona la lectura general),
su flexibilidad (el sistema se adapta a distintos tamaños de huecos y a
distintas especies de aves) su sencillez (no precisa la instalación de ninguna
pieza especial) y su buen funcionamiento (dificultando el acceso de
palomas pero permitiendo el acceso de otras especies).
338
Estefanía Herrero García
Figura 47. Adecuación de oquedades para el anidamiento de pájaros. a. Solución utilizada para
oquedades ya habitadas por vencejos que han sido conservadas en los trabajos de retacado y
rejuntado. b.Solución utilizada en oquedades acondicionadas para permitir nuevos
anidamientos, mediante la colocación de dos trozos de teja enfrentados
Figura 48. Soluciones para agujales. a. Solución inicial en la que se colocó un sistema de
pinchos. Aunque permitía el acceso de ciertas aves planeando por encima de las púas, se
decidió optar por otras soluciones que no fueran susceptibles de generar daños a las aves
b. Solución que reduce el hueco de acceso mediante tejas. Sólo se ha visto eficaz cuando los
agujales no son muy grandes. El mayor problema es que tienen un protagonismo estético
demasiado importante, distorsionando la imagen de conjunto
c. Sistema de agujal que consistía en reducir el hueco de entrada mediante un plano inclinado
de mortero que dificultara el apoyo de las palomas pero que permitiera el acceso a especies de
menor tamaño o que entren planeando. La reducción solo se realiza en el exterior, el interior
sigue conservando la misma volumetría
Figura 49. a. Caja cerámica diseñada para colocarse en mechinales y agujales. Permite la
posibilidad de ser colocado en dos posiciones, con el plano inclinado o recto visto
b. Esta solución se utilizó principalmente en zonas donde que no se restauraron pero en las
que el ayuntamiento quería dar solución al problema de las aves. Se colocaron mediante la
utilización de una cesta
c. Cuando estas piezas se colocaron sin la supervisión de un especialista en restauración, se
realizó sin ningún criterio de integración y con cemento, un material nocivo para la muralla.
Atestiguando la importancia de trabajar en equipo patrimonio y medioambiente para que una
solución cumpla ambas protecciones (fuente: García Grande 2018)
Intervención en recintos fortificados: el caso de la muralla de Segovia
339
Estas soluciones expuestas podrían ser extrapolables casi a cualquier
monumento de muros de fábrica de manera sencilla. De hecho, tras la
experiencia aprendida en la muralla de Segovia se han utilizado varios de estos
sistemas en otros edificios y recintos fortificados con gran éxito debido a la
sencillez de las soluciones y a su facilidad de aplicación.
Otro aspecto importante a tener en cuenta es el período de nidificación y
cría de las especies protegidas. Si las obras se realizan en otoño o invierno el
problema es menor, pero si éstas tienen lugar en primavera o verano deberá
tenerse en cuenta los calendarios fenológicos y realizar labores como:
-
-
Colocar los andamios con sus redes antes de que comiencen a anidar las
aves. De esta manera las aves protegidas crearán sus nidos en otras zonas
de la muralla y no los abandonarán debido al ruido de las obras.
Realizar una programación de ejecución por tramos correlativos, de modo
que se adecúen suficientes huecos susceptibles de utilización por las
especies desplazadas en cada tramo en ejecución respecto al siguiente en
ejecutar. Así las especies no abandonan la zona.
No instalar redes de protección en los andamios en puntos seleccionados si
la especie es especialmente sensible a ellas, como las lechuzas o las chovas
piquirrojas, siempre y cuando no comprometa las pertinentes medidas de
seguridad y salud en la obra.
CONCLUSIONES
En el presente artículo se han expuesto las actuaciones realizadas en la muralla
de Segovia durante una década dentro de su Plan de Recuperación, explicando
los criterios generales y las razones que han llevado a ejecutar los distintos
trabajos. Pero si hay una conclusión importante que se puede obtener de todo
esto, es que no existe una solución única para todos los casos, por muy similares
que sean a primera vista.
Aunque se planteen unos criterios comunes, siempre es necesario adaptar la
intervención a cada caso concreto, algunas veces por los condicionantes
internos del propio monumento, y en otras ocasiones por condicionantes
externos como pueden ser el económico, el administrativo, el medioambiental o
el social.
Pero para intervenir correctamente sí hay un criterio universal en el mundo
de la restauración, que es el de la importancia de conocer exhaustivamente el
monumento antes de intervenir.
Una muralla urbana no tiene actualmente una función, sino que su valor
reside en su historia y simbolismo. Por lo tanto, conocerlo en profundidad
340
Estefanía Herrero García
permitirá realizar intervenciones que respeten sus valores originales y que no
distorsionen sus características intrínsecas.
Para conseguir un conocimiento más completo lo ideal es poder trabajar de
un modo interdisciplinar, que permita profundizar desde un mayor número de
puntos de vista. En el caso concreto de las fortificaciones construidas sobre un
escarpe natural (algo muy común ya que estos eran enclaves ideales de
defensa), es importante contar en este equipo con un geólogo con
conocimientos de patrimonio, de tal manera que se realice un correcto análisis
de este sustrato rocoso, puesto que su buena conservación asegura la
estabilidad de los muros que en él se apoyan.
Siempre que se actúa sobre un elemento patrimonial hay un riesgo de
perder información, por lo que antes de actuar es indispensable hacer unos
buenos estudios previos que permitan no perderla. Por otro lado, en el proceso
de intervención también se pueden encontrar numerosos vestigios que
permitan ampliar el conocimiento constructivo e histórico del monumento,
siendo clave documentarlos bien, haciendo informes finales de obra que
reflejen esta información. Del mismo modo, es necesario trabajar de la mano
del equipo de arqueología, no de manera independiente, ya que el mayor
beneficiado de este trabajo conjunto será el monumento.
Otro punto importante a tener en cuenta es que la conservación de las
murallas, como la de cualquier monumento, no acaba con la intervención,
siendo fundamental programar rutinas de control y seguimiento, así como
plantear acciones y soluciones que faciliten dichas labores de mantenimiento y
su conservación preventiva. Por esta razón, mejorar la accesibilidad para
permitir estos trabajos, fue una de las prioridades de la intervención, algo que
se ha conseguido mediante la creación de los pasos de inspección en la base de
la muralla, caminos para los que el ayuntamiento está destinando una partida
anual de mantenimiento, un buen avance para la conservación futura del
monumento.
La ejecución de estos caminos, ha sido además una solución que ha resuelto
varios de los problemas existentes en la muralla, siendo una estrategia que ha
permitido un gran resultado con un bajo coste. No solo ha resuelto los
problemas de accesibilidad, sino que también ha solventado los problemas de
control de la vegetación en una zona donde se superponía una protección
medioambiental que protegía dicha vegetación, ha dado una mayor visibilidad
de monumento (anteriormente oculto por esta vegetación) y al Paraje
Pintoresco en el que se asienta, ha permitido recuperar el valor defensivo de la
roca de apoyo así como los vestigios que escondía, ha ganado para la ciudad
nuevos espacios de uso público y, sobre todo, ha puesto en valor un
monumento que estaba olvidado para muchos de los ciudadanos de Segovia.
Intervención en recintos fortificados: el caso de la muralla de Segovia
341
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2010 (co-redactora del proyecto básico y de ejecución), 2011 (directora de obra).
Restauración del cubo 79 de la Muralla de Segovia.
2010 (co-redactora del proyecto básico y de ejecución), 2011 (directora de obra).
Restauración del cubo de la muralla de la antigua Casa del Sol. Segovia.
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Inspección en la zona norte de la Muralla de Segovia. Autor del proyecto original:
Miguel Ángel Martín Blanco.
2011 (proyecto básico y de ejecución), 2011-2012 (directora de obra). Construcción de
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Intervención en recintos fortificados: el caso de la muralla de Segovia
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2011 (proyecto básico y de ejecución), 2019 (proyecto modificado). Restauración de la
muralla y puesta en valor del entorno del monumento en la zona del Hospital de la
Misericordia
2012 (proyecto de ejecución), 2013-2014 (directora de obra). Restauración de la muralla de
Segovia y revalorización de su entorno entre la torre 59 y el jardín del Alcázar.
Este libro de
La construcción fortificada medieval.
Historia, conservación y gestión
se terminó de imprimir en Madrid
el día 31 de julio de 2020,
festividad de San Ignacio de Loyola,
en el 76º aniversario de la muerte de
Antoine de Saint-Exupéry.