Yazael Bastidas Hernández
RETAZOS
Retazos
@Yazael Bastidas Hernández
Primera edición: noviembre 2020
Diseño y Diagramación: Yazael Bastidas Hernández
Fotografía de portada: Composición (2016) Foto digital a color.
Autor: @Yazael Bastidas Hernández. Colección del artista.
Hecho el Depósito de Ley
Depósito Legal:
ISBN:
Barinas, República Bolivariana de Venezuela
Prólogo
Conozco a Yazael desde hace varios años en sus múltiples
facetas. En una de ellas me enseñó a respirar y a ver lo que otros
dirían que no existe, los mundos invisibles... Lo he conocido como
profesor, artista plástico, fotógrafo, angelólogo, reikista, y como un
muy querido amigo, alguien que está dispuesto a ayudar y a
compartir todo aquello que conoce.
Es un excelente profesional, estudioso, que ha recorrido el
mundo externo e interno para llegar a todos sus saberes. Y que
ahora puedo conocer a través de su palabra escrita.
Tiene desde su crianza una fuerte impronta de la naturaleza
del llano, pero también es un cosmopolita que ama y disfruta de
todas las manifestaciones artísticas y tiene su búsqueda espiritual
personal.
En esta faceta de escritor, que era desconocida para mí, me he
encontrado con un escritor de microrrelatos. Y puedo decir sin lugar a
dudas que este libro: Retazos, está escrito con mucha delicadeza y
amor. Se destaca el cariño y dedicación que ha invertido Yazael en
tejer cada una de las historias sencillas, profundas e interesantes que
constituyen este texto.
Cada personaje desde la primera frase nos es familiar.
Podríamos ser nosotros mismos, los reflejos de la realidad y son tan
fieles que es fácil para el lector sentirse identificado y crear una
conexión especial con cada uno de ellos. Los procesos que enfrentan
definen el resto de sus vidas y por eso es natural que al lector le
queden ganas de conocerlos más.
Los relatos se leen lentamente, degustando las palabras, la
narración y las emociones. No solo, las emociones de los personajes,
sino las nuestras como lectores, ante la intimidad de ese personaje.
En pocos párrafos la precisa narrativa de Bastidas te lleva de
la mano y te sumerge en la profundidad de una historia: un proceso
personal o de pareja.
Leer estos doce microrrelatos es regalarse un momento de
tranquilidad y placer.
Nohema Quintero
Antropóloga
Barinas, 26 de mayo de 2020
A la memoria de mi entrañable profesora y amiga
Ambretta Marrosu
Rodolfo es un joven citadino, como cualquiera del siglo
XXI. Viste 19 años. Su asignatura pendiente, no haber
culminado el bachillerato. Sin novia ni amigos. Su
alianza es con la computadora donde se instala por
largo tiempo para hilvanar poemas y relatos en la
búsqueda de su voz.
En sus andanzas por la ciudad se encuentra con
Alondra, excompañera de clases. La invita a conversar
sobre sus afinidades literarias. En la tertulia, arrullado
por los acordes musicales, el aroma del café y la torta
de chocolate, nueces y almendras le dice a su amiga
que cerrará el ciclo del bachillerato para ingresar a la
universidad y estudiar Literatura.
Adriana es maestrante de Arte Contemporáneo en una
universidad francesa. Admira profundamente a Jan, uno
de sus profesores, por su inteligencia y talento. Además
de la relación profesor-alumna, emprenden un proyecto
de investigación para ser presentado en un Seminario
de Arte Latinoamericano, en Nueva York. Por ser la
primera vez que asiste a un evento de esta naturaleza,
está consciente que debe prepararse. Esto los lleva a:
revisar bibliografía, visitas a la biblioteca, seleccionar
las imágenes, reuniones y otras tareas.
Julia, la esposa del profesor y docente en la Facultad,
se siente amenazada con la presencia de la alumna;
ello le produce largas noches de insomnios y la
necesidad de ir a buscarlo a su cubículo al culminar las
clases.
Ricardo, joven caraqueño, se traslada a España para
cursar estudios de postgrado, gracias a una beca que
obtuvo por sus méritos personales y profesionales.
Aunque está muy contento por el logro vive una serie
de situaciones que debe manejar: dejar su país, pareja,
familia, amigos.
Al llegar a Madrid, no tiene barreras idiomáticas como
otros, viene con una serie de planes, sueños y
proyectos. Sin embargo, debe hacer ajustes en cuanto
a horarios, estaciones, costumbres. Todo esto lo llevará
a experimentar un nuevo proceso vivencial e
incorporarlo a su diario vivir.
Norma y José son una joven pareja. Ambos anhelan
convertirse en padres. Aunque ella está recibiendo
tratamiento, no logra su sueño. Después de tres años
de casados piden una cita con un reconocido terapeuta
en Constelaciones Familiares. Tienen miedo de no tener
descendencia.
Asisten a la consulta con la finalidad de resolver la
situación. En la sesión, Norma recuerda, que durante su
infancia los padres se separaron y ella decidió que de
adulta no tendría hijos para evitarles sufrimientos
similares. José también rompe con ciertos paradigmas
relativos a la paternidad.
Tres meses después el informe médico reporta que la
prueba de embarazo es positiva.
Gustavo, joven de cuerpo atlético, alegre y sociable,
está a punto de culminar la carrera de Medicina. Se
caracteriza por ser un deportista de alto rendimiento en
la natación.
Aunque en sus estudios no es tan dedicado como en el
deporte, ama su carrera y tiene vocación de médico.
Viaja frecuentemente para representar a la universidad
en competencias nacionales e internacionales.
Su familia, la novia, amigos y compañeros de estudio
se quejan, pues últimamente le ven poco en las
reuniones y los fines de semana.
Al transcurrir el tiempo, se da cuenta que sus
preferencias sexuales han cambiado. Para evitar la
crítica y el señalamiento se refugia en el escape.
Minerva es una exitosa abogada treintañera. Comparte
su vida con Roberto, un ingeniero civil dos años menor
que ella. Aparentemente no presentan conflictos en su
relación de pareja, Sin embargo, ella está preocupada
pues a la obra se ha incorporado Lorena, una chica
arquitecto quien se ha hecho muy amiga de Roberto.
En varias oportunidades que han coincidido los tres, ha
detectado cierto nerviosismo en su compañero,
situación atípica en él. Todo esto le genera una
sensación de desconfianza, temor e inseguridad. Ama a
Roberto y no quiere perder la estabilidad y el tiempo
invertido en su relación.
El día de cumpleaños de Luis, amigo de ambos, Minerva
aprovecha que no han llegado los invitados, para
compartir con el cumpleañero la situación que está
viviendo.
Al culminar la conversación, se da cuenta, que está
reviviendo las mismas sensaciones de cuando era
adolescente y sus padres decidieron divorciarse.
Ezequiel es un acaudalado comerciante, está casado
con Emilia y tienen una hermosa familia. Son padres de
tres niños: una niña y dos niños. Podríamos decir que
son el típico ejemplo de la familia feliz. Los hijos están
creciendo atendidos y todas sus necesidades están
cubiertas. Sin embargo, Ezequiel últimamente se queda
trabajando en la oficina hasta tarde. Ante esta
situación, Emilia se ha dado a la tarea de revisar el
teléfono sin que él lo sepa y ha encontrado un número
sin identificación con el cual su marido se comunica
diariamente al culminar la jornada laboral. Para no
crear sospechas y salir de dudas habló con su amiga
Beatriz y le pidió que se comunique con ese número
telefónico para saber a quién está asignado.
A Karen la conocí en el restaurant donde iba a almorzar
frecuentemente con mis compañeros de trabajo. Desde
el primer momento me pareció una chica simpática y
sociable, inclusive sin que nadie nos presentara ya nos
reconocíamos y hasta nos saludábamos con esa
familiaridad que se crea cuando cultivas una amistad de
años.
Lo que desconocía era a qué se dedicaba, qué hacía en
su vida, gustos, intereses, si era casada, soltera o
separada, si tenía hijos, en fin….
El asunto es que el martes pasado al llegar al
restaurant en el ir y venir de los comensales encontré
puesto al fondo del comedor. Pedí permiso para
compartir la mesa con una pareja pues era uno de los
pocos sitios libres en el recinto.
Una vez instalado, revisando la carta y esperando que
viniese la chica a tomar el pedido, se rompió mi silencio
con la risa y los comentarios de dos mujeres jóvenes en
la mesa contigua.
Una de ellas hablaba del malestar que sentía en la
relación con su pareja y por algunos comentarios
jocosos que su madre y hermanos hacían sobre él.
También comentó, en voz baja, la aventura paralela que
mantenía con otro chico y cómo se conocieron en el
hospital donde ella trabajaba como enfermera.
Privilegiaba el excelente trato entre ambos y el apoyo
incondicional que le ofrecía. Lo que se interponía en su
relación era la situación de él: estaba casado y como
asumía con cierta rigidez sus creencias religiosas,
expresaba que no se podía divorciar….
Al terminar de almorzar, me levanté y en ese preciso
momento la chica hizo un leve giro de cabeza a la
derecha y pude identificarla: era Karen. Como no me
había visto y para no interrumpir la conversación con su
amiga, me despedí de la pareja de mi mesa, di media
vuelta y salí.
Durante la infancia conocí a Reynaldo, fuimos vecinos y
su familia y la mía se trataban con cierta cordialidad.
Aunque estudiamos en la misma institución la primaria
y el bachillerato, nunca coincidimos en la sección ni en
el turno.
Transcurrió el tiempo y cada uno se trasladó a otra
ciudad a realizar los estudios universitarios. Por los
familiares y vecinos me enteré, que en la Facultad de
Arquitectura había conocido a una chica y antes de
culminar la carrera se habían graduado de padres.
Esta situación le llevo a congelar el semestre, pues tuvo
que dedicarse a trabajar para mantener a su familia. Al
combinar trabajo y estudios obtuvo su título de
Arquitecto.
Hoy, después de muchos años, coincidimos en el centro
de la ciudad, en diligencias cotidianas. Andaba con su
esposa y el hijo menor. Luego de la presentación
expresó su gratitud y agradecimiento al recordar que,
durante nuestra adolescencia, en una de las idas al río
se había quedado atascado en un remolino. Ante esta
situación la opción fue lanzarme al agua y ayudarlo.
Inmediatamente nos despedimos y me sorprendí, había
olvidado ese incidente o se había desdibujado en los
corredores de mi memoria.
Esta mañana como tantas otras, Matilde se ocupa de
sacudir el polvo y limpiar la casa. Como está sola coloca
música antes de iniciar la tarea.
Suena el teléfono y atiende, es su amiga Sofía,
comenta que tiene una situación por resolver y necesita
urgentemente hablar con ella. Matilde, le dice que no
hay problema, está aplicando un champú de limpieza a
la casa y Arturo, el esposo, salió con los hijos a llevar el
carro al mecánico
A los diez minutos aparece Sofía, sobre sus hombros
lleva el chal de la inopia, tomó una decisión inadecuada
al invertir en un negocio que no reportó ninguna
ganancia.
Ahora tiene que despedirse de su casa y demás
propiedades, la querella legal es inminente. Durante
largo rato se queda mirando fijamente al cielo, como
esperando la solución mágica a través de lo divino.
Piensa en varias opciones con la finalidad de evadir la
situación. La primera, huir y desaparecer por un
tiempo; la segunda, simular una insania mental y la
tercera, no llegó a expresarla, seguramente no le
pareció convincente.
Ante esta situación para calmar la angustia y los
nervios, Matilde prepara una infusión de malojillo y
logra estabilizarla. Al rato se marcha.
Después de despedir a su amiga, va al patio, recoge la
ropa tendida en la cuerda y la guarda en un mueble.
Una tarde soleada de agosto, Aurora, sentada en
mecedora, en el jardín de su casa, rodeada
mariposas
de
variados
colores,
recuerda
cumpleaños de sus hijos: los veinte de Azucena,
dieciocho de Narciso y los quince de Violeta.
su
de
los
los
Después de un tiempo en ese vaivén de recuerdos e
historias, mira su reloj para saber qué hora es. Se
sorprende, ha transcurrido media hora y debe preparar
algunas cosas y detalles para la celebración de los 36
años de vida en común con Santiago.
Se dirige a un mueble que está en el comedor y saca
unas tijeras para cortar unas flores en el jardín. De la
parte de arriba, toma un florero de cristal y de una
gaveta un portarretrato con una foto de ellos como
familia.
Va al jardín por las flores y escoge dos aves del paraíso,
dos gladiolas y dos bastones del emperador.
Hace tres arreglos, uno lo coloca en la sala, con el
portarretrato; otro en la mesa del comedor, a los lados,
ubica dos candelabros con sus respectivas velas y el
tercero, en el estante que está en el pasillo. Enciende
las velas y un incienso de rosa y miel.
Con el sol de los venados, llega Santiago, está exhausto
y sediento por el día de trabajo. Se dirige a la nevera y
se sirve un vaso de papelón con limón.
Aurora, en la habitación, abre la puerta del closet y
saca un vestido largo de seda, color marfil, en el otro
extremo está la ropa de Santiago, escoge un blue jean
y una camisa blanca, de liencillo, manga larga, y sin
cuello. Coloca la ropa sobre la cama. Va al baño, entra
a la tina y se ducha con sales aromáticas.
Santiago, en voz alta pregunta: ¿Amor dónde estás?
Como no tiene respuesta, se encarga de buscar la leña
y la coloca en el jardín, cerca del lugar donde un
sacerdote amigo oficiará la misa de acción de gracias,
antes que se oculte el sol.
Después de dejar la madera y no ver a Aurora en los
alrededores, se dirige al cuarto. Allí está, sentada en un
puf, frente a la cómoda, aplicándose el maquillaje. Al
verlo, pregunta: ¿Cómo estuvo el día? Se incorpora y
da unos pasos, el hace lo mismo y le responde: Bien,
extrañándote. Se abrazan y entre caricias y muestras
de afecto hacen un recuento del tiempo compartido.
A los quince minutos, escuchan acordes musicales y las
voces de hijos, nietos, el cura y otros invitados,
anunciando la llegada.
La carismática señora L, fue una profesora que iluminó
y le imprimió un toque mágico a nuestras clases de
Literatura durante el 1ro y 2do año de carrera en la
universidad. Y lo de L, fue el apodo o mote que uno de
los compañeros de clases le adjudicó por su espigada y
esbelta figura. Aunque se casó, no tuvo hijos y con el
transcurrir de los años no perdió la lozanía en su rostro,
ni su postura corporal.
A sus clases asistían todos los alumnos y desde el inicio
hasta el final estaban atentos escuchando sus
disertaciones. Era una diosa del Olimpo. Su inteligencia,
dedicación y el manejo del verbo, le permitían hilar
finamente su depurado e ingenioso discurso.
Cuando un estudiante resultaba reprobado en alguna
evaluación, expresaban que no era Apolo, Atenea o la
Musa quien había corregido el trabajo, sino Circe, la
bruja hechicera.
Al morir su esposo, vendió la casa y se mudó a un sitio
con ciertas peculiaridades telúricas, ubicado en las
afueras de la ciudad. Desde niña lo había consagrado
como su espacio sagrado. Allí impartía cursos, talleres,
seminarios y asesorías a sus discípulos o cualquier
persona que lo requería.
Como no tuvo descendencia se encargó de entrenar a
uno de sus sobrinos con quien compartía intereses
vocacionales y profesionales y a un selecto grupo de
exalumnos quienes se convirtieron en sus asistentes y
miembros honorarios de su Fundación.
Índice
Rodolfo, p. 10
Adriana, p. 11
Ricardo, p. 12
Norma y José, p.13
Gustavo, p. 14
Minerva, p. 15
Ezequiel, p. 17
Karen, p.18
Reynaldo, p. 20
Matilde, p. 22
Aurora, p. 24
La carismática señora L, p. 27