Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                
1106 RESEÑAS PELLISTRANDI, Benoît: Un discours national? La Real Academia de la Historia entre science et politique (1847-1987). Madrid, Ed. Casa de Velázquez, 2004, 466 págs., ISBN: 84-95555-64-6. La aparición de la obra de Benoît Pellistrandi ha coincidido con un momento en que la cuestión nacional se encuentra en España en el centro del debate político. En efecto, como él mismo señala en la introducción, el libro busca explorar una de las modalidades de conformación de la historia nacional española en la segunda mitad del XIX, asunto que se ha convertido en debate actual con motivo de las preguntas que ahora formulamos de nuevo acerca de la identidad de España, su ser histórico, y el peso político del discurso acerca de su pasado (p. 2). Cuando Benoît Pellistrandi eligió este tema como centro de una investigación la cuestión de la identidad nacional ocupaba en la actualidad política un lugar diferente del que ahora ocupa. La circunstancia me parece que habla de cómo este autor francés estaba inmerso en la realidad histórica y vital española, y cómo por eso acertó a elegir —entre los caminos que se le ofrecían— uno que resulta central para la comprensión de España en su historia contemporánea y en su realidad actual. La producción historiográfica española en torno a este mismo asunto le ha dado la razón, y a punto ha estado de quitar actualidad a su obra cuando los avatares editoriales retrasaron su aparición. En efecto, si cuando Pellistrandi inició la investigación, e incluso cuando la concluyó como su tesis doctoral, a finales de 1996, era difícil encontrar estudios que se ocuparan del nacionalismo español y de la idea de la nación española en la producción historiográfi- ca, los años siguientes han sido testigos de la publicación de algunas obras centradas precisamente en este asunto, entre las que destacan las de Inman Fox, La invención de España. Nacionalismo liberal e identidad nacional (1997), y de José Álvarez Junco Mater dolorosa. La idea de España en el siglo XIX (2001). Sobre el asunto más específico de la historia elaborada por la Real Academia de la Historia, han visto la luz algunos trabajos de Gonzalo Pasamar e Ignacio Peiró, también de los años noventa, a los que Pellistrandi se refiere oportunamente. Desde el final de la investigación hasta su publicación ha menudeado, y no falta actualmente, la producción sobre el tema del nacionalismo español, sin que otro autor incida en la cuestión que aborda esta obra. El planteamiento que el autor hace de la cuestión central del libro —«L’idée d’Espagne, existe-t-elle?»—, resulta original, en primer lugar, por la fuente que elige para contestarla, pero, sobre todo, por el tratamiento que se da a esa fuente. Pellistrandi se ha centrado en el estudio de la producción de la Real Academia de la Historia española, desde su reorganización en 1847 hasta 1897, víspera del año del Desastre, 1898, que incidió de forma importante en la percepción que los españoles tenían de sí mismos y de su país. En concreto se concentra en el análisis de los discursos de ingreso de nuevos miembros en la asamblea, y en las contestaciones que les dedicaron los encargados de hacerlo: un total de 63 ingresos constituyen la materia prima de las reflexio- Hispania, 2007, vol. LXVII, nº. 227, septiembre-diciembre, 1071-1130, ISSN: 0018-2141 RESEÑAS nes que centran la segunda parte de la obra. Antes de ella, y como pórtico, en la primera parte, el autor ha perfilado una síntesis innovadora y brillante de la forma de hacer política y de hacer historia en la España del siglo XIX. El resultado del conjunto produce cierta sorpresa al lector: ha sido la confección de un retrato de grupo de los académicos de aquellos años, un magnífico cuadro que en sí mismo valdría la pena por lo que tiene de aportación a la forma de historiar el trabajo intelectual. Además y al mismo tiempo, Un discours national? es también un preciso y original análisis de una cierta forma de entender un país y una época. La causa de la mutua imbricación y ensamblaje de estas dos vertientes de la obra, la resume el propio autor hacia el final con frase lapidaria que dice mucho de lo que quiere transmitir: «En parlant de la nation, ces hommes parlent avant tout d’euxmêmes et de leur temps» (p. 326). Quizá uno de los aspectos más interesantes de esta obra es cómo incide en el retrato de esa cierta forma de entender un país y un época sin perseguirlo como un objetivo directo, sino como consecuencia de algo así como un ambiente que impregna todas sus páginas, o una cierta luz que envuelve el conjunto de la narración; en definitiva, como resultado de una forma de conocer que tiene más elementos comunes con saber cómo se conoce a las personas que con averiguar cómo se conocen las ideas. La obra forma así un conjunto, una unidad explicativa, que incorpora e implica de forma equilibrada y armónica sus diversas partes; ese es quizá otro de sus logros más llamativos desde el punto de vista del método y la forma. Y ese logro se pone al servicio de la des- 1107 cripción de un hecho complejo que aparece iluminado sin perder su complicación original: cómo entendió y cómo hizo la élite liberal española su nación. En ese proceso destaca como protagonista el uso de la historia como argumento político a lo largo del siglo XIX, un siglo en el que Pellistrandi entiende que la élite dirigente está imbuida de pasión por la historia. La mutua implicación entre el hacer política y el hacer historia que el autor descubre en los discursos de los académicos españoles le conduce a resumir, con otra frase feliz, el tipo de uso que se hace del discurso histórico: «Nous avons affaire a une histoire censitaire» (p. 327). Junto a esa referencia al uso de la historia, se aborda en la obra la cuestión de cómo se hicieron el oficio de historiador y la historia en la España de esos años. Pellistrandi trata el asunto al menos desde tres ángulos distintos, en otros tantos capítulos consagrados a «L’Histoire comme esthétique», «L’Histoire entre culture et professionnalisation», y «La Real Academia de la Historia et le métier d’historien». Esa visión poligonal, que es en sí misma un interesante trazado del marco de conjunto para este tema durante todo el siglo, se realza extraordinariamente por la forma en que se traen a colación las citas de los discursos de los académicos en la segunda parte del trabajo, citas que permiten revivir cómo sintieron aquellas gentes la historia que hacían. Baste un ejemplo: «La Historia, sierva ayer de los intereses religiosos, lo es hoy de los intereses políticos; rompió las cadenas de su antigua esclavitud, para arrastrar hoy las no menos pesadas de su moderno cautiverio» (Antonio Moreno Sánchez Moguer, Discurso de recepción [1888], note 112, p. 266). Hispania, 2007, vol. LXVII, nº. 227, septiembre-diciembre, 1071-1130, ISSN: 0018-2141 1108 RESEÑAS En cuanto a las preguntas de fondo a las que apunta la obra, diría que cabe resumirlas en una indagación acerca de los contornos que definen a España y lo español. Tanto al hablar de su política, como de su producción historiográfica, Pellistrandi se cuida de destacar la fuerte influencia francesa que, si nos resultaba ya conocida, ahora podemos documentar con más argumentos. No se detiene ahí, rastrea los datos en busca de evidencias de las peculiaridades y originalidades definitorias de lo español, dentro de ese conjunto europeo que los hechos y palabras de los españoles han contribuido también a configurar. Probablemente los elementos más señalados que descubre en ese intento sean, en primer lugar, el sentido de misión que atribuyen los nacionales a su propio pasado: España es entendida como una cierta unidad por encima o más allá de la historia, destinada a ser vector civilizador en la historia universal. En segundo término, la centralidad de lo religioso en la autocomprensión de los españoles: algo siempre presente en las diversas interpretaciones que se dieron del pasado nacional y de su coherencia, hasta el punto de que es necesario concluir que sin ella no se entendía la construcción de una idea de la nación española. Y —finalmente— la decadencia como idea central para la comprensión del devenir histórico español. El último capítulo, «L’Espagne, entre gloire et décadence» resulta especialmente sugerente, y se abre con la extraordinaria afirmación de que gloria y decadencia son realidades particularmente españolas. La evocación de cómo lo entendieron los académicos, al trazar la historia de la nación como un camino de ascensión a la gloria, de posterior decadencia, y ahora quizá de vuelta a ella, es uno de los más esclarecedores y provocadores del libro, y uno de los que mejor retratan el ambiente intelectual y político de la España de aquellos años. Por todo esto, a mi parecer, Un discours national? deja el regusto de las obras hondas: arroja luz sobre las realidades humanas de una forma que parece ajena a la implicación personal, desapasionada; y, sin embargo, al final se descubre una íntima identificación del autor con las preguntas que hace, identificación de la que nacen tanto la descripción e interpretación de los hechos, como el método y la disciplina que han permitido dar forma académica, moderada, ponderada, fuertemente racional, a un discurso intensamente interesado en lo que estudia. Un discours national? ofrece respuestas, nos pone ante una visión clara, sugerente, y en muchos aspectos innovadora de la realidad española del ochocientos; y al mismo tiempo coloca al lector frente a nuevas preguntas o preguntas renovadas: sobre España, sobre qué es la historia, sobre nuestra forma de conocer el pasado y de relacionar ese conocimiento con el presente, sobre la tarea del historiador, y sobre el papel que desempeñan en su vida relaciones profesionales o personales y de amistad. Los discursos de la Real Academia de la Historia en el siglo XIX han encontrado en Benoît Pellistrandi un lector a la altura de su tono grandilocuente: capaz de leerlos con interés y desentrañarlos, haciéndolos interesantes para los lectores del siglo XXI, rastreando en ellos las fibras con que se tejió la manera de entender la nación española entre quienes la dirigieron en aquellos años, algo que todavía hoy guardamos como Hispania, 2007, vol. LXVII, nº. 227, septiembre-diciembre, 1071-1130, ISSN: 0018-2141 RESEÑAS herencia suya en nuestros pensamientos y concepciones políticas. La historiografía sobre España se ha enriquecido así con una obra serena y 1109 clara, creativa en la manera de hacer y en las cuestiones que plantea, en las que supone una sustancial aportación al conocimiento del pasado de una ya vieja nación. —————————————–—————––— Pablo Pérez López Universidad de Valladolid