ARBOR Ciencia, Pensamiento y Cultura
Vol. 192-780, julio-agosto 2016, a329 | ISSN-L: 0210-1963
doi: http://dx.doi.org/10.3989/arbor.2016.780n4005
POTENCIAS DEL PENSAMIENTO DE XAVIER ZUBIRI / POTENCY OF THOUGHT OF XAVIER ZUBIRI
EN TORNO A LA REALIDAD
HUMANA EN XAVIER ZUBIRI
ABOUT HUMAN REALITY IN
XAVIER ZUBIRI’S PHILOSOPHY
Ricardo Espinoza Lolas
Pontificia Universidad Católica de Valparaíso
respinoz@ucv.cl
Pamela Soto García
Pontificia Universidad Católica de Valparaíso
pamela.soto@ucv.cl
Cómo citar este artículo/Citation: Espinoza Lolas, R. y Soto
García, P. (2016). En torno a la realidad humana en Xavier
Zubiri. Arbor, 192 (780): a3XX. doi: http://dx.doi.org/10.3989/
arbor.2016.780n4005
Copyright: © 2016 CSIC. Este es un artículo de acceso abierto
distribuido bajo los términos de la licencia Creative Commons
Attribution (CC BY) España 3.0.
Recibido: 25 julio 2014. Aceptado: 01 septiembre 2015.
RESUMEN: Este artículo indaga acerca del carácter de la realidad humana y su relación al concepto de persona en el pensamiento de Xavier Zubiri (1898-1983). La metodología de análisis
consiste en revisar el carácter de la realidad humana desde la
noología, esto es, la última etapa de la obra del autor, a fin de
presentar al hombre desde su dimensión eminentemente física
y siempre encarnada de la realidad humana, permitiendo repensar desde una perspectiva física el desarrollo individual, así
como también, el despliegue social e histórico del ser humano.
ABSTRACT: This article inquires into the nature of human reality
and its connection to the concept of person in the philosophy
of Xavier Zubiri(1898-1983). The methodology of the analysis
consists in reviewing the nature of human reality through the
prism of noology, i.e., the final period of this author’s work, in
order to introduce man from its always incarnate, prominently
physical, dimension of human reality. This allows individual
development and the historical and social display of the human
being from a physical perspective to be represented.
PALABRAS CLAVE: Zubiri; realidad; persona; absoluto; noología.
KEYWORDS: Zubiri; reality; person; absolute; noology.
1. INTRODUCCIÓN
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En torno a la realidad humana en Xavier Zubiri
Uno de los problemas fundamentales que piensa
una y otra vez Xavier Zubiri es el problema del hombre (Gracia, 2003). Este problema moviliza la investigación del autor durante décadas -desde los años 20
a los 80 (Corominas y Vicens, 2006); tras el paso de
estos largos años el filósofo va reflexionando acerca
del problema del hombre desde distintas dimensiones: epistemológica, histórica, teológica y, también,
desde una dimensión de orden antropológico, que
se actualiza completamente desde la novedad de su
pensamiento llamado «noológico», al final de su vida
(Bañón, 1999). En esta dimensión el problema acerca
del hombre aparece en y por sí mismo, es decir, el
hombre en su carácter meramente real, que en palabras zubirianas consiste en lo propio de la realidad
humana y ésta se da y se impone a la aprehensión
primordial de cada uno de nosotros (Pintor Ramos,
1993). Este carácter humano a su vez es susceptible
de ser descrito; descripción imperfecta pero a la vez
siempre mejorable ad infinitum. Incluso, podemos
decir, y sabiendo que exageramos en lo que decimos:
la propia metafísica de Zubiri en torno a la «realidad»,
y luego su noología en torno a la «formalidad de realidad», surgen para dar cuenta de modo acabado a la
pregunta por la realidad humana.
El carácter noológico de su pensamiento responde
a la última etapa de la obra de Xavier Zubiri y éste resulta clave para el desarrollo de la presente investigación, pues a partir de la noología, y en especial a
partir del vínculo que a través de ésta se establece
con la técnica (González, 2010) es que resulta posible estudiar la articulación originaria que se dan entre
intelección (hombre) y lo inteligido (las cosas). Y, precisamente, en esta articulación que se produce una
aprehensión de lo real, por parte del ser humano, que
permite incluso su propia viabilidad (Gracia, 1986;
Guzmán, 1984).
La noología además opera de modo ejemplar
en el tema de la religación haciéndose cargo de lo
real mismo como modo existencial que da sentido
a la propia realidad humana; realidad que siente lo
real desde un «más» inespecífico que la requiere a
ella misma para hacerse cargo de sí y de la totalidad. Zubiri es muy claro en esto: “(…) ¿es lo mismo
metafísica y ontología? ¿Es lo mismo realidad y ser?
Ya, dentro de la fenomenología, Heidegger atisbó
la diferencia entre las cosas y su ser. Con lo cual la
metafísica quedaba para él fundada en la ontología.
Mis reflexiones siguieron una vía opuesta: el ser se
funda en la realidad. La metafísica es el fundamento
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de la ontología. Lo que la filosofía estudia no es ni
la objetividad [Husserl y su fenomenología] ni el
ser [Heidegger y su ontología], sino la realidad en
cuanto tal. Desde 1944 mi reflexión constituye una
etapa: la etapa rigurosamente metafísica” (Zubiri,
2004, pp. 14-15).
Zubiri deja claro en el «Prólogo» que realizó para
la edición inglesa de Naturaleza, historia y Dios (uno
de los pocos pasajes en el que Zubiri habla de sí mismo) el carácter metafísico de su pensamiento, sin embargo, es precisamente su metafísica la que se abre
a un nuevo modo de pensar, pues él filósofo hace referencia a través de su obra de un tipo de metafísica
de orden fenomenológico, que se denominará como
«noología».
Esta noología a la que hace referencia el filósofo se
hace cargo de las cosas mismas y no deja nada fuera
de ella, es decir, el carácter físico de las cosas reales
no es reducido, ni puesto en «epoché», sino que es
parte esencial de la propia descripción que se impone
en la aprehensión humana. Por eso este carácter físico que mienta no solamente lo real, sino radicalmente al acto intelectivo o lo que nuestro pensador llama
«noergia», pues si queremos hablar en la terminología del «noein» para expresar la intelección, hay que
decir que este «noein» no intelige de modo intencional, sino de modo físico: “… el noein es un ergon y por
esto su estructura formal es Noergia” (Zubiri, 1983,
p. 94). De modo que esta intelección desde lo físico
permite pensar la realidad a partir de nuevas coordenadas, y en especial en el caso de Zubiri pensar la
realidad humana desde dos de sus conceptos claves:
persona y cuerpo, desde un marco teórico noológico
centrado en lo que él llama «formalidad de realidad”
(Espinoza, 2014; Pintor Ramos, 1994a; Ferraz, 1994).
Y es precisamente este marco noológico el que nos
permitirá responder, a través de este artículo, alguna
de las siguientes preguntas: ¿Por qué el problema del
hombre es «el» problema para Zubiri? ¿Por qué el
hombre es un problema fundamental para el siglo XX
(y a lo mejor también en el XXI)? ¿Por qué el hombre
se vuelve problema a comienzos del siglo XX? ¿Por
qué sigue siendo problema el hombre todavía hoy
a comienzos del siglo XXI? ¿Por qué el hombre es el
tema de nuestro tiempo? ¿Por qué el hombre es la
clave o nodo desde dónde se entiende la naturaleza,
la historia y hasta Dios mismo o su ausencia para Zubiri? ¿Qué sucede hoy en día que todavía no podemos
dar del todo con una conceptualización más acabada
que dé cuenta del hombre en su complejidad? ¿Qué
pasa con el hombre? ¿Cuánto puede el hombre?
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No está demás señalar que el término «actualidad», tan primordial en el último Zubiri (Pintor Ramos, 1994b), puede ser rastreado en el pensamiento de Heidegger. En el año 1930, Heidegger dictó su
gran conferencia De la esencia de la verdad (publicada luego recién en 1943); que inaugura el cambio
de orientación de lo más propio de su pensamiento,
el giro (Khere), como el mismo Heidegger lo llama,
al interior de su reflexión y que nos lleva del hombre al ser mismo (esa radical concepción del ser que
no pudo dar a luz en Sein und Zeit de 1927) por medio de la verdad. La verdad entendida en este nuevo
pensamiento como Lichtung y Unverborgenheit (idea
que está presente en todo el pensamiento heideggeriano posterior a 1927) trae la idea de que son las
mismas cosas las que nos permiten juzgar acerca de
ellas. Nuestros juicios serán «verdaderos» porque de
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Esta última navegación por la realidad del pensador
Xavier Zubiri es, en cierta forma, un volver a sus inicios,
pero a la altura de los tiempos, sus tiempos (los años
80), esto es, a la altura de su propia y madura conceptualización filosófica. En este volver atrás, empero desde lo que se es ahora, Zubiri retoma desde el concepto
de actualidad lo mejor de su estancia en la fenomenología de Husserl y de la ontología de Heidegger (formalmente sus maestros, junto a Ortega), porque para
su pensamiento: “Actualidad es estar presente desde
sí mismo por ser real” (Zubiri, 1980, p. 159).
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Ricardo Espinoza Lolas y Pamela Soto García
Xavier Zubiri es muy claro cuando define, en El hombre y Dios, lo propio del hombre de la siguiente manera y junto con ello es muy técnico y preciso a nivel
conceptual: “Es que el hombre no sólo tiene realidad,
sino que es una realidad formalmente «suya», en tanto que realidad. Su carácter de realidad es «suidad».
Es lo que, a mi modo de ver, constituye la razón formal de persona. El hombre no sólo es real, sino que
es «su» realidad. Por tanto, es real «frente a» toda
otra realidad que no sea la suya. En este sentido, cada
persona, por así decirlo, está «suelta» de toda otra
realidad: es «ab-soluta» (…) Pero sólo relativamente
absoluta, porque este carácter de absoluto es un carácter cobrado’” (Zubiri, 1988, p. 373). Este texto tan
riguroso y algo árido es un texto que para ser entendido de modo correcto es necesario conocer, por una
parte, la trayectoria filosófica del autor y, por otra,
la etapa noológica de su investigación final. El texto
es parte del ya célebre Curso de Roma (impartido en
la Universidad Gregoriana) del año 1973, esto es, estamos ante un filósofo maduro (tiene 75 años) a tan
sólo diez años de su muerte (Zubiri murió en 1983).
El pensador español a esta altura de su vida estaba
transitando desde su «metafísica», en donde la obra
fundamental es Sobre la esencia (1962) y su concepto
clave es precisamente la «esencia o la realidad como
esencia» (Zubiri, 2008a) a una filosofía de la intelección, cuya obra fundamental es la Trilogía de la Inteligencia sentiente editada por Alianza en tres volúmenes entre los años 1980-1983 (Inteligencia sentiente
en 1980; Inteligencia y logos en 1982; Inteligencia y
razón en 1983). En esta gran obra su concepto clave es
la «actualidad o la realidad como actualidad».
antemano la cosa «verdadea» ante el hombre; está
presente ante él (Heidegger, 1996). La cosa porque
se da como «presente» es porque puede ser «re-presentada» en el juicio. Esto es, la verdad como conformidad o adecuación reposa en algo anterior que la
constituye; y esto es propio de la cosa en cuanto a su
carácter de presentarse.
Esto permite que el concepto de «actualidad» se
presente en oposición a la mera representación (Vorstellung), en cuanto, presencia efectiva (Cerezo, 1996)
no añade ninguna nota específica a la realidad, de
modo que el término «actualidad» está pensado de
forma radical la realidad desde un modo noológico en
cuanto se la entiende como estar presente en cuanto
está presente en y por sí mismo como real (Espinoza,
2014). Este último Zubiri permite ver las huellas de
ese carácter físico somático de los conceptos que el
pensador ya utilizaba a comienzos de los años 30; nos
referimos a los cursos que dictó en Madrid y Barcelona; a los primeros artículos y conferencias que dicta,
y que posteriormente rescata en Naturaleza, Historia,
Dios de 1944. “… Zubiri antes de la publicación (1944)
de su primer libro Naturaleza, Historia Dios ya pensaba desde el problema mismo de la unidad del hombre
y siempre veía que el hombre es corporal y desde ese
carácter natural deberíamos pensar su trascendencia,
su alma, etc. Se tenía que mostrar más que una dialéctica entre cuerpo y alma, más que un alma sustancial
inmortal que está ‘dentro’ del cuerpo material y corruptible, una cierta unidad de ‘emergencia’ del alma
desde el cuerpo, pero no sabía del todo cómo pensarlo sin las herramientas conceptuales de la filosofía”
(Ascorra y Espinoza, 2011, p. 1064)
En este mismo registro es interesante tener presente el bello y profundo curso de invierno del semestre
34-35 titulado Helenismo y cristianismo, el cual entre
los años 1937 al 1939 fue profundizado por el filósofo
a partir de los cursos dictados en el Círculo de Estudios del Foyer internacional des étudiants catholiques
de la Ciudad Universitaria de París. Este curso ha sido
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En torno a la realidad humana en Xavier Zubiri
recientemente publicado en Cursos Universitarios.
Volumen IV. En tal curso, el carácter físico somático de
las ideas de la teología y filosofía de los Padres Griegos se destacan como fundamentales para la teología
y filosofía actual (Zubiri, 2014).
Zubiri durante esta etapa de su pensamiento veía
una forma del cuerpo distinta desde cierta teología
y filosofía griega, esto es, entender el cuerpo como
«soma» decía en este Curso: “Las cosas que tienen
materia son unas, como todo ente, por su principio
formal, pero aquí se introduce una nueva dimensión.
En estos seres la forma está recibida en un sujeto
caracterizado por una interna exterioridad; la alteridad es aquí exterioridad; la distinción, distancia. En
consecuencia, la forma se extiende en el tiempo y en
el espacio. Aquí, tiempo y espacio no son entidades
geométricas, sino algo que afecta a la acción formal
del ser haciendo de ella, no simplemente una tensión, sino una ex-tensión y una dis-tensión en sentido activo: la espaciosidad y la temporeidad, desde
las que se recoge y se repliega el ser en interna unidad. Tiempo y espacio son así el ámbito en que están
circunscritas las posibilidades de la acción en que el
ser consiste. Por esto hay muchos modos distintos
de estar en el tiempo y en el espacio. No insisto más
aquí. Estas cosas materiales son de tres órdenes (…)
En primer lugar, los cuerpos (soma). Soma no significa en primera línea la simple materia pasiva e inerte,
sino la manera cómo la unidad formal del ser tiene
realidad en los límites circunscriptos y definitivos que
le impone su «extensión». Lo que llamamos materia
es el ente somático. En rigor hay que entender la materia desde el soma, y no el soma desde la materia”
(Zubiri, 2004, p. 498).
Este texto está en la línea más propia que luego el
teólogo francés M.-E. Boisrmard desarrollará y que
será muy importante en el pensamiento zubiriano
de los 70, porque “la concepción de «carne» semita
tiene esa idea de la sárx griega; incluso se utiliza tal
palabra griega en el prólogo de San Juan. Y esta carne
implica a la vez cuerpo y alma, un todo, el hombre sin
más” (Ascorra y Espinoza, 2011, p. 1065). Boismard
lo indica muy claramente de la siguiente manera: “Y
el Verbo se hizo carne. Hemos visto más arriba lo que
había que entender por este término ‘carne’. No es
solamente el cuerpo del hombre, independiente del
alma. Según una manera de hablar en los libros sagrados, la carne designa al hombre entero, cuerpo
y alma, pero considerado en su debilidad inherente
al hecho de estar destinado a la corrupción” (Boismard, 1967, p. 81). Este concepto de cuerpo que Zu-
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biri comienza a trabajar tempranamente en su obra
lo retomará con todo al final de su vida, a través del
desarrollo de su etapa noológica.
Zubiri consideraba a través de su pensamiento
una forma del cuerpo distinta, desde cierta teología
y filosofía griega, esto es, entender el cuerpo como
«soma», como presencia real decía entonces (más
adelante será más claro y será el principio de actualidad mismo de la naturaleza, de la materia), terminología cercana a la de Heidegger de esos años. El filósofo español estaba muy influenciado por Heidegger,
como es sabido, en estos tiempos (Espinoza, 2004a;
Espinoza, 2006a; Espinoza, Ascorra y Vargas 2013;
Espinoza, Vargas y Ascorra, 2012; Nicolás y Espinoza,
2008), esto le permite entre otras cosas, por una parte, tomar distancia de la fenomenología de Husserl,
el primer trabajo de Zubiri fue completamente fenomenológico1 (Barroso, 2013) además de sumergirse
en el horizonte ontológico propuesto por Heidegger
en Sein und Zeit (1927) y, por otra parte, siguiendo al
filósofo alemán, continuar con los filósofos griegos,
en general, y Aristóteles, en especial, para repensar
desde el origen «lo actual» (Heidegger, 1996), desde
el clásico método de Heidegger de la Wiederholung
(Heidegger, 2006; Espinoza, 2005).
De allí que en la década del 30, en torno al cuerpo
de Cristo, Zubiri se permitía decir enfáticamente lo
siguiente: “En el cuerpo glorioso de Cristo está la raíz
de una glorificación que será comunicada al hombre
y a la creación natural entera. Quizá sirva para este
problema la distinción entre sôma y sárx […] El sôma
expresa la presencia real y circunscriptiva de un ser
distenso en el espacio. Lo que llamamos materia es
el ente que tiene este modo de ser somático. En el
hombre esta materia es sárx, carne” (Zubiri, 2004,
pp. 516-517).
Para poder decir esto a nivel técnico en teología
griega, pero con vistas a la teología en general y actual, Zubiri ya estaba generando una concepción del
hombre y en ello del cuerpo a la luz de una filosofía de
la presencia con ciertos tintes de la ontología heideggeriana, pero con algo nuevo. Esto nuevo es un cierto carácter físico de esa presencia, de ese hombre y
ese cuerpo que acontece en el mundo. Y eso será, luego el «momento de realidad» (en su etapa metafísica)
y «formalidad de realidad» (en su etapa noológica).
Es decir, tal momento Zubiri, lo estudiará, tematizará
y precisará a lo largo de su vida. Y esto lo llevará a
salir tanto de su pasado fenomenológico-ontológico
(Husserl-Heidegger), para transitar por el camino metafísico y finalmente al noológico (Ferraz, 1994).
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Consideramos que este testimonio de Laín Entralgo es realmente muy importante porque nos sirve
para dar mejor sentido al vocablo utilizado por el
propio Zubiri en los años 30, pero diferimos tanto en
la traducción como interpretación que se realiza ya
de los griegos como del propio Zubiri. Porque respecto de los griegos ya sabemos por Heidegger de
Ser y tiempo y en los textos de los años 30 como “De
la esencia de la verdad” (1930) y “La doctrina de Platón de la verdad” (1932) , por el mismo Zubiri en Naturaleza, historia y Dios (1944) e Inteligencia y realidad (1980), y antes por Reinhardt en Parménides
(1916), en las obras de Otto a Dionisio: mito y culto
(1933), Las musas: el origen divino del canto y del
mito (1954) y Teofanía: el espíritu de la antigua religión griega (1956), también Hegel en las Lecciones
de la historia de la filosofía (1837-1840) y Nietzsche
en El nacimiento de la tragedia (1872), que alétheia
no mienta verdad, sino desvelamiento, desocultamiento –Unverborgenheit-, si queremos la patencia
por excelencia de la manifestación. Por eso soma
tes aletheias mienta radicalmente, la actualización
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por antonomasia de la materia, esto es, el hombre
en tanto cuerpo. El texto es casi reduplicativo, esto
es, presencia de la presencia, actualización de lo que
se hace presente, de lo que está presente. Y en lo
referente a la cita de Zubiri, es obvio que él busca
ese sentido para «soma» y en especial para el cuerpo
glorioso de Cristo.
En todo caso, Zubiri con esta categoría de «soma»
pensaba, a una, al hombre y su cuerpo como una unidad de presencia en la totalidad (Zubiri, 2006a; Zubiri,
2006b). Y aquí está la base para entender su trabajo
posterior en torno a la «persona encarnada» desde su
filosofía última, esto es, de la realidad o, mejor dicho,
de la «formalidad de realidad».
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Ricardo Espinoza Lolas y Pamela Soto García
Es interesante que se conserven testimonios de Zubiri, respecto a esta primera etapa, específicamente a
esta imbricación de hombre con presencia («soma»).
Así nos recuerda Laín Entralgo: “La idea de llamar
‘soma’ a la plena actualidad física del cuerpo humano
vino a la mente de Zubiri, por lo que de él oí más de
una vez, considerando el sentido de esa palabra griega en un texto de San Ignacio de Antioquía. Para un
griego cualquiera, el sentido normal y fuerte del término soma era ni más ni menos el que para nosotros
posee el término cuerpo; pero el autor cristiano quiere utilizarlo para llamar: soma tes alétheias ‘cuerpo
de la verdad’, al conjunto sistemático de las verdades
que constituyen el todo de la fe cristiana, esto es, al
sistema de las varias proposiciones verbales en que el
todo de esa fe se manifiesta a quien ha de profesarla.
Así entendida, la palabra soma no es simplemente la
traducción griega del ‘cuerpo’ de la lengua española,
el body de la inglesa y el Leib de la alemana; para el
cristiano ‘cuerpo’ como oposición al ‘alma’. He podido
ver que, en un sentido no religioso, sino estrictamente
profano, Aristóteles llama soma tes pisteos, «cuerpo
de la confianza» o «de la creencia» (Retórica, 1354 a
16), al conjunto de las pruebas que hacen convincentes una demostración. Soma en definitiva, es ahora
el conjunto unitario de las notas en que se hace manifiesta y presente la esencia de algo” (Laín Entralgo,
1991, p. 232). Zubiri le entrega la autoría a la afirmación «cuerpo de la verdad» (σώμα της αλήθειας) a
San Ireneo (Zubiri, 1993, p. 267).
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Vayamos por partes. ¿Qué es la realidad? Por medio de ciertas determinaciones del pensamiento de
Zubiri desde los años 70 en adelante (desde su breve
pero intenso curso acerca del tiempo), “Dos lecciones acerca del tiempo” en 1970. Estas lecciones se
encuentran en Espacio. Tiempo. Materia (1996). Este
curso es un estudio complejo del tiempo en todos
sus momentos que lo constituyen, sin embargo, hablando con rigor, no es un libro propiamente dicho.
Pues no alcanzó a ser estructurado como tal. Fueron
distintas lecciones que se hicieron sobre el tiempo
en 1970. De las cuales Zubiri luego trabajó para un
futuro libro, la primera de las lecciones versaba sobre el tiempo como línea (el concepto descriptivo del
tiempo) y fue la que aparece ampliada y actualizada
en la revista Realitas II en 1976; las otras lecciones (el
tiempo estructural y el tiempo modal) no fueron trabajadas como debían haber sido (Espinoza, 2006a). Y
elevadas desde el horizonte noológico que se despliega en la trilogía Inteligencia sentiente (1980-1983) y
algunos otros textos de este período, podemos dar
de manera muy definitiva una cierta comprensión de
lo que es la realidad para el pensador español y también entender de forma más acabada la articulación
de la realidad con el ser (Espinoza, 2004b; Espinoza,
2005); en cierta forma, por fin, acabar la disputa con
Heidegger y en especial los heideggerianos respecto al papel del célebre Ser y tiempo de 1927 en la
historia del pensamiento del siglo XX (y en la obra
del filósofo español); y en este final, Zubiri incorpora realmente a Heidegger dentro de su filosofía -el
filósofo de la Selva Negra ya no es problema para Zubiri, como sí lo era en Sobre la esencia, al contrario,
lo incorpora dentro de los más propio de su última
filosofía (Espinoza, 2014; González, 2004).
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En torno a la realidad humana en Xavier Zubiri
Entonces, ¿qué es la realidad?: “… la verdad es que
estamos instalados modestamente, pero irrefragablemente, en la realidad” (Zubiri, 1980, p. 15). Pero, solamente lo estamos de modo sentiente. La aprehensión propia del hombre es una aprehensión de tipo
impresiva, pero lo que se siente en esa impresión es la
realidad misma de los contenidos. Se sienten los contenidos de un modo determinado, se sienten como
«de suyo» lo que son en la aprehensión. Independiente del acto de aprehensión sentiente, se siente en
ese mismo acto de aprehensión sentiente, se siente
en ese mismo acto algo que es formalmente anterior
- «prius»- a él, el mero carácter de realidad del contenido, esto es, se siente al contenido en la formalidad
de realidad (Espinoza, 2014). “Realidad es el modo
de ser «en propio», dentro de la aprehensión misma.
«En propio» significa que pertenece a lo aprehendido, por tanto, aún antes de la aprehensión misma
(prius)” (Zubiri, 1982, pp. 12-13). Para entender mejor este elemento noológico: “No se trata de ir tras lo
físico mismo, o sea, tras el emerger mismo de lo real
qua real que se nos impone inexorablemente; esto
es un modo muy adecuado para comprender acabadamente lo que luego la filosofía francesa, italiana
o alemana ha llamado simplemente Acontecimiento
(Événement, Evento. Ereignis respectivamente). Porque tras este emerger físico no se esconde nada y esto
es fundamental no olvidarlo (la misma aprehensión
primordial debe ser vista de esta forma)”. (Espinoza,
2014, p. 151; Ferraz, 1994; Gracia, 1986; Pintor Ramos, 1994b). Como dice Diego Gracia de forma muy
clara en el “Prólogo” de Realidad y tiempo en Zubiri: “Lo aprehendido se me actualiza como «de suyo».
El «de suyo» no es el «en sí» del realismo ingenuo,
ni el «en mí» del idealismo, también ingenuo. El «de
suyo» es realidad, pero realidad en la aprehensión,
no allende ella. A pesar de lo cual, en el «de suyo»
hay un momento que Zubiri llama de «prius». Se ha
discutido mucho lo que puede significar ese término.
Espinoza Lolas da una explicación que a mí me parece
definitiva. En la aprehensión la iniciativa no la toma la
conciencia, como sucedía en Husserl, sino que es la
propia realidad, el propio «de suyo» el que sale por
sus fueros y se impone. Lo originario no es ningún tipo
de «posición», como sucedía en el idealismo, sino la
«imposición» de la propia realidad. Eso es lo que Zubiri llama «fuerza de imposición»” (Gracia, 2006, p. XIX).
Esto permite que la «actualidad» de lo real se sienta
como «de suyo» (Espinoza, 2014; Ferraz, 1994; Gracia, 1986): “… lo sentido se me presenta como algo
que tiene una especie de fuero interno propio: es caliente, es frío, es pesado, etc., de suyo. No se trata de
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que el contenido sea propio de un sujeto que esté por
debajo o por detrás de lo propiamente sentido, sino
que de suyo significa que eso que es el contenido de
la impresión tiene ese carácter formal propio. Pues
bien, este carácter de suyo es lo que llamo realidad.
Cada cosa es real precisa y formalmente por ser de
suyo aquello que ella es en impresión. Ser real significa pura y simplemente ser de por sí, ser de suyo
aquello que nos presenta en la impresión. El de suyo,
pues, lo que constituye la realidad en cuanto tal”. (Zubiri, 2008b, p. 153). Heidegger piensa algo similar a
comienzos de los años 30, en pleno «giro» de su pensamiento. Hay un texto muy importante en esta misma línea donde Heidegger explica las «anticipaciones
de la percepción» (A 143, B 182) en el Capítulo I (El
esquematismo de los conceptos puros del entendimiento) del Libro Segundo (Analítica de los principios)
de la Analítica Trascendental de la Crítica de la razón
pura de Kant; en este texto Heidegger hace la interpretación fenomenológica de la importancia radical
de que Kant anticipe lo real en la percepción misma
como condición de posibilidad de la objetividad del
objeto (Heidegger, 1975). “Realidad es el carácter formal –la formalidad- según el cual lo aprehendido es
[…] algo «de suyo»” (Zubiri, 1980, p. 10). El término
de «formalidad de realidad» a diferencia del antiguo
término de realidad en su etapa metafísica puede llevar a equívocos. Zubiri es claro: “No se trata de un
concepto metafísico como en la Edad Media, sino de
algo absolutamente distinto, de un momento sentiente de carácter descriptivo” (Zubiri, 1980, p. 35).
Para el filósofo español la realidad no es algo de tipo
conceptual, sea esto lo que fuere; incluso duda que
pueda haber alguna lengua en especial que pueda
expresar algo así como un concepto absolutamente
universal que dé cuenta de la realidad: “No se trata,
repito una vez más, del concepto de máxima universalidad. Cuál sea este concepto es algo sumamente
problemático y que depende inclusive de las lenguas
que se empleen. Y es, además, verdaderamente problemático que exista un concepto de total universalidad” (Zubiri, 1980, p. 123). En esta postura Zubiri se
coloca en el antípoda de toda una tradición filosófica
que ha perforado la filosofía occidental por siglos con
el tema de entender lo más radical de la realidad por
medio del rasgo conceptual de la universalidad. Para
él la realidad es todo lo contrario a un concepto, la
formalidad está sentida en el acto mismo de aprehensión impresiva de las cosas, esto es, en el sentir humano (Gracia, 1986); y esto es fundamental para entender al hombre en su carácter personal (López Quintas,
1985) y en su cuerpo (Conill, 1991).
doi: http://dx.doi.org/10.3989/arbor.2016.780n4005
La articulación realidad y ser es constructa; y mienta tanto una diferencia asimétrica de sus momentos
como una unidad entre ambos términos. Toda cosa se
notifica a sí misma en cuanto esa unidad física constructa en actualidad del «de» que la constituye como
un todo sustantivo de «notas». Zubiri dice que: “… es
la unidad estructural que consiste en ser un sistema
«constructo», esto es, un sistema en que cada una de
sus notas no tiene realidad propia de nota más que
siendo intrínseca y formalmente «de» las demás”
(Zubiri, 1983, p. 113). Para Zubiri, “Las cosas están
constituidas por «notas» […] toda nota lo es por estar articulada con las demás […] El «de» le pertenece
intrínsecamente [...] Es lo que inspirándome en las leguas semitas llamo carácter o estado «constructo» de
toda nota” (Zubiri, 1986, pp. 43-44). Y visto desde un
modo más radical de las cosas mismas, Zubiri piensa
que el carácter constructo, su unidad: “… es la unidad
estructural que consiste en ser un sistema «constructo», esto es, un sistema en que cada una de sus notas
no tiene realidad propia de nota más que siendo intrínseca y formalmente «de» las demás. El ser sistema
constructo es la esencia misma de lo real en cuanto
real. De ahí su función radical” (Zubiri, 1983, p. 113).
Por este motivo, Inteligencia y razón (1983), que es
el último libro de la Trilogía (y escrito por Zubiri, murió el mismo año de su presentación), es el libro que
mienta lo metafísico de antaño (Sobre la esencia, de
1962) a la altura de una mirada noológica.
Sin embargo, esta unidad de diferencia está centrada, por ser constructa desde uno de los términos de
la articulación (por eso es asimétrica), esto es, la realidad, el constructo no es una igualdad, sino que es en
dominancia de un término acerca del otro. Nosotros
hemos dicho, en otros artículos, (Espinoza, 2006b) debemos estar atentos a la lectura que debemos realizar
de estos momentos, de modo particular del logos y
la razón (también es constructo), esto porque desde
un análisis descriptivo genético los tres momentos
pueden aparecer desarticulados, uno antes que el
otro, donde el «logos» aparece como aquel que da las
bases para que luego la razón se despliegue (Gracia,
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1986). Por este motivo, no debemos olvidar que el
pensamiento de la obra madura de Zubiri es constructo: “…un análisis descriptivo constructo nos mostraría
que la razón misma que busca indagar lo que se siente en aprehensión primordial nos exige el logos para
que le dé sus materiales de apoyo. Dicho en términos
vulgares, para pensar se necesita un lenguaje, pero
esto no quiere decir que el lenguaje sea anterior al
pensar y que de aquél nazca éste. Sin embargo, tampoco quiere decir que porque pienso hablo y que, por
tanto, el pensar sea anterior al lenguaje. Lo que tenemos es una unidad constructa entre pensar y hablar,
unidad que no se puede analizar desarticulándola.
El hombre está físicamente sumergido en la realidad
sentida en esa unidad de «hablar-pensar». Por eso
es muy interesante que Zubiri llame sin más a estos
dos momentos ulteriores de la intelección sentiente
simplemente «razón» o si se quiere ‘razón sentiente’”
(Espinoza, 2004b, pp. 33-34).
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Ricardo Espinoza Lolas y Pamela Soto García
La realidad como formalidad mienta, entonces, el
«de suyo» que primariamente acontece en la aprehensión; se impone en ella y en esta imposición se
siente, a la una, su carácter de ser, que indica ese
rasgo de estar siendo en la aprehensión y, en ello, el
mundo. Realidad y ser van de la mano en Zubiri y no
podría ser de otra manera, pues el diálogo con Heidegger sigue hasta el final de su vida (Espinoza, 2014;
González, 2004).
Es la realidad de lo real la que da de sí su ser, así es
como finalmente Zubiri asume a Heidegger de Ser y
tiempo dentro de su obra; tal como el propio Heidegger lo hacía al interior de su pensamiento después
de los años 30 con la profundización de la filosofía
que funda el tema del ser, esto es, el pensamiento
del Ereignis (Espinoza, 2014; González, 2004). Y esto
es lo que tenemos que señalar para poder acceder
al tema de la persona humana de manera correcta y
en toda su magnitud, sin caer en reducciones simplonas. El ser, en sentido estricto, no es otra cosa (dicho
de modo ontológico) que la manera en que la realidad «está siendo» actual en el mundo, su «luz»; y
el tiempo es la modalización de esa luz, esto es, su,
por decirlo en metáfora, su «color»: “No solamente
la realidad se aprehende en aprehensión primordial
como «de suyo», entendido como un «de suyo que
es», un «de suyo que está siendo tempóreamente»,
sino que la misma aprehensión primordial queda,
como es obvio, «tocada» por ese carácter tempóreo
[... ] la intelección misma se desplegaría en sus momentos ulteriores de logos y razón por motivos dinámicos no solamente derivados del carácter impresivo
de la aprehensión primordial sino también por motivos tempóreos” (Espinoza, 2006, p. 350).
Es el instante en que está esa luz de la realidad siendo en el mundo; es cómo está siendo esa luz en el
mundo, está siendo en el instante de la «coloratura»
de la realidad. Es el matiz impresivo mismo en la que
la realidad siendo en el mundo «es». Ese carácter impresivo tempóreo de lo real aprehendido en aprehensión primordial va a ser una de las fuentes del desa-
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En torno a la realidad humana en Xavier Zubiri
rrollo ulterior de la inteligencia como logos y razón. El
carácter tempóreo sentido en aprehensión primordial
da el carácter modal mismo del ser sentido cómo el
«color» de la realidad, los «tonos» de la luz del ser
-no olvidemos que el ser es la «luz» de la realidad y
ésta es la «luminaria» misma- (Espinoza, 2014). Ese
«color» sentido en la luz que está siendo la realidad
nos permite distender y desplegar lo sentido porque
el tiempo en su presentarse a la luz de su ser queda presente, en esa misma luz, como «color» de la
realidad; «color» que hace visible el presente mismo
que se despliega de la cosa sentida; el «color», esto
es, el tiempo lanza al hombre (Espinoza y Orellana,
2009) a hacerse cargo de lo real sentido (es cosa de
pensar, por ejemplo, en todo lo que ha sido el sol
para el hombre, pero nos referimos no a un sol en el
sentido de una construcción cultural, sino, anterior
a eso, a un sol sentido en aprehensión primordial de
real, un sol «de suyo que es» y, además, se siente de
modo tempóreo). El «color» del ser, su tiempo, dará
una buena idea para ver cómo la inteligencia se hace
cargo de eso real sentido tempóreo y en ello mismo,
dicho «color», dicho «presente en tiempo» requiere
a la inteligencia a ir creando formas de dominio de
ese presente, en efecto, ejemplo los rasgos del tiempo modal desde los que es posible ver con claridad la
imbricación de este con el ser y la realidad (Espinoza,
Ascorra y Vargas, 2013; González, 2004), por ejemplo,
la propia mano se vuelve intelectiva a luz de lo sentido
como real y ella se vuelve configuradora de lo real en
el pasar de su día y configuradora de las cosas en el
sentido más simple del vocablo (Pintor Ramos, 1993).
Realidad y ser no siendo lo mismo se articulan de un
modo muy especial: “Realidad y ser no son lo mismo.
Decimos, por ejemplo, que una realidad cualquiera, la
plata, tiene determinados caracteres…Pero no es que
la plata los tenga, sino que constituyen la realidad argéntea en sí misma. En definitiva, lo que entendemos
por realidad a propósito de cualquier cosa es aquello
que a una cosa le compete de suyo, y no simplemente
aquello que le sobrevenga a una realidad determinada por su relación con otras” (Zubiri, 2008b, p. 290).
Esta determinación de la realidad como los caracteres
que le competen «de suyo» a la cosa real está pensada a partir de una visión metafísica de la realidad. Tal
visión fue defendida por Zubiri hasta el final de sus
días, pero lo fue desde una matización noológica (Pintor Ramos, 1994b). La realidad es el «de suyo» (desde
sí misma), es esto y no otra cosa; pero tal afirmación
debe ser entendida desde la aprehensión misma en
su acto de aprehender (y no salirnos de ella; este tipo
de análisis tan cercano a la fenomenología de Husserl
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y Heidegger fue parte fundamental del pensar zubiriano). Realidad es una formalidad (esto es, un modo de
quedar las cosas reales en tanto que aprehendidas)
en donde las cosas reales quedan en la aprehensión
como siendo meramente «de suyo»; esto es, quedan en la aprehensión humana como siendo propias
de sí mismas («en propio»), anterior («prius») a la
misma aprehensión pero «en» ella misma. Y esto es
fundamental para entender de modo adecuado el
pensamiento del autor español. En esta anterioridad
creemos ver uno de los aciertos más importantes de
Zubiri para la filosofía actual; es una posibilidad para
entender, lo que se ha llamado, el acontecimiento en
español y con los matices de: Événemennt en francés
(Badiou, 1999; Badiou, 2005) o Ereignis en alemán
(Heidegger, 2003).
Lo ideal es dejar claro un breve matiz y sutileza del
lenguaje que indica tres dimensiones distintas de la
realidad, pero que se puede llevar a confusión si no lo
sabemos y que son matices que en español son claves
para entender lo que Zubiri entiende por realidad personal; término que estará asociado al de cuerpo. Esa
confusión está en creer que tanto en alemán como
en francés se dice lo mismo que en español (y dejemos claro que tampoco se da semejante igualdad en
francés como alemán). Événemennt mienta una cierta
irrupción de un evento o suceso que rompe el tejido
psíquico, social e histórico de la realidad humana; es
la irrupción que no se deja atrapar por racionalidad
alguna y que al contrario genera incoadamente una
nueva racionalidad (esto no lo podemos olvidar para
pensadores desde Foucault a Badiou). En cambio,
Ereignis indica no un suceso o evento, esto sería algo
fundamental pero empírico y óntico en el trato del
ser con el hombre, lo que se indica aquí es una “apropiamiento” del hombre en el mundo, del hombre en
el ser, de un pueblo en su todo, un modo realmente
propio que no se deja homogeneizar, ni calcular, ni
determinar mecánicamente por ninguna ideología
ni sistema de pensamiento (esto se puede apreciar
desde pensadores como Heidegger a Sloterdijk). Y, finalmente, Acontecimiento señala rotundamente otra
cosa, un matiz muy distinto a los anteriores. La palabra viene de contingere y allí lo que suena es el cum y
tangere. Y aquí se indica la acción misma de tocar. El
Acontecimiento mienta la dimensión física de estar tocado radicalmente en y por la realidad, y en este estar
tocado, en este contacto, se da el hombre en sentido
pleno. Es la «tocadura» que constituye a todo y en especial al hombre mismo desde su propia aprehensión
sentiente, en la integridad misma de su cuerpo; en su
ser «aquí» (Espinoza, Ascorra y Vargas, 2013). La rea-
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lidad «toca» y en ello constituye lo real. Y en este ser
tocado, el hombre, en tanto que cuerpo, es arrastrado
por lo real mismo cuando lo siente (aquí está todos
los pensadores latinos desde Ortega, Zubiri a Duque).
Con este matiz de entender la realidad como formalidad, Zubiri ve que se supera el realismo en todas
sus formas como el idealismo también en todas sus
variantes. Por esto puede decir: “Realidad es el modo
de ser «en propio», dentro de la aprehensión misma.
«En propio» significa que pertenece a lo aprehendido,
por tanto, aún antes de la aprehensión misma (prius).
Como este modo de quedar en la aprehensión es un
modo de quedar en impresión, resulta que la aprehensión es un acto de impresión de realidad. En ella
su contenido es actual en la impresión, pero sin referencia ninguna a una respuesta. Es lo que llamo mera
actualidad: lo aprehendido está presente y solamente
está presente. Pues bien estos tres momentos (impresión, en propio, y mera actualidad) constituyen unitariamente lo que llamo ser de suyo. He aquí la formalidad de realidad: un modo de alteridad que consiste
en el «de suyo»” (Zubiri, 1982, p. 13). En efecto, las
cosas se nos imponen en la aprehensión rotundamente, nos arrastran y arrebatan inexorablemente; se nos
imponen en el cuerpo que somos, esto es, un cuerpo sentiente intelectivo: presión, contacto, audición,
olfato, sensibilidad laberíntica, kinestesia, cenestesia,
vista, etc., (Zubiri, 1980). En tal imposición, las cosas
se nos manifiestan «físicamente» con sus propios caracteres, nos tocan; esto es, las cosas son en sí mis-
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Ricardo Espinoza Lolas y Pamela Soto García
Por esto, la realidad en este carácter de «acontecimiento», del quedar de las cosas en tanto reales, esto
es, siendo absolutamente «suyas» en la aprehensión
y en anterioridad, quedamos sumergidos «físicamente» en estas mismas cosas, pues nos sentimos
arrastrados por un fuerza tal que nos toca y constituye; y que no podemos asir nunca del todo. “Para
él [Zubiri] la realidad es todo lo contrario a un concepto, la formalidad está sentida en el acto mismo
de aprehensión imprensiva de las cosas, esto es, en
el sentir mismo humano. De allí que diga, para diferenciarse absolutamente de la filosofía europea, que
la formalidad es algo, en cierto modo, «físico». ¿Qué
quiere decir el vocablo «físico» para el pensamiento de nuestro filósofo? Es un vocablo que debe ser
entendido de un modo originario, al modo como lo
entendieron los mismos griegos. Real y físico mientan
lo mismo en la filosofía zubiriana” (Espinoza, 2006, p.
3) la cual es parte de la clásica “Nota General” en Sobre la esencia y el comienzo de Inteligencia y realidad
(Marquínez, 2006).
mas estos caracteres que las constituyen y que se nos
imponen en la aprehensión corporal en su conjunto.
No hay nada por detrás o debajo de la cosa que sea
base o sustento esencial de esta misma cosa (la realidad nunca es sustancial, ya al modo realista como a
posteriori, ya al idealista como a priori), sino simplemente es la cosa misma la que es un todo coherente
y sistemático de notas; y son estas notas las que son
“de suyo” en la aprehensión. Por tanto, tenemos una
primera determinación fundamental de la realidad de
lo real aprehendido, ser meramente «de suyo» (término muy español que Zubiri desde la década de los
30 ya lo usaba con valor filosófico para traducir ni más
ni menos que el arche de Anaximandro).
Ahora bien, la realidad humana es una realidad muy
especial, es una realidad «real», esto es, una realidad
de suyo «suya», reduplicativamente real o, si se quiere, reduplicativamente «suya». ¿Qué mienta ese carácter reduplicativo real? ¿Qué mienta ese carácter
tan propio de este tipo de realidad humana? El carácter físico de «de suyo» indica que somos una realidad
con suficiencia para ser en un sistema de notas o momentos coherentes entre sí; y en tal sistematicidad
y coherencia se expresa la realidad ella misma en el
mundo, se impone en él con todos sus matices. Pero
nosotros como humanos añadimos una tipificación
esencial y cualitativamente distinta a todas las otras
realidades que acontecen en el mundo. Es ese carácter de «suyo» del «de suyo», su reduplicación. Una
realidad «suya», eso es lo que somos, o, si se quiere,
una realidad «de suyo suya». Esto no quiere decir una
mera tautología vacía o un juego de palabras. Lo que
se indica acá es que la realidad humana es formalmente «suya». ¿Qué señala ese carácter formalmente
«suyo» de la realidad humana? Aquí se juega lo propiamente humano.
El de «suyo» formal y físicamente indica que la realidad humana está abierta primera e inexorablemente
a «sí misma» y por ello luego (en un sentido ontológico y no cronológico) al mundo. Ese carácter físico
formal de la apertura a su «sí mismo» de toda realidad humana es una tremenda innovación de todas las
realidades en sus formas y modos de ser real a nivel
cósmico evolutivo. La realidad humana es «suidad»
(Gracia, 1986; Pintor Ramos, 1994a), o, como se dijo,
realidad «de suyo suya». Esa «suidad» mienta lo que
desde antiguo se conoce (pero sin la precisión conceptual que se requería) como la «propia espiritualización del hombre» en contraste a la mera activación
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En torno a la realidad humana en Xavier Zubiri
movente del animal. La propia apertura de la realidad
a su carácter real, a su «sí mismo», implica entre otras
cosas su esencial libertad y es una apertura física a
ese «sí mismo», o sea, está arrastrado, tocado a su «sí
mismo». Y por ello somos la única realidad libre. Al
estar abierto a «sí mismo» se es formal y físicamente
libre; libre porque no se está determinado necesariamente por el carácter cósmico de su realidad, sino que
está perforado esencial, formal y físicamente de su
mismidad abierta. El hombre es realidad física abierta
al mundo, pero está en el cosmos junto a otras formas
y modos de realidad. Y es ese carácter de libertad es
la que se expresa en la inteligencia sentiente, en la voluntad tendente y el sentimiento afectante. Toda la intelección humana reposa en el carácter «suyo», esto
es, a la apertura a «sí mismo» de la realidad humana
en toda su corporalidad. Y por esto la intelección recubre a todo el hombre en su conjunto y lo recubre
volviendo al hombre formalmente en una realidad en
el mundo, mundo real, esto es, mundo en sí mismo
abierto (luminoso) y en esa apertura se co-determina
con otras realidades, pero es una co-determinación
de tipo cósmica.
Este carácter de «suidad» de la realidad humana
lo vuelve de inmediato «absuelto» de todas las otras
realidades no «suyas», no abiertas (o libres, dicho más
simplemente) que están en co-determinación cósmica. Y no meramente «absuelto» respecto de cualquier
realidad no humana, sino de las otras realidades humanas e incluso de «sí mismo». La realidad humana
es la única realidad absuelta mundanalmente aunque
esté siendo parte del «aquí» somático cósmico por
su cuerpo (Espinoza, Ascorra y Vargas, 2013), pero
como hemos dicho su cuerpo es cuerpo libre, cuerpo
abierto, su «aquí» es un «aquí» en libertad y por ende
del tipo trascendental. El hombre es un cuerpo en libertad (por ser abierto) y por esta razón es un cuerpo
trascendental (y de allí todas las formas de comunidades y organizaciones que va desarrollando el hombre
a lo largo de su vida e historia son del tipo de cuerpos, cuerpos en libertad, esto es, transcendentales:
la familia, la amistad cívica, el parlamento, una empresa, una cofradía, etc.). Este cuerpo libre es, noológicamente, un «aquí» inespecífico o, dicho, de modo
metafórico, es un «trozo» de cosmos, pero mundanal.
Y por este motivo el hombre como realidad corporal
mundanal está «ab-suelta» en sentido estricto y etimológico. Y ese carácter físico de «ab-suelto» indica
lo que ya hemos dicho pero con un matiz fundamental, es decir, incondicional. “Es que el hombre no sólo
tiene realidad, sino que es una realidad formalmente
«suya», en tanto que realidad. Su carácter de realidad
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es «suidad». Es lo que, a mi modo de ver, constituye
la razón formal de persona. El hombre no sólo es real,
sino que es «su» realidad. Por tanto, es real «frente a»
toda otra realidad que no sea la suya. En este sentido,
cada persona, por así decirlo, está «suelta» de toda
otra realidad: es «ab-soluta» […] Pero sólo relativamente absoluta, porque este carácter de absoluto es
un carácter cobrado’” (Zubiri, 1984, p. 373).
La realidad humana no está condicionada por nada,
por eso su libertad. Ya para ser un mártir, ya para
amar, ya para lo que sea (incluso un criminal). Todo
acto humano y práctica humana es libre pues está
formalmente «absuelta» (obviamente no estamos
hablando de rasgos estimúlicos tipos de lo fisiológico humano). Y de aquí nacen las dimensiones estética, ética, política, teologal del hombre. La realidad
humana no está condicionada meramente a ser un
sistema sustantivo de notas coherentes que están
siendo en el «aquí» cósmico, sino que es una realidad
absuelta (libre) en el mundo; libre para realizar su
propia vida puesto que «de suyo» el hombre se tiene físicamente a «sí mismo» (por eso dicho con otros
términos es consciente, reflexiona y por eso se dice
desde hace siglos que el hombre es «espiritual»). Los
alemanes hablan de lo unbedingt que se traduce por
incondicionado, sin embargo, lo que indica el término
es el carácter no «cósico», no empírico del hombre
(Zubiri diría que no es meramente «talitativo» o Heidegger habla de lo existencial para distinguirlo de lo
óntico). EL filósofo Félix Duque respecto al concepto de lo incondicionado [unbedingt] cita a Schelling:
“Llamamos bedingen (condicionar) al acto por el cual
algo deviene Ding (cosa) […] lo cual es tanto como
decir que nada puede ser puesto por sí mismo como
Ding ([cosa]) […] Así que Unbendingt (incondicionado) es aquello que de ningún modo puede hacerse
Ding (cosa)” (Duque, 1998, p. 258).
Lo «ab-suelto» indica el rasgo propio de la «suidad» humana en vistas a todas las otras realidades.
Por esto que se dice que el hombre es «absoluto» (en
alguna medida casi como Dios). Lo libre por excelencia, el «aquí» somático abierto al mundo, pero «ojo»
siempre un «aquí» y por ende traspasado de lo empírico, cósico, talitativo, óntico para realizar su absolutez.
El hombre como realidad absoluta lo es siempre de
modo relativo; es un ser histórico. Su «aquí» corporal
lo inserta en el movimiento (en el devenir) cósmico
y en ello nace precisamente el carácter histórico tan
propiamente humano; y así ese devenir se expresa, en
definitiva, en las dimensiones estética, ética, política,
teologal, etc. del hombre.
doi: http://dx.doi.org/10.3989/arbor.2016.780n4005
No podría ser hombre de otra manera, sería lo que
fuera pero no realidad humana. El hombre como absoluto relativo es lo que mienta, radicalmente, el carácter de persona.
CONCLUSIÓN
Finalmente, si nos hemos dado cuenta, la vieja y
moderna categoría de sujeto o simplemente de yo
para comprender acabadamente al hombre es totalmente innecesaria (Gracia, 2009), pues ya no da
de sí para expresar al hombre ya en su carácter real
(físico) ya en su carácter «suyo». El yo es una pobre
categoría que dio lo que tenía que dar en un horizonte de pensamiento europeo moderno, pero que
ya no puede expresar el dinamismo real mismo en
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lo que consiste la realidad humana. Tal dinamismo
mienta una realidad con otras realidades en libertad
y sumergidos en el cuerpo mismo que les acontece.
Y en tal sumergimiento está desplegándose a nivel
psíquico, social e histórico la riqueza misma de esa
absolutez, pero en relatividad.
La idea de Zubiri de realidad es una idea, en su nacimiento heredera de la fenomenología alemana de
comienzos del siglo XX, que permitió hacerse cargo
de los múltiples fenómenos más radicales que urgen al hombre, entre estos fenómenos el del propio
hombre ante sí mismo y ante el mero mundo. En ello
Zubiri con su trabajo fino y preciso de matices nos da
la posibilidad de entender al hombre, como lo hemos visto, desde una matriz conceptual rica y potente que nos permite dar de forma más adecuada con
lo propiamente humano. Ese carácter físico del “de
suyo” del carácter real, en general, y en lo específico humano es un matiz de su pensamiento que nos
lanza por distintos lugares a repensar lo que se había
dicho del hombre y de lo que puede un hombre. Gracias a esta concepción del hombre desde la realidad
humana, de la persona y su cuerpo creemos que podemos repensar otras dimensiones fundamentales
de éste, entre ellas la política.
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Ricardo Espinoza Lolas y Pamela Soto García
La realidad humana es absoluta, pero relativa:
“La persona, en efecto, tiene que ir haciéndose,
esto es, realizándose en distintas formas o figuras
de realidad. En cada acción que el hombre ejecuta
se configura una forma de realidad. Realizarse es
adoptar una figura de realidad […] Y el hombre se
realiza viviendo con las cosas, con los demás hombres y consigo mismo. En toda acción, el hombre
está, pues, «con» todo aquello con que vive” (Zubiri, 1984, p. 373). Por esta razón, el hombre es un
absoluto relativo. El carácter relativo no es nada
negativo ni peyorativo, sino toda la riqueza misma del carácter absoluto de la realidad humana.
El hombre como hemos dicho al comienzo de este
artículo es una realidad «que es», que está siendo
en el mundo. Y se es en el mundo desde un «aquí»
cósmico. Este carácter cósmico mundanal del ser
de la realidad humana confiere al hombre que sea
lo que es como tal y así sea propiamente hombre.
“El cuerpo es la actualidad misma del hombre, es su
estar siendo en el cosmos con toda su materialidad
individual, social e histórica. Es un cuerpo de suyo
propio, entre otros cuerpos, ya del modo filético,
ya del modo social y es, además, un cuerpo que se
entrega de generación en generación como ciertas capacidades de actualidad, es decir, modos de
ser físicamente en el cosmos y de estar abiertos al
mundo, es la historia entendida de un modo corporal. Y allí, en definitiva, estaría el carácter teologal
corporal que integra todas estas otras dimensiones
humanas como un cierta religación en comunidad
de unos con otros en vistas a algo que los supera y
les da un sentido, un cierto camino por donde deben caminar en conjunto, con su propia individualidad, entre todos y en esas dotes actuales que se
han entregado” (Espinoza, 2014, p. 11).
De allí, a lo mejor, que la dimensión misma política también sea real, física y corporal, y desde este
carácter esté dándose toda la historia de unos con
otros, con todo el dolor que a veces esto conlleva
junto a las esperanzas de que un día todos serán
cada vez más libres, esto es, más «suyos». A lo mejor
la dimensión política de la persona humana sea volver una y otra vez con el otro y por el otro para que
sea más real, esto es, más «suyo»; más libre. Pero
siempre una libertad que se va levantando desde el
cuerpo de unos trabados con otros. Es posible que
lo señalado sea lo que nos permite entender, en el
mal llamado «mito de la caverna» de la República de
Platón, por qué ese esclavo liberado y que ha salido
de la caverna y que ya vive bajo la luz del sol tenga
la necesidad que se le impone físicamente de volver
a buscar a los otros que siguen en la oscuridad. Y
además está tan arrastrado y poseído por esta luz
que volverá una y otra vez hasta cuando todos ya se
sientan liberados, bajo la luz del sol siendo un cuerpo social. Una verdadera Atenas.
AGRADECIMIENTOS
Este artículo es parte del Proyecto Fondecyt N°:
1140973: “Realidad y técnica en Zubiri”.
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NOTAS
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En torno a la realidad humana en Xavier Zubiri
1. El filósofo español estaba totalmente sumergido en el ámbito
filosófico alemán que estaba
instaurándose como un nuevo horizonte de pensamiento;
comprendía muy bien la fenomenología inaugurada por
Husserl y no podemos olvidar
que sus dos primeros trabajos
mo año en Madrid con la tesis:
Ensayo de una teoría fenomenológica del juicio. Esta tesis fue
publicada en 1923 y es el primer libro sobre fenomenología
de Husserl fuera de Alemania.
Ambos textos se pueden encontrar en el volumen Primeros escritos (1921-1926).
Espinoza, R. (2005). En torno al problema
del Ereignis… Das Ereignis ereignet das
Sein. Philosophica, 28, pp. 61-92.
Gracia, D. (2003). La antropología de Zubiri.
Anthropos, 201, pp. 64-80.
BIBLIOGRAFÍA
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alma en Zubiri… Un problema filosóficoteológico. Pensamiento, 67, 254, pp.
1061-1075.
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propiamente filosóficos de alto
nivel están incardinados en la
fenomenología. Para aprobar
en 1921 la Licenciatura en Filosofía Superior en la Universidad
Católica de Lovaina presentó la
tesina: Le problème de l’objetive
d’aprè Ed. Husserl: La Logique
pure. Luego se doctoró ese mis-
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