ARQUEOLOGÍA Y POBLAMIENTO EN LA
MESETA ANDALUSÍ. EL REFERENTE CERÁMICO
MANUEL RETUERCE VELASCO
(Arqueólogo. Madrid)
1. INTRODUCCIÓN
Básicamente, los componentes fundamentales de la arqueología son los artefactos y
su contexto. Definido el artefacto, en un sentido amplio, como "cualquier objeto modificado por una serie de atributos impuestos por el hombre" (Clarke, 1984: 134), se hace
necesario ver qué se entiende por "contexto" desde un punto de vista arqueológico. Derivado de la palabra latina "contextere" (entrelazar, entretejer o conectar), se emplea este
término con el sentido "de trama espacio-temporal de cuatro dimensiones susceptible de
incluir tanto un medio cultural como un medio no-cultural y de aplicarse tanto a un solo
artefacto como a toda una constelación de yacimientos" (Butzer, 1989: 4). Es decir, se
trata de cualquier marco de encuadre, tanto en el sentido espacial como en el temporal.
A partir de esta idea de "contexto" arqueológico, la cerámica, como cualquier otro
tipo de "artefacto" o material perteneciente a cualquier período cultural, puede y debe ser
estudiada con un enfoque contextual, concretamente espacial, al dar un énfasis especial a
las relaciones que mutuamente se producen entre el medio ambiente y la sociedad humana
—incluyendo, por tanto, todas sus manifestaciones culturales, y entre ellas las materiales—.
De esta forma, la cerámica es un "artefacto" más, aunque básico en arqueología, entre los
varios que proporciona un yacimiento, que, utilizado como un documento histórico, sirve
para estudiar una sociedad y una cultura del pasado.
Sin embargo, la cerámica y en concreto la islámica que aquí vamos a tratar no ha de
ser considerada sólo como un mero "artefacto", elemento empírico de observación arqueológica, ni como un objeto artístico o de lujo. Por el contrario, se la debe considerar como
un objeto-artefacto-documento, de gran valor informativo y significado —económico, antropológico, tecnológico, simbólico, ideológico, etc.— sobre el contexto histórico al que
pertenece —pues es partícipe de él— (Hodder, 1988: 168); e imprescindible, por tanto, para
poner unas determinadas bases —legibles— en las que asentar cualquier investigación arqueológica e histórica que permita conocer, explicar y entender mejor, en varios de sul
aspectos, la sociedad y cultura andalusí.
Por otro lado, en mayor grado que otros, de posible y necesario estudio —y quizá, a la
larga, mucho más importantes para poder resolver deterrninados problemas históricos—, la
cerámica es el "artefacto" o documento material que, por sus propias características, como
fósil-director, mejor permite establecer unas cronologías y, por lo tanto, fechar: tanto a sí
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mismo como a los "contextos" y "artefactos" donde se sitúa o con los que se encuentra,
respectivamente.
El enfoque contextual, que en arqueología constituye uno de los más fecundos, tanto
' en el plano de la documentación e investigación de campo, como en el terreno de la interpretación y explicación de los hechos culturales, toma como base operativa la teoría general de sistemas, que desde el punto de vista antropológico y arqueológico son claramente dos: el socio-cultural y el ambiental, los cuales se desarrollan y comportan como
una pareja de sistemas. Considerados de una manera estática, cada uno de ellos está compuesto por una serie de subsistemas como son los de la geología, el clima, la flora y la
fauna para el sistema ambiental natural; y la cultura material, la economía, la psicología,
la religión y la sociedad, para el sistema socio-cultural. Y, considerados de una manera
dinámica, representan una serie muy amplia de redes de interrelación entre los diferentes
subsistemas de ambos sistemas, los cuales, a su vez, se determinan mutuamente (Clarke,
1984: 88-122; Alcina, 1989: 148-149), produciéndose de este modo las necesarias transformaciones que los hacen evolucionar (Glick, 1991: 20).
Es así, que en un primer nivel, la cerámica islámica, como manifestación de su cultura material y, por tanto, con la posibilidad de ser considerada en sí misma como un
"artefacto" y documento portador de información básica para el estudio de su sociedad y
cultura, que durante algo más de cinco siglos se desarrolló en el territorio de la Meseta
andalusí, tomada ésta como una parte del todo que fue al-Andalus, ha de estudiarse no olvidando nunca su interrelación con los restantes componentes que integran el subsistema
de la cultura material islámica. En definitiva, con su contexto material.
En un segundo nivel, al ser la cerámica una de las manifestaciones del trabajo desarrollado por los integrantes de la sociedad islámica — sistema socio-cultural— en la Meseta
— sistema espacial o ambiental— a lo largo de cinco siglos — proceso histórico— , se hace
necesario conocer, siquiera muy someramente, cuáles son los marcos, sistemas, contextos o procesos en los que los "artefactos" o documentos cerámicos se integraron y desarrollaron: el espacio —los límites geográficos—, la sociedad —los límites socio-culturalesy el tiempo —los limites cronológicos—.
A lo largo de las páginas que siguen se presentan algunas propuestas de investigación y unas posibles bases metodológicas en las que, a través del estudio concreto de la
cerámica, asentar unos posibles estudios sobre el poblamiento de la Meseta andalusí. De
forma resumida, se expondrá el estado actual de la investigación arqueológica en este territorio y, por último, algunos de los resultados obtenidos, tomando conscientemente como
única referencia la proporcionada por la cerámica, de una primera aproximación al poblamiento de la Meseta a lo largo de los cinco siglos en que toda esta amplia región formó
parte de al-Andalus.
2. EL ESPACIO. LOS LÍMITES GEOGRÁFICOS: LAS COMARCAS
NATURALES COMO POSIBLE ECOSISTEMA CULTURAL
Partiendo de la base de que, cualquiera que sea su clase —material o no material—, "los
fenómenos raramente aparecen distribuidos de forma homogénea en el espacio" y de que,
por tanto, "los rasgos topográficos, los climas, las comunidades biológicas y los grupos
humanos traducen un modelo espacial", se infiere que todos ellos son susceptibles de análisis espacial (Butzer, 1989: 7). Es por esta razón por la que el conocimiento y análisis
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del espacio —contexto o marco donde los "artefactos" cerámicos se encuentran— se hace
imprescindible para desarrollar cualquier estudio arqueológico.
De acuerdo con las ideas expuestas por Á. Barrios y A. Martín (1983) —en un trabajo
de historia demográfica referido a un período posterior al que aquí se estudia pero concerniente a una parte de su área geográfica—, en estas páginas el espacio geográfico sólo se
toma desde un punto de vista formal, como un marco de encuadre inicial de la futura investigación sobre la organización del territorio medieval en general, e islámico en particular, de la Meseta, aún por hacer en casi todas sus facetas y aspectos. El sistema ambiental
o medio geográfico, según estos autores, es la "base constante e indispensable de la vida
humana, se halla transformado por las fuerzas de la naturaleza (el contexto del paisaje, en
general) y por las fuerzas sociales de producción (sus pobladores, en general). El espacio
y su ordenación dependen en última instancia de la relación múltiple y dialéctica de los
grupos sociales con la naturaleza; ante todo son una creación social, un producto social.
Por lo tanto, los espacios geográficos, como realidades concretas, como elementos dinámicos, variarán de acuerdo con los cambios estructurales que se operen en la sociedad;
cada modo de producción, con su lógica interna de apropiación y reproducción, tiene necesariamente sus formas espaciales de organización social, sus diferentes tipos de ordenación del espacio" (Barrios y Martín, 1983: 125). Dicho sistema o marco ambiental, que
se correlaciona y determina mutuamente con el sistema socio-cultural, tomado como ecosistema natural, puede ser la base para comprender cuál es el ecosistema cultural que se
desarrolla (Alcina, 1989: 151), teniendo siempre en cuenta que los límites que impone
"marcan las oportunidades de la cultura, pero no determinan directamente sus aspectos
concretos" (Watson, Le Blanc y Redman, 1981: 107).
Siguiendo la idea expresada por Á. Barrios y A. Martín (1983), se podría considerar
como no muy adecuado metodológicamente utilizar criterios como el de comarca natural
u otras formas actuales de organización del espacio geográfico para estudiar, separada o
conjuntamente, los cinco siglos del pasado andalusí de la Meseta. En el primer caso, si el
estudio desarrolla la idea de comarca natural podría ser acusado de determinista y ahistórico; en el segundo, si se tomasen las formas de organización espacial actuales, de desarrollar extrapolaciones abusivas. La Meseta andalusí, en principio, se encontró dividida,
organizada y estructurada de maneras muy diferentes durante esos cinco siglos.
Ahora bien, en el presente estudio, aun teniendo en cuenta estas premisas y por no
contar en la actualidad con otro sistema mejor, no se trata de presentar el espacio geográfico de la Meseta como un elemento estático, cerrado y definitivo, sino sólo como un
mero marco inicial de referencia, tomando sus comarcas naturales como punto de partida
y encuadre. Con posterioridad, cuando la investigación sobre el espacio geográfico-histórico meseteño, en cada uno de sus períodos y fases culturales, se encuentre siquiera un
poco avanzada, se podría iniciar cualquier estudio desde unos marcos más acordes con cada
uno de dichos momentos: que muy bien podrían seguir siendo las propias comarcas naturales a las que en párrafos posteriores me referiré, los límites estrictamente derivados de
las variadas corrientes fluviales y sus cuencas, etc., desde el punto de vista diacrónico, o
los geográficos-políticos-sociales-económicos-, etc. de cada uno de los períodos y fases
que se establezcan desde el punto de vista sincrónico.
De todas formas, entendemos a la Meseta andalusí como una posible subárea arqueológica, como una de las unidades de la escala espacial arqueológica que, dentro de un nivel
interpretativo histórico-cultural, y siguiendo básicamente las ideas de G. Willey y P. Philips (1958: 18-21), además de las observaciones realizadas por J. Alcina (1989: 136-137),
se pódría integrar dentro del siguiente esquema general:
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—Superárea: el Islam. Se entiende siempre como el gran ámbito cultural de referencia.
— Á rea: al-Andalus. Se toma siempre como el territorio de comparación del análisis
y clasificación cerámica.
—Subárea: la Meseta. Es el marco general de análisis de estas páginas, que podrá ser
confirmado, negado o matizado, como una unidad espacial dentro de este tercer nivel.
—Región: se trata de cada una de las comarcas naturales o regiones que integran la
Meseta, más las que progresivamente se puedan ir distinguiendo tras este y otros estudios. Es "donde se comprende una agrupación de asentamientos de cuyo registro arqueológico se puede desprender un cierto grado de homogeneidad cultural y ambiental" (Alcina,
1989: 137) o nicho ecológico que, como marco de un posible ecosistema natural, se podría corresponder, en términos de unidades sociales, con el territorio de una determinada
«tribu», etc. En este sentido, como unos ejemplos, que en el actual nivel de conocimientos sólo se pueden tomar como hipotéticos, se podrían citar los de: La Sisla, La Sagra,
La Serranía del Jarama, etc.
—Y acimiento: se trataría de aquel lugar que aparece con toda claridad cubierto, de
forma continua o discontinua —pues se pudo desarrollar en varias unidades: barrios relativamente separados entre sí, etc.—, de restos de una ocupación antigua pertenecientes a un
solo asentamiento, pudiendo ser desde un pequeño campamento temporal hasta una ciudad. Como ejemplos concretos, se podrían citar todos los asentamientos que figuran en la
relación de yacimientos que sigue (ver mapas): Ontur (Albacete), Benavente (Ciudad
Real), Huelves (Cuenca), Santiago de Vilillas (Guadalajara), Cervera (Madrid), Aguilera
(Soria), Oropesa (Toledo), etc. Según ello, en sentido lato, un yacimiento sería equivalente a un asentamiento. Sin embargo, dicho término se puede tomar también de un
modo más restringido; en este caso, un yacimiento sería sinónimo de un lugar muy concreto y limitado —de mayor o menor extensión— en el que se encuentran unos restos arqueológicos. En este caso, dentro de un mismo asentamiento, de acuerdo con los límites
que impone su antigua configuración y la propia investigación arqueológica, se pueden
diferenciar varios yacimientos. Como ejemplo, en el asentamiento de la ciudad de Madrid,
se distinguen múltiples yacimientos que están en relación con los cerros en que se situó
el antiguo poblamiento o con los lugares concretos que han conocido una excavación arqueológica.
El marco general de análisis y límite geográfico de la investigación que venimos desarrollando es el de la Meseta. En ella se incluyen las dos submesetas, septentrional y
meridional, en que generalmente se subdivide, pero se excluyen sus dos respectivos cuadrantes occidentales, que comprenden las antiguas regiones de León y Extremadura l . No
obstante, entre ambas grandes regiones existen diferencias. Es evidente que el ambiente
general que ofrece la Meseta —una gran región con notables diferencias internas— es muy
diferente (relativa altitud media, existencia de importantes cadenas montañosas en su periferia, general dominio del paisaje llano sobre el abrupto, extremas temperaturas según las
estaciones, desiguales precipitaciones, mal drenaje general, etc.) al de otras grandes regiones o subáreas, como la depresión del Guadalquivir, el Levante, las Baleares, etc., que
como ella también conocieron un pasado islámico.
1. Estas dos exclusiones obedecen a distintos motivos. La de la región leonesa, simplemente, por la carencia actual de datos arqueológicos seguros de su hipotético pasado islámico. La de Extremadura, por varias razones: por la casi inexistencia de datos referidos a la cerámica andalusí, si se exceptúan los procedentes de las excavaciones de la alcazaba de Badajoz (Valdés, 1985); por las pocas referencias contenidas
en las fuentes escritas; y por último, porque, "a priori", parece que esta región, durante el período islámico, se volcó en mayor medida hacia las tierras más atlánticas que hacia las del interior de la Meseta.
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ARQUEOLOGÍA Y POBLAMIENTO EN LA MESETA ANDALUSL EL REFERENTE CERÁMICO
Por lo tanto, teniendo en cuenta que muchas veces el medio natural señala con toda
claridad las posibilidades que una cultura tiene para su adaptación y que, en otras circunstancias, culturas relativamente semejantes sufren desarrollos distintos en función de la diversidad de los medios ambientales en que se desenvuelven, se hace necesario recordar que
los estudios de adaptación ecológica, y las relaciones que en ellos se perfilen, deben realizarse "a partir, bien de unas condiciones naturales determinadas o bien de unas condiciones socio-culturales igualmente determinadas" (Alcina, 1989: 152).
Según ello, desde el punto de vista espacial, caben plantearse múltiples cuestiones
para el ámbito territorial de que se trata. Entre ellas, considerándolas únicamente como
meros ejemplos de las infinitas posibilidades de investigación a desarrollar en la Meseta,
referidas a ese largo período islámico de su pasado, señalo las siguientes: ¿de qué manera,
en qué momentos y en qué grado, si ello ocurrió, los factores ambientales de la Meseta
determinaron o influyeron en el desarrollo cultural y económico de la sociedad andalusí
que se encontraba asentada en la región, la cual, en principio, al igual que en aquellas
otras zonas, se organizó según una estructura tribal o clánica?, a su vez, ¿qué, dónde,
cómo, cuándo y por qué los diferentes pobladores —"tribus"— de la Meseta andalusí modificaron o adaptaron, si ello tuvo lugar, las condiciones naturales de su entorno? o ¿cuáles
fueron las diferencias o semejanzas —derivadas del ambiente natural en que se desarrollaron— que se dieron en esa misma sociedad andalusí que se asentó en cada una de esas grandes áreas, regiones o comarcas, y por qué ello sucedió así?, etc. En definitiva, según todo
ello, pensamos que las respectivas comarcas naturales de la Meseta se han de tomar como
el marco inicial de referencia en la investigación sobre el poblamiento andalusí.
2.1. Submeseta septentrional
Si bien, como quedó dicho en líneas anteriores, en el planteamiento inicial de la investigación se incluyeron todas las tierras del cuadrante oriental de la submeseta norte,
una vez iniciado el trabajo y como era presumible, las zonas donde los testimonios arqueológicos existentes se podían adscribir con total seguridad a una cultura islámica procedían de las tierras situadas en el extremo suroriental de la submeseta norte, en la zona
alrededor del curso alto del valle del Duero. Sin embargo, con total seguridad, pienso que
en cuanto los estudios arqueológicos, fundamental y casi exclusiva fuente de investigación del poblamiento altomedieval de la zona, vayan desarrollándose, nuevas comarcas de
la submeseta norte se conocerán como testigos de la presencia islámica.
Es así que según los conocimientos que en la actualidad se tienen a través de las distintas fuentes arqueológicas —no se incluyen, por tanto, aquellas comarcas que no tengan
la fundamental comprobación arqueológica de su poblamiento islámico, aunque éste se
pueda deducir de su cita en las diversas fuentes escritas o de la propia toponimia, lo cual
no obsta para que en un inmediato futuro se puedan incorporar al listado—, las comarcas
naturales de la submeseta norte que, con un mayor o menor grado de intensidad y duración, conocieron con seguridad un poblamiento andalusí son las siguientes:
1. El A lto Queiles
2. La Comarca de Soria
3. La Tierra de A lmazán y Campo de Gómara
4. La Ribera de Gorrnaz
5. La Ribera burgalesa del Duero
6. El A lto Jalón
7. Las Parameras sorianas
8. La Tierra de A yllón
9. La Tierra de Sepúlveda
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2.2. Submeseta meridional
A diferencia de lo que ocurriera en la submeseta septentrional, en esta región sí que
todas las tierras conocieron, con un mayor o menor grado de intensidad y duración -hasta
casi el primer cuarto del siglo XIII- un poblamiento islámico. Las comarcas concretas
son las siguientes:
10. Las Serranías de Sigüenza y A tienza
11. La Serranía del A lto Jarama
12. Señorío y Tierra de Molina
13. La A lcarria de Brihuega y Cifuentes
14. La A lcarria de Guadalajara
15. La Campiña
16. La Sierra de Madrid
17. Las V egas
18. Los Llanos
19. La Sagra
20. Comarca de Torrijos
21. Comarca de Escalona o Bajo A lberche
22. Sierra de San V icente
23. El Campo A rañuelo
24. La Tierra de Talavera
25. La V ega de Toledo
26. El V alle del Tajo
27. La A lcarria Conquense
28. La Serranía de Cuenca
29. La Jara
30. Los Montes de Toledo
31. La Sisla occidental
32. La Sisla oriental
33. Comarca de Consuegra y Madridejos
34. Comarca de Santiago
35. La Mancha Conquense
36. Campo de Calatrava
37. Campo de Daimiel
38. Campo de San Juan
39. Campo de V aldepeñas
40. Campo de Montiel
41. La Manchuela
42. La Ribera del Júcar
43. El Campo de Hellín
44. Sierras de A lcaraz y Segura
45. Sierra Morena
46. Los Montes
3. LA SOCIEDAD. LOS LÍMITES HISTÓRICO-CULTURALES:
EL POBLAMIENTO ISLÁMICO EN LA MESETA
Al igual que en el apartado anterior me he detenido en resaltar la importancia del conocimiento del espacio y el entorno ecológico para desarrollar cualquier estudio arqueológico, ahora, para completar el marco de referencias, incidiré en resaltar la importancia del
estudio de la sociedad y de la cultura que se desenvuelve y manifiesta en dicho espacio, y
que es objeto de estudio, con distintos métodos y puntos de vista, de varias ciencias sociales: la antropología, la etnología, la arqueología, la linguística, etc.
Está claro, desde el propio título del trabajo, que la unidad o ámbito socio-cultural
que se estudia es el islámico. No entraré aquí a desarrollar o analizar cuáles son todos y
cada uno de los aspectos de dicha sociedad y cultura. Aunque los considero fundamentales
y como uno de los objetivos últimos de la labor de la arqueología, pienso que no es éste
el momento y lugar más indicado para tratarlo.
Por el momento, como ejemplo, y por los objetivos concretos de la investigación
que venimos desarrollando, sólo me detendré en la observación -necesariamente muy esquemática- de algunas particularidades del proceso socio-cultural que se produce en la Península a partir de una fecha muy concreta -exactamente el año 711-, y que me parecen
fundamentales para dar sentido y objetivos a la investigación arqueológica.
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La cultura — la cultura material— tomada como unidad operativa y práctica dentro del
campo arqueológico, tiene un sentido más restringido que cuando se toma desde el punto
de vista antropológico. Se trataría, así, del conjunto de expresiones materiales de pueblos
concretos unidos por tradiciones sociales comunes; en definitiva: "un conjunto de tipos
que se repite en varios lugares distintos o un conjunto de rasgos asociados que se repiten
en forma recurrente" (Childe, 1972: 18 y 36). Según el mismo G. Childe, dicha cultura
arqueológica sería la unidad básica y operativa para el ordenamiento espacial y temporal
de los datos arqueológicos —concepto de labor taxonómica del arqueólogo—.
Retomando el ámbito concreto del presente trabajo, la cultura, desde el punto de
vista antropológico o general, desarrollada en la Meseta por una sociedad islámica durante
cinco siglos, se tiene que manifestar necesariamente en una cultura material y, por tanto,
"arqueologizable". La labor del arqueólogo trataría entonces de conocer y analizar a ésta
última para comprender el desarrollo de aquélla en ese determinado espacio territorial y durante ese largo período de tiempo.
Los campos de investigación y problemas históricos a los que la arqueología medieval islámica debe ir dando respuesta, viendo y analizando uno a uno cada testimonio material de dicha cultura —en el caso la investigación que desarrollo, a través de la cerámica—,
son múltiples y variados. Por poner sólo un ejemplo, pero primordial y fundamental para
después ir planteando la totalidad de los restantes problemas a resolver, hay que señalar el
del conocimiento de los procesos y mecanismos de aculturación producidos en la Meseta
andalusí durante los siglos V III y IX . Es decir:
1. El cambio cultural que se inicia por la conjunción de dos sistemas culturales autónomos, como son el "islámico" —según un modelo «urbano-artesanal-mercantil»
(Glick, 1991: 15), «tributario-mercantil» (Pastor, 1985: 10) o «urbano-agrícola-tributario-centralizado-mercantil» (Chalmeta, 1988: 460-462)— y el "hispano romano y visigodo" —según un modelo «estático-rural-prefeudal»—, en todos y cada uno de los subsistemas (ideológico, social, económico y tecnológico) y considerando todos los aspectos
que intervienen en el proceso: desde los espaciales a los temporales, pasando por las diferentes intensidades y gradaciones.
2. El desarrollo, después de la consiguiente imposición —aparentemente, casi absoluta— o triunfo del nuevo sistema —el islámico— sobre el preexistente —el de "época visigoda"—, teniendo en cuenta los mencionados aspectos que intervienen en el proceso.
3. La diferenciación y relación del sistema o modelo islámico existente en la Meseta
andalusí con el sistema cristiano —con un modelo «estático-agrario» (Glick, 1991: 15) o
«tributario-evolucionado o feudal» (Pastor, 1985: 10)— de los territorios más septentrionales que no se integraron en al-Andalus, y que es heredero directo y natural del modelo
cultural preexistente de "época visigoda".
Desde luego, al hacer referencia a un período histórico —existencia de unos testimonios escritos—, se parte de la base cierta de que a partir de un determinado momento —el
año 711— se produce la entrada en la Península de miembros pertenecientes a otra sociedad
que traen una nueva cultura y, como consecuencia, que miembros de la sociedad anterior
—en el sentido de "estar antes" en el territorio peninsular—, también con una cultura propia, se ponen "obligadamente" en relación con los que entran, y viceversa. En definitiva,
se tuvo que producir un "conflicto" entre una cultura que "llega" y otra que "acoge", lo
que necesariamente provocó un progresivo contacto cultural entre un "donador" —cultura
islámica— y un "receptor" —cultura hispano-romana-visigótica—, que se reflejó —más tarde
o más temprano y de manera más o menos intensa y diferente, según los ámbitos espa93
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ciales— en un cambio cultural en la Península en general y en la Meseta en particular, con
un total triunfo e imposición del sistema islámico sobre el preexistente o, quizá mejor,
habría que decir: ¿con una total asunción del nuevo sistema por la sociedad anterior?. De
todas formas, hay que considerar que el nuevo sistema que se impone en lo que será alAndalus tuvo que recoger bastantes elementos del período visigodo. La labor del arqueólogo sería diferenciar cuáles fueron los que perduraron y cuáles los que, a partir del siglo
VIII, se incorporaron o transformaron.
En una primera aproximación, se advierte que las diferencias —tanto temporales y espaciales como de grado— en la formación de una nueva sociedad tuvieron que ser muchas.
Si a ello se une la previa situación socio-cultural y económica de la Península y el diferente estado de asunción de la propia cultura islámica —aún no totalmente formada y asumida— por los diferentes componentes de la nueva población —la gran mayoría de población beréber que entra o, incluso, por la minoria árabe, etc.— que a partir de dicha fecha va
llegando a la Península, el cuadro general se hace de lo más variado y heterogéneo, sobre
todo durante la primera fase del proceso de asimilación y aculturación.
Aplicando la teoría general de sistemas, se podría establecer que ambos sistemas o
estructuras culturales ("islámico" e "hispano-romano-visigodo"), compuestos a su vez de
cuatro subsistemas —considerados como "atributos", "unidades" o "elementos" equivalentes— (social, ideológico, económico y tecnológico) conocieron un proceso de aculturación. Si se contemplan únicamente "los préstamos que una cultura transmite a aquella
otra con la que se ha puesto en contacto" —a la difusión, como aspecto parcial del proceso
de aculturación—, necesariamente se tuvieron que dar tres fases sucesivas: "la presentación
del nuevo o nuevos elementos de cultura a la sociedad; su aceptación por parte de la sociedad y la integración del elemento o elementos aceptados dentro de la cultura preexistente" (Alcina, 1989: 185-186) —considerando siempre que los no aceptados y finalmente
rechazados pueden ser pocos, varios y muchos—. En el caso concreto de al-Andalus, como
ya se señaló, al imponerse el nuevo sistema islámico, parece que fueron muchos los elementos de éste que al final fueron aceptados e integrados por la "antigua" población. Entre otras, desde el punto de vista arqueológico, y refiriéndome en concreto al estudio de la
cerámica meseteña, la labor a desarrollar sería entonces:
1. Saber cuál era la situación antes del contacto. Conocer con exactitud cuáles fueron
las características tecnológicas, formales, decorativas, sus diferencias regionales, etc. de la
cerámica perteneciente a la sociedad preexistente. En este aspecto se parte de un casi absoluto vacío. Verdaderamente, dentro del abandono general en que se encuentra la investigación arqueológica de la sociedad de "época visigoda", los estudios sobre su cerámica, hasta
hace muy poco tiempo, se referían exclusivamente a los hallazgos producidos en las excavaciones de necrópolis. Sólo muy recientemente, en 1987, y tratando de forma concreta
este aspecto de los "precedentes" y "perduraciones" de la cerámica de esta época anterior al
ario 711, un grupo de investigadores —que tomó precisamente como nombre el propio título de las jornadas en que intervinieron (C.E.V.P.P., 1991)— se ha ocupado de realizar
un estado de la cuestión acerca de la cerámica procedente exclusivamente de poblados.
Desde luego, el retraso en el conocimiento de la situación anterior al contacto entre ambas culturas "islámica" y de "época visigoda" es muy grande. Se parte, pues, de un lastre
y de una carencia de datos y conocimientos muy fuerte.
2. Saber cuál fue la situación después del contacto. Los resultados de la investigación sobre este período son sólo algo mejores que los del período anterior. Hasta hace tan
sólo unos quince años, acerca de la cerámica andalusí de los dos primeros siglos de desa94
ARQUEOLOGÍA Y POBLAMIENTO EN LA MESETA ANDALUSL EL REFERENTE CERÁMICO
rrollo de la cultura islámica, se desconocía casi todo. Es a partir de finales de los años setenta cuando se empieza a desarrollar una labor arqueológica continuada. Sin embargo, la
casi total ausencia de proyectos de investigación, la falta casi absoluta de datos seguros,
de estratigrafías, etc., son todavía una importante carencia para la resolución de problemas
históricos (ideológicos, sociales, económicos y tecnológicos). Sin ir más lejos, y por señalar únicamente un aspecto de éstos —el tecnológico—, hasta hace muy poco tiempo, gracias a la ayuda proporcionada por la numismática (Retuerce y Canto, 1987; Canto y Retuerce, 1994), o como consecuencia de estudios serios de conjunto (Gutiérrez, 1988), una
"innovación" como es la del inicio del uso de la cubierta "vítrea" en la cerámica andalusí
había sido siempre asumida sin más, pasando por ella como de "puntillas", sin plantearse
cuándo, dónde, cómo, por qué se produjo tan trascendental "hallazgo" tecnológico.
3. Reconocer cuáles fueron los resultados de la asimilación: las posibles persistencias, sustituciones, influencias, adaptaciones, asimilaciones, reformulaciones, rechazos,
etc. producidos en la cerámica meseteña tras el contacto cultural, tanto desde el punto de
vista espacial como del temporal. El problema general, puesto de manifiesto en varios de
sus aspectos por J. Zozaya (1987a) y L. Caballero (1989), está ahí planteado para poder
ser resuelto. Sin duda, no en todas las áreas de la Meseta la aculturación se tuvo que producir acorde a un mismo "tempo". Habría núcleos de población que tardarían menos que
otros —si cabe, algunos, más marginales, muchísimo tiempo— en sustituir, dejarse influenciar o ser asimilados por la nueva cultura. Incluso, adoptando unas determinadas manifestaciones antes que otras; como ejemplo meseteño, hay que señalar el del yacimiento
de Navalvillar (Colmenar Viejo, Madrid), en "todo" perteneciente a una "época visigoda"
—datable, incluso, según los antiguos conocimientos de la cerámica de ese momento, en
los siglos VI o VII—, pero que proporciona el hallazgo de un dirham de la ceca de Kirmen
(97 H. / 715-716 C.) (Turina y Retuerce, 1987). Según ello, muchas cuestiones se podrían plantear, entre otras, la cuestión de que ¿hasta qué punto yacimientos con la misma
clase de cerámica, hasta hoy considerada típica de la "época visigoda", se han prolongado
en el tiempo, llegando incluso hasta el siglo IX, por ejemplo, sin "contaminarse" —"cerámicamente", por lo menos— por la nueva cultura?. En definitiva, son problemas que se
han de tratar de resolver; pero me parece que el retraso en la resolución de los dos anteriores puntos hacen la de éste bastante más mediata.
4. Reconocer cuál o cuáles fueron los mecanismos o procedimientos concretos que
intervinieron en los procesos de aculturación, tanto desde el punto de vista espacial como
del temporal. Como en el punto anterior, la resolución arqueológica tardará aún bastantes
años en darse. Entre otros, habría que apuntar los siguientes mecanismos o procesos:
—Por conquista militar. Bien dominando la totalidad del territorio conquistado, bien
con el control de pequeños territorios fronterizos o, simplemente, por la posible relación
intercultural de unas poblaciones vecinas y fronterizas. Como hipótesis de trabajo en la
Meseta, algunas de las posibilidades concretas de este mecanismo pudieron constituir un
factor muy importante en el conjunto del territorio, pero sobre todo en las zonas septentrionales, más marginales y fronterizas.
—Por cooperación o pacto político. En una primera fase, este procedimiento tuvo
que jugar un papel muy importante. En este sentido, hay que recordar los pactos o tratados de capitulación que necesariamente se tuvieron que realizar entre algunos "señores"
visigodos de determinados territorios y las nuevas autoridades omeyas, según se ha vuelto
ha destacar (Chalmeta, 1994).
95
MANUEL RETUERCE VELASCO
— Por migración. Para el territorio de la Meseta, quizá fue éste, por el asentamiento
en ella de un importante número de población beréber (Chalmeta, 1994: 231), organizada
tribalmente, uno de los factores más importantes. A diferencia de lo que ocurre en otras
partes de al-Andalus, donde la toponimia o la documentación escrita producida tras la conquista cristiana permiten rastrear los grupos étnicos árabes o beréberes —siquiera aquellos
que habitaban los respectivos lugares en los momentos inmediatamente anteriores a dicha
conquista (siglo XIII): Mallorca, Valencia, etc.—, en la Meseta no se ha conservado ninguno de los dos registros. Por otro lado, en la parte sur de la Meseta, debido precisamente
a su situación de frontera, sometida a un continuo vaivén de avances y retrocesos durante
todo el siglo XII y principios del siguiente, no dio tiempo a que se produjera un similar y
fuerte asentamiento almohade al que se produjo, entre otras, en las dos mencionadas regiones andalusíes, y en donde la organización del espacio se pudo fijar toponímica y documentalmente por escrito (Mut y Rosselló, 1993). De todas formas, el poblamiento de
la Meseta durante el período africano en general es una de las cuestiones más urgentes a
tratar. Hasta el momento, si se exceptúa la ciudad de Calatrava la Vieja y Alarcos (prov.
Ciudad Real), no se ha comenzado a investigar en ningún yacimiento que esté poblado en
ese concreto espacio de tiempo que discurre entre mediados del siglo XII y principios del
siguiente. Por la carencia de registros —escritos o toponímicos—, se desprende que la futura investigación histórica en la Meseta sólo podrá disponer de los posibles testimonios
arqueológicos que se puedan encontrar. En este sentido, sin necesidad de mencionar otros
ejemplos, en un trabajo conjunto (Retuerce y Zozaya, 1986), se advirtió acerca de la existencia de similitudes y diferencias decorativas en la cerámica de época omeya, según las
distintas zonas y regiones de la Meseta y del resto de al-Andalus. En general, se pensó
que se podrían considerar como testimonio de la organización tribal andalusí. El problema
era y es el de la asignación de cada modo o sistema decorativo —también, el formal, el
tecnológico, etc.— a un determinado grupo tribal; asimismo, el del reconocimiento concreto de cada uno de dichos grupos en el espacio andalusí y meseta°.
—Por exogamia. De momento, se trata de un aspecto muy difícil de estudiar arqueológicamente. Sólo se podría investigar en relación al procedimiento anterior o al siguiente.
—Por dominación y organización económica. Tuvo que ser uno de los procedimientos más frecuentes e importantes. A priori, la antigua población de la Meseta tendría que
organizar su economía según el esquema general —tribal y clánico— de la nueva sociedad
islámica que se impone, pues "el medio tribal produce tribus... La tribalidad, en este sentido preciso, no sólo es una importación étnica del medio árabe o beréber, sino una forma
de organizar los procesos de trabajo de las comunidades campesinas y de definir las relaciones sociales con las otras comunidades vecinas" (Barceló, 1988: 107-108). Sólo así,
en muchos casos, se podría explicar la total integración en la nueva estructura económica
islámica del grueso de la "antigua" población "hispano-romana o goda". De todas formas,
matizando esta hipótesis de trabajo, se podrían dar excepciones, pues si, a lo que parece,
el mecanismo de pactos se impuso en los primeros momentos del siglo VIII, cabe suponer que en ciertas zonas de la Meseta, sobre todo de la zona toledana, pudieran subsistir
latifundios organizados según los "antiguos modos", y tanto en posesión de particulares
como de la propia iglesia primada.
—Por proselitismo. Igualmente, este factor tuvo que ser desde un principio muy importante en la Meseta. Véase, si no, en el caso concreto de Segóbriga (prov. Cuenca), la
indudable convivencia en una misma necrópolis (Caballero, 1975) y en un momento
muy temprano del siglo VIII, de enterramientos según los ritos cristiano y musulmán
96
ARQUEOLOGÍA Y POBLAMIENTO EN LA MESETA ANDALUSI. EL REFERENTE CERÁMICO
—incluso, la casi totalidad de éstos últimos se encuentran situados debajo de los de rito
cristiano— (Retuerce y Canto, 1987: 98-99). Si ello pudo suceder con el ritual funerario
de un determinado lugar y tiempo, conviviendo población de ambas religiones —y todos
ellos, quizá, no pertenecientes a los nuevos grupos de población inmigrada—, igual pudo
suceder con los modos y usos cerámicos, entre otros materiales, en ese mismo o en otro
lugar y en ese mismo o en distinto período de tiempo.
—Por comercio. Sin duda, fue también un procedimiento muy importante. Bien a
través de intercambios —más de ideas que de materiales concretos— directos o indirectos, o
bien con el desarrollo de un comercio exterior o interior, etc., se tuvieron que ir introduciendo nuevos y variados modos, técnicas y decoraciones en el tratamiento de la cerámica.
Sin mencionar otros múltiples, el que considero de mayor trascendencia posterior: el ya
mencionado de la introducción de la cubierta "vítrea" en la cerámica.
—Otros.
5. Por último, reconocer cuál o cuáles fueron los procesos concretos que dan lugar al
contacto cultural: acumulativo, selectivo, sustitutivo, aditivo, sincrético, creativo, desorganizativo, recusativo, etc., tanto desde el punto de vista espacial como del temporal.
Como en los anteriores puntos, y aún en mayor grado, la respuesta arqueológica tardará
todavía mucho tiempo en llegar.
4. EL TIEMPO. LOS LÍMITES CRONOLÓGICOS: EL DESARROLLO
HISTÓRICO DE LA MESETA ANDALUSÍ
La Historia, tomada como el estudio del proceso global del acontecer humano (de la
sociedad y su cultura) que se desarrolla dentro de un espacio y en un tiempo, es el fin último al que ha de ir encaminado el quehacer de la ciencia arqueológica. Según ello, en referencia a una determinada sociedad y su cultura —la islámica—, en un espacio concreto —la
Meseta peninsular—, durante un determinado período cronológico —la Alta y Plena Edad
Media—, se deduce claramente cuáles son los ámbitos concretos del trabajo arqueológico
cuando se estudia una determinada manifestación cultural, cual es la de la cerámica.
Después de haber visto los marcos espacial y socio-cultural, hace falta ver el temporal o cronológico que, en definitiva, es el que dará la unidad global —contextualizará— a todos los aspectos del proceso histórico de la Meseta andalusí. En el aspecto temporal, la
cerámica, como cualquier objeto o "artefacto", al ser un producto cultural, no puede tener
nunca unos marcos o límites fijos en consonancia con los gobernantes contemporáneos a
los momentos en que fue realizada y usada; sólo obedece a imperativos sociales, económicos y culturales, que no tienen nunca marcos temporales precisos. Sin embargo, para
ser estudiada científicamente necesita tener un marco temporal en el que pueda ser
"situada": bien de forma absoluta, con una fecha exacta y precisa que la "fija" en un
"momento" de su larga o corta "vida"; bien de forma relativa, poniéndola "en relación"
con otras piezas o con otros contextos temporales y espaciales. En la Meseta, como más
adelante se verá, son poquísimos los casos en los que se ha podido establecer una cronología absoluta. Por el momento, la mayoría de los ejemplares cerámicos con que se
cuenta sólo pueden ser datados de forma relativa.
Es por esta razón por lo que preferimos no adoptar el tradicional esquema político,
en referencia a los diferentes gobernantes que se sucedieron en al-Andalus. Aun reconociendo su aparente poca precisión cronológica, elegimos un esquema que, ensayado primero en algunos trabajos anteriores (Zozaya, 1980; Retuerce y Zozaya, 1991), corregido
97
MANUEL RETUERCE VELASCO
después por el mismo J. Zozaya (1990), y basado en períodos y fases sucesivas e incluso
solapables, permite dar un encuadre algo más exacto al proceso cultural que se desarrolló
en al-Andalus a lo largo de casi ocho siglos:
—PERÍODO OMEYA (711 d. C. - c.1086 d. C.):
— Fase Proto-andalusí (711 d.C. - c. 756 d.C.) = Gobernadores omeyas
—Fase Paleo-andalusí (c. 756 d.C. - c. 822 d.C.) = Emirato omeya de Córdoba
—Fase Preomeya (c. 822 d.C. - c. 929 d.C.) = Emirato omeya de Córdoba
—Fase Proto-omeya (c. 929 d.C. - c. 961 d.C.) = Califato de Córdoba
—Fase Omeya (c. 961 d.C. - c. 1000 d.C.) = Califato de Córdoba
—Fase Post-omeya (c. 1002 d.C. - c. 1031 d.C.) = Desintegración del Califato
— Fase Epi-omeya (c. 1031 d.C. - c.1086 d.C.) = Primeras Taifas.
—PERÍODO AFRICANO (c. 1086 d.C. - c. 1492 d.C.):
—Fase Proto-almorávide (c. 1086 d.C. - c. 1110 d.C.)
— Fase Almorávide (c. 1110 d.C. - c. 1121 d.C.)
—Fase Epi-almorávide (c. 1121 d.C. - c. 1146 d.C.)
—Fase Proto-almohade (c. 1146 d.C. - c. 1170 d.C.)
—Fase Almohade (c. 1170 d.C. - c. 1212 d.C.)
—Fase Epi-almohade (c. 1212 d.C. - c. 1248 d.C.)
—Fase Proto-nazarí (c. 1212 d.C. - c. 1240 d.C.)
—Fase Nazarí (c. 1240 d.C. - c. 1396 d.C.)
—Fase Epi-nazarí (c. 1396 d.C. - c. 1492 d.C.)
De entre todos estos períodos, la Meseta sólo se encuadró dentro de al-Andalus a lo
largo de la totalidad del período omeya y en algunas de las fases del período africano —concretamente, las cinco primeras, hasta el año 1212—. Sin embargo, no todas sus áreas geográficas permanecieron dentro del ámbito andalusí a lo largo de esos cinco siglos (entre
711 y 1212). El motivo no fue otro que el progresivo aunque lento avance hacia tierras
más meridionales de las fuerzas conquistadoras cristianas —principalmente el reino de Castilla—. A él se le unían también algunos circunstanciales repliegues hacia el sur, más o
menos obligados, de la propia población "andalusí''. De este modo, por el extremo más
septentrional, las tierras al norte del río Duero pronto —en el mismo siglo VIII— quedaron
al margen de al-Andalus —tema a investigar por medio de la arqueología—; y por el extremo más meridional, las tierras más cercanas a Sierra Morena sólo dejaron de formar
parte de al-Andalus como consecuencia de la batalla de Las Navas de Tolosa, entre los
años 1212 y 1215, cuando se integran definitivamente en el Reino de Castilla. A diferencia de otros territorios de al-Andalus que conocieron un preciso único momento de integración en al-Andalus y de conquista cristiana —es el caso, entre otros, de la isla de Mallorca—, la Meseta, hasta llegar a esa concreta fecha de principios del siglo XIII, conoció
numerosas situaciones a lo largo del tiempo; según el punto de vista desde el que se analicen: avances, retrocesos, paralizaciones, abandonos, fundaciones, etc., dentro del proceso
general de avance cristiano y, consecuentemente, de retroceso andalusí. De este modo, se
pueden establecer una gran diversidad de situaciones:
—zonas que tan sólo conocieron, de un modo relativo incluso, la fase proto—andalusí
(tierras al norte del Duero).
—zonas que sólo tuvieron una presencia andalusí durante el período omeya (salvo algunas notables excepciones —zona de Alcalá la Vieja y del futuro Señorío de Molina,
etc.—, los territorios entre el Tajo y la Cordillera Central).
98
ARQUEOLOGÍA Y POBLAMIENTO EN LA MESETA ANDALUSÍ. EL REFERENTE CERÁMICO
—zonas que además de la totalidad del período omeya conocieron un dominio islámico a lo largo de muy determinados años pertenecientes a una o a dos de las primeras fases
del período africano (ciertos núcleos de los Montes de Toledo, las excepciones mencionadas en el párrafo anterior, etc.).
—zonas que formaron parte de al—Andalus a lo largo de todos los períodos y fases que
se dieron en la Meseta, menos durante la fase proto-almohade y la primera mitad de la
fase almohade; éste es el caso de Calatrava la Vieja, que conquistada por Alfonso VII en
1147 cae de nuevo en manos musulmanas en 1195, tras la batalla de Alarcos, y que permaneció en poder almohade tan sólo 17 años (hasta, en concreto, la noche del 30 de junio
de 1212).
—zonas que conocieron unos procesos no específicos o desconocidos.
—zonas que siempre conocieron un poder andalusí, que terminó en el momento en
que se produjo la definitiva conquista castellana, ocurrida entre 1212 y 1215 (los territorios situados en la parte más suroriental de La Meseta).
Estas diferencias temporales son muy importantes cuando se analiza la cerámica. Como ejemplos hay que mencionar los siguientes:
1. Si en un territorio o yacimiento se encuentra cerámica andalusí perteneciente a
todas, alguna, o una sola de las mencionadas fases, lógicamente existirá una gran probabilidad para que se pueda pensar que éste estuvo poblado en todos o en alguno de esos
momentos. Los ejemplos son múltiples en toda la Meseta: la ocupación, durante la fase
omeya, de Gormaz o Calatrava la Vieja, por poner casos espaciales extremos; o la ocupación de la actual ciudad de Albacete, de momento, sólo confirmada arqueológicamente durante la fase almohade; etc. Casos extremos negativos en la confirmación de la hipótesis
lógica serían aquellos en los que esta cerámica es producto de una importación: los fragmentos o piezas probablemente serían entonces únicos o mínimos, entre otros restos pertenecientes a una cultura o período contemporáneo; este exacto caso se tiene en la propia
submeseta norte, en la ciudad de Valladolid, donde aparecen algunos fragmentos importados de cerámica almohade esgrafiada (Fernández, Martín y Moreda, 1979).
2. Y viceversa, si en un territorio o yacimiento no se encuentra cerámica andalusí
perteneciente a todas, alguna, o cualquiera de las mencionadas fases, lógicamente existirá
una gran probabilidad para que se pueda pensar que no estuvo poblado en todos o en alguno de los momentos pertenecientes a las fases de no referencia arqueológica. Ejemplo:
la no ocupación del castillejo de Pajaroncillo (prov. de Cuenca) a partir de la fase omeya;
o de Madrid o Calatalifa, a partir de la fase epi-omeya.
3. Caso contrario. Si un territorio o localidad, a través de los datos proporcionados
por otro tipo de documentación —escrita, cronística, toponímica, etc.— parece que estuvo
ocupado en alguna de estas fases andalusíes, existe una gran probabilidad de poder encontrar en él materiales cerámicos pertenecientes al período o fases de referencia no arqueológica. Ejemplos: poblamiento durante la fase proto-andalusí de Calatrava la Vieja o protoomeya de Calatalifa, por referencias cronísticas. Casos extremos negativos en la confirmación de la hipótesis lógica serían aquellos en los que un lugar, bien por la falta de investigación, bien por no haber proporcionado ésta datos, o bien por haberse realizado en
zonas muy concretas, no se ha podido encontrar ningún fragmento cerámico; este caso se
tiene en la propia submeseta norte, en la ciudad de Agreda, donde, a pesar de otros testimonios arqueológicos islámicos —recinto amurallado, puertas, fuente, etc.—, no se ha encontrado aún ningún testimonio de cerámica andalusí.
4. Y viceversa. Si de un territorio o localidad, por la inexistencia de datos que proporcionan las fuentes documentales, cronísticas o toponímicas, etc. se conoce que no es99
MANUEL RETUERCE VELASCO
tuvo ocupado existirá una gran probabilidad de no encontrar materiales cerámicos pertenecientes al período o fases de no referencia arqueológica. Ejemplos: no ocupación durante
la fase almohade de los territorios al norte del Tajo. Casos extremos negativos en la confirmación de la hipótesis lógica serían aquellos donde el encuentro de material cerámico es
debido a una importación del producto (el caso visto de la ciudad de Valladolid) o por la
llegada a estos lugares de productores venidos de otras zonas geográficas. Me explico. Se
trataría de la cerámica de producción mudéjar que es realizada en Castilla (Toledo, Madrid,
Ávila, etc.), a partir de principios del siglo XIII hasta el siglo XIV, por unas gentes emigradas de tierras más meridionales —fundamentalmente Andalucía— y que producen de
acuerdo con los gustos africanos (almohades) que han conocido en la zona de procedencia
y que traen a las tierras donde ahora se asientan. La diferenciación concreta de esta producción mudéjar es muy importante, pues dicha cerámica, con rasgos totalmente herederos y
derivados de los almohades y que se encuentra en tierras que no conocieron nunca una presencia almohade, se viene atribuyendo por una buena parte de la actual "investigación" arqueológica meseteña —en base a tener dicha cerámica una impronta islámica (un "algo",
unos "rasgos" islámicos) que, en efecto, evidentemente, posee—, bien a alfareros de la fase
epi-omeya —con lo que se viene adelantar su cronología en dos o tres siglos— o bien a
otros grupos de artesanos, supuestamente herederos inmediatos de los anteriores y que
permanecerían viviendo en las mismas tierras meseteñas después del ario 1085 —con lo
que su cronología esta vez sólo se adelanta en uno o dos siglos—.
5. LOS ESTUDIOS HISTÓRICO-ARQUEOLÓGICOS EN LA MESETA
ANDALUSÍ
Como primera constatación historiográfica, hay que decir que los estudios históricos
globales referidos al territorio de la Meseta andalusí, en cualquiera de sus períodos, están
aún por realizar —sólo el trabajo, aún inédito, de Abd al-Mayd Naanahi (1961) trata de
ciertos aspectos políticos del que fue reino taifa de Toledo—.
Si bien, en lo relativo a los estudios regionales, el panorama general de al-Andalus
no difiere demasiado de esta situación de vacío historiográfico, sí que algunas zonas concretas han merecido la atención de los especialistas, aunque en bastantes ocasiones con
unas obras de carácter divulgativo y centradas más en los aspectos políticos o en aquellos
relacionados con la identificación de los límites propios de cada uno de los territorios de
que tratan, que en todos aquellos referentes a la ocupación del espacio.
Con un carácter general y sincrónico sobre la organización territorial de al-Andalus,
hay que contar con los estudios de H. Mu'nis (1957) y J. Vallvé (1986). Con unas características más particulares, concernientes a una determinada zona de al-Andalus y también
desde un punto de vista sincrónico, se encuentran los trabajos de J. Vallvé (1969; 1972)
sobre las coras de Jaén y Tudmir, respectivamente, y el de M. J. Rubiera (1985) sobre la
taifa de Denia. Con un desarrollo diacrónico, están las diversas publicaciones de A. Arjona (1980; 1982) sobre la Andalucía y la Córdoba islámicas, y el trabajo relativo al del
territorio del actual Aragón (Viguera, 1981). Ya con un carácter más específico, los estudios sobre el Jaén islámico (Aguirre y Jiménez, 1979) y el de Sevilla y su territorio
(Bosch, 1984), por poner los ejemplos más significativos y que abarcan unos más amplios territorios.
Una excepción notable a este panorama general en los estudios sobre poblamiento y
espacio geográfico, y precisamente teniendo en cuenta los variados aportes proporciona100
ARQUEOLOGÍA Y POBLAMIENTO EN LA MESETA ANDALUSt EL REFERENTE CERÁMICO
dos por la documentación arqueológica, la constituyen los diversos trabajos realizados por
P. Guichard (1969; 1973; 1987b) —sólo o en colaboración (Bazzana, Cressier y Guichard,
1988)—, M. Barceló (1984; 1987), J. Zozaya (1987b), R. Azuar (1989) y M. Acién
(1989), casi todos ellos centrados principalmente en la parte más oriental de la Península;
en el área malagueña el último. Más general es el trabajo de J. Zozaya, quien, sin embargo, toma ciertas partes del territorio meseteño para configurar su experimento. Todos
ellos, adaptándolos a la situación concreta de la Meseta, son un ejemplo a seguir.
Si éste es el panorama general de los estudios de carácter territorial sobre al-Andalus,
en lo referido a La Meseta, como ya se enunció, el panorama es todavía más desalentador.
Sobre todo cuando se contemplan aspectos más detallados como son los de la organización del territorio y el de su poblamiento. La situación es tal, que, como única referencia
historiográfica de síntesis se tiene que acudir imprescindiblemente a la parte introductoria
—con enunciados que ya indicaban la línea de investigación a seguir en el futuro— de una
obra que está dedicada a estudiar el proceso histórico de la Meseta cuando precisamente ya
no formaba parte de al-Andalus. Me refiero al imprescindible libro de Julio González
(1975) sobre la "Repoblación de Castilla la Nueva".
Fuera de este fundamental estudio, mayoritariamente sólo se encuentran obras, de
muy diversa calidad, de carácter divulgativo o de contenido muy parcial, centradas en muy
determinadas zonas o poblaciones, y basadas exclusivamente en fuentes cronísticas. Entre
las primeras, sólo se cuenta con el trabajo de J.A. Almonacid (1988) sobre la cora de
Santaveria. Y entre las segundas, la recopilación, a modo de anales, de los acontecimientos sucedidos en Toledo (Pones, 1985) y las referencias a Madrid (Montero, 1987; 1988)
o a aldeas como Olías (Benito, 1986). Es decir, avenas nada. La mayoría de estos y otros
trabajos repiten datos y hechos conocidos de antiguo, poniéndolos en un contexto comarcal o local, sin realizar nunca un trabajo sistemático de recogida de todas las referencias de
los lugares meseteños citados en las fuentes escritas árabes. Sobre este aspecto concreto,
como un ejemplo de labor urgente a realizar en la Meseta, habría que considerar los
trabajos de sistematización realizados por J.A. Souto (1986; 1992) sobre las fortificaciones omeyas de la Marca Superior y sobre el poblamiento del término de Zaragoza durante
el período omeya, respectivamente.
Si así de mal se encuentra la investigadón histórica de la Meseta andalusí realizada al
modo tradicional —con la utilización de las fuentes escritas—, no mucho mejor es la arqueológica. Como ejemplo, hay que decir que apenas existe ningún proyecto global de investigación territorial, aparte de que son escasísimas las labores de prospección realizadas
hasta el momento en la región.
Institucionalmente, en el área de la Meseta sólo tuvo un cierto grado de desarrollo el
malogrado proyecto "El Medievo en la Provincia de Madrid" —financiado por la extinta
Diputación Provincial de Madrid y dirigido por Juan Zozaya y Luis Caballero—, para realizar el inventario y estudio de los asentamientos y fortificaciones medievales. Desgraciadamente sólo se pudo realizar una primera aproximación al tema durante 1979 y 1980,
pues en ese último año los responsables arqueológicos de la entonces recién creada Comunidad Autónoma de Madrid no consideraron oportuno seguir financiando el proyecto.
Sin embargo, el resultado de la corta labor desarrollada durante esos arios fue bastante
fructífera: se localizaron diversos asentamientos islámicos —entre ellos, el de Calatalifa,
que conoció tres campañas de excavaciones arqueológicas, dirigidas por quien suscribe—,
se reanudaron las excavaciones en Alcalá la Vieja —dirigidas por A. Turina—, que habían
quedado interrumpidas desde 1969, cuando Juan Zozaya realizó un primer sondeo en el yacimiento, etc. En la actualidad, tras esos lejanos proyectos, sólo cabe mencionar los que S.
101
MANUEL RETUERCE VELASCO
Martínez, con un equipo de la Universidad Autónoma de Madrid, realiza sobre el poblamiento medieval del Valle del Tietar (Prov. de Ávila) y de la actual Provincia de Madrid.
Por lo que respecta a otras áreas de la Meseta, la investigación se desarrolló gracias a
la labor personal de varios investigadores. En la provincia de Toledo, el trabajo de Ricardo Izquierdo, en torno a la excavación de Vascos, permitió la localización de varios enclaves de la Jara. En la de Cuenca, sólo ha existido la labor de Carlos Moncó, desde la
excavación de Arcávica. En la de Madrid, el reciente estudio de algunos enclaves de la
parte suroccidental (Lázaro, Maquedano y Turienzo-Veiga, 1993). En la de Guadalajara,
sólo las prospecciones que en la actualidad realiza I. Lázaro en la zona del Señorío de Molina. Por último, en la provinda de Ciudad Real, a lo largo de los últimos años, y sólo a
través del equipo que dirijo en Calatrava la Vieja, se han realizado algunas prospecciones
—nunca sistemáticas— que permitieron la localización de diversos asentamientos andalusíes. Descartando los casos citados, todos ellos debidos a iniciativas meramente personales, el vacío investigador es casi absoluto.
A grandes rasgos, ésa fue la situación de la investigación arqueológica espacial en la
Meseta durante las pasadas décadas, y ésa sigue siendo: ni la Universidad en general, ni el
C.S.I.C., ni los organismos competentes de las respectivas Comunidades Autónomas
meseteñas, proyectaron nunca un plan sistemático de investigación arqueológica específicamente referido al Medievo. Una cuestión aparte es la de las cartas arqueológicas o prospecciones espaciales realizadas en diversas partes de la Meseta. Para su ejecución, normalmente se han empleado dos vías. La primera, menos frecuente, es la debida a la promoción de las propias Comunidades Autónomas respectivas o de algunas Diputaciones
Provinciales (Soria o Toledo). La segunda, últimamente bastante extendida, es la realizada
por las diversas empresas de arqueología, al aplicarse las leyes de protección del patrimonio arqueológico cuando éste es afectado por una obra pública. En principio, la realización de estos proyectos y prospecciones es muy urgente y necesaria; sin embargo, al nacer muchos de ellos con graves defectos de planteamiento, dan unos resultados muy poco
satisfactorios para la época que aquí se trata. Entre ellos hay que destacar algunos, que se
pueden presentar juntos o separados, y siguiendo una o ambas vías de ejecución:
1. No se considera casi nunca al Medievo como un período "digno" de ser prospectado, por lo que no se recoge ni se describe ningún elemento de sus culturas, tanto islámica
como cristiana. Cuando se contempla, se trata sólo como un apéndice (se da en ambas
vías de ejecución); figurando, en el mejor de los casos, los yacimientos como correspondientes a un momento "medieval o moderno", sin otra especificación que concrete algo
más esos dieciocho siglos de Historia.
2. Cuando el período medieval está considerado en el proyecto, la prospección directa
sobre el terreno se realiza por personal no especializado en el Medievo: estudiantes (la
vía) o arqueólogos no medievalistas (2 a vía de ejecución).
3. Cuando se contempla la recogida de materiales medievales, al estar los proyectos
dirigidos casi siempre por profesionales especializados en períodos no medievales, faltan
criterios propios de resolución de problemas específicos medievales (se da en ambas vías
de ejecución).
4. Desconocimiento generalizado, cuando no desprecio, del período medieval; en concreto, de la arqueología de este período (se da en ambas vias de ejecución).
5. Unos plazos de realización muy cortos (se da sobre todo en la 2 a via de ejecución;
afecta también a los restantes períodos).
6. Una financiación muy escasa (se da sobre todo en la l a via de ejecución; afecta
también a los restantes períodos).
102
ARQUEOLOGÍA Y POBLAMIENTO EN LA MESETA ANDALUSÍ. EL REFERENTE CERÁMICO
7. Sumisión de la investigación científica al Criterio económico impuesto por el
mercado (2° vía de ejecución; afecta también a los restantes períodos). •
Todas estas carencias y defectos de partida se manifiestan después, en mayor o menor
medida, en los resultados de las prospecciones y la posterior redacción de las cartas arqueológicas. De este modo, no es extraño ver, entre las escasas cartas arqueológicas de la Meseta
publicadas, ejemplos concretos de esta situación, que en su momento ya tuve ocasión de
poner de relieve (Retuerce, 1992) o el que, en las no publicadas, según recientemente ha
podido constatar S. Martínez al revisar las cartas arqueológicas de la Provincia de Madrid,
se hagan erróneas atribuciones medievales. Así, en las cartas arqueológicas publicadas de
la provincia de Soria —Campo de Gómara (Borobio, 1985) y Tierra de Almazán (Revilla,
1985)— se contempla al Medievo sólo como un mero "apéndice" en el que, sin más
explicación, de los varios yacimientos recogidos, únicamente se menciona que existe
"cerámica medieval". Por el contrario, a diferencia de éstas, aunque notándose que no están realizadas por personas especializadas en el Medievo y aún poseyendo bastantes carencias, hay que destacar las cartas arqueológicas de la comarca de Siguenza —prov. de Guadalajara (Morere, 1983)— y de la zona de Socovos —prov. de Albacete— (Sánchez, 1984); en
ellas, el período medieval se considera al mismo nivel de importancia que los precedentes.
Sin embargo, en la Meseta, y más exactamente sobre la submeseta norte, en relación
casi siempre con los problemas derivados de la dicotomía de su despoblamiento-poblamiento durante la Alta Edad Media, se han realizado diversos y muy buenos estudios históricos (Barrios, 1983-1984; 1985; Villar, 1986) que abordan la cuestión de la ocupación
islámica de estas áreas septentrionales —siempre, eso sí, sin encargar una prospección arqueológica, pues no son arqueólogos, ni atender a los pocos datos arqueológicos existentes—.
Es así que, como consecuencia de toda esta línea de investigación, y en lo que concierne al poblamiento islámico, únicamente el área geográfica más septentrional ha sido
la tratada por la historiografía; y sólo en el aspecto de la ocupación o no del territorio,
pero no en lo referido a las restantes facetas, si se exceptúa el trabajo de E. Manzano
(1989) sobre aspectos militares y sociales de un determinado período de su historia, entre
los años 756 y 976. Por el contrario, casi toda la Submeseta Sur quedó al margen de
cualquier estudio global o parcial de investigación; precisamente, y quizá, por el hecho de
haber sido una zona que por descontado había formado parte de al-Andalus y que, por lo
tanto, no necesitaba de mayor demostración.
Refiriéndome de nuevo a los trabajos de A. Barrios (1983-1984: I, 111-124; 1985) y
L.M. Villar (1986: 52-53), dichos autores concluyen que —aun con bastantes problemas
que resolver y a los que sólo la arqueología podrá dar solución— existió una ocupación de
la zona entre el Duero y el Sistema Central por parte de grupos islámicos o islamizados,
coexistiendo con otros, más o menos marginales, herederos de la antigua población preislámica, manifestada por la pervivencia toponímica en época posterior. Dicha idea se contrapone a la expresada por Julio González (1974: 266) que, ante el "vacío arqueológico intermedio", pensaba que estas tierras no conocieron una continuidad de pobladón. En estos
dos contrapuestos planteamientos se ve de nuevo cómo los resultados arqueológicos son
reclamados como esenciales: en el primero, el más reciente, como «una labor poco realizada» (pero que no se comienza nunca a hacer); en el segundo, anterior, como «una labor
concluida» (pero que, en verdad, nunca se hizo con seriedad).
El empleo de la toponomástica para resolver esta y otras cuestiones sobre el poblamiento medieval es muy importante —un ejemplo de una buena aplicación son los propios trabajos de A. Barrios y L.M. Villar—. Sin embargo, pienso que fue una lástima que
103
MANUEL RETUERCE VELASCO
esta tan pormenorizada labor de búsqueda, identificación y localizadón de lugares a través
de la diversa documentación escrita o toponímica no fuera acompañada de la correspondiente confirmación arqueológica. Al concernir tan directamente a este trabajo, relaciono
aquellos lugares que, por sus topónimos, según la opinión de ambos autores —contrapuesta a la defendida por Julio González (1975: 272-273) que pensaba que muchos de
ellos eran mozárabes— conocieron asentamientos islámicos correspondientes a muy diversos grupos étnicos (Barrios, 1983-1984:1, 111-124; Villar, 1986: 52-53):
—Mozárabes autóctonos: Moriel y Capardiel
—Beréberes: Aiates, Albornos, Magazos, Moraña, Morenos, Mori y Pardales
—Árabes (siglos X-XI): Almenara, Cebolla, Almar, (Naharros de) Beban, Cantarziello, Cid, Manzera (de Suso y Yuso) y Xarhaizes.
—Mozárabes y muladíes (siglos X-XI): Armezillo, Cidermano, Mesquina, Handaluz,
Tornadizos, Valverdón, Barzones, Cordoviella, Torneros, Torneruelos y Verzemuel.
Según todo ello, con el fin de asentar sobre bases más firmes la opinión de la existencia de un poblamiento islámico en estas zonas al sur del Duero, pienso que conociendo
las exactas localizaciones geográficas, todas estas atribuciones toponímicas debieran ir
acompañadas de la que repetidamente vengo hablando confirmación arqueológica. Sin esta
investigación, se cae —y no se saldrá nunca— en los mismos o semejantes errores que se
achacan continuamente a anteriores investigadores. En su argumentación, A. Barrios
(1983-1984: I, 113), aparte de utilizar los argumentos linguísticos —a los que por lego no
me referiré—, afirma: "A penas se han realizado excavaciones arqueológicas, pero los resultados de las primeras en completarse no dejan lugar a dudas. Existen yacimientos en el
término municipal de Diegoálvaro, lleno de toponimia germánica, en que se ha constatado la continuidad del poblamiento desde época tardorromana". Comentando esta, para él,
"indudable", constatación arqueológica del general poblamiento en la zona, he de decir que
la "fuente" arqueológica escogida no es desde luego la más apropiada para el caso, pues el
antiguo trabajo de A. Gutiérrez (1956) al que se refiere sólo recoge materiales de superficie, y totalmente carentes de un claro y definido contexto arqueológico.
En definitiva, aparte de mencionar un nuevo caso de la utilización del "dato" arqueológico —en este caso, único—, a modo de "guinda" en la que apoyar la argumentación teórica basada en las fuentes escritas, se puede ver también cómo se presenta una nueva modalidad en la utilización del "fetiche" arqueológico —según la tan en boga terminología
empleada en ciertos ambientes de la arqueología española para criticar el uso y abuso de la
utilización del "dato" u "objeto" por parte de "otros colegas"—. Si hasta ahora —en ocasiones, ciertamente, con bastante razón—, se achacaba que el uso del "fetiche" arqueológico se
circunscribía a "trasnochados" círculos de arqueólogos, se puede ver también cómo, en
este caso particular de la Extremadura castellana, el "fetiche" arqueológico es usado en el
campo de la "nueva" historia medieval.
Por otro lado, tomar todavía los significados toponímicos propuestos en su día por
M. Asín (1944) —en el que para su momento era muy meritorio trabajo— como nuevas
pruebas en que afirmar la existencia de un poblamiento islámico me resulta de todo punto
muy arriesgado. Sobre todo, repito, si los topónimos no están comprobados sobre el terreno.
Como norma general y en la medida de lo posible, al andar en un terreno tan resbaladizo como es el de la toponimia —sobre todo la islámica—, toda atribución de un lugar a
un determinado período medieval —andalusí o cristiano— ha de estar confirmada siempre
sobre el mismo terreno, pues se podrían dar muchos errores que serían muy perjudiciales
a la investigación. De hecho, siempre que se trabaja con topónimos o nombres de lugares
104
ARQUEOLOGÍA Y POBLAMIENTO EN LA MESETA ANDALUSÍ. EL REFERENTE CERÁMICO
citados en las diversas documentaciones escritas, tanto árabes como cristianas, según ha
puesto de manifiesto H. Larrén (1985) —en el único trabajo científico, aunque sólo inicial, de prospección arqueológica efectuado en las mismas tierras abulenses a las que se
refieren A. Barrios y J.M. Villar—, se pueden presentar las siguientes situaciones prácticas
(los nombres entre paréntesis son ejemplos concretos andalusíes meseteños):
1. Asentamiento humano registrado en las fuentes escritas, localizado en el terreno,
pero sin vestigios arqueológicos visibles.
2. Asentamiento humano registrado en las fuentes escritas, localizado en el terreno,
con vestigios arqueológicos (Calatalifa, Madrid, Calatrava la Vieja, Gormaz, etc.).
3. Asentamiento humano registrado en las fuentes escritas, pero no localizado en el
terreno (Saktán, Nafza, Subitrán, Mabáris, etc.).
4. Asentamiento humano registrado en el terreno, pero no localizado en las fuentes
escritas (Santiago de Vilillas, La Marañosa, Torre de los Casares, etc.).
Pero los problemas arqueológicos no acaban con la prospección de uno, diez o veinte
lugares. Si cabe, empiezan ahora, pues no se trata sólo de prospectar sino de encontrar,
identificar y datar los materiales —sobre todo cerámicos— que se encuentran en los distintos parajes, para poder después interpretar y sacar unas conclusiones generales sobre el
poblamiento. El problema está muy bien puesto de manifiesto por H. Larrén (1985: 118)
al comentar algunos de los resultados de sus prospecciones en tierras abulenses: "Dado el
escaso número de excavaciones realizadas en este tipo de yacimientos en la provincia de
Á vila, no poseemos datos cronológicos fiables, ni para las necrópolis..., ni para los propios despoblados ya que el material cerámico recogido en superficie es, en la mayor parte
de los casos, muy poco representativo". Es decir, la falta de prospecciones y de excavaciones y, por consiguiente, el encuentro impresdindible del "documento" cerámico que se
pueda "leer".
En este sentido, el trabajo de prospección que vengo realizando, por estar centrado en
la cerámica islámica andalusí, mucho mejor conocida que la cristiana, ha producido mejores frutos. Esta labor de prospección, aunque muy desperdigada y realizada también por
otras personas, si bien con muy diferentes criterios, ha resultado ser fundamental para localizar asentamientos que hasta el momento permanecían desconocidos y para poder comparar desde el punto de vista espacial los resultados proporcionados por las excavaciones
arqueológicas. Éstas últimas son, desde el punto de vista intensivo, las que proporcionan
un mayor número de "documentos" cerámicos con los que después se puede sacar una información de contenido histórico, gracias a que los materiales se pueden relacionar, comparar y datar, relativa o absolutamente.
En la Meseta, como en otras regiones, la cerámica encontrada en las excavaciones
procede de dos vías o estrategias arqueológicas. La primera y, en principio, mejor, es la
procedente de excavaciones que ex professo atañen al período medieval islámico: por desgracia, son muy pocas, aunque la mayoría de ellas, eso sí, pertenezcan al período cultural
islámico que aquí se trata. La segunda estrategia, en principio, peor y más frecuente, se
desarrolla en yacimientos pertenecientes a otros períodos culturales, pero que, tras ser excavados, también proporcionan testimonios islámicos, o bien en aquellos otros que tácticamente se programaron para ser excavados como "urgencias".
A continuación, relaciono cronológicamente las excavaciones realizadas en la Meseta
de las que tengo noticias, y en las que se ha encontrado cerámica islámica. En este sentido, un resumido estado de la cuestión fue realizado en su momento por R. Izquierdo
(1986):
105
MANUEL RETUERCE VELASCO
—Excavaciones medievales/islámicas programadas:
— Alcalá la Vieja (Alcalá de Henares, Madrid) -1969 y 198 1/82— Monasterio de Santa Ma de Melque (San Martín de Montalbán, Toledo)
— Vascos (Navalmoralejo, Toledo) -1975/199 1— Castillo de Gormaz (Soria) -1979/1984—Calatalifa (Villaviciosa de Odón, Madrid) -1980/82 y 1991—Castillo de Oreja (Ocaña, Toledo)
— Calatrava la Vieja (Carrión de Calatrava, Ciudad Real)
—Atascos (Ciudad Real)
—Circo romano (Toledo)
—Cerro Pelao (Alcohujate, Cuenca)
—Arcávica (Cañaveruelas, Cuenca)
—Castillo de Huete (Cuenca)
—Olmos (El Viso de San Juan, Toledo)
— Recópolis (Zorita de los Canes, Guadalajara)
— Castillo de Consuegra (Toledo)
—Excavaciones programadas, a priori, "no medievales o no islámicas":
— Ocilis (Medinaceli, Soria)
— El Mazacote (Ocaña, Toledo)
— Cueva de los Casares (Riba de Saelices, Guadalajara)
—El Cerrón (Illescas, Toledo)
—Cervera (Mejorada del Campo, Madrid)
— Valeria (Cuenca)
—Cerro Redondo (Fuente el Saz del Jarama, Madrid)
—El Castillejo (Pajaroncillo, Cuenca)
—Cerro del Bu (Toledo)
—Tiermes (Montejo de Tiermes, Soria)
—Diversas "motillas" de la Edad del Bronce (provincia de Ciudad Real)
— Santa María (Villarejo de Salvanés, Madrid)
—Excavaciones de urgencia:
—Talavera de la Reina (Toledo). Varios solares desde 1972
— Madrid. Varios solares desde 1972
—Toledo. Varios solares
—Cuenca. Varios lugares de la zona alta
—Guadalajara. Un único solar
—Medinaceli (Soria). Varios solares
—Talamanca (Madrid). Iglesia de San Juan y Ábside de los Milagros.
6. YACIMIENTOS DE LA MESETA CON HALLAZGOS DE CERÁMICA
ANDALUSÍ
6.1. Preliminares
Con la relación que sigue de lugares de la Meseta en los que se ha encontrado alguna
muestra de cerámica andalusí, se trata de poner unas primeras bases para la realización de
una cartografía de yacimientos y asentamientos islámicos meseteños. La mera relación
106
ARQUEOLOGÍA Y POBLAMIENTO EN LA MESETA ANDALUSL EL REFERENTE CERÁMICO
que sigue está entresacada de un trabajo de investigación más amplio (Retuerce, 1993),
donde se añaden referencias de descripción, paisaje, hallazgos arqueológicos, situación,
fuentes escritas, investigación arqueológica, toponimia, bibliografía, etc.
Para la realización de esta relación y cartografía, en primer lugar, se tuvo en cuenta
toda la bibliografía que trataba sobre la cerámica islámica de la región. Sin embargo, no
todos los trabajos pudieron ser considerados de igual manera. En algunos de ellos fue preciso comprobar de forma particular cada uno de los dibujos, descripciones y atribuciones
que se daban. Así, después de una pormenorizada comprobación, bastantes ejemplares cerámicos que en un principio se habían considerado como andalusíes fueron dejados aparte
por pertenecer a períodos o culturas posteriores (bajomedievales, mudéjares, modernos,
etc.); del mismo modo, otros ejemplares fueron también excluidos por conservar aún alguna duda sobre su concreta atribución. En definitiva, sólo se han tomado aquellos ejemplares cerámicos de los que se tenía la total certeza de encuadrarse dentro de una cronología comprendida entre los siglos VIII y XIII, y que eran, por tanto, andalusíes.
Como consecuencia de la referida exclusión de bastante material cerámico, al cabo,
siguiendo el criterio que adopté de integrar en la relación y carta arqueológica únicamente
aquellos yacimientos donde estaba perfectamente comprobado el hallazgo cerámico, fue
algo menor el número de lugares definitivamente incluidos que los que en un principio se
podía pensar.
Al expurgo bibliográfico para la localización de yacimientos se unió también una
labor de prospección. Si bien nunca fue realizada con los medios precisos ni contó con
una planificación adecuada, sus resultados pueden ser muy esclarecedores para poner unas
primeras bases en las que asentar el estudio del poblamiento andalusí meseteño.
Sin embargo, refiriéndome sobre todo a aquellos lugares localizados que son resultado de la labor de prospección, he de advertir que la inclusión en la relación y carta arqueológica de un determinado lugar no ha sido sólo producto del encuentro en él de una mayor
o menor cantidad de cerámica andalusí. Otros factores, como los topográficos, históricos,
toponímicos, etc. también han intervenido. Con ello se salvaba el constante peligro de
considerar a un lugar como yacimiento sólo por hallar en él algunos pocos fragmentos de
cerámica.
En este sentido, ha habido que tener un mayor y especial cuidado en todos aquellos
posibles yacimientos que se encuentran situados en una vega o en un terreno llano, pues
es muy frecuente que a estas concretas situaciones topográficas vayan a parar escombros y
tierras de abono que, procedentes de otros lugares más o menos cercanos, contienen elementos cerámicos, con lo que se corre el peligro de dar lugar a falsas atribuciones cronológicas al lugar. Por otro lado, pienso que los yacimientos islámicos en llano o en vega
son los que están más necesitados de un mejor conocimiento y de una mayor atención de
la investigación, al ser precisamente los que han sido menos prospectados y ser los más
difíciles de localizar y diferenciar.
Por último, resulta evidente que este mapa de yacimientos andalusíes de la Meseta
no se puede considerar completo si no se añadieran todos aquellos lugares donde, por unas
u otras razones, no se ha encontrado el fósil director cerámico. De este modo, por poner
sólo unos pocos ejemplos, sólo de la provincia de Soria, habría que añadir lugares como
Ágreda, Noviercas, Mezquetillas, Fuentearmejil, las diversas atalayas que jalonan el río
Escalote y tributarios hasta Osma, etc., donde los testimonios arquitectónicos andalusíes
resultan de todo punto evidentes. Por el momento, la realización de un mapa arqueológico
tal, y tan completo, no es nuestro propósito. Éste ha sido, cabe repetir, poner sólo unas
primeras bases cartográficas que tuvieran como único y premeditado apoyo el de la cerá107
MANUEL RETUERCE VELASCO
mica, con el fin de recalcar la importancia que adquiere este fósil director arqueológico
para ser tomado como un fundamental documento con el que alcanzar el referido objetivo
de localizar los lugares de poblamiento andalusí de la Meseta para, a la postre, documentarlos, jerarquizarlos, relacionarlos, interpretarlos, etc.
6.2. Relación de yacimientos2
Provincia de Albacete:
AB/01 ALBACETE: c/ Isaac Peral
AB/02 ALBACETE polígono de San Antón
AB/03 CASTILLO (Alcaraz)
AB/04 LA CANALEJUELA (Alcaraz)
AB/05 EL CHINAR: Bancal de las Tinajas (Bonete)
AB/06 EL CASTILLEJO (Casas de Ves)
AB/07 CERRO DE LA TINAJA / PARDO / MOMPICHEL (Chinchilla de Monte Aragón)
AB/08 JORQUERA
AB/09 LIÉTOR
AB/10 LOS TOLMOS (Minateda)
AB/11 LOS CASTELLARES (Montealegre del Castillo)
AB/12 TAIBILLA (Nerpio)
AB/13 ONTUR
AB/14 LAS ERAS (Ontur)
AB/ 15 ¿ (Povedilla)
AB/16 CASTILLO (Socovos)
AB./17 LA VIÑICA (Socovos)
AB/18 PEÑA BERMEJA / PEÑASCO COLORAO (Socovos)
AB/19 PEÑA DE SANTA BÁRBARA (Socovos)
AB/20 EL CASTELLAR / CASTILLO DE SIERRA (Tobarra)
AB/21 VILLAR DE VES
Provincia de Cáceres
CC/01 ALIJA (Peraleda de San Román)
CC/02 ESPEJEL (Valdelacasa de Tajo)
CC/03 CASTROS (Villar del Pedroso)
Provincia de Ciudad Real:
CR/01 LOS CASTELLONES / OJALORA (Abenójar)
CR/02 CASTILLO (Alcolea de Calatrava)
CR/03 BENAVENTE (Alcolea de Calatrava)
CR/04 CASTILLO (Alcubillas)
CR/05 CASTILLO (Alhambra)
CR/06 AZNARÓN (Almadén)
CR/07 MINAS DE ALMADÉN (Almadén)
CR/08 LOS CASTILLEJOS DE LA BIENVENIDA (Almodóvar del Campo)
CR/09 MOTILLA DE SANTA MARÍA DEL RETAMAR (Argamasilla de Alba)
CR/10 CALATRAVA LA VIEJA (Carrión de Calatrava)
CR/11 ALARCOS (Ciudad Real)
CR/12 CIRUELA (Ciudad Real)
CR/13 CASTILLO DE CARACUEL (Corral de Calatrava)
2. Cada yacimiento se identifica según las letras de matriculación de vehículos y un número correlativo de
orden provincial.
108
ARQUEOLOGÍA Y POBLAMIENTO EN LA MESETA ANDALUSL EL REFERENTE CERÁMICO
CR/14 MORRO DEL CASTILLEJO (Fontanarejo)
CR/15 CERRO DE ORETO (Granátula de Calatrava)
CR/16 MORATALAZ (Manzanares)
CR/17 CASTILLO DE LA ESTRELLA (Monden
CR/18 CERRO DE LAS NIEVES (Pedro Muñoz)
CR/19 EZNAVEXORE (Torre de Juan Abad)
Provincia de Cuenca:
CU/01 ALBALATE DE LAS NOGUERAS
CU/02 CERRO PELAO (Alcohujate)
CU/03 CERRO DE LA VIRGEN (Alconchel de la Estrella)
CU/04 ARCÁVICA: Vallejo del Obispo (Cañavertielas)
CU/05 CASTILLO (Castillo de Garcimuñoz)
CU/06 CUENCA: Castillo
CU/07 CUENCA: pie de la muralla
CU/08 LA TORRECILLA (El Acebn5n)
CU/09 CASTILLO DE ARABIA (Huelves)
CU/10 HUETE: alcazaba
CU/11 EL FORTÍN (Huete)
CU/12 MINAS DE ESPEJUELO (Huete)
CU/13 OLMEDILLA DE ALARCÓN
CU/14 CERRO DE AMASATRIGO (Olmedilla del Campo)
CU/15 EL CASTILLO (Pajaroncillo)
CU/16 CASTILLO (Torralba)
CU/17 CERRO DEL MORO (Torrubia del Campo)
CU/18 UCLÉS
CU/I9 ALBAILÉN (Uclés)
CU/20 VALERIA (Las Valerias)
CU/21 HUERTA DE LOS FRAILES (Villaescusa de Haro)
CU/22 CASTILLO DE FUENTES (Villarejo de Fuentes)
Provincia de Guadalajara:
GU/01 SOTO BLANCO (?)
GU/02 ¿ (¿Alarilla?)
GU/03 SANTIAGO DE VILILLAS (Almoguera)
GU/04 CERRO DE LA CABEZA (Aranzueque)
GU/05 ATIENZA
GU/06 IÑESQUE (Atienza)
GU/07 PADRASTRO (Atienza)
GU/08 BAIDES
GU/09 BELEÑA DE SORBE
GU/I0 BRIHUEGA
GU/11 BUJALARO
GU/12 ZAFRA (Campillo de Dueñas)
GU/13 CASTEJÓN DE HENARES
GU/I4 CENDEJA DE LA TORRE
GU/15 CIRUELAS
GU/16 COGOLLUDO
GU/17 SANTAS GRACIAS (Espinosa de Henares)
GU/I8 LA TORRECILLA (Estriégana)
GU/19 ESTACIÓN (Fontanar)
GU/20 LOS LLANOS (La Fuensaviñán)
GU/21 GUADALAJARA: Alcázar
109
MANUEL RETUERCE VELASCO
GU/22 GUADALAJARA: Plaza de la Antigua
GU/23 CERRO DEL TORO DE OSBORNE (Guadalajara)
GU/24 CASTILVIEJO (Guijosa)
GU/25 LA CERRADILLA (Guijosa)
GU/26 LOS CASTILLOS (Guijosa)
GU/27 HITA
GU/28 OCÉN (La Hortezuela de Océn)
GU/29 HUÉRMECES DEL CERRO
GU/30 PEÑAHORA (Humanes de Mohemando)
GU/31 JADRAQUE
GU/32 ARAGOSA (Mandayona)
GU/33 TORRE DE LOS MOROS (Membrillera)
GU/34 EL CASTILLO (Miedes de Atienza)
GU135 TORREPLAZO (Miedes de Abenza)
GU136 MOLINA DE ARAGÓN
GU137 MONTARRÓN
GU/38 CUEVA HARZAL (Olmedillas)
GU/39 CUEVA DE LOS CASARES (Riba de Saelices)
GU/40 RIBA DE SANTIUSTE
GU/41 ? (Romanones)
GU/42 CERRO ALBARÁÑEZ (Salmerón)
GU/43 ESPINA (Santamera)
GU/44 SIERRA MENERA (Setiles)
GU/45 EL CASTILLEJO (Tamajón)
GU/46 EL CASTILLEJO (Tordelrábano)
GU/47 EL CASTILLEJO (Torete)
GU148 ALCOLEA DE TOROTE (Torrejón del Rey)
GU149 TORRESAVIÑÁN (La Torresaviñán)
GU/50 PUEBLO DEL VALLE (Tórtola de Henares)
GU/51 UCEDA
GU/52 UTANDE
GU/53 ? (Yunquera de Henares)
GU/54 ZORITA DE LOS CANES
GU/55 RECÓPOLIS (Zorita de los Canes)
GU156 MANDAYONA
Provincia de Madrid:
M101 ALCALÁ LA VIEJA (Alcalá de Henares)
M102 CUEVA DE LOS GIGANTONES (Alcalá de Henares)
M/03 MALVECINO (Alcalá de Henares)
M104 EL SALITRAL (Chinchón)
M/05 CERRO ALMODÓVAR (Fuente el Saz del Jarama)
M/06 ALARILLA (Fuentidueña de Tajo)
M107 LA ALDEHUELA (Getafe)
M108 LA TORRECILLA (Hoyo de Manzanares)
M/09 MADRID: Cava Baja, 22
M/I0 MADRID: Plaza de los Carros
M/11 MADRID: C/ Angosta de los Mancebos
M/12 MADRID: Cuesta de la Vega
M/I3 MADRID: Plazas de la Morería y Granado
M/14 MADRID: Casa del Pastor
M/15 MADRID: Capilla del Obispo / Casa de San Isidro
M/16 MADRID: Plaza del Rollo
110
ARQUEOLOGÍA Y POBLAMIENTO EN LA MESETA ANDALUSÍ. EL REFERENTE CERÁMICO
M/17 MADRID: C/ Espejo
M/18 MADRID: C/ Noblejas
M/19 MADRID: Plaza de Oriente
M/20 LOS VASCOS (Barrio Las Carolinas) (Madrid)
M/21 LOS ALMENDRALES (Barrio de Usera) (Madrid)
M/22 AEROPUERTO DE BARAJAS (Madrid)
M123 CANCHO DEL CONFESIONARIO (Manzanares el Real)
M/24 CERVERA (Mejorada del Campo)
M/25 CASTILLO DE MALSOBACO (Paracuellos del Jarama)
M/26 CUEVAS (Perales de Tajuña)
M/27 RIBAS DE JARAMA (Rivas-Vaciamadrid)
M/28 LA MARAÑOSA (San Martín de la Vega)
M/29 CERRO ALMOCLÓN (San Martín de Valdeiglesias)
M130 TALAMANCA: Ábside de los Milagros
M/31 TALAMANCA: Iglesia de San Juan
M/32 EL VERDUGAL (Tielmes)
M/33 LAS FUENTECILLAS (Torrejón de Ardoz)
M/34 ATALAYA DE ARREBATACAPAS (Torrelaguna)
M/35 ATALAYA DE EL VELLÓN (El Vellón)
M136 ATALAYA DE VENTURADA (Venturada)
M/37 CASTILLO DE TAJO (Villamanrique de Tajo)
M138 SANTA MARÍA (Villarejo de Salvanés)
M139 CALATALIFA (Villaviciosa de Od6n)
Provincia de Palencia:
P/01 TARIEGOS DE CERRATO
Provincia de Segovia:
SG/01 SEPULVEDA
Provincia de Soria:
SO/01 ARENILLAS
SO/02 BARAHONA
S0/03 CERRO DE SAN JORGE (Barcones)
SO/04 AGUILERA (Berlanga de Duero)
S0105 OSMA: Castillo (Burgo de Osma)
SO/06 EL CASTILLO (Calatañazor)
SO/07 GRANJA DE MAZARETE (Cihuela)
SO/08 GARRAY
SO/09 GORMAZ
SO/10 VILLA VIEJA (Medinaceli)
SO/11 MEDINACELI: Plaza de la Yedra
SO/12 MEDINACELI: Arco romano
SO/13 TIERMES (Montejo de Tiermes)
SO/14 SAN ESTEBAN DE GORMAZ
S0/15 HARZAL (La Ventosa del Ducado)
Provincia de Toledo:
TO/01 CUEVA DEL MORO (Albarreal de Tajo)
TO/02 i,CASTREJÓN? (Aldeanueva de San Bartolomé)
TO/03 BARGAS
TO/04 CANTURIAS (Belvis de la Jara)
T0105 RONDA (El Carpio de Tajo)
T0106 LA MEZQUMLLA (Casalgordo)
111
MANUEL RETUERCE VELASCO
T0107 SANTA CATALINA I (Casasbuenas)
T0108 CASTILLO DE VILLALBA (Cebolla)
T0109 CONSUEGRA: Castillo
TO/10 CASTILLO DE CARAVANCHEL (Dos Barrios)
TO/11 LAS CARRASCOSAS (Gálvez)
T0112 GUARRAZAR (Guadamur)
T0113 LOS CASTILLEJOS (Las Herencias)
T0/14 SAN VICENTE (Hinojosa de San Vicente)
TO/15 ILLESCAS
TO/16 EL CERRÓN (Illescas)
TO/17 MORATALAZ (Illescas)
TO/18 EL SOTILLO (111escas)
TO/19 LAYOS
TO/20 MAGÁN
TO/21 CERRO TORREJÓN (Malpica de Tajo)
TO/22 MAQUEDA: Castillo
TO/23 CASTILLO DE PIEDRA NEGRA (Mora de Toledo)
TO/24 NAMBROCA
TO/25 FUENTE BLANCA (Nambroca)
TO/26 VASCOS (Navalmoralejo)
TO/27 SANTA MARÍA (Noez)
TO/28 OCAÑA: Camino de la Estación
TO/29 OREJA (Ocaña)
TO/30 LOS HITOS (Orgaz. Arisgotas)
TO/31 OROPESA
TO/32 CERRO DE LA HORCA (Pantoja)
TO/33 ALPUEBREGA (Polán)
TO/34 LA IGLESIA/POZO LORENZO (Pulgar)
TO/35 CANALES (Recas)
TO/36 SANTA MARÍA DE MELQUE (San Martín de Montalbán)
TO137 TALAVERA DE LA REINA: Casco urbano
TO/38 TALAVERA DE LA REINA: Ronda del Cañillo
T0139 TALAVERA DE LA REINA: San Agustín
TO/40 TALAVERA DE LA REINA: Plaza del Pan
TO/41 TALAVERA DE LA REINA: C/ J.L. Gallo
TO/42 TOLEDO: Mezquita de las Tornerías
TO/43 TOLEDO: Circo romano
TO144 TOLEDO: Rodaderos del Puente de San Martín
TO/45 TOLEDO: Rodaderos de San Sebastián
TO146 POZO DE LAS OVEJAS (Toledo)
TO/47 CERRO DEL BU (Toledo)
TO/48 TÍREZ (Villacañas)
T0149 VILLAMINAYA: Plaza del Ejido
T0150 CASTILLO DE ACECA (Villaseca de la Sagra)
TO/51 LA BÓVEDA / ACECA (Villaseca de la Sagra)
TO152 OLMOS (Viso de San Juan)
T0153 GUADALERZAS (Los Yébenes)
Provincia de Valladolid:
VA/01 PENAFIEL: Castillo
VA/02 VALLADOLID: M° San Benito el Real3
3. Lugar con hallazgo de cerámica andalusí producto de una importación
112
^
ARQUEOLOGÍA Y POBLAMIENTO EN LA MESETA ANDALUSt EL REFERENTE CERÁMICO
01
DUERO
S0 ,07 •
^ )/01
• SO
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10-12
Ver Mapa del
Valle del Henares
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GU/ 10
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CR/18 •
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GUADIANA
• 02/09
A13.<31
CR/01
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• CR/05
CR/13
AB/15
CR/15
•
CRI/9
YACIMIENTOS DE LA MESETA CON
PRESENCIA DE CERAMICA ANDALUSI
AL1/09
AB 13-14 *
AB/20
SEGURA
31332 "
AI:06-19
113
MANUEL RETUERCE VELASCO
Yacimientos
del
Valle del Henares
G11/35
4
c,
Sorbe
• GU/18
GU/32 * GU/49
1 * *Gws6 * GU/20
_Gu/ 1GU/13
• GU1
Bornova
GU/33
GU/ • GU/16
.GU/17
37* GU/3 • G11/02
2,C
ICS*1./0A5*ea
U/31°31 l
GU/40
* GU/38
GU/4.
GU/29
• GU/24-26
Dulce
/27
U/52
--Bade!
Torote
G11/53
• GUISO
G11/19 '
GU/ * GU21-22
GU/
ARES
* M/01-03
M/21
MANZANARES
TAJO
114
* GU/15
JARA MA
TAJUÑA
ARQUEOLOGÍA Y POBLAMIENTO EN LA MESETA ANDALUSI. EL REFERENTE CERÁMICO
6.3. Comentario
Según las premisas de investigación expuestas con anterioridad, se han podido localizar e identificar un total de 208 asentamientos, que se incluyen dentro de un total de 232
yacimientos arqueológicos catalogados. De momento, por las características propias del
trabajo que ahora adelanto, no analizo ni tengo casi en cuenta la tipología de cada uno de
ellos: ciudad, poblado, aldea, alquería, fortaleza, castillo, torre vigía, granja, molino, etc.
En definitiva, ésta será una de las principales labores de investigación que han de desarrollarse en el futuro.
Llegado a este punto, y de acuerdo con el empleo exclusivo de la cerámica como
única fuente arqueológica, debo explicar que, particularmente, entiendo como un yacimiento andalusí a cada uno de los lugares, pertenecientes o no a un mismo asentamiento,
donde se han encontrado suficientes testimonios cerámicos de este período. Poniéndolo
como un claro ejemplo, he de citar el caso de Madrid, pues en esta ciudad se encuentran
diferentes yacimientos que se vienen a corresponder con cada uno de los solares excavados
en los que se ha encontrado cerámica andalusí. De este modo, el antiguo núcleo urbano de
Madrid se entiende como un único asentamiento que incluye diferentes yacimientos, que
se sitúan tanto en lo que constituyó su medina (la llamada "colina de Palacio") como en
lo que fueron sus arrabales ("arrabal de las Vistillas", "arrabal de San Andrés", "arrabal de
la calle del Arenal", etc.).
Realizando un somero análisis de los 208 asentamientos identificados, sobresale el
hecho de que bastante más de un tercio de los asentamientos andalusíes de la Meseta, documentados y localizados, no se han podido identificar con lugares citados en las fuentes
escritas, tanto árabes como cristianas y tanto narrativas como documentales. Son un total
de 85 asentamientos, y vienen a suponer el 40,9% del total. De todos ellos, sólo cinco,
cabría haberlos adscrito "a priori" a un pasado islámico por la posesión de un topónimo
de clara raíz árabe.
Por otro lado, merece ser destacado el hecho de que de los restantes 123 asentamientos
que han sido identificados en las fuentes escritas (constituyéndose, por tanto, en el 59,1%
del total), sólo 57 de ellos (el 27,4% del total) lo han sido a través de su cita o aparición en las
fuentes narrativas árabes. Por contra, los restantes 66 asentamientos documentados (el
31,7% del total) lo fueron por haber sido citados en las fuentes escritas cristianas, narrativas
y documentales, la mayoría pertenecientes a los períodos posteriores a la conquista —siglos
XII y XIII—, e incluso en otras muy posteriores pertenecientes ya a la Edad Moderna. De
todos estos datos, y a modo de síntesis, hay que resaltar dos evidentes realidades:
l a) Que el empleo de las fuentes arqueológicas, en este caso las cerámicas, es esencial para la localización y posible identificación de los lugares de asentamiento andalusí
en la Meseta. Sin este testimonio hay que recordar que casi el 41% de los asentamientos
que aquí se catalogan no habrían sido conocidos.
2) Que, junto al esencial empleo de las fuentes arqueológicas para la localización de
los asentamientos, para su concreta identificación, es imprescindible, además del evidente
uso de las fuentes escritas árabes, el manejo de la documentación y de las fuentes escritas
cristianas, posteriores incluso en muchos años y siglos a los períodos en que el territorio
meseteño dejó de formar parte esencial de al-Andalus. Sin esta documentación cristiana,
vuelvo a recordar, casi el el 32% de los asentamientos que se presentan en este trabajo estaría aún por identificar.
Sin considerarlo ni mucho menos como el más idóneo, según ya se observó con anterioridad, a través del análisis de la distribución provincial meseteña de cada uno de los
115
MANUEL RETUERCE VELASCO
asentamientos localizados, se advierte que la inmensa mayoría de ellos se distribuye por
los territorios de las actuales provincias de la submeseta sur: exactamente 191 (91,8% del
total). Por el contrario, sólo 17 asentamientos (el 8,2% del total) se localizan en las provincias de la norte; y de ellos, casi la totalidad (14 asentamientos), en la actual provincia
de Soria.
En la submeseta sur la mayoría de los asentamientos localizados se encuentra en los
territorios provinciales más septentrionales: Guadalajara (55 asentamientos, que representan algo más de una cuarta parte del total, con un 26,4%), Toledo (45, con el 21,6% del
total) y Madrid (28, con el 13,5%); así, en el conjunto de estas tres provincias se suman
128 asentamientos, lo que supone el 61,5% del total de asentamientos de la Meseta. Por
el contrario, en las otras tres provincias submeseteñas la situación es bien diferente, aunque bastante pareja entre sí, con alrededor de 20 asentamientos en cada una de ellas, lo que
hace un total de 60 lugares, que vienen a suponer el 28,8% del total de asentamientos andalusíes meseteños localizados. Sin embargo, de este análisis provincial de los asentamientos se desprende una importante y definitiva conclusión, que no es otra que la de poder afirmar que en cualquier estudio histórico-arqueológico de un más o menos extenso territorio no deben ser predominantes los actuales límites provinciales, ajenos absolutamente a cualquier realidad histórica y geográfica. Si aquí y ahora he analizado los asentamientos andalusíes meseteños manteniendo la actual división provincial de España, ha
sido sólo para constituir un mero encuadre inicial de ordenación. Como se defendió en el
apartado 2 de este trabajo, pienso que los marcos propios de la investigación han de ser,
por este orden, los relacionados con las comarcas naturales y con los valles y cuencas de
los ríos.
Sin pretender desarrollar aquí todo el argumento —no es éste el lugar más adecuado
para ello, tanto por su temática concreta como por el poco grado de desarrollo que ha alcanzado en la Meseta la investigación arqueológica espacial—, se aprecia que desde estos
marcos geográficos naturales, más limitados y pequeños, los sistemas y modos de poblamiento se hacen algo más comprensibles que si se contemplasen desde un marco meramente provincial.
A partir de la división comarcal desarrollada en el apartado 2, de la que surge la relación comarcal de asentamientos que sigue, se puede ver muy bien la distribución por todo
el territorio meseteño de la totalidad de los 208 asentamientos andalusíes que hasta ahora
he podido localizar en él:
1. El Alto Quelles: ningún asentamiento
2. La Comarca de Soria: 2 asentamientos
3. La Tierra de Almazán y Campo de Gómara: ningún asentamiento
4. La Ribera de Gormaz: 4 asentamientos
5. La Ribera burgalesa del Duero: 1 asentamiento
6. El Alto Jalón: 3 asentamientos
7. Las parameras sorianas: 4 asentamientos
8. La Tierra de Ayllón: ningún asentamiento
9. La Tierra de Sepúlveda: 1 asentamiento
10. Las Serranías de Sigüenza y Atienza: 12 asentamientos
11. La Serranía del Alto Jarama: 1 asentamiento
12. Señorío y Tierra de Molina: 6 asentamientos
13. La Alcarria de Brihuega y Cifuentes: 14 asentamientos
14. La Alcarria de Guadalajara: 8 asentamientos.
116
ARQUEOLOGÍA Y POBLAMIENTO EN LA MESETA ANDALUSÍ. EL REFERENTE CERÁMICO
15. La Campiña: 6 asentamientos
16. La Sierra de Madrid: 4 asentamientos
17. Las Vegas: 14 asentamientos
18. Los Llanos: 10 asentamientos.
19. La Sagra: 7 asentamientos
20. Comarca de Torrijos: ningún asentamiento
21. Comarca de Escalona o Bajo Alberche: 1 asentamiento
22. Sierra de San Vicente: 2 asentamientos
23. El Campo Arañuelo: 1 asentamiento
24. La Tierra de Talavera: 2 asentamientos.
25. La Vega de Toledo: 5 asentamientos
26. El Valle del Tajo: 6 asentamientos
27. La Alcarria Conquense: 10 asentamientos
28. La Serranía de Cuenca: 6 asentamientos
29. La Jara: 7 asentamientos
30. Los Montes de Toledo: 7 asentamientos
31. La Sisla Occidental: 8 asentamientos
32. La Sisla Oriental o Mesa de Ocaña: 2 asentamientos
33. Comarca de Consuegra y Madridejos: 2 asentamientos
34. Comarca de Santiago: ningún asentamiento
35. La Mancha Conquense: 8 asentamientos
36. Campo de Calatrava: 4 asentamientos
37. Campo de Daimiel: ningún asentamiento
38. Campo de San Juan: 3 asentamientos.
39. Campo de Valdepeñas: ningún asentamiento
40. Campo de Montiel: 3 asentamientos.
41. La Mancha Albacetense: 4 asentamientos
42. La Ribera del Júcar: 3 asentamientos
43. El Campo de Hellín 5 asentamientos
44. Sierras de Alcaraz y Segura: 8 asentamientos
45. Sierra Morena: 4 asentamientos
46. Los Montes: 5 asentamientos
Por el momento y a falta de iniciar de una forma más científica y sistemática la investigación por la totalidad del territorio meseteño, la media comarcal de asentamientos es
de 4, al presentarse en siete de ellas este número. Si bien hay que considerar esta cifra de
una forma cauta, muy bien podría constituir un punto inicial de referencia de la investigación, salvando, claro está, las desigualdades de todo tipo existentes entre unas y otras comarcas: diferencias en la clase de suelo, altitud media, latitud, superficie, hidrología, recursos, etc. Aparte del grado de desarrollo alcanzado en la investigación, las circunstancias
naturales de cada comarca han debido jugar un importantísimo papel en el poblamiento.
Sin embargo, no parece que estos factores sean exclusivos, pues otros muy diferentes, relacionados con circunstancias económicas, políticas o sociales debieron jugar un importantísimo y paralelo papel.
En efecto, salvando las ya muy advertidas carencias existentes en la investigación o,
por el contrario, la mayor incidencia por algunos determinados territorios de ésta, la interrelación de circunstancias geográficas, económicas, políticas y sociales debió ser muy
importante para que, por ejemplo, resultase que en un amplio territorio meseteño que
117
MANUEL RETUERCE VELASCO
comprende varias comarcas relacionadas con los afluentes norteños del río Tajo, y principalmente el río Henares, se localice un gran número de asentamientos. Sin estar en una
total vanguardia, son precisamente estas comarcas las se encontraban más expuestas a los
ataques exteriores cristianos. Así, en el conjunto de las comarcas de "Las Serranías de Sigüenza y Atienza", "La Alcarria de Brihuega y Cifuentes", "La Alcarria de Guadalajara",
"La Campiña", "Las Vegas" y "Los Llanos" —todas ellas con unas características geográficas y económicas diferentes—, se localiza un total de 64 lugares, que vienen a representar
un 30,8% del total de los asentamiekos andalusíes que he identificado en la Meseta. Con
esta gran mancha de asentamientos al noreste del Tajo se relacionarían los situados en la
comarca de "La Alcarria Conquense", ya al sur de dicho río pero con unas condiciones naturales bastante parecidas a las de sus gemelas comarcas alcarreñas del norte.
Por otro lado, resulta bastante extraño que en las tres comarcas situadas algo al margen y al noroeste del río Tajo, y más cercanas al Sistema Central —"Comarca de Torrijos", "Comarca de Escalona o Bajo Alberche" y "Sierra de San Vicente"—, y que podrían
constituirse en la continuación natural hacia el suroeste de las muy pobladas comarcas situadas alrededor de los ríos Jarama y Henares, sólo se localicen 3 asentamientos. Pienso
que sólo la carencia de una investigación puede explicar este caso. De todas formas si se
salva este hecho, no parece que la verdadera continuación hacia el oeste de la concentración de población localizada en las comarcas de los ríos Jarama y Henares siguiera por las
tierras situadas al norte del río Tajo, sino que traspasaba dicho río, para ir a unirse a la
zona que rodea la ciudad de Toledo, y se extendía hacia el suroeste por las bien pobladas
comarcas de "La Vega de Toledo" y "La Sisla Occidental". A lo que parece, entre los dos
extremos mencionados de máxima concentración de asentamientos en la Meseta, las intermedias comarcas de "La Sagra" y del "Valle del Tajo" venían a constituirse en unos territorios medianamente bien poblados.
Haciendo un breve resumen de lo expuesto, y salvando las mencionadas carencias de
la investigación, parece muy evidente que el principal eje de poblamiento de la Meseta estuvo en íntima relación con una imaginaria línea en sentido suroeste-noreste, que desde el
entorno de la ciudad de Toledo fuera a unirse a la ciudad de Medinaceli y, a través de ésta,
con el valle del Ebro. En definitiva, en relación al eje diagonal que unió las dos capitales
que durante el período omeya tuvo el territorio que se conoció como Marca Media, y en el
cual los ríos Jarama-Henares vinieron a constituirse en el pasillo natural de comunicación.
Esta directa alusión hacia los ríos Jarama y Henares me sirve para traer aquí el que
considero que es el estadio básico —a un nivel inferior al de la comarca— a partir del cual
se debería desarrollar cualquier investigación sobre un territorio: el de las cuencas fluviales. Pienso que con gran frecuencia los ríos y las vías de comunicación que transcurren
paralelas a sus valles vienen a constituirse en el eje de unión entre algunos de los asentamientos de la Meseta. Esta circunstancia parece estar bastante clara en el caso de algunos ríos de la cuenca del Tajo, que es entre todas las de la Meseta sobre la que, aparte de
conocerse mejor, se localiza un mayor número de asentamientos. Así, entre otros, habría
que mencionar los siguientes ríos:
1. Tajo-Guadiela: siguiendo primero una dirección oeste-este y después suroeste-noreste, se constituye en el eje de una verdadera línea de asentamientos que se sitúan en sus
dos márgenes (con un total de 24, hasta hoy localizados) con la principal finalidad de
guardar los vados o posibles puentes. De ellos, un total de 16 (66,7%) se sitúan en la
margen izquierda o sur y sólo 8 asentamientos en la derecha o norte (33,3%). En este sentido, si se exceptúa el caso extremo de Talavera, el dominio de los asentamientos en la
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ARQUEOLOGÍA Y POBLAMIENTO EN LA MESETA ANDALUSt EL REFERENTE CERÁMICO
margen sur resulta absoluto por los extremos oeste y este del eje que forman ambos ríos;
sólo en la parte central, con Toledo constituido en el principal de ellos, aumentan los
r.1»entamientos al norte del río. Si bien a esta línea, por el hecho de presentar una gran
concentración de asentamientos en su margen sur, se la podría considerar como un verdadero segundo «limes» defensivo, situado en una zona de retaguardia con respecto a la Cordillera Central, y en la que el propio río vendría a constituirse en su principal barrera
(función con la que, en líneas generales, estoy de acuerdo), pienso que también funcionó
como un importante eje de comunicaciones, que no ha sido suficientemente considerado.
De esta forma, salvo en determinados tramos en los que el terreno y la propia naturaleza
de los ríos lo imposibilitaba, las vías transcurrían paralelas a su cauce —por falta de estudios concretos, nada se puede decir acerca de su exacto trazado—. Además de ejercer un cierto control sobre un más o menos corto tramo del camino, con frecuencia, cada uno de los
asentamientos se levantaba defendiendo un vado o paso en el Tajo-Guadiela, en un punto
próximo en el que otros ejes de comunicación, perpendiculares a ambos ríos, necesitaban
traspasarlos. Estas últimas vías de comunicación, a su vez, también transcurrían en una
mayor o menor relación con otros cauces subsidiarios al Tajo y al Guadiela. Entre otros,
los asentamientos que vigilaban los referidos vados son los de: Alija, Espejel, Vascos,
Talavera de la Reina, Cerro Torrejón, Toledo, Aceca, Alarilla, Alboer, Santaver, etc.
2. Guadarrama: se configura como un importante eje de dirección sur-norte. Paralelo
al río, por su margen oeste —de vega—, transcurriría el camino; frente a él, en la orilla este, se situaban los diferentes asentamientos, que siempre se emplazan sobre cerros totalmente inmediatos al río, dominando la más o menos extensa vecina vega y a una altura
con respecto a ésta de alrededor de 40 m.: Olmos, Canales y Calatalifa. Este concreto
modelo de asentamiento, salvo contadísimas excepciones —la de la ciudad de Madrid que se
asienta a unos 600 m. del río Manzanares, es la más notable—, viene a constituirse en el
más común y típico en la Meseta para todos aquellos poblados y lugares que se relacionan directamente con un río o vado. Hay que señalar también que los asentamientos-tipo
del río Guadarrama y, en general, de todos los del valle del Tajo, además de poseer las características señaladas, se sitúan, como mínimo, sobre dos cerros. En el más pequeño, y
generalmente más cercano al río y más elevado, se emplaza un más o menos extenso recinto fortificado y un aljibe; en el más extenso, fortificado o no, con uno o varios aljibes
y generalmente más alejado del río, se extendía el poblado propiamente dicho.
3. Jarama: como en el caso del río Guadarrama, se constituye en un eje de dirección
sur-norte. La situación de las poblaciones y las vías de comunicación son casi idénticas a
las de este último río: asentamientos emplazados en los cerros fronteros al cauce fluvial
(sólo Talamanca, por otro lado, el principal enclave junto al Jarama, escapa, en cierto
modo, a este modelo) y un camino que corre por el llano de la orilla opuesta a aquella en
la que se sitúan los poblados. Sin embargo, por las especiales características de la orografía por la que transcurre este río, la situación es algo diferente a la del Guadarrama. Así,
en el Jarama sur, los asentamientos se emplazan en cerros de la orilla oeste (La Marañosa
y Ribas de Jarama), mientras que más adelante, hacia el norte, a partir de su confluencia
con el Henares, las poblaciones pasan a colocarse sobre diferentes cerros de la orilla este
(Cervera, Paracuellos, Talamanca, Uceda, etc.).
4. Henares y sus pequeños afluentes: como ya se ha mencionado, hasta lo que hoy se
conoce, la cuenca de este río parece ser la de más alta densidad de asentamientos de la región. En concreto, se trata de un eje de dirección suroeste-noreste, que enlazaría con el del
Jalón en Medinaceli. Del mismo modo que en los ríos anteriores, los principales enclaves se
sitúan sobre cerros inmediatos al Henares o sus afluentes, mientras que el camino seguía
119
MANUEL RETUERCE VELASCO
por la vega. En concreto, en el Henares los principales asentamientos (Cervera, Alcalá la
Vieja, Guadalajara, etc.) se sitúan primero en la orilla izquierda, la oriental; después, a
partir de la conjunción con el río Sorbe, se vienen a emplazar indistintamente en ambas
orillas. Del mismo modo, a lo largo del recorrido de cada uno de los pequeños afluentes, a
la izquierda y derecha del Henares, se suceden numerosos asentamientos que, a su vez,
cumplen las mencionadas mismas características de localización y emplazamiento.
Por el momento, ante la falta de estudios más particulares, sólo se puede hacer alguna muy limitada referencia a los asentamientos situados junto a los restantes ríos. Por
mencionar sólo uno de ellos, el Tajuña parece ser testigo de una segura y casi absolutamente desconocida vía, que, en paralelo a su cauce, pudo constituirse en una alternativa a
la del Henares. De ella, poco o nada se puede decir, ante una total carencia de prospecciones, pero quizá sea, en el recorrido inferior del río, la ruta que `Abd al-Rahmán III sigue
tras la campaña de Simancas, de regreso a Toledo y tras salir de Guadalajara, y en donde
se podrían situar los aún no localizados lugares de Y.rb17 y Subitrán, citados por Ibn
Hayyan (ed. 1981: 301, 333).
En referencia a la cuenca del Duero, aunque escasos y todavía en un estadio de la investigación muy primario, se localizan los que parecen ser unos posibles asentamientos
andalusíes dentro de la submeseta norte, situados en territorios ajenos a los de la cabecera
del Duero (prov. de Soria). Aún es pronto para poder encuadrarlos dentro de una cronología concreta, pero una más completa investigación podría confirmar lo que, por el momento, presento sólo como una muy poco elaborada hipótesis de la conformación arqueológica de un posible asentamiento andalusí en provincias como Palencia, Valladolid4
y Segovia. En concreto, y en lo referente al asentamiento segoviano de Sepúlveda, la reciente identificación como islámicos de varios tramos de su muralla (Martín, Tardío y
Zamora, 1990) vendría a apoyar la identificación en este lugar de una muy primitiva
ocupación andalusí.
Sobre las cuencas de los ríos que vierten al Mediterráneo, Júcar y Segura, las referencias que se poseen de sus posibles modelos de asentamiento son muy escasas. La investigación en esta zona sería también una labor muy urgente a desarrollar. Destaca, sin embargo, el asentamiento de El Castillejo de Pajaroncillo, que desde una estratégica altura
domina la importante vía maderera del Cabriel.
Por último, la red de asentamientos de la cuenca media del Guadiana parece seguir
unos modelos diferentes a la del Tajo. En este sentido, resultaría sumamente sugestiva la
realización de una cuidadosa investigación en dicha cuenca fluvial, pues, hasta el momento, la mayoría de los asentamientos identificados en ella se localizan sobre cerros no
muy altos, que generalmente han conocido una anterior ocupación de la Edad del Bronce e
Ibérica —casi nunca romana—, y que se localizan dentro de unas más o menos extensas
áreas lacustres. De este modo, a través de los patrones de asentamiento que pudieran resultar en estas zonas de la Meseta se podrían comparar con los ya establecidos en las áreas
lacustres del litoral mediterráneo, hasta ahora mucho mejor conocidas y estudiadas. En el
bajo Guadiana meseteño los emplazamientos, sin duda debido a la diferencia orográfica,
vuelven a adoptar un modelo muy parecido al seguido en el valle del Tajo. Sin embargo,
cabe mencionar algunas diferencias, pues se sitúan en lugares de superior altura e, incluso, en emplazamientos de más dificil acceso, sin relación a un curso fluvial medianamente importante.
4. El de la capital vallisoletana no se puede considerar nunca como tal asentamiento pues los materiales almohades allí encontrados —cerámica esgrafiada— son producto de una importación del siglo XII o XIII.
120
ARQUEOLOGÍA Y POBLAMIENTO EN LA MESETA ANDALUSL EL REFERENTE CERÁMICO
Ante la total falta de estudios sobre el terreno, poco más se puede decir en esta primera aproximación al poblamiento andalusí meseteño. Así, sólo cabe mencionar el hecho
de que es ésta la primera vez que se relaciona, individualizados y en conjunto —siquiera
por el hallazgo en todos ellos de materiales cerámicos— un importante número de asentamientos andalusíes que hasta el momento eran nula o casi totalmente desconocidos. De
este modo y por lo menos, las tierras meseteñas, no toledanas o no muy próximas a Toledo, situadas entre el Tajo y Sierra Morena, que siempre habían permanecido bastante
ignoradas y consideradas casi como marginales, a pesar de situarse en pleno centro de la
Península, se incorporan definitivamente, siquiera por medio de la arqueología, en general, y de la cerámica, en particular, al pasado de al-Andalus.
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