METAKINEMA
REvIsTA dE CINE E HIsToRIA
NúMERo 7
oCTubRE, 2010
http://www.metakinema.es/metakineman7s3a1_Antonio_Aguilera_Hipatia_Agora.html
3. A Propósito de
ISSN 1988-8848
HIPATIA DE ALEJANDRÍA.
DIDÁCTICA DE ÁGORA (A. Amenábar, 2009)
Hipatia of Alexandria.
Didactics of the Agora (A. Amenábar, 2009)
Lcdo. Antonio Aguilera Vita
Escritor, traductor y profesor de griego
Madrid
Recibido el 15 de Septiembre de 2010
Aceptado el 8 de Octubre de 2010
Resumen. Ágora de Alejandro Amenábar, al margen de sus indudables méritos cinematográicos,
contiene, al parecer del autor, un innegable valor didáctico, en el momento en que es un ilm que enseña entreteniendo. Esa didáctica se maniiesta en tres aspectos: ético, ilosóico-cientíico e histórico.
Desde esos campos, gracias a la idelidad a las fuentes más antiguas sobre la igura de Hipatia, así
como a una cuidada utilización de las licencias históricas, nos propone un acercamiento idedigno, no
exento de legítimas propuestas personales, a una época desconocida por el gran público, poco tratada
por el cine y deliberadamente descuidada por los temarios de estudios oiciales.
Palabras clave. Hipatia, Amenábar, didáctica, ilosofía antigua, Alejandría.
Abstract. Agora by Alejandro Amenábar’s has not only undoubtable cinematographic merits, but
also an undeniable didactic importance. It is a ilm that teaches and amuses at the same time. The
didactic value of the movie can be discussed under three main perspectives: ethical, philosophical-and-scientiic and historical. Faithfully based on ancient sources and thanks to a careful use of
extended metaphoric interpretations of historical information, the ilm proposes a reliable portrait of
a lesser-known period, not frequently proposed by cinema and deliberately neglected by institutional
teaching curricula.
Keywords. Hipatia, Amenábar, didactics, ancient philosophy, Alexandria.
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1. Como no es infrecuente en nuestro país, tras el estreno de cada nueva película de nuestros directores más internacionales, nuestra excelsa crítica cinematográica suele mostrarse escéptica, cuando
no maniiestamente hostil. Es el caso de Ágora de Alejandro Amenábar, recibida con cierta frialdad.
Como no es ésta, afortunadamente, una revista de cine, quisiera lanzar un capote en favor de la
misma, dejando sentadas varias premisas en cuanto a lo que, a mi humilde (es una forma de hablar)
entender, supone su puro valor fílmico, que no es poco.
1º) No me parece Ágora, ni mucho menos, la mejor película de su autor, ni en su guión, ni en
su desarrollo, ni en la deinición de sus personajes, ni en su pulso fílmico. Cuidado. No me parece la
mejor, sin que con ello quiera decir en ningún momento que la considere una mala película, que no lo
es. Simplemente, no creo que alcance la perfección fílmica de Los Otros, ni la sinceridad de Tesis.
2º) Sin embargo, me parece una apuesta arriesgada por dos motivos: su inmersión en el cine
histórico con pretensiones de gran producción y la elección de su tema, una especie de biopic de
una mujer ilósofa y cientíica de la que nos han llegado apenas unas cuantas referencias por varios
autores en una época de crisis poco tratada en el cine, pero cuya vida, y sobre todo, muerte, ha sido
recogida, y manipulada, por una tradición ilustrada y romántica que la convirtió en igura de un martirologio de acuerdo a los intereses de determinados escritores.
3º) Al margen de su innegable valor histórico, que, como veremos, es bastante ajustado a lo
que conservamos, Amenábar ha sabido construir una verdadera historia, que quizá cojea a ratos, al
intentar hilvanar una serie de anécdotas de la vida de Hipatia recogidas de aquí y de allá, de fuentes
más o menos iables, pero que ante todo la convierte en una historia sencilla, cine clásico, sin complicaciones, con los matices precisos para no caer en el estereotipo (en el que, sin embargo, a veces,
cae).
4º) Considero, y es lo que pretendo argumentar, que el principal valor del producto resultante
es su “didáctica”, en los sentidos que más abajo iré especiicando. Un producto absolutamente válido
cuyo mayor logro es la sencillez con la que ha tratado argumento, información cientíica e historia.
2. ¿Por qué no la considero una obra redonda (que no signiica que no sea una buena película)?
Porque al margen de que la gran superproducción descubre con mucha sutilidad a ratos que no lo es
tanto (de hecho el supuesto gran presupuesto de la película es la mitad de lo que en su día se invirtió
en Gladiator, película efectista y vacía donde las haya), cosa que, en cualquier caso, la maestría de
Amenábar lo disimula muy bien, la forma de hilvanar las dos partes de la historia es demasiado fácil
a golpe de Google Earth, así como la relación temporal entre ambas. Brevemente. El argumento tiene
dos partes bien diferenciadas, dos épocas de la vida de Hipatia, y de la ciudad de Alejandría, la época
de su magisterio, en pleno lorecimiento, dejando abierto, con muy buen criterio, si este se produce
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en el Serapio como entidad pública o si se trata de unas clases particulares (suele ser la tesis más
aceptada, cuando se leen con cierta precisión las fuentes). En esa primera parte se gestan los conatos
de intolerancia fomentados claramente por los sacerdotes del culto a Serapis, que comienzan a ver
mermada su inluencia ante la expansión del cristianismo. Un cristianismo que se ha vuelto, por otro
lado, provocador, gracias a su popularidad, una vez reconocido y legalizado, con la ayuda de una
serie de profetas demagogos que tratan de tomar posiciones en la sociedad tras siglos de persecución.
Tras estos hechos, considerados históricos y bien documentados, la película da un salto temporal a
una época de tensa convivencia, que parece que fue la tónica en la ciudad en los inicios del siglo V,
por la presencia en ella de una serie de obispos especialmente belicosos que trataban de asentar y
asegurar bien sus posiciones de poder ante los nuevos conversos de clase alta, pero también, y quizá
esto que no aparece en la película es interesante para comprender la posición del obispo Cirilo, para
airmar sus posiciones frente a la jerarquía cristiana de otras diócesis que pugnaban por una máxima
inluencia respecto al poder imperial, tanto en Constantinopla como en Roma, ambas ciudades, no
más importantes que Alejandría en cuanto a peso económico y político, pero también demográico, en
el imperio, pero que se arrogaban una historia más apegada tanto al centro imperial como a la propia
historia del cristianismo que ella, en cierto modo poco a poco marginada de dichos centros. A lo dicho
habría que añadir el componente de las sectas y herejías cristianas que se asientan por todo el norte
de África y Oriente Medio, zona de evidente inluencia alejandrina. En esta época aún más convulsa,
a pesar de la aparente convivencia pacíica de las religiones del imperio, la vida de Hipatia se centra
en sus investigaciones matemáticas, pero sobre todo astronómicas, y su inluencia en la política de la
ciudad, cada vez más cuestionada por las nuevas autoridades eclesiásticas, gracias a su amistad con
el prefecto Orestes, antiguo alumno suyo. Pero a su vez, las convulsiones sociales la hacen encerrarse
en su mundo ilosóico y cientíico y le conducirá inalmente a su muerte a manos de unos exaltados
parabolanos. En la película, sin embargo, a pesar del salto temporal, a pesar de esa especie de decadencia otoñal en las relaciones entre los personajes principales, Orestes el prefecto, Sinesio el obispo,
también antiguo alumno, e Hipatia, la edad física de los personajes es la misma. ¿Por qué Amenábar
ha querido conservar la imagen de una Hipatia joven a lo largo de toda su vida? Las fuentes sobre la
vida de la ilósofa hacen oscilar la edad de su asesinato entre los 45 y los 60 años de edad. Quizá haya
sido una manera de mantener esa incertidumbre el mantener a Hipatia siempre bajo la imagen de una
treintañera. En cualquier caso es una opción de la dirección respetable, que personalmente me parece
desconcertante.
3. Como he ido desgranando en el apartado anterior, la base histórica, dentro de lo que pueden considerarse históricas las fuentes que hablan sobre Hipatia (esa mezcla de leyenda y épica en que se
convierten las biografías de tradición griega, que merecerían una relexión especial) ha sido respetada escrupulosamente, pese a ciertas críticas que he leído en algunos medios, y cuando digo “escrupulosamente”, se verá pronto hasta qué punto es matizable. Por supuesto, se ha permitido algunas
licencias por dos motivos principales: la simpliicación de la exposición de la historia a una forma
narrativa clara y la incorporación de determinadas anécdotas transmitidas a un número de personajes
para que no se difumine la trama. Otro tipo de licencia histórica nos llevaría a un tercer motivo: la
fantasía propia al reconstruir una obra no conservada, la de Hipatia, quizá el más interesante y que
será objeto de siguiente punto de mi propuesta, la caliicación de la película como “didáctica”. Las
fuentes que conservamos sobre la vida y la obra de Hipatia no son especialmente abundantes y se
reducen a referencias de autores, en su mayoría cristianos, que relatan su muerte como ejemplo de
lo que precisamente el cristianismo no debe volver a hacer jamás, responsabilizando al obispo Cirilo
directamente de instigar su horrible asesinato (salvo la referencia tardía de Juan de Nikiû que la consideraba una bruja). Excepción hecha son, evidentemente, las cartas del obispo Sinesio de Cirene, un
antiguo alumno suyo, que hasta el inal de su vida la considera y llama “madre, maestra, hermana”,
aunque, y esa es una de las licencias históricas en la película (en este caso, en favor de la acción
dramática y la unidad de la trama), morirá dos años antes que la ilósofa. Aparte de él, la referencia
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más cercana a los hechos es de Sócrates Escolástico, historiador de la iglesia prácticamente contemporáneo de ella, informado directamente por obispos procedentes de Alejandría tras la muerte de la
ilósofa, escandalizados por la actitud de Cirilo. Luego, el ilósofo pagano Damascio, pero también
historiadores cristianos como Malalás o Juan de Éfeso, relatan el acontecimiento, siempre como un
ejemplo de acciones contrarias al espíritu cristiano. Y inalmente, la magna enciclopedia bizantina, la
Suda, recoge varias anécdotas de su vida (y alguna incongruencia respecto a otras fuentes, como que
estaba casada con un ilósofo) siguiendo a Damascio. A pesar de la literatura posterior que ha habido
en torno al personaje, retomado a partir del siglo XVIII y más tarde en el Romanticismo con una vena
claramente anticlerical, Amenábar ha sabido, y eso es un punto a su favor, centrar un argumento basado en las fuentes más antiguas y crear con ello un canto contra la intolerancia religiosa de cualquier
signo. Es, a mi parecer, el mayor valor de Ágora. Es lo que hace asumir sus licencias históricas en
favor de la sencillez de un argumento claro con una inalidad loable. Es lo que hace perdonar esas
licencias temporales, y por supuesto, las más “graves licencias cientíicas”. Ágora es una película
didáctica como pocas en el cine español. Con pátina de gran producción (deslucida a veces) y rodaje
en inglés, se nos revela un ilm de una sencillez apabullante que enseña sin pretenderlo, y eso es un
mérito a tener muy en cuenta.
4. La didáctica de Ágora nos abre tres frentes, que a la vez son tres disciplinas: la ética, la ciencia-ilosofía y la historia. Por una vez, y sin que sirva de precedente, me gustaría enfocar este acercamiento
a la película por sus posibilidades de utilización en un aula, sea del tipo que sea, aun en un aula imaginaria. En cualesquiera de los casos, la película tiene elementos a destacar y de los que aprender.
ÉTICA. El primer componente es ético. En él caben dos lecturas: ninguna religión es superior
a otra o todas las religiones tienen un componente de fanatismo. ¿Qué consecuencias podemos sacar
de ambas lecturas por separado? ¿Y en conjunto? Por separado, la primera lectura nos llevaría a la necesidad de convivencia ante creencias de diferente cariz. Los enfrentamientos entre los paganos, sacerdotes de Serapis, conservadores del Serapion donde se conservan los restos de lo que un día fue la
magníica biblioteca de Alejandría, y los cristianos seguidores de Amonio, los llamados parabolanos,
están tratados de una manera casi cómica. Se convierten en estereotipos, como estereotipos son los
defensores religiosos que argumentan en los púlpitos de cualquier credo sobre la razón de su religión
como la única verdadera. Fuera de esos púlpitos, Theon, el padre de Hipatia, es un hombre más, con
sus debilidades y sus terribles miedos, como lo es Amonio, exaltado pero compasivo y comprensivo
con los parias de la ciudad que pasan hambre. Es la lectura compasiva, la políticamente correcta: las
religiones son un instrumento humano que alejadas del poder regulador de la Razón conducen al fanatismo, luego en todas ha de haber elementos de comprensión hacia otras que, por cultura, tradición,
o cualquier otro motivo, son diferentes, lo que fomentaría la tolerancia. Sin embargo, si hacemos una
lectura en su conjunto y lo contraponemos al personaje de Hipatia, nos salimos, lo hace Amenábar, de
la corrección política para conducirnos de cabeza a un realismo en cierto modo pesimista con la volubilidad de las pasiones humanas. El problema de la religión es que, según qué momentos históricos,
qué circunstancias sociales y económicas, políticas o demográicas, es manipulada continuamente
por las facciones de poder, que a su vez se abren paso frente a las facciones de poder de otra religión
contraria que en un momento determinado conviven en el mismo espacio topográico y poblacional.
Es la territorialización de la que hablaba Deleuze, que provoca la apertura de un espacio a compartir
y, sobre todo en el caso concreto del cristianismo en esa época, un espacio que ha de mutar las relaciones a las que el hecho religioso estaba acostumbrado: la posibilidad de entrada en el panteón romano
de cualquier dios que hasta entonces no fuera conocido se torna inviable ante una religión que no
admite, no sólo otro dios, sino tampoco otro manifestación pública religiosa que no sea la cristiana.
En Ágora, Hipatia y su actitud es fundamental para ayudarnos a esta lectura. La actitud de Hipatia
frente al hecho religioso en general es la del escéptico que lo admite como inevitable (tal vez incluso
necesario, pues así lo discute con Orestes y con Sinesio), lo respeta por lo que de necesario para el
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alma humana tiene, pero no sólo no lo comparte, sino que lo mira con un cierto desdén, un cierto tono
de superioridad, aquel tono que da el conocimiento, pero también el sólo sé que no sé nada, es decir,
el tono del ilósofo, perplejo ante los fenómenos del universo y del hombre, para quien las religiones
pertenecen al plano (territorio, lugar) de lo irracional del ser humano, que en algún momento habrá de
ser superado por la ciencia. La actitud de Hipatia se convierte en la actitud ética por excelencia, ética
desde la Razón frente a la sinrazón de la propia situación histórica que se está creando. Conforme
avanza la película, Hipatia se encierra en sí misma, aislándose de la vida pública, en la que ha participado por su estatus social y por su relación cercana con los círculos de poder laico (político), casi
en un intento de revivir aquella participación ciudadana en la vida de la ciudad, lo que era en época
clásica la “Política”, el imaginario ilosóico político de raíz helena que teorizaría Aristóteles. Hipatia
se retira hacia el mundo de su ilosofía y da la impresión de que es una huída, una huída de un mundo
que presiente a punto de estallar y de cuya explosión no quiere participar. Conforme más duras se van
haciendo las circunstancias políticas en la calle, más se refugia Hipatia en la especulación hasta llegar
a una teoría de la inercia o del sistema solar, que, por innovadora y moderna (hablaremos de ello más
abajo), es ajena absolutamente a lo que en el mundo apremia en ese momento. Al mundo le importa
un bledo la estructura de los cielos, si la tierra gira en torno al sol, como propuso Hiparco contra el
sentido común, o si el sol gira en torno a la tierra junto a todos los cuerpos solares, como había ijado Ptolomeo y en esferas concéntricas perfectas, siguiendo las teorías platónico-pitagóricas sobre la
perfección del círculo, según el sistema de esferas aristotélico. El mundo no está para especulaciones,
lo dice Davo, el esclavo que busca su liberación más que su libertad y cree encontrarla entre los cristianos, sin encontrarla del todo, porque en el fondo, su esclavitud es el amor hacia Hipatia. Lo dice
también Orestes (movido también por el amor a Hipatia, pero en este caso un amor mucho más intelectual, racional, razonado, un amor que sublima la irracionalidad de las pasiones en una protección
desesperada de su maestra para conservarla en su mundo) cuando mira con amor y con cierta lástima
la pasión con la que Hipatia le desvela los frutos de sus investigaciones sobre la caída de los cuerpos
en el barco. Hipatia vive en un mundo caduco, un mundo que pretende dominado por el saber y la
ciencia superado por una realidad cruel, en la que las pasiones más espurias del ser humano han sido
despertadas por la manipulación de un hecho tan íntimo y personal, como es el hecho religioso. Esa
es la actitud ética de Hipatia: menosprecio, infravaloración, incluso, de las posibles consecuencias a
las que aquel desatarse de las bajas pasiones en el nombre de Dios (Éste o Aquel) puede conducir, y
en consecuencia, un refugiarse en la ilosofía, según como venía siendo desde el primer helenismo,
como la única salvadora, si no de la humanidad (la mirada escéptica de Hipatia a lo largo del ilm en
este aspecto es signiicativa), sí al menos de la propia individualidad. En un momento determinado
podríamos plantearnos incluso hasta qué punto no participa Hipatia de esa tendencia a la radicalización de las pasiones hacia el fanatismo, haciendo de la propia ciencia que predica una religión. ¿Una
alegoría del mundo actual en el que la “ciencia” va sustituyendo al hecho religioso entre aquellos escépticos de las religiones que se autodenominan “ateos”, conduciéndolos en el fondo a un fanatismo
no muy diferente de sus correlatos religiosos, y tan susceptibles de manipulación por los mecanismos
de poder como lo son ellos? ¿Un ateísmo cientíico que ha coronado a la ciencia como el nuevo dios,
una vez reconocida la muerte de éste, que ya proviene de los presupuestos positivistas que mueven el
cientiismo y sus intereses desde el siglo XIX?
FILOSOFÍA. La segunda vertiente didáctica no es menos problemática, pero sí mucho más
clara y precisa a mi entender. Se cometen en la película una serie de incongruencias respecto a la
historia conocida de la ciencia que, sin embargo, no dejan de tener su sentido y de ser susceptibles de
justiicación en el ilm. Partimos de la base, como ya hemos argumentado, de que no se conserva obra
escrita alguna de Hipatia, ninguno de sus comentarios ni al Almagesto de Ptolomeo, ni a las cónicas
de Apolonio de Perga (considerada su obra más inluyente), ni a la aritmética de Diofanto. Partimos
de la base de que toda la segunda parte de la película, cuando se centra en sus estudios astronómicos
principalmente, desarrolla la última parte de su vida, cuando se le suponía había dejado escrita su obra
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principal. En esos pocos años, quizá uno sólo, antes de su asesinato, vive en un estado de aislamiento
y cerco por una situación sociopolítica que le empieza a poner restricciones a sus movimientos como
ciudadana por ser mujer y ser pagana, según las nuevas autoridades. En deinitiva, es en esos momentos, cuando ni siquiera tiene nuevos alumnos a quienes poder difundir sus descubrimientos, y aquellos
que aún la aman y respetan, léase el prefecto Orestes y el obispo Sinesio de Cirene, no tienen ni el
tiempo ni el pensamiento puestos más que en imperiosas cuestiones políticas que amenazaban con
descomponer la paz social, es en esos momentos cuando Hipatia realiza una serie de deducciones e
imagina (más que formula) una serie de teorías que, con su muerte, habrían de ser enterradas y deberían esperar diez siglos hasta que Galileo o Kepler vinieran a plasmarlas matemáticamente, según las
mismas bases geométricas que ella había especiicado, y en la misma tradición platónica-pitagórica
en la que se movía la ilósofa. Es aquí donde Amenábar introduce la imaginación y donde la película
se vuelve más didáctica que nunca, sencilla, explicativa, clara. Una recurrencia muy clásica, y tópica
(la de adelantar un descubrimiento histórico a una época en la que sin embargo su difusión quedaría
como un callejón sin salida), resuelta sutilmente por el director: Hipatia se adelantó a Galileo en su
experimento sobre la relatividad del movimiento según la posición de los observadores (el experimento del barco, que en realidad fue realizado tal como aparece en la película por el genio italiano
en el siglo XVI) y además previó las leyes de Kepler al imaginar el sistema solar tal y como éste lo
formularía once siglos después, al utilizar la elipse de dos focos como posibilidad del movimiento
celeste que ya Aristarco de Samos había predicho al proponer un sistema solar heliocéntrico, más
bien heliostático, al no salir de la perfección del círculo. Pero es más, como he adelantado, como
Kepler, Hipatia no abandona el misticismo neoplatónico y pitagórico sobre la perfección del círculo
y justiica la elipse en su relación con el mismo. Deducción perfecta para la ilósofa que se supone
que sistematizó las cónicas de Apolonio (las iguras resultantes de cortar un cono por tres posibles
posiciones de un plano: en horizontal, en vertical e inclinado). La historia de la ciencia nos dice que
no fue así, pero también nos dice que sabemos poco sobre Hipatia y que su obra está perdida. También
nos dice que Aristarco de Samos, y eso está testiicado, propuso un sistema heliocéntrico en la misma
Alejandría. ¿Quién nos dice que Hipatia no conocía la obra de Aristarco siendo como era guardiana
de lo que quedaba de la biblioteca? ¿Quién nos dice que Hipatia no hubiera llegado a esas conclusiones sobre la caída de los cuerpos para justiicar el posible movimiento de rotación de la tierra pero
a la vez a la suposición sobre la órbita elíptica de los planetas respecto al sol, habida cuenta de sus
estudios sobre las iguras cónicas? La sencillez de la explicación de estas teorías en la película, con
una corrección innegable, al margen de su historicidad en el momento en que se desarrolla, es lo que
hace de Ágora, como propongo en el título, una buena película didáctica. La sutilidad con la que hace
plantear a Hipatia cuestiones que en realidad se saben descubiertas muchos siglos después, la hacen
verosímil, aunque sepamos que no pudo ser así (aunque siempre nos deja la pregunta ¿y por qué no?).
Esta característica es algo propio del mejor cine, porque icciones de proyecciones cientíicas en el
pasado ha habido muchas, pero muy pocas consiguen la verosimilitud del planteamiento de Ágora,
que supera en mucho a una pléyade de películas de Hollywood.
HISTORIA. Hay un tercer frente, la historia, sobre el que simplemente me gustaría apuntar
algo. Es un riesgo de entrada el realizar una película sobre una época poco estudiada en realidad y
prácticamente no llevada al cine. Sin embargo, es una época fascinante, época a la que Dodds dedica un libro de título sugerente, que viene al caso: “Paganos y cristianos en una época de angustia”.
Normalmente, ni siquiera los manuales de historia del bachillerato dedican demasiado, si es que
dedican algo, al siglo IV-V, con lo que la gran mayoría de la población hace un salto histórico entre
una época llamada Imperio Romano, profusamente ilustrada en series y películas de cine y televisión
que lo revisan continuamente, y la Edad Media, época oscura, que sólo se matiza en estudios de enseñanza media haciendo referencia a un Imperio llamado Bizantino (sin mencionar a veces siquiera
que se trata ni más ni menos que del mismo Imperio Romano, en su momento desgajado y llamado
de Oriente, pero que hasta 1453 se consideraba y actuaba como tal, cada vez más aislado por las
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nuevas potencias que surgían en occidente y que le disputaban continuamente dicha herencia), y que
se centra en la formación de los reinos occidentales, gérmenes de las naciones actuales y en la conquista y posterior reconquista árabe en pleno esplendor de su civilización. Estos siglos, IV y V, y en
realidad, hasta la invasión árabe, son los grandes desconocidos de la historia más difundida. No es el
momento de discutir las causas, ni los intereses que intervienen al centrar los estudios oiciales en los
momentos de la historia en que se centran. Simplemente hago estas relexiones, por lo arriesgado de
Amenábar al elegir una época como ésta y su valor didáctico precisamente por ello. No hay, es cierto,
un retrato histórico del momento como lo hay de los comportamientos humanos (al in y al cabo es
una película y la profundización en los comportamientos humanos ha dado lo mejor del cine) o de
los descubrimientos cientíicos, sino una serie de referencias, a veces demasiado esquematizadas por
medio de títulos, a acontecimientos de la historia y sobre todo, y aquí de nuevo su didáctica, hay un
relejo de lo que podría haber sido la vida cotidiana en una ciudad con la importancia que en su momento tuvo Alejandría, en decadencia y “en época de angustia”. Hay un relejo de lo que supusieron
las luchas de poder entre iglesia y estado imperial, representado en la igura de Orestes, pero también
entre las grandes metrópolis del imperio en ese momento, Constantinopla como la nueva Roma, y la
vieja Roma como heredera de San Pedro, que parecen querer marginar a Alejandría del progreso de
la historia, dejándola a su suerte por parte del emperador Teodosio cuando los enfrentamientos entre
paganos y cristianos terminan con la destrucción del Serapion y su entrega a los cristianos, lo que
supuso la deinitiva desaparición de la gran biblioteca de la ciudad. Los elementos históricos están,
y están cuidados. Como se quiera hacer uso de ellos, es cuestión del enseñante (ilósofo, historiador,
cientíico natural) en cada momento.
Sin dejar de ser una película entretenida (lo que ya es un lujo), sencilla, cinematográica (es cine al
modo más clásico, como gusta de hacerlo Amenábar al retomar el cine de género), lo más interesante
y profundo que encuentro en ella es su didáctica. He tratado de argumentar en qué frentes. Cada cual
busque los suyos. Al in y al cabo, como toda obra de creación, Ágora es una obra abierta. Afortunadamente.
NOTA BIBLIOGRÁFICA
Son de utilidad para la contextualización histórica de la igura de Hipatia:
El magníico artículo de FERNÁNDEZ, G., “La muerte de Hypatia”, en Erytheia 6, 2 (1985), 269282, que contiene las referencias a las fuentes más antiguas sobre el personaje, así como una extensa
bibliografía.
El de BLÁZQUEZ MARTÍNEZ, J.M., “Sinesio de Cirene, intelectual. La escuela de Hypatia en Alejandría”, Gerión 22.1 (2004), 403-419.
El capítulo dedicado a la ilósofa en el libro de CASADO, M.J., Las damas del laboratorio, Debate,
2006, 31-53.
Interesante leer el artículo del léxico SUDA, artículo ypsilon, 166, Hypatia, ver Suda On Line, http://
www.stoa.org/sol/.
Para una visión del contexto ilosóico y religioso de la época imprescindible la deliciosa, y no incuestionable, lectura de DODDS E., Paganos y cristianos en una época de angustia, Ediciones Cristiandad, Madrid, 1975.
Y, en in, para los conceptos de “territorialización” y “desterritorialización”, puede consultarse DELEUZE G. y GUATTARI F., Mil mesetas, Pre-textos, Valencia, 2008-8ª.
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