CONDICIONES DE POSIBILIDAD
DEL CONOCIMIENTO Y ESPACIOS
DE POSIBILIDAD LÓGICA1
ANGÉLICA MARÍA RODRÍGUEZ ORTIZ
Universidad Autónoma de Manizales
RESUMEN: La construcción del conocimiento ha sido un tema de interés para la filosofía del lenguaje,
dada la necesidad de validar de forma alética y apofántica los enunciados que constituyen dicho discurso. La lógica clásica ha sido, por mucho tiempo, la encargada de validar los juicios de hecho que
constituyen la ciencia; sin embargo, en las últimas décadas, han tomado fuerza los estudios de lógica
modal, con los que se pretende examinar, entre otros, los enunciados epistémicos y las creencias que
poseen los sujetos cognoscentes a partir del uso de operadores modales, entre ellos, los que demarcan la teoría de los mundos posibles. El presente artículo pretende mostrar el papel que cumplen las
creencias, el lenguaje y la lógica en las condiciones de posibilidad del conocimiento, a partir de una
revisión sobre la pertinencia de la teoría de los mundos posibles y los espacios de posibilidad lógica
en la construcción y análisis del discurso científico.
PALABRAS CLAVE: condiciones de posibilidad; espacios de posibilidad lógica; mundos posibles;
creencias, lenguaje; conocimiento.
Conditions of possibility of knowledge and spaces
of logic possibility
ABSTRACT: Knowledge construction has been a topic of interest to the philosophy of language, given
the need to validate the aletic and apophantic form of statements that constitute such a discourse.
For a long time, Classical logic has been in charge of validating the judgments of fact that constitute
science; however, in the last few decades, logic modal studies have gained particular strength, with
which it is intended to examine, among others, the epistemic statements and beliefs of cognizants
from the use of modal operators, among them, those that set the boundaries of the theory of possible
worlds. This article aims to show the role of beliefs, language and logic in the conditions of possibility
of knowledge, based on a review of the relevance of the theory of possible worlds and the spaces of
logical possibility in the Construction and analysis of the scientific discourse.
KEY WORD: conditions of possibility; space of logical possibility; possible worlds; beliefs; language;
knowledge.
INTRODUCCIÓN
El conocimiento humano sobre los fenómenos del mundo, tanto naturales
como sociales, es expresado en proposiciones lógicas, cuyo contenido lingüístico está cargado de significado. Cada una de estas expresiones que componen
1
El presente artículo hace parte de una investigación mayor desarrollada en la
Universidad Autónoma de Manizales, bajo el título: Naturaleza biopragmática de la moral:
Lenguaje y mente condiciones necesarias de la Institución moral. Investigación desarrollada
a partir del método analítico y enmarcada en la filosofía analítica. Proyecto adscrito al grupo
SEAD-UAM, en la línea de Actores y Contextos.
© PENSAMIENTO, ISSN 0031-4749
doi: pen.v75.i287.y2019.001
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el corpus del conocimiento hacen referencia2 a las maneras de ser del mundo
y depende de ciertas condiciones de posibilidad epistémicas, lógicas y fácticas;
así como del uso del lenguaje que permite expresarlas, significarlas y simbolizarlas.
Las proposiciones que componen el sistema del conocimiento humano
deben referirse a los hechos que acontecen en el mundo, y el lenguaje y la lógica
son elementos sustanciales para ello. «El mundo es la totalidad de los hechos,
no de las cosas» (Wittgenstein, 2009: [§1.1], p. 9). Por ello, el conocimiento
de la totalidad de hechos demanda afirmaciones epistémicas que devengan
coherente y consistentemente del conjunto de creencias que posee el agente
cognoscente sobre el mundo y sus hechos. Creencias formadas metodológica y
sistemáticamente, que son expresadas en un contenido lingüístico y analizadas
lógicamente en términos de valores semánticos y aléticos.
Las condiciones de posibilidad3 hacen referencia a todo aquel componente
que propicia la existencia de una entidad, es decir, a todo elemento que está
presente en la naturaleza de… (un enunciado, un hecho, una situación, un
ente, entre otras.,) y posibilita o genera alternativas para la existencia de algo.
2
Es preciso aclarar que el término referencia no es usado desde la concepción positivista
que alude a un referente directo, verificable empíricamente. El sentido de referencia aquí
usado implica alusión a una relación que presupone la existencia de un fenómeno que lo
respalda, el cual, no necesariamente ocupa un espacio con un objeto tangible. Gran parte de
enunciados de la ciencia respaldan su significado en el uso del lenguaje desde enunciados
descripcionistas, para lo cual, además, hacen uso de otras proposiciones que intentan
explicar los fenómenos que, si bien no son observables de manera directa, sí lo llegan a ser
en manifestaciones secundarias del fenómeno mismo. La física cuántica, por ejemplo, usa
diferentes términos que carecen de referentes empíricos directos, sus estudios son sobre los
fenómenos, pero la comprobación es sobre la manifestación o manifestaciones del mismo.
El fenómeno en sí mismo no llega a ser observable. En la física y en la química clásica
ha ocurrido lo mismo, «Flogisto» por ejemplo no contó con un referente directo, así como
tampoco cuenta «oxígeno», pero los estudios sustentaban la existencia del primero en las
manifestaciones, es decir, en la combustión. De igual forma, la teoría cuántica de campos
utiliza términos como «antimateria», «antipartículas», «onda-corpúsculo», entre otros., los
cuales se evidencian en el mundo a partir de los efectos del fenómeno mismo, pero no al
fenómeno mismo. La dualidad onda-partícula, se evidencia, por ejemplo, en los efectos que
permiten percibir de dos formas diferentes al mismo fenómeno. Así, un mismo fenómeno
es percibido desde dos efectos o manifestaciones diferentes y desde allí se construye toda la
teoría. Esta misma teoría, permite que se eliminen diferencias entre ondas y partículas, que
había realizado la física clásica, ya que en los nuevos estudios una partícula se puede llegar
a comportar onda y viceversa, indistintamente; algo que comprobó Hawking en el año 2001.
En este caso los enunciados que constituyen dicha teoría nos refieren al fenómeno a partir de
las percepciones de los efectos o manifestaciones secundarias.
3
Es necesario destacar desde el inicio la diferencia entre condiciones de posibilidad y
mundos posibles, campos de posibilidad o espacios de posibilidad, puesto que son términos
que aparecen a lo largo del texto y debe evitarse tomarlos como igual. Mientras la primera
hace referencia a un elemento esencial que constituye la naturaleza de un hecho, un objeto
o una situación, o que se convierte en condición necesaria para la existencia de algo; las
siguientes hacen alusión a las lógicas modales, dependen del uso de operadores modales y
permiten contemplar las posibilidades lógicas a la hora de analizar enunciados.
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Para nuestro caso, hablar de condiciones de posibilidad del conocimiento hace
referencia a los elementos que hacen posible que este exista.
Este estudio pretende mostrar el papel de la lógica, del lenguaje y de las
creencias en la construcción del conocimiento. Para ello, se parte de una revisión
sobre los aportes de la lógica modal, específicamente de la teoría de los mundos
posibles y su pertinencia en el análisis de las creencias y de los enunciados
científicos. Posteriormente, se muestra cómo el espacio de posibilidades está
determinado por las alternativas epistémicas y fácticas, así como por el uso del
lenguaje empleado en el discurso de la ciencia. Todo ello, con el fin de afirmar
que toda posibilidad lógica usada en los análisis de los enunciados de la ciencia
siempre debe estar en relación con las maneras de ser del mundo, dado que así
lo exigen las reglas del juego del lenguaje científico.
1. LÓGICA, CREENCIAS Y CONOCIMIENTO CIENTÍFICO
Los sistemas de conocimiento se han apoyado en la lógica formal y, en las
últimas décadas, en la modal y polivalente para analizar sus enunciados con
el fin de verificarlos o falsarlos; sin embargo, las condiciones de posibilidad
lógica no son suficientes per se para garantizar la veracidad y el significado del
conocimiento que se construye en la ciencia.
En las lógicas modales, podemos encontrar, entre muchas otras, la lógica
epistémica y la doxástica, las cuales permiten realizar análisis de razonamientos
que expresan el conocimiento, sobre las creencias y opiniones de los agentes
cognoscentes, no solo desde el análisis alético, sino desde un análisis semántico.
Con estas lógicas extendidas, se ha planteado una ampliación el espectro de
análisis en la construcción del conocimiento, logrando conspicuos análisis que
la lógica clásica no avizora desde su lenguaje. No obstante, el uso inadecuado
de algunos operadores modales en la teoría de los mundos posibles, y dentro
de estos, los análisis de la lógica epistémica, acaban por ser insuficientes como
condiciones de posibilidad del conocimiento científico, puesto que gran parte
de estos abren la puerta al análisis de los enunciados en enésimos mundos
inexistentes fácticamente, mundos que dependen del uso de la lógica y del
lenguaje. Mundos que permiten validar o falsar enunciados fácticos desde las
posibilidades no fácticas, con lo cual se alejan de las formas de ser del mundo
en el que vivimos y que estudiamos al emitir enunciados contingentes que se
sugieren, pueden ocurrir en cualquier mundo posible. Se analizan enunciados
fácticos a la luz de enunciados contrafácticos con lo cual, al no ser cuidadosos,
es posible caer en contradicciones. En otras palabras, se atenta contra el
principio de no contradicción.
Es relevante aclarar que no se trata de hacer una crítica general a los aportes
de la lógica modal en la construcción del conocimiento, puesto que es innegable
que algunos usos de operadores como «posibilidad», «imposibilidad» y
«necesariedad» han resultado ser útiles a la hora de construir teorías científicas.
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Hay que resaltar que han sido pertinentes en la medida en que han sido usados
en relación con las alternativas que ofrecen las maneras de ser de los hechos.
El problema radica en el uso del operador de «posibilidad» enmarcado en
los mundos posibles, puesto que en tales mundos no llega a ser necesario un
análisis desde la relación creencia-enunciado epistémico-hecho; relación que
sí llega a ser necesaria a la hora de construir conocimiento en el fisicalismo y
el metafisicalismo.
Se afirma que es un problema, puesto que algunos análisis de los enunciados
del conocimiento a la luz de los mundos posibles pueden llegar a la aceptación
de contradicciones con los aspectos metafísicos y físicos que se evidencian en
el mundo, aun cuando no llegan a ser absurdos en la lógica. Las posibilidades
de deslindar los análisis de un enunciado de la realidad a la que se refiere
nos lleva a transitar por el mundo de lo «coherente» en el uso del lenguaje e
independiente de las formas de ser del mundo fáctico; lo que a su vez nos lleva
a vacíos en el conocimiento. Como lo expone Da Costa, citado por Bonerienth,
«Nunca, creo, se llegará a un sistema total de conocimiento científico que
sea absolutamente consistente. La contradicción siempre se quedará, por lo
menos, en las orillas de lo desconocido» (Bonerienth, 1995: 470). Por ello, si los
análisis lógicos además posibilitan un espacio para las contradicciones con las
maneras de ser del mundo —a través de los enunciados que se expresen—, cada
vez habrá menos garantías en la construcción del conocimiento.
Lo anterior llega a ser mayormente inseguro a la hora de hacer ciencia,
dado que los enunciados científicos y el conjunto de creencias que posee un
sujeto operan en relación con lo que Searle (1969) denominó, los hechos brutos;
además, porque en las teorías científicas se espera consistencia proposicional a
la hora de conformar su corpus teórico. Razón por la cual, la construcción de
la ciencia no debe depender de manera exclusiva de las estructuras lógicas y
sus operadores, aun cuando estas son importantes en la misma, pues hay otros
elementos que acaban por ser sustanciales en la existencia de esta, como lo son
las creencias, el significado y los hechos.
Contrario a lo que proponen algunos seguidores de la teoría de los mundos
posibles, el campo de posibilidad de toda lógica se genera gracias a las maneras
de ser del mundo, así como al conjunto de creencias e informaciones que
poseen los sujetos sobre los aconteceres fácticos, y no en la consideración de
los mundos posibles que se alejan de tales alternativas. «Si conozco el objeto,
conozco también todas las posibilidades de su ocurrencia en estados de cosas»
(Wittgenstein., 2009: [§2.0123], p. 11). Así, se trata de establecer relaciones
entre las cuestiones de hecho, las creencias y las expresiones lingüísticas que
usamos para referir nuestras creencias. Lo que Searle (1995, 2010 y 2015) ha
explicitado en las relaciones mente-mundo, las cuales están mediadas por
el lenguaje. Nuestras creencias deben adecuarse al mundo, así como todo
el conocimiento que la ciencia produce, dado que el conocimiento permite
explicar la forma en que acontecen los hechos.
Las creencias que posee cada sujeto están en relación con alguna
manifestación fáctica y el lenguaje permite expresarlas proposicionalmente,
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así como la lógica permite analizar tales proposiciones y validar semántica y
aléticamente cada una de ellas. Es decir que, en la construcción y validación del
conocimiento científico, las condiciones de posibilidad epistémicas y lógicas
son válidas en la medida en que están en relación con el campo de alternativas
fácticas para el enunciado. «Algo lógico no puede ser meramente posible. La
lógica trata de cualquier posibilidad y todas las posibilidades son hechos»
(Wittgenstein, 2009: [§2.0121], p. 11); contrario a ello, algunos postulados de
la teoría de los mundos posibles nos permiten asumir una postura en la que en
los campos de posibilidades «podemos tener representaciones bien formadas y
significativas que no representen una situación metafísicamente consistente»
(Rayo, 2015: 23). Dicho de otro modo, todo enunciado científico debe considerar
la existencia de un hecho, situación o fenómeno que pretende explicar y evitar
realizar análisis en los que los límites del significado y la coherencia lógica
vayan más allá de las consistencias metafísicas, pero al usar la lógica de los
mundos posibles sobrepasamos los límites que trazan los hechos.
El ejemplo de Rayo (2015): «este vaso contiene agua, pero no H2O» cómo
él mismo lo sugiere es posible y significativo desde la lógica, aun cuando no se
corresponda con la región de posibilidades que demanda el hecho mismo para
los términos «agua» y «H2O» en el planeta tierra y en el mundo científico.
Para Rayo, «lo que tenemos que hacer es empezar con los enunciados en
los que figura el término y decidir qué condiciones de verdad asignarles a esos
enunciados. Una vez tengamos condiciones de verdad, los hechos referenciales
serán gratis; decir que un término se refiere a algo no es más que decir que figura
en enunciados verdaderos de la forma correcta» (Rayo, 2015: 53). Se sugiere
entonces que los enunciados y las creencias no sean las que se adecúen al mundo,
sino que los hechos se adecúen a las creencias y enunciados. Sin embargo, al
analizar los enunciados de la ciencia surgen algunos interrogantes ¿Qué pasa si
las condiciones de verdad dependen de relaciones lógicas en mundos posibles
que no se refieren a los hechos de este mundo? ¿Podríamos considerar un
conocimiento de este tipo válido para la ciencia y el metafisicalismo? ¿Pueden
la ciencia y la metafísica admitir enunciados significativos y verdaderos que
no estén en relación directa con los hechos o los fenómenos que existen? La
historia y la filosofía no siempre construyen verdades conceptuales y lógicas,
sino verdades referenciales que están en relación con los hechos, aun cuando,
se valgan de algún tipo de lógica para analizar sus enunciados.
Por lo anterior —aunque sea para algunos demasiado arriesgado y
controversial— es preciso decir que, en las condiciones de posibilidad del
conocimiento científico resulta ser poco fructífero un análisis lógico desde la
teoría de los mundos posibles, si esta puede sugerir deslindar la proposición
formal del acontecimiento fáctico, del hecho que se generó en este mundo,
para ponerlo a prueba en mundos que tal vez no tengan las mismas cualidades
fácticas para que se genere el enunciado. «Si el mundo no tuviera sustancia
alguna, el que una proposición tuviera sentido dependería de que otra
proposición fuera verdadera —en tal sentido, plantea el pensador austriaco—
Sería entonces imposible pergeñar una figura del mundo (verdadera o falsa)»
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(Wittgenstein, 2009: [§2.0211-§ 2.0212], p. 9) y con ello imposible generar
conocimiento sobre el mundo.
Es preciso aclarar que esta propuesta, si bien pretende mostrar las
insuficiencias de la teoría de los mundos posibles, no pretende afirmar que el
significado y el valor de verdad de las proposiciones está dado en términos de
referencia directa, pero sí debe presuponer algún tipo de relación consistente
con el hecho, cuya dirección de ajuste se presenta mente-mundo. Cuando se
afirma conocer x se realiza tal afirmación en relación con el hecho u objeto de
conocimiento; nuestras creencias y afirmaciones en el conocimiento son sobre
las formas de ser del mundo. En este sentido, todo el espacio de posibilidades
lógicas debe estar atado a lo que Rayo (2015) expone como regiones, dentro
de las cuales, podemos hallar las creencias e informaciones científicas y el
dominio del lenguaje.
La región del espacio de posibilidades está delimitada por las creencias y
el hecho; estos son precisamente los que empiezan a delimitar el uso de los
operadores modales, entre ellos, el de «posibilidad». Como bien lo expone Rayo
—aun cuando, posteriormente él mismo lo critique en su obra— el hecho de
tener la información de que «agua» y «H2O» significan lo mismo y aducen a
la misma identidad está en relación con lo que ocurre en el mundo en el que
existe el agua y se estudia su composición, lo cual nos lleva a no admitir un
enunciado como «este vaso contiene agua, pero no contiene H2O» por ser un
enunciado contradictorio en la ciencia.
Se puede inferir, entonces, que los enunciados de la ciencia al hacer alusión
a un hecho del mundo pertenecen a un tipo de discurso específico, puesto que
en su mayoría son proposiciones sintéticas que amplían el conocimiento sobre
un hecho; por lo cual demandan verdades sintéticas, y que «[…] las verdades
sintéticas son verdaderas en virtud de una combinación de significados y hechos
[…]» (Williamson, 2016: 78). En términos wittgensteinianos, los enunciados de
la ciencia pertenecen a un juego del lenguaje que permite usar cierto tipo de
reglas y lógicas para dar significado y validez; un tipo de lenguaje que, por
sus características, difiere de muchos otros, por lo cual, demanda de un tipo
de análisis lógico diferente al que se emplea en los mundos posibles. En otras
palabras, el conocimiento y las creencias que poseen los agentes cognoscentes
contienen informaciones que delimitan los términos usados en relación con
sus significados. Cuando un agente expresa un término u otro, los usa porque
les atribuye un significado y con base en ello construye los enunciados que
describen las maneras de ser del mundo. En este sentido, afirma Dummett:
«Es una característica innegable de la noción de significado —con lo oscura
que es esta noción— que el significado es transparente en el sentido de que,
si alguien asocia un significado a una palabra y un significado a otra palabra,
tiene que saber si estos significados son el mismo» (Dummett, 1978: 131). Esta
característica está presente en la construcción del conocimiento.
Desde esta perspectiva al hacer un análisis de las condiciones de posibilidad
del conocimiento, podría decirse que la teoría de los mundos posibles acaba
por ser insuficiente para el análisis de los enunciados de la ciencia. Si nos comPENSAMIENTO, vol. 75 (2019), núm. 287
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prometemos con la relación enunciado-hecho del mundo-creencia-significado,
la lógica de los mundos posibles no es la más pertinente para analizar los enunciados del conocimiento, puesto que el operador de posibilidad aduce a un
significado desde el juego de posibilidades que se crean con el pensamiento y
no al hecho mismo.
En la construcción del conocimiento es pertinente un tipo de lógica de
posibilidades, vista como el conjunto de alternativas en relación con la manera
de ser del mundo, es decir, en relación con alternativas fácticas, las cuales le
permiten al agente que conoce asumir un compromiso con la posibilidad de la
forma de ser del hecho mismo, y la necesariedad del fenómeno, así como con la
contingencia de la verdad que sugiere el mismo hecho; algo contrario a lo que
proponen algunos seguidores de los mundos posibles, entre ellos, Rayo (2015).
En otras palabras, un análisis de lógica modal debería admitir un espacio
de posibilidades en relación con las creencias y los hechos, el cual acabaría
por ser un espacio de posibilidades objetivamente correcto, espacio que este
tipo de lógica no concibe como algo necesario. El problema se visualiza en la
medida en que la lógica de los mundos posibles no nos refiere necesariamente
a contrastes físicos y metafísicos, mientras que las grandes teorías de la ciencia
sí, pues todos sus enunciados, leyes y teorías parten del presupuesto de la
existencia de un fenómeno; el cual demarca unas condiciones de posibilidad
para conocerlo.
Hintikka (1962 y 1975) y Kripke (2005) habían evidenciado algunas de las
falencias del uso de la lógica modal en la construcción y análisis del conocimiento
en la ciencia, puesto que esta se centraba en el análisis alético, el cual para este
tipo de razonamientos no es suficiente. Hintikka (1962) introduce las lógicas
epistémicas y doxásticas, siguiendo los planteamientos kripkeanos con lo que
proponen un análisis semántico. Así, dentro de las lógicas modales se plantea
un tipo de lógicas especializadas en el conocimiento que demarcan un poco
el uso de los operadores modales, pero siguen encuadrados en la herencia
de Leibniz y su concepción de verdad necesaria en cualquier mundo posible,
solo que suscriben la concepción leibniziana en una propuesta de lenguaje
simbólico para analizar semánticamente los enunciados del conocimiento,
con lo cual, tal y como lo expuso Quine (1981), el problema continúa; ya que
los operadores modales de los mundos posibles acaban por ser inciertos y
sospechosos a la hora de conocer los hechos del mundo, además de incurrir y
aceptar contradicciones, puesto que dicho análisis lleva implícita la posibilidad
de que un hecho exista y no exista al mismo tiempo en alguno de los mundos
posibles; sin contar con lo que Jackson (1991) identificó como paradójico en
la teoría de los mundos posibles: confiar la posibilidad del conocimiento a ideas
que pueden ser falsas y con las cuales se pretenden dar solución a problemas
auténticos.
Ante lo anteriormente descrito, surgen nuevas cuestiones, entre ellas ¿Cómo
se llega a conocer un hecho del cual se presupone una posible existencia en
un mundo que puede no llegar a poseer manifestación fáctica de la misma
manera que el nuestro? ¿Cómo se puede garantizar una regla de certeza
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1400 A. M.ª RODRÍGUEZ ORTIZ, CONDICIONES DE POSIBILIDAD DEL CONOCIMIENTO Y ESPACIOS DE POSIBILIDAD…
—como lo sugiere Hintikka en Impossible possible worlds vindicated— a partir
de la inferencia de los operadores, si los enunciados pueden ser ideas falsas? Es
preciso decir, que no se pone en duda la complejidad de los sistemas simbólicos
de la lógica modal; sin embargo, si el conocimiento contiene en su existencia
el estado de posibilidades de lo que es el hecho, no podemos desprendernos de
lo que ha expuesto Wittgenstein en el Tractatus al afirmar que la figura lógica de
los hechos debe concordar con la realidad; pues en última instancia «la totalidad
de los pensamientos verdaderos es una figura del mundo» (Wittgenstein, 2009:
[§3.01], p. 19).
Los enunciados de la ciencia pretenden explicar los fenómenos o hechos de
este mundo y no de los mundos creados por la imaginación y la lógica. En esta
medida el análisis de los enunciados científicos y los que refieren a nuestras
creencias y opiniones deben estar sujetos a las alternativas de posibilidad que
la constitución de los hechos plantea. «Si conozco el objeto, conozco también
todas las posibilidades de su ocurrencia en estados de cosas» (Wittgenstein,
2009: [§2.0123], p. 11).
Los enunciados de la ciencia son apofánticos, por lo cual, su análisis, bien
sea desde lo alético o desde lo semántico debe dar cuenta de la racionalidad de
los mismos y del valor de verdad. Así, el campo de los mundos posibles, tendría
que reducirse a dos alternativas que estarían en relación con la existencia o
no del hecho y a las descripciones que permiten comprender el hecho. Un
enunciado como «x es y» solo puede ser examinado desde su bivalencia, es
decir, o es verdadero que x sea y o es falso que lo sea, pero no es posible que
el hecho sea y no sea al mismo tiempo, al menos no para lo que la ciencia
sugiere; por ello, el enunciado tampoco llega a ser verdadero y falso a la vez.
En este caso, un ejemplo de un enunciado de identidad como un vaso de agua
es un vaso con H2O va de la mano con las creencias que tenemos respecto de
las teorías que se han construido sobre este hecho y no tiene sentido analizarlo
dentro de un mundo posible en el que el agua sea algo distinto a H2O. En
nuestro mundo y en las teorías científicas acaba por ser absurdo considerar que
«agua» es algo diferente a «H2O».
En otras palabras, aceptar la teoría de los mundos posibles atendiendo al
análisis de enunciados del conocimiento a partir de plantear situaciones que lo
hagan semánticamente posible puede llevar a aceptar enunciados absurdos en
la ciencia, por el simple hecho de que el mismo enunciado tiene un significado
en algún mundo posible; algo que en la construcción del conocimiento no debe
aceptarse, pues la ciencia construye conocimiento sobre los fenómenos que se
presentan en este mundo, no bajo supuesto de su existencia o no existencia en
cualquier mundo posible.
Si atendemos a lo que se ha planteado hasta el momento, en cuanto a
considerar las creencias y el lenguaje como posibilidades del conocimiento,
debemos entonces, admitir que «La proposición nos comunica un estado de
cosas; tiene, pues, que estar esencialmente conectada con el estado de cosas»
(Wittgenstein, 2009: [§4.03], p. 39). Así, al comprender que: «La realidad es
comparada con la proposición.» y que: «Solo en la medida en que es una figura
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de la realidad puede la proposición ser verdadera o falsa» (Wittgenstein, 2009:
[§4.05, §4.06], p, 42), podemos comprender por qué ciertos tipos de lógicas
no son los más efectivos en la construcción de la ciencia. Esto se debe a que
«La totalidad de las proposiciones verdaderas es la ciencia natural entera (o la
totalidad de las ciencias naturales)» (Wittgenstein, 2009: [§4.11], p. 44). Estas
proposiciones deben ser expresadas y analizadas con lógicas de operadores
formales, y en el caso de usarse lógicas modales, con operadores de necesariedad
y de posibilidad, estos deben estar limitados por las maneras de ser del mundo,
no por series de posibilidades que se alejen de este (como suele ocurrir en la
teoría de los mundos posibles).
Las creencias pasan en la ciencia a ser conocimiento en la medida en que
representen las formas de ser de los hechos, y las expresiones de las mismas
adquieren su significado y valor de verdad en la relación con los hechos del
mundo, como lo ha expuesto Wittgenstein. Las descripciones y series de
descripciones sobre términos científicos siempre se analizarán en relación con
la existencia de una referencia. El siguiente ejemplo, expuesto por Kripke, nos
permite comprender mejor esta relación entre creencia, enunciado, verdad
y hecho. Pues, solo en la medida en que se pueda comprobar el enunciado
y aplicarlo al mundo de forma a posteriori, este será considerado como un
enunciado científico.
Entonces nosotros, si creemos que el número es primo, lo creemos sobre
la base de nuestro conocimiento de las leyes de la física, de la construcción de
la máquina, etcétera. Por lo tanto, no creemos esto sobre la base de pruebas
puramente a priori; lo creemos (si es que hay algo que sea a posteriori) sobre
la base de una comprobación a posteriori. Sin embargo, tal vez esto podría
haberlo conocido a priori alguien que hubiese hecho los cálculos requeridos
(Kripke, 2005: 39).
2.
CREENCIAS, LENGUAJE Y SIGNIFICADO
Ahora bien, siguiendo los estudios de Wittgenstein (2009a) —en Investigaciones filosóficas—, este nos muestra, entre otras cosas, que cada juego
del lenguaje tiene sus propias reglas, y en la ciencia los juegos del lenguaje
deben ser acordes con las condiciones de posibilidad del conocimiento científico. Si los enunciados de la ciencia hacen referencia a las formas de ser
el mundo ¿qué sentido tiene examinar los enunciados epistémicos sobre las
maneras de ser de este mundo a la luz de los mundos posibles, si son mundos
creados por el pensamiento y la lógica, y no hacen referencia al ser del mundo al que pertenece el fenómeno? ¿Si la ciencia se construye con enunciados
fácticos qué sentido tiene examinarlos alética y semánticamente con ejemplos de enunciados contrafácticos? Habrá que remitirnos a lo expresado por
Wittgenstein en el Tractatus, ya que «En la lógica nada es casual: si la cosa
puede ocurrir en el estado de cosas, la posibilidad del estado de cosas es esenPENSAMIENTO, vol. 75 (2019), núm. 287
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cial a la cosa» (Wittgenstein, 2009: [§2.012], p. 9) y todas las posibilidades
deben estar en relación con la cosa misma, no con mundos de posibilidades
que vayan más allá de ella. En la teoría del conocimiento este tema acaba
por ser crucial.
Para graficar un poco lo expuesto, retomo la pregunta clásica de la teoría
del conocimiento que expone Parejo (2013) ¿Es posible saber que hay cosas
que no existen? Con ella, Parejo nos muestra que la lógica modal —entre estas
la epistémica— nos brinda posibilidades para pensar, hablar y saber sobre lo
que no existe. «Sí que podemos hablar con sentido de seres que no existen, y
lo hacemos constantemente. Por ejemplo, podemos decir una porción de cosas
sobre Don Quijote de la Mancha —que enloqueció por leer libros de caballerías,
que amaba a Dulcinea, etc.— a pesar de ser sólo un personaje literario» (Parejo,
2013: 45). Sin embargo, a la ciencia estos enunciados no le competen y los
juegos del lenguaje que usan uno y otro discurso — literatura y ciencia—
demandan reglas y lógicas diferentes.
Está claro que, frente al ejemplo anterior, Parejo tiene toda la razón al
afirmar que podemos pensar en lo que no existe como manifestación fáctica
—Don Quijote— y que los enunciados que carecen de referencia directa poseen
un significado. Allí no hay nada nuevo, ya que desde el giro lingüístico el
significado de los términos no se reduce a su referencia directa. El significado
de un enunciado no depende de la existencia de un referente, sino de la
significatividad alcanzada en el uso del lenguaje en un contexto determinado y
con una serie de descripciones de los nombres usados.
Pues bien, el planteamiento de Parejo, para defender la teoría de los
mundos posibles en la lógica epistémica se apoya, como él mismo lo afirma,
en la intuición y en cómo esta nos lleva a proferir enunciados que carecen de
referente directo. Sin embargo, es preciso decir, que hablar de Don Quijote
de la Mancha incluye un conjunto de creencias y conocimientos básicos que
el sujeto posee sobre el personaje de la obra de Cervantes; no son creencias
sustentadas en los mundos posibles, sino en los personajes que creó el autor
español para este mundo de ficción. Sabemos de la existencia del personaje de
ficción en una obra literaria, nuestras creencias y enunciados no son respecto
de la nada. En este sentido, es claro que podemos afirmar que conocemos al
Quijote, aun cuando, este carezca de referencia directa y que dicho enunciado
tiene significado y valor de verdad si se enmarca en el contexto del discurso
de la obra; su realidad está sustentada en la obra a la cual pertenece y en las
descripciones que se brindan sobre el personaje. Podemos decir también,
que identificamos a este personaje como un ente de ficción creado por uno
de los múltiples juegos del lenguaje. Las creencias que poseemos sobre dicho
personaje y sus descripciones nos permiten identificar que, si bien no tiene un
referente en el mundo, sí tiene una existencia en la literatura, la cual dependió
de una creación de ficción realizada por Cervantes.
Un caso similar acontece cuando nos preguntamos ¿Cómo hablar y describir
una sirena si esta no existe? Y ¿cómo tal enunciado alcanza significado en el
universo lingüístico? Un empírico podría afirmar que en la medida en que
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conocemos una mujer y un pez, podemos realizar una creación de entes de
ficción, y el lenguaje y la lógica de ese discurso nos lo permiten. Lo que se
debe dejar en claro es que, las creaciones literarias usan juegos del lenguaje
diferentes a los usados por la ciencia. Por lo cual, no podemos realizar análisis
del lenguaje de enunciados literarios de la misma forma que lo hacemos
con los enunciados epistémicos. Por otra parte, podríamos decir, que las
creaciones literarias nos remiten a discursos que han tenido como punto de
partida la realidad. También podemos afirmar que, el lenguaje permite ir más
allá de los límites del mundo para crear nuevas realidades y las mismas no son
susceptibles de análisis lógicos en la misma medida que lo son los enunciados
de la ciencia.
Pues bien, alguien podría decirnos que de la misma forma que hay nombres
carentes de referente en el discurso literario los hay en el discurso de la ciencia,
y obviamente tendríamos que admitir que es así; puesto que gran parte de los
términos usados en la mecánica cuántica, por ejemplo, carecen de referencia
directa. Sin embargo, pese a aceptar tal situación, cabría preguntarnos si el
hecho de que existan enunciados carentes de referente empírico es razón
suficiente para decir que existen otros mundos posibles en los cuales analizar
los enunciados de la ciencia, de la misma manera que se analizan los enunciados
del discurso de ficción, como lo pretende Parejo. La obra de Cervantes se halla
en nuestro mundo y de eso no cabe duda y a partir de esta podemos hablar de
uno u otro personaje de ficción, como el Quijote, Sancho o Dulcinea.
Si la ciencia estudia y explica los fenómenos de nuestro mundo, es apenas
lógico que sus enunciados se refieran a hechos brutos — naturales y sociales—
que pertenecen a un mundo concreto. Así las condiciones de posibilidad
epistémicas deben reducirse a este mundo posible, es decir, a nuestro mundo
y la forma cómo este es, y, dentro de este, abren espacios de posibilidad. En
tal sentido, se puede afirmar que los aportes de la lógica epistémica adquieren
importancia, en la medida en que aplique operadores modales para validar los
enunciados en la ciencia y las creencias, desde un estudio de los campos de
posibilidad de los enunciados que se refieran los fenómenos que acontecen en
este mundo y sus maneras de ser. Para Rayo:
El espacio de posibilidades es el conjunto de alternativas con las que
trabajamos cuando nos preguntamos cómo es el mundo. Imaginen, por
ejemplo, que nos preguntamos si la nieve es blanca. Esta pregunta presupone
una distinción entre dos maneras en las que puede ser el mundo: puede ser
tal que la nieve sea blanca o tal que la nieve no sea blanca (Rayo, 2015: 15).
El hecho de que existan posibilidades alternas en las que el enunciado sea
falsable favorece las condiciones de posibilidad epistémica de las creencias.
En la teoría del conocimiento, específicamente al hablar de las condiciones de
posibilidad de este, es preciso decir que la lógica modal permite — desde los
operadores modales— explorar la condición de necesariedad y de posibilidad de
los juicios que constituyen el conocimiento científico y con ello comprometernos
con las creencias que nos parecen mayormente fiables, siempre y cuando,
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el campo de posibilidades esté limitado por la existencia del hecho al que el
enunciado que expresa nuestra creencia hace referencia.
El campo de posibilidades desde la lógica epistémica permite considerar las
alternativas que existen y pueden ser pensadas a la hora de conocer el mundo
fáctico. Visto así, en la construcción del conocimiento, las condiciones de
posibilidad de un enunciado —que expresa una creencia— permiten verificar
la validez y valor de verdad del mismo en relaciones lógicas y factuales.
Volvamos al ejemplo antes expuesto: una afirmación tal, como x es y, tiene
dos posibilidades lógicas: I). Que efectivamente x sea y. II). Que x no sea y;
asimismo, ocurre con proposiciones como x sabe que y, o con x cree que y. En
las proposiciones que expresan conocimiento fáctico o que refieren a juicios
de hecho, no existe una tercera posibilidad, dado que, la ciencia exige pensar
el enunciado en relación con la forma de ser del mundo. Se es o no se es y;
se cree o no se cree que y; se sabe o no se sabe sobre y. Las condiciones de
posibilidad apofánticas permiten que si se acepta el enunciado I) no se acepte
el II), dado que ambos son contradictorios y mutuamente excluyentes, por ello
se marca el disyuntivo. En la ciencia no es posible aceptar lógicamente que x
sea y no sea y al mismo tiempo, así como tampoco que x crea y no crea que y, al
mismo tiempo. Lo anterior es viable en la medida en que, tal y como lo plantea
Styalnaker (1979) nos comprometemos con la posibilidad que se corresponda
con el mundo. En tanto que una creencia se adecúe a la manera de ser del
mundo adquirimos un compromiso semántico y alético con la misma.
Ahora bien, en el ejemplo anterior se han considerado dos tipos de enunciados diferentes, ello tal vez pueda llevar a confusiones; por esta razón, se considera pertinente aclarar que una cosa son los enunciados científicos o fácticos de la
forma «x es y», y otra diferente son los enunciados que nos refieren a las creencias, tales como «x sabe que y», o «x cree que y». Si bien reconocemos tal distinción, es preciso declarar que ambos están íntimamente relacionados con las
condiciones de posibilidad a la hora de construir conocimiento. Los enunciados
epistémicos nos trasladan al campo de las creencias y los enunciados científicos
nos remiten a las formas de ser del mundo (expresan creencias formadas metodológicamente para explicar los fenómenos); asimismo, en cuanto al tema del
significado, ambos deben estar en relación con las posibilidades fácticas. Ambos
están íntimamente ligados. Tal afirmación se sustenta en lo siguiente:
I. El conocimiento es un producto humano expresado en enunciados
lingüísticos.
II. Dicho producto humano se sustenta en las creencias que versan sobre un
fenómeno x, las cuales a su vez también son expresadas en enunciados
lingüísticos.
III. Las creencias sustentadas —y que se esperan sean ‘verdaderas’ o al
menos confiables— es lo que se considera conocimiento científico.
(Asunción tripartita del conocimiento4)
4
Esta proposición alude a la teoría tripartita de Platón, la cual es expuesta en Teetetes.
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IV. Todo conocimiento de x, así como toda creencia de x versan sobre
algo. No se puede afirmar que se conoce algo, si no hay un objeto de
conocimiento; así como no se puede afirmar que se tiene una creencia si
esta no es una creencia de algo.
En este sentido, no se puede afirmar, como algunas teorías plantean, una
brecha tan amplia entre un tipo y otro de enunciados (juicios de hecho y
creencias), puesto que, en la teoría del conocimiento, las segundas son el punto
de partida para construir los primeros.
Ahora bien, retomemos el clásico ejemplo del enunciado «la nieve es
blanca» para comprender mejor lo anterior. Podemos decir que el espacio
de posibilidades de tal enunciado está determinado por dos condiciones de
posibilidad: 1. Que efectivamente exista nieve y que esta sea blanca. 2. La
creencia de que la nieve es blanca. El enunciado «la nieve es blanca» deriva de
la creencia que posee un sujeto epistémico que alude a la nieve blanca, y esta
creencia, a su vez, refiere la existencia de un acontecer fáctico, es decir, del
hecho de que exista la nieve y que efectivamente esta sea blanca.
Ante la posibilidad de que se presente una brecha entre la forma de ser del
mundo, mi creencia del mundo y el enunciado que se refiere al mundo, acudo al aspecto semántico; dado que cada enunciado científico, como expresión
lingüística, trae consigo un significado y este se alcanza en las relaciones generadas con la forma de ser del mundo y mis creencias sustentadas sobre dichas
formas de ser del mundo, sin aducir con ello que los nombres y enunciados
actúen como etiquetas. Así, si el enunciado proferido hace referencia a un fenómeno x del mundo, del mismo modo se esperaría que mis creencias sobre tal
fenómeno sean consistentes con el enunciado científico.
No es coherente que exista un hecho x en el mundo, y un sujeto exprese sus
creencias sobre x sin que estas se adecúen al fenómeno, ni tengan como punto
de partida las percepciones de dicho hecho; así como tampoco es coherente que
alguien que tiene una creencia sobre x termine por sustentar científicamente un
enunciado contrario a su creencia. Si el conocimiento es un conjunto de creencias sustentadas, entonces, lo mínimamente esperado es una consistencia y una
relación semántica entre los enunciados que expresan las creencias que tiene un
sujeto sobre un fenómeno y los enunciados que usa para referirse al mismo. La
semántica del conocimiento, propuesta por Hintikka (1962 y 1975), permite comprender que el conocimiento o las creencias que posee un sujeto epistémico se
describen en conjuntos de oraciones consistentes y coherentes, a partir de los cuales, a su vez, se pueden extraer consecuencias lógicas sin perder la consistencia.
Ahora bien, si las creencias y la lógica permiten a través del uso del lenguaje
pensar en el número de alternativas presentadas en el espacio de posibilidades
para conocer cómo es el mundo, habrá que pensar en el papel que cumplen las
creencias en la construcción de ese espacio de posibilidades a la hora de hablar
sobre el conocimiento de un objeto determinado. Es decir, que no solo se limita
mi forma de ver y comprender el mundo, sino los enunciados que profiero para
representarlo.
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Cuán mayores sean las posibilidades en el conocimiento o el espacio de
alternativas para él mismo, mayores serán los riesgos de que las creencias
no sean verdaderas ni se ajusten a la manera de ser del mundo; asimismo, a
menores posibilidades o menores alternativas de mundos posibles, mayores
serán los rasgos de fiabilidad del conocimiento adquirido. En la lógica
tradicional, las condiciones de posibilidad se reducen a dos alternativas, por
ser bivalente. Frente a un juicio de hecho como «El prado es verde» cabe la
posibilidad de que sea verdad que el prado es verde y la posibilidad de que no
lo sea; en tal sentido si la primera es verdadera, la segunda tendrá que ser falsa.
El riesgo de fallar en el conocimiento adquirido sobre el prado y su color, y la
creencia expresada en el enunciado proferido, se reduce a un 50%.
Visto así, el conocimiento del mundo nos enfrenta a las condiciones de
posibilidad que tenemos para el mismo; lo mismo ocurre cuando exploramos el
contenido lingüístico de una creencia x, la cual, se espera exista con relación al
mundo y nos enfrenta al mismo número de posibilidades, es decir, que nuestras
creencias sobre un fenómeno x se examinan bajo la forma bivalente de que
sean o no verdaderas. En tal sentido, los enunciados que proferimos al expresar
una creencia nos comprometen con el mundo mismo, en la medida en que
estos se refieren a él y no a otros mundos posibles.
Las afirmaciones sobre el mundo y nuestro compromiso ontológico y
epistémico con dichas emisiones lingüísticas nos permiten presuponer que
el mundo es de tal o cual manera. Tal compromiso se logra cuando el sujeto
cognoscente se enfrenta al objeto por conocer con un bagaje de informaciones
—racionales y empíricas— y toma postura por una de ellas, considerando que
su creencia se asemeja al objeto conocido. En palabras de Rayo: «Identificamos
una región del espacio de posibilidades cuando reconocemos ciertas distinciones
y nos comprometemos con un lado de cada una de ellas» (Rayo, 2015: 15). La
toma de postura por una u otra posibilidad para el caso de una afirmación
como «el prado es verde» conlleva que consideremos las dos posibilidades de
tal enunciado; de igual forma, al decidir por cuál de las dos posibilidades se
opta se presenta un compromiso tácito de la creencia que posee el sujeto en
relación con la manera de ser del prado.
Ahora bien, alguien podría afirmar que el prado es del color que se le enviste
por la clorofila. Un enunciado este que devela una creencia sustentada en la
biología, en una serie de creencias sobre lo qué es y causa la clorofila; creencias
sobre la forma cómo esta actúa para reflejar el color verde de las hojas del
árbol. Tenemos así dos proposiciones que hacen referencia al mismo objeto:
1.
2.
El prado es verde
El prado tiene el color de la clorofila
Las condiciones de posibilidad de ambos enunciados difieren. En el
primer caso, el enunciado «el prado es verde» nos lleva a pensar en las dos
posibilidades mencionadas con anterioridad, y efectivamente se corresponde
con las maneras de ser del prado. Para el caso del segundo enunciado «el prado
tiene el color de la clorofila» las condiciones de posibilidad dependen, además
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de que exista un prado con tal color, del conocimiento que poseemos en biología
para comprender los procesos que se efectúan en las plantas al producirse la
clorofila. Es decir, que las condiciones de posibilidad del segundo dependen, ya
no de la manera de ser del prado sino, de las creencias que el sujeto tenga en el
campo de la biología para ratificar el valor de verdad del enunciado. El segundo
enunciado se sustenta en el coherentismo, logrando una coherencia semántica
alcanzada en el uso del lenguaje preciso de la biología, el cual, a su vez está en
relación con la forma de ser del mundo, pero no de manera directa, como si lo
está el primer enunciado, aun cuando, los estudios sobre la clorofila dependan
de que se presente este fenómeno en el mundo y que se haga manifiesto en el
verde de las plantas.
Ahora bien, la analítica tradicional nos ha enseñado, desde Frege (1998),
que estos dos enunciados tienen significados diferentes. Dichos enunciados ni
siquiera logran pasar como enunciados de identidad como ocurre con Venus y
la Estrella matutina — el clásico ejemplo fregeano—, dado que no es lo mismo
‘verde’ que ‘efecto de clorofila’, aun cuando alguien se represente con ambos
enunciados la imagen del prado verde.
No es necesario que quien tenga la creencia de que el prado es verde tenga
la creencia de que la clorofila proporciona el color verde en las plantas, por
ello el enunciado que expresa las formas de ser el mundo está delimitado por
las creencias que posee el sujeto, es decir, que, pese a que ambos se refieran al
mismo hecho, cada enunciado tendrá sus propias condiciones de posibilidad
para ser analizado; dado que, aceptar el primero no implica necesariamente
aceptar el segundo; aun cuando «el prado es verde» llegase a seguirse
lógicamente —por razones de necesariedad— del enunciado «el prado tiene
el color de la clorofila». Por otra parte, los juegos del lenguaje usados en la
biología permiten hilar semánticamente los dos enunciados, razón por la cual,
quien posea ambas creencias podrá decir que ambos enunciados refieren a lo
mismo, aun cuando lógicamente no se cumpla el principio de identidad.
En otras palabras, los enunciados que emitimos sobre el mundo nos refieren
a las creencias que se tienen sobre las formas de ser del mundo, y estas a su vez
demarcan la validez del enunciado. En el caso expresado, la aceptación de que
ambos enunciados se corresponden con un mismo significado se sustenta en
las creencias que posee el sujeto sobre el mundo. Quien tiene la creencia, por
ejemplo, de que la clorofila es el pigmento verde en las plantas, puede llegar
a su vez a creer que los dos enunciados en cuestión significan lo mismo, así
como erróneamente llegar a creer que en ambos se aplica el principio de la
identidad, por el simple hecho de que se aplique el de razón necesaria. Sin
embargo, un simple análisis desde la lógica formal nos permite evidenciar que
quien no conozca el significado de clorofila no puede llegar a la conclusión de
que ambos enunciados se refieren y significan lo mismo; pues con un simple
análisis de sustitución de términos descubrirá, como ya se ha explicado, «verde»
y «clorofila» no son lo mismo.
Ahora bien, el enunciado «el prado es verde dado que la clorofila lo pigmenta
de tal color» convoca los dos enunciados anteriores e implica nuevas condicioPENSAMIENTO, vol. 75 (2019), núm. 287
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nes de posibilidad en el conocimiento, así como un mayor número de creencias
que lo sustenten en comparación al que demanda cada uno por separado. El
sujeto que apruebe crea y exprese la afirmación «el prado es verde dado que la
clorofila lo pigmenta de tal color» sentirá que por las creencias que posee puede
garantizar que los dos enunciados anteriores se refieren a lo mismo y a la misma
manera de ser del mundo; pero aquel que no tiene conocimientos en biología y
no comprende el proceso de pigmentación de la clorofila no llegará a afirmar que
ambos convocan a la misma realidad, aun cuando crea que el prado es verde.
En un caso en el que un sujeto posee la creencia de que el prado sea verde,
pero no tenga la creencia de que el verde corresponde a la clorofila, podría
llegar lógicamente a decir, que «el prado es verde, más no tiene el color de la
clorofila» emitiendo un enunciado significativo, aun cuando para la ciencia
sea falso, dadas las condiciones de posibilidad generadas por las creencias
sobre la manera de ser del mundo (prado) y las relaciones lógicas que teje
entre la clorofila y el verde. Quizá para el sujeto que tiene conocimientos en
biología admitir un enunciado como «el prado es verde, pero no tiene el color
de la clorofila» sea absurdo, dado que hay un principio de razón necesaria
que sustenta el color del prado en el verde de la clorofila, pero dicho principio
está sustentado en las creencias que se refieren a los procesos de clorofila y
su relación directa con el pigmento verde; es decir, se sustenta en las teorías
científicas. Si se llega a comprobar que la clorofila no está directamente
relacionada con el pigmento verde de las plantas, entonces los enunciados «el
prado es verde dado que la clorofila lo pigmenta de tal color» y el enunciado
que antes se expuso como absurdo «el prado es verde, mas no tiene el color de
la clorofila» llegarían a ser en el mismo grado absurdos.
3.
LENGUAJE, CREENCIA Y LÓGICA COMO CONDICIONES DE POSIBILIDAD DEL CONOCIMIENTO
Hasta ahora podríamos reafirmar, entonces, que las condiciones de posibilidad del conocimiento se mueven entre las creencias, las representaciones que
tenemos del mundo, y las maneras de ser del mundo mismo. El lenguaje y la
lógica son instrumentos para construir y validar el conocimiento que tenemos
sobre el mundo. Podemos llegar a tener enunciados que sean coherentes y lógicos entre sí y que permitan comprensiones de los fenómenos que estudia la
ciencia, dada la relación estrecha entre enunciado y forma de ser del mundo;
así como también podemos sustentar que hay enunciados coherentes y lógicos
que se alejan del mundo mismo, es decir, que no llegan a ser absurdos lógicamente, por su estructura lingüística, pero sí contradictorios fácticamente. Tales
enunciados no son los que competen a la ciencia.
Es innegable que un defensor de la lógica modal puede afirmar que el
enunciado «el prado es verde, pero no tiene el color de la clorofila» es un enunciado
lógicamente consistente y dotado de significado, pues en la lógica modal existe
la posibilidad de que exista un mundo en el que el prado sea verde no por la
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clorofila sino por otra razón. Sin embargo, si hemos de considerar que este
es un enunciado epistémico, sustentado en las creencias y la correspondencia
con los hechos, así como en la universalidad del uso del lenguaje, no podemos
aceptar tal cosa, ya que al analizar las creencias científicas y su coherencia en
relación con el fenómeno mismo nos remite a contradicciones.
El análisis lógico del enunciado como una molécula abstracta, es decir, fuera
del contexto de lo que es la clorofila y por qué esta produce el color verde de las
plantas, no es suficiente a la hora de pensar las posibilidades del conocimiento.
En la ciencia, dicho enunciado demanda además de análisis estructurales análisis epistémicos, lo que implica revisar no solo un enunciado que se ha abstraído, sino el mismo en las relaciones con otras creencias, con otros enunciados
que pretenden explicar dichos hechos que se presentan en el mundo.
En el enunciado anterior, el estudio físico del mundo; el análisis del proceso
de clorofila que ocurre en las plantas y las creencias científicas, es decir, las
teorías construidas sobre el fenómeno, nos permiten falsar el enunciado y
afirmar que tal aserción incurre en un absurdo fáctico, absurdo que se sustenta
en las condiciones de posibilidad epistémicas. Lo que salta a la vista es que los
límites de mis creencias demarcan los límites de posibilidad del significado y
aun cuando las lógicas modales nos sugieran que estos últimos límites pueden
estar más allá de la manera de ser del mundo, o de las posibilidades que se
generan en las maneras de ser del mundo, vemos que en la construcción de la
ciencia no es así, puesto que van en relación con los hechos del mundo.
Así, las posibilidades lógicas y epistémicas dependen de las posibilidades de
existencia o fácticas. En tal sentido, el espacio lógico de posibilidades se construye en las relaciones con el mundo (leyes lógicas expresadas en el lenguaje).
Siguiendo a Brandom (2006), la semántica de los mundos posibles evidencia
ciertas limitaciones epistémicas en torno a la manera sobre cómo se llega a
conocer el mundo y en las expresiones que usamos para dar cuenta de ello.
En términos wittgensteinianos, la lógica usada en la ciencia nos debe permitir
entender el fundamento o esencia de todo lo que aprendemos en la experiencia.
«La consideración lógica indaga la esencia de todas las cosas, intenta ver las
cosas en su fundamento y no debe ocuparse de si lo que sucede efectivamente
es así o asá. —Nace no de un interés por los hechos del acontecer natural, ni de
la necesidad de captar conexiones causales. Sino de una aspiración a entender
el fundamento, o esencia, de todo lo que la experiencia enseña» (Wittgenstein,
2009a: [§89]p, 249). Es decir, que la consideración lógica está en relación con
la existencia aun cuando no dependa de ella, máxime si se trata de construir
conocimiento sobre los fenómenos físicos y metafísicos.
Ahora bien, es preciso decir que en la construcción del conocimiento el
lenguaje acaba por ser determinante, no solo porque permite expresar los
enunciados que lo constituye y las creencias de las que devienen los mismos,
sino porque es el medio para expresar el contenido de estas. Las preferencias
lingüísticas que emitimos sobre los fenómenos para dar cuenta de estos son
las que abren las posibilidades para analizar desde el uso de la lógica los
enunciados que cada ciencia postula como conocimiento.
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Ulises Moulines. En: Reguera, Isidoro (Ed.). Obra completa. Vol. 1: Tractatus logicophilosophicus. Investigaciones filosóficas. Sobre la certeza. Biblioteca de Grandes
Pensadores. Madrid: Editorial Gredos.
Universidad Autónoma de Manizales (Colombia)
angelica.rodriguez276@gmail.com
ORCID: 0000-0002-7710-9915
ANGÉLICA MARÍA RODRÍGUEZ ORTIZ
[Artículo aprobado para publicación en enero de 2019]
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