Ayer. Avance en línea
DOI: 10.55509/ayer/902
El fin del Trienio:
contrarrevolución popular
y terror blanco en 1823 *
Álvaro París
Universidad de Zaragoza
alvaroparis@unizar.es
Resumen: La escasa resistencia ofrecida por el régimen del Trienio Constitucional frente a la invasión francesa de 1823 sigue siendo una cuestión
abierta para la historiografía. Las respuestas tradicionales han insistido
en la traición de los generales liberales y el sistema de suministros implementado por los ocupantes. Sin embargo, en muchas zonas del país
se produjeron episodios de violencia antiliberal que nos obligan a replantear la cuestión del arraigo social del constitucionalismo. El fin del
Trienio no solo vino de la mano de la invasión exterior y la división interna, sino también de la emergencia de una contrarrevolución popular
que explica el carácter virulento de la restauración absolutista.
Palabras clave: liberalismo, contrarrevolución, politización popular, restauración, policía.
Abstract: The reasons why the constitutional regime only put up a weak
resistance to the French invasion of 1823 remain an open question
within the historical literature. Historians have traditionally pointed to
the treason of the liberal generals and the capacity of the occupiers to
efficiently supply their troops. However, violent anti-liberal outbursts
spread over many regions of the country. This raises the question of
the level of popular support for the Constitution. The end of the Con* Esta investigación forma parte de los proyectos PID2019-105071GB-I00,
PGC2018-094150-B-C21, PID2020-114496RB-I00, H02_20R y la ayuda IJC2019041711-I financiada por MCIN/AEI /10.13039/501100011033. Agradezco a Gonzalo Butrón Prida su ayuda y orientación para la redacción de este artículo.
Recibido: 20-06-2019
Aceptado: 09-07-2020
Publicado on-line: 17-06-2022
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stitutional Triennium was not only the result of foreign invasion and
internal division, but also of the emergence of a popular counterrevolution that explains the violent character of the absolutist restoration.
Keywords: liberalism, counterrevolution, popular politics, restoration, police.
«Y los manolos y manolas escondieron sus navajas de
1808, y trincaron y se alborozaron con los franceses de 1823».
Francisco de Sales Mayo, La chula 1.
La pregunta
A la hora de analizar el final del Trienio Constitucional, los historiadores se han planteado durante décadas una pregunta que sigue vigente: ¿por qué buena parte de los madrileños que se levantaron contra las tropas francesas el 2 de mayo de 1808 celebraron
su entrada en la Corte en mayo de 1823?
Esta pregunta es, como todas las de su estilo, engañosa; pues ni
todos los madrileños se sublevaron en 1808, ni todos recibieron con
vivas a las tropas comandadas por Angulema en 1823, ni los «franceses» de uno y otro escenario eran los mismos. La formulación es
tramposa y simplista, pero no deja de invitar a una reflexión necesaria sobre la capacidad del liberalismo hispano para arraigar entre
la sociedad durante los tres años de vigencia de la Constitución de
1812. Resulta evidente —sin pasar por alto la resistencia que tuvo lugar en Cataluña, Andalucía y en plazas fuertes como Pamplona, Alicante o Cartagena— que la expedición de 1823 se convirtió en ciertas fases en un paseo militar, una «falsa guerra sin combates» 2.
Las respuestas que ha recibido esta pregunta pueden dividirse
en dos grandes grupos: el buen trato que dieron los militares a la
población civil —implementando un sistema de suministros que
1
Francisco DE SALES MAYO: La chula. Historia de muchos, Madrid, Oficina Tipográfica del Hospicio, 1870, p. 12.
2
Emmanuel LARROCHE: L’expédition d’Espagne. 1823: de la guerre selon la
Charte, Rennes, PUR, 2013. La expresión «falsa guerra sin combates», en Josep
FONTANA: De en medio del tiempo. La segunda restauración española, 1823-1834,
Barcelona, Crítica, 2006, p. 62. Sobre la resistencia militar en Cataluña, véase Ramón ARNABAT: Visca el rei i la religió! La primera guerra civil de la Catalunya contemporània (1820-1823), Lleida, Pagès, 2006.
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evitaba las exacciones— y la deserción de tres de los cuatro generales en jefe que sostenían la defensa liberal (Ballesteros, Morillo y
el conde de La Bisbal) 3.
En lo que se refiere al primer conjunto de razones, es indudable que el Gobierno francés había aprendido de los errores de la
campaña de 1808. El financiero Ouvrard fue el encargado de organizar el aprovisionamiento del ejército, comprando los suministros
a buen precio a los campesinos, evitando las requisas y cortando
de raíz cualquier tentativa de saqueo. Si las tropas napoleónicas habían vivido sobre el terreno —haciéndose odiosas por sus exacciones—, el ejército de Angulema cuidó hasta extremo las relaciones
con la población civil, planificando la financiación de la campaña
y garantizando la disciplina 4. Los franceses pagaban los suministros
«en dinero contante» y el ejército funcionaba siguiendo «un orden
matemático», sin que hubiese que lamentar «ni un embrago, ni un
bagaje, ni una extorsión al pobre labrador o trajinero» 5. En palabras de Josep Fontana, «mientras en 1808 el ejército francés requisaba por la fuerza lo que necesitaba, ahora pagaba los suministros
y a buen precio» 6. Para Emilio La Parra, estos «condicionantes materiales» hacían que «el entusiasmo despertado en un principio por
Angulema [fuese] perfectamente comprensible» 7.
Aunque este aspecto revistió una importancia indudable, debemos preguntarnos si resultó suficiente para explicar el cambio de actitud de una parte de la población frente al ejército invasor. El requisito que permitió unas relaciones relativamente armónicas entre
militares y población civil residía en el hecho de que los franceses no
fueron generalmente vistos como usurpadores que venían a imponer
a un tirano extranjero. Para los realistas, los franceses venían a resta3
Una ponderación de las causas de la escasa resistencia liberal en Gonzalo
BUTRÓN PRIDA: «Los Cien Mil Hijos de San Luis», en Pedro RÚJULA e Ivana FRASQUET (eds.), El Trienio Liberal (1820-1823): una mirada política, Granada, Comares, 2020, pp. 555-570.
4
Gonzalo BUTRÓN PRIDA: La ocupación francesa de España (1823-1828), Cádiz,
Universidad de Cádiz, p. 100.
5
El Realista, 24 de mayo de 1823, p. 2.
6
Josep FONTANA: De en medio..., p. 46.
7
Emilio LA PARRA: Los cien mil hijos de San Luis. El ocaso del primer impulso
liberal en España, Madrid, Síntesis, 2007, pp. 50-51, e ÍD.: Fernando VII. Un rey deseado y detestado, Barcelona, Tusquets, 2018, pp. 460-474.
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blecer al rey en la plenitud de sus derechos y liberarlo de su cautiverio, es decir, exactamente lo contrario que en 1808. Pero incluso los
liberales tuvieron problemas para movilizar la idea de la patria en peligro frente al invasor exterior. La intervención era vista como parte
de un conflicto político interno, una guerra civil en la que los franceses venían a decantar la balanza, deponiendo a un partido para
elevar a otro. Resultaba difícil presentar la invasión como una amenaza global contra el modo de vida, la religión, la cosmovisión y las
costumbres del conjunto de la nación. No en vano, muchos liberales moderados confiaron en que los franceses impondrían una salida transaccional, modificando la Constitución y estableciendo un
sistema bicameral, al tiempo que protegían a los liberales de la furia
realista 8. Cuando Angulema se disponía a entrar en Madrid, la alegría
de los liberales «excedía» a la de los realistas, porque «los amigos de
una Carta tienen grandes esperanzas de que los franceses no vengan
a apoyar ciegamente la causa de los ultrarrealistas, sino a modificar la
Constitución española dejando un gobierno representativo» 9.
En algunos casos, los franceses desempeñaron un rol de mediadores en una lucha fratricida entre dos bandos. Como afirmaba un
soldado, «a cada instante nos veíamos obligados a tomar las armas
para impedir que los habitantes se degollaran los unos a los otros» 10.
Aunque los liberales no viesen con buenos ojos la presencia de los
ocupantes, recurrieron a su protección para escapar de la venganza
de los realistas españoles. Quienes verdaderamente amenazaban su
vida y sus propiedades no eran tanto los invasores extranjeros como
sus propios vecinos. De este modo, el relato de la guerra civil se imponía sobre el de la independencia nacional. En palabras del embajador Talaru, «los realistas ven la presencia del Príncipe [Angulema]
8
Gonzalo BUTRÓN PRIDA: «Revolución, moderación, reacción: los mundos
(im)posibles de la monarquía española en el Trienio Liberal», Signos Históricos,
46 (2021), pp. 60-87.
9
Parte del comisario de la policía militar de Madrid, Cayetano Font y Closas, núm. 99, 16 de agosto de 1823, Service Historique de la Défense (en adelante,
SHD), D1 20. Todas las traducciones de fuentes francesas son del autor.
10
Palabras de Jean Couty citadas en Emmanuel LARROCHE: «L’expédition
d’Espagne en 1823: mémoire de la campagne napoléonienne et expériences d’une
guerre limitée», en Axel DRÖBER (ed.): Kriegs- und Gewalterfahrungen im 19. Jahrhundert in Deutschland und Frankreich, Portal Militärgeschichte, disponible en
http://portal-militaergeschichte.de/larroche_expedition.
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como un apoyo; los constitucionales como una salvaguardia contra
las reacciones y las violencias del pueblo» 11.
Los realistas exaltados recibieron a los franceses no solo como libertadores, sino como vengadores. Durante la entrada de Angulema
en Madrid, la multitud le gritaba: «vosotros nos vengaréis, ¿verdad
franceses? Masacraréis a todos esos bandidos constitucionales» 12. Sin
embargo, pronto esa imagen se disipó y los realistas comprendieron
que el proyecto político que venían a implantar las tropas francesas
pasaba por el establecimiento de un régimen de Carta Otorgada, con
un sistema bicameral y una amnistía para los liberales. Esto desató un
verdadero sentimiento antifrancés entre los realistas exaltados, que
movilizaron el recuerdo de 1808. Un teniente coronel advertía que ya
había «matado franceses durante la última guerra por haberse querido
mezclar en nuestros asuntos», de manera que «podríamos impedir al
duque de Reggio [Oudinot] que se entrometiese hoy en día» 13.
La División de Voluntarios del Ejército Real de Navarra juraba
«sacrificar sus vidas antes que consentir en que la nación española sea
dominada por una autoridad militar extranjera», prefiriendo «que España se cubra de cadáveres de sus hijos antes que vivir envilecidos por
el deshonor de sufrir el yugo del extranjero» 14. En Madrid, un capitán realista de la división de Quesada cargaba contra Angulema exclamando: «no cesaré hasta vengarme de ese diablo de hombre, hundiré
el puñal en su pecho, pícaros franceses, cómo nos han engañado» 15.
La confrontación que había atravesado la sociedad española entre
1814 y 1823 impedía que se movilizase de manera efectiva el discurso
de la unidad de la patria frente a la invasión extranjera. La imagen
del pueblo que en 1808 se levantó como un solo hombre —identificando la defensa de la nación con la figura del rey— se había fragmentado en medio de una guerra civil intestina que había transformado profundamente la manera de percibir la realidad política.
11
Jean SARRAILH: La Contre-Révolution sous la Régence de Madrid (mai-octobre
1823), Viena, Ligugé, 1930, p. 107.
12
Charles BOISLECOMTE: «Souvenirs de la campagne de 1823», Revue Hebdomadaire, diciembre (1896), p. 106.
13
Parte del general Grundler, 15 de agosto de 1823, SHD, D1 20.
14
Representación citada en Gonzalo BUTRÓN PRIDA: «El realismo navarro ante
la intervención francesa (1823-1828)», en Actas del III Congreso general de historia
de Navarra, Pamplona, Gobierno de Navarra, 1994, pp. 6-7.
15
Nota confidencial sin fechar, agosto de 1823, SHD, D1 20.
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De traiciones y veletas
Más allá de la fractura de la sociedad y del liberalismo, para Fontana «la facilidad del avance de los franceses se debe atribuir en
buena medida a la traición de unos generales que se rindieron sin lucha», señalando como responsable al dinero de los Rothschild y al
oro de la Santa Alianza 16. El secreto del rápido avance francés estuvo, según La Parra, en los sobornos, la corrupción y las componendas, sugiriendo que Angulema desembolsó millones de francos
en comprar a los líderes liberales a través de «misiones secretas» 17.
Sin negar el papel que pudieron desempeñar los sobornos, el
problema reside en que la «traición» de los generales se interpreta
a menudo recurriendo a juicios de valor, achacando su comportamiento a motivaciones de carácter personal. Fontana afirma que
Ballesteros se comportó con una «cobardía indigna», Morillo como
un «cínico» y La Bisbal hizo gala de «bajeza moral» 18. La Parra
contrapone la figura de Mina a los generales que capitularon, estableciendo una oposición simétrica entre las virtudes del primero
(honradez, bravura, decisión, claridad, voluntad, coraje, firmeza, ardor, etc.) y los adjetivos que reserva a los segundos (vanidosos, ambiciosos, altivos, venales, equívocos, arteros, aprovechados, poco
decorosos y liberales «de salón») 19.
El desmoronamiento del régimen constitucional no puede explicarse acudiendo a conspiraciones y traiciones personales, converti16
Josep FONTANA: De en medio..., pp. 47 y 62.
Emilio LA PARRA: Los cien mil hijos..., pp. 217-233, y Rafael SÁNCHEZ MATERO: Los Cien Mil Hijos de San Luis y las relaciones franco-españolas, Sevilla, Universidad de Sevilla, 1981. El primer ministro Villèle expresó que «tenía bastante
confianza en la traición de La Bisbal», mencionando los «gastos de las misiones secretas». Joseph DE VILLÈLE: Mémoires et correspondance du comte de Villèle, t. 3, París, Perrin, 1889, pp. 395, 422 y 470.
18
Josep FONTANA: De en medio..., p. 48, para Ballesteros y Morillo, y p. 386,
n. 18, para La Bisbal. Sobre Ballesteros, véase Víctor SÁNCHEZ MARTÍN: Rafael de
Riego: símbolo de la Revolución liberal, tesis doctoral, Universidad de Alicante,
2016, pp. 904-917. Véase también Pedro J. RAMÍREZ, La desventura de la libertad.
José María Calatrava y la caída del régimen constitucional español en 1823, Madrid,
La Esfera de los Libros, 2014, pp. 158-170, para La Bisbal; pp. 466-470, para Morillo, y pp. 601-616, para Ballesteros.
19
Emilio LA PARRA: Los cien mil hijos..., pp. 218-221 y 225.
17
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das en afrentas abstractas a la «causa liberal». Poner el peso en las
decisiones individuales solo contribuye a reproducir una imagen romántica y trágica del Trienio que debemos revisar. Federico Suárez
y sus discípulos explicaron la capitulación como una respuesta coherente de los militares ante las escasas posibilidades de resistencia,
en contraste con unos políticos para quienes «el fracaso del ejército resultaba un fenómeno inexplicable, que solo podía deberse a
la traición» 20. El problema de estos autores es que achacan el derrumbe del régimen a la naturaleza realista del pueblo español y el
carácter extranjero del liberalismo 21.
Lo que debemos preguntarnos, más allá de juicios morales y
políticos, es si la capitulación de los generales liberales para intentar salvar su posición constituye un comportamiento extraordinario en el contexto de la Europa de la Restauración. El ejercicio de
pragmatismo que hicieron los Ballesteros, Morillo y La Bisbal para
tratar de preservar su carrera puede compararse con el de los mariscales de Napoleón que se pasaron a las filas realistas tras las restauraciones de 1814 y 1815 22. Sin ir más lejos, la mayoría de los
generales que lideraron la expedición española (Guilleminot, Oudinot, Moncey, Bordesoulle o Molitor) se había «pasado» al bando
borbónico tras la derrota de Napoleón 23. Algo similar sucedió tras
el retorno de los Borbones al trono de Nápoles en 1815, cuando
buena parte del aparato del Estado y la nobleza creados por Murat
se adaptaron a las nuevas circunstancias 24.
Pero los generales españoles no lograron su objetivo. La salida
pactada en la que depositaron su confianza se vio frustrada y tuvieron que refugiarse en Francia para escapar de la represión absolu20
José Luis COMELLAS: El Trienio Constitucional, Madrid, Rialp, 1963, p. 430.
Federico SUÁREZ: La crisis política del Antiguo Régimen en España, Madrid,
Rialp, 1988, pp. 68-69.
22
Pierre SERNA: La république des girouettes. 1789-1815 et au-delà. Une anomalie politique: la France de l’extrême centre, París, Champ Vallon, 2005.
23
Oudinot y Moncey aparecen en el Diccionaire des girouettes, París, Alexis
Mery, 1815, pp. 382 y 364, respectivamente. Guilleminot había servido a Napoleón
hasta los Cien Días. Solo el general Hohenlohe y otros mandos secundarios tenían
un pasado netamente realista. Emmanuel LARROCHE: L’expédition..., p. 36.
24
Pierre-Marie DELPU: «De l’Etat muratien à l’Etat bourbon: la transition de
l’appareil étatique napolitain sous la Restauration (1815-1830)», en Jean-Claude
CARON y Jean-Philippe Luis (dirs.): Rien appris, rien oublié? Les Restaurations dans
l’Europe postnapoléonienne (1814-1830), Rennes, PUR, 2015, pp. 37-50.
21
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tista. Ballesteros tuvo que exiliarse en 1824 para escapar a una orden de detención, tras quejarse de la «negra ingratitud» mostrada
por el Gobierno absolutista 25. En París disfrutó de una pensión del
Gobierno francés de 12.000 francos gracias a las gestiones del general Molitor, con quien había pactado la capitulación 26. El conde de
la Bisbal fue detenido por las autoridades españolas y liberado por
mediación de Angulema, consiguiendo escapar a Francia, donde
también recibió una pensión 27. Morillo fue declarado impurificado
mientras se encontraba en París y no fue rehabilitado hasta 1830 28.
En definitiva, el carácter beligerante de la restauración frustró los
planes de los generales, impidiendo que se aplicasen los términos
de las capitulaciones y obligándoles a buscar asilo en Francia.
El comportamiento de los actores históricos no responde a los
criterios de sacrificio personal, abnegación por la causa liberal y
compromiso militante que con frecuencia tratamos de asignarles de
manera anacrónica. La coherencia de las carreras políticas de los
mandos militares y altos empleados de la administración se construía a posteriori, para justificar el mantenimiento del empleo. Fontana considera paradójico que generales como Morillo, que «traicionaron» la causa liberal para reconciliarse con el absolutismo,
acabasen combatiendo contra el carlismo tras la muerte del monarca 29. Lo cierto es que una trayectoria basada en sostener el liberalismo moderado durante el Trienio, para pasarse al absolutismo
«templado» durante la restauración y pelear contra los rebeldes
carlistas a partir de 1833, no solo no es extraordinaria ni paradójica, sino que resume a la perfección el recorrido político de centenares de empleados y hombres de Estado 30. La defensa del «justo
25
«Protesta del general Ballesteros», 7 de octubre de 1823, publicada en Ocios
de españoles emigrados, núm. 28, julio de 1823.
26
Gonzalo BUTRÓN PRIDA: La ocupación francesa..., pp. 83-84.
27
Alberto GIL NOVALES: Diccionario biográfico de España (1808-1833), Madrid,
Fundación Mapfre, 2010. Las gestiones de Angulema para proteger a La Bisbal en
Joseph DE VILLÈLE: Mémoires et correspondance..., t. 4, pp. 13, 41, 50 y 63.
28
Antonio RODRÍGUEZ VILLA: El teniente general Don Pablo Morillo. Primer
conde de Cartagena, marqués de la Puerta (1788-1837), t. 1, Madrid, Establecimiento
de Fortanet, 1919, p. 571.
29
Josep FONTANA: De en medio..., p. 49.
30
Antonio CALVO MATURANA: «De traidores, leales y veletas: intelectuales y políticos españoles ante los vaivenes de la crisis del Antiguo Régimen (1808-1834)»,
en Encarnación GARCÍA MONERRIS, Ivana FRASQUET y Carmen GARCÍA MONERRIS
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medio» y la moderación otorgaron un sentido de continuidad a las
carreras de aquellos posibilistas que lograron sobrevivir a los vaivenes políticos 31. Imaginar nuestro periodo como una lucha épica entre dos extremos irreconciliables (liberalismo y absolutismo) —convirtiendo en «traidor» a cualquiera que transitase la divisoria entre
ambos— nos impide comprender la riqueza de las zonas grises.
En definitiva, como subraya el propio Fontana, ni la corrupción
ni los aspectos militares explican el hundimiento del régimen. La
clave está en las divisiones internas en el seno del liberalismo y en la
hostilidad hacia la revolución que mostró una parte de la población 32.
Por ello, creemos necesario estudiar el clima de opinión reinante entre los sectores populares durante la intervención, trasladándonos a
un escenario específico —el Madrid de 1823— para entender el contexto que acompañó a los últimos días del régimen liberal.
Madrid en mayo de 1823: la represión de Zayas
El Trienio Constitucional se cerró en Madrid el 23 de mayo
de 1823, con la entrada del ejército francés comandado por Angulema. Los observadores contemporáneos se preguntaron, del mismo
modo que los actuales, cómo era posible que el mismo pueblo que
en 1808 se había levantado contra los franceses los recibiese quince
años después con los brazos abiertos: «No hubo género de aclamaciones que el populacho negase a los extranjeros. Ellos mismos se
admiraban. ¿Es este el pueblo del Dos de Mayo? Decían. Lo era en
efecto; pero discorde, extraviado por los falsos tribunos» 33.
(eds.): Cuando todo era posible: liberalismo y antiliberalismo en España e Hispanoamérica (1740-1842), Madrid, Sílex, 2016, pp. 161-220, y Pere MOLAS RIBALTA:
Del absolutismo a la Constitución. La adaptación de la clase política española al cambio de régimen, Madrid, Sílex, 2008, pp. 220-295.
31
Juan LÓPEZ TABAR: Los famosos traidores, Madrid, Biblioteca Nueva, 2001, y
Juan PRO: «El modelo francés en la construcción del Estado español: el momento
moderado», Revista de Estudios Políticos, 175 (2017), pp. 299-329.
32
Para los aspectos diplomáticos, véase Gonzalo BUTRÓN PRIDA: «From Hope
to Defensiveness: The Foreign Policy of a Beleaguered Liberal Spain, 1820-1823»,
The English Historical Review, 133(562) (2018), pp. 567-596.
33
Dionisio CHAULIÉ: Cosas de Madrid. Apuntes sociales de la Villa y Corte, Madrid, Tipografía de Manuel G. Hernández, 1884, p. 213.
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En mayo de 1823, el régimen constitucional se batía en retirada ante el avance combinado de los Cien Mil Hijos de San Luis y
las partidas realistas. Tras la deserción de La Bisbal, el general Zayas quedó al mando de una pequeña guarnición liberal en Madrid
y acordó con los franceses la evacuación ordenada de la capital, fijando la entrada de Angulema para el 24 de mayo. El día 20, el general Bessières —al mando de una partida realista de unos mil hombres— aguardaba en Alcalá de Henares la llegada de las columnas
francesas para entrar conjuntamente a Madrid 34. Pero cuando la noticia se extendió entre la población, grupos de hombres y mujeres
salieron de la corte al grito de viva el rey, avanzando por el camino
de Alcalá para recibir a las tropas de Bessières. La marcha llegó
hasta el pueblo de Canillejas, donde los vecinos se unieron a las «demostraciones de efusión» 35. A medida que Bessières avanzaba hacia Madrid, la «efervescencia llegó a su colmo» y una multitud de
4.000 personas —según las estimaciones del general— le rodeaban
dificultando su marcha. Impresionado por «la inundación de paisanaje y la multitud de gentes sencillas del campo que obstruían el camino», Bessières tomó la decisión de continuar por su cuenta y entrar en Madrid sin esperar a los refuerzos, rompiendo el acuerdo
de capitulación 36. En varias cartas envidas a los generales franceses,
Bessières aseguró que desconocía el acuerdo y había sido atacado a
traición por Zayas 37. Pero todo indica que, cuando «el pueblo de los
barrios vecinos se presentó en masa delante de él», Bessières se vio
«cegado por el recibimiento de los madrileños» y, «embriagado por
la gloria», decidió tomar en solitario la ciudad 38. Su imprudencia fue
condenada unánimemente por liberales, franceses y realistas 39.
El general Zayas tenía como objetivo garantizar la evacuación
ordenada de la Corte para evitar los disturbios populares que se
34
6ème bulletin de l’Armée d’Espagne, Bayona, 30 de mayo de 1823.
El Realista, 23 de mayo de 1823, p. 2.
36
Ibid.
37
Carta de Bessières a Guilleminot, 21 de mayo de 1823, SHD, D1 11.
38
Charles BOISLECOMTE: «Souvenirs...», p. 104; El Realista, 23 de mayo de
1823, p. 3, y carta de Guilleminot a al ministro de la Guerra, 23 de mayo de 1823,
SHD, D1 20.
39
El Realista critica su «imprudencia inexcusable», mientras que Martignac lamenta «la folle attaque de Bessières». Joseph DE VILLÈLE: Mémoires et correspondance..., t. 3, pp. 485-486.
35
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preveían 40. Cuando tuvo noticia de las intenciones de Bessières,
desplegó sus tropas en el interior de la ciudad. Mientras los realistas tomaban posiciones, un grupo de unos veinte lanceros a caballo
se adentró repentinamente en la ciudad por la calle de Alcalá llegando hasta la entrada de la Puerta del Sol. Su presencia provocó
una «sublevación» en los barrios bajos y pronto los lanceros se vieron rodeados por «una muchedumbre de pillos» y «paisanos dando
voces alarmantes» 41. La avanzadilla se replegó con los primeros disparos de la guarnición y retrocedió hasta Cibeles, pero los constitucionales se vieron obligados a avanzar «desde la puerta del Sol subiendo, batiendo la calle de Alcalá» para despejarla, porque estaba
«ocupada por el bajo pueblo». Acto seguido «continuaron el movimiento de la guerrilla ocupando todas las bocacalles en las que las
gruesas masas de paisanaje hacían resistencia, los barrios bajos estaban en sublevación y el retén de la puerta del Sol tomando las avenidas, los batía del mismo modo» 42.
Una vez despejada la calle, Zayas salió para entrevistarse con
Bessières e intentar que respetase los términos del convenio, pero
este se negó y le espetó que «estaba acostumbrado a vencer y entraría por la fuerza» 43. La división liberal, compuesta de unos
450 hombres, 90 caballos y varias piezas de artillería, cargó al otro
lado de la puerta y dispersó sin dificultades a los guerrilleros de
Bessières. Pero tras la retirada de los militares, el camino de Alcalá
quedó ocupado por una multitud de paisanos, mujeres y niños, desprotegidos tras el repliegue realista. La caballería liberal cargó contra la muchedumbre dejando un centenar de muertos y numerosos
heridos, entre ellos mujeres y niños. Fernández de Córdoba relata
en sus memorias cómo logró escapar de la masacre adentrándose
en un sembrado:
40
El general José Pascual de Zayas quedó al mando de los regimientos de Guadalajara (infantería), Lusitania (caballería) y algunas piezas de artillería. 6ème bulletin de l’Armée d’Espagne, Bayona, 30 de mayo de 1823, y Charles BOISLECOMTE:
«Souvenirs...», p. 102.
41
Abel HUGO: Histoire de la campagne d’Espagne en 1823, t. 2, París, Lefuel,
1825, p. 354.
42
Nuevo Diario de Madrid, 21 de mayo de 1823, p. 2.
43
Diario de la capital, 21 de mayo de 1823, p. 4, y carta del coronel de la
Chasse de Verigny, 22 de mayo de 1823, SHD, D1 20.
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«El pueblo había salido para vitorear a los deseados y queridos defensores de la fe, y muchos centenares de paisanos habían llegado hasta
el inmediato pueblo de Canillejas con el fin de derribar la lápida de la
Constitución, cuando la retirada de las tropas de Bessières los dejó abandonados al furor de las tropas constitucionales, que volvieron acuchillando con su caballería del regimiento de Almansa, o mejor dicho, apaleando, a los que se mostraban tan impacientes y querían ser los primeros
por ver a los feotas» 44.
Tanto la prensa liberal y la realista como las fuentes militares
francesas coinciden en resaltar el elevado número de víctimas civiles, arrojando cifras que rondan el centenar de muertos. El periódico El Realista habla de «ciento y tantos cadáveres recogidos por los carros de la villa» como resultado de la «batalla en
que las manolas y los bolleros fueron batidos el 20 por las tropas constitucionales» 45. Entre los prisioneros exhibidos orgullosamente por los liberales, la mayoría serían «vivanderas, bolleros y
aguadores que había salido a obsequiar a los realistas con lo poco
que tenían» 46. El liberal Diario de la Capital informa de «80 muertos, muchísimos heridos y unos 700 prisioneros», mientras que
Ouvrard eleva la cifra a más de 200 muertos «de toda edad y
sexo» 47. Boislecomte describe una «masacre general» y sostiene
que el pueblo que huía en masa hacia la ciudad fue acribillado por
la metralla de la artillería» 48.
Lejos de lamentar la acción, la prensa liberal se felicitó por el
escarmiento recibido por el «populacho». La Gaceta Española, diario oficial del Gobierno, relata cómo las tropas liberales «se cansaron hasta saciarse de dar cuchilladas y bayonetazos» «dejando en el
campo más de 200 muertos y moribundos, entre ellos varios guar44
Fernando FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA: Mis memorias íntimas, t. 1, Madrid, Atlas, 1966, p. 24. En realidad, se trataba del regimiento Lusitania.
45
El Realista, 23 de mayo de 1823, p. 7.
46
Ibid., p. 3.
47
Diario de la capital, 21 de mayo de 1823, p. 4, y Gabriel OUVRARD: Mémoires
de G. J. Ouvrard sur sa vie et ses diverses opérations financières, vol. 2, París, Moutardier, 1827, p. 85. Habla de trescientas víctimas, Abel HUGO: Histoire..., p. 187.
48
Charles BOISLECOMTE: «Souvenirs...», p. 104. Guilleminot contabiliza «una
cuarentena de víctimas»; carta de Guilleminot al ministro de la Guerra, 23 de mayo
de 1823, SHD, D1 20.
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dias [...] mujeres, gente de palo, etc.» 49. «La carnicería ha sido horrorosa y la lección terrible» —concluía—, pero necesaria para
evitar «un saqueo espantoso y millares de desgracias». El propio
general Zayas, en una carta exculpatoria, cifraba el número de víctimas civiles en «una cuarentena», achacándolas a «la imprudencia
de las gentes del pueblo» 50.
Este relato se mantuvo sin grandes cambios en la historiografía
liberal. El marqués de Miraflores reconocía que durante el ataque
perecieron mujeres, hombres y niños indefensos, pero culpaba de lo
sucedido a la «indiscreción» de los fallecidos 51. Estanislao de Kostka
Bayo sostenía que «las gentes de los barrios bajos [...] fueron acuchilladas sin consideración a sexo ni a edad para tenerlos a raya» 52. Eugenio García Ruiz se regodeaba describiendo cómo la infantería y la
caballería de Rafael Amor «hicieron un horrible destrozo de facciosos, de demagogos blancos, de manolas, de mujeres haraposas y aun
de chiquillos, de esos vagos y hambrientos pilluelos, plantel del crimen, que se dan a luz en todas las revueltas de las grandes poblaciones para merodear: todos pagaron justamente la infame aspiración a
robar y matar que allí les había llevado» 53.
Por su parte, Fontana ha justificado la actuación de Zayas,
cuya intervención impidió «por la fuerza que los guerrilleros que
mandaba Bessières entrasen antes que las tropas francesas, con
el fin de evitar a la capital una experiencia de saqueos, violencias y asesinatos» 54. En la misma línea, La Parra ha señalado que
los soldados constitucionales «se emplearon con contundencia en
contener a grupos de gentes que tomaron las calles con amena49
Gaceta Española, 26 de mayo de 1823.
Abel HUGO: Histoire..., p. 355. Hugo publicó una carta que le remitió Zayas
en 1825 ofreciendo su versión de los hechos.
51
Marqués DE MIRAFLORES: Apuntes histórico-críticos para escribir la historia de
la Revolución de España, Londres, Oficina de Ricardo Taylor, 1834, p. 204.
52
Estanislao de Kostka BAYO: Historia de la vida y reinado de Fernando VII de
España, vol. 3, Madrid, Repullés, 1842, p. 87.
53
Eugenio GARCÍA RUIZ: Historias, vol. 1, Madrid, Imp. El Pueblo Español,
1876, pp. 787-788. Véase también Vicente DE LA FUENTE: Historia de las sociedades
secretas antiguas y modernas de España, especialmente de la Franc-Masonería, Lugo,
Soto Freire, 1870, p. 315.
54
Josep FONTANA: De en medio..., p. 49.
50
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zas e insultos a los soldados, dispuestos al saqueo de las casas de
los liberales» 55.
El miedo al populacho
Pero ¿cuál era la reacción popular que tanto temían los liberales?
¿Por qué las tropas constitucionales no se batieron contra los franceses, pero se mostraron tan firmes contra los realistas españoles y
contra el propio pueblo? Lo cierto es que, más allá de las venganzas
políticas, se temía un estallido social en los barrios populares de Madrid. El «escarmiento» de Zayas frustró —en palabras de Miraflores— «las esperanzas de vengarse y robar que animaban a la hez del
populacho» 56. En efecto, durante aquellos días corrieron rumores de
que «gente de la más miserable y despreciable» entraría a la ciudad
con sacos para apropiarse del botín de todos aquellos que se designasen como negros (liberales) «dictado que se debía prodigar en razón de sus riquezas» 57. Bayo sostiene que «el 19 de mayo comenzó a
descubrirse un gran movimiento en los barrios bajos»:
«El día 20 parecía destinado a alumbrar sangrientas escenas, porque
los grupos de manolos y chisperos con palos recorrían descaradamente las
calles, y los que carecían de garrotes proveyéronse de ellos en los tendederos del río. Andaban confundidos con ellos muchachos y desgarradas
manolas, todos amenazando, insultado a los soldados y con ánimo de saquear la villa» 58.
Según la Gaceta Española, desde el 19 por la noche «se notaba
gran movimiento entre alguna gente de chaqueta y garrote» que
«dieron mucho que hacer a la tropa obligándola a hacerles fuego
varias veces» 59. La chaqueta era —por oposición a la levita— el
atuendo característico de las clases populares y el garrote su arma
preferida. A las dos y media de la mañana la guardia del principal se
puso sobre las armas, enganchó la artillería y situó piquetes cerrando
55
56
57
58
59
(14)
Emilio LA PARRA: Los cien mil hijos..., pp. 53 y 168.
Marqués DE MIRAFLORES: Apuntes..., p. 205.
Ibid., p. 204.
Estanislao de Kostka BAYO: Historia de la vida..., vol. 3, p. 86.
Gaceta española, 26 de mayo de 1823, p. 232.
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todas las entradas a la Puerta del Sol. El movimiento de la guarnición no respondía a la amenaza que acampaba en las afueras de la
Corte, sino al miedo al enemigo interior. «Los garroteros —continúa
la Gaceta— no cesaban de correr las calles» y la tropa «a bayonetazos tenían que hacerles soltar los garrotes, de que la mayor parte se
había provisto en las estacas de los tendederos del río» 60.
El día 20, desde las seis de la mañana, «en los barrios bajos se reunían mujerzuelas con panderos y cintas blancas» y la
«chusma» se concentraba para «hacer efectiva la revolución contra el sistema» 61. El comandante de la guarnición publicó un bando
ordenando que todo grupo de más de siete personas que se presentase «gritando, dando voces o cantando canciones subversivas»
fuese «deshecho en el acto a fusilazos» 62.
La violencia contra los liberales estalló tras la entrada de los franceses, la tarde del 23 de mayo, cuando varias residencias y comercios
fueron saqueados 63. «La clase baja del pueblo», recorrió las calles con
gritos de «viva el rey y muerte a los traidores», formando grupos a los
que se unieron los habitantes de los pueblos circundantes 64. Dos personas fueron asesinadas y muchas otras golpeadas. Ocho o diez tiendas, entre ellas un café liberal, resultaron asaltadas y saqueadas, mientras los carteles de comercios que incluían las palabras «nacional» o
«liberal» fueron arrancados y arrojados a hogueras. Los partes militares franceses insisten en que no se cometieron robos y —como resultaba habitual en los motines populares— «los muebles u otros efectos
que arrancaban de las tiendas fueron lanzados al fuego» 65.
En su retirada, las tropas constitucionales —escoltadas por la
caballería francesa— fueron insultadas y humilladas por la multitud, llegando a temerse por la integridad física de Zayas. Varios soldados fueron heridos a pedradas, mientras las mujeres cubrían de
barro el caballo del general 66.
60
Ibid.
Nuevo diario de Madrid, 21 de mayo de 1823.
62
Bando del coronel de caballería de Lusitania, Bartolomé Amor, 19 de mayo
de 1823. Nuevo diario de Madrid, 21 de mayo de 1823, p. 3.
63
Abel HUGO: Histoire..., p. 193.
64
Parte del grand prévôt de la Gendarmerie, Antoine Joseph Maurice d’André,
24 de mayo de 1823, SHD, D1 11.
65
Ibid.
66
Charles BOISLECOMTE: «Souvenirs...», p. 107.
61
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IMAGEN 1
Entrada del duque de Angulema en Madrid el 24 de mayo de 1823
Fuente: Alexandre CHÉYÈRE, Entrée des français à Madrid, Musée Carnavalet (París).
Según Dionisio Chaulié, «la entrada de los franceses desencadenó a las turbas», que arrancaron la lápida de la Constitución de
la Plaza Mayor y la arrastraron por las calles, en un gesto de iconoclastia política que formaba parte del repertorio realista desde
1814 67. Los majos y chisperos, a quienes compara con los sansculottes franceses, apalearon a quienes tenían «trazas de libera67
Álvaro PARÍS: «La entrada de Fernando VII en Madrid», en Pedro RÚJULA
(coord.): El viaje del rey. Fernando VII desde Valençay a Madrid, Zaragoza, Fundación Ibercaja, 2019, pp. 137-155, y Emmanuel FUREIX: L’œil blessé. Politiques de
l’iconoclasme après la Révolution française, París, Champ Vallon, 2019.
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les», asaltando sus casas y quemando sus muebles, mientras coreaban canciones populares realistas, como la pitita, el tirulé, el julepe
o el serení 68. Bayo nos presenta a las «manolas con bandas blancas»
cantando la pitita, mientras la «hez de la plebe» se entregaba al saqueo de casas de comercio 69.
A la hora de identificar a los liberales, la vestimenta desempeñó un papel crucial. El pueblo bajo asimilaba a los negros con
la clase media ascendente que había abrazado las modas y costumbres extranjeras 70. En palabras de Chaulié: «un traje decente hubiera denunciado a los fugitivos, como sospechosos por lo menos»,
mientras Vicente de la Fuente subrayaba que se persiguió «a las
personas más pacíficas por usar en sus trajes cualquier adorno de
color verde o morado, o por usar gorras o cachuchas, especie de
boina encarnada que llevaban muchos liberales de aquel tiempo» 71.
Determinadas prendas —como las cachuchas y las cintas de los zapatos denominadas galgas— se convirtieron en blanco de las iras de
los amotinados, que las arrancaban junto a las patillas, los bigotes y
otros supuestos signos de liberalismo. La contrarrevolución popular estaba inserta en las experiencias cotidianas de los madrileños,
de modo que la división política no aparecía como un elemento
«externo» regido por criterios puramente ideológicos, sino que estaba ligado a las costumbres, la vestimenta y la posición de un individuo en la comunidad. Frente a las interpretaciones que asocian al
«populacho» realista con un lumpen desclasado entregado a los saqueos, lo cierto es que muchos artesanos, jornaleros y mujeres trabajadoras participaron activamente en los episodios de violencia
68
Dionisio CHAULIÉ: Cosas de Madrid..., pp. 212-215.
Estanislao de Kostka BAYO: Historia de la vida..., vol. 3, p. 88.
70
Álvaro PARIS: «Porque le olía a negro: vestimenta, costumbres y politización
popular en Madrid (1750-1840)», en José María IMÍZCOZ, Máximo GARCÍA y Javier
ESTEBAN (eds.): Procesos de civilización: culturas de elites, culturas populares. Una
historia de contrastes y tensiones (siglos XVI-XIX), Bilbao, Universidad del País Vasco,
2019, pp. 99-132.
71
Dionisio CHAULIÉ: Cosas de Madrid..., p. 212, y Vicente DE LA FUENTE: Historia de las sociedades secretas..., vol. 1, p. 424. El verde y el morado eran colores
identificativos del liberalismo; véase Álvaro PARÍS y Jordi ROCA VERNET: «Green
Ribbons and Red Berets: Political Objects and Clothing in Spain (1808-1843)»,
en Enrico FRANCIA y Carlotta SORBA (eds.): Political Objects in the Age of Revolutions. Material Culture, National Identities, Political Practices, Roma, Viella, 2021,
pp. 61-96.
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IMAGEN 2
Manola, mujer de artesano
Fuente: Antonio RODRÍGUEZ, Colección General
de los Trages que en la actualidad se usan en España,
Madrid, Librería de Castillo, 1801. Cedida por cortesía de la Fundación Joaquín Díaz, colección de grabados, ref. 1317.
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realista, identificando a las gentes de levita, los comerciantes y los
clientes de los cafés elegantes como negros que debían ser excluidos de la comunidad 72.
Por su parte, los escritores liberales asimilaron al pueblo bajo
realista con los majos, manolos y chisperos de la tradición sainetil y costumbrista madrileña. Considerados como héroes colectivos por su resistencia contra los franceses, a partir de 1823 habían vuelto sus navajas contra los liberales. Francisco de Sales
Mayo, en su novela La chula, construía una epopeya de la manolería madrileña, que durante los diez últimos años del reinado de
Fernando VII se hizo dueña de la ciudad y desató el terror contra los constitucionales: «La manolería vistió el uniforme realista,
y durante diez años, a la voz del primer manolo de Madrid sentado sobre el trono [...] contribuyó a todas las iniquidades de persecución contra los negros» 73.
Esta asociación entre los realistas exaltados y los manolos de
los barrios bajos era tan estrecha que los franceses utilizaban ambos términos como sinónimos. El autor del Annuaire Historique
de 1823, se refería a las dificultades de las tropas francesas para
contener «el furor de los manolos» añadiendo que «éste era el
nombre que se daba a los [realistas] exaltados» 74. Más adelante,
al narrar el atentado que sufrió Angulema en la iglesia del Espíritu Santo, indicaba que existían dos partidos —los negros y los
manolos— que se acusaban mutuamente. La figura del manolo,
surgida a finales del siglo XVIII en un diálogo entre la cultura popular y el teatro de Ramón de la Cruz, había perdido su carácter
costumbrista para transformarse —al calor de la experiencia de la
revolución y la guerra civil— en la encarnación del realismo exaltado madrileño 75.
72
Álvaro PARÍS: «Se susurra en los barrios bajos»: policía, opinión y política
popular en Madrid: 1825-1827, tesis doctoral, Universidad Autónoma de Madrid, 2016.
73
Francisco DE SALES MAYO: La chula..., p. 12.
74
Charles Louis LESUR: Annuaire historique universel pour 1823, París, A. Deplaces, 1824, p. 435.
75
Rebecca HAIDT: «Los Majos, el «españolísimo gremio» del teatro popular
dieciochesco: sobre casticismo, inestabilidad y abyección», Cuadernos de Historia
Moderna, X (2011), pp. 155-173, y Ramón DE LA CRUZ, Manolo. Tragedia para reír
o sainete para llorar (1769), Madrid, Imprenta de Ibarra, 1784.
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IMAGEN 3
Escena de la muerte de Manolo
Fuente: Autor anónimo, Riña callejera, fechada entre 1720 y 1815, Biblioteca
Nacional, Invent/015749. La escena representa el instante previo a la muerte de Manolo, personaje del sainete de Ramón de la Cruz que inspiró la figura de la manolería. Al pie de la imagen, un verso de la obra: «MANOLO. Yo debiera morir en alto
puesto, según la heroicidad de mis empresas». Ramón DE LA CRUZ, Manolo..., p. 26.
Las razones de la animadversión popular hacia el liberalismo no
son fáciles de dilucidar, pero Ouvrard nos dejó en sus memorias algunas pistas interesantes. El banquero señalaba que la población
«no intentaba ni siquiera disfrazar los sentimientos de odio que albergaba contra [Zayas] y La Bisbal» 76. Al parecer, a su llegada a
Madrid, Zayas había establecido un impuesto para financiar la resistencia y Bessières, conocedor de la animadversión que reinaba
entre la población, trató de aprovechar el descontento para tomar
76
(20)
Gabriel OUVRARD: Mémoires..., vol. 2, p. 84.
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la ciudad. En una de sus cartas, Bessières afirmaba que su motivo
para entrar en Madrid era «proteger la capital de la enormidad de
contribuciones que recaudan los constitucionales» 77.
El terror blanco
El domingo 25 de mayo los establecimientos señalados como liberales volvieron a ser atacados, dejando un saldo de puertas derribadas, mobiliario destrozado y escaparates rotos. La gendarmería
francesa subraya el carácter popular de los desórdenes, porque al ser
festivo «el pueblo no trabajaba y muchos habitantes del campo se
habían unido a él», confiando en que «al retornar los obreros a sus
trabajos, la efervescencia del pueblo cesaría naturalmente» 78.
El 20 de junio, tras conocerse la noticia de que las Cortes habían declarado incapacitado a Fernando VII y nombrado una Regencia, un sargento de la división realista de Quesada fue arrestado
en Madrid por una patrulla francesa cuando estaba alborotando y
gritando contra los negros. Una multitud se arremolinó en torno
a la Casa de Correos donde estaba custodiado, pidiendo su libertad porque «el Pueblo lo quiere, el Pueblo lo manda, y es preciso
hacerlo» 79. Durante los días siguientes se sucedieron los partes señalando «la efervescencia que se nota en la capital», «el desenfreno del populacho» y la «exaltación de Madrid». El día 21, el alcalde del barrio de San Justo y su ronda fueron apaleados cuando
pretendían disolver a un grupo de paisanos reunidos en la calle Mayor 80. El 23 de junio, unos gendarmes que trataban de salvar a unos
77
Carta de Bessières al general Obert, 21 de mayo de 1823, reproducida en
Román GARRIDO: «La leyenda negra del primer carlista: el general Jorge Bessières y el 20 de mayo de 1823», en Museo Zumalakarregi, disponible en http://www.
zumalakarregimuseoa.eus/es/actividades/investigacion-y-documentacion/investigaciones/
la-leyendanegra-del-primer-carlista, pp. 25-26. Agradezco al autor su amabilidad al
poner a mi disposición esta y otras misivas inéditas de Bessières.
78
Parte del 25 de mayo de 1823, SHD, D1 11.
79
Archivo Histórico Nacional (en adelante, AHN), Consejos, leg. 12.271, oficio del superintendente de Vigilancia Pública, Benito Arias, al ministro del Interior Aznárez, 20 de junio de 1823. Véase también Jean SARRAILH: La Contre-Révolution..., pp. 75-76.
80
Parte del superintendente Benito Arias al ministro del Interior Aznárez,
21 de junio de 1823, AHN, Consejos, leg. 12.271.
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supuestos liberales de la venganza popular fueron apedreados y tratados de negros 81.
El propio Ayuntamiento recomendaba que se tomasen medidas
contundentes contra los liberales para evitar que se produjese un
estallido popular, pues «desapareciendo de su vista la impunidad
de sus ofensores nada les quedará que pedir con justicia cuando
vean llenar sus deseos» 82. Entre las propuestas apuntadas, se sugería el arresto inmediato de todos los conocidos como liberales en
calidad de rehenes de la vida del rey, así como la confiscación de
sus bienes, que serían administrados por la Real Hacienda. Estas
medidas no llegaron a implementarse debido a la oposición del ministro del Interior, Aznárez, y de los mandos del ejército francés,
pero se produjeron arrestos masivos en otras ciudades como Burgos, Valladolid, Segovia, Cuenca o Zaragoza 83.
La Regencia y las autoridades locales se vieron desbordadas por
una represión «desde abajo» que aprovechaba el avance realista
para desatar verdaderos episodios de terror blanco en las localidades ocupadas por las partidas guerrilleras. Esta violencia empujó a
muchos ayuntamientos a realizar arrestos para calmar la furia popular y salvar la vida de los perseguidos. No hay que perder de vista,
sin embargo, que las autoridades restauradas utilizaron la violencia
popular como pretexto para impulsar medidas represivas contra los
liberales. El terror blanco responde a un complejo escenario en el
que entran en juego las luchas por el poder local, las venganzas personales, el estallido de tensiones latentes y el resentimiento genérico
contra los «ricos» 84.
En Burgo de Osma, el alcalde ordinario encarceló a don Justo
Morales «para librarle la vida del justo fervor del pueblo» que, tras
derribar la lápida de la Constitución, había tratado de lincharle 85.
Un mes antes, habían sido detenidos varios liberales para «evi81
Emmanuel LARROCHE: L’expedition..., p. 267.
Exposición del ayuntamiento y el corregidor a la Regencia, 21 de junio de
1823, AHN, Consejos, leg. 12.271.
83
Jean SARRAILH: La Contre-Révolution..., pp. 77-78.
84
Pierre TRIOMPHE: 1815: La Terreur blanche, Toulouse, Privat, 2017, y Álvaro
PARÍS: «Le peuple royaliste en armes. Milices et Terreur blanche pendant les Restaurations à Naples (1799), le Midi de la France (1815) et Madrid (1823)», Annales
historiques de la Révolution française, 396 (2019), pp. 95-120.
85
El alcalde aseguró «la vida del reo» satisfaciendo al mismo tiempo «el cla82
(22)
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El fin del Trienio: contrarrevolución popular y terror blanco...
tar el sacrificio de las vidas de estos hombres pérfidos a manos del
pueblo» 86. El odio que suscitaban era un resultado de «las exacciones de contribuciones, multas, y otros vejámenes» que habían cometido en tiempo de la Constitución. El pueblo estaba tan irritado
«que, si fuese posible dar libertad a los presos, corrían sus vidas el
más eminente riesgo, como la perdió el facineroso Julián García,
siendo fusilado en cuanto fue aprehendido».
En el Corral de Almaguer, cuando entraron las tropas realistas,
los vecinos allanaron la casa de Josefa de Reas, acaudalada mujer
que convivía con un miliciano nacional. Movidos por el «resentimiento», sacaron todos los muebles, ropa, alhajas, dinero, granos y ganados de labor, vendiendo parte de estos efectos 87. En
Toledo un grupo de vecinos elevó una súplica a Angulema quejándose de que la ciudad presentaba «el estado más horrendo
que le podía haber ofrecido una invasión de moros, caribes y
hotentotes» 88. Grupos armados de la «ínfima plebe» saqueaban
viviendas y llenaban las cárceles de gentes «del primer orden», de
modo que «jamás ha estado más en su fuerza y vigor el artículo
tercero de la Constitución: la soberanía reside en el pueblo». En
agosto fue arrestado en Toledo el miliciano nacional de caballería
don Juan Gallardo, a quien se acusaba de ser el instrumento del
jefe político «para exigir a los pueblos las grandes multas que les
impuso» 89. Aunque se ordenó que el detenido fuese trasladado de
la cárcel por la noche «para evitar un escándalo y alboroto», se
cometió la imprudencia de hacerlo a las ocho de la tarde, cuando
«estaban las gentes tomando el fresco en las puertas de las casas y
en las calles». Al reconocer al reo, «se conmovieron sus habitantes
y principió una gritería alarmante» pensando que estaba siendo liberado. Una partida de voluntarios realistas salió en su busca y lo
mor del público». Oficio del alcalde de Osma al ministro del Interior, 10 de junio
de 1823, AHN, Consejos, leg. 12.271.
86
Carta del teniente de alcalde de Burgo de Osma a la Regencia, 17 de mayo
de 1823, AHN, Consejos, leg. 12.271.
87
Exposición de Josefa Reas al ministro del Interior, 22 de junio de 1823,
AHN, Consejos, leg. 12.271.
88
Carta de Toledo del 28 de mayo de 1823, firmada por seis vecinos, SHD,
D1 11.
89
Oficio del ayuntamiento y la Junta de vigilancia y seguridad pública de Toledo a la Regencia, 10 de agosto de 1823, AHN, Consejos, leg. 12.271.
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devolvió a la cárcel, entre un «inmenso gentío» que le acometía
«con piedras y palos».
En Guadalajara, tras el linchamiento de un reo mientras era
conducido a la cárcel, el intendente tomó medidas para evitar que
los liberales arrestados fuesen «arrebatados de la prisión» o asesinados dentro de ella por la «multitud». Ante la protesta elevada por
los reos, el intendente se jactaba de que «a la oportunidad de sus
medidas deben no haber sido víctimas cruentas del furor popular
en sus personas, vidas bienes y familias» 90.
En Zaragoza, tras la entrada de las tropas francesas, entre 36 y
40 personas fueron asesinadas con el pretexto de haber sido milicianos y más de 100 permanecían heridos en el hospital. Una carta
señala que todos los días de fiesta había palazos, puñaladas, insultos y arrestos arbitrarios, de modo que más de 7.000 personas habían pedido pasaporte para huir de la ciudad 91. La condesa de la
Rosa fue arrestada junto a los regidores constitucionales, mientras
«una compañía de gentes del pueblo a 10 reales por día» recorría la
ciudad haciendo prisioneros a todos los sospechosos de liberales 92.
El palacio de la Aljafería estaba repleto de presos por «opiniones
políticas» arrestados por patrullas de «paisanos armados» que recorrían la ciudad registrando las casas e imponiendo contribuciones arbitrarias 93.
El trasfondo social que revisten estos episodios de terror blanco
queda de manifiesto en la exposición elevada a la Regencia por la
Junta de la Grandeza de España, en protesta por la detención del
marqués de Alcañices: «Un Grande de España puesto en una cárcel pública, y conducido de pueblo en pueblo como un facineroso
[...] es un atropellamiento no solo a la clase, sino a todo el orden
jerárquico, tan precioso para la conservación de la Monarquía» 94.
La Regencia respondió que el marqués fue arrestado con el objeto
90
Cartas de José Echevarría, intendente corregidor de Guadalajara, 15 y 18 de
agosto de 1823, AHN, Consejos, leg. 12.271.
91
Carta de Zaragoza, 27 de mayo de 1823, SHD, D1 11.
92
Extracto de carta de Zaragoza, 10 de junio de 1823, SHD, D1 11.
93
Carta de Zaragoza, 7 de junio de 1823, SHD, D1 11. Véase Álvaro PARÍS:
«El populacho soberano: la dimensión popular de la segunda restauración absolutista en Zaragoza (1823-1824)», Jerónimo Zurita, 98 (2021), pp. 37-64.
94
Exposición del duque de Medinaceli en nombre de la Junta de la Grandeza,
4 de julio de 1823, AHN, Consejos, leg. 12.271.
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de «salvar su vida» de «la exaltación del pueblo» que pretendía lincharlo por haber sido miliciano nacional 95.
Los generales franceses trataron de mitigar estas persecuciones arbitrarias, enfrentándose con las autoridades locales y la propia Regencia. La situación se deterioró progresivamente hasta que
un incidente que tuvo lugar en Burgos —cuando el general Verdières puso en libertad a los presos por opiniones contra la voluntad del corregidor— supuso el punto de inflexión en las relaciones
hispano-francesas. Este incidente fue el detonante de la ordenanza
de Andújar, promulgada por Angulema el 8 de agosto de 1823,
que establecía que las autoridades españolas no podían hacer ningún arresto sin la autorización del comandante del ejército francés
y que serían liberados todos los reos «arrestados arbitrariamente
o por motivos políticos, especialmente los milicianos que regresaban a sus casas» 96.
Las reacciones a la ordenanza de Andújar: realismo exaltado
y sentimiento antifrancés
Los ultrarrealistas interpretaron la ordenanza de Andújar
como la señal de que existía un convenio entre liberales y franceses para firmar una capitulación pactada a cambio de la promulgación de una Constitución y un sistema de Cámaras. La recepción de la noticia en Madrid se produjo en un momento convulso,
cuando la circulación de falsos rumores sobre la «libertad del rey»
provocaba muestras de júbilo en las calles, con iluminaciones y
desfiles al grito de «viva el rey absoluto, muera la constitución y
los liberales», acompañados de insultos «a los que comúnmente se
llaman negros» 97.
Entre los días 9 y 11 de agosto, la agitación adquirió la forma
de un verdadero motín, que podemos estudiar gracias a los par95
Respuesta del ministro del Interior a Medinaceli, 31 de julio de 1823, AHN,
Consejos, leg. 12.271.
96
Emmanuel LARROCHE: L’expédition..., p. 275. Véase también Jean SARRAILH:
La Contre-Révolution..., pp. 107-128.
97
Charles Louis LESUR: Annuaire..., p. 438, y parte del superintendente Julián
Cid, 9 de agosto de 1823, AHN, Consejos, leg. 12.271.
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tes de Cayetano Font y Closas, comisario de la policía militar francesa en Madrid. Grupos de paisanos acompañados de Guardias de
Corps, entre ellos muchos oficiales, se reunieron en el patio de palacio gritando que querían «rey absoluto, sin Carta ni cámaras» y
exigiendo a la Regencia noticias sobre la liberación del rey. Los militares, «asociados con el populacho más vil» recorrieron las calles
paseando retratos del rey y maltratando a los liberales 98. Las voces
comenzaron a alzarse contra la Regencia, acusada de traición, señalando incluso al infante don Antonio:
«Viva el rey Fernando
y su hermano mayor;
y muera, porque ha sido
liberal, el menor» 99.
En los corrillos de la Puerta del Sol se anunciaba que las Cortes
habían llegado a un acuerdo con Angulema para establecer cámaras y una Carta a la francesa, «que no se llamaría constitución sino
Fuero Español» 100. Los realistas exclamaban que «antes de consentirlo se dejarían degollar» y que «mejor sería matar antes a todos los
franceses». Los milicianos liberados por la tímida aplicación de la
ordenanza fueron maltratados y las reuniones populares llamaban a
exterminar a los negros, porque «si los ponemos solamente en prisión, mañana los franceses los liberarán» 101. En el barrio de Lavapiés, un manolo exclamaba: «Los franceses deben desengañarse si
creen que uniéndose con los negros conseguirán hacernos tragar las
cámaras; los realistas de los barrios bajos [faubourgs] de Madrid
son suficientes para proclamar y sostener el absolutismo» 102. Las
amenazas llegaban al propio monarca, diciendo que, si no castigaba
a los liberales, «los bravos y leales españoles debían ejecutarlo a su
98
Parte del general Grundler, 11 de agosto de 1823, SHD, D1 20.
Parte de Font y Closas, núm. 89, 11 de agosto de 1823, SHD, D1 20.
100
Parte de Font y Closas, núm. 91, 12 de agosto de 1823, SHD, D1 20, y
Clara ÁLVAREZ ALONSO: «Las bases constitucionales del moderantismo español: El
Fuero Real de España», en Ignacio FERNÁNDEZ SARASOLA (ed.): Constituciones en
la sombra: Proyectos constitucionales españoles (1809-1823), Oviedo, CEPC, 2014,
pp. 453-500.
101
Parte del general Grundler, 15 de agosto de 1823, SHD, D1 20.
102
Parte de Font y Closas, núm. 101, 17 de agosto de 1823, SHD, D1 20.
99
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pesar, y que si S.M. se oponía debían lanzarse también contra el rey
y deshacerse de una persona que [protegía] a las víboras» 103.
La agitación se extendió por Alcalá, Talavera de la Reina y Toledo, donde «el populacho pilló y saqueó las casas de individuos
sospechosos de liberalismo, encarcelando a un gran número» 104. El
mariscal Oudinot, gobernador militar de Madrid, decidió suspender la publicación de la ordenanza de Andújar para evitar que los
«motines populares» se reprodujesen. La medida, explicaba el mariscal, «sería funesta para los propios detenidos por opiniones políticas y los haría víctimas del furor popular» 105. Esta decisión dio
lugar a una paradoja, porque la ordenanza era ampliamente conocida, de modo que los realistas se jactaban de que «el duque de
Reggio [Oudinot] no se atreve a publicar ni ejecutar un decreto
del que todo el mundo ha visto copias» 106. El comisario de la policía militar se lamentaba de que la soberanía absoluta residía en
el populacho de Madrid, «a quién parece que la Regencia ha delegado toda su autoridad» 107. Los partidarios del orden no entendían cómo «la insignificante canaille des faubourgs podría detener
la marcha de las autoridades francesas», especialmente cuando estaba tan reciente «el ejemplo del general Zayas» 108. La represión
del 20 de mayo se invocaba como modelo, porque «este jefe tenía
a sus órdenes muy poca gente, y casi todos quintos, y, sin embargo,
puso freno a la audacia de los Manolos y derrotó al mismo tiempo
a la división de Bessières» 109.
El 21 de agosto, en el barrio popular de Huerta del Bayo se registró un alboroto ante la supuesta impunidad de la que gozaban
los liberales. El corregidor informaba sobre el arresto de un grupo
de sujetos que se reunían por la noche «con el intento de alterar la
tranquilidad pública» insultando a los realistas y profiriendo «voces
subversivas». Cuando uno de los implicados estaba siendo arrestado, un oficial francés manifestó «que en esta noche estarían to103
Parte de Font y Closas, núm. 95, 14 de agosto de 1823, SHD, D1 20.
Carta del mariscal Oudinot a Angulema, 12 de agosto de 1823,
SHD, D1 20.
105
Ibid.
106
Parte de Font y Closas, núm. 95, 14 de agosto de 1823, SHD, D1 20.
107
Parte de Font y Closas, núm. 89, 11 de agosto de 1823, SHD, D1 20.
108
Parte de Font y Closas, núm. 101, 17 de agosto de 1823, SHD, D1 20.
109
Ibid. Destacado en el original.
104
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dos en libertad», desatando la indignación entre los vecinos. En palabras del corregidor: «es tal la efervescencia en que se halla aquel
barrio con motivo de la protección que se dispensa por los franceses a nuestros enemigos que si llegasen a impedir la ejecución de
sus providencias harían fuego contra ellos» 110.
Un vecino alertó al comandante francés de que «varios del populacho de esta ciudad no desean sino asesinar soldados franceses»,
por lo que «sería muy prudente dar orden a los soldados de que no
se metan en las calles de lo que aquí se llaman barrios bajos, al menos solos» 111. La policía achacaba esta efervescencia popular a los
frailes que «distribuían dinero entre el pueblo», los curas que predicaban que había que «aniquilar a los liberales hasta la cuarta generación» y los ciegos que cantaban en sus coplillas «mueran los
gabachos y vivan los rusos» 112.
Los rumores aseguraban que los liberales de las provincias se
felicitaban por el nuevo Gobierno de Cámaras y que en Córdoba
«llevaban una cinta en el sombrero con la leyenda: cámara alta, cámara baja, duque de Angulema» 113. En Úbeda y Baeza, los liberales tomaron las calles cantando el himno de Riego, mientras corrían la voz de que se había firmado la paz y se establecería un
Gobierno de Cámaras 114.
Lo cierto es que la ordenanza de Andújar alimentó entre los liberales y los realistas moderados la esperanza de que pudiese alcanzarse una transacción con el Gobierno francés 115. Esto explica por
qué una parte de la opinión liberal veía con buenos ojos la capitulación de Ballesteros, añadiendo que «si todas las tropas constitucio110
Oficio del corregidor Lorenzo Mozo al ministro del Interior Aznárez, 21 de
agosto de 1823, AHN, Consejos, leg. 12.271.
111
Nota de un «vecino de Madrid amante de los franceses y la tranquilidad»,
20 de agosto de 1823, SHD, D1 21.
112
Parte de Font y Closas, núm. 99, 16 de agosto de 1823, SHD, D1 20. Véase
también Emmanuel LARROCHE: L’expédition..., p. 279, y Jean SARRAILH: La ContreRévolution..., p. 141.
113
Emmanuel LARROCHE: L’expédition..., p. 283.
114
Jean SARRAILH: La Contre-Révolition..., pp. 118-123.
115
Gonzalo BUTRÓN PRIDA: «Was it possible a moderate representative government in 19th Century Spain?», en Michael BROERS y Ambrogio A. CAINI
(eds.): A History of the European Restorations, vol. 1, Londres, Bloomsbury, 2020,
pp. 259-268.
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nales hacen lo mismo, podría todavía lograrse un gobierno representativo, a imitación de Francia y de Inglaterra» 116.
Al final, la presión de la Regencia, la labor diplomática de Austria y Rusia, la oposición de los ultras franceses y el miedo a una
insurrección popular hicieron que la ordenanza de Andújar quedase en papel mojado 117. Con ella fracasaba la política de reconciliación impulsada por Angulema y Villèle, en favor de los postulados de Austria y Rusia. Las concesiones de Fernando VII a la
diplomacia rusa se limitaron a no restablecer la Inquisición, comprometerse a promulgar una amnistía (que no llegaría hasta mayo
de 1824 y con una interminable lista de excepciones) y nombrar un
Gabinete moderado compuesto por Casa Irujo, Ofalia, López Ballesteros y Cruz 118.
Pero no todas las iniciativas de Angulema y su política de moderación cayeron en saco roto. El comisario Cayetano Font y Closas
se convirtió en el jefe de los vigilantes secretos de la Superintendencia General de Policía establecida en 1824 tras el regreso de Fernando VII. El «comisario principal de la Alta Policía de Madrid»,
reclutó a más de un centenar de agentes reservados que recorrían
los espacios de sociabilidad recabando información sobre el estado
del espíritu público 119.
Durante la estancia de Angulema, Font y Closas se había comportado como un realista templado que confiaban en la posibilidad
de una transacción y ponía todo su empeño en destapar las maniobras de los exaltados. Dos años después —en vísperas de la sublevación de Bessières del verano de 1825— desempeñó un papel similar. Al frente de la policía reservada, trató de frenar las venganzas
contra los liberales, infiltrar a sus hombres en las juntas apostólicas y fomentar la reconciliación política, como parte del sector moderado del absolutismo. Los miembros de esta corriente —los Cea
116
Parte de Font y Closas, núm. 89, 11 de agosto de 1823, SHD, D1 20.
Chateaubriand, contrario a la ordenanza de Andújar, aseguraba que «declarar a los Reales que favorecíamos los Liberales era armar contra nosotros al clero,
los frailes y la población entera». François-René DE CHATEAUBRIAND: Congrès de Verone, París, Delloye, 1838, p. 389.
118
Sobre las excepciones del decreto de amnistía, véase Juan Luis SIMAL: Emigrados. España y el exilio internacional, 1814-1834, Madrid, CEPC, 2012, pp. 188-189.
119
Los partes de la sección de Font y Closas en AHN, Consejos, legs. 12.27412.342. Un análisis en Álvaro PARÍS: «Se susurra en los barrios bajos...».
117
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Bermúdez, López Ballesteros, José de la Cruz, marqués de Zambrano o el superintendente Recacho— fueron acusados por los ultras de ser una camarilla afrancesada que trataba de introducir el
programa liberal a través de reformas, mediante el estableciendo un
sistema de Cámaras.
Aunque la vinculación entre los sectores moderados del realismo y los antiguos josefinos no tuvo un carácter generalizado, lo
cierto es que —durante la ocupación napoleónica— Cayetano Font
y Closas había sido comisario general de Barcelona, además de
ocupar otros cargos en la administración josefina, como cónsul de
Etruria y comisario especial de Mataró 120. Las conexiones entre la
breve experiencia bonapartista, el programa conciliador de la expedición de 1823 y el realismo moderado de la década absolutista fueron utilizados por los ultrarrealistas para presentar los proyectos de
moderación y reforma de la administración como un producto de
la influencia afrancesada.
Conclusión
Llegamos al momento de responder parcialmente a nuestra pregunta inicial: ¿por qué las mismas clases populares madrileñas que
se levantaron contra los franceses el 2 de mayo de 1808, saludaron
su entrada en la Corte el 23 de mayo de 1823?
En primer lugar, porque la Guerra de la Independencia fue,
para buena parte de los combatientes, un conflicto de carácter esencialmente contrarrevolucionario 121. Los franceses de 1808
120
Alberto GIL NOVALES: Diccionario biográfico de España... Justificación de
Font y Closas sobre su pasado afrancesado en AHN, Consejos, leg. 12.293, carta
de Font y Closas a Recacho del 11 de agosto de 1825. Su trayectoria como jefe de
la policía bonapartista en Raimundo FERRER: Barcelona cautiva, o sea, Diario exacto
de lo ocurrido en la misma ciudad mientras la oprimieron los franceses, esto es desde
el 13 de febrero de 1808 hasta el 28 de mayo de 1814, Barcelona, Oficina de Antonio Brusi, 1814. Sobre la relación entre absolutistas pragmáticos y josefinos, véanse
Jean-Philippe LUIS: «La Década Ominosa y la cuestión del retorno de los josefinos», Ayer, 95 (2014), pp. 133-153, esp. pp. 137-139, y Juan LÓPEZ TABAR: Los famosos traidores..., pp. 271-346.
121
Pedro RÚJULA: «Realismo y contrarrevolución en la Guerra de la Independencia», Ayer, 86 (2012), pp. 45-66.
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—con Napoleón a la cabeza— representaban la revolución y la irreligión que amenazaban los fundamentos de la vida en común. La
pérdida de la independencia nacional suponía la pérdida del hogar,
la familia, la tierra y las costumbres, «la extinción de su mundo y la
caída en brazos de un tirano extranjero» 122.
En segundo lugar, el hecho de que los invasores de 1823 fuesen franceses es mucho menos relevante de lo que podría parecer.
La categoría «extranjero» se movilizaba como un arma arrojadiza
para sancionar la exclusión de actores sociales nacidos en España,
como los liberales o los realistas moderados, a quienes se tachaba de
afrancesados para legitimar su expulsión de la comunidad. Frente a
las visiones que nos presentan a las clases populares como esencialmente conservadoras y xenófobas, lo cierto es que mostraron una
gran capacidad para leer y adaptarse a contextos políticos cambiantes. El concepto «francés» era una categoría vacía que podía dotarse
de contenidos políticos muy diferentes. En mayo de 1823 los franceses eran «leídos» por los realistas como salvadores que venían a liberar al monarca, mientras que solo un mes después eran traidores que
protegían a los negros y debían ser degollados junto a ellos.
En tercer lugar, para comprender por qué una parte de quienes
en 1820 saludaron con indiferencia o expectación la Constitución
protagonizaron en 1823 una violenta persecución contra los liberales, debemos analizar el impacto concreto sobre la población que
tuvieron las políticas económicas del Trienio, como la reforma fiscal, la legislación sobre los gremios, la desamortización, la supresión
del estanco de tabacos o la política de abastos. Durante la segunda
restauración absolutista, una parte de los sectores populares madrileños se opuso al ascenso social de unas clases medias que habían
prosperado a la sombra de la revolución y la construcción del nuevo
Estado liberal. Los comerciantes, negociantes, médicos y «gentes de
pluma» —así como aquellos que se vestían con levita y adoptaban
las modas francesas— fueron señalados como negros que se habían
enriquecido de forma ilegítima. Los enemigos tradicionales de la comunidad —tahoneros, especuladores y petimetres— fueron identifi122
Pedro RÚJULA: «Zaragoza (1808-1809): El mito de la resistencia popular»,
en Gonzalo BUTRÓN PRIDA y Pedro RÚJULA (eds.): Los sitios en la Guerra de la Independencia: la lucha en las ciudades, Cádiz, Universidad de Cádiz, 2011, p. 23.
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cados como un Otro contra el que resultaba legítimo desplegar una
violencia antiliberal de carácter purificador 123.
En definitiva, para abordar estos episodios debemos analizar la
politización popular desde las prácticas y las experiencias cotidianas, superando las categorías cerradas (liberales vs. absolutistas).
Las trayectorias individuales de los actores no siempre presentaban
una coherencia a posteriori, ni los aparentes bandazos deben interpretarse como «traiciones» motivadas por la falta de lealtad 124. No
en vano, el liberalismo y realismo exaltados compartieron un lenguaje común contra los defensores del «justo medio», tachando a
los moderados de afrancesados y pasteleros. Por su parte, los moderados de uno y otro bando compartían el miedo ante los excesos de un «populacho» dispuesto a aprovechar la inestabilidad para
entregarse a los saqueos 125. Desde su punto de vista, no resultaba
extraño que los manolos y chisperos que habían protagonizado los
motines liberales del Trienio se pasasen al bando exaltado realista,
sustituyendo «el dominio de la democracia liberal» por «la democracia realista» 126. En palabras de Vicente de la Fuente: «Los barrios bajos de Madrid [fueron] feroces liberales en 1820 y feroces
realistas en 1823, como fueron feroces degolladores de frailes en
1834 y como serian mañana feroces sarracenos, si viniera por Rey
absoluto el moro Muza» 127.
123
Álvaro PARÍS: «Se susurra en los barrios bajos...».
Antonio CALVO MATURANA: «De traidores, leales y veletas...».
Para un estudio comparado de la moderación política, véanse Ido DE HAAN
y Matthijs LOK (eds.): The Politics of Moderation in Modern European History, Londres, Palgrave-MacMillan, 2019, y Matthijs LOK: «L’extrême centre est-il exportable?», Annales historiques de la Révolution française, 357 (2009), pp. 143-159.
126
Estanislao de Kostka BAYO: Historia de la vida..., vol. 3, p. 195.
127
Vicente DE LA FUENTE: Historia de las sociedades secretas..., p. 421.
124
125
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