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Fragmentos de una ponencia sobre operaciones semióticas María Elena Bitonte Universidad de Buenos Aires, Universidad Nacional de Moreno mariabitonte@hotmail.com Sobreescrituras. Revista digital del área de Crítica de Artes de la Universidad Nacional de las Artes. Nº especial, “Umbrales del congreso” IASS-AIS. Invierno 2019. 6-12. ISSN 2525-1309. Disponible en https://sobreescrituras.com.ar/especiales-invierno-2019.html Aprovechando la oportunidad que ofrece la revista digital del área de Crítica de Artes de la Universidad Nacional de las Artes, Sobreescrituras, presento aquí un fragmento del trabajo más extenso que expondré en el Congreso Mundial de Semiótica y que por una cuestión de espacio debió ser resignado1. Todo el conjunto forma parte de una investigación más amplia cuyo nodo es la noción de operación en la Teoría de los Discursos Sociales (Bitonte, 2019, 2018, 2012, 2010, 2009). El objetivo general es despejar en sucesivos análisis, los aspectos pertinentes de dicha noción desarrollada por Eliseo Verón a lo largo de su producción teórica. Para este propósito, me limitaré a presentar, en el marco de una semiótica de las operaciones (Traversa, 2015), dos contextos en los que se despliega la noción de operación: Verón, Efectos de agenda II. Espacios mentales (2002) y (1984), “El living y sus dobles: arquitecturas de la pantalla chica”. 1. Operaciones primeras, segundas y terceras en Verón (2002), Efectos de agenda II. Espacios mentales En una suerte de prefacio a Efectos de agenda II. Espacios mentales, titulado “Misión Geminis Alfa. Informe intermediario 1 sobre Terra”, Verón (2002: 11-16) presenta las operaciones como parte de la actividad de un sujeto (Espécimen Terra) situado en un espacio-tiempo semiotizado. Esa cartografía que replica el diseño de una red es concebida como una construcción mental de sentimientos, acciones, pensamientos, relaciones, recuerdos y operaciones para construirlos a partir de trayectorias indiciales: Para un ET, un punto de cualquier trayectoria se define de manera semióticamente completa, con sus tres componentes: ET puede experimentar sentimientos asociados a imágenes (alegría, enojo, tristeza, asombro, indignación, placer, son algunas de las denominaciones usadas [componente 1]; puede también recordar cosas, reconstruirlas en su memoria, relatarlas [componente 2]; ET puede en fin tomar en cuenta ciertas reglas y aplicarlas o enunciarlas para sí mismo o para otro espécimen [componente 3]. Es capaz de combinar los tres componentes, con lo cual manifiesta las nueve operaciones habituales en los sapiens. Los componentes de un punto dado (operador y operando) tienen contenidos semánticos específicos. El aparato cognitivo de ET es esencialmente semántico (2002: 12). 1 “De las operaciones semióticas a una semiótica de las operaciones. Trayectorias”. 14° Congreso Mundial de Semiótica de la International Association of Semiotics Studies / Association Internationale de Sémiotique -IASS/AIS- organizado por la Asociación Argentina de Semiótica -AAS- y la Universidad Nacional de las Artes -UNA- Buenos Aires, 9-13 septiembre 2019. 1 Tal entramado, que no distingue interior y exterior, mente y mundo, es definido como Espacio mental. Los espacios mentales son múltiples y forman redes de sentido que no refieren miméticamente al “mundo real”, sino que enlazan elementos que son a la vez mentales y sociales. Según este modelo, la semiosis crea dominios a partir de los cuales se establece la referencia al mundo. De manera que la semiosis, lógicamente infinita, se acota a su espacio mental de referencia y se relativiza en relación con otros. Verón reelabora este concepto a partir de Fauconnier (1984) donde la dinámica propia de los espacios mentales se da en un modelo de disparador (déclencheur), blanco (cible) y un conector y que tiene cierta correspondencia con el modelo operador-operando-relación, que antes encontramos en Verón, 1979. Pero lo que nos interesa, en este punto es que, en esta geografía de trayectos, [c]ada punto de una trayectoria no es simple sino compuesto por dos elementos: uno llamado operador y el otro, operando. Cada uno de ellos es definido por contenidos semánticos específicos y por una operación que puede ser de tres tipos: las operaciones primeras, relativas a emociones, afectos o sensaciones, las operaciones segundas, que implican relaciones y de ahí, que son las que dinamizan procesos y relatos, y las terceras, relativas a convenciones. En resumen, cada punto de una trayectoria se define por tres componentes: 1) estados, 2) relatos y procesos y 3) reglas. Así quedan definidos los espacios mentales como configuraciones de operaciones semióticas. Estos tres tipos de relaciones producen espacios mentales que pueden generar múltiples mundos en diferentes dominios, por ejemplo, distintos tipos de texto (descripción, narración y argumentación) o distintos modos de conocimiento (de conceptos, de proposiciones y de argumentos)” (Bitonte y Grigüelo, 2002: 5). De esta manera, vemos cómo las operaciones primeras, segundas y terceras se sitúan aquí en el contexto general de los espacios mentales, como parte la actividad semiótica de construcción de mundos y del funcionamiento cognitivo del sapiens. Ahora bien, en relación con la descripción del funcionamiento de la mediatización, tratándose de medios de comunicación circunscriptos a una temporalidad más o menos cercana (prensa, cine, televisión) el observador recurrirá a la descripción de operaciones semio-discursivas del nivel icónico, indicial y simbólico: Si la descontextualización es típicamente resultado de la existencia de soportes materiales autónomos, la mediatización del lenguaje (en sociedades que eran ya sociedades con escritura sobre soportes autónomos mucho antes de la aparición de la imprenta) ha sido el primer factor fundamental de complexificación creciente de las sociedades, ese factor que Goody llamó la “razón gráfica”. Ella introduce una serie de fenómenos que podemos llamar cambios de escala. La mediatización de las operaciones primeras y segundas, es decir, de las representaciones icónicas y del contacto indicial, produce en cambio lo que llamaremos rupturas de escala. Hablamos de ruptura porque la mediatización de la primeridad y de la secundidad introduce en un nivel colectivo operaciones que antes sólo eran posibles en el contexto inmediato de la semiosis interindividual: cuando el susurro pasional del amado en el oído de la amada, es visto en gran plano y escuchado por varios millones de personas, estamos ante un fenómeno de ruptura de escala” (2002: 132-133). En resumen, en 2002, con la teoría de los espacios mentales, se recupera la relación con lo cognitivo. Considerar las operaciones semióticas en términos de operaciones cognitivas es interrogarse acerca del tipo de relación entre las ideas del Primer modo, del Segundo modo y del Tercer modo. Esto no significa afirmar un sujeto psicológico como soporte de la semiosis. Antes bien, significa que el conocimiento no se estampa en la mente como calco de un mundo exterior sino que se produce por una mediación. La mediatización es la 2 mediación semiótica entre el sujeto y el mundo. Y esta se da en virtud de trayectos operatorios de los tres órdenes revelados por Peirce. A continuación, nos detendremos en el tratamiento que le da Verón a las dimensiones icónica, indicial y simbólica de la semiosis en el análisis del medio televisivo y las operaciones que de ellas dependen. 2. Operaciones icónicas, indiciales y simbólicas en Verón ([1984] 2001), El living y sus dobles: arquitecturas de la pantalla chica Verón recupera aquí, según sus propósitos analíticos, la tríada operatoria dependiente de la segunda tricotomía de signos y al hacerlo, pone de relieve el sentido dinámico de la relación de los signos/discursos con sus objetos para observar el funcionamiento discursivo de las materias significantes, evitando encuadres aplicacionistas y taxonómicos, consistentes en segmentar íconos, índices y símbolos 2: Tomaré de la semiótica de Charles Sanders Peirce la distinción entre los tres órdenes de funcionamiento del sentido (y no tres tipos de signos, a pesar de la apariencia taxonómica de la teoría peirciana): el orden del símbolo, que predomina en la actividad lingüística, en el funcionamiento de los sistemas lingüísticos propiamente dichos; el orden de lo icónico, que es el que preside el funcionamiento de la imagen, de la representación figurativa “por semejanza”, que se llama frecuentemente el orden de la analogía; y el orden de los fenómenos indiciales, del índice (cfr. Peirce, 1978, Écrit sur le signe, Paris, Seuil)” (Verón, [1984] 2001: 17). Frente a los encuadres que postulaban que el orden dominante en la televisión era el de la imagen, Verón destaca la dimensión indicial: Insistiré sobre todo en este tercer orden, que es quizás el más olvidado y que tendrá, sin embargo, una gran importancia para mi propósito. Un reenvío significante de naturaleza indicial implica siempre, como decía Peirce, un vínculo existencial: el humo es el índice del fuego. El orden indicial funciona, por consiguiente, siempre por contigüidad; es por esto que podemos llamarlo también, el orden de los fenómenos metonímicos” (Verón, [1984] 2001: 17). Verón demuestra que la operación fundamental del medio televisivo es el contacto, índice del régimen de lo real y generador de vínculos inter-sujetos3. No obstante, todo fenómeno puede ser enfocado a través del prisma de cada una de las tres dimensiones: 2 Simultáneamente, el desarrollo analítico de estos tres órdenes de producción de sentido está sustentado por un fundamento cognitivo, que bien expone Sophie Fisher: “Una pregunta que queda por plantear es por qué la mayoría de los críticos de Peirce han puesto el acento sobre la tricotomía ícono/índice/símbolo, que nos parece que reposa principalmente en la descripción del objeto del signo. Pues si Peirce funda una teoría del signo, el modo de presentación de los objetos en tanto signos (lo cual es propio de esta tricotomía) implica el problema de la naturaleza de dichos objetos en tanto "dados". No se nos escapa que en este caso, inclinamos la balanza hacia una sistematización de las operaciones cognitivas. En efecto, si existe la posibilidad de leer un objeto como ícono, índice o símbolo, lo que es central es el tipo de proceso cognitivo que los define y no las etiquetas que se ponen sobre los objetos” (Fisher, 1999:54). 3 Verón describía esta operación propia del noticiero televisivo y extensible al medio, como el eje “O-O": los ojos en los ojos, dispositivo que crea el imaginario de una conexión existencial entre locutor y televidente (Verón, 1983). 3 Si estos tres órdenes son modalidades de funcionamiento significante y no tipos de signos, es porque se trata de una cuestión de predominio relativo y no de presencia o ausencia; hay iconismo e indicialidad en el lenguaje, incluso si la modalidad que lo domina es la de lo simbólico, de igual forma que hay simbolismo y metonimia en toda imagen, a pesar del hecho de que su estructuración constitutiva es del orden del iconismo (Verón, [1984] 2001: 17-18). De manera que se trata del predominio relativo de una respecto de las otras dimensiones. Pero si se trata del sujeto como cuerpo, sin duda prevalece lo indicial en tanto operador de reenvíos metonímicos (contacto interpersonal y apropiación del espacio): Desde el punto de vista del sujeto, la materia privilegiada del orden indicial es el cuerpo: alto/bajo, delante/detrás, fuera/dentro, aquí/allá son los reenvíos indiciales. El cuerpo significante se constituye como como configuración compleja de reenvíos metonímicos, sin olvidar que es por ese hecho mismo el operador fundamental de la apropiación del espacio. Cuerpo-espacio-objetos, la capa metonímica de producción de sentido es la más arcaica, la primera que se instala a partir del nacimiento. (Verón, 1978: “Corps et méta-corps en démocratie audiovisuelle”). El niño significa por su cuerpo mucho antes de dominar el lenguaje y antes de poder operar en el orden icónico, es decir, antes de tener una imagen de su cuerpo. La matriz originaria del funcionamiento indicial es, en consecuencia, la relación madre/niño (Bateson y Jackson, 1964). Es por esto que a este nivel de funcionamiento por contigüidad lo he llamado, también, el orden del contacto (Verón, [1984] 2001: 18). De acuerdo con esto, en concordancia con un encuadre ternario, así como en el lenguaje televisivo predomina el orden indicial, en el cinematográfico predomina la dimensión icónica, en la prensa escrita, la simbólica y así con el resto, sin pérdida de las otras dimensiones. Esto significa que la dominancia de una de las tres depende a la vez de la naturaleza del objeto y del punto de vista adoptado por el observador. Lo mismo atañe a los diferentes tipos discursivos, por ejemplo, en discurso político se pueden observar operaciones icónicas e indiciales, pero su naturaleza es eminentemente simbólica, al punto tal que si la pierde, se desvirtúa y transforma en otra cosa (Verón: 1998). Es por esto que el analista debe evaluar cuidadosamente el funcionamiento de cada una de esas tres dimensiones y de las operaciones concomitantes. Conclusiones preliminares Las operaciones icónicas, indiciales y simbólicas están directamente vinculadas con las tres categorías peirceanas: las icónicas son operaciones de primeridad, las indiciales, de segundidad y las simbólicas, de terceridad. Sin embargo, no hay que confundirlas ya que se ubican en niveles epistemológicos diferentes. Las operaciones categoriales corresponden a la aprehensión intelectual (independiente de todo psicologismo). Son generales, de hecho, tienen el mayor rango de abastracción porque todo lo que es o puede conocerse les atañe. De ahí que las operaciones primeras, segundas y terceras (nivel fenomenológico, eidético o ideoscópico) entrañan a las icónicas, indiciales y simbólicas, que están en el nivel de la emergencia empírica de las cosas, de la presentación de los objetos (nivel lógico o semiótico). Entonces, lo primero que debemos señalar es el isomorfismo estructural entre el nivel semiótico-categorial (dimensiones primera, segunda y tercera de la semiosis) y el nevel semiótico- discursivo (dimensiones icónica, indicial y simbólica) (cfr. Verón [1988] 4 1993:105). De ellos dependen operaciones ligadas a fenómenos situados en cada uno de estos niveles y tienen diferentes alcances. El contraste de estos dos trabajos de Eliseo Verón muestra que el uso analítico de la noción de operaciones no es indiscriminado sino que responde a los criterios de la diferenciación entre estos niveles y coinciden con un cambio de la posición del observador: cuando el perspectiva analítica apunta al funcionamiento micro-discursivo de la mediatización, describe (con lente de aumento) los aspectos enunciativos de los discursos en cuya superficie encuentra las huellas de lo social, entonces acude a las operaciones icónicas, indiciales y simbólicas. Y cuando describe el despliegue de los procesos mentales del sujeto como la actividad semiótica de construcción de representaciones o mundos, describe los procesos cognitivos, relacionales y afectivos relativos al desenvolvimiento de una especie vista desde una perspectiva espacio-temporal distanciada o macroscópica, incluso extrañada. El cambio de perspectiva analítica permite dar cuenta de las operaciones semióticas producidas en los diferentes decursos de la mediatización. Bibliografía Bitonte, María Elena (Editora), del Coto, María Rosa y Rocha, Amparo (Revisoras) (2019). “Operaciones icónicas, indiciales y simbólicas: Tres dimensiones de la semiosis en diversas materias significantes”. Documento de Cátedra Nº 1. Semiótica de los Medios II. Autores: Bermúdez, Nicolás; Bitonte, María Elena; Canedo, Nicolás; del Coto, María Rosa; Grigüelo, Liliana; Rocha Alonso, Amparo; Sabich, Agustina; Steinberg, Lorena; Urbanitsch Verónica. Work in progress 2019. 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