Estudios de la juventud
y filosofía de la no violencia:
conciencia generacional, ciudadanía
y argumentación
Xicoténcatl Martínez Ruiz / Daffny Rosado Moreno
COORDINADORES
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COLECCIÓN PAIDEIA SIGLO XXI
Estudios de la juventud y jilosofía de la no violencia:
conciencia generacional, ciudadanía y argumentación
Xicoténcatl Martínez Ruiz y Daffny Rosado Moreno, coordinadores
Primera edición 2013
D.R. ©2013 Instituto Politécnico Nacional
Av. Luis Enrique Erro s/n
Unidad Profesional ‘‘Adolfo López Mateos’’, Zacatenco,
Deleg. Gustavo A. Madero, C. P. 07738, México, DF
Coordinación Editorial de la Secretaría Académica
Secretaría Académica, 1er. Piso,
Unidad Profesional ‘‘Adolfo López Mateos’’
Zacatenco, Del. Gustavo A. Madero, C.P. 07738
Cuidado de la edición: Kena Bastien van der Meer
Diseño y formación: Quinta del Agua Ediciones, SA de CV
ISBN: 978-607-414-357-7
Impreso en México / Printed in Mexico
Índice
Prólogo. Juventud, verdad y no violencia
Sonia Bazzeato Deotto
Juan Carlos Ruiz Guadalajara
11
Introducción
Xicoténcatl Martínez Ruiz
19
Capítulo 1.
La no violencia y el otro: una teoría compuesta del multiplismo,
la heterología y la heteronomía basada en el jainismo y Gandhi
Chakravarthi Ram-Prasad
27
Capítulo 2.
Razonamiento moral, prácticas culturales y desigualdades sociales
Elliot Turiel
61
Capítulo 3.
Ahimsa: la no violencia según los yoga sûtra
Elsa Cross
79
Capítulo 4.
Las características representativas de la no violencia gandhiana
M. P. Mathai
85
[7]
Capítulo 5.
Filosofía de la no violencia: estudios de la juventud y la ciudadanía
Xicoténcatl Martínez Ruiz
Capítulo 6.
Lógica y compromiso moral
Raymundo Morado
Capítulo 7.
Género, juventud y políticas de prevención y atención para
erradicar la violencia que vive la comunidad estudiantil del
Instituto Politécnico Nacional
Martha Alicia Tronco Rosas
Susana Ocaña López
95
113
133
Capítulo 8.
¿Es posible la convivencia escolar? Aportes analíticos desde la
realidad de la escuela en nuestros días
Claudia Lucy Saucedo Ramos
Juana María Guadalupe Mejía Hernández
159
Sobre los autores
187
CAPÍTULO 3
Ahimsa: la no violencia según los Yoga Sûtra
Elsa Cross
A
himsa es la palabra que en sánscrito designa la no violencia, básicamente, el no dañar, no herir a ningún ser vivo. En las Leyes de
Manu aparece como una cualidad indispensable para llevar una vida
recta, y según los Yoga Sûtra de Patáñjali, es el punto de partida de todas las
prácticas yóguicas. Aparte de la importancia que tiene dentro del hinduismo,
es también el fundamento de la moralidad en otras dos antiguas religiones
y filosofías de la India: el jainismo y el budismo. En los tres casos posee el
mismo sentido de respeto hacia todos los seres vivos.
Un malentendido frecuente acerca de esta noción es que se trata de una
actitud pasiva y apática, y que la no violencia sirve para escudar la falta de
un espíritu o una capacidad de lucha; pero no es así. La no violencia es una
práctica activa. Y como todas las prácticas yóguicas que se llevan a cabo por
un tiempo prolongado, tiende a convertirse en un estado, una condición
permanente de la persona.
Patáñjali divide su sistema de yoga en ocho partes, que tienen que ver
con técnicas de postura, respiración, recogimiento de los sentidos y la mente, concentración y meditación, hasta conducir al estado último de samâdhi
o fusión total con el propio Ser o Sujeto interior (Hariharananda, 1981,
p. 207).1 Sin embargo, el punto de partida de este yoga de las ocho partes
son dos pasos previos que se concretan en una serie de abstenciones (yamas)
y de prácticas (niyamas) de carácter ético.
1
Yoga Sûtra, II, 29.
[ 79 ]
80 X ELSA CROSS
El primero de los yamas es ahimsa, la no violencia, abstenerse de todo
tipo de violencia física, verbal e incluso mental, hacia uno mismo y hacia
los demás. La no violencia, dice el comentario a los Yoga Sûtra atribuido a
Vyâsa, sustenta a los otros yamas, y se dice también que de ella surge todo el
desarrollo posterior del yoga. En el Decálogo de Moisés y, en forma literal,
en los votos (vrata) de los jainas, así como también entre los budistas, se encuentran contenidos, de diversas maneras, los mismos principios de los cinco
yamas de Patáñjali: no matar o dañar (ahimsa), no mentir, o decir la verdad
(satya), no robar (asteya), controlar los sentidos (brahmâcarya), y no codiciar
o acumular cosas innecesarias (aparigraha).2 Con leves variantes, esto aparece
también en las Leyes de Manu, desde siglos atrás, como un deber prioritario
para las cuatro castas (Doniger y Smith, 1991, p. 243).
Patáñjali no formula estos principios con el carácter de prohibiciones o de
abstenciones pasivas, como ya se dijo, sino de prácticas. Uno de los mejores
traductores y expositores modernos de los Yoga Sûtra de Patáñjali, Swâmi
Hariharânanda Âranya, dice: “La no violencia no es solamente abstenerse
de dañar a los animales sino desarrollar y cultivar sentimientos de amistad
hacia todos los seres vivos. No es posible practicar la no violencia a menos
de que se abandone el egoísmo en todas las cuestiones externas.” (Hariharananda, p. 209).3
El sentido de ahimsa dirige, pues, esa práctica a todos los seres vivos,
no solamente al hombre. De hecho, las primeras referencias a este término,
dentro del hinduismo, se refieren a la violencia contra los animales. Y se
considera que todo daño que se inflige a los animales o a la naturaleza es
un acto de violencia que tiene sólo diferencias de grado en relación con la
violencia hacia los seres humanos.
Cabe señalar que esta noción de ahimsa no implicaba un pacifismo
indiscriminado. Aunque Gandhi lo ejerció de un modo muy inteligente, pues
difícilmente se habría vencido al Imperio Británico por las armas, las Leyes de
Manu determinaban que era un deber de la casta de los guerreros defender
a su país y a su comunidad en caso de un ataque –la Bhagavad Gîtâ ofrece
una extensa argumentación sobre esto–, y que la violencia se justificaba en
defensa propia; la ley de ahimsa no protegía a los criminales e incluso se
autorizaba la pena de muerte en los casos necesarios.
2
3
Yoga Sûtra, II, 30, p. 208.
La traducción es mía.
AHIMSA: LA NO VIOLENCIA SEGÚN LOS YOGA SÛTRA X 81
Sin embargo, la no violencia está arraigada profundamente en la cultura
de la India. La religión brahmánica de los antiguos indios arios excluyó todo
sacrificio animal de sus rituales –con la excepción del sacrificio ocasional de
un caballo–, en tanto que para los griegos, al igual que para los hebreos y
muchos otros pueblos antiguos, los animales sacrificados en los altares eran
el rito más importante. No hablemos ya de sacrificios humanos, que hubo
en todos los continentes, no sólo en el nuestro.
Un gran filósofo de la India moderna, y su segundo ex-presidente, Sarvepalli Radhakrishnan, comentando una de las Upanishads, decía:
Abstenerse de torturar a la creación animal, sentir compasión por una
liebre cazada, de acuerdo con nuestras nociones modernas, puede ser
un sentimentalismo bobo...Pero en las Upanishads el amor por la creación
animal se considera una gran virtud. El amor y la compasión por todo lo
que tiene vida sobre la tierra es un rasgo general de la ética hindú. Es un
crimen matar a un venado por deporte o angustiar a una rata por diversión.4 (Radhakrishnan, 1977, p. 220)
Aun esto puede sonar bobo; pero nos suena cada vez menos bobo el desastre
ecológico que estamos viviendo ya, y que fue provocado justamente por una
actitud de no respeto hacia las formas más elementales de vida. El hombre
occidental ha tenido la pretensión de creerse el centro y dueño de todo, y de
pensar que el resto de la creación y los animales existen sólo para estar a su
servicio, con la anuencia del Génesis.
Posiciones como ésta, que han ostentado las civilizaciones occidentales,
son desde luego egoístas, pero también desequilibradas, y ya se ha desatado
la reacción en cadena que han producido a la larga: un curso de destrucción
de la naturaleza que difícilmente podrá detenerse a estas alturas. Como en
el cuento del idiota, el hombre occidental está aserrando la rama sobre la
cual está montado. El problema es que no se va a caer él solo, sino que va
a arrastrar consigo a los demás, por la manera en que ha imbricado en sus
intereses económicos a la mayor parte del mundo.
Esta y otras formas de violencia que han prevalecido en Occidente, y de
las que tenemos hoy en México abundantes muestras cotidianas, no exime,
desde luego, al hombre oriental o al hindú en particular, de una capacidad
4
La traducción es mía.
82 X ELSA CROSS
de violencia que no le pide nada a la nuestra. Quizá no ha tenido, hasta hace
poco, tantos estímulos sociales o mediáticos para desenvolverse en el mismo
grado o ejercerse en la misma dirección; pero está allí con toda su pavorosa
fuerza. Pues aunque la violencia proviene, en principio, de una fuerza instintiva común al género humano, que sirve a un instinto básico de supervivencia,
se incrementa, sin duda, en entornos sociales específicos.
Abro un paréntesis para comentar, respecto al entorno social de nuestro
tiempo, contaminado por la influencia abrumadora de los medios de comunicación, que seguramente habrá a estas alturas –o debería haberlos– estudios
sociológicos y psicológicos que hayan determinado la indudable relación de
causa-efecto que existe entre el bombardeo de una violencia cada vez mayor
y más descarnada de cine, televisión, videojuegos, e incluso caricaturas, así
como el resto de los media, y los frecuentes casos que hay, principal, pero no
únicamente en Estados Unidos, de niños o adolescentes que –mucho más
allá del bullying– llegan a la escuela y disparan contra compañeros y maestros;
por no hablar de los muchos otros casos de francotiradores, asesinos en serie
y una enorme variedad de psicópatas.
Y desde otro ángulo, en lo que toca a México, sería deseable que hubiera
serios estudios sociológicos y psicológicos acerca de otros temas. Aunque
hay personas que salen adelante, en medio de las condiciones más adversas,
parecerían ser la excepción. Esos estudios tendrían que indagar entre los miles
de jóvenes delincuentes y narcos que llenan todas las cárceles del país, antes de clasificarlos a todos ellos como criminales: ¿Cuál fue el medio en que
se formaron? ¿Qué materia de la escuela –si es que fueron a la escuela– les
dio una formación ética? ¿Qué oportunidades laborales o de estudio tuvieron? En fin: ¿Qué valores morales o religiosos, o qué ideales políticos tienen
credibilidad en nuestro medio, a estas alturas? ¿Qué figuras tienen autoridad
para decirle a un joven lo que debe hacer? ¿Los sacerdotes, en medio de los
escándalos de pederastia? ¿Los políticos? Sin duda, si hay tantos jóvenes en
la cárcel, es porque nosotros estamos mal como sociedad, parafraseando algo
dicho por el rector de la UNAM, José Narro Robles.
Y volviendo al tema, así como la no violencia se propone como una forma
activa de conducta, podemos pensar que hay formas pasivas de violencia, y
en nuestro tiempo, la indiferencia y la segregación, que sin violencias externas hunden a pueblos, grupos étnicos y comunidades enteras en la miseria,
material o moral, son un crimen semejante al de la violencia y la destrucción
que se ejercen directamente.
AHIMSA: LA NO VIOLENCIA SEGÚN LOS YOGA SÛTRA X 83
Toda violencia dirigida contra otros es una violencia que, a fin de cuentas,
y bajo una u otra forma, se ejerce contra uno mismo. Para poner énfasis en
sus efectos negativos, el ejemplo tradicional más simple en la India apela a
la idea de la reencarnación. Según Las leyes de Manu, los hombres violentos
renacen como bestias carnívoras (Doniger y Smith, p. 284). Y en la tradición griega, Empédocles, más terrible todavía, dice en un fragmento de
Las Purificaciones que si “alguna vez alguien mancha criminalmente sus manos con una muerte…debe vagar tres veces diez mil estaciones lejos de los
bienaventurados, naciendo en todas las formas mortales en el transcurso de
los tiempos” (Empédocles, frag. 115, 3-7, p. 99s).
Pero más allá de estas ideas, y de la existencia o no de la metempsicosis
o la reencarnación, el yoga da otra explicación sobre la manera en que la
violencia recae sobre quien la ejerce. El espíritu de ahimsa, dice Hariharananda, “es el abandono de tendencias negativas como la malicia, el odio,
etcétera, que es de donde surge la propensión a infligir daño a los seres vivos”
(Hariharananda, p. 209).5 Pero abstenerse física o mentalmente de ejercer
violencia contra los demás o contra la naturaleza es sólo una parte de la tarea,
y no podrá resolverse de manera definitiva sin la otra, que es descubrir cada
quien en sí mismo la raíz de ese impulso y arrancarla.
Esto es un trabajo individual, y se plantea entonces la necesidad de que
cada quien descubra en su interior “las formas sutiles” –en palabras de Hariharananda– de la violencia; es decir, sus condicionamientos y motivaciones
subconscientes, y borrarlos. Esto, agrega, sólo es posible a través de estados de
meditación profunda que hacen desaparecer todo condicionamiento psíquico.
Patáñjali, que fue el primer psicólogo, pues los Yoga Sûtra tratan sobre
todo de la mente, habló del subconsciente más de veinte siglos antes de
Freud. Y él dice que en ese nivel mental quedan almacenadas, como semillas,
las impresiones (samskâras) de toda nuestra experiencia anterior, haya ésta
tomado la forma de acciones, sentimientos, pensamientos o deseos. Tarde o
temprano estas impresiones que quedan grabadas en el subconsciente y permanecen allí en un estado latente, como una tendencia, afloran bajo diversas
formas impulsando actos cuya raíz desconocemos, pero cuyo efecto es real
sobre nosotros, y sobre los demás.
Estos actos o patrones tenderán a repetirse, hasta que la impresión sutil o
samskâra que los está originando se haya borrado por medio de la meditación
5
La traducción es mía.
84 X ELSA CROSS
u otras disciplinas yóguicas. Patáñjali no usa la palabra ‘descondicionamiento’,
pero éste es uno de los efectos de la práctica del yoga. Es por ello que se ha
afirmado muchas veces que la meditación toca substratos de la conciencia
más profundos que el psicoanálisis y que tiene, por lo tanto, mayor capacidad
para transformar al individuo. No sé si en broma, David Cooper, que fue
uno de los propulsores de la antipsiquiatría, decía hace varias décadas que el
revolucionario debía practicar meditación, para deshacerse de todos los residuos subconscientes de sus aspiraciones pequeño-burguesas.
El efecto de la meditación, según el yoga de Patáñjali, es que los samskâras
o impresiones ordinarias van siendo reemplazados por impresiones más puras,
que destruyen el dolor, las aflicciones y las demás tendencias negativas. Otras
escuelas yóguicas lo expresan de otra manera y hablan de que la práctica de
sus disciplinas lleva a transmutar la energía bruta de los instintos –que es
un componente de la violencia–, permitiendo canalizarla de otras maneras.
Bajo una u otra expresión, cuando este proceso ha concluido, lo que queda de alguien es un ser libre, que no está atado por ninguna convención ni
necesidad. Surge entonces la condición suprema del ser humano, su estado
puro, del cual no forma parte la violencia.
Bibliografía
Doniger, W., y Smith, B. K. (tr.). (1991) The laws of Manu, Nueva Delhi: Penguin
Books.
Empédocles. (Tr. José Barrio Gutiérrez). (1969) Sobre la naturaleza de los seres. Las
purificaciones. Buenos Aires: Aguilar.
Hariharânanda Âranya, Swâmi. (1981). Yoga philosophy of Patanjali. Calcuta: Universidad de Calcuta.
Radhakrishnan, S. (1977). Indian philosophy, (2 vol.). Bombay: Blackie & Son.