Fragmentos del estudio Teología Moral de Profesor de la Academia Teológica de Kiev, Doctor en teología M. Olesnitsky
Al igual que en la naturaleza física existe la ley dominante universal e inmutable, que produce la orden y la belleza, también en el mundo espiritual, y en particular en los ámbitos de la vida humana, domina la misma ley universal e inmutable, que establece el orden global y genera el bien. Ambas leyes tienen su fundamento en la voluntad de Dios- santa, todopoderosa y buena. Pero si en la naturaleza física la ley se lleva a cabo con la necesidad, en la vida humana esta ley se cumple libremente. En lo primero coacción y la inminencia, en lo segundo la obligación (es decir, el mandamiento sin constreñimiento). El cumplimiento libre y voluntario de las obligaciones que nos impone la ley o la voluntad de Dios como Creador y como nuestro Redentor, se define como la moralidad o la vida moral - más precisamente, la moral cristiana. El tema de moralidad es el tema de estudio de la teología moral, que es una ciencia.
Del cumplimiento voluntario de la ley moral depende la dignidad y el merito superior humano en los cuales consiste la belleza y la perfección de un ser humano. Ni la sabiduría, ni alta inteligencia, ni talento artístico brillante, ni la fuerza física no es capaz de llenar la profunda falta del ser humano producida por la ausencia de la moralidad. Y sólo la buena intención de la voluntad dará el verdadero valor y la dignidad a otras habilidades (inteligencia, talento, estética, etc.), así como a las obras humanas en el mundo (la ciencia, el arte, etc.)
La vida moral le da al hombre el bien más altamente preciado o lo que es y se define como la verdadera felicidad. La idea de bienestar está íntimamente ligada a la idea de la moralidad. El bien absoluto consiste en una correspondencia de un objeto o ser a su verdadero fin o propósito. Así por ejemplo Dios, cuando observo el mundo por primera vez después de su creación, lo encontró "bueno", significa que todo estaba en su lugar y todo correspondía a su propósito. Dado que la naturaleza humana se compone de muchas partes diferentes (la parte física, terrenal o social, mental o intelectual, etc.), entonces para él hay muchos bienes diferentes y puede haber distintos tipos de felicidad. El bien para él son los alimentos y bebidas, que sacian su hambre, también la industria y el comercio para satisfacer las necesidades diarias, el bien para él es la sociedad como una oportunidad para comunicarse con la gente como él mismo, el bien para él son la ciencia y el arte que sirven a satisfacer su aspiración a la verdad y a la belleza. Y hay mucha gente que se conforma con la felicidad, producida principalmente por este tipo de bienes y sus beneficios. Mientras tanto, un hombre puede llegar a una felicidad superior. La suprema felicidad y el último fin de la vida humana esta en la comunión con Dios, que se logra mediante una vida en virtud. Complaciendo a Dios, una persona llega a pertenecer al reino de Dios, en lo cuál esta el propósito más elevado o la meta superior del ser humano, y el mayor bien para él. “Busca primero el reino de Dios y su verdad, y lo demás vendrá”.
En el hombre, que en su esencia tiene su origen en Dios, hay un deseo fuerte hacía el bien moral e una inclinación instintiva hacía el Dios.
Sin la fe en Dios no hay base para una vida moral.
Por supuesto, el mero conocimiento de las reglas morales, por sí solo no genera la moralidad, como pensaba Sócrates, quien afirmó que el conocimiento es la virtud, o Fichte (La ciencia es el grano de la vida), y Hegel (lógica es la madre de existencia). Usted puede conocer las enseñanzas morales pero no vivir en acuerdo con ellas. Para el cumplimiento de una vida moral es necesario que el conocimiento se una a la voluntad. Este libre albedrío depende de cada individuo, cada persona debe desearlo y poner en el un esfuerzo. Pero, en cualquier caso, el conocimiento sirve como una guía para la fe. En consecuencia, la Teología Moral como ciencia nos enseña y alumbra el camino para la vida moral. Ahí reside su significado e importancia.
La Escritura Santa habla sobre una doble perspectiva en nuestro mundo. Por un lado, leemos el precepto "no améis al mundo ni lo que esta en el mundo". Por otra parte se dice – “tanto Amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito para su salvación” y el mundo se presenta como un campo donde nace el reino de Dios. Nuestro mundo es como una criatura de dos caras, el mundo que es ni el cielo ni el infierno, ni optimista ni pesimista, pero es como un preludio o una antesala a ambos. En ella el trigo y la cizaña están mezclados.
El hombre es un ser que también se divide en dos sentidos: natural y espiritual. La parte sensual, o natural, es la parte del hombre que es común con otros seres y objetos del mundo físico. El cuerpo no es sólo un órgano donde reside el espíritu: es también un símbolo de espíritu. Es por eso que debemos ser capaces de leer también en el lado corporal de los seres humanos la escritura de Dios, para observar lo más elevado o celestial, y darse cuenta del reflejo de la imagen y semejanza de Dios. Por supuesto, no se puede no estar de acuerdo en que el pecado no sólo desfigura el alma, sino también el cuerpo de una persona. Pero él que es muy atento, y lo más importante - tiene en sí suficiente amor hacía el próximo, puede ver a través de la oscuridad de las pasiones y los vicios el centelleo de la chispa divina. Pero por supuesto nos equivocaríamos si quisiéramos agotar con la apariencia todo el contenido del interior humano, si quisiéramos juzgar por lo exterior la verdadera y exacta esencia del ser. Imagen y semejanza de Dios están en el alma humana, en la identidad de una persona.
Condiciones de existencia moral son los siguientes: la autoconciencia o la razón, y la libre determinación o la libertad. Un hombre posee estas condiciones y en vista de estas condiciones es un ser moral a imagen y semejanza de Dios.
Hay que distinguir entre dos tipos de libertad: la libertad formal o psicológica (libre albedrío) y la libertad sustancial (real, verdadera) o de espíritu (la libertad espiritual).
La libertad formal o psicológica es la libertad de elección (arbitrium liberum), es decir, la capacidad para dirigir sus actividades a aquellas cosas u otras, para elegir un camino u otro, elegir a ser un hijo de Dios, o un esclavo del pecado.
La Santa Escritura apenas habla de la libertad formal: lo supone como un hecho indiscutible, lo que se refiere al hombre y sus acciones. Claramente lo expone el Deuteronomio: "Yo te ofrecí la vida y la felicidad, la muerte y el mal: Escoge la vida, y vivirás tu y tu descendencia”. Mephodio de Tiro, escribió: "Dios, con el deseo de respetar los derechos y hacer al hombre capaz de aprender que es lo mejor para él, le dio el poder, por el cual el hombre puede hacer lo que quiera y Dios le inclina al hombre para mejorar, pero no tanto como para quitarle la libertad, sino como un padre convence a su hijo a estudiar la ciencia. " El hombre tiene la capacidad de obedecer a Dios, y en esto consiste voluntariedad de la libertad.
La libertad de elección es confirmada también por la introspección humana. Cometiendo cualquier acto, sentimos que nosotros mismos decidimos hacer esta acción y llevar la al cabo, que nada de dentro o de fuera nos fuerza con una necesidad imperiosa, por lo tanto, podríamos elegir hacer otra cosa. Aunque somos conscientes de las causas que han contribuido a elegir una acción determinada, pero por lo menos reconocemos que una decisión final ha sido la nuestra, superando la cual ya no es imposible prevenir la acción o la causa de ello. Nadie se atreve a decir que se inspiró a cometer un acto con la de misma necesidad imperiosa, con la que ha sido lanzada una piedra. El segundo hecho, el que demuestra la libertad de la voluntad humana, es la existencia de remordimiento, y al mismo tiempo, el castigo que existen todas las sociedades humanas para los criminales. El arrepentimiento es, obviamente, el pesar por lo acometer el hecho de una y no de otra manera. Es una confesión involuntaria, que podría haber actuado de otro modo. Un motivo por ello se convierte en la causa y la toma de una decisión o acción, cuando la propia voluntad lo asimila y lo convierte en una parte de si misma. La voluntad por lo tanto se convierte en la causa de las razones de las decisiones y las acciones. La voluntad de Dios es en sí una fuente de vida y sus leyes y, por lo tanto, el fundamento de la vida y de todas sus acciones lo encierra solamente en si misma. La voluntad de los seres humanos por lo contrario recibe los objetos de sus acciones desde el exterior, estos objetos no son producidos por ella y por lo tanto, la voluntad humana se limita por la acción de estos objetos y se determina por ellos. “Dios lo hace todo por el designio de su voluntad, Él es fuerte y quien le puede desviar? Él hace lo que elige Su alma.” Mientras tanto el hombre debe sentir cual es la voluntad de Dios, benévola, deseable y perfecta (Rim.12: 2), y sólo actuar a continuación. “No seáis insensatos, sino entendáis cuál es la voluntad de Dios” Además, el alma humana siempre ha vivido en dos áreas: en la claridad, conciente y en la oscuridad, inconsciente. Por esa razón la libertad de una persona perteneciente a un área conciente, siempre esta conectada con una zona oscura, el inconciente, los instintos naturales ciegos y oscuros siempre sirven como base para la conciente y libre voluntad y sus motivos. Mientras tanto, en Dios no existe ninguna oposición, toda su existencia esta en la luz y consciencia. El Es la Luz y no existe ninguna oscuridad en él.
La libertad espiritual (sustancial o verdadera) consiste en un esfuerzo voluntario del hombre hacía el cumplimiento de la voluntad de Dios, o en otras palabras hacía el destino impuesto al hombre por Dios. Por lo tanto no esta excluido y el pecado. Cuando un hombre llega a un estado en el que para él ya se ha descartado la elección entre el bien y el mal, cuando se encamina exclusivamente hacía el bien, entonces se convierte en un ser totalmente libre.” y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” Aquel que profundiza en la ley de la perfección, en la ley de la libertad y persevera en el, aquel será no un oyente olvidadizo sino un hacedor de la verdad.
Aquí la libertad es entendida en el sentido de una tarea o propósito de la vida, y en este sentido se puede hacer una persona libre en contra de sus deseos. Y la pregunta de por qué el deseo humano de elegir la bondad es nombrado la libertad, podemos responder: la libertad en general es el sometimiento a la voluntad de uno mismo, y no a la voluntad ajena, es la independencia. Por lo tanto cuando una persona se inclina hacía su propósito original, es decir, hacía Dios, la bondad y el bien, él mismo se autodetermina como un ser verdadero y original, y no un ser creado forzosamente desde algo de fuera, no perteneciente a la sustancia divina. Pero cuando el hombre se inclina hacía el pecado, se aparta de Dios y comete el mal, entonces se autodetermina no por su verdadera naturaleza del bien, sino por un origen ajeno, a un poder extraño. A pesar de que su voluntad es libre, no esta libre su espíritu, que está sujeto a la mala voluntad.
En cualquier dirección que se desarrolle una persona, buena o mala, siempre se obtiene unas determinadas características, es decir, con un número de acciones libres, se impone a su voluntad un sello de origen del bien o del mal.
Si cada persona tiene la libertad, al menos en pequeña medida, ya tiene la habilidad de fortalecerse y luchar. Y con la lucha constante, puede pasar de un nivel a otro, con el tiempo, llegando a tal fuerza y la perfección moral, que al principio le parecía demasiado lejos e inalcanzable.
Propiedades de la ley moral
El libre albedrío es un elemento o una parte de la moral. El segundo elemento, o la segunda parte, igualmente importante, es la ley de la moralidad. Para que una persona pueda lograr su objetivo final, o su destino, debe estar en la actitud correcta hacía su destino según un orden determinado. No hay orden sin ley. En consecuencia, en la esfera moral debe tener lugar una ley, la que da orientación sobre cómo la gente debe vivir para llegar a su destino.
Toda ley debe tener dos propiedades: la universalidad y la necesidad. Y la ley moral tiene estas dos cualidades. Es universal porque la misma ley, la que oigo yo en mi conciencia, oyen en sí mismos todos los demás. Es necesario, porque es el requisito indispensable en relación con el hombre que desea alcanzar su objetivo: no hay otro camino hacía el objetivo que el cumplimiento de la ley. Pero esto no quiere decir que, en el caso que la voluntad del hombre niega la existencia de la ley, la ley se destruye en su significado objetivo. No, no llegando a su confirmación por parte de la persona de una manera positiva, lo logra de una manera negativa. Afecta a una persona incurriendo en ella las consecuencias nefastas que son inevitables siempre cuando un objeto niega la existencia de una ley, es decir, hay una auto-destrucción, que continua hasta que una persona no se someta a la necesidad inevitable de una ley para su existencia. Si vais abjurar y persistir en ello, entonces la espada os devorará (Is.1: 20) - dice el Profeta.
El deber es el reconocimiento por una determinada persona los requisitos de las obligaciones prescritas por la ley. La ley se aplica a todas las personas y todos están igualmente sujetos a la mayor potencia autorizada. El deber se aplica a cada persona específica. Cumplimos con la ley cumpliendo el deber. Por eso decimos: "Mi deber, cumplo con mi deber", pero no decimos: “mi ley, cumplo mi ley “.
La transmisión hereditaria del los conceptos del bien y el mal sólo puede explicar la habilidad de obedecer pero no una mera necesidad de hacerlo. Pero Kant, aunque, reconoce la idea del deber como a priori, pero considera como su fuente la razón humana. Sin embargo, la mente humana no es una autoridad, que puede imperativamente insistir en indispensable cumplimiento de un deber. Dicha autoridad sólo puede ser la santa voluntad de Dios todopoderoso. Por lo tanto la última base de la idea de obligación y deber es la voluntad de Dios.
La conciencia
La voluntad de Dios se hace conocer al hombre de dos maneras: en primer lugar, por su propio ser interior y, en segundo lugar, a través de las revelaciones o mandamientos.
La conciencia tiene una base en los tres poderes psíquicos conocidos: en el conocimiento, el sentimiento y la voluntad. La palabra conciencia (procede de conocer, saber), así como las expresiones de siempre: la conciencia habla, la conciencia reconoce o rechaza - muestran que la conciencia es un elemento de la cognición. La conciencia es tan importante para cualquier actividad, como la lógica es para pensar. O como inherentes son a la persona un sentido de la rima, ritmo, etc - para la poesía, la música, Por lo tanto la conciencia es algo primario, cualidad humana innata y no algo derivado o impuesto. Ella siempre es la evidencia de la procedencia divina del hombre y de la necesidad de cumplimiento de los mandamientos de Dios. Ya en el acto del pecado original, Eva sabía en su corazón lo que podía y lo que no le estaba permitido hacer. Y según el sabio Eclesiástico, Dios puso sus ojos a los corazones de la gente (Eclo 17:07). Esta es la esencia y la grandeza de una fuerza invencible de la conciencia en relación con intenciones y acciones humanas. Tan pronto como el hombre tiene la idea de que hacer algo malo, ahí está la conciencia advirtiéndole y amenazándole. Y después de cometer un acto en contra de su conciencia la conciencia inmediatamente le castiga y lo atormenta.
Como actúa la conciencia? Por sus acciones la conciencia se distingue entre la legislativa y la acusadora (condenable). La primera es una escala para medir nuestras acciones, y el segundo es el resultado de esta medición. En la Santa Escritura se habla más de la conciencia acusadora. Así Adán después del pecado original, después del fratricidio de Caín, los hermanos de José después de la venganza de los inocentes - todos están experimentando la angustia de la conciencia en el alma.
Cuáles son los estados de la conciencia humana? Porque la conciencia es una voz audible en la misma naturaleza humana, debido a esto está en estrecho contacto con el estado del alma humana, en función del desarrollo moral - de la educación, estilo de vida y la historia en general. La verdad o falsedad, certeza o la ambigüedad (probabilidad) - son las propiedades de la conciencia legislativa. La conciencia acusadora la llamamos tranquila o inquieta, ansiosa o apacible, reconfortante y dolorosa. A la fuerza o energía de la conciencia llaman fuerte o rigurosa. Es similar a la conciencia aprensiva. Es propia a las personas que son propensas al desánimo y no confían en los medios de purificación de los pecados.
Bajo la influencia de la pasión y el ruido mundano, la conciencia es a menudo difícil de oír. Si a menudo ahogar la voz de la conciencia, se convierte en más silenciosa, se enferma, hasta un estado moribundo, y el proceso termina con la muerte de la conciencia, es decir, con un estado de perdida de conciencia, en deshonestidad. En este caso, la conciencia acusadora se manifiesta en el hombre en el abatimiento, anhelo, la melancolía, en un estado de desesperanza. Y cuando se disminuye de la pasión y el ruido mundano (lo que ocurre a lo largo de la vida, pero sobre todo antes de la muerte), a continuación, golpea la mala conciencia de hombre con toda su rabia. A continuación, hace que el hombre tenga miedo, preocupaciones y una angustiante espera de una rendición futura.
Pero tenemos que comprender que la conciencia es una instancia individual: significa que toda persona tiene la conciencia solo para sí mismo.
El principio moral más importante
Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma y con todos tus pensamientos y a tu prójimo como a ti mismo: De estos dos mandamientos penden toda la ley y los profetas (Mateo 22:36 en adelante). Toda la ley esta en una palabra: Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Gal.5: 14). También se llama amor la ley de los reyes (Santiago 2:8).
Para mostrar cómo un hombre necesita amor, y como el amor es propio de la vida, es suficiente hacer referencia a un entorno en el que entra en el recién nacido, y en cada tipo de actividad humana. Niño, que nace, inmediatamente esta rodeado por un amor tan fuerte que el Señor compara su amor por la humanidad con el amor de la madre a su hijo (Is.49: 15, 66, 13). También llama la atención la actividad humana, nos preguntaremos ¿qué es lo que principalmente garantiza el éxito de cualquier actividad? No de otro modo que como el amor a su trabajo. Todo lo que hacemos, primero debemos tener un amor por el objeto de nuestra actividad. Y así es en el dominio moral. Todo tipo de virtudes morales y cristianas se originan en el amor.
¿Qué es el verdadero amor moral? En primer lugar, no es sólo sentimiento involuntario, encabezado por una fuerza de la imaginación, esta inherente a la voluntad y guiado por la razón. El fondo de la voluntad - es la base del verdadero amor. Es por eso que este amor puede ser inherente en el hombre, cuando los sentimientos se han apagado y le ha abandonado el poder de la imaginación. En que consiste el amor? Es una fusión de mi propio "yo" con el otro "yo" y, al mismo tiempo, la percepción de otro "yo" en mi propio yo. Pero la condición principal de un amor verdadero esta en que las personas que aman uno al otro se conserven cada uno su individualidad. El que ama a una persona no se pierde en su persona amada, pero si se olvida de sí mismo en ella. Este es el misterio y la cumbre del amor y la vida moral, que una persona puede olvidarse de uno mismo, pero conservando al mismo tiempo su personalidad, la conciencia y la dignidad personal. Sacrificando a sí mismo, el que ama se encuentra en otro, y, además, enriquecido, elevado por una vida más completa. Sigue a la instrucción bíblica: Más bienaventurado es dar que recibir (Hechos 20:35). Él sabe que de todos los beneficios que una persona tiene y lo que puedes dar a otro, el mejor regalo es él mismo, su personalidad. En general, el amor exige reciprocidad y por lo tanto tiene una recompensa en sí mismo. No podemos decir que el amor se basa en reciprocidad; corazón puede amar muchísimo no recibiendo una respuesta recíproca, pero el amor siempre quiere alcanzar el amor mutuo, tiene la esperanza de que le van a entender y le van a amar de la misma manera. Cuando este objetivo no se logra, y la esperanza no se hace realidad, ahí amor no puede permanecer vivo y activo. Pero una de las propiedades del amor moral es lo que tiene longanimidad, en las palabras del apóstol que siempre espera (1 Cor. 13:4,7).
¿Cuál es el fundamento del amor, y donde esta su fuente? Si nos amamos unos a otros, la fundación de nuestro amor es la afinidad de la naturaleza humana, e incluso teniendo las diferencias individuales tenemos una relación significativa entre nosotros, oculta en las profundidades de la raza humana. Esto es hueso de mis huesos y carne de mi carne (Génesis 2:23): con estas palabras de Adán, expresó su satisfacción por la aparición de Eva y su amor por ella, y como base de su amor, él señala que ve en ella la misma naturaleza que es en sí mismo. Pero la naturaleza humana la que subyace en el fondo de cada persona y la que puede sostener un amor mutuo, apunta a una naturaleza de carácter más general y completo, o el Divino, que se encuentra en la base de la primera. Como el hombre es una semejanza de la persona de la que nació, así toda la humanidad en su totalidad es la imagen y semejanza de su Creador, y debido a esta similitud se induce a amar al Creador. En Él vivimos, movemos y existimos (Hechos 17:28). Y, por lo tanto, la fuente del amor es Dios. Él es en sí mismo, en su propia naturaleza es un amor eterno: "Dios es amor" - dice Ap. Juan (4:8, 16). El amor de Dios es el primer amor, pero el amor nuestro es segundo amor. Debido a que el apóstol dice: Nosotros le amamos porque Él nos amó primero (1 Juan 4:19.). Tanto amó Dios al mundo que dio a su unigénito Hijo (Juan 3:16). Esta acción de Dios expresada en la manera más clara el elemento esencial del amor - el sacrificio. Este elemento debe ser característico y de nuestro amor por Dios. Debemos negarnos a nosotros mismos y olvidarnos para vivir por Dios y en Dios.
Aunque olvidarse a sí mismo no significa perderse en Dios. Al igual que en el amor de Dios hacía nosotros no es sólo el auto-sacrificio, sino la autoafirmación, es decir, Dios no se pierde a si mismo en el mundo, sino salva al mundo, y se glorifica, y así en el amor del hombre hacía Dios no sólo esta auto-sacrificio, pero también auto-conservación, como consecuencia de la identidad personal. Si es así, y ante Dios, el hombre conserva su individualidad, y sin embargo en su amor hacía Dios, se aparta de su existencia individual limitada, y se dirige hacia una existencia ilimitada de Dios, entonces la consecuencia natural es que su vida se vuelve de un contenido tan abundante y tan llena de satisfacción, que nunca se puede sentir un egoísta, que está bloqueado en su propia escasa personalidad. Dios es la más alta y la última fuente de amor y fuente inagotable de vida: el hombre sólo puede sacar de esta fuente abundante, y es esto posible sólo si se ama a Dios. Porque sólo el que permanece en el amor, en Dios reside, y Dios permanece en él (1 Jn. 4:16). El amor es algo divino en el hombre, es, por así decirlo, lo más humano de lo que hay en el hombre, y de lo más divino de lo que hay en Dios.
El amor hacía Dios nos obliga a amar al prójimo como a semejanza de Dios, y junto a este amor nos da el medio para aprender a amar a Dios y para demostrar su amor por Dios. En el prójimo amamos a Dios y en Dios amamos a nuestro prójimo. A través del amor por la humanidad y viviendo la vida, una persona sola se enriquece, y bendice su vida personal. Un egoísta, no sale de sí mismo, permaneciendo en su entorno estrecho y pobre.
Las motivaciones para cumplir con la ley moral.
El amor a Dios y al prójimo - es el primero y más puro motivación para cumplir con la ley moral. Amando al Señor, el alma tiene en sí a Dios, el objeto de sus deseos y aspiraciones. La persona empieza a tener una alegría perfecta, de la cual el Salvador Señor dijo a sus discípulos, enseñándoles el mandamiento del amor, y de la cual Él oró antes de sus sufrimientos al Padre celestial. Pero no todos y no siempre están alentados por esta motivación tan alta. Como el amor a Dios en nosotros esta lejos de ser completo y perfecto, especialmente en los individuos que se encuentran en el nivel más bajo de la perfección y conciencia, a menudo nos tenemos que
llegar a una vida moral por otro tipo de motivos, que además pueden actuar en nosotros por la fuerza. Por un lado, una representación de la voluntad de Dios, exige obediencia, pero por el otro por la memoria de nosotros a la espera de castigo o recompensa en función del rendimiento o el fracaso de la voluntad de Dios.
La Virtud.
Manifestaciones de la voluntad humana, que van de acuerdo con la voluntad divina, y crecen de sentimiento de amor a Dios y al prójimo, se llaman buenas o virtuosos: son las virtudes. Los que no son acordes con la ley moral y crecen del egoísmo y el orgullo se llaman malos o pecaminosos - pecados. Así, la palabra "virtud" es equivalente a la palabra "moral" y la palabra "pecado" es equivalente a la palabra "inmoralidad." Por lo tanto las propiedades de la virtud son las mismas que de la moral - es decir, la libertad y legitimidad, y la raíz espiritual de la virtud es el amor.
Cualquiera que cumple con toda la ley, pero peca en un punto, se hace culpable en todo (2:10). ¿Por qué? Porque él que ha pecado en algo afecta a la unidad de la voluntad, destruye la integridad de su carácter moral, viola la ley y una santa voluntad del Legislador (Santiago 2:11). La virtud, de hecho, es la virtud y no las virtudes, teniendo en cuenta la unidad de la voluntad, ley de la naturaleza y carácter producidos por una actividad moral. Pero las virtudes son muchas, si tomamos en cuenta los objetos diversos de la actividad humana, muchos de las partidas y momentos vividos por un hombre en el camino hacía el perfeccionamiento. En un aspecto, una persona puede ser más virtuosa, en otras - menos, o incluso viciosa; Uno inicia una vida virtuosa, y sus virtudes son todavía débiles, fragmentadas y escasas, y el otro ya se ha perfeccionado, y sus virtudes son fuertes, plenas y completas. Única en esencia, la virtud está fragmentada al extremo en los escritos de los teólogos católicos, especialmente en los casuistas y los jesuitas. En este sentido se oponen a los estoicos. Se aprende la virtud? Sócrates pensaba que se aprende, pero mezcló la virtud con el conocimiento. Aristóteles con razón, dijo que además del conocimiento, una virtud se compone de hábito de ejercerla. Por cuanto una virtud es el conocimiento - a saber, el conocimiento de las normas de la actividad y las circunstancias de ella, por tanto si se puede aprender, así los padres y maestros pueden comunicar la virtud directamente a los niños y estudiantes. Pero por cuanto la virtud es el hábito de ejercerla, por tanto no se puede aprender, es decir, no se describe en los libros y no sale de la boca de los padres y maestros, es necesario que cada uno se la adquiera para sí. Y esto es lo más importante en la virtud.
El pecado 35