Restaurante Casa Vallecas
Musgo y Liquen S. L.
Hotel Rural Villa de Berlanga
Posada Los Leones
Restaurante Senderos del Cid
Las Casas de Pandreula
Panadería Angelines
Bar La Plaza
Confitería El Torero
Hostal Ainoa
Casa Rural Islas Galápagos
Panadería Escolano
Carnicería Alcalde
Tienda Valeria Augusta
Casa Rural Museo del Cántaro
Carnicería Garijo
Electrodomésticos Luis Martínez Poza
Estanco Mercedes Garijo
Ferretería Luis Miguel Úbeda
Farmacia Carlos Lacarcel
Arteprint S. L.
Ayuntamiento de
Berlanga de
Duero
ISBN 978-84-616-9701-4
El Castillo de Berlanga. Siglos de Historia en torno a sus murallas
Empresas colaboradoras
El Castillo de Berlanga. Siglos de Historia en torno a sus murallas es el primer estudio en
profundidad, fruto del trabajo de varios investigadores, del singular conjunto monumental
que componen el castillo medieval y la fortaleza artillera de Berlanga de Duero (Soria).
Una obra en la que se hace un recorrido por la historia de este edificio desde un punto
de vista documental, arquitectónico, arqueológico, fotogramétrico y comparativo con
otras fortalezas de su época, con el fin de ofrecer un análisis lo más completo posible.
El Castillo de Berlanga
Siglos de Historia en torno
a sus murallas
Roberto De Pablo Martínez
Cristina Santos Ozores
(Eds.)
El castillo de Berlanga
Siglos de Historia en
torno a sus murallas
3
Edita
Asociación de Amigos del Castillo de Berlanga
Ilustraciones
José Ramón Almeida Olmedo
Editores
Roberto De Pablo Martínez
Cristina Santos Ozores
Fotografías
Los autores
Planos
Miguel Ángel De Pablo Ortega
LFA-DAVAP de la Universidad de Valladolid
Textos
Roberto De Pablo Martínez
Cristina Santos Ozores
Francisco Javier De Pablo Ortega
Fernando Cobos Guerra
José Javier De Castro Fernández
Daniel Cacho Barrios
Miguel Ángel De Pablo Ortega
Diego San Gregorio Hernández
Juan José Fernández Martín
Jesús Ignacio San José Alonso
José Martínez Rubio
Jorge García Fernández
David Marcos González
Luis Antonio García García
Francisco Morillo Rodríguez
Elena Casado Castrillo
Olatz Villanueva Zubizarreta
Maquetación y diseño
Cristina Santos Ozores
Agradecimientos
Los autores de este libro quieren expresar su agradecimiento por la
colaboración prestada a: Mª Concepción Abad, José Luis Martínez,
Mª Luisa Crespo, Mª Luisa Merino, José Vicente Frías, Leticia Peraita,
Flor Martínez, Felicidad Martínez, ARQUETIPO S.L. (especialmente
a Óscar Arellano) y Museo Numantino.
Imprime
Arteprint S.L.
Web Castillo de Berlanga de
Duero
I.S.B.N.: 84-616-9701-4
Depósito Legal: SO-32/2014
© De los textos y fotografías sus autores
© De la edición Asociación de Amigos del Castillo de Berlanga
Berlanga de Duero, 2014
Actividad subvencionada por el Ministerio de Educación, Cultura
y Deporte
4
Blog de la Asociacion de
Amigos del Castillo de
Berlanga
El castillo de Berlanga
Siglos de Historia en
torno a sus murallas
Asociación de Amigos del Castillo de Berlanga
2014
5
6
Índice
Prólogo
9
El reconocimiento de los valores excepcionales de la
fortaleza de Berlanga
11
El castillo en la historia de la villa de Berlanga
23
Excavaciones arqueológicas en el castillo de
Berlanga
75
Metodología híbrida de documentación para la
interpretación del castillo de Berlanga de Duero
109
Berlanga y la arquitectura militar de su época
129
El castillo de Berlanga: Análisis de sus estructuras
149
El castillo señorial de Berlanga (Siglo XV)
151
Claves de interpretación de la fortaleza
renacentista de Berlanga
177
Convivencia de dos conjuntos arquitectónicos
militarmente incompatibles: un persistente castillo
medieval y una inacabada fortaleza artillera
203
7
22
El castillo a través de la documentación
escrita
El castillo en la historia de la villa
de Berlanga
23
24
El castillo en la historia de la villa de Berlanga
Roberto De Pablo Martínez
Cristina Santos Ozores
Francisco Javier De Pablo Ortega
Este capítulo tiene como finalidad hacer un recorrido por la historia del castillo de Berlanga,
desde sus orígenes hasta el tiempo presente, a través de la documentación escrita puesto que
más adelante, en el capítulo III, se complementará esta visión histórica del castillo desde el punto
de vista arqueológico. Para ello se han consultado una gran cantidad de documentos históricos
ubicados en diferentes archivos tales como el Archivo de los Duques de Frías de la Sección
Nobleza del Archivo Histórico Nacional, el Archivo General de Simancas, el Archivo Municipal
del Burgo de Osma, el Archivo Municipal de Berlanga de Duero o el Archivo de la Colegiata de
Berlanga de Duero; así como crónicas y relatos de la época que nos ofrecen una información de
primera mano, todo ello acompañado de una abundante bibliografía para cada periodo histórico
ya que en la mayoría de los casos es necesario contextualizar los acontecimientos que ocurren en
Berlanga en la historia general de Castilla y de la Península Ibérica.
Como es lógico, la historia del castillo va íntimamente unida a la de la villa de Berlanga, con
lo cual es imposible relatar aquellos acontecimientos en los que cobró vida el castillo sin hacer
referencia al propio devenir histórico de su entorno, de la villa, de los habitantes de esta y de los
señores que se encargaron de su administración y que hicieron del castillo su hogar.
Por último, no hay que olvidar que todos estos hechos abarcaron más de mil años de historia y,
al realizar la difícil tarea de tratar de sintetizarlos en unas escasas páginas, muchos han quedado
en el tintero o no han podido ser tratados con la atención que se merecen.
Los Tiempos Previos
Los primeros vestigios documentados en la zona se remontan al Calcolítico y consisten en
varios fragmentos de cerámica que fueron encontrados en el entorno de Berlanga durante unas
prospecciones arqueológicas. Unos restos que ni certifican ni desmienten una ocupación en época
prehistórica por la escasa entidad de los mismos. Al igual que las cerámicas de la Edad del Bronce
halladas en superficie en una zona comprendida entre los valles del río Escalote y Talegones, en
el paraje de Villa Tapial y el Castillejo.
Los hallazgos más tempranos documentados en el cerro del castillo de Berlanga están situados
cronológicamente en la II Edad del Hierro. Se trata de apenas unos fragmentos de cerámica fina
anaranjada con decoración pintada en tonos marrones y negros que hacen intuir la existencia de
un asentamiento celtibérico en el cerro1.
La colina debió desocuparse durante la época romana, trasladándose la población al llano.
1 SAN GREGORIO HERNÁNDEZ, D. Y DE PABLO MARTÍNEZ, R, Informe Técnico de la excavación de la Torre del
Homenaje y el Cubo Suroeste del Castillo de Berlanga de Duero (Soria), Berlanga de Duero, Asociación de Amigos
del Castillo de Berlanga, 2012-13.
25
Las intervenciones allí realizadas han puesto de manifiesto la existencia de una población durante
los primeros siglos d.C., si bien tan solo ha sido confirmado por el hallazgo de algunos materiales
sueltos y un nivel de ocupación altoimperial2. Durante estos momentos la población pudo haber
sido conocida por el nombre de Valeránica3, tal y como nos dice el Arzobispo de Toledo siempre
que se refiere a Berlanga.
La ocupación tardoantigua, aunque no ha podido ser ratificada mediante una arqueología
moderna, fue documentada durante las excavaciones de Hans Zeiss llevadas a cabo a comienzos
del siglo XX. Estos trabajos dirigidos por el arqueólogo alemán se centraron en la excavación
de una necrópolis situada a las afueras de la población de Berlanga y de la que a día de hoy
desconocemos su localización exacta. En este cementerio se recuperaron tres piezas de época
visigoda4, dos hebillas de cinturón y una fíbula de bronce, que al parecer en 1984 estaban
custodiados en el Museo Diocesano de Vich.
Berlanga, tierra de disputas
Las primeras noticias escritas que hacen referencia al núcleo de Berlanga aparecen a partir
del siglo X, unas referencias recogidas en diversas crónicas de una forma vaga y sucinta, resultado
del panorama conflictivo que existía en la zona del Duero.
A comienzos del siglo X, en el año 912, comenzó la repoblación del territorio oriental
del Duero por parte de tres condes castellanos5, Munio Núñez (Conde en Castilla), Gonzalo
Fernández (Conde en Burgos) y Gonzalo Téllez (Conde en Lantarón), quienes por orden del rey
de León, García I, establecieron diversas fortificaciones en la zona. Este avance hasta los sitios
de Osma, San Esteban, Clunia, Haza y Roa, convirtió el curso del río Duero en una frontera
natural entre los territorios controlados por al-Ándalus y por León y Castilla. A partir de estos
momentos la zona comenzó a ser conocida como la Extremadura castellana, tierra de extremos o
de frontera, que fue un territorio de enfrentamiento entre los reinos cristianos y musulmanes a lo
largo de la siguiente centuria. Como respuesta a este avance cristiano el Emir, y más tarde Califa
de al-Ándalus, Abderramán III, inició una serie de campañas de castigo contra algunos de estas
localidades repobladas, tal fue el caso de la campaña contra Osma, San Esteban de Gormaz y
Clunia del año 920. Desafortunadamente, para este periodo no contamos con ninguna referencia
sobre Berlanga que, cabe suponer, en aquellos momentos sería una pequeña población de
frontera, con un escaso poblamiento y, a tenor de los datos con los que contamos en la actualidad,
26
2 ARELLANO HERNÁNDEZ, O. ET ALII, Intervención arqueológica. Palacio Duques de Frías. Berlanga de Duero,
Soria, Soria, Arquetipo, 2005.
3 No obstante debemos apuntar que los escritos de Rodrigo Jiménez de Rada (finales del XII-principios del XIII)
son los únicos que se refieren a Berlanga como Valeránica, “Valeranicam, quae nunc Berlanga”. Por lo tanto hay que
tener cierta precaución a la hora de referirse al asentamiento romano de Berlanga como Valeránica. Un tema que
necesitaría un estudio en profundidad.
4 ZEISS, H., “Die Grabfunde aus dem Spanischen Westgotenreich”, Berlin und Leipzig, 1934, p. 185, Láms. 3, 11 y
14, n.° 9.
5 MARTÍNEZ DÍEZ, G., El Condado de Castilla 711-1038, Valladolid, Junta de Castilla y León, p. 196 y p. 200.
probablemente sin fortificar6, situada en una zona de frontera en una posición cambiante entre los
reinos cristianos y musulmanes.
Este panorama cambió en la década de los cuarenta cuando, en el año 946 “An-Nasir
(Abderramán III) reedificó la ciudad de Medinaceli, que había sido abandonada hacía mucho
tiempo y estaba situada en la frontera media oriental enfrente del país de Castilla (…). Los trabajos
fueron acabados en el mes de septiembre del año 946 y los musulmanes pudieron habitar en la
ciudad con toda seguridad (…). Dios hizo de esta villa una ayuda para los musulmanes y una fuente
de angustia para los infieles”7. La fortificación de Medinaceli se enmarcó en la política del Califato
de asegurar la frontera musulmana en sus tres marcas. Es por ello que Abderramán III, además,
desplazó la capitalidad de la Marca Media de Toledo a Medinaceli con el fin de reforzar la zona
fronteriza más amenazada por el reino de León y Castilla8. A partir de este momento Berlanga
fue adquiriendo un creciente protagonismo como lugar de paso de campañas militares, razzias
y aceifas, que ahora tenían como lugar de partida Medinaceli en su camino hacia las tierras
castellanas del norte. Tal fue el caso de la campaña protagoniza en el 953 por el general Galib
contra las tierras de Fernán González.
Durante las dos décadas siguientes el califato, dando continuidad a su política de defensa
de la Marca Media que había comenzado en el 946 con la citada repoblación y fortificación de
Medinaceli, llevó a cabo un proceso de fortificación de la cuenca de los ríos Escalote y Bordecorex,
convirtiendo el eje Medinaceli-Berlanga-Gormaz en la principal vía de entrada a las tierras
castellanas y leonesas del Duero. Dicha ruta se protegió con la construcción de una gran red de
atalayas en los bordes de los páramos de estos dos ríos, construcciones que se han datado, a
tenor del análisis de la cerámica hallada y de las fechas aportadas por los análisis de C-14, entre
los años 945 y 9639. Aunque será en el año 965, con la construcción de la imponente fortaleza de
Gormaz, cuando el califato consolide el control sobre la zona. Información que conocemos por las
crónicas musulmanas “Al año siguiente, que fue el de 354 Galib hizo una nueva invasión en tierra
de Álava con otros dos generales llamados Yahaya ibn Muhammad al-Tuyibi y Qasim ibn Mutarrif
ibn Di-L-Nun, y talaron los distritos de dicha provincia y reedificaron el castillo de Gormaz que los
cristianos habían destruido algunos años antes”10 pero que también se ha visto confirmada por la
inscripción epigráfica aparecida en la iglesia de San Miguel de Gormaz “en el nombre de Dios
Clemente y misericordioso, Dios bendiga a Mahoma, el Sello de los Profetas. Mandó el siervo de
Dios, al-Hakam, al-Mustansir bi-llah, Príncipe de los Creyentes (¡Dios alargue su permanencia!)”11.
Es en este contexto, vinculado a este gran dispositivo defensivo, donde situamos el origen del
actual castillo de Berlanga de Duero. Aunque son pocos los vestigios con los que contamos, puesto
6 Esto se puede afirmar por el hecho de que en todas las campañas militares desarrolladas a lo largo de las tres
décadas siguientes a la repoblación de las plazas del alto Duero, se citan asentamientos como Osma, Gormaz,
Castrobón o Atienza, como lugares por los que pasan los ejércitos de Abderramán III.
7 IBN IDHARI, Al-Bayan Al-Mugrib , II, trad. Fagnan, Argel, 1901-1904, p. 355.
8 MARTÍNEZ DÍEZ, El Condado de Castilla..., p.396.
9 COBOS GUERRA, F. Y DE CASTRO FERNÁNDEZ, J. J., Castillos y fortalezas, León, Edilesa, 1998, p. 41.
10 Ibíd. p. 38.
11 Ibíd. p. 39.
27
Situación de las principales fortalezas y atalayas en la cuenca del Escalote y del Bordecorex, de camino a Medinaceli.
1. La Taína de la Hoz, Bayubas de Abajo
2. El Pico del Águila, Berlanga de Duero
3. El Barranco de la Torre, Berlanga de Duero
4. La Torre, Casillas de Berlanga
5. La Atalaya, Paones
6. Brías
7. La Atalaya, Nograles
8. La Atalaya, Abanco
9. La Veruela, Caltojar
28
10. Torremocha, Bordecorex
11. La Ojaraca, Caltojar
12. Torre Melero, La Riba del Escalote
13. El Tiñón, Rello
14. Torre del Agua, Rello
15. Valdelatorre, Barcones
16. Andaluz
17. Torre de Morales
que la arqueología en el edificio todavía tiene mucho que contar como
veremos más adelante en el apartado correspondiente, sabemos que
durante la época islámica Berlanga contó con una fortaleza, de menores
dimensiones a las del castillo de Gormaz, que ocupó la parte alta del
cerro y a la que se accedía mediante una entrada en recodo y que ha sido
documentada en la última intervención arqueológica. Es muy probable que,
durante la segunda mitad del siglo X y primera mitad del XI, controlada
esta parte de la frontera, Berlanga contara con una población estable
enclavada en el cerro del castillo en torno a esta fortaleza, tan solo
testimoniada hasta este momento por la aparición de algunos fragmentos
cerámicos12. Esta comunidad desarrollaría su actividad cotidiana en un
entorno dominado por varias atalayas: la del Pico del Águila (situada en
el paraje conocido como Las Atalayas), la del Barranco de la Torre (en Los
Cordeles, entre la cuenca del Escalote y Talegones) y La Torre (cercana
a Casillas), de las que solamente quedan los basamentos. Estas torres no
solamente vigilaron los movimientos cristianos poniendo en aviso a los
habitantes de la zona mediante fuegos nocturnos o ahumadas diurnas,
sino que también procuraron por la guarda de los cultivos y ganados13,
adquiriendo un valor económico añadido y confirmando la existencia de
poblaciones estables de labradores y ganaderos que desarrollarían su
vida en un entorno de frontera.
A lo largo de los años siguientes, los habitantes de esta zona fueron testigos del continuo
paso de los ejércitos de al-Ándalus que, desde Medinaceli y comandados por los generales Galib
y posteriormente Almanzor, tuvieron como objetivo las tierras castellanas, pero también la defensa
de las plazas más adelantadas. Así es como, en el 975, el califa al-Hakam decidió enviar refuerzos
al mando del general Galib para acabar con el asedio que el conde castellano García Fernández
había puesto contra la fortaleza de Gormaz, un hecho que terminó con la tregua establecida años
atrás entre el Califato y los reinos cristianos. Galib y sus tropas pasaron por Berlanga de camino
a Gormaz, como relata el cronista Ibn Ahmad, “el visir generalísimo du-l-sayfayn había acampado
el sábado 22 de dicho mes [7 de mayo] en el castillo de Barahona y permaneció en él hasta
que se fueron incorporando algunas tropas rezagadas. Luego avanzó hasta Berlanga, y desde
esta hasta el monte de en medio de la llanura, al sur del asediado castillo de Gormaz, a la orilla
del río Duero, que separaba los territorios del Islam del mencionado castillo”14. Sin embargo, el
ejército de Galib no pudo vadear el Duero y, tras varios días acampados, decidieron retirarse
nuevamente a Barahona, estableciendo allí el campamento principal. Dos meses después, ante
un intento fallido por parte de las fuerzas cristianas de tomar el castillo, la guarnición de Gormaz
repelió el ataque consiguiendo poner fin a un asedio que había durado varios meses y obligando
12 En el capítulo de arqueología de este volumen.
13 ESTÉVEZ SOLA, J. A. (Ed.), Crónica Najerense, Madrid, Akal, 2003, p. 167.
14 Así lo recoge MARTÍNEZ DÍEZ, El Condado de Castilla…, p.479.
Representación de una
atalaya islámica. Ilustración
de Ramón Guillén, en
VV.AA.,
Atalayas
y
fortalezas en la frontera del
Duero, Soria, Diputación
Provincial de Soria, 2003.
29
Castillo de Gormaz.
30
a las tropas cristianas a retirarse, permaneciendo así la fortaleza en manos musulmanas al mismo
tiempo que la línea de frontera se consolidaba.
Mientras estos acontecimientos tenían lugar en la frontera de la Marca Media, en el Califato
comenzó a cobrar una mayor importancia política la figura de Almanzor (Abu Amir), yerno de
Galib. Almanzor tras ser nombrado hayib o primer ministro del joven califa Hisham II despojó a
este de todos sus poderes y lo recluyó en su palacio, asumiendo así el gobierno. El comportamiento
de Almanzor pronto encontró la oposición de Galib. Sin embargo, el choque entre ambos no se
hizo público hasta el incidente de Atienza del 980, momento en que se desecadenó una guerra
civil. En dicha guerra tenemos, por un lado, a Almanzor, como gran hayib de Córdoba, con un
ejército de reciente creación compuesto por bereberes provenientes del norte de África y, por
otro, a Galib, visir generalísimo de la Marca Media, que era muy estimado por el ejército de la
frontera. Almanzor inició inmediatamente las hostilidades lanzando sus tropas contra Medinaceli,
la cual ocupó y saqueó, arrebatando así la capitalidad de la Marca al veterano general. Cabe
suponer, además, que otras plazas fuertes de la frontera de la Marca Media leales a Galib,
fueran también atacadas y saqueadas por Almanzor, caso de Berlanga, Gormaz o Atienza. Sin
embargo, las noticias de estos ataques del hayib contra las plazas islámicas de la zona no vienen
de la mano de las crónicas árabes sino de las fuentes cristianas, las cuales hablan de la conquista
y destrucción de Berlanga y Atienza15 por parte de Almanzor, pero hay que puntualizar que
15 El Arzobispo Jiménez de Rada en su Historia de los hechos de España nos relata como “Almanzor (…) a su regreso
a través de Castilla, conquistó y destruyó Osma, Alcubilla, Valeránica, que ahora es Berlanga, y Atienza.” Este pasaje
contiene un error, ya que el cronista mezcla la campaña de Almanzor contra Osma y Alcubilla del 990 (MARTÍNEZ
DIEZ, G., El Condado de Castilla…, pp. 495-525), controladas hasta este momento por Castilla, con el ataque contra
las plazas islámicas de la frontera, leales a Galib durante la guerra civil entre ambos. La conquista de las plazas de
Almanzor no conquistó estas plazas a los cristianos sino al bando de Galib, aliado del Conde de
Castilla García Fernández, de ahí que las fuentes cristianas lo vieran como una pérdida.
Esta guerra civil, que tuvo sus principales enfrentamientos en la frontera con el Condado de
Castilla, encontró su desenlace al año siguiente, en el 981, con la definitiva batalla de Torrevicente,
donde Almanzor venció a las tropas aliadas de Galib, quien además resultó muerto durante el
lance.
Los siguientes veinte años la comunidad asentada en Berlanga vivió un periodo de relativa
tranquilidad gracias a la agresiva política que Almanzor desplegó contra los reinos cristianos, los
cuales tuvieron que replegarse a posiciones más septentrionales y aguantar las continuas razzias
y aceifas del hayib. Una política que no solo aseguró la frontera de la Marca Media, hasta ese
momento establecida en la zona de Gormaz y Berlanga, sino que fue capaz de ampliarla hasta
Osma y Alcubilla mediante la campaña del año 990. Sin embargo, no tardaría mucho en cambiar
la situación de la frontera.
La muerte de Almanzor en el 1002 y, posteriormente, la de su hijo mayor Abd al-Malik
en 1008, puso en manos de su hijo menor Abd al-Rahman, apodado Sanchuelo, el puesto de
hayib. Abd al-Rahman a continuación, hizo que Hisham II le nombrara su sucesor al trono califal,
lo que en el año 1009 desencadenó, primero, una sublevación en Córdoba que acabó con su
vida y, posteriormente, una guerra civil entre dos candidatos al trono cordobés que se habían
proclamado califas, Sulayman16 y al-Mahdi.
En esta nueva situación, creada por las luchas internas dentro del califato, Berlanga y otras
plazas de la frontera de la Marca Media comenzaron a ser utilizadas por los distintos candidatos
como moneda de cambio para conseguir el apoyo de Castilla. Así es como Sulayman, refugiado
entre los bereberes, con el fin de derrotar a al-Mahdi, que controlaba la capital, envió una
embajada al conde castellano Sancho García solicitando su apoyo a cambio de entregar una
serie de plazas situadas en la frontera del Alto Duero, entre las que se encontraba Berlanga.
El conde castellano aceptó la oferta y unió sus tropas al ejército bereber de Sulayman, el cual
se dirigió a Córdoba donde entraron triunfantes tras hacer huir a al-Mahdi. Sin embargo, aun
habiendo tomado la capital del califato, Sulayman no estaba en disposición de entregar las plazas
de la frontera a Sancho García, ya que estas estaban controladas por Wadhid, general de la
frontera partidario de al-Mahdi, lo que obligó a Sulayman a comprometerse a entregarlas cuando
estuvieran bajo su control.
La guerra continuó sin decantarse definitivamente hacia ninguno de los dos bandos hasta que,
dos años después, en el 1011, Sulayman ofreció nuevamente las plazas de la frontera, además de
otras fortalezas conquistadas por Almanzor en la cuenca central del Duero, a cambio del apoyo
Berlanga y Atienza a los cristianos es un hecho imposible, ya que ambas, al igual que Gormaz, no llegaron a ser
controladas por los cristianos durante el último cuarto del siglo X. Por el contrario es factible que Almanzor conquistara
estas plazas a los musulmanes de Galib, aliados del Conde castellano García Fernández, durante la citada guerra
civil. La particularidad de esta crónica es que la única en la que se describe el ataque de Almanzor a Berlanga, aunque
no es la única que cuenta la ofensiva del hayib contra Atienza.
16 Quien había sustituido como candidato a su tío al-Rasid (nieto de Abd al-Rahman III) que había sido degollado por
al-Mahdi poco después de proclamarse califa.
31
del conde castellano. Pero esta vez Sancho García prefirió no respaldar a Sulayman y pactó con
Wadhid, quien seguía controlando las plazas de la frontera, la entrega de las plazas conquistadas
por Almanzor a cambio de la no intervención en el conflicto. De esta manera, las plazas del Alto
Duero pasaron a manos castellanas a excepción de Berlanga, Castrobón y Meronim, a cambio
de las cuales se ofrecieron 50 rehenes. Así lo recogen los Anales Compostellani “In era MXLIX
[año 1011] dederunt comiti Sanctio San Stephanum et Cluniam et Osma et Gormaz dederunt ei L
obsides pro Castrobon et Meronim et Berlanga”17.
Finalmente, Berlanga se mantuvo en manos del califato hasta su desaparición en 1031
quedando posteriormente englobada en la Taifa de Zaragoza en una zona de frontera con
Toledo y Castilla.
La descomposición del Califato y la posterior división de al-Ándalus en reinos taifas, debilitó
el poder musulmán, lo que fue aprovechado por los diferentes reinos cristianos para iniciar una
ofensiva hacia el Sur. El rey Fernando I de Castilla, tras un primer periodo de reconstrucción,
consolidación y fortalecimiento interno de su reino, vio llegada la hora de retomar la ofensiva hacía
el sur del Duero, con la conquista de algunos castillos y poblaciones de la frontera como Berlanga
o Gormaz. En este contexto, en torno al año 1060, Fernando I fijó su objetivo en las poblaciones
musulmanas del Alto Duero y aprovechando la llegada del verano, “los ataca repuesta la tropa,
y tras capturar el pequeño poblado de Gormaz, llegó a Vadorrey. Cuando hubo sometido esta
ciudadela a su poder, se dirigió envalentonado a la ciudad de Berlanga, que servía de protección
a otros castillos situados en su derredor. También los moros de aquella ciudad, para no ser presa de
sus enemigos, golpeados por un gran temor, antes de que el rey los cogiera, durante algunos días
horadaron la muralla en diversas direcciones y prepararon su fuga dejando tras de sí una tropel
de mujeres y de niños. Después de este triunfo invadió la plaza de Aguilera, ganó el poblado
de Santiuste y tomó luchando la villa de Santamera. Igualmente atacó Güermes y la asoló. Incluso
echó al suelo todas las torres vigía que sobresalían, según la costumbre bárbara, por encima del
monte Parrantagón y los pueblos del valle del Bordecorex construidos por doquier por los campos
para protección de los bueyes de labor”18.
La lectura detallada de este pasaje de la Cronica Najerense19 sobre la conquista de Berlanga,
apoyada por los documentos arqueológicos, pone de manifiesto dos realidades distintas. En primer
lugar nos describe Berlanga como una población de frontera, fortificada con un castillo, que ha
sido documentado durante las últimas intervenciones arqueológicas, y tal vez rodeada por una
muralla perimetral de la que parecen conservarse restos en la llamada Cerca Vieja de la Villa. Es
más, nos describe una Berlanga habitada por numerosas familias, “prepararon su fuga dejando
tras de sí una tropel de mujeres y de niños”, dedicadas a actividades agropecuarias, “las torres
vigía (…) construidos por doquier por los campos para protección de los bueyes de labor”, y que
17 FLÓREZ, E., España Sagrada, XXIII, Madrid, 1767, p. 319
18 ESTÉVEZ SOLA, J. A. (Ed.), Crónica Najerense, Madrid, Akal, 2003, p. 167.
19 Este pasaje de la Crónica Najerense es muy similar al que aparecen en la Historia Silense (PÉREZ DE URBEL, J. Y
GONZALO RUIZ-ZORRILLA, A. (Eds.), Historia Silense, Madrid, CSIC, 1959, p. 194-195).
32
durante los últimos años de dominación islámica sirvió como punto de referencia o se
estableció como núcleo central de las poblaciones de su alrededor.
En segundo lugar, este pasaje nos relata un acontecimiento puntual: la llegada
de las tropas de Fernando I hasta la zona, la conquista de varias plazas, entre ellas
Berlanga, donde horadan la muralla por varios lugares, y la demolición de algunas
atalayas en el valle del Bordecorex. La intervención arqueológica practicada en la torre
del homenaje del castillo de Berlanga, ha documentado el levantamiento de muros de
mampostería encofrada, aparejo datado en la época de Fernando I20, sobre los muros
de la fortaleza islámica, una construcción que se ha interpretado como las obras de
reconstrucción o reparación de los daños sufridos antes de la llegada del rey castellano
y de fortificación del castillo, ya que a partir de entonces Berlanga pasaba a ser la
primera fortaleza bajo poder cristiano de camino a Medinaceli. Asimismo, la inexistencia
de atalayas en pie en el entorno de Berlanga confirma el derribo de las mismas por
parte de Fernando I, si bien aún hoy son visibles restos de algunas de ellas.
Tras la campaña de conquista de Fernando I, la frontera se trasladó hasta Berlanga,
convirtiéndose esta en bastión castellano y punta de lanza en el avance hacia el Reino
de Zaragoza. Durante los siguientes cincuenta años, hasta la conquista de Medinaceli
por parte de Alfonso VI en 1104, Berlanga se mantuvo en la primera línea de frontera.
De hecho, aun después de la ofensiva de Alfonso VI hacia el sur, la cual había llevado la
frontera hasta el Tajo con la célebre toma de Toledo en el 1085, Berlanga siguió manteniéndose
en el límite, marcando la raya castellana con el reino taifa de Zaragoza. Esta frontera fue defendida
por Rodrigo Díaz de Vivar, más adelante conocido como El Cid, en un combate singular frente a
un sarraceno de Medinaceli al cual, no solo venció, sino que acabó dando muerte, siendo, este,
un episodio poco conocido21.
La llegada de los almorávides y la unificación de todo el territorio de al-Ándalus bajo un único
mandato aun depararía un último encuentro con las tropas sarracenas. Aprovechando las luchas
internas entre el rey Alfonso I de Aragón y la reina Urraca de Castilla y de León, en el año 1113 los
almorávides sitiaron el castillo de Berlanga. La Historia Compostelana nos cuenta como estando
en Burgos Urraca recibe la noticia del asedio al castillo de Berlanga. Fue entonces cuando la reina
solicitó a los caballeros gallegos que le habían ayudado a recuperar el castillo de Burgos, que
había estado en poder de Alfonso I, que no regresaran a su patria, “se presentó en el campamento
e intentó con todo su empeño hacerles desistir de su propósito de marchar. Pues quería mandarlos
al castillo de Berlanga, que habían sitiado los almorávides. Pero todos ellos, negándose de común
acuerdo a los ruegos de su señora, se apresuraron a marchar cuanto antes”22. A pesar de la
negativa de los caballeros gallegos, “el conde Pedro con una parte de sus caballeros y el conde R.
y M. Peláez, así como M. Gelmírez, hermano del obispo de Santiago, con parte de los suyos y de
los caballeros de su hermano, y otros muchos próceres de Galicia se dirigieron a Berlanga, hacia
20 Ver capítulo de el castillo a través de la arqueología de este volumen.
21 MARTÍNEZ DÍEZ, G., El Cid histórico, Barcelona, Planeta, 1999, p. 59.
22 FALQUE REY, E. (Ed.), Historia Compostelana, Madrid, Akal, 1994, p. 216
Rey Fernando I en Libro
de las Estampas, f. 29v.
Archivo Capitular de León)
33
el asedio de los almorávides, y al no encontrarlos allí regresaron”23. El contingente militar al llegar a
Berlanga vio que los almorávides habían levantado el asedio, la guarnición que defendía la plaza
había logrado repeler el ataque.
El enfrentamiento entre Alfonso el Batallador y Urraca continuó hasta la ruptura del matrimonio
entre ambos en 1114. Sin embargo, las hostilidades se reanudaron tras la muerte de la reina
castellana, en 1126, momento en que su hijo y heredero, Alfonso VII, pretendió recuperar las plazas
que aún seguía manteniendo el rey aragonés. Las Paces de Támara, de 1128, evitaron el choque
entre ambos otorgando el control de las plazas de la Extremadura soriana al Batallador, las
cuales no pudo recuperar Alfonso VII hasta la muerte del rey aragonés. Es por ello que durante el
corto periodo entre 1128 y 1134 Berlanga permaneció en la órbita de Alfonso I de Aragón, quien
dio en tenencia la plaza a un destacado miembro de la nobleza navarro-aragonesa, Fortunio
Aznárez, el cual, en 1131 aparecía compartiéndola con García Sanz24. La posesión de la plaza por
parte de Fortunio Aznárez se mantuvo hasta poco después de la muerte del Batallador, momento
en que Berlanga pasó definitivamente a formar parte del reino de Castilla, así lo demuestra la
redistribución de jurisdicciones episcopales hecha en el Concilio de Burgos de 1136.
Ermita de San Baudelio de
Berlanga, cuya construcción
es contemporánea a la
repoblación de Berlanga.
34
La Villa de Berlanga, cabeza de una Comunidad de Villa y Tierra
Tras los primeros intentos colonizadores por parte de leoneses y castellanos en la primera
mitad del siglo X, se llevó a cabo una gran política repobladora a finales del siglo XI con el fin de
afianzar el dominio de esta zona de frontera al sur del Duero –conocida como Extremadura–, aun
insegura frente al avance musulmán. La nueva política repobladora se intensificó especialmente
tras la toma de la ciudad de Toledo por parte de Alfonso VI, una conquista clave desde el punto
de vista estratégico ya que representaba el avance de los reinos cristianos hacia el valle del Tajo;
ello hacía necesario consolidar el poblamiento cristiano en la retaguardia, en las tierras de la
Extremadura25.
Se consiguió atraer a nuevos pobladores a estas tierras gracias a la concesión de una
serie de privilegios y la aceptación de unas normas que, en un primer momento, tuvieron un
carácter fundamentalmente consuetudinario. Es decir, se trataba de una serie de costumbres por
las que se regulaba la vida diaria de las gentes de una determinada zona y que, posteriormente,
quedaron plasmadas por escrito a instancias del poder oficial. Poco a poco este derecho local se
fue completando, recogiendo nuevas disposiciones y pasando a regular una zona más concreta,
dando así lugar a los fueros locales. La concesión de estos fueros por parte del poder regio venía
a confirmar, por tanto, el reconocimiento de unas costumbres y usos antiguos que eran practicados
por la población desde tiempo atrás y que adquirían, con su puesta por escrito, el rango de ley
aunque solo aplicable la población de esa comunidad26.
23 Ibíd. p. 217
24 GUARDIA PONS, M., San Baudelio de Berlanga, una encrucijada, Barcelona, Universitat Autónoma de
Barcelona, 2011, p. 132y 133.
25 VALDEÓN BARUQUE, J., Los orígenes históricos de Castilla y León, Dueñas, Ámbito, 2009, p.31.
26 MÍNGUEZ, J. Mª., Alfonso VI. Poder, expansión y reorganización interior, Hondarribia, Nerea, 2000, pp. 76 y 77.
Mapa de las Comunidades
de Villa y Tierra al sur del
Duero en el siglo XIII.
A lo largo de los años fueron llegando a Berlanga nuevas gentes como resultado de los
sucesivos intentos repobladores, gracias a los cuales se fue estructurando el trazado de la villa. Así,
poco a poco se fue consolidando una población estable que favoreció que Berlanga se erigiera
como cabeza de una Comunidad de Villa y Tierra conformada por hasta 33 aldeas27, una nueva
forma de organización territorial y administrativa característica del territorio de frontera de la
Extremadura del sur del Duero y que agrupaba varias aldeas en un régimen común que dependían
de una villa principal, que era la encargada de tomar las decisiones que afectaban al conjunto del
territorio. Por lo general, esta villa se trataba del lugar de mayor relevancia del entorno, dotado
con elementos defensivos como murallas o fortalezas tal y como describíamos anteriormente para
el caso de Berlanga, que contaba con una muralla realizada en piedra de mampostería que
rodeaba todo el cerro del castillo y que muestra varias fases constructivas. La Comunidad de Villa
y Tierra consistía en una estructura territorial que dependía única y directamente del monarca
y tenía una gran autonomía en todos los ámbitos, ya que era administrada por un concejo que
recibía del rey todos sus poderes: judiciales, administrativos, económicos o militares. Asimismo,
estaba encargado de varias funciones como el reparto de tierras entre los vecinos, atraer nuevos
pobladores y fijar sus condiciones de asentamiento, establecer el régimen jurídico que regulaba
27 Integrada por 20 aldeas, a las que habría que sumar otras 13 que se despoblaron antes de 1594. Según
MARTÍNEZ DÍEZ, G., Las Comunidades de Villa y Tierra de la Extremadura Castellana, Madrid, Editorial Nacional,
1989, p.126.
35
Muralla (denominada la
Cerca Vieja) que rodea
el cerro del castillo de
Berlanga de Duero.
36
las relaciones entre el concejo y las aldeas etc. Todos estos rasgos van a ser particulares de esta
sociedad de frontera, caracterizada por tener una gran autonomía respecto del poder real y una
fuerte militarización.
Las particularidades y privilegios de estas organizaciones se fueron recogiendo, como hemos
señalado anteriormente, en diversos fueros. De hecho, para esta zona que estamos tratando
conocemos la existencia de varios de ellos, entre los que destacarían los de Sepúlveda y Andaluz
por su antigüedad, ya que fueron otorgados en el 1076 y 1089 respectivamente. Ambas villas se
encontraban a la cabeza de Comunidades de Villa y Tierra, tal y como ocurría con Berlanga, con
lo cual no hay que descartar la existencia de un fuero que regulara la convivencia de las aldeas
del entorno berlangués, a pesar de que hasta el momento no se conoce y solo tenemos constancia
del mismo a través de una breve alusión en un documento del siglo XVI referente a un pleito entre
la villa y su señor28. En definitiva, lo que si podemos asegurar es que Berlanga quedó a la cabeza
de esta nueva y particular forma de organización territorial, pasando a ser una villa de realengo
durante los siglos siguientes.
Por otra parte, la iglesia se convirtió en un centro organizativo para esta nueva población
que se fue agrupando en villas o aldeas, núcleos amurallados conformados en torno a una red
parroquial. Pues, de forma paralela a la política repobladora, se llevó a cabo una revitalización
eclesiástica restaurándose las viejas sedes episcopales de época visigoda y cuyas divisiones,
28 “ (…)que estays en posesión de regar la dehesa de la villa con el agua de mis moliendas por vuestra propia
autoridad, sin mi licençia y sin pagar intereses ni daños que a las dichas mis moliendas se les rrescresçe dellas de los
dos días en semana que conforme al fuero della villa teneys” en AHN, Frías, C. 340, D.1-46.
prácticamente olvidadas en esta época, fueron causantes de numerosos conflictos entre las diócesis
de Osma y Sigüenza por el dominio de los territorios de esta zona. De esta manera, Berlanga
quedaba incorporada dentro de la diócesis de Osma tras el Concilio de Husillos celebrado el año
1088. Sin embargo, años más tarde, en 1137, el obispado de Sigüenza entregó a Osma la ciudad
de Soria y otras poblaciones a cambio de recibir varios territorios entre los que se encontraba el
de Berlanga29.
A consecuencia de este proceso repoblador, la villa de Berlanga se fue
estructurando en torno a diferentes iglesias parroquiales que condicionaron el propio
trazado urbano de la misma al emplazarse estas en lugares destacados. Sin embargo,
la parroquia no se trataba solo de un edificio de culto, sino que era un elemento que
excedía de sus funciones meramente religiosas, asumiendo otras de carácter más civil o
social ya que, junto a ellas, fueron surgiendo collaciones o barrios conformados por los
vecinos que pertenecían a esa parroquia y de la que recibían los sacramentos, dando
lugar a un nivel primario de organización y de integración vecinal30 y convirtiéndose
en el centro de la vida comunitaria. Unas iglesias que fueron surgiendo desde finales
del siglo XI y durante los siglos XII y XIII, de forma paralela a las diferentes oleadas
repobladoras, por lo que se habrían tratado de templos de estilo románico y de
tránsito al gótico, llegando a erigirse hasta un total de 10: Santa María del Mercado,
Santo Tomé, San Gil, San Andrés, San Miguel, San Nicolás, San Pedro, San Facundo,
San Esteban y San Juan31.
Con la consolidación de una red de población dependiente únicamente del
monarca, como eran las Comunidades de Villa y Tierra, surgió un estamento popular
que comenzó a prestar su consejo al monarca a través de las Cortes32, al igual que
venían haciendo los otros dos estamentos de poder, la nobleza y el clero, en la Curia Regia. De
esta manera, la importancia que fue adquiriendo la villa de Berlanga en aquellos momentos quedó
patente en su participación en las Cortes convocadas por Alfonso VIII en el año 1188 en Carrión.
Fueron unas Cortes de gran importancia, no solo por los temas que se trataron, sino porque fue la
primera asamblea a la que se permitió asistir a los procuradores de las ciudades y villas del reino,
instaurándose desde ese momento como algo regulado y convirtiendo a las Cortes en un lugar de
encuentro entre el rey y su reino. Así nos lo relata el cronista Núñez de Castro al describirnos como
“Congregó Cortes el Rey en la villa de Carrión de los Condes, donde concurrieron de nueuo el
29 Según GUARDIA, San Baudelio de Berlanga... p.21.
30 AYLLÓN GUTIÉRREZ, C., “Estructura parroquial en el sureste de Castilla a fines de la Edad Media”, Medievalismo,
20, 2010, pp. 173-202.
31 Para más información sobre el tema ver DE PABLO MARTÍNEZ, R., DE PABLO ORTEGA, F. J., Y SANTOS OZORES
C., “Las antiguas iglesias de Berlanga: Entre la arqueología y la documentación escrita”, Celtiberia CES-CSIC, Nº 107,
2013, pp. 133-171.
32 Las Cortes se trataban de unas reuniones asamblearias que venían a sustituir a la vieja institución de la Curia
Regia, y que tenían un carácter claramente estamental ya que los asistentes representaban a un grupo social. Así
ocurría con los procuradores que eran los representantes del común, generalmente eran elegidos dos por concejo y
acudían a las Cortes para exponer, ante el monarca, las peticiones o quejas ciudadanas.
Restos de la antigua iglesia
de San Juan en el cerro del
castillo.
37
Pintura mural del siglo XIII
de la Capilla del Tesoro del
monasterio de Santa María
de Valbuena (Valbuena de
Duero, Valladolid).
38
Rey Don Alonso de León(…). Hallaronse presentes Don Martín, Obispo de Burgos,
el de Calahorra, Don Domingo de Ávila; y los Ricos hombres, que la Escritura
de Capitulaciones llama Príncipes y Nobles, que prestaron omenage al Rey
Don Alonso para estos conciertos (…). Asistieron también a estas Capitulaciones
y Cortes los Procuradores de las Ciudades y Villas siguientes: Toledo, Cuenca,
Huete, Guadalaxara, Coca, Portillo, Cuéllar, Pedraça, Hita, Talamanca, Vzeda,
Buytrago, Madrid, Escalona, Maqueda, Talauera, Plasencia, Truxillo, Segouia,
Aréualo, Medina del Campo, Olmedo, Palencia, Logroño, Calahorra, Arnedo,
Tordesillas, Simancas, Torre de Lobatón, Monte alegre, Fuente pura, Sahagún,
Cea, Fuentidueña, Sepúlueda, Ayllón, Madruelo, San Esteuan de Gormaz,
Osma, Tarazena, Atiença, Sigüença, Medina-Celi, Berlanga, Almaçan, Soria,
Ariza, Valladolid”33.
De forma simultánea a este proceso de fortalecimiento del poblamiento, el
avance cristiano hacia el sur con el rey Alfonso VIII continuó imparable a lo largo
del siglo XII. El resultado de la cruzada contra los almohades de al-Ándalus,
emprendida por el rey castellano y el Papa Inocencio III, se plasmó en la batalla
de las Navas de Tolosa en 1212, gran hito que marcaría el principio del fin de
la hegemonía musulmana en la Península Ibérica. Castilla contó en esta empresa
con el apoyo de otros reinos peninsulares como Aragón o Navarra, algunos
caballeros portugueses y leoneses y tropas de órdenes militares. Si bien, el ejército castellano fue
el principal y más numeroso ya que no estuvo integrado solo por caballeros, sino también por
las huestes urbanas y las milicias de los concejos de numerosas villas y ciudades del reino34. Estas
milicias eran grupos armados conformados por los habitantes de las propias villas y que eran
reclutados y controlados por los concejos de las mismas gracias a los privilegios de sus fueros, por
lo que gozaban de una cierta autonomía en sus acciones a pesar de encontrarse supeditados a
la obediencia del rey. Entre las obligaciones que tenían se encontraban la vigilancia y defensa de
la villa, construcción de murallas, realizar incursiones en territorio enemigo y unirse a la hueste real
cuando el rey lo solicitase35.
La masiva participación de estas milicias concejiles fue resultado del amplio llamamiento
general que realizó el rey Alfonso VIII el año anterior, pregonándose por “todas las provincias
33 NUÑEZ DE CASTRO, A., Coronica de los señores reyes de Castilla, Don Sancho el Deseado, Don Alonso el
Octauo y Don Enrique el Primero, Madrid, 1665, pp.154-155.
34 A su frente estaban 500 caballeros y la milicia del concejo de Madrid, al mando de Diego Lope de Haro.
Una segunda línea estaba formada por dos grupos: el primero compuesto por las órdenes militares de templarios,
hospitalarios, santiaguistas y calatravos, al mando de Gonzalo Núñez de Lara; al mando del otro grupo se encontraba
Ruy Díaz de Cameros y estaba conformado por las milicias de los concejos de Soria, Almazán, Atienza, San Esteban
de Gormaz, Berlanga, Ayllón y Medinaceli. En la última se encontraba Alfonso VIII con importantes nobles y prelados,
acompañados de los concejos de Toledo, Valladolid, Olmedo, Arévalo, Cuellar, Coca, Plasencia y Béjar. Otros
concejos, como Segovia, Ávila, o Medina del Campo, tuvieron que unirse al ejército Navarro y Aragonés para
reforzarlos.
35 MENEGHELLO, R., “Milicias concejiles en la Plena Edad Media Hispana. El caso de Castilla y León en los siglos
XII y XIII”, Historias del Orbis Terrarum, 3, 2009, pp.92-102.
de su reino”36, y que se enmarcaba dentro del derecho que tenían los señores de solicitar ayuda
militar a sus súbditos. Así “en cuanto a los concejos de las ciudades y los pueblos, acudieron tal
cantidad de escuadrones dotados de caballos, armas, transportes, víveres y todo lo preciso para
la guerra”37. Entre estas huestes se encontraba la de Berlanga que, según relataron crónicas
posteriores como la Estoria de España, se situó junto con otras mesnadas de villas próximas como
Atienza, Medinaceli, Soria o Ayllón en una de las “costaneras” de la línea central del ejército
castellano. En definitiva, toda esta suma de esfuerzos militares gracias a la colaboración conjunta de
varios reinos peninsulares con el apoyo de milicias concejiles, órdenes militares y el Papado, se saldó
con una importante victoria para el bando cristiano y la aplastante derrota de los almohades, lo
que significó un punto de inflexión pues no volvieron a pasar de Sierra Morena hacia el norte.
Berlanga en el contexto de la crisis del reino castellano
A lo largo del siglo siguiente se produjo un paulatino fortalecimiento del poder regio en
Castilla paralelo al crecimiento del poderío nobiliario, en el que comenzaron a sobresalir grandes
linajes; este robustecimiento de ambos poderes crearía constantes tensiones entre el monarca y la
nobleza. A finales del siglo XIII la nobleza intentó aprovecharse de la situación de creciente debilidad
monárquica que había comenzado con el reinado de Sancho IV y que se acentuó tras su muerte a
consecuencia de la minoría de edad de su hijo Fernando IV. A esto se sumó la pretensión al trono
por parte de Alfonso de la Cerda38, apoyado por Aragón y Francia lo que, unido a los discutibles
derechos de Fernando IV al mismo, contribuyeron a crear un panorama aún más conflictivo que
acabaría desembocando en una larga guerra civil hasta 1304. Buen ejemplo de esta situación
de debilitamiento del poder regio castellano es un pasaje ocurrido en tierras berlanguesas y
protagonizado por el rey aragonés Alfonso III quien, junto con los nobles castellanos Juan Núñez
de Lara y Diego López de Haro, aprovechó que el rey Sancho se encontraba moribundo en cama
y “era tan mal doliente, entró a correr la tierra e corrió a Molina e a Siguença e Atiença e a
Berlanga e Almaçán e tornose para Aragón”39. Estas correrías y saqueos se centraron, sobre todo,
en las tierras de la zona del Duero, las más cercanas a la frontera aragonesa, siendo Berlanga la
villa más afectada de la que se dice que se llevaron “buena presa de ganados”40.
Durante la minoría de edad de Fernando IV tuvieron un especial protagonismo varias figuras
de la nobleza que continuamente estuvieron cambiando de bando en apoyo o en detrimento del
rey niño, como su tío el infante don Juan, Juan Núñez de Lara, protagonista del pasaje anterior,
36 GARCÍA FITZ, F., Las Navas de Tolosa, Barcelona, Ariel, 2005, p. 216.
37 JIMÉNEZ DE RADA, R., Historia de los hechos de España (Ed. y trad. Fernández Valverde, J.), Madrid, Alianza,
1989, Lib. VIII, cap. III.
38 Alfonso y Juan eran los herederos del infante Fernando de la Cerda, hijo primogénito del rey Alfonso X y muerto
en 1275, antes que su padre. Al rey Alfonso le sucedió su segundo hijo, Sancho, tras alzarse como rey sin respetar la
voluntad de su padre, quien lo había desheredado de su testamento.
39 LÓPEZ DE AYALA, P., Crónica de los Reyes de Castilla. Colección ordenada por Don Cayetano Rosell, Madrid,
M. Rivadeneyra, 1878, p. 84.
40 GAIBROIS DE BALLESTEROS, M., Historia de Sancho IV de Castilla, Madrid, Tipografía de la “Revista de
archivos, bibliotecas y museos”, 1922, p. 78.
39
Representación de las
Cortes de Valladolid
de 1295 en un óleo de
Antonio Gisbert de 1863.
40
o el infante don Enrique, hermano del rey Alfonso X, que
tras haber estado largas décadas fuera de Castilla decidió
regresar en 1291.
Fue en el territorio del Alto Duero donde el infante
Enrique se movilizó en 1295 con el fin de conseguir apoyos
para su causa, que no era otra que hacerse con la tutoría
del rey Fernando que hasta entonces había estado en
manos de su madre María de Molina. El infante Enrique
eligió la villa de Berlanga como principal lugar donde
hacer ayuntamiento de todos los concejos de la zona,
ofreciéndoles a todos su protección a cambio de que
le dieran su apoyo. Así, las crónicas relatan como “fiso
ayuntamiento de los concejos de aquellos obispados de
Berlanga, e desque los ovo allí ayuntados prometioles
que se ternía con ellos para que fuesen guardados de
desafueros e de pechos. E ansí que se toviesen con el e que
le diesen la guarda e el gobernamiento del reyno, e ellos
otorgárongelo asy. E luego enviaron cartas a los de los obispados (…) de todas las Estramaduras, e
todas las villas de estos obispados se acogieron luego a esta manera”41. Creyendo que todo esto
podía ser insuficiente también “envió un ome de Almaçán que desían Gutierre Ximenez a desir
esta razón a cada uno de los concejos de toda la tierra, e enbió prometer algo a los mayores
de cada lugar. Asy que todos los pueblos de la tierra ovieron creyente esta razón, teniendo que
era verdad, e vinieron desta guisa a estar Cortes”42. Finalmente, gracias al apoyo que le dieron
los representantes de los concejos de estas villas en las Cortes de Valladolid de 1295, se decidió
que María de Molina se encargara de la custodia y crianza del monarca, mientras que el infante
Enrique quedó como su tutor y como guarda de los reinos. A pesar de la hostilidad que se desató
entre ambos a consecuencia de estos hechos, la reina consiguió atraerse el apoyo de Enrique
concediéndole las plazas de Atienza, Talavera, Almazán y Berlanga43.
Por otro lado, el rey aragonés Jaime II también tenía aspiraciones en el territorio castellano
y por ello decidió apoyar al infante don Alfonso de la Cerda en sus derechos al trono. De esta
manera, Berlanga fue escenario de nuevos acontecimientos al encontrarse en un territorio cercano
a la frontera y que servía de corredor y zona de paso al rey de Aragón para entrar en Castilla.
En 1296 el ejército de Jaime II penetró en Castilla a través de Almazán con la intención de llegar
hasta San Esteban de Gormaz, donde se encontraban los partidarios de Alfonso de la Cerda.
Según relatan las crónicas, la guerra se extendió por toda esta comarca ya que los aragoneses
entraron saqueando, quemando y destruyendo todo a su paso hasta llegar a la zona de Tierra de
Campos. A su causa se sumaron importantes nobles castellanos, que abandonaron el bando de
41 BENAVIDES, A., Memorias de don Fernando IV de Castilla, Madrid, Real Academia de la Historia, 1860, p.5.
42 Ibíd. p. 6.
43 Ibíd. p. 13.
María de Molina y del rey, como fue el caso de Diego López de Haro o
de Juan Núñez de Lara, partidario por aquel entonces de Alfonso de la
Cerda, a quien entregaron la villa de Almazán “e abriéronle las puertas
e acogiéronle dentro e diéronle la villa a este don Alfonso”. Trataron
después de hacer lo mismo con la villa de Berlanga, sin embargo los
berlangueses “fueron más apercebidos e guardáronsele muy bien”44,
permaneciendo fieles a la corona.
En los años siguientes las hostilidades continuaron, habiéndose hecho
fuerte Alfonso de la Cerda en Almazán, donde se había asentado con
el apoyo de los aragoneses. Por ello, la reina María junto con el apoyo
de nobles y del infante Enrique y sus mesnadas ordenó “cercar Almazán e que la tomasen”45. Las
huestes reales se dirigieron a Berlanga, posiblemente una de las pocas villas de esta zona de
conflicto con los aragoneses que seguía siendo fiel al rey castellano. El rey y la reina, junto con los
nobles y el ejército se asentaron en Berlanga y desde allí planearon la ofensiva contra Almazán
con la intención de acabar de una vez con esta guerra que venía prolongándose desde hacía
cuatro años, sirviéndose de que el ejército castellano superaba considerablemente en número al
aragonés. A pesar de ello, no se produjo ningún ataque sino que se entablaron unas negociaciones
en las que el rey aragonés exigió que se les entregaran a él y a Alfonso de la Cerda todas las
villas castellanas que ya habían tomado, además de otros castillos del reino. El rey y María, su
madre, no estaban dispuestos a aceptar unas condiciones tan desfavorables para Castilla, por lo
que la paz no se firmó y decidieron permanecer en Berlanga hasta el mes de octubre46.
Dos años después, en 1302, el infante don Juan y Juan Núñez de Lara habían conseguido
ganarse la confianza del rey Fernando, hecho suscitó la rivalidad del infante Enrique, al sentirse
despechado. Para solventar esta situación el rey Fernando concertó una entrevista entre Juan
Núñez y Enrique en Olmedo, en la que se llegó al acuerdo de entregar a este último varias
plazas porque “demandó que le diesen las villas e los castillos de Atiença e de Berlanga, con
los alcáçares e con el señorío e con todas las rentas”47, a cambio de que renunciara al cargo de
guarda de los reinos. Sin embargo, al igual que había ocurrido seis años atrás, los berlangueses
se mantuvieron firmes negándose a pasar a manos de Enrique y así “cuando fue a Berlanga non
gela quisieron entregar los de la villa, e diéronle a Sant Esteban de Gormaz en camio por ella”48.
El alcaide de la fortaleza de Berlanga, Garci Téllez, fue el encargado de que “fincase la villa con
el rey e non la tuviese don Enrique”49 aunque no esperaba que este acto fuera a tener fatales
consecuencias puesto que siempre se había mantenido fiel a la corona, incluidos los momentos de
revueltas anteriores en las que participó el infante Juan. El infante encontró por ello una ocasión
de venganza y aconsejó “al Rey que mandase matar a este Garci Téllez, e ficieron al Rey que lo
44
45
46
47
48
49
LÓPEZ DE AYALA, Crónica de los Reyes de Castilla... p. 110
Ibíd. p. 117.
GAIBROIS DE BALLESTEROS, M., María de Molina. Tres veces reina, Madrid, Espasa-Calpe, 1967, p.119.
BENAVIDES, Memorias de don Fernando IV de Castilla, p.93.
Ibíd.
Ibíd.
Pepión de Fernando IV
hallado en la excavación
arqueológica del 2012 en
la torre del homaneje del
castillo de Berlanga de
Duero.
41
mandase a Martín Gil de Aguilera, que desirviera mucho al Rey con ellos, porque este Garci Téllez
desirviera en la guerra al infante don Juan; e Martín Gil cumpliólo así”50. Este personaje, Martín
Gil de Aguilera, que había sido desleal al rey Fernando IV en otros tiempos, cumplió la orden de
ejecutar al alcaide de Berlanga, quedando esta nuevamente en manos de la corona.
A comienzos de 1311 Berlanga volvió a tener un nuevo señor. El rey Fernando IV entregó a su
hermano el infante don Pedro las villas de Almazán, Deza, Monteagudo y Berlanga a cambio de
que este renunciara al cargo de mayordomo mayor, que pasó a manos del noble castellano don
Juan Manuel51. Tras la muerte del rey castellano en septiembre de 1312 su hijo Alfonso, con solo un
año de edad, se convirtió en el heredero al trono, dando lugar a una nueva regencia que recayó
en el infante Pedro, el infante Juan y María de Molina, sin contar con don Juan Manuel. Al conocer
esto, el caballero castellano se sintió desplazado y, como venganza, “veno a tierra de Almazán et
de Berlanga, que era del infante don Pedro, et fizo y mucho mal, et levó ende mucho ganado”52.
Aun así, Berlanga permaneció en manos del infante don Pedro hasta 1319, año en el que murió en
el Desastre de la Vega de Granada, retornando la villa, una vez más, a la corona.
Sepulcro del conde don
Tello en la iglesia de San
Francisco (Palencia).
Fotografía de Jesús Ángel
Sanz Salido.
42
Los grandes señores de Berlanga, los Tovar
Tras los continuos conflictos, ataques y cambios constantes de mano, serán los Tovar, un
pequeño linaje nobiliario que acrecentará su poder a finales del siglo XV, quienes se convertirán
desde 1380 en los últimos señores de Berlanga, permaneciendo bajo su dominio hasta el siglo
XIX. Un largo periodo que tendrá su época dorada
durante la primera mitad del siglo XVI, años de mayor
esplendor de la villa que contribuirán a transformar y
crear la imagen de la Berlanga que se conserva en
la actualidad.
Remontándonos de nuevo al siglo XIV, Berlanga
volvió a ser una villa de realengo durante varias
décadas y pasó a formar parte, en una fecha
desconocida, de los dominios del conde don Tello53,
hijo natural del rey Alfonso XI. Don Tello no tuvo
ninguna descendencia legítima a pesar de que
contrajo matrimonio con Juana de Lara, pero fue
padre de tres hijos y cinco hijas bastardas entre las
que destacaría Leonor Téllez de Castilla, a quien dejó
en su testamento las villas de Berlanga, Peñaranda
de Duero y Aranda. El hecho de que se entregaran
50 LÓPEZ DE AYALA, Crónicas de los Reyes de Castilla.... p. 123.
51 Emparentando con el rey Alfonso XI al ser nieto de Fernando III, que reinó en Castilla desde 1217 a 1252. Don
Juan Manuel es más conocido por su labor como escritor de prosa, especialmente por su obra “El Conde Lucanor”.
52 CERDÁ Y RICO, F., Crónica de don Alfonso el Onceno, Madrid, Imprenta de Don Antonio de Sancha, 1787 p.28.
53 Sexto hijo natural que tuvo el rey Alfonso XI con su amante Leonor de Guzmán, y por tanto hermanastro del rey
Pedro I y hermano del futuro rey Enrique II.
estos señoríos a una hija ilegítima originó varios enfrentamientos con el rey Enrique II pese a que
este fue nombrado como testamentario, es decir, encargado de cumplir con las últimas voluntades
que había dispuesto su hermano Tello. El rey se aprovechó del pretexto de la ilegitimidad para
hacerse con el control de Berlanga y, paradójicamente, entregársela a su hijo bastardo Enrique.
Sin embargo, tras la muerte del rey Enrique II en 1379, el marido de Leonor, Juan Fernández de
Tovar, quien se convertiría en almirante de Castilla tras la muerte
de su padre, consiguió recuperar Berlanga tras interponer un
pleito contra el bastardo y gracias al apoyo que le dio el nuevo
rey Juan I54. Así, desde el año 1380 el linaje Tovar quedó unido
a la villa de Berlanga gracias al matrimonio de Juan Fernández
de Tovar con Leonor Téllez.
Juan Fernández de Tovar, hijo del almirante de Castilla
Fernán Sánchez de Tovar famoso por su actuación en el
contexto de la Guerra de los Cien años55, se convirtió en
almirante de Castilla en 1385 tras la muerte de su padre en
Lisboa, permaneciendo en el cargo tan solo un año, hasta
agosto de 1385, momento en el que falleció en la batalla
de Aljubarrota. Es poco lo que sabemos de Juan en relación
a su actuación como señor de la villa de Berlanga, tan solo
podemos sospechar que el almirante ordenase la construcción
o la reforma de una de las torres del castillo, ya que en un libro de cuentas del concejo de la villa56,
fechado en 1468, es decir, algo más de medio siglo después de la muerte de Juan, aparece una
referencia a una torre del castillo a la que denominan “torre del almirante” y este fue el único señor
de la villa con dicho cargo. Más complicado es saber a cuál de las torres del castillo se conoció con
este nombre; en el caso de que se refiriera a la torre circular estaríamos hablando de una obra de
nueva planta. Sin embargo, si se estuviera refiriendo a la torre del homenaje, se tendría que tratar
indudablemente de una reforma sobre una estructura anterior, ya que los orígenes de la torre del
homenaje se remontan siglos atrás.
A la muerte de Juan, su hijo Fernán II Sánchez de Tovar, le sucedió al frente del señorío
de Berlanga convirtiéndose en el segundo señor del linaje Tovar. Todo lo que sabemos sobre él
54 FRANCO SILVA, A., “Aportación al estudio de los señoríos sorianos. El caso de Berlanga de Duero”, Mayurqa,
1989, nº22, 1, pp.255-268.
55 La Guerra de los Cien Años fue librada en el siglo XIV entre Inglaterra y Francia, contando esta última con el
apoyo de Castilla. Así, en 1380 el almirante castellano Fernán Sánchez zarpó de Sevilla al frente de veinte galeones
que tenían como objetivo el ataque de la capital inglesa. De esta manera, Fernán Sánchez, junto con el apoyo del
almirante francés Jean de Vienne, remontó el río Támesis hasta llegar a la villa de Gravesend en las proximidades de
Londres, la cual atacaron e incendiaron al igual que habían hecho con otras pequeñas poblaciones costeras del sur
de Inglaterra. Así relató el cronista Pedro López de Ayala la heroica actuación del almirante castellano: “El Rey Don
Juan dende, e fue para Sevilla, e allí fizo armar veinte galeas, las quales envió con Don Ferrand Sánchez de Tovar
su Almirante, en ayuda del Rey de Francia (…) las quales ficieron grand guerra este año a los Ingleses por la mar; e
entraron por el río de Artemisa fasta cerca de la cibdad de Londres, a do galeas de enemigos nunca entraron”.
56 AHMBer, Caja 248.
Representación de la
batalla de Aljubarrota
en Recueil des croniques
d’Engleterre de Jehan de
Waurin (1470-1480).
43
Escudo de armas del linaje
Tovar situado en la parte
trasera de la torre del
palacio de Berlanga.
44
proviene de su testamento de 142257, ya que es el único documento conocido hasta este momento
sobre este personaje. En su última voluntad destacan las numerosas disposiciones y ofrendas que
entregó a Berlanga, siendo las principales protagonistas las iglesias de la villa, dejando “una
manta de pared para las espaldas de ymagen de la virgen María” junto a mil maravedís para la
iglesia de Santa María del Mercado y “que den a las eglesias desta dicha villa espeçialmente
Santo Thomé e Sant Andrés e a San Gil e a San Nicolás e a San Pedro e a San Miguel cada diez
maravedís para su obra de cada una dellas”. De la misma manera, también se acordó del alcaide
del castillo, Ruy Díez de Isla, a quien dejó 1.200 maravedís; de sus padres Juan y Leonor y de su
mujer María de Castañeda, por quienes encargó varias misas en memoria de sus almas y, por
supuesto, de sus cinco hijos a quienes entregó diferentes bienes, destacando su primogénito Juan,
a quien nombró su heredero principal dejándole las villas más importantes de la familia: Berlanga,
Gelves (Sevilla) y Astudillo (Palencia).
La documentación sobre el siguiente señor de Berlanga y sobre la propia villa es mucho más
abundante, lo que nos ha permitido esbozar una imagen más precisa sobre ambos. Las primeras
noticias que tenemos sobre Juan de Tovar datan de enero de 1410, momento en que sus padres
establecieron un contrato matrimonial58 con el que por aquel entonces era el almirante de Castilla,
Alonso Enríquez, para el matrimonio con su hija Constanza. Por razones que desconocemos fue
Fernán Gonzalo de Salinas quien se desposó por palabras de presente en nombre de Juan de
Tovar, quizás porque este se encontraba ausente en aquellas fechas. No obstante, un mes después
Juan ratificó su matrimonio mediante un escrito59 realizado en el castillo de Berlanga ante los
escuderos de su padre y el alguacil de la villa, presentes en la escrituras como testigos de la misma.
Pocos años antes, en 1406, había comenzado el reinado de Juan II en Castilla siendo menor
de edad. Durante estos años fue ganando una gran ascendencia sobre el rey un personaje, Álvaro
de Luna, que había entrado en la corte como paje pero que acabó convirtiéndose en el valido de
Juan II. Durante su reinado, Juan de Tovar jugó un papel activo, cambiando constantemente de
bando en las diferentes contiendas y enfrentamientos con los infantes de Aragón, que continuaban
teniendo aspiraciones sobre el gobierno de la corona de Castilla. Fue en este contexto cuando, en
1420, Enrique de Trastámara, tercer hijo del rey de Aragón y primo del rey castellano, consiguió
hacer prisionero a Juan II en Tordesillas, lugar en el que se encontraba la Corte. Un plan para el
que contó con el apoyo de importantes personajes como el Condestable de Castilla, el obispo
de Segovia y varios nobles castellanos entre los que se encontraba Juan de Tovar. De esta
forma, el rey acabó bajo la custodia de Juan y Gómez de Benavides durante meses, hasta que
consiguió huir con la ayuda de Álvaro de Luna, refugiándose en Puebla de Montalbán. Tras estos
acontecimientos, el señor de Berlanga decidió seguir el consejo de su suegro Alonso Enríquez
y desistió en prestar su apoyo al infante de Aragón, jurando de nuevo lealtad a Juan II60. No
57 AHN, Frías, C. 307, D. 6-7.
58 AHN, Frías, C. 307, D. 2-3.
59 AHN, Frías, C. 307, D. 18.
60 PÉREZ DE GUZMÁN, F., Crónica del señor don Juan, segundo de este nombre en Castilla y León, Valencia,
imprenta de Benito Monfort, 1779, p. 261
obstante, el fracaso de este golpe de estado en Tordesillas acabó desembocando en una guerra
entre Aragón y Castilla en 1429.
Un año después, el rey dio licencia a Juan de Tovar para fundar un mayorazgo61 sobre
los bienes de su familia, que comprendían la Casa de Tovar y las villas de Berlanga, Gelves y
Astudillo “con todas sus tierras e castillos e casas fuertes e fortalezas e juzgados e jurisdiçiones e
de todo lo otro al sennorío de las dichas villas”62. Las normas de sucesión que estableció Juan, como
fundador, debían ser observadas rigurosamente generación tras generación, lo que daría lugar
a no pocos enfrentamientos en los siglos posteriores entre los diferentes herederos por hacerse
con el control del patrimonio de los Tovar, como después veremos. Juan fundó este mayorazgo
con la intención de que recayera en manos de su primogénito Luis, no obstante, ante el temor de
que este no tuviera hijos varones, incorporó una cláusula que permitía que heredara la hija mayor
legítima, manteniéndose tras ella la línea masculina pero salvaguardando la misma excepción si
no hubiera descendencia masculina: “E si fijo varón no oviere, que lo aya e herede por la dicha
uía de mayorazgo la su fija mayor legítima, que al tiempo de su finamiento dexará e después de
ella al mayor fijo varón que de ella desçenderá. E si uarón no ouiere, que lo aya e herede por
la dicha uía de mayorazgo la hembra mayor que de ella desçendiere e después dende ayuso
Documento de la fundación
del mayorazgo de Juan de
Tovar.
desçendiendo por la uía sobredicha”63. Igualmente establecía que si su hijo Luis moría sin ningún
tipo de descendencia, ni masculina ni femenina, el mayorazgo pasaría a la hermana de este,
María, y posteriormente a sus descendientes.
Una década después volvieron los Tovar a posicionarse en el bando equivocado en la
batalla de Olmedo en 1445, que tuvo lugar a raíz del avance del ejército navarro-aragonés por
tierras castellanas y a quienes apoyó Juan y su hijo Luis junto a otras familias castellanas como los
Enríquez o los Pimentel. La batalla se saldó con la victoria castellana y provocando, esta vez sí,
graves consecuencias para Juan de Tovar, ya que el rey ordenó que le fueran confiscadas todas
61 El mayorazgo fue una institución que cobró una gran importancia en Castilla desde mediados del siglo XIV y que
actuaba como un sistema eficaz para la protección del patrimonio familiar, ya que la transmisión íntegra de los bienes
familiares recaía en la figura del primogénito, no siendo algo excepcional el que una mujer se pudiera convertir en la
única titular del mismo ante la ausencia de un heredero varón.
62 AHN, Frías, C. 312, D. 1-6.
63 Ibíd.
45
sus fortalezas. Sin embargo, las fuerzas navarras y aragonesas se hicieron fuertes en Atienza y
Torija. Es por ello que las tropas reales de Juan II se dirigieron a Berlanga, donde se establecieron
un tiempo durante el que el rey ordenó “hacer manderetes, e otros aparejos necesarios para el
combate”64, y esperaron a que llegara de Soria “una gruesa lombarda que ende estaba, e los
engeños y pertrechos que ende había dexado desde el tiempo de la guerra de Aragón; e los
cargasen e truxesen camino de Atienza”, preparando de este modo el ataque sobre el enemigo
en Atienza. Para combatir “llevó muchos pertrechos de ingenios, e lonbardas, e truenos. E asimesmo
llevó muchos peones, ballesteros, e lanceros, e mandó conbatir muy fuertemente la fortaleza”. Este
primer envite fue repelido por Mosen Juan de Puelles, quien, posteriormente, no pudo soportar
un segundo ataque y tuvo que rendir, finalmente, la fortaleza al ejército castellano. Así, tras varios
enfrentamientos se consiguió acabar de forma definitiva con las aspiraciones de los infantes de
Aragón.
Gracias a la intervención del infante castellano Enrique65, el rey Juan II fue indulgente con los
caballeros castellanos que habían sido derrotados anteriormente en Olmedo. Así, en el perdón que
recibió Juan de Tovar se detalló que el rey “aya de perdonar e perdone general e especialmente
a todos e qualesquier caualleros que fueron en la batalla de Olmedo, e por quanto vos Juan de
Touar, mi guarda e uasallo, e vos Luys de Touar, su fijo, fuiste en la dicha batalla contra mí (…) os
perdono todo lo pasado fasta aquí, desde el crimen menor fasta el mayor e del mayor fasta el
menor (…) e otrosy es mi mando que vos sea restituydo e tornado e por esta mi carta vos restituyo
todos e qualesquier bienes”66. Tras esto, todos sus bienes fueron restituidos excepto la villa de
Berlanga, que permaneció en manos del rey quien se la entregó a un nuevo señor, el arzobispo
de Toledo Alfonso Carrillo. De esta forma “el Rey, por ciertas causas confiscó, y aplicó a su cámara,
y fisco la dicha villa, y fortaleza, tierra, término, jurisdicción, aldeas, vasallos, pechos, fueros, y otros;
y después fizo donación de todo ello al muy reverendo señor don Alfonso Carrillo, arzobispo de
Toledo, el qual por virtud de la dicha merçed hubo la posesión, y señorío de la dicha villa, y de
todo lo susodicho y llevó los frutos y rentas de ello ciertos años”67.
Coincidiendo con este corto periodo de tiempo en que Berlanga estuvo en manos del
arzobispo de Toledo, el alcaide de la fortaleza, Rodrigo de Puga, protagonizó en 1449 un incidente
con el concejo de Berlanga. Durante los tres primeros meses de ese mismo año, la guarnición que
protegía el castillo formada por “seys omes de a cauallo el uno con paje e los cinco syn pajes
e veynte e quatro omes de pielos dies vallesteros e catorze lançeros”68 no recibió su sueldo, lo
que hizo que la deuda con ellos ascendiera a 19.326 maravedís y 4 dineros. Rodrigo de Puga,
entendiendo que el concejo era el responsable de estos impagos, se presentó en la casa de
Bartolomé Sánchez, regidor de la villa, “ende con gente suya armada fue a una arca del dicho
Bartholome Sánchez rregidor e por fuerça e contra su voluntad de los dichos rregidores deçerrajó
46
64
65
66
67
68
PÉREZ DE GUZMÁN, Crónica del señor don Juan... p. 507.
Futuro rey de Castilla Enrique IV.
AHN, Frías, C. 1, D. 40.
RAH, Colección Salazar y Castro, D-13, fº 52.
AHMBer, Caja 248.
e abrió la dicha arca e falló ende siete correos llenos de dineros asy de doblas
como en florines e rreales e en blancas e dixo que el que tomaua e tomó todos
aquellos dineros”69, llevándose presos al castillo a los regidores de la villa. El
ocho de septiembre el rey Juan II, resolvió el problema mediante una misiva
que eximió de cualquier pago a la villa Berlanga, obligó a alcaide Rodrigo de
Puga a devolver el dinero extraído de las arcas del concejo, así como a reparar
cualquier daño que hubiera hecho y a Alfonso Carrillo, señor de la villa en esos
momentos, a costear la defensa y guarda de la fortaleza de Berlanga.
Poco tiempo después, el arzobispo Carrillo “fizo merced, gracia, donación
y traspasación de la dicha villa, y con todo lo a ella perteneciente a Pedro de
Cuña su hermano, el qual así mismo lo tuvo, y lo poseyó, y llevó los frutos, y
rentas”70, convirtiéndose de esta manera Pedro de Acuña en el nuevo señor
de Berlanga aunque solo hasta 1457. De este mismo año data la escritura de
cesión de la villa y fortaleza de Berlanga, arriba citada, retornando estas de
nuevo a Juan de Tovar, quien las compró por 50.000 maravedís.
Parece ser que los Tovar volvieron a levantarse contra su rey unos años
después, ya bajo el reinado de Enrique IV. En el contexto de la guerra civil que
se desató en Castilla en 1464 entre la facción de nobles que apoyaban al rey
y el bando que querían apartar a su hija Juana de la sucesión, Luis de Tovar y
su padre Juan se posicionaron en este último. El hermano menor de Enrique IV,
Alfonso, fue proclamado como rey por estos nobles opositores en 1465 en una
ceremonia que se conoce como la Farsa de Ávila. Este “reinado” de Alfonso duró
poco, apenas tres años ya que murió en 1468, sin embargo en este periodo de tiempo Alfonso
no se olvidó del apoyo prestado por los Tovar y le concedió a Luis de Tovar, como recompensa
por los “buenos y leales servicios” que le había hecho, el privilegio de poder celebrar dos ferias
en su villa de Berlanga y, además, libres de pagar la alcabala. Así, en el documento fechado en
2 de diciembre de 1466, Alfonso, como supuesto rey de Castilla, ordenó que era su voluntad “que
agora y de aquí adelante aya en la dicha villa dos ferias francas en cada un anno para siempre
jamás, de quinze días cada feria, que comienzen cada una ocho días antes de carnestoliendas y
ocho después; la otra ocho días antes de San Juan de junio y ocho después de cada un anno,
las quales dichas dos ferias mando que sean francas, libres e quitas esentas de pagar e que no
paguen alcabala alguna de todas e qualesquier mercadurías e averes y cosas de pan y vino
e ganado e fyerro e pescado e carnes bibas e muertas e frutas y maderas e pannos e otra q
qualquier mercadurías e cosas que a las dichas ferias vinieren”71. Ciertamente, estas ferias se
fueron celebrando cada año y se pregonaba en las villas cercanas a Berlanga para que la gente
acudiera, figurando en el libro de cuentas del concejo de la villa de 1474 donde se registra que
pagaron 130 maravedís a “Gonçalo el Calvo porque fue a pregonar la feria a Sygüença e a
69 Ibíd.
70 RAH, Colección Salazar y Castro, D-13, fº 52.
71 AHN, Frías, C. 307, D. 39.
Documento en el que se
detalla el asalto a las arcas
del concejo en 1449.
47
Nc" xknnc" fg" Dgtncpic" c" "pcngu" fgn"
siglo XV
48
Berlanga, a mediados del siglo XV,
era una populosa villa de unos 1200 o
1300 habitantes, estructurada en barrios
y rodeada por dos murallas. La primera de
ellas, llamada Cerca Vieja, rodea el cerro
donde se asienta el castillo y consiste en una
muralla de piedra de mampostería reforzada
con cubos o torrecillas semielípticas, a la
que se accedía en aquella época por
una entrada en L situada en la plaza del
Mercado y una puerta flanqueada por dos
torrecillas frente al Prado de la Villa. Dentro
de esta cerca se encontraba el primitivo
asentamiento medieval berlangués que
poco a poco se fue desocupando con el
paso de los siglos hasta que solo quedaron
unos pocos habitantes a mediados del siglo
XV, ya que la población fue estableciéndose
en la llanura a los pies del cerro. De la
segunda muralla o Cerca Nueva, sabemos
que ya estaba construida a principios del
siglo XV, realizada con un tapial de tierra
enfoscada con un grueso enlucido en cal y
asentada sobre un zócalo de piedra. Esta,
de mayor extensión a la anterior, se encargó
de rodear la zona habitada extramuros a la
que se había ido desplazando la población,
regulando el acceso a la villa por cuatro
puertas —la puerta de Aguilera, de la Hoz,
de San Gil y de San Pedro— y un postigo.
La villa de Berlanga contaba en esos
momentos con diez iglesias —Santa María
del Mercado, Santo Tomé, San Gil, San
Andrés, San Miguel, San Nicolás, San
Pedro, San Facundo, San Esteban y San
Juan—, tres de ellas situadas intramuros de
la Cerca Vieja y el resto dispersas en la
llanura, siendo posteriormente acogidas por
la Cerca Nueva. Estas iglesias, de las cuales
solo seis mantenían su parroquialidad en
el siglo XV, fueron el centro de diferentes
barrios que habían ido surgiendo a raíz de
las sucesivas oleadas repobladoras tras la
Reconquista.
La Berlanga medieval contó desde
muy pronto con una aljama de judíos que
vivió su momento de esplendor durante el
siglo XV. El barrio judío, situado en la parte
noroccidental de la villa, fue otro elemento
que definía el urbanismo de Berlanga. La
judería estaba estructurada en torno a una
pequeña plaza central de la que partían
estrechas calles y a la que se accedía a
través de unos pasajes. La sinagoga se
localizaba en la parte septentrional del
barrio, en la calle que subía desde la Plaza
de Santo Tomé, correspondiente con la
actual plaza Mayor, hasta la puerta de
Aguilera.
Finalmente, coronando la villa se erigía
el símbolo más importante de los señores
de la misma, el castillo, del que destacaba
su esbelta torre del homenaje y donde se
localizaba, en uno de sus dos patios, el lugar
de residencia de los Tovar.
49
Detalle de la torre del
homenaje
donde
se
aprecia uno de los escudos
de los antepasados de
Luis de Tovar e Isabel de
Guzmán.
50
Medinaçeli e a Monteagudo e a Almaçán”72.
A pesar de que no se conoce el testamento de Juan de Tovar se puede precisar
aproximadamente la fecha de su muerte en el año 1468 gracias a un libro de cuentas del concejo
de Berlanga73 de ese mismo año. En el libro se detalla como el día 17 de junio el concejo había
pagado treinta y ocho maravedís sobre una “costa de pan e uino” que demandaban Juan de Tovar
y su hijo Luis. Sin embargo, al final del documento se refiere a “nuestro sennor Juan de Tovar, que
Dios aya”, con lo que cabe suponer que ya había fallecido a finales de ese año de 1468 dejando
el mayorazgo en manos de su primogénito Luis a partir de entonces.
Luis de Tovar se casó con Isabel de Guzmán, una de las hijas de Alonso Pérez de Vivero,
Contador Mayor del rey, y de una importante mujer, Inés de Guzmán, que fue Condesa
de Trastámara y Duquesa de Villalba, título vitalicio que había recibido del rey Enrique como
recompensa por sus servicios, apareciendo referido en una carta personal que envió el mismo rey
a Inés: “El Rey. Duquesa parienta. Habiendo acatamiento a los muchos y buenos y leales servicios
que de cada día me fazeis, y porque para siempre sean […] yo vos he intitulado de Duquesa, para
que vos lo podáis llamar cada y quando quisiéredes”74. De este matrimonio Luis tuvo una única hija,
María, por lo que estaba destinada a convertirse en la única heredera de las villas y Casa de
Tovar gracias al mayorazgo que había establecido décadas antes su abuelo Juan y que, como se
ha explicado anteriormente, permitía que pudiera heredar la hija mayor legítima.
Durante los años que Luis de Tovar e Isabel de Guzmán fueron señores de Berlanga, se
acometieron las últimas reformas en el castillo medieval.
Los escudos que visten la coronación de la torre del
homenaje son los que nos dan cuenta de ello, puesto
que corresponden a los ocho linajes de los abuelos
del matrimonio. Estas últimas reformas tuvieron como
finalidad aportar una nueva apariencia a la torre
principal del castillo. De esta manera se añadieron
dos borjes en las esquinas delanteras y seis garitas
dispuestas dos en cada esquina trasera y otra en la
mitad de cada muro, imitando la moda que se imponía
en el reino de Castilla en aquellos momentos y que
ha sido denominada como “Escuela de Valladolid”.
Aunque estas obras en la torre se debieron realizar
entre 1469 y 1482, no contamos hasta la fecha con
ninguna referencia explícita a las mismas que nos
aporte algo más de información sobre su coste o el
momento en el que empezaron los trabajos. Si bien,
sí contamos con alguna referencia que nos hace intuir
72 AHMBer, Caja 248.
73 Ibíd.
74 RAH, Colección Salazar y Castro, M-92, fº 50 v.
obras en la fortaleza durante este periodo, como un pago que hace el concejo de la villa en 1482
para “traer el arena que se traxo para la fortaleza”75. Por aquellos momentos el alcaide era Alonso
de Brizuela que “Como era de tan buen linaje se había casado con doña María de Isla que era
de las principales familias hidalgas de toda la tierra de Berlanga (…) que había sido paje de Luis de
Tovar, Señor de la casa de Berlanga y sus estados y que era un hombre muy recio y que había
reñido con sus criados y a todos los había despedido (…) y él se había ido huyendo a una torre de
la fortaleza y que viendo que subía tras él don Luis de Tovar y temiendo que lo echara abajo cogió
una piedra en la mano y le dijo -Señor no suba vuestra merced aca arriba que le matare pues que
ansi como ansi me a de matar- y que visto el ánimo del paje por el dicho Luis de Tovar le dijo –si tu
no fueras caballero como eres no lo hicieres y juro a Dios que yo no soy mejor que tu y ansi te ago
merced para toda tu vida que seas alcaide de mi castillo- y que por aquella razón le había dado
la alcaldía”76. Alonso de Brizuela fue el primer alcaide de la de fortaleza Berlanga de la familia
de los Brizuela. Un cargo en el que se fueron sucediendo varios miembros de esta familia, como su
hijo Francisco de Brizuela, o sus nietos Alonso de Brizuela y Saravia e Íñigo de Brizuela y Saravia.
Gracias a ello la familia adquirió un creciente protagonismo a la vera de los señores de la villa.
En marzo del año 1482 Luis de Tovar acordó con el Condestable de Castilla, Pedro Fernández
de Velasco, el matrimonio entre su hija María y el segundo hijo de este último, Iñigo. Un enlace que
iba más allá de un intercambio de bienes y que suponía una alianza entre dos linajes ya que, en
aquellos momentos, la familia Velasco era una de las más relevantes en Castilla y aunque Iñigo,
al ser un segundón no estaba destinado a convertirse en el heredero principal, es indudable que
la alianza matrimonial supuso un beneficio mutuo para ambas familias. De esta forma, los Tovar
quedaron emparentados con el linaje más poderoso del momento, mientras que Pedro Fernández
de Velasco consiguió una importante posición para su hijo, ya que acabaría encabezando en un
futuro, junto a María, el señorío de Berlanga. De hecho, en las capitulaciones quedó establecido
que, con independencia de que posteriormente pudiera tener más hijos, se exigía a Luis de Tovar
que el mayorazgo pasara íntegro a María y a sus herederos “para siempre jamás”77.
En noviembre de ese mismo año se redactó un segundo y definitivo contrato matrimonial78
tras el fallecimiento de Luis de Tovar, fijando así las cantidades de la dote y las arras junto a las
modalidades de pago y garantías. María de Tovar aportó como dote las villas de Berlanga y
Gelves, además de las rentas que esperaba obtener de otros lugares. La tendencia en aquellas
fechas era pagar la dote en dinero quedando el esposo como administrador de esos bienes
mientras durara el matrimonio79, tanto de los dotales como de los entregados en concepto de
arras. La situación que nos encontramos aquí es bien diferente ya que María en ningún momento
75 AHMBer, Caja 248.
76 ALÓS, F. DE Y DUQUE DE ESTRADA, D., Los Brizuela Condes de Fuenrubia y familias enlazadas, Madrid, Real
Academia Matritense de Heráldica y Genealogía, 2009, p. 4.
77 SANTOS OZORES, C., “Una mujer al frente de un linaje: El caso de María de Tovar” en DE LA ROSA, C. (coord.),
Fémina. Mujeres en la Historia, Universidad de Valladolid, 2014 (En prensa).
78 Ambas capitulaciones se encuentran recogidas en AHN, Frías, C.308, D.1-7.
79 GASCÓN UCEDA, Mª. I., “Del amor y otros negocios. Los capítulos matrimoniales como fuente para el estudio
de la Historia de las Mujeres”, Tiempos Modernos: Revista electrónica de Historia Moderna, vol. 6, 18, 2009.
51
Escultura de María de Tovar
en Berlanga de Duero.
52
dejó la administración de sus villas a Iñigo y, en todo caso, actuaron de forma conjunta
como señores de las mismas. Por su parte, las arras de Iñigo consistieron en un cuento de
maravedís, las villas de Gandul y Marchenilla, además de todos los ropajes, aderezos y
joyas necesarios para su esposa, junto con vestimentas también para sus doncellas.
Tras la muerte de su padre, María se puso al frente del linaje y del patrimonio y villas
de los Tovar, siendo la principal posesión el señorío de Berlanga. Este hecho le originó un
largo enfrentamiento con su tío Juan de Tovar que se consideraba el único heredero del
linaje e intentó hacerse con la herencia de María bajo el pretexto, totalmente infundado,
de que Juan de Tovar, el abuelo de María y padre de su tío Juan, había excluido a las
mujeres en la sucesión del mayorazgo. Por una crónica del linaje Velasco, escrita por
Pedro, el primogénito de María, sabemos que ésta fue capaz de defenderse de los
primeros intentos de su tío de despojarla de su legítima posición y herencia. En ella se
relata que: “Quedó doña María de Tobar sin padre y sin madre de diez y nuebe años,
en la fortaleza de un lugar suyo que se llama Uerlanga; y, en muriendo su padre, uino
a aquella uilla un tío suyo que se llamaua Juan de Tobar, señor de Belamaçán, dos
leguas de Berlanga, para ssi y echáronle de allí algunos hidalgos. Y sabido por doña
María de Tobar, juntó aquella noche la gente que pudo y guardando su onestidad de
yr en mula, y con una o dos dueñas, amaneçió el otro día con la gente que llebaba, en un lugar
que se llama Belamaçán y prendió a su tío y a un hijo suyo que se llamaba Sancho de Tobar, y
túbolos en prisiones hasta que la reyna doña Ysabel mandó que los soltasse”80. En definitiva, las
pretensiones de Juan no obtuvieron resultado y María supo defender sus intereses propios de
manera independiente y gracias al apoyo prestado por los hidalgos y gente de Berlanga. No
obstante, es difícil conocer la veracidad de este relato, claramente parcial al haber sido su hijo el
autor, además de que fue escrito décadas después de que ocurrieran estos acontecimientos. Lo
que sí es cierto es que María se mantuvo al frente del señorío de Berlanga toda su vida a pesar
de que su tío nunca cejó en su empeño y siempre siguió considerándose el verdadero heredero
del mayorazgo fundado por su padre Juan.
Bajo el poder de María de Tovar e Iñigo Fernández de Velasco, Berlanga vivió su periodo de
mayor esplendor. Sobre todo a partir de 1512, momento en que se produjo un cambio primordial
a raíz de la muerte, sin descendencia masculina, de Bernardino, el hermano mayor de Iñigo que
se encontraba a la cabeza de los estados de la casa de Velasco y ostentaba los títulos de
Condestable de Castilla y Duque de Frías. De esta forma, todos los señoríos de los Velasco y
ambos títulos recayeron en Iñigo, convirtiéndose así en una de las personalidades más importantes
del reino. Este hecho desencadenó una serie de cambios que afectaron de manera importante al
señorío de Berlanga.
En primer lugar, la pareja decidió anular el mayorazgo que habían fundado algunos años
80 Origen de la Ylustrísima Casa de Velasco por D. Pedro Fernández de Velasco, B. N., Ms. 3.238 (texto transcrito por
el equipo de investigación que desarrolla el proyecto CRELOC, financiado por el Ministerio de Ciencia y Tecnología.
Ref.: BHA 2003-03039), p. 52. (Disponible en http://www.creloc.net/admin/archivo/docdow.php?id=29. Consultado el
11-03-2014).
antes a favor de su primogénito Pedro, con el fin de que heredara los bienes de ambos progenitores
bajo las armas y apellido de los Tovar. Tras el cambio de situación por la muerte de Bernardino,
Iñigo consideró que su primogénito debía de ser el heredero del mayorazgo de los Velasco81, lo
que conllevaba la obligación de mantener al apellido y armas de este linaje durante toda su vida82.
Esto suponía un duro golpe para María que, como administradora y defensora del patrimonio
de los Tovar, quiso garantizar su transmisión de forma íntegra. Sin embargo, su unificación con el
mayorazgo Velasco habría conllevado su fragmentación y desaparición al integrarse como una
parte más del inmenso patrimonio de esa familia, perdiendo así su identidad propia.
Ante esta situación, María consideró que la mejor manera de que el patrimonio de los Tovar
quedara unido y protegido era fundando ella su propio mayorazgo y que este recayera en su
segundo hijo Juan, de tal forma que quedara así desligado de los Velasco. Iñigo estuvo de acuerdo
con la decisión de su esposa, ya que en 1517 le dio licencia83 para constituir el mayorazgo sobre
la Casa de Tovar, Berlanga, Gelves y Astudillo, que posteriormente se acrecentaría con la ciudad
de Osma, a lo que accedió también el principal afectado, su primogénito Pedro. Ese mismo año,
María obtuvo también la autorización necesaria por parte de la reina Juana y del rey Carlos I
para fundar, a favor de su hijo Juan de Tovar, el citado mayorazgo.
Un año después se llevó a cabo en Berlanga un acto en el que María entregó simbólicamente
la fortaleza de la villa a su hijo Juan, simulando así el traspaso de poder y celebrando una
ceremonia en la que el alcaide, Francisco de Brizuela, le entregó las llaves de la puerta principal
del castillo “con la qual cerró e abrió las dichas puertas. E el dicho don Juan rescibió la dicha llave.
E luego en sennal e acto de posesión el dicho sennor don Juan de Tovar entró dentro del dicho
castillo e fortaleza e se paseó libremente e sin contradiçión alguna, e echó fuera al dicho alcaide
e a los que allí estavan e çerró las dichas puertas principales de la entrada e salida del dicho
castillo por de dentro, e se quedó dentro del dicho castillo. E después las tornó a batir e dixo que
tomaba e continuaba la dicha posesión del dicho mayorazgo e bienes de él, aviendo como avía
fecho los otros susodichos en el dicho castillo e fortaleza e que la tomaba. E sy nesçesario hera
a mayor abundamiento ansí mismo en sennal e acto de posesión con la vista de los ojos miraba
e miró desde lo dicho alto de la fortaleza e castillo, estando a las murallas del dicho castillo de
la dicha villa de Berlanga e los campos e términos e ansí continuaba en continuó e tomó la dicha
posesión”. Este pasaje nos da a entender que la fortaleza de Berlanga era el símbolo en aquel
momento de todo el mayorazgo de los Tovar y realizando esta ceremonia se quería confirmar, a
ojos de toda la población, la transmisión del mayorazgo a su legítimo heredero, Juan de Tovar.
Tras este acto, en el mes de octubre de ese mismo año, Juan de Tovar confirmó la guarda del
castillo de Berlanga a Francisco de Brizuela como alcaide, un cargo que venía ejerciendo desde
unos años atrás. Así, Juan de Tovar “dixo que el ponía e puso de su mano por alcaide e tenedor
del dicho castillo e fortaleza de Berlanga al dicho Francisco de Brizuela, que presente estaba, al
qual ge la daba e dio en guarda e fiel encomienda para que no acuda ni pueda acudir con ella
81 Fundado por su abuelo Pedro Fernández de Velasco, llamado el buen Conde de Haro, en 1458.
82 AHN, Frías, C.313, D.33.
83 AHN, Frías, C.314, D.1-3.
Escudo de armas del linaje
Velasco.
53
Fortaleza artillera de
Berlanga de Duero.
54
a otra persona alguna saluo a el mismo en su persona, porque ansi lo quería expresamente e a la
dicha duquesa, su sennora madre vsofructuaria en sus día della e después de sus días conforme
a la dicha escritura de donación a él o a la persona por ella llamadas al dicho mayorazgo de
Tovar conforme a la dicha escriptura de donación como dicho es cada e quando ge la pidiese sin
dilaçión alguna e le tenga por verdadero sennor e subçesor en la dicha casa e mayorazgo de
Tovar, primogénito de la dicha donna María de Tovar, duquesa de Frías, su sennora madre (…). E
luego el dicho sennor don Juan de Tovar dixo y entregó la llave de la dicha fortaleza e castillo de
Verlanga al dicho Francisco de Brizuela el qual la rresçibió, e rrescibió el dicho castillo e fortaleza
del dicho sennor don Juan de Tovar en fieldad e guarda e fiel encomienda”84.
Los cambios relativos a la disposición de las herencias y mayorazgos no fueron los únicos que
se produjeron a raíz de que recayeran los señoríos y títulos de los Velasco sobre Iñigo. El matrimonio
vio como sus posesiones y riquezas aumentaron notablemente, algo que pronto comenzó a
reflejarse en Berlanga, ya que era la villa principal de los Tovar. A partir de entonces, María de
Tovar e Iñigo Fernández de Velasco promovieron un gran programa de renovación arquitectónica
que desarrollaron hasta su muerte y que, a pesar de que no llego a completarse puesto que, como
veremos, fue alterado por su hijo Juan, tuvo importantes efectos en el urbanismo de Berlanga.
Este programa de renovación arquitectónica buscó una remodelación de la villa con nuevos y
modernos criterios urbanísticos85 y no consistía en el levantamiento de obras aisladas, sino que
se concretó en un proyecto planificado86 que incluía la construcción de un nuevo edificio religioso
-la colegiata-, un nuevo lugar de residencia -el palacio-, una fortaleza artillera, además de otros
elementos decorativos como jardines y fuentes.
El primer edificio que comenzó a construirse fue
la fortaleza artillera, un proyecto que contemplaba la
construcción de una nueva edificación que sustituyese
al castillo medieval. El porqué de esta construcción no
se puede limitar únicamente a un elemento más del
programa de renovación arquitectónica y transformación
de la villa de Berlanga con unos fines propagandísticos
y ostentatorios del linaje Tovar y Velasco, sino que
probablemente las motivaciones de su construcción
obedezcan a unas razones más circunstanciales. A
nuestro juicio, la Guerra de las Comunidades ocurrida
entre 1520 y 1522, supuso un hecho fundamental en la
decisión de erigir una fortaleza de tales características,
84 Este texto y los anteriores en AHN, Frías, C.309, D.28.
85 ALONSO RUIZ, B., Arquitectura tardogótica en Castilla: los Rasines, Santander, Universidad de Cantabria, 2003,
p. 195.
86 Las trasformaciones urbanas más características de este periodo tardomedieval y comienzos de época moderna
son aquellas realizadas por las capas sociales más representativas del poder, que llevan a cabo amplios programas
de remodelación urbana. Ver MONTERO VALLEJO, M., Historia del urbanismo en España. I, Del eneolítico a la baja
Edad Media, Madrid, 1996, p. 335.
más acorde a las nuevas formas de hacer la guerra en esos momentos. No hay que olvidar que
cuando estalló la revuelta, Iñigo Fernández de Velasco era el Condestable de Castilla y se había
quedado como regente del reino, junto al cardenal Adriano de Utrech y el Almirante de Castilla
Fadrique Enríquez, en la ausencia del rey Carlos I que se encontraba en Alemania. Iñigo, como
Condestable, asumió el mando supremo del ejército real y, como tal, fue la figura que encabezó
las hostilidades contra el bando comunero, cada vez más numeroso.
María de Tovar tampoco se mantuvo ajena a estos acontecimientos, es más, actuó como
intermediaria entre su esposo y el rey Carlos, a quien envió varias misivas en las que le notificaba
el desarrollo y evolución de la guerra que estaba teniendo lugar en Castilla. Durante este periodo,
María permaneció, la mayor parte del tiempo, en el palacio que tenían los Velasco en Burgos,
la Casa del Cordón, posiblemente porque en los comienzos de esta revuelta Burgos era una
de las pocas ciudades partidarias del bando real. No obstante, parece ser que durante varios
días del mes de junio de 1520 tuvieron lugar momentos de gran tensión en los que la multitud
se hizo dueña de la ciudad y los agitadores decidieron lanzarse al asalto de varios palacios87,
entre ellos la Casa del Cordón: “Noticiosos enmedio del acaloramiento de que la Duquesa Doña
María de Tovar, muger del Condestable, y Marquesa propietaria de Berlanga, se había escedido
un día en amenazas y dicterios contra los revolucionarios, quisieron estos hacerla pagar bien
cara su imprudencia: irritado el pueblo contra ella le cercaron la casa, que es
la del Cordón, la atacaron con una pieza de artillería, y vencidas las puertas
entraron en busca de la víctima que pretendían inmolar, y que solo pudo salvarse
ocultándose en un secreto escondrijo. Dirigiéndose después a la casa de Garci
Ruiz de la Mota”88. Al conocer estos graves hechos, Iñigo regresó a la ciudad
de Burgos, donde continuaba extendiéndose la agitación hasta el punto de que
el Condestable y su familia fueron víctimas de varios ataques y tuvieron “que
retirarse a su casa, donde le cercaron con mucha gente armada, y así lo tuuieron
casi dos días, a él, y al Conde de Salinas Don Diego Sarmiento, y a la Duquesa,
y Condesa sus mugeres”. Unos días después, saliendo de misa el Condestable “un
Comunero que se llamaua Escalante, le puso dos vezes la ballesta al rostro para
tirarle. Y él con gran sosiego prosiguió el camino acompañándole gran multitud de
gente común, con desuerguenças, y desacatos, propios de quien ellos eran. Otro
hombre llamado Collantes encaró la ballesta dos vezes para tirar al Condestable,
y Bernal de la Roca se lo estoruó leuantándole la ballesta, para que el tyro fuese
por alto; y la segunda vez viéndole porfiado le cortó la cuerda”89.
Estos sucesos, a nuestro entender, condicionaron profundamente la decisión
de María e Iñigo de construir a partir de 1522 una fortaleza artillera en Berlanga
que fuera capaz de resistir los envites de la artillería ante posibles futuras
87 PÉREZ, J., Los Comuneros, Madrid, La Esfera de los Libros, 2001, p. 51.
88 ARIAS DE MIRANDA, J., Apuntes históricos sobre la cartuja de Miraflores de Burgos, Burgos, Imprenta de Pascual
Polo, 1843, p. 108.
89 DE SANDOVAL, P., Historia de la vida y hechos del Emperador Carlos V, Pamplona, 1614, p. 340.
Casa del Cordón de
Burgos.
55
Construcción de la
fortaleza artillera de
Berlanga de Duero.
Ilustración de José Ramón
Almeida.
56
revueltas. Una respuesta comprensible por el temor que debieron de sufrir tras estos ataques en
Burgos, particularmente al encontrarse en la Casa del Cordón, una residencia palaciega que no
tenía capacidad alguna de defensa. La elección de Berlanga tal vez viniera motivada por varias
razones, quizás porque la población estaba alejada de las zonas conflictivas. No obstante, el
motivo principal de elegir este emplazamiento parece residir en que fue María de Tovar quien
ordenó y costeó la construcción de la fortaleza, tal y como señaló su hijo Pedro, que la describió
como “muy amiga de edificar y assí labró vna muy buena fortaleça en Berlanga”90, razón por la
que debía construirse en Berlanga, el principal señorío del linaje de los Tovar.
En julio de 1522, tras el fracaso de la Guerra
de las Comunidades, el rey Carlos I concedió un
Perdón General e indemnizó a todos aquellos que
sufrieron daños en sus posesiones, entre ellos Iñigo
y María, Duques de Frías. Es muy probable que
la construcción de la fortaleza se beneficiara de
la presencia de los más destacados ingenieros
y maestros que en aquellos momentos se
encontraban al servicio de la corona, pudiendo
entenderse la participación de algunos de estos
como una forma de compensación. Estos ingenieros
y maestros al servicio del rey también estuvieron
en contacto con el Condestable, quien, en la
década de los veinte de ese siglo, se encargó
de la defensa de la frontera castellana contra las
tropas francesas en la zona navarra, donde se
construyeron importantes fortalezas como la de
Logroño, Fuenterrabía o Pamplona, muy similares,
sobre todo la última de ellas, a Berlanga.
La fortaleza no fue el único elemento que formó parte del proyecto de renovación arquitectónica
que acometieron Iñigo y María en la villa de Berlanga, sino que durante los años siguientes se
llevaron a cabo otras construcciones entre las que destacó la colegiata. La idea inicial que habían
tenido a comienzos del siglo XVI era dotar de una mayor grandiosidad a la villa elevando a la
dignidad colegial la iglesia principal de Berlanga, Santa María del Mercado, dotándola de un
cabildo, abad, dignidades, canónigos, estatutos y costeando las obras que fuesen necesarias91. En
1514 obtuvieron la bula del Papa León X para llevar a cabo esta empresa, confirmada dos años
después. No obstante, pronto fueron conscientes de que era necesario construir un nuevo edificio
más grande para la iglesia colegial debido al progresivo deterioro que sufría la iglesia de Santa
María. Este nuevo edificio fue proyectado para construirse en un lugar más céntrico de la villa, la
plaza de San Andrés, con el fin de unificar todas las iglesias en una sola y acoger el culto en un
90 En Origen de la Ylustrísima Casa de Velasco…, p. 52.
91 BEDOYA, J. M., Memorias históricas de Berlanga (facsímil de la edición de 1845), Salamanca, 1979, pp. 50 y 51.
único edificio de dimensiones suficientes para toda la población
de la villa. Debido a ello, en 1526 fueron derruidas nueve de las
diez iglesias medievales con excepción de la de San Gil, que se
mantuvo en pie hasta 1530, momento en que la actual colegiata
de Berlanga pasó a estar disponible para la celebración del rito
católico.
El 22 de junio de 1526, tras una solemne procesión que
recorrió todas las iglesias y fue seguida por las personalidades
más importantes del lugar -el abad, el cabildo, el alcaide de la
fortaleza, el corregidor y la señora de Berlanga- y multitud de
personas, dieron comienzo las obras de la colegiata. Finalmente,
el edificio fue bendecido en 1530 a pesar de que aún no se
había concluido92. Es más, a finales del siglo XVI todavía no habían
acabado las obras del templo debido a motivos económicos y
a las disputas surgidas entre los patronos de la colegiata y el
cabildo93. Esto produjo que algunas partes del edificio quedaran inconclusas, tal y como ocurrió con
la torre sur, o partes que ni tan siquiera se comenzaron, caso del claustro que únicamente queda
testimoniado por la puerta que da al crucero de la colegiata.
Asimismo, junto a la colegiata se proyectó el nuevo palacio de los Tovar, un edificio que
sustituyera al palacio que por aquellos momentos servía de residencia al matrimonio en la plaza
del Mercado y que las fuentes documentales describen como un palacio “de tierra y ladrillo,
y que los techos de la dicha casa antigua son labrados de madera a la traça antigua y muy
baxos” de tal manera que “pareçía un palomar”94. La idea inicial fue crear un conjunto monumental
situado en la céntrica plaza de San Andrés, en donde además se construyó una fuente que tenía
como objetivo servir de suministro de agua al proyectado palacio. De hecho, era frecuente que la
nobleza situara sus residencias en lugares centrales de la villa, buscando además que estuvieran lo
mejor abastecidas de agua posible95. Este nuevo palacio, adosado a la cabecera de la colegiata,
creó una conexión entre ambos edificios y posibilitó el acceso directo a la iglesia colegial a través
de la capilla mayor, lo que era una muestra más del poderío económico de los señores de la villa.
Finalmente, los planes cambiaron a la muerte de María de Tovar, su hijo Juan “mudó propósito
y no prosiguió la casa que sus padres tenían començada”96 junto a la colegiata e hizo un nuevo
92 MARTÍNEZ FRÍAS, J. Mª., El gótico en Soria. Arquitectura y escultura monumental, Salamanca, Universidad de
Salamanca, 1980, p. 362.
93 Tras años de gastos, los patronos, Juan de Tovar y su hermano Pedro Fernández de Velasco, decidieron poner fin
a sus aportaciones económicas para las obras. A esto hay que sumar el deseo de Juan de fundar un convento en la
ermita de Paredes Albas, lo que suponía un peligro para los intereses de la colegiata. En ALONSO RUIZ, Arquitectura
tardogótica…, p. 203.
94 AHN, Frías, C. 346, D. 1-21.
95 VAL VALDIVIESO, Mª I. DEL, “Agua y organización social del espacio urbano”, en VAL VALDIVIESO, Mª I. DEL
(coord.), Usos sociales del agua en las ciudades hispánicas a fines de la Edad Media, Valladolid, 2002, pp. 35 y 36.
96 AHN, Frías, C.339, D.15-17.
Colegiata de Berlanga de
Duero.
57
Interior de la colegiata de
Berlanga de Duero.
58
palacio a los pies del cerro del castillo, adosado al que su madre tenía en la plaza
del Mercado.
Sabemos que estas tres fueron las edificaciones y obras más destacadas de
María de Tovar e Iñigo Fernández de Velasco, sin embargo no fueron las únicas.
Por iniciativa del matrimonio también se levantó a dos kilómetros de Berlanga la
ermita de Paredes Albas, un edificio de estilo tardogótico que, un siglo más tarde,
se convirtió en el convento franciscano de Nuestra Señora de Paredes Albas97, o
la casa y torre del monte de la Rozuela, además de numerosos edificios y obras
que costearon en sus otros señoríos y villas, como el cubo artillero de Villalpando
que tantas similitudes presenta con los de Berlanga, o la capilla de la Concepción
del monasterio de Santa Clara de Medina de Pomar (Burgos), donde fueron
enterrados el hermano de Iñigo, Bernardino, y su segunda esposa Juana de
Aragón. De hecho, la familia de los Velasco mantuvo un estrecho vínculo con este
monasterio desde que en el siglo XIV se convirtió en una especie de panteón
familiar, especialmente tras la obligación que impuso en 1473 el abuelo de Iñigo
a sus descendientes de enterrarse allí. Con todo esto no es de extrañar que, tras
una serie de intentos por enterrarse en otros lugares como la catedral de Burgos,
finalmente el matrimonio de María e Iñigo decidieran enterrarse en Santa Clara.
Aun así, María no se olvidó de Berlanga en sus testamentos, manifestando en
todos ellos una posible intención de haber querido ser enterrada allí. Es más, en su última voluntad
dejó establecidas ciertas mandas que ratificarían este deseo, ya que dejó encargadas mil misas
por su alma para que se dijeran “en la villa de Verlanga, de las quales digan quatroçientas los
clérigos pobres que no sean benefiçiados que rresiden allí”; ordenó que en la colegiata se dijeran
los oficios acostumbrados como si se hubiera enterrado allí: “mando que el abad e cabildo de la
iglesia de Verlanga me digan en la dicha iglesia los ofiçios de enterramientos que suelen dezir,
así como si me sepultasen en la dicha iglesia”; y además les entregaba una importante donación
compuesta por “todas mis rropas de seda para ornamentos de la dicha yglesia colegial (…) [y] todos
los ornamentos de la dicha mi capilla e toda la otra plata de capilla que de más de la contenida
en la dicha donaçión yo tobiere al tiempo de mi fallecimiento, e las otras cosas de la capilla e de
serviçio del altar e hornamentos de brocado e seda e otras quales quier cosas de esta calidad
que yo tengo”98. Todo da a entender que se trata del tipo de donaciones y disposiciones que se
dejarían a la iglesia designada para el emplazamiento del descanso eterno.
El 27 de noviembre de 1527 moría María de Tovar y, un año después, lo hacía Iñigo. La
prioridad de María, frente a cualquier otra circunstancia, fue la de ser enterrada junto a su esposo,
buscando que la unión matrimonial se mantuviera incluso después de la muerte de los cónyuges,
como una manifestación de la fortaleza de la unión entre ambos linajes. El emplazamiento de las
sepulturas en el monasterio de Santa Clara es una obra de gran magnificencia y complementada
97 MARTÍNEZ FRÍAS, J. Mª., “El convento de Paredes Albas en Berlanga de Duero”, Celtiberia, 25, 1975, pp. 217227.
98 AHN, Frías, C.308, D.18-23.
Izquierda. Sepulturas de
María de Tovar e Íñigo
Fernández de Velasco en
el coro del monasterio de
Santa Clara.
Abajo. Detalle de
esculturas orantes.
con una decoración muy suntuosa. Escogieron el lugar más
elevado y visible, el coro frente al altar mayor. El coro fue
encargado y pagado por ellos mismos y concluido por su
hijo Pedro pocos años después de la muerte de sus padres,
como aparece reflejado en las inscripciones que acompañan
al monumento. Se trata de un coro con tres cuerpos separados
por columnas, en cuya línea externa se ubica el mausoleo donde
se depositaron los restos de María e Iñigo. En el cuerpo central,
entre dos rejas, se encuentran las estatuas orantes de ambos,
realizadas por el escultor Felipe Bigarny y talladas en jaspe y
alabastro, con las manos juntas mirando hacia el altar mayor,
y sobre cada uno de los tres cuerpos se fijan sendos grandes
escudos con la heráldica de los dos linajes.
Tras la muerte de ambos se repartieron los mayorazgos
de la manera que había quedado establecido tiempo atrás. De
esta forma, el primogénito Pedro Fernández de Velasco, heredó
el mayorazgo de los Velasco con sus villas, así como el título de Condestable de Castilla. Mientras
que Juan de Tovar, el segundo hijo, se colocó al frente del mayorazgo del linaje Tovar y, por lo
tanto, del señorío de Berlanga que pronto pasaría a ser un marquesado. En abril de 1529, el rey
Carlos I y su madre la reina Juana concedieron a Juan de Tovar y a todos sus sucesores en el
mayorazgo el título de marqués: “acatando los muchos e buenos y leales servicios que nos aveys
fecho y esperamos que nos hazeys de aquí adelante y por vos más honrrar y sublimar e porque
vos y vuestros subçesores seays más honrrados y sublimados (…) e podáis llamar e intitular y vos
las
59
llaméis e intituleis e vos hazemos e intitulamos marqués de vuestra villa de Verlanga”99. De esta
manera Juan de Tovar se convirtió en el I Marqués de Berlanga.
Uno de estos servicios a los que los reyes se refieren fue la custodia de los delfines de
Francia100, Francisco y Enrique, que había entregado su padre el rey Francisco I de Francia como
garantía para el cumplimiento del tratado de Madrid de 1526. Un documento que buscaba poner
fin a las guerras entre Castilla y Francia tras la derrota de estos en la batalla de Pavía. No
obstante, los delfines permanecieron como rehenes hasta 1530 ya que Francisco I, al regresar a
Francia, derogó este tratado. Esta custodia se encomendó al Condestable Iñigo y, tras su muerte,
a sus dos hijos Pedro y Juan, por lo que los delfines estuvieron cautivos en las villas y fortalezas
de Pedraza, Castilnovo, Villalpando, Villalba de los Alcores, Ampudia y Berlanga, todas ellas
pertenecientes a los Velasco y los Tovar. En mayo de 1529, tras la muerte de Iñigo Fernández
de Velasco, el Condestable Pedro y su hermano Juan de Tovar se hicieron cargo de la custodia
de los delfines como confirma un documento firmado en la fortaleza de Berlanga, ratificándose
además el traslado de los príncipes a Pedraza101. Durante la estancia de los delfines en Berlanga
se hicieron “unos atajos y puertas y ventanas en la fortaleza de Berlanga para el aposento de
los príncipes”102, si bien hoy día desconocemos donde se practicaron estas aperturas, es probable
que la estancia de los jóvenes franceses se desarrollara en el patio palaciego del castillo señorial.
Las figuras de Juan de Tovar y su mujer Juana Enríquez, en muchas ocasiones, no han sido
convenientemente tratadas por la historiografía, viéndose eclipsadas por parte de Iñigo y María,
tal vez porque fueron personalidades más relevantes en la vida política de la época. Esto ha
motivado que algunos autores hayan querido ver en el periodo del primer Marqués de Berlanga
una etapa de escasa actividad y relevancia, considerando a este como un mero continuador de la
labor realizada por sus antecesores. Es más, algunas de las iniciativas de mayor peso llevadas a
cabo por Juan de Tovar y su esposa Juana Enríquez, han sido atribuidas a los padres de este. Nada
más lejos de la realidad, Juan de Tovar prosiguió con el programa de ennoblecimiento de la villa de
Berlanga, si bien no de manera estricta, tal y como lo habían pensado sus padres, sino alterándolo
y adecuándolo a sus propias necesidades. En el caso de la colegiata, la construcción continuó
financiándose por el Marqués de Berlanga y su hermano, el Condestable Pedro Fernández de
Velasco. No así la del palacio, que, como anteriormente veíamos, fue paralizada para trasladarse
a la plaza del Mercado, donde hoy día todavía se erige una majestuosa fachada renacentista
con el escudo de Juan de Tovar y Juana Enríquez sobre la puerta principal, que no deja lugar a
dudas de la autoría de los promotores. Por su parte, el proyecto de la fortaleza tampoco correría
mejor suerte, Juan de Tovar tomó la decisión103 de no terminar el edificio que se había comenzado
60
99 AHN, Frías, C. 309, D. 29-32.
100 FRANCO SILVA, “Aportación al estudio de los señoríos sorianos…”, p. 264.
101 AHN, Frías, C. 23, D. 11-13.
102 AGS, CMC, 1ª serie, leg. 1400 según COBOS GUERRA, F. Y DE CASTRO FERNÁNDEZ, J. J., Castillos y
fortalezas, León, Edilesa, 1998, p. 256.
103 Decisión que creemos tomó Juan de Tovar, aunque no debemos descartar que fuese su madre la que decidiera
detener los trabajos en la fortaleza en favor de la colegiata. En este caso, tal y como se explicará más detenidamente
en el último capítulo de este libro, lo que no creemos es que se pararon las obras por la escasez de recursos
Fachada del palacio de
Juan de Tovar y Juana
Enríquez (fotografía hacia
1910).
a mediados de la década de los veinte, manteniéndose de este modo tanto el castillo medieval
como la fortaleza artillera.
A pesar de la paralización de las obras en el castillo, parte del mismo sí se dotó con artillería
de fuego tal y como demuestra un listado que se redactó a la muerte de Juan de Tovar y que se
encuentra recogido en un compendio de inventarios de bienes de diferentes miembros del linaje. En
este extenso documento podemos encontrar un apartado en el que se desglosan y describen las
diferentes piezas de armamento custodiadas en la fortaleza por el alcaide Alonso de Brizuela104,
así se detalla que había, además de arcabuces, escopetas, alabardas y otros muchos pertrechos:
“Un sacre ochavado que tiene un escudo cabo el fogón, con una sierpe e una corona encima.
Está encabalgado en su cureña e ruedas, puede pesar asta doze quintales (…)
Tres falconetes ochavados cabo el fogón, una baca y una corona ençima. Pueden pesar asta
siete quintales cada uno, los dos están encabalgados en sus cureñas e ruedas (…)
Medio falconete ochavado con una flor de lis en el fogón, que puede pesar hasta dos
quintales e medio e no está encabalgado (…)
Dos mosquetes redondos con sus muñones que pesaran un quintal cada uno (…)
Otras tres piezas pequeñas puestas en sus caballiyos de medio abajo ochabadas y de medio
arriba redondas, que pueden pesar a quintal cada una pieça (…)
Un mosquete pequeño ochabado de corchete que no tiene muñones puede pesar tres
económicos de Juan de Tovar.
104 Nieto de Alonso de Brizuela, primer alcaide de la fortaleza de Berlanga de la familia, e hijo de Francisco de
Brizuela.
61
Fotografía de mediados
del siglo XX del hospital de
San Antonio.
62
arrobas (…)
Otro mosquete que está en el cubo de San Juan, ochavado, encabalgado en su caballete
que puede pesar asta tres arrobas (…)
Una media culebrina ochabada con un escudo hacia el fogón, tiene en él una sierpe e una
corona encima, está encabalgada en cureña e carretón de dos ruedas, que puede pesar asta
treinta quintales (…)
Quatro medios falconetes de bronce y en cada uno de ellos tiene un escudo con las armas
de Velasco e de Tobar, están encabalgados en sus cureñas e carretones de a dos ruedas pueden
pesar hasta tres quintales y medio cada uno”105.
El abandono de alguno de estos proyectos permitió afrontar nuevas obras de diferente índole.
Una de ellas fue el hospital de San Antonio de Padua, situado extramuros de la villa frente a la
puerta de Aguilera, y que fue construido bajo el patronazgo de Juan de Tovar y Juana Enríquez.
Este hospital venía a sustituir a uno antiguo, el de Santa María, que al parecer estaba situado en
la calle Real y tuvo que ser cerrado por sus condiciones insalubres106. Junto a al hospital de San
Antonio se construyó la ermita de la Virgen de las Torres, un templo que actuó como capilla del
mismo y que albergó en su interior la talla de la virgen de la antigua iglesia de Santo Tomé.
Dos años después de la muerte de Juan, en 1547, su esposa Juana Enríquez fundó el
convento de las monjas Franciscanas Concepcionistas, tras haber obtenido una bula del Papa
Paulo III para su fundación. Juana estableció determinadas disposiciones con una clara intención de
favorecer a la gente de su entorno. Así se dispuso
que los patrones pudieran nombrar a tres monjas
que fueran “hijas o nietas de los criados de los
señores o hijas de los criados que asistieran y la
Villa y su Tierra, siendo hidalgas firmes, libres de
enfermedad”107. Detrás de esta fundación se tenía,
además, un interés por colocar “monja en el dicho
Convento a Doña Bernardina su hija muda”108, así
lo ratificaba muchos años después Ángela Ortiz
de Lizano, monja del convento, que actuaba como
testigo en un pleito entre el Condestable y el
Marqués de Auñón “que por tener los hijos mudos,
prometieron hacer el dicho Conuento”109.
Durante estos años, Tomás Martínez, más
conocido como Fray Tomás de Berlanga, volvió
a su tierra natal después de su viaje al Nuevo
105 AHN, Frías, C. 335, D. 1-16.
106 AHN, Frías, C.328, D. 1.
107 AHN, Frías, C. 346, D. 1-21.
108 Ibíd.
109 Ibíd.
Mundo, donde se había convertido en obispo de Tierra Firme en 1533 y había descubierto en
1535 el archipiélago después conocido como Islas Galápagos. Fray Tomás regresó a Berlanga
para pasar sus últimos años, en donde intentó levantar con los ahorros de toda su vida su tan
deseado convento de Santo Domingo, que comenzó a construir al lado de la plaza del Mercado.
También adquirió la capilla de los Cristos en la Colegiata donde fue enterrado en 1551110.
Con la muerte de Juan de Tovar en noviembre de 1545, el patrimonio y herencia del linaje
de los Tovar pasó a su hijo primogénito, Iñigo Tovar y Velasco, quien se convirtió en el II Marqués de
Berlanga. Juan, en su testamento redactado días antes111, había ordenado enterrarse en la capilla
mayor de la colegiata de Santa María del Mercado de Berlanga donde, bajo un arco carpanel,
todavía hoy se puede ver su sencilla sepultura realizada en mármol rojo de Espejón.
Años después, Pedro Fernández de Velasco, el primogénito de María e Iñigo que se había
puesto a la cabeza de los estados de los Velasco, murió sin tener ningún hijo varón legítimo, solo
varias hijas que no pudieron recibir el mayorazgo familiar. Esta situación conllevó que su sobrino
Iñigo Tovar y Velasco acabara siendo el receptor de este mayorazgo, volviéndose a unir de nuevo
el patrimonio de los Velasco y el de los Tovar, aunque esta vez en una sola persona, y heredando
de su tío los títulos de Duque de Frías y Condestable de Castilla.
El nuevo Marqués, ya al frente de la villa de Berlanga, continuó con las obras del palacio
que había comenzado su padre, embelleciendo el conjunto con una serie de jardines dispuestos
a diferentes alturas y situados al este del palacio. Igualmente llevó a cabo una serie de reformas
en el propio edificio, como incorporar en el patio “portales con arcos y mármoles de piedra, los
quales estaban antes de madera”, o añadir nuevas dependencias como “unos aposentos haçia
la puerta del campo y parte de las coçinas y el patio de la leña”, obras para las que contrató a
numerosos “oficiales y peones” entre los que se encontraban el maestro cantero Juan de la Puente
o el oficial Pedro Enríquez112.
Iñigo fue, además, el promotor de nuevas construcciones siempre relacionadas y situadas en
torno al palacio, no solo con el fin de embellecerlo sino también de mejorar su habitabilidad. Buen
ejemplo de ello fue la Puerta del Campo, entrada por la que actualmente se accede al cerro del
castillo y que fue abierta en la muralla, sustituyendo a una anterior entrada en forma de L. Esta
entrada, más amplia que la anterior, permitía el acceso de los carruajes y caballerías a las nuevas
caballerizas que, igualmente, ordenó construir el II Marqués de Berlanga. La construcción de estas
caballerizas conllevó algunos problemas a Íñigo de Tovar y Velasco ya que fueron emplazadas
en los terrenos que ocupó durante la Edad Media la antigua colegiata de Santa María del
Mercado. Al derribarse esta iglesia, la villa consideró que esos terrenos que habían quedado
baldíos les pertenecían y acusaron al Condestable de haber incurrido en un delito al ocupar esos
terrenos para sí. Esta disputa desencadenó un largo pleito entre la villa y el Condestable Íñigo que
acabaría resolviéndose a favor de este último.
110 FIGUERAS VALLÉS, E., Fray Tomás de Berlanga. Una vida dedicada a la Fe y a la Ciencia, Soria, Ochoa
Impresores, 2010.
111 BEDOYA, Memorias históricas de Berlanga..., p. 38 y 39.
112 AHN, Frías, C. 346, D. 1-21.
63
Extracto del plano de la
villa de Berlanga del siglo
XVIII realizado por Antonio
de Perero Ruíz.
En AHN, Frías, CP. 284, D.
22-23.
64
Parece ser que esta no fue la única disputa que hubo entre Íñigo y los habitantes de
Berlanga, también tenemos constancia de otro pleito que interpuso el concejo contra él a
causa de la privatización de dos fuentes. Hay que tener en cuenta que el agua en esta
época era una de las principales preocupaciones de una villa o ciudad, que intentaba buscar
siempre lugares de abastecimiento cercanos en los que el agua fuera abundante y de buena
calidad. Además, era considerada un bien público por lo tanto, en su accesibilidad actuaban
los agentes municipales como garantes del bien común113. Por estas razones señaladas, los
concejos intervinieron en aquellos conflictos que se pudieran derivar del aprovechamiento del
agua, como fueron estos dos casos. La primera fuente, conocida como la de Val de Aguilera,
estaba situada en el campo y fue la villa la que dispuso un pilón de piedra para su uso,
señalándose además que era “agua muy delicada y sana y que los médicos la manda a los
enfermos”. Por tanto, parece que se trataba de una fuente de importancia para la villa ya
que la salubridad del agua era una de las principales inquietudes de los vecinos. La segunda
fuente estaba situada junto a al puerta de la dehesa de la villa y los vecinos se habían
encargado de limpiarla y adecuarla para su uso instalando un caño y una pila, “lo qual todo
se hizo, labró y edificó a propia costa y espensas y propios de la dicha villa” y junto a ella,
113 Para más información sobre el tema consultar DEL VAL VALDIVIESO, Mª I. (Coord.), Usos sociales del agua
en las ciudades hispánicas a fines de la Edad Media, Valladolid, Universidad de Valladolid, 2002 y DEL VAL
VALDIVIESO, Mª I. (Coord.), Vivir del agua en las ciudades medievales, Universidad de Valladolid, 2006.
aprovechando el agua que sobraba, se habilitó un lavadero “donde las mugeres de la dicha villa
iban a lavar sus pannos y ropas”.
En ambos casos, el Condestable abusó de su autoridad y se apropió de estas dos fuentes
cercándolas con “tapias y texado y con llave”114 para su uso exclusivo e impidiendo el acceso y uso
al resto de la villa. Finalmente, como ocurrió con el caso de las caballerizas, el pleito se resolvió
de forma favorable para Iñigo argumentándose que en la villa había otros muchos manantiales,
además del río Escalote, con lo cual cercar dos fuentes no suponía ningún perjuicio para los
vecinos.
A la muerte del Condestable Íñigo en 1585, nuevamente se volvió a dividir el patrimonio de
los dos linajes. Al primogénito, Juan, le correspondió el mayorazgo, apellido y armas de los Velasco,
mientras que su segundo hijo, Pedro, heredó los de los Tovar. De Pedro de Tovar, III Marqués de
Berlanga, conocemos pocos datos aparte de que realizó algunas obras de menor entidad en
el palacio, continuando así con la labor de sus antepasados. En abril de 1606 Pedro falleció sin
descendencia masculina y fue enterrado junto a su abuelo, Juan de Tovar, en la capilla mayor de la
colegiata de Santa María del Mercado. Una vez más, el mayorazgo de los Tovar se volvió a unir
con el de los Velasco, esta vez, de manera definitiva, recayendo sobre su hermano Juan Fernández
de Velasco y Tovar.
Comienza un periodo de decadencia para la fortaleza
El traslado de la residencia de los marqueses a Madrid para estar cerca de la corte, a
comienzos del siglo XVII, conllevó una etapa de decadencia en algunas de las propiedades de los
señores de Berlanga en la villa y, particularmente, de su castillo. Durante este periodo Berlanga
comenzó a hacer su propio camino sin el patrocinio de los marqueses, muy lejos de aquellos
años de la centuria anterior donde las principales obras fueron promovidas por sus señores. La
fortaleza durante esta etapa, lejos de ser objeto de nuevas reformas, pasó de estar al cuidado
de los alcaides durante la primera mitad de siglo, como demuestran los diferentes inventarios de
armas, a no tener ni tan siquiera unas labores mínimas de mantenimiento del edificio, iniciándose
así un paulatino abandono que culminaría, doscientos años después, en la completa ruina del
edificio. Lejos quedaba el tiempo en el que el castillo había sido el centro de grandes obras y
remodelaciones, de insignes alcaides y de que apareciera a ojos de sus señores como el símbolo
de su linaje.
Aun así, los marqueses siguieron vinculados a su villa de Berlanga, tal y como demuestra
el caso de Bernardino Fernández de Velasco, quien, durante la primera mitad del siglo XVII, se
encontraba al frente del patrimonio de ambas familias. En 1633 Bernardino consiguió una autoridad
real para fundar un convento de frailes franciscanos en la villa de Berlanga y así, aprovechando
la cabecera de la antigua ermita de Paredes Albas construida hacía más de un siglo, se erigió la
iglesia y, en torno a ella, el convento de los frailes115.
Como venimos señalando los marqueses pasaban cada vez menos tiempo en su villa de
114 Esta y las referencias anteriores se encuentran en AHN, Frías, C. 339, D. 15-17.
115 MARTÍNEZ FRÍAS, J. Mª., El Gótico en Soria..., pp. 444-445.
65
Nc" xknnc" fg" Dgtncpic" c" "pcngu" fgn"
siglo XVI
66
A finales del siglo XVI, la villa de
Berlanga presentaba un aspecto muy
diferente al que veíamos una centuria antes,
consecuencia de las obras promovidas
primero por María de Tovar e Iñigo
Fernández de Velasco, después por Juan
de Tovar y su esposa Juana Enríquez y,
finalmente, por Iñigo Fernández de Velasco
y Tovar.
La villa seguía manteniendo las dos
cercas que regulaban la entrada a la misma,
sin embargo el urbanismo interior había
cambiado radicalmente. Ya no quedaba
rastro alguno de las viejas iglesias medievales
que se dispersaban por toda la población.
En su lugar, en el centro de la plaza de San
Andrés, se levantaba una nueva iglesia, la
colegiata, de dimensiones mucho mayores a
las de los templos medievales derruidos en
1526 tras una procesión encabezada por la
señora de Berlanga, María de Tovar.
Uno de los espacios urbanos que sufrió
un mayor cambio fue la plaza del Mercado.
Esta plaza, por aquellos años, se encontraba
presidida por un imponente palacio cuya
construcción había provocado el derribo
de un tramo de muralla de la Cerca Vieja y
la antigua puerta en L que daba acceso al
cerro del castillo, sustituida por la puerta del
Campo. Este gran edificio era, en realidad,un
complejo palacial en el que se reconocían
dos partes bien diferenciadas construidas en
diferentes momentos. Por un lado, el palacio
de María de Tovar, construido en el siglo
XV en piedra de mampostería y ladrillo y
de apariencia modesta; por otro, el palacio
de su hijo Juan, realizado en piedra de
sillería casi cuarenta años después y que
mostraba un gran contraste con respecto al
de su madre por su aspecto imponente de
estilo renacentista. Posteriormente, se fueron
añadiendo otros elementos a este complejo,
como los jardines o las caballerizas.
En la parte alta del pueblo, la imagen
había cambiado también, el castillo medieval
de los Tovar, con sus esbeltas torres de hasta
20 m de altura, habían sido rodeadas por
una colosal estructura de piedra que casi
doblaba su volumen.
Por su parte, el barrio de San Pedro,
situado en la zona suroriental de Berlanga,
desapareció casi por completo en detrimento
de una gran huerta para el palacio de los
señores de la villa y la construcción de
un convento, iniciativa de Fray Tomás de
Berlanga, que aún así tuvo un periodo de
vida muy corto. Igualmente el barrio de
San Nicolás fue eliminado en favor de un
convento de monjas concepcionistas que fue
fundado por Juana Enríquez, mujer de Juan
de Tovar.
A las afueras de la villa, junto a la
puerta de Aguilera, se construyó el hospital
de San Antonio, que vino a sustituir a los que
anteriormente habían existido dentro de la
población y que fueron clausurados debido
a sus condiciones insalubres.
67
Berlanga y su palacio se había convertido en una residencia secundaria, estando solo ocupado
ocasionalmente por diferentes miembros de la familia o por invitados. Esta ausencia provocó que el
Marqués no conociera de primera mano el estado real de sus propiedades. Así, el mantenimiento
del palacio y de los jardines tuvieron preferencia en los fondos destinados al cuidado y conservación
de sus propiedades, en detrimento de las necesidades de la fortaleza. La escasa inversión de
recursos en el castillo fue produciendo un progresivo empeoramiento del estado del mismo, algo
que quedó reflejado en un inventario de armas y pertrechos del alcaide Manuel de Brizuela
fechado en 1659 al relatar que “mas se allaron en el cubo de hacia Ciruela una pieza de bronce
y otra que dicen esta debaxo del texado que se undio del mismo cubo, y en este mismo cubo se
allaron quatro carros con sus rruedas clavazón, por estar caydo el texado del dicho cubo no se
pudo pasar adonde estaba la culebrina”116.
A pesar del abandono del cuidado de la fortaleza por parte de sus señores, siguió
conservando muchas de las funciones que venía desempeñando desde hacía un siglo, poco
después de la paralización de las obras de la fortaleza artillera. Una de sus funciones principales
fue la de albergar el archivo con toda la documentación de la familia de los Tovar y de los Velasco,
sabemos que este archivo estuvo en el castillo, al menos, desde el año 1551, momento en el que
se hizo un inventario de los papeles que allí se guardaban117. El archivo, al parecer, estuvo ubicado
en el cubo del castillo medieval y estaba custodiado con especial cuidado y protegido por varias
puertas y candados: “fueron sus mercedes al cubo donde está el archibo y allaron cerrada la
puerta principal con dos llaves, la una de loba y la otra de candado con sus quatro armellas, la
qual se abrió con sus llabes de las que benían en la dicha caja y traía el dicho Juan de Arbina (…)
en la dicha caxa abiertas las dichas portezuelas de yerro pareció dentro enbebido en la misma
pared una caxa de nogal cerrada con llave con su pestilla, la qual se abrió con una de las que
traía el dicho Juan de Arbina en la dicha caxa, y se allaron en la de nogal referida quatro caxones
grandes cerrados con sus llaves, los quales y cada uno dellos se abrieron con las llabes de cada
uno que se allaron en las que traía el dicho Juan de Arbina en la caxa. Después de lo qual se fue
cada uno dellos sacando por su horden y se fueron bisitando los legaxos dellos sin ber mas que si
estaban maltratados, rratonados, o apolillados”118.
Durante este periodo una parte de la fortaleza también sirvió como prisión. En el inventario de
armas del alcaide Rodrigo Uceda fechado en 1633, se localiza el “calaboço de la dicha fortaleça
que es a la mano iquierda de la puerta prinçipal”119, es decir, que la oscura sala abovedada del
cubo principal de la fortaleza fue reaprovechada durante el XVII como prisión.
Sin embargo, la función más vistosa del castillo la tuvo en los días de celebración y fiesta de
la villa, ya que acompañó estos momentos con salvas disparadas desde las piezas de artillería
que coronaban sus cubos. Así lo cuenta Francisco Laguna que al ser preguntado en un pleito por
qué sabía que había salitre en el castillo, respondió “que el día del Corpus próximo pasado del
68
116 AHN, Frías, C. 335, D. 1-16
117 AHN, Frías, C. 336, D. 16-21.
118 AHN, Frías, C. 338, D. 1-89.
119 AHN, Frías, C. 336, D. 16-21.
año setenta y siete subió a ver disparar la artillería y que en aquella ocasión por estar abierto el
castillo bio como había salitre”120.
Uno de esos días de fiesta y celebración fue con motivo de la ilustre visita que tuvo lugar en
1660 cuando el rey Felipe IV, de camino hacia Francia, decidió pernoctar en el palacio de los
Marqueses de Berlanga. Las crónicas y la documentación de la época nos relatan cómo los vecinos
y los marqueses recibieron con alegría esta visita y se encargaron de engalanar la villa para la
ocasión aunque no con la intención de celebrar ningún festejo ya que, como les habían avisado,
al rey “no gusta se le detenga en su biaxe con fiestas, y asi solo se le aga salba disparando todas
las piezas del castillo sin balas y hagan dos danzas y salga los soldados de la resurección se
pongan veinte y dos achas en las rejas de palacio (…) y questa villa aga poner en la casa deste
ayuntamiento seis achas y que se hagan luminarias, y hogueras por las calles y ventanas”121. El rey
Felipe IV llegó la noche del 20 de abril y, tal y como se tenía previsto, “sus naturales” recibieron
a la corte real “con muchas luminarias, y suma alegría, y cuando llegó al lugar, le hizieron salva
con algunos sacres”. Por desgracia, uno de estos tacos que se utilizaban para hacer las salvas,
“por descuido del que los votó” cayó dentro del castillo provocando un gran incendio en el que
“se quemaron aquella noche algunos papeles antiguos, y todo el maderamen, y techumbres del
castillo, que aun ardía la mañana del miércoles 21”122.
El incendio parece ser que destruyó la parte en la que se encontraba la casa palacio afectando
fundamentalmente al patio del mismo. Si este incendio de 1660 tuvo graves consecuencias para
el castillo, el expolio al que se vio sometido posteriormente no fue menos importante. Al poco de
quemarse, pasó una corta temporada sin alcaide hasta que Juan de Ucedo del Águila volvió a
ocupar el puesto. Sin embargo, la llegada del nuevo alcaide no mejoró la situación ya que por
los abundantes testimonios recopilados, se deduce que llevó a cabo un cuidado muy deficiente
del castillo que permitió que los vecinos se colaran por las troneras o por huecos en sus muros
para robar materiales como piedras o maderos que luego utilizaban en sus casas. Para evitar este
continuo expolio se le pidió al alcaide que tomara medidas, como tapiar las troneras bajas de los
cubos o “que tapase un abuxero que había en el cubo que cae a la dehesa por haber visto por
él muchas mujeres con leña y maderos y que tubiese cuidado que si había dentro alguna cosa
de valor que pudiesen llevarse”. Si bien, el verdadero desmantelamiento del castillo vino de la
mano de los propios marqueses quienes aprovecharon los materiales que habían quedado en el
castillo tras el incendio, tales como tejas, maderas, tablas o piedras, y los hicieron bajar al palacio,
a los jardines o a las caballerizas para realizar diferentes obras. El testimonio de Benito Gómez,
un vecino de Berlanga, en 1678, es bastante elocuente en cuanto a lo que sucedía en el castillo
“entregó las llaves asimismo para baxar maderas y texas para el palazio de S.E. como para cerrar
la puerta principal del castillo que habían abierto (…) en otras ocasiones para baxar texa para
Rebollo (…) y para baxar unas maderas para el aderezo de la casa que vibe el tesorero que se
120 AHN Frías, C. 338, D. 1-89.
121 AHMBer, Caja 26, Libro de Actas de 1660.
122 FERNÁNDEZ DEL CAMPO Y ANGULO, P. Y DEL CASTILLO, L., Viage del rey nuestro señor don Felipe Quarto
el Grande a la frontera de Francia, 1667, p. 79.
69
undio y texa y tabla, asimismo en otra ocasión para la casa ques de S.E. que bibe Doña Maria
de Salinas para baxar algunos materiales para ella , asimismo en otras para el jardín y noria de
S.E. algunos de dichos materiales de madera y tabla, asimismo Miguel de Almarza para baxar
materiales como heran unos cabrios para un enparrado del jardín y tabla para unos tiestos. (…)
Asimismo para baxar cabrios para la caballeriza del dicho Don Diego de Ucedo”123.
Desgraciadamente, las medidas que se tomaron para evitar los saqueos de poco sirvieron ya
que en el verano de 1678 tuvo lugar el robo de algunos documentos del archivo custodiado en el
castillo. Estos hechos tuvieron una especial gravedad para Íñigo Melchor Fernández de Velasco, el
Condestable en aquellos momentos, dada la importancia de estos documentos para la familia y su
poder, lo que trajo consigo un juicio contra los responsables del mismo. Durante el proceso varios
testigos describieron el deplorable estado en que quedó la sala donde se guardaba el archivo
tras el robo. Particularmente explícito es el testimonio de Francisco Laguna, un chico de 13 años que
contaba lo siguiente: “fuimos al castillo a estudiar y ber si ay salitre para polvos de cartas y con
efecto fueron y entraron por la puerta de la fortaleza y subieron arriba, u por el cubo que cae a la
dehesa por una tronera que tiene que cave un hombre entro y en otra tronera que corresponde
a la que avian entrado bio unos papeles y una bula escrita en papel de pergamino los dejaron
allí y pasaron adelante y entrando por la plaza en lo alto del castillo vieron en ella un arco y
una puerta arruinada hecha pedazos y entro y dentro vio unas puertas de yerro quebrantadas y
quitadas las cerraduras y un candado encima de un pozo quebrado y tronzado Y dentro de las
puertas de yerro vio como escritorio de madera todo echo pedazos y quitadas las tablas donde
había muchos papeles”124. El juicio finalmente se zanjó con la condena de los autores del robo y
la confiscación de los escasos bienes que tenían. Además, el Condestable Íñigo Melchor ordenó
trasladar el archivo a Pedraza, por considerar a los berlangueses “malos siervos”, lo que provocó
que la fortaleza de Berlanga perdiera una de sus principales funciones.
Con motivo de la Guerra de Sucesión se produjo la estocada final en el desmantelamiento
del castillo que se venía produciendo desde hacía medio siglo. En 1706, y posteriormente en
1714, el Mariscal Berwick ordenó el traslado a Madrid de todas las piezas de artillería que se
encontraban en la fortaleza de Berlanga, posiblemente con la intención de fundirlas para fabricar
nuevo armamento. Para ello, ordenó que en octubre de 1706 se fuese “a Berlanga con mulas para
conducir la artillería, que se hallaba en ella, a Madrid”125, un traslado que no llego a completarse
ya que en 1714 se volvió a pedir “para la conducción de los dos cañones que existían en el castillo
de dicha villa para llevarlos a Madrid y que era preciso fueren los seis pares que pedían para
dicho efecto”126.
Los tiempos se tornaron aún más oscuros para la fortaleza de la villa de Berlanga, sus
estructuras fueron desapareciendo poco a poco hasta que, a finales del siglo XVIII, quedó tan solo
un esqueleto de piedra no muy diferente al que hoy día podemos contemplar. Así, en el plano
70
123 Este texto y el anterior en AHN, Frías, C. 338. D. 1-89.
124 Ibíd.
125 AMBO, Libro de Acuerdos del Ayuntamiento, 22-X-1706.
126 AMBO, Libro de Acuerdos del Ayuntamiento, 19-IX-1714.
histórico realizado por Antonio de Perero Ruiz, fechado entre 1774 y 1775, el castillo presenta una
imagen similar a la que muestra en la actualidad, aunque con algunos de los muros del castillo
medieval, hoy desaparecidos, todavía en pie.
La Guerra de la Independencia a comienzos del XIX pasó desapercibida para el castillo,
que poco más podía ofrecer que unos gruesos muros que alojaban en su interior una ruina.
Lamentablemente, no podemos decir lo mismo del resto de la villa, la cual sufrió dos catastróficas
visitas de las tropas napoleónicas que dejaron un paisaje desolador, saqueando la colegiata y
otros edificios y acabando con una buena parte de las casas nobles de Berlanga, empezando por
los palacios127 de los marqueses y continuando con los de otras destacadas familias berlanguesas
como los Aparicio, que fueron incendiadas.
A finales del siglo XIX el castillo de Berlanga cambió de manos. La propiedad del mismo, que
desde hacía varias centurias había pertenecido a la familia Tovar y Velasco, pasó a Isaac Ledesma
Casado quien compró en 1897 “un palacio y castillo arruinado en Berlanga de Duero con un
cercado de muralla de bastante extensión dentro del cual está el granero o almacén en parte
mismo compra una extensión superficial de doce mil ochocientos ochenta y ocho metros cuadrados
(…) por la suma de cinco mil pesetas”128. Durante algo más de un siglo el castillo permaneció en
manos de esta familia hasta que, finalmente, fue adquirido por el Ayuntamiento de Berlanga entre
el año 2000 y 2001.
127 El palacio de la Plaza del Mercado y la casa de la Choza.
128 Certificado del registro de la propiedad depositado en el Inventario Municipal del Ayuntamiento de Berlanga
de Duero.
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