Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                
SUPERVIVENCIA DE LOS PUEBLOS AMAZONICOS por Guillem Català (fotos del autor, menos cuando se indica) En azul, la línea de las cuencas de los ríos que abocan al Amazonas, que incluye alta montaña y sabana. En amarillo la línea de selva, sea alta, baja o seca (fuente: wwf.panda.org). En el texto uso la línea de selva La ocupación humana de América fue el resultado de oleadas de migraciones asiáticas, y de alguna procedente de Europa, Africa y Oceanía. En los grupos indígenas dominan substancialmente los rasgos raciales asiáticos, pero también los hay blancoides y negroides. No se sabe cómo pudieron estos llegar a América. Para los asiáticos, la ruta más fácil era a través de Alaska, cuando el clima frío congelaba las aguas y abría un paso, como lo fue desde hasta hace 10.000 años. Por el estrecho de Bering descendían grupos y tropezaban con los ya asentados, unos conquistaban o conservaban su espacio, y otros se veían obligados a desplazarse. Cuando la población de un grupo aumentaba una parte debía emigrar. Empujándose mutuamente y luchando, o mezclándose entre sí, los pueblos se distribuyeron por todas las zonas habitables. El proceso tuvo avances y retrocesos, pero básicamente se desarrolló de norte a sur, hasta llegar hace 10.000 años al extremo austral. El resultado ha sido un magnífico mosaico de razas, lenguas y culturas. A lo que se añadió hace 500 años la aparición de los europeos y el mestizaje que de ello ha resultado. A veces, como sucede en la Selva Alta, en valles contiguos conviven a poca distancia pueblos de raza e idioma muy diferente, unos llegados hace relativamente poco, y otros que están allí hace miles de años. Las emigraciones las realizaron pueblos cazadores, pescadores y recolectores. Ocupado un territorio, hubieron de adaptarse a las condiciones del medio y generar una cultura propia. Como los medios son de lo más diferente, resultó una gran diversidad cultural. Con el tiempo se domesticaron algunas especies animales y vegetales, pero seguían siendo principalmente cazadores, pescadores y recolectores. Es lo que se llama cultura de las huertas, que es la matriz de donde procede la Humanidad. Mucho más tarde, algunos pueblos, asentados en territorios que se prestaban a una explotación intensiva, se especializaron en la pesca o la agricultura. El factor determinante fue el aumento de población y la mejora de la alimentación. Se evolucionó no por gusto sino por necesidad. Con la acumulación de alimentos apareció la posibilidad de acumular riqueza, con las ambiciones que implica. Aparecieron las clases dominantes, que controlaban la producción y la acumulación, al obligar a trabajar para ellas a los demás, o a los pueblos conquistados. Nacen de esta manera las sociedades esclavistas. Así sucedió en las costas y los altiplanos de los Andes y del actual México, hace 6000 años, surgiendo las grandes civilizaciones americanas. Es sobre estas formas estatales que se asentó la colonización de Occidente. Ya que es fácil descabezar la pirámide social para colocarse uno mismo en el lugar predominante. Los pueblos que no habían constituido estados quedaron fuera del dominio occidental, por ser más difícil anexionarlos. El ejemplo más conocido es el de la conquista del Oeste en USA, pero en la mayoría de los territorios sin estado la situación era semejante. Esto es, quedaron vastos territorios que siguieron en el horizonte itinerante, con agricultura complementaria a lo cazador, pescador y recolector, algunos de los cuales, muy pocos, han llegado hasta nuestra época. Si conservan el modo de vida tradicional, son culturas de las huertas. Mapa político de la Amazonía. La selva amazónica ocupa territorios en 9 paises: las tres Guayanas, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Brasil. De los enormes pantanales del río Negro, que llega al Amazonas o Solimoes en Manaus, nace también el Orinoco, que recorre Venezuela. La selva del Orinoco es semejante a la amazónica, y algunos autores consideran que existe una sola cuenca con dos escapes al mar. Selva son los estados brasileños de Amazonas, Acre, Rondônia, una parte del Mato Grosso, Pará y Roraima. Amapá y Maranhao tienen ríos propios pero la selva es amazónica, y serían como escapes menores, regionales, al mar. Por otra parte, existen más selvas fluviales en Suramérica, vinculadas a la cuenca del río Paraguay. No son selvas amazónicas. Incluyen territorios de Paraguay, Argentina, Uruguay y Brasil. De manera que Suramérica, para las aguas, se dividiría en dos grandes cuencas, ambas selváticas: Amazonas/Orinoco y Paraguay. El declive andino es abrupto y desciende cientos de metros en pocos kilómetros. Así que las culturas andinas no ocuparan casi la Amazonía. El ejemplo más exagerado es la carretera llamada de la muerte (el tenue hilo en la foto de abajo), lleva de los páramos de La Paz a la Selva Alta en Coraico (arriba) en pocos kilómetros. Zona de antiguo colonizada, la población es mestiza. Más abajo se llega a Palos Blancos y Covendo, reducción de mosetenes El Machu Picchu (2430 m.) se encuentra justo en el pivote entre la cordillera y el inicio de la Selva Alta, al pie de uno de los picos más altos de los Andes (Salkantay, 6271 m.), y fronterizo con el fuerte declive que es pura selva. Se observa como los árboles escalan hacia la ciudadela. Bordeado por el Urumbamba, que al poco recibe tributarios y se denomina el Ucayali. Desde el Machu Picchu se ve la selva en territorio que era matsigenka y hoy ocupado por haciendas (Quillabamba). En la foto de abajo, el Ucayali cuando abandona los callejones montañosos para fluir por el llano (200 msnm), por el poco desnivel existente aparecen los característicos meandros. Las diferencias de altitud indican lo abrupto del declive y lo horizontal del llano I LA AMAZONIA ENTRE INDIGERAS Y OCCIDENTE LO INDIGENA AMAZONICO ORIGINAL La mayor parte de los grupos, por las dificultades del entorno y por haberse adaptado a la perfección, siguieron desarrollándose como culturas de las huertas. Esto sucedió en buena parte de América: las heladas tierras del norte, las planicies norteamericanas, la floresta amazónica y el páramo de la Patagonia. Dichos parajes son de supervivencia difícil. El medio no facilita el desarrollo de la agricultura o la soporta mal y se degrada. Sin ventaja competitiva, las sociedades que ocupaban dichas regiones siguieron en el mismo horizonte cultural de cazador y recolector, con agricultura precaria. Ya que se evoluciona por necesidad, y una buena adaptación no estimula al cambio. Sobrevivieron, lo que indica el éxito en la adaptación. Se dio, pues, una mejora de la cultura que evolucionó circularmente y, acotada en estos términos, se profundizó y perfeccionó. En estos pueblos, de tecnología sumaria, es óptimo el aprovechamiento de los recursos de manera sostenible. No tienen metales, y en la Selva Baja ni siquiera piedra, y todo el instrumental se fabrica partir de las maderas y tallos, lianas y frutos, huesos y espinas. Tienen conocimientos del entorno, sobre las posibilidades alimenticias y medicinales, de gran envergadura (superior a los de un agrónomo o farmacéutico). Ahora bien, todo ello pivota entorno a un modo de vida basado en que pocos habitantes ocupan amplios territorios por el que periódicamente se desplazan. Pues se requiere mucho bosque para recolectar con eficacia, y la caza necesita de amplias extensiones para que no se espante y huya. En la Amazonía, estos grupos se desplazaban, y donde se conservan se desplazan, cada cuatro o cinco años. Por necesidad y por respeto a la naturaleza, para optimizar las capturas y la recolección, pues éstas descienden cuando el medio necesita un descanso. Las huertas de frutales y de yuca tienen suelos que se agotan en cinco años, lo que marca el ciclo de la itinerancia. Resulta así el poblamiento disperso: viven en poblados de familias emparentadas entre sí, o en grupos de dos o tres familias extensas, lejos de otros asentamientos, y no permanecen mucho tiempo en el lugar. Con cada cambio de residencia deben estudiar el medio, a veces las nuevas especies, y su aprovechamiento. Lévy-Strauss (en “El pensamiento Salvaje”) caracterizó esta manera de vivir como de investigación permanente. Para sobrevivir sólo tienen su patrimonio cultural, que se reinvestiga, somete a verificación, y amplía sistemáticamente. Son estrategias de adaptación que implican una manera de ser peculiar, de caracteres humanos de temple fuerte, y muy sofisticados en las condiciones en que han de vivir, nada fáciles. Se les ha llamado primitivos, y creo que es un nombre aceptable si no es peyorativo. Son primitivos no por ser tontos o zafios, sino por estar espiritualmente más cerca de los primeros humanos. En esta línea, las filiaciones políticas son las más obvias e inmediatas posibles, las más antiguas en la Historia. Se basan en el parentesco. Los grupos se definen por estar vinculados como familias extensas. Esto es, por existir intercambios matrimoniales entre ellos, y por tener familiares en el otro grupo. A veces el grupo se forma por seguir a un líder carismático gente de variada procedencia, lo que aboca a intercambios matrimoniales, y se acaba en la filiación que sigue al parentesco. En fin, la cultura de las huertas se caracteriza por la itinerancia y dispersión, el parentesco y la investigación permanente. PROBLEMATICAS CONCRETAS La anterior descripción es genérica. Cada región tiene sus propias estrategias de adaptación, y la variedad es grande. Es cierto que existieron en el pasado reinos en la Amazonía basados en la agricultura (en los llanos inundables bolivianos se conservan restos de gran interés). Pero su extinción mucho antes de la llegada de Occidente es muestra de que la agricultura a gran escala no es soportada por el medio. Las formas estales resisten mal sin una firme base agrícola, y tras unas generaciones de esplendor acaban por extinguirse. Tampoco es correcto imaginarse que los pueblos originarios son culturas congeladas en el tiempo, que desde épocas inmemoriales no han cambiado. Evolucionar circularmente es un cambio constante, aunque no se modifiquen algunas estructuras básicas. Al contrario, la sociedad y la cultura han de ser dinámicas y flexibles para reajustar continuamente la adaptación al medio variable (las civilizaciones son mucho más rígidas ante el cambio). Además, las incidencias exteriores pueden repercutir de las maneras más inesperadas. Por ejemplo, la irrupción de los conquistadores españoles y portugueses en el siglo XVI condicionó al poblamiento de la Amazonía de manera profunda, aunque no hubiese ocupación. Las pestes e infecciones que los descubridores y viajeros por la Amazonía llevaron involuntariamente, diezmaron la población y destruyeron las estructuras sociales. Las crónicas del primer viaje por el Amazonas, el comandado por Orellana y escrito por Carvajal, muestra un rosario de grandes poblados organizados en pequeños reinos a orillas del Gran Río. Los pocos viajeros siguientes describen unas riberas despobladas. Debió de producirse una gran mortandad. Los habitantes huyeron al interior y los reinos se disolvieron, volviendo al poblamiento disperso atomizado. El problema de la trasmisión de enfermedades es muy grave. Los pueblos que no han conocido jamás un virus o bacteria tampoco tienen defensas contra ellas, y una simple gripe, el sarampión o la viruela suelen ser mortales. No digamos la hepatitis o la sífilis. Sistemáticamente, al contacto con occidente de un pueblo indígena le sigue la muerte de las tres cuartas partes de los habitantes. La gran hecatombe de la población indiana, paralela a la conquista española y portuguesa, tuvo origen no en los hechos militares sino en las epidemias. E incluso años después de haberse adaptado a occidente subsiste el problema, aunque con menor gravedad, entre algunos de los pueblos amazónicos. Periódicamente quedan asolados por una gripe, por ejemplo. EL IMPACTO DE OCCIDENTE Y EL MESTIZAJE. LAS CULTURAS ESTATALES En definitiva, con las antiguas civilizaciones y con las extensas zonas de poblamiento disperso toparon los europeos, y se produjo la extinción o adaptación de las viejas culturas a los imperativos de los invasores. Los resultados de la conmoción son conocidos. Con las antiguas civilizaciones (andinas, mexicanas, colombianas, etc.) tuvo lugar un etnocidio o genocidio étnico. Genocidio es el exterminio físico de las personas. Etnocidio la destrucción de la sociedad, cultura o civilización. Fueron perpetrados por ingleses, franceses, españoles, portugueses, holandeses y todos cuantos se aventuraron por estas tierras, hasta finalizar con las repúblicas independientes, que remataron el proceso. Las culturas más evolucionadas fueron transformadas de arriba a abajo, pero su mayor desarrollo permitió que mucho de su cultura se haya conservado, así como algunos pueblos (mayas o aymarás, por ejemplo). Esto fue posible porque salía más a cuenta no exterminarlos sino esclavizarlos para usarlos como mano de obra. Se aprovechaba, en beneficio del conquistador, las estructuras sociales pero modificadas para subordinarlas al nuevo amo, cristianizarlos y erradicarlos de su cultura. Para tener incidencia y que la dominación fuese efectiva, se hubo de contemporizar con algunas creencias y costumbres. Nacen así las culturas indígenas que hoy conocemos de México y los Andes. Estas son el resultado de la absorción antes descrita, no son las culturas originales, pues la reelaboración ha sido muy intensa, tal que surgió algo nuevo, mestizo. Lo que hoy se denomina América Indígena es mestiza, como cultura y sociedad, aún cuando exista pureza racial (lo que en general es muy raro). Por ejemplo, estos pueblos indígenas tienen una vistosa manera de vestir y acicalarse. Extraña cuando se compara con los vestidos originales, conocidos por las ilustraciones de los siglos XVI y XVII, que son diferentes. Los actuales trajes indígenas son parecidos a la indumentaria de fiesta de los campesinos castellanos, andaluces y extremeños de los siglos XVII y XVIII, que es lo que se imitó. Sucede que los misioneros y frailes decidieron darles vestidos “decentes”, y de paso integrarlos en el complejo cultural europeo, y venderles los productos de importación. Hoy dicha moda ya no se usa en Europa, menos en algunas fiestas locales, pero pervive en los indígenas americanos como vestidos corrientes. EL IMPACTO DE OCCIDENTE Y EL MESTIZAJE. LAS CULTURAS DE LAS HUERTAS Caso diferente es el de los pueblos de cultura más primitiva, sin clases sociales. Los cuales son guerreros aguerridos y rechazan ser esclavizados, de manera que se les ha de conquistar poblado a poblado, lo que es caro, fatigoso y lento. Tampoco acumulan oro o riquezas. Por ello, la aparición de Occidente por sus tierras, la Amazonía en particular, es tardía. Y vinculada a algún negocio o producto que hiciese viable la ocupación. Sea la canela o la quinua (Selva Alta, s.XVI a XVIII), o el caucho (Selva Baja y seca, fin del s.XIX e inicios del XX). Son los beneficios de la extracción los que financian la expansión. Que los indígenas conservasen su cultura o estructuras sociales en general no interesaba, pues no servían para someterlos. Y menos algunas excepciones, se buscó erradicarlas. De manera que Occidente les deparó cuatro destinos a los habitantes de las regiones que se deseaba explotar. En el mejor de los casos fueron vagamente occidentalizados, por romper su vinculación con el medio y sus estructuras sociales. Fuese así en las misiones, o porque se les exilió en reservas. El caso más conocido es en USA, pero se da también en Perú y Bolivia. Estos fueron los dos destinos “suaves”. Los otros dos destinos son terribles, fueron o esclavizados o exterminados. Se les esclavizó para ser la mano de obra del negocio que motivaba la ocupación. Para los que vivían en una zona con recursos, por lo general se entraba a saco en los poblados, matando a los hombres, porque rechazan la esclavitud, y poniendo a trabajar a las mujeres y niños en dichos lugares. Pero si tercamente se negaban a la conquista, se exterminaba a todos, y se llevaba al lugar a indígenas ya esclavizados o a mestizos de la sierra como trabajadores. Para aquellos que vivían en zonas sin recursos pero de fácil acceso, con el auge de las haciendas en lugares alejados se procedió a la conquista de los pueblos y a su transporte a las zonas donde se demandaba mano de obra, a veces a miles de kilómetros. También a los hombres, no sólo a las mujeres, pues, al romper toda vinculación con su entorno vital, los hombres quedaban mansos al conquistador. Así, entre los mestizos de la ciudad de Manaus, racialmente existe sangre de indígenas provenientes del Ecuador, esclavizados y transferidos hace un siglo al centro del Brasil durante el “boom” del caucho. Lo mismo, sin tanto desplazamiento, en las explotaciones del río Acre, entonces en Bolivia, y hoy a medias entre Brasil y Bolivia. Lo mismo en las haciendas del Putumayo, frontera entre Perú y Colombia. Todo esto recuerda a la trata negrera que ya estaba abolida. Hoy lo que se extrae en zonas apartadas de la Amazonía es la madera, el oro o el petróleo. Y la problemática respecto a los pueblos originarios es similar, si bien la esclavización ya no está demasiado en uso, aunque a veces se encuentren prácticas similares, sobre todo con niños en la minería. Por lo demás, si los estados no intervienen, las cosas no han cambiado mucho, menos por el hecho que quedan muy pocos pueblos aislados, así que no sale a cuenta esclavizarlos. Como pasa siempre, los pueblos originarios que ocupan lugares muy pobres, sin nada valioso, y de difícil acceso son los que mejor han sobrevivido. Hoy no son muchos pueblos ya, y sino se hace algo, dentro de una generación tal vez no haya ninguno. Son los pueblos en aislamiento. Un aislamiento relativo, pues de nosotros han sabido desde hace tiempo, pero han luchado por quedarse al margen y en parte lo han conseguido, al menos algunos grupos. LA AMAZONIA Los lindes andinos (Selva Alta) y las tierras bajas del este amazónico de Brasil son de ocupación progresiva desde el siglo XVI. Pero la mayoría del territorio, el interior amazónico, tuvo escasa ocupación hasta finales del siglo XIX, cuando el “boom” del caucho permitió pagar la invasión. Lo que se intensificó durante el siglo XX, que es realmente cuando se produjo la penetración consolidada hacia el interior, con diversa cronología e intensidad según países y comarcas. Hoy solo quedan unas pocas zonas vírgenes, por ser en extremo aisladas. Y existen bastantes zonas de escasa población y aprovechamiento. Pero el proceso de ocupación está desbocado y fuera de control, en una generación llegará a su final. Principalmente por la construcción de grandes presas y carreteras, que son ahora mismo los peligros mayores. El extenso territorio amazónico (20 veces la península ibérica), formado por un centenar de ecosistemas diferentes, en la actualidad está ocupada por unos dos o tres millones de indígenas, los censos son imprecisos y poco fiables. Pertenecen a unas trescientas naciones diferentes, la mayoría formadas por pocas personas, sólo algunas tienen una población numerosa. Antes de la aparición de los occidentales, se calcula que eran tres veces más individuos y naciones, hecho que es elocuente por sí mismo. Las anteriores cifras son modestas, pero los ecosistemas amazónicos no soportan una ocupación intensa, y sólo en la cultura de las huertas encuentra su equilibrio. Esta implica una población necesariamente escasa, dispersa y no sedentaria, menos en algún territorio algo más seco y fértil (los llanos de Bolivia, parte del estado brasileño de Rondônia). De manera que el pequeño número de indígenas sirve para reflexionar sobre cuál es el límite real a una ocupación sostenible, con o sin tecnología occidental. La actual ocupación por colonos se instala en poblados estables o ciudades, y su número multiplica por veinte (o más) al de los indígenas. Si el poblamiento se acumula en ciudades tiene menor incidencia, pero aún así presiona sobre el medio. Lo cual erosiona la naturaleza: muchas especies se han extinguido y no pasa un día sin que otra lo haga. Y la floresta declina o desaparece, a ritmo veloz. Las ciudades acaban por estar emplazadas en medio de páramos desolados. La situación más agravada se da en Brasil, pero en mayor o menor medida es común a los ocho países con territorio amazónico. UNA SELVA ATESTADA Si bien la cifra de habitantes de la vasta Amazonía aún es admisible, el problema es que va a más, lo que no es beneficioso ni realista. Va a más porque sólo en los últimos años se ha empezado a desestimular oficialmente la emigración, hasta hace poco se la promocionaba. En Perú ya no se estimula, pero los descubrimientos de gas y petróleo cuestionan la validez de la política oficial y de las cifras que maneja. Ambigua es la situación en Ecuador, especialmente por la extracción de petróleo. En Bolivia, poco poblado en su Amazonía, sigue la emigración. En su departamento de Selva Baja, Pando (64.000 km2), la población se ha duplicado entre 2001 y 2012, y es ahora de 110.000 personas, la mayoría emigrantes, la población indígena es residual. La extracción del oro de los ríos y de la madera son las actividades más lucrativas. En esta rivalidad por el territorio con los emigrantes o los ya antiguos residentes, las culturas indígenas estás indefensas y van perdiendo las tierras y los medios de subsistencia, y también la vida. Están perdiendo lo que da sentido a su cultura. Esto va rápido si por sus tierras aparecen las grandes compañías extractoras, que se deshacen de los indígenas sin contemplaciones, o los estafan comprando por cuatro baratijas los supuestos derechos sobre las tierras. Las zonas protegidas o las reservas para pueblos originarios son papel mojado para las grandes compañías, y para el estado, que incumple así sus propias leyes. Las zonas protegidas solo funcionan si no pueden dar beneficios económicos para la extracción. Parar la emigración masiva en estos países es difícil. Por muchos motivos, comenzando por la pobreza que atenaza a amplios sectores, y es más que comprensible que se lancen a la carrera sobre las pocas oportunidades que tengan de prosperar. Lo que se agrava por las falsas expectativas de riqueza fácil, de quimera del oro, que existen sobre la Amazonía. Parar la emigración masiva implica establecer alternativas para la población, no sólo prohibirla. Además, el poder de las compañías extractivas no está para bromas, y no admiten se toquen los privilegios de que gozan o se auto-adjudican. La población emigrada local pretende sacar tajada del negocio, y las apoya airadamente. El Estado extrae impuestos de las compañías, y los funcionarios suelen tener intereses en ellas, o cobran de ellas. Todo esto remata en que el control de los estados sobre el territorio es precario, y carecen de medios adecuados para hacer efectivas las regulaciones, cuando hay voluntad de cumplir la ley. No se olvide que las fronteras entre los estados son convencionales, una raya en el mapa sin más realidad. De manera que los estados están interesados en la venida de colonos que den forma real y cultural a la frontera, dado el peligro de perder territorios. Por las fronteras se han librado varias guerras en el último siglo. Aunque esto muestra signos de cambiar, pues los estados han empezado a entender que conservar la frontera sólo será posible en alianza con los pueblos originarios, cuando estos ya tienen un largo contacto con occidente y toman partido por quien mejor los trata. Son los que conocen el territorio y la forma de manejarse en él. Ejemplo de lo anterior es la última de la guerras enfrentó a Ecuador y Perú en la Cordillera del Cóndor (Kutukú) y los ríos Santiago y Cenepa (1995). La guerra la ganó Ecuador porque los indígenas ecuatorianos de la zona, los shuares, que conocen bien el terreno y son belicosos, se emplearon a fondo. Lo que demostró que la posesión ecuatoriana de la zona sólo es posible en alianza con los shuar. El estado tomó nota del asunto y coincidiendo con las reivindicaciones de todas las etnias indígenas, un nuevo trato y una nueva legislación ha comenzado a integrarlos en la nación, que Correa ha profundizado. Los otros estados deberían darse por advertidos. Los problemas fronterizos y la precaria ocupación por los estados son también una oportunidad para los indígenas de largo contacto con Occidente. Arriba. Casa aislada, en las chacras, de una familia de emigrantes ribereños (confluencia del rio Pachitea y el Ucayali). No se les ve felices; los emigrantes serranos lo pasan mal en la Amazonía. Abajo. Casa unifamiliar asháninka de Nueva Esperanza (Iparia, Ucayali). Las casas indígenas no tenían paredes y cobijaban familias extensas. Separaban las familias mamparas que se ponían y quitaban para la limpieza diaria. Vivir cada familia por separado es costumbre occidentalizada, la usual hoy. La casa unifamilar copia las de los mestizos ribereños. Las paredes no son higiénicas en las condiciones de humedad de la selva y retienen los parásitos Arriba. Casa tradicional shipibo. Albergaba varias familias extensas. Cada familia se aislaba con mamparas de juncos, que todos los días se retiraban para la limpieza. Todos estos pueblos eran matrilineales. Con la reducción apareció lo patrilineal y la costumbre de la casa unifamiliar, imitada de la serrana, que es la dominante hoy, análoga a la vista más arriba. Esta casa tradicional tiene uso ceremonial en la actualidad (San Francisco de Yarinacocha, Pucallpa, Ucayali). Abajo. Con un puntero de madera es como se pintan los textiles y las cerámicas. Los magníficos diseños eran comunes a otras etnias, en todo el Ucayali y parte del Amazonas, pero sólo los shipibos lo han conservado. El traje se origina por influencia de los misioneros, y sigue siendo usado por las mujeres shipibo (tomado de “Una ventana hacia el infinito. Arte shipibo-conibo”, Pedro Pablo Alayza y Fernando Torres, ICPNA, Lima, 2002) Cerámica antigua, s.XVI a XVIII –arriba-, y ceramica moderna shipibo –abajo- (tomado de Alayza y Torres) Arriba. Camisa con los dibujos de poder (kené). Abajo. Familia en vestido tradicional, usado en ceremonias y en las horas de descanso al atardecer, por proteges de los zancudos (mosquitos). Son esculturas modernas; las tradicionales son semejantes pero más esquemáticas (tomado de Alayza y Torres) Kené o enladrillados geométricos con que comienza la “mareación” del ayahuasca, preludio a las visiones. Son dibujos de poder, como los de las pieles de las anacondas (animal que conecta Cielo, Ríos y Tierra). Se usan en textiles y cerámicas, y antaño tal vez para decorar las casas. Este es un mantel, que sirve para potenciar lo que se ponga encima. Los kené invocan poderes y siguen esquemas rítmicos de los ícaros o cantos del chamán (onaya) Deformación craneal entre los shipibos (tomado de Alayza y Torres). Se aplicaba solo a algunos niños. Se supone daba una cara en forma de luna llena, que se apreciaba como de gran belleza. Antaño singularizaba al clan shipibo (mono pequeño) de los otros shipibos-conibos y de los asháninka, piro…etc. Hoy en gente madura aún es posible observar rostros producto de la deformación, que ya no se practica o sólo se hace en lugares lejanos Arriba. San Lorenzo (sobre el Marañón); son casas serranas trasplantadas a la selva, donde son poco prácticas. Medio. Trasporte de mestizos en el río Pastaza. Abajo. Trasporte kandozi en el Pastaza. Ambos con motor II LA FORMACION DE LAS ACTUALES ETNIAS AMAZONICAS DESTINOS Hoy vivimos los últimos estertores de la invasión del mundo indígena. Que ha resultado en exterminio, absorción o mestizaje. El exterminio es físico, un genocidio. La asimilación y disolución de la cultura, un etnocidio. El mestizaje con conservación de valores originales es una situación creativa, realista y posibilista. Como al contacto con el mundo occidental lo originario se desvanece, el mestizaje permite preservar lo que mantiene vigencia. Permite definir la identidad étnica. Tener identidad es ventajoso en las difíciles condiciones de la Amazonía moderna. Además, se dan grados de mestizaje, desde el más profundo al más superficial y que afecta menos la entraña indígena. En definitiva, se dan dichas tres posibilidades, más la supervivencia en aislamiento. Los pueblos aislados son pocos, y amenazados. Como no se desea dejarlos en paz, por la dinámica social y económica, y por la falta de voluntad política, de las élites gobernantes y de los pueblos, tienen un futuro incierto. Es difícil no acaben también en el mestizaje o el exterminio, y sería el punto final al naufragio del mundo indígena. Se van a examinar las cuatro situaciones en detalle: exterminio, absorción, mestizaje y aislamiento. Se acompaña la descripción de cada situación con algunas reflexiones generales útiles para entender una problemática que nos cae lejana, y por ello produce extrañeza. Pero que afectando a los derechos humanos, conviene que intentemos comprenderla. LA ABSORCION Y DISOLUCION Instalados a la fuerza en haciendas o poblados de emigrantes, en misiones o reservas, los pueblos originarios han languidecido. Desvinculados del medio y con la imposición de una cultura ajena, la propia se pierde. En las haciendas interesa que se adapten a la cultura que los explota y raramente conservan vínculos con indígenas de su mismo origen. Los poblados, las misiones y las reservas tienen una economía precaria, con frecuencia son pobres o instaladas en terrenos baldíos, y suelen mantenerse gracias a subsidios. Es común que poco a poco los jóvenes las abandonen en busca de oportunidades, y que forasteros desvalidos se integren en ellas. En los matrimonios mixtos, los hijos se adaptan a la cultura dominante y abandonan la lengua y las costumbres de los progenitores. Por estos caminos muchas etnias se han extinguido. Otras llegan a una integración en la sociedad con un profundo mestizaje, sin conservar casi nada de la cultura original pero sí algunos aspectos de la identidad. Son los dos casos de absorción, la primera anónima, la segunda de mestizaje profundo. La historia más usual, mil veces repetida, es la disolución en la masa informe de población mestiza, con pérdida de todo rastro cultural. Es una integración en la sociedad sin conservar los vínculos familiares, que suele ser definitiva con los matrimonios mixtos, en los que los hijos pierden las referencias. Cuando es así, los individuos acaban en la mezcla desordenada de las ciudades. Pasan a ser ciudadanos, en lo más bajo de la escala social. Las ciudades amazónicas tienen barrios enteros de indígenas desarraigados, o descendientes suyos, donde la pobreza es endémica. También es común que muchos poblados de mestizos ribereños tengan este origen. Los habitantes que los forman proceden cada uno de una parte, y en este momento de ninguna. Sólo han escapado de la pobreza los que tuvieron una escolarización exitosa y pudieron aprovechar alguna oportunidad. LOS INDIGENAS INVISIBLES Algunas etnias han conseguido sobrevivir pero transformadas en un mestizaje profundo. Tanto que buscan pasar desapercibidos, aunque por estar, están. Es una manera étnica de supervivencia, en que consiguen mantenerse mediante un fuerte mestizaje que no anula del todo la cultura original, e induce una identidad propia. La identidad (que es mestiza) es nueva, no es preexistente. Es algo parecido a la situación de algunos colectivos gitanos en Europa Occidental, que sobreviven adaptados a los usos de cada país o ciudad. En USA, hace cien años en las cercanías de Atlanta, o de las ciudades de la Florida, existían numerosos poblados de naciones antaño florecientes. Los cherokees o los seminolas son los más conocidos, pero existían bastantes más. Coincidiendo con su desaparición fueron estudiados, con lo que nos son bien conocidos y sabemos cuál fue el proceso de degradación análogo al que se vive en la Amazonía. Dichos pueblos fueron deportados para poner en producción capitalista las tierras. Actualmente son etnias marginales de los suburbios de algunas ciudades. De esta manera han sobrevivido, integrados pero conservando la vinculación familiar y reconociéndose como etnia. De la misma manera existen, un tanto anónimas, varias etnias indias en la ciudad de Nueva York. Solamente algunos pueblos de excepcional carácter guerrero y de gran fuerza de espíritu sobreviven todavía, por ejemplo los navajos o los dakotas, pero, no nos engañemos, su cultura actual es mestiza. Lo anterior no es exclusivo de los USA. Si nos centramos en el caso de Argentina o Chile se repite la misma historia. En Buenos Aires, por ejemplo, existen muchas personas con sangre india, lo que se nota por el tono levemente aceitunado de su tez. Sólo en el interior argentino, y en pocos lugares, las etnias han conseguido conservarse. En Chile la situación es análoga, con la excepción de los mapuches, que contra todas las dificultades han conseguido mantener incluso su identidad política, en forma de jefatura real. Por lo demás, en ambos países de los pueblos originarios queda bien poco, y fuertemente mestizado. La misma situación se da en la Amazonía. Los pueblos que mejor han sobrevivido, mestizados y racialmente mezclados con los occidentales, son etnias en las modernas ciudades amazónicas. Conservan la vinculación familiar, algunas fiestas colectivas en que se reconstruye el vínculo étnico, y poco más, señas de identidad como una bebida nacional o un régimen alimenticio peculiar. No siempre se ha conservado el idioma. En Perú se les denomina indígenas “invisibles”, porque si no se vive en dichos lugares no hay manera de acertar quienes son. Los cocamas en Iquitos (Perú) han conservado la identidad en un peculiar mestizaje en las ciudades, más algunos poblados. Todos ellos buscan pasar desapercibidos, y si uno de estos indígenas no le confía al viajero cual es su condición, no hay manera darse cuenta del asunto. Pocos conservan la lengua, unas 2000 personas. Algunos barrios de Iquitos son de población cocama, y el vínculo se mantiene mejor, aunque no hablan el idioma cocama. No obstante, la mayoría de los hijos de matrimonios mixtos entre cocama y forastero no se consideran cocamas, y ocultan su origen. Estos matrimonios son ahora mayoría. Los cocamas fueron antaño unos clanes extensos y poderosos que dominaron buena parte del territorio donde el Marañón y el Ucayali se reúnen para formar el Amazonas. La mayoría de los habitantes de la región tienen ascendencia cocama caída en el olvido y son ahora mestizos. En este mestizaje profundo sólo se mantiene bien la vinculación étnica si existe algún poblado importante, o una ciudad, que funcionen como capital cultural o simbólica – que no política, lo que no deja el estado que se constituya. Un ejemplo curioso lo constituyen los lamistas de Perú. Lamas es la ciudad colonial fundada por los españoles para dominar la Selva Alta y la entrada a la Amazonía desde el Sur (por el río Huallaga, afluyente del Marañón). Está lejos del mar pero bien comunicada porque una corredor de tierras bajas atraviesa los Andes, por Bagua, hasta cerca de Chiclayo y de Trujillo, ciudades del Pacífico. Por este paso han caminado todas las culturas andinas, y al final los españoles, hacia el corazón amazónico. El caso es que en Lamas, en el s.XVI, se reunió a la fuerza a todos los pueblos originarios, andinos y amazónicos, en una gran misión. Se impuso el quechua como lengua, pero las costumbres que pervivieron eran amazónicas, mejor adaptadas al medio. Se formó así una nueva etnia, los lamistas, y los grupos indígenas se amalgamaron en ella. En la actualidad, con el idioma en parte perdido, los lamistas ocupan poblados en tierras marginales, y habitan en los barrios apartados de algunas ciudades del departamento de San Martín. Como etnia estaba en proceso de disolución cuando por circunstancias curiosas ha tomado nuevo vigor, al conseguir una ciudad de referencia. En la década de 1980 y 1990, el San Martín se convirtió en el paraíso del narcotráfico, junto con río Alto Huallaga (parte en el departamento de Huánuco, en torno a la ciudad de Tingo María). De ser una zona abandonada y sin interés, de repente la riqueza empezó a afluir. La ciudad en la que convergían los intereses cocaleros fue Tarapoto, la capital departamental, apenas a 10 km de Lamas. La población mestiza desarraigada y la criolla abandonó Lamas y se instaló en Tarapoto, que vivió una gran prosperidad. Las fortunas locales de Tarapoto proceden de la época de la coca. Lamas ha quedado como una ciudad menor, con la mayoría de la población lamista, en paralelo a Tarapoto, la ciudad blanca o criolla. Esto ha servido para compactar y dar una referencia a la etnia, que tras una larga decadencia en la actualidad se mantiene bien. En Lamas es tradición arraigada las fiestas de bodas entre lamistas, que duran varios días; son ocasiones multitudinarias de rehacer los vínculos, y que se muestre y se celebre la etnia. Cabe decir que el mestizaje en las ciudades amazónicas, como en toda Suramérica, es realmente superlativo. Por la instalación de emigrantes en cualquier parte se encuentran personas de ascendencia turca, siria, eslava, asiática, etc., que en matrimonio se mezclaron con las locales. En fin, no hay cosa más chocante que estar en un restaurante de la Amazonía y que entren unos gitanos lolailos guitarra en mano, para amenizar la comida y pasar la gorra. Y que el repertorio no sea muy diferente del que es usual en las ciudades del Mediterráneo. LA ETNOGENESIS DE LAS ETNIAS ACTUALES En el mestizaje existen grados. Hasta aquí se ha descrito el más profundo. Pero existe otro más igualitario de las formas que confluyen en la nueva etnia. En el mejor de los casos, con el mestizaje y urbanización, lo que sobrevive es el nervio básico de la sociedad: la lengua, la estructura familiar, algunas fiestas y costumbres, y poco más. La religión tradicional no se ha conservado, aunque ha dejado una fuerte impronta bajo capa del cristianismo, en un singular sincretismo, donde los santos y los espíritus selváticos se identifican. El chamanismo, a veces, ha logrado mantenerse modificado hasta hoy, en los poblados y en los extrarradios de las ciudades. Por lo que toca al modo tradicional de vida, ya ni es recordado, o en todo caso se lo asocia con un pasado remoto. Lo que permite mantenerse a la etnia es que se casan entre ellos, o si se casan con un forastero, éste acepta ser asimilado a la etnia. Porque existe un fuerte sentido étnico, sin el cual no hubiesen sobrevivido. Mucho más fuerte si se ha conservado la lengua, lo que en la actualidad es apoyado por la educación bilingüe. Lo insólito es que dicho sentido de identidad no es tradicional, se ha forjado en la lucha por la supervivencia y la adaptación a la nueva situación. Como etnias son nuevas, pero herederas directas de sus orígenes ancestrales, en las familias y, a veces, en los clanes, si estos se han conservado – lo que no es lo usual, pero sucede en algunos casos. Lo común es que los antiguos clanes se hayan diluido en la creación de la nueva etnia, y se hayan extinguido. En las etnias que han cristalizado por el choque con Occidente, el factor cultural es central en la identidad. Ahora bien, el factor cultural era poco relevante para la identidad original de los grupos indígenas, que se basaban en el parentesco. El factor cultural es central para la mentalidad moderna. Los pueblos originarios se han tenido que enfrentar, y se enfrentan, a la mentalidad moderna y la han adoptado, con aciertos y torpezas. El factor cultural, como entre nosotros, ha sido el eje entorno del cual se forma la etnia, y el proceso de etnogénesis ha seguido los patrones de conducta y conceptualización de los emigrantes mestizos y del estado. Es un modelo imitado, y mestizo, no es original. EL PROBLEMA DE LA IDENTIDAD Lo que más dificulta el diálogo o confrontación entre el estado y las etnias, y no digamos con los pueblos en aislamiento, es el diferente sentimiento y concepto de identidad. Y se hace difícil explicarlo a quien no esté al corriente de todo esto, ya que puede parecer una manera extraña de enfocar el asunto. Esto se debe a que tenemos la costumbre de considerar que los otros funcionan igual que nosotros. Y no es así. La variedad humana es inagotable. De hecho la idea que en la actualidad tenemos de la identidad es moderna. Tal como la conocemos hoy en Europa, no existía, por ejemplo, en 1700, menos en algún pequeño país (Inglaterra o Suiza). Conviene no confundir la fidelidad dinástica con la nacionalidad, que sólo comienza a despuntar con la Revolución Francesa. Menos entre alguna que otra burguesía, la identidad de los pueblos era rara en 1800. Las historias nacionalistas de los estados o de las regiones pueden afirmar lo que quieran, pero hacen ideología: la realidad es otra, y las naciones, con alguna excepción, toman identidad a lo largo del s.XIX. El nacionalismo exacerbado y delirante es un típico producto del fin de siglo. De hecho todas las identidades en el mundo han cristalizado no por sí mismas, sino en reacción al otro, y las guerras han jugado un papel protagonista. Las guerras napoleónicas sembraron la reacción nacionalista en Europa. Las guerras de independencia de las colonias las que dieron paso a las identidades americanas, que no existían antes menos en las especulaciones de unos pocos visionarios. En todas partes, las identidades étnicas o nacionales son modernas. El cuadro mental de la cultura de los pueblos originarios, como el de las civilizaciones antiguas, era otro. Por ejemplo, Grecia jamás existió en la antigüedad; sólo hubo ciudades (“polis”) e individuos. Existió, según nosotros, una civilización griega, pero ni los mismos helenos hubieran claramente aceptado que fuera así, y se hubieran quedado estupefactos si se les hubiese hablado de Grecia o Hélade como un “país”. Las identidades son así; dicen ser eternas, pero nada más efímero y movedizo. España era un estado dinástico que emerge como nación, menos en la mente de unos cuantos ilustrados, en la guerra contra Napoleón. En las condiciones originales de los pueblos primitivos y arcaicos la identidad funciona de manera diferente. Esto marca tal vez la dificultad mayor para estos grupos humanos, puesto que las viejas identidades no pueden encajar de ninguna manera en nuestra cultura. En esto la incompatibilidad es completa. También es la dificultad cuando se desea desarrollar una legislación que sea respetuosa con ellos. La legislación ha de dialogar con los “otros”, pero, ¿quiénes son ellos? ¿existen como grupo humano cohesionado? Y la respuesta es que no. Va dicho que las primitivas y arcaicas identidades son familiares y clánicas, en principio ni siquiera son territoriales; si han madurado y ya son territoriales, no pasan de ser comarcales. En ellas no se conocen las naciones o pueblos o etnias, tal como nosotros los entendemos. En pocas palabras, es la vinculación familiar la que da el grupo con el que uno se identifica. Si no existe vínculo familiar, o posibilidad de contraer matrimonio con personas de otro grupo, no hay filiación común. No se reconocen mutuamente. A lo sumo pueden establecer inestables alianzas contra una amenaza exterior, porque un jefe carismático organiza las tribus, coalición que puede disolverse cuando muera. Menos por alianzas como estas, por lo demás, se ignoran mutuamente. O se detestan por la vecindad. En caso de rivalidad, el conflicto puede ser bélico con facilidad. Que sea una guerra de ínfimo alcance no por ello deja de ser un conflicto doloroso, que crea un permanente sentimiento de encono y antipatía, de violencia soterrada. De manera que dos grupos clánicos vecinos pueden compartir lengua, cultura e historia, pero ser rivales entre sí, y políticamente esto es lo que cuenta. Se tratarán como enemigos. Lo de formar parte de la misma etnia es una etiqueta que los conquistadores, los misioneros y los antropólogos usan, pero no los grupos a los que se les endosa. En los pueblos arcaicos, son las condiciones políticas, que derivan de los vínculos familiares, los que crean identidades. Entre nosotros cuentan además las señas de identidad (cultura, lengua, bandera), pero en las situaciones arcaicas no tienen papel. En ellas el eje son los clanes (que derivan de alianzas o vínculos de parentesco). El parentesco, la familia extensa y los clanes, son el horizonte mental y político de estas culturas. Esta situación de identidad tribalizada puede extinguirse en el sentimiento de etnia, o no, y conservarse aún cuando el “pueblo” se haya occidentalizado. Va dicho que lo usual es que se desvanezca, pero hay excepciones. Por ejemplo, en el departamento de El Cuzco y el del Madre de Dios (Perú), uno de los “pueblos” más importantes son los harákmbut. Así son hoy conocidos en Perú y aceptados en el marco legal del estado, en los estudios universitarios, en los periódicos y noticiarios televisivos. Pero se trata de una ficción legal. En realidad existen siete clanes, algunos de los cuales son aliados porque realizan intercambios matrimoniales entre sí, y con los otros son rivales. Los siete clanes comparten cultura, lengua e historia, con territorios contiguos, a veces entremezclados. Pero se consideran siete naciones diferentes, y no les gusta nada que se les confunda. Cada tribu tiene su identidad, que es singular, y los que la forman no se consideran hermanados con los otros clanes. El nombre de Harakmbut procede de los curas de la misión de Shintuya, que han construido la supuesta identidad étnica con fines evangelizadores. Hace poco que la misión se ha transformado en una comunidad, donde viven pobladores de todos los clanes, pero entre ellos las reglas matrimoniales siguen las viejas costumbres. Tienen claro lo que son, y sólo con los forasteros o con la administración se van identificar como harakmbut, y aún así no todos lo harán, fastidiados por la obligación. El clan más importante es el amarakaeri (departamento de Madre de Dios), que tiene una zona reservada, y el huachipairi, dominante cerca de Pilcopata (departamento de El Cuzco). Un miembro de éste, ante un funcionario del gobierno admitirá ser harakmbut, mal que le pese. Pero excepto en dicho caso, jamás se declarará tal cosa, sino ser huachipairi. No existe identidad harakmbut menos para el estado, los antropólogos, y los turistas. Los pueblos originarios grandes con identidad propia la han creado en el choque con occidente, forma parte de su aculturación e integración, del abandono del modo de vida tradicional. Las viejas identidades no tienen poder de aglutinar grupos dispersos para hacer frente a la amenaza exterior. Por necesidad se crea la etnia. Los estados tienen así un interlocutor con quien dialogar, para darle un marco legal y la posibilidad de sobrevivir. Dicho sea de paso, las nacionalidades europeas y americanas se crearon de la misma manera, pues para hacer frentes a amenazas exteriores se ha de cerrar filas, vía un sentimiento compartido. LOS PRIMEROS PUEBLOS SUBORDINADOS A LA COLONIA Antes de la independencia de las colonias, y en muchos lugares después también, va dicho que la penetración hacia el interior de la Amazonía y territorios colindantes tuvo lugar en dos procesos: O a partir de los Andes, tras anexionarse las civilizaciones de las cordilleras. En este avance, los pueblos conquistados y mestizados andinos sirvieron de puente respecto a los pueblos amazónicos. O por la penetración, a partir de la costa atlántica, en los llanos de lo que hoy es territorio brasileño. También en lo que hoy es territorio uruguayo, argentino, paraguayo, etc. – estas regiones no son amazónicas, pero el proceso fue semejante. En ambos casos se dio una doble estrategia: Una fue, siguiendo la tradición feudal de la “encomienda”, la creación de un gran hacienda, con sujeción de los indios a trabajar en ella. Esto iba acompañado de la fundación de una ciudad que centralizase la ocupación de vastos territorios salpicados de haciendas u obrajes (La Paz, Buenos Aires, Asunción, son ejemplos). Fundaciones realizadas con talante más o menos dialogante con los pueblos originarios. Esta estrategia propició la absorción, ya antigua, de los indios en un mestizaje general, con pérdida de las raíces originales, y pocos pueblos han sobrevivido hasta hoy. Este sistema fue público en los virreinatos españoles. Portugal lo puso en práctica otorgando enormes franjas de territorio a particulares para su colonización. Otra estrategia tuvo lugar en zonas alejadas, con la creación de misiones, que dada la enormidad del continente, fueron la mayoría de las regiones. Son los pueblos de “reducción”, que es el nombre jurídico de las tenencias por las órdenes religiosas. A partir de los Andes, el avance mediante las misiones es la dominante en la ocupación de la Amazonía. Esta es la invasión que repercutió en el mundo indígena amazónico que ha llegado hasta hoy. El presente estudio se centra en esta estrategia. El otro avance, a partir de la costa, no lo examino por desconocerlo en sus detalles. Tampoco estudio la problemática de fundos, haciendas, y obrajes, aunque en la Selva Alta existieron y, algunos, aún existen. LOS PUEBLOS DE REDUCCION La acción se sitúa en dos ámbitos geográficos: Selva Alta y selva seca. La Selva Alta es el declive muy lluvioso de los Andes hacia la llanura Amazónica, que es la pantanosa Selva Baja. Más al sur, se da la selva seca que es el escalón del declive de los Andes en los grandes llanos menos lluviosos del Departamento de Madre de Dios (Perú), de las Yungas de la Paz o el Departamento del Beni (Bolivia). Lo que a continuación se relata no es exclusivo de la Amazonía, algo análogo es lo que sucedió en las planicies de Santa Cruz (Bolivia), del Paraguay, o de Misiones, en Argentina, todos ellos selva seca aunque no sean amazónicos. Todos estos territorios estaban alejados, con lo que no era posible la ocupación militar por la colonia. Pero eran interesantes al estar densamente poblados y tener tierras fértiles. Así que se procedió a establecer reducciones de indios. Las condiciones de la Selva Baja, demasiado lejana y muy dispersa de poblamiento, impedían esta estrategia, que sólo en algunos puntos se intentó, con escaso éxito. Las reducciones son fundaciones avanzadas de los misioneros. En teoría, sometidas a un vago control de las autoridades coloniales, con frecuencia casi inexistente, así que en la práctica eran independientes. En una vasta zona, los misioneros reducían a todos los habitantes a una localidad, creando un gran poblado regional, una comunidad intertribal, o una mini-ciudad. Se reunían así etnias diferentes, con frecuencia enemigas entre sí, de manera que los conflictos eran usuales. La pretensión era cristianizarlos e integrarlos en la colonia, darles, como se decía entonces, “orden, buen gobierno y policía”. Por ejemplo vestirlos y que dejasen la abominable costumbre, decían, “de ir en cueros vivos”. Si han visto la película “La misión” (1986), entenderán de qué hablo, aunque en ella se idealizaba en exceso la realidad más bien pedestre de las reducciones. Todas ellas se constituyeron en centros de producción económica, y aquí los indígenas conocieron la tecnología occidental, aspecto clave para su supervivencia, y a la vez factor central de aculturación. Las reducciones se iniciaban con el beneplácito del poder real, que las subvencionaba. Varios frailes, con algunos soldados, y unas cuantas familias andinas desarraigadas formaban el grupo fundador. En el lugar elegido se reunía, de grado o por fuerza, a familias y clanes dispersos por el vasto territorio. La ciudad se urbanizaba en cuadrícula, siguiendo los patrones modernos de la época, con la iglesia y el edificio de gobierno en el centro, formando la plaza de armas – nombre que en Perú se ha conservado para denominar la plaza mayor de las ciudades. A continuación se talaba la selva y se ponía a producir la tierra, o el recurso del lugar que permitía que económicamente fuera viable la fundación. A la larga, la reducción debía dar beneficios, para seguir hacia el interior con nuevas misiones, o sostenerse por sí misma. La pretensión era convertir a parte de la población indígena, para que los conversos influyeran en el resto de las poblaciones que habían quedado salvajes. Posteriormente a la independencia, la Iglesia Católica y ahora los evangélicos, en algunos lugares han seguido fundando misiones. Funcionan de manera análoga a las antiguas reducciones, aunque sin tanto reducir a los indios y conservando más el poblamiento original, pero con análoga problemática de aculturación, con algunas notables excepciones en las fundaciones católicas. No así en las de los evangélicos, que son muy fanáticos. No han aprendido de los errores del pasado y vuelven a repetirlos como si la cosa no fuese con ellos. Valorar las reducciones es difícil, porque tenían una doble vertiente: Por un lado eran una defensa contra los colonizadores más depredadores, que sólo buscaban esclavos para las haciendas, y para ello incursionaban en los poblados indígenas. La reducción daba a los frailes la jurisdicción sobre el territorio, y el deber de protección a los habitantes. Reunir a los indios implicó la extinción de muchos pueblos, y a veces de la mayoría de la población. Pues la amenaza de las pestes era real y palpable, muy temidas. A veces eran continuas y se producían grandes mortandades. Podían diezmar en meses, o semanas, una fundación largo tiempo consolidada. Al concentrar una gran población en un núcleo, el entorno se destruía, por no soportar el medio la presión a que era sometido. Con algunas excepciones, las fundaciones acostumbraban a ser efímeras. Tras unas pocas generaciones de reducción, los indios se dispersaban y volvían al modo de vida selvático, aunque cristianizados y con ideas nuevas. Por otro lado, la destrucción del hábitat disperso marcaba el declive de los pueblos originarios. Muchos indios estaban descontentos de vivir así. Las rebeliones y huidas de los habitantes eran la tónica. Estaban obligados a la fuerza a residir allí, o a volver si habían huido. Reunir personas de orígenes diferentes implica que pierdan la cultura precedente y se adopte poco a poco una que es fusión del cristianismo, de formas occidentales y de las locales. E incluso de las andinas, pues el quechua se instalaba como lengua franca, siendo emigrantes andinos los que ejecutaban las órdenes de los padres, funcionaban como capataces, y servían de puente con los amazónicos. En definitiva, se trata de una manera paternalista de hacer evolucionar a los indios y de negar una parte de las raíces, con prohibición de una buena parte de la cultura original y con destrucción de la estructura social. Nada tiene de extraño que las reducciones alumbraran a las etnias por fusión racial, cultural, y religiosa. Son los pueblos de reducción o etnias misionales, que desplazaron a los grupos originarios, desaparecidos por absorción en la nueva etnia. Nacieron así idiomas mezcla de los anteriores, poblaciones de costumbres vagamente cristianizadas, religiones sincréticas, variaciones del chamanismo local bajo un barniz occidentalizado, y, en definitiva, las identidades de las nacionalidades mestizas, que solo a un ojo poco avisado se le puede ocurrir que sean indígenas originales. De dos tipos fueron las soluciones en que se han resuelto los pueblos de reducción: Por un lado, la creación de una etnia de síntesis, o etnia misional. Ya se ha aludido al caso de los lamistas peruanos, pero existen muchos más, como mojeños bolivianos, quichuas selváticos ecuatorianos, etc. Este es el caso más general y común. En otros casos, cuando los habitantes de la reducción tenían una lengua y cultura homogénea, se produjo, a partir de familias y clanes dispersos, la creación de la identidad étnica que no existía en origen. Sólo algunos pueblos de gran vigor y firmeza, y de poblamiento muy disperso, por lo accidentado del terreno o la dificultad de los pantanos, han tenido reducciones pero se han conservado, por haber aprovechado esta etapa y renovado la estructura social. Los shuar (Ecuador), shipibo (Perú) y chimanes (Bolivia), son ejemplos. Las reducciones fueron también un ensayo económico, que iniciaba en los planteamientos de producción para el mercado a los indígenas, y les enseñaba tecnología occidental, como el trabajo del metal. Cumplieron un papel educativo en el aprendizaje de los requerimientos técnicos y económicos capitalistas. Sin ellos era, y es, imposible la supervivencia de los originarios. La mayoría de los grupos que han sobrevivido hasta hoy, lo han conseguido precisamente porque adoptaron algunas nociones occidentales, y aspectos económicos, en una etapa, ahora lejana y olvidada, en que tuvieron reducción. Sin esta evolución de mentalidades, cuando el choque con Occidente se produzca de manera directa, los indígenas tienen difícil sobrevivir al trauma. Ya que el choque, para los indígenas, es traumático. La reducción a veces implicó la desfiguración completa de los pueblos, o la extinción. A veces fue la avanzada occidental que afectó a parte de la cultura local y posibilitó que tuvieran un contacto más suave con la colonia o la república. Les dio la posibilidad de irse adaptando mejor a la nueva situación, quedando lejos la original. Los indios que fueron reducidos propagaron entre los que quedaron en la selva las novedades y la identidad étnica. Sea lo que sea que se opine de las reducciones, la mayor parte de las etnias que han sobrevivido en la Amazonía, y todas las que se mantienen poderosas por tener gran población, tienen precedentes de reducciones, aunque éstas las hayan modificado en profundidad. CASOS DE PUEBLOS DE REDUCCION. FUNDACION DE LAS CIUDADES AMAZONICAS La mayoría de las reducciones no han sobrevivido hasta hoy. De algunas aún es posible visitar las ruinas, cuando la selva no se ha tragado los restos (Lagunas, en el Bajo Huallaga, por ejemplo). Las que no han desaparecido es por haberse mestizado y acabado siendo una ciudad comercial colonial o republicana, y un centro político, superada la etapa de reducción y la referencia al mundo indígena. La mayoría de las actuales ciudades de la Selva Alta y de la selva seca se fundaron como reducciones en la colonia. Existen unas pocas excepciones, por ser ciudades fundadas por las repúblicas para explotar un recurso (Pucallpa, en Perú; El Puyo, en Ecuador; Cobija en Bolivia, para comercializar el caucho). En Ecuador las ciudades que jalonan, en Selva Alta, la muy abrupta bajada desde los Andes al llano amazónico son todas antiguas misiones. Hoy son mestizas, con habitantes emigrados de la sierra o la costa, y pocos indígenas amazónicos. Algunas sin ninguno, como Latacunga o Baños. Otras están en territorio indígena y al lado de la ciudad de emigración, antigua reducción, existe la correspondiente indígena. Macas, en territorio shuar, tiene al lado San Luis, que es shuar, con la misión que pertenece a la Iglesia Católica, a los salesianos. Más usual es que la ciudad tenga cerca pequeños poblados indígenas o poblamiento disperso, como Sucúa, también shuar. Los shuar es la etnia más potentes de toda la Amazonía (son 60000), no solo la ecuatoriana, y lo ha conseguido gracias al trabajo y la orientación de los padres salesianos. Desde la década de 1990 los shuar vuelan solos, sin tutelaje. En Perú, casi todas las ciudades de la Selva Alta son antiguas reducciones. En ellas surgieron pueblos de reducción que han llegado vigorosos hasta hoy. Los chayahuitas (cerca de Yurimaguas) son ejemplos de síntesis intertribal de pueblos muy diferentes, de los que nadie conserva el recuerdo, pero que conocemos por las crónicas. La religión resultante de esto es una síntesis de cristianismo y espíritus selváticos, que Juan Pablo II aceptó como variante de la doctrina cristiana – lo que ha marcado la pauta para el resto de las naciones andinas y amazónicas, que así han visto aceptadas sus creencias por la Iglesia. Los chayahuitas han conservado el chamanismo original, poco teñido de cristianismo. Es un pueblo que se consigue mantener bien (son unos 14000) pero que tiene amenazado su futuro. Su territorio (sobre el río Pura Pura) ha sido totalmente depredado y transformado en un páramo que no ha regenerado. Esto es resultado de la intensa acción extractiva del siglo XX, comenzando por el caucho y siguiendo con las maderas. Sin medio ambiente los pueblos no tienen futuro alguno, menos el de ir a trabajar a las ciudades, a Yurimaguas en este caso. En Bolivia, la selva seca de los llanos inundables tenía excelentes condiciones para fundar reducciones. Trinidad, San Ignacio, San Borja, etc., formaron una cadena de reducciones que han acabado siendo las ciudades del territorio. La reducción ha quedado en la leyenda y poco más, menos algún que otro monumento. Por ejemplo, San Ignacio de Moxos fue la reducción de los Moxos. Inútil buscar a los Moxos, pueblo que ya no existe, absorbido en el mestizaje, que es el que creado el actual pueblo moxeño, una gran etnia boliviana repartida por todo el territorio (son 70000). Lo mismo para las otras ciudades, con la excepción de los pueblos más irreductibles, y de poblamiento más disperso. San Borja es otra antigua reducción de pueblos absorbidos por el mestizaje, excepto los chimanes (o tsimane). Colindante a San Borja se encuentra el poblado de los chimanes, Horeb, que hoy subvenciona la misión evangélica. Las familias chimanes se encuentran repartidas por un extenso territorio, superior al que tenían originalmente, de las Yungas y del departamento del Beni. De alguna manera han sabido aprovechar su oportunidad y sin demasiado mestizaje han conseguido mantenerse. SOBREVIVIR A LA ESCLAVITUD Y AL TRAUMA Las reducciones fueron un episodio en la historia amazónica, de alcance limitado, y teñido de humanitarismo, algo equívoco. El verdadero antes y después de la Amazonía viene señalado por el “boom” del caucho, a fines del siglo XIX y hasta la década de 1920 (aunque la explotación se prolongó hasta 1945). Esta es la generación negra de la Amazonía, los años de exilio, sufrimiento y muerte, que ha dejado profundas marcas en numerosos pueblos. No en todos, pues algunos, más aguerridos y belicosos, ayudados por las condiciones naturales de aislamiento, consiguieron mantenerse al margen, como los del grupo jíbaro ecuatoriano. De esta época les viene la mala fama, y el motivo fue que no se dejaron esclavizar – reducción de cabezas aparte, pues la practicaban otras tribus a las que no se adjudicó la mala fama. No se les pudo esclavizar porque a quien se acercaba por sus tierras lo mataban. El caucho fue el recurso de alta rentabilidad que financió la anexión del territorio amazónico. Vale esto para toda la Amazonía. Pero en especial para la selva seca, que es donde se da mejor el árbol del caucho, aunque ejemplares hay un poco por todas partes, y en todas ellas se intentó la extracción. Para optimizar los beneficios, los indígenas fueron esclavizados y obligados a trabajar en una recolección y transformación muy dura. Esto alcanzó a casi toda la Amazonía, pues si la explotación se centró en la selva seca, apareció el negocio de capturar indios donde los hubiera y trasladarlos a las zonas productoras. El relato de algunos hechos de este gran genocidio, que causó la muerte de 100.000 indígenas, e indirectamente no es posible precisarlo, se encuentra en el en el “Informe sobre el Putumayo”, del juez de Iquitos Rómulo Paredes (1911) y en el “Libro Azul del Putumayo” de Roger Casement (1912), éste fue conocido y provocó un escándalo. Fueron ignorados por los gobiernos peruanos, con soberanía entonces sobre el Caquetá y el Putumayo (hoy Colombia). No muy diferente fue la situación en Brasil y Bolivia, con idéntica indiferencia de los gobiernos. La mayor parte de los grupos amazónicos fueron reconformados en esta generación por los expolios y deportaciones. Cuando un grupo era atacado, los sobrevivientes emigraban a otros territorios y chocaban con los clanes que los ocupaban. La esclavización lanzó a los clanes unos contra otros. Esto generalizó el estado de guerra e inseguridad que ha prevalecido por largos años. Como resultado de este ambiente de discordia y de reformulación de los grupos, se forman las etnias que han llegado hasta hoy, marcando distancia de la situación original. Esto vale para los que crearon la identidad en esta época de luchas y la han conseguido mantener después. Porque la mayoría de los indígenas o murió o acabó por integrarse en el mestizaje. De las que han sobrevivido, algunas etnias han caído en un estado depresivo que remonta al trauma de esta época, conservado en la psicología colectiva. La estructura poblacional de muchos territorios sufrió una convulsión, que señala un camino sin vuelta atrás. El modo tradicional de vida fue asolado. Muchos grupos se extinguieron, todos quedaron mermados y acabaron por vivir en territorios lejanos a los suyos originales. Grupos de procedencia diferente se han fundido. Otros se han dividido y habitan zonas muy distantes. Y todos quedaron marcados por este brutal contacto con lo peor de Occidente. La época de vida en libertad y autosuficiencia económica quedó atrás, pues al contacto con la tecnología moderna perdieron la suya original. Así se volvieron necesitados de ciertos artículos que deben importar, los metálicos especialmente, y que hoy en día les son indispensables. Pasada la locura del caucho, los grupos y etnias que han llegado hasta nosotros han tenido que encontrar recursos económicos para sobrevivir y pagar las importaciones que les son imprescindibles. De manera irreversible, se entra en la circulación económica del capitalismo, que nada tiene que ver con el modo tradicional de vida. Se integran en las economías regionales, mediante la explotación de recursos no tradicionales. Esto contando con que muchas etnias no poseen el cuadro mental de la economía moderna, cuadro que les permitiría ser competitivos y libres, así que viven infeudados a patronos. El mestizaje es completo. Imágenes de la esclavitud de los indígenas en el Caquetá y el Putumayo, por la limeña casa Arana, en tratos de negocios con colombianos, peruanos y brasileños. La primera dio la vuelta al mundo. Las otras tomadas de Percy Vílchez Vela, "Época del caucho: Retratos del horror", Iquitos, 2012. Fotos de Silvino Santos, familiar de Julio César Arana, para mostrar lo bien que se trataba a los indígenas, aunque no parece que estén muy felices El masato es la bebida nacional amazónica, que indígenas y emigrantes toman con placer en todos los países. Se trata de un fermentado u orchata de yuca, el tubérculo de origen amazónico hoy extendido por las regiones tropicales de todos los continentes. Se prepara de la siguiente manera: se pelan los tubérculos y se cuecen levemente, para eliminar un tóxico que tiene bajo la piel. Luego se machacan. Las mujeres se reúnen y toman pedazos de yuca hervida y la mastican. Lo masticado y los trozos machacados van a un caldero con agua, que se va removiendo. Los fermentos salivares son la levadura de la fermentación. Se tapa el caldero y en dos días el masato se toma. Es levemente alcohólico y nutritivo, aunque sin vitaminas. Es de uso cotidiano y en las fiestas. Suri, gusano que vive en el interior de las palmeras. Los indígenas conocen por señales las que tienen suri, y cuando éste ha engordado la palmera y sacan los gusanos. Se comen crudos. Son grasientos, de sabor análogo al tocino. Muy apreciados porque la dieta amazónica es carencial de grasas, y por encantarles el sabor del suri Secador de pescado en Puerto Requena (kandozi), en el lago Musa Karusha (Rimachi), departamento de Loreto (Perú). De las varas horizontales se suspenden los filetes de pescado, que se ahúman. Las paredes protegen al pescado de los animales. III LAS COMUNIDADES NATIVAS A nivel internacional, los acuerdos sobre derechos humanos de los indígenas quedan recogidos en la Declaración Universal de los Derechos Indígenas de la ONU (2007). Los aspectos económicos y laborales en el Convenio 169 de la OIT (Convenio sobre pueblos indígenas y tribales, 1989). Como tales se refieren a los indígenas en comunidades nativas. LOS DOS MODELOS: COMUNIDADES NATIVAS Y RESERVAS INTANGIBLES Existen dos modelos para dotar de figura jurídica y personalidad política a los pueblos nativos: las comunidades y las reservas. Las comunidades nativas son poblados a los que se dota de tierras inalienables. Se les reconoce la figura del jefe electo, para el gobierno y diálogo con el exterior, y autonomía para resolver sus asuntos. Con frecuencia vienen anexas una escuela, a veces una posta médica. Cada etnia y cada comunidad tienen sus normas de funcionamiento, aceptación de miembros, exención de impuestos, etc. Con un estatuto especial, en el fondo se trata de la creación de un pueblo o comunidad como los mestizos o de emigrantes, sólo que los habitantes pertenecen a pueblos originarios y se acepta la propiedad colectiva del territorio. Las comunidades tienen sentido para las etnias que han adoptado usos occidentales, que son la mayoría. También para el caso de un mestizaje avanzado. Por lo tanto dominan en la Selva Alta, y en las zonas de Selva Baja donde existe mucha emigración. Las reservas son amplios territorios a los que se reconoce como intangibles. A veces adoptan la forma directa de reserva para un pueblo indígena, eventualmente no contactados. A veces adoptan la forma de Parque Nacional, para la preservación de la biodiversidad. En ambos casos se supone, o se obliga por ley, que el aprovechamiento ha de ser el tradicional. Por ejemplo no se admiten las armas de fuego para cazar, y normas por el estilo. Las reservas tienen sentido para los pueblos en aislamiento, que son muy pocos, y para los pueblos occidentalizados que han conservado el poblamiento disperso, que son los menos. También existen en zonas de valor ecológico, como amplio territorio para una comunidad, que se encargan de cuidar de su preservación, sea la comunidad de emigrantes o de indígenas. La anterior es la ideología de buenas prácticas que debería informar estas figuras jurídicas. Pero a la hora de la verdad, la cosa va, como era de suponer, por otro lado: Las comunidades tienen un territorio comparativamente pequeño. Que es insuficiente, si no son unos pocos habitantes, para subvenir a las necesidades. Ni hablar, pues, de conservar los viejos hábitos itinerantes. Y raramente se alcanza cierto grado de autosuficiencia. Así, las comunidades son una forma de sedentarizar y occidentalizar a los indígenas. Por lo general se fundan cuando un territorio pasa a ser explotado por los emigrantes o por una compañía extractiva, y algo hay que hacer con los nativos que en él viven. Se les desarraiga del poblamiento disperso, se les concentra en un punto para tenerlos controlados, y se reserva para ellos una parte del territorio original. Lo ideal, para los nuevos amos, es que tengan poco territorio y se alquilen como mano de obra barata. Las reservas son intangibles en teoría, pues en cuanto se descubre un recurso aprovechable se lo extrae sin más miramientos. Son intangibles si no existe interés económico alguno. Algunas comunidades tienen extensos territorios, que se asemejan a las reservas, del que tienen cuidado para evitar la degradación ecológica, pero sin el auxilio del estado raramente pueden defenderlo de las invasiones de emigrantes o compañías extractivas. Según las legislaciones de cada estado dominan las comunidades o las reservas. En cada país tienen un régimen diferente. En unos dominan las reservas o comunidades con cierto territorio extenso (Bolivia y Ecuador), en otros las comunidades con muy poco territorio (Perú). EL PROCESO DE ACULTURACIÓN EN LAS COMUNIDADES La creación de comunidades nativas tiene una doble vertiente: Por un lado es una manera de dar una oportunidad a los pueblos originarios; no de que se conserven como tales, sino de que se integren en la sociedad y la economía nacional, de reconocerles la ciudadanía. Esto al menos les permite sobrevivir. Las etnias que tienen desde hace tiempo contacto con occidente no desean otra cosa, con pocas excepciones. Por otro lado, al convertirlos en ciudadanos, el proceso de aculturación se acelera, y la etnia resultante es de mestizaje con la cultura de las ciudades de cada país y las directrices políticas del momento, pero son económicamente endebles y subordinadas. Ambas vertientes están siempre presentes. Según se mire, dicho mestizaje es una oportunidad o una desgracia. Los indígenas tienen al respecto opiniones encontradas. Saben que sin dicho mestizaje no podrán sobrevivir, para ellos es el renovarse o morir. Saben que si no es profundo, porque aprenden los usos de la vida moderna, a lo máximo serán ciudadanos de segunda. También saben que pierden así buena parte de lo que los singulariza. Aspiran a quedarse con lo mejor de lo uno y de lo otro, ideal que es dudoso sea realista. La anterior es una descripción genérica. Conviene desarrollarla con algún detalle para que el lector pueda hacerse una idea más precisa del problema, más “en caliente”, por así decir. El proceso de comunalización de los pueblos originarios pasa siempre por la aparición de los funcionarios del estado, en especial los del catastro, que proceden a definir la tenencia de la tierra y a estimular la emigración que la ponga a rendir según los criterios de la economía y las necesidades de la población del país. Esto es, a poner la tierra en función de la demanda de mercados lejanos y desvinculados del entorno, que pasa a ser depredado. Es la titulación. Lo peor sobreviene cuando las habitantes son expoliados de sus tierras, desaparecen las viejas estrategias de ocupación, y quedan condenadas a la inanición. El proceso siempre es el mismo, dure mucho o sea rápido. En origen son pueblos amantes de su independencia. Si se resisten, el hostigamiento militar o policial, los evangelizadores y la instalación de colonos rompen su carácter y cambian las costumbres. Caen en la desorientación, lo que se agrava cuando sus creencias son desautorizadas. Todo esto se recibe como un mazazo, como una represión, y se vuelven infantiles, dolientes y pasivos. Están a merced de los nuevos amos, que les dejan bastante de lado, ya que no interesan. Los indígenas hablan con miedo y respeto del poder, pues saben que están sujetos a sus caprichos. Se les manipula y convence para que desalojen su territorio y se les reúne en poblados. Quedan libres las tierras para que las ocupen los colonos o las compañías. Siguiendo esta táctica, las familias indígenas desplazadas son agrupadas en comunidades de uno o dos centenares de habitantes, reunidos alrededor de una escuela, una iglesia o una posta médica, donde comienzan a producir para el mercado. Esto se publicita en la prensa y en las televisiones a bombo y platillo como un progreso, aunque estas mejoras son aparentes. El aumento de la población, que incluye los colonos andinos y los madereros infiltrados, aleja los animales de caza que eran la principal fuente de proteínas, de manera que entran en la subalimentación. Los ríos se contaminan y con frecuencia las capturas de peces decaen, con lo que otra fuente de proteínas desaparece. Para consumir proteínas deben comprar alimentos importados, o depender de subsidios oficiales, y así se les subordina a la economía nacional. La escuela y la mayoría de los grupos religiosos que se han difundido por la Amazonia, arrasan con el patrimonio de sus conocimientos tradicionales, sin ofrecerle una educación que tenga un mínimo de calidad, ni integrarlos de manera digna a la sociedad nacional. De todas maneras, el papel de la escuela ha mejorado en los últimos años, con la educación bilingüe y el final de la burla contra las costumbres indígenas. La inserción de los indígenas en la economía de mercado se produce en condiciones desfavorables, como peones mal pagados y como ciudadanos discriminados y de segunda clase, con los peores índices sanitarios y educativos en todos los países. POBLADOS INDIGENAS AL LADO DE LAS CIUDADES Las etnias que mejor se han adaptado a la occidentalización se caracterizan por ser de numerosa población y por tener un poblado cerca de una ciudad. Es usual que anexas a las ciudades amazónicas se encuentre el poblado de los indígenas que antaño dominaban la zona y han sido reinstalados en un pequeño territorio. Son ejemplo, para los shipibos, San Francisco de Yarinococha, cerca de Pucallpa (Perú), y que hoy es el centro espiritual de la etnia. Para los shuar de Ecuador, San Luis respecto a Macas funciona de manera análoga. O para los chimanes (o tsimane) de Bolivia lo es Horeb respecto a San Borja. Los tres son fundaciones religiosas, de ahí los nombres, que no son indígenas. La mayoría de los pueblos amazónicos con mucha población tienen dicha estructura de centro espiritual vinculado a una gran ciudad. La ciudad en principio fue el centro comercial y político que dominó el territorio. La población indígena aledaña a la ciudad surgió por necesidad de los invasores, como puente para mejor controlar a los otros grupos. No es raro que se pactase con el grupo indígena del poblado para que fueran la vanguardia armada que controlase el territorio, y fueran ellos los que subordinaban a los otros grupos, de su misma etnia o de las otras del territorio. El paso del tiempo y el cambio de las circunstancias han ido redefiniendo la situación y puesto las cosas en su lugar. La riqueza sigue en manos de la ciudad, pero el poblado indígena ha tomado vuelo y vitalidad. Ha servido de puente y de lugar de aprendizaje de los usos occidentales imprescindibles para sobrevivir. Lo que ha suavizado la aculturación, y los ha integrado en la sociedad nacional. De manera natural han ido constituyéndose no sólo en aglutinador, también en el centro simbólico étnico, y en creador de la etnia. Incluso algunos pueblos que han conservado un poblamiento disperso, principalmente los que viven en pantanales muy húmedos, tienen en una misión o agencia estatal el punto de referencia y conexión con la cultura occidental. Por ejemplo los kandozi en el lago Musa Karusha (Rimachi, en quechua), en el bajo Pastaza (Perú), lugar de inmensos y laberínticos pantanos, cuya referencia es la misión evangélica. Los pueblos de menor población (alrededor de 2000 personas, o menos) no suelen tener un centro simbólico, ni un aglutinador o un lugar de aprendizaje. Y esto pone en cuestión las posibilidades de supervivencia que tengan cuando se enfrenten con nosotros. EL CHOQUE DE MENTALIDADES Ante la mentalidad occidental, imprescindible para moverse en nuestra sociedad, los indígenas están indefensos porque no la dominan. Para el que no conozca la problemática esto debe dejarle perplejo. Estamos tan familiarizados con nuestras costumbres que no es fácil percatarse de cuan elaborada, y también cuan convencional, puede ser nuestra mentalidad. Es mirándose en el espejo del otro como tomamos conciencia de esto. Conceptos tales como el de inversión, ahorro, diferir la recompensa hasta que un trabajo madure, los impuestos, los trámites burocráticos, el sistema judicial como forma de arreglar las pendencias, los balances comerciales, etc., son elaboraciones mentales complejas y sofisticadas, que ha costado cientos de años desarrollar. Pero son conceptos extravagantes para una mentalidad que proviene de la relación de inmediatez con la naturaleza y la sociedad. Los mecanismos en que se basa la economía y la sociedad occidental son difícilmente inteligibles para los indígenas. De aquí la absoluta necesidad de escolarización en todas las comunidades, que necesitará más de una generación para ser eficaz. Si no se dominan los mecanismos mentales de la economía de mercado sólo se puede que entrar en formas de dependencia y servidumbre. No se puede aspirar a ser más que un peón mal pagado, o ser un productor infeudado a un intermediario, que paga lo que le viene en gana. Más allá de este evidente problema existe otro, que es más de fondo en el choque de mentalidades, y más difícil de elaborar. Es el que deriva de la regresión a mecanismos mentales infantiles a los que la pérdida de las tierras y el haber pasado por la esclavitud les ha condenado. Vale la pena mostrar unos aspectos concretos de esta rocambolesca situación: Los indígenas están fascinados con la occidentalización, de la que ingenuamente perciben sólo lo mejor, sin percatarse que también existe lo peor. Ante la variedad de productos de las ciudades, les parece que la riqueza surge por ensalmo y que basta extender la mano para recoger lo que se desea, pues su concepto del trabajo y de la distribución es diferente al nuestro. La propaganda del consumismo los aturde y confunde, se creen todas las falsas promesas, ya que su concepto del honor no admite que nadie engañe como hace la publicidad o las promesas de los políticos. Y ni se imaginan que la impostura sea posible. En vez de seguir investigando la selva y obteniendo de ella todo lo que necesitan (lo que se realiza con un trabajo duro y sostenido), les es más fácil vender por cuatro monedas sus derechos a una compañía extractora, o aceptar los regalos del exterior. Las seducciones de la vida moderna son eficaces para los que no saben muy bien qué es la moneda y cuánto cuesta conseguirla. Las comunidades que tienen en su territorio algún recurso valioso reciben la visita de los agentes de las compañías extractivas, o compañías agrícolas que desean alquilar o adquirir terrenos. Cuando venden los derechos sobre las tierras, o sobre los recursos que contienen, pronto gastan en fruslerías lo poco que les pagan, sin percatarse de que han perdido su patrimonio. Piensan que tras estas alegrías vendrán más, no son conscientes de que después sólo existe el vacío. Así es típico que las madereras compren muy barato la madera de sus bosques. Mientras estos se talan, la comunidad se da a lo que ellos piensan que es el gran lujo de comprar de todo y se encandilan con tonterías. Luego, desaparecido el bosque, ni hay caza ni frutos para recolectar, y deben comprar los alimentos e incluso la madera. Caen tarde en la cuenta de que si bien el trato se realizó con las formalidades a que obliga la ley, en realidad se trataba de un timo. Cuando pasan por la primera parte de esta experiencia, la de las vacas gordas, ni se imaginan que después vienen las vacas flacas. Ante los tratos que les ofrecen las compañías, los indígenas piensan que nuestra economía funciona como la suya, y así es como acaban estafados. Se trata de un episodio cientos de veces repetido. En el primer contacto que tienen con los occidentales, los indígenas siempre reciben regalos de hachas, machetes y otros implementos metálicos, que ellos desconocen. Es la manera que tienen las compañías, los religiosos o los agentes del gobierno para hacerse aceptar. Los indígenas quedan maravillados y dejan de fabricar sus instrumentos de madera. Al cabo de una generación se ha perdido la antigua sabiduría, y siempre que necesiten un instrumento lo han de comprar. El ciclo de la dependencia comienza así. Algo parecido sucede cuando a un poblado ya consolidado es visitado por forasteros para hacer tratos. La manera de ganarse la confianza es, según la costumbre, hacer regalos, que muchas veces son cuentas de colores y otras bicocas y baratijas, que por desconocimiento son muy apreciadas. La práctica de los regalos debería ser desechada, puesto que siempre son interesados. El efecto pernicioso es doble. Por un lado, inician el proceso de degradación de la convivencia y los valores indígenas, pues los regalos son espoletas de la envidia, provocando recelos y peleas dentro de la comunidad. Por otro lado, excitan a la codicia respecto a la influencia exterior, que es vista como el maná inagotable. Pero la de los regalos es una estrategia controlada que no falla. Generan dependencia respecto a la sociedad exterior; se abandona lo propio por lo ajeno, sin saber qué significa el cambio. Los tratantes que aparecen por un poblado con regalos tendrán fácil comprar lo que desean a un precio de saldo. Otro truco que se ha usado mucho es el de las medicinas. Sobre todo los analgésicos y antibióticos, que para una mentalidad primitiva parecen milagrosos. En esto los misioneros, católicos y evangélicos, han sido sagaces. Para demostrar el poder espiritual, ¿qué mejor que curar un flemón con una medicina? Pongo este ejemplo porque es típico y de eficacia probada. El grupo al que se le muestra tal poder espiritual abandona pronto el chamanismo, el conocimiento de las hierbas, y las creencias propias, para adoptar una versión de papanatas de la farmacopea europea y de las ideas de los misioneros. El truco tiene un problema, y es que para muchas enfermedades tropicales no existe medicamentos, y la selva si proporciona remedios. En este sentido el abandono de la cultura tradicional es un error. Hoy esta práctica está desaconsejada por la OMS, que ha revalorizado las medicinas indígenas. La Iglesia Católica hace años que no la practica. Los evangélicos, tan fanáticos, siguen haciéndolo, y condenando como obra del demonio las creencias y sabidurías indígenas. Las anteriores maneras de ganarse la confianza han sido utilizadas por todos los que entran en contacto con los indígenas. Basta leer algunas relaciones o diarios para encontrar siempre los mismos trucos, que aprovechan las contradicciones que ya se sabe que van a aparecer. Va dicho que la economía original, la cultura de las huertas, se basa en sembrados temporales según calendarios que respetan los ciclos anuales de la naturaleza, las vaciantes y las crecientes del rio. Las tierras son comunales y se distribuyen equitativamente entre los comuneros. Existe el trabajo comunal a favor de un residente, el cual devuelve en otro trabajo comunal a favor de otro residente. Lo que se cosecha, caza y recolecta, se redistribuye según reglas de reciprocidad entre los familiares, tal que nadie pasa hambre, y los excedentes se emplean en las fiestas rituales. No existe la acumulación como nosotros la conocemos, ni la apropiación personal de la riqueza. Obviamente para esta mentalidad el concepto de la moneda es incomprensible. Estos conceptos del reparto entre todos y de la reciprocidad están muy arraigados, pero está claro que son problemáticos bajo el capitalismo, que se basa en la acumulación y en aprovecharse de los demás. Así aparecen comportamientos anómalos. Un caso típico es la exigencia, por parte de los familiares, que se reparta entre todos lo que ha ganado el indígena que emigró y trabajó por años lejos del poblado. Situaciones como la descrita no son raras. Al ser su economía de reciprocidad y trueque, no saben producir para exportar. Pasar de la subsistencia a la exportación obliga a cambiar la cultura y abandonar las viejas prácticas. Cuando entienden que en el exterior existe demanda de un producto que ellos obtienen, reaccionan como todo aprendiz: pasan a una explotación intensiva y abusiva que degrada el entorno. Como no conocen el sistema del comercio y las redes de distribución, caen en manos de capitalistas y mafias de comerciantes, malvendiendo a precios ínfimos la producción. Mal estimulados por el ejemplo de la sociedad exterior, derrochadora y depredadora de los recursos, poco a poco dejan de respetar la selva, crece la desertización, decae la producción y acaban perdiendo la entrada de monetario. Rápidamente se empobrecen porque las posibilidades de ingresar moneda es pequeña y los codiciados objetos del exterior son para ellos carísimos y a pagar en moneda. Todos los choques de mentalidades abocan a dolorosos conflictos. Son situaciones repletas de equívocos, engaños y tentaciones. El problema es que para superarlos no hay más camino que la experiencia. Igual sucedió, y sucede, en nuestras sociedades, por ejemplo cuando los campesinos emigran a la ciudad, o los trabajadores se enriquecen, o con las burbujas inmobiliarias. Con la diferencia que entre nosotros después de la prueba la gente tiene otras oportunidades. Pero entre los indígenas, las lecciones de la experiencia se conocen tras la irreversible degradación de su entorno y de su cultura. No hay paso atrás y acaban deprimidos y con un complejo de inferioridad difícil de superar. Además, como son orgullosos, no pueden aceptar el hecho de haber sido estafados y que han perdido sus riquezas, se culpan a sí mismos, denigran sus orígenes. Con el auto-odio soterrado pierden la confianza en ellos mismos. Tienen puestas sus esperanzas en la ayuda del estado, de los misioneros y de la cooperación internacional. Al final, viven de la esperanza de ser subsidiados. Así caen en el absurdo ciclo de la dependencia, que sólo espera que venga del exterior la solución a los propios problemas. Entrar en la dependencia es preludio de su disolución. En resumen, los indígenas pasan de vivir una vida dura pero con las inmensas capacidades de la selva, a vivir una vida mucho más dura pero en la pobreza y la desconfianza. LAS ZONAS RESERVADAS EN ECUADOR Y LA PROBLEMÁTICA PETROLERA El Oriente ecuatoriano es pequeño, 125.000 km2 (la mitad del país), no llega al 2% de la Amazonía. Corresponde aproximadamente un tercio a Selva Alta, el resto a Selva Baja. La población es de 850.000 personas (2011), número elevado que sigue creciendo (en el 2001 eran 550.000), por la emigración desde la sierra y la costa. Los indígenas amazónicos son unas 135.000 personas, lo que representa el 15 % de la población amazónica. Hoy son 10 etnias conocidas, puede haber alguna más perdidas entre los indígenas desarraigados de las ciudades. Aparte las extinguidas recientemente, pues las crónicas coloniales hablan de 40 etnias. Existen grupos que se han aislado voluntariamente, y otros que viven apartados con escaso contacto en la Selva Baja (waorani y achuar), pero que dependen de importaciones de instrumentos metálicos. La Selva Baja es exuberante y bellísima, pantanosa y sin carreteras, de difícil acceso, lo que la preserva en algo, pues el transporte es fluvial o en avioneta. Los Andes en el trayecto ecuatoriano incluyen numerosos volcanes. Estos garantizan la renovación de los suelos en las tierras del oriente, que son muy fértiles. La intensidad de las lluvias es la máxima de la Amazonía. En la Selva Alta, ambos se conjugan en una agricultura productiva y en la resistencia del ecosistema. Pero la presión migratoria y la depredación, muy fuertes, están llevando al límite la capacidad de regeneración de la selva. En algunas zonas de Selva Alta están en superpoblación. Con numerosas pequeñas ciudades de 5000 a 20000 habitantes, y pocas grandes, la urbanización cubre las zonas más ricas. En las tierras bajas la población es escasa, pero en ella existe emigración dedicada a la extracción de petróleo, con un alto índice de contaminación. Allá donde llegan los petroleros, los indígenas se retiran. La Selva Baja está llena de petróleo. Esta superpoblación amazónica tiene una explicación en la historia reciente. Ecuador tenía un territorio amazónico que era el triple del que hoy conserva. No lo había ocupado formalmente, por las dificultades del trasporte y el desinterés general. La apatía ecuatoriana era proverbial. Apenas existían algunos puestos militares y núcleos de emigrantes en los ríos. Quien se apresuró a ir ocupando las tierras amazónicas desde los Andes fue el Perú. Al cambio de siglo, el auge del caucho sobre el Putumayo (frontera actual entre Ecuador y Colombia, y Perú y Colombia), tuvo lugar en territorio ocupado por Perú (que ocupaba buena parte de la actual Amazonía colombiana). Las casas comerciales limeñas habían ocupado con emigrantes peruanos un amplio territorio donde el árbol del caucho era abundante. La necesidad de mano de obra ocasionó se formaran destacamentos armados para esclavizar a las tribus. Las expediciones eran continuas. Las compañías subían por los ríos y asolaban los territorios, y provocaron un genocidio masivo entre los indios. En particular, penetraron ampliamente en el territorio ecuatoriano amazónico, que sufrió un fuerte bajón entre la población indígena. Cuando escritores ingleses airearon las tropelías que los caucheros estaban realizando en los entonces territorios peruanos, bolivianos y brasileños, el escándalo internacional, y el descrédito, fue mayúsculo, aunque no sirvió para detener el genocidio. La política expansiva peruana se atenuaba cuando se las había de entender con Brasil, pero chocó con la otra potencia regional, Colombia, que exigió territorios. Se produjeron choques armados y a punto se estuvo de una guerra general, cuando un arbitraje internacional, tras el escándalo de la esclavización de los indígenas, concedió a Colombia parte del territorio ocupado por Perú, y se fijó la actual frontera entre Perú, Colombia y Brasil. Para resarcirse, Perú invadió el territorio de Ecuador (1941). El ejército subió por los ríos y se detuvo donde encontró resistencia. Aquí quedó establecida la frontera entre Perú y Ecuador hasta hoy. Hasta la década de 1950 la actual Amazonía ecuatoriana estaba habitada principalmente por indígenas, asolados por las compañías extractivas. El estado apostó decididamente por ocupar el territorio que le restaba tras la anexión peruana, para evitar su completa pérdida. Se promocionó la inmigración masiva. En muchas zonas la población indígena fue rápidamente avasallada. La riqueza agrícola y la minería eran los incentivos. Desde 1970 lo es el petróleo. A finales de la década de 1980 y coincidiendo con las reformas agrarias y el auge del indigenismo andino, poco a poco se ha ido normalizando la situación. Políticamente, Ecuador es un estado plurinacional, y en los territorios andinos y amazónicos la lengua local es cooficial con el castellano, y la educación es bilingüe. La legislación recién está siendo muy favorable a los indígenas. En la superpoblada Selva Alta, muchos emigrantes se han adherido a los pueblos originarios, dadas las ventajas legales y políticas que reporta. Las etnias fuertes, como los quichuas orientales y los shuar aceptan en matrimonio emigrados que así se integran en las etnias, que están creciendo, se modernizan e integran en la nación. Esto las acultura, y remata un proceso que viene de antiguo, puesto que ya estaban desde hace años o en contacto con occidente, o con por las compañías extractivas, pero les garantiza un futuro. Muchos emigrantes aprenden las lenguas locales, lo que les está dando a ambos nuevo vigor. Según la ley, toda compañía que incursione en un territorio reservada debe consultar a los indígenas y compartir los beneficios, lo que hoy tiende a cumplirse y dota de dinamismo económico a las comunidades, no tanto a las reservas. La Selva Alta de Ecuador tiene numerosas comunidades nativas, y alguna reserva. La Selva Baja tiene varias reservas importantes, extensas y de gran valor ecológico, con población indígena, y algunos grupos en asilamiento voluntario. En la Selva Alta, las comunidades nativas tienen un funcionamiento análogo, con algún rasgo peculiar, al resto de comunidades. La diferencia importante es que disponen de un territorio reservado medianamente grande, por lo general suficiente para subvenir a las necesidades. Lo que ha representado un esfuerzo para el estado, ya que el espacio disponible no es abundante y muy pocos los recursos de financiación. La comunalización no ha sido demasiado traumática para los indígenas, por estar más bien integrados los originarios en la cultura del país. Y a que el peso de lo indígena es importante en el Ecuador actual, que es el país amazónico más cercano a su población indígena, y el estado que mejor los trata. Lo que tiene relieve en el caso ecuatoriano son las reservas naturales, la mayoría en la Selva Baja. Además de indígenas aislados y apartados, existen comunidades y poblamiento disperso en ellas. Pero no deja de haber problemas, porque por toda la Selva Baja ecuatoriana hay petróleo, lo que constituye un peligro, como ya se ha dicho. Inevitablemente se acabará extrayendo si una acción internacional no subvenciona el mantenimiento de la intangibilidad de las reservas. Correa efectuó un llamamiento en este sentido, canjeando cuotas de producción de CO2 a cambio del mantenimiento de la selva original y sus pobladores. Pero su llamado fue desoído. Lo del Cambio Climático no se lo ha tomado en serio absolutamente ningún país. La cuestión es que Ecuador necesita los ingresos y esta fuente de combustible. El Parque Nacional Yasuní (10000 km2), sobre el río Napo, que incluye territorio waorani, y de este pueblo dos grupos en aislamiento voluntario, es el amenazado actualmente. Ante la falta de interés, Ecuador puede ceder y permitir a las petroleras explotar los yacimientos, lo que sería una desgracia para la naturaleza y para los indios. Y para nosotros. De las etnias de Ecuador, destacan dos muy potentes, que ocupan Selva Alta: los quichuas orientales y los shuar (jíbaros), ambas con unos 60000 habitantes, y están creciendo, como se ha señalado. En la Selva baja, los achuar (parientes de los shuar), son unos 13000 en Ecuador y 12000 en Perú, y también tienen un gran vigor cultural, aunque con endémicos problemas económicos. Los waorani son unos 2000, en el Parque Nacional Yasuní y en los ríos cercanos. El resto de los pueblos no llegan a las 1000 personas, algunos con 200 o 300 tan solo. Para sobrevivir están fusionándose entre sí. Esto es ventajoso cuando son pueblos cercanos culturalmente, como los siona-secoya, al noreste, sobre el Putumayo y con población en Colombia, que al juntarse alcanzan los 1000 miembros. En otros casos la fusión implica la disolución, como el caso de los záparos, que con 200 habitantes se han ido incorporando a otros pueblos y se dan por extinguidos. Los grupos záparo fueron en el pasado los más potentes de las etnias del actual Ecuador, y de buena parte del norte del Perú. Quedaron reducidas a una situación miserable después de las depredaciones de los caucheros, que se ensañaron especialmente con ellos. Quedan comunidades de poca entidad al norte del Perú y este del Brasil. Los quichuas amazónicos son muy antiguas emigraciones de serranos sujetos a esclavitud por los incas, que habían sido deportados de lejos para repoblar el Imperio. En cuanto pudieron se escaparon y se adentraron en la selva. Aquí se naturalizaron y adoptaron el modo de vida y la cultura selvática, abandonando la religión y parte de las costumbres, conservando algunas, como la estructura familiar y la lengua. De los viejos dioses nada quedó, desplazados por los espíritus selváticos y el chamanismo. Se mezclaron con las tribus del lugar, dando origen a una etnia quechua hablante de la selva. Con la llegada de los españoles, nuevas oleadas bajaron a la selva y se incorporaron a los ya naturalizados. Hoy es una etnia selvática que habita en comunidades un poco por todas partes, especialmente en el Pastaza. Admite emigrantes serranos quechuas en sus poblados y por ello crece y se fortalece como etnia, y se occidentaliza. Cuando estos quichuas emigran a las ciudades amazónicas se integran con los quechuas serranos emigrados y tiende a disolverse en la cultura mestiza. En Ecuador, las que funcionan mejor son las zonas reservadas ocupadas por pueblos con antiguo contacto con occidente. Estos, más conocedores de los mecanismos mentales de la economía de mercado, saben sacar partido a la situación. Es el caso de los shuar (Selva Alta) – estos han puesto el ejemplo para los achuar (Selva Baja), de cultura semejante y que están inmediatos pero apartados y dispersos, con menos influencia occidental. En territorio shuar, colindante con los Andes, se fundaron haciendas y minerías de oro en el s.XVI, y hubo reducciones. Todos lo cual funcionó mal porque se trata de un pueblo indómito y amante de la libertad, como todos los jíbaros. La mala fama que tienen proviene de la rabia de los invasores con un pueblo que no podían dominar. La mayoría de las fundaciones acabaron siendo destruidas por los indígenas. Pero para oponerse al avance occidental, los shuar, sin dejar demasiado de lado su cultura, hubieron de ir aprendiendo. Ya en el siglo XX en San Luis, al lado de Macas, se instaló una misión salesiana, que prosigue hoy en día, que ensayó la nueva orientación “de izquierdas” en la Iglesia Católica. Puede resumirse en: uso de la lengua nativa y aceptación de las costumbres; respeto por las creencias indígenas, a las que se añaden las ideas cristianas; educación elemental para todos; respeto al chamanismo y prácticas medicinales locales; estructuración política eficaz; conservación del territorio y del poblamiento según la voluntad de los habitantes; coordinación con ONG y la ayuda internacional al desarrollo, etc. Más la práctica de los matrimonios mixtos con emigrantes, tal que estos se incorporan a la etnia. La lengua shuar es vigorosa y muchos emigrantes la aprenden para poder moverse entre los ríos Morona y Santiago. La cuestión es que los shuar han seguido un proceso de mantenimiento de valores, con adaptaciones a la nueva situación, que ha conseguido que prosiga lo que tiene vigencia, pero sin dejar de aprovechar lo bueno que la tecnología y occidente les puede aportar. Han mantenido el poblamiento muy disperso que siempre les ha sido tradicional, sin dejar de tener poblados por influencia de occidente. Estos hacen de puente para el resto. La coordinación general se realiza mediante un servicio de transporte por avionetas que proporcionó la cooperación internacional. En el Hospital de Sucúa conviven médicos académicos y médicos indígenas tradicionales. Los shuar han generado una identidad vigorosa y fuerte, y como etnia están en expansión, tanto en la población como en la economía y cultura. EL DELICADO CASO DE BOLIVIA Bolivia es el país más pobre de los amazónicos, con excepción de las Guayanas. Alejado del paralelo del Amazonas, el ecosistema es más seco y no es resistente. Las estaciones secas y lluviosas son marcadas. Por el sur, en parte del departamento de Santa Cruz, existen amplias sabanas antes de dar paso a la selva. Sin las sabanas, el territorio amazónico tiene 500.000 km2, la mitad del país, y un 8% de la Amazonía. La mayoría es selva seca o llanos inundables, que son selva seca que en la estación lluvias se inunda por el poco desnivel del terreno. Es Selva Baja el pequeño departamento de Pando, en el noreste. Es Selva Alta una estrecha franja inmediata a los Andes en el departamento de Cochabamba (donde está el cocalero Chapare) y de La Paz. La población indígena originaria es de 120000 personas (2012), de los cuales el pueblo de reducción de los mojeños es protagonista (70000). Existe un cierto aislamiento entre el altiplano y el llano amazónico, por ser abrupto el desnivel y por la falta de medios de comunicación, a pesar de ser la selva seca fácilmente anexionable. Los ríos tienen rápidos pedregosos (chachuelas) y parte del año no tienen caudal navegable. Aún hoy no existe una red viaria digna. Las carreteras sólo enlazan las ciudades, están sin asfaltar y en pésimo estado. A la mayoría de las comunidades se accede por sendas y trochas, y aunque dependan de la economía nacional, están dejadas del contacto exterior. Antes de la colonia, lo que hoy es el oriente boliviano era un territorio densamente poblado. La colonia del Alto Perú no tuvo interés en las tierras bajas. Hasta el final del s.XVII no se fundan reducciones. En el XVIII se consolidó una cadena de reducciones que tuvieron éxito en agrupar a los indígenas y desestructurar a los grupos originarios. Por las epidemias, abocaron a un declive poblacional. La mayoría de los diferentes grupos tuvieron reducción, y fundidos en una etnia misional única, son los pueblos originarios que hoy dominan hoy en lo indígena. La ocupación del llano se produjo con el auge del caucho. El árbol se da sobre todo en selva seca. Las grandes extensiones caucheras estaban en tierras entonces bolivianas (y hoy brasileñas). En Cachuela Esperanza la casa Suárez centralizó la gran explotación mundial del caucho, y se atrajo allí a emigrantes de Europa y América. Como no había suficiente mano de obra para la gran demanda, Nicolás Suárez tenía a su servicio esbirros que se dedicaban por todo el territorio amazónico a la caza del hombre. Percival Fawcett estuvo en las explotaciones y reflejó en su diario cuál era la situación, así que la conocemos de primera mano. Hoy Nicolás Suárez es parte de la leyenda boliviana, ya que defendió de las agresiones brasileñas el río Acre, que gracias a él no se perdió del todo para la nación. La guerra del Acre (1903) se desató para dilucidar quién se quedaba con los impuestos del comercio. Bolivia perdió los 4/5 partes de su territorio amazónico, que ahora forman el estado brasileño de Acre. De Nicolás Suárez ha caído en el olvido el genocidio que perpetró contra los indios. El auge del caucho representó una tragedia para los pueblos indígenas, masivamente esclavizados. Las crónicas coloniales nos hablan de tribus numerosas, como la araona o los ese ejja, que quedaron reducidos a una sombra de lo que fueron. A casi nada los araona (unos 150, en origen 30000), que forman hoy una comunidad, Puerto Araona (Las Yungas). Y a muy poco e infestados de alcoholismo los ese ejja (2000 en Bolivia, 1000 en Perú, eran 15000). Ambos tuvieron la desgracia de ocupar tierras donde el árbol de la goma era abundante. Para la extracción, todos los pueblos fueron expoliados de sus tierras. A veces trasladados a lugares lejanos. Bastantes pueblos desaparecieron. Otros quedaron tan mal, que entraron en una larga decadencia que llega hasta hoy, en que recién algunos se han extinguido. El negocio del caucho se hundió hacia 1925. La emigración serrana prosiguió para extraer el oro de las arenas de los ríos, y poner las tierras en rendimiento. La ocupación devastó las selvas, y en la década de 1950 se consolidaron legalmente los numerosos fundos ganaderos. Pero la ganadería implica una fuerte presión sobre el medio, y la selva seca no es resistente. Cabe hablar de sobreexplotación, que ha convertido en páramos amplios territorios. Entre las reducciones y los mestizajes, las depredaciones caucheras, el abandono y expulsión por los ganaderos, es como si hubiesen quebrantado el espíritu indígena. La desmoralización, la depresión, y la desgana vital han hecho presa en ellos. Quedan pocos pueblos, y menos unos cuantos de población abultada, los demás tienen escasa población. Hoy se reconocen oficialmente 36 etnias originarias en toda Bolivia, incluida Santa Cruz que no es amazónica pero a donde han emigrado varios grupos de indígenas amazónicos. Los antropólogos calculan que un pueblo no puede sobrevivir con su cultura y estructura familiar por debajo de los 200 miembros, pues en menor cantidad la cosanguinidad y el incesto son inevitables. En Bolivia, algunas etnias en el año 2000 no llegaban ni a los dichos 200. La mayoría vienen a tener unas 1000 personas. Ante esta situación, la solución que han adoptado los pueblos es vivir juntos y fusionarse. Por ejemplo, un grupo antaño poderoso, los pacahuara (Pando), está formado por 25 personas. Se han unido a una comunidad chácobo (1000). Sobreviven al integrarse en otro grupo, en el que se disolverán, y se les da por extinguidos. De hecho el proceso en Bolivia es claramente hacia la multietnicidad, con fusión de pueblos de origen y cultura diferente, y con territorios y poblados que alternan en mosaico. Todavía en la década de 1970, durante la primera presidencia de Hugo Banzer, hubieron de sufrir los indígenas agresiones de parte del Estado, con expolios de tierras y deportaciones. En fin, seria inacabable relatar la degradación en que han caído. Viven en terrenos marginales, aislados o con escaso contacto, y en la pobreza. Son dependientes de la sociedad nacional, en aculturación avanzada. Conservan creencias religiosas antiguas con formulaciones cristianas, en un profundo sentimiento religioso. Han perdido las raíces y buena parte de la cultura. Desde la década de 2001, y con la normalidad democrática, el estado ha reconocido los derechos indígenas, comenzando por los andinos. A remolque suyo han ido los amazónicos. Las reformas agrarias aumentaron la emigración a la Amazonía, y los serranos presionaron sobre los pueblos indígenas, que no tenían una legislación sobre propiedad de las tierras y se los arrinconó. Ahora la legislación existe y les ha reservado territorios. Al comparar los censos de 2001 y 2012 salta a la vista que todas las etnias originarias han duplicado población. Menos en algunas etnias, el poblamiento disperso no es frecuente, tal vez porque desde la época del caucho les ha quedado el miedo en el cuerpo. La mayoría de los indígenas viven en comunidades, por aculturación y por la necesidad de protegerse de las agresiones externas. Las comunidades a efectos prácticos son poblados como los de los emigrantes del altiplano, menos por disponer de amplias tierras comunales; todas cuentan con algunas familias dispersas por la zona. Disponen de un régimen legal, las Tierras Comunitarias de Origen (TCO) y los Territorios Indígenas Multiétnicos (TIM) allí donde se da una intensa mezcla de grupos. En las normativas de cada pueblo suele incluirse una guía para el manejo sostenible de los recursos. La cooperación internacional ayuda a la titulación de TCO y TIM. Estas reservas de tierras son grandes, sin ser desmesuradas, lo suficiente para permitir la subsistencia de los habitantes. Los poblados han de espabilarse para defenderse de las invasiones de madereros, mineros y otros grupos extractores, lo que no siempre consiguen. A finales de la década de 1990 comenzaron a aparecer los petroleros. No habiendo carreteras, el estado no puede ayudarles en la defensa de las tierras ni en la puesta en producción de éstas. Bolivia tiene Parques Nacionales y Reservas muy grandes, de gran interés ecológico. Pero ocupadas por pocos indígenas, a beneficio de los que no se crearon estas zonas protegidas. La legislación actual en Bolivia es buena, el problema es si se respeta. Los Parques deben estar protegidos y no ser una simple mancha en el mapa. La extracción de oro es intensa en Pando, y los daños medioambientales importantes. En todos los departamentos selváticos el problema de los madereros continúa. La cuestión petrolera está pasando a primer plano en estos momentos. Según la ley, toda compañía que incursione en un territorio reservado debe consultar a los indígenas y compartir los beneficios. No está claro que la ley se cumpla. Bolivia es un estado plurinacional, en la Constitución se incluye la declaración de derechos de los pueblos indígenas. Fruto de las reformas, está creciendo y poco a poco abandona el horizonte de la pobreza. Queda por ver si la mejora alcanza a los indígenas amazónicos. El mapa indígena de Bolivia es fácil de trazar. Cuanto más cerca estén los grupos de la cordillera andina, más expuestos a la llegada de emigrantes, y más aculturados están, puesto que el proceso de disolución está más avanzado. Los Andes descienden en escalones hacia los llanos. Más escalones, más indígenas. Menos escalones, más emigrantes. Y en todas partes, pocos indígenas y muchos emigrantes, que desplazan a aquellos. El primer escalón es un desnivel abrupto, que ha funcionado como barrera para el aislamiento. En el departamento de la Paz, la bajada conduce al río Alto Beni, en los Yungas, por una carretera famosa por ser considerada la más peligrosa del mundo. Este es un vasto territorio, montañoso y de numerosos ríos, de selva seca, que ocupaban numerosos grupos indígenas. Al final del s.XVIII empezaron a fundarse reducciones, se reunió a los indígenas, se produjo el acostumbrado declive poblacional, se desestructuró la cultura original, y resultó de todo ello la etnia de los mosetenes. La última de las misiones que se fundaron es Covendo (1862), que tiene tierras tituladas (2001) y está cerca de la ciudad de Palos Blancos, de manera que funciona como centro de la etnia. Hay mosetenes habitan en otras localidades, y algunas familias viven dispersas en el Parque Nacional Pilón-Lajas. Son unas 2000 personas, de las que conservan la lengua sólo 800, en peligro de extinción. Los mismos mosetenes no se aprecian como etnia. Están en un avanzado grado de aculturación, con creencias y costumbres cristianas. El chamanismo ha sido abandonado hace mucho. Ahora son un pueblo mestizado como los que abundan en la zona, invadida por emigrantes serranos para el cultivo agrícola tras despojar a las arenas de los ríos del oro que pudiera tener. Es fácil que se disuelvan entre la población emigrada. Es curioso que Covendo haya conservado la estructura y el urbanismo original de la reducción: una cuadrícula en un leve declive, y en lo alto, la iglesia, que preside y manda. Las casas actuales son de barro y hormigón, financiadas con la cooperación internacional, y en el lugar de las originales cabañas de madera. El signo de modernidad es la existencia de una pista de aterrizaje para avionetas. La situación de los mosetenes es la usual de las etnias amazónicas en Bolivia. Examinemos algunas. Río abajo del Beni, en el siguiente escalón se llega a la llanura. Alternan los ríos con altiplanos de poca altura y más secos, y zonas tan horizontales que cuando llueve son llanos inundables. Es una extensa región, que fue ocupada por las principales reducciones, porque el acceso desde el altiplano, por Cochabamba, es más fácil, y porque en estas tierras se podía explotar la quinina. Los habitantes hoy son casi todos emigrantes, con varias ciudades importantes. Los indígenas son residuales. La reducción de Los Santos Reyes es hoy Reyes, una pequeña y encantadora ciudad criolla que prospera por los numerosos fundos ganaderos, donde trabajan como mano de obra barata los maropas y los emigrantes. Los llanos del Beni son muy aptos para la ganadería. La depredación de los bosques está muy avanzada, lo que a la larga pondrá en cuestión este aprovechamiento desmesurado. Los maropas o reyesanos son lo que queda de la etnia de la reducción, después de los traslados de la época del caucho. No se sabe cuántos son porque tienen vergüenza de confesarse maropas. Unos dicen que 5000, otros que 1000. Pocas personas hablan la lengua, tal vez 50. Aún existen algunos chamanes. Es una etnia mestiza, con un tibio vínculo. Viven en varios municipios y comunidades, el más importante es Maropa, que menos por la estructura familiar, y la mayor pobreza, poco los diferencia de los barrios pobres de Reyes. Los indígenas aún más alejados de la cordillera han conservado algo más la cultura tradicional, mezclada con el cristianismo y con la de los emigrados. Así, río abajo, sobre el medio Beni, está Puerto Cavinas, donde se fundó la reducción de Cavinas. Con ésta vinieron las pestes y la mortandad, y la desestructuración de los pueblos. La reducción conformó la nación cavineña. Esta se sometió a las directrices de los frailes, y se transformó en la vanguardia armada para dominar todo el Beni y a los otros indígenas, especialmente los ese ejja, que fueron obligados a ser reducidos. En la época del caucho, los frailes vendieron familias enteras cavineñas para servir como esclavos de los empresarios gomeros. Años después, ante el desinterés indígena, se disolvió la misión. Antaño poderosos, los cavineños se han ido diluyendo y han acabado formando parte de la mezcla cultural que predomina en el Beni. Que se reconozcan como cavineños son 3000 personas. Conservan la religión tradicional, teñida de cristianismo. Parece ser que el chamanismo original está perdido, substituido por las modas medicinales y ceremoniales que provienen del Brasil. Hacia el este, y ya en la siguiente cuenca fluvial, la del Mamoré (departamento del Beni), se encuentran los mojeños. Son el pueblo surgido de las reducciones, San Borja, San Ignacio, y otras, que hoy son ciudades criollas y mestizas. Los mojeños viven en un extenso territorio en comunidades, la mayoría de las cuales son multiétnicas o tienen cerca comunidades de otras etnias. Muchas están tituladas. Y todas están aisladas por la falta de carreteras, y por ello se conservan. Tienen una cultura mestiza, mezcla de creencias antiguas, cristianismo e ideas aportadas por los emigrantes, pues muchos de estos se han incorporado a la etnia. Esta muestra vitalidad, es numerosa (70000) y está en expansión. La lengua es usada con normalidad. Los mojeños son un posible ejemplo de en qué acabarán los pueblos nativos bolivianos, abocados a la fusión étnica, entre ellos y con los emigrantes. Dicha fusión tiene pocas pero notables excepciones. Así, los chimanes o tsimané (8000), que son los parientes de los mosetenes. Tienen dos poblados cercanos a ciudades, pero la mayoría viven dispersos por la zona boscosa de transición entre los Andes y el llano, en los departamentos de La Paz y el Beni. Pueblo independiente y aguerrido, han conservado la cultura tradicional. Rechazaron ser reducidos y supieron apartarse de los caucheros. Hoy han caído en la órbita de los evangélicos que si bien trabajan eficazmente por su desarrollo, prohiben la religión y creencias tradicionales. Pero les han dotado de estructura política, el Consejo Nacional Tsimane (San Borja), que es la garantía de su supervivencia como pueblo. Parece ser que los tismane han sabido ocultar a los pastores sus rituales ancestrales. La presidencia de Evo Morales (2006) ha supuesto un avance en las reivindicaciones indígenas. Pero no ha resuelto la situación de anarquía y desgobierno de la Amazonía boliviana. Valga un ejemplo entre cientos, que empezó en 2012 y aun no ha acabado. Cerca de Palos Blancos vivían dispersas unas familias de mosetenes, trinitarios y lecos, cultivando sus chacos. Aparecieron por allí un grupo de emigrantes andinos que a balazos los expulsó, titularon las tierras y les han permitido volver a condición de entregar parte de la cosecha como arriendo. Desvalidos, los indígenas han pagado. Cosa rara, el asunto fue aireado por la prensa con el consiguiente escándalo, pero la solución no acaba de llegar, porque el problema de las titulaciones de la gente analfabeta está lejos de haberse completado. Estas brutalidades, propias de otros tiempos, siguen siendo comunes en toda la Amazonía. LAS COMUNIDADES NATIVAS EN PERU Y EL PROCESO DE INTEGRACION El territorio amazónico del Perú tiene 725.000 km2, las tres cuartas partes del país, y representa el 9% de la Amazonia. Es el país clave en la problemática del Alto Amazonas, por el extenso territorio de selva muy exuberante (seca al sur), de ecosistemas más resistentes (con el de Ecuador), y mucha población indígena. No existen censos fiables. Según el criterio, el número de etnias varía. Oficialmente se reconocen 48 (de 12 familias lingüísticas), los indígenas se autodefinen con unas 92. Desde 1950 se han extinguido 15. Son, según el censo de 2007, 333.000 indígenas. Es el país amazónico con más población nativa, más que en Brasil. El número es estable, y parece ser que no ha crecido en los últimos años. Algunas etnias tienen población a caballo de fronteras con los países limítrofes (Ecuador, Bolivia, Brasil y Colombia). Otras tienen grupos o comunidades dispersos en un enorme territorio. Perú es actualmente el país que más fuerte ha apostado por el desarrollo amazónico y por la integración de las etnias en la sociedad nacional, lo que no deja de tener efectos de aculturación. Este es un hecho importante para las comunidades cercanas a ciudades. Para los del interior profundo, muy accidentado en la Selva Alta, y muy alejado en la Selva Baja, el contacto real con el resto del país es escaso, y viven aislados, la mayoría en dependencia. La estrategia de construcción de comunidades nativas empezó en Perú. Fue por el interés del presidente Velasco Alvarado, guiado por las mejores intenciones. Pero como en toda experiencia primeriza, hubo errores de planteamiento, como es el caso de no diseñar reservas y centrarse en microcomunidades. Por ley (1974) a los poblados se les dota de un territorio de extensión ridícula, que se establece en un lote de 3,6 por 1,4 km, mucho menor del que se requiere para sobrevivir. Territorios tan pequeños obligan a romper con el modo tradicional de vida dispersa y construir poblados, que en términos indígenas cabe calificar de grandes. Así pierden el contacto directo con la naturaleza y buena parte de su cultura empieza a olvidarse. La política oficial ha apostado por la creación de numerosas pequeñas comunidades, más fáciles de controlar que las grandes reservas. Una alternativa es reunir varias comunidades en una reserva comunal, controlada por el estado, pero definiendo un amplio territorio. En ambos casos, el territorio queda a la libre disposición del estado, los colonos o las empresas, pero salpicado de comunidades. Estas, por lo tanto, han de luchar por sobrevivir en condiciones adversas. Ahora bien, la ley no se cumple si entran en juego los intereses de una compañía extractora. Con frecuencia, el territorio es menor si por la zona hay establecimientos mestizos. Cualquier agricultor puede adquirir un lote de dichas dimensiones por poco dinero, y las concesiones a las compañías extractivas son veinte o treinta veces más grandes. Las tierras se han de titular en el catastro y es la propia comunidad la que corre con los gastos, que para ellas supone un dispendio duro de asumir. En las zonas lejanas de la Selva Baja la titulación es casi inexistente, y cualquiera podría reclamar esas tierras, lo que en ocasiones sucede. Los Yagua. 1) Casa tradicional, aún en uso. 2) Traslado pieza a pieza de la casa por itinerancia, lo que realizan periódicamente. 3) Preparación del curare (tomado de Jean-Pierre Chaumeil, “Ver, saber, poder: chamanismo de los yagua de la Amazonía peruana", CAAAP, Lima, 1998) Una imagen de los laberínticos pasos del lago Musa Karusha (Rimachi) y una cabaña en sus orillas. Es territorio kandoshi (jíbaros) y la casa, ocupada por varias familias emparentada, en la mejor tradición local, está aislada, sólo se llega a ella por barca y conociendo muy bien el territorio. En estas condiciones han conseguido sobrevivir tranquilos los kandoshi. La casa no tiene paredes, lo que no se aprecia bien en la foto. Pesca y caza abundan por la zona, que han defendido de las petroleras. El nivel de vida es bueno sin trabajar demasiado. Pero ahora sufren una epidemia de hepatits C, proveniente de Barranca o San Lorenzo, y lo están pasando muy mal Kandozi (Estación del lago Musa Karusha, río Pastaza). El hombre con las pinturas y el tocado ceremonial, como siempre que acuden a un acto público. Las mujeres llevan análogas pinturas. El traje es occidental, por lo demás no están demasiado influidos por Occidente en las costumbres, aunque en estos momentos los evangélicos trabajan con ellos, y ya se sabe que son particularmente eficaces en la aculturación. Las pinturas faciales imitan a un felino como animal de poder (fotos de 2004). Kandozi (Puerto Unguragui). Uso de la cerbatana o bodoquera (shunganazi, en kandozi). Abajo el dardo de madera, que se impregnará en la punta, que lleva algodón, con curare. La cerbatana se construye a partir de largas varas o ramas de un árbol, cortadas por la mitad y vaciado el tubo, luego recompuesto y soldado con cuerdas y ungüentos hasta quedar fuerte y flexible. Vienen a emplearse dos años de trabajo en la fabricación, y los buenos artesanos son apreciados. Usada por un buen cazador es un arma infalible a media distancia Arriba. Jandozi haciendo canoas tradicionales, con mascotas. Abajo. Un gallinero de Puerto Requena (kandozi) Por otra parte, algunas comunidades más dinámicas consiguen ampliar territorio al titular tierras colindantes, si es que tienen fondos para pagar el catastro, y queda así un territorio de extensión más aceptable, que con frecuencia incluye asentamientos de emigrantes ya instalados. La cooperación internacional ha ayudado a muchas comunidades a titular. Dichos títulos legales cubren el 10% de la Amazonía. El estado tiene derecho a otorgar concesiones a empresas madereras, mineras y petroleras – previa consulta con las comunidades, lo que no acostumbra a realizarse. Las comunidades no suelen participar en los beneficios de la extracción. Hoy, la ley es una manera de cumplir el expediente y acallar críticas, pero no resuelve los problemas. Tan pequeño territorio no permiten actividades que generen ingresos suficientes. Los nativos han de aceptar trabajos en las ciudades o en las compañías que depredan lo que antaño fue su territorio. El resultado es que se occidentalizan, emigran o languidecen en sus poblados. Los extrarradios de las ciudades están llenos de indígenas desarraigados. La política de comunidades es la dominante en Perú. La constitución de reservas para las comunidades no es usual, aunque existen algunas cuando la zona está protegida por su biodiversidad. Respecto a la gran extensión y extraordinaria biodiversidad del Perú, las Reservas Naturales son pocas y de incierto futuro, pues en todas hay gas y petróleo. Regiones climáticas del Perú (y de todo el Alto Amazonas). La Ceja de selva es la Selva Alta. Los tres ríos son, de izquierda a derecha, el Marañón, Huallaga y Ucayali. Los dos brazos son el Apurímac –izquierda- y Ucayali – derecha-. Más abajo y no representado, yendo a Bolivia está el Madre de Dios/Acre, que llega al Maderas en Brasil En Perú, las culturas indígenas están en un mediado proceso de disolución. Sobreviven algunas más o menos aculturadas. Casi todas han perdido bastante de su territorio, olvidado buena parte de sus conocimientos del medio, de sus prácticas rituales y de lo que nosotros llamamos arte. No todos, y los shipibo (Pucallpa y Puerto Maldonado) y los cocamas (Iquitos) conservan la alfarería tradicional y los textiles, estos con innovaciones a la moda occidental, que son de gran belleza y modernidad, a pesar de ser substancialmente tradicionales. En el proceso de aculturación hasta hace poco la acción de los misioneros – sobre todo los evangélicos - y la presión de la escuela han ridiculizado o prohibido las tradiciones, aunque esto hoy en día ya no se produce, y se ha entrado en el respeto. Los últimos años, el estado ha subvencionado la formación de personal indígena para los servicios, invertido en capacitación para los negocios, y becado a los estudiantes indígenas para que vayan a la universidad, con frecuencia a Lima. Se intenta generalizar la educación bilingüe. Queda por ver como acaba este proceso de integración en mejores condiciones, que también profundiza y al cabo remata la aculturación. En esto la opinión indígena ha de prevalecer, y se debe señalar que son los primeros interesados en que se lleve a cabo, pues les da una oportunidad de futuro. Esta política ha alcanzado a las comunidades consolidadas, las que se encuentran en el interior profundo no han sido aún afectadas por estas innovaciones. Los historiadores calculan en un millón los habitantes de la actual Amazonía peruana a la llegada de los españoles. Los indígenas estaban repartidos en grandes curacazgos (cacicazgos) con un nivel político más sofisticado que el actual, pues todas han perdido su estructura política. Esta ahora se vehicula por las Federaciones Indígenas. Existen varias etnias de numerosa población, según el censo de 2007, que aunque muy impreciso, se puede redondear así: asháninka (70000), aguaruna (40000), shipibo (23000), chayahuitas (13000), piros-yine (12000), matsigenka (12000) y yagua (6000). La mayoría del resto de grupos tienen unos 2000 individuos. 18 pueblos no superan la fatídica cifra de los 200. Como la presión de las compañías y los emigrantes es muy fuerte sobre los recursos explotables, los pueblos indígenas sobreviven en una resistencia difícil. Lucha que sólo pueden encarar los pueblos con alto número de habitantes. Los que constan de pocos individuos lo tienen francamente mal. No tienen capacidad demográfica para enfrentarse al progreso, son fácilmente arrollados por la emigración o despachados por los destacamentos de las grandes compañías. Muchos de estos pueblos pequeños han tendido a fusionarse. Y todos aceptan emigrantes serranos como miembros de la comunidad, con tal de que formen familia mestiza. Las etnias con unos 2000 habitantes tampoco lo tienen fácil. Especialmente si están en zonas con recursos, y hacia donde se dirigen emigrantes. Con frecuencia se dan mortandades por una epidemia infecciosa llevada por éstos. Actualmente algunos pueblos del Departamento de Loreto, ubicados en los ríos Tigre y Corrientes, Pastaza y Napo, que han sido lugares de explotación petrolera por más de 30 años, tienen un epidemia endémica de hepatitis C. Entre ellos, los kandozi, un pueblo jíbaro de 2000 personas que habitan en torno al lago Musa Karusha (Rimachi), en una zona de gran biodiversidad que han defendido de la penetración de compañías madereras y petroleras. Conservan buena parte de la cultura tradicional y un fuerte sentido de la independencia. Los evangélicos han fundado una misión con posta médica, que poco puede hacer contra la Hepatitis C, que en el clima selvático tiene difícil solución. Existen otras maneras de ser intervenidos por la sociedad exterior, aunque los poblados estén apartados. El narcotráfico y el terrorismo han devastado la Selva Alta. Los asháninka son un pueblo intermedio entre la cordillera y las sierras selváticas, y por sus tierras han pasado todos los invasores. En uno de sus territorios, en las sierras de Satipo, estuvo el foco más virulento de la insurgencia de Sendero Luminoso. Muchos asháninka vivieron por años como desplazados. Ya fueron un pueblo duramente castigado por la esclavitud del caucho. Luego fueron esclavizados (hasta la década de 1990 y aún hoy en día en algunas zonas apartada) mediante el sistema del patronazgo, en trabajo obligatorio o mediante deudas ficticias. Y en la década de 1980, junto con Sendero Luminoso llegaron los narcotraficantes. Aun existen algunas partidas terroristas perdidas en las montañas. Hoy son una etnia que ocupa territorios empobrecidos. Parecen perseguidos por la mala suerte. En los poblados ha cundido el desánimo y la desmoralización más completa. Conservan algo de la cultura tradicional, pero en avanzado estado de descomposición en muchas comunidades. Por lo quebrado del terreno, los asháninka tienden a formar pequeñas comunidades. Por su emplazamiento, se han visto mezclados con otros pueblos y otras comunidades, dados los avatares que han sufrido. Tal vez donde estén más tranquilos es en la Reserva Comunal de El Sira, unas sierras bastante inaccesibles en el declive andino, Selva Alta a caballo de los departamentos de Ucayali, Huánuco y Pasco. Aquí alternan con comunidades shipibo y yine. La fórmula de muchas comunidades que comparten un territorio reservado común acerca el concepto de comunidad nativa y de reserva. Y es muy acertado en el caso de El Sira, zona virgen, por inaccesible, y donde aún es posible incluso alimentarse de la caza. Más protegidos se encuentran los pueblos situados alejados y que encuentran un medio de procurarse algunos ingresos. La existencia de un producto propio, abundante y hábil para ser exportado, se transforma en la clave. La medicinal uña de gato o la pacana (castaña), u otro producto con salida. O bien el turismo ecológico, como, por ejemplo, el que manejan los matsigenka del Madre de Dios. Son unos 2.000 y viven en territorios a los que se accede con dificultad por carretera o por avioneta desde el Cuzco. Como la zona es grande, está apartada y no tiene un recurso que pueda interesar al capitalismo, la naturaleza se muestra en todo su esplendor, e incluye el impresionante Parque Natural del río Manu. Allí hay jaguares, tigrillos, monos y colpas de guacamayos. Los nativos trabajan como guías para el turismo ecológico. En la situación intermedia se encuentran etnias muy alejadas en zonas donde la acción del estado no llega, pero si los tentáculos de las compañías o los empresarios de las ciudades. Es el caso de los Yaguas, que sobre el Amazonas ocupan territorios del extremo noreste del Perú, en la frontera con Colombia y Brasil, con población en los tres países. Dada la situación, no tienen ni la defensa del ejército, que no se fía de ellos como guardianes de la frontera. Dicho territorio es hoy una tierra de nadie. Aunque viven muy alejados, subsisten como mano de obra barata de patrones y compañías extractivas radicadas lejos, en Iquitos y Pebas. Es una etnia vigorosa que en medio de tantas dificultades conserva bien la cultura tradicional. Usan el traje tradicional, viven en las cabañas antiguas, y conservan vigoroso el chamanismo. La esclavitud del caucho redujo a todas las etnias a unos cuantos miserables poblados repartidos un poco por todas partes, menos a los vigorosos Yaguas. Pruebas tan duras o quiebran a un pueblo, o lo acaban por fortalecer. Caso insólito, a los Yaguas los ha fortalecido. Otros pueblos han entrado en una vía de adecuada supervivencia gracias a un eficaz apoyo exterior, sea de la cooperación internacional o de algún grupo religioso. Los achuar (12000 en Perú, 13000 en Ecuador), parientes de los shuar, habitan la extensa Selva Baja entre Perú y Ecuador. Entre ellos realizó su trabajo el salesiano italiano Luis Bolla o Yánkuam (lucero de la tarde), que murió en 2013. Se largo a vivir entre ellos en la selva, lejos de las ciudades, y se culturizó como achuar. Publicó en su lengua varios libros, desarrolló una labor evangelizadora respetuosa con las creencias y tradiciones indígenas y trabajó por estructurarlos política y económicamente. Lideró a los achuar cuando hubo que enfrentarse a las bandas de narcotraficantes y madereros. Durante la guerra entre Ecuador y Perú consiguió que los achuar de ambos lados de la frontera se mantuvieran neutrales, lo que en Lima no gustó nada. Sirva como ejemplo de que acciones puntuales sirven para que un pueblo salga hacia adelante. Otros pueblos son vigorosos y han evolucionado para adaptarse a occidente, con pérdidas culturales pero ganando opciones de futuro. Los aguaruna (awajún) del noroeste del Perú (jíbaros, como los shuar y achuar) es un pueblo en expansión. Tienen fama de irreductibles, y su territorio, que bordea a los Andes sobre el río Marañón, no dejaron fuera ocupado por Perú hasta hace poco. Es una etnia fuerte, que ha aprovechado los vacíos poblacionales para expandirse lejos del territorio tradicional. La influencia de la sociedad peruana ha sido intensa en los últimos años, con formación de numerosas comunidades, aunque se conserva también el poblamiento disperso. Las sectas evangélicas han trabajado duro, y con cierto éxito, porque en la actualidad están siendo fuertemente aculturados, y la lengua empieza a dejar de ser hablada. Está de por ver qué se conservará de la cultura tradicional en la próxima generación. En fin, también son vigorosos los shipibos del este del Perú. Habitan en un extenso territorio, cerca de los ríos, entre la cordillera y la ciudad de Pucallpa (Ucayali), Selva Alta y Baja, con numerosas comunidades. Antaño fueron intermediarios en el comercio entre el incario y la selva. También tuvieron reducción, donde empezaron a adaptarse a la cultura occidental, hasta que rechazaron a los frailes y se abandonó la fundación. En la época del caucho lograron no ser esclavizados en masa, unos porque huían por el accidentado territorio, y otros porque se constituyeron en la vanguardia armada para controlar a los otros pueblos. Al cambio de siglo, se fundó Pucallpa, y al lado los franciscanos pusieron una misión, San Francisco de Yarinacocha, hoy la comunidad que es el centro político de la etnia, y lugar de adaptación a la sociedad peruana. Es una ciudad abierta, que recibe a los turistas y busca tener proyección exterior. Muchos de sus habitantes trabajan en Pucallpa, donde existen barrios de shipibos desarraigados. Antaño los shipibos estuvieron divididos en clanes, que ante la amenaza exterior han confluido en una etnia shipibo-konibo (más cuatro clanes menores). Algunas familias shipibo fueron esclavizadas en la época del caucho y trasladadas lejos, al río Madre de Dios, donde actualmente existen comunidades shipibo, también muy activas y prósperas. Entre la dirigencia de las Federaciones Nativas tanto del Ucayali como de Madre de Dios, abundan los shipibos, que tienen un carácter bastante espabilado. Modernamente han empezado a desplazarse y existen comunidades en Lima y en la costa. Lo que teje una red de complicidades e intereses que dan proyección nacional a la etnia. El nervio de la cultura se ha conservado, aunque en muchos aspectos han entrado en mestizaje. Un tercio de los shipibos no hablan la lengua. En fin, son un ejemplo de evolución y adaptación que, con riesgos evidentes, no obstante representa un camino de futuro, sobre el que conviene reflexionar. La producción de cerámica decorada y de textiles bordados se vende muy bien en el exterior, y representa la entrada de moneda que los shipibos necesitan para sobrevivir. Los indígenas en el Perú, por las buenas o por las malas, han entrado al envite de la occidentalización. Como los poblados de mestizos andinos se reparten a lo largo de los ríos, las comunidades indígenas están en contacto con ellos. Estos cumplen una doble función. Por un lado enseñan a los indígenas la occidentalización, y les sirven de puente. Por otro lado, son rivales por los recursos, y con frecuencia son los patrones. Así que menos los indígenas que habitan muy alejados, y los no contactados, los demás tienen a las puertas a la sociedad nacional. Lo quieran o no, deben adoptar una actitud hacia la occidentalización, que es irreversible. Han de renovarse o morir, la disyuntiva es occidentalizarse en buenas condiciones o disgregarse como pueblo. Si los indígenas que viven en poblados cercanos a ciudades entran en el juego con Occidente, contagian la inquietud y los modos a los que viven dispersos en el interior. Estos conservan algunos aspectos de vida tradicional, pero la cultura originaria está definitivamente perdida, pertenece ahora a un tiempo mítico lejano – aunque hace 50 o 60 años aún era común. Con este modo de vida sólo restan los que viven en aislamiento. Menos para los aislados, se trata de integrarse dignamente, conservando lo propio. Para que la integración sea posible, es imprescindible la escolarización obligatoria y la enseñanza bilingüe. Los alumnos habrían de poder acceder a la educación media y a la superior, con becas para la universidad. Y a ser posible en una gran ciudad. Esto es lo que actualmente se está haciendo en Ecuador, Bolivia y Perú. En esto se están normalizando. Cuando yo conocí estos pueblos, en el año 1999, todo esto parecía una nebulosa utopía. Hoy, en 2014, se ha llegado a ello, al menos para las etnias grandes, poderosas y con el suficiente empuje para exigir sus derechos. En este aspecto se ha de reconocer que se ha dado un gran paso adelante. De unos pocos licenciados en alguna etnia, se ha pasado a un cierto cuerpo de egresados indígenas. A dónde llevará esto, sólo el tiempo lo dirá. Políticamente, han fracasado los esfuerzos por declarar a Perú un estado plurinacional. Los indígenas, serranos o amazónicos, siguen siendo un apéndice del país criollo. El primer indígena amazónico (un aguaruna) que se incorporó al congreso lo hizo en 2011. La abrupta bajada desde El Cuzco es de exuberante Selva Alta, hasta llegar al Alto Madre de Dios. El camino lleva a Pilcopata (territorio mestizo, matzigenka y hauchipairi). Luego sigue en selva baja hasta el Manu (matsigenka) y la comunidad de Shintuya (harakmbut) Arriba, atardecer en Santa Rosa de Huancaria (inmediata a Pilcopata, departamento de El Cuzco), poblado mixto matsigenka y huachipairi (harakmbut). Abajo, en dicho poblado una casa fue infestada por vampiros y los están expulsando. Los vampiros son un murciélago que pica a los humanos para beber sangre, con lo que puede trasmitir enfermedades. Cuando anidan en los techos no hay otra manera de expulsarlos que mediante el humo de fogatas, que es lo que está haciendo la familia de la foto. O eso o bien desmontar toda la casa Mujeres matsigenkas. Arriba, matisgenka casada con un huachipairi, Santa Rosa de Huancaria, en traje cotidiano. Abajo, mujer matsigenka en el traje ceremonial antiguo, con adorno nasal y en el mentón (tomado de Alayza y Torres). Obsérvese la similitud de la decoración con los dibujos (kené) de los shipibos Harkmbut en Shintuya, a la orilla del Madre de Dios e inmediato al Manu. Cerca aboca el río Palotoa, que viene de territorio matsigenka. Río arriba se llega al poblado matsigenka de Palotoa Teparo, donde se hizo la foto de abajo, que es el río Palotoa, única vía de comunicación con el exterior del poblado Palotoa Teparo, poblado matsigenka a las orillas del Parque Nacional del Manu. Arriba, camino de selva cercano al poblado. Abajo, cabañas de habitación y los palos del secadero de pescado Un matrimonio matisgneka de Palotoa Teparo, en traje de diario y en traje ceremonial y tradicional Quincemil (departamento de El Cuzco), en la Selva Alta, bajada hacia Puerto Maldonado. Antaño fue territorio harakmbut, hoy es totalmente mestizo, por haber sido la vía de entrada (con ferrocarril, hoy desmantelado) a las caucherías del Madre de Dios. Poco diferencia estos andinos, que no se han adaptado a la Amazonía, de los de la cordillera. En la foto de abajo, el trasporte público de motocar, usual en la Amazonía Peruana Mestizos en Palos Blancos (Yungas de La Paz), en antaño territorio mosetén, en la bajada al llano amazónico. En nada se diferencia el modo de vida de estos mestizos del modo de vida serrano Poblado Maropa, al lado de la criolla Reyes, sobre el río Beni. Los maropas o reyesanos son la etnia misional derivada de la reducción de Los Santos Reyes, donde hoy está la ciudad criolla. Los reyesanos son antiguas descendientes de los indígenas de la zona cruzados con serranos. Han adoptado incluso las casas serranas, como se observa en la foto. A parte la estructura familiar y el sentimiento étnico, poco diferencia a los serranos de los maropa, acaso éstos son aún más pobres que aquellos. La lengua maropa está prácticamente perdida y el sentimiento étnico es tibio IV LOS GRUPOS EN AISLAMIENTO Hasta aquí se ha tratado el caso usual de los pueblos nativos tal como han llegado al s.XXI, mestizados y vagamente urbanizados. Caso que incluye a la inmensa mayoría de los indígenas. Sea que vivan en comunidades o dispersos en reservas. A continuación se examinan las pocas etnias, de escasa población, que viven más o menos aisladas. Unas pocas totalmente, con lo que conservan el modo tradicional de vivir. La mayoría relativamente aisladas, y que sólo en parte conservan la cultura antigua. Los lugares que se van a citar están alejados y sin casi comunicaciones, o sin ellas. Allí o no existe el estado o la presencia es meramente testimonial, principalmente para definir las fronteras. Sólo así es hoy en día posible el asilamiento. Por ello son poco conocidos. Los derechos humanos de los grupos en aislamiento fueron recogidos en la Declaración de Belem (2005). Se les reconoce el derecho a un territorio suficiente y a no ser molestados, lo que debe garantizar el estado en que se encuentren (y del que, en realidad, no son ciudadanos, aunque por ley lo sean). A favor de este reconocimiento ha desarrollado estudios el Banco Mundial que muestran que los pueblos indígenas en aislamiento voluntario son la mejor barrera contra la deforestación del planeta, pues guardan el bosque de la destrucción. De manera que si las florestas se declaran Parques Naturales, para proteger la biodiversidad, la mejor garantía es que sean ocupados por pueblos indígenas. Ellos son parte inalienable de los bosques y los ríos. Cuando una zona se reserva para Parque Natural debería contemplar ambos aspectos, no sólo la biodiversidad, como se ha acostumbrado a hacer hasta ahora. SENTIDO RELATIVO DEL AISLAMIENTO Absolutamente todos los pueblos saben de la cultura occidental, falta de algún tipo de contacto no es el caso de ninguno. Todos han tenido en el pasado visitas, aunque sean de importancia menor. No existe el aislamiento absoluto, que existió en un pasado que años ha quedó atrás. De manera directa, o indirecta, la sociedad occidental ha repercutido en ellos. Para tratar del tema hay que tener claro lo anterior, y no caer en romanticismos vanos. Creo que la manera de enfocar el asunto es asumir que existen grados de contacto con Occidente. Tres son las actitudes posibles: 1) un contacto poco relevante, en que explícitamente se nos rehúye. Estos grupos son lo más parecido a las tribus “vírgenes”. 2) el de grupos aislados que ocasionalmente entran en zonas habitadas a la busca de herramientas. 3) el de grupos aislados pero que periódicamente acuden a intercambiar algún producto por implementos, medicinas y alimentos que no pueden obtener de la selva. También es el caso de los grupos despojados por tierras a cambio de un subsidio en forma de alimentos. Los tres son grupos en aislamiento. El primero es autosuficiente, el verdadero aislamiento. El segundo es más o menos dependiente. El tercero es dependiente. Los aislados autosuficientes son muy raros, y conservan la cultura original. Los aislados semi-dependientes son relativamente raros, y conservan buena parte de la cultura original. Los asilados dependientes están aislados por la falta de comunicaciones y porque no interesan a nadie; han perdido parte de la cultura original, e incluso la mayor parte. El criterio decisivo es si conservan o no la tecnología original para sobrevivir en la selva. Lo que se refiere tanto a los instrumentos como a los vestidos, que son los dos aspectos que primero quedan afectados por la occidentalización. O autosuficientes, o en cierto grado de dependencia, tendrán dinámicas diferentes. El ejemplo límite de lo anterior son las armas, para cazar y defenderse. En lugares donde no existe el estado, uno mismo debe espabilare para defenderse, y las armas se vuelven necesarias. Los aislados autosuficientes saben hacerlas a partir de las maderas, de manera que son totalmente independientes de la sociedad nacional. Los otros intercambian por armas. Como éstas son imprescindibles, el sentido y el sentimiento de la dependencia son fuertes. Los grupos dependientes sientan plaza aparte. Son como las comunidades nativas, pero más aislados y pobres. Caso diferente son los autosuficientes y los semi-independientes. Con estos grupos humanos volvemos a encontrarnos con la problemática original y antigua del mundo indígena. Son cazadores-recolectores, o pescadores, con agricultura itinerante. Por lo tanto necesitan amplios territorios. Sin ellos, no podrán mantener el aislamiento, y es cosa de tiempo que acaben instalados cerca de una agencia o misión, paso previo a la dependencia y la aculturación. Estos grupos sólo pueden existir en zonas apartadas y sin transporte, de muy escaso poblamiento, y sin recursos que puedan interesarnos a nosotros. El descubrimiento de un recurso aprovechable implica la destrucción de ellos. Los semi-independientes si no disponen de suficiente territorio, y no practican la itinerancia, fácilmente acabarán siendo dependientes. Es la evolución natural de las cosas. LOS NO CONTACTADOS, O AUTOSUFICIENTES Los aislados “no contactados”, o autosuficientes, han tenido un contacto irrelevante con Occidente, que no les ha afectado en la cultura y modo de vida. La etiqueta “no contactados” es exagerada y equívoca; no debe entenderse como ausencia total de contacto, pero es útil si se entiende que contacto a pesar de todo lo ha habido pero sin repercusión. Significa que no mantienen un intercambio fluido y permanente con la sociedad nacional. Implica que conservan la tecnología original, la que sirve para sobrevivir en la selva, y no han adoptado la occidental. Aunque eventualmente puedan tener abalorios o algún machete, producto del intercambio o de antiguos contactos. O que ellos realicen alguna visita para comprobar quien se ha instalado cerca por dónde se mueven, o visiten una misión o agencia a ver qué hacen. Estos contactos no inciden mientras conserven su modo de vida, y acaso les beneficien. Si se visten y fabrican instrumentos a partir de los recursos que obtienen en la selva, a todos los efectos mantienen su modo de vida. La clave es que por sí solos, sin referencia a lo exterior, puedan sobrevivir. Con problemas, puesto que son grupos pequeños que necesitan intercambios matrimoniales. Ahora bien, pueden por largo tiempo adentrarse en las selvas y nosotros darlos por desaparecidos. Etnias grandes en aislamiento puro, “no contactadas”, no existen. Había grandes clanes a finales del siglo XIX, pero la dinámica occidental de anexión de la selva ha acabado con ellos, o se han visto reducidos a dimensiones modestas. Se trata, pues, de grupos o clanes relativamente pequeños, que a lo sumo pueden llegar a 1000 personas, pero por lo general no pasarán de ser dos o tres familias extensas. Los grupos aislados autosuficientes son actualmente muy pocos. Acaso unos 20 en toda la Amazonía, tal vez no más de 10. De ellos no se sabe casi nada porque nos rehúyen y es difícil conseguir información. Estos grupos hoy no tienen una estructura política, ni un sentimiento étnico. Son grupos vinculados por parentesco. Con ellos no hay diálogo posible, en principio. En estas condiciones, si el Estado respeta los derechos humanos, ha de crear una amplia reserva para los indígenas aislados y cuidar que las compañías extractivas la respeten. Los aislados lo único que desean es que los dejen en paz y poder disfrutar del territorio. A cambio, los aislados han de entender que no pueden atacar o robar a los que viven fuera de su reserva. Convencerlos de esto ya es problemático, pues el pillaje forma parte de las costumbres antiguas, y habrán de renunciar a él. La anterior es una descripción genérica. En la práctica se presentan matices más variados: Los aislados autosuficientes pueden tener a veces intercambios, en circunstancias menores cuando el contacto existe pero es tibio. Pueden usar para acicalarse abalorios obtenidos de mestizos que pasaron por sus tierras, lo que es una problemática menor. Aunque no irrelevante, pues se trata de símbolos de prestigio, admirativos y exaltadores, de fuerte impronta ideológica. Son, pues, promesas de poder, con efecto disolvente en la juventud. La situación más dudosa y contradictoria es siempre la misma. Un grupo aislado no contactado se aparece por los campamentos de las compañías o por los poblados buscando medicinas. El motivo es que está enfermo uno de los miembros del grupo, o se ha declarado una epidemia, que se resisten a la medicina tradicional. Es obvio que se les ha de auxiliar. Pero téngase en cuenta que empezaron así muchos grupos aislados que se aculturizaron y mestizaron. La anterior es la situación contradictoria en que ambos términos son perjudiciales. Otro caso, cada vez más usual, es que pueblos en aislamiento vean invadidos los bosques por madereros, los ríos por mineros del oro, y las tierras por agricultores. Estos van armados con armas de fuego, los indígenas con lanzas y flechas, así que no pueden expulsarlos. Los madereros espantan la caza, que desaparece, para acabar por destruir la selva. Los mineros contaminan los ríos, con frecuencia con mercurio, de manera que la pesca o desaparece o se vuelve tóxica, y buena parte de la caza también. La fuente de proteínas del pueblo aislado desaparece. Nada tiene de extraño que la emprendan a flechazos con los invasores, y que maten a algunos. Lo cual acaba en una pelea general, con muertos de ambos bandos. Al final, el pueblo indígena ha de acabar pidiendo ayuda a una misión o a una agencia del gobierno, sea para que se haga justicia y se expulse a los invasores, sea para mendigar comida. La casuística es amplia, pero baste con lo indicado para hacerse una idea de las problemáticas. Cada pueblo y región, y variable según los estados, tiene conflictos propios. LOS GRUPOS DE CONTACTO PRECARIO, O SEMI-DEPENDIENTES Los grupos poco contactados o de contacto precario, o semi-dependientes y sin autosuficiencia, son los que de cuando en cuando necesitan instrumentos occidentales, como armas, machetes, hachas o azadas. Estos suelen tener otro origen a los anteriores, dado el grado de ocupación de la Amazonía por Occidente. Son grupos que estuvieron en contacto en territorios indígenas, o fueron esclavizados por compañías extractivas. A pesar de ello conservaron buena parte de la cultura original. Los que provienen de territorios indígenas y nos han conocido a nosotros, no quedaron convencidos de las ventajas que supuestamente les podía reportar la civilización, y se marcharon. Los esclavizados huyeron asqueados. Al apartarse pudieron encontrar territorios sin interés para Occidente y lo suficientemente grandes para sobrevivir en itinerancia. Pero durante su contacto con Occidente perdieron parte de la cultura original, con lo que la adaptación al medio y el modo de vida presenta carencias. Por ello deben de aprovisionarse ocasionalmente. Estos grupos están en una situación inestable, que puede cambiar y entrar en el ciclo de la dependencia, que de manera progresiva pero imparable se profundiza. Es decir, son grupos en una ambigua situación. Si los instrumentos o los vestidos son occidentales, esto significa que están en un episodio de transición que acabará por resolverse en la pérdida de su cultura. De aquí la conveniencia de evitar regalos y donaciones, pues no los necesitan y les resultan una perniciosa tentación. Va dicho que son regalos envenenados, pues intervienen los fundamentos de su cultura, que resulta así poco a poco minada, y acaban por revelarse como una invitación a la dependencia. Esto es importante cuando son agencias gubernamentales o misioneros los que quieren ganárselos, y para ello se comienza con regalos. Lo que genera situaciones ambiguas, pues los instrumentos metálicos les vienen bien, por ser muy superiores a los suyos, pero los van a sujetar al proveedor. No creo que salgan ganando con esto, aunque por lo general los indígenas no opinen lo mismo, pues no se percatan del ciclo de la dependencia en que empiezan a caer, y que los acaba por atrapar. No se olvide que los pueblos originarios saben obtener todo lo que necesitan de la selva. La vida selvática es dura porque se vive al día, hay épocas de bonanza y de escasez, y el clima no es favorable. A cambio el tiempo real de trabajo para disfrutar de bienestar se calcula en un par de horas diarias, todos los días. Para la mayoría de las enfermedades tropicales se pueden obtener remedios de la biodiversidad selvática, pero para ello no se debe de perder la cultura original – y en los procesos de aculturación sucede que esto es lo primero en perderse, pues es más cómodo tirar mano de antibióticos y analgésicos, como se ha dicho. Los grupos aislados voluntarios, sin autosuficiencia, se sospecha que son bastantes, de pequeñas dimensiones y hábitat disperso. Como evitan el contacto no es fácil saber de ellos. Pero van a menos, pues los avances de los frentes de colonización se los llevan por delante. LOS AISLADOS DEPENDIENTES Cada caso es diferente y se hace difícil generalizar. Hay aislados dependientes porque decidieron marchar pero sin contacto no pueden sobrevivir. Los hay por vivir en zonas muy pobres, que una vez depredadas fueron abandonadas y allí se quedaron los indígenas. O simplemente, son comunidades emplazadas en lugares lejanos. Estos clanes en aislamiento relativo o intermitente son abundantes, aunque de escasa población, y están en una situación intermedia. Vistos desde lejos pueden parecer típicos indígenas originarios, pero no es así. Han perdido buena parte de la cultura y con ella la autosuficiencia. La inmensa mayoría de las familias, grupos, clanes o etnias aislados voluntarios son aislados dependientes. No deja de ser una situación llena de paradojas, puesto que ser aislado y dependiente es una fuerte contradicción. Según cómo se mire, tienen las ventajas del aislamiento y la del contacto con occidente. O al revés, tienen las desventajas del aislamiento y las del contacto con occidente. Es una situación difícil el vivir apartados, por decisión o por pertenecer a territorios lejanos, pero no poder sobrevivir sin contacto con el mercado. Como no tienen entrada monetaria, dependen de los mayoristas de la ciudad más cercana, que suelen explotarlos. Y para sufrir tan miserable situación, una integración en comunidades nativas suele ser una aspiración de dichos grupos, con lo que se igualan a las etnias indígenas. Si no han formado una comunidad nativa es con frecuencia por desinterés del estado, por la lejanía y porque como son pobres no les hace caso nadie. AISLADOS NO CONTACTADOS EN LA FRONTERA DE PERU Y BRASIL Aislados puros existen en algunos territorios del noroeste del Brasil (bordeando la frontera con Perú), o en los inmensos pantanales del río Negro (al norte de Manaus). Estos pantanales forman un continuo de canales enorme, que hacen inviable la explotación - por ahora -, e incluso el transporte fluvial es difícil. Aquí se sabe de indígenas aislados, y se salvan porque no es rentable la explotación, difícil la ocupación, y poco conocido el territorio. La frontera entre Perú y Brasil, básicamente en la parte brasileña, es una zona que por ahora no tiene interés económico, queda lejos de las ciudades, y tiene escasa población emigrada. Tuvo interés económico en la época de la extracción del caucho, pero pasada la fiebre la población emigrada poco a poco se largó. El trayecto entre la frontera y la ciudad de Manaus, es una zona bastante abandonada. Y completamente abandonada la que se ubica inmediatamente al sur. Aquí están las cabeceras de los ríos que forman la gran hoz en que el territorio brasileño se adentra en Perú, que pertenece al estado brasileño de Amazonas (en el mapa, señalado como 1). La zona está muy aislada, no hay carreteras ni pistas para avionetas, y los ríos no son navegables. Es en esta zona donde de tanto en tanto se produce el encuentro de grupos indígenas no contactados, clanes y familias. Se sabe de ellos por fotografías realizadas desde avionetas. Por la legislación brasileña está prohibido visitarlos. Exclusivamente pueden hacerlo los antropólogos y los funcionarios del gobierno, y estos con la misión de que no se interfiera con ellos. Ojalá que se cumpla la ley, y sólo los institutos indigenistas puedan tener ocasional acceso. El peligro de las epidemias acecha. Es típico el relato, incluso hoy en día, de visitas a estos grupos, que al volver al año siguiente ya no se encuentra a nadie; murieron la mayoría, y los supervivientes huyeron. LOS GRUPOS QUE SE SEPARAN Y AISLAN, Y FORMAN ETNIAS DIFERENTES En el mapa figuran territorios con indígenas en aislamiento en zonas poco colonizadas. Con excepción de la frontera brasileña y el río Negro, los grupos que los habitan previamente han tenido contacto con occidente, que han rechazado. No tanto la etnia como algunos grupos son los que se aíslan, que al alejarse se constituyen en un clan separado. El cual de persistir tiende a constituirse en “etnias” diferentes. Hoy las etnias en aislamiento se crean de dicha manera. La presión sobre el territorio de las compañías ha sido fuerte y sostenida en el último siglo, y ningún grupo ha escapado a ella. En los grupos que forman comunidades, o empiezan a depender de la sociedad nacional, los individuos no siempre están de acuerdo. Unos quedan seducidos, otros no. Hay familias que rechazan por completo lo occidental, y se apartan a las zonas más profundas de la selva. Pueden hacerlo por conservar la cultura original y sobrevivir a partir del medio. De manera que tenemos un grupo grande, de la que se desgajan uno o varios grupos que se alejan, aíslan y pierden el vínculo con el grupo mayor. A partir de dicho momento, y al cabo de pocos años, ambos grupos se van a empezar a considerar etnias diferentes. Dicha dinámica es la usual en la mayoría de los grupos “no contactados” que aparecen en la prensa de tanto en tanto; son grupos menores provenientes de uno mayor. El grupo mayor, en contacto con Occidente, se ha instalado en una zona fértil, con posibilidades de sustentar a la población sedentaria, y si el estado o los misioneros entran en contacto fluido con ellos, se forma la comunidad nativa. Los que se alejan y se adentran en la selva, habrán de contentarse con lo que encuentren, que suelen ser tierras pobres, pantanosas o montañosas. Sólo en zonas marginales así se puede vivir aislado hoy. Es una decisión firme, la de aislarse e ir a zonas pobres, que requiere valor y tener las ideas claras. Los que se alejan tendrán problemas de subsistencia, no de inmediato pero si con el tiempo. Otra situación es la invasión del territorio por agricultores mestizos, o por compañías, o por grupos mineros, sean legales o ilegales. A veces los invasores pactan o compran los derechos de explotación. La parte de la comunidad o del clan que no esté de acuerdo con esta convivencia, hartos de que se les destruya el medio ambiente y del maltrato que reciben, emigra. La comunidad que acepta el juego con los emigrantes entra así en la órbita occidental. En la composición de la población de estos asilados alternaran dos o tres generaciones con un grado de contacto diferente con nosotros. Los mayores han tenido contacto, los de edad intermedia han tenido algún contacto, antiguo y poco intenso. Los más jóvenes han visto de lejos algún blanco, o han sido sorprendidos por el paso de aviones. Uno de los problemas que la división de clanes y formación de pueblos nuevos es que cuando los estados entran en contacto con estos clanes, diferentes pero semejantes, las engloban en una sola y misma etnia, situación que los indígenas no reconocen. Lo que es confuso para nosotros, y la legislación los engloba a todos en un mismo saco normativo. Los agentes gubernamentales han caído con frecuencia en el error de reunir a la etnia aislada en los poblados de los ya asentados y occidentalizados. Se hace esto con toda naturalidad, ya que se supone que son la misma etnia, pero lo que en realidad sucede es que se retorna a los aislados al grupo mayor a la fuerza, por no tener en cuenta que ya son dos etnias diferentes. Por ser diferentes no se puede esperar otra cosa que descontento y peleas, o algo peor. EL CASO WAORANI EN ECUADOR En Ecuador existen solamente dos grupos de no contactados. Son los clanes de los tagaeri y los taromenane, que se supone tienen unas 500 personas cada uno. Culturalmente pertenecen a los waorani, aunque dichos dos clanes ya no se reconocen así. Estuvieron en comunidades pero conservaron la cultura y el modo de vida, incluida la tecnología de la piedra para hacer lanzas. Después se dispersaron por la selva, han vuelto al modo tradicional de vida, y rechazan con ferocidad toda intromisión. Antaño existieron 12 clanes que hablaban waorani en los valles interfluviales entre los ríos Curacay y Napo (provincia de Orellana), ocupando una extensa zona, de 25000 km2. La suya es una lengua aislada, y cabe conjeturar que se trata de uno de los pueblos más antiguos de la Amazonía. Tribu belicosa siempre rechazó a los conquistadores y a los misioneros católicos, manteniéndose apartada. No pudo evitar las depredaciones de las compañías extractivas de los siglos XIX y XX, dedicadas a la captura de indígenas para esclavizarlos, pero se mantuvieron aislados. Hasta que la avalancha de serranos de la década de 1950 les invadió las tierras, a lo que se resistieron tenazmente, y en parte los rechazaron. Los problemas graves comenzaron cuando se descubrió una gran bolsa de petróleo en su territorio. Las compañías petroleras encargaron a los evangélicos del Instituto Lingüístico de Verano (ILV) la aculturación de los waorani (1956). Estos fueron reducidos a poblados. El proceso se realizó no sin percances, como matar a varios de los misioneros, lo que hizo muy conocidos a la waorani, que acapararon titulares de periódicos e incluso se realizó una película sobre el tema. En la década de 1970 empezó la extracción de petróleo en su territorio. Visto y verificado de qué iba el tema, una parte abandonó las comunidades y retornaron al poblamiento disperso, en parte dependientes de occidente para la tecnología. Es entonces cuando la etnia waorani cristaliza. El carácter belicoso lo han transferido a la organización étnica (ONHAE) que han formado, sin dejar aún por ello de tener sus pendencias internas. Se calcula que son unos 3000 waoranis en Ecuador, algo más en Perú. Se conservan los clanes, pero pierden fuerza, porque la amenaza exterior es seria y la manera de hacerle frente es como etnia compacta. A pesar de la aculturación conservan vigorosos buena parte de sus costumbres y religión. Sometidos a tantas presiones exteriores, y de carácter belicoso, la guerra intertribal era usual, con los acostumbrados ciclos de venganzas cada vez que moría un jefe guerrero. Al cristalizar la etnia, esto se ha atenuado, y han usado las energías para hacer frente a los madereros y petroleros, y a los misioneros del ILV, con irregular fortuna. Periódicamente son atacados los emigrantes que trabajan en dichas extracciones. Y de tanto en tanto las familias waorani se pelean entre si y quedan unos cuantos descalabrados y otros muertos. El estado les concedió una reserva en 1983. Hoy tienen 7900 km2 para uso exclusivo de los originarios. En parte se incluye en el Parque Nacional Yasuní. Tienen 24 comunidades. En el interior existe poblamiento disperso. La cuestión es que dos clanes han abandonado la occidentalización y se han internado en el el Yasuní, en completo aislamiento y retorno a la tecnología original. Se les conoce por fotografías aéreas. Ahora han formado dos etnias diferentes. Los taromenane es uno de los antiguos clanes, que decidió romper con los demás y se aisló. El otro es reciente, los tagaeri, seguidores del jefe Taga. Este con sus partidarios comandó una venganza personal, que acabó en el acostumbrado ciclo de reyertas y muertes. Con sus partidarios, los tagaeri, formó un clan que se aisló en la selva hasta hoy. Ambos clanes viven sin contacto exterior. Las armas, instrumentos y vestidos son los originales, producidos a partir de materiales selváticos. Ambos grupos están en el Yasuní y no desean contacto alguno ni con occidente ni con los mismos waoranis, de los que se sienten desvinculados. Si alguna persona se acerca a donde habitan la matan. Así es como se han mantenido aislados, y con la itinerancia escapan de los que desearían exterminarlos. Pero no siempre. En 2012 se consumó el ciclo de la venganza que originó a los tagaeri. El clan rival de los tigüino les atacó y mató a 50 personas. Detrás del ataque, además, estaban los intereses de las compañías madereras, interesadas en entrar en el territorio reservado para los indígenas y en el Yasuní. Ante el hecho consumado ni las organizaciones indígenas ni el sistema judicial ecuatoriano han podido hacer nada. En 2013 se produjo la venganza Tagaeri, que motivó una nueva venganza contra ellos, etc. El problema hoy estriba que en el Yasuní comenzará la extracción del petróleo, por la española Repsol. El estado no reconoce la existencia de ambos grupos de aislados, aunque ha reservado una zona intangible para ellos, pero abierta a los petroleros. En cuanto al ILV, dado que siempre han sido la avanzadilla de las compañías USA para desembarazarse de los indios, acabó siendo expulsado de Ecuador (pero prosigue sus actividades en Bolivia y Perú). Los tagaeris, una etnia nueva, surgida por escisión de un clan Waroani. La foto de arriba tomada de wikipedia. La foto de abajo tomado de maite-alamillo.blogspot.com.es Waorani contactados. 1) Caminando por la selva. 2) Descanso de la recolección (foto de Massimiliano Clausi). 3) miembros de la comunidad que acepta visitas, sobre el río Cononaco (tomado de www.terrasenses.com) El otro problema es que tampoco está claro el futuro de los grupos en aislamiento si atacan fuera del territorio reservado. Les guste o no, han de abandonar esta manera de agredir a los forasteros. Si entre los clanes no acaba de una vez por todas con la costumbre de la guerra intertribal y el ciclo de las venganzas, no tendrán mucho futuro. Esto es, si de verdad no forman una etnia cohesionada, en la que la ley del talión queda desplazada por la justicia. Varias de las comunidades waorani asentadas se han especializado en turismo ecológico y pueden ser visitadas. Conservan el modo de vida tradicional poco occidentalizado. A los turistas les dan a conocer la historia indígena y el modo original de vivir en la selva. Con las ganancias compran instrumentos metálicos, medicinas, abalorios y gaseosas en las tabernas y abarrotes cercanos a los asentamientos, pero por lo demás se mantienen en sus costumbres. El Parque Nacional Yasuní y la zona reservada Waorani. Los aislados están en la parte este de la zona reservada y en el sur del parque nacional (tomado de maite-alamillo.blogspot.com.es). En el territorio inmediato del Perú existen más waroani en aislamiento o contactados EL CASO DE LOS HUITOTO DE PERU Y COLOMBIA En Perú existen 7 grupos no contactados, aunque algunos los cifran en 15. Se les conoce por avistamientos desde avioneta, por encontronazos con indígenas o emigrantes, a los que expulsan, o porque acuden a ellos a buscar algo que les hace falta. Poco se puede precisar sobre ellos, menos que van a tener problemas. El estado ha lotificado toda la Amazonía para la extracción, y ha sido otorgada a petroleras con contratos de 30 o 40 años. Existen algunas reservas para pueblos, como la amarakeiri, y para pueblos aislados, como la de los piro, pero si tienen petróleo no se respetarán. Los que viven en ellas tienen un negro futuro. Existen curiosas situaciones intermedias entre contactados y no contactados. Es el caso de los huitotos, en el ángulo extremo del noroeste del Perú. Ocupan un amplio triángulo entre tres países, en una zona a la que sólo se llega por comunicación aérea, lo que hace inviable la explotación. Están en un territorio de fronteras ficticias. El gobierno peruano, no oficialmente pero si en la práctica, tiene cerrada la zona (como sucede con otras fronteras del Perú). Los huitotos son cuidados por el gobierno porque si están contentos son los garantes de la frontera. Aislados pero con ciertos servicios estatales, por ahora no han habido problemas y llevan su vida sin demasiadas interferencias foráneas y sin invasiones de emigrantes. En parte han adoptado la tecnología occidental, con lo que son parcialmente dependientes del gobierno. La historia de los huitotos es ejemplar de cómo han ido las cosas en el Alto Amazonas. Son un pueblo nuevo en estas tierras. Proceden del medio Caquetá, bien adentro de la actual Colombia. Fueron traídos aquí a fines de la década de 1930, cuando Perú cedió territorio a Colombia. En el Caquetá, las haciendas se sostenían contra la población indígena gracias al ejército, y cuando este desalojó los territorios que pasaban a Colombia, las haciendas se abandonaron. Los amos se instalaron en el territorio conquistado a Ecuador en los años 40. Las nuevas haciendas necesitaban mano de obra y se llevaron a sus esclavos huitoto desde el Caquetá. De manera que como pueblo ocupa dos regiones muy distantes, en Perú y en Colombia. Con el tiempo las haciendas se revelaron poco rentables y se abandonaron. Los huitotos quedaron libres y aislados. Tras una prueba tan dura retomaron a medias su modo de vida ancestral. Su actual aislamiento les salva, por ahora, del peligro, obviamente mientras sigan fieles a la soberanía peruana. Como esta historia podrían recordarse bastantes más. EL CASO DE LOS PIRO DEL PERU De entre los “no contactados” de Perú, los más importantes son varios clanes de MaschoPiros. Una parte de los Piro se integró y aculturó: la etnia Yine. Son en origen una misma cultura, y por etnogénesis se han dividido por dos políticas diferentes: unos sedentarizándose (Yine), los otros alejándose (Mascho-Piro). Para el Estado lo anterior no cuenta y se les conoce colectivamente como Piros, pero hoy son ya diferentes. Caso análogo al de los asháninka y la pequeña etnia ashéninka, que todo el mundo confunde menos los propios indígenas. Antaño, los clanes Piros eran belicosos y con fama de feroces. Lograron predominar en una gran región del actual Departamento de Ucayali. Las familias, poblados y clanes se esparcían por un territorio disperso, con inclusión de familias y poblados de otros pueblos. Los Piros ocupaban las mejores tierras en las riberas de los ríos. Entremezclados los poblados piros con asentamientos de asháninka, matsigenkas y shipibo, ellos dominaban por ser más numerosos y guerreros. De hecho algunos grupos piros tenían a comunidades de matsigenkas sometidos a tributo, por obligarles a cultivar chacras para ellos, y a trasportarles los frutos. De no hacerlo, incursionaban y les robaban las mujeres. Desde el siglo XVII, según aparecían por los ríos los mestizos y los misioneros, conocieron de lejos la civilización. No quedaron muy convencidos, así que al aumentar la emigración en el s.XIX se retiraron al interior. Prefirieron conservar su modo de vida y ocupar tierras pobres. Los Piros rechazaron a los caucheros y patronos, pero hubieron de desalojar todas las riberas, y seguir retirándose al interior. Según el frente de colonización ha avanzado, los Piros se han ido retirando aún más, a las zonas más pobres. En la actualidad están en varias grandes comarcas, como islotes del antiguo territorio que dominaron, los clanes desvinculados entre sí por la distancia. Una parte han abandonado y se han establecido en poblados. Los que se retiraron, unos se fueron hacia la alta montaña, al declive andino, y otros hacia el interior de la selva, a la actual frontera con Brasil. A los que se fueron hacia los Andes no les ha ido bien. Ocupan valles del montañoso territorio del Alto Huallaga (entre los departamentos de Huánuco y Ucayali), que es Selva Alta. Aquí vivían en un relativo aislamiento voluntario, porque ocasionalmente comercian con la no lejana Tingo María, pero al ocupar un territorio sin valor económico no se les molestaba, y el comercio que realizaban era escaso. Pero en la década de 1980 el Alto Huallaga fue descubierto por el narcotráfico y estalló la fiebre de la coca, hasta que años después varios operativos del ejército dieron al traste con todo. Como la zona es peligrosa y sin interés, por ahora siguen tranquilos y relativamente aislados, pero dependientes de la economía peruana después de estos avatares. Los que se fueron hacia la frontera brasileña ocupan algunas regiones bastante más al sur y al este, de tierras poco fértiles y sin casi población. Son dos regiones, una totalmente aislada y montañosa (Alto Purús); la otra es de selva en la llanura (entorno a Esperanza), sin carreteras y separada por montañas del resto del Perú. No existen comunicaciones, la montaña es quebrada y los ríos desaguan hacia Brasil, con la frontera no lejana. Sólo se puede llegar por avioneta. El estado peruano provee de servicios a las pocas comunidades de emigrantes o de piros que han abandonado el modo de vida tradicional y han creado comunidades nativas. El aislamiento y la problemática de la frontera generan la situación para que los dejen en paz. A los anteriores grandes islotes se ha visto reducida la etnia que antaño dominó una buena parte del Ucayali y el Purús. En la región más aislada, el Alto Purús, la vida tradicional se conserva. Existe una gran reserva que se ha delimitado para los Piro, donde viven en aislamiento varios clanes y familias extensas. Pueblo guerrero y amante de la libertad, a la que sacrificaron las ventajas materiales de las riberas, su contacto con la sociedad peruana es nulo o simbólico, y lo mejor que se puede hacer es respetar su decisión. Pero no están ajenos a la vigilancia, porque se les controla por satélite. No obstante, el asunto de la reserva puede quedar en papel mojado, puesto que la intangibilidad del territorio se mantendrá hasta que se descubra y explote petróleo o gas, como es de prever sucederá. El territorio piro ha quedado incluido en la lotificación de la Amazonía para los petroleros. Como parte del Parque Nacional Alto Purús y colindantes se encuentran las zonas reservadas piro y moronahua. En el ángulo que forman Brasil, Bolivia y Perú están los grupos Yaminahua (tomado de www.servindi.org) La reserva incluye tierras de poca fertilidad, que pueden sostener escasa población. De cuando en cuando algunas familias mashco-piro, acuciadas por las enfermedades, abandonan la vida en libertad y acuden a las postas médicas, como sucedió en 2011, para recibir medicinas y tratamiento. Es entonces cuando aparecen en los periódicos y televisiones noticias sobre los no contactados, cuando dejan de serlo. Lo usual es que estas familias debilitadas se queden a vivir en torno a la posta médica. EL CASO DE LOS ASHANINKA DE PERU Y BRASIL En algunas zonas más de Perú, poco pobladas, existen pueblos en aislamiento que se conocen cuando dejan de estarlo o algún incidente les da notoriedad. En el 2013 un grupo asháninka que residía en aislamiento en el departamento de Madre de Dios salió huyendo de los mineros y se ha estado trasladando de los lados brasileños y bolivianos de la frontera, para conservar la libertad. Unos periodistas de Puerto Maldonado airearon el asunto, que ha dado mucho que hablar. La historia es ejemplar y vale la pena ser contada. Como se ha citado, los asháninka ocupan un territorio amplio bastante lejos, mucho más al noroeste, entorno Satipo. No escaparon los asháninkas a las depredaciones del caucho, y muchas poblaciones fueron esclavizadas y llevadas a Madre de Dios, junto con otras naciones. Cuando el caucho decayó definitivamente (1945), los asháninka que sobrevivieron a la esclavitud se quedaron a vivir aquí. Algunos se aislaron y desaparecieron. Ha sido por su emigración transfronteriza y el revuelo consiguiente que se ha vuelto a saber de ellos. Sucedió que la extracción de oro contaminó los ríos y se quedaron sin pesca, la fuente de alimento más importante. Lo único que anhela este grupo de asháninkas es instalarse en un territorio donde los dejen tranquilos. En fin, en la frontera entre Perú y Brasil, en la Selva Alta y Baja, existen vastos territorios sin casi población mestiza y escasamente controlados por el estado. En ellos se han creado varias reservas y Parques Nacionales. En principio son para indígenas en aislamiento, pero existe petróleo y se va a extraer. Y es con motivo de los trabajos de prospección que afloran los aislados. Ultimamente ha sido el caso de los moronahua. Estos tienen una reserva situada justo encima de la de los Piro. Son semi-independientes, y menos por los vestidos e instrumentos, conservan la cultura tradicional. Vivían tranquilos bastante aislados. Pero ya han comenzado las prospecciones petrolíferas. En los poblados cercanos a éstas han muerto la mitad de los habitantes, víctimas de las epidemias que les han contagiado los trabajadores. LOS TOROMONA DE BOLIVIA En Bolivia existe un pueblo no contactado, los Toromona, y varias etnias con grupos en aislamiento más o menos relativo. Los Toromona están en la frontera con Perú. Se mueven en una región entorno al Rio Hearth o Sonene, y ocupan varias quebradas, con itinerancia según el creciente y decreciente de los ríos. La pesca juega un importante papel en la alimentación, y esta varía según la altura de las aguas. La zona está hoy muy poco frecuentada. En el pasado, hubo avistamientos y contactos aislados con trabajadores de empresas madereras. No se sabe ni cuántos son ni cuál es su lengua, se supone que similar al ese ejja. En sus movimientos pasan de un estado a otro, aunque ocupen sobre todo zonas bolivianas, en territorios que son parques nacionales, el Madidi (Bolivia, departamento de La Paz) y el Bahuaja-Sonene (Perú, departamento de Madre de Dios). Poco más se puede decir de ellos. LOS AISLADOS DEPENDIENTES DE BOLIVIA Menos la anterior, todas las etnias bolivianas tienen contacto con la sociedad nacional, algunas en avanzado estado de mestizaje, algunas en disolución. Otras tienen un contacto intermitente por estar más asiladas. Pero son dependientes, ocupan terrenos pobres y han perdido parte de la cultura cuando fueron esclavizadas en la época del caucho. De las 36 etnias de Bolivia, 20 tienen grupos en aislamiento voluntario. La mayoría son de escasa población, menos de los fatídicos 200 miembros. Las que cuentan con más población están representadas en el mapa adjunto. El resto tienen dudosas posibilidades de supervivencia. Estos aislados son grupos que han elegido seguir en la selva, o volver a ella, estando la parte mayor de la etnia, tras la época del caucho, asentada y vinculada de manera precaria a la sociedad nacional. Al menos en instrumentos los aislados son dependientes de la parte asentada, y por dicha dependencia aún se consideran vinculados entre sí. Las comunidades funcionan como puentes para los que viven apartados, pero dependientes de ellos. Por dicho proceso la sociedad boliviana transfiere instrumentos. Se trata de un contacto lejano y poco condicionante, que substituye a los saberes perdidos, pero que marca la dependencia respecto a nosotros. Los miembros de la etnia asentada son la fuente de información sobre los aislados. A través de los asentados existe el peligro que se trasmitan enfermedades contra las que los aislados no tienen defensas. Si las relaciones entre asentados y aislados son buenas, se usa en la itinerancia territorios titulados de las comunidades. La situación en que viven los aislados y los asentados es muy inestable, principalmente por la invasión de las tierras por emigrantes. En estos momentos los aislados ocupan áreas marginales, las comunidades están más protegidas por las titulaciones. El horizonte económico al que se enfrentan los aislados es, pues, de pobreza creciente. Se añade a ello que son de escasa población. Y que están desmoralizados. Con todas estas agresiones que han sufrido y sufren, tienen la supervivencia, tanto física como cultural, amenazada. Pueblos en aislamiento voluntario en Bolivia. Corresponden a la selva alta de Cochabamba. A la selva seca de La Paz y Beni. A la Selva Baja de Pando. Los ayoreo pertenecen al Chaco, no al Amazonas. Los Yaminahua se localizan en el extremo superio izquierdo del mapa, entre Bolivia, Perú y Brasil. Ese ejja hay también en Perú (tomado de Carlos Camacho Nassar, “Entre el etnocidio y la extinción”, IWGIA, 2010) En algunos casos, los que se aislaron lo hicieron para evitar ser reducidos por las misiones protestantes. Empezaron en Bolivia en la década de 1940, pero llegaron a una verdadera ofensiva en la de 1960, contactando con casi todas las etnias. Aquí trabajan dos sectas, el Instituto Lingüístico de Verano (ILV), y la Misión Nuevas Tribus (MNT), en rivalidad entre ellas por ver quien llega más lejos. El MNT viene estimulado por un curioso cuento. Creen que el Reino de los Cielos se instaurará cuando todos los pueblos hayan sido evangelizados. Así que se emplean a fondo. Ambas sectas asientan en comunidades a las poblaciones dispersas, destruyen las autoridades tradicionales, imponen un sistema económico y social de corte occidental, y condenan como obra del demonio el chamanismo y animismo. Con paternalismo, les dan un horizonte de supervivencia física, y destruyen la cultura. Cuando las subvenciones que proporcionan tocan a su fin, por haber conseguido el objetivo de evangelizarlos y aculturarlos, la etnia cae en el abandono, la marginalidad y la pobreza. Los dos pueblos con población aislada del departamento de Cochabamba fueron víctimas de estos fanáticos. Yuracaré y yauquis sobreviven en una zona de Selva Alta a caballo de tres departamentos y en parte en un parque nacional. Los yauquis eran originarios de una zona alejada en Santa Cruz, que para despejarla y que fuese ocupada por colonos fueron trasladados en avioneta hasta el nuevo emplazamiento. Asentados son pocos, 200, y varias familias aisladas. Los yucararé asentados son unos 2000, y no se sabe cuántos en aislamiento. En ambos pueblos las familias que se aislaron lo hicieron para evitar a los protestantes, por no desear les destruyeran la cultura. También sufrieron la llegada de los evangélicos los yaminahua (Pando), que viven en la Selva Baja a caballo de Bolivia, Perú y Brasil. En conjunto son unos 2.500 habitantes, entre los tres países, divididos en clanes y familias muy atomizados repartidos en una extensa zona. Alejados y con poca vinculación con los respetivos países, sufren agresiones continuas pues están en la zona extractiva más intensamente castigada en la actualidad. Antaño fueron un grupo extenso y poderoso que ha entrado en decadencia y se encuentra amenazado de extinción. La misma región transfronteriza en que se encuentran juega en contra de ellos, pues para asentar la soberanía los estados dejan hacer a las empresas extractivas. En fin, más hacia el norte y el este, en la Amazonía profunda boliviana, existen bastantes comunidades que viven en un relativo aislamiento, y en dependencia. Por no haber carreteras, y ser el servicio aéreo harto precario, o inexistente, pueden mantenerse apartados, con un poco de comercio para obtener instrumentos metálicos. Lo correcto sería denominarlos apartados, ya que el aislamiento no es completo, y dados los precedentes de la época del caucho tienen una cultura muy mestizada. No es raro que reciban a flechazos a los visitantes, puesto que todos los forasteros lo que han intentado es engañarlos y dominarlos. LOS ESE EJJA COMO PARADIGMA DE UNA SITUACION CRITICA El caso más conocido es el de los ese ejja, la que fue antaño la etnia más poderosa del río Beni y de los llanos del sudeste del Perú. Ocupaba un vasto territorio, con inclusión de otras etnias, desde el actual Puerto Maldonado (Perú) hasta Riberalta (Bolivia), en los ríos Tambopata, Sonene (Hearth), Madre de Dios y Beni. Hoy está desperdigada en islotes del que fuera el antiguo territorio, reducida a una etnia marginal y mestizada. En total se supone son unos 3000, en comunidades donde conviven con mestizos, y con familias aisladas un poco en todas partes. La lengua empieza a dejar de ser hablada. Tienen una TCO cerca de Riberalta y tres comunidades en Perú. Pero la mayoría de los que se autodefinen ese ejja languidecen en los barrios marginales de las ciudades amazónicas de Bolivia. Es difícil exagerar el grado de penuria, por el alcoholismo y la miseria extrema, en que han caído estos ese ejja urbanos. Como etnia se encuentra en disolución. Los que viven aislados son poco conocidos, puesto que se relacionan sólo con ese ejja asentados. Las comunidades nativas ese ejja están mejor en la parte peruana (1000), por alcanzarles los servicios del estado. De éstas, la que tiene futuro es la de Infierno, cerca de Puerto Maldonado. Es una comunidad titulada, al borde del río Tambopata. Aquí han concurrido circunstancias favorables. Está cerca de la ciudad pero lo suficientemente apartada para tener dinámica propia, con carretera entre ambas. Puerto Maldonado tiene aeropuerto. El territorio de la comunidad es limítrofe con la Reserva Nacional Tambopata y el Parque Nacional Bahuaja-Sonene (el cual es limítrofe con el Parque Nacional Madidi, de Bolivia). La naturaleza, tras las depredaciones extractivas, se ha recuperado. Ha sido elegida como unos de los más bellos espacios naturales del mundo los tres espacios protegidos binacionales. Un “resort” turístico está vinculado a la comunidad de Infierno, de la que se obtienen los ingresos que financian, por ejemplo, la escuela local, y en la que trabajan los comuneros. La comunidad, unas 500 personas, es a medias ese ejja y a medias formada por emigrantes serranos. Estos han aportado la vinculación con la mentalidad y modos productivos necesarios para estar en relación con la sociedad nacional. En fin, Roberto Macías, ha sido la persona que ha sabido inspirar ambos procesos. Es el chamán ayahuasquero y una persona muy respetada en la comunidad y en Puerto Maldonado, y entre las ONG, inspirador de la defensa de la naturaleza, de los ese ejja y del chamanismo originario. La comunidad mestizoese ejja de Infierno ha entrado en un círculo virtuoso, que asegura la supervivencia y tal vez la conservación de la cultura ese ejja, una vez mestizada. El nombre la comunidad tiene un origen curioso. Desde Puerto Maldonado se envió a unos frailes para evangelizar a los ese ejja, que no vieron con buenos ojos la venida de extraños y los mataron. Los de Puerto Maldonado los llamaron a partir de entonces Infierno. Hoy mismo no existe iglesia en la comunidad. Se tuvo la idea de cambiarle el nombre, por uno menos contundente, pero en votación los habitantes decidieron mantenerlo. Pues les gustaba y que, por lo visto, les definía bien. Así que sigue llamándose Infierno. En cuanto a los ese ejja de Bolivia, poco puedo decir, sólo una obviedad, y es que están dejados de la mano de Dios. La familia masco-piro que abandonó el aislamiento en agosto de 2011 cerca del Manu (fotos, arriba, de Gabriella Galli, y abajo de Jean-Paul Van Belle, tomadas ambas de www.survivalinternational.org) Los trabajadores de la petrolera Perenco se encontraron con estas lanzas de los aislados Piro, que vienen a significar que mejor no pasar (foto de Marek Wolodzko, tomada de www.aidesep.org.pe ) Los cuatro líderes ashéninka, Edwin Chota Valera, Jorge Ríos Pérez, Leoncio Quinticima Meléndez y Francisco Pinedo (agachado a la izquierda, y a la derecha), asesinados en la Amazonía peruana (septiembre 2014) por su lucha por obtener la titulación del territorio de su comunidad nativa Alto Tamaya - Saweto y detener la tala ilegal en la región. Los cuatro líderes estaban caminando en una ruta aislada a través de su territorio para encontrarse con sus familiares ashéninka en Apiwtxa, Brasil, cuando fueron atacados y desaparecidos. ProPurús y Upper Amazon Conservancy han estado apoyando a la comunidad en su lucha (tomado de www. upperamazon.org) El líder ashéninka Edwin Chota Valera en Apiwtxa, foto de Anouk García y Pascal Obadía, en junio 2014, tres meses antes de ser asesinado por los madereros ilegales Campamento de madereros ilegales en el río Alto Mupuya, dentro de la Reserva Murunahua y limítrofe con el Parque Nacional del Alto Purus. Las reatas de troncos se bajan por el río y se trasladan a caminones y en Lima a barcos para exportarlos a USA, previo pago de las pertinentes coimas ya que la extracción y exportación es ilegal. Para la extracción, las coimas se pagan en Pucallpa. Para la exportación, que con frecuencia esconde droga, la coima se paga en Lima. El presidente Alan García estaba al tanto del asunto, según los documentos de Wikileaks que se interceptaron al embajador de USA, pero pasó del asunto, si es que no participaba en él. No es difícil percatarse de la devastación de la selva que se evidencia en la foto aérea, realizada desde avioneta (tomado de www.actualidadambiental.pe/wp-ontent/uploads/2010/07/Informe_final_Murunahua_July2010.pdf). Sobre todo se extrae la caoba, especie antaño abundante y que ya han conseguido esté entrando en extinción No contactados, en territorio brasileiro, en lucha con los madereros ilegales que entran desde el Perú, sin que el gobierno de Alan García haya tomado cartas en el asunto, por motivos inconfesables. La noticia salto a la prensa internacional a inicios 2011(tomado de www.indigenasaislados.org/fotosbrasil). El gobierno de Ollanta Humala (2012) está siendo menos permisivo, y menos corrupto, con los gánsters de la madera V ALTERNATIVAS A LA EXTINCION Hasta hace poco el tema de los pueblos en aislamiento no suscitaba demasiado interés, pero la opinión pública comienza a cambiar al respecto. La formalización de las reservas para pueblos aislados es reciente, hubiera sido impensable hace algunos años. En Perú, se han acabado estableciendo las más importantes en el siglo XXI. En Ecuador y Bolivia comenzaron en la década de 1990. EL CASO DE LOS AWAS DE BRASIL Un ejemplo reciente de interés público respecto al mundo indígena concierne a los awás. Se trata de un pequeño pueblo superviviente de una etnia antaño numerosa, que ocupan tierras del interior del estado brasileño de Maranhao, colindante con la Amazonía, y de ecosistema similar. Las 300 personas que forman el pueblo voluntariamente se aislaron, con contactos ocasionales con occidentales. Sebastiao Salgado hizo un reportaje sobre ellos que los ha hecho muy conocidos. Siguen en aislamiento voluntario, casi completo, y conservan las costumbres y cultura, e inclusive el ligero vestido ancestral. Los awás ocupan un territorio protegido, aunque los madereros ya han devastado un tercio de éste. Luego se descubrieron minerales en el interior del Maranhao. Se decidió construir carreteras y líneas eléctricas para excavar las minas. Los indígenas quedaron amenazados de ser expulsados de las tierras. Poco antes de que se procediera a la expulsión, se montó una gran campaña internacional contra la decisión del gobierno brasileño, llevada por Survival International, que ha conseguido que en 2014 se revoque la concesión y se respete el territorio indígena. Lo que puede garantizar la supervivencia en aislamiento voluntario de los awás. Es la anterior una pequeña victoria que debería ser el preludio de futuros reconocimientos de los derechos humanos a todos los pueblos indígenas. No es la única feliz noticia, ciertamente, pero algunas victorias no desdicen de los desastres recientes o que se insinúan. DESASTRES INMINENTES. EL PELIGRO DE LAS GRANDES PRESAS FARAONICAS En Brasil, en el estado de Rondônia, a 100 km de la frontera con Bolivia, está en construcción la gran presa de Jirau, en el río Madeira o Maderas. Este es el gran río que forman la reunión del Beni, Acre/Madre de Dios, Mamoré, y todos los caudales que bajan de Bolivia y del sur de Perú. La presa será gigantesca y clave para el abastecimiento eléctrico del Brasil. Como siempre, se ha hecho de cualquier manera, por los métodos más expeditivos. Ya está parcialmente inaugurada (2013). Cuando esté en pleno funcionamiento destruirá vastas extensiones de territorios indígenas donde habitan pueblos amazónicos no contactados, y grandes cantidades de selva. El gran lago artificial será un nido de malaria que afectará a Bolivia, y puede inducir cambios en el ecosistema del Beni y de la selva de Rondônia. La presa la construyen los franceses de Gas de Francia-Suez. Tiene también capitales brasileños, y la protección de Brasilia, con el argumento de que es imprescindible para el desarrollo del país. Ninguna duda a este respecto, pero la cuestión es que todo se ha hecho lo más barato y fácil posible, sin mirar ni por los derechos indígenas ni por el medio ambiente. La generación de una electricidad tan necesaria no implica una megapresa. La alternativa de varias presas menores, más cara, hubiera sido válida, los males atenuados, los desperfectos para Rondônia menores, y para Bolivia inexistentes. Pero, como siempre, se impuso la costumbre de hacer las cosas a lo bruto. La falta de voluntad política, la irresponsabilidad de los dirigentes, y las depredaciones del capital llevan a esto. Ni Lula da Silva ni Dilma Rousseff se interesaron por atenuar el impacto de esta obra faraónica. Imágenes de Sebastiao Salgado de la vida de los Awás (tomado de www.survival.es) DESASTRES INMINENTES. EL PELIGRO DE LAS CARRETERAS El más grave de los peligros, que ya comienza definitivamente a concretarse, es la construcción de carreteras que atraviesen la Amazonía. Lo que permite la llegada masiva de las grandes compañías internacionales extractoras y de los emigrantes colonizadores, con un radio de influencia mínimo de 100 km a lado y lado de la carretera. Si con malos transportes la destrucción de la selva y el avasallamiento de los indios ha sido grande, no cuesta demasiado imaginar cómo será si los transportes se normalizan. La primera carretera transamazónica se inauguró hace poco (2011), con el nombre de interoceánica sur. Son más de 5000 km que conectan el Pacífico con el Atlántico, por Puerto Maldonado, Cobija y Rio Branco. Tendrá un ramal de acceso a La Paz. El aislamiento de los departamentos del Beni y La Paz, del de Madre de Dios, y de los estados de Acre y de parte del de Rondônia se va a acabar. Sobre la economía el impacto será muy positivo. Sobre el ecosistema y los indígenas depende de la voluntad política. O se hacen bien las cosas o el resultado será catastrófico. DESASTRES INMINENTES. LA EXTRACCION ABUSIVA Sólo es cuestión de tiempo que se entre a saco en las reservas. Ya se está haciendo. Un ejemplo entre varios, notable por los escándalos que ha suscitado, es el del gas de Camisea. Esta localidad es una población mestiza enclavada en la selva, que ha dado el nombre al yacimiento, una enorme bolsa de gas por debajo de las montañas y la Selva Alta. Todo ello en territorio de los matsigenka, los cuales viven asentados en poblados. No está lejos del Machu Picchu, rio abajo del Urubamba – éste más abajo recibe otros ríos para formar el Ucayali. Se trata de un territorio teóricamente protegido. La construcción del yacimiento y las conducciones destruyen la selva. Y desplaza a los matsigenka que viven allí. Estos han protestado de forma ruidosa y multitudinaria. El problema es grave y de difícil solución, porque el gas de Camisea es abundante y se espera cubrir las necesidades de Lima a precios reducidos. Hacer bien la explotación implica encarecer los costes, y nadie está a favor de esto, ni las empresas ni los limeños. No es de recibo oponerse a esta extracción, que Perú necesita. Es legítimo reclamar que se haga minimizando los daños, y sin desprecio para los indígenas. No lejos de Camisea se encuentran los territorios reservados de los moronahua, y el de los piro. Son los siguientes en la lista, no tengo la más mínima duda. Y después… nada, se acabó. Un mundo tocará definitivamente a su fin. La misma situación de Perú es la de Ecuador, como se examinó en el caso del Yasuní, a pesar de los esfuerzos oficiales por salvar la reserva y los indígenas aislados, por el más radical desinterés de todo el mundo. Al respecto se ha de ser realista. Impedir la extracción de los recursos naturales no es justo con estos países. Además, nadie de la comunidad internacional desea pagar las alternativas. Debería establecerse un mecanismo de compensación internacional para que sea posible una extracción racional. La explotación de los recursos naturales ha de ser respetuosa con el medio ambiente y con los indígenas. No puede ser tan depredadora, irracional y, en definitiva, tan estúpida como hasta ahora. Esto compete a los estados nacionales donde se encuentran los recursos. Pero la conservación de la naturaleza, y el cuidado de los pueblos originarios, asentados y aislados, que pueden y deberían cuidar de la conservación, sobre pasa la capacidad económica de los estados y nos compete a todos. Es trabajo de las ONG y debería serlo de la cooperación internacional, o de la ONU. LA CUESTION PENDIENTE DE LA DIRIGENCIA POLITICA DE LOS PUEBLOS NATIVOS Queda un último problema general que es obligatorio aludir, aunque sea brevemente, y que para un observador exterior puede parecer extravagante, aunque no opinen así los interesados. Y es el problema de la dirigencia de las organizaciones indígenas. Este problema reproduce, de forma localizada, el problema mayor de los países suramericanos. Y es que políticamente están pésimamente estructurados. Es cierto que todo país, España incluida, puede hacer gala de malos políticos, y de tenerlos corruptos. Pero en Latinoamérica el asunto raya con el delirio. No es el momento de realizar el análisis de los comportamientos de los responsables políticos, tan irresponsables como los de una república bananera. Pero el mal ejemplo cunde y es imitado con gusto. La cuestión es que cualquiera que haya visitado comunidades habrá percibido el muy fuerte descontento con los dirigentes electos de las organizaciones indígenas. Se encontrará dicha insatisfacción, bastante exaltada, en todas las comunidades. Y no creo exagerar. Con muy pocas y señaladas excepciones, el trabajo de los dirigentes nativos consiste en beneficiar a su grupo clientelar y en mangonear con las autoridades departamentales para el provecho personal. Pactan con quien haga falta, intentan desviar los fondos gubernamentales, y muestran buenas mañas para aprovecharse de las ONG. Es obvio que no todos proceden así, pero sí lo hacen la mayoría. Debe entenderse que en estas condiciones, el trabajo de la cooperación internacional y de las agencias gubernamentales se transforma en un juego de malabarismos entre intereses divergentes. La situación es exagerada, ciertamente, y es difícil hacerse una idea desde fuera de la gravedad del problema. Por inmadurez, la capacidad de las comunidades o pueblos para controlar a los dirigentes, hábiles manipuladores, es mínima. Valga un ejemplo, entre muchos posibles. Como se ha citado repetidas veces, la minería ilegal campa por sus respetos en el Madre de Dios; también el narcotráfico. Ollanta Humala desencadeno una ofensiva antinarco y antimineria ilegal (2013). Esto provocó airadas reacciones en Puerto Maldonado. El rebote ha sido de la mayoría de la población. Se llegó a una larga huelga general (2014). Se entiende que todos sacan tajada del asunto, o esperan sacarla. El argumento de los descontentos es el de siempre: que el gobierno no quiere dejarles prosperar y que desean les dejen las manos libres, entrar a saco en la selva y en los negocios, sean cuales sean. En definitiva, que el enemigo es el gobierno, no el narcotráfico, o las toneladas de mercurio que los mineros ilegales vierten todos los años en los ríos. No sólo los emigrantes de Puerto Maldonado entraron en lucha. También los indígenas, de varias etnias, arrastrados por los dirigentes. Estos también piensan sacar tajada de dichos negocios, y establecer alianzas políticas útiles para sus futuros personales. La manipulación es tan obvia, la perversión de la dirigencia y de las organizaciones indígenas tan manifiesta, que parece imposible que los indígenas no lo perciban. Puesto que los más grandes perjudicados por dichas actividades delictivas son ellos. El asunto es grave. No sólo por los dirigentes. También por las organizaciones que deben defender a los indígenas, colaborar en el diálogo con la nación y facilitar la integración. Sin una dirigencia que merezca tal nombre, los indígenas los van a pasar mal. Por inmadurez, el problema no tiene fácil solución. Las ONG y la cooperación internacional debe estar al tanto de todo esto y no dejarse engatusar. Hay 30 puntos de extracción de oro en las cuencas de los ríos Santiago y Cenepa, en las que trabajan niños y jóvenes (Foto: Wilfredo Sandoval, publicada en el diario de Lima El Comercio, www.elcomercio.pe) Más grave aún es cuando los indígenas se involucran directamente en negocios ilícitos. Por ejemplo, el escándalo que se montó cuando los medios periodísticos publicaron fotografías de la extracción ilegal de oro en el río Santiago (afluyente del Marañón), cerca de la frontera con Ecuador (2014). Es territorio aguaruna. Los nativos del poblado aguaruna de Galilea participaban en el negocio. El trabajo duro lo realizaban niños, motivo del escándalo. LA PROBLEMÁTICA DEL MESTIZAJE EN LAS COMUNIDADES NATIVAS El modelo de las comunidades nativas, en un poblado o con población dispersa y un edificio central por referencia, se refiere a los pueblos asentados, que abandonaron de forma irreversible el modo tradicional de vida. Aprender una nueva manera de vivir no es fácil, además de que introduce en una crisis de identidad dolorosa de enfrentar, extraña de resolver. Se necesitan varias generaciones y buenos maestros. Es necesario un puente que les enseñe e introduzca en los nuevos usos, en la mentalidad occidental y en las nociones imprescindibles para sobrevivir en el mercado. Como dice el refrán, nadie nace enseñado. Y bien, ¿quién es el puente? ¿quiénes son los maestros? Los cursos de capacitación son útiles para cuestiones puntuales. Los agentes gubernamentales, si los hay, son útiles para directrices genéricas. Ambos no sirven para educar en un estilo de vida. Para ello se ha de estar día a día en la comunidad, pertenecer a ella. Por lo tanto sólo existen dos opciones: o jóvenes de la comunidad salen fuera a estudiar, o se acepta en la comunidad a mestizos que se integren y aporten las ideas que hacen falta. La primera opción tiene dos problemas, el primero es que muchos jóvenes no regresan, pues tienen la legítima aspiración de hacer su vida. Los que regresan suelen acabar por ser los dirigentes, a veces con mal disimuladas ambiciones. Es cierto que de esta procedencia son los más interesantes dirigentes indígenas. También es cierto que los más manipuladores tienen el mismo origen, y son mayoría. No obstante, algunos de los dirigentes que más han beneficiado son gente que se ha incorporado de fuera a la comunidad, los que nos lleva a la otra opción. La segunda opción tiene el problema que aumenta la aculturación. Tiene también ventajas. Por un lado, da una posibilidad de vida a los emigrantes, que también tienen derechos. Por otro lado, es la manera más madura y natural de enseñar, por parte de gentes que en el pasado hubieron de efectuar análogo aprendizaje. Los emigrantes serranos buscan tierras, obtienen una concesión en la comunidad, y como es natural acaban por casarse e integrarse. Si la comunidad tiene las ideas claras, el emigrante es el primer interesado, para integrarse, en conservar los valores, la estructura familiar y la lengua originaria. La cultura y sociedad resultante es mestiza, pero enriquecida con intrusiones de valores andinos y occidentales. Como se ha dicho antes, esta manera de proceder no es nueva, ya la usaron los misioneros. En mi opinión, este mestizaje es inevitable, y la mejor opción para que sobrevivan los pueblos amazónicos asentados, pues introduce el estilo de vida occidental por los que ya lo han asumido de forma adulta. Al cabo la cultura indígena es mestiza, y así el mestizaje se efectúa en las mejores condiciones. LA CUESTION PENDIENTE Las comunidades nativas han de ser viables económicamente. Nadie escapa en una economía de mercado a este requerimiento. Hoy por hoy, la viabilidad económica en las condiciones actuales de Bolivia es imposible, y muy dudoso en las de Perú. Más fácil lo tienen en Ecuador, pero aún así con dificultades. De manera que la cooperación internacional es imprescindible. Pero a la larga no se puede plantear un futuro dependiente de ella. De manera que hacen falta tomar algunas medidas. Las comunidades habrán de reclamar las mínimas tierras para ser sostenibles. E investigar y descubrir el recurso para exportar que, sin agredir al medio ambiente, les permita una inserción digna en las economías de los países. Para ello necesitarán asesoramiento exterior, e incluso investigaciones por parte de científicos y agrónomos. Pero sobre todo es imprescindible la implicación de las comunidades. Si las comunidades nativas son viables, entonces pueden ayudar y servir de puente para la supervivencia de los grupos en aislamiento relativo. Estos necesitan comunidades que les sirvan de referencia. La supervivencia de los aislados depende de la supervivencia de los asentados, que así podrían con dignidad vincularlos con las sociedades nacionales. Afortunadamente, existen plantas y productos que son viables para dicha explotación comunal por los indígenas, como la sangre de grado o la uña de gato, que ya tienen un mercado, y que son poco interesantes para la agricultura comercial, pero que se rentabilizarían en los jardines comunales. En otros casos se trata de la extracción racional de plantas de la selva. Por otro lado, los indígenas son los indicados para promocionar el turismo ecológico, dado que son los protectores del medio ambiente. Veamos ambas alternativas: LA PERDIDA CULTURAL POR LA EXTINCION DEL MUNDO INDIGENA Con la extinción de los pueblos amazónicos desaparecerá el patrimonio de sus conocimientos. De esto lo que más nos puede interesar es el uso medicinal y alimenticio de muchas plantas, y el modo de vida autosuficiente, que todavía tiene enseñanzas válidas que ofrecer. Ambas serían pérdidas lamentables. Las plantas amazónicas son extraordinariamente poderosas y sus principios activos superiores a los que forman la base de la famacopea química. No se lo puede imaginar nadie que no haya disfrutado de sus beneficios. La cantidad de complementos alimentarios y de medicamentos, para el cuerpo y el espíritu, que aguardan ocultos en las culturas indígenas, es incalculable. Se trata de unas posibilidades económicas que saldrían de una explotación rentable y respetuosa con el medio ambiente, mediante cultivo en jardines. Se conocen unas 1000 plantas medicinales y puede haber hasta 5000. También se debería reconocer la propiedad intelectual de los pueblos indígenas sobre el aprovechamiento medicinal y alimentario de las plantas de sus territorios. Ya que ellos las descubrieron y las han ensayado durante cientos de años y forman parte de su patrimonio cultural y territorial. Hoy en día tres vegetales son la base de la alimentación mundial: trigo, arroz y yuca (mandioca). La yuca es la principal en Sudamérica y Africa. Es una planta de origen amazónico, desde donde los misioneros la propagaron durante el s.XVIII. Otros tesoros análogos están en el Amazonas. Sobre todo referido a aceites vegetales y frutas. Quien no haya estado en una juguería (zumería) de la Amazonía, no sabe cuán deliciosos y variados son los frutos que alberga la selva, sin igual en el resto del mundo. Y produce perplejidad que no se haya aprovechado tan natural fuente de riqueza para ser exportada a todas partes. Por otro lado, dado que al ritmo actual en dos generaciones nos hemos cargado al planeta, que se volverá inhabitable, cierto grado de autosuficiencia nos va a ser imprescindible a todos. Y bueno será aprender cómo algunos pueblos la consiguieron. LA ALTERNATIVA DEL TURISMO ECOLOGICO Las comunidades nativas son las defensoras del medio ambiente. Se les ha de reconocer a todos este papel y se debe invertir para que puedan realizarlo. Esto nos interesa a todos, por lo tanto entre todos deberíamos pagarlo. Para las comunidades emplazadas en lugares con la selva conservada en buenas condiciones, la vinculación con establecimientos turísticos es la alternativa de futuro, y un negocio que con asesoramiento ellas mismas deberían gestionar. Es la mejor garantía de que algunos parques nacionales se conserven de la antigua Amazonía, en interés de todos – lo que justifica la intervención de la cooperación internacional. Una tal infraestructura no es económicamente asumible por los países de origen. Además requiere de una estructuración que desborda las posibilidades de las empresas nacionales, y reclama a una co-gestión internacionalizada, de empresas y de organismos oficiales. Respetando las soberanías nacionales, la gestión de parques que se pagan internacionalmente demanda una gestión internacional. Que de paso puede evitar que el asunto se transforme en un saco sin fondo de sobornos y coimas. Las reservas así cuidadas deben dedicarse al turismo. La belleza e interés de la Amazonía justifica la inversión, además de ser una manera de hacer frente al cambio climático, envite en el que nos va mucho a todos. La Amazonía es un gran pulmón que sería extravagante destruir cuando más falta hace. El turismo ecológico y cultural es la alternativa para que se conserve algo de la Amazonía y de los pueblos que le pertenecen. O esto, o se va directamente hacia la extinción de los pueblos y a la destrucción de la Amazonía, puesto que la depredación capitalista sólo puede pararse si aparece la alternativa de un negocio rentable. El turismo de aventura, ecológico y cultural puede alcanzar cotas importantes, y podría ayudar a pagar, o directamente pagar, la conservación de la naturaleza. Debería realizarse a partir de establecimientos gestionados por los indígenas que enseñen la selva y el modo de vida que se lleva en ella. Son estos indígenas asentados los que pueden ayudar a que los aislados sigan siéndolos y no se les moleste, se les avasalle, o se les mate. O esto, o la extinción. No hay otra. València, 14 octubre 2014 guillemcatala@yahoo.es