Andreas Faludi, en un texto seminal para la teoría de la planificación, planteó de manera clara la cuestión que aquí nos ocupa: “The relationship between decision-makers [políticos] and their advisers [planificadores] is often presented...
moreAndreas Faludi, en un texto seminal para la teoría de la planificación, planteó de manera clara la cuestión que aquí nos ocupa: “The relationship between decision-makers [políticos] and their advisers [planificadores] is often presented as that between master and servant (…) The assumption, each time, is quite clearly that of the adviser coming into the game at the pleasure of the decision-maker” (1973: 2, énfasis nuestro).
Y añade Faludi que, en diversos campos de la planificación, esa relación genera gran insatisfacción entre los planificadores en servicio público, al estos observar cómo sus recomendaciones son desestimadas por los gobernantes de turno y, por ende, su oficio carecer de la validez que merece. Lo cual, yendo más allá de la queja, los ha llevado ha preguntarse acerca del por qué de ese malestar: “(…) they have concluded that their own relationship with their masters (…) must become the object of reflection, theoretical understanding and, ultimately, transformation so that planning shall become more valid. They have moved from considering the role of their own type of scientific theory in planning to theory of planning” (1973: 2).
Se planteó así el fructífero campo de la Teoría de la Planificación, que versa, entre otros temas, sobre el papel del planificador en el ámbito público, su relación con el político y otros actores urbanos; en otros términos, sobre el proceso de planificación como proceso social y político.
En esa línea de reflexión, se recogen aquí nociones básicas de filosofía política y teoría de la planificación para una presentación introductoria sobre la cuestión de la relación entre el político y el planificador urbano entendida como una relación de poder. Relación que, como se ha dicho, encierra un conflicto de subordinación. Entender este conflicto y buscar formas de superarlo, requiere, desde la perspectiva del planificador urbano, una inmersión en la cuestión del poder.
De manera que, sin restarle valor a la necesidad de contar, en particular a nivel local, con políticos formados en materia de planificación urbana, sostengo que la cuestión no se resuelve únicamente con políticos que escuchen a sus asesores en materia de urbanismo o, más aun, que se formen o convenzan de la importancia de la planificación urbana, sino que es necesario que el planificador se sumerja en la política y actúe como un actor tecno-político a fin de elevar la eficacia de su oficio. Para ello, el planificador urbano y en especial las escuelas de planificación urbana harían bien en prestarle más atención a la cuestión del poder, la política y el gobierno.
En tal sentido, coincido con Daniel Enrique Pérez Torres (2002) cuando afirma que “el análisis del poder es pocas veces considerado de manera rigurosa y sistemática en la formación y capacitación de los planificadores, lo cual sucede no sólo en nuestro país, sino en el resto del mundo (…) Entender cómo funciona el poder en un lugar y tiempo determinado es indispensable para el ejercicio de la planeación, así como para su investigación”.
No es nueva esta preocupación, de hecho, hace más de cincuenta años Francine Rabinovits (1973/1962) la planteó para el contexto de la planificación local en los Estados Unidos: “La propagación de la idea de que la planificación debe estar separada de la política comenzó en un intento de aislarla de la corrupción de la política local a principios del siglo XX. Ahora, mantener al planificador fuera de la política ha tomado la fuerza de una empresa ética. Los educadores en materia de planificación parecen aceptar esta visión en la medida en que su cumplimiento se refleja en la escasez de cursos en la enseñanza de la planificación que se concentran en el problema de la acción política” (1973: 265, traducción propia).
El debate sobre este asunto continúa y, como lo demuestra la bibliografía agregada al final del texto, mucho se ha avanzado para superar dicha escasez de conocimiento. Contribuir a esclarecer en qué puede consistir la inmersión del planificador en la cuestión del poder y la política es, en gran parte, el objetivo de este trabajo. De allí que estas notas estén especialmente dirigidas a profesores y estudiantes de pregrado en urbanismo y planificación urbana.
Por último, este trabajo no aborda la opción de que el planificador urbano ejerza su oficio siendo miembro de un partido político (institución fundamental para la democracia), es una opción legítima pero no es tan simple la idea de inmersión en la política que aquí se elabora.