Si tomamos el término “Bild” en su sentido más trivial, es decir, en el sentido de “imagen”, e inspirándonos en Husserl (Hua XXIII) aunque quizá llevando las cosas más lejos que él, resulta que, a fin de cuentas, nos vemos en la...
moreSi tomamos el término “Bild” en su sentido más trivial, es decir, en el sentido de “imagen”, e inspirándonos en
Husserl (Hua XXIII) aunque quizá llevando las cosas más lejos que él, resulta que, a fin de cuentas, nos vemos en
la incapacidad de comprender en propio lo que sucede con la imagen física, depositada sobre un soporte (dibujo,
cuadro, foto) a no ser que recurramos a lo que ocurre con lo que suele denominarse imagen “mental”. Sabemos que
Husserl distingue el Bildobjekt, i.e. aquello que “presenta” (en Darstellung) el objeto de la imagen, y el objeto
representado, que llama Bildsujet. La estructura de la imaginación (Einbildung, Imagination) está configurada de tal
forma que es intencional y que su intencionalidad es doble, no pudiendo ésta mentar el Bildsujet si no es por el
intermediario de la mención “en función” o “fungente” (fungierend) del Bildobjekt. Ahora bien, la paradójica
característica de éste último reside en que de un lado es indispensable al aderezo de la mención del Bildsujet pero,
de otro, es enteramente dependiente de este último. De hecho, la propia mención del Bildobjekt como tal resulta, en
sí misma, inasible. Lo es porque no hay “imagen” sin lo que representa. La “imagen” es pues en sí misma un
simulacro (eidôlon) cuya “realidad”, a decir verdad fantasmagórica [fantomatique], no se sostiene sino por mor de
aquello de lo que (la imagen) es imagen – Platón ya había subrayado esta paradoja en el Timeo (52c). Además, si,
en el caso de la “imagen” depositada sobre un soporte físico, sí que podemos escrutar los detalles (por ejemplo
contar las columnas del Panteón en un tarjeta postal), en el caso de la “imagen mental” resulta, en cambio, de todo
punto imposible. Tiene ésta algo de borroso, de irreductiblemente indeterminado, de turbio [brouillé], aspecto sobre
el que Husserl insiste con razón – incluso haciendo notar ese extraño carácter como grisáceo que parece atravesar a
la imagen mental. Significa esto que, en sí misma, independientemente de su fijación sobre un soporte, la “imagen”
alberga como un carácter “umbrío” que tampoco es exactamente el opuesto de la claridad y de la distinción, sino
más bien la sombra de una (o varias) sombra(s), y que escapa radicalmente a la mención intencional. Esta “sombra”
residual de la “imagen” es, para nosotros el rastro de su base fenomenológica, extra-intencional, y que es la
phantasia. Mientras que la “imagen” de la imaginación es intencional, figurada y figurando el objeto que imagina,
mientras que, por lo tanto, esa “imagen” de la imaginación es figurada en la medida en que es figurativa
(darstellend) de algo que no es ella pero de lo que, sin embargo, depende por entero (el Bildsujet), la phantasia, en
cambio, es no intencional, no es figurativa de nada, aunque sí, ciertamente, figurable cuando, transpuesta por su
reasunción [reprise] en clave intencional, se ve transmutada en figuración de un objeto, término de una mención
intencional.