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Michel Gondry se pone a las órdenes de su hija de 10 años en un filme de animación hecho con cartulina

El cineasta francés recorta y crea pequeños episodios inspirados en los títulos que le ha propuesto Maya durante casi seis años en ‘Maya, donne-moi un titre’

Imagen de 'Maya, donne-moi un titre', de Michel Gondry.
Imagen de 'Maya, donne-moi un titre', de Michel Gondry.

Michel Gondry y su hija pequeña, Maya, viven en países distintos. Así que el cineasta, que reside en Los Ángeles, decidió que una buena manera de comunicarse con ella, vecina de París, podía ser construir un proyecto artístico en común. Empezó en 2018 y siguió hasta el año pasado: le pedía títulos de posibles cortos a través del móvil de la madre, y de ahí nacían las diversas aventuras creadas en solitario por el francés, sin más materiales que unas tijeras, cartulina, papel, sus manos y una cámara que fotografiaba cada imagen para, a partir de 18 fotos por segundo, elaborar Maya, donne-moi un titre, que se ha estrenado en la Berlinale. Y tanto el padre como la hija no pueden estar más orgullosos.

No es la primera película animada del director de ¡Olvídate de mí!, Rebobine, por favor o La ciencia del sueño. Hace 12 años, también en la Berlinale, presentó Is the Man Who Is Tall Happy?, un documental animado que ilustraba sus conversaciones con Noam Chomsky. “Madre mía, ¿ya ha pasado tanto tiempo?”, suelta ante un grupo de periodistas en Berlín. A su izquierda, Maya, que habla un inglés perfecto a sus 10 años, le sonríe. Su padre, en cambio, sigue atropellando ese idioma con un acento incorregible. “Cada vez lo hablo peor, y el francés...”, echa a reír. Puede que por ello Maya haya doblado a su personaje animado, pero la voz de su padre procede del actor Pierre Niney, ahijado además del cineasta.

En realidad, Gondry siempre ha ido por su cuenta. Como director de anuncios, como genio de los vídeos musicales —así nació su prestigio— ha creado muy a su manera: puede que por ello no cuajara su única película de superhéroes, El avispón verde. “Este trabajo lo he hecho como un ser humano, no con máquinas o como una máquina, así que este proceso se parece, en realidad, a las cosas que hacía de crío. ¿Y tú, qué piensas, Maya, conecta con tu generación”. “Bueno”, arranca la aludida. “Es que ahora todo el mundo tiene un móvil y hace las cosas con ese aparato. Papá, ¿tú tenías móvil?”. “No existían”. “¿Y había coches que se conducían solos?”. “Tampoco”. “Ah”.

Imagen de 'Maya, donne-moi un titre', de Michel Gondry.
Imagen de 'Maya, donne-moi un titre', de Michel Gondry.

En el fondo, Maya, donne-moi un titre es una carta de amor de un padre a su hija. Maya empieza de pequeña, con cuatro años, y según pasa el tiempo, ella crece (excepto en un episodio con pepinillos que menguan), los títulos entran en complejidades hasta que finalmente decide que el juego se acabó. En pantalla, Gondry suelta un lamento: “¿No más dibujos? ¿Qué voy a hacer con mi vida”. En ese momento, se lanza a la calle a ofrecer sus habilidades a extraños hasta que Maya retorna con más encargos. Sin embargo, el espectador siente lo que ocurre: la niña ya es una cría. “Es que no quería seguir viéndome tan niña en pantalla”, resume la aludida en Berlín. El padre la defiende: “Es normal, evoluciona. Yo he hecho ocho vídeos con Björk, y pasó lo mismo. Son distintos porque cambiamos a lo largo del tiempo”. Por cierto, de las pelis de su padre Maya ha visto El libro de las soluciones, La loca historia de Microbio y Gasolina y le encanta su trabajo con Daft Punk (Around the World).

Gondry cree que no abandonará la animación, porque ha logrado compaginar este filme con otras labores en el cine, los cortometrajes (es realmente prolífico) y la publicidad: “Cuando ves un dibujo, es eso, tan solo un dibujo. Si quieres moverlo, entran en juego tus manos, y lo animas como si fuera... magia. Cada vez que hago, me alberga el mismo sentimiento. Es como cuando se creó el microscopio, y se abrió un nuevo mundo. La animación manual es igual: un sistema que te da acceso a otra dimensión, y esto para mí es muy interesante”.

Ahora bien, no reniega de la tecnología: “Se puede ser muy creativo con un ordenador, pero cuando la informática se impone al ser humano, la creatividad queda limitada. Me niego a ser nostálgico. Un ordenador puede facilitarte una paleta de colores casi ilimitada. Yo los uso para tareas laboriosas. En fin, los veo como una herramienta más para alcanzar mi objetivo”.

Como padre, Gondry cae en la comparación entre él y sus hijos: con el mayor, Paul, que ahora tiene 32 años, también se adentró en colaboraciones artísticas. “Es gracioso como se transmite la genética. Tenemos muchas cosas en común. A ella, en cambio, le interesan más la historia, la comunicación verbal, el encuentro social. Yo era opuesto. Paul es de otra manera, fui muy mal estudiante... como yo”. “Pero Paul es genial”. “Sí, por supuesto. Paul como alumno tenía una cosa increíble: era capaz de ponerse delante de una profesora y camelarla y sonsacarla hasta obtener de ella la respuesta a la pregunta que le había hecho a él”.

Michel Gondry y su hija Maya, en el estreno en la Berlinale de 'Maya, donne-moi un titre' el 15 de febrero.
Michel Gondry y su hija Maya, en el estreno en la Berlinale de 'Maya, donne-moi un titre' el 15 de febrero.

Gondry sí entra a recordar cómo era de niño: “Nunca pensé que haría películas. Y tiene sentido, porque en el cine mezclas muchas cosas. Cuando era crío, lo que más me gustaba era el zumo de naranja y la leche. Y acabé mezclándolo”. “Papá, oh, oh”. “Sí, no fue buena idea, aunque en el audiovisual funciona. Lo mejor de la animación es que no hay límites, puedes crear el mundo que quieras”. Y, muy en serio, deja de sonreír y apunta: “El valor del trabajo humano se está perdiendo. La inteligencia artificial nos va a arruinar la vida. Eso me preocupa, va a ser un reto que afronte mi generación. Cada vez los ricos son más ricos y estamos más en sus manos”.

Al acabar la charla, Gondry apunta que sigue en contacto con Jim Carrey, el protagonista de ¡Olvídate de mí! (“¡Me pintó un retrato!”) y que su próximo proyecto, está en él, es un musical. “Habrá segmentos animados, como unos fuegos artificiales estilizados, porque me parecen más interesantes que rodarlos en vivo”, apunta. “Como siempre he hecho, acabo por defender la faceta artesanal de la creación artística”.

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.
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