Juegos de Sociedad
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Con esta nueva novela, la escritora Alessandra Cesana nos sumerge en un mundo de alta sociedad lleno de turbias situaciones que la hacen muy amena. Su total cambio de estilo resulta fresco y actual, a la vez que sorprendente e interesante.
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Juegos de Sociedad - Alessandra Cesana
Lhéa
copyright
Copyright © 2012 - FV Éditions
Ilustración: Onésimo Colavidas
Diseño: Colavidas Studio
ISBN 978-2-36668-112-3
Todos los Derechos Reservados
*
"Esta es una obra de ficción, cualquier semejanza con
personas y situaciones reales es pura coincidencia"
JUEGOS DE SOCIEDAD
ALESSANDRA CESANA
Un viaje a París
Alexander Paige y su mujer Elise recorrían las calles de París en dirección al Louvre. Era ya la hora de comer pero, aún y así, la cola para entrar en el reconocido museo era considerable. Una vez en el interior, el matrimonio admiró de nuevo aquellas obras de arte con entusiasmo.
Elise tenía una galería de arte en la Provence, lugar donde vivían desde hacía poco. Cuando decidieron irse de San Francisco, su ciudad natal, se instalaron durante unos años en Italia. Actualmente, sin embargo, habían preferido buscar un lugar tranquilo en Francia para variar y conocer mejor aquel país que les encantaba.
De repente, entre la multitud, Alexander vio a un hombre que habían conocido hacía unos meses en el casino de Monte-Carlo. Con preocupación le dijo discretamente a su mujer:
_ ¡No puedo creerlo! Elise, no mires a tu derecha. ¿Recuerdas aquel hombre que ganó tanto dinero en el casino de Monte-Carlo? Pues está justo aquí a nuestro lado, es increíble encontrárnoslo aquí ahora…
_ ¡No puede ser! ¿Estás seguro que es él? Sólo le vimos una noche, quizá te confundes.
_ ¡Es imposible olvidar la cara de cretino que tiene este tío! Desde que lo conocimos que tengo pesadillas con él… ¡Te digo que es el tipo del casino! Procura que no nos vea, quizá tengamos suerte y no nos recuerde. _ Mientras cogía a su mujer por el brazo, añadió_ Vámonos discretamente, antes de que nos reconozca y nos fastidie con su conversación.
El matrimonio hizo un intento de huir del hombre en cuestión, pasando entre la gente con cuidado hasta que Alexander tropezó, muy inoportunamente, con una mujer y por poco caen los dos al suelo, entonces el intento de huir fue inútil y el hombre de quien hubiesen deseado escapar se dirigió hacia ellos con decisión.
_ ¡Vaya, esto sí es casualidad! ¿Nos conocemos, verdad? ¿Se ha hecho daño?_ dijo entonces el hombre dirigiéndose a Alexander con educación.
_ No, no… gracias. Pues no recuerdo que nos conozcamos, me parece que se confunde. _ mintió Alexander con sorprendente convicción, ya que no era muy bueno mintiendo.
_ No, no creo. Yo siempre recuerdo una cara y a usted le tengo visto no sé de donde… quizá recuerde mi nombre: Jake Wynner.
_ Pues no, no me suena de nada… ¿Verdad qué no, Elise?_ preguntó a su mujer para resultar más sincero.
_ No, a mi tampoco. Me parece que se equivoca, Sr. Wynner. _ dijo Elise con mucha seguridad, añadió para acabar la conversación lo antes posible _ Lo siento pero ya nos íbamos, hemos quedado para comer y ya llegamos tarde. Que pase un buen día.
Y casi sin dejar que Jake dijese ni una palabra más, salieron pitando del famoso museo.
Una vez fuera, Alexander dijo con entusiasmo:
_ ¡Vaya, yo no lo hubiera hecho mejor! Le has dejado con la palabra en la boca, ¡no sabía qué decir el pobre! Muy buena la excusa que habíamos quedado para comer. _ calló durante unos segundos, después continuó_ Es increíble que nos recuerde únicamente por habernos visto una noche en el casino, claro que hablamos un buen rato y tomamos unos cuantos cócteles juntos en el bar celebrando que, por una vez, había ganado más que perdido. Me sorprende que no lo liquidaran con la cantidad de dinero que ganó.
Elise estaba seria, casi no escuchaba a su marido. Se preguntaba cómo Jake los había encontrado, no le había visto desde que se despidieron en Mónaco y presentía que de alguna manera los había localizado con el objetivo de hacerles chantaje. Sabía que era estúpida de enredarse con desconocidos pero no tenía remedio. Mientras observaba a su marido, que iba andando por delante de ella, recordó las románticas noches que había pasado junto a Jake en Mónaco, un hombre que superaba a Alexander en aspecto físico y poder de seducción, ya que era mucho más atractivo, alto y sinvergüenza que su flacucho, tímido, apocado e ingenuo marido. Por otro lado, Alexander poseía una honradez de la que Jake carecía totalmente y esto también se debía valorar.
_ ¿Qué te pasa, cariño? Estás muy seria. _ observó Alexander, aflojando el paso, interrumpiendo los pensamientos de su mujer.
_ Nada Al. Vamos a comer a un buen restaurante. ¿Qué te parece el de Adrian y Sarah? No está muy lejos de aquí. _ le propuso Elise con acierto.
_ Sí, estupendo. Me apetece mucho la cocina francesa, especialmente la del restaurante de los Dunckan. _ se avino con agrado Alexander mientras pensaba en la excelente sopa de cebolla con gratin de queso, la quiche lorraine, el exquisito salmón a la mostaza de Dijon o el fantástico solomillo con salsa d’échalotes y champiñones.
La pareja se alejó del Louvre, dirigiéndose al restaurante de sus amigos con ganas de disfrutar de una buena comida.
Después de comer, el matrimonio decidió ir cada uno por su lado a pasear por París.
En la amplia y lujosa recepción del hotel Plaza Athenee
de París, situado junto a la formidable avenida de Champs-Élysées, Jake Wynner esperaba cómodamente sentado la llegada de Elise Paige que se alojaba en una de las suites correspondientes al prestigioso hotel.
La escena vivida en el Louvre, aquel mismo mediodía, le había divertido sumamente. Era evidente que los Paige habían simulado no conocerle y él quiso seguirles el juego. Ahora, en cambio, debía hablar con Elise sin comedias de ningún tipo. No pensaba resignarse a marchar con las manos vacías, tenía la paella por el mango y debía aprovecharse de ello. Mientras hojeaba el periódico del día, controlaba la entrada con atención hasta que, finalmente, vio entrar a Elise que iba cargada de bolsas y avanzaba despacio hacia la recepcionista, como si le