Hermana
Por Rosamund Lupton
4/5
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La policía, el novio de Beatrice e incluso su madre aceptan que han perdido a Tess, pero Beatrice se niega a abandonarla y se embarca en una peligrosa búsqueda de la verdad a toda costa. Nada la ha preparado para los aterradores hechos que va a descubrir.
"Increíble desde la primera hasta la última página. El suspense es tremendo, pero además la novela posee una intensidad emotiva que te llena los ojos de lágrimas. Escrita con el poder y el garbo de una joven Daphne du Maurier, esta fantástica novela anuncia la llegada de un verdadero talento."
The Daily Mail
"Igual que Kate Atkinson, Patricia Highsmith y Ruth Rendell, Lupton sabe construir suspense… Hermana proporciona una descarga de adrenalina capaz de provocar un escalofrío en una tarde soleada."
The New York Times
"La historia se vuelve más escalofriante a medida que avanza, te absorbe por completo y te mantiene al borde de la silla hasta el final."
The Sun
"La primera novela de Lupton es un triunfo magistral y superlativo al que los lectores se engancharán desde la primera página intentando adivinar qué pasará."
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Comentarios para Hermana
79 clasificaciones88 comentarios
- Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Amazing story about family relations, thrilling, leading to an unexpected end. 5 stars!
- Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Tough one to review without spoiling:Not a typical 'thriller,' psychologically or otherwise. It's minimally-suspenseful. Along the lines of Kate Atkinson with a good measure of Jodi Picoult. In spite of a couple big 'twists,' the ending struck me with more 'huh,' and less 'wow.' While there is a whodunit - or more accurately - a wasanythingdun, the book is really an expository on the bonds between sisters. There's also a subplot involving cystic fibrosis and genetic engineering that adds, well, really nothing.Reasons for the rating:- I never connected with either sister. That's a problem because the entire premise revolves around an attachment bordering on obsession with the younger. The older sister has no personality or identity of her own separate from her relationship to the younger. Maybe that's intended to be a profound revelation in itself, but...thud.- The older sister is the book's narrative voice and it's written in second person. It's a choice that makes logical sense, but the observing and reporting doesn't make a compelling story experience. - The older sister (who is only five years senior?!) acts as if she's a Miss Marple spinster-type, not an older 20-something. Instead of anchoring the story, that just weighs it down further. Bottom line: this is a thriller without the thrill, it doesn't get the blood pumping. The story is mechanically sound, I guess; but, I don't read thrillers for their mechanical soundness. This was all head, no heart. In what purports to have something to say about sisterhood, I didn't get any feels at all.I don't resent reading it, but I'm not sure who I'd recommend it to either.
- Calificación: 5 de 5 estrellas5/5It took me awhile to get used to the style of writing in this book as it is written the second person. Once I got past that, I thoroughly enjoyed the story. The main character finds out her sister is missing and then ultimately is dead. Her journey to find the truth of how her sister died was convoluted and heart breaking but eventually lead her to discover the truth. During her investigation she finally begins on the path to acceptance and healing. Very well written with many twists and turns. Great whodunnit novel.
- Calificación: 2 de 5 estrellas2/5I found that the author of this book just droned on and on without getting to the point. The ending was a total letdown and unbelievable .
- Calificación: 4 de 5 estrellas4/5This was a great read, though I didn't care for the genetic therapy angle of the story. It didn't fit for me.
- Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Usually, I don't go for this genre, but struggled to put down this particular book so I could get to bed!
- Calificación: 4 de 5 estrellas4/5When Beatrice's sister is found dead, authorities rule it a suicide. Beatrice refuses to believe that her sister would take her own life and tries to reconstruct her last days to discover the truth. The people she meets, and the secrets she uncovers will keep you guessing until the very end.
- Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Excellent first novel by Rosamund Lupton. An emotional page turner from the beginning phone call of her sisters disappearance, her search for answers about Tess's final days, her burial, and swirling conclusion, leaves you wanting to wrap your arms around Bee as she uncovers things about herself through her sister. You won't be disappointed.
- Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Sometimes just after I start reading a book, I read the end. I'm glad that I didn't do that with 'Sister.' Although it was apparent that something wasn't quite right with the narrator's tale, I didn't guess what it was. When it became clear, it made sense which is a credit to Lupton. Overall, it was a well written, enjoyable book.
- Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Bee's sister Tess is missing and subsequently found dead. The death is ruled a suicide, but Bee is certain her sister was murdered. The book is written in the form of a letter from Bee to Tess outlining what happens from the time Tess is determined to be missing and Bee's struggle to get anyone to believe her.
There is a twist at the end of the book, but for me it wasn't as shocking and unexpected as others have deemed it. Although it does give the story a nice little edge I actually found it, in hindsight, to be rather logical.
One thing I will say, is that I really dislike it when an author leaves the outcome of the story up to the reader. - Calificación: 4 de 5 estrellas4/5A thriller in the form of a letter by a woman to her missing younger sister. At the end there is a ferocious twist.
- Calificación: 4 de 5 estrellas4/5'My sister would never have killed herself.'When Beatrice hears that her little sister, Tess, is missing, she returns home to London on the first flight available. But Bee is unprepared for the terrifying truths she must face about her younger sibling when Tess's broken body is discovered in the snow.The police, Bee's friends, her fiancé and even her mother accept the fact that Tess committed suicide. But nobody knows a sister like a sister, and Bee is convinced that something more sinister is responsible for Tess's untimely death. So she embarks on a dangerous journey to discover the truth, no matter the cost.My Thoughts:After reading a couple of books that I found a bit a drab and average this book was just what I needed to get me into reading mode.It is a none stop, not be able to put down thriller. Every page that I turned was a good as the last. What did it for me was that I was behind Beatrice all the way egging her on to find out the truth. I have two sisters myself and I would have done exactly the same myself. The book was realistic and it was hard to work out who actually was the baddie and I was guessing then changing my mind , then I didn’t guess correct in the end. I can see that this book would give a good discussion at book group as there is nothing no more important than family. My only negative was the ending and I couldn’t see why it was what it was. I really can’t explain myself here without creating a massive spoiler. The book is still a worthy read all be it a bit muddling at the end and I would recommend this read.
- Calificación: 4 de 5 estrellas4/5When Beatrice"s sister turns up dead she sets oout to find answers. She finds out alot about herself in the process. This is a page turner as wellas a book about what sisters mean to one another.
- Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Sister is narrated by Beatrice, a twenty-something woman who has flown home to London from her life in New York because her younger sister, twenty-one year old Tess, has gone missing. Beatrice, or Bee as Tess would call her, writes a letter to her sister which in part describes the events surrounding her disappearance and in part is a memoir of their sisterhood, warts and all.
The book is basically a love letter from one sister to another and in that context it is a superb piece of writing. It delves into all the nuances of the relationship; the shared memories (good and bad), the slights (real and imagined), the words that were said and those that would have been taken back should the universe allow. It is a marvellous portrait of both the bond between the two sisters and the grief one feels at the unexpected disappearance of the other.
Where Tess is fun-loving, gregarious and artistic, Beatrice is reserved, seeks security and does not normally stand up for herself but over the course of the story Beatrice goes through a fairly fundamental shift in her personality which is, again, credibly drawn out. We also see Beatrice develop a deeper understanding of her mother’s motivations for various actions and behaviour and this relationship too is an interesting one to watch as it develops into one of adult equals more than parent and child.
I must admit I found the whodunnit element of the book less successful. It was so clunky in a couple of places I actually wondered someone (author or publisher) had pushed to squeeze the manuscript more deeply into a genre (I thought the prominently positioned pull quote from Jeffrey Deaver on the edition I read was serving the same, somewhat misguided, purpose). I’m out of touch with what’s hot in publishing circles right now but I think this would have been just as good a book, perhaps an even better one, without this somewhat clumsy element.
Nevertheless I enjoyed the book as a whole because the relationship of the sisters is depicted with a finesse and thoughtfulness you rarely see, particularly from a début author. I also had the added bonus of an outstanding narration of the audio book by Juanita McMahon. I’d read the first chapter or so of the book in print form (on someone else’s kindle) before reaching the top of the library’s audio queue (long before I was ever going to get near the top of the print queue). McMahon’s depiction of Bee was just as I had imagined.
My rating 3.5 stars - Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Double-frame convention ended up being a little awkward at the end...but otherwise quite interesting and fairly well-written. Yay for ending the year on a good read!
- Calificación: 4 de 5 estrellas4/5An excellent book! A murder mystery embedded in a novel. A tale of sisterhood, love, determination, and genetic enhancement vs. genetic therapy. I loved the phrase: "She panned life for gold every day....and found it!"
- Calificación: 4 de 5 estrellas4/5I enjoyed this one.
I thought the narrative was interesting. sister kept me interested all the way through, and the end surprised me. - Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Sometimes its good to have a page turning thriller. This one was pretty easily predictable from about the 1/2 way point. But it was still gripping enough to have me continue through the end to see how everything fit together. It did suffer from one of my greatest pet peeves of first person narratives - the protagonist (especially at the beginning of the book) keeps promising that things will reveal themselves in good time. Yes. Yes. We know that otherwise we wouldn't have a whodunit. Anyway - a good airplane / beach read.
- Calificación: 2 de 5 estrellas2/5Started out slow and the ending fell flat which is a bummer because I really thought her writing was good and that the plot had potential.
- Calificación: 5 de 5 estrellas5/5I LOVED this book. I started it after reading a not so good book and I actually read it all in one day! It was my book club pick and I am going to rave about it! A poignant story about a woman whose sister disappears and she writes a letter about how she feels and her actions.
- Calificación: 5 de 5 estrellas5/5A debut novel, a 5, completed 7/13. An early review mentioned the inevitable Hitchcock tag, and it feels like his material, but there is no strong male hero here. AH would never have done this book. But more than one surprise is in store, most revealed in the last few pages (you'll never guess). Very well written, great characters, best read of the summer.
- Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Compelling drama....Bea has come back to London when her mother called to say that her sister, Tess, was missing. Tess was a person who always took the "free and artsy" way to life, and her sister, Bea, was more staid. The police are convinced that Tess took her own life. Bea, however, feels otherwise and is looking for the connection between the death of her child and Tess's death.
- Calificación: 5 de 5 estrellas5/5This book is fabulous. It’s a crime novel, but the narrative is unique and tender. It’s a slower paced book, with lots of detail, but it’s all needed, there are no superfluous passages. The story is about finding the killer of an art student in London, however, we learn far more about the devotion between two sisters and their mother. There are some surprises along the way and some heartbreaking moments. Rosamund Lupton writes beautifully and I hope she writes more novels.
- Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Quick & enjoyable page-turning read. Quite moving in places.
- Calificación: 5 de 5 estrellas5/5I really liked this novel. I got hooked from the start. It´s well written and you can´t stop reading because you have to find out what has happened and what IS happening. It´s much more than a mystery novel. It´s a novel about love, loss, relations, ethics. Read it!
- Calificación: 4 de 5 estrellas4/5A compelling read that had me gripped from the first page. I sympathised with the characters and felt the emotions. Well written and researched. However, I personally found the twist at the end predictable. I would recommend this book to people who like a 'whodunnit' style of writing.
- Calificación: 4 de 5 estrellas4/5The story of one sister trying to find another. She pieces together her last movements and ultimately finds out what happened to her. There is an interesting twist to the story that I didn't really like but it was a very good read that I looked forward to every night. I thought it was very well written and clever. Read in Nov2010
- Calificación: 4 de 5 estrellas4/5This emotional story of love loyalty and loss describes Beatrice's journey to discover the events which led to her younger sister's disappearance. The storyline twists and turns right to the end eventually leading to a very satisfying conclusion.
- Calificación: 2 de 5 estrellas2/5I think I was supposed to find this creepy or chilling or thought-provoking, but I mainly found it melodramatic and preposterous.
- Calificación: 5 de 5 estrellas5/5When her mom calls to tell her that Tess, her younger sister, is missing, Bee returns home to London on the first flight. She expects to find Tess and give her the usual lecture, the bossy big sister scolding her flighty baby sister for taking off without letting anyone know her plans. Tess has always been a free spirit, an artist who takes risks, while conservative Bee couldn't be more different. Bee is used to watching out for her wayward sibling and is fiercely protective of Tess (and has always been a little stern about her antics). But then Tess is found dead, apparently by her own hand. As a determined Bee gives her statement to the lead investigator, her story reveals a predator who got away with murder - and an obsession that may cost Bee her own life.
Vista previa del libro
Hermana - Rosamund Lupton
HERMANA
Rosamund Lupton
Traducción de María Alberdi
HERMANA
V.1: Enero, 2016
Título original: Sister
© Rosamund Lupton, 2010
© de la traducción, María Alberdi, 2011
© de esta edición, Futurbox Project, S. L., 2016
Diseño de cubierta: Estudio D+C
Publicado por Principal de los Libros
C/ Mallorca, 303, 2º 1ª
08037 Barcelona
info@principaldeloslibros.com
www.principaldeloslibros.com
ISBN: 978-84-16223-45-9
IBIC: FA
Conversión a ebook: Taller de los Libros
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser efectuada con la autorización de los titulares, con excepción prevista por la ley.
HERMANA
Cuando Beatrice recibe una llamada de su madre que le dice que su hermana pequeña ha desaparecido, regresa inmediatamente a Londres. Pero conforme averigua las circunstancias de la desaparición de Tess, descubre lo poco que en realidad sabía de la vida de su hermana.
La policía, el novio de Beatrice e incluso su madre aceptan que han perdido a Tess, pero Beatrice se niega a abandonarla y se embarca en una peligrosa búsqueda de la verdad a toda costa. Nada la ha preparado para los aterradores hechos que va a descubrir.
«Increíble desde la primera hasta la última página. El suspense es tremendo, pero además la novela posee una intensidad emotiva que te llena los ojos de lágrimas. Escrita con el poder y el garbo de una joven Daphne du Maurier, esta fantástica novela anuncia la llegada de un verdadero talento.»
The Daily Mail
«Igual que Kate Atkinson, Patricia Highsmith y Ruth Rendell, Lupton sabe construir suspense… Hermana proporciona una descarga de adrenalina capaz de provocar un escalofrío en una tarde soleada.»
The New York Times
«La historia se vuelve más escalofriante a medida que avanza, te absorbe por completo y te mantiene al borde de la silla hasta el final.»
The Sun
«La primera novela de Lupton es un triunfo magistral y superlativo al que los lectores se engancharán desde la primera página intentando adivinar qué pasará.»
Booklist
ÍNDICE
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Agradecimientos
Después
Sobre la autora
A mis hijos Cosmo y Joe
No podría estar más orgullosa
A mis padres, Kit y Jane Orde-Powlett,
por su don vital del apoyo.
Y a Martin, mi marido, con todo mi amor.
«¿Dónde encontraremos una mejor hija, o una hermana más amable o amiga más sincera?»
Jane Austen, Emma
«Pero de la esencia de las flores,
aunque llegue su invierno,
Y su apariencia sea prestada,
siempre permanece, dulce, la sustancia»
Shakespeare, Soneto 5
Capítulo 1
Domingo noche
Querida Tess,
Te necesito, ahora mismo, en este preciso momento, para poder coger tu mano, mirar tu rostro, escuchar tu voz. ¿Cómo puede una carta sustituir el hecho de tocarte, verte y escucharte, con todos esos receptores sensoriales y nervios ópticos y vibrantes tímpanos? Pero no es la primera vez que hemos logrado utilizar las palabras como mensajeros, ¿verdad? Como cuando me fui al internado y tuvimos que reemplazar los juegos y las risas y las confidencias en voz baja por las cartas que nos escribíamos. No recuerdo qué puse en mi primera carta, solo que utilicé un rompecabezas, hecho pedazos, para evitar los ojos inquisitivos de la profesora responsable de mi colegio. (Adiviné correctamente que su niña interior, la que era capaz de resolver rompecabezas, la había abandonado hacía tiempo). Pero recuerdo palabra por palabra tu respuesta de niña de siete años a mi nostalgia fragmentada, y que no pude leer tu escritura hasta que acerqué una linterna al papel. Desde entonces, la bondad tiene aroma de limones.
A los periodistas les gustaría esa pequeña historia, me convertiría en una especie de detective de zumo de limón, incluso de pequeña, y demostraría lo cerca que, como hermanas, siempre hemos estado una de la otra. Ahora están frente a tu apartamento, con sus cámaras y sus técnicos de sonido (de caras sudorosas, chaquetas sucias, y cables que se arrastran por los peldaños de la escalera y se enredan en la barandilla). Sí, eso ha sido algo obvio, ¿pero cómo te lo iba a decir, si no? No estoy segura de qué pensarás al convertirte en alguien famoso, o algo así, pero sospecho que te parecería un poco divertido. Divertido con risitas y divertido raro. A mí solo me parece raro, pero también es cierto que nunca he compartido tu sentido del humor, ¿verdad?
—Pero esto es serio, te han amonestado —dije yo—. La próxima vez te expulsarán definitivamente y mamá ya tiene bastantes problemas.
Te habían descubierto entrando de contrabando tu mascota, un conejito, en el colegio. En ese momento yo era, más que nunca, tu hermana mayor.
—También es divertido, ¿no, Bee? —me preguntaste, apretando los labios para no echarte a reír. Me recordaste a una botella de Aquarius, con risitas efervescentes elevándose, destinadas a escaparse con un silbido y estallar en la superficie.
Pensar en tu risa me basta para sentirme valiente y me acerco a la ventana.
En el exterior, reconozco a un periodista de un canal de noticias por satélite. Estoy acostumbrada a ver su rostro aplastado en dos dimensiones, en una pantalla de plasma en la privacidad de mi apartamento de Nueva York, pero ahora está aquí, real como la vida misma, encarnado en tres dimensiones y de pie en Chepstow Road, devolviéndome la mirada fijamente a través de la ventana de Tu sótano. Mis dedos tienen ganas de apretar el botón de off en el mando a distancia; en lugar de eso, corro las cortinas.
Pero es peor ahora que cuando los veía. Sus luces miran furiosas a través de las cortinas, los ruidos que hacen resuenan contra las ventanas y las paredes. Su presencia es como un peso que podría abrirse paso, como una excavadora, hasta tu salón. No me extraña que los llamen la prensa; si esto se prolonga durante mucho más tiempo, creo que podría asfixiarme. Sí, bien, quizá eso ha sido un poco dramático, probablemente tú estarías ahí fuera, ofreciéndoles un café. Pero ya sabes que me enfado fácilmente y soy puntillosa cuando se trata de mi espacio personal. Iré a la cocina e intentaré dominar la situación.
Aquí todo es más apacible, y eso me da tranquilidad para pensar. Resulta gracioso pensar en lo que me sorprende ahora. A menudo se trata de los detalles más nimios. Por ejemplo, ayer un periódico publicaba que, como hermanas, siempre habíamos estado muy unidas, pero ni siquiera mencionaban cuántos años nos llevamos. Quizá no importa, ahora que ya somos adultas, pero de niñas parecía tanto. «Cinco años es mucha diferencia…», decía la gente que no lo sabía, subiendo la entonación al final para convertir la frase en una pregunta. Y las dos pensábamos en Leo, y en el hueco que él dejó, aunque quizá vacío sería una palabra más adecuada, aunque jamás la pronunciamos, ¿te acuerdas?
Al otro lado de la puerta trasera oigo a una periodista hablando por su móvil. Debe estar dictándole algo a su interlocutor, porque mi propio nombre me asalta, «Arabella Beatrice Hemming». Mamá dijo que nadie me llamó nunca por mi primer nombre, así que siempre he supuesto, que incluso cuando era un bebé, sabían que no era ninguna Arabella, un nombre con lazos y florituras y caligrafía de tinta negra: un nombre que en su interior contiene chicas que se llaman Bella o Bells o Belle, tantas posibilidades hermosas. No, desde el principio quedó claro que yo era Beatrice, sensata y sin ornamentos, en Times New Roman, sin nadie escondido en mi interior. Papá escogio el nombre de Arabella antes de que yo naciera. La realidad debió ser una decepción.
Vuelvo a oír a la periodista, esta vez una llamada distinta, creo. Se disculpa por tener que trabajar hasta tarde. Tardo un poco en comprender que soy yo, Arabella Beatrice Hemming, la causa de su retraso. Mi primer impulso es salir fuera y pedirle perdón, pero ya me conoces, siempre la primera en ir corriendo a la cocina en cuanto mamá empezaba a emitir sus señales de tam-tam furioso, moviendo sartenes y ollas con estrépito. La periodista se aleja de la puerta. No puedo distinguir lo que dice pero sí percibo su tono, apaciguador, un poco defensivo, como si caminara con cuidado. De repente su voz ha cambiado. Debe estar hablando con un niño. Su tono se filtra por la puerta y las ventanas, y su calidez envuelve tu piso.
Quizá debería ser amable con ella, y decirle que se vaya a su hogar. Tu caso está sub iúdice así que no me permiten hablar con ellos hasta después del juicio. Pero ella, como los demás, ya lo sabe. No intentan averiguar hechos acerca de ti, sino emociones. Quieren que retuerza la manos, y así conseguir un primer plano de mis nudillos blancos. Quieren ver lágrimas escapar de mis ojos y deslizarse como caracoles por mi mejilla, dejando un rastro de rímel negro. Así que me quedo dentro.
Los periodistas y su séquito de técnicos se han ido por fin, dejando una marea de cenizas de cigarrillos en los peldaños de la puerta de entrada de tu apartamento, mientras las colillas apagadas sobresalen de tus macetas de narcisos. Mañana pondré ceniceros. En realidad, juzgué mal a alguno de ellos. Tres se disculparon por su intrusión, y un cámara incluso me trajo crisantemos de la floristería de la esquina. Sé que a ti nunca te gustaron.
—Es que son de color marrón otoñal, como los uniformes de la escuela, incluso en primavera —decías, sonriendo, tomándome el pelo porque valoraba una flor en función de su pulcritud y longevidad.
—A veces los crisantemos tienen un color muy brillante —dije sin sonreír.
—Chillón. Pensado para que destaque en medio de hectáreas de cemento, en los parterres que hay delante de los garajes.
Pero estos ejemplos marchitos son brotes de inesperada bondad, un ramillete de compasión tan sorprendente como las prímulas al borde de una carretera.
El cámara que me trajo los crisantemos me ha dicho que esta noche las noticias de las diez van a emitir un «especial» sobre tu historia. Acabo de telefonear a mamá para contárselo. Creo que en cierto modo, a su extraña manera típica de mamá, está orgullosa de la atención que te dedican. Y seguiría así durante un tiempo. Según uno de los técnicos de sonido, mañana llegarán los medios de comunicación extranjeros. Es divertido, sin embargo —extraño— que cuando traté de decírselo a la gente hace unos meses, nadie quiso escucharme.
Lunes tarde
Ahora todo el mundo presta atención: la prensa, la policía, los abogados. Sus plumas anotan, las coronillas se inclinan hacia delante, las grabadoras ronronean. Esta tarde voy a declarar frente a un abogado de la Fiscalía de la Corona, para preparar el juicio que tendrá lugar dentro de cuatro meses. Me han dicho que mi declaración es de vital importancia para la fiscalía, pues soy la única persona que conoce todos los detalles de la historia.
El señor Wright, el abogado de la fiscalía que me toma mi declaración, está sentado frente a mí. Creo que debe tener unos treinta y tantos años pero quizá sea joven, y lo que sucede es que su rostro ha escuchado demasiadas historias como la mía. Su expresión es despierta y se inclina muy ligeramente hacia mí, como si quisiera animarme a compartir mis confidencias con él. Creo que sabe escuchar, pero no sé qué tipo de hombre es.
—Si le parece bien —dice—, me gustaría que me lo contara todo desde el principio, y más tarde ya veré qué aspectos son más relevantes.
Asiento.
—No estoy del todo segura de cuál es el principio.
—¿Quizá cuando se dio cuenta de que algo iba mal?
Reparo en que lleva una camisa de lino italiana muy bonita, y una corbata de poliéster con un estampado muy feo. La misma persona no puede haber escogido las dos prendas. Una de las dos tiene que ser un regalo. Si es la corbata, se la pone porque es un buen hombre. No estoy segura de habértelo dicho, pero ahora mi mente tiende a divagar cuando no le gusta lo que se trae entre manos.
Levanto la vista y le miro a los ojos.
—Fue la llamada telefónica de mi madre, diciendo que había desaparecido.
***
Cuando mamá llamó, estábamos celebrando una comida de domingo. Los platos, comprados en nuestro deli local, eran típicos de Nueva York: modernos e impersonales; lo mismo se podía decir de nuestro apartamento, de nuestros muebles y de nuestra relación. Ninguno de ellos eran caseros. La Gran Manzana sin corazón. Te ha sorprendido este cambio radical de tono, lo sé, pero nuestra conversación sobre mi vida en Nueva York puede esperar.
Esa mañana volvíamos de un «fin de semana romántico en la nieve» en una cabaña en Maine, donde habíamos celebrado que me habían ascendido recientemente a directora de cuentas. Todd disfrutaba contándole a nuestros invitados la última aventura que habíamos vivido:
—No es que esperásemos una bañera hidromasaje, pero una ducha caliente nos hubiera ido bien, y también una línea de teléfono. Tampoco podíamos utilizar los móviles: nuestro proveedor no tiene repetidores en la cima de la montaña.
—¿Y fue un viaje espontáneo? —preguntó Sarah con incredulidad.
Como sabes, Todd y yo no éramos precisamente conocidos por nuestros impulsos espontáneos. El esposo de Sarah, Mark, la miró:
—Cariño.
Ella le sostuvo la mirada y dijo:
—Odio esa palabra, «cariño». Es un código para decir «cierra la boca», ¿no os parece?
Sarah te gustaría. Quizá por eso somos amigas, porque desde el principio me recordó a ti. Se volvió hacia Todd y preguntó:
—¿Cuándo fue la última vez que tú y Todd os peleasteis?
—A ninguno de los dos nos gustan los números —dijo Todd, con cierto tono autocomplaciente, intentando poner punto final a la pregunta.
Pero no es fácil desalentar a Sarah.
—Así que tampoco os importa lo suficiente como para pelearos.
Hubo un silencio incómodo que yo rompí educadamente:
—¿Café o té de hierbas?
En la cocina empecé a moler granos de café, la única preparación culinaria que había hecho para esa comida. Sarah me siguió a la cocina, contrita.
—Lo siento, Beatrice.
—Ningún problema. —La perfecta anfitriona, sonriendo, calmando, moliendo café—. ¿Mark lo toma solo o con leche?
—Con leche. Nosotros tampoco nos reímos ya —dijo ella, subiéndose al mostrador de la cocina, y balanceando las piernas—. Y en cuanto al sexo…
Encendí el molinillo de café, esperando que el ruido la hiciera callar. Sarah gritó por encima:
—¿Y qué hay de tú y Todd?
—Estamos bien, gracias —repliqué, poniendo el café molido en nuestra máquina de espressos de setecientos dólares.
—¿Reís y folláis, todavía? —preguntó.
Abrí una caja de cucharitas de café de los años treinta, cada una con un esmaltado de color distinto, como dulces derretidos.
—Las compramos en una feria de antigüedades el domingo pasado, por la mañana.
—Estás cambiando de tema, Beatrice.
Pero tú te has dado cuenta de que no lo hice; que el domingo por la mañana, cuando las demás parejas se quedan en la cama y hacen el amor, Todd y yo estábamos en una feria de antigüedades, comprando. Siempre fuimos una gran pareja de compradores, mejor que amantes. Pensé que llenar nuestro apartamento de objetos que habíamos escogido era crear un futuro juntos. Te imagino tomándome el pelo, diciéndome que ni siquiera una tetera de Clarice Cliff es un sustituto del sexo, pero para mi era mucho más seguro.
Sonó el teléfono. Sarah lo ignoró.
—Sexo y risas. Son el corazón y los pulmones de una relación.
—Voy a contestar el teléfono.
—¿Cuándo crees que llega el momento de apagar el respirador artificial?
—Creo que debería contestar.
—¿Cuándo es preciso desconectar la hipoteca conjunta y la cuenta bancaria y los amigos mutuos?
Descolgué el auricular, aliviada por la excusa que necesitaba para interrumpir la conversación.
—¿Diga?
—Beatrice, soy mamá.
Llevabas cuatro días desaparecida.
No recuerdo haber hecho la maleta, pero sí que Todd entró justo cuando la cerraba. Me volví hacia él.
—¿En qué vuelo salgo?
—No hay ninguno hasta mañana.
—Pero tengo que irme ahora.
No habías ido al trabajo desde el domingo anterior. La encargada había tratado de llamarte, pero solo le saltaba el contestador. Se había acercado a tu apartamento pero no estabas ahí. Nadie sabía donde estabas. Ahora la policía te estaba buscando.
—¿Te importaría llevarme al aeropuerto? Cogeré cualquier vuelo hacia Londres que esté disponible.
—Llamaré un taxi —dijo Todd. Había bebido dos copas de vino. Antes, yo solía apreciar como una cualidad su extrema prudencia.
***
Por supuesto, no le digo nada de todo esto al señor Wright. Solo le cuento que mamá me llamó el 26 de enero a las tres y media de la tarde, hora de Nueva York, y me dijo que habías desaparecido. Como tú, él está interesado en la historia a grandes rasgos, no en los pequeños detalles. Incluso de pequeña, tus pinturas eran enormes, se derramaban por el borde de la página, mientras que yo delineaba mis cuidadosos dibujos con un lápiz y una regla y una goma de borrar. Más tarde, tú pintabas telas abstractas y expresabas enormes verdades con valientes estallidos de colores vívidos, mientras que yo estaba hecha a medida de mi trabajo en un departamento de diseño de una gran empresa, cotejando todos los colores del mundo contra un número de Pantone. Puesto que me falta tu habilidad para las grandes pinceladas, te contaré esta historia con puntos detallados y precisos. Espero que, como una pintura puntillista, los diminutos puntos formen una imagen y que cuando la haya terminado, comprendamos lo que sucedió y por qué.
—Así que hasta que su madre la llamó, ¿usted no tenía la menor sospecha de que hubiera un problema? —pregunta el señor Wright.
Siento la conocida oleada de culpa nauseabunda.
—No. No reparé en nada raro.
***
Viajé en primera clase porque era el único asiento libre que quedaba. Mientras volábamos por el país del limbo de las nubes me imaginé regañándote por obligarme a pasar por esto. Te hacía prometer que nunca volverías a montar un número así. Te recordaba que ibas a ser madre muy pronto, y que ya era hora de que empezaras a portarte como una adulta.
«Hermana mayor» no es un cargo en ninguna empresa, Bee.
¿Sobre qué te había sermoneado cuando me dijiste eso? Podrían ser tantas cosas; el hecho es que siempre he considerado que ser tu hermana mayor es un trabajo, para el cual soy especialmente apta. Y mientras volaba para encontrarme contigo, porque sabía que te encontraría (después de todo, cuidarte forma parte esencial de mis funciones), me reconfortaba la acostumbrada escena en la que yo, tu hermana mayor, madura y superior, le decía a mi alocada, irresponsable y joven hermana menor que debería portarse mejor a estas alturas.
El avión empezó a descender hacia Heathrow. El oeste de Londres se extendía a nuestros pies, apenas disimulado por la nieve. La luz del cinturón de seguridad se encendió y yo hice mi pacto con Dios: haría lo que fuera si te encontraban sana y salva. Y habría pactado con el diablo si se hubiera ofrecido.
Mientras el avión caía torpemente sobre la pista de aterrizaje asfaltada, mi enfado de fantasía se derrumbó para convertirse en una enfermiza ansiedad. Dios se convirtió en el héroe de un cuento de hadas infantil. Mis poderes de hermana mayor se redujeron a una quieta impotencia. Recordé visceralmente la muerte de Leo. El dolor, como si estuviera tragando despojos, me provocó náuseas. No podía perderte a ti también.
***
La ventana es sorprendentemente grande para una oficina, y la luz primaveral entra a raudales por ella.
—Así que enseguida estableció una conexión entre la desaparición de Tess y la muerte de Leo —dice el señor Wright.
—No.
—¿No acaba de decir que pensó en Leo?
—Pienso en Leo todo el tiempo. Era mi hermano —Estoy cansada de repetir lo mismo—. Leo murió de fibrosis quística cuando tenía ocho años. Tess y yo no teníamos la enfermedad, ambas nacimos perfectamente sanas.
El señor Wright se gira para apagar la potente lámpara de techo del despacho, pero por algún motivo el interruptor no funciona. Se encoge de hombros, como pidiéndome excusas, y vuelve a sentarse.
—¿Y qué sucedió después? —pregunta.
—Mamá fue a recibirme al aeropuerto y juntas fuimos a la comisaría.
—¿Le importaría contarme qué pasó?
***
Mamá me esperaba en la zona de llegadas de los vuelos con su abrigo Jaeger de color camello. A medida que me acercaba, me di cuenta de que no se había peinado y de que se había maquillado descuidadamente. Lo sé; no la había visto así desde el funeral de Leo.
—He venido en taxi desde Little Hadston. Tu avión llega tarde.
—Diez minutos, mamá.
A nuestro alrededor, los amantes y los parientes y los amigos se abrazan, reuniéndose. Nos sentíamos físicamente incómodas la una con la otra. No creo que ni siquiera nos diéramos un beso.
—Quizá haya tratado de telefonearme mientras estaba fuera —dijo mamá.
—Lo intentará de nuevo.
Pero yo había comprobado mi móvil un sinfín de veces desde que el avión había aterrizado.
—Es ridículo —continuó mamá—. No sé por qué espero que me llame. Prácticamente ya no me llamaba nunca. Supongo que era demasiado lío para ella, no lo sé. —Reconozco el primer atisbo de enfado—. ¿Y cuándo fue la última vez que se preocupó de venir a verme?
Me pregunto cuándo dará el siguiente paso y empezará a pactar con Dios.
Alquilé un coche. Solo eran las seis de la mañana, pero el tráfico ya era intenso en la carretera M4 hacia Londres; el arrastrarse frustrado y furioso de la hora punta —un nombre absurdo— ralentizado todavía más a causa de la nieve. Íbamos directas a la comisaría. No logré encender la calefacción del coche, y nuestras palabras salían entre nubecitas blancas que flotaban en el aire frío que había entre nosotras.
—¿Has hablado ya con la policía? —pregunté.
Las palabras de mamá parecían arrugar el aire, irritadas.
—Sí, pero no sirvió de nada. ¿Qué sé yo de su vida?
—¿Sabes quién les dijo que había desaparecido?
—El dueño del piso donde vivía. Amias no se qué —replicó mamá.
Ninguna de las dos recordábamos su apellido. Me pareció extraño que fuera tu casero, un hombre más bien mayor, el que informara a la policía de tu desaparición.
—Les dijo que la habían estado molestando por teléfono. Que había recibido llamadas —dijo mamá.
A pesar del frío glacial del coche, me invade una oleada de sudor.
—¿Qué tipo de llamadas?
—No lo precisaron —dijo mamá. La miré. Su rostro pálido y angustiado aparecía más allá de los bordes de su base de maquillaje, como una geisha de mediana edad cubierta de pasta de galleta Clinique.
Eran las siete y media pero aún estaba invernalmente oscuro cuando llegamos a la comisaría del distrito de Notting Hill. Las carreteras estaban llenas de coches pero el pavimento sobre el que acababan de echar gravilla estaba casi vacío. La única vez que había ido a una comisaría antes había sido para denunciar la pérdida de mi móvil; ni siquiera lo habían robado. Jamás fui más allá de la zona de recepción. Esta vez me escoltaron más allá, hacia el mundo ajeno de las salitas de interrogatorios y las celdas y los policías con cinturones de los que colgaban cachiporras y esposas. No tenía nada que ver contigo.
***
—¿Y fue entonces cuando conoció al sargento detective Finborough? —pregunta el señor Wright.
—Sí.
—¿Qué pensó de él?
Selecciono mis palabras con cuidado.
—Atento. Meticuloso. Honrado.
Me doy cuenta de que el señor Wright está sorprendido, pero lo oculta rápidamente.
—¿Recuerda algo de esa primera entrevista?
—Sí.
***
Al principio estaba conmocionada por tu desaparición, pero luego mis sentidos se agudizaron notablemente; veía demasiados detalles y colores, como si mi mundo fuera una película de animación de Pixar. Mis otros sentidos también estaban intensamente alerta; oía el sonido metálico de las manecillas del reloj, la pata de una silla rasgando el linóleo. Percibía el olor de un cigarrillo que desprendía una chaqueta colgada en la puerta. Era como si el ruido blanco hubiera subido de volumen, como si mi cerebro no pudiera desconectar de los detalles que no importaban. Todo era importante.
Una agente de uniforme acompañó a mamá a tomar una taza de té y me quedé sola con el sargento Finborough. Sus modales eran corteses, incluso anticuados. Por la ventana vi que caía aguanieve.
—¿Se le ocurre algún motivo por el cual su hermana se pudiera haber fugado?
—No. Ninguno.
—¿Se lo habría dicho?
—Sí.
—¿Usted vive en Estados Unidos?
—Nos llamamos y nos escribimos por correo electrónico continuamente.
—Así que están unidas.
—Mucho.
Por supuesto que estamos unidas. Somos distintas, sí, pero cercanas. La diferencia de edad jamás nos ha distanciado.
—¿Cuándo habló con ella por última vez? —me preguntó el sargento Finborough.
—El pasado lunes, creo. El miércoles nos fuimos de excursión a la montaña, por unos días. Intenté llamarla desde un restaurante unas cuantas veces pero su línea siempre comunicaba; es capaz de charlar durante horas con sus amigas.
Traté de sentirme irritada; después de todo, soy yo quién paga tu factura telefónica. Intenté sentir una emoción conocida y habitual.
—¿Y su móvil?
—Lo perdió hará unos dos meses, o se lo robaron. Es así de distraída. —De nuevo traté de sentir enfado.
El sargento Finborough hizo una breve pausa, pensando en la mejor manera de formular su siguiente frase. Su actitud era muy amable.
—¿Así que usted piensa que su desaparición no es voluntaria? —preguntó.
«No es voluntaria». Palabras amables para algo violento. En esa primera entrevista nadie pronunció la palabra «secuestro» o «asesinato». El sargento detective Finborough y yo habíamos llegado a un acuerdo tácito. Yo apreciaba su tacto; aún era pronto para ponerle nombre. Me obligué a preguntar:
—Mi madre me ha dicho que estuvo recibiendo llamadas molestas.
—Según su casero, sí. Desafortunadamente, no le dio demasiados detalles sobre qué decían. ¿Le habló Tess de esas llamadas?
—No.
—¿Y tampoco le dijo nada sobre si se sentía asustada o amenazada? —preguntó.
—No, nada de eso. Estaba normal; feliz. —Yo también tengo una pregunta—. ¿Han comprobado todos los hospitales?
Al decirlo, me di cuenta de lo maleducada que sonaba, y de la crítica implícita.
—Se me ocurrió que quizá se ha puesto de parto antes de tiempo.
El sargento detective Finborough dejó su taza de café y el sonido me sobresaltó.
—No sabíamos que estaba embarazada.
De repente, aparecía una boya salvavidas, así que nadé a por ella.
—Si se hubiera puesto de parto, podría estar en un hospital. ¿No se habrá puesto en contacto con las secciones de maternidad de los hospitales, verdad?
—Le hemos pedido a los hospitales que comprueben las altas de todos sus pacientes, y eso incluye las maternidades —replicó, y la boya se alejó.
—¿Cuándo será el nacimiento? —preguntó.
—Dentro de unas tres semanas, algo menos.
—¿Sabe quién es el padre?
—Sí. Emilio Codi. Es un profesor en su facultad de Bellas Artes.
No lo dudé, ni un segundo. La hora de la discreción había acabado. El sargento detective Finborough no demostró ninguna sorpresa, pero quizá eso forma parte del entrenamiento de un policía.
—Fui a su facultad… —empezó a decir, pero le interrumpí. El olor del café en su vaso de plástico se había vuelto demasiado fuerte; me mareaba.
—Debe estar muy preocupada por ella.
—Me gusta ser precisa.
—Sí, por supuesto.
No quería que el sargento Finborough pensara que estaba histérica, sino que era una persona razonable e inteligente. Recuerdo que pensé que no debería importarme lo que pensara de mí. Más tarde descubrí que sí importaba, y mucho.
—Hablé con el señor Codi —dijo el sargento Finborough—. No me dijo que mantuviera ninguna relación con Tess, aparte de que había sido alumna suya.
Emilio aún te niega, incluso ahora que has desaparecido. Lo siento. Pero eso es lo que su «discreción» siempre fue: negación, escondida detrás de un sustantivo más aceptable.
—¿Sabe por qué el señor Codi no nos reveló su relación con Tess? —preguntó.
Lo sabía demasiado bien.
—La facultad prohíbe las relaciones sexuales entre profesores y alumnos. También está casado. Cuando la barriga de Tess empezó a notarse, hizo que se cogiera un año sabático.
El sargento Finborough se puso en pie; su actitud ha cambiado de marcha, ahora es más policía que profesor de Oxbridge.
—Hay un programa de noticias locales que a veces utilizamos para las personas desaparecidas. Me gustaría preparar una reconstrucción televisada de sus últimos movimientos conocidos.
En el exterior del marco metálico de la ventana, cantó un pájaro. Me acordé de tu voz tan vívidamente que era como si tú estuvieras en la habitación conmigo:
—En algunas ciudades, los pájaros ya no se oyen por encima del ruido. Al cabo de un tiempo se olvidan de la complejidad y de la belleza de la canción de sus semejantes.
—¿Qué demonios tiene que ver eso con Todd y conmigo? —pregunté.
—Algunos dejan de cantar totalmente, y empiezan a imitar sin el menor fallo las alarmas de los coches.
Mi voz sonaba enfadada e impaciente.
—Tess.
—¿Todd es capaz de escuchar tu canción?
En aquel momento deseché tu repentina intensidad emocional como algo que yo había dejado atrás hacía años. Pero en aquella salita de la comisaría, recordé de nuevo nuestra conversación, porque pensar acerca de los pájaros que cantaban, o sobre Todd, o sobre cualquier otra cosa, era una vía de escape de las implicaciones de lo que estaba sucediendo. El sargento detective Finborough se percató de mi angustia.
—Creo que es mejor pasarnos de prudentes. Especialmente ahora, que sé que está embarazada.
Dio instrucciones a unos policías de menor rango. Hablaron de traer un cámara y de quién haría de ti. Yo no quería que una extraña te imitara, así que me ofrecí a hacerlo. Mientras nos íbamos de la sala, el sargento detective Finborough se giró hacia mí y dijo:
—¿El señor Codi era mayor que su hermana?
Quince años. Y tu profesor. Debería haberse convertido en una figura paterna, no en tu amante. Si, ya sé que te lo he dicho muchas veces ya, hasta el punto en que construí una masa crítica que te obligó a decirme, más o menos, que me fuera a tomar viento, excepto que solo tú decidiste escoger una frase equivalente y me dijiste que dejara de meter mi nariz en tus asuntos. El sargento Finborough aún está esperando mi respuesta.
—Me preguntó si estoy unida a mi hermana, no si la comprendo.
Ahora creo que sí, pero entonces no.
El sargento Finborough me explica más detalles sobre la reconstrucción que vamos a hacer.
—Una mujer que trabaja en la oficina de correos de Exhibition Road recuerda que Tess compró una postal y también sellos, poco tiempo antes de las dos de la tarde. No nos dijo que estuviera embarazada, pero supongo que con el mostrador separándolas quizá no lo vio.
Veo que mamá se acerca por el pasillo hacia nosotros mientras el sargento Finborough prosigue:
—Tess mandó la postal desde la misma oficina de correos poco después de las dos y cuarto.
La voz de mamá restalla, su paciencia exhausta.
—Era una tarjeta para felicitarme el cumpleaños. No viene a verme desde hace cuatro meses, y casi nunca llama. Pero me manda una postal, como si eso lo arreglara todo.
Un par de semanas antes te recordé que se avecinaba el cumpleaños de mamá, ¿verdad?
Antes de seguir, puesto que quiero ser lo más honesta posible al contar esa historia, tengo que admitir que tenías razón acerca de Todd. No era capaz de escuchar mi canción, porque yo no