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Diez negritos
Diez negritos
Diez negritos
Libro electrónico170 páginas2 horas

Diez negritos

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Información de este libro electrónico

Diez negritos es una trepidante obra de intriga en la que diez personas sin relación alguna entre sí son invitadas a la lujosa mansión en un islote de la costa inglesa del señor Owen, al que ninguno de sus invitados conoce. Tras la primera cena juntos, los diez comensales son acusados a través de un magnetófono de haber cometido un crimen. Una vieja canción infantil contiene el misterio de una tremenda pesadilla.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento16 feb 2023
ISBN9788472546783
Diez negritos
Autor

Agatha Christie

Agatha Christie is the most widely published author of all time, outsold only by the Bible and Shakespeare. Her books have sold more than a billion copies in English and another billion in a hundred foreign languages. She died in 1976, after a prolific career spanning six decades.

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    Diez negritos - Agatha Christie

    DIEZ NEGRITOS

    Agatha Christie

    Century Carroggio

    Derechos de autor © 2023 Century Carroggio

    Reservados todos los derechos.

    Introducción: Juan Leita

    Traducción: Francisco Abril Moreno

    Portada: Santiago Carroggio

    Ninguna parte de este libro puede ser reproducida ni almacenada en un sistema de recuperación, ni transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico, o de fotocopia, grabación o de cualquier otro modo, sin el permiso expreso del editor.

    Contenido

    Página del título

    Derechos de autor

    Introducción al autor y su obra

    DIEZ NEGRITOS

    La canción de «Los diez negritos»

    ACTO PRIMERO

    ACTO SEGUNDO

    Cuadro primero

    Cuadro segundo

    ACTO TERCERO

    Cuadro primero

    Cuadro segundo

    Introducción al autor y su obra

    Juan Leita

    La fama de Agatha Christie es tan considerable en el campo de la novela policíaca que la inmensa mayoría de la gente identifica el género con una obra de la famosísima autora inglesa. Sus novelas, continuamente reeditadas, aparecen en todas las librerías de los aeropuertos y de las estaciones de ferrocarril como una poderosa tentación para los viajeros. Su nombre va ligado de una forma sinónima con la agradable distracción y el ingenioso pasatiempo. Por esto su obra ha constituido también el más importante bestseller en el ámbito concreto de la novela policíaca y quizá igualmente o de manera parecida en el terreno general de la novela. No sin razón afirmaba Bernard Shaw que Agatha Christie era la mujer a la que más ganancias había producido el crimen después de Lucrecia Borgia.

    La constante adaptación de sus novelas a la pantalla constituye también una muestra inequívoca de su enorme popularidad. Diez negritos ha visto plasmar varias veces en el celuloide su trama extraordinariamente única y fuertemente original. Igualmente, Asesinato en el Orient Express apareció en la pantalla con un brillante reparto y una excelente interpretación. Basta recordar que la actriz Ingrid Bergman consiguió un nuevo Oscar por su participación enormemente precisa y ajustada en este film.

    Sería largo y prolijo intentar una reseña de todos los datos y valores que distinguen a Agatha Christie como uno de los nombres más relevantes de nuestra época. Por otra parte, si ello se hiciera con el mero fin de presentar la personalidad y la obra de la celebérrima autora, sería también algo totalmente superfluo. ¿Qué cabe decir de alguien que ha conseguido mantener en cartel durante varias décadas una pieza teatral en el Ambassadors de Londres, como es el caso de La ratonera? Después de dar la vuelta al mundo, la ingeniosa trama sigue representándose sin cesar con la misma afluencia de público. Se trata de un hecho realmente único.

    Agatha Christie inició su brillantísima carrera con la publicación en 1920 de la novela titulada El misterioso caso de Styles. Desde entonces tuvo una dilatadísima y exitosa carrera. La crítica literaria ha mostrado diversas tendencias en el momento de enjuiciar su inmensa y variada producción. Por una parte, se admiraba y se alababa su poderoso poder de creación en el campo del enigma y de la situación ingeniosa. Por otra, se criticaba su falta de juego limpio en el planteamiento y su pretendida intención de engañar al lector. Por una parte, se elogiaba su aguda percepción psicológica y, por otra, se apuntaba la excesiva retórica y el carácter un tanto trasnochado de sus más famosos personajes.

    Hay algo, sin embargo, que apenas ha sido remarcado en su popularísima producción, es evidente que Christie posee un don que la distingue y determina entre todos los demás autores del género. Este don es el poder mágico de la plasticidad: es decir, la capacidad de corporeizar una idea, de transformar en objeto sensible para los sentidos lo que, en su origen, es intuición abstracta impalpable.

    En efecto, aun cuando se haya podido llegar a pensar que las novelas de Agatha Christie empezaban a perder interés por la desintegración de los elementos clásicos que las especifican, lo cierto es que siguen perdurando por el auténtico valor que las determina: la situación original del objetivo, de los actores, de la luz y de la sombra, de la poesía, del sentimiento, en una palabra: la mágica plasticidad de una trama. ¿No es acaso esto y solo esto lo que se admira en Diez negritos? En el fondo, al lector verdadero poco le importa el «juego limpio», el proceso analítico, el encadenamiento lógico de las pistas. Lo que todo el mundo ha de admirar en realidad es el acontecimiento único, la belleza de la situación, la luz y la sombra que nacen del poder estético de la trama. ¿No es acaso esto y solo esto lo que uno goza en Testigo de cargo? No se trata ni de análisis ni de prosecuciones lógicas de la verdad. Lo que todo el mundo disfruta es la originalidad de la peripecia, la poesía y el sentimiento inherentes al suceso, la condición estéticamente perfecta de los actores, tal como se admiraba en la espléndida versión cinematográfica protagonizada por Charles Laughton, Tyrone Power y Marlene Dietrich.

    El recalcar esta soberanía de la «plasticidad» en las novelas de Christie resulta de trascendental importancia. Dorothy L. Sayers anunciaba ya a comienzos de los años treinta que, tarde o temprano, la novela-problema desembocaría en un auténtico callejón sin salida, ya que los lectores aprenderían finalmente los «trucos» empleados por lo común dentro del género.

    La novela policíaca clásica se vería condenada a la desintegración, de seguir en el terreno del enigma y en la empeñada tarea de descubrir quién es el criminal.

    Muchos años más tarde, en 1958, el Sunday Times empezó a publicar los resultados de una encuesta que parecían confirmar por entero aquellas predicciones. La última novela elegida era ya una clara muestra de cómo los gustos se habían desplazado evidentemente del planteamiento clásico, para acoger un nuevo tipo de trama mucho más cercana a la novela psicológica o social.

    Con esta ocasión, Edmund Wilson publicó un artículo muy representativo titulado ¿A quién le preocupa saber quién mató a Roger Ackroyd? En él se resumía la evolución del género, señalando concretamente que la novela-enigma había perdido ya todo interés. El proceso analítico y la incógnita del criminal ya no representaban ningún aliciente. Habían caído en la cima de la reiteración y del esquematismo superficial. Desde entonces había de prevalecer la novela en la que abundasen cada vez más los elementos sociales y eminentemente psicológicos.

    Con todo, a pesar de que el punto crucial de la ruptura se determinaba con la alusión directa a la famosa novela de Agatha Christie El asesinato de Roger Ackroyd, es desde luego evidente que se soslayaba por completo el valor auténtico y decisivo de las obras de Christie. Aun cuando los gustos hubieran evolucionado con respecto a los ingredientes reseñados de la novela clásica, todavía no se había dicho nada de aquella cualidad definitiva que acabamos de destacar en la obra de la genial autora inglesa.

    La verdad de la pregunta de Edmund Wilson se pondría únicamente de manifiesto si tuviera un tono melancólico. Porque, de hecho, lo que hay que poner de relieve con respecto a las obras de Agatha Christie es la independencia esencial que tiene su valor estético atemporal y objetivo frente a la experiencia humana referente a la evolución de la novela policíaca.

    La belleza de las situaciones ideadas por ella siempre es por sí misma algo más que una experiencia circunstancial de lo bello. Es siempre más que una sensación subjetiva, más que un juicio subjetivo. A esta cualidad y a este valor auténtico de sus obras hay que conservarlos y defenderlos frente a toda subjetivación y psicologización, tanto del concepto de la novela policíaca como de su experiencia concreta. Quizá los gustos se hayan desplazado ya enteramente del planteamiento clásico. Quizá se acoja con mayor aquiescencia un nuevo tipo de estructura narrativa mucho más cercana a la novela psicológica y social. El proceso analítico y la incógnita del criminal pueden haber perdido su antigua atracción inigualable. Es posible incluso que no se acomoden al gusto de la época los ambientes y los personajes creados por Agatha Christie. El plácido reposo de miss Jane Marple, su fisonomía inmóvil y elegante, parecerán antiguos adornos casi ya olvidados. El ambiente descrito tendrá el aire y el espíritu de algo añejo y circunstancialmente fenecido. Hércules Poirot recordará en sí mismo todos los ingredientes de una sociedad pasada.

    Todas estas son posibilidades que podrían ser objeto de discusión, ya que no son ni mucho menos evidentes. Pero la originalidad de la trama, la belleza del acontecimiento, la luz y la sombra que nacen del poder estético de la situación hacen exclamar a quienes conservan su sentido abierto para con la esencia de la obra de arte: «¡Qué extraordinario! Todo es maravillosamente perfecto y un suave espíritu de gravedad se

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