Gracias, Japón
Por Javier Landeras
3.5/5
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A lo largo del texto, los lectores se sorprenderán del enorme protagonismo de Japón en los campos más diversos: sus invenciones, los Premios Nobel, la arquitectura, la innovación, el manga, el anime, el cine y la cultura culinaria; sin pasar por alto sus poderosos iconos empresariales —que son modelos universales— y que sus productos inundan el mundo.
Debajo de todo esto, sin embargo, subyace una cultura milenaria que ha moldeado su carácter a lo largo de la historia: la propia lengua, el silencio, la modestia, la conciencia de grupo, la ética de trabajo, la estética, el zen, la perfecta imperfección, la simbología espiritual del monte Fuji… Y todo ello al servicio de la armonía.
El propósito de esta obra es, como diría Lafcadio Hearn, el gran japonólogo de finales del siglo XIX, alumbrar ecos y rastros del kokoro o espíritu japonés.
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Gracias, Japón - Javier Landeras
Spain
¡Gracias, Japón!
Me dispongo, querido lector que ha elegido este libro de entre otras diversas opciones, lo que sin duda le agradezco, a zarpar y navegar en su compañía por las difíciles aguas que supone realizar un retrato lo más fiel posible y al tiempo condensado, ameno y apasionante sobre Japón. Ese país al que los occidentales en general, y los españoles en concre- to, miramos con una mezcla de sentimientos, ya sea ad- miración, respeto, estereotipos, misterio, desconocimiento o incomprensión. Confío, con su buena disposición, en conseguir que al término de su lectura pueda haber adquirido una visión sobre este fascinante país y sus gentes que lo invite a profundizar en sus conocimientos. Le aseguro que merece la pena.
Debo decir, antes de proseguir, que tras haber residido en Japón durante quince años de mi vida y de haber estado vinculado personal y profesionalmente al país durante más de treinta, aún soy consciente de que cada día he de revisar mis percepciones y puntos de vista. Los extranjeros que se han adentrado a lo largo de la historia en el análisis de la cultu- ra y los comportamientos de sus gentes se han topado, como yo, con la realidad de que nada es blanco ni negro, antes bien, imperan los grises en las situaciones que surgen a cada paso. Los estudiosos de Japón aluden a las contradicciones y paradojas que impregnan su sociedad y, por tanto, emitir opiniones tajantes y contundentes lleva con frecuencia a tener que rebobinar a cada instante, reevaluando los juicios de valor. Con todo y con ello, resaltan multitud de valores y connotaciones de los que sin duda debemos aprender. Algunos pueden ser trasladables a nuestras formas de actuar, mientras que la mayoría están intrínsecamente ligados a unas inveteradas costumbres producto de los avatares de su historia y, por ello, difíciles de adaptar a nuestra cultura. Las primeras impresiones de apabullante fascinación que todo occidental que viaja por primera vez al país del sol naciente experimenta, la cortesía, el respeto, el trato delicado, la estética, la sensualidad, el orden y la formalidad de sus gentes, entre otras cualidades, son a lo largo del tiempo tamizadas y matizadas por las aristas que van descubriéndose. Y es que hay que entender que ninguna sociedad es perfecta, tampoco la japonesa, pero para los que pertenecemos a culturas distintas y distantes, saber descubrir con una mente abierta aquello que pueda enriquecernos de otros y tratar de aplicarlo a todos los niveles puede ser sinónimo de madurez.
Pues sí, habría que pronunciar a menudo «Gracias, Japón», como el propio título del libro indica, por todo cuanto podemos aprender de su historia, rasgos peculiares, comportamientos e inventos, no solo en la vida diaria del ciu- dadano de a pie, sino de sus empresas y políticos, a pesar de sus avatares, que sin duda los hay. Me viene a la memoria el discurso que el presidente norteamericano Obama pronunció en la Casa Blanca con motivo de la visita a Washington del primer ministro japonés Shinzo Abe, en abril de 2015, en que remarcaba los lazos de amistad y de familia que unen a ambos pueblos. Especificaba cómo, tanto durante su primera visita a Japón con seis años, como durante su infancia en Hawái y en el transcurso del tiempo en todo el país, había sentido la realidad de esa vinculación y se congratulaba por que los Estados Unidos de América fueran el hogar de tantos dignos japoneses norteamericanos. Añadía que esta visita era una oportunidad para que los norteame- ricanos, especialmente los más jóvenes, agradecieran a Japón todas sus contribuciones culturales que tanto adoran, como el karate, el karaoke, el manga o el anime o dibujos animados, y, desde luego, ¡¡por los emojis!! Sin duda, se trataba de una simplificación en un tono distendido para la ocasión.
Antes de adentrarnos en las peculiaridades de su cultura y de aquellos rasgos de su sociedad que más interesantes pueden parecernos, creo imprescindible abordar en este primer capítulo un recorrido panorámico de las aportaciones y los logros de los japoneses, que, no siendo exhaustivo, sí, al menos, puede ayudarnos a situar a Japón en muchas facetas de su verdadero protagonismo en el mundo, en algún caso deparando alguna que otra sorpresa.
Invenciones y Premios Nobel
Es poco conocido que la primera operación de cáncer de pecho realizada con anestesia general en el mundo fue llevada a cabo por el doctor Seishu Hanaoka en octubre de 1804, 40 años antes del experimento en que se utiliza éter como anestésico general realizado por el doctor Morton en la Universidad de Harvard. El doctor Hanaoka sintetizó un medicamento, el Tsusensan, que tenía como componente principal la planta mandarage (Datura alba), además de otras cinco hierbas medicinales. Fue un descubrimiento sorprendente, ya que en aquella época no existía el concepto de anestesia y el dolor se consideraba una virtud. Este logro fue presentado en una convención internacional de cirujanos celebrada en Chicago en 1954 y los documentos sobre Hanaoka aún se conservan en el Salón de la Fama del Colegio Internacional de Cirujanos de Chicago, del que Hanaoka aparece como miembro. Se cree que Kada, un famoso médico chino del siglo III, habría usado esa planta como anestésico general y que Hanaoka podría haber conocido ese extremo. Hanaoka había estudiado su carrera de medicina en Kioto y estaba versado en la medicina japonesa tradicional y en las técnicas de cirugía importadas de los Países Bajos.1
Desde 1949, 25 ciudadanos japoneses han obtenido el Premio Nobel, once de física, siete de química, cuatro de medicina o fisiología (el último en 2016), dos de literatura y uno de la paz. En el siglo XXI, el número de Premios Nobel otorgados a los japoneses en el campo de la ciencia natural, es decir, fisiología o medicina, física y química, solo ha sido superado por los Estados Unidos. Quizá para aquellas personas más familiarizadas con Japón sean más conocidos, de entre todos, los nombres de Eisaku Sato, primer ministro, que obtuvo el Premio Nobel de la Paz en 1974 por renunciar a la opción nuclear para Japón y sus esfuerzos en la reconciliación en Asia, y los Premios Nobel de Literatura: Yasunari Kawabata, en 1968, «por su maestría narrativa, la cual expresa con gran sensibilidad la esencia de la mente japonesa», y el de Kenzaburo Oe, en 1994, escritor y ensayista, probablemente el mejor novelista de la posguerra, otorgado «por su fuerza poética al servicio de un mundo imaginado, donde la vida y el mito se condensan para integrar una desconcertante pintura de la dificultad del ser humano de hoy».2
Resulta interesante mencionar que los grandes rivales de Kawabata y Oe para la obtención del Premio Nobel de Literatura fueron sus compatriotas Yukio Mishima, pseudónimo de Kimitake Hiraoka, y Shusaku Endo, respectivamente. Tanto uno como otro han sido considerados por muchos los grandes novelistas japoneses del siglo XX. Mishima era, además, poeta, dramaturgo y director de cine, sin olvidar su faceta de activista político de ultraderecha. Es recordado por haber cometido seppuku, o suicidio, siguiendo el ritual de destripamiento, después de un fallido golpe de Estado que protagonizó en 1970. En 1988 se estableció el Premio Mishima en honor de su vida y obras. Por lo que respecta a Endo, muchos expertos de la época se sorprendieron de que no fuera él el galardonado y sí Oe. Se especuló que ello se debió a presiones de los propios japoneses, al haber escrito sobre asuntos controvertidos relativos a la actuación de sus compatriotas con algunos pilotos norteamericanos capturados en la Segunda Guerra Mundial; para otros, en cambio, se debía simplemente a que Endo era católico y, como tal, considerado un outsider en Japón. Nótese que la población cristiana en Japón apenas alcanza el 1 %. Aun perdiendo el Premio Nobel, las obras de Endo fueron más valoradas por la audiencia internacional que las de Oe, e incluso captaron la atención del aclamado director de cine Martin Scorsese. Este se refería a Silencio como «la novela más extraordinaria de Endo, que se ha convertido en algo cada vez más valioso para mí con el transcurrir de los años». Scorsese ha estado filmando desde 2015 una adaptación de esta novela en Taiwán, con actores de Hollywood como Liam Neeson y Andrew Garfield, cuyo estreno está previsto para finales de 2016.* La cuestión es si Scorsese y Hollywood serán capaces de proporcionar a este escritor único la cobertura internacional que el Comité de los Nobel no le pudo dar.3 Pero el mundo literario de Endo es mucho más que la citada novela; fue elegido miembro de la Academia de Japón en 1981 y obtuvo todos los grandes premios literarios en el país.
En octubre de 2016 había cierta expectación sobre si, por fin, el Premio Nobel de Literatura iría a parar a Haruki Murakami, el eterno aspirante. Aunque las apuestas internacionales lo daban como gran favorito, una vez más se quedó a las puertas, para disgusto de sus incondicionales, llamados «harukists», que veían cómo el galardón iba a parar a Bob Dylan.
Manga y anime
Si a la gente joven occidental se le pregunta por lo que primero le viene a la cabeza de Japón, posiblemente responda que el manga, o tebeos, y el anime, o dibujos animados. En su momento completamente desconocidos para el mundo fuera de Japón, hoy se han convertido en un fenómeno global y su popularidad va en ascenso. Tanto uno como otro forman parte integral de la vida moderna japonesa y no es posible escapar de su influencia adonde quiera que uno vaya. Las formas actuales de manga y anime tienen su origen en los estilos y las técnicas de dibujo que surgieron después de la Segunda Guerra Mundial. Si bien el país se ha modernizado y ha cambiado significativamente desde entonces, muchos aspectos de su cultura y sus valores han permanecido inalterables, lo que significa que los caracteres y las historias son aún muy relevantes hoy para las audiencias de todas las edades. Los caracteres del manga y el anime pueden encontrarse en cualquier lugar, ya sea en publicidad, moda, omiyage (regalos de recuerdo), alimentos, papelería y en los accesorios de los móviles, entre otros. Los libros de