Las esquinas oscuras
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Su decadencia, sin embargo, más que económica se da "en la escasez de varones", hasta llegar al momento actual en que sólo cuenta con "un ejemplar" nada ejemplar, pues precisamente Laureano, ahora ya de cuarenta y cinco años, ha permanecido en la soltería, lo que quiere decir fin de una dinastía: "A pesar de su añeja alcurnia no despertó la atracción del sexo femenino ya que no tenía su físico ninguno de esos rasgos que hacen fermentar en los pechos –virginales, o no– pasiones, fantasías, incluso tragedias".
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Las esquinas oscuras - Sergio Galindo
Villanueva
Prólogo
Las esquinas oscuras o Los territorios del castigo
El 3 de enero de 1993 murió Sergio Galindo. Como escritor, dejó varios proyectos pendientes. Remando a contracorriente a causa de su enfermedad, todavía en febrero de 1987 manifestó a varios periodistas que estaba escribiendo su novela Las esquinas oscuras. A Eduardo Camacho Suárez le comentó: Estoy por mudarme de ciudad y en un mes o mes y medio espero ya estar instalado en el puerto de Vera cruz. Eso ha hecho que en los últimos meses ya no escriba nada, pero deseo terminar ese nuevo libro allá, según como me vaya, pues me voy por razones de salud
. A Juan Manuel García-Junco Machado le dijo: se trata de la historia de una familia de Jalapa un tanto extraña
. Martha Cantú consigna las mismas declaraciones de Galindo sobre su deseo de terminar la novela, sólo que ella da el título de Las esquinas exactas.
Al día siguiente de la muerte de Sergio Galindo, Nedda G. de Anhalt le confiesa a un periodista de La Jornada que dicha novela inconclusa tuvo dos títulos provisionales: Las esquinas rosadas y Los desencuentros. Doña Ángela González, viuda de Galindo, le informa al mismo periodista que serán los amigos del escritor quienes decidan el destino de la obra, y asegura que Sergio destruyó varias páginas del original. Fue hasta el 2007, catorce años después de su fallecimiento, que los lectores de Galindo pudimos conocer el material completo de la novela inconclusa Las esquinas oscuras, bajo el sello de la Universidad Veracruzana. Sin embargo, ya antes habían aparecido algunos fragmentos de la obra en La Palabra y el Hombre: el capítulo cuatro, en el número 85, correspondiente al periodo enero-marzo de 1993; los capítulos uno y dos, en el número 98, en homenaje a Sergio Galindo, correspondiente al periodo abril-junio de 1996. Además, el mismo autor había publicado, en el número 48 de la revista Tierra Adentro, perteneciente al bimestre julio-agosto de 1990, la primera parte del capítulo cinco, sólo que con el título de Los territorios del castigo
. En total, de las 74 páginas de que se compone la edición de 2007, un poco más de la mitad ya se había publicado y sólo resultaron inéditas alrededor de 30 páginas.
Acerca del nombre de esta novela, parece que Sergio Galindo dudó entre los títulos Los territorios del castigo o Las esquinas oscuras. Como anoté arriba, el único fragmento que publicó cuando escribía la novela lo hizo con el primer título y una nota a pie de página: Fragmento inédito de la novela homónima, en preparación
. Después creo que él mismo manejó ante los periodistas el segundo título. De hecho, si nos fijamos bien, nos daremos cuenta de que a pocas páginas de haberse iniciado la historia, se nos devela la relación existente entre ambos títulos y su significado simbólico. Desde pequeño, Laureano percibe que ha sido expulsado de un mundo paradisiaco, de un lugar tibio
(según el narrador posiblemente del pecho de su madre
) para ser arrojado a este mundo que se le representa como una nebulosa sorpresa
. Podemos pensar que se trata de la expulsión del seno materno hacia la realidad exterior, y de allí la relación tan estrecha que mantiene con su madre. Ante la imposibilidad actual de acogerse al útero materno, sobre todo en los momentos de agresión para con su persona, va a buscar simbólicamente un sustituto en las esquinas oscuras de los cuartos vacíos
, donde pueda ser dueño, en su soledad, de un mundo propio y ajeno al de los otros. Así, cuando se le obliga a ir a la escuela, padece dicha situación como una agresión más hacia su persona y sólo lo reconforta descubrir que su salón, por lo sombrío, opaco y lóbrego, se vuelve un agradable refugio contra el espacio exterior. Y, sobre todo, lo que más le agrada de este espacio son Las esquinas oscuras, los territorios de castigo
. Es bueno recordar que, hace tiempo, una manera de castigar a los niños, tanto en sus casas como en las escuelas, era mandarlos a las esquinas.
Además, parece que a Galindo siempre le sedujo el título de Las esquinas para utilizarlo en alguna de sus novelas. De hecho, en 1968, publicó en la revista Diálogos de la unam un fragmento de la novela Nudo (1970) con el título de Las esquinas exactas
. Probablemente de allí venga la confusión, ya mencionada, de Martha Cantú, aunque es probable que haya sido el mismo Sergio quien le diese dicho título por equivocación. Lo que sí me parece raro es que Galindo haya pensado en el título de Las esquinas rosadas, según señaló Nedda, para la presente novela, aunque puede obedecer a una confusión o, por qué no, incluso a una broma del mismo escritor. Por otra parte, creo que aquí el término esquina más bien significa rincón, de acuerdo con la segunda acepción dada en el Diccionario de la Real Academia Española: Escondrijo o lugar retirado
. De ser así, el significado del término se potencializa cuando descubrimos, hacia el final de esta historia inconclusa, que Agustín Jáuregui, padre de Laureano, en un acto de ambigua penitencia y falsa piedad, se refugia a meditar en el rincón más negro
del hotel en San Marcos, Aguascalientes; así como también Inés, su hija mayor, busca los rincones más escondidos de su casa, verdaderos escondrijos, para ocultar sus joyas.
Relacionado con el significado y simbolismo del título se encuentra el concepto religioso del Reino de los Cielos. Cuando Laureano, de apenas cinco años, manifiesta miedo porque su padre pretende hacerlo montar a caballo con él, éste lo agrede verbalmente y después lo castiga en un rincón del comedor
. Justo allí, el pequeño Laureano se siente protegido por las sombras del lugar; y ante la tranquilidad y el silencio viene a su mente la idea del Reino de los Cielos, expresión que había escuchado de su madre. Para su mente infantil, y de acuerdo con la explicación materna, dicho término significa el lugar donde no hay dolores ni sufrimientos
. En consecuencia, y acorde con su experiencia infantil, para él viene a significar el lugar de resguardo y alejamiento de su padre y sus castigos. Y la persona que lo aleje de la relación paterna se convertirá en algo positivo y, por lo tanto, pasará a formar parte de las propiedades del Reino de los Cielos. En primer lugar, su madre, después su tío Merodio, pero como ambos expresan en ciertos momentos una relación ambigua y contradictoria para con Laureano, el mismo concepto de Reino de los Cielos se le representa como un lugar contradictorio. En tal sentido, es significativo el sueño que tiene después de que su tío trató de curarlo de la pesadilla que representa para él montar a caballo. A pesar de que pronto el tío se da cuenta de que es difícil curarlo del terror producido por la experiencia primera y, por lo tanto, lo consuela diciéndole que nadie lo obligará a montar a caballo si él no quiere, inconscientemente, durante el sueño, el niño Laureano aparta a su tío del Reino de los Cielos. Después, sin embargo, recapacita dentro del sueño mismo y piensa que no debe huir de él sino buscarlo para que lo proteja.
Aunque apenas esbozado, por razones que se encuentran en el hecho mismo de enfrentarnos a una novela inconclusa, el concepto del Reino de los Cielos se opone al de este valle de lágrimas
, según la concepción religiosa que sustenta Estela, la madre de Laureano. Estela es una mujer débil y enfermiza que soporta las agresiones de su marido y poco puede hacer para defender a Laureano. Al parecer, su condición de mujer sumisa se ampara en una arraigada concepción religiosa perteneciente a un catolicismo muy añejo en México. Un catolicismo del sufrimiento y el perdón en esta vida terrena, verdadero valle de lágrimas, que tendrá su recompensa en el más allá, o sea, en el Reino de los Cielos. Esta concepción viene desde el cristianismo de la Edad Media y persistió durante muchos años (o persiste incluso) en gran parte de nuestra América Latina y sobre todo del