Describiendo Fronteras, Caminantes
Por Maru Cisneros
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Maru Cisneros
Nació en el Puerto de Veracruz en el año 1965. Desde temprana edad, inspirada por su abuela, poetiza Veracruzana, se refugia entre lápiz y papel escribiendo todo el tiempo. Posteriormente, en la escuela secundaria junto con su compañera Ana María Aguilar, escribe la letra y la música de la canción “Era mi amigo” la cual gana el primer lugar en el concurso del “Día de la Amistad” en el año 79 en el Instituto Rougier. Más adelante en los 90's publica un libro de versos de donde Roger Patrón Luján escoge 2 para publicarlos en su libro “Un Nuevo Regalo Excepcional.” Las circunstancias de su vida la alejan un poco de las letras y es hasta 2010, en el inicio del vuelo de sus hijos hacia su independencia, cuando retoma con disciplina el ejercicio de una de sus más grandes pasiones. “Describiendo Fronteras, Caminantes” es su primer grito al universo, es su primera explosión de sentimientos convertidos en letras.
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Describiendo Fronteras, Caminantes - Maru Cisneros
Copyright © 2013 por Maru Cisneros.
Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.: 2013909985
ISBN: Tapa Dura 978-1-6176-4151-0
Tapa Blanda 978-1-6176-4150-3
Libro Electrónico 978-1-6176-4149-7
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.
Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación del autor o son usados de manera ficticia, y cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, acontecimientos, o lugares es pura coincidencia.
Fecha de revisión: 05/06/2013
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219894
CONTENTS
Prólogo
El Re-Encuentro
La Primera Frontera
La Segunda Frontera
La Tercera Frontera
La Cuarta Frontera
La Despedida
AgradecimientoS
Para mis hijos:
Juan Carlos, Jorge Mario y Maria Eugenia.
Por ser mi mayor inspiración.
Para mis padres:
Queta y Mario.
Por darme todo lo que me dieron.
Para mis hermanos:
Tere, Keta, Mari, Mario y Ade.
Por todo su cariño y apoyo.
Para ti, independientemente de todo, porque tus silencios gritan y mis verdades arden. Donde quiera que estés, defender el derecho a tu manera de ser, siempre tendrá todo mi respeto, mi admiración. No hay en el mundo, ninguna ley, ninguna idea que pueda tener más veracidad y fuerza que tu propia existencia. In Lak'ech.
PRÓLOGO
Presentar el libro de Maru, es un placer.
Tus letras son a la vez frescas y llenas de experiencia. Reflejan un alma tranquila después de haber pasado por un sin número de experiencias con toda clase de vicisitudes.
Eres un remanso en el río después de los rápidos grado 5.
Abrirte a los ojos de un lector, es un reto que has aceptado sin miedo y en la confianza de superarlo. Tienes con qué.
La transparencia de tu material lo garantiza
Imposible para mí, ocultar el orgullo de un padre
Te felicito.
Mario L. Cisneros.
Es un libro exquisito de fácil lectura lleno de vivencias, lleno de tu esencia misma, que desde que se comienza a leer te atrapa hasta terminar la última página, me llenó de orgullo ser una de las primeras personas enganchadas en tu narración, pude imaginarme caminar por esos lugares, oler los condimentos, me encanto conocer las fronteras, el entender que todo pasa por que tiene que pasar, que todo tiene un principio y un fin, el que cada situación que nos sucede es para aprender y seguir, que siempre después de la tormenta llega la calma y eso mcr es aprendizaje, pero principalmente que a pesar de todas las pruebas difíciles y a veces dolorosas que se te presentaron en su realización lograste terminar con tu sueño, que finalmente se hizo realidad, que contra viento y marea concluiste este primer capítulo de tu vida y espero sinceramente que como te lo he dicho muchas veces, sea el principio de muchos más. Te quiero mucho Mcr.
Las personas que llegan a tu vida son las personas que tienen que llegar, lo que te sucede es lo único que te puede suceder, las cosas comienzan cuando tienen que comenzar y se terminan, cuando se tienen que terminar.
Belem Castillo Sanchéz
La manera de describir el crecimiento de una niña-mujer maya, no pudo quedar mejor descrita por el titulo de esta historia, Describiendo Fronteras
. Además, de darnos a conocer, no solo las alegrías y sufrimientos, la formación de una experiencia única, los logros y perdidas, los cambios de vida al ir de un lugar a otro, de un país a otro; la lucha constante para vivir y sobrevivir de una mujer.
Siento que de alguna manera, las mujeres en general sin definirnos de esta u otra cultura, nos veremos de cierta forma conectadas por el desarrollo de la historia de Lamat, así como de la experiencia personal de la escritora y buena amiga.
Así también como las contenidas durante la narración y desarrollo de esta historia, donde además les hace conocer a algunos y a otros, nos hace recordar los dichos tan característicos de la zona sur-sureste de México, lo que nos hace sentir la manera tan sencilla y natural de nuestra escritora, hablando de la unión que ella misma tiene con sus hijos, y haciendo notar a la vez que la distancia, el tiempo, la vida, no es mas que eso, fronteras.
María Cristina Moreno
Te invito a que te adentres a esta aventura con los ojos abiertos a la luz. Que le permitas a tu corazón bailar la danza de la alegría, dejándote llevar por una sinfonía que busca sembrar en tus labios una sonrisa que te salga del alma; un suspiro que inunde tus ojos y una pasión que vibre en tus entrañas.
Que compartas con nosotras esas diferentes Fronteras de la vida, ese saborear de la mía, de la suya, de la tuya; y mientras nuestros sueños Caminantes Describen la luz de su destino, que nuestros pasos puedan sin miedo deleitarse de ese maravilloso placer del Existir, del Ser, del Pensar y del Sentir al que llamamos vida.
Lamat/Abigail
Montreal, Quebec, 29, Marzo 2010
Para cuando llegues al punto final de este mi primer libro, la historia de Lamat se continuará escribiendo; ella seguirá descubriendo fronteras nuevas y Yo, Yo habré logrado darle vida a mi mayor pasión.
Hoy ya no trato de averiguar el cómo y el por qué una mañana cualquiera cambió el curso de mi vida. Y no lo averiguo más por qué aprendí que las personas que llegan a mi vida son las personas que tienen que llegar, lo que me sucede es lo único que me puede suceder; las cosas comienzan cuando tienen que comenzar y se terminan cuando se tienen que terminar.
Y así, después de un tiempo de preguntarme muchas cosas, de buscar respuestas que calmaran mis ansiedades, mis miedos y mis inseguridades, tuve que aceptar que era cierto, lo único que verdaderamente importó aquella mañana, fue que la vi llegar y me dejé llevar.
Maru Cisneros
Montreal, Quebec, 10, Enero 2013
EL RE-ENCUENTRO
Fue una mañana cualquiera de principios de primavera, de esas medio cálidas y soleadas que te sorprenden en marzo; fue un día como cualquiera que sin mucho pensar salí decidida a encontrar un lugar en donde pudiera invitar mis sueños a conversar, un lugar en donde pudiera practicar con más formalidad esta pasión mía de la escritura que tenía atrapada en el pecho desde hacía mucho tiempo.
Caminaba por mis rumbos buscando ese lugar especial. Cuando de pronto, una luz intensa que venía de las ventanas limpias de un pequeño cafetín me hizo voltear. Crucé la calle y sin pensar mucho entré, observé con calma el mediano salón que aún estaba vació y traté de buscar el mejor sitio.
Mesas pequeñas con silloncitos confortables. Cuadros, espejos, candelabros y jarrones repartidos por todas partes. Del techo colgaba sobre cada mesa una lámpara encendida con una luz tenue que le daba al lugar un aire entre nostálgico y apasionado de los años 40’s. Un aroma suave de pay de manzana y canela recién horneado invadió la atmósfera y se mezcló con el café fresco y el incienso suave que flotaba. Me sentí a gusto parada en mí y caminé por el salón buscando con detenimiento.
El sol entraba por un ventanal amplio desde el otro lado del salón y me impedía ver con claridad hacia el exterior. Me acerqué aún más. Varios muebles de jardín que tenían pinta de haber sido el refugio dominguero de alguna familia local me invitaron a salir y caminé hasta el otro extremo de la terraza; entonces vi esa mesa que tenía muy poca sombra y el resto un sol radiante que iluminaba todo e intentaba prepararme para lo que vendría el próximo verano; no pude evitar ir a su encuentro.
Me senté. Me acomodé en la silla y observé todo lo que me rodeaba. A la derecha, un pequeño parque apenas suficiente para un gigantesco sauce llorón que se reverenciaba tratando de ser testigo de las confidencias de los asiduos al lugar. Y frente a mí, a todo lo largo del límite horizontal esa mágica fotografía viviente, el Gran Río San Lorenzo, ese que estudié en la escuela secundaria con las monjas del Espíritu Santo; ese mismo, imponente y extenso de extremo a extremo, amplio, avorazado y aun semi-congelado junto con su largo jardín también en su mayoría cubierto de nieve.
El cafetín estaba casi vacío, solo una mesa ocupada junto a la mía. En medio de toda esa calma, una mujer nativa como tantas que se observan en la Gran Metrópoli. Estaba sentada, inmóvil, como queriéndose mimetizar en el paisaje; como queriendo ser parte de la naturaleza que enmarcaba la terraza, como si estuviera meditando de cara al San Lorenzo y al sol. La miré disimuladamente y la escuché suspirar profundo varias veces al tiempo que ordené un café cargado como me gusta, y me dispuse a comenzar mis apuntes. Me enchufé
los audífonos para que la música se mezclara con el entorno y me permitiera fluir. Encendí mi cigarro y esperé a que me trajeran el café.
Una gran placidez acompañó mi momento, uno que otro pajarillo ya despierto y aventurero revoloteaba entre las primeras flores que comenzaban a aparecer en los arbustos de las banquetas. El sol brillante iluminaba las ramas de los arces que contorneaban el río con esos brotes de vida insistentes y cristalizados, desesperados ya por iniciar su nuevo ciclo. Allá, no tan lejos de donde yo estaba, esos trozos de hielo blanco y azulado deslumbraban al reflejo todavía prendidos a la orilla como queriendo permanecer a mi alrededor. El aroma de las primeras flores me llegó entre bocanada y bocanada de cigarro. Inhalé de nuevo y disfruté de ese momento. Me quedé así un buen rato y escuché ese silencio de mi vida, esa soledad que había tocado mi puerta sorpresivamente. Quise poner en orden mis pensamientos, unos cuantos fantasmas amontonados en mi cabeza; ideas locas que se habían almacenado con el tiempo, con los eventos; entremezclando todos esos miles de sentimientos. Aprecié la vida que corría delante de mí y que entraba lentamente por mis poros.
-Qué vuelen todos esos recuerdos silenciosos y espectadores- dije mentalmente. Unos segundos después callé el intento de mi mente por decir otra cosa. Miré mis palabras salir flotando y detuve mis pensamientos. Volví a repetir toda la frase inquisitivamente- ¿Qué vuelen todos esos recuerdos silenciosos y espectadores? -Sonreí irónica y me fui lejos en mi propia historia. Había pasado muchos años empujando la carreta de mi vida, normalmente sola, inclusive a veces pienso que de una forma muy rudimentaria, (decisión personal aunque al principio casi inconsciente) razón por la cual me parecía imposible creer que mis recuerdos fueran silenciosos o espectadores. Tal vez fui mesurada, pausada, algunas veces rabiosa, muchas veces apasionada, otras tantas entre rebelde y revolucionaria; loca, sí, muchas veces loca, pero espectadora nunca, (nunca, es una palabra muy total; corrijo) casi nunca, o al menos no lo podía recordar. Me incomodaron mis pensamientos y me acomodé mejor en la silla de la misma manera cómo cuando algo físico te molesta y tratas que al cambiar de postura la sensación extraña salga volando. Moví mi cuello, relajé mis músculos y sacudí las ideas de mi cabeza para evitar que los pensamientos manosearan mis intentos; sin embargo tras varios ensayos fallidos la idea continuó perturbando mi tranquilidad. Busqué entonces en mis recuerdos respuestas mientras repetía lenta y silenciosamente -espectadores, espectadores.
De pronto, escondidos tras mis más recientes eventos los encontré. Eran como vestigios leves de algo parecido. Caminaban lentos por ahí tratando de parecer inadvertidos; iban vestidos con ropas fuera de época y con un aire de indiferencia fingida que me costó trabajo reconocer.
-¿Podría ser? -escudriñé. Efectivamente en los últimos meses, quizás por la edad o por los acontecimientos familiares, la idea de un Yo Espectador
había pretendido apoderarse de mí como esperando el momento para brincar a escena. Sin embargo eso era un deseo reciente que intentaba ver a mis hijos prender el vuelo. No quedé convencida, la escena no era suficiente. Hice una mueca de retobo
a mi misma y volví a respirar.
-¿Cómo va ser? -me dije incrédula y suspiré alejando lo más que pude la idea para que no quedara divagando cerca. No quise darle más importancia. El objetivo del día no era un auto análisis sobre mis actos, sino encontrar la historia para comenzar a escribir, poder dejarme llevar hacia delante, no ir para atrás.
Después de terminar con ese breve momento de auto reflexión y cuestionamiento, bajo toda esa quietud tan placentera que había fluido a mí alrededor, la mujer autóctona a mi lado volteó. Me sonrió con los ojos suaves pero completamente cerrados y cómo si me conociera, con su expresión gentil me dio la bienvenida. Aun a sabiendas que no podía verme, algo dentro de mí me impulsó a responderle la sonrisa en un acto de cordialidad. Un segundo después, abrió los ojos y me sonrió de vuelta al tiempo que miró su café, se levantó con taza en mano y cuando me di cuenta la tenía parada delante de mí. Un largo vestido impecable huipil blanco magnesia con sus típicas flores bordadas en la parte baja; un rebozo grueso colorido y rallado cubría como bufanda su cuello, sus hombros y parte de sus brazos largos; un turbante pálido enmarcaba una sonrisa amplia dentro de su cara regordeta. Era una mujer adulta, fuerte, de buena figura y soltura en su estar.
Sin mayor desparpajo y en un francés muy poco quebecua
se me presentó -Salut, Si votre vérité, est la meilleure chose qui soit jamais arrivé dans la vie, ne jamais prendre une chance de dire un mensonge, car il ne serait plus soi-même.
(-Hola. Si su verdad, es lo mejor que le ha pasado en la vida; nunca se arriesgue a decir una mentira porque dejará de ser usted misma.)
Esa fue su presentación. Así se plantó en mi vida esa mañana esta mujer indígena, y al tiempo que me extendió su mano morena y firme, se acomodó con toda naturalidad en mi mesa y agregó unos segundos después en ese mismo francés atropellado con un champurrado de español.
-Bonjour, Comme ça va?
(-Buen día, ¿Cómo estás?)
Le sonreí nuevamente en respuesta a su saludo y aun hipnotizada por la familiaridad del momento le extendí mi mano al tiempo que mi pecho fue entonces quien externó un suspiro profundo e involuntario. Apenas me dejó explicarle que también era latina; a lo cual como única respuesta obtuve un -lo sé- y una amplia sonrisa mostrándome sus grandes dientes blancos y sus ojos negros almendrados tan abiertos que llenaron su cara de luz y satisfacción. Y cambiando en automático a un español perfecto agregó, -a mí me gusta hablar francés, me provoca elegancia -y sin darme tiempo a analizar más nada, el casi monólogo de la indígena se inició espontáneo y fluido. Sí, la nativa se instaló en mi mesa así nomás
; en un chispazo de brutal y sorpresiva energía.
Me dijo que era indígena maya por su madre y mestiza andaluz por su padre, lo cual le permitió crecer entre dos culturas y fluir junto a muchas otras creencias lo que le dio la facilidad de abrirse a la llegada de nuevos horizontes y recorrer todas sus fronteras. Que por un tiempo, dejó de creer porque en algún momento sintió que los valores inculcados dejaron de ser convicción para convertirse en apariencias y eso la llevó a alejarse un poco del contacto con sus espíritus. Sin embargo que más adelante, su energía guía le ayudó a fluir para encontrar de vuelta el camino a casa, y mirando el horizonte dijo
-Y por supuesto que re-encontré mis valores y mis creencias. Soy una mujer creyente. Creo en lo supremo, en la energía del bien, en las maravillas del universo, en la magia de la belleza de las cosas, en eso que generas desde tu interior, en lo más honesto de ti. Creo en el poder de la sonrisa, de los sueños, de la felicidad y de encontrarte en paz contigo mismo antes que con nadie más para poder estar en condiciones de recibir y ser capaz de dar. -Guardó silencio por unos instantes y yo no pude evitar suspirar al mirarla. Su expresión era una paz completa, sus palabras salían unidas a una gran sonrisa, había dicha en el tono de su voz, había belleza en su mirada aunada a una luz que brotó de sus ojos rodeándola toda. Claramente percibí como ella efectivamente creía lo que decía.
Continuó su relato y la escuché con atención. Hubo muchas cosas que me provocaron una sensación familiar. Habló de que pasó la primera parte de su viaje aprendiendo lecciones, lecciones escritas en la vida o en la experiencia de aquellos que llegaron antes que ella. Luego, cuando creció un poco más, y sintiéndose capaz de volar, aprendió lecciones propias y vio la cara oscura de su luna, sombras que le enseñaron a diferenciar lo oscuro de la luz y así, parte de su vida la desarrolló en esas miles y miles de enseñanzas en donde al principio guardó silencio y algunos confundieron su silencio con debilidad abusando de ella, sin comprender que ella guardó silencio por respeto a los derechos de los demás. Dijo que a pesar de las tormentas aprendió con humildad, hasta que un día cualquiera como hoy, decidió volver a caminar sobre sus huellas y miró las lecciones aprendidas para estar en condiciones de tomar el mando de sus propias velas. A partir de ahí, dejó de buscar afuera, se adentró en sí misma y buscó su esencia. Aprendió a manejar la salud como parte esencial de su vida, el arte como continuidad de su armonía, y la administración y el comercio como su medio de sobrevivencia. Qué caminar por el mundo la llevó aprender varias lenguas y dialectos para poder comunicarse mejor pero que definitivamente el lenguaje que más le funcionó fue el del espíritu, el cual le permitió descubrir la verdad intrínseca aun en el silencio de las cosas. Me pareció que era apenas un poco mayor que yo, pero irradiaba una agilidad que despertaba a la vida misma. Su tono era de alguien que había acumulado muchas experiencias agradables y no le vi pinta de tenerle miedo a casi nada. Abierta, sin emitir juicios ni especulaciones. Habló de que cada acto de la vida tiene una enseñanza que a ella le gusta aprender. Se proclamó amante de la vida, de las aventuras y apasionada sobre todo de los cambios. Qué no hace mucho seguía aferrada en los intentos necios, pero que a últimas fechas se relajó porque confirmó que todo tiene una razón y cada razón tiene un todo.
Habló de las experiencias acumuladas en el trayecto como tesoros invaluables que le permitieron descubrir la diferencia entre las noches oscuras y frías, y la luz cálida que hoy danzaba a su lado. La observé frente a mí, y percibí gran serenidad, aun después de relatarme rápidamente algunas de sus más dramáticas experiencias. Su falta total de inhibición, su tranquilidad ante las penas se escuchó como una melodía que enmarcó mi espíritu de una manera contagiosa y alegre. Y de un momento a otro, se rió como chiquilla y entre dientes susurró -Mi alma es un alma errante y mi corazón, un pirata y loco aventurero.- Me expresó que se sentía distinta, diferente; que ya se le veían los caminos marcados en su frente, que su piel canela había comenzado a perder la firmeza que antes la caracterizó y que su cabello azabache había comenzado a enredarse entre la blancura del invierno y alguna que otra cana; que estaba por terminar de recorrer su cuarta frontera; pero que a pesar de todo, aún mantenía la misma energía y seguía vibrando con la misma pasión que la primera vez.
No sé si fue el tono de su voz, la cadencia de sus frases o sus ojos fijos en cada una de las palabras que pronunció, pero de un momento a otro esas frases cobraron vida en mi imaginación y me transporté a cada uno de sus momentos los cuales compartí con ella como si hubiera estado presente en todas esas experiencias que salieron de sus labios y de sus entrañas durante un largo rato que no calculé. Y no lo calculé, porque al escuchar sus vivencias, me miré como espectadora de todos esos recuerdos, que no eran míos, sino de ella. De la vida de esta mujer que confianzudamente se me había sentado delante; y mientras esa historias salieron de sus labios yo no puede evitar guardar silencio y volar a su encuentro desde mi imaginación. Me describió alguno de sus pensamientos y detalló muchos de sus sentimientos más íntimos. Cada instante, me lo abrió y desmenuzó como si estuviéramos limpiando pepitas en el mercado, los miraba, los describía y sin falsas pasiones se presentaba clara y trasparente. Yo fascinada la miraba mientras me hablaba. Después de un rato la melodía que salió de su boca me fue haciendo sentir cada vez más confortable hasta acomodarme en un punto pasado de mi camino y algo familiar me saltó al paso.
En ese momento la miré detenidamente. Miré sus manos firmes como se expresaban en cada palabra. Sus ojos que sonreían apenas retocados. El sol reflejando en sus pupilas un tono mostaza amarillento. Una canción maya que escuché hacía tiempo bailaba con la voz salida de sus labios. La volví a mirar y me detuve. Reí con cierta incredulidad ante mis conjeturas y ella se dio cuenta. Me devolvió la mirada con una sonrisa cómplice de mis sentimientos, como si hubiera leído mis pensamientos y sin despegar mis ojos de sus ojos, sin quitar la sonrisa de mis labios pregunté.
-¿Eres tú? -Ella, me retó desafiante.
-¿Eres tú? -repitió. Saltó entonces de mi pecho una risa nerviosa. Consideré la coincidencia un acto del universo sencillamente maravilloso. Me paré, se paró. La abracé fuerte. Me abrazó lento con un respiro profundo y un calor intenso que recorrió todo mi cuerpo junto con un bonche
de buenos sentimientos. Esta mujer indígena, nativa y mágica había regresado a mi vida después de 18 años. Un largo tiempo, un largo camino desde el Caribe hasta