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La paz interior
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Libro electrónico104 páginas1 hora

La paz interior

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Información de este libro electrónico

"La experiencia os demostrará que la paz, que infundirá en vosotros la caridad, el amor a Dios y al prójimo, es el camino recto hacia la vida eterna."

Vivimos una época de confusión e inquietud. Esta tendencia se manifiesta incluso en nuestra vida espiritual: nuestra búsqueda de Dios, de la santidad y del servicio al prójimo es agitada y convulsa, en lugar de ser confiada y pacífica. Pero ¿qué hacer para superar los momentos de angustia y de temor, conservando la confianza y el abandono? Es lo que nos enseña este breve tratado sobre la paz interior.

A través de situaciones concretas de la vida cotidiana, el autor nos invita a reaccionar según el Evangelio. Si la paz interior es un exclusivo don de Dios, es preciso buscarla y perseguirla sin cesar. Este libro nos ayudará en esa tarea.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 jun 2004
ISBN9788432141225

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    He leído sólo la presentación y me parece fundamental para el Camino de todo cristiano, de todo ser humano
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    un libro de gran bendición y necesario en la vida cristiana

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La paz interior - Jacques Philippe

LA PAZ INTERIOR

JACQUES PHILIPPE

LA PAZ

INTERIOR

Cuarta edición

EDICIONES RIALP, S. A.

MADRID

Título original: Recherche la Paix et poursuis-la

© Editions Des Beatitudes S.O.C., 1991

© 2012 de la versión castellana realizada por Mercedes Villar,

sólo para España,  by EDICIONES RIALP, S.A., Alcalá, 290.28027 MADRID (España).

Conversión ebook: CrearLibrosDigitales

ISBN: 978-84-321-4122-5

No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del Copyright.

Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita reproducir, fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

PRESENTACIÓN

«Que la paz de Cristo reine en vuestros corazones»¹

La experiencia os demostrará que la paz,

que infundirá en vosotros la caridad,

el amor a Dios y al prójimo,

es el camino seguro hacia la vida eterna.

(Juan de Bonilla, s. xvi)

Nuestra época es una época de agitación y de inquietud. Esta tendencia, evidente en la vida cotidiana de nuestros contemporáneos, se manifiesta también con gran frecuencia en el ámbito mismo de la vida cristiana y espiritual: nuestra búsqueda de Dios, de la santidad y del servicio al prójimo suele ser también agitada y angustiada en lugar de confiada y serena, como lo sería si tuviéramos la actitud de los niños que nos pide el Evangelio.

Por lo tanto, es fundamental que lleguemos a comprender un día que el itinerario hacia Dios y hacia

la perfección que se nos pide es mucho más eficaz, más corto y también mucho más fácil cuando el hombre aprende poco a poco a conservar en cualquier circunstancia una profunda paz en su corazón.

Esto es lo que pretendemos hacer comprender a través de las consideraciones de la primera parte. Enseguida pasaremos revista a todo un conjunto de situaciones en las que frecuentemente nos encontramos, intentando explicar el modo de afrontarlas a la luz del Evangelio, a fin de conservar la paz interior.

En la tradición de la Iglesia, esta enseñanza ha sido abordada frecuentemente por los autores espirituales. La tercera parte consta de una serie de textos seleccionados de autores de diferentes épocas que recuperan e ilustran los distintos temas a los que aludimos.

1 Col, 3, 15.

I. LA PAZ INTERIOR CAMINO DE SANTIDAD

1. Sin mí no podéis hacer nada

Para comprender la importancia fundamental que tiene, en el desarrollo de la vida cristiana, el afán por adquirir y conservar lo más posible la paz del corazón, en primer lugar hemos de estar plenamente convencidos de que todo el bien que podamos hacer viene de Dios y sólo de Él. «Sin mí no podéis hacer nada», ha dicho Jesús (Jn 15, 5). No ha dicho: no podéis hacer gran cosa, sino «no podéis hacer nada». Es esencial que estemos bien persuadidos de esta verdad, y para que se imponga en nosotros no sólo en el plano de la inteligencia, sino como una experiencia de to-do el ser, habremos de pasar por frecuentes fracasos, pruebas y humillaciones permitidas por Dios. Él podría ahorrarnos todas esas pruebas, pero son necesarias para convencernos de nuestra radical impotencia para hacer el bien por nosotros mismos. Según el testimonio de todos los santos, nos es indispensable adquirir esta convicción. En efecto, es el preludio imprescindible para las grandes cosas que el Señor hará en nosotros por el poder de su gracia. Por eso, Santa Teresa de Lisieux decía que la cosa más grande que el Señor había hecho en su alma era «haberle mostrado su pequeñez y su ineptitud».

Si tomamos en serio las palabras del Evangelio de San Juan citadas más arriba, comprenderemos que el problema fundamental de nuestra vida espiritual llega a ser el siguiente: ¿cómo dejar actuar a Jesús en mí? ¿Cómo permitir que la gracia de Dios opere libremente en mi vida?

A eso debemos orientarnos, no a imponernos principalmente una serie de obligaciones, por buenas que nos parezcan, ayudados por nuestra inteligencia, según nuestros proyectos, con nuestras aptitudes, etc. Debemos sobre todo intentar descubrir las actitudes profundas de nuestro corazón, las condiciones espirituales que permiten a Dios actuar en nosotros. Solamente así podremos dar fruto, «un fruto que permanece» (Jn 15, 16).

La pregunta: «¿Qué debemos hacer para que la gracia de Dios actúe libremente en nuestra vida?», no tiene una respuesta unívoca, una receta general. Para responder a ella de un modo completo, sería necesario todo un tratado de vida cristiana que hablara de la plegaria (especialmente de la oración, tan fundamental en este sentido...), de los sacramentos, de la purificación del corazón, de la docilidad al Espíritu Santo, etc., y de todos los medios por los que la gracia de Dios puede penetrar más profundamente en nuestros corazones.

En esta corta obra no pretendemos abordar todos esos temas. Solamente queremos referirnos a un aspecto de la respuesta a la pregunta anterior. Hemos elegido hablar de él porque es de una importancia absolutamente fundamental. Además, en la vida concreta de la mayor parte de los cristianos, incluso muy generosos en su fe, es demasiado poco conocido y tomado en consideración.

La verdad esencial que desearíamos presentar y desarrollar es la siguiente: para permitir que la gracia de Dios actúe en nosotros y (con la cooperación de nuestra voluntad, de nuestra inteligencia y de nuestras aptitudes, por supuesto) produzca todas esas obras buenas que Dios preparó para que por ellas caminemos (Ef 2, 10), es de la mayor importancia que nos esforcemos por adquirir y conservar la paz interior, la paz de nuestro corazón.

Para hacer comprender esto podemos emplear una imagen (no demasiado «forzada», como todas las com-

paraciones) que podrá esclarecerlo. Consideremos la superficie de un lago sobre la que brilla el sol. Si la su-

perficie de ese lago es serena y tranquila, el sol se reflejará casi perfectamente en sus aguas, y tanto más perfectamente cuanto más tranquilas sean. Si, por el contrario, la superficie del lago está agitada, removida, la imagen del sol no podrá reflejarse en ella.

Algo así sucede en lo que se refiere a nuestra alma respecto a Dios: cuanto más serena y tranquila está, más se refleja Dios en ella, más se imprime su imagen en nosotros, mayor es la actuación de su gracia. Si, al contrario, nuestra alma está agitada y turbada, la gracia de Dios actuará con mayor dificultad. Todo el bien que podemos hacer es un reflejo del Bien esencial que es Dios. Cuanto más serena, ecuánime y abandonada esté nuestra alma, más se nos comunicará ese Bien y, a través de nosotros, a los demás. El Señor dará fortaleza a su pueblo, el Señor bendecirá a su pueblo con la paz (Ps 29, 11).

Dios es el Dios de la paz. No habla ni opera más que

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