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La perfecta casada
La perfecta casada
La perfecta casada
Libro electrónico147 páginas2 horas

La perfecta casada

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La perfecta casada es una obra didáctica escrita por el influyente poeta y teólogo español Fray Luis de León en el siglo XVI. Esta obra, que refleja los ideales y principios del matrimonio católico según el punto de vista de la Contrarreforma, tiene como objetivo instruir a las mujeres casadas sobre cómo vivir de acuerdo con los principios y normas del catolicismo.
El texto es un análisis profundo de los roles y responsabilidades de la mujer en el matrimonio, presentando una descripción detallada de las virtudes que, según Fray Luis de León, debía poseer una mujer casada para cumplir su rol de esposa y madre en el contexto de la sociedad española de su tiempo.
La perfecta casada está escrito desde una perspectiva decididamente religiosa y está enraizado en la interpretación de Fray Luis de León del Libro de Proverbios, específicamente Proverbios 31:10-31, que describe el carácter ideal de una "mujer virtuosa". Según Fray Luis de León, una "perfecta casada" es aquella que es modesta, casta, piadosa, respetuosa con su esposo, diligente en sus tareas domésticas y devota en su fe cristiana.
La obra fue muy influyente en su tiempo y continuó siendo referida y citada en España hasta finales del siglo XIX, lo que demuestra su impacto duradero en las normas y expectativas sociales para las mujeres casadas en la sociedad española durante este período.
Al tratarse de un tratado sobre el matrimonio, La perfecta casada también proporciona una perspectiva valiosa sobre las actitudes sociales y religiosas hacia el matrimonio y el papel de la mujer en la España del siglo XVI. Aunque los valores y las normas sociales han cambiado considerablemente desde entonces, la obra sigue siendo un testimonio histórico relevante de la vida y las expectativas matrimoniales en la España del Renacimiento.
IdiomaEspañol
EditorialLinkgua
Fecha de lanzamiento1 may 2013
ISBN9788499539089
La perfecta casada
Autor

Fray Luis de León

Luis de León (Belmonte, 1527), hijo de un abogado de prestigio, ingresó en la orden religiosa de los frailes agustinos en 1544 y asoció su vida a Salamanca, donde realizó la mayor parte de sus estudios de teología y a cuya universidad estuvo siempre vinculado como profesor. Su trayectoria está marcada por el proceso inquisitorial y prisión preventiva de casi cinco años a los que fue sometido, junto con otros compañeros suyos, por su aproximación directa, filológica, a las Sagradas Escrituras. Tras su liberación en 1577 recuperó su posición académica y obtuvo reconocimiento en su orden, donde desempeñó puestos de prestigio hasta su muerte, ocurrida en 1591. Excelente hebraísta, fino teólogo, erudito inmenso y elegante poeta de sabor horaciano y aliento moral, su obra da cuerpo a los altos objetivos del humanismo cristiano en España.

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    La perfecta casada - Fray Luis de León

    9788499539089.jpg

    Fray Luis de León

    La perfecta casada

    Barcelona 2024

    Linkgua-ediciones.com

    Créditos

    Título original: La perfecta casada.

    © 2024, Red ediciones S.L.

    e-mail: info@linkgua-ediciones.com

    Diseño de cubierta: Michel Mallard.

    ISBN tapa dura: 978-84-1126-144-9.

    ISBN rústica: 978-84-9953-901-0.

    ISBN ebook: 978-84-9953-908-9.

    Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

    Sumario

    Créditos 4

    Brevísima presentación 7

    La vida 7

    La perfección 7

    La perfecta casada 9

    Capítulo I. ¿Quién hallará mujer de valor? Raro y extremado es su precio 19

    Capítulo II. Mujer de valor, ¿quién la hallará? Raro y extremado es su precio 20

    Capítulo III. Confía en ella el corazón de su marido; no le harán mengua los despojos 24

    Capítulo IV. Pagóle con bien, y no con mal, todos los días de su vida 31

    Capítulo V. Buscó lana y lino, y obró con el saber de sus manos 35

    Capítulo VI. Fue como navío de mercader, que de lueñe trae su pan 41

    Capítulo VII. Madrugó y repartió a sus gañanes las raciones, la tarea a sus mozas 43

    Capítulo VIII. Vínole al gusto una heredad, y compróla, y del fruto de sus palmas plantó viña 49

    Capítulo IX. Ciñóse de fortaleza y fortificó su brazo. Tomó gusto en el granjear; su candela no se apagó de noche. Puso sus manos en la tortera, y sus dedos tomaron el huso 51

    Capítulo X. Sus manos abrió para el afligido, y sus manos extendió para el menesteroso 54

    Capítulo XI. No temerá de la nieve a su familia, porque toda su gente vestida con vestiduras dobladas 58

    Capítulo XII. Hizo para sí aderezos de cama; holanda y púrpura en su vestido 61

    Capítulo XIII. Señalado en las puertas su marido, cuando se asentare con los gobernadores del pueblo 84

    Capítulo XIV. Lienzo tejió y vendiólo; franjas dio al cananeo 85

    Capítulo XV. Fortaleza y buena gracia su vestido, reirá hasta el día postrero 86

    Capítulo XVI. Su boca abrió en sabiduría, y ley de piedad en su lengua 87

    Capítulo XVII. Rodeó todos los rincones de su casa, y no comió el pan de balde 91

    Capítulo XVIII. Levantáronse sus hijos y loáronla, y alabóla también su marido 94

    Capítulo XIX. Muchas hijas allegaron riquezas, mas tú subiste sobre todas 101

    Capítulo XX. Engaño es el buen donaire y burlería la hermosura; la mujer que teme a Dios, ésa es digna de loor 103

    Capítulo XXI. Dalde del fruto de sus manos, y lóenla en las puertas sus obras 108

    LIBROS A LA CARTA 111

    Brevísima presentación

    La vida

    Fray Luis de León (Belmonte, Cuenca, 1527-Madrigal de las Altas Torres, Ávila, 1591). España.

    De familia ilustre con ascendientes judíos, Luis Ponce de León estudió en Alcalá de Henares y Toledo antes de ingresar como novicio en el convento salmantino de San Agustín. Participó en las polémicas que enfrentaban a dominicos y agustinos en la universidad de Salamanca. Frente al tomismo conservador de los primeros, postuló el análisis de las fuentes hebreas en los estudios bíblicos. Cuando se difundió su traducción al castellano del Cantar de los cantares a partir del hebreo, fue acusado de infringir la prohibición del Concilio de Trento, que estableció como oficial la versión latina de san Jerónimo. Procesado por la Inquisición, estuvo encarcelado entre 1572 y 1577, al final fue declarado inocente y pudo volver a sus clases. Hombre vehemente, sufrió otra amonestación inquisitorial en 1584. Tuvo las cátedras de filosofía y estudios bíblicos, y poco antes de su muerte, en 1591, fue nombrado provincial de la orden agustina en Castilla. Dominaba el griego, el latín, el hebreo, el caldeo y el italiano. Fue admirado por Cervantes (que lo llamó «ingenio que al mundo pone espanto»), por Lope de Vega que escribió:

    «Tu prosa y verso iguales

    conservarán la gloria de tu nombre»

    y sobre todo por Francisco de Quevedo (quien lo consideró el «mejor blasón de la habla castellana»).

    La perfección

    La perfecta casada describe los atributos que requiere una mujer para el matrimonio católico. El texto, escrito en el espíritu de la Contrarreforma, fue muy referido en España hasta finales del siglo XIX.

    Dios, cuando quiso casar al hombre, dándole mujer, dijo: «Hagámosle un ayudador su semejante» (Gén, 2); de donde se entiende que el oficio natural de la mujer, y el fin para que Dios la crió, es para que sea ayudadora del marido, y no su calamidad y desventura; ayudadora, y no destruidora. Para que la alivie de los trabajos que trae consigo la vida casada, y no para que añadiese nuevas cargas. Para repartir entre sí los cuidados, y tomar ella parte, y no para dejarlos todos al miserable, mayores y más acrecentados.

    La perfecta casada

    Del maestro Fray Luis de León a doña María Varela Osorio

    Este nuevo estado en que Dios ha puesto a vuestra merced, sujetándola a las leyes del santo matrimonio, aunque es como camino real, más abierto y menos trabajoso que otros, pero no carece de sus dificultades y malos pasos, y es camino adonde se tropieza también, y se peligra y yerra, y que tiene necesidad de guía como los demás; porque el servir al marido, y el gobernar la familia, y la crianza de los hijos, y la cuenta que juntamente con esto se debe al temor de Dios, y a la guarda y limpieza de la consciencia (todo lo cual pertenece al estado y oficio de la mujer casada), obras son que cada una por si pide mucho cuidado, y que todas ellas juntas no se pueden cumplir sin favor particular del cielo. En lo cual se engañan muchas mujeres, porque piensan que el casarse no es más que, dejando la casa del padre, y pasándose a la del marido, salir de servidumbre y venir a libertad y regalo; y piensan que, con parir un hijo de cuando en cuando, y con arrojarle luego de sí en los brazos de una ama, son tan cabales mujeres que ninguna las hace ventaja: como a la verdad, la condición de su estado y las obligaciones de su oficio sean muy diferentes. Y dado que el buen juicio de vuestra merced, y la inclinación a toda virtud, de que Dios la dotó, me aseguran para no temer que será como alguna destas que digo, todavía el entrañable amor que le tengo, y el deseo de su bien que arde en mí, me despiertan para que la provea de algún aviso y para que le busque y encienda alguna luz que, sin engaño ni error, alumbre y enderece sus pasos por todos los malos pasos deste camino y por todas las vueltas y rodeos dél. Y, como suelen los que han hecho alguna larga navegación, o los que han peregrinado por lugares extraños, que a sus amigos, los que quieren emprender la misma navegación y camino, antes que lo comiencen y antes que partan de sus casas, con diligencia y cuidado les dicen menudamente los lugares por donde han de pasar, y las cosas de que se han de guardar, y los aperciben de todo aquello que entienden les será necesario, así yo, en esta jornada que tiene vuestra merced comenzada, te enseñaré, no lo que me enseñó a mí la experiencia pasada, porque es ajena a mi profesión, sino lo que he aprendido en las Sagradas Letras, que es enseñanza del Espíritu Santo. En las cuales, como en una tienda común y como en un mercado público y general para el uso y provecho general de todos los hombres, pone la piedad y sabiduría divina copiosamente todo aquello que es necesario y conviene a cada un estado, y señaladamente en este de las casadas se revee y desciende tanto a lo particular dél, que llega hasta, entrándose por su casas, ponerles la aguja en la mano, y ceñirles la rueca, y menearles el huso entre los dedos. Porque, a la verdad, aunque el estado del matrimonio en grado y perfección es menor que el de los continentes o vírgenes, pero, por la necesidad que hay dél en el mundo para que se conserven los hombres, y para que salgan dellos los que nacen para ser hijos de Dios, y para honrar la tierra y alegrar el ciclo con gloria, fue siempre muy honrado y privilegiado por el Espíritu Santo en las Letras Sagradas; porque de ellas sabemos que este estado es el primero y más antiguo de todos los estados, y sabemos que es vivienda, no inventada después que nuestra naturaleza se corrompió por el pecado y fue condenada a la muerte, sino ordenada luego en el principio, cuando estaban los hombres enteros y bienaventuradamente perfectos en el paraíso. Ellas mismas nos enseñan que Dios por su persona concertó el primer casamiento que hubo, y que les juntó las manos a los dos primeros casados, y los bendijo, y fue juntamente, como si dijéramos, el casamentero y el sacerdote. Allí vemos que la primera verdad que en ellas se escribe haber dicho Dios para nuestro enseñamiento, y la doctrina primera que salió de su boca, fue la aprobación deste ayuntamiento, diciendo: «No es bueno que el hombre esté solo». (Gén, 2.)

    Y no solo en los libros del Viejo Testamento, adonde el ser estéril era maldición, sino también en los del Nuevo, en los cuales se aconseja y como apregona generalmente, y como a son de trompeta, la continencia y virginidad, al matrimonio le son hechos nuevos favores.

    Cristo, nuestro bien, con ser la flor de la virginidad y amador sumo de la virginidad y limpieza, es convidado a unas bodas, y se halla presente a ellas, y come en ellas, y las santifica, no solamente con la majestad de su presencia, sino con uno de sus primeros y señalados milagros.

    Él mismo, habiéndose enflaquecido la ley conyugal, y como aflojádose en cierta manera el estrecho ñudo del matrimonio, y habiendo dado entrada los hombres a muchas cosas ajenas y extrañas mucho de la limpieza, firmeza, y unidad que hay en él; así que, habiéndose hecho el tomar un hombre mujer poco más que recibir una moza de servicio a soldada por el tiempo que bien le estuviese, el mismo Cristo, entre las principales partes de su doctrina, y entre las cosas para cuyo remedio había sido enviado de su Padre, puso también el reparo de este vínculo santo, y así le restituyó en el grado antiguo y primero. Y, lo que sobre todo es, hizo del casamiento, que tratan los hombres entre sí, significación y sacramento santísimo del lazo de amor con que Él se ayunta a las almas, y quiso que la ley matrimonial del hombre con la mujer fuese como retrato e imagen viva de la unidad dulcísima y estrechísima que hay entre Él y su Iglesia; y así ennobleció el matrimonio con riquísimos dones de su gracia y de otros bienes del cielo.

    De arte que el estado de los casados es estado noble y santo, y muy preciado de Dios, y ellos son avisados muy en particular y muy por menudo de lo que les conviene, en las Sagradas Letras por el Espíritu Santo, el cual, por su infinita bondad, no se desdeña de poner los ojos en nuestras bajezas, ni tiene por vil o menuda ninguna cosa de las que hacen a nuestro provecho. Pues, entre otros muchos lugares de los divinos libros, que tratan desta razón, el lugar más propio y adonde está como recapitulado o todo o lo más que a este negocio en particular pertenece, es el último capítulo de los Proverbios, adonde Dios, por boca de Salomón, rey y profeta suyo, y como debajo de la persona de una mujer, madre del mismo Salomón, cuyas palabras él pone y refiere, con gran hermosura de razones pinta acabadamente una virtuosa casada, con todas sus colores y partes para que, las que lo pretenden ser (y débenlo pretender todas las que se casan), se miren en ella como en un espejo clarísimo, y se avisen, mirándose allí, de aquello que les conviene para hacer lo que deben.

    Y así, conforme a lo que suelen hacer los que saben de pintura y muestran algunas imágenes de excelente labor a los que no entienden tanto del arte, que les señalan los lejos y lo que está pintado como

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