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Historia de sor María de la Visitación
Historia de sor María de la Visitación
Historia de sor María de la Visitación
Libro electrónico291 páginas4 horas

Historia de sor María de la Visitación

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En Historia de sor María de la Visitación Luis de Granada hace un relato apasionado de la vida de esta religiosa portuguesa. La historia ha sido referida también por Marcelino Menéndez y Pelayo en su Historia de los heterodoxos españoles y por Antonio Mira de Amescua en su obra La vida y la muerte de la monja de Portugal.
IdiomaEspañol
EditorialLinkgua
Fecha de lanzamiento31 ago 2010
ISBN9788498979824
Historia de sor María de la Visitación

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    Historia de sor María de la Visitación - Luis de Granada

    9788498979824.jpg

    Luis de Granada

    Historia de sor María

    de la visitación

    Barcelona 2024

    Linkgua-ediciones.com

    Créditos

    Título original: Historia de sor María de la visitación.

    © 2024, Red ediciones S.L.

    e-mail:info@linkgua.com

    Diseño de cubierta: Michel Mallard.

    ISBN tapa dura: 978-84-1126-380-1.

    ISBN rústica: 978-84-9816-344-5.

    ISBN ebook: 978-84-9897-982-4.

    Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

    Sumario

    Créditos 4

    Brevísima presentación 11

    La vida 11

    Prólogo 13

    I. [Responde a algunas cuestiones] 16

    II.[División y argumento de esta historia] 20

    Libro primero 21

    Capítulo I. En el cual se declara cuán admirable sea Dios en sus Santos, esto es, en los grandes favores que les hace, y cómo, aunque ellos sean admirables, no por eso son increíbles 21

    [I. En los Santos del Viejo Testamento] 23

    II. [En los Santos del Nuevo Testamento: Los Apóstoles; La Magdalena; San Clemente Romano; Los Padres del Yermo] 26

    III. [San Luis, Rey de Francia y San Alejo] 28

    IV. [Santo Domingo y San Francisco] 30

    V. [San Vicente Ferrer] 33

    VI. [Santas: Cecilia, Catalina de Alejandría y Catalina de Sena] 34

    Copia del Breve de Su Santidad en respuesta de la relación que se le envió sobre las llagas de la priora de la Anunciada 46

    Capítulo II. De los milagros que se coligen de esta relación susodicha 47

    Capítulo III. Del fructo principal que de esta escriptura se debe sacar 50

    [I Familiaridad y regalos del Señor] 50

    II. [Ejemplos de la familiaridad que Nuestro Señor tuvo con algunos santos] 53

    Libro segundo 57

    Capítulo I. De los indicios de santidad que precedieron en esta virgen 57

    [Condición natural] 57

    [Su hermana] 58

    I. [Indicios de santidad] 60

    Capítulo II. De la profesión de esta virgen y de una visión que tuvo después de ella 64

    Capítulo III. Del dolor y vergüenza que esta virgen tuvo con la memoria de sus pecados y cómo el salvador la Consoló 66

    I. [Consolación] 69

    Capítulo IV. De las tentaciones con que Nuestro Señor quiso ejercitar y probar la fe y constancia de esta virgen 71

    Capítulo V. De las oraciones y vigilias y otros ejercicios con que esta virgen se desponía para agradar al Esposo 73

    I. [El ayuno, compañero de la oración] 76

    Capítulo VI. De la humildad de esta virgen 78

    Capítulo VII. De la mansedumbre de esta virgen 84

    Capítulo VIII. De la simplicidad de esta virgen 86

    Capítulo IX. De la grande obidiencia de esta virgen 89

    Capítulo X. De la pureza virginal de esta esposa de Cristo 91

    Capítulo XI. De la caridad de esta virgen con los prójimos y para con Dios 95

    [El amor de los prójimos. Algunos ejemplos] 95

    I. [Caridad para con el Esposo. Ejemplos] 101

    Síguense unos coloquios amorosos que esta virgen escribió por su mano, con que se ejercitaba en el amor del Esposo 105

    Otro coloquio amoroso 107

    Coloquio amoroso más breve 110

    Capítulo XII. De la paciencia y fortaleza a que el Esposo exhortaba a esta virgen 110

    I. [Diversos aparecimientos] 111

    II. [Paciencia y fortaleza, necesarias para la perfección] 113

    III. [Difícil vencimiento del amor propio. Un caso en la vida de esta virgen] 115

    IV. [Otra prueba] 118

    V. [Sequedades y desamparos] 119

    VI. [Mérito y excelencia] 123

    Libro tercero 125

    Capítulo I. Cómo Nuestro Señor señaló a esta su esposa con las insignias de su sagrada pasión 125

    I. [Por qué sigue ahora la impresión de las llagas] 126

    II. [La corona de espinas] 127

    III. [El costado. Preparación y anuncios divinos] 128

    IV. [Impresión de las llagas] 129

    Capítulo II. De lo que debemos filosofar sobre la imprisión de estas llagas 131

    [Luz del cielo para considerarlas] 131

    [Memoria del mayor beneficio del Señor] 133

    I. [Honra y beneficio grande] 134

    II. [Los dolores de las llagas no impiden la devoción ni el alegría de la suavidad espiritual] 138

    Capítulo III. De otros favores que hizo nuestro señor a esta virgen tocantes a la Sagrada Pasión 139

    [Los clavos] 139

    [Cinco gotas de sangre] 139

    [Vestidura colorada] 140

    I. [Recapitulación. La transformación del espíritu por la meditación de la Pasión] 141

    Capítulo IV. De la causa de la publicación de las llagas de esta virgen 143

    [Una gran dificultad] 143

    [Renovar en este tiempo la memoria de su Pasión por los pecados] 145

    [Las cinco gotas de sangre en figura de cruz] 146

    Capítulo V. De los grandes favores que Nuestro Señor hizo a esta virgen, [a]cerca del Santísimo Sacramento 148

    [Suavidad del manjar divino] 149

    [Visión en el Corpus de 1583] 150

    [Visión en la fiesta de San Agustín] 152

    [Más favores divinos] 153

    Capítulo VI. De algunos raptos y aparecimientos notables que tuvo esta virgen 156

    I. Síguese otro aparecimiento 159

    II. Síguese otro aparecimiento 160

    III. Síguese otro que ella explicó por estas palabras: 160

    Capítulo VII. De otros aparecimientos que esta virgen tuvo en diversas fiestas del año 160

    Libro cuarto 167

    Capítulo I. Que es como preámbulo y aviso para saber leer con más frutos los milagros que Nuestro Señor hace para gloria suya y de sus siervos 167

    Capítulo II. Síguense los milagros 169

    [Los clavos] 169

    [Las cinco gotas de sangre] 169

    De un milagro notable que se hizo en una brava tormenta 170

    [El pan quemado] 172

    [Un enfermo curado] 173

    [Sacerdotes a Malaca] 174

    Otro [milagro] 175

    Milagro de la conversión de un moro 175

    Otro 176

    Otro 177

    Otro 177

    Otro 177

    Otro 179

    Otro[s diez milagros] 179

    Libros a la carta 185

    Brevísima presentación

    La vida

    Luis de Granada (1504-1588). España.

    Fray Luis de Granada ingresó en la orden dominica a los veinte años. Y pronto adoptó el nombre de su ciudad natal y allí estuvo durante varios años en el convento de Santa Cruz. También fue prior del convento de Scala-Coeli en la serranía de Córdoba.

    Hacia 1547 escribió su Guía de pecadores, en la que fray Luis recoge un tratado escrito por Savonarola, y una antología de fragmentos del Nuevo Testamento, que comprende el Sermón del Monte, tres capítulos del evangelio de Juan y una paráfrasis de las cartas de Pablo.

    Sus últimos años fueron duros, marcados por el escándalo del suceso de la monja de Portugal, en el que defendió a una monja iluminada, que después se descubrió que había mentido.

    Murió a los ochenta y cuatro años en Portugal.

    Prólogo

    En el cual se declara el argumento y materia de lo contenido en esta historia y de los fundamentos que hay para dar crédito a las cosas que en ella se escriben

    Costumbre fue de muchos insignes autores escribir las vidas de algunas personas notables que florecieron en sus tiempos, como lo hizo San Hierónimo, y San Gregorio en sus Diálogos, y Teodoreto en la Historia religiosa, y Paladio en la suya, y otros que sería largo de contar; y, si éstos no usaran de esta diligencia, careciera hoy la Iglesia de la edificación y fruto que de estas historias se recibe. Movíme por este ejemplo (aunque mi autoridad sea tan desigual), a escribir las vidas de algunas personas de gran virtud que en mi tiempo conocí y traté familiarmente, pareciéndome que, no lo haciendo, cometía hurto contra la sangre de Cristo (de la cual proceden todos estos bienes) y contra la gloria de Nuestro Señor cuyas obras y maravillas dijo el ángel San Rafael a Tobías que debían ser publicadas.

    Y no faltan en nuestros tiempos por la bondad y providencia de Nuestro Señor, en diversas partes de la cristiandad, algunas personas de notable santidad que han dado y pueden dar materia de escribir a los que tovieren celo de la gloria de Nuestro Señor y de sus siervos. Porque en la ciudad de Valencia han florecido agora dos grandes varones, uno de la orden de nuestro padre Santo Domingo por nombre fray Luis Bertrán y otro de la orden del glorioso padre San Francisco, por nombre fray Nicolás Factor, cuyas vidas ordenó Nuestro Señor que se escribiesen, y así se leen no sin mucho fructo y edificación de los fieles. Y el mismo Señor, que honró a Valencia con estos dos santos varones, honró también a Lisboa con dos señaladas mujeres, una dominica, por nombre soror María de la Visitación, y otra de la tercera regla del glorioso padre San Francisco, por nombre Ana de las Llagas; y, lo que más es, a ambas señaló Nuestro Señor con las insinias de su sagrada pasión. Porque la dicha madre soror María de la Visitación tiene impresas en pies y manos y costado las señales de cinco llagas del Salvador, y la otra religiosa tiene encima del pecho esculpido a Cristo puesto en una cruz y el nombre de Jesús al lado, perfetísimamente fabricado de la misma carne, con letras grandes y bien figuradas, y esto de tal manera que, puesta una pasta de cera blanda encima de este lugar, queda lo uno y lo otro figurado, como por autoridad del Santo Oficio se verificó. De manera que Nuestro Señor, que en un mismo tiempo quiso que se hallasen juntos en la ciudad de Roma dos tan grandes santos como fueron Santo Domingo y San Francisco, fundadores de dos órdenes tan principales, quiso también que se hallasen en las dos ciudades susodichas, dos hijos y dos hijas ligítimos de ellos, que representasen muy bien la santidad de sus padres.

    He dicho esto para que se entienda, que, pues agora es el mismo Dios que era entonces, no se haga increible a los hombres hacer Él agora lo que entonces hizo, pues no hay agora menor necesidad de hacer milagros y maravillas, en tiempo que la fe está tan menoscabada con tantes herejías y las vidas de muchos hombres estragadas con tantos vicios como lo estaban en aquel tiempo. Y costumbre es de Nuestro Señor acudir a su Iglesia en tiempo de la mayor necesidad, pues ella ha de durar hasta la fin. De esta manera acudió a su Iglesia en tiempo de la ley (cuando las cosas estaban más caidas) con profetas santísimos y con Reyes religiosísimos como fueron David, Miqueas y Josías y otros semejantes. Y por esto no es cosa extraña criar Nuestro Señor personas tales que con su mérito y oraciones detengan su ira y con el ejemplo de sus vidas despierten los negligentes y con la virtud de sus milagros sustenten la fe.

    Pues, por ser tan grande el fructo de semejantes leturas, confiado en la misericordia de Nuestro Señor, tomé a cargo escribir la historia de nuestra virgen, así por razón de ser de mi orden como por haber tenido yo particular noticia de sus cosas, y porque las que de ella hay que escribir son muy grandes y muy extraordinarias, mayormente para la condición de nuestros tiempos en los cuales no hay tanta santidad como en los pasados.

    Para que no tropiecen aquí los que esto leyeren, diré de la manera que supe todo lo que aquí escribo. Porque primeramente el Padre Fray Pedro Romero que era su confesor (a quien ella como a su ligítimo juez daría cuenta de los favores que de Nuestro Señor recibía) me la daba también a mí y yo la asentaba por memoria para escribirla más de propósito en su lugar. Después de esto el Padre Provincial de esta provincia mandó a esta virgen por obidiencia escribiese por su mano todos los favores que de Nuestro Señor había recibido, lo cual ella mucho tiempo rehusó, recelando que esta escriptura se había de publicar; mas, todavía apretada por el perlado, hizo lo que le mandaban y así escribió un cuaderno de tres o cuatro pliegos de estas cosas, el cual después se me entregó y las cosas de él puse en los lugares de esta historia, a que pertenecían. Después de esto, porque era muy penoso a esta virgen escribir por su mano, por razón de la llaga y clavo que en ella tiene, diose esta orden por el perlado: que ella diese cuenta a su confesor de estas cosas, el cual las escribe fielmente de la manera que las oyó a ella y, para ratificarse en lo escripto, las vuelve a leer a esta virgen y ella borra cualquier palabra o cosa que desdiga de lo que pasó. Y es cosa notable ver el sentimiento y alegría que recibe, cuando con esta letura le remueven la memoria de estas cosas, de las cuales no tenemos otro testimonio sino habellas ella testificado y ratificado de la manera que decimos; y cuán firme sea este testimonio adelante se declarará. Y es cosa muy notable ver la simplicidad y llaneza y cuán sin encarecimiento, da cuenta esta virgen a su confesor de los favores que recibe de Nuestro Señor, porque, aunque a los principios recibía gran pena y vergüenza de esto, pero después, con la familiaridad y confianza que tenía del secreto de su confesor, comenzó a declararse más; pero esto como dije, tan sin engrandecer sus cosas y los favores que de Dios recibía, como si contara otra cualquiera cosa en que fuera poco. De suerte que, como el santo José contaba con grande simplicidad los sueños que había soñado, mas el padre tácitamente consideraba lo que aquello pesaba, así también cuenta ella con toda simplicidad sus cosas, mas los padres espirituales ponderan lo que aquello es. Lo cual me parece que procede, o de haberle dado Nuestro Señor esta simplicidad y humildad, o de la costumbre tan frecuentes que tiene de andar siempre transportada de Dios gozando tan a la continua de estos favores. Y así me parece que le acaeció como a un hombre pobre que, cuando llega a la casa de algún príncipe, si acaso le dan algunos relieves de los majares y del vino de la mesa del señor, no se harta de alabar el gusto y precio de lo uno y de lo otro mas los señores que están acostumbrados a estos regalos no hacen ya caso de ellos. Lo mismo en su manera podemos decir de esta virgen, por estar acostumbrada de muchos años a gozar de tan grandes favores, que a otros serían materia de grande y nueva admiración, mas a ella no lo son por la costumbre, y así da tan llanamente cuenta de sus cosas como si la diese de las ajenas.

    I. [Responde a algunas cuestiones]

    Agora me pareció satisfacer a algunas dubdas o preguntas que los letores podrán hacer acerca de lo que aquí leyeren. Y primeramente porque aquí se escribe que muchas veces el Esposo Celestial aparecía a esta virgen y rezaba alguna hora del Oficio divino familiarmente con ella, como se escribe de Santa Catalina de Sena, dubdaría alguno si realmente era la persona del mismo Cristo, porque por alguna parte parece que sería algún ángel que representase la persona del mismo Señor, como en los tiempos pasados apareció a los Padres antiguos. Porque, aunque el que dio la ley en el monte Sinaí, puesto caso que se llama Dios, no era sino ángel que representaba la majestad y persona de Dios y así era tratado y reverenciado como tal, de la manera que vemos hablar por alteza a los oidores cuando están en sus estrados porque representan la persona real; mas por otra parte, considerando que ya el Hijo de Dios humanado tiene verdadero cuerpo puédese decir que Él mismo sea el que aparece, porque no es cosa nueva haber aparecido Él, después que subió al cielo, a algunos santos, como apareció a San Pablo, según él lo testifica. Y este aparicimiento no fue con visión imaginaria, sino con la real y verdadera presencia del cuerpo de Cristo, ca por este aparecimiento pretende el apóstol probar la verdad de la resurrección del Salvador y por ella la de nuestros cuerpos. Esto dice Santo Tomás, y Cayetano en el mismo lugar.

    Cuéntase también en esta historia, después de haber tratado de las virtudes y ejercicios espirituales de esta virgen, muchos y diversos aparecimientos de Nuestro Señor y de su bendita Madre y de algunos santos, las cuales señaladamente acaecieron en las fiestas principales que celebra la Iglesia. Porque como en los tales días esta virgen se dispone a celebrarlas con mayor devoción y recogimiento, así Nuestro Señor, que nunca niega su favor y gracia a quien se dispone para ella, le correspondía con alguna especial visitación con que le representaba alguna cosa notable del misterio de aquella fiesta, con que encendía el corazón de esta virgen en su amor. Mas en otros aparecimientos (demás de éstos) pretendía este Esposo, como maestro de las virtudes, inducirla a alguna de ellas, como a la virtud de la humildad, de la paciencia, del amor de la cruz y de los trabajos y a la desconfianza en sí y confianza en Dios, del conocimiento de su propria vileza, lo cual sirve grandemente para el provecho de los lectores; por lo cual tuve más cuidado de escribir estos aparecimientos que los otros, porque sirve más para la edificación de nuestras ánimas.

    Mas, para entender de la manera que son estos aparecimientos y visiones, es de saber que unas veces se hacen interiormente, infundiendo Dios en el ánima las especies e imágenes de las cosas de que quiere representar, lo cual se hace en los raptos; otras veces, estando la persona en su acuerdo, se forman estas mismas especies e imágenes exteriormente en el aire, mediante las cuales la persona ve lo que Nuestro Señor le quiere representar. Algunos habrá que extrañen tanta manera de aparecimientos como en esta historia se cuenta. A esto fácilmente respondemos que Nuestro Señor comenzó a hacer especiales favores y mercedes a esta virgen dende la víspera de su profesión (como adelante veremos) y de esta manera ha continuado con ella, dende este tiempo, que fue dende los diecisiete años de su edad; y, siendo ella agora, al tiempo que esto se escribe, de treinta y siete, son ya pasados veinte años en que estos favores y mercedes se han continuado, unas veces más frecuentemente y otras menos, como Él era servido. Y, como se lee en dos horas lo que pasó en tantos años, parece mucho; lo cual, mirado cuando ello acaeció, no lo es; y por esta causa, en algunas cosas de esta historia, procuraremos señalar, cuanto nos sea posible, los años en que algunas de estas cosas acaecieron.

    Otros habrá que, considerando lo dicho, no extrañen tanto la muchedumbre de las cosas como la grandeza de algunas de ellas, como son los éxtasis tan frecuentes, los levantamientos en el aire, los milagros que se hacen con cosas suyas y con el agua en que ella mete las manos, y otras cosas semejantes, alegando que no se leen tales y tantas cosas en las vidas que tenemos de los santos pasados. A esto primeramente respondo que en la Iglesia hay muy pocas vidas de santos, aunque sean muy grandes santos, que estén escriptas a la larga. Porque no hay otros mayores santos que los apóstoles y, sacado el apóstol San Pablo, cuya peregrinación se escribe en los Actos de los apóstoles, y un poco del apóstol San Pedro, que ahí también se escribe, casi nada tenemos escripto de ellos, si no es el lugar donde pedricaron y el martirio que padecieron; y es de creer que no padecieron ellos menores trabajos que el apóstol San Pablo. Y de algunos mártires gloriosísimos (como fueron San Lorenzo y San Vicente) no está más escripto que los tormentos que padecieron; y es de creer que estaban ellos antes fundados sobre firme piedra y consumados en toda virtud, pues tan grandes avenidas y crecientes de ríos no fueron parte para irritarlos. Y lo mismo digo de otros mártires fortísimos, porque no hubo quien se aplicase a escribir sus vidas, por las cuales alcanzaron tan grande fe y constancia, y muchas de ellas se perdieron por las persecuciones de los tiranos que mandaban quemar todos nuestros libros. Verdad es que de los santos que fueron fundadores de las religiones (como fueron Santo Domingo, San Francisco, San Benito, San Bernardo y otros), algunos tenemos sus vidas escriptas a la larga dende el principio hasta el fin de ellas, porque sus hijos procuraron saber las virtudes y ejercicios de los padres que habían de imitar, mas en pocos otros se hizo esta diligencia. La vida de Santa Caterina de Sena escribió su proprio confesor y, si él no se despusiera a tomar este trabajo, quedaran sepultadas en perpetuo silencio tantas maravillas como de ella se escribe, que tanto nos declaran la bondad y suavidad de Dios para con las ánimas puras y humildes. Y a esta santa reveló Nuestro Señor que le era igual en la gracia y en la gloria una virgen llamada Inés (cuya sepoltura fue esta virgen a visitar) y, con todo eso, nada sabemos de ella, porque no se ofreció nadie a escribirla; y conforme a esto se suele decir que antes del rey Agamenón hubo hombres esforzados, pero no tenemos noticia de ellos, porque no hubo poetas que escribiesen sus proezas y valentías.

    Y demás de esto, para confirmar la fe de las cosas que aquí se escriben, y para que nadie las tenga por increíbles, escribí el primer libro de esta historia, en el cual procediendo por los prencipales santos del Viejo y Nuevo Testamento hasta llegar a Santa Catarina de Sena, reconté las grandes maravillas que Nuestro Señor obró con ellos, las cuales, si no estovieran autorizadas con la Escriptura divina, parecieran increíbles. Para que se entienda que, pues es agora el mismo Dios que era entonces, (el cual no se muda con los tiempos), no se tenga por increíble hacer Él agora algo de lo que hizo entonces, pues no está

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