Un Sátiro por Navidad: Los Sátiros Malditos
Por Rebekah Lewis
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Descripción del Libro:
Un Sátiro por Navidad
Un relato de Los Sátiros Malditos
Celebra las fiestas con un sátiro...
Chastity Michaels no quiere hacer la reseña del grupo más popular del momento, Un Dilema Mítico. Cuando el enigmático y sexy Cyprian Agrios se cruza por primera vez en su camino, el encuentro resulta un desastre. No tienen nada en común, pero él se convierte en un excitante desafío imposible de ignorar, sobre todo cuando no tiene nada mejor que hacer durante las vacaciones de Navidad.
Después de que Cyprian ayudase a salvar el mundo, sus compañeros de grupo humanos no estaban muy seguros sobre qué hacer con esa información. Hasta que el abandono de su cantante líder, convierte a Cyprian en el nuevo frontman. Este movimiento les catapulta a la popularidad en Europa y en Estados Unidos. ¿El problema? Sus “prótesis” escenográficas no son falsas en absoluto. Él es un sátiro de verdad, y cuanto más famoso se vuelve el grupo, más probable resulta que su secreto acabe saliendo a la luz.
Cuando una polémica acusación amenaza con arruinar su carrera musical pocos días antes de la gran actuación navideña del grupo, Chastity decide ayudarle a salir de esta pesadilla de relaciones públicas. Pero, ¿podría su injerencia empeorar aún más las cosas cuando los dioses del Olimpo deban intervenir?
Rebekah Lewis
Rebekah Lewis has always been captivated by fictional worlds. An avid reader and lover of cinema, it was only a matter of time before she started writing her own stories and immersing herself in her imagination. Rebekah’s most popular series, The Cursed Satyroi, is paranormal romance based on Greek mythology. She also writes Fantasy and Time Travel. When satyrs, white rabbits, and stubborn heroes aren’t keeping her busy, she may be found putting her creativity to use as an award-winning cover artist. Rebekah holds a Bachelor of Arts in English Literature and lives in Savannah, GA with her cat, Bagheera.
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Un Sátiro por Navidad - Rebekah Lewis
Un Sátiro por Navidad
Los Sátiros Malditos, 5.5
Dedicatoria
Para Chelsea Carruthers.
La mejor de las amistades surge a partir de varias bromas privadas basadas en un puñado de mensajes de texto pasados por el corrector automático. Como aquellas que hacen su aparición en este libro. Quedan ahora inmortalizadas. Nos sobrevivirán a todos.
Capítulo Uno
La mayoría de las mujeres no protestaría si su sueldo dependiera de la observación de hombres atractivos y sudorosos sobre el escenario de un concierto, pero Chastity Michaels habría cedido gustosamente su puesto a cualquier otra. Se cruzó de brazos, de pie junto al borde de la multitud, en la parte de fuera de la barandilla frente al escenario. Un guardia de seguridad le echó un vistazo antes de volver una expresión aburrida hacia la multitud. En el pequeño recinto sólo se podía estar de pie y se estaba llenando rápidamente. Una mujer próxima a ella le dijo algo grosero sobre colarse y ella levantó brevemente el pase de prensa para que pudieran ver que estaba allí por trabajo, no para su disfrute personal. Chastity no deseaba estar allí mucho más de lo que los fans tras ella deseaban que estuviera. No obstante, las quejas cesaron y la mujer siguió fantaseando sobre los integrantes del grupo con una expresividad que nadie debería tener que oír pronunciada en voz alta.
Sacando el móvil, Chastity comprobó la hora. No figuraban en la programación grupos teloneros, lo que, si bien consideró una bendición, también la sorprendió tratándose de un grupo que estaba haciéndose famoso con tanta rapidez. Y, si no tenían teloneros, ¿no deberían estar ya sobre el escenario? Chastity tenía mejores cosas que hacer que escribir una crítica sobre otro grupo de rock mediocre conocido por su teatralidad excesiva, sus prótesis y sus letras cargadas de insinuaciones sexuales. Había tenido que dar su brazo a torcer y acudir a hacerles la crítica para poder conseguir también el encargo de cubrir una nueva producción escénica que había estado deseando ver y que iba a estrenarse aquí, en Atlanta.
Su jefe, Rex Tanner, quería usar un título atractivo como gancho en las redes sociales y, por algún motivo, pensó que si una mujer hacía la crítica a este grupo en concreto le daría un toque a la reseña más jugoso. Había tenido que buscar lo que había querido decir con eso. Le había hecho sentir vulgar que se esperase de ella volverse loca por un grupo que no le interesaba lo más mínimo, pero un trabajo era un trabajo y a ella no tenía por qué gustarle cada aspecto del mismo, siempre y cuando recibiera su cheque a final de mes. Así que no le quedaba más remedio que soportar esta tortura en particular y seguir con su vida, tal como hacía ella. Rex se iba a quedar profundamente decepcionado cuando no recibiese el artículo que buscaba, pero si acaso esperaba que ella fuera a escribir una reseña tratando a los hombres sobre el escenario como meros objetos de deseo, es que no la conocía muy bien.
Entretanto, Chastity empezaba a ponerse nerviosa. Primero, comprobó que aún seguía llevando en su bolso bandolera las llaves, la cartera, el móvil, libreta y bolis, puesto que revisar la situación de sus pertenencias solía tranquilizarle los nervios. Cuando hubo finalizado, no le quedaba hacer otra cosa sino esperar. Una investigación rápida no le había revelado gran cosa acerca de un grupo llamado Un Dilema Mítico, aparte de tener una gran cantidad de seguidores europeos, especialmente alemanes, y las noticias de que uno de los integrantes había abandonado el grupo no hacía mucho. Su cantante. El guitarrista principal había asumido su puesto como músico y cantante, y, con él en el centro del grupo, se había empezado disparar su popularidad aquí, en los Estados Unidos.
Chastity empezó a hacer girar entre los dedos su pase de prensa y a retorcer el cordoncillo del que pendía. El pase le permitía acceso a los bastidores, donde se suponía que debía estar ahora mismo. Parte de su trabajo era ver al grupo antes y después de la actuación, observar cómo actuaban y se preparaban, pese a estar convencida de que Rex solo quería oír hablar sobre las prótesis. Aparentemente, el vestuario era tan realista que habían surgido ya auténticas leyendas urbanas en torno a los integrantes. Chastity entornó los ojos. Si la gente creía que estos tipos tenían realmente algo que ver con lo que se disfrazaban sobre el escenario, se merecían ser engañados así. Lo último que deseaba hacer esta noche era ver a un puñado de hombres disfrazados de criaturas mitológicas. Lo siento, pero no.
Las luces se atenuaron teatralmente al tiempo que se ponían en marcha las máquinas de humo a ambos lados del escenario. A su espalda, las mujeres empezaron a gritar como si las estuvieran matando, y ella hizo una mueca. Ésa era la razón por la que odiaba los conciertos de rock. No tanto a causa de la música –que podía ser bastante buena –, sino por el volumen tan alto de la música en directo y los fans odiosos. La mayoría de las veces, trabajaba con producciones escénicas, que disfrutaba enormemente. Algo que contase una historia, no siempre a través de canciones, y que el público pudiera admirar sosegadamente sin tener que perder la cabeza.
El público coreaba las iniciales del nombre del grupo, una y otra vez, como si repetirlas hiciera que éste fuese a aparecer antes, cuando ya llegaba –miró otra vez el móvil– veintisiete minutos tarde. Se entreveían siluetas moviéndose al fondo del escenario, preparándose. Finalmente, el batería tomó asiento, disfrazado de trol. Probablemente debido a su altura y a sus anchos hombros. A continuación, el bajista se colgó la correa de la guitarra, pasándola por encima de su cabeza, para preparar su instrumento. Chastity supo que era el bajista y no el guitarrista, puesto que no se detectaban las típicas marcas de rasgueo. Este tipo se había vestido como algo parecido a un lobo o un zorro. ¿Dónde estaba este tal Cyprian Agrios que excitaba a las mujeres hasta su desmayo, como si fuera en serio un sátiro de la mitología griega enviado a desvirgar a inocentes y a perseguir ninfas a través de los bosques, o lo que fuera que hicieran los sátiros?
Las luces destellaron y empezaron a pulsar al tiempo que la multitud rugía en torno a ella. Observó que el bajista usaba una guitarra típica para esta canción, al tiempo que se ponía al frente del grupo. Un zorro sin duda, y llevaba nueve rabos. Tendría que investigar eso. No obstante, era un hombre atractivo, japonés. Llevaba el pelo más largo por el lado izquierdo que por el derecho.
Desde arriba, una X gigante de madera, que pertenecía a una cámara BDSM, empezó a descender y, –¿en serio?–, ahí estaba Cyprian, atado a eso, sin llevar nada más que unos pantalones de piel sobre unas botas de pezuñas prostéticas. Sus largos y oscuros cabellos estaban peinados hacia atrás en un estilo asalvajado, y sus cuernos de ébano enmarcaban su rostro como si se tratara de algún tipo de corona animal.
Ridículo. Y aún así, no evocaba una escena desagradable en absoluto.
Cuando la X alcanzó la plataforma sobre el escenario detrás del batería, dos tramoyistas vestidos como duendes corrieron a asegurarla, pero dejaron al cantante atado a la cosa. Ahora que estaba sobre el escenario, su micrófono quedaba visible, asomando por debajo del pelo oscuro. Así que iba a cantar estando aún atado a un trozo de madera, y exhibiendo unos relucientes abdominales. A su jefe le iba a emocionar esto.
Sin embargo, una vez que Cyprian empezó a cantar, su cinismo empezó a diluirse. Tenía sin duda una voz increíble. El talento era ciertamente notable, pero ¿a qué se debía todo aquel espectáculo? Sin duda podían disfrutar del mismo nivel de popularidad sin tener que esforzarse tanto.
Espera, ¿acaso no acaba de cantar la letra, Deberíamos follar durante horas
? Que empiecen la compensación hiperbólica y las expectativas poco realistas. Tenía un aspecto fantástico, pero seguro que sólo aguantaría siete minutos antes de ponerse a roncar con quien quiera que se fuese a la cama con él esa noche.
Cuantas más palabras escuchaba, más roja se ponía. La canción trataba de una noche de sexo salvaje y bondage. A Chastity no debería tomarla por sorpresa, dada su espléndida entrada, pero, de alguna forma, había conseguido pillarla desprevenida. No obstante, el aspecto instrumental de la canción era bueno y no pudo evitar seguir el compás de la canción con el pie. Lo que no quería decir que estuviera pasándoselo bien ni nada, porque no era cierto...
Cuando finalizó la primera canción, los hombres duendes liberaron a Cyprian de sus ataduras, quitándole el micrófono de la cabeza. Entonces tomó una guitarra y se dirigió al centro, mientras el bajista cambiaba de instrumento. Cyprian ocupó su lugar en el lado izquierdo del escenario, donde un micrófono más grande se ubicaba de pie, a unos tres metros en diagonal a la derecha de Chastity. Dirigió toda su atención hacia él y se quedó sin aliento.
Contacto ocular. O al menos lo pareció. Cyprian contemplaba al público hasta que finalmente detuvo su mirada sobre ella. Aunque era probable que estuviera mirando a la persona a su lado o detrás de ella. Una de las mujeres que no tendría problemas dejándole hacer todo lo que prometía en su última canción. Nada del otro mundo.
Tragó saliva con dificultad.
Él volvió su atención por segunda vez hacia la multitud y de nuevo hacia ella. Sonrió, como si, al juzgarla simplemente por su aspecto físico, hubiera llegado a algún tipo de conclusión sobre ella de la que quisiera aprovecharse, y su perversa expresión hizo que se volviera a quedar sin aliento. Entonces enloqueció con la guitarra, irrumpiendo con una canción aún más pegadiza que la anterior. Esta otra iba sobre ninfas y una metáfora genérica sobre cómo el amor inalcanzable puede liberar uno de los aspectos más oscuros del pasado de un hombre.
De acuerdo, así que Un Dilema Mítico no era un grupo horrible, pero eso no quería decir que fuesen a obtener una gran crítica por su parte. ¿Qué podían hacer que no hubiera visto antes? No se lo estaba pasando mal, pero ¿podían seducirla con algo distinto a lo que acostumbraban a ofrecer los típicos grupos de rock?
Canción tras canción, Chastity fue perdiendo rápidamente la noción del tiempo, mientras escuchaba las palabras e historias que contaban. Casi todas trataban de mitos y leyendas, y muchas de ellas eran eróticas por naturaleza o trataban sobre el deseo de ser amado y el fracaso de cada tentativa amorosa. En mitad de la actuación, Cyprian se puso a tocar un solo instrumental. Sin embargo, contrariamente