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Historia de lo trans: Las raíces de la revolución de hoy
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Libro electrónico334 páginas6 horas

Historia de lo trans: Las raíces de la revolución de hoy

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¿Cuándo y cómo se crea el término transexual?, ¿quiénes han luchado en el contexto norteamericano a la hora conseguir derechos para las personas que se salen de las normas de género, son travestis, transexuales o no binarias?, ¿cómo se hace la memoria de las personas trans?, ¿qué líderes impulsaron otras maneras de entender las transgresiones de género?, ¿qué retos sociales se plantean gracias a las vivencias de las personas trans y su activismo?
Historia de lo trans presenta, a través de una visión crítica y decolonial, los momentos clave de un movimiento político y cultural que ha cuestionado las bases del feminismo y los marcos conceptuales de las luchas LGTB. En este recorrido encontramos biografías apasionantes de los y las protagonistas de las luchas trans, insertos en la historia de la teoría de los géneros, y se muestra cómo han ido moldeando nuestro relato global. Aquí se narran las batallas que se han librado desde el cuerpo; en el lenguaje, la academia, las leyes, la medicina y también en las calles, con episodios como la revuelta de Stonewall o los disturbios de la cafetería Compton's. Escrito por la activista y teórica norteamericana transexual Susan Stryker, en este ensayo no se eluden tampoco las intersecciones de raza, clase social, migraciones o diversidad funcional.
Con prólogo de Lucas Platero, doctor en Sociología, docente, investigador y activista por los derechos LGTBQ.
Traducción de Matilde Pérez y María Teresa Sánchez.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento5 may 2021
ISBN9788412377316
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    Lectura obligatoria para quien quiera avanzar en el proceso de sensibilización y familiarización con la cultura trans.

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Historia de lo trans - Susan Stryker

Prólogo

R. Lucas Platero

¿Cuándo y cómo se crea el término transexual?, ¿quiénes han luchado en el contexto norteamericano a la hora de conseguir derechos para las personas que se salen de las normas de género, son travestis, transexuales o no binarias?, ¿cómo se hace la memoria de las personas trans*?, ¿qué líderes impulsaron otras maneras de entender las transgresiones de género?, ¿cómo es posible que tengamos tantos personajes trans* en las series de televisión de éxito actuales?, ¿hay más personas trans* y no binarias que hace un siglo?, ¿qué retos sociales se plantean gracias a las vivencias de las personas trans* y su activismo? Estas son solo algunas de las preguntas que se plantean en Historia de lo trans, un libro magnífico que aparece a finales de 2017 con una edición revisada y actualizada en castellano de la editorial Continta Me Tienes (y en inglés en la editorial Seal), y lo hace casi 10 años más tarde de su publicación original.

Con Historia de lo trans tenemos la oportunidad de acercarnos al trabajo histórico y político de Susan Stryker, que aún no es muy conocida en nuestro contexto, probablemente porque hasta el momento no hemos contado con traducciones de sus trabajos. La excepción la encontramos en el que su fue su primer artículo académico, «Mis palabras a Víctor Frankenstein desde el Pueblo de Chamonix: Performando la Ira Transgénero», traducido en Políticas trans. Una antología de textos desde los estudios trans norteamericanos (2015). También es relevante que Stryker ha estado recientemente en Barcelona, impartiendo la conferencia «Coged aire: Las políticas de vida trans actuales» (2016), en un ciclo de conferencias organizado por Cultura Trans, por lo que es conocedora de los cambios que se han producido para las personas trans* en el Estado español. Pero, ¿quién es Susan Stryker? Esta mujer trans* norteamericana es doctora en Historia de los Estados Unidos, por la Universidad de California, también es una conocida activista, autora de varios libros entre los que podemos destacar The Transgender Studies Reader (Routledge, 2006) y el que está escribiendo en la actualidad, Cross-Dressing for Empire: Gender and Performance at the Bohemian Grove. Ha dirigido documentales, como el premiado Screaming Queens: The Riot at Compton’s Cafeteria (2005). En la actualidad Stryker es profesora en la Universidad de Arizona, directora del Instituto de Estudios LGBT y coeditora de TSQ: Transgender Studies Quarterly, la primera revista académica sobre cuestiones trans* que no tiene un enfoque médico.

Historia de lo trans comienza presentando dónde se sitúa Susan Stryker frente a su objeto de estudio, la historia de las personas trans*, para subrayar que escribe desde los Estados Unidos y desde una generación muy determinada. Pensemos que su impresionante biografía evidencia una lucha intensa por sortear barreras que han penalizado su salida del armario como mujer, a sabiendas de que conseguir un trabajo en la universidad no es algo que se esperase de una mujer trans*, para quienes parece que encajaba mejor otras expectativas sociales. Tras esta introducción, Stryker sitúa el marco de la investigación que realiza e introduce la terminología que se utiliza a lo largo de la historia en los Estados Unidos para hablar de las personas que transgreden el sexo asignado en el nacimiento. Vocablos como transexual, travesti, transgénero, trans, trans*, travelo, hermafrodita, intersexual, entre otros, surgen en momentos históricos determinados, con diferentes cosmovisiones que dan el significado a las rupturas con el sexo asignado en el nacimiento, la expresión, corporalidad o identidad de una persona. Una historia y una terminología que hemos de entender con la distancia y la necesidad de reconocer que no tienen la misma trayectoria y enraizamiento que en lugares de habla hispana.

Por ejemplo, si nos fijamos en la palabra travesti, en la Argentina actual es un término autorreclamado por sus protagonistas para la lucha política y social (Berkins, 2003), mientras que en el Estado español su uso fue más frecuente antes de los años ochenta, y ahora ha sido relegado a una actividad ligada al crossdresser. Lo mismo ocurre con transexual y transgénero, que tienen un uso radicalmente distinto en inglés que en español; el término aglutinador o paraguas de uso amplio y que ha tratado de ser inclusivo en los Estados Unidos ha sido desde los años noventa transgénero (transgender), mientras que en castellano ha sido transexual (transsexual), y más tarde trans (y puede que también trans* con asterisco), sin hacer demasiadas distinciones entre quienes hacen modificaciones corporales y quiénes no (Platero, 2014; Missé y Galofre, 2015). En inglés, transsexual se ha ido reservando para señalar a aquellas personas que han hecho modificaciones corporales, frente a transgender, que no necesariamente se identifica con tales modificaciones o con un tránsito medicalizado al uso. El término transgénero en español ha sido menos usado, si bien quizás se ha hecho con un uso más politizado.

Cabría preguntarse el porqué de este frenesí lingüístico, cuestión que se complica aún más con las vivencias no binarias y el deseo de hacerlas patentes en el lenguaje (con el uso de palabras que terminan en «e», por ejemplo, frente a otras propuestas de lenguaje inclusivo que se sirven del término persona, términos unisex, el uso de la @, x o *). Por una parte, demuestra que sus protagonistas no terminan de estar a gusto con las palabras que la medicina o la ley ha elegido para ellas, denominaciones que a menudo son peyorativas, con lo que supone un reclamarse en primera persona. No solo esto, sino que las protagonistas de estos debates y experiencias son a su vez muy críticas con el lenguaje que se utiliza sobre ellas mismas, personas que a su vez viven bajo un intenso escrutinio social. Pone en evidencia que si bien puede que parezca que el debate está en el terreno del lenguaje (por sus connotaciones, sus efectos no deseados, sus características y si «dan juego» o no), es también muy relevante cómo usamos estas palabras para excluir a algunas personas (Serano, 2015). Así, este dinamismo del lenguaje refleja un constante movimiento de significados emergentes que requieren de nuevas expresiones, por ejemplo, asociadas a la visibilidad de la infancia trans* o las personas no binarias. De hecho, cada vez que parece que hemos conseguido mapear qué palabras hay, cuáles nos gustan o resultan útiles y cuáles no, se está creando el significado que necesitará de una palabra para poder concebirse. Otra de las realidades que se pone de manifiesto es que constantemente surge la necesidad de una terminología inclusiva (transgénero, trans, trans*…), frente a la mirada restrictiva que se utiliza desde marcos médicos o legales, así como por la cooptación de vocabulario que transforma su significado.

Además de dar un sentido histórico a la gramática trans*, Stryker nos muestra los eventos y personas claves para entender la visibilidad de las cuestiones trans* a día de hoy, realizando un ejercicio de genealogía que resulta necesario. Nombra, por ejemplo, las leyes municipales que prohibían a los hombres vestir como mujeres (1863); a quienes sirvieron en el bando confederado de la guerra pasando por hombres, como Harry Buford; incluye extractos de cartas recogidas por Magnus Hischfeld (1909); nombra a activistas pioneras como Louise Lawrence, Virginia Prince, Sylvia Rivera, Martha Johnson, Reed Erickson, Suzy Cooke, Leslie Feinberg o Angela K. Douglas, entre otras. Nos recuerda que antes de las tan nombradas revueltas de Stonewall Inn hubo otras en la cafetería Compton’s (1966) o que la homosexualidad ha podido ser un término aglutinador que incluía lo que ahora entendemos como transexualidad, poniendo en el mapa nombres de organizaciones, personas y hechos clave.

Es necesario enfatizar que Stryker narra la historia de la transexualidad y lo trans* en los Estados Unidos que, a pesar de su influencia global, no es la misma historia que se ha vivido en otros lugares, como en el Estado español o en Latinoamérica. Si tomamos como ejemplo el Estado español, no es hasta los años cincuenta del siglo pasado cuando se activa el término transexual (Vázquez García, 2011), de manera que las personas transexuales como sujetos políticos no emergen hasta un momento político de transición democrática, ligada a la liberación homosexual y la lucha contra la ley de peligrosidad y rehabilitación social, junto con otros movimientos sociales. Sería una historia de lo trans* distinta también por las relaciones que han establecido los diferentes movimientos sociales entre sí, como son los movimientos feministas, sobre los derechos sexuales y reproductivos, las libertades sexuales y el activismo trans*, entre otros (Platero y Ortega, 2016). Por poner un ejemplo concreto, la persistencia e impacto de un feminismo dedicado a excluir a las mujeres trans* (TERF) no tiene la misma trayectoria en el Estado español o en Latinoamérica que en Estados Unidos (Osborne, 2017). Parte de esta diferencia tiene que ver con compartir una trayectoria de lucha que ha dado valor a la aportación feminista que han hecho las trabajadoras del sexo trans*, el papel destacado de algunos feminismos lesbianos a la hora de vincularse con las mujeres transexuales en los años noventa y más tarde, la inclusión de hombres trans* en debates feministas así como el contexto dinámico de cambios en el que se inserta hace que en el Estado español este movimiento TERF sea menos relevante.

Susan Stryker utiliza un lenguaje sencillo y accesible, con el que consigue transmitir con una gran claridad que los estudios sobre las personas trans* tienen una importancia que va más allá de ser una minoría social, para situarlos en un marco más amplio de luchas en los movimientos sociales, y el seno del feminismo en particular. De hecho, apuesta por una mirada transfeminista e interseccional, que tiene en cuenta otros lugares situados, como puede ser la diversidad funcional, la racialización, la procedencia nacional, la clase social o las creencias religiosas, entre otras identidades sociales de las personas trans*. Además, hace hincapié en que la historia de las personas trans* en los Estados Unidos refleja necesariamente el devenir histórico, político y social de este país, una suerte de ensamblajes que hace posible la visibilidad y presencia pública que tiene la transexualidad hoy en día, incluso cuando la crisis económica de 2008 ha supuesto un mayor recorte en derechos y recursos.

Otra cuestión que es de suma importancia es que este es un libro sobre las personas trans* escrito por una de sus protagonistas. Algo que no es muy frecuente si tenemos en cuenta que habitualmente la producción del conocimiento suele estar en manos de personas que conciben la transexualidad como una enfermedad o un problema legal, una curiosidad antropológica o una novedad. Poder tener una mirada tan globalizadora y comprehensiva sobre los factores históricos y sociológicos que construyen las vidas de las personas trans* en Norteamérica es solo posible desde esta situación privilegiada de protagonista, activista e investigadora. Esta cuestión sobre la agencia de las personas trans* en la creación del conocimiento, así como su representación pública, ya sea en la ficción o vida real, está presente a lo largo de todo el libro. En especial, cuando se refiere a las artes o medios de comunicación, donde es muy frecuente, por ejemplo, la producción de películas hechas para un público que no es trans*, pero sobre una temática trans*.

Historia de lo trans es un libro valioso que contribuye a trans-formar la mirada que tenemos sobre el género, las personas que transgreden los roles asignados con la asignación de un sexo en el nacimiento, así como de las relaciones entre movimientos sociales. Se dirige a muchos públicos y resulta relevante para investigadores y estudiantes de ciencias sociales y humanidades; para el activismo y los movimientos sociales, para profesionales de la intervención social, es significativo para historiadores e historiadoras, y en suma, para todas aquellas personas que quieran dar un rigor histórico y sociológico al conocimiento sobre las personas trans*. Este trabajo también pone de manifiesto la carencia de un estudio de una profundidad similar sobre lo trans* y las personas trans* en el Estado español, si bien también es importante señalar que existen trabajos destacados de autores trans* como Miquel Missé, Juana Ramos, Pol Galofre, Norma Mejía, Amets Suess, Ian Bermúdez, Mar C. Llop o Lucas Platero, entre otros.

Para terminar, me gustaría señalar el momento en el que emerge esta narración de la historia de lo trans*, que sucede en mitad de una recesión conservadora que está haciendo impacto en muchos estados-nación, no solo en los Estados Unidos. Este giro conservador cuestiona la linealidad de la narración que plantea la consecución de derechos como un avance unidireccional y en el que se asocia progreso a lo occidental o la modernidad. Desde una visión crítica y decolonial, los derechos y oportunidades vitales de las personas trans* están siempre ensamblados y entretejidos con la producción social de la racialización, clase social, pasabilidad y cisapariencia, diversidad funcional, migración y otras experiencias de importancia estructural.

Bibliografía

Berkins, Lohana (2003), «Un itinerario político del travestismo» en Diana Maffía (comp.), Sexualidades migrantes. Género y transgénero, Edhasa, Buenos Aires, pp. 127-137.

Galofre, Pol y Miquel Missé (eds.) (2015), «Introducción», Políticas Trans. Una antología de textos desde los estudios trans norteamericanos, Barcelona y Madrid, Egales, pp. 19-28.

Platero, R. Lucas (2014), Trans*exualidades. Acompañamientos, factores de salud y recursos educativos, Barcelona, Bellaterra.

Platero, R. Lucas y Esther Ortega Arjonilla (2016), «Building Coalitions: The Interconnections between Feminism and Trans* Activism in Spain», Journal of Lesbian Studies, 20(1):46-64.

Serano, Julia (2015), «Regarding Trans* and Transgenderism», Whipping Girl, 27 de agosto, accesible en http://bit.ly/2yNis9z (consultado el 08/11/2017).

Stryker, Susan (2015 [1994]), «Mis palabras a Víctor Frankenstein desde el Pueblo de Chamonix: Performando la Ira Transgénero», Políticas trans. Una antología de textos desde los estudios trans norteamericanos, traducido por Lucas Platero, ed. Pol Galofre y Miquel Missé (ed.), Barcelona-Madrid, Egales, pp. 135-162.

Vázquez García, Francisco (2011), «¿Por qué en la edad moderna no podía haber transexuales? Cuatro casos de transmutación sexual en España (siglos XVI-xx)», Ubi Sunt? (26), pp. 49-58.

SUSAN STRYKER

HISTORIA DE LO TRANS

Las raíces de la revolución de hoy

Este libro está dedicado a las personas trans cuyas vidas hicieron la historia que aquí se relata, así como a las personas trans, amigos y aliados que continúan hoy día haciendo historia con su lucha por la causa de la justicia social.

Prólogo

Pese a su sencillo título, Historia de lo trans, el tema que aborda este libro es al mismo tiempo más restringido y más amplio –más restringido porque gira fundamentalmente en torno a la historia del movimiento transgénero en los Estados Unidos concentrada principalmente en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, y más amplio porque el término transgénero, antaño un término muy extenso, en la actualidad no logra abarcar la complejidad del género contemporáneo. Y aunque este libro lleva el mismo título que la primera edición publicada en 2008, tan vasta ha sido la revisión necesaria para tratar convenientemente los cambios más destacados de la pasada década que ha convertido esta segunda edición en un libro sustancialmente nuevo. El texto de la primera edición se ha actualizado, por tanto, de principio a fin –particularmente en lo que atañe al primer capítulo– y se ha incorporado un nuevo capítulo al final.

Recomponer las piezas de la historia trans de los Estados Unidos ha sido un gran proyecto de mi vida profesional como historiadora durante casi veinte años. Como mujer transexual también he sido partícipe de esa historia, junto con otras muchas personas. Aunque he intentado contar esa historia de forma extensa e inclusiva, lo que tengo que decir se nutre inevitablemente de mi propia implicación en los movimientos sociales transgénero, de otras experiencias vitales propias y de las formas concretas en las que me considero transgénero.

Soy una de esas personas que, desde que puedo recordar, siempre se ha sentido identificada con el género femenino pese a haber recibido un nombre masculino al nacer, pese a que todo el mundo me consideraba un chico y me criaron como tal, y pese a que mi cuerpo mostraba la apariencia típica de un cuerpo masculino. Cuando era joven no lograba dar una buena explicación a estos sentimientos y, tras una vida de reflexión y estudio, sigo abierta a encontrar la mejor manera de explicarlos. No es que sienta la necesidad de explicarlos para justificar mi existencia. Solo sé que esos sentimientos persisten independientemente de cualquier otra cosa. Sé que me hacen ser quien soy, independientemente de lo que los demás sientan hacia mí o de cómo se comporten conmigo por tenerlos.

El miedo a ser ridiculizada, estigmatizada o discriminada, así como mi propia incertidumbre inicial sobre cómo actuar con mis sentimientos transgénero, me llevaron a esconderlos de absolutamente todo el mundo hasta poco antes de cumplir los veinte, al comienzo de la década de los ochenta. Fue entonces cuando comencé a revelar en privado a mis compañeras sentimentales la percepción que tenía de mí misma. Pocos años después, en la segunda mitad de los ochenta, di con una comunidad queer clandestina; hasta entonces, no había conocido a sabiendas a ninguna persona transexual. No salí del armario como transexual ni empecé mi transición médica y social hasta 1991, cuando cumplí los treinta.

Cuando empecé a vivir abiertamente a tiempo completo como mujer transexual lesbiana en San Francisco a comienzos de los noventa, estaba concluyendo mi doctorado en Historia de los Estados Unidos en la Universidad de California, Berkeley. La transición era algo que necesitaba hacer por bienestar propio, pero no fue una gran jugada a nivel profesional. Por maravilloso que fuera para mí sentirme finalmente en consonancia con la forma en la que me presentaba ante los demás y la forma en la que los demás me percibían, la transición de vivir como hombre a vivir como mujer incidió negativamente en mi vida. Como otras muchas mujeres transgénero, pasé años con empleos marginales debido a la incomodidad, ignorancia y prejuicio que generaba en la gente. Mi transición empeoró las relaciones con muchas de mis amistades y familiares. Me hacía más vulnerable a ciertos tipos de discriminación legal y en no pocas ocasiones me llevaba a sentirme insegura en público.

El haber vivido durante años siendo percibida como un hombre blanco heterosexual, cisgénero, sin discapacidad y con formación antes de salir del armario como la mujer que me sentía me ha concedido una vara muy clara para medir distintos tipos de opresión relacionados con la personificación, el género y la sexualidad. La transición me ubicó en el tablero de aguantar dichas opresiones de una nueva forma. Al haber experimentado la misoginia y el sexismo, mi experiencia transgénero impregna el firme compromiso que siento con el activismo feminista que intenta hacer del mundo un lugar mejor para mujeres y niñas. Considerando que ahora vivo en el mundo como mujer que ama a otras mujeres y en ocasiones (más frecuentemente en el pasado que ahora) he sido percibida como un hombre gay afeminado, también he experimentado la homofobia. Mi experiencia transgénero es por tanto también la razón por la que siento un compromiso absoluto con los derechos de lesbianas, gais y bisexuales. Aunque la percepción que tengo de ser mujer, y no hombre, sea estable, he dado muchos pasos para alinear mi cuerpo, mi carné de identidad y demás burocracia con la percepción que tengo de mí misma, sé que nunca alinearé todo de la forma en la que lo hace la gente cisgénero y que siempre habrá algo discordante o incongruente. Para mí, eso significa que, incluso identificándome como mujer transexual, también soy, en la práctica, inevitablemente una persona de género no conforme, no binario y queer.

El ser percibida o aceptada como una persona cisgénero de género normativo te garantiza un tipo de acceso al mundo que a menudo se te niega al ser vista como una persona tran-sexual o etiquetada como tal. Esta falta de acceso, creada por el modo en que se organiza el mundo para beneficiar a las personas cuyas personificaciones son distintas a la mía, limita el ámbito de mis actividades diarias y podría entenderse como desencadenante de discapacidad. Y de la misma manera en que mi condición de trans me vincula a las políticas de discapacidad al margen de que yo tenga una discapacidad o no, me lleva a coincidir igualmente con otros movimientos, comunidades e identidades que también se oponen a los efectos negativos de vivir en una sociedad que nos gobierna a todas las personas a base de estandarizar nuestros cuerpos. Creo que ser trans me une a la gente intersexo, a la gente gorda, a las que no encarnan los patrones de belleza, a la gente con diversidad neurocognitiva, a las que son anómalas por cualquier razón –independientemente de que sea o no yo alguna de estas cosas más allá de las maneras en las que se solapan con mi condición de trans.

Aunque no puedo afirmar que el ser una persona transgénero blanca me otorgue ningún acceso especial a la experiencia de las comunidades de color minorizadas, como transexual sí que experimento la injusticia de ser objeto de la violencia estructural por ser etiquetada como un tipo de persona que no es tan merecedora de vida como otras, en un orden social que intenta cementarme en esa jerarquía a menudo mortal basada en algunas de mis características físicas. Al adherirse a mis carnes, incluso siendo blancas, la condición de trans me lleva a perseguir no solo una alianza blanca antirracista con las luchas de la gente de color sino también una comunión real con el interés en desmantelar un sistema que nos ordena despiadadamente a todas en categorías biológicas de personas más o menos merecedoras de vida. Mi intención es la de trasladar lo que sé de mi experiencia vital como trans a esa lucha más amplia y profunda. Si bien, como persona transgénero blanca que ha llegado a esta nueva percepción apenas hace unas décadas, como alguien que aún puede titubear y tropezar en su empeño de coalición pese a sus mejores intenciones, soy consciente de que me queda mucho que aprender de los siglos acumulados de sabiduría práctica, crítica social, habilidades vitales y sueños de libertad que millones de personas de color han desarrollado para sobrevivir al colonialismo y al racismo.

Al iniciarme a principios de los noventa, tuve el privilegio de poder poner mi formación académica al servicio de un movimiento transgénero para el cambio social. Me convertí en una historiadora, activista, teórica cultural, realizadora de medios y finalmente académica comunitaria que intenta escribir la crónica de las distintas dimensiones de la experiencia transgénero. Las ideas y las opiniones que comparto en este libro cristalizaron hace ya más de un cuarto de siglo cuando formaba parte de una comunidad queer de San Francisco muy comprometida a nivel político y artístico, ahora tristemente algo dispersa y consumida por las crecientes desigualdades económicas de la ciudad, su implacable gentrificación y el desplazamiento de mucha gente de escasos recursos. Todo esto para decir que mi punto de vista es generacionalmente y geográficamente específico. He trabajado durante años en la GLBT Historical Society, uno de los más grandes repositorios de material queer y trans, y como consecuencia las partes de la historia transgénero que mejor conozco son aquellas más próximas a la experiencia lesbiana y gay. He trabajado, enseñado e impartido conferencias como profesora invitada en universidades de un extremo al otro de Norteamérica así como en los lugares que se encuentran a medio camino –Bay Area, Boston, Vancouver, Indiana, Tucson– y he tenido el enorme privilegio de poder viajar con frecuencia, por trabajo y por ocio, a países de Europa occidental y del este, de Oriente Próximo, Sureste Asiático, Latinoamérica, Australia y Nueva Zelanda. Con algo de suerte todas estas experiencias –así como mi incesante fisgoneo en Internet y participación en las redes sociales– contribuirán a ampliar algunos de los provincialismos limitantes encastrados sin duda en las historias que cuento sobre aquello que me resulta más familiar.

Escribir y revisar este libro ha supuesto para mí una manera de resumir algo de lo que he cosechado de mi vida durante las pasadas décadas y de transmitírselo a otras personas que puedan encontrarlo de algún modo como soporte vital, o al menos útil y, como mínimo, interesante. Espero que les dé algo que necesitan.

I

Contextos, conceptos y términos

Fundamentos de un movimiento

La palabra «transgénero» se ha popularizado hace apenas un par de décadas y sus significados todavía se encuentran en construcción. La empleo en este libro para referirme a gente que se distancia del género que le asignaron al nacer, de gente que atraviesa (trans-) los límites construidos por su cultura para definir y contener dicho género. Algunas personas se distancian del género asignado al nacer porque sienten impetuosamente que pertenecen sin observaciones a otro género con el que preferirían vivir; otras quieren desmarcarse hacia una nueva ubicación, un espacio aún no descrito claramente ni ocupado de forma específica; otras simplemente sienten la necesidad de desafiar las expectativas convencionales ligadas al género que inicialmente se les impuso. En cualquier caso, es ese movimiento de superación de una limitación social impuesta y de alejamiento de un punto de partida no escogido, más que ningún destino concreto o modo de transición, lo que mejor caracteriza el concepto de transgénero que en este libro desarrollo. Hago uso del término «transgénero» en su sentido más amplio posible.

Hasta hace muy poco, las cuestiones transgénero se han presentado como asuntos personales –es decir, como algo que el individuo experimenta interiormente, a

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