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(h)amor 5: húmedo
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(h)amor 5: húmedo
Libro electrónico126 páginas1 hora

(h)amor 5: húmedo

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Información de este libro electrónico

«Se podría decir que el universo está en celo […]»
Lynn Margulis

(h)amor 5_húmedo es una aproximación plural al deseo, al erotismo, a lo que nos pone, desde una perspectiva íntima y personal que nos excita y reivindica la sexualidad de nuestros cuerpos, todo tipo de cuerpos, y de nuestras relaciones, sean cuales sean las que practiquemos.

A lo largo de este volumen colaborativo, diez autoras escriben sobre miradas, sudores, fluidos; relatan sin tabúes prácticas propias y ajenas que nos acercan al onanismo, las rupturas, los tríos… hasta dar lugar a una muestra diversa de formas en las que experimentar el deseo por la otra, el otro, las otras y nosotras mismas.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento4 jul 2023
ISBN9788412087697
(h)amor 5: húmedo

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    Vista previa del libro

    (h)amor 5 - Iranzu Varela

    Imagen de cubierta

    VV. AA.

    (h)amor⁵ húmedo

    Logo Continta me tienes

    VV.AA.,

    (h)amor5 húmedo, Editorial Continta Me Tienes,

    colección La pasión de Mary Read, Madrid.

    Primera edición: octubre de 2020

    Edición a cargo de Sandra Cendal

    200 pp., 17 x 11,5 cm. Depósito legal versión papel: na 1439-2020

    ISBN versión papel: 978-84-120876-9-7 IBIC: JFFK

    Logo Continta me tienes

    Continta Me Tienes

    C/ Belmonte de Tajo 55, 3º C

    28019, Madrid

    91 469 35 12

    www.contintametienes.com

    info@contintametienes.com

    www.facebook.com/ContintaMeTienes

    @Continta_mt

    Los textos e imágenes son propiedad de sus autoras y autores.

    © de esta edición: Continta Me Tienes

    Diseño de colección: Marta Azparren

    Colección La pasión de Mary Read, 23

    Logotipo Gobierno de Navarra

    Lan honek Nafarroako Gobernuaren dirulaguntza bat izan du, Kultura, Kirol eta Gazteria Departamentuak egiten duen Argitalpenetarako Laguntzen deialdiaren bidez emana.

    Esta obra ha contado con una subvención del Gobierno de Navarra concedida a través de la convocatoria de Ayudas a la Edición del Departamento de Cultura, Deporte y Juventud.

    Índice

    Por accidente, Irantzu Varela

    Yates blancos como servilletas, Alma López

    El traje del astronauta, Marina Beloki

    Jugo, Luna Miguel

    La papitriz, l’enamorade y la loca , Elena-Urko, O.R.G.I.A y Parole de Queer

    Un sentir tan arrabalero, Tatiana Romero

    La masturbadora solitaria, Dunia Alzard

    Atlantic City, Manuela Partearroyo

    Tinta corrida, La Novia De Mi Novia.

    Podría ser cualquiera, Óscar Romero

    Referencias

    Cubierta

    Índice

    Chapter

    Por accidente

    Irantzu Varela

    Irantzu Varela. Periodista y feminista. Coordinadora de Faktoria Lila, presentadora de Aló Irantzu en Pikara Magazine y creadora de El Tornillo en La Tuerka TV y Público. Lo mejor que le han regalado últimamente es una katana.

    Por accidente

    Irantzu Varela

    Hoy hace cinco años que tuve un accidente de coche en el que podría haberme matado, pero no.

    Siempre he pensado que lo mejor que te puede pasar a los cuarenta es no matarte en un accidente de coche. Mucho mejor que no tener el accidente. Ni comparación.

    La certeza de la muerte, en el momento en que el coche está dando vueltas, centrifugándote mientras te agarras al volante, como si pudieras conducir el destino, hace tan bien de borrador de la muerte, que te crees –como nunca te has creído que dios exista o que haya algo después– lo de que nos vamos a morir.

    Esto es muy útil para decidir que harás todo lo que se te ocurra para que cada día de tu vida quede más o menos dignamente en el caso de que fuera el día de tu muerte.

    Salgo de casa ya cachonda. Con esa cachondez de los días en que te sientes un cacho de carne. De carne temblorosa, firme, como compacta, como que todo está en un buen sitio para un mordisco. Llevo un vestido negro de flores. Corto, escotado, de esos que no tienen botones porque se atan –y se sueltan– solo con un lazo enroscado a la cintura, que a veces se suelta sin querer, y te deja en bragas –si las llevas– en medio de la calle. Y que a veces se suelta queriendo y tú finges que ha sido sin querer. Llevo bragas, pero escuetas. Negras, eso ni se pregunta. Y un poco caras.

    Llevo alpargatas de cuña, porque los días así necesito el culo, los andares y el daño que hacen unos tacones.

    Siempre me ha hecho fantasear quien atiende la tienda de alimentación de enfrente de casa. No es belleza, ni atracción, pero cuando entro, pienso en que me agarra del brazo con esa manaza enorme, oscura, con pelos, pegada a ese brazo enorme, oscuro, con pelos, y me lleva a la trastienda, y –sin quitarse el gorro blanco ni el delantal blanco, un poco manchados de sangre y fruta y aceite de las aceitunas maceradas que vende– me agarra de la cintura para darme la vuelta, me hace apoyar las manos en una mesa vieja, sucia, atravesada de rajas de mil cuchillos de cortar carne y fruta, me levanta el vestido hasta la cintura, me hace abrir las piernas, con unas palmaditas firmes pero suaves en la parte interior de los muslos, me baja las bragas, negras y un poco caras, solo lo justo, justo hasta el final del culo, me da un azote fuerte y por sorpresa, y me mira, buscando aprobación o susto en mi cara. Y me dice «no te muevas».

    Quiero más. No sé si se lo digo o lo pienso o se lo digo con los ojos, pero quiero que esa manaza enorme, oscura, con pelos, me azote el culo desnudo, la carne temblorosa.

    Abro más las piernas, y pongo el culo más en pompa, por si no lo ha captado. Y lo capta.

    Me vuelve a azotar varias veces, despacio, fuerte, siempre en la misma nalga. Y eso me pone muchísimo. Será por esa teoría sobre que un dolor se tapa provocándote otro, pero el hecho de tener un papo del culo ardiendo, picando, rezumando, hace que el otro papo esté hambriento de su parte de azotes. Y la recibe. Sin que nada más cambie, cambia el patrón y el ritmo y empieza a azotarme rápido, de forma alterna, una nalga, la otra, una, la otra, una, la otra. Una. La otra.

    Estoy empapada y el coño me arde, como si me hubiera sentado encima de una medusa caliente.

    Los azotes paran. Se acerca a mi cuerpo. Me rodea la cintura con el brazo izquierdo, dándome la espalda. Me acerca de un tirón hasta que mi muslo está pegado a su cadera y se lame los dedos de la mano derecha, enrojecida. Y empieza a frotarme el coño con esos dedos enormes, oscuros, con pelos, como si estuviera restregándolos en una fruta viscosa, dulce y templada. Con una suavidad casi quirúrgica restriega los labios, los huecos, los pliegues, los salientes, como si frotara una lámpara mágica y temiera que no hubiera genio dentro.

    Me estoy volviendo loca de gusto. Estoy tensa desde la nuca hasta los talones y siento que una corriente me recorre desde la punta de los dedos, arrastrando todas las terminaciones nerviosas de mi cuerpo, hasta el coño, donde están ahora todas mis sensaciones.

    Salen ruidos guturales de mi boca. Palabras que no existen. Que intentan soltar por las cuerdas vocales aunque sea un poco del estallido de gusto inabarcable que siento en el coño. Intento que no se me oiga, porque hay gente fuera, en la tienda. Los demás tenderos y las personas que vienen a comprar carne, fruta, chucherías, especias. Les oigo, así que deben oírme a mí. Deja de preocuparme, porque esa manaza enorme sigue frotando y encontrando los dobladillos de mi lujuria, y empiezo a chorrear. A la vez que ya no puedo controlar los quejidos guturales, tampoco puedo controlar los chorros que salen disparados de mi coño, las goteras que me recorren las piernas y encharcan el suelo, mojarlo todo, empaparme la cuña de las alpargatas, las bragas recogidas justo al final del culo. Se me cae un poco la baba.

    Otra vez la cama

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