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A buen juez, mejor testigo (Anotado)
A buen juez, mejor testigo (Anotado)
A buen juez, mejor testigo (Anotado)
Libro electrónico35 páginas17 minutos

A buen juez, mejor testigo (Anotado)

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Información de este libro electrónico

A buen juez, mejor testigo es una leyenda de versos octosílabos de José Zorrilla incluida en su volumen Poesías (1838) e inspirada en la tradición toledana del Cristo de la Vega, que, milagrosamente, declara como testigo del incumplimiento de una promesa de boda.
En 1926 Federico Deán Sánchez dirigió una adaptación cinematográfica homónima.
IdiomaEspañol
EditorialeBookClasic
Fecha de lanzamiento7 dic 2021
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    A buen juez, mejor testigo (Anotado) - José Zorrilla

    A buen juez, mejor testigo

    José Zorrilla

    - I -

    Entre pardos nubarrones

    pasando la blanca luna,

    con resplandor fugitivo,

    la baja tierra no alumbra.

    La brisa con frescas alas

    juguetona no murmura,

    y las veletas no giran

    entre la cruz y la cúpula.

    Tal vez un pálido rayo

    la opaca atmósfera cruza,

    y unas en otras las sombras

    confundidas se dibujan.

    Las almenas de las torres

    un momento se columbran,

    como lanzas de soldados

    apostados en la altura.

    Reverberan los cristales

    la trémula llama turbia,

    y un instante entre las rocas

    riela la fuente oculta.

    Los álamos de la vega

    parecen en la espesura

    de fantasmas apiñados

    medrosa y gigante turba;

    y alguna vez desprendida

    gotea pesada lluvia,

    que no despierta a quien duerme,

    ni a quien medita importuna.

    Yace Toledo en el sueño

    entre las sombras confusas.

    y el Tajo a sus pies pasando

    con pardas ondas lo arrulla.

    El monótono murmullo

    sonar perdido se escucha,

    cual si por las hondas calles

    hirviera del mar la espuma.

    ¡Qué dulce es dormir en calma

    cuando a lo lejos susurran

    los álamos que se mecen,

    las aguas que se derrumban!

    Se sueñan bellos fantasmas

    que el sueño del triste endulzan,

    y en tanto que sueña el triste,

    no le aqueja su amargura.

    Tan en calma y tan sombría

    como la noche que enluta

    la esquina en que desemboca

    una callejuela oculta,

    se ve de un hombre que aguarda

    la

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