Fenomenología del peronismo: Comunidad, individuo y nación
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Fenomenología del peronismo tiene otra gran virtud: está muy bien escrito. El aparato conceptual y el amplio registro bibliográfico empleado en ningún momento abruma al lector sino que, muy por el contrario, cada página es una invitación a seguir avanzando, a seguir descubriendo facetas y aspectos de actores y pensadores apasionantes. Aun el especialista se sorprenderá al encontrar verdaderas joyas traídas a la luz gracias a la labor paciente y pertinaz del autor" (Enrique Del Percio).
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Fenomenología del peronismo - Roy Williams
Roy Williams
Fenomenología del peronismo
BiblosFENOMENOLOGÍA DEL PERONISMO
Creo que el principal mérito de este trabajo consiste en que el autor, con potente originalidad, toma el complejo y multívoco concepto de comunidad para adentrarse en la comprensión del ser-en-común propio del peronismo clásico para, desde allí, darnos que pensar y darnos qué pensar en torno a los desafíos más acuciantes del mundo contemporáneo.
Fenomenología del peronismo tiene otra gran virtud: está muy bien escrito. El aparato conceptual y el amplio registro bibliográfico empleado en ningún momento abruma al lector sino que, muy por el contrario, cada página es una invitación a seguir avanzando, a seguir descubriendo facetas y aspectos de actores y pensadores apasionantes. Aun el especialista se sorprenderá al encontrar verdaderas joyas traídas a la luz gracias a la labor paciente y pertinaz del autor.
Enrique Del Percio
Roy Williams
es doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires. Profesor de Problemática del Conocimiento en las Ciencias Sociales y coordinador responsable de la cátedra libre Juan Domingo Perón
, ambas en la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Rosario. Director académico de la cátedra Pensamiento Latinoamericano e Integración Regional Manuel Ugarte
, de la misma universidad, y miembro del equipo de investigación Fraternidad y Justicia
del Departamento de Ciencias Sociales de la Facultad de Derecho en la Universidad de Buenos Aires.
A mi Viejo, en algún lugar de la Eternidad.
Agradecimientos
A Enrique Del Percio, quien generosamente continuó la tarea de dirigir esta investigación, labor comenzada por Armando Poratti.
A Ricardo Falcón, Manuel Navarro, Gustavo Battistoni y Norma D’Angelo que, en Rosario y con diferentes horizontes y perspectivas, acompañaron la maduración de muchas de las sendas investigativas.
A las autoridades de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, a los docentes e integrantes del Doctorado, por acoger, facilitar y enriquecer el itinerario y las peripecias de esta indagación sobre el peronismo.
Presentación
Enrique Del Percio
Ex Rosario lux
Hacia fines de los años 90, tomé contacto con un grupo de filósofos que seguían apostando por la liberación, entre los que me llamó particularmente la atención el pensamiento de un docente especializado en la antigüedad clásica, un profesor brillante que había sido radiado de la filosofía oficial en Buenos Aires y que daba clases en la Universidad Nacional de Rosario: el querido e inolvidable Armando Poratti. Su modo de concebir la filosofía lo hacía inaceptable para el pensamiento universitario oficial consagrado y consagratorio, pero su erudición impresionante impedía la refutación fácil de sus posturas. Así pues, no sólo era inaceptable: era insoportable para los centros de poder académico.
Armando fue el primer director de esta tesis que hoy publica la editorial Biblos. Cuando Roy me contactó para pedirme que tomara la posta de nuestro maestro, me conmoví profundamente. Acepté de inmediato y al poco tiempo nos conocimos personalmente compartiendo un asado en un agradable restaurante rosarino. Un afortunado diluvio hizo que la charla junto al río se prolongara casi hasta la madrugada. La poco frecuente mixtura de erudición y pasión, marca distintiva de Poratti, estaba presente en mi interlocutor, que comenzaba a ser un amigo. Mientras hablábamos se iban entrelazando dentro de mí los recuerdos de mi juventud en Rosario, las esclarecedoras y vitales conversaciones con Armando, los sinsabores y las alegrías de la militancia. Continuar la tarea de dirección de tesis iniciada por Armando no fue para mí una labor intelectual más, sino que me hizo ir redescubriendo la profunda racionalidad intrínseca del peronismo y, por tanto, vivenciando el saber durante todo el proceso de acompañamiento en el recorrido fascinante que llevó a cabo Roy durante estos años.
Una de las primeras cosas que me llamaron la atención –y que no casualmente constituyeron también las observaciones de los jurados de tesis en su momento– no fue sólo lo que el proyecto de tesis proponía, sino además lo que en apariencia le faltaba: ¿Cómo hablar de comunidad y no hacer referencia a la distinción efectuada por Ferdinand Tönnies entre comunidad y sociedad? ¿Cómo no meterse en la discusión sobre el comunitarismo? Ocurre que Roy Williams piensa no sólo para
, sino desde
nuestra América, como bien planteaba Ignacio Ellacurría. No se trata de emplear categorías extrañas y hacer entrar en ellas nuestra realidad como en el lecho de Procusto. Tampoco se trata, por cierto, de tirar al bebé con los pañales sucios, sino de emplear aquellas categorías analíticas y aquellas tradiciones de pensamiento que resultan verdaderamente idóneas para entender y explicar nuestras realidades y, desde allí, contribuir al pensamiento universal. En este sentido, Williams nos da en este libro un ejemplo excelente de lo que significa pensar situadamente. La colonización pedagógica descripta por Arturo Jauretche lleva a muchos intelectuales de nuestro continente a pensar a partir de estructuras diseñadas para entender otras realidades. Así, vemos cómo se enfrascan en interminables debates en torno al comunitarismo, doctrina que tiene sentido formular en el ámbito anglosajón, donde las gentes tienen una percepción de sí y de la vida en común muy distinta de la que tienen nuestros pueblos, pero que acá pierden sentido. Tampoco se corresponde del todo a nuestra realidad la distinción tajante entre comunidad y sociedad en el sentido tönniesiano, por lo que su inclusión en estas páginas hubiese servido más para complicar que para aclarar las cosas.
Por cierto, esas observaciones con respecto a lo que aparentemente faltaba
no fueron obstáculo para que el tribunal examinador evaluara la tesis que dio origen a este libro con la máxima calificación y con todos los honores. Queda claro que estamos viviendo un tiempo de cambios: difícilmente este trabajo hubiese merecido esa calificación en la Universidad de Buenos Aires de antaño, esa que no pudo ni supo albergar a intelectuales de la talla de Poratti. Queda claro que hoy nos estamos dando cuenta de que no podemos pensarnos a nosotros mismos con las categorías de los pensadores europeos o norteamericanos. Ellos piensan teniendo como telón de fondo los distintos fascismos. Y en ese contexto es natural que desconfíen de los instrumentos y conceptos utilizados por los fascismos para la consecución de sus fines: el Estado, el pueblo, el poder. Pero si nosotros desconfiamos del Estado, nos quedamos sin una de las herramientas más efectivas para promover la justicia; si desconfiamos del pueblo, ninguna transformación duradera es posible; si desconfiamos del poder, nos volvemos impotentes.
Creo que el principal mérito de este trabajo consiste en que el autor, con potente originalidad, toma el complejo y multívoco concepto de comunidad para adentrarse en la comprensión del ser-en-común propio del peronismo clásico para, desde allí, darnos que pensar y darnos qué pensar en torno a los desafíos más acuciantes del mundo contemporáneo.
Fenomenología del peronismo tiene otra gran virtud: está muy bien escrito. El aparato conceptual y el amplio registro bibliográfico empleado en ningún momento abruma al lector sino que, muy por el contrario, cada página es una invitación a seguir avanzando, a seguir descubriendo facetas y aspectos de actores y pensadores apasionantes. Aun el especialista –que dudo que haya muchos en todos estos personajes– se sorprenderá al encontrar verdaderas joyas traídas a la luz gracias a la labor paciente y pertinaz del autor.
En homenaje al lector habré de resistir la tentación de realizar la glosa al estudio de cada uno de los autores cuyo pensamiento se aborda con notable profundidad, sin prejuicios, con pleno rigor intelectual, sin temor a mencionar y analizar algunas fuentes políticamente incorrectas cuando ello resulta necesario. Autores que, nadando contra la corriente, se animaron a pensar que la política tiene mucho que ver con la felicidad del pueblo, que se animaron, como Roy, a correr el riesgo de pensar que pueblos y personas podemos ser artífices de nuestro propio destino porque, en definitiva, nadie se realiza si no es en el seno de una comunidad que se realiza.
Prólogo
Rubén Dri
El 17 de octubre de 1945, desde el subsuelo de la patria sublevada, como lo expresara Raúl Scalabrini Ortiz, se refunda el movimiento nacional y popular con el fuerte liderazgo de Juan Domingo Perón. Se producen de ahí en adelante las transformaciones más profundas que conoce el país desde la época de la independencia.
Se trata de un movimiento popular
, lo cual significa que el protagonismo lo tiene el pueblo, que hasta ese momento había sido marginado de las decisiones políticas. El país nunca será lo que era. Hay un antes y un después de la ya mitológica década peronista. El dominio oligárquico fue quebrado; el país encogido, verdadera patria chica, el de la oligarquía portuaria y de la exclusiva pampa húmeda, se ensanchó. Los trabajadores, los niños, las mujeres entran a la escena política, ofreciendo el espectáculo de un país en expansión.
Una patria socialmente justa, económica libre y políticamente soberana
es la síntesis del proyecto del movimiento popular. Derrotado en 1955 por la conjunción de intereses de los sectores que habían sido desplazados por el movimiento, su líder exiliado y el partido que lo expresaba impedido de actuar y sobre todo de presentar candidatos en las elecciones, sin embargo, no dejó en ningún momento de estar presente, condicionando todo proyecto político.
Lo que podemos denominar el estamento de la intelectualidad
le dio la espalda. El eslogan de los obreros alpargatas sí, libros no
lo expresa claramente. No deja ese de ser un signo repetido en otras latitudes, referido a la dificultad que tiene la intelectualidad para comprender los movimientos populares.
Sin embargo, una parte significativa de la intelectualidad argentina no sólo comprendió el movimiento, sino que se identificó con él y se esforzó en expresarlo, abarcando diversas corrientes filosóficas y diversos géneros literarios. Algunas de las obras más significativas de nuestra literatura y de nuestra filosofía forman parte de la tarea que desarrolla el libro de Roy Williams, Fenomenología del peronismo.
Desde la metafísica de El hombre que está solo y espera de Raúl Scalabrini Ortiz al advenimiento de las multitudes que se hacen presentes el célebre 17 de octubre de 1945, y de ahí a la metafísica de Leopoldo Marechal con su Adán Buenosayres, protagonista de la argentinopeya
; desde la filosofía de Carlos Astrada y su revalorización del mito del gaucho que se encuentra en los orígenes heroicos de la argentinidad
a la lectura hermenéutica del Facundo, personaje central en la formación de la nacionalidad argentina; desde la ontología comunitaria americana en el contexto del primer peronismo
de Rodolfo Kusch al constitucionalismo social y comunidad
de Arturo Sampay, van pasando autores, algunos muy conocidos y otros en general bastante ignorados, pero todos importantes en la construcción de un nosotros
, de un ser en común de Occidente
que es reescrito por el primer peronismo o el peronismo clásico
, como lo denomina el autor.
Entre tantos autores que reflexionan sobre el tema de la comunidad en su relación con el peronismo no podía faltar el acontecimiento filosófico-político más significativo: el Congreso Nacional Extraordinario de Filosofía que se realizó en Mendoza en 1949, que contó con la participación de filósofos de la talla de Hans-Georg Gadamer, Karl Löwith, Eugen Fink y otros, más ponencias de Karl Jaspers, Jean Hyppolite y Galvano Della Volpe, por citar sólo algunos de los más importantes.
En ese congreso Juan Domingo Perón expone los lineamientos fundamentales de la comunidad organizada
en la que resaltan las fundamentales categorías aristotélicas de felicidad, bien común y justo medio. Es un discurso mediante el cual el político interpela al filósofo, es decir a la plana mayor de la filosofía del momento, el del momento posterior a la Segunda Guerra Mundial.
Es interesante la reflexión que hace Williams al respecto comparando la interpelación del filósofo Platón al tirano de Siracusa, al que intenta convencer de llevar a la práctica los lineamientos filosóficos necesarios para la realización del bien común, lineamientos que el filósofo había desarrollado en textos como la República. Aquí la relación se invierte: no es el filósofo el que interpela al político, sino éste a aquél.
Es, afirma el autor, el político quien intentaría persuadir a los filósofos, mostrando un camino coexistenciario posible para el por-venir de los pueblos. Un intento de convencimiento impulsado desde el ámbito de la política hacia aquellos que se habían reunido a pensar la filosofía, teniendo como fondo la pintura desgarrada y cercana de la Segunda Guerra Mundial
.
Acertadamente hace el autor una síntesis del pensamiento que expresa Perón en su discurso: Perón entendería el desenvolvimiento del pensamiento occidental como una evolución por medio de la cual el individuo habría ido adquiriendo, sobre todo en la tradición helénica, el Medioevo, el Renacimiento y la temprana modernidad, un mayor grado de perfección, encontrándose en condiciones de desarrollar formas de asociación cada vez más complejas. También se advertiría que con la modernidad cobraría una dinámica en la que se afirmarían, de manera más acentuada, los aspectos materiales sobre los espirituales. Por esta razón, la interrogación fundamental de la «comunidad organizada» se encontraría en descifrar qué tipo de felicidad deberían encomendarse los pueblos en el porvenir: «¿La felicidad que el hombre anhela pertenecerá al reino de lo material o lograrán las aspiraciones anímicas del hombre el cambio de perfección?»
.
Está claro que de esa manera alude a la relación entre lo espiritual y lo material, problema central de todo pensamiento que se oriente a intervenir creativamente en la búsqueda de horizontes liberadores. Espíritu y materia vistos no como dos realidades yuxtapuestas, sino como dos momentos de la realización del ser humano integral que se daría en lo que el autor denomina humanismo mestizo
expresado por la comunidad organizada
.
No se trata de una mera utopía sino el trazado de un proyecto en marcha, con todo el entramado de tensiones y contradicciones que conlleva todo proyecto político, como lo expresa el célebre centauro maquiaveliano que Perón cita en su discurso, medio hombre, medio bruto, víctima de deseos opuestos y enemigos; mirando al cielo y galopando a la vez entre nubes de polvo
. Mirando al cielo
, alentado por una luminosa utopía, pero bien asentado en el suelo, entre las nubes de polvo
, con proyectos concretos que se implementan superando múltiples y crecientes contradicciones.
El libro que estamos presentando, la tesis mediante la cual Roy Williams accedió al título de doctor en Ciencias Sociales, es único en la tarea de bucear en el entramado de pensamientos filosóficos, literarios, hermenéuticos, fenomenológicos, de teoría del derecho y constitucionalistas que tejen aspectos fundamentales del ser-en-común que puso en práctica el primer peronismo.
Buenos Aires, 10 de julio de 2015
Introducción
Podemos decir que, desde su advenimiento, el peronismo se ha mostrado como una experiencia profundamente transformadora de los diferentes ámbitos de la vida nacional. Su aparición ha conllevado hondas modificaciones, reacomodamientos y dislocaciones en las más diversas tramas del acaecer colectivo, expresándose como una clara ruptura con las figuras heredadas de la Década Infame.
Con el despliegue de las ideas fundacionales peronistas asistiremos, a su vez, a una especie de replanteo crítico respecto de la conformación de las identidades políticas tradicionales. Las formas del proceder político van a ser resignificadas con la incorporación de nuevos actores, prácticas y cosmovisiones en disputa por el sentido de lo nacional. Así, con la irrupción de las mayorías populares en la jornada del 17 de octubre de 1945 no sólo se va a abrir una etapa novedosa en la vida política argentina, sino que se establecerán las bases de una nueva reflexión política que intentará mostrarse capaz de releer críticamente el andamiaje conceptual del país semicolonial.
En este contexto, las formas que irá encarnando este movimiento político fueron consideradas por muchos de sus protagonistas como una manifestación del ser-en-común de la Nación. En el marco de esta experiencia, la noción de comunidad ocuparía un lugar fundamental como categoría central del pensamiento peronista.
Al referirnos a esta idea clave del pensamiento filosófico político occidental y, en particular, a su reescritura por parte de los pensadores del peronismo, cabe mencionar que no nos enfrentamos a un concepto cerrado y unívoco, sino a un conjunto de axiomáticas complejas y formas singulares de comprensión de lo comunitario. En las páginas que siguen nos proponemos recorrer los diversos senderos sobre los que se sostuvo está indagación, buscando repensar los aspectos esenciales en los los que desde el peronismo fueron pensados la vida colectiva, el acaecer nacional y su porvenir.
Ahora bien, al dirigir nuestra reflexión hacia los momentos más significativos de la vida política argentina, podemos observar cómo se han suscitado movimientos de adhesión y distanciamiento por parte de los diferentes pensadores respecto de cada proyecto político determinado. Ello influyó en las lógicas de producción intelectual de cada época. De esta manera, en muchas ocasiones las mismas personalidades que van a protagonizar los hechos políticos serán también quienes escriban y teoricen sobre esos mismos acontecimientos.
Así, el proyecto independentista contará con hombres como Manuel Belgrano, Mariano Moreno, Bernardo Monteagudo y, posteriormente, el mismo Bernardino Rivadavia, influidos profundamente por el iluminismo francés. Paralelamente a la lucha por la independencia y la consecuente oposición a España, también podremos identificar un movimiento ideológico en el que se procesa una disputa entre los sectores relacionados con el enciclopedismo y el iluminismo francés frente a los grupos vinculados ideológicamente con la escolástica colonial (Alberini, 1994: 101).
La generación del 37, representante destacada de la recepción del Romanticismo en la Argentina, oscilará primero entre un acercamiento al proyecto rosista para luego posicionarse políticamente de manera decidida en el espacio adversario. Esteban Echeverría, Juan Bautista Alberdi, Domingo F. Sarmiento, Juan María Gutiérrez o Miguel Cané expresaron desde el Salón Literario, la Asociación de la Joven Generación Argentina y luego desde el exilio una oposición al gobierno de Juan Manuel de Rosas que se verá claramente reflejada en su accionar político y en su producción intelectual (Pena de Matsushita, 1985: 11).
Asimismo, después de la batalla de Caseros, y más específicamente a partir del último cuarto del siglo XIX, el proyecto modernizador conducido por los sectores sociales convertidos en hegemónicos encontraría gran parte de su sostén ideológico en la labor llevada adelante por intelectuales positivistas como José María Ramos Mejía, José Ingenieros, Carlos Octavio Bunge, Juan Agustín García, Agustín Álvarez, entre otros.
El advenimiento al poder del yrigoyenismo implicará un retroceso de la intelectualidad positivista. En líneas generales, este repliegue se verá acompañado por la llamada reacción antipositivista
que empieza a estructurarse a partir de la llegada al país de José Ortega y Gasset, y que tendrá como principales representantes locales a Alejandro Korn y Coriolano Alberini.
Con el golpe de 1930 y la ascensión de José Félix Uriburu, cobrará relevancia el aporte de los intelectuales identificados con el nacionalismo conservador. Dentro de las figuras más destacadas de este período debemos nombrar a Leopoldo Lugones, Carlos y Federico Ibarguren, Marcelo Sánchez Sorondo, Ernesto Palacio, Alberto Ezcurra Medrano y Ramón Doll. Surgido en oposición al gobierno de Yrigoyen, el nacionalismo argentino se encontrará caracterizado por su retorno al hispanismo, su carácter antiliberal, su filiación católica y partidaria de los regímenes de fuerza.
Pocos años más tarde, específicamente a partir de 1933, asistiremos a la experiencia de la Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (FORJA), movimiento que se constituye como una expresión ideológica del radicalismo que intenta recuperar la tradición yrigoyenista, en contraposición a las corrientes alvearistas (Jauretche, 1976: 51). De los intelectuales que integraron FORJA podemos destacar, entre otros, a Arturo Jauretche, Manuel Ortiz Pereyra, Gabriel del Mazo, Homero Manzione (Manzi), Darío Alessandro y Raúl Scalabrini Ortiz, aunque este último no formaba parte oficialmente, por su condición de no afiliado al partido radical. El grupo también reivindicaba la relación entre pensamiento y praxis política, entendiendo que su tarea era esclarecer los aspectos medulares de la política nacional:
La tarea de FORJA no fue la formulación de una doctrina y menos de una ideología, sino dirigir el pensamiento nacional hacia los hechos concretos y sus implicancias económicas, sociales y culturales propias, para tratar de contribuir a la elaboración de un pensamiento propio. (Jauretche, 1976: 68)
Con respecto a esa articulación tensional entre pensamiento y acción y siguiendo lo expresado por Juan José Hernández Arregui (1973: 290-291), podemos destacar como aspectos más relevantes de FORJA la recuperación de la doctrina nacionalista de Hipólito Yrigoyen y de las tradiciones federales anteriores a 1852; también se retomaron los postulados de la Reforma Universitaria de 1918. FORJA muestra una influencia importante del pensamiento hispanoamericano ajeno a las corrientes europeas, propone la revolución hispanoamericana y argentina con bases populares y se vertebra como una expresión ideológica de clase media con ramificaciones en las provincias del interior. Por último, los intelectuales forjistas consideran tanto a Gran Bretaña como a Estados Unidos potencias imperialistas.
Con el golpe del 4 de junio de 1943 se produjo de manera acentuada un reposicionamiento de los intelectuales pertenecientes a las diferentes corrientes ideológicas predominantes. El gobierno militar fue marginando progresivamente a los intelectuales liberales, identificados con el régimen depuesto, y paralelamente les otorgó posiciones de mayor privilegio a los pensadores relegados. De esta forma, ocuparon posiciones de importancia figuras identificadas con posturas ideológicas diferentes, vinculadas a las tendencias confesionales (Leonardo Castellani, Gustavo Martínez Zuviría, Jordán Bruno Genta), junto con los pensadores formados en la ontología existencial y la fenomenología en Alemania durante la década del 20 (Carlos Astrada, Luis Juan Guerrero, Miguel Ángel Virasoro, Nimio de Anquín, Coriolano Alberini) o miembros de FORJA (Arturo Jauretche, Gabriel del Mazo, Miguel López Francés), quienes tendrán una producción intelectual menos intensa en la medida en que ejercerían funciones en el gobierno peronista.
A partir del 17 de octubre de 1945 y de la posterior asunción de Perón como presidente, este conjunto tan heterogéneo de intelectuales y de adscripciones teóricas e ideológicas comenzaría a presentar tensiones, fundamentalmente generadas por los diferentes intentos de hegemonizar ideológicamente al movimiento peronista. Tal disputa encontraría uno de sus puntos más álgidos en ocasión de la celebración del Congreso Nacional de Filosofía de 1949 y se encarnaría en la confrontación entre los filósofos existenciales laicos representados por Carlos Astrada y Luis Juan Guerrero y los grupos filiados en axiomáticas neotomistas, entre los que resaltaban Nimio de Anquín y Hernán Benítez. El Congreso será también el escenario donde Perón presenta La comunidad organizada como sustento doctrinario del movimiento peronista. En este sentido, al referirnos al pensamiento de Perón debemos tener presente el entrelazamiento profundo que existe entre sus escritos y sus acciones políticas. En tanto estadista, su producción intelectual siempre se caracterizó por estar dirigida a fundamentar una determinada praxis. Refiriéndose a Perón y a su inscripción en la tradición de los movimientos políticos americanos, Armando Poratti (2007: 89) sostiene:
No es casual que los grandes movimientos populares y los realizadores político-históricos americanos (caudillo, gobernante, estadista) hayan sido capaces de proyectar un pensamiento de alcance histórico. Los hombres de acción han sido regularmente hombres de pensamiento, y las mismas figuras intelectuales
han sido hombres de acción.
Desde su aparición en el escenario político argentino, el peronismo se mostró como una expresión diferencial dentro del esquema de fuerzas de la época, asumiendo formas que fueron consideradas por muchos de sus protagonistas una manifestación de la comunidad nacional. En el marco de esta experiencia, la noción de comunidad organizada ocupará un lugar fundamental como categoría central del pensamiento peronista.
Desde el punto de vista del enfoque metodológico, nuestra tarea se dirige a considerar los contextos de producción en los dos primeros gobiernos del peronismo. En este sentido, destacamos la producción de Perón y de los intelectuales del peronismo a lo largo del período, otorgando relevancia de los trabajos de exégesis comunitaria en torno a la jornada del 17 de octubre 1945, la noción de comunidad organizada propuesta en el Congreso Nacional de Filosofía, las posiciones comunitaristas en la reforma de la Constitución (1949) y las producciones enmarcadas en la celebración del Año Sanmartiniano (1950).
Partimos de una lectura crítica de los textos abocándonos a los trabajos que realzan el fenómeno comunitario desde el campo de la producción filosófica, como también desde ensayos políticos, literarios y jurídicos. En cierta forma, al enfrentarnos a los textos comunitarios del peronismo nos encontramos frente a una disyuntiva en torno a su abordaje. Se nos presenta la posibilidad de comprenderlos desde una supuesta unidad de doctrina, entendiendo sus diferencias como meras fracturas de lenguaje que recubren una unidad originaria, pero también podemos intentar abordarlos como diversos caminos axiomáticos que poco a poco van conformando una tradición escritural con una fisonomía propia. Asentamos esta lectura en una interpretación hermenéutica de los textos reconociendo el contexto en que ellos son escritos.
De acuerdo con esta perspectiva, recuperamos las tres dimensiones del abordaje hermenéutico distinguidas por Gerard Ebeling en sus decisivas intervenciones de 1959. Comprendemos lo propio de lo hermenéutico, en primer lugar, como aseveración, en tanto forma del expresar; en segundo lugar, como interpretación, es decir, como una modalización del explicar, y, en tercer lugar, en términos de una traducción, manifestada como forma paradigmática de lo interpretativo.¹ Como sabemos, en Wilhelm Dilthey la hermenéutica aparece como una técnica destinada a la comprensión de un cuerpo de textos en el contexto histórico, la cual se expresa principalmente como una sistemática de las ciencias del espíritu. Éstas, en contraposición a las ciencias de la naturaleza, deben ocuparse de entender, interpretar y representar los conceptos de la vida-en-común que se manifiestan en la historia. Tal exégesis se da por intermedio del lenguaje, la costumbre y las formas de la vivencia (Ferraris, 2005: 134).
En el pensamiento de Martin Heidegger, principalmente en su primera etapa, la cuestión hermenéutica tiene un lugar central: lo propiamente metódico de la descripción fenomenológica adviene en el terreno de la interpretación. La indagación hermenéutica se expresa como un estar en marcha hacia el concepto, dejando el paso abierto a su presentación como un poder ser posible:
Un concepto
no es un esquema, sino una posibilidad de ser, del momento, esto es, constituye ese momento; un significado producido, extraído; un concepto muestra el haber previo, es decir, transpone a la experiencia fundamental; muestra la conceptuación previa. (Heidegger, 2008: 34)
La comprensión abre la historia como plasmación de un pasado que puede ser reapropiado por la labor interpretativa de acuerdo con el nivel de accesión originaria con que es elaborada y determinada la situación hermenéutica en cada caso. Así, el círculo hermenéutico que se establecería en torno al texto se hallaría determinado por el proceder anticipatorio de la precomprensión. El comprender se expresaría siempre en el ámbito de la proyección y el intérprete se reconocería por su capacidad anticipatoria de proyectar el sentido emergente de lo escrito. Una comprensión que retornaría fenomenológicamente como apropiación resignificante por medio de la indagación hermenéutica:
La vivencia que se apropia de lo vivido es la intuición comprensiva, la intuición hermenéutica, la formación originariamente fenomenológica que vuelve hacia atrás mediante retroconceptos y que se anticipa con ayuda de preconceptos. (Heidegger, 2007: 141-142)
En Gadamer (2003: 360) la comprensión desplegada desde una conciencia metódica pretende hacer conscientes dichas anticipaciones para hallarse en condiciones de controlarlas y acceder a un abordaje comprensivo correcto de los textos mismos. Tal anticipación del sentido recubierto de lo escritural se determina a nivel de la procedencia comunitaria que bosqueja la tradición. La labor hermenéutica toma como una de sus metas separar los diferentes obstáculos que oscurecen la remisión entre la voz del texto y el trazo compareciente de la tradición: el cometido hermenéutico se dirige a liberar a la escritura de su propio autoextrañamiento. En este sentido, la tarea de comprensión aparece como una forma de reapropiación en que la tradición se constituye como referencia y, a su vez, ella misma es reactualizada:
Todo encuentro con la tradición realizado con conciencia histórica experimenta por sí mismo la relación de tensión entre texto y presente. La tarea hermenéutica consiste en no ocultar esta tensión en una asimilación ingenua, sino en desarrollarla conscientemente. (Gadamer, 2003: 377)
Para Gadamer, los textos llevan al habla a comparecer en una remisión a un todo, que previamente se halla indistinto. Lo que antes se retraería en el silencio o emergería como elementos carentes de unicidad y sentido, surgiría ahora interpretado desde la totalidad de la comprensión hermenéutica: Todo lo escrito es, como ya hemos dicho, una especie de habla extrañada que necesita de la reconducción de sus signos al habla y al sentido. Esta reconducción se plantea como el verdadero sentido hermenéutico porque a través de la escritura le ocurre al sentido una especie de autoextrañamiento. El sentido de lo dicho tiene que volver a enunciarse únicamente en base a la literalidad transmitida por los signos escritos
(Gadamer, 2003: 472). De este modo, interpretar no sería otra cosa que proporcionar los conceptos previos para que el sentido del texto se retraiga de lo innominado, transfigurándose en lenguaje efectivo y significativo para el intérprete. Comprender sería siempre una forma del interpretar que reconocería en el lenguaje la posibilidad de dejar hablar al texto sin desentenderse del lenguaje propio del intérprete.
La investigación que pretendemos llevar adelante se posiciona desde una perspectiva que privilegia la formación de la categoría de comunidad política
en sus manifestaciones históricas paradigmáticas en la metafísica occidental. En este punto comprendemos las diferentes axiomáticas comunitarias como aquellas intervenciones que reconocen el carácter originario de la coexistencia y que entienden la necesidad de su pre-sentación y desocultamiento en el ámbito del pensamiento o de su obramiento por medio de la política.
En el plano que se despliega entre literatura y ensayística política, trataremos de estudiar la conformación progresiva de un pensamiento de la comunidad en Raúl Scalabrini Ortiz, destacando las metamorfosis que le permitieron desarrollar una comprensión diferencial del peronismo. Analizaremos los textos previos a la experiencia peronista buscando dar cuenta de cómo, posteriormente, se abrirá paso una axiomática singular de la comunidad. También, dentro de las axiomáticas que se despliegan en el terreno de tensiones entre literatura y reflexión política, analizaremos la novela Adán Buenosayres de Leopoldo Marechal. Asimismo, intentaremos establecer una lectura del ser-en-común en términos de una epopeya de lo argentino.
En el ámbito del ensayo filosófico-político, nos ocuparemos de las propuestas de Carlos Astrada, Luis Juan Guerrero, Rodolfo Kusch y Juan Domingo Perón. En el caso de Astrada, nos propondremos resaltar las articulaciones comunitarias singulares que se presentan en los escritos del período. Dentro de esta lectura crítica buscaremos destacar sus potencialidades en términos de la formulación de una ontología comunitaria y de cómo la problemática gauchesca es reapropiada en términos coexistenciarios. Con respecto a Guerrero, analizaremos el valor coexistenciario otorgado a la obra de Domingo F. Sarmiento dentro de la tradición del pensamiento nacional.
Seguidamente, nos abocaremos a estudiar los primeros escritos de Rodolfo Kusch y su comprensión del ser-en-común desde una perspectiva ensayística filosófica abierta a la problemática de lo americano. Nos propondremos destacar las derivas de la ontología coexistencial kuscheana a partir de las nociones de mestizaje, vegetalidad y ambivalencia de la realidad, en diálogo con las categorías de comunidad, singularidad y obramiento de Jean-Luc Nancy.
En el campo del ensayo filosófico más estrictamente vinculado a la conformación de la comunidad política
, buscaremos rastrear la axiomática comunitaria de Perón, principalmente, en su discurso La comunidad organizada. Intentaremos destacar las irradiaciones del platonismo, el aristotelismo, el tomismo, el spinozismo, así como los puntos de encuentro y ruptura respecto del debate en torno al humanismo que, contemporáneamente, también involucra a Jean-Paul Sartre y Martin Heidegger.
Posteriormente, nos ocuparemos de los aportes de Arturo Sampay y Carlos Cossio en la conformación de un pensamiento comunitario en articulación estructural con la problemática del derecho. En el pensamiento de Sampay estudiaremos el Informe a la Convención Constituyente y su obra más significativa, Introducción a la teoría del Estado, de 1951, buscando mostrar una comprensión comunitaria del derecho manifestada en las nociones de propiedad colectiva, bien común y derechos sociales. En el caso de Cossio, nos ocuparemos de la influencia de su teoría egológica del derecho en sus producciones en el contexto del peronismo y las irradiaciones de su célebre polémica con Hans Kelsen de 1949. Dentro de este recorrido, intentaremos analizar la reapropiación comunitaria de la fenomenología de Edmund Husserl y la ontología existencial heideggeriana en la formulación del derecho cossiano.
Desde esta perspectiva, tenemos la convicción de que dirigir la reflexión sobre las axiomáticas de la comunidad permite pensar la propuesta conceptual del primer peronismo en su formulación singular, partiendo de los contextos de producción de la época. Analizando las nociones de comunidad sostenidas por el peronismo a lo largo del período, estamos en condiciones de destacar los aspectos distintivos de este movimiento con respecto a las experiencias y los modos teóricos de entender la sociedad y lo comunitario en anteriores momentos históricos, intentando llevar adelante una reflexión acerca de los fundamentos conceptuales de aquella experiencia histórica.
1.Georg Eveling, Die Religion in Geschichte und Gegenwart, vol. 3, Tubinga, 1959, citado por Maurizio Ferraris (2005: 11-12).
1. Raúl