¿Que haré contigo y mi otra yo?
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El temor a la soledad y al abandono, fueron algunos de ellos y estos, la hicieron aceptar situaciones que jamás debió tolerar… Es así como decide dar vuelta la página de su propia historia y conoce a Einar, un hombre 18 años mayor. En él encuentra a un verdadero maestro de vida.
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¿Que haré contigo y mi otra yo? - Paola Juárez Cárdenas
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© Paola Andrea Juárez Cárdenas
Diseño de edición: Letrame Editorial.
Maquetación: Juan Muñoz
Diseño de portada: Jorge Valenzuela, María Jesús Valenzuela.
Supervisión de corrección: Ana Castañeda
ISBN: 978-84-1114-869-6
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Esta novela está dedicada a ti, mi gran maestro de vida, a ti por el cual aprendí a soltar el control y el apego, por el cual aprendí que el amor propio es el más grande amor que podré sentir por parte de un otro…
A ti dedico este libro, eres quien me dio la inspiración necesaria para poder terminarlo, a ti, el que no sabe qué hará con lo que siente.
Gracias al amor y desamor…
Prólogo
Muchas veces escuché decir: «¿Qué haré contigo?»
No me atreví a preguntar qué querías decir con eso, tal vez porque en mi mente guardaba la esperanza de que aquella pregunta, que era un pensamiento hablado tuyo, y que con él quisieras decirme: «Me pasan tantas cosas cada vez que me acerco y siento tu olor y siento tu piel». Pero, después el silencio que había, me hacía retroceder, era complejo leerte y saber qué tanto guardaba esa frase.
Hemos pasado meses juntos, donde siento que te conozco sin saber mucho en realidad, donde tus fantasmas me han ido hablando de una manera tan sigilosa que no te llegas a imaginar.
Mi otra yo quiere demostrarte quién realmente es, me he agotado de querer aparentar que nada me afecta, mi otra yo quiere salir arrancado, quiere decirte tantas cosas, pero también ha decidido vivir su vida.
Capítulo 1
Una noche de febrero…
Yo, arreglada a más no poder para ir al matrimonio de mi hermana mayor, la que en realidad es una de mis mejores amigas, ameritaba esta ocasión ir lo más bella posible y como me había separado hace poco, y las posibilidades de conocer a alguien eran bastantes (bueno, así lo habían planeados mis amigos), me disfracé ese día.
Llegué a ese enlace tan esperado, y no por la cantidad de años que llevara mi amiga con su pareja, sino porque llevaba muchos años soltera, después de los cuarenta años es impensado casarse, te puedes emparejar o vivir en concubinato de mutuo acuerdo o simplemente disfrutas tu soledad, la que de vez en cuando compartes con algún compañero de fin de semana.
Fue una boda llena de emotividad, llena de cariño, donde yo me sentí en familia, y eso era a lo que iba ese 15 de febrero…Muy lejos de ser solamente eso, lo que dejaría ese matrimonio dentro de mis vivencias.
—¡Pao! —dice la novia—, alguien preguntó por ti.
Y el fantasma de la defensa salta y dije con voz un tanto altruista:
—¿Quién?
—¿Ves a ese tipo de ahí?
—¡Ahhh, sí! ¿Qué pasa con él?
—Me preguntó por ti, que quién eras, si era posible que los presentara.
De ahí nos miramos un rato, pero no pasó de eso…
Días después me atreví a buscarte en redes sociales, obvio que algo complicada, no quería que notaras mi desesperación por encontrar a alguien que me ayudara a olvidar.
La vida era una sola, y yo estaba empezando a intentar vivir otra vez, y cerré los ojos y te dejé solicitud de amistad…La cual aceptaste días después y así comenzó esto.
Capítulo 2
La primera cita…
¡Guau!… Los nervios me comían, hacía años que no tenía una cita, estaba en la etapa en que mi cuerpo no era de mi agrado, me complicaba tanto, no sabría si te gustaría; bueno, todo lo que te deja una autoestima baja después de un fracaso amoroso, todo se viene de golpe a mi mente.
Me di el tiempo de comprar ropa nueva para ese día, acordamos encontrarnos en aquel restaurante a una hora determinada, yo corría organizando quién pudiera cuidar a mis hijos.
Tengo dos hijos y hasta eso sentí que podía ser algo determinante, pero como era solo para almorzar y conocernos, no era necesario ahondar tanto en temas tan personales desde un comienzo.
Estuve meses antes viendo y escuchando a tanto coach romántico que andaba dando vuelta por YouTube, de esos que te aconsejan no ser tan fácil en la primera cita, que no debe ser una la que dé el primer paso, que después de la cita jamás debes hablarle el mismo día y dar las gracias otra vez… Creo que algo de eso recordé, pero nada puse en práctica.
Yo llegué a la hora, tú llegaste un poco atrasado, los nervios se hicieron dueño de mí, las manos me sudaban mucho, me miraba una y otra vez en el espejo de la sala de espera.
Pero llegaste…
—¡Hola, Pao!
—¡Hola, Antonio!, ¿cómo estás?
Y así, después de saludarnos nos fuimos a sentar, el almuerzo estuvo maravilloso y la conversación fue muy agradable, recuerdo que, de lo nervioso que estabas, hablaste de más.
Antes de verbalizar cualquier cosa, repasaba rápidamente a mis consejeros virtuales, qué debería decir y de qué manera, y así, después de analizar rápidamente la siguiente palabra, algo me dijo:«Sé tú misma, si le agradas bien, y si no, bueno, ya sabemos cómo termina la frase».
Ya era la hora en que tenía que regresar a casa e ir por mis hijos.
—¿Te llevo?
—Bueno, a mi casa, ya que debo ir por mi auto para salir a buscar a mis hijos.
—¡Pero vamos, yo te acompaño!
Lo encentré tan dulce, pero no, era la primera cita y no tenía ninguna intención de que mis hijos conocieran a alguien que ni yo conocía aún…
Llegamos hasta la puerta de mi casa, nos despedimos, te di un abrazo y te agradecí, y un impulso me llevó a besarte en los labios, y bueno, para seguir nadando contra la corriente, en la tarde te envié un mensaje agradeciéndote por aquel almuerzo…
«¡Gracias a ti!», me dijiste.«Gracias por ese beso, me sorprendiste gratamente».
Como la mayoría de las mujeres que «necesitamos» un hombre para llenar un espacio, pensé que tal vez ibas a ser el indicado…
Capítulo 3
Segunda cita…
Y sí, soy una mujer insistente, y te seguía escribiendo, era yo la que hablaba, y cuando no veía respuesta en horas o días, empezaba el auto sabotaje, ese típico que hacemos las mujeres cuando empezamos a cuestionar nuestras acciones, tratándonos de tontas, de preguntarnos «por qué lo hice», entre otras.
Pero esta vez funcionó, aceptaste una nueva cita, otra vez para almorzar, pero en esta oportunidad era yo la que invitaba y te llevaría a un lugar especial para mí…
Ese día pasaste por mí, nos saludamos de beso.
Antes de ese día, me había leído el manual de mis instructores amorosos antes de subirme a tu auto, por lo que esta vez, iba decidida a repasar cada consejo antes de abrir la bocota, antes de mirarte, antes de cualquier cosa… Pero ¿qué crees que pasó?, te miraba y eras el antídoto para esos consejos que yo creía, de algo me han servido en otras ocasiones, pero esta vez, tú rompías mis esquemas, o pudo ser la necesidad de tener mi cabeza enfocada en otra persona que no fuera mi ex; todo eso me hacía ponerle empeño a esto.
Conversamos largamente, y muy entretenidos; por un momento nos miramos fijamente y me tomaste las manos sobre la mesa, y así, alguien volvía a hacer que mi corazón latiera a mil, y mi necesidad por ser vista por otros ojos otra vez se cumplía.
Disculpen, mis queridos maestros del amor, pero nos besamos largamente, y de manera tan apasionada dentro de su auto; pero sí, recordé su consejo con respecto a la ley de las tres citas, esa sí que la cumplí al pie de la letra.
—¡Pao! Me voy de vacaciones unas semanas.
—¡Qué bueno!
—¿Me esperas?, ¡ya!
No entendía nada, y ahí, recordé el manual que una vez intenté escribir, ese manual de conquista con un listado de frases y palabras que todos, pero todos los hombres utilizan cuando quieren algo más.
«¡Ahhh, este es un donjuán!», pensé, así que me bajé del auto, y al llegar a casa me sentí muy segura de que lo que había hecho, lo de respetar la ley de las tres citas había sido lo correcto.
Dentro de esas dos semanas, me amarré las manos para no hablarte y tampoco invadir tu espacio, estabas de vacaciones,