Ulises 19
Por Óliver Guerrero
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Ulises 19 - Óliver Guerrero
Ulises 19
Copyright © 2017, 2022 Óliver Guerrero and SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788728396155
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
www.sagaegmont.com
Saga is a subsidiary of Egmont. Egmont is Denmark’s largest media company and fully owned by the Egmont Foundation, which donates almost 13,4 million euros annually to children in difficult circumstances.
Prólogo
MANUSCRITO ENCONTRADO EN DUBLÍN
El 2 de febrero de 1922, después de un sinnúmero de tentativas frustradas, Sylvia Beach publicaba en París una novela titulada Ulysses. Su autor, James Augustine Joyce, había eliminado a última hora la parcelación en capítulos. Sin embargo, en sucesivas ediciones, el libro se fue ofreciendo dividido en 18 episodios, acompañados de unos epígrafes odiseicos, según los esquemas de Gilbert y Gorman (y de las propias cartas de Joyce a su amigo Carlo Linati). La narración se clausura con el célebre monólogo de Molly Bloom, acaso la mayor cumbre en la literatura universal de stream of consciousness —o corriente de pensamiento—, y esa última frase que parece merecer en sí misma un punto final: Sí dije sí quiero Sí
.
Hasta aquí, nada que no supiéramos.
Fue Virginia Woolf, en conversación privada con Lytton Strachey de la que nos han llegado algunos ecos, la primera en llamar la atención sobre unas páginas del Ulises que, al parecer, no conformaban el corpus de la edición original que ha dado pie a las numerosas reimpresiones de la novela hasta llegar a nuestros días. Nada sabemos del contenido de esos pasajes; solo que, al decir de la autora de Las olas, venían a ser una auténtica travesura literaria, en tanto que el juego de contrarios y equívocos, los malabarismos con el lenguaje, el cruce de géneros y un cierto desafuero en la expresión de los deseos más lúbricos y escasamente soterrados, encontraban su formulación en grado de excelencia... y de desafío a las buenas costumbres.
Desde entonces, más de un testimonio (pero, casi con toda certeza, menos de tres) ha apuntado en dirección a un fragmento perdido o, como poco, no divulgado, que es presumible que Joyce hubiese concebido como broche de su novela; y en tal sentido es obligado referir lo que muchos consideraban una broma de Juan Benet cuando sostenía, a altas horas de la noche, que su capítulo preferido del Ulises era precisamente el 19, titulado Argos
.
Pero... ¿bromeaba Benet? Según este, lo que venía a hacer el escritor irlandés, en ese a modo de colofón en boca de un perro, era una suerte de palinodia de las cerca de mil páginas precedentes, pues —siempre según Benet—, en no más de cinco párrafos con esmerada puntuación, el narrador reconocía haber abusado de la paciencia de hasta el más santojob de los lectores con su afán lúdico en lo tocante a cruce de géneros, malabarismos con el lenguaje y alguna que otra valentonada literaria más, y pedía disculpas de modo particular por sus efusiones en el terreno de lo lúbrico.
Obsérvese el contraste tan acusado entre el supuesto capítulo 19 del Ulises según Virginia Woolf y el supuesto capítulo 19 del Ulises según Juan Benet. Cómo dieron ambos con esas presuntas páginas finales de la novela joyceana es algo que quizá solo se sepa el día que se airee por fin el segundo libro de la Poética de Aristóteles dedicado a la comedia.
Mientras llega ese día, permítame el ocupadísimo lector que le recomiende esta nouvelle atribuida a Óliver Guerrero, un autor del que solo se conoce una colección de cuentos, Diario apócrifo de Yuri Gagarin y otros relatos, que es como un mapamundi de trasiegos tan iniciáticos como mayéuticos. En este Ulises 19, cuyo manuscrito —se diría que incompleto— encontré tirado en el baño de una cervecería dublinesa, el tal Guerrero sospecho que calla más de lo que sabe, aunque tal vez sepa menos de lo que cree.
Lo que más me ha interesado de estas páginas es su condición de artefacto literario capaz de sostener sin desmayo una anécdota que no habría dado más de sí de no haber sido por ese despliegue de recursos y esa ¿cómo decirlo? polifonía que al cabo logran su objetivo de que cada capítulo suene diferente al resto pues no en vano hay un ejercicio de singularización por la vía de aplicar una técnica narrativa u otra si bien todos comparten un ánimo y una ambición similares que podríamos resumir en los malabarismos con el lenguaje el juego de contrarios y equívocos y un par de majezas retóricas más sin olvidarnos de un cierto regusto por el aspaviento de deseos tan infructuosamente soterrados como lúbricos. Lo cual, bien mirado, recuerda no poco a Joyce y los 18 capítulos de su Ulysses.
...Si es que no fueron 19.
Alberto Chessa
Madrid, febrero de 2017
ULISES 19
A los placeres fugaces
1980
(Mil novecientos ochenta)
Para Erin Conway
Si te gustan esos dibujos de Miyazaki
Si tuviste una granja en las colinas de Ngong
Si te embarcaste con Maqroll el gaviero
Si te perdiste una noche por Manhattan
Si el placer es el primer trago de cerveza
Si le rezas a un dios salvaje
Si tarareas aquella canción de Jacques Brel
Si lo que quieres es sentarte a las orillas del Vístula
Si una noche de invierno un viajero
Si Chagall te enseñó el azul eléctrico
Si te encerraran en una cárcel de Piranesi
Si al final nos bebimos el Mediterráneo
Si la tristeza no la inventó Dostoievski
Si trabajar cansa y descansar no duele
Si no te gustasen tanto los trenes y perdieses más aviones
Si a ti lo que te gusta es visitar cementerios
Si el Neva era oscuro pero la noche era blanca
Si te encuentras vegetando en todos los cafés europeos
Si todo en tu vida es anhedonia y mitomanía
Si me aseguras que no todo fue naufragar
Si relees poesías para los que no leen poesía
(De la serie inédita Poemas para Erin Conway)
SATISFACCIONES
(a la manera de Bertolt Brecht)
Para Erin Conway
Abrir la ventana y observar
La tempestad y el ímpetu
El susurrar del bosque
Biergarten
Noche secreta en La Habana
Acariciar al perro, la lengua del gato
Descorchar la botella
El ruido y la furia
Despertar y volver a dormir
Toda la belleza del mundo
Nabokov
La sonrisa desconocida
Cruzar la frontera, llegar, seguir
La línea clara de Hergé
Rasgar el envoltorio
La tormenta desde el refugio
Cuando quieres que se vayan y todos se van y te quedas solo
Quitarte el reloj, confundir el calendario
Cine negro
Patricia Highsmith
Ganar
Estética, corazón, inteligencia
(De la serie inédita Poemas para Erin Conway)
Ulises 19
Durante la guerra, yo escribí Ulises.
¿Qué hiciste tú?
Atribuido a James Joyce
Advierto al lector que todo quedó en nada, en travesura, en un amor literario de corto verano irlandés. Dos niños grandes jugando a ser detectives de poca monta no da para mucho más... Claro que podría haberme quedado en Sandycove o en cualquier atalaya todo el trimestre, leyendo, releyendo, contemplando la bahía sin preocupaciones, como un Oliver St. John Mulligan en su torre Martello.
La conversación, los diálogos de esta pieza malograda, son una aproximación dramática al momento, una representación, una extensión del retrato, del ambiente, de las luces y efectos, las personas y los episodios que se sucedieron en Dublín aquel verano de 2011.
No trato de justificarme. Aunque al final del viaje no haya encontrado la meta y el resultado haya sido pobre, yermo, casi infructuoso, tengo que quedarme con el trayecto, la peripecia, el ritual que supone, que ha supuesto, porque en el fondo es el alma de la idea, el sentido... Es el destino a golpe de epifanía.
Un último agradecimiento a Rory Conway y a su hermana Erin, jueces y partes de la aventura y la gamberrada.
I
17 de junio
¡¡Boom!! Onomatopeya pop. Como ya estoy muy borracho el duendecillo verde en mi cabeza dicta sin parar el monólogo silencioso un flujo eterno un torrente salvaje de palabras voces ecos diatribas sin ton ni son ni pies ni cabeza ni brazos ni corazón se ha vuelto completamente loco con la música la ebullición el baile y la noche perpetua tan sólo el alma me dice que fije la mirada en el camarero y sienta la unión del cristal inclinándose suavemente cuarenta y cinco grados en el grifo las yemas de sus dedos son expertas es un tacto familiar sobre el vidrio y cae la pócima negra sorda sigilosamente el brebaje mágico ha llegado a los tres cuartos ha tocado el arpa y veo el nitrógeno lo veo lo siento las cosas buenas les llegan a aquellos que aguardan así que cuento ciento diecinueve segundos y las cincuenta centésimas reglamentarias el camarero ni siquiera me mira pero él y yo sabemos que es así que ese pan líquido está frío canónicamente frío a seis grados ni más ni menos y sube y sube y el color de la tierra se transforma en el rubí más oscuro ahí vuelve a la carga el agua de las montañas Wicklow la cebada