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El Dylan - Bosco Cayo
I
UN CONSULTORIO
La Ligua se prende como un sol. Se muestra entera con sus valles, con sus cerros planos, con su verde a medio pintar. Casa, valle, casa. Rural la casa. poblacional la casa. Al fondo, en un consultorio municipal una enfermera escucha a la Madre. Lleva tres meses en el programa de depresión por el asesinato de su hijo. La enfermera no se mueve.
El Dylan me miró y me dijo:
¿Qué pasaría si todo termina acá? ¿Qué pasaría si todo se detiene? ¿Si dejara de respirar? ¿Si cerrara los ojos y dejara de existir? ¿Si me tirara al abismo más profundo? ¿Si cruzara con los ojos cerrados la carretera? ¿Qué pasaría? ¿Qué pasaría si me durmiera para no volver más? ¿Si mi mente se fuera a un blanco eterno? ¿Si me tirara de cabeza al rio? ¿Amarrada de una piedra al mar? ¿Qué pasaría? ¿Qué pasaría si dejara de comer? ¿Si se me olvidara respirar? ¿Si no pudiera levantarme para vivir? ¿Qué pasaría? ¿A quién le importaría? ¿Qué pasaría mamá?
Me quedé callada. No pude decir nada. Me vi veinticuatro años atrás con el Dylan en brazos a punto de tirarme debajo de una micro. Haciéndome las mismas preguntas, cuando el papá del Dylan me sacó la chucha porque tenía ganas no más. Que ganas de tirarme Señorita. De desaparecer. También me quise morir. Qué le iba a decir. Tenía los ojos hinchados el Dylan, había llorado. Yo también había llorado Señorita. No se me ocurría que hacer. Le limpié la boca y no me dejó. Le agarré el pelo y la frente. Ahí le vi las heridas en el rostro. Se tapó la cara con las manos. Se me desmayaba solo. Iba a llamar a urgencia y no me dejó. Me dijo ayúdame a vomitar mamita. Quiero vomitar todo lo que tengo adentro. Vomitar las entrañas y dejar de respirar. Lo llevé al baño. Ahí vomitó Señorita. Pasó un rato. Seguía vomitando. No se me ocurría que hacer. Le di hasta detergente para que botara todo, para que no se me muriera. Después de un rato se me calmó. Traté de abrazarlo. Pero se me hizo agua entre los brazos. ¿Ha abrazado el aire alguna vez?. Me imagino que no, nadie puede abrazar al aire, pero así fue. No resistíamos tanto dolor. Se me quebró. Pensé decirle que Dios no perdona al que desea su propia muerte, que es un pecado. Pero me ví el brazo lleno de cortes tampoco pude decir más. Es mi hijo, lo conocía Señorita. Ese día tenia hecho triza el corazón. Me dijo que se quería ir de la casa, que no quería ponerme en peligro, ni a mí ni a sus hermanos, que no aguantaba más. ¿Qué te hicieron Dylan? No me dijo nada, se puso de pie y se ocultó la cara con una toalla. Traté de retenerlo pero salió corriendo a su pieza, no lo pude mantener a mi lado. Desde ese momento supe que no lo iba a ver