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La Guerra de los Tiempos
La Guerra de los Tiempos
La Guerra de los Tiempos
Libro electrónico255 páginas3 horas

La Guerra de los Tiempos

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Información de este libro electrónico

En un futuro donde el viaje en el tiempo es una realidad, una guerra silenciosa se libra por el control de la historia. Elena, una brillante científica, lidera un equipo de élite dentro de la Orden del Tiempo, una organización secreta dedicada a proteger la integridad de la línea temporal. Su equipo incluye a Juan, un experimentado soldado; Martina, una joven prodigio en busca de su padre desaparecido; Sofía, una genio de la tecnología; y Lucía, una ingeniera escéptica.

La paz relativa se rompe cuando Gabo, un ex miembro de la Orden, comienza a manipular eventos históricos clave para su propio beneficio. El equipo de Elena se ve inmerso en una peligrosa carrera a través del tiempo para detener a Gabo y corregir las alteraciones que amenazan con desgarrar el tejido mismo de la realidad.

A medida que saltan de una era a otra, enfrentan dilemas éticos devastadores y descubren secretos oscuros sobre la naturaleza del tiempo. La misión se vuelve personal cuando Juan hace el último sacrificio para salvar la línea temporal, y Martina descubre pistas sobre la desaparición de su padre.

En esta guerra por el control del tiempo, el equipo debe aprender a confiar entre sí, enfrentar sus propios demonios y tomar decisiones imposibles que podrían alterar el curso de la historia para siempre. Con cada batalla temporal, se acercan a una verdad que podría cambiar su comprensión del universo y redefinir su papel como guardianes del tiempo.

La Guerra de los Tiempos es una novela de ciencia ficción que explora los límites de la moral, el peso de la responsabilidad y el poder transformador del sacrificio, todo ello envuelto en una emocionante guerra que se libra a través de las eras de la historia humana.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento19 mar 2021
ISBN9798215748459
La Guerra de los Tiempos
Autor

Adolfo Benjamin Kunjuk

Adolfo Benjamin Kunjuk es un escritor argentino, nacido en 1988, cuya vida ha sido moldeada por diversas experiencias en la seguridad y las telecomunicaciones. Apasionado por la literatura y la tecnología, Adolfo ha publicado varios libros, incluyendo "Beneath the Monochrome Skies", "La Guerra de los Tiempos", y "Más allá de los Me Gusta". Sus obras destacan por explorar emociones humanas y reflexionar sobre la vida moderna. Con su conocimiento técnico, escribió "Unleashing the Magic", una guía para jóvenes exploradores de videojuegos. Además de su carrera literaria, es conocido por su espíritu filantrópico, dedicando tiempo y recursos a causas benéficas. Su vida y trabajo son un testimonio de su creatividad, conocimiento y generosidad, inspirando a otros a través de sus páginas y acciones.

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    La Guerra de los Tiempos - Adolfo Benjamin Kunjuk

    A Simon y Farid,

    Mis queridos hijos, fuente inagotable de inspiración y alegría. 

    Que esta historia les recuerde siempre que el tiempo es nuestro regalo más preciado, y que cada momento compartido es un tesoro que perdura más allá de cualquier línea temporal.

    Con todo mi amor,

    Su padre.

    Cápitulo 1: El descubrimiento

    Elena se encontraba inmersa en su laboratorio, rodeada de pantallas que parpadeaban con gráficos y cifras. El zumbido constante de los equipos formaba una sinfonía de ciencia y tecnología. Sus dedos danzaban sobre el teclado, ajustando parámetros y analizando patrones en los datos que había recopilado. Cada número, cada línea, representaba una posibilidad, un camino que podría abrirse ante ella.

    Esto no tiene sentido, murmuró, frunciendo el ceño. La pantalla mostraba un desfase en las mediciones que no podía ignorar.

    Con un suspiro, se recostó en su silla y masajeó sus sienes. Había días en que la presión del tiempo la aplastaba, días en que la culpa la asediaba como sombras. Sin embargo, su deseo de corregir lo irremediable la mantenía en marcha. La máquina de tiempo que había diseñado pulsaba suavemente en el fondo, una promesa y una amenaza al mismo tiempo.

    De repente, un sonido de alarma interrumpió su concentración. La luz roja en uno de los monitores titiló frenéticamente.

    ¿Qué demonios? Su corazón aceleró mientras se inclinaba hacia la pantalla. Un acceso no autorizado. El mensaje parpadeaba en letras blancas sobre el fondo rojo. El código de seguridad que había implementado debía ser invulnerable.

    Su mente corrió, evaluando posibilidades. ¿Adrian? Su voz apenas fue un susurro, pero la inquietud se expandió en su pecho. La presencia de Adrian siempre traía consigo un aire de misterio. Se preguntó si había llegado a sus espaldas, como lo hacía en otras ocasiones.

    Con un movimiento decidido, comenzó a rastrear la fuente de la intrusión. Los comandos se ejecutaban rápidamente bajo su control, cada línea de código revelando un poco más del enigma. La tensión llenaba el aire. La puerta del laboratorio se abrió de golpe, y la figura de Adrian apareció, como un espectro en medio de la penumbra.

    ¿Qué has hecho? Elena lo miró, el rostro tenso. La tensión entre ellos se palpaba, cada uno consciente de que la situación era más delicada de lo que parecía.

    Adrian se acercó, su expresión enigmática no ofrecía respuestas. No tenemos tiempo para explicaciones. Necesito que me ayudes.

    Elena lo observó, buscando alguna pista en su mirada. La urgencia de sus palabras le hizo sentir un escalofrío, una sensación de que el pasado podía repetir sus errores.

    Elena continuó analizando la pantalla, su mente abrumada por la imagen que los datos proyectaban. En medio del caos, una anomalía capturó su atención, un patrón que se asemejaba inquietantemente al error que había cometido durante el Proyecto Salto Cuántico. Su corazón se hundió mientras recordaba los días previos a aquel desastre.

    La máquina de tiempo había estado a punto de funcionar. La promesa de cambiar el curso de la historia brillaba ante ella, pero un pequeño desliz en los cálculos había desencadenado una serie de eventos que culminaron en la desaparición de Ernesto. El padre de Martina. La culpa, como un ladrón silencioso, se deslizó entre sus pensamientos y ocupó cada rincón de su mente.

    Eli, ¿qué sucede? La voz de Adrian rompió su trance. Él se acercó a la pantalla, sus ojos escaneando las cifras con intensidad.

    Esta anomalía... es similar al error anterior. Su voz sonó distante mientras las imágenes del pasado inundaban su memoria. Los rostros de Martina y Ernesto aparecieron como sombras en su mente, su risa mezclándose con gritos ahogados por el tiempo.

    Adrian frunció el ceño. ¿Te refieres a lo del vórtice?

    Elena asintió lentamente. Si no actuamos rápido, podríamos estar abriendo otra brecha sin quererlo.

    La presión aumentaba. Recordar ese día era como revivir una pesadilla. La angustia en los ojos de Martina al buscar respuestas, la impotencia al enfrentarse a una verdad cruel: su padre atrapado en un limbo temporal del que no podía escapar.

    ¿Y si esto es parte del mismo fenómeno? Adrian preguntó, manteniendo su mirada fija en la pantalla. Las facciones radicales podrían intentar aprovecharse.

    El rostro de Elena palideció ante esa posibilidad. El deseo ardiente de ayudar a Martina chocaba con el temor latente de repetir errores fatales. Las leyes del tiempo eran claras; cualquier alteración podría llevar a consecuencias catastróficas.

    Con una respiración profunda, Elena presionó varios botones para profundizar el análisis de los datos anómalos. No podemos permitir que esto suceda otra vez. Sus palabras resonaron con determinación, aunque un eco de duda permanecía en su interior.

    Mientras los gráficos giraban y cambiaban ante sus ojos, la realidad se tornaba más incierta. Un paso en falso podría costarles todo; era un juego mortal entre el pasado y el futuro, y cada decisión tendría repercusiones que podrían cruzar las líneas temporales establecidas para siempre.

    La máquina vibraba, un zumbido profundo que llenaba el aire del laboratorio. Las luces titilaban, reflejando la tensión palpable en el rostro de Elena. Aquella mañana había comenzado con optimismo; las pruebas previas habían mostrado resultados prometedores. Sin embargo, la adrenalina se mezclaba con un atisbo de duda.

    ¿Estamos listos? preguntó Ernesto, su voz resonando entre los cables y pantallas. Elena sintió un nudo en el estómago mientras lo observaba. La determinación en sus ojos le recordaba a Martina.

    Sí, solo un ajuste más. Su mano tembló al modificar un parámetro crucial en la consola. No podía fallar; no debía fallar. Este experimento era su oportunidad para demostrar que podían dominar el tiempo.

    Ernesto sonrió, pero su expresión se oscureció cuando notó la preocupación de su colega. Eli, confía en ti misma.

    Ella asintió, aunque una sombra de duda la invadía. El reloj marcaba la cuenta regresiva y el pulso se aceleraba en su pecho.

    Cuando finalmente presionó el botón de activación, una ola de energía recorrió la sala. Las luces parpadearon y un vórtice comenzó a formarse frente a ellos. Elena se sintió atrapada entre la emoción y el terror; esto era lo que habían trabajado arduamente para lograr.

    ¡Es impresionante! gritó Ernesto mientras se acercaba al borde del vórtice.

    De repente, una serie de alarmas resonaron como campanas de advertencia. Los gráficos comenzaron a mostrar líneas erráticas, desbordándose fuera de control.

    ¡No! ¡Detenlo! La voz de Elena retumbó mientras intentaba revertir los ajustes que había hecho.

    El caos estalló. Una explosión repentina sacudió el laboratorio, y los monitores estallaron en fragmentos brillantes mientras una luz cegadora engullía todo a su alrededor. El vórtice se expandió descontroladamente, arrastrando objetos y energía hacia su interior voraz.

    El rostro de Ernesto se tornó pálido al darse cuenta del peligro inminente. ¡Eli! Su grito quedó atrapado en el aire cuando la onda expansiva lo alcanzó.

    Las últimas imágenes que quedaron grabadas en la mente de Elena fueron las manos extendidas de Ernesto tratando de aferrarse a algo que no existía. Su grito se perdió en un abismo insondable mientras desaparecía en las profundidades del tiempo.

    Al despertar del recuerdo desgarrador, la sala estaba silenciosa nuevamente, pero las cicatrices emocionales eran frescas. El eco del fracaso reverberaba aún más fuerte que antes: Martina había perdido a su padre por culpa de ese error irreversible.

    Elena respiró hondo, tratando de disipar la tormenta de pensamientos que nublaban su mente. A su alrededor, el equipo trabajaba con una concentración intensa, cada uno inmerso en sus tareas como si fueran engranajes en una máquina bien aceitada. Las pantallas brillaban, proyectando datos y simulaciones, pero la preocupación no se desvanecía.

    No podía permitir que sus dudas interfirieran. Su voz interna le recordaba que el tiempo no era un amigo; había que manejarlo con cuidado y determinación. Se obligó a mantener la compostura profesional, aunque su corazón latía desbocado.

    ¿Listos para la próxima prueba? preguntó, esforzándose por mantener un tono firme.

    Martina levantó la vista de su consola, sus ojos reflejando la pasión por la búsqueda de su padre. Solo necesito unos minutos más para ajustar los cálculos del escáner temporal, respondió sin apartar la mirada de su pantalla.

    Elena asintió, sintiendo un nudo en el estómago. La última vez que habían intentado algo similar había resultado en caos y pérdida. No quería que Martina sufriera otra decepción; el peso de esa responsabilidad pesaba sobre ella como una losa.

    Adrian observaba desde un rincón, su expresión imperturbable mientras revisaba notas en una tableta. Ella sabía que él también llevaba consigo secretos y experiencias dolorosas, pero ahora no era momento para revelar vulnerabilidades.

    Necesitamos enfocarnos, dijo Elena, apretando los labios para contener cualquier titubeo que amenazara con escapar. Los cálculos son clave. No podemos arriesgarnos a perder el control nuevamente.

    La habitación se llenó de un silencio reverente mientras todos asentían. Sus miradas eran serias; cada miembro del equipo entendía lo que estaba en juego. Las líneas del tiempo estaban en equilibrio precario, y cualquier error podría llevarlos a un abismo del cual no habría retorno.

    Consciente de las miradas fijas sobre ella, Elena forzó una sonrisa ligera. Vamos a demostrar que hemos aprendido de nuestros errores.

    Lucía ajustó uno de los dispositivos con movimientos precisos, como si cada acción pudiera marcar la diferencia entre el éxito y el desastre. Esto es solo una prueba preliminar, murmuró mientras terminaba las conexiones necesarias.

    A pesar de las palabras tranquilizadoras de Lucía, Elena sentía un hormigueo inquietante bajo su piel. La visión del vórtice incontrolable aún resonaba en su mente; las imágenes seguían surgiendo como ecos insistentes.

    No hay espacio para errores, pensó mientras se acercaba a la consola central. Con determinación renovada, comenzó a introducir los últimos parámetros necesarios para activar el dispositivo temporal.

    Su mente trabajaba rápidamente, haciendo cálculos mentales al mismo tiempo que supervisaba las pantallas llenas de datos fluctuantes. No podía dejarse llevar por el miedo; tenía que ser fuerte por ellos, por Martina y todos los demás.

    El equipo se reunió en la sala de conferencias, un espacio austero con paredes blancas y una mesa larga de metal que parecía estar hecha para soportar debates acalorados. Las sillas crujían bajo el peso de la tensión acumulada en el aire.

    Elena se sentó al frente, intentando proyectar seguridad a pesar de que su estómago revoloteaba. Observó a su alrededor: Lucía revisaba notas con su habitual seriedad; Juan se mantenía en silencio, sus ojos como dos faros escudriñando el rostro de cada miembro; Sofía jugueteaba nerviosamente con un lápiz, mientras que Martina, impaciente, esperaba el inicio de la reunión.

    Hoy vamos a discutir los detalles del próximo experimento, comenzó Elena, esforzándose por mantener un tono firme. Necesitamos estar todos en la misma página antes de activar el dispositivo.

    ¿Cuál es la hipótesis? interrumpió Juan, su voz grave resonando en la sala.

    Buscamos confirmar si podemos estabilizar un vórtice temporal sin crear anomalías, explicó Elena mientras señalaba una proyección holográfica que flotaba sobre la mesa. Los datos iniciales sugieren que hay patrones en las fluctuaciones temporales.

    Sofía frunció el ceño. ¿Y si esos patrones son solo ruido? La última vez no salió bien...

    Lucía alzó una ceja y miró a Sofía. Las probabilidades indican que no estamos ante un simple error. Con los ajustes correctos, podríamos tener éxito esta vez.

    Martina cruzó los brazos, visiblemente inquieta. Pero ¿y si algo sale mal? No puedo evitar pensar en lo que pasó antes. Su voz se quebró levemente.

    Elena sintió una punzada de culpa al recordar el dolor reflejado en los ojos de Martina. Lo sé, respondió suavemente, intentando transmitir confianza. Hemos aprendido mucho desde entonces. Esta vez tenemos tecnología más avanzada y nuevos métodos para abordar las anomalías.

    Juan asintió lentamente pero mantuvo su expresión seria. Aun así, tenemos que considerar todas las variables posibles antes de proceder. No podemos darnos el lujo de actuar sin cautela.

    La discusión continuó mientras cada uno compartía sus opiniones sobre los riesgos y beneficios del experimento propuesto. Elena observó cómo las dinámicas entre ellos cambiaban; cada voz añadía matices a la conversación.

    Adrian permaneció callado hasta ahora, pero sus ojos observaban con atención cada interacción. Finalmente, inclinó la cabeza ligeramente y habló con calma: Si nos enfocamos en las variables controlables y mantenemos protocolos estrictos, podríamos reducir significativamente el riesgo.

    Elena sintió que las palabras de Adrian calaban hondo; había una sabiduría inexplicable detrás de su tono sereno.

    De acuerdo, dijo ella con determinación renovada. Si todos están listos para comprometerse al plan...

    Elena se sintió aliviada al notar el asentimiento de los miembros del equipo, pero Juan permanecía tenso, con los brazos cruzados y el ceño fruncido. La preocupación en su mirada era palpable. Mientras los demás comenzaban a discutir los detalles técnicos, él decidió interrumpir.

    ¿Estamos seguros de que esto no va a terminar como la última vez? La voz de Juan cortó el aire, haciendo que la conversación se detuviera abruptamente.

    Elena lo miró, una mezcla de frustración y comprensión en su expresión. Juan, hemos hecho ajustes significativos desde aquel experimento fallido.

    ¿Ajustes? Eso no cambia el hecho de que arriesgamos mucho más que un simple fracaso, replicó él, levantando la mano como si buscara calmar sus propias palabras. Si algo sale mal esta vez, las consecuencias podrían ser catastróficas.

    Pero también tenemos la oportunidad de corregir errores pasados, respondió ella, intentando suavizar su tono mientras su corazón latía con fuerza.

    Juan sacudió la cabeza. No puedo dejar de pensar en lo que pasó con... Su voz se apagó momentáneamente. La imagen del desastre que habían causado meses atrás llenaba sus pensamientos.

    Martina bajó la mirada, recordando el momento en que todo había ido mal. El silencio pesado se extendió por un instante.

    Sé lo que todos sienten, dijo Juan finalmente, su voz firme pero cargada de emociones. He estado en el campo durante años; he visto cómo una sola decisión puede cambiarlo todo para peor. ¿Estamos dispuestos a asumir ese riesgo nuevamente?

    Elena sintió el peso de su pregunta resonar en ella. No era solo una cuestión científica; era personal y moral. Cada vez que Juan cuestionaba sus decisiones, sentía que un viejo fantasma regresaba para atormentarla.

    No estoy aquí para arriesgar vidas, aseguró Elena con fervor, sus ojos fijos en él. Quiero utilizar este poder para sanar heridas del pasado.

    Pero no podemos curar heridas si creamos nuevas, Juan insistió, dejando claro que no iba a ceder fácilmente. Los tiempos son delicados; una pequeña alteración puede desatar un caos inimaginable.

    Sofía rompió el silencio con una risa nerviosa, intentando aliviar la tensión. Chicos, siempre hay riesgos en cada misión. Pero las palabras no lograron desvanecer la atmósfera cargada entre ellos.

    Martina observaba a Elena y Juan con inquietud; sabía que su líder llevaba una carga más pesada de lo que cualquiera podría imaginar.

    El debate continuó mientras cada uno trataba de encontrar un equilibrio entre los sueños de redención y las realidades implacables del tiempo mismo.

    Lucía se levantó, rompiendo la atmósfera tensa que envolvía la sala. Con una carpeta en mano, avanzó hacia la proyección holográfica, su expresión seria contrastando con el entusiasmo que intentaba transmitir.

    Quiero presentarles el nuevo Dispositivo de Estabilización Temporal, anunció, señalando el artefacto que flotaba frente a ellos. El objeto parecía una esfera brillante, rodeada de un halo azul que pulsaba con suavidad.

    Este dispositivo es el resultado de meses de trabajo y ajustes basados en los errores del pasado, continuó Lucía mientras sus ojos escaneaban las reacciones del equipo. He optimizado el sistema de corrección automática. Esto nos permitirá monitorear y ajustar parámetros en tiempo real, minimizando las posibilidades de desincronización.

    Elena sintió que la esperanza empezaba a encenderse en su pecho. La visión de Lucía sobre cómo el dispositivo podría cambiar las reglas del juego resonó profundamente en ella. Sin embargo, aún veía las dudas reflejadas en Juan.

    ¿Y qué garantiza que no habrá consecuencias inesperadas? preguntó él, cruzando los brazos con desconfianza.

    Lucía no titubeó. He integrado un protocolo que bloquea cualquier alteración mayor durante el viaje. Si se detecta una anomalía significativa, el dispositivo cancelará automáticamente la misión.

    Sofía se inclinó hacia adelante, interesada. Eso suena impresionante. ¿Podríamos hacer pruebas antes de lanzarnos a una misión real?

    Exactamente, respondió Lucía, sonriendo ante la curiosidad genuina de Sofía. Planeo realizar simulaciones antes de cualquier viaje efectivo.

    Martina observaba atentamente mientras la presentación continuaba. Pero ¿y si el dispositivo falla? Las consecuencias podrían ser graves. Su tono era firme; no quería perder de vista lo aprendido.

    Comprendo tu preocupación, replicó Lucía sin dudar. Sin embargo, esta es nuestra mejor opción hasta ahora para estabilizar los viajes temporales. Miró a cada uno de ellos con determinación. Si queremos corregir lo que hicimos mal, debemos confiar en los avances tecnológicos que hemos logrado.

    Juan mantuvo su mirada fija en Lucía, pero había un destello de consideración en sus ojos.

    Elena sintió que una oleada de alivio recorría la sala; muchos miembros del equipo comenzaban a asimilar la idea con entusiasmo renovado.

    Elena sonreía mientras escuchaba a Lucía detallar las capacidades del nuevo Dispositivo de Estabilización Temporal. Las palabras de su colega sonaban como música en sus oídos, llenas de promesas y esperanzas. Sin embargo, dentro de ella, una tormenta de dudas se desataba con cada afirmación. Se obligó a mantener la mirada fija en el proyector, evitando que su inquietud se filtrara en su expresión.

    Mientras los otros miembros del equipo discutían entusiasmados las implicaciones del dispositivo, Elena recordaba el día fatídico en que todo había salido mal. La imagen de aquel experimento fallido seguía presente en su mente como una sombra oscura que nunca la abandonaría. El rostro del hombre cuya vida había perdido aparecía constantemente, exigiendo respuestas que no podía ofrecer.

    Juan mantuvo su postura escéptica, cuestionando cada detalle

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