El boyero de Berna
Por Sylvie Renaud
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El boyero de Berna - Sylvie Renaud
AGRADECIMIENTOS
Este libro ha sido escrito en honor a Lany, mi primera perra boyero de Berna, porque gracias a ella descubrí mi pasión por esta magnífica raza.
Doy las gracias muy especialmente a Brigitte y a Jean-Louis, mis dos mejores amigos, y a Marie-Paule Daniels-Moulins, quien ya ha escrito un libro sobre las cuatro variedades de boyeros suizos.
También quiero mostrar mi agradecimiento a todas las personas que me han enviado fotos o documentos. Sin su ayuda, este libro no habría sido posible.
INTRODUCCIÓN
El boyero de Berna es una de las cuatro variedades de la raza de los boyeros suizos, que son: el gran boyero suizo, el boyero de Berna, el boyero de Appenzell y el boyero de Entlebuch.
Cada una de estas variedades posee unas particularidades definidas y un área de actividades específicas. Todos ellos son magníficos perros de familia. Su pelaje tricolor, diseminado de unas marcas y manchas repartidas equilibradamente, constituye uno de los elementos responsables del éxito de esta raza.
Hoy en día, los boyeros suizos son conocidos y apreciados en todo el mundo, algo que se debe, entre otros, a Albert Heim y Franz Schertenleib, que fueron los promotores de la raza.
El boyero de Berna es la más conocida de las cuatro variedades. Originariamente se llamaba Dürrbachler, el nombre de una aldea del cantón de Berna en el que estaba difundido.
En 1902 se presentaron los primeros ejemplares en las exposiciones. El Club Suizo del Dürrbachler se fundó en 1907, y el primer estándar se redactó tres años más tarde. Actualmente, el Club Suizo del Boyero de Berna cuenta con diez mil miembros, y en 1994 se inscribieron 707 boyeros de Berna en el Libro de Orígenes suizo. Ese mismo año, con motivo de la Exposición Mundial en Berna, se expusieron 326 ejemplares. Sin embargo, el gran éxito de esta variedad también ha conocido la otra cara de la moneda y, como todas las razas que se ponen de moda, ha sido objeto de una reproducción intensiva que ha ido en detrimento de la calidad. Este es un hecho que he podido constatar en muchos países en los que he tenido el placer de juzgarlos.
El objetivo de un verdadero criador es producir ejemplares que se aproximen lo máximo posible al estándar y que tengan un buen carácter, además de criar una cantidad razonable de cachorros de calidad. Creo que este libro tendrá una muy buena acogida por los aficionados a la raza.
Quisiera felicitar a Sylvie Reanud y a Editorial De Vecchi por la realización de esta obra, a la que deseo mucho éxito porque, sin duda, el boyero de Berna se lo merece.
ÉDOUARD GUTKNECHT
(Juez suizo, criadero de Vernêts, bóxer y San Bernardo)
La meta de un auténtico criador es producir un ejemplar lo más parecido posible al estándar
ORÍGENES E HISTORIA
Existen varias teorías sobre el origen y la antigüedad del boyero de Berna. Una de las más habituales y repetidas propone que los dogos europeos, en cuyo grupo se incluye el boyero de Berna, descienden del dogo del Tíbet, que llegó a Suiza a través de una cadena que se inicia en los asirios y continúa por los antiguos griegos y los romanos.
UNOS ORÍGENES IMPRECISOS
Por tentadora que pueda parecer la hipótesis indicada arriba, no parece ser válida. Una pequeña lámpara de arcilla, hallada en Vindonissa (Suiza) durante una excavación realizada en un campamento militar romano, adornada con la efigie de un perro de pelo largo con la cola alzada, no es suficiente para determinar qué raza fue la que inspiró esta imagen, y qué tamaño real tenía.
A principios del siglo XX se realizaron estudios genealógicos que abarcaban cientos de años, cuyo fin era demostrar que el lobo no tenía nada que ver con el perro doméstico. En efecto, la mentalidad de la época se negaba a aceptar la idea de que un perro de raza pudiera tener la misma sangre que aquel monstruo sanguinario y salvaje.
Lo único cierto es que en Suiza hay perros desde el año 4000 a. de C., y que en una época que podríamos situar entre los años 1000 y 600 a. de C. había canes de un formato exacto al boyero de Berna. En los restos de un poblado a orillas del lago Zúrich, ocho de los cráneos de perro descubiertos en 1924 miden, como mínimo, de 180 a 205 mm de longitud, lo cual corresponde a la medida del cráneo de un boyero de Berna. Sin duda, los romanos que se instalaron en Suiza ya poseían algunos perros. Los restos de los esqueletos, cuyos tamaños van desde la medida de un teckel a la de un pastor alemán, no nos proporcionan ninguna indicación respecto a la raza a que habrían podido pertenecer. Sin embargo, lo que está claro es que el boyero de Berna no existe, como raza, hasta principios del siglo XX. Se estabilizó poco a poco a partir de perros indígenas de los que ignoramos por completo los orígenes, la época y las transformaciones que experimentaron a lo largo de los años. De todos modos, ciertos indicios permiten afirmar que se trata de una raza muy antigua y localizada, pero nadie tiene pruebas de su antigüedad real.
HISTORIA DE LA RAZA
La producción lechera era una de las principales riquezas agrícolas del país. La leche se consumía en el lugar donde se producía o se transformaba en mantequilla y quesos, como el emmental o el gruyer. El pasado del boyero de Berna está muy unido a la historia de su región: la colonización que tuvo lugar entre los siglos VIII y X, la orientación hacia la ganadería y su decadencia a partir del siglo XIX.
Un importante narrador de la vida rural bernesa, el Sr. Gotthelf, nos ha dejado magníficas descripciones de perros de granja de Berna, entre los años 1836 y 1850. Desafortunadamente, el autor no describe detalladamente estos canes, y sólo aclara que un perro llamado Ringgi tenía un collar blanco y que Bläss poseía una lista blanca entre los ojos hasta la parte posterior del cráneo. En lo que respecta a las distintas razas suizas, en aquella época todavía no tenían nombre.
Las pinturas y los dibujos de los siglos VII y XVIII muestran perros grandes de tipo dogo con una cabeza de dimensiones normales y orejas colgantes triangulares, unos miembros robustos y una frente que se llevaba alta la mayor parte del tiempo. No existe ninguna unidad de color o de pelaje.
Encontramos, pues, todas las variedades posibles, que van desde un perro blanco con manchas de colores, pasando por el blanco y amarillo, hasta el leonado con manchas blancas y negras. Existen algunos pelajes tricolores, pero desgraciadamente no son más habituales que los otros. El parecido morfológico de todos estos perros es sorprendente, y sin duda está relacionado con sus funciones prácticas.
Entre los siglos VIII y X, los territorios prealpinos de Schwarzenburg y Emmenthal, la región de Berna y de Bürgdorf fueron colonizados. Los colonos se instalaron en tierras que pertenecían a la nobleza o a los monasterios, roturaron los bosques para cultivar las tierras y construyeron allí. Las explotaciones consistían en granjas aisladas, que a veces se juntaban para formar aldeas, pero que raramente llegaban a constituir pueblos. Las condiciones climáticas, el tipo de suelo y los acontecimientos políticos contribuyeron a mejorar las condiciones de vida de los campesinos berneses y a aumentar su seguridad económica; gozaban de un bienestar material único, en comparación con las condiciones en las que vivían las poblaciones rurales de las otras regiones y cantones. De ahí surgió la conveniencia de tener perros de granja de un tamaño bastante imponente.
Existen diversas teorías que intentan explicar el origen del boyero de Berna
El Dr. Scheidegger, veterinario en Heim, escribía: «Para un campesino, un perro es bueno si hace la guarda sin morder, sigue a su dueño a pie, camina entre las ruedas del carro sin ponerse a jugar en los cultivos, defiende a su amo en caso de necesidad, guarda los objetos que se dejan en los campos, no caza, no ataca a los gatos ni a las gallinas, ni tampoco merodea. La disposición hacia la guarda es muy acusada en el boyero de Berna, aunque también le gusta participar en los juegos de los niños. Es atento, observador y demuestra ser un animal inteligente y reflexivo. Es vivo y cariñoso, simpático, fiel, leal y valiente; no conoce el miedo, pero tampoco busca pelea. Todas estas características son el resultado de una selección bien conducida y están profundamente arraigadas en el boyero de Berna».
Las granjas bernesas, debido a su opulencia, no tardaron en atraer a mendigos, pobres y vagabundos, un flujo de personas que aparece mencionado a partir del siglo XVI en los anales del cantón de Berna. Acudían a mendigar y los granjeros ricos temían negarse por miedo a las represalias en forma de incendios o robos, y, sobre todo, por la posibilidad de epidemias. Por tanto, en este contexto se convirtió en imprescindible saber quién llegaba y quién se marchaba.
Este conjunto de circunstancias constituyó, sin duda, la base de una selección rigurosa a fin de crear un can que respondía a las necesidades de la población: es decir, un perro de un tamaño respetable, atento, incorruptible, con mucho apego por sus dueños, y también por los animales y los objetos de la granja, que sabe cuál es su radio de acción y defiende su territorio. No se trata de un perro peligroso, sino de un animal capaz de proteger a los suyos y a sus bienes contra aquellas personas que puedan presentarse albergando malas intenciones.
Todas estas características se encuentran en el boyero de Berna, y son estas, más que el color del pelaje, las que despertaron el interés de los cinólogos a finales del siglo XIX.
El campesinado de la zona prealpina de Berna gozaba de una riqueza económica que le permitía mantener perros de talla grande, como hemos visto anteriormente. En aquella época, el vaquero era una persona respetada que combinaba las funciones de granjero especialista en la cría del ganado bovino y productor de queso. Los perros de granja de Berna fueron asimilados rápidamente con los boyeros (un término que proviene del latín bovarius y significa «especializado en la conducción de ganado de gran tamaño»), ya que esta actividad se encontraba relacionada directamente con la existencia de los vaqueros.
En la Edad Media, la nobleza y el clero confiaron sus rebaños bovinos a los vaqueros. En el periodo que va del siglo XVI al