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El infiltrado
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El infiltrado
Libro electrónico274 páginas3 horas

El infiltrado

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Información de este libro electrónico

Un auténtico thriller que se devora con ansias de conocer el final.

Los naturales de Arlodia han convivido durante siglos con las almas de los recién fallecidos antes de que emprendan su último viaje. Es un lugar donde la vida y la muerte conviven en paz y sus habitantes cumplen un importante papel en el equilibrio de fuerzas entre el Bien y el Mal. Sin embargo, la llegada de un misterioso y encantador viajero va a alterar la apacible existencia de los lugareños hasta enfrentarlos a situaciones desconocidas. Solo Gabriela es capaz de ver lo que el recién llegado esconde, y con la ayuda del páter Cósimo luchará por descubrirlo.

Una intrigante trama donde los dilemas morales se mezclan con lo sobrenatural y el thriller. ¿Hasta dónde serías capaz de llegar con los estímulos adecuados? El libre albedrío, el poder de los seres tóxicos y la influencia de las circunstancias en la conducta sustentan una trama que discurre por un mundo con sus propias normas.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento17 feb 2021
ISBN9788418552199
El infiltrado

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    El infiltrado - Marta Querol

    Capítulo 2

    La joven devolvió el saludo, se acercó e hizo una pequeña genuflexión en señal de respeto. Al alzar la vista, sus ojos azules se cruzaron con los del extraño. Por unos segundos quedó clavada en ellos, incapaz de apartar la mirada mientras un temblor sacudía su cuerpo.

    —Gabriela —le espetó Narden, contrariado—, di algo, mujer, que te has quedado como una estatua.

    La joven parpadeó como si despertara de un sueño y balbuceó:

    —Estamos… honrados con vuestra presencia. Bienvenido a nuestra casa. Enseguida estará la cena.

    —Gracias, señora Narden.

    Tirpen sonrió sin desviar la vista del foco de su atención. La joven era buena y fiel a su marido, eso decían sus ojos: hablaban de gratitud, de cariño y del amor que se tiene a un buen padre, eso había percibido en los escasos segundos que había cruzado la mirada con la de Gabriela. Justo lo que esperaba encontrar en ella después de verla, aunque hubiese preferido retener sus ojos por más tiempo y averiguar algo más. No era mucho, pero ya sabía por dónde empezar.

    —Tenéis una casa muy confortable, señor Narden —comentó, retomando la conversación.

    Gabriela había salido de la estancia para llamar a los críos que todavía jugaban fuera. Una extraña sensación de opresión le había golpeado el pecho al mirar a los ojos a su invitado. El aire fresco la ayudó a recuperarse.

    —¡Os estáis empapando! —les gritó con voz cantarina—. ¡Venga, adentro! ¡No me hagáis salir a buscaros!

    Un par de niños atravesaron la estancia a la carrera y se sentaron a la mesa entre gritos y risas.

    —¡De eso nada! Ahora os traigo ropa seca y os cambio.

    De un baúl junto a la pared sacó un par de camisolas pardas y un paño grande.

    —Disculpadme, enseguida me ocupo de la cena.

    —Nada que disculpar, no quiero interferir en vuestras obligaciones —la tranquilizó el caballero, pendiente de cada detalle—. No os preocupéis por mí.

    Gabriela desapareció con los niños tras una alacena que dividía la amplia estancia en dos salas. Las risas y bromas llegaban hasta los dos hombres.

    —Estos críos… —refunfuñó el hombre con una sonrisa paternal. Su cara curtida y el pelo cano le daban un aire de anciano que su cuerpo musculoso y la agilidad de movimientos contradecían.

    Los niños no tardaron en salir y empezar a correr de nuevo. Gabriela se secó el sudor con el delantal y se acercó al hogar, donde colgaba un perol del que emanaba un intenso aroma a

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