Nuevas subjetividades
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La subjetividad posmoderna tiene que hacerse con el principio de incertidumbre y este ensayo procura dibujar el panorama que lo comprende, haciendo hincapié en el mundo tecnológico y en los cambios simbólicos de la estructura social y sus dinámicas.
No se trata de romper ninguna subjetividad, sin embargo, el dominio de la máquina exige, además de un nuevo conocimiento y posibilidades diferenciales de acceso que incluyen capacitación, la emergencia de un nuevo sujeto, al que no le queda otra que producir e incorporar esa otredad de forma transformadora.
Aquí todo esfuerzo de imaginación y resolución es poco. Se diseñan los nuevos mundos creativos, pero también las nuevas diferencias y desigualdades. Hablamos de la tecnología como creadora de nuevos espacios, sin desestimar la lucha por el futuro humano frente a las nuevas fronteras del poder.
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Nuevas subjetividades - Isabel Cerdeira Gutiérrez
Subjetividad e incertidumbre
La subjetividad posmoderna tiene que hacerse con el principio de incertidumbre. Introducir en su constitución lo exponencial del vacío, no solo como principio de su división subjetiva, el pasaje del signo saussureano a la estructura significante del lenguaje, sino como parte a su vez constitutiva del mundo, en su complejidad de conocimiento y dominación y en las propias estructuras del poder.
El homo democraticus está en un entorno de incertidumbre que, lejos de responder a una ausencia o vacío de sentido, está ligada a su pluralización23.
Una subjetividad plural, nunca fisicista, de múltiples registros, fragmentaciones adosadas no quebradas, posibles de funcionamiento selectivo, interrelacionado y con posibilidades de desplazamiento y sustitución frente a emergencias adaptativas o creativas y, sabiendo de partida, que la evolución o adaptabilidad constructiva supone un sujeto activo y cambiante que no siempre es superponible, aunque se reconoce. También en el mundo la subjetividad se enfrenta a múltiples elecciones donde identidad y diferencia coligan no solo con la contradicción sino también con las pertenencias múltiples.
Una batalla que las subjetividades tienen no solo que provocar sino llevar adelante es la de las identificaciones como espacios simbólicos sobre todo singulares y también de apropiación del mundo. Estas ya no se deciden como modelos ideales que mantendrían las sociedades represivas. La elaboración constructiva que significan los pivotes de la subjetividad es un trabajo abierto y no decidido ni dado de antemano, tampoco determinado, desafía los tiempos establecidos, constituidos, y es la esfera donde se juegan no solo las relaciones de poder poliemergentes, sino las de posición y pertenencia, difícil y movible, lugar privilegiado para las desigualdades y el ejercicio en campo de las subjetividades, trabajadas entre la automación de las tecnologías y el arbitrio de las libertades generativas y participativas. El otro y los otros no como alteridades existenciales ni desafíos imaginarios, sino como adquisición pertenecida que al tiempo que separa, identifica. Las subjetividades identitarias siguen performando grupos que no dejan fuera la exclusión, máxime ante lo inexorable de la competitividad y exigencia y la distribución asimétrica y elitista de los mundos de participación. No se trata solo de privilegios y medios, el precio de las subjetividades ancladas en construcciones identificatorias juega al alza e, independientemente de las garantías personales, establecen un mercado de valores que cada vez más adquiere autonomía propia.
Los procesos de subjetivación
Los procesos de subjetivación singular es una pregunta que se abre en esta incipiente ya desarrollada primera posmodernidad tecnológica. La pregunta consiste exactamente en el cómo acaece la subjetivación. Los procesos no advienen anárquicos en una liberalidad solo abierta y continuista, dentro y fuera, más que nunca, se interpenetran y su actuación exige dobles flujos que suponen goznes donde inflexionar, activar y retroactivar. Es el núcleo de las identificaciones. Los procesos de apertura son significativos y comprenden unas conquistas importantes por lo que se refiere a la libertad que implica, ante todo, libertad de movimientos. Los medios tecnológicos permiten un juego de una velocidad de movimiento desconocido, casi infinito, lo que supone entre otros una convulsión del espacio, el logro de metas de accesibilidad inesperadas. Al tiempo, los mandatos de la propia organización neoliberal, todo es posible, conlleva un crecimiento económico sin límites y un acceso a los bienes, al goce, inmediatos, sin intermediaciones, que hagan posible un disfrute sin dilaciones. Estos mandatos dan aparentemente un plus al ideal de libertad, si bien supone una sumisión a los mandatos generalizados que hacen obstáculo a la apertura. La liberalidad en las determinaciones que trae la apertura hace síntoma o se sutura en la multiplicidad de ofertas cuyo consumo, sin duda plausible, o identificación automática, instauran o velan un nuevo determinismo, que inscribe perversamente las nuevas subjetividades. Habrá que ver si la ausencia de mediaciones tiene que ver con el imperativo del goce, accede sin trabas, o con los instrumentos de acceso, medios tecnológicos, o con la propia organización productiva de la tecnología, con la extensión e intermediación del conocimiento o con sus propios usos o consumos. Y en qué medida estas nuevas exterioridades o nueva organización social afectan o producen nuestras subjetividades que, a su vez, son sus creadoras y reproductoras.
Paul B. Preciado, en Un apartamento en Urano, habla de la ética en la producción de las tecnologías de la subjetividad,
Cada generación necesita inventar su propia ética con respecto a sus tecnologías de producción de subjetividad, y si no lo hace, nos advertía Hannah Arendt, corre el riesgo del totalitarismo24.
Da por hecho la producción tecnológica de la subjetividad que es una necesidad sine qua non en un mundo tecnológico; es su propio aparato epistémico y su propia experiencia vital. Aparece un automatismo ineludible del que rescata el punto ético como creación individual que, sin embargo, extiende al tramo generacional. Nunca desliga sus propias opciones de una construcción biopolítica que determina, no solo el modelo posible y aceptado de subjetividad, sino su posibilidad de reconocimiento, movimiento y realización. Es una postura singular, dramática en cierto sentido, en cuanto a la determinación tecnológica que toma todo el poder de los medios de producción, no solo como la organización productiva de tecnología, ética reductora o absoluta del poder mimetizada con el orden social, y la sumisión de los individuos inmediatamente identificados a los mandatos sociales, quedando muy en entredicho el carácter autónomo, sino también como ética de la creación y reproducción de las subjetividades.
Teniendo en cuenta la fuerza estratégica de este autor transgresor, dejamos abierta la pregunta en este paradigma de cambio de organización y del sistema social, del campo de la ética, en la exigencia de la conformación de las nuevas subjetividades. Preciado, con su posicionamiento y trabajo, intenta plantear una nueva ética en un desafío frontal y teórico a las leyes de los sistemas posmodernos, que llega a llamar «bio-necro-poder», y cuyo desenlace remite a los sistemas de representación moderna del cuerpo y del ámbito de la biología de los siglos XVII y XVIII.
Esta inmediatez del cuerpo y de los sistemas simbólicos sociales tecnológicos, y, que no deja de prescribir síntomas identitarios generalizados, es lo que nos hace pregunta ante un fenómeno social que se impone, y es el despliegue de las tecnologías, anterior a cualquier ética, implementando el universo social, donde se despliegan anárquicas las subjetividades sin tener un aprendizaje previo. Ética que se desborda y se ignora en las más o menos adulteradas apropiaciones, que no solo no hacen pregunta, sino que se invierten en la plausibilidad existencial dada por norma de las subjetividades anteriores, que se hicieron en los marcos de adaptabilidad proscritos, y cuyos planteamientos éticos rayan más con las oportunidades posmodernas; donde la subjetividad ha entrado a formar parte de los valores competitivos y de posesión como privilegio de clase y garantía de éxito y productividad25, conformándose un nuevo orden de desigualdades.
La pregunta por las subjetividades
La pregunta por las subjetividades en la era actual hace límite y construcción a este desarrollo posmoderno, cuyo tránsito iniciado y anterior a todo cuestionamiento teórico, no queda más remedio que recorrer. Y no es del lado de lo abusivo, adecuación o no adecuación, sino del propio cambio social, cuyas posturas de pasividad adaptativa quedan excluidas, ante unos hechos que se imponen y toman una consistencia y desarrollo que abarcan una globalidad sin firmas, abriendo una nueva época, no desestimada, de invenciones, logros y realizaciones, cuyos sujetos de su propia acción no pueden inhibirse, parasitarse. La máquina y el cuerpo, la organización social y las realizaciones subjetivas son desafíos que nos convocan con una presencia activa, abarcando diversos órdenes, de lo singular a lo plural, de lo particular a lo participativo, de lo propio a lo común, de lo individual a lo social.
La era tecnológica sin duda abre un reto a las identificaciones antes y después de su uso, apropiación o manipulación, y esto, no deja de suponer la exigencia de cuestionarse las subjetividades. Esta no es sustitutiva de los nuevos marcos que implican otros cambios estructurales del orden social como es la caída del patriarcado, la inserción plena de la mujer en el mundo social y las nuevas organizaciones del trabajo. Su reto es incidir sobre ellas y ese es el espacio que se plantea, independientemente del uso que el capitalismo, como modo de apropiación sin fin, se proponga y lleve a cabo. Se confrontan cambios en los mundos simbólicos singulares y en los mundos simbólicos colectivos, y esto, ya implica una asunción del principio de incertidumbre, que no es en algún modo un principio negativo, sino una apertura a la complejidad, que siempre estuvo contenida y subordinada en otros márgenes. La era tecnológica y su despliegue generalizado le otorgan un valor preponderante al principio de incertidumbre, si bien, en sus gestores se trataría de lo contrario, llegar lo más lejos en el conocimiento, dominio y control de los mundos factibles.
La tecnología ha entrado y está en el lazo social y esto nos implica. En sí parecería una ingeniería sin más, cuyos lenguajes, programas y aplicaciones despliegan una autonomía que excluye a legos y exige informados, con sistemas de significados codificados, diferenciados del sistema significante por la palabra en el lenguaje. La relación por tanto es diferencial, un nuevo sistema, por decirlo así, ha entrado a hacer parte del mundo de la convivencia para desplegarse y quedarse. El lazo social queda rigurosamente afectado y también los demás sistemas, incluido el de la lengua ¿En qué medida afecta esto a las subjetividades? En principio podría ser un enriquecimiento sin más.
Eva Illouz y Dana Kaplan en El capital sexual en la Modernidad tardía, al tratar la sexualidad hablan de la singularidad como un valor directamente de producción. La vinculan al capital sexual y a los campos sexuales:
[…] la singularidad se convirtió en un modo de producción, y las autoidentidades en medios de producción26.
Es la capitalización de la creatividad, de la originalidad, de la autonomía, que siempre han sido consideradas en cuanto producción de valor, que pasan, en la nueva etapa capitalista de la Modernidad, a ser «emblemas del conocimiento y la producción de la economía»27, como signos circulantes de poder. Estas singularidades, expresión de subjetividades contemporáneas, pueden llegar a funcionar separadas, ligadas directamente a su propia reproducción y consumo de su goce directo; plusvalía de capitales, que la tecnología empodera sea como escenificación, producción multiplicadora de la imagen, sea como posibilidad de acceso directo y como robotización prometeica de la misma; al tiempo, que se produce un exponencial del lazo social sin transacciones intermediarias, que genera un uso y consumo identificatorio automático. Las connotaciones aparejadas estarían más del lado paranoico que del lado histérico, como circulación del deseo propio del movimiento social. La tecnología podría pervertir este orden, instrumentalizándose hacia un capitalismo preocupado únicamente de su propia reproducción financiera y de la escotomización de un consumo solo regulado por su exclusivo mandato de goce, como espacio privilegiado de accesibilidad y pertenencia.
Las subjetividades sufren un cortocircuito donde el principio de incertidumbre se resolvería en este juego de inclusión que es la carrera por la ascensión a los goces privilegiados. Son los pasos rápidos y acelerados de una organización en continua transformación y con grandes movimientos en su producción. La máquina no es un buen aliado en esta inmediatez, expulsa de entrada las subjetividades; este no es su campo, sin embargo, son las subjetividades las que quedarían fuera si no pudieran establecer no solo un uso, sino un verdadero intercambio con las máquinas. Es preciso salir y despejar los campos, las interconexiones e interpenetraciones. Este es el trabajo, no solo del desarrollo y progreso, sino el espacio que hay que abordar, e implica a las subjetividades. no pudiendo excluirse. Ahora sí enfrentándose a lo que verdaderamente supone el principio de indeterminación y resolviéndolo no del lado paranoico, sino como parte misma de las subjetividades y sus construcciones que enganchan con el lazo social.
Es de una extraordinariedad novedosa el hecho contrastable que al hablar de cambio inmediatamente se introduce el de transformación de la subjetividad que le corresponde. Este movimiento que ha supuesto siempre el concepto actuante de adaptabilidad toma en la posmodernidad un lugar particular. Supone un despeje de autonomía para el campo de las subjetividades con valor propio, no mera adecuación o dependencia, sino dobles entradas con flujos en plurales direcciones ya no posibles de no ser tomadas en cuenta. Ningún campo supone obstrucción al libre desarrollo del otro, pero sus cambios, creaciones, modificaciones, arbitran consecuencias que exigen nuevos posicionamientos y abren dinámicas de diferentes construcciones y transformaciones. También exigen el llamado a ampliar el propio campo en sus sistemas organizativos y referenciales y una apertura y cuestionamiento a los procesos creativos, de socialización y transmisión.
Este encumbramiento de la subjetividad hasta moneda de mercado choca con el fenómeno globalizado de la datificación, con la base de la información y materia prima de las transacciones y análisis, no solo comerciales, sino como logro científico metodológico y epistemológico y como condición en todo el desarrollo tecnológico e industrial. Permean las decisiones políticas y económicas extendiendo su plausibilidad a las relaciones sociales y sus evaluaciones, llegando hasta los niveles personales y sus representaciones colectivas. Eficacia y reduccionismo se vuelven exponenciales en las curvas de los mercados de valor, pero también en los de la existencia, la toma de decisiones del poder, y en todos los ámbitos donde una evaluación o diagnóstico se imponga o interponga. Esto implica la elevación del poder de definición simbólica a la categoría de signo operante con la mayor adquisición de velocidad circulante y a prueba de toda eficacia. Claridad visual y analítica y gran alcance de campo, pero despojado de todo contexto, temporalidad y significaciones, que dan un vuelco a la propia materialidad, no solo real sino imaginaria de los procesos vitales y relacionales, tanto en los distintos niveles organizacionales e institucionales, como en los profesionales y transformativos, llegando a los cánones identificatorios. La pregunta por la convivencia de la subjetividad con la tecnología vuelve a ser la de la convivencia con la datología. Los algoritmos como parte existencial.
Datificación y algoritmos
La datificación extensiva y omnicomprensiva no deja de ser una enorme fuente de poder y de transformación, incluidos los rangos de lo producido, entre los que destacamos las producciones de subjetividad y sus negociaciones. Un cambio social tan sustantivo que afecta al orden estructural del conocimiento y la inteligencia vital, con usos de todo tipo de datos analógicos y digitales y de la inteligencia artificial, supone la inserción en un mundo nuevo cuya legalidad viene convulsionada al ser alterados en su propia conformación los universos simbólicos que construyen todo el ordenamiento de la realidad. Las subjetividades son las primeras afectadas.
Entre estos dos tiempos ¿se podría decir en el entre dos? Entre el sistema social patriarcal que se desmorona —también un capitalismo industrial, de producción primero y luego de consumo, plusvalía del objeto a, trabajo del trabajador y el trabajador como plusvalía, objeto a de consumo— y el sistema social tecnocrático posmoderno —el algoritmo como objeto identificando al sujeto, trabajadores/ consumidores de datos—, utopía identitaria de reproducción, produciendo estas páginas de NE(cr)OLIBERALISMO, que P. B. Preciado expulsa/escribe en forma de necrorrelato, proyectando su propio proceso libertario de construcción subjetiva28.
Objeto y sujeto están escamoteados no se sabe si en el mandato neoliberal superpuesto al patriarcado, en sus técnicas de discurso e instrumentos tecnológicos automatizados, o en la propia identificación cuerpo/ algoritmo generalizado que inscribe una curva identitaria, donde antecede todo necro. Un pluralismo de identidades/ subjetividades pueden producirse en la propia experimentación creadora no mediada. El arco es performativo y auto generador.
En parte la reflexión teórica que Preciado ofrece a través de su propia arriesgada experiencia deja entrever que todas estas dimensiones están implicadas, cuando habla de desposesión de la voz como verdad del sujeto:
Esa voz cambiante no es ni simplemente una ni simplemente masculina. Por el contrario, declina la subjetividad en plural: no dice yo, dice somos el viaje. Quizás sea eso lo que quede del yo occidental y de su absurda pretensión de autonomía individual: ser el lugar en el que se deshace y rehace la voz (las cursivas son nuestras), el sitio, habría dicho Derrida, desde el que se opera la deconstrucción del fono-logo-falo-centrismo29.
Finalmente, Preciado actúa una disolución de los entes simbólicos, sociales e individuales, o una opción solo simbólica normativizante, donde la consistencia que hace subjetividad en protensión con lo que significa el yo occidental, acabe siendo solo el lugar en que la voz, como verdad del sujeto, no se autonomiza como subjetividad en clara apertura y dinamismo interior/exterior, sino que se hace y deshace como multivariedad o como posible elección, pero como residual o performativa dentro de las posiciones que el discurso neoliberal posmoderno permite o dicta. Una sexualidad, una subjetividad en abierta deconstrucción/construcción en cuanto variantes de ese fono-logo-falo-centrismo, implicando el cuerpo como ese armario que se porta o se comporta.
También podría considerarse como una identificación plena a las insignias del Otro. Como el semblante del Ideal que cierne la elección de la nueva voz, en una repetición sustituida de la identificación primera, construida de modo total ante el fracaso de los primeros Otros en la constitución de la identificación simbólica, caída del Ideal constituyente en la soledad de una constitución, voz subjetiva. Como dice Miller, evocando a Lacan en Los signos del goce, en el todo soy hay alienación:
[…] el I. lo menciona por la alienación del sujeto en la identificación —primera forma del Ideal del yo—. Ahora bien, la I mayúscula del Ideal puede ser considerada además como la I mayúscula de la palabra Insignia, insignia del Otro, Insignia de la omnipotencia del Otro para fijar al sujeto30.
Nueva voz ideal del yo, como se reconstruye este ideal dentro de este fono-logo-falo-centrismo, lo que queda del yo occidental descarnado, como espacio vacío que, sin embargo, tiene que aportar/acoplar los significantes de donde agarrarse la nueva voz, tan potente, extraña en primera extensión apropiándose del cuerpo, como otro cuerpo, no cuerpo otro, aunque lo va desconociendo, «nomadismo interno», conquistando con la identificación a las insignias del nuevo ideal, atrapado, no obstante, en el corazón de las estructuras tecnocapitalistas posmodernas. Estructuras que tienen que dejar lugar a ese espacio vacío, fuera de los espacios binarios, distintas heterosexualidades, para permitir la construcción de estas nuevas voces como identidades una, a modo de «megáfono de lo extraño».
La Inteligencia Artificial
La Inteligencia Artificial (IA) son unos brazos y unas piernas de largas dimensiones, extensiones de largo recorrido, que prolongan la imagen del cuerpo, su límite, positivo, y su ausencia de límite. Como partida introduce nuevas dimensiones simbólicas, atribuidas por un lado al lenguaje y por otro a los artefactos de producción y transformación. Toda dimensión simbólica introduce el ideal y su alienación, al que pone límite la separación. Se plantea la alternativa volar por las máquinas, ser un algoritmo, o mantener la distancia y seguir su recorrido y alcance conservando las dimensiones que permiten la identidad real del sujeto. Navegar entonces puede llegar a ser una cualidad de este sujeto que entra y sale, construye y avanza, realiza sus transacciones, alcanza objetivos, transforma la realidad y organiza y crea nuevos contenidos. Una nueva era, todo un mundo que orbita otras posibilidades para el ser, brazos y piernas que alojan los nuevos inconscientes, trabajo obligado, límite, represión, que supone esta conquista, este tener positivo abierto a todo el campo inconmensurable que es el desarrollo tecnológico.
La pregunta que se abre a la IA es por la capacidad de simbolización. Las máquinas programadas de las más elementales a las más complejas abren conjuntos cerrados, cuyos elementos están fijos y sus relaciones determinadas, cada uno significa algo para algún otro, y sus modificaciones no son más que determinaciones significativas fijadas de antemano por complejas operaciones algorítmicas, operaciones que no pueden fallar, formuladas con total precisión y exactitud. En sus conjuntos no falta nunca ningún elemento, son un Otro cerrado o completo, no cabe una sustracción donde alojarse, ni ninguna suposición subjetiva como sucede con la inteligencia humana. Por lo tanto, en la IA no cabe hablar de sujeto. Sin embargo, las operaciones son perfectamente identificables. En la IA hablaríamos de sistema de signos en sus conjuntos no de lugar de los significantes. Confundir estas dos relaciones es de entrada un error sistémico de estructura.
Sin embargo, son sujetos los que construyen y utilizan, entran en relación con la IA. Solamente otros sujetos suponen relaciones significantes que implican el trabajo simbólico, identificaciones incluidas, y la regulación de la ley significante que designa un resto, real que desaloja un cuerpo y se significa imaginariamente con la inscripción fantasmática. Estos sujetos se relacionan con la lengua y por medio de ella con todas las instituciones y organizaciones sociales y con los instrumentos y materialidad del mundo en el que habitan. La IA introduce todo un campo nuevo junto al mundo tecnológico que abre un nuevo desafío. En realidad, al lenguaje tampoco le falta nada, es en su inscripción como Otro que el sujeto introduce una falla donde puede alojarse con la consistencia de su cuerpo más allá de los símbolos que, en ese acto, se vuelven significantes, dándoles ese poder; un significante es un sujeto para otro significante. Y no hay objeto o relación que no venga mediado por el lenguaje.
El paroxismo de la IA es el del cerebro superpuesto, la imposibilidad del significante y la consecuente degradación del signo. Ahí los términos se invierten. No es el sujeto que ha de posicionarse ante la IA, es la IA la que fija al sujeto. Posición en principio de máxima alienación, que supone una inmediatez, extrema determinación, eliminación de ser considerado parte del conjunto de los significantes y por tanto de contar, para ser un signo más en el conjunto de los signos. Es en este conjunto incorporado donde no cuenta más que como elemento de esta operación de significación de algo para otro signo, binarismo algorítmico, degradación del objeto, cosificado por esta alternancia, que le excluye o le conecta directamente a una continuidad solo exterior. Ya no signo de algo para alguien, sino signo para otro signo que remite a otro y así indeterminadamente.
Jacques-Alain Miller, en el texto citado, habla de «la anticipación como fundamento de la identificación» a propósito de que el Otro, en el conjunto de significantes, «es pródigo en significaciones del sujeto». Vuelve la pregunta sobre la subjetividad y las subjetividades con relación al mundo tecnológico y concretamente a la IA. No se trata de una incorporación ¿o sí?, ni de una inmediatez ¿o ese es el uso como un maná que nuestros jóvenes o no tan jóvenes hacen de los dispositivos y de las conexiones más programadas y propagadas que el nuevo mundo tecnológico ofrece con apasionadas promesas en ese punto mismo de rellenar la falla, de parasitar o hacer paraíso de todo principio de incertidumbre?
La IA funciona como un conjunto de saber codificado, un mundo de signos leídos por un programa con efecto de sentido. Códigos de sentido o sentidos codificados. Su uso establece el acceso libre y finalizado a través de una relación que excluye en sí misma la alteridad, con todas sus connotaciones significantes y simbólicas, incluidas las identificaciones que suponen un Otro. Sin embargo, no excluye la otredad, contrariamente, es lo que instaura de entrada, ese encuentro con la máquina inteligente que establece una proyección y entabla una relación que humaniza y significantiza. El sujeto es receptor de significados ofrecidos sin la menor traba e intermediarios, cubriendo la demanda, que queda planificadamente satisfecha dentro de un circuito circular rigurosamente establecido por los algoritmos. Una otredad de entrada y salida, perfectamente disponible, con la que hacerse, con la que negociar, con un ritual que, de instrumental de significados, ampliación de los saberes sabidos, puede desviarse doblemente: o en consumo dirigido, cosificación alienada que, sin el trabajo de la alteridad, acaba en dependencia subjetiva, o en ilusión de dominio, megalomanía de poder, que no deja de ser un ilusorio espejo.
Un mundo hecho a medida y, sin embargo, la incertidumbre resuelta se transforma en otro principio de incertidumbre. Las ciudades inteligentes, la vida inteligente, los nuevos accesos al progreso y las nuevas fuentes de desigualdades y exclusiones son algunos ejemplos. La IA, el mundo tecnológico, no están hechos para cercenar el despliegue humano, contrariamente, son un desafío para su extensión, producción y dominio. En ningún caso se trata de romper ninguna subjetividad, sin embargo, el dominio de la máquina exige, además de un nuevo conocimiento y posibilidades diferenciales de acceso, que incluyen capacitación, la emergencia de un nuevo sujeto, al que no le queda otra que producir e incorporar esta otredad de forma transformadora. Este fenómeno exigirá sin duda una subida simbólica, que tenga efectos de intercambio en esta apertura que le ofrece el mayor acceso a personas, bienes y saberes.
Hay una extensión, implicación del lazo social y, al mismo tiempo, una indeterminación que conecta con el principio de incertidumbre y con la más vasta organización de la estructura social. Los nuevos saberes no inauguran nuevas adquisiciones, sino nuevos mundos de complejidad que también incluyen nuevas posibilidades, desarrollo y riqueza.
Las nuevas subjetividades
Las nuevas subjetividades, un texto por escribir más allá del ejemplo ofrecido por Paul B. Preciado. El mundo es ya omnicomprensivo de estos ejemplos. La máquina, la tecnología, los algoritmos se desarrollan en progresión geométrica, con los mayores compromisos de ingeniería, expertos y medios conocidos. Mientras, el sujeto humano da los primeros pasos para no quedar excluido, colaborar y estar a la altura de los retos que se ofrecen y él mismo crea. Una revolución de la que es parte y también producto, donde no le cabe duda de que no quiere ser excluido, pero que no incluye únicamente la organización social y lo que afecta a su estructura, sino que le incumbe personalmente como sujeto histórico y sujeto singular.
La identificación nos elige antes de que la elijamos nosotros. Esta es «la anticipación», que sí, debe llegar a ser realizada en las dos operaciones, alienación primera, separaciones, inscripciones que son otras formas de movimiento y acción, que parece lo normal y, aun así, tienen que pasar el trabajo de producción y, en el presente, la convenience (comodidad) de las máquinas que hacen la vez de las commodities (materias primas). El futuro, ¿será realmente comodidad, se nos encogerán con las extensiones las manos y las piernas? La inmediatez conectada de la máquina como prótesis de todo el cuerpo ¿instituido de una vez? Robots, un hombre robot, desde los tres registros: real, simbólico, imaginario, solo queda el cuerpo desconectado. No es esta robotización automática la que puede llegar al blanqueamiento de inscripciones, rigurosa pérdida de identidad, pero sí nuestras subjetividades no solo tienen que redefinirse; ya están preparadas, ya llevan tiempo recorriendo el camino listas para el nuevo orden.
La sexualidad es un paradigma de la reproducción en el mundo tecnológico. La transformación de la