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Seman 1997 PDF

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1 Nueva Sociedad Nro. 149 Mayo-Junio 1997, pp.

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RELIGIN Y CULTURA POPULAR EN LA AMBIGUA MODERNIDAD LATINOAMERICANA


Pablo Semn
Pablo Semn: socilogo argentino, investigador de la Universidad de Buenos Aires y de la Universidad Federal do Rio Grande do Sul. Palabras clave: pentecostalismo, iglesias, cultura popular, Amrica Latina.

Resumen: A travs del pentecostalismo, una parte de los grupos populares en Amrica Latina encuentra una forma de reelaborar su religiosidad, establecer una alternativa cultural y articular una forma de politizacin que, en trminos histricos relativamente rpidos, se muestra capaz de desplazar y erosionar algunos lazos polticos tradicionales. En este movimiento que tiende a confesionalizar la poltica, que agrega la voluntad de Dios y lo bblicamente correcto como parte del juego de la constitucin de las identidades polticas, se muestra no slo la diversidad de matrices culturales populares, sino tambin un indicio de sus tendencias en recomposicin. La pluralizacin de los fenmenos religiosos en Amrica Latina es un hecho incontrastable. Todos los grupos sociales parecen haber canalizado una cuota mayor de sus energas a la prctica de religiones cuya gama va desde las nuevas corrientes catlicas, la expansin de religiosidades indgenas y afro presentes en la regin, las expresiones ms renovadas y populares de la tradicin protestante, y el conjunto de prcticas msticas, esotricas y teraputicas que en trminos generales y provisorios pueden catalogarse como pertenecientes al movimiento de la nueva era. La interpretacin de este panorama en relacin a los procesos culturales y polticos en que toman parte los sectores populares requiere de dos discusiones de las que intentaremos dar cuenta aqu. La primera remite al esclarecimiento de las condiciones tericas bajo las que las ciencias sociales pueden pensar los fenmenos religiosos despojndose del espritu iluminista que, paradojalmente, los sataniza en la ms pura lgica cristiana. La segunda, teniendo en cuenta la ambigedad propia de la modernidad latinoamericana, previene sobre el sesgo moderno-cntrico que toma el justo cuestionamiento

de las visiones romnticas y esencialistas de la cultura popular, pero aboga por la recuperacin de la especificidad y positividad de las diferencias que presenta la cultura de los grupos populares. En tercer lugar y a partir de las anteriores consideraciones, presentaremos el caso del desarrollo del pentecostalismo como un movimiento de transformacin cultural que implica una sntesis de los elementos modernos y populares. Religin y modernidad Las relaciones entre el cristianismo y la modernidad se han expuesto, sobre todo en Francia y en los pases de tradicin catlica, en una presentacin ideolgica brutal. La afirmacin de Touraine puede extenderse a la forma en que las ciencias sociales observaron los fenmenos religiosos en las ltimas dcadas. Por eso es que la primera condicin terica para la comprensin de la plural e intensa vida religiosa en Amrica Latina es la crtica de los preconceptos que, a partir de una forma de concebir las relaciones entre modernidad y religin, gobiernan la percepcin de lo religioso. La modernidad implica al mismo tiempo un proceso histrico y un mito que responde a los efectos crticos de este proceso. Dichos efectos crticos se relacionan con la renuncia suicida a responder a las necesidades de identificacin colectiva y de legitimacin a las que ninguna sociedad escapa (Hervieu Leger). El mito presenta la modernidad como un proceso de secularizacin ilimitada que se ha independizado de los actores sociales y frente al que la religin no es ms que una rmora del pasado. El mito de la modernidad fue uno de los nutrientes con que la sociologa de las religiones configur la paradoja que la caracteriz por dcadas: se asignaba por objeto un conjunto de comportamientos e instituciones que, de acuerdo a la perspectiva adoptada, no podan encuadrarse sino como residuales y declinantes. En el marco del mito, el paradigma terico de la secularizacin (matriz terica dominante en los estudios sobre la religin) era la forma de captar el lugar de las religiones en el marco de las sociedades occidentales desarrolladas (Pace). Esta concepcin remite a un conjunto de hiptesis que abarcan diversos planos (la totalidad social, los individuos y los grupos religiosos) y es ms o menos explcito en autores como Luckmann, Berger o Parsons (Carozzi). Tschannen ha explicado este paradigma tomando en cuenta una secuencia de tres elementos: diferenciacin y racionalizacin de la vida social y, como contrapartida, la mundanizacin de la vida religiosa. La diferenciacin de esferas de actividad social de forma tal que lo religioso se constituye separadamente respecto de las esferas de la economa, la poltica, y su funcionamiento de acuerdo a criterios racionales e independientes del control religioso, restringe la incidencia de la religin en el conjunto de la vida social. La racionalizacin y autonomizacin tienen como contrapartida el debilitamiento de los compromisos de los individuos con las instituciones religiosas. A nivel de la dinmica de los grupos religiosos la secularizacin tambin avanzara: de un

lado las propias instituciones religiosas adaptaran sus creencias y formas de funcionamiento a las expresiones que testimonian el irrefrenable desencantamiento del mundo y, de otro, se prevea que la pluralizacin de las denominaciones religiosas erosionara su legitimidad reforzando la prdida de influencia del conjunto de la esfera religiosa. As el futuro traa menos religin en la integracin social, en la interaccin de los grupos religiosos y, paradojalmente, ms mundanidad en la vida de las instituciones religiosas. Esta opinin dominante cedi ante hechos que la desmentiran e impondran reconsiderar sus pronsticos de laicismo universal: la aparicin de movimientos polticos que se legitimaban en motivos religiosos en pases supuestamente secularizados; la expansin de nuevos movimientos religiosos por fuera de las expectativas y planes de las grandes iglesias establecidas de Occidente (aun cuando algunos forman parte de la Iglesia Catlica o la tradicin reformada, como los carismticos o los pentecostales). La nueva concepcin conduce a la crtica del paradigma de la secuIarizacin y atiende tanto a lo que sucede en los grupos religiosos como a la definicin de la modernidad. En el nivel de los fenmenos religiosos, aun aceptando la premisa de la secularizacin como separacin de esferas, puede postularse un lazo especfico y diferente entre secularizacin y proceso religioso (Stark/Bainbridge). La adaptacin de las instituciones religiosas a las ideologas modernas que cuestionan la existencia y eficacia de un orden sobrenatural da lugar a procesos de innovacin religiosa en los que la persistencia de las ms diversas concepciones de lo sagrado queda asegurada a travs de rupturas, cuestionamientos o vas alternativas que socavan la orientacin racionalizante de las grandes religiones. A este discernimiento diferente de las relaciones entre modernidad y secularizacin le han proseguido los que postulan que lo propio de la modernidad no es la desaparicin de la religin confrontada a la racionalidad sino la reorganizacin permanente del trabajo de la religin en una sociedad estructuralmente impotente para colmar la espera que tiene que suscitar para existir como tal (Hervieu Leger). Este debate refleja que las religiones vuelven a ser objeto de las ciencias sociales; y tambin que la especificidad de la religiosidad moderna pasa por su cuestionamiento de los efectos extremos de individualizacin y racionalizacin. Pero esto no dice nada sobre la forma como puede pensarse la religiosidad en aquellas sociedades donde la modernidad se ha afirmado parcialmente. Religin y cultura de los grupos populares La discusin sobre lo popular. La relacin entre lo popular y lo moderno puede concebirse como conjuntos separados, como si lo primero estuviera incluido en lo segundo, o tambin y esa es nuestra premisa como una interseccin

conflictiva de matrices culturales. Antes de llegar all, pretendo enfatizar una concepcin fuerte de la diferencia popular para que dicha interseccin pueda ser captada en toda su conflictividad y lo popular no sea ignorado en el contexto de la importante contribucin que ha significado la crtica del sustancialismo subyacente a la nocin de cultura popular. Dentro de la heterogeneidad evocada por el rtulo de lo popular (configuraciones culturales y aspectos de procesos sociales cuyo sujeto vara entre las clases trabajadoras urbanas, el mundo urbano subalterno y no proletario, las comunidades rurales y los agrupamientos indgenas) la nocin cultura de los grupos populares remite, en este artculo, a la produccin simblica de los grupos populares urbanos. Como el contenido terico de la expresin es tan conflictivo como impreciso, nuestra propuesta requiere explicitar algunas referencias con el fin de discutir aquello que est en juego en la religiosidad popular. Las ciencias sociales contribuyeron al estudio y delimitacin de lo popular y a la totalidad homognea llamada pueblo (idealizados por discursos en los que se cruzan el ensayismo social y la poltica) y han propuesto la imagen de lo popular como resultado de procesos de produccin simblica de grupos subalternos en relacin con otras clases sociales: lo popular no tiene un carcter esencial y, siendo algo inestable, supone una heterogeneidad que deriva tanto de sus diversas races sociales como de las diferentes situaciones histricas en que se produce (situaciones que pueden incluir tambin lo que hoy conocemos a travs de la investigacin de circuitos de hibridacin cultural y de dinmicas de globalizacin). Es a partir de esto que no hablamos de una cultura o culturas populares sino de una cultura producida por grupos populares. En la conceptualizacin de la cultura de los grupos populares puede observarse el contraste entre una caracterizacin negativa (que subraya factores como la privacin, la carencia, el hecho de ser la cultura de los ms pobres) y otra que intenta captar lo que esas culturas afirman en su produccin simblica. Sin ser exhaustivo, puede revisarse crticamente algunos de los modos principales de la primera tendencia. Muchas veces se ha supuesto que lo popular representaba en relacin a la modernidad un momento transitorio de un camino forzoso: all seran liquidados los rasgos de tradicionalismo y adquiridas las competencias y recursos que sancionaran su inclusin en la modernidad. El evolucionismo implcito de este planteo se complementa con la suposicin de que los modos de vida de esos grupos slo son el negativo de la modernidad elevada a la categora de imperativo: a los grupos populares les sobra supervivencia del pasado y les falta la racionalidad y los bienes que los tomen ciudadanos. Al mismo tiempo, las teoras del conflicto social contribuyeron a ignorar la positividad de la cultura popular definindola exclusivamente en funcin de relaciones de hegemona y conflicto. Las configuraciones culturales de los grupos populares son reconocidas como el efecto de un ajuste a

situaciones de desposesin, o como una sumisin a los lastres del pasado que muchas veces compensaran las carencias 1. As, las cosmovisiones que dan soporte a la emergencia de los fenmenos religiosos o la medicina popular seran, en vez de una forma diferente de problematizar la vida, herramientas para resolver sus dificultades an no sustituidas por medios ms eficientes. Cmo participan los otros de lo mo? Esta es la interrogacin implcita de quienes afirman la autonoma y la definicin positiva de la produccin simblica de lis grupos populares. Grignon afirma que las clases dominantes no son las nicas que poseen un modo de vida elaborado activa y creativamente (un estilo de vida para s) ni tienen un modo de vida que no est derivado de constricciones y reconstituido por un observador externo (un estilo de vida en s); la oposicin entre el estilo de vida en s de las clases populares y el estilo de vida para s de las dominantes (que en la inversin populista se convierte en la oposicin entre lo autntico y lo artificial) se funda entonces en la tendencia etnocntrica a no desterrar el sujeto ms que cuando se trata de las clases populares.... Una afirmacin del carcter activo de la cultura de los grupos populares supone que todo lo que se ha formado en el pasado, y hoy se encuentra en una configuracin cultural determinada, no debe su presencia a la inercia o la carencia sino a su elaboracin y ajuste ms o menos autnomo. El etnocentrismo de la cultura dominante que Grignon denuncia tiene en nuestras sociedades una dimensin de moderno-centrismo que se manifiesta en el hecho de que en las descripciones de la cultura de los grupos populares se enfatice la no modernidad cultural como carencia. Sin embargo, la positividad de la cultura de esos grupos y su no modernidad no significan tanto una posicin escindida como la reelaboracin de los estmulos de la modernidad sobre la base de una matriz cultural otra en permanente actividad. Y en este punto es imprescindible que cualquier reflexin cuente con aquello en que la antropologa cifra su tarea: hacer familiar lo extrao y volver extrao lo que es familiar. Es que en el estudio de los grupos populares urbanos el peligro del moderno-centrismo es mayor: la presuncin de familiaridad, como el hecho de que las comunidades tradicionales tpicas estn distanciadas, facilitan tanto ignorar la especificidad como suponer que all no hay ms que disgregacin de lo antiguo o presencia parcial de lo nuevo. Bajo esta orientacin, el estudio de las culturas populares urbanas debe desfamiliarizarse y no dejarse llevar por la falsa sinonimia a la que llevan constataciones efectivas de ciertos signos de modernidad exterior que asume el modo de vida de los pobres urbanos.

Nuestro argumento discute esta opcin, pero no ignora que en trminos de ciertas relaciones y distribuciones esta negatividad no es exacta. Tampoco pretende sostener que los grupos populares en su produccin simblica no se reconozcan en diversas categoras de privacin. En todo caso sugerimos que existen otras categoras que contienen y redimensionan las posiciones privilegiadas negativamente y las identidades en las que se manifiesta el reconocimiento de esas situaciones.

La diferencia popular actualmente existente. Dado el hecho de que las culturas de los grupos populares son heterogneas, lo que digamos de ellas no puede ser referido sino a casos particulares. Y es por ello que aqu tomaremos algunas constataciones hechas en Brasil y Argentina, donde pueden observarse diferencias populares actualmente existentes (y no aquellas que se afirman en funcin de un planteo romntico o folclrico ni de la mera diferencia de posesiones). Antes de pasar a ello, cabe aclarar que la desfamiliarizacin que proponemos no comienza ni se agota en una cuestin metodolgica o disciplinar: el moderno-centrismo presupone lo que tericamente debe cuestionarse y reabsorberse en otra teora. A la idea de un individuo histricamente invariable, Mauss opuso el hecho de que la nocin de persona es una construccin culturalmente variable. El tema ha sido desarrollado por Dumont, que propone la relativizacin de la nocin moderna de individuo a partir de dos distinciones: a) la que discierne el agente emprico y su valor culturalmente construido; y b) la que opone modos individualistas y holistas de operar (mientras las primeras lo distinguen y oponen al todo social las segundas lo engloban en una totalidad a partir de la cual se define y se subordina). El conjunto de la obra de Foucault tambin apuntala esta relativizacin, al proponer como dimensin culturalmente variable la auto representacin del individuo y la representacin de sus divisiones. Desde esta perspectiva, hay dos puntos donde la religiosidad popular hace visible la diferencia popular actualmente existente: uno se refiere a la relacin de los sujetos con lo grupos religiosos; el segundo remite al concepto de persona que las prcticas religiosas populares suponen y reproducen. 1) Mientras las teoras que describen la religiosidad moderna trabajan con la hiptesis de un sistema de afiliaciones individuales (tanto que muchas veces se piensa la religiosidad como una forma de afrontar los peores efectos de la individualizacin), la vida religiosa de los grupos populares est entramada con los valores y la estructura familiar (Birman 1996; Duarte 1986). Tras esta superposicin de familia y religin est presente una concepcin de la ligazn y la jerarqua entre los sujetos, que en el mbito de la vida religiosa pesa en dos sentidos inversos y complementarios: si la problemtica familiar encuentra en la vida religiosa uno de sus mbitos privilegiados de solucin, tambin es cierto que la religin funciona en familia y crea familia. As, los sistemas de cura religiosa ejercen su accin sobre los hijos a travs de la madres y viceversa, y otro tanto ocurre en la transmisin de las representaciones de pecado y falta, y aun en la transmisin del signo sagrado de un sujeto en su filiacin a una determinada entidad del amplio panten de la religiosidad afrobrasilea (o de las devociones populares). Hay una cuestin complementaria en la que la diferencia popular tambin se exhibe. Mientras la visin de la religin en la modernidad subtiende un sujeto

que decide en un mercado religioso, y elabora su unin con un grupo religioso excluyendo otras alternativas y fabricando la coherencia de su opcin segn el canon de una cultura letrada, la realidad de la religiosidad popular es diferente; la filiacin mltiple no slo es la regla. Tambin rige un cosmocentrismo en que el sujeto, ms que decidir, es llamado en funcin de una constelacin de entidades que configuran un cosmos sagrado cuyas tensiones, asociadas a la mencionada superposicin familia-religin, inciden en la produccin de sus recorridos religiosos (Birman 1995; Fonseca). As, los pasajes de una religin a otra aparecen como la conformacin de la naturaleza sagrada de una persona en relacin con ese cosmos, y no como un cambio en el que se ejerce un poder de decisin individual. 2) Como teln de fondo del conjunto de la vida religiosa, y de la sociabilidad de los grupos Populares, hay un campo semntico abierto por la investigacin de formas especficas de religiosidad, experiencias de medicina popular, categoras de percepcin y configuracin de la persona. Estas investigaciones muestran sistemas de simbolizacin de la experiencia personal y social que difieren de aquellos que estructuran la experiencia moderna, especialmente en lo que llamamos lo religioso. Esquemticamente, puede decirse que la divisin cuerpo-alma que distingue una vida biolgica de una espiritual, no se corresponde con la experiencia popular, aunque no por eso puede definirse vaca de categoras especficas: all se despliega una matriz cultural en la que, en referencia con lo espiritual, lo nervioso y lo moral, est subtendida y permanentemente reproducida la idea de unidad de las categoras fsicas y morales2 (Duarte 1986, 1994). Esto se verifica en los ms variados niveles y conceptos de personas que revelan las prcticas de los grupos populares. Cmo se expresa esto en la religiosidad de la cultura de lo grupos populares? Valga la digresin de un comentario. Si todo lo que responde a la pregunta anterior no es captado por la investigacin sociolgica se debe a que los cuestionarios, las encuestas y los tiempos de investigacin reducidos aplastan contra un muro de opciones etnocntricamente definidas un campo semntico escurridizo que, al expresarse en el lenguaje de nuestro universo cultural (del que parcial y conflictivamente forman parte los grupos populares) facilita la ilusin de familiaridad que los reconoce como practicantes de religiones en el mismo sentido que las clases medias ilusin que es al mismo tiempo desconocimiento activo y ejercicio de dominacin. En palabras ms simples: la pregunta por la identidad religiosa en un censo o encuesta desencadena la respuesta catlico ms all de la matriz cultural de aqulla o de que el entrevistado forme parte de una trama social donde ha o la expresin catlico
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Tomamos de Duarte (1993) la sugerencia de utilizarlos vocablos fsico y moral para indicar que aqu no se trata de la divisin cuerpo/alma y que, como en las visiones occidentales previas al dualismo de lo fsico y lo psquico las teoras de los humores, del temperamento o de la degeneracin nerviosa, se trata de una unidad diferenciada.

se albergan mltiples prcticas que, como las que siguen, forman parte de la vida cotidiana de los pobladores de los suburbios de Ro de Janeiro, San Pablo o Buenos Aires (Duarte 1986; Birman; Semn). Retornemos entonces la pregunta, cmo se expresa esa diferencia en el concepto de persona en la religiosidad de los grupos populares? Fundamentalmente en los sistemas de creencias en los que la cura o la enfermedad, el bien o el mal (puestos en paralelo pero no confundidos con las categoras de bienestar) se realizan en un vaivn que circula entre lo fsico y lo moral (que ms que compartimientos separados remiten a un continuum) y en la propia red social: en la creencia de que el mal que una persona quiere hacer o sufre puede transmitirse a travs de medios especficos. Esto se presenta tambin en los sistemas de cura en los que la enfermedad se retira del cuerpo si una persona se purifica moralmente o percibe en su dolencia los signos de una prctica ticamente sancionable. Y tambin puede encontrarse algo similar, aunque afectando un circuito social ms amplio, en la idea de que la pobreza (situacin material y moral negativa) puede ser efecto de una maldicin transmitida por generaciones; tal es uno de los planteos que los grupos pentecostales (ver el prximo captulo del artculo) han rescatado y no inducido del mbito en que realizan su prdica. En sntesis: en la religiosidad popular habitan figuras a las que una mirada influida por la medicalizacin y la psicologizacin es ciega. Y aqu es preciso no engaarse: ninguna de estas experiencias religiosas podra igualarse a otra que, en los sectores medios, tuviera una materialidad similar. En stos se trata de resolver tensiones especficas de la modernidad: la divisin alma-cuerpo, que prcticas de las clases medias, como el new age y la meditacin, tienden a conciliar. En la experiencia popular, en cambio, esta unidad no esta problematizada: toda una economa de los fluidos corporales se relaciona como causa o como efecto con una serie moral en forma inmediata. Esta es justamente la diferencia entre la religiosidad de la modernidad que est en tensin con sus efectos racionalizantes y la religiosidad popular que parte de una plataforma cultural diferente. La importancia de esta matriz reside en el tipo de representaciones y prcticas con las que se relaciona. Lo que llamamos distorsionadamente como religiosidad popular es, ms bien, un campo de experiencias e instituciones de religin, cura y de experiencia tica y esttica, que se superpone conflictivamente con el que parcialmente instituyen el hospital, el psiclogo, la escuela y el partido. El desarrollo del pentecostalismo: lo popular y lo moderno La diferencia de lo popular, en el sentido en que lo hemos descripto, remite a un orden diferente de aquel en donde se constituyen intereses y representaciones polticas; pero habla tanto de un prisma cultural que aade un clivaje especfico a la relacin de los grupos populares con esa escena, como del hecho de que

la extensin de la modernidad no es la conquista de un desierto sino un conflicto de matrices culturales. En el contexto de esta diferencia y contraposicin de matrices, el fenmeno del pentecostalismo es uno de los que mayor inters ha motivado en los analistas culturales y de religiosidad popular. El desarrollo de este grupo religioso en Amrica Latina promueve un fenmeno de sntesis entre elementos modernos y populares de cuyos rasgos centrales intentaremos dar cuenta en lo que sigue. El pentecostalismo nace a comienzos de siglo en el seno de iglesias de tradicin reformada y en forma casi simultnea en varios pases del mundo, aunque el epicentro del movimiento se reconoce en Estados Unidos. En relacin a los dogmas esenciales de la fe evanglica, el pentecostalismo se distingue por agregar un elemento que ha sido fundamental para su identidad y expansin: la reivindicacin de un encuentro personal con el Espritu Santo, bajo la forma de experiencias variadas que pueden ir desde el trance y la emocin hasta la curacin. Justamente la posibilidad del milagro, la plasticidad de esa nocin y sus potencialidades de sintona y resignificacin en el mbito popular, fueron los elementos que permitieron la rpida y extendida implantacin3. En los casos de Brasil y Argentina 4, hay una secuencia histrica paralela: la primera camada de lderes y fieles pentecostales arriba entre la primera y segunda dcada del siglo cuando coexistan los proyectos de migracin laboral y la vocacin de expandir el movimiento (Saracco; Freston 1994). Posteriormente, a partir de los aos 20 y 30, se desarrollan los proyectos de las misiones evangelizadoras provenientes de EEUU, Canad y diversos pases europeos. A partir de 1940 comienzan el salto cuantitativo y la visibilidad del movimiento en conjuncin con la gestacin de una capa de lderes e iglesias nativas que progresivamente afirmaron su hegemona al interior del movimiento. La cultura pentecostal. La prodigiosa expansin pentecostal, junto con los preconceptos que acompaan la percepcin de lo religioso y lo popular, han determinado una imagen fantstica en cuanto a las causas y contenido cultural de su crecimiento. Las sectas (en un sentido ms peyorativo que terico) deberan su desarrollo a su poderosa capacidad financiera, al activismo febril de sus miembros, a la explotacin de las necesidades humanas y consolidaran la protestantizacin de Amrica Latina. Sin embargo la situacin es ms compleja e instigante: encontramos en la expansin pentecostal la produccin de una corriente de cultura que va desde lo religioso a lo poltico y
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Entre 1960 y 1985 los grupos protestantes crecieron sobre la base de la expansin pentecostal. De un extremo del periodo a otro los porcentajes sobre el total de poblacin pasaron del 2,5% al 5,5% en Argentina, del 1 % al 7,6 % en Bolivia, del 10,8% al 20,5% en Chile, del 0,7% al 3, 1 % en Colombia, de 3 % al 20,4 % en Guatemala, del 7,8% al 17,4% en Brasil (Bastian; Stoll). 4 Pese a que lo referimos como un fenmeno unitario, es importante destacar que el pentecostalismo se ha diversificado social y culturalmente y que nuestras referencias remiten al arraigado en los grupos populares.

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que, sintetizando elementos de la tradicin reformada y de la cultura urbana moderna con los de la cultura popular en el sentido en que la hemos presentado, ha logrado definir un clima cultural en el que sujetos populares recortan una identidad especfica en relacin a otros grupos populares y en relacin al mundo poltico de su entorno. El pentecostalismo es un fenmeno multidimensional: responde tanto a las tensiones religiosas de la modernidad como a la especificidad de las culturas populares y su relacin conflictiva con el mundo moderno, e incluso a las manifestaciones que remiten a la formacin de una cultura global5. No obstante, debe decirse que esa es slo una de las facetas del pentecostalismo: la superficie que conflictivamente contiene esa dinmica trasnacionalizada es una cultura pentecostal desarrollada en los grupos populares luego de la primera etapa de evangelizacin realizada hace ya varias dcadas. Lo que interesa aqu es esa atmsfera cultural y sus diferentes planos. Veamos por ejemplo el terreno de las creencias que podran definirse como religiosas. Una de las razones que facilitaron la expansin de los grupos pentecostales es la sintona con elementos de la religiosidad popular preexistente. No interesa describir en detalle esa religiosidad: lo que importa aqu es que para los pentecostales esas creencias no son supercheras inocuas como para la ideologa moderna de la que tambin participan las instituciones catlicas (que o bien rechazan o bien perdonan y compadecen la inmadurez espiritual de los pueblos). Los pentecostales toman en serio los diversos sistemas de creencias preexistentes: para ellos todas las representaciones de una intervencin de lo sobrenatural tienen algo que es tan verdadero como lo es para su dogma el encuentro personal con el Espritu Santo. No es, claro, una sintona pacfica: a los ojos de los pentecostales las prcticas y figuras de la religiosidad popular (las devociones populares, las entidades espirituales de la religiosidad afro-americana, las ms diversas hechiceras) tienen una eficacia diablica: de este modo el fondo de creencias religiosas de los grupos populares tiene en el pentecostalismo un lugar de negativizacin pero, al mismo tiempo, uno de sus puntos de amarre privilegiados, y es as que su predica religiosa refuerza todas las categoras de encantamiento del mundo. En este contexto debe comprenderse la afirmacin de que el pentecostalismo efecta una particular sntesis entre modernidad y cultura popular (Sanchis). Por un lado, ejecuta lo que es propio de la religiosidad moderna: combina la
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En efecto: como movimiento internacional el pentecostalismo se apoya actualmente en modernas tecnologas de comunicacin y organizacin. En el mbito latinoamericano, redes eclesisticas trasnacionales se aplican a la generacin y difusin de un ideario que se condensa en los productos de una industria cultural que forma parte de un clima evanglico global: canales de televisin y productoras musicales actan en un mercado en el que msicos evanglicos mexicanos asombran a los fieles argentinos y predicadores del Brasil se anuncian en Miami. En ese contexto nacen innovaciones teolgicas que luego repercuten en las orientaciones de cada una de las iglesias de los diversos pases.

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disolucin de las mediaciones tradicionales (los santos y la virgen propios del catolicismo y todas las entidades de la religiosidad popular) con la postulacin de una divinidad trascendental con la que es posible la relacin individual. Pero por otro lado, en el movimiento que potencia el encantamiento de la religiosidad popular, promueve la reactivacin de una lgica segn la cual la relacin con Dios se constituye ms fuertemente a partir de las prcticas colectivas. Y aqu los rituales, que se haban despojado de las mediaciones catlicas, reintroducen mediaciones materiales (el aceite, el agua, la sal). A travs de ellos, y sobre todo de la extensin de variadas formas corporales en las que se materializa la relacin con Dios, se contrapesa la abstraccin con que se ha reelaborado la imagen de la divinidad. As la modernidad retorna sobre elementos de una religiosidad no-moderna para darles una nueva expresin. Pero, como dijimos, hablar de religiosidad populares un tanto estrecho. Si la experiencia religiosa de los grupos populares abarca una experiencia ms amplia, el caso del pentecostalismo es por dems ilustrativo de dicha amplitud. La nocin de bautismo en el Espritu Santo y de recepcin de una fuerza divina, que caracteriza a este grupo religioso, ha sido reinterpretada y elaborada en un sentido que abarca las ms variadas prcticas, ampliando el mbito de la sntesis entre lo moderno y lo tradicional. Como han observado varios especialistas, la latinoamericanizacin del pentecostalismo ha consistido en el desplazamiento de la santidad a la sanidad: del arreglo de cuentas con Dios apartndose del mundo, a una forma de relacionarse con l (Rolim). Este deslizamiento, facilitado por una forma diferente de concebir las categoras de persona y las divisiones sociales, hace que la experiencia espiritual se relacione con una serie de planos en los que, desde lo individual a las relaciones con el mercado, se van definiendo los trazos de una cultura. La conversin es una experiencia moral de liberacin personal (Mariz 1994a y b; Seman): en ese carcter se incluyen desde el abandono de los vicios del alcohol y el tabaco hasta la transformacin de cualquier actitud que remita a una sociabilidad violenta. Pero es tambin liberacin de culpas del pasado, de deseos y pensamientos que estn en contradiccin con el resto de las creencias del fiel. Prolongando este sentido, y vinculndolo a la sociabilidad popular, la conversin es una experiencia de reconciliacin familiar y fundamentalmente de recomposicin de las jerarquas familiares. Pero no es ni la confirmacin del patriarcalismo ni la consumacin de un salto igualitario: entre uno y otro el pentecostalismo promueve una definicin de roles familiares en la que los espacios femeninos se diversifican y amplan, mientras los efectos del patriarcalismo se suavizan ante los nuevos valores que adoptan los hombres en su conversin: la moderacin, la responsabilidad y la identificacin con los rasgos de una divinidad que no slo es omnipotente sino tambin indulgente con sus criaturas (Tarducci; Machado; Mariz/Machado). Simultneamente, es una experiencia emocional que abarca lo esttico y lo corporal (dentro de la unidad que tienen ambas dimensiones en la concepcin de los grupos populares). Frecuentemente es la declaracin de una sanidad

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corporal indisolublemente ligada a la expulsin del pecado y lo demonaco. Al contrario, las recadas son asociadas a un proceso por el que se ha dejado entrar el pecado en la unidad de la persona del creyente. Por otro lado, la experiencia religiosa implica un complejo de sensaciones donde se condensan la alegra de los festejos seculares con el acceso celebratorio a poderes sobrenaturales; de este modo, en las frecuentes visiones profticas y en los desmayos espirituales se combinan los excesos, los sueos y la unin mstica con Dios. En este marco, es comn que el encantamiento del mundo se asocie a la superacin de cierta impotencia y al impulso necesario para enfrentar las condiciones, cada vez ms duras, de la vida material, para legitimar llegado el caso las ganancias, y aquello que desde la perspectiva del creyente aparece como consumismo (Mariz 1994a; Seman). Si los orgenes protestantes del pentecostalismo suponen una pulsin modernizante en el plano religioso y cultural, al volcarse y articularse en las culturas locales se produce algo parecido a una mediacin entre los trminos que representan tradicin y modernidad: reencantador del mundo y disciplinador de los esfuerzos humanos, el pentecostalismo es para Bastian la expresin religiosa del desgarramiento del hombre latinoamericano frente a la modernidad impuesta pero no asumida. Los pentecostales y la poltica La asuncin de una posicin poltica activa comienza a reflejar algo del poderoso impulso emergente de la corriente cultural religiosa desarrollada por los pentecostales. Estos grupos no tuvieron inicialmente (por una cuestin relativa a su dogma) una instancia central en la que pudieran procesarse intereses polticos. Pero a medida que extendieron su influencia y crecieron las redes de iglesias se fueron creando instancias de reconocimiento y articulacin de intereses comunes. Han tendido a percibirse como una minora que, por la va de la prdica del Evangelio, aspira a reformar moralmente la sociedad. Desde esta perspectiva es que los pentecostales intentan ser interlocutores de los Estados, influir en sus orientaciones culturales y hacerse agentes de algunas de sus polticas sociales. No est dems subrayar que esta inclinacin se ve fortalecida por el hecho de que la poltica se les hizo necesaria en un contexto donde existen iglesias oficiales o cuasi oficiales. Tal situacin impone a las minoras en expansin un trabajo por la igualdad, la libertad de cultos y la elevacin del estatus institucional de sus iglesias. Y frente a estos problemas la politizacin tiende a ser corporativa y particularista. No obstante, la agenda poltica de los pentecostales se ampla cuando sus bases sociales se diversifican y la cultura poltica del grupo tiende a converger con la media de su estrato social (Freston 1991): es el momento en que aparece una politizacin preventiva para evitar las tensiones internas. Pero la politizacin de los pentecostales tambin ha sido estimulada por intereses exteriores al grupo: tanto jefes de gobierno de la regin como de diversas fuerzas polticas encuentran en la magnitud y en la potencial disponibilidad de la masa

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pentecostal un reservorio de votos, capacidad de movilizacin y suplementos de legitimidad. As, los intereses de pentecostales y jefes polticos se han mostrado eficazmente convergentes en una dinmica por la que los pentecostales pasaron del rechazo activo de la poltica a la politizacin (Padilla). En ese movimiento, los pentecostales chilenos fueron interlocutores del rgimen de Pinochet durante su enfrentamiento con la Iglesia Catlica; formaron parte de las coaliciones electorales en Guatemala y en Per; se movilizaron activamente por la candidatura de Collor de Melo en Brasil; y tambin formaron partidos y bancadas parlamentarias. Las reivindicaciones de los pentecostales pueden distribuirse en tres tpicos. En lo especficamente corporativo, sus demandas apuntan a mejorar el estatus y las posibilidades de la iglesia en el orden institucional. Desde la libertad de cultos hasta la negociacin de espacios en medios masivos de comunicacin, se conforma un amplio arco de reivindicaciones que tienden a consolidar y ampliar el espacio del grupo. En lo cultural, los pentecostales hacen hincapi de la unidad familiar (oponindose a las reformas que permiten el divorcio), fundamentado su criterio en argumentos bblicos. En lo econmico y social, han oscilado entre el apoyo moderado a las reformas que durante la ltima dcada se han producido en la regin y la recuperacin de algunos motivos populistas. En este caso tambin los fundamentos y los anlisis polticos se alimentan de la cultura religiosa: los pastores y lderes polticos pentecostales deciden su orientaciones en oracin y a ttulo de visiones que Dios puso en su mente y corazones. En Guatemala y Per, la participacin de los evanglicos (que incluye una mayora pentecostal) ha resultado decisiva para el triunfo de las coaliciones que integraban. El rendimiento electoral de las formaciones polticas evanglicas tambin ha sido importante en el caso de Brasil6. Lograron constituir bancadas parlamentarias numrica y polticamente importantes y comprometieron en sus orientaciones electorales a una parte importante del electorado evanglico (la quinta parte de un universo que podra llegar a representar el 15% de los brasileos): poco para un partido tradicional con aspiraciones de conquistar la presidencia, pero bastante para las primeras experiencias de un proyecto poltico confesional. Como puede observarse en este breve resumen, la tendencia dominante de la actuacin poltica de los pentecostales (a travs de pastores que se tornan dirigentes, de iglesias u organismos religiosos que asumen compromisos polticos, y tambin de pentecostales que se integran a diversos partidos) ha sido conservadora. La tendencia corporativa, la necesidad de vincularse al gobierno y al partido que gobierna para alcanzar esos objetivos explican parcialmente esa opcin. Tampoco son ajenos a ella los valores familiares
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El anlisis de la nica experiencia electoral de los pentecostales argentinos exigira complejidades imposibles de abarcar en este artculo pero, en una escala menor, revela una lgica similar a la del caso brasileo.

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tradicionales que la ideologa religiosa enfatiza y que las fuerzas de izquierda, ms liberales, relativizan o discuten las discusiones sobre el aborto, el divorcio y la unin de homosexuales enfrentan gravemente a una parte de los pentecostales y la izquierda. El prisma del propio campo religioso y la sistemtica oposicin a los catlicos tambin aporta a esta performance conservadora: esto es visible en el caso brasileo en el que la identificacin PT / Teologa de la Liberacin / catolicismo presionaba a favor de una estrategia de distincin conservadora (Freston). Como contrapartida de tales tendencias, algunos analistas sealan que las prcticas democrticas al interior de algunas iglesias, el hecho de formar parte de una experiencia de pluralizacin del campo religioso, y la permeabilidad respecto de las tradiciones polticas dominantes en el mbito social de los fieles (sean stas del signo que sean), pueden dar lugar a una variacin de la tendencia conservadora. Existen ya ejemplos de ello: la eleccin como senadora brasilea de una mujer negra, pentecostal y del PT; la participacin de los pentecostales argentinos en las elecciones internas del centro-izquierda (y en apoyo del candidato ms alejado del centro); el debate de los pentecostales chilenos sobre la actitud de las iglesias en los inicios del rgimen militar. Estos son algunos de los puntos que alteran la tendencia predominante. Si tenemos en cuenta el conjunto de variables que inciden en la forma como los pentecostales se movilizan polticamente y la variedad de alternativas que en su esfuerzo se ha cristalizado, es, preciso pensar que su posicin poltica no depende tanto de aquello supuestamente esencial que la ideologa religiosa le aportara al posicionamiento poltico. Hay ms bien una serie de motivos y lgicas que el pentecostalismo introduce o reintroduce en la poltica, que derivaron en nuevas posibilidades de interpelacin con las que los grupos conservadores, por su propia posicin cultural, han sabido hasta ahora dialogar mejor. En este movimiento que tiende a confesionalizar la poltica, que agrega la voluntad de Dios y lo bblicamente correcto como parte del juego de la constitucin de las identidades polticas, se muestra no slo la diversidad de matrices culturales que comentamos, sino tambin un indicio de sus tendencias de recomposicin: despus de todo a travs del pentecostalismo una parte de los grupos populares encuentra una forma de reelaborar su religiosidad, de establecer una alternativa cultural y articular una forma de politizacin que en trminos histricos relativamente rpidos se muestra capaz de desplazar y erosionar lazos polticos tradicionales. Referencias
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Las ilustraciones acompaaron al presente artculo en la edicin impresa de la revista

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