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DANIEL GunRREZ MARTNEZ
EL TIEMPO DE LAS TRIBUS El ocaso del individualismo en las sociedades posmodernas por MICHEL MAFFESOLI ))1 siglo voIntluno ..- siglo veintiuno editores, s.a. de c.v. CERRO DB.. AGt.Io' DELEGACIN Cf:IfOAC<l. 04311), MXICO. D.F. siglo xxi editores, argentina, s.a. 1821.7 N. Cll1!1OMG,BUENOSAIRES.ARGENTINA cultura Libre edicin al cuidado de ricardo valds r. portada de ivonne murillo primera edicin en espaol, 2004 siglo xxi edito.-ell, s. a de c. v. Isbn 968--23-2529-3 primera edicin en francs. 2000 la tabl e ronde, pars ttulo original: le tnnps mo-s trib/f-s michel mafesoli, 1988 derechos reservados confonne a la ley, se prohfbe la reproduccilI total o parcial por cualquier medio sin la autorizacin por escrito del editor; impreso y hecho en mxcc ParaRaphaille, Sarah-Marie, Emmanuelk, GabrieUe EL MERCADEOYEL TRIBAUSMO POSMODERNO PREFACIO A lA PRESENTE EDICIN [,os socitJdaJes J61I policulturaee. Cmtros cullumhsde naturale.uu distintas atan en adivdad: la (o 1m) regin, EstDdoNarin, la 1radil:i6n tk 1mhllf1UJ1lidade.J ojmnJan oconjugan smmorales, sm sus mobIos en ti M'fIO de la eJC!UlaJ ftlero deella. IDGAR MORlN, L'espril du temJM Desde el crepsculo del siglo xx hasta los albores del siglo XXI, la me- tfora del tribalismc tiende cada vez ms a acrecentar su estado laten- te y evidente en todas las sociedades contemporneas. Las sociedades hispanas repartidas en un vasto mapa cultural, no slo han encontra- do en el tribalismo la metfora de su contemporaneidad, sino que han podido describir por medio de sta la dinmica arcaica del triba- lsmo, es decir, su dimensin fundamental y primera. El tribalismo que vagabundea desde tiempos inmemoriales en los flujos grupales, vuelve a emerger legtimamente en nuestros tiempos confrontndose, complementndose, anteponindose con mayor fuerza frente al ideal fundamental que estructur a las sociedades modernas, es decir, el ideal de progreso. De hecho, la gua de traba- jo que ha cimentado la sociologa de lo cotidiano desde hace veinte aos, ha sido la violencia totalitaria' que dicho ideal ha ejercido des- de su acomodamiento, a lo largo de dos siglos en las sociedades ins- critas en la modernidad. Dicha violencia no es ms que una crtica al mito del progreso. En efecto. se trata de esta gran ideajudeocristia- na occidental que encontr su mayor apogeo durante el siglo XIX. volvindose as, un metadiscurso alrededor del cual se ha referido la mayor parte de los anlisis sociolgicos del siglo pasado. Se trata de un mito que sin duda alguna han forjado las sociedades occidentales que conocemos y que parecen diseminarse cada vez ms en un vai- vn societal contemporneo. entre lo instituido y lo subterrneo. No 'M. Ma8"e!lOli, La l1UJ1ma I6IaIiItliffl (1979), Par.. Dncle de 8rouwer, 1999. [91 !O EL TIEMPO DE lAS TRIBUS EL ME.JlCADEO y l:L TKIBAUSMO i'OSMODERN'O 11 obstante, la metfora del tribalismo, que para los etnlogos ms or- todoxos correspondera a las tribus primitivas estudiadas, ha mostra- do que ya no son las grandes instituciones las que prevalecen en la dinmica social, sino aquellas pequeas entidades que han estado (re)aparedendo progresivamente. Se trata de mlcrogrupos emer- giendo en todos los campos (sexuales, religiosos, deportivos, musica- les. sectarios). Regresamos as, a algo anterior al llamado mito del progreso, a la gran estructuracin societal constituida a partir del si- glo XIX. As. la imagen del trbalsmo en su sentido estricto simboliza el reagrupamiento de los miembros de una comunidad especfica con el fin de luchar contra la adversidad que los rodea. Haciendo re- ferencia a lajungla de asfalto que est muy bien representada por las megalpolis contemporneas latinoamericanas, verbigracia la Ciu- dad de Mxico, San Pauto, Tijuana, Ro de janero, Caracas, Carta- gena, Buenos Aires, etctera. es evidente observar cmo se reestruc- turan esas pequeas entidades grupales. Estas "selvas de piedra" no son ms que uno de tantos ejemplos, en donde se observa que la di- nmica social se da ms que nada en el interior de las mismas socie- dades. dentro de las mismas megalpols. Se herven en ellas dinmi- cas tan importantes como lo es el "sentimiento de pertenencia", es decir. un reconocimiento mutuo, es el hecho de ceirse y codearse unos con otros, donde se favorece una forma de solidaridad. Esta idea del tribalismo contina teniendo as, una gran importancia y marcar sin duda la dinmica de las sociedades en los prximos de- cenios. Asimismo, nos referimos a una especie de paradoja que se encuen- tra entre la tradicin y la modernidad, entre el salvaje y el civilizado, entre la parte "originaria" de las sociedades tradicionales y esa parte progresista de "la racionalidad prometeica". Esta paradoja es sin du- da una marca del cambio, y no se la puede asociar apresuradamente con lo ilgico, lo irracional. La paradoja es una dinmica. ciertamen- te contradictoria, pero complementaria a la vez. Para ilustrar lo que el tribalismo representa en la posmodernidad, tomemos la imagen del medioda y de la medianoche; ambas para existir necesitan de Sil contrario, es decir; para que unajornada completa se cumpla se ne- cesita del da y de la noche, el medioda tiene necesidad para existir de la vida misma de la noche. as como la medianoche la tiene del mismo da. En otras palabras, unajornada en su totalidad necesita de dinmicas contradictorlales para existir y para ser comprendida. En suma, la paradoja es la marca esencial de los momentos cruciales y de los cambios histricos. En Amrica Latina tal parece que las paradojas han sido una cons- tante en su historia. En efecto, el continente americano muestra en su cotidiano histrico un conjunto de pases, vasto en unificaciones nacionales pero conteniendo en ellas una gran diversidad de cultu- ras, contraponindose en ocasiones unas a otras, ya sea que se trate de Estados-Nacin renegando su diversidad tnica como los pases del Cono Sur (Argentina. Chile, Uruguay). ya sea que se trate de na- ciones que trataron de absorber la identidad indgena a travs de la promocin unificadora de la ciudadana estatal (Mxico. Guatema- la, Bolivia). Pases con grandes efervescencias econmicas, pero al mismo tiempo con grandes desigualdades sociales, gritando discreta ypaulatinamente la historia de su contradiccin. Contradicciones ~ van desde el debate de Valladolid que discuta acerca de la carencia de alma en las poblaciones autctonas, y que hoy forman parte de su atractivo cultural. hasta los momentos posmodernos donde se esbo- zan contrastes econmco-socates y culturales deslumbrantes. Llega- mas a algo que parece ser la revancha de su historia. En este sentido. la Paradoja en Amrica Latina; en Mxico. en Bra- sil. en Colombia. en la Argentina. etctera. as como en las socieda- des contemporneas en general. en tanto nocin heurstica en las ciencias sociales. nos permite entender lo que sucede en la actuali- dad, enJa era posmodema. Es decir; comprender "la cosa y su con- trario". la imagen del espejo a la inversa. La paradoja es una manera de comprender la posmoderndad, en las sociedades contempor- neas, pero tambin lo fue a lo largo de los tiempos. Fjemplo de esto lo podemos encontrar en tiempos mesoamencanos en donde el mer- cado era lugar de encuentros e intercambios. era tambin el lugar de la administracin del poder. Asimismo, en los tiempos de Maquiave- lo era en el pensamiento de-la plaza pblica, encontrbamos dicha lgica: el mercadeo. Hoy es posible encontrar dichos paralelism?s con los refranes populares, las redes informticas de las charlas Vir- tuales, los chismes que se vuelven rumores y luego noticias. etctera. Todo ello siempre en una dinmica de contracorriente a la del pen- samiento oficial. del pensamiento racionalista. en donde la sociedad .es concebida ms bien de manera organizativa por el bien del pue- blo, al mismo tiempo que acta contra el pueblo, es decir. sin tomar realmente en cuenta al vulgo. En este sentido. estamos por un lado 12 EL TIEMPO DE lAS TRIBUS EL MERCADEO Y EL TRIBAUSMO l'OSlo{ODERNO 13 frente a un pensamiento que refleja una lgica de tipo dialctico, que trata de superar la anttesis, a partir de una construccin racional, y por el otro el pensamiento del mercado, de la plaza pblica, el pen- samiento popular. lugar donde uno se da cuenta de que las cosas no estn completamente divididas yyapredeterminadas, lugar donde la vida en su vastedad se reencuentra. En este sentido, ya no se trata de definir algo negro o blanco, sino de entender el vaivn en el seno de la vida social, entender el claros- curo de la dinmica social. es precisamente aqu, donde encontramos la referencia a la ambivalencia. a la ambgedad.Es esto lo que se en- cuentra en la paradoja intrnseca de la vida social en donde uno no se puede dividir de manera tajante, dicotmica, donde siempre exis- te una ida Yvuelta entre un polo Yotro. entre una circunstancia yotea venidera. En Europa. por ejemplo, se empieza a aceptar que las sociedades estn entrando en una lgica ms compleja, que aquella circunscrita en una dualidad progresista. En este sentido Baudrillard o Edgar Mo- rn han recalcado sobre el hecho de la heterodoxia del pensamiento e insistieron sobre el lado abstracto del pensamiento acadmico ofi- cial. Por la fuerza de los eventos, uno puede darse cuenta forzosamen- te de la lgica de esta paradoja. y usarla as. comouna herramienta metodolgica y epistemolgica que nos permita comprender la plu- ralidad, la complejidad, la heterogeneizacin de la vida social. En Amrica Latina este pensamiento popular (proveniente inclu- so de diversos mitos) se haba intentado borrar por medio del gran discurso mtico del progreso. Este pensamiento del cotidiano. no obs- tante. est a punto de afirmarse serenamente, de mostrarnos que es posible, tericamente. afinnar la existencia de algo y su contrario en urra esp1ral paralela, en un mismo espacio-tiempo. En ese sentido, en nuestras sociedades hispanoamericanas encontramos elementos que pueden servir y dar de hecho a las problemticas de las ciencias so- ciales europeas instrumentos para pensar su paradoja, para pensar lo paradjico que se vive en la vida cotidiana. De esta manera, se puede decir que Amrica Latina ha retroalimentado la sociologa europea en los ltimos decenios. En el fondo de las cosas. podramos preguntarnos modestamente, qu es un pensamiento interesante en las Ciencias Humanas. si no aquel que se Inscribe en un pensamiento que pennanece arraigado en la vida y en el cotidiano? Es aqu, donde encontramos una sabdu- ra popular;" es el pensamiento del mercado. de la plaza pblica. yes- te pensamiento se encuentra en su estado ms depurado. en una r- ca dinmica en los pases de Amrica Latina y en algunas regiones de la Europa ibrica. Para ilustrar una paradoja con respecto a Europa y el mundo bis- panoamericano, podemos mencionar en primer lugar. aquella refle- xin yaanunciada por Baudelaire'" y retomada en otra obra." acerca del fastidio y desencanto en las cuales. las sociedades europeas en la poca en que vivimos parecen estar sumergindose. de manera que se tiende a producir una especie de intencionalidad por parte de cier- tos grupos de luchar contra el aburrimiento y la desesperanza, a par- tir del codeo mutuo. En este sentido. la bsqueda de actividades aso- ciadas a los deportes de alto riesgo. el ecotursmo, los grandes festivales culinarios. sexuales. artsticos. musicales, los viajes exticos as como los programas televisivos de concurso y los conocidos wality slwwsson una prueba de este cotidiano que trata de combatir conjun- tamente a una cotidianidad aseptizada heredada de un racionalismo demasiado mecanicista. Ahora bien. por el otro lado y haciendo efecto de espejo, se pue- de observar de este lado del Atlntico a las sociedades que viven por lo contrario en una aparente esperanza y en una actitud traducida emblemticamente con la "fiesta", con "la constante energa dionse- ca". Dicha actitud, fonna en realidad una especie de barniz para el cotidiano social. Los bien conocidos "Todos santos da de muertos" del Laberinto de la soledad de OctavioPaz ilustran claramente esta l- gica: "la Fiesta no es solamente un exceso, un desperdicio ritual de los bienes penosamente acumulados durante todo el ao; tambin es una revuelta, una sbita inmersin en lo informe, en la vida pura. A travs de la Fiesta la sociedad se libera de las normas que se han m- puesto. Se burla de sus dioses. de sus principios y de sus leyes: se nie- ga a s misma"." Actitud que esconden y ocultan en efecto otros dos elementos que son quizs esenciales en la vida cotidiana de los lati- 11 A este respecto vase M. Foucault, Hay 'fU" ""frnJer 1a.<OriLJmJ, Mxico, ~ 2000. 111 Vase Baudelaire, -Au lecteur", lnjkun du mal, Le Uvre de Peche, Pars, Galli- mard.19(H. IVM. Maffesoli. Du 1IDIIUJdi.11IU, Le Ijvre de Peche, 1997. vOctaVioPaz, El taJJmnllJ tk la sokdaJ, Ctedra, Madrid, 1998, pp. 186-187. I4 EL TIEMPO DE LAS TlUflUS EL MERCADEO Y EL TRIBALlSMO POSMODERNO 15 noamencanos. a saber la desesperanza yel sufrimiento. En otras pa- labras.Ja fiesta y la en su forma de capa de primer plano, se conjugan con el cinismo del sufrimiento, con el humor negro que existe en la idiosincrasia histrica, con esa burla de sus dioses. De he- cho, si hay un elemento que une a las poblaciones de Amrica Lati- na, es bien el sentimiento de pertenencia que se tiene con respecto a una opresin y sufrimiento encontrados comunes y transcrita en una misma historia y con un mismo protagonista. En este sentido, podramos decir, entonces, que as como las socie- dades europeas pretenden ocultar su aburrimiento y desesperanza por medio de actividades ldicas, deportivas y culturales, las socieda- des en Amrica Latina, tratan por el contrario de enmascarar el su- frimiento y la desesperanza por medio de su actitud conrradctorial que se esboza en un ambiente de esperanza y fiesta. Por consiguiente sera interesante hacer el ejercicio de distincin entre el drama y lo trgico." El primero es sin duda el gran motor de las civilizaciones europeas, que consiste etimolgicamente en querer superar el mal ydesear el bien absoluto a como d lugar, yesta pers- pectiva dramtica llega a tal punto que desemboca en una dinmica contraria, a saber, una sociedad del fastidio. aseptlzada, es decir, una sociedad que al cmentarse en el deseo de superar el desorden, el mal funcionamiento, termina por moldear una forma por dems asepti- zada. Una de las grandes caractersticas que encontramos en pases como Francia, Alemania o Dinamarca, si no la ms importante, al me-- nos la ms comn, es esta especie de ambiente mortfero en donde todo parece funcionar bien, a la perfeccin, todo est completamen- te reglamentado, sintiendo as una falta de sentido a la intensidad. Ahora bien, es importante darle a esto el matiz necesario que se en- cuentra entre el nivel instituido, institucional, y el nivel de la cotidia- nidad y de lo informal. En efecto. pese al asepclsmo que rige en es- tas sociedades, est emergiendo una especie de dinmica donsaca en las jvenes generaciones y de las cuales hay que estar atentos. Las prcticas juveniles muestran que hay un verdadero abismo entre la dimensiQ.histrica mortfera instituida y fastidiosa. y una forma de intensidad subterrnea. En otras palabras, hay un daro descalce en- " M. L'oml".,,u, amirilnaion- TIlle .<Q(.ioJgie de l'mp. Paris, Le vre de Peche, 1991. tre las estructuras formales y los fenmenos informales. Esto es evi- dente en los grandes agrupamientos masivos tecno y festivos, en don- de encontramos que hay algo que subterrneamente est trabajando al cuerpo. _ . ' . . A lo opuesto de todo esto, sin duda en los palses de Lati- na yace una tendencia con carcter trgico. En lo en oposicin a lo dramtico no busca superar el mal el Malo la imperfeccin, sino de vivir con stos, realizar con todo lo mejor posible la vida de cada uno. As, encontramos unacorrelacin que histricamente se hace entre lo trgico y la donde la dimensin de sta traduce un efecto de eervescencta, se trata de un dinamismo, que en griego significa fuerza y que se expresa en el hervidero social que adviene. Es la marmita, la olla donde se sazonan el orden de lo festivo y lo trgico, en donde al mismo tiempo algo del orden de la muerte flota sinuosamente. Desde ese punto de vista las cabezas de muertos hechas de azcar y chocolate durarite las festivi- dades, las mscaras mortuorias que se exhiben en las fiestas, son c:;jem- plos emblemticos de esto. Todos estos smbolos, parecen recordar "que todos, finalmente vamos a .morir" y de manera o no, ilustra un sentimiento de Finitud que expresa lo rragico y por en- de lo trgico de la fiesta. Los antroplogos han mostrado con mayor que. hay una relacin entre lo trgico, la fiesta y la muerte, y al nusmo tiem- po una intensidad de la existencia. En, este sentido, la.posmodemi. dad est situada ms que nada en una epoca de tragedia y no en un ambiente dramtico. Incluso la tradicin occidental de los periodos que van del siglo XIX al xx, que fueron dramticos, tomndose progresivamente en el Espritu del neo en un ambiente ms bien trgico. En este sentido los paises de Amrica Latina son indudablemente un conservatorio sociolgico de lo trgico y habra que ver hasta qu punto esta podemos encontrar en una influencia espaola, en donde tambin se puede encontrar el sentimiento trgico de la vida, el sentimiento trgico de la existencia. En esta perspectiva, Miguel de Unamuno analiz bien lo que seria una forma de expresin mayscula, exage- rada en Amrica Latina. Un ejemplo palpable de esta herencia y por cierto no deja de mostrar y paradoJl- ces, es la Corrida, tan comn en Espana, como en MeXlCO y en algu- 16 EL TIEMPO DE LAS TRIBUS EL MUCAllW y EL TRIBAUSMO POSMODERNO 17 nas otras partes de Amrica Latina y el sur de Francia. Ah, encontra- mos una muestra, sin duda alguna, de la dinmica eminentemente trgica. Asimismo, en la ciudades de Amrica Latina y en todo el continen- te en general encontramos una especie de paradoja entre un seden- tarismo momentneo y lo que llamamos la circulacin social. Se trata de una paradoja que se establece en el mundo urbano, en donde es evidente observar una especie de nomadismo fragmentado ylocaliza- do y un sedentarismo pasajero. Si a esto se le agrega el hecho de que tendemos cada vez ms a establecemos en el mundo urbano, sin du- da podemos vislumbrar una especie de sinergia social cada vez mayor en las pocas venideras. Hablaremos as, de una metfora paradjica expresada bajo el nombre del nomadsmo-sedentarizado, cuya expre- sin est ntidamente traducida por la metfora del tribalismo. - Todo esto que acabamos de mencionar, no son ms que pistas pa- ra comprender las sociedades posmodernas, de donde el desafio para las ciencias sociales latinoamericanas estriba en la capacidad que pueda tener cada pensador para adaptar sus herramientas heu- rsticas a las paradojas, a las dinmicas contradictoriales, a los mo- vimientos subterrneos que hierven en su localidad, en su misma sociedad. Nos encontramos en una dinmica polismica, que es ne- cesario traducir, comprender, desmenuzar con precaucin de ma- nera metafrica. Finalmente, en este principio de siglo cuatro metforas aqu pro- puestas nos ayudan entonces a comprender lo que est sucediendo en Amrica Latina en el marco de la reflexin de la sociologa del co- tidiano. Primeramente. el brbaro que inyecta la sangre nueva en las socie- dades contemporneas. No se trata solamente de brbaros que se po- dran categonzar por medio de los movimientos sociales, sociedad ci- vil, grupos tnicos reivindlcativos, etctera. No se trata de la imagen asociada a la barbarie en Amrica latina o en la Edad Media en Europa. o al clsico debate entre el mundo europeo progresista y civilizado y el mundo americano retrgrada y brbaro de donde la legitimidad del colonialismo se construy alrededor precisamente de la dicoto- ma brbaro-civilizado y que en la actualidad se ha extrapolado en su forma eufemista a partir de la dicotoma desarrollado-subdesarrolla- do. Se trata aqu de otra visin completamente diferente del brba- ro, no en el sentido peyorativo construido durante la modernidad o por un saber erudito, sino en el sentido de lo que va a romper,la mo- notona, el encierro de los valores establecidos y desgastados. Este. el brbaro, peOllanece de hecho en nuestra imaginacin, en nuestros marcos colectivos de la memoria.VII En Amrica latina, por ejemplo. el brbaro se encuentra en una doble interpretacin: entre el esquema de la marginalizacin y la atraccin extica-folclrica, y el carcter reivindicativo de la plurali- dad cultural. Cualquiera que sea la interpretacin dada al brbaro, ya sea sta la del marginal, ya sea la del poblador originario, cierto es que en Amrica latina el brbaro encuentra hoy su lugar de seduc- cin claramente institucionalizado por los medios de comunicacin, las instituciones culturales, etctera. Cabe recordar, sin embargo, que el brbaro contiene ms que nada el carcter dionisaco de la din- mica social, es decir, se trata de la actitud a veces espontnea, a ve- ces estratgica de renovacin de la norma establecdao el contorne- miento de las reglas instituidas. As, la metfora del brbaro es bastante interesante ya que retoma importancia en los pases euro- peos y encuentra un gran reconocnento en los pases de Amrica Latina, donde en realidad su silueta nunca haba desaparecido. El brbaro es tambin la idea-de la sed por el otro-all, es la expresin de alejarse del lugar que promueve un enclaustramiento en sus pro- poe valores. y por lo contrario, buscar la renovacin por medio de los valores externos. Al mismo tiempo, en la metfora de la sed por el otro-all. encon- trarnos la dinmica establecida desde los pioneros en las llanuras de los Estados Unidos, hasta los millones de migrantes que llevan en su imaginario una ola con la cuesta dirigida hacia arriba del continente, que expresa una sed de la conquista, no nada ms del bienestar so- clal, sino tambin de un mundo lejano, de un mundo en donde se an- hela la conquista de lo movible, de lo pasajero, de lo imponderable. Por otro lado, el policulturalismo, es tambin sin duda una met- fora fuertemente usada en estos tiempos, a veces con abuso. a veces con desdn, pero que traduce en todo caso la aceptacin de una rea- lidad arcaica, la legitimacin ya mencionada por Max Weber del po- litesmo de valores. En esta perspectiva, no slo son representativos ... Los remitimos a M. Halbwachs, 5 aufra sociauxtk UJ mimoiTt, Pars, A1bin Mi- chel, 1997, YLa fIIimomcollet:lWe, Paria, PUF, 1968. 18 EL TIEMPO DE LAS TlUlIUS EL Mll:ltCADEO y EL TRIBALlSMO POSMODERNO 19 pases como Guatemala, Mxico o Brasil. En el continente europeo, Espaa es un ejemplo emblemtico. no nada ms por la m i ~ i s ~ cin ms o menos impulsada y organizada con respecto a la dvers- dad cultural, sino tambin porque refleja el enriquecimiento existen- te entre sociedades fuertemente diferenciadas pero compartiendo un estar-juntos. Ciertamente, aunque en esta realidad permanecen fuer- tes indicios de conflicto, tambin es cierto que el intercambio cultu- ral. la circulacin social de los valores, producen nuevas dinmicas que aqu se pretenden comprender. En todo caso, quien dice poJicul- turalsmo, hace referencia tambin al desacuerdo social que puede surgir, y. que al final de cuentas es esto lo que da cabida al cambio his- trico. Finalmente, la figura de la anomia tan utilizada en la sociologa durkheimiana, encuentra su riqueza analtica, sobre todo cuando nos referimos al continente americano, siempre y cuando se vea sta opues- ta a la interpretacin clsica y se revise desde un enfoque, ya no mar- ginal, ya no como el outsider, sino como la dinmica de lo no estable. Para concluir, todas estas metforas nos ayudan a pensar lo que es- t en movimiento, sin tener que lidiar con las especificaciones del concepto y con sus rigideces, que a veces son sin duda necesarias, pe- ro que es ciertamente la expresin de las sociedades estticas, muer- tas, estables. Para retomar algunas reflexiones de Octavo paz, recor- demos cmo expandiendo la metfora de Dionisio, la cotidianidad social y por ende las cuatro figuras aqu mencionadas logran resumir-- se en su esencia. El brbaro, por ejemplo, es aquel que se va a bu!car al otro lado del Mediterrneo, cuando la ciudad entra en crisis. Este, Dionisio, el brbaro vuelve a dar un Alma a la ciudad que por elitis- mo o desprecio de lo popular, tiende a acabar viviendo en la endoga- mia, en la reproduccin de s mismo. Por otro lado, desde un punto de vista antropolgico, los va- lores exgenos, pueden rectificar la vida en un momento dado. Por ejemplo, en los pases europeos durante la Edad Media o in- cluso en e! mismo Imperio romano, encontrbamos que, preci- samente cuando las sociedades estaban en estado moribundo, el otro-all del brbaro vena a dinamizar, volva a dar sentido y sangre nueva a la sociedad. Hay una virtud, una virtud de! br- baro que puede evitar toda forma de encierro. Se trata de una relacin entre e! brbaro, Donso y la sed por e! otro-all, re- lacin que se encuentra lejana a lo esttico, un vnculo que im- pide que la costumbre se transforme en un mortfero hbito. Es- to refleja sin duda, un paralelismo con respecto a la polisemia, el multculturaltsmo o el polculturalsmo, poco importa el tr- mino, ya que lo que es del orden de la evidencia en estas nocio- nes es que se trata aqu de la expresin de todo aquello que no va a reducirse a la unidad. Se trata de la heterogeneidad en don- de actualmente encontramos en una diversidad de trminos, el esfuerzo intelectual de no desdear el carcter de lo movible. el hervidero cultural que yace ah. En este sentido, actualmente nos damos cuenta que ya no es posi- ble reconocerse a partir de los valores del trabajo, la fe en el porve- nir, en el progreso si no se hace forzosamente referencia a los valores arraigados, localstas, cotidianos, en suma, a los valores del mercadeo. En esta perspectiva. encontramos en Amrica Latina una verdadera fuerza en las afirmaciones localstas. Induso, las diversas ciudades es- tablecidas en estas sociedades reivindican su localismo, en contra de las grandes centralidades: San Paulo, Monterrey, Santa Fe, Cartage- na, son vivos ejemplos de estas reivindicaciones localistas. Recorde- mos inclusive cmo durante todo el siglo xx, el mantenimiento de las dinmicas centrales tenan que pasar necesariamente por una buena administracin y negociacin con las instancias locales. con los caci- quismos del lugar. Hablamos de una especie de reafinnacin y refun- cionalidad de lo local, que es, sin duda, una de las grandes caracte- rsticas de la posmodernidad, impulsada por la saturacin social del universalismo. As. parece ser indispensable partir de lo que se sien- te por el otro, de sus olores. de su manera de comer, todo esto sien- do una referencia al entorno, el cual es necesario comprender a par- tir de un sentimiento de pertenencia y un arraigamiento dinmico. Esto refleja, una manera de vivir la heterogeneidad galopante de nuestras sociedades. Esto culmina con la idea tomada de Durkheim, pero encontrada primeramente en los poetas alemanes del siglo XIX, bien conocidos por Nietzsche: la anomia, que es hoy lo que parece ser lo cannico del maana, es decir, una energa contenida en la necesidad del exceso, del desorden, necesidad de lo que viene a rom- per con el encierro, en las sociedades demasiado ensimismadas en una lgica de ruptura analtica. Es en la anomia precisamente que encontramos el resumen meto- dolgico de las metforas del Brbaro, de la sed del otro-all, del po- liculturalismo, de la heterogeneidad, de la polisemia. La anomia es 20 EL TIEMPO DE LAS TRIBUS EL MERCADEO Y EL TRIllALl8MO I'OSMODERNO 21 la expresin de la vida; que no se encierra en un valor, es como dira Fernando Pessoa, "la intranquilidad del ser". Esta intranquilidad de la existencia, ms all del sentimiento de seguridad, de la ideologa esceptizada en toda sociedad, es un sentimiento de necesidad del desorden. As, a fuerza de querer una primaca. una dominacin del orden nos vemos conducidos a la intranquilidad, a la muerte. Ycomo sabemos, el cadver no se mueve, es incluso la perfeccin misma de lo esttico. La idea de anomia nos da cuenta as. que est presente siempre la revancha de la existencia, la revancha de la vida. De ma- nera que, grandes pensadores que haban sido estigmatizados, mar- ginalizados por la academia de su tiempo, son hoy reapropiados por la misma academia que reconoce la fecundidad de sus temas (Sim- mel para la sociologa, Nietzsche para la filosofa, etctera, pensado- res ambos que estudiaban la dinmica de la anemia}. La nocin de anomia muestra, entonces, en la posmodernldad ese regreso a la vida, y ese destello que optimiza lo que unoJleva consigo mismo, poco importa el pas del que se hable, las ciencias humanas y sociales estarn obligadas.sin duda a interpretar la anomia de mane- ra diferente de como se haba analizado en la tradicin holista-fun- cionalista, ya que es a partir de esta nocin que se pueden compren- der las tendencias de las nuevas generaciones. las cuales ya no se reconocen en las certidumbres, morales, cientficas, sociales, polti- cas de antes, sino que intentan de manera explcita o no, introducir una "forma" de desorden, de fuerza Ydel desarreglo que est de aho- ra en adelante dibujando lo que sern lassociedades del maana. So- ciedades que tienden al deseo de la erranca y la rebelin, desde las revoluciones del siglo xx hasta las ltimas reivindicaciones tnicas de finales del mismo siglo. Desde la bsqueda del Grial, hasta la bsque- da de la identidad mestiza, al tiempo que se inscriben en la bsque- da de la conquista del presente. Virtud que encontramos en Amrica Latina por su apertura, la cual ha sido el secreto de su fuerza de atraccin. Es una especie de esca- pismo del hermetismo. Sed del otro-all, sed de la conquista, que muestran cmo los grandes imperios regionales, locales, y hoy finan- cieros, se han constituido a partir de la mezcla, de la concatenacin de lo multiforme. En todo esto, sin duda encontramos ~ ~ que se pueden expresar en un nomadismo intelectual, que puede reper- cutir en un relativismo de valores, de donde la evasin intelectual nos puede llevar ms que nada a una confrontacin multivariada de ideas y culturas. stos sern sin duda, los desafos intelectuales que tendre- mos que enfrentar en los tiempos venideros, en donde las reflexiones esbozadas en este libro no son ms que la expresin del compromiso que se tiene con estos desafos, y que esperamos estimulen a los pen- sadores del mundo hispano a emprender ycontinuar enfrentndolos. MICHEL MAFFESOU DANIEL GunRREZ M. enero de 2004 Pars-Ciudad de Mxico ENCONTRAR lAS PAIABRAS l'REFAaO A LA TERCERA EDICiN FRANCESA Coda vez quesedermlflml /a.{ eudencilIs, elpoeta ron/e$la aplaudiendo al/Jon!t:nir. """ mAR UN ARCASMO JUVENIL La poca no carece de inters, por lo menos para aquellos que se di- vierten observando sus convulsiones. La figura conjunto de todo esto es muy simple. La encontramos, por cierto, en todos los periodos de profundas mutaciones. De un lado estn algunos propietarios de la sociedad; aquellos que poseen el poder de decir y de hacer. Ronro- nean en sus habituales rganos de expresin yotros "centros de deci- sin". Se responden unos a otros por medio de sus diversos boletines parroquiales. yconsultan en stos, prioritariamente, una informacin esencial: la seccin necrolgica. Del otro lado se encuentra la vida sal- vaje, un tanto anmica, desordenada en todo caso. La mayora plet- rica. En suma, tenemos as el poderinstituido, bajo sus diversas formas: cultural, religiosa, social, econmica, contra la potent:ia instituyente. Esta dicotoma, ciertamente, demasiado marcada, merece ser ma- tizada. Pero a veces hay que "filosofar a martillazos". La caricatura es til, ya que atrae la atencin sobre estas evidencias demasiado obvias para que uno est consciente de ellas. Digamos la palabra: el rey est desnudo. En su ltimo avatar. al haber sido tomados todos los pode- res por la generacin de las revueltas europeas de 1968, la lite mo- derna no "representa" nada ms que a ella misma. sta se abstrajo, li- teralmente, de una realidad social que ya no la reconoce como tal. Habiendo vendido su alma por un plato de lentejas, esta genera- cin se encuentra, de manera ms o menos consciente, amargada, triste e infecunda. Se conforma con repetir las recetas filosofico-pol- tcas que la condujeron al poder. Recetas elaboradas en un siglo XIX que se acababa apenas de terminar y cuya pertinencia ya no es nada evidente. Recetas republicanas, ciudadanas, democrticas: la lista de los encantamientos es bastante larga, y que culmina en el "pensamen- [23J 24 EL TIEMPO DE lAS TRIBUS ENCONTRAR US PALABRAS 25 to nico" conformista, moralizador; que d,icta y repite ad nauseam lo que convendra hacer, 10que las cosas tendran que ser. Es precisa- mente sobre esta lgica del "deber ser" en la que se cimienta el resen- timiento y la rabia del polica, del juez y del cura dormitando en to- dos aquellos que quieren, o que afirman querer, realizar la felicidad de los dems en' su lugar y, a veces, en contra de ellos. Amargados, he dicho, tristes, aquellos que traicionaron un bello sueo. Se volvieron notarios en lugar de los notarios que aborrecan. De ah el mecanismo habitual, de la proyeccin que consiste en ver al mundo ms miserable de lo que es, con el fin de hacerse cargo de l y salvarlo. Pero, puede ser salvado por esos viejos gruones que, a lo largo de artculos, de programas de televisin y de libros edifican- tes, sermonean a la "gente." para que no se convierta en lo que ellos mismos se convirtieron: espritus malvolos, esencialmente preocu- pados por sus privilegios, simblicos o materiales, recin adquiridos? "Sin objetividad ni subjetividad." Es as como Oeorges Lukcs de- fina a los periodistas. Esta frmula puede en su momento, ser apli- cada al conjunto de la le moderna. Es esto mismo lo que constitu- ye su abstraccin, su desarraigo; lo que funda su arrogancia y tambin su cinismo. Cosas que secretan pensamientos convencionales, que sus- citan buenos sentimientos y alguno que otro "moralisrno" que son lo pro.pio de las"bellas almas" que se mantienen en lo alto del adoqun SOCial. La mediocridad de la medlocraca es ahora evidente. La roca Tarpeya se encuentra, como se sabe, cerca del Capitolio y los deten- tares del saber establecido sern, dentro de poco, precipitados hacia ah. Dejemos que las cosas se realicen por s mismas. N.osera intil, en cambio, participar en ese verdadero trabajo in- ventivo ante el cual cada poca est confrontada: encontrarlospalabras menosfalsas posibles para tratar de decirlo queellaes. Encontrar las palabras para expresar nuestro tiempo: he aqu la ambicin, la pretensin que hice ma hace tres decenios. Trabaj con constancia, desafiando la conspiracin del silencio y la hostilidad, o descarada de aquellos que ahora se atribuyen por su cuenta, piratas de poca monta, lo que haban descuidado, negado o refuta- do.. Lo cotidiano y sus rituales, las emociones y pasiones colectivas, simbolizadas por el hedonismo de Dionlsio.Ia importancia del cuer- po hecho espectculo y del goce contemplativo, la revivificacin del nomadismo contemporneo. he aqu todo el squito del tribalismo posmoderuo. En efecto. hace unos 15 aos, en una poca en que no estaba de moda, propuse la metfora de la "tribu" para dar cuenta de la meta- morfosis del lazo social. El trmino ha sido ampliamente retomado. Los mercenarios se apoderaron de l. Cienos intelectuales (a vetes mismos) aceptan otorgarle su verdadera importancia. Los Pe- riodistas, por supuesto, lo utilizan sin moderacin. La realidad del tri- est presente, deslumbrante, para bien y para mal. Realidad ineludible que no se encuentra limitada a una zona geogrfica part- miar. *Sin embargo, todava hace falta pensarla. Es a esto a lo que quiere dedicarse el libro El tiempode las tribus. El anlisis pretende ser pertinente yprospecnvo. Quiero decir con esto en congruencia con los valores emergentes en la vida social, e indi- una que no se encuentra ms que en su primer i.i-:_ Cia. SI, el trbalemo, en todos los terrenos, ser el valor dominante en los decenios por venir. De ah la necesidad, para retomar una ex- presin de Durkheim, de destacar sus "caracteres esenciales", Entien- do esta expresin en su sentido ms etimolgico: lo que corre el ries- go de dejar una huella durable. Esto no se puede hacer con prisa. Me he obligado, en todos mis li- bros: a evitar un doble escollo: el de la complicacin a ultranza por medio de la cual los letrados de todos los tiempos aseguran su poder, y el de la superficialidad apresurada que un cieno tipo de periodis- mo tiende a privilegiar. Si el tribalismo es una tendenca de fondo, es necesario, ms all de una sociologa de las circunstancias, elaborar un pensamiento destinado a perdurar. Nos encontramos aqu, lo reconozco, ante una verdadera parado- ja: indicar una direccin precisa con "palabras" que no poseen, en absoluto, la precisin del concepto. Quizs habr que aprender a aceptar, y a vivir, esta paradoja. En vez del machaqueo, de los encan- tamientos referidos ms arriba: repetir, sempitemamente, las pala- bras claves del siglo XIX, tenemos que aprender a Contentarnos con metforas, con analogas, con imgenes, cosas difusas que seran Jos medios menos torpes posibles para poder expresar gloque es". lo que se encuentra al estado naciente. Es cmodo, en efecto. "entretener- nos con la cantaleta" democrtica o republicana. Yes a esto a lo que .. Ciertamente, no gratuito El/lmjH> b /n.o tribu.oltaya sido traducido al ingls, portugs. italiano, y 26 EL TIEMPO DE LAS TRIBUS ENCONTllAR LM PALABRAS 27 se dedica la mayor parte de los intelectuales. periodistas, polticos. trabajadores sociales y otras bellas almas.que se sienten "responsa- bles" de la sociedad. Sea cual fuere la situacin, sean cuales fueren los protagonistas, no se les ocurren ms que las expresiones de ciu- dadana, repblica, estado, contrato social, libertad, sociedad civil. Esto es completamente honorable e incluso bien amable. Sin duda, pero he aqu palabras que parecen venidas del planeta Marte para la mayor parte de los jvenes, a quienes no les interesa la poltica, y ni siquiera lo socal. La abstencin durante las elecciones es particular- mente reveladora a este respecto, ya que muestra que el mecanismo de representacin ya no tiene ninguna relacin con lo que es vivido. Para evitar repetinne (aunque la redundancia sea inherente al mi- to, y las "ideas obsesivas" lo sean para las obras creativas), sintetizar las "palabras" nuevas a lo largo de dos grandes ejes esenciales: por una parte el que pone en relieve los aspectos a la vez "arcaces" yju- veniles del tribalismo. Por la otra, el que subraya su dimensin comu- nitaria y la saturacin del concepto de individuo. Aqu tenemos, me parece, las dos races del tribalismo posmodemo. He aqu, pues, lo que debe tomar en consideracin un pensamiento radical. Desconfiar del hocico de los pensadores establecidos. Ensucian to- do lo que tocan. Msvale, con ligereza, participar en aquello que he llamado un "conocimiento ordinario":" el saber de los intersticios en palabras y en las cosas. En ciertos momentos, el verdadero saber se encuentra en lo que se mueve, en el aspecto tembloroso yestreme- cedor de lo que vive. Ah se esconde lo poco de verdad, la verdadaproxi- mativa a la cual es posible pretender. Hay en esta paradoja una verdade- ra exigencia intelectual que va al encuentro del espritu del tiempo, que seesfuerza por tomar en serio los sueos colectivos,sin tener, por esto mis- mo, que encerrarlos en el cepo de los prejuicios tericos. Bergson lo mostr perfectamente: siempre una in- tuicin en el fondo de todo pensamiento creativo. Este puede, por cierto, ser considerado como tal si se encuentra en congruencia con la intuicin creativa de una poca determinada. Recordemos: la in- tuicin es aquella "visin interna" que ve, lo ms cerca posible. la energa propia de un individuo, una situacin o un conjunto social dado. Por mi parte, la intuicin que est presente en todos mis an-. Vase M. Maffesoli, f:/ amociminIQ ordi1l41W, Mxico, FC[ [T.j. lisises la de la potencia societal. 1 La he llamado socialidad, centralidad subterrnea; poco importa el trmino. Se trataba de atraer la aten- cin sobre esta fuerza interna, que precede y funda el poder bajo sus distintas formas. Me parece que es esta "fuerza" la que est presente en el neotribalismo contemporneo. Despus de la dominacin del "principio del legos", el de una razn mecnica y predecible, el de una razn instrumental y, estrictamente, utilitaria, asistimos al retor- no del "principio del eros". [Eterno combate entre Apolo y Dionisio! , En este sentido, antes de ser poltico, econmico o social, el triba- lismo esun fenmeno culturaL Verdadera revolucin espiritual. Revolu- cin de los sentimientos que pone en relieve la alegra de la vida pri- mitiva, de la vida nativa. Revolucin que exacerba el arcasmo en lo que tiene de fundamental, de estructural y de primordial. Cosas, es- taremos de acuerdo, que se encuentran bastante alejadas de los valo- res universalistas o racionalistas caractersticos de los actuales deten- radores del poder. Pero son estos valores nativos los que dan origen, ciertamente, a aquellas rebeliones de la fantasa, aquellas efervescencias multifor- mes, aquel abigarramiento de los sentidos de los cuales las mltiples muchedumbres contemporneas ofrecen ilustraciones brillantes. To- do esto no puede ser pensado por una mente solemne, segura de sus prejuicios y de la verdad de su punto de vista. No se puede reflexio- nar sobre el aspecto nativo del tribalismo ms que si partimos de "las cosas mismas". Desde este momento, adoptando una postura feno- menolgica, de la cual la meditacin de Heidegger nos da numero- sos ejemplos, la verdad reside en la revelacin de lo que siempre es- tuvo ah. Frecuentemente he indicado que se poda caracterizar la posmo- derndad como el regreso exacerbado del arcasmo. Es ciertamente esto lo que ms choca con la sensibilidad progresista de los observa- dores sociales. El progreso lineal y garantizado, causa de.wI evidente bienestar social, est siendo sustituido por una "regresin", caracterstica del "tiempo de las tribus". En este caso, hay que encontrar tambin una palabra oportuna para describir un esta- do de hechos C!ue no es simplemente regresiva. Se puede hablar al 1Remite aqu a mi libro: M. Maffesoli. La violenu /otalitai,., (t979), Pars, Descle de Brouwer, 1999,cap.l "Poder-Potencia". 28 El. TIEMPO [lE LAS TRIBUS
29 respecto de "regrediencla" (M. Cazenave), regreso en espiral de va- lores arcaicos colaterales al desarrollo tecnolgico.tvo propongo hoy otro trmino: ingri que, con la misma imagen que podemos encon- trar en ciertas lenguas neolatinas, espaol, italiano. portugus, ponen en relieve el hecho de que puede existir un camino que no tenga me- ta. un andar que no se detenga. Entrar (ingressa) sin progresar (pro- gnssa). He aqu lo que me parece estar en juego en nuestras tribus contemporneas. No las mueve una meta por alcanzar. un proyecto econmico, poltico o social por realizar. Prefieren "entrar en" el pla- cer del estar-juntos. "entrar en" la intensidad del momento, "entrar en" el goce del mundo tal cual es. Hay terapias que descansan en el principio de la regresin. Por qu, con la correccin semntica que acabo de aportar. no se podra considerar un procedimiento similar en lo concerniente a la vida so- cali. Oigamos el Eclesiasts: "Los ros retornan a su fuente para co- rrer de nuevo" (1, 7). Existen a veces, cvlzacionalmente, actitudes de "ngresn" que favorecen tina nueva revivificacin social. Lo que nos incita a operar una verdadera inmersin en el inconsciente co- lectivo. Quiero decir con esto.tomar en serio los fantasmas comunes, las experiencias onricas, las manifestaciones ldicas por medio de las cuales nuestras sociedades vuelven a expresar lo que las ligaal sustra- to arquetpal de toda naturaleza humana. Esto no dejar, quiz, de sorprender alas protagonistas de la m- sica tecno, de los desfiles urbanos o de las raoes porties: Pero hay al- go en esas histerias comunes que debe ser puesto en relacin con el mecanismo de la reminiscencia platnica. Reminiscencia que corre a la par con la revivificacin. Es esto lo nativo, lo brbaro, lo tribal: dice y redice el origen, y por esto otorga de nuevo vida a aquello que haba tendido a anquilosarse, a aburguesarse, a institucionalizarse. En este sentido, el regreso a Jo arcaico en numerosos fenmenos contemporneos expresa, la mayor parte del tiempo, una fuerte car- ga de vitalidad. Como he indicado frecuentemente, se puede encontrar este vita- lismo en las efervescencias musicales, pero se puede, de igual modo, observarlo en la creatividad publicitaria, en la anomia sexual, en el regreso a la naturaleza, en el ecologismo en boga, en la exacerbacin 2 Gr. F. Casalegno, .s ryb=oalilis, (GFAQ)-Pars V,junio de 2000. del vello, de la piel, de los humores y los olores, en suma, en todo lo que recuerda al animal en lo humano. Ensalvajamiento la vida! He aqu precisamente la paradoja esencial de la posmodermdad, que pone en escena el origen, la fuente, lo primitivo y lo brbaro. y, al redinamizar, de manera no siempre consciente, un cuerpo SOCial un tanto envejecido, la fidelidad a las fuentes es garanta de porvenir. En este sentido, el tribalismo es la expresin de un arraigamiento di- nmico. Enlace entre el arcasmo y la vitalidad, he aqu la primera clave de este libro. Es tambin la primera paradoja de la posmodernidad. Aun si no lo indico ms que ausivamenre, nos encontraremos con el mi- to del puer aternus. Aquel nio eterno, aquel viejo infante que encon- tramos presente en ciertas cultures. Digo pertinentemente mito, o tambin figura emblemtica, ya que estajuventud no es, smplemen- te, un problema de estado civil. Es cierto que las jvenes generacio- nes viven de manera' paroxstica estos valores hedonistas. Pero, por un proceso de contaminacin, todo el conjunto del cuerpo social queda implicado. Ciertos de mis crticos han considerado que el tribalismo, que ya no se puede, empricamente, negar, era la de un gm- po de edades, aquella de la adolescencia prolongada. Esta es, en mi opinin, otra forma de negar el profundo cambio de paradigma que se est llevando a rabo. El lenguaje joven, el vestirse joven, el cuda- do del cuerpo, las histerias sociales, son ampliamente compartidas. Cada cual, sea cual fuere su edad, su clase, su estatuto social, est, en mayor o menor medida, contaminado por la figura del "nio eterno". En una palabra, ya que esto forma parte de mi reflexin actual, me parece que la estructura patriarcal vertical est siendo sucedida por una estructura horizontal, fraternal. La cultura heroica, caractersti- ca del modelojudeocristiano ydespus moderno, se cimentaba sobre una concepcin del individuo activo, "dueo de s mismo", dominn- dose y dominando la naturaleza. El adulto moderno es la expresin acabada de tal herosmo. G. Durand ve en l el viejo "arquetipo cul- tural constitutivo del Occidente".' 3 Gr. Ghaoying Sun y Gilbert Durand, -Du col de la montagne de I'Ese, Munldg- ,",.,imtll4ginaim, bajo la direccin de A. Siganos y S. Vierne, Orencble, Ellug, 2000, p. 69. Vase tambinA. Pessjll, f.o _Iagm' Ik.sgiantsde la mute, ibid., p. 255. 30 EL TIEMPO DE LAs TRIBUS ENCONTRAR. LAS PALABRAS 31 Hay que encontrar, aqu tambin, la palabra adecuada para de- signar la vitalidad no activa de las tribus posmodernas. Vitalidad, as pues, del "nio eterno", un poco ldico, un tanto anmico. Utilizando una expresin de Guy Debord, esta "prodigiosa inac- tividad", un tanto amenazadora respecto al orden establecido, no concerna ms que a algunos grupos vanguardistas, bohemios. marginales o excluidos voluntariamente. Yano es ste el caso. To- da ocasin es buena para vivir, en grupo, esta prdida de s en el otro, de la cual aquel perpetuo nio que es Dionisia, y las baca- nales que suscita, constituyen ejemplos acabados. 'Evocando el Tour de Francia y sus montaas, Alain Pessn habla de un "regreso a la infancia". La expresin es juiciosa y caracteriza per tinentemente el imaginario de esta competencia deportiva con toda su carga, manera ms o menos barroca, de fantasas, de sueos, de alegra de estar-juntos" y de ludismo compartido. Pero tal ''r,egreso" puede ser aplicado a las muchedumbres contemporneas. Estas no son ms que una sucesin de tribus que expresan de todo corazn el placer de la horizontalidad, el sentimiento de la fraternidad, la nos- talgia de una fusin preindividual. Escucho aqu a los 'vrtustas" de todo tipo ponerse adar de gritos con gran fuerza. Veo a los psicoanalistas de todas las escuelas poner" se a invocar la "ley del padre". Y, quiz, no se equivocan. El puereter- nus es un tanto amoral. Podra ser, a veces, hasta francamente inmo- ral. Pero este inmoralismo puede ser tico por el hecho de soldar en conjunto y fuertemente a los diversos protagonistas de tales eferves- cencias. El "regreso a la infancia" no es nicamente individual. Hace cultura. Induce otra relacin respecto a la alteridad, respecto a ese otro que es el prjimo. a ese otro que es la naturaleza. Relacin que ya no es heroica sino que se contenta con lo que la alteridad es para lo que es. Hay en el "viejo infante" una tolerancia, una generosidad innegables que extraen su fuerza de aquella memoria inmemorial de la humanidad que "sabe", con un saber incorporado, que ms all o ms ac de las convicciones, de los proyectos de todo tipo, de las me- "Elre-ensemble", es algo m! que la convivencia o el convivir, es el hecho de estar- juntos. Se tTata de un concepto caro a Maffeeoli, que indica un sentido de pertenencia entre los miemhros de un grupo dado yque convoca generalmente a una dinmica de IlOlidaridad momentnea o duradera, de los miembros de una llOCiedad. Es tambin el recodeo, el roce constante que se da imperativamente enta vida cotidiana [T.j. ras ms o menos impuestas, est la vida y.su inagotable riqueza, la vi- da sin finalidad ni empleo, la vida nada ms. En suma, la esencia deljudeocristianismo es la formidable tensin hacia la "Ciudad de Dios", ya sea que se trate del Paraso strido sensu; o la sociedad perfecta, no cambia en nada el asunto, Esta tensin re- ligiosa o moralstco-polca necesitaba, como protagonista, un adul- lo fuerte y racional. Es este arquetipo cultural el que el neouibalismo posmodemo incomoda. Su protagonista es entonces un "nio eter- no" que, por medio de sus actos, de sus maneras de ser, de su ms- ca, de la puesta en escena de su cuerpo, reafirma, ante todo, una fi- delidad con lo que es. No nos equivoquemos, tal fidelidad no es, para nada. la aceptacin de un statu quapoltico, econmico o social. Al contrario! Les recuer- do que, en mi propio trabajo, he establecido un lazo estructural en- tre Dionisio, el tribalisrno y el nomadismo. Cosas anmicas, que po- nen en relieve el aspecto pagano, ldico, desordenado de la existencia. As, es hacia nuestras sociedades racionalizadas a ultran- za, asepuzadas por excelencia, que se aplican a anular todo riesgo po- sible cual sea que ste fuere; es a estas sociedades a las que el barba- ro regresa. Es esto tambin, el sentido del tribalismo. Por cierto, por poco que sepamos entenderlo con profundidad, es- te regreso del brbaro no es algo malo. Recordemos aqu lo que de- ca Le Play: "Las sociedades perfectas permanecen incesantemente sometidas a una invasin de 'pequeos brbaros' que acarrean sin ce- sar todos los malos instintos de la naturaleza humana." Dejemos a un lado la calcacn-moral que no presenta inters alguno. En cambio, veamos cmo es recurrente un fenmeno particular, en el que regu- larmente vuelven las fuerzas vivas al seno mismo de lo que est dema- siado institucionalizado. Los "pequeos brbaros" de Le Play, las "pe- queas hordas" de Charles Fourier no dejan de evocar a los juniorsy otros "salvajones", que nos recuerdan, pertinentemente, que un lu- gar en donde se troc el morir de hambre por el morir de aburr- miento, no merece llamarse "ciudad"," Frente a la anemia existencial suscitada por un social demasiado racionalizado, las tribus urbanas destacan la urgencia de una socal- dad emptica: compartir emociones, compartir afectos. Lo recuerdo, 4Cf. P. TaCWlseI, Charla F'ourin; fejn dn passiuns, Paris, Descle de 8rouwer, 2000. 32 EL TIEMPO DE L\S TIUBUS t:NCONTRAIl LAS PAllBRAS el "comercio", fundamento de todo estar-juntos, no es, intercambio de bienes; es tambin "comercio de ideas", "comercio amoroso". Expresndolo en trminos un poco ms antropolgicos, hay momentos en que se observa un importante".el pa- so de la "polis" al "taso", el de un orden poltico a un orden fusional. Es ste el paso que describe El tiempo de las tribus. Nos encontramos lejos del universalismomoderno, el de la el de Occidente triunfante. Universalismo que no era, de hecho, mas que un etnocen- trismo particular generalizado: los valores de un pequeo cantn del mundo extrapolndose en un modelo vlido para todos. El rrbals- mo nos recuerda, empricamente. la importancia del sentimiento de pertenencia, a un lugar, a un grupo, como fundamento esencial de toda vida social. EL IDEAL COMUNITARIO Otra clave o "carcter esencial" del neorrbalsmo posmodcmo es pre- cisamente la dimensin comunitaria de la socialidad. Es importante insistir sobre este punto, puesto que es tan frecuente leer, y or, que el individuo y el individualismo seran la marca esencial de nuestro tiempo. Esto es otro ndice del desfasamento de la inteliguentsia res- pecto a la realidad. Aqu. se limita a proyectar sus propios valores so- bre el conjunto social. Bastara ver la importancia de la moda. del ins- tinto de imitacin. de las pulstones gregarias de todo tipo, de las mltiples histerias colectivas, de las muchedumbres musicales, depor- tivas, religiosas de las que he hablado frecuentemente. para conven- cerse de lo contrario. La cosa es an ms divertida cuando observamos que, acarreada por el espritu del tiempo de este momento, esta misma nteiguent- sa, de manera inconsciente, funciona con todas las caractersticas del tribalismo. El mundo universitario es un ejemplo acabado de esto, ya que est constituido por un conjunto de clanes, cada uno agrupado alrededor de un hroe epnimo, que maneja libremente la exctus- vdad.Ia exclusin, el desprecio o la estigmatizacin. Yel que no tie- ne el olor de lajaura es, inexorablemente, repudiado. Lo mismo sucede con la prensa, que descubre. peridicamente y con un conformismo sorprendente, "el" pensador del siglo, "la" ge- neracin representativa. "el" autor inevitable, "el" artista genial, y po- dramos prolongar hasta el infinito una lista en este sentido. Es, a es- te respecto, nstructvo, divertido, sorprendente, ver cmo esta pren- sa. sin excepcin, reconoce los talentos poticos de tal esposa de ministro, o la originalidad filosfica de la hija de tal presidente (a me- nos que se trate de lo contrario, que para el caso es lo mismo) por la nica razn que ellas son la hija y la mujer de un presidente o de un ministro. La pobreza o la calidad de sus obras, para el caso, importan poco. Al celebrarlas, la tribu de los medios de informacin ve la opor tunidad de obtener ciertas ventajas de esta celebracin. Adnde fue- ron a parar los valores de nuestra Repblica francesa? Amenos que sean los de una repblica bananera! En todos estos casos podemos observar perfectamente el papel de- sempeado por las amistades yla importancia de las redes de influen- cias. En pocas palabras, la dimensin subjetiva, en estos "hallazgos", ya no necesita ser demostrada. Mecanismo endogmico quejustifica, muy frecuentemente, la relacin "medocraca-medocrdad" cuya im- portancia an no podemos evaluar como es debido. De hecho, la ex- presin "boletines parroquiales" que se le aplica cada vez ms a la prensa destinada a formar la opinin. no hace ms que traducir una realidad tribal que no tiene nada que envidiarle al mundo del ham- pa y de las mafias constituidas. Qu podramos decir del mundo poltico y sindical, en los que las corrientes y subcorrentes, las tendencias y otros clubes de pensamien- to traducen, de facto, la fragmentacin de estas organizaciones ho- mogneas sobre las que se haba fundado la modernidad. Ah tam- bin, por la fuerza de las cosas, el tribalismo triunfa. Sin distinguir entre izquierda y derecha, lo que prevalece es una poltica de clanes luchando unos contra otros: y en la que todos los medios son vlidos para abatir, someter o marginalizar al contrincante. En esta lucha sin piedad las diferencias doctrinales son mnimas, y hasta nexlstentes., Slo cuentan los problemas personales y la sumisin al lder. Es esto lo que suscita un sentimiento de pertenencia que abre la va hacia los puestos ambicionados. Que el jefe sea carismtico o, al contrario, ba- lad, importa poco. Para retomar una expresin trivial: "soy de fula- no", punto y aparte. Esto quiere decir que le pertenecemos y que se- guiremos al pie de la letra sus consignas. Sealemos, de paso, que es sumamente divertido ver a estos mis- mos polticos proponer una legislacin contra las "sectas", arguyen- EL TIEMPO DE LAS TRIBUS do que stas someten y aniquilan el espritu crtico, etctera, cosas que constituyen la plataforma del tribalismo poltico. Aplican- do un anlisis jungiano, podemos decir que esta ley "anrsectas" es una manera de proyectar hacia el exterior una "sombra" que nos ha- bita. Satanizando y atribuyndoles a otros ciertos valores que consi- deramos malignos, negamos que tambin son nuestros. De hecho, secta y dan poltico poseen una estructura idntica: el sentimiento de pertenencia. Universidad, prensa, poltica, sindicato. podramos continuar la lis- ta: administracin. clubes, formacin, trabajo social. patronato. iglesias, etctera. El proceso tribal ha llegado a contaminar el conjunto de las instituciones sociales. Y es en funcin de gustos sexuales, de softdanda- des de pensamiento. de relaciones amistosas, de preferencias tos- cas o religiosas que van a instalarse lasredes de influencias, los compa- drazgos yotras formas de ayuda mutua de las que yase ha hablado, que constituyen el tejido social. "Redes de redes". como lo muestro poste- rormente, en las que el afecto, el sentimiento. la emocin bajo sus di- versas modulaciones desempean un papel viene al caso decir si esto est bien o mal. Ms vale reconocer que, contrariamente a un social racionalmente pensado y organizado. la socialldad no es ms que una concentracin de pequeas tribus que tratan, como pue- den, de conjuntarse, de entenderse, de arreglrselas. Heterogeneiza- cin, politesmo de valores, estructura hologramtica, lgica "contra- dictorial", organizacin fractal? Ellnnino empleado importa poco. Lo que es seguro es que ya no es a partir del individuo, poderoso y solita- rio, fundamento del contrato social, de la ciudadana deseada o de la democracia representativa defendida como tal, que se constituye la vi- da en sociedad. sta es, ante todo, emocional, fusional, gregaria. Gre- garismo que no deja de ser chocante, pero que es necesario pensar. De hecho, en todas las instituciones que acabamos de mencionar, el tribaliamo, ms o menos "enmascarado", es de rigor. Ysi pude pa- recer polmico al describirlo. solamente fue as porque la mayor par- te del tiempo es negado. Por esto no es nada intil, incluso paraaque- llos mismos actores de esta parodia, de darles "el olor de su propio excremento". Pedagoga un tanto primaria pero, vaya usted a saber, que a veces puede resultar til. En lugar de recitamos, de manera hi- pcrita, los beneficios del universalismo, quiz deberan mejor reco- nocer que son miembros de una tribu y que se comportan como ta- les. Slo podemos ganar cuando las cosas son claras. El libre examen, ENCONTIlAR LAS PAlABRAS la crtica individual, distan mucho de ser valores contemporneamen- te activos. El pensamiento y la accin son, ante todo, cInicos. ste es el gran cambio de paradigma. En efecto. en todos los ejemplos que acabo de citar, y en todos aqullos, bastante numerosos, que, empricamente, constituyen nues- tra vida cotidiana, podemos decir que el individuo, y el individualis- mo terico que le sirve de fundamento terico, ya no funcionan. Se ha efectuado una satunuWn, en el sentido ms amplio del trmino, del elemento fundamental de todos lo sistemas tericos occidentales. El "tiempo de las tribus" es el revelador de tal saturacin. sta es la leccin del "arcasmo" posmodemo: estamos volviendo a actuar, en todos los dominios, la pasin comunitaria. Podemos rehusarlo, ofuscar- nos, negarlo, protegemos de l, no importa, la tendencia est ah y nos empuja hacia el prjimo, quien nos incita a imitarlo. Volverse mo- da del mundo: yo soypensado ah en donde creo pensar, yo soyac- tuado ah en donde creo actuar. En el fondo, esto es la revancha de lo "donsaco", es esto el am- biente ertico de la vida social, es esto la importancia otorgada a la "proxmica cotidiana", es esto lo que est enjuego en el mito del puer etermu. El imperativo categrico kantiano. imperativo moral, activo y ra- cional. es sucedido, utilizando una expresin de Ortega YGasset, por un "imperativo atmosfrico". que podemos entender como un ambiente es- trcoen el que nicamente importa ladimensin rransndwdual, coleo- tiva, y hasta csmica. Esto es la saturacin del sujeto, la subjetividad de la masa, que he llamado el "narcisismo de grupo" y otras fonnas del Urgrund colecti- vo. Es decir. lo que constituye el Jont1c, tambin podramos decir el fundos. de todo estarjuntos: esto es lo que le sirve de soporte. su ca- pital bsico. Ah se encuentra el punto nodal filosfico del tribalismo. Hay que tenerlo muy presente en la mente, ya que son todava insospechadas sus consecuencias sociales. Evocando un anlisis de Gilbert Simon- don, yo dira que lo que est enjuego es lo MS QUE UNO. Lo que ha- ce que cada uno de nosotros participe en una especie de preindivi- dualidad El mundo y el individuo, a partir de entonces, yano pueden ser pensados a partir de la reduaio ud unum cuyo esquema fue dise-- ado por Comte yque, volensnoens; constituye la base de los diversos Reduccin a la unidad u homogeneizacin d., la vida social [T]. EL TIEMPO DE US TRIBUS ENCONTRAR LAS PALABRAS 37 sistemas sociolgicos que le sucedieron. Hay que volver al mecanis- mo de participacin mgica: con los otros (trbalsmo), con el mundo (magia) con la naturaleza (ecologa). En cada uno de esos casos, ya no se trata de encerrarse en la fortaleza de su mente. en su identidad (sexual, ideolgica, profesional) intangible sino, todo lo contrario, de la prdida de s mismo, del gasto y otros mecanismos de prdida que ponen en relieve la apertura, el dinamismo, la alteridad, la sed del infinito. El trbalsmo, ms profundamente, es una declaracin de guerra al esquema sustancialsta que ha marcado al Ser, el Estado, las Instituciones, el Individuo, podramos conunuar SI qUI- sramos la lista de las sustancias que sirven de fundamento a todos nuestros anlisis. Quermoslo o no, seamos o no conscientes, la ON- TOLOGA es el punto de partida. En suma, slo lo que dura, es consistente. merece atencin. El INDMDUO es su ltimo avatar. El es el Dios moderno, y la IDENTIDAD su modo de expresin. , Pero otras culturas no descansan sobre tales fundamentos. Estas pasaron a Oriente, el Oriente pas por ellas. Esto no es un simplejue- go de palabras. La orentalzacin difusa que contamina nuestra cotdana:" sincretismos religiosos o filosficos, maneras de vesurse, de alimentarse, tcnicas corporales, todo esto, es del orden de la ON- __ TOGENESIS. Quizs es esto el "ms que uno" del que se ha hablado. Quizs es esto el retorno del "nio eterno", quizs es esto la impor- tancia que se le otorga al presente. Una forma de duracin que se ci- mienta sobre la no permanenca de la gente y de las cosas, el dinamis- mo del devenir, la prevalencia de las situadones. Se trata, con las consecuencias sociolgicas que implica, del desli- zamiento del individtw de identidad estable ejerciendo su funcin dentro de los conjuntos contractuales, a la persona que desempea pa- peles dentro de tribus afectuales. He aqu precisamente la participa- cin mgica en algo de preindividual, o tambin el hecho de que uno no existe ms que dentro del marco de un inconsciente colectivo. A partir de entonces, la soberana del ego cogito pierde su importan- cia. Lo mismo sucede con el sujeto actuante, as como con el ciuda- dano actor voluntario de un contrato social racionalmente regulado. El universalismo, del sujeto, de la razn, avalar de un Dios trascen- dente, cede su sitio a razones y a afectos locales. particulares, en si- 5 Gr. P. Le Quau, LA Ienuuion botuJdI,is" Pars, Descle de Brouwer, 1998. tuacin. En pocas palabras, ya no es la verticalidad del cerebro lo que prevalece, sino el despertar de la persona en su totalidad, lo que re- quiere, como ya he indicado (instante eterno), un "pensamiento del vientre". Un pensamiento que sepa encargarse de los sentidos. las va- sienes y las emociones comunes. En esta perspectiva encontramos un fondo arquetipal de alegras. de placeres. de dolores tambin. que se arraigan en la naturaleza (na- turaleza natural, naturaleza humana, naturaleza social). "El alma de la campia" (Carl OusravJung) que el judeocristianismo, y luego el burguessmo no borraron completamente, tae de nuevo. Retoma fuerza yvigor en lasjunglas de asfalto de nuestras ciudades, pero tam- bin en los daros de los bosques cuando, de manera paroxstica, las tribus tecno, durante sus raoespisan extasiadas aquel barro con el que todos estamos hechos. Nos encontramos aqu en el corazn mismo del tribalismo posmoderno: la identificacin primaria, primordial en cuanto a aquello que de humw hay en lo humano. Resulta que este tomar en consideracin lo sensible, del humus, del cuerpo, es algo comn y corriente en numerosas culturas. Es lo que nos puede hacer decir que el milenio que se inaugura ante nuestros ojos no ser tan catastrfico como algunos predicen. Sin embargo, marca, sin lugar a dudas, el fin de una poca. La de un mundo orga- nizado a partir del primado del individuo. Individuo, recordrnoslo, capaz de ser el amo de su historia y as pues de realizar, junto con otros individuos con la misma caracterstica, la historia del mundo, El regreso avasallador del destino, del cual somos tributarios, es co- rrelativo al de la comunidad. Destino comunitario, comunidades de destino, he aqu la "marca" del tribalismo. Esto no va sin producir cierto temor, ya que estbamos acostumbrados a la mecnica de la sociedad como se haba ordena- do desde el principio de los tiempos modernos. Es este temor lo que suscita el catastroflsmo a la moda, y que ve en el tribalismo el retor- no de la barbarie. Sin embargo, por una parte, la barbarie ha sido fre.. cuentemente la ocasin para regenerar un cuerpo social lnguido y debilitado despus de un largo periodo de endogamia. y, por otra par. te, por qu un ideal comunitario sera ms nocivo que el ideal socie- tario? Podemos, en todo caso, constatar que genera calor humano. La proxmica conforta los afectos. La horizontalidad fraternal. pro- pia del tribalismo, es causa y efecto de lo que he llamado "lo ertico social". EL TIEMPO DE LAS TRIBUS ,_ Echarse una mano, encontrar nuevas fonnas de solidaridad, de ge- nerosidad, instalar dispositivos. caritativos, todas estas son oportuni- dades para vibrarjuntos, para expresar ruidosamente el placer de es- tarjuntos o para emplear una expresin algo trivial frecuente en las jvenes generaciones: "reventarse". Expresin pertinente si tenemos en cuenta que destaca el fin de la fuerte identidad individual. Nos re- ventamos en la efervescencia musical, en la histeria deportiva, en el calor religioso, pero igualmente en una ocasin caritativa o, tambin, en una explosin poltica. Estaramos, por cierto, bien inspirados si prestramos atencin a esas explosiones calificadas demasiado rpidamente de polticas. En efecto, contrariamente a la lgica poltica, lgica moderna por excelencia, en la que todo est programado, en la que la accin se inscribe dentro de un mecanismo tctico y estratgico, si no es que previsto, por lo menos pre- parado, las explosiones sociales contemporneas son tan violentas como repentinas. Son, tambin, efmeras. No es ste un sitio para analizarlas, basta indicar que expresan, de manera paroxstica, el papel de laspasio- nes, la importancia de las emociones compartidas. Se trata de una pues- ta en escena en la que el papel principal no le toca a un individtwracimull, sino a una pernmaque desempea, teatralmente, un papel dentro del mar- co de una teatralidad comuntara., Algunas mentes brillantes se han dedicado a mostrar la importancia del "ideal eomuntaro"."En nuestros das revive. Yen vez de negar o de satanizar tal renacimiento, quiz sera mejor trazar sus diferentes sobre- saltos. Renacimiento de "comunidades espirituales" (Gabriel Tarde), qui- zs hasta podemos hablar, como Bachelard, de "narcisismo csmico", en todo caso de algo que supera, y por mucho, a los individuos que lascom- ponen. Algo que reposa en el contagio y en la inflacin del sentimiento. Algo que, a partir de un arraigamiento especfico, integra en una religa- cin csmica. Contrariamente al unverselsmo abstracto, propio de lasfi- losofas modernas, el tribalismo pone en juego un mecanismo complejo constituido por participaciones mgicas, por interacciones mltiples, de concordancia entre la gentey lascosas. Eseste hervidero lo que hace que la poca sea tan atractiva! En efecto, como lo aconseja Leibniz, en el espritu que le es pro- pio, se trata de "no despreciar casi nada". En todo caso no las cosas 6 Los remito a las referencias y a los anlisis que he dado en M. Maffesoli, La tmns- f<gllmJun tUI politU[lIe, Intrihali.<alihn dll moruu, Pars, Gras..et, 1992. ENCONTItAII. LAS PALAlIII.AS nacientes que, ms all de los prejuicios, de los pensamientos para- noicos y otros simplismos morales, forman nuestras sociedades. St- guendo siempre esta misma mentalidad no prejuiciosa y no norma- tiva se tiene que aprender a volver a las mismas cosas. Sabio adagio fenomenolgico (zu den Sac4mmbst) que permite aprehender la l- gica interna de un fenmeno, su esencia ntima. Es precisamente de esto de lo que se trata en relacin con las tribus posmodemas. Ya es- tn aqu, y esto, como he indicado a menudo, para bien o para mal. Su complejidad, su aspecto complicado, requiere una cierta com- plicacin en su enfoque. Por esta razn este libro posee, espero, una construccin orgnica por medio de sedimentaciones sucesivas que lo constituyen: las caractersticas esenciales del tribalismo, el sent- miento de pertenencia, la constitucin de redes horizontales, la sim- biosis afectual, y los mecanismos de contaminacin que todo esto no deja de suscitar. He aqu su orden o su razn interna. Pero para aprehenderlos, o por lo menos para entenderlos, no sir- ve de nada aquello que maliciosamente santa Teresa de vila llamaba "toda la lea reunida de los discursos". Tambin podramos mencio- nar los discursos huecos de los sistemas tericos, de todas las tenden- cias yvariantes reunidas. Es en este sentido que es importante, labor colectiva si la hay. "encontrar las palabras" menos falsasposibles. Avo- lar por el momento los mtodos, los "terrenos" o las investigaciones cualquiera que stas sean! Dejmoslos a los contadores, a los adminis- tradores del saber y a cualquier otro "pensadorzuelo". Cuando se pro- duce un cambio de paradigma hay que saber, paradjicamente, cavar profundo yapegarse a la superficie de lascosas. Esto es el pensamien- to radicaldel que habl al principio: localizar las races para apreciar mejor el crecimiento que stas permiten. Yesto, en funcin de los gus- tos, por el simple placer de ver o por el de actuar. Como se quiera. En todo caso, frente a las mentes lastimeras, est lo que aprend de la leccin generosa de mis maestros y de la experiencia. Es lo que transmito a mis estudiantes. As lo dijo. con ms belleza, Rainer Ma- na Rilke: Con ms arte plegaria las ramas de los sauces Aquel que, de los sauces aprehendiera las races. (Sonetos a Oifeo, 1, 6) 40 EL T1EMI'O DE LAS TRIBUS Son las cosas mismas las que nos ensean lo que son y, muy a me- nudo. para pensarlas convenientemente necesitamos saber llevarle la contraria a los pensamientos conformes. Tal como lo deda al principio, esto no se hace sin dificultad. Zar- par con rumbo a alta mar, de la tranquila certeza de las teoras esta- blecidas, siempre es doloroso. Igualmente, cavar para buscar las ra- ces requiere un esfuerzo. Pienso haberme le .at lector proseguir este esfuerzo. Yesto, lo repito, sm JUlClOS aprimi, sm pensamientos preconcebidos. De esta, manera se podr ver en el sor- prendente mimetismo.tribal otra manera de pensar 0, C? de vivir la relacin con la alteridad. Este esfuerzo podr, asnmsmo. darle el sentimiento de que la vida, a.pesar de todo, perdura. Yque esta vitalidad es asumida, vo/ernnalms, por lastribus contemporneas que se ocupan de ella En.loque me concierne, es esto con- vierte en espectador conmqv.ido de esta pobre mueca Simiesca, espec- tador enternecido de este pobre y noble gesto humano. Les Chalp-Cervieres 21 dejulio de 2000 A MODO DE INTRODUCCIN ALGUNAS PRECAUCIONES USUALES Ambiente, he aqu un trmino que aparecer a menudo a lo largo de este libro, por eso quiz sea de utilidad decir en algunas palabras lo que ha presidido su elaboracin. Comenc una obra anterior apadrinado por Savonarola... Esta vez invocar a Maquavelo, haciendo referencia a lo que l llama "el pen- samiento de la plaza pblica". Para aquellos que leen, o que saben leer, en este momento en donde llega a su fin la era moderna, se per- sigue de este modo una reflexin de largo alcance, que por medio de las nociones de poder, socialidad, cotidiano, imaginario, pretende es- tar atenta a aquello en lo que se cimienta profundamente la vida co- rriente de nuestras sociedades. Actualmente, la preparacin del terre- no permite orientar firmemente el rumbo hacia la culturo, que debe entenderse en el sentido ms amplio del trmino y que hoy prevale- ce sobre el proceso econmico-poltico. El nfasis que se da a los di- ferentes rituales. la vida banal, la duplicidad,losjuegos de apariencia, la sensibilidad colectiva, el destino. en pocas palabras a la temtica donsraca, que, aunque se haya prestado a broma, no deja de utilizar- se a menudo de diversas maneras en numerosos anlisis contempor- neos. Es normal, pues la historia del pensamiento muestra claramente que.junto con mimetismos intelectuales o autolegitimaciones apro- rsticas, existen legitimidades que se verifican con el uso. Algunos ad- ministran un saber capitalizado, otros, en el sentido etimolgico del trmino, "inventan", es decir, sacan a la luz lo que ya existe pero que nos cuesta trabajo discernir. Sin embargo, no hay motivos para mostrarse triunfalistas, Este dis- cernimiento no es nada fcil. Expresin de una prudencia sin duda necesaria pero a menudo demasiado mortfera, el espritu de lo so- lemne domina nuestras disciplinas. Por otro lado, es interesante no- tar cmo a veces hace buen equipo con la desenvoltura ms preten- ciosa. Existe acaso una gran diferencia entre lo que Max Weber llamara el "pequeo engranaje" de un pensamiento tecnocrtico y la [41J 42 EL TIEMPO DE LAS TRIBUS .... MODO DE INTRODUCCiN indiferencia que obtiene beneficio en detrimento de lo que l (? otros) sembraron tiempo atrs? En realidad ambas cosas no hacen SI- no confortarse mutuamente, yel hecho de que sean ensalzadas por un pblico embobado merece atencin. Se debe entonces, como ha- cen algunos, vilipendiar una poca aptica y un tanto ignorante? No ser yo quien caiga en esta solucin simplista. Es normal que algunos representen el papel de bufones ante periodistas Des- pus de todo, esto tambin forma parte del legado pero. pue- de igualmente imaginar que exista alguien con ambiciones distintas: dirigirse a aquellos que quieren pensar por s mismos y que hallan tal libro, o en tal anlisis, una ayuda o un instrumento que les penm- fa presenciar la Epifana de su propio pensamiento. Ingenuidad, pre- tensin? El tiempo 10 dir. Slo algunos espritus sagaces sabrn an- ticiparlo. Ya se habr comprendido que la ambicin de la presente obra es dirigirse misteriosamente, sin falsa simplicidad ni intil complicacin, a la comunidad de espritus que, al margen de capillas, camarillas y sistemas, entiende aquella "hommere" de que hablaba el sabio Mon- taigne y que es tambin su suerte y predicamento. Mentes libres, por supuesto, pues se ver que por medio de los derroteros que siguen, es menester ser dueo de los propios movimientos para emprender la aventura del pensamiento. Freischwebende InteUigentsia. Es sta una perspectiva que puede ser inquietante, pero que no carece de inters para quienes conceden a dicha aventura la calidad que le es debida. En suma, no tengo ninguna gana de hacer uno de esos libros que, co- mo deca G. Bataille, "invitan a la facilidad a aquellos que los leen... (uno de esos libros que) convienen, las ms de las veces, a mentes va- gas e impotentes cuyo fin es huir y dormir" (CEuvres romptetes, t. VIII, p.583). No se trata aqu de satisfacer ningn capricho, sino ms bien de proponer algunas precisiones que no seran intiles, ya que no res- petaremos la tradicional reparticin disciplinaria, lo cual, natural- mente, no permitir beneficiarnos de la tranquilidad intelectual que suele conllevar. Pero es precisamente el objeto abordado el que re- clama esta transgresin. En efecto, en la actualidad hay un hecho ca- da vez ms aceptado: la existencia social que aqu nos ocupa no se "Hommerie" como gesto humano [T,]. presta fcilmente al recort conceptual. Dejemos esto a los notarios del saber, que creen hacer ciencia dirigiendo el reparto clasificado de lo que supuestamente toca a cada quien. No tiene importancia que el reparto se haga en funcin de las clases, de la categora socopro- fesional, de las opiniones polticas o de otras detenninaciones aprio- rsucas. Para emplear un trmino un poco brbaro, que trataremos constantemente de aclarar, intentaremos mantener aqu una perspec- tiva "holstica": aquello que, dentro de una constante reversibilidad, une la globalidad (social y natural) y los distintos elementos (medio y personas) que la constituyen. Lo que, en el curso de la temtica que reivindico, equivale a unir los dos extremos de la cadena: el de una ontognesis existencial y el de la trivialidad ms simple.' La primera iluminar, como si se tratara de un rayo lser, las distintas manifesta- ciones de la segunda. Es obvio que, en la perspectiva de "la separacin" que an sigue desempeando un papel dominante, est manera de proceder es in- quietante, y se preferirn enfoques; yasea monogrficos o delibera- damente tericos. Sin embargo, har a un lado las delicias intelectua- les de cada una de estas actitudes, confiando en que el hecho de que ciertas consideraciones "no actuales" pueden hallarse en perfecta ade- cuacin con su tiempo. Por lo que aqu nos ocupa, har referencia a Lv-Strauss, quien, con el inters por todos conoddo, mostr que no tena caso exacerbar la divisin clsica entre magia y ciencia, pues al acentuar los "datos sensibles", la primera haba estado presente en el desarrollo de la segunda.\! Por mi parte, intentar llevar hasta el lfmi- le la lgica de semejante comparacin, o cuando menos aplicarla a tipos de polaridad cercanos. Esto lo explicar de manera ms detalla- da en el captulo final, pero me parece que nos encontramos ante Una paradoja fecunda, adems de muy til a la hora de apreciar con- figuraciones sociales que se apoyan cada vez ms sobre la sinergia de aquello que antes se tena tenda a separar. I Reconocemos aqu un planteamienw que adoptaron pensadores como A. SchulZ, G. H. Mead y E. Goffman, sobre este tema remiWa U. Hannerz, Pars, Minuit, cap. 4; y sobre el vaivn del que se habla en este texto vase p. 277. Podemos citar asimismo a P. Berger y T. Luckmann, Lo ronstntction sorioletk la mJl.iU, Pars, Me- ridiem Klinclsied, 1986. 2C. Lvi- Strausa, l.a pemk Mllvagt, Pars. Plon. 1962. pp. 19 ss. EL TIEMPO DE LA.STRiBUS -La antinomia entre el pensamiento erudito y el sentido comn parece darse por descontada. Y, naturalmente, al primero suele recerle deficiente el segundo: cuando no se le califica de "falsa con- ciencia", el sentido comn es, en-el mejor de los casos, estpido. El desprecio a las anima candida es la piedra angular de la actitud inte- lectual. En otra ocasin ya me he pronunciado sobre tal fenmeno, pero ahora quisiera mostrar que esto explica a menudo la incapaci- dad que se puede tener a la hora de comprender lo que, a falta de un trmino mejor, llamaremos la vida. Referirse a la vida en general es muy arriesgado. Puede conducir, en particular, a ensoaciones sin .futuro; pero en la medida en que seamos capaces de frenar esta pueg. ta en perspectiva de los "datos sensibles" evocados anteriormente, podremos arribar a esta existencia concreta, tan ajena a los racod- nios desencarnados. Al mismo tiempo, es importante conservar la posibilidad de practicar la navegacin de altura: es as como "inven- tamos" nuevas tierras. Yesto nos lo permite la categora general. Tal es, pues, la apuesta de la sinergia en cuestin: proponeruna sociologa vagabunda que, al mismo tiempo, no caraca de objeto. El movimiento reversible que va del formismo a la empata pue- de igualmente permitir dar cuenta del deslizamiento de importan- cia que se est operando desde un orden social en escencia mecanis- ta hacia una estructura compleja de predominio tngnico. Estamos asistiendo a la sustitucin de la Historia lineal por el mito redundan- te. Se trata de un regreso al vitalismo, cuyas distintas modulaciones intentaremos mostrar. Los diferentes trminos evocados se encade- nan, adems, los unos sobre los otros; la organicidad retoma al im- pulso vital o aquella vida universal tan cara a Bergson, quien, no hay que olvidarlo, propona una intuicin directa para hacerla conscien- te. M. Scheler y G. Simmel compartieron asimismo esta visin de la unidad de la vda." Volver frecuentemente sobre semejante puesta en perspectiva, pues adems de que sta permite comprender el pan- vitalismo "oriental" presente en numerosos pequeos grupos con- temporneos, da igualmente cuenta de la emocin y de la dimen- sin "efectual" que los estructuran como tales. M. Scheler, NaJ"'" rk lo- :rympall", (.Im/ri/mlion al'itud" des In;. ck la vie mt>- tion,u/U, Pars. Payot, 1928, p.1I7. A !l{ODO DE INTIlODUCCN Vemos, as pues, la importancia del aviso enunciado anterionnen- te: el hecho de que el dinamismo social no adopte ya los mtodos pro- pios de la modernidad no significa que haya dejado de existir. Y, si- guiendo el trayecto antropolgico que he indicado antes, podremos mostrar que hay una vida casi animal que recorre en profundidad las diversas manifestaciones de la socialidad. De ah la insistencia en la "religacin". en la religiosidad. parte esencial del tribalismo que nos va a ocupar. Sin acudir a ningn contenido doctrinal, se puede hablar a este respecto de una verdadera sacralizacin de las relaciones sociales, de eso que. a su manera, el positivista Durkheim llam lo "divino social". Es as como, por mi parte, entiendo la Potencia de la socialidad, la cual mediante la abstencin, el silencio y la astucia, se opone al Poder de lo econmico-poliro, Concluir esta primera aproximacin con una clarificacin aportada por la cbala, para la cual las "potencias" (Se- firot) constituyen la divinidad. Segn G. &holem, estas potencias son los elementos primordiales "en lo que se funda todo lo real", as, "la vida se propaga hacia el exterior y vivifica la creacin pennanecien- do al mismo tiempo en el interior de manera profunda; y el ritmo se- creto de su movimiento, de su pulso, es la ley de la dinmica de la na. turalezav.! Este pequeo aplogo permite resumir lo que es, a mi juicio, el papel de la socialidad: ms ac o ms all de las formas ins- tituidas. que siempre existen y que a veces dominan, existe una cen- tralidadsubterrnea infurmalque garantiza el perdurar de la vida en so- ciedad. Es hacia esta realidad que conviene volver nuestras miradas. No estamos acostumbrados a ella, nuestros instrumentos de anlisis estn un poco anticuados. sin embargo, mltiples indicios, que inten- tar formalizar en este libro. nos dicen que ste es el continente que tenemos que explorar. Nos encontramos ante un verdadero desafio para los decenios venideros. Yalo sabemos, siempre empezamos a re- conocer lo que es postfestunr, an es necesario mostrarnos lo sufcen- temente lcidos y desprovistos de prejuicios intelectuales para que es- ta demora no resulte demasiado importante. 4G. Scholem, La Pars, Ce, 1985, pp. 5938. El.. TIEUPO DE LAS TRI5US QUOMODO En efecto, es preciso adecuar, en la medida de lo posible, nuestras maneras de pensar y los objetos (re)nacientes a los que pretendemos acercarnos. Cabe hablar a este respecto de revolucin Puede ser. En todo caso, hay que demostrar una buena dosis de rela- tivismo, aun cuando slo sea para mostramos receptivos a un nuevo estado de las cosas." En un primer planteamiento, y para ir a contrapelo de una actitu? harto difundida en la modernidad. quizs haya que aceptar ser deli- beradamente intiles; prohibirse cualquier corto circuito con laprc- tica y negarse a participar en un co.nocimiento Recuer- do a este respecto el ejemplo, cunosamente olvidado, de los padres fundadores de la sociologa, quienes, segn la frase de aquel gran historiador de la disciplina que es R Nisbet, "no dejaronjams de ser artistas". y no olvidaremos que lasideas que posterionnente pueden estructurarse como teora, resultan ante todo "del mbito de la ima- ginacin, de la visin, de la ntucin"." El consejo es pues fue as como, a finales del siglo pasado. los pensadores aludidos, en la actualidad autores cannicos, fueron capaces de proponer sus per- tinentes y plurales anlisis de lo social. Aunque slo fuera por la za de las cosas, es decir, cuando nos vemos confrontados a cualquier (re) novacin social, es de swna importanca practicar cierto "dejar" terico, sin que por ello, segn seal, renunciemos al espritu o fa- vorezcamos la pereza y la fatuidad intelectual. la tradicin com- prensiva, que es la ma, se procede siempre mediante ap:o- ximativas. Esto es tanto ms importante cuando se trata del mbito de la vida corriente. Aqu, con ms razn que en otros mbitos, no te- nemos por qu preocuparnos de lo que podra ser la verdad absolu- ta. La verdad en este caso es relativa. dependiente de la situacin. Se trata de un "situacionismo" complejo, pues el observador est alavez, aunque slo sea parcialmente, integrado en la situacin concreta q,ue describe. La competencia y la apetencia van a la par, y la hermenu- 1; Yo he dedicado un libro a este prohlema: M. Malfesoli, La rrmn"imma ordina.i1l', Pars, Meridiens Khncksieck, 1985. Gf. tambin. llJ(!,'tde la. mson se....ihle, Pars, Grasset, 1996. 6 R. Nisbet, tulmdilinn.wowgiqlll'.. Pars, PUF, 1981, p. 33 A MODO DE INTRODUCCiN tica supone que "se es" de eso mismo que se describe, necesita una "cierta comunidad de perspectiva".7los etnlogos y los antroplogos han insistido ociosamente en este fenmeno, ya es hora de que lo aceptemos para las realidades que nos tocan de cerca. Pero como todo lo que nace es frgil, incierto y plagado de imper- fecciones, nuestro acercamiento ha de tener tambin estas mismas cualidades. De ah la apariencia de ligereza. Un terreno movedizo re- quiere un andar consecuente con l, por lo que no es ninguna ver- genza practicar suifsobre las olas de la soclalidad. Es; incluso, una cuestin de prudencia, que adems no deja de revelarse eficaz. Aes- te respecto, la utilizacin de la metfora es perfectamente pertnen- te, ms all de sus ttulos nobiliarios y de su uso en las producciones intelectuales de todos los periodos de efervescencia. permite las cris- talizaciones especficas que son las verdades aproximativas y momen- tneas. Se ha dicho que Beethoven sola encontrar en la calle los mo- tivos de sus ms bellos temas. El resultado es innegable.Por qu no escribir nosotros tambin nuestras partituras a partir de la misma fuente? Al igual que ocurre con la persona y sus mscaras en la teatralidad cotidiana, la socialidad es estructuralmente astuta e inasible; de ah la desazn de los universitarios. los polticos o los periodistas, al des- cubrir que est en otra parte cuando crean haberla comprendido. En una carrera casi desesperada. los ms honestos de entre ellos se deci- den entonces a cambiar subrepticiamente de teora y a producir otro sistema explicativo y completo para poder captarla de nuevo. No se- ra mejor, como ya dije, "serlo" y practicar igualmente la astucia? En vez de abordar de frente -de manera positivista o criticndolo- el da- to social que es huidizo, utilizar una tctica matizada y atacar de ma- nera indirecta. Tal es la prctica de la teologa apoftica, que no ha- bla de Dios sino por omisin. As, en vez de querer, de manera ilusoria, aprehender firmemente un objeto, explicarlo y agotarlo, es mejor contentarse con describir sus contornos, sus movimientos, sus vacilaciones, sus logros y sus diversos sobresaltos. Pero como todo se sostiene, esta astucia podr asimismo aplicarse a los distintos instru- mentos que se utilizan tradicionalmente en nuestras disciplinas y con- 7Acerca de este tema, "a certan oommunity of outlook" los remito al libro de W. Outhwalte, UJtdentanJing .fOCiallife, Londres, A1len and Unwin, 1975. EL TIEMPO DE LAS TRllIUS A MODO DE INTIlODUCCIN Se puede daruna idea del deslizamiento que est producindose en la actualidad yde la tensin que ste suscita en el esquema siguiente: Organi eaclones onmlco-polti<:all Masas t (Venus) t l contractuales tribus aittlUales (dominios cultural, productivo, lIexuaI, ideolgico) servar de ellos lo que tienen detil, ya! mismo tiempo superar su ri- gidez.A este respecto. sera bueno hacer lo que Ooffman, ?tr? marginal fue un inventor de conceptos. a veces un- lizar palabras antiguas confirindoles un nuevo o hacindo- las entrar en combinaciones originales que rompieran con la pesadez de los neologismos"." Preferir los "mnconceptos" o las nociones a las certidumbres establecidas, aun cuando esto pueda resultar cho- cante, es, a mijucio. testimonio de una actitud mental que pretende situarse lo ms cerca posible de esta desordenada marcha caracters- tica de toda vida social. OBERTIlRA SOCIAL Estroduro -w..iro (Modernidad) SOCIALIDAD F.strvdum f".OfIIpja u OfXdnicn (Posmodernidad) As queda esbozado a grandes rasgos el marco general en el que se movern las diversas consideraciones sociolgicas siguientes. El 3J,U- blente de una poca es, en consecuencia. el de una investigacin. Es- ta se extiende a lo largo de varios aos. De manera regular, sus resul- tados provisionales fueron "probados" por varios colegas y por v.l;rios jvenes investigadores tanto en Francia como en numerosas umver- sdades en el extranjero. Se basa sobre una paradoja esencial: El constante vaivn queseestablece entrela masificacincreciente y el de- sarrollo de los mUrogrupos queUamaTi "tribus". Se trata aqu de una tensin fundadora, que creo caracteriza la so- cialidad de este fin de siglo. A diferencia del proletariado o de otras clases, la masa, o el pueblo, no descansa sobre una lgica de la iden- tidad; al no tener un objetivo preciso, no es el sujeto de una historia en marcha. La metfora de la tribu permite, como tal. dar cuenta del proceso de desindividualizacin, de la saturacin de la funcin que le es inherente yde la acentuacin del papel que cada persona' est lla- mada a desempear en su seno. Se da por supuesto que, as como las masas se hallan en perpetua ebullicin, las tribus que se cristalizan en ellas no son estables y que las personas que componen estas tribus pueden cambiar de una a otra. 8 V. Hanne.-z, rJ/J. riL, p. 263. Recordemos que en griego "persona" significa ms<::ara o nadie [T.l. Es en funcin de esta doble hiptesis (deslizamiento y tensin) que, fiel a mi manera, har intervenir diversas lecturas tericas o in- vestigaciones empricas que me parezcan tiles para nuestra re- flexin." Como ya he indicado, no pretendo hacer aqu ninguna dis- criminacin al respecto, por lo que, junto con obras sociolgicas, filosficas o antropolgicas, se cita con igual derecho la novela, la poe- sa o la ancdota cotidiana. Lo esencial es poner en relieve algunas formas que, por "irreales" que puedan parecer, sean capaces de per- mitir la comprensin, en el sentido ms amplio del trmino, de esta multiplicidad de situaciones, experiencias, acciones lgicas y no lgi- cas que constituyen la socaldad. Entre las formas analizadas figura. por supuesto, la del tribalinno. en la que se centra esta obra. Dicha forma va precedida por las de la comunidad emocional, la potencia y la socialidad que la fundan, y va seguida por las del policuhuralismo y la proximica que son sus cense- Existe un aspto exoterico run aspectoesolrico en todo planteamiento. El apa- rato critico es su expresin. Con el fin de no recargar el cuerpo del texto, este apara- 1.0, en que se exponen de manera mll pormenorizada mis coeederaoonee, ha que- dado relegado al final de la obra. Estasreferencias, ademll de los elementos iIustmtivos que pretenden suministrar, pueden permitir a los lectores abundar en SUB propias in- vestigaciones. 50 EL TIEMPO DE LAS "MODO DE INTRODUCCIN 51 cuencias. Yo propongo. in fine, para aquellos interesados, un "mto- do" terico para poder guiarse por medio de lajungla inducida por el trballsmo. No cabe duda de que, en los asuntos abordados, hay una cierta monotona y tambin una cierta redundancia. y ello en funcin del objeto estudiado. Al igual que las "imgenes obsesivas" que se pueden descubrir en todaobra literaria, potica, cinematogr- fica. etctera, cada poca repite, de manera punzante. mltiples va- riaciones alrededor de algunos temas conocidos. As, en cada una de las formas abordadas. se descubren las mismas preocupaciones, sien- do solamente el ngulo de ataque el que cambia. De este modo, espe- ro poder dar cnmplidacuenta del aspecto policromtico del todo so- cal. En una notoria acusacin contra la maquinaria causal. G. Durand habla de la "teora del recital", que sera la manera ms adecuada de traducir la redundancia del relato mtico, as como de sus dobletes y de las variantes que difunde. Esta teora conviene perfectamente al "conocimiento" ordinario que elaboramos aqu y que se conforma con detectar y re-citar la eflorescencia y el abigarramiento repetitivo de un vitalismo que, de manera cclica. lucha contra la angustia de la muerte repitiendo lo mismo, Pero esta teora del recital, un tanto esttica, no est hecha para quienes creen que es posible esclarecer la accin de los hombres, y menos an para quienes, confundiendo al estudioso con el poltico, piensan que es posible actuar. Es, ms bien, una determinada forma de quietismo. que se conforma con re-conocer lo que es, 10 que suce- de. Una valoracin del primum vivere en cierta manera. Como ya be dicho. estas pginas estn forzosamente reservadas a unos hafrfrJ fe. Re-conocer la nobleza de las masas y de las tribus es patrimonio de una cierta aristocracia del espritu. Quiero precisar, no obstante, que dicha aristocracia no necesariamente est reservada a una determi- nada capa social ni a un determinado gremio, y menos an a especia- listas. Debates, coloquios y conversaciones me han enseado que se encuentra equitativamente repartida entre un gran nmero de estu- diantes, de trabajadores sociales, de hombres con decisin, de perio- 9 G. Durand. "La BeaUl.comme prsence paradtique: essai SUT les resurgences d'un ba&in smanuque'', f.'ranl.l5, vol, 53.1984, FrankfurtMain.lnsel, 1986, p. 128. So- b.-e el tema de las 'fmagenes obsesivas" utilizado antenonnente, d. C. Mauron, & 1M- 1lIp/IIJr1U obsidallzes a" Par,.]. Corti, 1962. distas. sin olvidar, por supuesto. a aquellos que son, simplemente, de cultura. Es a todos ellos a quienes me dirijo. hacindoles la indica. cn de que el presente libro no pretende ser sino una simple inicia. cn para penetrar lo que es. Si es ficcin, es decir. si va hasta el lmi- te de una cierta lgica. no "inventa" ms que lo que existe; lo que, desde luego, le prohbe proponer alguna solucin para los tiempos por venir. Por el contrario, al tratar de plantear diversas cuestiones, que pretenden ser esenciales, propone un debate en el que no tienen cabida las evasivas, las aprobaciones mediocres ni mucho menos los silencios truculentos. Hay pocas que viven en la efervescencia y que tienen necesidad de impertinencias roborativas, yo espero haber contribuido a ello. Son asimismo periodos en donde las utopas se banalizan, se realizan, _y en donde abundan los sueos despiertos. Quin dijo que estos mo- mentos soaban los siguientes? Tal vez menos como proyecciones que como ficciones hechas de retazos dispersos, de construcciones inaca- hadas, de tentativas ms o menos logradas. Conviene. por supuesto. hacer una nueva interpretacin de estos sueos cotidianos. Es sta la ambicin de este libro. Soadora sociologa! 1. lACOMUNIDAD EMOCIONAL ARGUMENTOS DE UNA INVESTIGACIN EL AURA ESTTICA Aunque adopte a veces una forma lancinante, habr que volver regu- larmente sobre el problema del individualismo, aun cuando slo fue- ra porque obnubila, de manera ms o menos pertinente, toda la re- flexin contempornea. Como tal, o bajo una forrna derivada cuando se habla de narcisismo. se halla en el centro de numerosos libros, ar- ticulas y tesis que lo abordan desde un punto de vista psicolgico, na- turalmente. pero tambin desde un punto de vista histrico, sociol- gico o poltico. Es, en cierto modo, un paso obligado para quien pretende contribuir a la construccin de un saber sobre la moderni- dad. Esto no es, en absoluto, intil. Lo que s plantea ms problemas es cuando las circunstancias hacen que el individualismo se convier- ta en el ssamo explicativo de un sinnmero de artculos periodsti- cos, discursos polticos o propuestas moralistas. stos, sin menoscabo de cualquier tipo de prudencias o de matices eruditos, difunden por ello mismo un conjunto de pensamientos convencionales y un tanto carasrroflstas sobre el ensimismamiento, sobre el fin de los grandes ideales colectivos o, entendido en su sentido ms amplio, del espacio pblico. Nos encontramos entonces confrontados a una especie de dvxa, que quiz no est destinada a durar mucho, pero que est am- pliamente aceptada y que corre el riesgo, por lo menos, de disfrazar o negar las nuevas formas sociales que se elaboran en nuestros das. Tanto, que algunas de ellas pueden tener expresiones muy vistosas, mientras que otras se mantienen completamente soterradas. El aspec- to espectacular de las primeras sirve, por otro lado, a clasificarlas en las rbricas de las extravagancias inconsecuentes que se dan regular- mente en los perodos problemticos, lo cual facilita la propensin a la pereza, caracterstica de toda doxa. No tengo la intencin de abordar aqu frontalmente el problema del individualismo, pero a menudo hablar de ello a contrario. Lo esencial es indicar, describir y analizar las configuraciones sociales que parecen sobrepasarlo; a saber, la masa indefinida, el pueblo sin [531 54 EL TIEMPO DE LAS TRIBUS LA COMUN'lDAD EMOCIONAL 55 identidad o el rrbalismo como nebulosa de pequeas entidades lo- cales. Se trata, por supuesto. de metforas que pretenden acentuar ante todo el aspecto confusional de la sodadad, siempre la figura emblemtica de Dionisia. A ttulo de ficcin, propongo hacer "como si"lacategoria que nos ha servido durante ms de dos para ana- lizar la sociedad estuviera completamente saturada. Se dice que la rea- lidad supera a menudo la ficcin, intentemos, entonces, ponemos a la altura de la primera. Tal vez haga falta mostrar, como hecho algunos novelistas, que el individuo no yala sustancaldad le haban reconocido por lo general los filosofas desde la Ilustracin. Por supuesto. se trata de una postura previa. Tal. ser, en.definitiva, la va que tomaremos, esclarecindola con anotaciones, vaciones o ancdotas, que, si bien sern mpernentes, no careceran totalmente de fundamento. El teatro de Beckett nos indica el camino al destruir la ilusin de un individuo dueo de s y de su historia. De la manera ms paroxs- tica y algo poco premonitoria, muestra la contingencia, el aspecto ef- mero de todo individualismo, a la vez que subraya la facticidad del proceso de individuacin y el hecho de que ste conduce a una pri- sin. El individualismo es un bnker obsoleto y, como tal, merece ser abandonado; esto es Jo que nos sugiere Beckett. Postura que no care- ce de originalidad roborativa dentro del consenso del pensar moder- no prefabricado; postura que debi escapar a muchos de sus segui- dores, pero que no deja de hallarse en perfecta congruencia con aquel antiguo saber que hace de cada individuo el simple punctumde una cadena ininterrumpida, o que incluso se le atribuye una multi- plicidad de facetas que hacen de cada quien un microcosmos, crista- lizacin y expresin del macrocosmos general. Reconocemos aqu la idea de persona, de la-mscara que puede ser cambiante y que, sobre todo, se integra en una variedad de escenas, de situaciones que slo tienen valor por ser representadas frente a otros. La multiplicidad del yo y el ambiente comunitario que induce ser- virn de teln de fondo para nuestra reflexin. He propuesto llamar- le a esto el "paradigma esttico", en el sentido de experimentar o de sentir en comn. En efecto, mientras que la lgica individualista des- cansa sobre una identidad separada y encerrada en s mismala per- sona no tiene valor ms que por su relacin con los derns. Haciendo la sociologa de algunos autores modernos (W. Faulkner, T. Mann), Gilbert Durand habla a este respecto de una "potencia de mperso- nalidad" que slo permite existir en "la mente de los dems'"! Tal perspectiva nos obliga a superar la clsica dicotoma entre el sujeto y el objeto que sirve de fundamento a toda la filosofa burguesa. El acento no est puesto sobre lo que une, sino en lo que separa. Tam- poco en la historia que constru contractualmente asociada con otros individuos racionales, sino en un mito en el que participo. Los h- roes.Ios santos o lasfiguras emblemticas pueden existir, pero son en cierto modo ideales-tipo, "formas" vacas, matrices que permiten a ca- da quien reconocerse como tal y comulgar con los dems. Dionisia. Donjuan, el santo cristiano o e! hroe griego; se podran desgranar hasta el infinito las figuras mticas y los tipos sociales que permiten una "esttica" comn y sirven de receptculo a la expresin del "no- sotros". La multiplicidad de tal o cual emblema favorece infaliblemen- te la emergencia de un fuerte sentimiento colectivo. Esto es algo que vio bastante bien P. Brown al analizar el culto de los santos- en la An- tigedad tardta.t Al crear una cadena de intermediarios. este culto permiti desembocar en Dios. La persona desmembrada y esas nudo- sidades especficas que son los santos: tales son los elementos que for- man la deidad y el colectivo ec1esistico que le sirve de vector. Se puede aplicar este anlisis a nuestro asunto: hay momentos en los que lo "divino" social toma cuerpo por medio de una emocin co- lectiva que se reconoce en tal o cual tipificacin. El proletariado, el burgus pudieron ser "sujetos histricos" que tenan una tarea por realizar. Tal o cual genio terico, artstico o poltico pudo entregar un mensaje cuyo contenido indicara la direccin que haba que se- guir. Tanto unos como otros no pasaban de ser entidades abstractas e inaccesibles que proponan un objetivo. Por lo contrario, el tipo m- tico tiene una simple funcin de agregacin; es puro "continente". No hace sino expresar. durante un momento determinado, e! genio colectivo. Tal es, pues. la diferencia que se puede establecer entre los periodos abstractos o racionales y los periodos "emptcoe". Los pri- meros descansan sobre el principio de individuacin, de separacin, 1 Cf. G. Dursnd, "Le reeour des immortel", tnnpsde ltJr;fo:ion. Paris. Ceimard, 1982. pp. 207. 219. Sobre el "paradigma esttico", d. mi libro, Au t:ml.ll' des (1990). Pars, Le Livre de Peche, 1995, cf. igualmente T. Adorno, NoIes nP'" faliItrtII-. Pans, Flammarion, 1984, p. 210, sobre el bnker del indWiduaHsmo. i P. Brown. /.1. culIe rkJsairns, Pans, Cerf 1984. p. 72. 56 EL TIEMPO DE lAS TRIBUS LA COI.fUNIDAD EMOCIONAL 57 mientras que, por el contrario, los segundos estn dominados por la indiferenciacin, la dentro de un sujeto colectivo, eso que yo llamar el neotribalisnlO. .' . Son numerosos los ejemplos de nuestra Vida cotidiana que pueden ilustrar el ambiente emocional secretado por el desarrollo tribal; se puede incluso notar tales dejado de s?rprender, pues yaforman parte integrante del paIsaje urbano. Las .apa- riencias punk, kiki, paninan, que expresan claramente la uniformidad y la conformidad de los grupos, son como tantas muestras de espec- tculo permanente que ofrecen las megalpolis contemporneas. Conjuntamente a la tendencia a la urientaliuuin de la existencia puede ser observada en las cudades occidentales, se puede relaco- nar con el anlisis que hace Angustio Berque de las relaciones de "simpata" entre el yo y el prjimo enjapn. Debilidad de distincin, e incluso indistincin entre el s y el prjimo, entre el sujeto y el ob- jeto, he aqu algo que se presta a la reflexin. La idea de la extensibi- lidad del yo (vun ego relativo y extensible") puede ser uno de los ti- les metodolgicos ms pertinentes para la comprensin del mundo contemporaneo. No vale la pena evocar la fascinacin que ejerce hoy el japn, ni incluso referirse a su gran rendimiento econmico y tecnolgico a la hora de proclamar el hecho de que, si la distinn es tal vez una nocin que se aplica a la modernidad, dicha nocin es, en cambio, completamente inadecuada describir las diver- sas formas de agregacin social que surgen. Estas poseen contornos indefinidos: el sexo, la apariencia, los modos de vida y hasta la ideo- loga se ven cada vez ms a menudo calificados en trminos (rtrans....., "meta... ") que sobrepasan la lgica de la identidad y de lo binario. En pocas palabras, al prestar a estos trminos su acep-- cin ms fuerte, se puede afirmar que asistimos tendencalmente a la sustitucin de un social racionalizado por una socialidad de pre- domino emptico. sta la encontramos expresada en una sucesin de ambientes, de sentimientos, de emociones. Es, por ejemplo, interesante notar que A. Berque. li>spaa allJapo", Pars, PUF, 1982, p. 54. Se encontrar un ejem- plo del uniforme en F.vaente, "Les Paninart", en So;lif, Pars, Masson, nm. 10, sep- tiembre de 1986. Sobre la "orientalizacin", d. P. Le Quau, La l.entalm brruMAi.lh', Pa- rs, DDB. 1998. lo que late en la nocin de Stimmung (atmsfera), tan caracterstica del romanticismo alemn, sirve cada vez ms, por una parte, para des- cribir las relaciones existentes en el interior de los microgrupos so- ciales, y, por otra, para especificar la manera como estos grupos se si- tan en su entorno espacial (ecologa, hbitat, barrio). Asimismo, la utilizacin constante del trmino inglsIeelingen el marco de las re- laciones Interpersonals merece particular atencin; servir de crite- rio para medir la calidad de los intercambios y para decidir acerca de su prosecucin o del grado de su profundizacin. Ahora bien, si nos referimos a un modelo de organizacin racional. qu cosa hay ms inestable que el sentimiento? De hecho, parece necesario operar un cambio en nuestra manera de apreciar los reagrupamenros sociales. A este respecto, se puede utilizar con provecho el anlisis socohistrico que hace M. Weber_a propsito de la "comunidad emocional" (Gemeinde). El autor precisa que se trata de una "categora", es decir, de algo que nunca ha existi- do como tal pero que puede servir. de revelador de situaciones pre- sentes. Las grandes caractersticas atribuidas a: estas comunidades emocionales son su aspecto efmero, la "composicin cambiante", la inscripcin local, la "ausencia de organizacin" y la estructura coti- diana (Veralltiiglit:hung). Weber muestra igualmente que, con distin- tas apelaciones, estos reagrupamientos se encuentran en todas lasre- ligiones y, en general, aliado de las rigideces institucionales} Es la eterna historia del huevo y la gallina: resulta dificil establecer una an- terioridad, pero de su anlisis se desprende precisamente que del la- zo entre la emocin compartida y la comunalizacin abierta se susci- ta esta multiplicidad de grupos que llegan a constituir una forma de 1<1.7;0 social al final de cuentas muy slido. Se trata aqu de una modu- ladn que, cual un hilo rejo" que recorriera el cuerpo social, no es por ello menos permanente. Permanencia e inestabilidad son los dos polos alrededor de los cuales se arcular.Jo emocional. Conviene precisar desde un principio que la emocin de la cual aqu se trata no puede asimilarse a ningn tipo de pathos. Me parece 4 M. Weber. Itamum;, d JtKiiIi. Pars, Plan, 1971. por ejemplo, pp. 475-478. Melfora que hace alusin al hilo rojo que se amarra a las cuerdas usadas por 1011 marinos. el cual significa en esto" caso, el hilo conductor que permite guiarse en lasba-- quedas dificiles, y llegar finalmente a lo profundo de la idea que se estesbolalldo [f.]. 58 EL TIEMPO DE LAS TKIRUS LA COMUNIDAD EMOCIONAl 59 errneo interpretar los valores dionisiacos a los que esta rem- tka como si fueran la manifestacin suprema de un acuwsmo colec- tivo propio del fue la marcha comn hada el Espritu. luego hacia el domnto concertado de la y sarrollo tecnolgico y, por ltimo, tendramos !a coordinada de los afectos sociales. Esta perspectiva es demasiado fi- nalizada o dialctica. No cabe duda de que algunas realizaciones co- mo el "paradigma" constimido por el Club Mediterrane,' militan en este sentido. Pero nuestro anlisis debe estar atento al hecho de que lo que predomina de manera masiva en la actitud grupal el desgas- te el azar, la desindividualizacin. aquello que no perrrute ver en la comunidad emocional una nueva etapa de la pattica y lineal marcha histrica de la humanidad.Las conversaciones con el filsofo italia- no Mario Pernlola, atrajeron mi atencin sobre este punto." Y pro- longando, desde un punto de vista sociolgico, sus trabajos, yo dira que la esttica del "nosotros" es una mezcla de y de ga puntual. De manera paradjica, encon.tramos aq?J un desdn hacia toda actitud proyectva y una Innegable Intensidad en el acto mismo. Es lo que caracteriza la potencia impersonal de la proxmica. .' A su manera, Durkheim hizo tambin hincapi en este hecho. y SI, como acostumbraba, se muestra bastante prudente, no por ello deja de hablar de la "naturaleza social de los sentimientos" y de destacar con fuerza su eficacia. "Nos indignamos en comn", escribe, ysudes- cripcin evoca claramente la proximidad del barrio y su misteriosa "fuerza atractiva", que hace que algo tome cuerpo. Es en este marco en donde se expresa la pasin. donde se elaboran las creencias comu- nes o, simplemente, se busca la compaa "de los que piensan ydelos quesientenCOI1Wnosotros". 6 Estas observaciones, por triviales que parez- can, pueden aplicarse a mltiples objetos, y sobre el aspecto insuperable del substrato cotidiano. Este Sirve de matnz, a Club Mediterrane es uno de 105primeros clubes tursticos que nveruaron Ios via- jes organizados, en donde se proponen mliltiples actividades en gmpo tipo cultu- ral. tambin es considerado una asocacn de encuentros. En la actualidad ha,..cen- tros de recepcin en casi todo el mundo sobre todo en jos lugares paradisaco, fr. l 5 M. Pemicla, Transiti, Bolonia, Capela. 1985. 6 t. Durkheim, fh 14 divi.rion dutmvailsocial,Para, Alean, 1926. p. 70.El subrayado es mo. partir de la cual se cristalizan todas las representaciones: intercambio de sentimientos, tertulias de caf, creencias populares. visiones del mundo y dems parloteos sin consistencia que constituyen la solidez de la comunidad de destino. Ya que, contrariamente a lo que hasta hace JXKo era apropiado admitir, podemos ahora concordar que la razn ocupa muy poco sitio en la elaboracin y en la divulgacin de las opiniones. La difusin de stas. ya sea que se trate de los primeros cristianos o de los obreros socialistas del siglo XIX, le debe mucho ms a mecanismos de contagio del sentimiento o de la emocin vividos en comn. Ya sea dentro del marco de una red de pequeas clulas sociales. yasea por medio del cabaret, caro a sus asiduos. la emocin colectiva es algo encarnado, algo que se desarrolla en el conjunto de facetas de aquello que el sabio Montaigne llam la hommerie, es decir. esa mezcla de grandezas y bajezas. de ideas generosas y pensamien- tos mezquinos, de idealismo y arraigo mundano; en suma, el hombre. Lo que no impide que sea precisamente esto lo que garantiza una forma de solidaridad, una forma de continuidad por medio de las his- torias humanas. Anteriormente habl de comunidad de destino; pues bien. sta puede a vecesexpresarse en el marco de un proyecto racio- nal o poltico, mientras que otras veces sigue, al contrario. la va ms borrosa con un trazado mucho ms indefinido de la sensibilidad co- lectiva. En este caso se hace especal hincapi en el aspectO conuso- nal del grupo pequeo. ste, por concatenacin con otros grupos. garantiza el perdurar de la especie. En el primer caso, esto produce 10que Halbwachs llama la 'vista desde fuera", que es la historia; men- tras que en el segundo, por el contrario. se elabora. "vista desde den- tro", una memoria colectiva." Siguiendo con la paradoja. la sensibilidad colectiva.-! por una parte. est ligada al espado prximo; mientras que por la otra trasciende al mismo grupo y lo sita en un "linaje" que se puede entender ya sea stricto sensu; ya sea en una perspectiva imaginaria. De todas maneras, ' sea cual fuere el nombre que se le d (emocin, sentimiento, mitolo- ga o ideologa), sta, al superar la atomizacin individual, crea las condiciones de posibilidad de una especie de aura que va a espec- rar tal o cual poca: as tenemos el aura teolgica de la Edad 7 M. Halbwachs, La ftIinIom rolkctive, Paris, PIW. 1968. p. 78, sobre la ideologa tr.uu- individual. d. igualmente]. Freund, du cunj/il, Paris, PUF. 1985, p. 204. 60 EL TIEMPO DE LA.S TRiBUS LA COMUNIDAD EMOCIONAL 61 el aum poltica del siglo XVIII o el aum progresista del siglo XIX; inclu- so es posible que estemos asistiendo a la elaboracin de un auul este- tica, en la que se encontrarn, en proporciones diversas, elementos que remiten a la pulsin comunitaria. a lapropensin mstica o a una perspectiva ecolgica. A pesar de lo que pueda parecer, existe una s- lida relacin entre trminos tan distintos. Cada uno, a su manera da cuenta de la organlcidad de las cosas, de ese glutinum mundique ha ce que, pese a (o a causa de) la diversidad. el conjunto tome cuerpo Esta solidaridad orgnica no deja de expresarse de mltiples ma- neras, y es ciertamente en este sentido que hay que interpretar el fe- surgimiento del ocultismo. de los cultos slncrticos y, de manera ms comn, la importancia que se le concede a lo espiritual o a la astro.. loga. Esta ltima en particular, no es practicada ya nicamente P';I seoritas soadoras. Numerosas investigaciones en curso dan fe de SIl doble inscripcin cultural y natural. Gilbert Durand muestra, a este respecto, que la astrologa centrada en el individuo es de origen re- ciente, toda vez que la astrologa clsica tena "como primera meta el destino delgrupo, de la ciudad terrenal". 8 La astrologa se inscribe en una perspectiva ecolgica figurada por las "casas" que predisponen a cada uno a vivir en un entorno natural y social. Sin desarrollar a fon- do esta cuestin, se puede afirmar que participa claramente del aura esttica (aisthesis) que se cimienta sobre la unin, por ms precisa que sta sea, entre el macrocosmos y los microcosmos, y entre cada uno de stos a su vez. Lo que nos puede ensear este ejemplo, as como otros ligados a l, es que son stos los reveladores del clima holstico subyacente al resurgimiento del soldarsmo o de la organicidad de todas las cosas. As, contrariamente a la connotacin que se le suele atribuir con demasiada frecuencia, la emocin o la sensibilidad deben considerar- se en cierto modo como una mezcla de objetividad y de En mi reflexin sobre "la importancia de la proxmica" (cf. captu- 5 G. Durand, Lao dI( romm","'-, Pars, Denol, 1983, p. 222, cf igualmente la te- sis en cuno sobre la astrolcgta de E. 'Ieisaier; CEAQ-Pars V. Lastnveatjgacionea del Centro de estudios sobre el actual y el cotidiano (CEAQ), Pars V, pueden ser consul- tadas en: <www.univ-Pars5.fr/(CEAQoCEAQ)@univ-Paris5.fr>. Se podra ha- blar asimismo de "transmigracin" de las almas en la cbala, que se inscribe en la pers- pectiva holstica aqu desarrollada. A este respe<:lo cr. G. Scholem, fJ/1. l., pp- 215 Y 25355. lo 6), propongo calificar esto de espiritualidad materialista. Es una expresin un tanto gtica, que remite a esa que A. Berque, a prop- sito de la eficacia del medio, llama la relacin "trayectva" (subjetiva y objetiva). Ya es hora, en efecto, de observar que la lgica binaria de la sepamdn que ha prevalecido en todos Jos mbitos no puede seguir aplicndose como tal. El alma y el cuerpo, el espritu yla materia, lo imaginario yla economa, la ideologa yla produccin -la lista podra seguir alargndose- ya no se oponen de manera estricta. De hecho, estas entidades, junto con las minsculas situaciones concretas que representan, se conjugan para producir una vida cotidiana que se es-- capa cada vez ms a la taxonoma simplificadora a la cual nos haba acostumbrado cierto positivismo reductor. Su sinergia produce una sociedad compleja que merece a su vez un anlisis complejo. "Lo mul- tdmensonal y lo inseparable", por utilizar una expresin de Morn," nos introducen en una "espiral" sin fin que va a tomar obsoleta la tranquila y muy aburrida contabilidad de los notarios del saber. Es en funcin de las precauciones y de las precisiones aportadas que se le puede atribuir a la metfora de la sensibilidad o de la emo- cin colectiva una funcin de conocimiento. Es un instrumento me- todolgico que nos introduce en el corazn de la organicidad carac- terstica de lasciudades contemporneas. Esas como cobra todo su sentido el siguiente aplogo: "Imagnense por un instante que el Pa- dre eterno quisiera llevarse al cielo una casa de Npoies. Para su gran asombro, descubrira cmo, poco a poco, todas las casas de Npoles, como si se tratara de una nica y gran construccin, se vendran aba- jo detrs de la primera, una tras otra: casas, cuerdas de tender, can- ciones de mujeres y gritos de chquilosr.!" Es sta la emocin que ci- mienta un conjunto. ste puede estar compuesto de una pluralidad de elementos: siempre hay un ambiente especfico que los toma so- lidarios entre s. Dicha experiencia es vivida ante todo como tal, as-- pecto ste que conviene que el estudioso tenga bien presente. Resu- 9A Berque, "orean mediance", coloquio The r.onditiuns 1I00uisiutuof KomJ &ber.uming1In aJvanad wunlrJ, Sel, septiembre 1986. Conviene remitir aqu de nuevo al notable anlisis de E. Morin, el cual deberla inquietar a 101 ms honetlOl de sus detractores: La mitJwde J, 1lIcoonaWalla!de la RmntJWana/I, Par, Seuil, 1986; p. bre "la nocin de enmedio", cf.j.-F. Bemard-Becbaries, Rnllle 1980/1, cuaderno BO. 10 Citada por A. Medan, Auana tk Naples. Pars. ed. des Auues, 1979, p. 202. 62 EL TIEMPO DE LAS TRIBUS L" COMUNID"D EMOCION"L mlendo, se puede decir que-lo-que caracteriza a la esttica del senti- miento no es en modo alguno una experiencia individualista o "inte- rior", sino. por el contrario, algo qne, por su misma esencia, es aper- tura a los dems. al Otro. Apertura que connota el espado, lo local. la proxmica donde sejuega el destino comn. Es lo que permite es- tablecer un vinculo estrecho entre la matriz o el aura esttica y la ex- periencia tica. ., LA EXPERIENCIA TICo'\: Ya he sealado, sobre todo al hablar del inmoralismo tico, que es- te trmino no tiene nada que ver con ningn tipo de moralisrno, tan estimado en nuestros tiempos. Volver ulteriormente sobre esta cues- tin. No obstante, en suma, preciso que a una moral demasiado pe- sada y abstracta, opondra una tica que mana de un grupo determl- nado yque es fundamentalmente emptica (Einfhlung) , proxmica. La historia puede promover una moral (una poltica), mientras que el espacio puede favorecer, por su parte, una esttica y secretar una tica. Ya hemos visto cmo la comunidad emocional es inestable, abier- ta, lo que puede tornarla en numerosos puntos anmica respecto a la moral establecida. Al mismo tiempo, no deja de suscitar un estric- to conformismo entre sus propios miembros. Existe una "moral del hampa", a la que resulta bastante dificil sustraerse. Se conocen sus as- pectos paroxsticos: la mafia, las organizaciones criminales; pero se olvida con mucha frecuencia que un consenso parecido reina en el mundo de los negocios, en el medio intelectual y que uno podra, a placer, multiplicar los ejemplos. Obviamente, en estos diferentes me- dios, como el grado de pertenencia se halla diferenciado, la fidelidad para con las reglas del grupo, a menudo no dichas, est de por s su- jeta a mltiples variaciones. Sea como fuere, es importante, de mane- ra no normativa, apreciar sus efectos, su fuerza compulsiva y tambin, tal vez, su dimensin prospecva. En efecto, a partir de la doxa indi- vidualista de que he hablado antes, la persistencia de un etbos de gru- po aparece muy a menudqconsiderada un arcasmo en vas de extin- cin. Parecera que en la actualidad estuviera producindose una evolucin al respecto. As, desde pequeos agrupamientos producLi- vos, cuyo emblema sera el Silicon Valley, hasta eso que yo llamo, el "grupsmo" en el seno de la empreeajaponesa, nos percatamos de que la tendencia comunitaria puede correr a la par con la alta operativi- dad tecnolgica o econmica. Tomando buena nota de diversos estu- dios a este respecto, A Berque puntualiza que "el grupismo se dife.. rencia del gregarismo por el hecho de que cada uno de los miembros del grupo, conscientemente o no, se esfuerza ante todo por servir al inters del grupo en vez de buscar simplemente refugio en l".1l El trmino "grupsmo", aunque no resulte particularmente eufnico en francs, posee empero el mrito de poner en relieve esa fuerza del proceso de identificacin que permite la solicitud que conforta lo que es comn a lodos. Tal vez sea prematuro extrapolar la significacin de algunos ejem- plos an aislados o de una situacin particular, como la de Japn; que si no valen ms, tampoco valen menos que aquellos otros ejemplos que privilegian el narcisismo contemporneo y que, adems. se cen- tran en la esfera de la economa. fetiche preferido, al menos an en nuestros das, de la ideologa dominante. Por mi parte, veo en ellos una ilustracin ms del holsmo que se dibuja ante nuestros ojos: for- zando las puertas de la privacy, el sentimiento toma lugar, o en cier- tos pases conforta su presencia en el espacio pblico, produciendo a.s, una forma de solidaridad que ya no se puede ignorar. Por supues- to, es necesario recalcar que sta, ms el desarrollo tecnolgico, in- vade de nuevo la forma comunitaria que se crea superada. Podemos interrogamos acerca de la comunidad, de la nostalgia que le sirve de fundamento o de las utilizaciones polticas que se pu- dieron hacer de ella. Por mi parte, vuelvo a repetir que se trata de una "forma" en el sentido que he dado antes a este trmno.tt Que sta haya o no existido en tanto tal importa poco, basta que a manera de teln de fondo esta idea permita hacer resaltar tal o cual realizacin social. que puede ser imperfecta. e incluso puntual, pero que no por II A. VrIITt fJujapon, Pars, PUf. 1982, pp- 167 Y169. En el momento de terminarse este libro. acaba de un anlisis agudo y desenmchecedcn j-L, Nancy, La ct1IIIlIIUPUJult Parll, C. Bourgoit, 1986: too el "fonnismo M , vase mi libro, M. Mafi'esoli, La ronnoUsanaorrlinainJ. Paria, Klinck- sieck, 1985. Sobre el tribalilmo y la tecnologa, cf.la te!lil de F. CasaJegno, lis, Pars V,junio 2000. EL TIEMpO DE LAS TRIBUS LA COMUNIDAD EMOCIOfolAL 65 ello deja de expresar la cristalizacin particular de sentimientos munes. Desde esta perspectiva "formista", la comunidad se caracten- zar menos por un proyecto (pro-frctum) orientado hacia el futuro que por la realizacin in aau de la pulsn del estarjuntos. Haciendo re- ferencia a expresiones de la vida cotidiana como darse calor, codear- se, rozarse, pueden ser stas, tal vez. el fundamento ms simple de la tica comunitaria. Algunos psiclogos han subrayado que existe una tendencia gliscom6rftca en las relaciones humanas. Sin pretender pro- nunciar ningnjuicio. me parece que es esta viscosidad lo que se ex- presa en el estarjuntos comunitario. De esta manera. e insisto en ello para evitar toda desviacin moralizante, por la fuerza de las cosas. por- que existe la proximidad (promiscuidad), es porque se comparte un mismo territorio (sea real o simblico). vemos nacer la idea comunta- ria y la tica que es su corolario. Recordemos que este ideal comunitario se encuentra en la ideolo- ga populista y. ms tarde, en la anarquista, cuya base es precisamen- te el agrupamiento proxmico. Para estos ltimos, y en particular pa- ra los rusos Bakunin y Herzen, la comunidad aldeana (obscinao miT) constituye la base misma del socialismo en marcha. Completada por las asociaciones de artesanos (artels) , prepara una civilizacin funda- da sobre el solldarsmo." El inters de esta visin romntica supera la habitual dicotoma propia del burguesismo del momento, tanto en su versin capitalista como en la marxista. En efecto, el devenir hu- mano aparece considerado como un todo. Es esto lo que presta a la obscina su aspecto prospectivo. Notemos, asimismo, que esta forma so- cial pudo. con razn, parangonarse con el furierismo y, ms en con- creto. con el falansterio. F. Ventur, en su libro ya clsico sobre el po- pulismo ruso del siglo XIX, no deja de hacer este acercamiento. Yo cosa que atae ms de cerca a nuestro asunto, seala la conexin que exis- te entre estas formas sociales y la bsqueda "de una moralidad dife- rente". Lo hace, empero, no sin mostrar algunas reticencias: para l, sobre todo en lo que se refiere al falansterio, esta bsqueda pertene- ce ms bien al gnero de las "rarezas". 14 Pero lo que no vio el estima- 13 Vase el notable y erudito anlisis en esto" sentido de B. Souvarine. Staline, Aper- fU hu/oriqrl' dll boklumil11U<, Pars. G. Lebovid. 1985, p. 44. 14 F. Venturi, Le., inli1lnilw/." /l<JIt't.pbn In rhJolutm, Pam. Gallimard, 1972,p. 230. cf tambin el notable libro de P. Tacussel, aWI'1es Frtllrin; lejm de, pns.itms, Pars, Ollll,2000. ble historiador italiano, es que ms all de su aparente funcionalidad, todo conjunto social posee un fuerte contenido de sentimientos vivi- dos en comn. Yson stos los que suscitan esta bsqueda de una "mo- ralidad diferente" que yo he preferido llamar aqu experiencia tica. Para retomar la oposicin clsica, se puede decir que la sociedad se halla orientada hacia la historia que est por hacerse, mientras que la comunidad agota su energa en su propia creacin (o, eventual- mente, recreacin). Es esto lo que permite establecer un nexo entre la tica comunitaria y la solidaridad. Uno de los aspectos particular- mente llamativos de este nexo es el desarrollo del ritual. Como se sa- be. ste no est, propiamente hablando, finalizado, es decir, orienta- do hacia una meta; es, por el contrario. repetitivo y, por ello mismo, tranquilizador. Su nica funcin consiste en confortar el sentimien- to que tiene de s mismo un grupo dado. Esbastante ilustrativo, a es- te respecto. el ejemplo de las fiestas "corrobor" que ofrece Durk- heim. El ritual proclama el retomo de lo mismo. Ms concretamente, por medio de la multiplicidad de los gestos rutinarios o cotidianos, el ritual recuerda a la comunidad que "toma cuerpo". Esintil verbali- zarlo, pero sirve de anamnesis de la solidaridad y, como indica L.-Y. Thomas, "implica la movilizacin de la comunidad". Como he dicho un poco antes, la comunidad "agota" su energa en su propia crea- cin. El ritual, por su repetitividad, es el indicio ms seguro de este agotamiento, pero por ello mismo asegura el perdurar del grupo. Es- ta paradoja la ha visto bastante bien el antroplogo de la muerte a propsito del ritual funerario, el cual sita en un puesto de honor el "ideal comunitario, que reconcilia(ria) al hombre con la muerte, y con lavida".!!> Como lo explicar ms adelante, hay pocas en donde la comunidad de destino se experimenta con particular acuidad, sien- do entonces cuando, por condensacin progresiva, se dirige la aten- cin a lo que une. Unin pura, en cierto modo, sin contenido preci- so; y unin para afrontar juntos, de manera casi animal, la presencia de la muerte, la presencia en la muerte. la historia, la poltica y la moralia superan en el drama (dmmein), que evoluciona en funcin de L.-Y.Thomaa, .. b Pars, Fayanl. 1985, pp. 16y 277. Se puede notar igual- mente que J.-L Nancy, op. cil., pp. 42 S!I., establece una aproximacin entre comuni-- dad y muerte. Sobre el aspecto dclico y trgico del ritual, remito a mi libro, M. Maffe- sol, Lo conquit.e pri.wIl. PaJis, IlIlB, 1998. 6Q El TIEMPO PE.u.S TRIBUS l.A COMUNIDAD EMOCIONAl. 67 los problemas que se plaruean.v tambin los resuelve. o intenta re- solverlos. El destino, la esttica y la tica, en cambio, la agotan en un trgroque se apoya en el instante eterno ysecreta por ello mismo una solidaridad que le es propia. Vivir la propia muerte cotidiana podra. e! resultado un timiento colectivo que ocupa un lugar privilegiado en la VidaSOCial. Es esta sensibilidad comn la que favorece un ethos centrado en la proximidad; es decir, hablando con ms sencillez. una manera de ser que puede ser alternativa tanto en lo que atae a la produccin como al reparto de los bienes (econmicos o simblicos). En su anlisis de las muchedumbres, a veces algo somero pero lleno de apreciaciones brillantes. G. Le Bao seala que "las reglas derivadas de la equidad te- rica pura no pueden conducir" las muchedumbres. ya que general- mente la impresinjuega un papel no desdeable.!" Lo que equivale a decir que lajusticia misma est subordinada a la experiencia cerca- na. y que lajusticia abstracta y eterna est relativizada por el sentimien- to (sea ste de odio o de amor) vivido en un territorio dado. Son nu- merosos los sucesos, ya hablen de atrocidad o de generosidad, que ilustran esta temtica general. El comerciante. fundamentalmente ra- cista, proteger al rabe de la esquina, mientras que determinado pe- queo burgus preocupado por la "segundad ciudadana" no denun- ciar al raterillo del barrio. y as sucesivamente. La ley del silencio no es solamente una especialidad de la mafia, y esto los policas de tal o cual pueblo o barrio lo saben de sobra. Ahora bien, el denominador comn de estas actitudes (que mereceran un desarrollo especfico) es precisamente la solidaridad surgida de un sentimiento compartido. Ensanchando un poco el territorio, encontramos, gracias a los me- dios de comunicacin, reacciones similares en la escala de la "aldea global". No es una ley dejusticia abstracta la que favorece el desarro- llo de los hogares de asistencia alimentaria para necesitados, o de que un grupo de amigos se hagan cargo de los desempleados, o de otras manifestaciones caritativas. Se puede incluso decir que, desde una perspectiva lineal y racional de lajusticia, estos ejemplos son un tan- to anacrnicos, por no decir reaccionarios. Estas reacciones, de ca- rcter artesanal y puntual, que no abordan el fondo del problema, pueden servir de fcil coartada y reducirse a la pobre funcin de pa- 16C. Le Bon, <k5fo"h... Pars, Retz, p..f.A. Akoun, 1975, p. 42. Iatvos. Esto es sin duda cierto-pero no por ello deja de funcionar y de movilizar las emociones colecvas. Podemos cuestionamos sobre la significacin o la recuperacin poltica de estas manifestaciones, como tambin podemos, y ello es el objeto de estas observaciones, destacar por una parte, que yano se espera que sea nicamente el Es- lado quien se encargue de ciertos problemas cuyos efectos sentimos palpablemente en nuestra proximidad, y por la otra, que la sinergia de estas acciones, por mediacin de la imagen televisiva, puede tener un resultado nada desdeable. Tanto en uno como en otro caso, es- tos ejemplos -que yo veo muy cercanos o es quiz la realidad lejana acercada por la imagen- resuenan con fuerza en cada uno de noso- tros, constituyendo as una emocin colectiva. Se trata de un meca- nismo que dista mucho de ser secundario, y encontramos aqu de nuevo la idea holstica (global) que gua nuestro propsito; Ia sensi- bilidad comn que se halla en la base de los ejemplos aducidos pro- viene del hecho de que participamos, o correspondenws, en el sentido amplio y tal vez algomstico de estos trminos, en un ethos comn. Para formular una sociolgica, yo dira, como un leitmotiv, que lo que se privilegia no es tanto aquello a lo que cada quien 11a a adhe- rirvoluntariamente (perspectiva contractual y mecnica) sino lo que es emocionalmente comn a todos (perspectiva sensible y orgnica). Es esto la experiencia tica que haba sido descartada por la racio- nalizacin de la existencia. Yesto es tambin lo que traduce el resur- gimiento del orden moral de manera bastante falsa, pues pretende racionalizar y universalizar reacciones o situaciones precisas. y pre- sentarlas como nuevos apriorismos, mientras que lo que constituye realmente su fuerza es el hecho de hallarse completamente ligadas a una sensibilidad local. y es slo a posreror que se encadenan for- mando un efecto de estructura global. El ideal comunitario del ba- rrio o del pueblo acta ms por contaminacin sobre el imaginario colectivo que por persuasin sobre una razn social. Tomando pres- tado un trmino empleado por Walter Benjamn en su reflexin so- bre la obra de arte, yo dira que nos hallamos en presencia de un au- raespecfica, que, en un movimiento defeedback (retroalimentacin), surge del cuerpo social y regresa a ste, determinndolo. Lo cual re- sumira de la manera siguiente: la sensibilidadcolectiva proveniente dela forma esttka desemboca en una mlacin tica: Es conveniente insistir en ello, aun cuando slo fuera para relati- vizar los ucases positivistas que quieren ver en el imaginario colectivo 68 EL TIEMPO DE LAS TRIBUS l.A COMUNIDAD EMOCIONAL 69 a una cortesana de lujo que se puede despedir en tiempos de crisis. De hecho, se puede decir que stos adoptan las formas ms diversas; a veces se manifiestan de manera macroscpica informando los gran- des movimientos de masa, las distintas cruzadas, las revueltas espec- ficas o las revoluciones polticas y econmicas. A veces, por el contra- rio, se cristalizan de manera microscpica inigando profundamente lavdade una multiplicidad de grupos sociales. Otras veces, en fin, se da una continuacin entre este ltimo proceso (esotrico) y las ma- nifestaciones generales (exotricas) indicadas en primer lugar. Sea como fuere, se nara caramente de un aura cuyo orbe. ms o menos extendido, sirve de matriz a esa realidad siempre y continuamente sorprendente que es la socialidad. Es desde esta perspectiva que hay que apreciar el ethos de la co- munidad. Lo que llamo aqu aura nos evita pronunciamos sobre su existencia o su no existencia. Resulta que todo funciona "como si" ella existiera. Es en este sentido que hayque entender el ideal-tipo de la "comunidad emocional" (M. Weber), la categora "orgistco-exta- tica" (K. Mannheim) o aquello que he llamado la forma dionisfaca. Cada uno de estos ejemplos caricaturiza, en el sentido llano del tr- mino, esta salida de s mismo, x-tasis, que se halla en la lgica del ac- to social.'? Resulta que dicho "xtasis" es mucho ms eficaz cuando atae a grupos pequeos, volvindose por este hecho ms percepti- ble para el observador social. Es para dar cuenta de este conjunto complejo que propongo emplear, de manera metafrica, los trmi- nos de "tribu" o de "trballsmo". Sin acompaarlos cada vez de comi- llas, pretendo de este modo insistir en el aspecto "cohesivo" del com- partir sentimental de valores, lugares o ideales, que estn a su vez completamente circunscritos (iocalismo) y que encontramos, bajo modulaciones diversas, en numerosas experiencias sociales, Es este constante vaivn entre lo esttico (espacial) y lo dinmico (devenir), lo anecdtico y lo ontolgico, lo ordinario y lo antropolgico, lo que 17 Pese a lo que pueda parecer a ciertas mentes apresuradas, la temtica orgistico- exttica es una constante en la tradicin sociolgica; podernos sealar a M. Weber, &rr "omien .lOCiil, op. cil., p. 565, K. Mannbem. fdio/.ogU! tt >ltopie, Paris, Rivire. 1956. p. 154, y. por supuesto. hay que citar a Durl<.heim, f,nflrmu'l 8immtariTt.\ tk id vito ndp... .w, Pars. PUF, 1968. Remito igualmente a mi pequeo ensayo sinttico. L'omJJrttkDUm,.. sos, I'f)nlribltliun ""t.roriolip rk l'orgie, Pars, Le Livre de Peche, 1991. convierte al anlisis de la sensibilidad colectiva en un insuumentode primer orden, Para ilustrar esta observacin epistemolgica, me limi- tar a dar un solo ejemplo, aquel del pueblojudo. Sin poder, ni querer hacer de ste un anlisis especfico, yconten- tndome con mencionarlo a modo de pista de investigacin, se pue. de afirmar que este ltimo es un ejemplo particularmente represen- tativo de la antinomia que acabo de indicar. Por una parte, vivi intensamente el sentimiento colectivo de la tribu, lo que no le impi- di a lo largo de los siglos asegurar la permanencia de valores gene. rales y (sin dar a este trmino un sentido peyorativo) cosmopolitas. Una religin tribal que le permiti resistir la asimilacin, modos de vida tribales que fundaron concretamente su comunidad de destino y, por supuesto, una sexualidad tribal que garantiz su perdurar por medio de las mltiples carniceras y vicisitudes que sufri. Circulacin de la palabra, circulacin de bienes, circulacin de sexo: he aqu los tres pivotes antropolgicos alrededor de los cuales se articula, en ge- neral, la vida social. Para el caso que nos ocupa, poseen un vigoroso componente tribal. Varios historiadores y socilogos han hecho hin- capi en la vitalidad del "gueto", del shtetl, de la sinagoga, su ambien- te y su fuerte cohesin. y, como si se tratara de un recipiente de ener- ga, es a partir de estos lugares que se elabora una buena parte de lo que ser la civilizacin de la ciudad de la Edad Media, de la metrpo- lis de la Edad Moderna y, quiz. de la megalpolis de nuestros das. As, el ethos de la Gemein.sdl.ajt. de la tribu, punta regularmente el de- venir civilizacional de Occdente.t" Pista de investigacin, indiqu; en efecto. numerosos son los mbitos -el intelectual. el econmico, el es- piritual- que han estado influidos, de manera prospectiva, por lo que. surge del caldo de cultivo emocional de las comunidadesjudas. No se puede expresar mejor la realizacin de ese "concreto univer- sal" que fue una de las principales apuestas de la filosofia del siglo XIX. Extrapolando, de manera heurstica, el ejemplo que acabo de aducir. seria posible afirmar que, paradjicamente, son los valores tribales los que, en determinados momentos, caracterizan una poca. En efecto, 18 Hay que citar, por supuesto, el libro clsico de L Wiertb, ughdJn. Pars, Charnp Urbaln, 1980. Sobre la meU"polisdel imperio austro-hngaro. er. W. M.Johnaton, L'es- pritlJrollOS, PaJs, PUF, 1985, pp. 25-28, sobre los trabajOll de la Escuela de Chicago, se U. Hannerz, Explmt!r fa ui&, Parls, Minuil, W: 62-67 y 91. 70 EL TIEMPO DE LAS TRIBUS LA COMUNIDAD EMOCIONAL 71 estos valores pueden cristalizar; en.mayormedda, lo que posteriormen- le se difractar en el conjuntodel cuerp<:> social. El momento tribal pue- de compararse con el periodo de gestacon: algo se perfecciona, se prueba, se experimenta antes, de emprender el vuelo hacia una mayor expansin. En este sentido, lavida cotidiana podra ser, segn la ex- presin de W. Benjamin,.lo "concreto ms extremo", Este atajo permi- te comprender cmo la vivencia y la experiencia compartidas pueden servir de fuego purificador en el proce! alqumico que permite que se lleve a cabo la transmutacin. La nada o la casi nada se convierte en una totalidad. Los rituales minsculos se invierten hasta convertirse en la base de la socialidad. Multum in parvo. Por supuesto, es dificil pre- ver lo que siendo minsculo se volver macroscpico, dada la mpor- tante cantidad de desecho que hay, pero no es aqu en donde reside el cuestionamiento: basta, como lo he dicho antes, con indicar la "forma" a partir de la cual se inicia el crecimiento de los valores sociales. Se puede entonces afirmar, que la tica es en cierto modo el ci- miento que va a reunir los diversos elementos de un conjunto dado. No obstante, si se ha comprendido bien lo que acabo de exponer, es menester dar a este trmino su sentido ms simple: no el de alguna teorizacin apriorstica, sino el de aquello que, da a da, sirve de cri- sol a las emociones y a los sentimientos colectivos, lo que produce mal que bien, sobre un territorio dado, que los unos logren ajustarse con los otros y unos y otros con el entorno natural. Este acomodo, es por supuesto relativo, elaborado en la dicha y en la desdicha, y surgido de relaciones a menudo conflictivas; ste puede mostrarse flexible, si bien presenta una asombrosa longevidad. Es, ciertamente, la expre- sin ms caracterstica del querer-vivir sodal. Es necesario detenerse, aunque slo sea un instante, en algunas manifestaciones de esta ti- ca cotidiana, pues, al ser una expresin de la sensibilidad colectiva, nos introduce de lleno en la vida de esas tribus que, en su conjunto, constituyen la sociedad contempornea. LA COSTUMBRE De Aristteles a Mauss, pasando por santo Toms de Aquino, es amplia la lista de aquellos autores que se han interrogado sobre la im- portancia del habitus (exis); se trata de un trmino que acab pasan- do a la doxa socolgica.I? Afortunadamente, ya que se trata de una temtica de primera importancia. Evoca lo trivial, la vida de todos los das, en suma, la costumbre, que, segn G. Simmel, es "una de las for- mas ms tpicas de la vida social". Cuando se conoce la importancia que ste sola otorgarle a la "forma", la eficacia que le prestaba, es f.. di imaginar que no se trataba de una palabra sin sentido. Un poco ms adelante, precisa: "La costumbre determina la vida social al igual que lo hara una potencia ideal."20 Nos vemos as remitidos a una ac- cin duradera que inscribe profundamente en los seres y las cosas. La manera en cmo se dejan ver se trata prcticamente de un cdigo ge- ntico que limita y delimita mucho ms que lo que la situacin eco- nmica y poltica, la manera de ser con los dems. Es en este sentido que, despus de la esttica (el sentir en comn) y la tica(la argamasa colectiva), la costutn!Jn es con toda certeza una buena manera de ca- racterizar la vida cotidiana de los grupos contemporneos. "Dar un sentido ms puro a laspalabras de la tribu." Permtaseme hacer ma esta inquietud mallanneana; as, al igual que a los otros "mnconceptos" empleados anteriormente, pretendo darle a la pala- bra costumbre su acepcin ms amplia, y tambin ms prxima a su etimologa (consuetudo): el conjunto de los usos comunes que permi- te que un conjunto social se reconozca por lo que es. Se trata aqu de una relacin misteriosa, que slo rara vez y de manera accesoria se halla formalizada y verbalizada como tal (en los tratados del saber-vi- vir o consuetudinarios. por ejemplo). Ello no impide que esta rela- cin obre o "acte" profundamente sobre toda la sociedad. La cos- tumbre, en este sentido, es lo no dicho, el "residuo" que funda el estar-juntos. Yo propuse llamar esto la centralidadsubterrnea o la po- tencia social (contra poder), idea que encontramos tambin en man (La me soutermine) y ms tarde en Halbwachs (la Sodit silenaeu- se).21 Lo que pretenden destacar estas expresiones es que buena parte 19 Cf. por ejemplo el artculo de G. Rst, "La nolion mdivale d' hahiJu.. dans lalIO- ciologie de P.Bcurdieu", RroueeurofJ1l.lIe des5rienas sociales, XXII. 1984. pp. 67, 21(1.212, YM. Maffesoli, La r.onnais.Janaonfinam. 0(1. cit. p. 224 Ynotas 60 y61. 20G. Simmel, AProblemes de sociok>gie des religicns", da 5l:ienaJ sotidIstln ,.,./igiom, Pars, CNItS, 1974, nm. 17, pp. 17 Y21 yG. P.-Watier, Simmef, laMKiologiutl1l- p;riena, Pars. Mridiens Klincbied;, 1986. 21 Ya he desarrollado esta idea de "centralidad subterrnea" en mis librooJanteriOl'- mente citados; con respecto a M. Halbwach.t, d. La 0(1. cil., pp. 180- 72 EL TIEMPO DE LAS TRIBUS LA COMUNIDAD EMOCIONAL de la existencia social escapa al orden de la racionalidad instrumen- tal. no se deja finalizar ni puede limitarse a una simple lgica de la dominacin. La duplicidad, la astucia. el querer-vivir. se expresan por medio de una multiplicidad de rituales. de situaciones, de gestuali- dad, de experiencias que delimitan un espacio de libertad. A- fuerza de ver siempre la vida como alienada, a fuerza de anhelar tanto una existencia perfecta y autntica, olvidamos a menudo, te, que la cotidianidad se cimienta sobre una serie de libertades m- terstcales y relativas. As como se ha reconocido en el terreno de la economa. podemos estar de acuerdo sobre el hecho de que existe una socialidad oscuracuyas distintas y minsculas manifestaciones se pueden rastrear con facilidad. Adopto la perspectiva de Durkheim y de su escuela. que siempre privilegiaron la sacralizacin de las relaciones sociales. Por mi parte, como ya he afirmado en diversas ocasiones -y no me cansar de re- perlo-, considero que todo conjunto dado, desde el microgrupo hasta la estructuracin estatal, es una expresin de lo divino social, de una transcendencia especfica, aun cuando sta fuera inmanente. Pero yase sabe que, segn han mostrado numerosos historiadores de las religiones, lo sagrado es algo misterioso, aremorzanre, inquietan. te y que conviene contentarlo. con l, y las costumbres tie- nen precisamente esta funcin. Estas son a la vida cotidiana lo que el ritual a la vida religiosa stricto sensu;22 Es asombroso observar cmo, sobre todo en la religin popular. resulta bastante difcil -sta fue la tarea constante de la jerarqua eclesistica- trazar una lnea divisoria entre costumbres y rituales cannicamente aceptados. Se puede en- tonces as afirmar que, al igual que el ritual litrgico toma visible a la Iglesia, la costumbre hace, por su lado, que una comunidad exista co- mo.tal. Adems. en un momento en el que la reparticin no estaba completamente definida. segn P. Brown, fue intercambiando consuetudinariamente reliquias que las distintas iglesias locales se constituyeron en una verdadera red. Estas reliquias sirven como la ar- 138; Ysobre el anlisis, en este sentido, de los libros de Goffmann. cf. U. Hannerz, Ex p/qm'In. vilk, op. l., pp- 2\! Sobre.lo I""",tul",,,. r/. R. Otto, f"e wm, Pars, Payot, 1921; en lo que concierne a la popular, cf. M. Mesli, "Lephnomne religiellx populaire", f.es P" mlaim, Quebec, Universidad Laval, 1972, gamasa en el interior de una pequea comunidad, permiten que las comunidades se unan y, por elle mismo, transformen "la distancia res- pecto de lo sagrado en profundo gozo de proxmdad't.P Toda organizacin in statu nmcendi ofrece un espectculo fascinan- te al socilogo, ya que las relaciones nterndvduales no estn toda- va fijadas, y las estructuras sociales tienen todava la flexibilidad de la juventud. Al mismo tiempo, es til encontrar puntos de compara cin para poder fonnalizar lo que se observa. A este respecto, el an- lisis del historiador de la civilizacin cristiana a partir de los micro- grupos locales es sumamente pertinente. Aunque slo sea a modo de hiptesis de trabajo. es ciertamente posible aplicar el doble proceso de religacin social y de negociacin con lo sagrado, propios de las primeras comunidades cristianas, a las distintas tribus: las cuales se hacen y se deshacen in praesenti. Por ms de un motivo, esta aproxi- macin es sumamente esclarecedora: organizacin, agrupamiento al- rededor de un hroe epnimo, papel de la imagen, sensibilidad co- mn, etctera, pero lo que cimienta el conjunto es la inscripcin local, la espacalizacn y los mecanismos de solidaridad que son sus corolarios. Adems. es precisamente esto lo que caracteriza lo que he llamado anteriormente la sacralizacin de las relaciones sociales: por una parte, el complejo mecanismo de dar y recibir que se establece entre distintas personas y, por la otra, entre el conjunto as constitui- do y un medio dado. No es importante distinguir entre intercambios "reales" o intercambios simblicos; en efecto, la comunicacin. en su sentido ms amplio, no deja de tomar los caminos ms diversos. El trmino "proxmica", propuesto por la Escuela de Palo Alto, parece dar plena cuenta de los dos elementos, cultural y natural, de la comunicacin en cuestin. A. Berque, por su parte, destaca el as-- pecto "trayectivo" (objetivo y subjetivo) de dicha relacin. Quiz, convendra recurrir simplemente a la vieja nocin espacial de barrio y a su connotacin afectiva. 24 Es ste sin duda un trmino obsoleto. 23P. 8rown, Le rnlle dn sainLl, trad. A. Rouselle, Par, Cerf, 1984, p. 118. Sobre la religacin contempornea, sin compartirla mayoria de sus anlisis pesimis!all ni de SU5 esperanzas, los remito al libro bien informado, de M, Bolle de Bal, La Ientalitm rollImu- nautai"" les /HJ1'tJdous k In. rdiona tI de In. wntrH:l-lUTUI!, Bruselas, Univel'lliti de Brulle- ee, 1985 y au lU'UT tks sdnuzJ /u_i7w, DeIn. mm_, L'Hannattan, 1996- 24La Escuela de Palo Alto es actualmente bien conocida en Francia; en g.:nernl; las obnu de Bateson y de Watza.lawicse encuentran traducidas al francs en la ediciones 74 EL TIEMPO DE LAS TRIBUS LA COMUNIDAD EMOCIONAL 76 pero.que resurge hoy insistentemente en los escritos de numerosos observadores sociales -seal de que ya est presente en numerosa- mentes. Este "barrio" puede adoptar modulaciones harto distintas: estar delimitado por un conjunto de calles. designar una zona libi- dinalmente investida (barrio "caliente", "zona roja", etctera), refe- rirse a un conjunto comercial o a un punto nodal de transportes p- blicos, el tipo importa poco para nuestro asunto, en todos Jos casos se trata de un espacio pblico que conjuga una cierta funcionalidad con una carga simblica innegable. Profundamente inscrito en el imaginario colectivo, no est empero constituido ms que por una encrucijada de situaciones. momentos, espacios y gente sin atribu- tos, que casi siempre, adoptan nombres bajo la forma frecuentemen- te de los estereotipos y ms banales. La plazoleta, la calle, la. tienda o el estanco de la esquina, el caf de apuestas, el quiosco de pe ridi- ces, etctera; he aqu. segn los centros de inters o de necesidad, diversas manifestaciones triviales de la socialidad. Es, no obstante, es ta manfesjacin la que suscita el aura especfica de tal o cual barrio. Este trmino lo empleo aqu adrede ya que traduce claramente el movimiento complejo de una atmsfera secretada por los lugares. por las actividades, y que les imprime recprocamente un color 'f un sabor particulares. Puede ser que se trate de esa espiritualidad ma- terialista de la que hablaba poticamente Edgar Morin cuando se re- fera a un deiermnado barrio de Nueva York que rezuma genialidad por cmentarse sobre la "ausencia de genialidad de sus individuos" Y, extendindola a la ciudad entera, sta se convierte en una obra maestra aun cuando "sus vidas sean deplorables". Pero. prosigue, ". .. si te dejas poseer por la ciudad. si te conectas con su flujo de ener- ga. si las fuerzas de muerte que se esconden en ella para despeda- zarte despiertan en ti el querer-vivir, entonces Nueva York consegui- r pslcodelzartev." de! Seuit. Cf. el "digest" que propone de estos autores Y.Winkin, La OOlRIf'l/.e rommmr; wtion, Pars, Seuil, 1982; eltrmino "trayectivo" es utilizado por A. Berque en su aru culo "Expressing korean mediance" W cit. Sobre el barrio, cf. K. Nosche, La Sig7lifi'" lion affll.lf' dI, quarlier, Pars, Librairie des Mridiens. 1983, y F. Pelleuer, "LeCl1ln anthropologique du quartier", eI.'iociU, Pars, Anthroprn, 1975, nm. 15. 2!> E. Morin yK. Appe!, NIlI':INJ Yorlt, Pars, Oale. 1984, p. 64. Sobre e! "trayecto ''', tropotgico", pienso naturalmente en el libro clsico de G. Durand, Le.- slnU'llIre.(/111/0 ropologqll4! t ...... Pars. Bordas, 1969. Esta metfora expresa perfectamente el vaivn constante entre-el estereotipo consuetudinario y el arquetipo fundador, Me parece que es este proceso de constante reversibilidad lo que a mi jucio consti- tuye aquello que Gilbert Durand llama el "trayecto antropolgico"; concretamente se trata de la estrecha conexin que existe entre las grandes obras de la cultura y esta "cultura" vivida al da lo que cons- tituye la argamasade toda vida sodetal. Esta "cultura" puede asom- brar a ms de uno; est formada por un conjunto de pequeas "na- das" que, por sedimentacin, producen un sistema significante. Es imposible establecer una lista exhaustiva de stas. lista que como tal constituira un programa de investigacin sumamente pertinente pa- ra nuestro tiempo; en ella tendra cabida desde el hecho culinario hasta el imaginario de los electrodomsticos, sin olvidar la publici- dad, el turismo de masas, el resurgimiento y la multiplicacin de las ocasiones festivas.l!6 Como vemos, se trata de cosas que dan cumpli- da cuenta de una sensibilidad colectiva que tiene bastante poco que ver con el dominio econmico-poltico que ha caracterizado a la mo- dernidad. Esta sensibilidad ya no se inscribe dentro de una raciona- lidad orientada, finalizada (la Zweckmtionalitiit webe riana), sino que se vive en el presente, se inscribe en un espacio dado. Hicel nunc:y, de este modo, produce "cultura" cotidianamente, a la vez que permi- te la emergencia de verdaderos valores, a menudo sorprendentes o chocantes pero en todo caso ilustrativos de una dinmica innegable {tal vez convenga relacionar esto con lo que M. Weber llama la Wer- trationalitiil) . Es esta comprensin de la costumbre como hecho culmrallo que nos permite apreciar la vitalidad de las tribus metropolitanas, ya que stas secretan esa aura (la cultura informal) en la que, volens nolens, todos nos hallamos inmersos. Son numerosos los ejemplos que po- dramos aducir al respecto. Su denominador comn es que invaria- blemente nos llevan hacia la proxmica. As, en el sentido ms sim- ple del trmino, tenemos esas redes de amistades cuyo nico objetivo es el de reunirse sin objeto ni proyecto especficos, y que cuadrcu- '16 Et Centre d'tudea sur l'Actuef et le Quotidien de la Sorbona (Pars V) seest especializando en este tipo de investigaciones. Attulo de ejemplo, remito a los nme- ros de la revista SociBis, Pars, Masson, 8 (Turismo), 7 (cocina). as como al artculo de H. Strohl, "L'leceromnager", SoOIh, 9. EL TIEMPO DE LAS I..ACOMUNIDAD EMOCIONAL 77 lan cada vez ms la vida cotidiana de los grandes conjuntos. Ciertas investigaciones ponen claramente de manifiesto que tales redes tor- nan obsoleta la estructura asociativa.27 Y, sin embargo, esta ltima ser flexible y cercana a los residentes, en contacto directo sus problemas; empero, por estar demasiado finalizada y organi- zada, se ha cimentando la mayora de las veces sobre una ideologa poltica o religiosa en el sentido abstracto (lejano) del trmino. En las redes de amistad, la religacin es vivida por s misma, sin ningn ti- po de proyeccin. Adems, dichas redes pueden ser sumamente es- pecficas. Es gracias a la tecnologa, en el caso, por ejemplo, de los reagrupamientos privilegiados con Mnitel, '* donde el marco efme- ro de tal o cual ocasin especifica que un determinado nmero_de personas va a (re)encontrarse. Estas ocasiones pueden suscitar rela- ciones continuas o no. En todo caso, lo que s realizan efectivamente es la creacin de "cadenas" de amistades que, segn el modelo for- mal de las redes analizadas por la sociologa estadundense, permi- ten una multiplicacin de las relaciones nicamente mediante el jue- go de la proxmica: un tal me presenta a un cual que conoce a un otro, etctera. Semejante concatenacin proxmica, sin proyecto, no deja de p':.o- ducir efectos secundarios. As, por ejemplo, el de la ayuda mutua. Es- ta resulta de una antigua sabidura; aquella sabidura popular, en la cual es preferible no creer, que afirma que, en todos los sentidos del trmino, la "vida es dura con los pobres... el dinero se gana dificil- mente y, por lo tanto, entre prjimos hay que prestarse ayuda y asis- tencia mutuas"." As resume E. Poulat el sustrato popular de la ideo- loga "democristiana". Por ms de un motivo, es un modelo que merece atencin, pues, ms all de la demacrada cristiana strnlfJ sen- su, podemos aqu percibir en forma de eco lo que fuera durante mu- Vase J. C. Kaofmann, ""ti Mndiens Klincksied;, 1988. Sobre las redes)' su formalizadn, d. U. Hannerz, ft "iU" afro ril., pp. 21().252. Sobre 10 cotidiano en general, d. M. Maffesoli. La anupw du ptslml, 1979. DDB, 1998. Minitel es una pequea lenninal infonnatizada y comercializada por la compaa de tlefonos de Francia, y funciona para consultar los bancos de datos e intercambiar informaciones [T. J. 2!! E. Poulat, Call.olicistlll', el socialistlll' (el movimiento catlico a y Mgr.Be- ngm, del nadmientodel $OCialismo a la victoria del faso::ismo), Pans. Ca.stennan, 1977, p.58. chos siglos la doctrina social tomista; la cual tuvo un claro efecto en la formacin de una simblica comn. As, aparte de un anlisis so- ciohistrico, se puede asimismo acentuar la dimensin eocoanrropo- lgica, y destacar la ntima relacin que existe entre la proxmica y la solidaridad. En cierto modo, la ayuda mutua tiene forzosamente que existir, no se origina por mero desinters: el apoyo prestado pue- de serme recproco el da en que lo necesite, De esta manera, todos se hallan incluidos en un proceso de correspondencia, de participa- cin que le concede preferencia al cuerpo colectivo. Esta estrecha conexin es igualmente discreta. En efecto, es con palabras encubiertas como solemos hablar de las dichas e infortunios personales, familiares o profesionales, y esta oralidad funciona como un rumor que, para este caso, tiene una funcin intrnseca: delimita el territorio en donde se efecta el compartir. El extranjero no obtie- ne en esta situacin su parte, y, si fuera necesario, se recuerda a la prensa, a la autoridad pblica y a los curiosos en general que "los tra- pos sucios se lavan en casa". Es un reflejo de supervivencia que con- cierne a la accin delincuente, pero que puede aplicarse igualmente a las acciones o a los momentos felices. De hecho, bajo sus diversas modulaciones, la palabra consuetudinaria, el secreto compartido, es la principal argamasa de toda socahdad. G. Simmello mostr clara- mente, de manera paroxstica, con respecto a las sociedades secretas; pero lo descubrimos tambin en las investigaciones que ataen a la medicina tradicional, que muestran que el cuerpo individual no pue- de curarse ms que gracias al cuerpo colectvo.t" Se trata en este ca- so de una metfora interesante, pues esta medicina, como se sabe, considera a cada cuerpo un todo que hay que tratar como taLPero conviene igualmente observar que esta visin global se halla a menu- do redoblada por el hecho de que el cuerpo individual total es tribu- tario de ese todo que es la comunidad. Esta observacin permite dar todo su sentido al trmino "ayuda mutua", no remitiendo nicamen- te a esas acciones mecnicas que son las relaciones de buena vecin- dad. De hech'o, la ayuda mutua, tal y como la entendemos aqu, se 29 cr.. en elle sentido, el ejemplo africano en E. de Rosny, LaJ/!I/JI: de lila chiuR. Fa- ris, Plon, 1981, pp. 8I}' 111. Sobre el rumor ysu funcin, ct;M. B. BemardyV. Cam- pian, Ligmb.J wMines, Pars, Payot, 1992. El artculo de G. Simmel, -Les soct seca- NOIlvtlk mJlU de Pans, Gallimard, 1977. 18 EL TIEMPO DE LAS TRIBUS LA COMUNIDAD UIOCIONAL '19 inscribe en una perspectiva orgnica en la que todos los elementos confortan. mediante su sinergia. al conjunto de la vida. As, la ayuda mutua sera la respuesta animal, "no consciente", del querer-vivir so- cial: una especie de vitalismo que "sabe", en el sentido de saber incor- porado, que la unicidad es la mejor respuesta al dominio de la muer- te, algo as como un desafo. Cedmosle a este respecto la palabra al "poeta: Ser slo uno con todo lo que vive! Ante tales palabras... la dura Fatalidad abdica, la muerte abandona el crculo de las criaturas y el mundo, sanado de la separacin y el envejecimiento, irradia intensificada belleza. HLDERUN, H)perl6n Este sentimiento colectivo de fuerza comn, esta sensibilidad ms- rica que cimienta el perdurar, se sirven de vectores bastante triviales. Aunque no es posible analizarlos aqu, se puede decir que se trata de todos los lugares de la charla o, ms generalmente, de la conviviali- dad: cabarets, cafs y otros espacios pblicos, que son "regiones abiertas", es decir, lugares en donde es posible dirigirse al prjimo y. por ende, a la alteridad en general. Hemos partido de la idea de la sacralidad de las relaciones sociales; pues bien, como mejor se expre- sa esta idea es en la circulacin de la palabra que. por lo general, acompaa a la circulacin de la comida y de la bebida. No olvidemos que la eucarista cristiana, que pone de manifiesto la unin de los fie- les y la unin con Dios, no es ms que una de las formas logradas de la comensaldad que se encuentra en todas las religiones del mundo. As queda estilizado el hecho de que, en el caf, durante el transcur- so de una comida, al dirigirme al prjimo, es a la deidad a quien me dirijo. Volvemos as a la constatacin, tantas veces expresada, que re- ne lo divino, el conjunto social y la proxmdad.P La comensaldad, bajo sus distintas formas, no es ms que la visibilidad de esta comple- :lII Est por hacerse, en este sentido, un amplio estudio sobre los lugares publicos. Las inw.stigaciones sobre los bares, bajo la direccin de S. Hllgon, se estn realizando actualmente en el CEAQ: sin embargo, nrn; podemos remitir a C. Bougle, EISa" mr fe nigi"" des (;(/,,1/"''<, Pars, PUF, 1969, p. 47, as como a U. Hannerz, Explom-la vifk, "P. l. pp. 249 ss.. igualmente J. M, lacrosse aL, "Normas espaciales e interaccin", en Iv.- drnrhn srx:iok>git'lf. Lovaina, vol. \1, nm. 3, 1975, p. 336, donde se habla en particular del bar como "regin ja unin. No est de ms, con todo, recordar que lo divino es extra- do de las realidades cotidianas, que se elabora poco a poco en el com- partir de gestos simples y rutinarios. Es en este sentido en el que el habitus o la costumbre sirven para concretar, para actualizar. la dimen- sin tica de toda socialidad. Essuficiente recordar que la costumbre, como expresin de la sen- sibilidad colectiva, da cabida mido semua un x-tasis en lo cotidiano. La borrachera, el parloteo, la conversacin anodina, que acompaa la vida de todos los das, incitan a "sarse de s mismo" y, de esta ma- nera, crean esta aura especfica que sirve de cimento al tribalismo. Como se ve, no conviene reducir el xtasis a unas cuantas situaciones paroxsticas particularmente tipificadas. Lo dontsaco remite, por su- puesto, a la promiscuidad sexual ya otras efervescencias afectuales o festivas. pero permite igualmente comprender la elaboracin de las opiniones comunes, as como de las creencias colectivas o de la Mxa comn. En suma, esos "marcos colectivos de la memoria", utilizando la expresin de M. Halbwachs, es que se permiten poner de manifies- to las vivencias o las "corrientes de experenca't." Junto a un saber puramente intelectual existe un conocimiento que integra tambin una dimensin sensible, un conocimiento que, de acuerdo con la eti- mologa,' permite "nacer con". Este conocimiento encamado, o co- nadmiento, encuentra sus races en un corpus de costumbres que me- recen, como tales, un anlisis especfico. Esto permitira apreciar cul es la modulacin contempornea del "palabreo", cuyos diversos ritua- les desempeaban un papel muy importante en el equilibrio social de la aldea y de la comunidad tradicionales. No es imposible imagi- nar que, correlativamente al desarrollo tecnolgico, el crecimiento de las tribus urbanas favorezca un "palabreo informatizado" que reac- tualice los rituales del gora antigua. En este sentido, ya no estara- mos confrontados, como ocurri en su nacimiento, con los peligros de la computadora macroscpica y desconectada de las realidades prximas, sino, por el contrario, gracias a lo "micro" o a la televisin por cable, nos veramos remitidos a la difraccin hasta el infinito de una oralidad cada vez ms diseminada. El xito de Minitel en Fran- M. Halbwachs, La 11lmoiu mllHlroe. ap. ciJ., pp. 51 se. En francs, rorlrl6ma....... (conocimiento) puede dividirse wn na.issanuque signifi- ca nacer con [T.J. 80 EL TII:ldPO DE LAs TRIBUS LA COMUNIDAD EMOCIONAL 81 oia ha de 'interpretarse en este sentido, as como en numerosos cam- pos: la-educacin, el tiempo-libre; el trabajo o la cultura, la comuni- cacin prxima inducida por este proceso se estructura en fonna de red. con todos los efectos sociales que cabe imaginar. 32 En un principio, el crecimiento y la multiplicacin de los medios de comunicacin masivos pudieron provocar la desintegracin de la cultura burguesa apoyada en la universalidad y la valorizacin de al- gunos objetos y actitudes privilegiados. Pero podemos preguntamos ahora si la prosecucin de este crecimiento. yla trivializacin que in- duce, no conducir a estos mismos medios a un mayor acercamiento a la vida banal. En este sentido, asumiran de nuevo una cierta cultu- ra tradicional en la que la oralidad es un vector esencial. As pues, los medios de comunicacin contemporneos, al no servir nicamente para visualizar las grandes obras de la cultura, sino, sobre todo, para poner en imagen la vida de todos los das, desempearan ese papel asignado a las diversas formas de la palabra pblica; es decir, asegu- rar, mediante el mito, la cohesin de un conjunto social dado. Como se sabe, este mito puede ser de distintas suertes; por mi lado, consi- dero que existe una funcin mtica que recorre transversalmente el conjunto de la vida social. Tanto un evento poltico como un peque- o hecho anodino, la vida de una estrella del espectculo como la de un gur local, pueden en un momento dado tomar una dimensin mtica. Al plantearse precisamente el problema de los medios de co- municacin, F. Dumont no deja de indicar, de manera matizada, que stos, independientemente de su contenido, sirven principalmente para "alimentar; como antao, los chismes y las conversaciones co- filmes y corrientes... lo que se deca antes del cura o del notario, se dice ahora de tal o cual personalidad del cine o de la poltica".33 Es ms que asombroso lo atinado de esta observacin por poco que se- j2 Nos podemos remitir aqu un poco al informe elaborado por M. de Certeau y L Girad, I.imfirulo'" r/l' lo COffIlff1tnJmtJtm, Pars, 1984 (Inforole del Ministerio de Cultura francs); d. igualmente, en un mbilO ms espedalbado, la tesis de P. Delmall, L'eJiv, ternUnoJ, rojem; M. noulMl.. J.u;a/i.v".';, Universidad de Pars VIII, 1986, Yla tesis de F. Casalegno, Cybn'socililh, Pars V,junio 2000, all como de S. G. Lee, Mi4o.., n. ""1Ihier'c,,", de I'e>/laa pl/biie, Pars V, 1999. .'>3 F. Dumont trata. acerca de la nocin de cultura popular en C.. Iltu'P.. pofndam.. el sociis Quebec, Universidad de Quebec, 1982, p. 39. Del mismo autor se puede leer con provecho L'alltl,ropologie ni l'absma de /'hume. PaJs, PUF, 1981. pamos escuchar las conversaciones de las oficinas, las fbricas, los pe- sillos de los colegios o incluso de las sempiternas tertulias de caf, tan instructivas para el observador social. Yo incluso tendra tendencia a mostrarme un poco ms radical al respecto yafirmara que forma par. te de la lgica de los medios de comunicacin el no ser ms que un simple pretexto para la comunicacin, como pudieron serlo la diatriba filosfica en la Antigedad, el sennn religioso en la Edad. Media o el discurso poltico en la Era Moderna. El contenido de las formas que acabamos de citar no es por supues- to desdeable para algunos, pero conforta el sentimiento de partci- pacin en un grupo ms vasto, el sentimiento de salir des mismo. lo que les confiere su valor para la gran mayora. En este sentido, la aten- cin se concentra en el continente que sirve de teln de fondo, que crea ambiente y que por ello mismo une. En todo caso, lo que est en cuestin es, ante todo, lo que permlte la expresin de una emocin comn, 10que hace que nos reconozcamos en comunin con los de- ms. Habra que ver si la multiplicacin de las televisiones o de las ra- dios locales no va a favorecer precisamente dicha sensibilidad. Es, en todo caso, una hiptesis que se puede vislumbrar y que no priva por completo de fundamento la importancia que se le pueda conceder a la costumbre. Al tornar visible lo prximo, la costumbre secreta la "argamasa" destinada a una comunidad dada. Los barrios, o incluso los inmuebles "con cable" de servcode televisin van a vivir quizs unos valores que finalmente se encuentran poco alejados de aquellos que animaban a las tribus o a los clanes que constituan las socieda- des tradicionales. Sobre la base de lo dicho, y dando al trmino comunicacin su sentido ms fuerte. es decir, lo que estructura la realidad social y no lo que se da por aadidura, se puede ver en la costumbre una de sus modulaciones particulares. Modulacin que cobra importancia cuan- do, como consecuencia de la saturacin de las organizaciones y de las representaciones sociales impuestas desde arriba, los valores pro- xmcos (re)aparecen en el escenario. Se puede afirmar incluso que, en esta fase del pndulo, el aspecto comunicacional destaca tanto ms cuanto que es vivido por s mismo, sin tomar como pretexto nn- gn tipo de finalizacin. Existe una relacin directa entre una acen- tuacin de la comunicacin, cuyo nico objetivo es la comunicacin misma, y la superacin de la actitud critica, que, por su parte. est ti garla a una orientacin ms instrumental. ms mecansra, ms ope- 82 EL TIEMI'O PE LAS TRillU8 LA COMUNIDAD EMOCIONAL 83 racional de la sociedad. Con el predominio de la actividad comun- caconal, el mundo es aceptado tal y como es, lo que remite a lo que en otra parte propllse llamar el "dato social" De ah surge la rela- cin que se puede establecer entre la costumbre y la comunicacin. El mundo aceptado por lo que es, es por supuesto, el "dato" que tenemos que cuidar y que se inscribe en :10. proceso de bilidad como en el caso de la perspectiva ecolgica; pero es tambin el "dato" social con el cual cada uno contar estructuralmente: de ah el compromiso orgnico de unos con otros. Es esto lo que llamo aqu tribaJismo; es precisamente a lo que nos remite la temtica ge- neral de la costumbre, en la cual cuenta menos el individuQque la persQ1la, la cual debe desempear su papel en una escena global, y es- to en funcin de reglas muy precisas. Acaso, se trata de una regre- sin? Puede ser, si consideramos la autonoma individual como el ho- rizonte insuperable de toda vida en sodedad. Pero, adems del hecho de que la antropologa nos muestra que se trata en este caso de un valor que no es general ni en el tiempo ni en el espacio, po- demos aceptar el hecho de que el principium im!ividuaJumis es cada vez ms cuestionado dentro del seno mismo del mundo occidental. ste es un aspecto daramente perceptible por medio de ese barme- tro que es la sensibilidad de los poetas o de los novelistas {cf. por ejemplo, el teatro de S. Beckeu) o, ms empricamente, por medio de la multiplicacin de las actitudes grupales que impregnan la vida de nuestras sociedades. Por ltimo, y esto merece ser tomado en cuenta, nos encontramos con que ciertos pases que no han hecho del individualismo el fundamento de su desarrollo estn conocien- do en nuestros das una vitalidad innegable, adems de ejercer una fascinacin que parece va a perdurar. Japn es uno de esos pases, y, por paradjico que pueda parecernos, cabe citar tambin a Brasil. Tomemos tanto un pas como el otro como prototipos cuyo aura es esencialmente ritulica, cuya estructura de base es la "tribu" (o el reagrupamiento orgnico, para no escandalizar) y que son, el prime- ro actualmente y el segundo en potencia, polos de atraccin del ima- ginario colectivo; y esto desde un punto de vista a la vez existencial, econmico, cultural o cultual. No se trata aqu de presentarlos como modelos acabados, sino de indicar que, como alternativa al principio deautonoma, sean cuales fue- ren los nombres que se le quieran dar (autogeston, autopoiesis, etc- tera), existe un principio de alonoma (la ley viene del exterior), que descansa sobre el ajuste, sobre el acomodo, sobre la articulacin or- ganlca con la alteridad social y natural..!\4Esteprincipio contraviene el modelo activista que constituyera la modernidad. En la hiptesis presentada aqu, es un principio esencialmente consuetudinario y re- crea, de manera prospectva, los valores tradicionales que habamos credo yasuperados. De hecho, tras el periodo de "desencantamien- to del mundo" (Entuzuherungde Weber), postulo que estamos asistien- do a un verdadero reencantamiento del mundo, cuya lgica vaya inten- tar replantear aqu. Digamos, resumiendo, que, ante unas masas que se difractan en tribus, o ante tribus que se incorporan en masas, di- ella reencanramenrc utiliza como principal cimiento una emocin o una sensibilidad vivida en comn. Pienso, en este curso de ideas en las meditaciones profticas que Hlderlin haca respecto de las apa- cibles orillas del Neckar: el poeta ligaba el sentimiento de lo que es comn, lo "nacional" (que designa el sustrato popular) y que sirve de argamasa a la comunidad, con las "sombras de los dioses antiguos [que], tal y como fueron, vienen de nuevo a visitar la tierra..." Al vol- ver sobre ese apacible camino, se vio inundado por aquellos dioses. Fue asimismo en la soledad del sendero de Eze en la que ese otro "lo- co" que es Nietzsche experiment la irrupcin dionisaca. Su visin no resulta menos premonitoria: Hoysolitarios, ustedes que viven separados sern un da un pueblo. Los que se han designado a s mismosformarn un da un pueblo designado, yde es- te pueblo ha de nacer la existencia que supere al hombre. Nuestro Philosophenwegha de pasar por lasplayas repletas de vaca- cionistas con "goce de sueldo", en los grandes almacenes rebosantes de una furia consumidora, entre los grandes aglutinamientos depor- tivos de inquietante frenes, o por medio de muchedumbres anodi- nas que vagabundean sin finalidades especficas. Por diversas causas, parecera como si Dionisia hubiera invadido todos esos lugares. Las tribus que l impulsa presentan una turbia ambigedad, sin desde- A. Berque analiza este principio de a1onoma en Japn en VJlIre l'espaa auJafrtm, Pars, PUF. 1982. p. 52. sobre la primaca del ritual consuetudinario en Brasil. d. R. Da Matta. CanwvaJ el Pars. Seuil, 1983, sobre el Brasil en general. cf.J.Machado. I.e 8Tsil, fraysd" prismt, Pars, DDD. 1999. EL TIEMPO DE lAS TRIBUS ar una tecnologa de lo ms sofisticada, son en cierto modo un tan- to brbaras. Tal vez sea ste el signo que anuncia la posmodernidad. Sea como fuere, el principio de realidad, por una parte, nos invita a tomarlas en consideracin puesto que yaexisten y, por otra parte, nos recuerda que, en innumerables pocas, fue la barbarie la que acab regenerando civilizaciones moribundas. 2. LA POTENCIA SUBTERRNEA ASPECTOS DELVJTALISMO Una observacin hecha con bastante sentido comn por mile Durk- heim merece, pese a su banalidad, nuestra atencin: "Si la existencia perdura es porque en general los hombres la prefieren a la muerte. "1 No es ste el momento para detenerse sobre la incapacidad de nu- merosos intelectuales para comprender este poderoso querer vivir (la potencia) que, a pesar de las diversas imposiciones, o quiz gra- cias a ellas, contina irrigando el cuerpo social; en cambio, s cabe preguntarse, si no por qu, al menos qu es lo que hace que no po- damos seguir ignorando esta pregunta. Permanezcamos en el orden de las banalidades, aunque slo sea para irritar a los pedantes uni- versitarios que juegan a los cientficos para hacer olvidar lo incre- blemente llano que es su pensamiento. Ciertos historiadores de ar- te hacen hincapi en que existen periodos en que dominan las "artes tctiles" y otros en que prevalecen las "artes pticas", o tambin un arte que debe ser "visto de cerca" y otro que exige un "distanciamien- to" para poder ser apreciado. Fue apoyndose en una dicotoma se- mejante como W. Worringer elabor su clebre oposicin entre la abstraccin y la emparra (Einfhlung). En pocas palabras, todo lo que tiene que ver con la empana remite a la intuicin en lo que se rela- ciona con las representaciones, y a lo orgnico en lo que es del or- den de la estructuracin. Incluso todava a partir de la idea del KUll$t- WQllen, este autor hace referencia al pueblo, a la fuerza colectiva que lo anima; en definitiva, a ese vitalisnwque merece una atencin par- cular." Es evidente que hay que considerar esta clasificacin de manera arquetpica, es decir, inexistente bajo una forma pura: se trata de una I t. Durkheim, LesJonM:S&men1lJiTes tkltJ ~ Par, U: Livre de Poche, 1991. 2er. 105 desarrollos con relacin a la historia del arte en W. Worringer, AMtmt:tion d ,inftihlung, Pars, Mridiens Klincksieck, 1978, pp. 13-14. [851 86 EL TIEMPO DE lAS TRIBUS LA POTENCI\ SUBTERRNEA 87 "irrealidad" cuya nica funcin es servir de revelador de-situaciones comunes y corrientes, que son, por su parte, bastante "reales". . As, respondiendo la pregunta que acabamos de plantear, es POSI- ble que, tras un periodo en el que prevaleci el distanciamiento, "pe- riodo ptico", que se podra llamar tambin -haciendo reerenca a su etimologa- periodo terico (theorein: ver), estemos entrando en una poca "tctil", en donde slo importa la proxmica. En trminos ms sociolgicos. se puede decir que nos encontramos aqu con un desli- zamiento de lo global hacia lo local, el paso del proletariado como sujeto histrico activo al pueblo que no es en modo alguno respon- sable del porvenir. Este hecho nos obliga a considerar la saturacin de la cuestin del poder (es decir, de lo poltico) en su funcin pro- yectiva, as como la emergencia de la cuestin de la potencia. que mueve con profundidad a la multiplicidad de las comunidades dis- persas, disgregadas y. sin embargo, ligadas unas a otras en una arqui- tectnica diferenciada que se expresa en lo que he dado en llamar "la armona conctual"." Es en esta perspectiva esquemtica que es conveniente apreciar la readopcin del vitalismo; a saber. el hecho de que haya vida en vez de nada. Desdeando de la "separacn't.fa alienacin y la actitud crtica que es su expresin, lo que ahora im- porta es analizar "la afirmacin" de la vida, el querer vivir socieral, que, aun de manera relativista, le sirve de soporte a la vida cotidiana "vista de cerca". Retomando el esquema que propuse para la figura emblemtica de Dionisio, me parece que el papel desempeado por la potencia no.deja nunca de estar activo. No obstante, su accin es ya sea secre- ta, discreta u ostensivaCuando no se expresa en esas formas de efer- vescencia que son las revueltas, las fiestas, los levantamientos y otros momentos candentes de las historias humanas, se concentra de ma- nera superlativa en el secreto de las sectas y las vanguardias, sean las que fueren, o en su menor grado. en las comunidades. las redes.fas tribus; en suma, en las menudencias de la vida comn y corriente que son vividas por s mismas y no en funcin de alguna finalidad," Se tra- 5 Cf. M. Maffesoli, F:<sai.5 ,"'TIn. violnlu banalt! fonMtria, 2a ed., Par., Librairie des 1984. 4 He empleado este movimiento pendular entre lo "bsper" y lo "hipo", tomado de la endocrinologa de Brown Sequart, en mi libro L'mnml deDWnJs(),<, Pars, librairie des ta aqu de la tradicin mstica o gnstica, que se opone a la rama cri- tica o racionalista; pero se trata de la gnosis antigua a la de Princeton, pasando por la mstica de Bhme yde Loisy,1o del desenfreno de los sentidos yde lascostumbres a las medicinas suaves ya las exploracio- nes astrolgicas contemporneas; existe un hilo conductor que se per- peta: el de la potencia. Si bien es que podramos llamar "dionisia- na" la actitud espiritual mientras que la perspectiva ms sensual remitira a lo "dionisiaco", las dos actitudes. no obstante, se cimenta- ran sobre la primaca de la experencafsobre un vitalismo profun- do y sobre una visin ms o menos explcita de la organicidad de los diversos elementos del cosmos. Numerosos cuestionamientos relacio- nados con la saturacin de lo poltico. el cambio de valores, el fraca- so del mito progresista. el resurgimiento de lo cualitativo, la impor- tancia que se puede atribuir al hedonismo, el perdurar de la preocupacin religiosa, la imposicin de la imagen. que se crea to- talmente evacuada y que cada vez invade con mayor contundencia nuestra vida cotidiana (publicidad. televisin), cuestiones todas que tienen como teln de fondo aquello que se puede llamar la potencia irreprimible. Se trata de una fuerza bastante dificil de explicar, pero cuyos efectos se pueden constatar en las diversas manifestaciones de la socialidad: astucia, ensimismamiento, escepticismo. irona yjoco- sidades trgicas en el seno de un mundo supuestamente en crisis. Ya que en realidad, la crisis se muestra por medio de los poderes en aquello que tienen de imposicin vertical, de abstracto. Es esta opo- sicin entre el poderext1nseco y la Jwtencia intrnsecalo que tenemos que meditar con rigor, y que es la traduccin sociolgica de la dico- toma esttica (ptica-tctil) planteada anteriormente. Con relacin a este movimiento pendular que permite comprender el (rejsurgi- miento yel desgaste de los cuestonamentos en el ciclo en espiral del retorno de lo mismo, nos podemos remitir a un autor cannico, C- lestin Bougl, quien. sin dejar de mostrarse hombre de su tiempo (el principio del siglo racionalista) y de su medio (la escuela positivista Mridiens, 1982, reed. Le Livre de Poche, 1991. yo le debo esto a G. Durand, en par- ticular a su artculo "La nocin de lmite", en Eranos, 1980, Frankfurt-am Main,Jahr- buch ed Insel, 1981, pp. 35-79. !; cr. por ejemplo, A. Faivre, F.dcamhaU-WI el la Ihoscphie chrilimN, Pars, Klinck- sieck, 1969, p. 14, o el estudio sobre Loisy de E. Poulat. Critique d. mplique. Pars, Le Centurin, 1984, y E. Teissier y H. Laborit, tnifed. PaJis, Oraseet, 1992. EL TIEMPO DE LAS TRIBUS LA POTENCIA SUBTEII-II-NEA 89 francesa), no dej de poner en relieve las cualidades que actan en lo que no es la estricta tradicin occidental. As, en su anlisis sutil- mente matizado del rgimen de castas, sobre el que ser necesario volver, una vez sealado que.r'la tierra de las castas" podria ser la cuna del mito de Dionisia (p. 168), muestra claramente que existe una os- cilacin entre "la existencia llena de realidad" del mundo griego (y, podramos aadir, de sus herederos) yel hecho de que esta existencia no es ms "que una ilusin decepcionante" para el hind (pp. 166- 167). Sin embargo, esta concepcin escptica se expresa asimismo co- mo un "soplo de sensualidad" y a veces hasta de "brutalidad" (ihidem); de esta manera, ms all de las observaciones de rigor, no puede de- jar de afirmar que un no-actvsmo (ms que pasividad) puede ser di- nmico. Es imposible- explayarnos aqu sobre esta cuestin, lo que no nos impide reconocer una vez ms, junto con Bougl, que a la "razn ordenadora" se le puede oponer "la imagnacn amplifica- dora" (p. 197), yque cada una de esas especificidades puede tener su propia fecundidad." Podemos sin duda alguna extrapolar esta idea y superar el marco estrecho de las "razas" para darle la dimensin socioantropolgica que aqu nos interesa. Es posible que la potencia actualmente en ac- cin no sea ajena a la fascinacin que no dejan de ejercer, el pensa- miento y los modos de vida orientales. No es que estn destinados a desempear el papel monopolista que caracteriz al modelo euro- peo, o que sigue todava por algn tiempo caracterizando al amen- can way01lije, sino para que, segn modalidades diferenciadas, pue- dan entrar (ya estn entrando) en una composicin intercultural que no dejar de reactivar el debate sobre tradicin y modernidad. A este respecto, es un ndice sumamente esclarecedor el lugar que ocupaJapn en el imaginario contemporneo; a mijuicio, sus exce- lentes resultados de operacionalidad industrial, as como su dina- mismo conquistador, no se pueden entender si no se tiene en men- te la fuerte carga tradicional y la dimensin ritual que atraviesan de lado a lado las diferentes modulaciones de su vida colectiva, cuya im- portancia todos conocemos. El traje convive con el quimono en el guardarropa del empresario eficiente. Podemos repetir una vez ms 6 er. c. Bougl, l ~ s i \ sur lerigi7tV tW r.astes, 4a ed., prol. de L. Dumond, Pars, PlIF, 1969. Me remito igualmente a A. Danielcu, SJM el Ditm]W5. Pars, Fayard, 1979. que nos encontramos aqu en presencia de un "arraigamiento din- mico".' As, en el momento en que es apropiado lamentarse (o regocijar- se, lo que viene a ser lo mismo) por el fin de lo social, es necesario, con sentido comn y lucidez, recordar que el fin de una cierta forma de lo social, la evidente saturacin de lo poltico. puede permitir so- bre todo la reaparicin de un instintovital, que, por su parte, est le- jos de apegarse. El catastrosmo en boga sigue siendo sumamente dia- lctico (hegeliano), demasiado lineal (positivista) o incluso cristiano (parusfa) para poder apreciar las mltiples explosiones de vitalismo que caracterizan a todos esos grupos o "tribus" en constante fennen- tacin que se encargan, lo ms cercanamente posible de ellos mismos, de mltiples aspectos de su existencia colectiva. Esto ~ el politesmo. Pero esto, como suele ser el caso frecuentemente, los intelectuales. y ms concretamente los socilogos, [slo lo comprendern Postlestum! Propongamos algunas metforas: como el fnix antiguo, el ocaso de una forma exige siempre el florecimiento de otra. Por su parte, "la imaginacin amplificadora", a laque se ha hecho antes mencin, pue- de permitirnos ver con claridad que la muerte de la monovalenca his- trica o poltica puede ser la ocasin de apoderarnos de nuevo de la matriz natural. Yahe indicado anteriormente el proceso: deslizamien- to de la economa omnipresente a la ecologa generalizada, o tambin, segn la Escuela de Francfort, paso de la naturaleza como objeto (Ce- genstan) a la naturaleza como compaero dejuego (Gegrnspield). A este respecto, los movimientos ecologistas (ya sea que se estructuren en partidos o no), la moda de los alimentos biolgicos o macrobiti- cas y los diversos naturismos en boga son indicadores particularmen- te instructivos. Esto no es ningn rodeo inutilizable en el marco de nuestra reflexin. sino ms bien un parmetro de gran importancia que suele escaprseles demasiado frecuentemente a los voceros del ea- taerrosmo, salvo en los casos en que lo reducen a su dimensin pol- tica. Podemos pensar en E.Jnger y en su fascinacin por los minera- les, o tambin referirnos al poeta J. Lacarrere, que destaca con especial fuerza y belleza el resurgimiento de la Gran Diosa Tierra: 7Es el ttulo que he dado a mi tesis de :kr. dclo, Grenoble, 1973, cuyas parteeeeen- ciales reaparecrn en M. Maffesoli, Igiq/U Ik UJ dominalion, ParI, MJF, 1976. 90 EL TIEMPO DE LAS TRIBUS LA POTENCIA SUBTERRNEA 91 SielIlpre encontr un cierto parecido entre los mitos y los corales: sobre un tronco comn y vivoque... se mineraliza con los siglos ... brotan floraciones vivas, ramificaciones de tentculos... vasculartdades orales yefmeras que pro- longan sin cesar la pulsin abismal del filum. O Lacarriere, L'ti grec, Pon, Pars, 1976, p. 148.) El conjunto de este bello libro, que se podra comparar con el Co- loso de Marusi de H. Millcr, se desenvuelve en el mismo tono; nos re- vela un reencantamiento del mundo mostrando la estrecha relacin existente entre la arborescencia -aun mineral- de la naturaleza y la explosin de la vida, cuyo ndice es el mito. El fllum mencionado nos recuerda, con pertinencia, que, si las civilizaciones son mortales o in- cluso efmeras, el sustrato en el cual se arraigan es, por su parte, in- variable, al menos a los ojos del socilogo, No est de ms tener siem- pre presente esta trivialidad que nuestro "ombliguismo" tiende a hacernos olvidar. Slo as ser posible comprender lo que yo llamo "el perdurar so- cietal", trmino un tanto brbaro por el que entiendo la capacidad de resistencia de las masas, Esta capacidad no es forzosamente cons- ciente: est incorporada en cierto modo mineral, sobrevive ms all de las peripecias polticas. Yome aventurarla incluso a decir que exis- te en el pueblo un "saber de fuente segura" o una "direccin segura", a la manera heideggeriana, que lo convierten en una entidad natural que supera con creces sus diversas modulaciones histricas o socia- les. sta es una visin un poco mstica de las cosas. pero slo ella nos puede permitir explcarel hecho de que, a pesar y por medio de las carniceras y las guerras, de las migraciones y las desapariciones, de los esplendores y las decadencias. el animal humano siga prosperan- do. Ahora que hemos perdido el miedo a las invectivas y a los juicios de valor, y que los terrorismos tericos ya no paralizan ms las aven- turas del pensamiento (ni nuestros pensamientos aventureros). no est de ms que los socilogos analicen con rigor aquella perspectiva global. holista, proclamada al fundarse nuestra disciplina. El recono- cimiento de un vitalismo irreprimible puede fonnar parte de tal pers- pectiva. No se trata de hacer aqu una lista exhaustiva de las investi- gaciones que van en este sentido:" conformmonos con indicar que. ~ Sobre el vitalismo, er. M. Maffcsoli, L'rlSlanl l n l l ~ Pars, Denoel, 2000. siguiendo la estela del tema goetheano del Natur-Gott, el Dios-Natu- raleza, este vitalismo sigui estando presente en la psicologa de lo profundo, cuya importancia fue capital para nuestro siglo xx. Es algo patente en el proceder de C. G. jung, cuya fecundidad se vuelve a reconocer en nuestros das; no obstante. al margen del mo- vimiento freudiano. el "principio organizador de la vida" se halla tam- bin en el centro mismo de la obra de Oroddeck. As, segn uno de sus comentadores, ste siempre ha manifestado "un gran inters por la physis; es decir. por el crecimiento espontneo, o el cumplimiento efectuado de un devenir, tanto en la naturaleza como en el ser huma- no"." Si he citado a Groddeck en la tradicin psicoanaltica es por- que. por un lado. se inspira en Nietzsche, cuya actualidad no se ha tenninado de indagar. pero tambin porque el adagio en el que se inspir: Natura sanas, medicus curato se halla en la base misma de los movimientos alternativos que, desde todos los rincones del mundo. estn cambiando drsticamente la configuracin social. Ytambin a esto tenemos que estar atentos si queremos calibrar debidamente la pertinencia de lo que he llamado la potencia. Cabe imaginar que este "logro" en el seno del dato natural, es decir. la arborescencia o creci- miento siempre continuados. no carecer de efecto sobre el dato so- cal. Al redescubrir las virtudes de una naturaleza-madre. el sentido de la globalidad recupera su lugar. Hay reversibilidad. no dominacin unilateral. Es esto lo que permite decir que todos los grupos que con- sideran la naturaleza como compaera o socio son fuerzas alternati- vas que a la vez rubrican el declive de cierto tipo de sociedad. si bien apelan al mismo tiempo a un renacimiento irresistible. Naturalmente. ste que nosotros vemos instatu nascendiescomple- tamente catico. desordenado, efervescente. Pero sabemos, por lasre- flexiones de Durkheim, que la efervescencia es el indicio ms seguro de lo prospectvo, de lo que est llamado a durar y. a veces tambin, a institucionalizarse. El hormigueo es para Bachelard una "imagen primera", Recuerda adems este autor que. en el siglo XVII. "la orto- grafa de la palabra caos es caJwt [bache. sacudida]". comparacin que resulta bastante ilustrativa cuando se sabe que el caos es eso mismo sobre lo que se erige el cosmos y posteriormente ese microcosmos que e; M. Lalive D'Epinay, C.roMedI, Pars, Ed. Universitaires, 1984, p. 24. CE, pp. 125- 134, la buena bibliografa que se ha suminis!rado, 92 EL TIEMPO DE LAS TRIBUS LA POTENCIA SU8TERIlNEA es el dato social. El hormigueo es signo de animalizacin. pero tam- bin de animacin. 10 G. Durand lo ilustra abundantemente. El hor- migueo que se puede observar. actualmente y que una fuerte connotacin natural puede entenderse como expresin de la poten- -cia o del querer vivir. que son causa y efecto del fl1um vital. Como di- ce el psicoanalista alemn: "Kot s nicht Tot, es ist von . Precisando un poco ms estas observaciones, digamos que SI exrs- te un ocaso de las grandes estructuras institucionales y activistas -des- de los partidos polticos como mediacin necesaria,. hasta el proleta- riado como sujeto hsrrico-, existe, por el contrano, desarrollo de lo que podemos llamar, de manera muy general. comunidades de se. Ahora bien. stas descansan fundamentalmente sobre una real- dad proxmica de la coalla naturaleza es la forma acaba?a. Con mu- cha agudeza, G. Smmet muestra que "el apego sentimental a,la naturaleza", "la fascinacin de la potencia", suele acabar transfonnan- dose en religin. Existe, stricto sensu communion dentro de la belleza y la grandeza.'! La religin es aqu el elemento que y liga se da el codo acodo, porque existe fsicamente proximidad. AsI, a di- ferencia de la "extensin" de la historia, que se cimienta sobre con- juntos vastos y paulatinamente ms favo- rece la "in-tensin" (in-tendere) ,junto con la mversron, el entusiasmo y el calor que ello entraa. La referencia, tal vez algo desenvuelta, a la naturaleza y a la "religin" que sta secreta tiene por nica ambi- cin el indicar que, ms all de la arbitraria dicotoma entre vida fl- sicay vida psquica, y, por consiguiente, entre ciencias de la naturale- za y ciencias del espritu, rupturas impuestas por el siglo XIX, estamos volviendo a descubrir una perspectiva global que es a todasluces pros- pectiva. Son numerosos los cientficos (fsicos, astrofsicos, bilogos) que trabajan activamente en direccin de tal revisin. Algunos incluso, co- mo por ejemplo el premio Nobel F. Capra o el bilogo R Sheldrake, to er. el anlisis de G. Durand, Le.' ./null,"S mlthropologiqtll's dI! fimngi,wirt, Pars, Bordas, 1969, pp. 76 ss., y las citas quehace de G. Bachelard, La IP= el k..1iveries du re- pos. Pars,J. Corti, !984, pp. 56, 60 Y270. 11 Cf. G. Simmel, "probl,mes de la sociologte des religions-' traduccin francesa ArriJiI"'" rk sorintngu, fip., 'eligiJI''-', (;NIlS, Pars, nm. 17, 1964, p. !5; ("J. tambin G. P. Wa- tier, Simmtl el les s"",e" mmaifl".<, Pars, Meridians Klindsied" !992. hacen referencia al Tao o al pensamiento hind para apuntalar sus hiptesis. Por su lado, el fsicoJ.-E. Charron pretende mostrar que "el espritu es inseparable de las investigaciones en el campo de lasca", Por falta de competencia, no me es obviamente posible entrar en es- te debate. En cambio, s podra utilizar, de manera metafrica, esos anlisis para ilustrar ms claramente la pista del vitalismo o de la po- tencia que se manifiestan en el dato social. Tomemos particulannen- te el ejemplo de los "hoyos negros", esas estrellas que, por densifica- cin vertiginosa, mueren para nuestro espacio-tiempo para nacer "en un nuevo espacio-tiempo", lo que l llama "espaco-tempo comple- jo",!\! Acudiendo a una imagen, y como respuesta a aquellos que se hacen preguntas sobre el ocaso de los modos clsicos de las estructu- raciones sociales, podemos sugerir que es la densidad de la socialidad --eso que acabo de llamar su "in-tensin" (in-tendem)-Io que la: hace acceder a otro espacio-tiempo en el que se mueve a sus anchas. Dicha densidad todava existe: la experiencia en sus diversas dimensiones. la vivencia en toda su concrecin, el-sentimiento y la pasin que, con- trariamente a lo que se suele admitir, constituyen lo esencial de todas las agregaciones sociales. En general, esta densidad logra expresarse por medio de las delegaciones, de las representaciones que puntuali- zan las historias humanas (asambleas generales, consejos, democra- cias directas, parlamentos en sus inicios, etctera), pero con el tiem- po. y en virtud de la rigidez ineluctable de las instituciones, asistimos a trna separacin creciente que puede conducir al divorcio. Es enton- ces cuando la "densidad" se exilia a otro espacio-tiempo en espera del encuentro con nuevas formas de expresin, En efecto, adoptando el trmino que E. Bloch aplicara a otros fenmenos, existe muy a menu- do "no-contemporaneidad" entre una institucin ysu soporte popu- lar. As, en nuestros pases democrticos, lo que algunos nobles espt- ritus llaman el desarrollo del antiparlamentarismo no es quiz ms que un cansancio respecto de la libidodominandi"que anima a la vida pblica, o tambin una saturacin deljuego poltico, que no es con- siderado ms que en funcin de aquello por lo que todava presenta algn inters: sus representaciones teatrales. No obstante, dejando a un lado a los que viven de sus juegos pue- riles, an es necesario preguntarse por "la importancia de esos 'agu- 12 Cf.J.-E. Charrcn, r.etirn:ofl1l1l, Albin Michd, Pars, 1977, pp. 65-78 Y83. EL TIEMPO DE LAS TRlBUS LA POTENCIA SUBTERRNEA 95 jeros negros' de la al menos el de gamos a volver nuestras miradas hacia esta base, veces Ig- norada, de nuestra disciplina. Pasemos de la arquitectura celeste a la que constituye nuestras ciudades. Reflexionando sobre el intervalo, G. Dorfies, que se inspira en numerosos estecstas, declara que no existe arquitectura "sin espacio interior". Por otra parte. ampla el de- bate al mostrar que esta espacialidad interior posee un importante arraigo antropolgico (gruta. nicho, abrigo) o psicolgico (seno ma- terno, tero. aparato digestivo). La reflexin sobre el "laberinto",.que ha sido particularmente bien ilustrada por los surrealistas y los srtua- cionistas, y tambin el "hueco" del que habla G. Durand, todo destaca el hecho de que se necesita "el interior" para que cualquier construccin exista. 13 Lo que se dice de la arquitectura se puede ex- trapolar a la arquitectnica de la socaldad. Se trata en este caso de la:hiptesis central de mi investigacin desde varios aos atrs: la ne- cesidad de una centralidad subterrnea. El que los arquitectos o los ur- banistas contemporneos hayan redescubierto la necesidad del espa- cio perdido, del gora, del paso subterrneo, de los prticos. de los patios, etctera, no es sino la transcripcin costructvsta de esta im- periosa necesidad de "lo hueco". Ya lo he sugerido: antes de volverse el mundo que conocemos, la palabra mundus significaba el "agujero" al que se arrojaban las vctimas sacrificadas a los dioses, los nios re- chazados por sus padres y los desperdcos.l" en suma/todas las cosas que dan sentido a la ciudad. Un hecho (que les pareci ftil a los urbanistas del momento pe- ro que no careci ms tarde de efectos) aliment innumerables de- er. G. Dorfls, L'interoalle pm/u, traduccin francesa, Pars, Librairie des Mri- diens, 1984. pp. 71 SIl.; cf. tambin G. Durand, [ej stnu:lum anl"ropowgiques de nai ..., '1'. cu., p. 55. Sobre el situac;onisffio y el laberinto: nln'nalimlav Ji.l"aIlmJme, A'msterdam, Van Oenne, 1972. He dirigido tambin personalmente una pequea monografa sobre el laberinto en Gnova. Doct. Polycop. {lE;R de urbanizacin, Universidad de Grenoble. 1973. cr. igualmente la imporl;lndad e Iall grutas para explicar la vitalidad napolitana: A. Medam, Amltlts .. Pars. d. des Autres. 1979. p. 46, yJ. F. Matteudi, Ladtirk$ rmaphi's, Pars, Librairie des Mridiens. H Cf. M. Maffeeoli, La Clmqll;U dlt donde se encontrar una sociologa de la vida.cotidiana. Pars, l'ITF (1979), 008, 1998, cap. lIJ, "L'espace de la scciaht", pp- 61-74. bates con mis amigos grenobleses, como C. Verdillon, y merece 'ser destacado a este respecto. Cuando lamunicipalidad de Grenoble de- ddi construir la '"Villeneuve", laboratorio de una nueva manera de vivir la ciudad, de vivir en ciudad, le pidi a los urbanistas que previe- ran largos "corredores" que unieran los apartamentos con los ascen- sores, as como "galenas" para permitir a la gente reunirse. Se convir- tieron en lugares de fuertes corrientes de aire, de carreras o hasta de pnico. Asimismo. de acuerdo con la ley. se previeron "metros cua- drados sociales". De este modo, adems de los equipamientos socoe- ducatvos, se dej una habitacin libre en el extremo de cada corre-- dar. Se la destinaba a reuniones, asociaciones o talleres. En realidad, estas habitaciones fueron ocupadas rpidamente, de manera infor- mal, por actividades anodinas o contrarias a la moral clsica. En todo caso, fueron lugares en los que se pensaba -por proyeccin o cons- uuccin fantasmagrica- que ocurran cosas inauditas, si bien com- pletamente necesarias a toda vida de grupo. Mundus est immundus. As, los "metros cuadrados sociales" eran lo inmundo que permita la comunicacin, la diatriba o la vida por procuracin. Lgicamente, aquello dur muy poco, y se pusieron candados a aquellos lugares de libertad que fueron puestos a disposicin de los animadores sociales. Triste fin si lo hubo! Sin embargo, ms all de esta ancdota, lo que pretendo dejar aqu bien claro es que siempre hay, retomando una expresin de Simmel, "un comportamiento secreto del grupo respecto del exterior".1&Ess- te, ms o menos armado segn las pocas, el que origina el perdu- rar societal y que, ms all de los ocasos especficos, garantiza la pe- rennidad del fdum. Repitindolo una vez ms, se trata naturalmente de un ideal-tipo que no existe bajo su forma pura yque rara vez se pre- senta como tal por parte de los propios protagonistas. cosa bastante normal; y, sin embargo, es sin duda alguna este "secreto" el que per- mite medir la vitalidad de un conjunto social. En efecto, es do las etapas de una revolucin. los motivos de una conspiracin o, ms simplemente, la resistencia pasiva o la conspicua actitud de reser- va frente a cualquier poder (poltico. estatal, simblico) como se crea una comunidad. Explosiva o silenciosa, nos encontramos aqu ante L,G. SimmeI, La socii1 ,w:uur, N('IIvrlfe mtIIe tkPSJcluJnaly."" Pars, Gallimard. nm. 14,1976, p. 281. 96 EL TIEMPO DE LAS TRIBUS LA POTENCIA SUBTERRNEA 97 una violencia cuyos aspectos fundadores no han sido todava comple- tamente destacados. En este caso se trata tambin de la potemia. Resumiendo estas pocas observaciones, se puede decir que el "vi- talismo", que nunca dejar de asombramos y que, en,todo es ,la condicin de posibilidad para comprender la potencia de la vida Sin calidad no puede comprenderse ms que abandonando la ac:titud en- jucadora (o normativa}, que es en general la que caractenza al de- tentador del saber y del poder. Al hablar acerca de la versatilidad de la muchedumbre,julien Freund propone clasificarla "bajo la catego- ra de lo privativo"; es decir, que sta no sera ni negativa ni positiva, sino que podra ser "al mismo tiempo socialista y nacionalista",.t fJ Yo traducira esto, en mi lenguaje. diciendo que la muchedumbre se ha- lla en hueco, que es la vacuidad misma, y que en esto mismo reside su potencia. Al rechazar la lgica de la identidad, que transforma al pueblo en proletariado (en "sujeto" de la historia), la muchedumbre puede ser, de manera secuencial o simultneamente, la muchedum- bre de los "vulgares" conformistas o de los rebeldes, la muchedum- bre racista o generosa, la muchedumbre ilusionada o cnica. Filosfi- camente se trata de una incompletud que, C017W tal, es rica en porvenir. Slo la imperfeccin es signo de vida, mientras que la per- feccin es sinnimo de muerte. Es por su abigarramiento. su eferves- cencia. su aspecto desordenado y estocstico, su conmovedora inge- nuidad, por lo que el vitalismo popular nos interesa. Es porque es esa nada que presta fondo al todo por lo que, de man,era relativista. se puede ver en el vitalismo la alternativa al ocaso; pero al mismo tiem- po es anunciador de una muerte: la muerte de la modernidad. LO DMNO SOCIAL Cabe preguntarse por otro aspecto de la potencia popular: por lo "di- vino social", trmino mediante el cual E. Durkhem designaba esa fuerza agregativa que se halla en la base de todo tipo de sociedad o asociacin. Se la podra denominar tambin con el trmino de "reli- gin", empleando este trmino para designar lo que nos une a una 16J. Freund, dll ron/'it, PUF, 1983, p. 214. comunidad; se trata menos de un contenido, que es del orden de la fe, que del que contiene, es decir, de algo que es matriz comn o que sirve de soporte al "estarjuntos". Retomar a este respecto una defi- nicin de Simmel: "El mundo religioso sumerge sus races en la com- plejidad espiritual de la relacin entre el individuo y sus semejantes o grupo de semejantes... estas relaciones constituyen los ms puros fenmenos religiosos en el sentido convencional del trmino. "17 No se trata de hacer aqu sociologa de la religin; por otra parte, los especialistas en este campo se muestran ms bien reticentes en cuanto oyen hablar de resurgimientos de lo religioso. Por mi parte, me abstendr claramente de entrometerme en su objeto mismo de estudio, limitndome tan slo a permanecer en la zona borrosa. en la nebulosa del sentimiento religioso. De hecho, de manera delibera- da, lo que permite estar atentos al desarrollo religioso stricta sensu (particularmente en sus manifestaciones no institucionales), as co- mo a la importancia concedida a lo imaginario y a 10simblico, son todas las cosas que incitan a las mentes apresuradas o prevenidas a hablar del regreso del irracionalismo. Se puede afirmar, en principio, que existe una relacin indudable entre la reincorporacin de lo natural (del naturalismo) y el reencan- tamiento del mundo que se observa en la actualidad. Ms all de las demstfcacones, "demltologzaciones" que han encontrado adeptos hasta en el seno mismo de las reflexiones teolgicas, el "fisgn" social que es el socilogo no puede pasar por alto todos esos mltiples ele- mentos que privilegian a la suerte, el destino, los astros, la magia, el tarot, los horscopos, los cultos a la naturaleza, etctera. Es incluso veraz que el desarrollo de los juegos de azar como se conocen en Francia. de los juegos populares (lotera, lotera instantnea. quinie- las. lotera nacional) hasta llegar a la moda de los casinos. participa en este mismo proceso. Nos encontramos aqu ante pistas que mere- ceran investigaciones precisas. No hay necesidad de escandalizarse. Recordemos, en efecto, lo que es un "postulado esencial de la socio- loga" para . Durkheim: "Una institucin humana no podra r-imen- tarse en el error y la mentira: as jams hubiera podido perdurar. Si no se hubiera fundado en la naturaleza de las cosas, habra encontra- 17G. Simmel, -Probh':mes de la sociologie des rehgions", Anhiws Ik des""" ligians, Parll, CNR5, nm. 17, 1964, p. 24. 98 EL TIEMPO DE LAS TRIBUS loA POTENCIA SUBTEllRNEA do... resistencias que nunca hubiera podido vencer."!" sabia servacin se puede aplicar tambin a nuestro tema. El sentido comun, la constatacin emprica, los artculos de la prensa. todo mundo tata la multiplicacin de los fenmenos pues, convre- Deabordarlos sin necesidad de exagerar su tmportanca, pero tampo- co sin descalificarlos a priuri En primer lugar, porque esto remite a actitudes todos los medios. Con relacin al "populacho", esto se entiende facihnen- te, Pero, aunque se practica todava con cierta discrecin, ya no es ra- ro en el medio culto ponerse a hablar del horscopo, o llevar el o en la mueca algn amuleto. Respecto a otras capas sociales, algunos estudios actualmente en curso pondrn de manifiesto estos fenmt,=nos. Como ancdota: recientemente, en el transcurso de cena en la que se haban dado cita varios miembros de la alta funcin pblica (ms algunos personajes "de como un obispo, un universitario y una astrlqga) tuve la oportunidad, una parte, departir con una astrloga famosa que me ennumero todos Jos pol- ticos de todas las tendencias, que eran sus clientes, y, por la otra, de escuchar lasconfidencias de un prefecto, hombre racional, ,si es que existen, quien me habl del escalofro mgico, verdadera droga nal, que lo posea al escuchar los nmeros premiados de la lotena, Naturalmente, para evitar comprometerse por completo, era su cho- fer el que se encargaba de Ir a comprar el fatdico billete. ser anecdtico, pero son precisamente estos hechos, por lIl;as rrunuscu- los que sean, los que, mediante sucesivas constitu- yen a la vez lo esencial de la existencia individual y.col,ecuva: Lo que, en todo caso, ponen netamente de manifiesto, es la existencia de una relacin con el entorno natural o csmico muy distinta de la que nos tena acostumbrados el pensamiento puramente racionalista. Y, obvia- mente, esta otra relacin no puede dejar de pables en nuestras relaciones con los dems (fanuba,. fbrica, calle), y ello es tan cierto que es la manera como es VIVIdo y represen- tado"el estar (ah tirado) en el mundo" que determina su puesta en escena; queriendo decir con ello la gestin de lassituaciones que, ca- da vez ms, constituyen la concatenacin existencial. Si de esta mane- 18.Durkheisn, {",s'"ml!.1melllaires,{, la "il!rrginL5t!, 5a OO.,Pars, I'lI. (1968, p. j) Le Limde Peche, 1991. ra se puede hablar de reencantamlenro del mundo, es porque ste se "da por supuesto". Este naturalismo, esta complicidad merecen'espe- cial atencin; es eso lo que permite hablar de "dato" social o tambin, segn la expresin de Schutz, de "takenlargran1efl' (dado por supues- to).19,Participamos, mal que bien, somos parte de este mundo mise- rabie, imperfecto y, sin embargo, preferible a "nada". Visin trgica por excelencia, que supone menos el cambio (reforme, revolucin) que la aceptacin de lo que es, del statu quo. Fatalismo, dirn algunos, yen parte tienen razn; pero contrariamente al actvsmo (anglosa- jn?), que pone a competir individuos opuestos, ese fatalismo (me- diterrneo?), mediante una integracin en la matriz natural, refuer- za el espritu colectivo. Preciso que si lo "divino" humano o social (a partir de Feuerbach, y pasando por Comre, o de Durkheim) es una preocupacin del pensamiento social, se puede no obstante estable- cer un paralelismo con cierta tradicin mstica, segn la cual a lo que hay que llegar es a la prdida en el "gran todo". Dicha actitud remite, al naturalismo de que se ha hablado; y, al mismo tiempo, sirve de Iun- damento a la constitucin de pequeos grupos (comunin, fusin ertica o sublimada, sectas, congregaciones, etctera), que no dejan de tener relacin con lo que se puede observar en nuestros das.%O No hay que olvidarlo, yaque la expresin teolgica da perfecta cuenta de este proceso: "la comunin de los santos" se cimienta esencialmente sobre la idea de participacin, de correspondencia, de analoga, no- ciones stas que parecen perfectamente pertinentes para analizar los movimientos sociales, que no se dejan ya reducir a sus dimensiones racionales o funconalatas. El gran socilogo Roger Bastide, cuyos anlisis vuelven a desempear un papel capital, habl de la religin en trminos de "evolucin arborescente".21 Aqu tambin, adems de la imagen naturalista que est en cuestionamiento, nos vemos remiti- dos a la idea de elementos ligados orgnicamente (las ramas que for- man un rbol), de anillos y de concatenacin, as como de comun- 19 Sobre el "dato" social cf M. Maffesol.i, La violmu /QtataiR, Pars, PUF, 1979. er. las obras de A Schutz, ColJuIed /JafJt!r5, voIs. 1, 2 Y3, Amsknlam, ManinUll Nijhoff. 2Il Sobre este terna d. hu investigaciones de). Zylberberg, yJ. P. Montrniny, "L'.,.. pnt.Je ]x)Uvoirdles rernmes ... ", RniuJrr.hessoritJgmphiqun, Quebec, XXII, 1,enero-abri1 1%1. 21 R. Ba"ude, JemenL' ,{,wcioWgie migieu.v, p. 197, citado por c. Laliw: D' Epinay, Bastide et la sccooge des o.:onfins", L'ann vol. 25, 1974, P. 19. 100 EL TIEMPO DE LAS TRIBUS LJ\ POTENCIA SUBTERRNEA \61 dades imbricadas unas a otras.en.un conjunto ms vasto. Vieja figura bblica de lajerusaln mtica; "en-donde todo conjunto forma cuer- pon yprefigura por ello mismo la convivialidad del paraso por venir. Podemos, a partir de estas someras observaciones, extrapolar y esta- blecer un lazo con la potencia popular? Me parece que se trata de un proceso legtimo. y ms an cuanto que la caracterstica esencial de la religin, que puede modularse de manera diferente, sigue siendo no obstante intangible: se trata siempre de transcendencia. Ya sea que se site sta en un ms all o bien que sta sea una "transcendencia inmanente" (el grupo, la comunidad que transciende a los indlvi- duos), la cosa sigue siendo fundamentalmente la misma. Ahora bien, nuestra hiptesis, contrariamente a quienes se lamentan del final de los grandes valores colectivos y de la reduccin al individuo, cosa que ponen abusivamente en paralelismo con la importancia dada a la vi- da cotidiana, consiste precisamente en que el hecho nuevo que se des- taca (y que se desarrolla) resulta ser la multiplicacin de los peque- os grupos de redes existenciales; una especie de tribalismo que se cimienta a la vez sobre el espritu de religin y sobre ello- calsmo (proxmca, naturaleza), Quin sabe si, ahora que se acaba la civilizacin individualista inaugurada por la Revolucin francesa, nos tengamos que confrontar con aquello que fue un intento abortado (Robespierre): es decir, aquella "religin civil" deseada por Rousseau. Esta hiptesis no carece de fundamento, sobre todo si se tiene en cuenta que, como observa E. Poulat, no dej de preocupar, a lo largo del siglo XIX y a principios del xx, a pensadores de la talla de Pierre Leroux, Cornte por supuesto, Loisy o tambin Ballanche (quien pen- saba que "la humanidad sera llamada a formar una cuarta persona en los cielos").22 Inspirndonos en un trmino aplicado a Lamennais, podemos decir que esta perspectiva "demotesta" puede permitirnos comprender la potencia del trbalismo, o la potencia de la socialidad, incomprensible para los analistas econmico-polticos. Como se sabe, a Durkheim le preocup constantemente el lazo re- ligioso. "Cmo se sostiene una sociedad que nada trasciende pero que 22 E. Poulal, el mystllU'. Pars, ed. du Centurin, 1984, pp''19y 230 Ylas re- ferencias a Ballanche. Elmil de palingtinl<'U> ,,(J(:wil-, y a Larnennais: P,"""" d'"n ,:myal1l, nota 26. El pueblo como dios, o incluso como el divino social [T.J. transciende a todos sus miembros": esta bella frmula de Poulat2!lre- sume a la perfeccin la temtica de la trascendencia nmeneme, La causalidad o el utilitarismo no pueden explicar por s solos la propen- sin a asociarse. A pesar de los egosmos y de los intereses particula- res, existe una argamasa que asegura el perdurar. Tal vez haya que buscar su fuente en el sentimiento compartido. Segn las pocas, es- te sentimiento apuntar a ideales lejanos y, por consiguiente, de d- bit intensidad, o a objetivos ms potentes por estar ms prximos. En este ltimo caso no podr estar unificado, y menos an racionaliza- do, y su misma fragmentacin no har sino poner an ms de mani- fiesta su coloracin religiosa. As, la "religin civil", que resulta dif- cil aplicar a toda una nacin, puede ser vivida perfectamente, en el mbito local, por una multiplicidad de ciudades (ejemplo griego). o de agrupamientos particulares. En este caso, la solidaridad que sta engendra adopta un sentido concreto. Es en este sentido como una cierta indiferenciacin, consecutiva a la mundializacin y a la unfor- mizacin de los modos de vida, y a veces tambin de pensamiento, puede ir de par con la acentuacin de valores particulares, que, stos s, son asumidos, con intensidad, por algunos cuantos. As, podemos asistir a una massmediaein creciente, a un vestir estandarizado o a un fastJoodinvasor y. al mismo tiempo, al desarrollo de una comunica- cin local (radios libres y 1V por cable), al xito de un tipo de ropa determinado, de productos o platos locales; todos ellos momentos concretos, en que cada uno se reapodera de su propia existencia. Es precisamente esto lo que pone de manifiesto que el avance tecnol- gico no consigue borrar la potencia del enlace (de la re-ligin), y a veces incluso le sirve de ayuda. Al encontrarse saturados los fenmenos de abstraccin, Jos valo- res impuestos verticalmente, las grandes maquinarias econmicas o ideolgicas, se puede observar. no su refutacin (lo que equivaldra a atribuirles demasiada importancia), sino un recentramento sobre objetivos al alcance de la mano, sobre sentimientos realmente com- partidos, cosas todas que constituyen un mundo, de costumbres, de rituales, aceptado conwtal (takenfurgranted). Esprecisamente esta proximidad la que confiere su sentirlo pleno a eso que se llama lo "divino social". ste no tiene nada que ver COn l/>id., p. 241. 102 EL TIEMPO Dl: LAS TRIBUS LA POTENCIA SUBTERRNEA 103 ningn dogma ni inscripcin institucional; reviste ms bien una fibra paganaqlle, aunque no concuerden con esto los historiadores. nun- ca ha llegado a desaparecer por completo en las masas populareyAl igual que ocurre con los dioses lares, causa y efecto de la reunin fa- miliar, lo divino del que aqu se trata permite en las inhumanas y frias metrpolis recrear cenculos de calor humano, espacios de sociall- dad. El desarrollo vertiginoso de las grandes metrpolis (megalpo- lis sera la palabrajusta) que nos anuncian los demgrafos no puede sino favorecer esta creacin de "aldeas en la ciudad", por parafrasear un titulo conocido. El sueo de Alphonse Allais se ha realizado: las grandes ciudades se han convertido en campias en las que los ba- rrios, los guetos. las parroquias, los territorios y las diversas tribus que los habitan han sustituido a las aldeas, ayuntamientos, comunas y mu- nicipios de antao. Pero como es necesario reunirse alrededor de una figura tutelar, el santo patrn que se venera y festeja es sustituido por el guro, la celebridad local, el equipo de futbol o la secta de modes- tas dimensiones. El hecho de "darse calor" es una manera de aclimatarse o de do- mesticar un entorno que, sin ello, sera amenazador. Varias investiga- ciones empricas realizadas en medios urbanos han puesto de mani- fiesto estos fenmenos. En su anlisis de los cambios sociales consecutivos a las migraciones urbanas de una ciudad de Zambia, Benneuajules- Rosette llama la atencin sobre el hecho de que existen "habitantes que siempre han participado activamente" en la reorganizacin y el crecimiento de la comunidad. Y, precisa la autora: "The mostdistifUti- ve charactaistic shared by many of tnese residents 15 their memhership in indi- genous African curches". * Es, por cierto, esta participacin la que ha- ce que estos subgrupos sean los ms visibles de la comunldad.o As, el cambio urbano es quiz correlativo con una des-cristianizacin ga- Iopante, pero no deja de propiciar un sincretismo religioso de efec- tos an incalculados. La caracterstica comn ms distintiva de la gran mayora de \05 residentes es su membra en las Iglesias indgenas africana'! [T.j. H B.Jules--Rosette. ."-Tmbols '!f 'lOO.. tmmilitm in a 7..ambian wmmmn't, Nuo;-va Jersey. Ablex, 1981, p. 2. Sobre la importanda de las religiones ancreustas en I\u gran- des aglomeraciones .nbanall, como Recife, c.f. R. Motta, Cid",kt t/roofio, Recife, 1980. En un texto de asombrosa actualidad sobre la "concepcin social de la religin"j Durkheim, para quien "la religin es el ms primitivo de todos los fenmenos sociales", luego de haber constatado el final de los viejos ideales o divinidades, afirma que es menester sentir "por debajo del fria moral que reina en la superficie de nuestra vida co- lectiva, las fuentes de calor que nuestras sociedades conllevan en s mismas", las cuales l sita "en las clases popularesr.w Se trata de un diagnstico que se inscribe precisamente en la misma lnea de nues- tra demostracin (diagnstico que es compartido cada vez ms por numerosos investigadores): la deshumanizacin real de la vida urba- na secreta encuentros especficos para compartir la pasin, los senti- mientos. No lo olvidemos: los valores dionisacos, que parecen gozar de actualidad, ataen al, sexo, pero tambin a los sentimientos reii- giosos: ambos son modulaciones deja pasg. Es porque lo "divino social" posee en menor grado una funcin de adaptacin, de conservacin en cierto modo, por lo que lo redes- cubrimos en mayor grado en las explosiones de rebelda. En otro lu- gar ya he abordado este tema.junto con la nocin de "revolucin ou- robora",26 al mostrar que ha existido siempre una fuerte carga religiosa en los fenmenos revolucionarios, los cuales han sido cali- ficados como nicamente polticos. En el caso de la Revolucin fran- cesa esto resulta evidente, como fue tambin el caso durante las dis- tintas revoluciones de 1848 en Europa, y H. De Man mostr que la propia revolucin bolchevique no sali indemne. La Guerra de los considerarse como el paradigma de lo que venimos diciendo, y el bello libro de E. Bloch sobre sta hace un anlisis in- soslayable. Por cierto, a este respecto Mannheim no dud en hablar de "energfas orgistco-extcas", que tenan "sus races en planos [... l profundos y vitales del alma".'? Y. por qu hacer referencia a estos momentos de efervescencia si no para indicar que existe un constante vaivn entre explosiones y distensiones, y que este prcce- 25K. Mannheim, utopie. Par" Riviere, 1956, pp. 157 SIl. Sobre la temti- ca explosin-distensin eC. . Durkheim, J...e furmes ilimenIoiresde la vio! Paris, PUF (1968), Le Livrede Peche, 1991. 2l; Para ser ms precisos, en la gradacin de las relaciones, de toda vida social, de toda scciabihdad y de toda socahdad. 27M. Maffesoli, La vinkrn--" totalitaire, Par, (1979), DDB, 1999, cap. 11, pp. 76-115, Y E. Bloch, 1omas MunuT, /hoIogino de la rivolulicn, Parfs.JuUiard, 1964. 104 EL TIEMPO DE LAS TRIBUS LA POTENCIA SUBTEllRNEA 105 so es causa yefecto del lazo religioso. es decir. del hecho de compar- tir la pasin? De hecho. la religin as entendida es el origen de to- da vida social." Es el crisol en donde se realizan las diversas modulaciones del es- tar-juntos. Los ideales pueden, en efecto, envejecer, los valores colec- tivos saturarse, toda vez que el sentimiento religioso secreta siempre y de nuevo esa "trascendenc-ia inmanente" que permite explicar el perdurar de las sociedades por medio de las en este sentido que constituye un elemento de esa rmstenosa fx?lencUl de la que aqu tratamos. He hablado antes de actitud exratca que conviene entender, stric- lo sensu, como fuera de s, En efecto, el perdurar del que se acaba de hablar reposa esencialmente sobre el hecho de que hay masa, pue- blo. G. Le Bon no duda en hablar de la "moralizacin del individuo por la muchedumbre", y aduce algunos ejemplos en este sentido. 29 Es algo que comprendieron bastante bien los telogos catlicos, ra quienes la fe era secundaria respecto a la expresin de dicha fe en el marco de la Iglesia, Empleando un lenguaje de moralista, dir que, para ellos, el "fuero externo" (o fuero eclesistico) es im- portante que el "fuero interno". Empleando ahora un lenguaje que me es ms familiar, y que he teorizado antes en relacin con lo que he llamado "el inrncralismo tico", dir que, sean cuales fueren la si- tuacin y la calificacin moral. que. como se sabe, son efmeras y lo- enlizadas, la verdadera argamasa socetal es el compartir del sent- miento; ello puede conducir a un levantamiento poltico, a una revuelta puntual. a la lucha por el pan, a una huelga solidaria, como puede tambin expresarse en la fiesta o en la trivialidad corriente. En todos estos casos constituye un ethosque hace que. contra viento y marea, aun despus de haber pasado por matanzas y genocidios, el 28 . Durl<heim, La ront>1'lUm.<tIrinJ, b la rnigUm. dans k ."",/;""",1 migiI'Ttx a['MW?! ad'udk, Pars, Vrill, 1919, pp- 104 SS., citado por E, Poulat, Gri1itpa el mplUpU'. ap, l., p. 240. 'hrios estudios en curso en el CEAQ. intentan destacar esta convivialidad (vdar- se calor") en el seno de las secla!l urbanas. er, tambin la siguiente definicin: "Uama- mas e1emellWs religiosos a los elementos emocionales que forman el aspecto interno y externo de las relaciones sociales", G, Simmel, Pmblimwide la.rociolgil! desreligion.... ap. l., p, 22. 29 G. Le Bon, Psyrlwlor,ie bs[vl/k-$, Paris, Retz, 1975, p. 73. pueblo se mantenga como tal ysobreviva a las peripecias poltiCal. Este denwtesmo est aqu exagerado (caricaturizado); pero es. a mi parecer. conveniente presentarlo as para comprender debidamen- te la extraordinaria resistencia a las imposiciones multifonnes que constituyen la vida en sociedad. llevando an ms adelante nuestra hiptesis. podemos. a partir de lo que se acaba de decir, proponer un cambio mnimo en el adagio clsico y sustituir el populo por el eo. As, para el socilogo que se esfuerza por comprender el vitalismo de la socialidad, la pizca en el pan podra ser: "Omnis potestasa popu_ lo". En efecto, y es aqu donde la socoantropologta puede tener una dimensin prospectva, por no decir proftica: es posible que la es- tructuracin social en una multiplicidad de pequeos grupos que se acoplan unos con otros permita eludir. o al menos relativizar. las ins- tancias de poder. Es sta la gran leccin del politesmo, sobre la que tantos anlisis se han realizado, pero que todava nos propone una nueva pista de investigacin sumamente fecunda. Para ser ms pre- cisos, podemos imaginar un poder en vas de mundializacin, bi o tricfalo, disputndose y repartindose las zonas de influencia eco- nmico-simblicas. jugando a la intimidacin nuclear y. a un lado. podemos imaginar tambin la proliferacin de diversos agrupamien- tos de inters. la creacin de baronas especficas y la multiplicacin de teoras e ideologas opuestas unas con otras. Por un lado, la ho- mogeneidad, por el otro, la hererogeneizacn. O tambin. reutili- zando una vieja imagen: la dicotoma en el plano universal entre un "pas legal" y un "pas real". Esta perspectiva es negada actualmente por la mayora de los politistas yde los observadores sociales, en par- ticular porque sta contraviene a sus esquemas de anlisis surgidos en los pensamientos positivistas o dialcticos del siglo XIX. Pero si es- tamos en condiciones de interpretar indicios (ndice es el dedo que seala) tales como el masivo abandono del compromiso poltico o sindical, el atractivo cada vez mayor que ejerce el presente. el hecho de considerar el juego poltico como lo que en realidad es: actividad teatral o de variedades de mayor o menor inters, la inversin en nUevasaventuras econmicas. intelectuales. espirituales o existencia- les, todo ello debera incitamos a pensar que la eoclalldad que est emergiendo no debe nada al viejo mundo (que es an el nuestro) poltico-social. La ciencia-ficcin es. a este respecto. un ejemplo instructivo: en ella encontramos, bajo una apariencia tecnolgco-gtca.Ja hetero- EL TIEMPO DE LAS TlURU.s LA POTENCIA sllaTERkNEA 107 , " 1 Insolencia con relacin a los conformismos de los genelzaClon y a <- que acabamos de hablar." . Por medio de esta autonomizacin respecto a los dcmi- nantes se puede expresar la divinidad"social'.En efecto, evitando plan- tearse la cuestin de lo que "debe ser la se crcos de los "dioses" locales (amor, comercio, violencia,,terntono, fiesta, actividades industriosas, alimentacin, etcetera). pueden haber cambiado de nombre desde los ueropoe d.ela dad grecorromana pero cuya carga sigue Menda dnn- ca en s misma. Es precisamente en este senudo como se opera la rea- propiacin de la existencia "real", que est en la base de aquello que llamo la potenciapopular. Con gran confianza de tal vez un tanto animal--es decir. expresando mas un nsunto Vitalque una facultad crtica- los grupos. las pequeas y re- des de afinidad o de vecindad se preocupan de las relaciones sociales prximas, y lo mismo ocurre respecto al ento.m? incluso si parnira11WS alienadospor el lejanoorden economlco-polituo, jmservamos. su soberana sofn-e su existenciaprxima. En esto claramente desemboca lo "divino social". que es al mismo tiempo el secreto del perdurar: es en lo secreto, en lo prximo, en lo insignificante (10 que se a la finalidad macroscpica) donde se ejerce el control la sooahd.ad. Se puede afirmar incluso que los poderes pueden nicamente. ejer- cerse mientras no se distancien demasiado de dicha soberana. Se puede entender este "soberano" colocndolo en la perspectiva con- tractual de J-J Rousseauc lo que le da una dimensin unanimista y un tanto idlica)1 Lo podemos contemplar igualmente como aquella con- flictual" en la que, por un efecto de accin-retroaccin. un conjunto, mal que bien, ajusta los elementos naturales. sociales y biolgicos,que "lo componen y, por ello mismo, garantiza su La teona los sistemas o la reflexin de E. Morin muestran con ngor la actuali- dad y pertinencia de dicha perspectiva. As, aunque para muchos se -'OCf.a este respecto. la excelente obra de L.-V. Thomas. Fall/asml'5 /lit tp.mtidinl, Fa- ris, Mridiens, 1984. y M. Maffesoli. La ronqtlitl' f>ri<en1, Paria (1979). tIlJII. 1998. "Le fantaanqee aujour le jour". pp. 85-91. . . . , 31 . Durkheim, rl !Jffl't'W't,n; di! la .\ocinlogU<. Pans, Maree! Ri- viere. 1966, pp. 40 Yl08. trate de una figura de estilo, la aproximacin que se puede estable- cer entre el pueblo y el soberano est perfectamente fundada. Por lo dems, yasea mediante el levantamiento, la accin violenta, la va de- mocrtica, el silencio y la abstencin, el desconocimiento desprecia- tivo, el humor o la irona. son mltiples lasmaneras que tiene el pue- blo de expresar su potencia soberana. Y todo el arte del poltico consiste en obrar de manera que estas exjTresitmes no cobren demasa- da amplitud. El poder abstracto puede triunfar de manera puntual. Yes cierto que se puede plantear la pregunta de u Bote, qu es lo que fun- da la "servidumbre voluntaria'? u respuesta la encontramos sin du- da alguna en esta autoconfianza incorporada por la que el cuerpo so- cial sabe que, a largo plazo," el Prncipe, sea cual fuere su forma (aristocracia, tirana, democracia, etctera). es siempre tributario del veredicto popular. Si el poder es cosa de individuos, o de una serie de individuos, la potencia es la herencia del ftlum y se inscribe en la con- tnudad. Esen este sentido que esta ltima constituye una caracters- tica de lo que podramos llamar lo "divino social". Todo es una cues- tin de anterioridad. Hablar de potencia, de soberana, de divinidad a propsito del pueblo equivale a reconocer, tomando de nuevo una expresin de Durkheim, "que el derecho proviene de las costumbres. es decir. de la vida misma"32 o tambin que "las costumbres originan la verdadera constitucin de los Estados". Esta prioridad vitalista se- gun la pluma de este conocido positivista merece ser recalcada; fue ciertamente dicha reflexin la que le permiti destacar la importan- cia del lazo religioso en la estructuracin social. Se trata, obviamen- te, de una idea general que exige ser actualizada, pero reconocer que la ntima relacin entre el vitalismo (naturalismo) ylo religioso cons- tituye un verdadero vis a tergoque impulsa a los pueblos y les garanti- za perennidad y potencia, contiene fuertes consecuencias en un mo- mento en el que la comunicacin, el ocio, el arte y la vida cotidiana de las masas imponen una nueva configuracin social. 3l! cr.. por ejemplo. lapresentacin que hace del problemaj. FRUn<t Sot:ioIogiedu Pars. PUF, 1983, p. 31. EL TIEMPO DE LAS TRIIlUS EL "ENSIMISMAMIENTO" POPULAR Al observar las historias hnmanaspodemos decir que lo en cuanto acoplamiento de los individuos y de los grupos SI, es una estructura insalvable. y sobre este punto no podemos smo estar de acuerdo con julien cuando habla de "esencia de I? poltico". Ello no impide que sta, adems de ser sea movediza. Existen modulaciones de lo poltico. Segun las y los valores que predominan duran,te ciert? tiempo,. el orden polti- co tendr mayor o menor Importancia en SOCial: Naturalmen te, esta importancia depende, en gran medida:, de la actitud de go- bernantes. Utilizando una expresin aplicada al pensamiento sociolgico de Pareto, se puede decir que, mientras exista un "vncu- lo fisiolgico" entre los gobernantes y las masas. seguir una cierta reversibilidad; habr, si no consenso, al menos intercambie yegtmacin.t" Se trata de un fenmeno que n? es excepcional; des- de lasjefaturas antiguas hasta un cien;o paternalismc ,Patronal, do por la ecuanimidad de los Antonnos o por un cierto popubsmo eclesistico existe un determinado tipo de poder que descansa ante todo sobre 'la realidad de los debewsque incumben a los jefes.Pt stos son responsables de su autoridad y deben responder igualmente de las hambrunas, de las catstrofes naturales as como del desorden eco- nmico o social. La funcin simblica que ejercen cesa, o se ve fisura- da, en cuanto deja de funcionar el equilibrio del cual .. No es posible desarrollar aqu esta pista de investigaclon. La nd- ca nicamente para que sirva de revelador de esa forma de la poten- CM popular que es el "ensimismamiento", En es den de la reversibilidad ya no existe (yel anlisis de esra termmacron no puede, obviamente, reducirse a consideraciones moralistas) cuan- do vemos desarrollarse actitudes de repliegue. Para entender esto, conviene referirnos una vez ms a la metfora los "hoyos negros", que algunos de nosotros (Baudrillard, Hillman, Sobre la relacin entre lite y masa, er. el anlisis de E. A. Albertoni, [Al,' dom k pnrs;e' fk.& tiortrinaire.. (,S ililil.' (Mosca.Pareto-Mi(:hels), Doctrine de la rla.<M qlu ti des Pars, Mridiens Klincksleck, 1987: . . ' Sobre esta temtica, er" a titulo de ejemplo, el anahS1S de E. Poulat sobre la Igle- sia, Calholici.5me, difllornt' rl.sociabstlU, Casrerman, 1977, p. 121, o el de E. Renan, Marr- Amlk, Pars, 1.(0livre de Peche. 1984, cap. 11, p- 40. LA POTENCIA SUBTERRNEA MafTesoli) hemos tomado prestada a la astrosica. Como s sabido. en un libro. no de vulgarizacin sino de divulgacin. el fsicoJ.-E. Char- ron muestra claramente que un "hoyo negro" es una estrella cuya den- sidad creciente da origen a otro espaco.P Un "nuevo universo". dice l en concreto, Procediendo por analoga (prctica que algunos re- chazan pero que no deja; sin embargo, de serie til a nuestras disci- plinas), podemos lanzar la hiptesis de que, en determinados pero- dos, al no entrar ya la masa en interaccin con los gobernantes, o, digamos, al disociarse por completo la potmcia del poder. asistimos a la muerte del universo poltico y a la entrada en el orden de la socia- lidad. Creo, adems, que aqu tratamos con un movimiento pendular que procede por saturacin: por una parte la participacin directa o delegada predomina, por la otra, se impone la acentuacin de valo- res ms cotidianos. En este ltimo caso. se puede decir que la sociali- dad es el recipiente de las energas que. en el orden de lo poltico, te- nan tendencia a difundirse en el dominio pblico. Es, por cierto, bastante interesante notar que, por lo general, esta retencin respecto a la inversin pblica va a la par con un "gasto" en el orden existencial (goce, hedonismo. carpe diem, cuerpo, sol); mientras que en el burgueslsmo es ms bien lo contrario lo que se puede observar: encogimiento, economa de (yen) la existencia, y gasto energtico en el campo de lo pblico (economa, servicio p- blico. grandes ideologas motvantes... ), el cual sale triunfante. Sea como fuere, lo cierto es que conviene apreciar toda una serie de hechos que destacan el creciente desinters respecto de una cosa pblica general y abstracta en funcin de este teln de fondo, La "mayora silenciosa", que en realidad no es ms que un conglomera- do de grupos y de redes yuxtapuestas o secantes. que no puede se- guir definindose mediante retos comunes, abstractos y decididos fuera de ella. No puede seguir caracterizndose a partir de un obje- tivo por realizar, es decir, ser el proletariado. agente de una sociedad venidera, o ser el objeto de un estigma estructural y congnito: el po- pulacho atrasado o infantil que hay que conducir o proteger. Entre estos dos polos se mueven numerosas ideologas y acciones en lasque todava se enrolan los polticos (conservadores. revolucionarios, re- Icrmstas), los poderes pblicos, los trabajadores sociales ylos respon- .'lJ.-E. Charron, [,'esprit, al inamnu, Pars, A1bin-Michel, 1977, p- 216. no: EL TIEMPO DE LAS TRIBUS LA POTENCIA SUBTERRNEA HI sables econmicos. En realidad, el debate se sita ya en otra parte. As, prosiguiendo con la hiptesis de la orden polti- co, se puede explicar la actitud de la masa -que inquieta tanto a los analistas y comentadores polticos- por el hecho de que, de manera latente, se da una cierta reticencia antropolgica hacia todos los po- deres, que no deja de expresarse puntualmente con o eficacia. segn el tiempo y el lugar. De manera paroxlsuca, decir, para entender bien este fenmeno, podemos hacer referencia a esos pases -como es el caso de Sicilia tal y como aparece en El gawpardo de Lampeduse- que supieron preservar su originalidad a causa o gra- cias a las mltiples invasiones que los sumergieron. Por haber sabido plegar el espinazo y actuar con astucia, mantuvieron vivas sus parti- cularidades. Consideremos tambin este anlisis de Bougl a prop- sito de la India: "Todo tipo de autoridades se probaron frente a esas masas inmensas: stas vieron [ ... l sucederse los imperios y multipli- carse los principados. Lo que es cierto es que todos los gobiernos [... ] parecen haber descansado nicamente sobre la superficie del mun- dohind.]ams lo tocaron [ ... ] en su profundidad." As, la actuali- dad de este texto resulta ms asombrosa cuando el socilogo explica la imposibilidad de dominar el pas "real" por el hecho de que exis- ten compartimentos, castas. Esta observacin es enriquecedora: poi este motivo los hindes "parecen estar hechos para ser subyugados por todos, sin dejarse asimilar ni unificar por nadie";36 pero, y arries- gndonos a que Bougl se revuelque en la tumba, podemos,..de ma- nera heurstica, extrapolar esta observacin y afirmar que la "no-do- mesticacin" de las masas, su baluarte ms slido frente alas distintas dominaciones, descansa ante todo sobre el pluralismo. En el ejemplo de la India, ste podra ser el sistema de castas; en el de Sicilia ser la fuerza del localismo, es decir, de los distintos "pases" y 'familias que la componen; mientras que en el caso de nuestras sociedades podra ser las distintas redes, grupos de afinidad y de inters y dems lazos de vecindad que estructuran nuestras megalpols. Sea como fuere, lo que est enjuego es la potencia contra el poder. aun cuando aquella no pueda avanzar ms que disfrazada para no verse aplastada por s te. Haciendo referencia a los ejemplos histricos, que podramos mol- 56 G. Bougl, F.MlIS .<UT k ti,gitll." de.' (;'Is/l, 43. ed., Pars, PUF, 1969, p. 140, So,I." clla. er. mi anlisis, M. MafTesoli, l.ogiqtu tk la dominatWti, Par$, PIIF, 1976. tiplicar tantas veces, podemos decir, no obstante, que lo que actual- mente no est ms que esbozado, lo que ahora se encuentra in $tQlu seguir afirmndose en los decenios venideros. Cada vez que hay resurgimiento de ese "politesmo de valores" del que hablara M. Weber y que --si hacemos caso omiso de algunos investigadores lo su- ficientemente audaces como para enfrentarse al conformismo en bo- ga_37Yparece inquietar a tantos nobles espritus, asistimos a la rela- tivizacin de las estructuras y de las instituciones unificantes. No hay por qu asustarse, al contrario, pues la efervescencia inducida por es- te politesmo es, por lo general. el indicio ms claro de un dinamis- mo renovado en todos los mbitos de la vida social: ya sea en la eco- noma, la vida espiritual e intelectual o, naturalmente, en las nuevas formas de socialidad. Y es curioso observar cmo, por regla general, el distanciamiento respecto de lo poltico sirve de revelador del dna- mismo del que acabamos de hablar. Este distanciamiento es en reali- dad la reactivacin del instinto vital de preservacin, de conservacin en el ser; es la figura demonaca que encontramos en todos los mitos y en todas las religiones; el Satn de la tradicin bblica que dice no a la sumisin. Aun siendo puntualmente destructora, la figura satni- ca no deja por ello de poseer una funcin fundadora. Yen este sen- tido remite directamente a la Qpotencia" popular. Ya he dicho en otra parte que existe una "sabiduria demonaca" siempre activa en el cuer- po social a la que indudablemente le podemos atribuir parte de esta facultad de distanciamiento, de no-pertenencia estructural. Podemos observar que, incluso en el siglo XIX, en el momento en que.se origi- na y organiza el movimiento obrero, ste se expresa por medio de una multiplicidad de tendencias: comunista, anarquista, cooperativista, utopista, cada una dividida a su vez hasta el infinito. Qu significa es- to si no que ninguna instancia poltica puede pretender el monopo-- lio? Como ha observado atinadamente E. Poulat: "Las masas popula- res guardan, ms o menos, un cierto ensimismamiento [... l con lo cual no hacen ms que pagarle con la misma moneda a las clases su- periores",38 y yo aadira: incluso cuando algunos miembros de estas 37Gr., ejemplo, M. Aug, 11 ghlied.. poganisme, Gallimard, Pars, 1983; cf. Iam- bin D. du .<tJffi, Armand Colin, 1998. 38 E. Poulat, .gIise con/a Pars, Castennan, 1977, p. HIl. Sobre esta acri- tud de reserva. er. M. MafTesoli, F>S.lais sur la VJm(;, oonafe rl jondtJlria, Par"Mri- 112 EL TIEMPO DE LAS TRIBUS LA POTENCIA SUIHERRNEA clases pretendan hablar en nombre del pueblo 0, lo que viene a ser lo mismo. a dirigirlo. Aquellos que "no forman parte" no nun- ca a ser totalmente dignos de confianza, pues sabe, .lJempos inmemoriales. que quienes, animarlos por la (umunandl,. se apo- yan en elpueblo para llegar al poder, dejan de en nombre de razones con mayor o menor validez, una rmlpoliliAque so- lo guarda muy remotas con las aspiraciones Podramos alargarnos hasta el infinito este tema; bastenos alar que el "ensimismamiento" es mucho mas que las adhe.slo- nes especficaso superficiales, a determinado parudo o a da poltica..Por mi parte, yo veo en ello una estructuro, que, por medio del silencio, la astuda,la lucha: la mor o la irrisin, sabe.resstr con eficacia a las ideologas, ensenan- zas o pretensiones de quienes intentan ya sea dominar, ya sea realizar la felicidad del pueblo, lo que para el caso no representa gran dife- rencia. Esta actitud de reserva y ensimismamiento no quiere decir que na se preste ninguna atencin aljuego (de lo) poltico, sino lodo lo contrario. pues se considera a ste como tal. En otro lugar he pro- puesto llamar a esto "la poltica del Bel Canto": lo que importa no es tanto el contenido sino que la cancin sea interpretada con belleza. Todos sabemos. que, para los partidos polticos. es cada vez ms im- portante "hacer pasar.el mensaje", y no tanto el perfeccionarlo; im- posible extendernossobre este problema, pero puede que no se tra- te ms que de-la expresin del relativismo popular. Como respuesta al abandono del compromiso y a la marcha atrs. se cuida la imagen. Se le habla ms a la pasin que a la razn, y durante las grandes reu- niones el espectculo de variedades es ms importante que el discur- so de la personalidad poltica, la cual a menudo tiene que conformar- se con desempear un papel de estrella estadunidense. Es teniendo esto bien en mente como se podr entender que es posible hacer "como si" -sin por ello tener que alabar la accin y la sinc-eridad del mercachifle poltico. En mi libro sobre la vida cotidia-- na mostr la importancia de la categora de la duplicidad: se trata de ese trivial juego doble que infonna a profundidad todas nuestras exis- tencias (Laconquete du prsmt, pp. 138-148). Es dentro de este marco diens,I9S4; cap. Ul, p.I!l9. Sobre la "sabidura demonaca", d. mi artculo "L"errance et la conquete du monde", ibid.. p. 157. donde se pueden apreciar las actitudes del "como si" en su calidad de manifestaciones de potemia. La duplicidad es lo que permite existir; recordemos al respecto el aforismo de Nietzsche: Todo lo que es profundo ama el disfraz [... ]; todo espritu protundc neces- ta un disfraz. Yo dira an ms: alrededor de todo espritu profundo crece y se desarrolla sin cesar un disfraz. Este aforismo no se aplica solamente al genio solitario; es tambin aplicable al geniuscolectivo. Ydar cuenta de ello equivale a-introdu- cir en sociologa un vitalismo ontolgico. As tenemos. la astucia cam- pesina, el insolente desenfreno de los obreros 0, de manera ms ge- neral. la multiplicidad de las manifestaciones del ingenio popular para evadir la opresin de lo legal (sistemas D), actitudes todas que. sin saber cmo verbalizarlas, manifiestan una desconfianza estructu- ral frente a lo instituido a la vez que afirman el aspecto irreprimible de la vida. Pero como no es posible expresar abiertamente esta des- confianza y este querer-vivir, se utiliza el procedimiento "perverso" (pervia = camino desviado) del consentimiento aparente.: Nos encontramos ante una vieja estructuraantropolgica. aquella de la magia. que todava encontramos en rituales y en prcticas su- persticiosas que se resisten a perecer. Se participa y al mismo tiempo se guardan las distancias. Es esto lo que hace que tales rituales resu- man tcnicamente la ambivalencia del hombre: 'sapiens y demens a la vez. Aplicndola a arra objeto. E. Morin habla de "participacin est- tica"39para poner en relieve este doblejuego. Yse puede pensar que, por ejemplo, la aficin popular por las series de' televisin tipo Dallas, es la expresin de este ludismo profundamente ncorporado. Si di- cha actitud "esttica" se ejerce respecto de esos poderes simblicos que son la televisin, el arte o la escuela, no hay razn alguna paraque no se aplique tambin al mbito de lo poltico. aunque slo sea en funcin de lo que ya hemos dicho acerca de su devenir espectaenlat o teatral. El voto a un determinado diputado o partido puede ira la par con la profunda conviccin de que nada cambiar respecto a la "crisis" econmica. a eso que se ha dado en llamar la inseguridad ..... E. Morin, l.'-'pril du tnnp,., Le LiYI"e de Pache, 1984, p. 87. la televisin, d. D" Wolton, l.afoJJe du Ingi.s, Pars. Gallimard, 1983. 114 EL TIEMPO O'; !..AS TRIBUS LA POTENCIA SUBTERRNEA lIS o al-crecmento deldeSeillpled. Pero al hacer "corno si" participamos mgcamente'en un juego colectivo, que nos que es la "comunidad" ha podido. puede o podra nene que ver a la vez con el esteusmo y la irrisin, con la paruclpaclon y la retcenca, Es--scbre todo, la armaclnmtica de que el pueblo es fuente de poder. Este juego, o este sentimientO esttico, es puesto en escena colectivamente tanto para s mismo como para el poder que 10 orquesta. Esto permite al mismo tiempo recordarle a este ltimo que se trata deunjuego, y que existen lmites que no se deben fran- quear. Eso es lo que se llama la versatilidad de las masas (un voto po.f la izquierda, otro por la derecha); puede interpretarse en este senu- do, y,'cuando tiene oportunidad, no deja de expresm:se de manera paroxstica. Todos los pensadores polticos han reflexionado acerca de este fenmeno. Esta versatilidad, verdadera espada de Damocles, es la que lleva perpetuamente la batuta del juego, ya que al hechizar el pensamiento de los polticos, determinan su o su tctica en funcin de-ella; y es, tambin, una de las modulaciones de la po- tencia, la cual; stricto sensu, detennina al poder. Una singular observa- cin de Montesquien resume esto a la perfeccin: "El pueblo tiene siempre demasiada accin o demasiado poca. Unas veces, con cien mil brazos trastorna todo; y otras, con den mil pies no anda sino co- mo los insectos" (Solm'el espritu delas leyes, la. parte, libro n. cap. 11). As pues: pasividad y actividad, y esto de manera que escapa a nume- rosos razonamientos lgicos. Desde una perspectiva puramente racio- nal, no se puede confiar en l. Apoyndose en algunos ejemplos bis- trcos.]. -Freund hace claramente destacar esta ambivalencia que se observa de manera notable, particularmente durante las situaciones paroxsticas: guerras, revueltas, luchas intestinas, revolucones.t" En realidad, desde la perspectiva que he desarrollado en este estudio, lo que podramos llamar el proceder estocstico de la masa es la expre- sin de un verdadero instinto vital: a imagen y semejanza de los com- batientes en el campo de batalla, sus serpenteos le permiten esquivar las balas de los poderes. Haciendo referencia a una figura emblemtica particularmente viva en Italia, podemos comparar la versatilidad del pueblo con Po- lichinela, que resume en su figura la unidad de los contrarios: "Mi 40 J. Freund. St>rit>/ogU' du mufla, Pars, PlIf, 1983, Pp- 212 SS. destino es el de ser una veleta; servidor y rebelde, cretino y genial, valiente y cobarde." Ciertas versiones de su mito hacen de l incluso un. hermafrodita; y tambin un hidalgo o un hijo de la plebe. Lo que es indudable es que encama claramente la duplicidad absoluta (do- ble, duple) , que permite eludir las diversas influencias o recuperacio- nes polticas. Por supuesto, no es accidental que este personaje ha- ya podido encontrar en la Npoles populosa y viva su lugar de resdencla.s! Constatamos, por lo dems, que su perpetua ambigedad se ex. presa por medio del escarnio respecto de los poderes o de todas las formas instituidas: polticas -por supuesro-, pero tambin familiares, econmicas y sociales. Extrapolando, se puede decir que en esta ac- titud no hay cabida al ataque frontal contra los poderes dominantes, cosa de la que se encargan lasorganizaciones polticas, sino ms bien de la astucia o el rodeo. Digamos, retomando una expresin situaco- nista, que, en vez de "luchar contra la alienacin con medios aliena. dos" (burocracia, partidos, militancia, postergacin del placer), se practica la burla. la irona, la risa, cosas que, de manera soterrada; contravienen a la nonnalizacin o a la domesticacin, cometido pro- pio de todos los garantes del orden decidido desde el exterior y, por ende, abstracto. Por lo que respecta a nuestras sociedades, esta do- mesticacin de las costumbres desemboca en lo que llam "la asepsia social" (La violena totalitaim, pp. que tiene como consecuen- cia la crisis tica o la desestrucruracn social que conocemos en la actualidad. Pero la irona impide precisamente que esta domesticacin sea to- tal. Desde la risa donsaca de las bacantes contra el sabio adminis- trador Penteo hasta la sonrisa dolorosa del valiente soldado Schveik, reactualirado en la Checoslovaquia contempornea, existe una lista interminable de actitudes que ejemplifican la no-adhesin. Esto re- sulta particularmente irritante para los poderes que pretenden, co- IDO es natural, dominar los cuerpos. pero saben bien que para que S1l destreza se inscriba en la larga duracin es menester que vaya acompaado del dominio de las mentes. El ensimismamiento de la irona, aunque sea en menor grado, introduce una falla en la lgica 41 ('J". las obserwones y las referencias sobre Polichinela en A. Medan AR:lInIl:J de Napt..s, Paris, des Autres, 1979, Pp- 84 Y118 ss. EL TIEMPO VE LAS TRIBUS LA POTt.:I\ICIA SUBttlUlNll 117 de'Ia dominacin. Las bromas, los chismes, los panfletos, las cancio- nes y dems juegos de palabras populares, as tomo las ocu.rrencias de eso que se llama "la opinin pblica", estn ah para medir la evo- ludn de esta falla. Yno existe ninguna poca ni ningn pas en el que, en un plazo ms o menos largo, este mecanismo de defensa haya dado algn resultado positivo; hemos ver est?s ul- timas aos, en Francia o en Estados Unidos. por ejemplo, podra ma- nifestarse mediante el estallido de escndalos de inevitables reper- cusiones' polticas; pero tambin puede tomar la forma de un desprestigio que va royendo progresivamente la legitimidad del po- der establecido. Sealemos, de pasada, que, como fue el caso de la Francia de finales del siglo XVIII o de la Rusia de principios del xx, este clima de irona subversiva suele preceder a los grandes levanta- mientos revolucionarios. En su excelente libro-sobre la formacin de la sociedad brasilea, Gilberto Freyre sumnstra numerosos ejemplos de lo que l llama "malicia popular"; as, en un pas en el que el color de la piel reviste una gran importancia, los apodos y los juegos de palabras ponen de manifiesto "los rasgos negroides de las grandes familias aristocrticas", as como toda una serie de rasgos que las relacionan con el alcoholis- mo, la avaricia y la erotomana.v No es seguro que se trate en este ca- so de reacciones moralistas, sino ms bien de una manera, aunque sea simblica, de relativizar el poder. Particularmente, en este ltimo ejemplo, haciendo hincapi en todo aquello que las clases dominan- tes, a regaadientes o a contrapelo de sus ideologas ostentadas, de- ben a las bajezas o a las debilidades de la naturaleza humana. De esta manera volvemos a encontrarnos con una de las hiptesis que cimientan esta reflexin previa sobre la potencia popular; a saber, la de un vitalismo o un desarrollo natural, que no hace sino traducir en el-plano social toda la dinmica de la phusis. La risa y la irona son explosin de vida, incluso y sobre todo cuando sta se encuentra ex- plotada y dominada. La burla pone de manifiesto que incluso en las condiciones ms difciles uno puede, en contra ojunto a aquellos que 11ef. G. Freyre, MaJI;"s,1 urlm't-s, donde se habla de la fonnacin de la so<:iedad brasilea, traduccin francesa, Parll. Callimard, 1974 (p. ('j. p. 253). Sobre el rer subversivo, remilo a mi libro M. Matessoli, E,,1'lJi.> STtT 14IJioinue bano/e apm4tUtiu, Paria, Librairte des Mridiens, 2a. ed.. 1984, p. 78. son responsables de tales condiciones, apropiarse de su existencia,e intentar de manera relativa, gozar de ella. Perspectiva trgica, que pretende no tanto cambiar el mundo sino arreglrselas con l, aco- modarlo; tanto es as que no se puede cambiar la muerte (forma pa. roxstca de la alienacin) pero a la cual es posible acostumbrarse, en- gaar o apaciguar. As pues, la irona y el humor desembocan con en la dimensin festiva, cuyo aspecto trgico que se olvida muy frecuente- mente, es de suma importancia. Se puede decir, retomando la tenni- nologa de G. Bataille, que el "gasto" resume a la vez el vitalismo na- tural del pueblo y el aspecto irrisorio del poder (cf los mecanismos de inversin sexual, los carnavales, etctera). Ahora bien, el "gasto" no es ms que una manera paroxstica de expresar la irona, la risa o el humor, de manera casi institucional. Al mismo tiempo, es causa y efecto de esa energa social que no se agota en los juegos y arcanos del poder. Platn, que no se interesaba ms.que por las almas de li- le, se preocupaba poco del hombre ordinario e incluso pensaba que, para no exponerlo a las tentaciones del poder, lo que el pueblo ne- cesitaba era un "hedonismo inteligente", que era "la mejor regla prac- ticable de una vida satsfactorat.w Esta leccin fue escuchada por nu- merosos tiranos y poderes diversos, que no dejaron de suministrar al populacho su quntum de juegos para que se mantuviera tranquilo. Yalgunos autores afirman, no sin razn, que sigue siendo ste el pa_ pel que se les atribuye a los distintos espectculos, deportes y dems emisiones televisivasde gran audiencia, es decir, el de calmantes. Con los totalitarismos suaves que conocemos, los concursos televisivos de cifras y letras toman el lugar de los cruentos y sanguinariosjuegos del circo romano. Esta temtica no es falsa, si bien no tiene en cuenta la ambivalencia estructural de la existencia humana, que es a la vez es- to y lo otro. El todo o nada que prevaleci en la perspectiva crtica proveniente de la Ilustracin y que an prevalece en nuestras dec- plinas, no est en condiciones de comprender el conflicto de los va- lores que labra profundamente toda existencia social. Podemos, no .3 Cf. el anlisis de E. R. Dodds, Le.'gm:J a l'irrationrvl, Pars, F1arnmarion, 1959, cap. Vil, Plaln, el alma irracional, p. 209 ms la cita de Platn en nota lI, p. 224. Para un anli3ia del wtiempo libre" contemporneo. cf.). Dumaz.edier, adtvrt&tl.. I#npslibre, Paria, Klinckaied... , 1992. ... reimerp.retan el ciclo natural a la vez que Confortan el senn, mlt;.nto colectivo que tiene Quebec de s mismo. , Este es un ejemplo de cmo un "gasto" comercializado o, como m- rran algunos amargados, recuperado puede ser indicio de resistencia ypotencia. Gozar da con da, tener sentido del presente, aprovechar ese tomar la vidapor el lado bueno, esto es lo que cualquier analista que no est demasiado desconectado de la existencia comn y observar en todas las situaciones y sucesos que acompan.an la Vidade las sociedades. "Los miembros de las clases po- pulares siempre han sido los epicreos de la vida cotidiana." Observa- harto pertinente de R Hoggan, que en su libro ofrece mltiples ejemplos que. en este sentido. Y destaca tambin que dicho epi- curersmo esta directamente relacionado con la desconfianza que se muestra para con esos polticos que pretenden aportar felicidad al pueblo: como es bien conocido el carcter ilusorio de sus promesas, sus acciones son generahnente acogidas con una buena dosis de es- cepticismo y de irona. "Se puede uno morir de la noche a la maa- na", por eso, contrariamente a los que piensan siempre en el maa- na o en funcin de ste, existe un claro empeo por afirmar los por precarios que puedan ser, del presente. Es esta filoso- relativista, engendrada por lasduras realidades de la vida, lo que sirve de soporte al ensimismamiento y al hedonismo populares." EL TIEMPO DE LAS TRIBUS obstante, estar seguros ele que la fecundidad de la sociologa se halla por esa va. A este respecto, es Interesante citar un bello anlisis del socilogo H, Lefebvre, representante emrito de esa perspectiva ni- tica, y que no por esto deja de resaltar la "doble dimensin de lo co- tidiano: lo plano y lo profundo". Con un lenguaje algo anticuado, y subestimando sus constataciones. se encuentra obligado a reconocer que "en las cotidianidades, las alienaciones, los fetichismos, las rei- caciones [ ... ] todos producen sus efectos. Al mismo tiempo, las nece- sdades, al convertirse (hasta ciertopunto) en deseo, se encuentran con los bienes y se los apropian". 44 Al hacer esta referencia, pretendo an- te todo acentuar el hecho de que es imposible reducir la polisemia de la existencia social, pues su potencia se cimienta precisamente so- bre el hecho de que cada uno de sus actos es a la vez expresin de cierta alienacin y de cierta resistencia. Es una mezcla de trivialidad y de excepcin, de morosidad y excitacin, de efervescencia y disten- sin. Yesto resulta particularmente sensible en lo ldico, que puede ser a la vez "mercanca" y lugar de un verdadero sentimiento colecti- vo de reaproplacn de la existencia. En cada uno de mis libros ante- riores he tratado de explicarme sobre este fenmeno. Me parece que es una de las caractersticas esenciales del pueblo. Caracterstica ms o menos evidente, pet:o que traduce, ms all de la separacin hereda- da del judeocrstansmo (bien-mal, Dios-Satn, verdadero-falso), el hecho de que existe una organcdad de las cosas, y de que, de mane- ra diferencial, todo contribuye a su unicidad. Paralelamente a los fes- tivales de la cultura tradicional, la multiplicacin de las verbenas pue- blerinas, de los actos folclricos o, mejor aun, de las reuniones festivas alrededor de los productos agroatmentaros de tal o cual "regin" no dejan de ser instructivos. En efecto, la celebracin del vino, de la miel, de las nueces, de la aceituna, etctera, durante la temporada tursti- ca en Europa, a la vez que es sumamente comercial, estrecha los vnculos colectivos al mostrar lo que stos deben a la naturaleza y a sus productos. En Quebcc, la sociedad de los festivales populares pu- do as detallar el ao con toda una serie de reuniones de aconteci- mientos que, por medio del pato, del faisn, del aciano, de la manza- LA POTENCI ... SUBTERRNEA li9 H H. Lefebvre, Critiqlle tk la lle l- 11, Parts.I'Arche diteur, 1961, pp. 71). 71 EslOS pa,o;ajes son emornaucos del hasto que siente el autor ante el hecho de qUF lo real no cuadre con sus a priori.. . 'l., R. Hoggart. La mllwrtdupatwre, Pars, de Minuit, 1970, p. 183. Nunca insistiremoe bastante en el inters de este libro producido por un autor surgido del mismo me- dIO que l describe. 3. lASQCIALIDAD CONTRA LO SOCIAL MSALL DE LO roLfTICO Por lo general, es in absentiaque el intelectual aborda un sujeto de es- tudio, hace su investigacin y propone su diagnstico. Por esto mis- mo, es natural que nuestras disciplinas desconfen del sentido comn popular ("la peor metasica", como dira Engels). Desconfianza que a final de cuentas es poco original, y que se arraiga en lo ms profun- do de la memoria colectiva del letrado. Yesto, ciertamente, se debe a dos razones esenciales: por una parte, a que el pueblo* se preocupa sin sentir vergenza, es decir, sin hipocresa ni prurito de legitimacin, de lo que es la materialidad de su vida-de todo lo cercano, podramos decir, contrariamente al ideal o al aplazamiento del goce. Por la otra, a que se escapa del gran fantasma de la cifra, de la medida, del con- cepto, que desde siempre ha caracterizado al procedimiento terico. Esta inquietud podra resumirse con la famosa frmula de Tcito: "Ni- hil in vulgo tmJdicum" ("la multitud no tiene ninguna medida", A1ltJk5 I, 29), o tambin con esta sentencia de Cicern.s'lmmanius belu' ("el animal ms monstruoso", La &pblica I1I, 45). Se podran multiplicar indefinidamente las reflexiones de este tipo respecto a la masa; todas le reprochan, de manera ms o menos eufemstica, su monstruosidad yel hecho de que no se deja encerrar fcilmente en una definicin. En esta estela "ciceroniana" se puede situar el temor-de Durkheim con respecto a la "sociologa espontnea", o tambin el desprecio de P. Bourdeu hacia la jerga cultural o la revoltura de nociones que constituiran el saber popular.' Todo lo que es del orden de lo hete- Naturalm",nte tomo al pu"'blo como "mito" (vese la nota 1). 1Z. Yavetz, La plirlle flrinaJouk,.twpo/iJifru$InIS Pars. Ma.- pro. 1983. er. las numerosas citas sobre la desconfianza hacia la masa, por q..,mplo, p. 25. Cf asimismo M. de Certeau, Art ,f4in, Paris 1().18,p. 116yP.Boufdieu, EsquU- Msd'm'" fhiori,,l/Jr'alTlU. Oinebra, Droz, 1972, p. 202. Actllaim"'lIkesdivc:rtido .solador) ver las palinodias UII poco d",maggicas, de nuestro "'fUdi1O sociIogoai filo y al tanto de revueltas de un pueblo que el sempre ha despreciado en ",1 [121J 122 EL TIEMPO DE LAS TRIBUS LA SOCIALlDAD CONTRA LO SOCIAL rogneo yde la complejidad repugna a los del de la misma manera que inquieta a los adrnmlstradores del SI pensamos en Platn y en su preocupaci" por, al ,prnCIpe, comprenderemos que vienen de muy lejos las mumas relaciones que unen saber y poder. Sin embargo, con la modernidad se inaugura un cflco. la Revolucin francesa introduce una transfonnaclon radical en la vida polfca, as como en el papel que el intelectual debe,desem- pear en ella. Recordemos el anlisis. de ,Nisbet y su "la poltica se ha vuelto un modo de Vidaintelectual y moral . IDOS discurrir ampliamente sobre el asunto. En todo caso, es mente esto lo que subyace a todo el pensamiento poltico y de los siglos XIX y xx. Pero es tambin lo que explica cuasi sibilidad para comprender hoy todo lo que supera el horizonte polti- co. Para el protagonista de las ciencias sociales, el pueblo o la es objeto y dominio reservados. Es esto lo que le da de ser y lo JUs- tifica; pero al mismo tiempo resulta sumamente delicado abordarlo con serenidad. Abundan los apriorismos dogmticos y las fOllulas consagradas. stos, en funcin de una lgica del "deber ser", de ,convertir al populacho en "sujeto de la historia".o en entidad recomendable y pertinente. Del desprecio a la idealizacin abstracta no hay ms que un paso, fcilmente franqueado, consideran- do, adems, que no se trata de un movimiento to no resulta ser un"buen" sujeto, se vuelve a la apreClaClon IOIClaL Es- la es indudablemente una sociologa que "no puede ms que un ente social siempre reconducido al orden del Estado". 2 De hecho, lo popular como tal, en su ambigedad y su monstruo- sidad, no puede ser concebido ms que de manera peyorativa por el intelectual poltico, que mide todo segn las reglas del proyecto (pro- fondo. A la vez que acepto esta idea del pueblo como pienso que hay que pree- tarle el sentido que le da Sorel. cr.J. "Fragment d'un discoun sur le AIlt/m/",/ngU e/ ,fociil, vol. 2, nm. l. F. Dumont, "Sur la genes<:.de notion de culture en ClllluTe.1 polmlaiTe.' el .lfJcii/s conlemflomim.., Umverst- dad de Quebec, 1982, p. 33. 2 R. Nisbet, La trOOil;"" MXioiogi<pU', Pars, PUF, 1984, p. 54. Ct; igualmenll"; G. Re- naud, A l'onmId. mlwTWw;fIIe. 'La socit qubcoise de sa dpendance sa quotidie... net". Montreal, SL Manill, 1984, p. 182. r Ibidem. jectum). En el mejor de los casos, este ente popular (pensamiento, religin, manera de ser) ser considerado como signo de una impo- tencia para serotrncosa, que, por lo tanto, conviene corregin'' En rea- lidad, podramos intentar aplicar a nosotros mismos esta crtica para ver si lo que nos caracteriza no es precisamente esta impotencia para comprender esaotracosa que es el pueblo! Masa informe, a la vez po- pulachera e idealista, generosa y mezquina, en suma, una mezcla con- tradictoria que, como todo lo que est vivo, descansa en la tensin pa- radjica. No podemos considerar tal ambigedad como lo que es?: una masa un tanto catica, indeterminada, que de manera casi inten- cional tiene como nico "proyecto" el de perdurar en el ser. Lo que, teniendo en cuenta la imposicin natural y social, no carece de im- portancia. Invertir nuestra mirada. Parafraseando a Maquiavelo, podramos decir: tomar en cuenta la opinin de la plaza pblica ms que la del palacio. Esta preocupacin nunca se ha perdido: desde el cnico de la Antigedad hasta el populista del siglo XIX, nunca han faltado fil- sofos e historiadores que actuaran de esta manera. A veces incluso se ha proclamado la supremaca del "punto de vista de la aldea" sobre el de la nreltgentsar' pero esto constituye en la actualidad, una ver- dadera urgencia en una poca en donde las "aldeas" se multiplican en nuestras megalpolis. No se trata aqu de un estado de nimo cual- quiera, de buenas intenciones o de proposiciones sin consistencia, si- no ms bien de una necesidad que le corresponde al espritu del tiem- po. Esto podra resumirse de la siguiente manera: es a partir de lo "local", del territorio y de la proxmca como se determina la vida de nuestras sociedades, todo lo que recurre tambin a un saber local y ya no a una verdad proyectiva y universal. Esto, sin duda alguna, exi- ge que el intelectual sepa "ser y participar" en eso mismo que descri- be; vivirae, por qu no, como un "narodnik rnoderno't.t protagonista s Cf. P. Brown, ndte des sainl.l. Cerf 1983. pp. 32 511., donde muestra cmo la re-- ligin popular est analizada a partir de dicha perspectiva. 1 F.Venturi, Les inl1dJJfIeIs, , tioolution (historia del populismo l1l5O en el siglo XIX), Pars, Gallimard, 1972, L 1, p. 50. s Se trata de una expresin de E. Morin, du femfJs, Par., Le I.ivre de Peche, 1984, p. 2O;!IObre la implicacin del investigador, d. mis libTOll, M. Ma1TesoIi, Laron- '><lis.lana tmlinai". Pars, Klincbieck, 1985 y tk la mSOll snuiMe, Pars, Grauet, 1996. 124 EL TIEMPO DE LAS TRIBUS LA SOCIAUDAD CONTRA LO SOCIAL II!I yobservador ele un conocimiento ordinario. Pero hay otra consecuen- cia, igualmente importante, que es la de saber destacar la pennanen- cia del hilo conductor popular que recorre el conjunto de la vida po- -ltica ysocial. . . Qu quiere decir esto, si no que la historia o los grandes . . lticos son ante todo asunto de la masa? En sus tests 50- crrmentos.po '-, , ..' .. bre la filosofa de la historia, Walter Benjamn llamo ya la atencron sobre este punto. Asu manera, Oustave Le Bon haba ya indicado que no haban sido los reyes quienes desencadenaron la matanza.de Barthlemy" ni las guerras de religin. como tampoco Robesplerre m Saint:-Just desencadenaron el Terror. 6 Puede haber de aceleracin, algunas personalidades pueden ser consideradas ve:to- res necesarios, y. naturalmente, ciertas causas objetivas desem.penan un papel indiscutible, pero nada de todo esto basta explicar ta- les hechos. No son ms que que, para conJuntarse, ne- cesitan una energa especfica. Esta puede adoptar distintos nombres, como "efervescencia" (Durkheim) o Virtu (Maquavelo), pero no por ello deja de ser perfectamente indecible, vez que,es.este "no s qu" 10 que sirve de argamasa. Slo a postenon podra disecar la ra- zn objetiva de tal o cual accin, la cual parecera te frgida. demasiado previsible. completamente ineluctable, rmen- tras que se sabe que depende, ante todo, tanto. en propio como figtlrado, de una masa incandescenuo:. de esto es esplndida descripcin que hace E. Caneu del incendio de justicia de Viena, en.el que haban sido absueltos los policas ase- sinos de, obreros. "Han pasado cuarenta y seis aos, y an siento la emocin de aquella jornada hasta la mdula. Supe desde aquel en- tonces que ya no me sera necesario leer una sola palabra sobre ocurrido en la toma de la Bastilla. Me volv partede la masa, me md 1 d "7 en ella; no sent la menor resistencia contra o que empren la .... Seve aqu claramente cmo el fuego de la emocin comn funde to- Nombre dado a la matanza de proteslaIIles perpetrada en Parfs en la noche de San Barthlrmy (Bartoomeo), el 24 de agosto de 1572. bajo las rdenes de Charla IX rn. 6G.Le p.88. 7 E. Caneui, La amscinu" M.5 mo/... Pars, Albn Michel (1984, p. 280). Le Livre de Peche, 1989. do en un bloque compacto y slido, cmo cada uno se funde en-un conjunto que posee su propia autonoma y su dinmica' espedfica: ' Se podran aducir mltiples ejemplos en este sentido. F;jemplos que pueden ser paroxsticos o, por el contrario, ms anodinos; pero 10que todos ellos ponen de manifiesto es que existe, sbUtiisensu, una experiencia "ex-tatica" que funda ese estar-juntos en movimiento que es una masa revolucionaria o poltica. Es una experiencia que, natn- ralmente, debe muy JX>Co a la lgica del proyecto. As, pese a lo que pueda parecer la energa de la que se ha tratado aqu, causa y efec- to del simbolismo socetal, puede ser designada como una especie de centralidadsubterrneaque se encuentra constantemente tanto en las historias de cada uno como en aquellas que puntualizan l vida comn. Hay una frmula en ldeologiay uiopl, de Karl Mannheim, que re- sume claramente esta perspectiva: "Existe una fuente de historia in- tuitiva e inspirada que la historia real en s no refleja sino de manera mperjecta" Perspectiva mstica, mtica por excelencia, pero que no deja de iluminar numerosos aspectos de la vida concreta de nuestras sociedades. Por cierto, la mstica conlleva una esencia ms popular de lo que suele creerse, en todo caso su arragamento claramente lo es. En su sentido etimolgico nos conduce a una lgica de unin: lo que une a los iniciados entre s; forma paroxstica de la religin (""" ligare) . Como se recordar, Karl Marx defina la poltica como una forma profana de la religin. As, en el marco de nuestra temtica, y yando un poco ms all, sera una ineptitud total afirmar que, en el mov- miento pendular de las historias humanas, la acentuacin de la pers- pectiva mstico-religiosa relativiza el compromiso poltico. Aqulla fa- vorecera ante todo el estar-juntos, ste prvlegiara la accin y la finalizacin de dicha accin. Para ilustrar esta hiptesis con un ejem- plo a la moda (pero nada es intil para la comprensin del Espritu del tiempo en que vivimos), se puede recordar que el pensamiento zen (Tch'an) y la mstica taosta, fuertemente arraigados en la masa china. resurgen con regularidad, oponindose siempre a las formas instituidas de la ideologa y de la poltica oficial de Estado chino. Es el estallido del concepto, as como la espontaneidad y la proximidad R K. Mannhejm, ld;%gie eI..wpI!, Pars. Ma.-cel 1956, p. 96. 126 t:L TIEMPO DE.LAS TIlIBUS LA SOCIAUDAO CONTAA LO SOCIAL 127 que estas.Inducen, lo que les permite favorecer la noja resistenc!a o la revuelta activa entre las masas." y <ligo esto para que se vea como la mstica, tal Ycomo acabo de describirla. es un lar en que, ms all del individualismo y de su vo, se confortan una experiencia y un imaginario colectivos, cuya SI- nergia forma .esos conjuntos simblicos que estn en la base, en el sentido amplio del trmino, de toda vida socetal.!" Esto, na- da que ver-con la relacin que une el .del intimismo mezquino con el objetivismo de la conqUIsta econormco- poltica. Los conjuntos simblicos ms .bien entenderse como matrices en las que, de manera orgamca, se mterpeoeueo y dan los distintos elementOS del dato mundano, suscitando asr un VI- talismo irreprimible que se merece un anlisis especfico. Por supuesto, hay que precisar que el espacio religioso del que se trata aqu no tiene nada que ver con la manera habitual como se en- tiende la religin en la tradicin oficial cristiana. Yello respecto a dos puntos esenciales: por una parte, respecto a la adecuacin que se sue- le hacer por lo general entre religin e interioridad y, por la otra, res- pecLo a la relacin que se establece en principio religin,! sal- vacum. Estos dos puntos pueden, por cierto, resumirse por medio de la ideologa individualista, que establece una relacin privilegiada en- tre el individuo y la deidad. De hecho, como sucede en el politesmo griego, podemos imaginar una concepcin de la religin que, ante todo, insista en la forma del estar-juntos, en eso que he llamado la "trascendencia inmanente", otra manera de referirse a la energa que dad 11 P . conjunta a los pequeos grupos y a las comum es. erspecuva metafrica, obviamente, que nos permite comprender cmo el aban- dono de lo poltico corre a la par con el desarrollo de estos pequeos 9 er. K. Schipper, U rorps tooll/>, Pars, Fayard, 1982, p. 27. Yo mismo he mostrado, en Van Gulik, que tambin en nuestros dllll se dan explosiones ,popula- res que tienen que ver con el taosmo. M. Maffesoli, L'Of/Jm de cmrJriblum d de 1'Q1gW, Pars (1982), p. 67, Le Livre de Poche, 1991. . 10 Sobre la relacin entre la y los conjuntos simblicos cf. la referenc., a Dilthey hecha porJ. Habennllll, r..,nnm.uawe' ;m;",1, Pars, Gallimard. 1976, p. IS!. 11 Sobre la interioridad v la salvacin sigo el anlisis de W. F. Otto, s dieta de'" cm", pro!. de M. Payot, t981. Gr. p. 24 Yprologo, p. 10. Sobre kl3 "dioses habladores" y vitalidad grupal que ello induce d. P. Brown, GaW- de li4ntitpliUi lardivr.. Pars, Gallimard, 1983, p. 83. "dioses parlantes" (P. Brown) , causas yefectos de la multiplicacin de numerosas tribus contemporneas. Precisemos igualmente, aunque slo sea de manera alusiva, que, si la tradicin cristiana fue oficial ydoctrinalmente sotericlgica e in- su prctica popular fue, al contrario, convivial. No es po- sble abordar este problema aqu, baste sealar que, antes de dogma- tizarse en fe, la religiosidad popular -la de las peregrinaciones, los cultos de los santos y muchas otras formas de supersticin- es ante to- do una expresin de socialidad. Ms que la pureza de la doctrina, es el vivir o el sobrevivir juntos lo que preocupa a las comunidades de base. La Iglesia catlica no se ha equivocado en haber evitado siem- pre, de manera casi intencional, ser una Iglesia de puros. Por una par_ te, luch contra las herejas que pretendan arrastrarla hacia tallgi- ca (como en el caso del donatismo), mientras que por la otra, reserv el "retiro" que supone el sacerdocio, el monacato y, afortiori, la vida eremtica a aquellos que anhelaban seguir y vivir los "consejos evan- glicos". Para los dems, ha mantenido siempre con firmeza una di- mensin multidinista, que a veces roza el laxismo moral o doctrinal. Se podra leer desde dicha perspectiva la prctica de lasIndulgencias, la cual acarre, como es bien sabido, la revuelta de Lutero, o tambin la benevolencia de los jesuitas de la corte que tanto ofusc a Pascal. Esta perspectiva "multidinsta" se puede acercar a la de la nocin de conservatorio empleada anteriormente: vuelve a un gntpo responsa- ble de ese depsito sagrado que es la vida coecca.tt En este sentido, la religin popular es claramente un conjunto simblico que permi- te y conforta el buen funcionamiento del vnculo social. Bajo la forma de un divertimento, propondr una primera sociolgica: Losdiversos modos de estTlu:turadones sociales nQ valm msquemi la medidaYa didn t!quepermaneuan enaduuadn conla basepopularque les ha snvido de so- jxnU. 12 SohH: el "multidinismo" y la socialidad inducida por la religiosidad popular d. E. Poulae, Egli.", t:tJ1IWi>ourgro,rie, Pars, Casterman, 1977. pp. 21 Y24, d. igualmente la buena descripcin de la religin popular que hace Y. Lambert, DinJ. changtni /Jmaf ne, Pars. Cerr, 1985, en particular sobre 11IlI "ndulgencillll como mutual espiritual", pp. 206-2<.18. EL TIEMPO DE lAS TRIBUS LA SOCIAUDAD CONTRA W SOCIAL 129 Esta leves vlida para la lo es su fo"nna 'la'noltica. "Una Iglesiano se sostiene SlO pueblo (E. prolana,.que es r-, " . 1 hi " h Renaa) ,13 Ylas dstinlas decadenciasque as . u- -, comprendel1le, a la luz de dicha observaclon.La des- manas " .. lvan ' .. ' ,. oecto de la base hace que las nstucones se vue conexlonJ"es r., ' d y.. Pero, por el desde nuestro punto e vista, esto.in,d,i;a, Yenfatiza, que si la 'puntualmerW: en instituciones o en movimientos los trasciende a todos.. Para una Imagen mlO.eralo- gica, no.son sino seudomorfosis que se en una matriz que les sobrevive. Es este perdurar lo que aqu nos lo que al msmo.tempo explica que la falta de compromiso poltico general que puede obser:var en.nuestros das no sea en alguno c?rre- l<J.tivo con una falta de, estructuracin acelerada, SIOO, al contrano, el . di d na renovada vitalidad. Es este perdurar, que es la marca IllCeeU ,,' . di de 'lo divino, lo que no es una entidad opresiva y. exterior SlOO to o o contrario, el que reside en el corazn de la realidad y es a la vez'su esencia y su, devenir. Aeste respecto, podemos a la clsica terminologa.de la sociologa alemana, yasea a la OposlCIO n u
meinscluift-Gesellschafl de Tnniee, o a la que propone Weber entre co- (vergemeinschaflung) y "sodacn" (Vcrgesellschtiftung). El ethos comunitario designado por el primer conjunto de expre- siones remite a una subjetividad comn, a una pasin mientras que todo lo que se refiere a la sociedad es esencialmente ra- cional: racionalidad en valor (Wert) Oen finalidad (Zweck). Hay un texto deM. Weber sumamente ilustrativo a este respecto. Observa, por una parte, que toda socacn que "rlesbcrda el marco de la ciacn con un fin detenninado [... ] puede procrear valores senu- mentales que sobrepasan el fin establecido Por otra parte, observa que una comunidad puede hacia cierta racionalidad o finalidad. As, a veces "un agrupanuento liar es como una comunidad, y por otro lado, es explotado, sentido como una 'socacn' por sus miembros'U'' Weber destaca de este mo- 13 E. Renan, Ma", Aurek"u lafin dlt lIll>IIli<> anlUr.... Pars, Le Livre de p. 354. Seenconttar.i una crtica del estatismo en]. Dpenda;Jce". tllropknrn-, 1979, 11, numo 2, Canada, 269 .55. l'I M. Weber,l!.conomiet1slxii/i, Pars, Plon, 1971. pp. 41-42,YLa vilk. Pans, Aubier, 1984.- do que puede haber evolucin y reversin de una forma a otra.y ello sin olvidar, por supuesto, que la dimensin comunitaria es elmomen- to fundador; lo cual es particularmente flagrante para las ciudades que descansan en los "grupos de parentesco" o en las "asociaciones confesionales". Es, pues, a la vez hacia este movimiento y hacia aque- llo que lo funda, hacia lo que conviene dirigir nuestra atencin. En efecto, en esa combinatoria que constituye las estructuraciones socia- les, el cambio de lugar de tal o cual elemento, o incluso su saturacin, puede acarrear una diferencia cualitativa de importancia. As, el fin de una forma particular puede ayudamos a comprender el resurgi- miento de otra. Como acabo de sealarlo, junto con la religin y la comunidad se halla otra nocin que merece nuestra atencn: la del pueblo. Es- te trmino se puede emplear sin intencin particular, como ocurre a menudo con la palabra "social" en su sentido ms simple, pero tambin se puede mostrar que su acepcin puede evocar un conjun- to de prcticas y de representaciones alternativas respecto al orden de lo poltico. No es otra cosa lo que ha intentado hacer la comen- te "populista". Entre sus diversas expresiones, el populsmo ruso del siglo XIX es el que mejor ilustr lo que venimos diciendo. Conoci su momento de gloria, sus pensadores y sus numerosos sucesos eco- nmico-sociales. Como es natural muy pronto fue considerado, par- tcularmente por Lenin, como la adolescencia del verdadero socia- lismo: el socialismo cientfico. Obviamente, en lo concerniente a las comunas campesinas, se instal la duda en el marxismo en va de rigidez dogmtica, y siempre me divierte citar la clebre carta del 8 de marzo de 1881 de K. Marx a Vera Zasulic, en la que se siente claramente su ncertdumbre ante el populismo, tan vivo en aque- llos momentos en Rusia. De hecho, se puede considerar que Ie rea- lidad misma del pueblo fue algo completamente ajeno a la tradicin "autoritaria" (marxismo, leninismo, estalinismo) del movimiento obrero y a aquellos que se aseguraran de la gestin terica. Pues, COntrariamente a los anautortaros (anarquistas, federalistas), la perspectiva de los primeros es esencialmente poltica. Por su parte, Marx haba resumido bien dicho debate con la siguiente frmula: "Cuando se habla del pueblo, me pregunto qu golpe bajo se le quiere asestar al proletariado.". Casualmente, ahora que, ya sea en su versin reformista o en su versin revolucionaria, son los defen- sores del proletariado los que han tomado el poder en mltiples lu- EL TIEMPO DE LAS TRI8US gares, [sabernos mejor qu.tipodegolpes.bajos se le han propinado al pueblol'P Ms all de los ucases de que fue objeto, el populismo fue clara- mente algo ms que un nio atrasado que no haba alcanzado toda- va su madurez. Podemos postular que representaba la forma prof- tica o, lo que viene a ser lo mismo, el laboratorio en el que se esbozaba la relativizacin de la imponente dimensin econmlco-po- ltica. Acentuando la solidaridad de base, los efectos de la comuni- dad, el mito de la comuna (la clebre abscina rusa) , y, para algunos, anunciando que la mquina iba a favorecer a esta comunidad, L6 los populistas podran ser hoy muy tiles a quienes piensan el presente y el futuro en trminos de autonoma o de microsociedades. Convie- ne tener bien presente esta perspectiva populista si se quiere enten- der el desarrollo de las pequeas empresas, de las cooperativas, de la responsabllizacin por el prjimo que caracteriza a la economa de nuestros das; en suma, si se quiere entender ese paso de la economa generalizada a la ecologa generalizada, menos que dominar el mundo, la naturaleza, la sociedad, pretende realizar colectivamente socieda- des fundadas ame todo en la calidad de vida. Es en correspondencia con el espritu del tiempo como, a finales del siglo XlX y a principios del xx, la clase (o el proletariado) ocupa progresivamente el lugar del pueblo. Este proceso, que se consuma principalmente en relacin con el prevaledmlento de la historia o de la poltica, es de sobra conocido en nuestros das. Al mismo tiempo, somos, por una parte, cada vez ms conscientes de la dificultad de de- finir una clase, mientras que, por la otra, estamos de acuerdo en reco- nocer que es siempre postfestumcomo se le atribuye tal o cual accin, tal-o cual lucha, a la clase obrera o al proletariado que actuara con plena concenca.'? Por cierto, la mayora de las veces esta cualidad 15 Gr. K. Marx. mm""" presentadas por M. Rubel, Pars, Pliade, t. 11. p. 1451. F. Venturi, s inlt'l1lu"ll. le(JeIlpfe el id rioollltioll, op. cit., t. 1, p. 45, realiza un esta- do de estas dudas concemienres a la Otro ejemplo 10 encontramos en la sen- sibilidad fouriertata, <:f. P. Tacussel, Char/n Fourier, , ...Ym d./'.$ pa..rim." Pans, llllB, 2000. 16 Cf. tambin F.Venturl, bid., l. 1, p. 29. 17 Sobre la sustitucin del pueblo por la clase, d. K. Mannheim, rllltnpW, op. cit., pp- 60 Sll. Por una crtica de la lucha de clase. cf.]. Freund, d" rorIflit, Pars, PUF, 1983, pp. 72 ss. LA SOCIAUDAD CONTRA W SOCIAL no se les otorga ms que a las luchas que corresponden a la estrate- gia que ha dictado el bur poltico, mientras que a las dems se les llama, segn las circunstancias, provocaciones, compromisos, traicio- nes o colaboraciones de clase. Se puede precisamente establecer un paralelismo entre el hecho de que la clase obrera obedece cada vez menos a las distintas rdenes que recibe y, por otro lado, la prdida de la fe que se puede observar respecto a la creencia en una direc- cin precisa de la historia. El nofuture, eslogan de lasjvenes genera- ciones, no deja de tener eco, aun de manera menos exuberante, en el conjunto de la sociedad. Ycabe preguntarse si recurrir al pasado (folclore, resurgimiento de las fiestas populares, incremento de la so- ciabilidad, fascinacin por las historias locales) no es una manera de eludir la dictadura de la historia finalizada, progresista, y, por ello mis- mo, una manera de vivir el presente. Lo que s es cierto es que, al ha- cer un cortocircuito en el camino real del progreso, el rechazo del fu- turo al que acabo de referirme restituye al pueblo sus cartas de nobleza. Esto no es un simplejuego de palabras: pone de manifiesto el aspecto aristocrtico del pueblo. Con relacin al orden poltico, este aristocratismo adopta formas diversas. En primer lugar encontramos ese desprecio en el que est envuelto el personal poltico de cualquier tendencia. Yahe analizado antes el "ensimismamiento" popular, del que dan sobrada fe nume- rosas ancdotas, ocurrencias y observaciones de sentido comn.t" No hay necesidad de desarrollar el tema. Sin embargo, se puede obser- var la versatilidad de las masas. Dicha versatilidad, resultado del "ensi- mismamiento", es una forma de insolencia especfica: de aquellos que estn animados por la libido dominandi esperamos ver qu son capa- ces de dar, o en qu pueden ser tiles. Nos encontramos de nuevo aqu con la religin profana, como se ha indicado anteriormente: do ut des; es decir, te doy mi voto para que me des algo a cambio. Al mis- mo tiempo, empero, esto muestra la profunda no-adhesin de las uta- sas a lo poltico. El inters de stas est en la medida de lo pueden in- vertir o "reinvertir". Al mismo tiempo, esta versatilidad insolente es un escudo contra cualquier tipo de poder. Los historiadores ylos socilogos coinciden t8Cf. M. Maffesoli, La ronnaissana op. cil . p. 167, YJ du prismt, Pars (1979), DDB, 1998. EL TIEMPO DE LI\.S TRIBUS en destacar cmo la masa adora y quema sucesivamente asus amos y alos Valores ms dversos, ejemplos son abundantes en este sen- o do. Se puede decir lo msmo con relacin a las ideologas y a las creencias, exaltadas en determinado momento y vilipendiadas poco despus por las mismas personas.P En lugar de dejamos ofuscar por este hecho, conviene ver en l un relativismo fundamental respecto de las entidadesdominantes. que tienen muy poco que ver con la proxi- midad en donde se tejen los verdaderos lazos de solidaridad. En el cie- lo de las Ideas o de los proyectos lejanos todos los gatos son pardos, en cU3.Q.lO que lodos coinciden en prometer maanas encantadores. Ya he mencionado el deber sagrado de hacer perdurar la existen- cia. Se trata de un saber incorporado, algo animal si se quiere, que per- mte a las masas resistir. En efecto, lo que se llama versatilidad podra ser una manera de mantener lo esencial, y de descuidar lo factual, lo puntual. La guerra de losjefes, su teatralizacin, no es desdeable, par- ticularmente como espectculo, pero ste es ante todo abstracto, y la mayor parte del tiempo no tiene los efectos positivos o negativos que se le atribuyen. Si el papel de lo poltico es el de la animacin -de ah la pustaen escena-que le es necesaria, as como la monumentalidad en que se'apoya y la pompa con que se vste-, el de la masa es, por su parte, el de la sobrevivencia. Hay que mantenerse en el ser. Apartir de entonces, las evasivasy los cambios de opinin se pueden entender en funcin de semejante responsabilidad; esto s es concreto: Para avanzar en mi dir que, sin reparar demasiado en escrpulos excesivos o en estados anmicos accesorios, elpueblo como masatiene la responsabilidad esencial de triunfar sobre la muerte de todos los das. Cometido que exige, lo sabemos, un esfuerzo constante yuna gran eco- noma de energa. Es precisamente esto lo que funda su nobleza. Retomando una dicotoma que ya haba planteado entre el poder y la potencia (La aiolence totalitaire, PUF., Pars. 1979, captulo r), Yju- ,gando con las palabras, propondr aqu una segunda ley: El poder puede y ckbe encargarse de fa grstin de la vida, mientrasque la potencia t!S responsahle de la sobrevivencta. 19 cr. z. Yavetz, La fIli'bt' pi V frrina. .., af'. ril. pp. 38 ss., y54, concerniente al vals de los. emperadores, o a la actitud en contra de Calgula. G. Le Bon, P. desf(lldA op. ril., p. 144, muestra la mi.ma versatilidad en cuanlO a las ideologas. LJ\ SOCIALlDAD CONTRA W SOCIAL Naturalmentejuego aqu con las palabras (cosa necesaria siempre que se hacen leyes), Yentiendo por "sobrevivencia" a la vez lo que fun- da, lo que supera y lo que garantiza la vida. La sobrevivencia es, se- gn la expresin de Canetti, la 'stuaccn central de la potencia";%O significa esa permanenre lucha contra la muerte en la que nunca cree- mos del todo, ya sea la muerte natural stricto srnsu, o bien la imposi- cin secretada por la dimensin "pro-yectca" de algn or- den economco-pomro. Podramos comparar esta Potencia con el man o con otras expresiones que designan una fuerza colectiva que a los individuos o a las facciones particulares. mi par- te, qUIero establecer aqu una relacin entre la Potencia y "lo concre- to ms extremo" (W. Benjamn) que es la vida de todos los das. Fren- te a las historias hechas de nada y de todo, de carne y de sangre, la historia poltica carece de consistencia para una memoria colectiva que sabe de sobra a qu atenerse. Las historias ms que la Historia. Tal podra ser el maravilloso se. creto que nos explicara el perdurar de las sociedades. Ms all del orden de lo poltico, grandes conjuntos culturales se mantienen por medio de los Las culturas griega, latina, rabe, cristiana, para lo que nos concierne, se cimientan sobre una potencia interior que, de manera constante, renueva, conforta y redinamiza aquello que los poderes tienden a acotar, hacer rgido y, en ltima instancia, a des- truir. Nos encontramos aqu ante un querer-vivir-colectivo que exige una atencin ms aguda por parte del observador social. Simmel so- la sealar que, para entender una decisin poltica, era menester abrazar el conjunto de la vida del que decide y "considerar muchos aspectos de esta vida ajenos a la poltica". Forzosamente, para entender esa decisin fundamental constan- temente renovada que es la "sobrevivencia" de la especie, hay que sa- ber superar el marco estrecho de la simple finalidad poltica. La vida ordinaria, testaruda e irreprimible, nos compele a ello. Hay que ver en esto, como lo dice hbilmente Gilbert Renaud, la expresin de una "socialidad frondosa que se resiste a la domestcacin'P! Yo di- 2<1 Cf. E. Caneu, Ln r.vn.lriena des 1IWLs-, op. cil., p. 33, Le livn: de Peche, 1989. 21 G. S!mmel, prohlimes t la t l'histuire, Parra, PUF, 1984, p. 1M, YG. A fomlm du ralimuisw, op. ril., p. 257. Su proposicin programtica sobre la ilOclahdaden el Quebec parece enriquecedora en tiempos futuros. 134 EL T1E1oIPO DE LAS TlUBUS Li\ SOCIALlDAD CONTRA LO SOCIAL 135 naque, en todo caso, esto constituye un reto dificil al que ser dificil no responder durante este cambio-de siglo. UN "FAMlUARISMO" NATURAL -Meparece que existe una relacin estrecha, y algo perversa, entre el individuo y la poltica. En efecto, estas dos entidades son los polos esenciales de la modernidad, Ya lo he dicho antes: el principium indi- viduationis es aquello mismo que determina toda la organizacin po- ltico-econmica y tecno-estructural que se inaugura con el burgue- sismo, Durkheim, ciertamente uno de los grandes pensadores de este proceso, observa de manera perentoria que "el papel del Estado no tiene nada de negativo. Tiende a asegurar la ms completa individua- cin que permite el estado ecctar'." El Estado, en cuanto expresin por excelencia del orden poltico, protege al individuo contra la co- munidad, De manera anecdtica, digamos que basta observar que aquellos que eran los ms ultrapolticos en los aos sesenta, esos mis-- mos que proclamaban "todo es poltica", afinnan hoy con la misma conviccin; ya veces con el mismo sectarismo, la necesidad del indi- vidualismo. Para ellos, no se ha dado un cambio fundamental, sino tan slo una. diferencia de orientacin. Es, pues-una falacia establecer un paralelismo entre el fin de lo poltico y el repliegue sobre el individuo, o lo que llamamos el retor- no del narcisismo. Se trata aqu de una perspectiva de corto alcance. En realidad yo postulara que la saturacin de la forma poltica corre a la par con la saturacin relativa al individualismo. Prestarle aten- cin a este hecho es, as pues, otra manera de interrogarse acerca de las masas. Tanto en lo relativo al conformismo de laajvenes genera- ciones, a la pasin por el aspecto exterior en los grupos o "tribus", a los fenmenos de moda, a la cultura estandarizada, as como a eso que se podra llamar la unisexua1iz.aci de la apariencia, todo nos per- mite afirmar que estamos asistiendo a una disolucin de la idea del 112 . Lepm.sfk socinlogiP. Pars, PUf, 1969, p. 103. Remito igualmente a M. Maesot. La ,JWle,u:e llJtau/anr, Pars (1979), DDB, 1999. caps. VI y VIt, as como a r_ oo rk Diooysaf... , op. cit., introduccin, individuo en una masa ms indistinta. A sta no le interesa en abso- luto la nocin de identidad (individual, nacional o sexual), que fue una de las conquistas ms importantes del burguessmo. A mi enten- der, el preguntarnos acerca del fundamento socioantropolgko de este hecho puede aclarar nuestra comprensin de la relacin antin- mica entre la masa y lo poltico. Tratamos as de mostrar que la masa yaha existido, que es una mo- dulacin del esrarjunros, y que tiende a favorecer elementos que el proyecto poltico (tautologa) olvida o niega. Se puede en primer lu- gar destacar, aunque slo sea rpidamente, el aspecto cambiante y catico de la identidad. En frmula pascalana, se podra decir que su verdad vara segn las fronteras temporales o espaciales. Esto lo re- sume a la perfeccin la siguiente observacin de Max Weber: "La identidadjams ser, desde el punto de vista sociolgico, ms que un estado de cosas simplemente relativo y flotante. "23 Con agudeza, We- ber observa aqu que, segn las situaciones y la acentuacin de tal o cual valor, la relacin consigo mismo, la relacin con el prjimo y la relacin con el entorno pueden ser modificadas. Dndose por supues- to que "la identidad" atae tanto al individuo como al agrupamiento en el que se sita: cuando existe una identidad individual, nos encon- tramos una identidad nacional. De hecho, la identidad, bajo sus dis- tintas modulaciones, es ante todo la aceptacin de ser algo determ- nado. Conformidad con la exhortacin a ser estoo eso otro; proceso que, en general, sobreviene tardamente en el devenir humano o so- cial. Efectivamente, lo que tiende a predominar en los momentos de fundacin es el pluralismo de las posibilidades, la efervescencia de las situaciones, la multiplicidad de las experiencias y de los valores; co- sas todas que caracterizan a lajuventud de los hombres yde las socie- dades. Yo dira, por mi parte, que se trata del momento cultural por excelencia. En cambio, la eleccin que se impone progresivamente en la elaboracin de una individualidad personal o social, el hecho de que se elimine la efervescencia y el pluralismo bajo sus distintos aspectos, conducen generalmente a eso que se puede llamar civiliza- cin. Es en este segundo momento dominado por la moral de la res- ponsabilidad cuando florece lo poltico. M. Webn, Essais la tk la .1Imt:e (1913), Pars, Pjon, 1965, p. 360. EL TIEMPO DE lAS TRlBUS , . Me-apoyo aqu en la clsica dicoto'!la empleada .pensamien- to alemn y bien formalizada por N. Elias: 24 antes de civilizarse, de fi- nalizarse, una esttucturacin social, de cualquier tipo que fuere, es un verdadero caldo de cultivo que incluye todo, hasta los contrarios. Este caldo de cultivo est en ebullicin, es monstruoso, dislocado, pe- ro al mismo tiempo rico en posibilidades futuras. Podemos servimos de esta imagen para afirmar que la masa es esa misma cosa que se bas- -ta a s misma-que no se proyecta, no se finaliza, no se "politiza", sino que vive el torbellino de sus afectos y de sus mltiples experiencias. Por eso es la causa y el efecto de la disolucin del sujeto. En mi jerga, yo dia que es donsaca, confusional. Numerosos son los ejemplos que contemporneamente, de manera ms o menos tajante, abogan en este sentido. En tales momentos se crea un "alma colectiva" en la cual se borran las aptitudes, las identidades y las individualidades. Lo que no impide, por lo dems, que esta entidad efervescente pueda ser el sitio donde se efecte una reapropacin real. Cada uno parti- cipa de este "nosotros" global. Contrariamente a lo poltico que, pa- radjicamente, descansa en el "yo" yen lo lejano, la masa, por su par- te, est .hecha de "nosotros" y de proximidad. El desarrollo de las historias devida hace resaltar que el sujeto que relata habla a menu- do en trminos de "nosotros".!5 As, la comunidad "efervescente" pue-- de sera la vez disolucin individual y reapropiacin de la persona. Tenemos aqu la distincin, clsica desde Mareel Mauss, entre per- sona e individuo. En nuestros das, L. Dumont, en Francia, y R Da Matta, en Brasil, han abordado este asunto con los excelentes resul- tados que conocemos. Desde la perspectiva que nos ocupa, se puede decir que -"de jure", naturalmente- el individuo es libre, acuerda y establece relaciones igualitarias. Es esto lo que va a servir de base al proyecto o, mejor dicho, a la actitud proyectiva (verbigracia, polti- ca). En cambio, la persona es dependiente de los dems, acepta un dato social y se inscribe en un conjunto orgnico. En una palabra, se puede decir que el individuo tiene una funcin, y la persona un pa- 24 Gf. N. lias, lA riviinlitm de. m,J'l"-';, Pars, Calman-Lvy, 1973. Me remito, por supuesto, a G. Le 8011, P:rydwp del jlJtlit'.s, 0(1. rit., p. 51. yaJ, Beauchard, La Puisumce d"sjotllt'.s, Pars. PllF, 1985. las historias de vida y el paso del al "nosotros" cf M. Catani, TUflteSllznm", Pars, Lbrairie des Mridjens, 1982, pp. 12Y15. El trmino "efervescencia" se remite. naturalmente, a . Durkheim. I.A SOCIAUDAD CONTRA LO SOCIAL pe!.26 Esta distincin es importante, pues permite comprender que, como en un movimiento pendular, las formas de agregacin pueden privilegiar ya sea lo poltico, ya sea lo que propongo desde hace tiem- po llamar la socaldad. La masa, de la que se deca era. "monstruosa", remite, por supuesto, a la segunda categora. Sin embargo, esta "monstruosidad" merece atencin, pues permi- te destacar un aspecto nada desdeable de la masa: su relacin con la naturaleza, con lo que es natural. Se ha hablado de caldo de culti- vo, de efervescencia y dislocacin, cosas que designan el caos y lo no civilizado; cosas que precisamente reacentan ese elemento natural que la civilizacin trata siempre de negar. Hay un pequeo aplogo de W. Benjamin que indica cmo el don de reconocer semejanzas le pareca el vestigio de "la antigua compulsin a parecerse a los dems". Parecido que poda realizarse con la gente, pero tambin con los muebles, la ropa y la vivienda. 27 Vemos as cmo este principio desimi- litud, que constituye la base del "nosotros", del pueblo, de la masa, es un intermediario entre el mundo natural y el social. Ya no existe se- paracin entre el cosmos, lo social y en el interior del todo social; nos hallamos, por el contrario, en presencia de 10 que se puede llamar la culturiuuin de la naturnleza, y la naturaliz.tu:Wn de la cultura. > Es ah donde se encuentra el origen del conformismo, la del sen- timiento, cuyo impacto en la vida social empezamos de nuevo a no- tar. Tambin ah se encuentra. una especie de vitalismo ontolgico que se manifiesta en el ecologismo en boga del momento. Me parece que este prurito de imitacin y de conformismo, este vitalismo del que acabo de hablar, en suma, esta "correspondenca" algo mstica que estamos viendo emerger puede ser una de las carac- tersticas esenciales de la masa popular. Si retomamos la distincin formulada anteriormente, podremos decir que al individuo unifica- do responde la persona heterognea, capaz de una multiplicidad de papeles. 26M. Mauss, Sor:ioIDg:d Pars, !'Uf, 1968, catgorie de l'espru hu- main. La nolion de personne" L Dumont, Homohimm:hil:u... Pars, Gallimard, 1967. R Da Malta, CAm4vol., bandiL,d him... Paris, Seuil, 1983, pp. 210111. Sobre la mafia, ec. mi artculo M. Maffesoli, maffia comme mtaphore de la sociakt", Ca}Iien inlemDlw. Pans, I'I.Jf, vol. LXXIll, 1982. W. Benjamin, Sen. nniqlu; Pans, L N. Maurice Nadeau, 1978. p. 72. 138 El- TIEMPO DE LAS TRIBl,lS L" SOCIAUOAD CONTRA LO SOCIAL 139 .Se puede considerar que esta persona no es ms que una condensacin en per- petuo desequilibrio, y que se inscribe en,unfumdel que ella no es ms que un elemento. La constatacin potica 0, ms tarde, psicolgica de la pluralidad de la persona ~ y es otro"}, puede en efecto interpretarse, desde un punto de vista socoantropolgico, como expresin de un continuum infranqueable. Nosotros no valemos ms que en tanto que estamos vinculados a un grupo. Siendo, obviamente, de poca importancia el -que estavinculadn sea real o fantasmagrica. Recordemos cmo Proust, despus de la muerte de su abuela, ve que los rasgos de sta se van transfiriendo a su madre. Al adoptar la imagen de la abuela y al identificarse con ella. la madre asume, de esta manera, la perpe- tuacin de- un tipo por medio de las generaciones. Con su gran sen- sibilidad. el novelista muestra a la perfeccin cmo la muerte se ins- cribe en una vitalidad indestructible. No es practicar un imperialismo sociologista el reconocer, como lo hace Halbwachs, que "en realidad. nunca estamos solos [ .. .] pues siempre sentimos dentro de nosotros cantdad.de personas".28 La memoria o los recuerdos colectivos, ya sean pblicos, privados o familiares. lo muestran claramente al tor- nar un barrio o una ciudad en lugares en los que las vidas se han se- dimentado, transformndolos en sitios habitables. Esto es, pues, lo que'permite que se establezca un feedback entre el grupo y la perso- na, y ello. naturalmente, de manera orgnica y no ya segn la equi- valencia racional del orden poltico. E. Renan mostr cmo, para los primeros cristianos, la fuerza de la comunidad -yo dira, su poten- cia- reposaba en "grandes hombres bases" (Megala Stoikeia}. Era al- rededor de sus tumbas donde se constituan las iglesias. Por su par- te, P. Brown seala que aquellos santuarios eran simplemente llamados "ellugar" (o topos) y que, de manera paulatina, fueron cons- tituyendo verdaderas redes que se extendieron por toda la cuenca mediterrnea. Ya sea bajo forma religiosa o profana, dicha prctica de fundacin la encontramos de manera regular en el curso de to- das las-historias humanas. Y, al margen de la monumentalidad urba- na o rural (palacio, iglesia, monumentos diversos), esteJeedhadr. se ex- presa en todas las ceremonias de conmemoracin. Desde el culto de ~ ~ M. Halbwachs, La mimoi"" fo/krli,,,,, Pars, I'l'F, 1950, p. 2. Aglauro' en la ciudad ateniense hasta todas las fiestas nacionales con- temporneas. pasando naturalmente por el calendario litrgico del ritual cristiano, siempre nos encontramos con el mismo proceso de anamnesls del que estamos hablando: no existimos ms que como cuerpo. En su anlisis del cristianismo de una aldea bretona, el so- dlogo Y. Lambert deja constancia de una ceremonia partcularmen- te instructiva: hablando de los fines ltimos, el sacerdote elabora una puesta en escena en donde unos nios de la aldea representan, en igual nmertI, a los difuntos del ao. 29 Imposible expresar mejor la fe- cundidad y la gestacin de la idea del ftlum. Es a partir de ste que el imaginario socal se construye una historia y por ende se constituye como tal. Habra que ver, gracias al esclarecimiento de estos ejemplos paro- xsticos, cmo todos los grupos se fundan, en el sentido simple del trmino, en la transcendencia del individuo. Es esto lo que me inci- ta a hablar de una transcendencia inmanente, es decir, de algo que a la vez supera a los individuos y brota de la continuidad del grupo. Nos encontramos aqu con una perspectiva mstica que se puede 'paran- gonar con ese otro misticismo que constituyen ciertos psicoanlisis. Esto ocurri con el de Groddeck, cuyo arraigo vitalista es de todos co- nocido. "Nosotros somos vividos por el ello";* "el ello es una fuerza", es ms "el yo no es ms que un artificio, un instrumento al servicio del ello", ejemplos que podramos multiplicar en este sentido. 30 Bas- renos indicar que el "ello" del que aqu se trata puede describir per- fectamente, de manera metafrica, a la masa, al pueblo o al grupo del que hablamos; es una fuerza que acta ruando creemos estar actun- dola: el yo slo es vlido en la medida que se refiera a sta. Encontra- mos aqu todos los ingredientes que se dan en la constitucin de las pequeas masas contemporneas. Adems, dicha extrapolacin per- Diosa que representaba a la ciudad de Atenas [T.j. l'9y. Lambert, Dim cka.m~ Pars, Cerf 1985, p. 45. Sobre el anlisis de E. Renan, Man;A'lrN, OIll4ftn du 1JIOIIdeantittu, Pars, Le Livre de Poche, 1984, p. 126. Sobre el "topos", cf P. Brown, l,a MKieIi el lesaai rWmt"'ntUpUli t/If'tliw,.Para,Seuil, 1985, pp, 15 ... .. Trmino psicoanalftico que designa el conjunto de pulsienes y tendencias que la repulan mantiene en el inconsciente [T.]. YJ er. la buena praentacin de Lalive D'pinay, C.rr>tldd, Pars, d Universitaires, pp. 24 Y40. ,\40 EL TIEMPO DE LAS TRIBUS LA SOCIAUDAD COroTRA LO SOCIAL HI el estrecho que existe entre estas y el.orden natural. Vemos as claramente lo que allOdlV1dua- lismo como practica --esto por rescontado-, pero tambten como caos- truccon deolgtca- ._ . La memoria colectiva es ciertamente una buena expreslOD para describir el simblico y el mecanism,o de de que acabo pe hablar, Por supuest?, t,numo esta un ,tan- to desgastad9 o anticuado, pero Sigue conJusteza ngor que, as como no existe una duracin individual, tampoco existe un pensamiento singular. Nuestra conciencia no ms que un punto de encuentro, una cristalizacin de corrientes diversas que, con pon deradones especficas, se entrecruzan, se se re,pelen. Las construcciones ideolgicas, aun las ms dogmucas, son ejemplos bales de ello; en efecto, nunca llegan a estar completamente unifi- cados. As. que un pensamiento personal es el que sgne la "pendiente de.un pensamiento colectivo".31 Estolo rano cada quien a su manera. los investigadores contemporneos en fsica terica o tambin en biologa. como es el caso de R Sheldra- ke. habla de "creoda" (direccin necesaria) p:ua describir la simultaneidad de descubrimientos cercanos o parecidos en labora- torios muy.alejados unos de otros. Partiendo de hiptesis aunque participando en el mismo "espritu del,tiempo,", estos mves- tgadores constituyen un grupo. aun este este punteado o atravesado por conflictos. Se puede decir 10mismo a los rea- grupamentos constitutivos de la socialidad; cada a su mane- ra, compone SIl, ideologa, su historia particular, a parur de ele- mentos dispares que se encuentran repartidos por todos los nncone.s del mundo. Estos elementos pueden tomarse prestados de la trad- cen del lugar o, por el contrario, ser respecto a sin embargo. sus ensambles presentan similitudes que van a consu- tuir una especie de matriz dando nacimiento y confortando las re- presentaciones particulares. . Se dira que esta manera de plantear el problema permite la clsica pregunta en ciencias sociales: los o grupos indiferenciados los que la tambin; es el "gran hombre" providencial o, ms bien, la aceren ciega de las 31 Gr. M: Halbwa<:hs, La mmoirf op. aL. p. 92 masas? Por un lado. la razn y su luz; por el atto; el instinto ysu-pe- ligrosa oscuridad. Podemos imaginar unava intermedia, una 'forma social"!\!especfica. que haga que la astucia y la elocuencia sean algo distinto a una accin individual o a una estructura impuesta. La "me-- maria colectiva" (M. Halbwachs), el habitus (M. Mauss) 'pueden ser este tipo de forma en donde entren en composicin a la vez loe ar- quetipos ylas diversas ntenconalidades que permitan ajustarse a es- tos arquetipos, habitarlos en cierta manera. ste es el espritu de gru- po, el espritu del clan. cuya sinergia o yuxtaposicin producen el espritu del tiempo. Se trata de una correlacin permanente, de un "relacionismo" esencial en donde "la experiencia biogrfica personal se corrige y se ampla en la experiencia biogrfica general"." Esesto lo que desem- boca en la vida comn. La interaccin, la intersubjetividad crean al- go que es cualitativamente diferente a los elementos que las consti- tuyen. As, la memoria colectiva puede servirles, en el sentido simple del trmino, de revelador a las acciones, intenciones y experiencias individuales. Es sta, verdaderamente, una esfera de comuncacn, causa y efecto de la comunidad. As, lo que parece ms particular'- zado, el pensamiento. no es ms que un elemento de un sistema sim- blico. que es la base misma de toda agregacin social. Ensu aspec- to puramente utilitario o racional, el pensamiento individualiza, as como en el nivel terico acota y discrimina; en cambio, al integrar- se en una complejidad orgnica. es decir, al dejar su sitio al afecto y a la pasin, o tambin a lo no-logco, este mismo pensamiento favo- rece la comunicacin del estar-juntos. Esto trae consigo, en el pri- mer caso, el desarrollo de lo poltico como factor de unin de estos elementos dispares. Es esto lo que permite, en el segundo caso, po- ner de manifiesto la preeminencia del grupo. o de la tribu, que no se proyecta hacia lo lejano ni hacia lo futuro, sino que vive en este concreto de lo ms extremo que es el presente. Nos encontramos aqu ante la expresin ms sencilla y prospectiva de la saturacin de .12 En el sentido de G. Simmel, en el que me inspiro libremente aqu, cf. In _ rk la de fhifloire, Pars, PUF, 1984, pp. 74 ss. a. P. Watier, G. Sim_" les srienus hllmaines, Pars, Klincbieck., 1992. Dilthey, cit. por J. Habermas. Connaissanu ti inWit, Parls, Gallimard, 1976, pp. 189 ss. EL TIEMPO DE LAS TRIBUS LA SOCIALIDAD CONTRA LO SOCIAL '4> lo poltico y de su soporte, que es el individualismo. Vemos que em- piezan a ser: remplazados por estructuras de comunicacin a la vez intensivas y reducidas en el espado. Estos reagrupamientos por afi- nidades ocupan de nuevo esa antigua estructura antropolgica que es la "familia ampliada": una estructura en que la negociacin de la pasin y del conflicto se efecta en el plano ms prximo. Sin remi- tir a la consanguinidad, este reagrupamiento se inscribe bien en la perspectiva. del filum que renace con el resurgimiento del naturalis- mo. Se puede decir que las redes que puntualizan nuestras megal- polis reencuentran las funciones de ayuda mutua, de convivialidad, de comensalidad, de apoyo profesional y a veces incluso de rituales culturales que caracterizan al espritu de la gens romana. M Sea cual fuere el nombre que-demos-a estos reagrupamientos: grupos de pa- rentesco, grupos familiares; grupos secundarios, grupos de semejan- tes, se trata de un tribalismo que siempre ha existido, pero que, se- gn las pocas, ha sido ms o menos valorado. Lo que es cierto es que, en la actualidad, lo hallamos perfectamente vivo, adoptando C'" mo sede los stanos de nuestros grandes complejos urbansticos o las aulas de la me d'Ulm.* Distintas investigaciones contemporneas, como las de Young y Willmott respecto a la sociabilidad del vecindario en las grandes ur- bes, o las de Raynaud sobre la multiplicidad de los "grupos ros", testimonian del perdurar de un cierto espritu gremlal." Este es causa y efecto de la interaccin. de la reversibilidad, que son cer- tamente los elementos ms ajenos a la vida poltica. Es, pues, en s- tos en donde conviene buscar la forma contempornea que est re-- vistiendo a la soctaldad. M CL 105 anlisis de . Durl<heim en este sentido: :a'Hlf' .lOciIJwgiq'"" 1, pp. 307-332; n, pp- 319-323. YC. Bougle, Essais sur k rgilJU' M costes, Pars, PUF, 1969, pp. 36 Y51. En esta calle se encuentra la Escuela Normal Superior de Pars, en donde se ha formado buena parte de los grandes pensadores de Francia [T.l. 35a. M, Youngy P, Willmott, U"I!llaI!' dan! la vifJe, Pars, u.:1. Centre Georges Pom- pidou, 1983, y E. Raynaud, secondaires et solidarit organique: qui exerce le control en .'ocUiloglU', Pars, 1983. Es de lamentar que este ultimo estudio r"'ativice implfcitameme la importancia de los grupos cuya existencia se reco- noce. En una palabra, la economa del orden poltico, fundada en la razn, el pro- jecro yla actividad, deja paso a la teologa de un orden orgnico (u holfstco}, que integra a la vez la naturaleza y la proxmica. Aunque dicho cambio no deja de ser inquietante en numerosos as- pectos, ya no es posible negar su realidad. Durkheim atribua a los grupos secundarios el dinamismo que integraba a los individuos en el "torrente general de la vida en sociedad". Una imagen semejante viene bien a este propsito. Existe efervescencia en el vitalismo social y natural, sobre todo durante ciertos periodos que viven la desestabi- lizacin de sus valores y de sus convicciones. Yes bastante posible que los gmpos secundarios que forman una metstasis en el cuerpo so- cial. significando por su presencia el fin de una modernidad civiliza- da, esbocen con pertinencia la forrna socetal que est naciendo. 4. EL TRIBALISMO lANEBULOSA AFEcnJAL "Noi .sianwla splendida realta". Esta inscripcin, escrita torpemente y hallada en un rincn perdido de la Italia meridional, resume bien el reto de la socialidad. Encontramos en ella un resumen de los distin- tos elementos que la caracterizan: relativismo del vivir,grandeza y tr- gedia de lo cotidiano, pesadez del dato mundano, que se asume mal que bien, todo ello expresado en un "nosotros" que sirve de argama- sa y que ayuda precisamente a soportar el conjunto. Se ha insistido tanto en la deshumanizacin, el desencanto del mundo moderno y la soledad que engendra que yacasi no podemos ver las redes de so- lidaridad que se constituyen en ella. Por ms de un concepto, la existencia social est alienada y some- tida a las rdenes de un poder multiforme; pero esto no impide que exista una potencia afirmativa, que, a pesar de todo reanuda el "jue- go (siempre) recomenzado del solidarismo o de la reciprocidad". Se trata de un "residuo" que merece nuestra atencin.' Para abreviar, se puede decir que, segn las pocas, predomina un determinado tipo de sensibilidad: un estilo que especifica las relaciones que entablamos con los dems. Esta puesta en perspectiva estilstica est siendo cada vez msdestacada (P. Brown, P.Veyne, G. Durand, M.Maffesoli).l! En concreto, permite dar cuenta del paso de la "polis al tiasc", o tambin del orden poltico al de la fusin. Mientras que el primero privilegia a los individuos y sus asociaciones contractuales, racionales, el segun-o do va a acentuar la dimensin afectiva, sensible. Por un lado, se en- Somos la esplndida realidad [T.J. 1 Sobre la relacin poder-potencia, remito a mi anli&is: M. Maffeaoli, La vio/ern;e to- kikiiTt, Pars (1979), reed., 008,1999. 2Sobre el estilo er. P. Brown, ~ fk l'Anlplit 1atdivtI, Pars, Gallimard, 1983, p. 16, Yel prlogo de P.Veyne. G. Durand, lA btidlll""""'prisma pamdiw[Ilt!, Emnos, 1984, Frankfurt, Ineel Verlag, 1986, p. 129; M. MafFesoli, "El paradigma esttico", en Sociologit! ti Sot:;;/i.., Montreal. vol. XVII, nm. 2, oct. 1985, p. 36. [145) 14fi EL TlEUPO DE LAS TRIRUS EL TUBALlSMO 147 cuenua lo social, que posee una consistencia propia, una estrategia y una finalidad; por el otro, una masa en donde se cristalizan agrega- dos de todo tipo, especficos, efmeros, de contornos indefinidos. La constitucin de lo social y su reconocimiento terico no fue- ron, en absolut-O, cosa fcil. Lo mismo ocurre en la actualidad con esa nebulosa que llamamos socalidad. As entendemos que una in- vestigacin .pueda ser aproximada, parcial, a veces catica, a imagen de aquellas multitudes sobre las cuales no se tiene ninguna certeza. Pero lo que est en juego. una vez ms, tiene suma importancia; y apuesto que el futuro de nuestras disciplinas depender esencial- mente de nuestra capacidad de saber dar cuenta de la bullicin en cuestin. Por mi parle. considero que la excesiva insistencia sobre el narci- sismo o sobre el desarrollo del individualismo, lugares comunes de numerosos anlisis sociolgicos y periodsticos, son pensamientos convencionales. A menos que no expresen el malestar profundo de los intelectuales que ya no comprenden nada de la sociedad que es su razn de ser, y que intentan as volver a darle sentido; en trm- nos adecuados al campo moral o poltico en el cual sobresalen. No examinar de nuevo este combate de retaguardia; baste con indicar, aunque sea de manera un tanto tajante, cmo la experiencia del prji- mofunda comunidad, aun cuando sta sea conflictiva. Que se me en- tienda bien: no pretendo participar en la elaboracin de la mesco- lanza moral tan de moda en nuestros tiempos, sino ms bien dar los lineamientos de lo que podra ser una lgica de la fusin. Metfora sta, ya que como vimos a propsito de la masa, la fusin puede efec- tuarse sin que exista eso que tradicionalmente se llama dilogo, in- tercambio y dems bagatelas de la misma ndole. La fusin de la co- munidat puede ser perfectamente desindividualizante; crea una unin que no implica la plena presencia ante el prjimo (lo que re- mite a lo poltico), sino que establece ms bien una relacin vaca que yo llamarla relacin tctit en la masa nos cruzamos, nos rozamos, nos tocamos, se establecen interacciones, se operan cristalizaciones y se forman grupos. Podemos comparar esto a lo que W. Benjamn dice de El nuevo mundo amoroso de Charles Fourier, un "mundo en donde la moral no tiene ya nada que hacer", en donde "las pasiones se engranan y se me- canizan entre s",,y un mundo en donde, retomando los mismos tr- minos de Fourier, se observa un orden de combinaciones y de asocia- cones indefinidas e indiferenciadas.'Y, sin embargo, estas relaciones tctiles, formadas porsedmentaciones sucesivas, no dejan de- crear un ambiente especial: eso que yo he llamado una unin punada. Pa- ra facilitar nuestra reflexin, propongo una imagen: en su nacimien- to, el mundo cristiano es una nebulosa de pequeas entidades espar cidas por todo el Imperio romano. La ebullicin que esto provoca secreta entonces la bella teora de la "comunin de los 'Santos". Enla- ce a la vez flexible y firme que no deja de garantizar la 'solidez del cuerpo eclesistico. Es esta efervescencia grupal, y su ethos especfi- co. 10que va a dar origen a la civilizacin que conocemos. Se puede imaginar que estemos confrontados actualmente ante una forma de "comunin de los santos". Las mensajeras informticas, las redes se- xuales, las diversas solidaridades, el encuentro en las reuniones de- portivas y musicales son sendos ndices de un ethos en formacin. No es otra cosa lo que delimita este nuevo espritu del tiempo al que se le puede llamar socialidad. Precisemos. ante todo, que la tradicin fenomenolgica y com- prensiva lleva ya largo tiempo abordando este problema. Estoy pen- sando, en particular, en A. Schutz, quien, en muchos de sus anlisis, y ms precisamente en su artculo "Making musc together", estudi la "relacin de sintona" (mutual tuning in mlationshiP) segn la cual los individuos en interaccin se epfanzan en un "nosotros muy fuer- temente presente" (in vivid pntsence). Por supuesto, en la base encon- tramos bsicamente la situacin de cara a cara, pero, por contamina- cin. es el conjunto de la existencia social el que se ve afectado por esta forma de empana." A propsito. ya sea por medio del contacto, de la percepcin o de la mirada, siempre aparece lo sensible en la re- lacin de sintona. Como veremos ms adelante, es lo sensible 10 que sirve de sustrato al reconocimiento y a la experiencia del prjimo. Por tanto. se puede observar que es a partir de lo sensible como se elabo- ra "la relacin de las mentes", otra manera de nombrar la compren- Gr. W.lknjamin. &sois, Pars, Denol-Gonthier; 1983, p. 40, YP.Tacussel, Charles PO"';n; k jMI 00 pas.siom, Pars, oee, 2000. 4A Schutz, "Faire de la masque enllemble. Une tude des rappoets tra- duccin francesa. Socii'r, Pans, MaMOn, 1984, vol. 1, nm.!, pp. 22-27. Exttacto de "Making muaic together", Collected Papee 11, Nijhoff. La Haya. t 9'11, pp. 159-178. Cf. tambin M. Gaillol, "Muhiple meaning", l'echno, entreVi5ta11 deJ.-L Nancyy'M. Mal- fesoli, Pars, Di. Voie, 1999. EL TIEMPO DE LAS TRI8US EL TRI8ALlSMO 149 .sn, tomada en su sentido ms amplio.Aunque no que.temer repetirlo, la del sociolgico consis- te en que descansa en la materialidad del estar-juntos. .Dos .(y Iateologa), el espritu (yla filosofa) y el individuo la economa) le.ceden el sitio al reagrupamiento. El hombre no considerado aisladamente. Y, aun cuando se d prioridad a lo unagi- naro, cosa que yo me inclinara a hacer, no hay que olvidar que ste procede .de un cuerpo social y que se. l. a su vez. No hay, propiamente autosuficiencia, smo mas. una tante retroaccin. Toda vida mental nace de una relacin, yde suJue- go de acciones y de retroacciones. Toda la lgica o simbolista se funda en esto. Es lo que Q. Spann llama la Idea de apa- reamiento" (Gez.weiung). Es un efecto de pareja que se puede ver en- tre los padres y el hijo, el maestro y los discpulos, el artista y sus a?- miradores.' Considerando, naturalmente, que este efecto de pareja transciende los elementos que 10 componen. Esta transcendencia es caracterstica de la perspectiva sociolgica en su fase inicial, la cual. como es bien sabido, se vio obnubilada por la comunidad medieval. Sin embargo, como el burguesismo triunfante tena al individualis- mo como, vector esencial, este modelo comunitario se vio progresiva- mente rechazado, o no sirvi, por el contrario, ms que parajustifi- car el aspecto progresista y liberador de la modernidad. Pero no por ello los mitos corporausra o solidarista dejan de estar presentes, co- mo la estatua del Comendador, en el horizonte de nuestra argumen- Incluso el ms positivista de los socilogos, A. Comre, hace de ellos una nuevafonnalzacn en su religin de la humanidad. Yaco- nocemos su influencia sobre Durkhem.y la sociologa francesa, pero lo que menos sabemos es que, por mediacin de W. G, Sumner, el mi- to solidarista hall eco.en el pensamiento estadundense." Sin querer alargamos al respecto, se puede sealar que el solida- remo o la religin de la humanidad pueden servir de teln de fondo 5Cf.. a titulo de ejemplo: Oumplowicz, Prici., tk socir>iogie, Pars, 1896, pp. 337 88. So- b're O. Spann, cf. el anlisis que hace W. jobnston, L'''''pril vi"",,,,i., (una historia inw- lectual ysocial), 1848-1938, Pars, PUF. 1985. p. 365. . Sobre la fascinacin por lo comunitario en la $Odologa d. R. A, Nisbet. I"a tradt Pars, PUF. 1981,p. 30; sobre un precursor de la sociologa americ.ana. cf P.St-Arnauo::!. W. G, $W1Irtn"t'lle., d#J;rds tk amiric.aim, Quebec, Univemdad LavaJ. 1984, p. 107. . , a los fenmenos grupales con los cuales nos vemos contronrados en nuestros das. Yello principalmente en lo que a la 'lgicade la iden- tidad se refiere; sta ha servido de pivote al orden econmico, polti- co ysocial que ha prevalecido desde hace dos siglos; Pero; aunque to- dava contina funcionando, su efecto de rodillo apsonador no tiene ya, ni mucho menos, la misma eficacia. As, para captar bien el senti- miento y la experiencia compartidos, presentes en numerosas siruacones y actitudes sociales, conviene tomar ya otro ngulo de ataque. El de la esttica me parece el menos malo. Entiendo esttica de una mane- ra etimolgica como la facultad comn de sentir, de percibir. A pesar de su racionalismo, Adorno haba observado que la esttica poda per mitir "defender lo no-idntico que oprime en la realidad la obliga- cin de la identidad".' Imposible describir mejor el florecimiento y la eervescenca del neotribalismo que, desde sus distintas formas, se niega a reconocerse en cualquier tipo de proyecto poltico, que no se inscribe dentro de ninguna finalidad y cuya nica razn de ser es con- sagrarse a un presente vivido colectivamente. Para convencerse de ello, basta referirse a las investigaciones y monografas realizadas so- bre los grupos de jvenes, sobre los crculos de afinidades, sobre las pequeas empresas industriales. Y todava quedan por realizar otras investigaciones sobre las redes telemticas para confortar el aspecto prospectivo de las relaciones de sintona. . . Las distintas lamentaciones de los hombres polticos, de los clri- gas o de los periodistas a propsito de la creciente desindividualiza- dn son un ndice que va en el sentido de realidades "suprasingula- res" o "supraindividuales". Al margen de cualquier apreciacin normativa, conviene saber analizar las distintas consecuencias de lo anterior, A partir de experimentos psicolgicos llevados a cabo en los aos setenta, Watzlawick mencionaba el "deseo ardiente e nquebran- table de estar de acuerdo con el grupo". Actualmente ya ni siquiera se necesita hablar de deseo, sino de un ambiente que nos impregna. Ylo que era experimental en los grupos californianos se ha vuelto rea- lidad en la vida cotidiana. El deseo apelaba todava a un sujeto, que era su portador; pero ya no es el caso. La inquietud de confonnidad 7T. W, Adorno, 111iofi, esthiliqtu, Pars. Klin<:ksiecl<. 1974. p- 13. Cf mi defiJikin d ... la esttica. M. Maffe$Oli. Au Pars (1990). Le Livre de'Poche. 1995. ' 5D EL TIEMPO DE LAS TRIBUS EL TRIBALlSMO 151 eJ\ una consecuencia de la masificacin, siendo. en el io.lerior de sta donde se operanincidenwrne.llte yde manera aleatoria, los reagru- pamentos.Antes he hablado deIa "materialidad" del estar-juntos; pues. bien. el vaivn masa-tribu es la ilustracin de ello. Es posible Ima- gnar quecen vezde estar ante un sujeto-aetor, nos encontremos con- ontados con un tmCaja.miertw de objetos. Como si se tratara de una mu- eca rusa, el gran objeto-masa encubre pequeos objetos-grupos, que . . se difractan hasta el infinito. Al elaborar su tca de la simpata. Max Scheler se esfuerza por mes- tramos que.sta no es ni esencial ni exclusivamente social. Sera en cierta manera una orma englobante, matricial. Es una hiptesis de elite tipo lo que ahora voya formular; Siguiendo el movimiento pen- dular de las historias humanas; esta, forma, tras haberse visto minimi- zada, estara nuevamente presente, privilegiando la funcin emocio- nal y Jos mecanismos de identificacin yde participacin subsecuentes. L9 que l llama la "teorade la identificacin de la simpata" permite explicar las situaciones de fusin, esos momentos de xtasis que pue- den.ser puntuales, pero que pueden igualmente caracterizar el clima de una poca."Esta teora de la identificacin, esta salida exttca de s mismo se halla en perfecta congruencia con el desarrollo de la ima- .gen, con el del espectculo (desde el espectculo stricto sensuhasta los showspolticos) y, naturalmente. con el de las muchedumbres depor- tivas, tursticas o, simplemente, de vagos. En todos estos casos asisti- mos a una superacin del principium individuationis, que fue el nme- ro ureo de toda organizacin y teorizacin sociales. Hay que establecer; como propone Scheler, una gradacin entre "fusin". "reproduccin" y "participacin" afectivas? A mi juicio, se- ra mejor. aunque slo fuera a ttulo heurstico. hablar de una nebu- losa "atectual", de una tendencia orgistica o, como ya lo he analiza- do antes, dionisara. Las explosiones orgisticas, los cultos de posesin, las situaciones fusonales han existido desde siempre. Sin HCf. P. Watzlawick, La riabli <kIn fitdili, Pars, 1978, p. 91, YM. Scheler, Natu", rl for- fIleS. tk la .lJm/JaIh!, Pars, Payoe. 1928, en panicular pp. 113, 83 SIl., 88 Y35. Sobre las muchedumbres, er.j. Beaucbard, La PlIiU4l1U Pars, PUF, 1985. Sobre el de- porte, cr.tce trabajos de F.Griffet. o. Siroet ylatesis en curso (CEAQ) de D. Femenias. Sobre el turismo, d. Socii/is, numo 8, Pars, Masson, vol. 2, nm. 2, 1986, YR Amiroll, lm"t{'/f1.irr du tlntriml#" PUF, 2000. embargo, a veces adoptan un aspecto endmico y se tornan preemi- nentes en la conciencia colectiva. Vibramos al unsono sobre cual- quier asunto. Halbwachs habla, a este respecto, "de interferencias co- lectvast.? Lo que parece ser una opinin personal. es en realidad la de tal o cual grupo al que pertenecemos. De ah la creacn de esas doxa que son la marca del confonnismo y que reencontramos en to- dos los grupos particulares, incluso en el que se declara ms impar- cial: el de los intelectuales. Esta nebulosa "efectual" permite entender la forma especfica que adopta la socialdad en nuestros el vaivn masa:tribus. En efec- to, a diferencia de lo que prevaleci durante los anos setenta -con esos puntos fuertes que son la contracultura californiana y las revuel- tas estudiantiles europeas-, se trata menos de agregarse a una banda, a una familia o a una comunidad que de revolotear de un grupo a otro. Es esto lo que puede dar la impresin de una atomizacin; lo que puede evocar, equivocadamente, el narcisismo. En realidad, .con- trariamente a la estabilidad inducida por el tribalismo clsico, tribalismo se caracteriza por su fluide:z;.'w,grandes reuniorespun- tualq y su dispersin. Es as como sc,' el calejerode Iai-tegiapolis al jogging; el punk, ellook retro, la gente dUc, los cmicos callejeros; todos ellos nos Invi- tU. 'lltl'npaileoinces3:Dte. El ambiente esttico del que se ha hablado anteriorrnentese constituye de sucesivas sedimentaciones; yes en el seno de dicho ambiente donde. de manera puntual, se pueden ope- rar tales "condensaciones instantneas" (Hocquenghem-Scherer), fr- giles, pero que en un momento son. objeto de una !Uerte implicacin emocional. Es este aspecto secuencial lo que permite hablar de supe- racin del principio de individuacin. Tomemos una imagen: en una bella descripcin sobre las autopistas estadundenses y su trnsito, Jean BaudriIlard explica aquel extra? "a de (esos) Flujos (que) ponen fin a los destinos individuales . Para el, la 9 M. Scheler. op. c., pp. 149-152. Sobre la tendencia diorslaca, d. M. Maffesoli, l:omfm, tk Diun,.ws, tonlrilllltion 8 Itrl<! <kl'orp. Pars (1982), Le Livre de Poche, 1991, y K. Mannheim, /tlioIotf!tt T.Uopit:, Pars, Mareel RiYire, 1956, d.onde se en p. 154. robre "qulliasmo Ytambin M. Hafbwachs, J """""n- mlkdilJe. Pa- rs, P'Uf. 1968, p. 28, sobre las "interferencias colectivas". Cf. tambin M. Xiberras, J soriili intmWtt., Parfs, Klincbied., 1989. EL TIEMPO DE lAS TRIBUS nca sociedad cerdadera.qel) .nico calor que se siente ah, (es) el de una propulsin, de una compulsin colecvat.!" Esta imagen pue- de ayudamos a. pensar. De. manera casi animal, se siente una fuerza ,que trasciende las trayectorias individuales o, ms bien, que hace que stas se inscriban en un vasto balJet,cuyas figuras, por ms estocsti- cas que sean, no dejan de formar, a fin de cuentas, una constelacin cuyos distintos elementos conforman un sistema sin que la voluntad ni la conciencia intervengan. Tal es el arabesco de la socialidad. Caraderstica deosocial:. el individuo poda tener una furu:iimen la so- ciedad y funcionar en un partido, una asociacin o un grupo estable. Caracterstica de la socialidad:. la persona (persona) desempea les tanto en el interior de su actividad profesional como en el seno de las diversas tribus en las que participa. Como su traje de escena cam- bia, esta persona va, segn sus gustos (sexuales, culturales, religiosos, amistosos), a participar cada da en los diversos juegos del theatrnm mundi. Nunca se nsstrafo.sucente en ello: a la autenticidad dramat- cadelosocial corresponde la trgica superficialidad de la socialidad. Ya mostr antes, a propsito de la vida cotidiana, cmo poda ocul- tarse la profundidad bajo la superficie de las cosas. De ah la impor- tancia de.a apariencia. No se trata de abordarla aqu como tal, sino slo de indicar brevemente que es vector de agregacin. En el senti- do ndlcadoanterormente.Ia esttica es un medio para percibir, pa- ra sentir encomn. Es, asimismo, un medio para reconocerse. Par- va esthetifXi?-En todo caso, el abigarramiento indumentario, los cabellos multicolores y otras manifestaciones punk sirven de argama- sa. La teatralidad instaura y conforta a la comunidad. El culto al cuer- po, los juegos de apariencia, slo valen en cuanto que se inscriben dentro de una vasta escena en donde cada quien es a la vez actor y es- pectador.Parafraseando a Simmel y su sociologa de los sentidos, se trata de una escena "comn a todos". Se hace menos hincapi en lo que particulariza que en la globalidad de los efectos. 1I 10 cr. G. Hocquenghem-P; Scherer, l:a1/Ul aromi'f"j!, Pars, A1bin Michel, 1986, p. 17. J.-Baudrillard, AmiriqI.e, Pars, Grasset, 1986, p. 107. cr. igualmente los trabajos de A. Moles, Institut de Psychologie Soc:,jale, Uni"",rsil de Srrasbourg 1, acerca de la la calle y el etttera. 11 Sobre la aparit'lleia, remito a mis propios anlisis en M. Maffesoli, La ..mil/l/Ndlt .<Iml, Pars (1979), DDB, 1998, Ymi libro. Au m'1IXcb.. apparenas(1990), Le Ljvre de Poche, EL TRIBALlSMO Lo propio del espectculo es acentuar, ya sea drectamente; ya sea de manera eufemstica, la dimensin sensible, tctil, de la existencia social. Estar-juntos permite tocarse. Todos los placeres populares son placeres de multitud o de grupo; y no se podr entender esta extraa compulsin a congregarse mientras no se tenga en mente esta cons- tante antropolgica. Volviendo a la dicotoma desarrollada por W. Wor- ringer entre abstraccin yEin.fhlung. se puede decir que hay momen- tos abstractos, tericos, puramente racionales, y otros en los que la cultura, en el sentido ms amplio del trmino, es una cuestin de par- ticipacin y de "raculdad". El retomo de la imagen y.delo sensible en nuestras sociedades remite ciertamente a una lgica del tacto. Es desde esta rbrica como hay que entender el resurgimiento, aunque sea de manera ms o menos mercantilizada, de las fiestas po- pulares, del carnaval y otros momentos de efervescencia. En una fe- liz frmula, que merece researse aqu, R. Da Matta observ que en tales momentos "los hombres se transforman e inventan eso que no- sotros llamamos pueblo o masa".tI! Invencin que hay que tomar aqu en el sentido ms estricto: hacer venir, encontrar (in-venin!) lo que existe. El paroxismo del carnaval, su teatralidad y tactilidad exacerba- das, ponen de manifiesto con fuerza el mecanismo que estamos tra- tando de descubrir aqu: el meollo de las multitudes y. en el seno de stas, las pequeas nudosidades que se forman, actan e interactan entre s. El espectculo garantiza, bajo sus distintas modulaciones, una funcin de comunin. Circo y crculo tienen el mismo origen etimo- lgico; y de manera metafrica se puede decir que se refuerzan rec- procamente. Ahora bien, lo que caracteriza a nuestra poca es preci- samente el entrecruzamiento flexible de una multiplicidad de crculos cuya articulacin forma lasfiguras de la socialidad. Es esta teatralidad, la del circo y la del crculo, esta concatenacin de los crculos, 10que caracteriza otro aspecto de la soclaldad: el de la religiosidad. Trmino ste que conviene tomar en su sentido ms simple, el de migac6n (Bolle de Bal), refirindonos a una de sus eti- mologas: religare, volver a ligar. No se trata en absoluto, en esta socio- 1995. a. tambin P.Perrot, Le lmvaiJtks Pars, Ginebrn, 1984. Sobre la "Parva estelhica", cf. G. Hocquenghem y &herer, op. t:it, p. 25. Sobrelo RJUb&e, Po SanKlt, In .flJr1M b la ap. ciLParauna aproximacin a la.tOcioIoga de l(ljl sentidos, er, G. Simrnel, eh Pars, Flix Akan, 1912. ' . 12 R. daMatta, r.amavatt, fJaruls tJ hms, Pars, Seuil, 1983, p. 116. "11\4 EL TIEMPO DE,LAS TRIBUS EL TIllBAUSMO .lcga soadora practico,.de con los Sin ha- .cer.dsrncn alguna entre lo relgoso como tal y lo religioso por analcgta".Jntento .describir con este trmino el lazo orgnico cual meractan anaturaeza.Ia sociedad, los grupos yla masa.! Uti- lizando una imagen antes. citada, se trata de una nebulosa que, como toda nebulosidad (radioactiva?) va y viene, est quiz siempre ah, pero ejerce, ms o menos efecto sobre el imaginario colectivo. No se puede negar en nuestros das que su efecto sea veraz. Para ser un poco ms preciso. que esta religiosidad puede correr a la par con la descristianizacin u otra forma de desinstitucionaliza- cin. Ycon razn.Ia socialidad designa precisamente la saturacin de los grandes sistemas y dems macroestructuras. Pero el hecho de huir o; al menos, de no prestar atencin a las instituciones, no significa en absoluto el fin del religare. ste puede manifestarse en otra parte. Es un debate de actualidad en el que se hallan particularmente enfras- " L "A di cedes socilogos como Y Lambert o D. Herveu- ger. aire. JXlr m parte, que esta religiosidad puede ir a la par con el desarrollo tec- nolgico, o incluso ser confortada por ste. Sea como fuere, y enlazndonos con el hilo conductor de nuestra argumentacin, dira que existe cierta relacin entre lo emocional y la religiosidad: M. Weber.le dedica a este respecto un prrafo de su Economay sociedad a la "comunidad emocional" o a la "religiosidad de .lacomunjdad". Entre las caractersticas que les atribuye, encon- tramos la de "vecindad" y. sobre todo, la pluralidad e inestabilidad de sus expresones.P Es abusar del derecho de interpretacin relacio- nar esto con la-proximidad, con lo tctil ycon el aspecto efmero que rigen a nuestras tribus contemporneas? En lo que atae al nuevo IRa- pa del cristianismo de nuestros das, se ha llegado a hablar de "parro- 13 Sobre esta relacin org;inica remito a mi trabajo, M. MafTesoli, La conrwUsanre or- dintU"" Pars, Mridiens, 1985. Sobre la "religacin", d. Bol de Baile, J ltm/alion...,.. munall/am.. Uni""'n1idad de 1985, yP. u Queau, La tmtatm Par&. [lDB.I998. 14 Y. Lambert, Dilm r.hm>gf'ffl n",/agrV, Pars. Cerf 1985, y D. Herveu.Lger, """ UIlI nt1UlJf'aI chri.s/ianisme,Pars, Cerf 1986, p. 49, donde se observan los rasgos especfficoll' de la religiosidad obrera. y p. 217, donde se observa una afinidad entre el mundo 1IlO' derno y la religiosidad. Sobre las "parroquias de afinidad", p. 12. O. tambin D. frey.}ollisstma dll sacr, Pars, Armand Colin, 1998. l., O. M. Weber, wrwmief'l.,on;Ji, Parfs, Plan, pp- 475 Y478. quas de afinidad" (D. Herveu-Lger); lo que yo relaconarfa.por m parte, con lo que llamar la "socialidad electiva". Se trata aqu-de un paradigma que, como tal, puede ser metodolgicamente utilizable. Yano se puede hacer la economa de las formas de simpata que.jun- to con la relacin de causalidad, dan una visin ms completa de un mundo cada vez ms complejo. De hecho, la relacin simblica que he esbozado aqu se inscribe deliberadamente en un esquema vitalista cercano al querer-svr de Schopenhauer o al impulso vital de Bergson. Asimismo; la socialidad yel tribalismo que la constituye son esencialmente trgicos: los temas de la apariencia, de lo afectivo, de lo orgistico indican la finitud y lo precario; pero como ha insistido tanto L.Mv. Thomas, todos los ritos de muerte preparan el "paso hada la vida".16 Tal es el desafo esen- cial de la socialidad: permitir pensar eso que es portador de futuro en el seno mismo de lo que se termina. El desencanto respecto de to- do lo que tuvo la primaca en el burguessmo ito debe encubrir las formas particularmente vivacesque 'estn naciendo. Al morir a st.ms- rno, el individuo permite que perdure la especie. Me remito aqu-a aquella frmula de las Mmwriastk Adriano: Creoque sera posible compartir la existenciade todos, '1 est simpatasera una de las especies menos revocables de la inmortalidad. (M: Yourcenar) Asimismo, al superar la categora del individuallilmo, la socaldad nos permite conocer (es decir nacer con) ,Ias nuevasformas de socia- lidad que estn emergiendo. EL ESTAR-:JUNTOS "SIN EMPLEO" En una palabra todava, ypara que sirva de fundamento a lo que pue- de ser la estructura socoantropolgca del tribalismo, sera interesan- te recordar que, de manera directa o a contrarW, es' siempre' con 16 L.-v. Thomas. Rill<$lk morf. Paiis-. Fayard, 1985. *Vase nota p.79 [T,]; 166 EL TIEMPO DE lAS TRIBUS El. TRIBALlSMo 157 cen al grupo como acaba determinndose la vida social, trivialidad importante de .recordar, Hay.quienes han llegado a decir que la so- dedad medieval; como sistema de organizacin orgnica, constituy el modelo de "la utopa sociolgica". As, para tomar slo algunos ejemplos, cabe recordar que es esta sociedad la que sirve de teln de fondo al anlisis de Tocqueville sobre la democracia estadunidense. Tambin se sirve de ella Le Playpara elaborar su concepto de "estra- tos familias"; y otro tanto se puede decir de la "comunidad" de Tn- nes.o de las "asociaciones intermedias" de Durkhem.!? Me parece que, ms que servir de material de comparacin, esta nostalgia me- dievalista pone de manifiesto que, contrariamente a las perspectivas mecancstas e individualistas caractersticas del positivismo del siglo XIX, la perspectiva orgnica no puede hacerse de lado por completo. -Se ha dicho que K. Marx se sinti fascinado por la nica revolu- cin que, a sus oj06. haba triunfado: la Revolucin burguesa de 1789; su obra, que descansa en caregortas.esencalmente burguesstas, de- ja sentir tal impresin. Tal vez sea posible afirmar algo parecido res- pecto a Durkheim en relacin. con el medievalismo. Esto quiere de- cir que sin dejar de ser un protagonista de la primaca del papel de la razn y del individuo en la sociedad, Durkheim no puede dejar de constatar" deJacto, la importancia del sentimiento y de la comunidad. Me parece-que la distincin que establece entre "solidaridad mecni- ca" y "solidaridad orgnica", y sobre todo la aplicacin que les da, ya no son de especial pertinencia. En cambio, s es importante destacar que se sinti verdaderamente obnubilado por esa realidad que es la solidaridad, 18 10 cual no es un asunto de poca importancia. En efec- to, aunque esto no haya sido analizado suficientemente por los segui- dores del fundador de la escuela francesa de sociologa, es indudable que el problema del consenso prerraconal y preindividualista es, pa- ra l, una base sobre la cual puede y va a construirse la sociedad. De ah la importancia que le concede a la conciencia colectiva o a esos momentos especficos (fiestas, acciones comunes) mediante los cue- 17 Sobre medievalismo y so<;iologa, d. el anlisis y los ejemplos de R. A. Nisbet, r.. tmdition Pars, PUF, 1984, p. 30. 18 Con relacin a K. Marx, d. F. Lvy, K Mane, histo,.,. dun aJ/nnand, Parit, GI"llIISet, 1973. Sobre Durkheim, d. R. A. Nisbet. ibid., pp- 110- 111. Sobre el problema de las 'sotidandades mecnica y orgnica. d. M. Malfesoli. lA viok1l# totalilairt, Pars, PUF, p. 120. les tal o cual sociedad va a confortar "el sentimiento que ella tiene de s misma". Sobre esto insiste con pertinencia Nisbet, cosa laudable. pues se olvida con demasiada frecuencia que esta perspectiva de la communitas sobrepasa el aspecto utilitarista y funcionalista que preva- lece en el economismo en boga. No deja de ser interesante notar que desde esta perspectiva M. Halb- wachs analiza la permanencia del grupo. que es algo distinto a un "ensamble de individuos". Lo que l dice sobre un grupo formado en el seno de la Escuela (jNonnal Superior de roe d'Ulm, por su- puestol) sera igualmente vlido para el estudio de cualquier grupo mafioso. Comunidad de ideas, preocupaciones mpersonales.estab- lidad de la estructura que supera las particularidades y los individuos: he aqu las caractersticas esenciales del grupo, el cual se cimienta an- te todo sobre el sentimiento compartido. Existe en este anlisis una lgica de la despersonalizacin un tanto msdca.Esta "sustancia im- personal de los grupos duraderos",l9 de fuerte connotacin ertica y pasional se inscribe en la perspectiva holstica que es propia de la co- munidad orgnica; todo contribuye a su conservacin, inclusive las disensiones y lasdisfunciones. Basta con observar la organizacin de los grupos primarios (familiares, amistosos, religiosos, polticos... ) pa- ra convencerse de la pertinencia de dicha dinmica. Esta superacin o relativizacin del individualismo se encuentra en la sociologa ale- mana (en Tnnes, por supuesto, pero tambin en Weber y Mann- heim}. Esto es evidente en el caso de G. Sirnmel, quien, en particular a partir de las sociedades secretas, mostr claramente a la vez la di- mensin afectiva y sensible de las relaciones sociales}' su orecmen- to en los pequeos grupos contemporneos. Se trata de un hecho cul- tural que puede ser de sumo inters para la comprensin del devenir comuntcaconal de nuestras sociedades. El anlisis de las estructuras elementales o de los microgrupos sociales permite. en efecto, mino- rizar el papel del individuo, que tanto se haba inflado desde el Re- nacimiento. Como la rana de la fbula, que quiere hacer olvidar que se sita en un conjunto del que es parte integrante y no elemento 19Cf. M. Halbwachs, La nuimni,.,. Paris, PUf, 1968, pp- 119-120. Sobreel no-in- dividuaJismo en G. Sirnmel me he explicado ya en: mi artculo: M. Maffesoli, "Le pamdig- me eethnque", lit sociiti, Mcntreal, vol. XVII, nm. 2, oct. 1985. Cf. tambin P. Watier, G. Simmd, la.fOCJlogie el lexpriena du PIIOtUk m.odmre, Paris; Klincbie. 1986. EL TIEMPO lIE LAS TRIBUS EL TRIBAUSMO 1!l9 En eecto, parafraseando a Platn ensu contestacin a Pro- tgoras:.por qu ha de s.er el individuo la medida de todas las cosas yno el cerdito que lo alimentar De hecho.fa lgica comunicacional Q la,interaccin, particularmente visibles en los grupos, tien- den a privilegiar el todo, as corno la arquitectnica y la complemen- tariedad procreadas por .ellas. Es esto lo que nos permite poder ha- blar de unalma colectiva, de unamatriz bsica que engloba y vivifica el conjunto de la vida de todos los das. Sin temer la simpleza del argumento, ni su aspecto repetitivo, tal vez podamos hablar de una socialidad natural, insistiendo precisamen- te sobre el aspee;to paradjico de la expresin. En efecto. aun cuan- do estp adopte la forma de la agresividad o del conflicto, existe una propensin a reagruparse: es aquello que Pareto llama el instinto de la combinacin, o tambin 'ese "instinto interno" que, segn Locke, se halla en la base de Sin pronunciarnos sobre el con- tenido de esta inclinacin, podemos considerar que la comunicacin, a la vez verbal y no verbal, constituye una amplia red que liga a los in- dlvduos entre s.Naturalmenre, el prevalecimiento de una perspec- racionalista haca considerar que slo la verbalizacin tena esta- tuto de vnculo social. Por lo mismo fue fcil observar que numerosas "sencosas" se escapaban a tal vnculo. sta es, ciertamen- te, una adelantadas por la ideologa individualista, he- redera de la. lustracin y completamente ajena a los modos de vida populares, alascostumbres festivas y banales, al hahitus, que esrruc- turanen profundidad, sin necesidad de ser forzosamente ver-baliza- das, Javda de todos los das. Las investigaciones contemporneas so- bre el lenguaje corporal, sobre la importancia del ruido y de la msica, sobre la.proxmica, alcanzan, por una parte, las perspectivas mscas.poticasy utpicas de la correspondencia y de la arquitecto- nica, y. por la olearias consideraciones de la fsica terica sobre lo in- finitamente pequeo.P Qu, quiere decir esto si no que la realidad nq es ms que una vasta disposicin de elementos homogneos y he- 2na. Basarab Nicolescu, Nmu, I parliwle "1le mmuk, Pars, Le Mail, 1985: sobre la stncroncdad, cf E. T. Hall, ' ..-deli tk U.m1J.Tl", Pars, Seuil, 1979, p. 75. Sobre el bUTts, cf M. Maffesoli, Laamnaissance omin.. i..., Pars, Librairie des Mridiens, 1985. pp. 225 ss. Sobre 1011. orgenes tomistas del Ilalus. er. G. Rist, "La Notion mdivale bil'l-S dans la sccologie de P. Bourdieu'; &mu, ;"mpnl7lf' des ..nenas socWk", Ginebra. terogneos, de continuo y de discontinuo?'Hubo un tiempoeri dn- de se puso de relieve lo que se dsngua en un conjunto dado. lo que se poda separar y particularizar. Hoy dando .cada vez ms de que es mejor considerar la sncrorucdad o la sinergia de las fuerzas operantes en la vida social. A partir de entonces, en lo con- cerniente a nuestro tema. constatamos que el individu no puede' es- tar aislado, sino que est ligado, mediante la cultura, la comunica- cin, el esparcimiento. la moda, a una comunidad que tal vez no tenga las mismas cualidades de la Edad Media, pero que s tiene su misma forma. Es sta la que conviene poner de manifiesto. Inspirn- dome en G. Simmel, he propuesto ver en la forma del "vnculo de re- ciprocidad" que se entreteje entre los Se trata, en modo, de un vnculo en donde el entrecruzaruento de las acciones, de las situaciones, de los afectos forma un todo. De ah la metfora: dinmica del tejery esttica del tejido social. As, al igual que la fonna artstica se crea a partir de la multiplicidad de los fenmenos reales o fantasmticos, de la misma manera lafurma scietol podra creacin especfica a partir de los hechos minsculos que com?One n la vida comn y corriente. As pues este proceso hace de la Vida co- mn una forma pura. un valor en s. "Impulso de socialldad" ligkeit) irreprimible e infrangible, que, para expresarst;. los momentos, la va regia de la poltica, del acontecimiento histr- ca, o la va subterrnea, aunque no menos intensa de banal. Desde esta perspectiva, la vida puede considerarse de ar- te colectiva. Aunque fuera una obra de arte de lo CUrsi. lo kitsch, fol- clrico o incluso un producto de las distintas manifestaciones del 'mass entertainement contemporneo. Todo esto puede parecer futilidad hueca y vaca de sentido, sin embargo, es innegable que existe una sociedad "poltica" y una sociedad "econmica"', una realidad que no necesita calificativo: la de la coexistencia SOCial como tal, que yo propongo llamar socialidad, y que ser la dca de la socializacin".21 En el marco del paradigma estuco, que Df04, t. XXII, 1984, pp. 67, 2Q1-212. C. tambin B. Valade, P.....w, la n<Jissam:ed'uneau- , ' ,.' . 21 Sigo aqu un anlisis, muy pertinente, de G, Simmel, Pa- rs, PUF, 1981, p. 125. Contrariam",nte a lo que hace L yo pongo traducir (;'.sdliglteil. por socialidad y no por soclabihdad. EL TIEMPO PE LAS TRIBUS El TRJBALlSMO 16'1 me es tan apreciado, lo ldico sera eso que no se preocupa por nin- gn tipode finalidad, de utilidad, de 'practcdad", o eso sue- .le.llamarse "realidades", sino que al ser aquello que estillUl la existen- cia hace resaltar su caracterstica esencial. As, el estar-juntos es, a mi entender; J..Indato bsico. Antes de determinarlo o de calificarlo de cualquier manera, digamos que es la espontaneidad vital que le ga- rantiza a una cultura Su fuerza ysu solidez especficas, Esta esponta- neidad podr, por consiguiente, artificializarse, es decir, civilizarsey producir obras (polticas, econmicas o artsticas) notables. Pero siempre es necesario, aunque slo fuera para apreciar mejor las nue- vas oreruacones .(0 las re-orientaciones}, volver a esa forma pura que es el esfar-juntos sin ,empleo. Esto puede servir, en efecto, de teln de fondo, de revelador a los nuevos modos de vida que renacen ante nuestros ojos. Una situacin nueva relativa a la economa sexual, la relacin laboral, el de la palabra, el tiempo libre, la solidari- dad sobre los reagrupamientos de base. Para poder entender bien to- do esto, necesitamos esa palanca metodolgica que es la perspectiva orgnica del grupo. EL MODELO Cuando Durkhem describe las Formas elementales de la vida religiosa, no pretende hacer un anlisis exhaustivo de la religin de las tribus australianas. Su ambicin es comprender el hecho social. Sucede lo mismo con M. Weber: su tica del protestantismo podra ser objeto de numerosas crticas por parte de una sociologa o de una historia de las religiones simio sensu. Pero no es ste en absoluto su objetivo. Yqu decir del Ttem y tabde Freud! En cada uno de estos casos. si bien con objetivos distintos, se trata de dar a luz una lgica: aquella de "la atraccin social".22 Es en esta perspectiva que me permito ha- blar de modelo religioso. Perspectiva metafrica si la hay, al grado que ms all de todas las especializaciones, y sin invalidarlas en mo- do alguno, es importante utilizar imgenes religiosas para captar in 'rJ. Es intil citarlas obras de Durkheim, weber o Freud. Tomo prestada esta e"pre- sin a p, Tacussel, L'allraeliun JOCinb, Pars, Libratrie des Mridiens, 1984. mue las formas de agregacin social: Mirada transversal, o compara- tismo en cierto sentido, que constata que es a partir de un imagina- rio vivido en comn como se inauguran las historias humanas. Aun cuando la etimologa est sujeta a discusin. la religin (1l!ligan'), la re-ligari6n es una manera pertinente de-entender el vnculo social. Es- to podr irritar a los puristas. pero yo por mi parte me limito a la pro- puesta de P. Berger y T. Luckmann: "The SfJciologicalunderstanding of '1l!ality'falls somewhere in lhe middk betueen that of!he man in lhe shut and that ol!he philosopher.""-23 Adems, cuando se observan rupturas importantes en la historia de las mentalidades, resulta fcil observar que la efervescencia que es su causa y efecto es muy a menudo patrimonio de pequeos grupos religiosos que se viven como totalidad, que viven y actan a partir de un punto de vista de totalidad. La separacin poltica/ideal ya no tie- ne sentido. Los modos de vida son vividos como tales, como ese "con- creto de lo ms extremo". segn la expresin: de W. Benjamn, en donde se juegan al da la trivialidad y la utopa. la necesidad y el de- seo, el encierro en la "familia" y la apertura en el infinito. Se ha po- dido decir que los -tasos" donsacos caractersticos del final del he- lenismo, o las pequeas sectas de principios del cristianismo fueron la base de la estructuracin social que sigui. Tal vez sea posible de- cir lo mismo en lo que concierne a la multiplicacin de los reagrupa- mientos afectivo-religiosos que caracterizan nuestra poca. As, la uti- lizacin de la metfora religiosa puede compararse con la de un rayo lser que permite una lectura de lo ms completa en el corazn mis- mo de una estructura dada. Todos aquellos que se han interesado por el culto de Dionisia han destacado su llegada tarda al panten griego y. en numerosos aspec- tos, su carcter extrao. Por lo que aqu concierne, y destacando su aspecto emblemtico, podemos considerarlo como el paradigma de la alteridad fundadora: eso que a la vez clausura e inaugura. A este respecto, es interesante observar que los "nasos", que son reagrupa- entendimiento sociolgico de la 'realidad' cae en algn lado en medio entre aquello del hombre de lacaUe y aquello del filsofo" ff.]. P. Berger, y T. Luckmann, 11le.rodal am..tnu:titm ofrealit]. Nueva York, Anchor Books, 1967, p. 2. Traduccin francesa: l.a r.on.struditm.<tJrial, de la rlalit, Pars, Mri diens-Klincksieck,1987. 162 EL TIEMPO DE LAS TRIBUS EL nUBAUSMO meneos religiosos encomendados a esta divinidad extraa y extran- jera, poseen esta doble funcin. As, contrariamente a las opciones polticas tradicionales, los asos son transversales, rechazan las discri- minaciones sociales, raciales y sexuales. para luego integrarse en la religin de la ciudad. 24 Por una parte, congregan, constituyen nue- vas agregaciones, nuevos grupos primarios; por la otra, revivifican la nueva sociedad. Doble actitud que caracteriza a toda fundacin. Se trata en este sentido de un procedimiento que no deja de repetirse regularmente, en particular cada vez que se observa la saturacin de una ideologa 0, ms precisamente, de un epistemeparticular. Con respecto al periodo del cristianismo naciente. E. Renan mues- tra atinarlamente cmo son los pequeos grupos los que van a dar origen a lo que se convertir despus en el cristianismo: "Slo las sec- tas poco numerosas logran fundar algo," Las compara a "pequeas masonerias", y su eficacia descansa esencialmente en el hecho de que la proximidad de sus miembros crea vnculos profundos, lo que aca- rrea una verdadera sinergia de las convicciones de cada quien. 25 Ais- lados o, lo que es lo mismo, perdidos dentro de una estructuracin de- masiado vasta, un individuo y su ideal acaban finalmente teniendo poco peso;en cambio, imbricados en una estrecha ycercana conexin, su eficacia se ve multiplicada por la de los dems miembros de la "ma- sonera". Es esto, por cierto, lo que permite afirmar que las ideas tie- nen fecundidad propia, cosa que, por regla general, el positivismo del siglo XIX, bajo sus distintas variantes (marxismo, Iuncionalismo}, puso fuertemente en tela dejuicio, Es verdad que la lgica econmi- ca que prevaleci durante la modernidad, y que privilegi a la vez el proyecto poltico y la atomizacin individual, no poda en absoluto integrar la dimensin de un imaginario colectivo; a lo sumo, pudo concebirla como un suplemento anmico, una bailarina para uso pri- vado y repetitivo. Lo que desemboc, sin hacer ruido, en el "desen- canto del mundo" (Entsauberung) que conocemos y que triunf en Sobre este punto, d. M. Bourlet, "L'orgie sur la montagne", Nmml'/k rn"lJl d'rl- Jmnp.rythimw, Paris,l983, nm. 1, p. 20. Para una utilizan ms general de la figura de Dionisio, cf mi libro M, Maffesoli, L'omine "" Dio""""" rornrilmtWn a "nI' sociof.orie de 'or-gU, Pars (1982), Le Livre de Po<:he. Gr, asimismo M. Xibertas, La soiJ intmeUr.n, Klindvlieck,1989. 25 E. Renan, Mcm; Amile ou; laJin d.. flW,u/e antiqut', Pars, Le Uvre de Peche, 1984, pp. 317-318. particular en la teora social; lo que no penniti ver toda -la carga m- tica (utpica) que actuaba dentro del movimiento obrero. El pequeo grupo, en cambio, tiende a restaurar, de manera es- tructural, la eficacia simblica. Yvemos cmo, cada vez con mayor in- sistencia, se est constituyendo una red mstica de hilos finos pero ro- lides, que permite hablar del resurgimiento de lo cultural en la vida social, Tal es la leccin esencial que nos dan estas pocas de masas, las cuales descansan principalmente en la concatenacin de grupos con ntenconalkadee dispersas pero exigentes. Esto es lo que pro- pongo llamar el reencanramiento del mundo, El socilogo E. Troeltsch estableci una distincin entre el "tipo secta" y el "tipo Iglesia", Llevando an ms lejos esta tipologa, y tal vez tambin acentuando su carcter tajante, se puede decir que, as como hay pocas que pueden caracterizarse a partir del "tipo Iglesia", las hay tambin que se inscriben ante todo en el "tipo secta", Respec- to a este ltimo, es el aspecto imtituyente lo que se privilegia, Ahora bien, lo que caracteriza a lo instituyente es, por una parte, la fuerza siempre renovada del estar-juntos y, por la otra, la relativizacin del futuro, as como la importancia que se le otorga al presente en la tra- da temporal, Esto tiene consecuencias organizacionales: as, la secta es ante todo una comunidad local que se vive como tal y que no tiene necesidad de una organizacin institucional visible. Para esta comu- nidad basta con sentirse parte integrante de la comunin invisible de los creyentes, lo que nos conduce a una concepcin mstica, la "co- munin de los santos". Resulta as un grupo pequeo que funciona en la proximidad y que no se inscribe ms que de manera poco defi- nida dentro de un conjunto ms vasto, Otro aspecto del "tipo secta" es la relativizacin del aparato buro- crtico. Pueden existir jefes carismticos y gurs; pero el hecho de que sus poderes no descansen en una competencia racional (saber teolgico) o en una tradicin sacerdotal, los fragiliza y no favorece su inscripcin en la larga duracin, Esto permite decir aquello de que "en la secta, todo es asunto de tOOos",%6 Quiz resulte dificil hablar a este respecto de actitud democrtica; se trata, de hecho, de un siste- majerrquico, orgnico, que vuelve a cada uno indispensable en la 2(;1- Sguy, Chri.rliani.lnrt! tfsociili, Introduction ala KJclologie de Emst Troeltsch, Pa- ris, Cerr, 1980, p. 112, Gr. mi anlisis del pp. 130 SIl, 1i4 EL TIEMPO DE l..ASTIUBUS EL TkIBAUSMO 165 vida del grupo. Es.por cierto, esta reversibilidad el dinamismo constante del conjunto. Las estructuras instituidas por el mecanismo de delegacin que suscitan tienden a favorecer la tibieza de sus miembros. En cambio, el "tipo secta" torna a cada uno respon- sable de todos. De ah la conformidad y el conformismo que no deja de suscitar. Presente, proximidad, sentimiento de participar en un lo- do; responsabilidad: he aqu algunos caracteres esenciales operantes en el grupo-secta. Son estos caracteres tos que permiten que, los gr:u- pos en cuestin puedan constituirse en "masa". En efecto, el imperia- lismo de la institucin no se comprende si no existe una estructura rgida, orientada hacia la larga duracin y dirigida por un poder s- lidamente asentado. Si, por el contrario. prevalece el localismo. es muy posible conformarse con otras entidades que funcionen segn los mismos principios. De ah la imagen de federalismo o, al menos. de cohabitacin que da en general la estructuracin en red. Con relacin a lo que acabo de indicar, es igualmente interesante notar-la base popular del "tipo secta". Es una constatacin con la que estn de-acuerde todos los que analizan este fenmeno, desde laAn- tigedad tarda hasta nuestros das. Esto es particularmente evidente cuando se observan las sectas cristianas durante los cuatro primeros siglos de su existencia, Es bien conocido que en sus inicios. el cristia- nismo atrae ante todo a las minoras y a los esclavos. As, cuandoJu- liano el Apstata trata de combatir al cristianismo, cree que se enfren- tar con unos grupos Incultos que no gozan de ningn apoyo por partede esas lites que para l son los filsofos, Otro tanto cabe de- cir de lassectas medievales. y parecera ser una constante a este res- pecto. Se puede afirmar; en efecto, que la estructura sectaria es opues- ta, oal menos indiferente. respecto al clero y a las clases dirigentes en general. 27 Yello en funcin de la ideologa de la proximidad a la que nos hemos referido antes. Conformismo y reticencia respecto del poder dominante. Volvemos a encontramos con la perspectiva gene- ral de la lgica anarquista: el orden sin el Estado. Es en este sentido como podemos desarrollar la proposicin de Troeltsch acerca de un ideal-tipo sectario. ste permite destacar esa 27cr.Gibbon, Hi..In"" d" dhlin pI dp14rh,,1i' de ('"",pire romai", Pars, Laffont, 1983, t. 1,captulo XXJI;, p'p. 632 55. Sobre las 1le(Ctas m",dievales., d.). Sguy, "'J. nI..pp. 17()'179. forma social que es la red: conjunto no organizado y no obstante sli- do, invisible y. sin embargo, sirviendo de osamenta de cualquier tipo de conjunto del que se trate. Por lo general, la historograffa ignor altaneramente la frtil historia cotidiana para fijarse exclusivamente en unas cuantas cristalizaciones emergentes (hombres o aconteci- mientos). Lo mismo cabe decir de las ciencias sociales (politologa, economa. sociologa). las cuales desdean todo lo inorgani:uuioo, lo que es ms grave, niegan su importancia. El "tipo secta", por su di- mensin popular, indica que existe un cristianismo de masa que se puede considerar como una especie de capa fretica que irriga en profundidad esas instituciones particulares que pueden- ser las Igle- sias, las sectas u otros movimientos calficados.w El resurgmento de las comunidades de base. o de grupos de afinidad en las Iglesias con- temporneas. muestra claramente que esta capa fretica est lejos de agotarse. Existen momentos en los que no se la cuida, o en los que la gente se sirve de ella para saquearla. Tambin existen otros momen- tos ms "ecolgicos" en los que nos damos cuenta de todo lo que le debemos; en particular esa slida argamasa que son la reparticin y la ayuda mutua o la solidaridad desinteresadas. Es esto lo que perm- te el perdurar de la socialidad a largo plazo. El gntpo pequeo ofre- ce el modelo acabado de dicha construccin arquitectnica; en ella encontramos en escorzo, y fuera de toda sistematizacin terica. la actualizacin de los caracteres a los que acabamos de referimos. El "compaerismo" cuyo arraigamiento en las cofradas religiosas es bien sabido, o tambin aquellas antiguas subdivisiones parroquia- les que fueron las 'fratras", evocan claramente el compartir frater- no. y sus etimologas insisten particularmente en la convivalidad, la solidaridad familiar o el pequeo reagrupamiento que halla su ori- gen en la remota reparticin clnica. 29 Tambin en este caso, si bien quiz con otros nombres, dicha estructura de base. despus de haber 28La expresin "capa fretica" es aplicada por E. Poulat al catolicismo popular en Pars, Casterman, 1977, p. 486. Sobre la permanen- ca del "pas real" yde la base del catolicismo, cf. E. Poulat, glW tXmlre Pa- rs. Castennan, 1977, p. 155. er. asimismo los trabajos dejo Zylberberg yde P. Cot, Universit Laval, Quebec, Fao.:ultadde Ciencias Sociales. 2!1 Sobre el d. el artculo de A. Guede, Le compagnrnUlngt' el apjmm- Ji$.Ill{{fI, PUF, 1996. Sobre las"fratras", d. Y.Lamben,lNu rMlIgftl!n Bmagne, Pars, Cerf 1985, pp. 40 Y264. EL TIEMPO DE lAS EL TRIBALlSMO 1m sidoolvidada, vuelve a adquirir actualidad o nuevas modulaciones, pero eu sigue siendo esencialmente religiosa (re-Iigante). LQque hemos llamado el "tipo secta"se puede entender como una alterna- tjvp ala pura gestin racional de la institucin. Al volvera cobrar importan- cia de manera regular, estaalternativaacenta el papel del sentimiento en la vid"social, lo cual favorecer el juego de la proximidad y el aspecto clido de lo que se halla en estado naciente. Tornado en este sentido, el modelo religioso podr describir con pertinencia el fenmeno de redes que se escapa a cualquier espe,cie de centralidad, y a veces incluso de racionalidad. Los modos de VIda contemporneos, es necesario decirlo y repetirlo, yano se estructuran a partir de un polo unificado. De manera un tanto estocstica, son tri- butarlos de ocurrencias, experiencias ysituaciones harto variadas. Ca- sas tedas que. inducen reagrupamientos de afinidades. Todo transcu- rre.ccmo si "el amor loco" y el "azar objetivo" del surrealismo, o el encuentro y la "deriva" del stuaconlsmo, se hubiesen capilarizado progresivamente enel conjunto del cuerpo social. 3O La vida como obra de arte ya no es patrimonio de unos cuantos, se ha vuelto un fenme- no de masas; y ello dando por supuesto que la esttica a laque esto re- mte no puede resumirse en una cuestin de gIlSto (buen o mal gus- to esttico) ni de contenido (el objeto esttico). Es la formaestitkapum la que nos interesa: cmo se vive y se expresa la sensacin colectiva. LASOClAUDAD ELECTNA Podemos decir que es a partir de la concepcin que una poca se ha- ce de la alteridad. que se puede determinar la forma esencial de una sociedad determinada. As, correlativamente a la existencia de una sen- sacin colectiva, vamos a observar el desarrollo de una lgica de red. , so Se puede interpretar en el sentido de las historias cotidianas conceptos histori- cistas tales como, "situatlonal detennination" o "seat in life", propuestos por P. Berger y 1:l,uckmann,' nu: ,m<udam.ln",I;,,,, "frmlity. ap. cit., p. 7. a. asimismo, sobre el su- y P. ;"JITfI(lion .<a<:in/e, "/J. ril, Es decir, los procesos de atraccin y de repulsin dependern de Una eleccin. Estamos asistiendo a la elaboracin de lo que propongo lle- mar una "socialidad electivd'. Es verdad que este mecanismo siempre ha existido pero, en el caso de la modernidad, se encontraba modera: do por el instrumento corrector poltico que haca intervenir el como promiso y la finalidad a largo plazo, llevndolo ms all de los intere- ses particulares y de Iocalsmo. La temtica de la vida cotidiana o de la soctaldad (contra lo poltico y lo social) pone en cambio de mani- fiesto que el problema esencial del dato social es el relacionismo, lo que puede traducirse de manera ms trivial en el codeo de individuos y de gmpos. Dando por supuesto que la religacin misma-es ms im- portante que los elementos ligados. Lo que prevalece es menas el ob- jetivo por alcanzar que el hecho de estarjuntos. En una ptica smme- liana: el fr-mit-gegerreinander. De ah la necesidad de eso que llam la sociologa formista, es decir, un pensamiento que registre las formas o las configuraciones existentes, sin nimo de criticarlas ni juzgarlas. Tal fenomenologa es la actitud esttica que corresponde a una este- tizacin de la vida comn y corriente, Esto induce una conducta esto- cstica que, empleando ejemplos tomados de mbitos y lugares varia- dos, no es ms que una variacin musical sobre el tema del Zusammensein..31 No debemos, empero, temer insistir y volver a la car- ga desde distintos ngulos, pues resulta bastante dificil aprehender un fenmeno grupal con instrumentos de anlisis que fueron elaborados fundamentalmente desde una perspectiva poltica. Esto hace, por cier- to, que en la actualidad se cometa con frecuencia la siguiente equivo- cacin: analizar el distanciamiento respecto de lo poltico o la prdi- da del sentido social en trminos de resurgimiento del individualismo. Sigamos, pues, nuestra deriva haciendo destacar particularmente el aspecto afectivo o "afectual" (M. Weber) de los reagrupamientos. SIA la vez que reconozco lo primodial del relacionismo en G. Sirnmel, me opon- go a la interpretacin individualista que da J. Sguy, Aux enfances de la sociologie des rehgions: Georg Simmel", An:hivlts de socitJ/o!frdes rrlgms, Parfs, CNJIS, 1964, nm. 17, p. 6. Para todo lo relacionado con el estetismo, d. mi anculo M. Maffedi, "Le paradig- me S"cwlgied sociili, MonlreaI, vol XVII, nm. %, oct. 1985; Y. AIC!ii, "La philosophie de I'an de Georges Simmel: son optique Sociifs, Pars, MaMOn (de prxima aparicin). El tnnino est tomado Bolle de BaI, La lentation rommunaulai1P, Universidad de Bruselas, 1985. 16ll EL TIEMPO m; LAS TJUaUS EL TKIIIAUSMO Llama la atencin. cmo, ensu momento fundador, la socaldad es particularmente intimista. Lo mismo cuando queremos es- trechar.lazoe o recordar eso nos es comun a todos. A este respec- lo la comida es un verdadero sacramento. "Io que toma visible una invisible", como reza Tcnica p'?r ex- celenca, dinamos de manera mas moderna. Desde la eucansua has- ralos banquetes polticos, pasando por las entraables "comilonas" familiares, obtendremos una larga lista de procedimientos de anam- ness que alianzas, borran oposiciones o restauran amistades quebrantadas. La comida es aqu la metfora de los vnculos se crean en.el interior de los pequeos cenculos durante los penados de Desde la multiplicacin de los cultos privados al es- trecho tejido de pequeas clulas que ofrecen hospitalidad a los lde- res de la nueva religin, cristiana o a los revolucionarios de los tiem- pos modernos.S las nuevas agregaciones sociales, el de valores alternativos pasa por.aquello que se puede llamar la lgica de red. .l';s decir, aquello que privilegia ante todo el calor afectivo, o que por lo menos muestra que ste ocupa un lugar preferente en la es- tructuracn o el objetivo social. . ," \.4 existencia de dichapulsin afectiva es innegable en el juego P> Itco, como no nos hemos cansado de repetir. Puede ser interesante sealar de paso que. dicha pulsin no deja tampoco de actuar en el orden econmico. Es esto lo que analiza Clestin Bougl en su ensa- yo sobre las.castas. Desde una perspectiva prxima a lo que se ha di- cho respecto al compaerismo, a las corporaciones de oficios o cofra- das, Bougl muestra que la casta no es sino la forma paroxstica, "petrificada", del gremio medieval. Se sabe del papel que desempe- ian ambas en la estructuracin de la industria y de la economa oc- cdemales.o hindes. Pues bien, este papel slo puede existir en la medida que existan prcticas de convivialidad, de solidaridad, de ayu- da mutua jurdica, as como otras tantas formas de expresin cultu- rales o cultuales." As, el orden econmico se halla sustentado por 32 SOb..... el ejemplo del culto privado, . E. R. Dodds, grl'l:'lrll'irralw7IIw, Pars, F1arnrnarion, 1959, p. 24{l.cr. asimismo P. Brown, La vietk SaintAugllslin, Pars, Seutl, 1971, p. 51, sobre las redes de los maniqueos. 3s Cf. C. Bougl, &sais SI" leriginu des Pars, PUf, 1969, pp- 32-35. el 'juego de las pasiones humana3 en la sociedad . G. Renaud, A dn Montreal, Sto Martin, 1984, p. 167. todo lo que generalmente se coloca: en 'el orden de lo simblico. 'EA- te ejemplo muestra claramente que la sociedad mundana es un'too que sera vano querer cortar en rodajas; y dentro de este todo el es- taojuntos festivo, convval o banal ocupaun lugar nada desdeable. Hasta el sabio Durkheim reconoce el importante papel que desem- pea el afecto. Esto ya lo he mostrado enotra parte (cf. L'tnnlire de Dionysos) con relacin al anlisis que ste hace de las fiestas corrobo- ri en las Formas elementales de la vida mligiosa.Es todava ms sorpren- dente notar el lugar que le asigna en la Divisn del trabajo social. As, de manera un tanto vitalista, le atribuye al grupo una "fuente de vida mi generis. De ste se desprende un calor que reanima y" calienta los corazones, que los abre a la simpata... " Como vemos, no puede ser ms preciso y pronostica que las "efusiones del sentimiento" ocupa- rn tambin un lugar importante en las "corporaciones del porvenir". Casi se podra leer esto como un anlisis de las redes contempor- neas. Lo que es cierto es que la famosa teora de los cuerpos interme- dios, tal vez la aportacin ms relevante de Durkheim, sera totalmen- te incomprensible si no se le integrara esta dimensin -aectva.: Adems, resulta evidente que la acentuacin del grupo es una decons- truccin del individualismo, el cual parece prevalecer en quienes se reclaman del positivismo durkheimiano. Este individualismo exet; es innegable, le permite a la sociologa naciente explicar la dinmica caracterstica de la modernidad, pero al mismo tiempo se halla com- pensado por su contrario o, ms exactamente, por la remanenca de elementos alternativos. Es esta tensin paradjica la que, por cierto, es garante de la tonicidad de una determinada sociedad. De este modo se debe entender el vitalismo que se encuentra de manera regular en la obra de Durkheim. Nostalgia de la comunidad? Quizs. En todo caso, dicho autor hace hincapi en que, a imagen del cuerpo individual, el cuerpo social es un organismo complejo en el cual el funcionamiento y el disfuncionamiento se ajustan de lo me- jor. As se articula su comparacin entre la divisin del trabajo social' y la divisin del trabajo fisiolgico: estas divisiones slo aparecen "en el seno de masas poltcelulares, que ya han adquirido cierta cohesin", Concepcin orgnica, si la hay, que se cimienta sobre "la afinidad de sangre" y "el apego a un mismo suelo",* Este apelar a la espontanei- Si . Durkheim,lk la division 17m1flsocial, Pars, Flix Alean, 1926, p. 261. Sobn" EL TIEMPO DE LAS TRIBUS EL TRIBAU8MO 171 dad ya las fuerzas impulsivas ,que superan la simple racionalidad con- rracrual acentan el relacionsmo, la unin de series de atracciones y de repulsiones como elementos bsicos de todo conjunto social. Co- mo se sabe, se han analizado las construcciones erticas del divino marqus de Sade como si fueran combinaciones qumicas que preva- lecieran sobre cada uno de sus elementos. Esta metfora paroxstica puede ser til para-nuestro tema; el eros o la pasin favorecen los rea- grupamientos de elementos, y ello en funcin de la "valencia" propia de estos ltimos. Puede existir saturacin, y entonces asistimos al na- cimiento de-otra combinacin. As, en el orbe del vitalismo espont- neo entra en juego la conjuncin o la tensin paradjica de lo estti- co; la comunidad, el espacio, y lo dinmico; nacimiento y muerte de los grupos que forman la comunidad yque viven en dicho espacio. El antiguo debate sobre Ia.estructura y la historia se ve as sustituido por el del azar y de la necesidad de historias cotidianas. Vista de esta manera, la sociedad no se resume en una mecanici- dad racional cualquiera, sino que vive yse organiza, en el sentido am- plio del trmino, por medio de encuentros, situaciones y experien- cias .en el seno de los distintos grupos al que pertenece cada individuo. Estos grupos se entrecruzan unos con otros y constituyen a la vez una masa indiferenciada y polaridades muy diversificadas. Sin salimos del esquema vitalista, podramos hablar de una realidad pro- toplsmica, proveniente de la estrecha conjuncin existente entre la sustancia alimentaria yel ncleo celular. Estas imgenes tienen la ven- taja de resaltar a la vez la importancia del afecto (atraccin-repulsin) en la vida social y mostrar que ste es "no consciente" o, en trminos de Pareto, "no lgico". Es necesario insistir en dicha organcdad, pues es sta la que condiciona mltiples actitudes calificadas de irra- cionales que se observan en nuestros das. y, sin que sea posible dar una definicin exacta (de ah el empleo de metforas), es a partir de dicha nebulosa como se puede comprender eso que vengo propo- niendo llamar, desde hace ya varios aos, seciaiidad. As como he hablado de semejante remanenca en Durkheim, as tambin se puede decir que existe en el romanticismo hegeliano una constante terica que descansa en la nostalgia de la comunidad. el gmpo como "fuente de ~ i d d. prologo a la 23. ed . p. xxx. Sobre el enlrecruza.. miento de los grupos, cf. M. Halbwachs, ta mlJl(lj .... a/hctlM, op. Ms all del igualitarismo y del contrato social, Hegel adopta una perspectiva "concntrica" de la sociedad; es decir, que los diferentes crculos que la componen se ajustan unos con otros, ysu valor se man- tiene mientras permanecen vinculados. As, el Estado es para l una especie de communitas communitatum; 105 primeros no son los indivi- duos, sino sus relacones.P Esta idea de interconexin es digna de no- tarse, pues privilegia el papel de argamasa que puede desempear lo afectivo, el codeo. En este sentido, conttariamente a la interpretacin tradicional, el estado hegeliano podra no ser ms que un conjunto vaco, una idea terica cuya nica funcin consistira en destacar la disposicin espontnea de los distintos elementos que, de manera progresiva, constituyen el todo. Por supuesto, esta disposicin est le- jos de ser uniforme, es catica en muchos aspectos, sin embargo, lo- gra dar cumplida cuenta de una sociedad, sin duda nada ideal, pero que mal quebien existe. Se puede decir, en efecto, que la lgica de la red. y el afecto que le sirve de vector, son esencialmente relativistas. Hay que afirmar, como es conveniente, que los grupos que constitu- yen las masas contemporneas carecen de ideal? Tal vez seria mejor sugerir que carecen de una visin de lo que debe ser de manera ge- neral y absoluta una sociedad. Cada grupo es para s mismo su pro- pio absoluto. 9te es el relativismo afectivo que se traduce, entre otras cosas, en la conformidad de los estilos de vida. Pero esto supone la existencia de una multiplicidad de estilos de vi- da, una especie de multiculturalismo. De manera a la vez conflictiva y armnica, estos estilos de vida se imponen y se oponen unos a otros. Es esta autosuficiencia grupal la que puede dar la impresin de cerco; pero lo que s es cierto es que la saturacin de una actitud proyecva, de una intencionalidad vuelta hacia el futuro, "ex-tensiva", se halla compensada por un incremento de la calidad de las relaciones ms' "in-tensivas" y vividas en el presente. Al multiplicar la posibilidad de las relaciones sociales, la modernidad las haba vaciado en parte de to- do contenido real. Esto fue particularmente una caracterstica de las metrpolis modernas; y se sabe que este proceso tuvo buena parte de responsabilidad en la soledad gregaria de la que tanto se ha hablado. La posmodernidad, por su parte, tiende a favorecer en las megalpo- '5 er., a este respecto, el anlisis sociolgico que hace R. Nisbet, uiIraJititm wcWIb- gittw, PlU,PUf, 1984, p. 78. EL TIEMPO DE US TRIBUS lis contemporneas a la vez, el retraimiento en el grupo mismo y una profundizacin de las relaciones en el interior de estos grupos. Que- dando claro que esta profundizacin no es en modo alguno sinnimo de unanimismo, como prueba el hecho de que el conflicto desempe- a tambin su papel en l. De todos modos se no es el meollo de la cuestin: bstenoe recordar que la atraccin y la repulsin son causa y efecto del relacionismo. Eseste ltimo el que srve de vector a la "ma- sa policelular" (Durkheim) o "concntrica" (Hegel) que estamos ana- lizando. Naturalmente, esta estructuracin en redes de afinidades no tiene yanada.que ver OJo el presupuesto voluntario que encontramos, en general.en la base de la asociacin econmica o poltica. En efecto. 10 que hay que. tener bien presente es que la nebulosa "afectiva" ("afectual"l que estamos describiendo no implica un pre- juicio humanista ni tampoco antropomrfico. Esto es, como se sabe, mi delenda Carthago.es.t. el individuo y sus distintas teorizaclones no tienen nada que ver en la cuestin, como tampoco. por cierto, la ac- cin Q,e.dicho Individuo en la historia en curso. En el marco de la te- mtica de Jo.donlsaco, .cuyo paroxismo es la confusin, las masas efervescentes (promscudades sexuales, festivas. deportivas) o las masas comunes y corrientes (muchedumbres banales. consumidoras. maleables... ) superan las caractersticas del principio de individuali- zadn. Es cierto que no sera falso afirmar que las intencionalidadcs particulares desempean cierto papel en el proceso de interaccin; pero esto no debe impedimos ver que. en cuanto "forma" social, es- te proceso est constituido por una "multitud de minsculos canales cuya exsrencaescapa a la conciencia individual". G. Simmelllama a esto "efecto de composicin" (Zusammenschluss}.36 Efectivamente. si bien no se puede determinar qu es lo primero, s es cierto que la preeminencia del grupo y la primaca del afecto permiten destacar que la densidad de la vida cotidiana es. ante todo, cosa de fuerzas im- personales. Por lo dems, es esto lo que explica la denegacin de que ha sido objeto por parte de aquellos intelectuales que, desde el siglo XVIII, vienen reflexionando sobre la existencia social. Y, sil"). embargo. esta vida cotidiana, en su frivolidad y su superficia- lidad. es ciertamente la condicin de posibilidad de toda forma de agregacin. Como ya he indicado antes, el exis o el hahitus, tan bien 116 G. Smmel, -' frmlirms de ln. f",ilamp"u- M l'fistftl1'. Pars, Pt'F, 1984, p. 75. EL UlBAWMO descritos por M. Mauss, determinan los usos y costumbres que nos- constituyen al determinar el medio en.el que nadamos cual plas:ma vital. Ahorabien, elto. ltimo. no IOn en modoalgunoconlcienta; estn ah{, imperativos ycondicionantes, J6lidos; losvivimos sinespre-: sacios. Los vivimos tal vez, por qu no decirlo, de manera un tanto animal. Es esto lo que nos evoca la lgica de las redes que se desarro- lla en las masas contemporneas. La impersona.lizacin, sea mejor decir la desindividualizacin, que provoca es, por cierto. perceptible en el hecho de que cada vez son ms las situaciones que se analizan a partir de la nocinde atmsfera. No son yala dentdad, laprec- sindel trazo los que prevalecen, sino lo borroso, lo ca- lificativos en trminos de "meta... " o "trans... "; y ello en-numerosos mbitos: modas. ideologas. sexualidad. etctera. La multiplicacin de las investigaciones cientficas y de los artcu- los periodsticos que hacen referencia al "ambiente" (Jeeling. Stim- mung) es bastante instructiva a este respecto. Lo cual no deja de te- ner consecuencias para nuestros mtodos de anlisis. sobre todo en lo que atae a la modestia terica. que tiende cada vez ms a caracte- rizarlos. No es ste el momento adecuado para desarrollar dicho pro- blema; bstenos con indicar que es consecutivo al hecho de que-un conjunto civilizacional que confa en (y tiene conciencia de) s mis- mo. un conjunto de representaciones dominadas por la claridad del concepto y la seguridad de la razn, est siendo-sustituido por lo que propongo llamar el claroscuro de los modosde organizadn, de lasJlUJM- ras depensar el mundo. Como todo claroscuro, ste tiene su encanto. Tiene tambin sus leyes, que no conviene ignorar si queremos reco- nocemos en l. lA LEYDEL SECRETO Una de las caractersticas. y no de lasmenos importantes, de-la masa moderna es ciertamente la ley del secreto. En una pequea broma sociolgica que escrib (Cahiers internationauxde socWlogie, 1982, vol. LXXIII, p. 363), trat de mostrar que la mafia poda considerarse co- mo la metfora de la socialdad. Se trataba de algo ms que de una simple privatejokepara unos cuantos. En particular cuando insist, una parte, sobre el mecanismo de proteccin respecto del estenor, 114. EL TIEMPO DE LA,S TRISI EL TRIBALlSMO ee decir; respecto de.las.formas superiores del poder, y cuando mos- tr. pqr la otra, cmo el secrete que.esto Induca no era sino una ma- nera de confortar al grup.o. Trasladando la imagen a un terreno ape- nas menos inmoral (o, mejor dicho, .que saca menos provecho de su inmoralidad}, podramosdecir que las pequeas tribus que conoce- mos, elementos esuucturantes de las masas contemporneas, tan caractersticas parecidas. A mi entender, la temtica del secreto es, ciertamente. un ngulo privilegiado para entender eljuego SOl. .l! que. tene lugar ante nuestros ojos. Esto puede parecer parado. cuando se.piensa en la gran importancia que tiene la apariencia o la teatralidad en la escena cotdana.El carcter abigarrado de nuestras hacemos olvidar que puede existir una dialctica sutil entre el mostrar y el ocultar yque, al igual que ocurre en La carta m bada de Poe, una ostentacin manifiesta puede ser el medio ms se- guro de no ser descubierto. A este respecto, se puede decir que la multitud y la agresividad de los looks urbanos, a imagen del borsalino de los mafiosos, es el ndice ms ntido de la vida secreta y densa de los mcrogrupoe contemporneos. EIl' su artculo sobre "La sociedad secreta", G. Simmel insiste, por lo dems, en el papel de la mscara, de la que se sabe que, entre otras funciones, tiene la de integrar a la persona en una arquitectnica de, conjunto. La mscara puede ser una cabellera extravagante o rolo- reada, un tatuaje original. la utilizacin de ropa retro o tambin el conformismo de un estilo chic. En todos los casos, subordina a la per- sona a esa sociedad secreta que es el grupo de afinidades escogido. Tenernos aqu una clara "desndicidualzacon", o participacin, en el sentido mstico del trmino-en un conjunto ms amplo.F Como ve- remos ms adelante, la mscara me transforma en conspirador con- tra los poderes establecidos; pero podemos afirmar desde ahora mis- mo que esta conspiracin me une con otros, y ello de manera nada accidental, sino estructuralmente operante. Nunca me cansar de recalcar la funcin unificante del silencio, el cual.llego a ser entendido por los grandes msticos como la forma por 37 Remito a los captulos que he dedicado a la teatralidad en M. Malfesoli, 1", ron- qJlY, dlt pr;."'nl, tour 11"" sorWWp;U rk bi 1';' 'flUJiidiroll<', (1979). lJOB, 1998. Sobre el secrete, cf. el notable artfculo de G.Sirnmel, sodt secrete", traduccin f",ncesa.NOlUlelk "'IIl'rk /WJchmudyse. Gallimard, 1976, nm. 14, pp- 281-305. excelencia de la comunicacin. Y.aunque su aproximacin etimolgi- ca se preste a controversia, se puede recordar que existe un vnculo en- tre el misterio, la mstica y lo mudo; este vnculo es aquel de la inicia- cin que permite compartir un secreto. Que ste sea anodino o incluso objetivamente inexistente, no cambia en esencia las cosas. Basta, inclu- SO fantasmagricamente, conque los iniciados puedan compartir algo. Es esto lo que les da fuerza ydinamiza su accin. E. Renan mostr bien el papel del secreto en la constitucin de la red-cristiana en sus orige- nes: no deja de tener un efecto inquietante, pero tambin atrae, ycon- tribuy en buena medida a su consabido xito. asCada vez que se quie-- re instaurar, restaurar o corregir un orden de cosas, una comunidad, se recurre al secreto que fortalece y conforta la solidaridad de base. Es tal vez el nico punto que han visto atinadamente los que hablan del "encogimiento" en la vida cotidiana. Pero su interpretacin es eIT- nea: el recentrarse en lo prximo, as como el compartir inicitico que esto induce. no son en modo alguno signos de debilidad; son, por el contrario, el ndice ms seguro de un acto de fundacin. El silencio concerniente ala poltico apela al resurgimiento de la socialidad. En las antiguas cofradas, la comida tomada en comn implicaba el saber guardar el secreto respecto del exterior. "Cosas de familia", ya sean las de la familia strido sensu, las de la familia ampliada o lasde la mafia, cosas de familia de las que no se habla. Este secreto dificul- ta muy a menudo el trabajo de los policas. educadores o periodistas. Yes cierto que los destrozos de los menores, los crmenes de pueblo y tantos otros sucesos suelen resultar de difcil acceso. Lo propio ocu- rre respecto a la encuesta sociolgica. Aunque slo seade manera alu- siva, conviene sealar que existe siempre cierta reticencia a mostrar- se a las miradas ajenas; ste es un parmetro que debemos integrar en nuestros anlisis. As, yo contestar a quienes invalidan (aunque slo sea semnticamente) el "encogimiento" en lo cotidiano. dicien- do que estamos en presencia de una rollet;tiveprivacy, de una ley no es- crita, de un cdigo de honor, o de una moral clnica, que, de mane-- ra casi intencional, se protege contra lo que viene de afuera o de arrba." Se trata de una actitud que no deja de tener su pertinencia desde el punto de vista de este estudio. 3/! Cf. E. Renan, Man:A ume, ou tafindu monde (JJll.ique, op. cu., p.29-i. :19 Sobre el socilogo "exU'aIljero"d. E. Monn, Cmnmw",enFrona; bi mflmnorplllJ.Wde EL TIEMPO DE LAS TRIBUS EL TRIBAUSMO m En efecto, lo propio de esta actitud es el favorecer la conservacin de uno mismo: "egosmo. de grupo" que hace que ste pueda desa- rrollarse.de manera casi autnoma en elseno de una entidad ms am- plia. Esta autonoma, contrariamente a la lgica poltica, no se hace en "pro" ni en "contra", sino que se sita deliberadamente a un lado. Esto se expresa mediante una clara repugnancia al enfrentamiento, una saturacin del actvismo y un distanciamiento respecto del mili- tantsmo, cosas todas que se pueden observar en la actitud general de lasjvenes generaciol)escon respecto a lo poltico, y que se descubre asimismo en el seno de esos nefitos de la temtica de la liberacin que son los movimientos feministas, homosexuales o ecolgicos. Son numerosas las. bellas almas que califican esto como un compromiso poco honorable, degeneracin o hipocresa. Como siempre, el juicio normativo es de poco inters; en nuestro caso, no permite captar la vitalidad operante en estos modos de vida, "eludindolo". En real- dad, esta evasin o este relativismo pueden ser tcticas para asegurar lo nico de lo que la masa se siente responsable: el perdurar de los grupos que la constituyen. De hecho, el secreto es la forma paroxstica del ensimismamiento popular cuya continuidad socoantropolgca ya mostr con ameno- rdad.w En cuanto "forma" social (no hablo de sus actualizaciones particulares, que pueden ser justo lo opuesto), la sociedad secreta permite la resistencia. Mientras que el poder tiende a la centraliza- cin, a la especializacin, a la constitucin de una sociedad y de un saber universales, la sociedad secreta se sita siempre en el margen, siendo resueltamente laica, descentralizada e incapaz de tener un cuerpo de doctrinas dogmticas e intangibles. Sobre esta base, la re- sistencia surgida del ensimismamiento popular puede proseguir, im- perturbable, su camino por medio de los siglos. Varios ejemplos hist- ricos precisos, como el del taosmo," muestran claramente el vnculo 1'I.tIW.1tt, Pars; Fayard (1967), Le Livre de Peche, p. 37. Sobre la comensala, remito a K Poutat, oinligristMn wtJwacisme intigml, Pars, Caseerman, 1969. Sobre el fantasma reduc- ter del socilogo,cf. G. Renaud, ti. l'mnbredll ralionalisnv. KLt sociedadse convierteen un laboratorio y uene que conformarse a la realidad definida por elsociogo" (p. 235). ro Cf. mi libro, M. Maffesoli,La rmulllivd'l pr;.""'l. "p. cil. Sobre el "egosmo de gro- po", rf el artculo de G. Simmel, op. nI., p. 298. iI Cf. a este respecto. K. Schipper, rorp. Iaoi.w, Pars, Fayard, 1982. pp. 28-37. 5- te muestra perfectamente cmo las sociedades secretas se apoyan en el pas entre estos tres trminos: secreto, popular, resistencia. Lo que es ms, resulta que la forma organizacional de esta conjuncin es la red, cau- sa y efecto de una economa, de una sociedad e incluso de una admi- nistracin paralelas. As, pues, posee una fecundidad propia que me- rece atencin, aun cuando sta no se exprese 'por medio de las categoras a las que nos haba acostumbrado la politologa modema. Nos encontramos aqu ante una pista de investigacin que puede resultar rica en enseanzas, pese a que (y dado que) raras veces se le suele prestar atencin. Propongo llamar a esto la hiptesis tUla centra- lidad subterrnea: A veces el secreto puede ser el medio de establecer contacto con la alteridad en el marco de un grupo restringido; al mismo tiempo, condiciona la actitud de este ltimo respecto de cualquier tipo de exterior. Esta hiptesis es la de la socaldad, ysi sus expresiones pueden ser sin duda alguna muy diferenciadas; su lgica no deja por ello de mos- trarse constante: el hecho de compartir una costumbre, una ideolo- ga o un ideal determina el estar-juntos y permite que esto sea una proteccin contra la imposicin, venga sta de donde venga. Contra- riamente a una moral impuesta y exterior, la tica del secreto es a la vez federativa e igualadora. El rudo canciller Bsmarck, refirindose a una sociedad de homosexuales de Berln, no deja de notar este "efecto igualador de la prctica colectiva de la prohibicin".42 La ho- mosexualidad no estaba entonces de moda, como tampoco lo estaba, para el caso, la igualdad; y si conocemos el sentido de las distancias sociales que tenan los junkers prusianos. podremos apreciar mejor, en el sentido que acabo de indicar, la naturaleza y funcin del secre- to en dicha sociedad de homosexuales. La confianza que se establece entre los miembros del grupo se ex- presa mediante rituales y signos de reconocimiento especficos que no tienen otro objetivo que el de fortificar el grupo pequeo con re- lacin al grande. Como se ve, se repite el doble movimiento fonnu- lado anteriormente; desde la criptolalia erudita hasta "el argot ms Cf., los recuerdos de Bismarck. citados por G. Sirnmel, La W cit., p. 303. Para una buena introduccin a la homceexuabdad, d. G. Mnard, t Otawa, Lemac, 1980. 178 [l TIEMPO DE LAS TRlBUS EL TllIBAUSM:O '179 corriente'! (lenguaje a la "inversa"), el mecanismo es el mismo: el se-- creto compartido del afecto, a la vez que conforta los vnculos prxi- mos, permite resistir a las tentativas de unifonnizacin. La referencia al ritual destaca el hecho de que la cualidad esencial de la resistencia de IOSgrup08 y de la masa es la de ser ms astuta que ofensiva. As, s- la puede expresarse por medio de prcticas pretendidamente aliena- das o alienantes. Eterna ambigedad de la debilidad. que puede ser la mscara de una fuerza innegable, cual mujer sumisa que no tiene necesidad de dar muestras manifiestas de su poder, ~ g u r a como es- t de.ser una verdadera tirana domstica. En este mismo contexto hay que situar el anlisis que hace E. Canetti a propsito de Kafka: cmo una humillacin aparente confiere, en contrapartida, una fuerza real a quien se somete a ella. En Sil combate contra las concepciones con- yugales de Felice, Kafka practica una obediencia a contratiempo. Su mutismo y su gusto por el secreto "han de considerarse ejercicios ne- cesarios en su obstnacn't." Se trata de un procedimiento que en- contramos en la prctica grupal. La astucia, el silencio, la abstencin, el "vientre flccido" de lo social son armas temibles de las que hay mo- tivos para no fiarse. Otro tanto ocurre con la irona y la risa, que han desestabilizado, a mediano o a largo plazo, las opresiones ms slidas. La resistencia adopta un perfil bajo en relacin con las exigencias de una batalla frontal,' pero que posee la ventaja de favorecer la com- plicidad 'entre quienes la practican, y eso es lo esencial. El combate comporta siempre un ms all de s mismo, un ms all para quienes lo emprenden; siempre hay un objetivo por alcanzar. En cambio, las prtlicasdel'Silencio son ante todo orgnicas, es decir, que el enemigo importa menos que la argamasa social que secretan. Segn la prime- ra hiptesis, nos hallamos en presencia de una historia que elabora- mos, solos o asociados contractualmente; segn la otra, nos hallamos ante un destino afrontado colectivamente, aun cuando esto sea im- puesto por la fuerza de las cosas. En este ltimo caso, la solidaridad no es una abstraccin o el fruto de un clculo racional, es una impe- riosa necesidad que compele a actuar pasionalmente. Es un trabeje duradero que suscita la obstinacin y la astucia a que nos hemos re- ferido; pues, al no tener un objetivo en particular, el pueblo no ree- 13E. Caneui, l..l1l'imlliena .wmnL., Paris, Albin Michel (1984), p. 164, Le Livre de Poche,1989. ne ms que uno, esencial: el de asegurar a muy largo plazo la super- vivencia de la especie. Por supuesto, este instinto de conservacin no es algo consciente, as pues, no implica una accin ni una determina- cio racionales. Sin embargo, para poder ser ms eficaz, este instin- to ha de ejercerse en el plano ms prximo. Es precisamente esto lo quejustifica el vnculo que postulo entre los grupos pequeos y la ma- sa. Yes esto lo que hace precisamente que eso que llamamos "los mo- dos de vida", que estn en el orden de la proxmica, tengan la actua- lidad que todos conocemos. Volveremos despus sobre esta cuestin de manera ms precsa, pero por ahora yase puede afirmar que la conjuncin "conservacin del grupo solidaridad-proximidad" encuentra una expresin privile- giada en la nocin de familia, entendida naturalmente en su sentido ms amplio. A este respecto, es curioso observar :que esta constante antropolgica no deja de tener eficacia, y-ello.pese a que los historia- dores o los analistas sociales la olvidan muy a menudo. Ahora bien, desde las ciudades de la Antigedad hasta nuestras urbes modernas, la "familia" as entendida tiene la funcin de proteger, de limitar la intrusin del poder dominante, de servir de muralla contra el exte- rior. Toda la temtica de los padroni, del clientelismo y de las distin- tas formas de mafia, encuentra ah su origen. Volviendo al periodo de la Antigedad tarda, tan pertinente para nuestro tema, se puede des- tacar que san Agustn concibe su papel de obispo precisamente en es- te sentido: la comunidad cristiana es la familin Dei. En parte la exten- sin de la Iglesia se debe a la calidad de sus patrones y de sus redes de solidaridad, que supieron protegerla contra las exacciones del Estado. 44 Pero si esta estructuracin social est particularmente bien repre- sentada en la cuenca mediterrnea, si adopta ah formas paroxsticas, esto no significa que se quede circunscrita en ella. Hay que afirmar con fuerza que, aunque se hallen atemperadas por la preocupacin de objetividad, las estructuraciones sociales de que nos hablan las his- torias, incluidas las ms contemporneas o las ms racionales, estn ro- das ellas atravesadas por los mecanismos de afinidades a que acabamos de referirnos. El familiarismo y el nepotismo, en sentido estricto o me- tafrico, hallan aqu su sitio, y no cesan, por medio de los "cuerpos", oHCf., en este sentido, la notable biografa de P. Brown, a ~ deSainIAugu,<lin, tra- duccln francesa, PaT, Senil, 1971, p. 226. 18tr EL TIEMPO DE LAS TRIBUS EL TIlIBALl5MO 181 de las escuelas, de los gustos sexuales yde las ideologas, de recrear ni- chos protectores o territorios particulares en el seno de los grandes conjuntos polticos. administrativos, econmicos o sindicales. Es la eterna historia de la comunidad o de la "parroquia" que no se atreven a reconocerse. Y, para alcanzar este fin naturalmente no se escatiman los medios, por poco honotables que sean. Diversas investigaciones han puesto de manifiesto el procedimiento informal de la "palanca" para favorecer a la "familji".Y, desde los altos ejecutivos salidos de las prestigiadas escuelas parisienses hasta los estibadores de Manchester que utilizan el filn sindical, la ayuda mutua es exactamente la misma y, para el caso que nos ocupa aqu, expresa claramente un mecanismo de astucia que conforta una socialidad especca.w No carecera de in- ters poner de manifiesto este ikgalisnw tal Ycomo opera en el seno de las capas sociales que se declaran garantes de la ms pura moral: al- tos funcionarios del Estado, alta nteliguentsa, periodistas de opinin ydems altas conciencias. Bstenos con sealar que no existen 'Justos" ame los ojos de lo universal, es mejor no hacerse ilusiones al respecto. Permtaseme aadir que ms vale as, pues, en definitiva, por poco que se contrarresten, estos distintos Ilegalsmos, a imagen de la guerra de iosdioses tan querida a M. Weber, se relativizan y neutralizan. Utilizan- do una expresin de Montherlant, se puede decir que siempre existe "una cierta moral en el interior de la inmoralidad l ... l una cierta mo- ral que el clan se forj nicamente para l" y cuyo corolario es la indi- ferencia respecto de la moral en general." La reflexin en tomo del secreto y de sus efectos, por anmicos que sean, conduce a dos conclusiones que pueden parecer paradjicas: por una parte, asistimos a la saturacin del principio de individuliza- cn, con las consecuencias econmico-polticas que esto conlleva, y, por la otra, podemos ver cmo se perfila un desarrollo de la comuni- cacin. Eseste proceso lo que puede hacer decir que la multiplicacin de los microgrupos no es comprensible ms que en un contexto org- nico. El tribalismo y la masificacin son dos cosas que van a la par. 4., Remito aqu al trabajo de investigo"cin sobre los ejecutivos de A Wickham yM. Patterson, .l mrrihi'/e.I, Pars. Ramsay, 1983. Sobre los estibadores, d.los trabajos ci- tados por M. Young. y P. Willmott, dans l4 vilV, traduccin francesa, Pars, CCI, Centre Georges Pompidou, 1983, pp. 124$8. 46 er. H. Montherlant y R. Peyrefinc, Pars, Plon, 1983, p. 53. Al mismo tiempo, tanto en la esfera de la proximidad tribal como en la de la masa orgnica, hay cada vez mayor tendencia a recurrir a la 'mscara" (en el sentido indicado anteriormente), Cuanto ms se avanza enmascarado tanto ms' se conforta el lazo comunitario. En efecto, en un proceso circular, para poder reconocerse se necesita el smbolo, es decir, la duplicidad. la cual engendra el reconocimien- tO. 47 Es as como se puede explicar, a mi entender, el desarrollo del simbolismo desde sus distintas modulaciones que se pueden observar en nuestros das. Lo socialdescansasobre laasociacin racional de individuosdotados de iden- tidad precisayde existenciaautnoma, la socialidaden cuanto a ella sirvece- mo fondo, por su parte, a la ambigedad fundamental de la estructuracin simblica. Prosiguiendo el anlisis, se podra decir que la autonoma abando- na el orden individual yse desplaza hacia la "tribu", el pequeo gru- po comunitario. Numerosos analistas polticos observan esta autcno- mizacin galopante (lo que la mayora de lasveces los inquieta). En este sentido, se puede considerar el secreto como una palanca meto- dolgica para lacomprensin de los modos de vida contemporneos, pues. repitiendo una frmula lapidaria de Sirnmel, "La esencia de la sociedad secreta es la autonoma", autonoma que l aproxima a la anarqua.t" Baste con recordar, a este respecto, que la anarqua es an- te todo la bsqueda de un "orden sin Estado". Esto es, de cierta ma- nera, lo que se perfila en la arquitectnica que vemos operar en el in- terior de los mcrogrupos (trbalsmo) y entre los distintos grupos que ocupan el espacio urbano de nuestras megalpolis (masa). A modo de conclusin, se puede afirmar que el "desarreglo", o tal vez sera mejor decir la desreglamenracn, introducido por el triba- lismo y la masificacin, as como el secreto y el clentesmo induci- dos por este proceso, todo ello no ha de considerarse ni como algo completamente nuevo, ni tampoco de manera puramente negativa. {7 Sobre la duplicidad del smbolo, adems de lo que ya sabemos respecto a la tra- dicin occidental, podemos remitir a la fundn de su equivalente chino expresado por la palabra 'Loco", cf K. Schipper, taoiSIe, op. cit., p. 287, nota 7. 4R G. Simmel, La soile v.vk, "P. t:il., p. 293. EL TIEMPO [lE lAS TRIBUS EL TRIBAUSMO [85 Por.una parte se trata de un fenmeno que hal1amos ecuentemen- te.en las historias humanas, en particular durante los periodos de cambio cultural (el ejemplo de la Antigedad tarda es, a este respec- to, instructivo); por la otra.al romper la relacin unilateral con el po- der central; o con sus delegados locales, la masa, por medio de sus grupos, va a poner enjuegola competencia y la reversibilidad; com- petencia de los grupos entre s y, en el interior de stos, competencia entre los distintos "patronest.t? Es este politesmo el que, por lo de- ms, puede'hacernos afirmar que la masa es mucho menos involuti- V\l- que dinmica. En efecto, el hecho de formar "una banda aparte", COPla se puede ver en las redes sociales, no implica el final del estar- juntos, sino simplemente que ste se manifiesta en otras formas que no son las reconocidas por la legalidad institucional. El nico proble- ma serio es el del umbral a partir del cual la abstencin, el hecho de hacer "banda aparte", provocala implosin de una sociedad dada. Se trata de un fenmeno que ya hemos podido observar'" y que, por en- de, no debe extraar al socilogo quien, ms all de sus preferencias, de sus convicciones, y hasta de sus nostalgias, est ante todo atento a lo que se halla en vas de nacer. MASASYESTlWS DE VlDA Se le llama modos de vida o (sociologa de la) vida cotidiana, lo cier- to es que se trata de una temtica de la que ya no nos podemos esca- par. Tampoco cabe contentarse con criticarla, ya se haga esta "crti- ca" en nombre de una vida no alienada o en nombre de una lgica del deber ser. Por mi parte, considero que este (re)surgimiento es particularmente significativo del cambio de paradigma que se est operando en nuestros das. Ms precisamente. yo propondra como postulado que el dinamismo societal, que de manera ms o menos 19 Sobre la aproximacin con la Antig",dad, cf. P. Brown, La ,mili el le .arri dan.. l'Anlqllil tardive, traduccin francesa, Pars, Seuil, 1985, p, 110. .'>0 Sobre las consecuencias del fenmeno de "banda aparte" en la sociedad roma- na, por ejemplo, cf. E. Renan, \fmto A.."'le, <nI Infi ..d.. ftI(f1ukanliqlll', Pars, Le Livre de Poche, 1984, p. 77. subterrnea recorre el cuerpo social, tiene que ponerse en relacin con la capacidad que tienen los microgrupos para crearse. Tal vez nos encontremos aqu ante la rnuui6npor excelencia, la creacin pura. Es decir, las "tribus" de las que hablamos pueden tener un objetivo o una finalidad, pero eso no es lo esencial; lo importante es la energa uti- lizada en la constitucin del grupo comotal. As, elaborar nuevas ma- lleras de vivir es una creacin pura a la cual debemos estar atentos. Conviene insistir en ello, pues es una "ley" sociolgica el juzgar todas lascosas en funcin de lo que est instituido. Ley de la gravedad que a menudo no nos permite ver lo que est naciendo. El vaivn entre lo anmico y lo cannico es un proceso que an no nos ha mostrado toda su riqueza. As, para precisar mejor mi postulado, dir que la constitucin enmi delosmit:rogrupos contemporneos esla expmWn ms aro- bada de la creatividad de lasmasas. Esto nos remite a la vieja nocin de comunidad. Se dira que, en ca- da momento fundador -se que yo llamar el momento cultural por oposicin al momento civilizacional que le sgue-, la energa vital se concentra en la creacin de nuevas fonnas comunitarias. Apelo a los historiadores: acaso cada gran fractura en el devenir humano -revo- lucin, decadencia, nacimiento de imperio- no ve surgir una multi- plicacin de nuevos estilos de vida? stOS pueden ser efervescentes, as- cticos, estar vueltos hacia el pasado o hacia el futuro: su caracterstica comn es que, por una parte, cortan con lo que est comnmente ad- mitido acerca de la agregacin social, y por la otra, acentan el aspec- to orgnico de esa misma agregacin. Es en este sentido en el que el "grupo en fusin" del momento fundador se inscribe dentro del sim- bolismo al que nos hemos referido anteriormente. Asemejanza de la dudad campestre del clebre humorista A Allais, vemos desarrollar- se eso que podramos llamar "las aldeas de la ciudad"; es decir, esas re-- laciones cara a cara que caracterizan a las clulas de base. Esto puede proceder de las solidaridades, de la vida comn ycorriente, de las prc- ticas cultuales o incluso de las pequeas asociaciones profesionales. En estos distintos puntos, los anlisis histricos podran permitir esclarecer el devenir de las megaJpolis y de las metrpolis contem- porneas.'! En efecto, eso qlle se llama "La Crisis" no es quiz sino el ~ l Sobre d "grupo en u i n ~ cf., nalUralmenk,j..p. Sartre, CrilUuerU la mison dio- ledique, Paria, Gallimard, 1960, p. 391. Para la creatividad de lee form:u comunitarias lB< EL TIEMPO DE LAS TRI5US EL TRIBAUSMO 185 fin de las grandes estructuraciones econmicas, polticas o ideolgi- cas. Y. en cada uno de estos mbitos, basta con remitirse a las expe- riencias de todo tipo. a las descentralizaciones y a otras autonomas minsculas, o al estallido de los saberes y a la alta operatividad de las entidades de tamao humano, para apreciar la pertinencia del poro- digma tribalque propongo. Este paradigma, conviene destacarlo bien, es completamente ajeno a la lgica individualista. En efecto, contra- riamente a una organizacin en la que el individuo puede (de jure, si no deJado) bastarse a s mismo, el grupo no se puede entender ms que en el interior de un conjunto. Se trata de una perspectiva esen- cialmente ntlacionista. El que la relacin sea atractiva o repulsiva no cambia para nada el asunto. La organicidad de que se trata aqu es otra manera de discurrir sobre la masa y su equilibrio. Ms all de la dominante que acenta la perspectiva macropolti- ca o macroeconmca, la investigacin de la vida urbana contempo- rnea dara mejores muestras de inspiracin si tratara de esclarecer la relacin simblica que (rejestructura nuestros barrios. y no slo de apariencia, sino deliberadamente. La familia nuclear atomizada, desarraigada, el aislamiento que resultara de ello, todos aquellos an- lisis realizados, naturalmente, en nombre de buenas intenciones re- formadoras o revolucionarias, no resisten a la observacin, ni a la de- riva urbana sin prejuicio. Testimonio de ello es la "verdadera sorpresa" de Young y Willmott quienes, en sus investigaciones sobre el este de Londres, hablan de un "sistema de parentesco y de comu- nidad casi tribal" .52 Este "casi", perfectamente prudente ya no es per- tinente ahora que las barreras ideolgicas se estn cayendo y ellriba- lismo se verifica cotidianamente. Para bien o para mal, hay que afirmarlo, pues, si la tribu es la garanta de la solidaridad, tambin es la posibilidad del control; puede tambin ser la fuente del racismo y del ostracismo pueblerinos. Ser miembro.de una tribu puede llevar a sacrificarse por el prjimo, pero tambin a no tener ms apertura mental que la que provoca el chauvinismo del dueo de un negocio. COn relacin a laAntgiledad, cf. P. Brown, Groisede l'AnIUpjJi /lml.ive, traduccin fran- cesa, Pars, rus. 1984. p. 22. Sobre el perdurar-y el escuchar de la solidaridad, ef. G. Re- naud. tarnfm dll ratilmalisme. La Socit Qubcoise, Momreal, Sto Martn. 1984, p. 179. 52M. YOllng P.Willmott. Al vil/ngl'dans In vil., traduccin francesa. Pars, cel, Cen- tre George!loPompidou, 1983. p. 18, d. p. 153. El caricaturista francs Cabu, al crear a su "clasemedero", plasm es- to de manera sumamente instructiva. Sea como fuere, se puede afirmar, al margen de toda actitud en- juiciadora, que el tribalismo, bajo sus aspectos ms o menos relucien- tes, est impregnando cada vez ms los modos de vida. Yo dira que se est convirtiendo en un fin en s mismo; es decir. que, por media- cin de bandas, clanes o pandillas interpuestas, recuerda la impor- tancia del afecto en la vida social. Como lo seala pertinentemente una investigacin reciente sobre los "grupos secundarios", las madres solteras, los movimientos feministas o de homosexuales no buscan un "acomodo puntual de situaciones individuales", sino ms bien una "reconsideracn de conjunto de las reglas de solidarldad".' 1'3El be- neficio es secundario, incluso ni siquiera es seguro que el xito sea deseado, lo que podra arriesgar el desmoronamiento del aspecto c- lido del estarjuntos. Y lo que se acaba de decir respecto a los movi- mientos organizados tiene aun mayor validez en lo que se refiere a la multiplicidad de los grupos dspersos, cuyo nico objetivo es el man- tenerse unidos. Resulta que dicho objetivo no deja de actuar constan- temente sobre el conjunto social. Es precisamente esta red la que une. como ya lo he indicado an- tes, al grupo y la masa. Esta unin no tiene la rigidez de los modos de organizacin que conocemos, sino que remite ms bien a un am- biente o a un estado de nimo, expresndose preferentemente por medio de los estilos de vida que van a privilegiar la apariencia y la "fonna". H Se trata, en cierto modo, de un imonsciente(o no-conscien- te) colectivo, que sirve de matriz a la multiplicidad de las experiencias, situaciones, acciones o deambulacones grupales. Aeste respecto, es sorprendente observar cmo los ritos de masa contemporneos son cosa: de mcrogrupos que, por una parte, son bien distintos y, por la otra, forman un conjunto. indistinto y un tanto confusonal, a esto nos remiten la metfora orgistica y la transgresin de la identidad individual. E. Reynaud. "Groupes secondaires el schdaru organique: qui exerce le contrO- le en I:annitl Pars, 1983, p. 184. Sobre la importancia de 1011 "gangs", d. E. Morin, LMfrrit Pars, Le livre de Peche, 1983, p. 130. MGf. mi artculo M. Maffesoli, -Le paradigme eslhlique: la sociologie cornme art", Socinlagit<d sociIi, Montreal, vol. xvtl, numo 2, oct. 1985. C., asimismo -La connai.sstma ardinain:, Pars, Klincksieck, 1985, cap. IV: Hacia un 'formismo' sociolgico-. 186 EL TIEMPO DE u.s TRIBUS EL TRIBAuSMO 187 .Prosigamos con. la paradoja: estos ritos de masa tribales (ritos de masa y ritos tribales) son perceptibles en los diversos encuentros de-- portivos que, por el ejercici9 la que conocemos. Los encontramos tambin en la funa consumidora (con- sumadoras) de los grandes almacenes, de los hpermercadoe o de los centros comerciales que, por supuesto venden productos, pero que generan ms simbolismo, es decir, la impresin de participar en una especie comn. Podemos advertirlo igualmente en esos sin meta precisa que se pueden observar en algunas avenidas de nues- tras grandes ciudades. Cuando lo miramos con atencin, este codeo indistinto. que se asemeja a las peregrinaciones animales, aparece de hecho constituido por una multitud de pequeas clulas que entran en nteracctnjse halla asimismo puntuado por toda una serie de re- conocimientos; de gentes y de lugares, que hacen de este caldo de sg- nos de cultura un conjunto bien ordenado. Por supuesto, es preciso que nuestro ojo sepa acostumbrarse a este flujo incesante; pero, si lo- gra, cual cmara invisible, a la vez tomar en consideracin una globa- lidad y enfocar determinados detalles, no dejar de estar atento a la potente arquitectnica que estructura estas deambulaciones. Recor- demos, por lo dems, que estos fenmenos no son nuevos: el gora antigua o 13: el paseo vespertino en el sur de Fran- cia, presentan las mismas caractersticas y son lugares de socaldad nada desdeables. Por ltimo, y en elmisrno orden de ideas, esos rituales de evasin que son las vacaciones veraniegas ofrecen el espectculo de playas atestadas, 10 que no deja de entristecer a numerosos observadores, que deploran la promiscuidad y el engorro que ocasiona tal hacina- miento. Tambin en este caso conviene recordar que, por una parte, se trata de algo que permite vivir una forma eufemstica de comunin y, como indica G. Dores, "abolir todo Intervalo entre el yo Ylos de- ms, construir una amalgama nica".:''' Por otra parte, tal hacnamen- to se halla sutilmente diferenciado, de modo que los gustos indumen- tarios o sexuales, as como los deportes, las bandas e incluso las regiones se reparten el territorio de la costa, recreando un conjunto G. Dorfls, L'intenJo/b perdu, traduccin francesa, Pans, Librairie des Mridiens, 1984, 30 se. Ni qu decir que no comparto la queja de G. Dorfls respecto al triba-- lismo contemporneo y su "miedo al vaco'. comunitario de funciones diversificadas y complementarias. En un pas como Brasil, en donde la playa es una verdade? institucin blica, algunas monografTas han resaltado que en Ro la numeracton de los "cuadras" (puestos de vigilancia escalonados a lo largo de 10- daslas playas) permiten reconocer el territorio propio (nm. X: "ten- dencia izquierdista", nm. Y: homosexuales, nm. Z:juventud dora- da, etctera); de manera similar, en Baha las diferentes partes de las playas constituyen puntos de encuentro segn el grupo al que se per tenece. Lo que se puede aprender de estas ancdotas es que existe un constante vaivn entre las tribus y la masa, que se inscribe en un con- junto temeroso del vaco. Este horror varo;' que se por ejemplo, en la msica "sin parar" de las playas, en los comercros y en numerosas calles peatonales, es un ambiente que no deja de. evocar- nos el ruido permanente y la agitacin desordenada de las CIUdades mediterrneas y orientales, Sea como fuere, lo cierto es que ningn mbito se libra de este ambiente, ysi, a modo de resumen y de con- clusin, convenimos en que el teatro es un buen espejo para apreciar el estado de una sociedad dada, nos bastar entonces recordar, por una parte, lo que debe la agitacin de nuestras ciudades a los distin- tos espectculos callejeros, as como, por la otra, el desarrollo del "tea- tro brbaro" y el (re)surgimiento de los distintos cultos de origen africano, brasileo o hind. No se trata de analizar aqUl es- tos fenmenos, sino slo de indicar que todos ellos descansan en una lgica tribal que a su vez no puede existir ms que insertndose, me-- diante la concatenacin de la red, en la masa. 56 56Sobre el "teatro brbaro", cf. las referencias y las investigaciones a que remile G. Dors, ibL, p. 163. El tarentismo est bien analizado por E. de .J.tJ lnTrI M 1"I!I/IOTl, traduccin francesa, Gallimard, 1966. Sobre el candomble, remito a R. Matta CUUuk t Recife, 1980, Y"Le syllogisme du sacre", Sociilh, Pars. Mas- son, 1985, nm. 5, yV. Cosla Lima, A/amglMM Sdnlo nos crmdomhib, jtjtruJgrJS do &J. J.itJ, Salvador, 1977. , A. Schutz, "Making music together" SociiW, Pars, Masson, vol. 1. numo 1, 1984. Sobre eltantrismo d.J. verenne. Lt ttJn/Tismt. Pars, 1977. Sobre1lUI1eCtali, me remitonaturalmentea trea bellos artfculOl dej, Zylberberg y J.p,Monuniny, "L'esprit. le pouvoiret les femm..,.", articulo de un lo cultural de Quebec. khtrrhtsMJCiop;mphiques. xxn, 1, 1981. Tambin la tesiade P..Ca- t.1 ltJdirJotion au pouvoi.r.1Mftm_ dtJmleI"I!'OIOlWIOU chtJmlfflJliqtu, MonlIeal, Unlvt':r- eidad Laval, 1984. 188 EL TIEMPO DE lAS TRIBUS EL TlUBUSMO 189 .Todas estas cosas contravienen al espritu de seriedad, al individua- lsmo y a la "separacin" (en el sentido hegeliano del trmino) que caracterizan el productivismo y el burguesismo modernos. Estos han hecho todo lo posible para controlar o aseptlzar las danzas de pose- sin y dems formas de efervescencia popular. Ahora bien, tal vez ha- ya que ver en esto lajusta venganza de los valores del sur sobre los del norte: las "epidemias coreogrficas" (E. de Martino) tienen tenden- cia a desarrollarse. Hay que recordar que stas tenan una funcin agregativa. El hecho de lamentarse y de regocijarse engrupotena co- mo resultado a la vez el curar y reintegrar en la comunidad al miem- bro enfermo. Estos fenmenos propios de la cuenca mediterrnea (menadismo, tarensmo, diversas bacanales), de la India (tantrismo) o del mbito africano o latinoamericano (candombl, shang) son de sumo inters a la hora de estudiar lasterapias de grupo. las redes de medicinas paralelas, las distintas manifestaciones de eso que Schutz llamaba makingmusic together, o tambin el desarrollo sectario, cosas todas que son las modulaciones contemporneas de "la epidemia co- reogrfica". En realidad, no son tales o cuales estilos de vida los que se pueden considerar profticos, sino ms bien el barullo de stos. En efecto. aunque es imposible decir qu es lo que se va a retirar para formar una nueva cultura, s se puede afirmar que sta ser estructuralmen- te plural. contradictoria. Bougl vea en el sistema de castas la unin en el culto de la divisin. Tensin paradjica que no deja de suscitar sentimientos colectivos intensos "que se elevan por encima de este polvo de grupoS".57 [Bella lucidez que, ms all del juicio moral. pue- de ver la slida organicidad de un conjunto! Por nuestra parte, po- dramos decir que la modernidad ha vivido otra paradoja: la de unir borrando la diferencia, y la divisin que sta induce; o, al menos, in- tentando atenuar sus efectos, lo que, como se convendr, no carece de grandeza y de generosidad. Todo el ordende lopolticose basa en es-- tooPero, a imagen de otras pocas o de otros lugares, se puede ima- ginar que la argamasa de un conjunto dado est precisamente cons-- tituida por lo que divide (cf.la polemologa conyugal). La tensin de las heterogeneidades, que actan unas sobre otras, asegurara la soli- dez del conjunto. Los maestros de obras de la Edad Media saban bas- 5' C. Bougl. E<!iais stlf lf .lJslhMM-S rasU>:s, Pars, PITf, 1969. p, 152. tante de ello yaque construan las catedrales sobre este principio. Tal es el ordende la masa. As, modos de vida ajenos unos a otros pueden engendrar una especie de manera de vivir comn. Yello pennane- ciendo, curiosamente, fieles a lo que es la especificidad de cada uno. Fue precisamente esto lo que produjo, en la fase de fundacin, la fe- cundidad de los grandes momentos culturales. 5. EL POLICULTURALISMO DE LA TRIPUCIDAD Si la modernidad pudo estar obnubilada por la poltica, la posmoder- nidad podra estarlo a su vez por la tribu, lo cual modifica la relacin con la alteridad y,ms precisamente, con lo extranjero. En efecto, en la perspectiva poltica lo que tiende a predominar es una solidaridad mecnica de los individuos racionales entre s, y de sus conjuntos pa- ra con el Estado. En cambio, en el caso de la tribu nos vemos confron- tados con una solidaridad orgnica que tiende a acentuar principal- mente el todo. Empleando una frmula de G. Simmel, podramos decir que, segn la perspectiva individualista (y poltica), lo general es "eso respecto a lo cual todos son parte integrante ms que eso que es comn a todos".' Ahora bien, es este "comn a todos", por repar- tido que est entre pequeos grupos, lo que parece ser pertinente en nuestros das. Por eso, ms all de un individualismo o un narcisismo de fachada, prestaremos mayor atencin a las actitudes grupales que tienen tendencia a desarrollarse en nuestras sociedades. Actitudes que, a mi juicio, se inscriben, en la lgica dcmseea de la.Wcialithid. Es evidente que la mclpcacn de' pequeos grnpos de afinidades en3Uestras megalpolls modernas plantea el problema de- sus rela- ciones ms o menos conletuales. En todo caso, este neotribalismo nos recuerda que el consenso (cum-sen.nuzlis) no es nicamente racio- nal, cosa que solemos olvidar." Es indudable que esta hiptesis del 1Me en efecto, necesario invertir la ntilizacin de estos conceptos durkh",i- mianos; cf mi propuesta en M. Maff"'5()li, La viokna totalilairlJ, Parfs (1979), 008, 1999, p. 210, nota 1. G. Simmel, Pmblimuk philMofJh.ink l'fJislom, Pars, PUf, 1984, p. 13t. a. la nocin de "hetemcultura" introducida porJ.Pomer; er. el prlogo a la $C'gunda edicin de M. Matreroli, tk DionJsos, Pars (1985) Le Livre de Peche, 1991. Sobre esee remito asimismo al artculo de M. Bourlet, DionystJll, le meme el Nouvd/emflU' d'nh,rwps,eJUatrie, nm. 1, 1983, p. 36. er. tambin M. Xlbertaa, lA socrli Pars, Klinclsied., 1989. [191J 192 EL TIEMPO DE LAS TRIBUS EL POLlCULTUlI.ALlSMO "sentimiento compartido" obliga a repensar el papel del tercero, es decir, de lo plural en la estructuracin societal. La relacin conyugal individuo-Estado poda conocer fases tempestuosas; sin embargo, su orbe estaba bien delimitado. Pero la intrusin del tercero nos hace penetrar en una tempestad cuyas consecuencias resulta difcil medir. No carece, pues. de inters apreciar algunos elementos esenciales de esta efervescencia. Como se sabe, es julien Freund, despus de C. Schmidt y G. Sim- me], quien mejor ha-desracado en reiteradas ocasiones la importan- cia de la cifra tres en, la vida social. La nocin de tercero ha adopta- do desde entonces una dimensin epistemolgica que deja mal paradas a las simplificaciones reductoras." Con la cifra "3" nacera la sociedad y, por ende, la sociologa. No es nuestra intencin abordar aqu frontalmente esta cuestin; digamos simplemente que, desde las investigaciones antropolgicas (Lvi-Strauss, Dumzil, Durand) has- talos experimentos psicolgicos de la Escuela de Palo Alto, hallamos constantemente la primaca del tradsmo." En el sentido ms amplio del trmino, el dinamismo cultural e individual descansa en la ten- sin de elementos. heterogneos. Se trata de una perspectiva que es- t adquiriendo cada-vez mayor importancia a medida que resurge una visin simbolista del mundo soca.! Naturalmente, nos hallamos muy lejos de esa unidad que, desde el alba de la modernidad, ha venido siendo el objetivo del racionalismo occidental. La metfora del tria- dsrno permite poner de manifiesto la paradoja, el estallido, el desga- rramiento, lo contradctoral en acto; en una palabra, la pluralidad constitutiva de este neotribalismo contemporneo. Cf.J. Freund, SociolDgU< dll ro"flil, Pars, rUF. 1983, p. 14. Por supuesto, hay que re- mitir a 1:I'$,ieT/re d.. /HJ1ipu:, Pars, Sire}'. 1965, cap. "11. Para un buen anlisis del terce- ro, podemos remitir aJ. H. Parl;" socilogo de Pusan (Coree) fflJliI el rommll"imlirm dansk ftWtI depen.ser corin, tesis de Pars V. 1985, pp. 57 es. 4 A ttulo de ejemplo sobre las comradicdones de las denomina- das dualistas", d. Lv-Suauss, AntJm.poWgie stmc/lIra/e, Pars, Plon. 1974, p. 179; d. asi- mismo. G. Dumezil.jllpiln, Mnrs, Qllirinl'5, Pars, Gallimard, 1941, y G. Durand, L'6.me le! pltnUl. rk frsJfJIi, Pars, Denoel-Mediation, 1980, pp. 83-84. Yla experiencia psi- colgica rk que habla P. Watzlawick, Ln rnliti de la rMIil, Pars, Seuil. 1978, p. 90. 5 Sobre el triadismc a partir de una visin simbolista, d. G. Durand, Ln1m dll ClJI"- ",mniD; l'ars. Denoel, 1984. p. 90; d. asimismo, O'pinay, Groddedc, Pars, Ed. Unversitaire, 1983, pp. 56-57, sobre el reparto trinitario en e"" psicoanalista. As, al sueo de la unidad est a punto de sucederle una especie de unkidad: el ajuste de elementos diversos. A imagen de la coenes- tesa, que sabe integrar, en el marco de una armona conflictual. los funcionamientos y dsfunconamteruos corporales. la nocin del ter- cero acenta el aspecto fundador de la diferencia. Yello no en la pers- pectiva unanimista de la tolerancia, sino, ms bien, con referencia a lo que se puede llamar la organicidad de los contrarios. La famosa coincidentia opposiwrum, de antigua memoria. que, desde los alquimis- tas medievales hasta los taostas del Extremo Oriente, ha fecundado tantas organizaciones y tantas representaciones sociales. Segn el taosmo, en particular, a la hora de describir el "pas interior", el cam- po de cinabrio. raz del hombre, se sita"a ms'pulgadaS por debajo del ombligo para expresar la trinidad del Cielo, de la Tierra y del Hombre". De igual manera, para destacar mejor su riqueza, el Tao considera el tres como lo que da nacimiento "a los Diez mil seres"." Todo esto ha sido analizado repetidas veces; por eso nos limitamos a indicarlo aqu, aunque slo sea de manera alusiva, para insistir en el hecho de que es la multiplicidad la que constituye el principio vital. A los paladines de los sistemas monistas o dualistas no est de ms recor- darles que la eervescenca y la imperfeccin del tres siempre se han encontrado en el origen de la vivacidad y del dinamismo prospectivo. Hay momentos en donde este pluralismo se ve ya sea negado ya sea olvidado, asstindose entonces a la constitucin de entidades ti- pificadas, concebidas sobre modelos homogneos: naciones unifica- das, sujetos histricos (proletariado), progreso lineal, etctera. Pero estas hipstasis no resisten el desgaste del tiempo y sus duras leyes. Ya sea en relacin con las masas y sus comportamientos o por las esrruc- mracones polticas, las realidades diferenciales acaban siempre im- ponindose. Yson numerosos los ejemplos que muestran que, tras un proceso de centralizacin y de unificacin, se est volviendo al parti- cularismo y al localismo. en todos los mbitos. A este respecto, el ejemplo de la historia poltica francesa resulta sumamente esclarece- dor. Toda entidad unificada es provisional, y la consideracin de la diversidad y de la complejidad es una actitud de sentido comn que 6Cf. K. Schipper; Le cmps 1lJo, Pars. Fayard, 1982, p. 146 (el subrayado ee msc), y p. 16. Cf., asimismo. la tesis de Wonlc.i. Chol, huJe.mrla dUlJste, Pa- rs V, 1996. :Ji!! EL TIEMPO DE l.i\S TRIBUS EL POUCULTUIlALlSMO 195 los Intelectuales suelen rechazar, basndose en que esto impugna la simplicidad del concepto. Con el tercero empieza. el infinito. Con lo plural, se integra lo vi- vo en el anlisis sociolgico. Por supuesto, esto no nos simplifica en absoluto la tarea.corno demuestra el hecho. sirvindonos de una ex- presin de Morin, de que el pluralismo operante en el pueblo torna a este ltimo "polfono.por no decir cacfono". 7 Pero no hay ms re- medio que aceptar el riesgo, pues, por una parte, la unanimidad, la undad.eon a menudo perniciosas para la estructuracin de la ciu- dad (cf. Aristteles.LaPoltica Il, 1261 0-7), y. por la otra, por poca atencin que prestemos al espritu del momento, no podremos dejar de reconocer el irreprimible empuje de lo plural bajo todas sus for- mas en nuestras sociedades. El plurculturalsmo que esto induce no carece, por supuesto, de riesgos; no obstante, al ser fruto de la con- juncin de un principio lgico yde un principio de realidad, resulta vano tratar, de negar su importancia. Sobre todo teniendo en cuenta que, cornoocurre con todos los periodos de efervescencia, esta hete- rogeneizacin en acto es la matriz de los valores sociales por venir. As, constatando ante todoesta heterogenezacln, y por consiguien- te, analizando despus sus componentes, podremos estar en cond- clones.de indicar todo Io que est enjuego en nuestra sociedad fini- sep.Jla y que se va,esbozando en esa nebulosa que podemos llamar $pcia#dtu1. A falta de una direccin garantizada, indique,mos una vez ms la orientacin que puede tomar dicha socaldad. Esta ya no se basara en Iamonovalenciafaustiana del "hacer" y en su acompaante, el aso- ciacionismo contractual y finalizado, eso que yo resumira con la fr- mula, "economa-pollca del yo y del-mundo", Sucede todo lo con- trario (de ah la metfora "orgistica" que empleo Irecuentememe)," la socialidad que se esboza integra una buena parte de comunicacin, ,7er. E, Morin, La fUlht" de 1'UR.').'l, Pars, Fayard, 1983, p. 181. Sobre las "realida- des" diferenciales cf. G..Simmd.Probf;,,.s de la tk.sreligiom, Pars, CNI{S, 1964, nm. 17, p. 13; para un amiJ.isis de texto de Aristteles cf.J. Freund, StK:WIogie dlt ;m- }lit, op. nJ.. pp- 36 55. 8Cf. el anlisis de general" que hace P. Tacu.'l5eI, L'tlttraclion Librairie des Mr,idiens, 1984. Sobre las redes, cf.Ja tesis de F. Casalegno, CJIN.r- .wcials, (CfAQ), Parfs V,junio de 2000 y S. G. Lee, MMim, de Mic, Parf, V, 1999. de goce presente y de incoherencia pasional. Cosas que, naturalmen- te, inducen a la Vt'%el encuentro y el rechazo. Esta ambivalencia ha si- do reiteradas veces analizada desde una perspectiva psicolgica; aho- ra conviene apreciar sus incidencias sociales y observar que se acomoda perfectamente al desarrollo tecnolgico. En efecto, pode- mos observar que, con la ayuda de la micronformaca, estas formas de asociacin en vas de extensin que son lasmies(el neotribalismo contemporneo) descansan en la integracin y en el rechazo afecti- vo. Esta paradoja, signo patente de vitalidad, es' en todo caso una de las claves ms tiles para todo enfoque comprensivo. PRESENCIA Y ALEJAMIENTO As, apoyndonos en la clsica dicotoma entre cultura y civilizacin, se puede sealar que la primera, dado su dinamismo fundador, no tiene miedo alguno a lo extranjero. Antes al contrario, sabe hacer buen caldo de todo lo que le llega del exterior, y esto sin dejar de ser ella misma. Conviene remitirse. a este respecto, a todos los ejemplos que'nos suministran las historias humanas: el estar seguro de s mismo -lo que es una forma de autonoma y, por ende, de exclusin del prjtmo- favorece la acogida de este prjimo. En el erudito anlisis que hace Loue Rau a prop6aito del desarrollo de la lengua y cultura france- sas en Europa, se observa cmo en los siglos XVII YXVlll los extranje- ros se sentan seguros de recibir en Francia una acogida "extremada- mente amable y halagadora. Nunca la xenofilia, por no decir incluso xenomana, fue tan extrema"," Es una observacin, como vemos, que no puede ser ms Instructiva: los "extranjeros son mimados" y, al mis- mo tiempo. los modos de vida y de pensamiento especficamente fran- ceses tienden a convertirse en hegemnicos. Se puede decir que al- go parecido ocurre cada vez que nace algo autnticamente vigoroso. La potencia, como ya he tenido ocasin de mostrarlo.!" no tiene na- 9 L. Rau, L'EltTO!"ranftliJt afl Sihk dt.l Luminu. Pars, Albin Michel, 1951, pp. 303 es. HI M. Matfesoli, La viokna totalitaP, Pars (1979) DDB, 1999. El TIEMPO DE L\S TRIBUS daquever con el poder ni cou lo queJo acompaa; a saber, el temor y el.miedo padecidos o infligidos. Es la debilidad la que engendra re- plegamiento sobre uno mismo.y agresividad. Mientras que la cn se atrinchera en su miedo raqutico, la cultura puede difundir- se y.aceprar al tercero..Es sin duda esto lo que explica el siguiente hecho, que Rau destaca con asombro (ibid., p. 314): en el siglo XVIII no se hizo ningn esfuerzo por difundir el uso del francs, toda vez que. esta lengua conoci entonces una expansin formidable. Desde la.Atenas del mundo antguo hasta la Nueva. York de nuestros das, pasando por la Florencia del quauroceruo, encontramos constantemen- te tales polos de atraccin, que funcionan de hecho como procesos de merabolzacn elementos extranjeros. En este sentido, se ha podido establecer una relacin entre la vita- Idad de una regin como Alsacia y "la aportacin constante de san- gre extranjera". Segn.E Hoffet, es este mestizaje el origen de las "obras capitales" producidas en esa regin. u Cierto es que, si existe una tragedia de Ja.fronrera (GranzeTragOdie), sta no deja por ello de ser. dinmica. Puentes y puertas, por utilizar una imagen de G. Sm- mel: los pases fronterizos viven en modo mayor las fusiones, los de- sequilibrios y las inquietudes consecutivas a los movimientos de po- blacicnes. Peco, al mismo tiempo y por la exogamia que ello suscita, vemos nacer creaciones originales que expresan a la perfeccin la si- nergia de las cualidades propias de la esttica yde la labilidad del da- to social. Sinergia que se halla resumida en la expresin "arragamen- to.dnmco". No bay que olvidar.que es esta tensin "fronteriza" la que permite explicar pensamientos como los de Spinoza, Marx, Freud, Kafka...., personajes a la vez integrados y distantes. La fuerza de sus pensamientos proviene tal vez del hecho de descansar en una doble polaridad.P Presencia y alejamiento. Estas regiones determi- nadas yestas obras geniales viveno indican, de manera paroxstica, eso que constituye, en modo menor, la vida corriente del pueblo. Antes -deser el racista, el nacionalista o, de manera ms trivial, el antes men- cionado clasemediero, el pueblo "sabe", con un saber incorporado II F. Hoffet, Psydlanaiy.", tk I'Al<ace, Estrasburgo, 1984. pp. 48. Se podra hacer rclerencia igualmente a Sicilia y a la accin del emperador Fedenco 11. 12 cr. la notacin hecha en este senudo por O.lkvault D'A1lones. en MlIsrus, !la" ntUwl1-5 Parte, C, Bourg&lis. 1979, p. 47. EL POLlCULTURALISMO que, ms ac (o ms all) de los grandes ideales tan lejanos ymSO menos impuestos, su vida cotidiana estaconstituida por la mezcla, de diferencia y de conjuncin con el prjimo, aun cuando ste sea Io "otro", lo extranjero o lo anmico conextraas costumbres. Prime- ramente, relacionemos masa y cultura en su momento fundador/No se trata de una relacin fortuita o abstracta: cada vez que una poca comienza, que una ciudad florece o que se epifaniza un pas, esto se verifica siempre a partir de una potencia popular. Yes slo despus cuando se lleva. a cabo una confiscacin (de la poca, de la ciudad. del pas ... ) por parte de unos cuantos, que se constituyen en gesto- res, propietarios o clrigos, detentadores de ta-legitmdad y del sa- ber. En segundo lugar, conviene reconocerle a esta conjuncin a la vez una capacidad de absorcin y de difusin. Los ejemplos aducidos an- teriormente lo prueban bien: una entidad segura de s misma integra e irradia. Osando una imagen organicista, digamos que un cuerpo en forma sabe ser flexible. Abajo las rigideces y las prudencias. las pre- cauciones y las bajezas! Para emplear un claro trmino de Bataille, existe una especie de soberana que brota de esta conjuncin: una forma de animalidad triunfante que "siente" cmo dosificar la part- culardad que preserva y lo general que nos integra en el vasto deve- nir mundano. Se trata del vaivn entre el nomadismo y la sedentar- zacin que constituye la aventura humana, entre el s yel no que estn en la base de toda representacin. Entre la gran cantidad de ejemplos histricos, hay uno que me vie- ne a la mente y es particularmente revelador al respecto y que, ade- ms, puede ser considerado programtico para nuestro tiempo: el de la querella del donatismo, momento particularmente dificil para el cristianismo naciente. Por ms de un concepto, me parece que este periodo llamado -Angedad tarda" no deja de tener un gran pare- cido con el nuestro. Para decirlo en pocas palabras: una civilizacin se acaba, una cultura est por nacer. El historiador P. Brown, en su notable obra sobre san Agustn, analiza con pertinencia lo que anta- goniza a los donatistas y al obispo de Hipona.P Desde el punto de vista que nos ocupa aqu, slo retendr, simplificndolo, un elemen- to esencial de la disputato: para los primeros, hay que aislarse, penna- necer en una Iglesia de puros, apartarse del mundo con todas las con- Is a. P. Brown, S<Um ATgustin, Pars, Seuil, 1971, pp- 251259. EL TIEMPO DE LAS TItIBUS secuencias inducidas por tal dscrmnacion. Segn en bio, hay que sentirse lo suficientemente fuerte para lo otro , ser,flexible para ganar el mundo. Yello porque esta absolutamente seguro de la validez, de .launiversaldad y, sobre todo, aspecto prospecuvo del mensaje evanglico. Por esto que al haber sido maniqueo conoce las delicias del purismo maximalista, no duda en tomar dela herencia literaria y filosfica del mundo pagano lo puede confortarel.mensaje del que l se siente heraldo.. aquel momentoenque se inaugura un nuevo esta una importancia especial: en vez de la tranquila de la secta cerrada ,en,s misma, san Agustin prefiere una ecclesJam am- pliada yabierta a la efervescencia de corrientes r. de hombres de horizontes mltiples. La ciudad de Dios que el pretende construir tiene lasmedidas del vasto mundo, nada ms normal que aceptar tam- sus turbulencias. Slo a este precio podr perdurar. Visin ge- nialde fundadorde una. nueva cultural -, .Unpar palabrasmsen este sentido, pero pasando ahora a campo, mtico esta,vez (ms, por cierto, que el precedente?). volcien- do.al .temadonsaco, .pertinente asimismo para comprender nuestro presente, podemos. observar que, en la ciudad de cionalmente administrada yun tanto lnguida, la rrrupcron de Dioni- la irrupcin del extranjero. perfumado, vestido distintamente, su apariencia, los modos de Vida y de pensa- !1-. -, _ 14 mieruo propaga, resultan chocantes por mas de un concepto. Ahora bien la irrupcin de esta extraeza corresponde al paso del he- lensmoclscoal periodo helenstico. Dionisia, dios (semidis?) tar- dio, turba la perfeccin de aqul, pero permite la eclosin de ste. Lo que se agota. auncuando se encuentre en la cornpletud, precisa de un disfuncionamiento,..aun cuando ste viniera del exterior para re- dnamzarse. La mayora de las veces, por lo dems, el elemento ex- tranjcro .no hace sino actualizar una potencialidad que se haba des- deado o embridado. En la lgica que he indicado anterorrnente, la tensin y la paradoja son as pues, necesarias, algo as como un to que permite a los rboles agotados volver a dar buenos frutos. 11 Remito aqu a un artculo erudito yexhaustivo, aparecido despus de concluir- se mi .trabaj sobre lo dionisiaco: M. Bourlet, "Dionyeos, le mme el I'autre", en vtI/k mn", d,tltllap.<'jchialf, ap. ci1. EL POLlCULTUKALlSMO Esta intrusin del extranjerismo puede funcionar como anamnesi!: sta le recuerda a un cuerpo social olvidadizo que es esuucturalmen- te heterogneo; aun cuando por facilidad, tenda a resumir todo en la unidad. Este recordatorio del politesmo de los valores es partcu- larmenre flagrante en las ceremonias dionisacas. Dionisia, dios veni- do "de otro lugar", deba integrar a esos "otros" de las polis griegas que son el meteco y el esclavo. Parece ser (cf. M. Bourlet) que el tia- so los asocia con los ciudadanos. As, aun cuando slo sea de mane- ra puntual y ritual, la comunidad se reactualiza como funcin del aqu y del all. Recordemos que el culto a Aglauro celebraba a la polsco- mo unidad, pues bien, el tiaso orgistico recuerda que ella tambin es unicidad, es decir, conjuncin de contrarios. En suma, volviendo a nuestra argumenracn-nca, "la civiliza; cin languideciente necesita a los brbaros para regenerarse"." paradjico indicar que el extranjero permite que se instaure una nue- va cultura? El papel desempeado por los romanos con relacin a la civilizacin griega, el de los brbaros respecto al imperio romano de- clinante y, ms cerca de nosotros, la apelacin de "hunos de Occiden- te" (die Westhunnen) que se dio a los protagonistas de la Revolucin francesa, o tambin ese grito de adhesin: "VIVa la revolucin de los cosacos", lanzado por ciertos anarquistas cansados de las debilidades del burguesismo, todo ello recalca la importancia cultural del extran- jerismo fundador. Por ltimo, la reciente pelcula de Mosco, Des terto- Tistes ti la retmite, muestra en infinidad de ocasiones que, durante 'la resistencia contra la opresin nazi. entre los ms vigorosos defenso- res de la idea Francia abundaron los aptridas de todos los pases. Me- nos amodorrados que ciertos buenos franceses, combatieron y-de- ron sus vidas en nombre de unos ideales que, para ellos, simbolizaban al pas que haban escogido como tierra de asilo. Lo que en todo caso es cierto es que todos los grandes imperios de los que nos hablan las historias humanas son fruto de las consabidas fusiones. Las notas desenvueltas que acabamos de lanzar remiten a los trabajos de historiadores que han abordado este problema, el cual 15 M. ordinaiR,fm'ii. Pars, Klincl- seck. 1985, p. 132. Sobre la Revolucin francesa, ce. L Rau, 1:F.uropefmtifaise au su- de rks Luftlim&, ap. cit" p. 368. Cf.. asimismo, la obra de J O:eurderoy, llmn-.-a, 'la riw- luJionpar k3 COSl1lf'U!S Paris, Champ Libre, 1912. EL TIEMJ'O DE LAS TRlBl/S S puede resumir en la siguiente; citasacada del notable libro de Ma- rie-Francose.Baslez, quien, con tiento y erudicin, seala que "mu- chas. ciudades debieron su fortuna a una poblacin heterognea".16 Observacin que se puede completar con la hiptesis de que fue la falta de apertura, el miedo raqutico a lo extranjero, lo que condujo a la prdida a numerosas ciudades. Como se sabe, "Roma no est ya en Roma", sino que a partir. de un determinado momento, tiene que medirse con la alteridad, es decir, con su imperio heterogneo. He intentado mostrar que se trataba de una estructura socioantropol- gica. Es intil volver al anlisis que dedica G. Simmel al extranjero; es de sobra conocido. En cambio, mantenindose fiel con su espritu (y en este caso tambin con su forma), es preciso que el socilogo sepa repensar la importancia de dicha "forma" social. sta no es cosa del pasado; la' Escuela de Chicago, Sorckin, mostraron su primaca res- pecto a nuestra modernidad. Tambin Gilberto Freyre supo demos- trar emo.aiguiendo el ejemplo de Portugal, Brasil se constituy y se dinamizgracias a-lamiscibilidad y a la movilidad, en todos los sen- tidos del trmino-U Forzosamente, en lo quea nuestra posmodernidad se refiere, ya va siendo hora de deslindar las consecuencias de la heterogeneidad constitutiva de nuestras- sociedades, la cual, por lo dems, se halla s- lo'esus inicios. En esos caldos de cultivo que son las megalpols contemporneas, ya no es posible seguir negando ni al extranjero, ni el papel que desempea. Ylos ejemplos histricos o mticos que he dado son 'como metforas que pueden permitirnos pensar el floreci- miento: de las imgenes, el hedonismo y el vitalismo, que se pueden calificar de domsacos, Cosas que, al ser vividas en pequeos grupos de manera-diferenciada, al no ser dependientes de un vnculo parti- cular y al no remitir a representaciones unificadas, excluyen toda ex- plicacin unidimensional. Los valores de la AuJklii:rung[Ilustracin) que, al ser exportados se constituyeron como modelo para el mundo entero, parecen saturados. Yen su lugar, como en otros periodos de 16 M. F. BalIlez, L'trangprdam la C,m.",antitpll', Pars, dilion Les Belles Lettres, 1984, p.75. 17 G. Freyre, Mailn'-s rl f!iClvt<s, Pars. Gallimard, TeI, 1974, (p. ej., p. 210). Cf. tam- bin R. Motta, ~ Sociologie au Brsil", ('AJhim; in1emnuaruJltx dewriologie. Pars, PUf, vol. LXXVIII, 85. Por lo que se refiere a G. Simmel, d. L'aJ/e de CllirOf!!', Pars, Aubier; 1984. Cf. tambin mi libro M. Maffesoli, [) nomadiimll, Pars, Le Livre de Pocb.-" 1997. EL POLlCULTUIlALlSMO la historia, son remplazados por una efervescencia soceral, que favo- rece la fusin, la miscibilidad y la 'mezcla entre Occidente y Oriente. En una palabra, el politesmo de los valores. Politesmo claramente informe, indefinido, pero al que conviene estar muy atentos, pues es- t lleno de porvenir. Los brbaros estn en nuestras puertas; Pero, hay motivos-para preocuparse, tomando en cuenta que tambin nosotros lo somos en parte? EL POLITESMO POPULAR O LA DIVERSIDAD DEL DIOS Tras haber indicado la importancia que hay que atribuirle al "terce- ro" y expuesto someramente el papel que desempea en la historia de las sociedades, puede ser interesante destacar una de sus caracte- rsticas esenciales. Caracterstica lgica en cierto modo, yque se pue- de describir cabalmente con la expresin weberiana "politesmo de los valores". Es preciso insistir en esta temtica, pues todava no es en- tendida debidamente, sin duda por e! prurito de reducida a toda eos- ra al orbe de lo poltico. Digamos, para ser ms precisos, que d he- cho de que cierta derecha utilice para su combate cultural y poltico la mitologa politesta, no basta para invalidar esta ltima ni para ane- xionada a un campo. Me parece incluso que e! politesmo sobrepasa el orden de lo poltico; estructuralmente, se podra decir, puesto que la relativizacin de unos valores con respecto a otros desemboca en la indecidibilidad. Qu hay ms contrario que esto a la lgica de lo po- ltico? Adems, si quisiramos ser ms precisos, o ms fieles al espri- tu que anima esta reflexin, tal vez convendra hablar "de henotes- mo", como lo hace C. Bougl respecto a la religin vdica, en la que "todos los dioses se convierten a su vez en soberanosr.t" Es practicando esta matizacin y. vuelvo a insistir, de manera me- tafrica, como podemos convocar a los dioses para que nos esclarez- can e! problema social. En efecto. he propuesto relacionar al pueblo con el acto fundador de la cultura; pues bien, me parece que esta re- lacin conjuntiva permite acoger lo extranjero sin dejar de ser uno 18 c. Bougl, Essais.rur 11 figi_ des tmle8, Pans, PUf, 1969, p. 2Q3, nota 2. EL TIEMPO PE Li\..STRIBUS mismo (o mejor todava, permite que el uno mismo sea fecundado per lo-extranjero). Es como consecuencia de esto que podemos pre-. sentar el politesmo como el indicio ms seguro del "no-racismo" po- pulan" Hagamos un rodeo una vez ms. La particularidad esencial de la tradicinjudaica yluegodel cristianismo, fue su monotesmo Intran- sigente. Se trata de una lnea de demarcacin esencial sobre la que no cabe redundar. En cambio, s cabe recordar que, una vez asenta- do este principio, existen en la vida cristiana mil y un maneras de transgredirlo. Desde un punto de vista antropolgico, Oilbert Du- rand analiz notablemente, desde su observatorio saboyardo, la fe y las prcticas populares, que tan bien conoce. A mi manera, yo tam- bin mostr que el culto a los santos poda ser una avanzada politefs- te dentro del seno del rigor monotesta, como lo demuestra el hecho de que la distincin teolgica entre el culto de "Iatrfa", dirigido sola- mente a Dios, y el de "dula", que se reserva a los santos, es una digo. uncin casustica con muypoeo efect-o en la vida cotidiana. Por su parte, la sociologa religiosa, aunque con bastante reticencia por cer- tc.uampoco desde tal problema.'? No se trata tanto de abordarlo de frente como de destacar, para el tema que nos ocupa, que nos en- contramos ante una actualizacin de la tradicional coincidstuia OPpIJ- sitll'ntnJ"que, cual hilo conductor, recorre toda la vida religiosa y, por ende, la social. .,La. mstica y la teosoa cristiana, como atestiguan, por ejcmplo.]. Bbme y Eckartshausen, .elempre han sabido mantener vivaz nL1 preocupacin. La reciente tesis de M. E. Coughtrie, "Rhythmoma- cha, apropaedeutic game of the middle Agee", mostr claramente MIa expresin la empleo intencionalmente, haciendo referencia a lo "no-Igiro" de Pareto. Puede existir lo ilgico en lo "no-Igico"; pero sta no es, en el sentido am- plio del trmino. su r:ualidful esencial. Se podran hacer de5aITOIIosanlogos para el "no-racismo". ..19 Sobre esta distincin, y robre el politesmo cristiano, remito a L'ombu tk sos, 01'. rilo Respecto a la obra de G. Durand, d .en particular, La/m du amionnilff, Pa- rs, Denoel,.1984. Para un. anlisis de.la religin popular, remito a Y. Lambert, Dim r:hange en Pars. Cerf, 1985. Se puede retener esta frase: -Los chascos sobre la religin popular no serfan tan tenaces si la mayora de los especialistiul no se con- tentaran con interrogar a los militantes, a los .reeponsables [... l. que no piden ms que eso ... ", p. 17"Cf. tambin, D. Jeffey, jOlswnct. dll sarri, Pars, Armand Colin, 1998. EL POLlCULTURALISMO cmo en la tradicin monstica se encuentran juegos que expresan este pluralismo irreductible. Tales el caso de dicha ritmomaquia,que descansa en una alta formalizacin matemtica. As, tanto en las prc- ticas populares (peregrinaciones, culto a los santos) como en la ex- presin mstica o en la sofisticacin lgica, la alteridad, lo extrao o lo extranjero tuvieron siempre numerosos conservatorios que perm- tieron resistir a la simplificacin y a la reduccin unrara.w El xta- sis, as como la fusin de las fiestas votivas permiten expresar a la vez lo idntico y lo diferente. La "comunin de los santos", que es una base de la oracin monstica, y la efervescencia popular remiten de manera eufemstica o actualizada a un estar-juntos que es, por cons- rruccon, diverso y polifnico. Esta perspectiva nunca ha desaparecido del mbito de lo que se: define como el monotesmo cristiano. As, mile Poulat, en su minu- cioso anlisis del catolicismo de los siglos XIX y xx, se pregunta qu es lo que permite a lo "dispar coexistir sin conflicto". Cul es, pues, el "patrimonio hereditario de este extrao filum, capaz de terminar re- vistiendo formas tan JXlCo compatibles como la contrarrevolucin ca- tlica, la democracia cristiana, los revoluci-onarios cristianos?"21 Es, ciertamente, la idea del Pueblo de Dios, 4naJgon por excelencia de la coincidemia oppositorumde la divinidad. "Catolicismo popular, cato- licismo Interclaseta", dice tambin Poulat, y es cierto que, ms all de sus distintas expresiones poldstas, esta base popular insiste en con- servar la pluralidad de los modos de pensamiento y de ser. Esen este sentido que se constituye como fdum, basamento infrangible y per- manente. Esla garanta de que la vida perdura gracias a la multpl- cdad de sus expresiones, mientras que un valor hegemnico, por per- fecto que sea, tiende a agotarla. Se puede emparentar esta coexistencia estructural con el pensamiento contradictorial (Lupasco, Begbeder), 20 Cf. por ejemplo A. Faivre, F,dramlumslm'.t la Pars, Klinckllied., 1969', p. 14, YM. E. Coughtrie, Rh]tJmwmadiia, a gumeoftke middleAp. Universi- dad de Cape Town, 1985, p. 26. '1 E. Poulal, Casrerman, 1977, pp.59 Y130; sobre lo si- >tlltilmlntm., cf. p. 87 YC.aLhoIir.smJ; tlmnt:raliut wri.ali<llU', Pars, Cast.ennan, 1977, p. 486. Yo tambin he conocido personalmente un pueblo semejante, Wangen, en el que el culto y la misa se celebraban bajola sombra tutelar de una vidriera en la que figuraba el C!io del Creador encastrado en un tringulo issceles. Snbolo mllllnicodonde 1011 haya y metfora consumada del triadismo! ' El TIEMPO DE lAS TRIBUS forma Jgicadel politesmo-, La del simultaneum; que per- mite en ciertas pequeas aldeas alsa,danas que los.catlicos y los pn,. testantes recen por turnos en la misma iglesia, puede ser una buena metfora, ms all de las consabidas razones contingentes, de dicho contradictorlal en acto. As" (':1 politesmo.stricto sens ye! cristianismo plural nos indican queconviene buscar siempre sin cesar un modus viven.djpara integrar al "prjimo". Este es el precio de la comunidad, la comunin de los .santos yel cuerpo mstico. Yla guerra que se ha- cen lQs' distintos dioses, Q los conflictos, a veces sangrientos, que re- las del mismo Dios, todo ello conduce en denitvaal afianzamiento del cuerpo social. Aqu, la mi- tologa se une resultados de las investigaciones de punta en I- !pea. oen cbemtica-el disfuncionamiento, lo contradictorial, ocu- pan un.slto-nada desdeable, dentro de la estructuracin de 10 real y de. la representacin que lo explica. Tambin concuerda con cier- tos anlisis weberanos, como muestra esta famosa constatacin, que "La sabidura popular nos ensea que verdadera aunque no sea, y de hecho no siendo, nibelansanta ni buena. Pero stos no son ms que los casos ms elementales de la lucha que enfrenta alas dioses de los diferentes r- denes y de los diferentes valores. "22 En este texto, M. Weber, haden- referencia, relaciona estrechamente e! politesmo con lo popular. Tal vez habra que decir que hay periodos en los que la ma- sa, saturada de explicaciones y de procedimientos racionales, finali- zados, producuvstas.economistas, se torna hacia el sustrato natural, de toda vida social, siendo entonces cuando en- cueutrade nueve el vaivn que se establece entre la variedad de la na- turaleza y la multiplicidad de lo.divino. Lo que no deja de entraar ciertas crueldades, pues quien dice politesmo dice antagonismo. Quien se remite a la naturaleza se remite tambin a sus duras leyes, como la violencia y la muerte. Pero la lucha de los dioses, as como la de 19s grupos entre s es de todas maneras mejor que la dene- gacin de lo-extranjero. En la guerra, ste adopta rostro humano. Existe: Yaunque sus costumbres contravienen con las mas, aunque yo no las considere ni "bellas" ni "santas" ni "buenas", aunque yo las I'2.M. Weber, L.. Sllvonj el le poli#q'ltl!,- traduccin francesa de J. Freund, Pars, Plon, 1959, p. 93, EL POLlCULTURALlSMO combata, no puedo negarles el existir; Es este lo que permite establecer una analoga entre las categoras religiosas y lasre- laciones sociales. Adoptando la misma sensibilidad terica que Weber; el socilogo G. Simmel nos invita tambin a ello; en efecto, segn ste, Dios se ca- racteriza "como coindJmtia opjJositurum. centro a partir del cual se fun- dan las antinomias de la vida". En el mismo texto, hace referenca'a la tribu ("la comunidad religiosa original era la tribu"), as com'a la dependencia del individuo respecto de esta ltima. La dependencia respecto al dios siendo de hecho una "estilizacin" (es decina la vez el aspecto riguroso y eufemizado) de la primera.2!I Las tribus y 5llli chas, la fuerte interdependencia que constituye a estas tribus y, al mis- mo tiempo, la necesidad de un Dios que una los contrarios, tal es el marco epistemolgico-mtico en el que se inserta la dialctica' del "amor y del alejamiento" que parece estar en la base de toda estruc- turacin social. Que la religin (rn-ligat'e) sea la expresin de una so- cialidad plural en el sentido que acabo de indicar, no tiene nada de extrao. En efecto, recordemos que, antes de converrse-en nstru- cin, con la consabida rigidificacin resultante, las congregaciones religiosas servan ante todo para darse calor humano y respaldarse ante la dureza del "orden establecido" social o natural. .. Ello no obsta para que estas congregaciones, y la Interdependen- cia que inducen, sean una mezcla de comunicacin y de conflicto: Ci- tando de nuevo a G. Simmel, el "codeo" y el estar-juntos del' "ser el uno para el otro" pueden ir perfectamente a la par con el "estar el uno contra el otro" (Simmel, ibid., p. 17). Regresaremos sobre esto ms adelante; pero la armona o el equilibrio pueden ser les. Desde esta perspectiva, los distintos elementos del todo social (co- mo de! todo natural) entran en relacin mutua, estrecha y dinmica; en suma, designan una labilidad, sinnimo de lo vivo. La complejidad de la que nos habla E. Morin posee las mismas caractersticas y, en es- te sentido, e! rodeo que proponemos aqu no es sin duda tan intil como podra parecer a primera vista. Considerando, adems. al mis- mo tiempo, quejunto al miedo o a la realidad del racismo, son la mul- Divago libremente a partir del texto de G. Simmel, la sociologie des religiona", t.raduccin francesa de J. Sguy: An:hiw:s de sot:iologie da "'ligiun.5; Pans, CNIt5, 1964, nm. 17, p. 19. EL TIEMPO DE LAS TRIBUS EL POUCULTURALlSMO 207 tiplicacin de los grupos religiosos, el pluriculturalismo y las redes afectivas los que.van ocupando un sitio cadavez ms importante den- tro de la complejidad de las megalpols contemporneas. Obnubila- dos por el modelo individualista y economista, que domin amplia- mente durante la modernidad, olvidamos que las agregaciones sociales descansan igualmente en la atraccin y el rechazo afectivo. La pasin social, a pesar de. lo que piensen algunos, es una realidad ine- ludible. y si no podemos encajarla en nuestros anlisis dejaremos de compr.ender mltiples situaciones que ya no se pueden dejar arrinco- nadas en la seccin. de varios" de nuestros peridicos. Yello can tanta mayor razn, cuanto que, como ocurre en todo momento de fundacin "cultural", irrumpe el acontecimiento mulrracial. Sin buscar la proteccin .de ningn padre fundador, podramos leer una parte de 4 divisin del trabajo socialde Durkhelm desde esta perspec- va. Aunque lo siguiente disguste alas epgonos de Durkheim, guar- dianes, celosos de su.templo, la amistad. la simpata y, naturalmente. sus contrarios, entran, de: manera no desdeable, en el anlisis de la soldardad.Tesmouo de frases de esta ndole: "Todo mundo sabe que.amamos a quien .se nos parece, a todo el que piensa y siente co- mo.nosotros. Peroel fenmeno contrario no se da con menor fre- cuencia, A menudo ocurre.que nos sintamos atrados por personas que no.se.nos parecen, precisamente porque no se nos parecen" (p. 17). Ojambn.Terclto pretende que slo se conjunta 10que se opone, queIa.arrnona ms, bella nace de las diferencias, que la discordia es la ley de todo devenc.La falta de parecido, de la misma manera que el.parecido, puede ser causa de atractivo mutuo" (p. 18). l llama a esto llna-y ala (.l'ra,.amistad", que serian por naturaleza.P' Dejar. sentado en los preliminares de su obra eso que yo lIamaria una amis- tad contradctoral explicara esta solidaridad que permite entender de manera lgica que 10 que difiere se complementa. Por supuesto. enesta perspectiva existe un cierto funcionalismo; pero esto importa poco mientras no elimine la contradiccin de ma- nera abstracta y nos permita pensar la alteridad y su dinmica espe- cfica. Hasta hace poco se haba dejado a la antropologa y a la etno- 21 . J)" i4division Pars, Flix A1can, 1926, pp- 17, 18 ss. Sobre la diferencia en la sociedad conyugal, d. l. Pennacchieni 1.,0. poI;moWgUlOOjugor fe, Parfs, Mazarine, 1986. loga el monopolio de la investigacin sobre el otro. Demanerape- recicla, la teologa deba interesarse por el otro absoluto. En la actua- lidad resulta difcil mantener tales separaciones. La sociologa de lo cotidiano, en particular. ha sabido llamar la atencin sobre la dupl- cdad, el aspecto doble y duple de toda situacin social, as como so- bre el "ensimismamiento" del pueblo y la pluralidad intrnseca de lo que pareca homogneo. No lo reiomaremos.P Por el a partir de esto podremos orientar resueltamente reflexin se: bre la arquitectnica fabulosa que se construye a partir de esras dupl- ciclarles y de sus sinergias. Todo esto rebosa vitalidad. Vitalidad desor- denada, cacofnica. como se ha dicho anteriormente, y efervescente tambin, pero muy dificil de negar. ' ' ' Me he referido antes a la Antigedad tarda y a su carcter para-' digmtico a la hora de pensar nuestro propio tiempo. Hubo un uem- po lleno de "dioses parlantes", como los llama P. Brown; y; ste. agre- ga, cuando los dioses hablan "podemos estar que que ver con grupos que an pueden hallar una expresmn colectiva . Aplicando esto a nuestro tema, se puede decir que la polifona con- tempornea da cumplida cuenta de una pluralidad de dioses que tra- bajan en la construccin de una nueva "cultura". He hablado de pa- radigma para insistir en la eficacia de esta referencia histrica, pues nosotros, que estamos realizando la conquista del espacio, olvidamos con demasiada frecuencia que tambin es posiblereducir el aleja- miento del tiempo. "Tiempo einstiano", que as nos permite leer el presente "transportando imgenes" (metforas) del ',De esta manera, al insistir en la vitalidad de los dioses yen su diversidad, en realidad no estamos haciendo sino estilizar la efervescencia de nues- tras ciudades. Dejmosle ahora la palabra al poeta: Me parece que el hombre est lleno de dioses, cual esponja inmersa en ple- no celo. Estosdioses viven, alcanzan el apogeo de su fuerza yluego mueren, dejando a otros dioses sus altares perfumados. Son el principio mismo de to- 2!1 Sobre lo ordinario, que oculta una diversidad fundamentar, d. M. Cenea y Lo Giard la rommunil:atiun, Parfs, Dalloz, 1983, p. 21. Sobre la -duplicidad", remito al caplUlo que le dedico, M. MafTe80li, La d,j; frrisenI, purrr;",e soriologie de kI vil> quotidimne, Pars (1979), Illlll, 1998. es P. Brown, deI'Antiq>ul tmdiT'I', Pars, Callimard, 1983, p. 83. EL TIEMPO DE LAS T1UBUS da transforIl1acin de, todo. Son aneceskad del movimiento. Yopase en- touces con embriaguez en.medio.de mil concreciones divinas. (Aragon, El campesino de Pars) Es este movimiento que va de la cultura a la civilizacin, y luego tambin a la creacin de .cultura, el que se puede leer en el polites- mo (antagonismo} de los valores que vivimos hoy da. Algunos lo lla- marn decadencaj.y por. qu no, siempre y cuando se entienda por decadencia que lo q\le muere est grvido de lo que va a nacer. Las flores.que se marchitan... agotadas por su perfeccin, son promesa de bellos frutos. EL.EQUiLIBRIO ORGNICO Las culturas se agotan.fas civilizaciones mueren, todo forma parte de esemecansmo-de la-saturacin claramente descrito por el socilogo P. Sorokin..Esto yalle sabe.. Pero bay una pregunta ms interesante: qu,es.lo que hace.que perdure la vida? El principio de la respuesta podra precisamente encontrarse en la perspectiva heraclitiana o nietzscheana: la destruccin es al mismo tiempo construccin. Si la tradicin de homogeneizacin poltica se satura, espontneamente, por indiferencia o por los golpes recibidos por la intrusin de lo ex- tranjero.es porque sus-efectos tiles ya han pasado. A partir de en- toneee, el equilibrio que haba logrado crear, cesa. Este equilibrio se haba logrado en detrmentode lo que se puede resumir con la pala- bra difereru.ia. Ahora se .trata de ver cmo este "tercero".estructuraan- tropolgica que hemos seguido paso a paso, puede integrarse dentro de un nuevo equilibrio. En efecto, en la lgica de nuestra argumen- tacin, y refirindonos a numerosas situaciones histricas, podemos postular un equilibrio que pueda ctmentarse sobre lo heterogneo. Empleando de nuevo nuestro concepto pendular, se puede decir que la unidad del burguessmo puede ser remplazada por la unicidad po- pular. Tomando al pueblo no como sujeto histrico, a la manera de la burguesa o del proletariado, "sino como entidad contradictorial; o tambin 'como prctica cotidiana en la que el "mal", el extranjero, el prjimoya no sean.exorcizados, sino integrados segn medidas y pau- tas variables, aun cuando stas fueran homeopticas. EL POLlCULTUIlALlSMO Precisemos tambin que, desde la' perspectiva de la pasin social indicada anteriormente, y de la que no se puede prescindir, el pro- blema que se plantea a nuestras sociedades ser el de equilibrar estas pasiones que se oponen y cuyo antagonismo se acenta desde el mo- mento en que se reconoce una pluralidad de naturaleza, una plura- lidad de naturalezas.F Es en este sentido en el que hablo de armona conflictual, pues el equilibrio es ms delicado de alcanzar cuando la pasin prevalece sobre la razn; cosa que actualmente no deja de ob- servarse en la vida tanto cotidiana como pblica. " .. Comencemos con una nocin que es difcilmente admitida en nuestros das y que por cierto no se suele abordar con la debida serie- dad; me estoy refiriendo a la nocin dejerarqua. Bougl ha observa- do que el pantesmo acogedor de la India, as como su politesmo efectivo, estn estrechamente ligados al sistema de castas. 28 El carc- ter acogedor y el no-dogmatismo doctrinal de la religin hinduista descansa, en realidad, sobre su agudo sentido de la jerarqua. Se Ira- la de una situacin paroxstica que'no puede ser exportada como tal; ni siquiera servir de modelo, pero que muestra a la perfeccin cmo una sociedad pudo ronsrrutr su equilibrio sobre la coexistencia delas diferencias, codificarlas con el rigor que todos conocemos y,as, cons- truir una arquitectnica que no carece de solidaridad. Por su parte; L Dumont, en su Romo hierarchicus, supo mostrar la Imerdependen- da real y la conjundn de las comunidades producidas por tal siste- ma. Es cierto que no deja lugar al individualismo, pero ofrece, de ma- nera asombrosa, una comprensin holfstica de la sociedad. Estos trabajos son actualmente bien conocidos y no requieren comentario; nos apoyamos aqu en ellos para concluir que' la conjuncin de gru- pos pequeos, diferentes en cuanto a sus modos de vida e ideolgica- mente opuestos, es una fonna social que puede estar equilibrada. Lo que propone el sistema de castas de manera paroxstica puede encontrarse, en forma suavizada, en la teora de los "estados" de la Edad Media. La teorizacin doctrinal suplementaria, que se encuen- '17Se hallar una constatacin de este tipo de punto de vista freudiano en A. G. Sla- ma, d'absoltl, la gdlu:hen. tkla droi'-l, Pars, Gruset, 1980, 'pp. 21, 22 Y24 sobre Herclito. ' 2\1Ce. C. Bougl, EuaJ ror l#! rigiml' MI ro.Jfl!-1, Pars, pur, 1935, 4a.'ed., 1969, p. 59. Asimismo, L. Dumont, HtJmffWhierarr.hinu, PaJlI. GaUimard, 1967. 216 EL TIEMPO DE LAS TR.lBUS EL POUCULTURAUIlMO :m tra confortada, verbgracapor el tomismo catlico. Este ltimo ela- bora a partir de la exstenca.de dichos "estados" un pensamiento so- bre la democracia que, como lo ha hecho notar E. Poulat, tiene un sentido sensblemente.dsunto del que nosotros damos a esta palabra. As, esta "democracia no opone a las clases inferiores con las otras, como tampoco fomenta su nivelamiento, pero se opone a todas las fuerzas sociales que comprometen su armona [... ] defiende la igual- dadpropmr.Umal en el 0fr1en jcrrquico, a la vez que se refiere. histrica- mente, a la tradicin medieval de la comuna'O" Por mi parte, dira que.se trata de unaforma social, que encontramos, adems de en los ejemplos citados. en-el popusmo, en las construcciones utpicas (co- mo la de C. Founerjcen el soldarsmo y en las realizaciones concre- tas, que de manera ms o menos sofisticada, esparcen nuestras socie- dades desde el siglo XIX. . ' .Queda sobreentendido que, por ms precauciones que se tomen (.fa,"'gualdadproporcional", por ejemplo), nos hallamos lejos del lgua- litarismo, al menos verbal. que caracteriza a lamodemidad desde que la Revolucin francesa hiciera de l un ideal universal. Lo cual no es bice para-que se descubra tambin en aquel tramo cultural una soli- daridad real, aun cuando sta se halle limitada al grupo, o al menos a lo-que es proxmco, y una manera de vivir el antagonismo. Como se reoerdar.Fourer propona en sus falansterios la "guerra de los pas- telillos", forma de competicin culinaria que simbolizaba claramente la-atraccn/repulsin de toda socialidad. Esto no deja de evocar a su vez la jilotimia antigua; despojada de su aspecto frvolo. En efecto, sta permita a los poderosos, a los nuevos ricos y a los afortunados, rein- yectar en la comunidad parte de lo que haban ganado; yello median- te construcciones pblicas, edificaciones de lugares de culto o vivien- das para los necesitados. Asimismo, la jilotimia tena una dimensin competitiva, -puesto que estos favorecidos-por el destino, as como sus apoderados, se lanzaban desafos que era dificil no aceptar. De esta ma- nerael ordenjerrquico permita una especie de equibrio mgnico, que, de manera coenestsca, corresponda a las necesidades de la co- munidad. Juego de diferencias ritual izado en cierto modo. Ninguna igualdad proclamada o programada, sino un ajuste, una compensacin 29 E. Poutat, Cal/wlicisme, dimtKmtie el !JOCri.sme, Par" Casterman, 1977, p. 85, nota 33yp.86. reales; y, lo que es ms, una libido dominandi (la violencia legtima} que halla vas de expresin de bajo costo para el conjunto del 'CUerposo- cial. P. Brown habla en este sentido de "modelode paridad".30 Esta perspectiva tiene la ventaja de tomar en consideracin losdos elementos de toda vida mundana: el conflicto y la comunicacin, y 10 que es ms, ofrece un modelo de "renrabilizacinvde su existencia con- junta. En este sentido no es anacrnica. Al aplicarla al caso particular de la formacin de Brasil, Gilberto Freyre habla incluso de "proceso de equilbracin't.U Siempre existe el peligro deeufemizar el.mode- lo, as como de justificar las opresiones, por lo que slo un anlisis con- creto permite formarse una opinin; pero, desde-el punto de vista I- gco, no hay motivos para invalidarla en principio. En todo caso, en.Ia reflexin que nos ocupa, permite entender cmo .la negociacin de los antagonismos puede serie til al equilibrio del conjunto. y, lo que es ms, cmo el extranjero en su confrontacin con el ciudadano, el errante en contacto con el sedentario, el poderoso y el clente.ee ea- cuentran dentro de una vasta intercomunicacin que todos necesitan. Esto tiene, adems, la ventaja de tomar nota de lo que existe. Pues. ya codificada en el sistema de castas, ya teologizada como algo conforme al designio divino, o bien astutamente enmascarada por racionaliza- ciones gualtarstas, la jerarqua es un hecho que cada quien puede constatar. Es mejor tomar nota de ella para corregir sus efectos.me nocivos. Esta correccin es tal vez ms eficaz en las estructuraciones sociales que piensan en trminos de proxmca; es decir, que dejan-a los grupos involucrados la tarea de buscar formas de equilibrio.., En efecto, en este caso, dada la interdependencia de toda vdaeo- cial, cada uno sabe teuer necesidad del otro en un momento dado. Existe reversibilidad: no voy a impugnar un privilegio del que podra ser beneficiario maaua bajo una forma u otra. La necesidad del pri- vilegio. que tan importante papel desempea en Francia (como nn- merosos periodistas yescritores de xito lo han revelado recentemen- te), se ve as justificada. Incomprensible desde una perspectiva mecancista, halla su justo sitio en una visin orgnica, en donde to- MI P.Brown, GenGtdt l'Amiquili larrve, op. tiL. p. 79. a. el anli$isque se hace aqu de la Phifotjmia, el cual dista bastante de lo que G. Renaud. A l'&m1mldu op. cit.,lIama el -sooa-estatsmo", cf p. 215. er. G. Freyre. Maw< d 6C/aves, op. cit., p. 93. EL TIEMPO DE LAS 'raratrs das' las cosas se sostienen. Pero esto quiere decir que el individuo no es-el principio y el fin del todo social, sino que es el grupo, la comu- nidad, lo colectivo en su totalidad lo que prevalece. Para emplear un concepto de la filosofa alemana; digamos que la toma en considera- cin de la jerarqua, de-la diferencia, ylos modelos de paridad y re- versibilidad que ello induce, remitiran a una "regulacin espont- nea" (NaturtlJchsig). Volvemos a encontrar aqu el vitalismo del que se 'habl antes. Contrariamente a los periodos que acentan la activi- dad-racional, esta regulacin sera propia de ellos que muestran ma- yor confianza en-la.soberana intrnseca de cada grupo. Estos grupos. Iras una larga serte.depruebas-errores y de enfoques caticos, saben encontrar el-ajuste debido entre sus objetivos y sus maneras de estar diferenciados. Asf,'paradjicamente, el "tercero" puede hallar con mayor facilidad su-sitio en-un tipo de sociedad que no niegue apno- ri la-dimensin jerrquica de la existencia social. Aparte de advertir- se en ejemplos histricos ya tipificados, esto tambin se puede obser- var-en numerosas situaciones sociales determinadas y observables en nueseos das. Tales el caso del carnaval. Sobre ste se han realizado numerosos')' pertinentes anlisis. Desde un punto de vista socoantro- pologco. escoger aqu, por parecerme especialmente atinado, el de Roberto da Matra. Por supuesto, no voy a exponer todo su anlisis, si- no nicamente destacar algunos de sus puntos fuertes que se arucu- lan.claramente con nuestro tema. Primero que nada, la inclusin de la actividad festiva en las sociedades holistas yjerrquicas. En lo que atae alstrangulo ritual brasileo", muestra cmo.junto al da de la patria; que representa-al Estado nacional y al ejrcito.junto a la Se- mana Santa, cuyo protagonista esencial es la Iglesia, el carnaval con- cierne esencialmente 'al pueblo. a la masa. 32 Esta triparticin es. por muchos motivos, interesante, pues; da cabal cuenta de una coexisten- cia que se reparte el-tiempo. Reparto diferenciado, sin duda, pero que, en el marco de una teatralizacin generalizada, atribuye a cada grupo un papel que desempear. Ydigo bien p p ~ en oposicin a lunaim. la cual remite a un funcionamiento social. mecnico, raco- 3:l R. da Matta, CamDoo/s, bandils rillTw, Parfs, Seuil, 1983. pp. 57 ss. Sobre la "tea- tralidad" y"el enfrentarse al destino", remito a mi libro, M. MafTesoli, La ronquill' du /Jti'itm/' "1'. ril. R'espeeto a la samba, cf M. Sodr, Samba o donodo rorpo. Ro, Codeen, 1979. EL I'OLlCULTUIlALlSMO nal, orientado hacia un fin. En cambio el papel yla teatralidad hallan su sitio en un tiempo cclico, cuyos momentos se.comparten. Este de- venir cclico da a cada grupo la seguridad de que podra beneficiar- se de nuevo de un momento del tiempo que le est reservado. Baste, a este respecto, con saber que el carnaval es preparado por cada uno con mucha anticipacin. Esta seguridad tiene gran importancia ruan- do se sabe que la gestin del tiempo que pasa es un elemento primor- dial en eso que yohe llamado "el enfrentamiento con el destino", Du- rante un tiempo determinado, y en coordinacin con otros momentos, el pueblo sabe que podr ejercer su soberana. Posteriormente, este momento de soberana popular va a permits integrar lo anmco, lo extranjero, Da Matta habla en este sentido de "periferia" o de "linde" (p. 65). Con referencia aloque he dicho an- teriormente, se trata de una verdadera anamness. El bandido, la pt:Olr tituta y hasta la misma muerte (forma del otro absoluto) pueden ex- presarse como figuras emblemticas. El cuerpo social recuerda que es una mezcla inextricable de elementos contradctorales; y la multipli- cidad de disfraces y de situaciones provocadas por stos es, a este res- pecto, sumamente esclarecedora. Asimismo, es corriente.que un mis- mo individuo cambie cada da de traje. Multiplicidad exreror y multiplicidad interior, se podra decir. As, los antagonistas son nter- prerados de manera ldica o se agotan en la competicin a la que.se entregan las escuelas de sambay los individuos en lo que se refiere,-en particular, al costo del vestuario. Nadie se libra de esta competicin" abundan ancdotas u observaciones directas 'que dejaran asombrado a ms de un espritu calculador. La fdotimia, de la que se ha- hablado anteriormente, podra aplicarse aqu a la masa; el gasto, incluso de par- te de la gente que no tiene nada, es una manera de recolocar en el cir- cuito colectivo lo que haba sido privatizado: dinero y sexo. As.como el poderoso de la Antigedad se redima construyendo templos, as tambin la gente se hace perdonar aqu su individualidad en el tiem- po normal construyendo catedrales de luz en este tiempo festivo. Adems,junto a los antagonismos interpretados colectivamente, junto a la pluralidad de personajes que se expresan en el disfraz, en- contramos la aceptacin del extranjero. El hecho de que est emble- matizado es una manera de reconocimiento. As, aunque tal vez el ra- cismo no est ausente en la vida cotidiana de Brasil, la efervescencia y la teatralizacin del carnaval son una manera de relativizarlo o de temperarlo, por as decir. Por medio de estos diversos elementos ca- EL T1E.!oU'ODE LAS TRIBUS racteristicos del carnaval. 19que se.vive es una determinada forma de Todo el carnaval se-inscribe en la de la tri- particin-festiva, y en su interior encontramos una espe- ccaque deja un sitio real a la multiplicidad de las funciones y de los caracteres, Y, el que esta.multiplicidad no sea "ms que" interpretada, no cambia en nada el asunto, El imaginario, cosa cada vez ms admi- tida, desempea tambin un.papel de estructurante social. Son esta efervescencia ritual y este conuadctoral en acto los que al volver cclicamente permiten confortar, en la vida comn y comen- te. el-sentimiento de. participar en un cuerpo colectivo. As como en el carnaval se interpreta el papel de tal general, de tal conde o de tal grande del mundo. tSf tambin se puede uno glorificar posterionnen- ts.de ser el chofer.de dicho general. O tambin, siguiendo nuevamen- u: aDa Matra, se puede ver a toda una servidumbre regocijarse del t- "S . d tulo de Barn que. acaba de obtener el amo. e trata Casi e una "partcpacn" en el sentido mstico del trmino. Destaca consecuen- ciassecundarias concretas (financieras, privilegios, prioridades) pe- ro.tambin simblicas. Al formar cuerpo con una entidad superior, }lo conforto mi existencia propia. Esto nos incita a atribuir a la solida- ridad un espectro ampliado y a no limitarlo a su sola dimensin igua- litaria o econmica. Ladiferencia vivida en la jerarqua puede ser vector de este equil- bro social que tanto nos preocupa. Otro ejemplo cotidiano puede ser la.socalidad de base: la vida de barrio o la vida sin calidad de todos los das, desdeable desde una perspectiva macroscpica, pero que cobra toda su importancia con la acentuacin de la proxmlca. Pode- mos observaraqu.el mismo mecanismo de participacin del que aca- bamos de hablar, Participacin en un hamo, en un grupo, en un ani- mal emblemtico, en un equipo de ftbol, alrededor de un guro o de un pequeojefe local. Se trata de.una forma de clientelismo en la que se reirnerpreta lajerarqua. "Se pertenece" a un lugar, a una banda o a un personaje local que se convierte as en hroe epnimo. Varios es- tudios sobre la alta funcin pblica, la universidad o los directivos de empresas hacen destacar claramente este proceso. El microcosmos in- telectual, aun compuesto por las "mentes libres" por excelencia, no queda exento de esto: no se leen las producciones de los rivales que 33 lbjl., p. 183 Ylas a MacJladQ_de que hace en la nqla 2. EL POUCULTUIlAUSMO han sido anatematizados por el maestro. las distintas comisiones son lugares en los que estn permitidos todos los golpes bajos, etctera'. Lo que conviene retener de todo esto es que se participa en la-gloria, en los disgustos del maestro. "Yo soy su hombre" es una frase que ya no se oyeen Francia tanto como antes, aunque su realidad exista; en cambio. en Italia se oye todava frecuentemente la frase"lo sanodi l'u- 1W, iosonodeUaltro... Soy de su clan, de su grupo." Hay que lamen- tarlo>, hay que combatirlo? En todo caso, es necesario reconocer los efectos de tal actitud. En la medida en la que, en un mbito dado; los grupos pueden ndattvizarseunos a otros, este mecanismo del clan pue- de permitir el juego de la diferencia, la expresin de todos y, por tan- to. una forma de equilibrio. Es la mafia, de la cual he dicho antes en algn momento que poda ser la "metfora de la' Sciedad". 35 Cuan- do se respetan las normas de buena conducta, existe regulacin y 01'- den orgnico. Lo que no deja de ser benfico para todos. Todos los actores son partes integrantes del mismo escenario, al tiempo que sus papeles son dterentes.jerarquzados, a veces cono- tuales. La regulacin recproca es, ciertamente, una constante huma- na, una estructura antropolgica que descubrimos en todos los gran- des grupos socioculturales. Esto lo puso muy claramente de manifiesto G. Dumzil, y la fsica moderna lo redescubri a su manera: la relati- vidad general de Einstein es buen testimonio de ello. En cada uno de estos grandes grupos se descubre un indudable politesmo, que pue- de estar bien afirmado o ms o menos oculto. Pero, aun cuando hay monovalencia aparente de un valor (de un dios), se descubre siempre un valor o varios valores alternativos, a me.ua voce, que no dejan de ac- tuar en la estructuracin social y en su equilibrio: tal es el caso, por ejemplo, de la multitud de movimientos herticos en el seno de la r- gida cristiandad medieval, o tambin del hasidismo popular que per- mear profundamente el intransigente monotesmo mosaco.w . Yosoyde uno. yo soy del otro {T.]. Si A. Medam, Arm..... rh NapiLs, Pars. di!ion desAulre8. 1979. p. 78. hace un buen anillisis del cJientelismo en Npcles. Paralas empresas, podemos remitimosaA. Wld- ham y M. Penereon, Les Ramsay. 1984. Buenos anlisis y clasificacin de filiales. 3/; M. Maffesoli, "La maffia comme mtaphore de la sodalik'-. Ca1Uer3 rh Pars, PUf, 1982, vol. l.xxm, que da, en este sentido, G. Durand. 1:. pl1uielstPSJ" 216 El TIEMPO DE lAS TRIBUS A imagen de la qumica, se puede decir que todo es cuestin de combinacin: por asociacin diferenciada de los elementos se obtie- ne tal o cual cuerpo especfico; pero, a partir de un cambio mnimo o en funcin del desplazamiento de un elemento, el conjunto puede cambiar de forma. Es as como, en definitiva. se opera el paso de un equilibrio social a otro. Es en el marco de dicha combinatoria como hemos tratado de apreciar el papel del tercero. esa cifra "tres", engen- drador de sociedades, pero tantas veces olvidado. Ciertas referencias .hisrrcas tericas o anecdticas han pretendido recalcar que su toma en consideracin corresponde siempre a un momento fundador. un momento de cultum.En cambio. el debilitamiento que supone el pa- so de la cultura a la civilizacin tiende a favorecer el encogimiento en la unidad, a suscitar el miedo al extranjero. Otra idea conductora es el postular que la efervescencia provocada por el tercero es correlati- va a una acentuacin del pueblo, que se conforta con el juego de la diferencia, que l estima benfico para cada uno. Las imgenes reli- giosas y msticas son, a este respecto, particularmente ilustrativas, pues recuerdan, y encaman mal que bien, de manera cotidiana, una uto- pa colectiva, aquel imaginario de una comunidad celeste en donde "todos seremos idnticos y distintos. Como idnticos son, y distintos, todos los puntos de una circunferencia con relacin a su centro't." Como se ve, esta reflexin alusiva ymetafrica no deja de tener re- lacin con la realidad contempornea; ya lo he ido indicando fre- cuentemente a lo largo del presente anlisis. La socialidad que se es-- boza ante nuestros ojos se funda, con mayor o menor fuerza segn las situaciones, en el antiguo antagonismo del errante yel sedentario. Al igual que en todo paso de una combinatoria a otra, esto no queda exento de miedos y de temblores, incluso por parte de los observado- res, que tambin son protagonistas sociales. Pero si sabemos dar muestras de lucidez, lo que, lejos de toda actitud enjulciadora, es nuestra nica exigencia, sabremos reconocer, parafraseando a WaI- ter Benjamin, que "no existe documento de cultura que no sea tam- bin documento de barbarie". cM, Pars, Denoel, 1980, p. 143 Ynotas. Sobre Einstein y la relatividad general, ef.J.-E. Charron, 1:(..\1"';1, cel nomnu; Pars, A1bin Michel, 1977, p. 56. 37J, Lacaniere, L'i/i (m.-. Par!,Plon, 1976, p. 54. Anlisis del misticismo griego. 6. DE LA PROXMlCA "lA COMUNIDAD DE DESTINO Por encontrarnos.obnublados ante las grandes entidades que se han impuesto a partir del siglo XVIII: la historia, la poltica, la economa, el individuo, tenemos cierta dificultad para enfocar nuestra mirada en "lo concreto ms extremo" (W. Benjamin) que es la vida que a to- dos nos toca. Sin embargo. parecera que tratamos aqu de un envite nada desdeable, y en todo caso ser ineludible durante los decenios por venir. No se trata, por cierto, de una cuestin nueva, y al final de esta explicacin, fiel a mi estilo, intentar mostrar a la vez su arraiga- miento antropolgico y las modulaciones especficas que pueden ca- racterizarla hoy da. Hay momentos en los que cuenta menos el individuo que la comu- nidad en la que ste se haya inscrito. Asimismo, lo que importa no es tanto la gt"a!l historia que describe los hechos, sinolas historias vivi- -das da a dJ,las situaciones imperceptibles, que constituyen precisa- mente la trama comunitaria. Estos dos aspectos me parecen camele- rfsrcos de lo que puede expresarse mediante el trmino "proxmca" Esto requiere, naturalmente, estar atentos al componenterelacional de la vida social. El hombre en relacin. No slo la relacin nterin- dividual, sino tambin lo que me liga a un territorio, a una dudad, a un entorno natural, que comparto con otros. As podramos definir las pequeas historias vividas da a da:' .tiempo quesecris.taliuJ en espa- cio; Desde este puntO de vista, la historia de un lugar se convierte en historia personal. por medio de la sedimentacin, todo lo anodino, -hecho de rituales, olores, ruidos, imgenes, construcciones arquitec- tnicas- se convierte en lo que Nietzsche llamaba un "diario figurati- vo", en donde se aprende lo que hay que decir, hacer, pensar. querer; que nos ensea "que aqu se podra vivir puesto que se vive". As, se forma un "nosotros" que permite a cada quien mirar "ms all de la efi- mera yextravagante vida individual", sentirse "como el espritu de la ea- sa: del linaje, de la ciudad". Imposible expresar mejorel cambio de per- spectiva que, a mi entender, es preciso efectuar. Un enfoque diferente, [217J 218 .EL TIEMPO DE LAS TRIBUS DE LA PIlOXtMlCA 119 y se acentuar aquello que es comn a todos, que es hecho por todos, aun de manera microscpica "Puesto que la historia viene de abaio." Ocurre que regularmente dicha acentuacin logra expresarse. y cabe preguntarse si no nos encontramos ante uno de esos momentos de fermentacin en los que. al haberse saturado ciertos grandes idea- les, se elaboran mediante una alquimia misteriosa las maneras de ser que van a regir nuestros destinos. Se trata de transmutacin, pues na- da se crea; as, cierto elemento relegado. pero que jams ha dejado de estar presente, vuelve al frente del escenario, adquiere una signi- ficacin particular y se torna determinante. Esto mismo ocurre con las distintas formas de reuniones prima- rias, que son los elementos de base de todas las estructuraciones S6- ciaes. En su anlisis: de la civilizacin helenstica, F. Chamoux obser- va que aquello que se tiende a calificar de perodo de decadencia pudo ser considerado como "la edad de oro de la polis griega". Tal vez sta no determine ya una historia en marcha, pero su intensa ac- tividad cotidiana testimonia una vitalidad propia, una fuerza espec- ca, que se consagran al afianzamiento de aquello que es "la clula comunitaria en la que descansa toda civilizacin". 2 En efecto, las gran- des potencias pueden enfrentarse para regir el mundo en su totali- dad o para hacer la historia; por su parte, la ciudad se contenta asegurar su perdurar, proteger su territorio y organizar su vida alre- dedor de mitos comunes. Mito contra historia. Empleando de nuevo una imagen espacial, a la extensin (ex-tendere) de la historia se opo- ne la "in-tensin" (in-tenden:) del mito, que va a privilegiar lo que se comparte mediante el mecanismo de atraccin/repulsin que le es inherente. ste es, por cierto, uno de los factores del polculturalismo ante- riormente abordado (captulo 5). En efecto, el binomio tartorio-mi-. to, que es el principio organizador de la ciudad, es causa y efecto de_ la difraccin de dicha estructura. Es decir, que, cual una mueca ru- sa, la ciudad encierra otras entidades del mismo gnero: barrios, gru- pos tnicos, corporaciones, tribus diversas, que van a organizarse al- rededor de territorios (reales o simblicos) y de mitos comunes. EsWS 1Sobre Nietzsche, cf. el anlisis que hace F. Ferrarotti, Hi./ni", d lk vie, Pa- r&, Lbrairie des M":ridiells, 1983, pp- 32 ss. 2 F. Chamoux, Lo helJi"isliqlu, Pars, Arthaud, 1981. p. 211. ciudades helensticas descansan esencialmente en ladoble polaridad del cosmopolitismo y del arraigamiento (lo que no excluye producir esa civilizacin especfica que todos conocemos).' Qu quiere decir esto sino que la multiplicidad de los grupos, fuertemente unidos por sentimientos comunes, va a estructurar una memoria colectiva cuya diversidad misma es fundadora? Estos grupos pueden ser de diversa ndole (tnicos, sociales), estructuralmente, es su diversidad lo que asegura la unUidad de la ciudad. A imagen de lo que dice S. Lupasco de lo "conrradictorial" sco o lgico', es la tensinentre los diversos grupos lo que asegura la perennidad del conjunto; La ciudad de Florencia es, en este sentido, un particular- mente ilustrativo. As, cuando Savonarola se propone describir el ideal-tipo de una repblica, ser la estructura florentina la que utili- zarcomo modelo. Ycul es? Bastante simple, en realidad, y muy dis- tinto de la connotacin peyorativa que se suele atribuir en general al calificativo de "florentino". As, en su DePotia cimienta la arquitec- tnica de la ciudad sobre la idea de'proximdad. La civilases una com- binacin natural de asociaciones ms reducidas (vict). Es el juego de estos elementos, unos con relacin a otros, lo que asegura el mejor sistema poltico. De manera casi durkleimiana, hace descansar la so- lidez del sistema en estas "zonas intermedias", que escapan tanto a la extrema riqueza como a la pobreza exagerada." As, la experiencia de lo vivido comn es precisamente lo que funda la grandeza de una ciudad. Cierto es que Florencia no careci de brillo. Yabundan los observadores que destacan lo que ste le de- bi a una antigua "tradicin cvica popular". El humanismo clsico que produjo las obras maestras que conocemos pudo as ser do por la cultura volgare.f> Conviene recordar este hecho, flUes, poltica exterior de la ciudad no fue particularmente gorosa, su VI- 3Jbid., p. 231, sobre otra aplicacin de esta polaridad, d. el tipo ideal de ciudad elaborado por la Escuela de Chcagc: en panicular, E. Burgess: U. Hannerz, Ex:plom" fa viJh, Pars, Milluit, 1983, p. 48. 4 Se haDar UIl anlisis de Ih PolWa. d. D. weinstdn, SaoonaroiedFlorffla, Pars, Cal- mann--Lvy, 1965, pp. 298-299. . 5 [bid., pp- 44-45 Ynotas 18 y 19 respecto a la irradiacin de la ciudad de FlOTeIlCIa. Sobre "el espacio como categora de nuestro entendimiento", cf. A; Moles y E. mer; LesdTyrinllw dq W:u. PaJis, Mridiens, 1982; sobre la "comunidad de sentido , d.J. F. 8ernard-Bchariers, JinJIu: frarlfaiY du marfuting, 1980/1, cuaderno 80. 220 EL TIEMPO DE LAS TR,IBU8 DE LA PII.OXMICA 221 taldad interior, yello en todos los campos, ha dejado un impacto que dur mucho tiempo. Ahora bien, esta vitalidad se cimienta ante todo sobre aquello que podramos llamar un mcrolocalsmo generador de cultura. He hablado anteriormente de "combinacin natural". Este "natu- ral" es, por supuesto. medianamente cultural; es decir, surgido de una experiencia comn y de una serie de arreglos que, mal que bien. ha logrado constituir una especie de equilibrio a partir de elementos fun- damentalmente heterogneos, Armona eonflictual en cierto modo. Esto llam particularmente la atencin de M. Weber, el cual, en su ensayo sobre la ciudad, deja constancia del vaivn que se establece entre el pueblo (popolo) y la estructura poltica. Naturalmente, no se trata ms que de una tendencia, pero no deja de ser ilustrativa y de dar cumplida cuenta del ajuste entre la dvitasy el vicusque acabamos de mencionar. Descubrimos aqu algo de la dialctica cosmopolis- mo/arraigamiento de las ciudades helensticas; si bien los dos polos los constituyen en este caso la familia patricia y el pueblo. En primer lugar, dichas ciudades se neutralizan, por as decir. Los "jefes de las familias militar y econmicamente ms poderosas se repartan (los) puestos y los cargos oficiales, asegurando as la gestin de la ciudad"." Expresin poltica del politesmo de los valores, este reparto de los honores es una manera de, a la vez que se distribuye, atemperar el poder. Al mismo tiempo, merced a esta estructura prcticamente es- tatista, la ciudad tena su propia autonoma (econmica, militar, fi- nanciera), pudiendo as negociar con otras ciudades igualmente au- tnomas. Sin embargo, esta autonoma se hallaba relativizada en el seno de la propia dudad mediante la organizacin del popolo. Este ltimo, contrapunteando a los patricios, representaba "la fraternizacin de las asociaciones profesionales i arti o paratin)", lo que no le impeda reclutar una milicia y contratar asalariados (el Capitanus popoli y su equipo de oficiales). 7 Se puede afirmar que estas fraternzacones sur- gidas de la proximidad: barrios, corporaciones, representaban el "po- dero", la sociabilidad de base de las ciudades en cuestin. Es en este sentido en el que lo prximo y lo cotidiano, pese a lo que pueda pa- 6 Gr. M. Weber, La vilJe, Pars, Aubier-Momaigne, 1984, p. 72. 1 [bid., p. 129. recer, aseguran la soberana sobre la existencia. Constatacin que se impone de manera puntual, como lo ilustran algunos ejemplos his- tricos; sin embargo, como suele ocurrir, lo que se deja ver en estos momentos paroxsticos no hace sino traducir una estructura profun- da, que garantiza, en tiempo ordinario, la perennidad de cualquier tipo de conjunto social. Sin prestar a este trmino una connotacin poltica muy precisa, se puede decir que la constante "pueblo" es, en sus distintas manifestaciones, la expresin ms simple del reconoci- miento de lo local como comunidad de destino. El noble, por oportunismo o alianzas polticas, puede variar, cam- biar de pertenencia territorial; el mercader, por las exigencias mis- mas de su profesin, se halla en constante circulacin; por su parte, el pueblo garantiza el mantenimiento. Como lo indica G. Freyre res- pecto a Portugal, es l "el depositario del sentimiento nacional y no la clase dominadora".8 Por supuesto, hay que matizar tal afirmacin; pero es innegable que, frente a los frecuentes pactos de las clases di- rigentes, encontramos un cierto "intransigeruismo" en los estratos po- pulares. stos se sienten ms responsables de la "patria"; tomando es- te trmino en su sentido ms simple: el territorio de los padres. Esto se entiende, poco mvil de por s, el pueblo es snictosensuun "genio del lugar". Su vida diaria garantiza la unin entre el tiempo y el espa- do. Es el guardin "no consciente" de la socalidad. Es en este sentido como hay que entender la memoria colectiva, la memoria de lo cotidiano. Este amor al prjimo y a 10 presente es, de hecho, independiente de los grupos que lo suscitan. Expresndonos a la manera de W. Benjamin, estamos aqu ante un aura, un valor en- globante: eso que ya antes he propuesto llamar una "transcendencia inmanente". Es una tica que sirve de cimiento a los distintos grupos que participan en este espacio-tiempo. As, tanto el extranjero como el sedentario, tanto el patricio como el hombre del pueblo forman, volens noens, parte integrante de una fuerza que los supera y que ase- gura la estabilidad del conjunto. Cada uno de estos elementos es du- rante cierto tiempo prisionero de ese glutinum mundi que, segn los alquimistas de la Edad Media, garantizaba la armona de lo total y de lo particular. '8 G. F.-eyre, Mailu., ~ l e s l ~ .. la formalitm de la nll:ii/i brmnllu, Pars, Gallimard, 1970. p. 201. 222 EL TIEMPO DE LAS TRIBUS DE lA PROXtMlCA Como ya he dchoanteriormente, existe una estrecha relacin en- tre el espacio y lo cotidiano-Aqul es, ciertamente, el conservatorio de una socaldad que ya no se puede seguir desdeando, como po- nen de manifiesto numerosas investigaciones sobre la ciudad. Esto lo traduce la interrogacin, un tanto prudente a mi parecer, de H Ray- mond en su prefacio al. libro de Young -y WilImott: ~ Hay que pensar que, en ciertos casos, morfologa urbana y modo de vida obrero lle- gan a formar un todo armonco>'? Por supuesto una armona seme- jante existe. Es incluso el resultado de eso que yo he propuesto lla- mar "comunidad de destino". Y para quien conozca por dentro ese tipo de viviendas que son las "vecindades" del norte de Francia o los "conjuntos habtaconales" de los pueblos mineros del sur y centro del mismo pas, no existir duda alguna de que es esta "morfologa" la que sirve de crisola la conjuncn de los distintos gmpos entre s. Naturalmente, y nunca se insistir en ello lo suficiente, toda armona integra una dosis de conflicto. La comunidad de destino es un aco- modo respecto al entorno natural y social y como tal debe confron- tarse a la heterogeneidad bajo sus diversas formas. Esta heterogeneidad, este aspecto contradictorio, ya no son ms los de la historia sobre la que se puede actuar -parcularmente me- diante la accin poltica-, sino aquello con lo que hay que negociar y llegar mal que bien a un acuerdo. Yesto no se puede juzgar a par- tir de una vida que,no estuviera alienada, a partir de una lgica del "deber ser". Refirindonos a la metfora aimmeliana "del puente y de la puerta" -lo que une y lo que separa-, la acentuacin de lo espa- cial, del territorio, hace del hombre relacional una amalgama de apertura y de reserva. Yya se sabe que cierta afabilidad es a menudo indicio de un potente "ensimismamiento". Digo todo esto para dejar bien claro que la proxmica no significa, en modo alguno, unanimis- mo; no postula, como la historia, la superacin de lo contradictorio ni de aquello (o de aquellos) que molesratn). Segn la expresin tri- vial: "hay que contentarse con lo que nos toca". De ah una apropia- cin, por relativa que sea, de la existencia. En efecto, al no apostar ya por una posible vida perfecta, ni por un paraso celeste o terrestre, 9 H. Raymond, prefacio a M. Young y P. Willmou, Le v l j ~ "'an.. in. TJifk, Paris, cel, Centre Georges Pompidou, 1983, p. 9. Vase Sirnrnel. ap. rilo [T.l. nos conformamos con lo que tenernos. Ycierto es que, ms all de sus diferentes y a menudo pobres declaraciones de intencin, los protagonistas de la vida comn y corriente son, de manera concreta, de una gran tolerancia para con el prjimo, los otros, lo que ocurre. Esto permite que, de manera paradjica, pueda brotar de la miseria econmica una innegable riqueza existencial y relacional. En este sen- tido, tomar en consideracin la proxmca puede ser el medio apro- piado para superar nuestra habitual actitud de sospecha y para apreciar las intensas implicaciones personales e nterpersonales que se expresan en lo trgico cotidiano. Esta expresin la empleo aqu con toda intencin, pues las relacio- nes fundadas en la proximidad distan mucho de ser-relajadas. Em- pleando una expresin conocida, las "aldeas urbanas" pueden tener relaciones a la vez densas y crueles. En efecto, el hecho de conocer siempre algo sobre el prjimo, sin conocerlo con exactitud, no deja de afectar notablemente los modos de vida cotidianos. Contraria- mente a una concepcin de la ciudad formada por individuos libres que mantienen esencialmente relaciones racionales -bstenos, a es- te respecto, recordar el adagio conocido segn el cual el ambiente de la ciudad nos hace libres: Stadduft macht m-, parecera que las me- galpolis contemporneas suscitan una multiplicidad de pequeos enclaves fundados en la interdependencia absoluta. La autonoma (individualismo) del burguesismo est siendo remplazada por la he- teronoma del tribalismo. Dmosle a ste el nombre que queramos: barrios, vecindarios, grupos de intereses diversos, redes, estamos asis- tiendo al retorno de una implicacin afectiva y pasional, cuyo aspec- to estructuralmente ambiguo y ambivalente es de sobra conocido. Como ya he dicho, aqu describo una "forma" matricial. En efec- to, esta tendencia afectual es un aura que nos empapa, pero que pue- de expresarse de manera puntual y efmera. Tambin esto forma par- te de su aspecto cruet. Yno es contradictorio, como dice Hannerz, ver materializarse "contactos breves y rpdos".'? Segn los intereses del momento, y segn los gustos y lasocasiones, la implicacin pasio- nal va a conducir hacia tal o cual grupo, o tal o cua actividad. Llam 10 Cf. U. Hannerz, ap. cil.., p. 22; sobre las "aldeas urbanas", d. H. Oans, v" urlHm vi/lagrr3, Nueva York, Free Presa, 1962. Sobre la atraccin, d. P.Tacussel, L'allmclm_ cWle, Par, Klincbieck, 1984. EL TlEMPQ DE LAS TRIBUS DE LA PROX!MICA 225 a es-to "unicidad" de.a comundad, o una especie de unin puntea- da, 10 cual, naturalmente, induce .la adhesin y la discrepancia, la atraccin y la repulsin, ,y, por ende. no est libre de todo tipo de des- garramientos y conflictos. Estamos aqu, sin duda, y es.toes una. terstca de las ciudades contemporneas, en presencia de la dalct- ca masa-tribus, en la qUt; la masa sera el polo englobante y la tribu el de la cristalizacin, particular. Toda la vida social se organiza alrede- dor de estos dos polos en un movimiento sin fin; movimiento ms o menos rpido, ms O; menos intenso, y ms o menos "estresante" se- gn los lugares y las personas. En cierta manera, la del inducida por este movimiento sin fin permite reconciliar la esratrca (espactos.estrucruras) y Ia dinmica (historias, discontinuidades), que, por lo general, se consideran antinmicas. Junto a conjuntos c- vilizatorios, que vana serms bien "reaccionarios", es decir, privile- giadores delpasado, la tradicin y la inscripcin espacial, yjunto a otros conjuntos progresistas, que van a hacer particular hincapi en el futuro, el progreso y el avance hacia el porvenir, podemos imagi- nar agregacionessociales que alen "contradictoriamente" estas dos perspectivas yhagan deja "conquista del presente" su valor esencial. La dialctica masa-tribu puede servir entonces para expresar esta competencia (cumfeteTe).1l . . . una temtica que, desde G. Durand y E. Morn, no dejaya indiferentes a los intelectuales, habra que reconocer que hay un.proceso sin Finque va de la culturalizacin de la naturaleza a la narurallzacin de lacultura.Jo que conduce a entender al sujeto en su a la vez natural y social. En este sentido, es menester estar atentos a los que se estn operando en nuestras sociedades. El modelo puramenteracional y progresista de Occidente, que sabe- mos, conoci la muudializacin, se halla en vas de saturacin, y es- tarnos asistiendo a Imerpenetraciones de culturas que no pueden dejar de.recordamos el tercer trmino (contradctoral) al que aca- bamos de hacer referencia. Junto a unaoccidentalizacin que, desde II Sobre este tema y sus categorias esenciales. remito a mi libro M. Maffesoli, lA am- qt.uivdu pri'lrnl, Paris (1979), IJnR, 1998. Empleo aqu el trmino dialctico en el senti- do simple (aristotlico) del tnnino: un pennanenle de un polo a otro; com- parable cn'la accin-retroaccin" O con 'l;i rizo "moriniano": cr., a este respecto, E. Motin, l.a mil1wik, t. 3, IA.COtImlissanu de la ronnlJissa1U>', Parfs, Seuil. 1986. Finales del siglo XIX, fue galopante, seobsetvan'numerosos indicios que remiten a lo que se podra denomnarna "orentalzacn" del mundo, sta se expresa en modos de vida especficos, nuevas'coetum- bres indumentarias, sin olvidar las nuevas'acttudes respecto a la ocu- pacin del espacio y el cuidado del cuerpo'. Sobre'este ltimo punto, en concreto, cabe advertir el desarrollo 'yla multiplicidad de las "me- dicinas paralelas" y diversas terapias de' grupo. Varias investigaciones en curso demuestran, de hecho, que, lejos de ser marginales estas prcticas, bajo formas diversas se capilarizan en el conjunto del cuer- po social. Naturalmente, esto corre a la par conla introduccin'de ideologas sincretlstas que, al atenuar la clsica dicotoma cuerpo/al- ma elaboran de manera subrepticia un nuevo espritu del tiempo, al que el socilogo no puede mostrarse indiferente. COmo ha demos- trado Baltruealte a propsito de la egiptomaila,' esta intrusin de 'la "extraeza" se da de manera puntual; con todo', se dira que el pro- ceso que sta contiene ya no est reservado a una lite y que sobre 10- do secreta esas pequeas tribus que, mediante concatenaciones y en- trecruzamlentos diversos, hacen acto y efecto de cultura.P . .. Ahora bien, la caracterstica esencial de los indicios a que acaba- mos de referimos es la de constituir una nueva configuracin de la relacin espacio-tiempo. Reutilizando lasnociones propuestas desde el principio, se hace hincapi en lo prximo y en lo afectual.: en lo que une a un lugar, que es vivido con los dems. A modo de ilustra- cin heurstica, me referir aqu a A Berque, quien declara que "no es imposible que ciertos aspectos actuales de la: cultura occidental coincidan con ciertos aspectos tradicionales de la culturajaponesa".I!I Ahora bien, si seguimos con atencin su anlisis en este punto, obser- varemos que los puntos fuertes de esta coincidencia refieren a' la acentuacin de lo global, de la naturaleza, de la relacin con el en- torno, cosas todas que inducen un comportamiento de tipo comuni- tario: "La relacin naturaleza/cultura. y la relacin sujeto/prjimo, estn ligados indisolublemente a la percepcin del espado" (p. 64). l'l Attulo de ejemplo, se puede sealar, en el marco del (&Q, Pars V, la tesis de E. 'Ieiasier sobre la asttologa; . asimismo el libro S.Joubert, La misonfJolJthiisk, Pari" L'Harmattan, 1991. Se puede Iambin hacer referencia a laobra de]. ljumazedier, ejemplo La rioolutitm du terrtps Kliencb:ied. 1988. , . _. . ,. ' IS A- Berque, Vivno I'espna auJaf1un, Pas, PUf, 1982, p. 34; o. anlms de pp. 31-89. EL TIEMPO DE LAS TRIBUS menos posible del propio medio. que aqu conviene en- tender en-su sentido ms amplio. remite strU:tissimo sensua una visin simblica de la existencia. en la que estarn privilegiadas las "percep- ciones inmediatas y las referencias prximas" (p. 64). La unin de lo espacial, lo global y lo "intuitivo-emocional" (captulo 1, El aura est- tica) se inscribe por completo en la tradicin, olvidada, renegada yvi- tuperada, del holismo sociolgico. La de una solidaridad orgnica, la del estar-juntos fundador, que puede no haber existido pero que no por ello deja de ser el fundamento nostlgico, de manera directa o a contrario, de tantos anlisis nuestros. La temtica de la Einfhlung (em- paria), que nos viene del romanticismo alemn. es la que mejor ex- presa esta pista de nsesngacon.'! Por paradjico que pueda parecer. el ejemplojapons podra ser una expresin especfica de este hollsmo, de esta correspondencia mstica que conforta lo social como muthos. En efecto, ya sea en la empresa, en la vda.ccdana, durante el esparcimiento, pocas cosas parecen escaprsele. Resulta que la amalgama contradictorial que esto induce no carece de consecuencias en la actualidad, y ello a cualquier nivel que lo contemplemos: poltico, econmico, indus-- trial; lo que no deja tampoco de ejercer una cierta fascinacin sobre nuestros contemporneos. Hay que hablar. como Berque, de un "paradigma nipn"> (p. 203). Es posible; sobre todo. si el trmlno pa- radigma. contrariamente al.de modelo, se refiere a una estructura flexible y perfectible.. Lo que en todo caso es cierto, es que este pa- radigma da perfecta cuenta de la dialctica masa-tribu que nos ocu- pa principalmente aqu, de este movimiento sin fin y algo indefini- do. de esta "forma" sin -centro ni periferia. cosas todas compuestas de elementos que, segn las situaciones y las experiencias en curso, se ajustan en figuras cambiantes segn algunos arquetipos preesta- blecidos. Este hervidero. este caldo de cultivo tiene motivos para za- randear nuestras razones individualistas e individualizantes. Pero. al fin y al cabo. es esto realmente nuevo? Otras civilizaciones se cimen- 14Recuerdo que he propuesto invertir los conceplOiS durkheimianos de "solidari- dad orgnica" y de "solidaridad mecnica", M. Meffesoli, La violena loIa1itoir, Pars, (1979).008. 1999; sobre l'EinfhJltng, remito a mi libro La (.(IIIooinona ordinaiR, Pars, Klincksieck, 1985. Sobre la nostalgia de la comunidad entre [os padres fundadores. d. R. Nisbet, La troJil(m..wriologiqtUJ, Pars, PUF, 1982. DE LA PRoxfMICA taron sobre losjuegos rituales de personas desindividualizadas, sobre papeles vividos colectivamente, lo que no ha dejado de producir ar- quitectnicas sociales slidas y "relevantes". No lo olvidemos, la con- fusin efectual del mito dionisaco ha producido hechos civilizacio- nales de importancia; es posible que nuestras megalpolis sirvan de marco para su renacimiento. C.ENIl!S toa En mltiples ocasiones he intentado Indcar-que la acentuacin de lo cotidiano no era un encogimiento narcisista. una timidez individua- lista, sino ms bien un recentrarse en algo prximo. una manera de vivir en el presente, y colectivamente. la angustia del tiempo que transcurre. De ah el ambiente trgico (contrato dramtico que, por su parte, es progresista) que caracteriza a estas pocas. Es asimismo interesante notar que stas privilegian lo espacial y sus distintas mo- dulaciones territoriales. En fonoa lapidaria. podemos as pues afir- mar que el espacio es tiempo concentrado. La historia se escorza en historias vividas al da. Un historiador de la medicina establece a este respecto. un nota- ble paralelismo entre el "calor innato hipocrtico" y el fuego del al- tar domstico indoeuropeo. Ambos se experimentan; a sujuicio. "co- mo fuentes de calor de un gnero particular. Ambos se sitan en puntos centrales y disimulados: el altar antiguo dedicado al culto fa- miliar, en medio de la casa e invisible desde el exterior, y lo caliente innato que procede de la regin del corazn, escondida en lo ms profundo del cuerpo humano. Yambos simbolizan la fuerza protec- tora... "t& Esto concuerda con mi hiptesis acerca de la centralidad subterrnea, que caracterizara a la socaldad. De ah la importancia del "genio del lugar"; ese sentimiento colectivo quemo}dea un espa- cio. el cual retroacta en el sentimiento en cuestin. Este nos hace considerar el hecho de que toda forma social se inscribe en un surco trazado por los siglos, del que es tributaria, y que las maneras de ser que la constituyen no pueden entenderse ms que en funcin de es- 15 C. Lkhtenthaejer, J!isloTt tk la mMeriru. Pars. Fayard. 1978, p. 100. 128 EL TIEMPO DE lAS TRIBUS DI': LA PRoxfMICA te sustrato. En.resumen, se trata de. toda la temtica delhabitus tomts- la o del exis aristotlico. NOI encontramos aqu ante un hilo conductor muy antiguo. El cul- to a Aglaum, que simboliza.a la dudad de Atenas, o tambin los dio- ses lares de las familias romanas, son buenos testimonios de ello. E. Renan ironiza sobre lo que l denomina "infantilismos municipales", los cuales no pennitiran acceder a la religin universal.Jf Irona un tanto abusiva al ser cultural. Esta "municipalizacin" tena efectiva- mente una funcin de "religacin", es decir, eso que hace de un con- junto indefinido un sistema armnico en el que todos los elementos, de manera contradctorial, se ajustan y confortan al todo. Es as co- mo, al erigir altares a.la gloria de Augusto, los romanos integraban las ciudades conquistadas a esa nebulosa a la vez slida y flexible que era ~ imperio romano. En este sentido, la religin civil tiene stricto sensu una funcin simblica. Expresa, a la perfeccin una transcen- dencia inmanente que, a la vez que supera la atomizacin individual, no debe su carcter. general ms que .a los elementos que la compo- nen.- As, "el altar domstico", ya sea que se trate del de la familia o, por contaminacin, del de la ciudad, es el smbolo del cimiento so- cietal. Hogar en el que el espado y el tiempo de una comunidad se prestan a interpretacin; hogar que legitimiza constantemente el hecho de estar-juntos. Cada momento fundador tiene necesidad de di- cho lugar: ya sea en, forma de anamnesis, como durante los distintos momentos festivos, .ya sea por medio de la esclsiparidad, cuando el colono.o el aventurero acarrean un poco de tierra natal para que sir- va de fundamento a la que va a ser una nueva ciudad. Como se sabe. el cristianismo naciente se inscribe en este localis- mo. Es inclusive alrededor de tales lugares colectivos donde se afian- za.Basra referirse-a los trabajos de P. Brown para convencerse de ello. Este autor habla incluso de "culto de santos municipales". Es alrede- dor de un topos, lugar en el que ensea y en el que est enterrado un hombre santo, donde una.dctermnada iglesia se funda.se construye 16 cr. K.Renan, Lo o r m ~ en (Eu"rt! rompIPks, Pars, Calmann-Lvy, p. 230. Cf. tam- bien,Gibbon, 1Ii.lwi,.,. du ddin el de la chute de l'nnfrirt romai7l. Pars, 198!!, p. 51: "Augus- to [... J permite a algunas capitales de provincia que se le erijan templos; no obstante, exigi que se celebrara el culto de Romajunto con el del soberano", y en la p. 58: "va- ras perronas colocaban la imagen de MarcoAurelio entre las de sus dioses domsticos". y se difunde. Luego, poco a poco, estos toptse unen unos a otros me- diante los vnculos flexibles de los que hablamos. Antes de ser la or- ganizacin imponente que conocemos, la Iglesia es, en sus inicios, la alianza voluntaria. por no decir incluso federativa, de entidades au- tnomas que tienen sus tradiciones, sus maneras de ser religiosas ya veces hasta sus ideologas (teologas) especficas. "Las asociaciones lo- cales permanecan muy fuertes", o incluso, cualquiera de estos ropos suscitaba un "patriotismo local intenso"; es en tales tnninoscomo describe Brown el auge del cristianismo alrededor de la cuenca me- dterrnea.t? Segn l, fue la existencia de estos ropoien donde se im- plicaban los sentimientos colectivos yla adhesin de cada comunidad a "su" santo, lo que le permiti a la Iglesia implantarse y fundar.civ- Iizacin. Esta tradicin localista tendr un desarrollo slido y durade- ro que nunca llegar a ser completamente aniquilado por la tenden- cia centralizadora de la Iglesia institucional. Por dar unos cuanlOS ejemplos, podemos recordar que, ulterior- mente, sern los monasterios los que desempeen este papel de pun- to de referencia. Yello principalmente debido a que eran conserva- torios de reliquias. Duby dice a este respecto que el santo "tena all su residencia de manera corporal por medio de los vestigios de su existencia terrenal't.t" Es principalmente gracias a esto que los mo- nasterios se van a convertir en remansos de paz, que, por una parte, van a extender esta funcin de conservacin a las artes liberales, a la agricultura. a la tcnica. y, por la otra, van a hacer proliferar y consti- tuir una ceida red de casas que sern como muchos, centros de res- plandor que con el tiempo llegarn a ser el Occidente cristiano. Hay motivos para reflexionar sobre algo que es ms que una simple me- tfora: conservacin del santo/conservacin de la vida: el arraiga- miento (ms o menos mtico, por cierto) de un santo que se convier- te en foco de atencin, en el sentido amplio del trmino, de una. historia en devenir. Para hacer un juego de palabras, podemos decir. que el lugar se omuerte en lazo. ~ Esto nos recuerda que nos hallamos 17Cf. P. Brown, La sociifiel/e sam dtms litnlU!liJilanliT1t, Pars, Seuil, 1983, pp. 214- 217; cf. tambin Le cuiIetks sainls, Pars, Cerf 1984, captulo 1, "Lo $ilgradoy la tum- ba". er. tambin O. Jeffrey. Jouissana du $Ot, Pars, Armand Colin, 1998. IS G. Duby, lA IDnpstks calhdTa4lc(I'artet la socit), 980-1420. Pars, Gallimard. Le/. devienllinl [T.l. 230 EL TlEMPQ DE LAS TRIBUS DE LA PkoxbuCA 231 quizs en presencia.de una estructura antropolgica que hace que la agregacin alrededor de un espado sea un dato de base de toda for- ma de socialidad. Espacio y socialidad. En todo caso, en el marco de las hiptesis reflexivas que propon- go aqu, esta relacin es la.caracterfstca esencial de la religin popu- lar. Este trmno estremece a ms de uno, si se considera sobre todo que el clrgo, el q\le sabe. siempre renuente a no adoptar una visin dominante yana abstraerse de 10 que pretende describir. Y, sin em- bargo, este trmino de religin popular es adecuado; adems, es ca- si.una tautologa Q'4e connota, para nuestro caso, lo que es del orden de la proxmlca.Anres de ser una teologa, e incluso una moral pre- csa.Ja religin es ms que nada un lugar. "Se tiene una religin co- mo se.tcne un nombre, una parroquia, una famla."" Esto es una realidad, al igual u ~ eso que me hace elemento de una naturaleza de la que yo me siento parte integrante. Descubrimos aqu la nocin de holismo: la. religin, que se define a partir de un espacio, es una ar- gamasaque se agrega a un conjunto ordenado, a la vez social y natu- ral. Se trata.de una constante notable que es estructuralmente signi- ficante. En efecto, el culto a los santos en la religin popular puede ser til para apreciar contemporneamente la eficacia social de un determinado guro, de un taljugador de futbol, de una vedeue local, o incluso de un personaje notable carismtico. La lista al respecto se- ra interminable. Ahora bien. si hemos de creer a los especialistas, lo que va a caracterzar a las prcticas religiosas populares: piedad. pe- regrinajes, cultos a los santos, es su carcter local, su arraigo cotidia- no y.su expresin del sentimiento colectivo. Todas estas cosas son del orden de la proximidad. La institucin puede recuperar, regular yad- ministrar el culto local de tal o cual santo, y ello con mayor o menor xito. pero esto no quiere.decir que no haya existido primeramente espontaneidad, que hay que entender como algo que surge y que ex- presa un vitalismo propio. Esta religin viva, natural, la podemos resumir con una frase de D. Herveu-Lger; que ve en ella la expresin de relaciones "clidas. fundadas en la proximidad, el contacto y la solidaridad de una comu- nidad local".20 Imposible describir mejor lo que une religin yespaclo ~ E. Poulat, i:gw.e amt" bou'8""iW. Pars, Caoiterman, 1977, p. 112. so D. HervieuUger, V.m- 1m 1Wltvf'a11 chri.ditlni.sme, Pars, Cerf. 1986, p. 109; cf., asi- como doble polaridad fundadora de un conjunto dado. Laproxm- dad fsica, la realidad cotidiana tienen tanta importancia como el dog- ma que la religin supuestamente debe conducir. De hecho, aqupre- valece el que contiene sobre el contenido. Esta "religin del suelo" es sumamente pertinente para apreciar la multiplicacin de las "aldeas urbanas", las relaciones de vecindad y la reactualzacn del barrio, cosas todas que acentan la intersubjetividad. la afinidad, el-sent- miento compartido. A este respecto, he hablado anteriormente de una trascendencia inmanente; ahora podramos decir que la religin popular integra "lo divino al horizonte mental cotidiano del hom- bre".21lo que no deja de abrir vastas pistas de investigacin. Pero, ms que nada, estas observaciones acentan la constante tenitorial de la dimensin religiosa. El suelo es lo que da nacimiento, lo que permi- te el crecimiento, el lugar donde mueren todas las agregaciones so- ciales y sus sublimaciones simblicas. Todo esto puede parecer muy mstico, pero se trata, como ha de- mostrado atinadamente Ernst goch, de una espiritualidad materialis- ta, que yoagregara de bien arraigada; o mejor aun. de la mezcla inex- tricable de un imaginario colectivo y de su soporte espacial. Nada de preeminencias pues. sino una reversibilidad constante, un juego de acciones-retroacciones entre las dos polaridades de la existencia. Acu- diendo a una imagen, digamos que la vida social es la corriente que, en un proceso sin fin, pasa entre estos dos lmites indicados. Ms en concreto, qu quiere decir esto, sino que es la relacin del sentimien- to colectivo y del espacio, la expresin de una arquitectnica armonio- sa, donde. para retomar la imagen del salmista, "todo conjunto forma cuerpo"? . Sin poder extendernos ms en el tema, por falta de competencia. vamos a aludir aqu al candombl brasleo." menos por sus repte- mismo, pp. 107 Y123, donde se hallarn referencias a los trabajos de H. Hubert, R. Hertz YS. BonneL. . 21 er. M. Meslin, "u phnomene religeux populaireft, w rrligions popuIairls, UDI- versidad Laval, Quebee, 1972, p. 5. 2\! er.. por ejemplo, los estudios de R. Molla, (Reeife). "Estudo do xango", llnJista de antropologa. sao Pauto, 1982. Costa_Lima (Salvador de Baha), A famili4 de Millo nos cunbombtis jefr. Nagmda &- hW,' un LdwW de ",lafoes itltrtJifrUPtJis Salvador, UFBA, 1977. M. Sodrr (Ro de janeiro), Samba, t:lduno dotmpo.Ro, Codeen, 1979. EL TIEMPO PE LAS TIUBUS Uf: LA PROXMICA 233 sentacones sincrestasque por su organizacon territorial. En.efec- te la armona simblica es asombrosa.en interior de un termro. El ordenamiento de las casas! lugares de.culto y de educacin, el papel quejuega n:aturaleza, ya sea conmayscula, como es el caso de los grandes terreiros,o en modelo reducido corno se puede ver en una so- la todo ello muestra claramente la estrecha amalgama y el holsmo de los diversos elementos sociales. Ms an, evidentemen- para aquellos que ah, as corno para aquellos que. no masque de manera ocasional, el (erreiroes lugar de de, tal o cual terreiro. Es interesante observar que la simblica mdUCI- da por este se difracta despus, en men?r, en el con- junto de la vida social. El paroxismo cultual, bajo sus diversas sones, incluso cuando no es reivindicado como tal, no deja de a una multiplicidad de prcticas y de creencias cotidianas, y ello de manera transversal: en todas las ciudades y en todos los arra- bales del pas. Este proceso merece atencin, ya que en un pas potencialidades tecnolgicas e industriales son actualmente das por todos, esta perspectiva "holsuca" debida al candomble mucho de debilitarse. Luego entonces, hablando Como Pareto, este representa. un "residuo" esencial (quintaesencial) a toda compren- sin social. En todo caso, se trata aqu de una modulacin especfica de la relacin espacio-socialidad, arragamento tradicional-perspec- tiva posmoderna, en suma, de una lgica contradictorial de la estti- ca y de la dinmica que, para lo que nos interesa, llega a articularse armoniosamente. . . Ahora bien, volviendo a la espiritualidad materialista a la que me he referido antes, qu es lo que nos ensea esta lgica? Principal- mente, el espacioasegura a la socialidad una sensacin de segu- ridad necesaria. Ya se sabe que la cerca acota pero tambin da vida. Toda la sociologa "formista" puede resumirse en esta proposcon.P Al igual que los rituales de anamness, el puado de tierra de que he hablado as como el concentrado csmico que son e1tenFiro, el altar domstico romano ojapons, la estabilidad del espacio es un punto de referencia. un punto de anclaje para el grupo. Esta estabilidad per- 23Me he explkado al respecto. M. MaKesoli, /4 . op. cit., 1985. Sobre Pareto. ef. B. Valade, Pareln, /o. nais.<4nad "'"al"".<lJ(iQ1agie. Parfs, PUf, 1990, yT. Blin. Pars, L'Harmauan, 1996. mite cierto perduraren mdodel hervidero y de la efervescenca'de una vida en perpetuo recomienzo. LOque dice Halbwachs de'la vi- vienda familiar: "imagen apaciguadora de su continuidad'Tlo podra- mos aplicar a nuestras tribus contemporneas. Adhirindose su lu- gar, un grupo transforma (dinmica) y se adapta (esttica). Es en este sentido que el espacio es un dato social que me hace y que se hace. Todos los rituales individuales o colectivos, cuya importancia se est empezando ahora a reconocer, son causa o efecto de dicha perma- nenca. Se trata verdaderamente de una "sociedad silenciosa",' de una "potencia del medio material" (Halbwachsj.w que es necesaral equilibrio existencial tanto de cada uno de nosotros como del grupo en su totalidad. Ya sea el mobiliario familiar o l "mobiliario" urba- no, ya sea aquello que limita mi intimidad o la arqtectura que sir- ve de marco (muros, casas, calles, conocidos y familiares), todo for- ma parte de una proxmica fundadora acenta la primaca marco espacial. Todo esto a la vez da sensacin de segundad ypemu- te la resistencia; en el sentido simple del trmino, lo que permite per- durar, lo que permite no ceder a las distintas mposieones y sociales. Eso es la comunidad de destino. En el del lugar" no es una entidad abstracta, es tambin un so que trabaja continuamente el cuerpo social y permne la esrabili- dad del conjunto ms aUy por mediode la multiplicidad de las vara- clones de detalles. Estamos aqu ante una dialctica a la que, Se nido prestando muy poca atencin, dado el gran pronto que ecsna por destacar y acentuar el aspet:to evolutivo de la y aplicando aqu una distincin desarrollada por W'.Womnger, SI hay momentos en los que la produccin social, es decir; el acomodo al mundo, es esencialmente "abstractva" {mecnica, racional, nstru- mental), tambin hay otros en los que remite a la Einfhlung nca, imaginaria, afectual). Como ya he indicado anteriormente, exis- ten pocas donde, segn ponderaciones diferenciadas, estas dos perspectivas conjuntamente. Tal es el caso de la arquitectu- ra de las ciudades, que conviene entender aqu en el sentido simple del trmino: ajuste a un espacio dado, as, esta arquitectura puede 24Cf. las extraordinarias pginas que M. dedica a la memoria colectiva del espacio. LA 1JImoi,.. Pars, PUf, 1968, pp. 1&1-158. EL TIEMPO DE LAS TRIBUS DE LA PROXtMlCA 235 ser a la vez la aplicacin de un desarrollo tecnolgico preciso y en el mismo movimiento, la expresin de un estar-juntos sensible. La pr- mera.remitirfa a la dinmica, y la.segunda privilegiara la esttica so- cial. Es esta ltima la que nos interesa. De ella ha salido lo que he- mos llamado la preocupacin del sentimiento de seguridad. En una investigacin, que inauguraba su reflexin sobre la (las) ciudad(es), A. Medam hablaba incluso a este respecto "de las necesidades ances-- trales de proteccin", las cuales relaciona, por cierto, con el mag- nario colectivo y la vida cotdana" El abrigo, el refugio como reali- dad subterrnea, ' pero no menos soberana, son de toda vida en sociedad. La potenca.de la socialidad respondera, sin oponerse for- zosamente, al poderde la estuctura econmico-social. Si desdeamos esta tensin paradjica, corremos el riesgo de olvidar que, aliado de la abstracta responsabilidad poltica que ha prevalecido terica y prcticamente desde el siglo XIX, existe una responsabilidad mucho ms concreta, que es. aquella del espacio vivido y del territorio co- mn. Por supuesto, mientras que la primera es por naturaleza ma- croscpca.Ja segunda, es cosa de pocos, al ser fruto de una experien- cia compartida.. Es .esto lo que he propuesto llamar una estuca existencial. Dicha perspectiva-se presta mal a las ideologas individualistas o a la temtica de la liberacin, provenientes de la filosofa de las Luces. Para retomar un anlisis de C. Bougl, el "sentimiento de las respon- sabilidades comunes;' respecto del suelo, y la solidaridad que ello in- duce, no concuerdan con las "iniciativas independientes de los indi- viduos". Se trata de una reflexin sobre el rgimen de las castas, pero esta valoracin de la proxmica en las "aldeas-conjuntadas" puede ser esclarecedora para el resurgimiento tribal. Lo propio cabe decir con relacin a la famosa obscina del preeocialsmo ruso. Al igual que en re- lacin con las castas y a su interdependencia, esta comuna campesi- na estaba -ligada a una estructura feudal y, como tal, en el marco de la racionalizacin del mundo, mereca ser destruida; pero "desde el punto de vista de los campesinos", estaba rebosante de ideales de so- ~ Cf. A. Medam, l1. "ilb ren."'>!', PaTis,Anthmpo-s, 1971, p, 103. Sobre ladistindn de W. Woninger, c. Abslmrlilm,1 Einjftlllllng, Pars, Kllncksieck, 1978. Sobre la expe- rienda compartida, cf. M. Maffesoli, Au tmlX,(es ,pparNIaJ (1990), Le vre de Poche, 1995. lidaridad que merecan atencin; cosa' que los populistas y los anar- quistas no dejaron de hacer.26- Tanto en uno como en otro caso, la servidumbre, o una estructu- ra social alienante, es afrontada de manera colectiva. Yesta comuni- dad de destino se funda en la responsabilidad comn, por simblica que pueda ser, de un territorio. Se puede emitir la hiptesis de que la dependencia y la servldad pueden ser completamente secunda- rias, siempre y cuando estn relativizadas, o repartidas, enel marco de un vnculo afectual. Me parece estar oyendo los gritos en el cielo por las "bellas almas", denunciando. en el mejor de los casos, elana- cronsmo, y en el peor el aspecto reaccionario de dicha hiptesis. Pe- ro no importa, yaque, por poco que apreciemos-de manera serena y desilusionada numerosas estructuraconee sociales, nos damos cuen- ta de que, ms all de las pretensiones de una autonoma abstracta, todas encierran una fuerte carga de heteronoma con la cual hay que negociar. Esta negociacin puede desembocar en un enfrentamien- to poltico (dominante histrica);' puede a veces orientarse hacia la elaboracin de refugios colectivos (dominante espacial). No noe corn- pete aqu decidir qu es lo mejor, sino constatar que esta segunda ac- titud no carece de eficacia propia. Existe, a este respecto, una paradoja que merece atencin, pudien- do en esto detectar. aqu y all, una relacin entre el pueblo judo y la agricultura. Podemos coincidir en el hecho de que dicha relacin no fue una caracterstica dominante en su historia, sin olvidar, por su- puesto, que este hecho es resultado de un pluricausalismo que esca- pa a toda reduccin simplificadora. Lo que es indudable es que, co- mo dice atinadamente F. Raphal, "la relacin de los judos con-la tierra es a la vez ms compleja y ms ambguav.t? En efecto, los judos parecen ser los protagonistas por excelencia de una visin dinmica (histrica) del mundo. Lo cual es en parte cierto. Pero, al mismotiem- po, la dispora, o la extranjeridadjuda, no tiene sentido ms que con relacin al pas de Canan. Existe una tierra que es, en el sentido sim- ple del trmino, "mtica", la cual funda la unin yconforta la comuni- dad, que puede estar dispersada sin que por ello siga siendo orgnica- 26 Sobre estos dos ejemplos histricos, cf. C. Bougl, Essais.lUT h 1igime ikt C l J d ~ I Pa rs, PlJF, 1969, p. 184, YF. Venturi, op. dL, 1972. 'tf F. Rapbal, judaisme tt mpitalisme,Pans, PUF, 1982. p. 2QI. EL TIEMPO DE LAS TKIBUS mente solidaria, y ello a partir de un proceso de constante anamne- sis territorial. Este apego a un lugar-fue, suictosensu; un erhos que ase- guro el perdurar de la comunidad por medio de l.:u mltiples vicisi- tudes, yalgunas muy graves. como todos sabemos. Esta es la paradoja: al puntuar un largo desarrollo histrico, la tierra "mtica" se va a di- fractar en una diversidad de territorios, que podrn ser efmeros, fr- giles y estar siempre -amenazados, pero que no por ello dejarn de constituir.refugios siempre y nuevamente renacientes, en donde las diferentes comunidades judas van a confortarse. A este respecta" el gueto es casi un arquetipo de esto que intenta- mos describir. Louis Wirth, en su libro ahora ya clsico, muestra da- ramentecmo tanto en Europa como en Estados Unidos. el gueto ofreca este espacio de seguridad, este "redil familiar", que, a la vez que recordaba: losorfgenes, tena una funcin de recreacin. As, contrariamente al formalismo que rige sus relaciones con el mundo de los gentiles, eljudo halla en el gueto una lengua, rituales cotidia- nos, crculos de amistad, en suma, la familiaridad que hace que la vi- da resulte tolerable..EI anlisis insiste tambin en la estructura de los "pequeos grupos" que prevalece en el interior del gueto, as como en el ambiente "emocional" que resulta de ello. 28 Utilizando la ima- gen de la mueca, rusa, el gueto se inserta en el gran conjunto que es la.ciudad.sirviendo l mismo de englobante de una multiplicidad de subgrupos, que se congregan en funcin de sus lugares de origen. de sus preferencias doctrinales ycultuales como otras tantas tribus que se repartiesen un territorio comn. Lo que este ejemplo nos ensea es la conjuncin entre, por una parte, la inscripcin espacial y. por la otra. la argamasa emocional. Es en este sentido que el gueto puede permitir esclarecer numerosos reagrupamientos contemporneos, que se definen a la vez a partir de un territorio y a partir de _un compartir afectual, sea cual fuere, en concreto, el tenitorio en cuestin o el contenido de la afeccin: in- tereses culturales. gustos sexuales, preocupaciones indumentarias, representaciones religiosas, motivaciones intelectuales y compromi- sos polticos. Se podran multiplicar a placer los factores de agrega- cin, pero lo cierto es que se pueden circunscribir a partir de esos dos polos que son el espacio y el smbolo (compartir, forma especfica de 21! Cf. L. Wirth, 1.." gllt'-#o. Pars,Champ Urbain, 1980. DE LA PROXf.MJ:CA solidaridad, etctera). Es esto lo que mejor caracteriza la intensa.ac- tividad comunicacional que, de mltiples maneras, sirve de mantillo a eso que he llamado el neotribalismo. Precisemos que este hecho no pas inadvertido a Durkheim, el cual, en su reflexin sobre los "gru- pos secundarios", haba observado atinarlamente a la vez la "base te- rritorial" y la "vecindad mareralr.w Esta atencin a la proxmca en el momento en el que la "divisin del trabajo social" estaba entado su apogeo merece especial consideracin. Muestra que toda sociedad descansa en una especie de contrato entre los vivos, los muertos y-los que van a venir. Quiero decir con esto que la existencia social slo es posible en un detenninado lugar porque existe un aura especfica-en la que, volensnolens, participamos nosotros. El territorio sera la cris- talizacin especfica de tal aura. La vida de barrio, con sus pequeos rituales, puede analizarse a partir de este extrao fdum. Es eso que, en trminos apenas menos metafricos. Durkhem llama el holismo. Toda la fuerza de lo cotidiano. incluso cuando inadvertida, des- cansa en este filum. La socialidad, o la proxmica, se constituye as a partir de una constante sedimentacin que deja huella, que crea "te- rritorio". El extranjero, el errante, se integra o rechazaesta sedimen- tacin; puede incluso crear otra (vase el policulturalismo), pero es- t obligado a deteOllillarse en relacin con ella. Acudiendo a una imagen yo tomar prestado un aforismo de Ebner-Eschenbach: "La ambrosa de los siglos pasados es el pan cotidiano de los tiempos ve- nideros" (DieAmbrosie derJrheren]ahrhunderteist das tiigliche Brot der spiiteren). La trada temporal est aqu resumida, y el aforismo da ca- bal cuenta de la espiritualidad materialista que, de manera no cons- ciente, o sin ser espectacular, informa con profundidad la vida co- mn y corriente y las experiencias colectivas. Como he dicho en repetidas ocasiones, esto traduce de manera contradictoria el arrai- gamiento dinmico caracterstico de toda sociedad. La inscripcin espacial y su connotacin simblica o mstica que acabo de destacar, enlazan directamente con la tradicin orgistico- dionisiaca que, segn ciertos socilogos (M. Weber, K. Mannheim, M. Scheler), es una constante social (no olvidemos que Dionisia es una divinidad "arbustiva", arraigada). Ahora bien, lo propio de esta tradi- cin es descansar en el "x-tasis" y salida de s. M. Scheler establece l!'I . Durkheim, DeIn diuision du tmvail social, Pars, Alean, 1926, p. XXXIII. EL TIEMPO DE LAS TIlIBUS un. paralelismo entre.este.proceso y.el de identificacin. Yome iden- tifico con un determinado lugar, ttem o piedra porque me integran enel lnaje de los ancestros. -Tambin habla, a este respecto, de "pie- dras humanas". Por supuesto esta identificacin es emocional y colec- tiva, que provoca una 'fusnatecuva simblica".30 Se trata asimismo de Wla temtica actualmente bien conocida, y el mismo trmino de "dionsracc" (rejcomenza, en detrimento de los amargados de la teo- ra. afcrmar parte de numerosos anlisis sociolgicos. Por el contra- 00,10 que Importa acentuar es su aspecto ectoniano, sus expresiones que remiten a lo que estterritorializado, materializado o encarna- do, en el sentido amplio de esta palabra. Habra que ver tambin si latemtica de la reencarnacin, la resurreccin y la metempsicosis, al postular la perdurabilidad y.al asegurar la estabilidad de unfilum, no es comparable oon procedimientos de identificacin con fuertes consonancias.espaciales. En todo caso,' estas puestas en perspectiva mtico-antropolgicas.no deberan dejar de ilustrar las mltiples for- mas de eercescencia extatca contemporneas (musicales, sexuales, consumidoras, deportivas, etctera) que, de manera ms o menos du- radera, 'forman.cuerpo", delimitan un territorio, en definitiva. rein- vierten esos valores arcaicos y. primitivos de proxmica que el racio- nalismo, con demasiada facilidad, haba credo aniquilar. Resumiendo-los ejemplos y acotaciones dadas, se puede decir que existe-una estrecha relacin entre el territorio y la memoria colectiva, lo cual ha hecho deer a M. Halbwachs que, en lo que se refiere a sus ciudades. casas o. apartamentos, los grupos "dibujan en cierto modo su forma sobre el suelo y hallan sus recuerdos colectivos en el marco espacial as definido")H Es sta una expresin fuerte que hace aicos la barrera demasiado estricta entre la historia social y su inscripcin en un lugar- determinado. Adems, no deja de ilustrar precisamente eso que yo pretendo resaltar aqu: la revalorizacin del espacio es co- rrelativa a la de los conjuntos ms restringidos (grupos, "tribus"). La proxmtca simblica y espacial privilegia el prurito de dejar su hue- lla, es decir, de atestiguar la propia perennidad. sta es la verdadera soCf. M. Schder, NaLlIrt! do jrmIIU dt la sympalhie, Pars, Payot, 1928, p. 36 (d. tam- bin p, 37, nola 1), sobre lo orgistico-dionisiaco, d. K. Mannhdm, ldinlngU el Pars, Riviere, 1956, p. 158, YM. Weber. &onom' fj ,5IXiit;, Pars, Plon, 1971. M. Halbwacha, La mhnoirt! rol'cjjve, Pars, PUf, 1968, p. 166. DE LA PIlOXtMCA dimensin esttica de tal o cual inscripcin espacial: servir de memo- ria colectiva, servir a la memoria de la 'colectividad que la ha elabora- do. Por supuesto, posteriormente estas inscripciones pueden ser ob- jeto de anlisis estticos .strU:to.renru y convertirse, de esta manera, en obras de la cultura; pero no hay que olvidar que superah, y con mu- cho. eso que muy a menudo no es ms que una reduccidn abstracta e intelectual. Desde esta perspectiva, la catedral no vale ms' que el de- corado cursi de una manzana de viviendas obreras, los graffitidlas pin- tas urbanas pueden ser comparadas a las pinturas de las grutas prehs- En cada uno de estos casos hay un grupo que se expresa. que delimita su territorio y. as. conforta su existencia; Por ltimo, y aunque no sea posible desarrollarlo con precisin; conviene establecer un paralelismo entre la proxmlca y la importan- cia que (re)toma el imaginario en la vida soclal. Casi convendra, en nuestro caso, establecer una "ley" sociolgica: cada vez que la descon- fianza respecto de la imagen tiende a prevalecer (iconoclasma, mo- novalencia racionalista), se elaboran representaciones tericas y mo- dos de organizacin social que tienen 10 "lfjano" por denominador comn; en tales ocasiones se asiste al dominio de lapoltica, detnea- lismo histrico, cosas esencialmente prospectivas. En cambio. cuan- do la imagen, bajo sus distintas modulaciones. vuelve al escenario; es entonces el localismo que se torna una realidad ineludible. Para tomar slo un ejemplo histrico que puede servir de trampo- ln a nuestro anlisis, cabe recordar que, en el momento en que se constituye la civilizacin cristiana, la conoclasma es la bandera ideo- lgica bajo la cual se alinean los paladines del centralismo. toda vez que el conodulsmo es cosa de aquellos que privilegian la expresin de los sentimientos locales. Por supuesto, existe una racionalizacin terica, teolgica para ser ms precisos, que suele darse a este con- flicto, pero lo esencial consiste en saber qu forma adoptar la orga- nizacin de la sociedad. En este sentido, Peter Brown, al analizar d- cho conflicto, habla incluso de "jacobinismo iconoclasta". Todos los medios son buenos para extirpar los cultos locales, por la sencilla ra- !o Sobre el arte de la plantilla, d. la investigacin de M. Devdle, "Imagnares, po- choirs, tribus, utopies", SoriiIi:s, Pars, Masson, 1986, nm. lO; sobre 1011 graffiIi, pode- mos remir al anlisis dejo Baudrillard, L'khangP la mm1, Pars, G-a1limard, 1976, pp, 118 ss, EL TIEMPO DE LAS TRIBUS DE lA PIlOXtMlCA 241 zn de que.stos entorpecen la actividad del gobierno central. Estos cultos locales se organizan alrededor de un hombre santo yde un ico- no especfico; ahora bien, "uno yotro reciban su consagracin desde abajo". A partir de aqu se caldeaba todo un sistema complejo de in- terrelaciones entre los distintoswpoi que constituan una verdadera sociedad paralela al margen de la organizacin centralizada que se pona en pie. 33 De este proceso cabe retener el papel desempeado por el icono, que legitimaba el contrapoder del hombre santo y ser- va-de cristalizacina la expresin de los sentimientos de los grupos locales. En suma, en la soledad inherente a todo medio urbano, el icono, familiar y prximo. es un punto. de parmetro que se inscribe en lo cotidiano. ste es.el.centro de un orden simblico complejo y con- creto en el que cada quien tiene una funcin que desempear en el marco de una teatralidad global. sta permite as, el reconocimiento de s.por los dems y; por ltimo, el reconocimiento de los dems. Es la fuerza emptica de la imagen que, de manera regular, resurge pa- ra paliar los efectos mortferos de la uniformizacin y de la conmuta- tividad que induce. Naturalmente, conviene apreciar cules pueden ser las modulaciones contemporneas de lo que acabamos de llamar icono. Son diversas, y cada una de ellas exigira un anlisis especfico y profundo. Me.he contentado aqu con destacar su lgica, o incluso su "forma". Pero debera permitir destacar la funcin "magnal" de una multiplicidad de emblemas locales. Como ya he sealado, stos pueden ser tanto notabilidades de cualquier tipo, ya sean animales con los cuales el grupo se identifica, ya sean lugares especficos o pro- duetos del terruo, cada uno de los cuales constituye, por supuesto, un epnimo. , , Se puede aadir que la preez de la imagen emblemtica se acre- cienta con el desarrollo tecnolgico. En efecto, si bien en sus inicios la imagen publicitaria o televisiva era globalmente sospechosa, en par- ticular por ser portadora de un, mensaje ideolgico-nico y alienan- te, nos damos cuenta de que, en relacin con la publicidad, por un lado, sta tiene su origen en algunas figuras arquetpicas y,y por otro lado, en funcin con esto, se dirige a pblicos "que se tienen en la mi- ~ ~ P. Brown, La soritiet h saaidalls lblli'1l1iti /aTdive, Pars, Seuil, 1985, pp- 218, 224 Y226. ra", que aqu llamo tribus, que suscitan yse reconocen en determina- da manera de representar, imaginar, los productos, los bienes, los ser- vicios y las maneras de ser que los constituyen como grupos. En cuan- to a la televisin, habida cuenta de su divisin, no es ya portadora de un solo y nico mensaje vlido para todos. En efecto, aunque lo que exponemos aqu no sea ms que una tendencia, hay que reconocer que la televisin se dirige cada vez ms a conjuntos particulares: ya sea grupos por edades, regiones, ciudades e incluso barrios. El ejem- plo de los inmuebles "con cable" no hace sino reforzar este proceso. Qu quiere decir esto, sino que la imagen ya no es lejana, impuesta desde arriba y totalmente abstracta, sino que se inscribe en la proxi- midad? Para bien o para mal, sta no es la cuestin, sta va a jugare! papel de icono familiar. Un inmueble o un barrio se van a dar a s mis- mo como espectculo. En el marco de la megalpols, la imagen te- levisiva se va a inscribir en una relacin tctil, emocional, afectua1; y, por este hecho, va a confortar a la tribu como tal, creando, adems, para sta, el sentimiento de un espacio de seguridad. Como se ve, la apuesta terica no puede ser ms importante, si se tiene en cuenta, sobre todo, que es precisamente "de abajo" de donde surgen estas nuevas manifestaciones del estarjuntos. 34 Lo que es cierto es que todo esto remite al espacio. En los distin- tos ejemplos que hemos dado existe una connotacin territorial, Apo- yndose en investigaciones lingsticas, A Berque establece una dis- tincin entre lenguas "egocntricas" y lenguas "lococntrcas't." Es, sin duda, posible extrapolar su anlisis y reconocer que existen cul- turas de dominante "egocntrico", y otras que serian "Iococntrcas". Las primeras privilegiaran al individuo, sus acciones-consensuadas; las segundas acentuaran en primer plano, el entorno, yasea natural o social. Se puede igualmente contemplar que se den, en el seno de una misma cultura, secuencias diferenciales, ponindose el acento unas veces en lo que individualiza, y otras, en cambio, en el aspecto colectivo y deaindividualizante. Tal es, en todo caso, mi hiptesis con relacin a nuestra cultura. En este sentido, la valorizacin del espa- 501 Sobre estos dversoe puntos, sealo algunas nvestgaciones: A Sauvegot, Figure.. de la publiti, fl(;lUflS du monde, Pars, PUF, 1987; M. DeYille, In ~ p s d ks frunes, =Q. !16 Cf. A. Berque, Vnm- l'espaaauJapon, Pars, PUF, 1982. p. 47. El TIEMPO DE LAS TRIBUS co.por mediacin dela imagen, cuerpo y el territorio,sera sim- la causa, el efecto de lasuperacin del individuo en un con- junto ms vasto. Una sociedad fundada en dicha dinmica corre el riesgo de ver sus valores esenciales invertidos, ste es quizs el desa- fiocontemporneo lanzado portadas las experiencias y todas las si- tuaciones sociales que se.fundan en la proxmica'; TRIBUS Y REDES En efecto, la acentuacin espacial no es un fin en s mismo: si se de- vuelve su sentido al barrio, a las prcticas vecinales y a lo afectual es ante todo porque eso permite redes de relaciones. La proxmca re- mite esencialmente a la fundacin de una sucesin de "nosotros", que constituye la sustancia misma de toda socialidad. En la lnea de lo an- tes dicho, me gustara destacar que la constitucin de los mcrogru- pos, de las tribus que acompaa la espacialidad, se hace a partir del sentimiento de pertenencia, en funcin de una tica especfica y en el marco de una redde comunicacin. Tales podran ser las palabras maestras de nuestro anlisis. Aunque no.sea ms que una metfora, se podran resumir estas tres nociones hablando. de una "multitud de aldeas" que se entrecru- zan, se oponen, se ayudan mutuamente, sin dejar de ser ellas mismas. En la actualidad disponemos de algunos anlisis especulativos, o al- gunas nvestgacones de CaIflPO, qne no dejan de confortar este pun- tode vista;36 el objeto ciudad es una sucesin de territorios en don- de la gente, de manera. ms o menos efmera, se arraiga, se repliega, y busca cobijo y seguridad. Al emplear el trmino "aldea" he precisa- do que se trataba de una metfora. En efecto, lo que delimita puede por supuesto ser un espacio concreto, pero tambin puede ser una .'16 El trmino "muhttud de aldeas", que est cercano a la Escuela de Chicago, como ya he sealado; est tomado aqu de j. Beauchard, La frtli5.IllTla MSfrmks, Pars, PUF, 1985, p. 25; sobre las relaciones de vecindad ysus conflictos, o sobre la solidaridad, se puede hacer referencia a una investigacin de F. Pelletler, "Quaruer et communica- tion sociale", E'1Jau.s el soi/is, nm. 15, 1975. Cf. tambin, F. Ferrarotti, JlislolTl'd his- tnjm b ";.,, Pais. Librairie des Mridiell5, 1983, p. 33. DE LA PROXDIICA rosa mentale, esto puede ser un' territorio simblico, de cualquier es- pecie, que no por ello es menos real. Bstenos, a ste respecto,' con referimos a esos "campos" que los intelectuales acotan parahacer de ellos sus trofeos de caza, para comprender que la metfora deIa tri- bu o de la aldea no carece de inters heurstico. En todos los rribi- tos, pues, intelectual, cultural, cultual, comercial, poltico, se observa la existencia de esos arraigamientos que permiten a un "cuerpo" so- cial existir como tal. Resulta, adems, que el sentimiento de pertenencia tribal puede verse confortado por el desarrollo tecnolgico. Al hablar de la "gala- xia electrnica", A Moles, sin duda con algunas reticencias, sugiere lo que podra ser el "modelo de una nueva .S7yello prin- cipalmente merced a la interactividad secretada por este modelo. En efecto, de manera potencial el "cable", las mensajeras (ldicas, erticas, funcionales, etctera) crean una matriz comunica- dona! en donde aparecen, se fortifican y mueren grupos de raciones y objetivos diversos; gmpos que recuerdan bastante las arcar- cas estructuras de las tribus o de los clanes pueblerinos. La nica diferencia notable caracterstica de la galaxia electrnica es, cierta- mente, la temporalidad propia de estas tribus. En efecto, a lo opues- to de lo que induce generalmente esta nocin, el trbalsmo del que se trata aqu puede ser perfectamente efimero y organizarse segn las ocasiones que se presentan. Para retomar una vieja terminologa filosfica, ste se agota en el acto. As como destacan varias encuestas estadsticas, cada vez son ms laspersonas que viven "en soltera"; pe- ro el hecho de ser solitario no significa vivir aislado. Y, segn las oca- siones que se presenten. sobre todo gracias a los anuncios informti- cos propuestos por el Minitel, el "soltero". se a tal o. grupo, o a tal o cual actividad. As, por medio de nes (el Minitel slo es una entre muchas otras), se consutuyen tn- bus" deportivas, amistosas, sexuales. religiosas, u otras; ellas con una duracin de vida variable segn el grado de implicacin de sus protagonistas. .' En efecto, as como existen verdades sucesivas en las relaciones amorosas, as tambin, la ciencia se construye a partir de aproximacio- A. Moles, Thimie .<tnu:l..rok lk UJ rommu"j,...../itm el sociti5, Pars. Mas!lOn. 1986, pp. 147 a., y F. Casalegno, Cybt:rsocialils, Pars, Gl'.AQ, 2000. EL TIEMPO [lE LAS. TRIBUS nes secuenciales; se puede imaginar. una participacin a estas diversas 'formas" de socialidad que sea ella misma diferenciada yabierta. Esto es posible por la rapidez del circuito oferta-demanda inherente al pro- cedmento informtico. Ello impide que, aun cuando estn marcadas por el sello de la oportunidad, con la dimensin trgica que sta entraa, dichas tri- bus privilegien el mecanismo de pertenencia. Sea cual fuere el mbi- to en cuestin, es preciso participar ms o menos en el espritu colec- tivo.' La pregunta incluso no se plantea, y la integracin o el rechazo dependen del grado del feelingexperimentado ya sea por parte de los miembros del grupo, ya sea por parte del solicitante. Posterormen- te, este sentimiento ser confortado o infirmado por la aceptacin o el rechazo de los distintos rituales inirlticos. Independientemente de la duracin de la tribu, estos rituales son necesarios. Se puede ob- servar, por lo dems; que ocupan un lugar cada vez ms importante en la vida cotidiana. Existen rituales ms o menos imperceptibles que permiten sentirse a gusto, como "ser un habitual" de tal bar o de tal cabaret; por lo mismo, uno no podra transgredirlos por tomar su bo- leta de las quinielas o de la lotera. Sucede lo mismo cuando se trata de ser bien atendido por los comerciantes del barrio, o por pasearse en tal o cual calle especfica y bien tipificada. Los rituales de perte- nencia se dan, por supuesto, en las oficinas ylos talleres, yla socioan- tropologa del trabajo les presta cada vez ms atencin. Por ltimo, cabe recordar que.el esparcimiento y el turismo de masa descansan esencialmente en esto msmo.t" Podramos multiplicar los ejemplos en este sentido, pero nos con- tentaremos con indicar que.junto al resurgimiento de la imagen y del mito (la historia que cada grupo se relata) en el mundo contempor- neo, el rito es una tcnica eficaz que constituye a la perfeccin la re- ligiosidad (re/.iga-rE) en boga en nuestras megalpols. Se puede inclu- so decir que el aspecto efmero de estas tribus, y lo trgico que les es propio, acentan deliberadamente el ejercicio de los rituales; en efeo- !Ill E. T. Hall, A,,-bli t< la cul1""', Pars, Seuil, 1979, p. 67, ofrece, a este respecto, el ejemplo de las fabricas del Japn. Sobre el turismo, remito al artculo (y los libros) de R. Amirou, "Le badaud. approche du tourisme", .wil." Pans, Masson, 1986, nm. 8. Finalmente.csobre.el ritual en. general, d. L.-V. .Thomas, Ri.'s t< nwrt, Pars, Fayard, 1985, p. 16 YC. Rivire. [lE LA PKQXfMICA te, stos, por su aspecto repetitivo y por la atencin que prestan a lo minsculo, atenan la angustia propia del "presentismo". Al mismo tiempo, como el proyecto, el futuro, el ideal ya no sirven de argama- sa a la sociedad, el ritual, al confortar el sentimiento de pertenencia, puedejugar este papel y permitir, as, la existencia de los grupos. No obstante, es necesario sealar que, en el mismo momento en que favorece la atraccin, por plural que sta sea, el sentimiento de pertenencia procede, si no por exclusin, al menos por exclusiva. En efecto, es propio de la tribu el hecho de que, al acentuar lo que est prximo (personas y lugares), tienda a cerrarse sobre s misma. Vol- vemos a encontrar aqu la metfora de la puerta (Tr), tan apreciada por G. Simmel. Lo universal abstracto cede su sitio a la concrecin de lo particular. De ah la existencia de esos "localismos" que han sor- prendido a ms de un investigador. As, en el interior de un mismo barrio encontrarnos la existencia de una serie de clubes; los reagrupa- mientos amistosos se hacen en un permetro bastante preciso. La pro- pia peregrinacin se hallar circunscrita a un nmero determinado de calles. Este fenmeno es de sobra conocido en las ciudades del sur de Europa, si bien la investigacin deYoung yWillmott lo declara tam- bin relevante para la ciudad de Londres.s" El localismo favorece eso que se podra llamar "el espritu de mafia": enla bsqueda de vivien- da, para conseguir un trabajo y en lo que se refiere a los pequeos, privilegios cotidianos, la prioridad ser dada a aquellos que pertene- cen a la tribu o a aquellos que graviten en sus crculos de influencia, Por lo general, se analiza este proceso en el marco de la familia, pero es igualmente posible extenderlo a la familia ampliada. es decir, a un conjunto que descansa en el parentesco, pero tambin en mltiples relaciones de amistad, de clenrelsmo o de servicios recprocos. El trmino de vnculo (familiar, amistoso, etctera) debe entender- se en su acepcin ms fuerte: la de la necesidad, eso que la camara- dera medieval alineaba bajo la rbrica de la "obligacin". La ayuda mutua, bajo sus distintas formas, es un deber, piedra de toque del c- ~ er. M. Young yP. Willmott, Le ~ dans /o vil1e, Pars, Centre Georges Pomp- dou, C(.1, 1983, pp. 137, 138, 143 Ypassm. Remito asimismo a mi nota sobre la mafia, M. Maffesoli, "La maffia: notes sur la sccent", JlJierJ n ~ tk sociologie, Pars, PUF, 1982, vol. txxm, Ysobre Corea a la te de M. Kim. s ~ en (:m, Parn V, 1990. :;1.6 EL TIEMPO DE LAS TRIBUS DE LA PROXMCA 247 digo de honor; a menudo no.dicho, que rige el tribalismo. Esto indu- ceese exclusivismo que, en numerosos aspectos, desconfa de todo lo que no es familiar. En su investigacin sobre las "aldeas de lo cotdia- no", Young yWillmott hacen una observacin que pone de relieve es- le fenmeno: "Son nuevos: no llevan aqu ms que dieciocho aos." La paradoja slo es aparente, esto significa que los "recin llegados" han creado otros vnculos, otras redes de ayuda mutua, y que partici- pan en otros reagrupamientos. Funcionan segn su propia proxm- ca. .Se trata aqu de una realidad que es particularmente evidente en las grandes ciudades; pero que, como toda evidencia, merece ser re- cordada. El grupo; para su seguridad, moldea su entorno natural y social, y al mismo tiempo eblga, dejada, a otros grupos a constituir- se como tales. En este sentido, la delimitacin territorial (lo recuer- do: territorio fsico y territorio simblico) es estructuralmente funda- dora de-mltiples socialidades.Junto a la reproduccin directa, existe una reproduccin indirecta que no depende de la voluntad de los protagonistas sociales, sino de ese efecto de estructura que es el bino- mio "atraccin-repulsin": la existencia de un grupo fundado sobre un fuerte sentimiento de pertenencia exige que, para la superviven- cia de todos ycada uno, se creen otros gmpos a partir de una exigen- cia de la misma naturaleza, Las manifestaciones de este proceso son, al fin, bastante banales. Basta con observar la frecuentacin de ciertos cafs, la especificidad de ciertos barrios o incluso la clientela de tal o cual escuela. lugar de espectculo o espacio pblico para percatarse de la primaca de dicha estructura. En el interior mismo de estos distintos lugares se pueden advertir. otros reagrupamientos igualmente exclusivos, que descansan en la conciencia, sutil pero arraigada, del sentimiento de pertenencia o del de diferencia. Tal vez haya que ver en esto, como propone C. Bougl, "las huellas del espritu de casta".40 Lo cierto es que.junto a un jgualitansmo de fachada, ha exisitido siempre una arquitectnica social harto compleja, cuyos distintos elementos eran a la vez comple- tamente opuestos y necesarios los unos con relacin a los otros. Se puede considerar que existe, deJacto, un reconocimiento rec- proco de estos grupos. Como he indicado antes, la exclusiva no sig- nifica la exclusin; as, dicho reconocimiento trae consigo un modo 40 C. Bougl, r.s,'ai., .m,- rl{i1lU' des mstes, Pars. P{IF, 1969. p. 5. de ajuste especfico. Puede haber ah conflicto, pero se expresa en funcin de ciertas reglas, pudiendo hallarse perfectamenre rtualza- do. Recordemos la metfora paroxstica de la mafia: el reparto de los territorios es por lo general respetado, y la guerra de los clanes o de las "familias" slo se produce cuando, por alguna razn concreta, se rompe el equilibrio de la "honorable sociedad". Si aplicamos este mo- delo a las tribus urbanas, observaremos que existen mecanismos de regulacin muy sofisticados. El papel del "tercero", muy bien descri- to por la sociologa poltica (Freund, Schmitt), encuentra aqu su apli- cacin. En concreto, hay un sistema de alianzas diferenciadas, que ha- ce que una de estas tribus se halle siempre en posicin mediadora. El aspecto puntual de estas alianzas hace que el sistema est siempre en movimiento, sin dejar de ser perfectamente estable. El papel del ter- cero no lo desempea, en efecto, una sola persona: lo puede desem- pear un grupo entero, que hace contrapeso, que juega al interme- diario, que simplemente "hacen grupo", confortando as el equilibrio de un conjunto dado. Se puede comparar esto con la funcin de proxmica que exista en la polis antigua. Era una funcin intermediaria que consista en servir de nexo de unin entre los distintos grupos tnicos y naciona- les que componan la ciudad. Jugando con las palabras, se puede de- cir que el prxeno (el prjimo) aproxima. Es este perdurar lo que permite que, sin dejar de ser l mismo, el extranjero forme parte in- tegrante de la pols y ocupe su propio lugar en la arquitectnica so- ciaL Es acaso, por lo dems, fortuito el que, como seala M.-F. Bas- lez, sea el poeta Pndaro quien desempea la funcin de prxeno y sea, al mismo tiempo, quien compone el ditirambo en honor a la po- lis? Cabe, en efecto, imaginar que la celebracin de la polis como tal remite a la facultad que tiene sta para domesticar e integrar al ex- tranjero." As, el reconocimiento de la diversidad y la ritualizacin de la mo- lestia que esto suscita desembocan en un ajuste especfico que, en il Interpreto aqu libremente un anlisis de M.-F. Baslez, L'tmnger dans la Gria ""- tique, Parb, Les BeUes Lettrea, 1984, pp. 40 ss. Sobreel papel del-tercero", cf;]. Fre- und, l:ts$tl'IQ! du politUue. Pars. Sirey, 1965, yJ. H. Park, lAatmllllunirotion el leroriflit dans le1IllIlk t fJemN r.umn. Tesis Sorbona, Pars V.Sobre los terraorcs de la maIia, d. J. Iannl, Desnffmm defamilh, Pars. Plon, 1978. EL TIEMPO LAS TRIBUS DE LA PROXtMlCA 249 cierto modo, utilizala.incomodidady la tensin como sendos facto- -;es tiles para la ciudad. Descubrimos aqu la lgica con- tradictorial repetidas veces,analizada (Lupasco, Beigbeder, Durand), y ,que rechaza las estructuras binarias o por ser demasiado mecnicos o reductores. Las tnbus urba- nas "crean ciudad" porque son diferentes y a veces lncluso opuestas. Toda efervescencia esestructuralmente fundadora. Se trata de una regl<,'l,'sociolgica de base por supuesto, no pas a Durkheim; todo consiste en saber utilizar esta etervescenca y como ritualizarla. Un buen medie, dentro de la lgica de lo que acabamos de exponen.es dejara cada trtbu ser ella misma, con lo que elajuste resultante.serams.natural.Ya lo he explicado en otro lugar: la coe- nestesia del cuerpo.social es comparable con la del cuerpo humano: en general, el funcionamiento y el dsfunconamlento se complemen- tan y. contrarrestan, Se trata de hacer que el "mal" particular sirva pa- ra el "bien" globalCharles Fourer stu este procedimiento horneo- ptico en la base. de su falansterio. As, se propona utilizar lo que l llamaba las "pequeas hordas" Q las "pequeas bandas" do .sus mejores competencias, ppr anmicas que pudieran ser: "MI teora se limita a.utilizar las pasiones (reprobadas) tal y como la na- turaleza las da, y sin cambiarlas en nada. Ah est el acertijo o secre- to del clculo de laAtraccin apasionada. "42 .. E; posible que su.clculo minucioso y un tanto utpico para su tiempo, est a punto de. realizarse en nuestros das. La heterogene- zacn estaa la orden del da, toda vez que el pluriculturalismo y el caracterizan a la perfeccin a las grandes ciudades con- temporneas, por lo que se puede pensar que el consenso esmspropio tU; un ajuste "aff{Ct'lJ.{Ji" a posteror q'f!$ de una regulacin mconal e prio- ri. En este sentido, necesario prestar una gran atend? a eso que, de manera demasiado cmoda, llamamos marginalidad. Estaes, cer- tamente, ellaboratoro de los modos de vida venideros; sin embargo. la (rejnovacn de los ritos de iniciacin de los grupos a que acaba- 42 C. Fourier, (EUvrlS rmnplll's, Pars, Anthmpos, t. V, p. 157; d. astmemo . Durk- hefm, lA de inIINJ ""ligietLv,Pans, I'U.' (1968), Le Livre de Peche, 1991; oobre la utilizacin de la violenci'- me he explicado yaen M. Maifesoli, Esstlli sur l vio- Imeo( d flJ!ldalna, 2a. ed., Pars, Librairie de.s Mridiens, 1985; P. Tacussel, QItJf- U<s Fmtrier, op. ca., [l08, 2000. mos de referirnos no hace ms que ocupar el lugar de los antiguos ti- tos (que ya no nos arrevamos a llamar as), vacos de sentido a fuer- za de estar uniformizados. La condena apresurada no basta, como tampoco basta la condescendencia. Es precisocomprender que estos ritos mereceran un anlisis especfico. Su vivacidad revela claramen- te el hecho de que est emergiendo una nueva forma de agregacin social; tal vez resulte dificil conceptualzarla, pero, con ayuda de an- tiguas figuras, es ciertamente posible trazar sus contornos. De ah las metforas de la tribu y el rrbalsmo aqu propuestas. Resulta que esta metfora traduce perfectamente el aspecto ertl.o- cional, as como el sentimiento de pertenencia yel ambiente conflic- mal inducido por este sentimiento. Al mismo tiempo, permite- ver, ms all de este conflicto estructural, la bsqueda de una vda ccti- diana ms hedonista, es decir, menos firializada ymenos determina- da por el "deber ser" y el trabajo. Cosas que los etngrafos de la Es-- cuela de Chcago yavislumbraron hace unos cuantos decenios, pero que ahora han tomado una amplitud sumamente inestable. Esta "con" quieta del presente" se manifiesta de manera informal en esos peque- os grupos que pasan "la mayor parte de su ternpo vagando yexplo- rando su mundo".4S Lo que, naturalmente, los lleva a experimentar nuevas maneras de ser. en las que el "paseo", el cine, el deporto el "entrems" en comn ocupan un lugar de predileccin. Es, porlo de- ms, interesante notar que, con la ayuda de la edad y del tiempo, es- tas pequeas bandas acaban estabilizndose, convirtindose en clu- bes (deportivo, cultural) o tambin en una "sociedad secreta" de fuerte componente emocional. Es este paso de una a otra forma lo que aboga en favor del aspecto prospecuvo de las tribus. Por supues- to, no todos estos grupos sobreviven, pero el hechode que algunos asuman las distintas etapas de la socializacin hace de ellos una "for- ma" social de organizacin flexible, un tanto irregular sin duda, IX; ro que responde perfectamente, concreto modo, a los distintos cond- 4S Cf. el anlisis de estO! etngrafO! qu,", hace U. Hannerz, l viJle, I?aris, Semi, 1983, pp. 59-00. Sobre la temtica del presente, remuo a mi libro, M. Maffemli, La WfIfJIlitedu prisenl, Pars, PUF (1979), DD8, 1998. En cuanto al modelo del eereto, cf G. Simmel, "Les socits secretes", RnNtefiufIJise b psydmnaf:Jse, Parls.,PUf, 19T1. So- bre los ritos de los gtUJ>O!I de adolesc.-,nks, eC. L.-V.Thomas, Rimbmnrl, Pars, Fayard, p. 15. De manera mll general, cf. los libros de J. Dumazedier, Rivolulion. culJrtmUe du temps tilM, Pars, Klinckllied, 1998. EL TIEMPO DE lAS TRIBUS donamlenros del entorno social.y de.este medio ambiente natural es- pecfico que es la ciudad contempornea. Desde este punto de vista, la tribu puede llevarnos a plantear una nueva lgica social que corra el riesgo de.cmbrar muchos de.nuestros tranquilizadores anlisis so- ciolgicos. As, lo que pareca "marginal" hasta hace poco no puede ya seguir calificndose como tal. Antes de la Escuela de Chcago, M. Weber haba observado la existencia de eso que yo llamar aqu un "rornantcsmo.trtbal", valorando la vida afectual y la experiencia vi- vida. No sin bastantes matices, por cierto. se dedica a separar el buen grano de la czaa.Sn embargo, contrariamente a lo que opinan cer- tos.comentadores.me. parece que su anlisis de los pequeos grupos msticos contiene ,in nuce numerosos elementos que permiten apre- ciar-lo que resulta constatable en nuestros das. A este respecto. la prudencia. de Jean Sguy. yano me parece relevante, pues, ms all de las reservas propias. de su tiempo, la descripcin de lo que escapa a la racionalizacin del mundo se halla en perfecta congruencia con lo no racional que mueve, con profundidad, a las tribus urbanas.f Conviene insistir en este trmino: lo no racional no es lo irracional; es decn.no se.slta con relacin a lo racional, sino que pone en pie una lgica distinta -a la-que ha venido prevaleciendo desde la Ilus- tracin.-Se admite cada vez ms en la actualidad que la racionalidad de los siglos XVIII yXIX no es ms que uno de los modelos posibles de la razn operantes en la vida social. Otros parmetros. como lo afee- tual o lo simblico, pueden tener. tambin su propia racionalidad. As como lo no lgico no es lo mismo que lo ilgico, as tambin se pue- de .afirmar que la bsqueda de experiencias compartidas, el congre- garse alrededor de hroes epnimos, la comunicacin no verbal, el gestual corporal descansan en una racionalidad que no deja de ser eficaz y que, .por numerosos aspectos, es ms amplia y, en el sentido 4-lLasreservas normativas de M. Weber se encuentran mayormente en Le Mflmnl 1'/ k polilUpU1, que r.-{1Ilf' Il'xtos "educativos", ms que en ::m,wmie el .<ocii/i, cf. M. Weber, LeSllIutnJrl '" prHilitIt(', Parfs, P1on,,1959, pp. 85 Y105 ss. Sobre la "comunidad emocio- nal", d. conomieel .<oc;;,, Pars, pp. 478, 565, Y1- Sguy, "Rationalisation, moder- nit el avenir de la religin chez M. Weber", de srietlas socil1k5 des regitmf, Pa- rs, GNRS, 1986,61.1, pp. 132 Y135 Ynotas. Sobre el clima en el que escribi M. Weber !!Obre"lo orgistico", y sobre Sil proximidad con la "escuda de los sacerdotes de Baa}" ycon el crculo csmico de Klages, d. W. Fietkan, "Ala recherche de la rvoluton per- due", Walvdlmjamin. Pars, Cerf 1986, pp- 291 ss. DE LA PJI;OXtMICA simple del trmino, ms generosa, lo cual apela a la generosidad de espritu del observador social. sta nos torna atentos a la multiplica- dn de las tribus, que no se sitan al margen. sino que son otras tan- tas inscripciones precisas de una nebulosa que ha dejado de tener un centro preciso. Tomemos nota del hecho, de que existe una multiplicidad de lod que secretan sus valores propios y que desempean la funcin de ci- miento para aquellos que haceny pertenecen a estos valores. u racio- nalidad del siglo XIX se refera a la historia, o a eso que yo he llama- do la actitud extensiva (extensin), la racionalidad que se anuncia es principalmente proxmca, intensiva (in-tensin), organizndose al- rededor de un pivote (guro. accin, placer, espacio) que a la vez une a las personas y las deja libres. Es una actitud centrpeta ycentrfuga. De ah la inestabilidad aparente de las tribus: el coeficiente de perte- nencia no es absoluto, y cada cual puede participar en una multipli- cidad de grupos, invistiendo en cada uno de' ellos una parte no des- deable de s mismo. Este mariposeo es, ciertamente, una de las caractersticas esenciales de la organizacin social que se 'est esbo- zando. Ello permite postular de manera paradjica, por una parte. la existencia de esos dos polos que son la masa y la tribu, y, por la otra. su constante reversibilidad. Vaivn entre-lo esttico y lo dinmico. Hay que comparar esto con el "azar objetivo" tan querido de los su- rrealistas? Lo cierto es que, cada vez con mayor frecuencia, cada per- sona se halla encerrada en el crculo cerrado de las relaciones y, al mismo tiempo. puede verse siempre golpeada por el shockde lo dito, del acontecimiento. de la aventura. Hannerz califica de este mo- do la esenca de la ciudad: "El hecho de descubrir algo por azar cuan- do en realidad se estaba buscando otra cosa. Esto puede aplicarse igualmente a nuestro asunto: determinado por su territorio, su tribu o su ideologa, cada uno, puede igualmente, y en un tiempo muy cor- to. hacer irrupcin en otro territorio, otra tribu u otra ideologa. Es esto lo que me lleva a considerar como caducos el individualis- mo y sus distintas teorizaciones. Cada actor social es menos actuante que actuado. Cada persona se difracta al infinito. segn el kairos, las ocasiones y las situaciones que se presentan; la vida social es enton- ces como un escenario donde, durante unos instantes. se operan cier- 15 U. Hannerz, op. rif., p. 154. EL TIEMPO DE LAS TRIBUS DE LA PROXtMlCA 2.3 ras cristalizaciones. La funcin puede ya dar comienzo, pero, una vez representada, el conjunto se diluye hasta que surge una nueva nudo- sidad. Estametfora no es extravagante, en la medida en que nos puede permitir comprender. la sucesin de "presentes" (7W future) que, de manera general, caracteriza a la perfeccin el ambiente del momento. LA RED DE REDES Aunque la organizacin social inducida por este paradigma pueda chocar con nuestras representaciones demasiado mecanstas, no por ello deja de ser operatoria. Es una organizacin que forma estructu- ra. Es, en.el sentido que he indicado antes, inspirndome en G. Sim- mel, unaf.onna en la que se mantienenjuntos los distintos elementos del dato social en donde toman cuerpo. Es esto lo que me ha llevado a hablar de organcdad y a repensar la nocin de solidaridad orgni- ca. 1'01" paradjco que parezca. al final de esta reflexin volvemos a hallarnos en el principio de nuestra investigacin. Cul es el gluti- num.muruli que se elabora ante nuestros ojos? Se puede sealar que ya existen slidas investigaciones que han abordado el problema de las redes: tal es el caso de la micropscolo- gao de la formalizacin maremtca.t" Es, sin duda, posible que las matemticas contemporneas perfeccionen, de manera sofisticada, su modelo de interpretacin, pero yo no tengo ni la competencia ni la apetencia necesarias para utilizar sus anlisis. Bstenos aqu con in- dicar que.e los mtodos son divergentes, el objetivo es idntico: dar cuenta de una nebulosa que posee una lgica propia. En efecto, yo formulara-este problema en los siguientes trminos: losjuegos de la proxmica setnganizan,en nebuJsas policentradas. stas permiten a la vez la expresin de la segregacin y la expresin de la tolerancia. En efec- to, alrededor de los valores que les son propios, los grupos sociales moldean sus territorios y sus ideologas. y, posteriormente, habida ifi Adems de las referencias hechas por Hanne14. podemos remitirnos a la tesis de S. Langlcia, -s 1if<oawo: sociallxf In Sorbona, 1980, que plantea la cuestin oon erudicin a la vez que abre numerosas pistas prospectivas. cuenta de la fuerza de las cosas, se ven obligados a ajustarse entre s. Este modelo macrosocal se difracta a su vez y suscita la mirlada de tribus que obedecen a las mismas reglas de segregacin y de toleran- cia, de repulsin y de atraccin. De ah, empleando de nuevo una ex- presin de U. Hannerz, ese "mosaico urbano" cuyo anlisis dista mu- cho de estar acabado: "No hay en la ciudad ningn grupo cuyas fidelidades no sean mltiples. "47 Para entender bien el hervidero que caracteriza a esta nebulosa, tomemos como ejemplo el chisme, forma eufemstica de la segrega- cin y del deseo de muerte. El chisme sirve de cimiento a un grupo y permite negar la honorabilidad, la pertinencia y hasta la existencia del otro. En un primer tiempo, la prctica del asesinato annimo que le es propio se emplea para confortar algrnpo en lo bien fundado de lo que es o de su accin. <lte tiene la verdad, terica, exsrencal.jdeo- lgica, "en otra parte" est el error. Pero resulta curioso observar la gran rapidez con que se difunde el chisme. Cada pequeo medio tie- ne sus mecanismos de rumor. Sin pretender estudiar aqu dichos me- canismos, s podemos decir que expresan a la perfeccin el hecho de que, en el seno de un grupo concreto, numerosos miembros partici- pan en una multiplicidad de tribus. Es as como un chisme se convier- te en rumor. Esta interpenetracin puede valer igualmente para gru- pos distintos entre s. As, y a ttulo ilustrativo, se puede sealar que un determinadojuicio perentorio, definitivo, ms o menos fundado, por supuesto negativo, sobre una personalidad de la tribu cientfica, se pasea por universidades, laboratorios, comits, comisiones, colo- quios, congresos, revistas, informes, dando la vuelta entera al mundo acadmico. Los medios sern variables: la cosa ir desde la diatriba de las conversaciones privadas hasta el silencio o la censura en los es- critos publicados. Pero, de manera rpida, es el conjunto de este cuer- po social el que se ve envuelto. Posteriormente, desde los cocreles has- ta las reuniones de trabajo, el chisme toca a la tribu de los 'editores, que, a su vez, lo extiende a la de los periodistas. A veces la contami- nacin no perdona ni siquiera a tribus como la de los altos funciona- rios o de los trabajadores sociales, consumidores, para la ocasin, de producciones tericas. As, es posible seguir, mediante concatenacio- nes sucesivas, la eficacia de las pertenencias y de las fidelidades ml- 47 U. Hannerz, op. cit.,pp- 8s.s9. EL TIEMPO-IlE lAS TRIIlUS IlE LA PROXtMlCA 255 tiples. En este sentido, el comadreo es un buen revelador de la estruc- turaenred; yes bastante dificil encontraron medio que se halle libre de 1. 48 De hecho, el entrelazamiento (eso que los tericos anglosajones de las redes llaman- connectedness) es una caracterstica: morfowgica de la agregacin social que aqu nos ocupa. Recordemos, a este propsito, los experimentos de Milgram, que demostraron que, por mediacin de cinco a seis puestos de relevo, se podan establecer contactos en- tre dos personas que vivieran en dos regiones totalmente opuestas de Estados Undos.t? Pero, apoyndonos en las propias investigaciones deMlgram, podemos hacer notar que la cadena que une a las perso- nas en cuesrn est menos compuesta por individuos que por "mi- cromedos". En el c;jemplo dado, al igual que en los experimentos de Milgram, la informacin circula porque se transmite de pequeo n- dulo en pequeo ndulo, y,a veces, en la cadena existe una nudosi- dad ms importante..Segn los casos, sta puede ser un bar, un saln, un laboratorio universitario cotizado, una iglesia; poco importa para el caso.esta nudosidad estructura la infonnacin recibida, corrige. limpia, inventa>una pequea bajeza suplementaria, remitiendo lue- go la informacin al ndulo siguiente. A la postre, el individuo afec- tado por la infonnacin importa poco, y, por tanto, menos an el que la transmite; y tanto uno como otro son simples peones intercambia- bles con un "efecto-de estructura" especfico. De ah el que la perso- nano sea responsable (no responda) de la informacin o del chisme: ste se difunde segn el.aire del tiempo, haciendo y deshaciendo re- nombres de suma fragilidad. Sictransit. .. Lo que ponen de relieve los ejemplos aducidos, que no pretenden ser ms que meros indicios, es el aspecto no voluntario y no activo de la estructura en redes. Se podra decir que dicha estructura est con- dicionada, o al menos precondicionada. Con lo cual, sus protagonis- tas se -pueden calificar de la misma manera: ms que producir estn producidos por la informacin. Si olvidamos por un instante el esp- ~ El problema del chisme o del mmor merece una nueva atencin; adems de 1011 trabajos ~ E. Morin y de Shibutani (cf &/W1i.<, Pars, Masson, nm. O, 1984), remito al libro de J.-B. Renard yV. Campion, Liglmb.5 "riJai""", Pars, Payot, 1992. 4\' s. Milgram, 11", ,KfJniena o/ li''''gin nlv..; d. el anlisis que hace de esta obra U. Hannerz, ap. nI., pp. 245-247; cf., asimismo, p. 228. ritu enjuiciador, y no le atribuimos en seguida una connotacin pe- yorativa, esto remite a la metfora dionisaca de la confusin: las co- sas, la gente, las representaciones se responden mediante un meca- nismo de proximidad. As, mediante contaminaciones sucesivas se crea eso que se denomina realidad social. Como consecuencia de en-- cabalgamientos y entrecruzamienros mltiples, se constituye una red de redes; los distintos elementos se mantienen recprocamente, for- mando as una estructura compleja y, sin embargo, la oportunidad, el azar y el presente ocupan un lugar nada desdeable, lo cual pres- ta a nuestro tiempo ese aspecto incierto y estocstico que todos-sabe- mas. Esto no impide, aunque no seamos del todo capaces de dscer- nirla, la existencia de una slida organicidad, que sirve de base a las nuevas formas de solidaridad y de socadad, Es indudable que stas no deben nada a ninguna ideologa del de- sarrollo fundada en un individuo dueo de s y en un progreso en marcha continua; cosas que se inscriben en una perspectiva lineal o en una fsica constituida por la yuxtaposicin de tomos aislados. Al igual que en otros mbitos, es menester de vez en cuando operar una verdadera revolucin copernicana. En efecto, seria una buena idea escribir un nuevo De mIOlutionibus OTbium.." que ya no se aplique al espacio celeste, sino que muestre las evoluciones y revoluciones espe- cficas de un mundo social dislocado. As, la red de redes ya no remi- tira a un espacio en donde los distintos elementos se adicionan, se yuxtaponen, donde las actividades sociales se ordenan segn una l- gica de la separacin, sino ms bien a un espacio en el que todo esto se conjuga, se multiplica y se desmultiplica, formando figuras calei- doscpicas de contornos cambiantes y diversificados. Tal vez se pueda comparar esto con lo que A Berque llama "el es- pacio areal". Espacio que tiene relacin con las reas, y que se opone a un espacio lineal nicamente definido por una sucesin de puntos: "El espacio lineal sera ms bien extrinseco, y el espacio areal ms in- trinseco."50 Me gustara extrapolar las notaciones sobre este tema, que' el autor aplica aljapn. En efecto, se puede imaginar que la acentua- cin del contexto, correlativo a esta "areologa", nos ayuda a definir mejor la eficacia de 10local o de la proxrmca. As como ya lo he for- mulado anteriormente, la ex-tensin da lugar a la "in-tensin", a par- !>IlA. Berque, VW7l' I'espaaauJafKm, Pans. MJF, 1982, p. 119. 256 EL TIEMPO DE LAS TRIBUS DE L\ PRoxbfICA 257 ,tir dela cual. en vez de Interpretar la lgica de las redes a partir de un mecanismo un tanto causalista, a partir de una adicin de secuen- cias, se podr apreciarla de manera holstica, como la corresponden- cia de reas dferencadas.En.el marco. de. una sociedad compleja. ca- da uno vive una serie.de experiencias que slo cobran sentido en el contexto global. Al participar: en una multiplicidad de tribus, que se sitan, en relacin recproca, cada persona podr vivir su pluralidad Sus diferentes "mscaras" se ordenarn entonces de ma- nera ms o menos yse ajustarn a las otras "mscaras" que la f9dean., s,ta es.en cierto modo. la manera como se podra expli- cada morfologa, de. la red. Se trata de una construccin que, como pinturas. en.absmo, pone de relieve todos $US elementos, aun cuan- do stos sean los mM minsculos o Jos ms anodinos. - Perrntaseme recordar aqu hiptesis central: hay (habr) cada vez ms un vaivn constante entre la tribu y la masa. O tambin: en el nterior de una matriz definida se cristaliza una multitud de polos df atraccin. Tanto en la primera como en la segunda de estas im- genes.ja argamasa de agregacin -que podremos denominar expe- riencia, lo vivido, lo sensible, imagen-, este cimiento entonces, est compuesto por la proximidad y lo afectual (o lo emocional); a esto nos remiten el rea, lo minsculo y lo cotidiano. As, la red de redes se presenta como una arquitectnica que no vale ms que por los ele- mentos que la componen. Volviendo a emplear la tipologa del soci- logo E. Troeltsch, la socialidad inducida por la red sera de tipo ms- tico.!',l Este trmino califica perfectamente el dominante de la "religacin" contempornea. En l encontramos a la vez lo borroso, la movilidad, la experiencia, la vivencia emocional. Cosas que, como he tratado de mostrar a lo largo de este anlisis, sobrepasan la sustan- cia irreductible individual y confortan el sentimiento colectivo. Pare- cera as que, por medio de uno de esos conos circuitos habituales en las historias humanas, la socialidad posmoderna recobrar algunos valores por lo menos arcaicos. Si nos referimos a la monumentalidad burguesa, a sus expresiones institucionales y a su inquietud pro-yec- tiva, se trata aqu de valores "inactuales". y, sin embargo, son reales a 51 E. Troehsch, "Chrisuanisme et socit", Archi,It'-s J>Joru>JgU 00 tl'ligifm.s, nm. 11, 1961, pp- 15--34: d. igualmeme, respecto a la nebulosa ral grupo sectario, D, Hervieu- Lger, Vm;.trI lHmlJflm cJiristianisme, Pars. Cerf. 1986. pp. 145.343,353 rpassim. ms no poder y se difunden de manera paulatina en el conjunto de la sociedad en su totalidad. El paradigma de la red puede as entenderse, como la reactualiza- cin del mito antiguo de la comunidad, en el sentido en el quealgo que tal vez no haya existido nunca acta con eficacia en el imaginario del momento. De ah la existencia de estas pequeas tribus, efmeras en su actualizacin, pero que no por ello dejan de crear un estado de espritu que, por su parte, parece llamado a durar. Hay que ver en esto el retomo trgico y cclico de lo mismo? Es posible. En todo ca- so, esto nos obliga a repensar la misteriosa relacin que une el "lu- gar" con el "nosotros". Pues, por mucho que esto' irrite a los detenta- dores del saber institucional, la irregular e imperfecta vida del da'a da no deja de secretar un verdadero "co-nocmento ordnario": eso que el sutil Maquiavelo llamara "el pensamiento de la plaza pblica", Orassessac-Parfs 1984-1987 ANEXO EL PENSAMIENTO DE LA PlAZA PBUCA lAS OOS CULTURAS La existencia de un "pensamiento salvaie" es actualmente una cosa ad- mitida; fortalecida por su experiencia adquirida en contacto con las sociedades primitivas, la antropologa est ahora a punto de volver la mirada hacia lo cotidiano de lassociedades contemporneas, incluso hacia eso que se ha dado en llamar la "cultura de empresa" Yotros m- hitos que pareceran demasiado cercanos como para ser objeto de es- fuerzos analticos. Lo mismo cabe decir de la cultura erudita. que em- pieza tambin a admitir la existencia de otra cultura:. la de los sentimientos comunes. Nada que objetar sobre esta emergencia. Son numerosas las investigaciones que dan fe de sta,' pero no por ello se deja de dar entre estas dos culturas un alejamiento que a veces resul- ta infranqueable. No se trata, por supuesto, de plantear la superacin de dicha diferencia, ni tampoco de negar sus consecuencias reales, ya sea en el orden del conocimiento, as como en el de la prctica coti- diana, sino ms bien, de involucramos con el fin de controlar mejor sus efectos. Se trata de vivir la tensin paradjica inducida por la exis- tencia de estas dos culturas; tensin que podramos resumir as: c- mo integrar en una perspectiva de pensamiento -perspectva general si las hay- lo que es del orden de lo evanescente, de lo puntual y de lo efmero. Tal es la cuestin de un "conocimiento ordinario" que, sin perder nada de su preocupacin reflexiva, pretende permanecer lo ms cerca posible de su fundamento natural, es decir, de la sociali- dad de base. Por otra parte, se ven surgir por todos lados mltiples problemas relacionados con este fundamento natural; eso que, a imagen de un clebre precedente, podramos llamar la "cuestin de la naturaleza". En homenaje a Franco Ferraroui. I er., a este respecto, F. Dumom, CetIe cullllJ'f q t ~ loo ~ savant.!, QIlestions de cuJ.. tun!, Quebec, l<Re, 1981, p. 19. [2591 260 EL TIEMPO oe U.S TRIBUS ANEXO 261 Sin, embargo, contrariamente ,de lo que fue, desde las grutas de la hasta las comunidades del Ardeche, la temtica na", yano se plantea dicha cuestin en trminos tajantes yexclusivos. En todo esto, ya no puede existir por un lado, la cultura y, por el otro, la naturaleza con todas las consecuencias que implica esta estricta di- cotoma. Hay que constatar que la consecuencia esencial es la cons- tante relativizadn del polo natural. Desde sus distintas modulacio- nes -popldar, folclore, sentido comn, etctera- ste estuvo casi siempre marginalizado. En el mejor de los casos, fue considerado co- mo una fase que haba que superar; como una infancia de la huma- .nidad. siempre renaciente, que convena erradicar por completo. 'Ia- rea.de la cual tena que hacerse cargo el pensamiento erudito. Por eso, antes de mostrar; o al menos antes de sealar, la sinergia que se esboza en nuestros das entre, el polo. natural y el cultural, conviene analizar, aunque sea slo brevemente, el desprecio constante, o la ne- glgencia, respecto del pensar popular: ya sea el de la mitologa ya el de lo codiano.t Se trata de un procedimiento llamado a contrario que puede ser de gran, utilidad para nuestro propsito. Para retomar un concepto de Gilbert Durand, no fue ayer que se cuestion el "trayecto antropolgico" (eso que A Berque llamara la "trayectivdad") entre los polos a los que: acabamos de referimos. As, .en a.nadcin cabalsuca.junto "al rbol del conocimiento" se habla de un "rbol de la vida", Es la escisin entre esos dos rboles la que, segn Scholem, permite al mal hacer Irrupcin en el mundo." De ma- llera metafrica, podemos decir que es ciertamente aqu donde se en- cuentra una de las fuentes de.la separacn entre la vida y la filosofa, as corno el antagonismo profundo y la dificultad que sta tiene para integrar la-rica experiencia de aqulla. Desde muy pronto se ve, pues, apuntar una importante distincin entre una cultura "filosfico-ra- rionalista" y otra "populo-mitolgica", distincin que, cual hilo con- ductor, se descubre con regularidad en el largo recorrido de la hu- mantdad." No se trata aqu de trazar su historia, lo que por cierto 2 Con aplicacin a un mbito especfico. cr. el anlisis en este sentido que hace C. G. Duboe, I.jmagi>mi", tk a Renaissance; Pars, 1'l1F, 1986, p. 959. 3cr. G. Schoem, La mY.ltiqllejullJf, Pars, Cerr, 1985, p. 86. Sobre :es,ta distincin, d. G..Scholem, Siloolfli L"'V;, La Grasse, Vernier, 1983, pp. 25 Y39. merecera hacerse, sino de destacar que, segn la expresin conoc- da, existen distintos "intereses de conocimiento" (Habermas) que no dejan de enfrentarse. Se puede, adems, insistir en el hecho de que la sensibilidad popular siempre ha suscitado el descontento de los cl- rigos. Se trata de la antigua paradoja que existe entre los que quieren ex- plicar (allanar), regir la vida, y esta vida misma, que siempre escapa a la explicacin. La primera sensibilidad procede por distincin ypor anlisis subsiguiente, mientras que la segunda prefiere la conjuncin y la captacin global de los distintos elementos del datomundano. Tanto los historiadores como los socilogos han contestado a menu- do la adecuacin (ideal tpico) establecida por Max Weber entre el espritu del capitalismo y el protestantismo. De hecho, ste, en dicho libro, suele estilizar las caractersticas esenciales de lo que podramos denominar el burguessmo, sobre todo en cuanto a su con- trolar la naturaleza (social y natural] mediante la aplicacin racional y sistemtica de la actitud disyuntiva. sta puede resumirse por cer- to, en lo que el decano Mehl dice del enfoque protestante, que, a di- erenca de lo que parece "a veces caracterizar al pensamiento-cath- ca", procede mediante "ruptura y mediante (el) rechazo de las conjunciones".!> En este sentido, el burguessmo, y su ideologa pro- testante, o tambin los valores anglosajones que son sus vectores, lle- van hasta su ms extrema consecuencia la lgica de la distincin y de la separacin. Todas estas cosas que caracterizaban claramente la mo- dernidad, para bien y para mal, en el sentido de que, al privilegiar la demostracin de un orden "del debido-ser" racional, ha olvidado sim- plemente la "mostracin" de un orden real, que, por su parte, es mu- cho ms complejo, cosa que el pensamiento moderno se ha reVelado a menudo incapaz de aprehender. Es testimonio de ello la adverten- cia de un historiador del populismo ruso lanzada a los intelectuales, los cuales no deban "Iead the people in the name of absrract, bao- kish, imported ideas, but adapt themselves to the people as it toas... 1'6* 5R. Mehl, La thologie protestanle, Pars, PUF, 1967, p. 121. 6 R. Pipes, citado por Venturi, Les inltllleduei&, lepeuple ti la rioolulion, Pars, Galli- man!, 1972, p. 49. Guiar al pueblo en el nombre del absl.racw, de lo ""ludioso, de Ii, ideas impo radas, sino adaptarse enos mismos al pueblo rot>W es[T.j. EL TIEMPO DE LAS TRIBUS Pero este paso de una lgca del deber ser a una lgica encarnada no es nada fcil cuando se conoce el desprecio de 10banal, de lo ordina- rio. y de la vida cotidiana en el que se halla fundada la cultura erudi- ta, la cual, independientemente de las tendencias polticas, sigue ani- mando en profundidad numerosos anlisis acerca de la realidad social. PARA DICHA DE LOS. PUEDLOS No retomaremos aqu un viejo problema que, desde hace ya ms de un decenio hasta ahora, ha sido objeto de innumerables anlisis. En un tiempo en que an no estaba de moda, yo hice mi contribucin al debate. Recordemos, empero, que es siempre dsde el exterior que conviene aportar al pueblo su propia conciencia. El leninismo formu- l-claramenre.esta perspectiva. y como se sabe. fueron raros los inte- lectuales que se sustrajeron a sta.' Ytodos los que, an en nuestros das, desconfan de la sociologa espontnea, la de todos, se inspiran en la misma filosofa: el desprecio de todo lo que no se rige por el or- den del concepto, por no decir incluso tambin el desprecio de todo lo-vivido. Recordemos, a este respecto. la afirmacin hegeliana de que "el pueblo ignora lo que quiere; slo el Prncipe lo sabe". De manera paulatina, este privilegio del prncipe ha pasado a quienes pensaban la lgica de lo poltico, los intelectuales, portadores de lo universal y fundadores de la responsabilidad colectiva. Desde 105 prncipes del espritu de los siglos pasados, que dictaban las leyes o la marcha real del concepto. hasta esos plidos reflejos suyos que son los histriones contemporneos, combatientes de. campos mediticos, el mecanismo es el mismo: se trata en todos los lugares y en todas las situaciones de "responder de", o de "responder para". A este respecto. es ilustrativo 7 Remito, sobre este punto. a mis obras: M. Maffesoli, lA Ingitpu.tk la domination, Pa- rrs, eus, 1976, YLa Triolem:e W/.a1ili". Pars, PUF, 1979. U. asimismo B. Souvarine, fII!, ed. Grard Lebovici. 1985, p. 64. Cabe recordar que slo algunos grupos de il1llpt- racin anarquista, como, por ejemplo, 1011 consejtstas o los situacionistas. fueron refractarios al leninismo conceptual. ANEXO observar que ya sea en el tratado erudito, ya sea en la multiplicidad de artculos o de entrevistas periodsticas, la preocupacin moral si- gue siendo el fundamento de numerosos anlisis intelectuales. En cuanto a quienes rechazan esta tendencia natural, son clasificados en el apartado infamante de los eetetas! Sera instructivo hacer, en este sentido, un compendio de las ex- presiones de la actitud despreciativa respecto de la idiotez y de los idiotismos del pueblo; en una palabra. respecto de su apego a los par- ticularismos. Desde Gorki, quien observ que Lenin senta un despre- cio de "seor hacia la vida de las masas populares", hasta ese tipo del vulgo que, segn Sartre, observa que este ltimo "descubre siempre el mal" cuando podra ver tambin el lado bueno de lascosas, es in- teoninable la lista de quienes, a partir de sus aprioris crticos, se mues- tran incapaces de comprender los valores que crean la calidad de una vida, preocupada ante todo por el orden de.la "proxmca". Es una actitud que se puede resumir bastante bien en esta famosa ocurren- cia de Paul Valry: "La poltica es el arte de impedir a los sentidos mez- clarse con lo que les atae." En efecto, la incomprensin a que aca- bamos de referimos obedece a esa lgica de lo ,moral-poltko de ocuparse de lo lejano, del proyecto, de lo perfecto; es decir. de lo que debera ser. En cambio. lo propio de lo que, a falta de mejores tnni- nos. podemos llamar el pueblo o la masa, es preocuparse de lo que le es cercano, de ese cotidiano monstruoso, estructuralmente hetero- gneo, en una palabra, estar en el centro de una existencia que es muy difcil de intimar. De ah su rechazo, casi consciente. de ser' lo que sea. Para dar cabal cuenta de esto he propuesto la metfora de la cen- tralidad subterrnea, con objeto de destacar los numerosos fenme- nos sociales que, sin estar finalizados, tenan una especificidad propia. As, segn la hiptesis del neorrbajsmo, que formulo actualmente. se puede decir que, en el seno de una masa multifoone, existe una mul- tiplicidad de microgmpos que escapan a las distintas predicciones o exhortaciones de identidad habitualmente formuladas por los analis- tas sociales. Ello no impide que la existencia de estas tribus sea flagran- s M. Oork, Pen.ss intempestivt:S, Lausana, L'ge de I'homme, 1975, citado por B. Souvarine, op. cit., p. 18I.!.Lttms tkSarln', Temps, DI, 1983, P. 1680. P.Valry,tEuvrtsWllJ" pleJes. La Pliade, t. u. p. 615. EL TIEMPO DE LAS TllIIIUS ANEXO 265 te. La.existencia de sus c,uluu;as,oo el\ en s misma menos real. Pero, naturalmente.ni stas ni aqullas se.inscribenen ningn orden pol- uco-moral, yun.anlisis que. se haga esencialmente a partir de dichas categoras estar condenado al silencio. o lo que por ms frecuente, a la palabrera. Ya he dicho antes que no se puede y. menos an.reducir; o traer la socialidad a tal? cual determnacon, aun cuando sta fuera de ltima instancia. Vivimos en un momento de lo interesante, donde el orecmiento de lo vivido apela a un conocimiento plural, donde el anlisis disyuntivo, lastcnicas de la se- para cin y el apriorismo conceptual.deben dejar a una nclogta compleja qlJ-e sepa integrar la la las nanacil;mes vtajes ylas distintas manifestaCiones de los Imagma- rios colectivos. " .Diho proceder, que torna en cuenta la vida, podr estar en con- dlcones.de expresar el, hervidero contemporneo. hemos tenido ocasin dedecir, nos hallamos lejos de cualquier upo de ah- del espritu, [todo lo contrario! En efecto, es posible que, si sepaptos encontrar un orden especfico operante en nuestros.das. .:\s,.ala vitalidad socetal correspondera un vitalismo lgico. En otros .sucederfa una lgica de las pasiones (o de la confusin] fila lgica poco-moral a que estamos acostumbrados. de rodos conocda Ia frmula de san Atanaso "QU kairoi alla kUTJi" (PG,,25. 252 C), que se podra traducir: "no lo que se presente, sino dioses". E. Martneau propone una inversin de sta: "QU kurioi a/la que podramos uaducr.de la siguiente "no des impuestas desde arriba, sino lo. que est ah ,las oportunidades, '9& momentos vividos en comn." Se trata de una inversin que pue- de sernos de griln utldad.a la hora de comprender nuestro tiempo. Las monovalencias religiosas o profanas han perdido vigencia, es po- sble.quelas.tribus que nos. ocupan se muestren ms atentas al tiem- po que jranscurre y a su valor propio, a las que se pre- sentan, ms que a las instancias dominantes, sean del upo que sean. Asimismo, no es menos posible que estas oportunidades definan su ordenque para ser ms estocstico o ms latente, no por ello deja de ser menos real. Es esto lo que est en juego planteado por la centra- 9 Cf,el de E. Martineaua 51,1 traduccin de EIn ellempsde Heidegger, Au'" henuca, H. C., p. 14. lidad subterrnea: saber comprender una arquitectnica diferencia- da que descanse en un orden o 'en una potencia interior. r que, sin estar finalizada, posea una fuerza intrnseca que consiente tornar en cuenta. Resulta que el vitalismo inducido por el planteamiento que acabo de indicar no es ninguna creacin ex nihilo. Se trata de una perspec- tiva que suele resurgir con regularidad. y que ha inspirado sus obras consecuentes. Para dar tan slo unos cuantos nombres significativos de los tiempos modernos, podemos remitir al "querer vivir" de Sebo- penhauer, al impulso vital de Bergson, a la LebensO%iologUJ de Simmel o al querer oscuro de Lv-Strauss. En cada uno de estos casos se po- ne el acento en el sistema de las conjunciones, o tambin, empleando un trmino que est de moda, en la sinergia de los distintos elemen- tos, culturales. sociales. histricos, econmicos, del todo social. Con- juncin que parece hallarse en adecuacin con las grandes caracte- rsticas sociolgicas del momento. Podemos discriminar, separar, reducir un mundo dominado por el objeto o por lo objetivo. pero no se puede hacer lo mismo cuando nos enfrentamos a eso que yo Ita- mara el "regreso de la vida". Encontramos aqu un tema recurrente en M. Weber, claramente formalizado en la nocin de Vt'73"te/um. Aes- te respecto, se ha podido resaltar el papel coyuntural que juega esta nocin entre el conocimiento y la vida cotidiana. "DespiU tlle mystiqtte with whichthe conafrtofVerstehen has been invected, th.ere Seem$ no muon lo suppose that historirol QT sociological understandings essentiaUy difJmmt from tmeryday understanding."10* En realidad. existe una buena dosis de mstica en la nocin de la comprensin, en cuanto que'se funda en un conocimiento directo, intuitivo y'global a la vez. Es una nocin que congrega ymantiene juntos los distintos elementos que haba se- parado el momento analtico. Pero tomemos el trmino mstico en su sentido ms amplio: aquel que trata de comprender cmo las cosas se mantienen juntas, aun- 10 W. Outhwane, UnJn:slmldingsociallife, Londres, GeorgeAllen y Unwin, 1975, p. 13. Sobre la nocin de conjuncin, cf. G. Durand, "La noon de limile", Emnos 1980, Frankfurtam Man, verag, 1981, pp. 43 Y46. " A de la mstica con la cual el concepto de %nIehen ha sido vituperado, no parece haber razn para suponer que el enlendimienlo histrico o lIOCiolgico es esen- cahnente diferente del enlendimienlo cotidiano [T.}. 266 EL TIEMPO DE LAS TRIBUS ANEXO 267 que sea de manera contradictoria. y enqu reside la armona conflic- tiva propia-de toda sociedad. En.unapalabra, qu es ese glutinum mun- di que hace .que una cosa exista. Mstica es el asombro po.r ese tipo del ppuwque, ante el espritu critico de Sartre, ve, Siente, di- ce, el "bien existente en todas las cosas". Al "no" dsocauvo se opone el "si afinnativo. Recordemos que el proceder disyuntivo es la pen- diente del principio de individuacin. El individuo crtico que sepa ra, es el mismo que se separa. Si bien toda su obra participa de esta tradicin, Adorno, cuando da rienda suelta a su mente, y a su lucidez, hace este-tipo de observaciones: "ninguna persona tiene derecho, por orgullo elitista, a oponersea la masa, de la que ella misma no es sino un momento"; tambin "ya es de por s una insolencia decir yo".'! En efecto, la actitud mstica de la comprensin tiene en cuenta el discurso de la masa, de la que no es, a decir verdad, ms que una ex- presin especfica, As como se ha podido decir de bella manera: "Nuestras ideas estn en todas las cabezas." Contrariamente a la exte- rioridad, de la que se ha hablado antes, la comprensin toma nota de la globalidad y se sita en el interior de sta. Setrata aqu-de un ambiente especfico que privilegia la nterac- vidad, ya'Se trate de la interactividad de la comunicacin o de aque- lla natural y espacial. Cuando propuse, en un libro anterior, la corres- pondencia y la analoga como maneras de proceder en nuestras disciplinas, tena en mente resaltada pertinencia de esta perspectiva global en un mundo donde, por no haber nada importante, todo tic- .ne mportaacia. donde-desde.el ms grande al ms pequeo, todos los elementos se corresponden entre s. Setrataba tambin de desta- car que, al igualqueuna pintura en camafeo, la vida social descansa ea un deslizamiento insensible, pero recproco, de experiencias, si- tuaciones y fenmenos; fenmenos, situaciones y experiencias que remiten analgicamente unos a otras. Afalta de explicarla, buscar su por qu, es.posible describir dicha. indefinicin. Con este fin, A. Ber- que emplea, a su manera, la nocin de "medianza", que connota el ambiente y registra tambin la resonancia multiforme de la que aca- bamos de hablar. Es un vaivn entre lo objetivo y lo subjetivo, y entre la bsqueda: de convivialidades y el procedimiento metafrico. Para 11 T. Adorno, M,nil/lrl Pars, Payot, 1980, p. 47, YNoks SIl>' la /lffalu1l', Flarnrnarion, 1985, p. 426. ser ms precisos, se podra hablar de contaminacin 'de cada uno de estos registros por medio del otro-Todas estas cosas que,-si no los in- validan, al menos s relativizan, por una parte, la mirada exterior y, por la otra, tal o cual monovalencia conceptual o raconal.P EL ORDEN INTERlOR La superacin de la monovalencia racional como explicacin del mundo social no es un proceso abstracto, sino que est-estrechamen- te ligada a la heterogenizacin de este mundo; o tambin a eso que yo he denominado el vitalismo social. Segn E.- Renan, el dios anti- guo "no es ni bueno ni malo, es una fuerza".13 Esta potencia no tiene nada moralizador, sino que se expresa por medio de una multiplici- dad de caracteres, que conviene comprender en el sentido ms am- plio del trmino y que ocupan todos ellos un sitio en la vasta sinfona mundana. Es esta pluralizacin la que obliga al pensamiento 'Social a romper el cerco de una ciencia unidimensional. Tal es la leccin esencial de Max Weber: el politesmo de los valores apela a un pluralismo causal. En el esquema conceptual que se impuso en el siglo XIX, segn aca- bo de indicar, un valor era una cosa que se reconoca como buena-y el objetivo del intelectual consista en obrar de manera que este uni- versal tomara fuerza de ley. sta es la perspectiva poltico-moral. YIas' diversas ideologas que se repartan el mercado (conctualmenre} funcionaban con el mismo mecanismo. Pero ya no puede ser lo ms- mo ahora que se est produciendo una rrupconde valores totalmen- te antagnicos, lo que relativiza por lo menos la pretensin universa- lista, a la vez que matiza el alcance general de determinada-moral o poltica. Es esta inupcin la que funda el relativismo conceptual. 12 Sobre la correspondencia y la analoga, remto a mi libro M. Maffeooli, lA am- KJincheck, 1985. Sobre la cf. A. Berque. ViU!l' l'espar-e aTIJapm, Pars, "F, 1982. p. 41, Y .....mJagrtll'arlfta, Pars, Gallimard, 1986, pp- 162, 165. E. Renan, Man: AImUl', 011 In. fin du J1W>Uk anlique, Pars, llvre de Poche, 1984, p. 314. 268 EL TIEMPO DE LAS TRI RUS ANEXO 269 Tal relativismo no es Iorzosamente un mal. En todo caso, ste exis- te, por lo que es mejor tomar cartas en el asunto. Con el fin de com- prender mejor sus efectos, conviene recordar que, segn la expresin de P, Brown, la historia de la humanidad est atravesada por una "constante tensin entre los modos 'testa' y 'politesta' del pensar't.!' Por mi parte, yo dira por un constante movimiento pendular. Segn la ley de la saturacin, que tan bien ha ilustrado P. Sorokin, respecto a los conjuntos culturales. existen paradigmas que van a privilegiar eso que unifica en trminos de organizaciones polticas, de sistemas conceptuales y de representaciones morales; en cambio. hay otros que, en los mismos mbitos, van a favorecer la explosin, la eferves- cencia y.la profusin. Del Dios espritu puro, poderoso y solitario se pasa a los dolos corporales, desordenados y plurales. Pero, contraria- mente allinealismosimplista, que slo contempla una evolucin de lo "poli" a lo "mono", resulta fcil observar que las historias humanas dan mltiples ejemplos de un vaivn entre estos dos modos de expre- sin social, Son numerosos los trabajos de erudicin que han resaltado este fe- nmeno. 'G; Durand, buen conocedor de las mitologas, ha mostrado c-on acierto que el propio cristianismo es incomprensible, a pesar de su intransigencia monotesta, sin su sustrato sncretsta.!" Y, an en nuestros das, el desarrollo sectario, los movimientos carismticos, las manifestaciones caritativas, las comunidades de base y las mltiples termas de supersticin pueden interpretarse como la manifestacin de un viejo fondo pagano, populista, que ha perdurado mal que bien en la religin popular y que hace aicos el caparazn unificador ela- borado a 10 largo de los siglos por la Iglesia institucin. De hecho, se- ra interesante mostrar cmo el aspecto unificado de la doctrina y de la organizacin es menos slido de lo que parece, y cmo es siempre susceptible de estallar y, sobre todo, perfectamente puntual. Los dis- tintos cismas o herejas son a este respecto una buena ilustracin de dicho fenmeno. Yhasta las doctrinas que se revelarn ms adelante como los apoyos ms slidos de las posturas monovalentes, por afron- tar lo desconocido y descansar en el deseo de libertad, son en sus mo- mentos fundadores los sopoetes ms slidos del pluralismo. As, si se- H ef. P. Brown, lA .roni/; rlln&" dm!s I'AntUpiti lardillt!, Pars, Senil. 1985.p. 18. 15 Podemos remitir a G. Durand, La Foidll mrdmmier. Pars, Denol, 1984. guimos al decano Strohl, gran conocedor del joven Lutero, se puede ver cmo ste opone a una Iglesia institucin y macroscpica una "Iglesia invisible [... Jque acta por medio del intermediario de sus testgosr.!" Se puede afirmar que l vea aqu la esencia de la ecdesia constituida por pequeas entidades locales y msticamente unida en la comunin de los santos. Para l, frente a una Iglesia institucin ad- ministradora de una dogmtica establecida, existe una fuerza institu- yente que es esencial. Potencia contra poder. Es interesante notar cmo esta visin plural de la Iglesia tiene co- mo corolario una elaboracin intelectual que corta con la rigidez es- colstica. Lutero haba aprendido "a combinar fragmentos del siste- ma de Aristteles con el de san Agustn sin que le inquietaran los principios de estos sistemas (... ] poda con todafacilidad adoptar ideas derivadas de principios extraos, pero asimilables a sus propios principios... " En estos dos aspectos, el ejemplo de Lutero es esclare- cedor, pues se puede decir que el xito del luteranismo descansa en la captacin intuitiva del fundamento pluralista que caracteriza lo po- pular. El decano Strohl no deja, por cierto, de destacar que Lutero "hijo del pueblo [... l tiene en s mismo sus mismas cualidades y defec- tos ... "17 Dejmosle la responsabilidad de sus afinnaciones,lo que es cierto, es que en su tiempo, los estratos populares no se equvocaroa al seguirlo con entusiasmo, y al sacar la lgica de su enseanza, se re- belaron contra los poderes establecidos, hasta que Lutero, una vez al- canzado su propio objetivo: convertirse en visir en el lugar del visir, apelara a la nobleza cristiana para reprimir el desorden de la chus- ma. Pero esto es otra historia, [aquella de la "circulacin de las lites"! Lo que importa resaltar en primer lugar es que existe un funda- mento social refractario a la unidad, a toda unidimensionalidad re- presentativa u organizacional. Este fundamento parece manifestarse funcionalmente en los momentos donde se observa a la-vez un pro- ceso de masificacin y un estallido de los valores en el interior de es- ta masa. Lo que acabo de indicar respecto a la Reforma se puede apli- car al Renacimiento, en el que,junto a una tendencia general a la "fusin de las diferentes capas de la sociedad", as como lo ha obser- 16 H. Strohl, ["tihn, ParS,I'llf. 1962, p. 294; d. tambin ~ .. 17 llnd., pp. 200Y233. 210 EL TIEMPO DE LAS TRlBUS ANEXO vadojacobBurckhardt, elgran historiador de este asistim?s a una exposn vitalsra,en todos 105 campos, doctrinas, .artes,. socia- bilidad, estructuraciones, polticas; etctera. Efervescencia que cons- tituye un nuevo mapa social y que.cas siempre apela a nuevas formas de interpretacin. Durkheim tambin lo not respecto a la Re;olu- cn francesa {al destacar su aspecto religioso} y, de manera mas ge- neral.irespectc a toda forma de religin que, segn sus palabras, "no se reduce a un culto nico, sino que consiste en un sistema de cultos dotados de certa autonomta't.l" Por. medio de todos estos ejemplos y citas podemos ver cmo hay momentos en lasque las sociedades se hacen ms complejas apelan- de a procedimientos tambin complejos. Al clasicismo depurado pue- de sucederle un barroco exuberante. y, as comolo clsico es lineal, ssual.xerrado, analtico y.susceptble de anlisis claros, se sabe que el barroco se hallaen devenir; es frondoso, abierto, sinttico y remi- te a una oscuridad relatvao, al menos, a un enfoque que descansa en el claroscuro. Estas pistas de investigacin, propuestas para la his-- toria de} arte por Wlfflin, 19 pueden aplicarse perfectamente a estas consderacones epistemolgicas. En nuestro casase pondr el acen- Loen el segundo conjunto de, nociones. Lasocialidad barroca que es-- temergiendo exige que sepamos descifrar la lgica de su despliegue 'interno, yaque, lo repito, existe. un orden bien especfico de la socia- lidad subterrnea. Un orden interior que, de manera puntual, aflora en. momentos de fractura, de cambios profundos o de efervescencia; dando.por supuesto, que tales. momentos pueden ser perfectamente silenciosos o, por lo menos discretos, hasta el punto de escapar a la tinur:a de anlisis de quienes viven de-esta profesin. Recordemos el adagio "hay que saber. escuchar ala hierba crecer". E.Jiinger nota, con agudeza, en los de los egipcios no encontramos ninguna alusin al xodo. roEste no debijugar un pa- pel muy Importante en la poltica interior de dicho pas,y sabemos, sinembargo, lo que esta pequea evasin de esclavos tuvo como con- 'IR . Durkheim, r-ll,'!rrnIU'-S ;lmenlni"-,;U liJ. "ie religieTw, Paris, PUF (1968), pp. 36 .'15., Le Livre de Poche, 1991. 19 cr. H. Wlfllin, Rmail'onaet btlroq'u' Brtonne, G. Monfort, 1985 y, misma edi- torial, Pri, .. rifit's!OIuit1mnlltlltx de l'M'loire t l'art. 2{) Cf. E.Jnger, Gmffui. Pars, C. Bou'Wois, 1977, p. 35. secuencia en el desenvolvimiento posterior- de la historia, o, lo que viene a ser lo mismo, la constiuccin mitolgica' que ha servido de fundamento a nuestra histoa. As, hay momentos en Irisque '10 que puede parecer poco importante, lo que pasa Inadvertid o lo que' se va a considerar marginal es, por una parte, el lugar de una implica- cin real para sus protagonistas y,por la otra, resulta tener' consecuen- cias de peso para el devenir social. El orden que trato de hablar pre- tende dar cuenta de este fenmeno. Ya he analizado esto por medio de nociones como la del "vientre flccido" (desentenderse), el "ensimismamiento", la astucia; he llega- do incluso a proponer la caregora de duplicidad(La conrjute du F sent, PUF, Hl79) para dar cuenta de los procesos de abstencin. Sin embargo, conviene sealar que esta- tetntca.adems de su inters prospectvo como tal, abre una indudable pista epsremolgca. As, lo que indicaJ. Poirier a propsito de las historias de vida; que "quie- ren hacer hablar a los pueblos del silencio; captados por sus repre- sentantes ms humildes",I!! entra de lleno en esta perspectiva Este au- tor afirma que existe un silencio que habla; y que no conviene violentarlo, sino ms bien interpretarlo para poder' destacar toda su riqueza, En erecto, este silencio es muy a menudo una forma de disi- dencia, de resistencia e incluso de distancia interior. Si seguimos las pauw positivistas, que no quieren ver ms que la postvdad de las cosas, se trata aqu de un "menos", de una inexistencia. Pero.conrr- ramente a esta actitud, hay que decir que diclio enfoque posee una cualidad propia: la -nada" sirve de fundamento a una vida importan- te. Descubrimos aqu la frmula weberiana: comprender lo real a par- tirde las facultades de lo irreal, De hecho, lascategoras deopacidad, astucia, duplicidad, los mecanismos de stlenco y claroscuro, son, an- te todo, la expresin de un vitalismo que asegura: a la larga la conser- vacin o la autocreacn de la socialidad. De ah la mportarca eps- remolgtca a que acabo de referirme. Detrs de las prcticas de silencio se esconde, como he tenido oca- sin de exponerlo en otra parte, el problema de la sobrevivencia. Por sobrevivencia entiendo esa facultad de adaptacin que permite aco- modarse a Jos condicionamientos sin sucumbir a ellos. Es ah donde reside esencialmente el problema de la fuerza o, incluso, de la poten- 21 1. Poner, -s ririb de Inlne, Paris, PUF, 1984, p. 23. EL TIEMPO PE LAS TRIBUS cia, que no hay que confundir con el. poder. Mepennito recordar tambin que, en su dimensin sociolgica, se puede decir que la sobrevvenca del pueblojudo remite tal vez a las estrategias que aca- bo de indicar. Las agudezas, los juegos de palabras, los silencios y las astucias que le son subsecuentes, van a la par, en los judos con un gran respeto y un gran.amor por la vida. Son numerosos los observa- dores que han sealado este fenmeno.F y, en el mismo orden de ideas, se puede proseguir el fino anlisis de una polemloga de la vida cotidiana cuando destaca que slo las relaciones amorosas, que escapan a la prescripcin del decir y a la te- rapa del "decirse", tienen posibilidades de perduranP Tomo aqu las ilustraciones en un espectro deliberadamente amplio; stas no tie- nen nada que ver entre s, si bien expresan cmo toda la socialidad se halla fundada en la comunin y la reserva, la atraccin y la repul- sin, ycmo, a fuerza de valorar en exceso el primero de estos tr- minos, se acaba olvidando la profunda riqueza de los segundos. En nuestra preocupacin, heredada del siglo XIX, por someter todo a la razn y pedir razones a todo, olvidamos, empleando una bonita ex- presin de Silesios, que "la rosa est sin porqu". Desde un punto de vista epistemolgico, como consecuencia de haber insistido demasia- do en lo "dicho" de.Ias relaciones sociales, hemos olvidado que stas descansaban tambin en lo "no dicho". Semejante vacuidad es un conservatorio que est an por explorar. Resulta que esta perspecti- va, perfectamente plasmada en la antigua sabidura del secretum meum mihi, puede introducirnos en el fundamento mismo de una socal- dad concreta que no debe ser considerada como el simple reflejo de nuestras ideas, sino que posee su consistencia propia. Se trata de una cuestin de sentido comn, difcilmente admitida por el saber eru- dito, que se siente de este modo relativizado, pero que no deja de sur- gir regularmente a la vez en la vida comn y corriente y en el deba- te de ideas. 1'20". W.J.Johnston, LhpriI. Vum,w". Unelli./Qino inl41FrI'lI'lel ,<nciab, Pars, PUf, 1985. pp. 26-28. 23 1. Pennacchioni, lk ro1{l1etTl' ((mjugaJe, Pars, Mazarinc, 1986, p. 79. ANEXO VIVENCIA, PRoXMlCA y SABERORGNICO Contrariamente a lo que suele admitirse, el final de los grandes rela- tos de referencia no se debe a que ya no haya grandes maestros del pensamiento. La calidad de la investigacin intelectual no es forzosa- mente peor que la de otras pocas. De hecho, si existe desafeccin respecto de las ideologas dominantes y lejanas es porque estamos asistiendo al nacimiento de una multiplicidad de ideologas vividas da a da y que descansan en valores cercanos. Vivencia y proxmica. Este sentido de la concrecin de la existencia puede entonces consi- derarse como una expresin de buena salud. corno la expresin de una vitalidad propia. Vitalismo que secreta en cierto modo un pensa- miento orgnico. naturalmente con las cualidades propias de este ti- po de pensamiento, a saber. insistencia en la penetracin intuitiva: vi- sin desde el interior. en la comprensin: registro global. holfsrca de los diversos elementos de lo dado y en la experiencia comn: lo que se siente junto con los dems come algo constitutivo de un saber vi- vido. Algunos autores, la verdad pocos, han insistido en un pensa- miento orgnico semejante. Podemos remitimos a W. Dilthey, natu- ralmente, Pero tambin a todo el pensamento.de inspiracin nietzscheana, que privilegia lo dionisaco y sus aspectos tctil, emo- cional, colectivo y conjuntivo. Podemos citar tambin a G. E. Moore y su Apologie du senscommun, insistiendo en las verdades que se ocul- tan en este ltimo; Moore observa con agudeza que "la mayora de los filsofos (... ] van contra ese mismo sentido comn en el cual ellos participan, no-obstante, en sus vidas cotdanas't." Podramos aun ci- tar a algunos autores que. en este mismo lineamiento, centran sus in- cesugacones en una temtica cercana, como es el caso de la fenome- nologa sociolgica. que. con A Schutz, P. Berger y T.Luckmann, mostr el gran inters temtico y epistemolgico de esta perspectiva. En efecto, lo que se puede llamar el vitalismo y el "sendo-comuno- 21 G. E. Moore, Apologie dll SI'nS rom"'IIfl, pp- 13!>-160, F. Annengaud, G. E. M_ el la grmise de la pllilo'\':>/JI'u mwJyliqlw. Pars, K.iincuieck, 1986. cf p. 13. Es en la confluen- cia de esta perspectiva y la de la fenomenologa sociolgica donde se sitan los traba- jas del Centre d'tudes sur I"Actuel el le Quotidien (Pars V), asi como mis obras so- bre el tema; M. Ln. conqtl dll Jwirenl, ptnlTIl1ll! socioiogie de la w quotidien'M, Pars, I'Ilr (1979), DD8, 1998, YLa ronnni.ual'laordinam, fnicis de op. riI., Y T. 81in, op. nI. f:L TIEMPO DE LAS TRIBUS ANEXO 275 logia" estn vinculados, ysu conjuncin permite acentuar la calidad intrnseca del hie y nunc, e n el valor del presentsmo, cuya riqueza nunca se explorar lo suficiente. Ello no impide que se trate de algo que es difcilmente admitido en el enfoque intelectual, tan es cierto que su propensin natural (gravedad estructural?) lo empuja hacia lo lejano, lo normativo, la elaboracin de la ley general. Todas estas cosas que uno puede sub- sumir en la expresin "lgica del deber ser", y esto sin distincin de tendencias. De manera un tanto tajante, se puede decir que todos es- tos procedimientos explicativos son centrfugos, siempre en busca de un ms all del objeto estudiado. Es en el punto opuesto a esto don- de se sita la aproximacin comprensiva, que es deliberadamente cen- tripeta, es decir, que toma en serio su objeto, por minsculo que ste sea. Cada cosa ser analizada en s misma y por s misma, y no se bus- car superar sus contradicciones dentro de una sntesis ilusoria. En el marco de la perspectiva inaugurada por S. Lupasco y G. Durand, se puede hablar de una."lgica contradictoral".25 Al deber ser, la his- toria, lo.lejano y la.explicacin centrfuga: a lo contradctorial, el mi- to, lo cercano y-la comprensin centrpeta. Es .lmeresarue notar que el impulso para repensar las categoras del conocimiento socal procede, entre otros, de quienes destacan la importancia del espacio. Estoy pensando en particular en los traba- jos.deA. Berque, quien, por una parte, muestra cmo "el habitante vivecomo tal (y) no para una mirada exterior", formulando a este res- pecto la hiptesis de un sistema "areal o celular" que se mantiene en lo colectivo, en el sentido amplio del trmino, ms que en el indivi- duo. Lo coalla lleva, por otra parte, a hablar de indistincin entre el sujeto y el objeto, entre el Yoy el Otro. 26 Lo que no debe llevarnos a olvidar, les procedimientos de correspondencia, metafrica o anal- gica. Sea corno fuere.es esta conjuncin la que permite destacar un cmkn inmanente vinculado al "medio fsico" o al "campo concreto" donde se ejerce la vida social. 27 He aqu la apuesta mayor de la re- Cf. el posfacio de G. Durand a Sll.'I Sin ..t",,,, ant},,,,p"/;gi'(lUS tk I'imaginain', Pans, Bordas, 1969. Sobre la utilizacin por la mitocrica del procedimiento centrpeto, cf G. Durand, Figlln'-s IIIJtiqU",' f/ tk I'flt'UllTll, Pars, Berg, 1982, p. 308. 'lfi A. V,,,,,l'e..paa auJapl}{/, op. cit., pp-. 56 Y124. 27Cr., aeste respecto, A. Berque, Le Pars, Gallimard. 1986. p. 267. flexin que intentamos esbozar. comprender que existe. una lgica societal que, sin obedecer a las reglas bastante simples del racionalis- mo monocausalsta, no es por ello menos real. Para ser ms precisos, podemos decir que existe una racionalidad abierta que da coheren- cia a los distintos elementos de la realidad social sin reducirlos a nin- guna visin sistemtica, cualquiera que sta sea. Esdecir, parafrasean- do a V. Pareto, lo lgico y lo "no lgico" operante en estos elementos entran en sinergia para crear la arquitectnica que conocemos. En efecto, salvo en los libros escolares, no hay nada que sea unidi- mensional en el seno de la vida social. sta es, en numerosos aspec- tos, monstruosa, dispersa, siempre en un lugar distinto donde se cre- y haberla fijado. Es el pluralismo que la mueve con profundidad, y este estado de cosas es el que conviene aprehender. He aqu lo que pretende hacer la sociologa de la vida cotidiana. Pero hace falta sa- ber, que no hay nada ms dificil que la actividad intelectual que sta supone. Como dice W. Outhwaite respecto a la ambicin comprens- va de G. Simmel: "This is [... J merely to say that everydayundcrstan- ding is a highly complex activity."28Yello porque la vida cotidiana, ms all de las distintas racionalizaciones y legitimaciones que se co- nocen, est petrificada de afectos, de sentimientos mal definidos, en una palabra, de todos esos instantes oscuros imposibles de soslayar y cuyo impacto en la vida social es cada vez ms evidente. Cosas que en- cajan muy mal con la simplicidad del ideal, la simplificacin de la per- feccin, o incluso el fantasma simpln que reduce la existencia a lo que sta debera ser. Es, en efecto, bastante fcil vagar por los cerros del mundo nteli- gible. ste es maleable a capricho y se presta a todo tipo de acroba- cias, vuelcos y dems violencias conceptuales. Existe cierta brutalidad en el acto puro del espritu. Yno me cansar nunca de repetirlo, la lgica del deber ser es una facilidad, un ltimo recurso, una forma truncada del conocimiento. ste es mucho ms respetuoso con la complejidad de la vida; y es ah donde rechaza las definiciones aprio- rsrcas creando las condiciones de posibilidad intelectuales que per 211 W. Outhwaite, f IrukrWmdingwciallifr. themetJwd calledVtTStehen, Londres, G. A1len y Unwin, 1975, p. 13. Este es 1... 1meramente para decir que el entendimiento cotidiano es una activi- dad altamente compleja (T.}. 276 EL TIEMPO DE LAS TRIBUS ANEXO 277 mten poner de manifiesto (epifanizar) los distintos elementos de di- cha complejidad. Como ya he explicado, sta es la apuesta del 'for- mismo": poner en pie un procedimiento riguroso de descripcin que se halle en congruencia con la apariencia abigarrada de la vida soce- tal y que, al mismo tiempo. sepa mostrar su pertinencia epistemol- gica. Hay que recordar, en efecto, que, ante todo, es lo que se da por he- cho (vase Schutz tallen forgrante) lo que se deja ver, lo que consti- tuye el soporte de-las construcciones intelectuales, sean de la ndole que sean. Podemos tomar como ejemplo el proverbio. en el que Durkheim vea "la expresin condensada de una idea o un sentimien- to colectivo", o incluso la conversacin comn y corriente que con- tiene a veces una filosofa de la existencia y un sentido de los proble- mas venideros mucho mayores que numerosos debates acadmcos.w Aqu se trata de. manifestaciones culturales stnctissimo sensu, es decir, lo que funda sociedad, y uno puede asombrarse de que la culturaeru- dita sea-tan impermeable a tales manifestaciones. Se puede suponer que es esta impermeabilidad la causa principal de la esterilidad carac- tersca de unagran parte de las ciencias humanas y sociales. De hecho, lo que hace cultura es precisamente la opinin, o "el pensamiento de laplaza pblica", cosas que constituyen la argamasa emocional de la socialidad. y, como se sabe, el pensamiento erudito slo se elabora a poster.i.ori. Adoptar aqu una distincin de Femand Dumont, quien habla de "cultura primera", en la que nadamos sin preocupamos, y de "cultura segunda", que me agrega a un grupo par- ticular. 30yo dira, en el marco de nuestra problemtica, que la prime- ra es en cierto modo el ambiente, el bao nutricio de toda vida en so- cedad, y que da origen, o al menos permite la eclosin de distintas tradiciones que. slo pueden perdurar en tanto que stas permanez- can ligadas a la matriz- comn. Existen, entonces, tantas tradiciones especficas como grupos. El de los intelectuales es uno de ellos; pero 29Cf. . Durkheim, De In dw;..ion dll ImIJail .orinl, Par., 1926, p. 145. Cf. tambin, sobre la esterilidad de los discursos acadmicos, K. Mannheim, ltolDgU' ti '1lofJU'. Parl, Mareel Riviere, 1956, p. 69. Cf. tambin esta obS<':lVacin enriquecedora de E. Renan: "son los tartamudeos de la gente del pueblo que se han convertido en la segunda bi- blia del gnero.humano", Marr A..",1e, op. cit., p. 291. 30Cf. F. Dumont, "Cene culture que I'on appelle savante", Qru-,tilm3d.. miJun, IQRC, Quebec, 1981, pp. 27 ss. slo abusando se puede afirmar que presenta un saber ms legtimo que los dems. En efecto, estaramos mejor inspirados si resaltramos la correspondencia, la sinergia, la complementariedad que une estos distintos saberes, ms que establecer prioridades yjerarquas. De esta manera seramos ms sensibles a la cercana riqueza de estos saberes. Para ello conviene, naturalmente, diversificar nuestros criterios de eva- luacin. En efecto, si parajuzgar la validez de un enunciado o una prctica utilizamos el nico criterio de coherencia formal o el de la simple lgica causalsta, nos condenamos a hacer apreciaciones tauto- lgicas. En lo que a la sociologa francesa se refiere, P. Bourdieu es, ciertamente, el caso ms significativo, cuando ttje (o teoriza, segn el punto de vista) la "creencia prctica". No vamos a detenemos aqu so- bre el desprecio inducido por esta actitud. sta se juzga a s misma y, sobre todo, es una confesin de impotencia. Tampoco, segn mi en- tender, es afortunado hablar de "sentido terico popular", pues en tal caso el sentido comn esjuzgado o pasado por el exclusivo tamiz de la perspectiva terica. SI Tanto en uno corno en otro caso, se trata, como lo he indicado, de una perspectiva "centrifuga" que se refiere a un ms all del objeto con una actitud enjuiciadora ms o menos explicita. La fuerza de la modernidad estrib en haber situado todas las co- sas en el marco de la historia y de su desarrollo. El "centrifuguismo" no es ms que la traduccin intelectual de dicha puesta en perspec- tiva. Pero lo que fue una fuerza no deja de volverse una debilidad. En efecto, la Historia ha evacuado las historias. La Historia ha relativiza- do la experiencia; y es sta la que, tras haber sido reprimida, vuelve a expresarse con fuerza en nuestros das. Sus modulaciones son de 10- dos los rdenes, pero todos tienen como punto en comn el privile- giar el empirismo y la proxmica. Es precisamente esto lo que nos ha obligado a recentrar nuestros anlisis y enfocar nuestras miradas ha- ciaese "concreto de lo ms extremo" (W. Benjamin) que es la vida de todos los das. La complejidad cotidiana, la "cultura primera", mere- ce una atencin especfica. Es eso que yo he propuesto que llamemos un conocimiento ordinario.S'l SI u. y. Lambert, 1Jieu r./umge 1m Hretagn.-. Pars, Cerf 1985, p. 225. De hecho, elli- bro de Lambert es de gran inters. rS<': puede pensar que esta fnnula es una analo- ga, infeliz a mi parecer, yaque es demasiado contradependiente de la perspectiva de Bourdieu. 3:! M. Maffesoli, [,0. corrnaissann onnnim, op. riL Cf. tambin T. Blin. op. rilo 278 EL TIEMPO DE LAS TRIBUS La apuesta es de suma importancia. ya que cada vez ms, es esta proxmica la que determina, en el sentido simple del trmino. la re- ladn con los dems. Ya sea el "mundo social vivido". la experiencia vivida. el relaconsmo, las interrelaciones recprocas, son numerosas las expresiones que, desde Dilthey hasta Schutz pasando por K. Mannheim, toman como a JrrWri de todas las categoras sociolgicas la socialidad natural y su arqutectnica.P Se trata de algonatural y precientifico? De una sociologa espon- tnea? De un mtodo especulativo? Poco importa el estatuto de dicho procedimiento siempre y cuando nos permita trazar la sealizacin, aun cuando sta sea slo provsoria, de una configuracin en curso de realizacin. Las estructuraciones estables estaban bien definidas por la lgica de la identultulypor el juicio moral que le es vinculado. Las cons- telaciones indeterminadas necesitan que sepamos destacar las identifi- caciones sucesivasy el estetismo (las emociones comunes) que las tra- duce debidamente. La evaluacin que se fue imponiendo de manera progresiva a lo largo de la modernidad se hallaba en perfecta con- gruencia con su objeto: el orden poltico. Pero no es seguro que se pue- da aplicar a ese hervideroque, desde las tribus hasta las.masas, va a ser- vir de matriz a la socaldad en devenir. sta, en todo caso, nos lanza un nuevo desafo.intelectual, ms all y ms ac de la moral poltica: cules van a ser las estructuras socloantropojgicas del ordenpasiona/} Sin animo de ser exhaustivos, se puede citar a Dillhey, Lr 11Wf14e de l'esprit, Pars, Aubier, 1947; K. Mann-heim, "topie. Pars, Rieiere, 1956; A. Schuu, Le c/u;r- cheurdo , quotitm..Pars, Klincksieck, 1986. NDICE DE NOMBRES- Adorno, T. 55n, 149, 266 Agustn, san, 179, 197198,269 Albertoni, E. A., 108n Allais, A., 102, 183 Appel, K.., 74n Aquino, santo Toms de, 70 Amirou, R, 1500, 2440 Aristteles, 70, 194, 269 AuTnengaud,R,273n Arnaud, san, 1480 Atanasia, san, 264 Atoji, Y. 167n Aug. M., l11n vila, santa Teresa de, 39 Bachelard, G., 38, 91, 92n Bakunin, M., 64 Ballanche, 100 Baltmsaitis,j.,225 Baslez, M.-F., 200, 247 Bastde. R. 99 Bataille, G., 42, 117,197 Bateson,G.,73n Baudelarie, e., 13 Baudrillard.]., 12, 108, 151, 1520. 2390 Beaucbard.], 136n. 150n, 242n Beckett, S., 54, 82 Beigbeder, M., 248 Benjamn. W., 67, 70, 124, 133, 137,146,161,216,217,221, 277 Berger, P., 43n, 161, 166n. 273 Bergson, H.; 26,44, 265 Bernard, M. B., 77n
Berque, A., 56, 61, 63, 73,74n, 830,225,226,241,255,260, 266,2670,274 Blin, T., 232n, 273n. 277n Bloch, E. 103.231 Bhme.]., 87, 202 Bolle de Bal, M. 730, 153,154n. 167n Bonnet, S.; 231n Bougl, c., 78n, 87, 88. 110, 1420, 168, 188.201,209,234.2350 Bourdeu, P" 121, 158n, 277 Bourlet, M., 162n. 191n, 198n. 199 Brown, P., 55. 72,1230, 126n, 127, 139, 145, 168n, 179n. 182n. 1840,197,207,211,228,229, 239,268 Burckhardt,j.,270 Burgess, E., 219n Campion, v; 77n, 254n Canetti, E., 124, 133, 178 Capra, R, 92 Casalegno, F., 28n, 630, SOn, 194n,2430 rjaran, M., 1360 Cazenave, M. 27-28 Certeau, M. de. SOn. 121n, 207 Chamoux, F. 218 [2791 28() Char, R., 23 Charron.j.E; 93,109,2160 Cicern, 121 Cceurderoyj.i lsn Comte, A., 35, 99,148 Costa Lima, V., 1870, 2310 Cot, P. 1650, 1870 Coughtrie, M. E., 202. 2030 Danlou, A, 88n . Debord, G., 30 Delmas, P., 80n Devine, M., 2390; 2410 Dilthey, w., 126n, 141, 273, 278 Dodds.E. R, 1170. 168n Dorfles, G., 94, 186 Dubos, C. G., 2600 Duby, G., 2290 Dumazeder.]., 117n. 2250. 2490 Dumzl, G., 192,215 Dumont, F.. 80,1220,2590,276 Dumont, L., 136,1370,209 Durand, G., 29, 50, 54. 550, 60. 740,75,870,92,94,145,192, 202.2150,224,248,260,2650, 268,274 Durkheim, ., 19,25.45,58.65, 680,72,85,91,96.97-99,100, 103,1040, 107, 121, 134, 142o, 143,148,156,160,169.170, 172,206,237,248,270,276 Ebner-Eschenbach,237 Eckartshausen, 202 lias, N. 136 Engels, F., 121 Faivre, A., 2030 Faulkner, v, 54 INDICE DE NOMBRES Ferrarou, F., 2180, 2420, 2590 Feuerbach, L., 99 Fietkan, w., 250n Foucault, M., 13n Fourier, C., 31, 146,210, 24S Freud, S., 160, 196 Freund, J- 590, 96, 1070, lOS, 114,192, 194n, 247 Freyre, G., 116,200,211,221 Oallot, M. 147n Gans, H., 223n Olard, L., 80n. 207n Gbbon, E., 1640, 22So Goffman, E., 430, 48, 71, 720 Oork, M., 263 Griffet,j., 150n Groddeck,91.139 Guedez, A., 165n Oumplowice, 148n Habermas.j., 126n, 141,261 Halbwachs, M., 59, 71, 79, 138, 141,151, 157. 1700,233,138 Hall, E. T., 158n. 2440 Hannerz, U., 43n, 48n, 69n, 72n, 76n, 78n, 219n, 223, 249, 251, 2520,253,254n Hegel, C. w., 171, 172 Heidegger, M., 27, 2670 Herclito, 206, 209n Hertz, R, 2310 Hervieu-Lger, D., 154, 155,230, 256n Hillman,j., 108 Hocquenghem, G., 151, 152n, 153n Hoffel, F., 196 Hoggart, R, 119 (NDlCE DE NOMBRES Hlderlin, F., 7S, S3 Hubert, H., 231n Hugon, S., 78n !anoi,j.,247n ]effrey, D., 1I1n, 154n, 202n, 229n johnaton, W. M., 69n Johnston, w.J. 272n joubert, S., 225n jules-Rosene, B. 102 jung, C. G., 37, 91 Jnger, E., 89, 270 KaIka, F., 178, 196 Kaufmann,j. c., 76n Kim, M., 2450 La Botie, E. 107 Laborit, H., 870 Lacarriere.]., 89-90, 216n Lacrosse,j. M., 78n Lalive D'Epinay, M., 91n, 99n, 139n, 192n Lambert, Y., 1270, 154, 165n, 202n, 277n Lamennais, 100 Lampedusa. C. T., 110 Langos, S., 252n Le Bon, C., 66, 104, 124, 132n, 136n Lee, S. G., 8On, 194n Lefebvre, H.. 118 Leibniz, G. w., 38 Lenin, V. t., 129, 263 Le Quau, P., 36n, 56n, 154n Le Play, F., 31,156 Leroux, P., 100 281 Lvi-Strauss, c., 43,192,265 Lvy, F., 156n Lchteruhaeler; c., 2270 Locke,]., 158 Loisy, 87, 100 Luckmann, T., 430, 161, 164n. 1660.273 Lukcs, G., 24 Lupasco. S. 219, 248, 274 Lutero, M., 127,269 Machado,].,83n Man, H. de, 103 Mano, T., 54
157,237.2380,2760,278 Maquiavelo, N., 11,41, 123, 124, 257 Martinean, E., 264 Martirio, E. de, 187n, 188 Marx. El, 125, 129, 130n, 156, 196 Matta, R da. 83n, 136, 1370, 153, 187n, 212, 213, 214 Mattendi, j, F., 94n Mauron, c., 500 Mauss, M., 70,136,1370,141,173 Mead, G. H., 43n Medam, A., 94n, 215n, 234 Mehl, R, 261 Mnard, C., 1770 Meslin, M., 72n, 2310 Milgram, S., 254n MilIer, B., 90 Moles. A. 1520,219,243 Mootaigne,59 Montesqueu, 114 Montherlant, H. de, 180 Montminj;]. P., 99n, 1870 Moore, C., E., 273 282 MOriD, E., 9, 12,61,74. 106, 113, 1750,1850,205.224,2540 Moua, R., l2n, 2310 Nancy,J.-L., 630, 650, 1470 Ncolescu, B.. 158n Nietzsche, F., 19,20,83,91,113, 217 Nisbet, R, 46, 122, 1480, 156, 157, 171n, 2260 Noschis, 1<., 740 Ortega y Casset.]., 35 Ouo,R,720 Ouo. W. F., 1260 Outhwaite, w., 470, 2650, 275 Pareto, V., 108, 158n, 202o, 232, 275 Park, ]. H., 192, 2470 Pascal, ]27 Pauerson. M., 180n, 2150 Paz, 0.,13 Pelletier, F, 740, 2420 Pennacchioni, L, 2060, 2720 Perniola, M., 58 Perrot, P., 1530 Pessin, A., 290, 30 Pessoa, E, 20 Peyreue, R., 180n Pipes, R.. 2610 Platn, 117, 122. 158 Poe, E., 174 Poirien]., 1910. 271 Polichinela, 114, 1150 Poulat, E., 76, 870, 100, 101, 108n, llI, 127n, 1650, 176n. 203,210,2300 Protgoras. 158 NDICE DE NOMBIlES Proust, M., 138 Raphal, F., 235 Raymond, R, 222 Raynaud, E., 142n Rau, L., 195, 196, 199n Renan, E., 108n, 128, 138, 139n, 162,175,1820,228,2670,276 Renard,].-B.,254n Renaud, G., 122n, 133, 168n, 176o, 184n, 211o Revault D'Allones, 0.,1960 Rilke, R M., 39 Rist, G., 71n, 158n Riviere, c., 244o Robespierre, M., 100, 124 Rohmer, E., 219n Rosny, E. de, 77n Rousseau.j.j., 100, 106 Sade, A E, 170 Sansot, P., 153n Sartre,].-P., 183n, 263 Sauvegor, A, 2410 Savonarola.].. 41, 219 Scheler, M., 44, 150, 151n, 237 Scherer, R, 1530 Schipper, K.., 1260, 1760 181n, 193n Schmidt, e., 192 Schmu, 247 Schotem, G., 45, 6On, 260 Schopenhauer, A, 265 Schutz, A., 43n, 99, 1870, 188, 273, 276, 278 Sguy]., 163n, 164n, 1670, 250 Sheldrake, R, 92, 140 Shbutanl, T., 2540 Siganos, A., 29n NDICE DE NOMBRES Slesus, A, 272 Simmel, G., 44, 71, 77, 92, 95, 97, 104, 133, 141, 152, 153n, 157,159,167n,172,174,176n, 177n, 191, 192,200,205,245, 249,265,275 Smondon, G., 35 Sirost, O., 150n Slama, AG., 209n Sodr, M., 212n, 231n Sorokin, P., 200, 208, 268 Souvarine, B., 64n, 262n, 263n Spann, O., 148' Spinoza, B., 196 Strohl, H., 750, 269 Sumner, W. G., 148 Sun, e., 29n Tcito, 121 Tacussel, P.,31n, 64n, 130o, 1470, 160n, 1940,223n,248n Tarde, G., 38 'Iesser; E., 600, 870 Thomas, L.-V., 65, 1060, 155, 244n, 2490 Tocqueville, A, 156 Tnnes, F.', 128, 156, 157 Troeltsch, E., 163, 164,256 Unarnundo, M., 15 valade, B., 159n, 232n Valente, E, 56n Valry, P., 263 Van Gulik, M. B., 770 283 varenne.]., 187n Venturi, F., 64, 123n, 13On, 235n, 2610 Verdillon, C., 95 Veyne, P., 145 Vieme, S., 29n Watier, G. P., 71n, 920,141,1570 Watzlawick, P., 730, 149, 1500, 192 Weber, M., 17, 41, 57, 68, 75, 83, 111, 128, 135, 154, 157, 160, 180, 204, 205, 220, 237, 2380, 250,261,265,267 Weiostein, D., 2190 wckham, A, lBOo, 215n , Wierth, L., 69n Willmott, P., 142, 180o, 184, 245, 246 Winkin, Y, 74n Wirth, L., 236 weum, R, 270 Wolton, D., 113 Wonki, C. 193n Worringer, w., 85, 153, 233 Xberras, M., 151n, 162n, 1910 Yavetz, Z., 121n, 1320 Youog, M., 142, 180n, 184,245, 246 Yourcenar, M., 155 Zylberberg,].,99n, 122n, 128n, 1650, 1870 NDICE EL MERCADEOY EL TRInALISMO POSMODERNO Prefacio a la presente edicin /HJr Michel Maffesoli y Daniel Gut.irrez ENCONTRAR LAS PALABRAS Prefacio a la tercera edicin francesa UN ARCASMOJUVENIL, 23; EL IDEAL COMUNITARIO, 32 A MODO DE INTRODUCCIN ALGUNASPRECAUaONES USUALES, 41; QUOMODO, 46; OBEKIURA, 48 1. LACOMUNIDAD EMOCIONAL Argumentos de una investigacin EL AURAES:tTICA, 53; lA EXPEIUENCIATICA, 62; lA COS1tJMBRE, 70 2. lA POTENCIASUBTERRNEA ASPECTOS DEL VITALISMO, 85; LO DIVINO SOCIAL, 96; EL "ENSIMISMAMIENTO" POPl.Jl..\R 108 3. lASOCIALIDAD CONTRA LO SOCIAL Mk!,AUA. DE LO POllCO. 121; UN "FAMILlAIUSMO" NATIJRAL, 134 4. ELTRIBALISMO lA NEBULOSA. AFEClUAL, 145; ELESTAR'iUNTOS "SIN EMPLEO", 155, EL MODELO"RELIGIOSO", 160; lAso-.... ClAUDAD ELEGIlVA, 166; lALEYDEL5ECJlETO,173; MA- SAS YEStILOS DE VIDA, 182 5. EL POLICULTURALISMO DE LATIUPUaDAD, 191; l'RESENaAYAUJAMlENTo, 195; [2851 9 23 41 53 85 121 145 191 EL POLITESMo POPUlAR O lA. D1\"ERSlDADDEL DIOS, 201; EL EQUlUBRlO ORGNICO, 208 6. DE LAPROXMICA LA COMUNIDAD DF. D[STINO, 217; GEN/US LOCl, 227, TRIBUS Y REDES, 242, lA. RED DE REDES, 252 ANEXO El pensamiento de la plaza pblica LAS DOS CULTURAS, 259; PARA DICHA DE LOS PlJEBLOS, 262; EL ORDEN INTERIOR, 267, \T\'ENClA, PROXMICA y SABER ORGNICO, 273 NDICE DE NOMBRES 217 259 279
La sociedad invernadero: El neoliberalismo: entre las paradojas de la libertad, la fábrica de subjetividad, el neofascismo y la digitalización del mundo
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