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Liturgia de Las Horas

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LITURGIA DE LAS HORAS


PRINCIPIOS Y NORMAS GENERALES DE LA LITURGIA DE LAS HORAS
CAPTULO I
IMPORTANCIA DE LA LITURGIA DE LAS HORAS U OFICIO DIVINO EN LA VIDA DE LA IGLESIA
1. La oracin pblica y comunitaria del pueblo de Dios figura con razn entre los principales cometidos de la Iglesia. Ya
en sus comienzos, los bautizados eran constantes en escuchar la enseanza de los apstoles, en la vida comn,
en la fraccin del pan y en las oraciones. Por lo dems, la oracin unnime de la comunidad cristiana es
atestiguada muchas veces en los Hechos de los apstoles.
Testimonios de la primitiva Iglesia ponen de manifiesto que los fieles solan dedicarse a la oracin a determinadas horas.
En diversas regiones se estableci luego la costumbre de destinar algunos tiempos especiales a la oracin comn, como a
ltima hora del da, cuando se hace de noche y se encienden las lmparas, o a la primera, cuando la noche se disipa con la
luz del sol.
Andando el tiempo, se lleg a santificar con la oracin comn tambin las restantes horas, que los Padres vean
claramente aludidas en los Hechos de los apstoles. All aparecen los discpulos congregados a media maana. El Prncipe
de los apstoles subi a la azotea hacia eso del medioda a orar; Pedro y Juan suban al templo, para la oracin de media
tarde; hacia medianoche, Pablo y Silas, puestos en oracin, cantaban himnos a Dios.
2. Tales oraciones realizadas en comn poco a poco se iban configurando como un conjunto definido de Horas. Esta Liturgia
de las Horas u Oficio divino, enriquecida tambin con lecturas, es principalmente oracin de alabanza y de splica, y,
ciertamente, oracin que la Iglesia realiza con Cristo y dirige a l.
I. LA ORACIN DE CRISTO
Cristo intercesor ante el Padre
3. Cuando vino para comunicar a los hombres la vida de Dios, el Verbo que procede del Padre como esplendor de su gloria,
el Sumo sacerdote de la nueva y eterna Alianza, Cristo Jess, al tomar la naturaleza humana, introdujo en este exilio
terrestre aquel himno que se canta perpetuamente en las moradas celestiales. Desde entonces, resuena en el corazn de
Cristo la alabanza a Dios con palabras humanas de adoracin, propiciacin e intercesin: todo ello lo presenta al Padre, en
nombre de los hombres y para bien de todos ellos, el que es prncipe de la nueva humanidad y mediador entre Dios y los
hombres.
4. El Hijo de Dios, que es uno con el Padre, y que al entrar en el mundo dijo: Ya estoy aqu para cumplir tu voluntad, se ha
dignado ofrecernos ejemplos de su propia oracin. En efecto, los evangelios nos lo presentan muchsimas veces en oracin:
cuando el Padre revela su misin, antes del llamamiento de los apstoles, cuando bendice a Dios en la multiplicacin de los
panes, en la transfiguracin, cuando sana al sordo y mudo y cuando resucita a Lzaro, antes de requerir de Pedro su
confesin cuando ensea a orar a los discpulos, cuando los discpulos regresan de la misin, cuando bendice a los nios,
cuando ora por Pedro.
Su actividad diaria estaba tan unida con la oracin que incluso aparece fluyendo de la misma, como cuando se retiraba al
desierto o al monte para orar, levantndose muy de maana, o al anochecer, permaneciendo en oracin hasta la madrugada.
Tom parte tambin, como fundadamente se sostiene, en las oraciones pblicas, tanto en las sinagogas, donde entr en
sbado, como era su costumbre, como en el templo, al que llam casa de oracin, y en las oraciones privadas que los
israelitas piadosos acostumbraban a recitar diariamente. Tambin al comer diriga a Dios las tradicionales bendiciones, como
expresamente se narra cuando la multiplicacin del pan, en la ltima Cena, en la comida de Emas; de igual modo recit el
himno con los discpulos.
Hasta el final de su vida, acercndose ya el momento de la pasin, en la ltima Cena, en la agona y en la cruz, el divino
maestro mostr que era la oracin lo que le animaba en el ministerio mesinico y en el trnsito pascual. En efecto, Cristo, en
los das de su vida mortal, habiendo elevado oraciones y splicas con poderoso clamor y lgrimas hacia aquel que tena
poder para salvarlo de la muerte, fue escuchado en atencin a su actitud reverente, y con la oblacin perfecta del ara de la
cruz ha llevado para siempre a la perfeccin a los que ha santificado; y despus de resucitar de entre los muertos vive para
siempre y ruega por nosotros.
II. LA ORACIN DE LA IGLESIA

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El mandato de orar
5. Lo que Jess puso por obra nos lo mand tambin hacer a nosotros. Muchas veces dijo: Orad, pedid, en mi
nombre; incluso nos proporcion una frmula de plegaria en la llamada oracin dominical y advirti que la oracin es
necesaria, y que debe ser humilde, atenta, perseverante y confiada en la bondad del Padre, pura de intencin y concorde con
lo que Dios es.
Los apstoles, que, en sus cartas, frecuentemente nos aportan oraciones, sobre todo de alabanza y de accin de gracias,
tambin insisten en la oracin asidua a Dios por medio de Jess, en el Espritu Santo, en su eficacia para la santificacin, en
la oracin de alabanza, de accin de gracias, de peticin y de intercesin por todos.
La Iglesia contina la oracin de Cristo
6. Ya que el hombre proviene todo l de Dios, debe reconocer y confesar este dominio, de su Creador, como en todos los
tiempos hicieron, al orar, los hombres piadosos.
La oracin, que se dirige a Dios, ha de establecer conexin con Cristo, Seor de todos los hombres y nico mediador, el
nico por quien tenemos acceso a Dios. Pues de tal manera l une a s a toda la comunidad humana, que se establece una
unin ntima entre la oracin de Cristo y la de todo el gnero humano. Pues en Cristo y slo en Cristo la religin del hombre
alcanza su valor salvfico y su fin.
7. Una especial y estrechsima unin se da entre Cristo y aquellos hombres a los que l ha hecho miembros de su cuerpo, la
Iglesia, mediante el sacramento del bautismo. Todas las riquezas del Hijo se difunden as de la cabeza a todo el cuerpo: la
comunicacin del Espritu, la verdad, la vida y la participacin de su filiacin divina, que se haca patente en su oracin
mientras estaba en el mundo.
Tambin el sacerdocio de Cristo es participado por todo el cuerpo eclesial, de tal forma que los bautizados, por la
regeneracin y la uncin del Espritu Santo, quedan consagrados como templo espiritual y sacerdocio santos y habilitados
para el culto del nuevo Testamento, que brota no de nuestras energas, sino de los mritos y donacin de Cristo.
El mayor don que Dios poda conceder a los hombres es hacer que su Palabra, por quien cre todas las cosas, fuera la
cabeza de ellos, y unirlos a ella como miembros suyos, de manera que el Hijo de Dios fuera tambin hijo de los hombres, un
solo Dios con el Padre, un solo hombre con los hombres; y as, cuando hablamos con Dios en la oracin, el Hijo est unido a
nosotros, y, cuando ruega el cuerpo del Hijo, lo hace unido a su cabeza; de este modo el nico Salvador de su cuerpo,
nuestro Seor Jesucristo, Hijo de Dios, ora por nosotros, ora en nosotros, y al mismo tiempo es a l a quien dirigimos nuestra
oracin.
Ora por nosotros, como sacerdote nuestro; ora en nosotros, como cabeza nuestra; recibe nuestra oracin, como nuestro
Dios. Reconozcamos, pues, nuestra propia voz en l y su propia voz en nosotros.
En Cristo radica, por tanto, la dignidad de la oracin cristiana, al participar sta de la misma piedad para con el Padre y de
la misma oracin que el Unignito expres con palabras en su vida terrena, y que es continuada ahora incesantemente por la
Iglesia y por sus miembros en representacin de todo el gnero humano y para su salvacin.
La accin del Espritu Santo
8. La unidad de la Iglesia orante es realizada por el Espritu Santo, que es el mismo en Cristo, en la totalidad de la Iglesia y
en cada uno de los bautizados. El mismo Espritu acude en ayuda de nuestra debilidad y aboga por nosotros con gemidos
que no pueden ser expresados en palabras; siendo el Espritu del Hijo, nos infunde el espritu de hijos adoptivos, que nos
hace gritar: Abba! (Padre). No puede darse, pues, oracin cristiana sin la accin del Espritu Santo, el cual, realizando la
unidad de la Iglesia, nos lleva al Padre por medio del Hijo.
Carcter comunitario de la oracin
9. Por tanto, el ejemplo y el mandato de Cristo y de los apstoles de orar siempre e insistentemente no han de tomarse como
simple norma legal, ya que pertenecen a la esencia ntima de la Iglesia, la cual, al ser una comunidad, debe manifestar su
propia naturaleza comunitaria incluso cuando ora. Por eso, en los Hechos de los apstoles, donde por vez primera se habla
de la comunidad de los fieles, aparece sta congregada en oracin en compaa de algunas mujeres y de Mara, la madre
de Jess, y de los hermanos de ste. La multitud de los creyentes no era sino un solo corazn y una sola alma, y esta
unanimidad se fundaba en la palabra de Dios, la comunin fraterna, la oracin y la eucarista.
Si bien la oracin hecha en oculto y cerrada la puerta, que es necesaria y debe recomendarse siempre, la realizan los
miembros de la Iglesia por medio de Cristo y en el Espritu Santo, la oracin comunitaria encierra una especial dignidad,

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conforme a lo que el mismo Cristo manifest: Donde dos o tres estn reunidos en mi nombre, all estoy yo en medio de
ellos.
III. LA LITURGIA DE LAS HORAS
Consagracin del tiempo
10. Fiel y obediente al mandato de Cristo de que hay que orar siempre sin desanimarse, la Iglesia no cesa un momento en su
oracin y nos exhorta a nosotros con estas palabras: Por medio de Jess ofrezcamos continuamente a Dios un sacrificio de
alabanza. Responde al mandato de Cristo no slo con la celebracin eucarstica, sino tambin con otras formas de oracin,
principalmente con la Liturgia de las Horas, que, conforme a la antigua tradicin cristiana, tiene como caracterstica propia la
de servir para santificar el curso entero del da y de la noche".
11. Consiguientemente, siendo fin propio de la Liturgia de las Horas la santificacin del da y de todo el esfuerzo humano, se
ha llevado a cabo su reforma procurando que en lo posible las Horas respondan de verdad al momento del da, y teniendo en
cuenta al mismo tiempo las condiciones de la vida actual.
Porque ayuda mucho, tanto para santificar realmente el da como para recitar con fruto espiritual las Horas, que la
recitacin se tenga en el tiempo ms aproximado al verdadero tiempo natural de cada Hora cannica.
Relacin entre la Liturgia de las Horas y la eucarista
12. La Liturgia de las Horas extiende a los distintos momentos del da la alabanza y la accin de gracias, as como el
recuerdo de los misterios de la salvacin, las splicas y el gusto anticipado de la gloria celeste, que se nos ofrecen en el
misterio eucarstico, centro y cumbre de toda la vida de la comunidad
cristiana.
La celebracin eucarstica halla una preparacin magnfica en la Liturgia de las Horas, ya que sta suscita y acrecienta
muy bien las disposiciones que son necesarias para celebrar la eucarista, como la fe, la esperanza, la caridad, la devocin y
el espritu de abnegacin.
Funcin sacerdotal de Cristo en la Liturgia de las Horas
13. La obra de la redencin de los hombres y de la perfecta glorificacin de Dios es realizada por Cristo en el Espritu
Santo por medio de su Iglesia no slo en la celebracin de la eucarista y en la administracin de los sacramentos, sino
tambin, con preferencia a los modos restantes, cuando se celebra la Liturgia de las Horas. En ella, Cristo est presente en la
asamblea congregada, en la palabra de Dios que se proclama y cuando la Iglesia suplica y canta salmos.
La santificacin humana
14. La santificacin humana y el culto a Dios se dan en la Liturgia de las Horas de forma tal que se establece aquella especie
de correspondencia o dilogo entre Dios y los hombres, en que Dios habla a su pueblo... y el pueblo responde a Dios con el
canto y la oracin.
Los que participan en la Liturgia de las Horas pueden hallar una fuente abundantsima de santificacin en la palabra de
Dios, que tiene aqu principal importancia. En efecto, tanto las lecturas como los salmos que se cantan en presencia del
Seor estn tomados de la sagrada Escritura, y las dems preces, oraciones e himnos estn penetrados de su espritu.
Por tanto, no slo cuando se leen las cosas que se escribieron para nuestra instruccin, sino tambin cuando la Iglesia ora
y canta, se alimenta la fe de cuantos participan, y las mentes se dirigen a Dios presentndole un culto razonable y recibiendo
de l su gracia con mayor abundancia.
Alabanza a Dios en unin con la Iglesia del cielo
15. En la Liturgia de las Horas, la Iglesia, desempeando la funcin sacerdotal de Cristo, su cabeza, ofrece a Dios, sin
cesar, el sacrificio de alabanza, es decir, el tributo de los labios que van bendiciendo su nombre. Esta oracin es la voz de
la misma Esposa que habla al Esposo; ms an: es la oracin de Cristo, con su cuerpo, al Padre. Por tanto, todos aquellos

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que ejercen esta funcin, por una parte cumplen el deber de la Iglesia y, por otra, participan del altsimo honor de la Esposa
de Cristo, ya que, mientras alaban a Dios, estn ante su trono en nombre de la madre Iglesia.
16. Con la alabanza que se tributa a Dios en las Horas, la Iglesia canta asocindose al himno de alabanza que
perpetuamente resuena en las moradas celestiales, y siente ya el sabor de aquella alabanza celestial que resuena de
continuo ante el trono de Dios y del Cordero, como Juan la describe en el Apocalipsis. Porque la estrecha unin que se da
entre nosotros y la Iglesia celestial se lleva a cabo cuando celebramos juntos, con fraterna alegra, la alabanza de la divina
majestad, y todos los redimidos por la sangre de Cristo, de toda tribu, lengua, pueblo y nacin, congregados en una misma
Iglesia, ensalzamos con un mismo cntico de alabanza al Dios uno y trino.
Esta liturgia del cielo casi aparece intuida por los profetas en la victoria del da sin ocaso, de la luz sin tinieblas: Ya no
ser el sol tu luz en el da, ni te alumbrar en la noche la claridad de la luna; porque el Seor ser tu luz perenne. Ser un
da nico, conocido del Seor; sin da ni noche, pues por la noche habr luz. Pero a nosotros ha llegado la plenitud de los
tiempos mesinicos, y la renovacin del mundo est irrevocablemente decretada y empieza a realizarse en cierto modo en el
siglo presente. De este modo la fe nos ensea tambin el sentido de nuestra vida temporal, a fin de que unidos con todas las
creaturas anhelemos la manifestacin de los hijos de Dios. En la Liturgia de las Horas proclamamos esta fe, expresamos y
nutrimos esta esperanza, participamos en cierto modo del gozo de la perpetua alabanza y del da que no conoce ocaso.

Splica e intercesin
17. Adems de la alabanza a Dios, la Iglesia expresa en la liturgia las aspiraciones y deseos de todos los fieles; ms an: se
dirige a Cristo, y por medio de l al Padre, intercediendo por la salvacin de todo el mundo". No es slo de la Iglesia esta voz,
sino tambin de Cristo, ya que las splicas se profieren en nombre de Cristo, es decir, por nuestro Seor Jesucristo, y as
la Iglesia contina las plegarias y splicas que Cristo present al Padre en los das de su vida mortal", y que por lo mismo
poseen singular eficacia. Por tanto, la comunidad eclesial ejerce su verdadera funcin de conducir las almas a Cristo no slo
con la caridad, el ejemplo y los actos de penitencia, sino tambin con la oracin.
Esta incumbencia atae principalmente a todos aquellos que han recibido especial mandato para celebrar la Liturgia de las
Horas: los obispos y los presbteros, que cumplen el deber de orar por su grey y por todo el pueblo de Dios, y los dems
ministros sagrados y los religiosos".
Cumbre y fuente de la accin pastoral
18. Por consiguiente, los que toman parte en la Liturgia de las Horas contribuyen de modo misterioso y profundo al
crecimiento del pueblo de Dios, ya que las tareas apostlicas se ordenan a que todos, una vez hechos hijos de Dios por la
fe y por el bautismo, se renan, alaben a Dios en medio de la Iglesia, participen en el sacrificio y coman la cena del Seor
De este modo, los fieles expresan en su vida y manifiestan a los otros el misterio de Cristo y la naturaleza autntica de la
verdadera Iglesia, que tiene como propiedad el ser... visible y dotada de elementos invisibles, entregada a la accin y dada a
la contemplacin, presente en el mundo y, sin embargo, peregrina.
A su vez, las lecturas y oraciones de la Liturgia de las Horas constituyen un manantial de vida cristiana. sta se nutre de la
mesa de la sagrada Escritura y de las palabras de los santos, y se robustece con las plegarias. Pues slo el Seor, sin el cual
nada podemos hacer, y a quien acudimos con nuestros ruegos, puede dar a nuestras obras la eficacia y el incremento, para
que diariamente seamos edificados como morada de Dios por el Espritu, hasta que lleguemos a la medida de Cristo en su
plenitud, y redoblemos las energas para llevar la buena nueva de Cristo a los que estn fuera.
Que la mente concuerde con la voz
19. Para que se aduee de esta oracin cada uno de los que en ella participan, para que sea manantial de piedad y de
mltiples gracias divinas, y nutra, al mismo tiempo, la oracin personal y la accin apostlica, conviene que la celebracin
sea digna, atenta y devota, de forma que la misma mente concuerde con la voz. Mustrense todos diligentes en cooperar con
la gracia divina, para que sta no caiga en el vaco. Buscando a Cristo y penetrando cada vez ms por la oracin en su
misterio, alaben a Dios y eleven splicas con los mismos sentimientos con que oraba el divino Redentor.
IV. LOS QUE CELEBRAN LA LITURGIA DE LAS HORAS
La celebracin en comn

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20. La Liturgia de las Horas, como las dems acciones litrgicas, no es una accin privada, sino que pertenece a todo el
cuerpo de la Iglesia, lo manifiesta e influye en l. Su celebracin eclesial alcanza el mayor esplendor, y por lo mismo es
recomendable en grado sumo, cuando con su obispo, rodeado de los presbteros y ministros, la realiza una Iglesia particular,
en que verdaderamente est y obra la Iglesia de Cristo, que es una, santa, catlica y apostlica. Esta celebracin, incluso
cuando, ausente el obispo, la realiza el cabildo de cannigos u otros presbteros, tngase siempre de forma que responda de
veras a la hora del da y, en lo posible, con participacin del pueblo. Lo cual vale tambin para los cabildos colegiales.
21. All donde sea posible, celebrarn tambin las Horas principales, comunitariamente y en la iglesia, las otras asambleas de
fieles, que en cierto modo representan a la Iglesia visible constituida por todo el orbe de la tierra. Entre ellas ocupan lugar
eminente las parroquias, que son como clulas de la dicesis, constituidas localmente bajo un pastor que hace las veces del
obispo.
22. Por tanto, cuando los fieles son convocados y se renen para la Liturgia de las Horas, uniendo sus corazones y sus
voces, visibilizan a la Iglesia, que celebra el misterio de Cristo.
23. A los que han recibido el orden sagrado o estn provistos de un peculiar mandato cannico les incumbe convocar a la
comunidad y dirigir su oracin: procuren que todos los que estn bajo su cuidado vivan unnimes en la oracin. Cuiden,
por tanto, de invitar a los fieles y de proporcionarles la debida catequesis para la celebracin comn de las partes principales
de la Liturgia de las Horas, sobre todo en los domingos y fiestas. Ensenles a participar de forma que logren orar de verdad
en la celebracin, y encucenlos mediante una instruccin apropiada hacia la inteligencia cristiana de los salmos, a fin de que
gradualmente lleguen a gustar mejor y a hacer ms amplio uso de la oracin de la Iglesia".
24. Las comunidades de cannigos, monjes, monjas y dems religiosos que, por sus reglas o constituciones, celebran la
Liturgia de las Horas en su totalidad o en parte, bien sea con el rito comn o con un rito particular, representan de modo
especial a la Iglesia orante: reproducen ms de lleno el modelo de la Iglesia, que alaba incesantemente al Seor con
armoniosa voz, y cumplen con el deber de trabajar, principalmente con la oracin, en la edificacin e incremento de todo el
cuerpo mstico de Cristo y por el bien de las Iglesias particulares. Lo cual ha de decirse principalmente de los que viven
consagrados a la vida contemplativa.
25. Los ministros sagrados y todos aquellos clrigos que no estn obligados por alguna razn a la celebracin comn,
cuando conviven o celebran reuniones, procuren tener comunitariamente siquiera alguna parte de la Liturgia de las Horas,
sobre todo Laudes, por la maana, y Vsperas, por la tarde.
26. Tambin a los religiosos, varones y mujeres, que no estn obligados a la celebracin en comn, as como a los miembros
de cualquier instituto de perfeccin, se les recomienda encarecidamente que se renan, bien sea entre s o con el pueblo,
para celebrar esta Liturgia o una parte de la misma.
27. Se recomienda asimismo a los laicos, dondequiera que se renan en asambleas de oracin, de apostolado, o por
cualquier otro motivo, que reciten el Oficio de la Iglesia, celebrando alguna parte de la Liturgia de las Horas. Es conveniente
que aprendan, en primer lugar, que en la accin litrgica adoran al Padre en espritu y verdad, y que se den cuenta de que el
culto pblico y la oracin que celebran atae a todos los hombres y puede contribuir en considerable medida a la salvacin
del mundo entero.
Conviene finalmente que la familia, que es como un santuario domstico dentro de la Iglesia, no slo ore en comn, sino
que adems lo haga recitando algunas partes de la Liturgia de las Horas, cuando resulte oportuno, con lo que se sentir ms
insertada en la Iglesia.
El mandato de celebrar la Liturgia de las Horas
28. A los ministros sagrados se les confa de tal modo la Liturgia de las Horas que cada uno de ellos habr de celebrarla
incluso cuando no participe el pueblo, con las adaptaciones necesarias al caso; pues la Iglesia los delega para la Liturgia de
las Horas de forma que al menos ellos aseguren de modo constante el desempeo de lo que es funcin de toda la
comunidad, y se mantenga en la Iglesia sin interrupcin la oracin de Cristo.

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El obispo, puesto que de modo eminente y visible representa a la persona de Cristo y es el gran sacerdote de su grey, de
quien en cierto modo se deriva y depende la vida en Cristo de los fieles, deber sobresalir por su oracin entre todos los
miembros de su Iglesia; su oracin en la celebracin de las Horas es siempre en nombre de la Iglesia y a favor de la Iglesia a
l encomendada.
Los presbteros, unidos al obispo y a todo el presbiterio, que tambin actan de modo especial en lugar de la persona de
Cristo sacerdote, participan en la misma funcin, al rogar a Dios por todo el pueblo a ellos encomendado y por el mundo
entero
Todos ellos, por su ministerio, hacen presente al buen Pastor, que ora por los suyos para que tengan vida y para que, de
esta forma, sean perfectos en la unidad. En la Liturgia de las Horas, que la Iglesia pone en sus manos, tratarn de hallar un
manantial de piedad y un alimento para su oracin personal, pero tambin debern nutrir y alentar ah la accin pastoral y
misional, con la abundancia de la contemplacin, para gozo de toda la Iglesia de Dios.
29. Por consiguiente, los obispos, presbteros y dems ministros sagrados que han recibido de la Iglesia (cf. nmero 17) el
mandato de celebrar la Liturgia de las Horas debern recitarla diariamente en su integridad y, en cuanto sea posible, en los
momentos del da que de veras correspondan.
Ante todo, darn la importancia que les es debida a las Horas que vienen a constituir el ncleo de esta Liturgia, es decir,
las Laudes de la maana y las Vsperas; y se guardarn de omitirlas si no es por causa grave.
Hagan con fidelidad el Oficio de lectura que es principalmente una celebracin litrgica de la palabra de Dios; cumplirn as
cada da con el deber, que a ellos les atae con particular razn, de acoger en sus propios corazones la palabra de Dios, con
lo que crecern en la perfeccin de discpulos del Seor y saborearn ms a fondo las insondables riquezas de Cristo.
Para santificar mejor el da ntegro, tomarn tambin con sumo inters el recitar la Hora intermedia y las Completas, con
que coronarn en su totalidad el Opus Dei y se encomendarn a Dios antes de acostarse.
30. Conviene muchsimo que los diconos permanentes reciten diariamente alguna parte al menos de la Liturgia de las
Horas, en la medida que determine la Conferencia Episcopal
31. a) Los cabildos catedrales y colegiales deben celebrar en el coro aquellas partes de la Liturgia de las Horas que les
estn preceptuadas por el derecho comn o particular.
Pero cada uno de los miembros de estos cabildos, adems de aquellas Horas a las que estn obligados todos los ministros
sagrados, deber celebrar tambin en particular todas las dems Horas que celebra en comn su respectivo cabildo.
b) Las comunidades religiosas obligadas a la Liturgia de las Horas, y cada uno de sus miembros, deben celebrar las Horas
segn su derecho particular, atendiendo siempre a lo que se prescribe en el nmero 29 con referencia a los que han recibido
las sagradas rdenes.
Las comunidades obligadas al coro deben celebrar cada da en el coro todo el Oficio; los miembros de estas comunidades
que no han participado en el coro deben rezar fuera del coro las Horas a las que estn obligados segn el derecho particular,
atendiendo siempre a lo que se prescribe en el nmero 29.
32. A las dems comunidades religiosas, y a cada uno de sus miembros, se les exhorta a que, segn las diversas
circunstancias en que se encuentren, celebren algunas partes de la Liturgia de las Horas, que es la oracin de la Iglesia y
hace de todos los que andan dispersos por el mundo un solo corazn y una sola alma.
La misma exhortacin se hace tambin a los seglares.
Estructura de la celebracin
33. La Liturgia de las Horas se rige por sus propias leyes, reuniendo de un modo peculiar los diversos elementos que se dan
en las dems celebraciones cristianas; as, est dispuesto que siempre se tenga la salmodia, precedida de un himno;
seguidamente la lectura, breve o ms extensa, de la sagrada Escritura, y, finalmente, las preces.
Tanto en la celebracin comunitaria, como en la recitacin a solas, se mantiene la estructura esencial de esta Liturgia, que
es un coloquio entre Dios y el hombre. Sin embargo, la celebracin comunitaria pone ms de manifiesto la ndole eclesial de
la Liturgia de las Horas, facilita la participacin activa de todos, conforme a la condicin de cada uno, con las aclamaciones,
el dilogo, la salmodia alternada y otros medios semejantes, y tiene ms en cuenta los diversos gneros de expresin. Por
esto, siempre que pueda tenerse una celebracin comunitaria con concurrencia y participacin activa de los fieles, ha de

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preferirse a una celebracin a solas y en cierto modo privada. Es recomendable adems que, en la celebracin en el coro y
en comn, el Oficio sea cantado, respetando la naturaleza y la funcin de cada una de sus partes.
De este modo daremos cumplimiento a la advertencia del Apstol: La palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su
riqueza; enseaos unos a otros con toda sabidura; exhortaos mutuamente. Cantad a Dios, dadle gracias de todo corazn,
con salmos, himnos y cnticos inspirados.
CAPTULO II
LA SANTIFICACIN DEL DA O LAS DISTINTAS HORAS LITRGICAS
1. LA INTRODUCCIN A TODO EL OFICIO
34. Se acostumbra a iniciar todo el Oficio con el Invitatorio. Consta ste del versculo Seor, abre mis labios, y mi boca
proclamar tu alabanza, y del salmo 94, que diariamente invita a los fieles a cantar las alabanzas de Dios y a escuchar su
voz, y los estimula a esperar anhelantes el descanso del Seor.
Sin embargo, puede sustituirse este salmo, cuando se juzgue oportuno, por uno de los salmos 99, 66 o 23.
Es conveniente recitar el salmo del Invitatorio en forma responsorial, como se indica en su propio lugar, es decir, con su
antfona propia, que se dice al principio del salmo y luego la repite la asamblea y la intercala despus de cada una de las
estrofas.
35. El Invitatorio se dice como introduccin a' todo el conjunto de la oracin cotidiana; por ello se antepone o bien al Oficio de
lectura o bien a las Laudes, segn se comience el da por una u otra accin litrgica. Sin embargo, cuando el Invitatorio se
antepone a las Laudes, puede omitirse, si se juzga oportuno, el salmo con su antfona.
36. En el lugar correspondiente, se indica el modo de variar la antfona del Invitatorio, segn los distintos das litrgicos.
II. LAS LAUDES DE LA MAANA Y LAS VSPERAS
37. Las Laudes, como oracin matutina, y las Vsperas, como oracin vespertina, que, segn la venerable tradicin de toda
la Iglesia, son el doble quicio sobre el que gira el Oficio cotidiano, se deben considerar y celebrar como las Horas
principales.'
38. Las Laudes matutinas estn dirigidas y ordenadas a santificar la maana, como salta a la vista en muchos de sus
elementos. San Basilio expresa muy bien este carcter matinal con las siguientes palabras: Al comenzar el da, oremos para
que los primeros impulsos de la mente y del corazn sean para Dios, y no nos preocupemos de cosa alguna antes de
habernos llenado de gozo con el pensamiento en Dios, segn est escrito: "Me acord del Seor y me llen de gozo", ni
empleemos nuestro cuerpo en el trabajo antes de poner por obra lo que fue dicho: "A ti te suplico, Seor, por la maana
escuchars mi voz, por la maana te expongo mi causa y me quedo aguardando". Esta Hora, que se celebra con la primera
luz del da, trae, adems, a la memoria el recuerdo de la resurreccin del Seor Jess, que es la luz verdadera que ilumina a
todos los hombres y el sol de justicia, que nace de lo alto. As se comprende bien la advertencia de san Cipriano: Se
har oracin por la maana para celebrar la resurreccin del Seor con la oracin matutina.
39. Se celebran las Vsperas por la tarde, cuando atardece y el da va de cada, en accin de gracias por cuanto se nos ha
otorgado en la jornada y por cuanto hemos logrado realizar con acierto. Tambin hacemos memoria de la redencin por
medio de la oracin que elevamos como el incienso en presencia del Seor, y en la cual el alzar de nuestras manos es
como ofrenda de la tarde. Lo cual puede aplicarse tambin con mayor sentido sagrado a aquella verdadera ofrenda de la
tarde que el divino Redentor instituy precisamente en la tarde en que cenaba con los apstoles, inaugurando as los
sacrosantos misterios de la Iglesia, y que ofreci al Padre en la tarde del da siguiente, que representa la cumbre de los
siglos, alzando sus manos por la salvacin del mundo. Y para orientarnos con la esperanza hacia la luz que no conoce
ocaso, oramos y suplicamos para que la luz retorne siempre a nosotros, pedimos que venga Cristo a otorgarnos el don de la
luz eterna. Precisamente en esta Hora concuerdan nuestras voces con las de las Iglesias orientales, al invocar a la luz
gozosa de la santa gloria del eterno Padre, Jesucristo bendito; llegados a la puesta del sol, viendo la luz encendida en la
tarde, cantamos a Dios Padre, Hijo y Espritu Santo...
40. Hay que dar la mxima importancia a las Laudes de la maana y a las Vsperas, como oracin de la comunidad cristiana:
fomntese su celebracin pblica o comunitaria, sobre todo entre aquellos que hacen vida comn. Recomindese incluso su
recitacin individual a los fieles que no tienen la posibilidad de tomar parte en la celebracin comn.

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41. Las Laudes de la maana y las Vsperas comienzan con la invocacin inicial: Dios mo, ven en mi auxilio, Seor, date
prisa en socorrerme, a la que sigue el Gloria al Padre con el Como era y el Aleluya (que se omite en el tiempo de Cuaresma).
Todo ello se omite en las Laudes, cuando precede inmediatamente el Invitatorio.
42. Seguidamente se dice un himno apropiado. El himno se selecciona y sita de forma que d a cada Hora o a cada fiesta el
colorido propio, y tambin, sobre todo en la celebracin con el pueblo, para que el comienzo de la oracin resulte ms fcil y
se cree un clima ms festivo.
43. A continuacin del himno viene la salmodia, conforme a los nmeros 121-125. De acuerdo con la tradicin de la Iglesia, la
salmodia de las Laudes consta de un primer salmo matutino, un cntico tomado del antiguo Testamento y un segundo salmo
de alabanza.
La salmodia de Vsperas consta de dos salmos, o de dos partes de un salmo ms extenso, apropiados a esta Hora y a la
celebracin con el pueblo, y de un cntico tomado de las cartas de los apstoles o del Apocalipsis.
44. Terminada la salmodia, se tiene la lectura, bien sea breve o ms extensa.
45. La lectura breve est sealada de acuerdo con las caractersticas del da, del tiempo o de la fiesta; deber leerse y
escucharse como una verdadera proclamacin de la palabra de Dios, que inculca con intensidad algn pensamiento sagrado
y que ayuda a poner de relieve determinadas palabras a las que posiblemente no se presta toda la atencin en la lectura
continua de la sagrada Escritura.
Las lecturas breves son distintas en cada uno de los das en que se divide el Salterio.
46. Hay libertad para hacer una lectura bblica ms extensa, principalmente en la celebracin con el pueblo, tomndola o del
Oficio de lectura, o de las lecturas de la misa, eligiendo principalmente aquellos textos que, por diversas razones, no se
hubieran ledo. Nada impide que se elija algunas veces otra lectura ms adecuada al caso, conforme a los nmeros 248-249
y 251.
47. En la celebracin con el pueblo puede tenerse una homila ilustrativa de la lectura precedente, si se juzga oportuno.
48. Igualmente, si se juzga oportuno, puede dejarse tambin un espacio de silencio a continuacin de la lectura o de la
homila.
49. Como respuesta a la palabra de Dios, se ofrece un canto responsorial o responsorio breve, que puede omitirse si se juzga
oportuno.
En su lugar pueden tenerse otros cantos del mismo gnero y funcin, con tal que hayan sido debidamente aprobados por la
Conferencia Episcopal.
50. Seguidamente se dice, con solemnidad, el cntico evanglico, con su correspondiente antfona: en las Laudes, ser el
cntico de Zacaras, y, en las Vsperas, el cntico de la Virgen Mara. Tales cnticos, que la Iglesia romana ha empleado y ha
popularizado a lo largo de los siglos, expresan la alabanza y accin de gracias por la obra de la redencin. Las antfonas
correspondientes al cntico de Zacaras y al cntico de Mara estn sealadas de acuerdo con las caractersticas del da, del
tiempo o de la fiesta.
51. Terminado el cntico, en las Laudes se hacen unas preces para consagrar a Dios el da y el trabajo; en las Vsperas, las
preces son de intercesin (cf. nms. 179-193).
52. A continuacin de dichas preces o intercesiones, todos recitan el Padrenuestro.
53. Una vez recitado el Padrenuestro, se dice inmediatamente la oracin conclusiva, que figura en el Salterio para las ferias
ordinarias y en el propio para los dems das.
54. Finalmente, si preside un sacerdote o un dicono, despide al pueblo con el saludo: El Seor est con vosotros, y la
bendicin como en la misa, aadiendo despus: Podis ir en paz, con la respuesta: Demos gracias a Dios. Si el que preside
no es un ministro ordenado, y en la recitacin individual, se concluye: El Seor nos bendiga, etc.
III. EL OFICIO DE LECTURA
55. El Oficio de lectura se orienta a ofrecer al pueblo de Dios, y principalmente a quienes se han entregado al Seor con una
consagracin especial, una ms abundante meditacin de la palabra de Dios y de las mejores pginas de los autores
espirituales. Pues si bien es verdad que en la misa de cada da se lee ahora una ms rica serie de lecturas bblicas, no puede
negarse que el tesoro de la revelacin y de la tradicin contenido en el Oficio de lectura es de gran provecho espiritual. Traten
de buscar estas riquezas, ante todo, los sacerdotes, para que puedan transmitir a otros la palabra de Dios que ellos han
recibido y convertir su doctrina en alimento para el pueblo de Dios.

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56. La oracin debe acompaar a la lectura de la sagrada Escritura, a fin de que se establezca un coloquio entre Dios y el
hombre, puesto que con l hablamos cuando oramos, y lo escuchamos a l cuando leemos los divinos orculos"; por ello,
el Oficio de lectura consta tambin de salmos, de un himno, de una oracin y de otras frmulas, para que tenga carcter de
verdadera oracin.
57. El Oficio de lectura, conforme a la Constitucin Sacrosanctum Concilium, aunque en el coro conserve el carcter de
alabanza nocturna, compngase de manera que pueda rezarse a cualquier hora del da y tenga menos salmos y lecturas
ms largas.
58. Por tanto, los que estn obligados por sus peculiares leyes a mantener el carcter de alabanza nocturna en este Oficio y
los que -cosa laudable- quieran hacerlo as, ya lo reciten de noche, ya al amanecer y antes de las Laudes, en el tiempo
ordinario elegirn el himno dentro de la serie destinada a este fin. En los domingos, en las solemnidades Y en ciertas fiestas,
habr de tenerse en cuenta, adems, lo que se dice en los nmeros 70-73 acerca de las vigilias.
59. Permaneciendo vigente la disposicin que precede, el Oficio de lectura puede recitarse a cualquier hora del da, e incluso
en la noche del da precedente, despus de haberse celebrado las Vsperas.
60. Si el Oficio de lectura se recita antes de las Laudes, habr de preceder el Invitatorio, como antes se ha dicho (nms. 3436). De lo contrario, se comienza por el versculo: Dios mo, ven en mi auxilio, con el Gloria al Padre.
Como era y, fuera del tiempo de Cuaresma, el Aleluya.
61. A continuacin se dice el himno, que, en el tiempo ordinario, se tomar, de acuerdo con lo que exija la realidad del
momento, o de la serie nocturna, como se ha indicado en el nmero 58, o de la serie diurna.
62. Se prosigue con la salmodia, que consta de tres salmos (o de tres fragmentos, cuando los salmos que corresponden
seran demasiado largos). En el Triduo pascual, en los das de las octavas de Pascua y Navidad, as como en las
solemnidades y en las fiestas, figuran salmos propios, con sus antfonas propias.
En los domingos y en las ferias, los salmos con sus antfonas se toman del Salterio en curso. De aqu se toman tambin en
las memorias de los santos, a no ser que tengan salmos y antfonas propios (cf. nms. 218ss.).
63. Entre la salmodia y las lecturas se dice, como es costumbre, el versculo, que sirve de transicin entre la salmodia y la
audicin de las lecturas.
64. Se hace una doble lectura: la primera es bblica; la otra puede estar tomada de las obras de los Padres o de escritores
eclesisticos, o ser hagiogrfica.
65. Despus de cada lectura se dice un responsorio (cf. nms. 169-172).
66. Ordinariamente se ha de tomar la lectura bblica que corresponda en el Propio del tiempo, conforme a las normas de los
nmeros 140-155. Pero en las solemnidades y en las fiestas, la lectura bblica se ha de tomar del Propio o del Comn.
67. La segunda lectura, con el correspondiente responsorio, se toma o bien del libro de la Liturgia de las Horas o bien del
leccionario libre de que se hablar en el nmero 161. Ordinariamente ser la que corresponda en el Propio del tiempo.
En las solemnidades Y en las fiestas de los santos, se emplear la lectura hagiogrfica propia; si no la hubiera, se tomar la
segunda lectura del respectivo Comn de los santos. En las memorias de los santos, no impedidas de celebracin, tambin
se tiene la lectura hagiogrfica en vez de la segunda lectura que hubiera correspondido (cf. nms. 166 y 235d).
68. En los domingos, excepto los de Cuaresma, en los das de las octavas de Pascua y de Navidad, en las solemnidades y
en las fiestas, despus de la segunda lectura, seguida de su responsorio, se recita el himno Seor, Dios eterno, el cual se
omite en las memorias y en las ferias. La ltima parte de este himno, desde el versculo Salva a tu pueblo, Seor hasta el fin,
puede omitirse libremente.
69. El Oficio de lectura concluye, normalmente, con la oracin propia del da y, al menos cuando se celebra en comn, con la
aclamacin: Bendigamos al Seor, y la respuesta: Demos gracias a Dios.
IV. LAS VIGILIAS
70. La Vigilia pascual es celebrada en toda la Iglesia como se indica en los correspondientes libros litrgicos.
Es tan grande la Vigilia de esta noche -dice san Agustn-, que ella sola reclamara para s como propio el nombre que es
comn a las dems; pasamos en vela la noche en que el Seor resucit y en la que inaugur para nosotros en su carne

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aquella vida... del todo ajena a la muerte y al sueo...; y as querr que con l vivamos y reinemos eternamente aquel a quien
nosotros, velando, cantamos resucitado poco despus.
71. A semejanza de la Vigilia pascual, en muchas Iglesias hubo la costumbre de iniciar la celebracin de algunas
solemnidades con una vigilia: sobresalen, entre ellas, la de Navidad y la de Pentecosts. Tal costumbre debe conservarse y
fomentarse de acuerdo con el uso de cada una de las Iglesias. Si en algn lugar determinado se ve la conveniencia de dar
realce a otras solemnidades o peregrinaciones mediante una vigilia, obsrvense las normas generales para las celebraciones
de la palabra divina.
72. Los Padres y autores espirituales, con muchsima frecuencia, exhortan a los fieles, sobre todo a los que se dedican a la
vida contemplativa, a la oracin en la noche, con la que se expresa y se aviva la espera del Seor que ha de volver: A
medianoche se oy una voz que deca: "Mirad, el Esposo viene, salid a su encuentro." Velad, pues, porque no sabis
cundo vendr el amo de la casa; si por la tarde, si a medianoche, o al canto del gallo, o a la madrugada: no sea que,
viniendo de repente, os encuentre dormidos. Son, por tanto, dignos de alabanza los que mantienen el carcter nocturno del
Oficio de lectura.
73. Adems, como quiera que en el rito romano, y en atencin principalmente a los que se dedican a una tarea apostlica, el
Oficio de lectura mantiene siempre la misma brevedad, los que deseen, de acuerdo con la tradicin, una celebracin ms
extensa de la vigilia del domingo, de las solemnidades y de las fiestas procedern del modo siguiente:
Celbrese en primer lugar el Oficio de lectura, segn figura en el libro de la Liturgia de las Horas, hasta las lecturas inclusive.
Terminadas ambas lecturas, y antes del himno Seor, Dios eterno, adanse los cnticos que se han puesto en el Apndice I
con este fin; lase a continuacin el evangelio, sobre el que podr tenerse la homila, si conviene; luego se canta el himno
Seor, Dios eterno, y se dice la oracin.
En las solemnidades y en las fiestas, el evangelio se tomar del leccionario de la misa; en los domingos, se tomar de la
serie sobre el misterio pascual que aparece en el apndice I del libro de la Liturgia de las Horas.
V. TERCIA, SEXTA, NONA: LA HORA INTERMEDIA
74. Conforme a una tradicin muy antigua de la Iglesia, los cristianos acostumbraron a orar por devocin privada en
determinados momentos del da, incluso en medio del trabajo, a imitacin de la Iglesia apostlica; esta tradicin, andando el
tiempo, cristaliz de diversas maneras en celebraciones litrgicas.
75. Tanto en Oriente como en Occidente se ha mantenido la costumbre litrgica de rezar Tercia, Sexta y Nona, principalmente
porque se una a estas Horas el recuerdo de los acontecimientos de la pasin del Seor y de la primera propagacin del
Evangelio.
76. El Concilio Vaticano II ha establecido que las Horas menores de Tercia, Sexta y Nona se mantengan en el Oficio coral.
Deber mantenerse este uso litrgico de recitar las tres Horas, salvo derecho particular, por todos aquellos que se consagran
a la vida contemplativa; se aconseja tambin a todos, principalmente a los que se encuentran en retiro espiritual o en alguna
reunin de pastoral.
77. Sin embargo, fuera del Oficio coral, y salvo derecho particular, cabe elegir una sola de estas tres Horas, aquella que ms
se acomode al momento del da, a fin de que se mantenga la tradicin de orar durante el da, en medio del trabajo.
78. La disposicin de las Horas de Tercia, Sexta y Nona se ha hecho teniendo en cuenta tanto a los que slo recitan una
Hora u Hora intermedia, como a los que por obligacin o libre voluntad celebran las tres.
79. Tercia, Sexta y Nona o la Hora intermedia se comienza con la invocacin: Dios mo, ven en mi auxilio, con el Gloria al
Padre. Como era y el Aleluya (que se omite en el tiempo de Cuaresma). Luego se dice el himno correspondiente a la Hora. A
continuacin se hace la salmodia, seguida de la lectura breve y del versculo. Concluye la Hora con la oracin conclusiva y, al
menos cuando se celebra en comn, con la aclamacin: Bendigamos al Seor, y la respuesta: Demos gracias a Dios.
80. A cada una de las Horas se le asignan diversos himnos y oraciones, de forma que, conforme a la tradicin, concuerde de
verdad con el tiempo real y se facilite mejor la santificacin de los diversos momentos del da; por lo mismo, el que slo recite
una Hora procurar elegir los elementos que mejor correspondan a la misma.
Adems, las lecturas breves y las oraciones varan de acuerdo con el da, el tiempo o la fiesta.
81. El Salterio presenta una doble salmodia: la habitual y la complementaria. El que reza solamente una Hora debe usar la
salmodia habitual, incluso en las fiestas. El que reza ms de una Hora debe usar, en una de ellas, la salmodia habitual y, en
las otras, o bien la salmodia complementaria o bien, en una Hora, la salmodia habitual de la semana anterior y, en la otra
Hora, la salmodia habitual de la semana siguiente.

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82. La salmodia habitual consta de tres salmos (o de tres fragmentos, cuando los salmos que corresponden seran
demasiado extensos), que se encuentran en el curso del Salterio y tienen sus propias antfonas, si en su lugar no se dice lo
contrario.
Las solemnidades, el Triduo pascual y los das de la octava de Pascua tienen antfonas propias, con tres salmos que se
tomarn de la salmodia complementaria, si no hubieren de emplearse salmos especiales, o la celebracin de la solemnidad
coincidiere en domingo, en cuyo caso se toman los salmos del domingo de la primera semana.
83. La salmodia complementaria consta de unos grupos de tres salmos, seleccionados de entre los salmos llamados
graduales.
84. Las Completas son la ltima oracin del da, que se ha de hacer antes del descanso nocturno, aunque haya pasado ya la
media noche.
VI. LAS COMPLETAS
85. Las Completas comienzan, como las dems Horas, con la invocacin inicial: Dios mo, ven en mi auxilio, con el Gloria al
Padre. Como era y el Aleluya (que se omite en el tiempo de Cuaresma).
86. A continuacin, es de alabar que se haga examen de conciencia, que en la celebracin comn se hace en silencio o bien
inserto en alguna de las frmulas que propone el Misal romano para el acto penitencial.
87. Despus se dice el himno correspondiente.
88. En cuanto a la salmodia, el domingo, despus de las I Vsperas, se dicen los salmos 4 y 133; despus de las II Vsperas,
el salmo 90.
Para los dems das se han elegido aquellos salmos que estimulan sobre todo la confianza en el Seor; se concede, sin
embargo, que stos puedan ser sustituidos por los salmos del domingo, principalmente para comodidad de aquellos que
quizs prefieran recitar las Completas de memoria.
89. Despus de la salmodia se hace la lectura breve, a la cual sigue el responsorio: En tus manos, Seor; a continuacin, se
dice el cntico evanglico: Ahora, Seor, con su antfona. Con l podemos decir que culmina esta Hora.
90. La oracin conclusiva es la correspondiente al da de la semana, como se encuentra en el Salterio de Completas.
91. Despus de la oracin, incluso en la recitacin privada, se dice la bendicin: El Seor todopoderoso nos conceda.
92. Finalmente, se dice una de las antfonas a la Santsima Virgen Mara. En tiempo pascual ser siempre la antfona Reina
del cielo, algrate. Adems de las antfonas que se contienen en el libro de la Liturgia de las Horas, la Conferencia Episcopal
puede aprobar otras.
VII. MODO DE UNIR, SEGN
O BIEN LAS HORAS ENTRE S

LA

OPORTUNIDAD,

LAS

HORAS

DEL

OFICIO

CON

LA

MISA

93. En casos particulares, cuando lo aconsejen las circunstancias, se puede llegar, en la celebracin pblica o en comn, a
una unin ms estrecha entre la misa y una Hora del Oficio, segn las normas que siguen, con tal de que tanto la misa como
la Hora sean del mismo Oficio.
Pero tngase cuidado de que esto no vaya en detrimento de las obligaciones pastorales, sobre todo el domingo.
94. Cuando las Laudes matutinas que se celebran en el coro o en comn preceden inmediatamente a la misa, la accin
litrgica puede comenzar por la invocacin inicial y el himno de las Laudes, especialmente los das de feria, o por el canto de
entrada de la misa con la procesin y saludo del celebrante, especialmente los das festivos. Segn el caso se omite, pues,
uno u otro de los ritos iniciales.
A continuacin se prosigue con la salmodia de las Laudes, como de costumbre, hasta la lectura breve, exclusive.
Despus de la salmodia, omitido el acto penitencial y, segn la oportunidad, el Seor, ten piedad, se dice, si lo prescriben las
rbricas, el Gloria, y el celebrante reza la colecta de la misa. Despus se contina con la liturgia de la palabra, como de
costumbre.
La oracin de los fieles se hace en su lugar y segn la forma acostumbrada en la misa. Pero los das de feria, en la misa de
la maana, en lugar del formulario corriente de la oracin de los fieles, se pueden decir las preces matutinas de las Laudes.
Despus de la comunin, con su canto propio, se canta el cntico de Zacaras, con su antfona, de las Laudes.
Seguidamente, se dice la oracin para despus de la comunin y lo dems, como de costumbre.

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95. Si la Hora intermedia, Tercia, Sexta y Nona, segn pide el momento del da, se celebra pblica e inmediatamente antes
de la misa, la accin litrgica puede empezar igualmente o por la invocacin inicial y el himno de la Hora, especialmente los
das de feria, o por el canto de entrada de la misa con la procesin y saludo del celebrante, especialmente los das festivos.
Segn el caso se omite, pues, uno u otro de los ritos iniciales.
Despus se prosigue con la salmodia de la Hora, como de costumbre, hasta la lectura breve, exclusive.
Despus de la salmodia, omitido el acto penitencial y, segn la oportunidad, el Seor, ten piedad, se dice, si lo prescriben las
rbricas, el Gloria, y el celebrante reza la colecta de la misa.
96. Las Vsperas se unen a la misa, cuando preceden inmediatamente a la misma, del mismo modo que las Laudes.
Pero las primeras Vsperas de las solemnidades, domingos y fiestas del Seor que coinciden en domingo no podrn
celebrarse hasta que se haya celebrado la misa del da precedente o del sbado.
97. Cuando la Hora intermedia, es decir, Tercia, Sexta y Nona, o bien las Vsperas siguen a la misa, sta se celebra, como de
costumbre, hasta la oracin para despus de la comunin, inclusive. Dicha la oracin para despus de la comunin,
comienza inmediatamente la salmodia de la Hora correspondiente. En la Hora intermedia, terminada la salmodia y omitida la
lectura breve, se dice la oracin y se despide como en la misa. En las Vsperas, terminada la salmodia y omitida la lectura, se
contina con el cntico de Mara, con su antfona, y, omitidas las preces y el Padrenuestro, se dice la oracin conclusiva y se
bendice al pueblo.
98. Excepto en el caso de la noche de la Navidad del Seor, se excluye normalmente la unin de la misa con el Oficio de
lectura, puesto que la misa tiene su ciclo propio de lecturas, que se ha de distinguir del ciclo del Oficio. Pero si en algn caso
especial conviene hacerlo, despus de la segunda lectura del Oficio y de su responsorio, omitido todo lo dems, comienza la
misa por el himno Gloria, si lo prescriben las rbricas, o por la colecta.
99. Si se celebra el Oficio de lectura inmediatamente antes de otra Hora del Oficio, se puede adelantar al comienzo de toda la
celebracin el himno correspondiente de esta Hora; despus, al fin del Oficio de lectura, se omite la oracin y la conclusin, y
en la Hora siguiente se omite la invocacin inicial y el Gloria al Padre.
CAPTULO III
LOS DISTINTOS ELEMENTOS DE LA LITURGIA DE LAS HORAS
I. LOS SALMOS Y SU CONEXIN CON LA ORACIN CRISTIANA
100. En la Liturgia de las Horas, la Iglesia ora sirvindose en buena medida de aquellos cnticos insignes que, bajo la
inspiracin del Espritu Santo, compusieron los autores sagrados en el antiguo Testamento. Pues por su origen tienen la
virtud de elevar hacia Dios la mente de los hombres, excitan en ellos sentimientos santos y piadosos, los ayudan de un modo
admirable a dar gracias en los momentos de alegra y les proporcionan consuelo y firmeza de espritu en la adversidad.
101. Sin embargo, los salmos no son ms que una sombra de aquella plenitud de los tiempos que se revel en Cristo Seor y
de la que recibe toda su fuerza la oracin de la Iglesia; por lo cual, puede ocurrir que, a pesar de la suma estima de los
salmos, en la que se muestran concordes todos los cristianos, surja a veces alguna dificultad cuando alguien, al orar, intenta
hacer suyos tan venerables poemas.
102. Sin embargo, el Espritu Santo, bajo cuya inspiracin cantaron los salmistas, asiste siempre con su gracia a los que,
creyendo con buena voluntad, cantan estas composiciones poticas. Pero es necesario, ante todo, que adquieran una
instruccin bblica ms rica, principalmente acerca de los salmos, cada cual conforme a su capacidad, y de ah deduzcan de
qu modo y con qu mtodo pueden orar rectamente cuando los recitan.
103. Los salmos no son lecturas ni preces compuestas en prosa, sino composiciones poticas de alabanza. Por lo tanto,
aunque posiblemente hayan sido proclamados alguna vez en forma de lectura, sin embargo, atendiendo a su gnero literario,
con acierto se les llama en hebreo Tehillim, es decir, cnticos de alabanza, y en griego Psalmoi, es decir, cnticos que
han de ser entonados al son del salterio. En verdad, todos los salmos estn dotados de cierto carcter musical que
determina el modo adecuado de recitarlos. Por lo tanto, aunque los salmos se reciten sin canto, e incluso de modo individual
y silencioso, convendr que se atienda a su ndole musical: ciertamente ofrecen un texto a la consideracin de la mente, pero
tienden sobre todo a mover los corazones de quienes los recitan y los escuchan, e incluso de quienes los tocan con arpas y
ctaras.
104. Quien, por tanto, gusta de la salmodia, medita verso tras verso, dispuesto siempre en su corazn a responder conforme
a la voluntad del Espritu, que inspir al salmista y sigue asistiendo tambin a todo el que con piedad est dispuesto a recibir
su gracia. Por lo cual, la salmodia, aunque exija la reverencia debida a la majestad divina, debe realizarse con alegra de
espritu y dulzura amorosa, tal como conviene a la poesa y al canto sagrado y, sobre todo, a la libertad de los hijos de Dios.

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105. A menudo, con las palabras de los salmos, podemos orar con mayor facilidad y fervor, ya se trate de dar gracias y alabar
a Dios en el jbilo, ya de invocarlo desde lo profundo de la angustia. No obstante -sobre todo si el salmo no se dirige
inmediatamente a Dios- surgen a veces ciertas dificultades. Pues el salmista, como poeta que es, con frecuencia habla al
pueblo trayendo a la memoria la historia de Israel; a veces interpela a otros, sin exceptuar siquiera a las criaturas irracionales.
Es ms: hace hablar a Dios- y a los hombres, e incluso a los enemigos de Dios, como sucede en el salmo segundo. Con lo
cual se manifiesta que el salmo es un tipo de oracin diverso de las preces o colectas compuestas por la Iglesia. Adems, la
ndole potica y musical de los salmos no exige necesariamente que se dirijan a Dios, sino que se canten ante Dios, como
advierte san Benito: Consideremos de qu modo conviene estar en la presencia de la Divinidad y de sus ngeles, y
recitemos los salmos de forma que nuestra mente concuerde con nuestra voz.
106. Quien recita los salmos abre su corazn a los sentimientos que stos inspiran, segn el gnero literario de cada uno, ya
sea de lamentacin, confianza, accin de gracias u otros que acertadamente sealan los exegetas.
107. Partiendo del sentido literal, el que recita los salmos fija su atencin en la importancia del texto para la vida del creyente.
En efecto, consta que cada uno de los salmos fue compuesto en circunstancias peculiares, como sugieren los ttulos que
los preceden en el salterio hebreo. Pero sea lo que fuere de su origen histrico, cada salmo tiene un sentido literal que
incluso en nuestros tiempos no podemos desatender. Pues aunque tales cnticos traigan su origen de los pueblos orientales
de hace bastantes siglos, expresan, sin embargo, de un modo adecuado el dolor y la esperanza, la miseria y la confianza de
los hombres de todas las edades y regiones, y cantan sobre todo la fe en Dios, la revelacin y la redencin.
108. Quien recita los salmos en la Liturgia de las Horas no lo hace tanto en nombre propio como en nombre de todo el cuerpo
de Cristo, e incluso en nombre de la persona del mismo Cristo. Teniendo esto presente se desvanecen las dificultades que
surgen cuando alguien, al recitar el salmo, advierte tal vez que los sentimientos de su corazn difieren de los expresados en
aqul, por ejemplo, si el que est triste y afligido se encuentra con un salmo de jbilo o, por el contrario, si sintindose alegre
se encuentra con un salmo de lamentacin. Esto se evita fcilmente cuando se trata simplemente de la oracin privada, en la
que se da la posibilidad de elegir el salmo ms adaptado al propio estado de nimo. Pero en el Oficio divino se recorre toda la
cadena de los salmos, no a ttulo privado, sino en nombre de la Iglesia, incluso cuando alguien hubiera de recitar las Horas
individualmente. Sin embargo, quien recita los salmos en nombre de la Iglesia siempre puede encontrar un motivo de alegra
o de tristeza, porque tambin aqu tiene su aplicacin aquel dicho del Apstol: Alegraos con los que se alegran; llorad con
los que lloran, y as la fragilidad humana, indispuesta por el amor propio, se sana por la caridad, que hace que concuerden
el corazn y la voz del que recita el salmo'.
109. Quien recita los salmos en nombre de la Iglesia debe dirigir su atencin al sentido pleno de los. salmos, en especial al
sentido mesinico, que movi a la Iglesia a servirse del Salterio. El sentido mesinico se manifest plenamente en el nuevo
Testamento, y el mismo Cristo Seor lo puso de manifiesto al decir a los apstoles: Tiene que cumplirse todo lo que est
escrito de m en la ley de Moiss, en los profetas y en los salmos. Es un ejemplo conocidsimo el dilogo que nos refiere san
Mateo acerca del Mesas, Hijo de David y Seor suyo, en el que el salmo 109 es aplicado al Mesas.
Siguiendo esta senda, los santos Padres aceptaron y comentaron todo el Salterio a modo de profeca acerca de Cristo y su
Iglesia; por el mismo motivo fueron elegidos los salmos para su uso en la sagrada liturgia. Aunque a veces eran aceptadas
algunas interpretaciones artificiosas, sin embargo, por lo general, tanto los Padres como la liturgia procedieron rectamente al
or, en los salmos, a Cristo que clama al Padre o al Padre que habla con su Hijo, reconociendo incluso la voz de la Iglesia, de
los apstoles o de los mrtires. Este mtodo interpretativo sigui floreciendo en la edad media: en muchos cdices del
Salterio, escritos durante este perodo, se propona a los que recitaban los salmos el sentido cristolgico de los mismos,
expresado en los ttulos que precedan a cada uno de los salmos. La interpretacin cristolgica no se limita en modo alguno a
aquellos salmos que son considerados como mesinicos, sino que se extiende a muchos otros, en los que sin duda se dan
meras apropiaciones, pero refrendadas por la tradicin de la Iglesia.
Sobre todo en la salmodia de los das festivos, los salmos fueron elegidos con cierto criterio cristolgico, para cuya
ilustracin se proponen generalmente antfonas sacadas de los mismos salmos.
II. LAS ANTFONAS Y LOS OTROS ELEMENTOS QUE FACILITAN LA ORACIN DE LOS SALMOS
110. Tres cosas hay en la tradicin latina que contribuyeron grandemente a la inteligencia de los salmos o a su adaptacin
para la oracin cristiana, a saber: los ttulos, las oraciones slmicas y, sobre todo, las antfonas.
111. En el Salterio de la Liturgia de las Horas, cada salmo va precedido de un ttulo que denota su sentido e importancia para
la vida del creyente. Estos ttulos se proponen en el libro de la Liturgia de las Horas tan slo para utilidad de los que recitan
los salmos. Para fomentar la oracin a la luz de la revelacin cristiana, se aade una sentencia del nuevo Testamento o de
los Padres, que invita a orar en sentido cristolgico.

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112. Las oraciones slmicas, que sirven de ayuda para una interpretacin especficamente cristiana de los salmos, se
proponen en el Suplemento del libro de la Liturgia de las Horas para cada uno de los salmos, y pueden ser utilizadas
libremente segn la norma de la antigua tradicin: concluido el salmo y observado un momento de silencio, se concluye con
una oracin que sintetiza los sentimientos de los participantes.
113. Aunque la Liturgia de las Horas se celebre sin canto, todo salmo tiene su antfona, que deber recitarse incluso en
privado. Las antfonas, en efecto, ayudan a poner de manifiesto el gnero literario del salmo; lo transforman en oracin
personal; iluminan mejor alguna frase digna de atencin y que pudiera pasar inadvertida; proporcionan a un determinado
salmo cierta tonalidad peculiar segn las diversas circunstancias; ms an, siempre que se excluyan desacostumbradas
acomodaciones, contribuyen en gran medida a poner de manifiesto la interpretacin tipolgica o festiva, y pueden hacer
agradable y variada la recitacin de los salmos.
114. Las antfonas, en el Salterio, estn redactadas de tal forma que puedan ser traducidas a las lenguas vernculas, e
incluso ser repetidas despus de cada estrofa segn lo que se especifica en el nmero 125. Pero en el Oficio sin canto del
tiempo ordinario, en lugar de estas antfonas se pueden utilizar, segn la oportunidad, las sentencias aadidas a los salmos
(cf. nm. 111).
115. Cuando, a consecuencia de su extensin, se puede dividir un salmo en varias partes dentro de una misma Hora, a cada
una de las partes se le aade su propia antfona para lograr una mayor variedad, sobre todo en la celebracin con canto, y
para captar mejor las riquezas del salmo; es lcito, sin embargo, recitar el salmo ntegro sin interrupcin, utilizando slo la
primera antfona.
116. Poseen antfonas propias todos los salmos de Laudes y Vsperas del Triduo pascual, los de los das que caen dentro de
las octavas de Pascua y Navidad, los de las dominicas de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua y asimismo los de los das
feriales de Semana Santa, del tiempo pascual y los de los das comprendidos entre el 17 y el 24 de diciembre.
117. En las solemnidades, hay antfonas propias para el Oficio de lectura, las Laudes matutinas, Tercia, Sexta, Nona y las
Vsperas; en caso de que no las hubiera, se tomarn del Comn. En las fiestas, se observa la misma norma en el Oficio de
lectura, en las Laudes y en las Vsperas.
118. Las memorias de los santos que tienen antfonas propias, las conservan (cf. nm. 235).
119. Las antfonas del cntico de Zacaras y del cntico de Mara, en el Oficio del tiempo, se tomarn del Propio del tiempo, si
las hay, si no, se tomarn del Salterio habitual; en las solemnidades Y en las fiestas, se toman del Propio, si las posee, y, en
caso contrario, del Comn; pero, en las memorias que no tienen antfonas propias, se puede escoger libremente la antfona
del Comn o la de la feria que corresponda.
120. Durante el tiempo pascual, a todas las antfonas se les aade el Aleluya, a no ser que lo excluya el sentido de la
antfona.
III. MODO DE RECITAR LOS SALMOS
121. Los salmos pueden recitarse de modos diversos, segn las exigencias del gnero literario o la extensin que tengan,
segn que se proclamen en latn o en lengua verncula, y, principalmente, segn que rece uno solo o varios, o se trate de
una celebracin con el pueblo. Esta variedad de recitacin ayuda a percibir mejor la fragancia espiritual y la belleza de los
salmos.
Porque el empleo de los salmos no se establece por una especie de criterio cuantitativo de oracin, sino que se ha
atendido a la variedad del Salterio y a la ndole propia de cada salmo.
122. Los salmos se cantan o recitan bien sea en forma seguida (o in directum), bien sea alternando los versos o estrofas
entre dos coros o dos partes de la asamblea, bien sea en forma responsorial, segn las diversas modalidades que nos brinda
la tradicin o la experiencia.
123. Al comienzo de cada salmo rectese siempre su antfona, tal como queda dicho en los nmeros 113-120; al final de cada
salmo se mantiene en vigor el concluir con el Gloria al Padre y Como era. Pues el Gloria es la conclusin adecuada que
recomienda la tradicin y que da a la oracin del antiguo Testamento un sentido laudatorio, cristolgico y trinitaria. Recitado el
salmo, se repite la antfona, si se juzga oportuno.
124. Cuando se emplean salmos de mayor extensin, las divisiones de los mismos vienen sealadas en el Salterio, de forma
que la salmodia conserve la estructura ternaria de la Hora, teniendo en cuenta, sin embargo, el sentido objetivo del salmo en
cuestin.
Conviene observar dicha divisin, sobre todo en la celebracin coral en latn, aadiendo el Gloria al Padre al final de cada
una de las partes.

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Es lcito, sin embargo, o bien mantener este modo tradicional, o bien interponer una pausa entre las diversas partes del
mismo salmo, o bien recitar todo el salmo sin interrupcin, acompaado de su antfona.
125. Adems, cuando as lo aconsejare el gnero literario del salmo, se indicarn las divisiones estrficas, de m do que,
sobre todo si los salmos se han de cantar en lengua verncula, puedan ser recitados interponiendo la antfona despus de
cada estrofa, en cuyo caso bastar con decir el Gloria al Padre cuando haya finalizado todo el salmo.
IV. DISTRIBUCIN DE LOS SALMOS EN EL OFICIO
126. Los salmos estn distribuidos a lo largo de un ciclo de cuatro semanas, de tal forma que quedan omitidos unos pocos
salmos, mientras que otros, insignes por la tradicin, se repiten con mayor frecuencia, y se reservan a las Laudes de la
maana, a las Vsperas y a las Completas salmos adecuados a las respectivas Horas.
127. Para Laudes y Vsperas, por ser Horas ms destinadas a la celebracin con el pueblo, se han elegido los salmos ms
adecuados a este fin.
128. Por lo que se refiere a las Completas, se observa la norma descrita en el nmero 88.
129. Para el domingo, incluso en el Oficio de lectura y en la Hora intermedia, se han seleccionado aquellos salmos que
conforme a la tradicin expresan de un modo ms adecuado el misterio pascual. A los viernes se les han asignado algunos
salmos penitenciales o referidos a la pasin del Seor.
130. Se reservan para los tiempos de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua tres salmos, a saber: 77, 104 y 105, que
manifiestan con especial claridad la historia de la salvacin del antiguo Testamento, como anticipo de lo que se realiza en el
nuevo.
131. En el curso del Salterio se omiten los salmos 57, 82 y 108, en los que predomina el carcter imprecatorio. Asimismo se
han pasado por alto algunos versos de ciertos salmos, como se indica al comienzo de cada uno e ellos. La omisin de estos
textos se debe a cierta dificultad psicolgica, a pesar de que los mismos salmos imprecatorios afloran en la espiritualidad
neotestamentaria (por ejemplo, Ap 6, 10), sin que en modo alguno induzcan a maldecir.
132. Los salmos demasiado largos para ser recitados en una Hora del Oficio se distribuyen a lo largo de varios das, dentro
de la misma Hora, de modo que los puedan recitar ntegros quienes no acostumbran a rezar otras Horas. As, el salmo 118,
segn su propia divisin, se distribuye a lo largo de veintids das en la Hora intermedia, puesto que tradicionalmente es
asignado a las horas diurnas.
133. El ciclo de las cuatro semanas del Salterio se relaciona de tal modo con el ao litrgico que la primera semana,
prescindiendo de las dems, si conviene, comienza en el primer domingo de Adviento, en la primera semana del tiempo
ordinario, en el primer domingo de Cuaresma y en el primer domingo de Pascua.
Despus de Pentecosts, como en el tiempo ordinario el ciclo del Salterio sigue la serie de las semanas, se comienza por
aquella semana del Salterio que se indica en el Propio del tiempo al comienzo de la respectiva semana del tiempo ordinario.
134. En las solemnidades y en las fiestas, en el 'Triduo pascual y en los das de las octavas de Pascua y Navidad, se asignan
al Oficio de lectura salmos propios, elegidos entre aquellos que estn respaldados por la tradicin, y cuya oportunidad se
aclara, la mayor parte de las veces, mediante la antfona. Otro tanto se hace con la Hora intermedia en ciertas solemnidades
del Seor y en la octava de Pascua. Los salmos y el cntico para las Laudes de la maana se toman del primer domingo del
Salterio. Los salmos de las primeras Vsperas de las solemnidades pertenecen a la serie Laudate, segn una antigua
costumbre. Las segundas Vsperas de las solemnidades y las Vsperas de las fiestas tienen salmos y cnticos propios. Para
la Hora intermedia de las solemnidades, exceptuando aquellas de las que se habl arriba y \a no ser que caigan en domingo,
se tomarn los salmos de la salmodia complementaria; en la Hora intermedia de las fiestas se dicen los salmos del da
correspondiente.
135. En los dems casos se dicen los salmos del Salterio en curso, si no hubiere antfonas o salmos propios.
V. LOS CNTICOS DEL ANTIGUO Y DEL NUEVO TESTAMENTO
136. En las Laudes, entre el primero y el segundo salmo, se intercala, segn costumbre, un cntico del antiguo Testamento.
Adems de la serie de cnticos recibidos de la antigua tradicin romana y de la nueva ordenacin introducida por san Po X
en el Breviario, se han aadido en el Salterio muchos otros cnticos sacados de los libros del antiguo Testamento, de forma
que cada da ferial de las cuatro semanas tenga su cntico propio, y en los domingos alternen las dos partes del cntico de
los tres jvenes.
137. En las Vsperas, despus de los dos salmos, se asigna un cntico del nuevo Testamento, sacado de las Cartas o del
Apocalipsis. Se indican siete cnticos, uno para cada da de la semana. Pero en los domingos de Cuaresma, en lugar del

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cntico aleluytico sacado del Apocalipsis, se dice el cntico tomado de la primera carta de san Pedro. Adems, en la
solemnidad de la Epifana y en la fiesta de la Transfiguracin del Seor, se recitar el cntico indicado en su lugar, de la
primera carta a Timoteo.
138. Los cnticos evanglicos de Zacaras, de Mara y de Simen deben ser honrados con la misma solemnidad y dignidad
con que se acostumbra a or la proclamacin del Evangelio.
139. La salmodia y las lecturas estn ordenadas conforme a una ley constante de la tradicin que sita, en primer lugar, el
antiguo Testamento, luego el apstol y por ltimo el Evangelio.
VI. LA LECTURA DE LA SAGRADA ESCRITURA
La lectura de la sagrada Escritura en general
140. La lectura de la sagrada Escritura, que conforme a una antigua tradicin se hace pblicamente en la liturgia, no slo en
la celebracin eucarstica, sino tambin en el Oficio divino, ha de ser tenida en mxima estima por todos los cristianos,
porque es propuesta por la misma Iglesia, no segn los gustos e inclinaciones particulares, sino en orden al misterio que la
Esposa de Cristo desarrolla en el transcurso del ao, desde la encarnacin y la Navidad hasta la Ascensin, Pentecosts y
la expectacin de la dicha que esperamos: la venida del Seor. Adems, en la celebracin litrgica, la lectura de la sagrada
Escritura siempre va acompaada de la oracin, de modo que la lectura produce frutos ms plenos, y a su vez la oracin,
sobre todo la de los salmos, es entendida, por medio de las lecturas, de un modo ms profundo y la piedad se vuelve ms
intensa.
141. En la Liturgia de las Horas se propone una lectura larga y una lectura breve de la sagrada Escritura.
142. La lectura larga, que puede hacerse a voluntad en las Laudes matutinas y en las Vsperas, queda descrita arriba en el
nmero 46.
Distribucin de las lecturas de la sagrada Escritura en el Oficio de lectura
143. En la distribucin de las lecturas de la sagrada Escritura en el Oficio de lectura se tienen en cuenta tanto aquellos
tiempos sagrados en los que, siguiendo una tradicin venerable, se han de leer ciertos libros, como la distribucin de las
lecturas en la misa. De esta forma, pues, la Liturgia de las Horas se coordina con la misa de modo que la lectura de la
Escritura en el Oficio complete las lecturas hechas en la misa, ofreciendo as un panorama de toda la historia de la salvacin.
144. Siguiendo en pie la excepcin de que se habla en el nmero 73, no se leer el Evangelio en la Liturgia de las Horas,
puesto que se lee ntegramente todos los aos en la misa.
145. Hay un doble curso de lectura bblica: el primero, que va inserto en el libro de la Liturgia de las Horas, comprende tan
slo un ao; el segundo, que se puede utilizar libremente, va incluido en el Suplemento y es bienal, lo mismo que el curso de
la lectura del tiempo ordinario en la misa ferial.
146. El curso bienal de las lecturas est dispuesto de forma que casi todos los libros de la Escritura son ledos cada ao; se
asignan a la Liturgia de las Horas aquellos textos ms largos y ms difciles que apenas pueden tener cabida en la misa.
Pero mientras el nuevo Testamento se lee ntegramente todos los aos, parte en la misa, parte en la Liturgia de las Horas, se
han seleccionado de los libros del antiguo Testamento tan slo aquellas partes que son de mayor importancia para la
inteligencia de la historia de la salvacin y para el fomento de la piedad.
Sin embargo, la coordinacin entre las lecturas de la Liturgia de las Horas y las lecturas de la misa, para que no se
propongan los mismos textos en los mismos das o se distribuyan con relativa frecuencia los mismos libros para las mismas
pocas del ao (lo que dejara a la Liturgia de las Horas percopas de menos importancia y perturbara la lectura seguida de
los textos), exige necesariamente que el mismo libro figure en aos alternos en la misa y en la Liturgia de las Horas o, al
menos, dejar cierto intervalo de tiempo si se ha de leer en el mismo ao.
147. En el tiempo de Adviento, se leern, siguiendo una antigua tradicin, las percopas del libro de Isaas, en lectura
semicontinua, alterna en aos alternos. Se leern adems el libro de Rut y algunas profecas del libro de Miqueas. Pero como
desde el 17 hasta el 24 de diciembre se hacen lecturas especialmente asignadas a estos das, se omitirn aquellas lecturas
de la tercera semana de Adviento que no tengan cabida.
148. Desde el da 29 de diciembre hasta el S de enero, se leer, el primer ao, la carta a los Colosenses, en fa que se
considera la encarnacin del Seor en el marco de toda la historia de la salvacin, y, en el segundo ano, el Cantar de los
cantares, en el que se prefigura la urlin de Dios y el hombre en Cristo: Dios Padre celebr las bodas de Dios su Hijo en el
instante en que lo uni a la naturaleza humana en el seno de la Virgen, cuando el que era Dios antes de todos los siglos
determin hacerse hombre al final de los tiempos.

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149. Desde el 7 de enero hasta el sbado despus de Epifana, se leen textos escatolgicos tomados de Isaas (captulos 6066) y de Baruc; las lecturas que no hayan tenido cabida se omitirn ese ao.
150. Durante la Cuaresma, se leern, el primer ao, fragmentos del libro del Deuteronomio y de la carta a los Hebreos. En el
segundo ao, se ofrece una visin panormica de la historia de la salvacin tomada de los libros del xodo, del Levtico y de
los Nmeros. La carta a los Hebreos interpreta la antigua alianza a la luz del misterio pascual de Cristo. De esta carta se lee,
el Viernes santo, un fragmento que habla del sacrificio de Cristo (9, 11-28) y, el Sbado santo, otro fragmento referente al
descanso del Seor (4, 1-16). En los dems das de la Semana Santa, se leer, el primer ao, los cantos tercero y cuarto del
Siervo del Seor, tomados del libro de Isaas, y algunos fragmentos de las Lamentaciones; el segundo ao, se lee el profeta
Jeremas, como figura de Cristo paciente.
151. En el tiempo pascual, exceptuando los domingos primero y segundo de Pascua y las solemnidades de la Ascensin y
Pentecosts, se leern, segn es tradicional, el primer ao, la primera carta de san Pedro, el Apocalipsis y las cartas de san
Juan, y, el segundo ao, los Hechos de los apstoles.
152. Desde el lunes despus del domingo del Bautismo del Seor hasta la Cuaresma, y desde el lunes despus de
Pentecosts hasta el Adviento, discurre una serie continua de treinta y cuatro semanas que constituye el tiempo ordinario.
Dicha serie queda interrumpida desde el mircoles de Ceniza hasta el da de Pentecosts; en el lunes despus del
domingo de Pentecosts, se toma de nuevo la lectura del tiempo ordinario a partir de la semana que sigue a la que fue
interrumpida por la llegada de la Cuaresma, pero omitiendo la lectura que corresponde al domingo.
En los aos que tienen slo treinta y tres semanas de tiempo ordinario, se omite la semana que cae inmediatamente
despus de Pentecosts, de modo que siempre sean ledas las lecturas de las ltimas semanas, que son de ndole
escatolgica.
Los libros del antiguo Testamento se distribuyen segn la historia de la salvacin: Dios se revela a s mismo en el decurso
de la vida del pueblo, que es guiado e iluminado paulatinamente. Por ello los profetas son ledos entre los libros histricos,
teniendo en cuenta el tiempo en que vivieron y ensearon. As, el primer ao, la serie de lecturas del antiguo Testamento
presenta juntamente los libros histricos y los orculos de los profetas, desde el libro de Josu hasta el tiempo del exilio
inclusive. El segundo ao, despus de las lecturas del Gnesis que se han de leer antes de Cuaresma, se contina la
narracin de la historia de la salvacin desde el exilio hasta los tiempos de los Macabeos. En ese mismo ao, se incluyen,
adems, los profetas ms recientes, los libros sapienciales y las narraciones de los libros de Ester, Tobas y Judit.
Las cartas de los apstoles, que no se lean en perodos especiales, van distribuidas teniendo en cuenta ya las lecturas de
la misa, ya el orden cronolgico en que fueron escritas.
153. El curso de un ao queda abreviado de modo que todos los aos se lean algunas partes seleccionadas de la sagrada
Escritura, habida cuenta de los dos ciclos de lecturas de la misa a los que sirven de complemento.
154. A las solemnidades y a las fiestas se les asigna lectura propia; en caso contrario se tomar del Comn de los santos.
155. Cada una de las percopas guarda, en la medida de lo posible, cierta unidad; por ello, para no sobrepasar los lmites
adecuados que, por lo dems, son distintos segn los diversos gneros literarios, se omiten a veces algunos versculos, lo
cual es sealado en cada caso. Pueden, no obstante, ser ledas con provecho ntegramente en un texto aprobado.
Las lecturas breves
156. Las lecturas breves, o captulos, cuya importancia en la Liturgia de las Horas se seal en el nmero 45, fueron
seleccionadas de forma que expresen sucinta y distintamente una sentencia o exhortacin. Se ha prestado atencin
asimismo a la variedad.
157. Se han constituido cuatro series semanales de lecturas breves para el tiempo ordinario, que van incluidas en el Salterio,
de modo que cada da a lo largo de cuatro semanas se cambie de lectura. Hay adems series semanales para los tiempos de
Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua. Y, por ltimo, lecturas breves propias para las solemnidades y las fiestas y algunas
memorias, y tambin una serie nica semanal para Completas.
158. En la seleccin de lecturas breves se han seguido los siguientes criterios:
a) Conforme a la tradicin, se han excluido los evangelios;
b) se ha observado, en la medida de lo posible, el carcter propio del domingo y tambin el del viernes, as como el de las
distintas Horas;

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c) las lecturas de las Vsperas fueron seleccionadas tan slo del nuevo Testamento, puesto que van despus de un cntico
del nuevo Testamento.
160. En esta lectura se proponen diversos textos tomados de los escritos de los santos Padres, de los doctores y de otros
escritores eclesisticos, pertenecientes ya a la Iglesia Oriental, ya a la Occidental, cuidando, no obstante, de conceder un
lugar de preferencia a los santos Padres, que gozan en la Iglesia de una autoridad especial.
161. Adems de las lecturas asignadas para cada da en el libro de la Liturgia de las Horas, hay un leccionario libre que
contiene una mayor abundancia de lecturas, para que sea ms accesible a los que rezan el Oficio divino el tesoro de la
tradicin de la Iglesia. Se concede a todos la facultad de tomar la segunda lectura o del libro de la Liturgia de las Horas o del
leccionario libre.
162. Adems, las Conferencias Episcopales pueden proponer otros textos acordes con las tradiciones y la mentalidad de su
demarcacin, los cuales han de incluirse a modo de suplemento en el leccionario libre. Dichos textos estarn tomados de las
obras de escritores catlicos insignes por su doctrina y santidad de vida.
163. La finalidad de esta lectura es, ante todo, la meditacin de la palabra de Dios tal como es entendida por la Iglesia en su
tradicin. Porque la Iglesia siempre estim necesario declarar autnticamente a los fieles la palabra de Dios, de modo que la
lnea de la interpretacin proftica y apostlica siga la norma del sentido eclesistico y catlico.
VII. LA LECTURA DE LOS PADRES Y DE LOS ESCRITORES ECLESISTICOS
159. Segn la tradicin de la Iglesia romana, en el Oficio de lectura, a continuacin de la lectura bblica, tiene lugar la lectura
de los Padres o de los escritores eclesisticos, con su responsorio correspondiente, a no ser que se haga una lectura
hagiogrfica (cf. nms. 228-239).
164. Mediante el trato asiduo con los documentos que presenta la tradicin universal de la Iglesia, los lectores son llevados a
una meditacin ms plena de la sagrada Escritura y a un amor suave y vivo de la misma. Porque los escritos de los santos
Padres son testigos preclaro s de aquella meditacin de la palabra de Dios prolongada a lo largo de los siglos, mediante la
cual la Esposa del Verbo encarnado, es decir, la Iglesia, que tiene consigo el pensamiento y el espritu de su Dios y
Esposo, se afana por conseguir una inteligencia cada vez ms profunda de las sagradas Escrituras.
165. La lectura de los Padres conduce asimismo a los cristianos al verdadero sentido de los tiempos y de las festividades
litrgicas. Adems, les hace accesibles las inestimables riquezas espirituales que constituyen el egregio patrimonio de la
Iglesia y que a la vez son el fundamento de la vida espiritual y el alimento ubrrimo de la piedad. Y por lo que se refiere a los
predicadores de la palabra de Dios, tendrn as todos los das a su alcance ejemplos insignes de la sagrada predicacin.
VIII. LA LECTURA HAGIOGRFICA
166. Con el nombre de lectura hagiogrfica se designa el texto de algn Padre o escritor eclesistico que hable directamente
del santo cuya festividad se celebra o que puede aplicrsele rectamente, o bien un fragmento de los escritos del santo en
cuestin, o bien la narracin de su vida.
167. En la elaboracin de los propios particulares de los santos se ha de atender a la verdad histrica y al verdadero
aprovechamiento espiritual de aquellos que han de leer o escuchar la lectura hagiogrfica; se ha de evitar cuidadosamente
todo lo que suscite tan slo la admiracin; ms bien se ha de poner a la luz la peculiar ndole espiritual de los santos, de un
modo adecuado a las condiciones actuales, as como su importancia para la vida y la espiritualidad de la Iglesia.
168. Antes de la lectura misma, y para instruccin tan slo, no para ser proferida en la celebracin, se pone una breve noticia
hagiogrfica, que contiene datos meramente histricos y describe brevemente la historia del santo.
IX. LOS RESPONSORIOS
169. A la lectura bblica, en el Oficio de lectura, le sigue su propio responsorio, cuyo texto ha sido seleccionado del tesoro
tradicional o compuesto de nuevo, de forma que arroje nueva luz para la inteligencia de la lectura que se acaba de hacer, ya
sea insertando dicha lectura en la historia de la salvacin, ya conducindonos desde el antiguo Testamento al nuevo, ya
convirtiendo la lectura en oracin o contemplacin, ya, finalmente, ofreciendo la fruicin variada de sus bellezas poticas.
170. Asimismo, la segunda lectura lleva anejo un responsorio idneo, pero que no va tan estrechamente ligado con el texto
de la lectura, favoreciendo as ms la libertad de la meditacin.

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171. Los responsorios, junto con sus partes que han de ser repetidas, conservan, por tanto, su valor, incluso cuando la
recitacin ha de ser hecha por uno solo. No obstante, la parte que se puede repetir en el responsorio puede omitirse en la
recitacin sin canto, a no ser que la repeticin venga exigida por el sentido mismo.
172. De modo semejante, aunque ms sencillo, el responsorio breve de las Laudes matutinas, Vsperas y Completas, del
cual se habl en los nmeros 49 y 89, y los versculos que acompaan a Tercia, Sexta y Nona responden a la lectura breve a
modo de cierta aclamacin, mediante la cual la palabra de Dios penetra ms profundamente en el espritu del que escucha o
del que lee.
X. LOS HIMNOS Y OTROS CNTICOS NO BBLICOS
173. Los himnos, que segn una antiqusima tradicin formaban parte del Oficio, conservan ahora tambin su importancia. En
realidad no slo han sido destinados expresamente, por su naturaleza lrica, para la alabanza de Dios, sino que constituyen
una parte popular, y casi siempre manifiestan el carcter diferenciante de las Horas, o de cada una de las fiestas, con ms
claridad que las otras partes del Oficio, a la vez que mueven e incitan los nimos a una celebracin piadosa. Dicha eficacia
se ve aumentada a menudo por la belleza literaria. Por lo dems, los himnos se encuentran en el Oficio como el principal
elemento potico creado por la Iglesia.
174. Siguiendo la norma de la tradicin, el himno termina con una doxologa que, de acuerdo con la costumbre, se dirige a la
misma persona divina a la que se dirige el himno.
175. Para fomentar la variedad, se establece en el Oficio del tiempo ordinario un doble curso de himnos para todas las Horas,
a utilizar en semanas alternas.
176. Se introduce, adems, en el Oficio de lectura un doble curso de los himnos del tiempo ordinario, segn que los himnos
sean recitados de da o de noche.
177. Los himnos introducidos por primera vez pueden ejecutarse con melodas del mismo ritmo y medida que las
tradicionales.
178. En lo referente a la celebracin en lengua verncula, se concede a las Conferencias Episcopales la facultad de adaptar
a la naturaleza de la propia lengua los himnos latinos, y asimismo la de introducir como himnos nuevas composiciones
poticas, siempre que estn acordes plenamente con el espritu de la Hora, del tiempo o de la festividad; se ha de evitar
cuidadosamente el que sean admitidas canciones populares carentes de todo valor artstico y no consentneas
verdaderamente con la dignidad de la liturgia.
XI. LAS PRECES, EL PADRENUESTRO, LA ORACIN CONCLUSIVA
Las preces o intercesiones en las Laudes y Vsperas
179. La Liturgia de las Horas celebra ciertamente las alabanzas de Dios. Ahora bien, tanto la tradicin juda como la cristiana
no separan la oracin de peticin de la alabanza divina; a menudo, la splica es en alguna manera una deduccin de la
alabanza divina. El apstol san Pablo exhorta a que se hagan oraciones, plegarias, splicas, acciones de gracias por todos
los hombres, por los reyes y por todos los que ocupan cargos, para que podamos llevar una vida tranquila y apacible, con
toda piedad y decoro. Eso es bueno y grato ante los ojos de nuestro Salvador, Dios, que quiere que todos los hombres se
salven y lleguen al conocimiento de la verdad!. Dicha amonestacin fue interpretada a menudo por los Padres en el sentido
de que se deban hacer intercesiones por la maana y por la tarde.
180. Las. intercesiones, que se han restablecido en la misa de rito romano, se hacen tambin a la Hora de Vsperas, aunque
de modo distinto, tal como se describe ms adelante.
181. Como es tradicional en la oracin que, sobre todo por la maana, se encomiende a Dios todo el da, en las Laudes
matutinas se hacen invocaciones para encomendar o consagrar el da a Dios.
182. Con el nombre de preces se designan tanto las intercesiones que se hacen en las Vsperas, como las invocaciones
hechas para consagrar el da a Dios en las Laudes matutinas.
183. Para fomentar la variedad y, sobre todo, para expresar mejor las distintas necesidades de la Iglesia y de los hombres
segn los diversos estados, grupos, personas, condiciones y tiempos, se proponen diversas frmulas de preces para cada
uno de los das del curso del Salterio, durante el tiempo ordinario, y para los tiempos sagrados del ao litrgico, lo mismo que
para la celebracin de ciertas festividades.
184. Adems, las Conferencias Episcopales poseen la facultad tanto de adaptar las frmulas propuestas en el libro de la
Liturgia de las Horas, como de aprobar otras nuevas, observando, sin embargo, las normas que siguen.

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185. Como se hace en el Padrenuestro, conviene enlazar las peticiones con la alabanza de Dios o la confesin de su gloria, o
la conmemoracin de la historia de la salvacin.
186. En las preces que tienen lugar en las Vsperas, la ltima intencin es siempre por los difuntos.
187. Como la Liturgia de las Horas es, ante todo, la oracin de toda la Iglesia por toda la Iglesia e incluso por la salvacin de
todo el mundo, conviene que en las preces las intenciones universales obtengan absolutamente el primer lugar, es decir, que
se ore por la Iglesia y los grados de la jerarqua, por las autoridades civiles, por los que sufren pobreza, enfermedad o
aflicciones, y por las necesidades de todo el mundo, a saber, por la paz y otras cosas semejantes.
188. Es lcito, sin embargo, tanto en las Laudes matutinas como en las Vsperas, aadir ciertas intenciones particulares.
189. Las preces que han de ser utilizadas en el Oficio estn dotadas de tal estructura que pueden adaptarse a la celebracin
con el pueblo, con una pequea comunidad y a la recitacin hecha por uno solo.
190. Por ello, las preces, en la recitacin con el pueblo o en comn, van precedidas de una breve invitacin hecha por el
sacerdote o el ministro, en la que se propone el tipo de respuesta que ha de ser repetida de un modo invariable por la
asamblea.
191. Las intenciones se enuncian, adems, en lenguaje dirigido a Dios, de forma que puedan convenir tanto a la celebracin
comn como a la recitacin por uno solo.
192. Cada frmula de las intenciones consta de dos partes, la segunda de las cuales puede utilizarse como respuesta
variable.
193. Por ello, se pueden seguir diversos modos en la recitacin de las intenciones, de forma que el sacerdote o el ministro
digan ambas partes y la asamblea interponga una respuesta uniforme o una pausa de silencio, o que el sacerdote o el
ministro digan tan slo la primera parte y la asamblea la segunda.
El Padrenuestro
194. En las Laudes matutinas y en las Vsperas, como Horas ms populares, a continuacin de las preces ocupa el
Padrenuestro el lugar correspondiente a su dignidad, de acuerdo con una tradicin venerable.
195. As, la oracin dominical, de ahora en adelante, se dir solemnemente tres veces al da, a saber: en la misa, en las
Laudes matutinas y en las Vsperas.
196. El Padrenuestro ser dicho por todos, antecedindole, segn fuere oportuno, una breve monicin.
La oracin conclusiva
197. Al final de cualquier Hora se dice la oracin conclusiva, que en la celebracin pblica y popular, segn la norma de la
tradicin, correr a cargo del sacerdote o del dicono'..
198. Esta oracin, en el Oficio de lectura, suele ser la propia del da.. Para las Completas, siempre se encuentra en el
Salterio.
199. Para las Laudes matutinas y las Vsperas, la oracin se tomar del Propio los siguientes das: domingos, ferias de los
tiempos de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua, y asimismo en las solemnidades, las fiestas y las memorias. Pero en las
ferias del tiempo ordinario se dir la oracin indicada en el curso del Salterio para manifestar la ndole propia de estas Horas.
200. Por lo que se refiere a Tercia, Sexta y Nona, u Hora intermedia, la oracin se tomar del Propio los domingos y ferias de
Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua, lo mismo que en las solemnidades y en las fiestas.
Los dems das se dirn aquellas oraciones que expresan la ndole de cada Hora y que figuran en el Salterio.
XII. EL SILENCIO SAGRADO
201. Como se ha de procurar de un modo general que en las acciones litrgicas se guarde asimismo, a su debido tiempo,
un silencio sagrado, tambin se ha de dar cabida al silencio en la Liturgia de las Horas.
202. Por lo tanto, segn la oportunidad y la prudencia, para lograr la plena resonancia de la voz del Espritu Santo en los
corazones y para unir ms estrechamente la oracin personal con la palabra de Dios y la voz pblica de la Iglesia, es lcito
dejar un espacio de silencio despus de cada salmo, una vez repetida su antfona, segn la costumbre tradicional, sobre todo
si despus del silencio se aade la oracin slmica (cf. nm. 112), o despus de las lecturas, tanto breves como largas,
indiferentemente antes o despus del responsorio.

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Se ha de evitar, sin embargo, que el silencio introducido sea tal que deforme la estructura del Oficio o resulte molesto o
fatigoso para los participantes.
203. Cuando la recitacin haya de ser hecha por uno solo, se concede una mayor libertad para hacer una pausa en la
meditacin de alguna frmula que suscite sentimientos espirituales, sin que por eso el Oficio pierda su carcter pblico.
CAPTULO IV
LAS DIVERSAS CELEBRACIONES A LO LARGO DEL AO
1. LA CELEBRACIN DE LOS MISTERIOS DEL SEOR
El domingo
204. El Oficio del domingo comienza con las primeras Vsperas, en las que todos los elementos son tomados del Salterio, a
excepcin de aquellos que se asignan como propios.
205. Cuando una fiesta del Seor se celebra el domingo, tiene primeras Vsperas propias.
206. Del modo de celebrar las vigilias dominicales, cuando se juzgue oportuno, se habl antes, en el nmero 73.
207. Es sumamente conveniente que, donde fuere posible, se celebren con asistencia del pueblo, al menos, las Vsperas,
conforme a la antiqusima costumbre.
El Triduo pascual
208. En el Triduo pascua!, el Oficio se celebra tal como se describe en el Propio del tiempo.
209. Los participantes en la misa vespertina del Jueves Santo, o en la celebracin de la Pasin del Seor el Viernes Santo,
no dicen las Vsperas del da respectivo.
210. El Viernes Santo y el Sbado Santo se organizar, antes de las Laudes matutinas, segn fuese posible, una .
celebracin pblica del Oficio de lectura con asistencia del pueblo.
211. Las Completas del Sbado Santo las dirn tan slo aquellos que no asisten a la Vigilia pascual.
212. La Vigilia pascual ocupa el lugar del Oficio de lectura: quienes, por tanto, no asisten a la solemne Vigilia pascual, lean de
ella al menos cuatro lecturas, junto con los cnticos y oraciones. Conviene elegir las lecturas del xodo, Ezequiel, del Apstol
y el evangelio. Siguen el himno Seor, Dios eterno y la oracin del da.
213. Las Laudes del domingo de Resurreccin deben ser recitadas por todos. Conviene celebrar las Vsperas de modo
solemne para santificar el ocaso de un da tan sagrado y para conmemorar las apariciones en que el Seor se manifest a
sus discpulos. Pngase sumo cuidado en conservar, donde estuviese vigente, la tradicin particular de celebrar, el da de
Pascua, aquellas Vsperas bautismales en las que, mientras son cantados los salmos, se hace una procesin al bautisterio.
El tiempo pascual
214. La Liturgia de las Horas toma carcter pascual por la aclamacin Aleluya, con la que concluyen la mayora de las
antfonas (cf. nm. 120), Y tambin por los himnos, las antfonas y las preces especiales; finalmente, por las lecturas propias
asignadas a cada Hora.
La Natividad del Seor
215. En la noche de la Natividad del Seor conviene celebrar, antes de la misa, una vigilia solemne con el Oficio de lectura.
Los que asisten a esta vigilia no dicen las Completas.
216. Las Laudes del da de la Natividad se dicen, segn costumbre, antes de la misa de la aurora.
Otras solemnidades y fiestas del Seor
217. En la distribucin del Oficio en las solemnidades y en las fiestas del Seor, obsrvese lo que se dice ms adelante en
los nmeros 225-233, haciendo, sin embargo, los cambios oportunos.

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II. LAS CELEBRACIONES DE LOS SANTOS
218. Las celebraciones de los santos se disponen de forma que no prevalezcan sobre las festividades o los tiempos sagrados
que conmemoran los misterios de la salvacin, ni interrumpan a cada paso el curso de la salmodia y de la lectura divina o den
origen a repeticiones indebidas, y, por otro lado, se fomente oportunamente la legtima devocin de cada uno. En estos
principios se fundan tanto la reforma del Calendario, llevada a cabo por mandato del Concilio Vaticano II, como el modo de
celebrar a los santos en la Liturgia de las Horas, que se describe en los nmeros siguientes.
219. Las celebraciones de los santos pueden ser: solemnidades, fiestas o memorias.
220. Las memorias son u obligatorias o, si no se indica nada, libres. Para averiguar si conviene o no celebrar tal memoria
libre en un Oficio con el pueblo o en la celebracin comunitaria, tngase presente el bien comn, o sea la verdadera devocin
de la asamblea y no tan slo la devocin del que la preside.
221. Si coinciden en el mismo da muchas memorias libres, puede celebrarse una tan slo, omitiendo las otras.
222. Solamente son trasladables las solemnidades, segn las normas de las rbricas.
223. Las normas que siguen son vlidas tanto para los santos que figuran en el Calendario romano general, como para
aquellos que registran los calendarios particulares.
224. En caso de que falten las partes propias, las suplirn los respectivos Comunes de los santos.
1. Cmo se ha de ordenar el Oficio en las solemnidades 225. Las solemnidades tienen primeras Vsperas el da anterior.
226. Tanto las primeras Vsperas como las segundas tienen himno, antfonas, lectura breve, con su responsorio, y oracin
conclusiva
propios;
en
caso
de
que
no
los
tuvieren,
se
tomarn
del
Comn.
Los dos salmos de las primeras Vsperas se toman, segn costumbre, de la serie Laudate (a saber, de los salmos 112,
116, 134, 145, 146 Y 147), de acuerdo con la antigua tradicin; el cntico del nuevo Testamento se indica en su lugar. En las
segundas Vsperas, tanto los salmos como el cntico son propios. Las preces son propias o se toman del Comn.
227. El himno, las antfonas, la lectura breve, con su responsorio, y la oracin conclusiva de las Laudes de la maana son
propios; en caso de que no los hubiere, tmense del Comn. Los salmos han de ser tomados del primer domingo del Salterio.
Las preces son propias o del Comn.
228. En el Oficio de lectura todas las partes son propias: el himno, las antfonas y los salmos, las lecturas y los responsorios.
La primera lectura es bblica; la segunda, hagiogrfica. Si se tratare de un santo que slo tiene un culto local y no se le han
sealado partes especiales ni siquiera en el Propio local, se han de tomar todas ellas del Comn.
Al final del Oficio de lectura, se dice el himno Seor, Dios eterno y la oracin propia.
229. En la Hora intermedia, es decir, en Tercia, Sexta y Nona, se dice el himno cotidiano, a no ser que se indique otra cosa;
los salmos se toman de la salmodia complementaria, con la antfona propia; en domingo, los salmos se toman del domingo
primero del Salterio; la lectura breve y la oracin conclusiva son propias. Sin embargo, en algunas solemnidades del Seor se
proponen salmos especiales.
230. Para las Completas, todo se tomar del domingo, despus de las primeras o de las segundas Vsperas,
respectivamente.
2. Estructuracin del Oficio en las fiestas
231. Las fiestas no tienen primeras Vsperas, a no ser las fiestas del Seor que caigan en domingo. Por lo que se refiere al
Oficio de lectura, las Laudes matutinas y las Vsperas se har lo mismo que en las solemnidades.
232. En la Hora intermedia, es decir, en Tercia, Sexta y Nona, se dice el himno cotidiano; los salmos, con sus antfonas, se
tomarn de la feria correspondiente, a no ser que alguna razn peculiar o la tradicin requieran que se diga una antfona
propia, lo que se indicar en su lugar. La lectura breve y la oracin conclusiva son propias.
233. Las Completas se dicen como en los das ordinarios.
3. Estructuracin del Oficio en las memorias de los santos
234. Entre la memoria obligatoria y la memoria libre, en caso de que sta se celebre, no existe diferencia alguna en lo que se
refiere a la estructuracin del Oficio, a no ser que se trate de memorias libres que caigan en tiempos privilegiados.

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Las memorias que tienen lugar en das ordinarios
235. En el Oficio de lectura, las Laudes matutinas y las Vsperas:
a) Los salmos, con sus antfonas, se tomarn de la feria correspondiente, a no ser que haya antfonas o salmos propios, lo
que se indicar en cada lugar.
b) La antfona del Invitatorio, el himno, la lectura breve, las antfonas del cntico de Zacaras y del cntico de Mara y las
preces, si son propios, se han de decir del santo; en caso contrario, se tomarn del Comn o de la feria correspondiente.
c) La oracin conclusiva se ha de decir del santo.
d) En el Oficio de lectura, la lectura bblica con su responsorio se ha de tomar de la feria correspondiente.
La segunda lectura es hagiogrfica, con el responsorio propio o del Comn; si no la hubiere propia, se tomar de los textos
de los Padres del da correspondiente.
No se dice el himno Seor, Dios eterno.
236. Por lo que se refiere a la Hora intermedia, o Tercia, Sexta y Nona, y a Completas, todo se tomar de la feria
correspondiente.
Las memorias que tienen lugar en un tiempo privilegiado
237. No se celebrar ninguna memoria que coincida con domingos, solemnidades y fiestas, lo mismo que con el mircoles de
Ceniza, la Semana Santa y la octava de Pascua.
238. No se celebrar ninguna memoria obligatoria, ni siquiera en los calendarios particulares, en los das comprendidos entre
el 17 y el 24 de diciembre, en la octava de Navidad y en Cuaresma. Las que accidentalmente cayeren en tiempo de
Cuaresma se consideran aquel ao como memorias libres.
239. Durante esos mismos tiempos, si alguien quisiera celebrar la memoria de algn santo que correspondiera a dichas
fechas:
a) En el Oficio de lectura, a continuacin de la lectura de los Padres en el Propio del tiempo, junto con su responsorio, se
ha de aadir la lectura hagiogrfica propia con su responsorio, concluyendo con la oracin del santo;
b) en las Laudes de la maana y en las Vsperas, puede aadirse adems, despus de la oracin conclusiva, que se dice
sin la conclusin acostumbrada, la antfona (propia o del Comn) y la oracin del santo.
Conmemoracin de santa Mara en sbado
240. En los sbados del tiempo ordinario, en que se permiten memorias libres, podr celebrarse, con el mismo rito, la
memoria libre de santa Mara, con su lectura propia.
III. EL CALENDARIO QUE
O ALGUNA DE SUS PARTES

SE

HA

DE

SEGUIR

LA

FACULTAD

DE

ELEGIR

ALGN

OFICIO

El calendario que se ha de seguir


241. El Oficio se ha de recitar, en el coro o en comn, siguiendo el calendario propio, a saber: el de la dicesis, el de la familia
religiosa o el de la Iglesia particular.
Los miembros de las familias religiosas se unen a la comunidad de la Iglesia local para celebrar la dedicacin de la iglesia
catedral y el patrn principal del lugar y del territorio donde viven.
242. Cualquier clrigo o religioso, obligado por algn ttulo al Oficio divino, que tome parte en la recitacin del Oficio en
comn, segn otro calendario u otro rito distinto del suyo, cumple con su obligacin por lo que se refiere a esta parte del
Oficio.
243. En la recitacin hecha individualmente puede observarse tanto el calendario del lugar como el calendario propio,
excepto en las solemnidades y en las fiestas propias.
La facultad de elegir algn Oficio

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244. En los das feriales que admiten la celebracin de una memoria libre, podr celebrarse, habiendo una justa causa, con el
mismo rito de las memorias (cf.. nms. 234-239), el Oficio de algn santo sealado para aquel da en el Martirologio romano
o en su Apndice debidamente aprobado.
245. Fuera de las solemnidades, los domingos de Adviento, Cuaresma y Pascua, el mircoles de Ceniza, la Semana Santa,
la octava de Pascua y el da 2 de noviembre, se podr celebrar, por una causa pblica o por devocin, ya totalmente ya en
parte, algn Oficio votivo; por ejemplo, con motivo de una peregrinacin, de una fiesta local, o de la solemnidad externa de
algn santo.
La facultad de elegir algunos formularios
246. En algunos casos particulares, pueden elegirse para el Oficio formularios distintos de los que correspondan, siempre
que se respete la ordenacin general de cada Hora y se observen las reglas que siguen.
247. En el Oficio de los domingos, solemnidades, fiestas del Seor que estn sealadas en el Calendario general, lo mismo
que en el Oficio de los das feriales de Cuaresma y Semana Santa, en las octavas de Pascua y Navidad y en los das
comprendidos entre el 17 y el 24 de diciembre inclusive, nunca ser lcito cambiar aquellos formularios que son propios o
apropiados a la celebracin, como son las antfonas, los himnos, las lecturas, los responsorios, las oraciones y, casi siempre,
tambin los salmos.
Sin embargo, los salmos dominicales de la semana en curso podrn ser sustituidos, si fuere oportuno, por los salmos
dominicales de otra semana, e incluso, si se tratase de un Oficio con el pueblo, se podrn elegir otros salmos, de forma que
el pueblo sea llevado gradualmente a una mejor inteligencia de los mismos.
248. En el Oficio de lectura siempre se ha de preferir la lectura en curso de la sagrada Escritura. Se refiere tambin al Oficio
el deseo de la Iglesia de que, en un perodo determinado de aos, se lean al pueblo las partes ms significativas de la
sagrada Escritura
Teniendo esto presente, resptese el curso de las lecturas de la Escritura propuesto en el Oficio de lectura para el tiempo
de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua; durante el tiempo ordinario podrn elegir se, por una justa causa, en algn da o
unos pocos das continuos, otras lecturas entre las propuestas para otros das o incluso otras lecturas bblicas, por ejemplo,
cuando se celebran ejercicios espirituales o asambleas pastorales, u oraciones por la unidad de la Iglesia, y otras cosas
semejantes.
249. Si alguna vez se interrumpe la lectura continua a consecuencia de alguna solemnidad, fiesta o celebracin peculiar, ser
lcito en esa misma semana, teniendo presente toda su distribucin, o bien unir las lecturas que se omiten con las que
todava se han de leer, o bien determinar qu textos han de ser preferidos a los dems.
250. En el mismo Oficio de lectura, en lugar de la segunda lectura asignada a un da determinado, podr elegirse, por un
motivo justo, otra lectura del mismo tiempo litrgico, tomada del libro de la Liturgia de las Horas o del leccionario libre (nm.
161). Adems, en las ferias del tiempo ordinario y, si se considerase oportuno, incluso en los tiempos de Adviento, Navidad,
Cuaresma y Pascua, se puede hacer una lectura semicontinua de alguna obra patrstica, en consonancia con el espritu
bblico y litrgico.
251. Las lecturas breves, las oraciones, los cnticos y las preces propuestos para los das feriales de un tiempo peculiar
pueden ser dichos en otros das feriales del mismo tiempo.
252. Aunque todos deben tener en la mayor estima la observacin de todo el curso del Salterio distribuido a lo largo de las
semanas, sin embargo, si fuese oportuno desde el punto de vista espiritual o pastoral, se pueden decir en lugar de los salmos
asignados a un da determinado, los salmos de la misma Hora, correspondientes a otro da. Se dan tambin de un modo
ocasional ciertas circunstancias en las que es lcito elegir salmos adecuados y otras partes a modo de Oficio votivo.
CAPTULO V
LOS RITOS QUE SE HAN DE OBSERVAR EN LA CELEBRACIN COMUNITARIA
I. LOS DIVERSOS OFICIOS QUE SE HAN DE DESEMPEAR
253. En la celebracin de la Liturgia de las Horas, lo mismo que en las dems acciones litrgicas, cada cual, ministro o
simple fiel, al desempear su oficio, har todo y slo aquello que le corresponde por la naturaleza de la accin y las normas
litrgicas'.
254. Si preside el obispo, sobre todo en la iglesia catedral, estar acompaado de su presbiterio y de los ministros, con la
participacin plena y activa del pueblo.

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Toda celebracin con asistencia del pueblo la presidir ordinariamente el sacerdote o el dicono, debiendo estar presentes
asimismo los ministros.
255. El presbtero o el dicono que preside la celebracin puede llevar la estola sobre el alba o el sobrepelliz, e incluso la
capa pluvial, en el caso del presbtero. No hay inconveniente en que, en las mayores solemnidades, varios presbteros vayan
revestidos de capa pluvial, y los diconos de dalmtica.
256. Pertenece al sacerdote o dicono que preside, desde su sede, el dar comienzo al Oficio con la invocacin inicial, invitar
a recitar el Padrenuestro, decir la oracin conclusiva, saludar al pueblo, bendecirlo y despedirlo.
257. Puede recitar las preces el sacerdote o el ministro.
258. Si no estuvieran presentes el presbtero o el dicono, el que preside el Oficio es solamente uno entre iguales; no sube al
presbiterio y no saluda ni bendice al pueblo. .
259. Quienes desempean el oficio de lector leern de pie, en un lugar adecuado, las lecturas, tanto las largas como las
breves.
260. El comienzo de las antfonas, de los salmos y de los otros cantos han de hacerse por uno o varios cantores. En lo que
atae a la salmodia, obsrvese lo dicho ms arriba en los nmeros 121-125.
261. Mientras se profiere el cntico evanglico en las Laudes matutinas y en las Vsperas, se puede incensar el altar y, a
continuacin, tambin al sacerdote y al pueblo.
262. La obligacin coral afecta a la comunidad, pero no al lugar de la celebracin, que no ha de ser necesariamente la iglesia,
sobre todo tratndose de aquellas Horas que no son recitadas de un modo solemne.
263. Todos los participantes estarn de pie:
a) durante la introduccin del Oficio y la invocacin inicial de cada Hora;
b) mientras se dice el himno;
e) durante el cntico evanglico;
d) mientras se dicen las preces, el Padrenuestro y la oracin conclusiva.
264. Todos escucharn sentados las lecturas, a no ser la del evangelio.
265. Mientras se recitan los salmos y los otros cnticos, con sus antfonas, la asamblea estar sentada o de pie, segn fuere
costumbre.
266. Todos harn la seal de la cruz, desde la frente hasta el pecho y desde el hombro izquierdo al derecho:
a) al comienzo de las Horas, cuando se dice Dios mo, ven en mi auxilio;
b) al comienzo de los cnticos evanglicos de Laudes, Vsperas y Completas.
Harn la seal de la cruz sobre la boca al comienzo del Invitatorio, al proferir las palabras Seor, abre mis labios.
II. EL CANTO EN EL OFICIO
267. En las rbricas y normas de esta Ordenacin las palabras decir o proferir se refieren al canto o a la recitacin,
segn los principios que se establecen ms adelante.
268. Se recomienda vivamente a los que rezan el Oficio en el coro o en comn el uso del canto, como algo que responde
mejor a la naturaleza de esta oracin y que es, adems, indicio de una mayor solemnidad y de una unin ms profunda de
los corazones al proferir las alabanzas divinas.
269. Si es aplicable a toda accin litrgica lo especificado por el Concilio Vaticano II acerca del canto litrgico, lo es de un
modo especial tratndose de la Liturgia de las Horas. Pues aunque todas y cada una de las partes han sido ordenadas de
forma que pueden recitarse con provecho incluso individualmente, muchas de ellas pertenecen al gnero lrico y, por tanto,
slo mediante el canto alcanzan un sentido ms pleno, sobre todo tratndose de salmos, cnticos, himnos y responsorios.
270. Por ello, el canto no ha de ser considerado en la Liturgia de las Horas como cierto ornato que se aada a la oracin,
como algo extrnseco, sino ms bien como algo que dimana de lo profundo del espritu del que ora y alaba a Dios, y pone de
manifiesto de un modo pleno y perfecto la ndole comunitaria del culto cristiano.
Son de alabar, por tanto, los grupos cristianos de cualquier gnero que se esfuerzan por adoptar esta modalidad de
plegaria el mayor nmero de veces posible; para ello, se ha de proporcionar, tanto a los clrigos y religiosos como a los fieles,

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la debida instruccin catequtica y prctica, de modo que, especialmente en los das festivos, estn en disposicin de cantar
con gozo las Horas. Pero, dado que resulta difcil cantar todo el Oficio y, por otro lado, no se ha de considerar a la alabanza
de la Iglesia como algo que por su origen o por su naturaleza sea exclusivo de los clrigos o de los monjes, sino como algo
que atae a toda la comunidad cristiana, se han de tener presentes a la vez varios principios para que la celebracin de la
Liturgia de las Horas con canto pueda ser realizada adecuadamente y resplandecer por su autenticidad y belleza.
271. Conviene, ante todo, utilizar el canto al menos los domingos y das festivos, poniendo de manifiesto mediante su uso los
diversos grados de solemnidad.
272. Asimismo, puesto que no todas las Horas poseen la misma importancia, conviene destacar mediante el uso del canto
aquellas Horas que son en verdad los quicios sobre los que gira el Oficio, a saber, las Laudes matutinas y las Vsperas.
273. Adems, aunque se recomienda la celebracin ntegra con canto, siempre que se seale por su arte y uncin, puede, sin
embargo, adoptarse a veces con provecho el principio de la solemnidad progresiva, tanto por razones prcticas como en
atencin al hecho de que los distintos elementos de la celebracin litrgica no se equiparan entre s de un modo
indiscriminado, sino que cada uno debe alcanzar su sentido originario y su verdadera funcin. De ese modo, la Liturgia de las
Horas no es contemplada como un monumento insigne de una poca pretrita que casi exige ser conservado de un modo
intangible para provocar la admiracin del mismo, sino que, por el contrario, puede revivir e incrementarse con un sentido
nuevo, y ser otra vez verdadero testimonio de la vida pujante de algunas comunidades.
El principio, pues, de la solemnidad progresiva es el que admite varios grados intermedios entre el Oficio cantado
ntegramente y la simple recitacin de todas las partes. Este modo de proceder produce una variedad grande y agradable,
cuya medida ha de ser calculada a tendiendo a la tonalidad del da o de la Hora que se celebra, a la naturaleza de cada uno
de los elementos que constituyen el Oficio, y, por ltimo, al nmero o ndole de la comunidad y asimismo al nmero de
cantores de que se dispone en tales circunstancias.
Mediante esta mayor posibilidad de variacin, la alabanza pblica de la Iglesia podr cantarse con ms frecuencia que
antes y adaptarse de muchos modos a las diferentes circunstancias, existiendo un slido fundamento para esperar que se
habrn de encontrar nuevas vas y nuevas formas para nuestro tiempo, tal como ha ocurrido siempre en la vida de la Iglesia.
274. En las acciones litrgicas que se han de celebrar con canto en latn, en igualdad de circunstancias ocupar el puesto
principal el canto gregoriano, como propio de la liturgia romana. No obstante, la Iglesia no excluye de las acciones litrgicas
ningn gnero de msica sacra con tal que responda al espritu de la accin litrgica y a la naturaleza de cada una de sus
partes y no suponga un obstculo para la debida participacin activa del pueblo. En el Oficio cantado, si no hubiere meloda
para la antfona propuesta, tmese otra antfona de las que se hallan en el repertorio, siempre que sea apta de acuerdo con
lo sealado en los nmeros 113 y 121-125.
275. Como la Liturgia de las Horas puede celebrarse en lengua verncula, pngase el debido cuidado en preparar melodas
para su empleo en el canto del Oficio divino en lengua verncula.
276. Nada impide, sin embargo, que dentro de una misma Hora las diversas partes sean cantadas en lenguas distintas.
277. Qu elementos hayan de ser elegidos en primer lugar para ser cantados, habr que deducido de la ordenacin genuina
de la celebracin litrgica, que exige observar fielmente el sentido y la naturaleza de cada parte y del canto; pues hay partes
que, por su naturaleza, exigen ser cantadas. Tales son, en primer lugar, las aclamaciones, las respuestas al saludo del
sacerdote y de los ministros, la respuesta de las preces litnicas, y, adems, las antfonas y los salmos, como tambin los
estribillos o respuestas repetidas, los himnos y los cnticos.
278. Consta que los salmos estn estrechamente ligados con la msica (cf. nms. 103-120), tal como confirman la tradicin
juda y cristiana. En verdad, para la plena inteligencia de muchos salmos es de no escaso provecho el que los mismos sean
cantados o, al menos, el que se los considere siempre bajo esta luz potica y musical. Por lo tanto, si es factible, se ha de
preferir esta forma, al menos en los das y Horas principales, segn el carcter originario de los salmos.
279. En los nmeros 121-123 se sealan los diversos modos de ejecutar la salmodia, con lo que se lograr la variedad
atendiendo no tanto a las circunstancias externas, como al diverso gnero de los salmos que figuran en una celebracin: as
ser mejor, quizs, escuchar los salmos sapienciales o histricos, mientras que, por el contrario, los himnos o las acciones de
gracias exigen de por s ser cantados. Importa, sobre todo, que la celebracin no resulte rgida ni complicada, ni preocupada
tan slo de cumplir con las normas meramente formales, sino que responda a la verdad de la cosa. Hay que esforzarse en
primer lugar por que los espritus estn movidos por el deseo de la genuina oracin de la Iglesia y resulte agradable celebrar
las alabanzas divinas (cf. salmo 146).
280. Los himnos pueden fomentar tambin la oracin de quien recita las Horas, si se distinguen por la excelencia de su arte y
doctrina; de por s, sin embargo, estn destinados a ser cantados, y, por ello, se aconseja que en la medida de lo posible
sean proferidos de esta forma en la celebracin comunitaria.

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281. El responsorio breve despus de la lectura en Laudes y Vsperas, del que se habl en el nmero 49, se destina de por s
al canto, y, por cierto, al canto del pueblo.
282. Tambin los responsorios que siguen a las lecturas en el Oficio de lectura piden, por su ndole y funcin, el ser cantados.
En el curso del Oficio estn dispuestos, no obstante, de forma que mantengan su valor incluso en !a recitacin privada.
Aquellos que han sido provistos de melodas especialmente sencillas y fciles se podrn cantar con mayor frecuencia que los
provenientes de las fuentes litrgicas.
283. Las lecturas, ya largas ya breves, de por s no estn destinadas a ser cantadas; al proferirlas se ha de atender
cuidadosamente a que sean ledas digna, clara y distintamente y que sean percibidas y entendidas fielmente por todos. Por
tanto, slo resulta aceptable para la lectura aquella forma musical que hace posible obtener una mejor audicin de las
palabras y la inteligibilidad del texto.
284. Los textos que son ledos individualmente por el que preside la asamblea, como las oraciones, son aptos para ser
cantados decorosamente, sobre todo en latn. No obstante, esto resultar ms difcil en algunas lenguas vernculas, a no ser
que, mediante el canto, las palabras del texto puedan ser percibidas ms claramente por todos.
TABLA DE LOS DAS LITRGICOS
Segn las Normas universales sobre el ao litrgico y sobre el Calendario
La precedencia entre los das litrgicos, en cuanto a su celebracin, se rige nicamente por la tabla siguiente:
1. El Triduo pascual de la Pasin y de la Resurreccin del Seor.
2. Natividad del Seor, Epifana, Ascensin, Pentecosts.
Los domingos de Adviento, Cuaresma y Pascua.
El Mircoles de Ceniza.
Las ferias de Semana Santa, desde el Lunes santo al Jueves santo, ambos inclusive.
Los das dentro de la octava de Pascua.
3. Las solemnidades del Seor, de la Santsima Virgen y de los santos inscritas en el Calendario general.
La Conmemoracin de todos los fieles difuntos.
4. Las solemnidades propias, o sea:
a) La solemnidad del patrono principal del lugar, del pueblo o de la ciudad.
b) La solemnidad de la dedicacin y el aniversario de la dedicacin de la iglesia propia.
e) La solemnidad del ttulo de la iglesia propia.
d) La solemnidad del ttulo, del fundador o del patrono principal de la orden o de la congregacin.
5. Las fiestas del Seor inscritas en el Calendario general.
6. Los domingos del tiempo de Navidad y los del tiempo ordinario.
7. Las fiestas de la Santsima Virgen y de los santos inscritas en el Calendario general.
8. Las fiestas propias, o sea:
a) La fiesta del patrono principal de la dicesis.
b) La fiesta del aniversario de la dedicacin de la iglesia catedral.
e) La fiesta del patrono principal de la regin o de la provincia, o de la nacin o de un territorio ms extenso.
d) La fiesta del ttulo, del fundador, del patrono principal de la orden o de la congregacin y de la provincia religiosa, salvo
lo prescrito en el nmero 4.
e) Las otras fiestas propias de alguna iglesia.
f) Las otras fiestas inscritas en el Calendario de cada dicesis, orden o congregacin.
9. Las ferias de Adviento desde el 17 al 24 de diciembre, ambas inclusive.
Los das dentro de la octava de Navidad.

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Las ferias de Cuaresma.
10. Las memorias obligatorias inscritas en el Calendario general.
11. Las memorias obligatorias propias, es decir:
a) La memoria del patrono secundario del lugar, de la dicesis, de la regin, de la nacin, del territorio ms extenso,
de la orden o de la congregacin y de la provincia religiosa.
b) Las otras memorias obligatorias propias de alguna iglesia.
e) Las otras memorias obligatorias inscritas en el Calendario de la dicesis, de la orden o de la congregacin.
12. Las memorias libres, las cuales pueden celebrarse tambin en los das mencionados en el nmero 9, de acuerdo con las
normas particulares descritas en los Principios y. normas generales del Misal romano y de la Liturgia de las Horas.
En la misma forma, las memorias obligatorias que accidentalmente coincidan con las ferias de Cuaresma pueden
celebrarse como memorias libres.
13. Las ferias de Adviento hasta el da 16 de diciembre inclusive.
Las ferias del tiempo de Navidad desde el da 2 de enero hasta el sbado despus de Epifana.
Las ferias del tiempo pascual, desde el lunes despus de la octava de Pascua hasta el sbado anterior a Pentecosts
inclusive.
Las ferias del tiempo ordinario.
CONCURRENCIA DE VARIAS CELEBRACIONES
Cuando concurran varias celebraciones, se celebra aquella que en la Tabla de los das litrgicos ocupe el lugar superior.
No obstante, la solemnidad impedida por un da litrgico de mayor precedencia se transfiere a la fecha ms cercana en que
no se tenga ninguna de las celebraciones sealadas en los nmeros del 1 al 8 de la Tabla de precedencia, observando lo
prescrito en el nmero 5 de las Normas universales sobre el ao litrgico y sobre el Calendario. Las dems celebraciones se
omiten aquel ao.
En el caso de que hayan de celebrarse las Vsperas del Oficio del da y las primeras Vsperas del da siguiente en un
mismo da, tienen preferencia las Vsperas de la celebracin que ocupa un lugar superior en la Tabla de los das litrgicos; en
caso de paridad, prevalecen las Vsperas del Oficio del da

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