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Mas Grandes Que El Amor Lapierre Dominique

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MS GRANDES

MS GRANDES
QUE EL AMOR
QUE EL AMOR
Dominique Lapierre
Dominique Lapierre
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
2
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
Cubierta: Departamento artstico
de ditions Robert Lafont
Fotos: Dominique Lapierre
Ttulo original:
Plus grands que l'amour
Traduccin de
Enrique Sordo
Primera edicin: mayo 1990
Segunda edicin: junio 1990
1990 by Pressinter, S. A.
All rights reserved
Derechos exclusivos de edicin en castellano
reservados para todo el mundo
y propiedad de la traduccin:
1990: Editorial Seix Barral, S. A.
Crcega, 270 - 08008 Barcelona
ISBN: 84-322-4025-7
Depsito legal: B. 19.603 - 1990
Impreso en Espaa
3
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
Luchemos tan solo contra los abusos, o seremos tambin abusadores.
5
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
Solamente la virtud da un buen karma
y la mayor de las virtudes es la compasin.
BUDA
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
A Alvin, Ananda, Annie, Bandona, Barbara, Burt, Charles,
Christine, Claude, Daniel, Danielle, David, Ellen, Flossie,
Franoise, Frdric, Gloria, Harold, Isabelle, Jack, Jacques,
Jacqueline, Jean-Claude, James, Jol, Josef, Joseph, Luc,
Marcus, Marie-Nolle, Martha, Marty, Mathilde, Michael,
Mikulas, Pascal, Paul, Peng, Philippe, Pierre, Poumette,
Prem, Richard, Robert, Ron, Samuel, Sonia, Sugar, Teresa,
Terry, Willy... y a todos los investigadores, enfermos y
personas que los cuidan, conocidos o annimos, que
afrontan cada da la enfermedad y el sufrimiento y
demuestran ser an ms grandes que el amor.
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
ADVERTENCIA AL LECTOR
Aunque este libro es el fruto de una larga y minuciosa encuesta, no
pretende refejar todos los acontecimientos de la prodigiosa epopeya humana y
cientfca que se desarroll, entre 1980 y 1986, con motivo del descubrimiento
del virus responsable del sida y del hallazgo del primer medicamento efcaz
contra el mal.
Algunos enfermos y las hermanas de Teresa de Calcuta, de quienes hablo
en este relato, me han pedido que respete su anonimato, por lo que he
cambiado su identidad y algunos detalles signifcativos.
No me es posible hablar de todos los que han desempeado un papel en el
curso de estos aos dramticos. Pero deseo que este libro les rinda tambin
homenaje, as como a todos los que trabajan cada da para encontrar el medio de
proteger a los hombres de este azote.
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
PRIMERA PARTE
Lo llamaron
la clera de Dios
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
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Benars, India - Otoo de 1980
Una frgil silueta en las orillas de la inmortalidad
Era all. En aquel decorado de fuego, de humo, de muerte. En aquel hedor
de carne quemada, en medio del ballet de las parihuelas de bamb que llevan a
los difuntos, en la estridente crepitacin de las llamas que devoran los cuerpos.
S, era all, en el agua ptrida, a algunas brazas de la orilla infernal, entre los
cadveres fotantes de perros y ratas, y a veces de hombres demasiado pobres o
demasiado santos para ser quemados, donde apareca, sumergida a medias, su
frgil silueta. Con sus grandes ojos orlados de khol, su anillo centelleante en la
aleta de la nariz, sus trenzas anudadas con cintas, su camisita de un amarillo
vivo que el Ganges pegaba a su piel, la india Ananda, de trece aos, pareca un
ramillete de fores ofrecido a los dioses del ro sagrado. Su nombre signifcaba
la Alegra, pero el sobrenombre que le haban puesto no sugera ninguna idea
de felicidad. La llamaban la pequea carroera del Ganges. Su territorio de
caza era el fango del gran canal purifcador en cuya orilla los hindes esperan, a
su muerte, escaparse con las llamas del ciclo de renacimientos y hallar as la
liberacin eterna. Ayudada por sus dos jvenes hermanos, Ananda se pasaba
los das hurgando en el cieno pestilente en busca de algn tesoro mezclado con
las cenizas de los difuntos, una sortija, un colgante medio fundido, un diente de
oro o, simplemente, algunos trozos de madera calcinada.
Desde lo alto de la veranda del templo que dominaba la ribera, el padre de
la muchacha vigilaba la pesca milagrosa. Ranjit Chowdhury, cuarenta y un
aos, era un hombrecito con un aire triste y los cabellos brillantes de aceite de
mostaza. Generaciones de Chowdhury se haban acuclillado antes que l sobre
el cojn de seda bordada con hilos de oro que le serva de trono. Delante de l se
levantaba el smbolo de su rango y de su poder en la ciudad: un pequeo altar
en forma de piln donde rojeaban las brasas del fuego sacrifcial que l
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
custodiaba. Ms abajo de este hogar y de los pilares del templo esculpidos con
divinidades se extendan las piras funerarias de la ciudad santa de Benars. El
padre de Ananda era el ejecutor de las pompas que preparaban a los hindes
para la inmortalidad, el gran ordenador de la cremacin de los cadveres.
Debido a este comercio l y los suyos pertenecan a la casta de los dom, la ms
baja, la ms impura de la jerarqua hind. Su nacimiento es considerado tan
infame que, a su muerte, no tienen el derecho de ser reducidos a cenizas en una
de sus piras. Son llevados muy lejos, fuera de la ciudad, al lugar en donde son
quemados los intocables.
Da y noche, unas parihuelas de bamb traan difuntos envueltos en paos
blancos o rojos para su cremacin en las hogueras que preparaban los criados
quemadores de cadveres al servicio del padre de Ananda. Aparentemente
insensibles al macabro espectculo y al olor de la carne quemada, algunas
personas iban y venan de brasero en brasero. En las escaleras, unos barberos
afeitaban cuidadosamente las cabezas de los parientes de los muertos, las
familias cantaban los mantras y unos brahmanes barrigudos discutan el precio
de sus servicios sacerdotales. Las vacas, las cabras y los asnos ramoneaban en
las guirnaldas de fores de las literas mortuorias; unos perros de color ceniza
exhumaban las osamentas salvadas de las incineraciones, y unos milanos
negros se lanzaban en picado desde el cielo para atrapar al paso algn resto
humano.
Ananda y su familia habitaban en una vasta vivienda contigua al palacio
del maharaj de Jaipur. Estaba suspendida sobre el Ganges. Los dos tigres de
piedra, pintados de amarillo y negro, que ornamentaban la balaustrada de su
terraza parecan provocar a los dos leones de mrmol que decoraban la del
palacio medianero. Se contaba que el maharaj, exasperado por aquel desafo,
quiso un da hacer que expulsasen a sus impuros vecinos. Ante el tribunal, el
abuelo de Ananda replic: Alteza, no somos reyes los dos? Vos sois el rey de
la Vida, y yo el rey de la Muerte! La demanda del maharaj de Jaipur fue
desestimada. El quemador de cadveres haba ganado. En lo sucesivo tendra
derecho al ttulo de Dom Raj.
Siguiendo la tradicin india, la casa de Ananda albergaba tambin a sus
abuelos, a sus tos y sus familias, en total una treintena de personas que vivan
de los ingresos de las cremaciones. Para llegar a las numerosas habitaciones
haba que caminar por una maraa de escaleras y de patios interiores. Un
antepasado lejano haba hecho edifcar en el centro de la terraza un templo
familiar, tapizado de baldosas blancas y azules, dedicado al dios Rama. Su verja
no se abra nunca. La familia del Dom Raj slo poda orar desde el exterior del
santuario; en la India, los intocables tienen prohibido acercarse a los dioses.
Solamente pueden hacer sonar la campana para advertirles de su presencia.
En uno de los patios viva un chivo. Una vez al ao, por la festa de Sayr
Devi, una de las diosas de los intocables, el padre de Ananda le obligaba a
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luchar sin piedad con otros chivos. Si el animal sala vencedor, lo ofreca en
sacrifcio a la divinidad. Los dems patios estaban atestados de trozos de
bamb, que servan para la confeccin de literas mortuorias, y de leos de
sndalo destinados a las cremaciones de los ricos. Porque el padre de Ananda
deba proveer a todas las necesidades que exigan sus funciones. La venta del
sndalo constitua un ingreso apreciable. Segn la talla del difunto, haba que
contar entre siete y once mound de combustible, o sea, entre doscientos
cincuenta y cuatrocientos kilos de madera, lo que representaba un gasto de unas
cuatrocientas rupias, el equivalente de doscientos francos. Pocas personas
disponan de tal suma. Las dems se entendan con el dom para una cremacin
reducida, y se esparcan en el Ganges los restos del cuerpo que no haban
podido ser consumidos por falta de fuego sufciente.
El padre y los tos de Ananda se relevaban por turnos en la custodia del
fuego sacrifcial. La empresa familiar trabajaba da y noche. Empleaba a una
treintena de cooles y de encargados de las piras, cuyas llamas no se apagaban
nunca. El aumento ininterrumpido de la poblacin india se traduca en una
afuencia cada vez mayor de ancianos que, sintiendo el fn prximo, acudan a
Benars para morir all. De ello resultaban frecuentes embotellamientos de
cortejos fnebres en la callejuela que conduca a la pequea ventanilla
municipal donde los parientes deban declarar obligatoriamente el estado civil
del fallecido y la causa de su muerte. Esta actividad era fuente de riqueza para
los numerosos tenderetes del recorrido, especializados en la venta de sudarios,
de guirnaldas, de polvo de sndalo y otros artculos funerarios. Algunas tiendas
proponan suntuosas sedas bordadas con hilos de oro, lujo que slo los ricos
podan ofrecer a sus muertos. De vez en cuando, por encima de la multitud que
se aglomeraba en la callejuela, se adverta una litera ornamentada con un dosel
cubierto de fores. Un anciano vestido con una tnica de color naranja
descansaba en ella en posicin sedente. Los portadores marcaban el ritmo de
sus mantras con golpes de gong. Estos difuntos no eran clientes del padre de
Ananda. Eran sadhus, hombres santos ya liberados del ciclo de las
reencarnaciones. Eran entregados al Ganges sin ser quemados.

La abuela de Ananda era una vieja apergaminada, vestida con el sari de


algodn blanco de las viudas. Cada maana, despus de sus abluciones, se
recoga ante el retrato de su difunto marido que presida desde la pared de la
sala comn, en medio de una coleccin de grabados que evocaban escenas del
Ramayana, la famosa leyenda pica del hinduismo. La amarillenta foto mostraba
un soberbio anciano de barba blanca, tocado con un turbante rojo. Exceptuando
el minsculo pao que le tapaba el sexo, estaba totalmente desnudo. La familia
sola vanagloriarse de las hazaas de aquel singular personaje. Adems de su
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
ocupacin de quemador de cadveres, era famoso en Benars por sus
exhibiciones de atleta y de faquir. Tan pronto levantaba enormes bloques de
piedra como permaneca acostado durante horas sobre una tabla erizada de
clavos. Pero su principal ttulo de gloria lo haba ganado en el ejercicio de sus
funciones profesionales. Al saber por la radio, el 30 de enero de 1948, que el
padre de la nacin, el Mahatma Gandhi, acababa de ser asesinado en Nueva
Delhi, se apresur a subir al primer tren que llevaba a la capital. Por todo
equipaje, llevaba una urna repleta de brasas; de este modo, la pira funeraria de
la Gran Alma de la India podra ser prendida con el fuego sagrado de
Benars.
La madre de Ananda era una mujer endeble cuyo rostro picado conservaba
el recuerdo de la viruela que estuvo a punto de llevrsela cuando era muy nia.
Su autoridad era indiscutida, pues era ella quien manejaba los cuartos. Cada
noche su marido le entregaba dcilmente el producto de las cremaciones, que
ella guardaba en un cofre; se deca que era la nica que posea la llave del
candado. Ananda y sus hermanos tenan que llevarle la cosecha de sus
excavaciones en el Ganges. No haba quien la igualase en la estimacin del peso
de un diente de oro o del valor de un fragmento de joya. La mayora de las veces
reciba a sus hijos con una reprimenda. Nuestra pesca no era nunca lo bastante
fructuosa relata Ananda. Pobre madre! Sin embargo, ella saba que la gente
ya no dejaba casi nunca ornamentos sobre sus muertos. El oro y la plata
resultaban tan caros!

Aquel otoo, la hija del quemador de cadveres acababa de llegar a la edad


de la pubertad. Ante el anuncio del acontecimiento, su padre se apresur a
cumplir la ms sagrada misin encomendada a un padre indio: encontrarle un
esposo. A decir verdad, los padres de Ananda pensaban en su boda desde su
nacimiento. Con ese fn, su madre la haba iniciado en todas las tareas
domsticas, incluso las ms penosas. Para ella no hubo ni juegos ni escuela,
sino, nicamente, la vigilancia de sus hermanos, los trabajos del fregado y de la
colada y, naturalmente, la recuperacin de las joyas y de la madera en el
Ganges.
Varios caballeros llegaron en seguida a casa del Dom Raj para mantener
con l misteriosos concilibulos. Mi madre dice Ananda confrm mis
sospechas. Aquellos visitantes eran los enviados de la familia del marido al que
me destinaba mi padre. Venan a discutir las condiciones fnancieras de mi
matrimonio. Entre nosotros, en la India, esas conversaciones son arduas e
interminables. Yo no consegua or lo que se deca bajo el gran ventilador de
palas de la habitacin en que mi padre y sus interlocutores se encerraban. Los
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tratos no deban de ser fciles. Los frecuentes gritos traspasaban de vez en
cuando las paredes.
Un da, los visitantes se presentaron acompaados de un hombre con dhoti
blanco que llevaba unos rollos de papel bajo el brazo. Era un joshi, un astrlogo
que vena para estudiar con el padre de Ananda y con sus huspedes las cartas
del cielo para situar los planetas y decir si la conjuncin de los astros cuando
naci la nia era conciliable con la del muchacho que le haban elegido. Como el
examen result positivo, el joshi indic el da y la hora ms propicios para la
unin proyectada. Ananda no haba tenido ni la oportunidad ni el derecho de
exponer su opinin. Ni siquiera haba entrevisto al que iba a convertirse en su
esposo. Tal era la suerte de las muchachas indias.

Catorce das antes de sus esponsales, cuando su padre haca legar a su


futura familia poltica los regalos de la dote, cuando unos obreros ya estaban
construyendo el dosel de bamb revestido de muselina que iba a abrigar la
ceremonia, la muchacha advirti en su mejilla, justo al lado del anillo de oro
incrustado en la aleta de su nariz, una mancha clara ligeramente saliente, del
tamao de un garbanzo. Ella palp el sitio con la punta de un dedo y descubri
con asombro que aquel punto era insensible al tacto. Ni la presin de la ua ni
el pinchazo de un alfler producan la ms mnima sensacin en aquel rincn de
su rostro. Era como si la vida hubiese desertado de aquel espacio de su carne.
Sin embargo, la pequea carroera del Ganges no sinti ninguna
aprensin. Estaba acostumbrada. Desde que pasaba la mitad de su existencia en
sus aguas ptridas, el gran ro purifcador no haba tenido miramientos con su
epidermis. Los granos, las pstulas y los furnculos hinchaban
permanentemente alguna parte de su cuerpo. Pero su asombrosa resistencia
siempre haba salido triunfante de esas agresiones. Desaparecan en dos o tres
das.
Como esta inslita mancha insensible al tacto persista ms tiempo del
acostumbrado, Ananda se la ense a su madre. sta la envi en busca de un
quack, uno de esos curanderos de la calle cuyas decocciones y ungentos de
plantas pretenden sanar los males ms rebeldes. El viejo indio examin la
mejilla de la jovencita.
No existe ninguna pomada para esta enfermedad murmur. Es la
lepra.
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Los ngeles, USA - Otoo de 1980
Unos ratones y su verdugo
Cada uno de sus das comenzaba con una cita de amor. Apenas llegado a su
angosto laboratorio de la Universidad de California, en Los ngeles, el doctor
Michael Gottlieb, treinta y dos aos, un plcido gigante de cabellos rizados y
bigote rubio, extrajo de su maletn las golosinas destinadas cada maana a los
compaeros que compartan desde haca aos sus esperanzas y sus
frustraciones de investigador. Con gestos lentos, casi religiosamente, cort las
patatas en fnas rodajas para ofrecrselas a sus ratones. Michael Gottlieb posea
ms de doscientos cincuenta, todas hembras, todas oscuras y tan gordas que se
las podra confundir con pequeas ratas. l las llamaba sus princesas.
Pertenecan a la aristocracia de la especie, el famoso linaje C3H, producto sin
fallos de varias generaciones de seleccin gentica: unos ratones tan inteligentes,
tan cooperativos, tan fciles de manipular que inspiraban amor y respeto.
Y, sin embargo, cada da, Michael Gottlieb martirizaba, mudaba, sacrifcaba
a algunos de aquellos atractivos mamferos que eran objeto de sus tiernas
atenciones matinales. Bombardeaba con rayos mortales su bazo, su mdula, su
timo, sus ganglios, esos rganos que, tanto en el ratn como en el hombre,
fabrican o almacenan las clulas encargadas de proteger el cuerpo contra las
agresiones exteriores. Esas clulas, llamadas glbulos blancos o linfocitos, son
los soldados guardianes del organismo. Se movilizan en cuanto aparece un
agente extrao, no slo si se trata de un microbio o un virus, sino tambin
cuando se implanta un injerto para reemplazar un rgano que falla. Al infigir
tales suplicios a sus ratones para destruir su sistema inmunitario, Michael
Gottlieb trataba de descubrir la forma de neutralizar con seguridad en el
hombre los fenmenos de rechazo que hacen todava tan aleatorios los
trasplantes de rganos.
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor

Su especialidad, la inmunologa, era el estudio del mayor problema del


hombre: su capacidad para defenderse de los enemigos taimados e invisibles
que amenazan su cuerpo permanentemente. Esta disciplina, en pleno auge en
aquel comienzo de los aos 80, no era, sin embargo, totalmente nueva. Desde
haca ya dos siglos, se saba gracias al inventor de la vacunacin Edward Jenner,
gracias a Louis Pasteur, Robert Koch y tantos otros cientfcos, que el cuerpo
humano est dotado del poder de defenderse a s mismo. Pero los mecanismos
que mandan y controlan ese sistema de proteccin resultaron ser tan
sofsticados, tan complejos, que hubo que esperar al nacimiento de la
inmunologa celular en la ltima mitad del siglo XX para comenzar a penetrar
en sus secretos. Los instrumentos de esta conquista se parecan ms al arte
culinario que a la ciencia pura. En realidad, los inmunlogos abrieron, en los
aos 60, unos campos de investigacin insospechados al encontrar el medio de
hacer crecer las clulas en el laboratorio, de cultivarlas, de mantenerlas con vida.
Qu perspectiva para un mdico joven y ambicioso que arda en deseos de
aportar su contribucin al edifcio cientfco de este fn de siglo! Lo que me
fascinaba en la inmunologa reconocer Michael Gottlieb era la naturaleza
misma de su terreno de experimentacin. Lo mismo que la sociologa permite
comprender las ramifcaciones polticas y sociales de una cultura, la
inmunologa proporciona las claves de un sistema. Un sistema que tiene su
lgica, sus leyes, sus debilidades, sus xitos. Un sistema que se puede aprender
a manipular, a controlar, a modifcar. No a ciegas como se practicaba, sino con
refnamientos de orfebre, escuchando la msica de las clulas, descifrando sus
dilogos, asimilando la mecnica de sus relaciones. Y al fnal de esta
prospeccin: un sueo. El sueo de nosotros, los mdicos: prolongar la vida.

El camino hacia ese sueo se haba abierto para l doce aos antes con la
llegada de un husped inesperado al hogar familiar. Se trataba de un gato
relata Michael Gottlieb, un soberbio morrongo de tejado llamado Tabis. Mi
madre lo haba recogido en la calle de la pequea ciudad del estado de New
Jersey donde mi padre era profesor de educacin fsica. En cuanto Tabis
comenz a campar por sus respetos en casa y a ronronear bajo nuestro techo, mi
cabeza se hinch como una calabaza. Comenc a llorar, a sonarme, a estornudar.
No caba duda: yo era alrgico a Tabis. Mi madre, consternada, quiso echar a la
calle al animal, pero yo se lo imped. En mi gran cabeza de calabaza acababa de
germinar un interrogante. Se poda dominar una alergia, dejar de sufrir sus
daos sin suprimir la causa? En mi caso, sin separarnos del gato Tabis?
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
Michael Gottlieb tuvo que soportar tres meses de sufrimientos, de senos
nasales bloqueados, de crisis de estornudos, de rbitas hinchadas y de
erupciones cutneas para saber a qu atenerse. La respuesta era afrmativa. Al
contrario que en la mayor parte de las alergias, que se agravan en presencia de
la fuente del mal, mi organismo acab por desensibilizarse al contacto de
nuestro gato explica el joven mdico. Dicho en otros trminos: mi cuerpo se
haba autoinmunizado, o mejor an, autovacunado.
Aqul fue el primer encuentro del futuro investigador con la inmunologa.
Un encuentro que iba a decidir mi carrera dice. Por qu haba sido yo el
nico de mi familia que sufri con la presencia de nuestro gato? Por qu yo y
no los dems? Preguntas tan intrigantes condujeron al joven Michael a los
bancos de la facultad de medicina de Rochester.
A falta de respuesta, descubri el amor en el marco poco romntico de los
frascos y de las probetas de un laboratorio. Con sus pecas, su nariz respingona y
su aire travieso, la rubia Cynthia se pareca un poco a la actriz Katharine
Hepburn. Preparaba un diploma de hematologa con la intencin de
especializarse en el campo de las transfusiones sanguneas.
Aunque su pasin comn los haba reunido con toda naturalidad alrededor
de sus microscopios, no era por las mismas razones. El inters de Cynthia se
circunscriba a los vectores de la vida, esos millones de corpsculos esfricos,
los glbulos rojos, que aportan a los tejidos el oxgeno que han recogido en los
pulmones. Desde que el patlogo Karl Landsteiner gan en 1920 el premio
Nobel por su descubrimiento de los grupos sanguneos, se saba ya casi todo
sobre los glbulos rojos. sta era la razn de que tales clulas me pareciesen tan
interesantes dice Cynthia. Con ellas me senta la duea del juego. No corra
el riesgo de que me traicionasen, de que me jugasen malas pasadas, de que
fallasen mis conocimientos. Los glbulos rojos eran buenos compaeros, ni
demasiado inquietos ni demasiado complicados.
Por el contrario, la fascinacin de Michael Gottlieb era producida por el otro
componente de la sangre, por los glbulos blancos, esas prodigiosas fbricas
qumicas, esos guardianes del organismo cuyos fallos son responsables de
tantos desrdenes mortales. Trat de convencer a Cynthia de que le siguiese y le
ayudase en sus trabajos. Es ah donde debe movilizarse la investigacin le
deca yo. El estudio de los linfocitos es el tema prioritario, el envite de todos
los futuros premios Nobel. Pero fracasaron todos mis intentos para decidir a
Cynthia a que abandonase sus glbulos rojos en favor de mis glbulos blancos.
Los dos ayudantes de laboratorio lograron, sin embargo, un terreno de
entendimiento. Cynthia, convertida en la seora Michael Gottlieb, obtuvo su
diploma y encontr un empleo en un banco de sangre. La campeona de los
glbulos rojos brindaba as al campen de los glbulos blancos la posibilidad de
proseguir sus estudios, de llegar a ser doctor en medicina, de elegir al fn una
especialidad. En contra de todo lo que se esperaba, su eleccin recay en la
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
ciruga cardaca, barriendo todo cuanto pareca haber querido siempre: la
investigacin.
De repente me haba vuelto alrgico a la abstraccin glacial de los
laboratorios, a su inhumanidad, a sus probetas, a sus tubos de ensayo, a sus
centrifugadoras, a sus ordenadores, a su material que pareca salir de las
pelculas de ciencia fccin relata Michael Gottlieb. Ciertamente, es en los
laboratorios donde se elabora el conocimiento, pero yo tena ganas de escuchar
a los enfermos, de aliviar sufrimientos, de curar, de salvar vidas. Yo quera ser
mdico. Esta ambicin conducir al estudiante a los bloques operatorios de
ciruga cardaca del hospital de su universidad. Era embriagador: estableca
vnculos de simpata con un paciente y, bruscamente, con la punta de mi
escalpelo descubra su corazn, que haba que conectar con una mquina para
permitir que lo reparase el cirujano jefe. La ciruga fue para m una escuela de
excelencia, de perfeccin tcnica que alejaba cada da ms las fronteras de lo
imposible. Qu rama de la medicina puede jactarse de salvar tantas vidas?
Dos aos despus, una beca de investigacin en la universidad californiana
de Stanford, en el servicio del profesor Henry Kaplan, uno de los especialistas
mundiales del tratamiento de las leucemias, permitira al joven cirujano volver a
sus primeros amores y encontrar de nuevo a sus cmplices de antao: los
glbulos blancos. Fue all donde sufri su primer fracaso cientfco con la
muerte de una joven campesina leucmica de Iowa, en la cual haba practicado
un injerto de mdula sea ya probado en sus ratones. Fue una impresin
terrible recuerda Michael Gottlieb, pero sobre todo una severa advertencia
contra la tentacin de aplicar teraputicas insufcientemente comprobadas. Y,
sin embargo, a pesar de mi frustracin y de mi tristeza, continu
experimentando una especie de orgullo. El orgullo de trabajar en el punto
extremo de la biologa humana, en la charnela de todos los grandes problemas:
los cnceres, las leucemias, los desrdenes celulares inexplicados. Esta
conciencia de formar parte de los pioneros me ayud a superar mi desnimo.
Tena que ponerlo todo de nuevo sobre la mesa y volver a partir de cero. Me
quedaba tanto que aprender!

Precisamente para aprender todava ms, Michael Gottlieb solicit, en junio


de 1980, una plaza de investigador y de clnico en la UCLA (la Universidad de
California, en Los ngeles), donde trabajaba uno de los especialistas en injertos
de mdula sea, el joven profesor Robert Gale, el hombre que acudira a ayudar
a los soviticos para intentar salvar a los irradiados del desastre nuclear de
Chernobyl. En aquel otoo de 1980, los trabajos de los investigadores de la
UCLA constituan un prestigioso polo de atraccin. Slo en el curso 1980-1981,
unos seiscientos cientfcos compartieron all un chorro de ciento treinta
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
millones de dlares, mirfca subvencin concedida para los trabajos referentes
al cerebro, a los ojos, a las enfermedades cardiovasculares y a las enfermedades
infantiles; para las investigaciones sobre los misterios del cncer y de los
desrdenes inmunolgicos; para el perfeccionamiento de las tcnicas de
diagnstico; pero tambin para toda una serie de trabajos que permiten a la
qumica, a la informtica y a la ciencia nuclear movilizarse con vistas a nuevos
tratamientos revolucionarios. En aquel mismo otoo, dos investigadores de la
UCLA haban intentado ya la primera experiencia de terapia gentica en el
hombre inyectando genes humanos a unos enfermos que padecan una anemia
mortal. Y aquel mismo otoo, tambin, el equipo de Robert Gale anunci que
sus trabajos sobre los injertos de mdula sea permitan una esperanza de vida
que poda llegar hasta el sesenta por ciento en las leucemias hasta ayer fatales en
casi la totalidad de las vctimas adultas.

Aquella maana, despus de haber distribuido en las jaulas sus rodajas de


patata, Michael Gottlieb se dispona a someter a un lote de sus ratones a un
nuevo episodio del programa de experiencias establecido por el profesor Gale,
programa que prevea su sacrifcio en una prueba de irradiacin masiva
despus de practicarles la ablacin del bazo. Interrogado sobre las sevicias que
haca sufrir a sus ratones, Gottlieb respondi: La conviccin de que estos
sufrimientos servirn algn da al hombre, me ahorra estados de nimo
dolorosos.
Un golpe que son en la puerta iba a conceder a sus ratones una prrroga
inesperada. Michael Gottlieb vio el rostro alegre de su colega Howard M.
Schanker enmarcado en la puerta del minsculo laboratorio. Howard Schanker,
veintisis aos, interno en medicina, era tambin oriundo de la costa Este. Haba
obtenido una beca para asistir en la UCLA a un cursillo sobre el tratamiento de
las alergias. Este cursillo, dirigido por Michael Gottlieb, inclua unos trabajos
prcticos en los diferentes servicios del hospital de la Universidad, donde se
trataba a algunos enfermos que padecan trastornos inmunitarios. No haba otro
como aquel neoyorquino para husmear por los seis pisos del enorme edifcio
con la esperanza de descubrir un mal que se saliese de lo comn.
Escucha, Mike! grit con la conviccin de quien quiere captar
realmente la atencin de su interlocutor. Creo que acabo de descubrir en la
planta quinta un caso interesante. Los colegas del servicio parecen bastante
despistados. Tienen entre las manos a un tipo de unos treinta aos. Le han
encontrado una erupcin de hongos en el esfago. Ya casi no tiene glbulos
blancos. Al parecer ha perdido todas sus defensas inmunitarias. Creo que,
realmente, es un caso para ti. Deberas ir a verlo. Habitacin 516.
19
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
Michael Gottlieb se puso su bata blanca. Eran alrededor de las nueve de la
maana del lunes 6 de octubre de 1980. Acababa de comenzar la aventura
mdica ms espectacular de los tiempos modernos.
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
3
Latroun, Israel - Otoo de 1980
La dolorosa metamorfosis del guerrillero
Como cada noche, la campana de la abada de los Siete Dolores de Latroun,
en la carretera de Tel-Aviv a Jerusaln, llamaba a oracin a la comunidad. Desde
el 31 de octubre de 1890, fecha en la cual dieciocho religiosos franceses llegaron
al valle bblico de Ayalon para fundar all un monasterio, el sueo de los
trapenses era interrumpido regularmente por aquella repicante invitacin
nocturna. Saliendo del dormitorio vestidos con su hbito blanco y la cabeza
afeitada cubierta con un capuchn negro, los monjes descendan cantando hacia
el coro de la iglesia que sus antecesores haban edifcado con las manos. Sus
voces repetan en el silencio de la noche: Henos aqu, Seor, los que venimos a
glorifcarte.
Parecida alabanza se elevaba cada noche en los monasterios y carmelos
dispersos por los cuatro puntos cardinales de la tierra, en todas aquellas partes
en que unos hombres y unas mujeres haban renunciado a los tumultos del
mundo para entregarse, en la soledad, a la adoracin de Dios. Pero la bsqueda
de una perfeccin personal y la salvacin de su alma, no era lo nico que
inspiraba la vocacin de esos cristianos de eleccin. Tambin resonaba en ellos
la llamada de Cristo a los apstoles: Rogad por la salvacin de la humanidad,
mi Padre os satisfar.
Pocas comunidades religiosas se encontraban situadas en un lugar tan
amenazado como aquel en donde se erigi la abada de los Siete Dolores de
Latroun. En menos de treinta aos, los apacibles campos de trigo y los viedos
que la cean con una corona de prosperidad haban visto caer, en el transcurso
de las tres guerras que haban enfrentado al joven Estado de Israel con sus
vecinos, a millares de combatientes judos y rabes. Esta tradicin de sangre y
fuego se remontaba a la ms lejana antigedad bblica. Fue all, en aquel valle
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
que rodeaba los muros de la abada, donde, tres mil aos antes, Josu detuvo el
sol para completar su victoria sobre los cananeos. Fue all donde Sansn
incendi las cosechas de los flisteos y donde los soldados de Herodes el Grande
derrotaron a los enemigos del Imperio. Fue all donde, ms adelante, abrindose
paso hacia Jerusaln, pereceran los cruzados de Ricardo Corazn de Len, los
fanticos de Saladino, los jenzaros del sultn de Constantinopla, y los gurkas y
los escoceses del general Allenby.
El origen de los miembros de la pequea comunidad refejaba
perfectamente esa turbulenta herencia. Al lado del padre abad, un hombre de
apacible cara redonda, un francs llegado de su Borgoa natal haca ms de
medio siglo, se encontraban un italiano, un irak de estirpe griega, un malts, un
egipcio copto convertido al rito romano, el hijo de un personaje palestino de
Jerusaln y varios maronitas libaneses. El monje ms joven, el ms
recientemente llegado, era una especie de arcngel de veinticinco aos, alto,
fno, delgado como la hoja de una espada.
Hijo mayor de un rico comerciante maronita que representaba a la Ford en
Beirut, el hermano Philippe Malouf haba conocido todos los lujos de una
adolescencia dorada. Despus de fciles estudios de economa en una
universidad norteamericana, se haba prometido con una muchacha de la gran
burguesa de los negocios. Las hadas se haban mostrado ms bien generosas
con aquel muchacho mimado, que viva en un pas apacible y sin sobresaltos.
Pero el azar quiso que cayese en sus manos una biografa de Charles de
Foucauld, aquel libertino de la alta sociedad provinciana francesa sbitamente
tocado por la gracia y convertido en un asceta en las arenas del Sahara. Ms que
una revelacin, aquella obra fue para Philippe Malouf el despertar de una
vocacin religiosa hasta entonces adormecida. El muchacho dej la mansin
familiar en las alturas de Beirut para cambiarla por el austero dormitorio del
seminario de Bkerk, cerca de Notre-Dame-du-Liban. Pero la guerra civil no
tard mucho en arrancar a los piadosos seminaristas del estudio de los misterios
teolgicos y de los dogmas de la fe. Como centenares de sus compatriotas, se
encontraron movilizados en las flas de los Kataiebs, las Falanges Cristianas.
Despus de algunas semanas de entrenamiento en un campamento, Philippe
Malouf y sus compaeros fueron enviados en ayuda de las aldeas cristianas de
la montaa de Chouf amenazadas de exterminio por sus vecinos drusos. El
valor de aquellos falangistas imberbes no pudo compensar su inexperiencia
militar. Pueblos enteros fueron aniquilados, sus poblaciones degolladas y los
supervivientes acosados en la montaa. La pesadilla dur semanas. Para el
bando cristiano, la leccin haba sido tan terrible que sus jefes no dudaron en
aceptar una oferta inslita del ejrcito de Israel.
Fue as como Philippe Malouf se encontr navegando por la costa de Beirut,
una noche sin luna, a bordo del yate de un millonario libans, con todas las
luces apagadas, hacia la lancha israel que vena a buscarle, a l y a sus
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
camaradas. Tres horas despus, los marinos judos desembarcaban en Haifa a
sus invitados rabes. Unos autocares les condujeron a su destino: un campo
de entrenamiento.
Instalado al pie de las colinas de Judea, en un vasto pinar oculto a las
miradas, el centro de Beit Mahsir poda acoger a unos cincuenta reclutas. Sus
equipamientos, aunque rudimentarios, permitan una formacin militar
completa, especialmente para las operaciones de la lucha antiterrorista. Tcnicos
de la guerrilla que hablaban rabe tenan a sus rdenes a los subofciales
israeles encargados de la instruccin. La accin psicolgica tambin formaba
parte del programa. Preocupados por transformar a sus visitantes en
admiradores de Israel, los organizadores haban amenizado el cursillo con la
proyeccin de pelculas sobre la accin humanitaria del Estado judo con los
territorios rabes ocupados y en diferentes pases del Tercer Mundo.
Conferencias polticas y culturales pronunciadas por eminentes profesores de la
universidad hebraica de Jerusaln, completaban el programa. Pero ningn
desplazamiento, ninguna excursin fuera del campo les era permitida a los
jvenes libaneses, salvo para asistir al culto dominical en la iglesia cristiana ms
prxima.
Philippe Malouf recordar durante mucho tiempo su primera visita a la
abada de los Siete Dolores de Latroun. Qu impresin, qu maravilla, penetrar
en ese lugar de fe y de paz a menos de cinco kilmetros de los barracones en
donde nos enseaban a matar y a destruir. En estos muros slo pareca haber
alegra y beatitud. Los cnticos de los monjes, monocordes y repetitivos,
parecan ascender hacia las bvedas de la iglesia como una interminable
ofrenda. Haba en sus aleluyas tanta plenitud, tanta felicidad, que me sent
como hipnotizado. Comprend que era all adonde me llamaba Cristo, al centro
de esa Palestina que, hace casi dos mil aos, fue el escenario de Su vida, de Su
muerte y de Su resurreccin. S, era all donde mi vocacin deba realizarse.

Philippe Malouf necesit varios meses de gestiones y de espera para


obtener el derecho de regresar a Israel y de franquear para siempre la verja del
monasterio. Hoy haca casi un ao que el joven novicio, con su sayal y su crneo
afeitado, viva la austera regla de humildad, de pobreza, de castidad y de
obediencia promulgada por san Benito en el siglo VI. Un ao de duro
aprendizaje, de una lenta y a veces dolorosa metamorfosis para hacer del ex
guerrillero de las Falanges libanesas un hombre de silencio y de oracin,
nicamente vuelto hacia Dios, en la bsqueda de las cosas de lo alto.
Lo ms difcil fue acostumbrarme a la manera de rezar de los monjes
dice. Para m, rezar siempre haba sido un acto solitario y silencioso. En la
Trapa, es un acto practicado en comn y en voz alta. Al or a mis hermanos
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
salmodiar sin fn los mismos himnos, llegu a formularme una pregunta
sacrlega: esta machaconera, no acabar transformando mis devociones en un
inspido ritornelo? Algo as como los molinillos de oracin de los templos
budistas?
Philippe Malouf decidi confarse a su superior. Despus de haberle
escuchado detenidamente, el padre abad le respondi con una sonrisa cmplice:
Voy a decirte un truco que me revel un viejo monje cuando yo llegu a la
Trapa como joven novicio. En cada ofcio, durante el canto de los salmos,
apodrate de un versculo. No importa cul. Por ejemplo: "Escucha, Seor, la
llamada de los desgraciados." O bien: "Oh, Dios, da a Tus hijos la alegra y la
esperanza." Mientras continas recitando la oracin comn, aferra tu
pensamiento a esas palabras. Reptelas en todos los sentidos, proyctalas en la
mitologa bblica, imagina a Jess diciendo las mismas frases, y despus a los
profetas y a millones de hombres antes que t. Busca a qu realidades de hoy
corresponden. Ya vers, entonces, cmo tu oracin se convierte en meditacin.
Otros muchos interrogantes iban a agitar el espritu del aprendiz de monje
en su lento camino hacia la serenidad suprema. As, por ejemplo, la respuesta
del Seor a la incansable oracin de su monasterio por la salvacin de la
humanidad. Todos nosotros habamos consagrado nuestras vidas a la oracin.
Todos aspirbamos a conocer lo que nuestro empeo permita a Dios realizar en
la tierra, a poder recoger de vez en cuando algunos pequeos signos de Su
bondad. Pero nunca tenamos la satisfaccin de verifcar la efcacia de nuestros
esfuerzos. Era decepcionante.
El deseo de Philippe Malouf qued parcialmente satisfecho el da en que el
padre abad le conf la responsabilidad de la venta del vino y de los licores
producidos por los viedos del convento. Fue una ocasin maravillosa de
recuperar contacto con el mundo exterior, de reanudar un dilogo y de escuchar
a los dems. Decenas de familias, de autocares de turistas paraban cada da en
el monasterio. Los fnes de semana y los das de festa haba una gran afuencia
en el prtico de la abada. Nuestros productos tenan fama en todo Israel y fuera
de l. La tienda no se vaciaba nunca. Muchos visitantes pedan permiso para
pasearse por el naranjal para mirar, a lo largo de los senderos, los sarcfagos, los
trozos de columnas romanas y los vestigios hallados por los monjes al roturar o
al labrar las tierras.

Philippe Malouf recibi un da a dos jvenes americanos que deseaban


examinar el conjunto de slex y de piedras talladas conservadas en un cuarto
trastero acondicionado para pequeo museo. Uno de ellos se llamaba Josef
Stein, y el otro, Sam Blum. Con su oscura barba de collar que se una a su espesa
cabellera rizada, Josef Stein, veintiocho aos, pareca un profeta de la Biblia.
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
Oriundo de una ciudad industrial de Pennsylvania, donde sus padres tenan
una tintorera, este descendiente de inmigrantes polacos se haba instalado en
1972 en San Francisco. Trabajaba de noche como aduanero en el famoso puente
Golden Gate, y durante el da asista a las clases del City College, y despus, a la
del departamento de arqueologa de la Universidad de San Francisco. Con su
diploma ya en el bolsillo, haba obtenido una beca para ir a excavar, con un
equipo de la Escuela Americana de Jerusaln, el yacimiento de la ciudad
cananea de Gezer, situada a unos diez kilmetros de la abada de Latroun. En
las zanjas de las ltimas excavaciones haba conocido a Sam Blum, un
especialista en antigedades bblicas de la universidad neoyorquina de
Columbia. Sam Blum, de treinta y dos aos, era hijo de un rabino de Brooklyn.
Con sus gafas redondas de montura metlica y su rostro huesudo y alargado,
ms pareca un anarquista lanzador de bombas que un salvador de
civilizaciones desaparecidas.
Los dos americanos haban vuelto varias veces a la abada para fotografar y
hacer croquis de las piezas ms notables del pequeo museo, en especial unas
hachas, unos cuchillos y unos raspadores que tenan alrededor de cien mil aos.
Como su curiosidad no se limitaba a los objetos prehistricos, Philippe Malouf
les ense el conmovedor cementerio rodeado de cipreses y de asfodelos donde
reposaban, directamente en la tierra, los hombres que haban acabado all su
vida de oracin.
Ms adelante, cuando la enfermedad le inmovilizara en la cama de un
hospital neoyorquino, Josef Stein evocara con una alegra intensa el recuerdo de
aquella visita. Ningn objeto de excavacin, ningn vestigio arqueolgico,
ninguna piedra me han emocionado nunca tanto como el espectculo de aquella
sucesin de nombres grabados en humildes cruces de madera recordara.
Aquel da comprend lo que se llama la inmortalidad.
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
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Benars, India - Otoo de 1980
Hija, el dios te ha maldecido
Un maremoto del Ganges no habra causado ms conmocin en el universo
del quemador de cadveres de Benars que el anuncio de la lepra en la carne de
su hija. A la abyeccin del ms bajo de los orgenes se aada ahora una nueva
inhabilitacin que haca a los Chowdhury unos seres humanos dos veces
impuros. Desde los tiempos ms remotos, la India ha lanzado su anatema
contra los que se pudren con el innoble mal. Siglos antes de que Moiss lo
asociase al pecado, la Antigedad a un castigo del cielo y la Edad Media a una
muerte civil, Asia, que probablemente la vio nacer, condenaba la lepra a la
maldicin de los sanos. Lo mismo que en la Europa de antao se obligaba a los
leprosos a desplazarse haciendo sonar una carraca, a quemar sus ropas, o a
emparedarse en unos morideros, la India de hoy segua tratndolos como
parias. Ningn indio sano de cuerpo se atreva a penetrar en los srdidos
campamentos donde los leprosos se mantenan alejados de las ciudades y de los
pueblos. Ningn leproso entraba en las casas de los que no lo eran. Sin
embargo, eran cinco millones los que paseaban sus llagas y sus muones a
travs de la inmensidad de ese pas.
De todas las poblaciones, la ciudad santa de Benars era probablemente la
que reuna el mayor nmero de ellos. Para los cientos de millares de peregrinos
que acudan a la orilla del Ganges liberador, dar limosna a los que consideraban
como los ms malditos de los hombres era una ocasin suplementaria de
mejorar su karma, es decir, su saldo acreedor por las buenas acciones realizadas
en la vida presente y en las existencias anteriores. Los leprosos lo saban y
tendan sus escudillas a lo largo de las escaleras que descendan al ro, delante
de las plataformas de oracin y en la entrada de los santuarios. Por la noche, se
arrastraban hasta el ro sagrado para lavar en l sus heridas e implorar a los
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
dioses. El contacto prolongado con esas aguas contaminadas fue sin duda lo
que quebrant la resistencia a los microbios de la pequea carroera.

Lo que sobrevino entonces quedara grabado para siempre en la memoria


de la joven Ananda. Enloquecido por la terrible noticia su padre llam un
rickshaw para ir a presentar sus excusas a los parientes del novio que l le haba
elegido y para anular la ceremonia de los esponsales. A su regreso, convoc a su
hija ante toda la familia reunida. Y sealando con la mano la puerta de la casa,
dijo simplemente:
Hija, el dios te ha maldecido. Aqu ya no hay sitio para ti. Vete.
Sac de los pliegues de su longhi algunos billetes de una rupia y se los
entreg a la chica. Su esposa se adelant con un hatillo que contena un poco de
ropa, algunas galletas y dos pltanos. Ananda tom el paquete y permaneci un
momento inmvil, paralizada por el miedo y por la pena. Despus, se dirigi a
la salida. Antes de franquear el umbral, se volvi. Todos los miembros de su
familia estaban all, mirndola en silencio: sus tos, sus tas, sus primos, su
abuela e incluso su abuelo de barba blanca, en un cuadro colgado de la pared.
Al ver a sus hermanitos, que sollozaban detrs del padre, sinti deseos de
volver atrs. Pero la severa mirada de su madre la disuadi de hacerlo. Entonces
sali y se sumergi en la ola hormigueante de la callejuela.
En el despiadado contexto de la sociedad hind, aquella exclusin equivala
a una condena a muerte. La pequea carroera del Ganges saba que no
poda llamar a ninguna puerta de la inmensa ciudad. El ms mnimo contacto
fsico con cualquiera estaba rigurosamente prohibido a una intocable. Toda su
corta vida haba transcurrido en la obsesin de no transgredir esa segregacin.
Doblemente impura por ser paria de nacimiento e hija de un quemador de
cadveres, Ananda procur no manchar nunca, ni siquiera con su sombra, a
algn hind de casta en el barullo de las callejuelas, no comprar nunca un
cucurucho de muri a no ser arrojando el dinero al vendedor y no levantar nunca
los ojos ante nadie. Incluso bajo el techo familiar, Ananda no haba podido
librarse de la opresin de su condicin. Sus padres la haban impregnado
obstinadamente de la maldicin de su destino. No se le haba dado ternura, ni
amor. A ella, que se atreva a desvalijar los cadveres, le era negado, por
aadidura, toda esperanza de hacer valer sus mritos para renacer en una
encarnacin mejor. No poda haber un karma ms desastroso que el suyo.
Como nunca pudo asistir a la escuela, Ananda no saba ni leer ni escribir.
Sin embargo, el negocio de su padre haba familiarizado su vida con toda clase
de jergas y dialectos. Adems del bhojpuri, la lengua local, saba muchas
palabras de hindi, de urdu, de bengal e incluso de gujarati y marathi, pues eran
numerosos los ricos hindes de esas provincias que venan a morir en Benars
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
para conquistar all la paz eterna. En cambio, desconoca la lengua de los
antiguos colonizadores de la India, porque ningn ingls haba venido nunca
para ser incinerado en las piras paternas.
Su singular trabajo y su implacable entorno no haban escatimado nada a la
chiquilla. A los trece aos, como tantos nios indios, lo saba todo, o casi todo,
sobre las realidades de la vida. Ananda haba visto y odo aparearse a sus
padres y haba asistido, en las srdidas callejuelas de alrededor de los templos,
a los tratos de las prostitutas, de los travestidos, de los eunucos. Ananda haba
visto nacer, sufrir y morir. Un duro aprendizaje que la prepar para todos los
choques, que la endureci para todas las desgracias. Al menos, as lo crea ella.
Porque la pequea proscrita nunca habra podido sospechar lo que la esperaba
al abandonar la casa familiar.
Lo primero fue todo un mes de vagabundeo a travs de las calles y en las
escaleras que descendan al Ganges, de mendicidad en los escalones de los
templos, de rebusca en los montones de basura y de furtivas rapias en los
tenderetes de los mercados. Su cuerpo, ya antes enclenque, enfaqueci
terriblemente. Los gusanos surcaban su vientre con horribles hinchazones, las
moscas se aglutinaban en enjambre sobre las llagas de sus miembros
descarnados. Y colonias de piojos se haban instalado en su pelambrera de nia
salvaje.
Un da se sinti tan hambrienta que tuvo que decidirse a presentarse ante la
verja de un mahajan, un usurero de la calle de los joyeros, para entregarle, a
cambio de algunas rupias, el pequeo anillo de oro que todava brillaba en la
aleta de su nariz. Apiadado de su desamparo, en lugar de las quince rupias que
supona la transaccin, el viejo Shylock coloc en el borde de su mostrador un
billete de veinte rupias, el equivalente de diez francos. Aquella pequea fortuna
permiti a Ananda sobrevivir diez das ms, alimentndose de trozos de caa
de azcar y de pltanos.
Una noche, al cabo de sus fuerzas, la muchacha se dej caer en un andn de
la estacin para extender la mano. La providencia tuvo esta vez el rostro de un
hombre zalamero tocado con el tranquilizador gorro blanco de los miembros
del partido del Congreso. El desconocido deposit en su palma una asombrosa
limosna: un billete de diez rupias, todo arrugado. Ananda no se atrevi a
levantar los ojos hacia tal benefactor.
No me des las gracias, pequea se apresur a decir el desconocido.
Soy yo quien tiene necesidad de ti.
El hombre se acuclill sobre sus talones y cont que su mujer haba sido
reclamada en Calcuta para cuidar a su padre agonizante. No regresara antes de
dos o tres das. Y l buscaba a alguien que se ocupase de sus tres hijos de corta
edad durante su ausencia.
Vivo aqu cerca y t lo haras muy bien explic el hombre sin
demostrar ninguna repugnancia ante el estado ms bien desastroso y ante la
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
piel negra que indicaba el bajo origen de su interlocutora. Te dar quince
rupias por semana.
Debe de ser el dios Ganesh en persona, pens la chiquilla levantando
tmidamente la cabeza. Hizo un signo con la barbilla, se puso en pie y, como un
animal que ha encontrado un amo, ajust el paso al del desconocido
providencial.
Lo mismo que todos los grandes centros de peregrinacin, Benars era un
terreno abonado para un buen nmero de comercios profanos. Uno de los ms
activos y ms forecientes era el de la prostitucin, especialmente la de las nias.
Aqu, como en otras partes, la leyenda deca que desforar a una virgen
fortaleca las virtudes viriles y curaba las enfermedades venreas. Las casas de
placer abundaban. Se abastecan de pupilas dirigindose a sus proveedores
habituales. Estos ltimos compraban en general esa lastimosa mercanca a las
familias muy pobres, especialmente en el Nepal, u organizaban bodas falsas con
presuntos cnyuges. A veces se contentaban simplemente con secuestrar a sus
vctimas.
En la ciudad santa, donde toda actividad se baaba fatalmente en lo
sagrado, algunos audaces proxenetas no dudaban en servirse de ciertas festas
religiosas para iniciar, so capa de algn rito, a sus vctimas en su destino de
prostitutas. As, por ejemplo, en las festas de Mrg Prnma, la luna llena de
octubre, se celebraba la gloria de Vishn, el dios creador de todas las cosas, y
durante el Makara Sankrnti, el solsticio de invierno, se festejaba a la diosa del
amor carnal, del placer y de la fertilidad.

No fue a su domicilio adonde me llev mi benefactor relata Ananda.


Me empuj al asiento de un taxi y l se sent a mi lado. El coche rod mucho
rato por los suburbios y acab detenindose ante la verja de un templo. En el
patio haba unas veinte pobres chicas acuclilladas bajo la vigilancia de hombres
tocados con gorros blancos. Yo trat de escapar, pero dos manos poderosas me
sujetaron y me forzaron a entrar en el patio. All me dijeron que me sentase. En
aquel momento aparecieron dos matronas y nos distribuyeron unas hojas de
pltano en cuyo hueco vertieron un cucharn de arroz y de dal. Yo tena tanta
hambre que lo tragu todo vorazmente. Seguidamente, los hombres del gorro
blanco nos ordenaron que nos levantramos y nos empujaron hacia el interior
del templo.
Fue all donde la pesadilla comenz. Durante dos das y dos noches, a
veces amenazadores y otras veces zalameros, unos pandits pagados por los
proxenetas nos explicaron que no haba un destino ms luminoso para una
chica que el de ser llamada por los dioses para saciar de placer a los hombres.
Puntuando sus discursos con golpes de gong, entregndose a toda clase de ritos
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
al pie de las numerosas divinidades del santuario, aquellos inquietantes
brahmines se ensaaban con nosotras. Acabaron embrujndonos. Al cabo de
esos dos das, estbamos hechizadas. Dispuestas a todo.
Lo que ignoraba Ananda era que, en aquel mismo momento, idnticas
sesiones de embrujamiento se estaban realizando en otras varias ciudades de la
India. Se estima en tres mil el nmero de nias entregadas cada ao a la
prostitucin con ocasin de la festa de Mrg Prnma slo en el Estado de
Karhataka.
1
Debidamente comprada, la polica cierra los ojos.
Una semana ms tarde, despus de haber sido vendidas y revendidas,
Ananda y sus compaeras fueron encerradas como animales en los srdidos
lenocinios clandestinos de adobe, alineados en una autntica corte de los
milagros a lo largo de la calle principal de Munshiganj, el barrio popular de la
prostitucin donde el amor se consume a veinte rupias escasas, que no llegan ni
a diez francos.
Rarezas del destino: ni sus raptores, ni ninguno de sus clientes advirtieron
debajo de su ultrajante maquillaje la pequea mancha que la haba llevado a su
desgracia. Una noche, al encender un bastoncillo de incienso, Ananda dej caer
por descuido una cerilla encendida sobre el dorso de la mano. El contacto del
fuego no le caus la ms mnima sensacin de dolor. Ananda se sorprendi de
ello y descubri entonces, alrededor de la lesin producida por la llama, una
aureola parduzca, tan insensible como la mancha de su mejilla. Perturbada,
examin febrilmente su otra mano, sus piernas, sus muslos, su vientre. Nadie
podra impedrselo: maana se escapara de la crcel de la calle Munshiganj.
1
Cifra proporcionada por la encuesta publicada el 15 de abril de 1989 en la revista de
informacin India Today.
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
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Los ngeles, USA - Otoo de 1980
Enigma en la habitacin 516
Aquello haba comenzado con una banal crisis de urticaria. Al despertarse
una maana, Ted Peters, de treinta y un aos, modelo que trabajaba para una
agencia de moda de Westwood, el barrio residencial del oeste de Los ngeles,
sinti unas pequeas asperezas en la lengua y en la pared interna de la boca. Un
espejo le revel que toda su cavidad bucal y su lengua estaban tapizadas de una
extraa pasta blanquecina. Ted Peters, perplejo, se enjuag la boca con un
gargarismo antisptico. Haba sufrido con frecuencia trastornos cutneos, pero
nunca en la boca. Como muchos jvenes sexualmente muy activos, Ted Peters
padeca episdicos accesos de herpes. Adems, haba sido vctima de varios
accidentes venreos. Pero un tratamiento adecuado haba dado siempre cuenta
de esas molestias.
Al cabo de tres das, en los que persisti su infeccin bucal, Ted Peters
senta cada vez ms cierta difcultad al deglutir. Los alimentos quedaban
bloqueados en el camino del estmago. Incluso el paso de un sorbo de zumo de
naranja le resultaba doloroso. Esos sntomas se agravaron. Lleg un momento
en que no pudo tragar nada. Muy inquieto, decidi consultarlo.
El interno de las urgencias del hospital de la UCLA consider que su estado
justifcaba unos exmenes ms profundos. Le hizo hospitalizarse. Una
endoscopia del esfago descubri una infeccin de la pared producida por unos
Candida, minsculos hongos de extremada virulencia. Pero lo que alert, sobre
todo, la atencin de los mdicos fue el importante dfcit del nmero de sus
glbulos blancos. Era evidente que aquel enfermo sufra un grave desorden
inmunitario. Un tratamiento vigoroso tuvo por efecto la rpida remisin de la
infeccin de la boca y del esfago. Pero, en cambio, ninguna prueba, ningn
anlisis permitieron comprender por qu le faltaban tantos glbulos blancos. En
31
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
el servicio de enfermedades infecciosas del hospital de la UCLA, Ted Peters se
convirti pronto en el enigma de la habitacin 516.

Si la enfermedad del husped de la habitacin 516 se hubiese declarado en


algn pueblucho perdido de Iowa, probablemente nadie lo habra hecho notar
dice Michael Gottlieb, el joven inmunlogo que torturaba cada da a sus
ratones, en benefcio de la ciencia, en el stano del mismo edifcio. Los
mdicos habran llegado simplemente a una conclusin: "Este hombre padece
una enfermedad misteriosa." Habra muerto, y nada ms. Pero en el entorno
cientfco de una gran universidad, tal enigma no poda dejar de suscitar la
curiosidad. Lo cual demuestra que en la investigacin, todo xito depende del
encuentro de un problema con una mente frtil.
Aquella maana de octubre de 1980, aquella mente frtil herva en la
materia gris de Michael Gottlieb, el plcido y bigotudo gigante al que un colega
acababa de sacar de su distribucin cotidiana de rodajas de patata a sus ratones.
Al principio pens en una preleucemia, o en una leucemia en sus comienzos
confes Gottlieb. Pero yo no haba visto nunca una leucemia asociada a una
infeccin de hongos Candida. En seguida pens en un brusco desarreglo de la
fora intestinal ocasionada tal vez por un consumo excesivo de antibiticos, cosa
que se produce a veces en los homosexuales hiperactivos y, por eso mismo,
especialmente expuestos a las enfermedades sexualmente transmisibles. Como
el paciente de la habitacin 516 afrmaba que no haba cometido ningn abuso
de esa clase, quise saber si la infeccin de los hongos tena alguna relacin con
el dfcit en glbulos blancos detectado por los anlisis. Fuese la causa de ste o
su consecuencia, una cosa era segura: el caso se presentaba como un autntico
rompecabezas.
Para tratar de encontrar una pista, Michael Gottlieb encarg mltiples
pruebas. Nada de lo que la ciencia haba inventado hasta entonces en materia de
exmenes biolgicos pudo proporcionar el ms mnimo indicio. Ni siquiera la
compilacin meticulosa de las miles de pginas de los tratados en donde la
medicina consigna sus siglos de experiencia, le proporcion ninguna ayuda
capaz de orientar sus investigaciones. Como sucede a veces en patologa, la
enfermedad del modelo de Westwood no pareca corresponder a ningn criterio
conocido hasta aquella fecha.
Fue entonces cuando Michael Gottlieb tuvo la idea de entregar una muestra
de la sangre de Ted Peters al bilogo que ocultaba el laboratorio instalado casi
enfrente del suyo en el segundo stano del hospital. Originario de Missouri,
Bob Schrof, un pelirrojo de veintiocho aos, trabajaba en un programa de
experiencias revolucionarias. Los instrumentos necesarios para esta empresa de
vanguardia eran unas protenas humanas contenidas en pequeos frascos que
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
reciba de New Jersey cada semana, por paquete postal. Preparadas por
investigadores alemanes e ingleses, esas protenas comenzaban a ser fabricadas
precisamente entonces. Su produccin era todava tan limitada, que slo una
veintena de bilogos de toda Norteamrica podan jactarse de poseer algunas
muestras de ellas, destinadas al ensayo de ciertas aplicaciones mdicas.
Estas protenas llevaban el nombre cientfco de anticuerpos
monoclonales. Un descubrimiento en un laboratorio britnico las haba hecho
capaces de unirse a todas las variedades de glbulos blancos. Estas propiedades
las convertan en unas cabezas buscadoras notables, puesto que, lejos de ser
una categora homognea, los linfocitos (glbulos blancos) encargados de
defender el organismo contra los ataques exteriores se componen de una
retahla de grupos y de subgrupos, lo cual complica singularmente su acceso.
Los ms numerosos, los linfocitos de tipo T as llamados porque son
dependientes del timo, se subdividen en varias especies dotadas de funciones
especfcas. Los linfocitos T4 son, en cierto modo, los directores de orquesta del
sistema inmunitario. Son ellos los que, en caso de agresin, descubren al agente
extrao, dan la alarma y ponen en marcha las defensas del organismo. Emiten
unas seales que activan otro grupo de glbulos blancos, el de los linfocitos T8,
que son los que atacan y matan las clulas infectadas por los agentes patgenos.
Paralelamente, los linfocitos T4 producen sustancias que estimulan la
movilizacin de otra clase de glbulos blancos, los linfocitos B producidos por
la mdula (Bone Marrow en ingls). Estos linfocitos B someten a los agresores al
fuego nutrido de sus anticuerpos. En cuanto la infeccin ha sido yugulada, los
linfocitos-pistoleros T8 guardan sus armas en su armero y detienen la
proliferacin de los linfocitos-defensores B, impidiendo as que se embalen de
manera injustifcada, y devuelven la calma al campo de batalla. Pero la
naturaleza, desconfada, se rodea de precauciones. Deja que importantes grupos
de linfocitos-directores de orquesta T4 patrullen por la sangre, dispuestos a
tocar a rebato de nuevo ante la ms mnima alarma.
Hasta fnales de los aos 70, ningn microscopio ni ningn anlisis
biolgico permitan diferenciar en una gota de sangre los diversos actores de
ese complejo y sutil sistema de defensa, y todava menos conocer sus eventuales
fallos respectivos. La invencin de los anticuerpos monoclonales iba a llenar
esta laguna. Hacindolos fuorescentes e introducindolos en un tubo que
contenga algunos centilitros de sangre, se obtiene un inmediato marcaje
especfco de todas las especies de linfocitos, en especial de los famosos T4 y T8.
Desde entonces, es posible contarlos y estudiar su comportamiento. Era una
revolucin sin precedentes para progresar en el conocimiento de los
mecanismos de la inmunidad y encontrar el origen de las enfermedades
inexplicadas. En aquel mes de octubre de 1980, el bilogo de Missouri Bob
Schrof era uno de los raros aprendices de brujo en todo el mundo capaces de
dominar esta nueva tecnologa.
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
Tres das despus de haber recibido la muestra de sangre del enfermo de la
habitacin 516, su silueta desgarbada apareci en la puerta del laboratorio de
Michael Gottlieb. Su aire embarazado inquiet al inmunlogo.
Qu? No ha resultado?
Al contrario replic Bob Schrof. Pero mis resultados son tan
inquietantes que temo haberme equivocado. Esta tcnica es tan reciente...
Qu has encontrado? le pregunt Gottlieb con impaciencia.
Que tu nmero 516 es un caso extraordinariamente interesante. No he
visto nunca nada parecido. Ya casi no hay linfocitos T4. En cambio, el nmero
de sus T8 es increblemente elevado.
Michael Gottlieb puso mala cara. Por qu su enfermo haba perdido los
directores de orquesta de su sistema inmunitario? Por qu sus linfocitos
pistoleros y moderadores se haban, por el contrario, multiplicado?
Este resultado es tan inslito que quiero que me proporciones una nueva
muestra de sangre aadi Bob Schrof. Quiero hacer un control.
El segundo examen confrm el primero. Mientras tanto, curado de su
infeccin esofgica, Ted Peters fue devuelto a casa por sus mdicos. Algunos
das despus, volvi al hospital, afectado esta vez por nuevos signos clnicos
inexplicables: una fatiga tan extremada que le cost trabajo caminar desde el
taxi hasta la puerta del hospital; unas crisis de ahogo ante el menor esfuerzo
que le hacan incapaz de atarse por s mismo los zapatos. A estos sntomas se
aadan una tos seca, una febre alta, bruscos accesos de transpiracin y una
prdida de peso de varios kilos desde su ltima hospitalizacin.

Comprend en seguida la naturaleza gravsima de aquellas complicaciones


relata Michael Gottlieb. Ped una broncoscopia y un lavado alveolar de los
pulmones. Los mdicos del servicio se sorprendieron de mi impaciencia. Crean
que se trataba de una simple neumona mientras que yo saba que si no se
actuaba con urgencia y con los medicamentos ms agresivos, el enfermo corra
el peligro de morir. Los exmenes confrmaron mis inquietudes. No se trataba
de una neumona clsica, sino de una neumocistosis, una infeccin parasitaria
de los pulmones excesivamente rara que slo se desarrolla en los sujetos
privados de defensas inmunitarias. Yo haba observado algunos casos en
Stanford. Pero en ellos, todas las carencias del sistema inmunitario tenan una
explicacin clnica, como la de una quimioterapia anticancerosa, o bien la de
una inhibicin provocada con el fn de impedir el rechazo de un injerto de
rgano.
Me precipit a la biblioteca de la UCLA para interrogar al ordenador
conectado con el banco central de datos mdicos de Washington. Todos los
artculos publicados en el mundo sobre las neumocistosis en los ltimos veinte
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
aos me proporcionaron una explicacin racional del derrumbamiento
inmunitario que haba acarreado la aparicin de aquella enfermedad. Se trataba,
en todas, las circunstancias, de una irradiacin exigida por un trasplante de
rgano o de una defciencia gentica, como en el caso de aquellos infortunados
nios "burbuja" nacidos sin sistema de defensa inmunitaria. Nadie haba
sealado nunca un caso de neumocistosis que tuviese otros orgenes.
El misterio segua siendo total. El derrumbamiento inmunitario de Ted
Peters no responda a ninguna causa conocida.
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
6
Benars, India - Otoo de 1980
Un laboratorio de amor a la orilla del Ganges
En Benars, todo el mundo conoca el viejo palacio de los pinculos medio
derrumbados que dominaba el ro en el extremo de la ciudad. Sobre el frontn
de su majestuosa fachada, ahora carcomida por los monzones, haba fotado
durante dos siglos el emblema rojo y oro de los maharajs del Nepal. En cada
amanecer, su portal de hierro forjado se abra ante un elefante encaparazonado
con terciopelos que transportaba bajo un dosel al seor del lugar hacia sus
piadosas devociones en la orilla del Ganges.
Pero los prncipes del pequeo Estado himalayo haban desertado haca
tiempo de este palacio. Un letrero de madera clavado en el lugar de su blasn
indicaba ahora el nombre y la actividad de sus sucesores: MISIONERAS DE
LA CARIDAD - ASISTENCIA A LOS LEPROSOS.
Asistencia a los leprosos! Este acto de compasin era, sin duda, el que
mejor simbolizaba el ideal de caridad de quien, desde haca ms de treinta aos,
aliviaba en la India y en el mundo entero los sufrimientos de los hombres. Toda
la vida de la Madre Teresa haba sido atormentada por la preocupacin de
llevar un poco de paz y de consuelo a los leprosos de la India. Ella haba curado
sus llagas, alimentado su cuerpo y apaciguado su alma. Ella haba transportado
en sus brazos a los agonizantes y apretado a los nios contra su pecho. Sus
manos haban calmado sus dolores y su sonrisa haba ahuyentado su angustia.
Y fueron sus compaeros, sus amigos, los que le ensearon las virtudes del
valor, del compartir, de la humildad. Ellos le dieron algunas de sus ms grandes
alegras.
Su compromiso al servicio de los leprosos encerrados en sus guetos
comenz un da de 1957 al atender una llamada de auxilio de cinco obreros de
una fbrica de Calcuta. Madre, aydenos! Acabamos de ser despedidos de
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
nuestro trabajo a causa ce estas marcas, suplic uno de ellos sealando unas
manchas en la piel de su torso y en el de sus compaeros. Unas semanas
despus, una furgoneta cargada de medicamentos, de leche en polvo y de sacos
de arroz se diriga hacia los suburbios ms miserables de la gran ciudad, hacia
esos tugurios donde los parias de la lepra ocultan su desamparo en infames
campamentos. Dentro del coche iban la Madre Teresa y tres de sus hermanas,
tres jvenes indias vestidas como ella con un sari blanco orlado de azul, que
ignoraban los horrores de esa enfermedad y, lo que es peor, el carcter
reivindicativo, a veces agresivo, de los que son alcanzados por ella. La accin de
la fundadora de las Misioneras de la Caridad no se limit a acudir a vendar las
llagas de algunos centenares de leprosos. Con su prodigioso talento para
movilizar lo mejor del hombre, la Madre Teresa invit a toda la poblacin de la
ciudad a realizar una cuestacin monstruo en favor de las vctimas de la terrible
enfermedad. Como emblema de esta operacin eligi el antiguo smbolo del
mal, una campanilla semejante a la que los condenados de antao agitaban para
advertir a los sanos de su impura presencia. Difundido por los peridicos,
exhibido en los carteles y estampado en los fancos de su furgoneta, el eslogan
de esta cuestacin proclamaba: Tendamos la mano a los leprosos. Los
resultados superaron todas las esperanzas. La Madre Teresa pudo poner en
marcha otros dispensarios mviles. Y sobre todo pudo fundar, en terreno
regalado por el Gobierno, a trescientos kilmetros de Calcuta, toda una ciudad
reservada a los leprosos: Shanti Nagar - La Ciudad de la Paz. All centenares
de familias reanudaron una existencia casi normal, encontraron la paz y la
esperanza. Sin detener su impulso, la religiosa abri en otras partes leproseras,
dispensarios, talleres llenos del rumor de los telares donde unos hombres y
unas mujeres destrozados volvieron a encontrar la dignidad por el trabajo.

El centro de Benars era una de sus ltimas creaciones. Haba confado la


responsabilidad del mismo a una de las trabajadoras ms notables de su
congregacin. Sus ojos oblicuos y sus pmulos rosados daban a sor Bandona un
aire de estatua china. Su nombre signifcaba Alabanza de Dios. Nacida en las
cimas del Assam, donde su padre explotaba un msero lote de tierra, fue a parar
un da, con su familia, a la pordiosera de un bidonville de los arrabales de
Calcuta. Para ayudar a su madre, que se haba quedado viuda, a subvenir a las
necesidades de sus cuatro hermanos y hermanas, hurg durante aos en los
montones de basura y recuper objetos metlicos que luego revenda a un
chatarrero. Despus trabaj en una carbonera y, fnalmente, en un taller
metalrgico donde torneaba piezas de camin.
La llegada a su bidonville de un religioso francs que quera servir a los
pobres fue el catalizador de su vocacin de amor y de caridad. Recorriendo da
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
y noche aquel barrio de miseria para socorrer a unos y a otros, se convirti en el
alma del comit de ayuda mutua fundado por el sacerdote. Su memoria era el
fchero de todas las miserias. La calidad de su mirada, de su sonrisa, de su
misericordia le haba valido el sobrenombre de Anand Nagar Ka Swarga Dut
(El ngel de la Ciudad de la Alegra). Sus encuentros con las hermanas de la
Madre Teresa, que venan cada semana a asistir a los leprosos del bidonville, la
haban empujado con toda naturalidad a elegir una vida al servicio de los
dems. Aunque educada en la religin budista, su prctica de los valores
cristianos de la participacin y del sacrifcio la prepar para abrazar el ideal de
las Misioneras de la Caridad. Tres aos de noviciado confrmaran
defnitivamente su compromiso. El 8 de diciembre de 1975, festa de la
Inmaculada Concepcin, las tijeras de la Madre Teresa cortaban su larga trenza
negra, convirtiendo as para siempre a la joven budista en una esposa de Cristo
al servicio de los pobres.

Cada maana se produca la misma pesadilla, la misma visin insostenible


de los muertos-vivientes apretujndose delante de las verjas. Haba all gentes
sin pies ni manos, acurrucados como fetos sobre unas tablas con ruedecitas
arrastradas por espectros un poco ms vlidos, ciegos con el rostro devorado
hasta los huesos, desechos con vendajes sanguinolentos que se arrastraban a ras
de suelo. Haba mujeres que ocultaban sus llagas bajo la tela de sus burqa, que
las envolvan de la cabeza a los pies como fantasmas; madres que estrechaban a
sus hijos entre sus brazos reducidos a muones, esqueletos huraos que
parecan pertenecer ya al otro mundo. Tambin haba algunos que parecan
sanos, pero a los que una mancha, una ampolla dudosa o una progresiva atrofa
muscular haban arrojado sbitamente al campo de los malditos. Y haba, sobre
todo, pequeos cuerpos encanijados con el vientre hinchado de gusanos, las
articulaciones deshechas y los miembros delgados como sarmientos. Aunque la
mayora no tenan an los estigmas de la lepra, casi todos padecan
enfermedades graves: tuberculosis sea, enteritis crnicas y avitaminosis que
los amenazaban con la ceguera.
Sin embargo, de aquella miseria brotaba en todo momento algn
espectculo cmico o maravilloso que haca olvidar la pesadilla. Las payasadas
de los enfermos jugando con sus deformidades o las peroratas de los narradores
profesionales desencadenaban siempre la risa. Pero lo ms sorprendente segua
siendo ver a los nios jugar en medio de aquella podredumbre, o la aparicin,
como un milagro, de una mujer en sari, bella como una divinidad del templo.
La mayora de los enfermos venan de otras regiones, y no era fcil
entenderse en aquel batiburrillo de voces, de gritos, de exigencias. Bihar,
Bengala, Orissa, el Sur: muchos de ellos estaban en camino desde haca aos.
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
Haban dejado trozos de su carne a lo largo de las carreteras, al azar de sus
escalas, en el atrio de los templos o en los andenes de las estaciones. La mayora
no haba recibido nunca ningn cuidado.
Los microbios que los roan llevaban el nombre del mdico noruego que los
identifc a fnales del siglo pasado. Los bacilos de Hansen preferan el calor de
los pases tropicales y los organismos debilitados. La gran virulencia de algunos
de ellos les converta a veces en agentes contagiosos. Se pudo calcular que, en
diez minutos de conversacin, un leproso diseminaba a su alrededor doscientos
mil grmenes. El hecho de compartir el hbitat, las ropas o la vajilla, es decir,
cualquier cohabitacin con individuos afectados, constitua la va ms frecuente
del contagio. Un araazo, una picadura podan bastar para que los agentes
infecciosos contaminasen a nuevas presas. Pero esos microbios eran tan
perezosos que a veces necesitaban meses, incluso aos, para que sus primeros
estragos se produjesen en sus blancos preferidos: la piel, los nervios, los
ganglios, las mucosas de la nariz o de la boca, los ojos, el bazo o el hgado.
Curiosamente, el bacilo no era directamente responsable de las horribles
heridas, sino ms bien el hecho de que, al atacar a los nervios, dorma toda la
sensibilidad. El ms mnimo traumatismo un golpe, una quemadura, un corte
se converta entonces en la fuente de unas lesiones que degeneraban y
desembocaban en mutilaciones.
Un arbusto que creca en el sur de la India haba proporcionado durante
siglos el nico remedio capaz de atenuar los efectos del mal: el aceite de
chaulmoogra. A mediados del siglo XX, el descubrimiento de las sulfonas, y
luego el de los antibiticos, revolucionaron el tratamiento de la lepra. Salvo en
los casos de afecciones irreversibles, algunos meses de toma cotidiana de
comprimidos bastaban en general para lograr espectaculares regresiones y, a
veces, incluso curaciones completas. El tratamiento era tan poco costoso que el
francs Raoul Follereau, el infatigable apstol de los leprosos, escribi: Que me
den el dinero que cuesta un solo bombardero atmico y curar a los quince
millones de leprosos del planeta.

Curar! Un sueo loco para un puado de religiosas con sari, acosadas


desde el alba hasta la noche por la espantosa realidad. Para tratar de entenderse
entre el macabro cortejo que desflaba ante su mesa de curas, sor Bandona y sus
compaeras consignaban en un rudimentario fchero el nombre de los enfermos
y el lugar de sus lesiones. Cada vez que un paciente volva, las monjas
consultaban su fcha. Despus, con algunos movimientos rpidos y precisos,
sobreponindose al hedor, arrancaban los jirones de los vendajes, limpiaban las
llagas, las desinfectaban con grandes pinceladas de alcohol yodado, aplicaban
polvos y ungentos y envolvan de nuevo las heridas con gasas y vendajes
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
limpios. A veces tenan que cortar con el escalpelo las carnes podridas,
desprender un nervio o amputar un hueso rodo por la gangrena. Un autntico
trabajo de carnicero, con la nica ayuda de algunas Avemaras murmuradas en
voz baja. Y con la recompensa de numerosas resurrecciones. Porque muchos de
los que se empujaban en la cola ya no mostraban ninguna lesin. Eran los
milagrosamente curados de aquel laboratorio de amor emplazado en la orilla
del Ganges.
Una asfxiante maana de abril, los ojos oblicuos de la hermana Bandona
descubrieron una silueta inslita en el tropel de los miserables que asediaban su
dispensario. La hija del quemador de cadveres de Benars haba podido
escapar de sus proxenetas.
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
7
Los ngeles, USA - Otoo de 1980 - invierno de 1981
Cinco casos completamente locos para un mago chino
Su frente ancha y despejada, encuadrada en unos mechones grises y
rizados, y sus mejillas rosadas, no tenan nada de californianas. Lo mismo que
Michael Gottlieb, el doctor Joel D. Weisman, de treinta y nueve aos, era un
expatriado de la Costa Este de los Estados Unidos. Hijo de un maestro y nieto
de un lavandero arruinado por el advenimiento de las lavadoras automticas,
haba nacido en New Brunswick, en el Estado de New Jersey, en la misma casa
de maternidad que Michael Gottlieb. Pero la vida no les haba reunido nunca.
Joel Weisman, mdico internista, comparta una consulta en un inmueble de
estuco rosa del barrio de Sherman Oaks, uno de los innumerables suburbios de
Los ngeles. Este hombre corts, con bata azul celeste, era unnimemente
apreciado por su sencillez y su competencia. Su pequea sala de espera,
decorada con helechos arborescentes y con una coleccin de grabados
abstractos, no se vaciaba nunca. Una clientela eclctica: personas de edad,
madres con sus nios y adolescentes con camisetas de manga corta y zapatillas
deportivas. Sobre los veladores colocados delante de los asientos de skai negro,
se exhiban las cubiertas incitantes de los ltimos nmeros de la revista Being
Well (Sentirse bien). Aquel otoo de 1980 las cubiertas ofrecan reportajes
sobre un nuevo tratamiento contra el colesterol, una manera de dejar de fumar
mediante hipnosis y una encuesta sobre el dolor.
Yo vea pasar por all cuenta Joel Weisman casi todas las dolencias de
la vida, pequeas y grandes. Gentes que padecan hipertensin arterial,
diabetes, gota, lceras, insignifcantes laringitis o colitis. Era reconfortante
poder aliviarlas y con mucha frecuencia curarlas. Casi nunca vea morir a un
paciente. Tambin tena que tratar esas enfermedades califcadas hoy de
sexualmente transmisibles. Era el barrio: all vivan muchos gays. El hecho de
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
que el propio Joel Weisman fuese tambin gay es decir, homosexual
aumentaba el favor de que gozaba su consulta ante aquella clientela especial.
Todos saban que yo no les juzgaba, que conmigo no haba ni tabes ni
barreras psicolgicas, que yo estaba all para curar, y slo para curar.

La proporcin de gays haba aumentado con los aos entre los pacientes del
doctor Joel Weisman. Ms que un homenaje a su competencia y a su discrecin,
el mdico vea en esta afuencia el efecto de un recrudecimiento de las
enfermedades sexualmente transmisibles que afectan con preferencia a este
grupo de riesgo. A partir de los aos 1977-1978 comenc a recibir cada vez ms
visitas de hombres jvenes que sufran de febre muy alta, de sudores
nocturnos, de diarreas, de toda clase de infecciones parasitarias y sobre todo de
ganglios hipertrofados, grandes como huevos de paloma, en el cuello, en las
axilas, en la ingle. Por todas partes. Evidentemente, la infamacin de las
glndulas denunciaba trastornos de tipo inmunitario. En cada caso, yo tema lo
peor: cnceres, leucemias. Por fortuna, las biopsias llegaban a m con la mencin
de "benigno". Sin embargo, las enfermedades que revelaban algunos anlisis no
eran anodinas. Haba mononucleosis, hepatitis, numerosos casos de herpes y
bastantes infecciones venreas. A Dios gracias, los virus responsables no
mataban, al menos todava no. En general, la mayor parte de los sntomas
desaparecan despus de los tratamientos apropiados. Slo algunos pacientes
conservaban ganglios anormalmente hinchados. Se resignaban a vivir con
ellos!
La llegada de un peluquero de West Hollywood a la sala de consultas de
Joel Weisman, una maana de octubre de 1980, iba a ensombrecer brutalmente
ese relativo optimismo. Aquel homosexual de veinticinco aos, sin ningn
antecedente mdico conocido, padeca una enfermedad aguda de la piel, de las
mucosas y de las uas. Su epidermis es una pura llaga, anot Joel Weisman
en su fcha. Desconcertado por la amplitud del mal, el mdico descolg su
telfono para pedir consejo a la nica persona que, a su juicio, era capaz de
ayudarle a curar al enfermo.

En Los ngeles, todo el cuerpo mdico conoca al que era apodado el


mdico de los mdicos. Se llamaba Peng Thim Fan. Era un chino jovial y bajito
de treinta y cinco aos, que llevaba gafas y haba nacido en Singapur el da en
que la guarnicin japonesa se rindi a los soldados britnicos de Mountbatten.
El doctor Peng Fan tena fama de elucidar los casos ms extraos, los que no
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
correspondan a ningn modelo y que se salan de toda lgica, de todo anlisis
y de toda explicacin racional. Su espesa cabellera negra, perpetuamente en
desorden, abrigaba las meninges de un brujo del diagnstico. No exista nadie
como aquel chino escudriador para desmenuzar un caso incomprensible y
descubrir insospechados indicios capaces de hacer brotar la luz. Un famoso
hospital de Los ngeles le llam un da urgentemente a la cabecera de una
mujer en estado de coma posterior a un trivial examen de su cerebro con el
scanner. El doctor-detective Peng Fan salv a la agonizante al hallar la causa
de su coma: una alergia rarsima y mortal por la inyeccin del producto de
contraste destinado a hacer ms legibles las imgenes de su cavidad craneana.
Extrao destino el de aquel hijo de un plantador de heveas, laureado a los
dieciocho aos con el ttulo de mejor alumno de Singapur. Apasionado por la
flosofa, haba aceptado una beca en Oxford. Pero, en lugar de volar a Europa,
se fue fnalmente al Canad para cursar all estudios de medicina. Seis aos en
Winnipeg le hartaron de pasar fro, y a los veinticinco se refugi bajo el sol
californiano con su reciente diploma de doctor en medicina en el bolsillo.
Ninguna especialidad como la suya afectaba a tantos seres humanos en el
mundo. La reumatologa se interesaba por las afecciones infamatorias de las
articulaciones y de los vasos sanguneos, enfermedades que suelen tener su
origen en algn desarreglo de las funciones inmunitarias. Era una ciencia en
desarrollo que se enriqueca constantemente con nuevos descubrimientos.
Peng Fan ocupaba desde 1975 un puesto de enseante de reumatologa en
el hospital Wadsworth, un importante establecimiento que dependa de la
Universidad de California, en Los ngeles. Cada viernes por la tarde, el
mdico de los mdicos atenda una consulta reservada a los casos que se salan
de todos los esquemas tradicionales. Un da cuenta, Joel Weisman me
present a un hombre afectado por una vasodilatacin paroxstica de los vasos
de los pies y de las manos. Su cuerpo tena el color de la langosta al salir del
agua hirviente. Gema como un condenado. Acab por diagnosticarle una
eritromelalgia, un mal que se trata fcilmente con aspirina, pero muy raro.

Tras el primer examen del peluquero enfermo, el mago chino admiti que
nunca se haba visto frente a un jeroglfco semejante. Era un caso realmente
enloquecedor. Un misterio total, un enigma que hara palidecer de envidia a
Hitchcock. Por qu razn un sujeto que nunca haba padecido el menor fallo
inmunitario poda encontrarse sbitamente en tal estado de inmunodepresin?
Peng Fan se lanz fogosamente sobre el caso. Ningn indicio, ninguna
sospecha, ninguna hiptesis fueron pasadas por alto en sus investigaciones.
Someti al enfermo a autnticos interrogatorios policiales con la esperanza de
descubrir en su pasado alguna informacin susceptible de proporcionarle una
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
pista. Pas por la criba toda la literatura mdica, y lleg hasta hurgar en sus
viejos tratados de medicina china. Busc al culpable en enfermedades ignoradas
de todos, como la acrodermatitis enteroheptica, cuyos sntomas infeccin de las
mucosas, micosis de las uas revelan una inmunodefciencia del mismo tipo.
Como los trastornos que acarrea son debidos a un dfcit masivo de cinc en el
organismo, arranc unos cabellos del enfermo y los hizo analizar. Su tasa de
cinc era normal. Peng Fan invent entonces toda clase de tratamientos,
asociando dosis masivas de cortisona a unas sustancias nuevas destinadas a
estimular la actividad inmunitaria. Despus de tres semanas de obstinados
esfuerzos, el mago chino tuvo que confesar su impotencia.
Entonces sobrevinieron dos acontecimientos que iban a cambiar
dramticamente la situacin. En primer lugar, la agravacin del estado del
infortunado peluquero despus de una complicacin pulmonar. Y en segundo
lugar, la llegada a la consulta de Joel Weisman de otro enfermo que presentaba
sntomas idnticos. Esta vez se trataba de un joven publicista de Hollywood,
tambin gay y tambin sin ningn antecedente mdico. Los doctores Joel
Weisman y Peng Fan descubrieron entonces que la neumona que padecan
sus clientes era en realidad una neumocistosis, esa infeccin parasitaria de los
pulmones extremadamente rara que su colega Michael Gottlieb haba
diagnosticado a su enfermo de la habitacin 516.
La noticia de los tres casos similares se extendi como un reguero de
plvora en el Landernau mdico. Era casi inimaginable dice Peng Fan. En
menos de un mes, tres hombres jvenes acababan de ser vctimas, en la misma
ciudad, de la misma enfermedad rarsima. Y en los tres casos no se haba
hallado ninguna explicacin.
Peng Fan y Joel Weisman se pusieron en contacto con Michael Gottlieb. El
hecho de que aquel chino brujo me dijese que estaba como yo en pleno
desconcierto demostraba que tenamos alguna cosa nueva entre manos, cuenta
el joven inmunlogo.
Los tres mdicos decidieron reunir a sus enfermos en el hospital de la
UCLA. La llegada, a comienzos de 1981, de un cuarto caso de neumocistosis,
esta vez en un homosexual negro, seguido despus por un quinto caso, dio a
todo el asunto la apariencia de una autntica epidemia explica Michael
Gottlieb. Yo presenta una porquera bastante ms grave que la enfermedad
del Legionario.
2
Era necesario avisar urgentemente a todos los mdicos de
Estados Unidos.
2
Ciento ochenta y nueve participantes en una convencin de antiguos combatientes de la
American Legion, que tuvo lugar en julio de 1976 en un hotel de Filadelfa, se vieron afectados
por una misteriosa neumona. Veintinueve de ellos fallecieron.
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8
San Francisco - Nueva York, USA - Otoo de 1980
Dos millones de orgasmos para una liberacin
Ni los Estados Unidos ni el mundo lo sospechaban todava, pero la gran
festa haba terminado. El desconocido mal que a fnales de 1980 fulminaba a
cinco jvenes homosexuales de Los ngeles estaba a punto de dar por
terminada una poca. Una poca ardiente y apasionada, de movimientos y de
luchas. De 1960 a 1970, millones de negros, de mujeres, de jvenes, de
homosexuales haban peleado para que la igualdad de derechos en la mayor
democracia del mundo no fuera una frmula vaca de sentido. Pero de todas las
reivindicaciones planteadas en el transcurso de aquellos diez aos, tal vez
ninguna marc tan profundamente a la sociedad norteamericana como la
revolucin sexual. Probablemente los socilogos buscarn algn da las
causas reales de aquella revolucin, pero nadie pone en duda que el
desmoronamiento de los valores familiares tradicionales que sigui a la
conmocin de la segunda guerra mundial, la desdramatizacin de las
enfermedades venreas gracias al descubrimiento de la penicilina y sobre todo
la utilizacin masiva de anticonceptivos por las mujeres, haban sido otros
tantos catalizadores de la explosin liberadora de los aos 60.
Ningn episodio de aquella liberacin fue ms impresionante que la salida
a plena luz de los diecisiete millones de hombres y de mujeres de la comunidad
homosexual norteamericana que se atrevieron a reivindicar su diferencia. La
historia de esta minora slo haba sido una larga serie de actos de opresin y de
intolerancia perpetrados por una sociedad puritana que predicaba el amor entre
el hombre y la mujer, el matrimonio, la familia. La emergencia de un
movimiento poltico en pro del reconocimiento de derecho a ser gay era,
indiscutiblemente, un hecho histrico sin precedentes. A pesar de su adhesin a
los derechos del individuo, los padres fundadores de la Constitucin
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norteamericana nunca habran podido imaginar que sus leyes iban a proteger
un da a una minora que basaba su identidad no en la raza, la religin o la
lengua, sino en una eleccin sexual.
Fue una noche trrida de verano, el 29 de junio de 1969, cuando todo
comenz en un caf de Greenwich Village, el Montmartre neoyorquino. El
Stonewall Inn estaba atestado por su habitual clientela de jvenes gays y
travestidos cuando un pelotn de policas irrumpi en el establecimiento para
hacerlo evacuar. Esta vez los representantes de la moralidad pblica no
recibieron la acogida habitual. En lugar de huir como de costumbre, los
consumidores bombardearon a los intrusos con botellas de cerveza y con
proyectiles de toda clase. Mientras las fuerzas del orden se batan en retirada, en
el exterior otros gays intentaban incendiar sus vehculos. La noche siguiente,
una nueva incursin de la polica fue recibida de la misma manera, mientras
que las paredes de Greenwich Village se cubran de grafti que proclamaban el
nacimiento de un movimiento revolucionario gay. Otras dos noches de rebelin
sellaron defnitivamente aquella legitimidad. La noticia se extendi como un
fuego en la maleza a travs de todo el pas, por los campus de las universidades,
por los bares, por las saunas y los clubes, en los enclaves gays de las principales
ciudades, hasta en las ofcinas y las fbricas, donde tantos hombres y mujeres
haban tenido que vivir hasta entonces manteniendo en secreto su
homosexualidad.

Una de las primeras consignas lanzadas por los jefes del joven movimiento
fue la de invitar a todos los homosexuales a salir de su clandestinidad para
asumir abiertamente su identidad sexual. El llamamiento fue ampliamente
escuchado, sobre todo entre los jvenes, y al comenzar los aos 70 se asisti a
una gigantesca ola de migraciones de las ciudades y los pueblos de la
Norteamrica profunda hacia las grandes urbes perifricas como Nueva York,
Los ngeles, San Francisco, Chicago, Boston, Atlanta o Houston. De todos esos
polos de atraccin, ninguno conoci ms afuencia que San Francisco, la
luminosa ex capital de la febre del oro, levantada sobre un rosario de colinas
que dominan el Pacfco.
San Francisco se haba manifestado siempre como un lugar de acogida
particularmente abierta y tolerante para las comunidades ms o menos al
margen de la sociedad tradicional. Convertida en la ciudad ms importante de
la costa Oeste despus de las locuras de los buscadores de oro, su puerto
continu atrayendo a una poblacin de aventureros en busca de la buena suerte.
La guerra hispano-americana y despus el segundo conficto mundial haran de
San Francisco un enorme centro de trnsito para las operaciones navales y
terrestres del Pacfco. Cuando la paz volvi, muchos cientos de miles de
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
militares recobraron all su condicin de civiles. Numerosos ex combatientes
gays haban dejado all su saco. Durante el verano de 1968, cuando la guerra del
Vietnam causaba estragos y divida a los Estados Unidos, toda una generacin
de jvenes pacifstas y de hippies eligi Frisco, la ciudad ms fraternal de los
Estados Unidos, para afrmar en ella que slo el amor poda resolver el
problema del mundo. San Francisco recordara durante mucho tiempo esas
multitudes de adolescentes vestidos con pantalones vaqueros y zapatillas de
lona, venidos de todo el pas para acampar en sus parques y celebrar en ellos el
culto de la felicidad.
Aunque la ciudad haba contado siempre con una vasta comunidad
homosexual, el movimiento de liberacin de los aos 70 convertira a San
Francisco en la capital gay de los Estados Unidos, y sin duda del planeta. De la
misma manera que el seuelo del oro, un siglo antes, haba atrado a sus colinas
a millares de norteamericanos, el espejismo de la libertad y de la tolerancia
propuls hacia San Francisco a toda una generacin de jvenes salidos de su
clandestinidad. Josef Stein, el futuro arquelogo de la Escuela Americana de
Jerusaln, formaba parte de ella. Como la mayora de los nuevos inmigrantes, se
instal en el Castro, el principal barrio homosexual situado en pleno centro,
barrio que muy pronto sera llamado The Gay Israel, en razn de su
enclavamiento y de su poblacin uniforme. Porque, aunque Nueva York,
Chicago y Los ngeles tambin tenan sus barrios de predominio homosexual,
el Castro de San Francisco constitua la primera colonia exclusivamente gay
creada por el movimiento de liberacin homosexual. All, en el centro de San
Francisco, hombres y mujeres unidos solamente por sus preferencias sexuales
empezaron a construir un mundo aparte, una ciudad dentro de la ciudad,
donde podan llevar una vida normal a plena luz, ir a la ofcina, al banco, a la
piscina, al mdico, a la tintorera, a la peluquera, a cenar en un restaurante, o
asistir a reuniones polticas o a servicios religiosos sin encontrar a alguien que
no fuese gay. En el Castro haba incluso una sinagoga gay y un templo
protestante gay y sacerdotes catlicos gays que celebraban matrimonios gays.
Para glorifcar su liberacin, los gays americanos llegaron a inventar unas
Gay Holidays, unas Fiestas nacionales gays, como el famoso Gay Freedom Day,
la Fiesta de la libertad homosexual, que reuna cada verano en San Francisco a
ms de doscientos cincuenta mil autctonos y visitantes llegados de los cuatro
puntos cardinales del pas para participar en un gigantesco y brillante carnaval.
Desde la Asociacin de conductoras de taxi lesbianas de San Francisco, a la de
los cowboys gays de Nevada, desde las organizaciones de transexuales hasta las
delegaciones de indios americanos gays, desde los Frentes de liberacin
sadomasoquistas hasta la Liga de invlidos gays, toda la Amrica homosexual
celebraba aquellos das, en la luz cristalina de la fraternal ciudad, el derecho a
exhibir libremente sus gustos y sus preferencias.
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
La gran mayora de los homosexuales americanos haban echo uso de ese
derecho con moderacin. No puede decirse lo mismo de una fraccin de jvenes
homosexuales alcanzados por una verdadera explosin de la libido que se
tradujo, a lo largo e los aos 70, en un desbordamiento de retozos y de
aventuras que probablemente no haba conocido nunca sociedad humana. El
Castro de San Francisco se convirti en un autntico supermercado del sexo. Da
y noche, millares de jvenes llenaban sus bares, sus restaurantes, sus tiendas,
sus libreras, y recorran sus calles en apretadas flas en busca de aventuras.
Todo el barrio no era ms que un inmenso territorio de busconas y buscones.
Algunos bares y sex-clubs reciban a sus clientes en una especie de camerinos
comunicados por unas aberturas, a travs de las cuales podan acoplarse con
otros clientes sin tomarse siquiera el trabajo de conocerse. Ese derecho a
relacionarse slo costaba tres dlares. Pero, en San Francisco, como en otras
partes, fue otro tipo de establecimientos el que represent la ltima expresin
del sexo liberado. Los bath-houses eran los clubs especiales: los ms lujosos
disponan de piscinas, saunas, jacuzzis, salas de cine, pistas de baile, alcobas
privadas, salones de orgas y algunas veces hasta cmaras de tortura
sadomasoquistas equipadas con arneses, cadenas, esposas y otros instrumentos
destinados a una prctica violenta del amor fsico. Los Continental Baths de
Nueva York ofrecan adems un espectculo permanente de variets. En cuanto a
la legendaria Hot House de San Francisco poda acoger, en sus tres mil metros
cuadrados y cuatro pisos, a varios centenares de clientes a la vez. Encima del
inmenso bar que ocupaba toda la planta baja colgaba un columpio gigante.
Segn el propietario de aquel lupanar de lujo, aquel columpio era el smbolo
de todos los actos que el nio teme realizar, sobre todo si tiene tendencias
homosexuales.
Como representaban el derecho de reunirse y de hacerlo todo con el
cuerpo, las bath-houses se convirtieron en los bastiones de la liberacin
homosexual. Se multiplicaron. Slo el barrio del Castro contaba con una buena
decena que atraan a sus habitaciones de orga a millares de turistas llegados de
toda la nacin. Una encuesta realizada en 1975 por el Instituto Kinsey revel que
el cuarenta por ciento de los hombres interrogados haba tenido, en los back-
rooms de los bares o en el vapor turbio de las saunas, por lo menos quinientos
compaeros durante los doce meses transcurridos, y el veinticinco por ciento
ms de mil. Muchos adeptos de este cambismo rcord confesaron haberse
entendido con veinte o treinta compaeros en una sola velada. El alcohol y
diversas sustancias qumicas, como el nitrito de amilo, favorecan esa clase de
hazaas.

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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
Como nunca hay excesos sin consecuencias, los millones de orgasmos de la
gran liberacin gay no iban a tardar en refejarse en el mapa sanitario del pas.
En 1973, una estadstica del Departamento de la Salud indicaba que dos tercios
de los homosexuales haban sido vctimas, una vez como mnimo, de alguna
enfermedad venrea y que, aunque pertenecan a una pequea minora, eran
responsables del cincuenta al sesenta por ciento del total de los casos de sflis y
de blenorragias. En 1978, otra estadstica sealaba que, en tres aos, el nmero
de hepatitis y de infecciones intestinales se haba duplicado. En 1980, el
Departamento de la Salud de San Francisco precisaba que entre el sesenta y el
setenta por ciento de los homosexuales de la ciudad estaban contaminados por
el virus de la hepatitis B. Los heterosexuales no salan mucho mejor librados. En
cinco aos, de 1971 a 1976, el nmero de casos de blenorragia en el conjunto del
pas casi se haba duplicado, pasando de 624.371 a 1.011.014. Esta cifra,
naturalmente, slo concerna a los casos declarados. El aumento de los casos de
sflis era an ms elocuente: de 1960 a 1980, el nmero de enfermos haba
aumentado el trescientos por ciento. Los Estados Unidos gastaban cada ao
cincuenta millones de dlares slo para atender en los asilos psiquitricos a las
vctimas de las complicaciones neurolgicas causadas por esta enfermedad.
Extraamente, esos estragos debidos a la liberacin de las costumbres no
parecan inquietar a las autoridades sanitarias, al cuerpo mdico, ni siquiera a
las vctimas. El periodista Randy Shilts escribi: Coger una blenorragia se ha
convertido en una broma. Ir al dispensario forma parte de la rutina. Siempre se
encuentran amigos y se puede evocar con ellos todas las ocasiones que nos han
conducido hasta all. Pero para un mdico de barrio, el doctor Joseph A.
Sonnabend, que vive en la calle Doce del Greenwich Village de Nueva York,
esta llamarada de enfermedades sexualmente transmisibles no poda seguir
siendo inocente.
Con su barba mal afeitada, sus viejas zapatillas de deporte y su pantaln
vaquero gastado, Joseph Sonnabend ms pareca un vagabundo de la Bowery
que un prncipe de la medicina. Sin embargo, el curriculum vitae de este hombre
tmido de cuarenta y siete aos totalizaba ocho pginas de distinciones y de
honores, y una lista de artculos y de publicaciones cientfcas dignas de un
premio Nobel. Hijo de emigrantes polacos y nacido en frica del Sur, se haba
especializado desde muy joven en enfermedades infecciosas. Haba atendido a
sus primeros enfermos en las cubiertas de un barco indonesio que trasladaba
desde Yakarta a Yedda a dos mil peregrinos que se dirigan a La Meca. En 1963,
el gran cientfco britnico Alec Isaacs le llam a su lado en el laboratorio donde
acababa de descubrir el interfern, una poderosa sustancia antivrica segregada
por los lbulos blancos. Joseph Sonnabend ense despus la patologa de las
enfermedades infecciosas en diversas universidades norteamericanas. En 1977,
el Servicio de Sanidad de la ciudad de Nueva York le encarg la enseanza en
su departamento de enfermedades venreas. Dos aos despus, Joseph
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
Sonnabend abra una consulta mdica privada en pleno centro del barrio gay de
Nueva York, en primera lnea de combate de este tipo de infecciones.
Era una locura confrma l mismo. Numerosos mdicos se haban
instalado en aquel sector particularmente expuesto. Cuidaban en cadena casos
de blenorragia, de sflis, de infecciones parasitarias. En aquella poca, los
antibiticos eran la panacea. Con una o dos inyecciones de penicilina se curaba
la sflis. Y slo costaba veinticinco o treinta dlares. No se haca ninguna
investigacin profunda, y la idea misma de investigacin era totalmente ajena a
la mayora de los mdicos. Lo ms trgico era su negativa a hacer un papel de
educador con sus pacientes. La menor sugerencia, la menor advertencia sobre
los peligros que les haca correr su estilo de vida poda ser tomada por un juicio
de moralidad. Era la mejor manera de perder la clientela. De todos modos, lo
mismo si se trataba de mdicos que luchaban sobre el terreno que de los
responsables del Center for Disease Control (Centro de Control de las
Enfermedades Infecciosas, en Atlanta), y del Departamento Federal de la Salud,
todo el mundo consideraba que era intil, e incluso ftil, tratar de modifcar el
comportamiento de la poblacin; que la nica actitud realista era curarlos lo
antes posible. Preferan decir a la gente: "Continen hundindose, nosotros nos
ocuparemos de los daos."
El estado de salud de los primeros clientes que llamaron a la puerta de su
consulta aterroriz literalmente al doctor Joseph Sonnabend. Aunque las
enfermedades venreas convencionales constituan todava la mayor parte de
los casos, la naturaleza especial de las relaciones homosexuales haba dado
origen a una patologa nueva de afecciones, a veces muy graves y a menudo
simultneas, como por ejemplo las hepatitis vricas agudas, las erupciones
gigantes de herpes genital, las parasitosis que afectaban a casi el ochenta por
ciento de los individuos con compaeros mltiples, las infecciones debidas a
unos virus especialmente agresivos, como el citomegalovirus, que atacaba los
pulmones y el tubo digestivo. Pero eran sobre todo las repetidas recidivas de
esas agresiones, las que Joseph Sonnabend consideraba el peligro ms grave.
Algunos de sus pacientes tenan un historial de diez a quince blenorragias, otros
padecan de repetidos accesos de herpes y otros vivan con los ganglios
perpetuamente infamados. Para m, era algo que saltaba a la vista: el cuerpo
humano no poda resistir tantos ataques sin que alguna cosa fundamental
fallase.
Las Intercity infectious diseases rounds, aquellos encuentros de
especialistas en enfermedades infecciosas que se celebraban cada lunes, desde
haca veinte aos, cada vez en un hospital diferente de Nueva York, confrmaron
los temores del mdico de la barba mal afeitada de Greenwich Village.
Desde 1978-1979 se nos presentaban cada vez ms casos de infecciones
virales mltiples, de enfermedades de los ganglios, de hepatitis, de erupciones
cutneas gravsimas relata Sonnabend. Se nos expuso incluso el caso de un
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
negro cuyo cerebro haba sido afectado. Para m, todos aquellos sntomas
traducan un mismo y nico fenmeno: el hundimiento de las defensas
inmunitarias. Nadie pareca darse cuenta de ello, pero yo estaba cada da ms
convencido: asistamos a los primeros estremecimientos de un cataclismo.
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
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Boston, USA - Febrero de 1981
Un sndrome nuevo y devastador
La voz apremiante del doctor Michael Gottlieb en el auricular del telfono
no dejaba la menor duda. Trataba de convencer a su interlocutor, en aquella
maana de febrero de 1981, de que estaban ante un cataclismo.
Todos los enfermos que hemos hospitalizado presentan los mismos
signos clnicos: una febre inexplicable, una prdida de peso anormal, diarreas
incontrolables. A priori, esto no es muy inquietante, lo reconozco. Pero lo
realmente extrao es que todos sufran de neumocistosis, esa forma de
neumona tan rara y con orgenes tan especfcos. Los cinco son homosexuales
jvenes. No veo en ello ninguna correlacin, puesto que no se conocan. Pero,
como usted bien sabe, si no se la identifca y se la trata a tiempo, la
neumocistosis supone una muerte rpida. Tengo muchos motivos para pensar
que estamos en presencia de un sndrome nuevo y devastador. Quiz ya han
sido afectados otros individuos. Le pido a su semanario que me permita alertar
a mis colegas.
Al otro lado del hilo, el doctor Arnold Relman escuchaba con un silencio
corts. Estaba acostumbrado a llamadas parecidas. Este mdico de cincuenta y
siete aos diriga en Boston la publicacin cientfca ms prestigiosa de los
Estados Unidos y tal vez del mundo: el New England Journal of Medicine.

En ciento sesenta y ocho aos de publicacin, el Journal haba tratado de


todas, o casi todas, las grandes cuestiones mdicas y revelado la mayor parte de
los descubrimientos cientfcos referentes a la salud. A mediados del pasado
siglo public un informe de la primera anestesia general con ter, y luego la
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
primera encuesta sobre la manera de curar la angina de pecho. Algunos
decenios despus, present el primer informe completo sobre la leucemia en el
nio. Y en 1975 dio a conocer la primera lista de actas que demuestran que la
ablacin de seno no siempre era necesaria para detener la extensin de un
cncer. Partiendo de las informaciones procedente de los lugares de Nevada en
donde ocurrieron las primeras explosiones nucleares, estableci un balance
exhaustivo sobre los peligros de las radiaciones. La angiografa coronaria, el
tratamiento de la anemia perniciosa, el uso de sustancias anticancerosas como la
amigdalina y otros mil procesos curativos haban hallado en sus pginas una
apreciacin clnica global.
Su eclecticismo era tambin completo en los aspectos sociales y polticos de
la medicina. En el ndice de los temas desarrollados durante el ao precedente
se podan encontrar reportajes sobre la igualdad del derecho al aborto, la
responsabilidad de la publicidad para los productos farmacuticos, la
utilizacin del amianto en la construccin de las escuelas, la proteccin sanitaria
en la China comunista, el papel de las cubetas de WC en la propagacin de la
blenorragia, los derechos de los enfermos, los riesgos en las centrales nucleares
o las lesiones de mueca en la prctica del patinaje sobre ruedas.
A veces, el Journal se equivocaba, pero todo el mundo reconoca el cuidado
que pona en la eleccin de los artculos y el rigor que presida el control de sus
informaciones. Cada jueves, sus doscientos veinticinco mil ejemplares eran
ledos religiosamente por la mayora de los cuatrocientos mil mdicos
norteamericanos y por varios millares de sus colegas extranjeros. El New
England Journal of Medicine se lea tambin en los pasillos del Congreso y en los
despachos de Wall Street. Era citado en la televisin y en los grandes peridicos,
y transmitido por satlite a las publicaciones del mundo entero por el canal de
los teletipos de las agencias de prensa. El ndice de cada nmero poda infuir
en la terapia de millones de enfermos y orientar las curas practicadas en
centenares de hospitales y de clnicas. Sus pginas sobre tal o cual medicamento
tenan el poder de hacer subir en la Bolsa las acciones de los laboratorios
farmacuticos o bien provocar su hundimiento. En resumen: el Journal era una
de las biblias indiscutidas del mundo mdico norteamericano. Excepto el
premio Nobel, frmar en sus columnas era la ms alta distincin que
investigadores y clnicos podan vanagloriarse de haber recibido.
Ms de cuatro mil textos e informes de experiencias llegaban cada ao al
despacho de su director. Slo eran seleccionados unos cuatrocientos, ni siquiera
el diez por ciento. Esta estricta seleccin demostraba la voluntad de no hacerse
eco de todo lo que pudiera parecer sensacionalista o prematuro. El Journal
mostraba, entre otras cosas, la ms extremada prudencia ante el anuncio de una
nueva epidemia. Esper seis meses y el aviso ofcial del Departamento de
Sanidad para dar cuenta, al fn, de la epidemia producida por unas compresas
higinicas que afect a miles de mujeres. Y seis meses tambin para comentar la
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
famosa enfermedad de los Legionarios, responsable de numerosos
fallecimientos.

Ha efectuado usted exmenes inmunolgicos de sus cinco enfermos?


le pregunt secamente a Michael Gottlieb el doctor Arnold Relman.
Distinguido nefrlogo, salido del serrallo de las prestigiosas universidades
de la costa Este, el director del New England Journal of Medicine conoca las reglas
del juego.
Naturalmente! asegur el inmunlogo californiano.
Cules? apremi Arnold Relman, procurando asegurarse de que no
estaba tratando con uno de aquellos mdicos extravagantes o poco escrupulosos
que bombardeaban regularmente el Journal con sus seudodescubrimientos
sensacionalistas.
Michael Gottlieb enumer la lista de las pruebas biolgicas a las que haba
sometido a sus pacientes e incluso precis las tcnicas de investigacin
utilizadas. Pero Arnold Relman se atrincher detrs de su escepticismo.
Est seguro de que no se trata de una simple leucemia? insisti. Ha
tomado muestras de mdula sea?
Aunque el joven inmunlogo abog con toda la fuerza de su conviccin, el
misterioso mal que fulminaba en su hospital a cinco jvenes homosexuales no
encontr eco en el responsable de la primera revista mdica del mundo.
Tomando como pretexto los largos meses de plazo que necesitaba el Journal para
publicar cualquier texto, Arnold Relman acab aconsejando a su interlocutor
que dirigiese sus observaciones al Centro de Control de las Enfermedades
Infecciosas, en Atlanta. Su boletn semanal le brindara el medio ms efcaz de
poner su descubrimiento en conocimiento de la comunidad mdica. Lo cual no
impedira que, despus, el New England Journal of Medicine recogiese
eventualmente el asunto.
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
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Benars, India - Primavera de 1981
Revuelta en el palacio del maharaj
A sor Bandona no le cost ningn trabajo adivinar de dnde vena la
muchachita que se haba deslizado en el tropel de los desvalidos que asediaban
su dispensario. Su cabellera desgreada y reluciente de aceite de mostaza, su
maquillaje ofensivo, su desalentador olor a pachul y su expresin de animal
acosado denunciaban que se trataba de una fugitiva de la calle Munshiganj, la
calle de los burdeles. Desoyendo las protestas de los leprosos, la hizo salir de la
cola. Sor Bandona necesit un mar de ternura para domar a aquella pequea
salvaje y arrancarle algunas palabras. Poco a poco consigui enterarse de que
sus patronos la estaban buscando para llevrsela a la fuerza, para castigarla,
tal vez para lapidarla. Ananda sollozaba, con el rostro hundido entre las manos.
De pronto, la religiosa vio la marca que haba en una de ellas.
Hermanita, ensame tu mano dijo con dulzura.
La lesin era caracterstica. El examen al microscopio de una secrecin nasal
confrmara el diagnstico de lepra. La enfermedad estaba en plena evolucin.
Sin un tratamiento urgente, podran producirse unos estragos irreversibles.
Sor Bandona acarici los grasientos cabellos de la joven leprosa.
No tengas miedo, hermanita. Te quedars con nosotras para que te
cuidemos y te curemos. Aqu, nadie vendr a hacerte dao.
La pequea carroera del Ganges baj la cabeza. Eran unas palabras que
una intocable no acostumbraba or. Tras un largo silencio, la muchacha se
atrevi a levantar la cabeza. No comprenda muy bien lo que me suceda
confesara despus. Era como si mi karma se hubiese adornado de repente con
todo el oro de los mahajan.
3
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Prestamista, usurero.
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor

La curacin de la joven leprosa fue larga y difcil. A pesar de un tratamiento


enrgico con sulfonas, la enfermedad continu agravndose. Ananda senta
hormigueos, sbitos accesos de comezn, la sensacin de que los parsitos
caminaban bajo su epidermis y de que un lquido chorreaba sobre su piel.
Comprob la aparicin sobre su cuerpo de bolitas rugosas y secas por el centro.
Sus cejas comenzaron a caer. Esos trastornos duraron varios meses y despus
cesaron. La piel de la enferma adquiri entonces el aspecto del papel de seda.
Su epidermis, en los lugares donde aparecieron las primeras manchas, recobr
poco a poco su sensibilidad al contacto de un alfler y, algo despus, al simple
roce del dedo. Era el signo que esperaba sor Bandona: la lepra iba a ser vencida.
Sin embargo, otro mal bastante ms taimado minaba a la joven india. A
pesar del universo de amor y de caridad en el que se hallaba sumergida,
conservaba sus refejos de nia maldita. Procuraba no manchar a otros con su
contacto, mantena permanentemente sus ojos bajos, se estremeca como un
animal acosado a la menor llamada e iba a comer su pitanza junto a los perros
sarnosos. La ternura de sor Bandona resbalaba sobre ella como una lluvia de
monzn. La propia Ananda lo explicara ms adelante: La maldicin de mi
karma era demasiado fuerte. Impregnaba cada fbra de mi piel con un negro
todava ms negro que mi color. Los dioses me haban hecho paria. Yo deba
seguir sometida a su voluntad. Haba nacido culpable. No tena derecho a ser
amada. A esta conviccin se aada una desconfanza visceral. Haba recibido
demasiados golpes y vivido demasiadas traiciones para no temer en la bondad
de las hermanas alguna segunda intencin maligna. Acaso no haba sido ya
cruelmente engaada por la generosidad de un desconocido en el andn de
una estacin? No haba odo numerosas veces a gentes que denunciaban las
artimaas de los cristianos para convertir a los hindes a su fe?
Un da fue a reunirse en el pequeo taller con otras mujeres sin recursos
que confeccionaban los saquitos de leche en polvo y de harina de dal que las
hermanas destinaban a las madres leprosas. Fue en aquel cuarto donde vio por
primera vez una fotografa de la Madre Teresa sosteniendo en sus brazos a un
nio abandonado durante el xodo de Bangladesh. Aquel documento haba
hecho famoso en todo el mundo el rostro de la futura premio Nobel de la Paz.
Su mirada tan llena de alegra y de ternura pareca extenderse sobre todo el
sufrimiento de la humanidad dijo ms tarde Ananda. Aquel retrato no
necesitaba ningn pie, ninguna explicacin, ningn comentario. Bastaba con
mirar a aquella mujer, con dejarse penetrar por su expresin, con sentir la
tristeza, la vergenza y la necesidad de amar que ascendan desde el fondo de
su corazn.

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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
Un serio incidente acabara defnitivamente con los ltimos refejos de
desconfanza de la joven intocable. Sobrevino en la vasta sala abovedada donde
se amontonaban unos treinta leprosos gravemente afectados. Era un moridero,
ms que una enfermera. Un insoportable olor a podredumbre y a ter suba de
los cuerpos cubiertos de moscas. Sor Bandona y Ananda acababan de entrar
llevando una camilla sobre la cual yaca un cuerpo inerte al que le haban
cortado una pierna un momento antes. Como no encontraron ninguna plaza
vacante, la religiosa se detuvo delante de uno de los enfermos, que pareca
menos grave que los dems.
Al murmur la hermana, tienes que ceder tu cama a uno de tus
hermanos que est mucho peor que t.
El leproso se apoy en sus muones y examin a regaadientes el cuerpo
que estaba en la camilla. Fue entonces cuando estall el incidente. Fue tan
brusco que las dos mujeres dejaron caer las parihuelas. Surgiendo de la
oscuridad, a ras del suelo, un espectro semidesnudo, sin pies ni manos, se
arroj sobre el jergn.
Esta cama es para m! aull, empujando con su frente el cuerpo de su
ocupante. Hace das que espero que ese tipo se vaya para instalarme en su
sitio. Largaos de aqu, hijas de perra!
Abalanzndose sobre sor Bandona, le asest un cabezazo en las rodillas.
Despus, cogiendo una escudilla con sus muones, comenz a golpear en el
suelo con gran estrpito. Otro leproso, un barbudo con un agujero en lugar de
nariz, tom a su vez otra escudilla y se uni al escndalo. Aquello fue la seal.
En seguida, la rebelin se extendi por todos los jergones. Un diluvio de
bastones, de muletas, de escupitajos, de pedazos de vendajes vol hacia las dos
mujeres. Algunas botellas se estrellaron en las paredes, dejando escapar un
insoportable olor de desinfectante. Un proyectil golpe el grabado de Cristo en
la Cruz colgado en el muro, detrs del jergn de Al. Unas voces gritaban
acompasadamente: Somos hombres, no perros! Y otras: Queremos un
hospital, no un moridero!
El jaleo de los utensilios, de los gritos y de las injurias, del bombardeo de
objetos se amplifc. Sor Bandona, con una mano crispada sobre el crucifjo que
colgaba de su rosario, se mantena inmvil frente a la horda desencadenada.
Pareca una estatua. Aterrorizada, Ananda se haba puesto al abrigo detrs de
un pilar. Oy entonces una voz que se elevaba por encima del tumulto.
Increblemente tranquila, con sus ojos oblicuos ms serenos que nunca, sor
Bandona blanda ahora el crucifjo de su rosario por encima de las cabezas.
Oh, Dios de amor, ten piedad de tus hijos que sufren! salmodiaba. Oh,
Dios de amor, concdeles tu piedad!
Desconcertados, los rebeldes parecieron vacilar. La batahola se apacigu y
despus ces casi de golpe. El odio que retorca los rostros dej paso a una
curiosidad inquieta. Qu castigo iba a infigirles la superiora? Los leprosos la
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
vieron avanzar. Pasando lentamente entre las flas de jergones, pidi a cada
ocupante que repitiera con ella la oracin que iba a recitar. Ananda recordara
durante mucho tiempo el espectculo de aquellos hindes, de aquellos
musulmanes y de aquellos cristianos torturados por el sufrimiento y recitando
juntos, frase tras frase, en la paz recobrada, las palabras del Padrenuestro.
Aquella escena turb a la joven intocable. A travs de sor Bandona
descubra un Dios de amor. Pero, sobre todo, descubra que tambin ella, como
aquellos leprosos, mereca ser amada.
Algunos das despus, el instigador de la rebelin, el hirsuto lisiado sin
piernas, agonizaba. A pesar de su deseo de vivir, su corrodo organismo no
pudo resistir la septicemia fulminante que se lo llevaba. Ni la hermana Bandona
ni ningn miembro de la leprosera pudieron saber cmo aquel hombre haba
conseguido instalarse en la sala sin que nadie advirtiese su presencia. Haba
vivido semanas agazapado detrs del jergn de Al, alimentndose de insectos
y de desechos. Despus del motn, sor Bandona haba hecho aadir un jergn
para l. Cuando la gangrena se declar, le condujo ella misma en un triciclo al
hospital gubernamental situado en el otro extremo de la ciudad. Pele como
una leona para que le hospitalizasen y le atendiesen. Pero nadie, ni mdicos ni
enfermeros, quiso aceptar a aquel muerto viviente sin familia y sin recursos.
Muri algunos das despus, y su cuerpo lo poco que de l quedaba fue
llevado ro arriba, a la pira de los intocables. Durante toda su agona, sor
Bandona y sus compaeras se turnaron en su cabecera para evitarle lo que la
Madre Teresa considera el sufrimiento ms cruel: la soledad.

Era precisa la fe de aquellas jvenes indias para sufrir sin desfallecer


aquella confrontacin con la muerte. Necesitaban, sobre todo, la conviccin bien
clavada en el alma de que la muerte slo era, como afrmaba la Madre Teresa,
un acontecimiento normal, el simple retorno de una persona al Dios que la ha
creado. Ninguna certidumbre de esa clase las ayudaba a enfrentarse
diariamente con el otro misterio, el de la vida. Para sor Bandona no era nada
vergonzoso confesarse a veces vencida ante las splicas, los gritos, la
desesperacin, la locura de los enfermos; tentada de bajar los brazos ante el
calvario infigido a tantos inocentes, de faquear ante tanta injusticia y tanta
desdicha. Para superar la rebelda y el desnimo, la Madre Teresa propona a
sus hermanas una sola y nica arma: Rezad les conminaba, rezad todava
ms y siempre. Sin oracin no hay fe, sin fe no hay amor, sin amor no hay
entrega de uno mismo y sin entrega no hay verdadera ayuda a los seres
desgraciados. La Madre Teresa insista en una oracin del alma, continua y
silenciosa.
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor

Silenciosa! En el barullo de Benars, la misma idea pareca el ms


quimrico de los sueos. Para acondicionar un rincn de recogimiento, las
hermanas haban instalado su capilla en una pieza retirada que los arquitectos
del palacio haban destinado a un uso muy distinto. Ningn ruido, a no ser el
batir lejano de los dhobi golpeando la ropa tendida en la orilla del Ganges y el
chillido estridente de los murcilagos, turbaba la paz del antiguo hammam de las
concubinas del maharaj del Nepal. Una sencilla mesa ornamentada con un
cirio serva de altar, y detrs de ste, en la pared de mosaico, colgaba un Cristo
crucifcado que tena, al lado de su cabeza coronada de espinas, la inscripcin:
I THIRST (Tengo sed). Bajo sus pies traspasados por el clavo de la crucifxin,
otra inscripcin rezaba: Lo que t haces al ms humilde de los mos, me lo
ests haciendo a m.
Cada da, la pequea comunidad se reuna all para or la misa matinal y
recibir la Eucarista de las negras manos de un joven sacerdote oriundo de
Kerala, una provincia del Sur. Sor Bandona recitaba despus los salmos del da,
que sus compaeras repetan a coro. Tanto si eran himnos de alegra, de
confanza y de amor, como si se trataba de gritos de dolor, de recriminacin o de
desamparo, cada versculo evocaba una realizad que todos vivan aqu
duramente. A continuacin segua un tiempo de adoracin silenciosa. Despus
de lo cual, las hermanas se prosternaban de cara al suelo para pronunciar la
invocacin que la Madre Teresa haca decir diariamente a sus Misioneras de la
Caridad distribuidas por todo el mundo: Oh, Cristo Jess, T que has
mostrado tanta compasin para las multitudes desamparadas; T que te has
inclinado sobre los leprosos, los ciegos, los enfermos, los lisiados, los
hambrientos, los abandonados y los prisioneros; T que les has cuidado y les
has hablado con amor, que les has llevado la esperanza y les has prometido la
bondad de Tu Padre; oh, Cristo Jess, ven a socorrernos. Aydanos a difundir
Tu misericordia.
Una maana de abril, sor Bandona advirti una silueta disimulada en la
sombra del fondo de la capilla.
Ananda! exclam, sorprendida.
La ex carroera del Ganges tom la mano de la religiosa y le mostr su
mejilla curada.
He venido a darle las gracias a tu Dios dijo, sonriendo por primera vez.

La metamorfosis espiritual de la antigua leprosa, su impulso de gratitud


hacia el Dios de sus benefactoras, no tuvo continuacin. No volvi a ir a la
capilla. Sin embargo, sor Bandona no perdi la esperanza: el ejemplo de caridad
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
y de amor dado cada da en aquella leprosera acabara por hacer descubrir el
cristianismo a la joven hind. Como la religiosa haba comprobado por s
misma durante su propia conversin, era necesario dar tiempo al tiempo. La fe
no se otorga, se adquiere por contagio. Por el momento, Ananda la rechazaba.
La causa era su ancestral incapacidad de intocable para sentirse igual a los
dems. A pesar de que las hermanas multiplicaban sus seales de afecto y de
que trataban a su protegida como si fuese una de ellas, los estigmas de paria de
Ananda seguan siendo indelebles. No haba ni un da, ni un acto que no fuesen
mancillados y no diesen pretexto a alguna crisis.
Siempre sobrevenan con ocasin de los trabajos encomendados a los
intocables. Ananda, que haba sido educada en la creencia de que ninguna tarea
era lo bastante vil para sus manos impuras, que haba pasado su infancia
manchndose con el contacto de los muertos, que haba realizado trabajos tan
repulsivos como vaciar las letrinas prximas a las piras paternas, que se vio
condenada a no poder entrar en los santuarios de los dioses hindes, he aqu
que ahora rezongaba al tomar una escoba o una arpillera para ayudar a las
hermanas en la limpieza de la leprosera que la haba acogido. Esta rebelda
era natural explica sor Bandona. Como cualquier paria arrancado
sbitamente de su condicin, Ananda se fguraba que volva a ser una intocable
para nosotras cuando le pedamos que lavase a un muerto o que limpiase las
letrinas. Mientras que una brahmana convertida (eran numerosas entre nosotras
las hindes de alta casta) realizaba espontneamente tales trabajos,
considerando que formaban parte de su compromiso al servicio de Cristo.

Se necesitaron varios meses para desactivar la rebelda de Ananda, para


conseguir que se aviniese a lavar, a vestir y a adornar con fores los despojos de
un leproso. Aquel da fue como una revelacin en el corazn de la joven india.
Yo tambin soy la hermana de todos se dijo. Yo tambin tengo derecho a
amar y a ser amada por todos.
Para la incansable sor Bandona, esta primera victoria slo fue una etapa en
el gran designio que acariciaba: hacer comprender a Ananda que Cristo le
amaba an ms que a Sus otros hijos. No desesperaba en ayudarla a penetrar en
el mayor secreto: el secreto del amor de Dios. Tambin en eso, el medio ms
seguro para alcanzar su objetivo era el ejemplo. Pero el valor del ejemplo
tardara mucho tiempo en ser comprendido por la joven intocable.
Por qu pierdes tanto tiempo encerrndote en la capilla sin hacer nada?
pregunt Ananda un da a sor Bandona. Este tiempo sera ms til para los
leprosos!
La religiosa busc una respuesta capaz de llegar a la imaginacin de
Ananda.
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
Lo hago porque estoy casada con Dios. Y tengo que dar una parte de mi
tiempo a mi esposo.
Sor Bandona saba que esa nocin de nupcias divinas era familiar para
todos los indios. La bhakti, la flosofa religiosa hinduista, tambin casaba con un
amor apasionado a los adeptos de Vishn y de Krishna con sus dioses y les
someta a su voluntad como la mujer que ama se somete a su amante. En
consecuencia, la necesidad de compartir su vida con su esposo era un concepto
que poda comprender sin esfuerzo la pequea ex leprosa.
La religiosa explot hbilmente el paralelismo. A nadie se le ocurrira
acusar a un hombre de perder su tiempo con su mujer, explic. El tiempo que
dedican el uno al otro es indispensable para la armona de la pareja. Los seres
que no sepan encontrarlo se alejarn totalmente el uno del otro. Lo mismo
ocurra con ella y con sus compaeras de la leprosera. Aunque cada uno de sus
actos a lo largo de la jornada era un testimonio de amor destinado a su Dios-
esposo, tambin tenan que demostrarle su amor de una manera desinteresada y
ser capaces de darle cada da una hora o dos para l y con l, sin esperar nada
a cambio.
Como sor Bandona esperaba, esta imagen acab conmoviendo a la joven
india. Una noche, cuando la religiosa acababa de arrodillarse en la capilla de la
leprosera para su hora de adoracin, oy un roce de pies sobre el mrmol del
antiguo hammam. Se volvi y descubri a Ananda, con la cabeza cubierta con un
velo de algodn blanco. Le hizo seas para que se acercase. Sealando al Cristo
crucifcado de la pared, dijo con una voz muy clara:
Ya lo ves, Seor, estamos aqu. Nos sentimos agotadas por la fatiga, nos
morimos de sueo, estamos hasta la coronilla de los leprosos, pero venimos
aqu, para estar contigo, para decirte simplemente que te amamos.
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
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Atlanta, USA - Primavera de 1981
Un comando de superpolicas muy especiales
Sandy Ford colg el auricular y reley atentamente la lista de
medicamentos que acababa de consignar en su registro. Frunci el entrecejo.
Dios mo! pens. Otra peticin de Pentamidina! La de aquella maana
vena de Nueva York. Era la decimosexta, mientras que slo haba registrado la
mitad durante todo el ao anterior. La Pentamidina era uno de los pocos
medicamentos que podan tener efcacia sobre el tipo de neumona parasitaria
que Michael Gottlieb haba diagnosticado en los cinco jvenes homosexuales de
Los ngeles. Esta enfermedad era hasta ahora tan poco frecuente, que el nico
fabricante de Pentamidina, el laboratorio britnico May & Baker, no haba
considerado rentable realizar los gastos necesarios para la homologacin ofcial
que permitiese su venta en el mercado norteamericano. Igual que otras drogas
que pueden combatir enfermedades rarsimas en Occidente, como la
enfermedad del sueo o el clera, la Pentamidina se haba convertido en una
orphan drug, un remedio hurfano. Esta apelacin explica que slo estuviese
disponible en un lugar de los Estados Unidos: el Parasitic Disease Drug Service
(el Servicio Farmacolgico de las Enfermedades Parasitarias), donde trabajaba
Sandy Ford.
Esta ofcina era uno de los engranajes de la ms impresionante organizacin
inventada por el hombre para defenderse contra la enfermedad y la muerte, el
Center for Disease Control (el Centro de Control de las Enfermedades
Contagiosas), ms conocido comnmente por sus iniciales CDC. Su sede, un
edifcio de siete pisos de ladrillo rojo, ocupaba todo un barrio de los suburbios
de Atlanta. Ornamentada con una imponente cabeza de mrmol de Higea, la
diosa mitolgica de la salud, su vestbulo daba acceso a una autntica colmena
donde trabajaban, en centenares de despachos y de laboratorios, ms de cuatro
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
mil especialistas cuya nica misin era la de mejorar y proteger la salud del
pueblo norteamericano. Entre ellos, el CDC contaba con epidemilogos,
microbilogos, entomlogos, fsicos, qumicos, toxiclogos, mdicos, dentistas,
agentes de la salud pblica, farmacuticos, veterinarios, consejeros de
educacin, estadsticos, redactores, profesores de ciencias sociales y expertos en
medio ambiente y en higiene corporal. Su campo de accin cubra los terrenos
ms inimaginables.
Lo mismo si se trataba de la prevencin de los accidentes de trabajo que de
los riesgos del medio ambiente, de la planifcacin familiar, del peligro
presentado por ciertos juguetes, de los problemas de nutricin, del consumo del
tabaco o de la vigilancia epidemiolgica internacional, la competencia de aquel
ejrcito de tcnicos y de cientfcos abarcaba prcticamente todos los campos de
la salud. Pero donde la organizacin de Atlanta haba conquistado sobre todo su
reputacin internacional era en materia de prevencin y de control de las
enfermedades infecciosas y de las epidemias. Como laboratorio de ltimo
recurso, el Centro de Control de las Enfermedades reciba cada ao, de los
Estados Unidos y del mundo entero, unas ciento setenta mil muestras de sangre
y de rganos contaminados por enfermedades de diagnstico todava
misterioso. Era el mayor cultivo de microbios y de virus del planeta, una especie
de zoo de lo invisible donde se conservaban especmenes de agentes infecciosos
casi extinguidos, como el de la viruela, o bien de fecha reciente, como el de las
infecciones hemorrgicas de Amrica del Sur o el de las febres de Lassa, de
Marburg o de Ebola. Con sus bancos gigantes de sueros y de tejidos que
contenan ms de doscientas cincuenta mil muestras de enfermedades
catalogadas, el CDC representaba la memoria colectiva de todas las endemias
humanas. Lo mismo si concerna a la malaria de Trinidad que a las cepas del
clera africano, a las encefalitis de Texas, a la poliomielitis, al tifus o a la gripe,
cada muestra fguraba en un catlogo electrnico que las clasifcaba en ms de
doscientas cincuenta categoras bajo diferentes etiquetas que llevaban la
mencin disponible, uso restringido o posteridad.

Este FBI especializado en la caza de microbios y de virus naci en marzo


de 1942, tres meses despus del ataque japons a Pearl Harbor. Entonces se
llamaba Ofcina de Control del Paludismo en las Zonas de Guerra. Tena su base
en Atlanta, donde la malaria, endmica en el sur de los Estados Unidos, supona
una seria amenaza para los numerosos campos de entrenamiento militar
instalados en la regin. Sus responsabilidades se ampliaron poco a poco al
dengue, una enfermedad tambin propagada por un mosquito, y despus a la
febre amarilla y al tifus. En 1945 sus instalaciones se haban enriquecido con un
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
laboratorio cuya misin era descubrir las enfermedades tropicales tradas por
los GI de los teatros de operaciones de la segunda guerra mundial.
El retorno a la paz debera haber puesto trmino a las actividades de la
organizacin. Pero la existencia de un equipo especializado en grado sumo en
los problemas de la salud les pareci tan seductor a los responsables de
Washington, que la ofcina fue conservada y en 1946 recibi el nombre de
Centro de las Enfermedades Transmisibles. Se le dot en seguida de una gran
infraestructura de laboratorios equipados para el estudio de las bacterias, de los
parsitos, de los hongos, de los bacilos, de los microbios y de los virus. La peste
y otras enfermedades animales susceptibles de transmitirse al hombre entraron,
en 1947, en el campo de sus competencias.
La creacin, en 1951, de un servicio de informaciones sobre las epidemias
(el Epidemiology Intelligence Service) transform el centro en una verdadera
ofcina de investigacin encargada de luchar contra todos los agentes que
puedan amenazar la salud de las poblaciones. Su fuerza de choque era un
cuerpo de un centenar de jvenes mdicos de primera, de veterinarios y agentes
de la sanidad pblica reclutados por dos aos y sometidos a una formacin
intensiva. Los detectives del EIS estaban disponibles da y noche, dispuestos a
tomar el avin para cualquier lugar de los Estados Unidos o de la Tierra con el
fn de perseguir a los culpables de cualquier epidemia nueva.
El CDC de Atlanta, bautizado con su nombre actual en 1980, no ha cesado
de multiplicar sus intervenciones en todos los terrenos. Nuestra misin es la de
identifcar y eliminar en todo lo posible las enfermedades y los fallecimientos
intiles declara su director Bill Foege, un precursor de la erradicacin de la
viruela en el Tercer Mundo. Esto signifca que debemos vigilar el Sur a causa
de los riesgos de encefalitis equina, de dengue, de febre amarilla; vigilar las
fronteras, la llegada de los aviones y los barcos; vigilar las apariciones
repentinas de las enfermedades respiratorias e infecciosas que matan cada ao a
cientos de miles de norteamericanos.
Un hot line, un telfono rojo, responde las veinticuatro horas del da a toda
peticin de asistencia. El envenenamiento de tres neoyorquinos despus de
consumir salmn ahumado que estaba en malas condiciones, la asfxia de un
matrimonio de Virginia al da siguiente de la desratizacin de su casa, una
epidemia de febre reumtica aguda entre los marinos de la base de San Diego o
la contaminacin por bacterias resistentes a la trimetoprima de ciento cincuenta
y siete visitantes de una feria de Carolina del Norte... Todo eso ha movilizado al
CDC y a sus sabuesos, que realizan cada ao ms de mil doscientas
investigaciones. Aunque casi todas conciernen a incidentes localizados poco
importantes, un centenar largo de casos justifcan por s solos una intervencin
masiva, como el de aquella famosa epidemia de Filadelfa que, en julio de 1976,
mat a veintinueve veteranos de la American Legion.
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
En la movilizacin general para descubrir a los responsables de aquella
tragedia, los mdicos-detectives del CDC enviaron ms de tres mil quinientos
cuestionarios, interrogaron a centenares de congresistas, a los empleados del
hotel donde tuvo lugar la convencin, a los habitantes y a los visitantes
habituales del barrio. Repasaron los boletines meteorolgicos, el plan de
distribucin de las habitaciones y el programa de las diferentes manifestaciones.
Analizaron el agua, el hielo, los alimentos; examinaron en el laboratorio los
utensilios, la vajilla, los aparatos de climatizacin, los insectos y el polvo. Pero
slo pudieron encontrar un denominador comn entre las numerosas vctimas:
la enfermedad misma. Se convirti en la epidemia ms famosa de los tiempos
modernos. Despus de cuatro meses de esfuerzos concentrados, los
investigadores de la organizacin mdica ms prestigiosa del mundo ni siquiera
haban llegado a conocer la naturaleza del agente infeccioso responsable. Una
toxina? Un hongo? Una bacteria? Un bacilo? Un virus?
Despus de haber rozado un fnal poco glorioso, la investigacin logr dar
un salto espectacular. Dos investigadores que trabajaban en sus laboratorios sin
ventanas identifcaron al fn en los tejidos de sus cobayas al responsable de la
epidemia, una vulgar bacteria que haba elegido como hbitat las turbulencias
de los conductos de climatizacin del hotel donde los congresistas se haban
reunido. El descubrimiento de la Legionella pneumophilia permiti poner un
nombre a otros casos numerosos ce neumona mortal de origen inexplicable.
La historia del CDC no solamente estaba jalonada de victorias. Aquel ao
haba conocido tambin un resonante fracaso. Convencidos de que una
epidemia mortal de gripe porcina transmisible al hombre estaba a punto de
estallar, sus responsables haban hecho vacunar a ms de cincuenta millones de
norteamericanos. Pues bien: no slo la epidemia no se declar, sino que cientos
de personas se encontraron paralizadas despus de la inoculacin de la vacuna.
El asunto degener en escndalo poltico y acab con el despido del director del
CDC. El Estado, por su parte, se vio condenado a pagar ms de cien millones de
dlares a las vctimas de aquella inoportuna campaa de vacunacin.

Dejando aparte una epidemia de febre y de erupciones cutneas en


algunas mujeres que utilizaban cierta marca de compresas higinicas y la
repentina aparicin en Ohio de casos de enteritis entre los consumidores de
marihuana, ningn asunto espectacular atraa desde haca tiempo el olfato de
los detectives de Atlanta. Para el doctor Harold Jafe, miembro del
Epidemiology Intelligence Service, un femtico californiano con gafas, la nica
amenaza preocupante que pesaba en este fn de siglo sobre la salud del pueblo
norteamericano pareca ser la resistencia creciente de la blenorragia a los
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
antibiticos, amenaza que movilizaba toda la actividad de su colega de treinta
y siete aos, el doctor James W. Curran, Jim para los amigos.
Jim Curran era, en el CDC, el jefe del servicio de investigacin de las
enfermedades venreas. Con sus ojos escudriadores, su baja estatura y su
aspecto permanentemente al acecho, encarnaba el prototipo perfecto de las
superfuerzas de la organizacin. Haba dedicado gran parte de su carrera a
luchar contra los estragos de la blenorragia, una plaga que afectaba cada ao a
cerca de un milln de norteamericanos. Entre los numerosos artculos que esta
infeccin le haba inspirado, se encontraba un sorprendente estudio
comparativo sobre la resistencia inmunitaria a los gonococos. Para hacer su
trabajo lo ms llamativo posible, no haba dudado en elegir como modelos a dos
muestras extremas de la sociedad: unas prostitutas y unas monjas.

Las purgaciones, viejas conocidas, no iban a seguir siendo por mucho


tiempo el principal tema de inters para los expertos de la organizacin. Tanto
en el CDC como en las consultas de los mdicos, otros signos indicaban, en
aquella primavera de 1981, que el frente de las enfermedades sexualmente
transmisibles comenzaba a agitarse. Cada da sonaba el telfono rojo de Atlanta
para sealar alguna observacin inquietante. A principios de abril la llamada de
un dermatlogo neoyorquino produjo el efecto de una pequea bomba. El
doctor Fred Siegal declar estar tratando a varios jvenes homosexuales
afectados por grandes crisis de herpes perianal. Las ulceraciones se propagaban
a otras partes del cuerpo. Desconcertado, el mdico preguntaba al CDC la
estrategia que recomendaban sus expertos en tales casos.
Algunos das despus, dos nuevos SOS acabaran de movilizar a Jim
Curran y a su equipo. El primero vena de Los ngeles. Como no lograba
convencer a la ms importante publicacin cientfca americana, el doctor
Michael Gottlieb suplicaba al CDC que publicase urgentemente en su boletn la
descripcin de los cinco casos de jvenes homosexuales que estaban a punto de
morir de neumocistosis en su hospital de la UCLA. Cierto era que el boletn de
Atlanta no tena ni la audiencia ni el prestigio del New England Journal of
Medicine. Pero el Morbidity and Mortality Weekly Report (Informe Semanal de
Morbidez y Mortalidad) que se era el nombre del pequeo fascculo de una
veintena de pginas que reciban cada semana sus cincuenta y siete mil
abonados era un irreemplazable instrumento de informacin sobre las
cuestiones sanitarias que concernan al pas. Cada nmero presentaba un
cuadro que indicaba la cantidad y las causas de los fallecimientos producidos
durante la semana en las ciento veinticinco ciudades ms importantes de los
Estados Unidos. Otros cuadros catalogaban los casos de todas las enfermedades
infecciosas. Se saban as cosas asombrosas, tales como la suerte que corrieron
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
ocho americanos afectados, durante los diez primeros meses del ao 1980, por
la lepra, el repugnante mal por cuya causa la joven india Ananda Chowdhury
fue repudiada por su familia.
El MMWR contaba con informadores hasta en el ms pequeo pueblo del
pas y la diversidad de los temas tratados le converta en un observador
universal. En l se encontraba el informe de un dentista de Virginia que
sealaba una alarmante tasa de erosin dentaria entre los nadadores de
competicin. La investigacin de los sabuesos del CDC permiti comprobar que
el agua de la piscina local contena una concentracin de cido mil veces ms
fuerte que lo normal. Tambin se descubra en sus pginas que, despus de una
tempestad de nieve en Colorado, los hospitales de Denver tuvieron que
proceder a la amputacin de catorce dedos accidentados por los aspiradores de
nieve. O bien que unos mdicos de Puerto Rico, de Florida y de Texas se haban
sorprendido al hallar en setenta y dos refugiados haitianos de sexo masculino
repentinos crecimientos mamarios, probablemente debidos a un desequilibrio
hormonal producido por la sbita mejora de su alimentacin.
La mitad de los casos de enfermedad o de fallecimiento presentados por el
boletn proceda precisamente de intoxicaciones causadas por productos
alimentarios. Por ejemplo, la aparicin de psitacosis entre los criadores de pavos
de Ohio, o el asma de los empleados de una empresa conservera de cangrejos
de Alaska. Esto sin contar los casos de envenenamiento digestivo, de febre
tifoidea o de salmonelosis revelados por el peridico de los mdicos-detectives
de Atlanta. Este eclecticismo no impeda que el MMWR tuviese sus
preferencias. La prevencin de las epidemias constitua uno de los primeros
objetivos del CDC. Casi no haba nmero que no dedicase por lo menos un
texto a algn sndrome que afectaba a la colectividad, como una epidemia de
tifus generada por las ardillas voladoras, o la de rabia ocasionada por las ratas
de las regiones de la costa Este, o las hepatitis vricas de un pueblo mexicano de
Sierra Madre, o la famosa enfermedad de los legionarios de Filadelfa.

Debidamente verifcadas por el representante del CDC en Los ngeles, las


observaciones del doctor Michael Gottlieb proporcionaron un indiscutible scoop
al modesto boletn de Atlanta. Aparecieron el 5 de junio de 1981 bajo el ttulo de
Casos de neumocistosis - Los ngeles en la pgina 2 del volumen 30,
fascculo 21, un nmero histrico por haber sido el primero del mundo en
hablar de una enfermedad que la humanidad pronto descubrira con terror: el
llamado SIDA. Sin embargo, la pequea historia retendr el hecho de que el
redactor jefe del MMWR no consider oportuno conceder la primera pgina de
su boletn a este tema, prefriendo para ella un artculo sobre dos turistas
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
americanos que, durante unas largas vacaciones en el Caribe, haban contrado
el dengue, una febre eruptiva benigna transmitida por un mosquito.
En realidad, los cinco casos presentados por Michael Gottlieb en las
cuarenta y seis lneas de su comunicacin aportaban pocas informaciones
sensacionales; se trataba de jvenes homosexuales que no se conocan entre
ellos, que tenan todos un grvido historial de enfermedades sexualmente
transmisibles, que inhalaban sustancias txicas y que padecan neumocistosis, la
famosa neumona parasitaria que slo afecta a los organismos privados de
defensas inmunitarias. No obstante, Michael Gottlieb precisaba de entrada que
este mal era muy grave, puesto que dos de sus enfermos ya haban muerto.

El segundo SOS que lleg durante aquella primavera de 1981 y


desencaden la movilizacin de Jim Curran y de sus tropas proceda de la
capital del este de los Estados Unidos: Nueva York. Un jefe de servicio de la
Facultad de Medicina de la New York University, el doctor Alvin E. Friedman-
Kien, denunciaba una sbita epidemia de otro mal rarsimo. Este mal no tena
ninguna semejanza con el encontrado en Los ngeles. Salvo una: atacaba
tambin a jvenes homosexuales cuyo sistema de defensas inmunitarias haba
sido destruido por una razn inexplicada.
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
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Latroun, Israel - Primavera de 1981
Dos cuerpos enredados caen al abismo
Aleluya, aleluya! escribi el hermano Philippe Malouf a sus padres que
estaban en el Lbano. Dios me ha colmado: me ha instalado en el centro
mismo de Su creacin. Con estas sencillas palabras, el antiguo guerrillero de
las Falanges Cristianas expresaba su felicidad al poder satisfacer su vocacin
monstica en aquella abada de los Siete Dolores de Latroun, situada en la
encrucijada de los caminos ms antiguos de la humanidad. Desde que pasaba
sus das fuera de la clausura para cultivar los viedos del priorato y vender sus
productos a los visitantes, no transcurra semana sin que la reja de su arado
arrancase a la tierra algn slex prehistrico, algn resto de tablilla cananea,
testimonio de que Dios haba elegido aquel lugar como cuna de Su creacin.
Con ayuda del hermano Antoine, un joven iraqu de barbita rubia originario de
Ur, la ciudad natal de Abraham, Philippe Malouf haba trasladado a un local
ms amplio el pequeo museo que haba encontrado al llegar. Cada noche,
despus del ofcio de vsperas, se instalaba all con sus reliquias para montarlas
sobre zcalos de yeso. Las etiquetaba y las agrupaba por pocas en unos
estantes donde se haban sucedido antes generaciones de botellas de chablis y de
muscadet.
Las frecuentes visitas de los dos arquelogos americanos que realizaban a
sus excavaciones en el yacimiento prximo a la antigua ciudad de Gezer
ayudaban a Philippe Malouf a orientarse en el malstrom de civilizaciones cuyo
recuerdo perpetuaban aquellos objetos. Intercambiaban piezas, comparaban sus
hallazgos. Josef Stein y Sam Blum haban adquirido la costumbre de asistir el
domingo a la gran misa cantada de los monjes que se celebraba bajo las bvedas
ojivales de la iglesia de piedras blancas. El hermano hostelero, un gigante
burilado en hueso y que pareca salido de un cuadro de Zurbarn, les invitaba
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
despus a almorzar en el comedor reservado a los huspedes de paso y cuyas
paredes, de un verde plido, no tenan ms decoracin que un crucifjo de
madera de olivo. Las especialidades del men puerros a la vinagreta y conejo
a la mostaza eran, sin duda, nicas en todo el Oriente. Una taza de caf turco,
preparado y servido segn las reglas del arte, y una copa de brandy o de crema
de menta destilados en los alambiques de la abada daban fn a aquellos
inslitos gapes monacales. Los das de festa, Philippe Malouf reciba permiso
del padre abad para acompaar a sus dos amigos hasta Gezer para efectuar
durante algunas horas una fabulosa inmersin en los estratos de la Historia.
La colina, totalmente blanca, emerga de la llanura como una fortaleza.
Centinela sobre la famosa Va Maris, la inmemorial ruta que uni Oriente y
Occidente durante milenios, y construida en un altozano, la ciudad se hallaba
en el centro de una de las ms antiguas patrias del hombre. El yacimiento de
Gezer ha despertado siempre la curiosidad de los arquelogos. Para tratar de
sacar a la luz un trigsimo nivel de hbitat, Josef Stein, Sam Blum y su equipo
de la Escuela Americana de Jerusaln realizaban una campaa de excavaciones
en aquel lugar excepcional. Ayudados en sus trabajos hercleos por un centenar
de obreros rabes y judos, haban excavado un pozo de treinta metros de
profundidad. Para evacuar las toneladas de tierra y de cascotes haban
dispuesto un sistema de tornos de mano y construido uno de los ms audaces
encajes de andamios realizados en un campamento de excavaciones.

Cristo ha resucitado! Nunca una festividad de Pascua haba trado tantas


promesas. Despus de celebrar en la iglesia abacial el misterio de la resurreccin
del Salvador al que haba consagrado su vida, el hermano Philippe Malouf se
dispona a celebrar en un lugar privilegiado de la Historia la resurreccin de las
obras mortales de sus criaturas. Para su visita pascual a la cantera de Gezer, sus
amigos arquelogos le haban reservado dos grandes sorpresas. En primer
lugar, la aforacin recin acabada de una explanada cananea que contena diez
estelas de piedra y una vasta piscina monoltica, testigos colosales de que esta
ciudad fue en la Antigedad un prestigioso centro religioso. La segunda
sorpresa era un descubrimiento notable. Al alcanzar el trigsimo nivel de
ocupacin, Josef Stein y Sam Blum acababan de descubrir la entrada de un
tnel. Excavado en la roca hasta una longitud de sesenta y seis metros, aquel
tnel conduca a una gigantesca caverna en forma de catedral subterrnea y
llena de un copioso tesoro que explicaba la razn de que los hombres de la
Prehistoria hubiesen fundado una ciudad en aquel lugar. Y la razn de que
millones de hombres ms hubieran continuado habitndola durante milenios.
Aquel tesoro era el agua.
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
La visita comenz con una foto de recuerdo. Extraa trinidad la de aquellos
hombres de orgenes tan diversos que posaban juntos. Josef Stein, con su barba
de poeta bblico, y Sam Blum, con sus gafas de montura metlica propias de un
anarquista militante, fanqueaban a Philippe Malouf, cuya tonsura en forma de
aureola y su hbito blanco le daban el aspecto de una imagen piadosa. Era como
si el Antiguo Testamento y la Revolucin rodeasen al Mesas. Con Sam Blum en
cabeza, los tres hombres se dirigieron a la escala y comenzaron a descender. La
entrada del tnel se encontraba unos treinta metros ms abajo. De cuando en
cuando un fragmento de roca se desprenda de la pared para estrellarse con
estrpito metlico contra los tubos del andamiaje. Era como un cntico venido
del alba de los tiempos, dice el monje. Y fue entonces cuando sobrevino la
tragedia.
Todo ocurri tan rpidamente, que Josef Stein nunca pudo encontrar el
orden real de las imgenes que hirieron su retina. Cre ver una sandalia de
Philippe que se trababa en los pliegues de su hbito dijo luego. Su pie haba
resbalado. Al perder el equilibrio bascul en el acto hacia el vaco. Intent
aferrarse a la escalera, pero no pudo asirse a los barrotes. Lanz un grito.
Comprendiendo el drama que se desarrollaba encima de l, Sam alarg la mano
para intentar detenerlo en la cada. Pero, ya cayendo, Philippe choc con l y le
hizo perder tambin el equilibrio. O dos gritos y vi que mis amigos
desaparecan juntos en el abismo.
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
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Nueva York, USA - Primavera de 1981
Las extraas manchas moradas de un mdico viens
Los pequeos ojos negros del mdico neoyorquino se desorbitaron
sbitamente. El doctor Alvin E. Friedman-Kien, de treinta y seis aos, nunca
haba visto una proliferacin de lesiones como aquella. Todo el rostro del
enfermo la frente, las mejillas, la nariz, el labio superior, la barbilla estaba
constelado de extraas placas irregulares de color violceo. Era como una
mscara de bufn de pera. No obstante, Alvin Friedman-Kien estaba curtido.
Los desrdenes propios de su especialidad eran siempre visuales. Y era este
aspecto de la dermatologa lo que le haba atrado hacia una rama de la prctica
mdica menos prestigiosa que otras. Las formas y los colores le haban
fascinado siempre. Desde los ocho aos empez a pintar, a esculpir, a modelar
objetos. Aos despus, la visita a un laboratorio de biologa marina orient
hacia la va cientfca su afcin por las imgenes. Maravillado ante la prodigiosa
abundancia de la vida acutica, el muchacho se apasion por el estudio de los
peces. Comenz coleccionando toda clase de ellos, desde los ms comunes hasta
los ms raros. Contempl incansablemente en el microscopio la riqueza y la
diversidad de sus escamas, examin cada milmetro cuadrado de su piel y
disec hasta la menor de sus aletas. Su vocacin por la biologa animal naci del
espectculo mgico de los acuarios. Sin embargo, a la hora de iniciar una
carrera, eligi la medicina, abandonando la fauna acutica para dar prioridad a
la especie humana. En los bancos de la Facultad de Medicina de Yale encontr al
maestro que iba a determinar su especializacin: el bioqumico y dermatlogo
Erren Learner, que acababa de penetrar en el misterio de la formacin de los
pigmentos de la piel.
Veinte aos despus, convertido l mismo en dermatlogo y en investigador
renombrado, el antiguo coleccionista de peces ocupaba, en la orilla del East
72
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
River, la ctedra de dermatologa y microbiologa de la muy prestigiosa facultad
de medicina de la Universidad de Nueva York. Compaginando perfectamente
su actividad clnica con la investigacin de virlogo en el laboratorio. Friedman-
Kien fue uno de los primeros que utiliz el interfern, la poderosa sustancia
antivrica segregada por los glbulos blancos, en el tratamiento de
enfermedades consideradas hasta entonces incurables. Sus experiencias sobre el
aciclovir haban demostrado la efcacia del nico medicamento que permita
combatir una de las plagas nacida de la liberacin sexual, la febre roja que los
norteamericanos estigmatizan con una H mayscula: el Herpes. En la primavera
de 1981, sus trabajos sobre una vacuna para combatir la cruel enfermedad
estaban tan adelantados que, sin discusin, le convertan en un premio Nobel en
potencia. Pero aquella maana de abril la vida profesional de Alvin Friedman-
Kien iba a tomar repentinamente otra direccin.

El enfermo que acababa de sentarse en su consulta era un joven actor de


Broadway. Dejando aparte sus lesiones cutneas, pareca gozar de una salud
perfecta.
Es horrible, doctor; ni siquiera con mi maquillaje consigo disimular estas
manchas se lament, tocndose ligeramente su rostro.
Una simple ojeada le bast al especialista para diagnosticar el mal. Las
formas y el color de aquellas marcas de la piel eran absolutamente especfcas
de una enfermedad bien conocida. Pero toda su experiencia de mdico le
induca a descartar este veredicto. Saba que aquella enfermedad no atacaba
nunca a personas jvenes y que su zona de accin se limitaba casi
exclusivamente al centro de frica y al contorno del Mediterrneo. El
dermatlogo viens que la haba descrito por primera vez en 1872 y le dio su
nombre, no habra podido suponer la resonancia que su descubrimiento
suscitara un siglo despus. Los cinco casos de ulceracin cutnea de evolucin
mortal presentados aquel ao por el profesor Moritz Kaposi en la Academia
Real de Medicina de Austria se convertiran en los modelos de un tipo
particular de cncer de la piel que constituira un da una de las afecciones
caractersticas del sida.
Exceptuando frica, el cncer de Kaposi fue durante largo tiempo tan raro,
que un especialista como Alvin Friedman-Kien confesaba que no haba
observado ms de una decena en toda su carrera. Siempre afectaba a hombres
de edad, de origen judo o latino, que se exhiban en los hospitales y en las
clases de las facultades como especmenes excepcionales. La evolucin de su
enfermedad era habitualmente tan lenta, que casi siempre moran de otra cosa.
Y he aqu que, en aquella maana de abril, el rostro tumefacto de un joven actor
de teatro acababa de modifcar todos esos datos. Aquella misma tarde una
73
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
biopsia confrm el diagnstico, hundiendo al clnico en un abismo de
perplejidad.
Lo que ocurri en el transcurso de las semanas siguientes permanecera en
la memoria de Alvin Friedman-Kien como un encadenamiento de imgenes
propias de una pelcula de catstrofe. Recibi la llamada de un colega
internista. Tengo un enfermo con signos cutneos muy extraos. Nunca haba
visto nada semejante. Puede usted recibirle? El dermatlogo recordar
siempre la impresin que le produjo aquella visita. En menos de quince das
me vea enfrentado con dos casos de una enfermedad rarsima. En pleno Nueva
York. Y en dos americanos en la for de la vida.
Esta segunda vctima de un cncer de Kaposi era un joven decorador muy
conocido de la Quinta Avenida. Los primeros sntomas de la enfermedad se
remontaban a varios meses atrs. Haba sido hospitalizado a consecuencia de
una brusca prdida de peso, acompaada de una febre violenta, de sudores
nocturnos y de una infamacin ganglionar generalizada. Su bazo se haba
duplicado de tamao y hubo que proceder a su ablacin. Pero ningn examen
haba podido precisar el origen de los desrdenes comprobados. Algunos das
despus, cuando el paciente se dispona a salir del hospital, descubri en sus
piernas unas extraas manchas azuladas. El interno de guardia se encogi de
hombros. Se habr dado algn golpe. Slo se trata de vulgares contusiones. El
joven decorador volvi a su casa. Dos semanas despus, unas manchas
semejantes aparecieron en su torso, en su cuello, en sus brazos, en su rostro y
hasta en su boca. Muy asustado, se precipit a casa del mdico que le trataba. Y
ste, inerme ante tal afeccin, llam al dermatlogo Alvin Friedman-Kien.

Con el mismo ardor que el del doctor Michael Gottlieb en Los ngeles ante
su misteriosa epidemia de neumocistosis, el antiguo coleccionista de peces rojos
comenz a repasar minuciosamente los casi quinientos casos de tumores de
Kaposi descritos desde 1872 en la literatura mdica mundial. Despus someti a
sus dos pacientes a un interrogatorio implacable. Uno y otro eran homosexuales
muy activos. No se conocan ni compartan los mismos compaeros, pero
ambos tenan el mismo historial mdico: sflis, blenorragia, parasitosis, herpes,
hepatitis B. Adems, los dos consuman poppers, drogas a base de nitrito de
amilo, as llamadas porque sus frascos hacen pop cuando se los destapa, y
que tienen, entre otras propiedades, la de dilatar los vasos, especialmente los de
la verga y los de la mucosa anal.
Durante das busc Alvin Friedman-Kien un indicio que pudiese explicar el
origen del trgico mal. Escribi a todos los mdicos gays de Nueva York
conocidos por la importancia de su clientela homosexual. Les pregunt si
haban descubierto la presencia de marcas moradas en la epidermis de alguno
74
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
de sus pacientes. Las respuestas fueron negativas. Alvin Friedman-Kien estaba a
punto de abandonar cuando la llamada de un cancerlogo le hizo saber que su
servicio haba tenido que atender en el curso de los aos precedentes varios
casos de cnceres diversos que presentaban, por lo dems, signos cutneos
semejantes a los de sus dos pacientes. Todos eran homosexuales menores de
cuarenta aos. Y todos haban fallecido. Ningn dermatlogo haba sido
invitado a examinarlos. Era aberrante! se indigna Alvin Friedman-Kien.
Por culpa de una increble falta de comunicacin entre los dos departamentos
de un gran hospital, una epidemia pas inadvertida!
Dominando su clera, el mdico neoyorquino se precipit al telfono. Si el
cncer de Kaposi haba producido ya tantos estragos entre los homosexuales de
su ciudad, tambin podra haberlos causado en otras partes. Llam a colegas de
Chicago, de Los ngeles y de San Francisco. Tal como esperaba, enfermos con
manchas moradas en la piel haban acudido a la consulta en varios hospitales.
En San Francisco, un joven cancerlogo del General Hospital acababa
incluso de descubrir en la piel y en la boca de un homosexual prostituido de
veintids aos, que operaba en las saunas de la Sodoma americana, una
erupcin de pstulas anlogas. Sus estudios universitarios no haban preparado
al doctor Paul Volberding, de veintiocho aos, a enfrentarse con semejante
patologa. Nacido en una granja de Minnesota, aquel atleta de un metro ochenta
y anchos hombros de rugbyman eligi la oncologa porque haba pasado la
infancia contemplando, en un extremo de la explotacin familiar, los edifcios
de cristal de uno de los templos del tratamiento de los cnceres: la
mundialmente famosa Clnica Mayo. Pero hasta hoy no haba aparecido en su
servicio ningn enfermo que padeciese aquel tipo de lesiones. Desconcertado,
Paul Volberding pidi socorro a uno de los dermatlogos ms famosos de San
Francisco.

El doctor Marcus C. Conant, de cuarenta y cinco aos, gay el mismo, era un


especialista en enfermedades sexualmente transmisibles. En los aos 60, cuando
millares de muchachos y de chicas del movimiento hippy colonizaban las alturas
del Ashbury Park para hacer el amor, viajar al paraso del LSD, abuchear la
guerra del Vietnam y proclamar su derecho a la felicidad, Marcus Conant haba
asistido benvolamente a algunas vctimas de aquellos desbordamientos. Hoy,
su gabinete de consulta en el hospital de la Universidad de California slo
estaba separado por la cresta de una colina de las calientes calles del Castro, el
enclave homosexual donde l mismo resida. Los excesos que se producan en
aquel barrio llenaban diariamente su sala de espera. Sin embargo, tampoco l
haba visto nunca un caso parecido al que le presentaba Paul Volberding.
75
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
Su diagnstico le dej estupefacto. l saba, como todos los dermatlogos,
que el cncer de Kaposi era rarsimo y que slo se produca en hombres que
haban pasado de los sesenta aos. Marcus Conant y Paul Volberding
consultaron a sus colegas de la costa Oeste. Michael Gottlieb, el inmunlogo que
acababa de revelar en el boletn del CDC de Atlanta que una extraa epidemia
de neumonas mortales afectaba a los jvenes homosexuales de Los ngeles, les
confrm que varios casos de cncer de Kaposi relacionados con el mismo tipo
de enfermos acababan de ser identifcados en su hospital. En Stanford, no lejos
de San Francisco, esta clase de cncer acababa incluso de matar a un joven
redactor del Advocate, un peridico muy conocido en la costa Oeste. En Nueva
York, a Alvin Friedman-Kien no le cost ningn trabajo catalogar en pocos das
una treintena de casos idnticos. Todos correspondan igualmente a jvenes
homosexuales muy activos.
La naturaleza visible de sus lesiones haca que su mal, esencialmente difcil
de aceptar, fuese considerado por la mayora como una especie de lepra. Los
que disponan de medios iban a ocultarse en la habitacin de una clnica
privada. Otros se quedaban encerrados en sus casas. Algunos intentaron
suicidarse. En muchos casos, los tumores no se limitaban a la epidermis.
Atacaban tambin los tejidos de rganos internos: faringe, esfago, intestinos,
pulmones. Los mdicos estaban desarmados. Ningn tratamiento produca un
efecto efcaz y duradero. Ni siquiera la radioterapia o la quimioterapia.
Slo en pocos meses, uno de los enfermos de Alvin Friedman-Kien se
convirti en un desecho, en un muerto viviente en su cama del hospital situado
a la orilla del East River. Una semana antes de su fallecimiento, cuando el
dermatlogo se desesperaba por su impotencia para aliviar su desgracia, el
mdico tuvo una de las ms grandes emociones de su existencia. Al entrar en la
habitacin de su paciente se encontr cara a cara con un hombre atltico y
alegre, y no con el moribundo que atenda desde haca meses. Crey ser vctima
de una alucinacin. En realidad, se trataba del hermano gemelo de su enfermo,
cuya existencia ignoraba. Haca diez aos que los dos hermanos se haban
peleado y no se haban vuelto a ver desde entonces. A Alvin Friedman-Kien le
cost trabajo ocultar su sorpresa. Dios mo se lament, si yo hubiese
sabido que tena un gemelo habra podido intentar un trasplante de mdula. Tal
vez habra podido salvar a ese pobre hombre resucitando sus defensas
inmunitarias.
A partir de entonces, el dermatlogo nunca dej de comprobar si cada
nuevo paciente tena un hermano gemelo.

Alvin Friedman-Kien se lamentar ms tarde de la relativa lentitud con la


que el Centro de Control de Enfermedades de Atlanta reaccion ante su
76
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
llamada. Transcurrieron seis semanas antes de que Jim Curran llegase a Nueva
York con un equipo de mdicos-detectives para controlar sus primeras
comprobaciones. Curiosamente, ni Jim Curran ni ninguno de sus colegas
mencionaron al mdico neoyorquino la epidemia descubierta por Michael
Gottlieb en el otro extremo de los Estados Unidos. Los responsables del CDC
necesitaron todava varias semanas para establecer una relacin entre ambos
asuntos. El 4 de julio de 1981, un mes despus de la revelacin de la epidemia
de neumonas que afectaba a los homosexuales de Los ngeles, un segundo
artculo del boletn de Atlanta haca estallar una nueva bomba en el panorama
mdico internacional. Titulado Sarcoma de Kaposi y neumocistosis entre los
homosexuales varones de Nueva York y California, el texto pasaba revista a los
veintisis primeros casos enumerados por Alvin Friedman-Kien. Llevaba su
frma y la de los facultativos que haban colaborado en sus esfuerzos. La
direccin del CDC acompaaba el informe con un grito de alarma destinado al
conjunto del cuerpo mdico, conminndolo a que se pusiese en estado de
alerta ante la amenaza de los cnceres de Kaposi, de las neumocistosis y otras
enfermedades susceptibles de atacar a los homosexuales varones en estado de
inmunodepresin.
Pero tanto en Atlanta como en Nueva York, Los ngeles o San Francisco, all
donde se haban identifcado las primeras vctimas de lo que pareca ser una
nueva plaga, nadie estaba en condiciones, aquel comienzo del verano de 1981,
de aportar una respuesta a la nica y verdadera pregunta: por qu se
encontraban en estado de inmunodepresin aquellos homosexuales varones?
77
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
14
Pars, Francia - Verano de 1981
El ltimo viaje del auxiliar de vuelo de Air France
El famoso boletn de la superpolica de los microbios de Atlanta, el MMWR
(Informe Semanal de Morbidez y de Mortalidad), tena en Francia un fel
abonado. Con su pelambrera de carnero merino, su inseparable casco de
motorista en la mano y su eterno cigarrillo Gauloise en los labios, el doctor
Willy Rozenbaum, de treinta y seis aos, recordaba ms a un cantante de rock
que a un prncipe del establishment mdico, ms bien convencional, de la patria
de Louis Pasteur. Aunque parecan sentarle mejor una guitarra elctrica o el
manillar de un artefacto de gran cilindrada que un estetoscopio, aquel diablo de
hombrecito, sin cesar al acecho de alguna novedad, era un caso verdaderamente
notable.
Comenz su carrera a los veintitrs aos en el servicio de reanimacin de
un hospital cuya vocacin era devolver la vida a los agonizantes. Centro
antiveneno de la regin parisiense, el hospital Fernand-Widal reciba a las
vctimas de intoxicaciones accidentales y suicidios por envenenamiento. Creada
en los aos 50 para mantener con vida a los aquejados de difcultades
respiratorias debidas a la poliomielitis, la reanimacin ofreca el ms
emocionante de los horizontes a un joven mdico que arda en deseos de
prolongar la vida e, inconscientemente, de procurar una especie de
inmortalidad. Era fabuloso dice Willy Rozenbaum. Imagnese: devolver la
vida a un ser aparentemente muerto, poder resucitarlo, saldar cuentas con la
muerte. El aprendiz de mdico tuvo suerte. Desde haca unos aos, los
progresos ms espectaculares en las tcnicas de reanimacin se daban en los
casos de envenenamiento. El noventa y cinco por ciento se salvaban.
Su primer milagro tena el anglico rostro de una madona de Botticelli.
Todo el servicio estaba enamorado de Vronique, hasta tal punto que la
78
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
convirtieron en su mascota. A los diecisis aos, la muchacha quiso morir. Para
no fallar, se trag una lata entera de raticida. Como el producto ya no exista en
el mercado, fue imposible determinar el antdoto exacto. Un desastre. El
pequeo cuerpo inerte trasladado por la ambulancia no tena ms de una
posibilidad entre un milln de volver a la vida: coma profundo, colapso
respiratorio, circulatorio, renal, parlisis total. Seis meses de cuidados intensivos
en una madeja de tubos, de sondas y de cables unidos a toda clase de mquinas
consiguieron fnalmente devolver a este mundo a Vronique. A pesar de
algunas graves secuelas prdida del odo y la destruccin de un rin, la
muchacha pudo salir del hospital.
Willy Rozenbaum volvi a verla. Intent comprender las razones que la
haban impulsado al deseo de morir. Pero al ver sus posteriores ansias de vivir,
abandon sus investigaciones. Vronique respiraba vida. Estaba curada. Sin
embargo, un da, despus de una sesin de cine, la muchacha le pidi
bruscamente que le ayudase a realizar un nuevo intento de suicidio. El mdico
la oblig a explicarse. Y ella acab confesndole que, aunque haba tantas cosas
bellas en este mundo, tambin haba otras muchas que le quitaban las ganas de
vivir. Aquel deseo de muerte le descubri al aprendiz de mdico una verdad
fundamental. Vronique ha contribuido a hacerme admitir la idea de que la
muerte forma parte de nuestro destino explica. Que la lucha a veces
fantasmal del mdico en busca de una inmortalidad imposible es una lucha
estril. Como dice Freud, siempre es la muerte la que tiene la ltima palabra.
El doctor Willy Rozenbaum no se resignar nunca a perder una vida, pero
recuerda el mensaje de la pequea mascota del Fernand-Widal. Mejorando su
calidad de vida, se le da tanto al ser humano como obstinndonos en
prolongarla. No ignora cules son los lmites del poder de un reanimador. Los
prodigios de la reanimacin toxicolgica permiten salvar cuerpos dice. Las
gentes se salvan, pero, dicho en trminos de calidad de vida, no siempre salen
en el mejor estado. El sufrimiento psicolgico persiste en la mayor parte de los
casos.

Para superar este problema, Willy Rozenbaum se desvi por otro camino
que al principio le pareci tan fantstico como la reanimacin. Las
enfermedades infecciosas le ofrecan uno de los campos ms gratifcantes de la
medicina, uno de los pocos donde las estadsticas alcanzaban casi un ciento por
ciento de curaciones desde el advenimiento de los antibiticos. La diabetes, la
hipertensin o la insufciencia renal se tratan, pero no se curan dice.
Mientras que despus de una infeccin, incluso la ms grave, se puede
reemprender una vida normal.
79
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
Al antiguo reanimador se le present pronto una magnfca ocasin para
aportar una contribucin original. El estudio estadstico de las enfermedades
infecciosas, es decir, el anlisis de un problema no en trminos individuales,
sino en trminos colectivos en una palabra, la epidemiologa no formaba
parte todava de las preocupaciones de la medicina francesa. Enorme laguna
que iba a ser parcialmente colmada una maana de febrero de 1979, cuando
Willy Rozenbaum lleg montado en su Kawasaki de 1.000 cm
3
ante la puerta de
un pabelln del hospital parisiense Claude-Bernard. Sus nicas herramientas:
algunos ttulos en estadstica y en informtica obtenidos apresuradamente, a
sus treinta y tres aos, y la ambicin de dotar a una de las primeras medicinas
del mundo del arma vital de salud pblica que le faltaba.
Con su aspecto poco atractivo y sus lgubres pabellones, que parecan los
barracones de un stalag de prisioneros de guerra, el hospital que acogi a Willy
Rozenbaum no sugera precisamente un templo de la ciencia mdica moderna.
Sin embargo, el hijo del viador cuyo nombre llevaba, haba descubierto en el
siglo anterior una de las funciones esenciales del cuerpo humano: la capacidad
del hgado para almacenar la energa necesaria a los msculos. A la notoriedad
de su nombre, el hospital Claude-Bernard aada otro ttulo de fama. Por el
hecho de su especializacin en el tratamiento de las enfermedades infecciosas y
tropicales, era uno de los centros de patologa microbiana y parasitaria ms
importantes de Europa. Generaciones de militares, de funcionarios, de
misioneros y de colonos supervivientes de las aventuras imperiales francesas
haban llegado all para curar los estragos producidos en sus organismos por su
residencia en ultramar. La moda de los viajes y del turismo hacia los pases
lejanos haba tomado el relevo, trayendo a aquel lugar una ola de patologas
nuevas y diversas. En resumen: el hospital Claude-Bernard representaba un
excepcional laboratorio de estudio para quien soaba con encerrar en sus
ordenadores la memoria individual y colectiva de las infecciones que all se
trataban.
vido de aprovecharse de la experiencia y de los mtodos seguidos en el
extranjero, Willy Rozenbaum, naturalmente, haba echo una peregrinacin a La
Meca de la epidemiologa mundial: el CDC de Atlanta. Fue all donde se
suscribi al MMWR (Informe Semanal de Morbidez y Mortalidad). Era uno de
los escasos lectores franceses del pequeo y asombroso peridico y lo lea como
si fuese un breviario. No hay nada ms emocionante que recibir cada semana
el boletn de salud colectiva de un inmenso pas como los Estados Unidos, y
descubrir en l todas sus pequeas y grandes miserias afrma Rozenbaum.
Nada mejor para producir el prurito de la investigacin y para mantenerse
despierto. En cada una de nuestras reuniones de bibliografa, yo me apresuraba
a revelar a mis colegas parisienses las observaciones ms originales de aquel
boletn. Por desgracia, casi siempre fracasaba! En aquellos comienzos de la
dcada de los 80, los franceses todava despreciaban la epidemiologa.
80
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
Hasta que la plaga del siglo sacudi su apata.

Como todos los martes, el doctor Willy Rozenbaum no se neg el placer de


rasgar el sobre pardo que llevaba el membrete del Departamento
norteamericano de la Salud. A juzgar por su artculo principal, el nmero del
MMWR del 5 de junio de 1981 prometa pocas sorpresas. El hecho de que dos
turistas americanos de vacaciones en el Caribe hubiesen contrado el dengue,
febre eruptiva poco peligrosa transmitida por un mosquito, no constitua,
ciertamente, un acontecimiento de resonancia mundial. Willy Rozenbaum iba a
abandonar ya la lectura cuando su mirada fue atrada por el artculo siguiente,
en el que se informaba de cinco jvenes homosexuales afectados por una
neumocistosis misteriosa. He aqu algo que pareca una noticia digna de inters.
Como mdico avisado, Willy Rozenbaum conoca la existencia de esa neumona
parasitaria. Saba que haba afectado, durante la segunda guerra mundial, a los
nios del gueto de Varsovia que sufran desnutricin. Saba tambin que a veces
atacaba a los recin nacidos prematuros. Y saba, fnalmente, que sus parsitos
podan hacer eclosin en los enfermos inmunodeprimidos, aquellos cuyas
defensas contra las infecciones estaban alteradas o disminuidas. No se haba
comprobado a en los aos 60, que los tratamientos inmunodepresores utilizados
en la lucha contra los cnceres y en los injertos de rganos haban favorecido la
aparicin de esta enfermedad? Pero qu poda haber en comn entre los nios
de Varsovia, los prematuros, los cancerosos, los injertados y los cinco
homosexuales de Los ngeles?
Willy Rozenbaum estaba dando vueltas en su cabeza a esa pregunta cuando
la enfermera hizo entrar en la consulta al primer paciente del da. Era un
hombre de unos treinta aos que ejerca la profesin de auxiliar de vuelo en Air
France. Le acompaaba un amigo. Sufra de una intensa febre y de una diarrea
crnica. Tosa.
Doctor, acabo de pasar tres semanas de vacaciones a orillas del Nilo
anunci. He debido de atrapar all alguna porquera.
Willy Rozenbaum le interrog. Su diarrea haba empezado en Egipto, sin
razones aparentes, y se resisti al primer tratamiento. Durante la consulta, el
joven mencion que Air France le haba destinado a la lnea de Amrica del
Norte y que haca frecuentes viajes a Nueva York y a Los ngeles.
Willy Rozenbaum vea desflar por all centenares de trastornos intestinales
consecuencia de estancias en pases tropicales: disenteras, amibiasis, tifoideas...
Era una de las especialidades del hospital Claude-Bernard. Pero ver semejantes
desrdenes asociados a una tos seca, tenaz, rebelde, era algo singular y nuevo.
Auscult a su paciente con la mxima atencin y volvi a sentarse detrs de su
mesa. Estaba perplejo y refexionaba en silencio, cuando sus ojos cayeron sobre
81
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
el ejemplar del MMWR abierto delante de l por la segunda pgina. En mi
mente, aquello fue como un disparador dice. La presencia de un
compaero al lado de mi paciente y la evocacin de sus frecuentes escalas en
Los ngeles me hicieron relacionar su mal con el de los jvenes homosexuales
norteamericanos que aparecan en el informe que acababa de leer. Quise saber a
qu atenerme.
Willy Rozenbaum pidi ayuda a uno de sus colegas, el neumlogo Charles
Mayaud, e hizo hospitalizar al infortunado auxiliar de vuelo para someterlo a
un lavado alveolar de los pulmones, tcnica sofsticada que permite recoger los
microbios alojados en el aparato pulmonar. Despus de varios exmenes
repetidos, se pronunci formalmente el veredicto. El paciente sufra la misma
enfermedad que los cinco jvenes homosexuales hospitalizados a doce mil
kilmetros de all: una neumocistosis sin razn aparente.
Desde aquel momento sinti un desafo idntico al de su colega americano
Michael Gottlieb: hallar la causa de aquel mal. Tanto en Pars como en Los
ngeles, el postulado sobre el tema era el mismo: esta clase de neumona slo
poda desarrollarse en un terreno privado de defensas inmunitarias por razones
muy especfcas. Y como los doctores Rozenbaum y Mayaud no podan explicar
tal defciencia, orientaron sus investigaciones en la direccin de un posible
cncer del sistema linfoide, es decir, el de los glbulos blancos, los guardianes
del organismo cuyo desfallecimiento pareca la causa.
Cuando iniciaban las pruebas y los exmenes les vino a la memoria el
recuerdo de antiguos enfermos que presentaban los mismos sntomas. Todos
haban muerto por causas desconocidas. Haba las mximas probabilidades de
que la enfermedad de los cinco homosexuales no fuera ni norteamericana ni
nueva, sino antigua y mundial.
82
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
15
Atlanta, USA - Verano de 1981
Las muy singulares autopsias de la linda Martha
Jim Curran se agitaba como un diablo. Al feroz cazador de microbios del
CDC con ojos de gardua le cost mucho trabajo burocracia obliga sacudir
la apata de su gigantesca organizacin y el escepticismo de un buen nmero de
sus colegas para los cuales aquella historia de maricas era un perro hinchado
que iba a reventar como un globo. Para l, la pregunta era a la vez simple y de
una extraordinaria complejidad. Qu hacer para detener en el acto aquella
epidemia? Exista un germen culpable, como en los casos de intoxicaciones
alimentarias? Qu tenan en comn los homosexuales que pudiera
proporcionarle un indicio? Naturalmente, lo primero que se le haba ocurrido
era pensar, como en la epidemia de hepatitis B, en la existencia de un virus
sexualmente transferible. Esta hiptesis no tena nada de tranquilizadora,
porque no hay nada ms difcil que neutralizar un virus. Haba que buscarlo
en los famosos poppers que muchos de aquellos enfermos parecan haber
consumido? Podan ser el denominador comn de las diferentes infecciones?
El hecho de que los homosexuales se reuniesen sobre todo en lugares especiales,
como las saunas, las discotecas, los reservados de ciertos bares, implicaba una
responsabilidad del entorno?
Sorprendentemente, la tan vigilante y efcaz organizacin de Atlanta
pareca mal equipada para hallar una respuesta a tantas preguntas inconexas.
La epidemia pareca escapar a las habituales formas de investigacin. No era la
resultante de un problema exclusivamente venreo, ni vrico, ni toxicolgico, ni
de medio ambiente, sino, probablemente, de la mezcla de los cuatro a la vez. De
ah la voluntad de Jim Curran de recurrir a los especialistas de varias disciplinas
y de reagruparlos en el seno de una fuerza comn.
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
Aquella maana de julio sealaba el primer resultado de sus esfuerzos. El
estado mayor del CDC se reuni al completo en la sala de conferencias del
director general para decidir la creacin de un Task Force, una fuerza especial
de intervencin contra la taimada epidemia. Se reunieron all los
epidemilogos, los cancerlogos, los inmunlogos, los virlogos, los
parasitlogos, los tcnicos en medio ambiente, los expertos en enfermedades
venreas y crnicas, expertos en informtica e incluso socilogos.
Despus de que Jim Curran fue nombrado jefe, la nueva Task Force tom en
seguida su primera decisin. Para poder actuar efcazmente, haba que conocer
todos los parmetros de la enfermedad que iban a combatir. ste era el precepto
de la epidemiologa. Los creadores de esta joven ciencia haban puesto a punto
una tcnica de estudio llamada Case control study (Estudio comparativo del
caso). Esta tcnica permita confrontar y comparar un gran nmero de enfermos
con un gran nmero de individuos sanos para descubrir las diferencias entre los
unos y los otros. Fue as como el CDC estableci, entre otras cosas, la relacin de
causa y efecto entre el uso del tabaco y el cncer de pulmn. El instrumento
utilizado era un cuestionario de varias decenas de pginas. De la amplitud de
las rbricas abordadas y de la pertinencia de cada pregunta dependa el xito
de la encuesta.
Ahora bien, aquella maana de julio, ni Jim Curran ni ninguno de sus
colegas se sentan capaces de elaborar tal cuestionario. No tenamos sufcientes
elementos sobre los enfermos reconoce el doctor Harold Jafe, el plcido
californiano del Epidemiology Intelligence Service. No sabamos por dnde
empezar. Ninguno de nosotros haba visto de cerca todava aquella mueva
enfermedad. En primer lugar, tenamos que ir sobre el terreno al encuentro de
las vctimas, hablar con ellas y saber de qu manera vivan.
Una decena de miembros de la Task Force volaron desde Atlanta hacia los
primeros puntos calientes donde haca estragos la enfermedad: Los ngeles,
San Francisco, Nueva York y Miami. De este modo, guiado por un agente local
de la Sanidad pblica, Harold Jafe pudo entrevistarse con varios enfermos en
San Francisco y en Stanford. Lo primero que le impresion fue el estado re
aquellos hombres. Se hallaban realmente en el umbral de la muerte. Y, sin
embargo, la mayora de ellos se haba preocupado siempre por su salud, por su
rgimen alimentario y por su peso. Siempre haban procurado hacer deporte.
Todos eran muy jvenes. La mayora de ellos eran hijos de familias acomodadas
y disfrutaban de una situacin envidiable. Cmo haban podido destruir todo
aquello y parecer cancerosos en fase terminal?
Lo que tambin sorprendi al enviado de Atlanta fue descubrir hasta qu
punto aquellos hombres haban sido sexualmente activos. Haban tenido
centenares, millares de compaeros. Sus recursos les permitan viajar y haban
saciado su libido en todos los lugares de los Estados Unidos. Sus
conversaciones confrmaron tambin que hacan un uso masivo de diversas
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
sustancias txicas, especialmente poppers. Segn mis interlocutores, esos
poppers parecan tener todas las virtudes comenta Harold Jafe. No
solamente dilataban los vasos de la verga y de la mucosa anal, sino que adems,
al disminuir la presin arterial, procuraban una euforia que prolongaba el
orgasmo. En su memoria de investigador, el recuerdo que ms se le haba
grabado fue su aventura en un bar de San Francisco en donde segn algunos de
los enfermos se encontraban los mejores poppers de la ciudad, los que nunca
daban dolor de cabeza. El lugar era una de las madrigueras sadomasoquistas de
la Sodoma californiana. No era muy atrayente, con su decoracin de cadenas y
de instrumentos de tortura, su fauna de hombres barbudos enfundados en
monos de cuero, con botas y con cinturones claveteados. Harold Jafe vacil
antes de entrar. Senta las miradas hostiles clavadas en su traje de joven
funcionario. Pero acab abrindose paso hasta el mostrador.
Dme dos o tres frascos de su mejor basura le pidi con embarazo al
barman.
ste abri el frigorfco que se destacaba detrs de l. Tom de all varias
ampollas que llevaban las siglas de Burroughs Wellcome Co., el prestigioso
laboratorio farmacutico que fabricaba el producto destinado a los enfermos
que sufran de angina de pecho. Sac tambin tres frascos del tamao de
muestras de perfume, con la etiqueta de Disco Roma, el ms buscado de los
poppers. Harold Jafe se lo meti todo en el bolsillo, pag treinta dlares y sali
de aquel lugar a toda prisa. Slo tena un temor relata riendo. Que
aquellos malditos poppers estallasen en mi maleta durante mi viaje de regreso y
difundiesen por el avin su repugnante olor a pltanos podridos. En cuanto
lleg a Atlanta, Harold Jafe se apresur a entregrselos, para su anlisis, a los
expertos toxiclogos del CDC.

La cosecha de informaciones que Jim Curran haba ido a recoger en Nueva


York prometa tambin ser muy aprovechable para la redaccin del cuestionario
esperado por su Task Force. El infatigable mdico-detective visit
sistemticamente a todas las personas afectadas por el tumor de Kaposi
sealadas por el dermatlogo Alvin Friedman-Kien. Yo no haba visto todava
esa clase de cncer de piel relata. Las manchas moradas eran
impresionantes, aunque numerosos enfermos parecan disfrutar de buena
salud. El actor de Broadway, sobre todo, pareca robusto y atltico. Quiso el azar
que l y yo hubisemos crecido en el mismo suburbio de Detroit. Habamos
asistido a las mismas escuelas, a la misma iglesia. Me cont el drama que haba
producido all su homosexualidad. Yo no acababa de creer que aquellas feas
manchas de su rostro fuesen la consecuencia directa de su decisin de vivir su
diferencia. Se esforz en rer mientras me las mostraba por todo su cuerpo. Su
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
enfermedad no tena an el espantoso rostro que iba a ofrecer algunas semanas
o algunos meses despus, pero yo saba ya que no era para rerse.
Cuando regres a Atlanta, Jim Curran hizo buscar en los archivos de Sandy
Ford, la joven responsable del Parasitic Disease Drug Service, todas las
solicitudes que se haban recibido sobre la Pentamidina, el medicamento contra
la neumocistosis cuyo nico distribuidor en Amrica era el CDC. La
investigacin permiti hallar el rastro de varios homosexuales fallecidos entre
1979 y 1981. Y, sobre todo, permiti comprobar que todos ellos haban vivido en
Nueva York, Los ngeles, San Francisco y Miami, lo cual haca suponer que la
epidemia era originaria de estas cuatro ciudades. El jefe de la Task Force hizo en
seguida que los corresponsales locales del CDC estudiasen los archivos de la
Salud Pblica de las dieciocho ciudades ms grandes de los Estados Unidos con
el fn de catalogar todos los casos de neumocistosis y de sarcomas de Kaposi
identifcados en los tres aos anteriores. Finalmente, hizo interrogar por
telfono a los responsables de treinta hospitales de todo el pas, as como a gran
nmero de facultativos privados con objeto de que ni un solo caso de
neumocistosis o de Kaposi escapara al conocimiento de su organizacin.

Eran exactamente las cinco de una maana de septiembre cuando el timbre


del telfono reson en la alcoba de una muchacha que viva en un arrabal de
Atlanta. La doctora Martha Rogers se despert sobresaltada y descolg. Aquella
linda georgiana, morena, de veintisis aos, era uno de los ltimos mdicos-
sabuesos reclutados por el Epidemiology Intelligence Service del CDC. La
llamada proceda de Fort Lauderdale, en Florida. En el otro extremo del hilo,
una voz de hombre anunci:
Tome el primer avin. l acaba de morir.
Martha Rogers y sus colegas de la Task Force esperaban esa llamada desde
haca varios das. El CDC haba sido avisado por el hospital de Fort Lauderdale
de que un paciente de treinta y cinco aos, a punto de fallecer de un cncer de
Kaposi generalizado, haba legado su cadver a la ciencia. La ocasin era nica.
Martha Rogers haba sido designada para participar en la autopsia y para
extraer unas muestras de los diferentes rganos afectados por los tumores. El
anlisis de los tejidos recogidos quiz proporcionase algunas informaciones
capitales sobre las causas de la epidemia. Los expertos de Atlanta, a la vista del
historial clnico del enfermo, haban realizado una primera lista que la joven
deba completar sobre la marcha en el caso de que algunas lesiones
desconocidas apareciesen durante la diseccin.
La escapada de Martha Rogers slo dur una jornada. Pero qu jornada!
Por la noche, durante el vuelo de regreso a Atlanta, sus ojos no se apartaron del
maletn de skai azul que estaba posado en el asiento de al lado. Los pasajeros del
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
vuelo 450 de las Delta Airlines se habran asombrado al saber que en el interior
de aquel maletn anodino se encontraba una caja isotrmica que contena dos
ojos, varios trozos de cerebro, de intestino y de hgado, un fragmento de
esfago, varios jirones de epidermis, la punta de una lengua y un tubo lleno de
sangre; en resumen: toda una panoplia de muestras que tal vez ocultaban la
clave de uno de los mayores enigmas de la patologa moderna. El aterrizaje
tardo impidi a Martha Rogers llevar su valioso paquete a los laboratorios del
CDC. Fue en el congelador de su nevera, entre dos tarros de helado de fresa
destinados a sus hijos, donde aquellas pruebas, testimonios vitales para la
investigacin, pasaron su primera noche, lejos del cuerpo de su infortunado
propietario.
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
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Jerusaln, Israel - Otoo de 1981
Qu he hecho yo, Seor, para merecer este castigo?
Una mosca en el techo. Todo el universo de Philippe Malouf se limitaba a
esta nica visin de un insecto que se paseaba por unos plafones perforados por
pequeos agujeros. Un techo para volverle loco, con todos sus agujeritos.
Cuntos das llevaba all? Cuntas noches? El joven monje haba perdido la
nocin del tiempo. Veintids das de coma y cuatro semanas de un sueo
entrecortado por semivigilias hasta que se dio cuenta de su estado. No tena
ninguna sensacin, desde la nuca hasta la punta de los pies. Su cuerpo ya no le
perteneca. No poda dar rdenes a sus miembros, ni toser, ni tragar, ni
estornudar, ni comer, ni hablar, a no ser con algunas onomatopeyas dirigidas en
un soplo a un visitante o a un mdico. Durante varios das, slo pudo conceder
una atencin confusa a lo que le haba sucedido. Despus, una noche, reconoci
la gran cabeza barbuda de Josef Stein inclinada sobre l. El arquelogo
norteamericano se esforzaba en sonrer e incluso en bromear: Y yo que crea
que tu Dios daba alas a sus ngeles! El joven monje hizo entonces el
descubrimiento ms cruel: ni siquiera poda rer.
En lo tocante a las alas, Philippe Malouf no pudo hacer nada para frenar su
cada en el pozo de la excavacin. Sam Blum, el otro americano, haba tenido
ms suerte. Una plancha que sobresala en el segundo nivel haba detenido
providencialmente su cada en el abismo. Se limit a romperse dos costillas y
una clavcula. El hijo del rabino de Nueva York haba dado las gracias al mismo
tiempo al Dios de Israel, a sus profetas y a todas las divinidades que las almas
de la Antigedad haban adorado a travs de los tiempos en aquel privilegiado
lugar de culto.
Josef Stein no poda olvidar el grito que lanz Philippe al caer, y luego el
ruido sordo de su cuerpo al dislocarse en el fondo de la excavacin. Las
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
llamadas de socorro, el loco descenso al pozo, la instalacin de un torno de
mano, la llegada de una ambulancia con la estrella de David y de sus camilleros
en shorts y con el torso desnudo, la sujecin de una camilla a la polea del torno,
el lento ascenso del herido inconsciente a lo largo de las paredes milenarias, su
traslado al hospital de la Hadassah de Jerusaln, su desaparicin en la sala de
urgencias; todos aquellos ruidos y todas aquellas imgenes se entrechocaban en
la memoria del americano como en un caleidoscopio surrealista. Finalmente, la
visin del cirujano saliendo del quirfano, con su mscara de color verde plido
colgando bajo la barbilla y la frente perlada de sudor, visiblemente poco
inclinado a las confdencias y anunciando solamente, en un tono neutro, como
para desdramatizar lo insostenible:
Fractura de las cervicales cuarta y quinta, con aplastamiento del canal
medular. Parlisis de los cuatro miembros.
Defnitiva?
La barba de Josef Stein y su emocin haban como amortiguado la
pregunta. El cirujano aspir una bocanada de su cigarrillo y expuls lentamente
el humo.
En el estado actual de nuestros conocimientos, me temo que s.

La angustia inund en seguida el cuerpo inerte. Una angustia incontrolable


forjada con los mil fenmenos que se manifestaban en la conciencia, con el
nico fondo sonoro del latido de su sangre en las sienes: una sbita sofocacin
respiratoria, una cada de tensin, una sensacin de fro o de calor, la
imposibilidad de transpirar y un sentimiento de degradacin y de impotencia
ante la prdida del control de sus necesidades naturales. Y ms dolorosa an, la
humillacin de ser exhibido desnudo, expuesto ante un desfle de desconocidos.
Impresionado por el desamparo del joven monje, el padre abad del
monasterio de Latroun busc palabras que esperaba le proporcionasen un poco
de consuelo. Apuntando con su gruesa mano callosa hacia los tejados en terraza
de los suburbios de Jerusaln que se divisaban desde su habitacin, le record
que all arriba, slo a unos centenares de metros ms all de la colina, fue
donde Aquel que vino a la tierra a redimir a los hombres vivi el martirio de la
Pasin. Pero, en su propia pasin, una preocupacin ajena a su compromiso
con el Cristo del Glgota, aunque muy humana, extraviaba aquellos das el
cerebro del trapense. A pesar de que daba la vuelta a la pregunta en todos los
sentidos, no consegua encontrar las palabras para formularla. Finalmente, una
noche, le conf a Josef Stein su tormento. Los dos amigos escuchaban la voz
lejana de un almudano rabe que llamaba a la oracin desde lo alto de un
alminar.
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
Dime, Josef pregunt sin ms prembulos el joven monje, crees que
nunca ms tendr erecciones?
A la angustia sucedi un perodo de rebelda que a los mdicos les pareci
una manifestacin positiva de la resistencia y de la combatividad del paraltico.
Lo mismo que Jacob haba maldecido a su Creador durante una noche entera,
las imprecaciones del monje se dirigieron primero al Dios de misericordia del
cual se haba convertido en servidor: Qu he hecho yo, Seor, para merecer
este castigo? Por qu yo? Y como no hall en su fe una respuesta satisfactoria,
el antiguo guerrillero de las Falanges libanesas mostr su desesperacin a los
que le rodeaban y atendan. Injurias, gritos, reproches y amenazas, la pequea
habitacin que se abra sobre Jerusaln se convirti, durante semanas, en una
caldera de violencias verbales que nadie se atreva a afrontar.
Una complicacin puso entonces en peligro la vida del herido. Obligadas a
la inmovilidad, algunas partes de su cuerpo que estaban en contacto
permanente con la cama comenzaron a necrosarse. Privadas de sangre, y por
consiguiente de oxgeno, a causa de su compresin prolongada, estas zonas no
irrigadas hicieron nacer escaras, horribles y hondas llagas, focos potenciales de
infecciones irreversibles. Con cuidados urgentes y fricciones cada cuatro horas,
internos y enfermeras lucharon sin descanso para detener la mortifcacin o
ablandamiento de los tejidos y prevenir nuevas lesiones. Tanto empeo y tanta
dedicacin no dejaron insensible al monje rebelado. Meditando sobre todo lo
que haba sido su vida desde haca veinticuatro aos, Philippe buscaba
desesperadamente fuerzas para aceptar su estado. Sus hermanos del monasterio
venan, turnndose, a ayudarle en el esfuerzo, reconfortndolo con la Eucarista
y con el apoyo de su oracin. Pero sera una visita inesperada lo que iba a
producir el choque decisivo que necesitaba para convertir su rebelda en un
principio de aceptacin.

Aquella tarde, el enfermo no oy el deslizamiento furtivo de unas ruedas de


goma sobre el linleo de su habitacin. De repente descubri, junto a su
almohada, el rostro de una muchacha con la frente ceida por una cinta
escarlata que aprisionaba una abundante cabellera negra y rizada. El brillo de
su mirada y su sonrisa expresaban una alegra y una fuerza tan vivas que el
monje se sinti turbado. Era la VIDA lo que acababa de entrar en mi habitacin
dijo luego. Una palanca que mova con la boca le permita conducir la silla
rodante elctrica. Sus manos, inertes sobre los brazos de la silla, demostraban
que tambin padeca una tetraplegia total. Sobre sus rodillas estaba posada una
botella. "Shalom! (me dijo la muchacha alegremente). Me llamo Ruth, como la
mujer de la Biblia. Te traigo una botella de vino para que bebamos por tu
curacin. No viene de Latroun, sino del monte Carmelo. Vers qu bueno es!"
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
Despus, sus labios cogieron de nuevo la palanca, su silla dio media vuelta y la
muchacha sali de mi habitacin.
Un minuto ms tarde, la joven israel estaba de vuelta, acompaada de una
enfermera que llevaba una bandeja con la botella y dos vasos llenos de vino del
Carmelo.
L'chaim, Philippe! Por la vida!
La enfermera sumergi una pipeta en el primer vaso y la acerc a los labios
del monje, que sorbi un largo trago. Una bocanada de calor le invadi en el
acto, ahuyentando de golpe el sabor de herrumbre que le raspaba la lengua
desde el accidente. Sus ojos se llenaron de lgrimas. Trat de hablar, pero,
vencido por la emocin, no consigui articular ni una sola palabra. Sorbi un
nuevo trago de vino bajo la mirada enternecida de Ruth, que sonrea.
Gracias, hermanita dijo l, cerrando los ojos. Tu visita es el ms
hermoso de los regalos.
Philippe Malouf se enter aquella misma tarde de la tragedia que haba roto
la vida de Ruth. Miembro de un kibutz situado en el extremo norte de Galilea,
patrullaba una noche a lo largo de la frontera libanesa cuando dos balas
disparadas a bocajarro por un fedayin le partieron la columna vertebral.

Aquella semana, un segundo acontecimiento contribuy a reintegrar al


joven trapense al mundo de los vivos. Considerando soldadas sus fracturas
cervicales, los mdicos decidieron sentarle por primera vez en su cama.
Despus de haberle fortalecido el corazn con un poderoso tnico cardaco, un
enfermero se dedic a incorporarle suavemente el busto. Sus ojos, que durante
tantas semanas haban tenido como nico horizonte el techo perforado con
agujeros, se afanaron de pronto en busca de nuevos puntos de referencia. La
habitacin basculaba en todos los sentidos, como si me encontrase a bordo de
un avin que ejecutase una serie de loopings, confes luego Philippe Malouf.
Presa de una violenta nusea, comenz a vomitar. Hubo que devolverle en
seguida a su posicin yacente. Algunas nuevas tentativas se llevaron a cabo al
da siguiente y en los das sucesivos, hasta que pudo salvar progresivamente
esta primera etapa de resurreccin.
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
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Atlanta, USA - Otoo de 1981
Quinientas preguntas para una encuesta loca sobre los misterios de
la libido
Era el cuestionario ms detallado, ms imaginativo y ms audaz que los
cerebros de la joven ciencia de la epidemiologa haban concebido nunca. El
doctor Jim Curran y los miembros de su Task Force del CDC se haban
superado literalmente para realizar una pequea obra maestra que les
permitira, as lo esperaban, descubrir la respuesta al jeroglfco que les
confunda. Toda la experiencia adquirida durante sus numerosas encuestas
realizadas sobre las enfermedades venreas, las hepatitis A y B y otras
enfermedades infecciosas, constituy la base de partida para la elaboracin de
aquel cuestionario gigante. Un estudio realizado cuatro aos antes por dos
investigadores gays sobre los comportamientos sexuales y los usos y costumbres
de unos quinientos homosexuales norteamericanos haba proporcionado
inestimables datos elementales sobre aquel mundo de alto riesgo, hoy
amenazado por los peores peligros. El inventario de todos los casos de
neumocistosis y de Kaposi diagnosticados en los Estados Unidos en aquel
comienzo de otoo de 1981 unos cuarenta en total y su descripcin todo lo
precisa que era posible, completaron el dossier preparatorio.
Jim Curran tambin haba recabado los conocimientos del profesor William
Darrow, especialista de la casa en los estudios sociolgicos realizados con los
grupos sexualmente arriesgados. Los trabajos que aquel cientfco de cuarenta y
cinco aos haba emprendido sobre la dimensin social de los fenmenos de la
libido, le convertan en una autoridad en la materia. Haba dedicado veinte aos
de su vida a analizar las costumbres de los recidivistas de la sflis, de la
blenorragia y de otras enfermedades venreas. Para m afrm el profesor,
no cabe la menor duda. Esta siniestra epidemia es, evidentemente, transmitida
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
por va sexual. Para convencerse de ello o, si la cosa fallaba, desenmascarar
otros factores, Jim Curran y su equipo consideraron indispensable someter a
cada enfermo, as como el mayor nmero posible de homosexuales sanos, a un
interrogatorio exhaustivo. Estaba compuesto de unas quinientas preguntas. Su
lista llenaba las veintitrs pginas del documento que llevaba un nombre
codifcado: CDC Protocolo 577.
La primera parte del cuestionario tena como objetivo el situar al interesado
sobre un plano econmico y social. Era blanco, negro, hispano, indio
americano, nativo de Alaska, indgena de una isla del Pacfco o de cualquier
otro origen? Ganaba, antes de los impuestos, menos de diez mil o ms de
treinta mil dlares al ao? Era soltero o estaba casado? Se haba casado una o
varias veces? Cuntos aos haba ido a la escuela, al instituto, a la universidad?
Qu empleos haba tenido en los diez ltimos aos? Durante sus ocupaciones
profesionales o durante sus ocios, haba estado expuesto a productos qumicos
industriales, agrcolas, radiactivos o defoliantes? Dnde haba residido durante
los diez ltimos aos? Por qu pases haba viajado? Haba tenido animales
domsticos? Cules? En qu perodo? Haban padecido estos animales
enfermedades inhabituales? Haban muerto de ellas? Tena el entrevistado la
costumbre de consumir bebidas alcohlicas? Ocasionalmente o habitualmente?
Cerveza, vino, ccteles? Qu cantidad por da, desde haca cuntos aos?
Fumaba? Cuntos cigarrillos por da, desde haca cuntos aos? Tena
antecedentes cancerosos en su familia? En sus abuelos, padres, hermanos,
hermanas? Qu tipo de cncer? Cundo? En el mismo orden de
preocupaciones, haba cohabitado durante los tres aos precedentes con una
persona, hombre o mujer, compaero sexual o no, que hubiese padecido un
cncer, o que hubiese sido hospitalizado por una infeccin, o por haber sufrido
una prdida de peso inexplicable, asociado o no con febre?
El interrogatorio se complicaba con la reconstruccin minuciosa de los
accidentes mdicos del entrevistado, anteriores al comienzo propiamente dicho
de su enfermedad actual. Haba tenido el paciente una sflis, una blenorragia,
una uretritis no venrea, un herpes o unas verrugas genitales? Cuntas veces?
A qu fecha se remontaba la ltima infeccin? Cul era el emplazamiento de
esas lesiones? En la verga, en la salida o en el interior del recto? El cuestionario
insista tambin sobre todas las patologas antiguas de origen intestinal
salmonelas, amibiasis, hepatitis, etc., sobre las erupciones cutneas, las
infamaciones ganglionares, las neumonas que exigieran una hospitalizacin y
los tumores infecciosos. La naturaleza de los medicamentos absorbidos durante
los diez ltimos aos era objeto de preguntas detalladas. Se trataba de
penicilina, administrada en inyecciones o en cpsulas; de ampicilina en pldoras;
de tetraciclina en comprimidos; de productos especfcos de la amibiasis, como
el Flagyl, los oxiquinoleanas y el Humatn; de cortisona, de Ascabiol contra los
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
piojos y la sarna; o de cualquier otra medicacin de la que el entrevistado deba
acordarse y proporcionar las fechas y la frecuencia del empleo?
Informado de que su enfermedad actual poda estar relacionada con el
consumo de estupefacientes, el paciente era invitado seguidamente a revelar si
haba hecho uso de tales sustancias y, si era as, en qu fecha y de qu manera:
inyecciones, cigarrillos, inhalaciones o sellos consumidos por va oral? Segua
la enumeracin de los principales vehculos hacia los parasos artifciales:
marihuana, cocana, herona, anfetaminas, barbitricos, LSD, Quaalude
(metaqualona), polvo de ngel, etc. Los poppers, tan apreciados por los gays
por sus virtudes sexualmente estimulantes, eran objeto, naturalmente, de una
investigacin particular, sobre todo en lo que se refera a la frecuencia y al lugar
de su empleo: saunas, discotecas, bares, libreras, cines especializados, lavabos,
jardines pblicos, etc., as como el origen de su fabricacin. Se trataba de
ampollas o de frascos? De los frascos de Bolt, de Bullet, de Disco Roma, de
Hardware, de Head, de Highball, de Hit, de Kriptonite, de Locker Room, de Pig
Poppers, de Quicksilver o de Rush? A no ser que el interesado tuviera debilidad
por otra marca que no fguraba todava en los ordenadores de Atlanta; y en tal
caso, cmo se llamaba este popper?
Pero nobleza obliga; los mdicos-detectives del CDC pusieron su mayor
atencin en las rbricas relativas al comportamiento sexual. La parte de la
encuesta que trataba de este tema informaba de entrada a los individuos
interrogados de que pareca muy probable que su enfermedad se debiese a la
naturaleza especfca de sus relaciones sexuales. El cuestionario entenda por
relaciones sexuales la introduccin de su verga en la boca, en el ano o en la
vagina de su pareja; o bien la introduccin de una verga en su boca o en su
ano. Una vez sentados estos principios, todo el catlogo de prcticas
homosexuales por una parte, y heterosexuales por otra, era revisado hasta los
detalles ms ntimos. Algunas preguntas eran tan crudas, que los investigadores
dudaban al hacerlas. La doctora Martha Rogers, aquella muchacha que haba
trado de Florida las primeras muestras de rganos y tejidos tomadas de un
enfermo muerto de cncer de Kaposi, confes su repugnancia a preguntar a sus
interlocutores si preferan introducir su verga o su lengua en el recto de sus
parejas, y en qu porcentaje efectuaban la una o la otra de esas prcticas.
Los responsables del CDC no haban dejado nada al azar. Para prevenir
eventuales fallos de sus investigadores, les haban sometido a un entrenamiento
de desensibilizacin previa. ste consista en ensayar el interrogatorio con un
especialista en enfermedades sexualmente transmisibles, uno de aquellos perros
viejos acostumbrados a describir todas las fantasas de la libido homosexual.
As fue como Martha Rogers tuvo la sorpresa de verse enfrentada con el
mismsimo director de la Task Force, Jim Curran, que interpretaba el papel de
un gay superactivo. Estaba tan turbada por tener que formular preguntas
ntimas a mi jefe, que necesit varios minutos antes de poder articular una
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
palabra. l, para liberarme, inventaba las respuestas ms escabrosas que tendra
que or.
La aventura de la primera gran encuesta organizada para rastrear las causas
de la plaga desconocida que azotaba a los homosexuales norteamericanos
comenz el 1 de octubre de 1981. Unos cincuenta enfermos algunos ya in
articulo mortis y alrededor de doscientos homosexuales sanos, pero con un
comportamiento de gran riesgo, participaron en la operacin Protococolo 577.
Todos ellos voluntarios, haban sido puestos en contacto con el CDC por
facultativos privados y por los servicios de enfermedades venreas de diversos
hospitales. La investigacin estaba circunscrita a cuatro ciudades Los ngeles,
San Francisco, Nueva York y Miami, all donde el mal haba aparecido
primero. Se aadi Atlanta a causa del descubrimiento inesperado, en un
pueblo de Georgia, de un sarcoma de Kaposi, esta vez en un muchacho que slo
tena trece aos. Un caso incomprensible declar despus Jim Curran. Tan
extrao, que tal vez podra proporcionarnos la clave de todo el enigma. Con el
cncer de aquel adolescente, nos sentamos como unos policas en busca de un
asesino que habra matado a diez prostitutas sirvindose siempre de una media
de seda y que, sbitamente, hubiese decidido matar a la undcima con un
cuchillo de cocina. Aquella pista inesperada nos orientaba hacia un nuevo
aspecto de la enfermedad que intentbamos identifcar.

Durante lustros, las seiscientas cincuenta y cinco habitaciones del viejo


hotel del Upper East Side haban sido la irreductible muralla de la virtud de las
jvenes americanas de buena familia que pasaban una temporada en Nueva
York. El Barbizon Hotel for Women no admita clientes masculinos. La
presencia en el edifcio de cualquier representante del sexo fuerte quedaba
limitada exclusivamente al saln de la planta baja. Pero, al igual que en otros
lugares, la revolucin sexual y la evolucin de las costumbres acabaron
quebrantando aquel bastin de la respetabilidad neoyorquina. Desde el da de
San Valentn de aquel ao de 1981, reciba una clientela de ambos sexos.
Jim Curran consider que sus habitaciones, en las que an fotaba un
discreto perfume de virtud, proporcionaran un decorado perfecto para las
investigaciones mdico-sexuales de la operacin Protocolo 577. Dividiendo el
pas en dos partes, Curran haba confado la encuesta de la costa Oeste al doctor
Harold Jafe, y se atribuy l mismo la supervisin del trozo ms grande: Nueva
York. Entre sus tropas se encontraba la muchacha que l haba sometido a un
entrenamiento personal especialmente osado. La doctora Martha Rogers no
olvidar nunca su aventura neoyorquina. Cada noche, cuando ya haba
extrado la ltima secrecin anal de mi ltimo visitante gay de la jornada, me
precipitaba al telfono para llamar a mi madre cuenta la doctora. Se lo
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
contaba todo. La pobre mujer, que viva en un pequeo pueblecito del centro de
Georgia, senta a la vez el orgullo de ver que su hija perteneca a una institucin
tan prestigiosa como el CDC y el horror de las extraas cosas que sta tena que
hacer all.
Por la maana, durante el desayuno, mientras degustaba sus huevos
revueltos con bacon, el infatigable jefe de Martha Rogers relea cuidadosamente
los cuestionarios que se haban llenado la vspera. Aquellas verifcaciones daban
lugar algunas veces a reprimendas.
Escuche, Martha, debera haberle preguntado a ese tipo con cuntos
compaeros haba hecho el amor la semana pasada. La divisin por 52 del
nmero total de sus parejas durante todo el ao transcurrido no nos da
forzosamente la cifra exacta de sus encuentros durante la ltima semana. No
olvide, Martha, que el ms mnimo detalle puede tener una importancia vital.

Como sus asignaciones de funcionario no le permitan frecuentar los palaces


de la hostelera californiana, fue en el Best Western, un motel ms bien modesto
del otro lado de Market Srreet, donde el doctor Harold Jafe y su equipo se
instalaron en San Francisco. Mary Gynan, una joven especialista de la divisin
de enfermedades vricas del CDC, formaba parte de su grupo. El incesante ir y
venir de los visitantes, todos ellos jvenes y manifestamente gays, acab
despertando las sospechas del propietario del establecimiento. A qu manejos
se dedicaban en sus habitaciones aquellos clientes, aparentemente BCBG, que
pretendan ser mdicos del gobierno? Aunque la Sodoma californiana
procuraba cerrar los ojos ante todas las perversiones, haba, sin embargo,
lmites. Una tarde, el propietario tom la llave maestra e irrumpi en la
habitacin de Mary Gynan. Cul no sera su estupefaccin al encontrar a la
muchacha inclinada sobre el trasero de un guapo muchacho rubio, ocupada en
recoger con un algodn las secreciones de su culo.
La ausencia total de precauciones tomadas con ocasin de aquellas
intervenciones asustara ms adelante a los miembros de la operacin
Protocolo 577. ramos inconscientes del peligro reconoce Harold Jafe.
No llevbamos ni guantes ni mscaras, y utilizbamos nuestras propias
habitaciones como sala de examen. Mary Gynan seguir traumatizada durante
mucho tiempo por el recuerdo de la sangre que cay sobre ella cuando uno de
los individuos sanos al que realizaba una toma de sangre se desvaneci de
repente.
La prontitud al responder a las preguntas, incluso las ms ntimas y
comprometedoras, como las concernientes al uso de estupefacientes, sorprendi
a los investigadores. Era como si las personas que interrogbamos presintiesen
la pesadilla que iba a venir despus, como si quisieran ayudarnos a detenerla,
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
comenta Harold Jafe. ste iba a tener otras sorpresas. Un da en que
interrogaba a un fornido barbudo vestido de cuero negro y cubierto de
insignias, cuando le pregunt dnde acostumbrada a entregarse a sus retozos
sexuales, escuch el nombre de grandes hoteles de la ciudad. Divertido ante la
expresin de asombro del mdico, el barbudo precis: Qu quiere usted? Slo
esos establecimientos disponen de habitaciones lo bastante espaciosas para
permitirme instalar todo mi material. El hombre no se hizo de rogar para
explicar que era uno de los papas del sadomasoquismo en San Francisco. En sus
retozos, sus compaeros y l se servan de toda una coleccin de uniformes
militares y de instrumentos cuya utilizacin exiga, en efecto, mucho espacio.
Cuando la enfermedad tena encamados a los individuos que deban ser
interrogados, los investigadores se dirigan a su domicilio o al hospital. Martha
Rogers recuerda haber tenido que salir una noche, muy tarde, para ir a ver en
el corazn de Manhattan a un pobre diablo cubierto de tumores de Kaposi.
Pareca un payaso de martes de Carnaval. Regres a casa a pie, por las calles
desiertas, apretando en el fondo de su bolsillo como si fuera el tesoro del Arca
perdida, la cajita que contena las piezas de conviccin del mal que lo mataba.
En Los ngeles, Harold Jafe efectu varios interrogatorios en esplndidas
residencias hollywoodenses. Era un tanto incmodo llegar a su casa y hacerles
todas aquellas preguntas indiscretas al borde de su piscina confesa el mdico
. Cierto da, uno de aquellos anftriones, especialmente interesado por la
encuesta, se quit el pantaln y comenz a masturbarse delante de m para
entregarme una muestra de su esperma.
Cada noche, antes de ir a acostarse, los enviados del CDC reunan en una
caja isotrmica llena de hielo triturado los tubos de sangre y las diferentes
muestras pacientemente recogidas. A la maana siguiente, se presentaban con
su valioso paquete en la taquilla de la ofcina de correos ms prxima. A la
pregunta del cartero sobre el valor mercantil de su envo, ellos respondan
invariablemente: Nulo. Cmo valorar en dlares unos tubos y unas placas de
cristal que tal vez contenan al culpable de una tragedia cuya magnitud nadie
evaluaba todava?
97
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
18
Calcuta, India - Invierno de 1981
En cualquier parte donde los hombres sufren
54-A Lower Circular Road. Slo una modesta placa de madera seala la
entrada del cuartel general de la empresa fundada por la Madre Teresa. El
casern gris de tres plantas situado en el centro de Calcuta se ha convertido en
uno de los edifcios ms conocidos de la ciudad, en uno de los ms visitados por
los que llegan en peregrinacin a las fuentes de la obra de la celebre religiosa.
Sus ventanas, permanentemente abiertas, dan al ro rugiente de tranvas
sobrecargados, de camiones, de coches y de rickshaws, esos carritos tirados por
los ltimos hombres-caballo del planeta. En las aceras llenas de baches vive
todo un pueblo de gentes sin hogar, envueltas en su dhoti como en un sudario,
revendedores de chatarra y de piezas de automviles. Delante de las bocas de
riego racimos de nios desnudos chapotean en los arroyos, mientras que, en
cada esquina de la calle, mercaderes de t, de buuelos y de arroz infado
venden a los ms pobres su pitanza cotidiana.
Al interior del edifcio se entra por una puerta de madera que da a una
estrecha calle constantemente atestada por una muchedumbre de mendigos, de
leprosos y de mujeres que llevan en sus brazos descarnados a unos nios
famlicos. Un simple cordel atado a una campanilla sirve de llamador. A cada
llamada aparece el rostro de una joven religiosa india con sari blanco orlado de
azul. Un pequeo patio ornamentado con una gran imagen de la Virgen que
abre los brazos conduce a una escalera. En el primer piso se encuentra la capilla,
una vasta sala solamente amueblada con un altar, pero siempre vibrante por la
presencia de la fe y de la oracin. Como en la de la leprosera de Benars, en la
pared del fondo, al lado del crucifjo de madera, una inscripcin proclama: I
THIRST (Tengo sed).
98
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
La que apaga en la India y en otras muchas partes la sed de Jess
crucifcado, viene varias veces al da a arrodillarse aqu, sobre un viejo saco de
yute remendado, para pedirle a Dios fuerza e inspiracin con el fn de continuar
en su cruzada en favor de los ms desprovistos, de los abandonados, de los
leprosos, de los desesperados, de los parias, de los rechazados de todas las
razas, de todas las castas, de todas las creencias. Es aqu, en este lugar que sirve
tambin de dormitorio y de sala de estudios, donde la Madre Teresa ha formado
en su sacerdocio de amor, al servicio de los ms pobres, a millares de
muchachas venidas de todos los puntos de la India y del mundo para tomar el
velo blanco orlado de azul de las Misioneras de la Caridad. El casern del 54-A
Lower Circular Road alberga a ms de un centenar de novicias. Cada maana,
muy temprano, despus de haber recibido la Eucarista y cantado los salmos,
salen del convento de dos en dos, con el rosario en la mano, para dirigirse en
tranva, en autobs, en tren o ms a menudo a pie, a los morideros, a las
escuelas, a los orfelinatos y a los dispensarios de la congregacin. Cuando sus
frgiles siluetas se dispersan por toda la ciudad, se dira que una ola de
generosidad y de amor se propaga a su paso, una vibracin portadora de
esperanza que anuncia a los menesterosos de la inhumana ciudad: Nosotras
estamos aqu, os amamos, no tengis miedo.

En el invierno de 1981 se cumplan veintinueve aos desde que la Madre


Teresa se instal en aquel edifcio con algunas alumnas del antiguo convento en
el que ella enseaba geografa. El propietario del inmueble, un magistrado
musulmn, lo haba vendido por nada despus de una larga meditacin en la
mezquita vecina. El santo varn del Islam se limit a explicarle al sacerdote
encargado de la transaccin por la religiosa: Es Dios el que me ha dado esta
casa. Y a Dios se la devuelvo.
Unas semanas despus, una pequea procesin encabezada por la Madre
Teresa sali del convento para dirigirse a pie a la catedral catlica de Nuestra
Seora del Rosario. All, en la nave iluminada por los cirios, ante el arzobispo de
Calcuta y todos los dignatarios del clero local, las dieciocho primeras novicias
pronunciaron sus votos, comprometindose solemnemente a buscar en las
ciudades y en los pueblos de todo el mundo, hasta en el centro de la ms
extrema abyeccin, a los ms pobres de los pobres, para cuidarlos, llevarles
ayuda, visitarles asiduamente, vivir el amor que Cristo les profesa y despertar
su respuesta a Su inmenso amor.
De aquel juramento naci la orden de las Misioneras de la Caridad, que hoy
cuentan con ms de tres mil hermanas que actan en unos cuatrocientos centros
establecidos en noventa y dos pases, incluidos Cuba, la Unin Sovitica, y
pronto China y Albania. Desde entonces, el 8 de diciembre de cada ao,
99
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
festividad de la Inmaculada Concepcin, las jvenes hermanas indias
4
de piel
oscura, cada vez ms numerosas, salen en procesin de la casa madre de Lower
Circular Road para ir a pronunciar sus votos y renovar el mismo juramento. Al
da siguiente, un camin conduce a las nuevas Misioneras de la Caridad a la
estacin de Howrah o al aerdromo de Dum Dum. Cantos, risas, gritos y
algunas lgrimas acompaan estas salidas hacia todos los lugares del mundo
donde haya seres que sufran, y se marchan por varios aos. La gran casa de
Lower Circular Road parece privada de vida durante algn tiempo. La capilla
queda sumida en el silencio y en el patio ya no resuenan tanto los golpes
metlicos de los cubos de la limpieza martina. Pero el navo encuentra muy
pronto una nueva tripulacin. Nuevas postulantes de sari blanco afuyen pronto
de todas partes. Pues si bien la mayor parte de las rdenes religiosas sufren una
penuria de vocaciones, la Madre Teresa, en cambio, no puede aceptar a todas
aquellas que se agolpan a la puerta de sus noviciados.

Una maana de diciembre de 1981, algunos das antes de Navidad, una


frgil india vestida con una amplia falda de algodn rojo se present ante la
puerta de madera del 54-A Lower Circular Road. La hermana portera reconoci
en seguida a la religiosa de ojos oblicuos que la acompaaba. Ananda, la
pequea ex leprosa de las hogueras de Benars, haba expresado a sor Bandona
su deseo de entrar en la gran familia de las Misioneras de la Caridad.
Aquella candidatura no tena precedentes en una congregacin donde,
hasta entonces, slo jvenes cristianas confrmadas se haban unido a sus flas.
La Madre Teresa, que no rechazaba ningn desafo, vio en ello la ocasin de
llevar un alma ms a Cristo, y por l, a los hombres desamparados en los que l
se encarna. Descarg por un tiempo a sor Bandona de la responsabilidad de la
leprosera de Benars para confarle la educacin religiosa de su protegida. Una
tarea que ella haba comenzado ya en Benars y que ahora iba a proseguir en
Calcuta. Tendra que usar todava mucha prudencia y mucho tacto. En aquel
ambiente de mujeres con un nacimiento superior al suyo, la ex leprosa corra
peligro en todo momento de ser recuperada por los viejos demonios de su
pasado. Bandona lo saba: sus estigmas de paria estaban all, a for de piel,
prestos a reaparecer a la menor vejacin, real o supuesta. Ni siquiera aqu
podan borrarse con un toque de varita mgica treinta siglos de intocabilidad.
Antes de recibir el agua y la sal del bautismo, y abordar despus los
misterios del Evangelio, Ananda tuvo que aprender el lenguaje que cimenta, en
una misma expresin, el pensamiento y la palabra de unas compaeras de
4
Salvo muy raras excepciones, las postulantas extranjeras no pueden realizar su noviciado
en Calcuta. Tienen que hacerlo en Roma, en San Francisco, en Washington, en Tayuman
(Filipinas) o en Zabarow (Polonia).
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
orgenes tan diversos. En la casa de la Madre Teresa, oraciones y acciones se
realizaban en ingls. Paradjicamente, el analfabetismo de Ananda favoreci a
la joven postulanta. Compens su falta de instruccin con una memoria auditiva
fenomenal, como esos tiradores de rickshaw que saban de memoria doce mil
versos del Ramayana, la Ilada de la India. En unas pocas semanas, Ananda pudo
comprender y decir lo esencial.
En cambio, aprender a leer y a escribir era una cosa muy distinta. Su
cerebro no estaba programado para esta clase de ejercicios. Su herencia gentica
no haba previsto que los ojos de la hija de un quemador de cadveres pudiesen
necesitar un da descifrar unas inscripciones impresas en un papel. A esto se
aada una falta visceral de inters por la cosa escrita. De qu poda servir un
libro, objeto inanimado que no realizaba ninguna funcin prctica? Era un
instrumento, un utensilio para tener acceso al conocimiento? Ananda era
demasiado ajena a semejante concepto para sentir la ms mnima motivacin.
Sin embargo, su educadora no desesperaba de conseguir despertar su
curiosidad a fuerza de paciencia y de dulzura. Dos elementos vinieron a apoyar
sus esfuerzos. En primer lugar, el ejemplo de las dems postulantas, cuyas
lecturas en voz alta resonaban a todas horas en los tres pisos del convento. Y
luego, el descubrimiento, cada vez ms profundizado por Ananda, de aquel
Dios que inspiraba la fe de las hermanas. La idea de Dios no era, ciertamente,
ajena a la joven intocable. Pero era una idea ms bien folklrica, un cuarto
trastero con millares de personajes de encarnaciones mltiples, a veces
demonios, otras veces espritus, con formas animales o humanas, nacidos de
una mitologa fantstica ms inclinada a encender la imaginacin que a suscitar
una creencia confada y personal. Ciertamente su larga convivencia con las
hermanas de la leprosera de Benars la haban familiarizado con la nocin de
un Dios nico que ama a cada una de Sus criaturas como al ms querido de
Sus hijos. Nada pensaba sor Bandona podra incitar mejor a su alumna a
aprender a leer que el descubrimiento de los textos que relatan las hazaas del
hijo del carpintero de Nazareth y comunican el mensaje de Su palabra. Ananda
puso manos a la obra, desmenuz una a una las letras de cada versculo de los
Evangelios, se impregn de su sintaxis, sin intentar por el momento captar su
sentido. Fue una larga prueba, una experiencia excepcional en los anales de la
comunidad.
Muy pronto, en el concierto juvenil de las recitaciones de sus postulantas, la
Madre Teresa pudo distinguir una voz nueva. La voz, tmida y torpe, de la
pequea fugitiva de las piras de Benars descifrando las parbolas.
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
19
Atlanta, USA - Otoo de 1981
Lo llamaron la clera de Dios
La operacin Protocolo 577 emprendida por el CDC concluy el 1 de
diciembre de 1981. Comenz entonces el detenido examen de la cosecha de
informaciones recogida por los sabuesos de Atlanta entre cincuenta enfermos y
doscientos homosexuales sanos. Los montones de documentos vomitados por
los ordenadores encargados de digerir, descifrar y analizar los millares de
respuestas registradas en los doscientos cincuenta cuestionarios cubrieron en
seguida con un maremoto de papel las mesas del doctor Jim Curran y de todos
los miembros de su Task Force. La cosa que ms nos impresion de entrada
confesa el doctor Harold Jafe fue el comprobar hasta qu punto los
individuos afectados haban sido sexualmente mucho ms activos que los
individuos sanos. Aunque haban consumido mayor cantidad de poppers, esto
nos pareci fnalmente menos importante que el mayor nmero de intercambios
sexuales. Muy pronto tuvimos casi la certeza de que todo abogaba en favor de
una epidemia transmitida por va sexual.
Pero transmisin de qu? La hiptesis de un virus pareca la ms probable.
Un virus que destrua el sistema inmunitario y dejaba desarmadas a las
vctimas frente a esas enfermedades llamadas oportunistas porque
aprovechan la debilidad de las defensas del organismo para manifestarse. Se
conoca un cierto nmero de esas enfermedades, tales como las neumocistosis
de los primeros casos diagnosticados en Los ngeles, y el cncer de Kaposi del
actor neoyorquino.
En su largo e implacable acoso a los enemigos invisibles que amenazan al
gnero humano, la capital de la inmunologa mundial nunca movilizara tantos
recursos como esta vez, para tratar de identifcar al misterioso virus. Todo lo
que la imaginacin y el genio de sus mdicos-detectives haba concebido e
102
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
inventado para obligar a las clulas a revelar la presencia de los agentes que las
infectaban iba a ser utilizado. Cada espcimen biolgico, cada secrecin, cada
gota de sangre, de esperma y de orina llegados en los paquetes postales de los
investigadores fueron pasados por la criba de los microscopios, de los reactivos,
de los ordenadores, de las centrifugadoras y de los contadores electrnicos.
Con gran alivio para su familia, que estaba horrorizada por la naturaleza de
su misin en Nueva York, Martha Rogers regres a Atlanta a fnales de octubre
para organizar y coordinar la distribucin hacia las numerosas ramas del CDC
de los elementos de la encuesta recogidos sobre el terreno. Los diferentes
laboratorios que acosaban a los mltiples virus del herpes comenzaron de
inmediato a trabajar. Uno de ellos estaba especializado en la deteccin y el
estudio del herpes simplex, una variedad del virus que ataca principalmente a
las mucosas de las partes genitales y se ulcera a veces en lesiones tan
devastadoras que sus vctimas mueren. Este virus afecta tambin los pulmones,
las vas digestivas e incluso el cerebro y las fbras nerviosas. Otro laboratorio se
dedicaba exclusivamente al estudio del famoso citomegalovirus, tan
ampliamente extendido entre los homosexuales. Aunque a menudo se mostraba
benigno, algunos trabajos recientes haban demostrado su relacin perturbadora
con el cncer de Kaposi. Temiendo que una inexplicable mutacin fuese el
origen de su virulencia sbita, los investigadores se apresuraron a utilizar las
muestras de orina enviadas por Martha Rogers para hacer con ellas un cultivo
masivo. Esperaran que el estudio comparativo de estos virus cultivados y unas
cepas antiguas del mismo virus almacenadas en los congeladores del CDC
podra proporcionarles un indicio.
Otro laboratorio, especializado en un virus que lleva el nombre de los dos
cientfcos britnicos que lo descubrieron, se dedic a demostrar su
culpabilidad. Se saba que el virus de Michael A. Epstein y de Y. Barr era
responsable de la mononucleosis infecciosa. Se conoca tambin su asociacin
con algunos cnceres de los ganglios, de la nariz y de la garganta. Un cuarto
laboratorio, dedicado al virus de la varicela, enfermedad benigna en el nio
pero que en el adulto puede producir terribles zonas que incluso afectan a los
ojos, prosegua una investigacin idntica. Por su parte, la divisin de las
enfermedades parasitarias se lanz al examen sistemtico de los
microorganismos susceptibles de transmitir la neumocistosis, y a la bsqueda
de los numerosos parsitos responsables, en muchas vctimas, de los temibles
ataques a su sistema nervioso central, como la toxoplasmosis, la aspergiliosis y
la criptococosis. Otros equipos que estudian sobre todo las infecciones
amibianas y las hepatitis se interesaron por los microbios y las bacterias
comprobados en la patologa de los enfermos interrogados.
Ese esfuerzo titnico se mantuvo durante ms de ocho semanas. Pero
resultara infructuoso. Aunque la presencia de innumerables agentes infecciosos
fue puesta en evidencia muchas veces, ninguno de ellos poda ser considerado
103
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
responsable por s solo del desencadenamiento de la extraa plaga. A falta de
encontrar un culpable, los mdicos-detectives de Atlanta le inventaron un
nombre, GRID, las cuatro iniciales de una perfrasis un poco brbara: Gay
Related Inmuno Defciency (Dfcit Inmunitario Relacionado con la
Homosexualidad).
Muchos facultativos y enfermeros enfrentados con ese mal tan horrible
prefrieron, aquel otoo, una denominacin ms grfca. Lo llamaron The
Wrath of God (La clera de Dios).
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
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Bethesda, Maryland, USA - Otoo de 1981
Indiferencia ante una extraa epidemia de maricas
Conocemos cerca de un millar de ellos. Son los enemigos ms implacables
de la creacin divina. Desde que el mundo es mundo, los virus esas
minsculas partculas de muerte han aniquilado ms hombres, ms animales
y ms vegetales que todas las catstrofes naturales y los confictos blicos de la
historia juntos. La piel momifcada de Ramss II, constelada de cicatrices y de
viruela, es un testimonio de sus estragos en la ms remota antigedad. Pero
hubo que esperar al siglo XX y al dominio de las tcnicas de investigacin
celular para descubrir esos corpsculos infnitamente pequeos. Incapaces de
reproducirse por s mismos, necesitan, para sobrevivir, la complicidad de las
clulas agredidas por ellos. Todo lo que est vivo les atrae; ninguna clula est
libre de su codicia. Desde que, en 1952, dos bilogos norteamericanos
descubrieron que el material gentico de esos agentes de muerte se compone de
cidos nucleicos anlogos a los de las clulas sanas, el estudio de los virus la
virologa ha hecho dar un salto prodigioso a la biologa molecular, una
ciencia joven que se esfuerza en desvelar los misterios de la vida.
La imagen y el campo de accin de los virus son tan mltiples como el
nmero de las familias a las que pertenecen. Se les atribuye ms del sesenta por
ciento de las enfermedades infecciosas. Atacan casi todos los rganos y todas las
funciones. Entre los que causan los estragos ms comunes encontramos, por
ejemplo, al gracioso papovavirus, con forma de diamante tallado, responsable a
la vez de simples verrugas y de horribles tumores cancerosos. Encontramos
tambin el adenovirus de las infecciones respiratorias, con sus seis pequeas
antenas que engastan un bonito ncleo facetado; o el temible virus del herpes,
en forma de rueda dentada; o el poxvirus de la viruela, envuelto en un estuche
almenado; o el rabdhovirus de la rabia, tan velludo como una oruga; o el
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
mixovirus, sol microscpico de la gripe y de las paperas. Y encontramos,
asimismo, un virus especialmente pequeo y con forma de rombo: el poliovirus,
responsable de la ltima gran epidemia que aterroriz a los Estados Unidos y
una parte del mundo antes de la aparicin del sida: la poliomielitis.

El doctor Jim Curran y sus mdicos-detectives del CDC eran demasiado


jvenes para haber participado personalmente en la lucha contra la
poliomielitis, pero conocan todas las diferentes fases de la pesadilla que
precedi a la victoria fnal. En el momento en que los SOS provocados por una
nueva plaga les llegaban a decenas, el espectro del terrible verano americano de
1953 se converta para ellos en el ms pattico de los modelos. Un verano de
pnico. El poliovirus asaltaba a sus vctimas por las vas intestinales o
respiratorias. Se multiplicaba en ellas antes de invadir, en los casos ms graves,
el sistema nervioso central, destruyendo a su paso las neuronas motoras de la
mdula espinal y del cerebro. Haces musculares enteros se fundan o
desaparecan a ojos vistas. Un adolescente de unos sesenta kilos poda perder la
mitad de su peso en menos de una semana. Los primeros sntomas se
manifestaban por una rigidez en la parte baja de la espalda y en el cuello.
Despus sobrevena una fatiga general acompaada de nuseas, de zumbidos
de odo y de trastornos motores en los miembros. Luego aparecan violentos
dolores en todo el cuerpo y una febre elevada. Estos ltimos signos
confrmaban el temible veredicto.
Cada semana, los peridicos publicaban las estadsticas. En seis meses, el
poliovirus haba fulminado a cerca de cinco mil norteamericanos. No tardara
mucho en citarse la cifra ofcial de sesenta mil vctimas. Pero no eran esas cifras
lo que ms aterrorizaba, sino el hecho de que no poda preverse ni dnde ni
cundo iba a atacar la epidemia. Slo se saba que tena una predileccin
especial por los nios. Era llamada parlisis infantil y tena locos de angustia
a los padres. Aquel verano, los hospitales de los Estados Unidos estaban llenos
de pequeos cuerpos inertes, ante los cuales la ciencia se confesaba
trgicamente impotente. El nico tratamiento para atenuar los efectos de la
enfermedad era la inyeccin de gammaglobulina, un extracto de sangre que
contena anticuerpos. Pero las reservas de este extracto eran tan limitadas que
hubo que restringir su administracin a las mujeres encinta y a las personas
menores de treinta aos con riesgo de estar contaminadas. En Nueva York hubo
padres que sitiaron durante veintisiete horas el Departamento de Sanidad con el
fn de obtener ampollas de gammaglobulina para sus hijos. Con el fn de
impedir los abusos y el mercado negro, la distribucin fue encomendada a los
incorruptibles de la Ofcina de Movilizacin Nacional. Pero la esperanza
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
fundada en la valiosa sustancia se derrumb en junio de 1953 con la publicacin
de un artculo cientfco que demostraba su inefcacia.
Aunque algunas vctimas de la poliomielitis haban podido ser curadas,
cuntas otras haban muerto? Sin contar las que quedaban paralizadas de los
cuatro miembros, o que no podan mover ms que un brazo, los dedos de una
mano o solamente los ojos. Los Estados Unidos haban descubierto en sus
peridicos las fotografas de aquellos torturados que cojeaban entre dos
muletas, con sus piernas muertas sostenidas por tablillas metlicas, o encogidos
entre los brazos de una silla de ruedas, con la piel macilenta, los rasgos tirantes,
la mirada espantada y el cuerpo inerte oculto en parte bajo una manta. Otras
imgenes haban mostrado a la nacin incrdula esos cajones en forma de atad
donde algunas vctimas del poliovirus luchaban contra la muerte en un pulmn
de acero.
Fue un tiempo de lamentaciones, de llantos y de rebelda, antes del de la
resignacin. De pronto, en medio de aquel cruel verano, un mdico desconocido
aport al pas un inesperado soplo de esperanza. El doctor Jonas E. Salk, un
neoyorquino de cuarenta aos, hijo de un empleado del comercio de la
confeccin, revel que haba logrado en el laboratorio la formacin de
anticuerpos contra tres variedades de virus de la poliomielitis. Partiendo de ese
resultado, haba obtenido una vacuna que experiment consigo mismo, con su
mujer y con sus hijos antes de inoculrsela a ciento sesenta y un nios. De la
noche a la maana, el retrato de aquel hombre casi calvo y con las orejas gachas
apareci en la primera plana de todos los peridicos del pas. Jonas Salk se
haba convertido en el personaje ms famoso de los Estados Unidos, en el
benefactor aclamado por una nacin loca de agradecimiento. Aunque despus
otros cientfcos inventaron nuevas vacunas ms efcaces contra el poliovirus,
Jonas Salk pasara a la Historia como el que haba borrado la pesadilla.

El infatigable hombrecito que, en aquella maana de septiembre de 1981,


cruzaba las lujuriantes frondas otoales de Maryland al volante de un coche de
alquiler, ya no dudaba: una plaga igualmente trgica amenazaba sin anunciarse
a los Estados Unidos de hoy, veinticinco aos despus del drama de la
poliomielitis. En la cartera que llevaba al lado se amontonaban todas las
pruebas que el doctor Jim Curran y sus sabuesos de Atlanta haban reunido:
informes de anlisis, microfotografas, diapositivas, balances de doscientos
cincuenta interrogatorios del Protocolo 577. Como epidemilogo dice l,
mi primera misin era la de convencer con urgencia a los investigadores y a los
laboratorios de que se trataba de una epidemia nueva; y de que, para hallar al
culpable lo antes posible, todos tenamos que orientar nuestros esfuerzos en una
direccin realista.
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
Jim Curran era un fajador y un pragmtico. A los presuntos dogmas de la
investigacin mdica, prefera la vieja flosofa de Willy Sutton, el famoso
bandido del Oeste americano. Conocen ustedes la teora de Sutton?, sola
preguntar. Y a los que ignoraban la respuesta, les explicaba con una sonrisa
maliciosa: Cuando le preguntaban por qu asaltaba bancos, Willy Sutton
responda: "Porque es all donde est el dinero." Para el jefe de los mdicos-
detectives de Atlanta, all era el esperma y la sangre de los homosexuales
americanos.
En aquel otoo de 1981, la lgica de tal razonamiento no haba despertado
todava el menor eco en el mundo de los investigadores ni entre los funcionarios
de Washington encargados de concederles crditos. La direccin del prestigioso
New England Journal of Medicine ni siquiera haba considerado oportuno recoger
en sus columnas los diferentes gritos de alarma lanzados por los primeros
testigos de la epidemia en el modesto informe semanal del CDC. Por su lado, la
gran prensa y los dems medios de comunicacin, habitualmente tan ansiosos
de scoops mdicos, mantenan una sorprendente discrecin. Como si aquel mal
fuese un castigo vergonzoso reservado a una minora culpable. Por otra parte,
para qu alarmarse? Grandes personalidades cientfcas predecan que, con la
detencin del consumo de los poppers y una disminucin de la actividad sexual
por parte de los individuos con riesgo, esa epidemia tena todas las
posibilidades de desaparecer como haba venido.
Porque estaba en fundamental desacuerdo con aquel pronstico, el doctor
Jim Curran corra, aquella maana de otoo de 1981, hacia el ms vasto
complejo mdico-cientfco jams concebido por el hombre.

En el campus de ciento sesenta hectreas de la pequea ciudad de Bethesda,


a menos de media hora del centro de la capital de los Estados Unidos, en un
decorado campestre de cspedes, rboles centenarios y macizos de fores, se
levantan los trece institutos nacionales encargados de salvaguardar la salud del
pueblo norteamericano. Desde el instituto del cncer hasta los del corazn y los
pulmones, desde el instituto de los ojos hasta los de la gerontologa, la diabetes,
la artritis y las enfermedades de la piel, el conjunto comprende cuatro
divisiones, once centros de investigacin, mil cuatrocientos veinte laboratorios
ultramodernos, un hospital de punta con quinientas cuarenta camas y la
biblioteca mdica ms importante del mundo, con varios millones de
volmenes, ms de dos mil quinientos peridicos internacionales y un banco
electrnico de datos cientfcos que puede ser consultado, da y noche, por
cualquiera de los cuatrocientos setenta mil mdicos norteamericanos. Unas
catorce mil personas trabajan all a plena dedicacin, entre ellas dos mil
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
trescientos titulados superiores y unos mil mdicos. Probablemente se trata de
la concentracin de materia gris ms impresionante del mundo.
En aquel ao de 1981, este prodigioso conjunto dispona de un presupuesto
de unos seis mil millones de dlares; es decir, cuatro veces el de las Naciones
Unidas. Una cuarta parte de este ro de oro iba a manos de la organizacin que
monopolizaba la lucha ofcial contra the dread disease, el mal-terror de Amrica:
el cncer. Desde que el presidente Richard Nixon hizo votar en 1971 una ley que
tena como objetivo la erradicacin total de la plaga que mataba cada ao a
cerca de un milln de norteamericanos, el National Cancer Institute
representaba la punta de lanza de esa movilizacin sin precedentes.
En sus propias instalaciones o en los laboratorios asociados, el NCI
desarrollaba un formidable programa de investigaciones con vistas a descubrir
las causas de la enfermedad y a defnir su prevencin, su diagnstico y su
teraputica. Gracias a sus inagotables recursos fnancieros, proporcionaba a las
universidades, a los hospitales, a los centros de investigacin independientes y a
toda clase de organismos pblicos y privados, as como a los equipos mdicos,
los medios para realizar trabajos especfcos. Ofreca becas individuales y
subvenciones a innumerables cientfcos, tanto norteamericanos como
extranjeros. Colaboraba con multitud de asociaciones, industrias y organismos
profesionales comprometidos en actividades de educacin. El man distribuido
por el NCI ascenda cada ao a varios cientos de millones de dlares, lo que
converta a este instituto americano en el primer animador y promotor mundial
de la lucha contra dicha enfermedad. Con su banco de datos, que recoga,
clasifcaba, almacenaba y distribua todos los resultados obtenidos
cotidianamente en el mundo, el NCI desempeaba, en resumidas cuentas, un
papel primordial en la circulacin de informaciones, lo cual permita a los
investigadores y a los mdicos de todos los pases estar informados
permanentemente de los menores progresos.
Es cierto que, en el otoo de 1981, en el campus de Bethesda, no todo estaba
siempre baado en la serenidad. Las luchas de infuencia, las rivalidades
personales y las intervenciones polticas paralizaban muchos esfuerzos,
desalentaban o enterraban muchas ambiciones. Las promesas de una victoria
inminente y decisiva, regularmente lanzadas por los responsables, apenas se
haban materializado, y el objetivo fjado en 1971 por el plan del presidente
Nixon pareca, diez aos despus, una meta todava lejana. El mal-terror
continuaba inexorablemente llenando los cementerios. Sin embargo, se haban
hecho inmensos progresos en el conocimiento de los mecanismos de la
enfermedad y en la manera de tratarla, hasta el punto de que el Instituto
Nacional del Cncer titul orgullosamente uno de sus folletos destinados a
tranquilizar a una Amrica perpetuamente inquieta: 1971-1981 El decenio
de los descubrimientos.
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
La epidemia de pstulas cancerosas en la piel de un nmero creciente de
jvenes homosexuales acababa de ensombrecer bruscamente la satisfaccin de
aquel fnal de decenio. Desde mediados de 1981 llegaban a la divisin de
tratamientos del NCI llamadas de mdicos que sealaban una multiplicacin
anormal de los casos de sarcoma de Kaposi y reclamaban con urgencia medios
de accin. Las voces suplicantes de numerosos enfermos no tardaron en unirse
al concierto de los SOS. Despus de algunas vacilaciones, las autoridades de
Bethesda acabaron tomando contacto, en septiembre, con el Centro de Control
de Atlanta. El CDC propuso un encuentro de todos los mdicos que estaban
tratando a enfermos de cncer de Kaposi o de neumocistosis infecciosa, las dos
afecciones que acababan de revelar la extraa epidemia.
Aquella maana de fnales de septiembre, el doctor Jim Curran se diriga al
encuentro que iba a reunir a los primeros testigos de la plaga que el mundo
conocera muy pronto con el nombre de sida. Pero aquella confrontacin
dejara un recuerdo ms bien amargo a un mdico que ya estaba acostumbrado
a la escasa experiencia de sus colegas en materia de epidemiologa. Mi objetivo
era demostrarles que la epidemia de las neumocistosis infecciosas y la de los
cnceres de piel eran las resultantes de una misma y nica enfermedad dice
Curran. Nadie quiso creerme. Por la sencilla razn de que los cancerlogos no
tenan ninguna experiencia con las enfermedades infecciosas; y los especialistas
de enfermedades infecciosas no tenan ninguna experiencia en el cncer. Los
unos y los otros se ignoraban. Era casi increble: petrifcados en su especialidad,
se negaban a admitir que manifestaciones tan diferentes pudiesen tener su
origen en una misma y nica causa.

Aquella primera confrontacin en el seno de la ms alta autoridad en


materia de investigacin contra el cncer no fue tan negativa como pareci. Sin
embargo, Jim Curran no se haca demasiadas ilusiones. Aunque el Instituto
Nacional del Cncer haba entreabierto tmidamente las puertas, segua estando
sometido a la voluntad de numerosos comits que fjaban su poltica y la
eleccin de sus compromisos cientfcos y mdicos. Por el momento, nadie en el
campus de Bethesda pensaba que tuviese que mojarse en aquella lamentable
pequea epidemia, cuando haba temas de estudio apremiantes, mucho ms
importantes, como el cncer de mama y el de pulmn. Tambin infuan otras
consideraciones ms sutiles. No se susurraba en algunos laboratorios que un
alto personaje de Bethesda, homosexual, desarrollaba una activa campaa para
que la prestigiosa institucin no se mezclase para nada en el asunto?
Pero Jim Curran no era un hombre que se desanimase. Saba que en los
cubos de hormign del complejo cientfco, diseminado entre bosquecillos de
dogwoods y matas de azaleas, se encontraban unos cerebros capaces de resolver
110
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
el misterio. Uno ce los edifcios llevaba el nmero 37. All, en el sexto piso, en el
centro de una cuadrcula de salas de experimentacin, en el despacho 6A09,
trabajaba un bilogo superdotado de ascendencia italiana y con perfl de
emperador romano.
Robert Gallo era uno de los cientfcos ms ambiciosos de la investigacin
mdica norteamericana. Tena slo treinta y cinco aos cuando fue nombrado,
en 1972, jefe del Laboratory of Tumor Cell Biology (Laboratorio de Biologa de
Clulas Tumorales) del Instituto Nacional del Cncer. Se encontraba hoy en el
cenit de la gloria. Al identifcar el primer retrovirus asociado a un tumor
maligno humano, Robert Gallo haba abierto sin duda un campo enteramente
nuevo en el conocimiento de la accin de los agentes microscpicos que
amenazan la vida de las personas. Su revolucionario descubrimiento era
probablemente tan fundamental para el porvenir de la humanidad como lo
fueron en su tiempo el de Pasteur al aislar el virus de la rabia y el de Koch al
hallar el bacilo de la tuberculosis.
Jim Curran se preguntaba cmo podra convencer a aquel sabio eminente
para que se jugase su reputacin, y quiz hasta su carrera, en una peripecia que
tantas autoridades se obstinaban en considerar como una curiosa epidemia de
maricas.
111
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
21
Bethesda, USA - Invierno de 1982
Un genio de aspecto salvaje
Es posible envidiarle, o incluso odiarle, pero siempre se acaba sucumbiendo
a su encanto. Con su irresistible sonrisa, su mandbula de gran animal cazador,
su pelambrera ligeramente gris, su pantaln informe y su corbata
descuidadamente anudada, el doctor Robert C. Gallo ms parece un eterno
estudiante que un prncipe de la ciencia de cuarenta y cinco aos. Este hijo de
inmigrantes italianos es uno de los personajes ms fascinantes del campus de
Bethesda y quiz de toda la comunidad cientfca americana. Detrs de los
gruesos cristales de sus gafas sin montura, su mirada es sucesivamente traviesa,
risuea o sbitamente capaz de una seriedad que puede hipnotizar al
interlocutor ms aburrido. Pero lo que ms impresiona en este seductor de
imprevisibles repentes es la sensacin que da siempre de seguir varios hilos de
pensamiento a la vez. Temido y adulado por la pequea camarilla de cientfcos
internacionales que se apretujan a su alrededor, ha convertido su unidad de
investigacin sobre los tumores experimentales en uno de los faros de la ciencia
virolgica norteamericana y mundial. Los que tienen la suerte de pertenecer a
esa unidad publican ms artculos en las grandes revistas cientfcas que los
equipos de la mayor parte de los dems laboratorios. Trabajar con Robert Gallo
brinda la oportunidad de hallarse en la fuente del descubrimiento, de baarse
en un fujo ininterrumpido de ideas originales, de sumergirse en el centro de un
hervidero de hiptesis de intuiciones al que acuden regularmente a lustrarse
algunos de los ms grandes cerebros del planeta.
Este cientfco de genio posee la fuerza y la originalidad de tener las puertas
abiertas sobre el mundo, de conocer personalmente a centenares de otros
investigadores y de acoger ante los microscopios y las centrifugadoras de sus
salas de experimentacin a los visitantes y a veces a los trnsfugas ms
112
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
productivos de otros laboratorios. Su afcin a la publicidad, aliada a una
capacidad inigualable para ponerse al alcance del ms inculto de los
periodistas, le ha convertido en el nio mimado de los medios de comunicacin.
Su soltura hollywoodiana ante las cmaras de la televisin, sus dotes para
vulgarizar los ms complejos fenmenos biolgicos con demostraciones
infantiles y su arte consumado de obtener el favor de las publicaciones
cientfcas hacen de l un caso aparte en el ambiente de la investigacin mdica
de nuestra poca. Pero todos esos talentos no habran bastado para
singularizarle tanto si no hubiese aportado, en este fn de siglo, al patrimonio
del conocimiento mdico y cientfco, el descubrimiento fundamental que le
hizo merecer la prestigiosa distincin del Lasker Award en noviembre de 1982.

Una tragedia fue el origen de su carrera. Su hermana menor, a la que l


adoraba, muri enferma a la edad de trece aos.
Yo no saba que Judith estaba enferma relata. Nadie me haba
informado de ello. Su enfermedad se haba declarado durante nuestras
vacaciones de verano en la orilla del mar. Se manifest con escalofros, febre y
una gran fatiga. Mis padres creyeron que se trataba de una simple gripe. Una
tarde, al volver del colegio, me precipit en su habitacin. Judith no estaba all.
Mis padres la haban llevado al hospital universitario de Boston, donde se
experimentaban entonces nuevos medicamentos. El domingo siguiente me
llevaron a verla. Yo nunca haba entrado en un hospital. Una multitud de
mdicos se sucedan en su cabecera, la palpaban, la examinaban como a un
autntico cobaya. Se le transfunda sangre gota a gota. Le administraban
tambin interminables perfusiones de sustancias qumicas cuyas virtudes
curativas se estaban experimentando. Aquellas sustancias le causaban tales
nuseas que ya no poda tragar nada. Su rostro estaba cada da ms chupado.
Lo ms impresionante era el color amarillo que su piel haba adquirido. Acab
pareciendo una lgubre mscara de teatro. Sin embargo, su estado mejor y los
mdicos autorizaron a mis padres a llevrsela a casa. El domingo siguiente
fuimos todos juntos a buscarla. Despus, tuvo una recada.
Un da, cuando entr en su habitacin, hizo un esfuerzo para incorporarse
y tenderme los brazos. Pero, agotada, volvi a caer en seguida sobre su
almohada. Quiso hablarme. Sus labios comenzaron a temblar. Una oleada de
sangre sali de su boca. El tratamiento qumico haba destruido las plaquetas de
su sangre y las hemorragias se producan unas tras otras. Ms adelante supe
que haba sido la tercera o cuarta enferma en todo el mundo que fue tratada con
quimioterapia. Y en aquella poca no se dispona de plaquetas sanguneas en
forma concentrada para remediar los daos causados por aquella nueva
teraputica. La nia muri unas semanas despus. El da de su muerte, cuando
113
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
todos llorbamos alrededor de su cuerpo exange, o por primera vez el
nombre del mal que la haba matado. Mi hermanita Judith haba sido vctima
de la leucemia. Fue el primer choque de mi vida y el fnal de mi juventud.
La tragedia hundi a la familia Gallo en tal abismo de desesperacin, que el
padre casi perdi la razn. Abandonando su fbrica metalrgica donde, durante
la guerra, haba ensamblado las planchas de armazn de los Liberty Ships que
transportaban a Europa los soldados y las armas de la victoria, fue a acampar
durante semanas junto a la tumba de su hija. Cuando regres a casa, pasaba
noches enteras de habitacin en habitacin, besando los retratos de Judith que
haba colocado en todas partes. Abrumado por un sentimiento de culpabilidad,
trat de trasladar a su hijo el afecto que no tuvo tiempo de dar a su hija,
mimndole ms all de lo razonable.
Nada poda aliviar el pesar del muchacho, ni menos su rebelda. Haba
visto morir a mi hermana rodeada de todos aquellos personajes que se
inclinaban sobre ella dice, indignado, de todos aquellos cientfcos que
venan de sus laboratorios a observarla como a un objeto experimental. Les
haba visto inyectarle frascos enteros de sangre y de sus famosas medicaciones.
A pesar de todo su saber, no haban podido curarla. No saban lo sufciente.

Consciente de aquella frustracin, un ntimo de la familia lanzara al joven


Gallo a un camino que nunca haba soado. El doctor Marcus Cox ejerca las
funciones de anatomo-patlogo en el hospital de Saint-Mary de la pequea
ciudad de Waterbury, en Connecticut, donde los padres de Gallo se haban
establecido cuando llegaron de Italia. Era l quien haba descubierto en sus
tubos de ensayo el implacable mal del que Judith haba muerto. Con la mente
siempre alerta, tan curioso como desconfado ante las novedades de la ciencia,
aquel diablo de hombre lo pona todo en entredicho. De un cinismo
contundente, no salvaba a nadie de sus crticas. En resumen: era un maestro
ideal para un muchacho dotado pero cruelmente decepcionado por su primer
contacto con el mundo de los mdicos.
Robert Gallo pas sus vacaciones de bachiller siguiendo devotamente al
doctor Cox en sus tareas cotidianas en el hospital Saint-Mary. Su especialidad
confera a ste una posicin excepcional para juzgar la competencia de sus
colegas: era quien examinaba las extracciones patolgicas y quien practicaba las
autopsias. Nada se le escapaba a aquel Sherlock Holmes del bistur y del
microscopio asegura Robert Gallo. Poda decir instantneamente si un
determinado mdico haba tratado correctamente o no a un paciente. Mi
vocacin se desarroll durante aquel aprendizaje. Mucho antes de franquear la
puerta de la universidad, ya haba decidido ser mdico. Pero el feroz
enjuiciamiento al que Marcus Cox someta a la profesin me desvi del deseo
114
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
de curar. La clera contra aquellos que no haban sido capaces de salvar a mi
hermana segua ardiendo dentro de m. Lo que yo quera era investigar, saber
ms, para ayudar a la ciencia a vengar a Judith.
Vengar a Judith. Una exaltadora ambicin de la que el joven Robert Gallo,
sin embargo, tendra que alejarse al comienzo de sus estudios de medicina.
Estaba todava demasiado impresionado por la muerte de mi hermana para
interesarme de entrada por el universo de las clulas. Slo or la palabra
"leucemia" me pona la carne de gallina. Por lo tanto, se orient al principio
hacia una disciplina desprovista de toda resonancia emocional: los trastornos
del metabolismo. Su encuentro con uno de los ms grandes bilogos de la
poca, el dans Allan Preslav, le volvera a conducir en seguida hacia su primer
objetivo. Allan Preslav diriga un instituto de biologa celular en la Universidad
de Filadelfa. Al conocer las dotes de aquel brillante estudiante le hizo entrar en
su equipo.

Robert Gallo se peg a aquel nuevo maestro, de apariencia tan poco


escandinava, con un carcter volcnico, hirviente, apasionado. Un verano, el
investigador le confa un experimento sobre clulas de mdula sea. Es un
fracaso. El joven Robert se muere de vergenza. Sin embargo, el primer paso se
ha dado. Ha tenido el primer contacto con el universo de las centrifugadoras y
de los tubos de ensayo. Para hacerse perdonar, Gallo propone investigar las
razones por las cuales los enfermos pulmonares crnicos no fabrican sufcientes
glbulos rojos. Este original estudio le proporciona el orgullo de ver por
primera vez su frma al pie de un artculo cientfco. Persuadido de que su
discpulo lo tiene todo para triunfar, Allan Preslav le enva a hacer su internado
en la Universidad de Chicago, un centro famoso por la enseanza de la biologa
celular, un semillero de premios Nobel.
El hospital de esta universidad recoga los casos ms extraos y ms
desesperados de toda Amrica, lo cual permiti al joven interno entablar
relaciones de amistad con personalidades tan diversas como Jesse Owens, el
atleta negro que gan los cien metros en los Juegos Olmpicos de Berln en
presencia de Adolf Hitler, y como la turbadora cantante de gospels Mahalia
Jackson; y conocer a la viuda de Enrico Fermi, uno de los pioneros de la bomba
atmica. Por las tardes y los domingos, Robert Gallo dejaba a su joven esposa
Mary-Jane y a su beb Marcus (llamado as en homenaje al muy querido doctor
Marcus Cox) para encerrarse en un laboratorio y continuar sus investigaciones
sobre las clulas de la sangre. Obstinacin que iba a valerle muy pronto un
espectacular cambio: una plaza de investigador en el NCI, el Instituto Nacional
del Cncer, en Bethesda, cerca de Washington. Sus dientes blancos y
115
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
puntiagudos de lobezno iluminaron su rostro mate de mediterrneo con una
sonrisa triunfal; acababa de cumplir veintiocho aos.
Como no se contaba con una vacante inmediata en un laboratorio de
biologa, Robert Gallo fue destinado a un lugar donde haca aos jur que
nunca volvera a poner los pies: el servicio de nios leucmicos del hospital,
agregado al instituto de investigacin. Diecisis aos haban transcurrido desde
la muerte de su hermana; diecisis aos durante los cuales numerosas
teraputicas inventadas en el propio campus de Bethesda haban podido frenar
la hecatombe de los cnceres de la sangre. Por un extrao azar, uno de los
artesanos de aquellos progresos era una mujer que antao haba cuidado a
Judith. Tena en sus archivos una sorpresa para el recin llegado. Un da le
proyect una serie de diapositivas que mostraban los linfocitos enfermos de su
hermanita fulminada por la leucemia.
Aquello fue un choque y una revelacin. Despus de aos de intimidad con
los glbulos rojos, Robert Gallo decidi dedicar sus esfuerzos a desvelar los
misterios de los glbulos blancos, los defensores de la vida cuyos fallos
condenan a muerte a los hombres.

Esta eleccin coincida con el advenimiento de una nueva era en la


investigacin mdica. Dos acontecimientos daban a los investigadores nuevos
instrumentos de conquista. Por una parte, los gigantescos presupuestos
disponibles para la lucha contra el cncer, despus de la erradicacin de las
enfermedades infecciosas gracias a los antibiticos. Por otra parte, la revolucin
acaecida recientemente en la conducta de la biologa celular. Desde fnales de
los aos 50, se conocan casi todos los secretos de la vida de las clulas. Se saba
hacerlas crecer, cultivarlas y reproducirlas en el laboratorio. Y sobre todo el
dominio de un material vulgar, el plstico, ofreca a los investigadores de la
facultad la posibilidad de equiparse con instrumentos capaces de multiplicar las
experiencias y de extender hasta el infnito el campo de sus conocimientos. La
materia plstica y la biologa celular se haban unido para dar vida a una
industrializacin de los equipos de investigacin, abriendo as nuevos terrenos
de estudio a un mayor nmero de tcnicos y de laboratorios.
El ao que Robert Gallo pas entre los nios leucmicos del Instituto
Nacional del Cncer fue una experiencia decisiva. En la facultad de Chicago
recuerda, slo haba trabajado con clulas fsiolgicamente normales; y de
repente me encontr enfrentado con clulas absolutamente locas, con clulas en
pleno delirio, con clulas suicidas. Desde su nombramiento para un
laboratorio de investigacin, Robert Gallo se organiz: Tena la suerte de
encontrarme en el centro de una cantera de cerebros empeados en una
competicin frentica. Me apresur a aprovechar esas ventajas para tejer una red
116
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
de relaciones profesionales. Un partido de tenis con un investigador chino ex
colaborador de un premio Nobel de biologa molecular iba a abrirme nuevos
horizontes. "Escucha, Bob me aconsej un da el chino entre dos sets, la
mejor manera de estudiar las clulas cancerosas humanas es utilizar como
modelos los tumores animales producidos por virus."
Virus! El chino haba pronunciado la palabra mgica que obsesionaba a
tantos cancerlogos. Robert Gallo, por su parte, se encogi de hombros. Yo
nunca haba sentido ningn inters por la virologa confesa candorosamente
. Nunca haba trabajado con virlogos. No tena la ms mnima nocin sobre
esos pequeos demonios malditos, y me parecan muy ingenuos aquellos que se
haban atrevido a hacer de ellos su especialidad.
Sin embargo, cuntas esperanzas haba suscitado la hiptesis de un origen
vrico en la aparicin de numerosos cnceres! Desde que en 1910 un americano
llamado Francis Peyton Rous anunci que haba podido inocular tumores
cancerosos en unos pollos, la imaginacin de los investigadores no haba cesado
de infamarse. Cuarenta aos despus, el descubrimiento de un virus que
produca leucemia en los ratones ratifc la hiptesis del posible origen vrico de
ciertos cnceres. Hiptesis sostenida por las ms altas autoridades. En 1962, el
responsable del departamento de enfermedades infecciosas del Instituto
Americano de la Salud no vacil al informar que los cnceres humanos
tambin pueden ser causados por virus y que, en tal caso, stos deben ser
considerados como simples enfermedades infecciosas. Esta conviccin dio
nacimiento a un programa especial de investigaciones fnanciado con medios
considerables.
A partir de entonces, toda una generacin de cientfcos iba a tratar de
identifcar esos microscpicos agentes de muerte para poder combatirlos
despus con unas vacunas adecuadas! El ejemplo de Jonas Salk, el vencedor de
la poliomielitis, estimulaba todas las ambiciones. Se produjo una competencia
encarnizada entre los diferentes centros de investigacin, engendrando a lo
largo de los aos 60 una lluvia de presuntos descubrimientos sobre el papel de
los virus en los cnceres humanos. Aquellas seudovictorias slo fueron humo
de paja. Todo lo ms, se consigui poner en evidencia el limitado papel de
cofactor de algunos virus en el desarrollo de ciertos tumores. Por ejemplo, el
virus responsable de las mononucleosis infecciosas, descrito por los mdicos
ingleses Michael A. Epstein e Y. Barr, se revel tambin implicado en la
formacin de linfomas o de cnceres de rinofaringe. Igualmente, los
papilomavirus estaban implicados en los tumores de cuello de tero, y el virus
de la hepatitis B en el cncer de hgado.
Nadie haba podido demostrar, en cambio, la ms mnima culpabilidad
directa de una familia muy especial de virus los retrovirus que no haba
dejado de intrigar a los cientfcos desde el descubrimiento, en 1910, del primer
retrovirus en un tumor canceroso de pollo. El modo de actuar de los retrovirus
117
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
viola, en realidad, todas las leyes de la biologa. Estas leyes, que rigen los
mecanismos de la reproduccin de la vida, siguen un proceso inmutable
perfectamente conocido. En el centro del ncleo de cada clula se encuentra un
cido nucleico llamado ADN
5
que transmite la informacin gentica de la que
es soporte a otro cido nucleico llamado ARN
6
que, por su parte, convierte la
informacin en protenas especfcas necesarias para la vida y la actividad de las
clulas. Como los virus convencionales estn dotados de un sistema biolgico
anlogo, su ADN puede mezclarse con el ADN de las clulas agredidas por
ellos. Al multiplicarse, las clulas huspedes reproducen automticamente esos
virus que albergan. Como no poseen cido ADN, sino nicamente cido ARN,
los retrovirus, por su parte, se ven obligados a recurrir a un intermediario
exterior para hacerse aceptar por el ADN de las clulas que quieren invadir, con
el fn de hacerse reproducir por ellas.
Hubo que esperar a 1970 para que el intermediario fuese descubierto.
7
Se
trata de una enzima que fue llamada transcriptosa inversa porque permite
realizar a los retrovirus una operacin inversa al mecanismo habitual de
reproduccin vrica, convirtiendo su nico cido ARN en cido ADN, sin el cual
no podran multiplicarse. Esta enzima es la frma de la presencia de un
retrovirus en un organismo. Su descubrimiento proporcion un instrumento de
investigacin incomparable. La simple deteccin de su presencia basta para
proporcionar la prueba de que hay que vrselas, no con un virus ordinario, sino
con un retrovirus.
Robert Gallo vio en esa frma biolgica la herramienta que necesitaba
para confortar su intuicin y para lanzarse hacia un nuevo objetivo: demostrar
que los retrovirus existen, no solamente en los animales, sino que tambin
atacan al gnero humano. Este enfoque iba a suscitar un escepticismo general en
el campus de Bethesda, donde nadie crea en la existencia de retrovirus
humanos. Una de las razones invocadas por sus incrdulos colegas pareca
irrefutable: los ms potentes microscopios electrnicos no haban descubierto
nunca su rastro en las clulas humanas enfermas. Comprobacin tanto ms
turbadora porque si se manifestaba en el animal, proliferaba
sobreabundantemente. De ah el dogma ofcial: si los retrovirus atacasen
tambin al hombre, hace tiempo que se habra detectado su existencia.
5
Se trata de un doble flamento de cido desoxirribonucleico enrollado en forma de
escalera helicoidal. El bioqumico norteamericano James Dewey Watson recibi, en 1962, con sus
colegas ingleses Maurice H. F. Wilkins y Francis H. C. Crick, el premio Nobel por su
descubrimiento de esta estructura molecular del ADN en doble hlice.
6
Filamento de cido ribonucleico.
7
Descubrimiento realizado por tres jvenes investigadores norteamericanos: David
Baltimore, Renato Dulbecco y Howard Temin. Les proporcion el premio Nobel de medicina en
1975.
118
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor

La genialidad de Robert Gallo fue considerar la hiptesis inversa. Por qu


no imaginar unos retrovirus tan solapados y tan discretos que ningn
microscopio haba podido descubrirlos todava? Insensible a las burlas, el
ardoroso investigador se puso en campaa. Comenz estudiando todos los
informes, artculos y documentos en los que veterinarios y virlogos conocidos
o desconocidos daban cuenta de enfermedades inexplicadas y, en primer lugar,
de las leucemias sobrevenidas en gatos, monos, vacas, ardillas e incluso en
canguros. Esta bsqueda le convenci de que exista en el mundo animal una
gran cantidad de otros retrovirus que nunca haban sido catalogados. Su
actividad resultaba a menudo tan secreta que era virtualmente imposible
descubrirlos. Hasta la frma de su transcriptasa inversa resultaba ilegible.
Se redoblaron los sarcasmos y las burlas con respecto a Robert Gallo, aquel
pescador del mar Muerto. Sus colegas no daban su brazo a torcer: no existan
otros retrovirus que aquellos cuya existencia haba podido ser cientfcamente
demostrada en el pollo, en el ratn y en el gato. Si algn da me conceden el
premio Nobel dir ms adelante el investigador recordando esas peripecias,
ser por todos los golpes recibidos. No conozco ninguna reunin, ningn
coloquio, ninguna conferencia cientfca en la que yo no haya sido puesto en la
picota ferozmente.
Uno de los mayores obstculos con que tropezaba para demostrar la
existencia de retrovirus humanos resida en su reiterada impotencia para
descubrir su frma en las clulas cancerosas. Aunque cultiv esas clulas, las
mim y las rode de todos los cuidados posibles, ellas se negaban a dividirse y
a reproducirse en nmero sufciente para desvelar una presencia vrica en su
ncleo.
Robert Gallo, desanimado, estaba a punto de renunciar cuando vino la
suerte en su ayuda en forma de un artculo cientfco de apariencia anodina. Un
laboratorio de la Universidad de Pennsylvania acababa de extraer de una planta
una protena, la ftohemaglutinina, que obraba de manera sorprendente sobre
algunos glbulos blancos. A su contacto, los linfocitos crecan bruscamente, se
mostraban increblemente activos y se dividan. Gallo comprob que aquella
protena vegetal estimulaba en particular los linfocitos T, los glbulos blancos
encargados de movilizar las defensas del organismo contra las agresiones
exteriores. Advirti sobre todo que, en presencia de aquella protena, esta
categora particular de glbulos blancos comenzaba a segregar una especie de
alimento celular especialmente dinmico. Denomin interleukina-2 a ese factor
de crecimiento especfco de los linfocitos T. Era el abono milagroso que l
necesitaba para obligar a las clulas humanas cancerosas a reproducirse
masivamente y hacerlas revelar, a la vez, la eventual frma de la presencia de
un retrovirus?
119
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
En 1980, cinco aos despus de que el resto de la comunidad cientfca de
Bethesda abandonara toda investigacin sobre la posibilidad del origen vrico
de algunos cnceres, el hermano de la pequea Judith anunciaba que dos
investigadores de su laboratorio, Bernard Poiesz y Frank Ruscetti, acababan de
poner en evidencia el primer retrovirus humano. Las clulas que haban
permitido este prodigioso resultado procedan de un grupo de enfermos
afectados por una variedad poco comn de leucemia que engendraba una
proliferacin anrquica de sus linfocitos T. El primero de aquellos enfermos, un
ex jugador de baloncesto negro, viva en una granja de Alabama; el segundo,
una neoyorquina tambin negra, era oriunda del Caribe; el tercero, un marino
irlands, viva retirado en Boston. Robert Gallo supo que aquel marino haba
navegado en buena parte de su vida por el mar del Japn y frecuentaba las
casas de lenocinio de Kyushu. La informacin le pareci tanto ms excitante
cuanto que un cientfco japons llamado Kiyoshi Takatsuki haba revelado al
mundo cientfco, en 1977, varios casos de una leucemia idntica en las islas
meridionales del Japn. Segn el investigador nipn, esa leucemia se transmita
por la sangre, por el sexo y, congnitamente, de la madre al hijo. Esa triple
transmisin implicaba la presencia de un agente infeccioso. La misma leucemia
no tardara mucho en manifestarse tambin en frica. Era evidente que aquel
agente infectaba ya un cierto nmero de individuos en el mundo.
Robert Gallo le invent un nombre: el HTLV (H por humano, T por linfocito
T, L por leucemia y V por virus).
8
La aparicin de esta sigla de cuatro iniciales
marcaba el comienzo de una nueva era en la comprensin del mecanismo del
desarrollo de algunos cnceres humanos y de otras enfermedades inexplicadas
que diezmaban la humanidad. El pescador del mar Muerto poda levantar la
cabeza y saborear el alud de premios cientfcos que no tard en caer sobre mi
equipo y sobre m, en lugar de todas las patadas en el culo recibidas hasta
entonces. El 19 de noviembre de 1982 recibi el Lasker Award, el ms
prestigioso premio mdico de los Estados Unidos. Esta recompensa lleva el
nombre de un rey de la publicidad de los aos 20 que promocion los cigarrillos
Lucky Strike y convenci a toda la nacin para que los fumase. En el crepsculo
de su vida, el millonario Albert Lasker abandon los cigarrillos y la publicidad
para consagrarse a una lucha apasionada contra el cncer.
Algunos aos despus, los trabajos de Robert Gallo le proporcionaran a
este sabio excepcional el insigne honor de ser el primero en recibir por segunda
vez el Lasker Award.
8
Human T-cell Leukemia Virus o Human T Linphotropic Virus. En 1982, Robert Gallo descubri
un segundo retrovirus humano de la misma familia que el primero. A partir de entonces los dos
virus llevaron, respectivamente, los nombres de HTLV-1 y HTLV-2.
120
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
22
Bethesda, USA - Invierno-primavera de 1982
Por el amor del cielo, no se duerma en los laureles!
Era un sombro presagio? Una capa de fro siberiano se haba adueado
del campus de Bethesda, cubierto por un manto de nieve. Sin embargo, el
infatigable doctor Jim Curran haba arrostrado los hielos del rtico para ir a
tomar la palabra, aquel da de febrero de 1982, ante el comit del Instituto
Nacional del Cncer que se encargaba de orientar los crditos destinados a la
investigacin. Esperaba, claro est, seducir a los proveedores de fondos, pero,
sobre todo a aquel personaje aureolado de gloria, Robert Gallo, invitado
tambin a dirigirse a los asistentes para exponer su descubrimiento
revolucionario del primer retrovirus humano.
El dossier del jefe de los mdicos-detectives de Atlanta se haba engrosado
dramticamente desde su ltimo intento de unir a su cruzada a los
investigadores de Bethesda. Los registros del CDC enumeraban ahora a
doscientas dos vctimas ofcialmente registradas. Los lderes de la prensa
mdica, con New England Journal of Medicine de Boston y Lancet de Londres en
cabeza, haban roto al fn su silencio. Cinco artculos frmados por cinco grupos
de investigadores acababan de revelar que existan analogas entre las diferentes
manifestaciones de la epidemia. Las conclusiones adelantadas eran terribles: en
algunos meses, la tasa de mortalidad haba llegado al cuarenta por ciento.
El primer enfermo identifcado en octubre de 1980 en Los ngeles por el
doctor Gottlieb, el que fue llamado el enigma de la habitacin 516, haba
muerto en el mes de mayo siguiente. Los otros cuatro casos que fueron objeto
del primer balance aparecido en el informe semanal del CDC tambin haban
fallecido a consecuencia del hundimiento de su sistema inmunitario. El joven
actor de Broadway no pudo ocultar mucho tiempo bajo su maquillaje los
estragos del cncer cutneo que fnalmente se lo llev. Incluso en Bethesda
121
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
haba muerto un hombre, en la primavera de 1981, en el servicio del doctor
Samuel Broder, el bigotudo joven jefe del programa de oncologa clnica del
Instituto Nacional del Cncer. En esta unidad de punta slo son admitidos los
casos excepcionales susceptibles de servir a la investigacin mdica. Sam Broder
conservaba con horror el recuerdo de aquel muerto-vivo de treinta y un aos
afectado por unas infecciones que nunca habamos visto. Despus de su
fallecimiento, sus ayudantes y l mismo desearon simplemente no tener que
vivir de nuevo una tragedia como aqulla. Despus de ocho meses de agona,
el ayudante de vuelo de Air France atendido en el hospital Claude-Bernard de
Pars pereci tambin, en una ltima agresin vrica, esta vez en el cerebro. En
cuanto llegbamos al fnal de una infeccin declara su mdico Willy
Rozenbaum, apareca otra ms grave todava para ponerlo todo en tela de
juicio. Aquel joven facultativo haca cada da la misma comprobacin.
Decididamente, exista un profundo hiato entre nuestra prctica habitual y
aquella situacin totalmente nueva.
Al cabo de doce meses de acoso, a Jim Curran ya no le caba la menor duda:
slo un virus poda ser el responsable de esa situacin nueva. Era la tesis que
iba a defender aquel da ante los consejeros del Instituto del Cncer. Haba
hecho el viaje con la esperanza de obligarles a iniciar urgentemente un
programa de investigacin nacional. Para apoyar su demostracin, slo contaba
con un documento: el cuadro estadstico que mostraba una diapositiva realizada
en Atlanta y que era ms elocuente que todos los discursos. Revelaba que la
principal diferencia entre los homosexuales enfermos y los homosexuales sanos
interrogados por sus colegas del CDC, era el nmero de compaeros sexuales
de los unos y los otros durante un perodo idntico. Entre los enfermos, el
nmero era diez o doce veces ms elevado. Para Jim Curran y su equipo, sta
era la mejor prueba de que haba transmisin de un agente infeccioso,
probablemente un misterioso retrovirus que sus supermicroscopios no haban
podido descubrir. Yo saba la hostilidad que iba a traer sobre m al lanzar la
hiptesis vrica reconocera ms adelante Jim Curran. Porque, para los
investigadores y los mdicos, no hay aventura ms difcil que la de enfrentarse
con un virus.
La acogida de las personalidades de Bethesda le pareci tan fra como el
manto de nieve que cubra aquel da los campos de Maryland. Hasta el
proverbial entusiasmo mediterrneo de Robert Gallo qued inmovilizado en
una congelacin total. Volvindose fogosamente hacia el prestigioso cientfco,
Jim Curran, a pesar de todo, trat de hacerle desfruncir el ceo. Por el amor del
cielo, no se duerma en sus laureles le conmin levantando la mano hacia un
punto imaginario, ms all de las paredes de la sala. Le juro que hay all un
virus mortal que se pasea libremente.

122
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
Aquel asunto era extrao, ciertamente. Pero acaso la investigacin no est
hecha de cosas extraas? dir ms adelante Robert Gallo, para justifcarse de
haber permanecido sordo a las splicas del enviado del CDC. En realidad, lo
que no me convenca de aquella aventura era su aspecto sensacionalista, con
todo lo que ello comportaba de turbio y un poco repugnante. El CDC haba
hecho una soberbia encuesta policial, pero para un laboratorio de investigacin
fundamental como el mo, ya empeado en mltiples tareas de gran aliento, era
inimaginable detenerlo todo para lanzarse a una peripecia de homosexuales con
compaeros mltiples.
Los mdicos-detectives de Atlanta descubriran pronto que aquel punto de
vista era compartido por la mayor parte de los grandes centros de investigacin.
A esta actitud de principio se aadan consideraciones de orden prctico. Robert
Gallo y la mayora de sus colegas tenan la certeza de estar frente a un asunto
tan complejo que existan pocas posibilidades de aportarle una ayuda til. Los
enfermos parecan afectados por tantas infecciones diferentes que pareca
imposible poder hallar la causa precisa de su mal dice Gallo. Entonces,
para qu agotarse en un rompecabezas insoluble? Esta inhibicin de los
investigadores en los primeros meses de epidemia se apoyaba fnalmente en un
tercer motivo, tal vez ms imperioso que los otros: el miedo. El miedo a
introducir un misterioso agente de muerte bajo las campanas de trabajo de sus
salas de experimentacin. El premio Nobel David Baltimore, codescubridor de
la enzima transcriptasa inversa que haba permitido a Robert Gallo identifcar el
primer retrovirus humano, anunci que se negaba a recibir en su laboratorio del
Massachusetts Institut of Technology de Boston, la ms mnima muestra de
tejido o de sangre procedente de un enfermo de sida. Hasta hoy, no ha
modifcado su decisin.
La mayor parte de los centros norteamericanos de biologa molecular
demostraron la misma pusilanimidad. Robert Gallo defender despus esa
actitud subrayando el peligro real que representa la introduccin en un lugar de
trabajo de un agente infeccioso totalmente desconocida. Cmo saber si ese
virus, en s tan devastador, no os saltar a la cara en la primera experiencia, no
se transmitir conversando o intercambiando un simple apretn de manos?
Adems, estaban tambin los dems microorganismos responsables de
mltiples infecciones que las vctimas de esa enfermedad tan especial sufran a
causa de la destruccin de su sistema inmunitario. Unos agentes que tal vez
podran infectar a personas sanas, como usted y como yo. Tenamos el derecho
de correr ese riesgo? En apoyo de su defensa, Gallo aade que varios
investigadores de Bethesda haban muerto en el pasado, contaminados por
virus, en sus superprotegidos laboratorios.

123
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
Exactamente ocho semanas despus de la negativa categrica infigida por
el establishment de Bethesda, una nota redactada por el responsable de la
farmacia del CDC informaba a Jim Curran de un hecho nuevo capaz de
modifcar la posicin de la comunidad cientfca en lo concerniente a la
epidemia. Un mdico de Denver (Colorado) solicitaba el envo urgente de dosis
de Pentamidina para uno de sus clientes, afectado tambin de una gravsima
neumocistosis. Al contrario de las peticiones similares recibidas en menos de un
ao por el CDC, que era el distribuidor exclusivo en los Estados Unidos, el
medicamento no iba destinado esta vez a un individuo privado de sus defensas
inmunitarias a consecuencia del trasplante de un rgano, o a un homosexual
vctima de la nueva epidemia. El enfermo de Denver que padeca esa rara forma
de neumona no corresponda a ninguno de los criterios habituales. No era un
cliente habitual de las bath-houses, ni un toxicmano, ni un sorbedor de poppers.
Era un tranquilo padre de familia numerosa, de cincuenta y nueve aos, que
siempre haba vivido en el mismo barrio burgus de una ciudad de la
Norteamrica profunda y que nunca haba recibido el ms mnimo tratamiento
inmunodepresor. En resumen: nada que pudiera abrir las puertas de su
organismo a la mortal invasin parasitaria que le afectaba ahora. Nada, a no ser
una anomala de su patrimonio gentico que le someta a un riesgo particular
de contaminacin: era hemoflico.
En aquella maana de abril de 1982, esa informacin produjo la ms viva
emocin entre los mdicos-detectives del CDC de Atlanta. Jim Curran
comprendi de inmediato todas sus implicaciones. El enfermo de Denver
perteneca al pequeo grupo de norteamericanos eran alrededor de veinte mil
que, a consecuencia de una laguna en la funcin reguladora de la sangre,
reciban peridicamente transfusiones de factores de coagulacin destinados a
prevenir hemorragias que a veces resultaban fatales. Para ofrecer todas las
garantas de tolerancia y respetar los reglamentos de sanidad norteamericanos,
esos productos sanguneos, comercializados desde los comienzos de los aos
60, deban proceder de un grupo de mil donantes diferentes como mnimo. De
hecho, la mayor parte de los lotes eran fabricados a partir de la sangre de diez a
veinte mil donantes dispersos por todas las regiones de los Estados Unidos. Con
una media de diez transfusiones por ao, era, pues, la sangre de alrededor de
doscientos mil donantes la que cada hemoflico reciba en un ao. Las
operaciones de fltracin extremadamente rigurosas a que eran sometidos tales
productos eliminaban, por otra parte, cualquier riesgo de contaminacin por
agentes infecciosos, tales como las bacterias o los microbios. Los nicos
elementos vivos que podan franquear semejantes barreras eran los virus.

124
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
El enfermo hemoflico de Denver nos permiti cubrir una etapa decisiva
cuenta Jim Curran. Nos aportaba por fn la prueba perentoria del origen
vrico de la epidemia del sida. En lo sucesivo ningn investigador podra hacer
el avestruz ante nuestras afrmaciones y lo bien fundado de nuestra hiptesis.
Tanto ms cuanto que los hemoflicos eran una categora de pacientes de
estudio especialmente interesantes. A causa de la procedencia tan diversifcada
de los productos sanguneos que se les inyectaban, eran con respecto a los
receptores de transfusiones sanguneas, lo que los homosexuales de
compaeros mltiples representaban con respecto a los gays que tenan
relaciones sexuales normales.
Apenas tres horas despus de la llamada de Denver, un mdico-detective
del CDC volaba hacia Colorado. Durante diez das, el doctor Dale Lawrence
someti al enfermo, a los miembros de su familia y a sus mdicos a implacables
verifcaciones. Control minuciosamente todos los parmetros de los balances
inmunolgicos, hizo proceder a nuevas biopsias pulmonares y pas por la criba
todas las muestras de concentrados sanguneos recibidos por el paciente
durante los cinco aos anteriores. Su trabajo de hormiga le permiti confrmar
que aquel padre de familia padeca el mismo mal que afectaba a los
homosexuales.
Menos de una semana despus, el Centro de Control de Enfermedades de
Atlanta se enteraba de la existencia de un segundo caso semejante. Este enfermo
era un hemoflico de veintisis aos, oriundo de una pequea ciudad del
noreste de Ohio, de la que nunca haba salido. El doctor Dale Lawrence volvi a
tomar el avin. Con el encarnizamiento de un sabueso del FBI, interrog a todos
los conocidos antiguos y actuales del muchacho. Entrevist a sus padres, a sus
hermanos, a sus hermanas, a sus camaradas de colegio, a sus compaeros de
deporte y de trabajo, a sus relaciones femeninas. Trat de descubrir si tena una
vida secreta. Cache los ms pequeos detalles de su pasado. Sabiendo que los
hemoflicos se entregaban a veces a los estupefacientes para calmar sus dolores
articulares, pregunt al enfermo sobre ese tema. Pero el caso era tambin de una
absoluta transparencia. Slo las transfusiones de concentrados sanguneos
podan ser el origen de su mal.
El doctor Dale Lawrence acababa de volver a Atlanta cuando una tercera
noticia explosiva puso en efervescencia de nuevo al CDC. Un mdico de
Westchester County, barrio residencial de Nueva York, comunicaba que una
biopsia practicada en los pulmones de uno de sus pacientes, un jubilado de
sesenta y dos aos, haba revelado una infeccin masiva de Pneumocystis carinii,
los agentes habituales de la neumocistosis. Como los dos casos precedentes, este
enfermo era tambin hemoflico y reciba inyecciones regulares de productos
sanguneos.

125
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
La historia de la medicina no retendr los nombres de esas tres vctimas
inocentes. Sin embargo, su sacrifcio trastorn por completo las circunstancias
y las bases de la lucha, asegur luego Jim Curran. A pesar de las terrorfcas
implicaciones que signifcaba sbitamente esa extensin de la plaga, el jefe de
los mdicos-detectives de Atlanta triunfaba. La comunidad cientfca, que haba
despreciado su extraa epidemia de maricas, debera fnalmente descender
de su Olimpo y entrar en la arena, porque, adems de veinte mil hemoflicos,
unos tres millones de norteamericanos reciban cada ao transfusiones
sanguneas. Descubrir el agente infeccioso se converta en una prioridad
nacional. A este desafo se agregaba un cortejo de otras urgencias: haba que
inventar una prueba de deteccin, someter toda la produccin de sangre y de
compuestos sanguneos a unos controles draconianos y elaborar sustancias y
teraputicas antivricas. Es decir: haba que poner a punto una vacuna. Una
tarea titnica que exigira montaas de dlares y el concurso de masas de
materia gris.
Los responsables del centro de Atlanta decidieron iniciar esta decisiva etapa
dando a la epidemia una nueva denominacin. Sensibles a la indignacin
justifcada de los medios homosexuales que consideraba infamante la
introduccin de la palabra gay en la designacin de la enfermedad conocida
hasta entonces con la apelacin de GRID,
9
le pusieron el nombre de AIDS,
10
en francs y en castellano SIDA, cuatro letras que pronto resonaran como la
maldicin de este fn de milenio.
9
Gay Related Immuno Defciency: Dfcit inmunitario relacionado con la homosexualidad.
10
Acquired Immuno Defciency Syndrome: Sndrome de Inmuno Defciencia Adquirida (o
tambin Sndrome Inmuno Defcitario Adquirido).
126
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
SEGUNDA PARTE
La victoria de los magos
de lo invisible
127
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
23
Amberes, Blgica - Invierno de 1982
Eslabones para cercar el mundo con una cadena de amor
Haba sido una muchacha bella, rica, prometida a todas las caricias de un
destino dorado. Aquella hija de notables de la alta burguesa del puerto belga de
Amberes haba crecido en la opulencia apacible de una de esas residencias que
Rubens pintaba con tanto amor. Su elevada estatura y su aspecto contrastaban
con la delicadeza de su rostro, iluminado por dos inmensos ojos de color hierba
doncella. Jacqueline de Decker era a los dieciocho aos uno de los partidos ms
seductores del reino de Blgica. Su belleza y su rango hacan volver muchas
cabezas. A la edad en que las muchachas de su ambiente soaban con aturdirse
en los bailes y en los brazos de algn prncipe encantador y con evadirse a las
playas doradas de la Costa Azul, ella prefera encerrarse cada da largas horas
en una capilla para escuchar la voz interior que la llamaba a una vocacin muy
diferente.
Convencida de que Dios le peda que entrase en una orden religiosa para ir
a las Indias a atender a los pobres y a los leprosos, hizo su maleta y fue a llamar
a la puerta del convento de las Hermanas Misioneras de Mara. Las monjas,
felices por recibir a aquella joven de la alta sociedad, quisieron darle una
comida regia. Pero la lata de salmn abierta en su honor estaba en malas
condiciones. Jacqueline estuvo a punto de morir aquella noche. Viendo en aquel
envenenamiento alguna seal, al amanecer se arrastr como pudo al despacho
de la madre superiora y le anunci que quera volver a su casa. Estaba decidida
a consagrarme a Dios y a partir a las Indias para cuidar a los pobres del
Evangelio dice Jacqueline; pero sin abandonar el mundo.
Un jesuita belga, amigo del obispo de Madrs, buscaba voluntarios para
crear un centro mdico-social en una regin abandonada del Tamil Nadu. Siete
jvenes de Amberes formaban ya un equipo. Jacqueline de Decker se uni a
128
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
ellas con entusiasmo. La invasin de Europa por los panzers de Hitler iba a
romper de golpe su hermoso sueo. Cuando la miseria y el dolor se abatieron
sobre Blgica, Jacqueline y sus compaeras se apresuraron a obtener sus
diplomas de enfermera y se alistaron en la Cruz Roja. Cuatro aos bajo las
bombas y en los hospitales superpoblados formaron duramente a la joven
heredera en su ideal de caridad. Su incansable entrega le vali, despus de la
Liberacin, ser aclamada como una herona. Varios personajes intrigaban ya
ante sus padres, solicitando para sus hijos la mano de aquel ngel vestido de
blanco y cubierto de medallas. Pero ella estaba muy lejos de pensar en el
matrimonio. La guerra haba disgregado el pequeo grupo de amigas con las
que haba decidido ir a servir a las Indias. Algunas haban muerto en los
bombardeos, una haba entrado en un convento y las dems se haban casado.
Jacqueline se haba quedado sola, pero segua dispuesta a partir para la gran
aventura. El 31 de diciembre de 1946 embarc en un buque que parta para
Madrs.
Al llegar se enter de que el jesuita belga que haba inspirado su venida a la
India haba muerto el mismo da en que ella sala de Amberes. Se encontr
absolutamente sola. Durante dos aos, vestida como las campesinas con un sari
de algodn, vivi en medio de los pobres, a los que atendi en un dispensario
de fortuna instalado en un pueblo de los alrededores de Madrs.
Contentndose con el alimento cotidiano de un plato de arroz sazonado con
pimienta y con algunos vasos de t, durmiendo en el suelo en una chabola de
tablas infestada de ratas y de cucarachas, nica europea en varios kilmetros a
la redonda, comparti la vida y sufrimientos de los campesinos sin tierra, los
parados, los tuberculosos y los leprosos. Rudo aprendizaje que, incluso para
una fe a toda prueba, era difcil de llevar en un total aislamiento afectivo y
moral. Y ms an teniendo en cuenta que la presencia de una extranjera blanca
en aquella corte de los milagros suscitaba a veces reacciones hostiles.
Un da de gran desnimo, Jacqueline de Decker hizo a pie el viaje a Madrs
con el fn de buscar all el consuelo espiritual de un sacerdote. Un misionero le
habl de una religiosa europea cuya vocacin era, como la suya, vivir en las
barracas en medio de los desheredados, cuidar a los enfermos y a los
agonizantes, educar a los nios de la calle, ocuparse de los mendigos y dar
cobijo a los abandonados. Dos das despus, la joven enfermera belga
desembarcaba de un vagn de tercera clase en la metrpoli de Bengala. Tras
varios das de bsqueda, fue entre las hermanas de una misin mdica
americana establecida en Patna, en la provincia del Bihar, donde encontr al fn
a la que buscaba. Antes de sumergirse en la miseria y los sufrimientos de las
chabolas, la futura Madre Teresa haba ido all para aprender algunos
rudimentos de socorrismo y de cuidados mdicos.

129
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
Aquella mujercita de treinta y ocho aos y sonrisa luminosa haca ya
diecinueve que viva en la India. Nacida en Skopje, entonces en Albania, hija de
un prspero empresario, Agns Boljaxhiu haba sido llamada, desde muy joven,
a la vida religiosa. Tomando el nombre de Teresa en homenaje a la humilde
forecilla de Lisieux, a la que profesaba un fervoroso culto, entr en la orden
irlandesa de Loreto. El 6 de enero de 1929 desembarcaba de un vapor en los
muelles de Calcuta, entonces la mayor metrpoli del Imperio britnico, despus
de Londres. Durante diecisis aos, bajo el velo negro de las religiosas de su
congregacin, ense geografa a las hijas de la buena sociedad bengal en uno
de los conventos ms encopetados de la capital de Bengala. Hasta que el 10 de
septiembre de 1946, cuando el tren que la llevaba a su retiro anual de
Darjeeling, en las laderas del Himalaya, una nueva llamada de Dios cambi
radicalmente el rumbo de su existencia. Una voz haba resonado en su corazn.
Era una orden. Tena que abandonar la comodidad de mi convento, renunciar a
todo y seguirle a l, a Cristo, por los tugurios para servirle a travs de los ms
pobres de los pobres.
Su superiora, el arzobispo de Calcuta y toda la jerarqua intentaron hacerle
renunciar a su proyecto, convencerla de que aquella nueva llamada slo era,
probablemente, una alucinacin debida a las fatigas de un clima abrumador y a
la tensin reinante en la ciudad arrasada por las revueltas entre las
comunidades durante las luchas por el acceso del pas a la independencia. Ella
se mostr infexible, escribi a Roma y obtuvo, despus de una espera de casi
dos aos, el permiso del Santo Padre. El 8 de agosto de 1948 franque la puerta
de su convento y troc su hbito por el sari de algodn ms barato encontrado
en el bazar. En el dispensario de las hermanas enfermeras norteamericanas, su
primer enfrentamiento con la enfermedad y el dolor no fue muy glorioso. Al ver
la sangre, se desvaneci. Pero su indomable voluntad y su fe la avezaran poco a
poco a las tareas ms penosas. Por la noche, extenuada, renovaba sus fuerzas
mediante la oracin y la contemplacin, arrodillada delante del crucifjo de la
capilla de la misin.

Fue all donde Jacqueline de Decker la conoci. Un encuentro que ni la una


ni la otra olvidaran. Tenan tantas cosas que decirse, tantas emociones que
compartir! Los dos aos de prueba que la joven belga haba pasado, sola,
aliviando los sufrimientos de los pobres campesinos de los alrededores de
Madrs, ofrecan a Teresa el inestimable fruto de una experiencia vivida sobre el
terreno. Teresa, por su parte, aportaba a Jacqueline un proyecto a largo plazo: la
creacin de una congregacin religiosa nicamente consagrada al servicio de
los ms pobres de entre los pobres. Ella esperaba atraer a las almas generosas
que deseasen compartir su ideal de pobreza. Algunas antiguas alumnas le
130
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
haban dado a entender que se uniran a ella. Mientras tanto, haba que redactar
las reglas de esa nueva comunidad, someterlas a Roma y rezar para que una
bula del papa la autorizase a fundar la orden de las Hermanas Misioneras de la
Caridad que, adems de los tres votos habituales de pobreza, castidad y
obediencia, respetaran un cuarto voto: el de ponerse enteramente y con todo
su corazn al servicio gratuito de los pobres.
Entusiasmada por la perspectiva de vivir su propio ideal, ya no en solitario,
sino en equipo, Jacqueline de Decker se adhiri de inmediato al proyecto de
Teresa. Ella sera su primera compaera. Pero el destino lo decidi de otro
modo. Cuando Jacqueline se preparaba para seguir a su nueva amiga hacia las
chabolas de Calcuta, se encontr de pronto paralizada por unos insoportables
dolores en la columna vertebral. Un golpe que haba sufrido a los quince aos al
lanzarse a una piscina era, tal vez, el origen de su mal. A pesar de los cuidados
intensivos, su estado se agrav de tal manera que comenzaron a temer por su
vida. Y tuvieron que resignarse a repatriarla a Blgica.
Jacqueline de Decker jur a Teresa que se reunira con ella en cuanto se
restableciese. En el barco que la conduca a Amberes le asalt tal sentimiento de
fracaso que incluso, en varias ocasiones, pens en arrojarse por la borda.
Convertida en intil, slo tena una idea: suprimirme. Dios me haba llamado a
la India y yo haba traicionado Su llamada escribir ms adelante. No
cesaba de rogarle, pero ya no senta Su presencia. Si todava tena algn papel
que interpretar sobre esta tierra, el Seor deba enviarme una seal.
Jacqueline acechara aquel signo a lo largo de sus meses de sufrimiento en
los hospitales de su ciudad natal, donde los cirujanos la intervinieron varias
veces para evitar la parlisis total. Vivi un autntico suplicio. Fueron unos
meses de dolores intolerables, al cabo de los cuales se encontr aprisionada
desde la nuca hasta las caderas en el suplicio de un cors de yeso. Cuando
comprendi que nunca podra volver a la India para trabajar all con su amiga
Teresa, le escribi una carta desgarradora, el adis desesperado de una mujer
que vea derrumbarse su sueo, el sentido de su vida.
Algn tiempo despus recibi un aerograma de papel azul sellado en la
ofcina central de Correos de Calcuta. La Madre Teresa le expona, en pocas
lneas, un proyecto nico en la historia de las relaciones entre los hombres: la
creacin de una fraternidad capaz de tejer, por encima de las tierras y de los
ocanos, los vnculos de una comunidad mstica entre aquellos que sufren en su
cuerpo y necesitan trabajar, y aquellos otros que trabajan y necesitan, para
hacerlo, de la oracin de los dems. Voy a hacerte una proposicin que te
llenar de felicidad escriba Teresa a su amiga belga en aquella noche de
octubre de 1952. Quieres ser mi hermana gemela y convertirte por entero en
una Misionera de la Caridad? Con el cuerpo en Blgica, pero con el alma en la
India. Unindote espiritualmente a nuestros esfuerzos, participars con la
ofrenda de tus sufrimientos y tu oracin en nuestro trabajo de los bidonvilles.
131
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
Nuestra tarea es gigantesca y yo necesito muchos obreros. Pero tambin necesito
almas como la tuya, que sufran y rueguen por el xito de nuestra empresa.
Quieres aceptar ofrecer tus sufrimientos a tus hermanas de aqu y darles cada
da la fuerza que necesitan para realizar su obra de misericordia?
No era sa la seal esperada? Jacqueline de Decker aadi al fervor de su
aceptacin su voluntad de reclutar a otros invlidos capaces de compartir el
mismo ideal. Un ideal que llevara a cabo la hazaa de combinar dos grandes
misterios de la fe cristiana: el del poder redentor del sufrimiento y el de la
comunin de los santos que pretende reunir a todas las almas de buena
voluntad. As naci la Asociacin de Enfermos y Dolientes, afliada a las
Misioneras de la Caridad, una cadena cuyos eslabones de amor iban a rodear
el mundo como un rosario. Sus primeros miembros fueron veintisiete grandes
invlidos incurables, todos ellos deseosos de ofrecer la agona de su cuerpo por
el xito del trabajo cotidiano de las veintisiete primeras hermanas jvenes
veinticinco indias y dos europeas que siguieron a la Madre Teresa a los
barrios de chabolas de Calcuta. Treinta y cinco aos despus eran millares de
enfermos, incurables e impedidos, los que se hallaban unidos por su oracin y
por la ofrenda de su sufrimiento a las hermanitas que trabajaban en los
chamizos, las leproseras, los dispensarios, los orfelinatos y los morideros
creados por la Madre Teresa en todo el mundo.
A pesar de su edad y de su doloroso collar de suplicio, Jacqueline de
Decker dirige hoy esa comunin universal desde su modesto apartamento de
los suburbios de Amberes, recogiendo cada maana en su puerta los puados
de sobres constelados de sellos del mundo entero que acaba de depositar all el
cartero.

Aquella maana de invierno de 1982, una carta matasellada en Jerusaln


suscit su emocin. Dada su incapacidad para escribir, el hermano Philippe
Malouf se la haba dictado a uno de sus amigos.
Querida Jacqueline, hermana ma:
Dicen que para que una rosa sea bella hay que sacrifcar a veces algunas ramas del
rosal comenzaba el joven monje libans de la abada de los Siete Dolores de
Latroun, en Israel. Desde el accidente que me priv del uso de mis miembros, no he
sentido brotar en m la savia de esa rosa. Al contrario; me he visto arrastrado por los
gritos de la clera, por los sollozos de la rebelda. Ni siquiera con el afecto de todos los
que me rodean he conseguido superar mi desventura, encontrar en Dios las fuerzas para
aceptar lo que humanamente he perdido.
Sin embargo, despus de la visita a mi habitacin del hospital de una joven israel,
tambin paraltica en su silla de ruedas, me he sumergido en la esperanza. Esa
132
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
muchacha me invit a brindar por la vida. Alej mi amargura, barri mi rabia. Sent
que deba dejar de padecer, asumir al fn mi desgracia, realizarme en otro camino. Pero
cuando regres al monasterio, el mundo bascul de nuevo, los demonios de la rebelda
me volvieron a atormentar. Rebelda contra Dios creador de la vida, rebelda contra los
sanos que me rodeaban. Mi invalidez me apartaba de todo lo que estuviera vivo. Me
volva egosta, me centraba en m mismo, abola todo lo dems. Sin embargo, yo quera
luchar contra aquel decaimiento.
Cuntas veces habr intentado hacer acopio de mi fe para pensar en Cristo
crucifcado? Entonces, una voz me deca: No desperdicies tu sufrimiento. Ya no puedes
moverte, ya no puedes participar en el trabajo de los dems, pero tienes a Dios y, con l,
puedes salvar el mundo...
Philippe Malouf contaba despus que un amigo, un arquelogo
norteamericano, le haba llevado el nmero de Life Magazine dedicado a la
Madre Teresa de Calcuta en el que se hablaba especialmente de los enfermos y
de los impedidos que unan a sus Misioneras de la Caridad a miles de
voluntarios de todo el mundo. Haba escrito en seguida a la religiosa, que le
haba respondido con su letra redonda y bien dibujada. La monja esmaltaba sus
palabras con consideraciones prcticas y con mensajes espirituales. Usted
puede hacer mucho ms en su lecho de dolor que yo sobre mis piernas,
afrmaba de entrada. Luego, con frmeza, recordaba al joven monje que el
sufrimiento es una escuela de herosmo y santidad. Le comprometa a superar
su prueba, a ofrecerla con su oracin a una de sus hermanas. Ella le necesita a
usted para tener la fuerza de realizar su tarea activa al servicio de los pobres de
Dios. La Madre Teresa conclua sugiriendo a su corresponsal que escribiera a
Amberes, a la persona encargada de casar a cada una de sus hermanas con su
apoyo espiritual.
Jacqueline de Decker reley varias veces la carta del monje invlido y la
coloc sobre su pila de correo pendiente. Despus sac de su archivo una hoja
de papel en la cual una responsable de la casa madre de las Misioneras de la
Caridad en Calcuta haba escrito los nombres de las ltimas religiosas entradas
en la congregacin. En cabeza se hallaba el de una muchacha oriunda de
Benars que acababa de ser destinada a uno de los lugares ms duros creados
por la Madre Teresa: el moridero del Corazn Puro de Calcuta, ltima etapa
en la tierra de los moribundos recogidos en las calles de la inhumana ciudad. En
razn de su doloroso pasado, esta novicia tendra sin duda necesidad de un
slido apoyo espiritual. Jacqueline de Decker escribi el nombre del hermano
Philippe Malouf al lado del de la ex pequea carroera del Ganges. En lugar
de sugerirle que cambiase su nombre por el de un santo de la cristiandad, la
Madre Teresa le haba aconsejado que conservase en religin el que sus padres
le haban dado cuando naci. La hija del quemador de cadveres de Benars se
llamaba ahora sor Ananda: sor Alegra.
133
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
24
Bethesda, USA - Verano de 1982
Los msicos del pabelln 37
El alto joven de mechones desordenados que llegaba directamente de Pars
al campus de Bethesda aquella asfxiante maana de julio, no era enviado por
ninguna autoridad cientfca francesa, por ningn grupo de investigadores, por
ninguna asociacin de mdicos. Slo su intuicin le haba empujado a subir al
avin y cruzar el Atlntico para ir a convencer al descubridor del primer
retrovirus humano para que se lanzase en cuerpo y alma a la lucha contra el
sida. El doctor Jacques Leibowitch, de treinta y tres aos, hijo de un afamado
dentista parisiense, tambin actor y cantante de cabaret a ratos, haba
comenzado su vida blandiendo una batuta de director de orquesta. Sus escasas
dotes musicales le alejaron muy pronto de los pupitres y se encontr en los
bancos de la Facultad de Medicina de Pars. A los veinte aos, cuando termin
su segundo curso, un bilogo americano amigo de su familia le invit a ir,
durante sus vacaciones de verano, a los Estados Unidos. Entonces, adems del
Nuevo Mundo, descubri el universo de la investigacin mdica. Ninguna de
las bellas norteamericanas que el muchacho iba a ligar cada tarde en la terraza
del caf Figaro de Greenwich Village se habra dado cuenta de que aquel
seductor latino acababa de pasar el da matando ratas para extraer de su hgado
las clulas destinadas a los trabajos del equipo de un laboratorio de la New York
University. Una experiencia reveladora, dice l.
Como Robert Gallo lo haba descubierto tan cruelmente con ocasin de la
muerte de su hermana, Jacques Leibowitch regres convencido de que para
curar bien, hay que aprender primero cmo marchan las cosas y conocer, antes
que nada, los misterios de la vida. La llave exista: era la biologa celular, una
disciplina casi tan joven como l. Ya convertido en doctor en medicina por la
Universidad de Pars, volvi a los Estados Unidos para seguir all, en Harvard,
134
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
aquel camino. Pas dos aos de implacables trabajos forzados cultivando,
cocinando y triturando clulas hasta el aburrimiento. De nuevo en Francia,
eligi la enseanza de la inmunologa en el centro hospitalario y universitario
Raymond-Poincar, de Garches.
Cuando supo la noticia de la extraa epidemia de los homosexuales
norteamericanos, la imaginacin de este incansable curioso se infam en
seguida y le trajo a la memoria el recuerdo de haber tratado, algunos aos antes,
varios casos similares, especialmente el de un trabajador portugus inmigrado.
Flix Pereira, un chfer de camin de treinta y dos aos de edad, era oriundo de
Lisboa. En agosto de 1977, tres aos y medio antes de que el primer enfermo
fuese detectado en Los ngeles por el doctor Michael Gottlieb, el camionero
presentaba a sus mdicos parisienses la misma sorprendente acumulacin de
signos clnicos: infeccin de hongos Candida albicans en la boca y en la pared del
esfago, erupciones cutneas en diferentes partes del cuerpo y una tos seca,
rebelde, inexplicable. Tales trastornos condujeron en principio a Jacques
Leibowitch y sus colegas a diagnosticar una neumona causada por parsitos
Pneumocystis carinii. Unos abscesos en el cerebro que acarreaban serias
complicaciones neurolgicas agravaron la situacin. Estas diferentes
manifestaciones iban acompaadas de un dfcit masivo de glbulos blancos T4
que pona en evidencia un derrumbamiento de las defensas inmunitarias.
Finalmente, Flix Pereira regres a su pas donde, tras un ao de agona, falleci
el 10 de marzo de 1980.
Totalmente inexplicado en su momento, este caso acababa de iluminarse
sbitamente. Para Jacques Leibowitch no caba duda: Aquel hombre haba
muerto de sida. Pero al contrario de los casos detectados al otro lado del
Atlntico, el portugus no era ni homosexual, ni drogadicto, ni hemoflico.
Cmo haba atrapado la enfermedad? El joven inmunlogo parti en busca de
una pista. Rehzo el recorrido del enfermo. Antes de emigrar a Francia, Flix
Pereira haba sido conductor de taxi durante cinco aos en Maputo, capital de
Mozambique, y en Luanda, capital de Angola, entonces colonias portuguesas.
Despus de numerosas prospecciones Jacques Leibowitch lo compar con otros
dos casos, los de dos mujeres muertas por la misma poca en Pars, vctimas
ambas de enfermedades semejantes. Al fn tena la pista que buscaba. Aunque
aquellas mujeres no tenan ningn punto comn con los homosexuales
americanos, tenan al menos uno con el chfer portugus: las dos haban vivido
largo tiempo en el Zaire, tambin pas de frica. Angola? Mozambique?
Zaire? Acaso la epidemia haba tenido por cuna el continente africano, antes
de descargar sobre el Nuevo Mundo?
Paralelamente, Jacques Leibowitch supo que unos investigadores haban
comprobado en unos pacientes africanos la presencia del HTLV, el primer
retrovirus humano descubierto por Robert Gallo. De ah a hacer a ese agente
responsable del sida aunque fuese bajo una forma ligeramente distinta, no
135
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
haba ms que un paso. El fogoso inmunlogo parisiense no dud en darlo. No
era ninguna locura dir ms adelante. Si el retrovirus HTLV desencadenaba
ciertas leucemias produciendo la multiplicacin anrquica de los glbulos
blancos, no era difcil imaginar que una sutil modifcacin gentica en ese virus
podra acarrear, por el contrario, como en el caso del sida, la muerte de los
linfocitos infectados. Era una deduccin muy atrayente.
Su hiptesis le pareci ms convincente todava cuando descubri el caso
de un joven gelogo francs muerto en 1979 en una isla del Caribe que mantena
estrechas relaciones con frica. Tal vez puede hacer sonrer, pero Claude
Chardon, de veinticuatro aos, lleg virgen al matrimonio y, como en un cuento
de hadas, estaba tan enamorado de su mujer que nunca mir a otra. Destinado
en Hait para cumplir su servicio nacional como cooperante, dedicaba sus fnes
de semana a recorrer con su mujer la perla de las Antillas. Un da, en una
carretera llena de revueltas, su chfer perdi de pronto el control del vehculo y
choc con un rbol. El gelogo, gravemente herido, fue trasladado al hospital
francs de Port-au-Prince, donde le hicieron una transfusin de sangre. Recibi
ocho dosis procedentes de ocho donantes indgenas distintos. Muri trece
meses despus de un mal que posteriormente fue identifcado como el sida.
El doctor Jacques Leibowitch vio en ese nuevo caso una confrmacin tan
clara de su hiptesis que decidi llamar inmediatamente al 496.60.07 de
Bethesda. Le respondieron que Robert Gallo estaba ausente, pero su secretaria,
Louise Burkhardt, accedi a anotar su mensaje. Un mensaje sibilino, en forma de
ecuacin: frica-Hait-Heterosexuales-Transfusiones-HTLV=SIDA. Y Jacques
Leibowitch dej su nmero de telfono por si el profesor Gallo quiere
comunicarse conmigo.
El mensaje-jeroglfco dio en el blanco. A pesar de su repugnancia
persistente a mezclar su laboratorio con el asunto del sida, Robert Gallo llam al
inmunlogo francs y le sugiri que fuese a verle a Bethesda.

Aquel da del verano de 1982, el maletn isotrmico que Jacques Leibowitch


dej sobre la mesa de despacho del ilustre cientfco norteamericano no contena
ninguno de aquellos productos gastronmicos que tanto le gustaban a Robert
Gallo. Nada de camembert de Normanda, nada de foie gras del Prigord ni
menos an unos chicharrones de Mans, sino un regalo inestimable para el jefe
de un laboratorio de investigacin. Meticulosamente colocada en alvolos, se
alineaba toda una coleccin de tubos y de frascos que contenan un autntico
tesoro. Antes de volar hacia los Estados Unidos, Jacques Leibowitch haba hecho
una redada en los congeladores de los hospitales parisienses con el fn de
procurarse muestras sanguneas de todos los enfermos que se supona que
haban sido vctimas del sida.
136
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
En aquella maleta trada para el famoso virlogo por el ms annimo de
sus colegas estaban las pruebas del juicio. La irrupcin de aquel personaje con
su entusiasmo contagioso y sus preciosas muestras conmovieron seriamente mi
reticencia confes luego Robert Gallo. "Bob!, Bob!", me deca. "Hay que
actuar rpidamente! En seguida! Tienes que forzar la marcha, ir a todo gas y
encontrar ese maldito virus!"

A todo gas! Cmo imaginar razonablemente que el prudente Robert Gallo


se iba a lanzar ciegamente tras las huellas de un hipottico virus? Sin embargo,
la propagacin de la epidemia fuera de la comunidad homosexual y los
especmenes clnicos aportados por Jacques Leibowitch acabaron disipando sus
dudas. En la prxima reunin de trabajo con su orquesta propondra a uno de
sus msicos que descifrase la partitura del sida.
Aquel da no haba ni un pupitre vaco bajo el nen macilento del pequeo
auditorio situado en pleno centro del universo acolchado de los congeladores,
las centrifugadoras y los microscopios del pabelln 37 del campus de Bethesda.
Un universo protegido, donde las nociones de enfermedad, de agona y de
muerte seguan siendo tan abstractas como las piularas de Mondrian, y donde
se poda pasar una vida entera manipulando virus asesinos sin ver nunca con
los propios ojos el monstruoso espectculo de sus fechoras. Un universo
situado a mil leguas del campo de batalla, pero un universo habitado por
algunos magos dotados del poder de salvar ms vidas que todos los mdicos de
la tierra juntos.
El maestro ocup su silln habitual delante del tablero negro y contempl
al dispar equipo que haba reunido en el transcurso de los aos, a aquellos
hombres y a aquellas mujeres de todas las edades y todos los orgenes venidos a
l en razn de su prestigio, y unidos todos ellos por la misma loca pasin ante
las partculas invisibles que constituyen la misteriosa trama de la vida. Ms
parecan una pandilla de estudiantes o de kibutznikim que una minora de
cerebros privilegiados, pero Gallo estaba orgulloso de ellos. Curiosamente, su
equipo contaba con muy pocos compatriotas suyos. Los jvenes
norteamericanos de hoy, ms que por la mstica de la investigacin
fundamental, se inclinan por los mirfcos salarios ofrecidos por los laboratorios
farmacuticos privados y las compaas de biotecnologa, se lamentaba Gallo
muy a menudo. Sus primeros violines, sus solistas, sus tenores, sus divas eran
extranjeros en su mayora: alemanes, chinos, fnlandeses, franceses, indios,
japoneses, paquistanes, suecos, etc. Todos ellos unos ases, o casi unos ases, en
su especialidad.
Nadie saba mejor descortezar un virus y hacer hablar a los genes que
aquella encantadora mueca china de treinta y cinco aos llamada Flossie
137
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
Wong-Staal. Doctora en biologa molecular, investigadora de alto nivel, se haba
convertido en diez aos en el alter ego del maestro y en uno de los principales
solistas de su orquesta. Lo mismo ocurra con Syed Zaki Salahuddin, un
pintoresco paquistan sin muchos diplomas pero tan brujo en el arte de hacer
crecer y cultivar clulas consideradas incultivables, que se le deca capaz de
conseguir que los guijarros se reprodujesen. Tambin estaba all aquel otro
artista de la vida invisible, el checo Mikulas Popovic, un cientfco venido del
fro, un genio tan obsesionado por el secreto y el espionaje, que haba
transformado su sala de experimentacin en un autntico bunker. En resumen,
no faltaban talentos en la sexta planta del pabelln 37. Eran incluso tan
numerosos, que a su maestro no le costara ningn trabajo separar a uno de
ellos de los trabajos en curso para ponerlo ante el rompecabezas de aquella
misteriosa plaga.
Robert Gallo esper a que se hubiesen tratado los temas del orden del da
de la reunin para revelar sus intenciones. Bosquej un cuadro sucinto de lo que
se saba sobre la epidemia y abog por la posibilidad de una transmisin vrica.
El hecho que el agente del sida ataque a los mismos linfocitos que nuestro
retrovirus HTLV permite suponer que se trata de un retrovirus de la misma
familia, declar Gallo. Otras analogas reforzaban lo bien fundado de la
hiptesis. Recientes trabajos sobre este retrovirus que produca raras leucemias
haban confrmado que se transmita tambin por va sexual y por
contaminacin sangunea, y que castigaba adems a los pases de frica donde
se haban descubierto casos de sida. La tesis de este parentesco se vea
corroborada por los trabajos del veterinario Max Essex. Especialista de la
leucemia en el gato, este eminente investigador de la Universidad de Harvard
haba comprobado que el agente infeccioso de ese cncer de la sangre en el
animal era casi idntico al retrovirus responsable de la misma enfermedad en el
hombre, con la nica diferencia de que presentaba una ligera disparidad en lo
referente a su envoltura. Sea cual sea el nmero de retrovirus existentes en la
naturaleza, es lgico imaginar que pertenecen a familias muy prximas y que el
del sida es una variante menor del que ya hemos identifcado, concluy Robert
Gallo.
El eminente cientfco no daba con demasiada alegra ese tmido paso en
direccin a la epidemia. Aquel verano corran los ms exagerados rumores
sobre el peligro que representaba la manipulacin de un virus tan misterioso. l
saba que algunos centros de investigacin haban visto a sus efectivos fundirse
como la nieve al sol desde la llegada de las primeras muestras sanguneas
contaminadas. Incluso en su laboratorio, las ofertas de empleo para algunos
puestos tcnicos se quedaron sin candidatos en cuanto se difundi el rumor de
que su equipo iba a trabajar sobre el sida. Saba tambin que las condiciones de
seguridad ofrecidas por sus instalaciones no respondan a las normas ptimas,
pero eran muy pocos los laboratorios norteamericanos que posean entonces los
138
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
costossimos equipamientos de confnamiento mximo P4 reservados a la
manipulacin de vastos concentrados de virus considerados como fuertemente
contaminantes. Mientras llegaba algo mejor, su equipo y l mismo se veran,
pues, obligados a contentarse con sus viejas campanas de trabajo con fujo de
aire estril. Sin embargo, Robert Gallo tom una precaucin. Orden que nadie
utilizase jeringas ni ningn instrumento de vidrio, porque el pinchazo de una
aguja o un nfmo corte podan producir una contaminacin fatal. Slo se
utilizara el plstico.
Por una razn que l atribuira ms tarde a la carencia de una real
motivacin que le paralizaba aquel verano, Robert Gallo conf la operacin
Sida a un tmido bioqumico de cincuenta y dos aos, de origen indio, ms bien
especializado en cuestiones administrativas. Lanzado por su jefe a un camino
que resultara errneo, incapaz de presentir el genio diablico del adversario
que deba detectar, casi totalmente dependiente de s mismo, el infortunado
Prem S. Sarin iba, a pesar suyo, a conducir al famoso laboratorio americano de
virologa al ms humillante de los fascos.
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
25
Pars, Francia - Otoo de 1982-invierno de 1983
Un estilista de moda socorre a los cientfcos
Aunque el enrgico mdico de melena de carnero merino bregaba como un
diablo, los investigadores franceses mostraban tanta indiferencia como sus
colegas americanos en lo referente a aquella extraa epidemia de maricas. Sin
embargo, el doctor Willy Rozenbaum mantena una vigorosa cruzada con la
intencin de movilizar la atencin de los responsables de la salud en el pas de
Louis Pasteur. En cuanto se enfrent con el drama del ayudante de vuelo de Air
France el primer caso ofcial de sida en Francia, tom la iniciativa de crear
un rudimentario centro de vigilancia en su pabelln del hospital Claude-
Bernard, que pareca el barracn de un stalag. Comenz por alertar a todos los
especialistas en enfermedades infecciosas que conoca: neumlogos,
dermatlogos e inmunlogos. Despus se dirigi a los responsables de la
Asociacin de Mdicos Gays de Pars. Esta gestin le dejara un recuerdo ms
bien amargo. Los facultativos homosexuales me recibieron con desconfanza
relata. Teman la utilizacin poltica del fenmeno sida. No amenazaban los
"bien pensantes" con coaligarse una vez ms contra la homosexualidad? Cmo
poda explicarles que no se poda jugar ms tiempo al juego del avestruz, que
nos encontrbamos frente a una enfermedad mortal y que haba que hacer
circular la informacin a cualquier precio? Mi alegato acab, felizmente,
arrancando la colaboracin activa de aquellos que haban sido muy a menudo
los primeros en comprobar los estragos de la nueva epidemia.
Paralelamente, el imaginativo Willy Rozenbaum organiz una especie de
brain-trust antisida con un pequeo grupo de expertos, entre ellos varios
cancerlogos. Una de las fguras ms dinmicas de aquel equipo era Jacques
Leibowitch, el joven inmunlogo que fue a los Estados Unidos a convencer a
Robert Gallo para que se lanzase al fn tras las huellas del virus del sida.
140
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
Convertido en ntimo amigo del ilustre virlogo, Jacques Leibowitch
proporcionaba a sus colegas parisienses un vnculo muy valioso con la
investigacin mdica norteamericana, que dispona del mejor potencial humano
y del material capaz de atacar un problema tan complejo. En Francia, los
grandes laboratorios especializados en retrovirus humanos se contaban con los
dedos de una mano. Willy Rozenbaum y Jacques Leibowitch se pusieron en
contacto con todos ellos. Pero, pretextando otros trabajos en curso, uno tras otro
los rechazaron.
11
El primer mdico francs del sida no se desanim. La invitacin que recibi
para ir a hablar de la epidemia ante unos cuarenta clnicos, virlogos e
inmunlogos del Instituto Pasteur no era, propiamente dicho, la manifestacin
de un inters sbito del prestigioso centro de investigacin por esa enfermedad.
El encuentro haba sido organizado por un benvolo antiguo compaero de
internado. Willy Rozenbaum aprovech la ocasin para sensibilizar a los
investigadores franceses. Con su fogosidad juvenil, describi las sombras
realidades de la misteriosa plaga y carg las tintas sobre sus peligros de
extensin. Guardando para el fnal la informacin con la que esperaba
convencer al auditorio, expuso detalladamente las razones que permitan
incriminar, casi con toda seguridad, a un culpable. En aquel famoso lugar
donde se haban librado, desde haca casi un siglo, tantas batallas contra los
microbios y sus estragos, pensaba que slo tendra que pronunciar la palabra
retrovirus para crear la expectacin necesaria.
Hay algn retrovirlogo en la sala? pregunt, desafando a los
asistentes.
No se levant ninguna mano. Los tres principales especialistas que habran
podido responder a la llamada no haban sido informados de la conferencia del
doctor Rozenbaum.

Uno de aquellos ausentes, con su aire campechano, sus mejillas sonrosadas


y su voz lenta y tranquila, ms bien haca pensar en un notario de provincias
que en un cientfco movido por la pasin de investigar. Jefe de la unidad de
oncologa vrica del Instituto Pasteur de Pars, el profesor Luc Montagnier, de
cincuenta aos, era la viva anttesis del americano Robert Gallo. Slo una
conviccin una a los dos cientfcos: Montagnier, lo mismo que Gallo, estaba
convencido de que los retrovirus eran responsables de numerosas
enfermedades humanas, especialmente en el terreno del cncer.
11
Incluido el profesor Dominique Stehelin, del Instituto Pasteur de Lille, uno de los padres
del descubrimiento de los oncogenes, los genes que permiten la transformacin de las clulas
normales en clulas anormales cancerosas.
141
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
Desde 1975 el profesor haba montado en el centro de su unidad un
laboratorio de investigacin dedicado al estudio de los retrovirus humanos. Con
dos investigadores, dos tcnicos y unas instalaciones modestas, la empresa era
el pariente pobre al lado del centro de Robert Gallo en Bethesda. Partiendo de
retrovirus implicados en las leucemias y en otros cnceres de los ratones, el
pequeo equipo buscaba agentes patgenos idnticos en el hombre,
especialmente en los cnceres de mama. Hasta ahora, sus trabajos no haban
dado resultado.
La irrupcin del sida en el escenario de la virologa mundial no llam en
seguida la atencin de aquel puado de investigadores franceses. Los rostros
desfgurados por las pstulas moradas del sarcoma de Kaposi, los pulmones
devorados por los Pneumocystis carinii, los cerebros destruidos por las
toxoplasmosis, todo el horror que obsesionaba da y noche a Willy Rozenbaum
y a sus colegas, slo eran para el personal de los laboratorios una vaga y lejana
abstraccin.
Pero a mediados de noviembre de 1982, dos llamadas telefnicas
proyectaran a Luc Montagnier y a sus colaboradores al mismo centro de la
tragedia. La primera llamada fue un SOS de Paul Prunet, responsable de la
fabricacin y de la venta de las vacunas y los sueros producidos por el Institut
Pasteur Production. Prunet estaba alarmado por la posible contaminacin de
sus productos por el agente del sida. La vacuna contra la hepatitis B,
recientemente puesta a punto por el Instituto, se fabricaba, en efecto, a partir de
grandes cantidades de plasma sanguneo comprado en los Estados Unidos y en
frica, dos zonas donde el virus asesino frmaba cada da ms crmenes. A
Montagnier no se le escapaba lo que estaba en juego. Prometi refexionar sobre
el problema.
Breve fue su refexin, puesto que le lleg una nueva llamada que esta vez
proceda de una bonita muchacha que antes haba sido su alumna. Franoise
Brun-Vzinet, de treinta y cuatro aos, hija de un mdico internista, era jefe de
los trabajos del laboratorio de virologa del hospital Claude-Bernard, un puesto
en el que tena que manipular a lo largo del ao la mayor parte de los virus
responsables de las patologas infecciosas que eran la especialidad del
establecimiento. Desde haca dieciocho meses, uno de sus ms activos
proveedores de muestras sanguneas y de tejidos infectados result ser su
vecino de hospital Willy Rozenbaum. Ningn enfermo que presentase los
sntomas del sida sala de la consulta de este ltimo sin que un poco de su
sangre, de su piel o de sus ganglios fuese enviado en seguida a Franoise Brun-
Vzinet. A lo largo de aquel ao de 1982, ambos se obstinaron en buscar la
responsabilidad de diferentes virus en la iniciacin de la enfermedad. Con
resultados tan escasos, que la joven haba propuesto a su colega recurrir a Luc
Montagnier, cuyas clases sobre los retrovirus haban sido seguidas por ella en el
Instituto Pasteur. Porque le pareca sensato asociar a los mdicos en contacto
142
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
directo con la enfermedad, con un laboratorio de investigacin fundamental que
trabajaba sobre los retrovirus.
Por consiguiente, la suerte estaba echada: ocho semanas ms tarde que los
Estados Unidos, Francia haca una tmida entrada en la competicin por el
descubrimiento del agente responsable del sida.

Aquel fnal del ao 1982, las noticias del otro lado del Atlntico no incitaban
mucho al optimismo entre los investigadores franceses. Los mdicos-detectives
del CDC de Atlanta no haban podido incriminar a ningn virus conocido. En
cuanto al virlogo indio del pabelln 37 de Bethesda, segua sin encontrar nada
que confrmase una posible culpabilidad del HTLV descubierta por su jefe. Sin
embargo, el equipo del Instituto Pasteur sigui la misma pista. Pero al contrario
que el investigador indio que, por orden de su jefe, se haba lanzado ciegamente
a las complejas manipulaciones de ese tipo de bsqueda, los franceses
decidieron avanzar a pasos cortos. Primero quisieron tener un conocimiento
ms amplio de su adversario. Una preocupacin que hara germinar una idea
original de consecuencias incalculables. Dado que la particularidad del virus
incriminado era la de introducirse en los linfocitos para reproducirse en su seno
antes de destruirlos y perecer con ellos en el mismo holocausto, era preferible
buscarlo al comienzo de la infeccin y no en la fase aguda de la enfermedad. Es
decir, cuando tena todas las posibilidades de estar vivo y bien activo, y por lo
tanto en un momento en que sera ms fcilmente localizable.
Algunos das antes de Navidad, un muchacho vestido con pantaln y
cazadora de cuero se present en la consulta que el doctor Rozenbaum haba
abierto en el hospital Piti-Salptrire. Por su profesin, el estilista de moda
Christian Brunetto haba viajado numerosas veces a Nueva York. Reconoci de
buen grado su homosexualidad, as como la importante cantidad de sus
compaeros y los frecuentes accidentes venreos que haba sufrido. Pero fue al
desatar su pauelo de seda cuando el mdico comprendi el motivo de su
visita. Brunetto tema estar afectado por el sida. Tena, en la base del cuello, un
ganglio del tamao de un huevo de paloma. Un examen a fondo revel otros
ganglios hipertrofados en el resto de su cuerpo. Los temores de aquel paciente
parecan justifcados.
Sera conveniente proceder a la biopsia de este ndulo le dijo el clnico
mientras le palpaba el cuello. Cuanto antes, mejor.
Al pronunciar estas palabras, Willy Rozenbaum comprendi que en aquel
depsito de clulas recin infectadas se hallaba la herramienta ideal de
investigacin que poda ofrecer a Luc Montagnier y al equipo del Instituto
Pasteur; una herramienta que tal vez les permitira llevar a cabo lo que Robert
143
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
Gallo y su superlaboratorio no haban podido realizar todava: aislar al agente
responsable de la epidemia mortal.
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
26
Calcuta, India - Otoo de 1982-invierno de 1983
Una antecmara de pinculos hacia la Casa del Padre
Ningn virus conocido o desconocido, ninguna epidemia nueva
justifcaban la presencia de los ciento setenta hombres y mujeres que yacan all,
en la luz transparente del viejo edifcio de pinculos. El fro que haba seguido
al horno tropical del verano y a las cataratas del monzn aportaba sin cesar
nuevos moribundos, vctimas de la plaga ms antigua del mundo: la miseria. En
Calcuta eran trescientos mil los que vivan en la calle, privados de todo abrigo,
alimentndose de peladuras o de detritos encontrados en los montones de
basura. A los que ya no tenan familia, el moridero de la Madre Teresa les
brindaba la ltima esperanza de no dejar este mundo como un animal, de
recibir cuidados, de or palabras de compasin.
A algunos pasos del templo dedicado a la diosa Kali, la divinidad de
aspecto sanguinario patrona de la ciudad, en el centro de un barrio de
hinduismo militante, la Casa del Corazn Puro era la primera fundacin creada
por la santa de Calcuta. Aquella maana de noviembre de 1982 la religiosa se
preparaba a celebrar el trigsimo aniversario de la Casa. Durante tres das, en su
pequeo Renault blanco conducido por el viejo chfer musulmn Aslan, que
tambin era un superviviente del largo viaje al fondo del horror, la Madre
Teresa haba visitado a todos sus conocidos locales para invitarlos a unirse a la
celebracin. Una ronda interminable de coches Mercedes y Ambassador
depositaban delante de la estrecha puerta del moridero cestos desbordantes
de legumbres, de frutas, de pescado, de carne y de pasteles, as como de
paquetes de ropa blanca y de vestidos. Algunas veces, los donantes, con sari de
festa, acompaaban a las montaas de regalos. Otros donativos procedan de
asociaciones, de clubes, de almacenes o de empresas industriales.
145
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
El interior del hospicio se haba transformado en lugar de descanso de la
kerms. Las guirnaldas de claveles de la India, los ramilletes de jazmn, los
adornos del suelo con ptalos de rosa casi hacan olvidar, con sus aromas y sus
alegres colores, el olor a desinfectante y el impresionante espectculo de las
hileras de cuerpos esquelticos acurrucados en los camastros. En el vestbulo
que separaba la sala de los hombres de la de las mujeres, la Madre Teresa haba
hecho instalar un altar para celebrar la misa. La sabanilla que lo cubra era obra
de los leprosos de uno de sus refugios. Una actividad de colmena animaba
aquellos lugares habitualmente impregnados de una calma serena. Las cuatro
novicias destinadas en el moridero se afanaban en el aseo matinal de los
pensionistas. En algunos rostros, la piel translcida de los pmulos estaba tensa
y pareca a punto de romperse. Algunos yacan con una rigidez que prefguraba
la muerte, y sus ojos en blanco en el fondo de las rbitas parecan que miraban
ya el otro mundo. Las bocas, muy abiertas, estaban inmovilizadas en un extrao
rictus. Algunas manos se tendan al paso de las hermanas en busca de un
contacto caritativo, pero tambin para ofrecer un saludo agradecido.
Estos desechos humanos haban sido recogidos en un andn de estacin, en
las escalinatas de un templo, al borde de una acera o en la misma calzada.
Ningn hospital los habra aceptado. En su mayora eran pobres campesinos a
los que una catstrofe climtica, frecuente en aquella regin, haba empujado un
da hacia la ciudad-espejismo. El choque haba sido terrible. El aire envenenado
por la contaminacin, la carencia de techo, un acampamiento arriesgado en
algn extremo de la acera en medio de los parsitos y las ratas, la insalubridad
del agua de las escasas fuentes, las bruscas variaciones de temperatura entre el
da y la noche y la obligacin de trabajar como animales de tiro y de arrastrar
cargas inhumanas para ganar algo con que sobrevivir apenas un da ms haban
acabado con la resistencia de la mayor parte de aquellos desventurados. Un da
se desplomaron para no levantarse ms. Privados de toda defensa inmunitaria a
causa de sus carencias alimentarias, no haban podido resistir los ataques de la
tuberculosis, de la disentera, del tifus o del clera. Como ya no era soportada
por los msculos, su piel se agrietaba y acababa partindose en jirones e
infectndose en mltiples llagas. Mientras las necesidades energticas de su
cerebro quedaban satisfechas, aquellos pingajos humanos conseguan hablar,
gemir o suplicar. Pero pronto les invada un estado de somnolencia entrecortado
de convulsiones. Vencidos fnalmente, aquellos muertos vivientes entraban en
coma. De diez a quince mil indgenas de Calcuta treinta o cuarenta veces ms
que el nmero de vctimas del sida registradas en Occidente aquel ao de 1982
perecan as, anualmente, entre la indiferencia casi general.
Pero esas cifras traducan imperfectamente la realidad, porque la Madre
Teresa arrancaba a miles de moribundos del olvido de las aceras. En aquella
maana de festa, una inscripcin en el registro de admisiones de su moridero
deca mucho ms que cualquier discurso sobre la amplitud de su accin. Al
146
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
amanecer, un camin del servicio municipal de limpieza haba trado al
indigente nmero 52.410 de los recogidos desde 1952.

El equipo asistencial del viejo casern de los pinculos se haba enriquecido


aquel otoo con una nueva recluta. La ex pequea carroera del Ganges,
Ananda, acababa de comenzar su segundo ao de noviciado. Con una buena
voluntad y un valor que causaban la admiracin de todas sus compaeras,
Ananda haba superado una por una sus desventajas. Ahora ya saba hablar,
leer y escribir en ingls lo sufciente para participar de lleno en la vida de la
comunidad. Se haba doblegado a la implacable disciplina de las Misioneras de
la Caridad y a la austeridad de su vida. Haba aprendido a levantarse a las
cuatro y media de la maana para descifrar su libro de oracin y cantar,
titubeante de sueo, los salmos de los profetas.
Pero era en el terreno espiritual donde la metamorfosis de la joven intocable
haba sido ms notable. Con paciencia y ternura, sor Bandona, su bienhechora
de Benars, se haba empeado en hacerle descubrir los valores de la vida
religiosa y en hacerle entrever la grandeza de un Dios de amor del que pronto
iba a convertirse en esposa. No haba sido nada fcil convencer a una joven
india para que negase la fatalidad de un karma maldito, ayudarla a despojarse
del caparazn de desprecio y de suciedad del que se senta irremediablemente
prisionera, persuadirla de que el Dios del Evangelio la amaba tanto o incluso
ms que a Sus dems criaturas y de que no tena que temerle, sino todo lo
contrario: abandonarse a Su misericordia. Para perfeccionar esta educacin,
Bandona condujo una maana a su protegida, a pie y a travs de la ciudad,
hasta la puerta del moridero del Corazn Puro.
Relato de sor Alegra, la ex pequea leprosa de Benars
Cuando entr en la gran sala llena de moribundos me sent presa de una
sbita repulsin. Quise dar media vuelta y escapar. Pero Bandona me retuvo
cogindome una mano. "No tengas miedo me dijo, todos esos hombres son
nuestros hermanos. T eres su hermana. Tienes derecho a tocarlos, a servirlos, a
aliviarles sus sufrimientos. Jess ama a cada uno de ellos con el mismo amor
con que te ama a ti." Pero yo vea ya en los ojos de algunos de ellos que me
haban reconocido. Eran brahmines y tenan que haber visto forzosamente que
yo era una paria. Me rechazaran, me golpearan, me escupiran en la cara.
Estaba segura de ello. Haba all unas hermanas y unos ayudantes voluntarios
que limpiaban los excrementos de los camastros. Otras se dedicaban al aseo de
un muerto en un rincn. Seguramente me haban llevado all para hacer esos
147
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
sucios trabajos. Ah, qu choque! De repente, todo mi pasado de intocable se me
volvi a pegar en la piel. Quise escaparme. Bandona trat de hacerme entrar en
razn. Me mostr un pobre esqueleto doblado sobre s mismo como un feto. Era
un hind. Apenas respiraba. Y ella me dijo: "Mira a este hombre. E imagnate
que el que ves es Cristo."
Entonces lleg sor Paula, la responsable del "moridero". Bandona le habl
en bengal y sor Paula me sonri. Me tom de la mano y me pidi que la
acompaase a la sala de las mujeres. Emanaba de ella una fuerza tan apacible y
tan tranquilizadora que sent el deseo de acompaarla. Dije adis a Bandona. Y
desde entonces, el "moridero" del Corazn Puro se convirti en mi nueva casa.
Sor Paula trabajaba all desde haca catorce aos. Era una robusta mujer
oriunda del Sur, a la que le gustaba mucho rer y cantar. De vez en cuando se
detena entre dos yacentes, tomaba su rosario y rezaba diez avemaras. No haba
nadie como ella para hacer olvidar que la mayor parte de aquella gente estaba
all para morir. Pareca conocer a cada uno personalmente y no pasaba nunca
cerca de alguno sin tocarle las manos o decirle unas palabras. Para hacer esto no
tena que realizar ningn esfuerzo, porque eran innumerables las manos que se
levantaban espontneamente hacia ella en cuanto apareca. Los agonizantes la
llamaban "M" (Madre). Sor Paula pretenda que aquel contacto fsico curaba
ms que todos los tratamientos mdicos, y que aquella manera de dar amor a
un desventurado que tal vez nunca lo haba recibido era ms efcaz que las
inyecciones. Y tena razn. Yo tambin pude comprobarlo muy a menudo. El
simple contacto de una mano, el sonido de una voz solcita podan producir un
efecto milagroso. Pero a veces fracasaba. Algunos agonizantes se encerraban en
un silencio total y preferan seguir con los ojos cerrados, como si, al haber
perdido el gusto de vivir, ya no quisieran ver nada de la vida. Qu impresin
tan terrible!
La mayor parte de las veces no sabamos nada de aquellas personas, de su
pasado, de su dialecto, de su religin o de su edad. Alguien nos los haba trado;
eso era todo.
Cierto da lleg una seora para confarnos a uno de aquellos
desventurados. Lo haba encontrado al lado de la gran estacin de Howrah.
Estaba cubierto de aceite de mquina. Su piel hecha jirones dejaba ver grandes
placas blancas. No deba de tener ms de treinta aos y slo pronunciaba una
palabra: "Pakistn." Muri diez das despus sin haber dicho nada ms. Sor
Paula saba descubrir por instinto el origen de un moribundo desconocido.
Cualquier detalle le bastaba: un rasgo del rostro, el aspecto general, la manera
de comportarse. El ejercicio de las necesidades naturales era, por ejemplo, un
indicio revelador. Permita identifcar a los que haban vivido en una choza o en
una casa, a los que sor Paula llamaba los house persons. Los otros, los que slo
haban conocido las aceras, eran los street persons. Los primeros pedan siempre
148
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
que los condujeran a los lavabos o reclamaban un cubo. Los otros se ensuciaban
sin moderacin.
Como conoca un poquito de muchas lenguas y dialectos, sor Paula
lograba casi siempre despertar un recuerdo, obtener respuestas a sus preguntas.
Aparte de los bengales, muchos de nuestros pensionistas procedan de otras
regiones, a veces tan lejanas como Karnataka, Kerala o el Nepal. Identifcar su
religin era difcil. En ausencia de todo signo externo, como el de la barbita de
los musulmanes, cmo saber si un individuo trado en estado de coma era
hind, musulmn, budista o tal vez incluso cristiano? La cuestin, sin embargo,
tena su importancia en el momento del fallecimiento, puesto que los ritos
funerarios y el destino de los cadveres no eran los mismos. Para los hombres,
todava haba un medio de distinguir a los musulmanes; en caso de duda, sor
Paula examinaba al difunto para saber si se le haba practicado la circuncisin.
Muchas personas llegaban en tal estado de agotamiento que no podan
absorber el ms mnimo alimento. Entonces se haca preciso colocarle en una
vena un gota a gota de agua azucarada. Si no, corran el riesgo de deshidratarse
por completo y de morir en pocas horas. Sor Paula no perda nunca la
esperanza. "Babu, babu, padrecito, tienes que esforzarte en vivir les deca
dulcemente a los que haban abandonado la lucha. Slo Dios tiene el derecho
de quitarte la vida, t no. Y mientras Dios no decida abrirte la puerta de Su
paraso, debes quedarte entre nosotros." A veces tena que repetirlo en tres o
cuatro ocasiones antes de provocar una reaccin. Pero raras veces fracasaba. El
primer signo que atestiguaba que sus palabras haban alcanzado su objetivo era
un gesto natural de supervivencia: la boca se abra para aceptar un poco de
alimento. Los ojos, en cambio, tardaban ms en abrirse. Esa victoria era para
nosotras un momento de festa. bamos en seguida a buscar ropas limpias para
vestir de nuevo a aquel o a aquella que fnalmente haba preferido vivir. Lo
asebamos, le cortbamos las uas, lo afeitbamos y le alisbamos los cabellos;
en pocas palabras, le emperejilbamos de todas las maneras posibles.
Estas "resurrecciones" eran la ocasin de mimos muy especiales. Una
hermana o uno de los voluntarios que venan a ayudarnos se precipitaba hasta
el bazar prximo para comprar unos rasagula, deliciosas golosinas de leche muy
azucarada, o un tarro de doi, el yogur local. A veces, sor Paula enviaba tambin
a buscar un paquete de bidi,
12
y era ella misma quien encenda el cigarrillo y lo
colocaba en los labios de su protegido. A m me ha asombrado siempre el efecto
benfco de un cigarrillo. Es como si permitiese franquear el umbral del retorno
a la vida de quien, unos instantes antes, deseaba morir.
Los huspedes del "moridero" no estaban todos in articulo mortis. Muchos
haban llegado por s mismos, con la esperanza de encontrar un refugio en
12
Pequeos cigarrillos artesanos indios.
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
donde cobijarse durante algunos das, sobre todo en la poca del monzn. No
siempre era fcil descubrir a los que merecan realmente ser acogidos con
prioridad. Haba que estar muy atento y, en aquella ciudad de varios millones
de habitantes donde exista tanta miseria, albergar a ciento setenta personas no
representaba en realidad ms que una gota de agua en el ocano. Pero, como
dice siempre la Madre Teresa: "Si esta gota de agua no existiese, el ocano le
echara de menos." Sor Paula encontr un sistema infalible para detectar a los
que se colaban: examinaba sus cabellos. En la India, hombres y mujeres se
friccionan el pelo con aceite de mostaza, y hay que estar en la ms absoluta
indigencia para no respetar ese rito. Todos los que presentaban huellas de aceite
en su cabeza deban dejar su sitio a los ms pobres que ellos.
Aunque el "moridero" del Corazn Puro no fuese realmente un
dispensario, sino ms bien un lugar de asilo, de reposo y de paz para esperar la
muerte, tenamos la costumbre de distribuir remedios a los enfermos y a los que
sufran de dolores insoportables. Un armarito metlico contena nuestra
farmacia, y a los mdicos extranjeros que venan a ayudarnos les sorprenda
siempre la poca cantidad de medicamentos que tenamos. Me han dicho que en
un pas como Francia existen unas dieciocho mil especialidades farmacuticas.
Nosotras, en Calcuta, slo utilizbamos unos diez medicamentos, as como
algunos comprimidos de vitaminas, de hierro y de minerales para las anemias
ms graves.
Tenamos un cuaderno para anotar las prescripciones que haba que
administrar a los enfermos con la indicacin de su nmero de referencia. En el
"moridero", cada persona era conocida por el nmero de su camastro.
Decamos: "El 57 se ha arrancado su gota a gota", o "El 24 ha fallecido". Las
tapas recuperadas de las latas de atn enviadas por una asociacin de caridad
italiana nos servan de recipientes para los comprimidos que distribuamos. Su
fabricante
13
se habra asombrado, sin duda, de esta utilizacin. Era el mdico
voluntario indio destinado en el "moridero" el que escriba l mismo sus
prescripciones en el cuaderno. En principio, vena dos veces por semana.
Algunos mdicos extranjeros, tambin voluntarios, pasaban por all de vez en
cuando. Sus visitas eran muy valiosas para nosotras, porque ninguna de las
novicias destinadas all tena una formacin mdica. sta no formaba parte de la
enseanza prevista por la Madre Teresa para las hermanas, y yo s que las
gentes se lo reprochaban algunas veces. Afortunadamente, tenamos la suerte
de ser instruidas por sor Paula, que lo haba aprendido todo despus de tantos
aos de contacto con millares de pobres. No haba quien la igualase en colocar
al primer golpe el catter en la vena de un brazo delgado como una cerilla. Con
gentes reducidas al estado de esqueleto, esto era una autntica proeza. Aunque
sor Paula se empe en ensearme pacientemente los secretos de su tcnica,
13
Los establecimientos Maruzella de Genova, Italia.
150
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
nunca consegu adquirir su habilidad manual. Yo prefera utilizar las venas de
los pies: revientan con menos facilidad que las de los brazos. Pero parece que es
peligroso para los enfermos, porque puede producir cogulos en la sangre y
ocasionar embolias.
Las distribuciones de comida eran los nicos momentos en que el
"moridero" se animaba realmente. En la mayor parte de las colchonetas se vea a
los cuerpos postrados incorporarse cuando se acercaban las humeantes
marmitas de arroz, que olan mucho a azafrn. Para los voluntarios extranjeros
que estaban de paso, tales momentos eran siempre un motivo de asombro.
Descubran de nuevo la importancia de ese elemento vital del que no tenan
conciencia, porque no era, para ellos, una angustia de cada da: el alimento.
La paradoja quera que, al fnal de su pobre vida, fuesen numerosos los
que ni siquiera manifestaban ya el deseo de alimentarse, como si su estmago se
hubiese cerrado para siempre. Entonces haba que tomar infnitas precauciones,
porque los primeros bocados amenazaban con provocar nuseas, bruscas cadas
de tensin, diarreas y vmitos. Slo las pequeas cantidades de un alimento
fcil de digerir un poco de arroz, una patata aplastada, tomadas en varias
veces durante el da, permitan hacer que el motor funcionase de nuevo. E
incluso, a veces, esas precauciones eran insufcientes. Despus de tantos aos de
privaciones, el choque era demasiado fuerte y algunos moran de repente con
los primeros bocados.
A pesar de esos accidentes, las comidas eran, tanto para nosotras las
novicias como para los voluntarios, unas ocasiones magnfcas de profundizar
nuestras relaciones con aquellos y aquellas a quienes servamos. La mayora de
los asilados ya no tenan fuerzas para alimentarse. Haba que darles de comer,
muy lentamente, con una cuchara. Miradas desbordantes de agradecimiento
recompensaban nuestra paciencia. Siempre me hacan pensar que el acto que
realizbamos era tal vez ms importante que la alimentacin misma.
Curiosamente, pude comprobar que los hombres eran mucho ms
sensibles que las mujeres a nuestros gestos de ternura; apreciaban ms el ser
mimados, el verse rodeados de afecto. De ello resultaba que fuesen tambin ms
exigentes, ms difciles; reclamaban ms atenciones, ms cuidados. Las mujeres,
en cambio, parecan menos afectadas por nuestra compasin. Eran tambin ms
duras, ms resistentes al sufrimiento. Sor Paula explicaba ese fenmeno por el
hecho de que, en nuestro pas, las mujeres estn acostumbradas, desde la
infancia, a las tareas ms penosas, y a que son educadas en la idea de una
sumisin total a la voluntad y al capricho masculinos. Esta educacin refuerza
su carcter deca sor Paula, mientras que el exceso de facilidad ablanda el
de los hombres.
En el "moridero", las jornadas eran largas, muchas veces agotadoras, pero
casi siempre enriquecedoras. Qu felicidad el ver, despus de tantos cuidados,
a un moribundo que al fn se levantaba, como resucitado, sonriente, y luego, un
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
da, saludar inclinndose y caminar sin ayuda! Sobre todo cuando se trataba de
un adolescente llegado unas semanas o unos meses antes en un estado de
desnutricin que ya no permita esperar nada. Sin embargo, sor Paula vigilaba
para que esos milagros cotidianos no nos apartasen de nuestra tarea esencial, la
que nos era asignada por la Madre Teresa: ayudar a nuestros protegidos a llegar
en paz a la Casa del Padre.
Los amigos extranjeros que pasaban por el "moridero" no salan de su
sorpresa. En aquel lugar, la muerte era tan natural que pareca una continuacin
de la vida. No haba ni llantos, ni gemidos, ni rebelda; slo la aceptacin serena
del paso al ms all. Lo que ms les impresionaba era la ausencia de angustia
aparente. Decan que, en sus pases, la muerte no era sentida de esta manera,
que nadie se atreva nunca a mirarla de frente, que siempre era una ocasin de
rebelda, que tena la horrible apariencia de un esqueleto portador de una
guadaa, que slo era una injusticia, un terrible castigo, una derrota defnitiva.
Sor Paula comentaba que en Occidente la muerte da miedo porque, all, las
gentes no saben adnde va a conducirles. Y aada que, cuando se ha tenido la
suerte de vivir una buena vida en la tierra y no se cree en el reino del Cielo, es
normal que la muerte inspire temor. Por el contrario, entre nosotros, en la India,
las gentes estn convencidas de que sern ms felices despus de la muerte.
Sobre todo los pobres, a los que Dios slo podr ofrecerles una vida mejor. De
todas maneras, sea cual sea su religin, los indios tienen tanta fe que aceptan la
voluntad divina.
Las agonas no eran una prueba menor para los que trabajaban en el
"moridero", incluso para sor Paula. Ella saba por instinto cundo haba llegado
la hora de un agonizante. Entonces se le transportaba a una especie de alcoba
situada entre la sala de los hombres y la de las mujeres, protegida del trnsito.
Nosotras lo asebamos y lo vestamos con un longhi nuevo. Sor Paula enviaba a
alguien al bazar en busca de una guirnalda de claveles que le colocbamos
alrededor del cuello, como para una festa. Despus, nos relevbamos en su
cabecera para sujetarle la mano, enjugarle la frente, reconfortarlo y rezar. Sor
Paula tena una manera especial de hablar a los agonizantes. Se extasiaba
hablndoles de la suerte que tenan "de volver a casa" y les describa la
maravillosa vida que les esperaba en el Paraso, comenzando por la cantidad de
vituallas que iban a encontrar all. Si los agonizantes conservaban el
conocimiento, puedo testifcar que ese discurso les ayudaba a partir en paz. Sus
dedos apretaban nuestras manos con una fuerza extraordinaria y luego se
relajaban bruscamente. Todo haba terminado.
El aseo mortuorio slo nos ocupaba algunos minutos. Envolvamos el
cuerpo en una sbana de algodn blanco. Si se trataba de un hind, sor Paula le
peda a alguien que fuese a prevenir a uno de los sacerdotes brahmines del
templo vecino dedicado a la diosa Kali. Los funerarios de la casta de los dom, la
casta de mi familia, venan entonces a buscar el muerto con una camilla para
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
llevarlo a la pira funeraria de la orilla del Hooghly. En el caso de que fuese
musulmn, sor Paula telefoneaba a una organizacin islmica que se ocupaba
de los difuntos sin familia. Unas horas despus, una camioneta vena a hacerse
cargo del cadver y lo conduca a la fosa comn del cementerio musulmn de
Gobra. En cuanto a los escasos cristianos, era nuestra ambulancia la que los
llevaba al panten del "moridero", en el cementerio de Tollygunge, al sur de la
ciudad.
Es cierto: en la Casa del Corazn Puro, la muerte no era ms que una
formalidad. Probablemente, mis aos de infancia entre el humo y el olor de las
hogueras me haban preparado ms que a cualquiera para aceptarla tal como
era. Sin embarro una especie de clera me invada a veces ante la crueldad de
algunas agonas. No olvidar nunca la de aquel joven musulmn reducido al
estado de esqueleto y con el cuerpo cubierto de llagas. Haba sido hallado en los
lavabos de un tren procedente de Madrs. Contrariamente a las costumbres, que
excluan todo empeo mdico, luch realmente para intentar salvarle. No s
cuntas botellas de suero pude meterle en sus venas, ni cuntos frascos de
antibiticos, de vitaminas y de hierro consegu hacerle tragar. Aquel muchacho,
con sus orejas despegadas y sus cabellos crespos, se pareca un poco a mi
hermanito, aquel con el cual me sumerga en el Ganges para buscar los dientes
y las joyas de oro de los ricos difuntos incinerados. Su nombre eraAbdul. Pero
haba sufrido demasiado: su motor ya no tena fuerza para arrancar de nuevo.
Pasbamos muchas horas juntos. l no quera soltar mis manos. Me llamaba
Didi-Gran Hermana.
Cada tarde, cuando llegaba para nosotros el momento de regresar al
convento, situado en el otro extremo de la ciudad, una crisis de desesperacin
sacuda a Abdul. Se aferraba a mi sari con una fuerza insospechada en un
cuerpo tan debilitado. "No me abandones, Gran Hermana", suplicaba. Una
tarde, sus lamentos me conmovieron especialmente. Hice el mayor gesto de
amor que poda ofrecerle. Descolgu de mi hombro el pequeo crucifjo de
metal que haba recibido de la Madre Teresa al entrar en el noviciado.
Toma, hermanito le dije depositndolo en el hueco de su mano. Es
lo ms valioso que poseo en el mundo. Es como si tu "Gran Hermana" se
quedase contigo.
Su rostro se apacigu en seguida.
Didi murmur, ahora puedes irte.
Al da siguiente, cuando volv al "moridero", Abdul estaba muerto, con el
pequeo crucifjo entre sus manos cruzadas sobre el pecho. Ca de rodillas y
romp en sollozos.
Todava lloraba cuando sent sobre m la mano de sor Paula. Me tenda un
sobre cubierto de sellos extranjeros y que llevaba mi nombre escrito a mquina.
Un joven monje libans me escriba desde Israel. Deseaba ofrecerme sus
153
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
oraciones y sus sufrimientos de paraltico para ayudarme "a ser fuerte y
valerosa en mi trabajo de servidora de los pobres de Dios".
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
27
Pars, Francia - Invierno de 1983
Una buena noche bien caliente para los huspedes del asesino
Christian Brunetto, el estilista de moda, yaca apaciblemente dormido sobre
la mesa de operaciones. En cuanto el cirujano termin la ablacin de su ganglio,
la doctora Franoise Brun-Vzinet, jefa del laboratorio de virologa del hospital
Claude-Bernard, se apoder de l para cortarlo en varias rodajas. Ir a recoger las
biopsias formaba parte de su trabajo, lo mismo de noche que de da, o durante
el fn de semana; y esto en todos los hospitales de la aglomeracin parisiense, en
todos los lugares donde un trozo de carne de un enfermo o de un muerto
arrancada urgentemente poda facilitar el diagnstico inmediato de un tumor, el
estudio de clulas cerebrales todava calientes o el descubrimiento del virus
responsable de una enfermedad inexplicada.
La joven coloc cada uno de los fragmentos en el fondo de diferentes
frascos. Enviara los dos primeros a los laboratorios de anatomopatologa y de
bacteriologa del hospital, y se quedara el tercero para sus pruebas virolgicas
personales. En cuanto al cuarto, el ms grueso, era el regalo que ella y el doctor
Willy Rozenbaum queran hacer al profesor Luc Montagnier, cuyas clases sobre
los retrovirus haba seguido ella, y a su equipo del Instituto Pasteur. Para
asegurarse de que la valiosa muestra de la glndula infectada no sufriese
ningn dao durante su transporte, lo haba sumergido en una solucin estril.
Y an le quedaba un ltimo fragmento, no destinado a ningn experimento ni a
ninguna manipulacin. Constitua la memoria del gancho extrado aquel da al
estilista parisiense. Conservado en las profundidades de un congelador, se
convertira en uno de los valores del capital de un banco de clulas. Dentro de
un ao, dentro de diez, dentro de un siglo tal vez, algunos cientfcos ricos en
nuevos conocimientos podran despertarlo de su sueo glacial para obligarlo a
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
dar alguna informacin que las tcnicas actuales no pueden conseguir que
confese.
Veinte minutos despus, Franoise Brun-Vzinet estacion su Alfa Romeo
rojo bajo los castaos centenarios del Instituto Pasteur de Pars. Si hay un lugar
en el mundo donde los hombres han sabido penetrar en los misterios de las
infecciones, no cabe duda de que es este taller de descubrimientos situado en el
corazn de la capital francesa. Fue aqu, entre estas paredes, donde fueron
vencidas las grandes epidemias, la difteria, la viruela, el clera, el tifus, la peste,
el ttanos, la febre amarilla, la tuberculosis o la poliomielitis. Fue aqu donde se
pusieron a punto los primeros medicamentos antiinfecciosos y las sulfamidas,
donde fue descubierto el parsito del paludismo, responsable cada ao de la
muerte de un milln de nios, fue aqu donde se demostr la culpabilidad de
los protozoarios en la iniciacin de las parasitosis; fue aqu donde fueron
puestos en evidencia los principios de la inmunidad celular, el papel de los
anticuerpos contra las agresiones y el de los antihistamnicos en el tratamiento
de las alergias. Y fue aqu donde se codifc la accin de los genes y la manera
de expresarse en los organismos vivos.
Apenas era la una de la tarde cuando la muchacha lleg al laboratorio de su
antiguo maestro, en el pabelln contiguo a aquel en que Louis Pasteur vivi los
ltimos aos de su vida y donde ahora reposa en un sepulcro de mrmol. Era
precisamente el da en que comenzaba el curso de virologa dirigido por Luc
Montagnier. Pero hasta el fn de la jornada no podra poner l mismo en cultivo
las clulas del ganglio del estilista que presentaba unos sntomas precursores
del sida.

Desde que inici, a los doce aos de edad, los primeros experimentos de
qumica en el stano de la casa familiar de Chtellerault, Luc Montagnier estuvo
siempre posedo por el demonio de la experimentacin. Pasaba sus domingos
destilando perfumes o confeccionando luces de bengala. Cuando lleg a Pars
para estudiar medicina y preparar una licenciatura en ciencias, aquel
provinciano, hijo de un padre de Auvernia y de una madre del Berry, haba
preferido, una vez obtenidos sus diplomas, el microscopio del investigador al
estetoscopio del clnico. Una vocacin que le llev, a los veintitrs aos, a un
laboratorio de la Fundacin Curie, en donde iba a descubrir el fascinante
universo de la biologa celular, entonces en plena renovacin. Las nuevas
tcnicas de cultivo de las clulas y de los virus inventadas en los Estados Unidos
estaban proporcionando unos instrumentos revolucionarios a la investigacin.
Maravillado, el joven cientfico decidi dedicarse al estudio de los linfocitos, los
glbulos blancos que iban a desempear un papel tan capital en su vida.
156
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
Uno de los agresores ms virulentos de los glbulos blancos, el virus de la
febre aftosa, pesadilla de los criadores de bovinos, proporcion a Luc
Montagnier el tema de su tesis de doctorado. Estos trabajos orientaron
defnitivamente su carrera hacia la virologa. Una beca le permiti entrar en uno
de los grandes templos cientfcos del momento: el instituto britnico de
Carshalton. All, al lado de un ingls francflo, fumador de Gitanes, llamado
Kingsley Sanders, asisti a los primeros balbuceos de una disciplina reciente
que prometa un fantstico futuro, una ciencia que trascenda el estudio nico
de la vida de las clulas para interesarse incluso por su patrimonio gentico: la
biologa molecular. Como los virus constituyen sistemas biolgicos
relativamente simples, eran unos privilegiados objetos de estudio que permitan
a los pioneros de la biologa molecular avanzar con paso de gigante. El joven
auverns pudo aportar su contribucin personal a los esfuerzos de sus maestros
descubriendo ciertos mecanismos de la reproduccin de un virus que mataba a
los ratones en menos de cuarenta y ocho horas. Una tmida proeza que le dio la
satisfaccin de ver su nombre escrito al pie de un artculo publicado por la
famosa revista cientfca britnica Nature.
Despus de Carshalton, Glasgow. Su larga estancia al otro lado del canal de
la Mancha pondra al investigador francs en contacto con los cerebros ms
importantes de aquel tiempo y le proporcionara el dominio del ingls, un
vehculo ya indispensable en toda comunicacin cientfca. Luc Montagnier
pas los ocho aos siguientes en varios laboratorios ingleses instruyendo el
sumario que demostraba la implicacin de los virus en la aparicin de algunos
cnceres. Sus obstinados esfuerzos le valieron el honor de entrar, a los cuarenta
aos, en el Instituto Pasteur de Pars.
Ser pasteuriano es pertenecer a una orden que tiene su alma, su estilo y
su unidad. Y que tambin tiene sus clanes. As, por ejemplo, algunos
pasteurianos no queran ver el nombre de su prestigioso instituto mezclado
en una epidemia de connotaciones consideradas desagradables. Y, sin embargo,
como dir ms adelante Luc Montagnier, si haba una investigacin acorde con
la vocacin de Louis Pastear, era ciertamente la del sida. No me cabe duda de
que si Pasteur hubiese estado vivo, se habra lanzado el primero, y con toda su
energa, en aquella aventura. Cien aos despus, el azar encomendaba al
laboratorio de Luc Montagnier perpetuar aquella vocacin.

La tarea era ruda. De todos los desafos lanzados por la naturaleza a los
virlogos, la identifcacin de un retrovirus humano era, quiz, el ms arduo.
En casi un siglo de esfuerzos, slo uno de aquellos supervirus de tan
compleja accin haba podido ser desenmascarado en el hombre: el retrovirus
HTLV, responsable de algunas leucemias raras, descubierto por Robert Gallo en
157
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
1977. Luc Montagnier ya haba cultivado miles de millones de clulas
sospechosas de albergar tales virus. Conoca sus gustos, sus caprichos y sus
alimentos preferidos. Uno de sus frigorfcos estaba repleto de frascos llenos de
los manjares y de las salsas que tanto les gustaban, especialmente una sabia
mezcla de sales minerales, de calcio, de magnesio y de suero de ternera fetal.
Aquel suero era un autntico regalo de la gastronoma celular! Como los
grandes vinos, tena sus aos de cosecha y sus denominaciones de origen. Se
deca que el mejor proceda de Nueva Zelanda. El investigador dispona
tambin de un poderoso estimulante extrado de una alubia que, como las
espinacas de Popeye el marino, decuplicaba sus fuerzas. Esta sustancia se fjaba
en la superfcie de las clulas e imitaba la seal de su movilizacin en caso de
agresin.

Preocupado por comenzar cuanto antes una investigacin que saba


importante, el hombrecito con aspecto de notario se encerr en su laboratorio al
concluir sus clases para cultivar las clulas del ganglio infectado que le haba
llevado Franoise Brun-Vzinet. Como la manipulacin de un virus desconocido
es una empresa siempre peligrosa, Luc Montagnier se puso su bata blanca, se
calz unos guantes de goma, protegi su rostro con una mscara antigs y
meti el frasco que su antigua alumna le haba confado bajo la nica campana
de seguridad que entonces tena. Con el fn de impedir cualquier clase de
contaminacin, el aparato difunda un fujo de aire estril que formaba pantalla
entre el manipulador y los objetos de experimentacin. Luc Montagnier haba
repetido centenares de veces las operaciones que iba a realizar. Poner en cultivo
unas clulas para mantenerlas con vida y permitirles su reproduccin es una
operacin de rutina en una unidad de virologa. Es tambin un arte sutil que
tiene, a la vez, algo de msica en razn de la armona necesaria, algo de gran
cocina por la eleccin justa de los elementos nutritivos que hay que dar, y algo
de prestidigitacin por la habilidad de la manipulacin.
El investigador cort el trozo de ganglio, lo tritur, lo dilacer para
extraer los glbulos blancos, lo centrifug, lo purifc y lo redujo al estado de
suspensin lquida, que distribuy en cinco pequeos frascos cnicos. Verti en
cada uno de ellos unas gotas de sus elixires de crecimiento, as como un poco de
gas carbnico y de nitrgeno para garantizar la buena respiracin de la
preparacin. Tapon hermticamente los cinco frascos y los deposit en un
bao Mara a 37. Se quit entonces la mscara, la bata y los guantes, consign
en su cuaderno de experiencias las operaciones que acababa de realizar, apag
una tras otra las luces del laboratorio, ech el cerrojo de las puertas, se puso su
abrigo y descendi lentamente hacia el patio, donde le esperaba su Lancia gris.
158
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
Al cabo de media hora estara de regreso en su pabelln de Robinson para cenar
en familia.
Copiosamente alimentadas y bien calientes, las clulas infectadas del
estilista Christian Brunetto pasaran una buena noche. Maana, el equipo de
Jean-Claude Chermann podra comenzar a buscar en su ncleo el misterioso
virus del sida que se supona albergado all.
Eran las veintiuna y quince del lunes 3 de enero de 1983.
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
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Atlanta, USA - Invierno de 1983
Entonces, cuntos muertos necesitan?
El jefe de la unidad antisida del Centro de Control de Enfermedades de
Atlanta poda sentirse orgulloso. El doctor Jim Curran se haba superado una
vez ms. Aunque decidida y organizada en el ltimo minuto, su conferencia fue
un xito. En aquella maana del 4 de enero de 1983, ms participantes que los
calculados por las previsiones ms optimistas se apretujaban en el auditorio A
de su cuartel general. Los ciento cincuenta visitantes haban llegado la vspera,
y durante la noche, desde los cuatro puntos cardinales de los Estados Unidos.
Todos estaban relacionados por una de las actividades ultrasensibles del pas,
una industria que colectaba, almacenaba y venda el bien sin duda ms preciado
de la riqueza de una nacin, el lquido irreemplazable que salvaguardaba cada
ao la salud y la vida de tres millones y medio de norteamericanos: la sangre
destinada a las transfusiones. Una actividad foreciente, a la que su cifra de
negocios anual de dos mil quinientos millones de dlares situaba entre las
quinientas principales empresas nacionales. Slo la Cruz Roja norteamericana
distribua unos seis millones de litros de sangre, lo bastante para transfundir
desde la primera hasta la ltima gota a ms de un milln de individuos. Pero lo
que causaba sobre todo el orgullo de esta industria era la estimacin y la fama
de que gozaba. En realidad, ninguna otra rodeaba la manipulacin y la venta de
sus productos con tantos cuidados y precauciones. El mundo entero los
importaba.
Jim Curran lo saba: la noticia que iba a comunicar podra suponer un golpe
fatal para aquel hermoso edifcio. Pero lo que se jugaba era tan grave, que su
deber era revelar la verdad. Su grito de alarma no dejara de tener repercusiones
inmediatas. Ya se imaginaba a los invitados saltando de sus butacas hacia los
telfonos para dictar las necesarias medidas de urgencia a sus sectores
160
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
respectivos. Acaso se trataba de uno de los ms trgicos problemas que los
Estados Unidos haban tenido que afrontar? Al propio Jim Curran le costaba
creer que tal catstrofe hubiese sido posible: las reservas de sangre de todo el
pas estaban contaminadas por el virus del sida.

Las pruebas recogidas por el CDC eran irrefutables. Despus de los tres
primeros hemoflicos fallecidos el otoo precedente a consecuencia de su
contaminacin por una inyeccin de productos sanguneos, otros nueve
hemoflicos acababan de sucumbir a su vez. Y ahora, un caso asombroso,
descubierto justamente antes de Navidad, impona la extraordinaria
movilizacin de aquel comienzo del ao 1983. Esta vez el mal haba
abandonado sus blancos conocidos para golpear en una direccin y de una
manera completamente nueva.
Un pediatra de San Francisco acababa de diagnosticar un sida en un beb
de veinte meses. Los primeros elementos de investigacin no haban podido
precisar el origen exacto de la enfermedad. Al contrario que los raros ejemplos
de nios afectados de sida por una contaminacin materna, aquel beb no haba
nacido de una madre toxicmana, prostituida o haitiana que habra podido
transmitirle el virus durante el embarazo. A fuerza de buscar, los mdicos-
detectives de Jim Curran acabaron por averiguar que el nio haba venido al
mundo en unas condiciones difciles. Haba sido necesario practicar una
cesrea. Y como el beb sufra de una anomala sangunea rara, tuvo que recibir
varias transfusiones. En las cuatro primeras semanas de su vida le fueron
inyectados diecinueve frascos de sangre. Aunque todava no se haba asociado
nunca al sida con una transfusin de sangre fresca, los investigadores buscaron
a los diecinueve donantes. Todos quedaron libres de sospecha, excepto el
ltimo.
Era un comerciante de San Francisco, soltero, de cuarenta aos de edad,
que haba muerto haca ocho meses. Al igual que los millones de
norteamericanos que practican regularmente el mismo acto de solidaridad,
haba donado su sangre gratuitamente. El 10 de marzo de 1981, cuando se
present en la ventanilla del Memorial Blood Bank local, pareca gozar de una
excelente salud y nada en su comportamiento permita suponer su
homosexualidad. Seis meses despus, se quejaba de una gran fatiga y de una
prdida de apetito. Su mdico descubri la infamacin de un ganglio en la axila
derecha. Al mes siguiente aparecieron unas manchas sospechosas en la retina
de su ojo izquierdo, y hubo que hospitalizarle por una neumona infecciosa. Los
exmenes revelaron entonces una notable cada de sus defensas inmunitarias.
Sus linfocitos protectores haban desaparecido casi totalmente. Ya no haba
161
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
ninguna duda posible sobre la naturaleza de su mal. Tres das despus, el
desventurado donante de sangre mora de sida.
El descubrimiento de este drama hel de espanto a los investigadores de
Atlanta. Podamos suponer que los millares de litros de sangre almacenados en
los hospitales y en los bancos de sangre del pas se hallaban contaminados por
el virus infectante de los donantes afectados por el sida relat Jim Curran.
Esto quera decir que miles de norteamericanos destinados a recibir una
transfusin se encontraban en peligro de muerte. Para conjurar esta catstrofe y
prevenir las futuras slo disponamos de un medio: someter de inmediato todas
las reservas existentes a un test de control. Por otra parte, haba que apartar en
seguida de las colectas a todos los donantes con riesgos.

Para hacer que aceptasen esta estrategia los que a veces eran llamados los
emires americanos del oro rojo, Jim Curran encarg a su adjunto Harold Jafe
que les esbozase un cuadro dramtico de la situacin. Por aquellas fechas el sida
haba atacado ya a ochocientos ochenta y un norteamericanos. Trescientos
diecisiete haban muerto. Esta proporcin era ms elevada que en las ms
devastadoras epidemias de la Edad Media. Los supervivientes slo eran
condenados pendientes del cumplimiento de la sentencia. Los enfermos
aquejados del sarcoma de Kaposi moran al cabo de diecisis meses, y los
aquejados de neumona infecciosa al cabo de nueve meses. El nmero de casos
se duplicaba cada seis meses. A ese ritmo, cien mil americanos se veran
afectados en menos de cinco aos.
Los mdicos del CDC de Atlanta lo haban imaginado todo menos la
increble reaccin de sus interlocutores. Simplemente, se negaron a creernos
declara Harold Jafe. Pretendan que nuestras cifras no eran probatorias y que
concernan a unos pocos casos, insufcientes para que las transfusiones de
sangre pudiesen ser incriminadas con certeza; que las verifcaciones costaran
unas sumas astronmicas sin relacin con la realidad del riesgo, y que
prohibirles a los homosexuales la donacin de sangre sera considerado
contrario a los derechos del individuo.
Aquel 4 de enero de 1983 se recordar siempre como uno de los das ms
negros de la cruzada del equipo de Atlanta contra la epidemia galopante del
sida. Ninguna medida de proteccin, ninguna decisin de control pudo ser
arrancada a los incrdulos asistentes. Antes de terminar la reunin, un joven
investigador de la organizacin, el doctor Donald Francis, resumi la decepcin
de sus colegas y el temor que les acosaba.
162
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
Entonces, cuntos muertos necesitan ustedes pregunt a la asistencia
para decidirse a actuar?
14

En cambio, hubo otra noticia que era un verdadero regalo. Despus del
fracaso que acababan de sufrir ante los banqueros de sangre, Jim Curran y sus
colegas acogieron con una gratitud especial la entrada de los franceses en la
competicin por la bsqueda de un virus. En seguida entrevieron las ventajas
de los trabajos del Instituto Pasteur. Su compatriota Robert Gallo recogera el
desafo, espoleara a sus tropas, les dara ms medios y, en resumen, les
condenara al descubrimiento.
Su reputacin de primer retrovirlogo mundial lo exiga. Y toda la
investigacin mdica norteamericana, tan fecunda aquellos ltimos aos,
tendra que movilizarse tambin.
El equipo del CDC de Atlanta se engaaba. Robert Gallo no tena la menor
intencin de cambiar un pice de su programa. Consideraba que no tena nada
que temer de los franceses, unos principiantes carentes de autoridad
internacional en materia de retrovirologa. Unos competidores, esos
comedores de ranas? Esos provincianos, ms bien cmicos y atrasados, con
su extrao acento, sus mtodos pasados de moda y su manera arcaica de
presentar sus resultados? Todo lo ms, unos aguafestas. Si el agente del sida era
en realidad un retrovirus, sera l, Robert Gallo, el nico que lo identifcara.
Acaso no era quien haba descubierto el primer retrovirus humano? El que
haba puesto a punto las tcnicas especfcas para esa clase de investigacin? Era
natural, pues, que siguiera mostrando su poco entusiasmo para emplearse de
lleno en la batalla. Yo estaba tan convencido de que mi investigador Prem Sarin
acabara encontrando algo confes luego, que me pareca superfuo hacerle
la competencia. Ni siquiera me habra atrevido; l era ms antiguo que yo. Fue
mi gran error.
Pero el autntico error del eminente cientfco estaba en otra parte. Resida
en su exceso de confanza. El descubridor del nico retrovirus humano
conocido hasta entonces no daba su brazo a torcer: si haba otros retrovirus
humanos en la naturaleza, tenan que pertenecer a la misma familia. El agente
del sida slo poda ser un pariente cercano del espcimen que l haba hallado.
Seguro de este postulado, descuid aconsejar a su colaborador para que
procediese como en la bsqueda clsica de los virus. Era intil vigilar los
14
Habra que esperar ms de un ao para que los responsables de la industria de la sangre
en los Estados Unidos comenzaran a responder seriamente a esa pregunta. Durante aquel
perodo, ms de un milln y medio de unidades de sangre carentes de todo control antisida
fueron recogidas, almacenadas y distribuidas por los bancos de sangre y los hospitales
norteamericanos.
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
cultivos de clulas da tras da con la esperanza de ver salir de ellas un virus,
cuando se saba positivamente que su modelo no se manifestaba hasta despus
de unos treinta das. Bastaba con esperar ese lapso de tiempo para evidenciar y
comprobar, por medio de una comparacin gentica, su ineluctable parentesco
con el HTLV que Gallo haba descubierto. Y se alcanzara el objetivo.
Su colaborador indio organiz, por consiguiente, su programa de bsqueda
en funcin de ese calendario. Solamente a partir de los treinta das comenzaba a
examinar sus tubos de cultivo. Como disciplinado tcnico, consignaba entonces
sus observaciones en su cuaderno de experimentos. Y, curiosamente, la
constancia de sus resultados negativos no pareci asombrarle. Sin embargo,
eran resultados para sorprender. En lugar de la proliferacin anrquica de
glbulos blancos que habitualmente se haba comprobado al cabo de treinta
das en los casos de cultivos infectados por el primer retrovirus HTLV de Robert
Gallo, slo encontraba all, en el fondo de sus tubos, un cementerio de linfocitos
muertos, sin ningn vestigio de virus. El prestigioso laboratorio tardara meses
en alarmarse ante tan extrao fenmeno.
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
29
Calcuta, India - Invierno de 1983
Que la ilustre anciana enarbole el estandarte de la rebelda!
De dos en dos, como frgiles velas blancas en un ocano hostil, atravesaban
la ciudad hormigueante en direccin a una leprosera, a un orfelinato, a un
dispensario, a una escuela o a un moridero. Cada maana, despus de la misa
de las cinco cuarenta y cinco, las hermanas y las novicias de la Madre Teresa
salan del convento de Lower Circular Road para acudir a su lugar de trabajo.
Los pobres y los enfermos de la ciudad conocan su recorrido. A cada instante,
unas manos se tendan hacia ellas, las madres alzaban a sus bebs hambrientos
y los leprosos se aferraban a los faldones de sus saris. Atravesaban ese pasillo de
miseria desgranando sin cesar sus avemaras. La Madre Teresa insista tanto
sobre el benefcio de la recitacin del rosario, que las hermanas no calculaban
las distancias en kilmetros, sino en nmero de rosarios. Para Ananda, la ex
pequea leprosa de Benars, y para sor Alice, la compaera habitual de sus
trayectos, la puerta del moridero del Corazn Puro donde ambas trabajaban
estaba situada a doscientas ochenta avemaras de la casa madre.
Al principio, Ananda se asombraba de tanto tiempo despilfarrado en idas y
venidas, cuando aquellos minutos perdidos habran podido ser preciosos para
aliviar sufrimientos. Pero no tard en comprender tambin el valor de esa
oracin, slo en apariencia montona. Recordaba las palabras de Bandona, su
benefactora de Benars. Ahora saba perder tiempo para Dios, amarle de una
manera desinteresada y decirle: Desgrano este Misario slo por el placer de
unirme unos instantes a Ti, como una esposa a su esposo.
Las primeras jornadas de Ananda en el moridero de Calcuta la haban
puesto a prueba duramente. Como ella tema, ni el crucifjo prendido en el
hombro, ni el rosario colgado de su cintura, ni su sari blanco de novicia, ni su
delantal azul de sirvienta de los pobres podan hacerle olvidar los estigmas de
165
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
su nacimiento. Los pensionistas hindes descubrieron en seguida los orgenes
de su nueva cuidadora. Desde el color muy oscuro de su piel hasta sus maneras
un poco bruscas, desde su modo de andar hasta las entonaciones roncas de su
voz, todo en ella segua denunciando su condicin de intocable. Hubo
moribundos que rechazaban la mano caritativa que les ofreca una cucharada de
alimento. Ananda no insista nunca. Conteniendo las lgrimas, se diriga a otro
indigente, musulmn o paria como ella, o incluso demasiado dbil para
reconocer la mano que le socorra. Sin embargo, aquellos desaires heran
cruelmente a la muchacha en lo ms frgil de su ser; si aquellos hombres eran
sus hermanos, y si Jesucristo estaba en cada uno de ellos como afrmaba la
Madre Teresa, por qu la rechazaban? Ni sor Bandona ni sor Paula tenan una
respuesta satisfactoria para ella. Slo el tiempo llegara tal vez a curar las
heridas, porque es ms doloroso para un pobre que para un rico soportar las
humillaciones que proceden de otro pobre.

Aquel invierno, un acontecimiento inesperado iba a conmover al pequeo


equipo asistencial del moridero. Despus de los tres aos que llevaba
ayudando a sor Paula en el mantenimiento del hospicio, sor Domenica, de
veintiocho aos, era una de las fguras ms populares del viejo casern de los
pinculos. Oriunda de la isla Mauricio, conservaba el acento cantarn y la
exuberancia de sus compatriotas. Esta muchacha alta y soberbia, de paso felino
y piel muy clara, aportaba un poco de exotismo al austero universo de la Casa
del Corazn Puro. Incluso sor Paula extraa valor y consuelo de la calma y la
alegra de aquella compaera. Cuando sor Domenica apareca en alguna
bovedilla, las cabezas se volvan por s mismas hacia ella. Siempre dispuesta a
inclinarse sobre un moribundo, a darle de beber, a tomarle una mano o a
enjugarle la frente, sor Domenica saba apaciguarle con algunas palabras tiernas
y tranquilizadoras.
Nada en sus orgenes la destinaba a aquel sacerdocio. Hija de ricos
negociantes hindes, haba nacido en una vasta mansin de columnas abiertas
al ocano que rodeaba su isla natal. Su primera visin de la miseria la tuvo
cuando lleg a Bombay. Sus padres la enviaban all a un pensionado religioso
donde deba perfeccionar su educacin con vistas al matrimonio. Tena quince
aos. Cada da guardaba un trozo de pan para el mendigo que se acurrucaba
delante de la puerta del pensionado. Un domingo, al no encontrarlo en su lugar
habitual, sali en su busca al bidonville que exhiba su miseria justo detrs del
convento. El descubrimiento de aquel barrio la marcara para siempre.
Cuatro aos despus, ante la desesperacin de sus padres y a pesar de las
ofertas de matrimonio de los ms brillantes partidos de la isla Mauricio,
Domenica anunci su intencin de ir a Calcuta para vestir el sari blanco y azul
166
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
de las Misioneras de la Caridad. Una decisin que nunca haba lamentado,
aunque algunas veces dese actuar directamente sobre las causas de la pobreza
ms que sobre sus consecuencias.
Me habra gustado que la Madre Teresa se dedicase ms a las injusticias
que engendran la miseria dir ms adelante Domenica , que utilizase su
carisma y su prestigio para obligar a los gobernantes y a los que poseen mucho
a tomar unas medidas radicales. En este fnal del siglo XX, cerca de quinientos
millones de indios ignoraban todava la simple felicidad de un vientre lleno.
Cientos de miles de nios seguan acuclillados en sus talleres-crceles, aplicados
en tareas inhumanas. Millones de campesinos sin tierra continuaban intentando
sobrevivir en el inferno de las barracas. Y esta situacin no slo era propia de la
India. Quin poda afrontar mejor aquellos desafos sino aquella que
encarnaba para la humanidad la idea de la caridad? La que haba instalado sus
hospicios, sus dispensarios y sus orfelinatos por toda la India y por el mundo
entero, hasta el mismo centro de las dos Amricas y de la China roja; la que
acuda cada vez que una catstrofe sembraba la muerte y la desolacin en algn
punto del globo; la que defenda el derecho a la vida en todos los podios del
universo; la que era cubierta de honores y de distinciones por las universidades
y los gobiernos; la que el premio Nobel distingui como smbolo de la
compasin y del amor humanos.
Domenica no era la nica que soaba con ver a la ilustre anciana
enarbolando el estandarte de la rebelda en nombre de los pobres. Una rebelda
no violenta, naturalmente. Por qu no haca una huelga de hambre delante de
la puerta del primer ministro de la India? Tambin caba imaginar otras
acciones espectaculares en el extranjero, delante del Buckingham Palace, delante
de la sede de las Naciones Unidas, en el Kremlin, en Pars, en Roma o en Pekn.
En todos los lugares donde los responsables pudiesen intervenir en favor de los
humillados.
Este ideal insatisfecho segua enterrado en lo ms recndito de la joven
islea de Mauricio. Por el momento se limitaba a asear a los moribundos, a
darles la comida, a aliviar sus sufrimientos mediante una inyeccin, una sonrisa
y algunas palabras de consuelo. Sus conocimientos mdicos eran demasiado
limitados para hacer algo ms. Y bien lo lamentaba. Pero la vocacin de las
hermanas, ms que la de curar, era la de aliviar y reconfortar. Y ella lo haca tan
bien, que los pensionistas del moridero no ocultaban su preferencia por la
dulce y bella mauriciana. Sus compaeras demostraban a veces alguna
desconfanza. Domenica fnga no advertirlo.
Aquel invierno, un conficto ntimo especialmente turbador agitaba a la
joven religiosa. Era la mordedura de un fro inhabitual lo que estaba minando
su moral? O el sentimiento de frustracin que le inspiraba la presencia de
voluntarios extranjeros ms instruidos mdicamente y, por lo tanto, ms
efcaces? Cada vez se haca ms preguntas. Dios me pide nicamente que
167
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
cumpla estas humildes tareas? No tiene otra misin que ofrecerme para que
sirva ms tilmente a los pobres?

La respuesta lleg de una manera tan brutal como inopinada. Con sus
cabellos rubios recogidos en la nuca en forma de cola de caballo, su pequeo
diamante clavado en el lbulo de la oreja izquierda, sus dos mariposas azul y
rosa tatuadas en los antebrazos y su pertinaz olor a after-shave, el doctor alemn
Rudolf Benz, de treinta y dos aos, no era precisamente la imagen que nos
hacemos de un apstol de la caridad. Sin embargo, el equipo del moridero
saba que aquel hombre haba dedicado su vida a la causa de los desheredados
de la India. Durante una primera estancia en Calcuta, dos aos antes, se
present como voluntario a la puerta del viejo casern de los pinculos para
trabajar all durante varias semanas.
Aterrado por el amateurismo que las hermanas mostraban en materia
mdica, se dedic a ensearles algunos rudimentos de higiene y de asepsia. Sus
esfuerzos evitaron muchos fallecimientos y contribuyeron a apartar el
moridero de su nica vocacin de asistencia a los moribundos. El equipo
senta por aquel amigo providencial un reconocimiento sin lmites. De regreso a
su pas, Rudolf Benz dio conferencias, escribi artculos y proyect fotografas
en los clubes y en las escuelas. Convencido de que lo primero que se necesitaba
era actuar sobre el origen del mal, se le ocurri proponer a diez pueblos de una
zona miserable del delta del Ganges un sistema de riego que podra
proporcionar a sus campesinos arroz y lentejas en cualquier estacin. Y fund
una estructura para fnanciar este proyecto. La asociacin alemana Trabajo y
arroz para mil familias indias cont bien pronto con cinco mil donantes. Los
primeros canales podan ser cavados en seguida. Rudolf Benz se detuvo en
Calcuta para recibir los fondos transferidos desde Alemania. Tal formalidad
sigue siendo complicada en un pas donde la burocracia es especialmente
puntillosa. Esta espera le dio ocasin de visitar a sus amigas del Corazn Puro
para ponerles al corriente de su iniciativa mientras trabajaba algunos das a su
lado.
La llegada del mdico alemn no tard en reavivar las dudas de sor
Domenica sobre la utilidad de su trabajo en relacin con su ideal. Cataliz sus
frustraciones y la incit a buscar un medio de atacar, ella tambin, las races de
la pobreza. Una maana, sor Paula descubri la ausencia de la joven novicia.
Inquieta, telefone a la casa madre. All le dijeron que Domenica haba salido
como de costumbre despus de la misa y de la colacin. Una carta, encontrada
poco despus, explicara su desaparicin. La carta estaba dirigida a la Madre
Teresa.
168
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
Muy santa y respetada Madre:
S cunta pena va a causarle mi partida. No vea usted en ella ni capricho ni
rebelda, sino nicamente la necesidad de servir de una forma diferente a los pobres de
Dios. Llevo conmigo el ideal que usted me ha enseado y me esforzar en mostrarme
digna de l. Sigo siendo en mi corazn una Misionera de la Caridad. Dios me llama a
cumplir Su voluntad por otros caminos. Ir a verla en cuanto regrese. Rece por m.
Su fel, devota y afectsima siempre,
Domenica
Domenica no era la primera Misionera de la Caridad que perda la santa
de Calcuta. La abrumadora disciplina, la dureza de las condiciones materiales
y las tentaciones que ofreca el contacto con el mundo conducan fatalmente a
algunos abandonos. Pero tan poco numerosos, que eran compensados por la
permanente afuencia de las vocaciones. Aquella precipitada partida, sin
embargo, produjo una gran consternacin en el seno de las cuidadoras del
moridero. Y la ms afectada fue Ananda. Domenica haba sido a la vez su
hermana mayor y su modelo, la que dominaba tranquilamente todas las
situaciones y nunca se senta paralizada por ningn tab.
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
30
Pars, Francia - Invierno de 1983
Una epopeya en una antigua lavandera
El Pabelln de la rabia no haba cambiado de nombre desde los tiempos
en que Louis Pasteur inoculaba all grmenes mortales a unos conejos para
obtener el suero salvador. A diferencia de los pases de frica y de Asia, donde
la terrible enfermedad haca estragos con frecuencia, en Francia haca mucho
tiempo que apenas se daban casos; y el pabelln se ocupaba de otras tareas. Una
de las salas del primer piso era una antigua lavandera cuyas paredes
desconchadas nunca haban odo otra cosa que el zumbido de los autoclaves.
Slo el suelo, embaldosado de gris y de oro, rompa la trivialidad de la
decoracin. En la puerta aparecera pronto un pequeo letrero: Sala Bru. Esta
denominacin no designaba a un cientfco o una especialidad cientfca. Bru
era, simplemente, la primera slaba del nombre del estilista de moda, una
muestra de cuyo ganglio infectado haba llegado la vspera al servicio de Luc
Montagnier para buscar en ella el virus sospechoso de ser el agente del sida.
El pequeo equipo que ahora deba hallar ese virus se compona de dos
investigadores veteranos y de dos tcnicos. Estaba especializado en la delicada
tcnica que permita descubrir una actividad retroviral en las clulas. Como esa
actividad no poda ser comprobada directamente, haba que localizar las
transcriptasas inversas, esas famosas enzimas gracias a las cuales los retrovirus
consiguen penetrar en el ncleo de las clulas. Los cuatro miembros del equipo
de la sala Bru tenan, pues, por primera tarea la de poner en evidencia esas
enzimas.
Sus posibilidades de conseguirlo podan parecer escasas. Al contrario que
la poderosa orquesta sinfnica del americano Robert Gallo, el modesto
cuarteto francs no tena tampoco una gran experiencia en materia de
retrovirologa humana y sus trabajos no haban desembocado todava en un
170
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
descubrimiento importante. Paradjicamente, este relativo aislamiento se
convertira en su mejor baza, puesto que se lanzaban a la aventura sin excesos
de confanza, sin demasiadas certidumbres, sin ideas preconcebidas. Para
abordar aquella investigacin particular decidieron partir de cero y avanzar
paso a paso.

Su jefe, el nico hombre del grupo, era un parisiense recio de cuarenta y


dos aos que haba trabajado duramente para conquistar su doctorado en
ciencias y forzar la puerta del serrallo pasteuriano. Criado por su madre
costurera de da y acomodadora de teatro por la noche, jugador de rugby,
Jean-Claude Chermann tuvo conocimiento del universo mdico gracias a un
accidente de moto. Con mltiples fracturas y privado para siempre del olfato,
fue sometido a numerosas operaciones quirrgicas, una de las cuales tuvo como
consecuencia una grave infeccin por estaflococos dorados rebeldes. Aquella
experiencia despert en l la vocacin de mdico. Sin embargo, demasiado
escaso de dinero para llevar a cabo unos estudios tan largos, prefri optar por
una formacin universitaria. Despus de obtener su doctorado en ciencias,
recal un da en el curso de biologa del futuro premio Nobel Jacques Monod.
Aquello fue un fechazo instantneo, total, irresistible dijo ms adelante. El
ADN, los genes, la herencia, todos los eslabones de la vida expuestos
bruscamente ante m por un brujo genial. Un camino luminoso. Pero cuando no
se tienen medios ni relaciones, querer convertirse en investigador es como soar
con conquistar la luna.
Fue en un caf de la calle Princesse, frente al dispensario de la prefectura de
polica de Pars, donde la suerte, a pesar de todo, favoreci ese sueo. Su madre
haba arrendado aquel establecimiento con la esperanza de ayudarle a pagar sus
estudios. Un da en que Jean-Claude Chermann se lamentaba de no conocer a
nadie que le abriese la puerta de un laboratorio de investigacin, un cliente que
le haba odo garrapate un nombre en un trocito de papel.
Tenga, muchacho le dijo. Vaya a ver de mi parte a este seor. Dgale
que le enva su amigo el doctor Juin, de la prefectura de polica.
El muchacho se precipit a buscar la direccin indicada y se encontr ante
las verjas del Instituto Pasteur, donde el caballero en cuestin era uno de los
principales inmunlogos. Aquel seor lo contrat y lo conf a su mejor
colaboradora. Todo lo que Jean-Claude Chermann sabe hoy, se lo debe a
Monique Dijeon, una seorita de cuarenta y cinco aos, un poco beata pero
sublime, que tena a la ciencia por amante. Se lo debe todo, desde el rigor
cientfco hasta el culto por la verdad. Dieciocho aos de profundos estudios de
los virus convirtieron al joven investigador en uno de los ms eminentes
especialistas franceses de esas invisibles partculas asesinas. De promocin en
171
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
promocin, dirige ahora el laboratorio adscrito a la unidad de oncologa vrica
de Luc Montagnier.

A su lado trabajaba una brillante y bella joven rubia, de treinta y cinco aos,
buena cocinera en sus horas libres. Franoise Barr-Sinoussi era tan capaz de
preparar cualquier plato, lo mismo una ternera en salsa a la antigua que un
souf al Grand Marnier, como de cultivar amorosamente los frgiles linfocitos.
Sus lecturas favoritas abarcaban desde las grandes revistas mdicas
anglosajonas hasta el Larousse Gastronmico. Cada receta es una ocasin de
buscar una variante, de inventar, deca con aire divertido. Sus primeros
maestros en el camino de la ciencia fueron sus compaeros de infancia, su gato
Pussy, su ratn blanco y su cotorra. Ellos le brindaron la observacin
apasionante de los tesoros del gran libro de la vida. El instinto, la especie, la
herencia..., cuntos misterios que explorar cuando se tiene el hambre de saberlo
todo, de comprenderlo todo! Franoise Barr-Sinoussi haba preferido la
conquista de una impresionante coleccin de diplomas a las salidas mundanas
y a las vacaciones en el Club Mditerrane. Ese empeo le vali una plaza de
cursillista en una sala de experimentacin del sancta sanctorum de la
investigacin cientfca francesa: el Instituto Pasteur. Acababa de cumplir
veintitrs aos. Jean-Claudc Chermann, el responsable del servicio, la acogi en
seguida bajo su ala. Hgame hacer todo lo que quiera le dijo ella, pero se
lo advierto: nunca har dao a un animal.
Doce aos despus, la aventura del sida no asust nada a Franoise. En 1979
haba hecho un cursillo en los Estados Unidos, en el que se incluan varias
semanas en Bethesda, en el laboratorio de Robert Gallo, donde aprendi las
ltimas tcnicas de investigacin en materia de retrovirus. Y aunque el famoso
norteamericano no sola poner por las nubes a sus homlogos franceses, se
sinti impresionado por la bonita parisiense, cuyas gafas negras ocultaban los
bellos ojos de una Mata-Hari vida de aprenderlo todo.

Las grandes epopeyas cientfcas comienzan siempre de una manera casi


trivial. Aquella maana del 4 de enero de 1983, el examen de los cinco frascos
preparados por Luc Montagnier no dejara de crear una cierta emocin en la
antigua lavandera transformada de momento en laboratorio experimental. Era
el propio Jean-Claude Chermann quien eligi aquel local. All nadie haba
manipulado nunca el ms mnimo parsito, y el descubrimiento de un virus en
sus tubos de ensayo no podra ser atribuido a una contaminacin del entorno.
172
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
La emocin del equipo de la sala Bru era muy lgico. Chermann haba llamado
la atencin de sus colaboradores sobre los peligros de la empresa. Ignoramos
lo que vamos a encontrar y el "elemento" puede ser mortal, les explic. Todos
aceptaron el riesgo con mucha calma. Y, sin embargo, en los escasos centilitros
de apariencia anodina de aquellos frascos vivan millones de glbulos blancos,
cada uno de los cuales poda albergar al mortfero agente de la nueva epidemia.
Se tena muy poca informacin sobre l; slo que poda, lo mismo que el
HTLV humano y los retrovirus animales ya conocidos, permanecer mucho
tiempo inactivo dentro de sus presas antes de comenzar a aniquilarlas. Pareca
necesaria una actividad exterior para que su instinto asesino se desencadenase.
La simple reproduccin celular, por ejemplo, poda bastar. Al dividirse y
multiplicarse, las clulas despiertan a los virus que duermen en ellas, y stos
aprovechan el momento para reproducirse a su vez en gran nmero antes de
entrar en accin. Un proceso que los investigadores de la sala Bru deberan tener
en cuenta para cubrir una primera etapa decisiva: disponer de una cantidad de
virus sufciente para hallarse en condiciones de identifcarlo. Dicho en otros
trminos, haba que obligar a los linfocitos enfermos del estilista parisiense a
suscitar la produccin masiva del virus que se sospechaba contenan. No haba
ms que un medio: mimarlos, engatusarlos, hartarlos de golosinas para que se
dividiesen y se multiplicasen generosamente. Franoise Barr-Sinoussi lo saba;
no sera fcil.
Las clulas sou seres vivos con una personalidad propia, con sus gustos y
sus fobias, y sobre todo con una gran necesidad de consideracin. En ningn
caso hay que tratarlas como objetos. Exigen que se las rodee de suavidad y de
ternura; piden que se las escuche y que se sepa hablar con ellas. Al no
comprender la necesidad de esa relacin tan especial, cuntos aprendices de
investigadores demasiado apresurados han sido expulsados del universo de las
pipetas y de los recipientes de cultivos!
El xito de su aproximacin depende de un conocimiento profundo de los
mecanismos que organizan el crecimiento y la reproduccin celulares. Se sabe,
por ejemplo, que la naturaleza hace que el cuerpo humano segregue ciertas
sustancias cuya misin es activar las clulas para favorecer su multiplicacin. En
cuanto se las saca de ese medio natural para meterlas en tubos de ensayo, las
clulas se encuentran privadas de esta indispensable levadura. Se quedan como
peces fuera del agua. Se marchitan, se deterioran y acaban murindose. Si bien
alimentos tan sofsticados como el suero de ternera fetal logran retrasar su
agona, no pueden detener el proceso. Durante un siglo, este fenmeno impidi
a los bilogos cultivar con xito los linfocitos en el laboratorio.
15
Pero el
obstculo fue vencido en 1975, cuando Robert Gallo y su equipo aislaron la
interleucina-2, esa sustancia celular fabricada por el cuerpo humano que hoy
15
Es decir, en lo que se llama in vitro, por oposicin al crecimiento natural de lan clulas in
vivo.
173
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
permite a los investigadores hacer que crezcan y prosperen mucho tiempo sus
cultivos en los tubos de ensayo.
Naturalmente, ninguna farmacia vende la interleucina-2, pero sus contactos
con otros laboratorios de investigacin permitieron a Luc Montagnier
procurrsela a su equipo de la sala Bru. Franoise Barr-Sinoussi se apresur a
distribuir el precioso producto en los frascos que contenan los linfocitos
infectados del estilista de moda. Dopados de ese modo, Franoise ya los
imaginaba despertando bruscamente de su sopor, estallando en miradas de
clulas totalmente nuevas que activaran por millones a los virus emboscados
en sus ncleos. Un sueo que tena que hacerse realidad si se quera obligar al
virus asesino a desenmascararse y a revelar su identidad.
Consciente de la gravedad del reto, el equipo no dej nada al azar y se
dedic metdicamente a superar uno tras otro todos los obstculos. Uno de ellos
era la propiedad que tienen los linfocitos de segregar una sustancia antivrica
ante la primera agresin de un virus. La accin habitualmente benefciosa de
esa sustancia, llamada interfern, amenazaba hoy con producir un efecto
nefasto. De hecho, en cuanto fueran estimulados por la aportacin de la
interleucina-2, los linfocitos del enfermo podran comenzar a producir fuertes
dosis de interfern para luchar contra el virus que, por el contrario, se pretenda
que proliferase. Es verdad que el interfern no tena, en s mismo, la capacidad
de liberar a los glbulos blancos de los virus que los infectaban (si no, el sida no
existira). Pero amenazaba con difcultar la multiplicacin de la masa vrica.
Para conjurar ese peligro, slo exista un medio: neutralizarlo. Luc
Montagnier y Jean-Claude Chermann, que haban trabajado mucho con el
interfern a propsito del cncer, acababan de poner a punto un suero capaz de
resolver el problema. Para procurarse algunas dosis del mismo, el equipo de la
sala Bru hizo inyectar a un carnero interfern humano. Agredida por ese cuerpo
extrao, la sangre del animal reaccion en seguida segregando millones de
anticuerpos. Bastaba con introducir algunos centilitros de ese suero repleto de
anticuerpos en los tubos que contenan los linfocitos del estilista parisiense para
impedir que el interfern que fabricaban interpretase por completo su papel.
Graacias a esta estratagema, los investigadores de la sala Bru esperaban hacer
salir al virus de las clulas.
Pero lo ms difcil an no estaba hecho: hallar al culpable en el fondo de sus
tubos y demostrar que era el responsable de la terrible epidemia.
174
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
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Nueva York, USA - Invierno de 1983
Cada da una nueva catstrofe
El joven mdico cogi su gabardina, sali corriendo del hospital y se
precipit hacia el largo coche amarillo.
Djeme en la puerta de cualquier cine de Broadway dijo, dejndose
caer en el asiento del taxi.
El doctor Jack Dehovitz, de treinta aos, jefe adjunto del servicio de
enfermedades infecciosas en el hospital Saint-Clare de Nueva York, sac un
pauelo para enjugar su frente, sus enjutas mejillas y su crneo de cortos
cabellos. Y no pudo contener por ms tiempo el deseo que le haba acuciado
toda la tarde: llor un buen rato. Como presenta desde haca varios das, estaba
a punto de desmoronarse. Era demasiado y demasiado rpido; no estaba
preparado, dir a propsito de la situacin con la que se haba enfrentado de
repente.
La extensin de la epidemia afectaba a un nmero cada vez mayor de
facultativos americanos, la mayora de ellos tan inexpertos como l ante la
extraa plaga. El boletn del Centro de Control de las Enfermedades Infecciosas
de Atlanta se haca eco de una realidad que, de semana en semana, era ms
implacable. En aquel comienzo de ao de 1983 cuatro nuevas vctimas del sida
eran identifcadas cada da, y las estadsticas indicaban que el ritmo se iba
acelerando. Los sntomas de la enfermedad eran tan terribles que no daba
crdito a mis ojos, confes ms adelante el doctor Dehovitz.

Una confesin especialmente grave puesta en boca de aquel hijo de una


familia de mdicos oriunda de Saint-Louis, en Missouri. Al fnal de sus estudios
175
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
mdicos, Jack Dehovitz decidi seguir la nica especialidad, aparte de la
ciruga, que, segn l, permita curar casi siempre. Tomad la cardiologa, por
ejemplo explicaba Dehovitz. Alguien tiene un infarto. Se puede controlar la
crisis, desde luego, pero el msculo queda afectado. Tomad la nefrologa:
alguien padece de insufciencia renal. Naturalmente, puede ser sometido a
dilisis tres veces por semana. Vivir, desde luego, pero siempre con una
espada de Damocles suspendida sobre su cabeza. Lo mismo ocurre con las
enfermedades pulmonares y, de una manera general, con todas las afecciones
crnicas en las que la medicina slo puede aportar paliativos. Lo que yo quera
era disponer de medios con los que poder vencer la enfermedad de una manera
defnitiva.
Esta ambicin tena una varita mgica. Haca casi medio siglo que los
antibiticos triunfaban en un vasto dominio de la patologa humana: el de las
enfermedades llamadas infecciosas. Aunque muchas de ellas siguen siendo
difciles de curar declara Jack Dehovitz, es un gran alivio saber que ya
ninguna es fatal. Como su colega parisiense Willy Rozenbaum, Dehovitz se
senta seducido por las inmensas posibilidades que ofreca esa rama de la
medicina en materia de salud pblica. La informacin de la poblacin, la
prevencin y el control del contagio y de las epidemias eran otros campos de
accin que superaban de lejos el caso de un enfermo aislado. Aunque usted
contraiga una buena sflis con una puta resuma con cierto cinismo, al
menos podr evitar que su esposa la atrape.
Y he aqu que, ahora, el tranquilizador esquema acababa de volar en
pedazos. El apocalipsis haba llegado. En Nueva York, slo algunos hospitales
se avinieron a acoger a las primeras vctimas de la nueva peste. La carencia de
datos precisos sobre la enfermedad y el terror que inspiraba por este hecho al
personal mdico comprometan a veces la calidad de las atenciones. Los
peridicos hallaron algunos servicios hospitalarios en los que la comida de los
enfermos era abandonada en la puerta de las habitaciones, y donde las
enfermeras slo aceptaban acercarse a la cama de un paciente si iban protegidas
por una bata estril, una mscara y unos guantes. Los ms fantsticos rumores
circulaban en aquella poca. Incluso se lleg a afrmar que un simple
intercambio verbal bastaba para transmitir la enfermedad. Como sta afectaba a
unas categoras de ciudadanos al margen de la sociedad, como los
homosexuales y los toxicmanos, el ostracismo con respecto a esas vctimas se
vea reforzado. Las autoridades acabaron conmovindose. Aunque el pecado
es condenable, no tenemos derecho a abandonar al pecador, declar al fn el
cardenal arzobispo de Nueva York, John O'Connor.
Al prelado se le ocurri la idea de crear una unidad especializada para los
enfermos del sida en el viejo hospital de Saint-Clare, que fnanciaba su
archidicesis. Fueron contratados mdicos motivados, entre ellos el doctor Jack
Dehovitz. Se acondicionaron dos plantas para recibir a una veintena de vctimas
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
del sida. La prensa aplaudi esa iniciativa y los pacientes afuyeron en seguida.
Nueva York contaba, al fn, con un hospital donde el sida sera tratado como
una enfermedad ordinaria. Esta situacin fue tan providencial para los
enfermos como para las defcientes fnanzas del establecimiento fundado
antao por una religiosa para socorrer a los inmigrantes pobres del West Side.
Pero someti a los equipos mdicos a un suplicio que nadie haba imaginado.
Relato del doctor Jack Dehovitz
Cada da me vea envuelto en una catstrofe diferente. Una maana recib
a una pareja de unos treinta aos. l era profesor de ingls en un colegio de los
alrededores de Nueva York; ella trabajaba en una agencia de viajes. Personas
inteligentes y aparentemente responsables. l estaba muy grave. Me las arregl
para hablar a solas con la mujer porque quera que ella supiese que su marido
iba a morir dentro de cuarenta y ocho horas. Le expliqu que era intil
torturarle con cualquier empeo teraputico que ya no tena objeto. Era
demasiado tarde. Trat, sobre todo, de hacerle comprender que ella misma
estaba en peligro. Le pregunt si le haban prescrito recientemente algn
anlisis. "S me respondi casi asombrada. Mi gineclogo me ha hecho
hacer algunos exmenes. Me ha dicho que seguramente soy portadora del virus,
pero que no tengo que preocuparme, que todo ir bien." Tena un hijo de dos
aos y aquel nio, segn todas las probabilidades, haba sido infectado durante
el embarazo. Probablemente en los dos se desarrollara el sida, pero aquella
mujer no se daba cuenta de nada. Era asombroso ver tanta inconsciencia en
personas aparentemente responsables. Insist en la necesidad de hacer unas
pruebas biolgicas ms profundas. Nos citamos para el da siguiente. Pero la
mujer no volvi nunca. Entonces supe que su marido haba fallecido,
efectivamente, dos das despus.
Anunciar a unos pacientes que padecen una enfermedad mortal es una
dura prueba, incluso para mdicos ms endurecidos que yo. No existe ninguna
frmula adecuada para revelar a un pobre hombre que su "bronquitis" es en
realidad una neumocistosis carinii, y que las pstulas moradas de su rostro son
un sarcoma de Kaposi; en resumen: que tiene el sida. Durante mis estudios, me
encargaron que explicase a un enfermo que tena cncer de pulmn. Se trataba
de un negro de unos sesenta aos, un empedernido fumador muy simptico.
Como mximo, slo le quedaban seis meses de vida. La perspectiva de
confesarle su mal me aterraba, pero al menos tena la posibilidad de revestir la
noticia con un montn de frases tranquilizadoras sobre las armas de que la
medicina dispona: ciruga, quimioterapia, radioterapia. Pero contra el sida, slo
poda ofrecer palabras irrisorias. Algunas veces esperaba cuatro o cinco das
antes de decidirme a hablar.
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
La conversacin transcurra de manera diferente, segn fueran los
individuos y las personalidades. Por lo general, con los homosexuales era ms
fcil, porque ya estaban al corriente de la gravedad del sida. Haban visto morir
a su alrededor a muchos compaeros. Esperaban lo peor. Sin embargo, el joven
publicitario gay de Baltimore al que, el otro da, tuve que decir la verdad,
reaccion de una manera inesperada. Nunca olvidar nuestra conversacin.
Acabamos de recibir los resultados de su broncoscopia le dije yo.
Confrman que tiene usted una neumocistosis.
Qu quiere decir esto, doctor?
Que su sistema inmunitario est en mal estado trat de explicarle.
Lo cual ha permitido que se declare su enfermedad.
Esta explicacin conduce habitualmente a los enfermos a hacer la
pregunta crucial: "Es que tengo el sida, doctor?" Pero aquel paciente no
pregunt nada. Se qued silencioso. Yo mismo tuve que precisarle que
semejante diagnstico era propio del sida. l lo escuch sin decir una palabra.
nicamente vi que se enroscaba como un feto en el hueco de su cama. Era
pattico. Al cabo de un largo rato levant la cabeza.
Doctor me dijo, slo tengo treinta aos. Es duro saber que no
llegar a los cuarenta.
Y yo pens: "Mi pobre amigo, ni siquiera llegars a los treinta y uno."
Enton mi pequea cantinela sobre la movilizacin general de la investigacin
mdica. Le cont que miles de cientfcos trabajaban por todo el mundo para
identifcar las causas del mal y que, dentro de algunos meses, ya se habran
hecho algunos descubrimientos capitales. Trataba de infundirle la mxima
esperanza posible. Pero l segua sin reaccionar. Ni aquel da ni al da siguiente
dio ningn signo de vida. Aquello comenz a alarmarme. Mi inquietud era
tanto ms seria cuanto que imaginaba mi propio comportamiento en parecidas
circunstancias. Tenamos la misma edad. Yo, en su lugar, sin duda me habra
replegado en m mismo como una larva y ya no habra querido hablar con
nadie.
Pero aquel enfermo no haba acabado de sorprenderme. Al sexto da,
mientras le examinaba, me cogi una mano y declar:
No debo abandonarme, doctor. Voy a arreglarle las cuentas a esta
cochina enfermedad.
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
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Latroun, Israel - Invierno de 1983
Once monjes de Israel en ayuda de dos servidoras de los pobres
Philippe Malouf observ largo rato los tres sellos del sobre. Le pareca que
la India entera, con sus emblemas y sus smbolos, acababa de hacer irrupcin
sobre su cama de paraltico. Al lado de la fgura de una campesina con sari,
guiando una vaca y con un cntaro de agua en la cabeza, y del bulbo futurista
del primer reactor atmico de Asia, reconoci las grandes orejas despegadas y
el crneo reluciente del mahatma Gandhi, sobre el cual haba dibujado una
extraa aureola el matasellos de correos de Calcuta.
El sobre contena una carta de varias pginas y dos fotografas. La primera
era el famoso retrato de la Madre Teresa con un beb en los brazos. Era como un
cuadro de la Virgen y el Nio pintado por algn maestro del Renacimiento. La
foto iba acompaada de un versculo de Isaas: Mira, no puedo olvidarte, he
grabado tu rostro en la palma de mi mano. Te he llamado por tu nombre. Eres
precioso para m y te amo. Al dorso, la Madre Teresa haba escrito de puo y
letra las felicitaciones que diriga en el umbral de 1983 al joven monje paraltico
de Israel que ofreca sus sufrimientos para ayudar a la tarea de una de sus
Misioneras de la Caridad. Feliz ao, querido hermano Philippe haba escrito
. Ama siempre a los otros como Jess te ama a ti. Que l te bendiga y te
proteja. M. Teresa.
El segundo documento mostraba a una hermana con sari blanco y delantal
azul alimentando a un hombre esqueltico. Se podan ver otros cuerpos
semejantes en los jergones vecinos. El objetivo haba logrado recoger la
intensidad de la relacin entre aquellos dos seres: la religiosa que sonrea con
ternura mientras acercaba una cuchara rebosante de arroz al pobre hambriento
que reciba el alimento con una emotiva expresin de gratitud. Philippe Malouf
presenta que se trataba de Ananda, la hermanita india con la que l estaba
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
espiritualmente desposado. Estudi minuciosamente su rostro, sus manos tan
fnas, su frgil aspecto, el decorado que la rodeaba. Trat de imaginar los ruidos
y los olores. Pens en los hospitales de sangre improvisados en el Lbano en
guerra, adonde los cristianos llevaban a sus heridos. En esta foto nadie llevaba
vendajes. Slo se vea a unos infelices descarnados y a unas jvenes indias
sonrientes que les daban de comer.
Extraamente, la carta no iba frmada por Ananda, sino por la religiosa
responsable del moridero de Calcuta donde Ananda trabajaba.
Querido hermano Philippe:
Debo comunicarle una noticia muy triste escriba sor Paula. Nuestra querida
hermana Ananda ha sido vctima de un accidente y tememos que el Buen Dios quiere
arrancarla a nuestro cario. La otra maana, al llegar al moridero con sor Alice,
ambas han sido cruelmente mordidas por un perro rabioso.
En nuestro barrio hay muchos perros vagabundos. Son atrados por los despojos de
los sacrifcios animales practicados en el recinto del templo hind prximo. Todos los
das hay familias que llevan all cabritos y gallinas para pedirles a los ofciantes del
templo que los decapiten ritualmente con la esperanza de que la diosa Kali escuche sus
ruegos. El animal que mordi a nuestras hermanas ya haba atacado a dos nios. Su
boca estaba llena de baba espumosa y lanzaba unos aullidos horribles. Unos hombres del
barrio intentaron atraparle con ayuda de una bolsa de lona, pero se les escap. Se
escondi bajo la carreta de un vendedor de golosinas, justo delante de la puerta del
moridero, y luego salt sobre una chiquilla que pasaba por all.
Nuestras dos hermanas se apresuraron a protegerla. Fue entonces cuando el animal
las mordi en las manos y en la cara. Un conductor de rickshaw solt las varas de su
carrito y se lanz en su persecucin, pero el perro desapareci. Ms tarde fue capturado
en la orilla del ro, en el lugar en que los hindes queman a sus muertos. Un furgn de
la polica fue a buscarlo y se lo llev.
Por la tarde, vinieron aqu dos policas. Traan un certifcado del servicio
veterinario de la alcalda que precisaba que el cerebro del perro es el de un animal
rabioso. Llam inmediatamente a uno de los taxis estacionados delante del templo
vecino y llev yo misma a nuestras dos heridas al servicio de urgencias del Government
Hospital. Pero ste no dispona de suero antirrbico. Nos indicaron otro hospital. All
tampoco haba suero y nos enviaron a un tercer hospital...
Sor Paula relataba despus detalladamente la odisea que la condujo de
hospital en hospital, con Ananda y Alice, en busca del indispensable suero.
Aquel da, ningn centro de asistencia de la inmensa ciudad pareca disponer
de l. Finalmente, alguien les aconsej que se dirigiesen al establecimiento que
llevaba el nombre de Pasteur Institute, en la Convent Road. Al parecer se
criaban all algunos carneros de los que se servan para fabricar un poco del
precioso suero. Pero slo encontraron un edifcio abandonado, con el tejado y
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
las paredes arruinados por el monzn. Un vecino les comunic que el Instituto
haba cerrado haca tiempo sus puertas y que el personal, antes de irse, se haba
comido, uno tras otro, todos los carneros. Las tres religiosas tuvieron que
regresar al convento de Lower Circular Road, adonde acudi un mdico para
examinar las heridas. En ausencia de la Madre Teresa, que estaba de viaje por el
extranjero, su ayudante envi un telegrama a Nueva Delhi para pedir el envo
urgente de suero. El da en que sor Paula escriba a Philippe, el suero an no
haba llegado.
Nuestra inquietud es muy grande conclua la hermana, pues, como usted
sabe, la rabia es una enfermedad mortal. Cuando se declara, ya no hay nada que hacer.
Si el suero no nos llega antes de cuarenta y ocho horas, tal vez sea demasiado tarde.
Querido hermano: tenemos una apremiante necesidad de sus oraciones.
Philippe busc la fecha indicada en lo alto de la primera pgina. La carta
haba sido escrita doce das antes. Impresionado, hizo que llamasen al pabre
abad.
Padre le dijo al barbudo anciano, lea en seguida esta carta. Nuestra
comunidad debe demostrar con urgencia que la comunin de los santos es una
realidad viva.
Terminada su lectura, el religioso, sin decir una palabra, se dirigi a la
campana del monasterio para convocar a todos los monjes a la capilla. Sin
esperar las vsperas, y luego durante todos los ofcios de los das y las noches
siguientes, los diez trapenses de la abada de los Siete Dolores de Latroun se
asociaron con sus cantos y sus oraciones a la ofrenda de los sufrimientos de su
hermano paralizado para que sobrevivan las dos hermanitas indias con sari
que han entregado su vida para aliviar el dolor de los hombres.
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
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Pars, Francia - Invierno de 1983
Carrera contra reloj para salvar unos virus asesinos
El espectculo era de tal belleza que Franoise Barr-Sinoussi no consegua
apartar los ojos de l. Ningn orfebre habra podido crear, ni siquiera concebir,
aquel arriate fuorescente de miradas de bolas y de bastoncillos dorados que
tapizaban la placa de cristal bajo la lente de su microscopio. Franoise haba
contemplado miles de millones de clulas a lo largo de su carrera, pero no se
cansaba nunca de admirar el poder de la naturaleza para desplegar tanta
armona en la creacin de sus elementos infnitesimales.
Lo que estaba en juego aquella tarde de invierno era tan fundamental, que
la biloga no poda dar rienda suelta a su emocin esttica. Tena que llevar a
cabo una tarea urgente. Deba controlar los linfocitos que nadaban en el lquido
nutricio de sus tubos de ensayo y asegurarse de que su nmero era satisfactorio.
Ella saba que una densidad demasiado fuerte o demasiado dbil del lquido
poda impedirles crecer segn las normas. La laminilla en la que haba
depositado su muestra estaba estriada con una fna cuadrcula que permita
contarlos. Cuando levant la cabeza, un hoyuelo se dibujaba en sus mejillas.
Est bien dijo sonriendo.
Desde haca varios das, en la atmsfera confnada de la sala Bru del
Instituto Pasteur de Pars, todos se afanaban alrededor de los tubos, de las
pipetas y de las centrifugadoras con el fn de preparar la manipulacin decisiva
que confrmara o no la presencia de un retrovirus en los glbulos blancos del
ganglio infectado del estilista parisiense. El problema era hacer que se
manifestase la enzima que le serva de clave para introducirse en el ncleo de
las clulas. Se trataba de una de las operaciones ms delicadas y ms complejas
de la biologa celular. Franoise Barr-Sinoussi introdujo los tubos en una
centrifugadora que giraba a mil revoluciones por minuto. Esa rotacin estaba
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
destinada a hacer caer los linfocitos en el fondo de los recipientes y a recuperar
las partculas vricas presentes en el lquido que sobrenadaba. Despus,
Franoise hizo concentrarse esas partculas vricas gracias a una segunda
rotacin, esta vez a cien mil revoluciones por minuto. Seguidamente coloc el
concentrado detrs de la pantalla de seguridad de la campana con fujo de aire
estril y le aadi algunas gotas de un simple detergente. Si todo se produca tal
como esperaba, el detergente provocara el estallido de las clulas y, al mismo
tiempo, liberara la enzima especfca que serva de intermediaria al retrovirus.
Entonces, slo faltara demostrar la presencia de esa transcriptasa inversa y
medirla, una manipulacin de rutina cuyo instrumento esencial era una mixtura
opalina que contena diversos ingredientes para activar la enzima-frma del
retrovirus buscado.
La joven biloga no permita que nadie elaborase esos ccteles alimenticios.
Franoise compona diversas variantes, aadiendo a veces manganeso u otra
sustancia, segn el tipo de enzima que esperaba descubrir. Sin embargo, el
elemento bsico segua siendo una preparacin conservada en el congelador y
que se llama cebador en la jerga de laboratorio, un nombre que conviene
perfectamente a su vocacin. Esa solucin transparente contena una autntica
mquina de cebadura gentica, una especie de cebo hecho con un trocito de
ADN, portador del cdigo gentico de las clulas, que atraa irresistiblemente a
la enzima. Entonces, cogida en la trampa, la frma del retrovirus podra ser
detectada. El trabajo de deteccin consista en introducir en la preparacin un
producto radiactivo destinado a marcar una secrecin especfca de esta
enzima-frma.
Despus de haber incorporado su sabia mezcla a los concentrados de virus
depositados en el fondo de sus tubos, la biloga los coloc en los alveolos de un
incubador oscilante. El vaivn del aparato deba permitir una smosis completa
entre los diferentes elementos. La manipulacin llegaba as a su fase crtica.
Sera ahora o nunca cuando la enzima, irreprimiblemente atrada por el ADN
cebador, podra ser puesta en evidencia gracias a su secrecin convertida en
radiactiva. A condicin como saba la biloga de que los tubos contuviesen
realmente el retrovirus buscado. El incubador oscil durante ms de una hora.
El momento crucial se acercaba. Ahora haba que distribuir la solucin sobre
una batera de fltros circulares, del tamao de una hostia, para secarla.
Ayudada por sus compaeros, Franoise Barr-Sinoussi encerr esas tortas en
un horno calentado a 90 durante unos diez minutos. Terminada la coccin,
reparti las tortas en unas copelas (pequeos vasos) de vidrio, en las que
verti algunas gotas de un lquido de centelleo. Ya slo faltaba meter los
recipientes en el aparato provisto del contador electrnico que se encargara de
pronunciar el veredicto.
Todo el equipo se moviliz entonces delante de la pantalla verdosa con la
esperanza de ver inscribirse en ella las cifras fatdicas que demostraran que el
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
asesino responsable del sida era un retrovirus y que los investigadores del
Instituto Pasteur acababan de identifcarlo. Pero la pantalla sigui
desesperadamente virgen; y la impresora, silenciosa. Era un fracaso. Como le
ocurri a Robert Gallo en Bethesda, el misterio celular se negaba a revelar sus
secretos. Haba que partir de cero otra vez, modifcar la composicin del cctel
cebador, verifcar las operaciones de deteccin de la enzima muda y comprobar
los posibles errores de manipulacin. En la investigacin biolgica, un fracaso
como ste es moneda corriente. Todos lo saban. Sin embargo, en aquella tarde
glacial de enero, la decepcin abrumaba a los sucesores de Louis Pasteur.

No, todava nada. Ningn signo de radiactividad en el contador.


Luc Montagnier, malhumorado, colg por ensima vez el auricular
telefnico. Haca ya catorce noches que sus contrariados colaboradores le daban
la misma respuesta. Y, sin embargo, lo haban puesto en marcha todo, con gran
empecinamiento, para hacer hablar a sus tubos de ensayo! Si realmente era un
retrovirus lo que haba infectado el ganglio del estilista parisiense, pareca
imposible que ese agente de muerte pudiera mantener su incgnito despus de
un acoso tan largo. La duda comenz a invadir a todos los miembros del equipo
de la sala Bru. Tenan los medios tcnicos para enfrentarse con un adversario
como aqul? Y si tal virus no exista? No sera una invencin, un fantasma con
el que los clnicos y los epidemilogos disimulaban su impotencia para dominar
la enfermedad?
Fue en ese ambiente siniestro donde reson, en la maana del
decimoquinto da, el grito de gozo que iba a trastornarlo todo. All, en la
pantalla del contador electrnico, acababa de aparecer la cifra 3.000. Era,
ciertamente, una cifra miserable y, sin embargo, era tambin el primer signo
irrefutable de la presencia de una sustancia radiactiva en el fondo de los tubos,
tal vez la primera manifestacin de la enzima con la que los investigadores
franceses esperaban demostrar la existencia del hipottico agente del sida. Era
necesario hallar la confrmacin. sta se materializ tres das despus, esta vez
con seis mil impulsos radiactivos por minuto. Tres das ms, y la cifra trep a los
nueve mil. Luc Montagnier acudi para felicitar a sus colegas. La euforia haba
barrido las dudas de la semana anterior, cuando se produjo el drama.
Sobrevino durante un simple control de rutina, el del buen comportamiento
de los cultivos de linfocitos confados veinte das antes por Luc Montagnier al
equipo de la sala Bru. Este control era hasta tal punto primordial, que Franoise
Barr-Sinoussi lo realizaba ella misma varias veces al da. Los glbulos blancos
extrados del ganglio del estilista representaban un capital inestimable porque
se les consideraba sospechosos de contener el famoso agente del sida. Hasta
aquel da se haban comportado admirablemente bien y constituan el orgullo
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
de la biloga, porque afrmaban la base de todas sus esperanzas. Siempre que se
les prestase una atencin continua y que se les diese tiempo, Franoise estaba
convencida de verlos reproducirse en nmero sufciente para acarrear, al mismo
tiempo, la multiplicacin del virus asesino que albergaban, lo cual permitira su
identifcacin. Pero el espectculo de desolacin que descubri en la luz de su
microscopio aniquil esa esperanza. Las clulas estaban a punto de morir ante
sus ojos. El suntuoso arriate de bolas y de bastoncillos fosforescentes ante el
cual se haba extasiado tantas veces haba sido reemplazado por una funesta
imagen. Algunas clulas hinchadas como dirigibles estaban a punto de estallar.
Otras se haban fusionado para formar gigantes y grotescas amalgamas. En
lugar de refulgir como las facetas de un brillante, sus membranas se haban
vuelto casi negras. Estaban granulosas, se despedazaban y se erizaban de
asperezas, seales de su fn inminente.
La consternacin se apoder de los investigadores franceses. De dnde
provena aquel desastre? Qu error haban cometido? A qu nivel? En la
alimentacin, en el calentamiento, en la respiracin de los cultivos? Haba
podido un cuerpo extrao contaminar las pipetas, los tubos, los fltros? Jean-
Claude Chermann y Franoise Barr-Sinoussi comprobaron una tras otra todas
las posibilidades. No pudieron hallar ninguna causa accidental. Fue entonces
cuando una misma intuicin vino a sus mentes: y si el responsable de la
catstrofe fuese el propio retrovirus? Aquel cuya existencia se empeaban en
demostrar mediante la presencia de la enzima que le serva de vehculo para
introducirse en el ncleo de las clulas? Esta posibilidad les produjo vrtigo. Si
el agente que mataba sus cultivos de glbulos blancos era realmente un
retrovirus, se trataba de un retrovirus desconocido, porque se comportaba al
revs que el primer retrovirus humano descubierto por Robert Gallo y que
todos los retrovirus hallados en los animales. En lugar de desencadenar la
alocada y anrquica proliferacin de los glbulos blancos infectados por l,
como en el caso de la leucemia, los mataba, simplemente.
Era posible que existiese un retrovirus humano de una familia muy
distinta de la del retrovirus descubierto por el cientfco norteamericano? La
hiptesis, en efecto, era como para dar vrtigo. Si se confrmaba, qu bomba en
el camino de la investigacin mdica! Qu consagracin para el equipo de la
sala Bru! Y qu angustia, tambin! La muerte de los linfocitos del joven
estilista amenazaba con privarnos del objeto mismo de nuestro descubrimiento
explica Jean-Claude Chermann. Seguro que desembocara en la destruccin
del virus que aquellos linfocitos albergaban. Al acabarse las clulas, se
acabaran los virus. Para conjurar esta catstrofe haba que tratar con toda
urgencia de prolongar la vida de los cultivos agonizantes con una aportacin de
clulas sanas.
Los incubadores y las congeladoras de un laboratorio siempre rebosan
clulas en cultivo destinadas a los diferentes programas de investigacin que
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
estn en marcha. Los de Jean-Claude Chermann contenan aquel invierno un
gran nmero de clulas de ratones, de visones y de otros mamferos de piel.
Resucitara el virus del estilista enfermo con el contacto de esas clulas
animales? Querra sitiarlas? Sera capaz de forzar el acceso, de infltrarse en su
ncleo, de obligarlas a reproducirse? Todas las tentativas se saldaron con un
fracaso. Slo una aportacin de clulas humanas podra evitar, tal vez, aquel
desastre.
El anecdotario de la investigacin mdica no retendr el nombre de los
parisienses que se presentaron aquel 24 de enero de 1983 en el centro de
transfusiones del Instituto Pasteur. Cul de aquellos donantes habra podido
imaginar que su sangre tal vez iba a hacer revivir al virus culpable de la peor
plaga de la era moderna? La sangre del donante annimo fue recibida como un
tesoro por el equipo de la sala Bru. Franoise Barr Sinoussi se apresur a aislar
los linfocitos y los sumergi en una solucin de vitaminas y de factores de
crecimiento. Por precaucin, la biloga verti la mitad de la preparacin en un
tubo de ensayo virgen. Tenamos que verifcar si el donante no era ya, por
casualidad, un portador del virus que buscbamos explica Franoise. O de
otro virus que podra llevarnos a una pista falsa. Luego verti el resto de la
preparacin en uno de los tubos que contenan los linfocitos moribundos
procedentes del ganglio infectado. Haba que tener paciencia varios das, hasta
conocer el resultado de aquel intento de reanimacin.
Si el nmero de impulsos radiactivos se amplifcaba en el contador
electrnico, eso demostrara que el virus haba sido salvado, que atacaba a las
clulas frescas que le hacan reproducirse. Los investigadores franceses podran
por fn aislarlo, caracterizarlo, quiz hasta observarlo en el microscopio
electrnico.
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Nueva York, USA - Invierno de 1983
No me resucitis
Mientras tanto, la tragedia no cesaba de extenderse. Era como en la fbula
de los ciegos y el elefante comenta Jack Dehovitz, el joven mdico responsable
adjunto de la unidad de cuidados del hospital Saint-Clare de Nueva York. Los
investigadores con sus tubos de ensayo, y nosotros sobre el terreno, tocbamos
un aspecto diferente de la "bestia" y, por lo tanto, percibamos de un modo
diferente su realidad. Para los primeros, el elefante sida no era ms que un
concentrado de virus en el fondo de los tubos; para nosotros, los mdicos, era
una mscara mortuoria sobre una almohada, cuyos grandes ojos alucinados ya
vean la muerte. Imgenes insoportables que Jack Dehovitz se llevaba cada
noche a su casa, al restaurante, al cine, por la calle, en el metro; imgenes
terribles que le acosaban incluso cuando haca el amor o cuando lea el New York
Times. Imposible apartarlas, ni siquiera al salir del hospital explica el mdico
. Demasiados enfermos que tenan mi edad, mi cultura, algo con lo que yo
poda identifcarme. Segua obsesionado por el recuerdo de aquel muchacho de
Baltimore que se haba deshecho literalmente ante mis ojos al saber que tena el
sida.
La obligacin impuesta a los mdicos norteamericanos de obtener el
asentimiento formal de sus pacientes ante ciertas acciones teraputicas extremas
no facilitaba las cosas. La conformidad o la negativa de los enfermos haba de
ser confrmada por su frma en un documento administrativo. Por ello se
encontraba en cada dossier una fcha titulada Living Will (Voluntad de vivir).
Todo el mundo la llamaba vulgarmente DNR, abreviatura de la expresin Do
not ressuscitate (No resucitar). Aunque cada cual tena derecho a aferrarse o no
a la vida con ayuda de las tcnicas modernas de reanimacin, los mdicos
deban informar a los enfermos de su eleccin y obtener su autorizacin.
187
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
A comienzos de 1983 esta difcultad se hizo cada vez ms frecuente para el
joven doctor Dehovitz. La catastrfca epidemia nos forzaba a improvisaciones
constantes recuerda el mdico. No exista un cuestionario modelo para
preguntarle a alguien si quera que se le enchufase a un montn de aparatos
para prolongarle la vida, costase lo que costase, cuando le llegase la hora.
Tenamos que adaptarnos a cada personalidad, aunque el objetivo segua siendo
el mismo: Por el momento todo va bien; sin embargo, es de temer que, algn
da, la situacin se degrade y sea preciso decidir sobre la oportunidad de
continuar luchando. Si se produce la eventualidad de que usted no est en
condiciones de expresar su voluntad, habr que tomar precauciones y
determinar desde ahora si usted desea o no desea ser trasladado entonces a la
sala de cuidados intensivos. Yo me esforzaba en transmitir este mensaje con
toda la suavidad posible y sin ejercer ninguna infuencia, en un sentido o en
otro. Aconsejaba a mis enfermos que refexionasen durante algunos das, que lo
discutiesen con su familia, con miembros del personal sanitario y con otros
pacientes. En mi fuero interno, siempre esperaba que los enfermos renunciasen
a seguir una lucha sin esperanza.
Cuando llegaba el caso, Jack Dehovitz sacaba del bolsillo de su bata la fcha
de las iniciales DNR y haca que su interlocutor la frmase. Despus, l mismo
completaba el documento consignando all el resumen de su conversacin. A
veces, algunos pacientes, antes de tomar una decisin, queran ver lo que se
ocultaba tras la nocin de obstinacin teraputica. En Saint-Clare haba
permanentemente uno o dos enfermos en la sala de cuidados intensivos. La
visin de la impresionante madeja de tubos y de cables que unan a aquellos
desventurados a la batera de botellas y de aparatos que les mantenan
artifcialmente con vida anulaba casi siempre el deseo de aferrarse a la
existencia. En algunos casos, la impresin sufrida ante ese espectculo era tanta,
que los enfermos redactaban instrucciones particulares para sus padres o para
algn otro familiar para que hiciese cesar, si era preciso por va judicial,
cualquier intento de prolongar su vida en tales condiciones. Ese
comportamiento inquietaba a los mdicos, conscientes de que, de rechazo,
podan ser acusados de homicidio si no luchaban hasta el ltimo extremo.

Jack Dehovitz se asombraba ante las reacciones tan opuestas que suscitaba
aquella obligacin administrativa. Algunos enfermos, postrados, se negaban a
hablar de ello. Otros le abucheaban exigindole unos cuidados ilimitados,
llegando a veces a amenazarle con los rayos de la justicia. En algunos casos, la
enfermedad haba afectado el cerebro, lo que an difcultaba ms la
conversacin.
188
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
El mdico mantena los mejores contactos con los miembros de la
comunidad atacada primordialmente por la plaga. Social y culturalmente, los
homosexuales constituan una minora selecta en la unidad de Saint-Clare. La
mayora de ellos, vctimas de infecciones frecuentes, ya haban residido en
hospitales y estaban familiarizados con los procedimientos mdicos. Conocan
sus derechos, entre ellos el de rechazar tal o cual medicacin. Las instrucciones
que acompaaban a los remedios no se escapaban a su vigilancia, especialmente
los prrafos que indicaban los posibles efectos secundarios. Jack Dehovitz se
lamentaba a menudo de que los pacientes se comportasen en funcin de unas
prioridades que para l eran irrisorias habida cuenta de la gravedad de su
estado. Si descubran alguna informacin que les disgustaba, rechazaban el
conjunto del tratamiento.
El mdico no olvidar nunca ciertos enfrentamientos. Un da, uno de sus
enfermos al que una infeccin vrica estaba a punto de dejar ciego, se enter de
que el remedio prescrito para retrasar la amenaza de ceguera poda acarrear
lesiones menores en el aparato genital. En cuanto descubri las palabras
testculos y trastornos en las instrucciones, se incorpor en su cama como
una cobra dispuesta a morder.
Doctor, le prohbo que pongan en peligro mis cojones grit
rabiosamente.
John, es para conservarte la vista aleg Jack Dehovitz.
Mis ojos me importan un pito! vocifer. Lo que cuenta son mis
cojones!
La sofsticada manera con que otros pacientes se expresaban, sorprendi
ms de una vez al mdico. Le anuncia usted a un joven que le va a colocar un
tubo de gota a gota en el pecho, y l le responde: "No, doctor, no quiero que me
implante una perfusin en la subclavia", es decir, la designacin correcta del
acto previsto. La negativa a aceptar ciertos cuidados tambin asombraba a Jack
Dehovitz. Crees que esos enfermos en peligro de muerte se apresuraran a
pedirte que hagas absolutamente todo aquello que consideres til? Pues bien,
no es as. Los gays tienen una manera muy particular de ver las cosas. La
mayora de ellos prefere salvaguardar la calidad de la vida y llevar sus riendas.
No quieren saber nada de esos tubos que les hacen vivir como legumbres.
Esta actitud no era compartida por otra categora de enfermos que Saint-
Clare reciba en nmero creciente: los toxicmanos. stos no se preocupaban
apenas de sus ltimos instantes. Incluso se negaban a discutir sobre ello, y
preferan refugiarse en un estado de agresividad o de abierta rebelda que no
facilitaba la tarea de los mdicos y del personal sanitario. Antes de tratarlos del
sida, haba que intentar desintoxicarlos. Pasaban semanas, a veces meses, antes
de entablar un tmido dilogo, de conseguir un principio de confanza. Su
comportamiento hizo que ms de una enfermera abandonase nuestro servicio
recuerda Jack Dehovitz. Para esos sujetos, obsesionados ante todo por la
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
carencia de droga, sus crisis de ahogo debidas a los hongos Candida, o sus
lesiones desfguradoras de un sarcoma de Kaposi, eran secundarias. Tratar con
ellos sobre las condiciones de su muerte, sugerirles que renunciasen de
antemano a una supervivencia artifcial, era como querer discutir con un ciego
los matices del arco iris.

Aquel invierno hubo muchas defunciones en Saint-Clare. El primer


enfermo que falleci fue el joven publicitario de Baltimore. A pesar de la ayuda
de su compaero, siempre presente en la habitacin inundada de fores y de
msica, y a pesar de los asiduos cuidados de Jack Dehovitz, no pudo mantener
su promesa de arreglarle las cuentas a la cochina enfermedad. Se fue
apaciblemente, rodeado de su madre, de sus hermanos y de sus amigos,
dejando sobre la mesita de noche un manual de marketing cuya lectura no tuvo
tiempo de acabar.
Curiosamente, el joven mdico no consider su muerte, ni ninguna otra,
como una derrota, cosa que pareca sorprendente por parte de un hombre que
haba abrazado el ideal mdico slo por la dicha de poder curar. Los efectos de
esta enfermedad son tan atroces que casi han acabado por hacerme amar la
muerte confesa Jack Dehovitz. A mi juicio, esa muerte no es una derrota,
sino una victoria sobre el sufrimiento. Nadie puede aceptar que unas personas
tengan que sufrir demasiado tiempo de esa manera. Mientras luchaba como un
len para evitarlo, llegu a desear el fnal de un enfermo. Una certeza me
reconfortaba. Yo salba que algn da prximo la muerte dejara de ser la
ineluctahle conclusin, que algn tratamiento arreglara las cuentas a "la
cochina enfermedad" que se haba llevado al muchacho de Baltimore. Era
indudable.
Esta ardiente conviccin me permiti resistir aquel invierno. Y esperar que
mi experiencia de clnico inmerso en las tragedias cotidianas del sida
contribuyese un poco a ganar la guerra contra este terrible mal.
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
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Pars, Francia - Invierno de 1983
Centenares de miles de retrovirus en un Boeing
Durante tres das y tres noches, los miembros del equipo de la sala Bru lo
intentaron todo para que el contador de radiactividad mostrase al fn una cifra
favorable. Temiendo que el virus moribundo del estilista parisiense no estuviese
lo bastante reanimado slo con los linfocitos del donante de sangre, Franoise
Barr-Sinoussi acudi a la maternidad ms prxima. Con su excepcional
capacidad de proliferacin, las clulas matrices de la sangre procedente del
cordn umbilical de un recin nacido le procuraron un alimento inigualable
para sus desfallecientes cultivos de glbulos blancos.
El 27 de enero, un poco antes de medioda, la biloga llev el tubo que
contena su ltima preparacin hasta el aparato instalado en el pasillo.
Transcurrieron unos segundos interminables. Despus hubo un chasquido y
una cifra apareci en el contador. Detrs de sus gruesas gafas, los ojos de la
joven aumentaron desmesuradamente.
Dieciocho mil! exclam.
Era el doble del mejor resultado obtenido anteriormente.
El cultivo ha arrancado otra vez! proclam Jean-Claude Chermann.
Esta vez es seguro! Tenemos algo! encareci Franoise Barr-Sinoussi
encendiendo uno de los Marlboro que fumaba en cadena.
Los franceses haban hallado algo, pero qu? Evidentemente un retrovirus,
tal como demostraba la actividad de la enzima-frma revelada por el contador
de radiactividad. Pero qu retrovirus? Poda ser idntico al HTLV que Robert
Gallo haba identifcado en unas raras leucemias y que segua siendo el nico
retrovirus detectado en el hombre? Sera de la misma familia que el que
buscaba Prem Sarin, el colaborador indio del cientfico americano? O se
trataba, por el contrario, de un retrovirus totalmente diferente? A Jean-Claude
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
Chermann y Franoise Marr-Sinoussi, por su parte, no les caba la menor duda:
su retrovirus no tena nada en comn con el de Robert Gallo. ste multiplicaba
los linfocitos, el otro los mataba. Unos primos, aunque fuesen lejanos, no podan
comportarse de una manera tan diametralmente opuesta.

Despus de la euforia lleg de nuevo la angustia. Los franceses saban que


su descubrimiento sera condenado a las mazmorras si no conseguan hacer una
brillante demostracin ante la comunidad cientfca internacional. Terrible
perspectiva! Quin iba a creer a unos virlogos casi desconocidos? Ciertamente
no sera el encantador norteamericano que se empeaba en defender la tesis
inversa y que reinaba como un tirano sobre la retrovirologa mundial. En su
ntima conviccin, tena que ser forzosamente su retrovirus el que los
simpticos pasteurianos acababan de descubrir en sus tubos. Sin embargo,
Robert Gallo era demasiado hbil para no fngir interesarse al menos por los
resultados de sus competidores. No dud en enviarles dos vstagos de clulas
que producan su HTLV, y algunas muestras de sus anticuerpos especfcos. De
este modo los franceses podran comparar con el retrovirus norteamericano el
agente vrico que crean haber descubierto, y darse cuenta de que se trataba del
mismo y nico virus.
Los pasajeros del vuelo 021 de Air France que salieron aquella noche del
aeropuerto Dulles de Washington ignoraban con qu extraos compaeros de
viaje iban a cruzar el Atlntico. En el interior de dos pequeas cajas una de
ellas rellena de algodn y la otra repleta de hielo colocadas en uno de los
compartimientos del 747 viajaban dos frascos que contenan un lquido
ligeramente opalino. En el primero, protegido por el algodn, nadaban
centenares de miles de clulas portadoras del retrovirus norteamericano
altamente cancergeno; y en el segundo, refrigerado por el hielo, otros tantos
anticuerpos capaces de reconocer a aquel agente de muerte.
Franoise Barr-Sinoussi se apresur a abrir ella misma el paquete, en
cuanto lleg a Pars. Su contenido poda aniquilar todas las esperanzas de los
miembros del equipo de la sala Bru, o bien proyectarlos hasta la antesala del
premio Nobel. Y de hecho, el envo de Robert Gallo iba a permitir una
verifcacin decisiva. sta consista en enfrentar su retrovirus HTLV con
anticuerpos procedentes de los linfocitos infectados del estilista parisiense. Si
los anticuerpos se lanzaban al asalto del retrovirus norteamericano, sera la
prueba de que pertenecan a la misma familia, y de que el agente puesto en
evidencia por los investigadores franceses era, en efecto, idntico al primer
retrovirus humano descubierto por Robert Gallo. Si, por el contrario, esos
adversarios rechazaban el contacto, ello indicara que los dos retrovirus no eran
de la misma naturaleza.
192
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
Existan dos maneras de proceder a esta verifcacin. Mientras que Luc
Montagnier utilizaba un primer mtodo, Jean-Claude Chermann y Franoise
Barr-Sinoussi confaban a una de sus mejores tcnicas la puesta en marcha del
segundo. El arte de la inmunofuorescencia no tena secretos para la bonita
Marie-Thrse Nugeyre, de veintisiete aos. Operando con la delicadeza de una
arpista, sus largos dedos, armados de una pipeta, mezclaron sobre una placa de
cristal una muestra de los linfocitos norteamericanos portadores del virus de
Robert Gallo con sus anticuerpos especfcos previamente coloreados con
fuorescena. Luego, en una segunda placa, mezcl esta vez anticuerpos
norteamericanos con linfocitos que albergaban el retrovirus francs. Ya slo
quedaba armarse de paciencia antes de descubrir el resultado de esos
matrimonios forzados.
Aquella misma noche, la joven tcnica tuvo de pronto la impresin de que
su corazn se le sala del pecho. Una gelatina de clulas y de partculas vricas
entremezcladas acababa de aparecer, al fn, en la luz irreal del microscopio de
fuorescencia. El contraste entre las dos placas de cristal era seductor. La
primera tena el aspecto de un centelleante broche de esmeraldas. En su abrazo
con los anticuerpos norteamericanos teidos con fuorescena, las clulas
infectadas por el retrovirus de Robert Gallo llameaban en mil luces. En la otra,
las clulas infectadas por el retrovirus francs haban permanecido totalmente
negras. Los anticuerpos norteamericanos no las haban envuelto en sus
luminosas lentejuelas verdes. Como un rgano que rechaza un injerto, haban
rechazado todo contacto con las partculas vricas que les eran ajenas.
Marie-Thrse Nugeyre sali al pasillo.
Venid a ver! grit. Creo que esta vez es algo importante!
Todos acudieron para escrutar la inolvidable visin. Luc Montagnier, por lo
general ms bien austero y reservado, adquiri el aire de un colegial el da del
reparto de premios. Era tanta la euforia alrededor del microscopio que
sentamos ganas de bailar una farndula, recuerda Franoise Barr-Sinoussi.
Jean-Claude Chermann ya imaginaba la cara que pondra Gallo cuando le
anunciasen que ya no era el nico que haba identifcado un retrovirus
humano.

Por decisiva que fuese su demostracin, el equipo de la sala Bru saba que
all slo se haba representado el primer acto. Antes de anunciar su
descubrimiento a la comunidad cientfca internacional, deba establecer las
caractersticas de aquel nuevo retrovirus humano, determinar su morfologa y
su densidad, analizar sus diferentes protenas, precisar su peso molecular y
defnir sus genes; en resumen, reunir todas las informaciones indispensables
con el fn de darle una identidad. Para lograrlo, los investigadores franceses
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
necesitaran numerosas ayudas. La ms valiosa sera la de un hombrecito jovial
y modesto que haba pasado toda su vida profesional bajo la luz artifcial de
una pequea habitacin sin ventanas del Instituto Pasteur.
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
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Calcuta, India - Invierno de 1983
El suplicio de una hermanita india
Sor Paula haba removido cielo y tierra para obtener suero antirrbico.
Mientras esperaba las ampollas salvadoras, hizo guardar cama a las dos
novicias que haban sido mordidas por el perro rabioso y las oblig a un reposo
absoluto. Pero la enfermera elegida no estaba situada en un lugar propicio a la
inaccin. Lindaba con el largo edifcio que albergaba uno de los principales
centros creados por la Madre Teresa para aliviar la miseria en la inhumana
metrpoli.
El nombre del centro apareca en enormes letras negras sobre la fachada
pintada de amarillo: PREM DAN (REGALO DE AMOR). Haba sido donado a
la fundadora de las Misioneras de la Caridad en 1975 por la multinacional
britnica Imperial Chemical Industries, cuyo personal local se negaba a soportar
el pestilente olor de las teneras instaladas en las cercanas. En el lujuriante
estuche de verdor tropical, la larga construccin, vista desde lejos, poda hacer
pensar en algn paraso turstico. Casi se olvidaban los tugurios que la cercaban
por todas partes. Los laboratorios, los talleres, las ofcinas que haban albergado
a los anteriores ocupantes hormigueaban ahora con una humanidad lastimosa.
Muchos de aquellos restos de naufragio haban perdido la razn, lo cual
converta aquel lugar en el mayor asilo de locos de Bengala. Sin embargo, Prem
Dan no era un vertedero de seres destrozados, vencidos, destruidos. Todo lo
contrario: bajo el impulso de las hermanas, el hospicio estaba lleno de vida y de
actividad. All, algunos asilados confeccionaban esteras cantando. Otros tejan
sacos o trenzaban cuerdas con las fbras de los cocos recuperados de los
desaguaderos pblicos. La idea de limpiar los desechos de la ciudad, y de dar
trabajo con ellos a sus protegidos, era de la Madre Teresa. Ella lo llamaba hacer
oro con basuras. Algo ms all, unos impedidos, vctimas de la poliomielitis,
195
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
asistan a una sesin de reeducacin tsica. Un monitor voluntario los guiaba
paso a paso entre dos barras paralelas. En otro lugar, una voluntaria americana
se esforzaba en iniciar a los enfermos mentales en las sonoridades de su
guitarra, mientras que unos jvenes paralticos despiojaban meticulosamente
los cabellos de un grupo de ancianos.
Cansadas de esperar sin hacer nada la llegada del suero, sor Ananda y sor
Alice infringieron una maana su voto de obediencia para volver a servir a los
pensionistas del hospicio. La alegra de una anciana apergaminada atrajo en
seguida la atencin de la ex pequea leprosa de Benars. Sus risas y su
animacin creaban en el vasto dormitorio una atmsfera de gozo sorprendente.
La vieja cogi la mano de la joven novicia y le dio a entender que deseaba que le
diesen un masaje. Ananda se arrodill junto al pequeo cuerpo encanijado y
comenz a amasarlo delicadamente. La muchacha se enter de que aquella
mujer haba sido encontrada haca bastantes aos por un cazador en el centro
de un bosque himalayo. Se supona que fue criada por los osos, porque slo se
desplazaba a cuatro patas. Necesit meses para acostumbrar su estmago a las
comidas de los hombres y durante mucho tiempo slo quera comer
directamente del suelo. A fuerza de paciencia, las hermanas le haban enseado
a mantenerse erguida y a poner un pie delante del otro. Su existencia salvaje le
haba privado del uso de la palabra. Slo se expresaba por medio de gruidos.
Su mayor placer pareca ser que le diesen masajes. Las hermanas se
preguntaban si no habra sido la lengua de los osos la que le haba enseado ese
placer.
La visita inopinada de sor Paula puso un trmino prematuro a la escapada
de las dos novicias. La religiosa traa al fn las dosis del suero antirrbico. Haba
llevado consigo a un joven mdico ingls de paso por el moridero para que
les pusiera inmediatamente una primera inyeccin. Ese tratamiento, que tiene
fama de ser muy doloroso, deba ser repetido cada veinticuatro horas durante
catorce das. En aquel caso concreto, por otra parte, el retraso del plazo normal
no aseguraba ninguna garanta de xito.

Tres semanas despus, el hermano Philippe Malouf, de la abada de los


Siete Dolores de Latroun, en Israel, recibi de Inglaterra un sobre que contena
un breve mensaje escrito en una hoja con el membrete de las Misioneras de la
Caridad, as como una carta frmada por un tal doctor Williams. El monje sinti
un pellizco en el corazn al reconocer la escritura de sor Paula.
Querido hermano Philippe:
Debo comunicarle nuestra tristeza ley con impaciencia el monje.
Probablemente no hemos rezado lo bastante. El Seor se acaba de llevar a nuestra
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
hermanita Alice. El doctor Williams, que regresa esta tarde a Europa, le explicar las
atroces circunstancias.
Felizmente, sor Ananda, su prometida espiritual, no presenta hasta ahora
ninguno de los signos precursores de la rabia, pero an tiene una gran necesidad de la
ayuda de sus oraciones y de la ofrenda de sus sufrimientos.
El monje, impresionado, esper largo rato antes de decidirse a leer la carta
del doctor Williams.
Las dos pacientes sobrellevaban valerosamente su tratamiento cuando sor Alice
manifest un estado de agitacin y de ansiedad relataba el mdico britnico.
Comenz a hablar de una manera inagotable, rpida, entrecortada. Perdi el apetito,
sufri insomnios, dolores de cabeza, molestias respiratorias. Al cabo de dos das,
sobrevino el sntoma caracterstico que todos temamos. Demostraba una aversin
incontrolable por cualquier clase de lquido. Aunque atenazada por el deseo de beber,
cualquier esfuerzo para ingerir aunque slo fuese un trago paralizaba durante varios
segundos sus msculos de la respiracin. Despus, slo el ruido del agua corriente
bastaba para provocarle violentas crisis de ahogo. Las hermanas Paula y Ananda, otras
religiosas, yo mismo y dos mdicos indios no cesbamos de relevarnos a su lado para
ayudarla, con la esperanza de dar al suero tiempo para actuar. Pero la enfermedad
prosegua en su trabajo de destruccin.
Sor Alice se volvi extraordinariamente sensible a cualquier elemento externo, como
una luz viva, un ruido algo fuerte o un soplo de aire fresco. Su cuerpo comenz a ser
sacudido por convulsiones. Los ahogos se multiplicaron. Cada una de sus expiraciones
iba acompaada por una especie de estertor. Daba la impresin de gemir como un
animal. El terror de tragar su saliva le conduca a menudo a escupir olas de espuma.
Sus dientes empezaron a castaetear con tanta violencia que pareca que quera morder.
Era horrible. Su bello rostro, normalmente tan sereno, ya no tena nada de humano. El
cuarto da, una crisis de ahogo ms fuerte que las anteriores dio fn a su suplicio...
El mdico britnico explicaba despus brevemente la angustia con que las
hermanas y los mdicos vigilaban el estado de Ananda. El doctor confrmaba
que nada alarmante justifcaba hasta ahora su temor, pero aada que era
necesario esperar varias semanas, incluso meses, para tener la certeza de que la
rabia no se declarara. Y terminaba la carta con una larga posdata.
Durante toda la agona de la pobre sor Alice, un perro no ces de aullar en el patio,
delante de la enfermera. Aquel perro tena un aspecto tan feroz que las religiosas le
llamaron, con razn, Kala Shaitan (Diablo Negro).
Los colmillos de Diablo Negro dan tanto miedo a los ladrones como a las
hermanas que se ven obligadas a pasar por delante de su caseta, pero nadie ha pedido que
se le expulse por temor a causarle pena a la Madre Teresa. Porque la Madre siente un
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
particular afecto por ese moloso, que tambin le corresponde. En cuanto la ve, Diablo
Negro se vuelve tan suave como un cordero. Se precipita hacia ella agitando la cola,
como reclamndole la bendicin de una caricia.
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
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Pars, Francia - Invierno de 1983
Ojos maravillados por una pequea esfera negra
Luc Montagnier seal el frasco que llevaba.
Aqu dentro lo encontrar usted, sin duda alguna. Nosotros hemos
puesto de manifesto su enzima. Ahora le toca buscar a usted!
Charles Dauguet, llamado Charlie, de cincuenta y cuatro aos, se pas
una vigorosa mano por el delgado collar de barba gris que aureolaba su cara.
Aquella proposicin colmaba de gozo a aquel hombrecito jovial que slo tena
una pasin en la vida: la fotografa. Su laboratorio tena por misin la de
proporcionar a los investigadores del Instituto Pasteur los documentos que
confrmasen de una manera tangible lo bien fundado de sus hiptesis. Tena la
tarea de aportar la prueba mediante la imagen.
Charlie ajust sus gafas bifocales para examinar la pequea botella.
Cuidado! continu Luc Montagnier. Debo informarle que ah dentro
hay un virus extremadamente peligroso. Es usted libre de no querer tocarlo.
Tranquilcese, seor respondi Charlie Dauguet con su inalterable
serenidad. Hace un siglo que me hago respetar por estos sucios animalitos.
Haca veintisis aos que, en un cuarto minsculo del primer piso del
antiguo pabelln de la rabia del Instituto Pasteur, Charles Dauguet fotografaba
los grmenes invisibles que atacan a los hombres, a los animales y a los
vegetales. Pocos asesinos de lo infnitamente pequeo se haban librado del
disparador de aquel cazador de imgenes. A veces tena que acosar a sus presas
durante semanas antes de fjarlas sobre la pelcula. Charlie haba fotografado
millares de virus responsables de la hepatitis B, de la rabia, de la poliomielitis,
de la viruela, del herpes, del zona y de otras mltiples infecciones, muchas de
ellas mortales. La variedad de sus formas era infnita. Algunos parecan pelotas
de golf; otros, ruedas de coche, adoquines, ojos de lechuza, comas o paquetes de
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
macarrones. Charles Dauguet se haba asombrado tantas veces de la malicia y
de la originalidad de sus disfraces, que las paredes de su laboratorio estaban
cubiertas de trofeos de su carrera: sus clichs ms notables.

Su pasin por la fotografa se remontaba a su ms tierna infancia. Apenas


tena tres aos cuando su abuelo, un garajista normando, le regal su primera
mquina. se fue el comienzo de una coleccin de instrumentos que hoy
contaba con una cincuentena larga de modelos rarsimos pacientemente
desenterrados en innumerables mercadillos de viejo y ferias de chatarra. Sus
ocios de adolescente los haba dedicado a recorrer su pintoresco barrio de los
Halles, con el ojo pegado a su visor. Qu alegra recoger el instante de la venta
de un cuarto de buey o de una brazada de rosas deca, o fjar el
acontecimiento ms anodino en el mismo segundo en que se produce! Qu
emocin mirar despus esas instantneas de la la vida y decirse: "Esto pas en
tal poca y yo fui testigo de ello."!
La insurreccin de Pars y la liberacin de agosto de 1944 permitieron al
joven estudiante perpetuar para siempre inolvidables momentos de la accin y
del alboroto popular. Incluso haba inmortalizado a su pesar una escena de
horror, en la que un soldado FFI de la insurreccin ejecutaba a un miliciano
proalemn. El hombre haba sido capturado cuando disparaba sobre la multitud
desde los tejados. Le haban arrancado las ropas. El FFI blandi su fusil con la
bayoneta calada. Pequeo, haz la foto!, le grit a Charlie. Aterrorizado, el
muchacho peg el ojo al visor y apret el disparador como un autmata.
Pero el autntico xito de Charles Dauguet se deba a la realizacin de un
documento infnitamente ms trivial: el de una pulga aumentada cuarenta
veces. Una hermosa pulga hembra de color pardusco con su trompa de dientes
de sierra capaz de perforar las epidermis ms coriceas, con su cuerpo
rechoncho y sus patas de atleta saltador. Para fotografarla, haba montado uno
de los aparatos de su coleccin sobre las lentes de un pequeo microscopio
alemn que sus padres le haban regalado por Navidad.
El destino quiso que aquel retrato de pulga fuese visto por los responsables
del novsimo laboratorio de microscopa electrnica del Instituto Pasteur. La
seorita Croissant se sinti tan maravillada, que propuso al joven fotgrafo
afcionado que ingresase en su servicio. Bendiciendo a su pulga, Charlie acept
en el acto. Y jams lament su decisin. Pasar la vida contemplando un
mundo invisible para tratar de descubrir sus misterios y ofrecer sus imgenes a
los que pueden hacer avanzar la ciencia, qu exaltacin!, suele decir. Sin
embargo, su universo era muy austero. Ni aire libre, ni sol, ni luz y, por nico
compaero, un grueso cilindro zumbador que pareca el periscopio de un
submarino. Con su compresor, su refrigerador de agua, sus lentes de gran
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
cualidad tcnica, sus fujos de iones, sus contadores electrnicos y su pantalla
catdica, el Siemens 101 del laboratorio de Charles Dauguet permita
ampliaciones tan gigantescas que una sola clula adquira una dimensin
correspondiente a la de la torre Eifel. La inquisidora mirada de Charlie
necesitaba a veces una semana entera para explorar por completo el
microuniverso de algunos glbulos blancos colocados sobre una placa de cristal.
Un espacio monocromo en gris y blanco, atravesado por millares de islotes, de
pennsulas, de ros, de deltas, de crteres y de hinchazones. Y de pronto,
despus de unos das de acecho, surga un rastro extrao, un brote anormal,
una curiosa esfera negra: un virus. Entonces, los dedos del fotgrafo se
crispaban sobre las palancas del microscopio para encuadrar delicadamente la
zona sospechosa en la pantalla. Variaba los contrastes de la iluminacin,
aumentaba la ampliacin, buscaba el ngulo ms favorable. Una foto debe
hablar ms que todos los discursos, afrmaba Charlie. Y haba aplicado tan
bien esta frmula a su trabajo, que los investigadores saban reconocer su mano,
con una sola ojeada, en un documento fotogrfco.
Despus de tantos aos de exploracin en la selva de lo infnitamente
pequeo, Charles Dauguet acariciaba ahora un nuevo sueo. Si Dios me
permite disfrutar de mi prxima jubilacin deca, me unir a las flas de un
club de astrnomos afcionados. Ahora deseo escrutar lo infnitamente grande y
establecer la relacin entre el mundo de las clulas y el de las estrellas. Ya
estaba preparando el instrumento de esa conquista fnal. En el minsculo taller
habilitado en su casa de la calle Lecourbe comenzaba a tomar forma el primer
esbozo de su futuro telescopio.

Los Dauguet formaban una pareja enternecedora. Su amor naci en el lugar


menos romntico que se pueda imaginar: su pequeo laboratorio del Instituto
Pasteur, donde Charlie fotografaba los virus. Claudine lavaba all las muestras
celulares, antes de centrifugarlas, secarlas y despus fosilizarlas en unos
cortes de resina.
Menos de tres horas despus de la visita de Luc Montagnier, ya estaban
preparados los bloques de resina que contenan los peligrosos virus. Ya slo
faltaba recortarlos en una multitud de fnsimas virutas. Para ese delicado
trabajo que l se reservaba, Charlie dispona de una rara herramienta de orfebre
que guardaba cuidadosamente bajo llave despus de usarla. Se nataba de una
cuchilla de diamante, alta, de un milmetro y medio, con un flo tan fno y tan
perfecto que slo existan en el mundo dos o tres tallistas capaces de cincelar
una joya como aqulla. Colocada en una cortadora electrnica, permita unos
cortes ms all de lo real que costaba trabajo verlos a simple vista. Charlie
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
estaba especialmente orgulloso de su diamante. Proceda de una mina de
Venezuela y haba costado la friolera de un milln y medio de francos viejos.
Colocada sobre una rejilla perforada por agujeros minsculos, cada viruta
iba a ser estudiada en el microscopio con vistas a detectar en ella las partculas
vricas buscadas y fotograbarlas. Un diablico juego del escondite; as es
como defne Charles Dauguet el implacable acoso que comenz entonces a los
mandos de su Siemens 101. Como de costumbre, regul el aparato a su nivel
favorito de cincuenta mil aumentos. En el microscopio electrnico, vale ms
atenerse al mismo aumento, porque las dimensiones relativas de los virus y de
las clulas pueden, por s solas, proporcionar de entrada un mximo de
informaciones, explicaba Charlie. Cada viruta de resina contena unas
cincuenta clulas, lo cual exiga varias horas de examen, a veces toda una
jornada. Como la cuchilla de diamante cortaba un centenar largo en cada
bloque de resina, cada nueva investigacin representaba un trabajo titnico.
Despus de diez o doce horas de observacin ininterrumpida ante su pantalla
luminiscente, Charles Dauguet titubeaba como un ciego al reincorporarse al
mundo exterior.
Fue un poco antes de las seis de la tarde del viernes 3 de febrero de 1983,
cuando se produjo el tan esperado acontecimiento. Iba a detener el compresor
del microscopio y a apagar la pantalla despus de una ltima ojeada sobre un
vasto delta celular, cuando tuve un sobresalto cuenta Charlie. Acababa de
columbrar una pequea esfera negra que brotaba en la periferia de un linfocito.
Aunque todava no haba salido del todo de su envoltura, comprend
claramente que se trataba de un cuerpo extrao a la clula. Abrac a Claudine y
grit: "Ya est, ya tengo ese famoso virus!"
La secretaria de Luc Montagnier salt de sorpresa cuando Charlie irrumpi
en el despacho del profesor. Pareca un toro escapado de la plaza. Deca a voz
en grito: He encontrado el virus, he encontrado el virus! En ausencia de su
jefe, la muchacha fue la primera que le felicit. Muy emocionada, no cesaba de
repetir: Bravo, Charlie, bravo. Como Jean-Claude Chemann y Franoise Barr-
Sinoussi tampoco estaban all, Charlie regres corriendo a su laboratorio para
grabar en una pelcula de gelatina el espectculo que sus ojos deslumbrados
acababan de descubrir. En algunos minutos introdujo sus placas, comprob su
mquina y regul el tiempo de exposicin en funcin del diafragma y del fujo
de electrones. Despus, con la misma presin del ndice que le permiti en otro
tiempo inmortalizar a una pulga, apret el disparador electrnico y tom, por
primera vez en la historia, las fotografas del retrovirus del sida.
Este scoop mundial no iba a cambiar en nada las costumbres de Charlie y de
Claudine. Faltaba poco para la medianoche cuando abandonaron el laboratorio
para ir en busca de su automvil estacionado bajo un castao. Como hacan
todos los viernes por la noche, tomaron la direccin de su Normanda natal
para ir a entregarse a su distraccin favorita: la pesca del camarn.
202
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor

El lunes siguiente, a las ocho de la maana, Charles Dauguet encenda de


nuevo su Siemens 101 y sus pantallas electrnicas. La noticia de su xito ya
haba recorrido todas las plantas. Luc Montagnier y su equipo de la sala Bru se
encontraban en su laboratorio para admirar las primeras imgenes del virus
asesino. Pudieron comprobar que su aspecto era totalmente inhabitual. A
primera vista, no se pareca al de Robert Gallo ni a ningn retrovirus animal
conocido. Para asegurarse de ello y poder confrmarlo ofcialmente, necesitaban
pruebas suplementarias. Partiendo de muestras de clulas procedentes de otros
enfermos, Charlie prepar nuevos cortes y reanud sus pacientes
investigaciones. El mismo grito de alegra, el mismo abrazo con Claudine
saludaban cada xito. Luc Montagnier y sus colaboradores reciban diariamente
unas fotografas cada vez ms precisas.
Para demostrar de una manera irrefutable la ausencia de cualquier
parentesco morfolgico entre el HTLV de Robert Gallo y el retrovirus
descubierto en el Instituto Pasteur, Charlie hizo que Claudine realizase unos
bloques de resina que contenan clulas infectadas por el virus norteamericano.
Las fotos permitieron una comparacin directa entre los dos agentes. Ya no
caba ninguna duda: ni su forma, ni su estructura ni su maneta de brotar eran
idnticas.
Esta vez, los investigadores franceses estaban convencidos de que tenan al
culpable del sida.
203
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
38
Bethesda, USA - Primavera-verano de 1983
Sam, hay algn riesgo de que el virus contamine a las nias?
Bajito, rechoncho, con su cuello de toro y el voluntarioso rostro cruzado por
un fno bigote, el doctor Samuel Broder, de cuarenta y un aos, jefe del
programa de oncologa clnica del Instituto Nacional del Cncer de Bethesda,
encarnaba el prototipo del luchador. Desde su infancia en Polonia, en un grupo
de guerrilleros judos acosados por los nazis, hasta su brusca confrontacin con
la tragedia del sida, toda su vida no haba sido otra cosa que una serie de
enfrentamientos.
Llegado a los Estados Unidos con un puado de polacos supervivientes del
holocausto hitleriano, haba crecido en las calles de un barrio industrial de
Detroit, la capital norteamericana del automvil. Dedic los fnes de semana y
las vacaciones a servir Coca-cola y hamburguesas en Mary's, el snack-bar
regentado por sus padres en la esquina de las calles Dexter y Boston. Pero el
caf fue quemado en 1968 durante las revueltas raciales desencadenadas por el
asesinato del pastor negro Martin Luther King. El joven Broder, que nunca
haba tenido la intencin de hacer carrera en el comercio familiar, no se afigi
demasiado. Tena otras ambiciones. Desde sus aos de estudiante en la Frandale
High School de su barrio, haba comprendido que las carreras cientfcas eran
las nicas donde se poda triunfar sin tener fortuna ni posicin social. Este
descubrimiento orient su destino.
Sam Broder se empecin en obtener las mejores notas en ciencia, y eso le
vali una beca para la Universidad del Estado de Michigan, uno de los diez o
doce campus ms cotizados de los Estados Unidos. Apenas a una hora de
autocar de Detroit, me encontr en otro planeta recuerda Broder. Un
planeta en el que todas las oportunidades de xito parecan al alcance de la
mano. Para un joven salido de un gueto obrero, cuyo sueo ms grandioso
204
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
habra debido ser una plaza de obrero especializado en la Ford o en la Chrysler,
qu revelacin compartir la habitacin con un condiscpulo que trabaja da y
noche para llegar a ser compositor de msica!
En algunos meses, la atraccin pragmtica que la ciencia ejerca sobre el
antiguo vendedor de hamburguesas se transform en autntica vocacin.
Cmo no sentirse hechizado por tantas ideas nuevas, llenas de implicaciones
fantsticas? dice. El hecho de que una pizca de cido nucleico pueda ser el
soporte de todo el patrimonio hereditario de un ser vivo, o el de que baste con
analizar el cdigo gentico de un individuo para predecir su comportamiento...
La idea de que algn da se pueda modifcar dicho comportamiento actuando
sobre tal o cual gene... No hay en todo esto algo capaz de infamar la
imaginacin de un pequeo inmigrante sediento de saber?
Una lectura aport a esos gozos del espritu los rasgos de un hroe. El gran
escritor norteamericano Sinclair Lewis, en su novela El doctor Arrowsmith, traza
el retrato de un mdico de una pequea ciudad del Middle West que est lleno
de una pasin devoradora por la verdad cientfca y que se encuentra, a fnales
del siglo pasado, al frente de uno de los institutos de investigacin mdica ms
famosos del pas. Sus nobles ideales atropellan demasiadas costumbres y
demasiados intereses, y el cientfco se ve, fnalmente, obligado a elegir la
soledad para proseguir, en la ascesis, la bsqueda de la verdad. La oracin del
hombre de ciencia que ofrece el autor a sus lectores al fnal de la obra
conmovi tanto al joven Broder que, desde hace ms de veinte aos, cada una
de sus palabras ha quedado grabada en su corazn y en su memoria. Esa
oracin dice:
Oh, Dios, dame una visin sin nubes y lbrame de la prisa!
Dame el valor de oponerme a toda vanidad y de proseguir, lo mejor que pueda y
hasta el fnal, cada una de mis tareas.
Dame la voluntad de no aceptar nunca reposo ni homenaje antes de haber podido
comprobar que mis resultados corresponden a mis clculos o de haber podido descubrir y
enmendar mis errores.
Para intentar seguir el ejemplo del doctor Martin Arrowsmith, Sam Broder
se matricul en la prestigiosa Facultad de Medicina de la Michigan University.
Uno de sus maestros de microbiologa, el profesor Frank Whitehouse, se fj en
aquel estudiante tan vido de conocimientos y le abri las puertas de su
laboratorio. Broder tuvo all el encuentro decisivo con lo que iba a inspirar toda
su vida profesional: el cncer. Me enclaustraba por las noches y durante fnes
de semana completos con el fn de aprender a fabricar unos anticuerpos
destinados a luchar contra las clulas cancerosas. Mis esfuerzos no siempre eran
productivos reconocer ms adelante, pero adquir as la conviccin de que
el cncer iba a tener un papel fundamental en la investigacin biolgica. Y de
205
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
que la victoria sobre numerosas patologas deba basarse forzosamente en una
mejor comprensin del comportamiento de las clulas cancerosas. Intua que
incluso mis fracasos no eran intiles, pues me invitaban a entender que la
investigacin es, ante todo, una cuestin de mtodo; que la diferencia entre un
gran cientfco y un mediocre investigador reside en que uno sabe hacer las
buenas preguntas y el otro no; que uno es capaz de servirse de las tecnologas
de punta y el otro no. Sam Broder se haba inspirado en tales lecciones a lo
largo de un recorrido que acab situndolo en la cima de la lucha anticancerosa.

A primera vista, el centro hospitalario en que Sam Broder trabajaba poda


recordar un hotel de cinco estrellas debido a sus habitaciones decoradas con
reproducciones de cuadros contemporneos, sus pasillos de gruesas moquetas
de colores vivos y sus ventanales encristalados que dominaban los verdes
campos de Maryland. Pero detrs de esta apariencia, el Instituto Nacional del
Cncer, preocupado de asociar estrechamente la investigacin y el tratamiento,
haba creado una estructura nica en la que los mdicos-investigadores
deseosos de poner al da nuevas teraputicas, disponan a la vez de enfermos y
de laboratorios de experimentacin. Pero aquella unidad de vanguardia que
ahora diriga Sam Broder no aceptaba a cualquier enfermo de cncer. Slo eran
admitidos los casos cuya naturaleza corresponda a los trabajos de investigacin
en marcha o ya programados, as como ciertos pacientes que manifestaban unas
patologas tan raras o tan excepcionales, que los convertan en temas de estudio.
El joven cancerlogo reconoca que gozaba de una libertad casi milagrosa
en el campus de Bethesda, tan a menudo paralizado por la aplastante burocracia
gubernamental. Era el nico responsable de la eleccin de sus investigaciones,
as como del tratamiento de sus enfermos. El hecho de que se viera enfrentado
diariamente con las tragedias de la enfermedad daba a su mentalidad de
investigador un agudo sentido de la urgencia del descubrimiento. Su
impaciencia era casi enfermiza. La gran diferencia entre un Robert Gallo y yo
explica es que l, en su laboratorio, no se enfrenta nunca con la muerte. Yo
me siento obligado a obtener resultados concretos lo antes posible, tanto ms
cuanto que mis fracasos resultan ms numerosos que mis victorias. Aquellos
fracasos no cambiaban en nada la lnea de conducta que Sam Broder impona a
sus colaboradores y que se resuma en una frase: Siempre se puede hallar un
medicamento ms efcaz.
La irrupcin del sida fue una prueba traumatizante que Sam Broder no
olvidara nunca: Al principio dice lo ms insoportable fue nuestra
incapacidad para comprender el mal y la manera en que lo entenda la mayora
de los cientfcos. Me recordaban a esas personas que oyen ruidos en el stano
de su casa y tratan de convencerse de que no puede tratarse de un ladrn. El
206
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
anuncio de que un retrovirus era probablemente el responsable de la epidemia
reforz en cierto modo ese comportamiento estril, incitando a un buen nmero
de investigadores y de mdicos a refugiarse en un cmodo fatalismo. Puesto
que no se puede hacer nada contra ese virus, para qu vamos a intentarlo? Esta
poltica del avestruz despert tal rebelda en Sam Broder, que le hizo adquirir
rpidamente fama de enfant terrible en el campus de Bethesda. Pero no se
desanim. El hallar un medicamento capaz de bloquear la evolucin de los
enfermos se convirti en su idea fja. Si los investigadores tenan que movilizar
sus laboratorios para descubrir la causa del mal, l deba inventar un remedio
capaz de yugular la agona de los muertos-vivientes que llenaban su servicio.
Mi conviccin de mantener a raya el sida, no tena nada de conjetural ni de
especulativo afrma Broder. Disponamos ya de productos qumicos que
tenan el poder de inhibir la accin de ciertos virus en el laboratorio, y tenamos
una vasta experiencia en el arte de desarrollar sustancias anticancerosas. Slo
nos faltaba tiempo, un mayor conocimiento del mal, mucho trabajo, una buena
dosis de disciplina y... un poco de suerte.

Una guapa morena de cuarenta aos, abogada de profesin, recuerda


todava el aspecto preocupado del rostro de Sam, aquella tarde de primavera de
1983. En diecinueve aos de matrimonio, Gail Broder haba tenido tiempo de
acostumbrarse al humor taciturno de su marido. Como la cancerologa no es a
priori una especialidad generadora de optimismo y de alegra de vivir, Gail
saba descubrir en los rasgos de su marido, en el tono de voz, los signos de un
drama vivido durante la jornada, de una batalla perdida en la cabecera de un
enfermo o del fracaso de un tratamiento prometedor que l haba prescrito. Gail
saba atenuar los golpes de la suerte y abrir en el momento justo la botella de
riesling o de traminer que guardaba siempre para l en el refrigerador.
Pero aquella tarde ningn vino del Rin habra podido desarrugar el ceo
del cancerlogo. Lo que tena que decir a su mujer y a sus dos hijas, de catorce y
diecisiete aos, era demasiado grave.
Nos comunic que acababa de tomar la decisin de enfrentarse al virus
sospechoso de ser la causa del sida buscando un medicamento capaz de
bloquear su accin relata Gail. Subray que se trataba de una iniciativa
peligrosa, porque nadie estaba en condiciones de evaluar los riesgos que
supona la manipulacin en laboratorio de importantes concentrados de virus
vivos. Mientras se esforzaba en no asustarnos demasiado, Sam tuvo que
confesar que, de sus cinco colaboradores, dos ya haban abandonado el
laboratorio. Hay que decir que el equipo de Sam era, en aquella poca, el nico
que haba aceptado trabajar con tales cantidades de virus vivos.
207
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
Yo mir largo rato a nuestras dos hijas, tan inocentes, con sus trenzas de
colegialas, e hice la nica pregunta que realmente me importaba:
Hay un riesgo de que traigas el virus a casa y de que ste pueda
contaminar a las nias?
Sam movi varias veces la cabeza.
Lo hay contest.
208
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
39
Cold Spring Harbor, USA - Primavera de 1983
Crimen de lesa majestad contra el papa de los retrovirus
Campos de csped que descienden hasta la playa de fna arena, alamedas
de adelfas, viejas casas victorianas, pistas de tenis y de vleibol, construcciones
bajas, modernas, que albergan cafeteras, habitaciones de alquiler, auditorios,
bibliotecas, laboratorios, salas de experimentacin e incluso una imprenta: as es
Cold Spring Harbor, a la vez campus universitario y complejo turstico. Este
pequeo puerto agazapado en la costa norte de Long Island, la lengua de tierra
que prolonga la ciudad de Nueva York, es conocido por sus mejillones y sus
almejas, pero tambin por otra especialidad muy distinta. Es uno de los templos
mundiales de la biologa molecular. Desde hace medio siglo, cada ao, entre
abril y septiembre, los simposios, los coloquios y las conferencias renen en su
campus a muchos cientfcos venidos del mundo entero.
Fue all, en junio de 1946, donde la novsima ciencia de la gentica
molecular adquiri sus ttulos de nobleza. Fue all, tambin, un da de junio de
1953, donde Jim Watson, el futuro premio Nobel que entonces tena veinticuatro
aos, revel al mundo uno de los descubrimientos ms importantes del siglo: la
estructura del ADN, molcula soporte del cdigo gentico. Fue all donde, en
1966, la mayor asamblea de microbilogos, de especialistas en gentica y de
virlogos codifc defnitivamente los principios de la herencia. Fue all, en
1972, donde otros tres futuros premios Nobel, los bilogos David Baltimore,
Renato Dulbecco y Howard Temin demostraron el papel de la transcriptasa
inversa, la enzima que permite a los retrovirus insertarse en el ncleo de las
clulas. La lista de las comunicaciones presentadas en los seminarios de Cold
Spring Harbor se confunde con los progresos biolgicos ms notables del
ltimo medio siglo. Aquellos encuentros tenan tanto prestigio que el honor de
participar en ellos, incluso el asistir solamente, era codiciado por toda la lite
209
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
cientfca mundial, especialmente por los jvenes mandos de los laboratorios de
investigacin fundamental. Cold Spring Harbor se haba convertido en una feria
de cerebros a la que los directivos venan a reclutar a los futuros cracks de sus
equipos.
Aquel lunes 9 de mayo de 1983, una joven francesa virtualmente
desconocida para la comunidad cientfca internacional, llegaba al campus del
pequeo puerto norteamericano para asistir a una conferencia sobre los
retrovirus. En razn del escaso presupuesto para missions del Instituto Pasteur,
era la nica enviada del famoso laboratorio parisiense a aquella importante
manifestacin, mientras que el grupo de Robert Gallo y la mayor parte de las
dems unidades de investigacin norteamericanas estaban representados por
batallones enteros. Franoise Barr-Sinoussi que, con Luc Montagnier y Jean-
Claude Chermann, tal vez acababan de descubrir el agente responsable del sida,
estaba all en calidad de simple oyente. No iba a presentar ninguna de las
ochenta comunicaciones previstas en la agenda del coloquio, porque el sida y
los xitos de la retrovirologa francesa no haban despertado todava, aquella
primavera, la curiosidad de los congresistas de Cold Spring Harbor. Decidida a
terminar con esa indiferencia, Franoise comenz a asediar el despacho del
organizador de la conferencia, el bilogo Malcolm Martin, del Instituto
Norteamericano de la Salud. Quera persuadirle de la importancia de los
resultados de su equipo en lo concerniente al descubrimiento de un nuevo
retrovirus. Para apoyar su demostracin, le ense cinco diapositivas que
explicaban en grfcos los trabajos de la sala Bru. El quinto documento provoc
la decisin positiva del norteamericano.
Es interesante declar. Le doy cinco minutos al fnal de la sesin del
viernes. Cinco minutos, ni uno ms. A usted le toca convencernos del valor de
sus conclusiones.
Franoise Barr-Sinoussi sinti que se funda de alegra. Saba que el
derecho de pedir la palabra en aquel prestigioso serrallo dependa de la
benevolencia de un comit de expertos ms inclinados a dar ms crdito a los
delegados de los grandes centros de investigacin norteamericanos que a
oscuros investigadores extranjeros. Los temas de las comunicaciones tenan que
ser presentados con ms de seis meses de anticipacin, y los candidatos cuyos
temas eran seleccionados deban prepararse para esa insigne prueba durante
semanas, ensayar sus intervenciones delante de sus colegas de laboratorio y
corregirse constantemente, como para un one-man-show del que dependera su
fama y su futuro. La muchacha temblaba. Saba que los cinco minutos que se le
concedan podran desencadenar una tempestad. Acaso no iba a atacar el
dogma impuesto por el poderoso Robert Gallo, segn el cual no exista ms
retrovirus humano que su HTLV inductor de extraas leucemias? Cmo luchar
contra aquel cientfco que dominaba tan profundamente la retrovirologa
210
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
mundial? Cmo imponer la existencia de una nueva familia de retrovirus
humanos detectada en un enfermo que presentaba los sntomas del sida?
No dorm hasta el da fatdico recuerda Franoise Barr-Smoussi.
Cuando sub al estrado del auditorio repleto de gente para comentar mi primera
diapositiva con ayuda de un puntero, estaba tan emocionada que la varilla se
me escap de la mano y cay sobre la cabeza del doctor David Baltimore, el
famoso codescubridor de la enzima transcriptasa inversa, que estaba sentado en
la primera fla.
Aparte de Franois Jacob, Andr Lwof y Jacques Monod, los tres premios
Nobel campeones de la clebre escuela biolgica de los bacterifagos, pocos
franceses haban tenido el privilegio de subir a aquel ilustre podio. Sin
embargo, la joven francesa supo ganarse de entrada las simpatas de su exigente
auditorio. Los murmullos halagadores que acogieron el comentario a su ltima
diapositiva, la estimularon. La for y nata de la biologa mundial estuvo un
largo rato con los ojos fjos en la imagen del retrovirus fotografado por Charles
Dauguet en su laboratorio de Pars. Los especialistas presentes no podan
engaarse: con su ncleo de pequeo tamao fuertemente descentrado, la
estructura de aquel elemento no ofreca ninguna similitud con el famoso HTLV
de Gallo. Slo faltaba aportar la prueba de que era el agente del sida lo que
haban aislado los franceses, y no un parsito resultante de la enfermedad o de
un accidente de laboratorio.
En cuanto la luz se encendi de nuevo, llovieron las preguntas.
Han clonado ustedes su virus?
Lo han secuenciado?
16
Franoise Barr-Sinoussi haba previsto estas preguntas y preparado una
respuesta. La formul con la ms encantadora de las sonrisas.
Tengan paciencia dijo. Hemos descubierto la actividad de la
transcriptasa inversa de nuestro virus en el mes de enero. Lo hemos identifcado
en febrero. Lo hemos fotografado en marzo. Slo estamos en mayo. Por favor,
concdannos el tiempo necesario para hacer lo que falta!
Risas y aplausos celebraron la rplica.
Apenas sali del auditorio, la joven francesa se vio asaltada por todos
aquellos a los que su intervencin, demasiado breve, haba dejado con ganas.
Uno de los responsables del Instituto Norteamericano de las Alergias y las
Enfermedades Infecciosas le pidi que se dirigiese a los principales cientfcos
que trabajaban en el campus de Bethesda. El jefe del departamento de virologa
del Centro de Control de las Enfermedades Infecciosas le suplic que fuese a
Atlanta para informar a sus colegas sobre aquel descubrimiento capital. Hasta
los representantes del laboratorio de Robert Gallo la apremiaron para que fuese
a Washington y explicase a su jefe los trabajos del equipo del Instituto Pasteur.
16
Clonar y secuenciar son operaciones biolgicas muy complejas que tienen por objeto
determinar la estructura gentica de un virus.
211
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor

El jefe en cuestin ya estaba al corriente. No se produca ningn


acontecimiento en el pequeo mundo de la retrovirologa del que Robert Gallo
no fuese informado en seguida. No exista ni un laboratorio de investigacin,
incluso en el pas ms lejano, que no estuviese en contacto con l, o donde l no
tuviese a alguien comprometido a informarle. El enorme presupuesto de que
disfrutaba su centro le permita distribuir en los Estados Unidos y en el
extranjero un man de becas y de subvenciones. Esto le proporcionaba una gran
red de simpatizantes. Su fama cientfca, su arte consumado de la comunicacin,
su sociabilidad y su encanto irresistible le haban permitido, adems, mantener
innumerables relaciones polticas y cientfcas, tanto en su pas como en el
extranjero. Su enorme infuencia sobre la investigacin virolgica mundial se
revelaba, de hecho, tan absoluta que ningn descubrimiento de importancia era
reconocido sin que l mismo lo aprobase. Para cualquier proyecto de
investigacin, la bendicin del dios Gallo nos era necesaria dice el francs
Jean-Claude Chermann. Para nosotros era el nico medio de ser tomados en
serio por nuestros propios jefes y de arrancarles los crditos indispensables. Los
pobres subdesarollados como nosotros, necesitbamos una confrmacin
norteamericana. En aquella poca, la investigacin mdica francesa, e incluso la
europea, slo pronunciaba monoslabos, mientras que los norteamericanos
recitaban frases enteras.
Pretender atacar la infalibilidad de uno de sus ms famosos cientfcos,
equivala a cometer un crimen de lesa majestad. Si queran dar a conocer su
descubrimiento a la comunidad cientfca internacional, Luc Montagnier y su
equipo tenan que correr el riesgo de atraer los rayos del dios Gallo. Sin
embargo, fue aquel dios en persona el que sugiri a los franceses la eleccin
del vehculo para su comunicacin, as como la fecha de su publicacin. Bob
Gallo me inform, en efecto, de que, en el nmero de Science del 28 de mayo de
1983 iba a publicarse un estudio que demostraba la implicacin de su HTLV en
el sida cuenta Luc Montagnier. Su artculo ira acompaado de un texto de
Max Essex, el bilogo veterinario que acababa de detectar por su parte la
presencia del retrovirus HTLV en el treinta por ciento de un grupo de enfermos
del sida. El norteamericano aconsej a su colega parisiense que publicase en el
mismo nmero una comunicacin que describiese los resultados del equipo del
Instituto Pasteur.
Haba visto en ello Robert Gallo una ocasin para desactivar la bomba
francesa? Porque no slo se preocup de hacer que se publicase el artculo de
Luc Montagnier en el mismo nmero de Science, sino que adems se ofreci a
redactar l mismo el resumen de presentacin. Una generosidad que iba a
permitirle explotar una lamentable torpeza de los franceses en la denominacin
212
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
de su retrovirus. Como este ltimo afectaba esencialmente a los linfocitos T,
17
le
haban llamado Human T Lymphotropic Virus, nombre que tena las mismas
iniciales, HTLV, que el retrovirus Human T-cell Leukemia Virus de Robert
Gallo. Esta confusin reforzaba su conviccin de siempre. Se apresur a
anunciar en voz bien alta que los mismos franceses consideraban su virus como
un pariente prximo de su HTLV, puesto que le haban dado un nombre
idntico.
Este juego de manos sorprendi al equipo del Pasteur, que inmediatamente
rebautiz a su retrovirus: Lymphadenopathy Associated Virus. Las tres
iniciales, LAV, tambin podan leerse como Lymphadenopathy Aids Virus, es
decir, virus linfoadenoptico del sida.
LAV francs contra HTLV norteamericano: una batalla de iniciales que en
pocas semanas pasara a los titulares de la prensa mundial.
17
Los linfocitos dependientes del timo.
213
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
40
Pars, Francia - Bethesda, USA - Primavera-verano de 1983
Todos subiremos muy pronto al podio de la victoria
Lo llamaban la junta del sbado. Cada sbado de aquella primavera de
1983, a las diez en punto, todo el equipo del laboratorio de virologa del
Instituto Pasteur se reuna en torno a Luc Montagnier en su vasto despacho
repleto de dossiers, de informes y de revistas mdicas. Los trabajos de aquella
decena de hombres y mujeres, casi todos con menos de cuarenta aos,
pretendan obtener la confrmacin de que el retrovirus hallado en los tubos de
ensayo de la sala Bru era, sin discusin posible, el agente responsable del sida.
Adems de los pasteurianos Luc Montagnier, Jean-Claude Chermann y
Franoise Barr-Sinoussi, aquel grupo de los diez contaba con dos virlogos del
hospital Claude-Bernard, Franoise Brun-Vzinet y Christine Rouzioux, con los
clnicos Willy Rozenbaum y tienne Vilmer, con los inmunlogos Jean-Claude
Gluckmann y David Klatzmann, as como con un epidemilogo del Ministerio
de la Salud, Jean-Baptiste Brunet. Como el retrovirus francs haba sido
descubierto en un ganglio extrado de un individuo que slo presentaba signos
precursores del sida, an quedaba por demostrar su presencia en la fase aguda
de la enfermedad; y esto en todas las categoras de enfermos, lo mismo si se
trataba de homosexuales como de toxicmanos, de hemoflicos, de haitianos o
de africanos. Como toda afrmacin tiene su contrario, tambin se necesitaba
demostrar que el virus estaba ausente en los individuos sanos. El asunto no era
fcil.
Fue en un homosexual afectado de un cncer de Kaposi donde el equipo
logr aislar el retrovirus LAV por segunda vez. Su morfologa, as como sus
caracteres inmunolgicos y bioqumicos eran semejantes en todo a los del
primer virus hallado en el estilista parisiense. Un tercer virus idntico fue
identifcado en los linfocitos de un adolescente hemoflico. La sangre de una
214
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
muchacha del Zaire que se hallaba en tratamiento en el hospital Claude-
Bernard, y que fallecera de sida diez das despus de la extraccin, proporcion
un cuarto espcimen. Otros virus de la misma naturaleza y procedentes de
enfermos muy diversos emprendieron en seguida el camino de los congeladores
de la sala Bru. Luc Montagnier y su equipo tenan la sensacin de estar en el
buen camino: todos aquellos virus de orgenes diversos tenan una morfologa
comn, las mismas protenas, la misma afnidad de destruir los linfocitos T.
Estos resultados concordantes permitieron cubrir una etapa decisiva en la
lucha contra la plaga mortal. Aunque no aportaban ninguna esperanza de
prevencin por vacunacin, ni de tratamiento a corto plazo, suscitaron en
cambio un trmite original para frenar la propagacin de la epidemia. En
algunas semanas, el equipo de la junta del sbado consigui elaborar una
prueba capaz de descubrir la presencia de los anticuerpos que el organismo
fabrica automticamente en caso de ataque vrico. Esta prueba, llamada Elisa,
18
permite, en otros trminos, descubrir la seropositividad de un individuo,
decir si ha sido o no ha sido contaminado por el agente del sida. Una de las
ventajas inmediatas de este sistema de deteccin afectaba al control de la sangre
destinada a las transfusiones. Pona fn a la pesadilla de Jim Curran, el jefe de
los mdicos-detectives de Atlanta, que no haba conseguido convencer a los
mercaderes norteamericanos del oro rojo para que adoptasen medidas urgentes
para proteger las reservas de sangre de los Estados Unidos.
La fabricacin y la venta del instrumental para efectuar la prueba Elisa
supona una ganancia econmica considerable. Con el temor de ver escaparse
un fructfero mercado de varios millones de dlares, los responsables
norteamericanos se alarmaron. Robert Gallo se apresur a denunciar unas
presuntas lagunas en la invencin de los franceses. Viendo en ello una maniobra
para obligarles a renunciar a su explotacin, stos se mantuvieron en sus trece y
el Instituto Pasteur anunci la comercializacin del test Elisa. En abril de 1984
present una solicitud de patente a las autoridades norteamericanas. Poco
despus los norteamericanos hicieron la misma gestin para un test similar
puesto a punto a partir de un procedimiento diferente. La patente les fue
concedida al cabo de pocos meses, mientras que los franceses no obtuvieron
satisfaccin hasta dos aos despus.
Pero la guerra entre cientfcos franceses y norteamericanos ya haca
estragos.

Vejado por los inesperados xitos de un pequeo equipo francs sin


grandes recursos, el gigante norteamericano acab por despertar. Una maana
18
Elisa, en ingls: Enzymes Linked Immunosorbent Assay (prueba inmunoenzimtica).
215
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
de abril de 1983, Robert Gallo reuni a todo el personal de su laboratorio bajo el
macilento nen de su sala de conferencias de la sexta planta del pabelln 37 de
Bethesda.
Los staf meetings del eminente cientfco constituan casi siempre un
acontecimiento para sus colaboradores. Les brindaban la ocasin de conocer a
los maestros de la investigacin que acudan a la sede de Gallo para exponer
con prioridad sus trabajos y revelar sus ltimos descubrimientos. Gracias a lo
cual, aquellos investigadores privilegiados no se vean obligados a esperar la
aparicin de las publicaciones cientfcas para estar informados de los progresos
que estaban en curso en todo el mundo. Una ventaja formidable en una poca
en que la investigacin avanza cada da a pasos agigantados, como le gustaba
repetir a Gallo.
Nadie habra querido faltar a la sesin de aquel da de abril de 1983. Una
prodigiosa asamblea, la de aquel dispar equipo de jvenes norteamericanos,
japoneses, alemanes, indios, chinos, franceses, suecos y fnlandeses reunidos en
torno al sumo sacerdote! Una concentracin de materia gris que representaba
un instrumento de investigacin tal vez inigualable. Y, sin embargo, su jefe no
haba sabido sacar partido de ella para responder al mayor desafo mdico de
este fn de milenio. El tmido bioqumico indio, elegido por l nueve meses
antes para descubrir el agente responsable del sida, estaba tan poco preparado y
tan poco motivado que su fasco no tena nada de sorprendente. Como
reconocera ms tarde Robert Gallo: Aquella maana de abril me presentaba
ante mi equipo con un sentimiento de vergenza. No lo habra confesado por
nada del mundo, pero era cierto: senta vergenza. Vergenza de que no
hubiramos descubierto aquel maldito virus antes que las gentes del Pasteur. Y,
sin embargo, disponamos de todos los medios! Cuntas veces haba visto a
Popovic
19
irrumpir en mi despacho para decirme que yo no deba haber metido
a Sarin en el asunto, y que si habamos perdido tantos meses era por mi culpa!
Que l habra descubierto mucho tiempo antes el virus culpable! Popovic tena
razn. Mi error fue el no haber credo lo bastante, desde el principio, en la
amplitud de aquel cataclismo del sida. Me decid a entonar el mea culpa.
En lo sucesivo, todo iba a cambiar. Algunos das antes, un encuentro en la
cumbre celebrado en el despacho del doctor Vincent T. De Vita Jr., director del
Instituto Nacional del Cncer, haba decidido la formacin de una Task Force
encargada de descubrir rpidamente el agente causal de la plaga. Aquella
iniciativa indicaba un giro capital en la poltica de los responsables de la salud
en los Estados Unidos. Esta vez comenzaban una lucha sin cuartel contra la
epidemia. Concedan a la investigacin un crdito de cuarenta millones de
dlares.
19
El bilogo checo Mikulas Popovic haba obtenido un linaje de clulas particularmente
susceptibles de ser infectadas por el virus del sida y de reproducirlo.
216
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
La direccin de aquella fuerza especial de intervencin haba sido confada,
naturalmente, al eminente descubridor del primer retrovirus humano, as como
una parte sustancial de los medios fnancieros. Robert Gallo tena carta blanca.
No solamente poda embarcar en la aventura a los mejores elementos de su
equipo, sino que tambin poda reclutar a todos los investigadores que quisiera,
tanto en los Estados Unidos como en el extranjero. A tales efectos se haba
previsto un presupuesto especial de honorarios y gastos de representacin.

Aquella maana de abril, con un aspecto ms relajado que de costumbre,


deshecho el nudo de su corbata y las mangas de la camisa arremangadas, el
famoso sabio anunci que haba decidido lanzar a todas sus fuerzas a la batalla.
Phil Markham, Mikulas Popovic, Zaki Salahuddin, M. G. Sarngadharan, Flossie
Wong-Staal, sus mejores cracks, deban abandonar en el acto los trabajos que
tenan entre manos. Quiero que cada uno de ustedes refexione sobre la mejor
manera de encauzar esta lucha y que me comunique por escrito el fruto de sus
refexiones, les dijo. Ya haba elegido a los colaboradores externos que deseaba
integrar a su fuerza de choque, especialmente a Bill Jarret, un eminente
especialista en retrovirus que trabajaba en Escocia, y a Wade Parks, un
distinguido investigador de la Universidad de Miami.
Esta movilizacin no habra servido de nada si Gallo no hubiese procurado
tambin a sus tropas las municiones que necesitaban para la lucha. Ahora bien,
por inconcebible que esto pueda parecer en un pas tan organizado como los
Estados Unidos, los investigadores carecan de sufcientes muestras de rganos,
de mdula o de sangre extradas de enfermos apropiados y en el momento
preciso, acompaadas de dossiers mdicos detallados. Lo cual aminoraba
terriblemente sus investigaciones. Una de las razones de tal penuria era la falta
de contacto y de colaboracin entre investigadores y clnicos. Estos ltimos
tenan tendencia a considerar a sus pacientes y sus observaciones como de su
propiedad exclusiva.
Robert Gallo saba tambin que, en el caso concreto de la nueva epidemia,
la situacin geogrfca de su laboratorio representaba un handicap. Con la
excepcin del centro anticanceroso vecino, dirigido por su colega Sam Broder,
casi ningn hospital de Washington haba tenido que atender casos de sida. En
primer lugar, porque el sida se manifestaba sobre todo en Nueva York y en
California; y despus, porque la homosexualidad segua siendo tan tab en la
puritana capital norteamericana que nadie, ni siquiera en el ambiente mdico,
se atreva a hablar abiertamente del mal vergonzoso.
Robert Gallo prometi a sus colaboradores que luchara como un diablo
para que cada uno pudiese disponer del material biolgico necesario. Si era
preciso, se convertira en viajante de comercio. Ira a los hospitales
217
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
neoyorquinos para solicitar la ayuda de los mdicos que luchaban contra el mal
en la cabecera de sus vctimas. Enviara un SOS al doctor Michael Gottlieb, el
descubridor de los primeros afectados por el sida en Los ngeles. Pedira ayuda
a sus colegas Marcus Conant y Paul Volberding, que atendan ya varias decenas
de casos en San Francisco. Una cosa es segura afrm Gallo; todos
subiremos muy pronto al podio de la victoria.
El resultado no se hizo esperar. Las muestras de sangre, de tejidos y de
rganos, acompaadas de detallados historiales mdicos, comenzaron a afuir
de todas partes. Incluso reciba algunos envos en mi propia casa y por la
noche, relata el cultivador de clulas Zaki Salahuddin.
Robert Gallo era demasiado avisado para no tomar otras precauciones con
el fn de dar a su equipo todas las garantas de xito. Aunque estaba seguro de
que el agente vrico hallado por los franceses perteneca a la familia de su HTLV,
rog a Luc Montagnier que le enviase algunos especmenes. Con sus tcnicas
ultraperfectas, sus colaboradores con Popovic y Salahuddin al frente
deberan demostrar en seguida que el presunto retrovirus francs no era ms
que un primo de su propio virus. As, sus presuntuosos competidores no
tendran ms remedio que reconocer su derrota.
218
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
41
Latroun, Israel - Verano de 1983
Peregrinacin para un milagro
Philippe!
Sam!
Los dos nombres brotaron con una misma voz gozosa. El americano y el
joven monje de Latroun no se haban vuelto a ver desde haca casi dos aos.
Algn tiempo despus de su accidente, Philippe Malouf supo que sus dos
amigos arquelogos que estuvieron junto a l durante su cada al fondo de las
excavaciones de Gezer haban dejado el equipo de excavadores para regresar a
los Estados Unidos. Recibi varias tarjetas postales: de Mxico, de Hait, de
Pars. Despus, los dos americanos no haban enviado ms noticias, como si
quisieran borrar de sus memorias el recuerdo de su compaero paralizado en
una cama de hospital.
Sam Blum no tuvo tiempo de correr hacia su amigo para abrazarle. Vio la
silla de ruedas lanzarse sobre l como un auto de choque de feria, maniobrado
diestramente por Philippe, cuya mirada triunfadora era la de un nio que acaba
de realizar una proeza.
Como ves, ya no estoy totalmente de luto por mi cuerpo. Me desplazo
como una autntica gacela.
Soltaron ambos una carcajada, y el monje se avino a relatar su
metamorfosis. sta haba comenzado unas semanas despus del accidente con
un estremecimiento de los hombros. Tal acontecimiento atrajo inmediatamente
la atencin de los mdicos. Si Philippe consegua recuperar el uso de sus brazos,
aunque fuese parcial, su invalidez se vera transformada radicalmente. Le
bastara con someterse a una intervencin quirrgica inventada por un cirujano
sueco para poder colgarse por los brazos de un soporte. Entonces podra pasar
solo de su cama a la silla de ruedas. Esa relativa autonoma cambiara sus
219
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
condiciones de vida. Despus de doce meses de ejercicios para fortalecer sus
msculos deltoides, los cirujanos de Jerusaln procedieron a una transposicin
muscular. Desviaron los haces inferiores de los deltoides, desde los hombros
hacia las articulaciones de los codos, que la lesin vertebral haba dejado inertes.
Al cabo de cierto tiempo, gracias a esas nuevas conexiones, Philippe Malouf
pudo mover, estirar y doblar los brazos. Una segunda operacin en las muecas
complet el resultado: esta vez, el joven monje pudo sostener una cuchara entre
dos dedos, apretar un botn y teclear en una mquina de escribir. Era una
resurreccin.
Sam Blum escuch a su amigo con un escalofro de emocin. Volvi a ver
las imgenes del accidente, la subida del cuerpo desarticulado, la carrera hacia
Jerusaln y la expresin lvida del cirujano a la salida de la sala de operaciones.
Como en sobreimpresin y por debajo de la voz gozosa de Philippe, oa al
facultativo responder a las preguntas de su compaero Josef Stein, ansioso de
saber si la parlisis de su amigo sera defnitiva: En el estado actual de nuestros
conocimientos, me temo que s.
Sam tom las manos del monje entre las suyas.
Has ganado, viejo amigo dijo con admiracin.
Philippe hizo retroceder su silla algunos metros.
No ha venido Josef? inquiri, sbitamente confuso por haber hablado
de s mismo antes de hacer esa pregunta.
El rostro del americano se ensombreci. Se quit las gafas y las sec
lentamente con el faldn de su camisa.
Josef est enfermo.
El monje hizo una mueca.
Algo grave?
Sam inclin varias veces su crneo, casi calvo ahora.
Una porquera que los mdicos no saben curar.
Philippe Malouf ignoraba que una extraa epidemia estaba diezmando a
numerosos jvenes norteamericanos, y que lo haca de una manera atroz.
Incluso la palabra sida era desconocida para l.
Un ao... Tal vez un poco ms. De todas maneras, est perdido dijo
Sam. Y esforzndose en sonrer, aadi suspirando: A no ser que ocurra un
milagro!
Era precisamente la esperanza de un milagro y la apremiante peticin de su
compaero las que hicieron que l hubiese emprendido su viaje a Israel. Su
visita coincida con la Pascua juda. Al da siguiente ira al Muro de las
Lamentaciones de Jerusaln. Colocara entre dos piedras el trocito de papel
sobre el cual Josef haba escrito una splica al Dios de los judos, para pedir su
misericordia. Una vez cumplida su misin, camino del aeropuerto se detendra
de nuevo en la abada de los Siete Dolores de Latroun para volver a ver a
Philippe y despedirse de l.
220
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor

Vestigio de los basamentos del templo construido por Salomn, la larga


fachada hecha con enormes bloques de piedra es el lugar ms sagrado del
judaismo. Reluciente, dorado, patinado en su base por el roce secular de las
frentes, de los labios y de las manos, el Muro de las Lamentaciones encarna la
esperanza que ponen los judos en la bondad divina. Millares de trocitos de
papel introducidos en los agujeros y en las hendiduras son otros tantos
mensajes de fdelidad al Dios todopoderoso, oraciones que imploran Su
bendicin para un hijo recin nacido, una esposa enferma, una tienda en
difcultades o la paz sobre la tierra de Sin. Dos veces al ao, el da de Yom
Kippur, la festa del Gran Perdn, y el de la Pascua, los guardianes del Muro
recogen piadosamente todas esas splicas y las guardan en grandes sacos. De
acuerdo con la ley del Talmud que prohbe arrojar o destruir lo que lleva el
nombre de Dios, esos sacos son depositados en un panten del antiguo
cementerio judo del monte de los Olivos, en medio de los sepulcros donde
generaciones de judos reposan a la espera del Juicio Final.
Aquella vspera de la Pascua, centenares de hombres con levita negra y
tocados con el ancho sombrero redondo ribeteado de piel, y de mujeres con la
cabeza oculta en un pauelo, balanceaban el busto marcando el ritmo de la
melopea de su oracin. Grupos compactos de feles y de turistas se apretujaban
delante de la imponente muralla, estrechamente vigilada desde las terrazas de
alrededor por soldados israeles armados.
Al encontrarse de nuevo ante el fabuloso decorado en la desembocadura de
la estrecha callejuela que desciende de las murallas de la Ciudad Vieja, Sam
Blum se qued inmvil, reteniendo el aliento. Pens en las horas de felicidad
compartidas con Josef en aquella explanada, en las vsperas de sabbat y en la
misma luz rosada del crepsculo, en aquellas maanas de festa llenas de
farndulas, de cantos y de la batahola de los shofars. Le pareci que era ayer y
que en cualquier momento iba a or la voz grave de su amigo entonando el
Shema Israel delante de la piedra ms grande. Descendi lentamente los
escalones y franque la barrera que rodea el espacio destinado a la oracin. De
acuerdo con el ritual, coloc en su cabeza el solideo morado que le haba
bordado su madre y se puso sobre los hombros el dial de oracin que se haba
trado de Nueva York. Despus, cuidadosamente, anud alrededor de su brazo
izquierdo y de su frente dos pequeas fundas de cuero negro. Estas flacterias,
que recuerdan que el trabajo manual y el pensamiento deben estar
constantemente dedicados a Dios, contienen unos fnos rollos de pergamino en
los que estn caligrafados los fundamentos de la fe juda. Escucha, Israel
proclama uno de los versculos: El Seor es nuestro Dios, el Seor es Uno. Le
amars con todo tu corazn, con toda tu alma, con toda tu fuerza... y atars los
221
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
mandamientos que te doy ahora en tu brazo para que le sirvan de seal, y stos
estarn tambin en tu frente como un gua entre tus ojos.
El ornamento frontal daba al norteamericano el aspecto de un cclope. Sam
se acerc al mayor bloque de piedra, aquel ante el cual Josef Stein acostumbraba
colocarse para recitar su oracin preferida. Aquel salmo de David era un grito
de amor y de esperanza, una llamada que lanzan al Creador, desde hace treinta
siglos, los hombres de esta tierra. Seor, presta odo a mi voz recit Sam
fervorosamente, balanceando rtmicamente el busto hacia el Muro, que mi
oracin sea ante Tu faz como el incienso, y la elevacin de mis manos como la
ofrenda de la tarde... Luego, parafraseando la llamada de Moiss a Dios para
pedirle la curacin de su hermana leprosa, implor al Creador que pusiese fn a
la lepra moderna que padeca su amigo. Oh, Dios, Te lo suplico, cura a Tu
servidor Josef!, repiti varias veces apasionadamente. Sac entonces de su
cartera el trocito de papel cuidadosamente doblado en el que Josef haba escrito
su splica y lo desliz, entre los dems mensajes, en una rendija entre dos
piedras. Junto a l ascenda la lancinante oracin de los feles. La llamada de un
almudano rabe atraves el aire inmvil por encima del Muro. El americano
senta las ltimas caricias del sol que se pona ms all de la Jerusaln nueva.
An permaneci largos minutos meditando, con los ojos llenos de la visin de
su amigo enfermo. La explanada se vaciaba poco a poco. Exceptuando a
algunos rabinos venerables, Sam no tard mucho en encontrarse solo. Era el
comienzo de la Pascua. En los alrededores, en el ruidoso barrio viejo, as como
en toda la Jerusaln juda, las familias preparaban la comida del Seder, que
conmemora la liberacin de los hebreos de los sufrimientos del exilio.

Al amanecer del da siguiente, mientras Israel reposaba de la festividad de


la Pascua, Sam Blum se hizo conducir en un taxi hasta Tiberades, en Galilea.
Tena que hacer all otra peregrinacin para conseguir la curacin de su amigo.
La tradicin quiere, en efecto, que los judos en desgracia se dirijan a los
grandes santos de su historia para pedirles que intercedan ante el
Todopoderoso. Uno de ellos era un mdico cordobs que vivi en el siglo XII.
Moiss Maimnides era tambin uno de los ms clebres telogos del judasmo.
Sus escritos, como la famosa Gua de perplejos, siguen siendo, desde hace ocho
siglos, el recurso de las conciencias judas. Sus restos descansan en la orilla del
lago donde Jess calm la tempestad y camin sobre las aguas. Sam se
prostern ante el humilde cenotafo de piedras blancas rodeado de laureles, e
implor a Maimnides que hiciera uso de su santidad para intervenir ante
Dios con el fn de que Josef recobre la salud. Inmediatamente despus dirigi
la misma peticin al rabino Meir Ba'al Haness, un santo del siglo II enterrado no
222
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
lejos de all. Cada primavera se celebraba alrededor de su tumba una gran festa
que atraa a millares de feles.
Tal como haba prometido, antes de tomar su avin para Nueva York, Sam
fue a decir adis a Philippe Malouf en su abada. El monje paraltico esperaba
su llegada con una impaciencia que se lea en el rostro. Con un movimiento de
cabeza le indic un sobre que haba en su mesilla de noche.
He escrito a mquina una breve carta para Josef dijo. Oh, casi nada,
slo unas lneas de consuelo y de amistad.
Sam tom el sobre y lo guard en su bolsa.
Le gustar mucho asegur calurosamente. Habla muy a menudo de
los felices momentos que pasamos juntos aqu.
Philippe pareca preocupado.
Josef est pasando una prueba terrible dijo. No quisiera herirle. Me
gustara que leyeses mi carta.
Sam se ajust las gafas y comenz a leer a media voz:
Querido Josef:
Cuando supe que me quedara paraltico para toda la vida, me rebel. Aquello dur
semanas, meses. Insult a Dios. Me comport odiosamente con nuestro padre abad, que
haba tenido la audacia l, tan rebosante de salud, de exhortarme a dar un sentido a
mi sufrimiento. Me deca que, si l invitaba a toda la comunidad a rezar por m, no era
solamente para decirle a Dios que me curase, sino tambin, y sobre todo, para que yo
descubriese un sentido a mi vida de invlido. Pobre padre abad! Mi rebelda segua
siendo total.
Sin embargo, poco a poco, clavado en mi cama, comenc a comprender que, al
menos, segua siendo un hombre. Y que, si lo segua siendo, poda continuar
desempeando mi papel de hombre; que no era ni una legumbre, ni un animal, sino un
ser plenamente capaz de tener una vida que sirviera para algo.
El monje relataba entonces cmo sus dos intervenciones quirrgicas le
haban permitido reinsertarse poco a poco en el mundo de los vivos. Y despus,
cmo las circunstancias le haban puesto en contacto con una joven religiosa
india que cuidaba moribundos en Calcuta.
Tiene dieciocho aos y se llama sor Ananda. Ananda quiere decir la Alegra. Es
ella la que acta por m. Ella es mis brazos y mis piernas. Yo ofrezco en su favor mi
sufrimiento y mi oracin, lo cual le proporciona a ella las fuerzas para obrar. Es
magnfco: cada da nos comunicamos, a miles de kilmetros de distancia, slo con el
poder de la oracin.
En nombre del sentido que he encontrado en mi vida, has de saber, hermano Josef,
que de ahora en adelante ofrecer igualmente mi sufrimiento para que t tambin puedas
tener la suerte que yo he tenido.
223
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
42
Nueva York, USA - Primavera-verano de 1983
Unas pstulas moradas para un enamorado de la pera
Relato de Josef Stein
Todo comenz un da del invierno pasado con una extraa sensacin de
fatiga. Yo, que estaba acostumbrado a recorrer treinta bloques de la Quinta
Avenida o a trotar dos horas cada domingo por los senderos de Central Park,
me sent repentinamente incapaz de subir de un tirn los dos pisos que
conducan a mi apartamento. Cada diez escalones tena que detenerme para
recobrar el aliento. Algunos das despus sent una quemazn en el pecho.
Comenc a toser. Una tosecilla seca, como la de alguien que fuma demasiado.
Sin embargo, yo nunca haba fumado. La tos desapareci tan rpidamente como
haba aparecido, y cargu aquel incidente en la cuenta de la contaminacin del
aire. Las calles son estrechas en Greenwich Village, y en el tejado de la casa que
est enfrente de la ma hay una chimenea que escupe da y noche unas grandes
volutas negras. A pesar de que persista la fatiga, me esforc en no cambiar
ninguna de mis costumbres. A mi regreso de Israel, haba abandonado
defnitivamente la arqueologa para instalarme en Nueva York, donde viva Sam
Blum. Encontr un empleo en una gran agencia de viajes de Manhattan. Al
principio trabaj en la seccin de viajes de empresa y luego se me conf la
responsabilidad de las convenciones y los congresos. Por ese motivo viajaba
mucho, tanto por el interior de los Estados Unidos como por el extranjero.
Vivir en Nueva York me satisfaca plenamente. Adems de la atraccin que
ejercen sobre m las civilizaciones desaparecidas, tengo una pasin que esta
ciudad me permite satisfacer casi cada semana: soy un enamorado de la pera
No faltaba nunca a un espectculo del Metropolitan o del Lincoln Center. Supe
la noticia la tarde que fui a escuchar Sansn y Dalila, durante el entreacto
224
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
posterior a la famosa aria del primer acto, en la que Dalila canta: "Primavera que
comienza, cargada de esperanza..." Mientras los espectadores se precipitaban al
bar en busca de una copa de vino blanco o de champn, yo corr a una cabina
telefnica para llamar a mi mdico.
Mis accesos de tos se haban manifestado de nuevo, y me despertaba por
la noche inundado de sudor. Al principio cre que se trataba de un simple
resfriado o de la gripe. Nadie que padece un catarro quiere imaginarse que
puede tratarse de otra cosa. Pero, como la tos persista, acab yendo al mdico.
El doctor F. es muy bajito y calvo. Se parece al actor Mickey Rooney, con sus
gruesas gafas de concha y su corbata de pajarita. Me auscult cuidadosamente y
me recet unos antibiticos. No pareca nada preocupado. Poco despus
desaparecieron la tos y los sudores nocturnos. En cambio, cada vez me senta
ms fatigado. Al cabo de poco tiempo, cuando me vesta, tena la impresin de
fotar dentro de mi ropa. Seguramente haba adelgazado, aunque no careca de
apetito. Transcurrieron varias semanas. Me haba acostumbrado a vivir a
marcha lenta, como un coche al que le falta la mitad de los pistones.
Una maana, cuando estaba desayunando, tuve difcultades en tragar. Me
mir la garganta y comprob que mi lengua estaba cubierta de pequeas
pstulas azuladas, insensibles al tacto. Pens en el afta. Al da siguiente, la
erupcin haba disminuido, pero segua costndome tragar. Visit de nuevo al
mdico, que me envi a un dermatlogo. Despus de un meticuloso examen
que le dej perplejo, sac unas muestras de mi lengua y me pidi que llamase a
mi mdico internista ocho das despus para saber el resultado del anlisis.
Trat de no cavilar demasiado hasta aquella famosa tarde en que llam,
desde el teatro, al doctor F. El telfono son interminablemente y, ya iba a
colgar, cuando le o al fn al otro lado de la lnea. Me pareci un poco incmodo.
Las noticias no son muy buenas acab diciendo. Su biopsia de la
lengua parece revelar algo serio. Podra tratarse de una enfermedad muy rara
que, normalmente, no afecta a las personas de su edad. Antes de confrmarlo,
hay que realizar otros anlisis.
Le pregunt cul era esa enfermedad. El mdico me dijo un nombre que
yo no entend. Me lo repiti deletreando: de kilo, A de Amrica, P de
providencia... Kaposi, anot yo, en una esquina de mi programa. Ya estaba
sonando el timbre del teatro, llamando a la sala a los espectadores. Me cit con
l para el da siguiente y corr a ocupar de nuevo mi asiento. Lo olvid todo
para saborear la dicha de or de nuevo a la bella Dalila en el segundo acto,
cuando, tras descubrir el secreto de la fuerza herclea de Sansn, le corta
despiadadamente los cabellos.
Algunos das despus los exmenes complementarios confrmaron el
diagnstico de mi infeccin bucal. Mientras tanto, haba intentado informarme
sobre aquella infeccin de nombre extrao. Supe que la enfermedad de Kaposi
era una de las manifestaciones de la epidemia que acababa de declararse en
225
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
Nueva York y en California y que atacaba sobre todo a los homosexuales. Mi
mdico me confrm que se trataba sin duda del mal que era llamado "sida". Un
mal cuyo origen se ignoraba, pero que se sospechaba que era un virus
transmitido por va sexual o sangunea. El sida destrua el sistema inmunitario
del organismo, lo cual favoreca la aparicin de lesiones infecciosas, como las
pstulas de mi lengua.
El doctor F. se dedic a buscar la razn de mi inmunodepresin. Me hizo
toda clase de preguntas. Algunas eran realmente embarazosas. Se interesaba
bsicamente por mi comportamiento sexual durante los tres aos anteriores.
Practicaba el intercambismo? Cuntos compaeros haba tenido?
Frecuentaba acaso las bath-houses? Etc., etc. El mdico tomaba notas. Temo que
mis respuestas no le parecieron sufcientes.
De hecho, yo viva solo. Con Sam slo tena algunas relaciones episdicas.
Aunque nos una un profundo afecto, permanecamos completamente libres.
Hasta los dieciocho aos, yo haba salido slo con muchachas, sin tener
necesidades sexuales excesivas. Descubr mi homosexualidad en un tren, entre
Salt Lake City y Chicago. En aquel momento me sent horriblemente culpable.
Haba recibido una educacin religiosa bastante estricta y saba que la Torah
condena cualquier relacin carnal ajena a la conyugal. Cuando ramos todava
muy jvenes, mi padre nos hizo aprender de memoria, a mi hermano y a m, el
famoso mandamiento del Levtico que proclama: "No te acostars con un
hombre como se hace con una mujer, pues es una abominacin." Dud durante
mucho tiempo en transgredir esa prohibicin, porque soy creyente. Cuando
fnalmente ced fue en San Francisco, adonde tuve que ir para cursar mis
estudios superiores.
Sin embargo, desde mi salida de la tintorera familiar de Pittsburgh,
apenas cometa excentricidades. Tena una vida ms bien ordenada. Conoc a un
artista, un pintor, y vivimos juntos tres aos de una manera casi mongama.
Cierto que de vez en cuando iba a tomar una copa a un bar, a una discoteca o a
una bath-house del Castro, pero era ms por curiosidad que para satisfacer mi
libido. Incluso encontraba bastante deprimente el espectculo. Nunca haba sido
tentado por las orgas de los establecimientos neoyorquinos que tanto abundan
en el Village. Slo mi estancia en Israel me arrastr a hacer algunas locuras.
Habr que culpar de ello al clima o a la excitacin de estar en un pas donde
cada lugar enfebreca mi imaginacin? O tal vez era el resultado del exotismo
de algunos encuentros fortuitos con jvenes rabes? No lo s. De todas maneras,
poco importa. Si tuviera que hacerlo otra vez, lo repetira.

Un enrgico tratamiento quimioteraputico a base de vinblastina permiti


acabar con la infeccin bucal de Josef Stein. Sin embargo, al fnal del verano
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
singularmente trrido que padeca Nueva York aquel ao, nuevas pstulas
moradas, semejantes a las que haban invadido su boca, comenzaron a brotar en
diversos lugares de su cuerpo, especialmente en la planta de un pie, debajo de
la rodilla y en las aletas de la nariz. Aquella brusca extensin del mal que l
crea curado coincidi con la reaparicin de la tos seca, de la febre y de la
extremada fatiga que le haban abrumado el invierno anterior. Esta vez, el
mdico sospech de una neumocistosis, una de las ms graves infecciones que
se desencadenan a causa del hundimiento de las defensas inmunitarias. Hizo
trasladar a su paciente con toda urgencia al centro mdico Bellevue, cuyas
veintisis plantas dominan el East River. No haba ninguna cama disponible, y
Josef Stein fue enviado a otro hospital del barrio del Bronx. Una experiencia
terrible.
No s si fue por el horror a los gays o por el terror al sida, pero me dejaron
prcticamente sin atencin y sin alimentos durante dos das. Abandonaban en el
pasillo la bandeja de mis comidas. No entraba nadie en mi habitacin para
vaciar mi orinal o para hacer la limpieza. Las escasas enfermeras que me traan
medicamentos llevaban la cara enmascarada y guantes en las manos, e iban
vestidas con un atuendo especial. Parecan astronautas. Ni un solo mdico
examin las lesiones de Kaposi de mis piernas y mis brazos. stas me hacan
sufrir cruelmente. Mi piel se haba puesto tan dura, y mis miembros tan rgidos,
que me hacan reclamar desesperadamente un masaje. Pero nadie se atreva a
tocarme. Durante aquellos dos das de pesadilla, no o ni una palabra de
consuelo, ni la menor frase de simpata. Era menos que un animal.
Sam Blum arranc a su amigo de aquel autntico moridero para llevarle a
un lugar donde se trataba con humanidad a los enfermos afectados por la nueva
peste. Indic al chfer de la ambulancia la direccin de los rascacielos de
Manhattan que emergan de la bruma.
Al hospital Saint-Clare! grit, antes de precisar la direccin del
antiguo establecimiento del barrio de los inmigrantes italianos del West Side,
donde el doctor Jack Dehovitz y un puado de enfermeras voluntarias eran casi
los nicos que aliviaban en Nueva York el infortunio de las vctimas de lo que
muchos llamaban todava la clera de Dios.
227
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
43
Bethesda, USA - Pars, Francia
Primavera de 1983-invierno de 1985
Competicin sin cuartel a una y otra orilla del Atlntico
Implacable y preciso como un horario de ferrocarril, el modesto boletn del
Centro de Control de Enfermedades Infecciosas, en Atlanta, informaba cada
semana de la inexorable agravacin de la epidemia. Las estadsticas que public
el 22 de junio de 1984 eran edifcantes. En tres aos, 4.918 norteamericanos
haban sido afectados por el sida. Cerca de la mitad, 2.221, ya haban muerto, y
el porcentaje de fallecimientos entre los enfermos ya diagnosticados antes de
julio de 1982 se elevaba a ms de las tres cuartas partes. La situacin en Europa
era igual de alarmante. En su nmero del 2 de noviembre de 1984 el CDC
revelaba que en ocho meses la cantidad de casos haba aumentado el ciento por
ciento. La palma de ese triste balance se la llevaba Francia por el nmero de
enfermos, y Dinamarca por el nmero de vctimas por milln de habitantes.
Que una tragedia as consiguiese la unin sagrada de todos los cientfcos e
investigadores del mundo pareca entrar en la lgica de las cosas. Pero no
ocurra nada de eso. La nueva peste provocaba lamentables confictos de
personas y de intereses, violentas rivalidades. Nadie habra podido imaginar el
duelo que entablaron entre bastidores el norteamericano Robert Gallo y el
francs Luc Montagnier. Un duelo en que las estocadas se intercambiaban so
capa de la colaboracin ms fraternal y de la amistad ms indefectible. Los dos
cientfcos y sus equipos se visitaban, se telefoneaban, se escriban, acogan a sus
tcnicos respectivos, se comunicaban sus reactivos, sus virus y sus resultados.
Se divertan juntos en las trattorias italianas de Washington y en los bistrots
auverneses de la rive gauche de Pars. Se reciban los unos a los otros, se
tuteaban, se esperaban y se acompaaban al aeropuerto. Si se presentaba la
228
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
ocasin, chapoteaban como colegiales en las piscinas de los hoteles donde
celebraban sus coloquios.
Detrs de esta fachada se ocultaba una lucha sin cuartel. Las presiones
sobre la prensa cientfca, las sustituciones, deseadas o no, de documentos
fotogrfcos, las acusaciones de desviacin con fnes mercantiles de muestras
biolgicas prestadas por el laboratorio rival, los aditivos a posteriori en el balance
de tal o cual seminario y la lista de las numerosas indelicadezas de que algunos
investigadores pocos, es cierto se hicieron culpables en aquel tercer ao de
epidemia, no aadan una pgina gloriosa a la historia de la investigacin
mdica.
Desde que se meti defnitivamente en la carrera, Robert Gallo se mostraba
como un implacable adversario de los franceses. Seguro de su indiscutible
supremaca en materia de retrovirologa, estaba convencido de que le
corresponda el derecho de vincular su nombre al descubrimiento del agente
responsable de la plaga. Al atreverse a discutirle ese privilegio, Luc Montagnier
y su equipo se metan en su terreno. Una audacia que el eminente cientfco
americano estaba totalmente decidido a no tolerar. Pero, hbil estratega, se haba
guardado mucho de chocar de frente con sus competidores. Por el contrario,
ms bien haba intentado engatusarlos, distraer su vigilancia, embrujarlos con
su locuacidad legendaria, su campechanera, su amistosa condescendencia. En
cuanto tuvo conocimiento de los resultados obtenidos en la sala Bru, se
apresur a enviar a los franceses unos especmenes de su propio retrovirus
HTLV para permitirles compararlo con el presunto nuevo retrovirus humano
que crean haber hallado y comprobar as su error.
Cruz el Atlntico a principios de junio de 1983 para escuchar mejor a sus
amigos y consolidar el idilio. En su opinin, el virus salido de los tubos de
Jean-Claude Chermann y de Franoise Barr-Sinoussi no era, como ellos crean,
un nuevo virus, sino a buen seguro un primo carnal de su HTLV. Acaso no
tenan el uno y el otro las mismas propiedades? Ambos se transmitan por la
sangre, por los contactos sexuales y las infecciones congnitas. Ambos atacaban
a los mismos linfocitos T4, soportes de las defensas inmunitarias. Su acento de
sinceridad, sus promesas de ayuda y su capacidad de conviccin eran tan
grandes, que los franceses no tenan ninguna razn para desconfar.
Robert Gallo invit a Luc Montagnier a ir a Bethesda y a exponer sus
resultados ante los miembros de su Task Force, aquella fuerza especial de
intervencin antisida creada por las autoridades sanitarias norteamericanas. El
francs desembarc llevando en su maleta una cajita de hielo carbnico que
contena la muestra del virus aislado en el Instituto Pasteur que le haba pedido
su colega norteamericano. Montagnier esperaba que Gallo y sus colaboradores
la estudiasen con calma y reconociesen su originalidad. Pero, al parecer, el
maestro de Bethesda no tena ninguna intencin de reconocer su error. Enterr
el regalo en el fondo de uno de sus congeladores y slo concedi unos minutos
229
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
a su invitado, no dndole ni siquiera el tiempo de hacer nacer un poco de
curiosidad en el arepago de investigadores que haba reunido.
Humillado y decepcionado, Luc Montagnier regres a Francia
absolutamente decidido a responder al desafo. Puesto que lo ms selecto de la
retrovirologa norteamericana se negaba a tener en cuenta el descubrimiento
francs, recurrira de nuevo a los medios de comunicacin. En agosto de 1983
propuso a la revista cientfca Nature un texto que describa la afnidad
especfca del virus LAV
20
con los linfocitos T4 garantes de las defensas
inmunitarias del cuerpo humano. Pero como la infuencia de Robert Gallo se
extenda a toda la prensa cientfca, la revista declin el ofrecimiento de los
franceses: Su presunto virus tal vez sea una contaminacin de laboratorio
objet el redactor jefe. Esperen un poco antes de dar a conocer ofcialmente
sus resultados. Tomen ejemplo de Gallo, que trabaj dos aos antes de publicar
su trabajo sobre el primer retrovirus humano HTLV.
El artculo de un periodista britnico en el Journal of the American Medical
Association, en agosto de 1983, suaviz un poco la frustracin del equipo francs.
La sigla LAV apareca por primera vez en la prensa mdica internacional. Pero
Gallo no se dej sorprender. Pudo ahogar el pez a tiempo. Otro artculo, del
mismo periodista y en el mismo nmero, cantaba las alabanzas del investigador
americano y proclamaba que su virus HTLV era el sospechoso nmero uno
como principal agente responsable del sida.
Como si quisiera distraer la vigilancia de sus competidores, Robert Gallo
encarg a su especialista en cultivos de retrovirus, el checo Mikulas Popovic,
que pidiese al equipo del Instituto Pasteur el envo de nuevos especmenes del
virus I.AV. Popovic reconoci humildemente que no haba logrado hacer crecer
en sus cultivos de clulas la muestra del virus trada en julio por Luc
Montagnier. Antes de acceder a esa solicitud, el investigador francs exigi la
frma de un documento por el cual el laboratorio americano se comprometa a
utilizar nicamente el virus LAV del Instituto Pasteur con fnes de investigacin
fundamental y nunca con fnes comerciales. Mikulas Popovic se apresur a dar,
en nombre de Gallo, la garanta solicitada. Una garanta que result ser un
papel mojado. El da que Robert Gallo anunci su propio descubrimiento del
agente responsable del sida, afrm no haber utilizado nunca los especmenes
enviados por los franceses.

Fingiendo an, por el momento, la ms cordial colaboracin, el


norteamericano invit de nuevo a Luc Montagnier para que viniese a hablar del
20
Nombre dado por el equipo del Instituto Pasteur al virus descubierto por ellos en la sala
Bru: Lymphadenopathy Associated Virus (virus asociado a las linfoadenopatas).
230
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
LAV aprovechando un coloquio que haba organizado para el 15 y el 16 de
septiembre de 1983 en Cold Spring Harbor, el campus donde Franoise Barr-
Sinoussi, algunos meses antes, haba despertado la curiosidad de la for y nata
de la investigacin. Una vez ms, Montagnier comprob que aquel encuentro
era un festival bien orquestado en honor del maestro de Bethesda y de su nico
HTLV. No me concedieron la palabra hasta la ltima sesin nocturna se
lament. La mitad de los participantes se haban ido ya, y apenas me
concedieron veinte minutos.
21
Aquel reducido auditorio recibi su exposicin
con una barrera de interrogantes crticos. El propio Gallo dio pruebas de una
virulencia muy particular, llegando incluso a poner en duda la pertenencia del
LAV a la familia de los retro virus.
Luc Montagnier, estupefacto, interpel a su anftrin para conocer los
motivos de su agresividad.
You have punched me out (Me has chafado el invento) respondi, al
parecer, el norteamericano.
Robert Gallo se daba cuenta de que el descubrimiento del Instituto Pasteur
comenzaba a hacer que vacilase la certeza de algunos cientfcos
norteamericanos en lo que se refera al papel del retrovirus HTLV en el sida. Sin
embargo, su ascendiente sobre sus colegas era tan grande que nadie se atreva
todava a profundizar en la cuestin. Para los Estados Unidos dice
Montagnier el LAV segua siendo un pelado, un perro sarnoso.
Un nuevo coloquio en un castillo del valle del Loira, una reunin
internacional en Pars, una conferencia en Ginebra bajo los auspicios de la
Organizacin Mundial de la Salud, y fnalmente, a comienzos de febrero de
1984, un monumental congreso en Park City, con el fondo mgico de las
montaas de Utah, permitieron a los franceses proseguir en su incansable
cruzada para que se reconociese la validez de sus trabajos. En realidad, sin
mucho xito. Un ao despus de su descubrimiento, la mayora de los virlogos
del otro lado del Atlntico seguan negndose obstinadamente a admitir que el
virus aislado en Pars pudiera ser el agente del sida. Sin embargo, en Park City,
los franceses descubrieron algunas fallas en aquel frente hostil. Brillantemente
defendida por Jean-Claude Chermann, uno de los principales artesanos de la
sala Bru, la tesis del Instituto Pasteur pareci convencer especialmente a los
representantes del Centro de Control de Enfermedades Contagiosas de Atlanta,
que pidieron que unos especmenes del LAV fuesen enviados a sus expertos.
Dos meses despus un golpe de teatro conmovi el mundillo de la
investigacin. En una entrevista publicada en el New York Times, James Mason,
el director del Centro de Atlanta, anunci que el LAV del Instituto Pasteur es el
agente ms probable del sida.
21
Luc Montagnier, Vencer el sida, Conversaciones con Pierre Bourget, ditions Cana, Pars,
1986.
231
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor

Los franceses tuvieron la cordura de no regocijarse antes de tiempo. En


efecto, an no se haba secado la tinta del venerable diario neoyorquino cuando
estallaba una noticia an ms sensacional: El profesor Gallo ha aislado el
verdadero virus del sida! Decretando que el recin nacido perteneca a la familia
de los retrovirus HTLV-1 y HTLV-2, descubiertos por l anteriormente, lo
bautiz con el nombre de HTLV-3. Este ltimo vastago de la familia hara una
estrepitosa entrada en las pilas bautismales de la investigacin mdica mundial.
Deseando sacar todo el partido posible a aquel descubrimiento, el Gobierno
norteamericano le eligi como madrina a Margaret Heckler, la secretaria de
Estado para la Salud Pblica, una encantadora pelirroja llena de buena
voluntad, pero poco informada de los enfrentamientos cientfcos que se
producan entre bastidores. A pocos meses de las elecciones presidenciales, el
poder poltico consideraba providencial la llegada del beb de Robert Gallo.
El anuncio de aquella victoria contra la terrorfca plaga no dejara de hacer caer
los votos de millones de homosexuales en la escarcela de Ronald Reagan. Por
otra parte, proporcionaba una brillante justifcacin de que las montaas de
dlares destinadas a la investigacin no haban sido en vano.
Alabando el triunfo de la ciencia sobre la terrible enfermedad, la seora
ministra anunci ofcialmente, en una conferencia de prensa celebrada en
Washington el 24 de abril de 1984, que el profesor Robert Gallo y su equipo
han hallado un nuevo virus, el HTLV-3, y aportado la prueba de que es el
agente del sida. Margaret Heckler afrm, adems, que los investigadores de
Bethesda dispondran antes de siete meses de un test que permitira eliminar
cualquier riesgo de contaminacin en las reservas de sangre destinada a las
transfusiones, y que, antes de dos aos, existira una vacuna. No dijo ni una
palabra del virus francs, limitndose a aludir vagamente a otros
investigadores que, en el mundo, han logrado resultados en este terreno, y
condescendi a citar particularmente los esfuerzos del Instituto Pasteur de
Francia, que ha trabajado, en parte, en colaboracin con el Instituto Nacional del
Cncer.
Un periodista se atrevi a perturbar el diluvio de elogios que cay en
seguida sobre el virlogo norteamericano y sus colaboradores.
Su virus no es el mismo que el de los franceses? pregunt el
impertinente.
Robert Gallo eludi la embarazosa pregunta salindose por la tangente.
Al enterarse de la puesta en escena de Washington, Luc Montagnier no
pudo refrenar su indignacin. En el terreno de la tica cientfca, el anuncio
ofcial de aquel descubrimiento era de lo ms criticable escribi ms adelante
. Al recibir las muestras de nuestro retrovirus, el investigador norteamericano
debi comparar el que haba descubierto con el nuestro y publicar l mismo la
232
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
comparacin; de la misma manera que, cuando nosotros descubrimos el LAV, lo
comparamos con su retrovirus HTLV-1. Crea que los franceses (como declar a
un peridico de Nueva York) no mantendran el tipo e, inclinndose ante el
rodillo compresor americano, se resignaran a llamar a su virus HTLV-3?
Todo iba bien en el mejor de los mundos posibles para el dueo y seor de
Bethesda. Unas horas antes de que su ministro anunciase que Gallo haba
puesto en marcha su propio test detector del virus del sida, abogados del
Gobierno de los Estados Unidos presentaban una solicitud de patente. El primer
efecto de esta precaucin sera el de prohibir el acceso al mercado americano del
test Elisa, desarrollado un ao antes por el equipo del Instituto Pasteur. Si
queran hacer valer sus derechos, los franceses slo tenan un recurso: atacar
legalmente al Gobierno de los Estados Unidos.
La aparicin de cuatro artculos en el nmero del 4 de mayo de 1984 de la
revista Science envenenara an ms con nuevas polmicas el enfrentamiento
franco-americano. Esa ofensiva cientfco-literaria, cuyo autor era sin duda
alguna el infatigable Robert Gallo, iba ilustrada con espectaculares fotografas
que pretendan mostrar el virus HTLV-3 en las diferentes fases de su desarrollo.
Dos aos despus, el cientfco americano se vera obligado a reconocer que los
documentos publicados con su frma no mostraban en ningn caso su virus,
sino, sencillamente, el LAV de los investigadores franceses. Se disculp
afrmando que se trataba de un estpido error cometido por el fotgrafo que
trabajaba para su laboratorio.
Un mes despus, Luc Montagnier descubrir que el balance ofcial del
coloquio al que haba asistido en el mes de septiembre del ao anterior en Cold
Spring Harbor haba sido modifcado. Aunque Gallo no haba pronunciado ni
una palabra sobre su HTLV-3 durante el encuentro por la sencilla razn de
que todava no haba sido identifcado, he aqu que el seor de Bethesda
describa extensamente aquel retrovirus en la introduccin que hizo aadir al
documento antes de su publicacin. No era la primera vez que Robert Gallo,
considerndose el amo indiscutido de la investigacin mdica, se permita hacer
creer en la anterioridad de unos resultados a los que l slo haba llegado
mucho despus, escriben dos famosos periodistas cientfcos.
22
Luc
Montagnier, por su parte, se limita a aadir una lnea melanclica a la larga lista
de sus agravios: Con desprecio de todas las reglas de la deontologa cientfca,
Gallo reescriba la historia a su manera.

Esta manera de actuar tena que acabar por despertar algunas sospechas.
Algunos cientfcos norteamericanos comenzaron a hacerse preguntas. Aquel
22
Mecanismos de competencia y de defensa en un conficto cientfco, por Johan
Heilbron y Jaap Gondsmidt, Actes de recherches en sciences sociales, septiembre de 1987.
233
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
virus HTLV-3, anunciado con gran redoble de tambores, era realmente un
nuevo retrovirus, o bien simplemente el que los franceses ya haban encontrado
haca ms de un ao? Era el indiscutible agente responsable del sida? Dos
interrogaciones fundamentales que obligaron a Gallo a descender de su estado
poltico-publicitario para volver a ser el excepcional virlogo que era. Envi a
Pars al bilogo indio M. G. Sarnagadharan, uno de los primeros violines de su
orquesta, con la misin de comparar las protenas de sus virus con las del virus
del equipo del Instituto Pasteur. El estudio revel que eran semejantes en todos
los aspectos. Por su parte, el CDC de Atlanta solicit a los dos laboratorios
competidores que le proporcionaran muestras de sangre que contuviesen sus
virus respectivos. Estos envos cifrados permitieron llegar a los mismos
resultados. Los dos virus eran autnticos gemelos.
Era necesaria una ltima comprobacin, esta vez a nivel molecular, para
confrmar su similitud de una manera irrefutable. El anlisis molecular exige
unas tcnicas extraordinariamente sofsticadas. La primera, llamada clonaje,
consiste en introducir elementos genticos del virus en unas bacterias. stas, al
multiplicarse, permiten obtener importantes cantidades de virus. La segunda
operacin, llamada secuenciado, tiene por objeto descifrar el cdigo gentico
de un virus. Se trata de establecer el encadenamiento exacto de sus nucletidos,
es decir, de los elementos que componen, en un orden determinado, su cdigo
gentico. Estos trabajos moleculares, infnitamente complejos y minuciosos,
requieren unos autnticos orfebres y una tecnologa que daba al grupo de
Robert Gallo, por el hecho de su vasta experiencia, clara ventaja sobre el equipo
del Instituto Pasteur.
Los dos laboratorios se lanzaron a una carrera desenfrenada. Fue la china
Flossie Wong-Staal, una de las bilogas superdotadas del equipo de Bethesda,
quien consigui el primer clonaje del retrovirus norteamericano, batiendo por
pocas semanas a los investigadores franceses. Pero estos ltimos se tomaran su
desquite. El 21 de enero de 1985 describieron, en tres pginas de la prestigiosa
revista Cell, el encadenamiento de los 9.139 nucletidos que constituan el
cdigo gentico del virus LAV que ellos mismos haban descubierto casi dos
aos antes. Cinco das despus, el equipo de Gallo publicaba a su vez en la
revista Nature los resultados concernientes al retrovirus norteamericano. El
artculo iba frmado por veinte autores pertenecientes a tres centros de
investigacin diferentes, mientras que slo cinco bilogos, todos del mismo
laboratorio, haban frmado juntos el texto francs.
23
Valdr un francs por
cuatro norteamericanos?, pregunt Luc Montagnier, encantado de lavar con
ello algunas de sus humillaciones.
Lo importante era la similaridad perfecta de aquellos diversos resultados.
Ahora ya no poda dudarlo nadie: el virus norteamericano y el virus francs
23
Marc Alizon, Stewart Cole, Olivier Danos, Pierre Sonigo y Simon Wain-Hobson.
234
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
eran, sin ms, un solo y mismo virus. El descifrado de su cdigo gentico
demostraba adems que se trataba de un virus nuevo, sin relacin de
parentesco, como haba credo Robert Gallo, con el primer retrovirus humano
descubierto por l. La identifcacin minuciosa de sus genes permiti confrmar,
sobre todo, lo que todo el mundo esperaba impacientemente: s, el HTLV-3/LAV
era el agente mortal de la epidemia.

Por encima de las querellas que continuaron enfrentando a los


investigadores de las dos orillas del Atlntico, un campo de experimentacin
totalmente virgen se abra para ellos a partir de ahora. Al desvelar uno tras otro
los secretos de los genes del virus, podran comprender mejor su papel en la
enfermedad. Podran perfeccionar a medio plazo los tests de diagnstico y tal
vez, en un futuro prximo, poner a punto unas vacunas.
Aquel bello concierto de esperanza en el futuro ignoraba, curiosamente, la
trgica realidad del presente. Las vctimas que agonizaban y moran eran cada
da ms numerosas, sin que las gigantescas sumas invertidas en la identifcacin
del virus pudiesen aportarles el ms mnimo alivio. Se hablaba de tests y de
vacunas, pero casi nunca de tratamiento, como si fuese ms imperioso el
arreglar cuentas con el asesino que reparar los daos que ya haba producido.
Para el doctor Sam Broder, el antiguo vendedor de hamburguesas de origen
polaco, diariamente enfrentado en su hospital con el sufrimiento, la
desesperacin y la muerte de los enfermos, este olvido era inaceptable. El
director del programa de oncologa clnica del Instituto Nacional del Cncer
tena que borrarlo.
235
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
44
Bethesda, USA - Otoo de 1984
Un primer resplandor en la noche del sida
Era precisa la obstinacin visceral de un fugitivo del terror nazi para
aceptar aquel desafo. El doctor Sam Broder meda la enormidad de la tarea que
se le presentaba. Todos los pasados esfuerzos para poner a punto medicamentos
antivricos slo haban conseguido unos resultados muy limitados. La facultad
de los retrovirus para ocultarse en el centro del patrimonio gentico de las
clulas los convierte en blancos muy difciles de alcanzar. Tanto ms cuanto que
pueden permanecer all inactivos y por lo tanto indescubribles durante
aos. Cmo destruirlos sin correr el peligro de aniquilar a la vez los glbulos
blancos que los albergan? Todo el problema resida en eso: haba que inventar
un remedio que ofreciese lo que los mdicos llaman un indicio teraputico
aceptable; es decir, un remedio cuya toxicidad con respecto a su efcacia fuese
tolerable por los enfermos.
Como el retrovirus del sida infectaba a una gran variedad de tejidos y de
clulas, el problema se complicaba an ms. Poda, por ejemplo, alojarse en el
sistema nervioso central, donde se encontraba protegido por una barrera que
muy pocos compuestos farmacuticos eran capaces de franquear. Y si, por
suerte, conseguan alcanzarlo, las clulas ya afectadas por el virus
probablemente no curaran nunca. Otras complicaciones debidas al sida, como
el sarcoma de Kaposi y algunos tumores, particularmente agresivos, del sistema
linftico, tampoco eran totalmente curables. En una palabra: la complejidad y
sus daos devastadores representaban, segn confesaba incluso el cancerlogo
americano, un desafo excepcional, casi insuperable.
Sin embargo, la ciencia no estaba totalmente desarmada. Aunque los
investigadores todava no haban tenido tiempo de dedicarse al nico retrovirus
humano conocido hasta entonces, y que slo pareca producir unas leucemias
236
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
muy raras, haca tiempo que trabajaban sobre los retrovirus animales. Ya haban
experimentado contra ellos un gran nmero de sustancias qumicas. Sam
Broder conoca al menos cinco de ellas que haban conseguido notables xitos.
Esos productos efcaces en ratones y carneros, no podran serlo igualmente en
los hombres? Ante la urgencia y la ausencia de alternativa, la idea era seductora.
Pero como slo una prueba con los enfermos poda responder a la pregunta, la
cuestin tropezaba con un obstculo de otra naturaleza. En los Estados Unidos,
ningn producto curativo puede ser experimentado en un ser humano, ni
siquiera cuando ste se ofrece voluntario o est in articulo mortis, sin que sea
previamente reconocido y aprobado por la todopoderosa Food and Drug
Administration, la agencia federal encargada de los productos alimentarios y
farmacuticos. Los trmites son tan complicados que exigen meses, e incluso
aos, de verifcaciones. Cmo poda esperar yo un plazo tan largo dice Sam
Broder cuando mis enfermos me gritaban cada da desde su lecho de agona:
"Dese prisa, doctor"?
El mdico-investigador se vio obligado, pues, a explorar otros caminos.
Suponiendo que algunos tratamientos teraputicos ya aprobados por la
omnipotente FDA para diferentes infecciones vricas tal vez tendran
posibilidades de resultar activos contra el sida, encarg a sus colaboradores una
exploracin sistemtica de la literatura farmacutica y mdica de los ltimos
aos. Un trabajo de hormiga que se hizo posible en un tiempo rcord gracias a
los ordenadores de la Biblioteca Nacional de Medicina, situada a menos de
quinientos metros de su laboratorio.
Empujado por la misma sensacin de urgencia que su colega del CDC de
Atlanta, Jim Curran, y tan infatigable como l, Sam Broder vea mosconear
intilmente a los equipos de virlogos reunidos en el campus de Bethesda. Con
el fn de obligarles a unirse a su cruzada, los bombardeaba desde haca algunos
meses con un diluvio de material biolgico procedente de los casos ms
signifcativos de los enfermos que l atenda. Para hacer an ms atractivas esas
muestras de ganglios, de sangre o de mdula, a menudo las entregaba l
mismo, en propia mano, a sus destinatarios. Situado slo a cinco minutos a pie
de su hospital, el laboratorio de Robert Gallo, en la sexta planta del pabelln 37,
constitua una etapa privilegiada en el circuito de esas entregas. Al principio, el
eminente investigador y sus colaboradores se sorprendieron de ver al jefe del
programa de oncologa clnica del Instituto Nacional del Cncer molestndose
personalmente. Pero en seguida comprendieron que yo no iba solamente a
entregarles algunos trozos de rganos o un poco desangre infectada explica
Sam Broder, sino que mi presencia subrayaba una situacin excepcional que
exiga su implicacin inmediata y total.
Su obstinacin acab dando frutos. Sus colaboradores descubrieron, en una
de las revistas cientfcas conservadas en la Biblioteca Nacional de Medicina, la
existencia de un compuesto con propiedades sorprendentes. Es verdad que son
237
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
muy pocos los americanos de hoy que padecen el mal que se cura, desde hace
sesenta aos, con la suramina, una sal sulfnica de color rosa plido que mata al
Trypanosoma gambiense, el parsito africano responsable de la enfermedad del
sueo. Mas, era otra propiedad de esa sal lo que haba llamado la atencin de
los investigadores de Sam Broder. Segn los autores de la publicacin, la
suramina tena la facultad de inhibir la accin de la transcriptasa inversa de los
retrovirus animales, el enzima especfco que permite a ese tipo de virus
insertarse en el patrimonio gentico de las clulas. Por fortuna, este
medicamento haba recibido haca tiempo la aprobacin de los censores de la
FDA. El cancerlogo no pudo refrenar su entusiasmo.
Sin embargo, otros estudios uno de ellos localizado en las pginas
amarillentas de un peridico de medicina tropical con una antigedad de
medio siglo revelaban que la suramina tena serios efectos txicos,
especialmente en el funcionamiento de las cpsulas suprarrenales, y que poda
acarrear un riesgo de coma. Pero aquel remedio tena al menos el mrito de
existir dice Sam Broder. Bastaba con una llamada telefnica a la casa Bayer,
en Alemania, para recibir en seguida algo con que tratar a nuestros enfermos.
Despus de haber controlado su efcacia en el laboratorio, public en el nmero
del 12 de octubre de Science una comunicacin donde declaraba que las
pruebas in vitro de la suramina mostraban una proteccin de los glbulos
blancos puestos en contacto con el virus del sida. Explotada inmediatamente
por la gran prensa, la informacin hizo el efecto de una bomba. El mismo da de
la publicacin, docenas de llamadas telefnicas procedentes de toda la nacin
bloquearon la centralita del hospital de Bethesda. Algunos enfermos de San
Francisco se apresuraron a tomar el primer avin hacia Washington con la
esperanza de formar parte de los voluntarios a los que Sam Broder iba a
inyectar las primeras dosis de suramina. Y algunos clnicos desesperados por su
impotencia para aliviar a sus pacientes cada vez ms numerosos acudieron
desde Nueva York, Los ngeles, Miami, Houston, desde todo el pas. Otros se
ofrecieron a Broder para probar directamente el nuevo tratamiento en su
servicio hospitalario.
Uno de los adeptos ms fervientes de cualquier esfuerzo con vistas a
descubrir un medicamento era Michael Gottlieb, el joven inmunlogo de la
Universidad de California, en Los ngeles, que, en junio de 1981, haba
revelado al mundo la existencia de la nueva epidemia. El deseo de curar a mis
enfermos me haca estar fanticamente atento a la menor investigacin
emprendida para el descubrimiento de un remedio dice Gottlieb.
Especialmente los diversos protocolos teraputicos en vas de ensayo en el
campus de Bethesda. Para los facultativos como yo, enfrentados cada da con el
horror, Sam Broder encarnaba la esperanza de escapar algn da de la
pesadilla.
238
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
Lo mismo que Sam Broder, haba explorado la literatura mdica,
examinado los informes de las experiencias de los grandes laboratorios de
virologa, y preguntado en los coloquios y en los congresos a quienes trabajaban
con las sustancias antivricas. Un da, mientras tomaba un Campari con el
investigador francs Jean-Claude Chermann frente a la romntica baha de
Npoles, se enter de la existencia de un medicamento producido por el
Instituto Pasteur con el nombre de HPA-23 y que pareca muy prometedor. Se
trataba de un compuesto de molculas minerales y de elementos qumicos que
tena, igual que la suramina, la facultad de impedir que los retrovirus se
introdujesen en las clulas. Su toxicidad pareca tan dbil, que Michael Gottlieb
se apresur a enviar su enfermo ms ilustre a sus colegas parisienses. Gracias a
unas inyecciones de HPA-23, el actor Rock Hudson pudo benefciarse de una
remisin espectacular que le permiti terminar el rodaje de la serie Dinasta. Por
desgracia, el inexorable mal no tard en abatirle, a pesar de un segundo
tratamiento de HPA-23 en el Hospital Americano de Neuilly. Algunos das
despus de su regreso a Los ngeles, falleca entre los brazos impotentes de
Michael Gottlieb. Comentada por la prensa como un drama nacional, la muerte
de Rock Hudson traumatiz a la nacin. Por primera vez la tragedia del sida
tena un rostro. El rostro de uno de sus semidioses.
El HPA-23 cay en el olvido, y Gottlieb parti en busca de otras sustancias
curativas. Lo mismo que Sam Broder, haba hallado la pista del polvo rosa que
cura la enfermedad del sueo y bloquea la accin de la transcriptasa inversa de
los retrovirus animales. En cuanto Broder anunci la organizacin de una
experimentacin clnica sobre unas docenas de enfermos, Gottlieb pidi
participar. Sac a suerte doce de sus pacientes afectados por el sida y otros doce
que slo padecan presida, y comenz a administrarles una dosis semanal de
suramina. Otros seis hospitales de los Estados Unidos se sumaron a la
experiencia.
Sam Broder estaba exultante. Sus esfuerzos haban hecho admitir a la
comunidad mdica la idea de que un tratamiento era posible. Por primera vez,
unos mdicos haban consentido en agruparse para estudiar la mejor manera de
aplicarlo. Las nociones de experimentacin clnica, de monitoring, de protocolos
teraputicos, en resumidas cuentas la visualizacin de un triunfo sobre el mal,
la perspectiva de una curacin, barran de pronto los escepticismos para
iluminar con un primer resplandor la noche del sida.
Paradjicamente, esta esperanza desencaden un monumental clamor de
protesta en la comunidad gay. Si existe un medicamento, el Gobierno debe
distribuirlo urgentemente a todos los enfermos, sin excepcin, y no reservarlo
en secreto para algunos privilegiados!, clamaron en los peridicos, en la radio
y en la televisin los portavoces de los homosexuales norteamericanos. Furiosos
al verse privados de ese primer medio para actuar, numerosos mdicos gays de
239
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
Los ngeles y de San Francisco fueron a procurarse directamente la suramina
del fabricante alemn Bayer.
Al comienzo de la octava semana de tratamiento, Sam Broder convoc en
Washington a todos los mdicos que participaban en su prueba clnica. Quera
hacer el balance de los primeros resultados. Estbamos en plena euforia
cuenta Michael Gottlieb. Todos desebamos tanto que la dichosa suramina
funcionase, que habamos perdido toda objetividad cientfca. Una de nuestros
colegas, la doctora Alexandra Levine, de la universidad de California del Sur,
aport incluso las fotografas de sus enfermos en tratamiento. Presentaban
todos ellos un aspecto tan alegre y parecan gozar de tan buena salud, que ya no
podamos dudarlo: la suramina era efcaz.
Sin embargo, una voz discordante templ un poco el entusiasmo general de
aquella primera reunin. El doctor Peter Wolf, un clnico de Los ngeles,
adelant que el remedio estaba lejos de ser inofensivo, puesto que l haba
comprobado, despus de la sexta semana de tratamiento, la aparicin de
violentas erupciones cutneas en varios de sus pacientes. Sus temores no
tardaran en verse confrmados por otras reacciones de toxicidad. Al comienzo
de la dcima semana, varios de los centros que realizaban la prueba clnica
sealaron casos de coma. Pronto se registraron los primeros fallecimientos.
Todas las esperanzas acabaron derrumbndose; la suramina no era la panacea
esperada. Incluso se revel ms txica de lo que haba temido Sam Broker. En
algunas semanas, provocaba la destruccin masiva de las cpsulas
suprarrenales. En lugar de curar, amenazaba con matar antes incluso de que el
sida se encargase de hacerlo. Hubo que interrumpir inmediatamente la
experimentacin con los enfermos.
A pesar de su decepcin, Sam Broder estaba convencido de que no haba
perdido la guerra, sino una batalla. Por muy cruel que haya podido ser este
fracaso, en ningn caso fue intil conclua Sam. Paradjicamente constitua
incluso la primera victoria sobre el mal. La suramina era, ciertamente, un
producto inadecuado para la lucha contra el sida, pero, aunque infructuosa, su
utilizacin sacudi al menos la inercia del mundo mdico. La idea de que la
enfermedad se poda tratar, se impuso defnitivamente. Esta idea abra unos
horizontes ilimitados. Ahora todos lo saban: algn da dispondremos de un
medicamento que cure el sida.
240
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
TERCERA PARTE
Cientfcos y santos,
antorchas de esperanza
241
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
45
Research Triangle Park, USA - Primavera de 1984
Farmacuticos matadores de virus
Es sin duda el complejo de investigacin privada ms importante del
mundo. En un espacio tan vasto como el Gran Ducado de Luxemburgo, el
Research Triangle Park de Carolina del Norte alberga varios establecimientos de
alta tecnologa en los que trabajan veinte mil investigadores y tcnicos. Ese
inmenso campus triangular est delimitado por tres ciudades en plena
expansin: Raleigh, Durham y Chapel Hill. Su materia gris le es proporcionada
por tres de las mejores universidades del Sur de los Estados Unidos: la Duke
University, la de North Carolina y la de North Carolina State.
La flial norteamericana del grupo britnico Burroughs Wellcome Co., uno
de los gigantes de la produccin farmacutica mundial, se haba establecido en
aquel paisaje de llanos y de pinedas, digno de una escena de caza pintada por
Thomas Gainsborough. Haba instalado su cuartel general en un edifcio
futurista cuyos pisos parecan superestructuras de un transatlntico. All, mil
cuatrocientos cincuenta especialistas de todas las disciplinas mdicos,
bilogos, qumicos elaboraban y experimentaban los remedios que daban
fama a la frma. Silas M. Burroughs y Henry S. Wellcome, los dos geniales
farmacuticos que la fundaron en 1880 en Londres, le dieron como emblema el
unicornio, el animal mtico cuya leyenda pretende que protege del veneno y que
cura todos los males.
Y en efecto: los noventa y tres medicamentos fabricados hoy por sus
sucesores pretenden atacar el conjunto de la patologa humana. Lo mismo curan
los tumores cancerosos, las afecciones cardiovasculares, los reumatismos, el
paludismo, la gota o la enfermedad de Parkinson, que una multitud de
infecciones vricas. Este ltimo terreno constitua, de hecho, el caballo de batalla
del establecimiento del Research Triangle Park. Sus investigadores han puesto a
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
punto recientemente el primer tratamiento efcaz contra la tristemente famosa
peste roja que los americanos designaban con una H mayscula: el Herpes. Slo
la experimentacin y la fabricacin de esta especialidad, el acyclovir, haban
necesitado una inversin de cien millones de dlares. Por consiguiente, se poda
estimar que el laboratorio Wellcome era, en su gnero, un benefactor de la
humanidad. Cada da, millones de hombres vctimas de la enfermedad pedan a
sus productos que les devolvieran la salud.
El laboratorio aada a sus descubrimientos un sentido de la aventura
humana que hizo de l un pionero en numerosas circunstancias. El explorador
John Stanley se enfrent con las trampas del ro Congo provisto de maletines de
supervivencia marcados con el emblema del unicornio; e igualmente hicieron
los almirantes Robert Peary y Richard Byrd para arrostrar los peligros de su
conquista del Polo Norte; y Theodore Roosevelt para defenderse de las febres
del Amazonas; y Charles Lindbergh para enfrentarse con la inmensidad del
Atlntico a bordo de su monomotor Spirit of St. Louis. Los hombres que, el 20 de
julio de 1969, desembarcaron en la Luna iban provistos de sus antihistamnicos
y de sus antibiticos, lo mismo que, despus, los otros cosmonautas que dieron
vueltas por el espacio a bordo de la nave Skylab y de la lanzadera Columbia.
Su espritu de aventura y su experiencia con los virus parecan conducir al
laboratorio Wellcome a desempear un papel clave en la bsqueda de los
medicamentos que venciesen al sida. sa era al menos la esperanza de Michael
Gottlieb, el joven inmunlogo de Los ngeles que fue el primero que
diagnostic la enfermedad. Desde el otoo de 1983 trat de sensibilizar sobre el
sida y sus infecciones oportunistas a los investigadores del Research Triangle
Park. Incluso les sugiri una va original de investigacin. Puesto que el agente
causal del sida era un retrovirus y que un retrovirus necesita la ayuda de una
enzima transcriptasa inversa para poder introducirse en el ncleo de las clulas,
por qu no buscar una sustancia que actuase directamente sobre la enzima? Al
parecer, su proposicin slo haba suscitado un inters corts.
Las razones de esa reserva eran mltiples, pero en primer lugar fnancieras,
porque la puesta a punto de un producto farmacutico cuesta varias docenas de
millones de dlares. Para garantizar la rentabilidad de unas inversiones tan
considerables, los dirigentes del Wellcome haban establecido unos criterios
muy concretos. Todo nuevo medicamento deba ir dirigido a una clientela
potencial de doscientos mil enfermos, como mnimo. Por debajo de este umbral,
una afeccin patolgica era considerada como una orphan disease, una
enfermedad hurfana. El sida, con sus cinco mil vctimas registradas por
aquella poca, no responda a los criterios comerciales de la industria
farmacutica.
La visita del inmunlogo californiano tuvo, en realidad, ms importancia
de lo que pareci. Su vibrante apelacin empuj al prestigioso laboratorio a
interesarse de manera indirecta por la extraa epidemia. Ya haca algn tiempo
243
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
que su joven vicepresidente para la investigacin, el doctor David W. Barry, se
sorprenda del aumento en fecha de las ventas de algunos productos
comercializados por su frma. Eran medicamentos para combatir diferentes
enfermedades sexualmente transmisibles, como el herpes genital o la sigelosis,
una grave disentera bacteriana. Como estas infecciones estaban evidentemente
ligadas a la patologa del sida, David Barry comprendi que su laboratorio se
hallaba ya implicado en el tratamiento de algunas manifestaciones de la nueva
plaga. Y esa comprobacin no dej de complacer a aquel hombre de ciencia que
consagraba su vida a guerrear contra los virus.
Oriundo de la costa Este, salido del serrallo de la Universidad de Yale
cubierto de laureles, antiguo alumno emeritus de la Sorbona, el doctor David
Barry, de cuarenta aos, haba comenzado su carrera al frente del departamento
de virologa general de la Food and Drug Administration, la agencia general de
control de los productos alimentarios y farmacuticos. Jinete intrpido, lector
asiduo de los clsicos franceses, fumador empedernido de Winston largo y
siempre vestido de punta en blanco, este polglota de ojos azules personifcaba
el arquetipo del cientfco-empresario producido por la enseanza superior
americana de este fnal de siglo. Miembro de numerosas academias mdicas,
autor de ms de un centenar de artculos cientfcos que trataban de temas tan
variados como los virus en los monos verdes de frica, la gripe del ratn, el
tratamiento rectal de la neumocistosis infecciosa o la tolerancia a las vacunas de
los viejos, animaba ahora el departamento de investigacin y desarrollo de
nuevos medicamentos del famoso laboratorio del Research Triangle Park.
Otros hechos iban a reforzar el inters de David Barry por la preocupante
epidemia. Wellcome fabricaba ya un medicamento a base de nitrato de amilo
que millones de norteamericanos que sufran angina de pecho o de otras
insufciencias vasculares se apresuraban a inhalar o a colocar bajo la lengua al
menor dolor cardaco. Este producto tena la propiedad de dilatar casi
inmediatamente los vasos sanguneos. Eran sus fnas ampollas las que hacan
pop cuando se las rompa y las que haban sido llamadas poppers por otra
categora de usuarios que el austero cdigo farmacutico no haba previsto. Los
habituales de los diferentes lugares de intercambio gay no tardaron en descubrir
en el nitrato de etilo un medio de dilatar los vasos de la verga y de la mucosa
anal. Por esta razn, los poppers se difundieron tanto que los mdicos-detectives
de Atlanta llegaron a preguntarse en algn momento si no eran la causa directa
del sida. Nuestra situacin se hizo francamente delicada confesa David
Barry. Algunos peridicos se atrevieron a hacernos responsables de la
epidemia. Era casi increble; en San Francisco y en Los ngeles, los gays
llegaban incluso a exhibir unas camisetas decoradas con eslganes que
proclamaban: "Nos damos buena vida gracias a los poppers de Wellcome!" El
joven mdico-empresario comprendi que su laboratorio no poda permanecer
apartado ms tiempo del drama sanitario que sacuda a los Estados Unidos.
244
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
Fue entonces cuando la bonita Franoise Barr-Sinoussi lleg de Pars, el 1
de junio de 1984, al agobiante bochorno del verano de Carolina. Vena a exponer
a la for y nata de la industria farmacutica norteamericana el descubrimiento
del virus LAV, cuya tarjeta de identidad gentica haban establecido ella y sus
colegas del Instituto Pasteur. Para uno de sus oyentes, la doctora Sandra
Lehrman, jefe de la investigacin virolgica en Wellcome, aquella francesa
describa una experiencia tan fenomenal, a mi juicio, como la de su compatriota
Pasteur cuando descubri los microbios. Cuntos esfuerzos, cunta pasin,
para obligar a un virus a que se desenmascarase! Para su colega, el doctor en
biologa Phil Furman, aquella mujer nos traa de pronto la prueba de que ese
misterioso virus no era una fantasa, sino una cosa muy real. Para la qumica
Janet Rideout, haba sonado la hora de ir a buscar en nuestras reservas una
sustancia que pudiera arreglar las cuentas a ese monstruo. Para Marty St. Clair,
una joven virloga de veintiocho aos y mirada cndida de nia detrs de sus
gruesas gafas, las revelaciones de aquella parisiense llamaban a nuestras
pipetas y a nuestras incubadoras a una movilizacin general. Y para David
Barry, a quien incumba la grave responsabilidad de decidir la oportunidad de
tal movilizacin y de organizarla, el cuadro de la plaga mortal esbozado por la
que haba identifcado al culpable, nos invitaba a abandonar nuestra reserva.
Otros argumentos en favor de la movilizacin del laboratorio Wellcome
llegaron de Bethesda unas semanas despus. Un auditorio lleno hasta el telar
recibi en triunfo a Robert Gallo, el brillante maestro en retrovirologa que vena
a ofrecer la caucin de su prestigio y de sus estmulos a los investigadores del
Research Triangle Park.
Pero David Barry esperaba recibir de otra autoridad el apoyo decisivo capaz
de provocar la decisin de los dirigentes de su frma. Y no fue decepcionado. El
luchador Sam Broder estaba ms convencido que nunca de que el compromiso
de los laboratorios privados era una aportacin esencial en la cruzada que l
sostena casi en solitario para el descubrimiento urgente de un medicamento
capaz de curar a los enfermos de sida. Yo me ola que los responsables de
Wellcome an dudaban en entrar en la danza cuenta el joven cancerlogo.
Teman no poder obtener de sus directivos la fnanciacin necesaria para llevar
a trmino una aventura como aqulla. E incluso si conseguan poner a punto
una droga, no estaban seguros al ciento por ciento de que sta sera algn da
comercialmente provechosa. Yo no poda reprochrselo. Deseaba ms que nadie
que aquella empresa resultase rentable. No por una devocin personal al
capitalismo, sino por la sencilla razn de que un fracaso comercial tendra por
consecuencia el apartamiento defnitivo de todos los dems laboratorios
farmacuticos de la bsqueda de un medicamento antisida. Otra razn
motivaba tambin sus reticencias. Se avenan a probar sus componentes
qumicos sobre retrovirus animales, pero no sobre el agente humano del sida.
Seguridad obliga. Yo les tranquilic proponindoles una solucin que les ofreca
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
todas las garantas de seguridad. Ellos me enviaran las sustancias activas que
encontrasen en sus virus animales, y yo las probara sobre el retrovirus del sida
en mi propio laboratorio del hospital del Instituto Nacional del Cncer. Si
encontraba alguna que funcionase, les dije, se la inyectara a los enfermos y yo
mismo supervisara la operacin.
Esta proposicin permita que el laboratorio Wellcome se comprometiera en
la colaboracin soada. Sus investigadores interrogaran a sus ordenadores para
disponer de un mximo de componentes dotados de una accin antivrica, y
probarlos despus sobre sus retrovirus animales.
Naturalmente, quedaba una incgnita; un remedio que mataba un
retrovirus animal, sera igualmente activo con un retrovirus humano? La
respuesta vendra de los tubos y de las pipetas del antiguo inmigrante polaco de
Bethesda.
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
46
Research Triangle Park, USA - Otoo de 1984
Una luna de miel que comienza mal
Marty St. Clair estaba loca por su casa. Ella misma haba dibujado los
planos y, luego, junto a su marido, que era gemetra, la haban construido con
sus propias manos, desde los cimientos hasta la sorprendente chimenea central.
Totalmente de madera, la construccin haca pensar en un refugio de alta
montaa o bien en una cpsula espacial imaginada por Julio Verne. Pero, para
Marty, la joven virloga de Wellcome, la casa recordaba sobre todo la forma de
una de aquellas partculas que acaparaban su actividad profesional: un virus.
Aquel ltimo domingo de octubre de 1984, la casa virus de los St. Clair
viva en una exaltacin desacostumbrada. Una autntica vela de armas. Al da
siguiente, el prestigioso laboratorio farmacutico al que perteneca Marty se
lanzara ofcialmente en la aventura del sida.
Qu desafo para aquella hija de unos modestos granjeros do Oregn,
nacida con la pasin de la ciencia! Mientras sus camaradas de clase rendan
tributo a los dolos del rock, ella haba escrito a uno de los ms famosos
virlogos de los Estados Unidos para suplicarle que la admitiese en su
laboratorio de la Duke University. El doctor Dani Bolognesi accedi a su
peticin, y Marty y pudo realizar su sueo. Se encontr en el famoso campus y
gan all sus galones de investigadora antes de ser contratada por Wellcome. De
entrada, David Barry se sinti seducido por aquel sorprendente trocito de
mujer de cabellos crespos y tan cortos que pareca un muchacho, por aquel ser
obstinado capaz de trabajar treinta y seis horas seguidas sin que se oyese el
sonido de su voz, por aquella asceta que slo coma legumbres y llevaba en las
manos las equimosis ocasionadas por las obras de su extraa casa.
A Marty St. Clair le correspondi el honor de iniciar las hostilidades del
famoso laboratorio contra el sida. David Barry la encarg de procurarse los
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
elementos de base indispensables para la bsqueda de un medicamento, en esta
ocasin las muestras de diversos retrovirus animales y de las cepas de clulas a
las que stos preferan infectar. Porque solamente confrontando este material
biolgico con sustancias antivricas se poda llegar al descubrimiento de un
tratamiento curativo.
Encontrar los virus y las clulas necesarias apenas ofreca difcultades.
Estos artculos se compran y se venden como cualquier producto de
semillero. Incluso existe un banco ofcial de tejidos celulares, el American Type
Culture Collection, que, por la mdica cantidad de veinte o treinta dlares,
enva por correo muestras congeladas y garantizadas de casi todos los cultivos
de clulas inventados por los bilogos. Pero habitualmente los investigadores
preferen dirigirse a los proveedores que conocen. Los de Wellcome tenan la
suerte de poder aprovisionarse en casa de los virlogos vecinos de la Duke
University.
La Universidad de Duke, con su vasto hospital especializado en
enfermedades infecciosas, su facultad de medicina, sus centros de investigacin
y sus batallones de mdicos y de investigadores escogidos, representaba un
prodigioso depsito de materia gris y de competencias. Sin embargo, aquel
templo del saber haba estado a punto de no existir nunca. Su fundador, un
plantador de tabaco multimillonario, tuvo en principio la intencin de legar su
fortuna a Princeton, la gran universidad del Norte. Haba prometido su
herencia con una condicin: la construccin de un campanario semejante al de
la Universidad de Yale, pero un pie ms alto (es decir, treinta y tres
centmetros). Princeton rechaz su oferta, y el plantador pens en la modesta
universidad de su pas natal, le entreg sus millones, hizo construir all la torre
gtica de sus sueos, le dio su nombre y la convirti en el centro de enseanza y
de tratamiento mdicos ms renombrado del sur de los Estados Unidos.
Dani Bolognesi, el virlogo jefe de Duke, no tuvo ninguna difcultad en
hallar en sus congeladores los retrovirus animales solicitados por Marty St.
Clair. Lo mismo que un solcito horticultor preocupado por presentar a un
cliente sus mejores esquejes, seleccion dos de sus retrovirus preferidos. El
primero produca tumores cancerosos en los ratones, y el segundo, leucemia en
los pollos. Eligi despus los cultivos celulares afectados por esos pequeos
monstruos. Marty lo coloc todo bajo la proteccin del fro polar de sus
congeladores. En cuanto sus colegas qumicos le proporcionaran sustancias
antivricas, Marty poda entrar en accin.
Cuntas pruebas crees poder hacer con eso? le pregunt David Barry,
inquieto.
El mximo! asegur la muchacha.

248
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
La verdadera difcultad resida en la eleccin de las sustancias que
sometera a su experimentacin. Los armarios, los cajones, las estanteras, los
frascos y los tubos de Wellcome rebosaban de decenas de millares de
compuestos orgnicos y qumicos. Cada ao, qumicos, farmaclogos y
enzimlogos aadan de mil a mil quinientas frmulas a ese increble capital.
Cmo determinar, en tal profusin, las molculas susceptibles de matar el
virus del sida? David Barry decidi seleccionar primero los componentes de los
medicamentos antivricos ya comercializados por Wellcome y continuar con los
que formaban parte de los programas de investigacin en curso. El hecho de
que los primeros ya hubiesen sido experimentados en el hombre eliminaba al
menos los problemas de toxicidad, dice Barry. Esto sumaba una cincuentena
larga de muestras, para satisfacer momentneamente el hambre investigadora
de Marty St. Clair.
La historia de la ciencia no retendr ni la fecha ni la hora de la primera
manipulacin realizada en el campus del Research Triangle Park con miras a
elaborar la primera arma contra el sida. Aquel da, los movimientos de Marty
fueron los mismos que de costumbre. Reparti primero, en pequeas cajas
redondas de plstico colocadas en bandejas, algunas gotas de una solucin
teida de azul y que contena unas veces clulas de ratones, y otras veces de
pollos, proporcionadas por el virlogo de la Duke University. Despus de
aadir a esa preparacin un lquido atiborrado de vitaminas y de minerales
destinados a favorecer el crecimiento y la multiplicacin de las clulas, coloc
cada bandeja bajo la campana de seguridad con fujo estril. Protegida as, pudo
verter en cada recipiente algunas gotas de una segunda solucin que contena
los retrovirus que producan tumores cancerosos a los ratones o bien leucemias
a los pollos. Despus de estar una hora en los incubadores a 37, las cajas se
hallaban listas para recibir el elemento antivrico que era el objeto de la prueba.
Con el fn de aumentar las posibilidades, Marty haba previsto diferentes
concentraciones de ese producto para cada serie de cajas. Una vez terminada esa
ltima adjuncin, coloc de nuevo las bandejas en los incubadores Ya slo haba
que esperar a que la naturaleza terminase la tarea. Dentro de siete das
exactamente, la joven virloga examinara a ojo desnudo la pelcula azulada que
quedaba en el fondo de cada caja. Si esa pelcula se vea constelada de
minsculos agujeros, sera la prueba de que las clulas habran sido muertas
por los virus. Si, por el contrario, el fondo conservaba uniformemente su color
azul, sera la seal de que las clulas estaban intactas, de que haban sido
protegidas del asalto por la sustancia antivrica probada.
Al fnal de cada semana, una esperanza febril agitaba a la joven. Pero
ninguno de los cincuenta primeros componentes experimentados se dign
manifestar la menor agresividad contra su virus. Era preciso que Marty se
procurase otros. Por fortuna, los recursos de Wellcome eran casi inagotables.
Cada uno de nuestros investigadores mimaba permanentemente diversas
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
preparaciones antivricas que l haba inventado con la frme esperanza de que
algn da le conducira a la celebridad, relata David Barry. Una nueva serie de
pruebas suscit esta vez algunos tmidos resultados, sufcientes para calmar la
impaciencia de Sam Broder, quien, desde Bethesda, bombardeaba casi cada da
a Barry con llamadas telefnicas. Marty se apresur a enviarle los compuestos
ms prometedores. Pero ella saba que ninguno de aquel lote aportara la
panacea esperada.
Los qumicos de Wellcome comenzaron de nuevo a preguntar a sus
ordenadores, a pasar por la criba sus registros y a hurgar en sus armarios.
David Barry organiz sesiones colectivas de interrogatorios con el fn de obligar
a sus colaboradores a recordar si haban trabajado alguna vez en una molcula,
una frmula o un compuesto qumico u orgnico que hubiera mostrado, aunque
fuese imperfectamente, cualquier propiedad antivrica.
Para torturar nuestras meninges y forzarlas a descubrir una pista, nos
reunamos en todo momento y en cualquier parte, en una orga de cigarrillos y
de tazas de caf, relata el joven vicepresidente de Wellcome encargado de la
investigacin.
Un da, Janet Rideout, la responsable del departamento de qumica
orgnica, dio un puetazo sobre la mesa y exclam:
Creo que lo he encontrado! Lo que necesitamos es el 509!
Sus colegas la miraron, atnitos. Aunque estaban acostumbrados a
identifcar sus productos por un nmero, el 509 no les sugera ningn
componente en particular.
Recuerden! Se trata del nuclesido cuyas propiedades antibacterianas
nos dieron tantas esperanzas hace tres aos explic Janet. Y rememor las
pruebas a que haba dado lugar el 509, la relativa decepcin que haba causado
y, fnalmente, su envo a la rama britnica de Wellcome para realizar all una
experimentacin ms profundizada sobre animales. Despus, no haba tenido
ms noticias del nuclesido.
La informacin puso al equipo en movimiento. David Barry convoc a los
responsables del servicio de toxicologa. Quera conocer urgentemente el
resultado de los trabajos hechos en Gran Bretaa. Qu efecto haba producido
el 509 en los animales? Los haba matado, curado o dejado perecer de sus
infecciones bacterianas? Wellcome Inglaterra respondi por tlex que el 509
haba sido experimentado en pollos, cerdos y terneros recin nacidos afectados
de complicaciones infecciosas. Aunque su actividad fue considerada
moderadamente satisfactoria, su toxicidad, en cambio, se haba mostrado
perfectamente aceptable. Esto bastaba para lanzar a los investigadores del
Research Triangle Park tras de las huellas del 509.
Se pregunt en seguida por su pedigree. Quin lo haba inventado? Con
qu objetivo? Estaba inmediatamente disponible? Las respuestas habran
podido proporcionar el material para una de esas novelas por entregas que son
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
habituales en la investigacin cientfca. El producto deba su nombre al hecho
de que haba sido la 509.
a
sustancia sintetizada en 1981 por los qumicos de
Wellcome. Se llamaba en realidad cido-timidina o AZT. Su estructura era la de
un nuclesido anlogo a los componentes del cido ADN constitutivo del
ncleo celular. En 1964, un cancerlogo de la Michigan Cncer Foundation, el
doctor Jerome Horovitz, tuvo la idea de explotar esta analoga para intentar
engaar a las clulas cancerosas y romper as el mecanismo de su reproduccin
anrquica. La tentativa fall. Despus de haber descrito sus esfuerzos
infructuosos en una publicacin cientfca, Horovitz envi el AZT al armario de
las experiencias fracasadas. Diez aos despus, un laboratorio alemn lo
exhum y lo prob contra un virus de ratn. Pero aunque esta prueba obtuvo
un cierto xito, el producto fue abandonado por segunda vez.
En 1981, Janet Rideout, la qumica de Wellcome siempre en busca de
nuevas sustancias antivricas, intent de nuevo sacar el AZT de las mazmorras.
Como ella misma y sus colegas haban hecho ya para poner a punto el acyclovir,
el primer medicamento que serva para tratar el herpes, trat de intensifcar las
propiedades del AZT al que dio el nmero de cdigo 509 aadindole una
enzima particular. La estratagema era extremadamente ingeniosa. Consista en
obligar al virus a activar el medicamento para ser en seguida aniquilado por l.
De ah el nombre de remedio suicida dado a las sustancias antivricas as
manipuladas.
24
Pero el AZT-509 no respondi a las esperanzas de Janet Rideout.
Aunque dotado de un indiscutible poder contra las infecciones bacterianas
humanas, su espectro de accin fue fnalmente considerado demasiado
restringido para justifcar una prosecucin de las pruebas. sta era la razn de
que la investigadora norteamericana hubiera pasado el testigo a sus colegas
britnicos para que stos emprendiesen experimentaciones ms amplias con
animales.
Tres aos despus, guardaban todava sus armarios algunos miligramos
de ese AZT-509 para permitir nuevas pruebas? La muchacha se precipit sin
demasiadas esperanzas sobre sus ordenadores y sus registros. De los casi mil
quinientos componentes sintetizados cada ao en Wellcome, no sola quedar,
despus de su experimentacin, ms que una simple fcha de identidad
acompaada de una frmula. Pues bien, el AZT-509 no era un producto muy
corriente: se necesitaba una materia prima tan rara como el esperma de arenque
para obtener la timidina, que era uno de sus componentes.

La luna de miel entre el laboratorio Wellcome y el jefe del programa de


oncologa clnica del Instituto Nacional del Cncer de Bethesda no pudo
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La estratagema haba sido inventada por Howard Schaefer, uno de los principales
investigadores de Wellcome.
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
comenzar peor. El doctor Sam Broder nunca haba visto a su colaborador
japons Hiroaki Mitsuya, llamado Mitch, salirse hasta tal punto de su
impasibilidad asitica. Bilogo de alto nivel, Mitch diriga el pequeo
laboratorio del hospital en que Broder haba empezado a probar sustancias
antivricas sobre cepas vivas del retrovirus del sida. Juntos haban concebido y
puesto a punto originales esquemas de experiencias con miras a obtener
resultados rpidos y fables. Mitch ya haba comenzado a trabajar con varios
productos sugeridos por Sam Broder cuando el primer paquete con el emblema
del unicornio lleg de Carolina del Norte, seguido rpidamente de otros.
Veneno! No nos han enviado ms que veneno gru el japons con
una cara muy triste. Veneno que mata cada vez todas nuestras clulas. Un
desastre!
Sam Broder sinti que un estremecimiento de clera le helaba la nuca.
Busc una explicacin.
Quiz nos hayamos equivocado en la concepcin de nuestras
experiencias aventur.
El japons movi la cabeza y mostr un tubo medio lleno de un lquido
transparente.
Todos los envos nadan en este jodido lquido. Es formol!
Formol? repiti Sam Broder estupefacto, mientras marcaba
furiosamente el nmero de telfono de Wellcome.
Ningn responsable del laboratorio del Research Triangle Park se atrevi a
decirle cmo ni por culpa de quin se haba podido cometer tal error, pero el
furor del bigotudo de Bethesda barri largo tiempo el campas de Carolina como
un huracn tropical.
Sin duda fue un accidente dijo ms tarde Sam Broder. Haban querido
hacerlo demasiado bien. Reemplazaron en seguida los especmenes defectuosos
y nos hicieron llegar regularmente las otras sustancias que seguan probando.
Mitch se las daba sin cesar a sus clulas portadoras del virus del sida. A veces
haba algunos leves signos de accin positiva. Cuando ocurra as, yo llamaba a
David Barry o a uno de sus adjuntos para exhortarles a desarrollar
urgentemente el producto en cuestin. Pero cada vez tropezaba con un muro.
Ellos no eran unos flntropos. Primero queran estar seguros de haber hallado
el pjaro raro. Slo entonces consentiran en gastar los millones de dlares
necesarios para la transformacin de unos miligramos de polvo en un
medicamento efcaz.
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
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Research Triangle Park, USA - Otoo de 1984-invierno de 1985
Quiz un pasito hacia la victoria
Un trabajo de orfebre, de hormiga, de esclavo. Se acabaron las veladas
nocturnas y los fnes de semana. Marty St. Clair abandon a su marido
gemetra y su extraa casa en forma de virus. Acamp veinte horas diarias en
su sala de experimentacin del Research Triangle Park, enhornando sin tregua
en los incubadores sus cajitas redondas de plstico. Los resultados poco
estimulantes de sus primeras pruebas y las reiteradas cleras telefnicas de Sam
Broder haban puesto en estado de alerta a todo el equipo del laboratorio
Wellcome. A cada instante llegaba alguien con algn nuevo componente
qumico u orgnico que probar. En seis semanas, Marty someti ms de
doscientos productos supuestamente antiinfecciosos a la agresividad de sus
retrovirus de ratones y de pollos. Menos de una veintena demostraron una
tmida actividad antivrica. Cuando esto ocurra, Marty enviaba en seguida un
espcimen a Sam Broder para que lo experimentase sobre el retrovirus humano
del sida.
Despus del entusiasmo de las primeras semanas, la muchacha se resenta
de aquella serie ininterrumpida de reveses. A pesar de la proximidad de
Navidad, la morosidad era general. Hasta David Barry vacilaba. Al atardecer de
un viernes de noviembre, Marty estaba al borde de las lgrimas, agotada y
desalentada. Acababa de examinar ms de cuatrocientas cajas, observando los
agujeros que constelaban la fna pelcula azulada del fondo de los recipientes.
Cada agujero supona un fracaso, el vaco dejado por las clulas muertas a las
que la sustancia antivrica probada no habr podido proteger de la agresin. En
cierto modo, cada agujero equivala a la frma del virus. Desde la maana, haba
contado millares. Ninguna de las diferentes concentraciones de las veintids
sustancias experimentadas durante el da haba resultado activa, y an tena
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
que controlar una bandeja con dos lotes de catorce cajas. Despus de haber
contado sus agujeros, a Marty ya slo le faltara cerrar sus congeladores, apagar
la luz y volver a casa con la muerte en el alma.
Ms adelante, a la joven le costar trabajo reconstruir con detalle lo que
pas entonces. Solamente recordar que sac del incubador la ltima bandeja
de cajas. Se dispuso, como un autmata, a contar los agujeros del ltimo lote de
la jornada. Consign primero, metdicamente, las referencias; es decir, el
nmero en clave de la sustancia antivrica probada. Lo haba escrito ella misma
siete das antes, con un rotulador, en la tapa de cada cajita. Era una
alucinacin? Lo que vean sus ojos, rojos de fatiga, a medida que retiraba las
tapas era cada vez, ms difcil de creer. No haba ni un solo agujero en la capa
azulada que tapizaba el fondo de los recipientes. Por costumbre, anot la hora
de su verifcacin. Eran las 16.57 del viernes 20 de diciembre de 1985. Marty se
dej caer en un taburete, se quit las gafas y hundi su cabeza entre las manos.
No es posible, no es posible murmur varias veces. He debido de
equivocarme. Habr olvidado poner virus en ese lote de cajas? No, es
inverosmil; por qu habra cometido ese error slo en catorce cajas, y no en
todas las dems? De pronto me sent como un Cristbal Coln descubriendo el
Nuevo Mundo con su catalejo! Corri hacia el despacho de su jefe Phil
Furman.
Phil, ven a ver! suplic, arrancando de su butaca al joven doctor en
ciencias.
Examinaron juntos el fondo de las catorce cajas. No caba duda; ni la ms
pequea cabeza de alfler blanca horadaba la superfcie azul.
Crees que he podido olvidarme de poner los virus slo en estas cajas?
pregunt Marty tmidamente.
Phil Furman movi la cabeza.
La nica manera de saberlo es repetir la experiencia. Lo sabremos dentro
de siete das. Coloc amistosamente la mano sobre el hombro de la muchacha
. No te preocupes. Dentro de siete das, esa maldita epidemia seguir ah.
Ya se diriga de nuevo a su despacho, cuando se volvi:
Oye, a propsito, qu componente probabas en estas cajas?
El 509.
Se trataba de la molcula a base de esperma de arenque, de la que su colega
Janet Rideout haba encontrado milagrosamente algunos gramos en sus
armarios del servicio de qumica orgnica.

Fue la semana ms larga de mi vida, cuenta Marty St. Clair. Como no


haba clulas frescas disponibles, tuvo que esperar al lunes siguiente para
renovar sus preparados y verterlos en catorce cajas nuevas. Le quedaba tan poco
254
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
del 509 que decidi diluir algunas concentraciones en dosis nfmas, con el
riesgo de disminuir las posibilidades de obtener un resultado comparable al de
la experiencia anterior. A David Barry le hizo partcipe del secreto. Pero al poco
tiempo lo saba todo el laboratorio. Y en las cuatro plantas del largo edifcio
comenz una inquieta espera. Marty, volviendo a una vieja costumbre, se
morda las uas mientras vigilaba aquel maldito incubador que iba a
encarcelar tanto tiempo mis cajas.
El da fatdico lleg al fn. Todo el mundo pudo or el grito de victoria que
lanz la joven virloga. En el fondo de las catorce cajas, la pelcula azul estaba
intacta. Incluso en sus concentraciones ms dbiles, el 509 haba protegido las
clulas contra las dos especies de virus. La noticia corri por toda la casa y
desencaden una ola de euforia en pasillos, escaleras, ascensores, despachos,
almacenes y salas de experimentacin. Era como si hubiramos descubierto
sbitamente el remedio milagroso que iba a curar todas las enfermedades de la
humanidad, recuerda David Barry.
Por decimonovena vez, Marty St. Clair confeccion cuidadosamente un
paquete destinado a Sam Broder y a su equipo de Bethesda. Para identifcar la
sustancia que les enviaba, escribi la letra S, la decimonovena letra del alfabeto
ingls. El 509 se convirti as en el compound S (compuesto S).
Bajo esa clave abstracta se ocultaba nuestra esperanza de haber dado, tal
vez, un pasito adelante para salvar a mucha gente, dice Marty St. Clair.

El hombre que volaba de Washington a Raleigh en aquella maana glacial


de febrero de 1985 aportaba la concretizacin de dicha esperanza. El mdico-
investigador Sam Broder haba confrontado, en sus tubos de ensayo, el
compuesto S con los concentrados del retrovirus vivo que mataba cada
semana a uno o dos enfermos de su hospilal. Pudo comprobar en seguida que el
producto bloqueaba la replicacin del virus; es decir, que le impeda
reproducirse al romper su cadena gentica. Por ello, el virus no poda invadir
nuevas clulas. El resultado haba sido tan espectacular, que Sam Broder ya
soaba con poder inyectar esperma de arenque en todos sus pacientes
condenados. Por desgracia, el impetuoso cancerlogo saba que le separaban
meses, tal vez aos, de la realizacin de ese sueo.
Lo primero que se necesitaba era arrancar la autorizacin de la FDA, la
agencia federal de control de los productos alimentarios y farmacuticos. Sam
Broder se haba sublevado numerosas veces contra las lentitudes burocrticas
de esa organizacin encargada de vigilar lo que comen doscientos cincuenta
millones de norteamericanos y de reglamentar la salida al mercado de cualquier
nuevo producto destinado a proteger su salud. Conoca el empecinamiento de
sus funcionarios en verifcar la ausencia de efectos txicos en un remedio antes
255
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
de permitir que se probase en el hombre. Pero, como cientfco responsable y
consciente de los peligros de toda experimentacin, admita su utilidad. Al fn y
al cabo, haban limpiado la farmacopea de su pas de una trgica sucesin de
engaifas, de fraudes y de abusos criminales.
Sin embargo, los Estados Unidos haban tardado mucho tiempo en hacer la
limpieza: fue precisa la muerte, en 1937, de ciento siete nios envenenados por
un jarabe contra la tos, para que el Congreso se decidiera a votar una ley que
reglamentara la fabricacin y la venta de medicamentos. Desde entonces, la
FDA no haba cesado de reforzar su vigilancia, tanto en los productos
alimentarios como en los farmacuticos. Actualmente cuenta con unos siete mil
inspectores, muchos de los cuales son mdicos, qumicos, toxiclogos,
veterinarios, bilogos, nutricionistas y estadsticos. Su competencia se extiende
a los implantes de seno con silicona, a las caderas artifciales, a las lentillas de
contacto, a los estimulantes cardacos, a las jeringas de insulina y a otros
materiales biomdicos. A estas responsabilidades se aade la vigilancia de los
productos sanguneos y de los peligros radiolgicos presentados por ciertas
materias o equipamientos mdicos. Algunos problemas desafaban a la
imaginacin. Desde que una ley oblig a los fabricantes a garantizar que sus
productos eran a la vez efcaces y sin peligro, numerosos controladores
comprobaban que las trescientas mil especialidades vendidas sin receta
cumplan ambas condiciones. Ya haban descubierto que un tercio de los
setecientos ingredientes activos contenidos en algunos de los presuntos
remedios eran nocivos o no tenan la menor propiedad curativa. Haba agentes
que controlaban si tal droga farmacutica haca efectivamente bajar la tasa de
colesterol, como afrmaba su fabricante, o si tal otra poda prevenir realmente
las enfermedades coronarias en las mujeres embarazadas sin correr riesgo de
malformaciones congnitas de sus futuros bebs. Gracias a esa inquisicin, los
nios norteamericanos fueron protegidos de los perjuicios de la talidomida,
aquel somnfero que fue responsable en Europa del nacimiento de centenares
de nios anormales.
Sam Broder saba que la FDA no conceda nunca autorizacin para
experimentar un medicamento en el hombre sin que antes hubiese sido
cumplido un programa de experiencias con animales tan extenso y tan complejo
que a veces se prolongaba varios aos. La FDA exiga especialmente que la
prueba de inocuidad de un producto fuese controlada al menos en dos
variedades de roedores, en general ratas y ratones, luego en cobayas, conejos y
perros, y despus en monos. Las pruebas deban hacerse de acuerdo con unos
protocolos determinados, con dosis crecientes y durante perodos concretos. En
primer lugar, la sustancia probada deba ser inyectada por va intravenosa, y
despus administrada por va bucal. Cada fase del protocolo deba ser
controlada por una serie de exmenes biolgicos y toxicolgicos profundizados.
256
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
Por ltimo, era indispensable detallar los resultados obtenidos en unos
informes, el ms modesto de los cuales llenaba varios centenares de pginas.
En aquella maana de febrero de 1985, Sam Broder acuda al Research
Triangle Park para organizar ese trabajo de titanes con los directivos del
laboratorio farmacutico Wellcome. Le satisfzo la acogida que le dispensaron.
David Barry estaba dispuesto a invertir de inmediato los dos o tres millones de
dlares necesarios para las primeras experimentaciones animales. Pero cuntos
obstculos deba superar el joven vicepresidente encargado de la investigacin,
comenzando por la oposicin persistente del gran jefe de su grupo que, desde
su cuartel general de Londres, lanzaba anatema tras anatema contra la aventura!
Eso sin contar con los adversarios de la viviseccin y con las sociedades
protectoras de animales que, en cuanto fueron advertidas de las experiencias
programadas, se desmelenaron. Llegaron incluso a poner una bomba en la casa
de campo britnica de sir John Vane, uno de los principales directivos de
Wellcome, antes de enviar a un comando a los laboratorios de Beckenham, en
Kent, no lejos de Londres, para liberar a cientos de animales. Los responsables
de la flial norteamericana, temiendo sufrir un ataque idntico, tuvieron que
reforzar a toda prisa la proteccin de sus instalaciones con cercados de alambre
de pas, sistemas de alarma y patrullas de vigilancia. Pero nada ni nadie poda
detenernos dice David Barry. Aunque no hubieran muerto ms que dos o
tres mil enfermos, el sida era una plaga magna. Tenamos el deber de contribuir
a cortarle el paso.
Quedaba un ltimo obstculo, y no de los menores. Marty St. Clair haba
agotado, en sus cajas redondas, la pequea cantidad de timidina encontrada por
Janet Rideout. Era urgente hallar el precioso y costoso esperma de arenque
necesario para la fabricacin de aquella molcula. Tlex y SOS telefnicos
partieron hacia los cuatro puntos cardinales del mundo para tratar de hacerse
con todos los stocks existentes. Pero la cosecha fue escasa: apenas unos cientos
de gramos. Una ruptura de aprovisionamiento poda producirse antes de que
los qumicos de Wellcome consiguiesen sintetizar y fabricar por s mismos la
rarsima molcula. Pero qu importa! La mquina estaba en marcha.
Cuntos animales ratones blancos, conejos, perros, monos fueron
torturados aquel invierno por los virlogos del laboratorio de Carolina del
Norte, para medir la toxicidad del compuesto S? El temor a acciones violentas
contra las reservas de animales del Research Triangle Park era tan grande, que
la cifra seguir siendo un secreto celosamente guardado. Por su parte, Sam
Broder y los inspectores de la FDA tenan razones para sentirse satisfechos. No
slo el equipo de David Barry ejecut metdicamente el programa de
experiencias exigido, sino que fue mucho ms lejos todava. Trat de averiguar
cmo circulaba por la sangre la timidina, cul era la duracin de su efcacia en
dosis diferentes, y si consegua franquear las barreras protectoras del cerebro y
penetrar en las meninges. Era fantstico recuerda David Barry. Las luces
257
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
permanecan encendidas toda la noche. Nadie se iba a casa. Sabamos que
ramos los ms capaces de responder al desafo. Y lo que queramos no era el
pago de horas extraordinarias, sino mayores cantidades de esperma de arenque
para poder multiplicar nuestras experiencias. Thymidin was our currency, la
timidina tena, para nosotros, ms valor que los dlares de nuestros salarios.
258
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
48
Nueva York, USA - Verano de 1985
Un moridero al pie de los rascacielos
Desde su amplio despacho de la zona baja de Manhattan, el alcalde de
Nueva York contemplaba su ciudad con ternura y melancola. En ocho aos de
mandato, Edward I. Koch haba logrado una gran hazaa. Haba frenado la
carrera hacia el abismo de las fnanzas municipales, hecho disminuir el xodo
masivo de las grandes empresas, restaurado la confanza de los inversores,
mejorado las condiciones de vida y de limpieza, aumentado la seguridad de las
personas y de los bienes y reducido la criminalidad. Pero aquel audaz soltero de
crneo calvo no se haca grandes ilusiones. Su orgullosa ciudad abrigaba
todava horribles islotes de miseria y de violencia. Cada da se vea obligado a
buscar solucin a alguna desgracia o a alguna fagrante injusticia. Ms de un
milln de parados y de menesterosos dependan de la nica ayuda de los
servicios sociales. En algunos barrios, centenares de miles de negros y de
portorriqueos se amontonaban en alucinantes guetos sin agua ni electricidad,
donde se tena apenas una posibilidad entre veinte de morir de muerte natural.
Las calles ms calientes de Nueva York albergaban a la mitad de los drogados
de Estados Unidos. Las comisaras de polica registraban una llamada urgente
cada segundo, un robo cada tres minutos, un atraco a mano armada cada cuarto
de hora, dos violaciones y un asesinato cada cinco horas, un suicidio o un
fallecimiento por sobredosis cada siete horas.
Y en aquel verano de 1985, se agregaba al sombro cuadro una nueva y
terrible plaga. El boletn del CDC de Atlanta revelaba que en Nueva York viva
la cuarta parte de las vctimas norteamericanas del sida. La epidemia afectaba a
2.140 personas, es decir, dos veces ms que el ao anterior. A pesar de su
formidable infraestructura hospitalaria, que contaba con un centenar de
hospitales y con cinco centros de investigacin mdica, la ciudad no poda hacer
259
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
frente a aquella situacin. Un buen nmero de esos establecimientos se negaban
an a acoger a los enfermos. Cuando se resignaban a hacerlo, era para aislarlos
como a apestados o, lo que era peor, para diseminarlos por diferentes servicios,
lo que les expona a una gran cantidad de infecciones suplementarias.
Solamente algunos, como el viejo hospital Saint-Clare, disponan de unidades
especializadas en las que el sida no era considerado como un mal vergonzoso.
Pero tales servicios tenan muy pocas camas y no podan satisfacer las crecientes
necesidades. El ostracismo suscitado por esa enfermedad, su rpida
propagacin entre los toxicmanos negros o hispnicos sin recursos creaban,
por otra parte, unas situaciones sin salida. Al carecer de una familia o de una
estructura de asilo, numerosos enfermos cuyo estado no justifcaba la
hospitalizacin se vean condenados a la calle. Ante la urgencia de esta
situacin, Ed Koch decidi dar la batalla y buscar un lugar apto para albergar a
algunos de aquellos desventurados. En el barrio de Queens descubri el ala
desocupada de un asilo municipal para ancianos, pero su proyecto desencaden
en los alrededores tal ola de protestas que tuvo que renunciar a l. Desanimado,
recurri al nico que l crea que poda ayudarle. Un prelado catlico quiz
podra, mejor que l mismo, un poltico judo, llegar al corazn de sus electores.

El cardenal arzobispo John O'Connor reinaba sobre los cuatro millones de


feligreses de la archidicesis de Nueva York. Aquel quincuagenario de
contextura atltica era tan sensible como el alcalde a las injusticias y a las
desgracias de la Big Apple, su querida gran manzana, como la haban
apodado sus habitantes. Fue este antiguo capelln almirante de la Marina
norteamericana el que haba creado la unidad especial para el tratamiento del
sida en el hospital Saint-Clare; y su divisa, grabada en la entrada de su
despacho, en el ltimo piso de su cuartel general de la Primera Avenida,
proclamaba: No puede haber amor sin justicia. Es cierto que sus actitudes
intransigentes sobre el aborto y sobre los derechos cvicos de los homosexuales
le haban hecho perder a veces apoyos a su cruzada en favor de los pobres y de
los sin hogar. Pero todos los neoyorquinos rendan homenaje a su compromiso
con la caridad. Su organizacin le converta en uno de los hombres ms
poderosos de la ciudad. Estaba al frente de numerosos hospitales, de una
escuela de medicina, de guarderas infantiles, de hogares para jvenes y para
ancianos, de establecimientos de enseanza superior y de decenas de escuelas
primarias y secundarias, a veces implantadas, como la escuela Saint-Simon, en
pleno centro de las peores selvas urbanas. Un presupuesto de varios centenares
de millones de dlares, alimentado por los donativos de los feles y por las
subvenciones municipales, cubra las necesidades de aquella formidable red de
asistencia mdica, social y educativa.
260
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
El SOS del alcalde moviliz en el acto al prelado. Su estado mayor no tard
mucho en descubrir en lo alto de Manhattan un viejo edifcio abandonado
perteneciente al convento del Santo-Nombre-de-Jess. Su situacin, en los
confnes de Harlem, pareca ideal. El arzobispado orden en seguida las obras
de acondicionamiento. Pero al igual que haba sucedido en Queens, el proyecto
desat la ira de los habitantes del barrio. Alborotaron los peridicos,
organizaron mtines, enviaron peticiones, amenazaron con impedir por la
fuerza la entrada de los enfermos e inundaron al prelado con un diluvio de
peticiones y de protestas. Ni las reuniones de informacin, ni las octavillas, ni
las proclamas por la radio, ni sus intervenciones personales pudieron acallar el
descontento popular. Con la rabia en el alma, monseor O'Connor tuvo que
capitular.
Pero lejos de hacerle renunciar, este fracaso lo espole. Despus de unas
semanas de prospeccin, su equipo le comunic la existencia de un presbiterio
de cinco pisos cerca de la iglesia de Santa Vernica, una parroquia antao
foreciente, pero hoy casi sin feles. Slo vivan all dos ancianos sacerdotes.
Sera fcil alojarlos en otra parte y adaptar su residencia para acoger a una
veintena de enfermos afectados por el sida. Con el fn de celebrar dignamente el
feliz descubrimiento, el alcalde invit al arzobispo y a sus colaboradores en el
Peking Duck, su restaurante preferido de Chinatown. Como en todas las
grandes ocasiones, Ed Koch trinch l mismo el pato para sus invitados. Luego,
los comensales se dirigieron al presbiterio, situado en el nmero 657 de
Washington Street, para visitar el lugar y hacer un estudio de su
acondicionamiento.
La Providencia no habra podido elegir un emplazamiento ms simblico.
El movimiento de liberacin gay, al que algunos atribuyen hoy la trgica
epidemia del sida, haba comenzado a pocas manzanas de all, una sofocante
noche de junio de 1969, en la famosa Christopher Street que se cruza con la calle
Washington. El presbiterio de Santa Vernica se halla en pleno centro del
Greenwich Village. El gueto gay de Nueva York era, desde haca diecisis aos,
el escenario de las experiencias homosexuales ms audaces. A pesar de las
vigorosas campaas que pretendan cambiar aquel comportamiento, el barrio
segua siendo el templo del sexo. Haban sido cerradas varias bath-houses, pero
subsistan otras, as como salones de placeres sadomasoquistas. En las
trastiendas de los bares especializados, clubes de orgas reciban cada noche a
una clientela de la mayor ciudad gay del mundo despus de San Francisco, as
como a los turistas que venan a visitarla.
Al contrario de lo que esperaban el alcalde y el arzobispo, la comunidad
gay acogi el proyecto con una desconfanza teida de hostilidad. Las
declaraciones pblicas del prelado sobre el pecado de homosexualidad estaban
relacionadas, probablemente, con esta actitud. Grupos militantes de gays teman
que, detrs de una fachada acogedora, se ocultase una fbrica de
261
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
arrepentidos. Richard Dunne, el enrgico director de la Gay Men Health Crisis,
una organizacin muy activa de apoyo a las vctimas del sida, expres su
inquietud al ver a los pensionistas de aquel hogar sometidos hasta su muerte a
un adoctrinamiento religioso y a conversiones forzadas a la heterosexualidad.
Por su parte, los no-gays del barrio manifestaron tambin sus reticencias. Se
haban organizado, de todos modos, unas reuniones en Santa Vernica para
prevenir su clera. Unos mdicos explicaron que la proximidad de un hospital
para aquella clase de enfermos no representaba ningn peligro. Se nombr un
comit de ciudadanos y se procedi a una votacin. Una aplastante mayora
acept fnalmente la creacin del primer asilo neoyorquino para las personas sin
recursos afectadas por el sida.

Pero las tribulaciones de monseor O'Connor no acabaron ah. Necesitaba


hallar un personal lo bastante motivado para hacer que el hogar funcionase.
Durante los ltimos aos, la mentalidad de la Iglesia catlica norteamericana
haba cambiado enormemente. Eran pocas las religiosas que aceptaban
consagrar su vida entera nicamente a aliviar el sufrimiento fsico. El sesenta
por ciento de las hermanas que se ocupaban de enfermos haban renunciado, y
las que quedaban tenan una edad promedio que pasaba de los sesenta y cinco
aos. La mayora haban renunciado a su hbito y preferan vestirse como las
dems mujeres, en los almacenes Macy o en Bloomingdale. Deseaban un
alojamiento confortable y un salario en relacin con su trabajo. El prelado busc
en vano soluciones de recambio. Pues en cuanto pronunciaba la palabra sida,
sus interlocutoras no queran or ms.
Slo una persona poda ayudarle a resolver su rompecabezas: la indomable
religiosa que haba sacado a los moribundos del inferno de las aceras de
Calcuta. Desde la creacin de su moridero del Corazn Puro, la Madre Teresa
haba extendido su accin por el resto del mundo, sobre todo en los pases ricos,
porque conoca los innumerables desamparos y la miseria oculta. A menudo
los pobres son all ms desheredados y estn ms abandonados que en la
India, deca. A este Occidente incapaz de resolver el problema de los excluidos
de la prosperidad, la Madre Teresa haba enviado a sus hermanitas indias de
piel negra, vestidas con su sencillo sari de algodn y con los pies desnudos en
sus sandalias. Abri hospicios, dispensarios, centros de alimentacin para
mendigos y asilos nocturnos en los suburbios pobres de las grandes ciudades
capitalistas. En Melbourne, Roma, Londres, Detroit, Marsella, Ro, Chicago o
Los ngeles, largas flas de parados, de personas sin hogar, de hambrientos y de
desarraigados se apretujaban cada da en las puertas de sus refugios. E incluso
en Nueva York, en pleno centro del South Bronx, un barrio de pesadilla
devastado por los incendios, cubierto de basuras, donde la mortalidad infantil
262
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
superaba la de los bidonvilles de Calcuta, la Madre Teresa haba abierto en 1971
un centro de asistencia que distribua alimentos y ropas a miles de parados
negros e hispnicos, a drogados, a todos los olvidados por el sueo americano.
Al predecesor de John O'Connor, que un da quiso saber qu remuneracin
deseaban recibir sus Misioneras de la Caridad, la Madre Teresa le contest:
Seor arzobispo, servir a Cristo es nuestro unico salario.
Cuando desembarc en Nueva York, un tormentoso da de julio de 1985,
para hacer una gira de inspeccin por sus casas norteamericanas, la santa de
Calcuta comprendi que era esperada como el Mesas. Con ese instinto
infalible que la gui toda su vida hacia la autntica desgracia, la Madre Teresa
acept asumir la responsabilidad del primer centro de acogida para las vctimas
del sida.
263
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
49
Rockville-Bethesda, USA - Primavera de 1985
Un abrigo de visn para una resucitada
Uno se la habra imaginado ms bien recorriendo los links de un terreno de
golf o haciendo publicidad en las pginas del Harper's Bazaar. Aquella
encantadora morena, elegante y deportiva, no se pareca en nada a la imagen
que nos formamos de un funcionario gubernamental. Sin embargo, a los treinta
y cinco aos, la doctora Ellen C. Cooper ocupaba uno de los puestos clave en la
colmena de cristal y de acero que, en los linderos campestres de Washington,
albergaba el cuartel general de la Food and Drug Administraron, la
todopoderosa agencia federal encargada de controlar los productos alimentarios
y farmacuticos. Su ttulo de mdico inspector del departamento de los
medicamentos antiinfecciosos, le haca ser una de las autoridades ms
cortejadas por la industria farmacutica americana. La doctora era tambin una
de las ms temidas, pues de ella dependa la autorizacin de experimentar en el
hombre las nuevas sustancias antivricas antes de permitir su comercializacin.
Hija de un abogado de Filadelfa, nada la destinaba a una carrera
administrativa. Convertida en doctora en medicina a los veintisis aos,
despus de sus estudios en Yale y en Cleveland, Ellen Cooper se haba
especializado en las enfermedades infecciosas de los nios. La lectura de un
pequeo anuncio la empuj un da a interesarse ms concretamente por uno de
los principales virus de la patologa infantil: el de la varicela. Como los
mecanismos de contagio de ese germen eran objeto de un profundo estudio en
los laboratorios de la FDA, Ellen Cooper se uni a uno de los equipos de
investigacin. Dos aos despus, la agencia federal le conf el puesto de mdico
inspector que actualmente ocupa. Pero, ms que aquel ascenso, lo que le dio
popularidad fue un encantador acontecimiento familiar. La inspectora Cooper
haba trado al mundo unos trillizos. La foto de las tres adorables cabezas rubias
264
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
Emmy, Benjamin y Kimberley reinaba en el mejor sitio de su mesa de
trabajo, en medio de las pilas de informes cientfcos que invadan su despacho.
Ellen Cooper pasaba de doce a catorce horas diarias examinando
minuciosamente los cientos de pginas de aquellos documentos, analizando sus
diagramas y sus sntesis. Haba tantos, que la doctora tena que llevrselos a su
casa para seguir estudindolos por la noche e incluso los domingos, despus del
tradicional paseo por la orilla del Potomac con sus hijos y su marido, un famoso
abogado de Washington. Una vida vulgar de funcionaria reconoce ella,
pero que a veces me enfrentaba con algn importante problema de salud
pblica y me daba la satisfaccin de contribuir a resolverlo.
La tragedia del sida y los esfuerzos desesperados de la comunidad
cientfca proyectaban ahora a la inspectora Ellen Cooper hasta el centro mismo
de un drama crucial. El medicamento a base de esperma de arenque del
laboratorio Wellcome, podra ser experimentado en el hombre y, en caso de
xito, podra ser propuesto como tratamiento contra la devastadora plaga? Era
ella, y slo ella, la que tena la responsabilidad de decidirlo.

Aquel lunes 22 de abril de 1985, el vicepresidente del laboratorio Wellcome


encargado de la investigacin haba venido a someterle los argumentos en favor
de tal experimentacin. Para apoyar su alegato, David Barry aport un
voluminoso informe que estableca que el AZT presentaba una tasa de toxicidad
aceptable para el hombre. Desde el da en que el doctor Jonas Salk hizo ante los
censores de la FDA la prueba de que su vacuna contra la poliomielitis poda
poner fn a la tragedia del verano de 1953, ningn documento de tanta
importancia haba entrado en el prestigioso recinto de la FDA. Ningn
taqugrafo registr la discusin que tuvo lugar en torno a la mesa oval de la sala
de conferencias del tercer piso. Sin embargo, la reunin tena algo de histrica.
Cuatro aos despus de que un mdico de Los ngeles diagnosticase el primer
caso de la epidemia, y dos aos despus de que unos bilogos del Instituto
Pasteur de Pars descubriesen el virus responsable del sida, funcionarios de la
sanidad pblica e investigadores de la industria farmacutica se reunan para
asentar las bases de un producto clnico con miras a la experimentacin de la
primera arma inventada contra la plaga mortal.
La tarea tena que producirnos muchos quebraderos de cabeza, recuerda
un responsable de Wellcome. En primer lugar, a causa de la ausencia de
referencias. Ningn producto haba sido probado todava con xito contra una
enfermedad tan compleja y de la que sabamos tan pocas cosas. Y despus, en
razn de las numerosas incgnitas que concernan al propio AZT. Su modo de
accin no haba podido ser totalmente elucidado, y sus efectos txicos slo
haban sido medidos durante breves semanas y en animales. Qu efectos
265
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
tendra en el hombre, en caso de utilizacin prolongada? Navegbamos a
ciegas, dice David Barry. Una de las cuestiones fundamentales se refera a la
eleccin de los primeros cobayas humanos. Con qu criterio se hara? Habra
que dar la prioridad, como quera la representante de la FDA, a unos enfermos
cuyo estado hiciese presagiar una muerte prxima; o por el contrario, a unos
enfermos todava en una fase precoz de la dolencia? Haba que limitar la
prueba clnica slo a las vctimas de un sida declarado, y eliminar por tanto a
los que slo estaban en la fase del ARC, la forma preliminar y atenuada de la
enfermedad que los especialistas llamaban AIDS Related Complex (sndrome
asociado del sida)? Haba que aceptar indistintamente todos los casos, los que
sufran una neumocistosis y los afectados por el sarcoma de Kaposi, o slo a los
unos y no a los otros?
La concertacin se prolong durante varias horas. Sin embargo, no era ms
que el preludio de una larga serie de discusiones entre los responsables de
Wellcome, el cancerlogo Sam Broder y la inspectora mdico Ellen Cooper.
Todos experimentaban la misma impaciencia. Todos se sentan tanto ms
febriles cuanto que la efcacia del AZT en los tubos de ensayo haba sido
confrmada por los doctores Dani Bolognesi, de la Duke University, y Robert
Yarchoan, del Instituto Nacional del Cncer. La diligente cooperacin de la
doctora Ellen Cooper llenaba de satisfaccin a sus colegas, poco acostumbrados
a que un funcionario mostrase tanta prisa. Entreg la custodia de los trillizos a
su marido y a su suegra para sumergirse en nuestros incesantes informes,
relata David Barry. Ella misma da una explicacin que resume muy bien la
sensacin de urgencia que todos experimentaban: El medicamento que nos
movilizaba no estaba destinado a destapar las narices de personas resfriadas
dice Ellen. Deba salvar la vida a enfermos que moran todos los das ante los
ojos de unos mdicos impotentes.

Los estudios de Wellcome demostraban que habra que administrar el AZT


durante largos perodos para darle tiempo a actuar. Y demostraban tambin que
era mejor asimilado por va venosa que por va oral y que slo permaneca
activo durante dos horas. Estos tres parmetros planteaban serias difcultades:
se poda condenar a unos pacientes a una hospitalizacin de varias semanas,
incluso de varios meses, con el nico fn de recibir seis u ocho inyecciones
diarias? La solucin ms sencilla hubiese sido poner a punto una terapia por va
oral que se pudiera seguir en casa, pero las experiencias sobre animales haban
revelado que el metabolismo de algunas especies, en particular los conejos, slo
asimilaba de un veinte a un treinta por ciento del AZT ingerido de esa manera.
Qu ocurrira en el hombre? Slo una prueba efectuada en los enfermos poda
proporcionar la respuesta. Pero la ley americana era implacable; tal operacin
266
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
slo poda llevarse a cabo despus de depositar una solicitud ofcial por el
laboratorio en cuestin y tras la aprobacin de la FDA. Pese a toda la
benevolencia de la inspectora Cooper, la obtencin de un permiso llevara
fatalmente mucho tiempo.
Por consiguiente, decidimos correr el riesgo de un atajo un poquito ilegal,
confesa David Barry. La historia trgica del sida no deber olvidarlo: los
primeros miligramos de AZT administrados a seres humanos tuvieron como
receptores a sus tres principales inventores, comenzando por el vicepresidente
del laboratorio Wellcome en persona. El experimento se realiz fuera del
alcance de las miradas indiscretas. Ah, qu abominable brebaje!, dir el
audaz mdico evocando el amargor del zumo de naranja que ingiri aquel da a
modo de desayuno. Como an no existan ni comprimidos ni cpsulas, se vio
obligado a disolver en el zumo de naranja el polvo de esperma de arenque. La
vspera, junto a sus dos cmplices, ya se haba hecho inyectar una pequea
cantidad en las venas. Una extraccin de sangre permiti despus comprobar la
perfecta y total asimilacin del producto. Un control sanguneo semejante
realizado despus de la toma por va bucal no fue tan concluyente; slo el
setenta por ciento del AZT ingerido haba pasado a la sangre. Este porcentaje
fue confrmado en tres das consecutivos de experimentacin.
David Barry estaba satislecho. Poda proponer un primer protocolo de
tratamiento al inspector de la FDA. Tal como l esperaba, Ellen Cooper no dej
de asombrarse de la precisin de las dosis de AZT preconizadas.
Cmo sabe usted que habr que dar exactamente esta cantidad
suplementaria si se trata de una toma por va oral, y no de una inyeccin
intravenosa? pregunt.
Nuestros ordenadores han efectuado el clculo respondi David Barry,
imperturbable.
My God! exclam la joven. Tiene usted unos aparatos
endemoniados!
Ellen Cooper no haba terminado de sorprenderse.
Y por qu recomienda usted mezclar el producto con un poco de lquido
azucarado?
Simplemente, porque ese maldito esperma de arenque es horriblemente
amargo. An ms que la quinina.
Cmo lo sabe?
David Barry sinti que caa en la trampa, pero la inspectora tuvo la
delicadeza de no insistir. Era demasiado avisada para no saber que, algunas
veces, hay que dejar sus secretos a los alquimistas. Una semana despus, Ellen
Cooper confrm el permiso ofcial de la FDA. La tirnica organizacin nunca
haba concedido una autorizacin en un plazo tan corto. La prueba de toxicidad
y de efcacia del AZT en el hombre poda comenzar.
267
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor

La fecha del 3 de julio de 1985 quedar grabada para siempre en la


memoria del cancerlogo Sam Broder. Aquel da, en su hospital de Bethesda, un
joven vendedor de muebles de Boston llamado Joseph Rafuse se convirti en
una especie de piloto de pruebas de la ciencia al recibir la primera dosis del
primer tratamiento del sida con AZT. Esta dosis, evidentemente, era mucho ms
fuerte que la que se haban administrado en secreto los tres colaboradores de
Wellcome. Sam y yo enchufamos nuestro frasco en el catter de perfusin
relata el doctor Robert Yarchoan y contuvimos la respiracin mirando cmo
las gotas caan una a una. La primera hora era crtica. Si el enfermo sufra un
choque anaflctico, la violenta reaccin de intolerancia bioqumica poda
causarle la muerte. Al comienzo de la noche, su temperatura ascendi
bruscamente. Los dos mdicos lograron hacerla bajar y detener la febre. Al
amanecer, Sam Broder, agotado, se quit su bata blanca y lanz delante de sus
ayudantes las tres palabras probablemente ms cargadas de signifcacin de su
carrera:
La experiencia contina.
Seran diecinueve. Diecinueve hombres y mujeres a los que la rareza y
gravedad de sus sntomas les haban valido el ser aceptados en el hospital de
punta que diriga el cancerlogo Sam Broder en el campus de Bethesda.
25
La
experiencia para la cual iban a servir de cobayas no estaba principalmente
destinada a curarlos, sino a comprobar que la droga que se les administrara no
poda ni agravar su estado ni, sobre todo, matarlos. Los ayudantes de Sam
Broder les haban hecho frmar ocho pginas mecanografadas donde se
atestiguaba que se declaraban voluntarios, que aceptaban los riesgos de la
experiencia y que, en caso de accidente, descargaban al centro de toda
responsabilidad.
El formulario de la prueba clnica prevea el aumento progresivo de las
dosis de AZT, primero por va intravenosa durante dos semanas, y despus por
va oral durante las cuatro semanas siguientes. Se saba que las ratas y los
perros haban soportado hasta ochenta miligramos de AZT por da y por kilo de
peso. Se comenz ms modestamente por tres, siete y medio, quince y luego
treinta miligramos, y despus el doble para las tomas orales. A medida que
pasaban los das, la esperanza de Sam Broder aumentaba. Los efectos
secundarios resultaban casi despreciables. Apenas un diez por ciento de
disminucin de glbulos rojos en tres pacientes, dolores de cabeza en una
docena de ellos y algunos temblores en uno solo. En cambio, algunos resultados
positivos se manifestaron casi inmediatamente: una recuperacin general de
peso (alrededor de cinco libras por trmino medio); un aumento notable del
25
Dos enfermos seran tratados tambin en el centro clnico de la Duke University.
268
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
nmero de linfocitos T4 defensores del sistema inmunitario, en quince de los
diecinueve pacientes; la eliminacin total de una seria infeccin de las uas en
otros dos enfermos; y, en seis ms, la desaparicin de la febre y de los sudores
nocturnos. Ya no se encontr ningn rastro del retrovirus en los glbulos
blancos de varios pacientes. Dos de los enfermos disfrutaban incluso de una
autntica resurreccin.

El primero era la esposa de un mdico de Washington, una encantadora


enfermera contaminada por una transfusin sangunea. Se llamaba Barbara. Su
sida fue diagnosticado durante su viaje de bodas por Francia. Para el
microbilogo Dannie King, director del proyecto AZT en Wellcome, Barbara
simbolizaba toda la tragedia de esta enfermedad. No era una persona con riesgo
y, adems, haba elegido como profesin la de cuidar a los dems. Ni Sam
Broder ni su colaborador Robert Yarchoan haban visto unas lesiones como
aqullas. La muchacha sufra una infeccin general de las mucosas de la boca.
Su lengua, su paladar, sus encas, la pared interna de sus mejillas, su garganta y
sus labios ya slo eran una herida en carne viva, un tapiz infamado por
ulceraciones sanguinolentas. Era como si un carnicero le hubiese arrancado
todos los dientes de un solo golpe dice David Barry. La muchacha sufra un
verdadero martirio. Incapaz de alimentarse desde haca semanas, era un
esqueleto viviente. Exceptuando a su marido y a los mdicos, ya nadie se
atreva a entrar en su habitacin.
Un da en que la ayudaba a ponerse un vestido demasiado ancho para su
cuerpo descarnado, su esposo, que conoca el sueo que ella acariciaba desde
haca tiempo, le dijo tiernamente:
Cario, en cuanto hayas recuperado algunos kilos, iremos a comprar un
abrigo de visn.
La promesa podra parecer cruel, teniendo en cuenta el estado de Barbara,
que pareca desesperado. Sin embargo, despus de dos semanas de tratamiento
con el AZT, el rostro irreconocible de la muchacha recuper su forma humana.
Pudo volver a hablar normalmente. Sus lesiones bucales remitieron y acabaron
por desaparecer. Despus de tres meses de verse incapaz de alimentarse, pudo
hacerlo de nuevo con toda normalidad. Consigui levantarse, vestirse sola y
recobr la coquetera. Sus fuerzas volvieron, y arda de impaciencia por regresar
a la vida activa. Barbara no haba olvidado su profesin. Un da, Sam Broder
tuvo la sorpresa de encontrarla vestida con bata blanca y atendiendo a otros
enfermos. A pesar de algunos accesos de anemia prontamente corregidos con
transfusiones, su curacin se confrm hasta tal punto que pudo salir del
hospital al cabo de cuatro semanas. Para aquella ocasin memorable, Barbara se
puso el vestido de seda turquesa que tanto le gustaba, comprado en Pars, y que
269
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
no haba usado desde haca tanto tiempo. El doctor Broder no poda ocultar su
emocin. Con todo su equipo, acompa a la muchacha y a su esposo hasta el
taxi. En el instante en que se introduca en el coche, Barbara se volvi hacia su
marido:
Cario dijo. No olvides que me debes mi abrigo de visn!

La segunda resurreccin fue asimismo tan espectacular, que Sam Broder


se sirvi de ella para convencer a la doctora Ellen Cooper de que le autorizase a
no interrumpir los tratamientos al cabo de las seis primeras semanas, y a omitir
el intervalo de reposo de treinta das que impone el formulario. El parn,
habitual en esa clase de experimentaciones, tiene por objeto procurar a los
enfermos un reposo para que puedan eliminar eventuales efectos txicos. La
inspectora de la FDA consideraba que tal entreacto era indispensable.
Esta vez, el paciente era un actor originario de Palm Beach, Florida. La
forma particular de su sida haba impresionado tanto a su mdico de cabecera,
la doctora Margaret Fischl, del centro clnico de la Universidad de Miami, que
sta no dud en envirselo a Sam Broder. El virus haba atacado el cerebro de
este enfermo, y el desventurado tena paralizados los miembros inferiores.
Haba perdido casi por completo el uso de la palabra y padeca trastornos
psquicos. Un hombre en plena forma, atltico, arrogante, en tres meses haba
quedado reducido por el sida al estado de un invlido que se arrastraba entre
dos muletas, relata David Barry. El efecto que produjo el AZT en tres semanas
sobre aquel muerto-vivo dej atnitos a los responsables del laboratorio
Wellcome y a los del hospital de Bethesda. No slo el enfermo pudo levantarse
sin ayuda, sino que comenz a dar brincos por los pasillos. Ms todava: se
divirti bajando a toda marcha los doce pisos del hospital hasta la planta baja y
volvi a subir con la velocidad sufciente para vencer al ascensor en su carrera.
Hazaa que repiti complacidamente varias veces.
Sam Broder telefone a Ellen Cooper para rogarle que aceptase que el
tratamiento de aquel paciente excepcional no fuese interrumpido por la cuchilla
fatdica de los treinta das previstos en el formulario.
Ya he odo hablar del caso refunfu la inspectora de la FDA. Es un
actor profesional. Y los actores son capaces de cualquier mixtifcacin!
Venga a comprobarlo usted misma insisti el facultativo.
Veinte minutos despus, la incrdula joven haca su entrada en la
habitacin. No olvidara fcilmente el espectculo que le esperaba. Si se trataba
de un nmero, el ex paraltico lo dominaba perfectamente. El hombre tom un
bastn en cada mano, salt sobre su cama y, blandiendo los palos hacia la
visitante, exclam:
270
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
stos son los instrumentos que me sirvieron para arrastrarme hasta esta
habitacin hace tres semanas!
Lanz los dos bastones como dos jabalinas a la papelera del fondo de la
habitacin, y aadi:
Y esto es lo que el AZT ha hecho por m!
Con la fexibilidad de un acrbata, salt al suelo, se arroj boca abajo y
comenz una serie de fexiones mientras gritaba:
Mis brazos son tan fuertes como mis piernas!
Ellen Cooper estaba estupefacta. El ex invlido se levant al fn y se plant
ante ella.
Quiere usted que le muestre tambin cmo desciendo y subo los doce
pisos de este maldito edifcio?
No; no vale la pena, le creo se defendi Ellen Cooper con una sonrisa
cmplice.
Ellen sali de la habitacin acompaada de Sam Broder. Colocando una
mano amistosa sobre el hombro del cancerlogo, le tranquiliz:
De acuerdo, Sam, no interrumpa su tratamiento!
271
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
50
Nueva York, USA - Otoo de 1985
Hacer que cada uno se sienta amado y respetado
Doctor, si tuviese cojones, me arrojara por esa ventana.
El doctor Jack Dehovitz contempl con sorpresa los grandes ojos azules
brillantes de rebelda y el espeso collar de barba roja que daba a Josef Stein un
atractivo aspecto de profeta. El ex arquelogo tena, visiblemente, un mal da.
Era la primera vez que expresaba abiertamente su deseo de morir. Este deseo
era corriente en los homosexuales afectados por el sida. Y muchos lo hacan
realidad. Los mdicos atribuan esas inclinaciones suicidas a un complejo de
culpabilidad autodestructor exacerbado por la enfermedad, y conjugado a veces
con un abuso de alcohol o de droga. Aquella maana, Jack Dehovitz decidi
tomar a broma la morbosa perspectiva de su paciente:
Quit kzetching! Deja de lloriquear! replic vivamente en una mezcla de
ingls y de yiddish que les hizo estallar a los dos en una gran carcajada.
Cada jornada de trabajo del responsable adjunto de la unidad del sida del
hospital Saint-Clare comenzaba con una visita a su enfermo favorito. Josef era
tan abierto, tan inteligente, tan lleno de humor y de encanto personal!
recuerda el mdico. Su cultura juda y sus largas estancias en Israel nos
haban acercado. A m me gustaba entrar en su habitacin soltando algunas
frases en yiddish o en hebreo que nadie comprenda. Con Josef, yo poda, por
fn, hablar de algo que no fuese la enfermedad.
Y as ocurra con todos los miembros del personal. A la menor ocasin, iban
a distraerse en compaa de Josef Stein, a fumar un cigarrillo, a tomar una taza
de t, a rer con sus bromas o a escuchar el relato de sus aventuras de buscador
de piedras. Incluso cuando la quimioterapia lo dejaba convertido en un trapo,
no dejaba que ningn visitante se fuese sin haberle insufado un poco de su
vigor y de su alegra de vivir. A los que estbamos enfrentados sin reposo con
272
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
una enfermedad que hera a seres de nuestra edad y que les conduca
inexorablemente a la muerte entre insoportables sufrimientos, Josef nos
proporcionaba oxgeno y vitaminas dir ms adelante Jack Dehovitz. En la
situacin a veces insostenible en que nos veamos aquel otoo por culpa del
carcter tan singular de la enfermedad, era necesario un Josef Stein para
levantarnos el nimo.
A la pesadilla fsica de los enfermos se sumaba un suplicio de orden moral
que a menudo agravaba su prueba y la tarea de los que les atendan. Si
anunciis a vuestra familia o a vuestros amigos que tenis un cncer, nadie
pondr en duda vuestra moralidad explica Terry Miles, el clinic coordinator de
Saint-Clare, un muchacho de 30 aos nacido en Florida y encargado de la
supervisin de los cuidados y del mantenimiento de la moral de los equipos
cuidadores. En cambio, un enfermo del sida debe enfrentarse
automticamente con el oprobio. Su mal "vergonzoso", consecuencia de un
modo de vida considerado condenable, es visto como un castigo. De ah su
terror, que se resume en una pregunta cruel: "Van a tratarme como a un
enfermo normal o a excluirme como un paria?"
Las reacciones eran tan variadas como los individuos. Para el chfer de
autobs neoyorquino Frank Korda, un alfeique de veintiocho aos con el
cabello engominado, cubierto de pies a cabeza con el horrible abigarramiento
morado del sarcoma de Kaposi, el sida haba tomado el rostro de una mujercita
atenta a sus menores deseos.
Yo supe que Frank era gay antes de que lo supiera l mismo cuenta su
madre, telefonista en una centralita de Manhattan. Le llev a un mdico con la
esperanza de que podra hacer algo. Mi otro hijo era, por el contrario,
enormemente macho. Frank, a los diecisis aos, cuando descubri sus
tendencias homosexuales, se sinti completamente desamparado. Se sincer con
su hermano, y ste le dijo: "Habla con mam!" Yo saba que haba intentado
salir con dos o tres chicas. Me dijo: "Mam, soy gay." Yo le respond: "Eres mi
hijo, eso es lo nico que cuenta para m." Yo slo quera que siguiera siendo una
persona. Era la poca de la revolucin sexual, y muchos gays se vestan como
chicas. Y le dije: "Tus preferencias sexuales son una cosa, pero no aceptar que te
pongas en ridculo disfrazndote de mujer." Y aad: "Hagas lo que hagas, hazlo
con dignidad y respeto." Conoc a los muchachos que frecuentaba. l los llevaba
a casa. Eran muy correctos. La mayora de sus amigos me adoptaron.
Un da cay enfermo. Todo comenz por un adelgazamiento inexplicable.
Aunque nunca haba sido gordito, comprob que perda algunos cientos de
gramos cada semana. l no se daba cuenta de nada. De pronto, unas pstulas
aparecieron en sus piernas, y luego empez a toser. Por la noche, yo vigilaba su
respiracin. Haca un ruido de pistn impresionante. En abril pasado, me dijo:
"Mam, tengo el sida." Yo haba odo ya esta palabra. Uno de mis vecinos, que
era vigilante en la penitenciara de Sing Sing, nos haba hablado de un preso
273
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
que muri del sida. Por entonces, apenas prest atencin. Pero cuando Frank me
comunic su enfermedad, romp en sollozos. Luego fui en busca de mi Biblia.
Yo soy muy creyente y pens que deba de haber una razn para semejante
prueba. Le dije a Frank: "Hay un sentido en todo lo que permite el Seor. Quiz
ha querido servirse de ti." Le le unos pasajes de la Escritura. l comenz a ir a
la iglesia. Los feles de la parroquia fueron formidables. Para que todos rogasen
por l, les dije que mi hijo tena un cncer. En su caso, no era del todo una
mentira.
Frank ha estado a punto de morir en dos ocasiones. La ltima vez, los que
se ocupaban de l abandonaron la lucha... Todos, salvo el Seor y yo. Yo
permanec a su lado da y noche. Le aliment cucharada a cucharada. Le
atiborr de vitaminas, de reconstituyentes, de nata helada, de todo lo que a l le
gustaba. Y sobre todo no ces de animarle a luchar, a esperar, a querer vivir. En
las habitaciones vecinas, las enfermeras cerraban cada da los ojos de un muerto.
Frank, en cambio, todava est all. No hay nadie en el servicio ms empecinado
que l en ganarle la partida a la enfermedad. Me ha hecho prometer que si le
sucede algo, me convierta en la madre de los dems enfermos. Una gran parte
de ellos han sido abandonados por su familia! Hay muchos padres que aceptan
que su hijo tenga el sida, pero no que sea gay.

Aquel otoo, no haba madre, ni familia, ni compaero en la vida de Roddy,


un joven de veintisiete aos, ex preso por toxicmano en la penitenciara de
Sing Sing. Los aos de aislamiento en una zona de mxima vigilancia haban
transformado a aquel docker de New Jersey en una autntica fera, siempre
dispuesto a saltar sobre cualquiera que entrase en su cuarto. A pesar de la
neumona que arrasaba sus pulmones, no era aliento lo que le faltaba. No
hablaba, aullaba. Cuando alguien acuda, alarmado por sus rugidos, lo reciba
con una andanada de insultos y de amenazas. Era un paciente ms bien difcil
que someta a dura prueba los nervios de Jack Dehovitz y de su equipo, y que
confrmaba que asistir a los enfermos del sida era ms una cuestin de
hospitalidad que un problema puramente mdico.
Entrar en la habitacin de un paciente con la intencin de dedicar un poco
de tiempo para escucharle puede ser un acto teraputico cien veces ms efcaz
que inyectarle una perfusin dice Jack Dehovitz. Hacerle sentir que es
respetado, considerado, amado, que nadie le juzga. No hay nada ms vivifcante
que sostenerle la mano, aplicar un poco de blsamo sobre un miembro doloroso
y dar masaje delicadamente. Algunos enfermos confesan que, durante meses,
nadie se ha atrevido a tocarlos. Lo terrible es que nos enfrentemos con una
enfermedad contra la cual no disponemos de ningn arma. Todo lo que
274
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
podemos intentar es asegurar a nuestros pacientes la mejor calidad de vida
posible para el tiempo que les quede.
La diversidad tnica y social de los enfermos exiga una adaptacin sin
fallos a cada una de las situaciones individuales. Establecer un contacto, vencer
la desconfanza y dominar el miedo requeran dosis de paciencia y de
imaginacin que slo poda ofrecer un personal voluntario y motivado.
Al enfermero Ron Peterson, un antiguo marine de la guerra del Vietnam
reconvertido a la danza moderna y ms tarde a la asistencia mdica, se le
ocurri la idea de organizar unas clases de gimnasia para los enfermos de Saint-
Clare. Fue una revelacin dice. Algunas personas descubran de pronto
que podan hacer algo con su cuerpo. Que ya no eran unos restos de naufragio
paralizados en su cama. Ense algunos movimientos de danza incluso a unos
desventurados clavados en su silla de ruedas. Ron haba visto en Vietnam a
tantos hombres perdidos y desesperados, que se empleaba apasionadamente en
ayudar a los enfermos a poner sus asuntos en orden y a reconciliarles con la
idea de la muerte, de manera que, una vez llegada la hora, no muriesen
odindose a s mismos. No hay nada en el mundo ms gratifcante que poder
aportar un apoyo concreto, dir Ron.
Extraamente, el terror que inspira la enfermedad no menguaba el alfujo de
los candidatos deseosos de trabajar en una unidad de cuidados especializados.
El sida es la tragedia de nuestra generacin dice Terry Miles, el joven clinic
coordinator. Estoy aqu porque creo que mi deber es participar en la batalla y
hacer todo lo posible para ganarla. Otros postulantes de parecido empeo
tenan razones personales para alistarse. En general, conocan a alguien que
padeca el sida o que ya haba muerto de l. Algunos se consideraban a s
mismos en peligro, a causa de su estilo de vida.
La primera explicacin que daba Terry Miles a los que solicitaban un
empleo en el hospital Saint-Clare era que lo primero que tenan que hacer
consista en ayudar a morir a los moribundos. Muchos de los que contrat
faquearon en seguida y desaparecieron al cabo de unos das. Otros sufrieron
un stress tan grande que su comportamiento cambi hasta tal punto que hubo
que despedirles. As ocurri con aquel enfermero que, al encontrarse de pronto
en un mundo de drogados, comenz a beber frenticamente litros de caf. La
toxicomana de sus pacientes se le haba contagiado. Otros, al contacto con
enfermos gays, descubrieron sus propias pulsiones homosexuales y, bajo la
impresin, emprendieron la huida. Otros, fnalmente, se encariaron tanto con
los pacientes que no pudieron soportar el verlos morir. Da tras da, volvan a
la habitacin del fallecido, con un ramo de fores en la mano y los ojos llenos de
lgrimas, recuerda una enfermera.
Aquel otoo fue especialmente mortfero en Saint-Clare. Era frecuente que
la enfermedad produjese tres o cuatro vctimas en menos de una semana. Una
atmsfera de duelo, de impotencia y de depresin invada entonces todo el
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
servicio cuenta Terry Miles. Pareca que todo resultaba ms difcil. Ron
Peterson, el antiguo marine del Vietnam senta que perda pie. Como no poda
explayarse con sus amigos, acab yendo a un psiquiatra y le confes: Todos los
que se enfrentan con una situacin como sta necesitan hablar de sus angustias
con alguien. Si no, se corre el riesgo de proyectar en los enfermos la propia
ansiedad. Para conjurar aquel peligro, Terry Miles organiz unas sesiones de
terapia colectiva destinadas al personal. Cada uno poda acudir all para soltar
sus quejas, liberarse de sus frustraciones y compartir su inquietud en cuanto a
las reacciones de tal o cual paciente. Era un alivio inmenso el poder
intercambiar impresiones, expresar el desconcierto, recibir el consuelo de los
colegas y sentir que no se est solo, que los dems se enfrentan con los mismos
dramas, reconoce Gloria Taylor, una enfermera negra de cuarenta aos.

Veterana de las unidades de cuidados intensivos de la ciruga a corazn


abierto de varios grandes hospitales de Nueva York, Gloria Taylor era uno de los
pilares de Saint-Claire. Con su generoso pecho, su sonrisa inalterable y su
acento sureo, Gloria recordaba a las nodrizas negras de La cabaa del To Tom.
Nadie asuma su tarea con ms fervor y ms compasin que ella. Aquella mujer
procedente de un ambiente modesto llegaba cada maana de su suburbio lejano
para ayudar a los enfermos agonizantes a irse con dignidad. El sida le haba
quitado a su ms querido amigo de la infancia. Era mi hermano de leche
explica ella. Mi madre lo haba adoptado como hijo. Era gay, pero eso nunca
import entre nosotros. Cuando supo que iba a morir, Gloria le hizo
hospitalizar en el lugar donde ella trabajaba. Luch como una leona para que
fuera atendido decentemente, pero, a causa de ese mal terrible del que nadie
saba nada, se le consideraba como un apestado. Su muerte en tan malas
condiciones la trastorn hasta tal punto, que quiso quemar su bata de
enfermera. Fue entonces cuando ley en un peridico un artculo que anunciaba
la apertura de la unidad especializada de Saint-Clare. Se present en seguida en
la direccin indicada. Todo lo que yo quera dice ella era aportar a otros la
amabilidad y la ternura que le haban sido negadas a mi hermanito. Cada
enfermo que le era confado se converta de inmediato en su hermanito.
Gloria tena el don de recibir a un nuevo enfermo y conseguir que se encontrase
a gusto en seguida. Buenos das, me llamo Gloria y estoy encantada de
conocerle y de poder ocuparme de usted. Llmeme por mi nombre, eso me
gustar. Ver lo bien que vamos a entendernos. Cuando la gente est a punto
de morir, hay que dejar a un lado el seora o el seor explicaba Gloria a sus
colegas. Esa familiaridad haca nacer entre ella y sus enfermos una
complicidad inmediata, incluso con aquellos que se mostraban ms
desconfados u hostiles. Aquel otoo, con su corazn desbordante de ternura y
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
sus dotes innatas de cuidadora, la corpulenta Gloria suavizaba un poco la
pesadilla de Saint-Clare.
Le reservaban los casos ms difciles, como el de Damien, un decorador de
veintiocho aos al que el sida roa el cerebro poco a poco. Era un hombre
maravilloso, pero testarudo como una mula. Poda encerrarse das enteros en un
mutismo total relata Gloria. Aunque an saba sostener un tenedor cutre
los dedos, ya no entenda que tena que llevrselo despus a la boca para
alimentarse. Hacerle tragar algunos bocados era mi obsesin. Cada cucharada
de comida, cada trago de lquido ingeridos representaban mis nicas y pobres
victorias sobre su mal. Permaneca horas sentada al borde de su cama, jugando
con l, contndole historias, distrayndolo para hacerle tomar un poco de nata
helada o de yogur. Todos, en Saint-Clare, hacan lo imposible para lograr que
los pacientes se alimentasen. Unos distribuidores de sopas, de ensaladas, de
postres y de golosinas haban sido instalados incluso en los pasillos para que el
menor deseo de mordisquear algo pudiese ser satisfecho a cualquier hora del
da o de la noche.
Una maana, Gloria entr en la habitacin de Damien y lo encontr en su
cama comindose delicadamente sus excrementos. Cre que se me paraba el
corazn dice ella. Me qued all, mirndole, incapaz de hacer un
movimiento. Acab preguntando: "Est bueno?" Qu otra cosa poda decir? l
me lanz una mirada maliciosa y me respondi: "Muy sabroso." Cuando
termin, tom su servilleta y se sec cuidadosamente los labios. Despus se
limpi los dedos y el borde del plato como una persona bien educada. Yo tena
ganas de gritar, pero ningn sonido sala de mi boca. Slo me quedaban las
lgrimas para maldecir al virus que haba destruido la razn de mi pobre
hermanito.

Gloria y sus compaeros del equipo de cuidadores de Saint-Clare tendran,


aquel otoo, otras muchas ocasiones de maldecir el virus diablico cuyo
descubrimiento se disputaban Robert Gallo y Luc Montagnier. El nmero
creciente de los enfermos toxicmanos haca cada da ms difcil su trabajo.
Como Rondy, el ex docker, muchos pacientes haban cumplido largas condenas
en la crcel.
Los toxicmanos explica Gloria tenan una personalidad muy
diferente de la de los homosexuales. Negaban su enfermedad. Para ellos, slo
una cosa contaba: su dosis de droga. Si les decas: "Esa jeringa va a matarte",
ellos respondan: "Me importa un pito, correr el riesgo." Ante todo, haba que
desintoxicarlos, porque era evidente que no podamos mantener en el servicio a
unos toxicmanos activos y agresivos. El sida no les preocupaba: lo que ellos
queran era fipparse. Tuvimos que separar a ciertos enfermos cuyos compaeros
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
seguan aprovisionndoles. Tuvimos que poner a otros en cuarentena. Segn el
grado de intoxicacin, se necesitaban tres o cuatro semanas para conseguir
disminuir sus dosis y, con ello, su dependencia de la droga. Para los que
consuman hasta cuatrocientos dlares diarios de polvo, se necesitaba ms
tiempo. Si no queras matarlos, no podas ir demasiado de prisa. Una supresin
demasiado brusca poda producir en los enfermos sudores y alucinaciones e
incluso desencadenar comportamientos suicidas. Procedamos, pues, en etapas
sucesivas, con ayuda de los medicamentos de sustitucin.
Pero los toxicmanos son unos extraordinarios comediantes, dispuestos a
utilizar todos los subterfugios: fngir morirse por falta de droga, o pretender
que un malestar les ha hecho vomitar y que, por consiguiente, necesitan otra
dosis. Pero con un perro viejo como yo, pinchaban en hueso. Nunca olvidar los
dilogos que tenamos: "Ensame lo que has vomitado!", le dije un da a uno
de ellos. l puso un gesto desconsolado: "Imposible, Gloria, he tirado de la
cadena!" Yo insist: "La cadena del agua? Hace seis semanas que no te has
movido de la cama y de repente has podido llegar a los lavabos?" l me mir,
imperturbable. "S, Gloria, hoy he conseguido ir solo hasta el WC."
El desventurado estaba cubierto de pstulas de Kaposi. El herpes le haba
devorado la mitad de la retina. Estaba casi ciego. Tal vez le quedaban tres meses
de vida. Se burlaba de que lo cuidasen por su sida. Lo que l quera era su
mandanga. Habra vendido a su padre y a su madre por una cpsula de polvo.

Si los esclavos de las drogas duras eran sin duda una clase aparte en las
salas de Saint-Clare, los procedentes de las bath houses y de los salones de orgas
no siempre se libraban de parecidas carencias. Desde los simples poppers
desencadenantes de la libido hasta las inyecciones de speed de cocana que
ofrecan sus chorros de adrenalina y doce horas de un nirvana garantizado y
barato, la droga tambin formaba parte de las costumbres de numerosos
homosexuales hiperactivos. De todos los toxicmanos que Gloria se esforz en
amansar aquel otoo, ninguno le dio ms guerra que Rondy, el antiguo interno
de Sing Sing. Sus gritos y su grosera hacan que el terror reinase cada vez ms
en los pasillos de Saint-Clare.
Relato de Gloria Taylor
Ahora ya no pesaba ms que unos cuarenta kilos, pero todava tena una
fuerza herclea. Trataba de araarme y de morderme cada vez que lo tomaba en
brazos como a un nio para llevarlo a la ducha. Pero en seis semanas consegu
convertirlo en un cordero. Le hice descubrir algo que l no haba sentido nunca
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
en su vida: que alguien le quera. Le instal en una silla de ruedas y le pase de
habitacin en habitacin. Rpidamente se hizo una multitud de amigos entre
los dems enfermos y el personal. A m me llamaba "Baby". Se haba convertido
en el ms carioso de los muchachos y yo no lograba aceptar la idea de que iba
a morir. l saba perfectamente lo que le esperaba: haba asistido ya a la horrible
agona de dos de sus amigos. Y me deca: "No quiero irme de esa manera."
Una maana, me tom una mano y me dijo:
Baby, quiero que organices una festa en mi habitacin y que invites a
todos mis compaeros. Quiero decirles adis.
Me mand a comprar juguetes para su hija de dos aos, a la que slo haba
visto una vez detrs de los barrotes de la crcel. Tambin quera volver a ver a
sus padres, a los que no haba abrazado desde haca quince aos, justamente
antes de su primer robo. Tambin me hizo invitar a uno de los guardianes de
Sing Sing, al cual tena afecto. Como estbamos muy cerca de Navidad, le suger
que preparase un regalo para sus padres.
Qu les gustara? me pregunt.
Yo no soy muy religiosa. Pero animo siempre a todos los enfermos a buscar
ayuda y consuelo all donde puedan, y especialmente en la fe. En la sala de
enfermeras hay siempre colgado un papel con la lista de los enfermos que
desean la asistencia de un ministro del culto. Delante de cada nombre, una letra
identifca su religin: C por catlicos, H por hebreos, P por protestantes. La
llaman la "Pastoral List".
Vers, creo que el mejor regalo que puedes hacer a tus padres es invitar
tambin a tu party al capelln del establecimiento le respond. De ese modo
podr bendecirte con los santos leos en su presencia.
S exclam l, encantado. Creo realmente que no podra ofrecerles
nada mejor.
El da de la party haba una veintena de personas alrededor de su cama.
Unos haban trado pasteles, otros fores e incluso globos y guirnaldas. Alguien
lleg con un radiocassette. La habitacin estaba llena de msica de jazz. A
Rondy le costaba cada vez ms respirar; cada uno de sus gestos le exiga un
esfuerzo, pero su rostro irradiaba una alegra serena. El capelln rez la oracin
de los agonizantes y luego traz el signo de la cruz sobre la frente de Rondy con
un algodn empapado en aceite. Impresionada, la madre rompi en sollozos.
Sali de la habitacin. Rondy dijo en seguida unas palabras de adis a cada uno,
como si se fuese de viaje. Yo haba sentado a su hija en la cama. Con su mano
seca y arrugada, Rondy le acariciaba la mejilla. Pareca feliz.
De repente, unos espasmos le sacudieron. Su respiracin se hizo irregular.
Le puse la mscara de oxgeno, pero l se la arranc. Nos sonrea. Busc a su
madre con la mirada. Como no la vio, me hizo una sea para que me acercase.
279
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
51
Research Triangle Park - Bethesda, USA - Otoo de 1985
Cincuenta kilos de esperma de arenque para atajar una tragedia
Aquello tena todo el aspecto de un milagro. Desde que el cancerlogo Sam
Broder haba comenzado, en julio de 1985, a administrar el AZT a diecinueve
enfermos de su hospital de Bethesda, Barbara pudo elegir el abrigo de visn
prometido por su marido y reanudar su trabajo de enfermera. Por lo tanto,
todas las esperanzas parecan fundadas. Pero en medicina no hay nada ms
ilusorio que un milagro. La euforia legtima suscitada por aquellos comienzos
prometedores no deba ocultarnos la realidad reconoce el vicepresidente
encargado de la investigacin del laboratorio farmacutico Wellcome. Haca
demasiado tiempo que navegbamos en el mundo imprevisible de las
enfermedades vricas para dejarnos engaar por aquel xito, por muy
espectacular que fuese. El doctor David Barry recordaba la aventura vivida
durante su internado en Yale a propsito de la idoxuridina administrada a unos
pacientes afectados por encefalitis vricas mortales. El bioqumico que haba
desarrollado esa sustancia la prob en tres enfermos. Como dos de ellos
sobrevivieron, lleg a la conclusin, demasiado rpida, de que el producto era
efcaz en el sesenta y seis por ciento de los casos. Sin embargo, no slo result
peligroso, sino que aceler la muerte de varias personas. El que haba
preconizado aquel tratamiento no estudi el mecanismo evolutivo de la
enfermedad, ni tuvo en cuenta que cierto porcentaje de enfermos sobrevive
siempre a su mal explica David Barry. Las reacciones inmunitarias de un
individuo pueden variar de un da a otro sin que se sepa el porqu. Tal vez era
eso lo que le ocurri a Barbara. Afrmar que su aparente curacin era debida a
nuestro AZT hubiera sido confundir nuestros deseos con la realidad. Poda
tratarse de una mejora espontnea.
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
David Barry tena muchas razones para ser circunspecto. La historia de la
teraputica abunda en fenmenos engaosos. En primer lugar, el famoso efecto
placebo es el origen de progresos sorprendentes debidos solamente a la
autosugestin. Un estado de nimo mejor reactiva a menudo el apetito y
provoca el despertar de las defensas inmunitarias; un despertar que puede
atajar ciertas manifestaciones patolgicas. El hecho de estar asociado a una
prueba clnica en un entorno altamente especializado tambin puede ser un
factor decisivo, porque los enfermos son entonces objeto de una vigilancia
mdica ms intensa. Cmo saber si esos diversos elementos haban tenido un
papel en los resultados comprobados, y si era as, cul haba sido su papel? De
todas maneras, aunque se hubiera podido demostrar la accin benefciosa del
AZT en la mayora de los primeros enfermos tratados, esa primera
experimentacin en el hombre era demasiado limitada a la vez por la duracin
y por el nmero de participantes, para que se pudiera predecir si stos iban a
mantenerse. El virus, a la larga, poda mostrarse resistente al medicamento; y
podan surgir efectos secundarios tras su utilizacin prolongada. En resumen,
el resultado obtenido al principio poda desaparecer en cualquier momento,
dijo David Barry. Las falsas esperanzas puestas en otras sustancias, como el
HPA-23 del Instituto Pasteur de Pars que tom en vano el actor Rock Hudson,
incitara al equipo de Wellcome a redoblar su prudencia y su discrecin. Pero
cmo esperar tal reserva por parte de los pacientes que se vean aparentemente
salvados tras haber tomado el AZT?

Apenas regres a Florida, el actor que unas semanas antes slo poda
caminar con muletas proclam a voz en grito ante las cmaras de televisin que
un medicamento acababa de curarle del sida. Todas las personas afectadas
deben tener el derecho de ser tratadas con el AZT, declar el actor, rindiendo
un vibrante homenaje al laboratorio que lo fabricaba. Un diluvio de llamadas
cay inmediatamente sobre nuestra centralita telefnica, relata David Barry,
que no dud en responder l mismo a numerosos comunicantes. Algunos
enfermos, cuya voz casi inaudible auguraba el prximo fn, reunan sus ltimas
fuerzas para suplicar que se les procurase el remedio. Algunos padres de
drogados describan el suplicio de su hijo que sufra una toxoplasmosis cerebral
que le dejara ciego o loco. Unos activistas llamaban para protestar de que el
AZT no estuviese ya en venta en los drugstores. Tambin hubo gentes que
tlefoneaban para anunciar: Acabo de tener diarrea y transpiro mucho por la
noche; si no se me da nada, creo que voy a morir. Envenme urgentemente su
medicamento. Una madre angustiada explic que su hija de quince aos
acababa de perder la virginidad con un hombre que tena fama de hacer a pelo
y a pluma y que ella estaba convencida de haber atrapado el sida. Como haba
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
ledo en la prensa que tomando el AZT se tena la posibilidad de frenar la
accin del virus, quera saber lo que tena que hacer para recibir las dosis
necesarias. Abogados de empresa y agentes de cine intervinieron en favor de
sus clientes, entre los que fguraban polticos y actores a menudo conocidos.
Ofrecan las sumas ms absurdas y en ocasiones se comportaban muy
desagradablemente. Algunos no vacilaban en amenazar a los dirigentes de
Wellcome con perseguirles por la justicia por denegacin de auxilio a personas
en peligro de muerte, o acabar con ellos si no se doblegaban a sus exigencias.
Tambin hubo llamadas angustiosas de facultativos enfrentados con el
horror de la enfermedad. David Barry no olvidar nunca la del doctor Durack,
del centro clnico de la Duke University vecina. Aquel jovial padre de cuatro
hijos imploraba que se le enviase el AZT para uno de sus pacientes, un
muchacho hemoflico de dieciocho aos. Oriundo de un pueblo del interior de
Carolina del Sur, Steve haba contrado el sida con ocasin de una transfusin. A
pesar de su debilidad y de sus dolores ms y ms lacerantes, se empeaba en
seguir sus estudios secundarios. Dos meses antes del examen, hubo padres que
se quejaron de la presencia de un enfermo de sida en el colegio frecuentado por
sus hijos, y el director rog a Steve que dejase de asistir a las clases. Aceptando
el desafo, Steve prepar su examen por correspondencia y aprob con la
mencin muy bien. La ceremonia de la entrega de premios podra haber sido
el da ms hermoso de los pocos meses que le quedaban de vida, pero no pudo
ocupar su sitio entre los dems compaeros ni fue autorizado a subir al estrado
para recibir la recompensa. Tuvo que ocultarse detrs de una cortina, al abrigo
de las miradas, para seguir el desarrollo de la festa. Y a travs de aquella
cortina, cuando todo el mundo se fue, se le entreg a escondidas su pergamino,
cogido con unas pinzas. Unos das despus, un zona fulminante cubri su
cuerpo de ulceraciones tan dolorosas que hubo que trasladarle al hospital e
instalarle en una habitacin aislada para que sus gemidos no enloquecieran a
los dems enfermos. La falta de ayuda familiar se sumaba tambin a sus
sufrimientos.
Cmo permanecer sordo ante tanta injusticia? dice David Barry.
Aquel alumno no era ni un homosexual ni un toxicmano. Era inocente. El
vicepresidente de Wellcome se meti un frasco de AZT en el bolsillo, subi a su
coche y se dirigi al hospital. El pobre muchacho estaba en la agona cuenta
. No haba ninguna posibilidad de que sobreviviese seis meses, la duracin
mnima de pronstico impuesta para poder participar en una prueba clnica.
Ante un desamparo tan grande, aquel criterio pareca absurdo. Le entregu el
AZT a su mdico y dese buena suerte a Steve. Cuatro semanas despus, su
zona haba desaparecido y pudo reunirse con los adolescentes de su pueblo y
correr de casa en casa a recoger las tradicionales golosinas de la festa de
Halloween, una especie de martes de Carnaval. Para burlarse de la muerte, a la
que acababa de jugarle una mala pasada, Steve decidi disfrazarse de esqueleto.
282
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor

Las gentes no se contentaron con telefonear. Algunos se dirigieron hasta el


Research Triangle Park para asediar el laboratorio Wellcome, decididos a
obtener a toda costa, para un pariente o un allegado, el medicamento cuya
efcacia ponan por las nubes los medios de comunicacin. Los empleados de la
recepcin necesitaron toneladas de paciencia y de comprensin para que
aquellos visitantes, portadores de la ltima esperanza de tantos condenados a
muerte, admitieran que era imposible acceder a sus peticiones. David Barry
recibi un da la llamada de socorro de una de las azafatas de recepcin: un
hombre se negaba a irse, sin haber hablado con el director. David baj al
vestbulo en compaa de su colega Tom Kennedy, un irlands muy hbil para
arreglar las situaciones ms delicadas. Se encontraron cara a cara con un
hombre de cincuenta aos, extremadamente faco y con aspecto de vagabundo.
El desventurado les explic, con una sinceridad desgarradora, que su
compaero se estaba muriendo en Miami. l es toda mi vida declar.
Desde que ya no puede alimentarse, he dejado de alimentarme yo tambin. No
me ir de aqu antes de que ustedes me den la posibilidad de salvarle. David
Barry explic que su frma iba a realizar una experimentacin en gran escala en
la que su amigo, seguramente, podra participar. Pero el visitante permaneci
inaccesible al lenguaje de la razn. Era a la vez trgico y pattico dice el
mdico. Aquel hombre nos daba una magnfca leccin de amor, pero nuestra
conciencia de cientfcos nos ordenaba que no respondisemos a sus splicas.
Entre las llamadas que llegaron aquel otoo al laboratorio farmacutico
hubo la de un mdico neoyorquino. El doctor Jack Dehovitz traduca bien el
desamparo creciente de centenares de mdicos norteamericanos ante aquella
situacin insoportable: exista un medicamento que haba demostrado ser
efcaz, pero no estaba disponible para los enfermos. Obsesionado por los
sufrimientos de Josef Stein, de Sugar y de los numerosos enfermos que
agonizaban en el hospital Saint-Clare y que l no poda curar, Jack Dehovitz
exhort a los responsables de Wellcome a que trabajasen a marchas forzadas
para que podamos al fn disponer de algo que ofrecerles a los que nos acusan de
dejarles morir sin hacer nada.

S, ciertamente, haba que trabajar a marchas forzadas. Pero con qu? La


prueba clnica efectuada con los diecinueve enfermos de Sam Broder y los dos
pacientes del centro mdico de la Duke University haba agotado hasta el
ltimo gramo del stock de AZT constituido en la primavera anterior por la
compra de todas las reservas mundiales de esperma de arenque. Por su parte,
los qumicos de Wellcome no haban conseguido todava reproducir en
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
laboratorio la famosa sustancia contenida en el semen de ese pez marino. Su
retraso tena excusas: la sntesis de la timidina es de una gran complejidad.
Requiere el xito en cadena de diecisiete operaciones y una tcnica que slo era
dominada entonces por unos pocos laboratorios. La fabricacin de AZT
presentaba, por otra parte, algunos peligros que exigan la construccin de
instalaciones especiales, sobre todo unos enormes depsitos de vidrio
concebidos para impedir la explosin de las molculas de timidina al contacto
con elementos metlicos.
Mientras se esperaba el fruto del trabajo de investigadores, tcnicos y
qumicos, la solucin a la penuria de materia prima fue hallada gracias a Sam
Broder. Record que, veinte aos antes, el Instituto Nacional del Cncer se haba
procurado la totalidad de esperma de arenque existente en aquel entonces
unos cincuenta kilos para experimentar una teraputica en enfermos
afectados de tumores cancerosos. Como muy pronto se descubri que el
producto no lograba el efecto benfco esperado, la experiencia fue abandonada.
Convencido de que el depsito deba de hallarse olvidado en el fondo de algn
almacn polvoriento, el cancerlogo llam al centro de los Developmental
Therapeutic Programs. Rog al responsable de aquel servicio de teraputicas
experimentales que buscase con toda urgencia los cincuenta kilos de esperma
de arenque. Unos minutos despus, el inslito cargamento estaba localizado.
Perfecto! le dijo Sam Broder al diligente funcionario. Envelo
inmediatamente al laboratorio Wellcome del Research Triangle Park. Y no me
pida que rellene un montn de documentos. Es muy urgente. Limtese a enviar
la mercanca.
El tono no autorizaba ninguna discusin. Los luchadores del sida recibiran
in extremis nuevas municiones.
284
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
52
Calcuta, India - Nueva York, USA
Otoo de 1985-invierno de 1986
Una acogida celestial para el comando ataviado con sari blanco
Era sin duda uno de los ms bellos espectculos para sus ojos casi ciegos. A
travs del velo lechoso de su doble catarata, la Madre Teresa adivinaba los
contornos de la procesin que cruzaba el coro de la catedral cantando el
Magnifcat. En aquella maana de diciembre, cuarenta de sus novicias, con un
cirio en la mano derecha y el documento que confrmaba su profesin de fe en
la izquierda, iban a pronunciar los votos de las Misioneras de la Caridad al pie
del altar adornado con azucenas blancas. En cabeza de la procesin, ataviada
como sus compaeras con el sari de seda blanca de las desposadas cristianas
bengales y la frente ceida con una corona de fores, la pequea ex leprosa de
las piras funerarias de Benars caminaba orgullosa y radiante. Sor Ananda
haba superado los obstculos de su karma. Aquel da era para ella como el de
un segundo nacimiento. Con el corazn palpitante, se arrodill en el primer
escaln del altar para recibir de manos del arzobispo las seales de su nueva
vida. Recibe, hija ma, el smbolo de tu Esposo crucifcado, declar monseor
Picachy, un anglo-indio originario de Bombay, entregndole el crucifjo de
madera de olivo que llevan sobre el pecho las Misioneras de la Caridad.
Despus, el prelado deposit entre sus manos el humilde sari de algodn
blanco orlado de azul que sera en lo sucesivo su nico hbito.
Que este vestido te conduzca siempre tras las huellas del Seor, que te
haga entrar en las casas de los pobres para llevarles Su luz y saciar Su sed de
almas.
Cuando todas las novicias hubieron recibido su crucifjo y su sari, la
procesin se dirigi cantando hacia la sacrista, al fondo de la nave. Los padres
de las nuevas profesas se apretujaron tras ellas para asistir al momento que
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
simbolizara la ruptura de su hija con el pasado. Ananda, a falta de un padre y
de una madre que nunca haba vuelto a ver despus de su destierro, se
estremeci de alegra al descubrir los ojos oblicuos y los pmulos salientes de
sor Bandona. La religiosa nepalesa haba venido de Benars para participar en
aquel da que coronaba tantos esfuerzos comunes, tantas esperanzas
compartidas. Detrs de ella, sor Ananda reconoci tambin, bajo el velo ligero
de un sari de festa rojo y dorado, la sonrisa cmplice de Domenica, la islea de
Mauricio que fue su amiga en el moridero del Corazn Puro. A su lado, con
un aire ms juvenil que nunca, con un diamante en la oreja y los cabellos atados
en cola de caballo, estaba su marido, el doctor alemn Rudolph Benz.
La Madre Teresa hizo entonces su entrada, con unas tijeras en la mano. En
un silencio emocionado, sor Ananda y sus compaeras perdieron su larga
trenza negra. Siguiendo la tradicin, sus padres recogieron piadosamente, en
unos cuadrados de algodn, aquellas reliquias de un mundo que acababan de
dejar. Ya slo les faltaba a las novicias cambiar su atuendo de novia por el
hbito religioso. Una hermana les distribuy unos cirios, que ellas encendieron
en el que sostena la Madre Teresa. Luego, la procesin regres cantando al coro
de la catedral. El momento solemne haba llegado. Acompaada del rumor de
los ventiladores que agitaban un aire hmedo, se elev la voz clara y frme de la
antigua leprosa de Benars.
Yo, sor Marie Ananda, prometo a Dios Todopoderoso respetar los votos
de pobreza, de castidad, de obediencia, y el de servicio, ofrecido con todo mi
corazn, a los ms pobres de entre los pobres.
Con este compromiso, Ananda se convirti aquel 8 de diciembre de 1985,
en la hermana nmero 2.458 de la orden fundada por la Madre Teresa.

Una festa ruidosa y alegre esperaba a las nuevas esposas de Cristo a su


regreso al convento de Lower Circular Road. Como si fuera para celebrar unas
autnticas bodas indias, las familias, las relaciones, los amigos, todas las
hermanas, las novicias y las postulantas de Calcuta y de los alrededores se
haban reunido en el patio decorado ton fores, farolillos y serpentinas.
Con la frente marcada, siguiendo la tradicin india, con el punto rojo de
bienvenida, y con una guirnalda de fores al cuello, sor Ananda y sus
compaeras recibieron el abrazo de la Madre Teresa. Con su arrugado rostro,
radiante de felicidad, la anciana religiosa las bendijo a todas, una tras otra.
Que siempre haya una sonrisa en tus labios, Ananda murmur
colocando las manos sobre la cabeza de la joven hermana. No olvides nunca
que los pobres no slo necesitan tus cuidados, sino tambin la alegra de tu
corazn.
286
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
Sor Ananda avanz hacia la concurrencia en festa. Todas de blanco, las
postulantas giraban ante ella en una farndula endiablada al son de un armonio
y del bhajan, de viejos cantos rtmicos bengales, mitad himnos mitad poemas,
que celebraban el nombre de Jess y el de los santos. Otras hacan llover desde
los pisos un monzn de ptalos de rosa, de jazmn y de clavel. Y otras, en fn,
lanzaban confeti o danzaban haciendo oscilar las llamas de las velas
multicolores.
Segn la tradicin, la festa se acab con el anuncio de los destinos. Como
los ojos enfermos de la Madre Teresa no le permitan leer la lista aquel ao,
encarg a sor Paula que la reemplazara. Hasta su ltimo da, Ananda recordar
siempre aquel momento crucial de su vida. Una extraa sensacin se apoder
de todas nosotras, a medida que sor Paula iba desgranando nuestros nombres,
unidos a nombres de ciudades y de pases que, en su mayor parte, nos eran
desconocidos. Yo tuve que esperar casi hasta el fnal para saber que la Madre
Teresa haba decidido enviarme a Nueva York. Al da siguiente tena que salir
para los Estados Unidos, con otras tres hermanas, con el fn de trabajar en un
hogar para enfermos. Una reconfortante noticia atenuara un poco la aprensin
de sor Ananda ante la perspectiva de aquella aventura en un mundo extranjero.
Era sor Paula, la que la haba formado en el moridero durante sus aos de
noviciado, la elegida por la Madre Teresa para dirigir la nueva casa de las
Misioneras de la Caridad en Nueva York.

Los aduaneros norteamericanos del aeropuerto John F. Kennedy recordarn


mucho tiempo su estupefaccin. Jams haban visto tal coleccin de equipajes
heterclitos a la llegada de un avin. Era como si unos emigrantes del siglo
pasado desembarcasen con sus miserables posesiones en suelo norteamericano.
Haba all cubos, utensilios de cocina usados, cajas de cartn atadas con cordeles
de camo, sacos de yute remendados y atiborrados de ropa blanca y de trapos,
jergones de ropa enrollados en unas piezas de lona sujetas con cordeles, viejos
paraguas, sandalias de plstico, escobas, arpilleras e incluso peridicos indios.
En cada paquete de aquel inverosmil batiburrillo se vea un nombre y una
direccin caligrafados con tinta azul: MOTHER TERESA - NEW YORK -
USA.
Era la regla. Cada vez que las Misioneras de la Caridad iban a instalarse en
una de las capitales del rico Occidente, se llevaban de Calcuta todo lo que
necesitaban. La Madre Teresa haba dado estrictas consignas al arzobispo de
Nueva York para el acondicionamiento del edifcio de Washington Street. Haba
que respetar el espritu de pobreza de todas sus instituciones, sobre todo en lo
que concerna al stano, destinado a servir de convento a su pequea
comunidad. Para las camas, nada de somieres ni de colchones, sino unos catres
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
metlicos recuperados o comprados de ocasin, sobre los cuales las hermanas
extenderan sus jergones. Como mobiliario, bastara con un banco y algunos
taburetes. Unos cajones o los cartones de embalaje serviran de estanteras
donde colocar, especialmente, los libros de oracin. No haba ninguna
necesidad de frigorfco ni de lavadora. Y menos an de climatizador o de
televisor. No deba ser gastado ni un cntimo intilmente, ni siquiera para papel
higinico.
La hija del propietario de las piras de Benars no olvidar nunca la
sorprendente acogida que le reserv Nueva York. Era la primera vez en mi
vida que vea caer del cielo unos copos de nieve. Poco a poco, los rboles, las
casas, los coches se iban escondiendo bajo un inmenso sari blanco. Qu
maravilla! Con los ojos abiertos de par en par, sor Paula y las otras tres
religiosas compartan su encantamiento. Cuando el coche del cooperador
voluntario vino a buscarlas, fue prcticamente engullido por un maelstrm
algodonoso. Para unas indias supersticiosas y sensibles a las manifestaciones de
las fuerzas de la naturaleza, aquella tempestad de nieve slo poda ser un signo
del cielo, el saludo de bienvenida que les brindaba el Creador. Ananda,
deslumbrada, pens en el cntico de Daniel. Las palabras del profeta que ella
haba recitado tantas veces en el horno de Calcuta se hacan ahora realidad. Su
clara voz enton alegremente: Heladas y escarchas, hielos y nieves, exaltad
para siempre al Seor. Repetido a voz en grito por las otras hermanas, el salmo
acompa su viaje a travs de la borrasca hasta la puerta de su casa
neoyorquina.
Otra sorpresa esperaba all a Ananda. Los tres obreros que estaban
instalando el telfono del futuro hospicio tenan la piel todava ms negra que la
suya. La impresin fue grande para aquella que, desde la infancia, se crey
condenada a la abyeccin social, aquella a quienes los moribundos haban
rechazado a causa de su color, aquella que siempre haba asociado la piel negra
con la fealdad. La ex paria de Benars se sinti transportada de felicidad. Dios
me mostraba que haba hecho criaturas mucho ms negras que yo! dice.
Quera convencerme de que yo no era tan fea como siempre haba credo.
Pero los Estados Unidos no haban terminado de asombrar aquel da a las
viajeras de Calcuta. A pesar de las recomendaciones de la Madre Teresa, unos
donantes demasiado celosos haban equipado la casa con todos los
electrodomsticos corrientes en un hogar norteamericano. Sor Ananda
permaneci un momento inmvil ante la batera de mquinas que ocupaban el
fondo del cuarto de estar. Aparte de los refrigeradores, ya vistos en Calcuta, en
los escaparates de Park Street, camino del moridero, todos aquellos
instrumentos eran tan extraos para ella como los satlites que giran en el
espacio. Sor Paula se apresur a imponer su autoridad para pedir la
desaparicin inmediata de aquellos equipamientos superfuos. Slo el gran tubo
fjado a una de las paredes se libr de ser cambiado. Al tratar de ver para qu
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
serva, sor Ananda se quem los dedos. Y as fue cmo la joven india descubri
un valioso elemento de confort moderno en aquella ciudad de inviernos
polares: la calefaccin central.
Su exploracin del stano le proporcion otras sorpresas. Los restauradores
del antiguo presbiterio haban previsto una instalacin a su juicio tan elemental
que ni siquiera haban informado de ella al arzobispo. Para ellos era evidente
que una sala de duchas sera indispensable para las visitantes, aunque stas
fuesen unas santas mujeres habituadas a la pobreza de Calcuta. Ni las hogueras
de Benars, ni la leprosera de la orilla del Ganges, ni el moridero del Corazn
Puro haban preparado a Ananda para aquel curioso descubrimiento. Con la
boca abierta y los ojos desorbitados, la ex leprosa consider con un inters
mezclado de temor la gran alcachofa brillante de la ducha que brotaba del
techo. Roz tmidamente una de las llaves del grifo. Bastaba con girarla para
hacer que el agua manase de aquella fuente metlica? Ananda no poda creerlo.
Como muchos otros indios, sor Ananda mantena con el agua una relacin casi
carnal. Desde su ms tierna infancia, los trabajos del agua no haban cesado de
ocupar sus jornadas, algunas veces hasta el agotamiento. Hasta entonces no
haba llenado nunca un cubo o un cntaro que no fuese por la fuerza de sus
brazos. Esa derrengante tarea cotidiana haba deformado su esqueleto y le haba
inculcado un respeto casi religioso por el agua, la conciencia aguda de su valor
y de su escasez y la absoluta necesidad de economizarla. En la India no se
permita despilfarrarla. Utilizaban la misma agua en primer lugar para el aseo
personal, despus para hacer la colada y fnalmente para fregar los suelos.
Impresionada, sor Ananda se santigu, adelant una mano temblorosa e
hizo girar la llave. Inmediatamente, un verdadero diluvio cay del techo.
Hipnotizada, ella miraba correr el agua. La vista del poderoso chorro la
sobrecoga menos que el ruido que produca, reavivando en su memoria el del
monzn al chocar con las olas del Ganges, el brusco martilleo de los
chaparrones tropicales que hacan reverdecer los campos alrededor de Benars,
el bombardeo del cielo aportando un poco de frescor al gran horno del verano.
Ananda escuchaba caer el agua como en un xtasis. Bajo el impulso de la magia
de sus recuerdos, la muchacha se meti totalmente vestida bajo la ducha. Con
los brazos separados y la cabeza inclinada hacia atrs, se ofreci al maravilloso
chorro. El agua y el calor la penetraban como en su infancia, cuando las nubes
liberaban su man de vida sobre los hombres y su tierra rida. Slo una india
poda saborear esta comunin, este instante de dicha indecible. Sinti de nuevo
ganas de cantar: Lluvias y rocos, exaltad al Seor, y vosotros, astros del cielo,
bendecidle para siempre jams...
Atradas por su voz, que resonaba en toda la casa, sor Paula y las otras tres
religiosas acudieron corriendo. Al ver a su compaera disfrutar como una nia,
lanzaron todas una fulgurante risotada. La Madre Teresa poda estar tranquila.
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Sus hermanas comenzaban su apostolado en Nueva York con la alegra en el
corazn.
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Nueva York, USA - Otoo de 1985-invierno de 1986
El ao prximo, en Jerusaln
No todo eran tragedias en el hospital Saint-Clare de Nueva York; tambin
haba alegras. Una tarde de diciembre, todo el equipo de asistencia, con el
doctor Jack Dehovitz en cabeza, acompaado de los pacientes del piso que
tenan fuerzas para dar unos pasos, invadieron la habitacin de Josef Stein para
felicitarlo antes de su marcha. Una nueva terapia a base de vinblastina, un
alcaloide extrado de una planta de la selva amaznica, de propiedades
anticancerosas, haba hecho desaparecer virtualmente su infeccin bucal debida
al cncer de Kaposi. El antiguo arquelogo volva a comer y haba recuperado
varios kilos. Nadie que se cruzara con l en la calle habra podido sospechar que
estaba enfermo de sida y que probablemente le quedaba poco tiempo de vida.
Esta victoria no haba sido conseguida sin dolores. La quimioterapia es una
prueba temida por todos los enfermos a causa de las grandes molestias que
provoca nuseas, vmitos, migraas, diarreas, sudores, escalofros,
erupciones cutneas unidas con frecuencia a una grave anemia. La toxicidad
de diversos medicamentos es tan mal tolerada por algunos enfermos que es
necesario controlar rigurosamente las funciones cardaca y respiratoria. Ante
todo, hay que estar preparados para interrumpir el tratamiento en cualquier
momento. Existen, sin embargo, curiosas excepciones. Gloria Taylor, por
ejemplo, atenda a un travesti negro que devoraba como un ogro despus de
cada sesin de quimio mientras que, normalmente, ella tena que pelear
mucho para hacerle tragar aunque no fuera ms que una cucharada de pur.
Jack Dehovitz y su equipo no se hacan ilusiones: la aparente curacin de
Josef Stein no era sino un alivio transitorio. Dentro de unos meses, tal vez
semanas o slo das, lo veran entrar otra vez, casi sin tenerse en pie, vctima de
una recada. Estos continuos retrocesos son el drama del sida. Aunque se corte
291
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
una infeccin, se elimine un tumor aqu o all la enfermedad sigue avanzando
inexorablemente dice el doctor Dehovitz. Por un lado, el virus est siempre
presente y, por el otro, el desmoronamiento del sistema inmunitario favorece el
desarrollo de toda clase de enfermedades oportunistas. Disponemos de diversos
medios teraputicos contra las infecciones y el cncer, pero, por desgracia, no
tenemos ninguno contra el virus en s. Las complicaciones se suceden, se
agravan y al fn acaban con la resistencia de los enfermos. El doctor Sam
Broder, en su hospital de Bethesda, sus colegas Michael Gottlieb en Los
ngeles, Paul Volberding en San Francisco, Willy Rozenbaum en Pars y, en
general, todos los mdicos del mundo enfrentados al sida compartan aquel
invierno el pesar de Jack Dehovitz.
Siempre en busca de la noticia sensacional, los medios de comunicacin,
por el contrario, proclamaban peridicamente el descubrimiento de una nueva
panacea. Por ejemplo, un equipo de la cadena de televisin CBS desembarc
una maana en el hospital Saint-Clare para entrevistar a un paciente y a un
mdico en relacin con un medicamento a base de interfern que estaba en fase
de experimentacin y que presuntamente curaba los tumores de Kaposi. El
periodista quera a toda costa hacerme decir que yo depositaba grandes
esperanzas en esta sustancia y que estaba impaciente por utilizarla cuenta
Jack Dehovitz. Despus de cosechar tantas decepciones, me costaba trabajo
ilusionarme por una innovacin teraputica. Yo estaba al corriente de los
trabajos que se haban publicado en relacin con el producto y saba que
algunos colegas lo haban utilizado ya. Sin mostrarme particularmente
ditirmbico, me limit a expresar mi intencin de utilizarlo a mi vez, al igual
que otros medicamentos. A continuacin, el equipo de televisin pas a la
habitacin de Josef Stein. Despus de grabar a placer todas sus lesiones desde
todos los ngulos, el periodista le dijo que acababa de descubrirse un remedio
que poda mejorar rpidamente su estado. La grabacin fue difundida aquella
misma noche, a una hora de gran audiencia. Para dar ms nfasis a la reaccin
de una vctima del sida que se crea condenada a muerte a plazo ms o menos
corto y que se entera, ante la mirada de millones de telespectadores, de que
existe un nuevo producto que puede salvarle, mi intervencin haba sido pura y
simplemente suprimida. El resultado de este intempestivo revuelo televisivo fue
deplorable. El reportaje traumatiz de tal manera al pobre Josef que me hizo
una escena violenta acusndome de no tener inters en curarlo, puesto que no
utilizaba todos los descubrimientos que haca constantemente la ciencia
mdica.
Al igual que la mayora de enfermos de sida, Josef Stein segua muy de
cerca la evolucin del mal, el tratamiento que reciba y los avances de la
investigacin. Lea el New York Times todos los das y hojeaba los principales
semanarios de informacin y varias revistas mdicas, adems de seguir los
programas informativos de la televisin y de la radio. Por consiguiente, con
292
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
frecuencia se dejaba engaar por los medios que suscitaban muchas esperanzas
vanas en los enfermos. Ello complicaba considerablemente la labor de los
mdicos.
Haba pacientes que no titubeaban en tomar el avin para Mxico, a fn de
adquirir en las farmacias de Laredo o de Tijuana remedios cuya venta estaba
prohibida en territorio norteamericano por la Food and Drug Administration.
Y en nombre de qu principios poda intentar disuadirles yo, que nada poda
ofrecerles? preguntara Jack Dehovitz. Tena derecho a desalentar a
hombres y mujeres que se saban amenazados por una muerte prxima,
impidindoles que fueran al fn del mundo en busca de la hipottica esperanza
de prolongar su vida? Por desgracia, la experiencia haba demostrado que
ninguna de las drogas antisida, ni de Mxico ni de ningn otro sitio, era efcaz.
Yo haba atendido a enfermos que las haban tomado y que, desgraciadamente,
haban muerto como los dems. Si hubiera encontrado a uno solo al que uno de
estos medicamentos hubiera salvado, no habra vacilado en transgredir las
reglas de la tica profesional para obtenerlo clandestinamente, con objeto de que
se benefciaran de l todas aquellas personas a las que da tras da vea
agonizar.

Aquella maana de diciembre, la espectacular mejora de Josef Stein pona


un aire de festa en todo el piso del Saint-Clare. El enfermo predilecto del
personal de asistencia estaba levantado, alegre, triunfante. Sam Blum,
convencido de haber contribuido a la curacin de su amigo, merced a las preces
solicitadas a los monjes de la abada de Latroun y a los profetas de Israel,
descorch una magnum de Dom Prignon.
L'chaim! Brindemos por la vida! exclam el hijo del rabino de Brooklyn
sirviendo el champaa.
L'chaim! respondi el personal a coro.
Tintinearon los vasos. Josef Stein abraz a Jack Dehovitz.
Eres el rey de los galenos, Doc!
La infeccin crnica de las mucosas haba dado un timbre metlico a su
voz. El joven mdico se ech a rer.
No more kzetching! Basta de lgrimas! respondi en aquella mezcla de
yiddish e ingls que les diverta utilizar entre ellos. Cuando te vayas, parecer
que esto se ha quedado vaco. Todos nos sentiremos un poco hurfanos. No
olvides darnos noticias tuyas.
Os mandar una postal desde Jerusaln! Josef mir a Sam: Verdad,
hermano? All nos iremos para dar una sorpresa a nuestro amigo paraltico y
agradecerle sus oraciones.
293
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor

Dos das antes del previsto para su partida hacia Tel Aviv, Josef Stein
despert con fuertes vmitos que lo fatigaron de tal modo que no tuvo fuerzas
para levantarse. Not que las llagas le infamaban nuevamente la cavidad bucal,
la garganta y hasta la trquea. Unos accesos de tos breves pero muy dolorosos le
sacudan de pies a cabeza. La alta temperatura, acompaada de sudores y
escalofros, confrm rpidamente una recada fulminante.
Haciendo acopio de fuerzas, llam por telfono a Sam. Para no alarmarle, le
propuso retrasar varias semanas el viaje a Israel, a fn de hacerlo coincidir con la
Pascua.
Lo aprovecharemos para llevar a nuestro amigo al Muro de Jerusaln
dijo. Qu magnfca accin de gracias, tanto para l como para m!
Ms tranquilo, colg. Antes de tenderse nuevamente en la cama, dej que
su mano vagara un minuto por entre los objetos que llenaban la mesita de
noche: su despertador de estudiante, un trozo de slex tallado procedente de sus
excavaciones en Israel y sin duda con ms de cien mil aos de antigedad, un
marco de plata con la foto tomada en las excavaciones de Gezer, en compaa de
Sam y de Philippe instantes antes del trgico accidente, un ejemplar de la Torah
y una vieja edicin encuadernada en piel negra de los Mitzvot, los
mandamientos de la Ley judaica.
En una pgina de este tomo haba una seal. Josef la haba ledo y reledo
muchas veces durante los ltimos tiempos. Haba analizado cada frase,
meditado cada palabra. Se trataba del mitzvah que haca referencia a la
prohibicin de realizar cualquier accin que tuviera por objeto quitarse la vida.
La prohibicin se fundaba en numerosas escrituras sagradas. La obra citaba,
concretamente, la rplica lanzada desde las llamas de la hoguera por el rabino
Chanadiah ben Terodyan, condenado a muerte en el siglo II. A los que le
gritaban que abreviara sus sufrimientos aspirando el humo a pleno pulmn, l
respondi: Es el Creador quien ha dado al hombre su alma. Slo l puede
arrebatrsela. Nadie tiene derecho a adelantar su propia muerte. El texto
recordaba que la Ley judaica niega todo servicio religioso y toda manifestacin
de duelo por el difunto culpable de haber puesto fn a sus das, incluido el rito
del keriah, por el que los judos manifestan su aficcin al desaparecido
desgarrando un trozo de su vestido delante de la tumba. En el mismo libro,
Josef haba descubierto otros comentarios que atenuaban en cierta medida la
absoluta intransigencia de este mandamiento. El rabino Yore Deah proclamaba
que toda persona cuya existencia haya llegado a hacerse insoportable est
autorizada a abstenerse de hacer algo por prolongarla.
Josef Stein, testigo de tantas agonas en el hospital Saint-Clare, no ignoraba
el fn atroz que le esperaba. Haba aludido a ello en varias de sus cartas a su
amigo el monje de Israel. No era el dolor fsico en s lo que tema, sino la
294
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
progresiva decadencia que destruye fatalmente todo aquello que constituye el
orgullo de vivir. Yo no me arrepiento de nada recordaba con frecuencia a los
que le rodeaban. He amado todo lo que he hecho en la vida. Si tuviera que
volver a empezar, no cambiara ni una coma. Al frmar el documento No
deseo reanimacin, al principio de su primera hospitalizacin en Saint-Clare,
haba expresado su voluntad de no ser mantenido con vida artifcialmente.
Esta maana, al sentirse tan mal, advirti lo mucho que se haba degradado
su estado. Pens en el cruel destino de Philippe Malouf, condenado a pasar el
resto de sus das en una silla de ruedas. Al igual que l, Josef saba que no
podra volver a levantarse. Ahora que an tena libertad de elegir, no habra
llegado el momento de poner fn a una lucha intil contra un virus ms fuerte
que l?
En la mesita de noche estaba el frasco de cpsulas blancas que le haban
dado antes de su marcha del Saint-Clare. El farmacutico del hospital haba
escrito el nombre en la etiqueta. Era Dilaudid, un analgsico ms potente que la
morfna. Josef contempl con reconocimiento aquellas pequeas bombas
qumicas que tantas veces haban calmado sus sufrimientos y mantenido su
voluntad de vivir. Normalmente, bastaba una sola para calmar los dolores ms
intolerables. Cuntas haran falta para suprimir para siempre el mal supremo,
el de una existencia que llegara a hacerse insoportable?
Antes de buscar la respuesta, quera hablar con el amigo que tanto le
exhortara a aceptar su destino hasta el fnal, a hacer suyos los lamentos de
Jeremas, a escuchar la voz de Isaas proclamando que el que soporta el
sufrimiento del mundo es el que redimir la desgracia de los hombres. Josef
Stein marc el nmero de telfono de la abada de los Siete Dolores de Latroun.
Mientras pulsaba los dgitos del telfono, volvi a ver mentalmente el pequeo
cementerio situado detrs de la iglesia, su seto de ciprs, sus matas de
asfdelos, sus hileras de cruces de madera clavadas en la tierra grabadas slo
con nombres de pila.
El hermano Philippe estaba ausente. Haba sido llevado a Jerusaln para ser
sometido a exmenes con vistas a una intervencin quirrgica que deba
devolverle el uso completo de los dedos.
Quiere dejarle algn recado? pregunt la voz del otro extremo del
hilo.
Dgale slo que su amigo Josef Stein quera abrazarlo antes de partir.

Al lado del telfono haba siempre un pequeo bloc. Josef Stein escribi
trabajosamente: Good bye and Mazel Tov. I love you all. Arranc la hoja y la
apoy contra la lmpara. Luego, se sirvi un vaso de agua, destap el frasco del
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
Dilaudid, se ech en la palma de la mano todas las cpsulas y empez a
tragarlas una tras otra.
296
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
54
Nueva York, USA - Navidad de 1985-invierno de 1986
La vida es una oportunidad, aprovchala
Desde las grandes huelgas de estibadores de antao y las manifestaciones
del movimiento gay de liberacin de los aos setenta, no se haban congregado
tantos periodistas en esta calle del Greenwich Village. Los habitantes del barrio,
a los que un cordn de policas mantena a distancia, contemplaban el inslito
espectculo. Apenas restablecida de una operacin de cataratas, con su cara
arrugada casi enteramente oculta por unas grandes gafas negras, la Madre
Teresa, entre un torbellino de micrfonos y cmaras, reciba a las personalidades
que se apeaban de sus grandes automviles. El alcalde Ed Koch, radiante y
sonriente, estrech efusivamente la mano que le tenda la ilustre anciana, ante la
mirada risuea del cardenal arzobispo de Nueva York. John O'Connor estaba
rebosante de satisfaccin. Bajo los auspicios de su archidicesis se inauguraba
hoy el primer centro de asistencia para enfermos de sida sin recursos.
En la pared, a la derecha de la puerta de entrada, la fundadora de las
Misioneras de la Caridad haba hecho colocar la placa con el nombre del nuevo
establecimiento de su congregacin. Las cmaras se empujaban para enfocar las
tres palabras grabadas. El antiguo presbiterio del nmero 657 de Washington
Street se llamara en lo sucesivo GIFT OF LOVE (Ofrenda de Amor). A pesar
de su cansancio, la religiosa no se opuso a que la inauguracin del centro fuera
ofcial. Cada enfermo de sida es una encarnacin de Cristo, declar la frgil y
diminuta anciana a los reporteros que se agolpaban a su alrededor. Para la
inauguracin haba elegido la vspera de Navidad, porque Jess naci esta
noche, y quiero ayudar a todo el mundo a nacer a la alegra, al amor y a la paz.
Tambin ella haba elegido a los tres primeros internos. Los encontr detrs
de las rejas de Sing Sing, la penitenciara de siniestra reputacin adonde la
llevara una religiosa americana que consagraba su vida a aliviar el sufrimiento
297
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
moral y fsico de los presos. Lo que all vio la horroriz. El consumo de droga
estaba muy extendido en las prisiones y las jeringuillas contaminadas
propagaban la epidemia de modo fulgurante. Los enfermos no reciban ni
cuidados adecuados ni el menor consuelo moral. La Madre Teresa consider
que su situacin era ms trgica que la de los moribundos de las aceras de
Calcuta. Inmediatamente solicit que se le confara un primer grupo de tres
enfermos, de los ms graves.
Uno de ellos, Daryl Morsette, de veintisiete aos, haba sido bailarn del
Electric Circus y del Gilded Grape, dos discotecas de Nueva York. Toxicmano
irreductible, Daryl atrac a una pareja en una calle de Manhattan un da en que
necesitaba dinero para procurarse su dosis. Fue condenado a seis aos de
prisin y conducido a Sing Sing. An le faltaban seis meses para tener derecho a
solicitar la libertad condicional. La Madre Teresa revolvi cielo y tierra para
conseguir que dos representantes de la Ofcina de Indultos del Estado de Nueva
York fueran a ver al condenado a la enfermera para ofrecerle una puesta en
libertad anticipada.
La santa mujer recordara durante mucho tiempo el extrao dilogo que
tuvo lugar en aquella ocasin.
Detenido Daryl Morsette, sepa que, por este indulto, deja de estar a cargo
del Estado anunci uno de los funcionarios al preso. Ello signifca que
pierde el derecho a toda prestacin mdico-social. En lo sucesivo, todos los
gastos ocasionados por su enfermedad corrern de su cargo.
El desdichado, que estaba muy dbil y cubierto de pstulas de Kaposi,
inclin la cabeza tristemente.
No s cuntos das de vida me quedan gru, pero prefero vivirlos
fuera de estos jodidos barrotes. Al diablo vuestra asistencia mdica! Prefero la
libertad.

La Madre Teresa esperaba en medio de una multitud de periodistas y


curiosos. Por qu el ex presidiario y los otros dos detenidos enfermos que
haba tomado bajo su proteccin, dos navajeros llamados Antonio Rivera y
Jimmy Matos, no haban llegado todava? Cuando por el extremo de la calle
apareci al fn el faro giratorio de una ambulancia, ella sali rpidamente a su
encuentro. El muchacho barbudo, plido y delgado que se dispona a apearse,
hizo un movimiento de retroceso al ver las cmaras y los micrfonos que le
apuntaban bruscamente. La Madre Teresa no reconoci en l a ninguno de los
tres internos de Sing Sing. Entonces supo que, debido a un sbito
empeoramiento de la enfermedad, los mdicos de Saint-Clare donde haban
sido hospitalizados, en espera de que el hogar Ofrenda de Amor estuviera
dispuesto haban tenido que someterlos a cuidados intensivos. En su lugar,
298
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
para la inauguracin ofcial del hogar, enviaban a otro enfermo. Pasmado por el
inesperado recibimiento, Josef Stein se dej conducir por la Madre Teresa al
interior del edifcio que ola a pintura fresca. All su asombro aument al verse
saludado por el alcalde, el cardenal arzobispo y el delegado del gobernador.

La muerte no haba querido al ex arquelogo. Sam Blum, presintiendo lo


peor despus de la llamada telefnica de su amigo, haba tomado rpidamente
un taxi. Lleg justo a tiempo, Joseph an respiraba. Lavado de estmago,
inyecciones tonicocardacas, perfusiones, oxgeno; la unidad mvil de
reanimacin del Saint-Clare, avisada con urgencia, consigui recuperar al
desesperado. Lo primero que el enfermo vio al abrir los ojos fue el pulgar del
doctor Jack Dehovitz que apuntaba hacia arriba en seal de victoria.
Welcome back to the world of the living! Bienvenido de vuelta al mundo de
los vivos! exclam el mdico efusivamente.
Por qu lo has hecho? le reproch Josef en un murmullo.
Yo no he hecho nada, pero me alegro de que todo el equipo de urgencias
haya hecho un buen trabajo. Todos estamos muy contentos!
Durante ms de tres das, Josef no hizo ms que llorar cuenta la
enfermera Gloria Taylor. Cada vez que entraba en su habitacin, me tomaba
del brazo, apretaba con todas sus fuerzas y me suplicaba que le ayudara a poner
fn a sus das. Continuamente se arrancaba los tubos de las perfusiones y tuve
que atarle las manos.
Entonces el enfermo conoci una nueva y espectacular mejora. En menos
de una semana, gracias a una quimioterapia especialmente ajustada al caso, la
infeccin bucal desapareci y los accesos de tos se espaciaron. Pronto Josef Stein
pudo levantarse. Tena la impresin de ser un astronauta de la NASA que
volviera de un paseo por la Luna, dira. Para obligarle a alimentarse, Gloria le
entraba cada hora una copa de helado de fresas, su sabor preferido.
Me senta un poco confuso. Me daba vergenza. Yo buscaba en todos los
ojos una mirada de acusacin y no encontraba ms que ternura.
Una maana, el ordenanza del hospital le llev una carta procedente de
Israel. Por medio de Sam, el monje amigo de ambos se haba enterado de su
tentativa de suicidio. Pero Philippe Malouf no aluda al hecho. Con su
entusiasmo habitual, le daba una noticia en la que vea una seal maravillosa.
Acabo de enterarme de que la hermanita india Ananda, de la que ya te he
hablado, ha sido enviada a Nueva York a cuidar enfermos de sida en un hogar
abierto por la Madre Teresa le escriba. La Providencia te la enva, hermano.
Te lo suplico, ve a verla cuanto antes.
Josef Stein relea la carta de su amigo cuando Gloria Taylor entr en tromba
en la habitacin. La enfermera negra estaba alborozada.
299
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
Vstete de prisa, Josef, te trasladan. La Madre Teresa te necesita.

En Ofrenda de Amor haba apreturas. Revestido con alba de encaje y estola


dorada sobre los hombros, el arzobispo John O'Connor agitaba el hisopo por
encima de los presentes y rociaba con agua bendita el viejo edifcio remozado.
Al igual que en todos sus centros, esparcidos por el mundo, la Madre Teresa
haba decorado su primer hogar para las vctimas de la nueva peste con los
emblemas de su fe. En el saln de la planta baja, presidido por un enorme
crucifjo, haba escrito en tiza en una pizarra las palabras del Ave Mara. Las
ltimas palabras ahora y en la hora de nuestra muerte estaban trazadas
en letras maysculas y subrayadas con dos gruesas lneas. En un estante en el
que las monjas haban colocado su retrato, ella puso dos biblias que estaran a
disposicin de los enfermos, una en ingls y la otra en espaol, para los
hispnicos. En cada rellano de la escalera, un rtulo indicaba el nombre que ella
haba elegido para el piso. Estaba el de Cristo Rey, el de San Jos, el del
Inmaculado Corazn de Mara y el del Sagrado Corazn de Jess. Las
habitaciones tambin haban sido bautizadas. La de Josef Stein estaba puesta
bajo la advocacin de Nuestra Seora de la Esperanza. Contena dos camas
metlicas, una cmoda, una mesa, una silla y una butaca tapizada de skai verde
manzana. Una especie de manifesto inscrito en un panel adosado a una de las
paredes era el nico elemento decorativo. Treinta aos antes, en la colonia de
leprosos de un pueblo indio a orillas del Ganges, la Madre Teresa compuso este
texto durante una noche de tormenta.
La vida es una oportunidad, aprovchala.
La vida es belleza, admrala.
La vida es beatitud, saborala.
La vida es un sueo, hazlo realidad.
La vida es un reto, afrntalo.
La vida es un deber, cmplelo.
La vida es un juego, jugalo.
La vida es preciosa, cudala.
La vida es riqueza, consrvala.
La vida es amor, gzala.
La vida es un misterio, desvlalo.
La vida es promesa, cmplela.
La vida es tristeza, suprala.
La vida es un himno, cntalo.
La vida es un combate, acptalo.
La vida es una tragedia, domala.
300
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
La vida es una aventura, arrstrala.
La vida es felicidad, mercela.
La vida es la vida, defndela.
Madre Teresa
Tendido en la cama, Josef Stein meditaba estas palabras cuando entr en su
habitacin una joven religiosa con sari.
Una gran sonrisa iluminaba su rostro dice. Ella junt las manos a la
altura del pecho e inclin la cabeza en el saludo tradicional de su pas.
Instintivamente, supe que era la pequea novia espiritual de mi amigo monje.
Soy sor Ananda me dijo. Estoy encargada del piso de Cristo Rey.
301
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
55
Pine Needle Lodge - Bethesda, USA - Otoo de 1985
AZT o placebo: la ruleta rusa
Lo primero que tenan que resolver el vicepresidente de los laboratorios
Wellcome y su estado mayor era la eleccin de una estrategia. Tenan varias
alternativas. El providencial regalo de los cincuenta kilos de esperma de
arenque hallados por Sam Broder y, muy especialmente, la inminente obtencin
por sus qumicos de la sntesis de la timidina permitan plantearse la
produccin masiva de AZT con vistas a una pronta comercializacin. El plan
costara millones de dlares, pero era viable. Puesto que no exista ningn otro
medicamento antisida, David Barry saba que tal decisin sera recibida con
alivio por la clase mdica, los enfermos y la opinin pblica y, sin duda,
aprobada por Ellen Cooper, la compasiva inspectora de la Food and Drug
Administration. ramos como la nica mquina quitanieves disponible a la
que todos esperan ver abrir camino en la ventisca dice. Todo el mundo
estaba dispuesto a seguirnos con los ojos cerrados.
Los responsables de Wellcome eligieron, empero, otra va. Una va que sera
ms cara y que no tendra el favor del pblico, pero que se adaptaba ms a las
tradiciones de rigor cientfco del prestigioso laboratorio. David Barry y sus
colaboradores decidieron profundizar en la experimentacin del AZT. Queran
someterlo al veredicto de una prueba clnica comparativa por el procedimiento
de incgnita total. La prueba consistira en seleccionar a varios centenares de
enfermos, dividirlos en dos grupos homogneos, administrar el remedio a todos
los de un grupo y dar a los del otro un producto inocuo, lo que se llama un
placebo. Ni los enfermos ni sus mdicos sabran si tomaban el medicamento o el
placebo, de ah su designacin de incgnita total. La comparacin del estado
clnico de los sujetos de los dos grupos al trmino de la experiencia permitira
evaluai los electos reales del producto probado. La mayor parte de los
302
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
tratamientos para enfermedades cardacas, las afecciones urinarias y
pulmonares y las patologas infecciosas haban sido objeto de este sistema de
control. Nuestro deber era respetar aquel mtodo dice David Barry. Era la
nica manera de no jugar al aprendiz de brujo con la timidina, cuyas ventajas e
inconvenientes no conocamos an debidamente.
Semejante decisin, aplicada a una epidemia mortal como la del sida, poda
suscitar una violenta oposicin. Dar durante varios meses cpsulas de placebo
a personas en peligro de muerte, cuando quiz hubiera un medicamento que
pudiera salvarlos, no sera violar hasta los ms elementales principios de la
tica mdica?, preguntara Michael Gottlieb, el mdico de Los ngeles que
diagnostic los primeros casos de la enfermedad.

Un soberbio campo de dieciocho hoyos y un picadero para cincuenta


caballos hacan de Pine Needle Lodge uno de los centros de recreo predilectos
de los afcionados a la equitacin y al golf de Carolina del Norte. El primer fn
de semana de noviembre de 1985, unos huspedes inesperados se dieron cita en
aquel plcido albergue situado entre pinos. El doctor David Barry haba
invitado a todo su estado mayor. Esperaba que la buclica quietud del entorno
les ayudara a responder a las urgentes y mltiples preguntas que suscitaba la
preparacin de la prueba clnica a ciegas del AZT.
Cuntas semanas deba durar? Cuntos sujetos deban participar? Qu
criterios haban de regir en su seleccin? Deban hallarse en el primer estadio
de la enfermedad o en fase terminal? Deban estar afectados de neumocistosis,
de sarcoma de Kaposi o de los dos a la vez? Qu otros parmetros mdicos
haba que tomar en consideracin? Un nmero anormalmente bajo de glbulos
blancos T4? Una prdida de peso superior a siete kilos en los ltimos meses?
Fiebres altas durante ms de tres semanas sin causa infecciosa evidente?
Sudores nocturnos habituales y diarreas inexplicables? Haba que excluir a los
toxicmanos, a los nios, a las mujeres gestantes y a las lactantes? Haba que
prohibir la toma de otros medicamentos, incluidas las simples aspirinas,
mientras duraran las pruebas, aun en el caso de que se agravara el estado del
sujeto? El campo a explorar era tan increblemente extenso que, a cada
momento uno de nosotros tena que ir a consultar a un especialista por
telfono, cuenta la virloga Sandra Lehrman.
Se sumaba a ello la eleccin de los hospitales destinados a realizar la
experimentacin y el control de resultados por los especialistas de Wellcome, la
recopilacin minuciosa de informacin, el estricto control de las cpsulas a
distribuir a los enfermos a fn de impedir su hurto o trfco, las dosis del
tratamiento, su frecuencia, el seguimiento de las condiciones fsicas de los
sujetos por medio de exmenes clnicos y biolgicos, la conducta a observar en
303
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
caso de reacciones de intolerancia, la valoracin de los accidentes y la
determinacin de las infracciones cometidas por los enfermos que justifcaran
su exclusin del experimento. Todos los elementos fueron metdicamente
discutidos uno por uno, analizados y registrados. A continuacin, los redactores
y los especialistas en informtica podran introducir esta masa de datos en sus
ordenadores, a fn de establecer las normas y confeccionar los cuestionarios que
constituiran las bases del protocolo de tratamiento. Un apartado moviliz
especialmente la imaginacin de los huspedes de Pine Needle Lodge. Se refera
al principio esencial de la operacin, la garanta del secreto, a fn de que nadie
pudiera saber quin reciba el medicamento y quin el placebo. Se acord que
cada frasco llevara un nmero que correspondera al del paciente al que estaba
destinado. El cdigo con la clave se guardara en una caja fuerte cuya
combinacin no conocera nadie ms que un colaborador de Wellcome. Richard
H. Clemons, de sesenta aos, con su corpulencia de sherif, pareca el ms
indicado para asumir esta responsabilidad. Este hijo de un granjero de Iowa
haba desertado a los dieciocho aos de los campos de maz paternos para
seguir su vocacin cientfca. Los experimentos con cobayas humanos eran su
especialidad. Sus colegas podan estar tranquilos: la caja blindada de su
despacho sera tan inviolable como las reservas de oro de Fort Knox.
Antes de terminar su week-end de trabajo, David Barry y sus colaboradores
pusieron nombre a la operacin que acababan de esbozar. Puesto que era la
quincuagsima tercera batalla que el laboratorio planteaba al virus, la llamaron
Operacin 53.

Los doce mdicos diez hombres y dos mujeres que, dos meses despus,
se reunieron en el Instituto Nacional de la Salud, en el campas de Bethesda,
ponan idntico empeo en el cuidado de sus pacientes afectados de sida y
compartan la misma frustracin ante la inutilidad de sus esfuerzos y el mismo
entusiasmo por la idea de participar en la experimentacin de un medicamento
portador de esperanza. Haban sido elegidos por los responsables de Wellcome
y trabajaban en ciudades especialmente castigadas por la epidemia. Entre ellos
fguraba el doctor Michael Gottlieb, de Los ngeles. Pese a su repugnancia a
administrar un placebo a enfermos en peligro de muerte, haba sacado la
conclusin de que la verdadera compasin y la verdadera moral consisten en
hallar una terapia efcaz lo antes posible.
Los doce mdicos haban sido convocados por David Barry con vistas a
perflar el diseo defnitivo del protocolo clnico de la Operacin 53. Tambin
participaban en la concertacin especialistas del Instituto Nacional de la Salud y
de la Food and Drug Administration. El seminario de Pine Needle Lodge haba
304
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
servido para preparar el terreno, pero an quedaban importantes puntos que
discutir.
Los qumicos de Wellcome haban calculado que podan suministrar las
dosis de AZT necesarias para ciento veinticinco sujetos durante seis meses. Por
lo tanto, se fj en doscientos cincuenta el nmero de participantes admitidos al
ensayo clnico. Ciento veinticinco de ellos recibiran el AZT y los otros ciento
veinticinco, un placebo. Se descart defnitivamente a los toxicmanos porque
ingeran drogas que podan falsear los resultados, al igual que a los nios de
menos de doce aos, por el peligro de toxicidad. A fn de asegurar la mayor
homogeneidad posible en el experimento, algunos funcionarios de Sanidad
sugirieron no seleccionar ms que a hombres. David Barry consider que
semejante discriminacin sera contraria a la tica mdica y se decidi incluir a
mujeres. A continuacin se determin el principal criterio de eligibilidad: una
esperanza de vida de seis meses por lo menos. Pero, contrariamente a lo
habitual en este tipo de experimentacin, se exigi que el estado de los
candidatos fuera grave. Para el equipo de Wellcome, ello supona correr un
riesgo: si el AZT no demostraba su efcacia en pacientes graves, exista la
posibilidad de que fuera rechazado defnitivamente. El riesgo no era menor
para los enfermos, por cuanto la probabilidad de reacciones txicas peligrosas,
es decir, mortales, era inevitablemente mayor en organismos muy debilitados.
Pero, por otro lado, si el producto se mostraba activo, los resultados seran
entonces ms reveladores. Siempre con el afn de garantizar la mxima
homogeneidad entre los sujetos, se escogi un denominador comn clnico muy
concreto: lodos los sujetos deberan haber sufrido un primer ataque de
neumocistosis durante los tres meses anteriores. Ello exclua automticamente a
los enfermos en los que el sida no se manifestaba ms que por un sarcoma de
Kaposi. David Barry deba justifcar esta decisin por la circunstancia de que la
esperanza de vida variaba considerablemente segn la localizacin y la
extensin de las lesiones. En los casos de afeccin exclusivamente cutnea, el
enfermo poda vivir hasta cinco aos. Cuando el mal interesaba las mucosas de
los rganos internos, el fallecimiento poda producirse a las pocas semanas.
De aquella concertacin result un protocolo monumental de doscientas
sesenta y dos pginas. Slo la lista de los reconocimientos y anlisis a practicar
durante las veinticuatro semanas de la prueba clnica comprenda varios cientos
de intervenciones. Algunas de las pruebas destinadas a detectar eventuales
lesiones cerebrales eran tan complejas, que el laboratorio Wellcome debera
organizar apresuradamente la formacin del personal que las llevara a cabo.
No faltaba sino sealar el da D. La experimentacin a gran escala del
primer medicamento antisida empezara el 18 de febrero de 1986.
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
56
Nueva York, USA - Invierno de 1986
No por llevar un crucifjo en el pecho estarn a salvo.
Al cabo de nueve aos de mandato en su caprichosa ciudad, el alcalde de
Nueva York poda considerarse curtido. Sin duda, haba odo ms discursos
extravagantes, recibido ms presiones y sido blanco de ms amenazas que
cualquier otro edil. No obstante, Ed Koch no recordaba haberse enfrentado a un
interlocutor ms duro de pelar que el que recibi aquel 2 de enero de 1986. Los
matones de los sindicatos de estibadores, de policas, de bomberos o de
basureros, los representantes ms duros de pelar de los comits de ciudadanos,
los mafosos de las innumerables bandas, los padrinos de los muelles, los
activistas gays, los folloneros de las asociaciones tnicas, raciales y religiosas de
esta ciudad mosaico, le parecan ngeles de la guarda comparados con la
apergaminada ancianita que estaba hacindole un implacable chantaje con la
virtud. La Madre Teresa, todava con las gafas negras que protegan sus ojos
despus de la reciente operacin de cataratas, estaba sermoneando al judo
polaco emigrado, ahora convertido en guardin de la ciudad ms grande de
Amrica.
Los tres prisioneros de Sing Sing a los que han tenido a bien indultar en
Navidad no representan ms que una nfma minora de los enfermos de sida
que llenan los centros penitenciarios del Estado de Nueva York, seor alcalde.
Quedan, por lo menos, doscientos cincuenta. Yo le pido encarecidamente que
hable con el gobernador para conseguir que sean puestos en libertad, a fn de
que mis hermanas y yo podamos ocuparnos de ellos y ayudarles a morir con
dignidad.
Madre, se trata de delincuentes, incluso de asesinos objet Ed Koch con
frmeza. No se les puede dejar en libertad slo porque se encuentren en mal
estado de salud!
306
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
Dios, al infigirles el sida, les ha castigado ms duramente que la justicia
de los hombres, seor alcalde. No le parece que merecen nuestra compasin?
Est bien, hablar con el gobernador acab prometiendo Ed Koch. Y
mientras esperamos su decisin, tratar de hallar para ustedes otro edifcio en
Nueva York, para que estn en condiciones de acogerlos, llegado el caso.
Un edifcio en Nueva York? protest la religiosa Ni hablar! Lo que
nosotros necesitamos es una casa en el campo. Tanto en la India como en otros
pases, Gobiernos y particulares nos han ofrecido terrenos en los que hemos
podido instalar a los leprosos. Nuestras granjas y poblados acogen hoy a ciento
setenta y ocho mil. Ellos cultivan verduras, cran pollos y peces. Ellos mismos
han construido all sus casas. Debera usted venir a verlo, seor alcalde, lo
encontrara muy interesante.
Ed Koch se rasc los ricitos que le quedaban en la nuca. La perspectiva de ir
a hacer turismo por las colonias de leprosos de la Madre Teresa no le
entusiasmaba.
Madre, las personas que tienen el sida se encuentran muy mal se limit
a observar. Muchos ni siquiera pueden tenerse en pie. Adems, la mayora
carecen de cualifcacin. Cmo quiere que, de la noche a la maana, se
conviertan en carpinteros, fontaneros o electricistas?
La Madre Teresa agit con amplio ademn su mano grande y callosa.
Si leprosos que no tienen dedos, ni manos, ni pies pueden construir
casas, por qu no han de poder hacerlo unos individuos que tienen todas las
extremidades? Si no saben, nosotros les ensearemos. No faltarn buenas
personas capacitadas que vengan a echarnos una mano.
Y cmo piensan equipar y amueblar todas esas viviendas?
Una sonrisa maliciosa acompa la respuesta favorita de la Madre Teresa.
Dios proveer, seor alcalde.
De todos modos, lo que me pide no puede hacerse en un da respondi
Ed Koch visiblemente exasperado. Har falta tiempo. Vuelva a verme dentro
de tres meses.
Ningn argumento poda desarmar a la mensajera de los que sufren.
Le dar todo el tiempo que haga falta concedi. Pero sealando al
alcalde con el ndice agreg con voz frme: Aunque puede estar seguro de que
no le dejar en paz hasta que se haga.
La religiosa se puso en pie y, al despedirse del alcalde, dejo una hojita
encima del escritorio.
Cuando volvi a su mesa, despus de acompaar a la religiosa, Ed Koch
ley el mensaje que ella le haba dejado: El fruto del silencio es la oracin, el
fruto de la oracin es la fe, el fruto de la fe es el amor. Y el fruto del amor es el
servicio a los dems. Madre Teresa.
El llamamiento de la santa mujer para la liberacin de todos los prisioneros
enfermos de sida y su traslado a una comunidad rural hizo el efecto de una
307
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
bomba. La prensa le dedic grandes artculos en primera plana. Mario Cuomo,
gobernador del Estado de Nueva York, conmovido, prometi estudiar medidas
de gracia para los casos ms graves. Varios propietarios de terrenos y edifcios
agrcolas en desuso los ofrecieron al municipio. Curiosamente, la audaz
sugerencia fue a provocar cierta reticencia precisamente en la jerarqua catlica
local. Esa vieja y su granja me dan pesadillas! declar monseor James
Cassidy, responsable de la obra social y sanitaria de la archidicesis. No tiene
ni idea de lo que es Nueva York. Se cree que est en las chabolas de su querida
India!

Efectivamente, Nueva York era muy diferente de Calcuta. Las jvenes


religiosas indias no tardaran en darse cuenta. Durante los veinte aos que
haba estado al frente del asilo de moribundos de Calcuta, sor Paula haba
atendido a ms de cincuenta mil personas sin tener que rendir cuentas a nadie
ms que a su conciencia. Desde que asumi la direccin del hogar Ofrenda de
Amor, las inspecciones de los servicios de prevencin de incendios, higiene,
sanidad, vivienda y la obligacin de tomar toda clase de medidas de seguridad,
tales como envasar hasta el ms pequeo desperdicio en un contenedor
hermtico e inviolable (con gran disgusto, ya que ello privaba de un ingreso a
los traperos), en suma, la reglamentacin minuciosa de una ciudad americana,
se le antojaba una intolerable injerencia que coartaba su misin de caridad.
Cuando un funcionario concienzudo pretendi un da revisar la instalacin
elctrica, ella lo ech gritando:
It's not your business how we do things here! No es asunto suyo cmo
hagamos aqu las cosas!
Por otro lado, en esta megpolis en la que hay tantas opiniones como
ciudadanos, el que unas monjas catlicas atendieran a los apestados de sida
no poda menos que suscitar las ms diversas reacciones. A cada momento
llamaban a la puerta explica sor Ananda. Unos venan a animarnos y
ayudarnos, otros, a insultarnos y a abuchear a los enfermos, o a ofrecernos una
cura milagrosa. Haba personas admirables, pero tambin muchos
desequilibrados, peores que los que haba visto en la leprosera de Benars en el
asilo de moribundos de Calcuta.
La circunstancia de que entre los primeros enfermos acogidos en Ofrenda
de Amor hubiera numerosos toxicmanos caus mala impresin entre los
homosexuales residentes en Greenwich Village. La integracin de las monjas
indias en el barrio se vio difcultada hasta el da en que sor Paula decidi no
limitar los servicios de su pequea comunidad a los enfermos de sida. La sopa
popular que se reparta en el atrio de la iglesia de Santa Vernica y las visitas a
los pobres y a los ancianos pronto le valieron el agradecimiento unnime. La
308
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
Ofrenda de Amor y su personal no tardaron en ser vistos como una isla de
caridad y esperanza por todos los habitantes del barrio, dice Terry Miles, el
clinic coordinator del Saint-Clare. La direccin del hospital le haba encargado la
supervisin de los cuidados administrados por las religiosas a los acogidos. En
un primer momento, se sinti desconcertado. Aquellas indias haban venido de
su tierra con la idea de que tendran que seguir ayudando a los moribundos a
morir en paz, dice. Y tuvo que explicarles que la situacin era diferente.
Nuestros enfermos no son pobres a los que hayamos recogido en las calles
les dijo. Son norteamericanos en la for de la vida, fulminados por un virus
mortal. No basta con ofrecerles una cama, un bao diario, un poco de alimento
y palabras de consuelo. Al igual que todos los ciudadanos de este pas, tienen
derecho a un tratamiento mdico apropiado. En nuestra calidad de personal
sanitario, debemos recurrir a anlisis biolgicos, terapia intravenosa,
inyecciones, oxgeno y medicamentos. El discurso dej indiferentes a las
monjas. Era como si les hubiera hablado en griego o en chino cuenta Terry
Miles. Mi planteamiento era completamente extrao a la mentalidad de unas
mujeres que consideraban que su misin primordial era la de acompaar a los
moribundos al camino del Paraso, y no la de tratar de prolongar su triste
existencia.
Terry Miles todava se estremece al recordar las difcultades que tuvo para
preparar al personal de Ofrenda de Amor para su verdadera misin. Hablar de
esperma, de sexo, de libido, de grupos de riesgo, a unas monjas educadas en la
ms rigurosa moral catlica me pareca inconcebible reconoce. Ellas no
saban absolutamente nada del sida ni de las constumbres sexuales de la
mayora de sus vctimas. La hojita informativa que les haban dado en la escala
de Roma pareca destinada a un nio de seis aos. Haba que enserselo todo.
Terry Miles se instituy en abogado del diablo. No por llevar un crucifjo en el
pecho estarn a salvo les dijo. Al contrario, algunos de los enfermos se
divertirn escandalizndolas. Preprense a or las mayores barbaridades.
En su tarea de educador, Terry Miles recibi un inesperado respaldo. Josef
Stein, intrigado por la apremiante recomendacin de su amigo de la abada de
Latroun, solicit permanecer varios das en el hogar, a fn de conocerlo mejor en
compaa de sor Ananda. Una amistosa complicidad se estableci pronto entre
la india y el ex arquelogo norteamericano. Inmediatamente, l advirti su
perfecta prctica del cuidado al prjimo. Era la suavidad de sus gestos, su don
para adivinar hasta el menor dolor o desasosiego? Era la intensidad de su
mirada y la pureza de su sonrisa? Josef Stein nunca se haba sentido objeto de
semejante calidad de amor. Sin duda, sus motivaciones religiosas no coincidan
con mis convicciones dice, pero lo cierto es que aquella muchacha le daba a
cada enfermo la sensacin de ser el centro del mundo. Un da, mientras ella le
daba masaje en las piernas, sor Ananda se aventur a interrogar a Josef Stein
sobre el origen de las pstulas violeta que tena en todo el cuerpo. Josef se lo
309
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
explic. Incluso se impuso el deber de no ocultarle nada, el descubrimiento de
su homosexualidad en un tren, la revolucin gay, las bath-houses de San
Francisco, sus correras en Israel, su velada en la pera y el anuncio del terrible
diagnstico. Sor Ananda, con la mirada baja, atenta al trabajo de sus dedos
sobre la piel martirizada, le escuchaba en silencio. Para ella, en lo sucesivo, el
sida ya tendra una historia y una cara.

Sor Paula no tuvo la suerte de habrselas con un enfermo tan corts. Pocos
das despus de la Nochevieja, dos enfermeros del Saint-Clare le llevaron a
Orlando, un travesti de treinta y dos aos, de labios rabiosamente pintados,
pestaas y senos postizos y peluca de largos cabellos rubios y lacados. Vesta un
traje ajustado que le obligaba a andar con pasitos cortos. El saludo y el sari
indios de sor Paula suscitaron en l un cacareo de regocijo y se precipit a
abrazarla. La religiosa lo rechaz sin contemplaciones.
Darling, no tengas miedo! protest l con su voz de falsete. Sugar no
va a hacerte dao.
Sor Paula supo despus la razn por la cual Orlando se haca llamar Sugar.
Era el apelativo carioso que Humphrey Bogart dedicaba a su esposa, la actriz
Lauren Bacall, a la que el travesti imitaba cada noche en los cabarets de la
ciudad baja. Adems, para ganarse la vida, Sugar se prostitua en el interior de
un camin de mudanzas aparcado en la orilla del Hudson. Por las seales de los
brazos, se comprenda tambin que era consumidor de droga dura. Su
maquillaje no poda disimular que el sida le atacaba cruelmente. Todo su
cuerpo, hasta la planta de los pies, no era ms que un manto violceo de
tumores de Kaposi. Sugar saba que no le quedaban ms que varios meses de
vida, pero la enfermedad todava no lo haba noqueado.
Sgame dijo sor Paula. Le llevar a su habitacin.
El travesti agit furiosamente las pestaas.
Mira, darling, Sugar nunca obedece rdenes de nadie.
La cosa empezaba mal. Aunque aquel enfermo no tuviera techo ni familia,
no le faltaban amigos. Muy pronto, en Ofrenda de Amor alborotaba una horda
ruidosa y chabacana. Sor Paula no tard en comprender el inters de aquellos
visitantes por su curioso pensionista. El travesti era uno de sus mejores clientes.
Todos los das se inyectaba trescientos dlares de herona.
Pobre sor Paula! Tena razn Terry Miles. Los males de Nueva York eran
mucho peores que la pobreza de Calcuta. Esta realidad, empero, no asust a la
religiosa: ella sabra imponer disciplina a aquella fauna. Tres das despus de la
llegada de Sugar, la hermana colg en la entrada de la residencia un cartel en el
que se enumeraban las medidas que ella haba decidido tomar: expulsin
inmediata y defnitiva de todo paciente que tuviese en su poder bebidas
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
alcohlicas o estupefacientes, instauracin de un horario de visitas, supresin
del uso del telfono durante los rezos de las monjas, apagado de luces a las ocho
y media de la noche.
Este rigor provoc un clamor de indignacin en los medios gays de la
ciudad. Los responsables del Saint-Clare protestaron a su vez. Algunos
peridicos pusieron en la picota a las monjas-cabo-de varas de Washington
Street. Aun frente a una plaga mortal, la nacin daba ms importancia al
respeto a las libertades individuales que a la curacin de sus ciudadanos en
peligro de muerte. Sor Paula no cedi ni siquiera en lo referente al horario de
visita. Toda visita que no fuera de la familia, a sus ojos era una amistad
sospechosa: un compaero de bebida, de juego, de droga o de sexo. Esta
intransigencia cre problemas con los buddies que no eran nada de eso, sino
nicamente amiguetes, camaradas. La extrema debilidad fsica y psquica
provocada por el sida haba inducido a los medios homosexuales a crear
asociaciones de ayuda mutua cuyos abnegados representantes eran estos
visitantes altruistas.
26
Cada buddy tena a su cargo a un enfermo especialmente
desamparado. Le ayudaba a arreglar sus asuntos personales y permaneca
varias horas a su lado, para hacerle compaa y animarle a comer. Haca sus
recados, le consolaba, le asista en sus ltimos momentos y, despus de su
muerte, se encargaba de los trmites. El equipo de asistencia del Saint-Clare que
desde haca tiempo saba que los buddies eran insustituibles, conf a Terry Miles
la misin de conseguir que sor Paula suavizara el reglamento de Ofrenda de
Amor. Yo comprend que el problema radicaba en una cuestin semntica
explica el clinic coordinator. Para la religiosa, la palabra buddy evocaba todas
las infamias imaginables. Yo le propuse sustituirlo por el de concerned visitor
(visita de amparo), y el asunto qued resuelto. Terry Miles, por el contrario,
fracas en otro de sus intentos de mediacin. A su argumentacin de que la
televisin ayudara a los enfermos a olvidar su estado y mitigar el aburrimiento,
sor Paula objet que tambin impedira toda posibilidad de desarrollar la
comunicacin entre los pensionistas del hogar. Era preferible ofrecerles juegos
de saln, libros, discos o cassettes que permitir que se encerraran todo el da en
un embrutecimiento solitario delante de una pantalla. El aparato que les haba
regalado un generoso donante nunca sali del embalaje.
26
La ms notable de estas asociaciones, la Gay Men Health Crisis, fue creada en 1981 por el
guionista y novelista Larry Kramer y cinco amigos neoyorkinos para subsanar la lentitud de la
accin gubernamental en lo relativo a la epidemia. La organizacin, modlica en su gnero,
cuenta hoy con ms de setenta dirigentes permanentes y 1.600 socios altruistas que socorren a
unos 2.000 enfermos. Adems, facilita asistencia jurdica a los pacientes, organiza coloquios para
familiares y allegados, desarrolla constantemente un importante programa de educacin y
prevencin, responde de da y de noche, por una lnea roja, a todas las peticiones de auxilio.
Indiscutiblemente, sin la Gay Men Health Crisis, el destino de los enfermos neoyorkinos de sida
sera mucho ms trgico todava.
311
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor

Poco a poco, fue aceptndose la ferrea disciplina impuesta por sor Paula. El
propio Terry Miles acab por reconocer sus ventajas. A cada visita, se admiraba
de la labor realizada. Aquellas indias haban convertido el viejo casern en una
verdadera alhaja. Estaba todo tan limpio que hubieras podido comer en el
suelo. Lo que ms asombraba a aquel norteamericano agnstico era el modo
en que las hermanas se encomendaban al Dios al que servan. Si surga una
difcultad, si algo faltaba, levantaban los brazos al cielo y decan con la mayor
naturalidad del mundo: "El Seor proveer." Terry Miles se asombr el da en
que sor Ananda orden a la cocinera preparar el postre previsto para el
almuerzo, a pesar de que en la casa no quedaba ni un huevo. Yo no puedo
hacer un pastel sin huevos!, protest la cocinera. La religiosa le dijo
serenamente que confara en la Providencia. Tena razn. Al poco rato, llamaron
a la puerta: era un vecino que les llevaba diez docenas de huevos.
Las catorce primeras camas de Ofrenda de Amor se ocuparon rpidamente.
Gays y toxicmanos los dos grupos de riesgo esencialmente castigados por el
sida en aquella poca estaban representados en proporcin casi igual. El
segundo grupo comprenda principalmente negros e hispnicos. Terry Miles iba
frecuentemente al hogar para comunicar a las hermanas los frutos de su
experiencia mdica adquirida en el hospital Saint-Clare. Le cost trabajo
convencerlas de la importancia de un rgimen alimenticio adaptado a cada caso.
Para unas indias vegetarianas, acostumbradas desde haca tanto tiempo a no
administrar a los moribundos ms que un cucharn de arroz con un poco de
pur de lentejas, la diettica no tena sentido. Ellas servan unas comidas a base
de sopa espesa, cuando aquellos enfermos necesitaban alimentos ricos en
protenas y en caloras como carne, pescado y cereales. Como su apetito era
caprichoso, estos alimentos tenan que estar a su disposicin en todo momento
y no distribuidos dos veces al da a horas fjas.
Terry Miles resolvi con paciencia cada problema, uno tras otro. Pronto se
sinti tan orgulloso de sus enfermeras del sari, que afrm: La nica suerte que
puede tener un enfermo de sida es la de caer en sus manos.
El clinic coordinator no dudaba de los sinsabores que conocan estas mujeres
en el ejercicio de su cometido. Una maana, en la capilla, una de las monjas se
ech a llorar durante la oracin.
No puedo ms gema entre sollozos. No se nos pide que cuidemos a
leprosos ni a moribundos, sino a verdaderos monstruos. Parias malditos de
Dios, castigados por sus pecados. Amarlos y respetarlos es superior a mis
fuerzas.
Sor Paula la abraz, le enjug las lgrimas y trat de calmarla.
Precisamente porque Dios les ha castigado, nosotras debemos ofrecerle
sus sufrimientos y los nuestros.
312
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
Entonces intervino sor Ananda.
Estos hombres no son monstruos ni pecadores. No son ms que vctimas.
Yo viv la esclavitud de algunos de ellos, yo conoc su degradacin fsica y
moral. Yo fui insultada como lo han sido muchos de ellos. No, hermana, su
enfermedad no es un castigo sino la prueba de que Dios les ama, como me am
a m, como te ama tambin a ti, en tu aficcin.
313
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
57
Nueva York, USA - Febrero de 1986
Championes japoneses y pepinos chinos, en socorro de los
desesperados
La mujer india no manifesta emociones ms que con un pudor extremo.
Aquella maana, sin embargo, en el rostro de sor Ananda se adverta una
estupefaccin total. Uno de sus enfermos haba desaparecido. Nadie haba visto
salir del hogar Ofrenda de Amor a Josef Stein, que se haba marchado sin avisar.
Nada haca prever esta fuga. Al contrario, a pesar de que no era un indigente ni
un marginado sin recursos, el ex arquelogo haba solicitado poder prolongar
su permanencia en el hogar de las hermanas de la Madre Teresa.
Desde su llegada, el da de la inauguracin del hogar, su estado haba
empeorado. Sus lesiones de Kaposi, despus de difuminarse, se haban
reproducido con virulencia. Volva a tenerlas por todo el cuerpo, hasta en la
cavidad bucal y en la lengua. La ingestin de alimentos slidos le resultaba tan
dolorosa que, poco a poco, haba dejado de alimentarse. Sor Ananda haba
cuidado durante muchos aos en Calcuta a personas torturadas por el hambre
que no conseguan deglutir. En Nueva York, entre los enfermos de sida, haba
vuelto a encontrarse con este problema que ella trataba de resolver siguiendo
los consejos de diettica de Terry Miles. Esta mujer no tiene rival para
prepararte, con unas bolas de helado de chocolate, un poco de miel y almendras
molidas, una comida completa que entra sola y que te hara subir a la cima del
Himalaya, deca Josef Stein. Pero no haba bastado para retenerlo.
Las religiosas del hogar y el doctor Jack Dehovitz tardaran varias semanas
en averiguar el motivo de su marcha, aunque el recorte de peridico hallado en
su mesita de noche hubiera debido revelrselo. Era un artculo del New York Post
que trataba de un medicamento contra el sida que acababa de obtener
resultados casi milagrosos en los primeros cobayas humanos tratados en el
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
hospital oncolgico de Bethesda. El texto anunciaba un prximo experimento
clnico a gran escala con el AZT. Al leer la noticia, Josef Stein se entusiasm con
la idea de tomar parte en el experimento. Esper a que las monjas fueran a la
capilla y se arrastr hasta el telfono de la planta baja para llamar a uno de los
tres centros neoyorkinos en los que iba a desarrollarse el experimento:
Aunque no tuviera ms que una posibilidad entre dos de recibir el
medicamento, era mi ltima esperanza de curacin explicara despus. Era
absolutamente necesario tomar parte en aquella operacin. Desde el otro
extremo del hilo, su interlocutor le hizo varias preguntas. Cuando Josef
pronunci la palabra Kaposi, la conversacin se abrevi. Esta forma de ataque
del sida lo eliminaba de la seleccin.
Pero no se desanime le dijo su interlocutor. Si hay xito, el AZT ser
administrado a todos los enfermos sin distincin.
Cundo? pregunt Josef Stein.
Aproximadamente, dentro de un ao.
Un ao! Para un hombre que da tras da senta cmo se le escapaba un
poco de vida en una hemorragia continua era como decir un siglo o un
milenio! No obstante, en lugar de desanimarlo este plazo fjado con claridad lo
sacudi como una onda de choque. Era alucinante dice. Dos meses antes,
yo haba tragado qu s yo cuntas pildoras para acabar de una vez por todas; y
ahora, de repente, me senta arrastrado por un deseo furioso de llegar a toda
costa a aquella cita con el AZT. Al volver a mi habitacin, me puse a releer toda
la informacin recopilada antes de mi tentativa de suicidio acerca de los
paliativos propuestos por las medicinas paralelas.

La reaccin de Josef Stein no tena nada de excepcional. Aquel invierno, un


nmero creciente de enfermos norteamericanos, desesperados por saberse
condenados a morir antes de que se encontrara el medicamento que pudiera
curarlos, iban en busca de tratamientos sustitutorios. Cientos de vctimas en
la ltima fase de la enfermedad o slo simples portadores cruzaban la
frontera mexicana para procurarse, a precio de oro, medicamentos antivirales
cuya venta en territorio estadounidense an no haba sido autorizada por la
FDA. Siguiendo el ejemplo del actor Rock Hudson, otros pacientes se
trasladaban a Francia o a Israel para someterse a las terapias que se aplicaban en
estos pases. Otros preferan buscar su salvacin en los mismos Estados Unidos,
en una red de ofcinas ms o menos clandestinas.
Se las llamaba las guerilla clinics. Cada semana acogan a unos dos mil
enfermos. All se trataba el sida con una farmacopea por dems original, en la
que fguraban un cido utilizado para el revelado de fotografas, un derivado de
la soja, un extracto de seta japonesa y la decoccin de la corteza de un rbol de
315
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
la Amazonia brasilea. Uno de los remedios caseros ms solicitados era el que
fabricaba en su piso de San Francisco un tal James D. Henry, empleado de una
fbrica de artculos ortopdicos. Se trataba de una mezcla de
dinitroclorobenzeno, etanol y una locin capilar de venta en el comercio. La
mixtura haba merecido la atencin de varios artculos mdicos. Deba untarse a
diario sobre las pstulas cancerosas de Kaposi y, se deca, tena la virtud de
estimular la actividad del sistema inmunolgico. En Nueva York, los enfermos
de sida disponan de un contestador telefnico que comunicaba una direccin
de la calle Veintitrs Oeste, donde se poda adquirir, por doscientos dlares, un
medicamento a base de yema de huevo, importado de Alemania, con el nombre
de AL-721. En San Francisco, la lnea roja del Project Inform, una organizacin
altruista de ayuda a los enfermos, facilitaba informacin sobre diversas terapias
experimentales disponibles en la costa Oeste. Una de ellas consista en un
preparado a base de races de pepino chino. Este producto, denominado
Compuesto Q, al parecer, en los tubos de ensayo haba demostrado poseer la
notable propiedad de matar selectivamente las clulas infectadas por el virus y
respetar las sanas. Numerosos enfermos se hicieron inyectar esta panacea
providencial. A causa de la falta de controles previos sobre su toxicidad, el
pepino chino fue la causa de numerosas tragedias. Algunos de sus imprudentes
consumidores quedaron paralticos, ciegos, dementes o en estado de coma.
Unos mdicos de Miami proponan ampollas de clulas frescas de embrin
de ternera, capaces, segn ellos, de obligar al timo a estimular la reproduccin
de linfocitos T4. Tambin en Miami, agencias de viajes organizaban excursiones
a una isla antillana en la que un laboratorio fabricaba cierta sustancia bautizada
con el nombre de reticulosa cuyos inventores ensalzaban en la prensa sus
virtudes curativas. Se deca que en nueve das poda curar el cncer de Kaposi y
la neumocistosis infecciosa. Tambin poda adquirirse en Mxico y en otros
pases de Centroamrica al precio astronmico de seis mil dlares, para veintin
das de tratamiento.

Cuando la medicina ofcial y los grandes profesores te abandonan a la ms


horrible de las muertes, cuando todas las eminencias cargadas de premios
Nobel se dejan poner en ridculo por un miserable virus, a pesar de sus
fabulosos presupuestos para investigacin, cmo no acudir adonde sea en
busca de una chispa de esperanza, hasta al mismo inferno?, dice Josef Stein.
Aquel invierno, la ltima chispa de esperanza para el antiguo arquelogo
brillaba entre los bananos y los bosquecillos de jacarands antillanos de la isla
de San Martn. Un mdico francs, afncado desde haca unos treinta aos en
aquel paraso caribeo, administraba una vacuna que obtena de ratas
inoculadas con el virus del sida. Aparentemente, el hombre no era un charlatn.
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Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
Incluso gozaba de renombre de autntico investigador. A diferencia de los
propietarios de las guerilla clinics, l no haca publicidad y, en muchos casos,
ofreca la vacuna gratuitamente. Hubo periodistas que no vacilaron en
presentarlo como una especie de doctor Schweitzer.
La isla de San Martn est a slo cuatro horas de avin de Nueva York
dice Josef Stein. Yo estaba seguro de regresar antes de tres das. Mi pequea
escapada bien poda pasar casi inadvertida.
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Nueva York - Los ngeles - Miami - San Francisco, USA
Primavera-verano de 1986
281 cobayas para un puado de cpsulas amargas
El doctor Paul Volberding era uno de los doce mdicos designados por el
laboratorio farmacutico Wellcome para dirigir las pruebas clnicas del AZT por
el procedimiento de incgnita total. Desde el da en que descubri en un
homosexual las lesiones de uno de los primeros sarcomas de Kaposi registrado
en la costa Oeste, Paul Volberding no haba dejado de cuidar a vctimas del sida.
Su consulta, instalada en el quinto piso del viejo hospital general de San
Francisco, era uno de los centros de tratamiento ms activos de la capital gay de
Norteamrica.
Aquella primavera de 1986, tena entre sus enfermos al compaero de un
vendedor de peridicos que haba muerto de sida cuatro aos antes. En aquel
entonces haba peleado como un len para salvar al infortunado y, a causa de la
falta de medicamentos especfcos, haba perdido la batalla. Paul Volberding
esperaba desquitarse ahora con el compaero del desaparecido. La
circunstancia de que su paciente padeciera una neumocistosis que le haba sido
diagnosticada haca menos de noventa das, le califcaba para participar en el
experimento a gran escala del AZT. Antes de darle la buena noticia, empero, el
mdico deba realizar las pruebas exigidas por los organizadores. Una de ellas,
que consista en comprobar la sensibilidad cutnea, provoc la aparicin de
ndulos cuyo dimetro exceda en dos milmetros del fjado por los criterios de
seleccin. La diferencia era tan pequea que, en un primer momento, Paul
Volberding pens en no tomarla en consideracin. Acaso su primer deber de
mdico no era el de prestar ayuda por todos los medios a una persona que
estuviera en peligro de muerte? Por otro lado, tena derecho a engaar, aunque
fuera mnimamente, a quienes confaban en l, por el superior inters de la
318
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
ciencia? Su amistad con el paciente haca ms doloroso el dilema. Cmo
explicar a una persona a la que aprecias y que espera de ti un milagro, que
tienes que privarle de una posibilidad de supervivencia por un simple detalle?
Al cabo de dos das y dos noches de dramtico debate consigo mismo, Paul
Volberding, con profundo desconsuelo, renunci a la opcin de que su amigo
pudiera benefciarse de la nica posibilidad de recibir tratamiento. Mi honor
de servidor de la ciencia me impona la obligacin de respetar las reglas del
juego al pie de la letra.

Fue una avalancha. El nmero de enfermos que se ajustaban al criterio de


seleccin exceda en todas partes del cupo concedido a cada uno de los doce
centros. En el hospital de la Universidad de California, en Los ngeles, los
pacientes excluidos amenazaron al doctor Michael Gottlieb al grito de
Genocidio! Todos queremos el AZT!. Como era de esperar, la seleccin dio
lugar a patticos casos de conciencia. Por qu elegir a tal candidato en lugar de
tal otro? El doctor Oscar Larry Laskin del Medical Center de la Universidad
Cornell de Nueva York y varios colegas decidieron superar esta difcultad
emotiva adoptando el viejo sistema comercial de servir primero antes al que
llega antes. En otros centros, el destino favoreci a los que estaban presentes en
el momento oportuno. Paul Volberding decidi confar al azar la tarea de
designar a su grupo de enfermos. Encarg a Roby Wong, su ayudante, que
sacara los nombres de un sombrero.
La gran mayora de los doscientos ochenta y un sujetos admitidos
fnalmente ciento cuarenta y cuatro recibiran el AZT y ciento treinta y siete,
el placebo afrontaron el experimento con talante positivo. Todos haban ledo
y frmado el documento de cinco pginas que especifcaba claramente los
peligros a los que se exponan. Uno de los efectos secundarios del AZT es el de
provocar una disminucin de glbulos rojos lo bastante considerable como para
precisar varias transfusiones, se lea antes de la enumeracin de otros efectos
posibles tales como dolores de cabeza, ligera confusin mental, estado de
ansiedad, nuseas, dolorosas erupciones cutneas y una eventual disminucin
de glbulos blancos que poda predisponer al individuo a diversas infecciones.
Estas advertencias no hicieron desistir a casi nadie. La desesperacin
ocasionada por la falta de tratamiento era tal, que la mayora hubieran tomado
cianuro si les hubieran dicho que el veneno poda contrarrestar los estragos del
virus, dice un mdico. Los enfermos se sintieron, ante todo, tranquilizados al
saber que su estado iba a ser vigilado de cerca. Adems, haban sido informados
de que si el AZT tena xito, ellos seran los primeros en tomarlo de modo
permanente. Esta ventaja era vital, ya que el medicamento no pretenda curar el
sida sino slo detener la proliferacin del virus. Segn Roby Wong, la ayudante
319
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del doctor Volberding, muchos de ellos tambin se sentan orgullosos de
participar en una aventura cientfca que poda hacer progresar la investigacin
mdica.
A pesar de todo, la Operacin 53 no se inici en todos los casos entre un
coro de alabanzas. A algunos pacientes les molestaba que se les tratara como a
conejillos de Indias. Al lanzarnos este salvavidas nos ponan a su merced,
dira uno de ellos refrindose a los organizadores. Te daban tu racin de
cpsulas para la semana y te decan que tomaras dos cada cuatro horas, incluso
por la noche, se lamentara otro. La prohibicin rigurosa de comer durante la
hora anterior a la de la toma del medicamento era muy molesta, porque el sida
te deja el apetito estragado y caprichoso, explicara otro. Pero lo ms triste era
sufrir todos estos sinsabores pensando que quiz estuvieran dndote slo
polvos de la madre Celestina.
Muchos de los enfermos diran que, durante las primeras semanas, su
mayor temor era el de ser eliminados del programa. No sabamos si
determinados sntomas, debidos a la evolucin individual del sida, podan
hacer que furamos excluidos del experimento, dira uno. El da en que
confes al mdico que me controlaba que haba tomado una aspirina, pas el
peor rato de mi vida dira otro. Cre que me arrancaba la lengua. Pero
aquello me sirvi de escarmiento y nunca ms le dije ni media palabra sobre los
medicamentos que segua tomando para aliviar mi malestar. Dej de explicar
mis sufrimientos. Era cuestin de vida o muerte. Otros se quejaban de la
ignorancia en que les tenan los mdicos, acerca de la evolucin de su estado.
Me sacaban sangre a cada momento, pero nadie quera decirme si mejoraba o
no, se lamentara un arquitecto de Los ngeles. Algunos trataron de salir de la
ignorancia en que se les mantena hacindose anlisis en laboratorios
particulares, para saber la verdad. Otros preguntaban cunto se tardara en
evaluar los resultados, dado que el tiempo, como recordara un actor de
Broadway enfermo, era un factor primordial en esta maldita enfermedad.
Estas recriminaciones no fueron las nicas notas discordantes que sonaron
en la puesta en marcha de la Operacin 53. Numerosos mdicos criticaron
severamente ciertos aspectos del protocolo que, a su modo de ver, planteaban
un grave problema moral, dado el trgico contexto de la epidemia. De los
veintids mil casos de sida detectados en los Estados Unidos desde 1981, ms
de la mitad ya se haban saldado con la muerte. El plazo de vida, desde el
momento del diagnstico, no exceda de dos aos por trmino medio. Los que
sufran enfermedades oportunistas como la neumocistosis tenan pocas
posibilidades de pasar de los seis meses. Era cada vez mayor el nmero de
investigadores que estaban convencidos de que, antes de la aparicin de los
primeros sntomas, el virus ya haba causado daos irreversibles en el cerebro.
Para Barbara Starrett, mdico de Nueva York que se haba consagrado a aliviar
los sufrimientos de una clientela compuesta casi exclusivamente por enfermos
320
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
de sida, era francamente inhumano imponer a unos enfermos a los que no se
da ms que un poco de lactosa, la prohibicin de no tomar ningn remedio para
prevenir o curar las infecciones secundarias ocasionadas por el sida.
Argumentos semejantes no podan tomarse a la ligera.

AZT o placebo? El secreto provoc en algunos enfermos una neurosis


obsesiva. Unos se alegraban al sentir la ms leve nusea o el dolor de cabeza
ms insignifcante, viendo en ello el indicio de que estaban tomando el
autntico medicamento. Otros trataban de multiplicar por dos sus posibilidades
compartiendo con otro paciente las dos raciones de cpsulas. Para salir de
dudas, un enfermo de Miami recurri a un medio que los investigadores de
Wellcome no haban previsto: cort la cubierta de gelatina de una cpsula para
probar el contenido. Al advertir que era dulce sinti que un escalofro le recorra
la espalda: comprendi que le daban sugar pills, simples pldoras de azcar.
Otro paciente, por el contrario, descubri que su producto tena un sabor muy
amargo, prueba de que se trataba del AZT. En Miami, donde la comunidad gay
contaba con una red de informacin paralela muy efcaz, corri la noticia de que
el medicamento era amargo. Los enfermos venan a buscar su racin de
cpsulas como de costumbre, pero en cuanto llegaban a casa abran una para
probarla refera un mdico. Si era amarga, seguan con el tratamiento: si no,
tiraban el frasco a la basura y tomaban el primer avin para probar suerte en
otro sitio y tratar de que les admitieran en otro centro.
El doctor David Barry estaba consternado. En ciento sesenta ensayos
clnicos realizados por Wellcome por el procedimiento de incgnita total, nadie
haba abierto ni una sola de nuestras cpsulas, dice. Pidi a sus qumicos que
dieran al placebo un sabor tan amargo como el del AZT. Luego envi a sus
controladores a los doce centros, con la misin de sustituir los frascos antiguos
por otros nuevos provistos de una contrasea. Pero al desventurado mdico an
no se le haban terminado los quebraderos de cabeza. Varios enfermos de San
Francisco y de Miami, frustrados en su intento de identifcar el producto que les
era administrado, lo mandaron analizar por laboratorios especializados. Los
cientfcos de Wellcome necesitaron varios das para neutralizar esta nueva
estratagema. Agregaron al AZT y al placebo cierta molcula que impeda
distinguir el uno del otro.
Los mdicos encargados de controlar el experimento tambin trataban de
despejar la incgnita observando atentamente a los enfermos. Puesto que no
estaban autorizados a ver los resultados de los anlisis de control, intentaban
adivinar cules eran los pacientes que ingeran el AZT, siguiendo la evolucin
de su estado general. Ciertos sntomas favorables, como el aumento de peso,
podan inducir a engao y deberse al efecto de los antibiticos administrados a
321
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
los sujetos desde la aparicin de su neumocistosis. Estas remisiones que se
registran al principio de un tratamiento son corrientes explica Paul
Volberding. Las llamamos the honeymoon, la luna de miel. Pueden durar siete
u ocho meses, hasta la inevitable recada, que suele ser fatal. La mejora de
algunos de nuestros pacientes no poda ser atribuida automticamente al AZT.
A partir del segundo mes, en todos los centros se puso de manifesto que
los sujetos se dividan en dos categoras bien diferenciadas: la de los que haban
mejorado hasta poder reanudar una vida prcticamente normal y la de los que
no haban dejado de empeorar. La diferencia era tan evidente que varios
mdicos rogaron a los responsables de Wellcome que levantaran el secreto y
permitieran la administracin del AZT a los que haban tomado el placebo. La
doctora Margaret Fischl, responsable del centro de Miami y una de las
principales autoridades norteamericanas en el tratamiento antisida, pas a
David Barry datos que no dejaban lugar a dudas: el AZT era efcaz. Era un
grave dilema dira David Barry, pero mi deber era velar por que el
experimento se llevara a cabo sin cambios.

Dos circunstancias hicieron que se precipitaran los acontecimientos. El 15


de marzo de 1986, la prestigiosa revista mdica britnica Lancet public un
artculo del que inmediatamente se hizo eco toda la prensa. El doctor Sam
Broder informaba de los alentadores resultados obtenidos el otoo anterior con
el primer experimento del AZT en seres humanos, realizado en su hospital de
Bethesda. La noticia, frmada por tan distinguida personalidad, levant una
gran ola de esperanza. Enfermos, mdicos, prensa, asociaciones y numerosas
personalidades reclamaron entonces que el medicamento fuera distribuido
inmediatamente a todos los enfermos de sida.
Pero precisamente entonces las defunciones de los sujetos identifcados con
los nmeros 102, 412, 452 y 808 (acaecidas, respectivamente, el 1 y el 16 de mayo
y el 24 y 25 de junio) indujeron a los inspectores de la Food and Drug
Administration y a los responsables de Wellcome a plantearse la suspensin de
la Operacin 53. Ni los mdicos de los centros de experimentacin ni el
personal del laboratorio farmacutico saban cul era la sustancia que reciban
los fallecidos. Estaba previsto que esta informacin no se divulgara hasta el fnal
del experimento, es decir, al cabo de los seis meses sealados. Era la regla del
juego. Por lo menos en teora, ya que, generalmente, este tipo de experimentos
eran supervisados por un grupo de autoridades independientes reunidas en el
seno de un comit de tica y vigilancia llamado Data Safety and Monitoring
Board. Sus miembros tenan la misin de examinar los informes que los doce
centros le enviaban cada dos meses y dictaminar si, atendiendo a los fnes de la
investigacin cientfca y a los principios de la moral mdica, era oportuno
322
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
seguir adelante con la operacin. Los miembros del comit eran los nicos que
saban qu sustancia reciba cada paciente.
El 1 de agosto, la muerte de un sexto sujeto a causa de una pulmona
fulminante marc el principio de una verdadera hecatombe. En el transcurso
del mes se produciran otras seis muertes. David Barry, alarmado, llam por
telfono al presidente del comit de tica para preguntarle si era moralmente
lcito seguir adelante con el experimento. La respuesta no dej de sorprenderle.
El comit no quera pronunciarse hasta haber examinado nuevos resultados.
Los diez mil norteamericanos vctimas de la epidemia no compartan esta
opinin. Todos los medios de comunicacin hacan campaa reclamando la
suspensin de la Operacin 53 y la inmediata distribucin del AZT a todos los
enfermos. El movimiento tena, incluso, a su Pasionaria en la persona de una
mujer de gran corazn, doctora en biologa, jefe de laboratorio del hospital
Saint-Luc-Roosevelt de Nueva York y, por cierto, esposa de uno de los
productores cinematogrfcos ms clebres de Hollywood. Mathilde Krim,
eminente especialista en el interfern, se haba volcado en la causa del sida. El
ao anterior, indignada por la demora con que las autoridades federales
concedan los crditos para la lucha contra la epidemia, se haba asociado con el
doctor Michael Gottlieb de Los ngeles para crear la American Foundation for
Aids Research. Esta fundacin privada distribuira, slo en 1986, un milln
seiscientos mil dlares en becas de investigacin y ayudas a los cientfcos que
trabajaban en el sida.
El motivo de la denodada lucha en la que aquel verano se haba empeado
Mathilde Krim era la defensa de los enfermos. En el transcurso de una gran
manifestacin celebrada en Nueva York, no tuvo reparo en declarar
pblicamente que el experimento del AZT con incgnita total es un insulto a la
moral. Ella protestaba al mismo tiempo por el pequeo nmero de sujetos
seleccionados, por lo restrictivo de los criterios de seleccin, por el uso de
placebo y por los seis meses de privacin de cualquier otro tratamiento; lo cual
daba a los que no reciban el medicamento, tiempo sobrado de morirse.
Estaba convencida de que el AZT deba administrarse, por lo menos for
compassionate use (por razones de caridad), a todos los pacientes a los que
quedara poco tiempo de vida. Si los laboratorios Wellcome no pueden o no
quieren fabricar la cantidad sufciente de AZT, el Gobierno federal deber
frmar contratos con otros laboratorios y distribuir gratuitamente el
medicamento!, declaraba. Y que no trataran de convencerla a ella de que el
esperma de arenque escaseaba! Con la cantidad de barcos de guerra que el
Gobierno de los Estados Unidos tiene diseminados por el mundo, puede pescar
todos los arenques de todos los mares del globo. A los que aludan a la gran
toxicidad del AZT, ella responda: El hombre al que no le quedan ms que seis
meses de vida tiene derecho a correr riesgos y apurar la ltima esperanza.
323
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
Mathilde Krim libraba su cruzada en todos los frentes a la vez. Incluso fue a
Washington para defender su posicin ante el Congreso de los Estados Unidos.
Con la potente orquestacin de las asociaciones gays, el respaldo de numerosas
personalidades polticas y cientfcas de toda denominacin y el eco de los
medios de comunicacin, la campaa para la suspensin del experimento y la
libre distribucin del AZT acab por conmover a algunos de los hombres
elegidos por el pueblo norteamericano. Ted Weiss, diputado demcrata por
Nueva York, convoc a los protagonistas del debate ante el comit para los
Recursos Humanos que l presida.
No tenemos el deber de ofrecer a los que van a morir la posibilidad de
luchar hasta el fn?, pregunt Mathilde Krim, a modo de introduccin. La
compaa de dos testigos de excepcin daba a sus palabras un realismo
estremecedor. Uno de ellos, de una delgadez extrema, cutis verdoso y cara
marcada por los tumores de Kaposi, conmovi con su declaracin a los
miembros del comit e hizo que la discusin que a continuacin mantuvieron
los especialistas, sobre las ventajas e inconvenientes de los experimentos clnicos
comparativos por el mtodo de incgnita total, resultara incongruente: Lo que
a m me gustara or decir a mi mdico es que hay varios remedios en fase de
experimentacin y que por lo menos uno de ellos va a poder ayudarme dijo
. Pero cada vez que viene a verme tiene que reconocer que no hay todava
medicamento alguno disponible, ni se ha previsto realizar experimento alguno
en la zona en que yo resido. Yo siento mucho tener que desahogar en l mi
indignacin, puesto que hace cuanto puede por mantenerme con vida hasta el
da en que se encuentre algo que pueda curarme.

Las audiencias de Washington provocaron una emocin considerable, pero


el factor determinante de la decisin fue una fra estadstica. A primeros de
septiembre, se produjo el vigsimo fallecimiento. Los miembros del comit de
tica y supervisin no tenan ms que echar una hojeada a sus listas para saber
a qu grupo pertenecan los muertos. De las veinte vctimas, diecinueve
tomaban el placebo y slo una el AZT. Quin poda empearse en seguir
adelante en estas condiciones? La decisin del comit fue hecha pblica el 11 de
septiembre de 1986 por la tarde: el experimento clnico se suspenda. Al fn
todos los enfermos iban a poder benefciarse del primer medicamento antisida.
Mientras una nube de cmaras, fotgrafos y periodistas se precipitaban
hacia David Barry y sus colaboradores, un hombre sala discretamente de la sala
del Instituto Nacional de Enfermedades Infecciosas, en donde deba celebrarse
la rueda de prensa en la que se anunciara la prxima comercializacin del AZT.
El doctor Paul Volberding se encerr en una cabina telefnica y marc un
nmero de San Francisco. Quera ser l quien diera la noticia a su amigo el
324
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
vendedor de peridicos. Ms adelante, al evocar aquellos momentos de intenso
optimismo, dira: Por primera vez bamos a poder hacer algo ms que ver
morir a los enfermos.
325
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
59
Nueva York, USA - Otoo de 1986
Todos vosotros sois an ms grandes que el amor
Entre los alaridos de la sirena, la ambulancia del hospital Saint-Clare se
detuvo delante de la puerta del hogar Ofrenda de Amor. Todas las monjas, con
sor Paula a la cabeza, se precipitaron a la acera de Washington Street. Al ver la
rutilante furgoneta, sor Ananda record la asmtica cafetera que transportaba al
asilo de Calcuta a los moribundos que recoga en las calles. Aquella maana de
septiembre, los dos vehculos tenan un denominador comn. Ya fuera a causa
de la miseria o del sida, la condicin fsica de los pasajeros era de ruina
absoluta. A los ojos de la religiosa india, el hombre que dos enfermeros sacaban
con precaucin de la ambulancia era una sobrecogedora copia de los indigentes
que eran conducidos a las proximidades del templo de Kali. Un esqueleto
viviente, de ojos febriles y respiracin jadeante. Al reconocer la espesa barba
que enmarcaba el descarnado rostro, la monja tuvo un sobresalto.
Qu maravillosa sorpresa, poder acogerte aqu otra vez, hermano! le
dijo a Josef Stein con jbilo. Bienvenido seas.
El norteamericano que, de la emocin, no poda hablar, oprimi la mano de
su enfermera con la poca fuerza que le quedaba.
Poco despus, sor Ananda oira de sus labios el relato de su escapada al
Caribe en busca de un tratamiento milagroso. Nada ms llegar a la isla de San
Martn en donde resida el mdico que tena la vacuna de la esperanza, Josef
sinti en las manos, el vientre y las piernas las seales precursoras de una
fulminante crisis de herpes. Pronto tuvo todo el cuerpo en carne viva. Fue
transportado al hospital local y durante trece das y trece noches sufri unos
dolores que le volvan loco, hasta el extremo de que fue necesario atarlo a la
cama. La erupcin remiti la maana del decimosexto da. Entonces pudo
llamar a Nueva York y ponerse en contacto con Sam Blum, que lo buscaba por
326
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
todas partes. Sam tema que se hubiera marchado a Israel para suicidarse y
haba avisado al monje de Latroun. Nadie tena noticias del fugitivo. Sam tom
el primer avin para San Martn y organiz el traslado del enfermo a Nueva
York. Veinte das de intenso tratamiento en el Saint-Clare provocaron una
espectacular remisin de la infeccin e, incluso, la parcial restauracin de sus
defensas inmunitarias. A pesar de su extrema debilidad, Josef fue autorizado a
dejar el hospital. Pero Jack Dehovitz no quera que volviera a su casa. El mdico
saba que una de las caractersticas del virus del sida es la lenta destruccin del
instinto de supervivencia. A fnales del verano, dos de sus pacientes, al
encontrarse solos en su apartamento, se haban suicidado.
Josef Stein fue autorizado a pasar unos das de convalecencia en el hogar
Ofrenda de Amor. Fue recibido como el hijo prdigo del Evangelio e instalado
en su habitacin, consagrada a Nuestra Seora de la Esperanza. En aquel
entonces, la mayora de nuestros internos eran toxicmanos de comportamiento
difcil y violento cuenta sor Ananda. Nos daban muchos sinsabores, y el
regreso de Josef nos pareci un regalo de la Providencia. Triste regalo, en
verdad. La quimioterapia haba envenenado literalmente el organismo de Josef
Stein. Padeca nuseas repetitivas que llegaron a impedirle comer durante varios
das y haba que alimentarle con perfusiones de suero de glucosa.
Una noche, al hacer la ltima ronda, sor Ananda le oy llorar desde el
corredor. Entr en la habitacin, se sent en el borde de la cama y le tom la
mano.
Hermanita, tengo miedo gimi l.
La religiosa no busc palabras tranquilizadoras. Los aos pasados entre los
moribundos de Calcuta le haban enseado que el contacto de una mano puede
calmar las peores angustias con ms efcacia que un discurso de consuelo. En un
momento dado, sinti que los dedos de Josef se crispaban sobre los suyos. Su
mirada tena un brillo inesperado. Semejantes cambios de humor no siempre
eran de buen augurio. En Calcuta haba visto a moribundos que, al ir a expirar,
salan de su postracin, le tomaban la mano y se la ponan en el sexo, pera
expresar su agradecimiento.
I love you, little sister murmur tan slo Josef Stein. I love you so much.
Sor Ananda permaneci a su lado hasta que se durmi, tranquilo. Luego
retir cuidadosamente su mano y contempl con ternura el rostro demacrado y
manchado de violeta. Antes de salir andando de puntillas, se inclin e hizo un
gesto totalmente ajeno a la tradicin india. Le dio un beso en la frente.

Una maana en que se encontraba mejor, Josef Stein sac de un maletn un


grueso lbum de fotos e invit a su enfermera a hojearlo con l. Cuarenta aos
de su vida desflaron entonces como una pelcula en cmara lenta ante los ojos
327
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
asombrados de sor Ananda. Durante los tres aos que haba pasado en el asilo
de agonizantes de Calcuta, nunca vio a sus enfermos ms que postrados en un
estado de absoluta degradacin. Y cuntas veces, no obstante, los imagin
labrando sus campos gallardamente, tirando de un carricoche, vistindose de
festa para su boda, o bandose con sus hijos en la charca del pueblo. Hoy
descubra el pasado de un moribundo, toda una vida plasmada en escenas de
alegras infantiles, ternura familiar, adolescencia desenfadada, juventud
vagabunda, con sus ambientes intrigantes y sus situaciones inslitas. Josef fue
comentando las fotos una a una, evocando el contexto. Cuando llegaron a la
ltima, el americano dijo:
Me gustara que eligieras una. La que quieras conservar de m.
La religiosa volvi a recorrer el lbum y sac una instantnea en blanco y
negro que, a sus ojos, era la que mejor simbolizaba el contrapunto del hombre
consumido que tena delante. La cartulina mostraba a un muchacho risueo, de
pie en la barandilla del Golden Gate Bridge, desafando el vaco, recuerdo de la
poca en la que, para pagarse los estudios de arqueologa, por las noches
trabajaba de cobrador en el peaje del clebre puente de San Francisco.

El doctor Jack Dehovitz no daba crdito a sus odos.


Efectivamente, era Sugar quien le llamaba desde el fondo de Brooklyn.
Doc! Doc! se desgaitaba el travesti toxicmano Esto es el gordo de
la lotera! He ledo en el peridico que por fn han encontrado un medicamento
que funciona! Quiero que me lo inyectes en todas las venas. Pillo un taxi y voy
para all ahora mismo.
Los cuidados de sor Ananda y sus compaeras haban permitido a este
pintoresco personaje superar la crisis y volver a subir a los escenarios del gnero
burlesco en los que triunfaba todas las noches gracias a su imitacin de la actriz
Lauren Bacall, su dolo. Jack Dehovitz saba que esta mejora era aparente, que
el cncer de Kaposi no estaba curado, sino slo dormido, y que al cabo de unas
semanas o de unos meses, las pstulas violeta rebrotaran, le cuarteran el
maquillaje y despus se extenderan a otras partes del cuerpo y tal vez se
infltraran en los pulmones, el hgado, el corazn o el cerebro.
Era pattico dice el mdico al recordar aquella llamada. Sugar no
poda haberse enterado de la existencia del AZT por el peridico porque era
analfabeto. Lo que ocurra era que la noticia corra de boca en boca entre los
enfermos.

328
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
La postal gigante representaba la ciudad vieja de Jerusaln que se extenda
al abrigo de sus antiguas defensas, con profusin de campanarios, cpulas y
azoteas, sus escaleras y su laberinto de callejuelas. Escribo estas lneas de mi
puo y letra anunciaba Philippe Malouf, el monje de Latroun. Una
operacin me ha devuelto por completo el uso de los dedos. Quiero
comunicarte que esta maana nuestra comunidad se ha reunido para inaugurar
ofcialmente el museo de la abada. Se ha descubierto una placa con su nombre.
Se llama "Josef Stein Museum of Palestinian Antiquities". Yo he sido encargado
de recibir a los visitantes. Aleluya, Josef! Canta conmigo: "Leshanah haba'ah
beyerushalayim: El ao prximo, en Jerusaln!"
Josef Stein Museum of Palestinian Antiquities, se repeta Josef en xtasis,
mientras el corazn le palpitaba con fuerza y los ojos se le llenaban de lgrimas.
Revivi de golpe sus aos de arquelogo y la emocin que sintiera al sacar a la
luz los vestigios de tiempos antiguos que el arado de los monjes haba
descubierto entre las cepas de las vias.
La entrada de sor Ananda lo sac de su ensueo.
Hermana, mira lo que he recibido de tu novio en la oracin! exclam
agitando la postal. Es Jerusaln!
La celeste Jerusaln de la Biblia! La religiosa india qued fascinada por el
prodigioso revoltijo del panorama. Josef trataba de hacerle imaginar los sonidos,
los gritos, las voces, la algaraba de los zocos, la llamada a la oracin de los
muezines, los repiques de campanas de las iglesias, los toques de los shofars,
todo el guirigay que constantemente se alzaba de aquella amalgama de
hombres, creencias y lugares sagrados. Se ahogaba. Su voz se debilitaba por
momentos y la monja, ms que or, adivinaba los nombres de Glgota, Va
Dolorosa, Ecce Homo, palabras que aprendiera arrodillada en la capilla de
Calcuta durante sus aos de noviciado.
Jack Dehovitz interrumpi su peregrinacin. El mdico mostraba un
semblante victorioso inslito en l.
Quiero ser yo quien te d la noticia!
Josef le ataj con un ademn.
Antes mira esta foto dijo tendindole la postal de Philippe Malouf.
No te recuerdan nada estas piedras?
Dehovitz esboz una sonrisa llena de melancola.
Jerusaln! Israel! Los momentos ms inolvidables de mi vida. He
deseado tanto hacer mi alya, instalarme all para siempre! Pero estall la guerra
del Kippur. Mis padres me obligaron a volver corriendo a Amrica y no tuve
valor para negarme. Despus ya era tarde.
Josef cerr los ojos para recordar mejor. Como para desafar su postracin
fsica, su memoria le enviaba escenas viriles y escandalosas.
Doc, si t supieras la marcha que yo llevaba all! Fue el nico perodo de
mi vida en el que realmente me destap. Qu chicos ms guapos, afectuosos y
329
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
dispuestos! Bastaba una sea para que se fueran contigo. A la playa, al parque,
al lavabo de un restaurante, a la cama. Si entonces llega a haber sida, yo solo
hubiera contaminado a todo el Oriente Medio!
Lo obsceno de la evocacin dej estupefacto a Jack Dehovitz. Su amigo
nunca haba aludido tan crudamente a su homosexualidad. Por el contrario,
todos los que le atendan apreciaban su pudor y su discrecin. El mdico se
pregunt si esta salida de tono no sera indicio de un empeoramiento de su
estado, la prueba de que el virus le haba atacado el cerebro.
Josef lanz una risa cnica y cambi de tema.
Dime, Doc, cul es la gran noticia?
Jack Dehovitz sac del bolsillo un frasco de AZT que puso en la mano del
enfermo.
Por fn han encontrado algo!
Josef contempl las cpsulas blancas. Se parecan a las que tomara cuando
quiso quitarse la vida.
Cundo empiezo?
Dentro de una o dos semanas. Cuando me autoricen a retirar las
primeras dosis para tu tratamiento.
Te autoricen?
Jack Dehovitz explic que, por el momento, slo los casos considerados
desesperados tenan derecho a recibir el medicamento. Para uso caritativo, el
mdico deba presentar una solicitud.
Doc, te parece que dentro de una semana an voy a estar aqu para
tomar las cpsulas que me den por caridad?

Tres das despus, un sorprendente espectculo esperaba a sor Ananda en


la habitacin de Nuestra Seora de la Esperanza. Josef Stein estaba en cueros
vivos. Pareca encantado de exhibirse.
Desnudo vine al mundo y desnudo quiero irme de l anunci.
La religiosa no necesitaba explicaciones para comprender que el virus haba
atacado el cerebro de su protegido y que el enfermo abandonaba la lucha. El
efecto de la rendicin fue inmediato: un nuevo ataque de neumocistosis
acometi a Josef Stein a las pocas horas. Cada acceso de tos pareca asestarle el
golpe de gracia. Las lesiones del sarcoma de Kaposi haban afectado las
glndulas salivares. Tena la lengua, el paladar y la garganta abrasados de una
sequedad que ningn lquido poda refrescar. Jack Dehovitz, avisado por las
monjas, acudi rpidamente. El mdico trataba de convencerse a s mismo de
que aquellos graves sntomas no tenan forzosamente que anunciar lo peor. Las
perfusiones de vinblastina permitieron demorar el desenlace. Varios das
despus, sor Ananda tuvo la sorpresa de encontrar a su enfermo sentado
330
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
tranquilamente en su butaca, degustando golosamente todo un bote de helado
de fresa.
Pero las defensas inmunitarias del antiguo arquelogo estaban ya muy
gastadas para que la tregua se prolongara. Pronto su organismo dej de
reaccionar a los medicamentos. Reapareci la tos, ms seca y ms dolorosa. Las
pstulas de la garganta acabaron por bloquear el esfago, impidiendo el paso
de alimentos. Ni todo el empeo de su enfermera india fue sufciente para
romper el bloqueo.
La situacin empeor rpidamente. Los pulmones dejaron de cumplir su
cometido. El corazn, falto de oxgeno, encontraba cada vez ms difcultades
para enviar sangre a los rganos vitales. Poco a poco, la maquinaria fue
paralizndose Una tarde, el norteamericano llam con una sea a sol Ananda a
la cabecera de su cama. Cuando la monja se acerc, l le tom la mano.
Esta vez es el fnal, lo s murmur buscando con la mirada su
confrmacin.
La monja asinti con un ligero movimiento de cabeza.
Josef empezaba a ahogarse. Este hambre de aire que acompaa la agona
de tantos enfermos de sida es angustiosa. La monja trat de ponerle la
mascarilla del aparato de respiracin asistida. Josef la rechaz.
Durante la visita de aquella tarde, el doctor Dehovitz realiz el nico acto
mdico que an era posible. Aplic el estetoscopio al pecho del moribundo. No
le sorprendi no captar nada realmente anormal. l saba que los parsitos del
sida, como los escualos de las grandes profundidades, destruyen su presa en
silencio. De todos modos, yo no estaba all para realizar un acto teraputico
dice el mdico. Sencillamente, estaba all. Senta cmo su amigo segua con la
mirada todos sus movimientos. Nunca olvidar su expresin, que pareca
decirme: "No pierdas el tiempo. No sirve de nada."
Deseas que haga algo por ti? pregunt Jack Dehovitz tratando de
disimular la emocin.
La cara del barbudo se volvi lentamente hacia la ventana en la que sor
Ananda haba pegado la vista de Jerusaln.
S murmur Josef. Me gustara que un da llevaras a mi hermana
Ananda al monasterio de Latroun para que pueda conocer a su novio en la
oracin. Y que le ensees Jerusaln.
Dalo por hecho, hermano! prometi el mdico buscando bajo la
sbana la mano de su amigo para golpearle la palma en seal de compromiso.
Entonces advirti que Josef se haba arrancado el tubo del gota a gota que an
deba instilarle un pice de vida. Hizo ademn de volver a conectarlo al catter.
Josef se lo impidi. Ya no esperaba nada de la medicina.
Entonces entraron en la habitacin varias personas que hicieron corro
alrededor del enfermo. La alegra que asom a los ojos de Josef al ver a sus
visitantes sorprendi a Jack Dehovitz. l haba observado que la mirada de los
331
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
enfermos de sida sola apagarse poco a poco como la luz de una bombilla
conectada al interruptor de un restato. Por el vecino hospital circul la noticia
del inminente fnal del hombre que haba humanizado un poco los corredores
del Saint-Clare, y los que le queran y le haban cuidado venan a decirle adis.
Al lado de sor Paula, de sor Ananda y del doctor Dehovitz estaban Gloria
Taylor, Palma, Ron, Terry Miles, Jack Lekko, lodos aquellos amigos cuya
generosidad, abnegacin y competencia haban contribuido a suavizar una larga
y dura prueba.
Josef los mir despacio, uno a uno, tratando de expresarles su gratitud en
silencio. Sonrea. Aspir un poco de aire con difcultad y, en un susurro, dijo:
Todos vosotros sois an ms grandes que el amor.
Lo que le quedaba de vida se agot con estas palabras.
332
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
Eplogo
Trescientas mil personas han compartido ya el cruel destino de Josef Stein.
Hay en la actualidad entre seis y diez millones de personas infectadas por el
retrovirus del sida. Nadie est a salvo. Las estadsticas son estremecedoras. Dos
millones de mujeres y unos doscientos mil nios estn contaminados. En
algunas zonas de la Tierra, la propagacin de la enfermedad alcanza
proporciones aterradoras. Hay regiones de frica en las que est afectado el
diez por ciento de la poblacin. En los orfanatos de Hait los lactantes
portadores del virus suman ms de la mitad. De los dos mil cien nios rumanos
examinados en febrero de 1990 en los hospitales de Bucarest y de Constanza por
la organizacin Mdicos del Mundo, ms de la tercera parte han dado positivo,
por haber recibido transfusiones de sangre infectada o sido pinchados con
jeringuillas contaminadas. Ante tan trgico descubrimiento, los especialistas no
han vacilado en hablar de una epidemia de sida peditrico. Se calcula que
antes del ao 2000, slo en la ciudad de Nueva York, habr entre cincuenta mil y
cien mil nios hurfanos a causa del sida. Si no se encuentra pronto una vacuna,
los especialistas de la Organizacin Mundial de la Salud estiman que, tambin
en el ao 2000, habr unos quince millones de portadores. Los enfermos de sida
sern entonces seis millones.

Sugar, el travesti toxicmano, fue el primer husped de Ofrenda de Amor


que se benefci del descubrimiento del AZT. A pesar de episdicas recadas
que le obligan a hacer cortas estancias en el hogar neoyorkino de la Madre
Teresa, l sigue parodiando todas las noches a su dolo Lauren Bacall en los
teatritos del bajo Manhattan. Cada cuatro horas, su reloj despertador le
recuerda que debe tomar dos cpsulas. Sugar es uno de los treinta o cuarenta
mil enfermos de sida que hoy sobreviven gracias a este medicamento.
333
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
La sustancia probada por Marty St. Clair en su laboratorio de Carolina del
Norte es hoy el nico remedio efcaz contra el sida que est a la venta. Nuevos
experimentos amplan peridicamente su campo de actuacin. Dos ensayos
comparativos realizados por el sistema de incgnita total en agosto de 1989 en
varios cientos de sujetos seropositivos pero sin sntomas de la enfermedad
demostraron que el AZT retarda o impide la manifestacin del sida.
No obstante, el medicamento ha sido objeto de crticas, empezando por el
precio, considerado exorbitante y hasta escandaloso. En los Estados Unidos,
pas en el que dieciocho millones de ciudadanos carecen de prestaciones
sociales, la mitad de las vctimas del sida no disponen de medios para seguir un
tratamiento que cuesta seis mil quinientos dlares al ao. En el verano de 1989,
activistas de los movimientos gays se encadenaron a los balcones de la Bolsa de
Wall Street para denunciar los espectaculares benefcios del laboratorio
Burroughs Wellcome Co., cuyas acciones haban tenido alzas que, por estar
inscritas en el dramtico contexto de la epidemia, se consideraban inmorales. En
Nueva York y San Francisco, los manifestantes entraron en las farmacias y en
todos los productos de la frma pegaron unas etiquetas rojas con la inscripcin:
Aprovechados del sida. El doctor David Barry, uno de los descubridores del
AZT, tuvo que comparecer ante una comisin del Congreso para someterse al
fuego graneado de un interrogatorio a veces hostil y explicar que el precio del
medicamento se justifcaba por la envergadura de las inversiones que haba
requerido su produccin y su constante experimentacin sobre miles de
enfermos. El anuncio de que el laboratorio distribuira el AZT gratuitamente a
los nios enfermos de sida no acall la polmica.
Por otra parte, se produjo cierto revuelo en los medios mdicos cuando la
gravedad de los efectos secundarios oblig a numerosos enfermos a
interrumpir, al cabo de slo unos meses, un tratamiento que hubiera debido
seguir de por vida. Afortunadamente, una terapia a dosis menores ha
demostrado que es posible reducir sensiblemente la toxicidad sin perder
efectividad. El 16 de enero de 1990, la Food and Drug Administration
recomendaba una posologa de seiscientos miligramos al da, es decir, la mitad
de las dosis administradas hasta el momento. Ello reduce a la mitad el coste
anual del tratamiento. Por lo que respecta a las inquietudes suscitadas por
ciertos fenmenos de resistencia del virus al AZT, los bilogos de Wellcome
parecen haber hallado la forma de combatirlos asociando el medicamento a
otros productos en curso de desarrollo. Antes de un ao, los enfermos
recibirn un combinado de AZT y otras sustancias declar David Barry en
diciembre de 1989. Gracias a esta sinergia entre diferentes remedios, quiz
podamos hacer del sida una enfermedad tan fcil de controlar como la
hipertensin.

334
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
En mayo de 1986, al cabo de un ao de agrias discusiones entre
retrovirlogos, un comit decidi poner fn a la batalla de siglas entre el virus
francs y el norteamericano. El LAV y el HTLV-3 se convirtieron fnalmente en el
HIV, abreviatura de los trminos ingleses Human Immunodefciency Virus, en
espaol VIH: Virus de Inmunodefciencia Humana.
Diez meses despus, el da 31 de marzo de 1987, Ronald Reagan, presidente
de los EE.UU., y Jacques Chirac, primer ministro francs, frmaban en
Washington un acuerdo por el que se enterraba el hacha de guerra entre los
equipos de los profesores Luc Montagnier y Robert Gallo. Este acuerdo
reconoca la contribucin de ambos equipos, sin atribuir a ninguno la primicia
del descubrimiento del virus responsable del sida. Reconoca tambin la validez
de cada una de las dos patentes registradas por separado para la
comercializacin de los maletines de diagnstico y prevea el reparto de los
considerables benefcios comerciales que se derivaran de ella.
Esta batalla franco-americana resultaba un poco srdida, habida cuenta de
la tragedia vivida por los enfermos y de la urgencia de descubrir un tratamiento
curativo y una vacuna. Su fnal fue saludado con satisfaccin, si bien algunos
franceses, como el profesor Jean-Claude Chermann, codescubridor del virus,
consideraron que sus compatriotas haban capitulado ante el rodillo
apisonador norteamericano de Robert Gallo.

Este rodillo apisonador no tard en demostrar a la comunidad cientfca


que no se dorma en los laureles. A fnales de 1986, su laboratorio descubra una
nueva familia de virus del herpes, plaga nacida asimismo de la liberacin
sexual. Los trabajos demostraron que el virus atacaba los mismos linfocitos T4
que el agente del sida, lo que haca de l un posible factor subsidiario en la
aparicin del sida en los individuos seropositivos.
Durante estos ltimos aos, Robert Gallo y su laboratorio se han empeado
tambin en una labor de investigacin dirigida al estudio de los mecanismos de
la infeccin celular con el fn de poder obstaculizarla mejor. Entre sus trabajos
ms originales fgura una tcnica destinada a neutralizar el virus del sida por
medio de seuelos moleculares. Se sabe que, para penetrar en el ncleo de la
clula, el virus debe acoplarse a una determinada protena de su envoltura. La
idea de inyectar en la sangre de los enfermos grandes cantidades de esta
protena para atraer al virus, desvindolo de las clulas sanas, es una estrategia
sugestiva que Gallo y su equipo se esfuerzan hoy en desarrollar.
Paralelamente a estas investigaciones, el equipo de Bethesda colabora con el
eminente cientfco francs, profesor Daniel Zagury, para hallar el medio de
estimular las defensas inmunitarias de los individuos infectados por el virus del
sida. Esta inmunoterapia, asociada a medicamentos antivirales como el AZT,
335
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
podra ofrecer a los portadores seropositivos la inmensa esperanza de no
desarrollar el sida.
Robert Gallo y sus investigadores consiguieron tambin cultivar en sus
tubos de ensayo clulas de tumores de Kaposi. Con ello pudieron comprender
los procesos de desarrollo de este cncer de la piel. Descubrieron que el virus
del sida genera una protena que hace crecer rpidamente las clulas de los
tejidos de los vasos sanguneos. Este estmulo, a su vez, genera otras protenas
que se ponen a fabricar una red paralela de arteriolas cuya proliferacin en las
paredes de los vasos provoca la aparicin de pstulas en las mucosas y la piel.
Tal vez estos trabajos no sean muy espectaculares reconoce Robert Gallo,
pero no creo que para vencer al sida nos hagan falta grandes descubrimientos.
Poseemos la tecnologa adecuada y los conocimientos esenciales. La victoria es
cuestin de tiempo, de experimentacin y de constancia en seguir las distintas
vas de investigacin que se abren ante nosotros.
Evidentemente, una de estas vas es la elaboracin de una vacuna. Robert
Gallo, que en 1988 recibi del Instituto Americano del Cncer el encargo de
dirigir una unidad operativa para la obtencin de una vacuna, puso en marcha
varios programas de investigacin, tanto en su laboratorio como en el
extranjero. A los pesimistas que vaticinan que no se podr disponer de vacunas
antes del ao 2000, l responde que este recurso tiene todas las posibilidades
de ver la luz antes de cinco aos.
Durante los ltimos aos, el considerable aumento de los efectivos, tanto
humanos como fnancieros, dedicados a la lucha contra el sida ha determinado
en todas partes la multiplicacin de los equipos y los centros de investigacin,
con la consiguiente dispersin del personal de determinados laboratorios. A
fnales de 1989, dos de los principales bilogos de Robert Gallo, la china Flossie
Wong-Staal y el checo Mikulas Popovic, pasaron a dirigir nuevos proyectos de
investigacin, uno al sur de California y el otro a Nuevo Mxico. El padre del
primer retrovirus humano minimiz la trascendencia de estas marchas. Otros
espritus frtiles vendrn a llenar el vaco dice, y esta renovacin de materia
gris no puede ser sino benefciosa.

El equipo de la sala Bru del Instituto Pasteur de Pars ha sufrido tambin


una disgregacin similar. Jean-Claude Chermann y Franoise Barr-Sinoussi se
emanciparon de la tutela de Luc Montagnier. Despus de recibir la medalla
Louis Pasteur, en 1987, el profesor Jean-Claude Chermann se march a Marsella
para hacerse cargo de la direccin de un equipo del Instituto Nacional de la
Salud y la Investigacin Mdica, especializado concretamente en el estudio del
papel del virus HIV en enfermedades asociadas al sida, tales como ciertas
neumonas y trastornos psquicos, y en la experimentacin de sustancias
336
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
antivirales. Franoise Barr-Sinoussi, por su parte, cre un nuevo grupo de
trabajo en el Instituto Pasteur de Pars. El laboratorio de biologa de los
retrovirus que ella dirige se dedica, entre otros temas de investigacin, a la
comparacin en profundidad de los virus del sida de origen africano y los de
otros lugares del mundo. Sus trabajos tienen por objeto, adems, la obtencin de
una vacuna. La biloga parisiense est ms convencida que nunca de que para
ello hace falta tener un mejor conocimiento de las relaciones entre el virus y las
clulas que lo albergan. Puesto que el ensayo directo de las vacunas en el
hombre es imposible, y el nmero de monos resulta insufciente para
experimentos a gran escala, su equipo trabaja intensamente en la creacin de un
modelo de animal prolfco y poco costoso: ratas u otro pequeo mamfero. Una
vez se cuente con el cobaya, se podr avanzar en el objetivo de esta
investigacin: inmunizar al hombre contra el virus del sida.
Por lo que respecta al profesor Luc Montagnier, su fama mundial le obliga
actualmente, como le ocurre a su colega americano Robert Gallo, a consagrar
gran parte de su tiempo a mltiples actividades asociadas con su trabajo pero
desarrolladas fuera del laboratorio. En su agenda se alternan los congresos con
las conferencias, las charlas con personal sanitario y con enfermos, la
participacin en toda clase de comits y las apariciones en los medios de
comunicacin. En una carta dirigida a fnales de 1989 al autor de este libro, Luc
Montagnier escribe: El sida sigue siendo mi mayor preocupacin... La
investigacin avanza rpidamente y tanto mis colaboradores como yo mismo
contribuimos a ella activamente, pero encuentro una motivacin nueva en los
contactos con los enfermos condenados a una extincin lenta e ineluctable.
Cada muerte es un fracaso de nuestra ciencia, un fracaso que vivo
personalmente. Por ello, el objetivo actual de mis investigaciones es comprender
la enfermedad y el papel del virus, con tres perspectivas: in vitro, dentro de la
probeta de cultivo; in vivo, con modelos animales; y, fnalmente, a la cabecera
del enfermo. De esta comprensin saldr una estrategia teraputica racional y
una vacuna. A pesar del aparente estancamiento actual, me siento optimista de
cara a un futuro bastante prximo. Espero vivir la poca de "despus del sida".

Nadie comparte esta esperanza con tanto fervor como el norteamericano


que, durante los primeros aos de la epidemia, no ces de porfar con el mundo
cientfco para inducirle a volcarse en la bsqueda de un medicamento. El
profesor Sam Broder, nombrado en 1989 director del Instituto Nacional
Americano del Cncer por el presidente de los Estados Unidos, coordina hoy el
esfuerzo ms vasto realizado hasta ahora a escala mundial para prevenir y curar
the dread disease (la enfermedad terror). Esta responsabilidad no lo ha alejado del
laboratorio en el que, en 1985, fue el primero en demostrar, con sus dos
337
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
colaboradores, Hiroaki Mitsuya y Bob Yarchoan, la efcacia del AZT in vitro,
antes de emprender los primeros experimentos en el hombre. Sam Broder y su
equipo han pasado despus decenas de sustancias por el tamiz de sus tubos de
ensayo y diseado todo un abanico de estrategias teraputicas. Actualmente,
ocho protocolos antisida son objeto de sus experimentos. En el transcurso de los
seis ltimos aos, Sam Broder ha publicado ms de cien informes y artculos
cientfcos en las ms prestigiosas revistas especializadas internacionales. La
casi totalidad de sus trabajos refejan la obsesin que mueve ahora ms que
nunca a este polaco superviviente de los campos de exterminio nazis: salvar
vidas.
El doctor Michael Gottlieb, el inmunlogo de Los ngeles que en 1980
identifc los primeros casos de sida, a fnales de 1986 dej el hospital de la
Universidad de California, en Los ngeles, para abrir sendos consultorios
privados en los dos barrios de la ciudad ms castigados por el sida a causa de la
densidad de la poblacin homosexual. Su experiencia en el campo de los
ensayos clnicos de medicamentos le vali el nombramiento de jefe de la unidad
de tratamiento del sida del hospital de Sherman Oaks, establecimiento en el que
prosigue activamente sus propias investigaciones sobre la efcacia de las nuevas
sustancias.
El doctor Jack Dehovitz, despus de haber intentado durante tres aos
mitigar los sufrimientos de los enfermos a los que no poda salvar, opt por
alejarse provisionalmente del campo de batalla para consagrarse a la prevencin
de la enfermedad. March del hospital Saint-Clare de Manhattan y dirige, en el
centro sanitario de la Universidad del Estado de Nueva York, varios programas
de prevencin destinados a las numerosas minoras tnicas que componen la
poblacin de Brooklyn. Las considerables subvenciones federales le permiten,
adems, hacer amplias exploraciones epidemiolgicas destinadas al mejor
tratamiento de los problemas de salud pblica que plantea el crecimiento de la
epidemia.

En Francia, el mdico del famoso modista cuyo ganglio sirvi para


identifcar el virus del sida, permaneci en su puesto. El servicio del profesor
Willy Rozenbaum en el hospital Rotschild de Pars es hoy en da uno de los
centros franceses especializados en el tratamiento de la enfermedad. Dos
pacientes de Willy Rozenbaum atacados por infecciones oportunistas mortales,
un cncer de Kaposi y una neumocistosis, hacen hoy vida normal, uno desde
hace siete aos y el otro, desde hace tres aos y medio. El mdico atribuye estos
resultados a los constantes progresos de las tcnicas teraputicas. Mientras se
espera una panacea o una vacuna, l est convencido de que la utilizacin cada
vez ms racional y especfca de una combinacin de medicamentos antivirales
338
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
permitir prolongar la vida de un nmero creciente de vctimas curndoles las
infecciones consecutivas a su contaminacin por el virus del sida.

Ocho aos despus de lanzar a sus mdicos-detectives del CDC de Atlanta


tras las huellas del virus asesino, el doctor Jim Curran sigue movilizado. Sus
colaboradores y l han establecido una relacin directa entre el sida y la
reaparicin de infecciones casi erradicadas, entre las que fguran en primera fla
la tuberculosis y la sflis. Han identifcado la mayor parte de los modos posibles
de transmisin de la enfermedad y facilitado, en un centenar de nmeros de su
boletn semanal, la lista ms impresionante de recomendaciones que se haya
elaborado para la prevencin de una epidemia. Este esfuerzo titnico se ha
traducido en programas educativos en todas las escuelas de los Estados Unidos,
campaas en los medios de comunicacin social a escala nacional y acciones
preventivas realizadas en colaboracin con numerosas asociaciones. Jim Curran
est ms decidido que nunca a dar la batalla. No estamos sino al principio de
la aventura del sida declara. No hemos escrito ms que el primer captulo.
Con un poco de suerte, vivir lo sufciente para contar a mis hijos nuestra
victoria sobre el azote.

Despus de pasar cuatro aos al servicio de las vctimas sin recursos de la


cruel enfermedad, sor Ananda y sor Paula dejaron el hogar de Nueva York para
ir a ejercer su misin de caridad a China. Actualmente trabajan en los arrabales
de Shanghai, donde, en 1988, la Madre Teresa hizo la hazaa de abrir un
orfelinato para nios espsticos y retrasados mentales. Dos veces al ao, un
sobre con sellos de banderas rojas lleva al monje de Latroun noticias de su
novia india, con la que sigue unido en la oracin y a la que espera conocer un
da. A fnales de 1986, Philippe Malouf abandon la abada de los Siete Dolores
de Latroun para unirse a otra comunidad de religiosos en su pas de origen, el
Lbano.
Su vnculo espiritual con sor Ananda es uno de los innumerables eslabones
de la cadena de solidaridad forjada por la Madre Teresa y que une a los que
sufren y a los que trabajan. Como ella deseaba, esta cadena cie al mundo con
un rosario de compasin. Los fcheros de Jacqueline de Decker, a la que la
enfermedad impidi seguir su vocacin en la India y a la que la Madre Teresa
coloc a la cabeza de la asociacin de los colaboradores dolientes, contienen hoy
los nombres de cuatro mil quinientos enfermos que ofrecen sus sufrimientos
por el xito de la labor de las tres mil Misioneras de la Caridad esparcidas por
339
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
unos ochenta pases. Todas las maanas llegan al domicilio de Jacqueline de
Decker, en Amberes, unas cuarenta cartas de enfermos que desean participar en
la obra. Las peticiones son tan numerosas que Jacqueline se ha visto en la
necesidad de casar colectivamente a varios comunicantes con una hermana
de las que prestan servicio activo sobre el terreno. Por ejemplo, uni a los
enfermos de un centro psiquitrico belga con una religiosa que cura leprosos en
un barrio de chozas de Tanzania.
A sus ochenta aos, la Madre Teresa se dispone a realizar una nueva
hazaa que coronar su obra: la apertura de un orfelinato en el pas que la vio
nacer, el ltimo bastin del comunismo en Europa, Albania. En otoo de 1989
fue vctima de un grave ataque al corazn que conmovi a todo el mundo y
estuvo a punto de poner fn a su agotadora cruzada. A la salida del hospital, fue
informada de que el autor de este libro haba sabido que tena un cncer cuando
an le quedaban por escribir varios captulos, e inmediatamente le envi un
mensaje de consuelo. El mismo da en que le practicaban la intervencin
quirrgica que haba de curarle, recibi una carta escrita de puo y letra de la
Madre Teresa que dice as: Querido Dominique: Cristo nos ha otorgado a los
dos al mismo tiempo el regalo de compartir su Pasin. Mis oraciones, las de
nuestras Hermanas y las de nuestros Pobres le acompaan. Demos gracias a
Dios por el gran amor que nos tiene.
Les Bignoles, Ramatuelle
1 de febrero de 1990
340
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
Agradecimientos
En primer lugar, quiero expresar mi inmensa gratitud a Dominique, mi
esposa, que ha compartido todos los instantes de esta larga y difcil indagacin
y ha sido una colaboradora insustituible durante la preparacin de esta obra.
Mi reconocimiento a Colette Modiano y a Paul y Manuela Andreota, que
pasaron muchas horas corrigiendo mi manuscrito y me ayudaron con sus frases
de aliento. Tambin quiero dar las gracias a mi amiga, la doctora Claudine
Escofer-Lambiotte, autora de tantos y tan nobles trabajos mdicos, por el
esmero que tan generosamente puso en comprobar la exactitud de los pasajes
cientfcos. Y quiero rendir tambin homenaje a Jean Mariaud de Serres y al
bilogo Chris Marton.
Este libro es fruto de pacientes averiguaciones cerca de numerosos
investigadores, mdicos, personal sanitario y enfermos. Sin su activa y generosa
colaboracin, no habra podido ver la luz. En los Estados Unidos, deseo dar las
gracias, en primer lugar, al doctor Sam Broder, actualmente director del
Instituto Nacional Americano del Cncer, por haberme dedicado su precioso
tiempo tanto en el hospital de Bethesda como en su deliciosa casa de Rossmore
Drive, junto a Gail, su esposa, y sus dos hijas.
Doy tambin las gracias ms efusivas al profesor Robert Gallo por nuestras
innumerables entrevistas en su laboratorio de investigacin del edifcio 37 del
campus de Bethesda, en su coche, mientras circulbamos por las carreteras de
Maryland, en las trattorias de Washington en compaa de amigos suyos,
investigadores llegados del extranjero, y en su casa de Thornden Terrace con su
esposa Mary-Jane y sus dos hijos, ante las montaas de pasteles italianos que
tanto le gustan. Le doy las gracias muy especialmente por haber organizado
para m una de sus grandes reuniones para presentarme a todos los
colaboradores de su equipo, particularmente a la biloga Flossie Wong-Staal y a
Bill Blatner, Mikulas Popovic, Saki Salahuddin y tantos otros que haran
interminable la lista.
341
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
El CDC de Atlanta fue uno de los polos de mi investigacin, y quiero dar las
gracias al jefe de su unidad operativa, el doctor James Curran y a sus mdicos-
detectives, los doctores Harold Jafe, Martha Rogers y a todos sus colegas que
me ayudaron a reconstruir en detalle la fantstica persecucin que lanzaron
contra el virus sospechoso de ser el agente del sida.
Entre los mdicos norteamericanos que tuvieron que afrontar sobre el
terreno los primeros casos de la terrible epidemia, vaya de modo especial mi
agradecimiento al doctor Michael Gottlieb, por los das enteros que dedicamos
juntos a reconstruir hasta el menor detalle del descubrimiento de los cinco
primeros casos que daran la alerta a la comunidad cientfca mundial. Doy
tambin las ms expresivas gracias a los doctores Alvin Friedman-Kien y Joseph
Sonnabend de Nueva York, Marcus Conant y Paul Volberding de San Francisco,
Peng Thim Fan y Joel Weisman de Los ngeles, por su preciosa contribucin a
esta parte de la investigacin. Finalmente, deseo ofrecer al doctor Jack Dehovitz
mi especial gratitud por el minucioso relato que tuvo a bien hacerme de la
traumtica experiencia que vivi en el hospital Saint-Clare de Nueva York en su
diaria atencin a las vctimas de la epidemia.
Sin la cordial ayuda del doctor David Barry y sus colaboradores Richard
Clemons, Sandy Lehrman, Dannie King, Marty St. Clair y varios otros, yo no
habra podido reconstruir los momentos de angustia y esperanza que jalonaron
la excepcional aventura de la elaboracin del primer medicamento activo contra
el sida. Les doy las gracias por haber contribuido en tan gran medida a mis
pesquisas por las salas de experimentacin de los laboratorios Wellcome en el
campus del Research Triangle Park. Igualmente, doy las gracias a la doctora
Ellen Cooper, de la Food and Drug Administration, por todo el tiempo que me
dedic en la colmena de cristal de su cuartel general de Rockville, Maryland,
para hacer revivir las peripecias que condujeron a la autorizacin de la
experimentacin del AZT en el hombre. Toda mi gratitud tambin a la doctora
Mathilde Krim por la paciencia con que tuvo a bien relatarme en su residencia
particular de Nueva York, cmo su campaa para la distribucin del AZT a
todos los enfermos haba ofrecido una primera esperanza a los condenados del
sida.
Entre estos condenados es sin duda Josef Stein a quien tributo mi
agradecimiento ms emocionado y apenado. Nunca olvidar las largas
conversaciones que mantuvimos en el hospital, en la primavera de 1986, cuando
l luchaba con tanta gallarda contra el virus fatal. Tampoco olvidar que, la
vspera de su muerte, l mand pegar en la ventana de su habitacin, al lado de
la vista de Jerusaln recibida de su amigo el monje de Latroun, la postal que yo
le envi desde mi pueblo de Ramatuelle, al que no lleg a venir en
convalecencia. Hago extensivo este recuerdo a todos los dems enfermos y a
quienes tanto han trabajado por ellos, en particular a monseor John O'Connor,
arzobispo de Nueva York, y a monseor James Cassidy, gracias a los cuales
342
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
pudo crearse el hogar Ofrenda de Amor para enfermos del sida sin recursos; al
doctor Richard Yezzo, director del hospital Saint-Clare; a la doctora Deborah
Spicehandler; a los enfermeros Ron Peterson y Gloria Taylor; a los asistentes
sociales Georges Lafontane y John Wright; y al clinic coordinator Terry Miles.
Puesto que una gran parte de mi tarea de documentacin se desarroll en el
Instituto Pasteur de Pars y en diversos hospitales parisienses, debo agradecer
vivamente al profesor Luc Montagnier que dedicara un poco de su precioso
tiempo a reconstruir los das memorables del invierno de 1983 en los que l y su
equipo trataban de hacer frente al mayor desafo mdico de este fn de milenio.
Doy las gracias a los miembros de su equipo y muy especialmente al profesor
Jean-Claude Chermann y a la doctora Franoise Barr-Sinoussi, codescubridores
del virus del sida. Ellos accedieron a reconstruir para m, en los mismos lugares
de su victoria, las mltiples operaciones de bsqueda de la famosa enzima
trascriptasa inversa que demostr ser la frma gracias a la cual pudieron
identifcar el virus. Asocio a este homenaje al profesor Andr Lwof, premio
Nobel de Medicina, que me honr con sus consejos; al profesor Daniel Zagury,
que tuvo a bien responder a mis preguntas cuando estaba experimentando en s
mismo la vacuna que est desarrollando; a la doctora Franoise Brun-Vzinet,
que tom muestras de las clulas tumorales que sirvieron para aislar el virus; al
profesor Willy Rozenbaum que, en el curso de varias entrevistas celebradas en
los cafs cercanos al hospital Claude-Bernard, accedi a reconstruir los
momentos dramticos de sus confrontaciones con los primeros enfermos de
sida. Doy las gracias tambin a la doctora Christina Rouzioux, que me relat la
aventura de la preparacin de la primera prueba seropositiva; al doctor Jacques
Leibowitch, que me relat su memorable viaje a Bethesda realizado durante el
verano de 1983 en que trat de convencer a Robert Gallo para que pisara a
fondo. Esta lista de agradecimientos estara incompleta si no incluyera a
Charles y Clautline Dauguet. Las horas pasadas en su compaa en los mismos
lugares en los que Charlie fotograf el virus del sida por primera vez en el
mundo fgurarn entre los recuerdos ms interesantes de mi vida de
encuestador y de escritor.
Deseo testimoniar tambin mi vivo reconocimiento a los que no han cesado
de rodearme de muestras de nimo y de afecto durante la larga aventura que
fue la documentacin y redaccin de este libro, particularmente a mi hija
Alexandra, a Rina y Takis Anoussis, al doctor Elie Attias, a Chuck y Red Barris,
a Julia Bizieau, a Bernard y Vronique Blay, al doctor Alain y Martine Bondil, a
Dominique y Ghislain Carpentier, a Larry y Nadia Collins, a Marcel y Reine
Conchon, a Madelein Conchon, a David, a Fanny Drif, a Ren y Thrse Esnault,
al doctor Michel Fouques, a Laura Fry, a Franoise y Pierre Gautier, al doctor
Jean-Romain Gautier, a Jean-Franoise Gimond, a Alain y Clmentine Gomez, al
doctor Dominique Guyot de La Hardrouyre, a Marie de Hennezel, a Marion
Kaplan, a Jacques y Jeannine Lafont, a Jean-Pierre y Marielle Lafont, a Jean
343
Dominique Lapierre Ms grandes que el amor
Larbey, a Robert y Marie-Ange Lglise, a Andr Lewin y Catherine Clment, a
Michel Licinio, a Claude y Lydia Lorin, a Valrie Mayet, a Didier Constancin y a
su equipo de l'Atalante de Sainte-Marie de R, a Anna y Jean-Bernard Mrime,
a Christine Monnier, a Coco Mouret, a Jean-Paul Paoli, a Brigitte y Edgar
Pascaud, a Alain y Chantal Pascot, al doctor Alain y Christiane Paul, a Michle
Pavlidis, a Andr Preadel, al doctor Franois Puget, a Dora y Gilbert Rinaudo, al
padre Jean-Marie Roussell, a Christiane y Lon Salembien, al padre Sylvio
Sandro, al doctor Gilbert Schloegel, a Christian Serrandon, al doctor Elliott
Soussan, a Claire y Didier Teirlinck, a Paule Tondut, a Louis Valentin, al doctor
Philippe Vialatte, a Andr Vonesch y a Heidi Wurzer.
Permtaseme tambin dedicar un carioso recuerdo a mis feles compaeros
Bignolette, Preferida y Tara.
Agradezco tambin a Philippe Bthoux y Richard Hermitte, de la empresa
Sotei Informatique de Frjus, as como a Bernard Tissot y Jacqueline Vivas, de la
empresa Bureaumatique de Toulouse, su asistencia tcnica en la confeccin de
mi manuscrito.
No habra podido escribir este libro sin la confanza entusiasta y constante
de mi amigo y agente literario Morton L. Janklow, y la de mis amigos editores.
Mi ms cordial agradecimiento a Robert Lafont y todos sus colaboradores de
Pars; a Mario Lacruz, de Barcelona; a Larry Kirschbaum, de Nueva York, as
como a Anne Sibbald y Cynthia Cannell; a Giancarlo Bonacina, de Miln; y,
fnalmente, a mi amiga y traductora Kathryn Spink, autora de notables obras
sobre la Madre Teresa, el hermano Roger de Taiz y Jean Vanier, apstol de los
nios fsicamente disminuidos. Deseo asociar a este homenaje el recuerdo de mi
amigo el malogrado Claude Jean al que tanto habra gustado terminar la lectura
de este libro. Su valor ante la enfermedad me sirvi de ejemplo.
A la Madre Teresa y a las hermanas que tanto contribuyeron a esta
investigacin, deseo ofrecer la expresin de mi reconocimiento, mi admiracin y
mi afecto muy especiales, al igual que a Jacqueline de Decker, al padre Cleste
Van Exem, a Franois Laborde, a James Stevens, al hermano Gaston, al hermano
Philippe y al doctor Kumar Chanemougame.
Finalmente digo que es gracias a la habilidad y al talento de los doctores
Pierre Landri y Georges Rossignol, que me operaron, y gracias a la
competencia y a los desvelos de sus equipos de la clnica Saint-Jean-du-
Languedoc, de Toulouse, que estoy curado de un cncer. Desde aqu les ofrezco
el testimonio de mi ms afectuosa gratitud.
344

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