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iversidad de mxico
virginia woolf:
bocetos del pasado, sobre las mujeres y la literatura
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"'",-r--- lO'
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cuentos de katherine mansfield, esther seligson y mara luisa puga
tres narradoras del cono sur:
armona somers, anglica gorodischer y mercedes rein
poemas de ida vitale, emily dickinson y mara de la cruz patio
crtica: sobre k. mansfield, angelina muiz y'las poetisas mexicanas
IIn ,IUnl/,
Dibujo d y 11" Y 1
Hcrnndc/,
(En los recuadros) Fragmentos de
Las mujeres y la literatura
Katherine Mansfield
La seorita Brill, 7
Esther Seligson
De sueos, presagios y otras va es, 10
Ida Vitale
Dos poemas, 15
Anglica Gorodischer
Los sargazos, 17
Mercedes Rein
Monte Pro. 23
Sumario Volumen xxxn, nmero 1, septiembre de 1977
Armona Somers
El desvo, 25
Virginia Woolf
Bocetos del pasado, 1
Una mente terriblemente sensitiva, 6
Torre de la Rectora, 100. piso
Ciudad Universitaria, Mxico 20, D. F.
Telfono: 54865 00, ext. 123 y 124
Franquicia postal por acuerdo presidencial
del 10 de octubre de 1945, publicado
en el D. Of. del 28 de oct. del mismo aio
Precio del ejemplar: $ 10.00
Suscripcin anual: $ 100.00 Extranjero Dls. 12.00
1Las obras "completas" de Franci
por Efrn C. del Pozo
Universidad Nacional Autnoma de M ica
Rector: Dr. Guillermo Sobern cevcdo / CCrClarlll ;cllclal,\ ....1l.!l:l1l1CO I 1 h:rnJlldll I rel rre'
Revista de la Universidad de M i o
Organo de la Direccin General de Difusi' n ultural
Director: Hugo Gutirrez Vega
Consejo de Redaccin:
Fernando Curiel, Margo Glantz, Hugo Gutirrez Vega, duardo 'zalde,
Jefe de redaccin: Guillermo Sheridan / Asistentc: Rafael arga
Editores: Armida de la Vara y Joana Gutirrez / Direccin artsti a:
Virginia
Woolf
Bocetos
del pasado'
Hace un p ~ r de das -el 16 de abril de 1939, para
ser precisa- Nessa' dijo que si no empezaba a
escribir mis memorias pronto estara demasiado vieja
para intentarlo. Tendra 85 aos, y habra olvidado
todo -recurdese el triste caso de lady Strachey.2
Como sucede que estoy harta de escribir la vida de
Roger,3 quiz dedique dos o tres maanas a hacer
un boceto. Hay varias dificultades: en primer lugar
la enorme cantidad de cosas que puedo recordar; en
segundo, la enorme cantidad de maneras en las que
pueden escribirse las memorias. Como gran lectora
de memorias que soy, conozco muchas. Pero si
empiezo a considerarlas y a analizar sus mritos y
sus errores, las 'maanas -cuento, a lo sumo, con
dos o tres- se habrn ido. As que sin detenerme a
escoger la manera, en la seguridad y certeza de que
se encontrar sola -y si no no importa- empiezo:
primer recuerdo.
Este era de flores prpuras y rojas sobre fondo
negro: el vestido de mi madre; y estaba sentada en
un tren o en un mnibus y yo estaba en su regazo.
Por lo tanto vea las flores de su vestido desde muy
cerca; y an puedo ver prpura y rojo y azul, creo,
contra lo negro!, supongo que han 'de haber sido
anmonas. Quiz bamos a S1. Ives; ms probable,
pues por la luz ha de haber sido un atardecer, es
que regressemos a Londres. Pero me conviene ms,
artsticamente, suponer que bamos a S1. Ives, pues
eso me llevar a mi otro recuerdo, que tambin
Fragmento de A Sketch al the Post, un texto escrito por
Virginia Woolf entre 1939 y 1940, cuando contaba con cerca
de sesenta aos de edad, y que se conserv indito hasta
1976. En esa fecha, junto a otros textos de carcter autobio-
grfico, fue publicado por Jeanne Schulkind, bajo el ttulo
Moments al Being por Redwood Duro Ud. de Londres.
parece ser el primero, y que es de hecho el ms
importante de todos. Si la vida tiene una base ~ o r e
la que se levanta, si es un recipiente que uno llena y
llena y llena, entonces ,mi recipiente, sin duda, se
encuentra sobre este recuerdo. Es de yacer medio
dormida, medio despierta, en cama, en el cuarto de
juegos en Sto Ives. Es de or las olas que se rompen,
una, dos, una, dos, y que lanzan un golpe de agua
sobre la playa; y luego se rompen, una, dos, una,
dos, detrs de una persiana amarilla. Es un recurdo
de or a la persiana recoger su grano de luz de sobre
el suelo cuando el viento la mueve. Es de yacer en
la cama y or las olas y ver esa luz y sentir, es casi
imposible que est yo aqu; de sentir el ms puro
xtasis concebible.
Podra pasar horas tratando de escribir eso como
debera de escribirse para expresar el sentimiento
aquel que, incluso en este momento, es demasiado
fuerte en m. Pero fracasara (a menos de que
tuviera magnfica suerte); me atrevera a decir q ~ e
esa suerte slo se lograra de haber empezado con
una descripcin de Virginia misma.
Es aqu donde me topo con una de las dificulta
des del escritor de memorias -una de las razones
por las que, aunque he ledo tantas, tantas son
fracasos. Dejan fuera a la persona a la que le
sucedieron las cosas. la razn es la dificultad para
describir a cualquier ser humano. De ah que digan:
"Esto es lo que sucedi"; pero no dicen cmo era la
persona a la que le sucedi. Y bien poco significan
los sucesos a menos que sepamos a qUIn le sucedie
ron. Quin era yo en ese entonces? Adeline Viro
ginia Stephen, l.a segunda hija de Leslie y Julia
Prinsep Stephen, nacida el 25 de enero de 1882,
descendiente de mucha gente, algunos famosos,
otros obscuros; nacida no de padres ricos sino de
padres pudientes, nacida a un mundo muy comuni
cativo, letrado, epistolar, articulado y atractivo del
siglo XIX; lo que significa que podra, de tomarme
el trabajo, escribir bastante no slo de mis padres,
sino de mis tos y tas, primos y amigos. Ignoro qu
tanto de esto, o qu parte de esto, me hara sentir
lo que sent en el cuarto de juego de Sto Ives.
Ignoro qu tanto difiero de otra gente. Lo que es
otra dificultad para el autor de memorias. An as,
para autodescribirse verdaderamente, uno debe tener
cierto modelo de comparacin; era yo lista, estpi
da, bonita, fea, fra, 'apasionada? Quiz debido a
que nunca estuve en la escuela, a que nunca compe
t en campo alguno con nios de mi edad, jams he
sido capaz de comparar mis defectos o virtudes con
los de otra gente. Mas por supuesto que haba una
razn externa para la intensidad de esta primera
impresin: la impresin de las olas y la luz en ,la
cortina; la sensacin, como a veces me la describo
yo misma, de estar acostada dentro de una uva y de
ver a travs de una pelcula de amarillos semitrans
o
_
parentes que, posiblemente, se deba a los meses
que pasbamos en Londres. Cambiar de cuarto de
juego era un gran cambio. Y luego estaba el largo
viaje en tren; y la excitacin. Recuerdo la oscuridad;
las luces; la emocin de irse a la cama.
Fijar la atencin en el cuarto de juego: tena un
balcn; haba una pared, pero se una al balcn del
cuarto de mis padres. Mi madre sala a su balcn en _
un camisn blanco. Haba flores de la pasin cre-
ciendo entre la pared; haba floraciones estrelladas, .
de vetas prpuras, y grandes botones verdes, parte
vacos, parte llenos.
Si fuera pintora, pintara estas primeras impresio-
nes en amarillo plido, plateado y verde. Haba la
cortina amarilla plido; el mar verde y las plateadas
flores de pasin. Hara un cuadro que fuera globu-
lar; semi-transparente. Hara una pintura de ptalos
curvos; de conchas; de cosas semi-transparentes;
hara formas curvas que permitieran el paso de la
luz pero sin ofrecer un pell precioso. Todo sera
grande y plido; y lo que se viera se oira a la vez;
los sonidos vendran de esta hoja o ptalo' -sonidos
no distinguibles de lo visible. Lo audible y lo visible
parecen tener igual importancia en estas primeras
impresiones. Cuando pienso en las ma'ianas en la
cama oigo tambin, como cayendo de grandes altu-
ras, en el graznido de las cornejas. El sonido parece
caer a travs un aire pegajoso y elstico que lo
detiene, que le impide distincin y agudeza. La
calidad del aire sobre Talland House pareca suspen-
der al sonido, dejarlo caer con lentitud, como si
hubiera sido atrapado por un chicloso velo azul. El
graznido de las cornejas es parte de las olas que se
rompen -una, dos, una, dos- y del ruido de sus
resacas para"nuevamente levantarse, y ah yaca yo
medio despierta, medio dormida, dibujando en un
xtasis imposible de describir.
El siguiente recuerdo -todos estos recuerdos, a
colores y con sonido flotan juntos en St. Ives"":' era
mucho ms robusto; era muy sensual. Era ms
tardo. An me contagia su tibieza; como si todo es-
tuviera maduro; susurrante; soleado; percibiendo tan-
tos a.romas al mismo tiempo; yjuntos haciendo un todo
que incluso ahora me obliga a detenerme -como
entonces me detuve cuando bajaba a la playa; me
detuve arriba para mirar los jardines. Estaban como
hundidos bajo el camino. Las manzanas quedaban a
nivel de la cabeza de uno. Los jardines desprendan
un murmullo de abejas; las man?:anas eran rojas y
doradas; haba tambin flores rosas; y hojas grises y
plateadas. El zumbido, el canturreo, el aroma, todo
pareca apretarse contra una membrana; no para
romperla; para tararear alrededor de m un tan
completo arrebato de placer que me detuve, ol,
mir. Pero otra vez soy incapaz de describir ese
arrebato. Ms que xtasis, era un arrebato.
La fuerza de estos cuadros -la visin estaba tan
mezclada con sonidos que "cuadro" no es la palabra-
la fuerza, en fm, de estas impresiones nuevamente
me hace divagar. Esos momentos -en el cuarto de
juego, en el camino a la playa- pueden todava ser
ms reales que el momento actual. Esto lo acabo de
probar. Pues me he levantado y he cruzado el
jardn. Percy rastrillaba el lecho de los esprragos'
Louie sacuda un tapete frente a la pu rta de 1;
recmara. Pero los vea yo entre la visin que vi
aqu; el cuarto de juego y el camino d la playa. A
veces puedo regresar a St. Ives con mayor plenitud
que esta maana. Puedo alcanzar un estado en el
que parezco estar viendo las cosas como si ah
estuviera. Esto sucede, supongo, porque mi memoria
aporta lo que haba olvidado, en form tal que las
cosas parecen suceder independientemente aunque
en realidad yo las provoque. En ci rt estad
favorables, las memorias -lo que uno h Ividado-
surgen y se lanzan hacia arriba. De r ci rt e 10
no sera posible -me pregunto a menud - que la
cosas que hemos sentido con gran intensidad ten n
una existencia independiente de nue lr m nte y
que sean, de hecho, cosas que an e . t n? De r
as no sera posible, con el tiem qu
tara un aparato capaz de grabar! 7 nI mplo I
pasado como una avenida que e td dI; un lar
cinta de escenas y emociones. Al In I d I venid
estn el jardn y el cuarto de j n lu nr de
recordar una escena aqu, un nid U. m ncc
to a un enchufe de la pared y u h nipa ud .
Conectar agosto de 1890. Sienl u ucrt
emocin debe dejar huellas; y I ti '11 de
descubrir cmo podemos nuevam nte ti ll
para vivir otra vez nuestras vidas de nClpio.
Lo peculiar de estos dos recu rd mb
son sumamente sencillos. En eH , pena
estoy consciente de m misma y I I de In
sensacin. Slo soy el continente de I n de
xtasis, de la sensacin de arrebato.
caracterstico de todos los recuerd
quiz esto es lo que explica su fuerza.
te les agregamos a esos sentimient al
hace ms complejos; y, por tanto, men
si no menos fuertes, menos aislados, m n
tos. Pero en vez de analizar esto, h
ejemplo de a lo que me refiero: mi sen ci n nte el
espejo del hall.
Haba un pequeo espejo en el hall de TnlJand
House. Tena, recuerdo, un borde sobre. el que
haba un cepillo. Parndome de puntas p da ver mi
cara en el espejo. Cuando tena seis o quiz, iete
aos, adquir el hbito de mirar mi ra en el
espejo. Pero slo lo haca si estaba cierta de
estar sola. Me daba vergenza. Un fuerte sentimien
to de culpa pareca estar naturalmente ciado al
acto de mirarme. Por qu? : se me ocurre una razn
obvia: Vanessa' y yo ramos lo que suele llamarse
marimachas; o sea: jugbamos cricket retozbamos
entre las rocas, trepbamos a los rbol s se deca
que no cuidbamos nuestra ropa, etc. Quiz entono
ces haber sido atrapada en el acto de mirarme al
espejo hubiera sido considerado algo en contra de
nuestro cdigo marimacho. Creo que mi sentimiento
Dibujos
de_Luis Enrquez 2
Virginia Woolf
de culpa iba mucho ms all. Me siento tentada a
sondear su origen hasta mi abuelo, Sir James, quien
una vez fum un puro, le gust, y por eso lo tir y
jams fum otro. Me siento tentada a pensar que
hered ciertos rasgos puritanos de la secta ms
puritana a la que pertenecieron mis abuelos. De
cualquier modo, la vergenza ante el espejo ha
durado lo que mi vida, incluso cuando la poca
marimacha termin. Todava no me puedo polvear
la nariz en pblico. Todo lo relacionado con la
ropa -que quede bien, entrar a una habitacin con
un vestido nuevo- es algo que todava me
asusta; por lo menos me apena, me hace consciente
de m misma. Me pone poco confortable. "Oh
poder correr como Juliana Morrell por el jardn con
un vestido nuevo", pensaba, no hace muchos aos,
en Garsiggton; cuando Juliana abri un paquete y se
pusO el vestido nuevo y empez a correr y a correr
como una liebre. Sin embargo, la feminidad era algo
muy fuerte en nuestra familia. Eramos famosas por
nuestra belleza: la belleza de mi madre, la de
Estella, que me producan, desde que tengo memo-
ria, gran orgullo y no menos placer. De dnde
vena, entonces, ese sentimiento de culpa, a menos
que fuera la herencia de instinto opuesto? Mi padre
era espartano, asceta, puritano. No creo que sintiera
atraccin por la pintura, ni odo para la msica, ni
mayor sentido del sonido de las palabras. Esto me
lleva a pensar que mi sentido del placer -dira "nues-
3
tro" si supiera lo suficiente de Vanessa, Thoby y
Adrian (pero qu poco sabemos, inclusive, de nues-
tros hermanos y hermanas)- a pensar de mi natural
amor a la belleza se hallaba en jaque por un ancestral
espanto. Esto no impidi, con todo, que yo viviera
xtasis y arrebatos espontneamente, intensamente, y
sin vergenza alguna o sentimientos de culpa, siempre
y cuando no estuvieran asociados con mi propio cuer-
po. Aqu detecto otro elemento en la vergenza que
me produca ser atrapada mirndome en el espejo
del hall. He de haber tenido vergenza o miedo de
mi propio cuerpo. Otro recuerdo, tambin del hall,
puede servir para explicar esto. Haba una repisa
junto a la puerta del comedor en la que se ponan
los platos. En una ocasin, cuando yo era muy
pequea, Gerald Duckworth me lev3l!t y me sent
en ella, y cuando yo estaba ah sentada l empez a
explorar mi cuerpo. Recuerdo la sensacin de su
mano movindose bajo mi ropa; yendo cada vez ms
abajo, con firmeza, entre mi ropa. Recuerdo cmo
deseaba que se detuviera; cmo me endurec y me
retorc cuando su mano llegaba a mis partes priva-
das. Pero no se detuvo. Su mano tambin explor
mis partes privadas. Recuerdo que me resenta y me
disgustaba, cul es la palabra para un sentimiento
tan bobo y tan confuso? Ha de haber sido muy
fuerte, ya que an lo recuerdo. Esto parece mostrar
un especial sentimiento de las partes del cuerpo:
cmo no deben tocarse; cmo est mal permitir que
. '
sean tocadas; cmo sto es instintivo. Prueba que
Virginia Stephen no naci el 25 de enero de 1882
sino hace nles de aos; y tuvo que, desde el
principio, hallarse con instintos previamente adquiri-
dos por nles de antepasados.
y esto arroja su luz no solamente en mi propio
caso, sino sobre el problema que mencion en la
primera pgina: porqu es tan difcil dar una rela-
cin cualquiera de la persona a la que le las
cosas. Es evidente que la persona es inmensamente
complicada. Vase el incidente del espejo. Aunque
he hecho todo lo posible para explicar porqu me
avergonzaoa mirarme en l, apenas he sido capaz de
descubrir algunas razones posibles. Puede que haya
otras. No pretendo haber llegado a la verdad; y este
es slo un simple incidente; y me sucedi a m
personalmente; y no tengo motivos para mentir. A
pesar de todo esto, la gente escribe lo que llama
"vidas" de otras gentes; esto es, renen cierto
nmero' de sucesos y dejan en el desconocimiento a
las gentes a quienes les sucedieron. Permtaseme que
anexe un sueo que puede referirse al incidente del
espejo. So que estaba mirando un espejo cuando
una cara horrible -la de un animal- sbitamente
apareci sobre mi hombro. No puedo estar segura
-de si esto fue un sueo o si realmente sucedi. Me
estaba mirando en el espejo un da cuando algo de
lo que haba detrs se movi y a m me pareci que
se trataba de algo vivo? No puedo estar segura.
Pero siempre he recordado la otra cara en el espejo,
-no importa si sueo o realidad- y que me asust.
Estos son, pues, algunos de mis primeros recuer-
dos. Pero,' por supuesto, en tanto crnica de mi
vida, son tergiversadores, pues las cosas que uno no
recuerda son igualmente importantes; quiz ms
todava. Si pudiera recordar un da completo podra
describir, al menos superficialmente, lo que la vida
era en mi infancia. Por desgracia uno slo recuerda
lo excepcional. Y no parece haber razones que
hagan excepcional a una cosa y a otra no. Porqu
he olvidado tantas cosas que habrn sido, supondra
uno, ms memorables que las que he recordado?
Porqu recordar el zumbido de las abejas en el
jardn de paso al mar, y olvidar completamente que
.mi padre me lanzaba desnuda al agua? (La seora
Swanwick dice que ella lo vio).4
Esto me lleva a una digresin que quiz explique
algo de mi propia psicologa, o de la de otras
personas. Con frecuencia, al estar escribiendo una de
mis (llamadas) novelas me ha desconcertado este
problema: cmo describir lo que, en mi taquigrafa
privada, llamo "no ser".
5
Cada da incluye mucho
ms no-ser que ser. Ayer por ejemplo, martes l8de
abril, fue un buen da; ms alto que lo normal en
ser. Estuvo bien: disfrut escribiendo estas primeras
pginas; mi mente se sinti relevada de la presin de
escribir sobre Roger; camin por el Monte Miseria y .-
junto al rio; e ignorando que la marea estaba baja,
el campo, que siempr veo con atencin, se hallaba
4
coloreado y sombreado como a m me gusta -ah
estaban los sauces, recuerdo, plmeos y suavemente
verdes y prpuras contra lo azul. Tambin le a
Chaucer con placer; y empec un libro -las memo-
rias de Madame de la Fayette- que me interes
mucho. Estos momentos de ser estuvieron, sin em-
bargo, enmarcados en mucho ms momentos de no
ser. Ya olvid lo que Leonard y yo hablamos
durante la comida y durante el te: aunque fue un
buen da, su bondad estuvo depositada en una
especie de indescriptible algodn. Esto siempre suce-
de. Una buena parte de cada da se vive in onscicn-
temente. Uno carnina, come, ve cosas, e enfrenta a
lo que debe hacerse; la aspiradora rota, la comida
que debe hacerse, las rdenes a Mabel, la lavandera,
la estufa, el encuadernado de los libros. uando es
un mal da, la proporcin de no- er e mUl:ho ms
grande. Tuve un poco de fiebre la semana pasada:
casi todo el da fue un da de no- er. verdadero
novelista de algn modo puede dar cuenta de ambas
clases de ser. Creo que Jane Austen puede hacerlo: y
Trollope; quiz Thackeray y Dickens y olst y. Yo
jams he podido hacerlo. Lo intent en Igl1( a",)
day, y en The Years. Pero, por el m mento, har a
un lado lq literario.
Cuando nia, entonces, com ahora. mis di:s
contenan una respetable pr porcin de borra. de
no-ser. Las semanas corran en 1. lves nuda tkpba
huella alguna en m. Entonce , aparentemente
razn alguna, hubo un fuerte sacudimiento.
sucedi tan violentamente que no podra olvlllarlo
en toda mi vida. Dar unos cuant ejemplos. El
primero: peleaba con Thoby en el jurd n.
golpebamos uno al otro con I pUl1os.
cuando levantaba la mano para golpearlo t:
porqu herir a otra persona? Dej aer la mano cn
ese preciso instante, y me qued ah parada. lo
dej golpearme. Recuerdo el sentimiento. Era una
sensacin de desesperanzada tristeza. Fue C0l110 si
hubiera cobrado una sbita conciencia de algo tcrri-
ble; y de mi propia falta de poder. Me escurr de
ah, sola, sintindome horriblemente deprimida. El
segundo sucede tambin en los jardines de l. Ives.
Estaba mirando el lecho de flores junto a la puerta
principal: "Esto es el todo", me dije. Estaba miran-
do una planta y, de pronto, resultaba muy claro que
la flor misma era parte de la tierra; que un anillo abar-
caba lo que era la flor; y que eso era la verdadera nor:
parte tierra, parte flor. Ese fue un pensamiento que
guard pensando que sera til posteriormente. El ter-
cer caso sucedi tambin en Sto lves. Unas personas
apellidadas Valpy se estaban quedando en SI. "'es y
se haban ido. Esperbamos la cena una noche
cuando o a mi padre o a mi madre decir que
el seor Valpy se haba suicidado. Lo que recuerdo, a
continuacin, es que yo camino, de noche. en el
jardn, junto al manzano. Me pareca que el manza-
no estaba de algn modo relacionado con el horror
del suicidio del seor Valpy. No poda pasar junto a
l. Me qued ah, mirando las arrugas verdigrises del
tronco -era noche de luna- en un trance de
verdadero horror. Me sent como arrastrada, sin
esperanza alguna, hacia un pozo de absoluta deses-
peracin del que resultaba imposible escapar. Mi
cuerpo pareci paralizarse.
Estos son tres ejemplos de momentos excepciona-
les. A menudo los repito, o, mejor, surgen inespe-
radamente a la superficie. Pero ahora, que los
escribo por primera vez, me doy cuenta de algo que
antes no haba notado. Dos de estos momentos
terminaron en un estado de desesperacin. El otro,
por el contrario, en uno de satisfaccin. Cuando dije
ante la flor "Esto es el todo", sent que haba
hecho un descubrimiento. Sent que algo haba
guardado en mi mente a lo que despus podra
regresar, explorar luego, comprender. Ahora me
resulta claro que esta era una esencial diferencia.
Era la diferencia, en primer lugar, entre la satisfac-
cin y la desesperacin. Creo que esta diferencia
surge del hecho de que yo era bastante incapaz de
tolerar el dolor de descubrir que la gente puede
lastimarse entre s; que un hombre, al que yo haba
visto, se haba matado. La sensacin del horror me
dej desprotegida. Pero en el caso de la flor hall
una razn, y por tanto me hallaba en situacin de
5
tolerar la sensaclOn que me haba provocado. No
estaba indefensa. Estaba consciente -si bien a dis-
tancia- que con el tiempo me lo explicara. Ignoro
si era mayor cuando vi la flor que cuando sufr las
otras dos experiencias. S -eso s- que muchos de
estos momentos excepcionales trajeron con ellos un
horror muy peculiar y un colapso fsico; ellos eran
dominantes; yo pasiva. Lo que sugiere que, en la
medida en la que uno crece, la razn le ofrece a
uno mayor poder -para crear explicaciones y que
estas explicaciones suavizan la enorme fuerza del
golpazo. Creo q1je esto es cierto, pues aunque an
tengo la peculiaridad de recibir estos choques sbi-
tos, ahora siempre son bienvenidos; despus del
primer impacto siento, al instante, que son particu-
larmente valiosos. De ah paso a pensar que mi
capacidad de asimilar estos golpes es lo que me
convierte en escritora. Aventurara la explicacin de
que en mi caso, un golpe de esa naturaleza siempre
se ve seguido de mi deseo de explicarlo. Siento que
he recibido un golpe; pero ste no es, como en mi
infancia, el golpe que me da un enemigo oculto tras
el no-ser de la vida cotidiana; es, o no tardar en
ser, cierto tipo de revelacin; es el signo de una cosa
real oculta detrs de las apariencias; y yo lo hago
real al ponerlo en palabras. Slo al ponerlo en
palabras lo totalizo; esta totalidad significa que el
golpe ha perdido su poder para herirme; me produ-
ce, quiz porque al hacerlo le quito el dolor, un
gran placer unir las partes separadas. Este es, quiz,
el ms alto placer que conozco. Es el arrebato que
sufro cuando, al escribir, descubro qu.pertenece a
qu; haciendo que una escena termine bien; retocan-
do hasta el final a un personaje. A partir de esto
llego a lo que podra llamar una filosofa -o lo que,
a fin de cuentas, es una idea que constantemente
tengo-: que detrs del algodn del no-ser se oculta
cierto patrn; que nosotros -me refiero a los seres
humanos- estamos conectados con esto; que el
mundo entero es una obra -de arte; que somos parte
de una obra de arte. Hamlet o un cuarteto de
Beethoven es la verdad sobre esta vasta masa que
llamamos el mundo. Pero no hay Shakespeare, no
hay Beethoven; cierta y enfticamente no hay Dios;
somos las ralabras; somos la msica; somos las cosas
mismas. Y esto lo veo cada vez que sufro un nuevo
golpe.
Notas
1 Vanessa Bell (ne Stephen), hermana de Virginia.
2 Madre de Lytton, escribi cuando tena 85 aos de edad
unus "Recuerdos de una larga vida" en menos de diez
cuartillas.
3 En este tiempo Virginia Woolf escriba la vida de Roger
Fry que, un ao despus (1940) apareci en The Hogarth
Press.
4 En su autobiografa, 1 hove been young (Londres, 1935)
esta seora recordaba que el seor Stephen desnudaba a sus
hijos frente al mar "y luego los lanzaba entre sus piernas".
5 "Non-being".
mera expresin, adecuada y n i le, de la
c9sas, no es suficiente. Se fund obre al o
siempre inexpresado; y e t J o de
slido y entero. Bajo la de p r d
de su enfennedad* inici una b u di cil
y curiosa (de la que apena haUam ati"b
difciles de interpretar) de qu 11 laridud
cristalina necesaria cuando un
bir verdaderamente. "Nada v li
nir de un ser desunido" e ri i6.
ta salud en uno mi mo. pu
aos de lucha abandon6 la b u
salud fsica no en desesp r i6n. in r
pens que el mal estaba en 1 1m y qu
cura, ms que en los ho pita! ta II
alguna "hermandad espiritu J" m la de
Fontainebleu, en donde pa 6 1 ltim
meses de su vida. Antes de p rtir ribi la
summa de. su posicin ante l vid u cierra
el Diario.
Quera salud, a qu se r red
"Por salud", escribi, "me r fi r
cidad de tener una vida adulta
viva, en contacto con lo que amo -1 ti rra
y sus maravillas- el mar, el 01. ...De pu
quiero trabajar. En qu? D eo tanto la
vida que quiero trabajar con las m no y mi
sentimientos y mi cerebro. Quiero un jardn,
una casita, pasto, animales, libro. cuadro
msica. Y aparte de esto, quiero escribir." El
diario tennina con las paJabras "Todo t
bien". Y, ya que muri tres meses despu ,
uno se siente tentado a pensar que esa tre
palabras encierran una conclusin que
enfermedad y la intensidad de su propta
la impulsaron a encontrar en una
edad en 1<l que casi todos nos movemo con
facilidad, entre esas apariencias e impre io-
nes, esas diversiones y sensaciones que nadie
ha amado mejor que ella.
fechado el 7 de agosto de 1918, de A Writer's
Diary, editado por Leonard Woolf en Harcourt
Brace en 1953. Entre el "Est acabada! "
de 1918 y el "Como autora de cuentos cortos
nadie la ha-alcanzado y ningn crtico ha
sido capaz de definir sus cualidades" de 1927
podemos leer el cambio tanto en Woolf como en
Mansfield y, quiz ms importante, la virtud
esencial de la crtica seria: la suficiente
volubilidad para mudarse y precisar con
creciente vigor las ideas sobre la literatura.
(N. de la R.)
Desde 1917, Katherine Mansfield su-
fri tuberculosis. (N. del T.)
(A Terribly Sensitive Mind, 1927)
6
Una mente
terriblemente sensitiva
Desde qu punto de vista ve a la vida
mientras escribe, terriblemente sensitiva, re-
gistrando, una tras otra, tan diversas impre-
siones? Es una escritora; una escritora nata.
Todo lo que siente y escucha y mira jams
est separado y fragmentado; todo se hace
un todo en la escritura... Nadie percibi
con mayor claridad y ms seriamente la
importancia de la escritura que ella. En cada
pgina de su diario, instintivas, rpidas como
son, su actitud hacia su trabajo es admirable,
sana, custica y austera. No hay insidia
literaria ni vanidad ni celos. Aunque en sus
ltimos aos ha de haber estado bien cons-
ciente de su xito, jams alude a l. Sus
propios comentarios sobre su trabajo siempre
son penetrantes y objetivos. Pero escribir, la
(A Writer 's Diary, 1918)
(Cuando le Bliss) avent el libro diciendo:
"i Est acabada!". En verdad me resulta
difcil ver' cunta fe en s misma, como
mujer y como escritora, puede sobrevivir en
ella despus de esa historia. Tendr que
aceptar el hecho, me temo, de que Su mente
es de un material muy frgil; de que su
tierra nutricia oculta debajo roca rida y
estril. Ya era tiempo, con Bliss, de que
hubiera ido a lo ms hondo. En cambio, se
satisface' con su brillantez superficial; la con-
cepcin toda del libro es pobre, barata, sin
dejar de ser la visin de una mente interesan-
te si bien imperfecta. Escribe mal, adems.
El efecto final que me produce es el de una
dureza humana molesta. Lo leer otra vez,
pero dudo que cambie de opinin. Seguir,
por su parte, haciendo esta clase de cosas
que se -ajustan perfectamente a su satisfac-
cin y a la de (John Middleton) Murry.
fUe el tulo que le puso Virginia Woolf a un
breve comentario sobre Katherine Mansfteld
originalmente publicado en el New York Herald
Tribune en 1927y recogido posteriormente en
Granite and Rainbow, en 1958. Esta nota,
escrita cuatro aos despus de la muerte de
Mansfield, trata de los diarios que, durante
'" ocho aos -la ltima entrada es de unos tres
meses antes de su muerte-la autora de The
Garden Party llev con la delicadeza y la
minuciosidad con la que escriba su
literatura. Anexo tambin un fragmento,
I .
Katherine
Mansfield
La
seorita .Drill
Aunque estaba esplndido y brillante ---el cielo azul
polveado en oro y grandes manchas de luz, como en
vino blanco, caan sobre los Jardines Pblicos- la
seorita Brill se hallaba satisfecha de haberse decidi-
do por la piel. El aire estaba inmvil, pero cuando
abras la boca se senta un leve escalofro, como el
que te produce un vaso de agua antes de beberlo, y
de pronto una hoja caa flotando, desde ningn
lado, desde el cielo. La seorita Brill extendi la
mano y toc su piel. Cosa querida! Era agradable
tocarla otra vez. Esa tarde la haba sacado de su
caja, le haba sacudido el polvo de naftalina, le
haba dado una buena cepillada y le haba sacado
brillo a los ojitos apagados hasta devolverles la vida.
"Qu es lo que me ha estado pasando?" decan
los ojos tristones. Oh, qu hermoso era verlos
fulgurar otra vez desde el edredn rojo... mas la
nariz, hecha de algn material, oscuro, tena, cierta-
mente, ya muy poca solidez. De algn modo se
habr golpeado. No importa; un poco de cera
cuando llegue el momento, cuando sea absolutamen-
te necesario... El tunante! S, es as como se
senta ante la piel, el tunante que se muerde la cola
justo en su odo izquierdo. Ya se lo podra quitar y
ponerlo en su regazo y acariciarlo. Senta un cosqui-
lleo en las manos y en los brazos pero eso es por la
caminata, pens. Y al respirar algo leve y triste -no,
no exactamente triste- algo leve y suave pareca
moverse en su pecho.
Hab a mucha gente de paseo esta tarde, bastante
ms que el domingo pasado. Y la banda resoplaba
Katherine Mansfield
/'
/
7
* de the Carden Party and other sto-
ries, 1922.
Traduccin de H. Villarreal
con ms fuerza y alegra. Esto porque se haba
iniciado la estacin. Pues aunque la banda tocaba
todos los domingos del ao, no era igual en tempo-
rada. Fuera de ella era como alguien que toca slo
para la familia sin importarle cmo resulta a menos
de que haya un extrao presente. Y no llevaba el
director una casaca nueva? Estaba segura de que era
nueva. El director llevaba el ritmo con el pie y
agitaba los brazos como un gallo a punto de cantar
y la banda, sentada en la verde rotonda, inflaba los
cachetes y miraba la partitura con fijeza.' Ahora
sonaba una frase "aflautada"- -muy bonita- una
cadenita de notas brillantes. Seguramente que la
repiten. Ah est; levant la cabeza y sonri.
Slo dos personas compartan su asiento "espe-
cial": un apuesto anciano de saco de terciopelo con
las manos unidas sobre un bastn tallado, y una
vieja corpulenta, sentada muy derecha, con un teji-
do sobre su delantal bordado. No hablaban. Esto
resultaba decepcionante porque la seorita Brill
acostumbraba estar pendiente de las conversaciones.
Se haba convertido en una verdadera experta, pen-
saba, en escuchar como si no lo hiciera, en sentarse
entre las vidas ajenas slo por un minuto, mientras
hablaban a su alrededor.
Mir de reojo a la pareja. Quiz pronto se iran.
El domingo pasado tampoco haba sido tan intere-
sante como siempre. Un ingls y su esposa; l con
un horrible panam y ella de zapatos abotonados. Y
todo el rato la muj insista en que deba usar
lentes; saba que los necesitaba pero ningn caso
haba en comprarlos porque seguramente se le rom-
peran y, a fin de cuentas, difcilmente se quedaran
en su sitio. Y l haba sido tan paciente. Todo.lo
sugiri: armazn de oro, patillas curvas que se
ajustaban a la oreja, almohadillas en el puente. No,
nada la satisfaca. " Se me van a estar resbalando
siempre por la nariz! " A la seorita Brillle hubiera
gustado pegarle.
Los viejos seguan sentados en la banca, quietos
como estatuas. Qu importa, siempre puede uno ver
a la gente. De aqu para all, frente a los lechos de
flores y la rotonda, los grupos y las parejas desf1la-
ban, se detenan a platicar, a saludarse, a comprar
ramos de flores al viejo mendigo que haba fijado su
bandeja a la barandilla. Entre ellos corran los nios,
gritando y riendo; nios de amplios moos blancos
bajo la cara y nias, muequitas francesas, vestidas
de lazo y terciopelo. De pronto un pequeo llegaba,
vacilante, hasta el claro que se abra bajo 'los
rboles, se detena, miraba a su alrededor, y tan de
prisa como haba llegado, plop! , se sentaba, hasta
que su madre, como una gallina, llegaba repelando a
su rescate. Haba otras gentes sentadas en las bancas
y en las sillas verdes, pero casi siempre eran las
mismas, domingo tras domingo, y (esto la seorita
Brill lo haba notado con frecuencia) algo curioso
haba en todas ellas. Eran gentes extraas, calladas,
casi todos viejos, y por la forma de mirar pareca
que acababan de salir de cuartos oscuros e incluso,
s, incluso de armarios o bales.
Detrs de la rotonda los rboles delgados con hojas
. amarillas cayendo, y entre ellas apenas una raya de
mar, y ms all el cielo azul con sus nubes doradas.
Chun chun chun chunga chn i ! chunga-chn!
chun chunga-chn chun chun! haca la banda.
Uegaron dos muchachas de rojo y dos jvenes
soldados de azul se presentaron ante ellas, y se
rieron todos y se separaron en parejas y se fueron,
brazo con brazo. Dos campesinas con ridculos
sombreros de paja pasaron gravemente, llevando con
ellas hermosos burros de color de humo. Cruz,
apresurada, una monja plida y fra. Apareci luego
una mujer bonita que tir un ramo de violetas, y un
nio se apresur a recogrselas, y ella las tom y las
avent de nuevo como si hubiesen estado envenena-
das. Dios mo! La seorita Brill no spo si
admirar aquello o no. Y ahora una toca de armio y
un caballero de gris se encontraron ante ella exacta-
mente. El era alto, rgido, digno, y ella llevaba la
toca de armio que haba comprado cuando su
cabello an era rubio. Ahora todo, su cabello, su
cara, hasta sus ojos, era del mismo color q ~ e el
maltratado armio, y su mano, en su guante limpio,
llevada a los labios, era diminuta y amarillenta como
la de un pjaro. Oh, estaba tan contenta de verlo
-encantada! Haba pensado que se encontraran.
esa tarde. Le platic dnde haba estado: por todas
8
partes, aqu, all, por el mar. El da era defmiti-
vamente encantador no estaba l de acuerdo? . A
'1 1 '
e no e pareCla que, quiz...? Pero l movi la
cabeza, prendi un cigarro, aspir lentamente una
gran bocanada, sopl luego el humo sobre la cara de
ella e, incluso cuando ella todava hablaba y rea,
avent el cerillo y se ech a andar. La toca de
armio se qued sola; sonri con mayor brillantez.
Pero hasta la banda pareci darse cuenta de lo que
senta y toc con suavidad, tiernamente y el ritmo
del tambor" Tarado! Tarado!" deca una y otra
vez. Qu hara ahora? Qu pasara? Pero ju to
cuando la seorita Brill haca suposicion la toca
de armio se volte, levant la mano como i
hubiera visto a otra persona mucho m dable
por ah y se alej trotando. Y la b nda mbi d
ritmo otra vez y toc con rapidez, m' alegre que
nunca, y la anciana pareja en la ban d 1 fI rita
Brill se levant y se fue, y qu hombr tan c
el de las largas patillas que marchab al mp d
la msica y al que casi derriban untr muchllch
que caminaban tomadas de lo br z
Oh, era todo tan agradable!
ba todo! Adoraba estar ah nt d
todo! Era como una pieza teatral.
como una pieza de teatro. Qu' n rf
creer que el cielo, atrs, no e t ba pint d . Pero n
fue sino hasta que un perrito ~ p re i tr t nd
solemnemente para luego de apar er. m un >C.
rrito' actor bajo el efecto de un d que 1
seorita Brill descubri qu ra l qu h too
tan excitante. Todos estaban bre I nario.
slo eran el pblico, no sl mirab n; e tabun
actuando. Hasta ella ten a su pap 1 y ven ia da
domingo. Sin duda alguien hubiera ntid u usen
cia de haber fallado; ella era parte d la re prc nt .
cin despus de todo. Qu raro no hab rI . tasi
antes. Y sin embargo eso expli aba p r qu le
resultaba tan importante salir de ca e ct mente ;1
la misma hora cada semana n tal forma que le
permitiera llegar a tiempo a la rcpr nt i n y
explicaba tambin la extraila sensaci n de pud r
ante sus alumnos de ingls cuando le contaba cmo
pasaba las tardes de los domingos. j on raz n! La
seorita Brill casi se ri en voz alta. taba en
escena. Pens en el invlido caballero al que le le ia
los peridicos cuatro tardes cada semana mientras l
dorma en el jardn. Bien que se haba acostumbra
do al frgil rostro sobre la almohada de alg dn. a
los ojos hundidos, la boca abierta y la nariz fiI a.
Si hubiera estado muerto ella no se habra dado
cuenta en das; no le hubiera importado. j de
pronto el anciano caa en la cuenta de que quien le
lea el peridico era una actriz! "i na actriz! .. Se
alz el viejo rostro; dos puntos de luz temblando en
los viejos ojos. "As que... es usted una actriz?
y la seorita Brill dobla el peridico como si fuera
su libreto y dice suavemente: "S hace mu ha
tiempo que soy una actriz".
La banda se haba tomado un descanso. Ahora
nuevamente empezaba a tocar. Y lo que tocaron era
algo clido y soleado, y sin embargo algo tena de
leve escalofro -un algo. .. qu era? - de tristeza
-no, no era triste- un algo que le haca a una
cantar. La meloda subi, subi, la luz brill; y le
pareci a la seorita Brill que en cualquier momento
todos, toda la compaa teatral, empezaran a can-
tar. Empezaran los jvenes, los que se rean y
caminaban juntos, las voces masculinas se uniran,
despus, vigorosas y decididas. Y luego ella, tambin
ella, y los dems, los de las bancas, entraran como
en una especie de acompaamiento, bajo, que ape-
nas cambiara de tono, algo tan hermoso, tan con-
movedor. .. y los ojos de la seorita Brill se
llenaron de lgrimas y m con una sonrisa al resto
de la compaa. S, comprendemos, comprendemos,
pens... aunque ignoraba lo que comprendan.
En ese momento preciso un joven y una mucha-
cha llegaron y se sentaron donde antes haba estado
la pareja de ancianos. Estaban muy bien vestidos;
estaban enamorados. El hroe y la herona, por
supuesto, recin desembarcados del yate del pap
del joven. Y cantando todava en silencio, an con
esa temblorosa sonrisa, la seorita Brill se dispuso a
escuchar.
"No, ahorita no", dijo la chica. "Aqu no, no
puedo."
"Pero por qu? Por la vieja idiota que est ah
9
sentada?" pregunt el muchacho. "Para qu dia-
blos vendr aqu? Quin la necesita? Por qu no
se quedar en su casa con todo y su jdiota cara
ridcula? "
"Es su pieL.. su pielecita lo que me da risa,"
dijo ella sin poderla contener. "Es igualita a un
pescado frito".
"Ah, que se largue! " dijo l en un murmullo
molesto. Y luego: "Dime, ma petite chere. .."
"No, aqu no," dijo la chica. "Todavia no."
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NUESTRA
REVISTA TRIMESTRAL O MUSEO DE ARTE MODERNO
CHAPULTEPEC O MEXICO
UNAMjDIFUSION CULTURAL
VOZ VIVA DE MEXICO
.J
I ;
Dos poemas
Mara de la Cruz Patio
1
La luna mira el da lo pasa dormida
despierta con las estrellas
helada recorre, en el reflejo de mis botas, el adoqun
(su camino me lleva al lago donde finalmente me mira)
El agua se estremece yo tambin
(nacemos y nacemos de la vida
toda vida es la muerte)
Sabemos por nuestros tactos solos,
pero tambin recuerdo: he visto a las mujeres tejer
telas
sembrar plantas, criar hijos y podrirse despus en la
covacha
por qu no a ti, si la vida no cambia?
a qu mujer te crees distinta?
Pienso huyo:
tal vez los lirios a los peces
o cualquier otra cosa
la vida es esta muerte y otra cosa
EL ESCULTOR Y SU MODELO.
El tiene el brillo
de los ojos en los veinte
su risa es loca
y sus manos moldean gilmente la espalda
templa la figura de una mujer
y la mujer soy yo
nos tiramos al suelo
nos remos de no poder con tanto asfalto
lne amarra suave
me dice cosas
rumia otra vez mi cara entre su sexo.
.....ftI Mflfl.ero, a....
--..:;;&