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Textos de La RestauraciónII

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La Restauracin: Reinado de Alfonso XIII (1902-1923)

Bloque I. Semana Trgica.


Texto n 1. El incidente del Cu-Cut
Barcelona, 25 (5 tarde). Anoche, a primera hora, gran nmero de oficiales del ejrcito, molestados por las
caricaturas y artculos que publicaba la prensa catalana, se reunieron en nmero de ms de 200 en la plaza
real; comenzaron a dar vivas a Espaa y desde all marcharon a la imprenta del semanario catalanista CuCut ().
Desde all marcharon a la calle del cardenal Casaas, donde se encuentra la redaccin del mismo peridico y
renovaron la escena sacando los muebles y prendindoles fuego, apaleando a los que encontraban dentro y
obligndoles a gritar Viva Espaa!.
Los oficiales marcharon despus a las ramblas de las Flores, donde se encuentra el peridico de La Veu.
Entraron tambin en la redaccin, sacaron gran cantidad de muebles y de prensa, prendindoles fuego
igualmente. En la redaccin dieron varios sablazos, obligando a los que all estaban a gritar Viva Espaa!
Todo lo destrozaron respetando tan slo el escudo de Catalua, diciendo que Catalua era una provincia
espaola.
De resultas de los sablazos que dieron hay varios heridos. Uno de ellos, grave. El gobernado militar, capitn
general interino, acudi ante la redaccin de La Veu, dirigise a los militares y les oblig a que se retirasen
al gobierno militar. Se ha mandado instruir sumario, habindose nombrado juez especial al comandante
seor Gotarredona Mencheta.
El Imparcial, 27 de noviembre de 1905.
Texto n 2. El tratado de Algeciras de 1906
La Conferencia de Algeciras fue una solucin intermedia. Francia y Espaa fueron a ella para hacer
imperar la idea de que slo a ellas corresponda efectuar las gestiones que fueran precisas, relativas a
implantar en Marruecos. Alemania quera hacer de Marruecos un problema internacional.
La solucin haba sido internacionalizar aquellas cuestiones que afectaban a intereses econmicos generales,
y reconocer para todas las dems (Polica, contrabando, etc.) una posicin privilegiada a Francia y Espaa...
De Algeciras sali fortalecida la amistad de Francia, Gran Bretaa, Rusia y Espaa. Italia comenzaba a
mostrar frialdad en sus relaciones con Alemania, que slo haba conseguido poner un obstculo al desarrollo
de la accin que Francia haba emprendido en el Imperio de Marruecos. ste continuara
descomponindose... No quedaba, pues, en Algeciras liquidada, ni siquiera encauzada, la cuestin
marroqu.
HERNNDEZ DE HERRERA, C.: Accin de Espaa en Marruecos. En GARCA NIETO, Bases
documentales de la Espaa Contempornea, Madrid, 1972.
Texto n 3.El mitin de Tarrasa
Considerando que la guerra es una consecuencia fatal del rgimen de produccin capitalista. Considerando,
adems, que dado el sistema espaol de reclutamiento del ejrcito, slo los obreros hacen la guerra que los
burgueses declaran.
La asamblea protesta enrgicamente:
1. Contra la accin del gobierno Espaol en Marruecos.

2. Contra los procedimientos de ciertas damas de la aristocracia, que insultaron el dolor de los reservistas,
de sus mujeres y de sus hijos, dndoles medallas y escapularios en vez de proporcionarles los medios de
subsistencia que les arrebatan con la marcha del jefe de la familia.
3. Contra el envo a la guerra de los ciudadanos tiles a la produccin y en general, indiferentes al triunfo de
la cruz sobre la media luna, cuando se podran formar regimientos de curas y de frailes que, adems de,
estar directamente interesados en el xito de la religin catlica no tienen familia, ni hogar, ni son de
utilidad alguna al pas.
4. Contra la actitud de los diputados republicanos que, ostentando el mandato del pueblo, no han
aprovechado la inmunidad parlamentaria para ponerse al frente de las masas en su protesta contra la guerra:
Y compromete a la clase obrera a concentrar todas sus fuerzas, por si se hubiera de declarar la huelga
general para obligar al gobierno a respetar los derechos que tienen los marroques a conservar intacta la
independencia de su patria.
Mocin de la asamblea obrera de Tarrasa (21 de Julio de 1909)
Texto n 4.La Semana Trgica segn el ensayista Jos Pijon
... Se lo explicar un poco. El lunes comenz una huelga general a consecuencia del descontento por lo de
Melilla y fue aceptada por todo el mundo. Todo el mundo cerr y dej de trabajar a gusto... Al no saber qu
hacer el martes para alborotar, al menos en nuestro barrio, comenz la diversin de quemar iglesias, y
aquella tarde toda Barcelona estaba en as azoteas mirando los fuegos. Una cosa verdaderamente nueva y
curiosa. Se vea el gran fuego de los escolapios que tapaba medio horizonte; era un da de fiesta; arriba, en
los terrados, la gente bailaba y se pas el tiempo sin disparar un tiro... Todos se fueron a casa y all se han
estado muy tranquilos.
El mircoles se empezaron barricadas, al no saber qu hacer y se abri tambin el fuego de los civiles. En el
Portal Nou hubo una verdadera batalla... Fueron llegando tropas y, conseguidos los barrios del centro, se
dirigieron a las afueras. En el Paralelo y el Poble Nou caonearon a las multitudes que reciban la metralla
sin un grito. Si el martes los lerrouxistas en el Ayuntamiento proclaman la repblica y se ponen al frente, las
tropas, seducidas por el pueblo, hubieran seguido y ahora todava tendramos el alboroto. Yo lo habra
preferido a esta revuelta sangrienta sin una palabra ni una idea.
Carta remitida por Pijon a D. Juan Maragall.
Bloque II. Espaa ante la primera guerra mundial
Texto n 5. La postura del Gobierno ante la Primera Guerra Mundial
El Gobierno de S.M., respondiendo a la corts invitacin de la minora de la conjuncin republicanosocialista, tiene una verdadera satisfaccin al manifestar ante el Congreso que persevera en la actitud de
neutralidad que, con ardoroso aplauso del pas, adopt desde el momento en que le fue conocida la
declaracin de guerra entre naciones con todas las cuales las relaciones eran de una sincera y leal amistad.
La Nacin Espaola, que no ha recibido de ellas el menor agravio y que es totalmente extraa a las causas
que hayan podido producir el actual pavoroso conflicto, desea verse alejada de los horrores de la guerra y a
esto tiene un derecho incuestionable, siendo por todo extremo satisfactorio observar que la neutralidad en
que se ha colocado es respetada y ha sido reconocida como muy legtima y prudente por las mismas
naciones beligerantes, las cuales han honrado a nuestros embajadores y ministros en el extranjero
confindoles la representacin que tenan que abandonar de los derechos e intereses de sus sbditos.
Discurso de Eduardo Dato al Congreso de los Diputados (5 de noviembre de 1914)

Texto n 6. La neutralidad espaola en la Primera Guerra Mundial


Lo primero que debe tenerse presente en esta cuestin es que la neutralidad de Espaa no ha sido ni es una
neutralidad libre, declarada por el Gobierno y aceptada por la opinin despus de maduro examen de todas
las conveniencias nacionales, sino neutralidad forzosa, impuesta por nuestra indefensin, por la carencia
absoluta de medios militares capaces de medirse con los ejrcitos europeos (). De manera que, aunque la
independencia de Espaa, la integridad de su suelo, el porvenir de la Patria hubiesen estado pendientes de
nuestra intervencin armada, nosotros hubiramos tenido que renunciar a nuestra independencia, a nuestra
integridad, a nuestro porvenir, por falta de elementos para ponerlo a salvo.
Azaa, Manuel: Los motivos de la germanofilia, conferencia en el Ateneo de Madrid, 25-5-1917.
Bloque III. La crisis de 1917
Texto n 7. Manifiesto UGT-CNT de 27 de marzo de 1917
A los trabajadores espaoles y al pas en general:
La huelga general de 18 de diciembre ltimo deba haber producido alguna atenuacin de los males. Mas
cada da que pasa representa para el proletariado una agravacin creciente de la miseria ocasionada por la
caresta de las subsistencias y por la falta de trabajo
El proletariado organizado ha llegado as al convencimiento de la necesidad de la unificacin de sus fuerzas
en una lucha comn contra los amparadores de la explotacin erigida en sistema de gobierno. Y
respondiendo a este convencimiento, los representantes de la Unin General de Trabajadores y los de la
Conferencia Nacional del Trabajo han acordado por unanimidad:
Primero: Que en vista del examen detenido y desapasionado que los firmantes de este documento han hecho
de la situacin actual y de la actuacin de los gobernantes y del Parlamento; no han encontrado, a pesar de
sus buenos deseos, satisfechas las demandas formuladas por el ltimo Congreso de la Unin General de
Trabajadores y Asamblea de Valencia, y con el fin de obligar a las clases dominantes a aquellos cambios
fundamentales del sistema que garanticen al pueblo el mnimo de las condiciones decorosas de vida y de
desarrollo de sus actividades emancipadoras, se impone que el proletariado espaol emplee la huelga
general, sin plazo definido de terminacin, como el arma ms poderosa que posee para reivindicar sus
derechos.
Tercero. Que los abajo firmantes, debidamente autorizados... se consideran en el deber de realizar todos los
trabajos conducentes a organizar y encauzar debidamente el movimiento, as como tambin de determinar la
fecha en que debe ponerse en prctica, teniendo en cuenta las condiciones ms favorables para el triunfo de
nuestros propsitos.
Texto n 8. La crisis de 1917: la Asamblea de Parlamentarios de Barcelona
La Asamblea adopta los siguientes acuerdos:
a) La poltica del actual Gobierno (...) constituye a la vez un agravio al Parlamento y un obstculo a que las
ansias de renovacin que siente el pas puedan obtener normal satisfaccin.
b) Que habiendo declarado el Gobierno y los partidos que tienen mayora en las actuales Cortes, que stas
no pueden actuar en funciones de Constituyentes, y considerando la Asamblea que urge deliberar y resolver
sobre la organizacin del Estado, la autonoma de los municipios y los dems problemas que las
circunstancias plantean con apremio inaplazable para la vida del pas, entiende que es indispensable la
convocatoria de nuevas Cortes con funciones de Constituyentes.
c) Que para que el pas pueda manifestar libremente su opinin, y el pueblo no vea cerrada toda esperanza
de que su voluntad sea conocida y respetada, las Cortes Constituyentes no puedan ser convocadas por un

gobierno de partido, que fatalmente seguira los habituales procedimientos de adulteracin del sufragio, sino
por un Gobierno que encarne y represente la voluntad soberana del pas.
d) Que es indispensable que el acto realizado por el Ejrcito el da 1 de junio vaya seguido de una profunda
renovacin de la vida pblica espaola, emprendida y realizada por los elementos polticos; (...)
El acto de Barcelona descrito por los parlamentarios. Narracin expuesta en hoja clandestina por los
asamblestas. (19 de julio de 1917)
Texto n 9.La huelga de 1917
Se provoca un conflicto ferroviario por el despido de algunos trabajadores, y el Gobierno ofrece su
mediacin y el director de la Compaa se aviene a parlamentar con el personal, pero a condicin de que no
se trate de la cuestin que ha sido precisamente objeto del conflicto. Estos recursos vergonzosos, disfrazados
en el lenguaje de la decadencia nacional con el nombre de habilidades, los rechaza de una vez para siempre
el proletario espaol, en nombre de la moralidad y del decoro nacionales.
Los ferroviarios espaoles no estn solos en la lucha. Los acompaa todo el proletariado, organizado en
huelga desde el da 13. Y esta magna movilizacin del proletariado no cesar hasta no haber obtenido las
garantas suficientes de iniciacin del cambio del Rgimen, necesario para la salvacin de la dignidad y del
decoro nacionales.
Pedimos la constitucin de un gobierno provisional que asuma los poderes ejecutivos y moderador y
prepare, previas las modificaciones imprescindibles en una legislacin viciada, la celebracin de elecciones
sinceras de unas Cortes constituyentes que aborden, en plena libertad, los problemas fundamentales de la
constitucin del pas. Mientras no se haya conseguido este objetivo, la organizacin obrera espaola se halla
absolutamente decidida a mantenerse en su actitud de huelga.
Ciudadanos, no somos instrumentos de desorden, como en su impudicia nos llaman con frecuencia los
gobernantes que padecemos. Aceptamos una misin de sacrificio por el bien de todos, por la salvacin del
pueblo espaol, y solicitamos vuestro concurso. Viva Espaa!
Francisco Largo Caballero, Daniel Anguiano, Julin Besteiro y Andrs Saborit. 12 de agosto de 1917.
Texto n 10.Sobre la Crisis de 1917
[ ... ] Espaa, resquebrajada, se rompi; las convulsiones econmicas consolidaron una crisis social latente;
burguesa y proletariado quedaron como mundos antagnicos. Las clases conservadoras radicalizaron su
postura haca una reaccin violenta; con una conciencia poltica ya formada, los revolucionarios se lanzaron
abiertamente a la conquista del poder. La crisis social desemboc en una crisis poltica y el pas vivi su
primera gran sacudida revolucionaria. El ao 1917 pudo ser el fin de la Monarqua; sta se salv, aunque
slo aparentemente [ ... ]
Toda la agitacin que ha sacudido la vida espaola en 1917 en los que la Corona pasa por momentos de tal
inestabilidad que hacen peligrar su permanencia. Este pudo ser el final histrico de la Monarqua; soluciones
de urgencia la salvaron formalmente, pero como organismo vivo haba dejado de existir. A lo largo de la
crisis no slo se produce el final de la Monarqua constitucional, la consuncin definitiva del sistema
canovista de la Restauracin, sino se verifica, tambin, el fin de la Monarqua como rgano moderador; las
fuerzas en juego -en especial, el Ejrcito- pasan a ser las autnticas conductoras de la vida del pas. A partir
de entonces, la Monarqua es un fantasma, mantenido y utilizado interesadamente por ciertos grupos; cuando
estos la abandonen (y as ocurre en abril de 1931) se volatizar de repente.
Lacomba Avelln, Juan Antonio (1970): La crisis espaola de 1917, Madrid, Ciencia Nueva, p. 15, 16 y 28

Bloque IV. El problema de Marruecos.


Texto n 11.La poltica para Marruecos
El pacto con el Raisuni* ser respetado. Entre los mil rumores que vienen circulando estos das haba uno de
extraordinaria consideracin. Se deca que la nueva situacin estaba decidida a romper el pacto con el Raisuni,
lo cual acaso significara el inmediato desencadenamiento de la guerra en la zona occidental. Hacemos conocer
este rumor al general Primo de Rivera, y nos contesta rpidamente:
-Eso es completamente falso. Se trata de un pacto, de una palabra, de un compromiso contrado por el Estado
espaol, y nosotros no podemos faltar a l. Sea cual fuere el resultado del contrato hecho con el Raisuni, la
gloria o la culpa ser de los que lo hicieron; pero nosotros no podemos romper un compromiso seriamente
sellado en nombre de Espaa.
Las prximas operaciones en la zona Oriental -prosigue el presidente del Directorio- no hay ms remedio que
operar. No es ste el caso del Raisuni. No vamos a pactar con un rebelde como Abd-el Krim, que a todo
intento pacfico responde construyendo trincheras para asesinar impunemente a nuestros soldados. El Ejrcito
no quiere guerra; pero s necesita establecer slidamente su prestigio ante el enemigo. Pasaremos por Annual;
digo que pasaremos, y no digo que vayamos a establecer all una posicin. Veremos lo que se hace; pero una
vez que nuestras tropas hayan pasado por Annual, el honor del Ejrcito queda satisfecho.
El Sol, Madrid, 16 de septiembre de 1923.
Viejo dirigente de la insurreccin rifea, en aquellos momentos aliado de Espaa.
Texto n 12.El desastre de Annual
El Rey se hallaba ansioso de un xito espectacular que le permitiera verse libre de una vez del
Parlamento. Los lentos mtodos de penetracin poltica en el Rif le impacientaban, y decidise a dirigir l
mismo, por encima del Ministerio de la Guerra, las operaciones. Envi all a Silvestre, un general de
caballera, cuyo estilo brusco y temerario Alfonso XIII admiraba. Silvestre deba marchar al frente de su
columna atravesando el Rif, desde Melilla, sobre Alhucemas: unos 64 kilmetros. (...) Pero (...) la columna
de Silvestre, que haba avanzado sin ninguna precaucin, fue copada en Annual por las fuerzas rifeas de
Abd-el-Krim, mucho ms reducidas. Hubo diez mil muertos, cuatro mil prisioneros y cayeron en su poder
todos los fusiles, ametralladoras, artillera y aviones. Raro fue el que consigui escapar. El propio general
Silvestre se suicid. Una semana o dos ms tarde, la posicin fortificada de Monte Arruit tuvo que rendirse.
Su guarnicin, de unos siete mil hombres, fue exterminada y los oficiales, cargados de cadenas, guardados
para el rescate. La misma Melilla se vio a punto de caer. (...) Pero ciertas informaciones no pudieron hacerse
pblicas: por ejemplo la carta del Rey al (general) Silvestre (...) en la que le ordenaba: Haz como yo te digo
y no hagas ningn caso del Ministro de la Guerra que es un imbcil.
Texto n 13.El expediente Picasso
Se abandona la posicin con todos sus elementos, sin rdenes, sin instrucciones, con prisas, sin conocer plan
ni direccin, revueltas las fuerzas, confundidas, sin jefes, puede decirse, acosados por el enemigo y sin ms
idea visible que la de la salvacin individual por la huida, vergonzosa en unos, inexplicable en otros y
lamentable en todos, siendo intiles los esfuerzos de unos cuantos para contener esta avalancha, que tan
impremeditadamente se haba dejado desbordar.
Es imposible hacer la descripcin exacta de este momento de pnico, descrito de tan diversos modos por los
diferentes testigos, que de ello no se saca ms que una triste impresin de dolor.
Intrucciones de uso: Realizar un comentario de cada bloque y adems el texto nmero 7. En total cinco
comentarios. Seguir el guin tradicional. Entregar a la vuelta de vacaciones.

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