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Paz y Alegria

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Paz y Alegria

Por G. Foch, S.J.


Nueva edicin, refundida y adaptada
por Manuel Iglesias, S.J.

NDICE
Presentacin
INTRODUCCIN
LA PAZ
I. Con Dios y con nosotros mismos
II. La paz con el prjimo
III. Condiciones
IV. Estmulos y consideraciones
LA ALEGRA
I. Qu es y cmo se manifiesta
II. Aun en la prueba
III. Condiciones
IV. Estmulos y consideraciones
EPLOGO
APNDICES
I. Paz y alegra segn la espiritualidad de los Ejercicios ignacianos.
II. Libertad y confianza
III. La adoracin
IV. A Dios rogando
V. Para no desanimarnos por las faltas.
VI. Oracin para obtener la fidelidad a la gracia.

PRESENTACIN
Aunque hace ms de treinta aos, la voz de este librito se apag despus de varias ediciones, he podido
comprobar cmo ha seguido haciendo bien; supongo que por dos motivos: por la sencillez de exposicin, y
porque su contenido pone el dedo en una llaga de siempre, que ahora se ha convertido en enfermedad
endmica: muchos cristianos, personas deseosas de vivir espiritualmente carecen de ilusin y sana alegra,
viven sin la seguridad de la paz profunda.
Personas amigas me animaron a remozar un poco este escrito del padre Foch, para que el bien se difunda ms.
Es lo que he intentado.

Pero, a fin de que el lector pueda atribuir los aciertos al autor, y los desaciertos al adaptador, explico en qu ha
consistido mi aportacin:
por una parte, he respetado la arquitectura de la obra y la mayor parte del texto, incluso con su ritmo lento
y repetitivo;
por otra, he procurado unificar el estilo, de modo que el tono oracional del comienzo envuelva lo ms
posible la doctrina (as pueden servir estas pginas, casi indistintamente, para la oracin y para la lectura
espiritual); he integrado en el texto bastantes notas y algunos apndices del original; he expurgado algunas
citas crticamente inexactas; he enriquecido, no exhaustivamente, ni mucho menos, los pasajes de la Sagrada
Escritura y de autores espirituales; he simplificado el modo de citar, aun suprimiendo datos slo las citas de
la Biblia y de los Ejercicios Espirituales (EE) van indicadas para no complicar un escrito que quiere,
precisamente, simplificar nuestra vida interior y exterior.
Quiera la Virgen del Magnificat, Reina de la paz y causa de nuestra alegra, servirse nuevamente de estas
pginas, para que muchos lectores descubran la felicidad de ser hijos de Dios... aun en este valle de lgrimas.
M. IGLESIAS, S.J.
31 mayo 1989, Fiesta de la Visitacin de Maria
INTRODUCCIN
El autor del libro de la Sabidura dice que a l le toco en suerte un alma buena (Sb 8,19). Gracias a Dios, no es
l el nico que puede hacer tal afirmacin, porque en los mejores ambientes cristianos las almas buenas no
se cuentan, son tan numerosas!
Las almas buenas se distinguen porque tienen una tendencia al bien mucho ms fuerte que la tendencia al mal;
porque tienen una delicadeza de conciencia que puede llegar hasta el escrpulo: por su docilidad, sencillez y
rectitud.
La mayor falta de estas personas suele ser fijarse y detenerse en la parte negativa de la perfeccin cristiana: en
la rebusca y la correccin de sus defectos; y esto, sin gran provecho, ms an, con notable perjuicio, o al
menos con la prdida de un tiempo preciossimo.
Ganaran mucho ms cultivando la parte positiva de la perfeccin, es decir, la unin con Dios, esencial para
progresar en la vida interior. Estar unidos a Jesucristo, y fomentar esa unin, es la mejor receta para no tener
miedo de nada y para no dejarnos llevar de la tristeza.
Para tener xito, para hacer en poco tiempo rpidos progresos espirituales, esas personas deben comenzar por
adentrarse en la paz y la alegra.
Satans ese espritu maligno a quien san Ignacio llama el enemigo de la naturaleza humana, y al que
describe con dos rasgos: horrible y espantoso emplea todos sus recursos para agitar, atormentar, espantar
al alma1 .
Por el contrario, es propio del buen espritu, segn el ejemplo de Jesucristo a quien san Ignacio representa
con los dos rasgos opuestos a los de Satans: hermoso y gracioso dar paz y alegra a las almas de buena
voluntad2 para ayudarlas a ser mejores.
Intentemos ser, unos para otros y para con nosotros mismos, como el ngel del espritu bueno. Intentemos
difundir en nuestro derredor la paz y la alegra que da Dios a los suyos. Aprendamos a conseguirlas con el
ejercicio, la fidelidad a la gracia, la lucha contra las sugestiones del demonio, el esfuerzo para no ser esclavos
de nuestro egosmo; y. sobre todo, con la oracin.
El Verbo de Dios, el esplendor del Padre, el anhelado husped de nuestras almas donde mora por la gracia,
Jess, que en unin de su Espritu Santo vive en nosotros; que por medio del Espritu Santo acta en nosotros
y nos comunica la vida divina, como la savia pasa del tronco a las ramas; que quiere reinar en nosotros por el

mismo Espritu Santo, nos haga sentir los efectos de ese reinado bienhechor: la paz y la alegra.3
Su paz. Su alegra. No la paz y la alegra de aquellos que el mundo llama felices4 a los que siempre les sonre
la fortuna, a quienes no les falta nada de lo que naturalmente deseamos todos: salud, comodidades, riquezas,
xito, constancia y duracin de sus relaciones de familia y amistad, tranquilidad, descanso, libertad para
emplear el tiempo y dedicarse a lo que uno quiere. Sino la paz y la alegra que da El. y que El mismo
experiment durante su vida:
la paz y la alegra de las bienaventuranzas;
la paz y la alegra de los hijos de Dios;
la paz y la alegra de los santos;
la paz y la alegra de los valientes del evangelio;
la paz y la alegra de los amigos de la cruz de Cristo; la paz y la alegra de los mrtires;
la paz y la alegra de los que desean la eternidad del cielo.
Se trata, pues, de la paz y la alegra que perduran a pesar de las dificultades y del hasto de la vida (por falta
de salud, de comodidad, de posibilidades materiales, de xito, de tranquilidad y reposo), que se convierte en
una noche en una mala posada, como dira santa Teresa.
Se trata de la paz y la alegra que se tienen aun entre lgrimas y persecuciones, aun en medio de continuas
preocupaciones y de incesantes fatigas.
LA PAZ
I. Con Dios y con nosotros mismos
Verbo de Dios, esplendor del Padre, anhelado husped de nuestras almas, Jess, prncipe de la paz, cordero de
Dios que quitas los pecados del mundo y todos nuestros defectos que son la causa de nuestras preocupaciones:
da nos la paz!
Danos ese completo dominio de la cabeza y de los nervios, al menos en cuanto sea posible, porque la enferme
dad y el cansancio pueden traernos dificultades y complicaciones humanamente insuperables.
Danos esa calma perfecta, interior y exterior. Calma del espritu, del corazn, de la imaginacin calma de los
pensamientos y de los sentimientos, que convierta nuestra alma en la superficie tranquila de un lago de
montaa: el rbol encorvado sobre el agua, la liblula que vuela de rama en rama, la luna, las estrellas, todo se
refleja en l como sobre la superficie de un espejo.
Danos esa plena seguridad, esa serenidad resplandeciente, esa gracia simptica y bienhechora, esa santa
lentitud y placidez que es necesaria en los momentos ms difciles.
Danos algo de la sobrehumana impasibilidad que denota un alma completamente tranquila y feliz, porque en
Dios todo le sale bien, todo le parece igualmente bueno (para los que aman a Dios, todo contribuye al bien:
Rm 8,28).
Por tu Espritu Santo, creador y vivificador, infunde en nosotros, crea en nosotros, derrama en nosotros esa
paz tuya, y haz que domine en nuestro corazn, a pesar de las impresiones contrarias.
Que denomine en nosotros:
1) El sentimiento de que nada nos oprime, ni las prisas, ni el ansia de hacer cosas. Porque encontramos
siempre en la voluntad actual de Dios sobre nosotros, en el momento presente, la mejor ocupacin que
podamos desear. Por que el tiempo nunca est mejor empleado que cuando nos ocupamos en vivir segn la
voluntad de Dios.
2) El sentimiento de que nada nos ata, ni nos esclaviza, ni nos tiene apegados, ni nos obliga o coacciona, ni
nos lleva como mercenarios, o asalariados o subalternos.5
Nada de eso. Nada valemos sin Dios; y queremos servirle nicamente a El, y servirle nicamente por

amor. Nada por fuerza o constreidos; nada por temor al castigo, o con el corazn arrugado.
Por eso no queremos hacer nada de mala gana o como llorando, sino al revs: con el corazn esponjado; todo
por amor, con libertad interior, con espontaneidad interior; y todo de buena gana aunque la sensibilidad
proteste, gustosamente, con sumo gusto, de mil amores.
3) El sentimiento de que en nuestra vida personal de cada da Dios no nos exige esfuerzos extraordinarios.
Hacemos bastante si hacemos lo que podemos, segn la voluntad actual de Dios sobre nosotros. Si, por ms
seguridad, nos dejramos llevar de nuestro impulso natural, a lo mejor haramos.., demasiado: ms de lo que
Dios deseaba de nosotros.
4) El sentimiento de que en nuestro trato con los de ms, en el desempeo de nuestro cargo, en nuestro trabajo
profesional, nada debe preocuparnos, porque estamos seguros de Ti: de tu ayuda, de tu bondad, de tu agrado.
Y tambin, seguros, un poco, de nosotros mismos: de nuestra preparacin, de nuestra buena voluntad.
Y tambin, seguros, un poco, de los dems y sus intenciones; al menos, de aquellos a quienes atendemos por
nuestro deber de estado y a quienes T nos envas.
El sentimiento de que T favorecers a aquellos a quienes amamos y a quienes no podemos atender, o volver
a ver, o corresponder con todo el bien que les deseamos; que T los mantendrs en la fe en Ti, en el fervor
espiritual, en la confianza y en la paz;
que los consolars en sus sufrimientos;
que responders a sus deseos como quisiramos hacerlo nosotros mismos; y as nuestra lejana y nuestro
silencio no les sern perjudiciales, sino ms bien provechosos, por las privaciones y sacrificios que nos
imponen.
5) El sentimiento de una seguridad completa bajo las alas de tu Providencia, tan paternal y tan segura, porque
T lo sabes todo, lo puedes todo, y nos amas.
El sentimiento de que T nos guas, Buen Pastor; y que, siguindote a Ti, nada nos puede faltar (Sal 23,1).
El sentimiento de que el futuro no debe preocuparnos ni angustiamos en absoluto; porque el futuro no es
nuestro; te pertenece a Ti, y T lo dispondrs y nos ayudars cuanto sea necesario para nuestro mayor bien.
El sentimiento de que no nos falta nada de cuanto podemos desear que sea necesario y provechoso para
nosotros. Porque, efectivamente, en tu santa voluntad tenemos todo lo que necesitamos, todo es
sobrenaturalmente bueno para nosotros. Nada nos falta!
Para mantener ms fcilmente y reforzar ese sentimiento de seguridad, infunde en nosotros el conocimiento
de la riqueza que poseemos en Ti, que quieres serlo todo para nosotros: eres, como deca el antiguo Itinerario,
nuestro socorro en el camino, nuestro alivio en los ardores del sol, nuestro refugio en la lluvia y el fro,
nuestra ayuda en el cansancio y la adversidad, nuestro apoyo en los pasos difciles, nuestro puerto en el
naufragio.
Infunde en nosotros la tendencia a ver todo lo que tenemos y podemos por tu gracia, ms bien que lo que
todava echamos de menos.
La tendencia a ver todas las cosas, y todo lo que tenemos que hacer, no por el lado difcil, repugnante,
molesto, sino por el lado bueno, por el lado ms accesible, el ms atrayente, el ms suave y el ms consolador.
Y, realmente, si no queremos ms que lo que T quieres, y como T lo quieres, y en la medida en que T lo
quieres, qu puede haber desagradable, imposible, difcil? Y qu nos puede inquietar? Tus deseos, tus
mandamientos, no son insoportables (1 Jn 5,3). Pueden parecer un yugo, una sujecin; pero con la uncin
de tu gracia, ese yugo se suaviza. Pueden parecer un peso; pero con la uncin de la gracia el peso se hace
ligero (Mt 11,30).
6) El sentimiento de que nada nos preocupa fuera de tu santa voluntad; y que no estamos apegados a nada, ni
aun a la misma vida; y, por lo tanto, a nada que valga menos que la vida: la salud, el bienestar, todo lo que se
relaciona con ellos y depende de ellos: trabajo, ocupaciones, casa, relaciones, fin de una actividad
comenzada,6 etc.

7) El sentimiento de quien, por amor a Ti, se hace indiferente a todo lo dems, como dira san Ignacio. El
sentimiento de ser independientes, como lo era san Francisco de Sales;7 libres de toda atadura; libres de todo
afecto desordenado, que nos alejara de esa disponibilidad para amar ms y mejor, en la cual debemos
mantenernos; libres de todo plan demasiado programado, de toda envidia, de toda obligacin daosa a la
libertad de espritu propia de los hijos de Dios: libres de toda preocupacin excesiva; libres de todo deseo
exagerado, desordenado.
Como si estuviramos ahora en el trance de la muerte, a punto de verte a Ti cara a cara.
8) El sentimiento de que nada puede daarnos todo colabora al bien (Rm 8,28); de que nada debe
preocuparnos ni tenernos maniatados, ni espantarnos.
De que nada que no sea un mal, y un mal que podamos corregir (como, por ejemplo, una tendencia
defectuosa, advertida muchas veces), puede irritamos o afligimos. De que nada nos tienta o nos atrae. De que
nada nos contrara.
Porque, si en cualquier instante no queremos ms que lo que T quieres, nada ir en contra nuestra, todo
favorecer nuestro gusto, es decir, aquel gusto superior que coloca tu voluntad por encima de todo, y que da la
sabidura: No te tengo a Ti en el cielo? Y contigo qu me importa la tierra? (Sal 73.25).
9) Finalmente, el sentimiento de que nada debe quitarnos este completo dominio de la cabeza y los nervios
al menos cuando sea posible, porque la enfermedad o el agotamiento pueden producir dificultades
insuperables, esta calma perfecta interior y exterior, esta plena seguridad, esta expansin resplandeciente
del alma, esta serenidad del rostro, ese modo de proceder apacible y benvolo, esa santa calma y placidez: y,
cuando sea necesario en las situaciones ms difciles, algo de la impasibilidad sobrenatural signo de un alma
perfectamente tranquila y feliz, por que en Dios todo le sale bien y todo le parece humano.
10) Y si los vientos se levantan y desencadenan, si la tempestad se enfurece, T. Seor, mandars
poderosamente a los vientos y a la tempestad, y todo volver de nuevo a la calma, y nosotros continuaremos
tranquila y ordenadamente nuestro trabajo, como si no hubiera pasado nada.
11) Y si sobreviene el dolor, T hars que, a pesar del sufrimiento y las impresiones de desaliento, no
perdamos la paz. T hars, s, que permanezcamos de verdad unidos a Ti, como T lo estuviste con el Padre
en la cruz, T, que eres la fortaleza de los mrtires. Y nos mantendrs en paz, como lo estn las almas del
Purgatorio mientras sufren en el ansia de su espera.
II. La paz con el prjimo
Verbo de Dios, esplendor del Padre, anhelado husped de nuestras almas, Jess, ensanos mediante tu
Espritu Santo a comprender y gustar el amor al prjimo.
Acostmbranos a practicar el amor al prjimo como T lo sientes, como T nos lo recomiendas en la parbola
del Buen Samaritano, en aquella otra del rico sin misericordia, en el anuncio del Juicio final, y en la
conversacin de sobremesa despus de la Ultima Cena. La caridad que T practicaste en tu vida mortal y
sigues practicando ahora.
Por tu Espritu Santo, creador y vivificador, infunde en nosotros, crea en nosotros, derrama en nosotros, haz
que domine en nuestros corazones el don de la piedad, de tal manera que como T, unidos a tu Corazn, nos
pongamos y permanezcamos siempre, en espritu y en verdad, a los pies de nuestro prjimo, conforme al
ejemplo que T nos diste en la cena pidiendo que hiciramos lo mismo (Jn 13.15).
Necesitamos tu Espritu Santo para que, al encontrar a nuestro prjimo, sea el que sea, nio o adulto, hombre
o mujer, pobre o rico, nos sintamos animados de la bondad ms expansiva, llenos de la caridad ms perfecta:
de la caridad ms generosa en perdonar, en dar, en reparar los agravios o molestias ocasionadas al prjimo;

de la caridad ms paciente en soportar olvidos y faltas de atencin, deslealtades, traiciones, actitudes ms o


menos hostiles;
de la caridad ms indulgente en pensamientos y palabras; que nunca pronunciemos una palabra de crtica,
nunca una palabra hiriente, nunca la menor ofensa;
de la caridad ms benvola, ms acogedora, la que ms anima y alegra mejor;
de la caridad ms compasiva con los afligidos de todas clases: los pobres, los enfermos, tos ancianos, los
hurfanos, los prisioneros sin recursos, los angustiados y deprimidos, los emigrantes, los marginados, los sin
trabajo, los cientos de miles que mueren cada da en el mundo, los alejados de la fe, las almas que esperan en
el Purgatorio...;
de la caridad ms servicial y altruista, consagrada hasta el sacrificio alegre, pronto y hecho con gracia y
humor: el sacrificio de nuestro tiempo, de nuestro dinero, de nuestros gustos, de nuestras fuerzas;
finalmente, de la caridad ms gratuita, tanto ms espontnea y solcita cuanto menos espera sacar como
provecho personal.
T nos has dicho: Amaos unos a otros como Yo os he amado (Jn 13.34). Tenemos, pues, que amar a nuestro
prjimo como T nos amas. Y acaso no nos amas T hasta el completo agotamiento de tus fuerzas, hasta el
fin? No nos amas T a pesar de nuestros agravios y nuestra in dignidad?
T nos has dicho: Si al ir al altar a presentar tu ofrenda te acuerdas all de que tu hermano tiene algo contra
ti, deja tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliar con tu hermano; luego vuelve a presentar tu
ofrenda (Mt 5,23-24). Quieres identificarte tanto con nuestro prjimo que antepones los miramientos que se
deben al prjimo a los que se te deben a Ti.
Acaso no nos has mandado amarte como T nos has amado? Y, ya que consideras Como hecho a Ti mismo lo
que hacemos al ms pequeo de los seres humanos (Mt 25.40), no es verdad que en nuestra conducta
tenemos que demostrar que amamos a nuestro prjimo volcando sobre l el amor que tenemos para contigo?
No es un gran consuelo poder pagar de esta manera, al menos en parte, la deuda que tenemos contigo, deuda
de inmenso agradecimiento?
El amor al prjimo, acaso no es tu mandamiento, el precepto preferido de tu Corazn? No es la plenitud de
tu ley, la caracterstica de tus verdaderos discpulos, un medio de conseguir de Ti el perdn de nuestros
pecados (1 P 4,8)?
En tus Sagradas Escrituras se reservan para el amor al prjimo magnficas promesas, no slo para la eternidad,
sino tambin para esta vida:
Venid, benditos de mi Padre dirs a los que te han permanecido fieles vosotros que me habis amado en
vuestro prjimo, venid a heredar el reino preparado para vosotros desde la creacin del mundo (Mt 25,34).
Dichoso el que cuida del pobre y desvalido, en el da aciago lo pondr a salvo el Seor. El Seor lo guarda y
lo conserva en vida; lo hace dichoso, no lo entrega a la saa de su enemigo. El Seor lo sostendr en el lecho
del dolor, calmar los dolores de su enfermedad (Sal 41,2-4).
Y si escuchamos a tus apstoles, los intrpretes ms seguros de tu doctrina, vemos cmo ponen el amor al
prjimo por encima de todo, como la primera virtud:
Ante todo, mantened en tensin la caridad mutua, que la caridad cancela multitud de pecados. Daos
mutuamente hospitalidad, sin murmuracin. Conforme al don que cada uno recibi de Dios, ponedlo al
servicio de los dems, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios (1 P 4,8-10).
Como elegidos de Dios, santos y amados por El, revestos de sentimientos de misericordia, de bondad,
humildad, mansedumbre, paciencia, soportndoos unos a otros, y perdonndoos cuando alguno tenga una
queja contra otro; como tambin el Seor os perdon, perdonaos as vosotros. Y por encima de todo, la
caridad, es decir, el nudo de la unidad perfecta (Col 3.12-14).

El amor al prjimo es una cosa tan hermosa, tan buena, que habra que suplicar a nuestros prjimos que se
dejasen servir, que se dejasen lavar los pies, como hiciste T con san Pedro en la ltima cena.
Ms; tendramos que invitar a todos los que sufren, en el alma o en el cuerpo, para poder consolarlos y
ayudarlos; sera una invitacin semejante a la que T hiciste en el desbordamiento de tu Corazn: Venid a M
todos los que estis fatigados y sobrecargados, y Yo os aliviar... Soy manso y humilde de Corazn y hallaris
reposo para vuestra alma (Mt 11,28-29).
Seor Jess, djanos pedirle a tu Madre y Madre nuestra:
Virgen Mara, reina de la paz. Madre del Amor Hermoso, ruega por nosotros, que tan fcilmente perdemos la
calma con nosotros mismos y con los dems, por nuestra poca fe en el amor que tu Hijo nos tiene.

III. Condiciones
Para poder mantenernos en la paz, en la calma exterior e interior, en el completo equilibrio de la cabeza y de
los nervios, necesario para vivir en la libertad de espritu propia de los hijos de Dios, es esencial poner la
voluntad de Dios por encima de todo.
Todo consiste en creer en el amor que Dios nos tiene; creer que El nos am primero (1 Jn 4,16.19). No
esper nuestra respuesta para empezar a amarnos. Nos asiste; no permite nada que no haya de revertir en
nuestro bien, en nuestro mayor bien.
Si de verdad creyramos en su amor nos veramos curados de nuestras inquietudes y nuestras dudas. Seramos
capaces de hacer todo y de soportar todo con provecho espiritual nuestro. Todo es posible para el que cree
(Mc 9,22).
En segundo lugar, es condicin indispensable para mantenernos en la paz el ser dulces y humildes, cualidades
que en ningn sitio se aprenden mejor que en la escuela del Corazn de Jess (aprended de M, que soy
manso y humilde de corazn: Mt 11,29).
San Len Magno deca: No hay nada desagradable para los espritus dulces y mansos, es decir, para
aquellos que cultivan algo tan humano como la correccin, la cortesa, la dulzura en el trato; todo lo opuesto a
la brusquedad de carcter, la agresividad, la aspereza que llega a la grosera.
Jess ha querido reinar sin imponerse por la fuerza, sin aplastar; y en un mundo violento y de pecado,
envuelto en la malicia del corazn alejado de Dios, en un mundo que las voluntades humanas contaminan y
destruyen en lo fsico y lo moral, nos pide: Sed como Yo, tened un corazn como el mo:
un corazn que va asimilando cada vez ms el espritu de las bienaventuranzas;
que no hace la guerra ms que a los enemigos de nuestra paz interior;
que quiere vivir en la verdad y para la caridad;
que sabe ser previsor y regular nuestro tiempo, de forma que las ocupaciones diarias se sucedan. una
despus de otra;
que sabe conservar el recogimiento, sin vivir a caza de superficialidades de noticias, de distracciones que
nos dispersan y no nos dejan ser dueos de nosotros mismos.
Poniendo por encima de todo la voluntad de Dios, y aprendiendo en la escuela del Corazn de Cristo, es como
lograremos vivir serenamente, no afanados ni precipitados; no intentaremos nada sobre nuestras fuerzas
fsicas, psicolgicas o espirituales, ni nos agotaremos por querer meter en un da o en una hora el trabajo de
dos.8 Nuestras ocupaciones, por numerosas y variadas que sean, no nos desbordarn. El mismo camino hacia
la perfeccin lo tomaremos con un ritmo constante, pero pacfico, sin angustias por soar con una perfeccin
excesiva. Dios nos manda hacer valer solamente nuestras cualidades (no las de un genio o un superhombre
que no somos), y hacerlas valer segn nuestra capacidad (Mt 25,15).

IV. Estmulos y consideraciones


De la Sagrada Escritura:
El Seor es un Dios eterno, y cre los confines del orbe. No se cansa, no se fatiga, es insondable su
inteligencia. Da fuerza al cansado, acrecienta el vigor del invlido. Se cansan los muchachos, se fatigan; los
jvenes tropiezan y vacilan; pero los que esperan en el Seor renuevan sus fuerzas, echan alas como las
guilas, corren sin cansarse, marchan sin fatigarse... (Is 40,28-31).
T, Israel, siervo mo; Jacob, mi elegido; estirpe de Abrahn, mi amigo. T, a quien cog en los confines del
orbe, a quien llam en sus extremos, a quien dije: T eres mi siervo, te he elegido y no te he rechazado. No
temas, que Yo estoy contigo; no te angusties, que Yo soy tu Dios: te fortalezco, te auxilio, te sostengo con mi
diestra victoriosa. Mira: sern aniquilados, dejarn de existir los que guerrean contra ti; porque Yo, el Seor tu
Dios, te agarro de la diestra y te digo: No temas, yo mismo te auxilio. No temas, gusanito de Jacob, oruga
de Israel, Yo mismo te auxilio, tu redentor es el Santo de Israel... (1s 41,8-14).
As dice el Seor: No temas, que te he redimido, te he llamado por tu nombre, eres mo. Cuando cruces las
aguas yo estar contigo, la corriente no te anegar; cuando pases por el fuego no te quemars, la llama no te
abrasar. Por que Yo, el Seor, soy tu Dios; el Santo de Israel es tu salvador. Eres de gran precio a mis ojos,
eres valioso y yo te amo... No temas, que contigo estoy Yo (Is 43,1-8).
Puede acaso una madre olvidarse de su criatura, dejar de querer al hijo de sus entraas? Pues aunque ella se
olvide, Yo no te olvidar... (Is 49,15).
No os preocupis de qu vais a comer, o qu vais a beber, ni qu os vais a poner... Fijaos en los pjaros del
cielo, que ni siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, pero vuestro Padre celestial los alimenta. No valis
vosotros ms que ellos?... Observad los lirios del campo, cmo crecen! No se fatigan, ni hilan; y os digo que
ni Salomn en todo su esplendor se visti como uno de ellos. Pues si Dios viste as la hierba del campo, que
hoy existe y maana se echa al horno, no har mucho ms con vosotros, gente de poca fe? As que no os
preocupis, diciendo qu comeremos, o qu beberemos, o con qu nos vestiremos por todo eso andan
ansiosos los gentiles, pues vuestro Padre celestial sabe lo que necesitis. Buscad primero su reino y su
justicia, y todo eso se os dar como aadidura. No os preocupis del maana, que el maana se preocupar de
s mismo. A cada da le basta su malicia (Mt 6,24-34).
Venid a M todos los que estis fatigados y sobrecargados, y Yo os aliviar. Tomad mi yugo sobre vosotros y
aprended de M, que soy manso y humilde de corazn; y hallaris reposo para vuestra alma. Pues mi yugo es
llevadero, y mi carga ligera (Mt 11,28-30).
Los discpulos comenzaron a gritar por el miedo. Pero Jess les habl en seguida: nimo, no temis, Yo
soy (Mt 14,26-27).
No temis, rebaito pequeo, porque a vuestro Padre le ha parecido bien daros el reino. Vended vuestros
bienes y dad limosna: haceos bolsas que no envejezcan: un tesoro inagotable en los cielos, donde no llega el
ladrn ni hace estragos la polilla; pues donde est vuestro tesoro, all estar tambin vuestro corazn (Lc
12,32-34).
Os dejo paz, os doy mi paz. Os la doy no como la da el mundo. No se altere vuestro corazn ni se deje
acobardar... (Jn 14,27).
Me dejaris solo: pero no estoy solo, porque el Padre est conmigo. Os he dicho esto para que en M tengis
paz. En el mundo tendris tribulacin, pero, nimo! Yo he vencido al mundo (Jn 16,32-33).
El Seor es mi luz y mi salvacin, a quin temer? El Seor es la defensa de mi vida, quin me har
temblar? Si un ejrcito acampa contra m, mi corazn no tiembla; si me declaran la guerra, me siento
tranquilo... Espera en el Seor, s valiente, ten nimo, espera en el Seor (Sal 27, 1.3.14).
Alma ma, recobra tu calma, que el Seor fue bueno conmigo: arranc mi alma de la muerte, mis ojos de las
lgrimas, mis pies de la cada... (Sal 116,7-8).

Consejos de san Francisco de Sales:


El que no pertenece ms que a Dios no busca ms que a Dios: y puesto que no pertenece menos a Dios en la
tribulacin que en la prosperidad, permanece en paz en me dio de la adversidad.
Viva solamente segn el Espritu, qudese tranquilamente en paz y est seguro de que Dios le ayudar.
Tenga cuidado de hacer todo despacio, por ejemplo acostarse, levantarse, sentarse, comer... Siempre, y en
todo, no se aparte de este propsito. Tenga cuidado de hacer todo lo que hace con calma y despacio. Le
prohbo expresamente el apresuramiento, imperfeccin que es madre de todas las imperfecciones.
Es necesario, en todo y sobre todo, vivir con paz.
Prepare su alma desde la maana para la tranquilidad: durante el da procure recordar la tranquilidad con
frecuencia, y recobrarla. Procure colocar su espritu en una atmsfera de suavidad. Dgase a s misma: Vaya,
hemos dado un paso en falso, vayamos ahora muy despacio y con cuidado...
Nuestro Seor nos har gozar de la paz cuando seamos suficientemente humildes para soportar dulcemente
la guerra.
Nunca poseeremos la perfecta dulzura y la caridad completa si no la ejercitamos en las cosas que nos
repugnan, nos fastidian, nos disgustan. La verdadera paz no consiste en no encontrar dificultades, sino en
superarlas.
Suceda lo que suceda, aun cuando todo se trastorne, no pierda nunca su paz interior; porque, en realidad,
qu son todas las cosas de este mundo en comparacin con la paz del corazn?>
Otras consideraciones:
Cuando se pierde alguna cosa temporal por amor de Dios y por conservar la paz con el prjimo, Dios nuestro
Seor por otra parte abundantemente lo recompensa (san Ignacio de Loyola).
Sea sta la primera norma para actuar: confa en Dios como si todo el resultado dependiera nicamente de
El, no de ti; pero entrgate al trabajo como si Dios no fuera a hacer nada y tuvieras que hacerlo t todo (san
Ignacio de Loyola).
Paz, paz, hermanas mas, dijo el Seor y amonest a sus apstoles tantas veces. Pues creedme que, si no la
tenemos y procurarnos en nuestra casa, no la hallaremos en los extraos (santa Teresa),
Donde hay humildad de veras, aunque nunca d Dios regalos, dar paz (santa Teresa).
Cada hombre es amado y valorado por Dios, sea cual sea su pasado personal o colectivo. No existe situacin
bloqueada hasta el punto de no tener salida. Nuestros miedos y egosmos pueden ser superados en El, en el
Redentor. El cristiano no cree en la fatalidad de la Historia. El hombre, con la gracia de Dios, puede cambiar
la trayectoria del mundo (Juan Pablo II).
Nada de lo que se busca con detrimento de la paz vale tanto como la paz.
Si no buscamos nada ms que a Dios, desde el momento en que encontramos su voluntad, su presencia, qu
razn puede haber para que no permanezcamos siempre en paz?
Si ponemos toda nuestra ambicin, toda nuestra felicidad, no en hacer esto o aquello, sino en hacer lo que
Dios quiere en el momento presente aqu y ahora seremos siempre felices; haremos siempre... lo que
nos agrada. Y si no vemos nada ms que la voluntad actual de Dios sobre nosotros; si no deseamos nada ms,
ni otra cosa distinta, terminaremos lo que comenzamos con el mismo agrado y la misma felicidad.
Y nada de lo que hagamos as lo que Dios quiere, aqu y ahora perecer. Todo lo que hagamos as
tendr un valor de eternidad que ya aqu y ahora queda anotado en el Corazn de Dios para
recompensarnos un da. Puede haber algo ms pacificador?
Que se agiten, que se afanen, que se preocupen de comenzar esto o de terminar aquello esas personas cuyos
trabajos no valen ante Dios, no tienen porvenir, estn destinados a perecer por estar hechos fuera de su
Voluntad santsima. Pero nosotros, si queremos hacerlo todo en su presencia amorosa, tenemos derecho, y
obligacin, de vivir en paz y tranquilos: nada de lo que hemos hecho y hacemos pasa; todo vale: todo
permanece, todo est seguro en la caja fuerte de nuestro Rey, en el Corazn agradecido de Jesucristo.

Nada te turbe,
nada te espante
todo se pasa.
Dios no se muda.
La paciencia
todo lo alcanza.
Quien a Dios tiene
nada le falta.
Slo Dios basta (santa Teresa).

ORACIN
Dios todopoderoso y eterno, que con amor generoso desbordas los mritos y deseos de los que te suplican:
derrama sobre nosotros tu misericordia, para que, libres nuestra conciencia de toda inquietud y nos concedas
aun aquello que no nos atrevemos a pedir.
Por Cristo nuestro Seor. Amn.
LA ALEGRA
1. Qu es y cmo se manifiesta
Verbo de Dios, esplendor del Padre, anhelado husped de nuestras almas, Jess, gozo santo del corazn que te
es fiel, delicia de los ngeles y de todos los santos, cordero de Dios que perdonas los pecados del mundo y
todos nuestros defectos que son la causa de nuestras tristezas; te lo pedimos a Ti, que en tu vida mortal te
estremecas de gozo bajo la accin del Espritu Santo (Lc 10,21): danos, junto con tu paz, la alegra del
cielo9 la alegra continua ese festn perpetuo que tiene el corazn contento (Prov 15,15), la alegra que
nos prometiste y que nadie podr arrebatarnos (Jn 16,22).
Por tu Espritu Santo, creador y vivificador, infunde en nosotros, crea en nosotros, derrama y haz que domine
en nuestro corazn, a pesar de las impresiones contrarias:
un sentimiento profundo de bienestar espiritual, ese bienestar moral, ese agrado interior que se
experimenta al conocer la verdad y al vivir en la verdad, en el deber, en el orden, en el cumplimiento de tu
voluntad, en la generosidad con el prjimo hasta el agotamiento de las propias fuerzas. Esa felicitacin o
enhorabuena que T haces sentir en el corazn de cuando en cuando al que te es fiel:
un sentimiento profundo de liberalidad y anchura de corazn,10 de esponjamiento interior; el que
experimentaba el salmista cuando te deca: Has puesto mis pies en un camino ancho (Sal 31.9), o cuando te
haca una promesa: Correr por el camino de tus mandatos cuando me ensanches el corazn (119.32);
un sentimiento profundo de independencia gozosa respecto de todo: tan independiente de los hombres
cuanto dependiente de Ti; tan dependiente de Ti cuanto independiente de todas las criaturas;
un sentimiento profundo de santa suficiencia, que no es altanera orgullosa y despreciativa, sino esa
cualidad de quien apaga todo deseo desordenado, mata toda envidia y no da entrada a ninguna amargura; es la
cualidad que san Pablo reconoca en l: Aprend a bastarme a m mismo en cualquier circunstancia; s
ayunar y s tener de sobra; para todo momento y todas las situaciones he aprendido el secreto de saciarme y
de pasar hambre, de tener en abundancia y de andar escaso: para todo tengo fuerzas, gracias a Aqul que me
conforta! (Flp 4,11-13);
un sentimiento profundo de seguridad y confianza, pues s de quin me he fiado (2 Tim 1,12); de
entusiasmo; en una palabra, el sentir nuestra felicidad en Dios.

Te lo pedimos para que podamos saltar de alegra como quien te busca, segn la invitacin de los salmos:
Algrense y gocen contigo todos los que te buscan (Sal 40,17). Para que, como Mara, causa de nuestra
alegra, cantemos siempre nuestro Magnificat para Ti, que eres nuestro Seor, nuestro salvador, nuestro Dios,
el todopoderoso, cuyo nombre es Santo, y cuya misericordia llega a tus fieles de generacin en generacin.
Para que podamos obedecer a san Pablo, que nos dice: Alegraos siempre en el Seor; lo repito, alegraos
(Flp 4,4). Para que podamos vivir siempre consolados, como tu Iglesia nos lo hace pedir en la liturgia del
Espritu Santo ( vivir siempre de su consuelo).
Para que, segn el consejo de san Ignacio, aprendamos a sonrer siempre y a todos. El dijo a uno de sus
novicios: Hijo mo, quiero verte rer, y estar alegre en el Seor; pues el buen religioso no tiene ningn
motivo para estar triste, y muchos para alegrarse. S siempre humilde y siempre obediente, y estars contento
y alegre. Y en otro lugar orden: Todo el rostro muestre alegra ms bien que tristeza u otro afecto menos
ordenado, de forma que la serenidad exterior sea reflejo de la que reina en el corazn.
Esto supone:
1) Sonrer a todo y a todos, por principio, como seal de reconocimiento de los beneficios recibidos de Ti:
el beneficio por excelencia, que es tu amor a nosotros (con amor eterno te am: Jr 31,3);
el beneficio de nuestra creacin, de conservarnos en vida, de redimirnos, de santificarnos con tu gracia;
el beneficio de tu presencia en nuestra vida y en nosotros; quieres que disfrutemos de Ti, que nos
alegremos contigo;
el beneficio de aumentarnos nuestra vida espiritual: quieres llegar a hacerlo todo en nosotros por medio de
tu Espritu Santo, para que seamos otros Cristo, de manera que si hemos de actuar, seas T quien acte en
nosotros; si hemos de sufrir, seas T quien sufra en nosotros; si tenemos que hablar, seas T quien hable en
nosotros. Este es el modo como haces todo en tu santa Humanidad y en las almas dciles a las inspiraciones
de tu gracia, de forma que podemos llegar a decir: Vivo yo, mejor dicho, no soy yo, sino que es Cristo que
vive en m (Ga 2.20);
los beneficios de la accin externa de tu Providencia: miles de desgracias evitadas.., y tantas existencias
humanas profundamente desgraciadas (ninguna de ellas es la ma!);
el beneficio de nuestra vocacin a la santidad, a la vida interior, al trato contigo en la oracin, a la
Eucarista diaria;
el beneficio de tantas gracias de predileccin, el impulso al apostolado y a hacer bien a los dems. Es tan
hermoso ser buenos y difundir alrededor paz y alegra!;
el beneficio de los incontables servicios y favores recibidos o hechos.
Y puesto que estos beneficios son innumerables y sin interrupcin, nuestra sonrisa, como la accin de gracias,
tiene que ser continua (siempre y en todo lugar), y cada vez ms franca y decidida, hasta eliminar y alejar
toda tristeza y todo aspecto melanclico.
2) Sonrer a todo y a todos como demostracin de fe; como conviene a personas que creen en el amor que T
nos tienes (1 Jn 4,16); en tu amor particularsimo a cada uno de nosotros, pues cada uno puede
verdaderamente decir: Me am y se entreg a la muerte por m (Ga 2.20).
Esta persuasin de que T nos amas, y de manera tan particular desde toda la eternidad y por toda la
eternidad, no es bastante motivo para mantenernos siempre en la alegra y aclimatar la sonrisa en los labios?
3) Sonrer a todo y a todos como seal de confianza.
Para el pasado: confianza de que nuestros pecados no slo han sido perdonados por ti, borrados, destruidos en
el sacramento de la Penitencia, sino de que el mal que hayamos cometido ha servido, sirve y servir para
nuestro bien espiritual. Feliz culpa!, llega a cantar la Liturgia de resurreccin. Y el salmista ora: Me
estuvo bien el sufrir, as aprend tus mandamientos (Sal 119,71).
Qu progresos podemos hacer, gracias al mal cometido! Aprendemos a ser humildes reconociendo nuestra

fragilidad, aprendemos a ser leales a nuestra conciencia, a valorar ms tu bondad perdonadora, a prevenir
ocasiones de pecado, a ejercitar la paciencia.
Para el presente: la confianza de que para los que aman a Dios todo colabora al bien. Confianza en tu
palabra, que ya no nos llama siervos sino amigos (Jn 15,14-15). En tu palabra poderosa, que nos infunde
nimo: Hombre de poca fe, por qu dudas? (Mt 14,31), nimo, hija!, tu fe te ha salvado (Mt 9,22).
Para el futuro: confianza de que no permitirs que nos falte nada que sea necesario para nuestra santificacin,
para cumplir en todo tu voluntad.
La confianza de que nos has preparado ya sitio en el cielo y vendrs a llevarnos para estar contigo (Jn 14.3) y
que en el cielo podremos alabarte mejor, verte cara a cara; ms cerca cuanto ms te hayamos amado aqu y
hecho amar, cuanto ms hayamos tenido que ofrecer o aceptar por amor a Ti, cuanto ms hayamos trabajado y
sufrido por Ti en esta vida11 , como hicieron los grandes santos.
La esperanza del cielo tiene que servirnos como fuente de alegra: Me alegr cuando me dijeron: Vamos a la
casa del Seor... (Sal 122,1); cantar eternamente las misericordias del Seor... (Sal 89,2). All Dios en
persona estar con ellos, y enjugar toda lgrima de sus ojos. Y la muerte ya no existir, ni habr ya duelo, ni
gritos, ni dolor... (Ap 21.3-4).
4) Sonrer a todo y a todos, por principio, y como seal de buen espritu: que lleva a verlo todo con tu luz,
segn tus ideas y pensamientos, todos de paz y de bondad: tengo designios de paz, y no de afliccin (Jr
29,11).
5) Sonrer a todo y a todos, por principio, y como seal de que te amamos a Ti.
T nos pides que te amemos: nos pides la conformidad con tu voluntad y que la cumplamos. Nos pides amor
de conformidad, como el nio pequeo encantado de estar de acuerdo con sus padres, como el amor de los
esposos, encantados de estar de acuerdo entre s...
Si estamos tristes es, o porque queremos lo que T no quieres, o porque no queremos lo que T quieres. O tal
vez queremos lo que T, pero queremos adems otras cosas, o queremos de manera distinta de la que T
quieres. En estos casos, la tristeza es seal de que nuestra sinceridad no es perfecta: permanecen en nosotros,
aunque sea muy secretamente, deseos, aficiones, complacencias. etc., orientados a cosas que no son
puramente tu voluntad. Por eso nuestra alegra no puede ser perfecta!
Si te amramos de verdad, pensaramos: Dios es tan feliz, con una alegra inalterable, y yo formo parte de
esa alegra infinita... Nuestro amor sera amor de alegra por Ti, y felicitacin recproca. Y cantaramos
siempre: Amn, aleluya! Jesucristo es tan hermoso, tan grande, tan perfecto, tan santo, tan bueno! Es todo
nuestro, lo amamos con amor de complacencia, de santo orgullo, amor puro absolutamente satisfecho y
entusiasta, amor de adoracin... Alegraos, justos, y gozad con el Seor: aclamad los de corazn sincero.
Amn, aleluya! (Sal 32,11).
6) Sonrer a todo y a todos, movidos por el celo santo por Ti, por tu amor y tu consuelo, por indemnizarte, por
reparar tantos desvos, por darte gusto (Dios ama al que da con alegra: 2 Co 9,7).
Con frecuencia, pueblos e instituciones cristianas se han consagrado a tu Corazn de Rey. Por qu no
vivimos nuestra consagracin como fuente de alegra? Si no la hemos hecho expresamente, por qu no la
preparamos y nos consagramos a Ti, el Dios de la paz (Rm 15.33), que eres nuestra paz (Ef 2,14), santo y
feliz Jesucristo, Dios siempre alegre y nunca pesimista?
Para honrarte a Ti en estas cualidades concdenos poner en nuestros modales y nuestro comportamiento algo
que las recuerde, que sea como un reflejo lejano: una figura tranquila, apacible. Alegre, graciosa, acogedora,
sin aspereza ni brusquedad. Como el aspecto de la mejor consagrada a tu Corazn: la Virgen Mara.
La sonrisa habitual nos convertir en signos vivos de tu presencia, y revertir en tu honor, oh Dios de la paz y

de todo consuelo!, nos transformar en otros tantos memoriales vivientes, que tienen como tarea la de
recordar y transparentar tu Corazn en un mundo que gasta millones en divertirse y no sabe ser feliz.
Jess, T nos hablaste de nuestro Padre del cielo, que colma a todos de sus bondades: creacin, conservacin,
redencin, providencia. No permite ninguna prueba que no sea para nuestro mayor bien, de modo que los que
saben comprender sus designios y entrar en su Voluntad encuentran gran provecho en las dificultades. En
cambio, sus enemigos lo representan como injusto, inhumano, despiadado, y se atreven a acusarlo de
criminal. Es preciso que nuestra alegra y nuestra sonrisa habitual protesten contra esas calumnias
blasfemas, y testifiquen que somos muy felices sirvindote a Ti, porque nos encontramos junto a Ti
francamente bien. Eso es amor de condolencia, de reparacin.
Jess, T eres infinitamente bueno. Si algo debera entristecernos son las murmuraciones y lamentaciones sin
fin que dejan sentir los descontentos en este mundo. Es preciso que nuestra alegra y nuestra sonrisa habitual
te compensen y te consuelen. Queremos protestar as contra el pesimismo dominante en nuestro tiempo,
contra las caras tristes, aburridas, descontentas, como de marginados espirituales que no saben dnde est la
fuente de la verdadera alegra. As nuestro amor a Ti ser de benevolencia y de reparacin consoladora.
7) Sonrer a todo y a todos, movidos por el celo apostlico. Porque hay que llevar hacia Ti a todos, y que
vayan con gusto, con los mismos sentimientos y por los mismos principios que nosotros. Para eso hemos de
ganar los corazones para Ti, inspirarles confianza, arrastrarlos sin coaccin.
La gente sigue a aquellos de quienes espera que le abran la puerta de la felicidad. La gente prefiere a las
personas de buen humor, iguales de nimo, de carcter positivo, con sentido comn, que tienen el sentimiento
del honor y de la rectitud, que tienen entusiasmo, que tienen un corazn bueno, que tienen el Espritu bueno.
Por eso, para hacer bien a los dems, para ganar los corazones para Ti, concdenos el don de la santa alegra,
de sonrer a todo como seal de buen humor, de buen carcter, de sentido comn, de bondad: como seal del
buen Espritu.
8) Sonrer a todo y a todos, por deseo bien entendido de xito.
Queremos que salga bien cualquier cosa que emprendamos por Ti. Y no salen bien las cosas que no se hacen
con alegra.
9) En cuanto sea posible como deca san Ignacio cuando se trata de un punto de la perfeccin cristiana
alto o difcil, y por los mismos motivos que en los apartados anteriores, sonrer aun en medio de la
prueba y del sufrimiento. Pues en s misma, prescindiendo de sus causas, la prueba es expresin de una
voluntad actual de Dios sobre nosotros, y por tanto es un don de Dios, no menos que la alegra.
Adems, la prueba lleva consigo tantos beneficios, nos hace ejercitar tantas virtudes... Sonrer en medio de la
prueba, en cuanto sea posible!

II. Aun en la prueba


Verbo de Dios, esplendor del Padre, anhelado husped de nuestras almas, Jess: por tu Espritu Santo, creador
y vivificador infunde en nosotros, crea en nosotros, derrama y desarrolla en nuestro corazn estas
disposiciones que estn muy por encima de nuestras posibilidades:
la paz y la alegra profunda aun en medio de las pruebas ms atormentadoras para nuestra naturaleza; aun
en medio de los sufrimientos fsicos y morales. Infndelas en nuestro corazn, como el Espritu Santo las
infund en tu Corazn humano; como T las infundiste en los apstoles, en las santas mujeres, despus de la
Resurreccin y despus de Pentecosts. Ellos, iban alegres porque haban sido dignos de recibir injurias por
causa de Ti (Hch 5.41). Iban alegres... no porque los sufrimientos cesasen milagrosamente y se les
convirtieran en algo cmodo, sino por que tu gracia les haca amar el sufrir por causa tuya, y alegrarse en
medio de ese sufrimiento;

esa santa superioridad por la cual nada de lo que pudiera disgustarnos lograr realmente disgustarnos y
entristecernos;
el instinto de aprovecharlo todo y servirnos de todo para progresar: que toda contrariedad, todo
sufrimiento, toda privacin, todo aumento de problemas o de fatiga sea, de la mejor manera posible, ocasin
para intensificar nuestro fervor y nuestro agradecimiento, y no consiga ms que acercarnos a Ti. y hacernos
sonrer una vez ms y ms a gusto que antes (quizs no mientras lo estamos pasando mal, pero s al menos en
cuanto salimos a flote).
Esta es la alegra heroica. Por qu no va a existir una alegra heroica, lo mismo que existen la paciencia
heroica. la fortaleza heroica, la humildad heroica? Si juzgas recta mente y miras las cosas con verdad, no
debes deprimirte tanto por las adversidades, sino ms bien alegrarte y dar gracias; ms an, debes considerar
como nico gozo autntico el que Yo, cuando te aflijo con dolores, es porque no te dejo pasar una... Como
me am el Padre, as os amo Yo, dije a mis queridos discpulos, a los que ciertamente no envi a pasarlo bien
en este mundo, sino a grandes combates; no a conseguir honores, sino a encontrarse con desprecios; no al
descanso, sino al trabajo; no a la comodidad, sino a que dieran mucho fruto con su perseverancia. Hijo mo,
acurdate de estas palabras (Imitacin de Cristo, 30,6).
Entonces sabremos de verdad que tu reino llega y se establece en nosotros en la tierra como en el cielo.
III. Condiciones
Jess, manso y humilde de Corazn, haz nuestro corazn siempre semejante al tuyo, es decir,
siempre humilde y obediente: porque, de hecho, esa es la primera condicin para vivir en tu alegra, como
aconsejaba san Ignacio a un novicio: para que puedas estar siempre contento y sonriente, s humilde
siempre, y siempre obediente.
La explicacin es muy sencilla: base indispensable para la alegra verdadera es la paz, la fidelidad a la gracia,
la inocencia de vida, el dominio de toda pretensin orgullosa y toda susceptibilidad del amor propio. Ahora
bien, sin humildad y sin la docilidad de la obediencia no puede haber paz, ni limpieza moral, ni fidelidad a la
gracia ni espritu de mortificacin.
Con esa condicin, por lo dems suave, hemos de decidirnos resueltamente a mantener la alegra espiritual
aun en los sufrimientos.
Jess, te lo pedimos. T nos dijiste: Hasta ahora no habis pedido nada en mi nombre; pedid y recibiris,
para que sea plena vuestra alegra (Jn 16.24). En tu nombre, unidos a Ti. Con tu misma oracin (Jn 17.13)
nos dirigimos al Padre con este ruego: un corazn siempre humilde y siempre obediente, como el tuyo!

IV. Estmulos y consideraciones


De la Sagrada Escritura
Hay muchos que dicen: Quin nos har ver la dicha, si la luz de tu rostro ha huido de nosotros? Pero T,
Seor, has puesto en mi corazn ms alegra que s abundara en trigo y en vino. En paz me acuesto y en
seguida me duermo, porque T slo, Seor, me haces vivir tranquilo (Sal 4,7-9).
(Seor,) me ensears el sendero de la vida, me saciars de gozo en tu presencia, de alegra perpetua a tu
derecha (Sal 16,11).
Enva tu luz y tu verdad: que ellas me guen y me conduzcan hasta tu monte santo, hasta tu morada. Que yo
me acerque al altar de Dios, al Dios de mi alegra; que te d gracias al son de la ctara, Dios, Dios mo. Por
qu te acongojas, alma ma, por qu te me turbas? Espera en Dios, que volvers a alabarlo: Salud de mi
rostro. Dios mo (Sal 42. 3-5).
Cuando me parece que voy a tropezar, tu misericordia, Seor, me sostiene; cuando se multiplican mis
preocupaciones, tus consuelos son mi delicia (Sal 94,18-19).

Aclamad al Seor, tierra entera, servid al Seor con alegra, entrad en su presencia con vtores. Sabed que el
Seor es Dios: que l nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebao (Sal 100,1-3).
El desierto y el yermo se regocijarn, se alegrarn el pramo y la estepa, florecer como flor de narciso, se
alegrar con gozo y alegra. Tiene la gloria del Lbano, la belleza del Carmelo y del Sarin. Ellos vern la
gloria del Seor, la belleza de nuestro Dios. Fortaleced las manos dbiles, robusteced las rodillas vacilantes;
decid a los cobardes de corazn: Sed fuertes, no temis. Mirad a vuestro Dios que trae el desquite: viene en
persona, resarcir y os salvar (Is 35,1-4).
Dichosos vosotros, cuando os insulten y persigan, y digan toda clase de calumnias contra vosotros por mi
causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa ser grande en los cielos (Mt 5.11-12).
Engrandece mi alma al Seor, y mi espritu se estremece de gozo en Dios mi salvador, porque se fij en la
pequeez de su esclava... (Lc 1,46-48).
El ngel les dijo: no temis, pues os doy una buena noticia, una gran alegra para todo el pueblo: hoy os ha
nacido en la ciudad de David un salvador, que es Cristo Seor (Lc 2,10-11).
No os alegris porque los malos espritus se os someten, sino alegraos porque vuestros nombres estn
escritos en los cielos (= en Dios) (Lc 10.20).
Os aseguro: vosotros lloraris y os lamentaris, mien ras que el mundo se alegrar: os entristeceris, pero
vuestra tristeza se convertir en alegra... Os ver de nuevo, y se alegrar vuestro corazn; y vuestra alegra
nadie os la podr quitar (Jn 16,20-22).
Dios ama al que da con alegra (2 Co 9,7).
Alegraos siempre en el Seor. Lo repito, alegraos. Sea patente a todos los hombres vuestra mesura
bondadosa. El Seor est cerca. No os preocupis por nada, sino que en todo vuestras peticiones queden
expuestas ante Dios por la oracin y la plegaria, junto con accin de gracias. Y la paz de Dios, que est por
encima de todo razonamiento, guardar vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jess (Flp 4.47).
El fruto del Espritu es caridad, alegra, paz, paciencia, bondad, benignidad, fidelidad, mansedumbre,
continencia (Ga 5,22-23).
... mediante la fe estis protegidos por la fuerza de Dios para conseguir la salvacin; por todo lo cual os
estremecis de gozo, aunque ahora por un poco de tiempo, si es preciso, tengis que entristeceros por diversas
pruebas, para que el metal de vuestra fe mucho ms precioso que el oro que perece, y sin embargo se
acrisola mediante fuego sea hallado digno de alabanza, gloria y honor cuando se manifieste Jesucristo, al
que amis sin haberlo visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veis, os estremecis de gozo, con una
alegra indecible y radiante, al alcanzar la meta de vuestra fe: vuestra salvacin (1 P 1.5-9).
Alegraos a medida que comparts los padecimientos de Cristo, para que tambin cuando se manifieste su
esplendor os alegris estremecidos de gozo. Si por el nombre de Cristo sois insultados, felices vosotros,
porque el Espritu de Dios descansa sobre vosotros (1 P 4, 13-14).
Consejos de san Francisco de Sales:
No pensis haber llegado a la pureza del corazn que debis dar a Dios, hasta que vuestra voluntad est,
incluso en las cosas desagradables, sometida libremente, graciosa mente, a la voluntad de Dios que es
santsima.
Oh Dios mo, dame valor! La luz y la alegra no estn en nuestro poder, ni est en nuestro poder otro
consuelo fuera del que depende de nuestra voluntad12 .
Jams permitas a tu alma estar triste y sumergida en la amargura de espritu o en los escrpulos; el Seor que
la ama y ha muerto para darle vida, es tan bueno, tan dulce, tan amable!
No os dejis, pues, dominar por la tristeza, que es ene miga de la devocin. Qu motivo puede haber para
que se entristezca un alma que sirve a Aqul que ser para siempre nuestra alegra?
Elegid los pensamientos que debis fomentar o rechazar, segn sean de confianza o de desconfianza en la

misericordia de Dios. Si los pensamientos os hablan de aumentar esa amorosa confianza en El, debis
entreteneros con ellos como con mensajeros del cielo; pero debis desechar y rechazar como inspiraciones del
demonio los pensamientos que tienden a induciros a la desconfianza.
Otras consideraciones:
En todos los casos, por adversos que sean, antes nos habemos de alegrar que turbar, por no perder el bien
mayor que toda la prosperidad, que es la tranquilidad del nimo y la paz en todas las cosas, prsperas y
adversas (san Juan de la Cruz).
La hermosura es tierra; y la gracia y donaire es humo de esa tierra; y, para no caer en vanidad (el espiritual),
lo ha de tener por tal y por tal estimarlo, y en esas cosas enderezar el corazn a Dios en el gozo y la alegra de
que Dios es, en s, todas esas hermosuras y gracias eminentsimamente, en infinito sobre todas las criaturas
(san Juan de la Cruz).
El gran bien que me parece a m hay en el reino del cielo, con otros muchos, es: ya no tener cuenta con cosa
de la tierra, sino un sosiego y gloria en s mismos, un alegrarse de que se alegren todos, una paz perpetua. una
satisfaccin grande en s mismos, que les viene de ver que todos santifican y alaban al Seor y bendicen su
nombre y no le ofende nadie; todos le aman, y la misma alma no entiende en otra cosa sino en amarle, ni
puede dejarle de amar, por que le conoce. Y as le amaramos ac, aunque no con esta perfeccin, si le
conocisemos (santa Teresa de Jess).
Algrate, alma ma, que hay quien ame a tu Dios como El merece: algrate que hay quien conoce su bondad
y valor; dale gracias que nos dio en la tierra quien as lo conoce, como a su nico Hijo. Que todas las cosas de
la tierra no sean bastantes para apartarte de deleitarte t y alegrarte en la grandeza de tu Dios (santa Teresa de
Jess).
Cuando estuvieres alegre, no sea con risas demasiadas, sino con alegra humilde, modesta, afable,
edificativa (santa Teresa de Jess).
Plegue a nuestra Seora que entre nosotros, pecadores, y su Hijo y Seor interceda y nos alcance la gracia,
con nuestra labor y trabajo, de convertir nuestros espritus flacos y tristes en fuertes y gozosos en su alabanza
(san Ignacio de Loyola).
Para que siempre puedas estar contento y alegre, s siempre humilde y siempre obediente (san Ignacio de
Lo yola).
Habis observado alguna vez cmo la Liturgia en todos los invitatorios de la Liturgia de las Horas, aun
en el Oficio de difuntos nos manda la alegra, igual que la accin de gracias en todos los prefacios de la
Misa, aun en las Misas por los difuntos? Se nos manda sonrer aun en medio de la prueba: porque el mejor uso
que podemos hacer de las cosas mejores es sacrificarlas por amor a la voluntad de Dios.
El amor de Dios se fortifica y crece con todo lo que pierde nuestro amor propio egosta: el amor excesivo de
nuestro bienestar fsico y psicolgico.
Cualquier cosa que tengamos que hacer, con tal que la hagamos con paz y calma, con amor, y si es posible con
alegra, har bien a nuestra salud, porque descansa y serena.
En las mismas cosas destinadas a rehacer nuestras fuerzas por ejemplo, el comer, pasear, or msica, charlar
con los amigos, etc. lo que nos hace ms bien no son precisamente esas cosas como tales, sino el modo ms
o menos tranquilo y distendido con que las hacemos, las disposiciones interiores de alegra pacfica que
mantenemos mientras las realizamos.
Por amor de Dios y de su voluntad actual hemos de alegrarnos en todo lo que hacemos, sacar jugo a todo,
positivamente. As, sin pensarlo expresamente nosotros, creceremos en todo, por la caridad, como aconseja
san Pablo (Ef 4,15).
Red, red!, ordenaba el duque de Nemours a sus hijos, cuando en un ejercicio peligroso o difcil de
gimnasia o equitacin se vean tentados de turbacin o desnimo. Y es que la risa es una prctica higinica y
saludable; tanto fsica como moralmente es tonificante.
Para poder hacer rpidamente, de golpe y sin titubeos, lo que la fe y los criterios sobrenaturales aconsejan y

piden, precisamente cuando hay ms peligro de olvidarlo y no hacerlo, lo mejor es sonrer a todo.
Para convencernos de que las pequeas desgracias, los disgustos, las impresiones que nos podran afectar, son
cosas insignificantes, comparadas con el extraordinario, desproporcionado, capital eterno de gloria que
pueden producirnos (2 Co 4,17), nada tan eficaz como rer y cantar.
Para acentuar en seguida nuestra reaccin con los primeros impulsos de la naturaleza o del amor propio, nada
mejor que rer y cantar.
Para impedir que se nos acerque la impresin deprimente, la impaciencia, el mal humor; y, si ya nos han
invadido, para impedir que avancen y se difundan ms: rer y cantar.
Rer y cantar para exigirnos a nosotros mismos el esfuerzo de hacer como si estuviramos contentos; porque
tenemos que estar contentos; porque queremos estar contentos; porque no hay ninguna razn seria para no
estar contentos.
Pues, en efecto, para quien ve las cosas con mirada de fe, no tiene importancia ms que lo que interesa a la
gloria de Dios, a la vida sobrenatural, a nuestra santificacin; todo lo dems es secundario, insignificante. Una
sola cosa importa: que Jesucristo reine, que sea glorificado.
Ahora bien, Jesucristo es siempre glorificado en todo; si no siempre en su Bondad, al menos en su Justicia. La
pena de no amarlo bastante, la pena que da el pecado propio y ajeno, se convierte en acto de amor a El, que
mereca mejor respuesta de los hombres. Siempre y en todo, aleluya!
Acaso no es Dios infinitamente feliz, infinitamente santo y hermoso? Es que la santa humanidad de Jess
resucitado no tiene gloria y alegra infinitas, conquistadas mediante sus sufrimientos? Entonces, si lo amamos.
por qu ests triste, alma ma, por qu te me turbas? (Sal 42,3).
Nuestro Seor ha resucitado; ste es el fundamento verdadero de nuestra alegra. Por muy triste que yo est,
cuando me pongo al pie del altar y digo a nuestro Seor:
Seor, T eres infinitamente feliz y nada te falta, no puedo menos de aadir: entonces, yo tambin soy feliz,
no me falta nada, me basta tu alegra (Carlos de Foucauld). Me alegro por El; eso es un acto de amor a
Jesucristo.
Para quien mira las cosas con ojos de fe, lo importante es... la Vida; lo que el evangelio de san Juan llama la
vida eterna; lo importante es poseerla, mantenerla, hermosearla, aumentarla, intensificarla, enriquecerla,
coronarla esplndidamente. El tiempo, aqu abajo, no es til ni vale si no nos sirve para ganar la vida eterna.
El tiempo no es oro, es eternidad; vale lo que vale una eternidad, feliz o desgraciada.
Ahora bien, todo debe servirnos para ganar, intensificar, enriquecer, esa Vida. Por lo tanto, siempre y en todo:
aleluya!
Dicho de forma negativa: cada minuto en el que la paz se altera, se nubla la sonrisa o se apaga nuestra alegra,
es un minuto total, o al menos parcialmente, perdido para la obra de Dios en nosotros, para nuestro progreso
espiritual si nuestra paz se altera y se apaga la alegra es seal de que nuestro nivel de fe, esperanza y
caridad ha bajado; esas virtudes han sufrido un eclipse; y para la obra que Dios quiere hacer, a travs de
nosotros, en los dems.
Si de verdad lo que buscamos es a Dios, nuestro capital est seguro; hemos hecho la mejor inversin, tenemos
garantizadas las mejores ganancias. S de quin me he fiado! (2 Tim 1.12). Nuestros trabajos estn escritos
en el libro de la vida: en el corazn de Dios.
Sufrimos? No sufrimos? Si no sufrimos, dejemos que todas las manifestaciones externas de nuestro mundo
interior lleven libremente, con naturalidad, su impresin de alegra. Si sufrimos, intentemos mostrarnos
todava ms alegres. Corno el pianista que pone ms inters y concentracin en su msica para ahogar y
dominar el ruido de fuera.
Mostrarnos ms alegres: es decir, hacer un vigoroso llamamiento a la fe, a la generosidad, al gozo de querer
hacer esto o aquello porque en se nuestro esfuerzo sereno hay un gran mrito, porque Dios est encantado de
vernos trabajar para alegrarnos. Decir y cantar, ms fuerte que nunca, elMagnificat de Mara, el Te
Deum como accin de gracias, el Gloria de la Misa, frases de los Salmos, canciones religiosas, algunos textos

bblicos que nos resulten ms jugosos:


Verdaderamente es digno y justo, es nuestro deber y salvacin que te demos gracias, siempre y en todo
lugar... Para Ti es mi msica, Seor (Sal 101,1). Si, Padre (Mt 11,26). Te adoramos, oh Cristo, y te
bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste el mundo. Con sumo gusto pondr mi orgullo en mis
debilidades, para que resida sobre m la fuerza de Cristo,... pues cuando soy dbil entonces soy fuerte (2 Co
12,9-10). Este es el da en que actu el Seor, sea nuestra alegra y nuestro gozo... Dad gracias al Seor,
porque es bueno, porque es eterna su misericordia (Sal 118,24.29). Los que confan en el Seor son como el
Monte Sin: no tiembla, est asentado para siempre (Sal 125.1). El Seor de los ejrcitos est con nosotros,
nuestro alczar es el Dios de Jacob (Sal 46.4). Yo exultar con el Seor, me gloriar en Dios m salvador. El
Seor soberano es mi fuerza, l me da piernas de gacela y me hace caminar por las alturas... (Hab 3,18-19).
Si buscamos solamente a Dios, y si lo encontramos siempre y en todo a El, nuestro Padre, nuestro Maestro,
nuestro poderoso defensor en el peligro, si lo encontramos a El su voluntad y su presencia cmo
vamos a vivir tristes, en vez de estar siempre alegres?
Dios, en su infinita felicidad, est contento de que le sirvamos ahora, en las condiciones ms o menos
agradables en que nos encontramos. Qu ms podemos querer?
Qu vida tan santa y feliz la de aquella persona en la que la paz y la alegra resplandecen en todo, lo presiden
todo y en todo momento! Es seal de que el amor le inspira todo, la discrecin le regula todo, la sana
prudencia le organiza y le programa todo. Es seal de que en la vida de esa persona el ms puro ideal
sobrenatural le ordena y vivifica todo: el Maligno ya no puede derrotarla (si un ejrcito acampa contra m, mi
corazn no tiembla: Sal 27.3).
Para un creyente que vive en estado de gracia, se puede decir que slo hay una actitud y un modo digno de
comportarse: la paz la calma interna y externa y no hay ms que una expresin de su rostro digna de su
vida interior: la alegra.
A cada da le basta su fatiga, dice el Seor (Mt 6,33). S, para que cada da d, en resultados y mritos, todo
lo que debe dar, todo lo que Dios espera para su honor, para su gloria, para su consuelo de parte nuestra, es
necesario, y es suficiente, que presentemos la suma del trabajo realizado y de la paciencia ejercitada, la suma
de las renuncias activas y pasivas que este da ha trado consigo.
Ahora bien, la paz y la alegra son, precisamente, las que aseguran el trabajo provechoso y la paciencia
continuada de cada da. Por lo tanto, es necesario que diariamente revitalicemos nuestra paz y nuestra alegra.
La ley ms grande del cristianismo es el amor de caridad, a Dios y al prjimo: y la alegra es, quizs, la seal
ms expresiva y sensible de la caridad satisfecha. De nosotros nicamente depende ver siempre satisfecha
nuestra caridad y ser, por eso mismo, siempre felices, en la tierra como en el cielo (no de la misma manera,
pero s por la misma causa).
Dios quiere que nuestro don se lo demos con alegra (2 Co 9,7), porque esa alegra le honra y le agrada. Para
ganar su Corazn, para sorprender a Dios por su lado dbil, debemos estar y mostrarnos siempre contentos,
por el hecho de servirle en todo. Seor. Vos me colmis de alegra por todo lo que hacis, deca santa
Teresita del Nio Jess.
Es aplicable a cualquier cristiano que vive en gracia lo que el padre Ginhac escriba a las religiosas salesas de
Marvejols: Lo que debemos pedir en todo instante al rey divino es la alegra. La necesitamos mucho para
avanzar y avanzar siempre. Sin duda, tendremos dificultades, no caminaremos siempre por camino llano, pero
nada puede ni debe entristecer a una religiosa: ni las enfermedades, ni los fracasos, ni las humillaciones, ni las
tentaciones.

ORACIN

Seor Dios nuestro, concdenos hacer tu voluntad siempre con alegra, pues en servirte a Ti, creador de todo
bien, consiste el gozo pleno y verdadero.
Por Cristo nuestro Seor. Amn.

EPLOGO
Qu feliz es una persona cuando un ideal llena su vida y trabaja pacficamente da a da, por realizarlo!
Es, pues, importantsimo que persigamos un gran ideal que nada ni nadie nos pueda frustrar. Hemos de
procurar ir haciendo en la prctica ese ideal, cuya ansiada realidad nada ni nadie nos la pueda impedir.
Ese ideal es el de vivir una vida de caridad lo ms perfecta posible; formarnos injertados en Cristo por su
gracia, para gloria y consuelo de Dios en el tiempo, y sobre todo en la eternidad, un alma grande y hermosa,
lo ms semejante posible al alma santsima de Jess, al alma de la Virgen Mara. O lo que es lo mismo: un
alma que verdaderamente sepa amar; un alma magnnima porque el amor la reviste de nobleza y la hace
grande. Un alma que honre y sirva a Dios, y le d ms contento que la pena que le producen tantos pecados.
Trabajarse un alma bella y grande es la obra humana ms excelente, ms ilimitada, ms duradera, ms
consoladora, la que proporciona ms recompensa.
Y la ms realizable. Porque cuando pensamos en otras obras, cuando trabajamos atentos en otras obras, en
todo eso que se suele llamar las obras, no se manifiesta lo que hay de mejor en nosotros: nuestro ideal; no
llega jams a realizarse, a expresarse, a mostrarse tal como lo hemos soado, ya que con frecuencia nos faltan
el tiempo, o los medios, o la colaboracin que esperbamos. Y ese no poder realizar nuestro ideal en las
obras es decepcionante.
Pero todos nuestros buenos deseos orientados hacia la gloria de Dios, todo el trabajo de nuestro
perfeccionamiento segn su voluntad de Padre, todos los actos internos que hacemos para agradarle, todas las
buenas costumbres que adquirimos, todo eso Dios lo ve tal como nosotros lo queremos, tal como est en
nuestro pensamiento, en nuestro deseo, en nuestra voluntad. Dios lee nuestro corazn y conoce ese nuestro
ideal, inspirado por El mismo; y, en su bondad, lo recompensa con generosidad divina, concedindonos un
aumento de gracia y de mrito.
As, pues, trabajarnos un alma bella y noble es progreso infalible, progreso indefinido, para el tiempo y para la
eternidad.
Pero no olvidemos que en la realizacin de ese ideal trabajamos y triunfamos con tanta mayor seguridad
cuanto ms cimentados estemos en la paz y la alegra.
La paz y la alegra continuas representan una ciencia sublime, presuponen en nuestro espritu y corazn unos
principios y disposiciones muy elevados. Qu principios? Los de la fe; las verdades que conocemos por la fe.
Qu disposiciones? Las que se adquieren gracias al ms puro ideal sobrenatural.
Considerando lo que es la vida para la mayor parte de los hombres, podemos decir que la alegra y la paz
continuas, resplandecientes, suponen en nosotros un ejercicio perpetuo de fe vivsima, de confianza
verdaderamente filial, de amor de caridad el ms puro y generoso. La alegra y la paz no son posibles sin esto.
Pero, gracias a la fe, la alegra y la paz llegan a ser como naturales, dan la impresin de espontneas. La paz y
la alegra de las que hemos hablado en este librito son las que obtienen del modo ms esplndido todas
aquellas victorias de las que nos habla la revelacin (Hb 11,3-38): las victorias de Abrahn, que vivi como
forastero en la tierra de la promesa, pues aguardaba la ciudad que tiene verdaderos cimientos, cuyo arquitecto
y creador es Dios; las victorias de Moiss que resisti perseverante como quien ve al Invisible. Las
victorias conseguidas en el noble combate de la fe (1 Tim 6,12).
La fuerza victoriosa que vence al mundo es sta: nuestra fe (1 Jn 5,4).

APNDICES
1. PAZ Y ALEGRA SEGN LA ESPIRITUALIDAD DE LOS EJERCICIOS IGNACIANOS
1. Sentir devocin.
Pedir al Seor sentir la paz y la alegra no es una peticin exagerada ni fuera de camino. San Ignacio hace que
el ejercitante pida el sentimiento de la vergenza y confusin por sus pecados (EE 48), el sentimiento del
crecido e intenso dolor de los pecados propios (EE 55): para que sienta interno conocimiento de los
pecados y aborrecimiento de ellos, y para que sienta el desorden de su vida (EE 63): interno sentimiento
de la pena que sufren los condenados en el infierno; o bien, para no seguir citando otros textos, el sentimiento
de la alegra y del gozo intenso de la gloria y gozo de Cristo resucitado (EE 221),
No nos dice tambin que Dios da a sentir lo que quiere de nosotros en lo que se refiere a la penitencia (EE
89)? Y que en las repeticiones hay que destacar lo que nos haya hecho sentir alguna luz, alguna consolacin
o desolacin (EE 118)? Y no deja muchas veces al ejercitante decidirse, detenerse o avanzar, segn lo que
sintiere?
San Ignacio quiere conducirnos a la escuela del afecto, la escuela del corazn, del gusto sabroso de las
cosas de Dios, del conocimiento interno de Cristo; no un conocimiento puramente libresco o terico, sino del
que se deriva del estudio de las cosas divinas por la experiencia de la oracin y el impulso de la gracia. Un
conocimiento que va envuelto en sentimiento profundo, en el sentido que se adquiere por la experiencia
espiritual. Este sentimiento, por ser gracia de Dios, hay que pedirlo; y, por suponer colaboracin humana, hay
que ejercitarlo.
Ms valioso que el puro conocimiento intelectual es el sentir: no el mucho saber harta y satisface al alma,
sino el sentir y gustar las cosas internamente (EE 2).
Pero no se trata de fomentar el sentimentalismo: el sentimiento no es fin en s mismo, sino medio. San Ignacio
conoce la importancia de los estados afectivos para preparar las convicciones, para hacerlas desear, para
acentuarlas, para llevarlas al grado ms alto al que puedan llegar, para decidirse y llevarlas vigorosamente a la
prctica.
Sabe la dificultad de moverse en el campo de la afectividad. Podemos engaarnos. El alma puede, sin darse
cuenta, sentir afecto e inclinacin a una cosa desordenadamente: para dejarse llevar del verdadero impulso
interior segn el Espritu deber aficionarse a lo contrario, sentir el afecto contrario, que es bueno (EE 16).
Los estados afectivos habituales son los que hacen buenas o malas las voluntades, y por consiguiente el
carcter y toda la vida. La educacin del sentimiento contribuye mucho a la formacin del carcter. De qu
manera tan distinta se busca o se desecha una cosa cuando interviene o se mezcla la pasin!
2. Causas de nuestras turbaciones y tristezas.
Hemos de reflexionar frecuentemente sobre nuestros enemigos:
el demonio, que aprovecha todos los factores y cmplices de las agitaciones que descubre en nosotros,
reforzndolos con tentaciones y con insinuaciones diversas (EE 313-336);
el mundo, con sus criterios, su lenguaje, sus engaos;
nuestro amor propio, es decir, el amor exagerado que tenemos a nuestro bienestar material o psicolgico;
con sus pretensiones, susceptibilidades, reacciones ridculas de la sensibilidad;
la carne: nuestra sensualidad, con sus bajas inclinaciones egostas.
Conocerlos es algo que, como don de Dios, hemos de pedir, conforme a los famosos tres coloquios: a la
Virgen, a Jess, al Padre (EE 63). Quizs lo ms importante sea conocer lo que san Ignacio llama el desorden
de mis operaciones:
a) la impresionabilidad;
b) la tendencia a los escrpulos;
c) la prisa, el celo apostlico indiscreto, el afn excesivo por hacer ms de lo que se puede, o mejor o ms
aprisa de como se puede;

d) la codicia, es decir, el deseo desmesurado de conocimientos (riqueza intelectual), o gracias o virtudes


(riqueza espiritual); la preocupacin por la ganancia, por nuestro avance espiritual;
e) el ansia y las preocupaciones superfluas; la invasin y el desorden de pensamientos importunos, de ideas o
sentimientos perturbadores; la confusin de ideas; el conjunto de sentimientos y deseos contradictorios;
f) la estrechez y la inflexibilidad ideolgica, es decir, una extraa manera de ver las cosas slo desde nuestro
agujero; esto nos hace vivir mezquinamente, con el corazn apretado; una cosa es la sobriedad y la austeridad
cristiana y otra es la tacaera, el rigorismo implacable consigo mismo en cuanto al descanso y las
recreaciones, en las vacaciones que conviene tomar, en el empleo del tiempo. etc.,
g) manifestaciones de tipo neurastnico: ideas negras oprimentes, obsesionantes; la desconfianza; la tendencia
a verlo todo de forma negativa, con cierta amargura,
h) la impaciencia, la irritacin por malestares fsicos a veces pequeos, o por modales incorrectos de nuestro
prjimo; el fastidio de convivir con gente imperfecta;
i) el apego desordenado a cualquier cosa, situacin, persona; un deseo exagerado y caprichoso de algo, sea lo
que sea;
j) los celos, el afecto egostamente acaparador.
3. Indiferencia e independencia.
Segn san Ignacio, la indiferencia no es insensibilidad; es colocarse en el fiel de la balanza, dispuestos a
inclinarnos de verdad a lo que veamos ser el querer de Dios; es comportarnos, con relacin a todo lo que no es
Dios y su voluntad, como si no tuviramos ni repugnancias ni apegos contrarios a la voluntad de Dios.
Por eso, al buscar la voluntad de Dios, al querer hacerla, hemos de colocarnos en esa indiferencia de no
desear, por ejemplo, la salud ms que la enfermedad, la vida larga ms que la vida corta, las comodidades ms
que las privaciones., la estima y el xito ms que la oscuridad y el fracaso.
No se trata de no tener ningn inters por nada, sino tenerlo en lo que Dios quiere que lo tengamos y en la
medida en que Dios quiere. Es querer con voluntad libre y determinada, sean los que fueren los atractivos o
las repugnancias de la naturaleza y del amor propio todo lo que Dios quiere; y en no querer lo que Dios no
quiere.
Una hermosa frmula de esta actitud es la oracin del salmista que acababa de superar la tentacin del
atractivo del mundo: No te tengo a Ti en el cielo? Y contigo, qu me importa la tierra? Se consumen mi
corazn y mi carne por Dios, mi lote perpetuo (Sal 73,25-26).
La independencia, segn san Francisco de Sales, consiste en colocarse por encima de toda influencia externa
deprimente, desagradable, irritante, que intranquiliza, que nos atrae, que nos hace dignos de compasin, que
nos afecta, que nos entristece.
Consiste en superar las dificultades, y la impresin que pueden producirnos los sucesos, agradables o
desagradables. Consiste en prescindir, aun viviendo entre otros, de lo que piensen, digan o hagan los dems;
en prescindir de lo que son y deberan ser, de lo que hacen y deberan hacer. Y eso, sin apegamos a nada, sin
detenernos en nada, sin admirarnos ni maravillarnos de nada, sin preocuparnos de nada, sino nicamente de lo
que Dios quiere actualmente respecto de nosotros, porque Dios es el bien soberano, el nico necesario.
Deca san Francisco de Sales: Me agradan las almas independientes, vigorosas, esforzadas. Yo soy la persona
ms afectiva de este mundo, y siento que no amo ms que a Dios a todas las almas por Dios.
4. Liberarnos de toda afeccin desordenada (EE 21).
Con muchsima frecuencia parece que nos arrancan la piel cuando nos vemos obligados a renunciar a alguno
de nuestros deseos o de nuestros planes. Eso indica que no somos libres de espritu, no somos como Jess,
libre para usar o no usar de las cosas segn la voluntad del Padre.
Ser interiormente libre es estar dispuesto a abandonar nuestros planes, a renunciar a nuestros deseos, como el
rbol en otoo deja caer las hojas muertas al menor viento que pasa.
Si no desearnos ansiosamente nada, si no nos apegamos desordenadamente a nada, no nos molestar nada de
lo que Dios no quiere para nosotros, no nos quejaremos de nada de lo que Dios nos prohbe, no perderemos la

paz y la alegra porque, segn su Providencia, Dios nos quite los medios de poder hacer o conseguir eso que
buscbamos o porque no nos d los medios de hacerlo fcilmente y pronto.
No puede resultar bien segn Dios ms que lo que Dios bendice y consagra. Ahora bien. Dios no bendice ni
consagra sino lo que le agrada, lo que coincide con su voluntad que busca nuestro mayor bien. Se suele saber
si una cosa le agrada a Dios o no cuando nos da o no nos da con largueza los medios para llevarla a cabo.
Sin estos medios su yugo no nos sera ligero: el peso, la obligacin de hacer, no nos sera suave la voluntad de
Dios nos resultara dura e insoportable.
Cuando notemos que nuestros deseos o nuestros planes van envueltos en preocupacin ansiosa, podemos
deducir que todava no hemos bebido en el verdadero manantial de la paz y de la alegra el agua viva que
apaga la sed para siempre. Quizs eso que deseamos no es malo, pero el modo de desearlo indica que hay en
nosotros apegos, que nuestra voluntad no est purificada.
San Francisco de Sales lleg a decir: Yo deseo poqusimas cosas, y las cosas que deseo las deseo muy poco.
No es falta de ideales e ilusiones de llenar nuestra vida segn el plan de Dios, sino falta de ansia e
intranquilidad en esos ideales, es decir, sobra de paz y de alegra al realizar esos ideales, por no estar nosotros
obstaculizados por afectos y deseos desordenados.
Pero, cmo ordenar en nosotros la caridad?
La caridad bien ordenada nos hace buscar en todo agradar a Dios. Nos hace amar a los que nos aman, y a
quienes amamos: en Dios, esto es, por motivos sobrenaturales, por el alma y no solamente por el cuerpo; por
Dios: para hacer que se entreguen ms y mejor a Dios; segn Dios: en la medida que El quiere, y con el amor
que El nos comunica; con el modo de Dios: con las cualidades de su caridad infinita: bondad, espritu de
sacrificio, deseo de la autntica felicidad de los dems, perdn, etc. (las cualidades de la caridad, tal como la
describe san Pablo en 1 Co 13,4-7).
5. El espritu bueno.
Hay una manera de entender, mirar y representarse las cosas que es propia de la inspiracin del espritu bueno,
del ngel bueno. Esa manera consiste en entender, mirar y representarse todo en la luz de Dios, es decir,
segn las ideas y pensamientos de Dios, que son pensamientos de paz, y no de afliccin (Jr 29,11).
Ese buen espritu nos gua, y hemos de pedir ponernos bajo su direccin (tu espritu que es bueno me gue
por tierra llana. Sal 143,10). Para que nos sea ms fcil dejarnos dirigir por l hemos de procurar pensar y
sentir siempre bien del Seor: tender a interpretar toda disposicin o permisin de la Providencia divina como
dictada por la bondad y la misericordia infinitas de nuestro Padre. Este ejercicio nos ir aumentando la certeza
de pensar sentir rectamente, segn la verdad: entonces ir resplandeciendo cada vez ms en nuestra vida la luz
del Espritu de Dios, y se ir esparciendo su aroma.
Y se cumplir en nosotros el deseo de san Pablo: que el Padre de las misericordias y Dios de toda
consolacin (2 Co 3), el Dios de la esperanza, os llene de toda alegra y paz cuando ejercitis vuestra fe,
para que rebosis de esperanza por el poder del Espritu Santo (Rm 15.13).
Y dado que todo lo que se escribi (en la Sagrada Escritura) se escribi para nuestra enseanza, para que
mantengamos la esperanza por la constancia y el consuelo que dan las Escrituras (Rm 15.4), hemos de volver
con frecuencia a los escritos del Nuevo Testamento, donde encontramos la revelacin ms perfecta de Dios
el corazn de su Hijo, Jesucristo, y las inspiraciones e impulsos de su Espritu Santo, el espritu de
adopcin filial con el que gritamos Abba!, Padre! (Rm 8,15).
6. La mejor ocupacin.
Es la voluntad actual de Dios, que es el bien soberano: para Dios (su gloria, su alabanza, el mayor servicio
que podemos pro curarle: EE 169-189): para nuestro prjimo (su destino, su fin, su perfeccin. su descanso.
su felicidad. su gozo): para nosotros mismos.
Toda voluntad de Dios concreta lleva consigo la gracia de ese momento, como la maternidad lleva consigo
para una madre todo lo que necesita para cuidar alimentar al hijo que ha concebido. Si queremos todo lo que

Dios quiere, si queremos solo lo que Dios quiere, si lo queremos como El lo quiere, nuestra vida estar llena
en cada instante, colmada tanto cuanto puede estarlo, sin ningn vaco y sin sentido. Esto vale mucho ms que
cualquier otra ocupacin humana elegida solamente por nosotros, por la que podramos estar naturalmente
ms satisfechos.
Si amamos la voluntad de Dios sobre todas las cosas tendremos siempre lo que deseamos: y hacindola
haremos siempre... lo que ms nos agrada! Veris que Dios har vuestra voluntad cuando os encuentre
dispuestos a hacer siempre la suya (san Francisco de Sales). Sea el Seor tu delicia, y El te dar cuanto pida
tu corazn (Sal 37,4).
Por ser esto as, hacer en cada instante la voluntad de Dios es lo nico necesario. Nuestra ambicin, nuestra
impaciencia, deben detenerse, para centrarnos todo cuanto somos en la accin que realizamos en el momento
presente, en el ahora que tiene una gracia particular de Dios para m. Cualquier cosa que estemos haciendo
hemos de hacerla no slo sin precipitacin (como la hara uno que tiene ganas de terminar en seguida una
tarea fastidiosa), sino que nos debemos aplicar a ella como quien disfruta verdaderamente de lo que hace.
As, pues, hemos de hacerlo todo con amabilidad, sin violencia y sin languidez: levantarnos, acostarnos,
escribir, cocinar, hacer visitas, pasear, ir a la compra, trabajar, descansar...: por motivos elevados, capaces de
alegrar la mirada de Dios y de agradarle (Seor, todo por Ti!); del modo ms exacto y airoso posible, capaz
de alegrar a quien nos contemple.

II. LIBERTAD Y CONFIANZA


Las dos son, por una parte, causa de paz y de alegra; y, por otra parte, son su consecuencia.
1. Al hablar de libertad nos referimos a lo que suponen aquellas frases de san Pablo: ya comis, o veis, o
hagis cualquier cosa, hacedlo todo para gloria de Dios (1 Co 10.31); todo cuanto hagis, de palabra o de
obra, hacedlo todo en nombre del Seor Jess (como si lo hiciera El), dando gracias a Dios Padre por medio
de El (Col 3,17).
Esas palabras nos estn indicando que cualquier ocupacin, por insignificante que parezca, es muy a propsito
para vivir adorando al Padre en espritu y en verdad (impulsados por el Espritu. que mueve a los que estn
unidos vitalmente a Cristo que es la Verdad). Ninguna ocupacin debera apartarnos de esa adoracin
perpetua; basta hacerla como quien sabe que est haciendo la voluntad de Dios.
El adorador en espritu y en verdad canta en todo momento, bajo la impresin de esta santa libertad:
Cmo pagar al Seor todo el bien que me ha hecho?... Seor, rompiste mis cadenas (Sal 116,12.16).
Cuando se vive as, cuntas cosas nos parecen innecesarias, y de cuntas nos desprendemos voluntariamente!
Y las horas pasan por ejemplo, en una enfermedad sin hacer aparentemente nada, sin leer, sin hablar, sin
deseo de hacer algo, sin avidez por nada, a no ser por darse ms a Dios, estar ms a su disposicin,
ofrecindose a El, como quien depende realmente de El y esta atento por si El le pide o le encarga algo.
2. La confianza se entiende si pensamos que tenemos en este mundo un amigo muy influyente poderoso, que
conoce bien nuestros deseos y lo que necesitamos, nuestras dificultades de todo tipo; es un amigo que nos
quiere de verdad, y es sumamente leal y honrado; un amigo muy atento y previsor, de verdad interesado en
nuestro mayor bien. Y, consiguientemente, siempre trabajando en favor nuestro y de las personas que le
recomendamos. Qu seguridad nos dara tener un amigo as!
Resulta que ese amigo, que nadie puede jactarse de haberlo encontrado entre las criaturas de este mundo,
nosotros lo hemos encontrado: es Jess, que nos muestra su Corazn y nos invita: Venid a M... Yo os
aliviar. Con san Bernardo puede decir cada uno de nosotros: He encontrado el corazn del rey!
Jesucristo es rey poderossimo, es amigo infinitamente fiel, conoce perfectamente nuestros deseos ms
profundos, nuestras dificultades, nuestras pruebas. Por lo tanto, confianza! S de quin me he fiado (2 Tim
1.12). El me ha hablado del Padre, de su cuidado por nosotros: no se pierde un cabello, no cae un pajarillo a

tierra sin que El lo permita.


Y El no permite nada que no sea para nuestro mayor bien.
III. LA ADORACIN
Para El solo!
Qu sentimientos suscita esa expresin cuando una mujer piensa en su esposo, una hija en su madre, una
madre en su hijo, un hombre en su esposa.
Para l solo! Cunta admiracin, cunta ternura y viveza de sentimientos, qu unin de almas, qu incesante
llamamiento del corazn, qu instintiva necesidad de dependencia, de entrega, de sacrificio, qu fascinacin,
qu atraccin suave y fuerte al mismo tiempo, sentida en nuestro ser, suponen esas palabras.
Y cuando hay correspondencia perfecta, basta eso para ser felices.
Sin duda, el afecto hacia una criatura, si se expresa en esas palabras tomadas rigurosamente a la letra, es un
afecto que se exagera, se extralimita, se desva: adorar a una madre, o a un hijo, es una expresin profana, una
exageracin... de idolatra. Al Seor tu Dios adorars y a El solo servirs (Mt 4,10).
Pero hablar as refirindose a Dios Padre o a Jesucristo, eso que el mundo dice en el lenguaje corriente del
amor por las criaturas, no es otra cosa que justicia.
Con relacin a Dios, refirindonos a Jess, nunca es suficiente la admiracin, y jams sern exagerados el
amor, la dependencia, la entrega generosa; nunca nos entusiasmaremos demasiado de su hermosura, de su
bondad, de su perfeccin. Cuando se trata de El estos sentimientos se elevan a un alto grado, y entonces la
adoracin es lo que debe ser, el gesto y la actitud ms perfectos.
Una hermosa frmula de ese amor hecho admiracin es la de santa Margarita Mara de Alacoque: Todo me
parece bueno con tal que El est contento y yo lo ame. Todo me parece bueno con tal que El est contento...,
aunque sea a costa ma.

IV. A DIOS ROGANDO...


Unin de lo natural y lo sobrenatural, La gracia de Dios y nuestro pobre esfuerzo. Pedir y colaborar. Todo es
necesario, si queremos vivir habitualmente en la paz y en la alegra.
Cuntas veces querramos, y queremos, estar alegres, tranquilos, confiados, llenos de entusiasmo o, por lo
menos, de calma, y no podemos! Una cosa es conocer tericamente la importancia y la hermosura de esos
estados afectivos tan santos, tan conformes a lo que nos dicen la fe y la razn, y otra muy distinta es elevarse
hasta esa altura de paz y mantenerse en ella.
De hecho, slo la gracia puede hacer ese milagro. Por eso se entiende que Santiago nos aconseje: Alguno de
vosotros lo est pasando mal, est triste? Ore! (San 5.13). Y lo mismo podemos decir en otras situaciones:
alguno de vosotros tiene miedo? Est aburrido o desganado, sin ilusin? Experimenta violentos asaltos de
cualquier pasin o tentacin? Ore!
Es muy fcil determinar los estados afectivos y las inclinaciones al mal. Nos damos cuenta en seguida, aunque
no sepamos formularlos o explicar con exactitud lo que nos pasa. Es fcil localizar esas dificultades. Por el
contrario, es dificilsimo superarlas, de modo que sean ganancia para nuestra santificacin y nuestro bien
espiritual, sin ayuda sobrenatural. Es imposible. Por eso hemos de orar, aunque nos cueste, como le cost a
Jess en el Huerto de Getseman.
La gracia es la que triunfa maravillosamente, como lo experimentaron los dbiles y cobardes discpulos de
Jess en la transformacin de Pentecosts. Pero la gracia espera y pide esfuerzo personal; quiere coronarlo
con la victoria. Aydate y Dios te ayudar.

Y quedara luego la oracin de gratitud, de correspondencia al favor obtenido, y de propsito de perseverar en


la alegra espiritual. Por ejemplo:
Oracin de la alegra cristiana:
Dios mo, estoy contento porque T me amas, a pesar de mi indignidad.
Estoy contento porque te amo, a pesar de mi miseria.
Estoy contento porque puedo alguna vez, a pesar de mi nada, hacer que otros te conozcan y amen.
Estoy contento porque puedo sufrir algo por Ti.
Dios mo, estoy contento porque T ests presente y cercano en la Eucarista.
Estoy contento porque T eres mi husped cada maana.
Estoy contento porque tu presencia bendita llena mi da e ilumina mi vida.
Dios mo, estoy contento porque T eres mi fuerza en mis debilidades.
Estoy contento porque T eres mi consuelo en mis tristezas.
Estoy contento porque T eres mi luz en las oscuridades de mi camino.
Estoy contento, porque eres mi riqueza en mi pobreza. Estoy contento porque, si alguna vez me quitas algo,
me dejas todava mucho, y me aades mucho ms.
Estoy contento porque T eres mi padre, mi esposo, mi amigo, mi hermano, mi salvador, husped de mi
corazn por la gracia, vida de todo mi ser; eres todo para m.
Estoy contento porque eres la belleza, la bondad, la verdad resplandeciente de las que mi alma est sedienta.
Dios mo, estoy contento porque eres la felicidad eterna de los seres queridos que he perdido.
Estoy contento porque creo que los he de ver y disfrutar de su compaa en los esplendores de la vida eterna.
Maestro bueno, te doy gracias por haberme hecho encontrar en mi vida tantos corazones generosos y nobles.
Te doy gracias por el perfume de las flores, por el perfume de las almas santas, reflejo aqu abajo de tus
inmortales bellezas.
Te doy gracias por haberme permitido gozar de tantas maravillas creadas por ti.
Te doy gracias por todos los bienes que poseo, y por los que espero recibir de tu misericordia infinita en este
mundo y en el otro, para m y para todas las personas a las que quiero.
Amn.

V. PARA NO DESANIMARNOS POR LAS FALTAS


Si, a pesar de nuestros buenos deseos, caemos en faltas de palabra o de obra; si cualquier suceso nos irrita, o
cualquier curiosidad vana nos distrae de nuestro trabajo, o cualquier alegra excesiva nos enloquece; si
percibimos que hemos pensado mal instantneamente de nuestro prjimo, o que hemos cado, por cualquier
motivo y aun muchas veces, en un defecto, sobre todo en se del que habamos propuesto enmendarnos... no
nos asustemos!
No nos escandalicemos de nosotros mismos, no pensemos obsesivamente en lo sucedido de forma que nos
aflijamos y nos desalentemos. No lleguemos a la conclusin inmediata de que no tenemos remedio, de que no
nos ser posible enmendarnos, de que no hacemos lo que debemos en nuestros Ejercicios Espirituales. Menos
an pensemos que Dios no nos ayuda pues de lo contrario no caeramos con tanta frecuencia en la misma
falta.
Reaccionar as es causarnos nuevos sufrimientos, y es una prdida de tiempo que a toda costa hemos de evitar.
No tendramos todas esas inquietudes si reconocisemos humildemente nuestra debilidad, y si aprendisemos
a tratar con Dios despus de nuestras cadas. No hemos de acudir a El con ese dolor y desaliento interior que
inquieta y abate, y es signo de poca sencillez y humildad. Volverse a Dios es convertirse a El. Hemos de
convertirnos a El cuantas veces caigamos, tercamente, con humildad, con la dulce y amorosa conviccin de su
bondad paternal, de su Corazn abierto siempre. Y esto, no slo cuando se trata de faltas ligeras, cotidianas;
no slo de las que se cometen por debilidad o descuido, o en un momento de cobarda o de turbacin, sino

tambin de los autnticos pecados, los que se cometen por malicia y dndonos cuenta.
Hay muchos que no entienden esto. Y en vez de poner en prctica esta gran leccin de confianza filial en la
misericordia de nuestro Dios, tienen su espritu siempre tan abatido que apenas pueden pensar en nada bueno,
y llevan una vida lnguida y deprimida, en buena parte por preferir sus ideas a la doctrina revelada por Dios.
Despus de una falta debemos calmarnos cuanto antes, sin perder tiempo en lamentaciones intiles. Podemos
tener esta norma: en cuanto caigamos en un pecado, pequeo o grande, una o mil veces al da, involuntaria o
voluntariamente, en cuanto nos demos cuenta de lo que hemos hecho, acudamos a Dios con la pena de haberle
hecho sufrir, y hablmosle con amorosa confianza, como los pecadores y enfermos que se acercaron a Jess
en Palestina:
Seor, ya ves lo que he hecho (o dicho, o lo que se me ha ocurrido en la imaginacin). Ya ves lo que soy y lo
que puedo. Soy capaz de cualquier cosa, porque el pecado no sabe producir ms que pecado. T no te
merecas esto, y lo siento por Ti... Compadcete de m; y ya que me das la gracia del arrepentimiento,
completa este favor perdonndome plenamente. Y no me dejes ms a merced de m mismo. No permitas que
me aparte de Ti...
Y ya no perdamos tiempo con reflexiones inquietantes. Comencemos de nuevo nuestro trabajo, sin pensar en
lo que ha sucedido, y con la misma calma y confianza de antes. Si hemos cado en un pecado grave, nos
confesaremos lo antes posible. Pero no perdamos ni un minuto en lamentarnos de nosotros depresivamente.
Aunque tropecemos muchas veces, volvamos a hacer lo mismo que en la primera. As, adems de volvernos
(convertirnos) siempre a Dios, siempre dispuesto a recibirnos con los brazos abiertos, no perderemos tiempo
ni energas en recriminaciones e inquietudes que agitan el espritu y lo incapacitan por largo tiempo para
recobrar la calma y la fidelidad.

VI. ORACIN PARA OBTENER LA FIDELIDAD A LA GRACIA


Verbo de Dios, esplendor del Padre, anhelando husped de nuestras almas, Jess manso y humilde de
Corazn: haz que, en unin contigo, y movido por tu Espritu Santo en mis pensamientos, palabras, acciones,
contrariedades, sufrimientos, alegras, privaciones, no deje yo nunca de hacer algn bien o alguna cosa que
te pueda agradar, y jams cometa algn mal o haga cosa alguna que te pueda desagradar. Amn.
1 EE, 140
2 EE 144. Almas de buena voluntad son las que van intensamente purgando sus pecados, y de bien en mejor subiendo en el servicio de Dios
nuestro Seor (EE 315).
3 El reino de Dios consiste... en santidad, paz y alegra en el Espritu Santo (Rm 14.17).
4 Os dejo paz, os doy mi paz: os la doy no como la da el mundo (Jn 14,27).
5 Donde est el Espritu del Seor est la libertad (2 Co 3.17)... Para la libertad nos liber Cristo! (Ga 5,1). San Juan asegura que la
caridad perfecta echa fuera al temor, (1 Jn 4.18) y ensancha el corazn. La primera ley de todas es la ley interior de la caridad, que el Espritu
Santo escribe en nuestro corazn de bautizados: pero es una ley que libera, queque dilata nuestro horizonte vital.
6 Cuando emprendemos una obra buena, de apostolado, por ejemplo: o bien llegamos a terminarla, o bien nos vemos impedidos por algn
obstculo insalvable, por la enfermedad, ola misma muerte.
En el primer caso, nuestro deseo se cumple; demos gracias a Dios. En el segundo caso, que fue el de san Francisco Javier agonizando en
Sanchn frente a las costas de China, Jesucristo se contenta con nuestros buenos deseos y nuestra buena voluntad, dispensndonos del trabajo:
quiere reservar para El solo todo nuestro tiempo y nuestras energas. Demos gracias a Dios.
7 Hablando de san Francisco de Sales escribi santa Francisca de Chantal que tena un nimo tan grande y tan noble, tan generoso y tan
magnnimo, que no estaba esclavizado a criatura alguna; por el contrario, estaba por encima de todo, cuando se trataba de la gloria de Dios. No

dependa ni de los honores ni de las riquezas, ni de los favores de los grandes: se rea de todo eso. No dependa ni aun de la muerte, ni de la vida,
ni de parientes ni amigos. Su mente era seora, estaba por encima de todo.
8 No os inquietis por el maana... A cada da le basta su propia fatiga (Mt 6,34). No conviene cargar de tanto trabajo corporal que se ahogue
el espritu y reciba dao el cuerpo, deca san Ignacio de Loyola en sus Constituciones (298). Recordemos que el labrador no est obligado a
cultivar ms que el trocito de tierra que Dios le ha confiado: ni puede empearse en hacer que ese terreno rinda ms de lo que puede, conforme a
los medios, maquinaria. etc., de que l dispone.
9 La alegra del ciclo es la alegra de la eternidad, la que tendremos en la eternidad feliz con Dios. Nuestra alma es inmortal: y, si estamos en
gracia, poseemos desde ahora en sustancia lo que en el cielo ser la esencia de nuestra alegra. Y esa alegra podemos aumentarla, al aumentar
nuestros mritos. Deca sor Isabel de la Trinidad: He encontrado el cielo sobre la tierra, porque el cielo es Dios y Dios est en mi alma.
10 Los sentimientos de bienestar moral, de anchura, de esponjamiento interior, reinaban en el Corazn de Jess en su vida terrena. Y llenaron
siempre su alma, al menos en la parte superior, aun cuando la sensibilidad fuera presa de los asaltos del miedo, de la tristeza y del tedio, como en
Getseman.
11 Toda prueba, grande o pequea, es un escaln para subir a ms felicidad y gloria: es una palabra afectuosa: Amigo, sube ms arriba! (Le
14.10), una invitacin a subir ms alto.
12 La alegra sensible puede faltar a vecesy es gran sufrimiento a las almas fervorosas. Queda entonces, como recurso a nuestra disposicin,
lo que san Francisco de Sales llama alegra de la voluntad, que consiste; primero, en no ceder lo ms mnimo a los impulsos provenientes de los
sufrimientos internos o externos y segundo, en actuar como si todo sucediese prsperamente, como si estuvisemos contentos; esto se consigue
gracias a la fe, la confianza, el amor: y es un buen ejercicio de paciencia y fortaleza.

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