Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                

Introducción A La Vida Devota

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 491

Acerca de este libro

Esta es una copia digital de un libro que, durante generaciones, se ha conservado en las estanterías de una biblioteca, hasta que Google ha decidido
escanearlo como parte de un proyecto que pretende que sea posible descubrir en línea libros de todo el mundo.
Ha sobrevivido tantos años como para que los derechos de autor hayan expirado y el libro pase a ser de dominio público. El que un libro sea de
dominio público significa que nunca ha estado protegido por derechos de autor, o bien que el período legal de estos derechos ya ha expirado. Es
posible que una misma obra sea de dominio público en unos países y, sin embargo, no lo sea en otros. Los libros de dominio público son nuestras
puertas hacia el pasado, suponen un patrimonio histórico, cultural y de conocimientos que, a menudo, resulta difícil de descubrir.
Todas las anotaciones, marcas y otras señales en los márgenes que estén presentes en el volumen original aparecerán también en este archivo como
testimonio del largo viaje que el libro ha recorrido desde el editor hasta la biblioteca y, finalmente, hasta usted.

Normas de uso

Google se enorgullece de poder colaborar con distintas bibliotecas para digitalizar los materiales de dominio público a fin de hacerlos accesibles
a todo el mundo. Los libros de dominio público son patrimonio de todos, nosotros somos sus humildes guardianes. No obstante, se trata de un
trabajo caro. Por este motivo, y para poder ofrecer este recurso, hemos tomado medidas para evitar que se produzca un abuso por parte de terceros
con fines comerciales, y hemos incluido restricciones técnicas sobre las solicitudes automatizadas.
Asimismo, le pedimos que:

+ Haga un uso exclusivamente no comercial de estos archivos Hemos diseñado la Búsqueda de libros de Google para el uso de particulares;
como tal, le pedimos que utilice estos archivos con fines personales, y no comerciales.
+ No envíe solicitudes automatizadas Por favor, no envíe solicitudes automatizadas de ningún tipo al sistema de Google. Si está llevando a
cabo una investigación sobre traducción automática, reconocimiento óptico de caracteres u otros campos para los que resulte útil disfrutar
de acceso a una gran cantidad de texto, por favor, envíenos un mensaje. Fomentamos el uso de materiales de dominio público con estos
propósitos y seguro que podremos ayudarle.
+ Conserve la atribución La filigrana de Google que verá en todos los archivos es fundamental para informar a los usuarios sobre este proyecto
y ayudarles a encontrar materiales adicionales en la Búsqueda de libros de Google. Por favor, no la elimine.
+ Manténgase siempre dentro de la legalidad Sea cual sea el uso que haga de estos materiales, recuerde que es responsable de asegurarse de
que todo lo que hace es legal. No dé por sentado que, por el hecho de que una obra se considere de dominio público para los usuarios de
los Estados Unidos, lo será también para los usuarios de otros países. La legislación sobre derechos de autor varía de un país a otro, y no
podemos facilitar información sobre si está permitido un uso específico de algún libro. Por favor, no suponga que la aparición de un libro en
nuestro programa significa que se puede utilizar de igual manera en todo el mundo. La responsabilidad ante la infracción de los derechos de
autor puede ser muy grave.

Acerca de la Búsqueda de libros de Google

El objetivo de Google consiste en organizar información procedente de todo el mundo y hacerla accesible y útil de forma universal. El programa de
Búsqueda de libros de Google ayuda a los lectores a descubrir los libros de todo el mundo a la vez que ayuda a autores y editores a llegar a nuevas
audiencias. Podrá realizar búsquedas en el texto completo de este libro en la web, en la página http://books.google.com
Filmrefed

4664

Crinidad Rocaf
LIBRERIA

RELIGIOSA.

TOMO IV .
INTRODUCCION

A LA VIDA DEVOTA

ESCRITA EN FRANCÉS
POR
SAN FRANCISCO DE SALES
TRADUCIDA
al castellano de órden del Emo. y Excmo.
SR . CARDENAL DE LORENZANA
arzobispo de Toledo
POR
D. PEDRO DE SILVA PBRO. ,
Y AUMENTADA CON UN COMPENDIO DE LA VIDA
DEL SANTO.

CON LICENCIA.

BARCELONA. Imprenta de los Herederos de


la V. Pla , calle de Cotoners.
1849.
Precio en rústica , 5 rs . vn.
COMPENDIO DE LA VIDA

DE

S. FRANCISCO DE SALES.

Nació Francisco en el año de 1567 en


el castillo de Sales , que está á trés leguas
de Annecy sus padres fueron D. Fran-
cisco , conde de Sales , y D. Francisca
de Sionas , nobles é ilustres por la san-
gre , pero mas aun por su eminente pie-
dad . Mientras estaba en cinta la condesa ,
ofrecia con frecuencia á Dios el fruto de
sus entrañas , y le pedia que , si su hijo
habia de ser enemigo suyo por el pecado ,
la privase del consuelo de verse madre .
Era Francisco muy hermoso , y con la dul-
zura de su aspecto ganaba los corazones
de cuantos le miraban : pero las calida-
des que formaban su mayor ornamento ,
- VI
eran su mansedumbre , su modestia , su
afabilidad y obediencia . Le crió su madre
con sumo cuidado , y desde sus mas tier-
nos años le hizo ejercitar en las virtudes
propias de su edad . Comenzó en Annecy
su primera instruccion , y de allí fué en-
viado á París , donde estudió en el cole-
gio de los PP . Jesuitas la retórica y filo-
sofía . Su primer cuidado fué buscar un
director prudente é ilustrado, por cuyo
consejo se aplicó al estudio de la sagrada
Escritura bajo la enseñanza del P. Juan
Maldonado , y para que le fuese mas fá-
cil su inteligencia , aprendió tambien el
hebreo con el doctor Genebrardo . De Pa-
rís solo conocia el colegio y algunas igle-
sias ; y como la de S. Estéban des-Gres le
parecia la mas propia para el recogi-
miento , era tambien la que mas frecuen-
taba . Postrado un dia delante de una imá-
gen de Maria santísima , y deseoso de con-
traer una obligacion mas rigurosa de ve-
lar continuamente en la pureza de su
corazon , se puso de un modo particular
bajo su proteccion , é hizo voto de per-
petua castidad .
VII

Seria seguramente muy agradable á


Dios esta consagracion de Francisco , Y
tal vez para recompensarle quiso que ex-
perimentase una tentacion que estaba bien
lejos de prever.
Su espírito se halló de repente lleno de
turbacion y de tinieblas ; se apoderaron
de su corazon la sequedad y el disgusto ;
y los ejercicios de piedad , que hasta en-
tonces habian becho todas sus delicias , la
práctica de las buenas obras , la oracion
y el estudio , todo , todo se le hizo penoso,
desagradable y fastidioso . El demonio
que era el autor de esa perturbacion ,
pretendia hacerle creer que estaba repro-
bado, y comenzó á afligirle con este pen-
samiento desesperante. Francisco habia
hallado siempre todas sus delicias en ocu-
parse de la dicha que tendria en gozar
por toda la eternidad del dulce objeto de
su amor ; así que se afligió profunda-
mente con estos pensamientos ; se puso
triste , perdió el color , y sintió tan crue-
les dolores , que no le permitian tomar
alimento ni reposo , de modo que se co-
menzó á temer por su vida .
VIH
Pero Dios que no consiente jamás que
sus servidores sean tentados mas allá de
lo que pueden resistir sus fuerzas , al
volver un dia de la escuela , le inspiró
que entrase en la capilla de la Vírgen ,
donde hizo antes el voto , y habiendo
visto allí una tablilla colgada , quiso leer
lo que decia ,, y halló ser aquella devota
oracion de san Agustin , que empieza :
Acordaos , piadosísima virgen Maria ,
que jamás se ha oido que llegase alguno
ápediros amparo , que no le haya conse-
guido, etc. Recitóla con muchas lágrimas
y sollozos hincado de rodillas , y con la
mayor amargura pidió al Señor , que si
habia de ser tan grande su desgracia que
debiese un dia ser condenado á aborre-
cerle por siempre en el infierno , le con-
cediese á lo menos la gracia de no pasar
en esta vida un solo momento sin amar-
le con todas las fuerzas de su corazon .
¿ Y era posible que desechase Dios una
súplica nacida de tan gran fondo de pie-
dad ? Ciertamente que no , y de aquí es
que apenas la hubo acabado, cuando re-
nació la paz en su corazon , cayeron de
IX -
su cuerpo como unas escamas , y se vol-
vió á casa con tal aire de alegría y de
buena salud , que su ayo y todos los que
temian por su vida se hallaron agrada-
blemente sorprendidos al ver un cambio
tan repentino como inesperado (*) .
Después de seis años de estudios , su
padre le hizo venir de Paris , y le envió
á Padua , que poseia entonces la mas fa-
mosa escuela de derecho . Aquí estuvo ex-
puesto á grandes peligros por haberse
empeñado alguno jóvenes libertinos en

(*) Este glorioso combate le hizo en


adelante tan diestro en el manejo de las
armas espirituales , que era para los otros
como un arsenal, que suministraba á to-
dos los que le manifestaban sus tentacio-
nes los medios de defensa , y las indus-
trias que necesitaban para vencer : seme-
jante á aquella torre de David de la que
estaban pendientes mil escudos , y todos
los armamentos de los fuertes . Aconseja-
ba á las personas que eran atacadas de
fuertes tentaciones , que sobre todo acudie-
sen á la poderosa intercesion de la Madre
de Dios, que es terrible á los enemigos
infernales como un ejército formado en ba-
talla ( Cantic. 6, 3 ).
1'
hacerle perder su castidad ; pero con el
auxilio de aquel , en quien tenia coloca-
da su esperanza , salió felizmente de to- .
dos. Mas temiendo nuevos ataques , redo-
bló sus oraciones , austeridades y aplica-
cion al trabajo en tales términos , que de-
bilitado su vigor natural , cayó en una
terrible enfermedad , que puso en grande
peligro su vida ; basta que de repente
comenzó á mejorar de tal manera que los
médicos tuvieron por milagrosa su cura-
cion .
Concluidos sus estudios , y graduado
de doctor en leyes , visitó á Roma , y
vuelto á la casa paterna se recibió de
abogado en el senado de Chambery. Su
padre tenia el designio de casarle , y á
este fin le propuso un partido muy ven-
tajoso ; y casi al mismo tiempo le nombró
senador el Duque de Saboya . Esto puso
á Francisco en la precision de explicarse,
y declarar á su padre la resolucion que
habia tomado de consagrarse al servicio
de Dios en el estado eclesiástico . Consin-
tieron en ello los condes de Sales , cuan-
do vieron que era la voluntad de Dios,
X1 -
bien que no sin alguna pena por ser el
primogénito de sus hijos .
Un primo suyo canónigo de Ginebra ,
que fué el que le logró este consentimien-
to , sin decirle nada le habia alcanzado
antes de Su Santidad la dignidad de pre-
boste de aquella ciudad , la que por fin
el santo consintió en aceptar , y poco
tiempo después le confirió su obispo los
sagrados órdenes . Apenas recibió Fran-
cisco el sacerdocio , cuando se presentó
lleno del espíritu apostólico y abrasado
del celo por la salvacion de las almas .
Predicaba raras veces en la ciudad , por-
que temia que los aplausos no le robasen
el fruto de sus sermones, y su gusto era
irse por los pueblos y aldeas para ins-
truir las pobres gentes del campo , que
vivian en una grande ignorancia de la Re-
ligion . Sus grandes trabajos por el ser-
vicio de la Iglesia , y la bendicion con-
que Dios los coronaba, le merecieron una
nueva prenda de la estima de su príuci-
pe , que trató de obligarle por segunda
vez à que aceptase el cargo de senador
en el senado de Chambery ; pero Fran
XII
cisco se resistió constantemente diciendo ,
que no conoce toda la extension del mi-
nisterio sacerdotal el que cree que no bas-
ta para dar ocupacion á todo un hombre .
Cuando el Duque de Saboya hubo re-
cobrado el ducado de Chablais y algunos
otros paises, trató de restablecer en ellos
la Religion católica , que habia arranca-
do violentamente la herejía , y para esto
en 1594 escribió al obispo de Ginebra
recomendándole esta obra . Los sabios se-
gun el mundo miraban como impractica-
ble la empresa , y los mas resueltos en-
tre el clero tanto secular como regular,
se aterraron á la vista de las dificultades
y riesgos : Francisco fué el único que se
ofreció para ella , acompañado de su pri-
mo el canónigo D. Luis de Sales . Cuando
estuvieron para entrar en el pais de Cha-
blais , puesto el Santo de rodillas , oró al
Señor con muchas lágrimas , empeñó á
los ángeles custodios del pais que les
ayudasen , y vuelto á su primo le abrazó
con ternura , y le dijo : Entramos en este
pais para ejercer la mision de apóstoles ;
queremos, pues , que nos salga bien la
XIII
empresa , imilemos á los apóstoles : de-
jemos los caballos , andemos á pié , y co-
mo ellos contentémonos de lo necesario.
Hiciéronlo así , y desde este momento
anduvo siempre à pié en un pais tan ás-
pero como aquel , con un baston en la
mano , acompañado de un solo criado y
con un saco que con frecuencia llevaba
él mismo á cuestas , en el que habia un
breviario y una biblia . Experimentó fa-
tigas y contradicciones increibles : le
cerraban las posadas y muchas veces te-
nia que dormir al sereno : se le negaba
todo , y ni aun con dinero hallaba pan ,
y le trataban de mago y hechicero . El
despecho y el furor de los ministros pro-
testantes llegaron al extremo de apostar
varias veces gente para asesinarle . Su
padre , viendo los peligros á que estaba
expuesto , le mando que volviese á su ca-
sa , diciéndole que todas las personas
prudentes tenian por una locura y obsti-
nacion insensata la porfía de continuar en
una mision como aquella . Pero nada fué
capaz de desanimarle , y lo que al prin-
cipio no pudo lograr con sus discursos ,
XIV -
lo alcanzó por fin con su mansedumbre,
su perseverancia y ejemplos admirables
de su vida . Al fin se dejaron ganar los
mas ciegos y endurecidos herejes , y vol-
vieron al seno de la Iglesia. En pocos
años se vió resucitar milagrosamente la
Religion católica en todo el Chablais , y
en la mayor parte de la diócesis de Gi-
nebra se restableció su ejercicio público,
y habiendo allanado las dificultades con
su paciencia y trabajos , se le enviaron al-
gunos trabajadores evangélicos para que
le ayudasen á consumar aquella grande
obra.
Movido el obispo de Ginebra de unos
progresos que ni aun se babia atrevido á
esperar , resolvió pedir por su auxiliar á
Francisco, á quien comunicó tal designio
cuando vino à Annecy para darle cuenta
de los resultados de su mision : y como
en ella habia conocido mas que nunca to-
da la extension de los deberes y la gran-
deza de los peligros del episcopado , no
pudo resolverse á aceptarla á pesar de las
vivas instancias de su obispo , que tuvo
que valerse de su autoridad para obligar-
XV
⚫le. En efecto , babiendo obtenido del du-
que de Saboya el despacho de auxiliar en
favor de Francisco , le envió un eclesiás-
tico para prevenirle que aceptase só pena
de ser tenido por inobediente. Aloir Fran-
cisco estas palabras , le pareció que todo
el peso de la autoridad de la Iglesia , que
respetaba en su obispo , gravitaba sobre
sus hombros , y no se atrevió á resistir
mas ; pero antes de dar su consentimien-
to se fué á la Iglesia , y postrado ante el
Santísimo Sacramento , oró largamente
y con gran abundancia de lágrimas ,
combatido por el deseo de obedecer á su
obispo , y el temor de los peligros á que
su obediencia iba á exponerle. Por fin re-
cobró su primera tranquilidad , y vuelto
al eclesiástico le encargó que dijera al
señor obispo que se sometia á las órde-
nes de Dios ; mas apenas lo hubo hecho ,
que experimentó el dolor mas agudo que
en su vida hubiese tenido , y que le oca-
sionó una enfermedad , de que no pensa-
ba salir con vida .
Habiendo recobrado su salud , se vió
obligado á ir á Paris por asuntos de la re-
XVI
ligion , y predicó la cuaresma á la corte
en la capilla del Louvre , obrando infini-
tas conversiones , y entre otras la de mu-
chos calvinistas . Enrique IV quiso rete-
nerle en Paris , ofreciéndole una pension
de cuatro mil libras . y el primer ` obis-
pado que vacase ; pero Francisco respon-
dió que , habiéndole llamado Dios á pesar
suyo para el obispado de Ginebra , se
veia obligado á seguir su vocacion , y á
guardarle toda su vida en cuanto a la
pension dijo , que lo poco que tenia le bas-
taba para sus necesidades, y que mas ren-
ta solo le serviria de embarazo . Sin em-
bargo habiendo sabido el rey que el obis-
pado de Ginebra no pasaba de tres á cua-
tro mil libras de renta , dijo que no bas-
taba para un hombre del mérito de Fran-
cisco , y le hizo extender el despacho de
una pension de mil escudos . Por esta vez
no se atrevió Francisco à reusar ; única-
mente suplicó al rey que el dinero queda-
se en poder del tesorero, y que ya lo re-
cogeria cuando lo necesitase . Conoció el
rey que esto era una manera atenta de
reusar, y no pudo menos de exclamarse :
XVII
que el obispo de Ginebra por esta feliz in-
dependencia en que su virtud le colocaba,
le era tan superior , como lo era él á los
demás hombres por su dignidad real .
Después de nueve meses de mansion en
Paris salió para Annecy , y en el camino
supo la muerte del obispo Granier . Apre-
suró su marcha para Saboya , y lo primero
que hizo fué encerrarse veinte dias en el
castillo de Sales para prepararse á su con-
sagracion , que hizo en 3 de diciembre de
4602 sa metropolitano , el arzobispo de
Viena . En posesion de su dignidad , se miró
como un hombre muerto para el mundo ,
y obligado mas estrechamente que nunca ,
no vivir sino para Dios y su Iglesia ; y
ejecutó sin dilacion el plan que en sus
ejercicios habia arreglado tanto para su
vida privada , como para el arreglo de
su casa y gobierno de su diócesis .
En su consecuencia no usó jamás cosa
de seda ni que fuese brillante , sino que
vistió siempre de lana y con la misma
sencillez que antes de ser obispo . Tenia
su casa limpia ; pero sus muebles eran
sencillos, y sin mas adornos que algunos
XVIII
cuadros devotos : veíasele sin magnificen-
cia ni tren : no usaba jamás de coche ni
litera, y siempre iba á pié, basta cuando
visitaba su diócesis . Su mesa era la mas
frugal , y lo que se servia , debia ser para
todos los que en ella se sentaban . Toda su
familia estaba reducida à dos sacerdotes ,
que eran su capellan y el mayordomo pa-
ra administrar las temporalidades y vigi-
lar los criados , sin que por esto se olvidase
el amodel cuidado que de ellos debia tener .
Asistia á todas las funciones de devocion
que se celebraban en las iglesias de la ciu-
dad: visitaba al pobre y al enfermo : acre-
cia prodigiosamente sus limosnas : se le-
vantaba todos los dias á las cuatro de la
mañana : pasaba la primera hora en ora-
cion mental; rezaba luego laudes y prima,
que eran entonces las preces matutinas ,
en compañía de su familia ; leia en segui
da las santas Escrituras hasta las siete en
que celebraba misa todos los dias ; después
de lo cual se dedicaba á los negocios has-
ta la hora de comer . Durante la comida ,
se hacia leer la sagrada Escritura ó al-
gun libro de piedad , y solamente al fin
XIX
de ella se permitia alguna conversacion
de cosas útiles : la tarde la pasaba entre
la oracion y los cuidados de su cargo .
Después de cenar , leia por espacio de una
bora á su familia un libro devoto , rezaba
en seguida con ellos sus oraciones de la
noche , y al fin de todo los maitines . Ayu-
naba los viernes , sábados y vigilias de
nuestra Señora ; llevaba continuamente
un cilicio , y usaba de la disciplina ; pe-
ro buia de toda austeridad ostentosa ,
bastándole el ejemplo de mortificacion
que á todos daba con esta exacta unifor-
midad y regla de vida, junto con una in-
terior abnegacion de sí mismo .
Una de las primeras cosas que le ocu-
paron, fué el establecer en su diócesis los
catecismos para la instruccion de la ju-
ventud , de lo que sabia muy bien que
depende todo el fruto del trabajo de los
párrocos . Para honrar este ejercicio, em-
pezó él mismo á practicarlo , continuán-
dolo después en cuanto sus ocupaciones se
lo permitian . Empleó todos sus cuidados
en la eleccion é instruccion de los sacer-
dotes ; examinaba él mismo con la mayor
XX
escrupulosidad á los que se presentaban
para los sagrados órdenes , á los que no
admitia á ninguno que conociese ser vi-
cioso ó ignorante , ó que se ordenaba por
miras de ambicion ó de interés . Le decian
á veces que faltaban sacerdotes en su obis-
pado , y él no lo ignoraba por cierto ; pe-
ro respondia , que no eran tanto los sacer-
dotes los que hacian falta á su iglesia, co-
mo los buenos sacerdotes , y lo que debia
hacerse era rogar al Amo de la cosecha
que enviase trabajadores á su campo .
Emprendió la visita de las parroquias
de su obispado , resuelto á no dejarla ja-
más del todo , con la persuasion de que
este era el medio de hacer entrar en el
redil á tantas ovejas extraviadas y perdi-
das en las montañas , que tal vez no ha-
bian jamás oido la voz de su pastor . Iba
á buscarlas con penas y fatigas infinitas,
atravesando á pié por espantosos desier-
tos , obligado á dormir con frecuencia so-
bre paja en pobres chozas , y á trepar por
entre breñas casi inaccesibles , expuesto á
caer en precipicios . si el pié óla mano
le hubiesen faltado . Hablaba con esas po-
XXI -

bres gentes con una bondad que les en-


ternecia ; se enteraba de sus necesidades
y penas ; les asistia con todo lo que po-
dia , y mas de una vez se le vió despojar-
se de una parte de sus vestidos para cu-
brir á los pobres , cuando no tenia nada
mas que darles . Vinieron un dia los di-
putados de un valle à encontrarle à tres
leguas de distancia para hacerle saber
que , habiéndose desprendido de los mon-
tes enormes peñascos , habian arruinado
varios pueblos y muerto a muchos de sus
habitantes y una porcion de sus ganados
único recurso del pais ; que reducidos por
esta desgracia á una extrema miseria.es-
taban en la imposibilidad de pagar los
tributos ; y pidiéndole que enviase algu-
no para cerciorarse de estos hechos , á fin
de que pudiese interesarse por ellos con
el Duque : Francisco se ofreció à partir
al momento para ir á complacerles en
todo lo que de él dependiese , y habién-
dole dicho aquellos que los caminos esta-
ban intransitables , les contextó el santo
Obispo ¿ ‫ نا‬Y no habeis venido vosotros ?
¡ Oh! nosotros , dijeron , somos pobre
XXII

gente , acostumbrados á semejantes fati-


gas. Y yo hijos mios , replicó el Santo ,
soy vuestro padre , y estoy obligado á
providenciar por vuestras necesidades : y
se fué con ellos á pié, teniendo que andar
todo el dia para hacer tres leguas. Lle-
gado al punto , halló unas pobres gentes
sumidas en la mas espantosa miseria y
desnudez , que le hicieron derramar lá-
grimas : les consoló , les dió todo el di-
nero que llevaba, y habiendo escrito por
ellos al Duque , alcanzó todo lo que soli-
citaban .
Por mas que las funciones de que
acabamos de hablar le llevasen muy
ocupado , hallaba tiempo , no obstante,
para instruir los fieles por medio de sus
escritos . El mas conocido y el mas aco-
modado á todo el mundo , es su Intro-
duccion á la vida devota , que le dió el
consuelo de producir, ya mientras vivia,
frutos abundantes . Dirigia una infinidad
de personas , y en cuanto podia , oia las
confesiones de todos los que se le pre-
sentaban , que eran muchos , venidos.
algunos hasta de ciento veinte leguas , y
XXIII
que le tenian á veces todo el dia en el con-
fesonario . Su dulzura atraia á todo el
mundo ; pero no era como algunos han A
querido figurársela , una indulgencia que
favoreciese la relajacion , sino una cari-
dad tierna y compasiva que le hacia dar-
se todo para todos , à fin de ganarles á
todos , y que , después de haber hecho
revenir de sus extravíos á los pecadores,
concluia con bacerles entrar en las prác-
ticas de la mas severa penitencia .
Sobre esto vamos á referir un caso bien
singular que le sucedió en Lion , a donde
habia ido por ciertos asuntos . Recibió un
billete de un desconocido , que solo con-
tenia estas palabras : Si V. I. no viene á
confesarmelo mas pronto posible, respon-
derá de mi alma delante de Dios . Con-
textó que fuesen á esperarle en el locuto-
rio de la Visitacion , à donde iria dentro
un momento . Era la Visitacion una nueva
fundacion que acababa de hacer en favor
de las personas del otro sexo , que por su
edad avanzada , por sus achaques ó por
su viudez ó pobreza no podian entrar en
los conventos antiguos . Al acercarse al
XXIV
convento , vió un criado que tenia dos
caballos por las riendas ; y entrando en
el locutorio halló un hombre alto y de un
aspecto tosco y extranjero : su traje era
de caballero é iba cubierto con una capa
de campaña , con la que se cubria el ros-
tro para no ser conocido . Recibió al san-
to con poco cumplimiento, y apenas hubo
entrado en el locutorio , cuando cerró la
puerta y ventanas y sacó la llave , des-
pués de haber cortado la cuerda de la
campanilla , para que nadie les estorbase .
Estaba mirando Francisco en que para-
rian todas estas precauciones , cuando el
extranjero , después de haberle suplica-
do que se sentase , se arrojó á sus piés , y
le dijo que era general de una órden ; que
vivia en una espantosa licencia , y que
con sus escándalos habia arrastrado á sus
religiosos en los mismos desórdenes ; que
bacia ya mucho tiempo que Dios le insta-
ba con eficacia para que se convirtiese ;
pero que la vergüenza y el temor de no
hallar un confesor que tuviese compasion
de su flaqueza , le habia detenido ; que ba-
biendo por fin oido hablar de su caridad
XXV
con los penitentes , habia venido de un
pais lejano para hacerle la confesion de
toda su vida . En efecto , la comenzó con
muchas lágrimas, y la continuó con to-
das las señales de una verdadera contri-
cion ; se enterneció el santo , y le trató
con la dulzura de que acabamos de ha-
blar , dándole pruebas de una grande
compasion , y excitándole à tener una
confianza ilimitada en la misericordia de
Dios, que está siempre pronto á recibir á
los grandes pecadores que vuelven á él
de todo su corazon . Impúsole una peni-
tencia proporcionada á los excesos que
habia cometido, se convino con él para
acabar por cartas la grande obra de su
conversion, y lo vió partir cambiado en
otro hombre, sin que nadie sino él le hu-
biese conocido. Supo después que su con-
version habia tenido felices resultados,
pues que la mayor parte de sus religio-
sos , edificados con sus buenos ejemplos,
habian reparado con la penitencia los es-
cándalos de la vida pasada .
A últimos de 1618 , se vió obligado
Francisco á pasar á Paris con el cardenal
2
XXVI
de Saboya para concluir el casamiento
del príncipe del Piamonte con Cristina
de Francia . Se bizo el casamiento por
procurador , y cuando se trató de tomar
servidumbre, la princesa de propio mo-
vimiento escogió á nuestro santo obispo
por su limosnero mayor . Al principio el
santo se excusó, diciendo que este cargo
era incompatible con la residencia que
le era de obligacion rigurosa ; pero con-
tinuando en instarle la princesa , que
profesaba una singular estima á su vir-
tud , al fin la aceptó con dos condiciones :
la una de que esto no le impediria de
residir en su obispado , y la otra que no
recibiria el salario de su destino cuando
no le cumpliria. Estos escrúpulos , le di-
jo la princesa , son excesivos . Y si yo
quiero darle á V. su salario por mas que
no sirva V. su destino ¿ qué mal hará V.
en aceptarlo ? - Señora , le respondió ,
me hallo muy bien con mi pobreza y te-
mo las riquezas que han perdido á otros .
y podrian tambien perderme á mi . La
princesa se vió obligada á consentir con
dichas condiciones, y al momento , como
- XXVII
para darle posesion de su destino , le re-
galó un diamante de mucho precio , di-
ciéndole : Es á condicion que lo guarda-
rá V. por amor mio . Se lo promelo,
señora, contextó , á menos que los po-
bres lo necesiten. - En este caso , dijo
la princesa, conténtese V. con empeñar-
le, y cuidaré de hacerlo desempeñar.
Temeria , señora , replicó Francisco ,
que no sucediese esto con demasiada fre-
cuencia , y que no abusase de vuestra
bondad.
Habiéndose trasladado la corte à Fon-
tainebleau , Francisco fué allá con el car-
denal de Saboya , á quien acompañaba
siempre, y paseándose un dia solo en el
jardin , se le acercó el cardenal de Retz,
arzobispo de Paris , que hacia mucho
tiempo que deseaba bablar con él á solas ,
y le manifestó su desazon , porque el
puesto que ocupaba en la corte y en el
consejo casi no le dejaban tiempo para
cuidar del rebaño que le estaba confia-
do . La cuenta , añadió , que debo dar de
él á Dios me asombra , y quisiera tran-
quilizar mi conciencia en esta parte .
XXVIII
¿Qué consejo me da V. ? Francisco le
contextó sin pararse : Ya que se sirve V.
consultarme , no quiero disimularle que
hace V. muy bien en escuchar sobre esto
los remordimientos de su conciencia : pe-
ro no tiene sino un medio para acallar-
la , que es el renunciar á la corte ó al
obispado. - Con todo, replicó el carde-
nal, he hallado un otro medio , que he
propuesto al rey, y le ha parecido muy
bien, y es el de hacerle á V. mi auxiliar,
y tengo la orden de ofrecerle á V. de su
parte veinte mil libras de pension . Espe-
ro que no me negará V. esta gracia, por-
que Paris necesita de un obispo como V.:
aquí es V. apreciado y amado , y hará
ciertamente mas fruto que no podrá ja-
más hacer en su obispado de Ginebra .
Tan ventajosa proposicion no tentó á
nuestro santo, quien al dar las gracias
al cardenal , le dijo estas notables pala-
bras : Dios me quiere obispo de Ginebra :
él me ha dado por esposa esta Iglesia, y
no hay cosa en el mundo que pueda ha-
cérmela abandonar y cambiar por otra.
Durante su permanencia en Paris en
- XXIX -

este segundo viaje , sus oficiales ganaron


un pleito de mucha consideracion contra
varios gentiles-hombres de su obispado ,
al que habia consentido , porque se trata-
ba de los derechos de su Iglesia, á que
no podia renunciar. Habiendo regresado ,
le propuso su mayordomo que exigiese
las costas con todo rigor . No permita
Dios , respondió , que yo haga tal cosa
con nadie,particularmente con mis dioce-
sanos, que son mis hijos . El mayordomo
le hizo presente que estos gastos subian á
una suma considerable , que necesitaba
para recompensarse de lo que habia cos-
tado el pleito . Y cree V. que es poca
recompensa, respondió el santo , la de
ganar unos corazones que quizás este
pleito ha hecho enemigos mios? En cuan-
to á mi , prefiero esto á todo ; y al mo-
mento envió á buscar aquellos caballe-
ros, que no quedaron poco sorprendidos
al ver que la generosidad del santo les
condonaba todos los gastos .
Esta caridad ilimitada , que condonaba
todo a todos , y que lo daba todo hasta
sus vestidos , ponia de mal humor al
2*
- XXX
mayordomo , porque no sabia á veces
como procurar lo necesario para la casa .
En estas ocasiones le reñia y hasta le
amenazaba de que se iria ; pero el santo
le decia con su acostumbrada manse-
dumbre : Tiene V. razon ; soy incorre-
gible , y lo que es peor que llevo trazas de
serlo mucho tiempo . Algunas veces le
enseñaba su crucifijo , y le decia : ¿ Se
puede negar nada á un Dios que se ha
puesto en este estado por nuestro amor ?
El mayordomo salia confuso , y cuando
ballaba los otros familiares, nuestro amo ,
les decia , es un santo : pero nos llevará
á todos al hospital , y si continua como
ha empezado él será el primero que irá .
Desde que Francisco volvió á Annecy,
continuó trabajando en la obra de Dios
con nuevo ardor ; pero su salud se iba
á poco , y al fin se vió
debilitando poco a
obligado á descargarse en su auxiliar de
las mas penosas funciones , de que le era
imposible el ocuparse . Sin embargo ,
como miraba el ministerio de la predica-
cion como uno de los deberes mas indis-
pensables de un obispo , enseñaba á me-
XXXI -
nudo el catecismo al público , y con mas
frecuencia todavía en su palacio se le
veia en medio de una multitud de niños ,
á quienes instruia y formaba para la
virtud .
El duque de Saboya le dió órden en
1622 de pasar á Aviñon , à donde este
príncipe se proponia ir á saludar al rey
Luis XIII . Salió el santo de Annecy ya
algo indispuesto , y con un presentimien-
to de su cercana muerte de Aviñon con
el cardenal de Saboya pasó á Lion , don-
de predicó el dia de Navidad . El dia de
san Juan después de haber dicho misa
tuvo un desmayo, al que siguió una apo-
-plejía , de la que murió al dia siguiente ,
28 de diciembre , á la edad de 55 años ,
y á los 20 de su obispado . Su cuerpo fué
trasladado à Annecy y enterrado en la
iglesia de la Visitacion, y su corazon que-
dó en Lion en el convento del mismo ór-
den . Fué canonizado por el papa Ale-
jandro VIII , en 1665 .
XXXII

NOTICIA
DE LA TRASLACION DE LAS RELIQUIAS DE ·
S. FRANCISCO DE SALES.

Los furores de la revolucion , los hu-


racanes políticos , los sacrilegios de la
impiedad, las pasiones humanas , la ra-
bia de los demonios desencadenados con-
tra Dios y sus santos , la locura enfure-
cida y abriendo los sepulcros por el pla-
cer de profanar las cenizas de los gran-
des hombres, todo en una palabra debia ,
hablando humanamente , arrastrar en la
ruina comun de las cosas santas las reli-
quias de S. Francisco de Sales . Sin em-
bargo estos venerables despojos han es-
capado á todos estos peligros, y restitui-
dos hoy á la piadosa y antigua venera-
cion de los pueblos , forman el consuelo
de los habitantes de Annecy , y son para
los extranjeros la cita de la piedad y
para todos los fieles el mas agradable
monumento de todas las virtudes.
Habiendo en el principio de la revolu-
cion las autoridades de Annecy recibido
XXXIII-
la órden de vender ó demoler las iglesias ,
como en efecto fueron demolidas , excep-
to la de san Pedro , no perdieron de vis-
ta las reliquias de san Francisco , que re-
posaban en la iglesia del primer monas-
terio de la Visitacion , y mostraron un
grande interés por conservarlas . La po-
lítica, la prudencia humana , el temor de
chocar con un pueblo religioso, un resto
quizá de respeto por san Francisco de Sa-
les , amigo y bienhechor de sus antepa-
sados , les hicieron un deber de no des-
truir sus santas reliquias, y así resolvie-
ron trasladarlas á la iglesia de san Pe-
dro. Y como el interior de las urnas era
de una materia comun , se contentaron
con quitar las planchas exteriores , que
eran de plata , sin tocar á lo demás .
Como la persecucion aumentaba todos
los dias , y se temian nuevos peligros pa-
ra las santas reliquias, cuatro vecinos de
Annecy animados de un piadoso valor
y santo celo formaron el proyecto de ir
por la noche á la iglesia de san Pedro pa-
ra apoderarse de ellas y ponerlas en lu-
gar seguro , lo que ejecutaron felizmente
XXXIV
y con toda facilidad , por ser uno de ellos
el sacristan de dicha iglesia y tener las
llaves . Las colocaron en una casa , donde
fueron fielmente custodiadas todo el tiem-
po de la revolucion por estos respetables
ancianos de Annecy , dignos por cierto
del público reconocimiento y de las ben-
diciones de la Iglesia .
En 1804 , el dia 29 de setiembre el
Ilmo . Sr. de Meinville , obispo entonces
de Chambery y de Ginebra , bizo el reco-
nocimiento de las santas reliquias, y ve-
rificó su identidad con todas las precau-
ciones y formalidades que exige un nego-
cio tan importante . El año de 1806 , en
26 de mayo el Ilmo . Sr. de Solles , obis-
po entonces de Ginebra , renovó el reco-
nocimiento con la mas escrupulosa exac-
titud , y de los dos actos que fueron re-
dactados por un notario de la ciudad, re-
sulta , sin quedar la menor duda , que
las reliquias de san Francisco de Sales
no han sufrido alteracion alguna , y
que son enteramente las mismas que
antes de la revolucion estaban expuestas
à la veneracion pública en la iglesia
XXXV
del primer monasterio de la Visitacion .
El santo obispo está acostado en una
caja sobre un colchon cubierto con una
tela de restaño con fondo azul ; revestido
de ricos y magníficos ornamentos pontifi-
cales, con un báculo en la mano y llevan-
-do una cruz pectoral de oro, guarnecida
de diamantes . La cubierta de la caja es
tambien en su fondo de azul , á manera de
esmalte, y sobre él sé vé un mosaico do-
rado, y sembrado de rosetas de plata . El
interior del remate , en forma de pabe-
llon , está adornado con una tela de plata
de igual color azul , así como los cuatro
ángulos interiores . Dos grandes cristales
de Venecia forman las dos caras opuestas
y dejan ver al santo de piés á cabeza ; y
las dos extremidades se ballan igualmen-
te cerradas por dos pequeños cristales .
Las reliquias de san Francisco de Sa-
les conservadas de este modo están colo-
cadas en el altar de la capilla que lleva
el título del santo en la iglesia de S. Pe-
dro, catedral de la diócesis de Annecy y
Ginebra, donde están expuestas á la ve-
neracion de los fieles .
ORACION DEDICATORIA

DEL SANTO AUTOR.

O dulce Jesus , señor , salvador y Dios


mio , aquí me teneis postrado ante vues-
tra Majestad, ofreciendo y consagrando
este escrito à vuestra gloria . Animad con
vuestra bendicion las palabras que con-
tiene , a fin de que reciban las almas ,
para quienes le he compuesto , todas las
sagradas inspiraciones que les deseo : y
en particular la de implorar que venga
sobre mí vuestra misericordia infinita , no
sea que, cuando enseño á los demás el
camino de la devocion en este mundo ,
sea yo eternamente reprobado y confun-
dido en el otro ; antes bien en compañía
de todos ellos entone por siempre jamás ,
como cántico de triunfo , la expresion
que entre los peligros de esta vida mortal
profiero en testimonio de fidelidad : VIVA
JESUS , VIVA JESUS ; sí , Jesus y Señor mio,
vivid y reinad en nuestros corazones por
los siglos de los siglos . Amen .
INTRODUCCION

Á LA

VIDA DEVOTA.

PREFACIO.

Te suplico, amado lector , que para sa-


tisfaccion tuya y mia leas este prefacio.
Tenia tan delicado gusto la ramilletera
Glicera en variar la disposicion y mezcla de
las flores con que hacia sus ramilletes , que
con unas mismas los formaba de muchos
modos, en tanto grado que se quedó corto
Parrasio, célebre pintor , queriendo imitar
á competencia la diversidad de sus labo-
res, porque no pudo variar de tantos mo-
dos su pintura , como variaba Glicera sus
ramilletes. Así tambien el Espíritu santo
3
-
ordena con tanta variedad las lecciones de
devocion que da por las palabras y escri-
tos de sus siervos , que siendo siempre una
misma la doctrina , son sin embargo muy
diferentes los discursos , segun los diversos
modos con que están compuestos . Yo , á la
verdad, ni puedo , ni quiero , ni debo es-
cribir en esta Introduccion otra cosa que lo
que ya sobre esta materia han publicado
nuestros predecesores, y así las flores que
te presento , lector , son las mismas ; pero es
muy diverso el ramillete que forman , á cau-
sa de la diversidad con que van colocadas .
Casi todos los que hasta ahora han tra-
tado de la devocion, han tenido por objeto
instruir á los que viven muy retirados del
comercio del mundo , ó por lo menos han
enseñado una especie de devocion que ca-
mina á este total retiro . Pero mi intento es
instruir á los que viven en las ciudades ,
en medio de las familias , en la corte, y que
por su situacion se ven obligados á profesar
una vida comun en cuanto á lo exterior,
los cuales no pocas veces , pretextando im-
posibilidades imaginarias , ni aun quieren
pensar en emprender una vida devota ; por-
que juzgan que así como ningun animal se
atreve á gustar la semilla de aquella yerba
que llaman Palma Christi ; así tampoco
puede aspirar á la palma de la piedad cris-
tiana el hombre que vive en medio del trá-
fago de los negocios temporales . Yo , pues,
--
les haré ver , que así como la madreperla
se mantiene en medio del mar sin dejar
entrar una gota siquiera de agua salada ,
y así como cerca de las islas Celidonias hay
fuentes de agua dulce en medio del mar,
y así como las salamandras vuelan entre
las llamas , sin que se les chamusquen las
alas ; así tambien puede una alma vigoro-
sa y constante vivir en el mundo sin dar
entrada á las aguas del mundo, encontrar
manantiales dulcísimos de piedad en me-
dio de las amargas olas del siglo, y volar
entre las llamas de los apetitos terrenos
sin que el fuego ofenda las alas de los sa-
grados deseos de la vida devota. Confieso
que es empresa muy difícil ; mas por eso
mismo desearia que muchos empleasen en
ella sus fatigas con mas ardor que hasta
aquí ; y esto es lo que yo, aunque flaco,
intento con este escrito , ayudando en
cuanto puedo á los que con ánimo gene-
roso abrazaren tan digna empresa.
Sin embargo, no ha sido eleccion ó deseo
puramente mio publicar esta Introduccion;
sino que habiendo , ya tiempos hace , bus-
cado mi direccion una alma verdaderamen-
te noble y virtuosa , que habia recibido de
Dios la gracia de querer aspirar á la vida
devota yo que me veia con muchas obli-
gaciones para con esta persona , y que ya
muy de antemano habia reconocido en ella
excelentes disposiciones para tan piadoso
- 4-
designio , emprendí con gran cuidado su
instruccion la encaminé por todos aque-
Hos ejercicios proporcionados á su deseo y-
condicion , y le dí varias advertencias por
escrito para que recurriese á ellas cuando
lo necesitase. Mostró ella estas advertencias
á un religioso muy docto y espiritual (*) , el
cual persuadido de que podrian ser pro-
vechosas á muchos , me exhortó con grandes
instancias á que las publicase , y no le costó
mucho persuadirme, porque su amistad te-
nia gran dominio en mi voluntad , y su dic-
támen grande autoridad sobre el mio.
Para que todo sea mas útil y agradable ,
lo he repasado, ordenándolo de modo que
tengan conexion unas especies con otras ,
y añadiendo muchos avisos y lecciones pro-
pias de mi intento ; pero todo esto lo he
tenido que hacer sin el sosiego necesario ,
por lo cual no encontrarás exactitud, sino
solamente una coleccion de advertencias da-
das con buen deseo , y explicadas con ex-
presiones claras é inteligibles ; á lo menos
así be procurado hacerlo. Por lo que toca
á los adornos del estilo , ni aun siquiera
he pensado en ellos, porque he tenido otras
muchas cosas que me ocupan .
La razon porque dirijo mis palabras á
(*) El reverendísimo padre Juan Ferrier , teólo-
go de la Compañia de Jesus, rector entonces del co-
legio de Chamberí.
5
Filotea , es porque queriendo acomodar á
la utilidad comun de muchas almas lo que
al principio habia escrito para una sola , la
llamo con un nombre que conviene á to-
das las que quieren ser devotas , puesto que
Filotea quiere decir amante ó enamorada
de Dios.
Mirando, pues , en todo esto á una alma ,
que por el deseo de la devocion aspira al
amor de Dios , he dividido esta Introduc-
cion en cinco partes en la primera , va-
liéndome de algunas amonestaciones y ejer-
cicios , procuro convertir el simple deseo
de Filotea en una resolucion absoluta , que
hace finalmente después de la confesion
general por una protestacion sólida, á que
sigue la Sma. Comunion , en la cual en-
tregándose á su Salvador y recibiéndole,
entra dichosamente en su amor santo. He-
cho esto , para llevarla mas adelante le
manifiesto dos poderosos medios de unir-
se mas y mas á su divina Majestad ; es á
saber, el uso de los sacramentos , por los
cuales Dios viene á nosotros , y la santa
oracion , por la cual nos atrae á sí : esta
es la materia de la segunda parte . En la
tercera le enseño como debe ejercitarse en
aquellas virtudes que son mas oportunas
para su adelantamiento , sin detenerme mas
que en ciertos avisos particulares que ella
no hubiera podido fácilmente encontrar en
otra parte, ni discurrir por sí misma. En
6
la cuarta hago que descubra las embosca-
das de sus enemigos , y le muestro como
debe salir de ellas , y pasar mas adelante
en su digna empresa. Finalmente , en la
quinta parte procuro que se recoja un po-
co dentro de sí misma á reposar , tomar
aliento y recobrar fuerzas para poder des-
pués con mas ventaja ganar tierra y ade-
lantar en la vida devota.
Como nuestro siglo es tan caprichoso ,
conozco que muchos dirán que solo á los
religiosos y gentes entregadas á la devocion.
toca formar tan por menor directorios de
piedad, y que estos requieren mas espacio
que el que puede tener un obispo cargado
de una diócesi tan pesada como la mia que
esto distrae mucho el entendimiento , que
debe emplearse en cosas de mas importancia .
Pero yo digo con san Dionisio el grande;
que á los obispos es á quienes toca princi-
palmente dirigir las almas á la perfeccion ,
por lo mismo que su gerarquía es la supre-
ma entre los hombres, como lo son entre
los ángeles los serafines , y que por consi-
guiente en nada pueden emplear mejor el
tiempo que en esto . Los antiguos obispos y
padres de la Iglesia apreciaban su ministe-
rio tanto como nosotros por lo menos , y
no por eso dejaban de cuidar de la direccion
particular de muchas almas que ponian en
ellos su confianza , como se deja ver en sus
epístolas , imitando en esto á los apóstoles,
7-
que en medio de la cosecha general de
todo el universo, recogian sin embargo con
mas especial y particular afecto como es-
pigas privilegiadas ciertas almas mas dis-
tinguidas. ¿ Quien no sabe que Timoteo ,
Tito , Filemon , Onésimo , santa Tecla y
Apia eran los queridos hijos del grande
apóstol san Pablo , y los de san Pedro ,
san Marcos y santa Petronila ? Pongo en
este número á santa Petronila , porque co-
mo prueban doctamente Baronio y Galonio,
no fué hija natural de san Pedro, sino so-
lamente espiritual : y finalmente una de las
epístolas canónicas de san Juan está escrita
á una devota señora llamada Electa. Desde
luego confieso que es trabajo el dirigir
almas en particular ; pero es trabajo que
consuela, como el de los segadores y ven-
dimiadores , que nunca están mas contentos
que cuando están mas ocupados y cargados :
es un trabajo que descansa , conforta y
aviva el corazon con la suavidad que de
él reciben los que le emprenden , semejante
al efecto que produce el cinamomo en los
que van cargados de él por la Arabia feliz .
Se cuenta de la tigre, que cuando encuen-
tra alguno de sus cachorros, que el caza-
dor deja en el camino para entretenerla
en tanto que se lleva el resto de la cria ,
ella por muy grande que sea , carga con él,
y mas lijera que si no llevase peso alguno
corre á ponerle en salvo dentro de su cue-
8-
va , porque el amor natural la alivia con
el peso mismo. ¿ Con cuanto mas gusto se
encargará un corazon paternal del alma
que encuentre entre los deseos de la per-
feccion santa , y la llevará en su regazo,
como hace la madre con su hijuelo , sin
sentir un peso que tanto estima ?
Pero ha de ser corazon paternal , sin
duda , y ved aquí porque los apóstoles y
los varones apostólicos llaman á sus discí-
pulos no solamente hijos , sino aun con
mayor ternura hijuelos .
Por lo demás , lector amado , cierto es
que escribo de la vida devota sin ser de-
voto, pero no sin deseos de llegar á serlo ,
y este mismo deseo me da mayores ánimos
para instruirte , porque , como dice un
hombre muy literato , es buen modo de
aprender el estudiar, pero mejor escuchar
al maestro , y el mejor de todos enseñar.
Muchas veces sucede ( dice san Agustin es-
cribiendo á su devota Florentina ) que el
oficio de dar, sirve de mérito para recibir ;
y el de enseñar , de fundamento para
aprender.
Mandó Alejandro al inimitable Apéles ,
que hiciese un retrato de Campaspe , á
quien amaba , y Apéles considerando muy
de espacio la belleza de Campaspe, á me-
dida que iba copiando sus perfecciones en
el lienzo, iba grabando el amor en su co-
razon , de modo que llegó á estar tan apa-
9--
sionado, que Alejandro lo conoció , y com
padecido se la dió por esposa , privándose
él por amor suyo de la que mas amaba . en
el mundo: sobre lo cual dice Plinio , que mos-
tró la grandeza de su corazon , tanto como
hubiera podido manifestarla con una gran
victoria. A este modo pienso , lector ama-
do, que siendo yo obispo, quiere Dios que
pinte en los corazones de los hombres no
solo las virtudes comunes, sino tambien su
carísima y muy amada devocion : y lo
emprendo con gran complacencia, así por
obedecer y cumplir con mi obligacion , co-
mo por la esperanza que tengo de que al
grabarla en el alma de los otros , quizás la
mia quedará santamente enamorada , y es-
toy cierto que si su divina Majestad llega
á verme vivamente prendado de ella , me
la dará sin duda en eterno desposorio. Si
la hermosa y casta Rebeca , dando de be-
ber á los camellos de Isaac , fué elegida
por esposa suya, y recibió de su parte pen-
dientes y brazaletes de oro, yo tambien es-
pero de la inmensa bondad de mi Dios, que
llevando sus amadas ovejas á las saludables
aguas de la devocion , conseguiré que re-
ciba él mi alma por esposa suya , y ponga
en mis orejas las doradas palabras de su
santo amor, y en mis brazos la fuerza para
ejecutarlas perfectamente que es en lo que
consiste la esencia de la verdadera devo-
cion. Esta pido á su Majestad quiera otor-
3*
1 10 -
garme , y á todos los hijos de su Iglesia,
á la cual para siempre sujeto mis escri-
tos, mis acciones , mis palabras , mis afec-
tos y mis pensamientos . En Annecy, hoy
dia de santa Magdalena , año de 1609.
PRIMERA PARTE

DE LA INTRODUCCION,
QUE CONTIENE
LOS AVISOS Y EJERCICIOS NECESARIOS
PARA LLEVAR AL ALMA
DESDE SU PRIMER DESEO DE LA VIDA DEVOTA
HASTA LA ENTERA RESOLUCION
DE ABRAZARLA.

CAPÍTULO I.

Descripcion de la devocion verdadera.

Aspira á la devocion , carísima Filotea,


porque sabes como cristiana , que es una
virtud sumamente agradable á la Majestad
divina ; pero como los defectos leves que
se cometen al principio de cualquiera obra,
van creciendo infinito en el progreso de
ella , hasta llegar á ser casi irremediables
en el fin , es necesario antes de todo que
sepas lo que es la virtud de la devocion ;
porque devociones falsas y vanas hay mu-
― 12
chas ; verdadera una sola , y si no la co-
noces puedes engañarte y seguir alguna
vana y supersticiosa .
Pintaba Aurelio el rostro de todas las
imágenes parecido al de las mujeres que
amaba ; así cada uno pinta la devocion
segun su pasion y fantasía . El que es in-
clinado al ayuno se tiene por muy devoto
si ayuna , aunque su corazon esté lleno
de rencillas , y al paso que por sobriedad
no se atreve á llegar con la lengua al vi-
no , ni aun tal vez al agua , no hará es-
crúpulo de bañarla en la sangre de su pró-
jimo con murmuraciones y calumnias : otro
se juzgará devoto porque reza muchas ora-
ciones al dia , aunque después de esto se
desate su lengua en palabras duras , arro-
gantes é injuriosas contra sus domésticos
y vecinos : otro sacará con gran prontitud
de su bolsa el dinero para dar limosna á
los pobres ; pero no puede sacar de su co-
razon dulzura con que perdonar á sus ene-
migos : otro perdonará á enemigos , pero
jamás pagará á sus acreedores , sino obli-
gado por la justicia. Todos estos están vul-
garmente reputados por devotos , y cierta-
mente no lo son. Cuando los soldados de
Saúl buscaban á David en su casa , Micol
puso una estatua en la cama , y vistiéndo-
la con las ropas de David , les hizo creer
que era él mismo , que estaba enfermo y
dormia. A este modo hay muchos que se
13-
visten de ciertas acciones exteriores , pro-
pias de la santa devocion , y el mundo cree
que efectivamente son devotos y espiritua-
les , pero en la realidad no son mas que
estatuas y fantasmas de devocion.
La devocion verdadera y viva , ó Filo-
tea , presupone amor de Dios , ό por me-
jor decir , es verdadero amor de Dios ;
pero no un amor cualquiera, pues cuando
el amor divino hermosea nuestra alma , se
llama gracia , porque nos hace agradables
á la divina Majestad : cuando nos da fuer-
zas para obrar bien , se llama caridad ,
mas cuando llega á tal grado de perfec-
cion, que no solamente nos hace obrar el
bien, sino practicarle con cuidado , con
frecuencia y prontitud, entonces es cuan-
do se llama devocion . Los avestruces nun-
ca vuelan ; las gallinas vuelan , pero con
pesadez , muy bajo y raras veces ; las
águilas , las palomas y las golondrinas
vuelan muchas veces , con gran velocidad
y muy alto . A este modo los pecadores
jamás vuelan en Dios, porque hacen todo
su camino en la tierra y por la tierra : los
buenos que todavía no han llegado á la
devocion, vuelan al rededor de Dios con
sus buenas obras , pero pocas veces , con
lentitud y pesadez : las almas devotas vue-
lan en Dios muy a menudo , con pronti-
tud y elevacion . En una palabra , la devo-
cion es una agilidad y viveza espiritual,
14.
con que produce la caridad sus obras en
nosotros, ó nosotros las hacemos por ella ,
con prontitud y complacencia , y así como
es propio de la caridad hacernos practi-
car general y universalmente todos los
mandamientos de Dios , así es propio de
la devocion hacer que los practiquemos
con prontitud y aficion . Por esta razon el
que no guarda los mandamientos de Dios
no debe ser tenido por bueno ni por de-
voto ; pues para ser bueno es preciso te-
ner caridad , y para ser devoto es necesa-
rio, además de tener caridad , ejercitarla
con actividad y prontitud .
Y como la devocion estriba en un gra-
do excelente de caridad, no solo nos hace
prontos , activos y diligentes para guardar
los mandamientos de Dios , sino tambien
para practicar pronta y gustosamente
cuantas mas obras buenas podamos , aun-
que no sean de precepto , sino solamente
de consejo ó inspiradas. Porque así como
un hombre que acaba de salir de una en-
fermedad , anda lo que necesita, pero con
lentitud y pesadez ; así tambien el peca-
dor curado de su iniquidad, camina lo que
Dios le manda, pero con pesadez aun y
lentitud , hasta tanto que llega á la devo-
cion, que entonces ya como hombre per-
fectamente sano , no solo camina , sino
corre y salta por el camino de los manda-
mientos de Dios , y además de esto pasa
13
y corre por las sendas de los consejos é
inspiraciones celestiales. Finalmente la di-
ferencia entre la caridad y la devocion es
la misma que hay entre el fuego y la lla-
ma ; pues siendo la caridad un fuego espi-
ritual , cuando levanta llama toma el nom-
bre de devocion. Así que la devocion so-
lo añade al fuego de la caridad la llama
que la hace pronta, activa y diligente, no
solo en la guarda de los preceptos de
Dios , sino tambien en la práctica de los
consejos é inspiraciones celestiales .

CAPÍTULO II .

Propiedad y excelencia de la devocion .

Desanimaban á los israelitas , para que


no entrasen en la tierra de promision los
exploradores, diciéndoles que aquel pais
devoraba á sus habitantes , esto es , que
el aire era tan maligno , que respirándole
no se podia vivir mucho tiempo , y los
habitantes eran gentes monstruosas que se
tragaban á los demás hombres como lan-
gostas. Tambien el mundo , amada Filo-
tea, procura de este modo desacreditar la
santa devocion, pintando á los devotos con
un rostro fastidioso, triste y melancólico ,
y publicando que la devocion produce hu-
mores hipocondríacos é insufribles . Pero
- 16-
así como Josué y Caleb aseguraban á los
hijos de Israel, que no solo era buena y
hermosa la tierra prometida, sino que su
posesion les seria dulce y agradable ; así
tambien el Espíritu divino por boca de los
santos, y nuestro Señor por la suya pro-
pia, nos aseguran que la vida devota es
dulce , bienaventurada y amable.
Vé el mundo que los devotos ayunan ,
oran , sufren las injurias , sirven á los en-
fermos , socorren á los pobres , velan , re-
primen la ira , sofocan y ahogan sus pa-
siones, se privan de los placeres sensuales ,
y ejecutan estas y otras acciones que en
sí mismas y por su propia esencia y cali-
dad son ásperas y rigorosas ; pero no vé
el mundo aquella devocion interior y cor-
dial , que hace todas estas acciones agra-
dables , dulces y fáciles . ¿ Vés las abejas
como chupan del tomillo un jugo amarguí-
simo, y chupándole , por una propiedad
que tienen , le convierten en miel ? Así, ó
mundano, aunque las almas devotas en-
cuentran ciertamente nucha amargura en
los ejercicios de mortificacion , practicán-
dolos la convierten en dulzura y suavidad .
Miraban los mártires las hogueras , las ha-
chas encendidas, las ruedas y las espadas
como flores y olorosos perfumes , porque
eran devotos pues si la devocion es ca-
paz de hacer dulces los mas crueles tor-
mentos y la muerte misma, ¿ qué hará con
17 ―
las acciones virtuosas ? El azúcar dulcifi-
ca las frutas verdes , y corrige la crudeza
y malignidad que tienen algunas aun des-
pués de maduras ; y la devocion , que es
como azúcar espiritual, quita la amargura
á las mortificaciones , y estorba que pue-
dan hacer daño los consuelos ; corrige las
cuitas de los pobres y las solicitudes de los
ricos ; quita la desolacion al oprimido y la
arrogancia al favorecido, la tristeza al so-
litario y la disipacion al que vive en SO-
ciedad ; sirve de fuego en invierno y de
rocío en verano ; enseña á vivir así en la
abundancia como en la pobreza ; hace
igualmente útiles las honras que los me-
nosprecios ; recibe con un corazon casi
siempre igual el placer y el dolor , y nos
llena de una suavidad maravillosa.
Contempla en la escala de Jacob un ver-
dadero retrato de la vida devota : los dos
largueros en que están afirmados los es-
calones y entre los cuales se sube , re-
presentan la oracion que nos alcanza el
amor de Dios y los santos sacramentos que
nos le confieren : los escalones son los di-
ferentes grados de caridad, por los cuales
se va de virtud en virtud , ó bien bajando
con la accion á socorrer y sufrir al pró-
jimo , ó bien subiendo con la contempla-
cion á la amorosa union con Dios. Mirad
ahora por vida vuestra á los que están en
la escala , y veréis que son hombres de
18 -
corazon angelical ó ángeles en cuerpo hu-
mano : no son jóvenes , pero lo parecen ,
porque están llenos de vigor y agilidad
espiritual tienen alas para volar , y se
arrojan á Dios por medio de la santa ora-
cion ; pero tienen tambien piés con que ca-
minar entre los hombres por medio de una
⚫ santa y amigable conversacion : su rostro es
hermoso y alegre, como que todo lo reciben
con dulzura y suavidad : llevan descubiertos
los piés , los brazos y la cabeza , para de-
notar que en sus pensamientos , afectos Ꭹ
acciones no llevan otro fin ni otro motivo
que el de agradar á Dios : el resto del
cuerpo está vestido , pero de una ropa her-
mosa y lijera ; porque usan , á la verdad ,
del mundo y de sus cosas, pero de un mo-
do puro y sincero , tomando , sin empeño
ni apego , únicamente lo muy preciso se-
gun su condicion : tales son , pues , las
almas devotas. Créeme , querida Filotea ,
la devocion es dulzura de las dulzuras ,
reina de las virtudes y perfeccion de la
caridad misma . Si la caridad es como le-
che , la devocion es la nata ; si es una
planta, la devocion es la flor : si es piedra
preciosa , la devocion es el brillo : si es
bálsamo escogido , la devocion es el olor
que exhala , tan suave que conforta á los
hombres y recrea á los ángeles .
19--

CAPÍTULO III.

Que la devocion conviene á toda suerte de


estados y profesiones.

Dios, que en la creacion del mundo man-


dó á las plantas que produjesen fruto cada
una segun su especie , manda tambien á
los cristianos , plantas vivas de su Iglesia,
que produzcan frutos de devocion cada
uno segun su calidad y estado . De diferen-
tes maneras deben practicar la devocion
el caballero, el artesano , el criado , el prín-
cipe , la viuda , la soltera y la casada ; y
se ha de acomodar tambien su ejercicio á
las forzosas ocupaciones y obligaciones de
cada uno. Dime, Filotea , ¿ seria convenien-
te que un obispo quisiese vivir en soledad
como un cartujo ? ¿ ó que un hombre ca-
sado nada quisiese adquirir , como hace
un capuchino ? ¿ ó que un artesano estu-
viese todo el dia en la iglesia como un re-
ligioso ? ¿ ó que el religioso tuviese conti-
nuamente abierta la puerta á toda especie
de visitas por servir al prójimo , como hace
un obispo ? ¿ No seria ridícula , desreglada
é intolerable una devocion de esta especie?
Pues , sin embargo , es bien frecuente , y
el mundo , que no sabe ó no quiere dis-
cernir entre la devocion y la indiscrecion
20
de los que se tienen por devotos , mur-
mura y echa la culpa á la devocion , que
jamás puede ser causa de semejantes des-
órdenes.
No , Filotea ; la devocion , si es verda-
dera , nada vicia , antes bien lo perfeccio-
na todo ; y si es contraria á la legítima
vocacion de alguno , será sin duda devo-
cion falsa. De las abejas dice Aristóteles
que sacan miel de las flores sin hacerles
daño alguno y dejándolas enteras y fres-
cas como estaban ; pero la verdadera de-
vocion lo hace aun mejor, porque no solo
no daña vocacion ni ocupacion alguna,
sino antes por el contrario las perfecciona
y hermosea. Si todas las especies de pe-
drería adquieren mayor brillo , cada una
segun su color , echándolas en miel, tam-
bien cada uno se hace mas perfecto en su
estado juntándole con la devocion . Con
ella el cuidado de la familia es apacible,
el amor del marido y de la mujer mas sin-
cero , el servicio del príncipe mas fiel , y
todas las ocupaciones mas suaves y gus-
tosas .
Es error , ó por mejor decir herejía ,
pretender desterrar la vida devota de las
compañías de los soldados , de las tiendas
de los artesanos , de los palacios de los
príncipes y de las familias de los casados .
Cierto es , Filotea , que en estos estados
no se puede ejercitar una devocion pura-
-21
mente contemplativa, monástica y religio-
sa pero tambien es cierto que á mas de
estas tres especies de devocion hay otras
muchas proporcionadas para perfeccionar
á los que viven en los estados seculares .
Testigos son de esta verdad en el antiguo
testamento Abrahan , Isaac , Jacob , Da-
vid , Job , Tobías , Sara , Rebeca y Ju-
dit , y en el nuevo san José , Lidia y san
Crispin, que fueron perfectamente devotos
en sus tiendas ; santa Ana , santa Marta,
santa Mónica , Aquila y Priscila en sus
familias ; Cornelio , san Sebastian y san
Mauricio en los ejércitos ; Constantino ,
santa Helena, san Luis , el beato Amadeo, y
san Eduardo en el trono . Tambien ha su-
cedido que muchos han perdido la perfec-
cion en la soledad , sin embargo de que
es tan á propósito para la vida perfecta ,
y la han conservado en medio de la mul-
titud que parece tan poco favorable para
ella. Lot, que en la ciudad fué tan casto ,
se contaminó en la soledad , dice san Gre-
gorio ( Epist. lib. 6 , cap. 4 ) ; y así en
cualquiera parte que estemos, podemos y
debemos aspirar á la vida perfecta .
CAPÍTULO IV.

De cuan necesario es un director, para en-


trar y hacer progresos en la devocion .

Cuando el jóven Tobías oyó que le man-


daban ir á Rages , replicó diciendo: yo no
sé el camino. Vé , pues , le dice su padre ,
busca algun hombre que te guie ; y lo mis-
mo te digo yo , Filotea. ¿ Quieres tomar
con seguridad el camino de la devocion ?
pues busca alguna persona de virtud que
te guie y encamine. Esta es la advertencia
de las advertencias ; pues como dice el pia-
doso Avila ( Trat. Audi filia, c. 55 ) , por
mas que te fatigues no hallarás medio se-
guro de hacer la voluntad de Dios qué es-
ta humilde obediencia , tan encomendada y
practicada por las personas devotas de los
pasados siglos . La bienaventurada madre
Teresa viendo que doña Catalina de Car-
dona hacia rigorosas penitencias , tuvo gran-
des deseos de imitarla en esto contra el
dictámen de su confesor que se lo prohi-
bia, y estuvo muy tentada á no obedecerle
en esta parte ; pero Dios le dijo : Eso no,
hija, buen camino llevas y seguro : ¿ ves toda
la penitencia que hace ? en mas tengo tu obe-
diencia. Con efecto, amaba tanto esta vir-
tud , que á mas de la obediencia , que por
- 23 -
obligacion tenia á sus superiores , hizo
voto de obedecer á un varon de gran vir-
tud, y se obligó á seguir su direccion y
guia , en lo cual encontró sumo consuelo,
como antes y después de ella lo han ex-
perimentado muchas almas buenas , que
por sujetarse mas perfectamente á Dios,
han sometido su voluntad á la de sus
siervos, de lo cual hace particular elogio
santa Catalina de Sena en sus diálogos.
Así la devota princesa santa Isabel se su-
jetó con suma obediencia al doctor Con-
rado, y san Luis aconsejó esto mismo á
su hijo diciéndole antes de morir : Confié-
sate á menudo, eligiendo un confesor idó-
neo , prudente , y que te pueda enseñar
con seguridad á practicar las cosas que
te sean necesarias.
El amigo fiel , dice la Escritura santa
( Eccles. c. 6, v . 14, 16) , es una proteccion
ha en-
fuerte, y el que le ha encontrado ,
contrado un tesoro el amigo fiel es un me-
dicamento de vida y de inmortalidad , y los
que temen á Dios , le encuentran. Estas
palabras divinas miran principalmente,
como ves , á la inmortalidad , para la cual
es necesario sobre todo tener este fiel
amigo que gobierne nuestras acciones con
sus avisos y consejos , defendiéndonos por
este medio de las emboscadas y engaños
del maligno . Será este amigo para nosotros
tesoro de sabiduría en las aflicciones, tris-
- 24-
tezas y caidas ; medicamento que aliviará
y consolará nuestros corazones en las en-
fermedades espirituales ; nos librará de
mal, y hará que nuestro bien sea mas
cumplido ; y aun cuando padezcamos al-
guna enfermedad , estorbará que sea de
muerte levantándonos de ella.
Mas & quien podrá encontrar este ami-
go ? El Sabio responde, que los que te-
men á Dios , esto es , los humildes , que
desean con ansia su adelantamiento espi-
ritual. Pues si tanto te importa , Filotea ,
caminar con una buena guia en este santo
viaje de la devocion , pide á Dios con
grandes instancias que te la dé segun su
corazon, y no desconfies que te dará con-
ductor bueno y fiel, aunque sea necesa-
rio enviar un ángel del cielo , como hizo
con el jóven Tobías .
Y con efecto, siempre ha de ser para
ti un ángel , quiero decir , que cuando le
hayas encontrado, no le has de mirar so-
lamente como á un hombre, ni has de po-
ner tu confianza en él y en su sabiduría
humana , sino en Dios que te favorecerá
y hablará por medio de este hombre , po-
niendo en su corazon y en su boca todo
lo que sea conducente á tu felicidad ; así
que debes escucharle como á un ángel ba-
jado del cielo para llevarte allá . Trata con
él con franqueza de corazon , con toda sin-
ceridad y fidelidad , manifestándole clara-
25 -----
mente lo bueno y lo malo, sin fingimiento
ni disimulacion alguna que de este modo
examinará lo bueno , y quedarás mas ase-
gurada en ello corregirá y remediará lo
malo : tendrás alivio y fortaleza en las
aflicciones , y moderacion y regla en los
consuelos . Ten , pues , en él suma confianza
acompañada de santa reverencia , de modo.
que ni la reverencia disminuya la confianza ,
ni la confianza estorbe la reverencia : fiate
de él con el respeto de una hija para con
su padre respétale con la confianza de un
hijo para con su madre en suma , esta
amistad ha de ser fuerte y suave , entera-
mente santa , enteramente sagrada , entera-
mente divina , enteramente espiritual.
Para esto , dice el maestro Avila , que
se ha de escoger uno entre mil y yo digo
que entre diez mil ; porque se encuentran
muchos menos de los que se piensa capaces
de ejercer este oficio. Es necesario que esté
lleno de caridad , de ciencia y de prudencia,
y hay peligro en que le falte cualquiera
de estas partidas. Pero yo te vuelvo á re-
petir que se lo pidas á Dios , y cuando le
hayas obtenido, bendigas á su divina Má-
jestad , permanezcas firme , y no andes
buscando otro , sino que camines con sim-
plicidad , humildad y confianza , porque
ciertamente tendrás feliz viaje.

4
26

CAPÍTULO V.

Que se ha de empezar por la purificacion


del alma.

Aparecieron las flores en nuestra tierra,


dice el sagrado Esposo , y ya ha llegado el
tiempo de la poda ( Cant. c. 2 , v. 12 ) ; y
pues las flores de nuestro corazon , Filotea ,
son los buenos deseos , luego que estos pa-
recen , es necesario echar mano de la po-
dadera para cortar en nuestra conciencia
todas las obras muertas é inútiles. Si al-
guna doncella extranjera se habia de des-
posar con algun israelita , estaba obligada
á quitarse el vestido de cautiva , y á cor-
tarse las uñas y los cabellos : así el alma
que aspira á la honra de ser esposa del Hijo
de Dios, se debe desnudar del hombre viejo
y vestirse del nuevo dejando el pecado , y
después ha de cortar todos aquellos impe-
dimentos que la desvian del amor de Dios ,
pues el principio de la salud es purgar los
humores dañosos . En un instante fué pu-
rificado san Pablo con purificacion perfecta ,
y del mismo modo lo fueron santa Catali-
na de Génova , santa Magdalena , santa
Pelagia y algunos otros ; pero esta especie
de purificacion es totalmente milagrosa , y
tan extraordinaria en el órden de la gracia ,
27 -
como en el de la naturaleza la resurrec-
ción de los muertos ; por tanto no debe-
mos pretenderla . La purificacion y cura-
cion ordinaria, así de los cuerpos como de
fas almas , se hace poco á poco progresi-
vamente , pasando de un adelantamiento
á otro á fuerza de trabajo y de tiempo.
Los ángeles de la escala de Jacob te-
nian alas, pero no volaban, sino que su-
bían y bajaban de escalon en escalon.
Compárase el alma que sube del pecado
á la devocion , al alba , la cual al levan-
tarse no ahuyenta de una vez las tinie-
blas , sino que poco aá poco las disipa ; y
como dice un aforismo , la curacion que
se hace despacio es la mas segura ; pues
las enfermedades , tanto del alma como
del cuerpo , vienen á caballo y corrien-
do, y se van á pié y paso a paso ; por
lo cual es necesario , Filotea , tener ánimo
y paciencia en esta empresa. ¡ Oh , cuan
dignas de lástima son aquellas almas , que
después de haber practicado algun tiem-
po la devocion , viéndose aun con muchas
imperfecciones , se inquietan , turban y
desaniman , dejándose casi llevar de la
tentacion de abandonarlo todo y volverse
atrás ! Pero por el contrario en cuan
grande peligro están las almas que deján-
dose llevar de la tentacion opuesta, creen
desde el primer dia de su purificacion
que ya están limpias de todas las im-
28-
perfecciones , teniendo por consumada la
obra casi antes de estar comenzada , y ar-
rojándose á volar sin tener alas ! ¡ Ah ,
Filotea ! en cuanto riesgo están de re-
caer estas almas por haber salido dema-
siado pronto de las manos del médico !
Te levantas , dice el Profeta , antes que
aparezca la luz de la mañana ; levántate
después que te hayas sentado (ps. 126, v.2 ) :
así lo practicaba el mismo santo Rey,
que después de haber sido lavado y lim-
piado , aun pedia á Dios que le lavase
mas y limpiase.
Ni puede ni debe acabarse este ejerci-
cio de purificar el alma , hasta que se aca-
be nuestra vida , con que así no tenemos
que turbarnos por nuestras imperfeccio-
nes ; porque la imperfeccion consiste en
combatirlas , y seria imposible combatir-
las sin verlas, ó vencerlas sin encontrar-
las ; de modo que nuestra victoria no con-
siste en no sentirlas sino en no consentir
en ellas .
Pero no es consentir, el que nos inco-
moden; antes bien para ejercicio de la hu-
mildad conviene que alguna vez salgamos
heridos en esta espiritual batalla ; mas
nunca quedamos vencidos sino cuando
perdemos la vida ó el esfuerzo . Y pues las
imperfecciones y pecados veniales no son
capaces de quitarnos la vida del alma , que
solo se pierde por el pecado mortal , lo
29
que nos resta es estorbar que nos quiten
el esfuerzo . Por eso decia David : Librad-
me , Señor , de la cobardía y falta de áni-
mo (ps. 54, v . 9. ) , porque á la verdad es
gran ventaja para nosotros en esta guerra
el saber que no necesitamos mas que pe-
lear , para salir siempre vencedores.

CAPÍTULO VI.

De la primera purificacion , que es la de


los pecados mortales .

La primera purificacion que se necesita


es la del pecado , la cual se hace por el
santo sacramento de la Penitencia . Busca
el confesor mas á propósito que puedas :
sírvete de alguno de los libros que están
escritos con el fin de ayudar las concien-
cias para confesarte bien , como son Gra-
nada , Bruno , Arias , Auger : léele bien,
y nota punto por punto en qué has caido
desde que tienes uso de razon hasta la ho-
ra presente , y si acaso desconfias de tu
memoria , vé apuntando por escrito lo que
notes. Después de haber preparado y jun-
tado de esta manera los humores viciosos
de tu conciencia , detéstalos y arrójalos
por medio de la mas fuerte contricion y
dolor de que fuere capaz tu corazon , con-
siderando estas cuatro cosas : que por el
4*
30 -
pecado has perdido la gracia de Dios , has
sido despojada del derecho de la gloria ,
has aceptado las penas eternas del infier-
no , y has renunciado el amor eterno de
tu Dios. Bien vés , Filotea , que voy ha-
blando de una confesion general de toda
la vida , la cual á la verdad confieso que
no siempre es absolutamente necesaria ;
pero tambien juzgo que te será sumamen-
te útil en el principio , y por esto te la
aconsejo con tanto encarecimiento . Suce-
de muy comunmente que las confesiones
ordinarias de los que viven una vida co-
mun y vulgar están llenas de grandes de-
fectos , porque muchas veces no se pre-
paran ó se preparan poco otras no tie-
nen la contricion necesaria ; y muchísimas
van á confesarse con tácita voluntad de
volver al pecado , porque no quieren evi-
tar la ocasion de él ni poner los medios
necesarios para la enmienda de la vida :
y en todos estos casos es necesaria la con-
fesion general para asegurar la concien-
cia . A mas de esto sirve la confesion ge-
neral para darnos conocimiento de nosotros
mismos ; para excitar una confusion salu-
dable de nuestra vida pasada ; para lle-
narnos de admiracion á vista de la mise-
ricordia de Dios , que con tanta paciencia
nos ha esperado ; para sosegar nuestros
corazones , aliviar nuestros espíritus , ex-
citar en nosotros buenos propósitos , y pa-
31
ra que nuestro padre espiritual tenga un
motivo de darnos advertencias correspon-
dientes á nuestra condicion y sirve tam-
bien para abrir nuestro pecho , á fin de
que llenos de confianza nos declaremos
bien en las confesiones siguientes.
Por todo lo cual , tratándose de una re-
novacion general del corazon y de una con-
version universal de nuestra alma á Dios
por medio de la vida devota , me parece
que con justa razon te aconsejo , Filotea ,
que hagas confesion general.

CAPÍTULO VII .

De la segunda purificacion, que es del afec-


to al pecado.

Todos los israelitas salieron de Egipto


en el efecto , pero no todos con el afecto ,
y por esto muchos de ellos echaban menos
en el desierto las cebollas y carnes de Egip-
to del mismo modo hay muchos peniten-
tes , que en el efecto salen del pecado ,
pero no dejan sin embargo el afecto ; quie-
ro decir, que proponen no pecar mas, pero
con una cierta repugnancia de privarse y
abstenerse de los miserables atractivos de
la culpa . Es verdad que su corazon renun-
cia y se aparta del pecado ; pero no por
eso deja de volverse muchas veces hacia
32
aquella parte , como hizo la mujer de Lot
hácia Sodoma . Se abstienen del pecado ,
como los enfermos que se privan de co-
mer melones , cuando el médico les ame-
naza con la muerte si los comen ; pero les
inquieta esta privacion , hablan de ella ,
regatean el cumplirla , quieren olerlos á lo
menos , y tienen por dichosos á los que
pueden comerlos ; así estos flacos y pere-
zosos penitentes se abstienen por algun
tiempo del pecado , pero de mala gana,
y quisieran poder pecar sin condenarse :
hablan con aficion y gusto del pecado , y
miran como dichosos á los que le cometen .
Un hombre, por ejemplo, resuelto á ven-
garse , mudará de voluntad en la confe-
sion ; pero poco después le verémos entre
sus amigos complaciéndose en hablar de
su queja , diciendo que si no hubiera sido
por el temor de Dios , hubiera hecho esto
y lo otro , y que la ley divina , particular-
mente en este artículo de perdonar , es
arduo ; que ojalá fuera lícito vengarse .
¿ Quien no vé que este pobre hombre ,
aunque esté fuera del pecado , está sin
embargo enredado en el afecto de él , y
que estando efectivamente fuera de Egipto ,
aun no lo está con el deseo ; pues le tiene
de los ajos y cebollas que allí solia co-
mer ? En el mismo caso se halla la mujer
que después de haber detestado sus ilícitos
amores , se complace sin embargo , de que
33-
la celebren y la obsequien. ¡ Ay, qué pe-
ligroso es el estado de todos estos !
Puesto, Filotea, que quieres emprender
la vida devota, no solo necesitas dejar el
pecado , sino tambien purificar enteramen-
te tu corazon de todos los afectos que de-
penden del pecado ; porque además del
peligro que con eso tendrias de volver á
recaer, estos miserables afectos manten-
drian perpetuamente enfermo tu espíritu ,
y le gravarian de tal modo , que no po-
dria practicar las buenas obras con pron-
titud , diligencia y frecuencia, en lo cual
consiste sin duda la verdadera esencia de
la devocion . Pudieran en mi juicio com-
pararse estas almas , que después de ha-
ber salido del pecado tienen aun semejan-
tes afectos y languideces , á las doncellas
que padecen opilacion , las cuales aunque
no están enfermas , todas sus acciones son
de enfermas , comen sin gusto , duermen
sin reposo , rien sin alegría , y mas pode-
mos decir que van arrastrando que no ca-
minando . Del mismo modo estas almas
practicando lo bueno con tanta flojedad
espiritual, quitan toda la gracia á sus pia-
dosos ejercicios , que son pocos y de po-
co valor.
34 -

CAPÍTULO VIII.

Del medio para hacer esta segunda purif .


cacion.

El primero y fundamental medio de es-


ta segunda purificacion es un conocimien-
to del gran mal que acarrea el pecado , tan
vivo y eficaz que excite en nosotros con-
tricion profunda y vehemente . Pues así
como la contricion , si es verdadera , por
pequeña que sea , nos purifica suficiente-
mente del pecado , sobre todo cuando va
unida con la virtud de los sacramentos ;
así tambien cuando es grande y vehemen-
te, nos purifica de todas las aficiones que
dependen del pecado. Un aborrecimiento
y rencilla pequeña y débil nos hace mirar
con repugnancia á la persona que aborre-
cemos , y huir de su trato ; pero si es un
rencor mortal y violento , no solamente
huimos Y aborrecemos al sugeto contra
quien le tenemos " sino tambien miramos
con disgusto , y no podemos sufrir la con-
versacion de sus allegados , parientes y
amigos , ni mirar su retrato , ni ver cosa
que tenga relacion con él . A este modo
"
cuando el penitente aborrece el pecado
con una lijera , aunque verdadera contri-
cion , se resuelve de veras á no pecar mas ;
35
pero cuando le aborrece con una contri-
cion poderosa y fuerte, no solamente de-
testa el pecado , sino tambien todos los
afectos, consecuencias y ocasiones de él .
Es necesario , pues , Filotea , acrecentar
cuanto sea posible nuestra contricion y ar-
repentimiento , para que se extienda hasta
la, mas mínima cosa que pertenezca al pe-
cado . Así Magdalena al convertirse perdió
de tal modo el afecto á la culpa , y á los
placeres que habia buscado , que jamás
volvió á pensar en ellos ; y David protes-
taba que aborrecia no solamente el peca-
do, sino tambien todos sus caminos y
sendas (ps. 118, v. 104) : y he aquí en
lo que consiste la renovacion del alma ,
que compara á la del águila el mismo
Profeta ( ps. 102 , v . 5 ) ,
Para llegar á este conocimiento y con-
tricion , es necesario que te ejercites cui-
dadosamente en las siguientes meditacio-
nes , que si las tienes bien , desarraigarán
de tu corazon ( mediante la divina gracia )
el pecado y sus principales afectos , que
es el fin para que expresamente las he for-
mado . Te servirás de ellas por su órden
segun van señaladas , no tomando mas
que una para cada dia , la cual meditarás
si es posible por la mañana , por ser el
tiempo mas propio para todas las opera-
ciones intelectuales, y la rumiarás todo el
resto del dia y si acaso no estuvieres
- 36
aun hecha á meditar, mira lo que se dirá
en la segunda parte.

CAPÍTULO IX .

MEDITACION I.

De la creacion.

PREPARACION.

1. Ponte en la presencia de Dios .


2. Ruégale que te inspire.

CONSIDERACIONES.

1. Considera que solo hay tantos anos


que tú no estabas en el mundo , y que tu
sér era una verdadera nada . Donde es-
tábamos , alma mia , en aquel tiempo ? El
mundo habia durado ya tantos años , y aun
no habia noticia de nosotros .
2. Dios te ha sacado de la nada para
darte el sér que tienes sin tener necesidad
de ti , sino por sola su bondad .
3. Considera el sér que Dios te ha da-
do , que es el primero del mundo visible ,
capaz de vivir eternamente , y de unirse
perfectamente á su divina Majestad.
37

AFECTOS Y RESOLUCIONES.

1. Humillate profundamente en la presen-


cia de Dios, diciéndole de corazon con el sal-
mista : Señor , yo soy delante de Vos co-
mo una verdadera nada . ¿ Cómo os acor-
dásteis de mí para criarme ? ¡ Ay , alma
mia ! estabas abismada en esta antigua
nada , y lo estarias tambien ahora , si Dios
no te hubiera sacado de ella : ¿ y qué
harias tú en esa nada ?
2. Da gracias á Dios . ¡ Ó sumo y buen
Criador mio ! ¡ cuan grande es mi deuda
para con Vos , que me fuisteis á buscar
en mi nada para hacerme por vuestra mi-
sericordia lo que soy ! ¡ Qué podré yo
hacer jamás que sea correspondiente para
bendecir vuestro santo nombre y daros
gracias de vuestra bondad inmensa !
3. Confúndete. Mas ay de mí ! Cria-
dor mio , en vez de unirme con Vos amán-
doos y sirviéndoos , me he rebelado con
mis desreglados afectos , separándome y
alejándome de Vos para abrazar el pecado ,
sin tener mas cuenta con dar honra á vues-
tra bondad , que si no fuerais mi criador.
4. Póstrate en el divino acatamiento,
Conoce , alma mia , que el Señor es tu
Dios é es quien te ha hecho , que tú no
has podido hacerte á ti misma . ¡ O Dios
mio yo soy obra de vuestras manos .
5
38 -
Ya de aquí adelante no me he de com-
placer mas en mí misma ; pues de mi pro-
pio caudal soy nada. ¿ De qué te glorias ,
polvo y ceniza ? ó por mejor decir : Nada ,
¿ de qué te exaltas ? Para humillarme quie-
ro hacer tal y tal cosa , sufrir tales y ta-
les menosprecios ; quiero mudar de vida,
y seguir desde hoy á mi Criador , honrán-
dome con la condicion del sér que me ha
dado , empleándole todo enteramente en
cumplir su voluntad por los medios que
me sean enseñados , los cuales aprenderé
de mi padre espiritual.

CONCLUSION.

1. Dá gracias a Dios. Bendice , alma


mia, á tu Dios, y todas mis entrañas ala-
ben su santo nombre , porque su bondad
me ha sacado de la nada , y su miseri-
cordia me ha criado .
2. Ofrece. ¡ O Dios mio ! yo os ofrez-
co con todo mi corazon el sér que me
habeis dado ; yo os le consagro y dedico.
3. Ruega. Confirmadme, Dios mio , en
estos afectos y resoluciones. Y vos , Vír-
gen santa , encomendadlas á la misericor-
dia de vuestro Hijo , con todos aquellos
por quienes estoy obligada á orar. Pater
noster , Ave Maria.
Al salir de la oracion , paseándote un
poco, formarás un ramilletito de devocion
39 -
de las consideraciones que hayas tenido ,
para estarle oliendo todo el dia.

CAPÍTULO X.

MEDITACION II,

Del fin para que hemos sido criados .

PREPARACION.

1. Ponte en la presencia de Dios.


2. Ruégale que te inspire.

CONSIDERACIONES.

1. No te ha puesto Dios en este mun-


do, porque tenga necesidad alguna de ti ,
pues eres para su Majestad totalmente
inútil. Te ha criado solo para ejercitar en
ti su bondad , dándote su gracia y su glo-
ria. A este fin te ha dado el entendimien-
to para que le conozcas, la memoria para
que te acuerdes de él , la voluntad para
que le ames , la imaginacion para que ten-
gas presente sus beneficios , los ojos para
que veas las maravillas de sus obras , la
lengua para que le alabes , y así de todas
las demás facultades.
2. Puesto que has sido criada y colo-
cada en el mundo con este fin , debes
- 40 -
echar de ti, y evitar todas las acciones
contrarias á él : y las que á él no conducen ,
menospreciarlas como vanas y supérfluas .
3. Considera la infelicidad de los mun-
danos , que no piensan jamás en esto , an-
tes viven como si creyeran haber sido
criados para edificar casas , plantar árbo-
les, juntar riquezas y emplearse en niñerías .

AFECTOS Y RESOLUCIONES .

1. Confúndete , echando en cara á tu


alma su miseria que ha sido tan grande
hasta ahora, que poco ó nada ha pensado
en todo esto. ¡ Ay de mí , dirás , ¿ en qué
pensaba yo, Dios mio, cuando no pensaba en
Vos ? ¿ de qué me acordaba , cuando me
olvidaba de Vos ? ¿ qué amaba , cuando
no os amaba á Vos ? ¡ Ay de mí ? debia
apacentarme con la verdad, y me hartaba
de vanidad , y servia al mundo que fué
criado para servirme .
2. Detesta la vida pasada . Pensamien-
tos vanos , discursos inútiles , os desecho :
memorias abominables y frívolas , os de-
testo amistades infieles y desleales , ser-
vicios perdidos y miserables , gratificacio-
nes ingratas , complacencias enfadosas , os
renuncio.
3. Conviértete á Dios. Y Vos , Dios y
Salvador mio , Vos seréis desde hoy el úni-
co objeto de mis pensamientos ; jamás em-
― -
plearé mi entendimiento en cosa alguna
que pueda desagradaros : la grandeza de
vuestra benignidad , que tan dulcemente
habeis ejercitado conmigo , ocupará mi me-
moria todos los dias de mi vida : Vos se-
réis las delicias de mi corazon y la sua-
vidad de mis afectos . De aquí adelante
miraré con horror tales y tales fruslerías
y diversiones en que me ocupaba , tales
y tales ejercicios vanos en que empleaba
los dias , tales y tales aficiones que pren-
daban mi corazon , y para esto usaré de
tales Y tales remedios .

CONCLUSION.

1. Da gracias á Dios que te ha criado


para un fin tan excelente. Me habeis criado
para Vos, Señor, á fin de que goce eterna-
mente de la inmensidad de vuestra gloria.
¿ Cuando seré digna de ella , y cuando os
bendeciré como debo ?
2. Ofrece. Yo os ofrezco , amado Cria-
dor mio, todos estos afectos y resoluciones
con toda mi alma y con todo mi corazon .
3. Ruega. Os suplico , Dios mio , que
acepteis mis deseos y mis votos , y echeis
vuestra santa bendicion á mi alma para
que pueda cumplirlos , por los méritos de
la preciosa sangre de vuestro Hijo derra-
mada en la cruz.
Haz el ramillete de devocion .
42

CAPÍTULO XI.

MEDITACION III.

De los beneficios de Dios.

PREPARACION.

1. Ponte en la presencia de Dios .


2. Ruégale que te inspire.

CONSIDERACIONES.

1. Considera los dones corporales que


Dios te ha dado . ¡ Qué cuerpo ! ¡ qué co-
modidades para mantenerle ! ¡ qué salud !
¡ cuantos consuelos lícitos ! ¡ qué amigos !
¡ qué asistencias ! Pero considéralo en con-
traposicion de tantos , que , siendo mucho
mejores que tú , carecen de estos benefi-
cios : unos son imperfectos de cuerpo ,
faltos de salud ó de algun miembro ; otros
se hallan expuestos á toda suerte de opro-
bios , desprecios y deshonras ; otros con-
sumidos de pobreza y Dios no ha queri-
do que padezcas tú tantas miserias .
2. Considera los dones del espíritu .
¡ Cuantos fátuos , furiosos é insensatos hay
en el mundo ! pues & porqué no eres tú
uno de ellos ? porque Dios te ha hecho
- 43- ―
ese favor. Cuantos se han criado rústi-
camente y en una total ignorancia ? y la
Providencia divina ha dispuesto que te ha-
yan criado á ti civil y honradamente.
3. Considera , Filotea , las gracias es-
pirituales. Eres hija de la Iglesia , y Dios
te ha enseñado á conocerle desde tu tier-
na infancia. ¿ Cuantas veces te ha dado sus
sacramentos ? ¿ cuantas sus inspiraciones,
luces interiores y reprensiones para tu
enmienda ? ¿ cuantas te ha perdonado tus
faltas ? ¿ cuantas te ha librado de las oca-
siones de perderte , á que te hallabas ex-
puesta ? Y ¿ qué eran los años pasados ,
sino lugar y comodidad que te daba para
adelantar en el bien de tu alma ? Examina
por menor cuan dulce y propicio ha sido
Dios contigo.

AFECTOS Y RESOLUCIONES.

Admira la bondad de Dios. ¡ Oh


cuan bueno es Dios para conmigo ! ¡ oh
cuan bueno es ! Vuestro corazon , Señor ,
es rico en misericordia y liberal en be-
nignidad. Cantemos eternamente , alma mia ,
las misericordias que nos ha hecho.
2. Pásmate de tu ingratitud. Mas ¿ quien
soy yo , Señor, para que os hayais acor-
dado de mí ? oh, cuan grande es mi in-
dignidad ay de mí ! he pisado vuestros
beneficios , he deshonrado vuestras gra-
41--
cias , usando de ellas con descuido y me-
nosprecio de vuestra soberana bondad : he
contrapuesto el abismo de mi ingratitud al
abismo de vuestras gracias y favores.
3. Excitate á reconocimiento . Ea pues ,
corazon mio , no quieras de hoy mas ser
infiel , ingrato y desleal á tan grande bien-
hechor. ¿ Cómo era posible que mi alma
no quedase desde hoy sujeta á Dios , que
ha obrado tantas maravillas y gracias en
mí y por mí ?
4. Aparta pues , Filotea , tu cuerpo de
tales y tales placeres ; sujétale al servicio
de Dios , que tanto ha hecho por él : apli-
ca tu alma á conocer mas y mas á su
Dios por medio de tales y tales ejercicios
que para esto se requieren : emplea cui-
dadosamente los medios que tienes en la
Iglesia para salvarte y para amar á Dios .
Así será : frecuentaré la oracion y los san-
tos sacramentos ; oiré la palabra de Dios,
y pondré en práctica las inspiraciones y
consejos.

CONCLUSION .

1. Da gracias a Dios por el conoci-


miento que ahora te ha dado de lo que le
debes , y de todos los beneficios hasta aquí
recibidos .
2. Ofrécele tu corazon con todas las
resoluciones que has hecho .
45
3. Pídele que te dé fuerzas para prac-
ticarlas fielmente , por los méritos de la
muerte de su Hijo : implora la intercesion
de la Virgen y de los Santos. Pater nos-
ter , Ave Maria.
Haz el ramillete espiritual .

CAPÍTULO XII.

MEDITACION IV .

De los pecados.

PREPARACION .

1. Ponte en la presencia de Dios.


2. Ruégale que te inspire.

CONSIDERACIONES .

1. Piensa cuanto tiempo ha que empe-


zaste á pecar, y mira desde aquel primer
instante cuanto se han multiplicado los pe-
cados en tu corazon : cómo los has acre-
centado todos los dias contra Dios, contra
ti misma y contra el prójimo , por obra ,
por palabra y por deseo y pensamiento .
༧. Considera tus malas inclinaciones , y
cuantas veces te has dejado llevar de ellas ,
y por estos dos puntos conocerás que tus
culpas son mas que los cabellos de la ca-
beza y las arenas del mar.
5*
46
3. Considera aparte el pecado de ingra-
titud á Dios, que es un pecado general que
se extiende por todos los demás , y los
hace infinitamente mas enormes . Mira ,
pues, cuantos beneficios te ha hecho Dios ,
y como de todos ellos has abusado contra
el dador ; pero singularmente piensa cuan-
tas inspiraciones has despreciado , y cuan-
tos buenos movimientos has inutilizado , y
sobre todo cual ha sido el fruto de los
santos sacramentos que tantas veces has
recibido . ¿ Dónde están aquellos preciosos
joyeles con que te habia adornado tu Es-
poso ? Todo ha quedado cubierto con tus
iniquidades. ¿ Con qué preparacion has lle-
gado á recibirlos ? Repara bien esta in-
gratitud , que habiendo Dios corrido tras
ti para salvarte , tú has huido siempre de
él para perderte.

AFECTOS Y RESOLUCIONES . .

1. Confúndete de tu miseria. ¿ Cómo me


atrevo , Dios mio, á comparecer en vues-
tra presencia ! ¡ Ay de mí , que soy una
apostema del mundo y una piscina de in-
gratitud y de iniquidad ! ¿ Es posible que
á tanto ha de haber llegado mi deslealtad,
que ni un sentido del cuerpo , que ni una
potencia del alma haya quedado sin per-
vertirla , violarla y contaminarla , y que
no haya dejado pasar un dia siquiera de
47 -
mi vida en que no haya producido tan
abominables efectos ? ¿ Es esta la debida
paga de los beneficios de mi Criador y de
la sangre de mi Redentor ?
2. Pide perdon , y arrójate á los piés
del Señor , como el hijo pródigo , como la
Magdalena , ó como una mujer que ha man-
chado el lecho conyugal con toda suerte de
adulterios . Señor , habed misericordia de
esta pecadora. ¡Ay de mí ! Fuente viva de
clemencia , habed piedad de esta mise-
rable.
3. Propon mejorar tu vida . No mas ya ,
con vuestra gracia . Señor , no mas ya ,
no mas abandonarme al pecado . ¡ Ay de
mí ! Harto lo he amado hasta ahora ; ya
le detesto , y os abrazo á Vos , Padre de
misericordia ; pues en Vos quiero vivir y
morir .
4. Para borrar los pecados pasados
me acusaré de ellos con valor , y no de-
jaré ni uno que no confiese .
5. Haré todo cuanto pueda para des-
arraigarlos enteramente de mi corazon ,
en particular estos y aquellos , que mas me
molestan .
6. Para hacerlo así, abrazaré constan-
temente los medios que me aconsejen ,
no pareciéndome jamás que ya he he-
cho bastante para reparar tan grandes
faltas.
- 48 -

CONCLUSION.

1. Da gracias a Dios que te ha espe-


rado hasta ahora , y te ha dado estos bue-
nos afectos.
2. Ofrécele tu corazon para ponerlos
en práctica.
3. Pídele que te dé fuerzas, &c .

CAPITULO XIII .

MEDITACION V.

De la muerte.

PREPARACION.

1 . Ponte en la presencia de Dios .


2. Pídele su gracia .
3. Imagina que estás enfermo , á los
últimos, con la agonía de la muerte , sin
esperanza alguna de vida .
CONSIDERACIONES .
1. Considera cuan incierto es el dia
de tu muerte . Algun dia saldrás de este
cuerpo , alma mia ; pero cuando ? será
en invierno ó en verano ? ¿ en la ciudad
ó en la aldea ? ¿ de dia ó de noche ? ¿ se-
rá de repente ó dando tiempo? ¿de enferme-
dad ó de accidente ? ¿ tendrás tiempo para
- 49
confesarte ó no ? ¿ te asistirá tu confesor y
padre espiritual ? ¡ Ay ! que nada de esto sa-
bemos: solo es cierto que hemos de morir, y
que será mas pronto de lo que pensamos .
2. Considera que entonces , por lo que
á ti toca , se acabará el mundo , pues para
ti ya no le habrá mas : se trastornará de arri-
ba abajo delante de tus ojos , porque enton-
ces los placeres , las vanidades , las alegrías
mundanas y las aficiones vanas nos pare-
cerán fantasmas y nublados. ¡ Ah , desven-
turada ! ¡ por qué bagatelas y quimeras he
ofendido á mi Dios ! Verás entonces que has
dejado á Dios por una nada. Mas , por el
contrario , la devocion y las buenas obras
te parecerán entonces apetecibles y dulces .
¿ Porqué no he seguido yo este camino tan
hermoso y agradable ? Entonces los peca-
dos que parecian pequeñísimos , parecerán
tan grandes como los montes , y tu devo-
cion parecerá pequeña .
3. Considera las tristes y dolorosas ex-
presiones con que se despedirá tu alma de
este mundo engañador . Despediráse de las
riquezas , de las vanidades y vanas com-
pañías , de los placeres , de los pasatiem-
pos , de los amigos y vecinos , de los pa-
dres , de los hijos , del marido , de la mu-
jer, en una palabra , de todas las criaturas ,
y finalmente de su mismo cuerpo , que de-
jará pálido , demudado , deshecho, horro-
roso y pestilente.
50-
4. Considera la prisa que se darán pa-
ra echar de allí tu cuerpo y sepultarle
en la tierra y que hecho esto , el mun-
do no volverá á pensar en ti, ni se acor-
dará de ti; así como tú no has pensado en
los otros. Dios le tenga en descanso , di-
rán , y á esto se reducirá todo . ¡ O muer-
te qué poco se piensa en ti , y qué ri-
gurosa eres !
5. Considera que al salir el alma del
cuerpo toma su camino á la derecha ó á
la izquierda. ¡ Ay ! adónde irá la tuya ?
¿ qué camino seguirá ? El mismo que ha-
ya empezado en este mundo.

AFECTOS Y RESOLUCIONES.

1. Ruega á Dios y arrójate en sus bra-


zos. Señor, recibidme bajo vuestro amparo
en aquel dia espantoso. Haced que sea
para mí feliz y favorable aquella hora , por
mas que sean tristes y de afliccion todas
las demás de mi vida .
2. Desprecia al mundo. Ya que no sé
la hora en que te tengo de dejar, ó mun-
do, no quiero tenerte apego . Amigos que-
ridos , amados deudos , tened á bien que
os estime solo con una amistad santa que
pueda durar eternamente : ¿ para qué he
de hacer con vosotros enlaces que por
fuerza he de abandonar y romper ?
3. Quiero prepararme para esta hora, y
51
tomar las medidas necesarias para dar es-
te paso felizmente ; quiero asegurar con to-
das las diligencias posibles el estado de mi
conciencia , y quiero remediar tales y tales
defectos .
CONCLUSION.

Dá gracias a Dios de las resoluciones


que te ha dado : ofrécelas á su Majestad :
suplícale otra vez que te dé una buena
muerte por los méritos de la muerte de su
Hijo implora la asistencia de la Vírgen
y de los santos . Pater noster , Ave Maria.
Forma un hacecito de mirra .

CAPITULO XIV.

MEDITACION VI.

Del juicio.

PREPARACION.

1. Ponte en la presencia de Dios.


2. Suplícale que te inspire.

CONSIDERACIONES.

1. Pasado el tiempo que Dios tiene se-


ñalado para la duracion de este mundo , y
después de muchas señales y presagios
horribles , que harán á los hombres se-
52 -
carse de espanto y de temor , el fuego
que vendrá como un diluvio abrasará y
reducirá á cenizas toda la faz de la tier-
ra , sin perdonar cosa alguna de cuantas
miramos en ella .
2. Después de este diluvio de llamas y
de rayos , resucitarán todos los hombres
de la tierra ( á excepcion de los que hayan
resucitado ya ) , y á la voz del arcángel
comparecerán todos en el valle de Josafat;
pero con cuanta diferencia ! Unos esta-
rán allí con sus cuerpos gloriosos y res-
plandecientes , y otros con cuerpos feos y
espantosos. "
3. Considera la majestad con que apa-
recerá el soberano Juez rodeado de todos
los ángeles y santos , llevando delante de
sí su cruz mas resplandeciente que el sol ,
como estandarte de gracia para los bue-
nos y de rigor para los malos .
4. En fuerza del decreto de este so-
berano Juez , que se ejecutará al instante ,
serán separados los buenos de los malos ,
poniendo los unos á su derecha y los otros
á su izquierda separacion eterna , después
de la cual jamás podrán volverse á juntar
estas dos alas .
5. Hecha esta separacion , se abrirán
los libros de las conciencias , y se verá
claramente la malicia de los malos y el
desprecio que hicieron de Dios ; y por
otra parte la penitencia de los buenos , y
53
los efectos de la divina gracia que reci
bieron. Nada quedará oculto . ¡ O Dios !
¡ qué confusion para los unos , y qué con-
suelo para los otros !
6. Considera la sentencia final de los
malos : Id , malditos , al fuego eterno que
está preparado para el demonio y sus com-
pañeros. Pondera bien estas palabras de
tanto peso. Id , les dice : palabra que de-
nota el abandono perpetuo de Dios con
que arroja para siempre de su vista á es-
tos infelices. Los llama malditos : ¡ ó al-
ma mia , qué maldicion ! maldicion gene-
ral que comprende á todos los males ; mal-
dicion irrevocable que se extiende á todos
los tiempos y á la eternidad . Al fuego
eterno añade : mira , corazon mio , esta
grande eternidad : ¡ ó eterna eternidad de
penas ! ¡ cuan digna eres de ser temida !
7. Considera,por el contrario , la senten-
cia de los buenos . Venid , dice el Juez :
( esta es la palabra agradable y de salud con
que Dios nos trae á sí , y nos recibe en
el seno de su bondad ); benditos de mi Pa-
dre: 6 amable bendicion que comprende
todas las bendiciones ! ) poseed el reino que
os está preparado desde la constitucion del
mundo. ¡ O Dios ! ¡i qué gracia tan grande !
porque jamás ha de tener fin este reino .
AFECTOS Y RESOLUCIONES .
1. Tiembla , alma mia , con esta me-
54
moria. O Dios ! ¡ quien podrá darme se-
guridad en aquel dia en que las columnas
del cielo temblarán de espanto ?
2. Detesta tus pecados , pues solo ellos
pueden perderte en este dia horroroso. Yo
quiero juzgarme á mí misma ahora , para
no ser juzgada ; quiero examinar mi con-
ciencia , condenarme , acusarme y corre-
girme yo, para que el Juez no me conde-
ne en aquel dia terrible. Me confesaré y
aceptaré los oportunos consejos que me
dieren , &c.
CONCLUSION.

1. Da gracias a Dios que te ha concedi-


do medios de alcanzar seguridad para aquel
dia , y te ha dado tiempo de penitencia.
2. Ofrécele tu corazon para hacerla.
3. Suplícale que te conceda la gracia
de hacerla bien . Pater . Ave.
Haz un ramillete .

CAPITULO XV.

MEDITACION VII,

Del infierno.

PREPARACION .

1. Ponte en la presencia de Dios.


2. Humillate y pidele su asistencia .
- 35
3. Figúrate una ciudad tenebrosa, ar-
diendo en llamas de azufre y pez pesti-
lencial , y llena de ciudadanos que nunca
pueden salir de ella.

CONSIDERACIONES .

1. Los condenados están en el abismo


infernal como dentro de una ciudad mala-
venturada , en la cual sufren indecibles
tormentos en todos los sentidos y miem-
bros ; porque como emplearon en el peca-
do todos sus miembros y sentidos, sufrirán
en todos ellos las penas correspondientes
al pecado. Los ojos por sus licenciosas é
ilícitas miradas sufrirán la horrible vision
de los demonios y del infierno : los oidos por
haberse deleitado con discursos malos , ja-
más oirán otra cosa mas que llantos , lamen-
tos y desesperaciones : y así de los restantes.
2. Además de todos estos tormentos ,
hay otro todavía mayor, que es la priva-
cion y pérdida de la gloria de Dios , de la
cual los condenados están excluidos para
siempre . Si Absalon juzgó que el estar
privado de ver el amable rostro de su pa-
dre David , era mas penoso que su des-
tierro , & cual será , Dios mio , la pena de
estar para siempre privado de ver vues-
tro dulce y suave rostro ?
3. Sobre todo considera la eternidad de
las penas, pues ella sola basta para hacer
56 —
el infierno insoportable. Si la picadura de
una pulga en una oreja ó el ardor de una
lijera calentura es suficiente para que juz-
guemos larguísimo é insufrible el corto
espacio de una noche . ¿ qué espantosa
será la noche de la eternidad con tantos
tormentos ? De esta eternidad nace la de-
sesperacion eterna y las rabias y blasfe-
mias infinitas .
AFECTOS Y RESOLUCIONES .
1. Atemoriza tu alma con las palabras
de Isaías : ¡ 0 alma mia ! ¿ podrás vivir eter-
namente con estos ardores perdurables , y
en medio de este fuego devorador ? ¿quie-
res abandonar para siempre á tu Dios ?
2. Confiesa que has merecido el infier-
no, y muchas veces . Ya desde hoy tomaré
el camino contrario : ¿ porqué me he de
sepultar en este abismo ?
3. Haré tales y tales esfuerzos para
evitar el pecado , que es quien solamente
puede darme la muerte eterna .
Da gracias , ofrece y suplica .
CAPITULO XVI.
MEDITACION VIII.
De la gloria.
PREPARACION .
1.
-ci

Ponte en la presencia de Dios .


2. Invócale.
57

CONSIDERACIONES .

1. Considera qué gusto da en una no-


che muy serena y hermosa ver el cielo
con tanta multitud y variedad de estrellas :
imagina unida esta belleza con la de un
hermoso dia , de manera que la luz del
sol no estorbe la vista clara de las estre-
llas y de la luna y después asegura , sin
reparo , que toda esta hermosura junta es
nada en comparacion del cielo empíreo .
¡ Oh , qué lugar tan apetecible y amable !
¡ oh , qué ciudad tan preciosa !
2. Considera la nobleza , hermosura y
muchedumbre de los ciudadanos y habita-
dores de este lugar dichoso : aquellos mi-
llones de millones de ángeles , querubines
y serafines aquel ejército de apóstoles ,
mártires , confesores , vírgenes y matronas
santas , que no tienen número . ¡ Qué di-
chosa compañía ! El menor de estos exce-
de á todo el mundo en belleza ; pues ¿ qué
será verlos todos juntos ? ¡ Qué felicidad
la suya , Dios mio , de estar cantando sin
intermision el dulce cántico del amor eter-
no ! Gozan siempre de una constante ale-
gría ; se comunican unos otros indeci -
bles contentos , y viven gozando de una
feliz é indisoluble sociedad .
3. Considera finalmente el bien que lo-
gran todos en gozar de Dios , que con su
38 -
amabilísimo aspecto eternamente los rega-
la , y derrama en sus corazones un abis-
mo de delicias . ¡ Qué dicha estar siempre
unidos á su primer principio ! Son los bien-
aventurados en el cielo como unos felices
pajarillos que revolotean y cantan sin ce-
sar en el aire puro de la divinidad , que
por todas partes les rodea con increibles
placeres. Allí cada uno , á cual mejor ,
pero sin envidia , canta las alabanzas del
Criador, diciendo : Bendito seais para siem-
pre , dulce Criador y Salvador , que tan
bueno sois para nosotros , y tan liberal-
mente nos comunicais vuestra gloria. Dios
recíprocamente bendice con una bendicion
perpetua á todos sus santos : Benditas seais
vosotras para siempre , dice , amadas cria-
turas mias , que me habeis servido , y que
me alabaréis eternamente con tanto amor
y afecto.

AFECTOS Y RESOLUCIONES.

1. Admira y alaba esta patria celestial.


¡ Oh , cuan hermosa eres , amada Jerusa-
len mia , y qué bienaventurados tus ha-
bitadores !
2. Echa en cara á tu corazon su poco
ánimo , que le ha hecho hasta ahora apar-
tarse tanto del camino de esta gloriosa mo-
rada. Por qué causa me he alejado tanto
de mi felicidad suma ? ¡ Ah , necio ! Mit
59
veces he dejado estas eternas é infinitas
delicias por placeres insulsos y livianos.
Pues ¿ dónde estaba mi entendimiento cuan-
do por tan vanos y despreciables deseos
menospreciaba unos bienes tan dignos de
ser apetecidos ?
3. Aspira , sin embargo de eso, animo-
samente á esta mansion de delicias . Pues
os habeis dignado , soberano y piadoso
Señor , enderezar mis pasos por vuestros
caminos , ya nunca me he de volver atrás.
Vamos , alma mia , vamos á aquel des-
canso infinito ; caminemos hácia aquella
tierra de bendicion que nos está prometi-
da. ¿ Qué hacemos en este Egipto ? Me
desembarazaré, pues, de tales y tales co-
sas , que me extravian ó retardan en es-
te camino practicaré tales Ꭹ tales que
pueden conducirme allá.
Da gracias , ofrece , suplica .

CA PÍTULO XVII .

MEDITACION IX.

A manera de eleccion : del paraiso.

PREPARACION.

1. Ponte en la presencia de Dios .


2. Humillate delante de él , pidiéndole
que te inspire .
60
CONSIDERACIONES .

1. Imagina que estás en un campo ra-


so sola con tu ángel de guarda , como es-
taba el jóven Tobías cuando iba á Rages ,
y que el ángel te muestra en lo alto el
cielo abierto con todos los placeres repre-
sentados en la meditacion de la gloria ,
que ya has considerado . Después á la par-
te de abajo te manifiesta el infierno abier-
to con todos los tormentos descritos en la
meditacion del infierno . Situada de este
modo con la imaginacion , y arrodillada
delante del ángel de guarda ,
2. Considera que es ciertísimo que es-
tás en medio del cielo y del infierno , y
que uno y otro están abiertos para reci-
birte , conforme la eleccion que hicieres .
3. Considera que la eleccion de uno ú
otro que se hace en este mundo , ha de
durar en el otro eternamente .
4. Asimismo has de considerar ; que
aunque uno y otro están abiertos para
recibirte , segun tú eligieres , y Dios está
pronto á darte , ó ya el uno por justicia ,
ó ya el otro por misericordia , sin embar-
go desea con imponderable deseo que es-
cojas el cielo , y á este fin tu santo ángel
te insta cuanto puede , ofreciéndote de
parte de Dios gran copia de gracia y de
auxilios para ayudarte á subir á él .
5. Desde lo alto del cielo te mira Je-
61-
sucristo lleno de benignidad , y te convida
dulcemente , diciendo : Ven , alma muy
amada , á descansar eternamente entre los
brazos de mi bondad , que te tiene prepa-
radas inmortales delicias en la abundancia
de su amor. Mira con los ojos del espíri-
tu á la santísima Vírgen que te convida
como madre, y te dice : Animo , hija mia ,
no desprecies los deseos de mi Hijo , ni
tantos suspiros como doy por ti , aspiran-
do juntamente con él á tu salvacion eter-
na. Mira á los santos que te exhortan , y
aquella multitud de almas santas que con
gran dulzura te convidan , deseando ver
algun dia tu corazon unido con los suyos
para alabar á Dios eternamente , y te ase-
guran que el camino del cielo no es tan
difícil como lo pinta el mundo. Ten valor,
dicen , carísima amiga ; porque si con-
sideras bien el camino de la devocion por
donde hemos subido , verás que hemos
llegado á estas delicias por otras delicias
incomparablemente mas suaves que las del
mundo .
ELECCION.

1. ¡ O infierno desde ahora te detes-


to para siempre ; detesto tus tormentos y
tus penas ; detesto tu infeliz y malaventu-
rada eternidad , y sobre todo abomino las
eternas blasfemias y maldiciones que eter-
namente vomitas contra mi Dios. Y vol-
6
62
viendo mi corazon y mi alma hácia ti ,
paraiso hermoso , gloria eterna , felicidad
perdurable , elijo para siempre é irrevoca-
blemente para mi domicilio y morada tus
hermosas y sagradas mansiones y tus san-
tos y deseables tabernáculos . Bendigo ,
Dios mio, vuestra misericordia , y acepto
el ofrecimiento que os habeis dignado ha-
cerme. Jesus , salvador mio, acepto vues-
tro amor eterno , y admito el lugar y ha-
bitacion que para mí habeis ganado en
esta dichosa Jerusalen, y lo principal por-
que le quiero, es por amaros y bendeci-
ros eternamente.
2. Acepta los favores que la santísima
Vírgen y los santos te ofrecen , y dales
palabra de seguirlos. Extiende la mano á tu
santo ángel para que te lleve allá , y alien-
ta á tu alma para que haga esta eleccion.
2
CAPÍTULO XVIII.

MEDITACION X.

A manera de eleccion que hace el alma


de la vida devota .

PREPARACION.

1. Ponte en la presencia de Dios .


2. Humillate ante su rostro , y pidele
su auxilio.
63

CONSIDERACIONES.

1. Imaginate otra vez en un campo ra-


so sola con tu ángel de guarda , y que á
la izquierda vés al demonio sentado sobre
un grande y elevado trono acompañado de
una gran tropa de mundanos , que con la
cabeza descubierta , le reconocen todos
por su señor , y le rinden homenaje , unos
por un pecado y otros por otro mira el
aspecto de todos los infelices cortesanos
de este abominable rey : repara como los
unos están furiosos con el odio , la envi-
dia y la cólera ; aquellos se dan la muer-
te unos á otros ; estos andan demudados ,
pensativos y ansiosos por juntar riquezas ;
otros entregados á la vanidad sin gozár
placer alguno que no sea inútil y vano ;
otros envilecidos , encenegados y corrom-
pidos en sus brutales apetitos : mira como
están todos sin descanso , sin órden y sin
compostura : advierte como se desprecian
unos á otros , y su cariño no es mas que
falsas apariencias : en fin verás una cala-
mitosa república tan tiranizada por aquel
rey maldito , que te causará compasion .
2. Mira á la mano derecha á Jesucristo
crucificado orando con entrañable amor
por estos miserables esclavos de Satanás ,
para que salgan de su tiranía y llamándo-
los á sí y al rededor de Jesucristo verás
- 64-
muchas almas devotas acompañadas de sus
ángeles. Contempla la hermosura de este
reino de devocion . ¡ Qué gusto de ver una
tropa de vírgenes , hombres y mujeres ,
mas blancos que la azucena : otra de viu-
das adornadas de sagrada mortificacion y
humildad , y un numeroso coro de gentes
casadas , que viven dulcemente unidas con
el respeto mutuo , el cual no puede sub-
sistir sin grande caridad ! Mira como estas
almas devotas saben hermanar el cuidado
de la casa exterior con el de la interior,
el amor del marido con el del celestial
Esposo repáralos á todos , y los verás
con aspecto santo , dulce y amoroso , es-
cuchando á nuestro Señor , y deseando
colocarle en medio de sus corazones . Re-
gocijanse , pero con alegría suave , cari-
tativa y bien ordenada ; ámanse unos á
otros , pero con amor santo y purísimo :
en este pueblo devoto los que padecen
aflicciones , no se dejan llevar del senti-
miento ni pierden la serenidad ; en una pa-
labra , mira como la vista del Salvador
consuela á todos , y todos suspiran por él.
3. Tú has dejado ya á Satanás con su
triste y malaventurado séquito , por medio
de los buenos deseos que has concebido ;
pero sin embargo no has llegado todavía
al rey Jesus , ni te has unido á su feliz y
santa compañía de devotos : y así has es-
tado siempre entre el uno y el otro .
65
4. La Virgen santísima , san José , san
Luis , santa Mónica y otros muchos que
están en el escuadron de los que vivie-
ron en medio del mundo , te convidan y
animan .
5. El Rey crucificado te llama por tu
nombre propio , y te dice : Ven , querida
mia , ven para que yo te corone .

ELECCION.

1. O mundo ! ¡ ó ejército abomina-


ble no me has de ver jamás siguiendo
tus banderas ; ya para siempre he dejado
tus locuras y vanidades. Rey orgulloso de
miserias , espíritu infernal , para siempre
te renuncio á ti y á todas tus pompas va-
nas ; para siempre te detesto á ti y á to-
das tus obras .
2. Y volviéndome á Vos , dulcísimo Je-
sus mio , rey de felicidad y de gloria eter-
na , yo os abrazo con todas las fuerzas de
mi alma yo os adoro con todo mi cora-
zon ; yo os escojo desde ahora para siem-
pre por mi rey , y con inviolable fideli-
dad os hago irrevocable homenaje , some-
tiéndome á guardar vuestras santas leyes
y preceptos.
3. Vírgen santísima , amada señora mia ,
yo os elijo por mi caudillo , y siento pla-
za en vuestras banderas , ofreciéndoos
particular respeto y especial reverencia.
6*
— 66-
4. Ángel santo de mi guarda , presén-
tame en esa sagrada congregacion , y no
me abandones hasta que llegue al término
con tan dichosa compañía , con la cual
digo , y diré siempre en testimonio de mi
eleccion Viva Jesus , viva Jesus.

CAPÍTULO XIX .

Como se ha de hacer la confesion general.

Estas son , amada Filotea , las medita-


ciones que se requieren para nuestro in-
tento. Después que te hayas ejercitado en
ellas , has de ir con resolucion y con es-
píritu de humildad á hacer una confesion
general , y te encargo que no te turbes
con aprehension alguna. Venenoso es el
escorpion cuando pica , pero el aceite que
de él se saca , es eficaz medicamento con-
tra su misma picadura : así el pecado es
vergonzoso cuando le cometemos ; pero
convertido en confesion y penitencia , es
honroso y saludable, porque la confesion y
contricion tienen tal hermosura y fragan-
cia , que borran la fealdad , y disipan el
hedor del pecado . Cuando Simon leproso
decia que Magdalena era pecadora , nues-
tro Señor decia que no , y solo hablaba
de los perfumes que vertia , y de la gran-
deza de su caridad . Filotea , si somos de
CO 67 -
veras humildes , nos desagradará infinito
nuestro pecado , porque es ofensa de Dios ;
pero la confesion de este mismo pecado
nos será dulce y agradable , porque da
honra á su divina Majestad y ciertamen-
te sirve de consuelo decir con claridad al
médico el mal que atormenta .
Cuando llegues á la presencia de tu pa-
dre espiritual , imagina que estás en el
monte Calvario á los piés de Jesucristo
crucificado , cuya sangre preciosa destila
por todas partes para lavarte de tus ini-
quidades ; porque ya que no sea ella mis-
ma , el mérito de esta sangre derramada
baña con abundancia á los penitentes en
el confesonario. Abre , pues del todo tu
corazon , para que por medio de la con-
fesion salgan los pecados ; pues á medida
que ellos salieren , entrarán los preciosos
méritos de la sagrada pasion para llenarle
de bendiciones .
* Dirá con sencillez y claridad todo aque-
s
llo de que te acuse la conciencia , para
dejarla de una vez descargada y satisfecha,
confesándote con franqueza y sin rodeos ;
y hecho esto, escucha las advertencias y
mandatos del ministro de Dios , diciendo
en tu corazon : Hablad , Señor ,
que vues-
tra sierva oye . Sí , Filotea , Dios es á
quien escuchas ; pues este Señor dice á
sus vicarios : El que á vosotros oye , á mí
me oye ( Luc. c. 10, v . 10 ) . Después has
68
de hacer , como por conclusion de tu ar-
repentimiento , la protestacion siguiente ,
que conviene hayas meditado y conside-
rado de antemano , leyéndola con la ma-
yor atencion y afecto que pudieres.

CAPÍTULO XX .

Protestacion auténtica con que se graba en


el alma la resolucion de servir á Dios, y
se concluyen los actos de penitencia.

Yo la infrascrita , puesta y constituida


en la presencia de Dios eterno y de toda
la corte celestial , habiendo considerado
la inmensa misericordia de su divina bon-
dad para conmigo , indigna y despreciable
criatura , á quien ha criado de la nada,
conservado , mantenido , librado de tantos
peligros y colmado de tantos beneficios;
pero sobre todo , habiendo considerado la
incomprensible dulzura y clemencia con
que este Dios de bondad , estando yo vi-
viendo entre iniquidades , me ha sufrido
benignamente , me ha llamado y animado
á la enmienda tantas veces con indecible
amor , y con tanta paciencia me ha espe-
rado á penitencia y arrepentimiento hasta
este año , que es el..... de mi edad , por
mas que con ingratitudes , dilaciones é
infidelidades le he ofendido tan descara-
69 -
damente , dilatando la conversion , Y des-
preciando sus gracias : después de haber
considerado tambien que el dia que recibí
el santo bautismo , fuí consagrada y de-
dicada dichosa y santamente á mi Dios ,
para ser hija suya , y que contra esta pro-
fesion que se hizo entonces en mi nom ,
bre , he profanado y violado infeliz y de-
testablemente mi alma tantas veces , apli-
cándola y empleándola contra la divina
Majestad volviendo ya en mí , postrado
de corazon y de espíritu ante el trono de
la divina justicia , me reconozco , protesto
y confieso legítimamente acusada y con-
vencida del crímen de lesa majestad divi-
na , y rea de la muerte y pasion de Je-
sucristo en fuerza de los pecados que he
cometido , por los cuales murió el Señor
y sufrió el tormento de la cruz : así que
por tanto soy merecedora de ser para
siempre perdida y condenada .
Pero volviéndome al trono de la infinita
misericordia de este mismo Dios eterno,
después de haber detestado de todo cora-
zon y con todas mis fuerzas las iniquida-
des de mi vida pasada , pido é imploro
humildemente gracia , perdon y merced
con absolucion entera de mi delito , en
virtud de la muerte y pasion de este mis-
mo Señor y Redentor de mi alma : apoya-
da en la cual, como en el único fundamen-
to de mi esperanza , confieso otra vez y
70 -
renuevo la sagrada profesion de fidelidad
hecha por mí á Dios en el bautismo , re-
nunciando al demonio , al mundo y á la
carne , detestando sus depravadas sujes-
tiones . vanidades y concupiscencias por
todo el tiempo de mi vida presente y por
toda la eternidad : y volviéndome á mi be-
nignísimo y piadosísimo Dios , deseo , pro-
pongo , determino y resuelvo irrevocable-
mente servirle y amarle eternamente , dán-
dole , dedicándole y consagrándole á este
fin mi entendimiento con todas sus facul-
tades , mi alma con todas sus potencias ,
mi corazon con todos sus afectos , mi
cuerpo con todos sus sentidos , protestan-
do para siempre no abusar mas de parte
alguna de mi sér contra su divina volun-
tad y Majestad soberana , á la cual en es-
píritu me ofrezco en sacrificio y víctima
para ser siempre su leal , obediente y fiel
criatura , sin querer jamás retractarme ó
arrepentirme. Pero si acaso ay de mí !
por sujestion del enemigo ó por alguna
flaqueza humana acaeciese contravenir en
algo á esta mi resolucion y consagracion ,
protesto y propongo desde ahora con la
gracia del Espíritu santo levantarme al
instante que lo conozca , convirtiéndome
otra vez á la misericordia divina sin tar-
danza ni dilacion alguna.
Esta es mi voluntad , mi intencion y mi
resolucion inviolable é irrevocable, la cual
71 ―
confieso y confirmo sin reserva ni excep-
cion en la misma presencia sagrada de mi
Dios , á vista de la Iglesia triunfante , á
la faz de la Iglesia militante mi madre,
que oye esta mi declaracion en persona
del que como ministro suyo me escucha
en este acto. ¡ Plégueos , Dios mio , eter-
no , omnipotente y bueno ; Padre , Hijo y
Espíritu santo , confirmar en mi esta re-
solucion , y aceptar este mi sacrificio cor-
dial é interior en olor de suavidad ! Y pues
habeis querido darme la inspiracion y vo-
luntad de hacerle , dadme tambien la fuer-
za y gracia necesaria para perfeccionarla .
¡ O Dios mio ! Vos sois mi Dios , Dios de
mi corazon , Dios de mi alma , Dios de
mi espíritu por tal os reconozco ahora
y por todos los siglos de los siglos . Viva
Jesus.

CAPÍTULO XXI.

Conclusion de esta purificacion primera.

Hecha esta protesta , atiende y abre los


oidos de tu corazon para oir en espíritu
la sentencia de tu absolucion , que el mismo
Salvador de tu alma sentado en el trono de
su misericordia pronunciará allá en lo alto
de los cielos en presencia de todos los án-
geles y santos , al mismo tiempo que en
- 72
su nombre te absuelve el sacerdote acá en
la tierra . Y entónces , regocijándose de su
dicha los celestiales ejércitos de los bien-
aventurados , entonarán un cántico espiri-
tual de incomparable alegría , y todos
darán el ósculo de paz y de sociedad á
tu corazon restituido á la gracia y santi-
ficado.
Vé aqui, Filotea , un admirable contrato ,
en el cual haces con Dios ventajoso ajus-
te ; puès dándote tú á Dios , le ganas , y
te ganas á ti misma para la vida eterna .
Ya solo resta que , tomando la pluma , fir-
mes de todo corazon el acto de protesta-
cion que has hecho , y que después te
acerques al altar , en donde Dios tambien
por su parte firmará y sellará tu absolu-
cion y la promesa que te hará de la glo-
ria , poniéndose él mismo por medio de la
sagrada Eucaristía como un divino sello
sobre tu corazon renovado. Con esto , Fi-
lotea , cree que tu alma quedará purifica-
da del pecado y de todo afecto á él ; pero
como por nuestra fragilidad y concupiscen-
cia renacen facilmente estas aficiones en
el alma , que mientras vivimos en la tierra,
puede estar mortificada , mas no muerta ,
voy á darte algunos avisos , que si los
practicas bien , te preservarán en adelante
del pecado mortal y de toda aficion á él ,
para que nunca pueda volver á tener lugar
en tu corazon. Mas como estos mismos
73
avisos sirven tambien para otra purifica-
cion mas perfecta, quiero antes de dártelos ,
decir alguna cosa de la pureza mas cum-
plida , á que deseo conducirte.

CAPÍTULO XXII.

Que es necesario purificarse de los afectos


que se tienen á los pecados veniales.

A medida que va aclarando el dia , va-


mos descubriendo en el espejo las man-
chas del rostro , y tambien á medida que
ilumina nuestras conciencias la luz inte-
rior del Espíritu santo , vemos mas clara
y distintamente los pecados , inclinaciones
é imperfecciones , que nos pueden impedir
el llegar á la verdadera devocion y la
misma luz con que descubrimos estos de-
fectos é imperfecciones , nos enciende en
deseos de limpiarnos y purificarnos de
ellas.
Descubrirás , pues , amada Filotea, que ,
además de los pecados mortales y de las
aficiones á estos , tienes aun en tu alma
muchas inclinaciones y aficiones á los pe-
cados veniales . Advierte que no digo que
descubrirás pecados veniales , sino aficio-
nes é inclinaciones á ellos , cosas muy di-
versas una de otra , porque no podemos
7
74 -

jamás estar del todo limpios de pecados
veniales , ó á lo menos permanecer largo
tiempo con esta pureza , pero podemos
muy bien no tenerles aficion alguna. A la
verdad hay mucha diferencia de mentir
una ó dos veces en tono de fiesta y en ma
teria de poca importancia , á tener gusto
en mentir y ser aficionada á esta especie
de pecado.
Así pues , digo que es necesario purifi-
car el alma de todas las aficiones que tie-
ne á los pecados veniales, esto es no man-
tenerse voluntariamente en ánimo de con-
tinuar y permanecer en alguna especie de
pecado venial , porque seria ciertamen-
te una falta muy grande querer á sabien-
das conservar en nuestra conciencia una
cosa tan desagradable á Dios , como es la
voluntad de querer desagradarle . Por pe-
queño que sea el pecado venial , des-
agrada á Dios , aunque no tanto que por
él quiera el Señor condenarnos ó perder-
nos pues si desagrada á Dios el pecado
venial , la voluntad y afecto á él es mani-
fiesta resolucion de querer desagradar á su
divina Majestad. ¿ Y será posible que una
alma noble quiera no solamente des-
agradar á su Dios , sino tener aficion á
desagradarle ?
Estas aficiones , Filotea , se oponen di-
rectamente á la devocion , del mismo mo-
do que el afecto al pecado mortal se opo-
75 --
ne á la caridad : debilitan las fuerzas del
espíritu ; estorban las consolaciones divi-
nas ; abren la puerta á las tentaciones ; y
aunque no dan muerte al alma , la dejan
sumamente enferma . Las moscas que mue-
ren , dice el Sabio ( Eccles. c. 10. v. 1 ) ,
pierden y corrompen la suavidad del un-
güento , quiere decir, que cuando las mos-
cas no se paran en el ungüento , sino que
de paso le comen , no echan á perder mas
que aquello que cogen , y lo demás que-
da en su perfeccion ; pero cuando mueren
en él , le hacen despreciable y de ningun
valor. Del mismo modo los pecados venia-
les si no se detienen largo tiempo en una
alma devota , no causan gran daño ; pero
si permanecen en ella , por el afecto que
les tiene, le hacen perder sin duda la sua-
vidad del ungüento , esto es , la devocion
santa.
Los arañas no matan á las abejas , pero
echan á perder y corrompen la miel , y
como ocupan con sus telas los panales ,
no dejan hacer su oficio á las abejas ; bien
entendido que es cuando hacen allí man-
sion las arañas. Así el pecado venial aun-
que no da muerte á nuestra alma , sin
embargo daña á la devocion , y empacha
tanto las potencias con malas costumbres
é inclinaciones , que ya no puede el alma
ejercitar la caridad con prontitud , en lo
cual consiste la devocion ; pero esto se
76
entiende si el pecado venial permanece de
asiento en la conciencia, por el afecto que
le tenemos . No es mucho , Filotea , decir
alguna mentira leve , faltar un poco á la
circunspeccion en palabras , en acciones,
en miradas , en vestidos , en adornos , en
juegos , en bailes , con tal que al instante
que entran estas arañas espirituales en
nuestra conciencia, las rechacemos y ahu-
yentemos , como hacen las abejas con las
arañas . Pero si las dejamos que se paren
en nuestros corazones , y no solo esto , si-
no que nos aficionamos á mantenerlas y
multiplicarlas , bien pronto verémos echa-
da á perder nuestra miel, y apestada y
deshecha la colmena de nuestra concien-
cia . Vuelvo a repetir , que no cabe en la
imaginacion que una alma generosa se com-
plazca en desagradar á su Dios, y se afi-
cione á serle desagradable , y quiera que-
rer lo que sabe que le disgusta.

CAPÍTULO XXIII .

Que es necesario purificarse de la aficion á


las cosas inútiles y peligrosas.

Los juegos , los bailes , los festines , las


pompas , las comedias en su esencia no
son cosas malas , sino indiferentes , puesto
que pueden ejecutarse bien ó mal ; pero
-77-
sin embargo todas estas cosas son siempre
peligrosas , y el aficionarse á ellas es to-
davía mas peligroso . Digo pues , Filotea,
que aunque sea lícito jugar , bailar, com-
ponerse , ver comedias honestas y asistir
á banquetes , con todo el tener aficion á
esto es cosa contraria á la devocion y su-
mamente nociva y peligrosa . No está el
mal en ejecutar estas cosas , sino en afi-
cionarse á ellas. A la verdad es lástima
sembrar en la tierra de nuestro corazon
aficiones necias y vanas , que ocupan el
lugar que habian de tener las impresiones
buenas , y estorban que el jugo de nues-
tra alma se emplee en nutrir las buenas
inclinaciones.
Por eso los antiguos nazarenos se abs-
tenian no solo de todo lo que puede em-
briagar , sino tambien de las uvas y del
agraz ; no porque el agraz y las uvas em-
briaguen , sino porque comiendo el agraz ,
se exponian á desear comer uvas , y co-
miendo uvas, á desear beber mosto y vi-
no del mismo modo , no digo que no se
puede usar de las cosas peligrosas , pero
digo que no se puede jamás tener aficion
á ellas sin que lo padezca la devocion .
Los ciervos cuando conocen que han
engordado mucho , se esconden y retiran
en los bosques , porque no están expedi-
tos para correr en caso de que los persi-
gan ; tampoco puede el corazon del hom-
78-
bre , cuando está cargado de aficiones inú-
tiles , supérfluas y peligrosas , correr con
prontitud , expedicion y facilidad en segui-
miento de su Dios , que es el verdadero
término de la devocion. Los niños se afi-
cionan y empeñan en coger mariposas , y
nadie lo lleva á mal porque son niños ;
pero no es cosa ridícula , ó por mejor
decir lamentable , ver á unos hombres
hechos aficionarse y acalorarse en segui-
miento de bagatelas tan indignas como son
las cosas que he nombrado , las cuales
además de su inutilidad , nos ponen á pe-
ligro de desarreglarnos y desordenarnos
en su seguimiento ? Por esto , amada Filo-
tea , te digo que es necesario purificarse
de estas aficiones , y que aunque los actos.
no sean siempre contrarios á la devocion,
las aficiones le son siempre perniciosas .

CAPÍTULO XXIV .

Que es necesario purificarse de las inclina-


ciones malas.

Tenemos demás de lo dicho , Filotea ,


ciertas inclinaciones naturales , las cuales
como no provienen de pecados nuestros
personales , tampoco son propiamente pe-
cados , ni mortales ni veniales ; pero se
llaman imperfecciones , y sus actos defec-
79 -
tos y faltas. Pongo por ejemplo : santa
Paula , segun refiere san Gerónimo ( Epi-
taph. Paul. ad Eustoch. ) , era muy pro-
pensa á la tristeza y melancolía, tanto que
en la muerte de sus hijos y de su marido
estuvo á peligro de perder la vida de do-
lor : esto era imperfeccion , pero no peca-
do , puesto que era contra su gusto y vo-
luntad. Algunos son naturalmente lijeros ,
otros tienen espíritu de contradiccion , otros
se desazonan facilmente , otros son propen-
sos á la ira , otros inclinados al amor ; en
suma poquísimas personas se hallarán en
quienes no se puedan notar semejantes
imperfecciones , las cuales , aunque sean
como propias y naturales , con todo , á
fuerza de cuidado y por medio de afliccio-
nes contrarias , se pueden corregir y mo-
derar , y aun librarnos y purificarnos en-
teramente de ellas y mas te digo , Filo-
tea , que no solo se puede , sino que se
debe corregirlas. Si se ha encontrado el
modo de hacer dulces los almendros amar-
gos , taladrando el pié para que salga el
jugo , no podrémos nosotros tambien dar
salida á nuestras inclinaciones perversas
para mejorarnos ? No hay carácter alguno,
por bueno que sea , que no pueda hacerse
malo con los hábitos viciosos ; pues tam-
poco hay natural tan áspero, que no pue-
da domarse y vencerse , lo primero con
la gracia de Dios , y después con la in-
80
dustria y diligencia. Ahora , pues , te daré
avisos , y te propondré ejercicios , que te
servirán para purgar el alma de aficiones
peligrosas , de imperfecciones , y de cual-
quier afecto á pecados veniales , y para
poner tu conciencia mas á cubierto del
mortal . Dios te dé gracia para practicar-
los bien,
SEGUNDA PARTE

QUE CONTIENE
DIFERENTES AVISOS ACERCA
ᎠᎬ ᏞᎪ ELEVACION DEL ALMA A DIOS POR
MEDIO DE LA ORACION
Y LOS SANTOS SACRAMENTOS .

CAPÍTULO I.

De la necesidad de la oracion .

1. No hay cosa que purifique mas de


ignorancias al entendimiento , y á la volun-
tad de afectos depravados , que la oracion,
la cual inflama á esta con el fuego del amor
divino, y llena á aquel de la divina clari-
dad y luz es agua de bendicion , cuyo riego
hace reverdecer y florecer las plantas de
nuestros buenos deseos , lava nuestras al-
mas de sus imperfecciones , y apaga la sed
de las pasiones que tiene el corazon.
2. Pero sobre todo te aconsejo la ora-
cion mental y cordial , y particularmente
acerca de la vida y pasion de nuestro Sal-
7*
82
vador. Si frecuentemente le miras en la
meditacion , llenará tu alma , aprenderás
su modestia y reformarás tus acciones por
el modelo de las suyas. Él es la luz del
mundo , y en él , por él y para él debemos
ser ilustrados é iluminados : es el árbol de
deseo , á cuya sombra debemos tomar
aliento es la fuente viva de Jacob , para
lavarnos de todas nuestras manchas : final-
mente , así como los niños á fuerza de oir
á sus madres , y tartamudear con ellas ,
aprenden á hablar su lengua ; así nosotros ,
manteniéndonos cerca del Salvador con la
meditacion , y observando sus palabras ,
acciones y afectos , aprenderémos con la
ayuda de su gracia á hablar , obrar y que-
rer como él. Aquí es donde debemos de-
tenernos , Filotea , y créeme , que no po-
demos ir á Dios Padre sino por esta puer-
ta ; porque así como no podria detenerse
nuestra vista en la luna de un espejo , si
no estuviese azogado por detrás ; así en este
mundo inferior no podríamos contemplar
bien la divinidad , si no se hubiera unido
á la sagrada humanidad del Salvador , cuya
vida y muerte son el objeto mas propor-
cionado , suave , deleitable y provechoso
que podemos escoger para la meditacion
ordinaria. No en vano se llamó el mismo
Señor pan bajado del cielo (Juan c. 6, v. 15 );
pues así como el pan se come con todos
los demás manjares ; así en todas las ora-
83 -
ciones y acciones hemos de meditar, con-
siderar y buscar al Salvador. Muchos au-
tores han ordenado y distribuido la vida y
muerte de Jesucristo en varios puntos para
el uso de la meditacion : los que yo te
encomiendo son san Buenaventura , Bellin-
tano, Bruno, Fr. Andres Capilla , Fr. Luis
de Granada , y el P. Luis de la Puente.
3. Emplea en esto cada dia una hora
antes de comer , y si es posible al princi-
pio de la mañana , porque entonces con
el descanso de la noche tendrás mas des-
pejada y fresca la cabeza ; pero no estés
mas de una hora, si no te lo dice expre-
samente tu padre espiritual .
4. Si puedes hacer este ejercicio en la
iglesia , y tienes allí bastante quietud para
ello , te será mas fácil y acomodado, por-
que es regular que ninguno , ni padre , ni
madre, ni mujer, ni marido, ni otro alguno
te pueda estorbar que estés una hora en
la iglesia ; pero en tu casa, si es que vives
sujeta á otra persona , quizá no te será
posible lograr una hora tan desocupada .
5. Empieza tu oracion , sea mental ó
vocal, poniéndote en la presencia de Dios ,
y observa esta regla, sin excepcion alguna,
que presto conocerás cuanto aprovecha .
6. Si me quieres creer , dí el Padre
nuestro , Ave Maria y Credo en latin ; pero
aprende el significado de todas sus pala-
bras en tu lengua , para que al decirlas en
- 84 -
el idioma comun de la Iglesia , puedas sin
embargo saborearte con el sentido admira-
ble y delicioso de estas oraciones , que se
han de rezar pensando atentamente lo que
quieren decir , y excitando los afectos que
corresponden y no tienes que apresurarte
para rezar mucho , sino procura decir de
corazon lo que dices , pues un solo Padre
nuestro , rezado con atencion , vale mas
que muchos rezados veloz y apresurada-
mente.
7. El rosario es un modo utilísimo de
orar , con tal que le sepas rezar como
conviene , y para esto sírvete de algun li-
bro que traiga el modo de rezarle . Bueno
es tambien decir las letanías de nuestro Se-
ñor, de nuestra Señora y de los santos , y
todas las demás oraciones vocales que hay
en los manuales y horas aprobadas ; pero
con la condicion , sin embargo , de que si
tienes el don de la oracion mental, le dés
siempre el primer lugar ; de modo que si
después de esta , ó ya sea por tus muchos
quehaceres , ó por cualquiera otra razon ,
no puedes rezar vocalmente , no por eso
has de estar en zozobra , sino contentarte
con solo decir antes ó después de la me-
ditacion la oracion dominical , la salu-
tacion angélica y el símbolo de los após-
toles .
8. Si cuando estás orando vocalmente,
sientes tu corazon atraido y llevado á la
85-
oracion interior ó mental , no lo reuses ,
antes bien deja al espíritu caminar dulce-
mente hácia esta parte , y no te dé pena
el no haber rezado todas las oraciones
vocales que pensabas , porque mucho mas
agrada á Dios y aprovecha al alma la
mental que tienes en su lugar. Esto no se
entiende del oficio eclesiástico , si estás
obligada á rezarle ; pues en tal caso es
forzoso cumplir con la obligacion.
9. Si por tus muchas ocupaciones ó
por cualquier otro motivo acaeciere pa-
sarse la mañana sin este santo ejercicio de
la oracion mental ( bien que has de pro-
curar cuanto puedas evitarlo ) , cuidarás
de resarcir esta omision por la tarde en
la hora mas distante de la comida que
fuere posible ; porque si tienes la oracion
acabada de comer , antes que se haga bien
la digestion, estarás soñolienta , y padece-
rá tu salud ; pero si en todo el dia no
puedes tenerla , es necesario reparar esta
pérdida , multiplicando las oraciones jacu-
latorias , leyendo algun libro devoto , y
haciendo alguna penitencia que estorbe la
continuacion de este defecto : además de
lo cual has de hacer firme propósito de
volver á tu santa costumbre el dia si-
guiente.
86

CAPÍTULO II .

Método breve para tener meditacion : y


primeramente de la presencia de Dios,
que es el primer punto de la pre-
paracion.

Quizá no sabrás , Filotea , como se tie-


ne oracion mental ; pues por desgracia.es
cosa que en nuestros tiempos saben po-
cos. Por tanto voy á proponerte un mé-
todo sencillo y breve de tenerla, en tanto
que te instruyes mas á fondo leyendo al-
guno de los muchos libros buenos que de
esto tratan , y sobre todo con la práctica.
Te señalo en primer lugar la preparacion,
que consiste en dos puntos : el primero
ponerse en la presencia de Dios , y el se-
gundo implorar su asistencia . Para ponerte
en la presencia de Dios te propongo cua-
tro medios principales ; de los cuales po-
drás servirte al principio .
El primero consiste en una viva y aten-
ta aprehension de la universal presencia
de Dios , esto es , de que Dios está en to-
do y por todas partes , de modo que no
hay lugar ni cosa en el mundo donde no
esté con verdadera presencia ; pues así
como los pajarillos á cualquiera parte que
vuelen siempre encuentran aire ; así á
cualquiera parte que vamos , ó en cual-
-87-
quiera parte que estemos , encontramos á
Dios presente . Todos saben esta verdad;
pero no todos la aprenden con viveza. Los
ciegos , aunque cuando el príncipe se halla
presente , no le vén , sin embargo si se lo
dicen , están con respeto ; pero como no
le vén , fácilmente se olvidan de que está
allí , y con este olvido suelen perder el
respeto y reverencia . Nosotros , Filotea,
no vemos á Dios , y aunque la fe nos ad-
vierte que está presente , como no le vén
nuestros ojos , nos olvidamos muy á me-
nudo , y obramos como si estuviera muy
lejos de nosotros ; porque aunque sabemos
que está presente en todas partes , como
no pensamos en ello , es lo mismo que si
lo ignorásemos . Por esto antes de la ora-
cion es menester excitar nuestra alma á
que piense y considere atentamente la pre-
sencia de Dios. Esto entendió David cuan-
do dijo : Si subo al cielo , Dios mio , allí
estás ; si bajo á los infiernos , allí te hallo
( ps. 138 , v. 8 ) . Digamos , pues , las pa-
labras de Jacob , quien después de haber
visto la escala exclamó : ¡ Qué terrible es
este lugar ! verdaderamente está Dios aquí,
y yo no lo sabia ( Genes. c. 28, v. 16 ),
quiere decir , que no pensaba en ello, pues
no podia ignorar que Dios está en todas
partes. Contrayendo esto á nuestro asunto
de la oracion , has de decir de todo cora-
zon á tu corazon mismo : Corazon mio,
88-
corazon mio : verdaderamente está Dios
aquí.
El segundo modo de ponerse en esta
sagrada presencia es pensar, que no sola-
nente está Dios en el lugar donde te ha-
llas , sino tambien de un modo muy par-
ticular en tu corazon y en lo interior de
tu espíritu , al cual vivifica Y anima con
su divina presencia , siendo como corazon
de tu corazon y espíritu de tu espíritu ;
porque al modo que el alma , animando
todo el cuerpo , se halla presente en todos
sus miembros , y sin embargo reside con
una residencia especial en el corazon : del
mismo modo Dios , estando muy presente
en todas las cosas , asiste sin embargo de
un modo especial en nuestro espíritu . Por
esto llamaba David al Señor Dios de su
corazon , y san Pablo decia que en Dios
vivimos , nos movemos y somos. Con la con-
sideracion de esta verdad podrás excitar en
tu corazon gran reverencia á Dios , que
está en él con tan íntima presencia .
El tercer modo es considerar á nuestro
Salvador que en cuanto hombre mira des-
de el cielo á todas las personas del mun-
do , particularmente á los cristianos , que
son sus hijos , y mas especialmente á los
que oran , todas cuyas acciones y movi-
mientos está notando . Y esto no es una
mera imaginacion , sino verdad ciertísima ;
pues aunque nosotros no le veamos , él
89 -
nos está mirando desde lo alto del cielo ,
como le vió san Estéban al tiempo de su
martirio por lo cual podemos decir con
la esposa de los cantares ( c. 2, v. 9 );
Véle allí , que está detrás de la pared mi-
rando por las ventanas , y acechando por
las celosías.
El cuarto modo consiste en servirse so-
lamente de la imaginacion , representán-
donos al Salvador en su sagrada humani-
dad como si estuviera junto á nosotros ,
como solemos representarnos á nuestros
amigos cuando decimos : me parece que
veo á fulano que hace esto ó lo otro : me
parece que le estoy mirando , ó cosa se-
mejante. Pero si está presente el santísimo
Sacramento del altar , entonces esta pre-
sencia será real y no puramente imagina-
ria , porque las especies y apariencias de
pan son como un velo , detrás del cual
nuestro Señor realmente presente nos vé
y nos mira , aunque nosotros no le poda-
mos ver en su propia forma. Usarás, pues,
de uno de estos cuatro modos para poner
tu alma en la presencia de Dios antes de
la oracion , y no quieras ponerlos en
práctica todos á un tiempo , sino solamen-
te uno cada vez , y esto breve y senci-
llamente .
-
90-

CAPÍTULO III.

De la invocacion , que es el segundo punto


de la preparacion .

La invocacion se hace de este modo :


persuadida tu alma de que está en presen-
cia de Dios ; se postra con suma reveren-
cia , reconociéndose indignísima de estar
ante la soberana Majestad ; pero sin em-
bargo sabiendo que su infinita bondad así
lo quiere , le pide la gracia de servirle y
adorarle dignamente en aquella meditacion:
y si quieres , puedes usar algunas expre-
siones breves y fervorosas , como son es-
tas de David : No me arrojeis , Dios mio,
de vuestro rostro , y no me quiteis la gra-
cia de vuestro santo espíritu ( ps . 50, v. 13) .
Mostrad la claridad de vuestro rostro so-
bre vuestra sierva, y consideraré vuestras ma-
ravillas. Dadme entendimiento , y consideraré
vuestra ley, y la guardaré con todo mi cora-
zon. Vuestra sierva soy, dadme entendimiento
( ps . 118, vv. 135 , 34 y 125 ) , ú otras pa-
labras semejantes á estas . Tambien te ser-
virá invocar á tu ángel custodio y á aque-
llas santas personas que intervienen en el
misterio que meditas , como por ejemplo
en el de la muerte de nuestro Salvador, á
nuestra señora , á san Juan , á la Magda-
lena y al buen Ladron , á fin de que te
- 91 -
sean comunicados los mismos afectos y
movimientos interiores que á ellos enton-
ces fueron dados ; y en la meditacion de
la muerte podrás invocar á tu ángel cus-
todio , que se hallará presente á ella, para
que te inspire consideraciones oportunas.
Lo mismo te digo de los demás misterios .

CAPÍTULO IV.

De la proposicion del misterio , que es el


tercer punto de la preparacion.

Después de estos dos puntos generales


de la meditacion , hay otro tercero , que
no es comun á toda especie de medita-
ciones , y es el que llaman algunos com-
posicion de lugar , y otros leccion interior.
Esto no es mas que proponer á la imagi-
nacion el cuerpo del misterio que se vá á
meditar , como si realmente y de hecho
pasase en nuestra presencia. Por ejemplo,
si quieres meditar en Jesucristo crucifica-
do , imaginate que estás en el monte Cal-
vario , y que vés lo que allí pasó y se
dijo en el dia de la pasion : ó si quieres
( que al fin todo viene á ser una misma
cosa ) , puedes imaginar que en el mismo
lugar en donde estás se hace la crucifixion
de nuestro Señor del modo que la refieren
los evangelistas : lo propio digo cuando
92 -
medites en la muerte , como ya lo advertí
en la meditacion de este paso : digo lo mis-
mo tambien de la del infierno , y de todas
las de semejantes puntos en que se trata
de cosas visibles y sensibles ; porque en
cuanto á los otros misterios de la grande-
za de Dios , de la excelencia de las virtu-
des , del fin para que somos criados , que
son cosas invisibles , no es del caso querer
servirse de esta especie de imaginacion .
Verdad es que bien se puede emplear al-
guna comparacion ó semejanza para ayu-
dar á la consideracion ; pero es algo difí-
cil de practicar , y yo no quiero tratar con-
tigo mas que cosas muy sencillas , de mo-
do que tu espíritu no trabaje mucho en ha-
cer invenciones. Con esta imaginacion se
encierra el entendimiento en el misterio
que se ha de meditar , para que no ande
vagando de aquí para allí , al modo que se
encierra un pajarillo en una jaula , ó bien
como se ata el alcon con las pigüelas pa-
ra que esté quieto sobre el puño . Algunos
te dirán que es mejor usar solo de la pre-
sencia de fe y de una simple aprehension
puramente mental y espiritual , para repre-
sentar los misterios , ó bien considerar que
pasan en tu mismo espíritu ; pero esto es
demasiado sutil para los principios, y has-
ta que Dios quiera levantarte á mas altu-
ra, te aconsejo, Filotea , que te mantengas
en el humilde valle que te enseño .
- 93-

CAPÍTULO V.

De las consideraciones : que son la segunda


parte de la meditacion.

Síguese el acto de la imaginacion , que se


ha dicho es otro del entendimiento , al cual
llamamos meditacion , y consiste en hacer
una ó muchas consideraciones que muevan
nuestros afectos hácia Dios y las cosas di-
vinas ; en lo que la meditacion se diferen-
cia del estudio y de los demás pensamien-
tos y consideraciones que no se dirigen á
alcanzar la virtud ó el amor de Dios, sino
á otros fines é intenciones , como son ad-
quirir la sabiduría , ó disponerse para es-
cribir y disputar. Encerrado , pues, el en-
tendimiento , como te he dicho , en los
términos del punto que quieres meditar, ó
ya sea por medio de la imaginacion , si es
objeto sensible , ó ya , si es invisible, por
la simple proposicion , empezarás á hacer
consideraciones sobre él , de las cuales ya
tienes ejemplos prácticos en las meditacio-
nes que mas arriba pusimos . Si encuentra
tu espíritu gusto , luz y fruto en alguna
de estas consideraciones , detente en ella
sin pasar mas adelante ; haciendo lo que
las abejas , que no dejan una flor mien-
tras encuentran en ella miel que recoger:
94
y si en alguna consideracion no encuen-
tras lo que apeteces , después de haberlo
buscado y procurado algun rato , pasa á
otra , pero con suavidad y sencillez , sin
afan ni zozobra.

CAPÍTULO VI.

De los afectos y resoluciones : tercera parte


de al meditacion.

Produce la meditacion en la voluntad ó


parte afectiva del alma movimientos bue-
nos , como son amor de Dios y del próji-
mo , deseo de la gloria celestial , celo de
la salud de las almas , imitacion de la vida
de nuestro Señor, compasion , admiracion
y gozo , temor de caer en desgracia de
Dios , ó del juicio ó del infierno , horror
al pecado , confianza en la bondad y mi-
sericordia divina y confusion de nuestra
mala vida pasada y en estos afectos debe
explayarse y extenderse el alma cuanto
pueda. Mas si para esto deseas algun auxilio ,
lee el prólogo del primer tomo de las me-
• ditaciones
de D. Andrés Capilla , en donde
enseña el modo de explayar los afectos; y
aun con mas extension lo encontrarás en
el tratado de la oracion mental del P. Arias
Pero con todo no te detengas tanto ,
Filotea , en los afectos generales , que no
-
95 -
pases á convertirlos en resoluciones espe-
ciales y particulares para su correccion y
enmienda. Por ejemplo , la primera pala-
bra que nuestro Señor dijo en la cruz dis-
pertará sin duda en tu alma un afecto
santo de imitacion , es á saber , deseo de
perdonar y amar á tus enemigos : digo
pues , que esto es muy poco, si no añades
una resolucion especial en esta forma : de
aquí adelante ya no me he de picar de
tales palabras duras que fulano y fulana,
mi vecino ó mi vecina , mi criado ó mi
criada dicen de mí , ni de tal ó tal des-
precio que aquel ó aquella me hacen ; an-
tes por el contrario , diré y haré tal y
tal cosa para atraerlos y apaciguarlos : y
así de lo demas. De este modo corregirás
tus faltas en muy poco tiempo , y si te
hubieras quedado solamente en afectos,
apenas podrias conseguirlo á fuerza de
mucho tiempo y fatiga.

CAPÍTULO VII .

De la conclusion y ramillete espiritual.

Finalmente , se concluirá la meditacion


con tres actos , que se han de hacer lo
mas humildemente que se pueda . El pri-
mero es la accion de gracias , dándoselas
á Dios de los afectos y resoluciones que
96-
nos ha dado , Y de su bondad y miseri-
cordia que hemos conocido en el misterio
de la meditacion . El segundo es el ofreci-
miento , por el cual ofrecemos á Dios su
misma bondad y misericordia , la muerte ,
la sangre y las virtudes de su Hijo , y jun-
tamente nuestros afectos y resoluciones . El
tercero es la súplica , por la cual pedimos
y suplicamos á Dios que nos comunique
las gracias y méritos de su Hijo , y que
bendiga nuestros afectos y resoluciones ,
para que podamos practicarlos con fideli-
dad . Rogamos tambien después por la Igle-
sia, por nuestros pastores, parientes , ami-
gos y otros , valiéndonos para esto de la
intercesion de nuestra Señora , de los án-
geles y de los santos . Por último , ya te
dije que se ha de rezar el Padre nuestro
y Ave Maria , porque son las oraciones
generales y necesarias á todos los fieles.
Añadí á esto , que es necesario formar
un pequeño ramillete de devocion en lo
cual he querido decir , que así como los
que se han paseado por un jardin hermo-
so , antes de salir de él cogen cuatro ó
cinco flores para olerlas y tenerlas todo el
dia ; así tambien después de haber discur-
rido nuestro espíritu con la meditacion
por algun misterio , debemos escoger uno,
dos ó tres puntos de aquellos en que he-
mos encontrado mas gusto ; para tenerlos
presentes el resto del dia , y olerlos espi-
97
ritualmente. Es de advertir, que todo esto
se hace en el mismo lugar , manteniéndo-
nos allí , ó paseándonos solos algun rato.

CAPÍTULO VIII .

Algunos avisos muy útiles sobre la medita-


cion.

Sobre todo es necesario , Filotea , que


después de salir de la meditacion , con-
serves las resoluciones y deliberaciones
que hayas tomado , para practicarlas cui-
dadosamente aquel dia . Este es su princi-
pal fruto , y sin él de ordinario no solo
es inútil , sino aun dañosa ; porque las
virtudes meditadas y no practicadas suelen
hinchar el espíritu y el ánimo , parecién-
donos que somos tales cuales habemos re-
suelto y deliberado ser , lo cual seria
verdad si las resoluciones fuesen vivas y
sólidas pero cuando no se practican , no
lo son , sino antes bien vanas y peligro-
sas. Es necesario , pues , procurar por to-
dos caminos ponerlas en ejecucion , bus-
cando las ocasiones pequeñas ó grandes :
por ejemplo , si he resuelto ganar con
dulzura el ánimo de aquellos que me ofen-
den , procuraré el mismo dia hacerme en-
contradizo con ellos , para saludarlos con
amor , y si no puedo encontrarlos , á lo
8
98 -
menos hablaré bien de ellos , y los enco-
mendaré á Dios.
Al salir de esta oracion cordial , ten cui-
dado de no agitar tu corazon , para que
no se derrame el bálsamo que en ella has
recibido quiero decir , que es necesario ,
si se puede , guardar silencio un rato , y
procurar que el corazon pase poco á poco
de la oracion á los negocios , conservando
cuanto mas tiempo puedas los movimien-
tos y afectos que hayas concebido . Al mo-
do que un hombre á quien hubiese dado
en un vaso de hermosa china un licor muy
precioso para que le llevase á su casa ,
iria poco a poco sin volver los ojos á los
lados , sino mirando donde ponia los piés ,
temiendo tropezar en alguna piedra ó pi-
sar en falso, y volveria tambien de cuan-
do en cuando la vista al vaso para llevar-
le derecho ; del mismo modo , al salir de
la meditacion , no te has de distraer, sino
mirar únicamente tu camino ; quiero de-
cir, que si acaso encuentras alguno á quien
forzosamente has de hablar ú oir , le ha-
bles ó le oigas : pero de modo que no
pierdas de vista tu corazon , para que en
cuanto sea posible no se derrame el licor
santo de la oracion .
Es tambien necesario que te acostum-
bres á saber pasar de la oracion á todas
aquellas acciones que tu estado y profe-
sion requieren justa y legítimamente, aun-
99
que parezcan muy ajenas de los afectos
que se han excitado en ella : esto es , que
el abogado ha de saber pasar de la ora-
cion á los pleitos , el mercader al tráfico ,
la mujer casada á las obligaciones de su
estado Y al tráfago de su casa , con tanta
dulzura y tranquilidad , que por esto no
se inquiete su espíritu ; porque siendo uno
y otro conforme á la voluntad de Dios,
justo es pasar de lo uno á lo otro con
espíritu de humildad y devocion.
Te sucederá alguna vez que apenas te
habrás preparado , cuando se hallará tu
afecto movido hácia Dios : entonces , Filo-
tea , es necesario soltar la rienda , sin que-
rer seguir el método que te he dado ; por-
que aunque de ordinario la consideracion
debe preceder á los afectos y resoluciones ,
si el Espíritu santo te da afectos antes de
la consideracion , no tienes para que bus-
car esta , cuyò fin es únicamente mover-
Jos. En una palabra, siempre que los afec-
tos vengan , se han de recibir y se les ha
de hacer lugar , sea antes ó después de
las consideraciones ; pues aunque he colo-
cado todas estas antes de aquellos , ha si-
do solo por distinguir mejor las partes de
la oracion que por lo demás es regla ge-
neral no detener nunca los afectos , sino
dejarlos salir siempre que vengan. Y esto
debe entenderse lo mismo que de los de-
más afectos de la accion de gracias , ofre-
100 -
cimiento y súplica , que se pueden hacer
entre las consideraciones , y tampoco con-
viene detenerlos ; aunque será bueno re-
petirlos para concluir la meditacion . Pero
las resoluciones se han de hacer después
de los afectos y cerca del fin de la medi-
tacion , antes de la conclusion , porque sien-
do preciso para estas representaciones ob-
jetos particulares y familiares , seria expo-
nerse á muchas distracciones el hacerlas
entre los afectos .
Al tiempo de los afectos y resoluciones
conviene usar de coloquio , hablando unas
veces con nuestro Señor , otras con los
ángeles , con las personas representadas
en los misterios , con los santos , con uno
mismo , con su corazon con los pecado-
res y aun con las criaturas insensibles ,
como vemos que hace David en sus sal-
mos , y otros santos en sus oraciones y
meditaciones .

CAPÍTULO IX .

Avisos acerca de las sequedades que se pa-


decen en la meditacion.

Si acaso te sucede , Filotea , no hallar


gusto ni consuelo en la meditacion , te en-
cargo que no por esto te turbes ; sino que
unas veces recurras á la oracion vocal ,
101 -
quejándote de ti misma á nuestro Señor,
confesando tu indignidad , pidiéndole que
te ayude, besando devotamente su imágen,
si la tienes, y diciendo las palabras de Ja-
cob: Señor, no os dejaré hasta que me ha-
yais dado vuestra bendicion ( Genes . c. 32,
v. 36 , ó las de la Cananea : Sí, Señor, soy
una perrilla ; pero tambien los cachorros
comen las migajas que caen de la mesa de
su dueño ( Matth. c. 15 , v. 27 ) .
Otras veces toma un libro , Y lee con
atencion hasta que se despierte tu espíritu ,
y vuelvas é entrar en ti . Puedes tambien
alguna vez excitar tu corazon con ciertas
posturas y acciones propias de la devocion
exterior , postrándote en tierra , cruzando
las manos sobre el pecho , y abrazándote
con el crucifijo : se entiende si estás en
Jugar retirado. Pero aun cuando de este
modo no hallares consuelo , no te has de
turbar , por grande que sea tu sequedad ,
sino permanecer delante de nuestro Señor
en postura devota ; pues si tantos cortesa-
nos van muchas veces en el año á palacio
sin esperanzas de hablar al principe, solo
para que los vea y hacerle la corte ; tam-
bien nosotros , amada Filotea, debemos ir
á la santa oracion puramente por hacer
lo que debemos Y dar testimonio de nues-
tra fidelidad y si se dignare la divina
Majestad de hablarnos y conversar con no-
sotros por medio de sus santas inspiraciones
8*
- 102
y consolaciones interiores , esto será sin
duda una grande honra y un deliciosísimo
placer para nosotros ; pero si no quiere
concedernos esta gracia , y nos deja estar
allí sin hablarnos , como si no nos viera
ni estuviésemos en su presencia , no por
eso debemos retirarnos , antes al contrario
por lo mismo nos hemos de mantener en
la presencia de su soberana bondad con
devota y apacible compostura, y así quedará
ciertamente satisfecho de nuestra paciencia ,
y pondrá los ojos en nuestra continuacion
y perseverancia , de modo que cuando
volvamos otra vez á su presencia, nos fa-
vorecerá y hablará con nosotros por medio
de sus consolaciones , descubriéndonos la
amenidad de la santa oracion . Pero aun
cuando no lo haga así , contentémonos ,
Filotea , con saber que es mucha honra
para nosotros estar junto á él у á su vista .

CAPÍTULO X.

Ejercicio de por la mañana:

Demás de esta oracion mental , perfecta


y ordenada , y de las otras oraciones vo-
cales , que has de rezar una vez cada dia ,
hay otras cinco especies de oraciones mas
breves , que son como efectos y renuevos
de la oracion mas extensa entre las cua-
103 ---
les la primera es la de por la mañana ,
que sirve como de preparacion general
para todas las obras del dia , y se ha de
hacer de este modo .
"
1. Da gracias á Dios , y adórale con
humildad por la gracia que te ha hecho
en haberte conservado la noche antece-
dente , y si acaso en ella has cometido
alguna culpa , le pedirás perdon.
2. Considera que el dia presente se te
ha dado para que en él ganes el dia eter-
no que ha de venir, y por tanto haz firme
propósito de emplearle bien . Con esta mira,
3. Recapacita los negocios , comunica-
ciones y ocasiones de servir á Dios que pue-
den ocurrirte aquel dia , y que tentaciones
pueden sobrevenirte de ofenderle, por ira,
por vanidad ó por cualquier otro desórden:
prepárate con una santa resolucion para
emplear bien los medios que se te ofrez-
can de servir á Dios y adelantar en la de-
vocion, y por el contrario apercíbete cui-
dadosamente para evitar , combatir y ven-
cer todo lo que se oponga á tu salud es-
piritual y á la gloria de Dios. Pero no bas-
ta hacer esta resolucion ; es necesario tam-
bien preparar los medios para cumplirla
bien por ejemplo, si preveo que tengo de
tratar algun negocio con un sugeto apasio-
nado y fácil de enojarse , no solamente he
de resolver no propasarme á ofenderle ,
sino que he de estudiar expresiones suaves
- 104--
con que evitar el riesgo , ó buscar la com-
pañía de alguna persona que pueda conte-
nerle si preveo que podré visitar á un
enfermo , dispondré la hora en que lo he de
ejecutar , y prepararé los consuelos y so-
corros que le he de dar : y así de las
demás cosas .
4. Hecho esto , humillate delante de
Dios , reconociendo que por ti misma no
puedes hacer nada de lo que has resuelto ,
tanto de huir el mal , como de ejecutar el
bien y como si tuvieras el corazon en
tus manos , ofréceselo con todos tus bue-
nos deseos á la divina Majestad , suplicán-
dole que le reciba bajo su proteccion y
le fortifique, para que pueda servirle bien ,
lo cual podrás decir con estas ó semejan-
tes palabras interiores : Ved , Señor , este
pobre y miserable corazon, que por vues-
tra bondad ha concebido muchos buenos
deseos pero ay , que es muy flaco y
miserable para ejecutar el bien que desea ,
si Vos no le dais vuestra celestial bendi-
cion ! Con esta intencion os lo pido , Pa-
dre de misericordia , por los méritos de
la pasion de vuestro Hijo , á cuya honra
consagro este dia y el resto de mi vida .
Invoca tambien á nuestra Señora , á tu
ángel de guarda y á los santos , para que
te ayuden con su asistencia .
Pero todos estos actos espirituales se
han de hacer con brevedad y viveza an-
- 105--
tes de salir del cuarto , si se puede , para
que por medio de este ejercicio todas
cuantas obras hagas en el dia estén vivi-
ficadas con la bendicion de Dios y así te
encargo , Filotea , que jamás lo omitas.

CAPITULO XI.

Del ejercicio de por la noche , y del exá-


men de conciencia.

Así como antes de la comida corporal


has tenido tu comida espiritual en la me-
ditacion , así tambien antes de cenar con-
viene que tomes alguna cena ó colacion
devota y espiritual . Busca , pues , un ra-
tito desocupado antes de la hora de cenar;
y póstrate en la presencia de Dios , reco-
giendo tu espíritu en Jesucristo crucifica-
do , á quien por medio de una sencilla
consideracion tendrás presente , y mirarás
con los ojos del alma : aviva en tu cora-
zon el fuego de por la mañana con algu-
nas aspiraciones fervorosas , humillaciones
y amorosos suspiros , que dirigirás á este
divino Salvador de tu alma , ó bien sea
repitiendo los puntos con que mas te ha-
yas saboreado en la meditacion de por la
mañana , ó bien excitando estos afectos
con otra nueva consideracion , como mejor
te pareciere .
106
El exámen de conciencia que has de
hacer siempre antes de acostarte , todos
saben que se hace de este modo.
1. Se dan gracias a Dios de habernos
conservado aquel dia.
2. Se examina como hemos vivido en
todas las horas de él , considerando , para
hacer esto mas fácilmente , en donde , con
quienes y en que ocupacion hemos estado.
3. Si se halla haber hecho algo bueno,
se dan gracias a Dios : si por el contrario
se vé que hemos cometido alguna falta en
pensamientos , en palabras ó en obras, se
pide perdon á la divina Majestad , con re-
solucion de confesarse de ello en la pri-
mera ocasion , y de procurar enmendarse.
4. Se encomienda después á la divina
Providencia el cuerpo , el alma , la Iglesia ,
los parientes y los amigos , pidiendo á
nuestra Señora , al ángel custodio y á los
santos que velen sobre nosotros y por
nosotros. Y finalmente , con la bendicion
de Dios se va á tomar el descanso que el
Señor ha dispuesto que necesitemos .
Este ejercicio , así como el de por la
mañana , nunca debe omitirse ; porque el
de por la mañana es abrir las ventanas
del alma , para que entre en ella el sol
de justicia , y el de por la noche cerrarlas ,
para que no la oscurezcan las tinieblas
del abismo .
107

CAPÍTULO XII.

Del retiro espiritual.

Ahora es , amada Filotea , cuando yo te


quisiera mas pronta para seguir mis con-
sejos ; porque en este artículo de que va-
mos á tratar consiste uno de los mas se-
guros medios de un adelantamiento es-
piritual.
Procura entre dia cuanto mas á menudo
puedas llamar tu espíritu á la presencia de
Dios de uno de los cuatro modos que te he
mostrado , y mira lo que hace Dios y lo
que tú haces : verás á este Señor que tiene
vuelto siempre hácia ti su rostro , clavados
en ti continuamente sus ojos con amor in-
comparable. ¡ O Dios ! dirás , & porqué no
estoy yo mirándoos siempre , como Vos
continuamente me mirais ? ¿ porqué habeis
de pensar Vos siempre en mí, Señor mio, y
yo he de pensar en Vos tan de tarde en
tarde ? Adónde estamos , alma mia ?
Nuestra verdadera morada es en Dios ;
pues dónde , dónde estamos ?
Así como las aves tienen nidos en los
árboles donde retirarse cuando lo necesi-
tan , y los ciervos tienen bosques y ma-
torrales donde se esconden y guarecen
para tomar el fresco de la sombra en el
-- 108
verano ; así nuestros corazones 9 Filotea ,
han de buscar y escoger cada dia algun
sitio • ó ya sea en la cumbre del Calva-
rio , ó ya en las llagas de nuestro Señor,
ó en cualquier otro lugar cerca de él, pa-
ra retirarnos allí en medio de todas las
ocupaciones , para consolarnos y recrear-
nos entre los negocios exteriores , y para
estar allí defendidos de las tentaciones ,
como en una fortaleza. Bienaventurada se-
rá el alma que pueda con verdad decir al
Señor Vos sois mi casa de refugio , mi
muralla fortísima , el techo que me defien-
de de la lluvia , y la sombra que me libra
del calor.
Acuérdate pues , Filotea , de retirarte á
menudo á la soledad del corazon , mientras
estás corporalmente en medio de las con-
versaciones y negocios ; pues esta soledad
mental de ningun modo pueden impedirla
todos los que te rodean , porque como
ellos no andan al rededor de tu corazon ,
sino de tu cuerpo , tu corazon está solo
y en presencia de Dios solo . Este es el
ejercicio que practicaba el rey David en
medio de sus muchas ocupaciones , como
lo testifica en diversos lugares de sus sal-
mos cuando dice : ¡ O Señor ! siempre es-
toy contigo ( ps . 72 , v . 23 ) . Continuamen-
te estoy viendo á mi Dios delante de mí
( ps , 15, v . 8 ) . A ti , Dios mio , levanté
mis ojos ; á ti , que habitas en los cielos
109

( ps. 122 , v. 1 ) . Mis ojos siempre están
puestos en el Señor ( ps . 24 , v. 15 ).
Además de que las conversaciones no
son de ordinario de tanta entidad , que no
se pueda de tiempo en tiempo apartar de
ellas el corazon para llevarle á esta divina
soledad .
Cuando los padres de santa Catalina de
Sena no le concedian el lugar y tiempo
precisos para la oracion y meditacion,
nuestro Señor la inspiró que hiciese en
su alma un oratorio interior , en el cual ,
retirándose mentalmente , pudo en medio
de las ocupaciones exteriores vacar á esta
santa soledad de corazon , y desde enton-
ces , por mas que el mundo pelease con-
tra ella, ella no recibia daño alguno , por-
que como solia decir ) se retiraba á su
intertor retrete , en donde se consolaba
con su celestial Esposo y así después
aconsejaba á sus hijas espirituales , que
fabricasen una celda en el corazon Y
que habitasen en ella .
Haz, pues, que se retire de cuando en
cuando tu espíritu dentro del corazon , en
donde , separado de todos los hombres ,
puedas tratar con tu Dios de corazon á
corazon los negocios de tu alma , y decir-
le con David : He velado , y me he hecho
semejante al pelicano del desierto . Estoy
como el buho ó la lechuza en las hendiduras
de la pared , y como el pájaro solitario en
9
-- 110 -
el techo ( ps. 101 , v . 7 ). Cuyas pala-
bras , á mas del sentido literal , que
testifica que este gran rey empleaba al-
gunas horas en estar solo entregado á la
contemplacion de las cosas espirituales,
nos muestran tambien en sentido místico
tres admirables retiros , que son como
tres hermitas en que podemos estar en
soledad , á imitacion del Salvador , que
en el monte Calvario fué como el pelica-
no del desierto , que con su sangre aviva
sus polluelos muertos en su nacimiento ,
abandonado en un establo , fué como el
buho en las hendiduras de la pared , sin-
tiendo y llorando nuestras culpas y peca-
dos ; y en el dia de su ascension fué co-
mo el pájaro solitario , retirándose y vo-
lando al cielo , que se puede llamar techo
del mundo : á todos estos tres lugares po-
demos retirarnos en medio del tumulto de
los negocios . El B. Elzeario , conde de
Arian en Provenza , habiendo recibido un
expreso , que despachó su casta y devota
Delfina, para saber como se hallaba en su
larga ausencia , le respondió de este mo-
do : Yo estoy bueno , querida esposa , y
si quieres verme, búscame en la llaga del
costado de nuestro dulce Jesus : allí tengo
mi habitacion ; allí es donde me encontra-
rás , y no tienes que buscarme en otra
parte. Este sí que era caballero verdade-
ramente cristiano .
111

CAPÍTULO XII.

De las aspiraciones , oraciones jaculatorias


y buenos pensamientos.

Nos retiramos en Dios , porque aspira-


mos á él , y aspiramos á él , para reti-
rarnos ; de modo que la aspiracion á Dios
y el retiro espiritual son dos cosas que
se ayudan entre sí , y una y otra provie-
nen y nacen de los buenos pensamientos.
Aspira , pues , á Dios muy á menudo,
Filotea , con breves , pero ardientes suspi-
ros del corazon : admira su hermosura;
implora su auxilio ; arrójate en espíritu á
los piés de la cruz ; adora su bondad ; con-
súltale continuamente sobre tu salud espi-
ritual ; entrégale mil veces al dia tu alma;
clava la vista interior en su dulzura ; ex-
tiende hácia él los brazos , como un niño
chiquito á su padre , para que él te lleve;
ponle como delicioso ramillete sobre tu
pecho fíjale en tu alma como bandera , y
ejercita todos los movimientos del corazon,
para concebir amor de Dios, y excitar en
ti una tierna y apasionada dileccion del
divino Esposo.
Estas son las oraciones jaculatorias que
con tanto encarecimiento aconsejaba á la
devota matrona Proba el gran padre san
― 112
Agustin ( ep. 121 ) , por medio de las cua-
les , dedicándose nuestro espíritu al trato ,
privanza y familiaridad con Dios , quedará
perfumado del olor suavísimo de sus per-
fecciones. Y no creas que es dificultoso es-
te ejercicio, porque se puede interpolar en
todos los negocios y ocupaciones , sin es-
torbarlas ; puesto que si nos divierten de
ellas el retiro espiritual y las aspiraciones
interiores , es solo un instante , y eso sin
perjuicio , antes bien con provecho de lo
mismo que estamos haciendo . El caminante
que bebe un trago de vino para avivar el
espíritu y refrescar la boca , aunque por
esto se detenga un poco , no interrumpe
el viaje , antes bien cobra fuerzas con que
llegar mas pronto y descansado , y si se
detiene , es para caminar mejor.
Muchos han recogido gran número de
aspiraciones vocales, provechosas cierta-
mente ; pero te aconsejo que no te pares
en las palabras , sino que digas de cora-
zon ó de boca las que en el mismo lance
te sugiera el amor , que él te suministra -
rá cuantas quieras . Verdad es que hay
ciertas palabras de particular eficacia pa-
ra satisfacer al corazon acerca de esto, co-
mo son las aspiraciones que se encuentran
á cada paso en los salmos de David , las
diversas expresiones con. que se invoca el
nombre de Jesus , y los conceptos amoro-
sos que están escritos en el Cántico de
- 113
os cánticos , y tambien pueden servir pa-
ra este efecto las canciones espirituales , si
se cantan con atencion .
Finalmente , así como los que están ena-
morados con amor humano y natural , ca-
si siempre tienen empleado el pensamiento
en acordarse , el corazon en estimar y
la boca en alabar al objeto de sus amo-
res, y cuando se hallan ausentes , no pier-
den ocasion de manifestar su afecto por
cartas , y en cualquier árbol que encuen-
tran escriben el nombre de la persona
amada ; así los que aman á Dios no pue-
den dejar de pensar en él , suspirar por
él , aspirar á él y hablar de él , y quisie-
ran , si fuese posible , grabar en todos los
corazones del mundo el santo y sagrado
nombre de Jesus .
Todas las cosas los convidan á esto , y
todas las criaturas les anuncian las ala-
banzas de su amado ; y como dice san
Agustin, con las palabras de san Antonio,
todo cuanto hay en el mundo les habla
con mudo , pero muy inteligible idioma ,
apoyando su amor : todo despierta en ellos
buenos pensamientos , de los cuales nacen
después impulsos y aspiraciones hácia Dios.
Escucha algunos ejemplos de esta verdad.
Paseándose un dia san Gregorio Naciance-
no á la orilla del mar ( segun lo refirió
el mismo á su pueblo ) , consideraba como
las olas , entrándose en la playa , dejaban
114 --
en la arena conchitas , caracolitos , hojas
de yerbas , sotritas y otras menudencias
semejantes que el mar arrojaba , como
quien las escupe en la orilla , y después
con otras olas recogia y se volvia á tra-
gar parte de aquello mismo ; pero entre
tanto las rocas que por allí estaban se
mantenian firmes é inmóviles , por mas
que viniesen las olas á estrellarse furiosas
contra ellas. De esto formó el santo este
bellísimo discurso : que los flacos , seme-
jantes á las conchitas , caracoles y hojas
de yerbas , se dejan arrebatar tan presto
de la afliccion como del consuelo á volun-
tad del flujo y de las olas de la fortuna ;
mas los magnánimos se mantienen firmes
é inmobles entre todas las tempestades, y
de este pensamiento sacó aquellas aspira-
ciones y fervorosos afectos de David : Sal-
vadme , Dios mio , porque han penetrado
las aguas hasta lo interior de mi alma :
libradme, Señor, del profundo de las aguas,
porque he sido arrebatado en alta mar y la
tempestad me ha sumergido ( ps . 68, v. 1 ):
y es que se hallaba entonces afligido , por
la injusticia con que Máximo habia inten-
tado usurparle su obispado . San Fulgen-
cio , obispo de Ruspa , hallándose en una
junta de toda la nobleza romana , á quien
hablaba Teodorico , rey de los godos , y
viendo el esplendor de tantos señores , que
estaban por su órden , segun la calidad de
115 -
cada uno, exclamó : ¡ O Dios ! ¡ cuan her-
mosa ha de ser la Jerusalen celeste ; pues
aquí bajo vemos con tanta pompa á la ter-
restre Roma ! y si en este mundo concede
el Señor tanto esplendor á los amantes de
la vanidad , ¿ qué gloria habrá reservado
en el otro para los que contemplan la ver-
dad ? Cuéntase de san Anselmo , arzobis-
po de Cantorbery ( hijo y gloria de nues-
tras montañas ) , que era admirable en la
práctica de estos buenos pensamientos.
Yendo en una ocasion el santo prelado de
camino , una liebre acosada de los perros
se metió entre los piés de su caballo, co-
mo en lugar de refugio , que le enseñaba
su inminente riesgo de la vida , y los per-
ros, ladrando al rededor , no se atrevían á
violar el asilo á que se habia acogido su
presa : mientras este extraño espectáculo
hacia reir á todos los de la comitiva , de-
cia el grande Anselmo llorando y gimien-
do vosotros os reís , pero la pobre bes-
tezuela no se rie. Así los enemigos del al-
ma, después de haberla perseguido y des-
carriado por las tortuosas sendas de todos
los vicios, la esperan en el estrecho de la
muerte , para arrebatarla y devorarla , y
ella atemorizada busca por todas partes
socorro y refugio , y si no le encuentra,
se rien y burlan de ella : dicho esto, echó
á andar suspirando. Habiendo escrito ǎ
S. Antonio con expresiones muy honorífi-
- 116
cas Constantino magno , se admiraron mu- ,
cho los religiosos que estaban presentes ;
pero el santo Abad les dijo : Vosotros os
admirais de que un rey escriba á otro hom-
bre , cuando debierais admiraros mucho
mas de que Dios eterno haya escrito su
ley á los mortales , y además de eso les
haya hablado boca á boca en la persona
de su Hijo. S. Francisco viendo una oveja
sola en medio de un rebaño de muchos
cabríos , le dijo á su compañero : ¿ Vés
con qué dulzura está la pobre ovejilla en
medio de estos machos ? así estaba el Se-
ñor lleno de dulzura y humildad entre los
fariseos y otra vez viendo un corderito
comido de un puerco , exclamó llorando :
Ah, corderillo , cuan al vivo representas
la muerte de mi Salvador !
El héroe de nuestro siglo Francisco de
Borja , siendo aun duque de Gandía , te-
nia muchos pensamientos devotos en el
ejercicio de la caza . Admiracion me causa,
decia después , que los halcones vuelvan á
la mano, y se dejen cubrir los ojos y atar
á la percha , y los hombres sean tan re-
beldes á la voz de Dios. San Basilio mag-
no dice que la rosa entre las espinas es-
tá haciendo á los hombres esta reconven-
cion : Mortales , las cosas mas agradables
del mundo están mezcladas con pesares : na-
da hay puro en él , la tristeza se sigue á
la alegría , la viudez al matrimonio, la ne-
- 117 ―
cesidad á la abundancia , la ignominia á la
gloria, el gasto á las honras, el fastidio á
los placeres, y la enfermedad á la salud.
Hermosa flor es la rosa , decia este santo,
pero me llena de tristeza recordándome mi
pecado, por el cual fué condenada la tierra
á producir espinas. Una alma devota mi-
rando un arroyuelo en que se veia retra-
tado el cielo con todas sus estrellas en
una noche serena, exclamó : ¡ O Dios mio !
debajo de mis piés estarán estas mismas
estrellas, cuando me hayais dado albergue
en vuestros santos tabernáculos y así co-
mo las estrellas del cielo están representa-
das en la tierra, así tambien los hombres
de la tierra están representados en el cielo
en la viva fuente de la caridad divina.
Otro viendo correr un rio , exclamó : De
este mismo modo no tendrá jamás reposo
mi alma hasta que esté abismada en el
mar de la divinidad , de donde tiene su
origen y san Francisco mirando un her-
moso arroyuelo , á cuya orilla se habia
arrodillado para orar , fué arrebatado en
éxtasis , repitiendo muchas veces estas pa-
la bras : La gracia de mi Dios corre dulce
y suavemente como este arroyuelo . Otro
al mirar los árboles floridos , suspiraba,
diciendo : ¿ Con qué , solo yo he de ser
quien no dé flores en el jardin de la Igle-
sia ? Otro viendo los polluelos juntos bajo
las alas de su madre , dijo : Conservadnos ,
9*
118
Señor , bajo la sombra de vuestras alas.
Otro dijo mirando un girasol : ¡ Dios mio!
¿ cuando seguirá mi alma los atractivos de
vuestra bondad? Y viendo unas flores tri-
nitarias ó pensieres , hermosas , pero sin
olor , tales son , dijo , mis pensamientos,
hermosos al proponerse , pero sin efecto y
sin fruto .
De este modo , Filotea , se sacan bue-
nos pensamientos y aspiraciones santas de
los mismos objetos que se presentan en la
variedad de este mundo : desdichados los
que apartan las criaturas de su Criador
para volverlas hácia la culpa , y dichosos
aquellos que convierten todas las criaturas
á la gloria de su Criador , empleando la
vanidad de ellas en honor de la verdad .
Yo , decia san Gregorio Nacianceno (orat.
28) , acostumbro servirme de todas las co-
sas para mi bien espiritual. Lee el devoto
epitafio de santa Paula , que compuso san
Gerónimo ; porque es gusto ver cuan lleno
está de aspiraciones y conceptos sagrados ,
que formaba esta santa en todas las oca-
siones.
En este ejercicio del retiro espiritual y
de las oraciones jaculatorias estriba la gran-
de obra de la devocion : él solo puede su-
plir la falta de las demás oraciones , pero
la falta de esto es casi imposible repararla
por otro medio : sin este no se puede se-
guir bien la vida contemplativa, ni tampo-
- 119
co desempeñar debidamente la vida activa:
sin este el reposo es ociosidad , y el tra-
bajo estorbo ; por lo cual te aconsejo que
le abraces de todo corazon , y que jamás
le abandones.

CAPÍTULO XIV.

De la santa Misa , y como se ha de oir.

1. No te he hablado aun del sol de los


ejercicios espirituales, que es el santísimo
y soberano sacrificio de la Misa , centro
de la Religion cristiana , alma de la devo-
cion , vida de la piedad , misterio inefable,
que comprende el abismo de la caridad di-
vina , por el cual Dios , uniéndose real-
mente á nosotros, nos comunica con mag-
nificencia sus gracias y sus favores.
2. La oracion unida con este divino sa-
crificio tiene una indecible fuerza ; de
modo que por este medio abunda el alma
de celestiales favores , como apoyada so-
bre su amado , el cual la llena tanto de
olores y suavidades espirituales , que pa-
rece una columna de humo producido de
las maderas aromáticas de mirra y de in-
cienso , y de todos los polvos que usan
los perfumadores , como se dice en los
Cantares.
3. Procura , pues , con toda diligencia
120
oir todos los dias Misa , para ofrecer con
el sacerdote el sacrificio de tu Redentor á
Dios su padre por ti y por toda la Iglesia .
Allí están presentes muchos ángeles , como
dice san Juan Crisóstomo , para venerar
este santo misterio ; y así , estando noso-
tros con ellos y con la misma intencion ,
es preciso que con tal compañía recibamos
muchas influencias propicias. En esta ac-
Icion divina se vienen á unir á nuestro Se-
ñor los corazones de la Iglesia triunfante
y los de la Iglesia militante, para prendar
con él , en él y por él el corazon de Dios
Padre , y apoderarse de toda su misericor-
dia. ¡ Oh , qué felicidad es para una alma
contribuir devotamente con sus afectos á
un bien tan necesario y apetecible !
4. Si por algun estorbo inexcusable no
puedes asistir corporalmente á la celebra-
cion de este soberano sacrificio, á lo me-
nos envia allá tu corazon , asistiendo es-
piritualmente. Para esto á cualquiera hora
de la mañana vé con el espíritu á la igle-
sia ya que no puedes de otro modo ; une
tu intencion con la de todos los cristianos ,
y haz desde el lugar en que te hallas los
mismos actos interiores que harias si te
hallases realmente presente en la iglesia
al santo sacrificio .
5. Filotea, para oir Misa como convie-
ne, ya sea real , ya espiritualmente , has de
suguir este método. 1.° Desde el principio
121
hasta que el sacerdotė suba al altar, prepá-
rate juntamente con él , lo cual harás po-
niéndote en la presencia de Dios, recono-
ciendo tu indignidad , y pidiéndole perdon
de tus defectos. 2.° Desde que el sacerdo-
te suba al altar hasta el evangelio consi-
dera sencillamente y en general la venida
de nuestro Señor al mundo y su vida en
él . 3. Desde el Evangelio hasta concluido
el Credo considera la predicacion del Salva-
dor, protesta que quieres vivir y morir en
la fe y obediencia á su santa palabra y en la
union de la santa Iglesia católica . 4.º Desde
el Credo hasta el Pater noster contempla
con el espíritu los misterios de la pasion
y muerte de nuestro Redentor, que actual
y esencialmente se representan en este
santo sacrificio , que has de ofrecer, jun-
tamente con el sacerdote y con el resto del
pueblo , á Dios Padre para honra suya y
salvacion de tu alma . 5. Desde el Pater
noster hasta la comunion esfuérzate á ex-
citar en tu corazon muchos y ardientes
deseos de estar siempre junta y unida á
nuestro Señor con un amor eterno . 6.° Des-
de la comunion hasta el fin da gracias á
su divina Majestad por su encarnacion ,
vida , pasion y muerte , y por el amor
que nos muestra en su santo sacrificio,
pidiéndole por él que te sea siempre pro-
picio á ti , á tus parientes , á tus amigos.
y á toda la Iglesia ; y humillándote de todo
122
corazon ཚ recibe devotamente la bendicion
divina que te da nuestro Señor por medio
de su ministro .
Pero si quieres tener , mientras la Misa ,
la meditacion de los misterios que vas si-
guiendo por órden todos los dias , no es
necesario que te diviertas en hacer estos
actos particulares: bastará que al principio
hagas intencion de que el ejercicio de me-
ditacion y oracion que tienes , sirva para
adorar y ofrecer este santo sacrificio, pues-
to que en cualquiera meditacion se en-
cuentran los actos arriba dichos , ó ya
expresos , ó á lo menos implícita y vir-
tualmente.
}
CAPÍTULO XV.

De otros ejercicios públicos y comunes.

Demás de esto es necesario , Filotea,


que los domingos y fiestas asistas á las
horas y vísperas del oficio divino , si tie-
nes comodidad para ello , porque en estos
dias consagrados al Señor se deben hacer
mas ejercicios que en los otros á honra y
gloria suya. Por este medio conseguirás
mucha dulzura de devocion , como le su-
cedia á san Agustin , el cual , recien con-
vertido , segun refiere en sus confesiones
( lib. 10, c. 23 ) , oyendo los divinos oficios ,
— 123
sentia derretirse de ternura su corazon y
deshacerse en lágrimas de piedad sus ojos.
A mas de que lo diré de una vez para
siempre ) se encuentra mayor bien y con-
suelo en los oficios públicos de la Iglesia
que en los ejercicios particulares ; porque
Dios tiene ordenado que la comunion ó
junta de los fieles sea preferida á cual-
quiera particularidad .
Entra con gusto en las cofradías del lu-
gar en que estás, pero particularmente en
aquellas cuyos ejercicios son mas fructuo-
sos y edificativos ; porque en esto practi-
carás cierta especie de obediencia muy
agradable á Dios : pues aunque las cofra-
días no están establecidas por precepto de
la Iglesia , están sin embargo recomenda-
das por ella , y en prueba de que desea
se alisten muchos en ellas , concede indul-
gencias y otros privilegios á los cofrades :
y siempre es obra de gran caridad con-
currir con otros muchos y cooperar con
ellos á sus laudables fines. Y aunque pue-
de suceder que cada uno en particular
practique tan buenos ejercicios como los
que se hacen en comun en las cofradías , y
que tal vez encuentre mas gusto en ha-
cerlos en particular ; con todo es cierto
que glorifica mas á Dios la union y el
consagrarle nuestras buenas obras junta-
mente con nuestros hermanos y prójimos .
Lo mismo digo de todas las demás de-
124 -
vociones y oraciones públicas , en to-
das las cuales debemos , en cuanto nos
sea posible , dar buen ejemplo para edi-
ficacion de los prójimos , y enderezar el
afecto á la gloria de Dios y á la inten-
cion comun.

CAPÍTULO XVI.

Que se debe honrar é invocar á los santos.

Pues Dios frecuentemente nos envia sus


inspiraciones por medio de sus ángeles ,
debido es que por ellos le enviemos noso-
tros con frecuencia nuestros suspiros : y
pues hacen tambien el mismo oficio de
inspirarnos y suspirar por nosotros las al-
mas santas de los difuntos que habitan el
paraiso juntamente con los ángeles, y son
semejantes é iguales á ellos , como dice
Jesucristo , juntemos nuestros corazones ,
Filotea , con estos espíritus celestiales y
almas bienaventuradas : y así como los
ruiseñores , cuando son polluelos , apren-
den á cantar de los que ya son grandes :
así nosotros por el trato espiritual que
hemos de tener con los santos , aprenderé-
mos á orar y cantar con mayor perfeccion
las divinas alabanzas : por eso decia David
(ps. 137 , v. 2 ) : Cantaré salmos en tu loor,
Dios mio , en presencia de los ángeles.
- 125
Honra , reverencia y respeta con espe-
cial amor á la sagrada y gloriosa virgen
Maria , porque es madre de nuestro Padre
soberano , y por consiguiente nuestra gran
madre. Recurramos , pues , á ella , y como
hijuelos suyos echémonos en su regazo en
todo tiempo y ocurrencia con firmísima
confianza, invoquemos á esta dulce Madre,
imploremos su amor maternal , procuremos
imitar sus virtudes , y tengamos un afecto
verdaderamente filial para con esta Señora .
Procura tener trato familiar con los án-
geles , mirándolos muy á menudo invisible-
mente presentes á todas las acciones de tu
vida , pero especialmente has de amar y
reverenciar al custodio de la diócesis en
que vives, á los de las personas con quienes
tratas , y sobre todo al tuyo . Hazles conti-
nuas súplicas , alábalos con frecuencia , y
valte de su auxilio y socorro en todas tus
necesidades espirituales y temporales , para
que ellos cooperen á tus intenciones.
El gran Pedro Fabro , primer sacerdote,
primer predicador , primer lector de teo-
logía de la santa Compañía del nombre de
Jesus , y primer compañero de S. Ignacio ,
fundador de ella , viniendo una vez de
Alemania , en donde habia hecho grandes
servicios á la gloria de nuestro Señor , y
pasando por esta diócesis , patria suya,
contó que habiendo atravesado muchos lu-
gares de herejes , en ellos habia recibido
126
grandes consuelos , saludando , al llegar á
cada una de las parroquias , á los ángeles
protectores de ellas , los cuales sensible-
mente se le habian mostrado propicios , ya
defendiéndole de las emboscadas de los
berejes , ya llenando á muchas almas de
dulzura y docilidad para recibir la doctri-
na de salvacion . Decia esto con tanto en-
carecimiento , que una señorita , la cual
siendo muy jóven , lo oyó de su boca,
cuatro años ha , esto es al cabo de mas
de sesenta , lo referia llena de ternura.
Gran consuelo tuve yo el año pasado en
consagrar un altar en el mismo puesto en
que Dios ordenó que naciese este biena-
venturado varon, en un pueblecito de nues-
tras mas elevadas montañas , llamado Vi-
llaret.
Elige algunos santos en particular , cu-
yas vidas te puedan servir de consuelo y
de modelo , y ten especial confianza en
su intercesion . El de tu nombre ya va
por supuesto , porque á este fin te fué da-
do en el bautismo .

CAPÍTULO XVII.

Como se ha de oir y leer la palabra de Dios.

Has de ser muy devota de la palabra


de Dios , ya la oigas en el trato familiar
- 127-
con tus amigos espirituales , ya la escuches
en los sermones . Oyela siempre con aten-
cion y reverencia ; saca de ella cuanto
provecho puedas ; no consientas que se
derrame , antes bien como precioso bálsa-
mo recógela en tu corazon , imitando á la
santísima Vírgen que conservaba en el su-
yo cuidadosamente todas las palabras que
se decian en gloria de su divino Hijo , y
acuérdate de que nuestro Señor recoge las
palabras que le decimos en la oracion , á
medida que nosotros recogemos las que él
por la predicacion nos dice.
Tén siempre á la mano algun libro bue-
no y devoto , como los de san Buenaven-
tura , Gerson , Dionisio Cartujano , Ludo-
vico Blosio , Fr. Luis de Granada , el Pa-
dre Estella , el Padre Arias , Pinelli , el
Padre Luis de la Puente , el Maestro Avi-
la , el Combate espiritual , las Confesiones
de san Agustin , las Epístolas de san Ge-
rónimo ú otros semejantes ; y lee todos
los dias un poco con gran devocion , CO-
mo si leyeras cartas que los santos te hu-
biesen escrito desde el cielo , para ense-
ñarte el camino y animarte á ir allá. Lee
tambien las historias y vidas de los san-
tos en las cuales , como en un espejo,
verás el retrato de la vida cristiana , Ꭹ
acomoda sus acciones á tu provecho , se-
gun tu vocacion . Pues, aunque los que vi-
ven en medio del mundo no es posible
128
que imiten muchos hechos de los santos,
sin embargo á todos los santos se puede
seguir de cerca ó de lejos . La soledad de
san Pablo , primer ermitaño , se imita con
el retiro espiritual y real , de que hemos
hablado y hablarémos . La extrema pobre-
za de san Francisco con el modo de ejer-
citar esta virtud , que enseñarémos mas
adelante y así de las demás . Verdad es
que , para gobierno de nuestra vida , unas
historias dan mas luz que otras , como la
vida de la bienaventurada madre Teresa de
Jesus , la cual para este efecto es admira-
ble ; las vidas de los primeros jesuitas , la
del bienaventurado cardenal Borromeo ar-
zobispo de Milan , la de san Luis , la de
san Bernardo , las Crónicas de san Fran-
cisco y otras semejantes. Hay otras en
que mas se encuentra que admirar que no
que imitar , tales son las de santa Maria
Egipcíaca , san Simeon Estilita , las dos
santas Catalinas de Sena y de Génova,
santa Angela y otras semejantes , las cua-
les sin embargo siempre sirven para exci-
tar en general grande afecto al santo te-
mor de Dios.
- 129

CAPÍTULO XVIII.

Como se han de recibir las inspiraciones.

Llamamos inspiraciones á todos los atrac-


tivos , movimientos , reconvenciones , re-
mordimientos interiores , ilustraciones y
conocimientos que Dios con cuidado y
amor paternal excita en nosotros , previ-
niendo nuestro corazon con sus bendicio-
nes , para dispertarnos , movernos , esti-
mularnos y atraernos á las santas virtudes ,
el amor celestial , á los buenos propósitos ,
en una palabra , á todo lo que nos enca-
mina á la felicidad eterna . Esto es lo que
entiende el divino Esposo por llamar á la
puerta , hablar al corazon de la esposa,
dispertarla cuando duerme , gritarla y lla-
marla cuando está ausente , convidarla á
gustar la miel y á recoger los frutos y
flores de su jardin , á cantar y hacer que
suene su dulce voz en los oidos del amado .
Tres pasos se requieren por parte de la
esposa para ajustar el casamiento ; el pri-
mero, que se le proponga el partido , el se-
gundo, que admita ella la propuesta, y el
tercero , que dé su consentimiento . De es-
te mismo modo cuando Dios quiere obrar
en nosotros , por nosotros y con nosotros
alguna accion de grande caridad, primero
130
nos la propone por su inspiracion , después
damos oidos á ella, y finalmente prestamos
nuestro consentimiento ; pues así como pa-
ra caer en el pecado hay tres grados , que
son la tentacion , la delectacion Ꭹ el con-
sentimiento, así tambien hay tres para su-
bir á la virtud : la inspiracion , que es lo
contrario de la tentacion ; la delectacion en
esta inspiracion , que es opuesta á la de-
lectacion en la tentacion , y el consenti-
miento á la inspiracion , contrario al con-
sentimiento en la tentacion .
Aunque durase la inspiracion todo el
tiempo de nuestra vida , no seriamos agra-
dables á Dios si no nos complaciésemos
en ella , antes bien ofenderíamos á su di-
vina Majestad , como le ofendieron los is-
raelitas , á quienes estuvo inmediato el Se-
ñor, segun él mismo dice ( psalm . 94 jux-
ta lectionem breviarii romani ) , por espa-
cio de cuarenta años , solicitándolos para
que se convirtiesen , sin que ellos jamás
quisiesen escucharle ; por lo cual juró
contra ellos en su ira , que no entrarian
jamás en su descanso ; al modo que un
caballero que hubiese servido largo tiem-
po á una dama , se daria por ofendido, si
después de este mérito no quisiese ella dar
oidos á las proposiciones de casamiento .
Sentir complacencia cuando se reciben
las divinas inspiraciones , es principiar á
encaminarse á la gloria de Dios , y empe-
131 -
zar ya con esto á darle gusto ; porque si
bien esta delectacion no es por entonces
consentimiento pleno , por lo menos es
disposicion para él : y como gustar de oir
la palabra de Dios , la cual se puede lla-
mar inspiracion exterior , es utilísimo y
muy buena señal , tambien es bueno y
agradable al Señor complacerse con la
inspiracion interior. De este placer habla
la esposa cuando dice ( Cant. c. 5, v . 6 ):
Mi alma se ha deshecho de placer al oir
la voz de mi amado : al modo que un ca-
ballero se dá por satisfecho y se juzga fa-
vorecido de la dama á quien sirve, cuan-
do vé que ella tiene gusto en que la sirva.
Sin embargo la accion virtuosa se per-
fecciona con el consentimiento ; porque si
después de haber recibido la inspiracion
y de habernos complacido en ella , con
todo negamos á Dios el consentimiento, so-
mos sumamente ingratos , y ofendemos en
gran manera á su divina Majestad ; pues
esto bien se vé que es mayor desprecio.
Así le sucedió á la esposa , que aunque
la dulce voz del amado llenó su corazon
de santa alegría , con todo no le abrió la
puerta , excusándose con un frívolo pre-
texto , de lo cual indignado justamente el
esposo, pasó de largo y la dejó así como
el caballero que ha pretendido mucho
tiempo á una dama , la cual recibia con
agrado sus servicios , si al fin se vé des-
132
preciado y desechado , tiene mas justo
motivo de queja , que si su pretension
no hubiese sido admitida ni favorecida .
Resuélvete pues , Filotea , á aceptar gus-
tosamente todas las inspiraciones que el
Señor se digne enviarte , y cuando lleguen ,
recíbelas como embajadores del Rey de
los cielos, que desea contraer matrimonio
contigo : oye gustosamente sus proposicio-
nes , considera el amor con que te inspi-
ra , y fomenta la santa inspiracion.
Consiente á ella , pero con un consenti-
miento pleno , amoroso y constante , que
de este modo Dios , á quien no eres capaz
de obligar , se dará sin embargo por muy
obligado de tu afecto. Pero cuando las
inspiraciones son de cosas importantes ó
extraordinarias , consúltalas siempre con
tu director antes de consentir, para que él
examine si son verdaderas ó falsas , no
sea caso que tú te engañes ; pues el ene-
migo , cuando vé una alma que con pron-
titud da consentimiento á las inspiraciones ,
de ordinario le propone inspiraciones fal-
sas para engañarla : mas no podrá conse-
guirlo , si ella obedece con humildad á su
director.
Después de dado el consentimiento , es
menester procurar con gran solicitud que
se efectue y ponga en práctica , en lo cual
consiste el complemento de la verdadera
virtud; pues dar consentimiento en el co-
133
razon , y no ejecutarle , seria lo mismo
que plantar una viña , y no querer que
diese fruto .
Para todo esto conviene muchísimo prac-
ticar bien el ejercicio de por la mañana y
los retiros espirituales de que he tratado
arriba ; pues por este medio nos prepara-
mos para obrar bien , no solo en general ,
sino tambien en particular.

CAPÍTULO XIX.

De la santa confesion.

Ha dejado nuestro Salvador á su Iglesia


el sacramento de la Penitencia y Confesion ,
para que en él nos lavemos de todas
nuestras iniquidades siempre que nos ha-
llemos manchados ; y así no consientas ,
Filotea , que permanezca tu alma largo
tiempo contaminada con el pecado , pues
tienes un remedio tan pronto y fácil . La
leona que ha estado con el leopardo , al
instante corre á lavarse , para disipar el
hedor que le queda de su contacto , no
sea que viniendo el leon se ofenda é irri-
te : así el alma que ha consentido en la
culpa , se ha de horrorizar de sí misma y
limpiarse lo mas pronto que pueda , por
el respeto que debe tener á los ojos de
Dios , que la está mirando : á mas de que
10
134 -
es gran necedad estar muertos en el espí-
ritu , teniendo un tan soberano remedio.
Confiésate , pues , humilde y devotamen-
te cada ocho dias , y si puedes , siempre
que hayas de comulgar , aunque no sien-
tas en tu conciencia remordimiento alguno
de pecado mortal ; pues en la confesion
recibirás el perdon de los pecados veniales
que confesares , gran fortaleza para evi-
tarlos en adelante , mucha luz para dis-
cernirlos bien , y abundante gracia para
resarcir todo el daño que te hubieren cau-
sado practicarás al mismo tiempo las
virtudes de humildad , obediencia , senci-
llez y caridad , y en solo este acto de
confesarte ejercitarás mas virtudes que en
otro alguno.
Tén siempre verdadero dolor de los pe-
cados de que te confiesas , por lijeros que
sean y firme propósito de la enmienda
para en adelante. Muchos hay que pier-
den grandes bienes y mucho aprovecha-
miento espiritual , porque confesándose de
los pecados veniales , como por costumbre
y cumplimiento , sin pensar enmendarse ,
permanecen toda la vida cargados de ellos ,
y así si te confiesas de haber mentido ,
aunque sea sin perjuicio, ó de haber dicho
alguna palabra descompuesta , ó de haber
juzgado con algun exceso , arrepiéntete y
haz propósito firme de la enmienda ; por-
que es abuso confesarse de cualquiera es-
135
pecie de pecado , sea mortal ó sea venial,
sin querer purificarse de él , puesto que
la confesion se ha instituido para esto .
No te acuses solamente con aquellas
fórmulas superfluas , que muchos dicen por
costumbre : yo no he amado á Dios tanto
como debia : no he orado con la devocion que
debiera no he amado á mi prójimo como
debiera amarle : no he recibido los santos
sacramentos con la reverencia que es debida,
y otras semejantes . La razon es , porque
diciendo esto , no dices nada en particular ,
que pueda manifestar al confesor el estado
de tu conciencia ; pues cuantos hombres
hay en la tierra y cuantos santos están en
el cielo pudieran decir lo mismo si se con-
fesasen . Examina que motivo particular
tienes de acusarte de estas cosas, y cuan-
do le hayas conocido , acúsate sencilla y
claramente de aquella falta que has come-
tido. Pongo por ejemplo , te acusas de no
haber amado al prójimo como debias ;
quizás será , porque habiendo visto algun
pobre muy necesitado , y pudiendo tú fá-
cilmente socorrerle y consolarle , no tuvis-
te cuenta de ejecutarlo ; pues bien , acú-
sate de esta particularidad , y dí : habien-
do visto un pobre necesitado , no le he
socorrido como podia , por negligencia ó
por dureza de corazon , ó por desprecio,
segun de lo que conozcas haber nacido
está falta . Del mismo modo , no te acuses
- 136-
de no haber orado á Dios con tanta devo-
cion como debias , sino de haber tenido
distracciones voluntarias , ó no haber bus-
cado lugar y tiempo oportuno , ó no ha-
ber estado en postura conveniente para te-
ner atencion , segun conocieres haber fal-
tado , sin hablar en la confesion con esa
generalidad que ni ata ni desata .
En la acusacion de los pecados veniales ,
no digas solamente el hecho , sino tambien
el motivo que te ha inducido á cometer-
los. Pongo por ejemplo , ne te contentes
con decir he mentido sin perjuicio de na-
die ; dí tambien si ha sido por vanagloria,
para alabarte ó excusarte , ó por alegría
vana , ó por no ceder de tu opinion : si
has pecado en el juego , explica si fué por
deseo de ganar ó por el placer de la con-
versacion y así de los demás . Has de ex-
presar tambien si te has detenido largo
tiempo en el mal ; pues la prolongacion
del tiempo de ordinario acrecienta mucho
la culpa , porque hay gran diferencia entre
una vanidad pasajera que haya ocupado
el espíritu per espacio de un cuarto de ho-
ra , y otra en que el corazon se mantuvo
sumergido uno , dos ó tres dias . En suma ,
es menester decir el hecho , el motivo y
la duracion de las culpas ; pues aunque
por lo comun no hay obligacion de expli-
car tan puntualmente los pecados veniales,
y en rigor no estamos obligados á confe-
137 -
sarlos, con todo, los que quieren purificar
bien sus almas para llegar mejor á la de-
vocion santa , deben ser muy cuidadosos
en manifestar claramente al médico espi-
ritual la enfermedad de que buscan el re-
medio , por pequeña que sea.
No omitas , pues , nada de cuanto con-
venga para declarar bien la calidad de la
ofensa , como es el motivo porque te en-
colerizaste , ó porque permitiste que algu-
no permaneciese en el vicio. Pongo por
ejemplo : una chanza lijera , si me la dice
uno que me desagrada , quizás será bastan-
te para irritarme , entendiéndola en mal
sentido, y tal vez hubiera echado á buena
parte otra expresion mucho mas picante ,
dicha por alguno que me cayese en gra-
cia ; pues en este caso he de expresar,
que me dejé llevar de la cólera hasta de-
cir palabras descompuestas contra una per-
sona, cuyas expresiones tomé en mal sen-
tido , no por la calidad de las palabras ,
sino porque me enfadaba el que las decia :
y aun si fuere necesario para declarar me-
jor el hecho, expresar las palabras , pien-
so que será acertado el decirlas ; porque
acusándose con esta franqueza , no solo se
manifiestan los pecados cometidos , sino
tambien las malas inclinaciones , costum-
bres , hábitos y otras raices de la culpa ,
y con esto el padre espiritual adquiere un
conocimiento mas completo del corazon y
10*
- 138 -
de los remedios propios para curarle : pe-
ro sin embargo siempre es menester cui-
dado con no manifestar , en cuanto sea
posible , el sugeto que ha tenido parte en
la culpa .
Tén cuenta con ciertos pecados , que de
ordinario , sin que se eche de ver , viven
y reinan en la conciencia ; y confiésalos
para purificarte de ellos. A este efecto con-
vendrá que leas con cuidado los capítulos
6 , 27 , 28 , 29 , 35 y 36 de la tercera
parte , y el capítulo 8 de la cuarta . No
andes mudando de confesor con poca cau-
sa , sino continúa con el que hayas esco-
gido , y dale cuenta de tu conciencia los
dias señalados para ello , diciéndole con
claridad y franqueza los pecados que ha-
yas cometido , y de tiempo en tiempo ,
como de mes en mes ó de dos en dos me-
ses; le dirás tambien el estado de tus in-
clinaciones , aunque en ellas no haya pe-
cado , como por ejemplo , si te has visto
atormentada de la tristeza ó del disgusto ;
si eres llevada de la alegría ó del deseo de
adquirir bienes temporales , y otras seme-
jantes inclinaciones.
CAPÍTULO XX.

De la frecuente comunion.

Se cuenta de Mitridátes, rey del Ponto ,


139
que habiendo descubierto el secreto de
hacer un específico , llamado mitidrático,
robusteció con él su cuerpo en tanto gra-
do , que habiendo procurado después en-
venenarse , para no ser esclavo de los ro-
manos , no lo pudo conseguir. Pero sea
de esto lo que fuere , nuestro Señor sí
que instituyó , el augustísimo sacramento
de la Eucaristía , donde realmente está su
cuerpo y sangre , para que quien le coma,
viva eternamente, y por eso el que le re-
cibe á menudo y con devocion , asegura
de tal modo la salud y vida de su alma ,
que es casi imposible que sea envenenado
con ninguna especie de aficiones malas ;
porque & cómo puede ser que quien se ali-
menta con esta carne de vida , viva con
afectos de muerte ? Si los hombres cuan-
do estaban en el paraiso terrenal podian
no morir corporalmente por la virtud del
fruto de aquel árbol de la vida que Dios
habia puesto en él , por la virtud de este
sacramento pueden no morir espiritualmen-
te y si las frutas mas delicadas y suje-
tas á corrupcion , como son las guindas ,
albaricoques y las fresas , se conservan
fácilmente todo el año , estando confitadas
en azúcar ó en miel , no es maravilla que
nuestros corazones , aunque tan frágiles y
débiles , estén libres de la corrupcion del
pecado , cuando están confitados con la
carne y sangre incorruptible del Hijo de
- 140
Dios . No tendrán que replicar los infeli-
ces cristianos que se condenan , cuando
el justo Juez les haga ver su necedad de
morir espiritualmente , pudiendo con gran
facilidad niantenerse vivos y sanos , CO-
miendo su santísimo Cuerpo , que para es-
te fin les habia dejado. Miserables ! les
dirá , porqué habeis muerto , teniendo á
vuestra disposicion el fruto y manjar de
vida ?
Recibir todos los dias la comunion eu-
carística , ni lo alabo ni lo vitupero ; pe-
ro comulgar todos los domingos , lo per-
suado y encomiendo á todos , con tal que
tengan su alma sin afecto alguno al peca-
do . Estas son las palabras de san Agus-
tin (*) , con el cual yo ni vitupero ni ala-
bo absolutamente la comunion diaria , si-
no la dejo á la discrecion del padre espi-
ritual de la persona que piensa resolverse
á ello porque siendo muy exquisita la
preparacion que se requiere para comul-
gar con tanta frecuencia, no conviene acon .
sejarla en general á todos ; pero como es-
ta disposicion , aunque sea exquisita , pue-
(*) En tiempo de san Francisco de Sales so creia
de san Agustin el libro de Fide , seu de Ecclesiæ dog-
matibus , que es de Genadio Masiliense , autor del
siglo quinto , en el cual, al cap. 53 se leen estas pa-
labras Quotidie Eucharistia communionen percipere
nec laudo nec reprehendo : omnibus tamen dominicis
diebus communicandum suadeo et hortor , si tamen
mens sine affectu peccandi sit.
141
de hallarse en muchas aimas buenas , tam-
poco tengo por justo el apartar y disuadir
generalmente á todos : y así esto se debe
resolver con atencion al estado interior de
cada uno en particular. Imprudencia seria
aconsejar indistintamente á todos un uso
tan frecuente ; pero seria tambien impru-
dencia reprender por él á cualquiera , so-
bre todo cuando siguiese el dictámen de
algun prudente director. Graciosa fué la
respuesta de santa Catalina de Sena á los
que , desaprobando que comulgase con
tanta frecuencia , alegaron el dicho de san
Agustin , que ni alaba ni vitupera el co-
mulgar todos los dias : puesto que san
Agustin no lo vitupera , dijo , no lo vitu-
pereis vosotros tampoco , y me doy por
contenta .
Pero ya que san Agustin , como vés ,
aconseja y exhorta encarecidamente el co-
mulgar todos los domingos , hazlo así
siempre que puedas , Filotea , porque su-
puesto que no tienes afecto alguno al pe-
cado mortal ni aun al venial , es tu dispo-
sicion la misma que pide san Agustin : y
aun es mejor todavía , pues á mas de no
tener afecto á pecar tú , tampoco tienes
aficion al pecado en general : por lo cual
si tu padre espiritual lo tiene por conve-
niente puedes comulgar aun mas á me-
nudo que todos los domingos .
Con todo pueden ocurrir muchos estor-
- 142
bos legítimos , que sin depender de ti, sino
de aquellos con quienes vives , sean justa
causa de que el prudente director te man-
de no comulgar tan á menudo . Pongo por
ejemplo , si vives con alguna sujecion , y
los superiores á quienes debes obedecer y
reverenciar , por ser poco instruidos ,
por su extraño modo de pensar , se in-
quietan y enfadan de verte comulgar con
tanta frecuencia , quizá , consideradas to-
das las circunstancias , será bien condes-
cender en algun modo con su flaqueza , y
no comulgar mas que cada quince dias :
bien entendido, que esto ha de ser en caso
de que no se pueda absolutamente vencer
la dificultad . Este es un punto que no se
puede decidir bien en general , y es nece-
sario hacer lo que diga el padre espiritual;
pero lo que yo te puedo asegurar es , que
quien desea servir á Dios devotamente , lo
mas de tarde en tarde que puede comul-
gar es de mes á mes .
Si te portas con prudencia , ni padre, ni
madre , ni marido ni mujer podrán es-
torbarte que comulgues á menudo ; porque
supuesto que el dia de la comunion no
has de faltar á los cuidados propios de tu
estado , y que has de tratar á todos con
mas dulzura y afabilidad , y que no les
has de negar nada de lo que debes , no es
creible que quieran apartarte de este ejer-
cicio, que nada les incomoda , si no es que
143--
tengan un genio sumamente delicado y
extravagante , en cuyo caso , como ya te
he dicho , querrá tal vez tu director que
uses de condescendencia .
Fuerza es decir siquiera una palabra
para los casados. No permitia Dios en la
ley antigua que los acreedores exigiesen
la paga de sus créditos en dias festivos ;
pero jamás prohibió que los deudores pa-
gasen en tales dias lo que exigian de ellos .
Es indecente , aunque no pecado grave,
pedir el débito matrimonial en dia de co-
munion ; pero no es impropio , antes bien
será meritorio el pagarle ; y así por la
paga de esta deuda ninguno se debe pri-
var de la comunion , cuando por otra
parte su devocion le mueve á desearla,
Lo cierto es que en la primitiva Iglesia
comulgaban diariamente los cristianos ,
aunque fuesen casados, y tuviesen fruto
de bendicion por la generacion de sus hi-
jos ; y ved aquí porque he dicho que la
frecuente comunion no puede causar in-
comodidad alguna , ni á los padres , ni á
las mujeres ni á los maridos , con tal que
la persona que comulga sea prudente y
discreta . En cuanto á las enfermedades
corporales , ninguna es estorbo legítimo
para la comunion , sino la que cause vó-
mitos frecuentes .
Para comulgar cada ocho dias , es ne-
cesario no tener pecado mortal ni afecto
144 -
• alguno al venial , y desear mucho la co-
munion ; pero para comulgar todos los
dias es necesario á mas de esto , haber ya
vencido la mayor parte de las malas in-
clinaciones , y que sea por dictámen del
padre espiritual.

CAPÍTULO XXI.

Como se ha de comulgar.

Comienza á prepararte para la santa co-


munion desde la noche precedente con
muchas aspiraciones y actos de amor, re-
tirándote un poco mas temprano para po-
der madrugar mas, y si entre noche dis-
piertas , al punto se han de llenar tu co-
razon y tu boca de palabras amorosas,
las cuales como olorosos perfumes dis-
pongan tu alma para recibir al soberano
Esposo , que vigilante , mientras tú duer-
mes, se prepara á traerte muchas gracias
y favores, con tal que tú por tu parte es-
tés dispuesta á recibirlos. Levántate á la
mañana llena de gozo por la dicha que te
espera , y después de haberte confesado ,
llégate con grande humildad y confianza
á recibir aquel manjar del cielo , que te
alimenta para hacerte inmortal . Después
de decir aquellas sagradas palabras : Se-
ñor, yo no soy digna , no muevas la ca-
145
beza ni los labios , ni para rezar ni para
suspirar, sino abre suave y moderadamen-
te la boca , levantando la cabeza cuanto
sea necesario , para que el sacerdote pueda
ver lo que hace , y recibe llena de fe , es-
peranza y caridad al Señor , en quien , á
quien , por quien y para quien crees , es-
peras y amas. Imaginate , ó Filotea , se-
mejante á una abeja que habiendo reco-
gido en las flores el rocío del cielo y el
jugo de la tierra , y habiéndole convertido
en miel , le lleva á su colmena ; pues á
este modo el sacerdote, tomando del altar
al Salvador del mundo , verdadero Hijo
de Dios, que como rocío bajó del cielo , y
verdadero Hijo de la Vírgen , que como flor
brotó de la tierra de nuestra humanidad ,
le pone cual manjar suavísimo dentro de
tu boca y de tu cuerpo. Después de ha-
berle recibido , llama á tu corazon para
que acuda á rendir homenaje al Rey de
la salud ; trata con él de tus negocios es-
pirituales , y considérale dentro de ti,
adonde ha venido para bien tuyo. En fin
dale la mejor acogida que sea posible , y
pórtate de tal modo que en todas tus ac-
ciones se eche de ver que Dios está contigo.
Pero cuando no puedas lograr esta di-
cha de comulgar realmente en la misa,
comulga siquiera interior y espiritualmen-
te, uniéndote con ardiente deseo á la car-
ne vivificadora de tu Salvador.
11
146
Tu principal designio en la comunion
ha de ser adelantar en el amor 4 de Dios,
arraigarle en tu alma y tener en él tu
consuelo ; pues justo es que recibas por
amor , lo que solo el amor pudo hacer
que se te diese . Es imposible considerar
á nuestro Salvador en accion mas amoro-
sa ni mas tierna que esta , en la cual,
por decirlo así , se anonada y se hace co-
mida para penetrar nuestras almas y unir-
se íntimamente con los corazones y cuer-
pos de sus fieles.
Si acaso te preguntan los mundanos,
porqué comulgas tan á menudo , díles que
para aprender á amar á Dios , para puri-
ficarte de tus imperfecciones , para librar-
te de tus miserias y para tener consuelo
en tus aflicciones y apoyo en tus flaque-
zas : diles , que dos especies de gentes de-
ben comulgar á menudo ; los perfectos ,
porque como están bien dispuestos , que-
darian muy perjudicados en no llegar al
manantial y fuente de la perfeccion ; y los
imperfectos , para tener justo derecho de
aspirar á ella : los fuertes para no debili-
tarse , y los débiles para fortalecerse : los
enfermos para alcanzar la salud , y los să-
nos para no enfermar ; y que así tú , como
imperfecta, débil y enferma, necesitas co-
mulgar á menudo para buscar perfeccion ,
fuerzas y médico divino. Díles , que los
que se hallan sin muchos negocios mun-
--- 147
danos , deben comulgar con frecuencia,
porque tienen comodidad para ello , y los
que están entre muchos negocios del mun-
do, tambien deben comulgar frecuentemen-
te , porque tienen necesidad ; pues quien
trabaja mucho y está fatigado , necesita
comer manjares substanciosos y á menudo.
Díles finalmente , que recibes este sacra-
mento , para aprender á recibirle bien;
pues que nadie hace bien una accion en
que no se ejercita con frecuencia.
Comulga frecuentemente , Filotea , y
cuanto mas frecuentemente puedas, con el
dictámen de tu padre espiritual : créeme ;
pues así como en nuestras montañas las
liebres en el invierno se vuelven blancas ,
porque ni vén ni comen otra cosa mas
que nieve ; así tú tambien te volverás her-
mosa , buena y pura , á fuerza de adorar
y de comer la hermosura , la bondad y la
pureza misma en este santo Sacramento.
TERCERA PARTE

QUE CONTIENE
MUCHOS AVISOS ACERCA DEL EJERCICIO
DE LAS VIRTUDES.

CAPÍTULO I.

De la eleccion que se debe hacer en cuanto


al ejercicio de las virtudes.

Al modo que el rey de las abejas nunca


sale al campo, sino rodeado de su peque-
ño pueblo ; así la caridad jamás entra en
el alma sin ir acompañada de las demás
virtudes , las cuales ejercita y emplea co-
mo un capitan á sus soldados , pero no al
instante , ni igualmente , ni en todas las
ocasiones , ni en todos los lugares . Por eso
es el justo como un árbol plantado junto
á la corriente de las aguas , que dá fruto
á su tiempo ; porque la caridad que riega
el alma, produce en ella las obras virtuo-
sas , cada una en su estacion . Así como la
música en sí misma tan agradable , es im-
149 -
portuna en un duelo , segun dice el pro
verbio Eccles. c. 22 , v . 6 ) ; así tambien
es gran defecto en muchos que emprenden
el ejercicio de alguna virtud particular,
empeñarse en practicarla en todas las oca-
siones, queriendo , como aquellos antiguos
filósofos , ó siempre llorar ó reir siem-
pre ; y aun es peor todavía , cuando vitu-
peran y censuran á los que no ejercitan
siempre con ellos las mismas virtudes. Pre-
ciso es alegrarse con los que están alegres,
y llorar con los que lloran, dice el Após-
tol ad Rom. c. 12 , v. 15 ): la caridad es
⚫ paciente , benigna , liberal , prudente y
condescendiente ( I. ad Cor. c. 13 , v. 4 ).
Con todo , hay algunas virtudes , cuya
práctica es casi universal , y que no solo
se han de ejercitar en sus propios actos,
sino que tambien han de revestir de sus
propiedades los actos de todas las demás
virtudes. No suelen ofrecerse con frecuen-
cia ocasiones de practicar la fortaleza , la
magnanimidad y la magnificencia ; pero la
dulzura , la templanza , la urbanidad y la
humildad son tales , que todas nuestras ac-
ciones deben tener como una tintura de
ellas : mas excelentes son sin duda otras
virtudes , pero es mas necesario el uso de
estas ; así como el de la sal es mas gene-
ral y continuo que el del azúcar, á pesar
de ser el azúcar mas excelente que la sal.
Por tanto de estas virtudes H generales es
-150
necesario tener gran provision y muy é
mano , pues se han de estar usando casi
de continuo.
En el ejercicio de las virtudes debemos
preferir el que sea mas conforme á nuestra
obligacion , y no el que es mas acomodado
á nuestro gusto. Santa Paula era inclinada
á la aspereza de las mortificaciones corpo-
rales , por gozar con mas facilidad las es-
pirituales dulzuras ; pero tenia mas obliga-
cion de ejercitar la obediencia á los supe-
riores : por esto san Gerónimo confiesa que
era reprensible por sus inmoderadas absti-
nencias hechas contra el dictámen de su
obispo. Los santos Apóstoles , como esta-
ban destinados á predicar el Evangelio y
distribuir el pan celestial á las almas ,
juzgaron muy bien que no convenia inter-
rumpir este santo ejercicio por cuidar de
los pobres , aunque esta virtud es tan ex-
celente en sí misma. En cada estado se
necesita ejercitar alguna especial virtud ;
unas virtudes son propias del prelado ,
otras del príncipe, otras del soldado, otras
de la mujer casada y otras de la viuda ; y
aunque todos deben tener todas las virtu-
des, no deben todos practicarlas igualmente,
sino dedicarse cada uno con particular es-
mero á las que sean propias de su estado
y vocacion .
Entre las virtudes que no pertenecen á
nuestras, particulares obligaciones , se han
- 151 -
de preferir siempre las mas excelentes y
no las mas visibles. Ordinariamente los
cometas parecen mayores que las estrellas,
y abultan mas á nuestra vista ; sin embar-
go no son comparables con las estrellas ni
en grandeza ni en calidad , y si parécen
mas grandes , es porque están mas cerca
de nosotros y en un flúido mucho mas
grosero que el que circunda las estrellas ;
del mismo modo hay ciertas virtudes , las
cuales , por estar mas cerca de nosotros y
ser mas sensibles y materiales , si se pue-
de hablar así , son muy estimadas y pre-
feridas siempre á las demás por el comun
de las gentes , que de ordinario prefieren
la limosna temporal á la espiritual , el ci-
licio , el ayuno , la desnudez , la disciplina
y las mortificaciones corporales á la dul-
zura, bondad, modestia y otras mortifica-
ciones del corazon : con todo son estas mu-
cho mas excelentes. Elige pues , Filotea,
las mejores virtudes y no las mas estima-
das, las mas excelentes y no las mas visibles,
las mejores y no las mas resplandecientes.
Es muy útil escoger cada uno el ejerci-
cio particular de alguna virtud , no para
descuidarse de las demás , sino para tener
ocupado el espíritu con mas arreglo y ór-
den . Apareciósele á san Juan , obispo, de
Alejandría , una hermosísima doncella mas
resplandeciente que el sol , adornada y ata-
viada como reina y coronada de olivo , y
152 -
le dijo : Yo soy la hija primogénita del
Rey ; si puedes ganar mi amistad , yo te
llevaré á su presencia : conoció el santo
que aquella era la misericordia para con
los pobres , y que Dios le encomendaba
esta virtud , con lo cual empezó á ejérci-
tårla desde entonces con tal fervor , que
mereció ser conocido en todas partes con
el renombre de san Juan el limosnero. Eu-
logio Alejandrino, deseando hacer á Dios
algun particular servicio , y no hallándose
con fuerzas para abrazar la vida solitaria ,
ni para sujetarse á la obediencia de otro,
recogió en su casa un pobre cubierto de
lepra desde los piés á la cabeza , para ejer-
cer con él la caridad y mortificacion ; y
queriendo tener en esto mayor mérito,
hizo voto de honrarle , tratarle y servirle
como si el pobre fuese su señor y él cria-
do suyo : habiendo tenido después , tanto
el leproso como Eulogio , tentaciones de
separarse , lo consultaron con el insigne
abad san Antonio , quien les dijo : Guar-
daos bien , hijos mios , de separaros uno
de otro ; porque ambos estais cerca de
vuestro fin , y si el ángel no os encuentra
juntos , es muy temible que perdais vues -
tras coronas .
El rey san Luis visitaba como por obli-
gacion los hospitales , y servia con sus
propias manos á los enfermos : san Fran-
cisco amaba sumamente la pobreza hasta
-- 153-
llegar á llamarla su señora : santo Domin
go la predicacion , que dió nombre á su
órden san Gregorio magno tenia especial
gusto en regalar á los peregrinos á ejem-
plo del patriarca Abrahan , y recibió co-
mo él al Rey de la gloria en figura de
peregrino : Tobías ejercitaba la caridad
enterrando los muertos : santa Isabel,
siendo tan gran princesa , amaba sobre-
manera el desprecio de sí misma : san-
ta Catalina de Génova después de viuda se
dedicó á servir en el hospital : de una de-
vota doncella, refiere Casiano , que con-
sultó con san Atanasio sus deseos de ejer-
citar la virtud de la paciencia , y el santo,
condescendiendo con sus ruegos , le dió
por compañera de casa una viuda impor-
tuna , colérica , fastidiosa é insufrible , la
cual regañando continuamente con la pia-
dosa doncella , le dió hartas ocasiones de
ejercitar con esmero la dulzura y condes-
cendencia. Así pues , entre los siervos de
Dios unos se dedican á servir á los enfer-
anos, otros á socorrer á los pobres , otros
ǎ enseñar la doctrina cristiana á los niños ,
otros á reducir almas perdidas y descar-
riadas, otros á adornar las iglesias y los
altares , otros á procurar la paz y concor-
dia entre los hombres , imitando á los
bordadores , que sobre diferentes fondos
colocan con hermosa variedad las sedas,
el oro y la plata , para bordar toda esper
11*
154
cie de flores ; pues del mismo modo estas
almas piadosas que emprenden algun ejer-
cicio particular de devocion, le ponen co-
mo fondo de su bordadura espiritual , y
colocan sobre él la variedad de todas las
demás virtudes , teniendo de este modo sus
acciones y afectos mas unidos y ordena-
dos , por medio de la relacion que tienen
todos ellos con el ejercicio principal , y
así hacen comparecer á su alma
Con ropa de oro que de mil colores
La aguja esmalta recamando flores.
Cuando nos hallamos tentados de algun
vicio , es necesario hacer todo lo posible
para practicar la virtud contraria, dirigien-
do á ella las demás ; pues de esta manera
vencerémos á nuestro enemigo , sin dejar
por eso de adelantar en todas las demás
virtudes. Si soy tentado de la soberbia ó
de la ira , es menester que en todas las
ocasiones procure armarme de humildad
y dulzura , y dirigir á este fin los demás
ejercicios de oracion , sacramentos , pru-
dencia , constancia y sobriedad ; porque
así como los javalíes para aguzar sus col-
millos los estregan y afilan contra los otros
dientes, los cuales tambien recíprocamente
quedan afilados y cortantes ; así el hom-
bre virtuoso cuando toma con empeño
perfeccionarse en aquella virtud que mas
necesita para su defensa , debe limarla y
afilarla con el ejercicio de las demás vir-
155-
tudes, las cuales perfeccionándola , adquie-
ren tambien mas excelencia y perfeccion .
Así le sucedió á Job, que con el ejercicio
particular de la paciencia en las muchas
tentaciones de que se vió combatido, salió
perfectamente santo y virtuoso en toda es-
pecie de virtudes ; verificándose lo que
decia S. Gregorio Nacianceno , que algu-
nos con solo un acto de una virtud , ejer-
citado con toda perfeccion , han llegado á
la suma de todas las virtudes , de lo cual
pone por ejemplo á Raab , la que practi-
cando exactamente la virtud de la hospi-
talidad, llegó á una suma gloria : pero es-
to se entiende cuando aquella accion se
fervor Y
practica heróicamente con gran
caridad.

CAPÍTULO II.

Continuacion del mismo asunto de la elec-


cion de las virtudes.

Dice muy bien san Agustin , que los prin-


cipiantes en la devocion cometen ciertas
faltas , que miradas con el rigor de las le-
yes de la perfeccion , serian reprensibles,
y con todo son laudables en ellos , siendo
feliz anuncio de la futura excelencia de
piedad, para la cual disponen al alma. El
temor bajo y grosero, que es causa de es-
156 -
crúpulos excesivos en las almas que aca-
ban de salir de una vida estragada , es vir-
tud recomendable en los principios , y pa-
ra en adelante presagio cierto de la pure-
za de conciencia ; pero este mismo temor
seria reprensible en los muy adelantados,
en cuyo corazon debe reinar el amor , que
es quien poco á poco va desterrando esta
especie de temor servil.
San Bernardo á los principios era muy
áspero y riguroso con los que se sujeta-
ban á su direccion , intimándoles desde
Juego , que para vivir en su compañía ha-
bian de venir desnudos del cuerpo , y so-
lamente con el espíritu : cuando oia sus
confesiones , detestaba con extraordinaria
severidad todas sus faltas , por pequeñas
que fuesen , y estimulaba á estos pobres
principiantes con tal vehemencia á que
fuesen perfectos , que á fuerza de estimu-
larlos à la perfeccion , los apartaba de
ella , porque perdian el ánimo y el alien-
to, viendo que los estrechaban tanto para
subir por una cuesta tan empinada y alta .
Mira , Filotea , aunque procedia así este
gran santo en fuerza de su ardentísimo
celo de la perfecta pureza , el cual sin
duda era gran virtud , con todo esta mis-
ma virtud fué reprensible ; por eso Dios
mismo le corrigió con una sagrada apari-
cion , derramando en su alma un espíritu
dulce , suave , amoroso y tierno , con el
157
dual quedó trasformado en otro , de suer-
te , que él mismo se acusaba de haber
sido tan riguroso y severo, y fué en ade-
Tante tan suave y condescendiente con ca-
da uno en particular , que se hacia todo
para todos á fin de ganarlos á todos . San
Gerónimo , después de contar que su ama-
da hija santa Paula practicaba las morti-
ficaciones corporales , no solo con exceso,
sino tambien con pertinacia , llegando al
extremo de no ceder á las saludables amo-
nestaciones que le habia hecho sobre es-
to su obispo san Epifanio ; y después de
haber dicho que tambien se dejaba llevar
en tanto grado del sentimiento de la muer-
te de los suyos , que en cada una de estas
ocasiones se ponia á peligro de perder la
vida , concluye de esta suerte : pudiera pa-'
recer que en lugar de escribir las alabanzas
de esta santa , escribo baldones y vitupe-
rios ; pero pongo por testigo á Jesus , á
quien ella sirvió y á quien yo deseo servir,
que no falto á la verdad ni por una parte
ni por otra, sino que refiero sencillamente
sus acciones , como debe hablar un cristiano
de una cristiana ; quiero decir, que escribo
la historia y no el panegírico , pero que sus
defectos son las virtudes de otros. En estò
quiere dar á entender, que los descuidos y
defectos de santa Paula se hubieran mi-
rado como virtudes en otra menos per-
fecta. Acciones hay, sin duda, que se miran
158
como imperfecciones en los perfectos , y
en los imperfectos se tendrian por grandes
perfecciones al modo que en un enfermo
es buena señal hinchársele las piernas en
la convalescencia , y esto mismo seria malo
en quien no hubiese estado enfermo ; pues
en el primero indica que la naturaleza ,
recobrando sus fuerzas, sacude los humo-
res superfluos ; pero en el segundo seria
señal de no tener bastante vigor para disi-
parlos y resolverlos. Hagamos pues , Filo-
tea, buen concepto de los que vemos que
practican las virtudes , aunque sea con im-
perfeccion, pues los mismos santos las prac-
ticaron muchas veces de este modo ; pero
pongamos cuidado en ejercitarlas nosotros,
no solo con fidelidad , sino tambien con
prudencia , y para esto observemos á la
letra el consejo del Sabio ( Prov. c. 3, v. 5 ) ,
de no confiar en nuestra propia prudencia,
sino en la de aquellos que Dios nos ha
dado por conductores.
Hay tambien ciertas cosas que muchos
tienen por virtudes sin serlo , de las cua-
les es necesario decir siquiera una palabra :
de esta clase son los éxtasis ó raptos , las
insensibilidades , impasibilidades , uniones
deíficas , revelaciones , trasformaciones y
otras perfecciones semejantes de que tra-
tan ciertos libros , que ofrecen elevar el
alma á la contemplacion puramente inte-
Jectual, à la aplicacion esencial del espíri
- 159
ta y á la vida supereminente . Estas per-
fecciones , Filotea , no son virtudes , sino
recompensas que Dios da por las virtudes,
ó por mejor decir son unas muestras de
las felicidades de la vida futura , que tal
vez descubre Dios á los hombres para ha-
cerles desear el complemento perfecto que
se ha de disfrutar en el cielo . Todo esto
prueba que no debemos pretender seme-
jantes gracias, pues no son necesarias para
amar y servir á Dios perfectamente , que
es en lo que debemos poner nuestro único
deseo y de ordinario no se pueden con-
seguir estas gracias con el trabajo y la in-
dustria , porque mas son pasiones que ac-
ciones, y así las podemos recibir , pero no
producirlas en nosotros. Añádese á esto ,
que nuestro designio ha sido únicamente
ser buenos , devotos , hombres piadosos ,
mujeres piadosas ; con que en esto tenemos
bastante en que emplearnos, y si pluguiese
á Dios elevarnos á las perfecciones angé-
licas , tambien serémos buenos ángeles ;
pero entre tanto ejercitémonos con sencillez,
humildad y devocion en las virtudes menos
elevadas , que nuestro Señor nos manda
adquirir á fuerza de esmero y trabajo, como
son la paciencia, la mansedumbre , la mor-
tificacion de corazon , la humildad , la obe-
diencia, la pobreza , la castidad , la afabi-
Jidad con el prójimo , el sufrimiento de sus
flaquezas , la diligencia y el fervor santo.
160 -
Dejemos las grandes alturas para las al-
mas muy elevadas , que nosotros no mere-
cemos tan alto puesto en el servicio de
Dios . Sobradamente felices serémos en ser-
virle en la cocina , en la panadería , en ser
sus lacayos , mandaderos ó mozos de re-
trete, y nos sacará , si le place , de estos
empleos , para que le sirvamos en su ga-
binete y consejo privado . Sí, Filotea , sí ;
porque Dios no recompensa á sus siervos
á proporcion de la dignidad de los oficios.
que ejercen, sino á proporcion del amor y
humildad con que los ejercen . Saúl bus-
cando los jumentillos de su padre, encon-
tró el reino de Israel : Rebeca dando de
beber á los camellos de Abrahan , consi-
guió ser esposa de su hijo : Ruth espigan-
do detrás de los segadores de Boóz , y Y
acostándose á sus piés , fué colocada á su
lado y recibida por esposa suya . No cabe
duda en que pretender tan altas , elevadas
y extraordinarias mercedes , es muy ex-
puesto á ilusiones , engaños y falsedades ;
y algunas veces sucede que los que pien-
san ser ángeles , no son ni aun hombres
buenos , y en la realidad su elevacion mas
es de palabras y expresiones, que de afec-
tos y obras . Con todo á nadie hemos de
despreciar ni censurar temerariamente , si-
no bendecir á Dios por la grande altura á
que eleva á nuestros hermanos , y mante-
nernos nosotros con humildad en el cami-
161 -―
no que llevamos mas bajo , pero mas se
guro ; menos excelente , pero mas propor-
cionado á nuestra insuficiencia y peque-
ñez ; que si nosotros caminamos por él
con humildad y fidelidad , Dios nos eleva-
rá á grandezas muy encumbradas .

CAPÍTULO III.

De la paciencia.

La paciencia os es necesaria para que,


haciendo la voluntad de Dios , alcanceis la
promesa, dice el Apóstol Hebr. c. 10. 36 );
sí , por cierto , pues ya habia dicho el
Salvador: Con vuestra paciencia poseeréis
vuestras almas ( Luc. c. 21 , v . 19 ) . La ma-
yor felicidad del hombre , Filotea , es po-
seer su alma, y á medida que es mas per-
1 fecta la paciencia , poseemos nuestras al-
mas mas perfectamente . Acuérdate con
frecuencia de que nuestro Señor nos salvó
sufriendo y padeciendo , y que tambien no-
sotros hemos de conseguir nuestra salva-
cion con los sufrimientos y trabajos, tole-
rando las injurias , contradicciones y dis-
gustos con la mayor mansedumbre que
podamos .
No has de limitar la paciencia á sufrir
tales ó tales injurias y aflicciones , la has
de extender universalmente á todas las
- -
162 -
que Dios te envie ó permita que te suce-
dan ; porque algunos hay que solo quie-
ren sufrir aquellas tribulaciones que son
honrosas , como por ejemplo , ser heridos
en campaña , ser prisioneros de guerra,
sufrir malos tratamientos por la fe, empo-
brecer en seguimiento de algun pleito con
tal que le ganen : estos tales no aman la
tribulacion , sino la honra que de ella re-
sulta ; pero el verdadero siervo de Dios
sufre del mismo modo las tribulaciones
ignominiosas que las honrosas. Placer tie-
ne el varon fuerte de ser despreciado, re-
prendido y acusado de los malos ; pero el
mérito está en sufrir las reprensiones , acu-
saciones y malos tratamientos de los bue-
nos, de los amigos y de los parientes, Pa-
ra mí es mas apreciable la mansedumbre
con que el bienaventurado cardenal Bor-
romeo sufrió largo tiempo las públicas de-
clamaciones que hacia contra él en el púl-
pito un gran predicador de cierta religion
muy estrecha, que todas cuantas persecu-
ciones sufrió de los demás. Porque así co-
mo las picaduras de las abejas escuecen
mucho mas que las de las moscas ; así el
mal que se recibe de los buenos y las con-
tradicciones que ellos mueven , son cosas
mucho mas insoportables que otras y su-
cede sin embargo muchas veces que dos
sugetos buenos , teniendo entrambos bue-
na intencion , solo porque piensan de di-
- 163-
verso modo , se levantan mutuamente
grandes persecuciones y contradicciones.
Sé sufrida, no solo en cuanto á la esen-
cia , digámoslo así , de las aflicciones que
te sucediesen , sino tambien en lo acceso-
rio y accidental que de ellas se siga. Mu-
chos desde luego se convinieran á sufrir
el mal con tal que no les incomodase : yo
no siento haber quedado pobre, dice uno,
sino que por esto no podré servir á mis
amigos , criar mis hijos , y vivir con la
decencia que quisiera : otro dirá, á mí no
se me diera cuidado , si no fuera porque
el mundo pensará que ha sido por culpa
mia : otro oiria con gran tranquilidad que
murmurasen de él , y lo sufriria con mu-
cha paciencia con tal que ninguno diese
crédito á la murmuracion : otros piensan
que alguna parte de la incomodidad les se-
ria sufrible, pero no la quisieran sufrir to-
da : dicen que no se impacientan porque
están malos, sino porque no tienen dinero
para curarse , ó porque los asistentes son
importunos. Digo , pues, Filotea, que es ne-
cesario sufrir con paciencia, no solo el es-
tar malos , sino el estarlo de la enferme-
dad que Dios quiere, en el lugar que quie-
re , entre las personas que quiere y con
las incomodidades que quiere y lo mismo
digo de las demás tribulaciones . Cuando
te sobrevenga algun mal , procura reme-
diarle por los medios que sean posibles y
164
conformes á la voluntad de Dios , pues ha
cer otra cosa seria tentar á su divina Ma-
jestad ; pero hecho esto , espera con ente-
ra resignacion el suceso que Dios dispon-
ga , si quiere que los remedios venzan el
mal , dále gracias con humildad , y si dis-
pone que el mal pueda mas que los reme-
dios , bendícele con paciencia.
Yo sigo el dictámen de san Gregorio
{ Moral. lib. 26 , c. 2 ) : si te acusan jus-
tamente por alguna falta que has cometido,
humillate profundamente , y confiesa que'
mereces aun mas de lo que te acusan , y
si la acusacion es falsa , excúsate con man-
:
sedumbre , negando la culpa , por respeto
á la verdad y edificación del prójimo ;
pero si después de excusarte con verdad'
y justicia , prosigue aun acusándote , no
te turbes ni te empeñes en hacer creer tu
disculpa ; pues ya que has cumplido con
la verdad , debes cumplir tambien con la
humildad , y de este modò ni faltarás al
cuidado que debes tener de tu buena fa -i
ma , ni al debido amor de la paz , humil
dad y dulzura de corazon .
Quéjate lo menos que puedas de los
agravios que recibas ; pues de ordinario'
peca el que se querella , porque el amor
propio siempre nos pinta las injurias má-
yores de lo que son , y sobre todo jamás
digas tus resentimientos á personas pro-
pensas á indignarse y á pensar mal ; pero
16
si acaso conviene dar á alguno la queja;
ó ya sea para remediar la ofensa , ό ya
para aquietar tu espíritu , ha de ser á per-
sonas pacíficas y que amen mucho á Dios ;
porque de otra manera , lejos de aliviar
tu espíritu, le llenarian de mayores inquie-
tudes , y en lugar de sacar la espina que
te picaba , te la hincarian mas en el pié.
1 Muchos hay que cuando están malos ,
afligidos ú ofendidos de alguno , no quie-
ren quejarse ni mostrar sentimiento, por-
que piensan y con razon , que esto denota
poca fortaleza y generosidad ; pero desean
vivamente , y procuran por varios rodeos ,
que los demás se compadezcan , les tengan
mucha lástima y los miren no solo como
afligidos , sino tambien como pacientes y
animosos : esto es sin duda una especie
de paciencia , pero falsa , y para decirlo
con toda propiedad , es delicadísima y finí-
sima ambicion y vanidad : Estos tienen glo-
ria, dice el Apóstol ( ad Rom. c. 4, v. 2 ) ,
pero no delante de Dios. El verdadero pa-
ciente ni se queja del mal , ni desea que
le tengan lástima , y habla de su enferme-
dad con franqueza, verdad y sencillez, sin
lamentos, quejas ni ponderaciones : si otros
se lamentan compadecidos de él , lleva
con paciencia sus quejas , con tal que no
supongan algun mal que en la realidad no
padece ; pues entonces declara con modes-
tia que no le tiene , y queda de este mo-
166-
do tranquilo entre la verdad y la pacien-
cia , confesando su mal , pero sin quejar-
se de él.
Cuando por ser devota padezcas contra-
dicciones que no te faltarán ciertamente ) ,
acuérdate de las palabras de nuestro Se-
ñor : La mujer mientras está de parto se
aflige ; pero después de haber parido un ni-
ño, ya no se acuerda de sus dolores, por el
gozo de haber nacido un hombre al mun-
do ( Joan. c. 26 , v. 21 ) . Has concebido
en tu alma el mas digno infante , que es
Jesucristo , y en tanto que llega á nacer
y salir á luz, es preciso que padezcas tra-
bajos ; pero tén buen ánimo , porque pa
sados estos dolores , te quedará la eterna
alegría de haber dado á la luz del mundo
un hombre como este : y se podrá decir
que del todo le has dado á luz , cuando
por medio de la imitacion de sus ejemplos
le hayas formado enteramente en tu cora
zon y en tus obras.
Cuando estuvieres enferma ofrece á nues-
tro Señor todos los dolores , penas y fati-
gas, y suplícale que las una á los tormen-
tos que padeció por ti : obedece al médico,
toma las medicinas , alimento y demás re-
medios por el amor de Dios , acordándote
de la hiel que tomó por amor nuestro :
desea curarte para servirle , pero no reu-
ses el estar enferma para obedecerle , Y
disponte á morir, si fuere su voluntad , pa-
- 167
ra alabarle y gozarle . Acuérdate de que
las abejas cuando, fabrican la miel comen
un alimento sumamente amargo , y que así
jamás podemos nosotros hacer actos de ma-
yor dulzura y paciencia , ni componer me-
jor la miel de las virtudes perfectas , que
cuando comemos el pan de amargura y
vivimos entre congojas ; y como la miel
que se hace de las flores del tomillo, yer-
ba pequeña y amarga, es la mejor de todas,
así la virtud que se ejercita en la amar
gura de las mas viles , bajas y despreciables
tribulaciones, es la mas excelente de todas.
Pon frecuentemente los ojos del espíri-
tu en Jesucristo crucificado , desnudo, blas-
femado , calumniado , abandonado , final-
mente oprimido de tedio , de tristeza Y de
trabajos, y considera que todo lo que pa-
deces no tiene comparacion alguna, ni en
cantidad ni en calidad con lo que padeció
el Señor, y que jamás podrás tú padecer
por él cosa alguna comparable á lo que
ha padecido por ti.
Considera las penas que sufrieron en
otro tiempo los mártires , y las que mu-
chas personas sufren al presente , las cua-
les son incomparablemente mas graves
que las tuyas, y exclama : ¡ Ay de mí ! con-
suelos son mis trabajos , y rosas mis penas ,
á vista de los que sin socorro, asistencia ni
alivio viven en una continua muerte aque-
jados de aflicciones muchísimo mas graves.
168 ---

CAPITULO IV .

De la humildad en cuanto al exterior.

Pide prestado muchos vasos vacíos , di-


jo Eliseo á la pobre viuda , y vé echando
aceite en todos ellos : á este modo es ne-
cesario que nuestros corazones estén va-
cíos de la propia gloria , para que la gra-
cia del Señor les llene. Pues así como el
cernícalo , por una propiedad y virtud
oculta , espanta las aves de rapiña con el
graznido y con la vista , por lo cual las
palomas le quieren mas que á las otras
aves, y se tienen por seguras cuando está
entre ellas ; así la humildad ahuyenta al
demonio , y conserva todas las gracias y
dones del Espíritu santo. Por esta razon to-
dos los santos , y mas particularmente el
Rey de los santos y su Madre santísima ,
prefirieron siempre esta preciosa virtud á
todas las morales .
Llámase gloria vana la que se funda ó
ya en lo que no está en nosotros , 6 ya
en lo que, aunque esté en nosotros , no de-
pende de nosotros , ό ya finalmente en lo
que, aun estando y dependiendo de noso-
tros, no merece que de ello nos gloriemos.
La nobleza del linaje , el favor de los
grandes y el aura popular no son cosas
169 -
que están en nosotros , sino en nuestros
predecesores ó en la estimacion de los
demás. Algunos tienen gran vanidad de ir
montados en un buen caballo , de llevar
una pluma en el sombrero , de estar rica-
mente vestidos ; mas & quien no conoce
que esto es locura ? porque si hay alguna
gloria en ello, es del caballo, del ave y del
sastre y puede haber mayor flaqueza
que mendigar estimacion de un caballo ,
de una pluma y de un vestido ? Otros se
engrien y se van mirando porque llevan
los bigotes levantados , la barba bien pei-
nada , los cabellos encrespados ; porque
tienen suaves las manos ; porque saben
bailar , jugar ó cantar : ¿ y no será tam -
bien flaqueza querer con unas cosas tan
frívolas y lijeras aumentar su valor Υ
acrecentar su reputacion ? Otros por un
poco de ciencia quieren ser honrados y
respetados del mundo , como si todos hu-
biesen de ir á su escuela У tenerlos por
maestros , por lo cual se les dá el nom-
bre de pedantes . Otros se pavonean mi-
rando su hermosura , y creen que todo el
mundo pone en ellos sus ojos ; todo esto
es sumamente vano , necio y descabellado ;
y la gloria que estribe en tan débiles fun-
damentos , se llama vana , necia y frívola.
Conócese el verdadero bien como el
bálsamo legítimo ; porque así como este se
prueba echándole en agua gota á gota ;
12
170-
pues entonces , si es fino y precioso , se
va á fondo y se pone debajo ; así se co-
noce el hombre verdaderamente prudente ,
sabio , generoso y noble, en que dirige á la
humildad , modestia y sumision todos estos
bienes , que entonces son verdaderos ; pe-
ro si nadan por encima y quieren ser vis-
tos , serán tanto menos reales cuanto mas
aparentes. Las perlas que se crian ex-
puestas al viento y al ruido de los true-
nos , no tienen mas que la corteza de per-
las Y están vacias de substancia ; del
mismo modo las virtudes y buenas cuali-
dades de los hombres , concebidas y cria-
das en soberbia, jactancia y vanidad , so-
lo tienen apariencia de bien, pero sin ju-
go , sin meollo y sin solidez.
Son los honores , gerarquías y dignida-
des como el azafran , que sale mejor y
produce con mayor abundancia cuando se
pisa tampoco es apreciable la hermosura
de quien se va mirando siempre, pues que
la gracia de la belleza consiste en el des-
cuido y tambien la ciencia es afrentosa ,
cuando llena de hinchazon y degenera en
pedantería.
Si andamos reparando en puestos , en
asientos y en títulos , no solo nos expone-
mos á que se examine , indague y dispute
nuestra calidad , sino que envilecemos las
mismas distinciones , que al paso que me-
recen aprecio, si vienen sin buscarlas , son
- 171 -
despreciables cuando se exigen , buscan
y solicitan. No sabes que el pavo real
cuando forma su rueda , levantando las vis-
tosas plumas para mirarse , se eriza todo ,
y por todas partes muestra su fealdad ?
¿ No ves que las flores que son hermosas
cuando están en la planta, cogidas y mano-
seadas se marchitan ? Pues así como per-
ciben un olor muy suave los que de lejos
y de paso huelen la mandrágora , pero los
que la huelen de cerca y despacio quedan
adormecidos y enfermos ; así las honras
son agradable consuelo para los que lije-
ramente y de lejos las perciben sin dete-
nerse ni fijar en ellas sus cuidados ; pero
al que se aficiona y pacienta en ellas , le
hacen digno de la mas severa reprension
y vituperio .
Empieza el hombre á ser virtuoso , si-
guiendo y amando la virtud ; pero siguien-
do y amando las honras , empieza á ser
despreciable y reprensible : pararse en las
pequeñeces del puesto , de la cortesía y
del cumplimiento no es de almas grandes ,
que tienen otras cosas en que pensar, sino
de gente desocupada. El que puede tener
perlas no se carga de conchas , y el que
busca la virtud no se afana por distincio-
nes. Cierto es que, sin faltar á la humildad ,
puede cada uno ponerse en su lugar , y
mantenerse en él ; pero ha de ser sin cui-
dado y sin disputas : pues así como los
172
que vienen del Perú , además del oro y de
la plata, traen tambien monas y papaga-
yos, porque no les cuestan nada ni sirven
de gran carga en el navío ; así los que
tienen puesta la mira en la virtud no de-
jan de recibir las distinciones y honras que
les corresponden , con tal que no les cues-
te demasiada atencion y cuidado , ni les
acarree turbaciones, inquietudes , disputas
y competencias. No hablo aquí de los que
están constituidos en empleos públicos , ni
de ciertos lances particulares , de que pue-
den seguirse notables consecuencias ; por-
que en estos casos cada uno debe mante-
ner su derecho con prudencia y discre-
cion, acompañada de caridad y cortesía .

CAPÍTULO V.

De otra humildad mas interior.

Pero ya desearás, Filotea, que pasemos


mas adelante en la humildad ; porque lo
dicho hasta aquí , mas que humildad se
debe llamar prudencia : vamos , pues , mas
adelante. Muchos hay que ni quieren ni
se atreven á pensar y considerar las gra-
cias que Dios particularmente les ha he-
cho, porque temen vanagloriarse ó com-
placerse con ellas ; pero ciertamente se en-
gañan, pues siendo la consideracion de los
173 --
beneficios divinos medio verdadero de al-'
canzar el amor de Dios , como enseña el
grande y angélico Doctor ( 22, g. 27 , a. 3 ),
amarémos mas á Dios , á proporcion que co-
nozcamos mas sus mercedes ; y como los
beneficios particulares mueven mas nuestro
corazon que los generales, por eso debemos
considerarlos mas atentamente . A la verdad ,
nada puede humillarnos tanto como la mul-
titud de los beneficios del Señor, contemplan-
do su misericordia , y la multitud de nuestras
maldades , considerando su justicia . Mire-
mos lo que Dios ha hecho por nosotros , y
lo que nosotros hemos hecho contra Dios :
así como consideramos por menor nues-
tros pecados , consideremos tambien por
menor sus gracias ; y no temamos que el
conocimiento de los dones con que nos ha
dotado pueda engreirnos y desvanecernos,
si tenemos presente siempre esta verdad ,
que lo que hay bueno en nosotros no es
nuestro. & Dejan acaso de ser bestias pesa-
das y hediondas los mulos por ir cargados
de los preciosos muebles de un príncipe ?
¿ Qué tenemos nosotros bueno que no lo
hayamos recibido ? y si lo hemos recibido
¿ porqué nos hemos de ensoberbecer ? An-
tes, por el contrario , la consideracion de
las gracias recibidas nos humilla , porque
el conocimiento produce reconocimiento ,
Pero si al mirar las gracias que Dios nos
ha hecho , sentimos que nos tienta algun
12'
- 174-
tanto la vanidad , el remedio infalible es
recurrir á la consideracion de nuestras in-
gratitudes, imperfecciones y miserias ; pues
si consideramos lo que hemos hecho cuando
Dios no ha estado con nosotros , conoce-
rémos claramente que lo que hacemos cuan-
do está con nosotros , no es de nuestro cau-
dal ni de nuestra cosecha, y aunque ver-
daderamente nos gocemos y regocijemos
por los bienes que hay en nosotros , á
Dios solo como autor de ellos darémos la
gloria.
De este modo confiesa la santísima Vír-
gen que Dios ha obrado en ella cosas su-
mamente grandes ; pero lo confiesa solo
para humillarse y engrandecer á Dios. Mi
alma , dice , engrandece al Señor , porque
ha obrado en mi grandes cosas. Nosotros,
por el contrario , decimos muchas veces
que somos la misma miseria y la escoria
del mundo ; pero quedariamos harto bur-
lados si , cogiéndonos la palabra , dijeran
en público de nosotros lo mismo que he-
mos dicho aparentamos huir y esconder-
nos , para que nos sigan y nos busquen :
afectamos querer ser los últimos , y sen-
tarnos en el ínfimo lugar del convite ; pero
con el fin de pasar al primero con mas
ventajas . La verdadera humildad no mues-
tra que lo es , ni anda diciendo palabras
humildes, porque no solo desea ocultar las
otras virtudes , sino principalmente ocul-
175 -
tarse á sí misma ; y si le fuese lícito men-
tir , fingir ó escandalizar al prójimo, pro-
rumpiria en acciones arrogantes y altivas ,
para encubrirse con ellas , y vivir entera-
mente desconocida y oculta . Por tanto ,
Filotea , mi sentir es , que ó no digamos
palabras humildes , ó las digamos de todo
corazon, pensando interiormente lo mismo
que exteriormente pronunciamos : no ba-
jemos los ojos sin humillar el corazon al
mismo tiempo : no demos á entender que
queremos el último lugar sin quererle ver-
daderamente ; y esta regla la siento como
tan general , que no admito excepcion al-
guna solo añadiré que la cortesía exige
algunas veces que ofrezcamos la preferen-
cia á los que ciertamente no la han de
tomar, sin que en esto haya doblez ni hu-
mildad fingida , porque entonces el ofrecer
la preferencia es un principio de distin-
cion , y ya que no podamos dársela ente-
ra, no es mal hecho que les demos el prin-
cipio . Lo mismo digo de algunas expre-
siones de cortesía y de respeto , que en
rigor no parecen verdaderas, pero con todo
lo son bastante cuando se dicen con ver-
dadera intencion de honrar y respetar al
sugeto á quien se dirigen ; pues aunque
las palabras signifiquen con algun exceso
lo que decimos , no es malo usarlas cuan-
do la costumbre lo requiere : sin embargo
quisiera que las palabras concordasen lo
176--
posible con nuestros afectos , para seguir
en todo y por todo la sencillez y candor
cordial. El verdadero humilde mas quiere
que otro diga de él que es miserable, que
es nada , que nada vale , que no decirlo
él mismo ó por lo menos cuando sabe
que lo dicen así , no lo contradice , sino
que de buena fe se conforma ; porque co-
ino lo cree firmemente , se alegra de que
sigan su opinion . Muchos dicen que no son
dignos de tener oracion mental , y la de-
jan para los perfectos : otros aseguran que
no se atreven á comulgar con frecuencia ,
porque no se hallan bastante puros : otros
que temen , si profesan la devocion , des-
honrarla con su gran miseria y fragilidad ;
y otros reusan emplear sus talentos en
servicio de Dios y del prójimo, porque di-
cen que conocen su flaqueza , y temen en-
soberbecerse si se vén instrumentos de al-
gun bien , y perderse á sí mismos cuando
iluminen á los otros todo esto es artificio
y una especie de humildad no solo falsa ,
sino maligna , con la cual quieren oculta-
mente y con gran sutileza desacreditar las
cosas divinas , ó á lo menos encubrir , só
color de humilde, el amor propio que les

hace seguir su dictámen , su genio y su
pereza.
Pide á Dios una señal en lo alto del cie-
lo ó en lo profundo del mar , decia el pro-
feta al malaventurado Acaz , y él respon-
- 177
dió : No la pediré , ni tentaré al Señor
(Isai . c. 7, c. 11 ) . ¡ Ah , malvado ! afecta
tener gran reverencia á Dios , y só color
de humildad no quiere aspirar á la gracia
con que su divina bondad le convida .
¿ Acaso no vé que cuando Dios nos quie-
re favorecer, es soberbia reusarlo ; que
los dones de Dios nos obligan á recibirlos ,
y que es humildad obedecer y seguir con
la mayor prontitud su voluntad ? que su
voluntad es que seamos perfectos , unién-
donos con él é imitándole lo mas que nos
sea posible. Razon tiene de no atreverse á
emprender nada el soberbio que confia en
sí propio ; pero el humilde es tanto mas
animoso , cuanto mas reconoce su insufi-
ciencia ; se atreve mas , cuanto mas des-
preciable se juzga , porque tiene toda su
confianza en Dios , que se complace en
magnificar su omnipotencia en nuestra en-
fermedad , y elevar su misericordia sobre
nuestra miseria ; así que es necesario atre-
vernos humilde y santamente á todo lo
que nuestros directores espirituales juzguen
oportuno para nuestro aprovechamiento.
Pensar que sabemos lo que ignoramos ,
es necedad manifiesta , y querer pasar por •
sabios en lo mismo que nos consta que no
sabemos, es vanidad insoportable : yo por
mi ni aun en lo que sé quisiera afectar
sabiduría , aunque tampoco quisiera afec-
tar ignorancia. Es menester , cuando la
178 -
caridad lo exige , comunicar con el próji-
mo con franqueza y dulzura , no solo lo
preciso para su instruccion , sino tambien
lo conveniente para su consuelo ; que si la
humildad oculta y encubre las virtudes
para no perderlas , las manifiesta cuando
la caridad lo ordena para acrecentarlas ,
engrandecerlas y perfeccionarlas . Semejan-
te á un árbol de las islas de Tilos que re-
coge á la noche sus hermosas encarnadas
flores , y no las abre hasta que sale el sol ,
por lo cual suelen decir los de aquel pais ,
que estas flores duermen por la noche ; la
humildad encubre y guarda todas nuestras
virtudes y perfecciones humanas , y solo
deja que comparezcan á vista de la cari-
dad , que siendo virtud no humana sino
celestial , no moral sino divina , es el ver-
dadero sol de las virtudes , sobre las cua-
les ha de extender siempre su dominio ; y
por tanto humildad que perjudique á la
caridad será indubitablemente falsa .
Tampoco quisiera afectar ni locura ni
prudencia ; pero si afectar prudencia es
contra la humildad , afectar locura es con-
tra la sencillez y candor ; porque así como
la vanidad se opone á la humildad , así
contradicen á la sencillez y candor el ar-
tificio , la afectacion y el fingimiento , por
lo cual debemos admirar , mas no imitar ,
algunos grandes siervos de Dios , que pa-
ra ser mas despreciados del mundo se fin-
179-
gieron locos ; pues si llegaron á tal exceso ,
fué movidos de razones tan particulares y
extraordinarias , que no pueden hacer re-
gla para los demás . Así cuando David dan-
zó y saltó delante del arca del testamento
mas de lo que , segun las reglas ordina-
rias , permitia la majestad y decoro de su
persona , en esto no quiso afectar locura ,
sino denotar naturalmente y sin artificio
con los movimientos exteriores del cuerpo
el interior , extraordinario y desmesurado
gozo de su espíritu . Verdad es que cuando
se lo echó en cara como locura Micol su
esposa , no se dió por sentido de verse
despreciado , antes perseverando en la sen-
cilla y verdadera representacion de su go-
zo ,
testificó que se complacia de recibir
por su Dios algun desprecio. En conse-
cuencia de lo cual te digo, que si te juz-
gan despreciable, abatida ó necia, porque
eres verdadera y sencillamente devota , la
humildad hará que te regocijes con este
feliz oprobio , que no nace de ti , sino de
los que te desprecian.

CAPÍTULO VI.

La humildad hace que amemos la propia


abyeccion.

Quiero pasar mas adelante , Filotea , y


decirte que en todo y por todo ames tu
180
propia abyeccion. Pero acaso me pregun-
tarás : ¿ qué quiere decir esto de amar la
propia abyeccion ? En latin abyeccion
quiere decir humildad, y humildad quiere
decir abyeccion : así pues, cuando nuestra
Señora en su sagrado cántico dice : Por-
que miró el Señor la humildad de su sierva,
todas las generaciones me llamarán biena-
venturada , quiere decir , que nuestro Se-
ñor miró con buenos ojos su abyeccion ,
vileza y bajeza para colmarla de gracias
y favores. Sin embargo hay diferencia en-
tre la virtud de la humildad y la abyec-
cion ; porque abyeccion es la pequeñez ,
bajeza y vileza que hay en nosotros , aun-
que no hagamos alto en ello ; pero la vir-
tud de la humildad es el verdadero cono-
cimiento y reconocimiento voluntario de
nuestra abyeccion : así que la humildad
perfecta no consiste solo en reconocer vo-
luntariamente nuestra abyeccion , sino en
amarla y complacerse en ella , y no por
falta de ánimo y generosidad , sino por
exaltar mucho mas la Majestad divina , y
tener en mas el prójimo que á nosotros
mismos. A esto te exhorto ; y para en
tenderlo mejor , sabe que entre los males
que sufrimos , unos llevan consigo abyec-
cion y otros honra con estos se confor-
man muchos , pero casi ninguno con
aquellos . Verás á un devoto ermitaño con
un hábito andrajoso , muriéndose de frio ,
181 ..
y todos honran sus andrajos , compade-
ciéndose de lo que padece ; pero si un ar-
tesano , un caballero ó una señora po-
bre se vé en el mismo estado , los des-
precian y se burlan de ellos , y vé aquí
de donde viene la abyeccion de su pobre-
za. Si un religioso recibe humildemente
una reprension áspera del superior , todos
calificarán este acto de obediencia , de
mortificacion y de prudencia ; pero si á
un caballero ó á una señora le sucede
lo mismo con cualquiera , aunque lo su-
fran por amor de Dios , todos lo tacharán
de cobardía y pusilanimidad . Vé aquí otro
mal con abyeccion. Si uno padece un cán-
cer en el brazo , y otro le tiene en el
rostro , el primero solo padece la enfer-
medad , pero el segundo , además de la
dolencia , sufre desprecio , desvío y ab-
yeccion. Sentado esto , digo , que no so-
lamente hemos de amar la enfermedad , en
lo cual se ejercita la paciencia , sino tam-
bien la abyeccion , lo cual es propio de
la humildad.
Tambien entre las virtudes hay unas
que son abyectas y otras honrosas : la
paciencia , la mansedumbre , la sencillez
y la humildad misma son virtudes que los
mundanos tienen por viles y abatidas , y
por el contrario hacen grande aprecio de
la prudencia , vigilancia y liberalidad.
Aun entre los actos de una misma virtud
13
182
unos son despreciados , y honrados otros ,
como sucede en el dar limosna y el per-
donar las injurias ; pues siendo entram-
bos actos de caridad , todos honran el pri-
mero , pero los mundanos desprecian el
segundo. Si un jóven noble ó una señora
de poca edad no se deja llevar de los des-
órdenes de muchos desenfrenados en ha-
blar , jugar , bailar , beber y vestir , será
sin duda murmurada y censurada de las
demás , que darán á su modestia el nombre
de rusticidad ó de afectacion pues si se
complace en este desprecio , ama su pro-
pia abyeccion. Me explicaré de otro mo-
do supon que vamos á visitar los enfer-
mos ; si me envian al mas miserable, esto
para mí será abyeccion , segun piensa el
mundo , y lo apreciaré por lo mismo ; pe-
ro si me envian á los de mas alta gerar-
quía , será abyeccion segun el espíritu ,
porque en este acto no hay tanta virtud
y mérito pues esta misma abyeccion es
la que se debe amar . Cuando uno se cae en
medio de la calle , no solo se hace mal ,
sino padece sonrojo : pues tambien se ha
de amar esta abyeccion . Tambien hay fal-
tas , que sin ser malas en sí , ocasionan
abyeccion estas no pide la humildad que
se cometan de propósito , pero quiere, sí,
que no nos inquietemos si caemos en
ellas por ejemplo , debemos procurar no
incurrir en ciertas indiscreciones , inad-
183 .-
vertencias y descortesías , porque lo dic-
tan la civilidad y la prudencia ; pero una
vez cometidas , es menester conformarnos
con la abyeccion que de esto nos resulta,
y aceptarla con gusto , para ejercitar con
ella la santa humildad . Mas me atrevo á
decir si arrebatado de algun ímpetu de
ira ó disolucion he prorumpido en expre-
siones indecorosas , ofendiendo á Dios y
al prójimo , me arrepentiré de todo cora-
zon y quedaré sumamente pesaroso de la
ofensa , procurando repararla en cuanto
pueda ; mas no dejaré por eso de abrazar
gustoso la abyeccion y el desprecio que
me resulta ; de modo , que si pudiera se-
pararse lo uno de lo otro , detestaria es-
forzadamente el pecado , y acogeria hu-
mildemente la abyeccion.
Pero aunque amemos la abyeccion que
se origina del mal , debemos procurar por
medios convenientes y legítimos remediar
el mal que la ha producido, especialmente
cuando es de consecuencia . Si tengo , por
ejemplo , en el rostro alguna enfermedad
que me ocasiona abyeccion , procuraré cu-
rarme del mal , pero no que se olvide la ab-
yeccion que por él he recibido . Si la falta
que he cometido á nadie ofende , no me
debo disculpar , porque no siendo perma-
nente esta falta, solo por la abyeccion po-
dia ser la disculpa , y eso no lo consiente
la bumildad ; pero si por descuido ó inad-
184 -
vertencia he ofendido ó escandalizado á
alguno, entonces sí que repararé la ofensa
con alguna excusa verdadera; porque como
el daño es permanente , la caridad manda
que se remedie . Mas tambien alguna vez
acontece que la misma caridad nos obliga
á remediar la abyeccion por el bien del
prójimo, á quien nuestra reputacion es pro-
vechosa en tal caso apartemos de la vis-
ta del prójimo nuestra abyeccion para que
no se escandalice , encerrémosla y guardé-
mosla en lo íntimo del corazon para que
este se edifique.
Me preguntarás , Filotea , qué abyeccio-
nes son las mejores, y yo te responderé
sin detenerme , que las casuales , ó nacidas
de la misma condicion de vida que tene-
mos , son las mas agradables á Dios y pro-
vechosas al alma ; porque no son escogi-
das por nosotros, sino recibidas como nos
las envia su divina Majestad , cuya elec-
cion es siempre mas acertada que la nues-
tra ; pero si se ha de escoger, las mayo-
res son las mejores , y por mayores enten-
damos las mas contrarias á nuestras incli-
naciones, con tal que no desdigan de nues-
tra devocion , pues , por decirlo de una vez
para siempre, la propia eleccion destruye
y menoscaba casi todas las virtudes . ¡ Oh ,
quien nos diera que pudiésemos decir con
el real Profeta : Escogido he vivir abatido
en la casa de mi Dios, antes que habitar en
185 -
los tabernáculos de los pecadores (ps. 83,
v. 11 ) Solo puede concedernos esta gracia ,
amada Filotea , el que por exaltarnos vivió
y murió siendo oprobio de los hombres y
abyeccion de la plebe ( ps. 21 , v. 7 ) . Muchas
cosas te he dicho que te parecerán aspe-
rísimas al considerarlas ; pero , créeme , al
practicarlas verás que son mucho mas dul-
ces que el azúcar y la miel.

CAPÍTULO VII .

Como se ha de conservar la buena fama


ejercitando la humildad.

No por cualquiera virtud se da á los


hombres alabanza , honra y gloria , sino
solo por la virtud sobresaliente ; pues con
las alabanzas procurarémos persuadir á los
otros que estimen la excelencia de alguno ;
con la honra protestamos estimarle noso-
tros mismos, y la gloria , en mi entender ,
no es mas que cierto brillo de reputacion ,
que resulta de la reunion de muchas ala-
banzas y honras : así que las honras y
alabanzas son como piedras preciosas , de
cuyo conjunto resulta el esmalte de la glo-
ria. Pues como la humildad no puede su-
frir que nosotros creamos sobresalir ó ser
dignos de alguna preferencia entre los
otros , tampoco puede consentir que bus-
186-
quemos la alabanza , la honra ni la gloria,
que solo se deben dar á la excelencia ;
pero consiente , sin embargo, que cuidemos
de nuestra buena fama , segun el consejo
del Sabio , pues la buena fama no con-
siste en la estima de alguna excelencia , si-
no solo de la mera y comun hombría de
bien é integridad de vida, que sin perjui-
cio de la humildad podemos reconocer en
nosotros, deseando por consiguiente nues-
tra réputacion . Verdad es que la humildad
despreciaria la buena fama , si la caridad
no hubiese menester de ella ; porque como
uno de los fundamentos de la sociedad hu-
mana es la reputacion , sin la cual no solo
seríamos inútiles, sino tambien perjudicia-
les al público por el escándalo que reci-
biria , de ahí nace el requerir la caridad
y consentir la humildad , que nosotros
deseemos y conservemos con toda diligen-
cia el buen nombre.
Además de esto , así como las hojas de
los árboles , que en sí mismas tienen muy
poco precio , con todo son utilísimas , no
solo para hermosear , sino tambien para
conservar el fruto cuando todavía está tier-
no ; así el buen nombre , que por sí mis-
mo no merece que le deseemos con ansia,
sin embargo importa mucho , no solo para
adorno de nuestra vida, sino tambien pa-
ra la conservacion de nuestras virtudes y
en especial de las que están todavía débi-
187
les y tiernas. La obligacion de mantener
la buena fama y hacernos dignos de ser
estimados, fortalece al ánimo generoso con
una poderosa y dulce violencia. Conserve-
mos , amada Filotea , nuestras virtudes ,
porque son agradables á Dios , que es el
grande y soberano fin de todas nuestras
acciones ; pero así como el que quiere
conservar las frutas no se contenta con
solo confitarlas , sino que las pone en va-
sos oportunos para su conservacion ; así
tambien aunque el amor de Dios sea el
principal conservador de nuestras virtudes,
podemos emplear tambien la buena fama
como utilísima y propiísima para este efecto.
Pero no por eso hemos de ser nimia-
mente eficaces , exactos y delicados en
conservar la propia fama ; pues los que
tienen esta nimia delicadeza , son como
aquellos que por cualquiera lijerísima in-
disposicion se llenan de medicamentos : es-
tos por conservar su salud la destruyen ,
y aquellos por mantener con toda escru-
pulosidad su fama vienen á perderla ente-
ramente ; porque su mucha delicadeza los
hace caprichosos , inquietos é insufribles ,
con lo cual provocan la malignidad de los
maldicientes.
Ordinariamente se curan mejor las in-
jurias y calumnias , sufriéndolas y despre-
ciándolas , que con resentimientos , quejas
y venganzas : el que las desprecia , hace
188
que se desvanezcan ; pero el que se ofen-
de , parece que las confiesa : y así como
el cocodrillo solo hace mal al que le teme ,
así la maledicencia solo hiere al que se
resiente de ella .
El temor excesivo de perder la buena
fama , es prueba clara de tener mucha
desconfianza del fundamento en que estri-
ba , que es vivir bien . Las ciudades que
tienen puentes de madera en los rios cau-
dalosos , temen que cualquiera avenida se
los lleve ; pero las que los tienen de pie-
dra , solo están con cuidado en las inun-
daciones extraordinarias : así los cristianos
sólidos y verdaderos desprecian por lo co-
mun las avenidas de las lenguas maldicien-
tes , cuando los flacos se andan inquietan-
do á cada paso. Lo cierto es , Filotea ,
que el que quiere tener reputacion con
todos , con todos la pierde ; y con razon
debe perder la honra el que quiere tenerla
entre aquellos á quienes sus vicios hacen
verdaderamente infames y deshonrados .
Es la reputacion como muestra de la
casa donde mora la virtud , y así si te
llaman hipócrita, porque profesas la devo-
cion , ó si te juzgan pusilánime , porque
perdonas las injurias , bien puedes reirte ;
lo uno porque solo unos necios é ignoran-
tes son capaces de pensar de este modo ,
y lo otro porque aun cuando fuese nece-
sario perder la buena fama , no por eso
- 189 -
se habia de negar la virtud ó abandonar
el camino de conseguirla , pues mas esti-
mable es el fruto que las hojas ; quiero
decir el bien interior y espiritual debe
anteponerse á todos los bienes exteriores.
Hemos de ser celosos , mas no idólatras
de la buena fama , y así como es justo no
ofender la vista de los buenos , así tambien
es necedad querer contentar la de los ma-
los . No veis en la barba del hombre y
en los cabellos de la mujer , que son
adornos del rostro , no veis , digo , que
con dificultad vuelven á nacer si se arran-
can de raiz los cañones ; pero si se cortan
ó se afeitan , luego vuelven á crecer mas
fuertes y erizados ? pues así tambien por
mas que la lengua maldiciente , navaja
afilada en frase de David ( ps. 51 , v . 4 ) ,
llegue á cortar ó á raer , por decirlo así ,
el buen nombre , no por eso debemos in-
quietarnos , porque bien presto renacerá
con la misma hermosura y con solidez mas
constante ; pero si nuestros vicios , aban-
dono y mala vida destruyen nuestra repu-
tacion , difícilmente volverá á brotar de
nuevo , estando arrancada la raiz ; pues la
raiz del buen nombre es la bondad y pro-
bidad , la cual , subsistiendo en nosotros ,
puede producir de nuevo la honra que le
es debida.
Se debe abandonar aquella conversacion
vana , aquel trato inútil , aquella amistad
13*
190
frívola, y aquella frecuencia inconsiderada ,
si son perjudiciales al buen nombre ; por-
que el buen nombre es mucho mas esti-
mable que todos estos vanos contentos ;
pero si murmuran, reprenden y calumnian
los ejercicios de piedad , los progresos de
devocion y la diligencia en buscar los bie-
nes eternos , dejemos enhorabuena que la-
dren los perros á la luna ; porque si pue-
den , levantando alguna voz siniestra con-
tra nuestra fama , cortar y raer , por de-
cirlo así, los cabellos y la barba de nuestra
reputacion , pronto crecerán de nuevo , y
la navaja de la maledicencia servirá de
instrumento á nuestra honra , como le sir-
ve á la viña la podadera , con cuyos gol-
pes sale mas frondosa y cargada de fruto.
Tengamos puestos siempre los ojos en
Jesucristo crucificado , que él cuidará de
nuestra reputacion , y aun cuando permi-
ta que nos la quiten , será para dárnosla
mejor , ó para que adelantemos en la san-
ta humildad , de la cual una onza vale
mucho mas que mil. libras de honra. Si
nos desacreditan injustamente , opongamos
con serenidad la verdad á la calumnia ; si
persevera esta , perseveremos en humi-
llarnos, que nunca estará mas segura nues-
tra reputacion que cuando la pongamos
juntamente con nuestra alma en las manos
de Dios. Sirvámosle por la infamia y por
la buena fama , como hacia san Pablo ; y
191
así podrémos decir con David : Por ti, Dios
mio , he sufrido el oprobio , y que la con-
fusion cubra mi rostro ( ps. 68, v . 8 ).
Deben sin embargo exceptuarse de esta
regla general ciertos crímenes tan atroces
é infames , que nadie debe consentir que
se le atribuyan , si puede con justicia sin-
cerarse y tambien se han de exceptuar
ciertas personas , cuya reputacion es ne-
cesaria para edificacion de muchos ; por-
que en estos casos , dicen los teólogos,
se debe pedir satisfaccion del agravio re-
cibido , pero sin perder la paz .

CAPITULO VIII.

De la afabilidad con el prójimo y remédio


contra la ira.

El sagrado crisma que por tradicion


apostólica usa la santa Iglesia en la con-
firmacion y en algunas bendiciones , se
compone de aceite de olivas y de bálsa-
mo , con lo cual representa , entre otras
cosas , aquellas dos amadas y queridas
virtudes , que resplandecen en la sagrada
Persona de nuestro Señor , y que él con
particularidad nos encomienda , como que
por ellas especialmente se consagra y de-
dica nuestro corazon á servirle y á imi-
tarle Aprended de mí , nos dice , que soy
192
manso y humilde de corazon ( Math. c. 11 ,
v . 29 ) . La humildad , pues , nos perfec-
ciona en lo que mira á Dios , y la manse-
dumbre en lo que toca al prójimo : la pri-
mera está figurada en el bálsamo , que co-
mo dije arriba , siempre se va al fondo
entre todos los licores, y la segunda en el
aceite, que sube y nada sobre todos : pues
la dulzura y benignidad sobresale entre to-
das las cosas , y descuella entre las virtu-
des como flor de la caridad , que para ser
perfecta , dice san Bernardo , no solo ha de
ser paciente, sino tambien suave y benig-
na. Pero tén cuidado , Filotea , de que este
mismo crisma compuesto de dulzura y hu-
mildad esté en lo íntimo de tu corazon ;
porque uno de los mayores artificios del
enemigo es procurar entretener á muchos
con palabras y apariencias exteriores de
estas dos virtudes , para que no examinan-
do atentamente sus interiores afectos , pien-
sen ser humildes y mansos , cuando en el
efecto nada tienen de tales , como se co-
noce en que con toda su afectada dulzura
y humildad , á la mas mínima palabra de
disgusto que les dicen , ó á la menor in-
juria que reciben , se ensoberbecen con
indecible arrogancia. Se suele decir que no
se hinchan , aunque sean mordidos ó pi-
cados de vívoras , los que usan un preser-
vativo llamado comunmente gracia de san
Pablo , si es legítima y fina ; así tambien
- 193 -
cuando la humildad y mansedumbre son
legítimas y verdaderas , nos libran de la
hinchazon y ardor que suelen causar en
nuestros corazones las injurias ; pero si nos
alteramos , ensoberbecemos y apesadum-
bramos con las picaduras y mordeduras de
los maldicientes y enemigos , señal es de que
nuestra humildad y dulzura no es verda-
dera y genúina , sino artificiosa y aparente.
Al despachar de Egipto á sus hermanos
el santo y famoso patriarca José , para
que se restituyesen á la casa de su padre ,
solo les hizo este encargo : No os enojeis
por el camino y pues esta miserable vida
es camino de la bienaventurada , lo mismo
te digo , Filotea ; no nos enojemos en el
camino unos con otros caminemos con
nuestros hermanos y compañeros con dul-
zura , paz y amor , y te lo digo con toda
claridad y sin excepcion alguna : no te
enojes jamás , si es posible ; por ningun
pretexto dés en tu corazon entrada al eno-
jo , pues Santiago expresamente nos ense-
ña ( c. 1 , v. 20 ) que la ira del hombre
no obra la justicia de Dios. Debemos cier-
tamente oponernos á lo malo y refrenar
los vicios de las personas que están á nues-
tro cargo con entereza y vigilancia , pero
con dulzura y apacibilidad. El remedio mas
eficaz para sosegar al elefante rabioso es
la vista de un corderillo, y el mejor repa-
ro contra la violencia de los cañonazos son
194 -
los sacos de lana. Aunque sea con razon ,
no hace la correccion tanta fuerza cuando
nace de la pasion , como cuando es pro-
ducida únicamente por la razon misma ;
porque el alma racional está naturalmente
sujeta á la razon , y solo por tiranía se so-
mete á la pasion ; así que aun la razon
misma se hace odiosa, si la pasion la acom-
paña , porque envilece su justo imperio,
asociando á él la tiranía . Cuando los prín-
cipes van de paz á visitar sus pueblos, los
llenan de indecible honra y consuelo ; pe-
ro cuando llevan consigo un ejército, aun-
que sea para bien público , con todo es
desagradable y dañosa su venida : pues por
mas que hagan observar exactamente á
sus soldados la disciplina militar, no pue-
den impedir que suceda algun desórden
con que el bueno sea atropellado : del
mismo modo , mientras reina la razon eje-
cutando pacíficamente los castigos , cor-
recciones y reprensiones , aunque sea con
exactitud y rigor , es amada y aprobada
de todos ; pero cuando lleva consigo ira,
cólera ó enojo , que son sus soldados , co-
mo dice san Agustin , entonces se muestra
mas temible que amable , y el propio co-
razon queda siempre atropellado y mal-
tratado. Mas , vale , dice el mismo santo
( epis. 149 ) , escribiendo á Profuturo, mas
vale negar la entrada á la ira justa y mo-
derada , que recibirla , por pequeña que
195 -
sea ; pues si llega á entrar , es difícil ha-
cer que salga , porque entra como peque-
ño pimpollo, y en un instante engruesa y
se hace árbol crecido : con sola una no-
che que permanezca , poniéndose el sol
sobre nuestra ira , contra lo que manda
el Apóstol , se convertirá en aborrecimien-
to , y apenas habrá modo ya de deshacer-
se de ella ; pues como el hombre encole-
rizado jamás tiene por injusto su enojo,
alimenta su ira con muchos falsos juicios .
De lo dicho se infiere , que vale mas
aprender á no enfadarse, que intentar en-
fadarse con moderacion y prudencia , y si
por imperfeccion ó flaqueza nos sorprende
la ira , mas vale rechazarla al instante ,
que entrar con ella en capitulaciones ;
pues por poco lugar que se le dé , se apo-
dera de la plaza , y hace como la serpiente,
que donde entra la cabeza, fácilmente en-
tra todo el cuerpo . Pero ¿ cómo la hemos
de rechazar? me dirás . Al primer resen-
timiento que tengas , has de juntar pron-
tamente , Filotea mia , todas tus fuerzas ,
mas no con aspereza é impetuosidad , sino
con dulzura y serenidad al mismo tiempo.
Pues así como en las audiencias de los
senados y parlamentos , los porteros , gri-
tando silencio , hacen mas ruido que los
otros á quienes mandan callar ; así muchas
veces sucede que nosotros , queriendo re-
primir con impetuosidad la cólera , agita-
196
mos mas que ella nuestro corazon , y agi-
tado ya no puede dominarse á sí mismo .
Después de este suave esfuerzo , has de
practicar el aviso que daba san Agustin ,
siendo ya anciano, al obispo Auxilio , que
era jóven : haz , decia , lo que debe hacer
un hombre santo ; esto es , que si como
hombre te sucede lo que el hombre de
Dios dice en el salmo : turbádose han mis
ojos por la ira , exclames á Dios : tened ,
Señor , misericordia de mí , para que ex-
tendiendo su diestra , reprima tu ira ;
( epist. 75 ) ; quiero decir , que si nos ve-
mos agitados de la ira , invoquemos el
auxilio divino , como los apóstoles cuando
se vieron combatidos del viento y torbe-
Ilino en medio de las aguas , que Dios
mandará á nuestras pasiones que cesen, y
quedarémos en gran tranquilidad : pero te
advierto , que contra la ira que actual-
mente atormenta , no se ha de orar con
agitacion , sino con dulzura y sosiego ; y
lo mismo digo de los demás remedios con-
tra este mal .
Además de lo dicho , luego que advier-
tas haber tenido algun acto de ira , repara
la falta prontamente con otro acto de man-
sedumbre con la misma persona contra
quien te has irritado. Pues así como es
excelente remedio contra la mentira des-
decirse al instante que se advierte haberla
dicho , tambien es remedio eficaz contra
197 -
la ira repararla prontamente con su acto
contrario , que es el de mansedumbre :
que las llagas , como se suele decir , se
curan con mas facilidad cuanto están re-
cien hechas .
Pero sobre todo , cuando estás tranquila
y sin enfado alguno , haz gran provision de
dulzura y mansedumbre , poniendo cuidado
en que todas tus palabras y acciones chicas
y grandes sean lo mas suaves que puedas ,
acordándote de que la esposa de los Can-
tares tiene la miel no solo en los labios
y en la punta de la lengua , sino tambien
debajo de la lengua , esto es en el pecho;
y no solo tiene miel , sino tambien leche ,
porque para con el prójimo han de ser
dulces , no solamente las palabras , sino
tambien el pecho , esto es , el interior ; y
no basta tener la dulzura de la miel aro-
mática y olorosa , siendo suave en el trato
urbano con los extraños , pues tambien ha
de haber la dulzura de la leche para con
los domésticos y vecinos cercanos ; contra
lo cual faltan gravemente muchos que en
la calle parecen unos ángeles , pero en su
casa son unos demonios.

CAPÍTULO IX .

De la mansedumbre con nosotros mismos .

Uno de los principales ejercicios de la


198
mansedumbre es el que practicamos inte-
riormente , no impacientándonos ni contra
nosotros mismos ni contra nuestras imper-
fecciones . Pues , aunque es razon sentir
disgusto y pesar de haber cometido algu-
nas faltas , no ha de ser este disgusto
agrio , enfadoso , picante y colérico ; y
así es. gran defecto el de aquellos que en
viéndose encolerizados , se impacientan
de su impaciencia misma , y se enfadan
de su mismo enfado, manteniéndose con eso
el corazon lleno y como sumergido en có-
lera ; pues aunque parece que el segundo
enfado destruye el primero, es tan al con-
trario , que antes abre la puerta á otro
nuevo en la primera ocasion que se pre-
sente á mas de que la ira , enfado y
amargura del hombre contra sí mismo se
encamina al orgullo , y nace del amor
propio , que se resiente y se inquieta al
ver que somos imperfectos. Sintamos ,
pues , nuestras faltas , pero con paz y so-
siego ; porque así como la sentencia de
castigo que da contra los delincuentes el
juez por pura razon y con tranquilidad de
ánimo , es mucho mas acertada que no la
que pronuncia llevado de impetuosidad y
pasion , pues en este caso no castiga los
delitos conforme á lo que son , sino con-
forme á lo que él es ; así tambien uno
á sí mismo se castiga mucho mejor con
arrepentimiento tranquilo y constante ,
199
que no con dolor agrio , impetuoso y co-
lérico , porque estos arrepentimientos im-
petuosos no son á medida de nuestras fal-
tas , sino de nuestras inclinaciones. El
amante de la castidad , por ejemplo , se
resentirá amarguísimamente de la mas leve
falta que cometa contra esta virtud , y se
reirá de haber incurrido en una grave
murmuracion ; otro , al contrario , porque
aborrece la maledicencia, se inquietará de
haber murmurado lijeramente , y no hará
caso de una falta grave contra la casti-
dad : y así de los demás. Todo lo cual
proviene de que no juzgan su conciencia
por razon sino por pasion .
Créeme , Filotea , que así como á un
hijo le hacen mas fuerza las reconvencio-
nes dulces y cordiales de su padre , que
no sus iras y enfados : así tambien si no-
sotros reprendemos á nuestro corazon ,
cuando comete alguna falta , con suaves y
pacíficas reconvenciones , usando mas de
compasion que de enojo , y animándole á
la enmienda , conseguirémos que conciba
un arrepentimiento mucho mas profundo
y penetrante que el que pudiera concebir
entre el resentimiento , la ira y la tur-
bacion.
Yo por mí , si teniendo vivos deseos de
no incurrir en el vicio , v. g . de la vani-
dad , hubiere sin embargo caido grave-
mente en él , cuando tratase de reprender
- 200
á mi corazon , no le hablaria ciertamente
de este modo : & es posible , corazon vil y
despreciable , que después de tantos pro-
pósitos , todavía te dejes arrastrar de la
vanidad ? cáete , cáete muerto de vergüen-
za , no vuelvas á levantar jamás los ojos
al cielo , ciego, descarado , traidor y des-
leal á tu Dios . Ni usaria otras expresiones
semejantes , sino echaria mano de la ra-
zon para corregirle , y por via de compa-
sion le diria ea , pobre corazon mio , al
fin hemos caido en el precipicio de que
tantas veces propusimos librarnos : ¡ ay de
mí levantémonos y huyamos para siem-
pre ; invoquemos la misericordia de Dios ,
y esperemos en ella , que nos asistirá , pa-
ra que en adelante estemos mas firmes :
vamos , vamos otra vez á entrar en el ca-
mino de la humildad ; buen ánimo , cui-
demos desde ahora de estar siempre aler-
ta , que Dios nos ayudará , y aprovecha-
rémos y sobre esta reprension trataria
de fabricar una sólida y firme resolucion
de no volver á cometer mas aquella falta ,
tomando para ello las medidas Y los con-
sejos de mi director.
Pero si alguno conoce que las correc-
ciones suaves no bastan para mover su co-
razon , podrá en tal caso servirse de recon-
venciones y reprensiones ásperas y seve-
ras, para excitarle á una profunda confu-
sion , con tal que después de haberle re-
201
prendido y corregido ásperamente , finalice
dándole algun ensanche , terminando todo
su enojo y sentimiento en dulce y santa
confianza en Dios , á imitacion de aquel
gran penitente , que viendo afligida su al-
ma , la consolaba diciendo : ¿ Porqué estás
afligida , alma mia , y porqué me contur
bas ? Espera en Dios , que todavía le ben-
deciré y confesaré , como que es la salud de
mi rostro y mi Dios verdadero ( ps. 42, v . 5):
Cuando cayere , pues , tu corazon le-
vántale suavemente , humillándote mucho
en la presencia de Dios con el conocimien¹
to de tu miseria , sin admirarte de tu cai-
da ; pues qué extraño es que sea enfer-
ma la enfermedad , flaca la flaqueza y lá
miseria miserable ? Pero sin embargo de-
testa de todo corazon la ofensa que has
hecho á Dios , y lleno de ánimo y de con-
fianza en su misericordia , vuelve á em-
prender el ejercicio de aquella virtud que
has abandonado .

CAPÍTULO X.

Que se han de tratar con diligencia los ne-


gocios , pero sin afan ni ansiedad.

Grande diferencia hay entre la diligen-


cia y cuidado que hemos de tener de nues-
202
tros negocios, y la solicitud , fatiga y afan :
con diligencia cuidan y procuran nuestro
bien los ángeles , pero sin solicitud , afan
ó fatiga ; porque el cuidado y diligencia
son propios de su caridad , pero la solici-
tud , fatiga y afan serian totalmente con-
trarios á su bienaventuranza ; que si bien
pueden asociarse con la paz y tranquilidad
de ánimo el cuidado y diligencia , no el
afan y solicitud , y la ansiedad mucho menos.
Pon pues , Filotea mia , gran diligencia`
y cuidado en los negocios de tu cargo,
porque así lo quiere Dios que te los ha
encomendado ; pero , si puedes , no tengas
solicitud ni afan ; quiero decir , que ni los
emprendas con inquietud , ansiedad ó ar-
dor , ni quieras acabarlos con afan ; pues
el afan , como perturba el juicio y la ra-
zon , no deja hacer bien aquello mismo
porque estamos afanados .
Para reprender nuestro Señor á santa
Marta, le dice : Marta, Marta, solícita es-
tás , y te turbas por muchas cosas ( Luc .
c. 10. v. 41 ) . Vé aquí claro lo que decia-
mos si hubiese estado cuidadosa , y no
mas, no se hubiera turbado ; pero como
estaba llena de afan y de inquietud , se
apuraba y turbaba , y por eso fué repren-
dida de nuestro Señor. Los rios que cor-
ren mansamente por la llanura , llevan cre-
cidos barcos y preciosas mercancías : las
lluvias que caen blandamente sobre la tier-
203
ra, la hacen fértil de yerbas y de granos ;
pero los torrentes y rios que se precipitan
despeñados, arruinan las cercanías , y son
inútiles para el comercio , y los turbiones
fuertes y tempestuosos asuelan las mieses
y los prados. Jamás se hace bien lo que
se hace con impetuosidad y afan : es ne-
cesario darse priesa despacio , como dice
un proverbio antiguo : el que se apresura
dice Salomon, está á peligro de tropezar
y de írsele los piés ( Prov . c. 19, v. 2 ) :
bastante pronto se hace lo que se hace
bien semejantes á los zánganos , que con
mucho mas ruido y priesa que las abejas
no fabrican miel , sino cera solamente ; los
que se apresuran con afan ardiente y soli-
citud ruidosa jamás hacen mucho ni bueno .
Así como las moscas no mortifican por
ser fuertes , sino por ser muchas , así no
turban tanto los grandes negocios como
los pequeños cuando son muchos . Toma
con sosiego los negocios que se te ofrez-
can, y procura despacharlos por su órden ,
uno después de otro ; porque si quieres
evacuarios todos de golpe y sin órden , ha-
rás esfuerzos que te arruinarán y debilita-
rán tu espíritu , y lo regular será, que cai-
gas con la carga sin hacer cosa alguna .
En todos tus negocios tén por único
apoyo la providencia de Dios , pues sola
ella puede cumplir tus deseos : haz sin
embargo para cooperar con ella cuanto es-
204 -
té de tu parte , pero con sosiego ; y cree ,
que si confias firmemente en Dios , suce-
derá siempre lo que mas te convenga , pa-
rézcate á ti bueno ó malo , segun tu pro-
pio juicio.
Haz como los niños , que asidos con la
una mano de su padre, van cogiendo con
la otra las fresas que están al lado del ca-
mino tú , pues , mientras con una mano
allegas y usas de los bienes de este mun-
do , tén con la otra asida siempre la del
Padre celestial , volviéndote hácia él de
tiempo en tiempo , para ver si le agrada tu
régimen y tus ocupaciones ; pero sobre to-
do tén mucho cuidado de no soltar su ma-
no y su proteccion , por querer juntar ó
recoger mas ; porque si él te deja , no po-
drás dar un paso sin dar de rostro en tier-
ra. Quiero decir , Filotea, que en aquellos
negocios y ocupaciones ordinarias que no
requieren grande y solícita atencion , mi-
res mas á Dios que á las mismas ocupa-
ciones, y en los que sean de tanta impor-
tancia , que requieran todo tu conato para
su desempeño , levantes los ojos á Dios
de tiempo en tiempo , como los que nave-
gan por el mar, que para llegar á la tier-
ra que desean , miran mas el cielo que al
agua por donde van navegando si hicie-
res esto , Dios trabajará contigo , en ti y
por ti , y á tu trabajo seguirá el consuelo.
205

CAPÍTULO XI.

De la obediencia.

Para ser perfectos basta la caridad ; pe-


ro para adquirir esta , hay tres medios
poderosísimos , quel son obediencia , casti-
dad y pobreza , con que se consagran al
amor y servicio de Dios el corazon por
medio de la obediencia , el cuerpo por la
castidad y por la pobreza los haberes : y
estos tres brazos de la cruz espiritual es-
triban todos en el cuarto , que es la humil-
dad . Nada diré de las tres referidas virtu-
des , como objetos del voto solemne , por
pertenecer estos únicamente á los religio-
sos : ni tampoco del simple , pues aunque
el voto añade muchas gracias y mérito á
las virtudes , con todo para nuestro inten-
to no es necesario que se practiquen por
voto , sino solamente que se practiquen .
Porque si bien profesarlas ( en especial
con voto solemne ) , es abrazar un estado
de perfeccion , para abrazar la perfeccion
basta solo observarlas : que hay mucha
diferencia entre perfeccion y estado de per-
feccion ; pues en estado de perfeccion vi-
ven todos los obispos y religiosos , y te-
nemos demasiadas pruebas de que no to-
dos son perfectos. Procuremos pues , Fi-
14
206
lotea , cada uno , segun 'nuestra vocacion ,
practicar bien estas tres virtudes , y con
ellas , aunque no entremos en estado de
perfeccion , la alcanzarémos : y á la ver-
dad todos estamos obligados á practicar-
las , aunque no todos de un mismo modo.
Dos especies hay de obediencia , una
precisa y otra voluntaria : la precisa te
manda obedecer humildemente á los supe-
riores eclesiásticos , es á saber , al рара ,
al obispo y al cura , y á los que por ellos
ejercen sus funciones ; á los superiores po-
líticos , esto es , al príncipe y á los ma-
gistrados puestos por él en tu pueblo 6
provincia , y finalmente á los superiores
domésticos , esto es , á tu padre , madre,
maestro y maestra : y se llama precisa
esta obediencia , porque nadie puede exi-
mirse de la obligacion de obedecer á estos
superiores , que han recibido de Dios la
autoridad de mandar y gobernar cada uno
en cuanto al cargo que tiene sobre noso-
tros. Obedece por tanto, como debes , sus
preceptos ; pero para ser perfecta sigue
tambien sus consejos , y aun sus deseos é
inclinaciones en cuanto la caridad y pru-
dencia lo permitan. Has de obedecer cuan-
do te mandan cosas agradables , como es
el comer ó divertirte ; pues aunque enton-
ces no parece gran virtud el hacerlo , el
no hacerlo seria gran defecto has de obe-
decer en las cosas indiferentes , como po-
207 -
nerte tal ó tal vestido , ir por tal ó tal
camino , cantar ó callar , y esta ya será
una obediencia muy loable : has de obe-
decer tambien en las cosas difíciles , ás-
peras y duras , y esta será obediencia per-
fecta has de obedecer finalmente con
dulzura sin replicar , con prontitud sin
tardanza , con alegría sin enfado , y sobre
todo por amor de aquel Señor que por
nuestro amor se hizo obediente hasta la
muerte de cruz , y quiso mas perder la
vida que la obediencia , como dice san
Bernardo .
Para aprender fácilmente á obedecer á
tus superiores, condesciende sin repugnan-
cia con la voluntad de tus iguales , cedien-
do á su dictámen y no siendo disputadora
é impertinente : açomódate con gusto á los
deseos de tus inferiores en cuanto lo per-
mita la razon ; y no uses con ellos de au-
toridad imperiosa , si son buenos.
Es error creer que si fuésemos religio-
sos ó religiosas , obedeceríamos fácilmente ,
cuando con dificultad y repugnancia pres-
tamos la obediencia á los que Dios ha
constituido sobre nosotros.
Llámase obediencia voluntaria aquella á
que nos sujetamos por eleccion propia ,
sin que nadie nos obligue . Pongo por ejem-
plo ninguno escoge ordinariamente prín-
cipe , obispo , padre ni madre , y muchas
veces ni aun marido , pero escoge confesor
208-
y director : la obediencia , pues , que les
damos , ó ya sea por voto , como se dice
de la madre Teresa de Jesus , que á mas
del solemne que tenia de obediencia al su-
perior de su órden , hizo voto simple de
obedecer al P. Gracian , ó bien sea sin
voto , se llama obediencia voluntaria, por
serlo en su causa , que es nuestra volun-
tad y eleccion.
Debemos obedecer á todos los superio-
res , pero á cada uno en aquello en que
nos tiene á su cargo ; á los príncipes, por
ejemplo , en cuanto á la policía y á las
acciones públicas ; á los prelados eclesiás-
ticos en lo que toca á disciplina de la Igle-
sia ; en los asuntos domésticos al padre ,
al amo , al marido : y al director y con-
fesor en lo perteneciente al gobierno par-
ticular del alma.
Haz que tu padre espiritual te señale
las obras de piedad que has de practicar,
y con eso tendrán duplicada gracia y bon-
dad , una por sí mismas , puesto que son
piadosas , y otra por la obediencia que las
ordena , y en cuya virtud se ejecutan .
Bienaventurados los que obedecen , porque
Dios no permitirá jamás que se extravien .
209 -

CAPÍTULO XII .

De cuan necesaria es la castidad .

Es la castidad la azucena de las virtu-


des , y hace á los hombres casi iguales á
los ángeles : no hay hermosura sin pure-
za , y la pureza del hombre es la casti-
dad : dásele tambien el nombre de hones-
tidad , y á su profesion el de honra : tam-
bien se llama integridad , y su contraria
corrupcion en suma tiene la gloria parti-
cular de ser hermosa y cándida virtud de
alma y cuerpo .
Jamás es lícito dar entrada en nuestro
cuerpo al placer impuro , sea del modo
que se fuere , sino es en el legítimo ma-
trimonio , cuya santidad puede con justa
comparacion reparar el daño que causa
la delectacion ; pero aun en el matrimonio
es preciso guardar honestidad de intencion,
para que si hay imperfeccion en el placer,
en la voluntad todo sea honestidad y pureza .
Es el corazon casto como la madreper-
la , que no puede recibir ni una gota de
agua que no venga del cielo ; pues él tam-
poco puede recibir otro placer que el del
matrimonio , que el cielo ha ordenado :
fuera de esto , hasta el mas mínimo pen-
samiento voluptuoso, voluntario y consen-
tido le está vedado.
14*
210 -
En cuanto al primer grado de esta vir-
tud , has de tener gran cuidado , Filotea ,
de no dar entrada á ninguna especie de
placer vedado y prohibido , como son to-
dos los que se reciben fuera del matrimo-
nió , y aun los del matrimonio cuando se
usan fuera de sus santas reglas.
En cuanto al segundo , apártate cuanto
sea posible de los deleites inútiles y su-
pérfluos , aunque sean lícitos y permitidos .
En cuanto al tercero, no dejes pegar la
voluntad , ni aun á los placeres y deleites
mandados y ordenados ; porque aunque
es preciso usar de los deleites necesarios ,
esto es , de los que miran al fin é institu-
cion del santo matrimonio , ha de ser sin
apego del corazon y del espíritu .
Lo cierto es que todos necesitamos mu-
cho esta virtud : los que se hallan en la
viudez deben tener una castidad animosa,
que no solo desprecie los objetos presen-
tes y futuros , sino que tambien resista á
las imaginaciones que pueda excitar en su
espíritu la memoria de los placeres que lí-
citamente disfrutaron en el matrimonio ,
por cuya razen están mas expuestos al
Icebo de la deshonestidad . Por esto admira
san Agustin ( Conf. l. 6, c. 10 ) la pureza
de su amado Alipio , que despreció y ol-
vidó enteramente los placeres carnales que
en su juventud habia probado alguna vez.
Y á la verdad , mientras la fruta está bien
-211
entera se puede conservar , 6 ya entre
paja , ó ya sobre arena , 6 ya envuelta en
sus propias hojas ; pero si empieza á te-
ner alguna maca , solo se conserva confi-
tándola con miel ó azúcar : así la cas-
tidad que no ha sido ofendida ni violada
se puede conservar de muchos modos ;
pero si ha padecido alguna quiebra , no
puede conservarse sino á fuerza de mucha
devocion , que , como ya he dicho varias
veces , es la verdadera miel y azúcar del
espíritu.
La castidad que deben profesar las vír-
genes ha de ser muy sencilla y remirada ,
para arrojar del corazon todos los pensa-
mientos curiosos , y despreciar con total
desprecio cualesquiera placeres impuros ,
indignos á la verdad de que los deseen los
hombres ; pues son propios de los jumen-
tos é inmundos animales. No duden jamás
estas almas puras que la castidad es in-
comparablemente mejor que todos los pla-
ceres opuestos á ella ; porque , como dice
el máximo doctor san Gerónimo , el ene-
migo tienta con gran violencia á las vír-
genes con el deseo de gustar los placeres,
representándoselos mucho mas agradables
y deliciosos de lo que son en la realidad ;
lo cual , dice este santo Padre , les causa
gran perturbacion , pues por lo mismo
que no los han probado , los creen mas
dulces. Al modo que la mariposilla al ver
212
la llama revolotea curiosa al rededor de
ella , para ver si es tan dulce como her-
mosa, y animada siempre de esta fantasía
no cesa hasta que se abrasa en la primera
prueba ; así los jóvenes suelen muchas ve-
ces dejarse llevar con tanta vehemencia de
la falsa y necia estimacion que hacen del
placer de las impuras llamas, que después
de muchos pensamientos curiosos , al fin se
van á perder y arruinar en ellos , acredi-
tándose mas necios que las mariposas ,
porque estas tienen algun fundamento de
creer que será delicioso el fuego que tan
hermoso se muestra ; mas ellos sabiendo
que es sumamente deshonesto lo que ape-
tecen , aprecian sin embargo la necia y
brutal delectacion .
Tambien les es muy preciosa la castidad
á los casados, aunque no lo piensa el vul-
go , por cuanto en ellos no consiste esta
virtud en abstenerse del todo de los pla-
ceres carnales , sino en saberse contener
entre ellos . Pues así como aquel precepto
que dice Airaos , y no querais pecar , es
en mi entender mas difícil que estotro :
No os airéis jamás , por ser mucho mas
fácil evitar la ira que arreglarla ; así tam-
bien con mas facilidad se puede el hom-
bre apartar enteramente de los placeres
carnales, que mantenerse con moderacion
en el uso de ellos . Cierto es que la licen-
cia santa que da el matrimonio tiene par-
- 213 --
ticular eficacia para apagar el fuego de la
concupiscencia ; pero la flaqueza de los que
usan de ella hace que pasen fácilmente de
la licencia á la disolucion y del uso al
abuso. Así como vemos muchos ricos que
roban no por necesidad , sino por avaricia ;
así tambien vemos muchos casados que sa-
len de los justos límites por intemperancia
y lujuria , sin contentarse con el objeto
legitimo que debieran y pudieran , porque
su concupiscencia es como un lijero fuego
que va prendiendo aquí y allí sin fijarse
en parte alguna . Siempre se ha juzgado
peligroso el uso de medicamentos violen-
tos ; porque si se toma mas cantidad de
lo que se necesita ó sin prepararse bas-
tante, causan mucho daño : el matrimonio,
pues , que entre otros fines se instituyó y
consagró para remedio de la concupiscen-
cia , sin duda es excelente medicina , pero
violenta , y por consiguiente arriesgada ,
si no se aplica con discrecion .
A esto se añade , que á mas de las en-
fermedades largas , los varios negocios que
ocurren, separan muchas veces á los ma-
ridos de sus mujeres ; por cuya razon ne-
cesitan dos especies de castidad los casa-
dos , una para abstenerse del todo cuando
se hallan separados en las ocasiones que
hemos dicho , y otra para usar con mode-
racion cuando se hallan juntos en el cur-
so ordinario de su vida. Vió santa Catalina
214-
de Sena entre los condenados muchas al-
mas que padecian indecibles tormentos por
haber violado la santidad del matrimonio,
no porque estos pecados , dice la santa ,
sean los mas enormes de todos , porque á
la verdad lo son mas los asesinatos y
blasfemias , sino porque los que caen en
ellos no hacen escrúpulo , y continuan
cometiéndolos largo tiempo .
Ya has visto que toda clase de personas
debe guardar castidad , pues el Apóstol
dice : Sigue la paz con todos y la santidad,
sin la cual ninguno verá á Dios ( ad Hebr.
c. 12 v. 14 ; y en esta palabra santidad
entiende la castidad , segun la explicacion
de san Gerónimo y san Juan Crisóstomo.
Así que , Filotea , ninguno verá á Dios
sin castidad ; ninguno habitará su santo
tabernáculo sin ser limpio de corazon ;
porque serán arrojados de él los canes y
los impuros , como dice el Salvador ; y
en otra parte Bienaventurados los limpios
de corazon , porque ellos verán á Dios.

CAPÍTULO XIII.

Avisos para conservar la castidad.

Has de estar siempre dispuesta á sepa-


rarte de cuanto induzca ó sea cebo de la
impureza ; porque este mal obra insensi-
215
blemente , y de lijeros principios pasa á
gravísimos accidentes ; siempre es mas fá-
cil huir de él que curarle.
Son los cuerpos humanos semejantes á
los vasos de vidrio , que si van tocándose
unos con otros, están expuestos á quebrar-
se ; ó á las frutas , que aunque estén en-
teras y bien sazonadas , contraen macas
de tocarse unas con otras aun el agua
por muy fresca que esté en un vaso , si
la toca algun animal terrestre , no puede
conservar largo tiempo su frescura. Jamás ,
pues , permitas , Filotea , que te toque al-
guno incivilmente, ni por fiesta ni por ca-
ricia ; porque aunque tal vez puede con-
servarse la castidad entre unas acciones
mas livianas que maliciosas , siempre pa-
dece con ellas algun detrimento y pérdida
la frescura y flor de la castidad , la cual
enteramente queda destruida , si se permite
ejecutar deshonestamente acciones tales .
Tiene la castidad su principio en el co-
razon ; pero el cuerpo es , digámoslo así,
la materia de esta virtud , y así puede
perderse por todos los sentidos exteriores
del cuerpo y por los pensamientos y de
seos del alma. Ver , oir , hablar , oler y
tocar cosas deshonestas es deshonestidad ,
si el alma se complace y tiene gusto en
ello ; por eso dice san Pablo con brevísi-
mas palabras : La fornicacion ni aun se
nombre entre vosotros ( ad Ephes . c . 5 ,
- 216-
v . 3 ). Las abejas no solo no quieren tocar
los cadáveres podridos , sino que huyen y
aborrecen el mal olor que de ellos sale .
La sagrada esposa de los Cantares tiene
las manos destilando mirra , licor que
preserva de la corrupcion ; los labios guar-
necidos de una cinta roja , que denota el
pudor de sus palabras ; sus ojos son de
paloma , por su gran limpieza ; sus orejas
están adornadas con pendientes de oro,
símbolo de la pureza ; su nariz está entre
los cedros del Líbano , madera incorrupti-
ble ; pues así el alma devota ha de ser
casta , pura y honesta de manos , de la-
bios , de oido , de ojos y de todo su
cuerpo .
Quiero acordarte á este propósito una
sentencia que el antiguo P. Casiano refiere
haber dicho san Basilio magno hablando
una vez de sí propio : Yo no sé lo que son
mujeres , y sin embargo no soy vírgen. A
la verdad puede perderse la castidad de
tantos modos cuantas son las especies de
impurezas y lascivias de las cuales unas
la debilitan , otras la hieren , y otras del
todo le dan muerte segun son mayores ó
menores. Hay ciertas familiaridades y pa-
siones indiscretas , locas y sensuales , que
en rigor no violan la castidad , pero la de-
bilitan , la dejan sin fuerza y le quitan el
ampo de su blancura. Hay otras familia-
ridades y pasiones no solo indiscretas sino
217
viciosas , no solo locas sino deshonestas ,
no solo sensuales sino carnales ; estas ,
cuando menos , dejan la castidad gravemente
herida y enferma :: y digo cuando menos ;
porque si estas liviandades y lascivias
ocasionan en la carne el último efecto del
placer voluptuoso , entonces muere y pe-
rece totalmente la castidad , mas indig-
na , malvada é infelizmente que cuando se
pierde por la fornicacion y aun por el
adulterio y el incesto ; porque estas últi-
mas especies de maldad son pecados , pe-
ro las otras son monstruos de iniquidad y
de pecado , como dice Tertuliano en el li-
bro de Pudicitia. Casiano no cree , ni yo
tampoco lo imagino , que hablase de estos
pecados san Basilio , cuando se acusaba á
sí propio de no ser vírgen , y juzgo que
lo decia por los pensamientos malos y vo-
luptuosos , los cuales , sin haber mancha-
do su cuerpo , habian contaminado su co-
razon , de cuya castidad son muy celosos
los espíritus magnánimos (*).
No converses con personas impuras, en
especial si son desvergonzadas , como lo

(*) Cuan justo sea este modo de pensar de S. Fran-


cisco de Sales lo muestra el mismo S. Basilio en la
Epístola á su discípulo Chilon : Mulieres se meis his-
ce oculis visendas offerebant , quarum præcellenti ele-
gantia et decore meæ tentaretur integritas pudicitiæ.
Et quidem flagitium vitavi fornicationis : at munditio
virginalis florem arcana cordis cogitatione fœdavi.
15
218
son de ordinario ; porque así como los ma-
chos de cabrío truecan en amargos los al-
mendros dulces , tocándolos con la lengua :
así estas almas apestadas y estos corazo-
nes infectos no hablan á persona alguna ,
ni del mismo ni de diferente sexo , sin
causar algun perjuicio á su pureza , por-
que tienen el veneno en los ojos y el
aliento como el basilisco .
Procura , por el contrario , tratar con
gentes castas Ꭹ virtuosas medita Y lee
frecuentemente las verdades eternas , por-
que la palabra de Dios es pura , y hace
castos á los que gustan de ella ; por lo cual
la compara David al topacio , piedra pre-
ciosa , que tiene la propiedad de amorti-
guar el ardor de la concupiscencia .
Mantente siempre junta á Jesus crucifi-
cado , ya espiritualmente por medio de la
meditacion , ya realmente por la comunion
sagrada ; porque así como los que duer-
men sobre la yerba llamada agno casto
consiguen ser castos y púdicos ; así tam-
bien como repose tu corazon en nuestro
Señor , que es el verdadero agno casto é
inmaculado , verás cuan pronto quedan tu
alma Y tu corazon purificados de toda
mancha é impureza .
219-

CAPÍTULO XIV.

De la pobreza de espíritu practicada entre


las riquezas.

Bienaventurados los pobres de espíritu,


porque de ellos es el reino de los cielos ( Math.
c. 5 , v. 3 ) : luego por consecuencia son
malaventurados los ricos de espíritu , por-
que para ellos es la desdicha del infierno.
Podemos llamar rico de espíritu al que
tiene las riquezas en el espíritu ó el espí
ritu en las riquezas : y pobre de espíritu
al que por el contrario no tiene en el es-
píritu las riquezas ni en las riquezas el es-
píritu. Hacen los alcones sus nidos redon-
dos como una pelota , sin mas que una
abertura muy pequeña en la parte supe-
rior , y los ponen á la orilla del mar ;
pero los dejan tan fuertes é impenetrables,
que aunque sobrevengan las olas , jamás
puede entrar el agua en ellos , antes bien
nadando siempre encima , permanecen en
medio del mar , como dueños de él sobre
sus aguas tal ha de ser tu corazon , ama-
da Filotea, abierto solo para el cielo , im-
penetrable para las riquezas y bienes ca-
ducos , de modo , que si las posees , no
dejes que tu corazon las ame , sino que
siempre se mantenga superior á ellas , de
220
tal suerte , que en medio de las riquezas
no tenga riquezas y sea señor de las ri-
quezas. No pongas , no , ese espíritu ce-
lestial dentro de los bienes terrenos ; man-
tenle siempre superior , sobre ellos y no
en ellos .
Es muy diferente tener veneno ó estar
envenenado casi todos los boticarios tie-
nen venenos para hacer de ellos varios
usos ; pero sin embargo no están envene-
nados ; porque no tienen el veneno dentro
de sus cuerpos , sino dentro de sus boti-
cas de este modo puedes tú tener rique-
zas sin estar envenenada con ellas , te-
niéndolas en tu casa ó en tu bolsa ; pero
no en tu corazon . Vé aquí una gran dicha
del cristiano , ser rico en el efecto y po-
bre en el afecto , disfrutando así la como-
didad de las riquezas en este mundo , y
teniendo el mérito de la pobreza para
el otro .
No encontrarás , Filotea , quien confiese
que es avaro todos niegan esta bajeza y
vileza de corazon , y toman por pretexto,
ya el hallarse cargados de hijos , ya que
es prudencia procurar tener lo que uno
necesita , de modo que jamás se cree te-
ner demasiado , y siempre se encuentran
ciertas precisiones de tener mas : así pues
aun los mas avaros no solo no confiesan
que lo son, pero ni aun en su conciencia
lo juzgan ; porque la avaricia es una fie-
221
bre prodigiosa , que se siente menos cuan-
to mayor es sur ardor y su violencia. Vió
Moises una zarza que ardia con un fuego
divino sin consumirse : pero el fuego pro-
fano de la avaricia hace lo contrario ; con-
sume y devora al avariento sin que se
sienta encendido , ó por lo menos en me-
dio del ardor y calor mas excesivo se
glória de que disfruta una suavísima fres-
cura , y cree que su rabiosa sed no es
mas que un natural y templado deseo de
beber.
Si deseas con permanencia, ardor é in-
quietud los bienes que no posees , eres
verdaderamente avaro , aunque digas que
no es por medios injustos ; así como da
claro indicio de estar con calentura el que
con ardor, permanencia é inquietud desea
beber , aunque no sea mas que agua .
Yo no sé , Filotea , si puede llamarse
deseo justo el apetecer por medios justos
lo que otro justamente está poseyendo ;
porque me parece que con este deseo ape-
tecemos nuestra comodidad á costa de la
incomodidad del otro. ¿ No es verdad que
quien con justicia posee un bien , tiene
mas justa razon de conservarle que noso-
tros de desear tenerle , aunque sea por
medios justos ? Pues & porqué se han de
extender nuestros deseos hasta apetecer lo
que á él le acomoda , deseando privarle
de ello ? Si este deseo no es injusto , á lo
222
menos no es segun el órden de la cari-
dad ; porque nosotros ciertamente no qui-
siéramos que apeteciese otro, aunque fue-
se por medios justos , lo que justamente
po seemos y queremos conservar. Este fué
el pecado de Acab : deseó tener por me-
dios justos la viña de Nabot , que este
con mas justicia queria retener ; lo deseó
con ardor por mucho tiempo y con in-
quietud , y en esto cometió una ofensa
de Dios.
Para desear los bienes del prójimo has
de esperar , Filotea , á que él piense en
deshacerse de ellos ; porque entonces su
deseo hará que el tuyo sea arreglado , no
solamente á la justicia , sino tambien á la
caridad . Esto te digo , porque yo bien
quiero que tengas cuidado de aumentar
tus bienes y facultades , pero no solo
con justicia , sino tambien con dulzura y
caridad.
Si tienes mucha aficion á los bienes
que posees , si estás tan pegada á ellos ,
que arrastran tu corazon , ocupan tu pen-
samiento , y temes con viveza y agitacion
perderlos , créeme , todavía estás con algo
de calentura ; porque los calenturientos
beben la cantidad de agua que se les da
con una ansia , una atencion y un pala-
deo, que no tienen por lo regular los que
están sanos y á la verdad es imposible
complacerse en una cosa sin poner en ella
223
mucho afecto. Bien puedes creer , Filotea,
que si te afliges y estás inconsolable cuan-
do pierdes tus bienes, sin duda tenias mu-
cha aficion á ellos , pues nada prueba tan-
to el afecto á la cosa perdida como el afli-
girse cuando se pierde.
En suma no desees con deseo eficaz y
absoluto los bienes que no posees : no de-
jes que se interne mucho tu corazon ni
aun en los mismos que tienes ; no sientas
con vehemencia las pérdidas que te acae-
cieren , y entonces tendrás algun funda-
mento para creer , que siendo rica en el
efecto , no lo eres en el afecto ; sino que
antes bien eres pobre de espíritu , y por
consiguiente bienaventurada , porque es
tuyo el reino de los cielos.

CAPITULO XV .

De como se ha de practicar la pobreza real ,


permaneciendo sin embargo realmente rico.

Parrasio , célebre pintor , con una in-


vencion muy ingeniosa retrató al pueblo
ateniense, representándole de natural vario
y mudable , colérico , injusto . inconstan-
te , cortés , clemente , misericordioso , al-
tanero , codicioso de gloria , humilde , fe-
roz y cobarde , todo á un mismo tiempo .
Yo tambien quisiera , amada Filotea , co-
224
locar en tu corazón juntas la riqueza y la
pobreza , un gran cuidado y gran despre-
cio de las cosas temporales.
Has de cuidar mucho mas que los mun-
danos de que tus bienes sean útiles y fruc-
tuosos. ¿ No has notado que los jardineros
de los grandes príncipes cultivan y ador-
nan los jardines de que están encargados
con mas curiosidad y diligencia que si fue-
ran suyos propios ? ¿ Y porqué ? sin duda
porque pretenden ganar de este modo la
gracia de aquellos príncipes y reyes. Pues
como no son tampoco nuestras las posesio-
nes que tenemos , porque Dios nos las ha
entregado para que las cultivemos y haga-
mos que produzcan utilidad y fruto , po-
demos por este medio hacerle un servicio
muy grato , cuidando de ellas .
Ha de ser , pues , mas eficaz y sólido
este cuidado que el de los mundanos acer-
ca de sus bienes ; porque ellos los cuidan
por amor de sí mismos , y nosotros hemos
de trabajar por amor de Dios , y como el
amor de uno mismo es violento , turbu-
lento é inquieto , tambien el cuidado que
produce está lleno de turbacion , de dis-
gusto y de inquietud ; pero del amor de
Dios dulce , sufrido y tranquilo nace un
cuidado amoroso , dulce y apacible, aun-
que tiene por objeto los bienes del mun-
do. Tengamos , pues , este cuidado apaci-
ble de conservar y aun de aumentar nues-
225
tros bienes temporales cuando haya opor-
tunidad justa, y segun lo requiera nuestra
condicion ; pues así quiere Dios que lo
hagamos por amor suyo.
Pero vive alerta para que no te engañe
el amor propio , que sabe muchas veces
fingirse amor de Dios , con tal destreza ,
que cualquiera le tendrá por tal . Para evi-
tar , pues , este engaño , y no dar lugar á
que el cuidado de los bienes temporales
degenere en avaricia , es necesario , á mas
de lo que he dicho en el capítulo prece-
dente , practicar muchas veces la pobreza
real y efectiva en medio de los bienes y
riquezas que Dios nos ha dado.
Para esto has de disminuir alguna parte
de tus bienes , dándosela de buena volun-
tad á los pobres ; porque se empobrece
uno tanto cuanto dá de lo que tiene , y
así cuanto mas dés mas te empobrecerás.
Verdad es que Dios te lo restituirá , no
solo en el otro mundo , sino aun tambien
en este , pues nada hace prosperar tanto
los bienes temporales como la limosna ;
pero entre tanto que Dios te lo restituye ,
tú te habrás empobrecido de aquella can-
tidad . ¡ Oh , qué santo y rico empobreci-
miento es el que produce la limosna !
Tén amor á los pobres y á la pobreza ,
y este amor hará que seas verdaderamen-
te pobre, porque como dice la Escritura ;
Nosotros nos hacemos tales cuales son las
15*
226
cosas que amamos ( Oseas c. 9, v . 10 ) . El
amor iguala á los amantes. ¿ Quien está
enfermo , dice san Pablo , sin que yo esté
enfermo con él ( II. Cor. c. 11 , v. 29 ?
Y tambien pudiera haber dicho & quien es
pobre sin que yo sea pobre con él ? por-
que el amor le hacia estar con todos los
que amaba pues si tú amas á los pobres ,
serás verdaderamente participante de su
pobreza , y pobre con ellos.
Pero si amas á los pobres , has de an-
dar muchas veces entre ellos , teniendo gus-
to de verlos en tu casa , y de visitarlos
en la suya , conversando amigablemente
con ellos , alegrándote de que se lleguen
á ti , ya sea en las iglesias , ya en las ca-
lles ó ya en cualquier otro lugar. Has de
ser para con ellos pobre de lengua , ha-
blándoles como compañera ; pero rica de
manos , repartiendo con ellos tus bienes ,
ya que los posees con mas abundancia .
Si quieres pasar aun mas adelante , Fi-
lotea , no te contentes con ser tan pobre
como los pobres, sino mas que ellos : ¿ sa-
bes cómo ? haciéndote criada de los po-
bres ; pues el criado es menor que su amo :
sírvelos en la cama cuando están enfer-
mos ; sírvelos , digo , con tus propias ma-
nos sé su cocinera , pero á costa tuya :
sé su costurera y lavandera : esta servi-
dumbre, Filotea , es mas gloriosa que una
corona. No puedo admirar bastantemente
227
el fervor con que practicó este aviso san
Luis , que fue uno de los mayores monar-
cas que el sol ha visto en toda su carre-
ra , y grande de todos modos : servia mu-
chas veces á la mesa á los pobres que
mantenia : casi todos los dias sentaba tres
de ellos á la suya propia , y no pocas ve-
ces comia con indecible amor la sopa que
á ellos les sobraba : cuando visitaba los
hospitales , que era muy a menudo , de
ordinario se llegaba á servir á los de en-
fermedades mas asquerosas , como lepra ,
cáncer y otras semejantes : servíales de
rodillas y con la cabeza descubierta , res-
petando en su persona al Salvador del
mundo , y amándolos con un amor tan
afectuoso como el que tiene una cariñosa
madre á un hijo tierno. Santa Isabel , hija
del Rey de Hungría , se mezclaba ordina-
riamente entre las pobres , y algunas ve-
ces por recreo se vestia de pobre entre sus
damas , diciéndoles : así andaria yo vestida
si fuera una pobrecita . O Dios mio !
¡ cuan bien sabian este príncipe y esta
princesa ser en las riquezas pobres , y
cuan ricos eran en tal pobreza !
Bienaventurados los que son de esta ma-
nera pobres , porque de ellos es el reino
de los cielos. Tuve hambre , dirá el Rey
de los pobres y de los reyes en el dia
grande de su juicio , tuve hambre , y me
disteis de comer ; tuve frio, y me vestisteis
228 *
poseed el reino que os está preparado desde
la constitucion del mundo.
Ninguno deja de verse sin comodidades
en algunas ocasiones . Suele suceder , que
llega á nuestra casa un huésped á quien
debiéramos y quisiéramos cortejar ; pero
en aquella ocasion nos hallamos sin pro-
porcion para ello : otro no tiene que po-
nerse en un dia de gala , porque están en
otro lugar sus vestidos ricos sucede que
todos los vinos de la cuba se vuelven y
avinagran, y solo queda el malo y nuevo:
se halla uno en el campo en alguna venta
donde todo falta , y ni se encuentra ca-
ma , ni cuarto , ni mesa , ni quien sirva :
finalmente no hay cosa mas comun que
tener necesidad y falta de alguna cosa ,
por mas rico que uno sea : pues esto es
ser efectivamente pobre en cuanto á lo
que nos hace falta . Estos acaecimientos ,
Filotea , te han de ser agradables ; los has
de recibir con complacencia , y los has de
llevar con alegría .
Cuando te sucedan algunos contratiem-
pos , que poco ó mucho te empobrezcan ,
como tempestades , incendios , inundacio-
nes , esterilidad , robos y pleitos , entonces
es ocasion oportuna de practicar la pobre-
za , recibiendo con tranquilidad la dismi-
nucion de bienes , y acomodándote con
paciencia y constancia á este empobreci-
miento. Presentóse Esaú á su padre con
- 229--
las manos cubiertas de pelo, y del mismo
modo se presentó tambien Jacob ; pero á
Jacob , que tenia el pelo en los guantes y
no en su propio pellejo , se le hubieran
podido arrancar sin causarle dolor alguno
ni despellejarle ; mas si hubiesen intentado
arrancarle á Esaú el pelo que nacia de
su propio cútis , le hubieran causado mu-
cho dolor , y á fe á fe que hubiera dado
grandes gritos y se hubiera defendido con
todas sus fuerzas. Cuando los bienes están
pegados al corazon , nos causan mil que-
jas , impaciencias y disgustos , la tempes-
tad , los ladrones ó los pleitistas que se
llevan alguna parte de ellos ; pero si tene-
mos solamente el cuidado que Dios manda
de la hacienda , sin que arrastre nuestra
voluntad , no perderémos el conocimiento
ni la tranquilidad , aunque nos priven de
ella. Y vé aquí la diferencia que hay en
cuanto al vestido entre los brutos y los
hombres el de los brutos está pegado á
la carne , el de los hombres sobrepuesto ,
y así pueden quitársele y ponérsele cuando
quieren .
CAPÍTULO XVI.

Modo de practicar la riqueza de espíritu


entre la pobreza real.

Pero si eres realmente pobre , amada


Filotea , sé tambien pobre de espíritu , haz
230-
de la necesidad virtud , dale á esta piedra
preciosa de la pobreza la estimacion que
merece , que aunque su brillo no se ma-
nifiesta en este mundo , no por eso deja de
ser sumamente hermosa y de gran precio .
Tén paciencia , y sabe que vives en muy
buena compañía , porque tambien nuestro
Señor , nuestra Señora , los apóstoles y
otros muchos santos y santas fueron po-
bres , y aun pudiendo ser ricos , menos-
preciaron el serlo. ¿ Cuantos grandes en el
mundo , venciendo innumerables contra-
dicciones , fueron á buscar con indecible
solicitud la santa pobreza dentro de los
claustros y en los hospitales ? Mucha pena
les costó encontrarla , como lo pueden ates-
tiguar san Alejo, santa Paula , san Paulino .
santa Angela y otros muchos ; pero á ti
con mas predileccion , ó Filotea , ella mis-
ma te viene á buscar á tu casa : sin tra-
bajo y sin buscarla la has encontrado ;
abrázala , pues , como á una amiga querida
de Jesucristo , que nació , vivió Y murió
con pobreza , y la pobreza le sirvió como
de nutriz todo el tiempo de su vida.
Dos grandes ventajas tiene tu pobreza,
Filotea , que pueden acrecentar en gran
manera su mérito . La primera es que no
te ha venido por eleccion propia, sino por
voluntad . de Dios . únicamente ; pues él te
ha hecho pobre sin que tú lo hayas que-
rido , y es muy agradable á Dios lo que
231
recibimos únicamente de su mano , si lo
recibimos con gusto y por amor de su vo-
luntad santísima , y cuanto menos hay de
nuestro caudal , mas hay del de Dios ; por
lo cual una simple y mera aceptacion hace
que sea sumamente puro cualquier sufri-
miento.
El segundo privilegio de esta pobreza
es ser verdaderamente pobre. Cuando la
pobreza es alabada , acariciada , estimada ,
socorrida y amparada , tiene algo de ri-
queza , ó á lo menos no es enteramente
pobre ; pero cuando es despreciada , des-
pedida, reprochada y abandonada , enton-
ces es verdaderamente pobre . Tal es por
lo comun la pobreza de los seglares ; por-
que como no son pobres por su eleccion ,
sino por necesidad , no se hace mucho
caso de su pobreza , y por eso mismo es
mas pobre que la de los religiosos , bien
que esta tiene por otra parte una grande
excelencia, y es muy apreciable por razon
del voto y del fin con que la han abrazado .
No te quejes , pues , de tu pobreza ,
querida Filotea ; porque nadie se queja de
lo que no le disgusta , y si te disgusta la
pobreza , ya no eres pobre de espíritu ,
sino rica de afecto .
No te desconsueles de que no te socor-
ran como necesitas ; pues en esto consiste
la excelencia de la pobreza : querer ser
pobre y no sufrir incomodidad alguna , es
232 -
. ambicion desmesurada , porque es querer
la honra de la pobreza y la comodidad de
las riquezas .
No te avergüences de ser pobre ni de
pedir una limosna por Dios ; toma la que
te dén con humildad , y recibe con man-
sedumbre las negaciones : acuérdate del
camino que hizo nuestra Señora á Egipto,
llevando á su querido Hijo, y cuantos des-
víos , pobreza y miseria tuvo que sufrir.
Si tú vives de esta suerte , serás muy ri-
ca en medio de la pobreza.

CAPITULO XVII .

De la amistad , y primeramente de la que


es mala y frívola.

Es el amor la primera pasion del alma


y el rey de los movimientos del corazon ;
convierte en sí propio todas las demás co-
sas , y nos hace tales , cual es el objeto
amado y así has de poner, Filotea, gran
cuidado en no tener amor malo , porque
al punto toda tú serás mala ; pero de to-
dos los amores ninguno es mas peligroso
que la amistad , porque los demás pueden
existir sin trato ; mas la amistad , como
estriba en él, es casi imposible tenerla con
una persona sin participar de sus calidades .
No todo amor es amistad, porque puede
233 -
uno amar sin ser amado , y entonces ha-
brá amor , mas no amistad ; pues esta lo
primero es amor recíproco , y no siendo
recíproco no es amistad : lo segundo es
necesario á mas de esto , que las personas
que mutuamente se aman conozcan esta
recíproca aficion , pues si la ignoran , ten-
drán amor , pero no amistad lo tercero
se requiere que haya entre ellas alguna
especie de comunicacion que sirva de fun-
damento á la amistad .
Segun las diversas comunicaciones , es
tambien diversa la amistad , y las comu-
nicaciones se diferencian por la diferencia
de bienes que mutuamente se comunican :
si los bienes son engañosos y vanos , es la
amistad vana y engañosa ; si son verdade-
ros , es verdadera , y cuanto mas excelen-
tes sean , tanto mas excelente será la amis-
tad ; pues así como es mas exquisita la
miel sacada de flores mas exquisitas , así
el amor que se funda en la mejor comu-
nicacion es el mejor de todos ; y al modo
que en Heraclea del Ponto hay una miel
venenosa , que deja insensatos á los que
la comen , porque es formada del acónito ,
yerba que abunda mucho en aquella re-
gion ; así la amistad que se funda en la
comunicacion de bienes falsos y viciosos ,
es totalmente falsa y mala .
La comunicacion de los deleites carna-
les es una mutua propension y cebo brutal,
-234
que no puede llamarse amistad entre los
hombres ; así como no pudiera decirse con
semejante fundamento que tienen amistad
los jumentos y los caballos. Y si no hu-
biera en el matrimonio otra comunicacion
mas que esta , tampoco habria amistad ;
pero como en él hay tambien , á mas de
esta comunicacion , la de la vida , de la
industria , de los bienes , de los afectos y
de una fe indisoluble , por eso la amistad
del matrimonio es verdadera y santa .
La amistad fundada en comunicacion de
placeres sensuales es grosera é indigna del
nombre de amistad, y lo mismo la que se
funda en virtudes frívolas y vanas , por-
que tales virtudes dependen tambien de los
sentidos. Llamo placeres sensuales los que
pertenecen inmediata y principalmente á
los sentidos exteriores , como es el placer
de ver lo hermoso , de oir una voz agra-
dable , de tocar y otros semejantes : vir-
tudes frívolas llamo ciertas habilidades y
gracias vanas , que los espíritus débiles
tienen por virtudes y perfecciones . Si oyes
hablar á la mayor parte de las doncellas ,
de las mujeres y de los jóvenes , verás
que sin reparo dicen que un caballero es
virtuoso y adornado de muchas perfeccio-
nes , porque baila bien , juega bien á to-
dos los juegos , se viste bien , canta bien,
es decidor y tiene buena presencia ; y en-
tre los charlatanes pasan por mas virtuo-
235 -
sos los que son mas bufones ; pero como
todas estas cosas pertenecen á los senti-
dos , por eso se llaman sensuales las amis-
tades que en ellas se fundan , y mas bien
que amistad debieran llamarse liviandades:
tales son de ordinario las amistades de la
gente jóven , que solo se fundan en el bi-
gote , en los cabellos , en las miradas , en
los vestidos , en los gestos y en las habla-
durías : amistades correspondientes á la
edad de los sugetos que las tienen , cuyas
virtudes están en cierne , y cuyo juicio
está en la flor todavía : por eso estas amista-
des son pasajeras , y se deshacen como la
nieve herida del sol .

CAPÍTULO XVIII .

De los enamoramientos.

Llámanse enamoramientos estas amista-


des livianas cuando son entre personas de
diferente sexo y sin la mira de casarse
porque no merecen nombre de amistad ó
amor unos abortos, ó por mejor decir fan-
tasmas de amistad tan vanas é imperfec-
tas . Estas , pues , hacen que los corazones
de los hombres y las mujeres queden
aprisionados , empeñados y enlazados unos
con otros con aficiones vanas y locas ,
fundadas en las frívolas comunicaciones y
236 ―
ruines prendas de que acabamos de ha-
blar ; y aunque estos necios amores ordi-
nariamente pasan y se despeñan en car-
nalidades y lascivias muy torpes , con todo
no se proponen este fin los que en ellos
se emplean ; pues en tal caso ya no se-
rian enamoramientos , sino deshonestida-
des manifiestas . Muchas veces pasarán
años y años sin que entre los que están
contagiados de esta locura haya cosa al-
guna contraria directamente á la castidad
del cuerpo , porque se contentan única-
mente con que sus corazones se deshagan
en ansias , deseos , suspiros , galanterías
y otras tales monadas y vanidades llevados
de diversos fines.
Unos tienen por único designio saciar
sus corazones con hacer y recibir expre-
siones de amor , dejándose llevar de su
inclinacion amorosa , y estos tales eligen
los amores sin consultar mas que su gus-
to y propension , y así apenas encuentran
un objeto agradable , cuando sin examinar
su interior y su conducta , dan principio
á esta comunicacion de enamoramiento , y
se enredan en los miserables lazos de que
no podrán salir después sin gran trabajo.
Otros , llevados de la vanidad , tienen por
gran gloria prender y atar con el amor
los corazones , y estos como hacen la
eleccion por vanidad, ponen sus asechan-
zas , y tienden sus redes en lugares her-
- 237
mosos , elevados , escogidos é ilustres . Otros
son llevados de ambas cosas , esto es , de
la inclinacion amorosa y de la vanidad ;
pues aunque su corazon está propenso al
amor , no quieren sin embargo entregarse
á él sin sacar alguna ventaja de gloria.
Todas estas amistades son malas , locas y
vanas malas , porque van á parar final-
mente en el pecado carnal , y roban el
amor , y por consiguiente el corazon á
Dios y á la esposa ó al marido á quienes
se les debe locas , porque no tienen fun-
damento ni razon : vanas , porque no
producen honra ni contentamiento alguno,
antes por el contrario hacen perder tiem-
po , perjudican á la honra , y todo el pla-
cer que producen es una solicitud conti-
nua de pretender y esperar , sin saber lo
que esperan ó pretenden ; porque les pa-
rece siempre á estos espíritus débiles y
miserables que tienen no sé qué de ape-
tecible las pruebas que mutuamente se dan
de amor recíproco ; pero como no saben
decir lo que es , no pueden tener fin sus
deseos , que permanecen siempre oprimien-
do sus corazones con perpetuas descon-
fianzas , celos é inquietudes .
Maravillas dijo sobre esto san Gregorio
Nacianceno escribiendo contra las mujeres
vanas copiarémos un breve pasaje , que
aunque habla con las mujeres , puede ser
tambien muy útil á los hombres . « Tu na-
- 238
tural hermosura , dice , basta para tu ma-
rido ; pero si es para muchos hombres,
como red tendida á una bandada de pá-
jaros , ¿ qué vendrá á suceder ? alguno te
agradará , y se agradará de tu hermosu-
ra; corresponderás á sus ojeadas con ojea-
das , á sus miradas con miradas : seguirá
después el sonreirse y decirse algunas pa-
labritas amorosas dejadas caer con disimu-
lo á los principios ; pero bien presto se
les tomará el gusto , y pasarán á ser re-
quiebros manifiestos. Lengua mia locuaz,
no pases mas adelante. Pero diré sin em-
bargo esta verdad ; de cuanto dicen ó ha-
cen los jóvenes y las mujeres juntos en
estas locas conversaciones , nada hay que
no cause violentos estímulos ; pues todas
estas bagatelas amorosas tienen conexion
entre sí , y se siguen unas á otras : así
como el hierro tocado del imán vá con-
secutivamente atrayendo otros muchos
hierros. »
¡ Qué bien dice este gran prelado ! Pe-
ro dime ¿ qué pretendes ? & que se enamo-
ren de ti ? ¿ no es esto ? Pues sabe que
nadie procura voluntariamente que se ena-
moren de él, sin que por precision quede
enamorado : en este juego el que coge es
cogido. Así como la yerba apróxis se en-
ciende si la ponen delante del fuego ; así
nuestro corazon apenas vé una alma ena-
morada de él , cuando sin dilacion queda
239
inflamado por ella . Yo bien quiero enamo-
rarme , dirá alguno , pero sin mucho em-
peño : ¡ ay, cómo te engañas ! El fuego del
amor es mas activo y penetrante de lo que
piensas tú quieres que entre una chispa
no mas , y quedarás atónito al ver que en
un momento se ba apoderado de todo tu
corazon, y ha convertido en cenizas todos
tus propósitos , y tu reputacion en humo.
¿ Quien tendrá compasion , exclama el Sa-
bio ( Eccli. 12 , v. 13 ) , de un encantador
mordido por la serpiente ? Y yo digo con
él creeis , necios é insensatos , poder
encantar el amor para manejarle - como
querais ? pensais burlaros de él , pero él
os picará y morderá peligrosamente y
sabeis lo que se dirá entonces de vosotros ?
todos se burlarán y reirán de ver que qui-
sisteis encantar al amor 9 y que con falsa
seguridad os atrevisteis á abrigar en vues-
tro seno una peligrosa culebra , que os ha
dañado y perdido en el alma y en la honra .
O Dios ! qué ceguedad jugar al fiado
sobre prendas tan frívolas la parte princi-
pal del alma ! Así es , Filotea ; pues Dios
quiere al hombre por el alma, el alma por
la voluntad , y la voluntad por el amor.
¡ Ay de mí ! no tenemos ni con mucho el
amor que necesitamos , pues solo siendo
infinito , podria ser bastante para amar á
Dios : pero ay, cuan miserables somos ! No
obstante le malbaratamos y empleamos en
240 -
cosas necias , vanas y frívolas , como si
tuviéramos amor de sobra . Pero ¡ ay , que
aquel gran Dios , que solo se ha reservado
el amor de nuestras almas en reconocimien-
to de haberlas criado , conservado y redi-
mido , nos pedirá una cuenta muy estrecha .
de estos locos descuentos que hacemos ! y
si de las palabras ociosas ha de hacer una
exacta pesquisa , ¿ qué hará de las amista-
des ociosas, inútiles, necias y perjudiciales ?
Así como el nogal es muy dañoso á las
viñas ó campos en que está plantado , por-
que , como es tan grande , chupa todo el
jugo de la tierra , y no deja el suficiente
para alimentar las demás plantas , y por-
que , siendo su copa muy espesa , hace
una sombra densa y extendida , y final-
mente porque los pasajeros se llegan á él,
y por coger su fruta , echan á perder y
pisan todo lo que hay al rededor : así
estos enamoramientos hacen al alma seme-
jantes daños ; pues la ocupan de tal modo ,
y se llevan con tal poderío sus afectos ,
que después que no la dejan fuerzas para
ninguna buena obra , las hojas , esto es,
los entretenimientos , diversiones y feste-
jos son tan frecuentes , que en ellos se
desperdicia todo el tiempo , y finalmente
atraen tantas tentaciones , distracciones ,
sospechas y otras consecuencias , que el
corazon está totalmente hollado y corrom-
pido. En una palabra , los enamoramien-
--- 241
tos destierran no solo el celestial amor ,
sino aun tambien el temor de Dios , qui-
tan al alma su vigor , disminuyen la re-
putacion y por decirlo todo de una vez ,
son entretenimiento de las cortes , pero
peste de los corazones.

CAPÍTULO XIX .

De las amistades verdaderas.

Ama á todos , Filotea , con mucho


amor de caridad ; pero ten amistad solo
con los que pueden comunicar contigo co-
sas virtuosas , y cuanto mas excelentes
sean las virtudes que entren en esta co-
municacion , tanto mas perfecta será tu
amistad . Será ciertamente muy laudable si
comunicas acerca de las ciencias ; mucho
mas si comunicas acerca de las virtudes ,
prudencia , templanza , fortaleza y justi-
cia pero si esta mutua y recíproca co-
municacion fuese acerca de la caridad ,
devocion y perfeccion cristiana , ¡ ó Dios
mio , qué amistad tan preciosa ! será ex-
celente, porque viene de Dios ; excelente ,
porque va á Dios ; excelente, porque su
vínculo es Dios ; excelente , porque durará
para siempre en Dios. ¡ Qué bueno es
amar en la tierra como se ama en el cie-
lo , y aprender á amarse mutuamente en
16
- 242-
este mundo como nos amarémos eterna-
mente en el otro ! No hablo aquí del me-
ro amor de caridad , porque este le debe-
mos tener á todos los hombres ; hablo de
la amistad espiritual con que dos , tres ó
mas almas se comunican su devocion y
sus afectos espirituales , haciéndose todas
entre sí una alma sola : con razon pueden
cantar almas tan dichosas : ¡ 0 cuan bueno
y cuan agradable es habitar los hermanos
unidos ! ( ps. 132 , v . 1 ) . Así es , porque
el precioso bálsamo de la devocion va
destilando de un corazon en otro por me-
dio de una participacion contínua , de
modo , que sobre tal amistad se puede
decir que Dios derrama su bendicion y
vida por los siglos de los siglos.
Todas las demás amistades me parecen
sombras comparadas con estas , y sus
vínculos cadenas de vidrio ó de frágil es-
malte en comparacion del poderoso víncu-
lo de la santa devocion que es de oro
puro.
No trabes otra especie de amistad : ha-
blo de las amistades que haces tú misma ;
pues no por esto se han de abandonar ni
despreciar las amistades , cuya continua-
cion exigen la naturaleza y las obligacio-
nes anteriores' , como es la de los parien-
tes , allegados , bienhechores , vecinos y
otros solamente trato de las amistades
que por eleccion propia contraes.
243 -
Muchos acaso te dirán , que no se de-
be tener amistad ó afecto. particular , sea
el que fuere , porque esto ocupa el cora-
zon , distrae el espíritu , y produce envi-
dias ; pero en esto padecen equivocacion ,
nacida de haber visto en los escritos de
muchos santos y autores ascéticos , que
las amistades particulares y aficiones ex-
traordinarias son sumamente dañosas á los
religiosos ; de donde infieren que debe en-
tenderse lo mismo de los demás hombres ,
sobre lo cual hay mucho que decir ; pues
como en un monasterio bien arreglado los
designios comunes de todos se dirigen á
la verdadera devocion , no es necesario
allí tener estas particulares comunicacio-
nes, antes bien debe temerse que buscan-
do como particular lo que ha de ser co-
mun , se pueda pasar de las particularida-
des á las parcialidades : mas los que vi-
viendo entre los mundanos abrazan la ver-
dadera virtud , necesitan unirse unos con
otros por medio de una santa y sagrada
amistad con que se animen , ayuden y
conlleven hácia el bien . Y al modo que
los que van por un camino llano no ne-
cesitan darse la mano , pero los que van
por caminos escabrosos y resbaladizos ,
se tienen que aŝir unos á otros para ca-
minar mas seguros ; así los que están en
religion no necesitan amistades particula-
res ; pero las necesitan los que viven en
- 244 —
el mundo para asegurarse y socorrerse
mutuamente en los malos pasos por donde
han de caminar precisamente. Como en el
mundo no conspiran todos á un mismo fin ,
ni están animados de un mismo espíritu ,
es preciso apartarse y hacer amistades
proporcionadas á lo que pretendemos , y
aunque esta particularidad forma verdade-
ramente una parcialidad , es parcialidad
santa , que si causa division, es apartando
el bien del mal , los corderos de los cabri-
tos , y las abejas de los zánganos ; divi-
sion sumamente necesaria .
Nadie puede negar que nuestro Señor
amó con mas tierno y especial amor á
san Juan , á Lázaro , á Marta y á Magda-
lena , porque la Escritura lo testifica : sa-
bemos que san Pedro queria tiernamente
á san Marcos y á santa Petronila , así co-
mo san Pablo á Timoteo y á santa Tecla :
san Gregorio Nacianceno se gloria repeti-
das veces de la incomparable amistad que
tenia con san Basilio Magno , y la descri-
be de este modo : « Parecia que en noso-
tros dos habia una alma sola en dos cuer-
pos , y aunque no se debe dar crédito á
los que dicen que todas las cosas están en
todas las cosas , con todo pueden creernos
que nosotros dos estábamos cada uno en
el otro mutuamente . Un solo querer te-
níamos entrambos , que era practicar la
virtud y arreglar el fin de nuestras accio-
- 245 -
nes á las esperanzas futuras, saliendo por
este medio de la tierra mortal aun antes
de morir . San Agustin testifica que san
Ambrosio amaba á santa Mónica tierna-
mente por las extraordinarias virtudes que
veia en ella , y que ella recíprocamente
le amaba como á un ángel de Dios ( Conf.
lib . 4, c. 1 ).
Pero en vano te detengo en cosa tan
clara . San Gerónimo , san Agustin , san
Gregorio y todos los mayores siervos de
Dios tuvieron amistades muy particulares
sin menoscabo de su perfeccion . San Pa-
blo , echando en cara á los gentiles su
desvío, los acusa de haber sido gentes sin
afectos , esto es , que no habian tenido
amistad alguna ; y santo Tomás dice , con
todos los buenos filósofos , que la amistad
es virtud , y nótese que habla de la amis -
tad particular , puesto que , como él mis-
mo dice , la amistad perfecta no puede
extenderse á muchas personas . No consis-
te, pues, la perfeccion en no tener amis-
tad , sino en no tener amistad que no sea
buena , santa ý sagrada .

CAPÍTULO XX .

De la diferencia que hay entre las amista-


des verdaderas y las vanas.

Voy á darte un aviso muy importante,


16*
246 --
Filotea la miel de Heraclea , que es tan
venenosa , como hemos dicho , se parece
mucho á la otra saludable , por lo cual
hay gran peligro de equivocarlas una con
otra ó de mezclarlas , y entonces la bon-
dad de la una no corregirá la malignidad
de la otra . Conviene , pues , estar alerta
para no engañarse en estas amistades , y
mas cuando se contraen entre personas de
diferente sexo con cualquier pretexto que
sea , porque muchas veces cambia Sata-
nás los afectos de los que aman ; se em-
pieza por amor virtuoso , mézclase después
el amor sensual y finalmente el carnal :
así que aun en el mismo amor espiritual
hay riesgo si no se está con cuidado ; bien
que en este no es tan fácil engañarse , por-
que en su pureza y blandura son mas visi-
bles las manchas que quiere echar el de-
monio ; por lo cual cuando lo intenta, usa
de mas sutileza , y procura que se resba-
len las impurezas casi insensiblemente .
Distinguirás la amistad mundana de la
santa y virtuosa , del mismo modo que se
distingue de la otra la miel de Heraclea :
esta es mas dulce al paladar que la comun ,
porque el acónito aumenta la dulzura :
tambien la amistad mundana presenta or-
dinariamente gran copia de palabras melo-
sas , de adulaciones , de expresiones tiernas
y de lisonjas , celebrando la hermosura ,
gracia y prendas exteriores ; pero el len-
- 247
guaje de la amistad santa es sencillo y
sincero , solo alaba la virtud y la gracia
de Dios , que es el único fundamento en
que estriba la miel de Heraclea comida
trastorna la cabeza , y la falsa amistad
trastorna el espíritu de quien la tiene , ha-
ciéndole titubear en la castidad y devo-
cion , induciéndole á miradas artificiosas ,
lisonjeras é inmoderadas , á caricias sen-
suales , á desordenados suspiros, á quejas
de no ser correspondido , á ciertos ade-
manes lisonjeros , pero afectados y halagüe-
ños , á galanterías , á procurar ósculos y
otras particularidades y favores atrevidos,
presagios ciertos é indubitables de la cer-
cana ruina de la honestidad ; pero los
ojos de la amistad santa son siempre cas-
tos y sencillos , sus caricias puras y sin-
ceras , los suspiros solo van al cielo , las
particularidades solo para el espíritu, y las
quejas solo cuando Dios no es amado , se-
ñas infalibles de honestidad : la miel de
Heraclea turba la vista ; la amistad mun-
dana turba el juicio de tal manera , que
los que están infectos de ella piensan obrar
bien cuando obran mal , y juzgan razones
sólidas sus excusas , pretextos y palabras ,
temen la luz y apetecen las tinieblas ; pe-
ro la amistad santa tiene clara la vista, y
no se esconde , antes comparece gustosa
delante los buenos : finalmente la miel de
Heraclea deja un grande amargor de bo-
248
ca ; así tambien las amistades falsas se
convierten y paran en palabras y preten-
siones carnales hediondas , y si no son
admitidas , en injurias , calumnias , impos-
turas , melancolías , confusiones y celos ,
que suelen terminar muchas veces en bru-
talidad y locura ; pero la amistad casta
siempre es igualmente honesta , civil , ami-
gable , y no se convierte en otra cosa
que en una mas perfecta y pura union de
espíritus , imágen viva de la amistad biena-
venturada que se profesa en el cielo .
Dice san Gregorio Nacianceno , que cuan-
do grazna el pavo real , formada la rueda
y encrespadas sus plumas , provoca fuer-
temente á sensualidad á las hembras que
le oyen así tambien pavonearse el hom-
bre, engalanarse y llegar á requebrar , cu-
chichear y hablar en secreto y á la oreja
á una mujer ó doncella , sin el fin justo
de casarse, solo puede ser para provocar-
la á la impureza . Por tanto debe la mujer
honrada cerrar sus oidos para no escuchar
el graznido de este pavon y la voz del
encantador que sagazmente pretende en-
cantarla ; pues escucharle jó Dios ! será
fatal agüero de la futura pérdida de su
corazon.
Los jóvenes que hacen señas , gestos y
caricias , ó dicen palabras que no quisie-
ran que oyesen sus padres, madres, mari-
dos, mujeres ó confesores, en esto mismo
249
dan prueba de que tratan asuntos ajenos
del honor y de la conciencia . Nuestra Se-
ñora se turba viendo un ángel en forma
humana , porque está sola , y porque el
ángel la alaba con elogios desmedidos ,
aunque celestiales . ¿ O Salvador del mun-
do ! teme la pureza misma á un ángel en
forma humana ; pues & porqué , quien es
la misma impureza , no ha de temer á un
hombre , aunque sea en figura de ángel ,
cuando la alaba con elogios sensuales y
humanos ?

CAPÍTULO XXI.

Avisos Y remedios contra las amistades


malas.

Pues ¿ qué remedio contra esta casta y


hormiguero de amores necios , locuras é
impurezas ? Apenas percibas los primeros
movimientos , vuélvete inmediatamente á
la parte contraria , y detestando del todo
estas vanidades , corre á la cruz del Sal-
vador , toma su corona de espinas , y pon-
la al rededor de tu corazon para que no
puedan acercarse á él estas raposillas .
Guárdate de tratar de composicion alguna
con este enemigo : no digas le escucharé ,
pero no haré nada de lo que me diga ; le
daré oidos , pero le negaré el corazon . Por
Dios , Filotea mia , sé muy rigurosa en
250
tales ocasiones , que el corazon y los oi-
dos tienen mutua correspondencia , y así
como es imposible detener un torrente que
ha empezado á bajar por la pendiente de
una montaña ; así tambien es difícil estor-
bar que el amor , cuando ha llegado á caer
en el oido , deje de continuar cayendo
hasta el corazon . Dice Alcmeon , aunque
Aristóteles lo niega , que las cabras no
respiran por las narices sino por las ore-
jas yo no sé lo que hay en esto , pero
lo que sí sé es que nuestro corazon res-
pira por los oidos ; pues así como aspira
por la boca , por la cual exhala sus pen-
samientos , así por los oidos respira , reci-
biendo los pensamientos de los otros . Guár-
demos , pues , cuidadosamente los oidos
del aire de las palabras necias , porque si-
no pronto quedará inficionado el corazon .
No escuches proposicion alguna , sea con
el pretexto que fuere : pues en esta mate-
ria no importa ser incivil y grosera.
Acuérdate de que has consagrado tu co-
razon á Dios , y que habiéndole consagra-
do tu amor , seria sacrilegio quitarle una
partecita . Antes bien vuélvesele á consa-
grar de nuevo , haciendo mil resoluciones
y protestas , y manteniéndote entre ellas
como un ciervo en su fuerte ; invoca á
Dios , que él te socorrerá , y su amor re-
cibirá bajo su proteccion el tuyo , para
que viva únicamente para él .
251 --
Pero si ya estás presa en las redes de
estos locos amores , ¡ ó Dios , cuan difi-
cultoso es que te desprendas ! Ponte en su
divina presencia ; reconoce á su vista tu
gran miseria , flaqueza y vanidad , y des-
pués , esforzando el corazon cuanto pue-
das , detesta los comenzados amores , ab-
jura la vana profesion que has hecho de
ellos , renuncia todas las promesas reci-
bidas , y con voluntad plena y absoluta
contén tu corazon , resolviéndote á no
volver jamás á esos juegos y entreteni-
mientos amorosos .
Si puedes apartarte del objeto , será lo
mejor porque así como los que han sido
mordidos de la serpiente , con dificultad
se curan á vista de los que en otro tiem-
po fueron heridos de la misma mordedura;
así la persona picada de amor , dificilmen-
te curará de esta pasion mientras esté cer-
ca de la otra que ha padecido la misma
picadura. Sirve mucho la mutacion de lu-
gar para calmar los ardores é inquietudes
del dolor ó del amor : san Ambrosio cuen-
ta de un mancebo en el libro segundo de
la Penitencia, que habiendo hecho un lar-
go viaje , volvió enteramente libre de los
necios amores que antes habia tenido , y
tan cambiado , que encontrándole su loca
amante , y diciéndole : ¿ qué , no me cono-
ces ? mira que soy la misma ; sí , respon-
dió él , pero yo no soy el mismo y es
252 -
que la ausencia habia causado esta muta-
cion dichosa . De sí mismo refiere san Agus-
tin , que para mitigar el dolor que le afli-
gia por la muerte de un amigo , salió de
Tagaste , donde sucedió la desgracia , y
se fué á Cartago.
¿ Y qué ha de hacer el que no puede
ausentarse ? Es absolutamente necesario
cortar toda conversacion particular , trato
secreto , miradas tiernas , sonrisas , en una
palabra , toda especie de comunicacion y
cebo que pueda servir de pábulo á un
fuego que tal hedor y tan denso humo
despide ; ó á lo mas , si es forzoso ha-
blar al cómplice , ha de ser para declarar-
le con una protesta resuelta , breve y se-
vera el divorcio eterno que se le ha jura-
do. Con cualquiera que haya caido en las
asechanzas de los enamoramientos hablo ,
y le digo con cuanta eficacia puedo corta ,
divide, rompe , no te detengas á descoser
estas locas amistades , rásgalas ; no desa-
tes las ligaduras , rómpelas ó córtalas ;
así que así estas ataduras y cordeles nada
valen. No se debe usar de condescenden-
cia con un amor tan contrario al amor de
Dios .
Pero aun después de rotas las cadenas
de esta infame esclavitud , todavía me re-
sentiré algun tanto , y me quedarán seña-
les y marcas de los grillos en los piés , es-
to es ,
en mis afectos. No quedarán, Filo-
253 --
tea , con tal que hayas detestado tu mal
tanto como merece ; porque en tal caso no
sentirás mas movimiento que un sumo hor-
ror de este amor infame y de todo cuanto
tiene conexion con él , ni conservarás mas
afecto al objeto abandonado que una cari-
dad muy pura y con respeto á Dios ; pero
si por ser imperfecto tu arrepentimiento ,
te quedan aun inclinaciones malas , busca
la interior soledad del alma que antes te
dije ; retírate á ella lo mas que puedas ; y
por medio de muchas y repetidas aspira-
ciones, renuncia tus inclinaciones y detés-
talas con todas tus fuerzas lee libros de-
votos con mas frecuencia que otras veces :
confiésate mas á menudo que acostumbras ,
y comulga trata , si puedes , humilde y
claramente con tu director de todas las
sujestiones y tentaciones que acerca de esto
te sobrevinieren , y si no , á lo menos con
alguna persona fiel y prudente , y no du-
des que Dios te librará de todas las pa-
siones, con tal que continúes fielmente en
estos ejercicios.
Es ingratitud , me dirás , romper tan
desapiadadamente una amistad . O feliz.
ingratitud , que nos hace agradables á los
ojos de Dios ! Pero créeme , Filotea , no
será ingratitud , sino hacer un gran bene-
ficio al amante ; porque rompiendo tus
prisiones , romperás las suyas , que unas
mismas os aprisionaban á entrambos , y
17
254
aunque él por entonces no conozca su fe-
licidad , la reconocerá bien presto, y can-
tará contigo en accion de gracias : 10
Señor ! rompido habeis mis ataduras : yo
os sacrificaré una hostia de alabanza, é in-
vocarévuestro nombre santo ( ps . 115 , v . 7) .

CAPÍTULO XXII.

Algunos avisos mas acerca de las amistades.

Aun me queda sobre este particular


una advertencia muy importante : como la
amistad entre los amantes requiere mucho
trato, sin el cual ni puede nacer ni subsis-
tir, suelen entrarse juntas con la comunica-
cion de la amistad otras muchas comunica-
ciones, resbalándose sin sentir de corazon
en corazon ; pues mutuamente se infunden,
y como que destilan uno en otro sus afec-
tos, inclinaciones é impresiones : y esto es-
pecialmente sucede cuando estimamos mu-
cho á la persona amada ; porque entonces
franqueamos tanto el corazon á su amis-
tad , que fácilmente se introducen con ella
todas las inclinaciones é impresiones bue-
nas ó malas ; así como las abejas de He-
raclea , aunque no buscan en el acónito
mas que miel , chupan insensiblemente
con ella las calidades venenosas de aque-
Ila planta. Conviene pues , Filotea , prac-
255 -
ticar en esta materia la advertencia que
solia dar el Salvador de nuestras almas ,
segun dicen los antiguos : Sed buenos
cambiantes y monederos , esto es no re-
cibais la moneda falsa entre la buena , ni
el oro de baja ley entre el fino separad
lo precioso de lo vil . Así ha de ser por-
que no hay casi ninguno que no tenga sus
defectos , y ¿ porqué bemos de recibir
con la amistad las tachas é imperfeccio-
nes del amigo ? Cierto es que debemos
amarle , aunque sea imperfecto ; pero no
debemos amar ni recibir sus imperfeccio-
nes , pues la amistad requiere comunica-
cion del bien , no del mal. Así como los
que sacan la arena del Tajo , recogen el
oro que entre ella se encuentra , y dejan
la arena en las orillas ; así los que tienen
la comunicacion de una buena amistad , de-
ben apartar la arena de las imperfeccio-
nes , y no dejar que se introduzca en su
alma . Asegura san Gregorio Nacianceno,
que muchos amantes y admiradores de
san Basilio se dejaban llevar del deseo de
imitarle hasta en sus imperfecciones exte-
riores, en su modo lento de hablar, en el
espíritu abstraido y pensativo, y hasta en
Ja forma de la barba y en la manera de
andar y tambien nosotros vemos maridos ,
mujeres , hijos y amigos , que formando
gran concepto de sus amigos , padres , ma-
ridos y mujeres , con el comercio de amis-
256
tad que tienen entre sí , adquieren , ó por
condescendencia ó por imitacion , mil ca-
prichos malos , aunque levemente. Por
ningun motivo se debe hacer esto , que
bastantes son las malas inclinaciones que
cada uno tiene , sin cargarse con las de
otros lejos de requerir tal cosa la amis-
tad , exige por el contrario que nos ayu-
demos mutuamente para librarnos unos á
otros de todas las imperfecciones : debe-
mos sin duda sufrir con dulzura las fla-
quezas de nuestros amigos , mas no in-
ducirlos á ellas , y mucho menos contraer-
las nosotros.
Pero hablo solamente de las imperfec-
ciones ; porque en cuanto á pecados , ni
se ha de inducir al amigo á ellos , ni aun
se le deben sobrellevar : amistad que vien-
do perecer al amigo no le socorriese , Y
mirándole cercano á morir de una aposte-
ma, no osase darle el lancetazo de la cor-
reccion para salvarle , seria débil ó mala :
la amistad verdadera y viva no puede sub-
sistir entre pecados . Se dice que la salaman-
dra apaga el fuego en que se arroja ; el pe-
cado , sí, que destruye la amistad en que se
aposenta; porque si el pecado es pasajero, de
ordinario le ahuyenta la amistad con la
correccion , y si permanece y se detiene,
al punto se acaba la amistad , que solo
puede subsistir sobre el fundamento de la
verdadera virtud y siendo esto así , mu-
- 257 -
cho menos se debe pecar por la amis-
tad , pues es verdadero enemigo el amigo
que quiere inducirnos á pecar , y merece
perder la amistad el que pretende perder
y condenar á su amigo . Por esto una de
las señales mas ciertas de amistad falsa es
ser con persona viciosa , sea en la especie
de pecados que fuere : si es vicioso el
amado , sin duda será viciosa la amistad ,
que no pudiendo tener por objeto la ver-
dadera virtud , mirará ciertamente á al-
guna virtud engañosa ó prenda sensual .
De la compañía que forman entre sí los
comerciantes para las ganancias tempora-
les solo se puede decir, que es imágen de
la amistad verdadera ; porque no se hace
por amor de las personas , sino por amor
de la ganancia.
Por conclusion sirvan de columnas fir-
mísimas para asegurar bien la vida cris-
tiana estas dos divinas sentencias , una del
Sabio , que dice ( Eccli. c. 6, 17 ) : El que
teme á Dios, igualmente tendrá buena amis-
tad ; y otra de Santiago ( c. 4, v . 4 ) : La
amistad de este mundo es enemiga de Dios.

CAPÍTULO XXIII .

De los ejercicios de la mortificacion exterior.

Dicen algunos que tratan de agricultura


y de cosas del campo , que si en una al-
258
mendra bien entera se escribe cualquiera
palabra , y poniéndola después dentro de
su cáscara , esta se cierra y une perfecta-
mente , y se planta de este modo , el ár-
bol que nazca producirá todas las almen-
dras con la misma inscripcion . Sea de esto
lo que fuere , yo jamás he aprobado el
método de algunos , que empiezan á re-
formar el hombre por el exterior, por los
movimientos , por los vestidos y por los
cabellos .
Al contrario me parece á mí , que se
ha de dar principio por el interior : Con-
vertíos á mí de todo vuestro corazon , `dice
Dios ( Joel c. 2. v . 12 ) ; hijo mio : dame
tu corazon ( Prov. c. 23, v . 26 ) ; porque
siendo el corazon el principio de las accio-
nes , estas son tales cual es él. Ponme,
dice el Esposo divino convidando al alma ,
ponme como un sello sobre tu corazon, como
un sello sobre tu brazo ( Cant. c. 8, v. 6 ) ;
y con razon , pues quien tenga en su co-
razon á Jesucristo , bien presto le tendrá
en todas sus acciones exteriores . Por eso,
amada Filotea , ante todas cosas he que-
rido grabar y esculpir en tu corazon esta
expresion santa y sagrada : VIVA JESUS , ase-
gurado de que con esto tu vida , que pro-
cede del corazon , como el almendro nace
de la almendra , producirá todas las accio-
nes , que son sus frutos , con esta misma
saludable expresion , grabada y esculpida ;
259
y de que así como el dulcísimo Jesus vivi-
rá dentro de tu corazon , así tambien vivi-
rá en todas tus acciones y se dejará ver en
tus ojos , en tu boca , en tus manos y
aun en tus cabellos , y podrás decir como
san Pablo ad Gal. c. 2 , v. 20 ) : Vivo yo,
pero ya no yo ; vive en mí Jesucristo. En
una palabra es dueño de todo el hombre
quien es dueño de su corazon ; pero como
tambien al corazon , por donde quiero dar
principio , es necesario instruirle de cómo
ha de ordenar su porte y exterior continen-
te , para que se deje ver allí no solo la
santa devocion , sino tambien gran discre-
cion y prudencia , voy á darte con breve-
dad muchas advertencias para ello .
Si puedes llevar el ayuno , convendrá
que ayunes algunos dias mas que los de
precepto de la Iglesia, porque con el ayu-
no , además de levantar el espíritu , repri-
mir la carne , practicar la virtud y ganar
mayor recompensa en el cielo, que son sus
regulares efectos , se adquiere un gran
bien en mantener la posesion de tratar con
dureza á la glotonería , y tener el apetito
sensual y el cuerpo sujetos á la ley del es
píritu ; y aunque no ayunemos mucho , con
todo el enemigo nos teme mas cuando co-
noce que sabemos ayunar. Los antiguos
cristianos guardaban abstinencia , particu-
larmente los miércoles , viérnes y sábados ;
y así de estos dias puedes tomar los que
260-
tu devocion y la prudencia de tu director
te dictaren. Convengo desde luego en lo
que escribia san Gerónimo á la virtuosa
matrona Leta Mucho me desagradan los
ayunos largos é inmoderados , particular-
mente entre las personas de tierna edad,
porque la experiencia me ha enseñado
que el jumentillo , cuando está muy can-
sado del camino , busca el modo de sa-
lirse de él : quiero decir , que los jóvenes
que enferman por el exceso de los ayunos ,
suelen volverse á la vida delicada . Así I
como los ciervos corren poco en dos
tiempos , esto es, cuando están demasiado
gordos y cuando están demasiado flacos ;
así tambien nosotros estamos muy expues-
tos á las tentaciones cuando el cuerpo está
alimentado con demasía y cuando está
demasiado descaecido ; porque lo uno le
hace insolente con la comodidad , y lo
otro con la incomodidad le hace desespe-
rado : no podemos con él cuando está
muy grueso , y él no puede con nosotros
cuando está muy flaco . La falta de mode-
racion en los ayunos , disciplinas , cilicios
y asperezas dejan á muchos en los mas
preciosos años de su vida incapaces de
ejercer obras de caridad , como sucedió á
san Bernardo, que sentia haber practicado
demasiadas austeridades ; y estos tales, por
lo mismo que han maltratado su cuerpo
al principio , se vén obligados á lisonjearle
261
al fin. No hubiera sido mejor tratarle
siempre de un mismo modo con propor-
cion á los oficios y trabajos á que su con-
dicion les obliga ?
Así el ayuno como el trabajo sirven pa-
ra macerar y abatir la carne ; con que si
el trabajo en que te has de emplear es ne-
cesario ó muy útil para la gloria de Dios,
mas quisiera yo que sufrieses la pena del
trabajo que la del ayuno de esta manera
piensa la Iglesia , que dispensa aun los
ayunos de precepto por las fatigas útiles
al servicio de Dios y del prójimo . Uno se
mortifica en ayunos , y otro en servir á
los enfermos , visitar á los encarcelados ,
confesar , predicar , consolar á los afligi-
dos , orar y otros semejantes ejercicios ;
pues esta mortificacion es mas preciosa
que aquella , porque , á mas de que mor-
tifica como ella , produce otros frutos mas
apetecibles. Y por tanto , hablando en ge-
neral , mejor es conservar algunas fuerzas
corporales mas de las precisas , que no
destruir mas de las que conviene ; porque
siempre estamos á tiempo de destruir
cuando nos parezca , y no siempre lo es-
tamos de reparar cuando queremos.
Debemos mirar con gran reverencia el
dicho de Jesucristo nuestro señor y reden-
tor á sus discípulos ( Luc. c. 10 , v . 8 ) :
Comed lo que os pongan delante. A mi en-
tender , comer sin eleccion lo que le pon-
17*
- 262
gan á uno delante y con el mismo órden
que se le dén , sea ó no sea á su gusto ,
es mayor virtud que escoger siempre lo
peor ; pues aunque este último modo de
vivir parece mas austero , el otro es mas
resignado, porque en él no solo se renun-
cia el propio gusto , sino tambien la pro-
pia eleccion, y no es poca austeridad vol-
ver el gusto á todas partes , y tenerle su-
jeto á cualquier acaecimiento ; á lo cual
se añade , que esta especie de mortifica-
cion no es visible ni incomoda á nadie y
es la mas propia de la vida civil . No que-
rer un manjar para tomar de otro , picar
y probar todos los platos , no encontrar
nada bien guisado ni bastante limpio, ha-
cer gestos á cada bocado , son muestras
de un corazon flaco , que pone su atencion
en los platos y en las escudillas . Cuando
en vez de agua ó vino veo beber aceite á
san Bernardo , le juzgo mas digno de ala-
banza que si con reflexion y estudio hu-
biese bebido agua de ajenjos ; porque es
prueba clara de que no pensaba lo que
bebia, y en este descuido de lo que se ha
de comer ó beber consiste la perfecta prác-
tica de aquella sagrada sentencia : Comed
lo que os pongan delante. Con todo, de es-
ta regla exceptuo los manjares dañosos á
la salud ó que perturban la razon , como
son , para muchas, las cosas cálidas y car-
gadas de especias , las que se suben á la
- 263
cabeza ó son flatulentas y tambien ex-
ceptuo aquellas ocasiones en que la natu-
raleza necesita recreo y auxilio para po-
der llevar algun trabajo de la gloria de
Dios. Mas vale una sobriedad moderada y
continua , que guardar mucha abstinencia
unas temporadas , y tener otras gran re-
Jajacion.
Si se usa con moderacion la disciplina,
es sumamente eficaz para dispertar el gus-
to de la devocion : el cilicio es muy po-
deroso para macerar el cuerpo ; pero por
lo comun no es conveniente á los casados ,
ni á los de complexion delicada , ni á los
que han de sufrir otros grandes trabajos :
con todo , en los dias mas señalados de
penitencia podrán usar de él con el dic-
támen de un confesor discreto .
Para el sueño cada uno ha de tomar de
la noche aquel tiempo que segun su com-
plexion necesita , para velar bien y con
utilidad todo el dia. Y pues la sagrada
Escritura en muchos lugares , el ejemplo
de los santos , y aun la razon natural nos
recomiendan encarecidamente la madruga-
da , como la mejor y mas útil parte del
dia ; y pues nuestro Señor toma el nombre
de sol que sale , y nuestra Señora el de
aurora del dia , téngo por práctica virtuo-
sa el recogerse á dormir temprano por la
noche para levantarse bien de madrugada :
este tiempo es ciertamente el mas agra-
264
dable y dulce , y el mas desembarazado :
aun los pajarillos nos provocan en él á le-
vantarnos y alabar á Dios : así que el ma-
drugar es saludable para el alma y para
el cuerpo .
Camina Balan sobre su jumentilla hácia
donde está Balac ; pero como no lleva
recta intencion , le espera en el camino el
ángel del Señor con una espada en la ma-
no para darle muerte : la jumentilla que vé
al ángel se para por tres veces como in-
moble ; hiérela cruelmente Balan con la
vara para que ande , hasta que á la tercera
vez , echándose con él en tierra , le ha-
bla milagrosamente, y le dice : ¿ Qué te he
hecho ? ¿ porqué me hieres ya por tercera
vez ? y al punto se abren los ojos de Ba-
lan para que vea al ángel, el cual le dice :
¿ Porqué hieres á tu jumentilla ? Si ella no
se hubiera apartado del camino, cediendo á
mi resistencia , yo te hubiera dado á ti la
muerte , y á ella la hubiera dejado viva.
Entonces responde Balan : Pequé, porque no
sabia que tú estabas oponiéndote á mi ca-
mino. ¿ Vés esto , Filotea ? Balan , que es
la causa del mal , castiga y hiere á la po-
bre jumentilla que no puede remediarlo ;
pues así nos suele suceder á nosotros mu-
chas veces. Aquella mujer vé á su mari-
do ó á su hijo enfermo , y al punto echa
mano del ayuno , del cilicio , de la disci-
plina , como hizo David en un caso seme-
265
jante. Ah , querida ! tú hieres á la pobre
jumentilla , afliges al cuerpo que no tiene
la culpa de tu mal , ni de que Dios tenga
la espada desenvainada contra ti : corrige
tu corazon que idolatra á ese marido y
que permite á ese hijo tantos vicios , y le
enseña á ser soberbio , vano Y ambicioso.
Aquel hombre vé que con frecuencia cae
torpemente en pecados de lujuria , y ei
remordimiento interior de su conciencia le
sale al encuentro con la espada en la ma-
no para traspasarle con un saludable te-
mor : entonces , por lo comun , entrando en
sí mismo , exclama su corazon : ¡ ah , cuer-
po desleal ! tú me has hecho traicion . Y de
contado descarga sobre su carne ásperos
golpes , y se entrega á inmoderados ayu-
nos á desapiadadas disciplinas y á inso-
portables cilicios. ¡ Ah , pobre alma ! si
pudiese tu carne hablar como la jumentilla
de Balan , te diria : ¿ porqué me hieres
tú , ruin , si es contra ti contra quien Dios
asesta su venganza ? tú eres la culpada ,
alma mia : ¿ porqué me llevas á las con-
versaciones malas ? ¿ porqué empleas en
lascivias mis ojos , mis manos y mis la-
bios ? ¿ porqué me alteras con torpes ima-
ginaciones ? tén tú pensamientos buenos,
y no tendré yo movimientos malos trata
con personas castas , y no me veré yo
agitada de la concupiscencia ; pero ¡ ay !
después que tú misma me arrojas á las
266
llamas , pretendes que no me queme me
echas tú misma el humo á los ojos , y
quieres que mis ojos no se inflamen . En
estos casos aun el mismo Dios os está di-
ciendo herid , romped , hended , desme-
nuzad en primer lugar vuestros corazones ,
porque el objeto de mi indignacion son
ellos. Así como para curar la comezon no
son tan provechosos los lavatorios y baños
exteriores como los medicamentos que pu-
rifican la sangre y refrescan el higado ; así
para curarnos de los vicios , aunque en la
realidad es bueno mortificar la carne , es
mucho mas necesario purificar nuestros
afectos y refrescar nuestros corazones ,
Finalmente , por regla general nunca se
han de hacer penitencias corporales sin
consejo del director.

CAPÍTULO XXIV.

De las conversaciones y de la soledad.

En la devocion propia de las personas


que viven en el mundo, que es de la que
estamos tratando , son extremos reprensi-
bles , así el andar en busca de conversacio-
nes como el andar huyendo de ellas ; por-
que huirlas parece desvío y desprecio del
prójimo , y buscarlas no deja de ser ocio-
sidad inútil. Hemos de amar á nuestros
267
prójimos como á nosotros mismos , y así
para mostrar que los amamos , no huya-
mos de estar con ellos , y para dar testi-
monio de que nos amamos á nosotros , gus-
temos de estar con nosotros mismos , esto
es , de estar solos . Primero has de pensar
en ti , dice san Bernardo , y después en
los demás y así si no tienes precision de
concurrir á conversar con otros ó de re-
cibirlos en tu casa , estáte dentro de ti
anisma y conversa con tu corazon ; pero
si viene á buscarte la conversacion, ó tie-
nes justo motivo de irla á buscar , vé en
nombre de Dios , y mira á tu prójimo , Filo-
tea, con buena voluntad y con buenos ojos .
Llamamos conversaciones malas á las
que se tienen con mala intencion , sea la
que fuere , y tambien las que se tienen
con personas viciosas , atrevidas y disolu-
tas , y en cuanto á estas es necesario huir
de ellas como huyen las abejas de los en-
jambres de tábanos y abispas ; pues al mo-
do que el sudor , el aliento y la saliva de
los que han sido mordidos de un perro
rabioso es peligroso , especialmente para
los niños y personas delicadas de comple-
xion ; así tambien es arriesgado y peligro-
so el trato de las gentes viciosas y disipa-
das , pero en especial para aquellos cuya
devocion está todavía delicada y endeble.
Tambien hay conversaciones que única--
mente sirven de pasatiempo , y que se tie-
- 268 -
nen solo por divertirse de las ocupaciones
serias : estas aunque no conviene entre-
garse á ellas , se pueden tener en el tiem-
po destinado para recreacion .
Otras conversaciones hay de urbanidad ,
como son las mutuas visitas y ciertas con-
currencias que se hacen para obsequiar
al prójimo , acerca de las cuales ni ha de
haber nimiedad en hacerlas , ni descortesía
en despreciarlas , sino cumplir con modes-
tia lo que se debe , huyendo tanto de la
rusticidad como de la inmoderada lijereza.
Restan ahora las conversaciones útiles ,
como son las de personas devotas y virtuo-
sas ; y qué gran bien será para ti , Filo-
tea , encontrar tales conversaciones á me-
nudo ! La viña plantada entre los olivos
produce uvas crasas , que tienen algun sabor
de aceituna , y el alma que anda entre las
gentes virtuosas no puede menos de parti-
cipar de sus calidades. Los zánganos solos
no pueden hacer miel , pero mezclados con
las abejas las ayudan á formarla : así nos
es muy provechoso para acostumbrarnos á
la devocion conversar con las almas devotas.
En cualquiera conversacion es aprecia-
ble la sinceridad , sencillez , dulzura y mo-
destia ; pero hay algunos que hacen todas
las acciones y movimientos con tanto arti-
ficio que á todos empalagan : y así como
nadie podria sufrir á uno que al pasearse
fuese siempre contando los pasos , y que
269-
no hablase sin cantar ; así tambien son
sumamente enfadosos en el trato los que
tienen afectacion y hacen todas las acciones
á compás tales gentes siempre son algo
presuntuosas. De ordinario conviene que
en nuestra conversacion se vea una ale-
gría moderada por eso son tan celebrados
san Romualdo y san Antonio , que en me-
dio de sus grandes austeridades mostraban
en el rostro y en la conversacion alegría ,
buen humor y civilidad. Alegraos con los
que se alegran , dice el Apóstol ( ad Rom.
c. 12 , v . 15 ) , y en otro lugar : Ale-
graos siempre en el Señor , y vuestra mo-
destia sea visible á todos los hombres ( ad
Philip. c. 4. v . 4 ) . Para alegraros , pues,
en nuestro Señor , no solo ha de ser lícita,
sino tambien honesta la materia de vues-
tra alegría ; digo esto , porque hay cosas
que son lícitas , pero no son honestas :
para que se vea vuestra modestia , huid
de desvergüenzas , que siempre son re-
prensibles. Dejar caer á uno , tiznar á este,
picar al otro , hacer mal á un simple , son
diversiones y alegrías neeias é insolentes,
Pero además de la soledad mental ,
la cual puedes retirarte aun en las gran-
des concurrencias , como dijimos arriba,
siempre has de gustar de la soledad real,
esto es, la soledad de lugar. No digo por
esto que te retires á los desiertos , como
santa Maria Egipcíaca , san Pablo , san An-
270
tonio , Arsenio y otros padres del yermo,
sino que estés algun rato en tu cuarto, ó
en tu jardin ó en otra parte donde con
mas comodidad puedas retirar tu espíritu
dentro del corazon , y recrear tu alma con
buenas consideraciones y pensamientos san-
tos , ó con alguna lectura santa , como ha-
cia el insigne san Gregorio Nacianceno , el
cual dice , hablando de sí propio Orat.
28 ) : « Paseábame yo solo por la orilla del
mar á la caida del sol , porque acostumbro
usar de esta recreacion para descansar y
sacudir algun tanto las molestias ordina-
rias.>> Y en seguida de esto trata de aquel
buen pensamiento que tuvo , y que ya en
la parte 2.2 , cap. 13 he referido. Y en
esto tambien imitarás á san Ambrosio, de
quien cuenta san Agustin , que cuando en-
traba en su cuarto ( pues á nadie cerraba
la puerta ) le veia leer , y esperando algun
tiempo , se solia retirar sin decirle pala-
bra , por no incomodarle , juzgando que
no se le debia quitar á este insigne pastor
aquel corto tiempo que le quedaba para
restablecer y recrear el espíritu del bulli-
cio de tantos negocios . Así tambien nues-
tro Señor cuando le contaron los Apósto-
les lo mucho que habian predicado y he-
cho , les dijo : Venid á parte á un lugar
desierto y descansad un poco ( Marc. c. 6,
v. 31 ).
271

CAPÍTULO XXV.

De la conveniente decencia del vestido.

Enseña san Pablo que las mujeres de-


votas otro tanto pudiera decirse de los
hombres ) deben usar vestidos modestos y
decentes , adornándose con pudor y mode-
racion ( I. ad Timoth. c. 2, v . 9 ) . Consis-
te la decencia del vestido en su materia,
forma y aseo : el aseo casi siempre debe
ser igual en nuestros vestidos , no llevan-
do en ellos , en cuanto sea posible , man-
cha ni indecencia alguna porque la lim-
pieza exterior representa en cierto modo
la honestidad interior , y el mismo Dios
exige la pureza corporal en los que se
acercan á los altares y ejercen el princi-
pal cargo de la devocion ."
En cuanto á la materia y forma , se ha
de medir la decencia por las circunstan-
cias del tiempo, edad , calidad , compañías
y ocasiones. Es regular componerse mas
los dias de fiesta , á proporcion de la so-
lemnidad que se celebra , y en tiempo de
penitencia, como es la cuaresma , se debę
disminuir mucho el adorno : á las bodas
se llevan vestidos nupciales , á los duelos
de luto : cuando se ha de andar al rede-
dor de los príncipes se aumenta la com-
272
postura , y se disminuye cuando se vive
entre los domésticos . La mujer casada
puede y debe ataviarse cuando está pre-
sente su marido , si en ello le complace ;
pero si tambien se engalana cuando está
ausente , se podrá preguntar á qué ojos
quiere agradar con este particular cuida-
do . A las doncellas se les permiten mas
adornos , porque lícitamente pueden pro-
curar parecer bien á muchos , aunque so-
lamente con el fin de ganar la voluntad
de uno con quien contraer el santo matri-
monio. Tampoco puede vituperarse que se
atavien algun tanto aquellas viudas que se
hallan proporcionadas para volverse á ca-
sar , pero sin mostrar lijereza ; pues ha-
biendo sido ya madres de familia y ha-
biendo sufrido los contratiempos de la
viudez , pasan por gentes de espíritu ma-
duro y templado . Pero á las verdaderas
viudas que no solamente lo son de cuerpo ,
sino tambien de espíritu , no les sienta
bien otro adorno que la humildad , " mo-
destia y devocion ; pues si quieren ena-
morar á los hombres no son verdaderas
viudas , Y si no pretenden enamorarlos ,
¿ para qué son aquellos atavíos ? el que
no piensa en recibir huéspedes , quite la
muestra de la posada . ¿ Quien no se ha
de reir de las viejas que quieren parecer
bien ? locura que solo se puede disimular
en las jóvenes .
273 .
Has de andar aseada , Filotea , sin lle-
var pingajos ni desgarrones , porque pa-
rece desprecio de las personas con quie-
nes se trata andar entre ellos en traje
que repugna ; pero huye de toda afecta-
cion , vanidad , primor y locura . Arrímate
cuanto puedas á la sencillez y modestia ,
que es ciertamente el mayor ornamento
de la belleza y el mejor disimulo de la
fealdad . San Pedro advierte en particular
á las jóvenes , que no lleven los cabellos
tan batidos , rizados , ensortijados y on-
deando ( 1. Petr. c. 3 , v . 3 ). Los hom-
bres que incurren en la afeminacion de
gustar de tales afeites , son mirados en
todas partes como hermafroditas , y las
mujeres vanas son tenidas por poco firmes
en la castidad ; pues si la tienen , á lo
menos no la manifiestan con tantos ador-
nos y bagatelas . Suele decirse que no se
hace con mal pensamiento ; pero yo res-
pondo , como otras veces , que el enemi-
go siempre piensa mal. Quisiera yo que el
devoto y devota á quienes hablo , fuesen
los mejor vestidos de su clase ; pero los
menos pomposos y afectados , y que es-
tuviesen adornados de gracia , de modes-
tia y de majestad , como se dice en los
Proverbios ( c. 31 , v . 25 ). En pocas pa-
labras dice san Luis , que cada uno se
ha de vestir segun su estado , de tal mo-
do , que los buenos y prudentes no pue-
- 274 --
den decir que hay exceso , ni los jóvenes
puedan notar que hay falta ; pero en caso
de que los jóvenes no se quieran dar por
satisfechos de esta decencia , es justo ate-
nerse al parecer de los prudentes .

CAPITULO XXVI.

Del modo de hablar , y primeramente como


se ha de hablar con Dios.

Registrando la lengua conocen los mé-


dicos el estado de salud ó enfermedad de
una persona ; así tambien las palabras son
indicios verdaderos de las calidades del
alma. Por tus palabras serás justificado,
dice el Salvador , y por tus palabras serás
condenado ( Math. c. 12, v. 37 ) . A donde
se siente dolor acude la mano , y la len-
gua á donde se tiene amor : así pues , Fi-
lotea , si estás muy enamorada de Dios,
hablarás frecuentemente de Dios en las
conversaciones familiares que tengas con
tus domésticos , amigos y vecinos ; pues
la boca del justo meditará la sabiduría , y
su lengua hablará el juicio (ps. 36, v . 30).
Al modo que las abejas solo chupan con
el pico la miel , tu lengua estará siempre
endulzada de su Dios , y en nada encon-
trará mayor suavidad que en ver salir
de tus labios alabanzas y bendiciones de
275
su nombre, como se cuenta de san Francis-
co , que cuando pronunciaba el santo nombre
del Señor , se chupaba y lamia los labios , en
prueba de la suma dulzura que encontraba .
Pero habla siempre de Dios como de
Dios , esto es , con reverencia Y devo-
cion, sin querer parecer sabia ni predica-
dora , sino procurando cuanto puedas,
como la esposa de los Cantares , destilar
gota á gota con espíritu de dulzura , cari-
dad y humildad la deliciosa miel de la de-
vocion y de las cosas divinas , ya en los
oidos de uno , ya en los de otro , rogan-
do interiormente á Dios se digne hacer
que este santo rocío penetre hasta el co-
razon de los que te oyen.
Sobre todo has de practicar este ange-
lical ministerio dulce y suavemente , no
corrigiendo , sino inspirando ; porque es
un prodigio lo que vale para ganar las vo-
luntades usar de suavidad y proponer amis-
tosamente lo bueno.
Nunca has de hablar de Dios ni de la
devocion por cumplimiento y pasatiempo ,
sino siempre con respeto y devocion y
te hago esta advertencia, para que no cai-
gas en la reparable vanidad de algunos de-
votos , que á cada paso dicen , por decir ,
y sin pensar lo que dicen, palabras santas
y fervorosas , y después de haberlas pro-
nunciado , se creen tales como indican
sus palabras , no siéndolo en la realidad .
276

CAPITULO XXVII.

De la decencia de las palabras y del respe-


to que se debe á las personas.

El que no peca en las palabras es hombre


perfecto dice el apóstol Santiago ( c. 3 ,
v. 2 ) . Has de tener gran cuidado de que
no se te escapen palabras menos honestas;
pues aun cuando tú no las digas con
mala intencion , los que las oyen pueden
entenderlas en mal sentido . Cuando cae en
un corazon flaco la palabra deshonesta , se
extiende y dilata como en el paño una
gota de aceite , y á veces se apodera de
tal modo , que llena el corazon de pensa-
mientos y tentaciones de impureza ; que
si la ponzoйa del cuerpo entra por la bo-
ca , la del corazon entra por el oido : y
así es homicida la lengua de donde sale,
aunque su veneno tal vez no haya hecho
efecto , por encontrar los corazones de los
oyentes precavidos con algun contravene-
no ; porque siempre se le debe imputar la
malicia de haber procurado darles muerte:
y no se excusen diciendo que no lo pen-
saron , pues el Señor , que vé los pensa-
mientos , dice : Que de la abundancia del
corazon habla la boca ( Math. c. 12, v. 34):
y aun cuando nosotros no pensemos mal ,
- 277
lo piensa siempre el maligno , y se sirve
ocultamente de estas malas palabras para
traspasarle á alguno el corazon . Se dice
que los que comen la yerba llamada an-
gélica, tienen siempre el aliento suave y
agradable ; así tambien los que conservan
en su corazon la honestidad y caridad ,
virtud angélica , dicen siempre palabras
puras , urbanas y púdicas. Las cosas in-
decentes y locas quiere el Apóstol que ni
aun se nombren entre nosotros , asegurando
que las conversaciones malas corrompen las
buenas costumbres ( I. ad Cor . c. 15, v. 33) .
Son mucho mas venenosas estas pala-
bras deshonestas cuando se dicen encubier-
tas con arte y agudeza ; pues si el dardo ,
cuanto mas agudo , mas fácilmente pene-
tra el cuerpo , la palabra mala , cuanto
mas aguda , tanto mas penetra nuestros
corazones. Los que piensan acreditarse de
urbanos y discretos diciendo semejantes
palabras , no saben siquiera el fin de las
conversaciones , que es juntarse como un
enjambre de abejas para sacar miel de las
pláticas dulces y virtuosas , y no como
abispas , que se reunen para chupar la
podredumbre. Si te dijere algun necio pa-
labras mal sonantes , dale á entender que
ofende tus oidos , ó ya apartándote de
allí , ó ya por algun otro medio que te
dictare la prudencia .
No puede haber peor propiedad que la
81
278
de burlarse aborrece Dios este vicio en
gran manera , y le ha castigado en los
pasados tiempos con extraordinarios casti-
gos ; pues siendo la desestimacion y des-
precio del prójimo el mayor contrario de
la caridad , y mucho mas de la devocion ,
siempre la mofa y burla llevan consigo
este desprecio : por lo cual es pecado tan
grave, que, como enseñan con mucha ra-
zon los doctores , no se puede hacer ma-
yor ofensa de palabra al prójimo que mo-
farse de él ; pues entre las demás ofensas
se conserva alguna estimacion de la per-
sona ofendida , pero esta se comete con
desestima y menosprecio.
Aquellos chistes ó juegos de palabras
que con modesta alegría y gracejo se dicen
unos á otros , pertenecen á la virtud que
llaman los griegos eutrápelia , y nosotros
podemos llamar buena conversacion : con
tales chistes se bace que sirvan de honesta
y familiar recreacion los asuntos de poca
entidad , que suministran las imperfeccio-
nes humanas ; pero es preciso tener cui-
dado de pasar desde el honesto gracejo á
la mofa ; pues la mofa provoca á risa por
la desestima y menosprecio del prójimo. y
el chiste y buen humor hace reir por una
sencilla libertad , confianza y familiar fran-
queza junta con el donaire de algun dicho .
Cuando querian algunos religiosos hablar
á san Luis de asuntos graves después de
279
comer , respondia, ahora no es tiempo de
tratar de negocios, sino de esparcirse con
chistes y ocurrencias : diga cada uno ho-
nestamente lo que le ocurra . Lo cual decia
atendiendo á los nobles que le rodeaban
para disfrutar su benevolencia. Pero cui-
demos , Filotea , de pasar el tiempo con
la recreacion , de modo que con la devo-
cion conservemos la eternidad santa.

CAPÍTULO XXVIII.

De los juicios temerarios.

No querais juzgar , y no seréis juzgados:


no querais condenar , y no seréis condena-
dos , dice el Salvador de nuestras almas
( Luc. c. 6 , v. 37 ) . No juzgueis antes de
tiempo , dice el Apóstol , hasta que venga
el Señor , que revelará lo escondido de las
tinieblas , y manifestará los designios de los
corazones I. ad Cor. c. 4 , v. 5. ) ¡ Oh
cuanto desagradan á Dios los juicios te-
merarios ! Son temerarios los juicios de
los hijos de los hombres , porque como no
son jueces unos de otros , usurpan á nues-
tro Señor su oficio cuando los juzgan : te-
merarios , porque la principal malicia del
pecado depende de la intencion y designio
del corazon , la cual es para nosotros os-
cura como las tinieblas : temerarios , por-
--- 280 -
que bastante tiene que hacer cada uno en
juzgarse á sí mismo , sin ingerirse á juz-
gar á su prójimo . Para no ser juzgado, es
necesario no juzgar á los demás y juzgar-
se á sí propio , pues el Seños nos prohibe
lo primero, y el Apóstol nos manda lo se-
gundo cuando dice : Si nos juzgásemos á
nosotros mismos , no seríamos ciertamente
juzgados ( 1. ad Cor. c. 11 , v. 31 ) . Pero ¡ ó
Dios todo lo hacemos al revés : conti-
nuamente estamos juzgando al prójimo,
que es lo que se nos prohibe, y jamás que-
remos juzgarnos á nosotros mismos, como
se nos manda .
En cuanto á los remedios , se han de
aplicar segun las causas de que nacen los
juicios temerarios . Hay algunos corazones
naturalmente agrios , amargos y ásperos ,
que agrian y amargan todo cuanto reci-
ben , y como dice el profeta Amós , con-
vierten el juicio en ajenjos. Estos necesitan
precisamente dar en manos de un buen
médico espiritual ; porque siéndoles con-
natural la amargura de corazon , es muy
difícil de vencer , y aunque ella en sí no
sea pecado, sino solo imperfeccion , es con
todo peligrosa , porque da entrada y domi-
nio en el alma al juicio temerario y mur-
muracion. Juzgan algunos temerariamente,
no por amargura , sino por orgullo, pare-
ciéndoles que , á medida que deprimen la
estimacion del otro , realzan la suya pro-
281
pia : espíritus arrogantes y presuntuosos,
que se glorian en sí mismos y se elevan
tanto en su propia estima , que miran todo
lo demás como humilde y bajo : tal era el
necio fariseo que decia : No soy como los
demás hombres. Otros no tienen este orgu-
llo manifiesto , sino solamente cierta com-
placencia en considerar el mal de los de-
más, para sentir mayor dulzura en repa-
rar y hacer reparar á otros el bien opues-
to de que se juzgan dotados ; y es tan se-
creta é imperceptible esta complacencia,
que solo una vista muy perspicaz puede
descubrirla , pues aun los mismos que es-
tán tocados de este contagio no lo cono-
cen, si no hay quien se le muestre. Otros
para lisonjearse y excusarse consigo mis-
mos, y para acallar los remordimientos
de su conciencia , juzgan de lijero que los
otros tienen el mismo vicio á que ellos se
han entregado ó algun otro de no menor
gravedad, creyendo que será menos vitu-
perable su culpa , si son muchos los cul-
pados. No pocos hay que , por ocupar el
pensamiento , se echan á juzgar temera-
riamente , sin otro fin que divertirse en
filosofar y adivinar las costumbres y tem-
peramentos de las personas ; y si por des-
gracia salen alguna vez verdaderos sus jui-
cios, toma tal incremento su audacia y su
apetito de continuar , que es muy dificil
desviarlos. Otros juzgan por pasion , y así
18*
282 -
siempre piensan bien de lo que estiman y
mal de lo que aborrecen , exceptuando un
caso digno de admiracion , pero sin em-
bargo verdadero , en que el mismo exce-
so del amor induce á hacer malos juicios
del amado : efecto monstruoso , que pro-
viene de un amor impuro, imperfecto , in-
quieto y enfermo , de lo que resultan los
celos , los cuales, como nadie ignora , por
solo una mirada sencilla ó por la menor
sonrisa califican de pérfidos y adúlteros á
los sugetos . Finalmente contribuyen de or-
dinario en gran manera á producir sospe-
chas y juicios temerarios , el miedo , la
ambicion y otras semejantes flaquezas del
espíritu.
Pues & qué remedio ? Los que beben el
zumo de la yerba ofusia de Etiopía ven
por todas partes serpientes y otros objetos
formidables , y los que han bebido la so-
berbia , la envidia , la ambicion y el ren-
cor, no ven cosa que no juzguen mala y
reprensible aquellos para curar han de
beber vino de palma ; lo mismo digo á
estos , bebed cuanto podais el sagrado vi-
no de la caridad , que os limpiará de los
malos humores que hacen formar estos er-
rados juicios. La caridad no solamente no
va á buscar el mal , sino que , teme en-
contrarle , y si tropieza con él , vuelve á
otra parte el rostro , y le disimula ; cier-
ra los ojos antes de verle desde que per-
283 -
cibe el primer rumor , y luego con una
santa sencillez piensa que no era verda-
deramente el mal , sino solo una sombra
ó fantasma. Y aun cuando forzosamente
conoce que es el mismo mal , se aparta
al instante y procura olvidar su figura : la
caridad es la mejor medicina de todas las
enfermedades, pero en particular de esta ,
Todas las cosas aparecen amarillas á los
ujos de los que tienen ictericia , y dicen
que para curarse de este mal se ha de
llevar la celidonia bajo de la planta del
pié. Es el vicio de juzgar temerariamente
una especie de ictericia espiritual , que á
los que la padecen les hace ver todas las
cosas como malas , y el que quiera cu-
rarse de ella ha de aplicar los remedios,
no á los ojos , sino á los afectos , que son
como piés del alma . Si tus afectos son sua-
ves , serán suaves tus juicios ; si son ca-
ritativos, tambien tus juicios lo serán . Vé
aquí tres ejemplos admirables . Habia di-
cho Isaac que Rebeca era hermana suya ;
vió Abimelec que jugaba con ella , esto
es , que la acariciaba con ternura , y al
punto juzgó que era su esposa : unos ojos
malignos la hubieran juzgado su manceba ,
ó creyéndola hermana, le hubieran tenido
por incestuoso ; pero Abimelec siguió la
opinion mas caritativa que se podia for-
mar del hecho. Así es menester que ha-
gamos siempre , Filotea , juzgando del pró-
284
jimo lo mas favorable que podamos , y si
se puede mirar con cien aspectos una ac-
cion misma, la hemos de mirar por el me-
jor de todos. Conocia claramente san José
que Maria santísima estaba en cinta ; pero
como por otra parte la miraba tan santa,
pura y angelical, no pudo persuadirse que
hubiese mal alguno en su preñez , por lo
cual determina , alejándose de ella , dejar
á Dios el juicio de este modo, á pesar de
ser vehemente el argumento para hacerle
formar mal concepto de la Virgen , él ja-
más quiso juzgarla y porqué ? porque
era justo , dice el Espíritu de Dios , y el
justo cuando no puede excusar ni el hecho
ni la intencion de un sugeto , á quien por
otra parte reconoce bueno , no quiere juz-
garle , sino aparta de su pensamiento la
especie y deja á Dios el juicio. Finalmen-
te el Salvador crucificado no pudiendo ab-
solutamente excusar el pecado de los que
le habian puesto en la cruz, trata siquiera
de minorar la malicia , alegando su igno-
rancia. Cuando no podamos nosotros ex-
cusar el pecado , juzguémosle á lo menos
digno de compasion , atribuyéndole á la
causa mas tolerable que pueda haber , co-
mo es la ignorancia ó la flaqueza .
Pues qué , & nunca se puede juzgar al
prójimo ? Nunca porque Dios es , Filotea ,
quien juzga en justicia á los delincuentes ,
y aunque para ser oido de nosotros , ha-
285 -
bla por boca de los magistrados , estos
son sus ministros é intérpretes no mas , y
como oráculos suyos no pueden decir mas
de lo que el Señor les enseña y si lo
hacen de otra suerte , gobernándose por
sus propias pasiones , entonces sí que son
ellos los que juzgan , y los que por con-
siguiente serán juzgados ; porque á los
hombres , como hombres, les está vedado
juzgar á los otros hombres.
Mas no pienses que el ver ó conocer
una cosa es juzgar ; porque el juicio su-
pone ( á lo menos en frase de la Escritu-
ra ) alguna dificultad pequeña ó grande
verdadera ó aparente , que es necesario
vencer y aun por eso nos dice , que los
que no creen , están ya juzgados ; porque
ya no cabe duda de su condenacion. No
es malo, pues, dudar del prójimo , porque
lo prohibido es el juzgar , no el dudar ;
pero aun la duda ó sospecha , para que
sea lícita , ha de ser ni mas ni menos de
lo que persuaden las razones y argumen-
tos en que se funda , pues de otro modo
las dudas y sospechas son temerarias. Si
algun malicioso hubiera visto á Jacob dar
un ósculo á Raquel junto al pozo , ó á
Rebeca recibir los brazaletes y pendientes
que le dió Eliezer , hombre desconocido
en aquel pais , hubiera sin duda pensado
mal de estos dos dechados de castidad ,
pero sin razon ni fundamento ; porque
286
cuando una accion es indiferente en sí mis-
ma , es sospecha temeraria inferir de ella
una consecuencia mala, no habiendo mu-
chas circunstancias que corroboren el ar-
gumento. Tambien es juicio temerario są-
car de un acto solo la consecuencia para
desacreditar á una persona ; pero esto lue-
go lo explicaré con mas claridad .
Finalmente los que velan cuidadosamen-
te sobre su conciencia , están menos ex-
puestos á hacer juicios temerarios ; porque
así como las abejas, viendo las nieblas en
tiempo revuelto , se recogen dentro de su
panal á formar la miel ; así el pensamien-
to de las almas buenas no se para en ob-
jetos enmarañados , ni anda vagando entre
las acciones oscuras de los prójimos ; an-
tes bien , por no encontrarlas , se recoge
dentro del corazon á formar buenos pro-
pósitos para su propia enmienda.
Ocuparse en examinar vidas ajenas es
de almas ociosas , exceptuando á los que
tienen otros á su cargo , ya sea en la fa-
milia ó en la república ; pues para estos
uno de los principales cargos de concien-
cia es velar sobre las de los otros . Cum-
plan , pues , con su obligacion amorosa-
mente , y hecho esto , manténganse reco-
gidos en sí mismos.
287

CAPÍTULO XXIX.

De la maledicencia.

Produce el juicio temerario - inquietud y


menosprecio del prójimo , orgullo y com-
placencia de sí mismo , con otros muchos
y muy perniciosos efectos , entre los cua-
les uno de los mas notables es la male-
dicencia, verdadera peste de las conversa-
ciones. Ojalá tuviera yo en mi mano un
carbon encendido del altar santo para to-
car los labios de los hombres , y purifi-
carlos de su iniquidad y pecado , como lo
hizo el serafin con el profeta Isaías ! pues
quien quitase del mundo la maledicencia ,
quitaria gran parte de los pecados y de
la maldad.
El que injustamente roba á su prójimo
la fama , además de pecar , queda obliga-
do á la restitucion , bien que de diversos
modos , segun la diversidad de murmura-
ciones ; porque nadie puede entrar en el
cielo llevando los bienes de otro , y entre
los bienes exteriores la fama es el mas pre-
cioso . Es la maledicencia especie de homi-
cidio tenemos tres géneros de vida ; es-
piritual, que consiste en la gracia de Dios ;
corporal , que proviene del alma , y civil ,
que se mantiene con la buena fama : la
288 -
primera se pierde por el pecado , la se-
gunda por la muerte , y por la maledicen-
cia la tercera. Pero el murmurador hace
de ordinario tres homicidios con solo una
estocada de su lengua , dando muerte es-
piritual á su alma , y á la de quien le es-
cucha, y muerte civil á la persona de quien
murmura ; pues , como dice san Bernardo ,
el que murmura y el que escucha la mur-
muracion , tienen en sí al demonio , uno
en la lengua y otro en el oido. Aguzaron
sus lenguas coma la de la serpiente , dice
David de los murmuradores ( ps. 139, v . 3 ):
y si la serpiente , como enseña Aristóte-
les , tiene la lengua dividida y con dos
puntas, tal es la del murmurador , que con
un golpe solo hiere y envenena el oido de
quien le escucha y la reputacion de la
persona de quien habla.
Sobremanera te encargo , amada Filo-
tea 9 que jamás hables mal de persona
alguna ni directa ni indirectamente : guár-
date de imputar al prójimo crímenes y
pecados falsos , de manifestar los ocultos,
de ponderar los públicos , de dar siniestra
interpretacion á las obras buenas , de ne-
gar lo bueno que sabes de alguno , de di-
simularlo maliciosamente ó de disminuirlo
con tus palabras , porque todas estas co-
sas son grande ofensa de Dios ; pero mu-
cho mayor acusar á alguno con falsedad ,
ó negar la verdad en perjuicio de tercero,
289 -
en lo cual hay dos pecados , la mentira y
el daño del prójimo .
No hay murmuradores mas finos y ve->
nenosos que aquellos que para hablar mal
empiezan celebrando ó diciendo algunas
prendas y dotes de las personas de quie-
nes murmuran : protesto , dicen , que le
estimo , y que en lo demás es muy buen
hombre ; pero con todo no puedo menos
de confesar la verdad , ha obrado mal co-
metiendo tal perfidia : fulana es muy buena
muchacha , pero se dejó sorprender ; y
siempre usan de semejantes rodeos : ¿ no
conoces en esto el artificio ? Como el que
dispara el arco tira hácia sí la flecha todo
cuanto puede , pero es para lanzarla con
mayor ímpetu ; así estos parece que tiran
hácia sí la maledicencia , pero es para
despedirla con mayor fuerza, y que pene-
tre otro tanto los corazones de los que
escuchan. La murmuracion que se dice en
tono festivo es tambien mas cruel que to-
das ; porque así como la cicuta en sí no
es veneno activo sino lento y cuyos efec-
tos se pueden atajar fácilmente , pero to-
mada con vino es incurable : así la mur-
muracion que , dicha sin artificio , hubie-
ra entrado por un oido y salido por el
otro , como suele decirse , cuando viene
envuelta en alguna expresion aguda y gra-
ciosa se queda muy impresa en la memo-
ria de los que la escuchan. Tienen en sus
19
290
labios , dice David , ( ps. 139 , v . 3 ) ve-
neno de áspides , porque el áspid hace
una picadura casi imperceptible , y su ve-
neno al principio causa una comezon agra-
dable , con la cual se dilatan el corazon
y las entrañas , y reciben el veneno ,
que después es imposible contrarestar .
No digas , fulano es un borracho , por
haberle visto embriagado una vez ; ni le
llames adúltero , por haber visto que cayó
en este pecado ; ni le apellides incestuoso,
por haberle cogido en este delito ; pues no
basta un acto solo para caracterizar al su-
geto. Paróse una vez el sol para contri-
buir á la victoria de Josué ; oscurecióse
otra en testimonio de la victoria del Sal-
vador : ¿ dirémos por esto que es inmoble
ú oscuro ? Una vez se embriagó Noé ,
otra Lot , y este además cometió un gra-
vísimo incesto ; sin embargo á ninguno de
los dos se puede llamar borracho , ni á
Lot incestuoso . No fué san Pedro sangui-
nario , porque una vez derramó sangre ;
ni fué blasfemo , porque blasfemó en una
ocasion, pues el nombre de vicioso ó vir-
tuoso se adquiere por la continuacion
el hábito ; así que es impostura tratar
uno de colérico ó ladron , por haberle vis-
to una vez encolerizarse o robar.
Se expone á no decir verdad el que
llama a otro vicioso , aunque lo haya
sido mucho tiempo : así mintió Simon le-
291 -
proso cuando llamó pecadora á Magdale-
na , que lo habia sido poco antes ; pero
ya entonces no lo era sino muy santa pe-
nitente , por lo cual tomó nuestro Señor á
su cargo defenderla el necio fariseo juz-
gaba gran pecador ó quizá injusto , adúl-
tero y ladron al publicano ; pero se enga-
ñaba mucho , porque habia sido justificado
entonces mismo : y pues la bondad de
Dios es tan grande , que basta un mo-
mento para impetrar y alcanzar su gracia ,
no puede haber certidumbre de que boy
sea pecador el que ayer lo era. Ni el dia
de ayer puede juzgar al de hoy , ni el de
hoy al de ayer ; solo el último de todos
es el que á todos los juzga ; luego nunca
podemos decir que un hombre es malo ,
sin exponernos á mentir : únicamente po-
demos decir , si es preciso , que cometió
tal ó tal acto malo , que vivió mal en tal
tiempo , que obró mal poco antes ; pero
de ningun modo inferir de lo de ayer
para hoy , ni de lo de hoy para ayer , y
menos para mañana .
Al mismo tiempo que debemos ser su-
mamente mirados en no hablar mal del
prójimo , hemos de huir de alabar y ha-
blar bien del vicio , que es el extremo
opuesto en que suelen caer algunos , por
evitar la maledicencia . No digas por dis-
culpar á otro , que es claro y sincero ,
cuando es murmurador : no llames gene-
292-
roso y aseado al que es manifiestamente
vano no dés á las familiaridades peligro-
sas título de sencillez ó bondad de genio ,
ni de celo á la desobediencia , ni á la ar-
rogancia de franqueza , ni de amistad á la
lascivia , que no es necesario , amada Fi-
lotea , para huir del vicio de la maledi-
cencia , favorecer , lisonjear ó fomentar
otros ; antes bien se han de decir clara-
mente y con franqueza mal del mal , y vi-
tuperar lo que es vituperable , que así se
da gloria á Dios , con tal que se guarden
las condiciones siguientes.
Para vituperar laudablemente los vicios
de otro , es necesario que así lo exija la
utilidad de aquel de quien se habla ó de
aquellos con quienes se habla . Cuando se
cuentan delante de las doncellas las fami-
liaridades indiscretas , y ciertamente peli-
grosas de aquellos y de aquellas, y la li-
viandad de palabras y ademanes lúbricos
sin duda , que usa fulano ó fulana ; si no
vitupero claramente el mal , sino que
quiero excusarle , pongo en peligro á las
almas tiernas que lo escuchan de resbalar-
se á alguna cosa semejante ; luego el bien
de estos pide que con claridad vitupere
yo tales cosas al punto que las oigo , á
menos que pueda reservar esta buena obra
para otro tiempo mas á propósito , en que
se ejecute con menos daño de aquellos á
quienes se habla.
293
Demás de esto , es necesario que me to-
que á mí hablar sobre el asunto , como su-
cede cuando soy una de las primeras per-
sonas de la conversacion , que si no ha-
blo , parecerá que apruebo el vicio ; pues
si soy de los menores, no debo entrome-
terme á censurar , y sobre todo es nece-
sario que mis palabras sean medidas , pa-
ra no decir ni aun una de mas. Sí , por
ejemplo , motejo la familiaridad de aquel
jóven y de aquella señorita , porque es
demasiado indiscreta y peligrosa , ¡ Dios
mio , qué balanza tan fina debo tener pa-
ra no abultar el hecho ni una tilde ! Si no
hay mas que lijeras apariencias , esto solo
he de decir : si hay únicamente impruden-
cia , me ceǹiré á decir esto solo si no
hay ni imprudencia ni verdadera aparien-
cia de mal , sino puro pretexto de mur-
muracion , que solo pudo hallarle la mali-
cia , ó no diré nada ó diré esto mismo.
Para juzgar al prójimo ha de ser mi len-
gua como el cuchillo del cirujano que vá
á cortar entre los nervios y tendones ; he
de dar el golpe tan justo , que ni diga mas
ni menos de lo que hay: y finalmente al
vituperar el vicio se ha de procurar,
cuanto sea posible , disculpar á la persona
en quien se halla .
Cierto es que se puede hablar sin repa-
ro de los pecadores infames , públicos y
manifiestos , con tal que sea con espíritu
294
de caridad y compasion, y no con presun-
cion y arrogancia , ni complaciéndose en
el mal del otro , que esto último es propio
de corazones viles y bajos. Exceptuo en-
tre todos á los enemigos declarados de
Dios y de su Iglesia , que á estos se les
debe desacreditar todo cuanto se pueda :
tales son las sectas de herejes y cismáti-
cos , y los caudillos de ellas ; porque es
caridad gritar al lobo cuando anda entre
las ovejas , esté donde estuviere .
Algunos se creen con derecho de juzgar
y censurar á los príncipes , y de murmu-
rar de naciones enteras , segun los diver-
sos afectos que tienen para con ellas. No
cometas tal falta, Filotea , porque además
de la ofensa de Dios 9 podrá acarrearte
mil disputas .
Cuando oigas hablar mal , suspende el
juicio , si puedes hacerlo con justicia ; si
no , excusa la intencion del acusado ; si
ni aun esto pudieres , muestra compasion
de él y muda la conversacion , teniendo
presente , y recordando á los otros , que
los que no caen en faltas deben esta gra-
cia á Dios solo : procura hacer con sua-
vidad que el maldiciente entre en sí, y dí
alguna otra cosa buena de la persona ofen-
dida , si la sabes .
295 -

CAPÍTULO XXX.

Algunos avisos mas acerca del hablar.

Ha de ser nuestro lenguaje suave , in-


genuo , sincero , sin amfibología , claro y
fiel no ha de haber doblez , artificio y
fingimiento ; pues aunque no siempre con-
viene decir todas las verdades , nunca es
lícito faltar á la verdad : acostumbrate á
no mentir jamás á sabiendas , ni por ex-
cusarte ni de otro modo alguno , y para
esto tén presente que Dios es el Dios de
la verdad . Si acaso faltas á ella por equi-
vocacion , enmiéndalo al instante , si pue-
des, con alguna explicacion ó reparacion :
hazlo así , que una verdadera escusa tie-
ne mas gracia y fuerza para disculpar que
la mentira.
Aunque algunas veces se puede disimu-
lar con discrecion y prudencia, encubrien-
do la verdad con algun artificio de pala-
bras, esto no se ha de hacer sino en asun-
to de importancia , cuando lo piden clara-
mente la gloria y ' servicio de Dios ; por-
que , fuera de estos casos , es arriesgado
el artificio , puesto que , como dice la sa-
grada Escritura ( Sap. c. 1, v . 5 ) , no ha-
bita el Espíritu santo en el corazon fingido
y doble. No hay finura mejor y mas apre-
296
ciable que la sencillez la prudencia del
mundo y el artificio de la carne es propio
de los hijos del siglo los hijos de Dios
no andan en rodeos , ni tienen dobleces
en el corazon , porque , como dice el Sa-
bio ( Prov. c. 10 , v . 9 ) : el que camina
con sencillez , camina con confianza : el al-
ma que usa de mentira , doblez y simula-
cion , muestra debilidad y vileza .
Habia dicho san Agustin en el libro
cuarto de sus Confesiones , que su alma y
la de su amigo eran una alma misma :
que la vida le era aborrecible después de
Ja muerte de su amigo, porque no queria
vivir á medias ; pero que por esto mismo
tal vez temia la muerte , porque su amigo
no acabase de morir del todo ; estas ex-
presiones le parecieron después demasiado
artificiosas y afectadas , y se desdice de
ellas en el libro segundo de las Retracta-
ciones, llamándolas necedad . ¿ Vés , Filo-
tea , con cuanta delicadez mide la afecta-
cion de las palabras esta alma santa y pu-
ra ? A la verdad es grande adorno de la
vida cristiana la fidelidad , exactitud y sin-
ceridad del lenguaje ; por eso decia David :
Dije , guardaré mis caminos para no pecar
con mi lengua : poned , Señor , una guar-
dia á mi boca, y un candado que cierre entera-
mente mis labios ( ps . 38 , v . 1 , y 140, v . 3 ).
San Luis , rey de Francia , tenia la má-
xima de no contradecir á nadie , si no en
299 -
se necesita mas que aquella ordinaria pru-
dencia que á todas las cosas dá el corres-
pondiente órden , tiempo , lugar y medida .
Los juegos , en que la ganancia es pre-
mio y recompensa de la habilidad é in-
dustria del cuerpo ó del espíritu , como la
pelota , el balon , el mallo , el correr sorti-
jas , el ajedrez y el chaquete , son recrea-
ciones buenas y loables en sí mismas , con
tal que no sea excesivo el tiempo ni el
tanto que se juega ; porque si dura mucho
tiempo , no es recreacion , sine ocupacion ;
no despeja el espíritu ni el cuerpo , antes
por el contrario le fatiga y cansa ; pues al
levantarse de jugar cinco ó seis horas al
ajedrez , se encuentra la cabeza caliente y
debilitada , y jugar largo tiempo á la pe-.
lota no es recrear al cuerpo sino fatigarse :
por otra parte, si el tanto ó cantidad que
se juega es excesiva , llega á ser desre-
glado el afecto de los jugadores , á mas de
que no es justo estimar en tanto precio
unas habilidades é industrias de tan poca
monta y tan inútiles , como las del juego .
Pero sobre todo , Filotea , tén gran cui-
dado de que no se pegue el afecto á estas
cosas ; pues aunque sean recreacion , es
vicio poner en ellas el corazon y afecto :
no digo que no se haya de tener placer
en el juego mientras se juega , que esto
seria no divertirse ; lo que digo es , que no
se ha de poner el afecto en el juego , de
300
modo , que se desee , que se embebezca
uno en él y le busque con solicitud .

CAPÍTULO XXXII.

De los juegos prohibidos.

Los juegos de dados , naipes y otros


semejantes , en que la ganancia depende
por la mayor parte de la suerte , son re-
creaciones , no solo peligrosas , como los
bailes , sino absoluta y esencialmente ma-
las y reprensibles , y por esto los prohi-
ben las leyes tanto civiles como eclesiás-
ticas. Pues qué grave mal hay en esto ?
me diréis , en tales juegos no sigue la ga-
nancia á la razon , sino á la suerte , que
muchas veces cae á quien nada merecia
por su habilidad é industria , lo cual es
contra la razon : es que ya estamos conve-
nidos en esto , me replicaréis : eso prueba
que el que gana no hace injuria á los
otros ; pero no prueba que sea segun la
razon el convenio y por consiguiente el
juego , en que la ganancia es premio no
de la industria, como era razon , sino de la
suerte que no puede merecerle , pues no
está en nuestra mano .
Además de esto , tales juegos , aunque se
llaman recreacion , y para esto se juegan,
no lo son , sino ocupacion violenta , pues
301
en ellos está el espíritu flechado y tirante
con una atencion seguida , y agitado de
continuas inquietudes , aprehensiones y cui-
dados hay atencion mas triste , opaca y
melancólica que la de los jugadores ? ni
se puede hablar del juego, ni reir, ni aun
toser , sin que se desesperen.
Finalmente en estos juegos el único gus-
to es la ganancia , placer injusto y rego-
cijo infame , que solo se puede alcanzar
por la pérdida y disgusto del compañero.
Vé aquí las tres razones porque están pro-
hibidos estos juegos. El gran rey san Luis
habiendo sabido que su hermano el conde
de Anjou y el señor Gautier de Nemours
estaban jugando , se levantó , enfermo co-
mo estaba y bambaneando fué á su
cuarto , donde asiendo las tablas , los da-
dos y parte del dinero , lo arrojó al mar
por la ventana , mostrándose muy enojado
con ellos , y la santa y casta doncella Sa-
ra , alegando en presencia de Dios su ino-
cencia , decia : Vos sabeis , Señor, que ja-
más he conversado con los jugadores ( Tob.
c. 3. v. 17 ) .
CAPITULO XXXIII .

De los bailes y pasatiempos lícitos,


pero peligrosos.

Las danzas y bailes son cosas indiferen-


302-

tes por su naturaleza ; pero , segun el mo-


do ordinario con que se ejecutan , están
muy ladeadas é inclinadas hácia la parte
del mal, y por consiguiente llenas de ries-
go y peligro. Ejecútanse de noche , y es
muy factible que entre la oscuridad y ti-
nieblas se introduzcan muchas cualidades
tenebrosas y viciosas en un sugeto suma-
mente apto en sí mismo para recibir el
mal en ellos se trasnocha considerable-
mente , con lo cual se pierden las madru-
gadas de los siguientes dias y la oportuni-
dad de servir á Dios en ellas ; en una pa-
labra es locura cambiar el dia por la no-
che , la luz por las tinieblas y las buenas
obras por los devaneos : todos en el baile
ostentan á competencia vanidad , y como
esta es la disposicion mas oportuna para
aficiones malas y amores reprensibles y
peligrosos , fácilmente se engendra todo
esto en los bailes .
De los hongos y setas dicen los médi-
cos , que los mejores no valen nada ; pues
lo mismo te digo , Filotea , de los bailes,
que los mejores no son absolutamente bue-
nos. Pero si es preciso comer hongos , se
ha de cuidar de que estén bien compues-
tos , y si por algun motivo inexcusable es
preciso ir al baile , tén cuidado de que
esté bien compuesta tu danza : pues & con
qué se ha de sazonar ? con modestia , se-
riedad Y buena intencion . Comed pocas
303
setas , y no muy á menudo , dicen los mé-
dicos ; pues por bien sazonadas que estén ,
la cantidad las hace venenosas : baila po-
co , y no muy a menudo , Filotea ; porque
si no , te expones á cobrar aficion al baile.
Los hongos , escribe Plinio , que por
ser esponjosos y porosos , atraen fácilmen-
te toda la infeccion que hay al rededor de
ellos , de modo que cuando están cerca
de las culebras , reciben el veneno : los
bailes , danzas y semejantes concurrencias
tenebrosas atraen ordinariamente los vicios
y pecados que reinan en el lugar, las que-
jas , las envidias , las mofas y los necios
amores ; y así como este ejercicio de la
danza abre los poros del cuerpo , así tam-
bien abre los poros del corazon ; por lo
cual , si alguna serpiente Hega á inspirar
al oido palabras lascivas , requiebros , li-
sonjas , ó si algun basilisco se acerca á
echar miradas impuras y ojeadas amoro-
sas , los corazones están sumamente dis-
puestos para dejarse contaminar y empon-
zoñar.
Estas recreaciones , poco conformes á
Ja razon , son ordinariamente peligrosas ,
Filotea , porque disipan el espíritu de de-
vocion , debilitan las fuerzas , resfrian la
caridad y despiertan en el alma muchas
suertes de aficiones malas : por lo cual se
ha de usar de ellas con suma moderacion .
Pero sobre todo dicen , que después de
304 -
haber comido hongos , es menester beber
vino generoso : y yo digo, que después de
los bailes es necesario servirse de algu-
nas consideraciones santas y buenas , que
impidan las impresiones peligrosas que de-
jaria tal vez en nuestras almas el vano
placer que se ha tenido . ¿ Y cuales son
estas consideraciones ?
1. Mientras tú estás en el baile , mu-
chas almas están ardiendo en el fuego del
infierno por pecados cometidos en el baile
ó por causa del baile .
2. Muchos religiosos y personas devo-
tas están en aquella hora en presencia de
Dios cantando sus alabanzas , y contem-
plando su hermosura cuanto mejor que
tú emplean el tiempo !
3. Mientras tú has estado bailando ,
han muerto muchos entre graves congojas :
muchos millares de hombres y mujeres han
estado padeciendo gravísimos trabajos en
sus camas , en los hospitales y en las ca-
lles , dolores de gota , de piedra y ardien-
tes calenturas : ¿ y es posible , que estando
estos sin hallar descanso , no tengas tú
compasion de ellos ? ¿ no consideras que
vendrá dia en que tú gimas como ellos ,
mientras otros bailen , como tú lo has
hecho ?
4. Nuestro Señor , nuestra Señora, los
ángeles y los santos te han estado viendo
en el baile, y se han dolido mucho de ti,
305
viendo tu corazon divertido en tales niñe-
rías y ocupado en tal necedad .
5. ¡ Ay , que mientras tú estabas en
el baile , se ha pasado el tiempo , y la
muerte se ha acercado ! mira como se
burla de ti , y te convida á su baile , en
el cual los gemidos de tus deudos servirán
de violin, y tú en aquella danza harás un
paso solo , pero de la vida á la muerte :
esta danza es el pasatiempo de los morta-
les , pues en ella se pasa en un instante
del tiempo á la eternidad de bienes ó de
tormentos. Te he indicado estas breves
consideraciones ; pero Dios te inspirará
otras muchas para el mismo efecto , si vi-
ves en su temor santo.

CAPÍTULO XXXIV.

Cuando es lícito jugar ó bailar.

Para que sea loable el juego ó la danza,


se ha de tomar por recreo y no por pa-
sion ; ha de durar un tiempo moderado,
y no hasta fatigarse y desvanecerse , y ha
de ser raras veces ; pues siendo con fre-
cuencia , se convierte en ocupacion el pa-
satiempo. ¿ En qué ocasion , pues, se pue-
de jugar ó bailar ? Las ocasiones justas del
baile y juego indiferente son mas frecuen-
tes que las de los juegos prohibidos ; así
- 306
como tales juegos son mucho mas repren-
sibles y peligrosos ; pero en una palabra,
puedes danzar y jugar con las condiciones
que te he señalado , cuando lo dicten la
prudencia y discrecion , por condescender
y complacer á la honesta concurrencia en
que te hallas ; porque la condescendencia,
como hija de la caridad, hace buenas las
cosas indiferentes , lícitas las peligrosas ,
y aun quita la malicia á las que son al-
gun tanto malas ; por lo cual los juegos
de suerte alguna vez , que nos pone en
ellos la justa condescendencia, no son re-
prensibles , como lo serian en cualquiera
otra ocasion : he tenido gran consuelo en
leer en la vida de san Carlos Borromeo ,
que condescendia con los suizos en ciertas
cosas, sobre las cuales era sumamente rí-
gido en otras ocasiones, y que san Igna-
cio de Loyola, convidado á jugar, aceptó
el convite tambien santa Isabel , reina de
Hungría , cuando concurria á tertulias de
pasatiempo, jugaba y bailaba alguna vez
sin perjuicio de su devocion , la cual es-
taba tan arraigada en el alma , que así co-
mo las rocas que rodean el lago de Rieti
crecen cuando son azotadas de las olas ,
así su devocion crecia en medio de las
pompas y vanidades á que su dignidad la
exponia ; porque los grandes incendios se
avivan con el viento, al paso que los pe-
queños se apagan , si se exponen á él .
307 --

CAPITULO XXXV .

Que es necesario ser fiel en las ocasiones


grandes y en las pequeñas,

Dice el sagrado Esposo en los Cantares ,


(e. 4, v. 9) que le ha robado el corazon
su esposa con uno de sus ojos y con uno
de sus cabellos y si los ojos son la parte
mas noble de todas las exteriores del
cuerpo humano , ya por su estructura , ya
por su actividad , ninguna es mas vil que
los cabellos ; pero quiere dar á entender
con esto el divino Esposo , que no solo
se complace en las grandes obras de las
personas devotas, sino tambien en las mas
pequeñas y bajas , y que para darle gusto
se le ha de servir con igual esmero en
las ocasiones pequeñas y humildes que en
las grandes y elevadas, puesto que tanto
con unas como con otras podemos robar-
le el corazon de enamorado.
Prepárate pues , Filotea , á sufrir por
nuestro Señor muchas y grandes afliccio-
nes, y aun tambien el martirio : resuél-
vete á sacrificarle lo que mas estimas , si
quiere recibirlo, sea el padre , la madre,
el hermano, el marido, la mujer , los hi-
jos , tus mismos ojos y tu propia vida ,
porque á todo esto ha de estar preparado
308 -
tu corazon : pero en tanto que la divina
Providencia no te envia tan sensibles y
grandes aflicciones ; en tanto que no exi-
ge de ti el sacrificio de tus ojos , sacrifí-
cale á lo menos tus cabellos, quiero decir,
que sufras con paciencia aquellas lijeras
injurias , leves incomodidades y pérdidas
de poca consideracion que ocurren cada
dia ; pues aprovechando con amor y dilec-
cion estas ocasioncillas, conquistarás ente-
ramente su corazon , y le harás del todo
tuyo. Los cotidianos , aunque lijeros actos
de caridad , el dolor de cabeza ó de mue-
las, la fluxion, las extravagancias del ma-
rido ó de la mujer, el quebrarse un vaso,
aquel desprecio ó gesto , el perderse los
guantes , la sortija ó el pañuelo , aquella
tal cual incomodidad de recogerse tempra-
no y madrugar para la oracion ó para ir
á comulgar , aquella vergüenza que causa
hacer en público ciertos actos de devocion ;
en suma , todas estas pequeñas molestias,
sufridas y abrazadas con amor, son agra-
dabilísimas á la divina bondad , que por
solo un vaso de agua ha prometido á sus
fieles el mar inagotable de una bienaven-
turanza cumplida y como estas ocasiones
se encuentran á cada instante , si se apro-
vechan , son excelente medio de atesorar
muchas espirituales riquezas .
Al leer en la vida de santa Catalina de
Sena los éxtasis y elevaciones de su espí
309 ―
-
ritu , sus palabras llenas de sabiduría y
aun las exhortaciones que hizo, no puedo
dudar que con aquellos ojos de contem-
placion habria robado el corazon de su
celestial esposo ; pero no es menor mi
consuelo, cuando la considero en la coci-
na de su padre con grande humildad dar
vuelta al asador , atizar el fuego , sazonar
la comida, amasar el pan y hacer los mas
humildes oficios de la casa con un espíritu
inflamado en amor y dileccion para con ' su
Dios y no tengo en menos la medita-
cion sencilla y humilde que tenia entre
los ejercicios viles y despreciables , que
los éxtasis y elevaciones que padecia con
tanta frecuencia , y que quizá se le con-
cedieron en premio de aquella humildad y
abatimiento : tenia , pues , esta meditacion ;
imaginaba , al guisar para su padre , que
estaba guisando para nuestro Señor, como
otra santa Marta ; que su madre ocupaba
el lugar de nuestra Señora , y sus herma-
nos el de apóstoles , con lo cual se exci-
taba á servir en espíritu á toda la corte
celestial, y se empleaba en aquellos despre-
ciables ministerios con gran dulzura de su
alma , porque sabia que aquella era la
voluntad de Dios. Te he propuesto , Filo-
tea , este ejemplo , para que aprendas
cuanto importa enderezar todas nuestras
acciones , por viles que sean , al servicio
de la Majestad divina.
310
A este fin te aconsejo con todo el en-
carecimiento posible , que imites á la mu-
jer fuerte, que tanto celebra Salomon , la
cual , como dice este gran sabio , echaba
mano á las acciones grandes , generosas y
elevadas , sin dejar por eso de hilar y tor-
cer el huso. Alargó su mano á las cosas
fuertes, y sus dedos tomaron el huso ( Prov.
c. 31 , v. 19) : echa tú tambien la mano á
las cosas fuertes , empleándote en tener
oracion y meditacion , y recibir los santos
sacramentos , en excitar el fuego del amor
de Dios en las almas, en sembrar inspi-
raciones buenas en los corazones , y final-
mente en hacer obras grandes y de sumo
precio conforme á tu vocacion ; pero no
te olvides del huso y de la rueca , quiero
decir, de practicar aquellas virtudes pe-
queñas y humildes que crecen como flores
al pié de la cruz , cuales son , servir á los
pobres, visitar á los enfermos , cuidar de
la familia , con todo lo que á esto se si-
gue, y el importante cuidado de no estar
jamás ociosa ; mas entre estas ocupacio-
nes has de esparcir unas consideraciones
semejantes á las que te he referido de
santa Catalina.
Raras veces se ofrecen grandes ocasio-
nes de servir á Dios, pero pequeñas con-
tinuamente ; pues ten entendido , que el
que sea fiel en lo poco , será constituido
en lo mucho, como dice el Salvador ( Math.
311 --
c. 25, v . 21 ) : por tanto haz todas las co-
sas en el nombre de Dios , y todas las
harás bien ora comas , ora bebas , ora
duermas , ora te diviertas , ora dés vuelta
al asador, como sepas aprovechar estas
haciendas , adelantarás mucho en los ojos
de Dios , haciendo todo esto porque Dios
quiere que lo hagas.

CAPÍTULO XXXVI.

Que nuestro espíritu ha de ser conforme


á justicia y á razon.

La razon nos constituye hombres, y con


todo eso es cosa muy rara encontrar hom-
bres verdaderamente racionales , porque
de ordinario el amor propio nos desvia de
la razon, haciéndonos insensiblemente caer
en muchísimas injusticias é iniquidades
peligrosas , aunque pequeñas , las cuales ,
semejantes á aquellas raposillas de que se
habla en los Cantares, demuelen las viñas ,
pues por pequeñas se descuidan y por mu-
chas hacen considerable daño . Mira si no
son contra razon y justicia todas las cosas
que ahora te diré.
Acusamos al prójimo por una nonada ,
y á nosotros mismos nos excusamos de lo
que es mucho queremos vender caro , y
comprar barato pretendemos que se haga
312--
justicia en la casa del vecino , y en la
nuestra se use de misericordia y tolerancia :
deseamos que nuestras palabras se echen á
la mejor parte, y nos resentimos y picamos
de las de los otros : quisiéramos que nues-
tro prójimo nos entregara sus bienes, por-
que le pagamos su precio , como si no
fuera mas justo que él guarde sus bienes
y nosotros nuestro dinero : llevamos á mal
que no nos quiera prestar alguna cosa
como si no tuviera él mas razon de llevar á
mal que pretendamos nosotros incomodarle.
Si nos agrada un ejercicio , desprecia-
mos los demás y sindicamos todo lo que
no es á gusto nuestro si alguno de nues-
tros inferiores es desmañado ó si ya le
tenemos entre dientes , nos desagrada cuan-
to hace , siempre le estamos dando que
sentir y en todo pegamos contra él : por
el contrario, si alguno nos cae en gracia ,
le disculpamos , haga lo que hiciere : hay
hijos virtuosos , que sus padres y madres
casi no los pueden ver, solo porque tienen
alguna imperfeccion corporal, y hay otros
viciosos , que por alguna gracia corporal
son los predilectos : anteponemos general-
mente los ricos á los pobres , aunque no
sean ni de mejor nacimiento ni mas vir-
tuosos y aun preferimos á algunos solo
porque van mejor vestidos : queremos que
se nos paguen puntualmente nuestros de-
rechos , y que los demás usen de cortesía
313-
en exigir los suyos : mantenemos nuestro
puesto con la mayor delicadeza , y preten-
demos que sean humildes y condescendien-
tes los otros por cualquier motivo nos
quejamos del prójimo , y no quisiéramos
que nadie se quejase de nosotros lo que
hacemos por otro siempre nos parece mu-
cho , y lo que él hace por nosotros nos
parece nada. En fin, somos como las per-
dices de Paflagonia , que tienen dos cora-
zones , pues tenemos un corazon condes-
cendiente y cortés para con nosotros mis-
mos , y otro duro , severo y riguroso para
con el prójimo : tenemos dos balanzas , una
para pesar lo que nos acomoda con toda
la ventaja que podemos , otra para pesar
lo que acomoda al prójimo con toda la des-
ventaja posible . Pero la Escritura nos di-
ce ( ps. 11 , v . 2 ) , que los labios dolosos
han hablado en el corazon y el corazon ;
esto es , tienen dos corazones , y que te-
ner dos balanzas , una grande para recibir
y otra pequeña para dar , es abominable á
los ojos de Dios ( Deut. c. 25 , v . 13 ) .
Has de ser , Filotea , equitativa y justa
en tus acciones : ponte en lugar del próji-
mo y pon al prójimo en el tuyo , y así
juzgarás rectamente : hazte cargo de que
vendes cuando compras , y de que com-
pras cuando vendes , y así venderás y com-
prarás segun justicia . Es verdad que to-
das las injusticias dichas son leves , pues
20
314
no obligan á restitucion , y no hacemos
mas que estar á todo el rigor de la justi-
cia en lo que nos es favorable ; pero no
dejan de ser faltas considerables de razon
y de caridad , de que debemos enmendar-
nos y finalmente son tranquillas , pues
no perdemos nada en proceder con gene-
rosidad , nobleza y cortesía , y con un co-
razon recto , igual y equitativo. No te ol-
vides , Filotea , de examinar frecuente-
mente tu corazon , á ver si está para con
el prójimo como tú quisieras que el suyo
estuviese para contigo si te hallases en su
lugar , porque este es el punto de la ver-
dadera razon. Habiendo motejado á Tra-
jano sus confidentes, que hacia demasiado
accesible la majestad imperial , les respon-
dió: Así es pero ¿ acaso no debe ser para
con los particulares un emperador tal cual
quisiera yo encontrarle si fuera particular ?

CAPÍTULO XXXVII.

De los deseos.

Todos saben que es necesario guardarse


de desear cosas malas , porque el deseo
del mal nos hace malos ; pero yo te aña-
do, Filotea , que no desees cosas peligrosas
para el alma , como bailes , juegos y otras
diversiones semejantes , ni honras y pues-
315 -
tos , ni aun visiones y éxtasis , porque en
semejantes cosas hay mucho peligro de
vanidad y de engaño . No desees tampoco
lo que está muy distante , esto es , lo que
no puede suceder en mucho tiempo , como
hacen algunos , que con esto cansan y
disipan el corazón inútilmente , y se expo-
nen á grandes inquietudes. ¿ No me dirás
de qué le sirve á un jóven desear con an-
sia algun empleo antes que llegue el tiem-
po de obtenerle ? & de qué le sirve á una
casada desear ser religiosa ? ¿ no será per-
der tiempo desear comprar la hacienda de
mi vecino antes que él piense en vender-
la ? Si cuando estoy enfermo deseo predi-
car, celebrar el santo sacrificio de la misa,
visitar á los otros enfermos , y hacer ejer-
cicios propios de los que están sanos, & no
serán vanos unos deseos cuyo cumpli-
miento no está en mi mano ? y sin embar-
go tengo estos deseos inútiles , en vez de
desear , como debiera , paciencia , resig-
nacion , mortificacion , obediencia Y afa-
bilidad en mis enfermedades , que es lo que
Dios quiere que practique por entonces ;
pero nuestros deseos son de ordinario co-
mo los de las mujeres embarazadas , que
en otoño se les antojan guindas frescas y
en primavera racimos sazonados.
De ningun modo apruebo que quien
tiene obligacion ú ocupacion determinada
se entretenga en desear una manera de
316 -
vida poco conveniente á su obligacion , ni
ejercicios incompatibles con su condicion
actual ; porque esto disipa el corazon , y
le debilita para los ejercicios necesarios.
Si deseo la soledad de los cartujos , pierdo
tiempo , y este deseo ocupa el lugar del
que debiera tener de desempeñar bien mi
actual oficio. No quisiera yo que se ape-
teciese tener mas entendimiento ó juicio ;
porque estos deseos son frívolos , y ocu-
pan el lugar del deseo que cada uno debe
tener de cultivar su talento , sea el que
fuere ni tampoco que se deseen aquellos
medios de servir á Dios que uno no tiene,
sino que se empleen fielmente los que se
tienen ; pero esto se entiende de aquellos
deseos que distraen el corazon , pues no
hace daño alguno apetecer sencillamente ,
como no sea con mucha continuacion.
No desees cruces sino á proporcion que
hayas llevado bien las que se te han ofre-
cido ; pues es abuso desear el martirio, y
no tener ánimo para sufrir una injuria . El
enemigo procura ordinariamente que ten-
gamos grandes deseos de objetos que es-
tán ausentes y jamás se nos ofrecerán ,
para apartar con esto el espíritu de los
objetos presentes , en los cuales , aunque
pequeños, pudiéramos aprovechar mucho :
con la imaginacion peleamos contra los
mónstruos del África , y en la realidad
por falta de cuidado dejamos que nos dén
317
muerte las culebrillas que hay en el ca-
mino por donde andamos .
No desees tentaciones , porque seria te-
meridad ; pero emplea tu corazon en es-
perarlas valerosamente , y en defenderte
en ellas cuando vinieren .
La variedad de manjares, principalmen-
te en mucha cantidad , carga el estómago,.
y si es débil le destruye : no llenes, pues ,
tu alma de muchos deseos , no solo mun-
danos , que te perderian enteramente , si
que ni aun espirituales , porque te causa-
rán empacho . Cuando está ya purgada el
alma , como se encuentra descargada de
los malos humores , tiene mucha hambre
de las cosas espirituales , y empieza como
hambrienta á desear muchos ejercicios de
piedad , de mortificacion , de penitencia ,
de humildad , de caridad y de oracion :
buena señal es , Filotea , tener tan buenas
ganas ; pero considera si podrás digerir
tanto como quieres comer. Con el dictá-
men , pues , de tu padre espiritual elige
entre tantos deseos los que al presente
pueden ponerse en práctica y ejecucion ;
escogidos estos , saca de ellos todo el fru-
to posible , y Dios te enviará otros que á
su tiempo ejecutarás , y de este modo no
perderás el tiempo en deseos inútiles . Yo
no digo que se pierda ningun deseo bue-
no; pero digo que se vayan sacando por
su órden , guardando en un rinconcito del
20**
-- 318
corazon los que al presente no se pueden
efectuar , hasta que les llegue su tiempo ,
y ejecutando entre tanto los que están ma-
duros y son de la estacion , y entiéndase
esto no solo de los espirituales, sino tam-
bien de los temporales ; de lo contrario siem-
pre vivirémos entre inquietudes y zozobras .

CAPÍTULO XXXVIII .

Avisos para los casados.

El matrimonio es un gran sacramento :


digo en Jesucristo y su Iglesia ( ad Ephes.
c, 5, v. 32 ) : y merece ser honrado por
todos , en todos y en todo , esto es , en
todas sus partes : por todos , porque aun
las vírgenes deben honrarle con humildad :
en todos , porque la misma santidad tiene
en los pobres que en los ricos en todo ,
porque es santo en su origen , en su fin,
en sus utilidades , en su forma y en su
materia. Es el plantel del cristianismo,
que puebla la tierra de fieles para comple-
tar en el cielo el número de los escogidos ;
así que conviene mucho á la república
conservar el bien del matrimonio , por
ser fuente y manantial de todos sus arroyos.
Pluguiese á Dios que su muy amado Hi-
jo fuese convidado á todas las bodas, co-
mo lo fué á las de Caná. Nunca faltaria
319
entonces el vino de sus soberanos consue-
los y bendiciones ; pues si no hay ordina
riamente mas que un poco , y eso á los
principios , consiste en que en lugar de
nuestro Señor se convida á Adónis , y á
Vénus en lugar de nuestra Señora . El que
quiera tener corderillos hermosos y pinta-
dos como Jacob , ha de poner á la vista
de las madres al tiempo de concebir unas
varitas hermosas y de diversos colores ,
como lo hizo aquel patriarca : el que quie-
ra tener próspero suceso en el matrimonio,
debe tener presente en sus bodas la santi-
dad y dignidad de este sacramento ; pero
si en vez de esto se cometen muchísimos
desórdenes en los entretenimientos , festi-
nes y conversaciones , ¿ qué extraño es
que sean desordenados los efectos ?
Con el mayor encarecimiento posible
exborto á los casados á que se profesen
el mutuo amor que tanto les encomienda
el Espíritu santo en las divinas Escrituras.
Deciros que os ameis uno á otro con amor
natural , es lo mismo que nada ; porque
otro tanto hacen las pareadas tortolillas :
ni basta decir que os ameis con amor hu-
mano , pues tambien los gentiles se pro-
fesan este amor : yo os diré con el Após-
tol de las gentes ( ad Ephes. c. 5, 25 ) :
Esposos , amad á vuestras esposas como
ama Jesucristo á su Iglesia : esposas , amad
á vuestros maridos como la Iglesia ama
320
á Jesucristo. Dios que llevó á Eva á la
presencia de nuestro primer padre Adan ,
y se la dió por esposa , es quien con su
invisible diestra ha echado el nudo de las
sagradas ataduras de vuestro matrimonio,
amados mios ; él es quien os ha entregado
unos á otros pues & cómo no os amais
con un amor enteramente santo , sagrado
y divino ?
Es el primer efecto de este amor la
union indisoluble de los corazones . Cuan-
do se encolan dos pedazos de pino uno
con otro , si es buena la cola , queda tan
firme la union , que mas presto se partirá
la madera por otras partes que no por la
pegadura : así, pues, como Dios une con su
propia sangre el marido á la mujer , por
eso es tan firme la union , que antes se
ha de separar el alma del cuerpo de uno
ú otro , que no el marido de su mujer ;
pero esto se entiende no tanto de la union
del cuerpo cuanto del corazon , del efecto
y del amor.
Ha de ser el segundo efecto de este
amor la inviolable fidelidad de uno á otro
consorte. Antiguamente se grababan los
sellos en los anillos que se llevaban en el
dedo , como la misma Escritura santa lo
acredita y vé aquí la significacion de una
ceremonia que se hace en las bodas : ben-
dice la Iglesia por mano del sacerdote un
anillo , que se le entrega primeramente al
321
esposo , en testimonio de que sella'y cier-
ra su corazon con esté sacramento , para
que en adelante jamás pueda entrar en él
ni el nombre ni el amor de otra alguna
mujer mientras viva la que Dios le ha
dado después el esposo pone el anillo en
la mano de su esposa , para que ella igual-
mente entienda que jamás ha de entrar en
su corazon afecto á otro hombre alguno ,
mientras viva sobre la faz de la tierra el
que nuestro Señor acaba de darle.
El tercer fruto del matrimonio es la
procreacion y crianza de los hijos . Grande
honra es para vosotros , casados , el que
Dios , queriendo multiplicar las almas , que
pueden bendecirle y alabarle por toda la
eternidad , os hace cooperadores de obra
tan digna , por medio de la produccion de
los cuerpos , en que él reparte , como go-
tas de celestial rocío , las almas que cria
é infunde dentro de ellos.
Conservad pues , esposos , un tierno,
constante y cordial amor á vuestras espo-
sas ; pues la mujer fué sacada de la cos-
tilla mas cercana al corazon del primer
hombre , para que él la amase cordial y
tiernamente. Las flaquezas y enfermedades
corporales ó espirituales de vuestras mu-
jeres no os han de hacer con ellas desde-
ñosos , sino antes bien dulce y amorosa-
mente compasivos , pues Dios las ha cria-
do tales , para que dependan de vosotros
322 -
y os honren y respeten mas , y vosotros
las tengais por compañeras , sin dejar de
ser cabeza y superior suyo. Y vosotras ,
esposas, amad tierna y cordialmente á los
maridos que Dios os ha dado , pero con
amor respetuoso y reverente ; pues por
eso los ha criado Dios de un sexo mas ro-
busto y predominante , y ha querido que
la mujer dependa del hombre , y sea hue-
so de sus huesos y carne de su carne,
formándole de una costilla suya tomada
debajo de sus brazos , en señal de que ha
de estar bajo la mano y gobierno de su
marido. En toda la Escritura santa se os
está intimando estrechamente esta suje-
cion , que os dulcifica al mismo tiempo la
propia Escritura , no solo enseñándoos á
llevarla con amor , sino tambien mandan-
do á vuestros maridos que la ejerzan con
suma dileccion , ternura y suavidad . Espo-
808 dice el apóstol san Pedro , ( 1. c. 3,
v. 7 ) con discrecion os habed con vuestras
esposas , honrándolas como vasos mas frá-
giles.
Pero así como os exhorto á acrecentar
mas y mas el recíproco amor que os de-
beis , os advierto que esteis alerta para que
de ningun modo degenere en celos ; pues
muchas veces acontece, que así como se
cria el gusano en la manzana mas delica-
da y madura , así nacen los celos en el
amor mas ardiente y afectuoso de los ca-
323 -
sados , cuya sustancia corrompen y des-
truyen , porque poco á poco acarrean dis-
gustos , disensiones y divorcios . Cuando el
recíproco amor se funda en la verdadera
virtud , no sobrevienen ciertamente celos ,
y así estos son señal ciertísima de que el
amor tiene algo de sensual y grosero , y
que se ha dirigido á objeto en que ha en-
contrado una virtud imperfecta , incons-
tante y expuesta á desconfianzas . Necedad
será querer dar á entender con los celos
la grandeza del amor ; pues podrán estos
descubrir su magnitud y corpulencia , pe-
ΤΟ no su bondad , pureza y perfeccion ;
que la perfeccion de la amistad supone
seguridad de la virtud del amado , y los ce-
los suponen incertidumbre.
Esposos , si quereis que os sean fieles
vuestras esposas , enseñadlas la leccion con
vuestro ejemplo . « ¿ Con qué cara quereis ,
decia san Gregorio Nacianceno , pedir ho-
nestidad á vuestras mujeres , viviendo en
deshonestidad vosotros ? ¿ cómo les pedís
lo que no les dais ? Quereis que sean cas-
tas ; pues vivid con ellas castamente. >> Y
como dice san Pablo : Sepa cada uno po-
seer su vaso en santificacion ; pero si por
el contrario vosotros mismos les enseñais
las disoluciones , ¡ qué mucho que sufrais
la deshonra de su pérdida ! Mas vosotras ,
mujeres, cuya honra está inseparablemente
unida con la pureza y honestidad , conser-
324
vad celosamente vuestra gloria , y no per-
mitais que disolucion alguna , sea la que
fuere , amancille la blancura de vuestra
reputacion. Temed cualquiera invasion, por
pequeña que sea ; nunca permitais que os
anden al rededor los galanteos ; tened por
sospechosos á cualquiera que entre ala-
bando vuestra hermosura y vuestra gracia ,
porque ordinariamente quien alaba la mer-
cancía que no puede comprar , tiene gran-
des tentaciones de robarla ; pero si á es-
tas alabanzas añade alguno desprecios de
vuestro marido ' , ese os ofende mucho ;
pues claro está , que no solamente quiere
perderos, sino que os juzga ya medio per-
didas , y que está medio hecho el tra-
to con el segundo comprador cuando se
está disgustado del primero. Siempre han
acostumbrado las señoras así en otros tiem-
pos como en estos llevar pendientes de las
orejas muchas perlas , por el gusto , se-
gun dice Plinio , de oir el ruido que ha-
cen dando unas con otras ; pero yo , como
sé que Isaac , grande amigo de Dios , en-
vió á la casta Rebeca unos pendientes por
primeras arras de su amor , creo que
este ornamento místicamente significa ,
que lo primero que el marido ha de te-
ner de su esposa , y esta le debe guardar
con fidelidad , es el oido , para que no
pueda entrar en él palabra ó ruido algu-
no que no sea el dulce y amigable susur-
325
ro de expresiones castas y puras, que son
las perlas orientales del Evangelio ; porque
conviene tener siempre presente , que así
como el cuerpo recibe el veneno por la
boca , el alma le recibe por el oido.
Unida la fidelidad al amor produce
siempre familiaridad y confianza ; por eso
los santos y santas usaron en sus matri-
monios de muchas recíprocas caricias ,
amorosas ciertamente , pero castas ; tier-
nas, pero sinceras . Por eso Abimelec vien-
do por una ventana como aquellos dos cas-
tos esposos del antiguo testamento , Isaac
y Rebeca , se acariciaban , aunque sin
mengua alguna de su honestidad , conoció
en sus caricias que eran marido y mujer
sin duda alguna. El grande san Luis, que
era tan duro con su propia carne , como
tierno en el amor de su esposa , casi fué
notado de pródigo en semejantes caricias,
aunque en la realidad merecia mas loa
que nota , olvidando su marcial espíritu ,
por practicar estas lijeras obligaciones que
conservaban el amor conyugal ; pues si
bien las insinuaciones de pura y sincera
amistad no unen por sí los corazones,
los avecinan sin embargo , y sirven de
agradable cebo para la mutua conversacion.
Estando santa Mónica en cinta del gran
padre san Agustin , le consagró con repe-
tidas ofertas á la Religion cristiana y al
servicio de la gloria de Dios , como lo tes-
21
326 -
tifica él mismo , diciendo : Que ya en el
vientre de su madre habia gustado la sal
de Dios. Aprendan las mujeres cristianas
esta admirable leccion de ofrecer á la di-
vina Majestad el fruto de su vientre , aun
antes que salga de él : porque Dios , que
acepta las oblaciones del corazon cuando
se hacen con humildad y de grado , ordi-
nariamente favorece en esta ocasion los
buenos deseos de las madres séanme tes-
tigos Samuel , santo Tomás de Aquino,
san Andrés de Fiésola y otros muchos . La
madre de san Bernardo , digna madre de
tal hijo , tenia la costumbre de tomar en
sus brazos á cada uno de ellos apenas le
daba á luz , y ofrecérsele á Jesucristo , y
desde aquel punto los amaba con respeto ,
como cosa consagrada, y que Dios le ha-
bia confiado , y fué tan feliz el éxito de
esta práctica , que todos siete hijos fueron
muy santos. Nacidos ya , y comenzando á
despuntar en ellos el uso de la razon , de-
ben los padres tener gran cuidado de im-
primir el temor de Dios en sus corazones .
¿ Con cuanto fervor desempeñó esta obli-
gacion la piadosa reina doña Blanca con
su hijo el rey san Luis , diciéndole repe-
tidas veces : Mas quisiera , hijo mio muy
amado , que te cayeras muerto delante de
mis ojos , que verte cometer un solo pe-
cado mortal ? dejando tan impresa esta
máxima en el alma de su santo hijo, que,
327
como referia él mismo , ningun dia de su
vida dejó de acordarse de ella , poniendo
todo su esmero en guardar esta celestial
doctrina. En nuestro idioma llamamos ca-
sas (*) á los linajes y generaciones , y aun
los hebreos llamaban á la generacion de
los hijos edificacion de las casas pues
en este sentido se dice que Dios edificó
casas á las comadres de Egipto . Esto ,
pues, nos enseña que las casas no se ha-
cen proveyéndolas de muchos bienes mun-
danos , sino criando bien los hijos en vir-
tud y temor de Dios.
Acerca de esto no se ha de excusar pe-
na ni trabajo alguno ; pues los hijos son
corona del padre y de la madre . Así lo
bizo santa Mónica , peleando con tanto
fervor y constancia contra las malas incli-
naciones de san Agustin , que á costa de
seguirle por mar y por tierra , le hizo
ser mas felizmente hijo de sus lágrimas
por la conversion de su alma , que lo ha-
bia sido de su sangre por la generacion
de su cuerpo .
Señala san Pablo como herencia de las
mujeres el gobierno de la casa , y por eso
muchos creen y con razon .que su devo-
cion es mas fructuosa para la familia que
la de los maridos ; pues como estos no
(*) Tambien en castellano se usa la voz casa en
esta acepcion, y así decimos la Casa de Borbon , la
Casa de Lara , &c.
328-
tienen tan continua residencia entre los
domésticos , tampoco pueden con tanta fa-
cilidad inclinarlos á la virtud : y segun
esta consideracion pinta Salomon en sus
proverbios toda la felicidad de la casa co-
mo dependiente del cuidado é industria de
la mujer fuerte que describe .
En el Génesis se dice , que Isaac , vien-
do la esterilidad de su esposa Rebeca , ro-
gó al Señor por ella , ó segun el texto he-
breo , rogó al Señor en frente de ella , es-
to es , que en el lugar de la oracion el
uno rogaba al un lado Y el otro al
opuesto , y la súplica del marido , hecha
de este modo , fué oida del Señor. No
hay union mayor ni mas fructuosa entre
el marido y la mujer que la que consiste
en la santa devocion , á la cual se pueden
excitar mutuamente el uno al otro como
á competencia. Frutas hay, como el mem-
brillo , que por su aspereza no se pueden
comer sino en dulce ; otras hay, como las
guingas y los albaricoques , que por su
delicadez y ternura no se pueden guardar
sino tambien confitadas ; por eso las mu-
jeres han de desear que sus maridos es-
tén confitados con el azúcar de la devo-
cion , porque el hombre sin devocion es
un animal severo , áspero y duro ; y los
maridos tambien han de desear que sus
mujeres sean devotas , porque la mujer
sin devocion es sumamente frágil y está
329
expuesta á descaecer ó amancillar su vir-
tud . San Pablo dijo : ( I. ad Cor. c. 7 ,
v. 14 ) Que el hombre infiel es santificado
por la mujer fiel , y la mujer infiel por el
hombre fiel ; porque en la estrecha alianza
del matrimonio fácilmente pueden atraerse
á la virtud el uno al otro ; pero ¿ qué
bendicion tan grande es santificarse mu-
tuamente marido y mujer fieles con un
verdadero y santo temor de Dios ?
Por lo demás , han de tener tanta con-
descendencia uno con otro , que jamás se en-
faden los dos á un mismo tiempo , para que
nunca haya disension ni disputa . Las abejas
no pueden estar donde hay eco y suena
la voz repetida ; tampoco el Espíritu santo
hace morada en la casa en que hay disputas ,
réplicas , repeticion de voces y altercaciones .
Dice san Gregorio Nacianceno , que los
casados en su tiempo celebraban el ani-
versario de sus bodas , y yo aprobaria
ciertamente que se renovase esta costum-
bre, con tal que no fuese con aparatos de
diversiones mundanas y sensuales , sino
que los maridos y mujeres confesasen y
comulgasen aquel dia , y encomendasen á
Dios con mas fervor que en los demás el
progreso de su matrimonio, renovando los
buenos propósitos de santificarle mas y
mas por un recíproco amor y fidelidad , y
recobrando espíritu en el Señor para so-
brellevar las cargas de su estado.
330

CAPÍTULO XXXIX .

De la honestidad del lecho nupcial.

Ha de ser el lecho nupcial inmaculado ,


como le apellida el Apóstol , esto es , libre
de inmundicias y de otras manchas profa-
nas , que aun por eso fué instituido el
matrimonio en el paraiso terrenal , donde
hasta entonces no habia habido desenfre-
no alguno de la concupiscencia ni cosa
alguna menos honesta .
Como entre los placeres vergonzosos y
los de comer hay cierta semejanza , pues
unos y otros pertenecen á la carne, aun-
que los primeros, por su brutal vehemen-
cia , se han levantado con el nombre de
placeres carnales , explicaré lo que no se
puede decir de los unos , con lo que diré
de los otros .
1. Fué instituido el matrimonio para
conservar la especie humana ; por tanto ,
así como es bueno , santo y de precepto
comer lo necesario para mantener y con-
servar la vida ; así tambien en el matri-
monio lo que se requiere para la procrea-
cion y multiplicacion de la especie humana
es bueno y santo , porque es el fin prin-
cipal de las bodas.
2. Comer, no ya por conservar la vi-
331 -
da , sino por conservar el trato y la con-
descendencia que debemos tener unos con
otros , es muy justo y honesto ; del mis-
mo modo en el santo matrimonio el satis-
facer recíprocamente los esposos sus legí-
timos deseos , es lo que san Pablo llama
débito , pero débito tan grande , que no
permite el santo que uno de los consortes
se exima de él sin el libre y voluntario
consentimiento del otro , y eso ni aun pa-
ra los ejercicios de devocion que es lo
que me movió á decir lo que sobre esta
materia puse en el capítulo de la santa
comunion ) pues cuanto menos se podrán
eximir por afectaciones caprichosas de vir-
tud , ó por riñas y desórdenes !
3. Así como los que comen , por la
obligacion del mutuo trato han de comer
con libertad , y no como por fuerza, y á
mas de esto han de procurar hacer ver
que tienen buena gana ; así tambien se ha
de pagar el débito nupcial siempre con fi
delidad y franqueza, lo mismo que si fue-
se con esperanza de sucesion , aunque por
algun motivo no haya tal esperanza .
4. Comer , no ya por las dos razones
antecedentes , sino por saciar el hambre,
es tolerable , pero no laudable ; porque el
placer del apetito sensual por sí solo no es
bastante causa para hacer laudable una ac-
cion, aunque basta para que sea soportable.
5. Cuando lo que incita á comer no
332 -
* es ni aun este simple apetito , sino el ex-
ceso , entonces es desórden y accion mas
ó menos vituperable , segun sea el exceso
mayor o menor.
6.° Adviértase que el exceso en el co-
mer no consiste solo en la mucha canti-
dad , sino tambien en el modo y manera
con que se come. Cosa particular es , Fi-
lotea , que siendo la miel tan propia y sa-
ludable para las abejas , les pueda ser sin
embargo tan nociva , que unas veces las
pone enfermas , como sucede , cuando por
comer mucha en primavera les da flujo
de vientre , y otras veces les ocasiona sin
remedio la muerte, como acontece cuando
tienen enmelado el hocico y las alas . A la
verdad , el trato nupcial, tan santo , justo ,
recomendable y útil á la república , es con
todo en algunos casos arriesgado para los
que le practican , pues á veces hace en-
fermar mucho sus almas con el pecado
venial , como acontece por solo el exceso ,
y otras veces con el pecado mortal les
causa la muerte , lo cual sucede cuando
se viola y pervierte el órden establecido
para la procreacion y en tal caso , á pro-
porcion que se apartan mas o menos de
este órden , son mas o menos execrables
los pecados , aunque siempre mortales ;
pues siendo la procreacion de los hijos
el primero y principal fin del matrimonio ,
jamás puede ser bueno apartarse del ór-
333 ―
den que para ella se requiere , aunque es-
ta no pueda efectuarse por entonces á cau-
sa de algun otro accidente , como cuando
la esterilidad ó la actual prenez estorban
la produccion y generacion , pues en estos
casos el comercio nupcial puede ser justo
y santo , con tal que se sigan las reglas
de la procreacion , puesto que ningun ac-
cidente es capaz de perjudicar á la ley
impuesta por el fin principal del matrimo-
nio. No tiene duda , que la infame y exe-
crable accion que Onan ejecutó en su ca-
samiento fué detestable á los ojos de Dios ,
como lo dice el sagrado texto en el cap. 38
del Génesis y aunque algunos herejes de
nuestro siglo , mil veces mas reprensibles
que los cínicos ( de que habla san Geró-
nimo sobre la epístola á los efesios ) , quie-
ren decir que lo que desagradaba á Dios
era la perversa intencion de este malva-
do, la Escritura habla de otro modo , por-
que asegura expresamente , que la misma
accion que cometia era detestable y abo-
minable en la divina presencia .
7. Propio es de espíritus abandonados ,
viles , abatidos é infames pensar en los
manjares y viandas antes de la hora de
comer, y mucho mas complacerse después
de la comida en el gusto que se ha de
tener comiendo , tomándolo por asunto de
las conversaciones y pensamientos , y re-
volcando su espíritu en la memoria del
21*
334
placer que se sintió al tragar los bocados ;
así lo hacen aquellos que antes de comer
tienen puesto el pensamiento en el asador,
y después de comer en los platos , hom-
bres que merecian ser galopines de cocina,
y que tienen por Dios á su vientre, como
dice el Apóstol : pero las gentes honradas
solo piensan en la mesa cuando se sientan
á ella , y después de haber comido se la-
van las manos y la boca para que no les
quede ni el gusto ni el olor de la comida.
Aunque el elefante es un bruto como los
demás , ninguno es tan digno de vivir so-
bre la tierra , ni está dotado de tan sin-
gular instinto vé aquí un rasgo de su
honestidad : jamás cambia de hembra ; ama
tiernamente á la que escoge , pero no está
con ella mas que de tres en tres años
por espacio de cinco dias , y con tanto
secreto , que jamás se deja ver en este
tiempo pero al sexto dia se le vé ir ante
todas cosas á buscar algun rio, en el cual
se lava enteramente todo el cuerpo , sin
querer volver al rebaño hasta haberse pu-
rificado. Con tan admirables y honestas
propiedades enseña este animal á los ca-
sados , que no permanezcan enredados con
el afecto en las sensualidades y placeres
que segun su estado han tenido, sino antes
bien , pasados estos , laven su corazon y
afecto , purificándose cuanto antes , para
poder después practicar con total libertad
335
de espíritu otras acciones mas puras y
elevadas . En este documento consiste el
exacto cumplimiento de la admirable doc-
trina que enseña san Pablo á los corin-
tios. El tiempo es breve , les dice , lo que
resta es que los que tienen mujeres sean tales
como si no las tuvieren. Pues aquel tiene
mujer , como si no la tuviera , segun ex-
pone san Gregorio , que recibe los gustos
corporales de modo , que en ninguna ma-
nera le aparten de las espirituales solici-
tudes. Y lo que se dice del marido ha de
entenderse reciprocamente de la mujer.
Los que usan de este mundo , continúa el
Apóstol , han de ser como si no usasen de
él. Todos , pues , cada uno segun su esta-
do , pueden usar del mundo ; pero sin de-
jar que se pegue á él el afecto , quedando
así tan libres , como si no usasen de él ,
para emplearse en el servicio de Dios. Ei
mayor mal del hombre , dice san Agustin ,
consiste en querer gozar de lo que debe
usar solamente , y querer usar lo que solo
debe gozar debemos gozar de los bienes
espirituales , y los temporales usarlos so-
lamente , y si cambiamos el uso de estos
en gozo , tambien nuestra alma racional
se cambia en alma brutal y de bestia. Me
parece que he dicho ya todo lo que queria
decir , y lo que no queria decir lo he
dado á entender sin decirlo.
336

CAPÍTULO XL .

Avisos para las viudas.

Instruyendo san Pablo á todos los pre-


lados en persona de Timoteo , dice : Honra
á las viudas que son verdaderamente viudas
( I. ad Tim. c. 5 , v . 3 ) . Para que sean
verdaderamente viudas se requieren las
circunstancias siguientes.
1. La viuda lo ha de ser no solo de
cuerpo sino tambien de corazon , esto es ,
estar inviolablemente resuelta á mantenerse
en el estado de una casta viudez ; porque
las viudas , que lo son únicamente mien-
tras hallan proporcion de volverse á casar,
no están separadas de los hombres mas
que en cuanto á los placeres del cuerpo;
pero están unidas á ellos en cuanto á la
voluntad del corazon : y si la verdadera
viuda, para confirmarse mas en su estado ,
quiere ofrecer con voto su cuerpo y su
castidad á Dios , añadirá á la viudez un
nuevo esmalte y afirmará mucho mas su
resolucion ; porque al ver , que después
de pronunciado el voto , no está ya en su
mano dejar la castidad sin dejar el cielo ,
será tan solícita en mantener su propósito ,
que ni siquiera un simple pensamiento de
matrimonio dejará parar un instante en su
337
corazon , siendo este sagrado voto una
fuerte muralla , que separará el alma de
cualquier designio contrario á su resolu-
cion . Este voto aconseja san Agustin con
grande encarecimiento á la viuda cristia-
na , y el antiguo y sabio Orígenes pasa
aun mucho mas adelante , porque aconseja
á las casadas que hagan voto y se consa-
gren á la castidad vidual , en caso de fa-
lecer sus maridos antes que ellas , á fin
de que , entre los placeres sensuales que
han de gozar en el matrimonio , puedan
lograr el mérito de una casta viudez por
medio de esta promesa anticipada . Hace
el voto mas agradables á Dios las obras
que en virtud de él se ejecutan , fortalece
el ánimo para hacerlas , y consagra al Se-
ñor no solamente las acciones , que son
como frutos de la voluntad , sino tambien
la voluntad misma , que es como árbol
que produce las acciones . Por la castidad
sola entregamos nuestro cuerpo á Dios ,
pero reservándonos la libertad de poder
dedicarle otra vez á los placeres sensuales ;
mas por el voto de castidad hacemos de
él donacion absoluta é irrevocable , y
quedamos sin accion alguna para volver-
nos atrás , haciéndonos por tanto dicho-
samente esclavos de aquel Señor , cuya
esclavitud es mejor que reinar. Pero si
bien los dictámenes de estos dos insignes
autores merecen en mi estimacion un gran-
338----
de aprecio , quisiera con todo que aque-
llas almas , que por dicha se sientan con
voluntad de seguirlos , lo ejecutasen con
prudencia , santidad y solidez , examinan-
do bien sus fuerzas , implorando la luz
del cielo y tomando consejo de algun di-
rector prudente y piadoso ; pues de esta
manera se hará todo con gran fruto .
2. Ademas de esto , es necesario que
el fin de renunciar las segundas nupcias
sea mera y simplemente convertir hácia
Dios todos los afectos con mayor pureza ,
y unir por todas partes el corazon con el
de su divina Majestad ; porque si se man-
tiene la viuda en tal estado para que sus
hijos queden ricos ó por algun otro deseo
mundano , logrará tal vez ser alabada ,
pero no delante de Dios ; pues delante de
este Señor solo es verdaderamente digno
de alabanza lo que se hace por él.
3. Otro sí , la viuda , para serlo ver-
daderamente , ha de vivir separada y pri-
vada voluntariamente de todos los placeres
profanos , pues viuda que vive entre deli-
cias , está ya muerta en vida , como dice
san Pablo ( I. ad Tim. c. 5 , v . 6 ) : que-
rer mantenerse viuda , y al mismo tiempo
alegrarse de ser festejada , celebrada y li-
sonjeada ; querer asistir á los bailes , dan-
zas y festines ; llevar olores , adornos y
atavíos , es lo mismo que vivir en cuanto
al cuerpo , pero estar muerta en cuanto
339 ---
al alma. ¿ Qué mas dá , decidme , que la
muestra de la posada de Adónis y del amor
profano se ponga con plumajes blancos ,
colocados á manera de penachos , ó con
velo negro ceñido al rededor del rostro á
manera de red ? Antes muchas veces lo
negro se suele preferir por vanidad á lo
blanco , para dar mas viveza al color : ex-
périmentada la viuda de como pueden las
mujeres agradar á los hombres , pone á
sus almas un cebo mucho mas peligroso :
luego la viuda que vive entre estos locos.
placeres está muerta en vida , y hablando
con propiedad , es solamente fantasma de
viudez.
Llegado ha el tiempo de la poda , la voz
de la tortolilla se ha oido en nuestra tierra,
dicen los Cantares ( c. 2 , v . 12 ) : y si la
poda de las superfluidades es necesaria pa-
ra cualquiera que quiere vivir piadosamen-
te , es mucho mas necesaria para la ver-
dadera viuda , que cual casta tortolilla
acaba de llorar , gemir y lamentarse de
la pérdida de su marido . Cuando volvió
Noemí de Moab á Belen , se preguntaban
unas á otras las matronas de la ciudad
que la habian conocido recien casada : ¿ No
es esta Noemí ? pero ella replicaba : No
me llameis por vida vuestra Noemí ( que
quiere decir agraciada y hermosa ) , sino
llamadme Mara , pues el Señor ha llena-
do mi alma de amargura ; y decia esto,
340
porque le habian muerto su marido . Así
la viuda devota jamás quiere ser llamada
ni tenida por hermosa y agraciada , y se
contenta con ser lo que Dios quiere que
sea , esto es , humilde y abatida delante
de sus ojos.
Al modo que las lámparas que arden
con aceite aromático , cuando se apaga su
llama despiden mas suave olor ; así las
viudas que tuvieron un amor puro en el
tiempo de su matrimonio , difunden mas
perfume de virtud y de castidad cuando
la muerte ha extinguido su luz , esto es
su esposo . Amar al marido mientras vive,
es cosa bastante comun entre las mujeres;
pero amarle tanto , que después de su
muerte no se quiera otro , es un grado de
amor que solo pertenece á las verdaderas
viudas esperar en Dios cuando se tiene
por apoyo al marido , no es muy raro ;
pero esperar en Dios hallándose destituida
de aquel apoyo , es cosa muy digna de
alabanza ; por eso en la viudez se cono-
се mas claramente la perfeccion de las
virtudes que se profesaron en el matri-
monio.
La viuda que tuviere hijos que necesi-
ten de su diligencia y gobierno , particu-
larmente en lo que toca á su alma y á su
establecimiento , ni puede ni debe por nin-
gun motivo abandonarlos ; pues claramente
dice el apóstol san Pablo (1. ad Tim. c. 5 ,
- 341
v . 8 ) , que están obligados á tener este
cuidado , en pago del que tuvieron con
ellos sus padres y madres , y mucho mas
porque si alguno no tiene cuidado de los
suyos , en especial de los de su familia , es
peor que un infiel ( Ib . v . 8 ) : pero si los
hijos se hallan ya en estado de no necesi-
tar direccion , debe entonces reunir todos
sus afectos y pensamientos para emplear-
los únicamente en su propio aprovecha-
miento en el amor de Dios .
A la verdadera viuda le aconsejo , que,
á no tener obligacion de conciencia que
la precise , se abstenga totalmente de en-
trar en negocios exteriores , cuales son los
pleitos , y que maneje sus asuntos del mo-
do mas pacífico y mas tranquilo que pue-
da , aunque parezca que no es el mas lu-
croso ; pues muy grandes han de ser los
frutos de tales enredos para ser compara-
bles con el bien de una tranquilidad santa :
y dejo á parte que los pleitos y semejan-
tes embrollos disipan el corazon , y no
pocas veces dan entrada á los enemigos
de la castidad ; pues por complacer á
aquellos , cuyo favor se necesita , se usa
de modales poco conformes á la devocion
y desagradables á Dios.
Ha de ser la oracion ocupacion continua
de la viuda ; pues como su amor debe ser
solo para Dios , no ha de hallar casi pala-
bras mas que para hablar con él. Y al mo-
342 -
do que un hierro que no puede correr á
juntarse con el iman , por estar presente
un diamante , apenas se quita este , se va
hácia el iman ; así la viuda que durante la
vida de su esposo no podia cómodamente
arrojarse del todo en manos de Dios , si-
guiendo los atractivos de su divino amor,
muerto ya su esposo ha de correr fervo-
rosa tras el olor de los perfumes celestia-
les á imitacion de la sagrada Esposa (Cant.
c. 1 , v . 3 ) , diciendo : Señor , ahora que
soy del todo mia , recibidme por vuestra
del todo, llevadme en pos de Vos, correré-
mos al olor de vuestros ungüentos .
Las virtudes mas propias de una viuda
santa son suma modestia, desvío de hon-
ras, dignidades , concurrencias , títulos y
semejantes vanidades , cuidar de los po-
bres y enfermos , consolar á los afligidos ,
enseñar á las doncellas la vida devota , y
ser para las jóvenes perfecto dechado de
todas las virtudes : la limpieza y sencillez
han de adornar sus vestidos , la humidad
y caridad sus acciones , la honestidad y
agasajo su lenguaje , sus ojos la modestia
y el pudor, y ha de ser Jesucristo cruci-
ficado el único amor de su corazon .
En una palabra , es en la Iglesia la ver-
dadera viuda violeta del mes de marzo ,
que despide incomparable fragancia con el
olor de la devocion , está casi siempre ocul-
ta entre las anchas hojas de la humildad ,
- 343
en su color apagado manifiesta la mortifi-
cacion, y se cria en los parajes frescos é
incultos, no queriendo verse molestada de
la conversacion de los mundanos , para
guardar mejor la frescura de su corazon
de los ardores que pudieran ocasionarle
los deseos de conveniencias , de honras y
aun de amores . Bienaventurada será, dice
el Apóstol ( I. ad Cor. 7, v. 8 ) , si así
permaneciere.
Mucho mas pudiera decir sobre este
asunto ; pero lo diré todo solo con acon-
sejar á la viuda celosa de la honra de su
estado , que lea con atencion las admira-
bles epístolas que el máximo doctor san
Gerónimo escribe á Fúria , á Sálvia y á
las demás matronas que tuvieron la dicha
de ser hijas espirituales de tan gran pa-
dre ; pues á lo que allí dice, solo se pue-
de añadir , que la verdadera viuda no de-
be motejar ni censurar á las que contraen
segundas , terceras ó aun cuartas nupcias ;
porque algunas veces lo dispone así Dios
para su mayor gloria : y siempre se ha
de tener á la vista este documento de los
antiguos , que ni la viudez ni la virgini-
dad tienen en el cielo otro puesto que el
que les señala la humildad .
344 -

CAPITULO XLI.

Una palabra á las vírgenes.

Vírgenes , si pensais en abrazar el es-


tado del matrimonio temporal , guardad
cuidadosamente el primer amor para vues-
tro primer marido ; pues tengo por false-
dad ofrecerle , en vez de un corazon in-
tegro y sincero , un corazon usado , adul-
terado y agitado por el amor . Pero si por
dicha sois llamadas á las castas y virgi-
nales nupcias del espíritu , y quereis con-
servar perpetuamente vuestra virginidad
para Dios , conservad tambien vuestro
amor con la mas exquisita diligencia que
podais para este divino Esposo , que sien-
do la pureza misma , ama sobremanera es-
ta virtud , y aunque le son debidas las
primicias de todas las cosas , se le deben
en especial las del amor. En las Epístolas
' de san Gerónimo hallaréis cuantos docu-
mentos os séan necesarios : y pues vues-
tro estado os obliga á la obediencia , es-
coged una guia espiritual , bajo cuya di-
reccion podais con mayor santidad consa-
grar vuestro corazon y vuestro cuerpo á
la Majestad divina.
CUARTA PARTE

QUE CONTIENE
LOS DOCUMENTOS NECESARIOS CONTRA LAS
MAS ORDINARIAS TENTACIONES .

CAPÍTULO I.

Que no debemos hacer caso de los dichos de


los hijos del mundo.

Apenas vean los mundanos que quieres


seguir una vida devota, descargarán sobre
ti mil habladurías y murmuraciones : los
mas malignos calumniarán tu mudanza de
hipocresía , supersticion y artificio , y di-
rán que te ha puesto mala cara el mundo ,
y á falta de él , te acoges á Dios : tus
amigos se empeñarán en hacerte muchísi-
mas reconvenciones muy prudentes y ca-
ritativas á su parecer te dirán que estás
expuesta á llenarte de hipocondría ; que
perderás el crédito con todo el mundo ;
que te harás insufrible ; que te haces vie-
ja antes de tiempo , y que todo lo paga-
-- 346 -
rán los negocios de tu casa. En el mundo ,
dirán , se ha de vivir como en el mundo ,
y no son menester tantos misterios para
salvarse á este tenor te dirán otras mu-
chas frioleras .
Filotea mia , todas son habladurías ne-
cias y vanas , pues á todas esas gentes lo
que menos les importa es tu salud y tus
negocios. Si fuéseis del mundo , el mundo
amaria lo que era suyo, decia el Salvador ;
pero como no sois del mundo , por eso él os
aborrece ( Joan. c. 15 , v . 19 ) . A cuantos
caballeros y señoras hemos visto pasar to-
da una noche ó quizá muchas noches se-
guidas , jugando al ajedrez ó á los naipes,
que es la ocupacion mas cansada , melan-
cólica y triste que puede haber , y con
todo nada han tenido que decir los mun-
danos ni que sentir sus amigos , y porque
vén que tenemos una hora de meditacion
ó que madrugamos un poco mas de lo acos-
tumbrado á prepararnos para comulgar , ya
quiere llamar al médico para que nos cu-
re la hipocondría y la ictericia. Se pasa-
rán treinta noches continuas en bailar, sin
que ninguno se queje , y por haber velado
solo la noche de Navidad , todos toserán
y se quejarán al dia siguiente . ¿ Quien no
echa de ver que el mundo es juez inicuo ,
que usa de gracia y de favor con sus hi-
jos , y con los hijos de Dios de rigor y
de aspereza ?
-347 -
No es posible estar bien con el mundo,
sino perdiéndose con él no hay modo de
contentarle , porque es muy vario . Juan
vino , no comiendo ni bebiendo , y dijísteis
que estaba endemoniado : el Hijo del hombre
ha venido comiendo y bebiendo , y decís que
es samaritano, así decia el Salvador ( Luc.
c. 7 , v. 33 ). Lo cierto es , Filotea , que
si nosotros, por condescender con el mun-
do , usamos de relajacion en reir, jugar y
bailar , el mismo mundo se escandalizará ,
y si no lo hacemos así, nos llamará hipó-
critas ó melancólicos : si nos adornamos ,
dirá que llevamos en esto alguna mira ; si
andamos con desaliño , lo mirará como
bajeza de corazon : llamará disolucion nues-
tra alegría , y nuestra mortificacion tris-
teza y como siempre nos mirará con ma-
los ojos, jamás podrémos ser agradables á
su vista. Abulta nuestras imperfecciones y
publica que son pecados ; nuestros pecados
veniales los hace mortales ; los de flaqueza
los convierte en pecados de malicia : y así
como la caridad es benigna , como dice
san Pablo , el mundo por el contrario es
maligno : así como la caridad nunca piensa
mal , el mundo nunca piensa bien, y cuan-
do no puede tachar nuestras acciones,
censura la intencion , porque, ó ya tengan
astas los corderos ó no las tengan , ó ya
sean blancos ó ya sean negros , el lobo
no dejará de devorarlos como pueda.
348 -
Hagamos lo que hiciéremos , siempre
estará el mundo en guerra contra nosotros :
si estamos largo rato á los piés del confe-
sor , preguntará que tenemos que decir
tanto tiempo ; si despachamos pronto, dirá
que no nos confesamos de todo : estará
acechando todos nuestros movimientos , y
por una palabrilla de enfado , ya afirmará
que somos insoportables : el cuidado de
nuestros bienes le parecerá avaricia , y
estolidez la mansedumbre , al paso que en
los hijos del mundo llamará generosidad
la ira , la avaricia cuidado y las familia-
ridades honrosos entretenimientos . ¡ Cuan
cierto es que las arañas echan á perder
lo que trabajan las abejas !
Pero dejemos , Filotea, que grite cuanto
quiera ese ciego , como la lechuza para
inquietar los pajarillos mantengámonos
firmes en nuestros propósitos , invariables
en nuestras resoluciones, y la perseverancia
hará ver si de veras y de corazon nos
hemos consagrado á Dios y dedicado á la
vida devota. En la apariencia casi lo mis-
mo lucen los cometas que los planetas ; pe-
ro los cometas desaparecen al cabo de po-
co tiempo , porque son fuegos pasajeros , y
los planetas tienen una claridad duradera :
así la hipocresía y la verdadera virtud son
en el exterior muy semejantes , pero no es
difícil distinguir la una de la otra , porque
la hipocresía no dura , sino que se disipa
349
como el humo ; mas la verdadera virtud
es siempre firme y constante. Finalmente
padecer por la devocion oprobios y ca-
lumnias es oportunísimo medio de cimen-
tarla en nosotros con mas firmeza ; pues
esto nos libra del peligro de vanidad y de
orgullo , que son como las comadres de
Egipto, á quienes el Faraon infernal ha
encargado que dén muerte á los hijos va-
rones de Israel el mismo dia de su naci-
miento. Estamos crucificados al mundo , y
el mundo ha de estar crucificado para
nosotros é nos tiene por locos , tengá-
mosle nosotros tambien por insensato.

CAPÍTULO II .

Que es necesario tener buen ánimo .

Aunque la luz es tan hermosa y apete-


cible á nuestros ojos , los deslumbra sin
embargo cuando han estado mucho tiempo
entre tinieblas , y hasta que uno se acos-
tumbra al trato de las gentes de algun
pais , por mas corteses y agradables que
sean, siempre le causan alguna cortedad .
Bien podrá suceder, Filotea , que al hacer
esta mudanza sientas muchas rebeliones
en tu interior, y que el haberte despedi-
do enteramente de las locuras y necedades
del mundo produzca en ti algun sentimien-
22
350
to de tristeza y cobardía . Si tal te sucedie-
re, tén un poco de paciencia por vida tu-
ya , que todo esto no será nada, ni puede
ser mas que extrañar la verdad ; ello se
pasará , y recibirás muchísimos consuelos :
al principio puede ser que sientas dejar
aquella gloria que en tus vanidades te tri-
butaban los necios y engañadores ; pero
¡ ay Dios ! ¿ querrás por eso perder la
gloria eterna y verdadera que el Señor te
tiene preparada ? Se le representarán toda-
vía á tu corazon las vanas diversiones y
pasatiempos en que has consumido los
años pasados , y querrán atraerle y hacer-
le volver á ellos ; pero & tendrás ánimo
para privarte de aquella eternidad dichosa
por unas engañosas niñerías ? Créeme , si
perseveras , bien pronto sentirás interio-
res dulzuras , tan deliciosas y agrada-
bles , que te harán confesar que las del
mundo son hiel comparadas con esta miel
suavísima , y que un dia solo empleado en
la devocion vale mas que mil años de vi-
da mundana.
Pero al ver cuan elevado es el monte
de la perfeccion cristiana , te oigo decir :
Dios mio, ¿ cómo he de poder yo subir á
él ? Ánimo , Filotea ; cuando empiezan á
tener figura las crias de las abejas , á quie-
nes dan el nombre de ninfas , aun no pue-
den volar á ponerse sobre las flores , ni
ir á los montes y collados circunvecinos
351 -
para recoger la miel ; pero manteniéndose
con la que han recogido sus madres , po-
co á poco van echando alas y fortificán-
dose , de modo , que después vuelan por
todo el campo á recogerla. Todavía somos
á la verdad como ninfas pequeñas en la
devocion y no estamos en estado de subir
donde apetecemos , que es nada menos
que la cima de la perfeccion cristiana ;
pero si empezamos á ir teniendo figura
por medio de nuestros deseos y propósitos ,
ya comienzan á nacernos alas , y bien po-
demos esperar que serémos algun dia es-
pirituales abejas , y que volarémos ; mas
entre tanto vivamos con la miel de tantos
documentos como nos han dejado los de-
votos antiguos , y pidamos á Dios que nos
dé alas como de paloma, para que no solo
podamos volar en el tiempo de la vida
presente , sino tambien alcanzar el reposo
en la eternidad de la futura.

CAPÍTULO III.

De la naturaleza de las tentaciones y de la


diferencia que hay entre sentir y con-
sentir en la tentacion.

Figúrate , Filotea , que á una princesa


jóven y muy amada de su esposo , un
malvado que desea corromperla y manchar
352 -
su tálamo le envia algun infame mensaje-
ro de amor para que trate con ella su
desventurado proyecto : este mensajero
primeramente propone á la princesa la in-
tencion de su señor ; en segundo lugar ella
dá ó no dá acogida á su proposicion y
mensaje, y en tercero la acepta ó la des-
echa de este mismo modo el demonio,
el mundo y la carne, viendo el alma des-
posada con el Hijo de Dios , envian tenta-
ciones y sugestiones , por medio de las
' cuales primeramente se le propone el pe-
cado ; en segundo lugar ella se complace
ó se disgusta , y en tercero consiente ó no
consiente , que son en suma los tres gra-
dos por donde se baja á la maldad , es á
saber , tentacion , delectacion y consenti-
miento y aunque estas tres acciones no
se conocen claramente en toda suerte de
pecados , palpablemente se vén en los gra-
ves y enormes.
Aunque toda la vida durase la tentacion
de algun pecado , no bastaria para hacer-
nos desagradables á la divina Majestad ,
si no tuviésemos complacencia en ella ni
diésemos nuestro consentimiento : la razon
es , porque en la tentacion no obramos ,
sino sufrimos , y puesto que no tenemos
gusto en ello, tampoco podemos tener cul-
pa alguna. San Pablo padeció mucho tiem-
po tentaciones de la carne , y estuvo tan
lejos por eso de ser desagradable á Dios ,
353
que por el contrario fué Dios glorificado
en ellas tan crueles fueron las tentacio-
nes carnales que padeció la bienaventura-
da Angela de Foligni , que causa compa-
sion la relacion que hace de ellas : gran-
des fueron tambien las tentaciones que tu-
vieron san Francisco y san Benito, cuan-
do para mitigarlas , el uno se arrojó entre
las espinas y el otro se sepultó en la nie-
ve , y sin embargo nada descaecieron por
esto de la gracia de Dios , antes bien la
acrecentaron mucho.
Conviene , pues , Filotea , tener mucho
ánimo en las tentaciones , y no creerse
vencida mientras ellas desagraden , obser-
vando bien la diferencia que hay entre
sentir y consentir , la cual está en que
podamos sentirlas, aunque nos desagraden ;
pero no podemos consentir, sin que nos
causen algun placer , puesto que ordina-
riamente se pasa por el placer al consen-
timiento. Pues por mas que los enemigos
de nuestra salud nos presenten cebos y
atractivos ; por mas que permanezcan con-
tinuamente á la puerta de nuestro corazon
pretendiendo entrar en él ; por mas que
nos hagan cuantas proposiciones quieran ,
mientras nosotros nos mantengamos resuel-
tos á no complacernos en nada de esto ,
no es posible que ofendamos á Dios : así
como el príncipe , esposo de la princesa
que arriba figuramos , no puede darse por
22'
- 354 -
sentido del mensaje , si ella no tuvo gusto
alguno en escucharle. Pero en cuanto á
esto hay una diferencia entre el alma y
la princesa esta , oida la deshonesta pro-
posicion , puede , si quiere, arrojar de sí
al mensajero , y no escucharle ; pero el
alma no siempre tiene en su mano el no
sentir la tentacion , aunque siempre está
en su mano el no consentir en ella , y así
por mas que la tentacion dure y persevere
mucho tiempo , no puede sernos dañosa,
si nos es desagradable.
En cuanto á la delectacion que puede
seguirse á la tentacion , como en nuestra
alma tenemos dos partes , una inferior y
otra superior , y la inferior no siempre
obedece á la superior sino que obra por
sí , sucede no pocas veces que la parte
inferior se complace en la tentacion sin
consentimiento , antes bien con disgusto
de la superior : y esta es aquella contra-
diccion y guerra que pinta el Apóstol
cuando dice , que la carne codicia contra
el espíritu , y que hay una ley en los
miembros y otra ley en el espíritu , con
otras semejantes expresiones.
¿ No has visto alguna vez , Filotea , un
gran brasero lleno de lumbre , pero cubier-
to de ceniza , que cuando vienen al cabo
de diez 6 doce horas á buscar fuego en
él , no encuentran mas que un poco en el
medio , y aun esto con gran trabajo ? pues
355-
sin duda estaba allí el fuego , puesto que
le han encontrado , y con él pueden volver
á encender todos los carbones que ya se
habian apagado : lo mismo acaece con la
caridad , que es la vida de nuestra alma ,
en medio de las grandes y violentas ten-
taciones ; porque la tentacion , esparciendo
la delectacion en la parte inferior , como
que cubre toda el alma de ceniza , y re-
duce el amor de Dios al fondo , de modo
que no se vé en otra parte que en el me-
dio del corazon y en lo mas profundo del
espíritu , y aunque parece que ni aun allí
le hay , y cuesta mucho trabajo el encon-
trarle , le hay en realidad , puesto que por
mas que estén llenos de turbacion el alma
y el cuerpo , nos mantenemos firmemente
resueltos á no consentir en el pecado ni
en la tentacion ; de modo que la delecta-
cion agrada al hombre exterior , pero des-
agrada al interior , y por mas que esté
rodeando por todas partes á la voluntad ,
no tiene entrada en ella , en lo cual se
conoce que semejante delectacion es invo-
luntaria , y siéndolo , no puede ser pecado .

CAPÍTULO IV .

Dos admirables ejemplos de lo dicho.

Quiero extenderme algo mas en explicar


esta doctrina , porque importa mucho en-
256 -
tenderla bien. ¿ Qué extraños accidentes
sentiria aquel jóven, de que habla san Ge-
rónimo , acostado y atado con gran deli-
cadeza en un blando lecho con ataduras
de seda , y provocado con todos los mal-
vados atractivos posibles por una mujer
deshonesta acostada con él exprofeso para
derribar su constancia ? estarian sin duda
sus sentidos acometidos de la delectacion ,
y ocupada su imaginacion de los objetos
voluptuosos que tenia presentes , no cabe
duda ; pero sin embargo , entre agitacio-
nes tan repetidas , en medio de tan terrible
torbellino de tentaciones , rodeado de tan-
tos placeres que le circundan , asegura
que su corazon no ha sido vencido , y
que su voluntad no consiente de modo
alguno ; pues viendo su alma que todo se
rebela contra ella , y que de todos los
miembros de su cuerpo solo queda en su
poder la lengua , se la corta con los dien-
tes , y la escupe en el rostro de aquella
alma vil que atormentaba la suya con los
placeres mas cruelmente que hubieran po-
dido los verdugos con los mas atroces
tormentos , como lo conoció aun el tirano ,
que no teniendo esperanza de vencerle
con los dolores , quiso triunfar de él con
los placeres .
Admirable es tambien la batalla de santa
Catalina de Sena en un caso semejante :
tuvo el maligno espíritu licencia de Dios
- 357 -
para tentar la pureza de esta santa vírgen
con la mayor rabia que pudiese , con tal
que no llegase á tocarla ; esparció , pues ,
en el corazon de la santa mil maneras de
sugestiones impúdicas , y para moverla
mas , dejándose ver juntamente con sus
compañeros en figura de hombres y de
mujeres hacian actos carnales y deshones-
tidades á su vista , diciendo tambien pa-
labras y expresiones deshonestísimas y
aunque todas estas cosas eran exteriores ,
se internaban por medio de los sentidos
en el corazon de aquella vírgen , que, como
ella misma confesaba, se vió llena de estas
especies , no quedándole otra cosa libre
de la agitacion tempestuosa de los placeres
carnales , sino la voluntad superior única-
mente , lo cual duró mucho tiempo , hasta
que apareciéndosele un dia nuestro Señor,
le dijo la santa : ¿ Dónde estabais , dulce
Señor mio ? ¿ dónde estabais , cuando mi
corazon se veia lleno de tantas tinieblas é
inmundicias ? Dentro de tu corazon estaba
yo , hija mia , respondió el Señor. ¿& Có-
mo habeis podido habitar , replicó la san-
ta , en mi corazon en que habia tantas
asquerosidades ? habitais Vos en lugares
tan deshonestos ? Y nuestro Señor le dijo :
Dime , esos pensamientos inmundos te
causaban placer ó tristeza ? amargura ó
delectacion ? Suma tristeza y amargura,
respondió la santa . ¿ Pues quien , replicó
358 -
el Señor , producia en tu corazon esa su-
ma tristeza y amargura , sino yo que es-
taba escondido en lo mas interior de tu
alma ? créeme, hija mia, que si yo no me
hubiera hallado presente, esos pensamien-
tos que andaban al rededor de tu volun-
tad sin poder asaltarla , la hubieran expug-
nado sin duda , y entrando en ella , hu-
bieran sido admitidos con gusto por tu li-
bre albedrío y hubieran dado muerte á tu
alma , pero como estaba yo dentro de tu
corazon, le llenaba de aquel disgusto y re-
sistencia con que se apartaba todo cuanto
podia de la tentacion, y el ver que no po-
dia tanto como quisiera , aumentaba su
disgusto y encono contra ella y contra sí
mismo, de modo que estas penas eran de
gran mérito y provecho para ti , y acre-
centaban mucho tu virtud y fortaleza.
Vé aquí , Filotea , como estaba el fuego
cubierto de ceniza , y como la tentacion
y delectacion habian entrado en el cora-
zon y tenian cercada la voluntad , la cual ,
sola con la asistencia de tu Salvador , re-
sistia á las sugestiones del pecado con las
amarguras , disgustos y detestaciones , ne-
gando siempre su consentimiento á la cul-
pa que la rodeaba . ¡ Ó Dios , qué tormen-
to es para el alma enamorada del Señor
no saber siquiera si él habita en ella ó
no , y si el amor divino , por el cual pe-
lea , está ó no del todo apagado ! pero es
359
la mas exquisita flor de la perfeccion del
amor celestial hacer que por él sufra y
pelee el amante sin saber si posee el amor
con quien y por quien pelea .

CAPÍTULO V.

Aliento para el alma que se halla tentada.

Permite Dios que sufran estos grandes


asaltos y tentaciones solamente aquellas
almas que quiere elevar à su amor puro
y sublime pero no se infiere de aquí,
Filotea , que después de esto estén ya se-
guras de llegar á él ; porque muchas ve-
ces ha sucedido que los mismos que se
mantuvieron constantes en combates tan
violentos , descuidándose después en cor-
responder con fidelidad á la divina gracia ,
han sido vencidos de tentaciones muy li-
jeras. Digo esto , para que si te sucede
hallarte afligida con grandes tentaciones ,
sepas que Dios te favorece con un favor
extraordinario, con que manifiesta que te
quiere engrandecer en su presencia ; pero
pretendo tambien que seas siempre humil-
de y temerosa, no teniéndote por segura
de poder vencer las tentaciones lijeras
aunque hayas triunfado de las grandes , si
no eres siempre fiel á Dios.
Vengan , pues , las tentaciones que vi-
- 360
nieren , y aunque se siga á ellas delecta-
cion , siempre que tu voluntad no consien-
ta ni á la tentacion ni aun á la delecta-
cion, no tienes por que turbarte ; pues no
hay ofensa de Dios. Cuando es uno herido
del pasmo y no dá señal alguna de vida ,
le ponen la mano sobre el corazon , y si
se percibe algun movimiento, por pequeño
que sea , conocen que está vivo , y que
con algun licor espirituoso ó algun con-
fortativo se le hará volver á recobrar el
sentido y la fuerza ; así sucede algunas
veces con la violencia de la tentacion : pa-
rece que el alma ha perdido totalmente
sus fuerzas, y que como pasmada no tiene
vida espiritual ni movimiento ; mas para
conocer la verdad , pongamos la mano so-
bre el corazon , consideremos si el cora-
zon y la voluntad conservan su movimien-
to espiritual , esto es , si reusan , como
deben , consentir y seguir la tentacion y
delectacion ; pues mientras subsista en
nuestro corazon el movimiento de resis-
tencia, estamos ciertos de que hay en nos-
otros caridad , que es la vida del alma ,
en la cual está Jesucristo nuestro salva-
dor , aunque escondido y encubierto y
que por tanto , con el ejercicio continuo
de la oracion , de los santos sacramentos
y de la confianza en Dios recobrarémos
las fuerzas , y vivirémos una vida cabal
y deliciosa.
361 -

CAPITULO VI.

De como la tentacion y delectacion pueden


ser pecado.

Aquella princesa , de quien hablamos


arriba , ninguna culpa tuvo en la propo-
sicion , deshonesta que se le hizo , porque ,
como supusimos, fué contra su voluntad ;
pero si por el contrario hubiese ella dado
ocasion á la solicitud con algunos atracti-
vos, pretendiendo enamorar al que la fes-
teja, no hay duda en que seria culpable
de la misma solicitud , y aunque ella des-
pués se hiciese desentendida , no dejaria
con todo de merecer reprension y castigo :
de este modo sucede algunas veces , que
con sola la tentacion ya pecamos , porque
somos causa de ella . Por ejemplo : si sé
que voluntariamente me dejo llevar de la
ira, y prorumpo en blasfemias en el jue-
go, que es para mí ocasion de tales cul-
pas , siempre y cuantas veces juegue , pe-
co y soy culpable de todas las tentaciones
que me sobrevengan en el juego : del mismo
modo, cuando conozco que alguna con-
versacion me acarrea tentaciones y caidas ,
con solo ir á ella voluntariamente , me
hago culpable sin duda alguna de todas
las tentaciones que allí me ocurrieren .
362
Siempre que se puede evitar la delec-
tacion que de la tentacion se sigue , es
pecado tenerla , mas o menos grave , se-
gun la grandeza ó pequeñez y la mayor ó
menor duracion del placer que se tiene y
del consentimiento que se le dá . Seria sin
duda reprensible la princesa , de quien he-
mos hablado , si no solo oyese la propo-
sicion impura y deshonesta que le hacian ,
sino que después se complaciese en ella ,
pensando con gusto en esta materia ; pues
aunque no pensase consentir en la ejecu-
cion real de lo que le proponian , consen-
tia sin embargo en aplicar espiritualmente
su corazon por medio del placer que de
ello recibia ; pues no tiene duda que es
deshonestidad llegar , ya sea el corazon ,
ya sea el cuerpo , á objeto deshonesto , y
esta aplicacion del corazon ó consenti-
miento de la voluntad es tan esencial para
la culpa , que sin ella la puramente mate-
rial del cuerpo no puede ser pecado.
Considera, pues, cuando te veas tentada
de algun pecado , si has dado voluntaria-
mente causa para serlo , pues entonces en
la misma tentacion hay culpa , porque te
expusiste á este riesgo esto se entiende
si pudiste cómodamente evitar la ocasion,
y previste ó debiste prever que habia de
seguirse tentacion ; pero si no has dado
causa alguna para ello , de ningun modo
se te puede imputar á pecado .
363--
Cuando pudiendo evitar la delectacion
que de la tentacion se sigue, no se evita ,
siempre hay algun pecado mayor o menor,
segun la mayor ó menor detencion y se-
gun el objeto de la complacencia . Una mu-
jer que no ha dado causa para que la re-
quiebren , pero tiene gusto en ser reque-
brada , es sin duda reprensible si se com-
place únicamente de los requiebros : pon-
gamos por ejemplo , si el galan que quie-
re enamorarla es sumamente diestro en
tocar el laud , y ella tiene gusto , no en
que la enamore , sino en oir la armonía
y dulzura de aquel instrumento , no habrá
pecado alguno ; aunque ella no debe per-
manecer mucho tiempo en esta diversion ,
por no exponerse , á pesar de ella , á tener
complacencia en la solicitud del mismo
modo , si me propone alguno una estrata-
gema muy ingeniosa y de grande artificio
para tomar venganza de mi enemigo , y
yo ni consiento ni tengo complacencia al-
guna en la venganza que se me propone ,
sino solo en la sutileza de la invencion y
artificio , no hay duda en que no peco ,
aunque no es del caso entretenerme mu-
cho en este gusto , no sea que poco á po-
co me vaya llevando á tener alguna de-
lectacion en la venganza .
Suelen á veces ciertas cosquillas de de-
lectacion , que siguen á la tentacion in-
mediatamente , sorprenderle á uno antes
364 -
que haya podido echarlo de ver y esto
cuando mas podrá ser pecado venial muy
leve , el cual será mayor , si después que
uno conoce el mal en que se halla , per-
manece algun tiempo por negligencia , co-
mo regateando con la delectacion , si pue-
de ó no puede admitirla ; y todavía será
mucho mayor, si teniendo ya conocimien-
to , permanece en ella algun tiempo por
verdadera negligencia, sin propósito algu-
no de desecharla ; pero cuando volunta-
riamente y de propósito deliberado esta-
mos resueltos á complacernos en semejan-
tes delectaciones, este propósito deliberado
es pecado grave , si el objeto en que te-
nemos la delectacion es gravemente malo .
En una mujer es pecado gravísimo entre-
tener amores malos , aunque no quiera en-
tregarse jamás realmente al amante.

CAPITULO VII.

Remedios contra las tentaciones fuertes.

Apenas sientas en ti alguna tentacion ,


has de hacer lo que los niños cuando vén
algun lobo ó algun oso en el campo, que
al punto corren á echarse entre los bra-
zos de su padre ó de su madre , ó á lo
menos los llaman para que les ayuden y
socorran acude tú á Dios del mismo mo-
365 -
do, implorando su misericordia y su auxi-
lio , que este es el remedio que nos enseña
nuestro Señor : Orad para que no entreis
en la tentacion ( Math. c. 26, v . 41 ) .
Si con todo eso vés que la tentacion
dura ó se acrecienta, corre espiritualmen-
te á abrazarte con la santa cruz, como si
vieras delante de ti á Jesucristo crucifica-
do : ofrece no consentir en la tentacion ;
pídele socorro para vencerla , y persevera
todo el tiempo que durare la tentacion ,
protestando que no quieres consentir en
ella.
Pero en tanto que haces estas protestas ,
y rechazas el consentimiento , no mires á
la tentacion el rostro ; mira , sí, á nuestro
Señor porque si fijas tus ojos en la ten-
tacion , en especial cuando es muy violen-
ta , podrá hacer titubear tu esfuerzo .
Aparta la tentacion con algunas ocupa-
ciones buenas y laudables ; porque estas,
entrando en el corazon y asentándose en
él, desalojarán las tentaciones y sugestio-
nes malignas .
Pero el gran remedio contra todas las
tentaciones grandes ó pequeñas es abrir
el pecho al director espiritual, y manifes-
tarle las sugestiones , sentimientos y afec-
tos que se sienten ; pues es muy de notar
que el primer pacto que hace el maligno
con el alma que quiere seducir, es que ca-
lle , como hacen los que quieren engañar
366 ---
á las mujeres casadas ó doncellas , que lo
primero les encargan que no manifiesten
sus propuestas á los padres ó maridos ,
cuando por el contrario Dios en sus ins-
piraciones nos encarga sobre todo que las
manifestemos , para que sean reconocidas
por nuestros superiores y maestros espi-
rituales.
Y si después de todo lo dicho persiste
la tentacion en labrarnos y perseguirnos,
persistamos tambien nosotros en protestar
que no queremos consentir ; pues así como
la doncella no puede ser casada mientras
se mantiene diciendo que no ; así el alma,
por mas agitada que esté , no puede ser
violada mientras dice que no.
No entres en disputas con tu enemigo , ni le
respondas otra palabra mas que aquella que
le respondió el Salvador, con la cual le déjó
confundido: Apártate de ahí, Satanás; porque
está escrito : Adorarás al Señor Dios tuyo,
y á él solo servirás ( Math. c. 4, v. 10 ) .
Y como la casta esposa no debe respon-
der palabra ni mirar el rostro al vil per-
seguidor que le propone alguna deshones-
tidad , sino que , volviéndole la espalda ,
debe en el mismo punto convertir su co-
razon bácia su esposo , y tornarle á jurar
la fidelidad que le tiene prometida , sin
detenerse en regateos ; así el alma devota ,
al verse asaltada de alguna tentacion , de
ningun modo debe detenerse en disputas
- 367
ni respuestas , sino convertirse sencilla-
mente hácia Jesucristo su esposo , protes-
tando de nuevo guardarle fidelidad , y ase-
gurando que para siempre quiere ser úni-
camente suya .

CAPÍTULO VIII .

Cuan necesario es resistir á las tentaciones


lijeras.

Aunque el resistir con ánimo invencible


á las tentaciones grandes es obligacion
precisa , y nos acarrea gran provecho la
victoria que de ellas alcanzamos , tal vez
sin embargo son mayores las ventajas de
resistir con esfuerzo á las tentaciones lije-
ras ; pues si las grandes exceden en la
calidad á las pequeñas , estas las sobre-
pujan tan considerablemente en el número ,
que su victoria puede ciertamente com-
pararse con el vencimiento de las mayo-
res. Es cierto que los lobos y los osos
son mucho mas nocivos que las moscas ;
pero tambien es cierto que no dan tanta
molestia y enfado como ellas , ni ejercitan
tanto nuestra paciencia . Fácil es no come-
ter homicidios, pero es muy difícil evitar
los enfados pequeños de que continuamen-
te se nos presentan ocasiones : no le es
difícil al hombre ó á la mujer librarse de
368
adulterio ; pero no le es tan fácil estorbar
las miradas , el enamorar ó ser enamora -
da , el procurar gracias y favores lijeros ,
y el decir y escuchar requiebros : fácil es
no consentir que tenga rival la mujer ó el
marido en cuanto al cuerpo , pero no es
tan fácil en cuanto al corazon : es fácil no
manchar el tálamo nupcial, pero es difícil
mantener ileso el amor conyugal : es fácil
no robar los bienes ajenos , pero no lo es
no apetecerlos ni codiciarlos : es fácil no
decir en juicio falsos testimonios, pero no
lo es tanto no mentir en la conversacion :
fácil es
no embriagarse , pero no es tan
fácil ser templado y sobrio : fácil es no
desear á otro la muerte, pero es difícil no
desearle incomodidad alguna es fácil no
quitar á otro la fama , pero no es tan fácil
no despreciarle en una palabra , las ten-
taciones lijeras de ira , de sospecha , de
celos , de envidia , de amor , de lijereza ,
de vanidad , de doblez , de afectacion , de
artificio , de pensamientos impuros son
continuo ejercicio aun de los mas devotos
y constantes por lo cual es necesario ,
amada Filotea , prepararse para esta bata-
lla con sumo cuidado y diligencia ; pero
puedes estar segura de que cuantos sean
los triunfos que alcancemos contra estos
enemigos pequeños , tantas serán las pre-
ciosas piedras que adornen la corona de
la gloria que Dios nos prepara en su reino .
369 -
Por tanto , sin dejar de estar aparejados
para resistir con valor y vigilancia á las
tentaciones grandes, si vinieren , debemos
tambien defendernos con esfuerzo y dili-
gencia de los acometimientos menores y
lijeros.

CAPÍTULO IX .

Del modo de resistir á las tentaciones


lijeras.

Ya que es imposible librarse enteramen-


te de la importunidad de estas tentacion-
cillas de vanidad, de sospecha, de disgus-
to , de celos , de envidia , de enamora-
miento y otros semejantes trampantojos,
que como moscas ó moscones nos pasan
por delante de la vista , y ya nos pican en
la mejilla , ya en la nariz , el mejor modo
de resistir á ellas es no apurarnos ; pues ,
aunque nos pueden molestar , no podrán
dañarnos , si estamos firmemente resueltos
á servir á Dios .
De tales en bestidillas , pues , ni has de
hacer caso ni pararte siquiera á pensar
que signifiquen déjalas como á las moscas
susurrar cuanto quieran junto á tus oidos ,
volando aquí y acullá al rededor de ti , y
cuando vengan á picarte , y veas que de
algun modo se paran en tu corazon , no
23*
370 —
hagas mas que ojearlas , no poniéndote á
pelear con ellas ni á darles respuesta , sino
haciendo cualesquiera actos contrarios,
pero en particular de amor de Dios ; pues
á mi parecer no conviene empeñarse en
querer oponer la virtud contraria á la ten-
tacion que se padece , porque sería en algun
modo disputar con ella , sino después de
haber hecho un acto de la virtud directa-
mente contraria , si cómodamente se co-
noce la calidad de la tentacion , se ha de
volver sencillamente el corazon á Jesu-
cristo crucificado , besando sus sagrados
piés por medio de un acto de amor suyo.
Este es el mejor modo de vencer al ene-
migo , tanto en las tentaciones pequeñas
como en las grandes ; pues como el amor
de Dios contiene en sí las perfecciones de
todas las virtudes , y aun con mas exce-
lencia que ellas mismas , es tambien el
mejor remedio contra todos los vicios : y
acostumbrado el espíritu á recurrir en to-
das las tentaciones á este asilo comun , no
tendrá que mirar ó examinar qué tenta-
ciones padece, sino acudir , apenas se siente
agitado , á este gran remedio , el que,
además de lo dicho , es tan formidable al
espíritu maligno , que cuando vé que sus
tentaciones nos incitan al divino amor,
deja de tentarnos.
Y baste esto en cuanto á las tentaciones
pequeñas y frecuentes , con las cuales , el
371
que quisiese entrar en singular batalla , se
confundiria , y no conseguiria cosa alguna.

CAPÍTULO X.

Como se ha de fortalecer el corazon contra


las tentaciones.

Has de examinar de cuando en cuando


cuales son las pasiones dominantes de tu
alma , y cuando las hayas conocido , em-
prende un tenor de vida opuesto á ellas en
pensamientos , palabras y obras . Si cono-
ces , por ejemplo , que eres inclinada á la
pasion de la vanidad , piensa muy á me-
nudo en las miserias de la vida humana ,
en los remordimientos de conciencia que
causarán á la hora de la muerte sus vani-
dades ; cuan indignas son de un corazon
generoso ; que son juguetes y divertimien-
tos de chiquillos , y otras cosas á este mo-
do. Habla frecuentemente contra la vani-
dad , y desprecíala , aunque te parezca que
es de mala gana ; pues por este medio te
harás del partido contrario , hasta en la
creencia de los demás : porque á fuerza
de hablar mal de alguna cosa venimos á
aborrecerla , aunque la hayamos mirado
al principio con alguna aficion practica
obras abyectas y humildes , aunque veas
que es necesario hacerte fuerza * que de
- 372 -
este modo te acostumbrarás á la humildad ,
y disminuirás las fuerzas de la vanidad ,
para que cuando llegue la tentacion , no
pueda tu inclinacion serle tan favorable, y
tengas mas fuerzas para combatirla. Si eres
propenso á la avaricia, piensa muchas ve-
ces en la necedad de este vicio , que nos
hace esclavos de lo que ha sido criado so-
lo para servirnos á nosotros ; que con la
muerte todo lo dejarémos , y dará en ma-
nos de quien lo disipe , ó tenga en ello su
ruina y condenacion ; con otros pensamien-
tos semejantes : habla siempre contra la
avaricia , alaba mucho el desprecio del
mundo , hazte violencia para dar frecuen-
temente limosna y hacer obras de cari-
dad, y no aproveches todas las ocasiones
de adquirir .
Si eres inclinada á enamorar ó escuchar
amores piensa con frecuencia cuan peli-
groso es este entretenimiento , no solo pa-
ra ti , sino tambien para los otros ; que es
cosa indigna profanar y emplear en pasa-
tiempos el afecto mas noble de nuestra al-
ma ; que te expones á ser tenida por in-
constante : alaba frecuentemente la pure-
za y sencillez de corazon , y en cuanto
puedas, arregla á ella todas tus acciones ,
evitando afectaciones y lisonjas.
Finalmente en tiempo de paz , esto es ,
cuando no te molesten las tentaciones de
aquel pecado á que eres inclinada, te has
373 -
-
de ejercitar en actos de la virtud contra-
ria ; y si no se te presenta ocasion para ello ,
búscala , para fortalecer por este medio tu
corazon contra la tentacion futura .

CAPÍTULO XI.

De la inquietud .

Preciso es decir algo de la inquietud,


pues no es puramente tentacion , sino ma-
nantial de donde y por donde nacen mu-
chas tentaciones . Es la tristeza un dolor
que siente el alma por el mal que padece-
mos contra nuestra voluntad , ya sea mal
exterior, como pobreza, enfermedad , des-
honra ; ya interior , como ignorancia, se-
quedad , tedio ó tentacion . Así pues cuando
el alma advierte que padece algun mal , se
apesadumbra de tenerle , y esto es lo que
se llama tristeza : á esto se sigue desear
librarse de él , Y hallar medios para ello :
hasta aquí tiene razon , porque es natural
á todos desear el bien , y huir de lo que
se cree mal.
Si busca el alma por amor de Dios los
medios de libertarse del mal , los buscará
sin duda con paciencia , dulzura , humil-
dad y paz , esperando verse libre mas por
la bondad y providencia de Dios que por
su propio trabajo , industria y diligencia ;
374
pero si es por amor propio , se agitará y
sofocará , buscando medios , como si el
remedio dependiese mas de ella que de
Dios yo no digo que así lo piense , sino
que se afanará como si lo pensase.
Y si no encuentra luego aquello que
desea , se llena de violentas inquietudes é
impaciencias , las cuales lejos de remediar
el mal antecedente , le empeoran , y así
cae el alma en una afliccion y congoja
desmesurada , faltándole el ánimo Y las
fuerzas , y pareciéndole que su mal no
tiene ya remedio . Vé aquí como la triste-
za , que al principio es justa , produce in-
quietud , y la inquietud engendra después
mayor aumento de tristeza sumamente
peligroso.
A excepcion del pecado no hay mayor
mal para el alma que la inquietud ; pues
así como las sediciones y disensiones in-
ternas de una república la destruyen ente-
ramente , y la dejan incapaz de oponerse á
los extrangeros , así nuestro corazon , cuan-
do está turbado é inquieto dentro de sí
mismo , pierde la fuerza necesaria para
conservar las virtudes que habia adquirido
y los medios de resistir á las tentaciones
del enemigo , el cual hace entonces los
mayores esfuerzos para pescar á rio re-
vuelto , como suele decirse .
Proviene la inquietud de un inmoderado
deseo de librarse del mal que se padece
375 -
ó de alcanza r el bien que se espera ; y
con todo , la inquietud y desasosiego es
quien mas empeora el mal y aleja el bien,
sucediendo lo que á los pajarillos , que al
verse entre las redes y lazos , se agitan y
baten las alas para salir , con lo cual se
enredan cada vez mas , y quedan presos .
Por tanto , cuando quieras librarte de al-
gun mal ó alcanzar algun bien, ante todas
cosas tranquiliza tu espíritu , y sosiega el
entendimiento y la voluntad : examina des-
pués poco a poco y con sosiego el orígen
de lo que apeteces , empleando por su ór-
den los medios que fueren oportunos. Pero
cuando digo poco, á poco, no quiero decir
con negligencia , sino sin tropelía , agita-
cion é inquietud ; porque de otro modo,
en vez de conseguir tu deseo , todo lo echa-
rás á perder , y te enredarás mas y mas.
Mi alma está siempre en mis manos,
Señor, y no he olvidado vuestra ley , decia
David ( ps . 118, v . 109 ) . Examina muchas
veces al dia , ó á lo menos por mañana y
noche , si tienes el alma en las manos ,
si alguna pasion é inquietud le arrebató
de ellas considera si está sujeto á tu obe-
diencia el corazon , ó si se huyó de tus
manos para entregarse al inmoderado afec-
to de amor , de odio , de envidia , de co-
dicia , de temor , de tristeza ó de alegría ,
y si vés que anda descarriado búscale
inmediatamente , Y tráele poco á poco á
376
la presencia de Dios , volviendo á sujetar
tus afectos y deseos al dominio y gobierno
de su voluntad divina. Porque si los que
temen perder alguna cosa que aprecian
mucho, la tienen bien apretada en la ma-
no, tambien nosotros , á imitacion de aquel
gran rey, hemos de decir continuamente :
Dios mio, mi alma se halla en peligro ; por
eso la llevo siempre en mis manos, y por este
medio no he olvidado vuestra ley santa.
No dejes que te inquieten tus deseos ,
aunque sean lijeros y de poca importancia,
porque si estos entran , después otros ma-
yores y de mas consideracion encontrarán
tu corazon ya dispuesto á turbarse y des-
componerse. Cuando veas que empiezas á
inquietarte , encomiendate á Dios , y pro-
pon no hacer nada de cuanto te pide tu
deseo hasta que se te pase enteramente la
inquietud , á menos que sea cosa que no
pueda diferirse , en cuyo caso es menester
contener con esfuerzo pacífico y tranquilo
la corriente del deseo , deteniéndola y mo-
derándola cuanto sea posible , y entonces
ejecutarlo como fuere razon , y no como
lo deseas.
Si puedes manifestar tu inquietud al di-
rector espiritual , ó á lo menos á un ami-
go virtuoso y de confianza , cree que en
esto hallarás inmediatamente consuelo ;
porque la manifestacion de las penas del
corazon hace tanto efecto en el alma , co-
- 377 --
mo la sangría en el cuerpo del que está
con calentura continua : es seguramente
el remedio de los remedios : por eso el rey
san Luis daba á su hijo este consejo : Si
tienes algun disgusto en el corazon , díselo
inmediatamente á tu confesor ó á otra per-
sona virtuosa, y podrás soportar el mal con
sus consuelos.

CAPÍTULO XII .

De la tristeza .

La tristeza , segun Dios , produce peni-


tencia para la salvacion ; la tristeza del
mundo dá la muerte , dice san Pablo (II.
ad Cor. c. 7 , v . 10) : así que puede ser
buena ó mala , segun los diversos efectos
que en nosotros causa . Verdad es que son
mas los malos que los buenos ; porque
estos son dos , es á saber , misericordia y
penitencia , y los malos son seis , congo-
ja , pereza , indignacion , celos , envidia é
impaciencia ; por lo cual dijo el Sabio
(Eccl. c. 30, v . 25 ) : A muchos dá muerte
la tristeza , y no hay utilidad en ella ; pues
por dos arroyos buenos que nacen del ma-
nantial de la tristeza , nacen tambien seis
muy malos.
De ella se sirve el enemigo para tentar
á los buenos ; porque así como procura
378 -
que los malos se complazcan en su peca-
do , así tambien solicita que se entristez-
can los buenos en sus buenas obras ; y así
como no puede procurar el mal , sino mos-
trándole agradable , así le es preciso apa-
rentar desagradable el bien para impedirle.
Complácese el maligno en la tristeza y me-
lancolía ; porque él está y estará eterna-
mente triste y melancólico, y quisiera que
todos estuviesen como él .
La tristeza mala turba el alma , la llena
de inquietud , ocasiona desordenados te-
mores , causa disgusto en la oracion ,
perturba y debilita la cabeza , deja el al-
ma sin consejo , sin resolucion , sin juicio
y sin ánimo , abate las fuerzas , en una
palabra , es como un riguroso invierno ,
que marchita toda la hermosura de la tier-
ra y entorpece á todos los animales , por-
que la tristeza quita al alma su dulzura ,
y la deja como paralítica privada de todas
sus facultades.
Si te vieres alguna vez, Filotea, herida
de esta dañosa tristeza , practica los re-
medios siguientes : ¿ Está triste alguno de
vosotros ? ore, dice Santiago ( c. 5 , v. 13 ):
la oracion es admirable remedio , pues en
ella se eleva el espíritu á Dios , nuestra
única alegría y consuelo ; pero en esta
oracion has de usar afectos y palabras de
confianza y amor de Dios , ya sean inte-
riores , ya exteriores , como por ejemplo :
379 -
10 Dios de misericordia ! Dios mio , suma
bondad , benigno Salvador mio , Dios de mi
corazon , mi alegría , mi esperanza, amado
esposo mio , querido de mi alma : y otras
expresiones semejantes.
Oponte con eficacia á las inclinaciones
que produce la tristeza , y aunque parezca
que en estas ocasiones todo lo haces con
frialdad , caimiento y laxitud , no lo dejes
por eso , porque el enemigo que con la
tristeza pretende debilitarnos para las obras
buenas , cuando vé que no por eso deja-
mos de practicarlas , y que son mas meri-
torias , porque las hacemos con mas re-
pugnancia , deja entonces de afligirnos.
Entona cánticos espirituales , que mu-
chas veces con este medio se ha estorba -
do la tentacion del maligno : de que es
buen testigo el espíritu que rodeaba ó po-
seia á Saul , cuya violencia se reprimia
con la salmodia.
Tambien es bueno emplearse en obras
exteriores, variando entre ellas lo mas que
se pudiere para apartar al alma del objeto
triste, y purificar y acalorar los espíritus ;
porque la tristeza es pasion que nace de
la complexion fria y seca.
Practica actos externos de fervor , aun-
que sea sin gusto , abrazando la imágen
de Cristo crucificado , apretándola contra
el pecho , besando sus piés y sus manos,
levantando tus ojos y tus manos al cielo,
- 380
hablando con Dios con expresiones amo-
rosas y confiadas, como estas : Mi amado
para mí, y yo para él ( Cant . c. 2, v . 16) : `
Manojito de mirra es para mí mi amado :
quedará siempre entre mis pechos ( Ibid. c.
1, v. 12). Desfallecido han mis ojos , di-
ciendo ¿ cuando me consolaréis ? ( ps. 118 ,
v. 12) . O Jesus , sed para mí Jesus : viva
Jesus, y vivirá mi alma. ¿ Quien me sepa-
rará de la caridad de Dios ? ( ad Rom . c. 8,
v. 35 ) , y otras semejantes.
Buena es tambien contra la tristeza la
disciplina moderada ; porque esta volunta-
ria afliccion exterior alcanza la interior
consolacion , y con el dolor exterior que
siente el alma se divierte del interior. La
frecuencia de la santa comunion es exce-
lente ; porque este pan celestial confirma
el corazon y alegra el espíritu .
Descúbrele con humildad y sinceridad
á tu confesor y director todos los pesa-
res, afectos y tentaciones que te ocasio-
na la tristeza ; conversa con personas es-
pirituales, frecuentando en semejantes oca-
siones su trato cuanto puedas ; y por con-
clusion de todo resignate en las manos de
Dios, disponiéndote á sufrir con pacien-
cia la molesta tristeza , como justo castigo
de tus vanas alegrías , y confia que Dios,
después de haberte probado, te librará de
este mal.
- 381 -

CAPITULO XIII.

De los consuelos espirituales y sensibles , y


como nos hemos de haber en ellos.

Conserva Dios el universo en perpetuas


vicisitudes : truécase el dia en noche , la
primavera en estío , el estío en otoño , el
otoño en invierno , y el invierno finalmen-
te en primavera ; los dias no se parecen
del todo unos á otros , porque unos son
nublados , otros lluviosos , otros secos ,
ventosos otros , y de esta variedad nace
la hermosura del universo . Otro tanto acae-
ce en el hombre , mundo abreviado , como
le llamaron los antiguos ; pues jamás per-
manece en un mismo estado , y su vida
corre sobre la tierra como el agua , fluc-
tuando y ondeando entre una continua di-
versidad de movimientos , que ya le elevan
á la esperanza , ya le abaten con el te-
mor ; ya le echan á la diestra por el con-
suelo , ya á la siniestra por la afliccion ;
de modo que ninguno de sus dias ni aun
de sus honras es igual en todo á la antece-
dente. Por tanto , es aviso importante pro-
curar mantener una continua é inviolable
igualdad de corazon entre tan desiguales
acaecimientos , permaneciendo inmobles en
mirar , buscar y caminar á nuestro Dios,
- 382
por mas que todas las cosas se vuelvan
y trastornen al rededor de nosotros. Que
siga la embarcacion el derrotero que si-
guiere ; que navegue á poniente ó á le-
vante , al septentrion ó al medio dia ; que
tenga el viento que tuviere , nunca se di-
rigirá la aguja de marear hácia otra parte
que hacia la estrella del norte y del polo :
así pues , mas que todo se vuelva de arri-
ba abajo , no solo al rededor de nosotros ,
sino aun dentro de nosotros mismos , esto
es , que nuestra alma esté triste ó alegre ,
entre dulzuras ó amarguras , en paz ó en
guerra, en claridad ó en tinieblas, en ten-
taciones ó en tranquilidad , en gusto ó en
disgusto , en sequedad ó en ternura , que
el sol la abrase ó el rocío la refresque ,
siempre la cumbre del corazon y del es-
píritu , esto es , la voluntad superior, que
es nuestra aguja , ha de mirar sin cesar
y se ha de dirigir perpetuamente hacia el
amor de Dios su criador , salvador único
y supremo bien : O ya vivamos ó ya mu-
ramos , somos del Señor , dice el Apóstol
( ad Rom. c. 14 , v. 8 ) : pues & quien nos
separará del amor y caridad de Dios ? Na-
da podrá jamás separarnos de este amor,
ni la tribulacion , ni la angustia , ni la
muerte , ni la vida , ni los dolores presen-
tes , ni el temor de los accidentes futuros ,
ni los artificios del maligno espíritu, ni la
elevacion de los consuelos , ni la profun-
383
didad de las aflicciones , ni la ternura , ni
la aridez , nada , nada nos ha de separar
jamás de esta santa caridad , que está fun-
dada en Cristo Jesus ad Rom . c. 8 ).
Esta total resolucion de no dejar nunca
á Dios ni apartarnos de su dulce amor,
sirve de contrapeso á nuestras almas para
mantenerse con santa igualdad entre la
desigualdad de los diversos movimientos
que la condicion de esta vida les acarrea.
Porque como las abejas , cuando las sor-
prende el viento en el campo, se asen de
unas piedrecillas para mantenerse en el
aire, y que no pueda arrebatarlas la im-
petuosidad de los vientos ; así nuestra al-
ma , abrazada por medio de su propósito
con el precioso amor de Dios , permanece
constante en medio de la inconstancia y
vicisitud de los consuelos y aflicciones ,
tanto espirituales como temporales , tanto
exteriores como internos .
Pero á mas de esta doctrina general,
serán muy del caso algunos documentos
particulares.
1.º Digo, pues, que no consiste la de-
vocion en la dulzura , suavidad , consuelo
y ternura sensible del corazon , que nos
hace llorar , suspirar y sentir agradable y
sabroso contentamiento en algunos ejerci-
cios espirituales : no , querida Filotea , no
es esto lo mismo que tener devocion , por-
que muchas almas que tienen estas ternu-
- 384
ras y consuelos son con todo eso muy vi-
ciosas, y por consiguiente no tienen ver-
dadero amor de Dios, y mucho menos de-
vocion verdadera . Cuando por los desiertos .
de Engaddi huia David de la persecucion
furiosa de Saul , este se entró solo en una
cueva, donde se hallaba aquel oculto con
los suyos ; pero aunque mil veces hubiera
podido en esta ocasion David darle muer-
te , le dió la vida , y no quiso siquiera
amedrentarle , antes dejándole salir á su
placer, le llamó después para mostrarle su
inocencia, y hacerle conocer que le habia
tenido en sus manos. ¿ Qué no hizo en-
tonces Saul para atestiguar que su corazon
se habia enternecido con David ? llamóle
hijo , lloró públicamente , le alabó , con-
fesó su benignidad , enderezó á Dios sus
oraciones por él, anunció su grandeza ve-
nidera, y encomendóle su posteridad para
después de sus dias . No podia mostrar ma-
yor dulzura y terneza de corazon ; pero su
alma sin embargo se mantenia lo mismo .
y no dejó de perseguirle tan cruelmente
como antes . A este modo algunos , consi-
derando la bondad de Dios y la pasion de
nuestro Salvador, sienten gran ternura de
corazon, que les hace prorumpir en sus-
piros , lágrimas , súplicas y acciones de
gracias tan sensibles, que cualquiera dirá
que está llena de grandísima devocion su
alma ; pero cuando llega el tiempo de la
385 -
prueba , se vé, que como aquellos cha-
parrones pasajeros del ardiente estío , ca-
yendo en gotas gruesas sobre la tierra , no
la penetran ni hacen producir otra cosa
mas que hongos ; así estas lágrimas y ter-
nuras, cayendo en corazones viciosos que
no llegan á penetrar, son para ellos ente-
ramente inútiles, porque , á pesar de todo
esto , no se desprenden los infelices ni de
un maravedí de los bienes mal ganados
que poseen ; no se apartan siquiera de uno
de sus malos afectos , y no quieren sufrir
la mas leve incomodidad en obsequio de
aquel Señor, por quien han llorado : de
modo, que los movimientos buenos que
sintieron , son como hongos espirituales ,
que no solamente no llegan á ser devocion
verdadera, sino que muchas veces son su-
til estratagema del enemigo, que conten-
tando las almas con estos consuelitos , las
deja satisfechas y pagadas para que ya no
busquen la verdadera y sólida devocion ,
que consiste en una voluntad constante ,
resuelta , pronta y activa de ejecutar lo
que se conoce ser del agrado de Dios .
¿ No vés como un niño llora amargamen-
te , si vé picar con la lanceta á su madre
cuando la sangran ; y si su madre , por
quien tan tiernamente lloraba , le pide la
manzana ó el cucurucho de confites que
tiene en la mano , no hay forma de que se
le dé ? Pues tales son la mayor parte de
24
386
nuestras devociones tiernas ; cuando vemos
berir á Jesucristo crucificado con la lanza
que traspasa su corazon , lloramos amar-
gamente ay Filotea ! justo es sin duda
llorar por la muerte y pasion dolorosa de
nuestro Padre y Redentor ; pero ¿ porqué
no le damos con gusto la manzana que te-
nemos en nuestras manos , y que con tan-
tas instancias nos pide ? ¿ porqué no le
entregamos el corazon , única manzana de
amor que el Salvador amante nos está
pidiendo ? ¿ porqué no le sacrificamos tan-
tos afectillos , delectaciones y complacen -`
cias , que él quiere quitarnos de las manos ,
y nosotros se lo estorbamos , siendo mas
golosos de estos confites , que deseosos de
la celestial gracia ? Tales amores son como
de niños tiernos , pero débiles , fantásticos
y sin efecto. La devocion , pues , no con-
siste en estas ternuras y afectos sensibles ,
que algunas veces proceden de complexion
tierna y capaz de recibir cualquiera im-
presion , y otras son obra del enemigo,
que para entretenernos , excita en la ima-
ginacion ideas , que producen tales efectos .
2. Algunas veces , sin embargo , son
muy buenas y útiles estas ternezas y afec-
tuosas dulzuras , porque excitan el gusto
del alma , confortan el espíritu , y añaden
á la prontitud de la devocion un santo
gozo y alegría que hermosea nuestras ac-
ciones y las hace aun exteriormente agra-
387 -
dables. De este gusto que se tiene en las
cosas divinas , decia David : ¡ Cuan dulces
son á mi paladar tus palabras , Señor ! mas
que la miel son para mi boca ( ps. 118 ,
c. 103 ) ; y á la verdad , el menor con-
suelo de devocion por cualquiera parte
que se mire , es mas apreciable que las
mayores diversiones del mundo : los pe-
chos y la leche ( esto es , los favores ) del
Esposo divino son mas preciosos para el
alma que el vino mas exquisito de los
placeres de la tierra : quien ha gustado
aquellos consuelos tiene todos los demás
por hiel y ajenjos y como los que tienen
en la boca la yerba scitica sienten tal
dulzura , que ni padecen hambre ni sed ;
así aquellos á quienes Dios ha dado el
celestial maná de sus dulzuras y consue-
los interiores , no pueden desear ni gustar
los consuelos del mundo , ó á lo menos
no encuentran gusto ni pueden poner en
ellos el afecto : son estos consuelos divi-
nos anticipadas muestras de las dulzuras
eternas que dá Dios á las almas que le
buscan son anises que dá á sus hijuelos
para atraerlos : son aguas cordiales con
que los conforta , y son tambien algunas
veces arras de las recompensas eternas .
Dicese que Alejandro magno , navegando
por la mar , conoció que estaba cerca de
la Arabia feliz , por los suaves olores que
traia el viento , con lo cual lleno de es-
- 388 -
fuerzo , animó á todos los suyos : así
nosotros en este mar de la vida mortal
percibimos muchas veces dulzuras y sua-
vidades , que nos hacen reconocer sin
duda las delicias de la celestial patria ,
adonde caminamos y que es el término de
nuestros deseos.
3. Pues si hay consuelos sensibles,
buenos , y que vienen de Dios , y los hay
tambien inútiles , peligrosos y aun daño-
sos , que vienen ó de la naturaleza , ó tal
vez del enemigo , & cómo podré , me di-
rás , discernir los unos de los otros , y
conocer los malos é inútiles entre los bue-
nos ? Es doctrina general , Filotea , que
los afectos y pasiones del alma se han de
conocer por sus efectos : son los cora-
zones como unos árboles , los afectos y pa-
siones sus ramas , y las obras ó acciones
sus frutos bueno será el corazon cuando
tenga buenos afectos , y los afectos y pa-
siones serán buenas , si producen en no-
sotros buenos efectos y acciones santas .
Cuando las dulzuras , ternezas y consuelos
nos hacen mas humildes , pacientes , tra-
tables , caritativos y compasivos para con
el prójimo , mas fervorosos en mortificar
nuestras concupiscencias y malas inclina-
ciones , mas constantes en los ejercicios
buenos , mas dóciles y sumisos á nuestros
superiores , y de vida mas sencilla 9 son
de Dios sin duda , Filotea ; pero si las
389
dulzuras solamente lo son para nosotros-
y nos hacen curiosos , agrios , poco sufri,
dos , impacientes , tercos , soberbios , pre-
suntuosos , duros con el prójimo , y te-
niéndonos ya por unos santos , no que-
remos sujetarnos á direccion y correccion
alguna , sin duda son consuelos falsos y
perniciosos , porque el árbol bueno no pro-
duce frutos malos.
4. Siempre que sintamos dulzuras y
consuelos , debemos humillarnos delante
de Dios guárdate bien de decir : ¡ Oh,
cuan buena soy ya ! porque semejantes
bienes no nos hacen mejores : pues no
consiste en eso la devocion , como ya te
he advertido ; lo que hemos de decir es :
¡ Oh, cuan bueno es Dios para los que espe-
ran en él , para el alma que le busca ! y
así como el que tiene azúcar en la boca
no puede decir que su boca es dulce ,
sino que el azúcar lo es , así la dulzura
espiritual es buena , y sumamente bueno
Dios que la concede ; pero de aquí no se
infiere que sea bueno el que la recibe.
5. Conozcamos que somos todavía ni-
ños tiernos , que necesitamos aun del pe-
cho , y que se nos dán estos anises , por-
que nuestro espíritu todavía tierno y de-
licado , necesita cebo y atractivo que le
atraiga al amor de Dios.
6. Supuesto esto , ordinariamente y
por lo general se han de recibir con hu-
24*
- 390
mildad estas gracias y favores , teniéndo-
las por muy grandes, no tanto por lo que
son en sí , cuanto porque la misma ma-
no de Dios las pone en nuestro corazon , co-
mo una madre , que para acariciar á su
hijo , le va poniendo ella misma uno á
uno los confites en la boca pues cierto
es que si el niño tuviese conocimiento
apreciaria mas la dulzura del halago y ca-
ricia de su madre que la dulzura del con-
fite . Así que bueno es , Filotea , recibir
dulzuras ; pero la dulzura de las dulzu-
ras es considerar que Dios con su mano
amorosa y maternal nos las pone en la
boca , en el corazon , en el alma y en el
espíritu.
7. Recibidas humildemente estas dul-
zuras , tengamos gran cuidado de usar de
ellas segun la voluntad de quien nos las
ha dado pero cual te parece que será
esta ? es ciertamente hacernos por este
medio suaves para con el prójimo , y amo-
rosos para con su Majestad divina . Dá la
madre el confite al niño , para que el niño
le dé un beso ; pues besemos nosotros
tambien al Salvador , que nos da tantas
dulzuras , advirtiendo que besar al Salva-
dor es obedecerle, guardar sus mandamien-
tos , cumplir su voluntad , seguir sus de-
signios ; en una palabra , abrazarle tierna-
mente con obediencia y fidelidad : y así el
dia en que hayamos recibido algun con-
- 391
suelo espiritual , bemos de ser mas dili-
gentes en obrar bien y en humillarnos.
8. Además de todo esto es necesario
de cuando en cuando renunciar semejantes
dulzuras , ' ternezas y consuelos , despegan-
do de ellos el corazon , y protestando ,
que aunque los recibimos humildemente ,
y los estimamos porque son enviados de
Dios , y nos mueven á amarle , con todo
no son ellos lo que buscamos , sino Dios y
su amor santo, no el consuelo sino el con-
solador , no la dulzura sino el Salvador
dulcísimo , no la ternura sino el que es
suavidad del cielo y de la tierra , y entre
estos afectos hemos de resolver amarle
constantemente , aunque en toda la vida
no hubiéramos de sentir consuelo alguno ,
y decir , tanto en el Calvario como en el
Tabor : Señor , bueno es estar aquí con
Vos , ó ya esteis en la cruz ó ya en la
gloria.
Te advierto por conclusion, que cuando
sientas gran copia de estos consuelos , ter-
nezas , lágrimas y dulzuras , ó que en ellas
haya algo de extraordinario , se lo mani-
fiestes con fidelidad á tu director , para
que te enseñe como debes moderarte y
haberte, pues escrito está : Encontrado hás
miel, come lo que te basta ( Prov . c. 25 , v . 16) .
392 -

CAPITULO XIV.

De las sequedades y esterilidad de espíritu.

Esto has de hacer , querida Filotea,


cuando tengas consuelos pero no durará
perpetuamente este tiempo sereno y agra-
dable ; antes acaecerá algunas veces que
te veas tan privada y destituida de la de-
vocion sensible , que te parezca tu alma
una tierra desierta , infructuosa y estéril ,
en que no hay ni senda ni camino para
encontrar á Dios , ni manantial alguno de
gracia que pueda regalarla , pues las se-
quedades la dejarán al parecer totalmente
inculta. 1 Cuan digna de compasion es el
alma en tal estado , y en especial si viene
este mal con vehemencia ! entonces se apa-
cienta, como David , de lágrimas dia y no-
che , y al mismo tiempo el enemigo , para
hacerla desesperar , se burla de ella con
mil sugestiones , y le dice : Miserable :
¿ dónde está tu Dios? ¿por qué camino pien-
sas encontrarle ? ¿ quien podrá ya restituir-
te la alegría de la divina gracia ?
¿ Y qué harás entonces , Filotea ? Ad-
vierte de donde te ha provenido el mal ;
porque muchas veces somos nosotros mis-
mos causa de nuestras esterilidades y se-
quedades.
393
1. Así como una madre no quiere dar
azúcar al niño que es propenso á lombri-
ces ; así Dios nos priva de los consuelos ,
cuando , complaciéndonos vanamente en
ellos, somos propensos á las lombrices de
la presuncion . Bueno es para mí , ó Dios
mio, que me humilleis : sí, por cierto ; por-
que antes de haber sido humillado os habia
ofendido (salm. 118) .
2. Cuando nos descuidamos en recoger
á su tiempo las suavidades y delicias del
amor de Dios , nos las quita en castigo de
nuestra pereza ; así como los israelitas
que no recogian á la madrugada el maná ,
no podian recogerle después de salido el
sol , porque estaba ya totalmente derretido .
3. Algunas veces que estamos como
la esposa de los Cantares acostados en el
lecho de los contentos sensuales y consue-
los perecederos , llama á la puerta del co-
razon el Esposo de nuestras almas , nos
inspira que volvamos á los ejercicios es-
pirituales ; pero nosotros andamos con él
en regateos , porque sentimos dejar los
placeres vanos, y separarnos de los falsos
contentamientos, por lo cual pasa de largo
el Esposo , dejándonos emperezar , y des-
pués , cuando le queremos buscar , nos
cuesta mucho trabajo encontrarle bien
merecido lo tenemos, pues hemos sido tan
infieles y desleales á su amor , que reu-
samos emplearnos en él , por seguir el de
394
las cosas del mundo . Aun conservas hari-
na de Egipto , y así no puedes recibir maná
del cielo. Aborrecen las abejas todos los
olores artificiales : del mismo modo las
suavidades del Espíritu santo son incompa-
tibles con las artificiales delicias del mundo.
4. Tambien causa sequedades y este-
rilidades el usar de doblez y afectacion
con el director en las confesiones y confe-
rencias espirituales ; pues quien miente al
Espíritu santo , merece que él le niegue
sus consuelos , y no se le darán confites
como á los niños , al que no quiere ser
sencillo y franco como ellos .
5. No es mucho que no halles gusto
en las delicias espirituales , si te has sa-
ciado de contentos mundanos ; pues á las
palomas hartas les parecen amargas las
guindas , segun el proverbio antiguo y
como dijo la santísima Vírgen , á los ham-
brientos llenó el Señor de bienes , y á los
ricos dejó vacíos ( Luc. c. 1 , v . 53 ) ; así
pues los ricos de placeres mundanos no
pueden recibir placeres espirituales .
6. Si has guardado cuidadosamente
los frutos de las consolaciones recibidas ,
recibirás otras nuevas , pues al que tiene,
se le dará mas , y al que no tiene lo que
se le dió , habiéndolo perdido por culpa
suya , se le quitará aun lo mismo que no
tiene , esto es , que será privado de aque-
llas gracias que estaban preparadas para
395 -
él. No hay duda que la lluvia vivifica las
plantas que tienen verdor ; pero á lạs que
no le tienen , les quita aun la vida que no
tienen , haciendo que se pudran entera-
mente. Perdemos , pues , los consuelos de
la devocion , y caemos en sequedad y es-
terilidad de espíritu por muchas de estas
causas ; por lo cual debemos examinar
nuestra conciencia , á ver si encontramos
en nosotros tales defectos . Pero advierte ,
Filotea , que se ha de hacer este exámen
sin inquietud y sin demasiada curiosidad ;
antes bien después de haber considerado
fielmente nuestros pasos , si con este exá-
men encontramos en nosotros mismos la
causa del mal , demos gracias a Dios .
porque ya está medio curada la enfermedad
cuando se conoce la causa : y si por el
contrario nada particular encuentras que
te parezca ser causa de la sequedad , no
te empeñes en hacer otro exámen mas
curioso , sino practica con toda sencillez ,
y sin indagar otras particularidades , lo
que voy á decirte .
1.° Humillate profundamente delante de
Dios reconociendo tu nada y tu miseria .
¡ Ay de mi ! ¿ qué soy yo , Señor , cuando
me fio en mi propia , sino una tierra seca ,
que hendida en grietas por todas partes ,
manifiesta la sed que tiene de la lluvia del
cielo , y sin embargo el viento la disipa ,
y la reduce á polvo ?
396--
2.º Invoca á Dios , y pídele su alegría :
Volveḍme , Señor , la alegría de vuestra sa-
lud ( salm. 50 , v . 14 ) . Padre mio , si es
·
posible , pase de mí este cáliz ( Math. c. 26,
v. 39 ) . Véte de aquí , aquilon infructuoso,
que secas mi alma, y vén, apreciable austro
de los consuelos , y sopla en mi huerto,
para que esparzan sus aromas los buenos
afectos ( Cant. c. 4 , v. 16 ).
3. Vé á buscar á tu confesor , ábrele
de par en par tu corazon ; manifiestale
con claridad todos los dobleces de tu alma,
y recibe sus advertencias con gran senci-
Ilez y humildad ; porque como Dios apre-
cia sobremanera la obediencia , dá ordina-
riamente eficacia á los consejos que se re-
ciben de otro , particularmente de los di-
rectores de almas , aun cuando por otra
parte no parezcan muy oportunos , así
como hizo saludables para Naaman las
aguas del Jordan , cuando Eliseo le mandó
bañarse en ellas sin apariencia alguna de
razon humana .
4. Pero sobre todo , lo mas útil y
fructuoso en semejantes sequedades y es-
terilidades es no desear con demasiada afi-
cion y apego verse libre de ellas ; no digo
que sea malo desear puramente verse li-
bre , digo sí , que no ha de ser esto con
aficion , sino que se ha de dejar uno en
manos de la providencia especial de Dios,
para que se sirva de nosotros del modo
397 ―
que le pluguiese , digámosle entre estas
amarguras y deseos : Padre , si es posible,
pase de mí este cáliz ; pero añadamos tam-
bien armados de esfuerzo ; sin embargo no
se haga mi voluntad sino la vuestra : y
mantengámonos en esto con cuanta quietud
nos sea posible ; porque mirándonos Dios
en esta santa indiferencia , nos consolará
con muchas gracias y favores , así como
al ver á Abrahan resuelto á privarse de
su hijo Isaac , se dió por satisfecho de su
indiferencia y resignacion , y le consoló
con una vision deliciosa y con dulcísimas
bendiciones. Así que, en cualquiera especie
de aflicciones , ya corporales , ya espiri-
tuales , y en las distracciones ó sustrac-
ciones de la devocion sensible debemos
decir de todo corazon y con sumision pro-
funda El Señor me dió los consuelos , el
Señor me los quitó , bendito sea su santo
nombre , y si perseveramos en esta hu-
mildad , nos restituirá sus deliciosos favo-
res , como lo hizo con Job , que decia
esto mismo en todas sus desolaciones.
5. Finalmente , Filotea , no hemos de
caer de ánimo aunque padezcamos seque-
dades y esterilidades : sigamos siempre nues.
tro camino , esperando con paciencia que
vuelvan los consuelos , y no por esto de-
jemos ningun ejercicio devoto ; antes bien
multipliquemos en cuanto sea posible las
obras buenas , y ya que no podamos ofre-
25
398
cer á nuestro amado Esposo dulces de
almíbar , sirvámosle dulces secos , que to-
do es uno , con tal que el corazon que se
los ofrece quiera con verdadera resolucion
amarle. En las primaveras apacibles hacen
mas miel las abejas y procrean menos ;
porque con el buen tiempo se ocupan tan-
to en recoger el jugo de las flores , que
se olvidan de la produccion de sus crias ;
pero en las primaveras revueltas y nubla-
das es mas abundante la cria , y la miel
mas escasa ; porque , como no pueden sa-
lir á recoger miel , se emplean en procrear
y multiplicar su raza : muchas veces su-
cede , Filotea , que viéndose el alma en la
deliciosa primavera de los consuelos espi-
rituales , se ceba tanto en recogerlos y
gustarlos , que , entre la abundancia de
estas dulces delicias, practica menos obras
buenas y por el contrario , entre las as-
perezas y esterilidades espirituales , á me-
dida que se vé privada de los agradables
consuelos de la devocion , trata de mul-
tiplicar mas y mas obras sólidas, y es co-
piosa la interior generacion de verdaderas
virtudes , cuales son la paciencia , humil-
dad , desprecio de sí propia , resignacion
y abnegacion de la propia voluntad.
Por tanto yerran notablemente muchos ,
en especial las mujeres , en creer que los
servicios hechos á Dios sin gusto , sin ter-
nura de corazon y sin que se echen de
--- 399
ver , son menos agradables á su divina
Majestad , siendo muy al contrario ; pues
nuestras acciones son como las rosas , que
si frescas tienen . mas hermosura , secas
tienen mas olor y virtud : así las obras , si
cuando las ejecutamos con ternura de co-
razon son mas agradables á nuestros ojos ,
( á los nuestros , digo , que solo miran al
propio deleite ) , cuando las hacemos con
sequedad y esterilidad tienen mas olor y
precio delante de Dios. Así es , Filotea;
en tiempo de sequedad nos lleva la volun-
tad como por fuerza á servir á Dios , y
para esto ha de ser mas vigorosa y cons-
tante que en tiempo de dulzura . No es
gran mérito servir á un príncipe en tiem-
po de paz y en las delicias de la corte ; lo
que prueba verdadera constancia y fideli-
dad es servirle en las asperezas de la guer-
ra y entre las revoluciones y persecucio-
nes. Dice la beata Angela de Foligni , que
no hay oracion tan agradable á Dios co-
mo la que se tiene por fuerza y violencia ,
esto es , aquella oracion á la cual no nos
mueve el gusto ó inclinacion , sino pura-
mente el deseo de agradar á Dios, y adon-
de nos lleva la voluntad , como haciéndo-
se violencia á sí propia , combatiendo y
superando las sequedades y repugnancias
que se le oponen. Lo mismo digo de to-
das las demás obras buenas ; pues Dios las
estima y aprecia á porporcion de las con-
400
tradicciones que sentimos interior ó exte-
riormente , y cuanto menos interés parti-
cular tengamos en practicarlas , tanto mas
resplandecerá en ellas la pureza del amor
divino no es mucho que el niño acaricie
á su madre cuando le dá azúcar , pero
prueba es de amarla mucho el acariciarla
después de haberle dado ajenjos ó acibar.

CAPÍTULO XV.

Confírmase y declárase lo dicho con un


ejemplo notable.

Para aclarar esta instruccion pondrémos


aquí un pasaje admirable de la vida de
san Bernardo , conforme le refiere un es-
critor docto y prudente dice así : Ordina-
riamente los que comienzan á servir á
Dios , y no están aun acostumbrados á las
sustracciones de la gracia ni á las vicisi-
tudes del espíritu , cuando les falta el gus-
to de la devocion sensible y aquella agra-
dable luz que anima á darse prisa en an-
dar los caminos de Dios , al instante se
desalientan y desfallecen , entregándose á
la pusilanimidad y tristeza del corazon , lo
cual consiste , segun los inteligentes , en
que la naturaleza racional no puede estar
mucho tiempo hambrienta y sin alguna
delectacion , όó ya sea celestial ó ya terre-
401
na. Esto supuesto , como las almas que
por haber gustado los placeres sobrenatu-
rales se han elevado sobre si propias , sin
dificultad renuncian todos los objetos visi-
bles ; después , cuando por disposicion di-
vina se vén privadas de la alegría espiri-
tual , como por otra parte están tambien
privadas de los consuelos corporales, y no
se han acostumbrado aun á esperar con
paciencia que vuelva á despuntar el ver-
dadero sol , les parece que ni están en el
cielo ni en la tierra , y que van á quedar
sepultadas en una noche sempiterna , por
lo cual , semejantes á los niños cuando
los destetan , se enflaquecen con la falta
de la leche , y gimen y vienen á ser mo-
lestos é importunos , en especial para sí
propios. Esto , pues , sucedió en el viaje
de que tratamos á uno de la comitiva lla-
mado Gofredo Peronense , que poco tiem-
po antes se habia dedicado al servicio de
Dios sintiéndose repentinamente seco y
privado de todo consuelo , y poseido de
interiores tinieblas , empezó á recordarse
de sus amigos , mundanos , de sus parien-
tes , y de los bienes que acababa de aban-
donar , con cuyo pensamiento le acometió
una tentacion tan fuerte , que se la cono-
ció en el semblante uno de sus mayores
amigos , y acercándose á él con maña ,
le dijo en secreto con expresiones cariño-
sas : ¿ Qué es esto, Gofredo ? ¿ porqué es-
402 -
tás tan pensativo y afligido , tú que natu-
ralmente eres alegre ? ¡ Ay hermano ! dijo
entonces Gofredo , arrojando un profundo
suspiro , ya no puedo estar alegre en toda
mi vida enmudeciendo el otro de com-
pasion al oir tales razones , fué inmedia-
tamente , movido del celo fraternal , á ma-
nifestar todo esto á san Bernardo , su co-
mun padre , el cual , conociendo el peligro ,
se entró en una iglesia que estaba cerca ,
á rogar á Dios por él , y Gofredo entre-
tanto oprimido de tristeza , se quedó dor-
mido.con la cabeza apoyada en una pie-
dra poco tardaron en levantarse entram-
bos , el uno de la oracion , conseguida ya
la gracia , y del sueño el otro con rostro
tan alegre y sereno , que , sorprendido el
amigo de tan grande y repentina mudan-
za , no se pudo contener sin reconvenirle
amigablemente con lo que poco antes ha-
bia dicho si antes te dije , respondió Go-
fredo , que jamás me veria alegre , ahora
te aseguro que jamás estaré triste.
Este fin tuvo la tentacion de aquella
persona devota , en cuya narracion has de
reparar , Filotea .
1.° Que Dios dá ordinariamente á los
que empiezan á servirle ciertos preludios
de las celestiales delicias , para apartarlos
de los placeres terrenos , y animarlos á
que busquen su divino amor : semejante
en esto á una madre , que para cebar y
403
atraer al niño á que tome el pecho , le
unta con un poquito de miel.
2.° Que este mismo Dios amoroso nos
priva sin embargo algunas veces con pro-
videncia sapientísima de la leche y miel
de los consuelos para destetarnos , y que
aprendamos á comer el pan seco y mas
sólido de una devocion vigorosa hecha á
prueba de disgustos y tentaciones.
3.° Que entre las sequedades y esteri-
lidades se levantan á veces grandes hura-
canes de tentaciones , y entonces es for-
zoso pelear varonilmente contra ellas , por-
que estas no son de Dios , y sufrir con
paciencia las sequedades como ordenadas
por Dios para ejercicio nuestro .
4.° Que por sentir interiormente tedio
no hemos de perder el ánimo , ni hemos
de decir como el buen Gofredo , jamás
tendré alegría ; pues durante la noche se
ha de esperar la luz ; pero tampoco he-
mos de decir cuando está el espíritu muy
sereno , yo no padeceré disgustos , por-
que , como dice el Sabio ( Eccl. c. 11,
v. 27 ) en el dia de los bienes no nos hemos
de olvidar de los males . Entre las penas se de-
be esperar, entre las prosperidades temer,
y en unas y otras humillarnos siempre .
5. Que es remedio admirable descu-
brir el mal á algun amigo espiritual , que
pueda consolarnos.
Finalmente advierto por conclusion de
404 -
este documento tan importante , que en
esto como en todas las demás cosas son
opuestos los fines de Dios y los del ene-
migo comun. Dios quiere que con esto
alcancemos perfecta pureza de corazon,
renuncia total del propio interés en to-
do lo que pertenece á su servicio y des-
nudez absoluta de nosotros mismos : el
maligno, por el contrario , procura con
todas sus fuerzas que perdamos el ánimo ,
que volvamos otra vez al partido de los
placeres , y finalmente que nos hagamos
insoportables á nosotros mismos y á los
demás , para desacreditar y disfamar con
esto la devocion santa. Pero con la guar-
da de los documentos que te he dado ,
adelantarás mucho en la perfeccion , sir-
viéndote de ejercicio las aflicciones inte-
riores , de las cuales quiero decir todavía
una palabra antes de concluir esta mate-
ria. A veces provienen los disgustos , es-
terilidades y sequedades de enfermedad
corporal, como acaece cuando las vigi-
lias, trabajos y ayunos producen flaqueza ,
somnolencia, pesadez y otros accidentes
semejantes, que , aunque nacen del cuer-
po , no dej
an de incomodar al espíritu
por la estrech comuni que hay en-
c
tre ellos . En taales ocasiaocnion acuérda de
e t
hacer muchos actos de virtsud con lo emas
elevad del espíritu y volunta superio ;
o d r
pues por mas que parezc dormid el al-
a a
ma y agrava de la somnole y can-
da ncia
405 ―
sancio, los actos del espíritu no dejan de
ser muy agradables á Dios , y podemos
en tales ocasiones decir con la Esposa
(Cant. c. 5, v. 2) : Yo duermo, pero mi
corazon está en vela : y si en trabajar de
esta manera , como dije arriba , se en-
cuentra menos gusto , hay sin embargo
mas mérito y virtud ; pero en estos lances
el remedio es restablecer el cuerpo con
algun justo alivio y recreacion, por lo
cual san Francisco mandaba á sus religio-
sos usasen de tal moderacion en los traba-
jos, que no ahogasen el fervor del espíritu .
Y ya que hablamos de este glorioso pa-
dre, diré que en cierta ocasion fué com-
batido y agitado de tan profunda tristeza
de espíritu , que no podia dejar de mani-
festarla en el exterior ; porque si queria
conversar con los religiosos , no podia ; si
se apartaba de ellos, le iba peor ; la abs-
tinencia y maceracion de la carne le opri-
mia, la oracion nada le aliviaba, y en
este estado permaneció dos años , de modo
que parecia totalmente abandonado de
Dios ; pero al fin, después de haber su-
frido con humildad esta tempestad tan
cruel, le restituyó el Salvador en un ins-
tante la tranquilidad dichosa. Quiero de-
cir con esto, que á semejantes golpes están
sujetos aun los mayores siervos de Dios,
y que los que son mucho menores , no deben
espantarse, si les sobrevienen algunos .
25*
QUINTA PARTE ,

EN LA CUAL SE CONTIENEN
EJERCICIOS Y ADVERTENCIAS PARA RENOVAR
EL ALMA Y CONFIRMARLA EN LA
DEVOCION.

CAPÍTULO I.

Que conviene renovar todos los años el alma


por medio de los ejercicios siguientes.

El primer punto de estos ejercicios es


conocer bien su importancia. Así como las
aves caen muy pronto en tierra , si no
menudean los esfuerzos , batiendo las alas
para mantener el vuelo ; así nuestra hu-
mana naturaleza decae luego de sus bue-
nos afectos por la fragilidad y perversa
inclinacion de la carne , que agrava el
espíritu , y le tira siempre hacia abajo , si
él no se eleva con frecuencia á fuerza de
resolucion . Por tanto , Filotea , es necesa-
rio reiterar y repetir á menudo los buenos
propósitos que has hecho de servir á Dios ,
407
no sea que , si te descuidas , vuelvas á
caer en tu primer estado , ó por mejor
decir , en otro mucho peor ; porque las
caidas espirituales nos precipitan siempre
mas abajo de lo que estábamos antes de
ascender á la devocion . Cualquier reloj,
por bueno que sea , necesita que le pon-
gan y dén cuerda dos veces al dia , por
mañana y tarde , y que le desarmen una
vez cada año para limpiar las piezas del
herrumbre que han criado , enderezar las
que se han torcido y renovar las que se
han gastado : del mismo modo el ' que tie-
ne verdadero cuidado y aprecio de su co-
razon , le ha de poner en Dios por noche
y por mañana con los ejercicios señalados
arriba y además de esto ha de examinar
muchas veces como está , para componer-
le y arreglarle : y finalmente siquiera una
vez cada año le debe desarmar , recono-
ciendo por menor todas sus piezas , esto
es , todos sus afectos y pasiones , á fin de
remediar los defectos que tuviere.
Y así como unta el relojero con aceite
muy puro las ruedas, los muelles y las de-
más piezas del reloj , para que sea mas
suave el movimiento y esté menos expues-
to á criar orin ; así tambien el alma devo-
ta , además de desarmar , como se ha di-
cho , su corazon para renovarle entera-
mente , le ha de untar con los sacramen-
tos de la confesion y comunion , cuya prac-
- 408
tica reparará las fuerzas enflaquecidas con
el tiempo, enfervorizará el corazon , hará
reverdecer los buenos propósitos, y flore-
cer las virtudes del espíritu .
Así lo practicaban con gran cuidado los
primeros cristianos en la anual celebridad
del bautismo de Jesucristo , renovando
aquel dia, como refiere san Gregorio Na-
cianceno, la profesion y protesta que se
hacen en este sacramento . Hagamos lo
mismo nosotros , amada Filotea , disponién-
donos con todo afecto, y ejecutándolo con
sumo cuidado.
Escoge tiempo oportuno para esto, con
acuerdo de tu padre espiritual , y guarda
mas retiro que el ordinario , tanto interior
cuanto exterior , y siguiendo el método
que te dí en la segunda parte, tén una ,
dos ó tres meditaciones sobre los puntos
siguientes.

CAPÍTULO II.

Consideracion sobre el beneficio que Dios nos


hace llamándonos á que le sirvamos, se-
gun se lo hemos ofrecido en la pro-
testacion arriba dicha.

Considera los puntos de la protestacion


que has hecho el primero fué dejar , ar-
rojar, detestar y renunciar para siempre
409
todo pecado mortal : el segundo , dedicar
y consagrar tu alma , tu corazon , tu cuer-
po , con todo cuanto les pertenece , al
amor y servicio de Dios : el tercero , si
por acaso caias en alguna culpa , levantar-
te prontamente, con la gracia de Dios .
¡ Qué resoluciones tan bellas , justas , dig-
nas y generosas ! Pondera bien en tu in-
terior cuan santa , cuan conforme á la
razon y cuan digna de aprecio es la pro-
testacion que hiciste.
2. Considera á quien se lo ofreciste,
que fué al mismo Dios . Si nos obligan es-
trechamente las palabras justas que damos
á los hombres , ¿ cuanto mas las que hemos
dado á Dios ? por lo cual exclamaba Da-
vid : A Vos , Señor , lo dijo mi corazon
(ps. 26, v . 8 ) : mi corazon pronunció esta
palabra buena ( ps. 44. v. 1 ) , y jamás la
he de olvidar ( ps. 118, v. 16 ) .
3. Considera en presencia de quien hi-
ciste la protesta , y hallarás que fué de-
lante de toda la corte celestial : la santí-
sima Vírgen , S. José , tu ángel custodio ,
S. Luis y todos los bienaventurados ejér-
citos te miraban y mostraban su alegría
y aprobacion al escuchar tus palabras ,
mirando con amorosos ojos tu corazon,
que postrado á los piés del Salvador , se
consagraba á su servicio : se hizo enton-
ces por esto particular fiesta en la Jeru-
salen celeste, y ahora se celebrará la con-
410-
memoracion , si renuevas con plena volun-
tad tus resoluciones .
4. Considera por qué medios hiciste
la protestacion : ¡ oh, cuan agradable y dul-
ce era Dios para ti en aquel tiempo ! Di-
me la verdad : no te sentiste llamada de
los dulces atractivos del Espiritu santo ?
¿ no fueron de amor y de caridad las
cuerdas con que Dios trajo tu barquilla al
puerto de la salud ? | cómo te fué ceban-
do con sus dulces confituras por medio de
los sacramentos , de la lectura y de la
oracion O Dios mio ! Tú dormias , Fi-
lotea , y Dios velaba en tu guarda , pen-
saba sobre tu corazon pensamientos de
paz , meditaba sobre ti meditaciones de
amor.
5. Considera en qué tiempo te atrajo
Dios á estas grandes resoluciones en la
flor de tu edad : ¡ qué gran fortuna apren-
der temprano lo que siempre sabemos de-
masiado tarde ! San Agustin , convertido á
los treinta años de su edad , exclamaba :
¡ O bermosura antigua , que tarde te co-
nocíay de mí ! yo te veia , mas no te
consideraba. Tambien puedes tú decir : ¡ 0
dulzura antigua ! & porqué no me he sabo-
reado antes contigo ? Pero ay ! que ni
aun entonces lo merecias , y así reconoce
la gran merced que Dios te ha hecho,
llamándote desde tu juventud , y dí con
David ( ps. 70 , v. 17 ) : Dios mio , desde
411
mi juventud me enseñaste y llamaste : y
por siempre anunciaré tus misericordias. Y
sí ha sido en la vejez , ¡ qué gran mise-
ricordia de Dios ! llamarte , Filotea , des-
pués de haber abusado de los años pasa-
dos , pero antes de la muerte , deteniendo
la corriente de tu miseria al tiempo que
ibas á ser para siempre infeliz , si hubie-
ras continuado.
6. Considera los efectos de esta voca-
cion , y espero que encontrarás en ti mis-
ma gran mudanza , comparando lo que
eres con lo que eras . ¿ Te parece poca di-
cha saber hablar con Dios en la oracion ,
sentir en tu corazon deseos de amarle, ha-
ber sosegado y pacificado muchas pasio-
nes que te inquietaban , haber evitado mu-
chos pecados y estorbos de conciencia , y
finalmente haberte llegado á la sagrada co-
munion muchas veces mas de lo que hu-
bieras llegado , uniéndote así con aquel so-
berano manantial de eternas gracias ? ¡ Oh,
cuan grandes son estas mercedes ! Pésa-
las , Filotea , en la balanza del santuario ;
pues todo esto es obra de la diestra del
Excelso. La diestra del Señor , decia Da-
vid ( ps. 117 ), manifestó su poder, la dies-
tra del Señor me levantó. No moriré , no ;
viviré, sí, y referiré con el corazon, con la
boca y con las acciones las maravillas de
su bondad.
Después de estas consideraciones , que ,
412 -
como vés , suministran copia de buenos
afectos , concluye sencillamente con la ac-
cion de gracias , y con una afectuosa sú-
plica de aprovecharte , y sal de la medi-
tacion con humildad y gran confianza en
Dios ; pero reservando para después del
segundo punto de este ejercicio el comple-
mento de las resoluciones .

CAPÍTULO III.

Del exámen de la propia alma acerca de su


aprovechamiento en la vida devota.

Como este segundo punto del ejercicio


es algo largo , te advierto que no es nece-
sario hacerle todo seguido , sino en repe-
tidas ocasiones , tomando , por ejemplo,
una vez lo que pertenece á tu conducta
para con Dios lo que mira á ti misma
en otra en otra lo que toca al prójimo :
y en cuarto lugar la consideracion de las
pasiones . Ni es necesario ni conviene prac-
ticarle todo de rodillas , sino solamente el
principio y la conclusion , que comprende
los afectos. Los demás puntos del exámen
podrás hacerlos provechosamente paseán-
dote , y aun mejor en la cama , si es que
puedes estar en ella algun tiempo sin ador-
mecimiento bien despierta ; pero para esto
es necesario haberlos leido bien de ante-
-- 413
mano. Con todo , se requiere evacuar este
segundo punto en tres dias y dos noches
á lo mas , tomando alguna hora de cada
dia y de cada noche , esto es , el tiempo
que puedas ; pues si se practicase este
ejercicio en tiempos muy distantes unos
de otros , perderia su fuerza y haria muy
débiles impresiones. Al fin de cada punto
del exámen has de reparar en qué hallas
haber faltado, qué defectos tienes , y cuales
son los principales desórdenes que has co-
metido , para poder declararlo todo, tomar
consejo , hacer propósitos y fortalecer tu
espíritu. Aunque no sea absolutamente ne-
cesario retirarse enteramente del trato los
dias en que se hace este y los demás ejer-
cicios , se requiere con todo apartarse al-
gun tanto , y en especial por la noche,
para recogerse mas temprano y tomar el
reposo de cuerpo y de alma necesario para
la consideracion y entre dia se han de
hacer frecuentes aspiraciones á Dios , á la
santísima Vírgen , á los ángeles y á toda
la celestial Jerusalen : tambien se requiere
practicarlo todo con un corazon afectuoso
para con Dios y deseoso de la propia
perfeccion. Para empezar , pues , como
conviene este exámen :
1. Ponte en la presencia de Dios.
2. Invoca el Espíritu santo, pidiéndole
luz y claridad con que puedas conocerte
bien , como san Agustin , que decia hu-
414 -
mildemente en la presencia de Dios : Se-
ñor , conozcate á ti , y conózcame á mí :
y como san Francisco , que le preguntaba á
Dios Quien sois Vos , y quien soy yo ?
Protesta que el fin con que quieres cono-
cer tu aprovechamiento , no es compla-
certe en ti misma , sino en Dios , ni glo-
rificarte á ti propia , sino glorificar á Dios
y darle gracias.
Protesta tambien , que aunque halles
haber aprovechado poco , como lo temes,
ó haber vuelto atrás , no por eso perderás
el ánimo ni te resfriarás , dando entrada
al caimiento ó flojedad de corazon ; antes
por el contrario procurarás esforzarte y
animarte mas , y humillarte y corregir tus
defectos con la gracia de Dios.
Hecho esto , considera despacio y con
sosiego cómo te has portado hasta la hora
presente para con Dios , para con el pró-
jimo y para contigo misma.

CAPÍTULO IV.

Exámen del estado de nuestra alma


para con Dios.

¿ Qué grado de aversion al pecado mor-


tal tiene tu corazon ? ¿ estás firmemente re-
suelta á no cometerle jamás , suceda lo que
sucediere ? ¿ ha durado constantemente es-
- 415 -
ta resolucion desde que hiciste la protesta-
cion hasta ahora ? pues sabe que esta resolu-
cion es el fundamento de la vida espiritual.
2. ¿ Cómo mira tu corazon los manda-
mientos de la ley de Dios ? ¿ te parecen
buenos , dulces y agradables ? Hija mia,
quien tiene el paladar bueno y el estóma-
go sano , gusta de los manjares buenos y
desecha los malos.
3. ¿ En qué disposicion se halla tu co-
razon acerca de los pecados veniales ? aun-
que no es posible dejar de caer en algu-
no, ya por un lado ya por otro , mira sin
embargo si tienes particular inclinacion á
alguno ; ó si le miras con afecto y amor,
que es peor todavía .
4. ¿ En qué estado está tu corazon
acerca de los ejercicios espirituales ? ¿ te
agradan ? ¿ los miras con aprecio ? ¿te can-
t sas de ellos ? ¿ te dan disgusto ? ¿ á cual de
ellos eres mas o menos inclinada ? ¿ á oir
la palabra de Dios ? ¿ á leerla ? ¿ á confe-
renciar ? ¿ á meditar ? ¿ á aspirar á Dios ? ¿ á
confesarte ? ¿ á recibir instrucciones espiri-
tuales ? & á prepararte para la comunion ?
¿ á comulgar ? á sujetar tus afectos ?
¿ sientes repugnancia á alguna de estas co-
sas ? Si vieres que tu corazon está poco in-
clinado á alguna de ellas, examina de don-
de nace este disgusto y cual es la causa.
5. ¿ Cual es el estado de tu corazon
para con el mismo Dios ? sientes com-
416
placencia en acordarte de su divina Ma-
jestad ? ¿ encuentras en ello agradable dul-
zura ? Acordádome he de Dios , dice Da-
vid , y he tenido gran deleite ( ps. 76,
v. 4 ) . ¿ Sientes en tu corazon propension
á amarle y particular gusto en saborearte
con su amor ? ¿ se recrea tu espíritu pen-
sando en la inmensidad de Dios , en su
bondad, en su dulzura ? ¿ se abre paso por
medio de las ocupaciones y vanidades del
mundo la memoria de Dios , cuando te
ocurre en medio de ellas y se apodera de
tu corazon ? & te parece que este se vuelve
hácia aquel pensamiento , y por decirlo
así , le sale al encuentro ? almas hay á
quienes así les sucede.
Cuando vuelve de lejanas tierras un es-
poso , apenas sabe su llegada y escucha
su voz la esposa , cuando por mas que
esté llena de quehaceres , y entre las ocu-
paciones poseida de alguna consideracion
profunda , no puede sin embargo contener
su corazon, y abandonando los demás pen-
samientos , solo piensa en su recien llega-
do esposo. Lo mismo acaece á las almas
que aman de veras á Dios : por mas ocu-
padas que estén , cuando les viene el pen-
samiento de este Señor , es tanto el gozo
que sienten con tan amado recuerdo , que
casi abandonan todo lo demás , lo cual es
señal muy buena .
6. ¿ Qué siente tu corazon acerca de
- 417 -
Jesucristo Dios y hombre ? ¿ te alegras de
estar en su compañía ? Así como las abe-
jas se complacen de andar al rededor de
la miel , y los moscones de revolotear so-
bre las inmundicias ; así las almas buenas
tienen contento de estar con Jesucristo ,
y sienten gran ternura en su compañía ;
pero las malas encuentran placer andando
al rededor de las vanidades.
7. ¿ Cuales son los afectos de tu co-
razon para con la Vírgen santísima , los
santos y el ángel de tu guarda ? ¿ les pro-
fesas mucho amor ? tienes particular con--
fianza en su proteccion ? ¿ te agradan sus
imágenes , sus vidas y sus alabanzas ?
8. En cuanto á la lengua , ¿ cómo ha-
blas de Dios ? ¿ gustas de alabarle en cuan-
to permiten tu condicion y fuerzas ? ¿ en-
cuentras placer en cantar cánticos espi-
rituales ?
9. Acerca de las obras, mira si tomas
con empeño glorificar exteriormente á
Dios y practicar alguna cosa á honra suya ;
porque los que aman á Dios , aman tam-
bien el decoro de su casa.
Repara si has dejado algun afecto y
renunciado alguna cosa por amor de Dios ,
porque es señal cierta de amor privarse
de algo en obsequio del amado : pues ¿ qué
es lo que hasta aquí has dejado por amor
de Dios ?
418

CAPÍTULO V.

Exámen del estado actual acerca


de uno mismo.

1. ¿ Qué especie de amor te tienes á ti


misma ? ¿ te amas excesivamente para el
mundo ? si es así , desearás permanecer
siempre acá abajo, y procurarás con gran-
de empeño establecerte sobre la tierra ; pero
si te amas para el cielo , desearás , ό por "
lo menos te conformarás fácilmente con
salir de aquí en cualquier tiempo que el
Señor lo disponga.
2. ¿ Tienes bien ordenado el amor de
ti misma ? porque , has de saber , que la
única causa de nuestra ruina es el desor-
denado amor propio : será , pues , amor
bien ordenado amando mas el alma que al
cuerpo , cuidando de allegar virtudes mas
que otra cosa alguna , apreciando mas la
honra celestial que la felicidad terrena y
caduca un corazon bien ordenado se pre-
gunta á sí mismo : Si yo pienso en tal co-
sa , ¿ qué dirán los ángeles ? y no ¿ qué
dirán los hombres ?
3. ¿ Cómo amas á tu corazon ? ¿ te can-
sas de servirle en sus enfermedades ? pues
sabe que debes tener cuidado de socorrer-
le y buscar quien le socorra cuando las
- 419 -
pasiones le atormentan , y que para esto
lo has de abandonar todo , si es necesario.
4. En cuanto te estimas delante de
Dios ? sin duda que en nada ; pero no es
grande humildad que una mosca se tenga
por pequeña junto á una montaña ; que
una gota de agua se crea nada en com-
paracion del mar ; que una chispa se juz-
gue nada comparada con el sol : la humil-
dad consiste en no tenernos en mas que los
otros , y en no querer ser tenidos en mas
que ellos : pues en qué estado te en-
cuentras acerca de esto ?
5. En cuanto á la lengua , ¿ no te glo-
rias nunca ni de ningun modo ? ¿ te alabas
cuando hablas de ti propia?
6. En cuanto á las obras , ¿ acostum-
bras divertirte en cosas contrarias á la sa-
lud , quiero decir , vanas é inútiles , como
trasnochar sin necesidad y otras semejantes?

CAPÍTULO VI.

Exámen del estado del alma acerca


del prójimo.

Se debe amar al marido ó á la mujer


con amor tierno , pacífico , constante y
continuo , y ha de ser la principal razon ,
porque Dios así lo manda y quiere. Lo
mismo digo de los hijos, parientes , cerca-
nos y amigos , cada uno en su clase .
- 420 -
Pero hablando en general , ¿ cual es el
estado de tu corazon para con el prójimo ?
¿ le amas cordialmente y por Dios ? Para
conocer bien esto , has de traer á la me-
moria ciertas personas molestas y enfado-
sas ; pues con tales sugetos se ejercita el
amor de Dios amando al prójimo , pero
mucho mas con los que nos hacen mal de
obra ó de palabra : examina si les dás
franca entrada en tu corazon, ó si te cues-
ta mucho trabajo amarlos .
¿ Eres propensa á echar á mala parte
las acciones del prójimo , en particular de
los que nos quieren bien ? ¿ haces algun
daño directa ó indirectamente á tu próji-
mo ? fácilmente conocerás todo esto , por
poco entendimiento que tengas .

CAPÍTULO VII.

Exámen de los afectos del alma.

He tratado tan á la larga estos puntos,


porque el aprovechamiento espiritual se ha
de conocer en este exámen ; que el de los
pecados pertenece á la confesion , y solo
es necesario explicársele á los que no cui-
dan de su aprovechamiento.
Cada uno de los artículos dichos se ha
de examinar poco a poco y sin fatigarse,
considerando en qué estado se halla nues-
421
tro corazon acerca de ellos , y qué faltas
notables hemos cometido desde que hici-
mos la resolucion.
Mas para abreviar , se reducirá el exá-
men á indagar nuestras pasiones y si nos
cansamos de ir considerando tan por me-
nor , como se ha dicho , podemos exami-
nar cuales hemos sido , y cual ha sido
nuestra conducta
Acerca del amor á Dios , al prójimo,
á nosotros mismos :
Acerca del aborrecimiento al pecado
considerado en nosotros y considerado en
los demás ; pues debemos desear la extir-
pacion del uno y del otro :
Acerca de nuestros deseos de riquezas,
de placeres y de honras :
Acerca del temor de los peligros de pe-
car y de perder los bienes de este mun-
do , porque se teme demasiado lo segundo
y demasiado poco lo primero :
Acerca de la esperanza , quizá demasia-
do puesta en el mundo y en las criaturas ,
y poco en Dios y en las cosas eternas :
Acerca de la tristeza , si es excesiva por
motivos vanos :
Acerca de la alegría , si es demasiada
y por cosas que no lo merecen :
Finalmente , qué afectos ocupan nuestro
corazon , qué pasiones le dominan , y há-
cia que parte se ha desviado mas.
Pues por las pasiones del alma se reco-
26
- 422
noce el propio estado , examinándolas una
á una y así como el que ha de tocar la
cítara va probando todas las cuerdas , y
templa las destempladas , tirándolas ó aflo-
jándolas ; así , después de haber tanteado
el amor , el aborrecimiento , el deseo , el
temor , la esperanza , la tristeza y la ale-
gría de nuestra alma , si las encontramos
destempladas para el tono que queremos
tocar , que es la gloria de Dios , podemos
acordarlas con su divina gracia y el con-
sejo de nuestro padre espiritual .

CAPÍTULO VIII. 1

Afectos que se han de sacar del exámen .

Después de haber considerado poco á


poco cada uno de los puntos del exámen,
y visto el estado en que te hallas , has de
pasar á los afectos de este modo.
Dá gracias á Dios de la tal cual en-
mienda que hayas encontrado en tu vida
desde tu resolucion , y reconoce que su
misericordia sola ha sido quien la ha pro-
ducido en ti y por ti.
Humillate profundamente delante de
Dios , reconociendo que el no haber ade-
lantado mas , ha sido por tu culpa , por-
que no has correspondido con fidelidad ,
esfuerzo y constancia á las inspiraciones ,
423
luces Y mociones que te ha dado en la
oracion y fuera de ella.
Ofrece darle eternas alabanzas por los
auxilios que te ha dado , para sacarte de
tus malas inclinaciones á esta tal cual en-
mienda.
Pídele perdon de la infidelidad y des-
lealtad con que has correspondido .
Ofrécele tu corazon , para que se en-
señoree de él enteramente .
Pídele que te dé fidelidad verdadera.
Invoca á los santos , á la santísima Vír-
gen , á tu ángel custodio , al santo de tu
nombre , á san José y á los demás de tu
devocion .

CAPÍTULO IX .

Consideraciones oportunas para renovar los


buenos propósitos.

Hecho ya el exámen , y habiendo con-


ferenciado á satisfaccion con un buen di-
rector acerca de los defectos y de sus
remedios , usa de las consideraciones si-
guientes , tomando por materia de medi-
tacion una cada dia , y empleando en ella
el tiempo de la oracion ; pero en la pre-
paracion y afectos sigue el mismo método
que en las meditaciones de la primera par-
te , poniéndote ante todas cosas en la pre-
424
sencia de Dios , é implorando su gracia
para radicarle bien en su santo amor y
servicio.

CAPÍTULO X.

Consideracion primera : de la excelencia


de nuestras almas.

Considera la nobleza y excelencia de tu


alma , que tiene un entendimiento capaz
de conocer no solo este mundo visible,
sino tambien que hay ángeles , que hay
gloria celestial , que hay un sumo Dios
infinitamente bueno é inefable , que hay
eternidad , y finalmente capaz de conocer
lo que conviene para vivir bien en este
mundo visible , y ser compañero de los
ángeles en la gloria , gozando de Dios
eternamente.
Tiene á mas de esto tu alma una VO-
luntad nobilísima , que puede amar á Dios
y no puede aborrecerle en sí mismo . Mi-
ra cuan generoso es tu corazon , y que al
modo que las abejas no se pueden parar
en cosas corrompidas , sino solo en las
flores olorosas , así él solo en Dios puede
tener reposo ; pues ninguna criatura es
capaz de llenarle . Trae vivamente á la
memoria los mas agradables y mayores
divertimientos , que ocuparon en otro tiem-
― 425
po tu corazon , y juzga con verdad , si no
estaban llenos de inquietudes molestas , de
acerbos pensamientos y de importunos
recuerdos , que al pobre le llenaban de
miseria.
Corre con solicitud hácia las criaturas
nuestro corazon , pensando que podrá sa-
tisfacer en ellas sus deseos : pero al en-
contrarlas , se halla tan vacío como al
principio , y conoce que nada es capaz de
contentarle ; porque Dios quiere que , se-
mejante á la paloma que salió del arca
de Noé , no encuentre donde descansar, y
se vea obligado á volver á su Dios , de
donde ha salido . ¡ Qué bella propiedad
es esta del corazon humano ! pues & porqué
le detenemos contra su propension , ha-
ciéndole servir á las criaturas ?
Justo seria que exclamases , diciendo :
¿ Porqué , hermosa alma mia , porqué ,
pudiendo tú conocer y amar á Dios , te
has de divertir en cosas de menos monta?
¿ porqué teniendo derecho á la eternidad,
te has de entretener en unos breves mo-
mentos ? Llenábase de pesar el hijo pródi-
go al ver que , pudiendo vivir entre deli-
cias y comer á la mesa de su padre , co-
mia sórdidamente en la de unas bestias :
capaz de Dios eres , alma mia , ¡ ay de
ti , si te contentas con menos que Dios !
Esta consideracion servirá en gran manera
para elevar tu alma , haciéndole ver que
26*
-426
es eterna y digna de la eternidad , lo cual
acrecentará mucho su esfuerzo .

CAPÍTULO XI.

Segunda consideracion de la excelencia


de las virtudes.

Considera que solo las virtudes y la de-


vocion pueden dar contento á tu alma en
este mundo. Mira cuan hermosas son com-
paradas con los vicios contrarios ; qué
suavidad campea en la paciencia contra-
puesta á la venganza , en la dulzura con-
trapuesta á la ira y enojo , en la humil-
dad contrapuesta á la arrogancia y ambi-
cion , en la liberalidad contrapuesta á la
avaricia , en la caridad contrapuesta á la
envidia , y en la sobriedad contrapuesta al
desórden . Es admirable propiedad de las
virtudes dejar recreada con indecible dul-
zura y suavidad el alma que las ha prac-
ticado ; cuando los vicios , por el contra-
rio , la dejan cansada y maltratada sobre-
manera pues ¿ porqué no procuramos ad-
quirir estas dulzuras ?
El que solo tiene un poco de algun vi-
cio , aun no está contento , y el que tiene
mucho , está muy descontento ; pero de
las virtudes , con un poco que se tenga ,
ya se empieza á sentir contentamiento , y
427
va siendo mayor , cuanto mas se va ade-
lantando. ¡ O vida devota , cuan hermosa,
dulce , agradable y suave eres tú endul-
zas las tribulaciones , dás mayor suavidad
á los consuelos ; sin ti es mal el bien , y
los placeres son inquietos , turbulentos y
caducos. Quien te conozca podrá decir
con la Samaritana : Domine , da mihi hanc
aquam : Dadme esta agua , Señor ( Joan.
c. 4 , v. 15 ) , aspiracion que usaban fre-
cuentemente la madre Teresa de Jesus y
santa Catalina de Génova , aunque por di-
versos motivos.

CAPÍTULO XII.

Tercera consideracion del ejemplo


de los santos .

Considera el ejemplo de los santos de


todas condiciones : ¿ qué no hicieron para
amar á Dios y ser devotos suyos ? Mira
á los mártires inmutables en su resolu-
cion cuantos tormentos sufrieron por
mantenerse en ella ? Pero sobre todo
aquellas hermosas y florecientes matronas
mas blancas que la azucena por la pure-
za , mas encarnadas que la rosa por la ca-
ridad ; que unas de doce , otras de trece,
de quince , de veinte , ó veinte y cinco
años quisieron padecer mil martirios an-
428
tes que volver atrás de su resolucion , no
solo de conservar la fe que habían profe-
sado, sino tambien de no dejar la devo-
cion que habían ofrecido : unas queriendo
perder antes la vida que la virginidad ; otras
padeciendo la muerte por no dejar de ser-
vir á los necesitados , consolar á los afli-
gidos y sepultar los muertos ¡ ó Dios !
¡ qué constancia ha mostrado el frágil
sexo en semejantes acciones !
Mira tanto número de santos confeso-
res , que con gran fortaleza despreciaron
el mundo , manteniéndose inmobles en sus
santos propósitos : nada pudo separarlos
de ellos ; los hicieron sin restriccion algu-
na , y sin excepcion los cumplieron : 16
Dios con qué firmeza , nos dice san
Agustin , que sostuvo su madre santa
Mónica la empresa de servir á Dios , así
en el matrimonio , como en la viudez y
con cuanta constancia nos pinta san Ge-
rónimo á su carísima hija Paula entre
tantas oposiciones y accidentes diversos !
¿ Y qué no podrémos hacer nosotros con
tan excelentes protectores ? ellos fueron lo
que nosotros somos ; hicieron todo esto
por el mismo Dios que nosotros tenemos
y por las mismas virtudes : pues & por-
qué no hemos de hacer nosotros otro tan-
to segun nuestro estado y vocacion , pa-
ra mantener las resoluciones y santos pro-
pósitos ?
429 -

CAPITULO XIII.

Cuarta consideracion : del amor que nos


tiene Jesucristo.

Considera el amor con que nuestro Se-


ñor Jesucristo sufrió en el mundo tantos
tormentos , particularmente en el huerto y
en el Calvario : tú éras el objeto de este
amor y con sus penas y trabajos alcan-
zaba de Dios Padre los buenos propósitos
y protestas de tu corazon , obteniendo tam-
bien por el mismo camino todos los medios
necesarios para mantener , alimentar, for-
tificar y consumar estas resoluciones : ¡ ó
resolucion , cuan preciosa eres , siendo
hija de tal madre, cual es la pasion de mi
Salvador ! oh cuanto debe estimarte mi
alma , pues tanto te estimó mi Jesus ! Sí,
Salvador de mi alma ; Vos disteis la vida
para alcanzarme estas resoluciones ; pues
ea , concededme la gracia de antes morir
que perderlas .
No se puede dudar , Filotea , que el co-
razon de nuestro amado Salvador desde el
árbol de la cruz veia el tuyo , le amaba ,
y con su amor conseguia para él todos
cuantos bienes posees y has de poseer,
y entre ellos estas resoluciones ; por lo
cual todos podemos decir con Jeremías (c.
- 430
1 , v . 5 ) : Señor , antes que yo tuviese sér,
ya me mirabas y me llamabas por mi nom-
bre ; pues, con efecto , su divina bondad
preparó amorosa y misericordiosamente to-
dos los medios generales y particulares de
nuestra salvacion , y por consiguiente nues-
tras buenas resoluciones y al modo, que
la mujer, estando en cinta prepara la
cuna, las mantillas y las fajas , y aun
busca ama para la criatura que espera dar
á luz, aunque todavía no ha salido al
mundo ; así nuestro Señor , teniéndote en
el seno de su bondad, antes de darte á
luz para tu salvacion eterna y hacerte hi-
ja suya, preparó en el árbol de la cruz
cuanto habias menester : la cuna espirí-
tual, las mantillas , las fajas y el ama, con
todo cuanto convenia para tu bienaventu-
ranza ; pues tales son los medios , llama-
mientos y gracias con que lleva tu alma ,
y quiere llevarla hasta la perfeccion.
O Dios mio, cuan profundamente de-
biéramos esculpir esta verdad en la memo-
ria ! ¿ Es posible que mi Salvador me ama-
se, y con tanta ternura , que pensase par-
ticularmente en mí, y hasta en los me-
nores acaecimientos de que se ha servido
para atraerme hácia sí ? ¿ con cuanto amor
y estima deberé aprovechar para mi bien
todo esto ? ¡ Qué dulce consideracion el
amabilísimo corazon de Dios pensaba en
Filotea , la amaba y le disponia innume-
431
rables medios de salud, como si no tuvie-
se en el mundo otra alma en que pensar.
Pues como el sol ilumina cualquier lugar
de la tierra con tanta luz como si no alum-
brase en otra parte ; así nuestro Señor
pensaba y cuidaba de todos sus amados
hijos, poniendo los ojos en cada uno de
nosotros , como si no pensase en los de-
más. Me amó, dice san Pablo (ad Gal.
c, 2, v. 20) , y se entrego por mí, como
si dijese , por mí solo , del mismo modo
que si nada hubiera hecho por los demás .
Esto debes tener , Filotea , grabado en tu
alma , á fin de estimar y fomentar tu re-
solucion , que tan estimable ha sido para
el corazon del Salvador.

CAPÍTULO XIV.

Quinta consideracion sobre el amor eterno


de Dios para con nosotros.

Considera el eterno amor que Dios te


ha tenido , pues antes que nuestro señor
Jesucristo , en cuanto hombre , padeciese
por ti en la cruz , ya su divina Majestad
te delineaba en su soberana bondad , y te
amaba con extremado amor. Pero & cuan-
do empezó á amarte ? cuando empezó á
ser Dios y cuando empezó á ser Dios ?
jamás pues eternamente ha sido, sin prin-
- 432 -
cipio , sin fin , y desde la eternidad te ha
estado amando siempre , preparándote las
gracias y favores que te ha hecho. En ca-
ridad perpetua te amé , dice por Jeremías
( c. 31 , v . 3 ) , hablando contigo y con ca-
da uno de nosotros , por tanto te atraje,
teniendo misericordia de ti : luego , entre
otras cosas , pensó en hacerte formar es-
tas resoluciones de servirle .
O Dios , qué resoluciones , pensadas ,
meditadas y proyectadas por Dios desde
su eternidad ! ¡ cuan dignas son de nuestro
amor y aprecio ! debiéramos sufrir todos
los males antes que faltar á ellas en un
punto . No , no faltaré , aunque todo el
mundo pereciese ; porque todo el mundo
no vale lo que una alma , y una alma na-
da vale sin estas buenas resoluciones.

CAPÍTULO XV .

Afectos generales sobre las consideraciones


precedentes , y conclusion del ejercicio.

i O amadas resoluciones ! vosotras sois


el hermoso árbol de vida que plantó mi
Dios con su propia mano en medio de mi
corazon , y que mi Salvador ha querido
regar con su sangre preciosa para que
fructifique : antes padeceré mil muertes
que dé lugar á que algun viento le arran-
que no , ni la vanidad , ni los placeres ,
433
ni las riquezas , ni las tribulaciones serán
jamás capaces de arrancarme mi designio .
¿ Con qué Vos , Señor , plantasteis y
guardasteis por toda una eternidad en vues-
tro paternal seno este árbol hermoso para
mi jardin ? ¡ Oh , cuantas almas no han
recibido semejantes favores ! pues ¿ cuan-
do podré yo humillarme bastante á vista
de tal misericordia ?
¡ O resoluciones santas y perfectas ! si
yo os conservo, me conservaréis vosotras :
si vivís en mi alma , mi alma vivirá en
vosotras : vivid , pues , para siempre , ¡ ó
resoluciones ! que habeis sido eternas en
la misericordia de mi Dios ; permaneced y
vivid eternamente en mí , y no permita el
Señor que yo jamás os abandone.
Después de estos afectos has de señalar
en particular los medios necesarios para
guardar tan apreciables resoluciones , y
has de proponer servirte fielmente de ellos :
tales son la frecuencia de la oracion , de
los santós sacramentos y de las buenas
obras , la enmienda de las faltas que has
echado de ver en el segundo punto , la fu-
ga de las ocasiones malas , y la observan-
cia de los consejos que te dieren á este fin .
Hecho esto , como quien toma aliento
y fuerzas , protestarás repetidas veces que
quieres continuar en tus resoluciones , y
como si tuvieses en las manos tu corazon ,
alma y albedrío , dedícale , conságrale,
sacrificale , inmólale á Dios , protestando
27
434-
no volver jamás á recobrarle , sino dejarle
siempre en manos de su divina Majestad ,
para que en todo y por todo siga sus pre-
ceptos pide á Dios que te renueve ente-
ramente ; que bendiga esta renovacion de
propósitos , y que la fortifique : invoca á
la Virgen santísima , á tu ángel custodio ,
á san Luis y demás santos .
Vé á los piés de tu padre espiritual an-
tes que se pase la mocion que han causa-
do en tu corazon estos afectos ; acúsate
de las principales faltas que has hallado
en tu conciencia , cometidas desde la con-
fesion general , y recibe la absolucion del
mismo modo que la vez primera : haz en
su presencia la protestación , y fírmala : y
finalmente vé á unir tu corazon renovado
con su Criador y Salvador en el santísimo
sacramento de la Eucaristía .

CAPÍTULO XVI.

De los sentimientos que se han de conservar


después de este ejercicio .

El dia de esta renovacion y los siguien-


tes has de repetir frecuentemente con el
corazon y con la boca aquellas fervorosas
palabras de san Pablo , san Agustin , san-
ta Catalina de Génova y otros : Ya no soy
mia ; ó ya viva ó ya muera , soy de mi
Salvador ya nada tengo mio ni de mi
caudal ; Jesus es mi yo ; mi mio es ser
435
suya. ¡ O mundo ! tú siempre eres el mis-
mo, y yo siempre he sido la misma ; pe-
ro yo en adelante no seré yo misma . No ,
no serémos nosotros mismos , porque ten-
drémos mudado el corazon , y quedará
burlado en nosotros el mundo , que tanto
nos ha burlado ; pues como al principio no
conocerá nuestra mudanza , pensará que
todavía somos Esaú , y serémos ya Jacob ,
Es necesario que todos estos ejercicios
se arraiguen en el corazon , y que al salir
de la consideracion y meditacion , entre-
mos con gran tiento en los negocios y
trato , para que no se derrame de conta-
do el precioso licor de nuestras resolucio-
nes , el cual conviene que empape y pe-
netre bien todas las potencias de nuestra
alma ; pero esto ha de ser sin fatiga del
espíritu ni del cuerpo .

CAPÍTULO XVII .

Respuesta á dos objeciones que se pueden


alegar contra esta Introduccion.

Te dirá el mundo , Filotea , que son tan-


tos estos ejercicios y advertencias , que
quien quiera observarlas no podrá hacer
otra cosa. ¿ Y qué ? aunque no hiciésemos
mas que esto , haríamos bastante ; pues
haríamos cuanto debemos hacer en el mun-
do : mas por ventura no echas de ver el
artificio ? Si todos estos ejercicios se hubie-
- 436
sen de practicar todos los dias , es cierto
que nos ocuparian siempre ; pero se han
de practicar á su tiempo y en su lugar,
cada uno segun convenga. ¿ Cuantas leyes
hay en el digesto y en el código que se
deben guardar ? pero esto se entiende se-
gun las ocurrencias , y no que se hayan
de practicar todos los dias. Hartos mas
ejercicios que los que te he señalado prac-
ticaba el rey David , teniendo que despa-
char negocios muy intrincados : san Luis,
rey famoso en la guerra y en la paz , y
que administraba justicia , y despachaba
los negocios con incomparable exactitud ,
oía dos misas cada dia , rezaba vísperas
y completas con su capellan , tenia medi-
tacion , visitaba los hospitales , se confesa-
ba y tomaba disciplina todos los viernes ,
oía sermones con frecuencia , tenia muy á
menudo conferencias espirituales , y con
todo eso no perdia ocasion alguna de hacer
bien al público , sino que las aprovechaba
todas con suma diligencia , y su corte era
mas bella y lucida que en tiempo de todos
sus antecesores . Practica , pues , con buen
ánimo estos ejercicios segun te los he en-
señado , que Dios te dará bastante lugar y
fuerzas para todo el resto de tus quehace-
res , aunque para ello fuese necesario de-
tener el curso del sol , como lo hizo en
tiempo de Josué es mucho lo que hace-
mos cuando Dios trabaja con nosotros.
Dirá el mundo , que yo supongo en to-
437
da la obra , que tiene mi Filotea don de
oracion mental , el cual no es dado á to-
dos, y que por tanto no servirá para todos
esta Introduccion. Verdad es , sin duda ,
que así lo he supuesto, y tambien es ver-
dad que no todos tienen don de oracion
mental ; pero es verdad igualmente que ca-
si todos pueden tenerle , aun los mas ru-
dos , con tal que tengan buenos directores ,
y que ellos para adquirirle quieran traba-
jar tanto como merece el asunto. Pero en
caso de que carezcan del todo de este don,
lo cual no creo que pueda suceder sino ra-
rísimas veces , podrá el prudente padre es-
piritual suplir fácilmente este defecto, en-
señándoles á que lean ú oigan leer . con
atencion las consideraciones que se han
puesto para materia de meditacion.

CAPITULO XVIII .

Tres avisos últimos y muy esenciales para


esta Introduccion.

Repite el primer dia de cada mes la pro-


testacion que está en la primera parte des-
pués de la meditacion, y propon continua-
mente observarla , diciendo con David
( ps. 118, v. 93 ) : No olvidaré jamás vues-
tras justificaciones , Dios mio , porque en
ellas me habeis vivificado. Echa mano tam-
bien de la protestacion siempre que notes
en tu alma algun desvío , y postrada en
438-
espíritu de humildad , dila de todo cora-
zon ; con lo cual tendrás mucho alivio.
Haz públicamente gala de que quieres
ser devota ( no digo de que lo eres , sino
de que quieres serlo ) y no te avergüences
de aquellas acciones comunes que sirven
para adquirir el amor de Dios : confiesa
sin reparo que procuras tener meditacion;
que antes quisieras morir que cometer un
pecado mortal ; que estás resuelta á fre-
cuentar sacramentos y seguir los consejos
de tu director ( si bien de ordinario no
conviene nombrarle por muchas razones) ;
pues como Dios no quiere que nos aver-
goncemos de su divina Majestad ni de su
cruz , se complace en esta franca confe-
sion de que queremos servirle y de que
nos hemos consagrado á su amor con es-
pecial afecto á lo cual se añade , que
esta profesion pública cierra el paso á mu-
chas llamadas que el mundo pretende ha-
cer hacia la parte contraria , y nos obliga
á proseguir por nuestro propio crédito :
los filósofos publicaban que lo eran , para
que los dejasen vivir filosóficamente , Y
nosotros debemos dar á conocer que de-
seamos ser devotos , para que nos dejen
vivir devotamente. Mas si alguno te dice
que se puede vivir devotamente sin prac-
ticar estos avisos y ejercicios , no se lo
niegues ; pero respóndele con afabilidad ,
que tu mucha flaqueza necesita mas auxi-
lios y socorros que los demás.
439
Finalmente, amada Filotea , te pido por
todo lo mas sagrado del cielo y de la
tierra , por el santo bautismo que recibis-
te , por los pechos que alimentaron á Je-
sucristo niño , por el caritativo corazon
con que este Señor te amó , y por las en-
trañas de misericordia en que tienes tu
esperanza , que continues y perseveres en
esta bienaventurada empresa de la vida
devota . Mira que la vida se pasa , la muer
te está á la puerta , y la trompeta , dice
san Gregorio Nacianceno , ya toca la re-
tirada , avisa á todos para que se prepa-
ren, porque está cercano el juicio . Viendo
la madre de san Sinforiano que le llevaban
al martirio , iba gritando detrás de él :
Hijo mio , hijo mio , acuérdate de la vida
eterna , mira al cielo , y considera quien
reina en él , y que tu cercana muerte va
ya á dar fin al breve curso de esta vida :
lo mismo te digo , Filotea , mira al cielo ,
y no le dejes por la tierra : mira al in-
fierno , y no te precipites en él , por go-
zar de unos breves instantes : mira á Je-
sucristo , y no le niegues por el mundo :
y cuando te parezca muy penosa la vida
devota , canta con san Francisco :
Al sumo bien que espero comparados
De recreo me sirven los cuidados.
VIVA JESUS , á quien con el Padre y el
Espíritu santo sea honra y gloria , aho-
ra y siempre por los siglos de los siglos.
Amen.
- 440 -
VIVA JESUS.
Modo de rezar con devocion el rosario , y
servir bien á la vírgen Maria.
Toma el rosario por la cruz , que besa-
rás después de haberte santiguado con
ella , y ponte en la presencia de Dios, di-
ciendo el Credo todo entero.
Al pasar la primera cuenta gruesa , has
de invocar á Dios , y pedirle que reciba
aquel obsequio que quieres hacerle, y que
te asista con su gracia para rezarle bien.
Cuando pases aquellas tres primeras cuen-
tas pequeñas , pedirás á la Sma. Vírgen su
intercesion , saludándola en la primera
cuenta por hija predilecta de Dios Padre,
en la segunda por madre de Dios Hijo, y en
la tercera por esposa de Dios Espíritu santo .
Medita un misterio del rosario en cada
diez, segun la comodidad que tengas para
ello , y renueva particularmente la memo-
ria de aquel misterio al pronunciar los
santísimos nombres de Jesus y Maria, los
cuales has de tomar en tu boca con gran
reverencia de alma y cuerpo . Si te sien-
tes movido de algun otro afecto ( como,
por ejemplo , dolor de los pecados pasados
ó propósito de la enmienda ) bien puedes
meditar en esto lo mejor que te sea po-
sible todo el tiempo del rosario; pero avi-
va particularmente la memoria , ya sea
de aquel , ó ya de algun otro afecto que
Dios te inspire, al decir los dos santísimos
- 441 -
nombres de Jesus y Maria. Al llegar á la
cuenta gruesa , que está al fin del último
diez , has de dar gracias á Dios por la
merced que te ha hecho en permitirte que
le reces , y pasando á las tres pequeñas
que siguen , saluda á la sagrada vírgen
Maria , suplicándole en la primera que
ofrezca al eterno Padre tu entendimiento ,
para que puedas considerar por siempre.
jamás sus misericordias ; en la segunda ,
que ofrezca al divino Hijo tu memoria ,
para que la de su pasion y muerte esté
eternamente en tu pensamiento ; y en la
tercera, que ofrezca tu voluntad al Espíri-
tu santo , para que logres estar siempre
y por siempre abrasada en su divino
amor. En la otra cuenta gruesa , que está
al cabo , has de suplicar á la divina Ma-
jestad que todo lo reciba para gloria suya
y bien de su Iglesia, en cuyo seno le pe-
dirás que te conserve , y que reduzca
á todos los que viven descarriados de él :
pide por todos los tuyos , y concluye co-
mo empezaste con la protestacion de la
fe , diciendo el Credo , y santiguándote.
Has de llevar el rosario pendiente de
la cintura ó en otro paraje visible , como
señal santa con que quieres dar á conocer
que deseas ser siervo de Dios nuestro
salvador y de su sacratísima esposa Vír-
gen y Madre , y vivir como hijo verdade-
ro de la santa Iglesia católica , apostólica ,
romana . Amen .
442

ÍNDICE.

Compendio de la vida de san Francis-


co de Sales. Pag. 111.
Noticia de la traslacion de sus reliquias. XXXII .
Oracion dedicatoria del santo autor . XXXVI.
Prefacio. 1.
PRIMERA PARTE.
CAPÍTULO I. Descripcion de la devocion
verdadera. 11.
ii. Propiedad y excelencia de la devocion . 15.
iii. Que la devocion conviene á toda
suerte de estados y profesiones. 19.
iv. De cuan necesario es un director,
para entrar y hacer progresos en la
devocion. 22 .
v. Que se ha de empezar por la puri-
ficacion del alma . 26 .
vi . De la primera purificacion , que es
29.
la de los pecados mortales.
vii. De la segunda purificacion , que
es del afecto al pecado . 31 .
viii. Del medio para hacerla. 34.
ix. Meditacion I. De la creacion. 36.
x. Medit. II. Del fin para que hemos
sido criados.
xi. Medit. III. De los beneficios de Dios. 42.
xii. Medit. IV. De los pecados. 46 .
xiii. Medit. V. De la muerte. 48.
xiv. Medit. VI. Del juicio. 51 .
xv. Medit. VII. Del infierno. 54.
xvi. Medit. VIII . De la gloria. 56.
- 443
xvii. Medit. IX. A manera de elec- .
cion del paraiso. 59.
xviii. Medit. X. A manera de eleccion
que hace el alma de la vida devola . 62 .
xix. Como se ha de hacer la confesion
general. 66.
xx. Protestacion auténtica con que se
graba en el alma la resolucion de
servir á Dios , y se concluyen los
actos de penitencia. 68.
xxi. Conclusion de esta purificacion 1.2 71 .
xxii. Que es necesario purificarse de
los afectos que se tienen á los peca-
dos veniales. 73.
xxiii . Que es necesario purificarse de la
aficion á las cosas inútiles y peli-
grosas. 76 .
xxiv. Que es necesario purificarse de
las inclinaciones malas. 78.
SEGUNDA PARTE.
CAP. i. De la necesidad de la oracion. 81 .
ii. Método breve para tener medita-
cion y primeramente de la presen-
cia de Dios, que es el primer punto
de la preparacion. 86.
iii. De la invocacion que es el segun-
do punto de la preparacion. 90.
iv. De la proposicion del misterio: que
es el tercer punto de la preparacion . 91 .
v. De las consideraciones : que son la
segunda parte de la meditacion. 93.
vi. De los afectos y resoluciones : ter-
cera parte de la meditacion. 94.
444
vii. De la conclusion y ramillete espi-
ritual. 95.
viii . Algunos avisos muy útiles sobre
la meditacion. 97.
ix. Avisos acerca de las sequedades que
se padecen en la meditacion. 100.
x. Ejercicio de por la mañana. 102.
xi. Del ejercicio de por la noche , y
del exámen de conciencia. 105.
xii. Del retiro espiritual. 107.
xiii. De las aspiraciones, oraciones ja-
culatorias y buenos pensamientos. 111.
xiv. De la Sta.Misa, y como se ha de oir. 119.
xv. De otros ejercicios públicos y co-
munes . 122.
xvi. Que se debe honrar é invocar á
los santos. 124.
xvii. Como se ha de oir y leer la pa-
labra de Dios. 126 .
xviii. Como se han de recibir las ins-
piraciones. 129.
xix. De la santa confesion. 133.
xx. De la frecuente comunion. 138 .
xxi. Como se ha de comulgar . 144.
TERCERA PARTE.
CAP. i. De la eleccion que se debe hacer
en cuanto al ejercicio de las virtudes. 148.
ii. Continuacion del mismo asunto de
la eleccion de las virtudes. 155 .
iii. De la paciencia. 161 .
iv. De la humildad en cuanto al exterior. 168.
v. De otra humildad mas interior. 172.
vi. La humildad hace que amemos la
445
propia abyeccion. 179.
vii. Como se ha de conservar la buena
fama ejercitando la humildad. 185.
viii. De la afabilidad con el prójimo
y remedio contra la ira. 191 .
ix. De la mansedumbre con nosotros
mismos. 197.
x. Que se han de tratar con diligencia los
negocios , pero sin afan ni ansiedad. 201 .
xi. De la obediencia. 205.
xii. De cuan necesaria es la castidad. 209.
xiii. Avisos para conservar la castidad. 214.
xiv. De la pobreza de espíritu practi-
cada entre las riquezas. 219.
xv. De como se ha de practicar la po-
breza real , permaneciendo sin em-
bargo realmente rico. 223 .
xvi. Modo de practicar la riqueza de
espíritu entre la pobreza real. 229.
xvii. De la amistad , y primeramente
de la que es mala y frívola . 232 .
xviii . De los enamoramientos. 235.
xix. De las amistades verdaderas. 241 .
xx. De la diferencia que hay entre las
amistades verdaderas y las vanas . 245 .
xxi. Avisos y remedios contra las amis-
tades malas. 249.
xxii . Algunos avisos mas acerca de las
amistades. 254 .
xxiii. De los ejercicios de la mortifica-
cion exterior. 257 .
xxiv. De las conversaciones y de la so-
ledad. 266 .
246 -
XXV. De la conveniente decencia del
vestido . 271.
xxvi. Del modo de hablar , y primera-
mente como se ha de hablar con Dios. 274.
xxvii. De la decencia de las palabras , y
del respeto que se debe á las personas. 276.
xxviii. De los juicios temerarios . 279.
xxix . De la maledicencia. 287.
xxx. Algunos avisos mas acerca del
hablar. 295.
xxxi. Dè los pasatiempos y recreacio-
nes y en primer lugar de los líci-
tos y laudables. 298.
xxxii. De los juegos prohibidos. 300.
xxxiii. De los bailes y pasatiempos -
citos , pero peligrosos. 301 .
xxxiv. Cuando es lícito jugar ó bailar. 305.
XXXV. Que es necesario ser fiel en las
ocasiones grandes y en las pequeñas. 307.
xxxvi. Que nuestro espíritu ha de ser
conforme á justicia y á razon. 311.
xxxvii. De los deseos. 314.
xxxviii. Avisos para los casados. 318.
xxxix. De la honestidad del lecho nupcial.330.
XL . Avisos para las viudas . 336.
XLI. Una palabra á las vírgenes . 344.
CUARTA PARTE .
CAP. i. Que no debemos hacer caso de
los dichos de los hijos del mundo. 345 .
ii. Que es necesario tener buen ánimo. 349.
iii. De la naturaleza de las tentaciones,
y de la diferencia que hay entre sen-
tir y consentir la tentacion . 351 .
447 -
iv. Dos admirables ejemplos de lo dicho.355 .
v. Aliento para el alma que se halla
tentada. 359.
vi. De como la tentacion y delectacion
pueden ser pecado . 361 .
vii. Remedios contra las tentaciones
fuertes. 364.
viii. Cuan necesario es resistir á las
tentaciones lijeras . 367.
ix. Del modo de resistir á las tenta-
ciones lijeras. 369.
x . Como se ha de fortalecer el corazon
contra las tentaciones . 371 .
xi. De la inquietud . 373.
xii. De la tristeza . 377 .
xiii. De los consuelos espirituales y sen-
sibles , y como nos hemos de haber
en ellos . 381 .
xiv. De las sequedades y esterilidad
de espíritu. 392 .
xv. Confirmase y declárase lo dicho
con un ejemplo notable. 400.
QUINTA PARTE.
CAP. i. Que conviene cada año reno-
var el alma por medio de los ejerci-
cios siguientes. 406 .
ii. Consideracion sobre el beneficio que
Dios nos hace llamándonos á que le
sirvamos , segun se lo hemos ofrecido
en la protestacion arriba dicha. 408.
iii. Del exámen de la propia alma
acerca de su aprovechamiento en la
vida devota. 412.
448
iv. Exámen del estado de nuestra alma
para con Dios . 414 .
v. Exámen del estado actual acerca
de uno mismo. 418 .
vi . Exámen del estado del alma acerca
del prójimo. 419.
vii. Exámen de los afectos del alma. 420 .
viii . Afectos que se han de sacar del
exámen. 422 .
ix. Consideraciones oportunas para re-
novar los buenos propósitos. 423.
x. Consideracion primera : de la exce-
lencia de nuestras almas. 424 .
xi. Segunda consideracion : de la exce-
lencia de las virtudes. 426.
xii. Tercera consideracion del ejemplo
de los santos. 427.
xiii. Cuarta consideracion : del amor
que nos tiene Jesucristo . 429.
xiv. Quinta consideracion del amor
eterno de Dios para con nosotros. 431 .
XV. Afectos generales sobre las conside-
raciones precedentes y conclusion del
ejercicio. 432 .
xvi. De los sentimientos que se han de
conservar después de este ejercicio. 434 .
xvii. Respuesta á dos objeciones que se
pueden alegar contra esta Introduc-
cion . 435.
xviii. Tres avisos últimos y muy esen-
ciales para esta Introduccion. 437 .
Modo de rezar con devocion el Rosario,
y servir biển á la vírgen Maria. 440 .
BIBLIOTECA DE CATALUNYA

1001906502

BIBLIOTECA CENTRAL

24-8.0

98

353
17-179
248.12

También podría gustarte