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Éloi Leclerc

Sabiduría de un pobre
NUEVA EDICIÓN
Sabiduría de un pobre
Éloi Leclerc

Sabiduría de un pobre

Prólogo de Mons. Jesús Sanz Montes


Título original: Sagesse d’un pauvre
© Edición original francesa: Desclée de Brouwer, 1991.
Para esta edición © Desclée de Brouwer, 2007
© Ediciones Encuentro, S. A., Madrid, 2018
Traducción: Ana María Fraga y María José Martí

Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción,


distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la
autorización de los titulares de la propiedad intelectual. La infracción de los derechos
mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270
y ss. del Código Penal). El Centro Español de Derechos Reprográficos (www.cedro.org)
vela por el respeto de los citados derechos.

100XUNO, nº 40

Fotocomposición: Encuentro-Madrid
Impresión: Estugras-Madrid
ISBN digital: 978-84-9055-726-6
ISBN: 978-84-9055-943-7
Depósito Legal: M-27915-2018
Printed in Spain

Para cualquier información sobre las obras publicadas o en programa


y para propuestas de nuevas publicaciones, dirigirse a:
Redacción de Ediciones Encuentro
C/ Conde de Aranda 20, bajo B - 28001 Madrid - Tel. 915322607
www.edicionesencuentro.com
A MIS QUERIDOS PADRES

«Dios espera donde están las raíces».


Rainer M.ª Rilke
ÍNDICE

Prólogo a la edición española................................................. 9

Prefacio..................................................................................... 23

I. Cuando ya no hay paz........................................................ 27

II. Solo en la noche.................................................................. 35

III. La última estrella............................................................... 41

IV. El gemido de un pobre...................................................... 45

V. Cada vez más tinieblas........................................................ 51

VI. ¿Empieza a clarear el alba?............................................... 57

VII. Una alondra canta sobre los arados............................... 67

VIII. Si supiéramos adorar..................................................... 75

IX. No hay que despreciar nada............................................ 83

X. No se puede impedir al sol que brille............................... 89

XI. Más pobre que el leño muerto......................................... 101

XII. Más lleno de sol que el verano....................................... 107

7
Prólogo a la edición española
DE LA POBREZA DE UN SANTO,
A LA SABIDURÍA DE UN POBRE

 Fr. Jesús Sanz Montes, ofm


Arzobispo de Oviedo
Podemos decir que Dios ha querido hacernos partícipes de
su secreto cuando nos permite asomarnos al universo mundo
desde su mirada, cuando nos deja intuir lo que significa amarlo
desde los latidos de su propio Corazón. Es la sabiduría que nos
hace sabios, no la que nos hace doctos ensoberbecidos. Tanto es
así, que el mismo Jesús, en una de las pocas oraciones al Padre
que nos rescatan los evangelistas, hace alusión a esta sabidu-
ría del todo especial: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y
de la tierra, porque has escondido estas cosas a los doctos y a
los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre,
porque así te ha parecido bien»1. El secreto del Padre Dios, que
se revela a la gente sencilla. Esta es la nueva sabiduría que nos
hace depositarios del secreto de Dios, ese que Él sólo desvela a
los pobres de corazón. No es la sabiduría un especial atributo
de gente especialmente dotada para los arcanos, sino un don que
Dios nos regala, un fruto de su Espíritu, que nos permite acce-
der al secreto del Señor que sólo los sencillos pueden entender.
Uno de ellos fue San Francisco de Asís. De su especial sabiduría
nos habla este delicioso relato que hace las cuentas con lo que las
fuentes históricas franciscanas nos han dejado, aunque se permite
1
Lc 10,21. Cf. Mt 11,25.

9
una bella recreación literaria en algunos pasajes y diálogos. Vale
la pena meterse en esta lección de Evangelio.

1. Sabiduría de un pobre: la noche de San Francisco

El libro de Sabiduría de un pobre no es una novela al uso.


Sin duda que tiene las habituales licencias de un escritor de bue-
na pluma. Pero hay en la narración un trasfondo histórico que
viene a contar el verdadero peso sabio de aquel pobre que fue
Francisco de Asís. Como ha sucedido en no pocos santos, tam-
bién el Poverello experimentó la noche espiritual en su camino
de seguimiento de Jesucristo. Y esta es la trama que el padre
Éloi Leclerc, franciscano, trae a colación en su relato. No es
algo de lo que estén exentos los muchos santos que en el mundo
han sido. Tampoco es una penalización por parte de Dios ni una
purificación destructora en la que Él se ensañase con quien más
de cerca y más fielmente le han seguido.
Es una prueba, sin duda, pero en el sentido de la palabra crisis
en su etimología clásica griega: algo que permite seguir crecien-
do, quizás algo que permite madurar de modo pleno. Y esta
maduración se asemeja al crisol en el que el oro de alto quilate
se purifica de las impurezas que lo afeaban. En el caso de San
Francisco, estamos ante la noche oscura que tiene que ver con
su paternidad espiritual: una Orden que Dios hizo nacer de su
entrega fecunda y que, sin embargo, amenazaba ruina por tan-
tas divisiones internas, en cuyas luchas intestinas aparecía un
rechazo o desprecio de la sencillez, simplicidad, sabiduría que el
Hermano Francisco había ido aprendiendo en la literalidad del
Evangelio y en la compañía de la Iglesia.
Que se le fuera de las manos aquella inmensa y plural fraterni-
dad, era algo que le aterraba al fundador. Quizás quedaba manifies-
to su límite a la hora de organizar la Orden con unos parámetros
de armonía fraterna, formación teológica, espiritualidad concreta

10 ~ Sabiduría de un pobre
y disciplina comunitaria. Había crecido demasiado aquella Or-
den, y el desbordamiento le superaba. Tendremos que esperar a
San Buenaventura, años más tarde, para que la memoria del pa-
dre fundador se hiciera sin estridencias, sin ambiciones de nin-
gún signo, en una verdadera síntesis que salvaría para la Iglesia
aquella incipiente Orden de San Francisco.
En medio de aquella noche oscura, Dios pone a Francisco
una estrella hermana junto a él. No viene a eclipsarle, ni a abru-
marle, ni a suplirle. Sencillamente viene a compartir sin preten-
sión ninguna, la luz clara para que sea luminaria compartida.
Esa estrella fue Clara de Asís. Al igual que hubo un hombre
y una mujer en el jardín primero, en aquel valle de Spoleto en
la campiña de Asís, también hubo otro hombre y otra mujer:
Francisco y Clara. Tantos otros después se han adentrado en el
jardín de siempre. Pero me viene a la mente el ejemplo de estos
dos cristianos particularmente sensibles a la causa jardinera, que
acertaron a colocarse en él de un modo integral, sin distorsio-
nar ninguno de los habitadores del mismo: sin esconderse de
Dios, sin inculpar al hermano, sin dañar a los demás seres ni
ser por ellos dañados. Sí, esta singular pareja del solar humano
se llamaban Francisco y Clara de Asís cuya leyenda habría que
descubrir, como dijo Juan Pablo II en su primer viaje a Asís a
los pocos días de su elección como Papa2.
Ellos descubrieron en el jardín de la vida lo que significa
amar a Dios sin hacerlo contra el hombre; lo que quiere decir
amar al otro exclusiva pero no excluyentemente; el porqué los
seres todos son hermanos. Vale la pena recordar el memorable
2
Cf. Juan Pablo II, «Discorso alle clarisse d’Assisi», L’Osservatore Romano 59
(14-3-82) 5. Tres breves comentarios: J. Schneider, «Die ‘göttliche Legende’ Franziskus
und Klara», Tyrolia Franciscana 199 (1994) 7-12; Th. Jansen, «Scoprire Francesco e
Chiara d’Assisi. Giovanni Paolo II interprete del carisma francescano», Forma Soro-
rum 5 (1997) 322-328; J. Sanz Montes, «Significado de la ‘amistad espiritual’ (para un
discernimiento de ‘leyenda humano-divina’ de Clara y Francisco)», en Id., «Illum tota-
liter diligas» (3 EpAg 15). La simbología esponsal como clave hermenéutica del carisma
de Santa Clara de Asís. (Pontificia Università Antonianum. Roma 2000) 321-328.

Prólogo a la edición española ~ 11


diálogo entre ambos en un célebre jardín que fue una de las cu-
nas inspiradoras del conocido Cántico de las criaturas de San
Francisco. Con el bello estilo de la pluma de Éloi Leclerc, recu-
peramos una paráfrasis de nuestra santa pareja en la que dialo-
gan en aquel jardín sobre la ambigüedad de un campo en el que
cohabitan trigos y cizañas, y cuál sería la actitud justa de quien
vive dentro de él: ¿el maniqueísmo intolerante de quien censu-
ra al contrario o la sabia paciencia de quien tiene la fuerza de
esperar y discernir? Es una lúcida reflexión que nos acerca a la
actitud genuinamente humana y cristiana en el variopinto jardín
de la vida de cada día, adentrándose en el tiempo de Dios, en el
del hombre y en el de las cosas:

«—Tú sabes que el Señor dice en el Evangelio: ‘El reino de


los cielos es como un hombre que ha sembrado buena simiente
en su campo’, pero también la cizaña. Y los criados van a pre-
guntar al amo si no tienen que dedicarse a arrancar a toda prisa
la cizaña. ‘No hagáis nada —les respondió—, hay peligro de
arrancarlo todo: el trigo con la cizaña. Dejadlos, pues, crecer
juntos hasta la siega’.
—Dios no participa de nuestros miedos ni de nuestro orgu-
llo ni de nuestra impaciencia. Sabe esperar como sólo Él sabe
esperar. Como sólo un Padre infinitamente bueno sabe esperar.
Es longánimo, misericordioso. Espera siempre. Hasta el fin. No
le importa mucho que en su campo se amontonen las basuras,
aunque esto no sea agradable a la vista, a fin de cuentas, recoge
mucho más trigo que cizaña...
—Hay un tiempo para todos los seres. Pero ese tiempo
no es el mismo para todos. El tiempo de las cosas no es el de
los animales. Y el de los animales no es el de los hombres.
Y sobre todo y diferente a todo, está el tiempo de Dios que
encierra todos los otros y los sobrepasa. El corazón de Dios
no late al mismo ritmo que el nuestro. Tiene su movimiento

12 ~ Sabiduría de un pobre

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