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El Horror A Traves de Los Siglos

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El horror

A travs de los siglos


Miguel Civeira

Miguel ngel Civeira Gonzlez 2012

CONTENIDO

VOLUMEN I: LA ANTIGEDAD

1.- El amanecer del hombre

2.- Pazuzu

10

3.- El sacerdote de Isis

15

4.- Mokl-Mbmb

25

5.- Fobos

33

6.- El Monte de los Crneos

46

VOLUMEN II: LA EDAD DE LAS TINIEBLAS

48

7.- Loch Ness

49

8.- Gashadokuro

56

9.- Nicol

61

10.- El Flautista de Hamelin

68

11.- Baba Yaga

78

12.- Meterul Manole

85

VOLUMEN III: LA ERA DE LOS IMPERIOS

91

13.- La luz del da

92

14.- La mujer que llora

103

15.- Lirganes

116

16.- El diablo en Jersey

124

17.- Here there be monsters

131

VOLUMEN IV: LA EDAD DE LA RAZN

143

18.- El sarcfago

144

19.- Springheeled Jack

147

20.- Samhain

160

VOLUMEN V: EL SIGLO XX

193

21.- Sahkil

194

22.- Gassmensch

204

23.- There are such things

214

24.- Atmico

238

25.- Nadie escuchar tus gritos

245

26.- El horror, el horror

251

27.- Thriller

261

VOLUMEN VI: EL FIN DE LOS TIEMPOS

285

28.- El hlito del desierto

286

29.- La Noche Infinita de Todos los Santos

296

30.- El Amanecer de la Muerte

310

Volumen I
La Antigedad

EL AMANECER DEL HOMBRE


Europa, hace 20,000 aos
Los supervivientes huyen.
Los dems han muerto, l est seguro. Quedara alguien ms con vida?
Por muchas lunas se han empeado en fugarse, siempre hacia el poniente, a
travs de bosques oscuros y espesos, y praderas heladas, casi sin oportunidad
para descansar o tomar alimento, sin hallar jams a otras gentes como ellos.
Seran, acaso, los ltimos? Onerosa idea, le resulta insufrible y su sencilla
mente la combate cuando se le presenta.
No, debe quedar alguien ms, alguien con quien refugiarse, alguien con
quien unir fuerzas. Es vital que as sea, pues su mujer, fuerte pero agotada, y
su hijo, una pequea y dbil criatura, no resistirn mucho ms tiempo. No
pueden vivir huyendo. No pueden vivir siempre con el temor de que aqullos
los alcancen.
Son crueles, piensa, se complacen en matar y en causar dolor y
tambin son astutos, taimados, sigilosos Podran estar observndome desde
la espesura, desde lo alto de la colina, desde atrs de esa roca y no lo sabra
hasta que ya estuvieran sobre m
Ninguna de las bestias que por eras ha depredado a su gente es tan
terrible, tan sanguinaria como ellos, pues en sus seres existe una crueldad
innatural, un afn de exterminio, un estado constante de locura asesina.
Acosado por estos pensamientos y por recuerdos de los suplicios que su
propio pueblo sufri a manos de los otros, l se ha vuelto temeroso de las
sombras, del crujir de la hojarasca, del ulular del viento; lo consume el miedo
6

absoluto y perenne. Cada noche ha sido una pesadilla; cada momento de


reposo l se siente acechado. Slo la esperanza de encontrarse con los suyos lo
alienta a seguir adelante.
Una tarde, hace apenas dos das, la familia se encontr a la orilla del
bosque que haba estado atravesando por das. Hombre y mujer se quedaron
boquiabiertos al contemplar el espectculo que se desplegaba frente a ellos.
Formas que no correspondan a nada que hubiesen visto o soado se erigan
ms all de los rboles y proyectaban sombras fras y depresivas sobre ellos.
En su escaso vocabulario no existe palabra para ciudad. Movidos por un temor
reverencial e incomprensible, estuvieron a punto de volver sobre sus pasos,
pero el padre, despus de ponderarlo unos segundos, consider preferible
aventurarse a lo desconocido y no permitir que sus perseguidores les ganaran
terreno.
As, avanzaron con cautela, rodeando los lmites del vasto complejo de
estructuras ciclpeas, la mayora de ellas derruidas y cubiertas por la
vegetacin. Por fin superaron el extrao paisaje y, andados algunos pasos, el
padre dirigi una ltima mirada hacia atrs. En el umbral de un edificio
vislumbr a un hombre parecido a ningn otro. Pudo entender que era alto,
plido y lampio, que estaba desnudo y que sus ojos eran grandes, negros y
profundos pero para el resto de sus atributos no tena conceptos. En todo el
ser haba una mezcolanza de sensaciones, entre las que predominaban un
profundo cansancio y una nocin vaga de antigedad inconcebible. El hombre
extrao le devolvi la mirada con indiferencia y se ocult bajo las sombras del
edificio. l no dijo nada de lo ocurrido a su mujer y continuaron la marcha.
La noche los encontr en una pradera agradable, donde soplaba una
clida brisa. Recolectaron algunas bayas y encendieron una fogata. La madre
7

y el nio se quedaron dormidos mientras el padre vel sin ms proteccin que


la de su garrote. En su mente inquieta rond lo que haba visto esa tarde.
Pens que quiz existen en el mundo cosas ms grandes incluso que los seres
que lo persiguen. Adems, haban pasado muchos das sin encontrar seales
de aqullos; quiz por fin los haba perdido. Esa noche se permiti dormir.
Lo despertaron los rayos del sol y la necesidad de seguir huyendo.
Levant a su mujer e hijo y, tras un frugal desayuno, emprendieron la huida
siempre hacia el poniente. Pero ahora, en sus pasos apresurados haba cierto
optimismo, una vaga esperanza que paliaba sus temores. As pas el da, la
tarde y lleg la noche, tranquila y clida, como la anterior. Una vez ms se dio
el lujo de descansar, pero en esta ocasin despert ms temprano, antes del
amanecer, instado por un presentimiento feliz, por la idea de que pronto
encontrara lo que buscaba. Con los primeros albores de la maana reanudaron
la marcha.
El astro rey apenas se asomaba por el horizonte cuando llegaron a este
lugar, donde los tres se vieron frente a una extensin de vastedad jams
imaginada. En su vocabulario no existe palabra para ocano.
Ahora, el hombre lo contempla abrumado por su infinitud. Ha visto
lagos inmensos y ros caudalosos, pero todos ellos fijados por lmites
perceptibles. Ni siquiera el cielo, siempre enmarcado por las copas de rboles
o el perfil de las montaas, se haba presentado ante l en tal extensin. Lo
que tiene frente a s es ilimitado en todas sus dimensiones. Entonces, tras unos
momentos de contemplacin absorta, comienza a llorar quedamente, pues
comprende que no ya hay dnde buscar, que l y su familia son los ltimos de
su estirpe. Con suma lentitud, juntos se vuelven y dan la espalda al mar.

De pronto un silbido agudo mutila el aire. El nio, con una saeta


clavada en el pecho, cae muerto de los brazos de su madre. Ella da un grito y
se inclina para recoger a su criatura, pero una segunda flecha sega su vida en
un instante. Todo ocurre demasiado rpido, sin que el padre pueda entenderlo;
desconcertado, dirige su mirada hacia el oriente.
All estn ellos, a unos centenares de pasos, con el sol naciente y
victorioso resplandeciendo a sus espaldas. Ms altos y erectos, menos
corpulentos y velludos, de cabezas ms pequeas, de ropas mejor elaboradas y
armas ms sofisticadas, de miradas menos piadosas y sonrisas ms crueles: los
otros hombres.
Embriagado de ira y de dolor, el padre se lanza sobre ellos blandiendo
en el aire su garrote. Un dardo silba y se encaja en su hombro, pero l sigue
corriendo; uno ms se inserta en su pierna; una tercera y una cuarta flechas se
clavan en su pecho y en sus costillas. l, dbil y cansado, se deja caer por
tierra. Los otros hombres se le acercan y ren al verlo vencido, agonizante.
Uno de ellos apoya la punta de una lanza sobre su pecho y, sin ceremonia
alguna, empuja con todas sus fuerzas a travs del corazn.
As muere el ltimo de una raza milenaria y los otros, los nuevos, los
herederos, inician su lenta e inevitable expansin por la Tierra

PAZUZU
Sumeria, Siglo XL a.C.
Grande es la hija de An, que tortura a los nios;
su mano es una red, su abrazo es la muerte.
Ella es cruel, violenta, iracunda y predadora;
es una raptora, una ladrona, esta hija del Cielo.
Toca los vientres de las mujeres en labor de parto
y con tirones extrae a los bebs de las preadas.
La hija de An es una de los dioses, es su hermana;
sin hijos propios en el vientre, sin leche en su seno,
su mente es la de una pantera y su voluntad la de un asno,
ruge como el len y alla como los chacales,
arrulla a las serpientes y simula amamantar a los cerdos.
Grande es la hija de An, que tortura a los nios;
grande y terrible es Dimme, en verdad.
Dimme no sigue los designios de los dioses,
por placer ejerce crueldad contra la raza de los hombres,
por propia locura y despecho se roba a los nios,
roe sus huesos y bebe su sangre para aplacar su sed.
Muchos antiguos Utukku causan males a la humanidad,
son terribles y aterradores; dolor y locura dejan a su paso,
pero tan slo siguen los designios de los dioses
de voluntad inexorable y sabidura incomprensible.
Dimme slo conoce su propia maldad.

10

Hermosa doncella es Lilith, la puta de Inanna,


que brinda placer impo a los hombres.
No apenas el cuerpo de un mancebo produce semen,
cuando Lilith se le aparece y le entrega su carne,
a cambio de la semilla de vida que siembra en su vientre,
donde engendra a los Edimmu, hijos del desierto.
Cabalga desnuda en los vstagos de Zu, hijo de Siris;
hermosos son sus pechos, torneadas son sus piernas,
amable es su rostro y dulce es su aliento.
Tan grande como su belleza es su maldad;
de los hombres dormidos engendra a los Edimmu,
mismos que despus los atormentan y les traen desgracias.
Quin sabe si el demonio que aparezca junto a tu lecho
no ser producto de tu propia semilla, engendrado en Lilith?
Muchos son los Utukku que atormentan a los hombres;
los malvados son llamados Edimmu y son hijos de Lilith.
Son criaturas del desierto que beben sangre,
como All, el apestado, y como Gall, el que alla en el Infierno.
Odioso para hombres y dioses es el hijo de Lilith;
All es llamado en voz baja por sabios y magos.
All, el Utukku que asesina a los hombres,
el malvado que los viste de pstulas,
el hijo de Lilith, el portador de la lepra,
el engendro de la prostituta, que vaga por las llanuras.
Ronda las calles con forma de perro sarnoso
y en la noche entra por las ventanas de las casas
11

para aterrorizar a hombres, mujeres y nios


que dorman en paz, con temor de los dioses.
T que duermes junto a una ventana,
teme de pronto volver la cara, abrir los ojos
y encontrarte con el abominable rostro de All!
Poderoso es el hijo Hanbi, rey de los demonios;
su diestra apunta al cielo, su vuelo porta dolor.
l trae el viento del sur y del oeste,
trae la sequa y la plaga, dirige a los demonios,
lleva a los insectos a devorar las cosechas.
Su voluntad es viril, su furia la del perro,
vuela como el guila y atrapa a sus presas,
ataca como el escorpin y procrea como las vboras.
Viola a las vrgenes, las posee y las enloquece,
las somete a la voluntad de las Blasfemias.
Debilita y corrompe las almas de los hombres.
Es el portador de las desgracias, es sabio temerle.
Grande es el hijo de Hanbi, rey de los demonios,
grande, inmenso y potente es Pazuzu.
Pazuzu sigue los designios de los dioses,
es su hermano, su heraldo, su igual.
Por voluntad de los dioses trae la sequa;
la hambruna y la plaga vienen por orden suya.
Pero por puro placer personal corrompe doncellas,
las viola, las tortura, las conduce a la Blasfemia,
slo para alimentar su deseo de dolor.
12

Magno es el odio que tiene Pazuzu por Dimme,


grande es su poder contra Lilith y los Edimmu.
Las mujeres que no quieran ver perdidos a sus hijos,
para que sean pasto de la grande y odiosa hija de An,
deben encomendarse a Pazuzu, seor de los demonios.
Los hombres y mancebos que no quieran
copular inmundos con la puta de Inanna,
de naturaleza horrible cuan hermoso es su sexo,
y procrear demonios que lleguen a llamarlos padre,
deben someterse a la voluntad de Pazuzu, hijo de Hanbi.
Aqullos que no deseen encontrarse con el apestado,
o con el que alla en la noche oscura, que oren,
que invoquen al gran Pazuzu, el dios demonio enloquecido.
Pazuzu viola a las mujeres, doncellas y casadas,
penetra sus cuerpos como las serpientes y las atormenta,
trastorna sus rostros y los deja putrefactos como la muerte.
Pazuzu se complace en causar dolor y espanto,
trae la hambruna y las plagas, pero sirve a los dioses;
destruye los hogares y mata a los hombres, pero obedece a los dioses.
Pazuzu es grande, Pazuzu es poderoso, debe ser honrado,
pues l es el nico que aleja a Dimme, a Lilith y a los Edimmu,
pues l es tan terrible que los ms malvados le temen.
Somos desdichados los mortales, pues debemos elegir,
escoger entre el dios demonio loco que trae la destruccin,
o sus enemigos, la que devora a los nios, la mujerzuela,
y los Edimmu, bebedores de sangre, amantes del desierto.
13

Mas no tenemos opcin, este mundo no es nuestro,


no es hogar de los hombres mortales,
sino campo de juegos para los dioses eternos,
que anunciaron dejar que los muertos asciendan
y devoren a los vivos y los superen en nmero.
ste es un mundo aterrador, pletrico de horrores;
en las casas, calles, llanuras, montaas y ros,
no hay lugar donde el mal no habite,
y es sabio rodearnos de lo menos terrible.
Invoca, pues, a Pazuzu, cuando el mal llegue a tu puerta,
invcalo y ofrcele tu casa, tu persona y tu alma,
y cuando Pazuzu sea tu dueo, ten por segura una cosa:
ningn mal te atormentar ya jams, ningn mal,
excepto aqullos que Pazuzu disponga.

14

EL SACERDOTE DE ISIS
Egipto, siglo XIV a.C.
La fra oscuridad de grutas que surgen desde las entraas del mundo; el
calor hmedo y envolvente de las selvas al sur; el aroma salado de los mares
al norte y al este; la arena spera y ardiente llevada por el viento de los
desiertos circundantes; la dureza de las garras y colmillos de bestias ignotas; el
bronce helado golpeando su cuerpo; el sabor de la sangre mezclada con sudor;
el miedo el miedo vivo y tangible ante lo que haba visto y vivido; el viaje
de meses, a travs de tierras extraas, bajo soles diversos, siempre hacia el
norte, de vuelta al hogar Todo estaba marcado en su espalda morena
surcada de cicatrices, en sus ojos oscuros y silenciosos, en su semblante
severo y poderoso. Pero, se preguntaba, ellos, sus jueces, sus carceleros, sus
verdugos seran capaces de verlo?
Yo soy Arlhotep, Sumo Sacerdote del Templo Isis. Renunci a las
riquezas y a los placeres mundanos; renunci al poder y al amor. Consagr
mi vida a la Diosa Madre para hacer su voluntad por siempre.
Ms golpes en la cara y en las costillas, ms sudor y sangre, ms fro y
metal. Y de nuevo preguntas estpidas de hombres estpidos, con el disco
dorado de Atn colgado al cuello, ansiosos por escuchar una mentira de
contricin. Pero Arlhotep, postrado frente a sus enemigos, slo saba
responder con la verdad.
La ma es una casta especial de hombres santos, siervos de Isis desde
tiempos anteriores a la construccin de las todopoderosas pirmides y de la
esfinge omnisciente. En el antiguo Templo de Isis slo hay un sacerdote por
vez. Cada uno de ellos entren a un solo aprendiz para que ocupase su lugar
15

cuando el maestro muriese, y as se ha perpetuado la dinasta desde tiempos


que nadie recuerda, hasta mis aos como servidor de la Diosa.
Arlhotep no ignoraba que los sacerdotes consagrados al culto de otros
dioses, y algunos de otras rdenes menos antiguas devotas de Isis, lo miraban
con suspicacia y recelo. Les ofenda el aura de santidad con la que se vestan
los siervos de Isis; les irritaban su secretismo y su independencia; les
atemorizaba la sospecha de que ellos practicasen autnticos milagros, y no
elaborados trucos como los de que ellos mismos se valan para impresionar a
la plebe. Pero el Templo de Isis era muy respetado por su antigedad y nadie
se habra atrevido a desafiar el pacto que desde siglos remotos, a travs de las
dinastas, sostuvo con la casa de los Faraones. Por eso, Arlhotep no alcanzaba
a comprender lo que haba sucedido.
Los sacerdotes de Isis siempre fueron muy respetuosos y pacficos;
nunca tenan conflictos con otras castas sacerdotales ni con los poderes
terrenos. Arlhotep saba que los egipcios adoraban a dioses inexistentes, que
eran hipcritas o se engaaban a s mismos, pero estaba consciente de que la
funcin de tales cultos era mantener el orden, y nunca interfera con ellos.
Arlhotep slo se preocupaba por servir a Isis.
No puedo dejar de reconocer que en el mundo existen muchos dioses.
Muy pocos de ellos le son benvolos al gnero humano; otros tantos dan
beneficios slo a sus fieles seguidores; muchos le son por completo hostiles a
cuanto existe en la Tierra. Pero para muchos ms, la inmensa mayora, la
raza humana y la vida misma les son del todo indiferentes. Isis es una de las
pocas diosas que ama a toda la humanidad.

16

Arlhotep entenda bien que ninguno de los dioses era remotamente


parecido a las representaciones que los hombres hacan de ellos. No tenan
carcter femenino ni masculino, ni sus verdaderos nombres podan ser
expresados en lengua alguna inventada por los mortales. Los fieles de Isis la
llamaron as para poder comunicarse con ella y le atribuyeron una naturaleza
femenina en concordancia con su carcter amoroso, protector, maternal.
No puedo decir ms. El conocimiento que me fue revelado a travs de
los misterios de Isis podra trastornar la mente de hombres menos fuertes. No
pocos de mis antecesores fueron corrompidos o perdieron la razn por culpa
de estos secretos. En tales casos, el aprendiz tuvo que dar muerte al maestro.
As sucedi con el sacerdote que me instruy. Otros hombres y mujeres,
ajenos al culto de Isis, han intentado adquirir los poderes para luchar contra
la Blasfemia, pero de igual modo enloquecieron, provocaron mucho ms dao
que bien y debieron ser eliminados.
-As que confiesas que el culto estuvo lleno de hombres malvados y
perversos? Confiesas haber asesinado a tu propio maestro y que esto era una
prctica comn?
No entienden. Los deberes del sacerdote de Isis van mucho ms all de
la administracin de los templos y el oficio de los ritos. Debe asegurarse de
fortalecer el culto de Isis para que su poder proteja a los hombres de la
Muerte. Debe combatir a quienes practican la Blasfemia, para no que no se
debilite el poder de la Diosa. Por largas temporadas abandon el magno
Templo de Isis en Sebennitos y lo dej al cuidado de mi joven aprendiz y de
las vrgenes que nos asisten. Viaj a rincones lejanos de Egipto, y ms all, en
una lucha sin fin contra lo que no debe de ser.

17

-Falsas historias con las que has atemorizado a los incautos para
mantener tus privilegios! Abandonaste tu supuesto templo sagrado para visitar
lupanares y celebrar orgas en tierra extranjera. Confiesa!
Yo viaj a la Hlade, donde diezm a los vstagos de Lican, una raza
de hombres que, en pacto con Fobos, tienen el poder de convertirse en bestias
caninas! Yo conjur a los Edimmu, hijos de Lilith, en los desiertos de
Mesopotamia! Los debilit de tal forma que tardarn muchos siglos en
recuperar su poder. Yo venc a los Abismales de Sicilia, hechiceros
infrahumanos que predican la Blasfemia! Los expuls de sus asentamientos en
tierra y los envi a los abismos marinos de los que fueron escupidos.
Mi ltima misin me llev a las selvas del sur, ms all del reino del
Punt, a combatir a la ltima poblacin de los Arcanos, que hombres no son,
sino la raza ms vieja de cuantas pueblan la tierra. Decenas de miles de aos
antes de que los primeros hombres aparecieran, ellos levantaron prsperas e
inmensas ciudades, de las que no quedan sino ruinas, en las que hasta hace
poco an merodeaban algunos individuos enloquecidos, aclitos de la
Muerte.
No. No llevo a cabo estas hazaas yo solo. Como sacerdote de Isis
tengo la facultad de convocar a un contingente de los mejores guerreros de
Egipto para acompaarme, y no estoy obligado a informar nada, ni siquiera
al Faran. Siempre los escog no slo de entre los mejores combatientes, sino
de entre los ms virtuosos, honestos y fieles a los dioses. Los arm con lanzas
y hachas de plata y los bendije en nombre de Isis, para que la benvola Diosa
los protegiese del mal.

18

Con el amuleto de su deidad patrona colgado al cuello, ni Arlhotep ni


sus soldados tenan nada que temer contra los horrores que han infectado este
mundo. Pero el poder de Isis no interfiere con el orden natural de las cosas, y
nada puede hacer contra el odio, la codicia y la ceguera de los hombres
mortales.
-En misiones secretas cuya naturaleza nadie conoce arriesgaste muchas
veces las vidas de nuestros mejores guerreros. En tu ltima locura, los
sacrificaste a todos. De treinta guerreros que llevaste esta vez, ninguno volvi.
Era cierto. La expedicin contra los Arcanos fue ms terrible de lo que
Arlhotep haba imaginado. Ninguno de los treinta guerreros que lo
acompaaron sali vivo de esa batalla. Solo, tras dos largos aos de ausencia,
Arlhotep se vio obligado a regresar a Egipto. Cuando por fin alcanz
Sebennitos, herido, hambriento y exhausto, las cosas haban cambiado por
completo. Del antiguo Templo de Isis no quedaban ms que escombros. No
hall rastro del aprendiz ni de las vrgenes que servan en el templo. Indag
entre los pobladores, pero nadie quiso dirigirle la palabra. Poco despus, los
guardias lo encontraron, lo golpearon y lo llevaron prisionero hasta este lugar
oscuro en que ahora lo juzgaban, frente a ese advenedizo, ese hombre
barbado, vestido con las ms finas ropas de los nobles egipcios, que portaba
un bculo de oro con el disco de Atn en la punta.
El nuevo sumo sacerdote de Atn escuch en silencio la ltima
declaracin de Arlhotep. Despus, con una mirada, hizo que todos en la sala se
pusieran en movimiento. Los guardias levantaron al sacerdote de Isis y lo
condujeron por un largo pasillo hasta un lugar nuevo, un sitio iluminado por el
sol que resplandeca en los millares de objetos dorados que adornaban el

19

lugar. En la cima una escalinata, tan alta como un hombre, el Faran se


sentaba en su trono.
-Arlhotep!- habl el monarca Sacerdote de Isis, sabes ante quin te
presentas?
Yo sirvo a mi seor, el Faran Amenhotep IV
-Falso! Mi nombre es Akenatn, servidor del Dios nico y verdadero.
Han terminado los das en que nuestro pueblo, ignorante y condenado,
idolatraba a los falsos dioses.
Los falsos dioses?
-S. El nico Dios es Atn, el Sol, el Padre Celestial, Creador de todo lo
visible y de lo invisible
Es verdad lo que estoy escuchando? Nadie puede ser tan ingenuo
como para creer que existe solamente un dios!
-Blasfemas!
Su Alteza nunca ha enfrentado a una Blasfemia
-Silencio!- orden el Faran y Arlhotep recibi de un soldado un golpe
tal que lo hizo callar T, Arlhotep, has sido especialmente necio y perjudicial
para nuestro pueblo, el elegido por Atn. Con el pretexto del culto a la falsa
diosa Isis has mantenido secretos y le has negado total obediencia a tu Faran.
Con mentiras has enviado a valientes guerreros egipcios a los confines de la
Tierra para saciar tus ambiciones.
He servido siempre a la Diosa Madre y he hecho su voluntad en
beneficio de todas las gentes que habitan este reino y los dems
20

-Te aferras a tus falsedades! Pero te dar una oportunidad. Todos los
sacerdotes del reino han reconocido a Atn como el dios verdadero y ya se
estn instruyendo en los misterios de su culto. Abraza t tambin la verdadera
fe y sers perdonado, aqu y en la otra vida.
Atn? Quin es ste a quien mi soberano ha decidido adorar tan de
sbito?
El Faran hizo una sea con la mano, y el hombre barbado emergi
desde atrs del trono.
-ste es Moiss. Es el sumo sacerdote de Atn. l te ensear todo lo
que debes saber sobre el dios verdadero.
Moiss le habl al postrado y sangrante Arlhotep: Atn es el nico
Dios, el Creador del mundo y de los hombres. Por muchos siglos la verdad ha
estado oculta, pero ahora l habla de nuevo a su pueblo, a sus creaciones, para
que conozcamos la verdad y cantemos los himnos de su gloria. Atn me ha
hablado!- la voz del sacerdote retumb en el saln y muchos de los presentes
se estremecieron -Se me present en el medio del desierto, como una zarza
que arda sin quemarse jams y me orden predicar a los hombres la verdad de
su Palabra. Su poder infinito me permite realizar milagros en su nombre.
Contemplad la magnificencia del dios verdadero!
Tras invocar el poder de Atn, Moiss levant su cayado y golpe el
suelo con l. De pronto, la vara se convirti en un spide. Pero entre las
exclamaciones de asombro y las alabanzas al dios verdadero, se escuch la
leve risa de Arlhotep.

21

Convertir palos en serpientes? He all el poder de Atn? Este simple


truco podra ser realizado por hechiceros nveles No! Que mi Faran
escuche lo que debo decir! Este dios del que hablan no es ms que otro de
esos advenedizos y ambiciosos. Conozco a los de su clase: es joven, casi
infantil, y caprichoso, sediento de adoracin y sacrificios. Slo un dios necio
sera tan arrogante como para negar la existencia de los otros. Pero Atn es
dbil, no podr defenderlos! Si insisten en adorar a este nico y egosta dios,
se quedarn sin la proteccin de los dioses antiguos y poderosos que an
guardan la Tierra Isis! Slo Isis tiene el poder y la voluntad de
salvaguardarnos de la Muerte!
-El dios verdadero triunfar sobre la muerte y nos llevar al Paraso.anunci Moiss.
No hablo de la suspensin de la vida, no hablo de la muerte del cuerpo
fsico. Estoy hablando de la Muerte absoluta
Por orden de Moiss, un soldado golpe el rostro de Arlhotep con la
empuadura de su lanza.
-Ya que por lo visto te niegas a abandonar tus creencias blasfemas, sers
condenado a morir en vida y sin posibilidad de resurreccin. Llvenselo!
Con empujones y golpes, Arlhotep fue llevado a una cmara de
embalsamamiento, donde lo ataron a una mesa de diseccin.
Pueden matarme, pero no cometan la estupidez de acabar con el culto
de Isis! Slo ella puede protegernos! Si imponen el culto de este dios
vanidoso, la condenacin ms absoluta caer sobre todos

22

-Oh, pero no vamos a matarte, Arlhotep.- dijo Moiss con una sonrisa
Tu destino ser mucho peor. Ya que te aferras a tu hereja, te sepultaremos
segn tu arcaica costumbre. Sers enterrado en vida! Sufrirs de un eterno
suplicio encerrado en ese sarcfago. La maldicin de Atn te impedir morir.
Tu alma estar encerrada en un cuerpo putrefacto por toda la eternidad.- y
arranc el talismn de Isis del cuello de Arlhotep.
Trato de hablar, trato de gritar, pero gruesos vendajes sujetan mi boca.
Los embalsamadores, otrora sacerdotes de los antiguos dioses y ahora
lacayos de Atn, cubren mi cuerpo con aceites y esencias propias de nobles
difuntos. Quiero gritar cuando veo la daga. Hacen una incisin en mi
abdomen, mi carne se abre, pero la sangre apenas escurre. Por esa abertura
introducen pinzas fras y tiran de mis entraas Me retuerzo, pero estoy bien
sujeto. El dolor, madre, el dolor! Jalan, siguen jalando; mis intestinos se
desprenden, los veo salir de mi cuerpo. Veo salir todos mis rganos, uno por
uno. Nunca acaba. Por qu vivo? Por qu puedo sentirlo todo? Ahora
fuerzan unas largas pinzas por mi nariz Presionan Tiran Siento que
partirn mi crneo desde adentro Mi cerebro puedo verlos, puedo
sentirlos extraer mi cerebro Ya no soy Soy? Soy Arlhotep el Sumo
Sacerdote de Isis Atn la Muerte el Amanecer de la Muerte Todo mi
cuerpo excepto mis ojos envuelto en vendajes estoy muerto estoy
muerto? Estoy en un sarcfago con la efigie de Anubis, el Chacal
Tanto dolor tanta hambre Moiss veo tu rostro frente a m
-La maldicin de Atn no te dejar morir, Arlhotep. Recuerda eso.
Recuerdo mente sin cerebro alma en cuerpo muerto mi cuerpo
momificado mi alma se pudrir en mi cuerpo La oscuridad eterna se
cierra sobre m Arlhotep, Sumo Sacerdote de Isis Consagrado para hacer
23

su voluntad su voluntad por siempre por siempre siempre siem


ssssss
El sarcfago fue enterrado en una cmara subterrnea excavada bajo el
desierto. Los esclavos que la construyeron fueron muertos all mismo, y los
soldados que dieron muerte a esos esclavos fueron asesinados en sus lechos a
los pocos das. El sitio en que yaca el Sumo Sacerdote de Isis fue olvidado
por siempre.
Pero los lacayos de Atn no pudieron disfrutar de una prolongada
victoria. Los sacerdotes de los antiguos dioses egipcios se rebelaron contra la
tirana de Akenatn, unos por verdadera fidelidad a sus deidades, los ms por
recuperar la posicin privilegiada que les aseguraba el rgimen politesta.
Akenatn muri envenenado y los sacerdotes que se haban convertido
sinceramente al culto de Atn fueron exterminados. El siguiente soberano,
Tutankhamn, restituy el culto a los antiguos dioses, que sobrevivi en
Egipto por muchos siglos ms. Pero los secretos del verdadero culto de Isis se
perdieron para siempre y ya nadie llev a cabo la misin de la Diosa Madre.
Se dice, adems, que Moiss logr escapar junto con los esclavos hebreos y
que los instruy en el culto de Atn.
Mientras, en su agona eterna, Arlhotep saba que en los rincones ms
oscuros del mundo las Blasfemias recuperaban fuerzas y que en los confines
de la existencia la Muerte prosegua su avance.

24

MOKL-MBMB
Cuenca del Congo, Siglo X a.C.
Aprendan, jvenes, de la historia que les cuenta este anciano junto al
fuego. Si son juiciosos, aprendern de este relato una valiosa leccin,
especialmente aqullos que quieran ser grandes guerreros y cazadores cuyas
hazaas pervivan en la memoria de nuestra gente.
El mundo est poblado de monstruos, me dijo una vez el hombre
sabio de la tribu cuando yo era muy joven. En ese tiempo yo era un mozo
inquieto y curioso, con ansias de conocer las tierras ms all del bosque, las
montaas y el gran ro que rodean nuestra aldea. Me entretena escuchar
historias de viajeros que haban visto las inmensas aldeas de piedra hacia el
Oeste, donde se pone el sol, frente a la Gran Agua. Se deca que a no muchos
das de marcha hacia el Norte y el Este, haba un sitio visitado por hombres de
una tierra lejana que venan en busca de las piedras brillantes y las llevaban a
su reino, en donde haba tribus grandes y poderosas que construan montaas
de piedra, en una regin llana en la que casi no se vean rboles, y ms all,
donde un jefe sabio y poderoso gobernaba en la opulencia.
Yo quera conocer todo eso, pero sent que antes de estar listo para un
viaje tal, deba entrenarme para ser un gran cazador, un rastreador experto, un
guerrero que pudiera procurarse forma de subsistir durante muchos das en la
selva, listo para enfrentar todos sus peligros. Mi padre me ense lo bsico,
pero yo no quera ser slo un buen cazador, sino un guerrero extraordinario,
como los hroes cuyas historias se cuentan alrededor de la hoguera.
Para probar mi vala, decid viajar al Sur, ms all de las tierras de los
pigmeos, donde se cuenta que viven los monstruos ms terribles y espantosos.
25

Ms grandes que los elefantes y los hipoptamos, ms feroces que los


leopardos y los leones, me asegur el hombre sabio, pero no supo decirme
ms, porque l nunca los haba visto, sino que haba odo de ellos por los
pigmeos. Tales advertencias no me desanimaron, sino que me alentaron a
seguir con la empresa, de modo que una noche sal a hurtadillas de mi choza
armado con mi lanza y mi arco, y me dirig hacia el sur.
Durante diez das de caminata no encontr nada que fuera digno de ser
narrado. Atraves la selva cada vez ms espesa, ms verde, rebosante de vida
en todas las direcciones y tremenda por las noches. Me procur comida
durante el da y dorm en los rboles despus de la cada del sol. Mat a
algunas serpientes y una noche escuch el rumor apenas audible de un
leopardo que se abalanz sobre alguna presa desconocida. Al onceno da de
marcha una voz repentina me oblig a detenerme bajo la amenaza de ser
atravesado por innumerables dardos: estaba rodeado por los pigmeos. Su
lengua no me era desconocida y pude darles a entender que vena en paz, en
una expedicin de caza. No me dispararon, pero me desarmaron y me llevaron
preso a su aldea. Algunos de ellos se negaban a creer que alguien tan joven
como yo se aventurara tan lejos de su aldea y sin compaa. Ellos pensaban
que deba ser miembro de alguna partida de exploracin que estuviera
acechando su aldea. No habra sido la primera vez que nuestra gente arrojara a
los pigmeos de sus tierras.
As es, jvenes. Nosotros, los bantes, no somos la raza ms antigua
junto al Ro que se traga a todos los ros. Los pigmeos estuvieron aqu mucho
tiempo antes que llegramos. Despus de que Bumba vomitara el mundo,
nuestra gente vivi ms al norte por muchsimo tiempo antes de venir a las

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cercanas del Ro, no hace muchas generaciones. Esta misma jungla que nos
rodea fue alguna vez hogar de los pigmeos.
Ellos dictaminaron darme la muerte y yo, sin ms opcin, les revel el
motivo real de mi expedicin. Cuando escucharon que quera ver y
enfrentarme a los monstruos que viven al Sur, algunos se rieron, mientras
otros se estremecieron. El hijo del jefe me condujo entonces a una choza y all
me mostr el horrible tesoro que guardaba con una mezcla de orgullo,
veneracin y espanto. Se trataba del crneo de uno de esos monstruos. Era
ms grande que un hombre, enorme! La cara era alargada, con un pico como
de guila, un enorme cuerno sobre la nariz y muchos ms sobre la testa. Era
algo verdaderamente apabullante.
Los pigmeos me dijeron que perteneca a Emela-Ntouka, el asesino de
elefantes. Lo haba cazado un ancestro suyo, muchas generaciones antes. Fue
necesaria la fuerza de toda la tribu y se perdieron las vidas de muchos
guerreros para derrotarlo. El hijo del jefe me explic que la ferocidad EmelaNtouka se comparaba con la del leopardo y que se haba ganado su nombre
porque se deca que le haban visto matar elefantes. Mas haba monstruos
mucho peores en las junglas del Sur, de los cuales el ms terrible era MoklMbmb, el que detiene el curso de los ros. Me dijo que era una locura
avanzar. Las dems bestias eran poderosas, s, y vivan por largos aos, pero
finalmente envejecan y moran. Se les poda matar. Mokl-Mbmb, en
cambio, era algo ms.
Mbwiri, que posee a los hombres y los enferma puede ser repelido con
bailes y cantos; Los Obambo que asustan en la oscuridad de la selva, tambin
pueden ser apaciguados con rituales. Pero no hay hombre vivo que sepa cmo

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aplacar a Mokl-Mbmb, el que detiene el curso de los ros me dijo, y


nunca olvidar sus palabras.
El hijo del jefe me inst a volver a mi aldea y no seguir con una
bsqueda suicida, pero yo me mantuve firme y l no tuvo ms remedio que
devolverme mis armas y dejarme partir hacia el Sur. Antes de marcharme
recib del hijo del jefe una descripcin de los monstruos que segn las
historias de sus abuelos habitan esas tierras, adems de este talismn protector,
que hasta hoy llevo puesto.
Anduve por el bosque durante otros diez das, siempre hacia el Sur,
hasta que emerg a un extenso claro. Ustedes saben cmo es la selva, siempre
llena de ruidos, sobre todo por las noches. Pero all todo era silencioso. Como
las noches anteriores, dorm en la rama de un rbol. A media noche escuch
un rumor que me despert sobresaltado y sent que alguien me observaba.
Algo se mova en la copa del rbol, sobre mi cabeza. No pude verlo bien, pero
no pareca ms grande que un mono, de modo que no me alarm.
Al da siguiente reemprend mi camino. Por momentos cre perderme en
la espesura y tem haberme quedado atrapado en parajes oscuros de selva
voraz, en los que, como en el claro de la noche anterior, reinaba el silencio. En
varias ocasiones me sent observado y alguna vez me pareci ver, con el
rabillo del ojo, una figura pequea y oscura que saltaba sobre los rboles.
Al atardecer llegu a la orilla de un arroyo, cuyas mrgenes estaban
cubiertas por exuberante vegetacin. Y, no lejos del arroyo, una gran fosa
hedionda se extenda por una larga distancia. Cientos, miles de huesos
enormes se encontraban desparramados y amontonados hasta los bordes de la
fosa. Huesos ms altos que un hombre, y gigantescas pas y placas
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puntiagudas ms filosas que cualquier lanza. Nubes de moscas revoloteaban


sobre la fosa y mareas de gusanos se retorcan entre los huesos. La peste que
manaba de aquel agujero era insoportable. Entonces cre escuchar un fuerte
sonido, como de chapoteo en el arroyo. Me volv y alcanc a ver una sombra
enorme que nadaba y se sumerga en las aguas turbias y oscuras. No quise ver
ms, as que rode la fosa y me alej de all a toda prisa.
Poco despus alcanc una llanura descubierta; calcul que deba
caminar por la mitad de un da antes de llegar al siguiente grupo de rboles.
Pero escuch una voz, apenas un susurro lejano, que me deca vuelve
Mir hacia atrs y vi, posado en una roca, un pequeo lagarto. Su forma y su
tamao correspondan con la sombra que antes haba visto acechndome.
Record viejas historias sobre Obrigwabibika, los enanos mgicos que pueden
transformarse en lagartos y que cuidan las selvas y los ros. Pero luego dud
de haber odo lo que haba odo, no le di importancia al asunto y emprend mi
marcha a travs de la llanura.
Cuando el sol alcanz el cenit, encontr varios montones de piedras
muy extraas, en las que estaban grabadas imgenes que yo no poda
comprender. Muchas de ellas mostraban monstruos horribles, que deban ser
gigantescos, pues sobrepasaban las copas de los rboles. Algunas ms
mostraban hombres, y unas pocas, que me estremecieron, eran imgenes de
hombres que no eran hombres y que no podra empezar a describir.
Observaba estos montones de piedras cuando de pronto escuch un
chillido que me desgarr los odos. Entonces, la luz del da se extingui y el
aire se torn fro, como si hubiera anochecido de pronto. Algo haba cubierto
el sol. Por un instante fue como una noche inmediata se hubiera cernido sobre
m. Despus, la cosa o animal que vol sobre el mundo ya no estaba, ni haba
29

seales de ella. Record entonces el nombre de Kongamato, el destructor de


botes, el monstruo volador de quien los pigmeos me haban hablado.
De pronto escuch otro rugido, sin duda de un depredador, y sent sus
pisadas retumbantes acercndose a gran velocidad. Corr sin mirar atrs. Saba
que esa cosa estaba cada vez ms cerca me pareci que pude sentir su
aliento ftido en mi nuca. Entonces vi mi salvacin: una pequea abertura en
lo que pareca ser la ladera rocosa de una colina. Me apresur hacia ella y me
deslic adentro. Apenas estuve adentro cuando cesaron las pisadas y los
rugidos. Llegu a preguntarme si en realidad no habra imaginado todo eso.
Cuando estuve seguro de que lo que fuera esa cosa que me persegua no
estaba ah, sal de mi escondite y pude entonces darme cuenta de que no me
haba metido en una gruta o madriguera. Era una especie de choza, grande,
ms grande que la de los jefes ms poderosos y ricos, armada con cientos de
piedras colosales, y cubierta de hierbas y tierra. Rode la choza, observando
sus cuatro paredes; en una vi ms imgenes talladas de los hombres que no
eran hombres. Se les vea torturar y matar con deleite a monos de algn tipo
que nunca haba visto. En la siguiente, hacan lo mismo con simios, y en otra,
con seres que no eran ni simios ni hombres, sino alguna cruza extraa y
horrible. En las imgenes que llenaban la ltima pared, los hombres que no
eran hombres alimentaban a sus colosales bestias con hombres verdaderos;
sent repulsin y miedo.
Estaba observando los extraos grabados en la piedra, perdido en ellos,
sin memoria de los prodigios y horrores que haba contemplado esa misma
tarde, cuando una voz me sobresalt. Has llegado a un lugar al que ningn
hombre deba llegar... vuelve ahora!. Pero, no s por qu, continu hacia
adelante.
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La noche me alcanz, y el lugar qued inundado por los rugidos de


enormes bestias que combatan y hacan estremecerse a la tierra misma. No
me sent seguro ni en las alturas de los rboles, y pas la noche cubrindome
los odos, pues tales gritos me robaban el valor y el deseo de vivir. Al
amanecer continu la marcha y al medioda me encontr con un gran brazo del
Ro. El agua corra libre y veloz, y el murmullo del torrente alegr mi corazn.
Me di cuenta de lo agotado que estaba y me permit sentarme a descansar a la
orilla del Ro dador de vida. Pues del Ro viene la vida, jvenes. Las plantas
crecen gracias a l, pues la lluvia es el agua que el Cielo le devuelve al Ro.
Los animales se alimentan de las plantas, y nosotros devoramos a ambos. Al
matar obtenemos vida; al morir, la damos, pero al final, todo vuelve al Ro.
Reflexionaba sobre todo esto que les digo cuando not que el rumor del
agua ya no llegaba hasta m. La corriente se haba detenido. Pronto el caudal
comenz a disminuir lentamente y me pareci que el agua se pona roja. Pero
no era el agua, sino que en ella se reflejaba el cielo, que desde el horizonte
hacia el cenit haba tomado el color de la sangre. No haba viento, ni nubes, ni
un solo ruido. Sent miedo como nunca antes lo haba sentido, y me supe
invlido e indefenso como un beb abandonado en medio de la jungla. No
poda moverme, ni respirar, ni pensar.
Pero con todo el temor que me invada, algo me oblig, casi contra mi
voluntad, a volver lentamente la cabeza. Entonces lo vi. Mokl-Mbmb, el
que detiene el curso de los ros. Lo ltimo que escuch fueron mis propios
gritos de terror.
No s qu pas despus. Cuando despert, varios das despus, me hall
de nuevo en la aldea de los pigmeos. Me dijeron que me haban encontrado
inconsciente entre unos arbustos, no muy lejos de all. El buen hijo del jefe me
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acogi y me inst a que contara mi aventura. Pero yo no quera recordar y


apenas hube recuperado mis fuerzas emprend el camino de regreso a casa.
Despus de esa experiencia me volv un muchacho tmido y enfermizo.
Envejec prematuramente: no soy tan anciano como aparenta mi faz. Olvid la
idea de volverme guerrero y me hice chamn, para aprender todos los conjuros
contra los demonios. Y los aprend, pero an ese conocimiento no consigue
brindarme sosiego. Nunca volv a alejarme de la aldea. An hoy le temo a la
selva durante las noches, todava los ruidos nocturnos me sobresaltan y me
impiden conciliar el sueo. No me pregunten qu es lo que vi; tratar de
recordarlo es doloroso. Maldad, tinieblas y muerte, es todo lo que puedo
decirles. Aprendan de mi historia, jvenes cazadores, aspirantes a guerreros.
Yo fui afortunado, pues me ayud algn espritu bondadoso. Pero sea que
ustedes se pierdan por buscar la gloria en absurdas pruebas de valor. No sea
que se topen con Mokl-Mbmb y, como yo, abandonen por siempre toda
esperanza en la vida.

32


Atenas, finales del siglo V a.C.
Escenario
Una catacumba subterrnea en Atenas. A la extrema derecha, un altar
construido con crneos, flanqueado por trpodes que arden. En la pared del
fondo estn encadenadas las mujeres del coro. Hay huesos y manchas de
sangre por todos lados. El miedo, denso, flota en el aire. Los personajes entran
y salen por la izquierda.
Personajes
ENCAPUCHADO, siervo de Fobos
EUTELPIS, hija de un rico ateniense
CORO de mujeres cautivas
DEIMOSKTONES, oficial espartano
Hoplitas espartanos

CORO.- Dioses inmisericordes! Por qu no se apiadan de m? Por qu


permanecen inactivos contemplando nuestro sufrimiento sin dar seal de su
existencia? Hemos estado cautivas muchos das y noches aqu, en la oscuridad
de estas mazmorras, hemos visto horrores insoportables. Ah, si tan siquiera se
nos concediera la muerte!
Entra Eutelpis, como arrojada a la mazmorra; tiene huellas de golpes y
malos tratos, y solloza asustada.

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CORO.- Qu es esto? Una nueva vctima para el malvado que nos


tiene aprisionadas? Pobre de ti, bella doncella! An en mi dolor me apiado de
ti, pues lo que he sufrido no se lo deseo a mortal alguno, ni siquiera a los
terribles espartanos que allanan nuestras tierras. Habla, quin eres?
EUTELPIS.- Soy hija de un seor principal de esta ciudad. Por qu me
encuentro aqu? No lo s. Fui raptada por un captor desconocido cuyo rostro
nunca alcanc a ver, y ahora estoy aqu, en esta horrenda catacumba, y no s
qu destino me aguarda. (Retrocede hacia la izquierda, descubre el macabro
altar y se sobresalta)
CORO.- Pobre nia, dos veces desdichada! Creciste entre lujos y
comodidades e ignoras lo que es dolor y el miedo. No hay peor forma de
conocerlos que en este lugar sin esperanzas!
EUTELPIS.- Decidme, mujeres, qu lugar es ste? Y quin os tiene tan
cautivas y maltratadas? Pues es evidente que no habis visto la luz del sol ni
probado alimento en muchos das.
CORO.- Dices bien, pero la oscuridad y el hambre no son tan horribles
como lo que hay aqu. El hombre, si hombre es, que aqu nos tiene es tan cruel
y malvado como jams se ha visto. Es el agente del miedo, el sacerdote de
Fobos!
Se escucha el rugido indescriptible e innatural de un monstruo
EUTELPIS.- Por Zeus! Qu bestia tan horrible produce semejantes
gritos que me llenan de espanto?
CORO.- Son las criaturas que nuestro captor guarda en el calabozo detrs
de esta pared. Nunca las hemos visto, pero somos obligadas a escuchar sus
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detestables bramidos. As vivimos, presas de ese hombre loco, no conocemos


ms emocin que el miedo. Y de pronto llega sin avisar, no sabemos en qu
momento, y toma a alguna de nosotras para llevarla a la mazmorra. Ah la
tortura de formas que no imaginamos y despus las ofrece a los monstruos. Al
terminar, trae sus restos mutilados al altar de Fobos y los inmola para
satisfacer el hambre del terrible dios. Y nosotras debemos escuchar los
alaridos de agona de nuestras compaeras y observar los impos sacramentos
de nuestro captor!
EUTELPIS.- A cuntas ha matado ya?
CORO.- Los huesos que ves a tu alrededor dan cuenta de ello.
EUTELPIS.- Ay, msera de m! Padre, padre! No pueden tu poder y tus
riquezas venir a salvarme? Preferira morir antes de ser sometida a los
tormentos de los que hablan estas mujeres! No hay aqu filosa daga o tensa
cuerda con la que podamos piadosamente quitarnos la vida?
CORO.- En vano llamas a tu opulento padre, nia. Desgarradas estn
nuestras gargantas de pedir salvacin a los dioses, y si de ellos ya no
esperamos nada, de los mortales an menos.
Se escuchan rugidos horribles, pero distintos a los primeros. Eutelpis se
cubre los odos con la mano y se tira al piso, presa del terror.
CORO.- Ay! Ay! Y con las manos encadenas ni siquiera podemos
cubrir nuestros odos para no escuchar estas blasfemias! Cundo se nos
permitir morir? Cundo acabar este horror?

35

Entra el Encapuchado, cubierto de pies a cabeza con una tnica negra.


Su andar es desgarbado. En la mano derecha lleva una hoz ensangrentada y
en la izquierda una antorcha. Crece el miedo que reina en la atmsfera.
ENCAPUCHADO (Al Coro).- An guardas esperanzas en la muerte?
Mujer simple, lo que aqu has vivido no es nada comparado con lo que te
aguarda despus de la vida. (Se dirige a Eutelpis, que se incorpora). Y t
joven aristcrata, prepara tu alma para sentir miedo como no creste que
podas sentir, preprate para dejar de lado todas tus esperanzas. Pues estn en
el templo de Fobos! (Dicho esto, deja la antorcha en un sostn de la pared y
la hoz sobre el altar).
EUTELPIS.- Quin eres, hombre malvado? Qu mal te hecho yo para
que me robes de la casa paterna y me traigas aqu para atormentar mi mente
con amenazas de suplicio y tortura?
ENCAPUCHADO.- Ningn mal me has hecho, joven doncella, pero eso no
importa. Las leyes de los hombres que, por otro lado, nunca se cumplendictan que se otorgue mal por mal y bien por bien. Las leyes de los dioses son
distintas y ellos no conocen mal ni bien.
EUTELPIS.- Blasfemas! Los dioses son justos y aman el bien!
ENCAPUCHADO.- No me aburras con tus ideas infantiles sobre la
divinidad. Y en cuanto a m, soy un humilde siervo de Fobos. Oh, Fobos, el
ms grande entre los dioses! T todo lo mueves. Por miedo a sus enemigos los
hombres hacen la guerra, por miedo a la destruccin firman la paz. Por miedo
a las fieras y al clima construyeron sus primeras moradas. Por miedo al ltigo
trabajan los esclavos. La simple accin de vivir no es ms que una respuesta
al miedo a la muerte!
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CORO.- Hombre cruel y monstruoso! Por qu trajiste a esta pobre


muchacha para hacerla sufrir? No has arruinado ya bastantes vidas? Cundo
se saciar tu sed de sangre, de dolor y de gritos?
ENCAPUCHADO.- Fobos nunca est satisfecho! Es mi deber como su fiel
sirviente sembrar miedo y cosecharlo. Y debo agregar que disfruto mucho de
mi oficio.
EUTELPIS.- Cobarde! De mujeres indefensas te aprovechas! Qu
mrito hay en causarle temor al sexo dbil? Cobarde eres, te digo!
ENCAPUCHADO.- Cobarde? Cobarde fui! Viv y crec con miedo. Era
un nio temeroso y un hombre sin temple. Tema a la oscuridad, a las bestias,
a las armas, a la furia de los hombres. Tema a la muerte y al dolor. Pero un
da, muchos aos atrs, antes de que t nacieras, la plaga azot Atenas.
Vosotras sois muy jvenes para recordar. La plaga era era hermosa!
Fiebres, dolores, hemorragias, diarreas, migraas, pstulas! Todo eso sufra
cada uno de los enfermos. Das gloriosos los de la plaga! Los hombres se
volvieron contra sus hermanos, se dedicaron a la obscenidad y a la perdicin,
prodigaron su caudal y no pensaron en el futuro. El mismo Pericles falleci
por esta enfermedad y se acab la era dorada de Atenas.
Yo mismo me vi enfermo y lleno de dolores y lesiones deformantes.
Supliqu a los dioses que me salvaran, o que aliviaran mi dolor
permitindome morir. Rec a Zeus, A Apolo, a Atenea, a Asclepio Incluso
le rogu a dioses extranjeros, pero ninguno tuvo el poder o la voluntad de
responder. Entonces encontr a Fobos. Oh, Fobos, grandioso! No es hijo de
Ares, dios pequeo, como dicen los poetas. Fobos es ms antiguo que Zeus y
que Cronos y Urano, dioses ridculos y mezquinos, pues Fobos naci del Caos
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mismo. l me salv de la plaga y me hizo el honor de convertirme en su


siervo. A cambio, yo le proporciono el miedo de los mortales.
Cobarde me llamas? Sabe que en un principio rapt mujeres y nios
porque pens que en ellos sera ms fcil provocar el terror a travs de la
tortura. Despus pas a atormentar valerosos varones, soldados, lderes y
piratas Cre que habra gloria en observar la mirada de impotente espanto en
los ojos de un fiero guerrero. Pero me equivoqu. Es mucho ms fcil quebrar
el espritu de un hombre y hacer que se suma en el miedo sin esperanzas. Pero
la mujer Ah, la mujer es fuerte! Su alma no se quebranta con facilidad.
Soporta mejor el dolor y conserva la esperanza ante las mayores dificultades.
Y sus gritos son tan melodiosos, y su piel tan hermosa es ms tentadora para
mutilar! Por eso volv a ellas, porque su miedo es ms placentero para Fobos.
EUTELPIS.- Qu dices? Has torturado y matado a inocentes nios?
ENCAPUCHADO.- Por Fobos que s, lo hice, y me complac en sus gritos
y expresiones de horror. Incluso logr que el miedo enloqueciera a ciertos
hombres y los hice matar a sus propios hijos. Oh, qu deleite encontr en las
splicas de los pequeos! Padre, padre, no me mates!, decan, pero sus
progenitores, con el juicio trastornado, aplastaron sus pequeos crneos con
piedras y hundieron filosas hojas en sus carnes.
EUTELPIS.- Hombre loco! Hombre cruel! Mil veces te maldigan los
dioses!
ENCAPUCHADO.- Nia tonta, hombre ya no soy. Y tus dioses nada
pueden contra Fobos, que vela por m.

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Se escucha un nuevo bramido monstruoso. Las mujeres gritan y se


retuercen, pero el Encapuchado permanece impvido.
ENCAPUCHADO.- Escucha, hija de la aristocracia, el canto de los
monstruos de Fobos.
EUTELPIS.- Qu seres horribles guardas en tu calabozo? Son, acaso,
quimeras u otras bestias similares las que esperan alimentarse con nuestra
carne?
ENCAPUCHADO.- Nia simple! Crees que los monstruos que pueblan el
mundo son como los describen los poetas, con partes de animales pegadas
grotescamente unas sobre otras? Te figuras que las criaturas que moraban el
Laberinto de Minos eran cosas tan simples como hombres con cabeza de toro?
Y no se alimentarn de tu carne, sino de todo lo que eres. Ya llegars a
conocer a estos engendros del miedo! Pero ahora, otra ser la que llegue a su
destino.
El Encapuchado va hacia el altar y recoge su hoz. Despus camina
hacia las cautivas y libera una cadena del extremo que est sujeto a la pared.
Tira de la cadena obligando a una de las mujeres a levantarse.
CORO.- Qu haces? No! No te atrevas a separarnos! Esto es impo y
blasfemo!
ENCAPUCHADO.- A callar! Vamos.
Se va el Encapuchado llevando a rastras a su vctima y dndole de
golpes.
EUTELPIS.- Por piedad! Qu destino le aguarda?
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CORO.- Quisieran los dioses que no lo supisemos ya


Se escuchan alaridos de indescriptible dolor de la mujer, acompaados
de una orquesta de rugidos y aullidos de muchos monstruos ignotos. Las
mujeres del coro gritan de miedo y se retuercen encadenadas. Eutelpis se
arroja de nuevo al piso, cubrindose los odos y se queda temblando en
posicin fetal. Cuando el abominable concierto se detiene, las mujeres y
Eutelpis recuperan relativa calma. Eutelpis se incorpora.
EUTELPIS.- Y yo cre que el furioso asedio en que Esparta tiene a
nuestra patria era lo que haba que temer! Tema que al caer las defensas de
Atenas me viese yo prisionera y esclava de los lacedemonios y que mi padre
perdiera sus riquezas! Ahora se me presentan nuevos e insospechados
temores. No s que es peor: el conocimiento del horrendo fin que tendr mi
vida, o la tortura que ese malvado hace a nuestras almas y mentes al hacernos
esperar.
CORO.- Eso mismo me pregunto yo todos los das. Ser peor llegar al
suplicio de una vez o la agona de la espera?
Entra el Encapuchado, baado en sangre, cargando un montn de
jirones de carne y piel, con algunos huesos. Los pone en el altar de Fobos y
arroja algunos trozos de carne al fuego. El olor a carne quemada inunda el
rea.
ENCAPUCHADO (Hacia Eutelpis).- Y ahora, hija del rico ateniense, que
has escuchado la clase de horrores que mi dios todopoderoso ha reservado
para ti, ven a encontrarte con tu destino. (La sujeta con violencia y entre
jalones y empujones se la lleva por la izquierda)

40

EUTELPIS.- No! Dioses no! Slvenme! Zeus, abteme con tu rayo


para que perezca antes de ser sometida este suplicio! No, por favor, no!
(Sigue gritando mientras desaparece de escena).
CORO.- Demasiadas muertes, demasiadas torturas hemos escuchado!
Demasiadas amigas y amigos hemos visto partir! Tenemos esperanza en la
muerte, pero y si ese hombre tiene razn y tras ella hay horrores ms terribles
que los que hay en vida? Sera entonces dichoso quien permanezca en este
mundo soportando estos suplicios. Pero no. Ese hombre es malvado y busca
trastornar nuestro juicio y matar nuestras esperanzas. Tengamos fe en que an
la morada de Hades guarda un lugar de paz
Empieza de nuevo el concierto de sonidos monstruosos y de gritos de
dolor. Las mujeres del coro gimen y se retuercen. Estos abominables ruidos
duran por minutos interminables hasta que se detienen de golpe.
CORIFEO.- Muerto ha, sin duda, la pobre hija del rico ateniense.
Entra Eutelpis, herida y ensangrentada, caminando errtica y
trastabillando. Sostiene en su mano la hoz sangrante del Encapuchado.
CORO.- Pero cmo? Te ha dejado vivir? Es que piensa matarte de
poco en poco para prolongar tu agona por ms tiempo?
EUTELPIS.- No amigas, he sido yo quien lo ha herido.
CORO.- Cmo? Habla, nia.
EUTELPIS.- Me condujo a un calabozo ms horrible que ste, un sitio
oscuro e inmundo. All me at a una mesa, en la que pretenda atormentarme
hasta causarme la muerte. La primera parte de su plan se vio cumplida, como
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seguramente habis escuchado. Me cort y me apual con su hoz hasta que


quise morir mil veces. Pero este asesino no haba atado bien mi diestra y
aprovechando un breve instante de distraccin suya, liber mi mano, tom su
hoz y le di una estocada en el costado. El villano retrocedi por el dolor y yo
pude escapar.
CORO.- Pero, y los monstruos que con nuestras compaeras ha
alimentado?
EUTELPIS.- No hay tales, sino mquinas. Mquinas activadas por la
fuerza de un arroyo subterrneo y que, con trompetas, tubos, timbales y otros
instrumentos que no puedo describir producen los rugidos odiosos que hemos
escuchado. Era justamente mientras ese villano se distrajo operando sus
mquinas que encontr oportunidad para herirlo y huir. No hay ms monstruo
aqu que la locura y la maldad de las que son capaces los hombres.
CORO.- Bendita seas, nia! Ahora libranos y escapemos juntas de
esta lgubre prisin?
Eutelpis se doblega, gime de dolor, y se postra.
EUTELPIS.- No tengo fuerzas, ese hombre me ha matado Pero qu es
eso?
Se escucha un estruendo que proviene desde la superficie, gritos
enardecidos, estrpito del metal chocando y el rumor de muchos pasos.
CORO.- Suena como un ejrcito.
EUTELPIS.- Tal debe ser! Es el ejrcito lacedemonio que entra en
nuestra ciudad. Oigo sus pasos muy cerca! Ah, valientes espartanos a los que
42

antes tem ms que al Hades, pero que ahora son la encarnacin de la


esperanza! Quieran los dioses que las tropas de Esparta encuentren esta
catacumba y vengan a liberarlas! Ay, amigas! Muero ya, pero me voy con
dos dichas. Una, la de saber que no hay aqu ms monstruos que ese hombre,
simple mortal al fin, al que pude herir. La otra, la esperanza de que pronto
seis vosotras liberadas. Adis amigas, muero ya!
Eutelpis cae muerta al suelo. Entra el Encapuchado, sujetndose el
costado herido.
ENCAPUCHADO.- Estpida nia. Me ha herido, pero no de muerte.
Ahora ustedes pagarn por su insolencia!
Entra Deimosktones, general espartano, seguido por dos hoplitas.
Todos estn completamente armados.
DEIMOSKTONES.- Qu es esto? Qu lugar es ste?
CORO.- Oh, valiente espartano, somos vctimas de este hombre cruel
que se ha complacido en torturarnos en cuerpo y alma para despus darnos
muerte. Mira a esa nia que yace en el suelo, vctima de la maldad de este
asesino.
DEIMOSKTONES.- Vil gusano y no varn es quien ejerce violencia
contra mujeres indefensas. Quin eres, villano?
ENCAPUCHADO.- Quin soy? Te mostrar!
El Encapuchado se coloca de frente a los espartanos y a las cautivas,
dando la espalda al auditorio, y se levanta la capucha.
ENCAPUCHADO.- ste es el regalo de Fobos. Contemplad!
43

Las mujeres emiten los peores alaridos que se han escuchado;


Deimosktones grita tambin y se cubre con su escudo; los dos hoplitas huyen
espantados. El Encapuchado se cubre de nuevo la cara.
CORO.- No es posible! No es posible! Qu son esos rasgos
inhumanos? Qu es esa mueca deforme que emula una sonrisa? Miedo,
miedo, miedo! Jams podr sentir otra emocin!
DEIMOSKTONES.- Eres un monstruo!
Deimosktones atraviesa al encapuchado con su lanza y ste cae por
tierra, aunque an vivo.
ENCAPUCHADO.- Puedes matar este cuerpo dbil, espartano, pero no
puedes vencer a Fobos. He cultivado el miedo en estas mujeres, y el miedo
emana de ellas y contamina todo lo que se les acerca. Ya nunca conocers
otra emocin que el terror!
DEIMOSKTONES (agitado, tembloroso, resoplando y sudando fro).- Es
verdad. Tengo miedo. Me siento invadido por un terror que nunca haba
experimentado. No es natural este sentimiento, como no es natural el rostro
que vi hace unos instantes. De dnde viene el terror? Cmo me libro de l?
(se vuelve hacia las mujeres del coro) Ustedes! Ustedes estn contaminadas
con miedo! Este terror ultraterreno emana de ustedes!
Enloquecido y desesperado, Deimosktones con su lanza procede a
masacrar a las mujeres cautivas, que gritan aterradas y elevan splicas
incoherentes, mientras el hierro brutal penetra sus cuerpos. Al final, queda
Deimosktones baado en sangre.

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DEIMOSKTONES (arroja a un lado sus armas y se sumerge en la


desesperacin).- El temor no se va. No puedo respirar, no puedo vivir. No
soporto este pnico que me embarga! Piedad! Piedad! (se va corriendo y
dando gritos lastimeros).
El Encapuchado, herido y sangrante, se arrastra por el suelo y, con voz
moribunda y entrecortada, se dirige al auditorio.
ENCAPUCHADO.- Lo veis? El triunfo de Fobos es inevitable. Permit a
esas mujeres tener un instante de esperanza, para despus redoblar sus miedos.
Es as como Fobos juega con los mortales. Y vosotros, creis poder evadir la
influencia omnipresente de Fobos?!
El Encapuchado re y su carcajada oscura y terrible se hace ms
estruendosa conforme las llamas de antorchas y trpodes se extinguen y la
escena se oscurece. Fin.

45

EL MONTE DE LOS CRNEOS


Judea, siglo I
Padre, t que tienes el poder, slvame! Padre, t que puedes, lbrame
de este destino! Padre, si lo que quieres, puedes ahorrarme este suplicio!
Padre! Qu es esto que jams haba experimentado? El dolor, padre,
el dolor! Mrame! Los clavos me atraviesan las manos y los pies, las espinas
laceran mi piel. Me azotaron, padre, me golpearon con ltigos y con palos,
desgarraron mi carne con pas y garfios. Y t permaneciste observando sin
hacer nada! Cmo puedes contemplar mi sufrimiento sin intervenir? Con
esa misma indiferencia miras el dolor de todos los mortales?
Estoy muriendo, padre, y no quiero morir. No quiero morir! No quiero
este sacrificio! Es en verdad necesario? No te bast con haber traicionado y
violado a mi madre? Con esto volver los corazones de los hombres hacia ti?
Con esto los salvar de la Muerte? Cmo puedo salvarlos de la Muerte,
padre, si no puedo salvarme yo mismo? T podrs, padre? T podrs
traerme de vuelta?
Oh No! No te das cuenta? Mi vida y obras no han servido de nada,
la Muerte viene en camino Puedo sentirla apoderarse de m! No podemos
vencerla. Pronto dejar de existir. La he visto! No! No puedo, padre, no
puedo. Oh, si supieras el tormento que vivo, si pudieras conocer el miedo que
me posee. No veo esperanza, no veo salvacin! No lo entiendes, padre? No
podemos vencer! Ese lugar que has creado para aprisionar a tus enemigos
No podr contenerla!

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Pero t ya lo sabas, verdad? Oh ahora lo entiendo. No te interesa


vencer a la Muerte, no te interesa recuperarme de su poder. Slo me entregas
para saciar tu sed de sacrificios. Voy a morir, oh Padre, voy a morir. Ya lo s!
Siento el fro, el silencio y la oscuridad entrando por mis heridas. Morir de
forma absoluta. Y entonces hars que los hombres digan mentiras, los hars
decir que hice milagros, que resucit a los difuntos, que yo mismo volv a la
vida despus de morir. Ellos te adorarn por tales embustes, y mi cuerpo
mutilado permanecer en una sepultura olvidada y sin nombre. El dolor,
padre, el dolor! Si de todos modos me vas a sacrificar, no podras dejarme
morir ya?
Pero claro Necesitas el sacrificio, necesitas el sufrimiento, necesitas
que todos miren este espectculo de tortura y demencia. No! Cmo puedes
hacerme esto?! Soy tu hijo! Soy tu hijo una parte de tu ser encarnado. De
nada te sirve mi sufrir. No podemos vencer, padre, no te das cuenta? Oh
Oh, no Ahora lo veo Ests loco, ests loco. Hombres, vean a mi padre!
Est loco, est loco! Ansa adoracin y holocaustos. Promete su proteccin
slo a quienes se someten a su voluntad. Para los dems, la condenacin
eterna, mientras l permanece sentado en su trono de crneos y mrtires hasta
el Amanecer de la Muerte! Padre, detente, no sabes lo que haces!
Estoy muriendo, muero ya No encuentro esperanza de descanso ni
sosiego Todo lo que hay frente a m es oscuridad y fro S que estoy por
morir, es ms de lo que puedo soportar pero me obligas a mantenerme
despierto, me obligas a sentir, tal es tu maldicin No Muero, muero ya
Ah! Qu es eso? No! NO! El horror, el horror!!
Padre, padre! Por qu me has abandonado?!

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Volumen II
La Edad de las Tinieblas

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LOCH NESS
Caledonia, siglo VI
Nunca te internes solo en el bosque, pues es ah donde vive la hermosa
gente, la antigua gente, y sobre ti puede caer toda su furia, sola decirle su
madre, pero l lo olvid. Se apart de los otros nios y deambul distrado
entre la hmeda espesura de rboles y arbustos. Perdido en sus divagaciones y
fantasas, vio de pronto frente a s a un hermoso corcel de pelaje negro
reluciente. El animal le fascin de tal manera que l no dud en acercrsele. El
caballo se mostr manso y se dej acariciar por el muchacho, que al fin se
anim a subir a su lomo. Sera una gran sorpresa para todos en la aldea cuando
l llegara cabalgando ese animal tan magnfico.
Pero apenas el chico se asent sobre el caballo, ste se encabrit y
emiti un bramido antinatural y espantoso que se escuch incluso en la aldea.
El caballo ech a correr con todo y jinete, galopando ms veloz que la muerte.
Trat de saltar y arrojarse desde el lomo de la bestia, pero algo incomprensible
lo mantena sujeto, encadenado a la piel del monstruo; incapaz de desmontar,
el nio llor, rez y grit por ayuda. El animal alcanz la orilla del Lago y con
un solo salto inmisericorde se arroj hacia las aguas y desapareci bajo la
superficie. Ah, en esos abismos de obscuridad primigenia, el nio quiso sentir
que se ahogaba, pero la piedad de una agona silente no le fue concedida, pues
decenas de fauces monstruosas lo mordieron y desgarraron su piel y
carcomieron su carne y bebieron su sangre. Y el agua del Lago, tranquila
como siempre, sigui reflejando el color del cielo.

49

Por aquellos das lleg Colum Cille desde Irlanda, con la misin de
extender el Reino de Dios entre los pictos y los escotos de Caledonia. El rey
Bridei lo recibi con hospitalidad y le dio permiso de predicar en sus tierras.
As lleg a una aldea, no muy lejos del Lago, donde sus habitantes escucharon
con atencin e inters a la historia de las obras y milagros del Hijo de Dios y
de los santos varones que le siguieron, mas no estuvieron dispuestos a
renunciar al culto de sus propios dioses. Los pictos hablaron a Colum Cille de
la gente hermosa, la gente antigua, que habita y protege los bosques y las
montaas. El santo les explic que no eran ms que demonios de la corte de
Lucifer, pero ellos no quisieron creerlo. Los pictos le contaron de las selkies,
las mujeres-foca que atraen a los hombres con sus encantos y luego los
devoran en cuerpo y alma, y Colum Cille dijo que no eran ms que sirenas,
presentes en todos los mares del mundo. Le hablaron de los kelpies, los
caballos acuticos que raptan y se alimentan de las personas. El santo les dijo
que todos esos demonios se iran de sus tierras en cuanto abrazaran la Fe
verdadera.
Entonces los pictos decidieron darle a Colum Cille la oportunidad de
probar el poder de su Dios. Le contaron del monstruo que infestaba el Lago y
que haba matado a muchos nios, mujeres y hombres de la tribu. Es como
un kelpie, pero no es un kelpie comn. Algunos guerreros, unos pescadores y
un hombre sabio condujeron a Colum Cille y a sus seguidores frente al Lago,
al sitio en que el monstruo haba sido avistado por ltima vez.

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En ocasiones se ve su cabeza asomndose sobre el agua; otras veces se


puede distinguir su silueta nadando bajo la superficie, le dijeron. Desde
cundo vive este monstruo en el Lago?, pregunt el santo. Desde antes que
tu Dios sembrara el Jardn del Edn, contest el sabio picto y Colum Cille
sinti un escalofro.
El santo envi a uno de sus seguidores, Luigne moccu Min, a nadar en
el lago para atraer a la bestia. As lo hizo el fiel converso, confiado de la
sabidura y santidad de su maestro y del poder de su Dios. Se ech al agua
negra y helada, y estuvo nadando por un buen rato antes de que los hombres
en la orilla empezaran a gritarle y a hacerle seas. Luigne mir detrs suyo y
vio la cabeza del monstruo; era como la de un caballo, pero ms larga, con la
piel negra, desnuda y lustrosa como la de una foca. Su elegante cuello equino
se balanceaba hacia adelante y atrs con cada movimiento que haca su cuerpo
oculto bajo el agua. Luigne, presa del terror, comenz a nadar lo ms rpido
que pudo hacia la orilla. En tierra, Colum Cille se santigu, se puso de
hinojos, junt las manos y elev los ojos al cielo: Seor, detn a esta bestia
maligna, y luego agreg, dirigiendo la mirada hacia el Lago No sigas
adelante. No toques al hombre. Regresa enseguida. Pero el monstruo sigui
nadando sin dar muestras de que la oracin del santo lo hubiese afectado en lo
absoluto. Pronto alcanz a Luigne, sujet su pierna de una mordida y entre
gritos y pataleos lo arrastr hacia las profundidades, mientras la superficie
apenas burbujeaba de sangre.
Los hombres en tierra se volvieron en silencio hacia Colum Cille, a
quien dola ms la humillacin que la muerte de su discpulo. Por primera vez
en la vida, el santo alberg dudas sobre el poder de su Dios. Pero de inmediato
recuper su fe arrinconada y se convenci de que no haba rezado con
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suficiente fortaleza. Resolvi enfrentarse al monstruo en su propio terreno.


Pidi una lancha y dos voluntarios. Nadie se ofreci. l solo abord el bote y
rem adentrndose en el Lago.
Se encontraba ya lejos de la ribera cuando vio que a su lado nadaban
otros mostrencos como el que haba matado a Luigne. Decenas de ellos se
deslizaban con la cabeza sobresaliendo del agua y bufando vapor ardiente.
Colum Cille fingi ignorarlos. Cuando consider que se haba adentrado lo
suficiente, se puso en pie sobre la barca, levant las manos al cielo y exclam,
Padre Todopoderoso, libra este Lago de tus enemigos y de los enemigos del
hombre, para que aqu, en tierra de paganos, se te adore como es debido, tras
lo cual pronunci serie tras serie de padrenuestros, avemaras y dems
oraciones, algunas de ellas hoy olvidadas. Los monstruos acuticos produjeron
un coro de chillidos agudos y dolorosos que hicieron al santo perder el
equilibrio y lo obligaron sentarse en el fondo de la embarcacin; despus, las
criaturas acuticas se sumergieron.
Colum Cille pens que haba triunfado sobre los enemigos del Seor y
sonri orgulloso. Demos gracias al Seor, grit Aleluya!. Pero ningn
sonido le respondi. Por un instante, fue como si todo hubiese quedado en
quietud sepulcral. Nada se mova, nada emita rumor alguno. El santo mir
hacia el agua; por un momento crey que su vista lo engaaba, porque el
cambio era muy gradual, pero luego se convenci de que el Lago se estaba
tornando rojo. Entonces mir el cielo, que pareca cubrirse de sangre, y
entendi que el Lago reflejaba su color. Los monstruos volvieron a la
superficie y nadaron en crculos alrededor de la lancha. El agua comenz a
borbotear y pronto el Lago estuvo en ebullicin; la barca se sacudi
amenazando con arrojar a su tripulante. Entonces, de entre las aguas terribles e
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iracundas, surgi el verdadero Monstruo, gigantesco como el saln de un rey.


Era de color negro y pareca estar hecho de fango y cieno. El Monstruo
extendi sus alas, que cubrieron el horizonte y entonces Colum Cille no pudo
ver otra cosa sino la negrura profunda y fangosa del ser que tena ante s, y
mirarla era como quedarse ciego y perder el alma en la oscuridad. Del agua
emergieron esqueletos de los hombres, mujeres y nios devorados por el
Monstruo y sus vstagos, y estos espectros flotaron formando espirales a su
alrededor. El santo apenas pudo reunir la fuerza de voluntad para persignarse.
Dominus reget me et nihil mihi deerit, rez Colum Cille de rodillas,
mas el rezo fue interrumpido por el rugido del Monstruo, un bramido
abominable que hizo que el santo cayera de espaldas. Lo ms atroz no era el
rugido que escuchaba con los odos, sino el que escuchaba con la mente, pues
el Monstruo le hablaba directo a ella y le transmita ideas de muerte, locura y
destruccin. Durante un instante interminable, Collum Cille perdi casi toda
su fe y esperanza, y le cost toda su fuerza de voluntad emitir las palabras
sagradas. Dominus reget me et nihil mihi deerit, in loco pascuae ibi; me
conlocavit super aquam refectionis educavit me y de nuevo el Monstruo
rugi y esta vez Colum Cille pudo sentir en lo ms profundo de su alma lo que
deca
Muerte Yo soy la Muerte La Destruccin Absoluta La Desolacin
Infinita El pasado y el fin. YO SOY EL DRAGN!
El santo estall en lgrimas como un nio aterrorizado, se llev las
manos a la cabeza y suplic misericordia. Mas la fe que an guardaba en su
interior le permiti recuperar la compostura, se levant de nuevo y le grit al
Monstruo, No te temo! Mi Seor triunfa sobre la muerte! Dominus reget
me et nihil mihi deerit, in loco pascuae ibi; me conlocavit super aquam
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refectionis educavit me, animam meam convertit deduxit me super semitas


iustitiae propter nomen suum, nam et si ambulavero in medio umbrae
mortis. De nuevo el monstruo lo interrumpi con su bramido, aunque esta
vez Colum Cille no perdi su entereza y retom su rezos Pater Noster, qui es
in Caelis sed libera nos a malo Los engendros en el agua y los espectros
en el aire se burlaron de sus ruegos con escandalosos craqueteos que
simulaban carcajadas y el Monstruo sigui emanando terror y desesperacin.
El santo pens en una alternativa final, en un ltimo intento; coloc las
manos sobre la superficie del agua -pequeos monstruos emergieron y le
mordieron los dedos, pero l los ignor- y rez, confiado en el poder que su
Dios le haba conferido Exorcizo te, creatura aqu, in nomine Dei Patris
omnipotentis, et in nomine Iesu Christi, Filii eius Domini nostri, et in virtute
Spiritus Sancti: ut fias aqua exorcizata ad effugandam omnem potestatem
inimici, et ipsum inimicum eradicare et explantare valeas cum angelis suis
apostaticis, per virtutem eiusdem Domini nostri Iesu Christi. Amn.
Entonces se escuch un trueno omnipresente, el Monstruo aull y sus
vstagos soltaron los dedos del santo y se revolvieron entre chillidos, los
espectros se desvanecieron, el cielo se aclar, el agua qued en calma y las
criaturas se hundieron en ella. Y el Monstruo, antes de deshacerse en
montones de fango y cieno lacustre, emiti un ltimo silbido de muerte y
desolacin.
Colum Cille rem, exhausto como estaba, hasta la orilla, donde los
pictos lo recibieron con vtores y exclamaciones, y no pocos se postraron ante
l, le besaron los pies y le suplicaron que los bautizara. El sabio picto se
acerc al santo cristiano y le pregunt cmo haba logrado derrotar al
Monstruo. Bendije el agua del Lago. Ahora toda ella est purificada y servir
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para bautizar a tu gente, buen hombre, Pero, otras aguas llegarn al Lago,
aguas del ro y de la lluvia, aguas que no estn benditas. No es as?, S,
respondi Colum Cille desconcertado, y aadi tras una pausa Pero el
Monstruo ha sido derrotado. Por ahora, agreg el sabio picto con una
sonrisa triste, se dio la vuelta y se coloc al final de la fila de los que
esperaban ser bautizados.

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Honshu, siglo X
Huesos, huesos, huesos! Huesos hasta donde la vista alcanza!
Osamentas de hombres, mujeres y nios esparcidas por todo el campo;
crneos, costillas, mandbulas, pelvis y fmures con marcas de violencia y
enfermedad; restos de los habitantes de Kond, a los que l, Takeshi no
Miyamoto, haba condenado a una muerte horrible y sin esperanzas. Huesos,
huesos y ms huesos sobre una tierra rida y devastada era todo lo que se
presentaba ante sus ojos. Miyamoto contempl horrorizado el panorama que
tena frente a s, grit con desesperacin y se dej caer sobre los huesos
polvosos que tapizaban el pramo.
Casi dos aos antes Miyamoto, ebrio de ambicin, se haba unido a la
rebelin de Taira no Masakado contra el poder de Suzaku-teen, el Emperador
que tena su corte en Heian-ky. Miyamoto era entonces el seor de Kond,
una pequea extensin de tierra en la que apenas se encontraban algunas
aldeas ms o menos prsperas. Ah, pero l, Miyamoto, viva en un suntuoso y
fortificado castillo desde donde disfrutaba de las riquezas que arrebataba a sus
gobernados. Cuando Masakado se levant en armas, Miyamoto no le envo a
sus mejores samuris, aqullos que custodiaban su castillo, sino que reclut
por fuerza a todo varn capaz de sostener una lanza y los mand a engrosar las
filas del rebelde.

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Masakado se apoder de Hitachi, Shimotsuke y Kzuke y se declar


Shinn de las tierras conquistadas. Entonces Miyamoto, desde la opulencia de
su castillo se congratul de su destino como gran shgun del nuevo
Emperador. Pero Masakado fue derrotado y muerto en la batalla de Kojima y
entonces las fuerzas del Emperador Suzaku, al mando de Taira no Sadamori,
iniciaron una campaa de exterminio contra los aliados y seguidores del
rebelde. El perdn no lleg ni para aqullos que se rendan y los samuris ms
honorables no tuvieron ms remedio que recurrir al seppuku, el suicidio ritual,
por haber traicionado a su Emperador. Pero Miyamoto no era honorable. No
poda rendirse para soportar los suplicios que le esperaban ni tena el corazn
para pensar siquiera en el seppuku. Por ello, Miyamoto se prepar para el
asedio.
Los guerreros que an le eran fieles recorrieron las aldeas de Kond y
recolectaron todos los vveres, animales, cosechas, lea, ropas, utensilios y
herramientas que pudieron y los llevaron al castillo, dejando a las viudas y a
los hurfanos condenados a morir de inanicin. Viudas y hurfanos eran, pues
ninguno de los hombres de Kond sobrevivi a las batallas contra las fuerzas
imperiales. No fueron Sadamori ni Fujiwara, grandes generales del ejrcito
imperial, los que dirigieron sus fuerzas contra el castillo de Miyamoto, pues
no lo consideraban ms que una amenaza menor. Fue un pequeo ejrcito,
comandado por un capitn llamado Osamu no Miyazaki, el que asedi la
fortaleza.
Miyasaki ignor los padecimientos de los pobres de Kond. Su ejrcito
no se ocup de saquear las aldeas, ni de violar a las doncellas, pero tampoco
escuch las splicas de las viudas y los hurfanos cuando el hambre cay
sobre ellos. Mientras Miyasaki y su ejrcito permanecan da y noche
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alrededor del castillo, y mientras Miyamoto y sus samuris se daban banquetes


en la comodidad y seguridad de la fortaleza, los habitantes de Kond fueron
muriendo de hambre uno por uno. Si el ejrcito de Miyasaki hubiese prestado
atencin a los asuntos de la moribunda plebe, habra escuchado historias
horripilantes de canibalismo: madres que se comieron a sus hijos muertos,
hijos que no esperaron a que sus debilitadas madres terminasen de morir para
empezar a mordisquear sus cuerpos y otros individuos ms decentes que
prefirieron alimentarse de ratas e insectos que con mucho trabajo lograban
atrapar.
Pasaron muchos meses, casi un ao completo, antes de que el hambre
alcanzara el castillo de Miyamoto. Algunos de sus guerreros desertaron y
fueron a suplicar a Miyasaki un poco misericordia y comida. No recibieron ni
una ni la otra, sino que fueron lapidados hasta morir, y entonces los que
quedaban en la fortaleza optaron por probar suerte con las armas. No pas
mucho tiempo antes de que Miyasaki considerara que era momento de tomar
el castillo por asalto. Los pocos samuris que quedaban estaban muy dbiles
para luchar aunque, eso s, lo hicieron con valenta. Miyasaki mismo apres a
Miyamoto y lo condujo a empujones a las puertas del castillo, desde donde lo
arroj a un charco de lodo.
Fue entonces que sucedi el prodigio. Un viento potente y polvoso, que
pareca provenir de todas partes y de ninguna, azot la fortaleza y desde todos
los puntos cardinales llegaron rodando miles de huesos. Crneos, mandbulas,
dientes, costillas, falanges, vrtebras, huesos de brazos y piernas rodaron por
el suelo y en unos instantes cubrieron toda la tierra alrededor del castillo.
Miyasaki interpret el prodigio como un mensaje divino y orden que su
ejrcito marchara, dejando a Miyamoto abandonado entre los esqueletos.
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Ahora Miyamoto estaba all, en una llanura de osamentas, llorando y


temblando de miedo. Miyasaki le haba permitido conservar su katana, mas l
no tena valor para darse la muerte. Pero algo ms terrible que fenecer lo
aguardaba El suelo vibr y con cada tremor los huesos chocaron entre s
produciendo una msica delirante y funesta. El cielo se oscureci de pronto,
como si nubes negras se hubieran congregado furiosas en un instante sobre la
cabeza de Miyamoto. El aire soplaba fro y nauseabundo y en l se escuchaban
voces, no risas ni lamentos, sino algn sonido enfermizo que por momentos
recordaba a unas y a otros. Y ante el terror de Miyamoto se alz una montaa
de huesos que se apilaron unos sobre otros, como si esa marejada de
osamentas quisiera cobrar vida, forma y voluntad.
Entonces surgi Gashadokuro, gigantesco y espantoso, todo hecho de
huesos. De miles de huesos estaba formado su esqueleto, de cientos crneos
estaba hecho su crneo, con milares de dientes estaban construidas sus fauces.
Y su cara sin carne era una burla impa de la sonrisa humana, y sus brazos
terminados en garras se extendieron hacia el cielo en un remedo impo de
plegaria.
Miyamoto estaba demasiado horrorizado como para gritar o huir.
Gashadokuro lo mir con las cuencas vacas, emiti una carcajada hueca,
polvorienta y reseca, lo tom con unas de sus gigantescas zarpas y lo coloc
frente a su boca descarnada. Entonces Gashadokuro succion y Miyamoto
sinti cmo cada trozo de su ser era arrancado por un aliento inexistente. Los
ojos se salieron de sus cuencas, la sangre se sec en sus venas, su piel se
desgarr como harapos y sus nervios se le desprendieron y se fueron volando
hacia las mandbulas vacas de Gashadokuro. Pero Miyamoto no muri ni an
cuando sus rganos y vsceras le fueron arrancados, sino que estuvo vivo para
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saberse y sentirse como un esqueleto sin carne. Y entonces, el gigante lo dej


caer y sus huesos se confundieron con los huesos de las cientos de vctimas de
su locura y ambicin. Y Gashadokuro mismo se deshizo y se uni a aquellos
huesos, que se dispersaron por toda la comarca, y entre los que por siempre
permaneci atrapada la consciencia de Miyamoto, padeciendo tormentos
indecibles hasta el fin de los tiempos.

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NICOL
Sicilia, siglo XII
La taberna era oscura, hmeda y maloliente, agradable para los rudos
marineros que la dotaban de artificial alegra con sus canciones, perjurios y
camorras. Afuera, el mar nocturno aullaba y salpicaba sobre el puerto con
hlito violento y chorros de tormenta, como el bramido iracundo de las miles y
millones de criaturas que lo habitan; la lluvia repiqueteaba en las paredes y las
ventanas, protestando colrica y amenazante. Dentro, los cinco capitanes que
compartan una mesa de honor no paraban de rer, cantar e injuriar. Conforme
la noche avanz, las ancdotas jocosas y obscenas de alta mar y de puertos
lejanos cedieron poco a poco a las historias de sucesos extraos, inexplicables
y, algunos de ellos, inquietantes. Uno de aquellos lobos de mar, el mayor de
todos, con canas en las sienes y cicatrices que dejaron las batallas contra los
corsarios moriscos, habl:
-Yo era un joven marino cuando ocurri lo que les voy a narrar. Mi
nave se encontraba a medio camino entre Sicilia y la Baha de Npoles,
cuando el viga mir a lo lejos una figura que se nos acercaba a gran
velocidad. Por su forma de nadar y su tamao, supuso que se trataba de un
delfn y al principio lo ignor. Poco ms tarde, dirigi de nuevo su mirada
hacia el misterioso nadador y not que se les haba acercado una distancia
nada despreciable. Un tiempo despus, los privilegiados ojos de aquel
muchacho pudieron apreciar la figura marina con claridad y, para su asombro,
descubri que se trataba de un hombre. Hombre al agua! grit alarmado y
muchos de los marineros en cubierta corrimos a popa a ver al infortunado. Ha
quedado muy atrs, dijo el capitn, No hay nada que podamos hacer por l.
Pero el nadador se acercaba cada vez ms, a pesar de que navegbamos a gran
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velocidad con el viento a nuestro favor. El primer oficial pareca conocerlo,


por lo menos de nombre, y orden que se bajara una escalera para que pudiera
subir. Se llamaba Nicol y tena fama de ser el mejor nadador del mundo.
-Ah!- exclam un capitn ms joven He odo hablar de ese hombre.
Cre que era slo un cuento. Lo llegaste a ver de cerca?
-S.- contest el hombre mayor -Le entreg un mensaje urgente al
capitn (nunca supe su contenido) y tras beber y comer un poco, se lanz al
agua de nuevo y nad de vuelta hasta Messina.
-Quieres decir que nad desde Messina hasta alta mar y despus de
regreso?- pregunt otro lobo de mar -Increble!
-Pero tan cierto.- contest el primero Como que esta cicatriz me la hizo
la cimitarra de un moro y esta otra, los dientes de una puta.
Los capitanes echaron estruendosas carcajadas alcohlicas.
-Pero cmo era este Nicol?- insisti uno cuando pararon las risas.
-Nunca podra olvidarlo Era un joven de unos veinte aos, alto y
delgado, pero musculoso, con una fina cabellera rojiza y unos ojos- el
maduro capitn pareci perderse en divagaciones unos ojos profundos como
el mar.
-Yo serv en la nave de cierto capitn siciliano.- dijo otro de ellos No
s por qu lo haba olvidado hasta ahora, pero me cont acerca de ese tal
Nicol. Lo llamaban el hombre pez. Siendo un nio lleg con su madre, una
mujer hosca y solitaria, a vivir a Messina. El capitn me dijo que de nio viva
no muy lejos de la casa de Nicol y que se haba hecho un buen amigo del
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muchacho. Me dijo que Nicol amaba, sobre todas las cosas, nadar y que
era el mejor nadador de todos. Su madre muri cuando l era un mancebo y
vivi desde entonces a base de atrapar langostas y encontrar perlas. Poda
aguantar la respiracin ms que ningn otro y nadar por horas y cubrir largas
distancias sin cansarse. Por eso, a veces lo contrataban para llevar mensajes de
un puerto a los barcos que ya haban zarpado.
-Yo nunca haba odo el nombre Nicol.- seal otro de los juerguistas
Pero s escuch historias del famoso hombre-pez de Messina. O que era de
una familia de nobles cados en desgracia Que su padre era un noble de
Catania que atrap a una sirena y se la llev a su casa, donde la tuvo
escondida hasta que se le cayeron las escamas y revel que debajo de ellas
tena piernas de mujer junto con todo lo que deba tener- el capitn aadi
un guio ebrio y sus camaradas rieron. Despus se cas con ella y tuvieron a
un hijo, el hombre-pez de Messina. Debe ser el mismo del que estamos
hablando.
-Bah! sa es una historia ridcula! Una verdadera estupidez.- exclam
una voz aguardentosa, torpe, senil y atribulada, cuyo dueo era un anciano
harapiento y hediondo que con el mismo trabajo balbuca y cojeaba hacia la
mesa de los capitanes.
-Quin es este pordiosero?- demand uno de ellos.
-Yo lo conozco- dijo otro Es un pobre loquito que ronda estas tabernas
y cuenta sus historias a quien le invita una copa. Djenlo sentarse, que nos
divertir un rato.
-Mis capitanes,- dijo el viejo aceptando la generosa oferta de esos
caballeros -Los hombres se engaan al pensar que las sirenas son hermosas
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doncellas. A lo largo de mis aos como hombre de mar he visto cosas, tan
extraas y aterradoras, que haran quedar lo que ustedes narran como simples
chisme de viejas. Exista otra historia, capitn, pero muy pocos se atrevan a
contarla y ya nadie la recuerda- para aumentar la emocin, el viejo tom un
largo trago de la copa de vino que le haban servido -Decan que la madre de
Nicol era la hija de un noble de Catania que en una ocasin se paseaba por la
playa con su ama de compaa, cuando del mar sali un hombre monstruoso
cubierto de escamas. La dama de compaa sali huyendo, pero el monstruo
atrap a la joven noble y la viol all mismo. Despus regres al mar y
nunca se le volvi a ver. De esa unin impa naci Nicol. Para m, sa es la
verdad.
Los capitanes ms jvenes se burlaron sin tapujos de los delirios del
vago, pero el mayor de todos, dijo con seriedad:
-En realidad, esa historia tiene ms sentido, segn lo que yo s.
Tambin he viajado por este ancho mundo y he visto toda clase de cosas
extraas Por eso siempre he pensado que slo los hombres ms valientes
deben y pueden surcar los mares.
-Los valientes?- estall el viejo -Los tontos, dir, mi capitn! El mar
no es dominio del hombre. Hay cosas all, bajo las negras aguas, cosas
antiguas y poderosas que se arrogan el imperio del ocano. Cuando entend
esta verdad, me retir del mar y de las naves para siempre.
-Qu disparates dice este viejo?- exclam un capitn En cualquier
caso, qu sabes t de Nicol.
-Yo estuve all.- contest sombro entre sorbos de vino -La fama de
Nicol se extendi por toda la costa siciliana hasta que lleg al interior, a la
64

corte del rey Ruggiero. ste viaj a Messina con la intencin de conocer al
famoso nadador. Nicol se present ante su majestad con las ropas ms dignas
que su humilde condicin le poda permitir, pero en seguida el rey pudo ver
que el joven era muy pobre. Su Majestad exigi ver una demostracin de las
habilidades del joven. El rey naveg en su galera real hasta el punto
intermedio entre Messina y Reggio Calabria. Nicol no tuvo problema alguno
en nadar hasta all. Yo lo s. Yo lo vi. Era entonces primer oficial de esa
galera. El rey orden a Nicol que le trajera la perla ms grande que pudiera
encontrar en esa zona. Y as lo hizo el joven: se sumergi por unos minutos y
despus volvi, sosteniendo en la mano una perla del tamao de los cojones
de un buey! Entones, el rey sac de su tesoro una copa de oro con joyas y
perlas incrustadas.
El vago apur su copa de vino y el ms viejo de los capitanes le sirvi
otra, con tal de escuchar la historia hasta el final.
-Recuerdo bien las palabras que el rey le dirigi a Nicol: Este cliz es
ms valioso que todas las perlas que has sacado a lo largo de tu vida. Si la
recuperas del fondo del mar, ser tuya. Nicol acept el reto ingenuo!
Pues el rey puso una condicin No debes sacarla de cualquier lugar. La
arrojar a Caribdis, y de ah debes recuperarla.
Los capitanes se estremecieron, tal como Nicol y todos los presentes se
haban estremecido ante la peticin del rey. El viejo continu su historia.
-Despus de pensarlo un momento, el nadador acept. La galera real
naveg hasta encontrarse a slo unos centenares de pasos del terrible estrecho
donde se forman esos espantosos remolinos. Nuestro capitn no os acercarse
ms. Con ayuda de una pequea catapulta los hombres del rey arrojaron la
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copa hacia Caribdis. El cliz cay lejos del centro, pero la fuerza del remolino
no tard en succionarla y hacerle desaparecer bajo la furiosa corriente. En
seguida, Nicol se lanz al agua y nad hacia Caribdis.
De nuevo la copa se vaci y de nuevo fue llenada.
-Pas ms de una hora, en que no perdimos de vista la superficie del
mar. Nicol se apareci de pronto junto a la proa del barco, con la copa en la
mano; yo mismo fui de los que lo ayudaron a subir, pues el joven estaba
exhausto, trmulo y aterrado. Apenas abord la nave, jadeando se dej caer
sobre cubierta. Dime lo que has encontrado all abajo orden el rey. Y
recuerdo las palabras de Nicol como si yo mismo hubiera visto lo que narr:
Majestad, he visto cosas tan horribles que no me atrevo a describir. No
quiero no puedo Creo que mi amor por el mar se ha desvanecido para
siempre, pero el rey insisti y el muchacho no tuvo ms remedio que
obedecer Bajo el remolino hay un abismo tan profundo que nunca pude ver el
fondo. En l habitan monstruos marinos gigantescos, y en sus laderas hay
ciudades esculpidas en coral. Magnfico! exclam el rey Mi reino tiene
ciudades submarinas!. Y entonces Nicol le contest, muy serio No
majestad, all abajo ya no es su reino. El rey se air, pero al sencillo
muchacho no le import y dijo Esas ciudades son ms viejas que los barcos
de los marineros griegos y fenicios que yacen en las arenas del fondo Estn
habitadas por hombres monstruosos, como demonios, que practican la brujera
y adoran no s a qu stas son palabras que nunca olvidar: Fue uno de
ellos quien me entreg la copa. Esa cosa me dijo En nombre del
Cielo! No quiero ni recordarlo. Y quisiera olvidarlo yo tambin.
El viejo harapiento call por ms de un minuto, meciendo las heces de
vino en su copa.
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-Y bien?- pregunt el capitn ms viejo -Qu sucedi?


El vago tard antes de responder: -Nicol fue llevado bajo cubierta,
donde pudo descansar por unas horas. Despert agitado, gritando por causa de
horrorosas pesadillas slo para encontrarse con que la galera real se hallaba
an en alta mar. Sent pena por l cando me ordenaron conducirlo de nuevo
ante la presencia del soberano. Bien, Nicol, confo en que ya has recuperado
tus fuerzas, dijo el rey Ests listo para una segunda visita?. Y el pobre
muchacho palideci. Suplic que no lo obligaran a volver Majestad, all
abajo vive un ser sin nombre Ellos me han dicho cosas horribles. No con
palabras, sino con la mente. Me reclaman, quieren que me quede a vivir con
ellos en ese mundo horrible. No, majestad, no puedo hacerlo. Pero el rey le
dio a elegir entre dos opciones: bajar de nuevo y volver para ganarse un cofre
de monedas de oro, o ser quemado vivo por brujera.
-Pobre muchacho!- musit el capitn ms viejo.
-Nicol consider por un momento si era menos terrible enfrentarse a
los suplicios de un juicio por brujera o a los horrores que moraban en el
abismo, pero creo que finalmente vio en la bolsa de monedas la salida a su
onerosa pobreza y la posibilidad de un retiro tranquilo, lejos del mar como
el que yo mismo he anhelado l slo tendra que enfrentarse al abismo una
vez ms. Decidido, Nicol salt del barco, nad hacia Caribdis y se hundi en
al agua.- el anciano guard un silencio largo y doloroso antes de concluir, Nunca ms volvi a emerger.
El viejo ebrio termin su ltima copa y se alej de la mesa, dejando a
los cinco hombres pensativos y taciturnos. Ninguno lo admiti, pero esa
noche, en el viento fiero que viene del mar, creyeron escuchar voces
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EL FLAUTISTA DE HAMELIN
Baja Sajonia, Principios del siglo XIII
Hans volvi con la niebla. Su mirar tena el color de la helada y en sus
mejillas brillaba la escarcha. Era dos inviernos mayor que cuando haba
partido; su cara y brazos estaban surcados por marcas de hierro candente. Pero
era Hans, y la gente de Hamelin lo reconoci y agradeci al cielo cuando se le
vio aparecer con andar perdido por el sendero que lleva hacia el pueblo.
Cuando Hilda supo del regreso de su hijo, corri a su encuentro por las
calles lodosas de Hamelin. El muchacho no respondi a los llamados y no
reaccion al abrazo de su madre. Inmvil y fro, con la mirada naufragando en
el fango, exhal un suspiro de vaho. Hilda condujo a Hans a su casa y el
muchacho, privado de voluntad, se dej guiar.
Al llegar a casa, las hermanas y el hermano de Hans salieron a recibirlo.
Slo el mayor, Freder, lo recordaba. Las nias eran demasiado pequeas para
evocar aquel otoo en que el Flautista, esgrimiendo una orden del Papa y otra
del Emperador, haba llegado a Hamelin para llevarse a todos los varones
mayores de catorce aos. Mas incluso para Freder, que tena viva en la
memoria la imagen de su hermano mayor, esa criatura torpe y sin voluntad
resultaba extraa. Slo Hilda reconoca en l a su hijo perdido.
Para Hamelin, pueblo de mujeres y nios, el regreso de Hans era un
milagro. Nunca antes haba vuelto un nio de los que se haba llevado el
Flautista. El retorno del mozo significaba esperanzas para las madres que an
miraban hacia la niebla y esperaban ver surgir la silueta de sus muchachos y
para aquellas que teman escuchar de nuevo la msica dulce de la flauta.
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A Hilda le bastaba con saber que su Hans haba vuelto a casa. Su


corazn triste y exhausto no necesitaba ms que ver al muchacho arropado en
su cama al caer la noche. La anciana dio un beso en la mejilla a su hijo y lo
dej en una habitacin para l solo, un lujo que pocos se podan dar en
Hamelin.
-Su hermano est muy cansado.- dijo Hilda a los nios, que se
asomaban curiosos a la pieza en la que Hans yaca Necesita reposar. Recen y
agradezcan a Dios que est de vuelta.
Por las noches, nadie sala de sus casas. Las ratas deambulaban voraces
por las callejuelas; el tapeteo de sus giles patitas y el arrastre de sus colas por
el lodo resonaban en las silenciosas tinieblas. En los hogares, las madres
rezaban y hacan rezar a sus hijos, Dios mo, que acabe la guerra. Dios mo,
que vuelvan a casa., tras lo cual iban todos a sus camas.
Hilda y los nios dorman sueos supersticiosos de edades oscuras,
cuando un alarido quebr la noche. Las nias lloraron aterradas al tiempo que
su madre corra hacia el cuarto de Hans, de donde provenan los gritos. All
estaba el muchacho, sentado en su cama, aullando de horror hacia el cielo,
temblando sudoroso, agitando los brazos para apartar alguna presencia
amenazante.
Hilda abraz a su muchacho, pero l no le dio descanso a su garganta y
sigui combatiendo las sombras que lo acechaban entre sus prpados. La
anciana acariciaba los cabellos pajizos del hijo y llorando le deca:
-Dios mo, hijito, qu te han hecho? Qu te han hecho?

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Permaneci con l hasta que de forma sbita se calm y se qued


dormido.
Los alaridos nocturnos de Hans no se daban todas las noches, pero eran
frecuentes y nunca menos terribles. En poco tiempo Hilda se acostumbr a
pasar las noches en vela, primero esperando a que se presentara el episodio de
pnico y luego tratando de calmar a su hijo. Los nios se acostumbraron a
estos ataques y pronto aprendieron a evitar que los gritos y gemidos de su
hermano interrumpieran su sueo.
Durante el da, Hans deambulaba sin rumbo por la casa o se quedaba
quieto, de pie o sentado, mirando algn punto vaco. Slo coma si se le daba
la sopa en la boca y se orinaba y defecaba en s mismo. Entre las mujeres de
Hamelin hubo quien murmur que habra sido mejor perder al hijo que
recuperarlo de esa manera, pero Hilda daba constantes muestras de
resignacin y hasta gratitud.
Cierta vez, Hilda y sus hijas hacan las faenas del hogar, mientras Hans
permaneca recostado en su cama, mirando vacuo a travs de la ventana. Hilda
entr al cuarto de Hans para revisarlo, y not que algo se mova bajo la cobija
que cubra las piernas del muchacho. La mujer apart las sbanas y encontr a
las ratas. Ratas negras, erizadas, de ojos rojos y agudos dientecillos. Decenas
de ellas, como una sola gran masa peluda y palpitante, royendo la carne y
huesos de su hijo, mientras l se mantena pasivo e impvido, mirando el
fango ms all de la ventana. Las ratas volvieron sus diminutos ojos brillantes
y malvolos hacia Hilda y chillaron furiosas. La mujer, espantada, con una
escoba descarg golpes sobre la cama tratando de atinar a las bestezuelas. Las
ratas saltaron giles y escaparon por un agujero en la pared. Hilda crey
escuchar que se rean.
70

La mujer se volvi hacia su hijo; en partes de sus piernas las ratas le


haban rodo hasta la mdula, pero Hans no mostraba seal de dolor, y muy
poca sangre brotaba de las heridas. Hilda se dej quebrar, se derrumb de
rodillas junto a su hijo y llor de impotencia, espanto y desesperanza. A partir
de entonces la anciana dispuso que siempre alguno de los hermanos de Hans
permaneciera cerca de l para cuidarlo de las ratas.
Las piernas del muchacho haban quedado inservibles, gangrenadas y
despedan un olor putrefacto que a veces inundaba todo el pueblo, pero
milagrosamente la gangrena no haba trepado ms all de sus muslos, y Hans
se mantuvo en su perenne condicin de semivida. La vigilancia de Hilda evit
que las ratas siempre acechantes se abalanzaran sobre Hans para terminar con
su festn. El muchacho, por su parte, sigui padeciendo ataques nocturnos.
***
Freder tena un corazn gemelo en una joven llamada Lea. Lea la
leona le deca Freder por su fuerte temperamento y su poco usual fuerza de
voluntad. Al igual que Freder, Lea tena trece aos, y como l, haba visto a
sus hermanos mayores ser llevados por el Flautista. A veces, cuando Lea
conclua las faenas hogareas y Freder haba terminado de ordear a la vaca y
alimentar a las gallinas, ambos suban a una colina que dominaba el pueblo y
permanecan horas hasta el anochecer, ya fuera conversando de infinitos
temas, o simplemente en silencio, observando el humo salir por las chimeneas
de Hamelin. Sus respectivas madres ya no los reprendan por perder el tiempo
de esa manera, conscientes que el dulce idilio de los nios podra ser roto en
cualquier momento por la msica de una flauta.

71

Lleg el otoo y los bosques se volvieron rojos. No muchos aos antes,


las madres de Hamelin prevenan a sus hijos sobre vagar en los linderos del
bosque, que por esas fechas se llenaban de brujas, fantasmas y demonios. Pero
ahora, nada importaba, cualquier miedo era insignificante comparado con la
abominacin que cada ao llegaba del sur. Ese otoo, sin embargo, no se
apareci el Flautista, y Lea y Freder pudieron disfrutar de sus correras por las
colinas y bosques que rodeaban el pueblo.
Freder cumpli catorce aos la primavera siguiente y algunos
muchachos ms lo alcanzaron durante el verano. La angustia expectante de las
madres de Hamelin se hizo presente, y las miradas vigilaban el horizonte a la
espera de ver aparecer una silueta alta y oscura, y los odos se mantenan
atentos a cada silbido del viento. Pero pas el tiempo y no hubo seales del
Flautista. La gente de Hamelin empez a recuperar la confianza en que el
horror haba pasado, en que ya no se llevaran a ms de sus hijos y en que
quizs, slo quizs, algunos de ellos podran volver a casa.
Volvi el otoo y Freder y Lea reanudaron sus correras. Sentados en la
cima de la colina, mirando hacia el pueblo, se acurrucaron el uno junto al otro
y se hablaron en voz baja. Por primera vez en sus aos de adolescencia
negada, Lea se permiti soar con el futuro. Se volvi hacia Freder, admir su
rostro y, entonces, sin esperar ms, le asent un beso en la mejilla. Luego se
puso de pie frente a su amigo y lo tom de la mano.
-Quieres verme?- le pregunt en un susurro y el joven asinti perplejo.
Con lentitud y cautela, temblando un poco, con rubor y palidez
alternndose en su rostro, Lea comenz a levantarse la falda, y Freder, con las

72

facciones heladas y los ojos abiertos de par en par, la contemplaba con


expectacin.
Entonces son la msica.
Primero leve, lejana, distante. Una msica dulce y dolorosa de
insondable origen, de notas de miel, que se mecan como cancin de cuna,
pero que eran etreas, malignas, deformes. La msica creci en los odos de
Freder, y Lea, al ver su mirada, supo que l ya no era suyo. El muchacho se
levant sin decir palabra y, sin volverse a ver su amiga, empez a andar hacia
el pueblo. Lea no pudo detener a Freder, quien camin llevado por una fuerza
que lo arrastraba hacia la msica. Ella sigui a su amigo hasta la plaza del
pueblo, donde estaban reunidos otros seis muchachos de catorce aos,
rodeados por madres y hermanas llorosas que les suplicaban no hacer caso de
la msica. Y en medio de esos muchachos sin voluntad y con la mirada fra y
extraviada, estaba el Flautista.
Ms alto que ningn hombre que cualquiera hubiese visto en Hamelin,
su cuerpo todo, a excepcin de manos y cara, estaba cubierto por pesados
pliegues de una tela tan oscura que no reflejaba la luz. Quien miraba la tnica
del Flautista senta perderse en un abismo. Cubra su cabeza con un gorro de
piel ms negra que la de cualquier animal conocido. Su cara era larga,
inexpresiva y color de niebla. Sus labios, delgados y violceos, se torcan de
pronto en ambiguos y crueles gestos. Entre las manos huesudas, casi
traslcidas de palidez, sostena su instrumento, dorado, largo, que brillaba no
por los reflejos del sol, sino por lo que pareca ser una luz propia. Lo guard
entre los pliegues infinitos de su tnica y de ella extrajo dos folios enrollados,
una orden del Papa y otra del Emperador, que ordenaba que los nios de
Hamelin marcharan a la guerra.
73

Hilda lleg corriendo a la plaza y se ech a los pies de su hijo; le rog


que no se marchara, que no la dejara, que ignorara la msica del Flautista.
Pero Freder ya no era ms Freder, sino un ser sin voluntad ni razn. Las
madres de Hamelin no pudieron impedir que los siete mancebos se formaran
en fila, ni que se fueran caminando al ritmo de la msica, guiados por el
Flautista. La desesperacin se apoder del pueblo, y algunas madres
enloquecidas se arrojaron al lodo a gritar, retorcerse, a hacerse dao. Slo
Hilda y Lea siguieron a la comitiva hacia el final del pueblo. All, el Flautista
se detuvo, le dirigi una mirada indiferente a la mujer y luego otra hacia a la
humilde y ruinosa casa de Hilda. Entonces dijo con voz de bronce:
-Te escapaste. Me olvidaba de ti.
Hilda record a su otro hijo y, olvidndose de Freder, emprendi a toda
prisa el camino de regreso a casa. Tropez y cay en el lodo dos veces antes
de llegar, y cuando por fin cruz el umbral del cuarto de Hans, lo nico que
encontr fue una vorgine de ratas, todas juntas como si fueran un solo
organismo monstruoso, chillando y contorsionndose sobre los huesos
carcomidos del pobre Hans. Hilda no soport la impresin ni el dolor y, con
un grito, cay inerte al suelo. Las ratas dejaron de roer los huesos descarnados
de Hans para darse un banquete con la madre.
***
Lea estaba determinada a seguir a la comitiva del Flautista hasta
encontrar una oportunidad de rescatar y recuperar a Freder. As, siempre a una
centena de pasos detrs de ellos, Lea emprendi el mismo camino que el
Flautista y los muchachos. Junto con aquel contingente, Lea visit varias
aldeas, de las que hurtaba vveres mientras el Flautista se robaba a los
74

mancebos. La compaa pronto se convirti en un pequeo ejrcito de nios


raptados y cuando atravesaban el descampado, Lea sobreviva de los restos de
comida que dejaban atrs. Coma cuando ellos dorman y casi nunca se
permita conciliar el sueo.
El extrao grupo y la joven que lo segua atravesaron los bosques
rojizos del otoo y las antiguas selvas del sur, cuya edad se puede intuir en los
murmullos del viento y desde cuyas penumbras acechan criaturas anteriores al
tiempo de los hombres. Pasaron las noches en amplias llanuras, en las que la
luz de las estrellas era tan clara que parecan los ojos vigilantes de seres
insondables. Y as sigui Lea por ms tiempo del que pudiera calcular,
caminando ms distancia de la que poda concebir, hasta que llegaron frente al
desierto.
All las arenas guardaban secretos terribles de tiempos remotos y el
viento murmuraba historias de horror y locura. sta no era la tierra del seor
Jesucristo, sino de dioses y profetas locos, de espritus poderosos y malignos
atrapados en botellas y de ciudades ms antiguas que la memoria. El desierto
es el reloj de arena de dioses desconocidos.
A la orilla del desierto se detuvo el Flautista, ote en la distancia y vio
una nube de arena en el horizonte. Sonri. De entre los pliegues de su tnica
extrajo espadas, media centena, una para cada uno de los muchachos que lo
acompaaba. Reparti las armas y dio una orden simple a los jvenes:
-Maten a tantos como puedan antes de morir.
Cuando la nube de polvo los alcanz, Lea pudo ver al enemigo contra el
que se lanzaba a los mozos. Eran hombres horribles de piel oscura, peludos y
rabiosos como bestias, que embestan profiriendo gritos abismales. Montaban
75

monstruosos caballos deformes y gibosos del color de la arena y blandan


espadas curvas y tridentes. Los muchachos del Flautista y el ejrcito enemigo
chocaron con gran estruendo y la nube los cubri.
Lea esper angustiada hasta que el polvo por fin se disip y aparecieron
los cadveres semienterrados en la arena; la joven se apresur a internarse
entre los restos de la batalla: los muchachos del Flautista haban vencido.
Entre cuerpos desmembrados encontr a Freder, herido en una pierna, pero
vivo. Lo ayud a incorporarse y, aprovechando la distraccin de los
sobrevivientes, se lo llev de ah lo ms rpido que pudo. No se quedaron para
atestiguar el momento en que el Flautista abri su tnica y de ella surgi un
colosal torrente de ratas que devoraron a los muertos y a los heridos, hombres
y bestias por igual, mientras una docena de sobrevivientes miraba impasible.
Lea gui a un Freder lastimero y sin voluntad por senderos
desconocidos a travs de antiguos bosques y selvas. No tena ya la intencin ni
la esperanza de encontrar la ruta de vuelta a Hamelin; slo saba que deba ir
hacia el norte, lo ms lejos del Flautista, de su desierto y de su guerra.
Prosiguieron por varios das, sobreviviendo de las viandas que Lea robaba de
granjas y poblados. Pero la fatiga pronto alcanz el nimo de Lea, avejent su
virginal figura y marchit sus fuerzas, y una noche, recostada bajo un rbol, la
joven llor de agotamiento y desesperanza, ante la mirada inexpresiva de
Freder.
Entonces ambos jvenes escucharon la odiosa msica. Freder se
incorpor y la sigui, y esta vez Lea, demasiado cansada para intentar
detenerlo, se limit a caminar tras l. El Flautista y sus doce muchachos no
tardaron en encontrarlos.

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-Por favor.- suplic Lea Freder est herido, ya no le sirve de nada.


Los labios del Flautista se abrieron como fauces para dejar salir una
carcajada cavernosa y obscena.
-Nia tonta. stos son mis nios. Me pertenecen. Por siempre.
Entonces toc su meloda y desde la primera nota los muchachos se
abalanzaron sobre Lea, y la sujetaron con fuerza y la golpearon y apretaron su
carne y araaron su piel y arrancaron sus ropas. Lea grit y suplic piedad al
Flautista, implor ayuda a su Freder, que contemplaba la escena, inmutable
como quien mira un espacio vaco. Los nios del Flautista tomaron a Lea con
violencia y profanaron su cuerpo y su boca. No demostraban placer alguno en
lo que hacan, slo seguan la msica del Flautista e ignoraban los alaridos de
dolor y de horror de la nia. Al final el Flautista ces su msica, y los nios
dejaron a Lea, violada y sangrando sobre la hierba.
El Flautista toc una meloda distinta y una montaa cercana se abri
dejando ver en su interior aquel lugar donde habitan las ratas retorcindose en
un trono negro que preside la abominacin infinita, plaga de ratas y rata ella
misma, rata y ratas desde todos los puntos de vista. El Flautista gui con sus
notas a los nios hacia aquel inframundo y la montaa se cerr tras ellos,
dejando fuera a Freder, que con mirada inerte mir a Lea agonizar y morir en
medio de dolores indescriptibles en un charco de sangre y semen. Cuando
todo hubo terminado, el joven, cojeando, sigui su camino.

77

-
Tierras de Nvgorod, Mediados del siglo XIII
Guyuk, jinete de las Hordas Azules de Batu Khan, cargaba en su
memoria la imagen de charcos viscosos de sangre, huesos y vsceras, nicos
restos del magno ejrcito que estuvo a punto sitiar a la Gran Nvgorod. Ante
sus ojos rasgados permaneca imborrable el recuerdo de cientos de soldados y
caballos trtaros aniquilados. En sus odos an resonaban los alaridos que
emitieron sus desvalidos compaeros de armas. En su corazn lata el terror
perenne, sembrado all por un estruendo que ningn hombre debera jams
escuchar.
Lejos de su tropa y herido en un brazo, Guyuk caminaba a travs de
senderos speros y oscurecidos por las sombras antinaturales de rboles
deformes. El trtaro poda sentir el hedor de pantanos cercanos, peste que se
agudizaba con la cada de una noche prematura. Conforme Guyuk se internaba
en el bosque, los cuervos bajaban de los rboles para beber del rastro de
sangre que el guerrero dejaba a su paso, y lo seguan con la esperanza de darse
un festn ms opulento.
Cuando la noche se hubo cerrado sobre Guyuk, un cambio en la
direccin del viento le trajo el inconfundible olor a humo. A pesar de la
oscuridad que no le permita ver ni siquiera las estrellas, Guyuk encontr su
camino entre zarzas y arbustos espinosos hasta que pudo divisar a lo lejos la
luz de una cabaa. Elev rudas plegarias hacia Tengri, dios del cielo, y decidi
pedir alojo y comida en la casucha. Si el habitante de la cabaa no era dcil y
servicial, Guyuk tomara lo que necesitaba por la fuerza, pues an conservaba
su cimitarra.
78

El guerrero aceler el paso, pero apenas haba avanzado un poco cuando


su pie izquierdo fue atrapado por la materia putrefacta y viscosa de un charco
pantanoso. El trtaro se sujet con presteza a una rama para no ser succionado
hacia tumba tan indigna y con toda la fuerza que le permiti el brazo herido,
tir para escapar de la trampa mortal. Con mucho esfuerzo logr librarse entre
el graznido de los cuervos que revoloteaban a su alrededor y lo invitaban a
dejarse vencer. Guyuk crey escuchar risas confundidas con el chillido de las
aves.
Libre al fin, el trtaro reanud su camino hacia la luz distante. As lleg
a un claro donde se alzaba una empalizada ms alta que un hombre. Cada uno
de los postes que la formaban estaba coronado por una bola de algn material
duro y quebradizo. Guyuk aguz la vista para analizar el extrao muro, pero
retrocedi espantado al darse cuenta de que los postes estaban hechos de
huesos y que las esferas que los coronaban eran crneos humanos.
Como guerrero de las huestes de Batu Khan, Guyuk haba visto osarios
en muchas ocasiones, ms de una vez conformado por las vctimas de su
propia espada. Alrededor de la tienda del Khan era comn ver crneos de
enemigos empalados en estacas. El mismo Guyuk haba presenciado
empalamientos y otros suplicios menos misericordiosos. Pero por alguna
razn, la vista de esos huesos y crneos llenaban al guerrero de miedo
inefable, de una extraa sensacin de que aquello no deba de ser.
Un balido repentino lo sobresalt. Mir a travs un espacio que se abra
entre los huesos de la empalizada y se sobresalt al ver decenas de pares de
ojos redondos, brillantes y rojizos. Eran cabras, cabras negras de mirada
bermeja, como Guyuk pudo reconocer tras recuperar la calma. Y detrs de
aquel cmulo de sombras, vio el resplandor que lo haba llevado hasta all, en
79

una cabaa sobre un pequeo montculo. El trtaro rode la empalizada en


busca de un acceso. Todo lo que encontr fue un tronco, un solo tronco entre
cientos de estacas de hueso. La punta del tronco era roma y sobre ella no haba
crneo ni ningn otro ornato. Guyuk trep y se dej caer del otro lado.
La casucha estaba ahora a slo unos pasos y l pudo observarla bien; era
una cabaa de leos, no muy grande, con una chimenea de piedra de la que
sala un humo negro y espeso. Guyuk desenvain su espada, se abri paso
entre las cabras hasta la puerta de la cabaa y la abri con una patada al
tiempo que exclama un grito de guerra. Dentro, no haba ms que una anciana
iluminada a medias por la luz de la hoguera.
-Hola, Guyuk.- salud la vieja y sobre una mesa coloc un tazn de
leche hervida y un plato con patas de pollo cocidas.
Sin prestar atencin al hecho de que la vieja conociera su nombre y le
hablara en su lengua, el trtaro guard la espada y se lanz sobre la leche y el
pollo. La figura deforme de la mujer se acerc cojeando al hambriento jinete y
entonces l pudo ver su cara arrugada y llena de lceras y agujeros por los que
asomaban larvas de insectos. La vieja sonri enseando los pocos dientes
deformes y negros y dej escapar una bocanada de aliento ftido. Guyuk se
ech hacia atrs de un salto y tuvo que reunir todas sus fuerzas para no
vomitar lo acababa de comer.
-No me temas.- dijo la anciana. No te har dao. Sintate y termina de
comer.- Guyuk obedeci, pero ahora coma ms despacio y de cuando en
cuando diriga miradas suspicaces a su anfitriona.
-Ahora cuntame.- dijo la vieja -Qu pas en el Lago Brosno?

80

Guyuk respondi ms para s mismo que para la vieja -El ejrcito de


Batu Khan acampaba a orillas del lago. Estbamos listos para atacar
Nvgorod! Pero cuando llevamos a nuestros caballos a beber, un monstruo
sali de las aguas Un monstruo colosal Sin forma Su rugido era ms
espantoso que el estruendo de cualquier batalla, y mataba con mayor crueldad
que los tigres de la estepa. Una de sus zarpas me alcanz e hiri en el brazo.
El ejrcito fue desbaratado y en la huida me separ de mis compaeros
-Y as se salvo Nvgorod! Gracias al Dragn de Brosno. Qu irona!
-De qu hablas vieja? Qu es lo que sabes de todo esto?
-Yo s, mi joven guerrero, que la Muerte ha sembrado bestias en los
rincones ms oscuros el mundo y que esas bestias acechan para cumplir Su
voluntad
Guyuk reflexion por unos instantes Mi abuelo me habl alguna vez
de Allghoi Khorkoy, un monstruo que vive en el desierto de Gobi. Dicen que
es como un gusano enorme y color sangre, que escupe un veneno que quema y
corroe todo lo que toca. Mi abuelo dijo haberlo visto matar y devorar a toda
una caravana de camellos
-Ah lo tienes, valiente Guyuk.
Guyuk se levant de golpe y llev su mano a la empuadura de su
espada Eres una bruja, verdad?
La mujer se ri a carcajadas y afuera las cabras la acompaaron con
balidos frenticos; a Guyuk le pareci que el fuego de la hoguera se hizo ms
bermejo y tembloroso cuando la vieja rea.

81

-Bruja? Joven guerrero, t no entenderas quin o qu soy. Pero te


puedo decir que soy la ltima que lucha por retrasar el advenimiento de la
Muerte. Hubo otros antes que yo; el ms grande fue vencido hace milenios en
una tierra lejana, y ahora bajo la arena lleva una inexistencia miserable que no
es vida ni muerte Escucha: el horror acecha en las profundidades del mar,
en los rincones ms antiguos del mundo y tambin desde la oscuridad de las
estrellas.
-No entiendo.
-No tienes que entender.
La vieja le dio la espalda y camin hacia el fondo de la cabaa. Guyuk,
sin quitar la mano de la empuadura de su espada la sigui con la vista. La
mujer se inclin sobre una canasta que estaba en el suelo y cuando se volvi
hacia Guyuk, el trtaro pudo ver que llevaba en los brazos a un hermoso nio
de unos cinco aos, rubio, de cutis terso y sonrosado. El nio dorma el sueo
del inocente y en su bella faz se poda leer tranquilidad. El duro corazn del
guerrero se conmovi ante tal ternura. La bruja coloc al nio en un mortero
de piedra, grande como un perol, tom en sus manos un enorme piln de
madera, lo alz sobre su cabeza y, antes de que Guyuk entendiera lo que
estaba pasando, lo dej caer con fuerza sobre la cara del nio dormido.
-No!- exclam el guerrero cuando se vio salpicado con la sangre y
sesos del pequeo -Maldita bruja!- y desenvain su espada, pero una
debilidad repentina le impidi moverse y lo hizo desplomarse. Impotente,
Guyuk observ desde el suelo cmo la bruja mola y machacaba el cuerpecito
inocente de aquel bello nio.

82

Cuando termin, la vieja verti los restos del pequeo en el perol que
colgaba sobre la hoguera y una vez hecho esto se volvi hacia el joven
guerrero y le sonri con la cara cubierta de sangre.
-Cul es el problema, jinete trtaro? T has visto matar y has matado a
decenas de nios inocentes. Los has arrebatado de los senos que los
alimentaban y los has arrojado al suelo, para luego complacerte en los cuerpos
de sus horrorizadas madres y hermanas. Por qu te espantas al ver a una vieja
preparar su cena?
Guyuk intent hablar, pero de su boca slo surgieron gemidos
lastimeros. La anciana se acerc a l y lo ayud a sentarse.
-Hay destinos peores que fallecer, fiero Guyuk. Pero incluso los
infiernos ms terribles son efmeros, pues los dioses que los crearon y los
mantienen sern derrotados o destruidos algn da. Incluso el reinado del
poderoso Tengri declinar. Hay demasiadas fuerzas en combate, Guyuk,
muchas de ellas verdaderamente horribles, tan espantosas que sera imposible,
incluso para m, comprenderlas del todo Algunas de ellas son las
Blasfemias, que violan el orden natural del mundo y ofenden a los pocos
dioses benvolos que an lo guardan. Pero la nica fuerza constante es la
Muerte, la Destruccin Absoluta, la Desolacin Infinita. Y yo debo salvar a
cuantos nios me sea posible.
-Salvarlos?
-S, pues la Guerra se alimenta de los nios. Los llama y se apodera de
ellos. Los llama al desierto y a la selva y a los campos de lodo, y ellos no
pueden ignorar su llamado. Por eso yo debo salvarlos Por eso debo salvarte,
hermoso Guyuk.
83

Entonces Guyuk se sinti cada vez ms dbil, pero con la debilidad


vena una extraa sensacin de bienestar, de tranquilidad y seguridad; la
herida que le haba hecho el monstruo ya no le dola. La cabeza le daba
vueltas, pero lejos de causarle nuseas, el movimiento lo arrullaba. Mir a su
alrededor y le pareci que la cabaa, la mesa, los objetos y la misma vieja
bruja crecan. Mir sus manos y vio que no eran ya speras y callosas, sino
tersas y rechonchas; toc su rostro y sinti que le faltaban las barbas.
Finalmente, se dej caer sobrecogido por una necesidad irresistible de dormir.
Antes de cerrar los ojos por completo, vio a la vieja que le sonrea y antes de
perderse en el sueo sinti que ella lo cargaba en sus brazos.
-Ya, ya, pequeo Guyuk.- le susurr -Duerme, duerme en paz. Baba
Yaga te cuida.

84

METERUL MANOLE
Valaquia, principios del siglo XIV
La iglesia de Curtea de Arge es ms antigua de lo que dicen los
registros, como puede percibirse al penetrar en las penumbras de su nave, por
el color de la piedra y el olor a humedad. De ello pudo darse cuenta el
emisario del voivoda cuando visit la iglesia. La verdadera historia de su
construccin la guardan las leyendas que cuentan los valacos ms viejos, y no
haba nadie ms anciano que el decrpito sacristn. El emisario entr
acompaado de algunos soldados y varones principales; el viejo sacristn lo
esper de pie junto a una pared en la que estaba tallada en bajorrelieve la
grotesca imagen del Dragn Balaur. Sin que fuera necesario preguntarle, el
anciano empez a relatar la historia:
***
Nadie recuerda el ao preciso de la construccin, pero su origen se
remonta a ms de un siglo antes de que el Empalador cruzara el Danubio y
venciera a los turcos en sus tierras En Valaquia gobernaba Negru Vod, y
en ese entonces no haba arquitecto ms afamado que Manole, as que el
voivoda le encarg que construyera una iglesia y un monasterio en Curtea de
Arge. Manole era un hombre orgulloso y altivo; haba nacido en el seno de
una familia humilde y a fuerza de trabajos y sacrificios se haba convertido en
el mejor arquitecto del pas. l y sus nueve aprendices presentaron al voivoda
un diseo imponente y majestuoso. El soberano lo aprob y Manole puso
manos a la obra.
Cientos de siervos fueron puestos a trabajar en la construccin y se
trajeron toneladas de cantera desde lejanas canteras. Manole no tema usar el
85

ltigo ni las amenazas de muerte y tortura para espolear a sus albailes,


quienes mantenan la cabeza baja y las manos diligentes para no provocar la
crueldad de su amo. l mismo no se esforzaba menos, pues permaneca en el
sitio de la construccin desde el amanecer hasta el crepsculo, no slo
supervisando, sino que trabajaba en la construccin con sus propias manos.
Una maana, cuando Manole, sus aprendices y los siervos llegaron al
sitio de la obra, se encontraron con que muchos de los muros levantados se
haban venido abajo. El arquitecto orden de inmediato redoblar esfuerzos
para reconstruir lo perdido y al final de la jornada, el equipo logr cierto
avance. Pero a la maana siguiente encontraron los muros derrumbados una
vez ms. De nuevo el arquitecto y sus trabajadores repararon los daos y, para
encontrar al culpable, Manole orden a un albail que se quedara a velar la
construccin toda la noche. Al otro da, la obra haba sido desbaratada y el
velador haba desaparecido. Nunca lo encontraron, a pesar de que Manole
puso un precio sobre su cabeza. El arquitecto decidi entonces dejar a toda
una patrulla de siervos al cuidado de la obra, pero al amanecer hall de nuevo
la construccin derrumbada y ni rastro de los guardias.
El pueblo comenz a murmurar acerca de maldiciones, de la presencia
de los strigoi, que beben la sangre de los vivos, y de los vrcolaci, demonios
que se transforman en lobos para atacar a sus vctimas. Unos decan que los
bolani, las ratas gigantes del infierno, roan los basamentos, y otros que los
antiguos brujos Solomonari, aprendices y adoradores del demonio Uniil,
haban maldecido la construccin para evitar que una iglesia se alzara en sus
dominios. Manole, por supuesto, no crea en tales supercheras, y castig con
dureza a quien se atreviera a mencionarlas en su presencia.

86

El arquitecto pidi al voivoda una guardia de diez hombres armados y


se comprometi a acompaarlos toda la noche para vigilar la construccin. El
prncipe consinti, pero tambin hizo a Manole una terrible advertencia: si no
completaba la iglesia a tiempo, condenara a l y a sus aprendices a una
muerte lenta y dolorosa, a los horribles suplicios cuyas tcnicas haba
heredado de sus ancestros hunos, y arrojara sus cuerpos al descampado,
negndoles cristiana sepultura para que fueran devorados por los cuervos.
Manole, temblando de miedo, no tuvo ms remedio que jurar que llevara a
cabo el proyecto y se prepar para montar guardia durante toda la noche.
Con el alba llegaron los nueve aprendices de Manole, y lo encontraron
entre las paredes derruidas de la iglesia, completamente solo, con el rostro
plido y la mirada perdida. No haba rastro alguno de los guardias armados.
Los aprendices se acercaron a Manole y le hablaron. El arquitecto tard en
responder y sus palabras eran lentas y confusas. Cuando los aprendices le
preguntaron por el paradero de los guardias, Manole exclam que era
momento de ponerse a trabajar de nuevo y orden espolear a los siervos para
que antes de la puesta del sol se hubiese levantado un muro.
No se sabe bien de qu habl Manole con sus aprendices. Se cuenta que
un albail lleg a escuchar, por accidente, que el arquitecto les deca en
secreto, con voz trmula, temeroso de odos humanos y de otras voluntades,
que conoca la forma de evitar que lo construido durante el da fuera destruido
por las noches: haba que hacer un sacrificio humano. Tanto los aprendices
como el espa quedaron horrorizados por lo que deca su maestro y lo juzgaron
loco. Pero Manole les record la amenaza de Negru Vod y les habl de la
infame crueldad de los prncipes hunos y los aprendices no pudieron ms que
estar de acuerdo con el plan del arquitecto. ste les dijo que para asegurar el
87

xito del proyecto deban capturar a los primeros viajeros que pasaran por la
construccin y emparedarlos vivos en el muro que se estaba levantando. Ellos
consintieron. Se dice que el albail trat de alertar a sus compaeros, pero
nadie le hizo caso. Otros dicen que muri esa misma tarde, cuando una piedra
cay de forma de repentina sobre su cabeza.
Poco despus se vio aparecer una carreta en la lejana, que se acercaba
por el camino. Manole avis a sus aprendices que estuvieran listos para
aprehender a los viajeros. Puede vuestra merced imaginar cun grande fue el
espanto y la desesperacin del arquitecto cuando vio que la carreta llevaba a
su mujer, Ana, y su hijo, Radu.
Manole se arroj de rodillas y rog al cielo que una tempestad o algn
otro prodigio impidieran la llegada de su familia hasta el sitio de la
construccin! Pero no hubo respuesta y el arquitecto observ en agona el
lento avanzar del vehculo por el sendero. Al fin llegaron esposa e hijo,
sonrientes e ignorantes del destino que los aguardaba y saludaron con
amorosos gestos al hombre que habra de matarlos. Manole no se atrevi a
verlos a los ojos y orden a los aprendices que encadenaran a las vctimas para
proceder a emparedarlas. Ellos obedecieron reluctantes y repugnados, pero
teniendo siempre en mente la amenaza del voivoda, como una voz que les
susurraba todo el tiempo, cumplieron con las rdenes de su maestro. Ana,
forceje, grit y suplic que tan siquiera tuviera piedad de su hijo, pero el
pequeo Radu tuvo el mismo destino que su madre. Manole ignor los gritos
de su mujer y los sollozos de su pequeo hijo, quien no comprenda lo que
estaba pasando. Los aprendices pusieron piedra tras piedra, hasta que las
vctimas quedaron fuera de la vista y sus gritos no se escucharon ms
***
88

El viejo sacristn termin su relato; su dedo nudoso y amarillento


sealaba la efigie de Balaur en la pared. El emisario comprendi que ello
marcaba el sitio donde haba sido sepultada la mujer y su hijo.
-Es verdad que tarde por la noche se escuchan los llantos de Ana y el
nio?- pregunt.
-Quiz vuestra merced quiera pasar la noche aqu para comprobarlofue la respuesta del anciano.
-Y qu pas con Manole?
-La iglesia y el monasterio se completaron a tiempo. Manole y sus
aprendices fueron congratulados por Negru Vod, quien estaba feliz y
sorprendido por la majestuosidad e imponencia del edificio. Para entonces el
voivoda, al igual que todo el pas, conoca los detalles del sacrificio que se
haba llevado a cabo para lograr semejante maravilla, pero decidi no hacer
nada al respecto. No obstante, ahora que la fama de Manole se extenda por
toda la regin, Negru Vod tema que el maestro arquitecto pudiera llegar a
construir un monumento igual o mejor para otro noble. Por ello, le pregunt a
Manole si sera capaz de repetir su gran obra y ste, lleno de soberbia,
respondi que s, con lo que sell su destino.
-Fue ejecutado?
-Negru Vod orden a sus soldados que forzaran a Manole y a sus
aprendices a subir al techo de la misma iglesia que ellos haban construido y
del que era imposible bajar sin escalera. All los abandonaron para que
murieran de hambre y por las inclemencias del tiempo, y ordenaron que
ninguno de los feligreses que asista a misa se atreviera a prestarles auxilio o a
89

dar muestras de compasin. Manole no tard en enloquecer por la culpa y el


dolor, y se arroj al suelo. Dicen que sobrevivi tres das de horrible agona,
tullido, maltrecho, con los huesos rotos y los rganos perforados, y que mucho
antes de morir las ratas y las aves ya comenzaban a roerlo. De los aprendices
se cuenta que murieron de hambre y sed entre aullidos espantosos y que sus
huesos se blanquearon sobre el techo de la iglesia.
Cuando el anciano termin su historia, una carcajada cruel reson por
toda la iglesia e hizo helar la sangre de todos los presentes. Uno de los
hombres que acompaaba al emisario sali de entre las sombras y se
descubri como el voivoda reinante, Vlad el Empalador, aqul que sembr
bosques de cadveres empalados; aqul cuyos ejrcitos eran temidos hasta por
los inhumanos turcos; aqul que era apodado Hijo del Dragn; aqul que
extirpaba los senos de las madres y en ellos meta las cabezas de sus bebs
recin nacidos; aqul de quien unos decan que era de la raza de los strigoi, y
otros que comparta su cena con los vrcolaci. Ese da, poco antes de dar la
espalda a su fe y hacer de la sangre su alimento, visit de incgnito la iglesia
de Curtea de Arge, pues quera conocer la historia de Manole, su esposa Ana
y su hijo Radu. Y ahora, en la oscuridad de la iglesia, ante la figura temerosa
del sacristn y la efigie terrible de Balaur, Vlad el Empalador rea deleitado.

90

Volumen III
La Era de los Imperios

91

LA LUZ DEL DA
La Gran Chichimeca, Mediados del siglo XVI
De los ms cien hombres que partieron conmigo, apenas quedamos
veintitrs, contando a los dos guas indios que se nos unieron en el camino.
Esta expedicin en busca de la antigua Cbola ha resultado un fracaso, an
ms, un desastre; ahora slo nos importa sobrevivir. Hemos encontrado de
nuevo aquel ro que, los indios aseguran, desemboca en un mar no muy lejos
de aqu. Espero que pronto alcancemos el ocano y, siguiendo la costa,
arribemos a territorio civilizado.
He extraviado mi bitcora original en una de tantas escaramuzas contra
los indios de estas desoladas regiones, por lo que la narracin detallada de
nuestra expedicin se ha perdido. No tendra caso narrar de nuevo nuestro
sufrimiento en las tierras salvajes del Norte, donde hemos sido masacrados por
hordas de salvajes y diezmados por el hambre. Una atroz jaqueca febril, que
parece frer por dentro el cerebro de quienes la padecen, acab con las vidas
de muchos mis hombres. Pobres infelices, el calor implacable y la
inmisericorde luz del desierto los atormentaba a tal grado que pedan la muerte
entre sollozos.
Quisiera, sin embargo, que hubiese quedado registro de las maravillas
que encontramos y de las hazaas valerosas de los hombres que me
acompaaron. Soy un hombre curioso y me mueven tanto el espritu de
aventura y el hambre de novedad como la sed de riquezas. En mi bitcora
tom nota de los caracteres de los territorios que hemos explorado, de los
diferentes pueblos indios que hemos conocido y de los diversos animales y
plantas que hemos visto. Todo ello se ha perdido para siempre.

92

Me limitar, pues, a resumir el relato de nuestra malhadada expedicin.


Partimos de la ciudad de Mjico en octubre del ao pasado. Marchamos hacia
el norte hasta llegar a los lindes del desierto, siguiendo el mismo camino por
el que alguna vez pasara la expedicin de Coronado. Nuestra intencin era
viajar hacia el noroeste, en vez de seguir la ruta hacia el oriente que escogi el
conquistador. Marchamos siempre al margen del desierto, a lo largo de
llanuras ms acogedoras hacia el este de aqul, sin atrevernos a penetrar en la
rida y luminosa extensin al poniente. Dos veces nos atacaron los indios que
moran estas praderas y en ambas ocasiones logramos repelerlos, pero con
graves prdidas.
El desierto es inmenso, mucho ms grande de lo que pensbamos, como
nos dimos cuenta tras das y das de marcha. La gran extensin del sur es ms
bien rocosa, salpicada de riscos y peones, pero el extremo norte es arenoso,
como dicen que son los desiertos de Arabia y del frica. Norte y sur son
separados por un ro dbil y estrecho. El ro quiebra hacia el norte, separando
as tambin el desierto arenoso de las llanuras. Fue a las orillas de este
riachuelo donde nos atacaron los monstruos. Emergieron inesperadamente de
la arena y saltaron sobre nosotros, matando de inmediato a muchos de mis
hombres. Eran dos dragones grandes cual caballos, de color negro con
manchas rojas; su cuerpo era ms bien robusto y rechoncho, sus colas y
hocicos eran gruesos y redondeados. Se movan con lentitud y arrastraban sus
vientres, pero eran capaces de escupir veneno a gran distancia. El veneno
causa un dolor insufrible y paralizante, como pude ver en los infortunados que
fueron alcanzados por la maldita substancia. Disparamos a los monstruos con
nuestros arcabuces y ballestas, pero ni balas ni flechas penetraban su piel.

93

Mientras los dragones se daban un banquete con varios de nuestros hombres y


caballos, el resto emprendi la huida.
Encontramos refugio en el campamento de unos indios de la llanura que
temen y veneran a aquellos monstruos. Nos dijeron que la variedad gigante
fue muy comn en otros tiempos, pero que ahora la mayora son muy
pequeos, de uno o dos codos de longitud. No nos hemos vuelto a topar con
tales criaturas. Los indios, una tribu que vive en pabellones de cuero y usa
plumas en la cabeza, fueron amistosos, a condicin de que prometiramos
salir de sus tierras sin tardanza. Les expresamos, a travs de nuestros
intrpretes, que nuestro destino estaba ms al norte. Preguntamos por la
ciudad dorada de Cbola, y nos hablaron de un antiguo lugar que se encuentra
en medio del desierto, del que slo se sabe por leyendas muy antiguas. Nos
advirtieron que nos mantuviramos alejados de ah. Dejamos a los indios y
seguimos al norte.
No habamos andado unas leguas cuando fuimos atacados por una tribu
enemiga de aqulla que nos haba alojado. Despus de un largo combate
logramos repelerlos, pero quedamos reducidos a treinta y dos hombres. Decid
entonces abortar definitivamente la expedicin y regresar por donde habamos
venido. De nuevo nos encontramos a orillas del ro y una vez ms fuimos
atacados. Los indios eran muy numerosos y estaban bien armados, por lo que
decidimos retirarnos de la refriega. Estbamos rodeados por todos los flancos,
excepto por la retaguardia, que encaraba al desierto. Nos internamos en l y
aunque algunos de los indios nos persiguieron, no fue por mucho tiempo y
pronto regresaron por donde haban venido. En la refriega y la huda perdimos
a nueve hombres ms y a los pocos caballos que nos quedaban. Despus de
andar durante dos das por el desierto, volvimos a encontrar el riachuelo, y
94

decidimos seguir su cauce, en direccin al oeste, para as encontrar el mar. A


estos breves prrafos queda reducida la gran aventura de Pedro Hernndez de
Torrecilla y ahora nos encontramos exhaustos, hambrientos y heridos. Slo
nos queda encontrar la salida...
***
Hemos seguido el ro por das y das y no parece llegar a ningn lado. Si
no supiera que es imposible, dira que hemos pasado por el mismo lugar
muchas veces, como si el ro formase un anillo. Debemos aceptar que estamos
perdidos. Es una fortuna tener agua a nuestro alcance, pues s que de lo
contrario habramos perecido en poco tiempo, ya que el calor en este lugar es
tal que duele respirar y el sol abrasa la piel y la cuaja, dejndola dura y
cuarteada como cuero viejo. La saliva se vuelve lodo en nuestras bocas y
nuestros ojos sufren y lloran con el reflejo de este sol inmisericorde en la roca
y la arena. Las jaquecas, leves o insufribles, nos afectan a todos. Nuestro
Seor debi haber concebido este lugar como un sitio de castigo cuando lo
cre.
***
Hemos llegado al pie de una colina rocosa. Desde que la vimos a la
distancia, corrimos hacia ella, ansiosos por su sombra, pues junto al ro no hay
nada que nos cubra de los azotes del sol, salvo algunos nopales y rboles de
muy escaso follaje. En cuanto alcanzamos la colina, nos acurrucamos,
agradecidos por el alivio que la sombra nos proporcionaba. La colina, como
dije, es completamente rocosa y no crece ni una brizna de hierba en toda su
superficie. Se levanta solitaria en medio de una planicie rida. Hemos
descubierto la entrada a una gruta y quiz la exploremos ms tarde.
95

***
El Seor nos proteja: no cabe duda que estamos en territorio del
Maligno. Imaginad el vaho o vapor que parece emanar del suelo y nubla la
vista en los lugares ms calientes. Se le ve en las llanuras muy yermas, pero
tambin en las calles empedradas de ciudades muy calurosas cuando las azota
el sol de medio da, o en los caminos que no gozan de la bendicin de la
sombra. Es como humo transparente, como agua flotante que se interpone
entre el observador y lo que observa. Seguro lo habis visto en alguna ocasin.
Dios nos guarde: justo as son los que nos persiguen.
Hace apenas unos momentos, dos de mis hombres fueron hacia el ro en
busca de agua. Entre la colina y el ro se extiende una explanada de rocas,
arena y matorrales que los hombres deban salvar. Ya venan de regreso
cuando vimos ese vapor moverse alrededor de ellos. Pensamos que era un
simple espejismo del desierto, hasta que vimos atnitos cmo esa cosa levant
a uno de los hombres en el aire y lo hizo pedazos. Literalmente, le arranc
trozos del cuerpo, algunos tan grandes como puados y otros tan pequeos
como granos de arena. Deshizo por completo a aquel hombre, dej su carne
tirada en el piso e hizo volar su sangre como llovizna llevada por el viento. El
otro hombre corri despavorido, pero el monstruo lo alcanz y lo despedaz
tambin. He estado en decenas de batallas y nunca haba escuchado a un
hombre gritar as.
Los dems corrimos hacia la gruta y nos introdujimos en ella. El ltimo
hombre en pasar por el estrecho agujero fue cogido del pie por uno de los
demonios y jalado hacia el exterior. Mis hombres huyeron internndose en la
cueva, pero yo me qued junto a la entrada y pude atestiguar lo que hicieron
los demonios. El hombre estaba suspendido en el aire por las invisibles manos
96

de los monstruos, cuando la sangre de sus venas comenz a salir y a rociar el


espacio como una nube bermeja, tal como si las criaturas la succionaran para
llenar sus vientres traslcidos. El infeliz qued hecho un cadver seco en unos
instantes y su sangre se dispers en el viento.
Entonces, no s cmo, supe que me haban visto. Retroced hacia el
interior de la gruta y vi cmo uno de los demonios verti su substancia en el
haz de luz que penetraba, como si fuese humo llenando una copa. Pero no
pas de ah, se qued en el rea iluminada y entonces sali de nuevo. Despus
segu el rastro de mis hombres y los encontr en una espaciosa galera, tan
grande como la nave principal de una catedral. En ella, pequeas habitaciones
cuadradas haban sido construidas con ladrillos de adobe, como los edificios
indios que describen las crnicas de Coronado. Cada una era un poco ms alta
que un hombre; el largo y la profundidad eran de la misma medida. Pregunt a
mis soldados dnde haban obtenido las antorchas con las que se iluminaban,
y me dijeron que las haban hallado all mismo. Interrogu a nuestros indios
sobre el origen de tal lugar, y aseguraron que nunca haban odo hablar de esta
ciudad subterrnea.
Acampamos en la caverna, en medio de esas abandonadas habitaciones.
La gruta se extiende mucho ms all de esta galera; quiz la explore ms
tarde.
***
Llegada la noche me aventur a asomarme fuera de la gruta. No vi
seales de los demonios. Orden entonces a dos de mis hombres ir buscar
agua al ro. Se mostraron reacios en un principio, pero me ofrec a
acompaarlos. Fuimos y volvimos sin complicaciones y con nuestros cueros
97

repletos de agua. Mis hombre bebieron hasta saciarse y entonces una segunda
partida fue enviada al ro. Esta vez no fue necesario que los acompaara y, al
igual que nosotros, la segunda partida volvi sin encontrarse con obstculo
alguno. He decidido que, ya que hemos descansado todo el da, reanudemos
nuestro camino de inmediato.
***
He causado la muerte de ms de mis soldados. Slo quedamos seis
cristianos y los dos indios. Sucedi que estuvimos caminando toda la noche a
lo largo del ro. No mucho despus del alba, el sol se haba convertido en
nuestro enemigo y torturador. Y con el sol, llegaron los demonios. Uno de mis
hombres fue arrebatado por ellos y despedazado en el aire. Vi cmo le
arrancaron la mandbula, las orejas, los ojos y los dedos. Los dems
abandonamos la carga y corrimos de regreso hacia la colina. Pero por mucho
que corramos esas cosas eran mucho ms veloces. Slo podamos ganar un
poco de terreno cuando se detenan a matar a uno de los nuestros. Uno por
uno, tomaron a mis hombres y los descuartizaron inmisericordemente en el
aire, y tieron el viento con su sangre. Slo nosotros seis y los indios
alcanzamos la gruta, pero no tenemos provisiones, ni agua. Fui el nico que
conserv su carga, pues me aferro con devocin a este diario. Estamos
atrapados aqu y probablemente moriremos, pero si es as, no quiero que se
pierda la relacin las ltimas hazaas de Pedro Hernndez de Torrecilla.
Seguir escribiendo hasta el final.
***
Me aventur a explorar las profundidades de la cueva, con la esperanza
de encontrar otra salida. La galera con las construcciones de adobe conduce, a
98

travs de un amplio portal, a una bveda mucho ms grande, tan alta que una
torre de campanario podra construirse all sin problemas, y tan espaciosa, que
una aldea entera cabra en ella. En medio de la bveda se encuentra una
pirmide, como aqullas del Mjico o del Yucatn, pero hecha de ladrillos de
adobe y no de piedra. Consta de varias escalinatas que culminan en una
plataforma en la que se ha erigido una choza construida con vigas de hueso y
recubrimiento de piel de zorros, liebres y otros animales. Sub las escaleras
hasta la choza, donde casi me hace caer del susto un viejo indio que ah tiene
su morada. El indio se extra de encontrarse con nosotros tanto como
nosotros de toparnos con l.
A travs de nuestros indios, que a grandes rasgos conocan su idioma, el
viejo nos cont que era el ltimo de una raza que haca cientos de aos que
haba ido a vivir al desierto, huyendo de las guerras. Su pueblo tena leyendas
de una migracin muy anterior, de miles de aos atrs. Se deca que esa gente
haba encontrado la abundancia en medio del desierto. As, este pueblo ms
joven decidi seguir el mismo camino. Pero en estas inhspitas tierras fueron
atacados por los demonios, a los que el viejo llamaba el hlito del desierto, y
que diezmaron a su gente. Los supervivientes tuvieron que refugiarse en las
grutas bajo la colina. Das despus siguieron su camino y al fin encontraron la
ciudad, construida con ladrillos de adobe y llena de edificios altsimos y
pirmides colosales. Pero estaba por completo abandonada y las arenas del
desierto cubran sus calles. All fueron atacados de nuevo por los demonios y
tuvieron que refugiarse en almacenes subterrneos. Al anochecer abandonaron
la ciudad y regresaron a la colina. Al principio enviaron hombres para
contactar a sus tribus hermanas de las llanuras, pero los mensajeros nunca
regresaron. Al final se asentaron en las grutas y fundaron una pequea aldea.
99

Era evidente que los demonios slo se aparecan de da y que


necesitaban de la luz del sol, por lo que nunca se les vea durante la noche ni
osaban entrar en las cavernas. Los indios tuvieron que adoptar, entonces, una
vida nocturna. Tras el paso de varias generaciones, casi todos ellos se
volvieron ciegos. Los que nacan con vista eran elegidos para ser brujos, como
el mismo viejo que nos narraba esta historia. Despus de muchos aos de
prosperidad, los indios se vieron afectados por enfermedades y deformidades
que los llevaron a la decadencia, la locura y la lenta extincin. l mismo
inhum a los ltimos sobrevivientes, y ahora aguardaba paciente la muerte
misericordiosa.
El viejo indio nos explic que hay un laberinto de galeras y cmaras
debajo de la colina y que ah construyeron una poblacin muy prspera. No
podan practicar el cultivo del maz, pero s de hongos y tubrculos que
crecan en la oscuridad. Adems, en una de las galeras ms profundas haba
acceso a un ro subterrneo, del que se podan extraer peces y otras criaturas
acuticas, y durante la noche podan salir a cazar liebres, aves u otros
animales, y recolectar frutos, hojas y jugo de los cactos.
Pregunt al viejo por una forma segura de salir del desierto y dijo que
no haba manera porque los monstruos vigilaban constantemente los
alrededores de la colina. Haba, sin embargo, una leve esperanza. Si
viajbamos a paso veloz durante toda la noche, al amanecer alcanzaramos la
ciudad perdida. En ella podramos resguardarnos en los almacenes
subterrneos durante el da y, cuando cayera la noche, seguir hacia el sur hasta
llegar al mar. Nada nos aseguraba que los demonios no nos seguiran hasta
all, pero era ms seguro que cruzar el desierto en cualquier otra direccin. He
decidido tomar esa ruta.
100

***
Ahora estoy en la ciudad perdida, escondido en un cuarto oscuro y sin
ventanas en uno de los monumentales edificios, ya que nos fue imposible
encontrar los almacenes subterrneos de los que hablaba el viejo indio. l nos
abasteci con cueros llenos de agua y algunas races y setas. Antes de
despedirme del brujo, le ofrec bautizarlo para salvar su alma, pero l quiso
morir protegido por sus falsos dioses. Que el Seor se apiade de l.
Apenas anocheci, salimos de la gruta a toda velocidad, en direccin
hacia el sur. La noche fue tranquila, pero el temor de que el da nos
sorprendiera en el camino nos impeda sosegarnos. Estaba despuntando el
alba, cuando a lo lejos distinguimos el perfil de la ciudad. Emprendimos la
carrera contra el sol, pero fuimos demasiado lentos. Cada paso que ganaba la
luz era un abismo de terror que se abra al oriente. Cuando los primeros rayos
luminosos nos alcanzaron, mis hombres comenzaron a morir. Los demonios
tomaron a cada uno de ellos en el aire y los destruyeron. A uno de mis
hombres lo deshicieron como si fuera de arena, a otro lo hundieron bajo las
rocas y a uno ms lo despedazaron vivo.
Al final, slo los dos indios y yo entramos en la ciudad. Es una visin
maravillosa y terrible. Est llena de edificios ms altos que los campanarios de
las catedrales. Sus pirmides son titnicas, tanto o ms grandes que las de
Mjico o las del Yucatn. Las paredes internas y externas de las torres estn
cubiertas de grabados de monstruos y demonios, entre los que abundan los
dragones como aqullos que nos atacaron junto al ro. Una gran estatua de oro
que representa uno de esos dragones se alza en la cima de una pirmide
colosal en el centro de la ciudad. S, aqu hay oro. Hay oro por todas partes, en
joyas, vasijas e instrumentos desconocidos para m. Las puertas de algunos
101

edificios estn hechas del precioso metal. No me cabe duda, sta es Cbola, la
ciudad de oro, y yo la he encontrado; soy su descubridor, su conquistador
Fuimos incapaces de encontrar los almacenes subterrneos y lo que
describo es apenas lo que pude ver en mi huda por la luminosa, cegadora y
sofocante ciudad. A uno de los indios lo atraparon los monstruos y lo azotaron
contra las paredes de los edificios hasta molerlo. Al otro lo atraparon poco
despus y lo elevaron hasta la cima de la gran pirmide, le arrancaron el
corazn del pecho y lo hicieron rodar las escalinatas del maldito templo.
Apenas tuve tiempo de entrar en un edificio y ocultarme en la cmara oscura
en la que ahora me refugio. Estoy esperando la noche para poder escapar. Oh,
nunca haba odiado tanto la luz del da como ahora
Las criaturas estn a fuera las escucho rasgando la puerta del
cuarto Ahora la golpean tratando de derribarla Estn susurrndome
algo Me llaman Oh Dios, Padre misericordioso, apidate de m
Golpean Me llaman La tinta se acaba... La puerta de oro est cediendo
La luz, la odiosa luz est penetrando con ella, sus manos, sus garras La
puerta cae Se hace la luz!

102

LA MUJER QUE LLORA


Nueva Espaa, finales del siglo XVI
El joven fray Bernal de Acevedo hizo el largo viaje desde Xochimilco
hasta Huejotzingo, en las vecindades de Puebla de los ngeles, con la
intencin de entrevistarse con fray Rodrigo de Garca. El anciano fraile se
haba negado durante mucho tiempo a aceptar la visita de su joven
confraterno, pero un buen da Bernal recibi una misiva en la que fray
Rodrigo le conceda una entrevista en el convento franciscano de Huejotzingo.
As, fray Bernal lleg a dicho convento justo cuando el sol alcanzaba el cenit,
y fray Rodrigo lo recibi en su propia celda, donde se sentaron en sendos
bancos incmodos frente a una austera y rstica mesa de leo.
-Te preguntars porqu he decidido tan de sbito aceptar tu visita,
cuando en semanas anteriores me haba rehusado enrgicamente a recibirte.deca el anciano mientras el joven asenta silenciosa y respetuosamente -Bien,
he optado hacerlo para salvar tu buen juicio, pues por tus misivas tengo la
sospecha de que est en peligro. Ahora, cuntame todo lo que sucede en tu
pueblo.
Fray Bernal dudaba sobre cmo empezar Veris, padre Como sabis
los hermanos franciscanos tenemos por misin llevar la Palabra del Seor
entre los indios y mestizos de Xochimilco En particular, yo estoy encargado
de un barrio en el que hay muchos de los ltimos mestizos, quiero decir. La
gran mayora de ellos son nios, hijos bastardos de madres indias engaadas o
incluso violadas por soldados espaoles. Mi trabajo es educar a los nios y a
sus madres para que no vuelvan a sus prcticas idlatras.

103

-Bien, bien. En tus misivas hablas de una dificultad para cumplir tu


misin y aunque sospecho en qu consiste, quiero que me lo digas t mismo.
Temo que no me creis
-Te prometo no dudar de tu honestidad.
Fary Bernal tom un largo respiro -Una noche, hace ya varios meses,
despus de visitar la vivienda de una pobre india, madre de cuatro hijos
mestizos, pasaba junto a uno de los canales, cuando sent mucho fro
repentino. Me volv, mir a mi alrededor y entonces vi un resplandor azul
plido que se asomaba detrs de una esquina. No supe porqu, pero me llen
de espanto y comenc a rezar a la Virgen y a los Apstoles, pero pronto mi
temor se convirti en tristeza en una melancola muy profunda, cuando
escuch un lamento. Doblando la esquina se apareci entonces el origen de
ese resplandor.- el joven fraile baj la voz Era una mujer muy bella, de
aspecto maternal y luminosa, pero muy triste, y vena clamando un llanto
lastimero que iba as- Fray Bernal lo dud un segundo antes de repetir las
palabras que haba escuchado -No-cocone! No-cocone!- el joven fraile se
estremeci mientras las pronunciaba -Y ese llanto me entristeci tanto, que me
llev las manos a los odos y sal corriendo de all
El fraile hizo una pausa y en su expresin se podan ver mezclados el
miedo y la tristeza ms intensos. Era claro que el joven se abochornaba ante la
probabilidad de que su mayor no le creyera, pero tambin tena miedo de algo
ms
-Contina.- orden fray Rodrigo.

104

-Al da siguiente reflexion sobre lo que deca esa aparicin y me di


cuenta que su lamento rezaba Mis hijos! Mis hijos! Pero, qu era lo que
haba visto esa noche? Al principio pens que se trataba de un fantasma, pues
hay muchas historias en Espaa de apariciones con forma de mujer que lloran
por sus hijos. Averig entre mis hermanos franciscanos si alguien podra
arrojar alguna luz sobre este extrao prodigio.
-Y permteme adivinar lo que te dijeron nuestros hermanos.interrumpi fray Rodrigo Te contaron la historia de una mujer india que fue
seducida por un soldado espaol en los das de la guerra contra los aztecas. El
espaol le prometi hacerla su esposa y llevarla a Espaa cargada del oro que
obtuviera como botn de guerra, y ella, enamorada, permiti que aquel bruto
engendrase dos o tres hijos en ella. Pero poco despus de la victoria del
ejrcito de Corts, el soldado regres a Espaa, sin siquiera despedirse de su
mujer e hijos. Ella, loca de celos y desamor, no poda ver ya a los ojos verdes
de sus cros sin recordar la traicin del vil soldado espaol, por lo que perpetr
el abominable crimen de dar muerte a sus propios hijos. Pero al instante se
arrepinti y sali a la calle dando gritos espantosos, llorando por sus hijos
muertos. Ay, mis hijos! Ay, mis hijos!, gritaba. Despus de morir, la mujer
sigui vagando por las oscuras callejuelas de Xochimilco, llorando por sus
hijos.
-sa fue la historia que los frailes me contaron, es verdad.- dijo el joven
fraile -La mayora de ellos la consideraba un cuento de indios y soldados
ignorantes, pero algunos se estremecieron cuando la mencion. En fin,
pasaron algunas semanas y me olvid de aquel espectro, pero una noche me lo
volv a topar. Me encontraba viajando por uno de los canales en una lancha
guiada por un indio remero, cuando vi surgir a la mujer de las aguas; ascendi
105

como un vapor luminoso, y quedose flotando sobre la cristalina superficie. El


remero y yo estbamos tan espantados que nos quedamos inmviles cuando el
espectro inici su canto lastimero. Como la vez anterior, al or el lamento de
esa aparicin me llen de tristeza, de una tristeza tan profunda que olvid lo
que era la felicidad y perd toda esperanza de sentir alguna emocin que fuera
distinta a ese dolor agudo y sin lmites del que mi alma era presa. Me dej caer
en el fondo de la barca y llor, llor como un nio No, como un nio no,
porque cuando un nio llora lo hace con la esperanza de que su madre venga a
consolarlo, pero yo, en esa tristeza tan absoluta incluso me olvid de Dios
Fray Bernal guard silencio y suspir como alguien que lleva un
enorme peso aplastando su alma. Fray Rodrigo coloc una mano paternal
sobre el hombro de su joven hermano y lo invit a proseguir.
-No s en qu momento la aparicin se fue. Slo recuerdo haberme
encontrado llorando y recuperar poco a poco la compostura. El indio remero
estaba tan triste y desolado como yo, con su cara morena empapada de
lgrimas y sus rasgos tiesos en una expresin de compungimiento. Cuando
logramos calmarnos, seguimos nuestra ruta por el canal, hasta llegar al muelle
que era nuestro destino. No dijimos palabra en todo el trayecto, pero al
desembarcar le pregunt al indio sobre lo que acabbamos de presenciar, y l
se neg por completo a decir nada al respecto y me advirti que no debemos
hablar de cosas que espantan, porque ello las atrae
-Y es sabio ese indio!- exclam fray Rodrigo Hay gran verdad en lo
que dice. Hablar, escribir o leer sobre las cosas oscuras de este mundo es
como invocarlas y provocar que sus sombras se congreguen a nuestro
alrededor. Ponemos en peligro la santidad de este convento al hablar de estos

106

temas, pero confo en que aqu el imperio de Dios es tal que ninguna fuerza
terrible debera ser capaz de penetrar Pero contina tu historia.
-Por las semanas siguientes estuve haciendo pesquisas entre los indios
ms viejos para encontrar alguna informacin sobre esa mujer que llora. Ellos
me dijeron una historia muy diferente a la que cuentan los espaoles. Me
aseguraron que la mujer que llora no es otra que Tonantzin, una diosa a quien
ellos consideran su madre. Segn los indios, Tonantzin llora inconsolable
desde los das de Moctezuma por la derrota de sus hijos y su reduccin a la
esclavitud y la servidumbre.
-Y t qu opinas al respecto?
-Pienso que este espectro, sea lo que sea, es un peligro para espaoles e
indios por igual. Muchos indios estn convencidos de que esa aparicin es la
diosa Tonantzin y mientras sea as, ser difcil apartarlos de sus creencias
brbaras y acercarlos a la luz del Seor.
-Pero qu piensas t de esa mujer que llora?
-Veris, padre, yo sola creer que el demonio no se le aparece a los
hombres ni posee sus cuerpos, sino que los tienta hacia el pecado y la maldad.
Yo pensaba que los indios, en su ignorancia y simpleza, adoraban a dioses
falsos e inexistentes, y no comparta la opinin de muchos religiosos que
creen que los indios adoran al diablo. Pero despus de haber visto y odo esa
espeluznante aparicin, no puedo ms que pensar que el demonio se presenta
en la forma de la diosa para apartar a los indios del camino del Seor y
condenar as sus almas. Como el Maligno no puede provocar buenos
sentimientos en los hombres, terror y tristeza es lo que emana de esta
aparicin. Por eso os escrib y os inform de este suceso antes que a nadie,
107

porque s que vos y vuestro maestro fray Guillermo de Balbuena conjurasteis


al demonio que infestaba las ruinas del templo de Huichilobos.
-Y yo te respond, una y otra vez, que lo mejor que podas hacer era
olvidarte por completo de este asunto y predicar la Palabra a los indios sin
pensar en esa mujer que llora ni en sus apariciones.
-Pero mientras ese demonio se aparezca a los indios y les haga creer que
es una diosa que los ama, ser casi imposible convencerlos de que Dios es el
nico y as salvar sus almas. Como siervo de Dios no puedo permitir, ni vos
podis, que el demonio engae de esa forma a estos pobres indios y los
condene al infierno. La salvacin de las almas de los nativos de esta tierra es
nuestra responsabilidad!
-Y es por esa determinacin tuya que decid al fin concederte esta
entrevista. Veo que ests decidido a luchar contra una fuerza que desconoces.
Permteme, pues, explicarte su naturaleza. Quera salvarte de conocer los
horrores de los que he sido testigo, pero no me dejas ms opcin.
Fray Rodrigo se santigu tres veces, rez en murmullos varias
oraciones, y luego procedi a contar su historia.
***
Corra el ao de 1523, si no me equivoco. En ese entonces yo era un
joven novicio que acompaaba y serva a fray Guillermo de Balbuena. Como
sabes, l era el ms reputado exorcista de la Orden, habiendo conjurado a ms
de una veintena de demonios que infestaban recintos o atormentaban a pobres
almas infelices. Por ello fue llamado a la Ciudad de Mxico, para usar sus
conocimientos en contra de un demonio muy poderoso que acechaba entre las
108

ruinas de templo del tirnico Huitzilopochtli, como bien sabes. Las


autoridades espaolas haban ordenado la destruccin del templo un par de
aos antes, pues tena la intencin de usar sus piedras para construir la nueva
ciudad espaola. Pero aunque los esfuerzos de los trabajadores espaoles y los
esclavos indios lograron convertir el magnfico templo en un montn de
piedras y escombros, una presencia terrible se hizo sentir desde el primer
golpe de mazo. Muchos hombres, espaoles e indios, murieron de forma
inexplicable durante el largo proceso de desmantelamiento. El hombre que se
quedaba solo, o que tan siquiera se perda de la vista de sus compaeros por
un instante, apareca muerto, mutilado de forma impa y con horribles
expresiones de terror y sufrimiento.
Incluso despus, cuando el templo fue reducido a ruinas, las muertes
continuaron y tanto indios como espaoles se referan a ese lugar con temor y
reverencia. Los indios comentaban que su seor Huitzilopochtli viva y estaba
enfurecido por los actos de profanacin y sacrilegio que cometan los
espaoles. Nosotros, por supuesto, estbamos convencidos de que un
demonio, enemigo de la nuestra misin evangelizadora, infestaba el templo
para mover a los pobres nativos hacia sus prcticas idlatras. Con esto en
mente se present fray Guillermo, con todo el poder de su admirable fe. Yo lo
acompaaba cargando un fardo con crucifijos, libros, reliquias y otros
instrumentos del bien. Slo ramos l y yo, esa maldita tarde en la que
entramos en las ruinas del templo de Huitzilopochtli, el sediento de sangre.
Mi maestro entr por delante y yo, apenas puse un pie en las ruinas,
sent el poder una voluntad antigua y violenta, y pensamientos de muerte y
destruccin llegaron a mi joven mente. Fray Guillermo coloc una de sus
gentiles manos sobre mi hombro y me dijo que buscara la calma que da el
109

pensar en Dios, porque era justamente mi desasosiego lo que el demonio


pretenda. Fray Guillermo procedi entonces a rociar el rea con agua bendita,
pero en cuanto el lquido tocaba las rocas, se converta en bermejas gotas
sangre que se escurran por todas partes. Fray Guillermo rez en latn, pero las
rocas rebotaban el eco en lengua mejicana, que yo no conoca y que me
pareca proferir odiosas blasfemias. Entonces mi maestro orden que rezara
junto con l, y rezamos y rezamos con todas nuestras fuerzas, pero yo senta
que Dios no me escuchaba, porque se encontraba muy lejos, separado de
nosotros por barreras que el Maligno haba levantado para proteger sus
dominios. Fray Guillermo sac del fardo un crucifijo y orden a los demonios,
en nombre de Dios, que se alejaran de ese lugar y que dejaran de atormentar a
las pobres almas que all moraban, tras lo cual procedi a sembrar el rea con
hostias consagradas. Nos volvimos a arrodillar y rezamos, y entre cada
oracin fray Guillermo ordenaba que los demonios se fueran, y as nos
mantuvimos firmes en nuestros puestos hasta que oscureci.
Pero cuando cay la noche se escuch un trueno espantoso y la tierra
tembl y las estrellas del cielo se oscurecieron, y entonces las rocas del templo
comenzaron a volar y a construir muros alrededor nuestro, hasta que nos
vimos encerrados en una cmara de piedra, frente al altar sangrante del terrible
Huitzilopchtli. No haba puertas ni ventanas en esa cmara, oscura excepto por
una sola hoguera frente al altar. Yo poda or con claridad el resonar de
cascabeles y el aliento de poderosos pulmones que soplaban a travs de
enormes caracoles, y poda sentir el olor del copal quemndose y de la carne
chamuscada. Estaba aterrado, pero mi maestro me inst a tener calma pues lo
que vea no eran ms que ilusiones creadas por el Maligno. Y entonces fray
Guillermo, con todas sus fuerzas, clamando con voz tal que impondra la
110

autoridad de Dios sobre cualquiera de sus enemigos, orden una vez ms que
los demonios abandonaran el templo.
Pero las rdenes de fray Guillermo no fueron obedecidas, sino que una
voz potente y estruendosa se ri de ellas. Luego las paredes comenzaron a
chorrear sangre, y las hostias consagradas que an estaban en el suelo se
convirtieron en corazones sangrantes, y el altar se alz en una escalinata que
se extenda infinitamente hacia la oscuridad, desde la que rodaron decenas y
decenas de cuerpos mutilados. La sangre lo cubra todo y pronto nos vimos
rodeados por las entraas de las miles de vctimas que los aztecas sacrificaron
a su abominable dios.
Sin embargo, fray Guillermo se mantuvo firme, aunque vea nuestros
pies sumergidos en un charco de sangre y yo estuviera temblando y llorando
de miedo. Me dijo repetidamente que me calmara y que mantuviera mi fe en el
triunfo final de Nuestro Seor. Sac entonces del fardo un libro antiqusimo,
de tiempos romanos, que haba sido utilizado, me dijo, por los primeros
discpulos de los apstoles. Fray Guillermo abri el libro y ley en arameo
conjuros y oraciones que yo no entend, porque no conoca tal lengua. Apenas
pronunci la primera palabra los truenos y temblores reiniciaron ms furiosos
que antes, la lluvia de sangre se convirti en tifn y los ros de entraas se
volvieron ocanos, mas fray Guillermo no retrocedi, sino que se mantuvo
firme y sigui rezando con toda su fuerza y toda su fe. El horror de la escena
fue demasiado para m y perd el conocimiento.
Cuando despert me encontraba otra vez en las ruinas del templo con
las estrellas brillando sobre mi cabeza y el fro viento nocturno soplando entre
las piedras. Me incorpor, mir a mi alrededor, y vi la figura de fray
Guillermo tendida en el piso. Corr hacia l y me arrodill a su lado, temiendo
111

que hubiese muerto, no por l, sino por el horror de verme solo en esa tierra
maldita. Pero fray Guillermo segua vivo y me dijo con voz trmula y
agonizante que Hutzilopochtli an viva, pero que estaba muy dbil y que era
mi deber rematarlo. Me instruy para rezar todas las oraciones que supiera y
as lo hice, pero no senta que tuviese ningn efecto. Sin embargo, al final se
dio en m una extraa sensacin, como si pasara de un lugar desconocido y
amenazante a uno familiar y acogedor. Un colibr baj del cielo, volando con
dificultad, como herido, cay al suelo y se qued inmvil. Desconcertado, me
volv hacia mi maestro, quien me dijo con enigmticas palabras que
Huitzilopochtli haba muerto y que Dios haba llegado para ocupar su sitio en
este lugar; entonces fray Guillermo expir tambin.
Solo y desorientado, me qued contemplando el cuerpo del que fuera un
gran hombre de Dios, hasta que escuch el lamento de la mujer que llora. Alc
la mirada y all estaba ella, resplandeciendo con un aura azulosa, llorando a
gritos lastimeros con la expresin ms absoluta de congoja que yo hubiese
contemplado o podido imaginar. Su llanto me llen de la tristeza que t mismo
experimentaste, esa tristeza sin fin, que me hizo olvidar que existe cualquier
otra emocin y que me dej sin esperanzas de volver a sentir alegra. No hu ni
pretend evadirme del dolor que esa mujer me transmita, sino que me qued
escuchando sus lamentaciones y compartiendo su sufrimiento. Entonces
comprend porqu llora esa mujer Llora por sus hijos, no los indios, sino
toda la humanidad y an ms, todos los seres vivos de la creacin, pues pronto
la Muerte caer sobre ellos.
No lo entiendes? Yo tampoco comprend en un principio. Vers, yo
acababa de presenciar la muerte de un dios. No de un demonio, no de uno de
los ngeles que se rebelaron contra el Seor. Yo presenci la muerte de
112

Huitzilopochtli, pues l estaba vivo y era tan real como Dios Padre, Hijo y
Espritu Santo. Contempl la muerte de un dios, algo que ningn mortal deba
presenciar Piensas que lo que digo es blasfemia y hereja? No. Yo le soy
fiel a Dios, pero he aprendido que su dominio es limitado y que en las tierras
en las que no se le conoce gobiernan los otros dioses. Dios nos ha
encomendado la tarea de expandir su imperio y llevarlo all donde los otros
dioses tienen su trono.
As es, hermano Bernal; existen y existieron miles de dioses. En
cuntos dioses creen los hombres del mundo? Claro, muchos de ellos son en
realidad las mismas deidades adoradas bajo diferentes formas y nombres, y
otros tantos son invenciones de mentes con poca imaginacin. Pero an as,
cuntos son! Y sos son slo los dioses de la Tierra, que an faltara contar
los de las otras esferas Existen legiones y legiones de dioses, muchos de
ellos terribles, crueles y absolutamente malvados.
Esta as llamada Nueva Espaa es tierra de los otros dioses y el nuestro
an tiene poca presencia y poder aqu. Mira las selvas y bosques que nos
rodean: en ellas habitan los chaneques, horribles enanos que espantan a los
viajeros para robarles el alma. En las cuevas y grutas, los nahuales an usan el
poder de sus dioses para convertirse en bestias y acechar a sus enemigos.
Todava hay lagos y cuerpos de agua en los que moran los ahuizotes, que
comen carne, pero que no son animales. Es por todo esto que tras la muerte de
Huitzilopochtli vine a encerrarme a este convento apenas se estableci, para
estar en un espacio en que Dios, y slo Dios, tiene poder.
No entiendo, ni creo que t puedas entender, cules fuerzas son
bondadosas y cules son malvolas. Yo sirvo a mi Dios y eso me basta. Lo
que s comprendo es que hay una fuerza constante, y que esa fuerza es la
113

Muerte. No me refiero al fallecimiento, al abandono del cuerpo por el alma,


sino a la muerte absoluta, la extincin de todo cuanto es y existe. Y Tonantzin
alguna vez fue la esperanza contra ella, pero su poder se ha debilitado por
causa del avance de nuestro joven Dios sobre la tierra, y Tonantzin se ha
vuelto loca por la tristeza y la desesperacin, porque sabe que ya nada ni nadie
podr detener la llegada de la Muerte. Tonantzin en otros tiempos y lugares
ha sido llamada con otros nombres... Tonantzin ama todo lo que existe, a
diferencia de nuestro Dios, que slo ama a quienes lo aman. Y contra la
Muerte, nuestro Dios no tiene poder. Por eso Tonantzin llora por nosotros, sus
hijos, todas las noches y as ser hasta que ella misma deje de existir.
***
Fray Rodrigo guard silencio y fray Bernal lo miraba con una mezcla de
miedo y repulsin. Por fin el joven fraile se anim a hablar.
-Lo que habis dicho es blasfemia, padre. Habis permitido que vuestra
experiencia frente al demonio os trastornase el juicio. Slo hay un Dios, y es
Nuestro Seor, quien triunf contra la muerte y promete la vida eterna.
-La eternidad es algo relativo, hermano.
-No quiero escuchar ms herejas.- dijo fray Bernal al tiempo que se
incorporaba de golpe -En este momento me vuelvo a Xochimilco. Si no puedo
contar con vuestra ayuda, yo mismo me enfrentar al demonio que confunde
las almas de los indios.
-Tu lucha ser intil, joven fraile, no se puede ahuyentar a los otros
dioses tan fcilmente como se hace con los demonios. Se necesita un poder y
un rito especial, el mismo que usaron los primeros cristianos para despoblar la
114

tierra de ninfas y espritus paganos, adems de una fe inquebrantable en el


triunfo final del Seor. Pero si lo que quieres es agrandar el rebao de Dios,
misin que comparto, hay otros mtodos. Yo mismo suger al seor Obispo
que mandara a hacer una pintura en la que se conjuguen las imgenes de la
Virgen y de Tonantzin, e ir enseando a los indios a adorar a la primera y
abandonar a la segunda. Tengo entendido que dicha pintura se est
elaborando, si es que no est completada ya.
Fray Bernal, que no quera escuchar ni una palabra ms, atraves la
celda con largos y furiosos pasos y ya estaba a punto de salir por la puerta
cuando la voz del viejo fraile lo detuvo.
-S que he servido bien a mi Dios y confo en haberme ganado el
Cielo.- dijo fray Rodrigo, exhausto Pero, qu ser de m, cuando Dios y su
Cielo no existan ms?

115

LIRGANES
Cantabria, siglo XVII
Mara sabore el agua de mar que inundaba sus fosas nasales,
arrastrada por la corriente que la sacuda y aporreaba contra los arrecifes.
Su piel se quemaba al contacto con las medusas y pececillos negros de dientes
filosos le mordan los dedos. Haba dejado de luchar contra la oscuridad
profunda del ocano y esperaba pronto morir ahogada cuando un rostro
luminiscente se apareci en el abismo. Mara dej escapar burbujas de
alarido cuando la cosa blasfema que tena frente a ella alarg una mano
escamada y membranosa, la sujet del cabello, la atrajo hacia su cara
triangular y viscosa y encaj su boca llena de dientecillos afilados en los
labios de la joven. Ella cerr los ojos y grit por dentro. Entonces sinti un
ardor que suba por su vientre.
Aquella noche de tormenta y viento ululante, Mara despert por los
llantos de su beb y pronto olvid su pesadilla en la actividad de amamantar al
pequeo. Meses despus, dio a luz a un segundo hijo, al que llam Francisco.
Pasaron los aos y otros dos varones llegaron a la familia, para orgullo de don
Francisco de la Vega, padre de los cuatro. Pero Francisco el padre muri
cuando an era mozo el hijo que llevaba su nombre. Se ahog en el Miera una
noche sin luna cuando sali de su casa por motivos desconocidos y sin avisar a
nadie.
El mayor de los hermanos muri poco despus, en cama. Amaneci
cubierto de agua salada que le chorreaba por la boca y la nariz. Estaba inflado
como si se hubiese ahogado. La familia y los vecinos estaban tan asustados

116

como confundidos. El cura local practic un torpe exorcismo del cadver y se


le sepult junto a su padre.
Sin ms hombres que se hicieran cargo de la familia y siendo los hijos
menores an muy nios, Mara decidi enviar al joven Francisco a aprender el
oficio de carpintero en Bilbao. Francisco era un muchacho serio, callado,
tranquilo y obediente. Jams su nimo sereno se turbaba por la clera, el
miedo o la alegra. Apenas demostraba su contento con leves sonrisas y suaves
miradas. Cuando las faenas del hogar y del corral estaban terminadas,
Francisco no iba junto a los otros adolescentes a la taberna o al lupanar, sino
que se sentaba en el Puente Romano a la luz de la luna y vea discurrir las
aguas. Slo demostraba entusiasmo cuando iba a nadar con sus hermanos al
ro. Si le caus algn pesar el tener que alejarse de su familia, Francisco no lo
manifest y obedeci diligente a su madre.
En la villa de Bilbao el mozo se convirti en un hbil aprendiz de
carpintero que cumpla con precisin las rdenes de su maestro. En los trozos
de madera que sobraban de la construccin de los muebles, Francisco sola
tallar imgenes de peces, crustceos, ballenas y delfines. Maese Lope le dijo
sonriendo una vez que si hubiese nacido en otro lugar quiz su futuro habra
estado en la ebanstica y no en la humilde carpintera. Francisco sonri y le
agradeci el cumplido a su maestro, pero agreg con humildad que a l le
gustara ms ser marinero o pescador.
En una ocasin, Maese Lope entr al cuarto de Francisco y encontr
una extraa coleccin de esculturas en madera, que representaban imgenes
monstruosas de criaturas marinas: peces con cuerpos diminutos y mandbulas
enormes, serpientes marinas con garras en las aletas, bestias que el carpintero
slo poda comparar con dragones, sapos bpedos con los cuerpos cubiertos de
117

espinas, cangrejos con rostros extraamente humanos y un hombre alado de


cuya cabeza sala una maraa de tentculos retorcidos Y entre todos ellos
sobresala la imagen de un ser batracio, giboso, pero erecto, con rostro
triangular y garras membranosas en vez de manos. Las figuras parecan tan
reales y tan vivas que Maese Lope sinti escalofros. Estaba a punto de salir
de la habitacin cuando se top con Francisco.
Lo rega por esas monstruosidades que haba tallado. Es que acaso
quera que lo acusaran de brujera o algo as? Le pregunt con nfasis por la
imagen del monstruo con cabeza triangular. Francisco slo dijo que se trataba
del Obispo. Maese Lope, pensando que el joven haba hecho una caricatura
del seor Obispo de Calahorra, se ech a rer, le dio al muchacho unas
palmadas en la espalda y le dijo que tena mucho talento porque en verdad esa
cosa se pareca a su Eminencia. Pero luego le advirti con severidad que no
volviera hacer imgenes por el estilo, a menos que quisiera que la Inquisicin
cayera sobre l. Maese Lope ech las esculturas al fuego y Francisco obedeci
su mandato.
Al igual que en su natal Lirganes, Francisco era sereno, taciturno y
solitario, y casi nunca se una a los otros muchachos de su edad, excepto para
ir de pesca o a nadar; entonces se volva un mancebo alegre y vivaz, un
excelente compaero de juegos. Era el mejor nadador y un pescador singular.
Poda aguantar la respiracin por muchos minutos y bucear en aguas
profundas. Poda nadar contra la corriente y atrapar peces con las manos
desnudas.
La vspera del da de San Juan, Francisco y otros muchachos fueron a
nadar a la Ra. Se desnudaron, dejaron sus ropas junto a la orilla y se lanzaron
al agua. Nadaron desde el medio da hasta el atardecer, momento en que todos
118

salieron del agua, excepto Francisco, quien se qued chapoteando. Sus


compaeros lo urgieron a salir en vista de que ya estaba oscureciendo, pero l
slo les dirigi una sonrisa y se dej llevar por la corriente hasta perderse de
vista. Los muchachos no se preocuparon, saban que Francisco era un
excelente nadador. Pero cuando pasaron las horas, decidieron ir a buscarlo;
quiz habra salido ro abajo. Caminaron toda la noche hasta llegar a la
desembocadura sin encontrar rastros del

muchacho. Pensaron

que

probablemente ya haba regresado al pueblo y fueron a buscarlo all, pero


nadie lo haba visto. Hicieron una bsqueda exhaustiva que dur toda la
noche, examinaron la Ra, la villa y sus alrededores, pero no pudieron
encontrar al mancebo y al final lo dieron por ahogado. Maese Lope fue el
encargado de viajar Lirganes para informarle a la familia. Mara llor
desconsolada por su segundo hijo perdido.
Dos aos ms tarde, en la vspera de la fiesta de Santa Juliana, a las
afueras de Santillana del Mar, unos pastores encontraron a una muchacha
tirada e inconsciente cerca de la entrada de una gruta. El vientre de la moza
indicaba que ella estaba en los ltimos das de su embarazo y los pastores
decidieron llevarla al Convento de San Idelfonso. Cuando la muchacha
recobr la consciencia, empez a gritar y a convulsionarse. Las monjas
dominicas supusieron que estaba poseda y mandaron por un sacerdote para
que la exorcizara. El padre procedi con la sagrada liturgia para expulsar a los
demonios
Rociada con agua bendita y asediada con rezos en latn, la joven no
haca ms que retorcerse y babear. Al final, se qued quieta, como exhausta y
murmur una palabra que apenas pudo entender la monja que permaneca a su
lado: Lirganes. Entonces, un chorro de lquido sali disparado de entre las
119

piernas de la moza. Las monjas y el sacerdote supusieron que estaba a punto


de dar a luz y corrieron a prepararse para recibir al beb. Pero de entre las
piernas de la joven no sali ningn nio, sino una anguila y despus una
babosa, seguida de pulpos, calamares, medusas y dems criaturas viscosas que
emergan no paridas, sino vomitadas por el infortunado cuerpo. El horror que
sintieron las monjas fue tal que salieron huyendo de la habitacin, dejando
solo al exorcista.
Cuando los seres del mar dejaron de salir, el sacerdote se atrevi a
acercarse a la muchacha. Haba muerto. La enterraron en el cementerio e
incineraron a las criaturas, no sin que antes se hiciera un ritual para purificar
todo el convento, en especial el cuarto en el que haba estado la joven.
Despus mandaron a unos mensajeros hacia Lirganes, para obtener
informacin. Nadie en el pueblo haba escuchado de una muchacha con las
seas dadas por los mensajeros y stos tuvieron que regresar a Santillana en la
misma oscuridad en la que haban partido. Nunca se aclar el misterio.
Tres aos despus de este incidente, unos pescadores de Bilbao se
encontraban en la desembocadura de la Ra, cuando vieron a lo lejos una
figura humana que los miraba. Pensando que se trataba de un nadador, lo
saludaron, pero la criatura se sumergi y no volvi a salir. Al da siguiente, los
pescadores lo encontraron de nuevo. El ser los observaba quieto y en silencio,
apenas manteniendo la cabeza por encima de la superficie. Cuando los
pescadores intentaron acercrsele, desapareci bajo el agua. En una ocasin,
uno de los pescadores le arroj un trozo de pan y la criatura se acerc a ste, lo
cogi con una mano, se lo llev a la boca y luego se sumergi para no dejarse
ver por el resto del da. Entonces, los pescadores decidieron tenderle una
trampa; dejaron unos pedazos de pan flotando sobre el agua, y cuando la
120

criatura se acerc a comerlos, le arrojaron una red y la capturaron. El ser casi


no se resisti. Cuando lo sacaron del agua, vieron que era un joven de unos
veinte aos, con el cuerpo lampio, la piel amarillenta y el cabello rojizo muy
plido. Adems, una lnea de escamas le recorra el espinazo. El muchacho no
hablaba y slo emita gemidos y gruidos. Pensando que podra estar posedo,
los pescadores lo llevaron al convento de San Francisco.
Un exorcismo fue oficiado por don Domingo de la Cantolla, secretario
del Santo Oficio. Durante el proceso, el joven se mantuvo acostado en una
cama, quieto, silencioso y con la vista clavada en el techo. Al final, balbuci
una palabra: Lirganes. Don Domingo envi a fray Juan Rosendo de San
Francisco a acompaar al joven hasta la aldea de Lirganes para obtener
mayor informacin.
El viaje transcurri sin incidentes, y cuando llegaron a Lirganes y
empezaron a hacer averiguaciones en el pueblo, un local sugiri que el joven
podra tratarse de Francisco de la Vega, desaparecido cinco aos atrs. Fray
Juan llev al mancebo a la casa de la viuda Mara, quien en seguida reconoci
a su hijo perdido y se arroj a sus brazos. El color de su cabello y el de su piel
haban cambiado, pero sin duda era su hijo. Francisco no se inmut.
El joven volvi a vivir con su solitaria madre, pues los dos hermanos
menores vivan en otros pueblos ejerciendo diferentes oficios. Era, como
siempre haba sido, un chico obediente y silencioso. Jams hablaba; slo saba
decir tres palabras: pan, vino y tabaco, pero las pronunciaba arbitrariamente,
sin relacin a los objetos. Andaba desnudo si no se le vesta y slo sala de
casa para asistir a misa si se le llevaba. Coma con abundancia slo si se le
ponan los alimentos enfrente y luego permaneca varios das sin probar
bocado.
121

Una vez una muchacha se acerc con curiosidad a la casa De la Vega y


Francisco se le tir encima con evidentes intenciones de violarla. Fueron
necesarios cinco hombres para sujetar al joven. Aquel suceso extra
sobremanera a los lugareos, pues nunca antes, ni despus, Francisco intent
atacar a una mujer.
Los aos pasaron con el ritmo de las mareas. En cierta ocasin lleg a
Lirganes uno de los hijos menores de Mara, para visitar a su madre y
hermano. Una maana fue encontrado muerto en su cama, cubierto de agua
salada, como si se hubiese ahogado en el mar y despus devuelto a su lecho.
No pasaron tres aos antes de que el ltimo hermano de Francisco sufriera su
propia tragedia. Una noche desapareci del pueblo en que viva y su cadver
fue hallado diez despus, en Lirganes, en el fondo de un pozo que se crea
seco desde haca varios aos. Mara se quebr y se deshizo, pero se consol
con la presencia de su nico hijo. Los lugareos murmuraban inmisericordes
sobre Mara y su familia, y evitaban todo contacto con ellos. Las casas
cercanas a la De la Vega fueron abandonadas y Mara y Franciso se quedaron
cada vez ms aislados del mundo.
Otros seis aos pasaron. Lleg una furiosa tormenta que azot toda la
regin. Durante dos das las nubes oscuras no permitieron ver el sol y el cielo
se convirti en una penumbra sin fin. Entonces, durante unas horas nocturnas
de calma chicha, Francisco sali de su casa, desnudo, y se encamin con
direccin al ro. Mara despert sobresaltada, sin saber por qu, se asom a la
calle y, al ver a su hijo, corri para detenerlo. En cuanto la mujer, ahora
envejecida, alcanz a Francisco, con la intencin de hacerlo volver, un agudo
dolor en el vientre la dobleg. Mara abri la boca de par en par, como si le
faltara el aire, y emiti sonidos guturales y entrecortados. De pronto vomit
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algo. Era un molusco vivo que se retorca en agua salada sobre la hierba.
Mara no tuvo tiempo de horrorizarse o sentir asco, pues otra vez el impulso
de vomitar se apoder de ella, y la hizo postrarse para expulsar de su boca ms
criaturas babosas, que no le dieron la oportunidad ni de respirar. Un lugareo
observaba la escena a lo lejos, desde su ventana, sin atreverse a salir, cuando
las nuseas, calambres y espasmos se apoderaron de l y tambin empez a
vomitar bestezuelas acuticas. Su esposa, que dorma cerca de esa misma
ventana, despert por los dolores de estmago y, antes an de recuperar
consciencia, comenz a vomitar y a vomitar Esa noche, entre el aullido del
viento y el tronar de los relmpagos, todos los hombres y mujeres del pueblo
expulsaron viscosidades reptantes en una agona indescriptible. Francisco,
sereno, lleg hasta el ro y se lanz a sus negras aguas para jams volver a ser
visto.

123

EL DIABLO EN JERSEY
Nueva Jersey, Siglo XVIII
Han pasado ya muchos aos y se sigue hablando del Diablo de Jersey en
los Yermos Pinares de esta colonia de Su Majestad. Todava hay quien dice
encontrarse con sus ojos de azufre en la oscuridad del bosque y quien lo culpa
de la muerte de perros y ganado. Cuando desaparece un nio, en seguida se
murmura la presencia del Diablo. Lo cierto es que en algunas noches nubladas
y oscuras se escuchan extraos gritos en la espesura del impenetrable bosque.
No soy un hombre supersticioso y en un principio no cre en la historia
del espectro que supuestamente rondaba los despoblados y los caminos. Sin
embargo, los aos pasan y las evidencias se acumulan, mientras mis creencias,
antes firmes, se sacuden con el peso de la edad y la amargura de la
experiencia. Lo ms importante es que el tiempo sigue transcurriendo y nada
parece poner fin a ese horror que acecha entre las penumbras de los Yermos
Pinares. Hablar de lo que s y dejar a un lector futuro, de un siglo quiz
menos inculto, tomar sus propias decisiones.
S que estos bosques son antiguos y tienen mala fama desde antes de
que llegara el hombre blanco a estas tierras. Los indios tiene desde hace siglos
un nombre para este sitio, Popuessing, que significa lugar del dragn. Los
exploradores suecos lo llamaban Drake Kill, o arroyo del dragn. Ignoro
por qu desde tan antiguo se le conoce a estos lares con tales nombres, dado
que la historia del Diablo de Jersey no comienza sino con los Leeds.
Me consta que Japhet Leeds lleg a los Yermos Pinares desde un lugar
que nunca mencion. Muchos habitantes de estos inhspitos sitios son
prfugos de la ley, bandidos, mercenarios y miembros de religiones o grupos
124

polticos perseguidos, por lo que nadie pregunta por el pasado de nadie. Sin
embargo, la llegada de Leed despert curiosidad por su extrao aspecto y
porque su nico equipaje era un poco de ropa y un montn de libros. Nadie
que yo conociera lleg a ver de cerca esos libros ni a averiguar su contenido,
pero hubo quien murmur que Leeds practicaba la brujera y que por eso vena
huyendo de quin sabe dnde. Lo cierto es que Leeds fue un hombre honrado
y tranquilo que en muchos aos nunca dio motivo de quejas a sus vecinos. Se
hizo de una cabaa derruida en el lindero del bosque, la repar y vivi all de
la lea, la caza y algunos cultivos.
El hombre prosper alejado de los ebrios y los malandrines, por lo que
se gan la mano de Deborah Smith, hija de otro prspero granjero. S a
ciencia cierta que Deborah dio a luz a doce hijos, lo que le gan el apodo de
Madre Leeds. Lo s porque yo bautic a los doce nios. El ltimo parto fue
difcil para la madre y me consta, como consta a la partera tambin, que ella
dijo, entre el delirio causado por la fiebre, que si tena un hijo ms sera el
demonio. Ignoramos sus palabras, pero siempre las tuve en mi memoria, en
especial cuando Madre Leeds qued encinta por decimotercera ocasin.
Esta vez Japhet Leeds no permiti que nadie, sino la partera, estuviera
presente durante el parto. Es por ello que no se sabe con seguridad qu
ocurri. Como la cabaa de Leeds estaba en el bosque, lejos de cualquier otra,
apenas algunos alcanzaron a escuchar gritos de dolor, que interpretaron como
los naturales gemidos de la madre dando a luz. Un grito, sin embargo, fue
escuchado por muchos, un grito de horror seguido de un chillido que algunos
describen como innatural. Los vecinos, con nimos de ayudar o con simple
curiosidad, llegaron cuan rpido pudieron a la granja de los Leeds, derribaron
la puerta de la casa y se toparon con una escena por dems aterradora. Madre
125

Leeds yaca muerta en su cama con sangre chorrendole de entre las piernas,
mientras que la partera estaba tirada en el suelo; su cuerpo haba sido mutilado
de forma indescriptible. No haba seales de Japhet Leeds ni del recin nacido,
pero un rastro de sangre llegaba hasta la chimenea e incluso suba por ella.
Esto me consta, pues estuve all. Esa misma noche, varios vecinos vieron algo
que pas volando junto al campanario de la iglesia, y algunos ms dicen haber
escuchado un chillido ultraterreno. As empez la historia del Diablo de
Jersey.
Los doce nios Leeds se mudaron con sus abuelos, la madre fue
sepultada y en el pueblo no se supo ms de Japhet. Cerca de un mes despus
comenzaron los avistamientos. De noche o de da, cazadores y viajeros decan
haber visto a un monstruo en la espesura del bosque. Los testigos, hasta la
fecha, no se ponen de acuerdo sobre la apariencia de este demonio. Todos
dicen que tiene una cabeza alargada y gruesa, y un par de ojos rojos y
brillantes en los que, dicen, asoman la maldad y la locura, adems de un par de
patas deformes que algunos describen como pezuas y otros como zarpas de
lagarto. En efecto, se han encontrado, y yo mismo he observado, huellas de
cascos en lugares inaccesibles para hombres y animales. Por supuesto, un
punto de acuerdo entre todos los testimonios es que el monstruo tiene alas y
vuela.
Luego iniciaron las muertes. Primero moran slo animales chicos,
gallinas, ovejas, perros Despus empezaron a encontrarse los cadveres de
vacas y caballos. Finalmente, nios y muchachas, y an hombres adultos,
comenzaron a desaparecer. Algunos cuerpos fueron hallados, siempre con
mutilaciones espantosas. La gente se volvi temerosa; toda desaparicin o
muerte de persona o animal era atribuida al Diablo de Jersey. Yo crea, sin
126

embargo, que detrs de la mayora de las muertes deban estar los lobos y los
bandidos. Pero hubo algunas muertes, con rasgos tan grotescos, que no pude
evitar estremecerme.
Pero, de haber en realidad un emisario del maligno en estas tierras,
cul es su intencin? El demonio, siempre he pensado, no se le aparece al
hombre para espantarlo, sino que busca tentar su alma hacia el pecado. La
aparicin de Satn o uno de sus sirvientes asustara tanto a una comunidad que
todos se volveran hacia la fe del Seor, como de hecho ha sucedido en los
ltimos aos, en los que cada vez ms feligreses asisten a mi parroquia.
Acaso quiere asustarnos? Es verdad, el Diablo de Jersey ha causado muchas
muertes, pero no ms, estoy seguro, que la violencia habitual de esta regin
tan apartada. Adems esta criatura, si es real, slo merodea por los bosques y
los caminos, y rara vez se deja ver cerca de las aldeas. Por qu entonces nos
produce tanto miedo? Pues el miedo flota sobre nuestra poblacin como la
neblina y nunca nos deja libres de su influencia. Quizs lo que aqu sucede no
tiene nada que ver con Dios o el demonio.
Cinco aos llevaba el Diablo de Jersey aterrorizando esta comunidad
cuando los habitantes me pidieron que conjurara al demonio. No creo en
exorcismos ni en ninguna de esas supersticiones papistas, y trat de
explicrselo a mis feligreses, pero ellos no escucharon razones. Por tanto,
efectu una misa especial. Los habitantes de los Yermos Pinares no tenan
nocin de cmo es un ritual de exorcismo, as que me limit a presidir una
serie de rezos para tranquilizarlos.
Esa misma noche, ocurri algo terrible: la pequea hija del granjero
Jabediah Williams desapareci y se encontraron huellas de cascos cerca de su
casa. Como en ocasiones anteriores, form una partida de bsqueda para dar
127

con la nia, pero el fracaso de expediciones anteriores y el miedo que tena la


gente por el Diablo de Jersey provoc que muy pocos voluntarios se nos
unieran. Slo el granjero Williams, su hermano Jerome, algunos vecinos y yo
nos adentramos en el bosque. Jams podr olvidar esa noche.
Haba una luna llena bermeja y unas cuantas nubes negras que no
alcanzaban a oscurecer la noche. Llevbamos antorchas y algunos de nosotros
estaban armados con tridentes. Jebediah y Jerome Williams portaban sendos
mosquetes. Nos separamos en grupos y parejas para registrar el rea y as nos
introdujimos en ese bosque antiguo y salvaje en el que la vegetacin crece
retorcida y con violencia. El hermano del granjero y yo seguimos el curso de
un riachuelo hasta llegar al pie de una colina. Entonces lo vi. En la cima,
recortado contra la luz de la luna estaba esa cosa. Era grande como un
hombre, pero su postura no erguida, sino inclinada hacia adelante. Tena un
par de grandes alas membranosas que salan de su espalda. Estaba parado
sobre sus dos patas traseras, grandes y gruesas, y sus patas delanteras eran ms
pequeas y terminaban en garras. Tena una larga cola puntiaguda que se
meca y torca como la de una vbora. Su cabeza era alargada y gruesa como la
de un caballo y haba algo espantosamente reptil en la criatura. Williams y yo
nos quedamos atnitos y aterrados ante tal visin, pero yo logr controlar el
miedo y le orden a mi compaero que abriera fuego contra el monstruo.
Williams apunt, pero el disparo nunca son.
El golpe de un hacha cay sobre la cabeza de Williams, tumb al
desdichado y reg de rojo y marrn todo al alrededor. Un hombre apareci de
entre las sombras y atac a Wiliams con ms y ms golpes furiosos de hacha.
Retroced espantado, pero no tuve fuerzas para salir huyendo; tropec y ca de
espaldas. Cuando el hombre termin de mutilar el cadver de Jerome
128

Williams, se volvi hacia m, y con el resplandor de mi antorcha reconoc a


Japhet Leeds. Estaba desnudo, con el pelo, las barbas y las uas largas,
cubierto de lodo, pero supe que era l y estuve seguro cuando me habl.
-Quieres matar a mi hijo?
Entonces alz el hacha en el aire y yo ya estaba rezando mis oraciones
cuando se escuch el tronar de un mosquete. Leeds cay al suelo, sin vida.
Acto seguido, la cosa que estaba en la cima de la colina emiti un chillido
aberrante, un sonido que nunca quiero escuchar otra vez en la vida, y
emprendi el vuelo. Instantes despus se me unieron Jebediah Williams, que
haba hecho el disparo contra Leeds, y sus compaeros. El buen granjero no
tuvo oportunidad de llorar a su hermano muerto, porque yo suger que de
inmediato subiramos a la colina y as lo hicimos. All encontramos a la
pequea nia Williams, an viva y por lo visto ilesa, y la llevamos a su casa.
A la maana siguiente volvimos a buscar los cadveres de Jerome
Williams y de Japhet Leeds; slo el primero fue encontrado. La nia Williams
por su parte, nunca volvi a ser la misma; nunca hablaba y le tena pavor a los
exteriores y a la noche. Muri antes de cumplir los diez aos.
Bien, eso es todo lo que s, lo que puedo asegurar. Han pasado veinte
aos desde el nacimiento del ltimo hijo de Madre Leeds y aunque tras la
muerte de Japhet ha habido menos asesinatos y desapariciones, stos todava
se presentan de vez en vez, as como an aparecen animales muertos y
mutilados. A veces llega algn forastero que nunca haba odo la historia y
cuenta en la taberna o en la posada que ha visto a un extrao monstruo en el
camino. Muchos dicen que han abierto fuego contra la figura voladora y que

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no le han causado el mnimo dao. Nadie sabe cmo librarse de l y hay quien
murmura que el monstruo secuestra mujeres para engendrar en ellas su prole.
Nunca podr estar seguro de qu es el Diablo de Jersey, ni si es real,
pero s lo que vi, lo que presenci y lo que sent, y que constantemente revivo
en mis pesadillas. De algo estoy seguro, mucho despus de que yo muera y de
que muchas generaciones pasen a la historia, sea lo que sea que ronda por los
Yermos Pinares, hombre, bestia, monstruo o demonio, este Diablo de Jersey
seguir sembrando el terror.

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HERE THERE BE MONSTERS


Pacfico Sur, finales del Siglo XVIII
Diario del doctor James Hopkins a bordo del HMS Australia

15 de abril
Hoy inicia el viaje por el que he esperado mi vida entera. Parto a bordo
del HMS Australia, bajo el comando del capitn Francis Moorcock, en busca
de la legendaria Terra Australis Incognita, que ni el osado James Cook pudo
encontrar. Viajo en esta sloop-of-war como cirujano de profesin y naturalista
de aficin. Estoy sumamente emocionado al pensar lo que tengo por delante:
nuevas tierras llenas de especies desconocidas y pueblos salvajes an sin
documentar. No muchos hombres pueden ser los primeros en explorar
regiones desconocidas de los misteriosos Mares del Sur.

5 de octubre
Hemos llegado a las costas de Tahit, donde pasaremos unos das
reabasteciendo nuestra nave. El capitn ha dado permiso a los marineros para
que visiten las aldeas y se diviertan. Tahit es un paraso terrenal de hermosas
playas y sol vivificante. Los nativos que la habitan son gente noble y pacfica,
de fcil trato para los europeos. Pero mucho ya se ha dicho de esta isla. La
verdadera aventura se encuentra mucho ms al sur.

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23 de octubre
Esta maana divisamos tierra. Por un momento el capitn pens que se
trataba de la Terra Australis, pero al aproximarnos ms nos qued claro que se
trataba de una isla. No la hemos circunnavegado, pero no parece ser muy
grande. La costa suroeste, que es la que tenemos frente a nosotros, debe medir
unas cuarenta millas de cabo a rabo. Una pequea y estrecha pennsula
sobresale del cuerpo de la isla y se interna en el mar por lo que calculo deben
ser unas tres millas. Aclaro que stos son clculos hechos a simple vista y que
podran estar equivocados.
Nos hemos estacionado frente a la isla a una distancia prudente, pues
hemos visto, a travs de los catalejos, que est habitada. El capitn Moorcock
ha tenido experiencias desagradables con los salvajes de los Mares del Sur y
no quiere arriesgar la tripulacin. Tendr que conformarme con observar la
isla desde lejos, lo cual no resulta fcil, ya que por la maana y por la tarde
una densa neblina la rodea. Slo tenemos el cielo despejado durante las horas
del medio da.
La costa peninsular parece ser la nica en la que un desembarco podra
ser viable. Sus playas son suaves, de arena negra, de evidente origen
volcnico, como debe serlo toda la isla. Varias formaciones rocosas de gran
tamao y con forma de picos emergen del agua alrededor del cuerpo principal
de la isla, lo que hara difcil la navegacin por esa zona. La isla,
naturalmente, ha sido bautizada como Moorcock Island.

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24 de octubre
He pasado el da observando la isla. Sin duda los nativos han notado
nuestra presencia, porque estn muy inquietos. Han tenido hogueras
encendidas y han estado tocando sus tambores todo el da. He hecho un
descubrimiento asombroso: los nativos viven entre las ruinas de lo que debi
haber sido una ciudad gigantesca construida con piedra. La arquitectura
asemeja en proporciones y formas a las del antiguo Egipto o de Babilonia,
pero con un estilo muy particular. Entre los edificios se cuentan torres y
caseros, as como plataformas de lo que debieron haber sido monumentos
colosales. Una enorme muralla de piedra separa la pennsula del resto de la
isla. Qu pueblo habra sido capaz de construir tales maravillas en esta regin
incivilizada del mundo? El capitn es de la opinin de que los ancestros de los
nativos fueron los arquitectos y que, tras largos aos, su pueblo entr en
decadencia, dando como resultado la partida de salvajes incivilizados que
ahora pueblan Moorcock Island. Pero yo me resisto a creer que un pueblo
capaz de construir maravillas sas pudiera degenerar en una tribu salvaje y
primitiva.
Mis observaciones en cuanto a la naturaleza isla son las siguientes.
Presenta una vegetacin tropical exuberante y espesa, que forma una tupida
selva detrs de la muralla de piedra. No he visto ninguna bestia terrestre en la
pennsula y los nativos no parecen poseer ningn tipo de animal domesticado,
ni cosechas, aunque vi un campo de lo que parecen rboles frutales cerca de su
aldea. Su alimentacin parece basarse casi por completo en la pesca, pues los
vemos dedicar largas horas del da a esta actividad. Por cierto, el agua aqu es
lmpida y transparente, lo que permite ver la gran variedad de peces que
pueblan estos mares. Hay una notable abundancia de tiburones y mantarrayas,
133

y variedades de peces que en otras regiones son pequeos, aqu son dos o tres
veces ms grandes. Tambin hay muchos pulpos, medusas, anmonas,
cangrejos y otros invertebrados. Creo haber descubierto nuevas especies.
En cuanto a la vida animal en la isla lo nico que he visto y de lo que
puedo dar noticia es de lo que me pareci un ave enorme sobrevolando las
copas de los rboles selvticos. Pero luego de observar bien al animal, llegu a
conclusin de que deba tratarse de un murcilago o, quiz, un reptil volador
desconocido. Espero con ansiedad a que el capitn se resuelva a desembarcar
para conocer mejor la naturaleza de este lugar ignoto.

25 de octubre
Esta maana tuvimos un fiero combate con los salvajes que habitan la
isla. Fuimos atacados durante la noche por una flotilla compuesta de grandes
canoas de guerra. Aprovecharon las nieblas para asaltarnos con flechas
incendiarias. Sus nmeros se contaban en cientos, pero no estaban preparados
para enfrentarse a nuestras armas de fuego. Aqu debo reconocer la
inteligencia y prudencia del capitn Moorcock, quien nos orden a todos estar
alerta ante la violencia con la que los nativos percudan sus tambores. En
verdad, el sonido de sus percusiones y gritos, evidentemente parte de un ritual
de guerra, era tal como para horrorizar a un hombre civilizado. Acompaaban
sus tambores con un grito rtmico y profundamente extrao que sonaba algo
as como gong o hong. De cualquier forma, los nativos nos sorprendieron,
pero no nos encontraron inermes ni indefensos.
En cuando las primeras flechas cayeron sobre el HMS Australia, el
capitn orden a todos preparar sus mosquetes y disparar los caones. As,
134

hundimos muchas canoas antes siquiera que alcanzaran la nave. Muchos


salvajes, sin embargo, lograron abordar y ah los marinos tuvieron que
defenderse con bayoneta y espada. Pero el capitn haba apostado hombres
sobre el castillo de proa, listos para disparar sobre los nativos en cuando
pusieran un pie sobre cubierta. Al mismo tiempo, orden levar anclas, levar
velas y dirigir la nave lo ms lejos posible de la isla, para as privar a los
salvajes a bordo de la esperanza de recibir ayuda de su gente. Despus de un
largo combate logramos repeler a los atacantes. Yo me refugi en la cabina del
capitn durante la escaramuza, pero l me relat que fue en extremo violenta;
veintin de nuestros murieron en la refriega. Estos salvajes son un pueblo en
particular vicioso y maligno.

26 de octubre
Nos hemos alejado de la isla y estamos fuera del alcance de los salvajes.
Cualquier intento de desembarcar en Moorcock Island est por completo
descartado. No obstante, he convencido al capitn de que circunnaveguemos
la isla para observar lo ms que se pueda de ella.
Mientras tanto, me he dedicado a estudiar el cuerpo de uno de los
salvajes que murieron en la batalla. Son una raza nica en el mundo. Su piel
lampia es de un tono tan oscuro que casi parece negro. No haba visto piel
tan oscura ni en los nativos de frica. Pero estos hombres no tienen rasgos
africanoides. Son dolicocfalos y tienen narices aguileas, frentes amplias y
labios delgados. Su complexin es delgada, pero muscular y su estatura es
como la un europeo mediterrneo. Tienen cabellos negros rizados que arreglan
en trenzas y ojos con un iris tan oscuro que se confunde con la pupila. La piel
135

de las palmas de sus manos, las plantas de sus pies y sus labios es apenas ms
clara que la del resto de su cuerpo. Sus uas no son transparentes, sino de un
color negro slido. Sus dientes, lo ms sorprendente de todo, son negros como
bano lustroso. El capitn, en una actitud por dems decepcionante, me ha
impedido hacerle una diseccin para conocer sus rganos internos, alegando
que sera una actitud poco cristiana. Pero he aprovechado la herida de bala que
tiene en el pecho para asomarme al interior del salvaje. Extraje fragmentos
de costillas y del esternn que rompi la bala. Los huesos de este salvaje son,
lo aseguro, completamente negros.

27 de octubre
Hemos anclado frente a la costa noreste de la isla, es decir, en el
extremo opuesto al de la pennsula que habitan los nativos. Entre nosotros y la
isla se alzan picachos rocosos que hacen imposible desembarcar de este lado.
Me limitar entonces, a describir lo que he visto desde aqu.
Moorcock Island estn cubierta de una densa selva, con rboles
inmensos. Hay algunas colinas, entre la que destaca una que se yergue hacia el
centro de la isla. Es evidente que la antigua civilizacin que la pobl alguna
vez se extenda por toda su geografa, pues he visto las ruinas de murallas y
torres ciclpeas que se elevan sobre las copas de los rboles ms altos. Me
embarqu en una lancha para acercarme lo ms posible a la isla, pero los
marineros que me acompaaban no quisieron acercarse mucho a los picos
rocosos, a pesar de que el mar estaba tranquilo. Pude ver, no obstante, que
muchas rocas, pertenecientes a antiguos edificios, pueblan el fondo de las
aguas poco profundas cercanas a Moorcok Island.
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Orden a un marino que bajara al fondo para obtener una estatuilla que
sobresala del fondo arenoso. El marino se sumergi y fue atacado por un
pececillo desconocido, que result ser mortalmente venenoso. El pobre infeliz
empez a sufrir convulsiones en cuanto regres a la lancha, y su cuerpo de
hinch y se cubri de ronchas al instante. Muri antes de que logrramos
regresar a la nave. Pero su muerte no fue en vano, logr recuperar la estatuilla.
Est tallada en una piedra verde desconocida, de unas quince pulgadas de
altura y cinco de ancho, y representa a lo que debi ser un dios zoomorfo que
adoraba la antigua raza de Moorcock Island. El dolo tiene forma de un
batracio bpedo y jorobado, con garras en las manos y el dorso cubierto de
espinas. Su cabeza tiene forma triangular, y su boca tiene labios gruesos que
dejan entrever una hilera de dientecillos filosos. Nunca haba visto un dolo
tan excepcional ni tan magistralmente detallado.
Extraas bestias vagan por esta isla. He vuelto a ver ms ejemplares de
esos animales voladores que describ con anterioridad. Ahora estoy seguro de
que se trata de reptiles, parecidos (y perdneseme la falta de rigor cientfico al
decirlo) a dragones. Tambin vimos otro animal prodigioso. Pas nadando por
debajo del HMS Australia y lo pudimos observar detenidamente a travs de
las aguas cristalinas de este mar austral. Era como un lagarto, ms grande que
una lancha, que nadaba atrapando peces y otros animales marinos con las
fauces abiertas. No vimos de dnde surgi, pero nad hasta la orilla y al llegar
a ella se par sobre sus patas traseras!, tras lo cual se intern corriendo en la
selva. Es posible que los mitos de los dragones se basen en bestias como las
que hemos visto? Los marineros ignorantes, desde luego, estn asustados y
quieren alejarse lo ms pronto posible de esta isla. El capitn, de nuevo
decepcionante, les ha prometido que maana partiremos.
137

28 de octubre
Ya ha quedado fuera de vista, para mi pesar, esa maravillosa isla y
navegamos con direccin al sur en busca de la Terra Australis. Por fortuna, he
podido hacerme con algunos raros especmenes de nuevas variedades de
lepidpteros y colepteros que volaron hasta el barco. De cualquier modo,
espero poder regresar algn da a este extrao e inaudito lugar, con un ejrcito
bien armado que pueda reducir a esos viciosos salvajes para as poder estudiar
a gusto la naturaleza y arqueologa tan particular de Moorcock Island. Sin
embargo, estoy seguro de que maravillas an ms extraas nos esperan al sur.
Produce un entusiasmo indescriptible el aventurarse en regiones a las que
ningn hombre civilizado ha llegado, estas zonas que los antiguos mapas de
ignorantes cartgrafos marcaban con la leyenda Aqu habr monstruos.

31 de octubre
Escribo estas lneas con desesperacin y desesperanza. Desde el da 29
y hasta hace apenas unas horas fuimos azotados por una terrible tormenta. Los
mstiles han sido derribados por la furia del viento y del agua. Nunca haba
escuchado truenos tan absolutos ni haba visto relmpagos tan cegadores. La
mayor parte de la tripulacin ha muerto, incluido el capitn, quien fue arrojado
al mar por una ola. El HMS Australia est en psimas condiciones y el agua se
est filtrando. Estamos yendo a la deriva. Las brjulas enloquecieron y ya no
funcionan, sino que las agujas giran frenticas sin detenerse. Perdimos muchos
vveres en la tempestad. Los supersticiosos marineros me odian y culpan por
las desgracias. Me han obligado a deshacerme del extrao dolo que encontr
138

en la isla. Insensatos! No saben que el conocimiento vale ms que unas tristes


vidas humanas.
El cielo amaneci rojo y sin nubes. El mar, tranquilo como una laguna,
refleja el color del cielo. Los marinos dicen que estamos cerca de los confines
del mundo. Su ignorancia y supersticin me exasperan. Sin duda el fenmeno
puede ser explicado por la latitud y el clima en los que nos encontramos.

1 de noviembre
Los prodigios nunca cesan! Desde la muerte del capitn, Gibson, el
primer oficial, qued al mando. Hace unos momentos estaba sobre cubierta
dndonos instrucciones sobre el racionamiento de la comida cuando de pronto
surgi del mar un tentculo gigantesco, que lo atrap y se lo llev bajo al mar.
El pobre hombre gritaba y pataleaba por su vida, pero no pudo hacer nada.
Ser ste el fabuloso pulpo gigante del que hablan las leyendas? Los
marineros, por supuesto, hablan de demonios, pero yo estoy seguro de que la
criatura que se llev a Gibson es pertenece al mundo natural, si bien es
extraordinaria.
No hay viento y el agua est tranquila. Vamos flotando lentamente a la
deriva. Nos queda poco alimento, pero hay agua suficiente. El cielo y el mar
siguen de color rojizo.

139

2 de noviembre
Al atardecer estbamos tratando de pescar cuando fuimos atacados un
grupo de extraas criaturas. Eran peces monstruosos, grandes como perros,
con fauces desproporcionadamente grandes para sus cuerpos. Movan sus
aletas como alas de insecto y como tales zumbaban. Volaron sobre el barco y
se lanzaron sobre los marineros. Les arrancaban grandes trozos de carne y
luego regresaban al mar. Mataron e hirieron a muchos. Los que pudimos nos
refugiamos bajo cubierta, donde el agua nos llegaba hasta las rodillas. Ah
abajo, en la oscuridad, omos cmo los monstruos zumbaban y gruan y los
miserables que se quedaron arriba daban horrorosos alaridos mientras los
devoraban vivos.
De pronto, el aullido de dolor de uno de nuestros hombres se uni a los
alaridos de los que estaban sobre cubierta. Una cosa en el agua lo haba
mordido. Despus de l otros fueron mordidos y en seguida empezaron a
convulsionarse y a hincharse como globos. El resto de nosotros prefiri
enfrentarse a las criaturas de arriba que a la bestia desconocida que nadaba por
all, y subimos. Decidimos refugiarnos en la cabina del capitn, pero en el
camino dos hombres fueron alcanzados por los peces voladores. Ser mejor
quedarnos en la cabina mientras podamos. Los marineros aseguran que ya no
estamos en el mundo y que despus de esa tormenta hemos pasado al Infierno.

3 de noviembre
El horror! El horror indescriptible! Anoche nos atrevimos a salir de la
cabina para verificar nuestra posicin, pero en el cielo negro rojizo no
brillaban estrellas. Fue cuando esas cosas subieron al barco. Hombres
140

monstruosos con escamas de pez, manos palmeadas y garras en los dedos


abordaron el HMS Australia. Junto a ellos iban unas monstruosas criaturas
diminutas, como mantarrayas bpedas que avanzaban dando saltos como
ranas. Atacaron a los hombres, pero no me qued a ver qu suceda. Me
encerr en la cabina del capitn y mont una barricada frente la puerta. Los
alaridos de dolor y espanto que emitieron esos pobres hombres! Lo ms
espantoso de todo fue cuando vi, entre todos esos monstruos, una figura
enfermizamente familiar: se trataba del ser representado en el dolo que
encontramos en Moorcock Island!
Estuve toda la noche pertrechado en la cabina, con el mosquete
apuntando hacia la puerta, esperando que en cualquier momento entraran los
monstruos a enfrentarse conmigo. He rezado por primera vez en aos. Ahora
es de da, y creo que las bestias marinas han abandonado la nave. Dios,
quisiera llegar a tierra.

5 de noviembre
Irona del destino, el viento me ha trado de nuevo a Moorcock Island
Ese nombre es absurdo: no podemos llegar y ponerle nombres a cosas que
existan mucho antes de nosotros. La isla no tiene nombre Divago. El barco
encall en un banco de arena cercano a la pennsula que habitan los salvajes.
Me decid a salir de la cabina hace unos minutos y observ la costa. El cielo y
el mar seguan rojos y los nativos encendieron hogueras y empezaron a tocar
sus infernales tambores. Y de entre las ruinas ms all de la selva, provenan
luces, que no parecan estar generadas por fuego De pronto escuch un
ruido detrs de m y vi que dos lagartos marinos, como los que anteriormente
141

haba visto, estaban trepando por la borda con la clara intencin de abordar la
nave. Aterrado, corr a refugiarme en la cabina. Uno de los lagartos me
persigui, pero logr escabullirme por la puerta antes de que me alcanzara.
Aqu he estado desde entonces. Ya es de noche y la msica demencial
de los aborgenes ha alcanzado niveles orgisticos. Lo peor es ese abominable
grito, hong o gong... No cabe duda, los salvajes se acercan en sus canoas, pues
el ruido de los tambores se oye ms prximo. Tong bong Qu es lo que
dicen? Vender cara la vida; no les ser fcil capturarme
Dios, ese rugido Qu es eso? Qu es lo que estn invocando esos
salvajes? Ah estuvo de nuevo Proviene de la isla, pero se oye tan claro
como si estuviera aqu cerca. Los nativos lo festejan Debe ser una criatura
inmensa. Es indescriptible. Ese rugido lo captan mis odos pero lo
percibe mejor mi mente Estoy enloqueciendo? Dios mo Me est
hablando Muerte l es la muerte La destruccin el fin No No
puedo pensar Pues llegar el da en que los monstruos caminen sobre la
Tierra y las ciudades del hombre perezcan bajo sus pasos No s lo que
escribo No puedo pensar Mi mente ya no es ma
Kong
Kong
Kong

142

Volumen IV
La Edad de la Razn

143

EL SARCFAGO
Pars, principios del siglo XIX
El sarcfago haba sido encontrado por el equipo cientfico que
acompa a Napolen en su expedicin militar a Egipto y fue llevado a Pars
cuando las tropas francesas se vieron obligadas a retirarse. Cost un enorme
esfuerzo para su descubridor, el orientalista Jean de Toussaint, llevarlo a
Francia despus de la derrota en Egipto, sobre todo cuando los britnicos
reclamaban como propiedad de la Corona todos los descubrimientos franceses
en este pas. De cualquier modo, el sarcfago lleg a Pars y fue alojado en el
Muse du Louvre. Toussaint, sin embargo, muri a las pocas semanas, vctima
de unas fiebres contradas en frica y el sarcfago se qued embodegado por
varios aos, sin que nadie le prestara atencin.
Jacques Cartier, un joven arquelogo, aprendiz no muy brillante de
Silvestre de Sacy, redescubri el sarcfago por casualidad cuando haca
inventario en las bodegas del entonces rebautizado Muse Napolon. Cartier
mantuvo su descubrimiento en secreto y slo se lo revel a un amigo suyo, de
nombre Philippe de Passant, un joven revoltoso y en absoluto carente de toda
seriedad. Cartier, deseoso de impresionar a su amigo, lo invit una noche a
develar los secretos del recin descubierto sarcfago.
Se reunieron en el museo muy tarde en la noche, cuando ya casi nadie
quedaba en l. Con la autoridad que le daba conocer al director Vivant, Cartier
entr sin dificultades acompaado de su amigo, para despus dirigirse a la
cmara en la que guardaba su tesoro. All, con mucha ceremonia y pompa,
ante la expresin divertida de Passant, Cartier abri el sarcfago.

144

Dentro estaba una momia casi deshecha. Jirones de tela y carne seca
colgaban de sus miembros, retorcidos de forma tal que daba testimonio de
inefable agona.
Espantado por esta visin, Cartier se ech para atrs ahogando un grito.
Passant, en cambio, se ri de la reaccin de su amigo. La pareca
singularmente cmico que un hombre como Cartier, acostumbrado a tratar con
momias, se horrorizase ante la visin de este triste cadver.
-Parecera que se retorci en su encierro.- observ Cartier Como si lo
hubiesen enterrado vivo.
Passant se acerc a la momia hasta casi tocarla con la nariz. Luego se
volvi hacia Cartier le dijo, riendo:
-Enterrado vivo? Es como si tu amiguito an estuviera con vida
En ese momento, los msculos resecos de la momia se tensaron y sta
se sacudi de pies a cabeza con un ligero espasmo. Passant no pudo evitar
emitir un chillido y dio un salto hacia atrs. l y Cartier se quedaron por
largos segundos mirando de fijo a la momia inmvil. De pronto Passant se
ech a rer.
-Vaya susto! Este amigo tuyo es en verdad divertido. Qu crees que
haya causado esos espasmos?
-No lo s.- respondi Cartier, an sobresaltado Quiz fue debido a la
accin del oxgeno en su carne deshidratada
Passant se acerc de nuevo a la momia y le dijo -Qu pasa, amiguito?
El aire est muy fro para ti?
145

Con un silbido, el cadver se arroj veloz sobre Passant y lo sujet del


cuello con sus manos secas y quebradizas. La momia abri una boca llena de
dientes amarillentos y deformes y le dio una gran mordida al joven en la
coronilla. Passant grit y suplic ayuda de su amigo, pero ste se qued
inmvil viendo cmo todo suceda. Por ms que su vctima forcejeaba, la
momia no la dejaba escapar y segua infligindole mordidas por todas partes,
hasta que una de ellas desgarr la garganta de Passant y ste cay
desangrndose al suelo. Ante la mirada atnita de Cartier, la momia procedi a
devorar a su vctima.
Sera imposible decir cunto tiempo pas Cartier observando a la
momia arrancar grandes trozos de carne del cuerpo de Passant y llevrselos a
la boca. Por minutos delirantes escuch el desgarre de los tejidos de su joven
amigo y el masticar del cadver momificado que se deleitaba con ellos. De
pronto, la momia se detuvo y se incorpor; mir a su alrededor como quien
despierta de un largo sueo. Entonces dijo algo en su antigua lengua egipcia,
que Cartier no comprendi, y sali caminando de la cmara, slo para caer
convertida en polvo cuando apenas haba dado unos pasos.
A la maana siguiente, los trabajadores del museo encontraron un
sarcfago vaco, un cadver parcialmente devorado, un montn de polvo y
vendajes desgarrados, y al joven Jacques Cartier, acurrucado en un rincn
carcajendose y repitiendo una misma frase sin sentido:
-Atn est muriendo Atn est muriendo Y Arlhotep se fue a dar
un paseo!

146

SPRINGHEELED JACK
Londres, dcada de 1830
Noche prematura. Niebla espesa. Silenciosos relmpagos. Truenos
lejanos. En las afueras de la ciudad.
El mayordomo tom la capa y el sombrero de mster Peabody y lo
condujo al saln de fumar donde ya lo esperaban otros ilustres personajes.
-Buenas noches. Les ruego disculpen mi retraso.- Peabody haba llegado
siete minutos tarde.
En el saln de fumar estaban sentados en sendos poltrones Lord
Pennyworth, el noble joven y romntico; mster Waterstone, el comerciante
que haba viajado por todo el mundo, y el doctor Van Hausen, que se
calificaba a s mismo como librepensador.
-Adelante, Peabody.- dijo Pennyworth Sir Richard an no se presenta.
Afuera de la mansin de sir Richard Ferguson una tormenta azotaba los
caminos que bajaban hacia Londres. La oscuridad del cielo slo era
interrumpida por eventuales relmpagos.
-Los espritus estn inquietos.- dijo Pennyworth con una lnguida
sonrisa. Siempre lo estn en estas noches de tormenta.
Waterstone asinti con la cabeza y Van Hausen buf con fastidio.
Peabody se sent en un silln y pidi una taza de t al mayordomo. Unos
segundos ms tarde se apareci sir Richard en el umbral del saln.

147

-Buenas noches, caballeros. Les ruego que disculpen mi tardanza.- pero


sus invitados saban que al excntrico caballero le gustaba hacerse esperar y
amaba la teatralidad.
-Cul ser el tema de nuestra tertulia, sir Richard?- pregunt el mdico.
-Me alegra que pregunte, doctor.- dijo el aludido tomando asiento en un
cmodo silln -El nuestra tertulia versar en torno a una serie de sucesos que
han estado perturbando las nebulosas calles de nuestra ciudad por los ltimos
meses. Un fenmeno que combina el misterio con el terror y que quiz no est
exento de implicaciones polticas. Me refiero al fenmeno de Springheeled
Jack. Realidad o fantasa? Natural o sobrenatural? Qu opinan ustedes,
queridos amigos?
-Bah!- exclam Van Hausen Qu hay que decir? No se trata nada
ms que de un caso de locura masiva. Todas esas apariciones y ataques no
son ms que las ilusiones de mentes vulgares y confundidas.
-Yo no estara tan seguro, mi querido doctor.- dijo lord Pennyworth
Una o dos personas pueden alucinar. Pero tantas y en tantos lugares? No lo
creo.
-Quiero hacer hincapi en lo que usted mencionaba, sir Richard, en
cuanto a las implicaciones polticas.- mencion Peabody En verdad creo que
las hay.
-En lo personal,- acot Waterstone He visto muchos sucesos raros en
mi vida, y creo que sera ingenuo descartar de antemano cualquier posibilidad.
-Oh, por favor!- espet el mdico.

148

-Caballeros, veo que todos se apresuran a opinar. Pero conocen de


verdad todo lo que hay que saber referente al fenmeno de Springheeled Jack?
-Admito que no.- dijo Van Hausen No suelo ocuparme en
averiguaciones de este tipo.
-Debo decir que yo slo he escuchado rumores muy difusos. No tengo
noticia de todos y cada uno de los avistamientos.- confes Peabody.
-Yo no presto atencin a lo que dicen los diarios.- dijo Pennyworth con
orgullo Prefiero escuchar las historias que cuenta la gente humilde, cuyas
ideas no han sido contaminadas por los dogmas del racionalismo.
-En lo particular,- dijo el comerciante -he tratado de mantenerme
ignorante en lo posible de este asunto. En la India atestig algunas cosas
horrorosas y no quiero que este tipo de preocupaciones me acosen en mi
querida Inglaterra.
-Muy bien, caballeros.- dijo sir Richard tomando una copa de brandy
que le sirvi el mayordomo Me tomar entonces la libertad de informarles
puntualmente acerca de todo lo concerniente al caso de Springheeled Jack.
sir Richard se coloc sus espejuelos, abri frente a s un cuaderno de notas y
comenz a narrar, echando ocasionales vistazos a las pginas manuscritas
***
La primera noticia que tengo sobre Springheeled Jack la encontr entre
los diarios de mediados del ao pasado. Una nota reporta sobre un hombre de
negocios que caminaba por la calle casi a media noche, cuando vio una
sombra atravesar la avenida a gran velocidad para luego dar un salto imposible
sobre la barda de un cementerio y perderse en la oscuridad. A este reporte
149

siguen otros similares. En todos ellos, pobladores de Londres de todas las


clases sociales y edades declaran haber visto una figura correr a gran
velocidad y dar saltos imposibles para una criatura humana.
Guardo en mi hemeroteca privada un testimonio especial que quiero
compartir con ustedes. En l se dice que el reverendo Emil Shepherd estaba de
rodillas orando en su habitacin cuando sinti un extrao escalofro. Levant
la mirada hacia la ventana y distingui, de pie sobre el tejado de la casa
vecina, una silueta humana recortada contra la luz de la luna llena. El
reverendo se puso de pie y camin hasta la ventana, extraado por la presencia
de una persona en un sitio tan peligroso. Abri la ventana y se asom para
llamar a aquel hombre, un deshollinador o un albail, quizs? Pero en cuanto
el reverendo pronunci las primeras palabras, el ser en el tejado se volvi y
corri hacia l a toda velocidad emitiendo un chillido que el religioso calific
de infernal. Shepherd, espantado, se meti en la habitacin y con rapidez
cerr la ventana. La criatura choc contra el vidrio y luego dio un salto
impresionante. El reverendo escuch los pasos del ser corriendo sobre el
tejado de su propia habitacin hasta que no se oy ms. Quiz la criatura dio
otro salto y sigui sus correras por los tejados, quin lo sabe? Lo importante
es que cuando la cosa se impact contra el vidrio, el reverendo pudo verlo por
un segundo: describe que toda su cara, de tamao humano, estaba ocupada por
una boca inmensa y monstruosa, llena de dientes torcidos y aserrados. El resto
de su cuerpo, dijo Shepherd, pareca ser humano.
Reproduzco esta descripcin porque es nica y significativa. No hay
ninguna otra descripcin de Springheeled Jack que suene siquiera similar. Por
favor, querido doctor, no me interrumpa, ya podr usted dar su punto de vista
escptico sobre el caso. Como deca, ya para entonces se le haba dado aquel
150

epteto a nuestro fantasmal personaje. El origen del mote, proviene, como


sabris de la sugerencia que hizo algn periodista de que Jack podra tratarse
de un simple mortal que se las ingeni para montar resortes en los tacones de
sus botas, lo cual explica su antinatural capacidad para dar saltos.
Entiendo que usted es de esta opinin, mster Peabody, pero muchos
testimonios contradicen tal teora. De cualquier forma, hasta antes de octubre
del ao pasado, slo haba habido avistamientos de Springheeled Jack, nunca
ataques. Eso cambi el da 31 del citado mes.
Una jovencita de nombre Mary Stevens, iba en direccin a la casa en la
que trabajaba como sirvienta, despus de visitar a sus padres. Segn dijo la
muchacha, estaba caminando por la calle cuando escuch una serie carcajadas
enloquecidas cuyo origen no pudo dilucidar. Miss Stevens aceler el paso,
pero una figura salt desde la oscuridad de un callejn y la sujet con manos
poderosas y fras como tenazas de metal. Miss Stevens describe a su atacante
como un hombre alto, anormalmente plido, envuelto en una capa negra y
rada, con un sombrero de copa sobre su oblonga cabeza y cuyos ojos
brillaban de color rojo. El hombre se rea como un degenerado y sujetaba a la
chica con fuerza; entonces procedi a arrancarle la ropa con sus garras
mientras le besaba y morda la cara. Los gritos de Miss Stevens terminaron
por atraer a un grupo de hombres, ante la vista de los cuales, el atacante dio un
salto y desapareci. De inmediato los vecinos del lugar se organizaron en una
partida de bsqueda y registraron cada callejn de las cercanas con la
intencin de darle caza al misterioso agresor, pero no pudieron encontrar nada.
A la media noche siguiente, en las cercanas de la casa donde trabajaba
miss Stevens, un cochero circulaba por la calle cuando vio que una figura
aterriz, quin sabe desde dnde, en medio del camino. El caballo se asust
151

tanto que el cochero perdi el control y el carruaje se volc, patin y fue a


estrellarse contra una barda. La figura dio otro salto y desapareci de la
escena, dejando al caballo muerto por desangramiento y al cochero
gravemente herido. ste dice que jams olvidar las carcajadas demoniacas
del ser que se le atraves.
Ahora, ustedes recordarn la asamblea popular a la que convoc nuestro
Alcalde, sir John Cowan, en enero de este ao. Pues bien, en esta sesin se dio
a conocer que un ciudadano annimo haba escrito una carta al Alcalde
denunciando a un bromista desconocido. La carta del ciudadano annimo
reporta que dicho bromista se le haba aparecido a sus vctimas usando tres
disfraces distintos: el de un fantasma, el de un demonio, y el de un oso! De
sus dos primeros disfraces, dice que los ha usado para asustar a seoritas de tal
forma que dos de ellas perdieron por completo la razn. Sobre el tercer disfraz
del bromista, cuenta de un jardinero que podaba el csped de su amo al
anochecer cuando de pronto fue atacado por un oso negro que haba salido de
la nada. El jardinero huy y se escondi dentro de la casa. Ms tarde,
acompaado por otros sirvientes, registr el lugar y no encontraron rastro del
oso.
Ahora bien, comprendo que uno pueda disfrazarse a la perfeccin de
diablo o de espectro; lo hemos visto en el teatro. Y que una aparicin
repentina y bien planificada podra espantar al ms valiente de los hombres,
no digamos ya a seoritas nerviosas. Pero qu disfraz de oso puede ser tan
excelente que logre engaar y asustar a un hombre adulto? Todo es muy
extrao y sin embargo, no encuentro aqu relacin directa con Springheeled
Jack. Oh, por favor, seor Peabody, le ruego me permita terminar de hablar
antes de expresar sus opiniones.
152

Tambin en enero de este ao, un deshollinador dijo haber visto algo.


Se encontraba dicho trabajador en el tejado de una casa cuando vio a un ser
acuclillado en una chimenea lejana. La criatura estaba cubierta de la cabeza
hasta las rodillas con manto negro que cuidaba de mantener cerrado con una
de sus manos. Pero las piernas desnudas de la criatura eran velludas y tenan
una forma de lo ms extraa: las rodillas eran gruesas y estaban ligeramente
dobladas, y los tobillos eran anormalmente largos. El deshollinador, que haba
sido marinero y estado en Australia, compar las patas del ser con las de un
canguro. La criatura se volvi hacia el buen hombre y profiri una carcajada
espantosa. El susto hizo que el deshollinador cayera del tejado hasta un balcn
que por suerte slo estaba unos pies ms abajo. Tirado de espaldas, el testigo
pudo ver que la criatura pasaba por encima de l dando salto y que se perda
en la oscuridad de un callejn aledao.
El fenmeno toma tintes ms extraos con lo que sucedi el siguiente
mes. La noche del diecinueve de febrero, la joven Jane Alsop se encontraba en
la casa paterna cuando escuch un silbato de polica seguido de una voz
varonil que clam Ayuda! He atrapado a Springheeled Jack y necesito
ayuda!. Miss Alsop abri la puerta de la casa y enseguida una silueta oscura
cay sobre ella. Se trataba de un hombre con la cara plida y la expresin tiesa
e inexpresiva, vestido con ropa delgada y ajustada, que miss Alsop describi
como aceitosa. Sus manos estaban enguantadas, pero en los dedos estaban
colocados conos filosos de metal, a manera de dedales, que el atacante us
como garras para abrir la ropa de la joven. Los gritos de miss Alsop atrajeron
a sus familiares, ante los cuales huy el misterioso agresor dando saltos
imposibles y profiriendo carcajadas diablicas.

153

Otros reportes aseguran que Springheeled Jack no pareca un ser


humano, ni nada parecido, sino que lo describen como una sombra
encapuchada, apenas con sustancia material, que salta por los callejones y las
azoteas chillando de forma sobrenatural. Tengo el testimonio de un marinero
quien, junto con su camarada, escuch el chillido y vio a la criatura
columpindose de cornisa a cornisa. El marinero asegura que su camarada
perdi la razn despus de escuchar el chillido.
Pero la mayora describe a Springheeled Jack como un hombre, con un
aspecto caballeresco incluso, y hay quien afirma que el ser se comunica en
perfecto ingls. Algunos testigos aseguran que Jack tiene patas de macho
cabro. Sumados a estos testimonios hay varios reportes de gente que ha visto
osos negros, panteras y caballos negros con los ojos flameantes corriendo a
gran velocidad por la calles del centro de Londres a media noche, aunque no
estoy seguro de cmo o si estas historias se relacionan con Springheeled Jack.
stos son los principales testimonios y si nos quedramos slo con ellos
pensaramos que podra tratarse de un bromista, muy pesado pero inofensivo,
cuya nica intencin es causar pnico. Los reportes que les present hablan de
gente que vio a este diablo, o como quieran llamarle. Es decir, son relatos
de gente que ha sobrevivido a los encuentros con Springheeled Jack. Pero me
pregunt y si alguien se ha topado con este demonio y no ha vivido para
contarlo? Entonces empec a investigar.
A lo largo y ancho de Londres ha habido una serie de homicidios
extraos en los que nadie parece haber reparado. Cuerpos decapitados de por
lo menos dos hombres han sido hallados flotando en el Tmesis. Nueve
jovencitas fueron encontradas horriblemente violadas y sus cadveres
muestran las huellas de cuchillos o garras. Una seorita cuya identidad no
154

ha podido ser averiguada fue encontrada con vida y desnuda ante una iglesia.
La joven presentaba indescriptibles heridas y, segn un examen mdico, haba
sido brutalmente violada. La seorita no pudo dar testimonio porque haba
perdido la razn y no hablaba.
Dos nios pequeos de un orfanato amanecieron muertos sin que se
supiera que estaban enfermos. Ambos tenan marcas en el cuello como si los
hubieran sujetado con fuerza, pero esa presin no pareca haber sido suficiente
para haberlos estrangulado. Es como si su atacante slo los hubiera sostenido
del cuello mientras les haca algo ms. Otros nios han sido encontrados en
condiciones similares en toda la ciudad. Siempre se trata de nios varones en
perfecto estado de salud que amanecen muertos sin seal de quin o qu les
hizo dao, ms que unas marcas leves en el cuello. Como estos nios, al igual
que las seoritas violadas y asesinadas, pertenecan a las clases bajas, no se
han hecho averiguaciones al respecto. Por cierto, estas muertes ocurrieron en
zonas en las que Springheeled Jack haba sido visto en das anteriores o
posteriores. Pero parece que soy el nico que ha hecho la conexin.
Caballeros, les dejo las evidencias, los relatos, las historias. Somos
hombres educados y creo que podremos, con el uso de nuestra capacidad de
raciocinio, encontrar la explicacin de este extrao fenmeno que aterroriza a
nuestra ciudad.
***
Sir Richard call y por unos instantes los nicos sonidos que se
escucharon en el saln fueron el aullar del viento y el repiqueteo de la lluvia.
-No es bueno hablar de cosas macabras.- dijo mster Waterstone
Hablar de ellas las despierta y las atrae.
155

-Tiene usted razn.- aadi Lord Pennyworth Es bien sabido que


hablar de fantasmas o leer sobre ellos en las situaciones propicias puede
provocar que se le aparezcan a uno. Existe un castillo en Irlanda que bueno,
ya les contar en otra ocasin. Volvamos al tema de Springheeled Jack. Qu
opina usted, mi querido doctor?
Van Hausen tena el seo fruncido y la expresin fatigada Todo este
asunto no es ms que un caso de alucinaciones en masa; locura colectiva, eso
es todo. Ocurre un suceso extrao y de inmediato la imaginacin le da
interpretaciones irracionales. Despus, todo suceso mal entendido es visto a
travs del cristal del mito que el primer suceso gener. Usted mismo, sir
Richard, reconoce que en este caso hay una multitud de sucesos tan
dismbolos que no se entiende cmo podran estar relacionados, adems de las
tan diferentes y disparatadas descripciones que se han hecho de Springheeled
Jack. Cul de todas es la correcta? Cul es la relacin entre tantos extraos
sucesos? La respuesta a ambas preguntas es: ninguna! Es la imaginacin de la
gente la que trata de relacionar todo lo que capta con sus propias
supersticiones, en este caso, el demonio saltarn.
-Y cmo explica usted los asesinatos?- pregunt sir Richard.
-Es simple. Londres est lleno de criminales. Asesinatos y violaciones
se cometen todos los das. Como la gente ignorante tiene en la cabeza que el
tal Springfield Jack merodea las calles, enseguida piensa que cualquier suceso
tiene que ver con l.
-se es el punto de vista escptico. Usted qu opina, Peabody?
-Bueno, yo no subestimara tanto a los londinenses como el buen doctor.
No creo que tantas personas hayan alucinado ms o menos el mismo asunto.
156

En lo personal pienso que este Springheeled Jack es una persona de carne y


hueso, un bromista con algo de experiencia de trucos teatrales. Mis sospechas
se dirigen hacia el Marqus de Waterford, amigo suyo, Lord Pennyworth,
segn tengo entendido.
-Lo he tratado, s, pero lo considero un tipo grosero y vulgar. No es mi
amigo.
-En efecto, el Marqus ha tenido problemas antes por sus actos
descarriados de vandalismo, borrachera y bromas muy pesadas, y es bien
sabido que ha intentado forzar a dos damas de la sociedad a sostener
relaciones licenciosas con l. Tambin he escuchado rumores de que ha
llegado a violar a jovencitas que se ponen a su servicio y que a partir de hace
dos aos escoge a las sirvientas de sus palacios entre lo ms bajos lupanares
de Dubln. Creo que el Marqus de Waterford es quien, disfrazado como
Springheeled Jack, se ha divertido aterrorizando a los londinenses y atacando
a las seoritas.
-Y cmo explica usted los asesinatos?- inquiri Lord Pennyworth El
Marqus es sin duda un individuo depravado, pero no lo creo capaz de
cometer esos brutales crmenes que se le atribuyen a Springheeled Jack.
-Yo tampoco.- acept mster Peabody En este punto concuerdo con el
doctor. Unos asesinatos han ocurrido, como ocurren siempre, quiz con ms
intensidad, y da la casualidad que se dieron en la misma poca en la que el
bromista haca de las suyas. La gente, asustada y supersticiosa, relaciona una
cosa con la otra, aunque no estn conectadas de forma alguna.
Lord Pennyworth dio entonces su parecer Las explicaciones del doctor
y de mster Peabody son intrigantes. Sin embargo, yo tengo la firme creencia
157

de que este fenmeno no se puede explicar con razonamientos fros y


estticos. Creo que en el caso del llamado Springheeled Jack nos enfrentamos
a un ser de otras esferas No se ra, mi buen doctor! Pienso que seres
semihumanos provenientes de otros planetas podran tener las caractersticas
que se le atribuyen a Jack: ojos brillantes, piel plida, dedos como garras. Su
capacidad innatural para dar saltos impresionantes podra ser el resultado del
efecto que la poca gravedad de la tierra tiene sobre l. Y en cuanto a los
asesinatos, es posible que esta criatura sea antropfaga o que se alimente de la
energa vital de sus vctimas, como hizo con esos nios.- despus, milord
aadi con una sonrisa de satisfaccin -Qu les parece? Original, no?
-Todos estn equivocados!- exclam de pronto mster Waterstone para
sorpresa de sus contertulios, pero de inmediato, ms tranquilo, se disculp.
Por favor, dispnsenme. Me he dejado llevar. Pero en verdad creo que ustedes
no ven ms all. Yo he viajado por frica y la India y en mis aos mozos serv
en el ejrcito de Su Majestad en Amrica. He visto alrededor del mundo cosas
muy extraas. Ritos demoniacos perpetrados por tribus perdidas, ruinas de
ciudades tan antiguas que no deberan existir, libros con saberes prohibidos
que enloqueceran al ms cuerdo de los hombres con slo leerlos! Este
Springheeled Jack pertenece a esta clase fenmenos sobrenaturales y
espantosos. Su naturaleza es desconocida y la cantidad de datos tan
contradictorios sobre l es un claro indicio de que no podemos comprenderla.
Cada quien lo ve como su limitado cerebro puede entenderlo
-Por favor, mster Waterstone.- intervino Van Hausen -Eso es ridculo!
-No. Les parece ridculo porque son hijos de la Ilustracin, porque no
han constatado que en lugares a los que no llega la razn suceden cosas

158

monstruosas. Oh, si hubiesen visto lo que yo he visto. Lo que no deseara


volver a ver!
-Por favor, amigo Waterstone, contrlese.- exigi sir Richard con
firmeza.
-Oh.- suspir Waterstone mientras se limpiaba el sudor de la frente Les
ruego indulgencia. Pero deben entender No, lo mejor no ser hablar ms de
esta cuestin.
***
En efecto, no se habl ms del asunto por esa noche. Los caballeros
discutieron, distrados y sin inters, otros temas y tpicos. Pasada la media
noche, la tormenta dio lugar a un denso mar de niebla y un potente fro se
apoder del saln. Lleg el momento en que los contertulios de sir Richard
comenzaron a despedirse y uno tras otro abandonaron la mansin. Mster
Peabody fue el ltimo en despedirse.
-Ha sido una velada placentera, sir Richard, como siempre.
-Hasta luego, mi buen amigo, descanse.
Ligeramente adormilado, Peabody observaba el camino a travs de la
ventana de su carruaje. Un bostezo le hizo casi cerrar los ojos, justo en el
momento en que crey ver algo all afuera. Peabody aguz la vista y se
concentr en las tinieblas. Algo cay de pronto a unas yardas frente a su
ventana, causndole un sobresalto, y de forma igualmente repentina remont
las alturas. Peabody crey escuchar que a lo lejos alguien o algo se rea

159

SAMHAIN
Nueva Inglaterra, dcada de 1880
Tienes miedo. Ests aterrado. No puedes respirar. Huyes a toda la
velocidad que permite tu cuerpo infantil. Pero no es suficiente; las piernas te
pesan y tus lentas zancadas no cubren la distancia que deberan con la
rapidez que necesitas. El maz devora todas las dimensiones; no puedes ver
ms all de los altos tallos y las mazorcas; ests casi ciego de verde y sepia.
Sientes la cosa que te persigue detrs de ti, puedes percibir su aliento ftido
sobre tu hombro. No quieres volverte para ver. Todo est tan oscuro. No
sabes hacia dnde correr. Los tallos de maz de sbito se transforman en
llamas ardientes. Ests atrapado, quieres escapar, pero no hay hacia dnde.
Corres, es todo lo que puedes hacer, pero el calor te asfixia y las llamas te
laceran. Escuchas los pasos, lentos, pero constantes, como de botas
caminando sobre duela. Es absurdo, ests en el campo y lo sabes bien. Tu
deseo es encontrar una salida antes de morir abrasado. Tu deseo es morir
abrasado antes de que te encuentre esa cosa. Sbitamente llegas a un claro
circular donde lo nico que crece es un poste al que est clavado un
espantapjaros. Lo miras, le temes. Temes su desgarbo y su expresin
inhumana. Quin puede culparte? Eres slo un nio pequeo e indefenso en
medio de la noche, perdido en un laberinto incomprensible. Pero por ms
grotesco que sea el espantajo, no es como esa maldita cosa que est detrs de
ti. Detrs de ti. Entonces te percatas de su presencia. No quieres volverte,
pero una fuerza desconocida te obliga a hacerlo. Y all est, frente a ti, con su
elegante traje oscuro de siglos pasados y su larga capa negra, y la hoz filosa
que brilla a la luz de una luna bermeja, y la linterna que ilumina su rostro

160

deforme, su mirada vaca y esa horrible mueca que emula una sonrisa. Lo ves
alzar la mano que porta la hoz, ves el filo caer sobre ti. Gritas.
Despert jadeando, boca abajo, casi ahogndome en mi propia saliva y
sudor. Otra maldita pesadilla sobre el hombre con cabeza de calabaza. Me
incorpor y permanec sentado en la cama. Una parte de m, la ms optimista,
agradeca que slo se hubiese tratado de un sueo. Molly segua dormida. Para
entonces deba haberse habituado a mis terrores nocturnos. Me levant, sal
del cuarto y camin hacia la habitacin que tenamos acondicionada como
estudio y biblioteca. Me sent frente a la mesa, remoj la pluma en el tintero y
comenc a escribir.
A veces, cuando escriba cuentos de horror, sobre todo durante las
noches, mi mente sugera entidades que me observaban desde la ventana o
desde el umbral de la puerta. En ocasiones la idea de estar siendo observado y
de que si me volva encontrara de frente a una presencia espantosa me
obsesionaba a tal grado que no poda pensar, ni siquiera moverme. Me costaba
un esfuerzo enorme dominar el pavor y seguir con mi trabajo. Aquella noche
me sucedi en dos o tres ocasiones. Haba logrado escribir de corrido por unos
minutos cuando escuch unos pasos suaves sobre la duela. Me volv
sobresaltado. Era ella.
-Dios!- exclam Molly, casi me matas.
-Ests escribiendo?- fue toda su respuesta, adormilada y ojerosa.
-S.
-Tuviste una pesadilla?
-As es.
161

-La calabaza?
-La calabaza.
-En serio, Michael, no crees que un hombre con cabeza de calabaza es
ms bien una imagen chusca que aterradora?
-Desde luego. Pero en el sueo la mente y las emociones funcionan de
forma distinta y lo que en un estado de conciencia perfectamente lcido no me
provocara ms que curiosidad, en la embriaguez onrica me produce terror.
Molly bostez largamente -No puedes venir a la cama? Debes
descansar maana tienes esa cita con John Stevenson.
-Debo aprovechar el estado de nimo en el que me dej la pesadilla
Adems, podr dormir en el tren durante todo el trayecto hasta Boston.
-Y qu escribes?
-No s, an no decido qu giro dar el cuento.
-Por qu no haces un cuento sobre la calabaza?
-Porque un cuento de terror sobre un hombre con cabeza de calabaza
sera ridculo, no crees?
-Y por qu le tienes tanto miedo?
-Vers, en la ficcin es mucho ms difcil provocar terror que en la
realidad. Hay cosas que daran miedo en la vida real pero que si tan slo las
leyeras en un relato no produciran el mismo efecto. Te pondr un ejemplo: si
yo escribiera un cuento sobre una ardilla gigante que habla, no le dara miedo
a nadie, sera un relato chusco, satrico. Pero si en este momento, por esa
162

puerta que est detrs de ti entrara una ardilla gigante y te dijera Buenas
noches, madame, acaso no te espantaras y huiras aterrada? Incluso si te
dijeras a ti misma que tal ser no podra existir y que debe tratarse solamente de
una alucinacin, el darte cuenta de que ests perdiendo la cordura a tal nivel
que ves ardillas parlantes te llenara de espanto. Y es que nuestra razn es lo
que le da orden al mundo que nos rodea. La locura, el ya no saber qu es real y
qu no lo es, se presentara como el horror supremo
-Pero a la calabaza no la ves en vida real tampoco
-De cierta forma, s.
-Ests teorizando mucho y yo slo te hice una pregunta. Me voy a
dormir. Buenas noches.
-Buenas noches, querida.
Despus de escribir y desechar varias pginas me resign a que no
podra llevar ese cuento en una direccin que me satisficiera. Descart el opio.
Li un cigarrillo y sal a fumar al prtico. Frente a m, al otro lado del camino,
se extenda un vasto maizal que, bajo la luz de la luna creciente, casi llena,
brillaba con un resplandor azuloso y espectral. No muy lejos un
espantapjaros se balanceaba con el viento. Ms all, al oeste, se vean an
algunas luces de granjas lejanas y al este se alcanzaba a apreciar la silueta
oscura de All Saints Hill.
Mi pueblo natal Fundado por inmigrantes irlandeses en el siglo
dieciocho, creci abruptamente con la llegada de parias que huan de las
revueltas y motines de Nueva York en tiempos de la Guerra Civil. Era un
pueblo bastante anodino, lleno de gente simplona y estrecha de miras, aunque,
163

eso s, muy alegre y amistosa. Molly se desempeaba como maestra de la


escuela elemental, mientras que yo poco contribua a la economa familiar con
mis escasas ganancias como escritor y corrector de textos. Mi especialidad
eran los cuentos macabros y mi anhelo era convertirme en un gran escritor
como Poe o Maupassant, pero agobiado por la necesidad de dinero y el
cinismo de los editores, an me encontraba bastante lejos de lograr mis
objetivos. Quiz, pensaba, al da siguiente conseguira que John Stevenson
accediera a publicar un libro en el que estaba trabajando y en el que fincaba
mis esperanzas de fama y prestigio literario. En realidad, me era imperativo
que as pasara, pues Molly y yo tenamos deudas y problemas econmicos
prcticamente desde que nos casamos. Di unas cuantas fumadas ms, arroj el
cigarro al suelo, lo apagu con la punta de mi pantufla y me fui a dormir.
En una casa vieja y oscura, tapizada de hojas secas, una
ventana recibe los golpes suaves, montonos, de una rama marchita
mecida por el viento. El ruido despierta al viejo seor OReilly, que se
ve obligado a descender a la planta baja, con slo una dbil vela que
ilumina su camino, para asegurarse de que nada turbe el sueo de su
esposa enferma. Pronto identifica la rama y la ventana y se promete a
s mismo que al da siguiente la cortar, pues esta noche ya no hay
nada qu hacer. Est listo para volver a su cama y encontrar refugio
del fro nocturno, cuando escucha otro ruido, sin duda distinto al que
produce la rama. Camina hacia la puerta de entrada y el sonido se
escucha ms fuerte y ms claro, como si alguien llamara con
suavidad. El viejo OReilly duda, ha escuchado bien? Quiz sea otra
rama. Pero los golpes se presentan decisivos y sonoros detrs de la
puerta; sin duda alguien llama. Quita entonces las aldabas y un
164

empujn violento abre la puerta de par en par. Antes de que el viejo


pueda recuperar el equilibrio, la hoz cae sobre l. La seora OReilly
tarda en despertarse, a pesar de los rumores de golpes y de los gritos
ahogados en sangre. Se sienta en la cama y llama a su esposo con un
susurro seco y enfermizo. Por toda respuesta obtiene los pasos de
unas botas pesadas sobre el piso de madera. La puerta de la
habitacin se abre y la vieja se ve obligada a cubrirse los ojos para
protegerse de la brillante luz de la linterna. Ni siquiera tiene tiempo de
gritar.
Ests perdido en un bosque marchito cuyo suelo est cubierto por una
densa hojarasca otoal que cruje bajo tus pasos. Una luna sangrienta chorrea
luz escarlata sobre el bosque. rboles podridos llenos de alimaas te miran
desde todas las direcciones con gestos detestables. No sabes hacia dnde
huir. La espesura de las ramas secas y espinosas te impide respirar. Quieres
gritar, pero ningn sonido emerge de tu boca. De pronto tropiezas con una
raz nudosa y spera, caes de bruces y te cubres de raspones y cortadas.
Entonces sientes detrs de ti la presencia del ser que te aterra, del dueo de
tus pesadillas. Levantas el rostro y ves su silueta recortada contra la luz de la
luna. Te toma de los cabellos y te levanta en el aire; te eleva hasta la altura
de su faz deforme y te permite asomarte al vaco absoluto de sus ojos.
Entonces, con su hoz, hace un corte lento a lo largo de tu cara.
Me despert el empleado del ferrocarril. Me dijo que haba estado
gritando en mis sueos y me inform que pronto llegaramos a Boston. En los
pocos minutos antes de la llegada del tren a la estacin, permanec pensativo,
meditando sobre la pesadilla que acababa de sufrir. Haba tenido ese tipo de
sueos desde que era muy nio, ligeramente distintos entre s, aunque siempre
165

conmigo huyendo aterrorizado y la calabaza persiguindome de cerca. El


hombre con cabeza de calabaza nunca antes me haba atrapado, ni mucho
menos herido. Este ltimo cambio me inquietaba en extremo y me asustaba la
idea de que as pudieran ser mis sueos siguientes.
Al llegar a la estacin tom un coche que me llev hasta las oficinas de
Stevenson & Company, Publishers, donde el secretario me hizo esperar ms
de una hora antes de que Stevenson se dignara a recibirme.
-Sullivan!- exclam con afectada alegra Pasa, pasa. Sabes que
siempre eres bienvenido. Cmo estuvo el viaje? No muy cansado, espero.
-Nada fuera de lo comn Leste el libro?
-Oh, s, s. Muy bueno, Sullivan, en verdad muy bueno. Aterrador.
Aunque ms bien extrao. Nunca haba ledo nada igual
-Crees que podra ser publicado?
-Te ser sincero, Sullivan: no creo que el pblico americano est listo
para un libro como el que propones.
La noticia me derrib emocionalmente, aunque de cierta forma ya me la
esperaba -Por qu? Qu tiene de malo?
-Malo? Oh, no. No tiene nada de malo. Es un buen libro. Todo lo que
escribes es muy bueno Slo que tiene algunos detalles que quiz
podramos corregir.
-Por ejemplo?
-Bueno, en primer lugar est el ttulo: El horror a travs de los siglos
Suena demasiado acadmico. Deberas pensar en algo ms llamativo qu
166

se yo Galera de espantos, Cuentos de miedo, La zona del crepsculo No


s, algo por el estilo...
-Pero el ttulo da la idea de lo que es el libro en s: una coleccin de
relatos de horror desde tiempos antiguos hasta la actualidad
-S, s Eso es otra cosa Cuentos de brujas y demonios en la poca
antigua no asustan a nadie. Lo que le da miedo a la gente es la posibilidad de
encontrarse con esos espantos hoy. A nadie importa lo que teman los antiguos
griegos. Y otra cosa: todo esto es muy extrao por ejemplo, este cuento de
El Flautista de Hamelin es demasiado raro! No entend exactamente qu
era este tipo. Es una especie de brujo o demonio?
-Yo no lo s.
-Sullivan, t sabes bien lo que quiere la gente: brujas, fantasmas,
vampiros No quieren estas criaturas extraas de orgenes poco claros De
dnde sacas estas cosas?
-Algunos cuentos son reinterpretaciones de mitos y leyendas. Otros la
mayora bueno, los saqu de mis pesadillas.
-Oh, vaya. Y luego estas cosas tan no me malinterpretes, t sabes que
yo no soy ningn fantico religioso, pero muchas personas podran pensar que
planteas algunas cosas un poco blasfemas Como este cuento del
hechicero egipcio o aqul de los sacerdotes espaoles en Mxico No
esperars que el pblico acepte esto!
-No es mi intencin ofender a nadie. Es slo ficcin No pretendo
Es decir Yo mismo soy catlico! Creo que buscaba la idea ms aterradora

167

que pudiera imaginar, y para m fue la posibilidad de que hubiera una fuerza
destructora tan terrible que ni Dios mismo pudiera contra ella
-Vamos, yo no tengo nada contra eso De cierta forma es buena idea
Je, je. Incluso me hiciste sentir un escalofro Pero no creo que el pblico lo
acepte muy bien. Finalmente, est el asunto de la extensin del libro. Son
unos quince cuentos. Es largusimo!
-Vamos, Stevenson, hay libros que tienen veinte o ms cuentos Y
Varney el vampiro tiene como ochocientas pginas!
-S, pero nosotros nunca publicamos libros tan extensos Adems
Varney se public serializado Y todos estos cuentos son inditos. Mira,
Sullivan, eres un buen escritor y a los lectores les gustan los cuentos que has
publicado en la Boston Monthly.
-En realidad, no estoy muy contento con ese trabajo. Son mis textos ms
convencionales y menos imaginativos
-Pero son los ms exitosos Lo que deberas hacer es escoger ocho o
diez cuentos de aqullos, los que ms te gusten. Revsalos, corrgelos,
actualzalos y forma un libro con ellos. Mete dos o tres inditos y cuando
tengas todo listo, tremelo. No te prometo que se publicara pronto, pero te
aseguro que se pondr en lista de espera para ser publicado un da de stos.
Quera decirle ms, quera comentarle que en realidad tena planeado
que el libro consistiera en treinta cuentos, que la historia del horror abarcara
el futuro, sobre el cual haba tenido pesadillas; que era un libro diferente,
porque todos los cuentos estaban conectados entre s por una constante,
aunque yo mismo no saba cul era; que tena la necesidad imperiosa de
168

terminar y publicar ese libro porque, por primera vez en mi vida, haba
logrado escribir algo que de verdad me asustaba. Empero, me di cuenta de que
no vala la pena intentarlo. Me desped de Stevenson y sal de su oficina.
-Michael! Michael Sullivan!- escuch que alguien me gritaba cuando
sal a la calle; me volv y vi acercrseme a hombre que me pareca familiar,
pero que no reconoca del todo Michael, soy Jefferson, primo de Molly,
recuerdas?
-Ah, s qu tal.- le respond secamente.
-Molly me telegrafe para decirme que estaras aqu hoy y me
encomend que te encontrara.
-Ah, s?
-S. Me dijo que ests buscando empleo y justamente tenemos un puesto
administrativo en la fbrica de mquinas de coser que te vendra muy bien
Sent que la cabeza me arda color rojo, los ojos se me vaciaban y los
msculos del rostro se me contraan en una sonrisa furiosa Molly te inform
mal. No estoy buscando empleo. Muchas gracias.- me di la media vuelta y me
alej de ese lugar, dejando a Jefferson perplejo, ofendido y parado en medio
de la acera como un idiota.
Durante todo el viaje de regreso a All Saints Hill no encontr sosiego.
Me senta furioso por la estrechez de miras de Stevenson y la intromisin de
Molly en mis asuntos. Por lo que dur el trayecto me mantuve rgido como
cadver, pensando en la forma en la que imprecara a mi esposa. Estaba ms
molesto de lo que jams me haba sentido en toda la vida y no entenda

169

exactamente el porqu. Para distraerme, hoje un libro extrao que quin sabe
dnde haba conseguido y cuyo autor no recuerdo:
El

impacto

de

lo

espectral

lo

macabro

es

generalmente pequeo, ya que exige del lector cierto


grado

de

imaginacin,

as

como

la

capacidad

de

despegarse del da a da cotidiano. Son relativamente


escasos los que estn libres de las cadenas de la
rutina

ordinaria

son

capaces

de

responder

al

reclamo de lo ajeno; de forma que los relatos sobre


sucesos

sentimientos

ordinarios,

las

comunes

variantes de tales sucesos y sentimientos, siempre


sern ms del gusto de la mayora. Pero lo sensible
nos acompaa siempre, y hay veces que una curiosa
rfaga de fantasa invade una oscura esquina de la
mente ms prosaica, de forma que ningn proceso de
racionalizacin puede anular del todo el escalofro
que produce el susurro en el rincn de la chimenea o
en el bosque solitario.
Maldito Stevenson, pobre idiota. Y t, Jefferson, qudate con tu empleo
normal y estpido. Y Molly Cuando al fin llegu a casa, la encontr en la
sala tomando una taza de t.
-Le dijiste a tu primo Jefferson que necesitaba trabajo?!- le espet sin
siquiera decirle un saludo previo.
-Pues s Lo viste?

170

-Para tu informacin no necesito empleo. Ya tengo uno. Soy escritor!


-Pero Michael, necesitamos el dinero y Jefferson de seguro te habra
dado esa posicin. Adems, eres inteligente y no dudo que lo habras hecho
bien.
-Y cundo se supone que escribira, eh? En mis descansos despus de
revisar mquinas de coser?
-Podras escribir en tus ratos libres
-Soy un escritor, maldita sea! Los escritores no creamos en los ratos
libres! Acaso los mdicos curan en sus ratos libres? No, verdad?
-Bien, por lo menos a los mdicos s les pagan! Por lo menos los
mdicos pueden pagar sus deudas y sus esposas no tienen que estar regateando
a todo el mundo y pidiendo prrrogas para los pagos!
Emit un grito inarticulado, di un fuerte pisotn y arroj mi maletn al
piso. Luego me di la media vuelta y me alej de la casa lo ms a prisa que
pude. No senta ningn deseo de estar cerca de Molly.
Estuve caminando por el campo, sumido en mis pensamientos. Me
molestaba perder el tiempo, pensaba que en ese momento poda estar en mi
estudio escribiendo, pero no quera volver con mi esposa. Entonces me
enojaba ms y ms con ella. Sin darme cuenta, me intern en un bosquecillo y
vagabunde por all hasta el atardecer. Para entonces no estaba molesto, sino
que senta una leve e indefinible tristeza. Estaba pensando en volver con
Molly y pedirle disculpas por mi actitud, e incluso consideraba la opcin de
aceptar ese puesto en la fbrica de mquinas de coser. La luz dorada del

171

crepsculo me sac de mis cavilaciones y me hizo percatarme del lugar en el


que me encontraba.
El bosque era otoal y oscuro, no tan espectral, abigarrado y gtico
como aqul con el que haba soado esa misma maana, pero no por ello
menos imponente y sugestivo. La tristeza que antes fue enojo se transform de
forma gradual en inquietud, y sta a su vez se torn en miedo. Senta la
necesidad apremiante, vital, de escapar de aquel sitio. Tena la sensacin de
que algo horrible me acechaba detrs de los rboles. En un principio trat de
mantener la calma y volver sobre mis pasos con entereza, pero al no encontrar
la salida del bosque desesper. Conforme la luz del sol se difuminaba en la
oscuridad de la noche ascendente, mis pasos se hicieron ms veloces, torpes y
desesperados. Senta que algo, una presencia inexplicable, me estaba dando
caza. El miedo se convirti en terror y ste se transform en pnico. Mi
corazn enloquecido bombeaba sangre helada y mis pulmones en vano
trataban de captar algo de oxgeno en una atmsfera en la que slo se
respiraba pavor.
No s cmo encontr la salida, pero cuando lo hice me encamin directo
a casa sin darme la oportunidad de emitir un suspiro de alivio. Al no encontrar
a Molly, me dirig a la recmara, me recost y de inmediato ca dormido.
El viajero no lo ve venir. Solitario, por un camino oscuro apenas
rozado por la luz espectral de una luna casi llena, no tiene, sin
embargo, tiempo ni cabeza para pensar en espectros. Su mente, en
cambio, est llena de clculos y cifras, de deudas y cobranzas. Ha
visto las luces del pueblo en la distancia y ha ordenado al cochero que
se apresure. Su mente est tan absorta en unos documentos relativos
a una hipoteca que tarda en darse cuenta de que el carruaje se ha
172

detenido. Est a punto de llamar al cochero, cuando ste se estrella


contra su ventana con un gesto deformado por el miedo y el dolor. El
hombre del carruaje salta hacia atrs por el susto. As como ha
aparecido, el pobre sirviente de pronto se esfuma. El patrn,
resoplando, con gesto tembloroso, aproxima su rostro a la ventanilla.
Con gran estruendo, en un instante una mano enguantada atraviesa el
vidrio, aferra al mercader de los cabellos y tira de ellos hasta hacer
que su cabeza se asome entre trozos de cristal filoso que rasgan su
cuello. El rollizo caballero no puede ni empezar a imaginar lo que
sucede cuando cae la hoz sobre su garganta.
Molly fue quien me despert. Era ya de madrugada y yo senta haber
dormido como un tronco.
-Dnde has estado?- pregunt.
-Fui a dar una caminata por ah. No estuve fuera mucho tiempo.
Regres a casa y me qued dormido. Qu hora es?- entonces not que Molly
estaba vestida de negro -Qu pasa?
-Cuando llegaste al medio da estabas tan furioso que ni siquiera me
diste la oportunidad de decrtelo. Mataron a los OReilly.
-Qu?!
-Los encontraron hoy en la maana. Yo no los vi, pero escuch que
haban sido horriblemente mutilados.
-Pero quin?

173

-No se sabe. El comisario y los alguaciles estn totalmente


desconcertados Por la brutalidad de los asesinatos muchos dicen que debi
haber sido obra de algn indio loco.
-Dios mo Y qu ha sucedido hasta ahora?
-He estado da y noche en el pueblo, en casa de los OReilly, en
Iglesia Es una locura. No te imaginas el estado de no s Hay en el
pueblo un sentimiento muy extrao, agitacin e irrealidad y miedo.
-Miedo?
-S, claro. Como te puedes imaginar, la gente est muy asustada.
-Desde luego, es lo ms natural Pero qu pasar ahora?
-Van a enterrar a los OReilly, por eso vine a buscarte. Vendrs,
verdad? S que los viejos no te eran muy simpticos, pero todo el pueblo
estar ah.
-Ir, ir. Slo djame prepararme.
El polvo al polvo, las cenizas a las cenizas y todo eso. El funeral y el
entierro me parecieron irreales, como si no estuviera presencindolos, sino
vindolos a travs del velo del sueo o de una narracin haca mucho
olvidada. No poda asimilar la idea de que los OReilly estuvieran muertos y
me pareca an ms increble que en All Saints Hill se hubiese llevado a cabo
un homicidio tan brutal, en apariencia digno de los que estaban ocurriendo en
Londres por esas fechas. La ceremonia transcurri y se desvaneci como una
bocanada de opio. Molly y yo volvimos a casa; estaba exhausto y slo quera
dormir.
174

Las lpidas y las cruces de hierro que brotan del suelo te cortan las
rodillas desnudas, sin importar lo lento y cuidadoso de tus pasos. Donde antes
estaba tu calle con tu casa y las de tus vecinos y familiares ahora se
encuentra un cementerio oscuro y antiguo, pululado por sombras amorfas que
proyecta la luz anaranjada de una luna perversa. Todo lo que conoces, todo
lo que amas y en lo que confas ha desaparecido. Buscas an con un poco de
esperanza y mucho temor un elemento familiar en este escenario, pero slo te
topas con una silueta alta y desgarbada que camina hacia a ti con sonoros
pasos de madera. La luz de su linterna le ilumina el rostro y l te sujeta del
cuello y lo aprieta con fuerza. Tu garganta colapsa bajo la presin que ejerce
su mano enguantada y sabes que vas a morir. Entonces te suelta y caes al
suelo, tosiendo y convulsionndote. l eleva su hoz en el aire y con un golpe
la hunde en tu abdomen. El metal se abre paso entre tu carne y tus entraas, y
sientes que tu sangre tibia baa la mano de tu asesino. An vivo, lo escuchas
rer.
Despert llorando en silencio. Ni siquiera gem ni me mov
bruscamente. El miedo era tanto que ya nada poda hacer. Tras varios minutos
de mirar la oscuridad con ojos irracionales e instintivos, logr recobrar la
calma y el aliento. Poco despus reun la voluntad para levantarme de la cama.
Me sobresalt al ver mi propio reflejo en el gran espejo de la pared. Estpido
espejo, reliquia de los ancestros de Molly. Odiaba los espejos: para m eran
como ventanas desde las que nos miran seres horrendos que tratan de
parecerse a nosotros.
Camin hasta mi estudio. Saqu de un cajn una pequea cantidad de
opio y me dispuse a fumarlo, pues no haba lo hecho desde haca algn
tiempo. Saba que las consecuencias podan ser desastrosas; es indescriptible
175

la manera en la que el opio transforma lo imaginado en sensorial y lo sensorial


en conceptual, y al fumarlo me expona a que las pesadillas que me acosaban
se tornaran reales ante m. Pero no haba estado tan asustado desde no
recordaba cundo y quizs el opio me ayudara a elevar esa experiencia
emocional al mximo.
No obstante, las palabras no fluyeron o lo hicieron torpemente. En
busca de una direccin, rele por ensima vez algunos pasajes de The
Philosophy of Composition del magnfico Edgar Allan Poe:
Entre todos los temas melanclicos, cul lo es ms,
segn

lo

Respuesta

entiende
inevitable:

universalmente
la

muerte!

la
Y,

humanidad?
cundo

ese

asunto, el ms triste de todos, resulta ser tambin


el ms potico? Segn lo ya explicado con bastante
amplitud, la respuesta puede colegirse fcilmente:
cuando se ale ntimamente con la belleza. Luego la
muerte

de

una

mujer

hermosa

es,

sin

disputa

de

ninguna clase, el tema ms potico del mundo.


Entonces se fij en mi mente una idea que consider muy buena si
lograba relacionarla con mi alterado estado de nimo. Narcotizado, me
entregu a la escritura de fragmentos sin sentido ni coherencia, carentes de
cualquier calidad narrativa, pues slo con ideas no se puede hacer literatura y
las palabras seguan sin fluir como yo quera. Dej de intentarlo y por primera
vez, ante esos fragmentos y rodeado del miedo transformado en denso humo,
me percat de que mi mediocridad como escritor jams me permitira captar
en papel el grado supino que el miedo, la ms intensa de cuantas emociones
176

conozco, alcazaba en m. Slo entonces me di cuenta de que, por primera vez,


la calabaza me haba matado. Me re como estpido y volv a la cama.
Al da siguiente el pueblo se enter del asesinato del seor McCall y su
cochero. Los encontraron tirados en medio de la carretera, junto a la hoguera
que haba sido el carruaje. No s bien los detalles de hecho no logro
recordar ni siquiera quin me dio la noticia, pero s retengo la impresin que
me caus. Primero todo me fue inexplicablemente indiferente y tard en
percatarme de lo que las palabras han asesinado a McCall implicaban.
Despus, como de golpe, me lleg el significado del hecho, y la idea del
homicidio se fij en m, causndome un terror inefable que me postr e
impidi levantarme por casi una hora. Al final, pude ver las cosas con frialdad
y slo me qued una sensacin de extraeza a causa de mis reacciones
anteriores.
-Qu me est pasando?- le coment a Molly esa noche, mientras
estbamos sentados en el prtico mirando los campos de maz Paso del
miedo a la indiferencia y qu es eso!
-Qu?- dijo ella.
-En el sembrado. Vi a una figura moverse. Un hombre encapotado,
creo
-No hay nadie por all Excepto ese espantapjaros.
En efecto, no muy lejos se poda distinguir la silueta de un
espantapjaros, apenas mecido en su poste por una leve brisa.

177

-No.- dije Lo que yo vi estaba del otro lado- y entonces sent ese
miedo inexplicable otra vez Vmonos, Molly. Vamos adentro de la casa. Por
favor, no te entretengas, necesito entrar ya.
Entramos, cerramos todas las puertas y ventanas con todas las aldabas y
cerrojos que haba, pero an as el miedo no se iba.
-Por todos los cielos, Michael, ests plido y sudando fro
No respond. Me met en la cama y que cubr con las sbanas como el
nio que teme al coco.
-Abrzame, Molly, por favor, slo abrzame. Tengo mucho miedo.
Esta noche est inquieto, tiene sed. La sangre en su hoz no lo
satisface. Pero ha decidido tener paciencia y esperar antes de colectar
el sacrificio. Recorre el sembrado, el bosque y el cementerio. Desde
lo alto de la colina mira hacia el pueblo. Re.
-T y yo tenemos algo en comn.- me dijo el viejo Ralph Petersen
cuando me visit al da siguiente Queremos hacer una literatura de horror
que se aleje de las malditas Dime Novels y se acerque ms a la literatura seria.
Poe lo hizo, Maupassant y Ambrose Bierce lo estn haciendo. Pero nos
enfrentamos a un problema por partida doble: por un lado, el pblico iletrado
preferir siempre el sensacionalismo barato y fcil de digerir de los Penny
Dreadfuls y ser incapaz de comprender cualquier intento de calidad literaria,
no digamos ya de erudicin, en un cuento del que ellos suponen su nica
finalidad debera ser causar un poco de miedo, cuando no un morbo insano.
Por otro lado, los lectores cultos siempre estarn demasiado ocupados
denostando el carcter fantstico de nuestros textos como para notar sus
178

mritos artsticos. Por mucho que se cacaree sobre Maupassant estos das, te
puedo asegurar que en cien aos se leer Pierre et Jean en las universidades y
ya nadie se acordar de LHorla.
-No lo dudo.- dije por toda respuesta a su larga disertacin.
-Tu libro es bueno, Michael. Muy bueno. Pero entiendo la posicin de
Stevenson: quiz no sea de agrado para el gran pblico. Sabes? Por
momentos me caus miedo verdadero. Existen pocos textos que lo han
logrado. No hablo del leve temor que se siente al dejarse sumergir en la
atmsfera del relato, sino un miedo intelectual y a la vez metafsico que se
experimenta incluso despus de haber terminado de leer. La nuit de
Maupassant, por ejemplo, es uno de esos cuentos Pero t bien sabes que yo
no leo literatura gtica con la intencin de sentir miedo, sino de gozar
estticamente con sus imgenes y smbolos En fin, una debilidad noto en tu
libro, y es cuando describes escenas de muerte, asesinatos y tortura. Siento
que en ellas te has dejado influir mucho por la literatura sensacionalista de la
que tratamos de alejarnos.
-Es cierto.- respond Trat de completar el horror en los conceptos con
el horror en cuanto a imgenes. Quiz mucha gente no pueda entender porqu
una idea es aterradora, pero sentirn algo de miedo al imaginarse en una
situacin de tortura.
-Qu te da miedo, Michael?- pregunt de golpe.
Vacil unos segundos antes de responder Perder la razn, Ralph. Eso
me asusta. No saber ms qu sueo y qu es realidad. No saber si mi mente
consciente controla mis acciones o si acto en contra de mis pensamientos
racionales. Me asusta no poder entender ya el mundo.
179

-Oh, y acaso lo entiendes?


-Entiendo las leyes de la naturaleza y conocerlas me da seguridad. Por
eso en mis cuentos la suspensin de esas leyes es el elemento principal.
-Sabes, Michael? Eres demasiado racionalista para un irlands catlico
que escribe cuentos de terror, y se es quiz tu defecto. Tus peores miedos son
la prdida de la racionalidad y el sufrimiento fsico, porque no concibes otros
elementos de tu ser ms que el cuerpo y la mente. Pero piensa que en este
mundo la mayor parte de la gente es muy supersticiosa y le teme a los
rincones oscuros. Para llegar a esas personas necesitas entender que ellos
tienen miedo de cosas para las que t ni siquiera tienes un nombre.
Reflexion un momento A veces A veces slo tengo miedo. Es un
miedo irracional, primitivo, supersticioso, que llega a m y de pronto se va.
-Bien. Aprovchalo, Michael, aprovchalo. salo para tu obra Por
ejemplo, estos asesinatos que han estado ocurriendo. En un pueblo tan
pequeo y tranquilo! Es un excelente material, deberas tomar nota de ello.
-No s si sea tico hacerlo. Conoca a las vctimas, soy vecino de sus
familiares.- dije, aunque en verdad el consejo de Petersen me inspir a
despus escribir estas lneas, y si no lo hice antes fue porque al principio di
muy poca importancia a los crmenes.
-En fin, es tarde y debo viajar a Boston para tomar un tren hasta
Providence. Me espera una larga tarde Por cierto, creo que no te lo dije,
pero la prxima semana habr una conferencia en la sede de la Sociedad
Histrica de Nueva Inglaterra sobre los orgenes de la celebracin de All
Hallows Evening.
180

-Bah! Hay pocos en Nueva Inglaterra que saben tanto sobre Halloween
como yo. Bien podra hablar a todos esos pedantes de la Sociedad sobre
Samhain, el festival de las cosechas de los antiguos celtas. Se celebraba el 31
de octubre y se crea que durante unos das la barrera que divide este mundo
del ms all quedaba diluida y los espritus venan a convivir con los vivos.comenc a hablar como si me encontrara dando una conferencia -Con la
llegada del cristianismo todo cambi. Los antiguos ritos paganos se
convirtieron en los aquelarres de las brujas y los demonios. Disfrazado de
adoracin a los santos y a los fieles difuntos, Samhain pudo sobrevivir. Lo
mismo le pas a la Walpurgisnacht germana; era un festival de la primavera
en el que se encendan hogueras para aplacar a los espritus del caos. La
cristiandad la convirti en la fiesta de Santa Walpurga. En todo el mundo
pagano hay festivales de cambio de estacin en los que se recuerda a los
muertos y se conjura a las fuerzas del Ms All. En un principio la cristiandad
los quiso tachar de demoniacos, pero al final termin absorbindolos. Claro,
eso no evit que durante muchos aos persistieran historias de aquelarres y
orgas el 30 de abril o el 31 de octubre. De hecho, como t bien sabes, en
nuestra querida Nueva Inglaterra an hay rumores de horribles rituales que se
llevan a cabo por esas fechas en las colinas y barrancos ms apartados. Pero,
desde luego, a m no me invitan a impartir conferencias porque no obtuve mis
conocimientos en Harvard, sino en las bibliotecas pblicas de Boston
-En esta conferencia se hablar del origen de los Jack OLantern
-Sobre ello podra dictar conferencias tambin.
-Seguro que s, pero adems el conferencista, un muchachito de apellido
Carter, o algo as, hablar sobre los recientes descubrimientos en cuanto al
culto de Fobos.
181

-El culto de Fobos?


-Aj!, de eso no sabes mucho, eh? Es algo totalmente nuevo y no s
bien de qu va este asunto, pero creo que es de una secta en la antigua Grecia
que adoraba a Fobos, el dios del miedo. No s qu relacin tenga con
Halloween o Samhain, pero Carter ha prometido revelar informacin nueva e
importantsima.
-De todos modos no puedo ir- dije No puedo darme el lujo de pagar
un pasaje hasta Boston a menos que sea estrictamente necesario.
-De acuerdo. Yo asistir y luego te contar.
Nos despedimos y Petersen se fue en el carruaje que lo esperaba afuera
de mi casa. l tena la suerte de ser heredero y vivir de las rentas, lo que le
permita dedicarse de tiempo completo a las letras. Yo, por mi parte, tena que
emprender mi camino a la oficina del difunto seor McCall.
Halloween haba olvidado lo prxima que estaba esta fiesta, pero es
que en aquellos das tena cada vez menos nocin del tiempo y de las fechas.
En All Saints Hill era una celebracin importante y Molly, como maestra de la
escuela, estaba involucrada en la organizacin del evento. Creo que por eso se
ausentaba tan seguido de casa, pero no estoy seguro. Suceda que
repentinamente, incluso a mitad del da, me quedaba dormido y sufra
espantosas visiones sobre monstruos, demonios y otras cosas que no poda
nombrar. Estaba tan absorbido por la escritura que no me daba cuenta de lo
que suceda fuera de mis pesadillas y mis pginas
Pero estaba hablando sobre McCall El hombre muri, saben? Por
qu fui a su oficina? Ah, s, Molly me envi a ver no s qu documentos. Pero
182

pronto me aburr de esperar en la fila de los deudores y me volv a casa para


dormir una siesta.
La casa es oscura, de sombras largas, fras y resecas. Caminas con
lentitud y escuchas tus propios pasos sobre la duela. Atraviesas el pasillo
asfixiante y llegas hasta una cmara enorme, cuyas paredes se han perdido en
la oscuridad. All est l, dndote la espalda, mirando un ventanal lloroso.
Cuentas tus jadeos y oras porque no se vuelva. Cuando renes valor te echas
a correr lejos de esa recmara. Pero no importa cunto corras, no llegas al
final del corredor y los pasos leosos detrs de ti se acercan cada vez ms
hasta que sientes el abrazo mortal de una sola mano enguantada, que te
obliga a voltearte. Entonces ves a tu madre. No ests ya en la casa de largas
sombras, sino en un prado, y tu madre, tan bella y tan joven, te sonre
rodeada de esmeralda y por todas partes hay hombres, mujeres y nios
alegres que juegan, ren, corren y bailan al son de la alegre msica de
flautas y violines. Te permites sonrer y estar tranquilo. Pero la msica de
pronto se convierte en un himno siniestro y montono y los danzantes se
contorsionan en el suelo con espasmos y vomitan sangre, y all donde estaba
el rostro de tu madre te miran los ojos vacos y la mueca deforme de la
calabaza. Todos los invitados a la fiesta se arrancan las cabezas con sus
propias manos y en su lugar crecen calabazas con ojos triangulares y dientes
puntiagudos. Y todos se te acercan ejecutando la Danza Macabra y te sujetan
con sus hoces para inmovilizarte. Entonces comienzan a devorarte
Me despert el sonido de mis propios gritos. Estaba en un vagn de
tren. Qu haca all? Mir la pila de objetos colocados en el asiento adjunto;
eran un montn de libros y otros papales. Los revis. Unos eran libros de
mitologa, otros de demonologa y algunos ms de contenido antropolgico.
183

Tambin estaban ah algunas lminas con reproducciones de pinturas de Fssli


y de Goya. Todo tena que ver con la muerte, el miedo y el Ms All. Me
parece que trat de explicarme a m mismo que haba viajado a Boston con la
intencin de obtener material para mi libro. Despus de una relectura del
manuscrito haba decidido tratar de interconectar las diversas historias de
terror con la creacin de una mitologa coherente. Pero pens que
probablemente era muy racionalista ese propsito, y despus se me ocurri
que quizs la lgica y la razn no eran ms que mitologas con cierta
coherencia interna que nos sirven para darle sentido a un universo catico e
inaprehensible.
Abr uno de los libros, del britnico Charles Lamb, titulado Witches and
Other Night Fears y le el siguiente pasaje:
Gorgonas,

Hidras

Quimeras

las

terrorficas

historias de Celen y las Arpas- pueden reproducirse


a s mismas dentro del cerebro de los supersticiosos
pero

eso

se

debe

transcripciones,

que

tipos

los

ya

estaban

arquetipos

all.
estn

Son
en

nuestro interior y son eternos. Podra, de otra


manera, afectarnos el relato de algo que sabemos
conscientemente que es falso? Es que tenemos terror
hacia tales objetos por su capacidad de infligirnos
dao corporal? No, ni mucho menos! Tales terrores
estn en nosotros desde hace mucho. Son anteriores a
nuestro cuerpo o ajenos al cuerpo, que es lo mismo.
Esta

clase

de

miedo

es

puramente

espiritual,

su

fuerza es proporcional a su inexistencia terrena y se


184

manifiesta

sobre

todo

en

el

periodo

de

nuestra

inocente infancia
No guardo recuerdos de cmo llegu a casa esa tarde. Tan slo tengo la
imagen de Molly preguntndome furiosa a dnde me haba ido para despus
sealar preocupada que me vea demacrado.
-Son esos cuentos y el opio!- dijo, mientras me pona unas
compresas fras en la frente.
-Esos cuentos son todo lo que soy.- respond.
-Ests delirando. No lo soporto. Debes descansar de la escritura y dejar
el opio de una buena vez.
Pero estaba casi seguro de no haber fumado opio en das y, despus de
un momento de silencio, respond Cuando era un nio amaba la fiesta de
Halloween. Mi madre tambin. Me contaba las leyendas de Jack OLantern,
del Diablo de Jersey y de Sleepy Hollow, mientras me maquillaba la cara con
talco para que saliera a pedir golosinas. Pero cuando mi padre muri y mi
madre se volvi a casar Mi padrastro era un pastor protestante, sabes?
Consideraba que mi madre y yo ramos pobres almas enajenadas por la
idolatra pagana del papismo. Era un hombre muy severo y empeor cuando
mam muri. Me deca que Halloween era una fiesta pagana y que las
calabazas talladas eran formas de adoracin al demonio. Me deca que, si
insista en tener amuletos con huesitos y dejar ofrendas a las nimas, Jack
OLantern vendra por m, con su hoz que arranca las almas de sus cuerpos, y
su linterna que alumbra el camino al Infierno.

185

Molly me dirigi una mirada llena de misericordia. -No eres ms que un


nio asustado, Michael.- me dijo y me acarici el cabello Toda tu vida has
tenido miedo. Por eso escribes cuentos de horror, para ser t quien controle al
miedo y no viceversa.
Creo que entonces re, pero tal vez slo tos Ahora eres alienista?
-Slo durmete. Estar junto a ti para que no temas a las pesadillas.
Est impaciente. Espera la oportunidad, el carnaval, la fiesta de
mscaras, la orga de la noche de terror. Espera la llegada de
Samhain para ofrecer su ltimo sacrificio. Slo para entretenerse mata
en el sendero a un vagabundo cuyo cuerpo nadie jams encontrar.
Pero no se qued conmigo todo el tiempo; en la maana debi
marcharse a la escuela. Me encontr despus del medioda, sentado al borde
de la cama, observando el vaco. Antes de que Molly pudiera sealar lo
terrible de mi aspecto, murmur:
-He visto el Amanecer de la Muerte.
-Qu?
-Es peor que cualquier otra cosa que hubiese soado. No puedo empezar
a describirlo, pero debo debo intentarlo Recuerdas la pica de
Gilgamesh? No supongo que nunca lo has ledo Los antiguos pueblos de
Mesopotama... saban cosas. Conocan a Pazuzu y a Lilith y a otros
demonios Hay una parte del poema que dice Dejar que los muertos
asciendan y devoren a los vivos; los muertos superarn en nmero a los
vivos

186

-Michael
-No lo ves? Isis acept hacer un trato con Atn para enfrentarse juntos
a la Muerte. Pero Atn traicion a Isis y la viol; de esa unin naci un hijo
que Atn despus sacrific en la cruz Todo para apaciguar a la Muerte
Pero la Muerte no puede ser apaciguada
-Michael, me asustas. Por favor, no sigas hablando as.
-Molly Y si tales cosas existen?
-Cules cosas?
-Un escritor gals dice que todas las leyendas de criaturas fantsticas,
hadas, minotauros, vampiros y hombres lobo, hablan en realidad de cosas tan
horribles que no podramos ni siquiera clasificar, pero a las que hemos dado
un sustantivo y una descripcin que ms o menos se acomoda a lo que
nuestros cerebros pueden concebir
-Necesitas despejarte,- dijo Molly necesitas salir, distraerte y no pensar
ms en esas cosas. Te preparar un t y al caer la tarde iremos a la celebracin
de Halloween. Qu te parece?
-No. No quiero ir.
-Michael, necesitas ver algo de colorido y estar en un lugar alegre.
Adems, es tu cumpleaos
Me qued anonadado con esa informacin; haba olvidado por completo
mi cumpleaos.

187

-Es cierto,- dije al fin debo salir a divertirme. S!- exclam con sbito
entusiasmo -Vamos! Vamos a jugar con los nios y a comer manzanas
acarameladas y pasteles de calabaza!
Molly empez a rer conmigo Maana nos preocuparemos por las
cuentas y los doctores, hoy podemos divertirnos como chicuelos.
Oh, Halloween, magnfica fiesta en la que nos vestimos como seres del
Ms All para expresar el terror que les tenemos; nos disfrazamos como
fantasmas para que cuando ellos pasen por nuestras casas en la noche se
confundan y no quieran hacernos dao. El pueblo estaba decorado de muchos
colores, una banda local tocaba msica alegre, las amas de casa repartan
trozos de pastel de calabaza a los invitados y los nios, vestidos de negro y
con caras blancas, pasaban de casa en casa para pedir golosinas. Sonre como
ellos y hasta en mi caminar me dej llevar por la msica.
Pero de pronto, en medio de la algaraba, me posey el miedo. En cada
persona vi a un asesino delirante y en cada rostro una monstruosidad
hambrienta, y las calabazas me miraban con apetito y la msica trataba de
enloquecerme. Mucho antes de que supiera de dnde venan los alaridos,
estaba gritando.
La cordura cay sobre m de golpe como un aire fro; me descubr en
medio de la plaza, las manos de Molly en mis hombros y la mitad del pueblo
mirando hacia m con espanto.
-Michael, qu te pasa?
-Me siento muy mal, Molly. Vamos a casa, por favor. Djame ir a casa.

188

-Te acompaar. Pero es mi deber estar aqu. Estoy comprometida a


cuidar de los nios.
Me llev a casa, me prepar un t, me acost en la cama y me puso una
compresa fra en la frente.
-Conoces la leyenda de Jack OLantern?- le pregunt mientras me
atenda.
-No.
-Jack era un irlands borracho y pendenciero, perezoso y timador, que
se pasaba la vida embaucando a los dems y acostndose con las mujeres de
sus vecinos. Lleg el da en que deba morir y el demonio lo visit. Jack le
pidi a Satans que antes de llevrselo al Infierno le dejara cometer un pecado
ms. El Prncipe de las Tinieblas acept. Jack quera vengarse de un esposo
cornudo que lo haba herido en una pelea de cantina, pero no tena un arma
adecuada. El diablo, divertido, acord convertirse en una hoz para que Jack
lograra su propsito. Pero Jack guard la hoz en una bolsa, en la que tambin
haba un crucifijo, robado, por supuesto. El poder de la sagrada figura priv al
demonio de todas sus fuerzas, y ya no poda volverse a transformar. Jack
entonces hizo un pacto con l; le dijo al demonio que lo liberara si ste
prometa concederle a Jack la vida eterna. El diablo no tuvo ms remedio que
aceptar. Pero Jack no contaba con la astucia del viejo Satn, y cundo ste se
vio liberado, le arranc la cabeza al timador. Le haba prometido que vivira
por siempre, pero no en qu condiciones. Entonces Jack tom una calabaza
tallada y la coloc sobre su cuello. Desde esa noche anda por los caminos
solitarios en busca de otra cabeza.

189

Molly no dijo nada. Me acarici el cabello como sola hacerlo y apag


las velas. Creo que se qued a mi lado hasta que estuve dormido.
La Calabaza ha despertado, sta es su noche, sta es su fiesta.
Ha llegado Samhain. Su hoz est afilada y sedienta. Su linterna
ilumina los caminos a travs de bosques y sembrados. Los centinelas
dispuestos por el comisario para salvaguardar la paz no ven venir el
filo y apenas lo sienten deslizarse por sus gargantas. Un granero se
incendia; un molino le sigue. El viento trae al pueblo el olor a humo y a
animales achicharrados. Las casas ms alejadas del centro son las
primeras en prender fuego. Alguien grita por un auxilio que nunca
llega. Algunos hombres corren hacia el humo para encontrarse con la
hoz. Algunas mujeres corren en busca de sus hijos, pero encuentran el
fuego. Algunos nios son acuchillados y otros calcinados, pero todos
se unen a los fieles difuntos a quienes momentos antes festejaban.
Hay gritos y carreras, y la hoz de la calabaza baila exttica y silba
enardecida entre jirones de ropa y carne y su cara bermeja se baa en
sangre y bebe el horror de sus vctimas a travs de sus ojos vacos.
Muchos logran escapar con vida, pero por hoy la hoz est satisfecha.
Ya puede iniciar su nueva vida.
Me encontr sentado en mi estudio garabateando la descripcin de una
matanza. No saba cmo haba llegado all, pero not que aquellos libros que
haba trado en el tren estaban tirados, muchos de ellos deshojados, por todo el
cuarto y me pareci que haba estado reflexionando sobre su contenido. En
efecto, me puse a pensar en las fiestas de los muertos, en Samhain, en All
Hallows Evening, en Walpurgisnacht, en Plen arodjnic, en el Sabbath de
las Brujas y en el Hanal Pixn de los mayas; pens en los ritos funerarios de
190

los egipcios, en los sacrificios de los druidas y de los aztecas, en las masacres
del Empalador, en los crmenes del Destripador, y en los cultos de Kali, de
Mictlantecutli y de Fobos; pens en las leyendas de monstruos marinos y en
los raptos de la Tylwyth Teg, en las quemas de brujas, en los exorcismos y en
las grgolas de las catedrales; pens en las historias de fantasmas y en las
sombras que se asoman por tu ventana cuando duermes y que acechan desde
tu armario o bajo tu cama; pens en las pesadillas de Fssli, en las brujas de
Goya, en la Danza Macabra de Saint-Sans, en el Sueo de una noche de
Sabbath de Berlioz y en la Noche en la rida montaa de Mussorgsky; pens
en los cuentos de Poe, en los Hawthorne, en los de Maupassant, en los de
Bierce, en los de Gautier y en los de Le Fanu, en Varney el Vampiro, en el
Frankenstein de Mary Shelley y en el Jeckyll & Hyde de Stevenson; record
mis propios cuentos y mis pesadillas y el Amanecer de la Muerte Y
abrumado de nombres, sombras, ideas y conceptos, comenz a perfilarse ante
m una realidad insoportable.
Cuando escuch los pasos apresurados de Molly me sent aliviado, pero
pronto el alivio se transform en terror cuando mi esposa abri la puerta y
entr gritando mi nombre. Y la ves correr hacia ti con la hoz en alto. Escuch
los pasos lentos y poderosos sobre la duela y grit a Molly que se alejara.
Pero ella no retrocede y la calabaza prepara su hoz. Grit, grit ms
aterrado de lo que haba estado en mi vida, por primera vez consciente del
poder que tiene el miedo. Tu mente est embriagada de miedo. Quiere correr
hacia su esposa, pero el horror lo sujeta de los cabellos. Oyes sus pasos,
y miras su capa negra ondeando al viento que entra por la ventana. Molly,
no! Miras de frente al ser que siempre has temido. La mujer no se da
cuenta del instante en que la mano enguantada se apodera de su
191

cuello. Toda la monstruosidad! Todo el horror! Toda la muerte confluyeron


en ese momento! La ms antigua y poderosa emocin de la
humanidad es el miedo. El miedo lo es todo, es todo lo que conoces, es
todo lo que existe en tu ser. Pero, cmo explicar lo que me
ocurre? Cmo hacer comprender el hecho de que pueda
contarlo? No s, ya no lo s. Slo s que sucede. Helo
aqu. Que empiece el carnaval de la hoz! Me oblig a ver cmo suceda
todo. Sientes la cuchilla penetrar su cuerpo y sientes el calor de su sangre que
se derrama por tu brazo. Cog al pobre animal por la garganta
y, deliberadamente, le vaci un ojo. Pero yo la amaba. Y ella en
verdad lo amaba. Por ello, impotente, te echas a gritar y a llorar. Oh,
Molly Pero eso no lo deja ir. Y no te soltar jams.
Deb desmayarme como ltimo acto piadoso de mi locura.
Despert por completo cuerdo, no s con exactitud cunto tiempo
despus, y camin lentamente por la casa, escuchando los golpes de mis botas
sobre el piso de madera. Encontr el cuerpo de Molly y lo mir con desinters;
junto a ella estaba una calabaza destrozada. Me acomod la capa y me mir en
el gran espejo de la pared.
Sonre al comprender que nunca ms tendra miedo.

192

Volumen V
El Siglo XX

193

SAHKIL
Yucatn, principios del siglo XX
La verdad es que era valiente el patrn. Hombre como pocos, para
enfrentar lo de este mundo y lo del otro. As de valiente. Eso es porque era
hombre del campo, no como esos otros que tienen sus casas en Mrida y
nams visitan la hacienda de vez en cuando. No, el patrn ah se cri, entre
los caballos, los henequenes y las desfibradoras, no como esos seoritos de la
ciudad. Era tan hombre, si no es que ms, como su padre, a quien la muerte se
llev joven.
Haba de tener veinte aos, a lo mucho, cuando el patrn hered la
hacienda. Y en seguida puso en todos en orden. El patrn no permita la
flojera, ni que los capataces furamos blandos con los peones. Y si alguna vez
se le fue la mano y mat a uno que otro indio a palos, es porque se lo
buscaban. Pues el patrn ah estaba en los henequenales, vigilando que se
hiciera bien el trabajo, ah con nosotros los capataces, aguantando el sol y el
calor, y dndole duro a los indios pa que trabajaran.
S, era un hombre valiente. Nunca le vi una mueca de dolor ni de
cansancio, menos de miedo. Ni cuando Alvarado lo mand a colgar mostr
temor. Furia, quizs, coraje, pero no temor. Y era un hombre justo, les digo,
nunca azotaba a quien no se lo mereca. Adems, acab con los rateros. La
hacienda de Sahkil estaba a medio camino entre dos pueblos: Eknict y
Oxbalam. Y en los dos acab con los rateros. Cuidadito el que quisiera robar
en alguno de los pueblos! Si desapareca algo, el patrn buscaba y buscaba
hasta que apareca el culpable y luego lo colgaba de un rbol y dejaba el
cuerpo hasta que se pudriera, pa que todos aprendieran. Y no slo a los
194

rateros, a las adlteras tambin y a los que se robaban a las muchachas. Y


prohibi los duelos a machetazos. Aqu la nica justicia soy yo, deca el
patrn. Ya no hay hombres de su temple
Qu? Lo del otro mundo? Pos porque es verdad. El patrn se las vio
con las cosas del ms all. No es cuento! Miren, una vez el patrn andaba de
noche, en su caballo, paseando por el monte, como le gustaba hacer a veces. Y
segn me cont, que vio a la Xtabay. De veras! Ah la vio, me la describi
con pelos y seales: una mujer muy guapa, morena, con cara de india bonita,
de larga cabellera negra. Estaba apoyada en una ceiba. El patrn la mir un
momento y luego sigui su camino, tal cual como vena. No se qued ah
como hubiera hecho un pendejo, pero tampoco se fue corriendo, como hubiera
hecho un cobarde.
Es verdad! No me crean. Qu? Aqu el huachito no sabe quin es la
Xtabay. Ja, ja, ja, ja. Pos ah si te la encuentras me avisas, eh? Es una mujer
guapa como princesa, que seduce a los hombres y luego los mata. Pos no s,
unos dicen que se los come, otros que se los lleva al infierno. Pero el patrn ni
cay en su trampa, ni tuvo miedo. Slo sigui su camino, como quien no le da
importancia a la cosa.
No me creen? Pos sepan que sa no fue la nica vez que el patrn se
encontr con cosas desas. Miren, esto no lo he contado nunca, porque el
patrn me dijo que no lo hiciera. Pero ya descansa en paz el patrn y los otros
que la vivieron, tambin ya pasaron a mejor vida. La cosa estuvo as
Ah, pero tengo que empezar con otra historia. Fjense que mi
compadre prense mi compadre, Fulgencio Canch, que era carpintero
en Ekcnict y que en paz descanse, enviud y slo le quedaba la hija, que
195

tendra unos quince aos. Un da se me acerc y me dijo, Compadre que no s


qu y que no s cunto y que mucha discrecin, y yo le dije que vamos al
grano, compadre, y que me dice:
-Pos fjese, compadre que est pasando algo muy raro. Ya van varias
maanas en que me encuentro con que mija aparece desnuda y tirada, como
desmayada, en el patio de atrs.
-No me diga, compadre. Eso me huele muy mal.- le dije.
-Pos s. Y cuando le pregunto qu ha pasado, ella no recuerda nada.
Dice que slo se va a dormir y que de repente amanece en el patio. Me quise
quedar vigilando varias noches, pero siempre, a eso de las doce, me quedo
dormido sin remedio,- y aqu baj la voz como si me estuvieran haciendo
brujera.
Ustedes saben que yo no le tengo miedo a ningn vivo. A cualquiera
que se me ponga en frente me le planto, como quiera, con machete o con
pistola. Pero de cosas de brujos y de muertos, ah s no me meto. Pero como
yo quera mucho a mi compadre y a mi ahijada, le dije:
-Mire, compadre, aqu hay gato encerrado. Yo lo voy a acompaar a
montar guardia esta noche hasta que averigemos qu pasa.
Y lo hicimos. Mi compadre Fulgencio se qued despierto toda la noche
dentro de su casa, mientras yo me escond detrs de la albarrada del patio.
Estaba agachado, con la carabina lista, y ya cabeceaba de sueo, cuando a eso
de la medianoche, escuch un ruido, como de algo muy pesado que
arrastraban por la hierba. Me alc y sent cmo se me fue el color de la cara
cuando vi que un gato, s, un chingado gato negro, vena arrastrando a mi
196

ahijada, desnuda, de los pelos. Les confieso a ustedes que me dio miedo, pero
aqu quin me dice que no le hubiera dado miedo ver algo as. A ver, quin
me reta? Ta bueno.
Como les deca, vi al gato que con el hocico traa a la nia del pelo y la
asent en medio del patio. Entonces el gato, iganme, el gato se meti entre
las piernas de la nia y pos la viol. Quin se ri?! Hay alguien aqu
que me diga mentiroso? Que lo sostenga con la pistola! Ta bueno, me calmo.
Pero cranme, esto pas como lo cuento, por sta se los juro.
Vi como el chingado gato estaba violando a mi ahijada, y ah ms que
miedo tuve coraje. As que me olvid de pendejadas, agarr mi carabina y sal
de atrs de la albarrada gritando:
-Compadre! Compadre!
Y que sali mi compadre con la fusca en mano mirando para todas
partes sin saber ni qu ni cmo; se conoca que se haba quedado dormido y
mis gritos lo despabilaron. El gato, apenas oy mis gritos y vio salir el
compadre, peg un brinco y se escap por la calle. Yo lo segu y le dispar dos
veces, pero no le pegu, y se me perdi entre las sombras.
Cuando regres a la casa, me encontr a mi compadre que ya haba
metido a su hija y la tena acostada en una hamaca, todava dormida la
chiquita. Vi que la cara de mi compadre estaba plida del susto. Me dijo que
no saba qu hacer y yo le promet que vigilara con l ah todas las noches,
sin falta.
Ah me qued, en el patio de mi compadre, sentado en una silla todas
las noches de la semana siguiente, con mi carabina preparada. Pero la ltima
197

noche no pude aguantar el sueo y me qued dormido. A la maana siguiente,


la nia haba desaparecido. No sabamos cmo, porque las puertas de la casa
estaban cerradas y trancadas. Nadie pudo haber entrado y si ella hubiera
salido, aunque hubiera estado dormido, seguro que la habra escuchado.
Mi compadre y yo estuvimos buscando a la nia por todas partes, por el
pueblo, por el monte, por las aldeas cercanas. Nada. Le pedimos ayuda al
patrn; no le contamos toda la historia pa que no creyera que estbamos
locos, pero le dijimos que alguien se haba robado a mi ahijada. El patrn nos
prest a cinco de sus hombres para la bsqueda. Pero nunca la encontramos, ni
rastro de ella, ni naiden que pudiera decirnos algo.
A las dos semanas los hombres del patrn se regresaron pa la hacienda;
a los seis meses dejamos de buscar. Mi compadre Fulgencio se enferm y
muri poco despus, yo creo que de pena. Los dems nos olvidamos del
asunto.
Qu? Ahorita van a ver qu tiene que ver el patrn con todo esto. Un
ao despus de que desapareci mi ahijada, haba un eclipse de luna. Me
acuerdo bien porque como siempre salieron los indios de sus casas con
cacerolas y palos, y todo lo que tuvieran para hacer ruido y se pusieron a gritar
para espantar al monstruo que se come a la luna. Bueno, la verdad es que yo
tambin me puse a gritar y a hacer escndalo. Pos porque cuando vi la luna,
me di cuenta de que lo que la cubra no era una sombra redonda como la que
se nota cuando est en menguante, sino que de verdad pareca la silueta de un
monstruo, con garras y dientes afilados
Pero voy al grano. Esto que les voy a decir me lo cont el patrn,
porque a m me tena en mucha estima. Me dijo que esa misma noche del
198

eclipse de luna andaba paseando en su caballo por el monte, como le gustaba.


En el momento en que la noche se puso oscura porque desapareci la luna,
escuch el llanto de un beb. Se extra y dirigi al caballo hacia donde vena
el llanto, se ape y empez a buscar entre los matorrales. Ah encontr un
beb chiquitito, envuelto en una tilma, como las que usan los indios. Carg al
beb y se volvi a subir al caballo.
Iba a trote con el beb en un brazo cuando escuch un gruido, como de
animal. El caballo se puso nervioso, pero el patrn lo oblig a seguir andando.
Escuch otro gruido, esta vez ms cerca. Mir a su alrededor y vio que de
entre los matorrales lo estaban mirando un par de ojitos rojos y brillantes. De
pronto, el patrn sinti como si el beb pesara cada vez ms. Lo mir y vio
que sus ojos brillaban de color rojo y que sonrea. De la impresin, el patrn
tir al nio al suelo, y me dijo que son como si una piedra, o algo muy
pesado, hubiese cado sobre la tierra.
Entonces, un perro grande y negro sali ladrando de entre los matorrales
y atac al caballo, que se encabrit, tir al jinete y se fue galopando
despavorido. El patrn cay de boca en la tierra y se golpe la rodilla con una
piedra, pero rpido se levant y sac su pistola. Vio entonces que el perro se
alejaba por el monte con el nio en el hocico. Esto me lo cont el patrn al da
siguiente. No haba miedo en su voz, estaba ms bien intrigado,
desconcertado, si quieren, pero miedo no tena.
Pas el tiempo y ya no hablamos ms del asunto. Pero un da lleg un
hombre de Oxbalam, que quera ver al patrn. Haba estado yendo varios das
seguidos, pero los capataces no le haban dejado entrar. Al fin, cuando pudo
hablar con l le cont que ya iban varias noches en las que saqueaban el
panten, y que a la maana siguiente encontraban las tumbas vacas.
199

-Y qu chingados quieren que haga yo?- dijo el patrn Monten


guardia en el panten y ya est. Hasta ustedes podran hacerlo.
-Es que, patrn, -dijo el hombre de Oxbalam en un susurro nadie se
atreve a salir de sus casas en las noches, porque dicen que es un monstruo o
un brujo el que se lleva las tumbas.
-Monstruos a m!- vocifer el patrn -Si sern pendejos! Esta misma
noche yo mismo voy a estar ah haciendo guardia pa que vean cmo me
chingo a su monstruo.
Dicho y hecho, esa misma noche el patrn, otros cuatro hombres y yo,
todos armados, nos apostamos alrededor del cementerio. ste estaba bardeado
por una albarrada muy alta y la nica forma de entrar era travs de una gran
reja de hierro en la parte de adelante. Cuando cay la noche, los pueblerinos se
metieron en sus casas. Recuerdo que una vieja lleg y nos dio la bendicin
antes de irse a guardar a su chocita.
A eso de la media noche escuchamos un ruido, como el galopar de un
caballo. La noche estaba completamente oscura, pues no haba luna, pero yo
pude ver desde donde estaba que una masa de oscuridad se distingua de las
penumbras que la rodeaban. La cosa sa lleg hasta la reja del panten, y
entonces la pude ver. Era un toro enorme, alto como una casa y largo como
dos caballos puestos uno detrs del otro. Era ms negro que la noche y sus
ojos brillaban rojos de fuego. El toro empuj la reja con sus cuernos y sta se
abri de par en par, as de fcil, como si no tuviera candado. Luego entr en el
panten. Trep la albarrada y me asom para ver lo que haca all dentro.
Entonces vi, se los juro por sta, cmo el toro escarbaba con su pata en una
tumba y luego meta el hocico y se coma al muerto, con todo y huesos, como
200

si los chupara. Ah s lo confieso, tuve miedo. Pens que ese toro deba ser el
mismo diablo, y qu podan hacer seis mortales contra Satans?
Mir a mi lado y vi que el patrn estaba trepado junto a m, con los ojos
muy abiertos. Entonces le not una mirada de decisin, apunt con su rifle y le
dispar al toro. El bramido que peg el animal debi haberse escuchado por
todo el pueblo. Del puro susto me ca de la albarrada. El patrn grit:
-A ver, culeros! A esta cosa le duelen las balas. A darle, pues! Y le
peg otro disparo a la bestia.
En ese momento salimos todos con nuestras armas y le empezamos a
disparar al toro, que se dio la vuelta y sali corriendo del panten. El patrn lo
persigui a pie y le sigui disparando hasta que el animal estuvo demasiado
lejos. Alcanc al patrn, que se haba quedado parado viendo hacia el camino
por donde haba desaparecido el toro. Se inclin y toc algo que estaba en la
tierra. Era sangre. El patrn sonri.
-Lo lastimamos.- dijo el patrn cuando los dems hombres nos
alcanzaron. -Qu esperan? A sus caballos! Vamos a seguir a esa cosa hasta
que la hayamos matado.
Y as lo hicimos, seguimos el rastro de sangre. Sala del pueblo por el
camino a Sahkil y luego torca en direccin a los henequenales. Los
atravesamos siguiendo el rastro hasta un monte sin cultivar. Nos detuvimos
frente a la selva; sabamos que los caballos no podran andar entre tantos
rboles y maleza, y nos pareca una locura meternos all, donde no haba ni
siquiera un sendero qu seguir; adems haba tigres y otros animales. Y
algunos decan que en medio de la selva haba ruinas muy antiguas, ms viejas
que cualquier otra, en donde se reunan los brujos mayas para hablar con sus
201

dioses. Pero el patrn nos orden que nos bajramos de los caballos, que
armramos unas antorchas y que siguiramos. Nadie se atrevi a decir que no,
pero uno de nosotros dijo:
-Hay que ponernos las camisas al revs, con los botones en la espalda,
para que no nos pierdan los aluxes.
-Hagan lo que quieran.- dijo el patrn Pero aprense.
Y nos internamos en la selva. Pronto estbamos rodeados de rboles
altos y siniestros; nosotros tenamos miedo, pero el patrn continuaba con el
mismo paso veloz, siguiendo la sangre del toro. A veces perda el rastro, pero
no tardaba mucho en volver a encontrarlo, quin sabe cmo, porque estaba
ms oscuro que dentro de una gruta, y ms all de lo que iluminaban las
antorchas no se alcanzaba a ver nada ms que unos puntitos brillantes, como
ojos, que nos vean a travs del follaje. Me dije que deban ser monos o
tecolotes, o algn otro animal, pero la idea no me sosegaba.
De pronto sent un golpe en la cabeza, como si me hubieran arrojado
una piedrita. Luego todos sentimos que nos estaban lloviendo guijarros y
escuchamos susurros que venan de todas partes y que blasfemaban y nos
insultaban.
-Ay, patrn.- dijo el mismo de antes Son los aluxes, los seores del
monte.
-Ah, s?- dijo el patrn sacando su pistola y peg dos tiros al aire. -No
sean cobardes! Ellos tienen piedritas? Pos yo tengo balas.- y al instante se
detuvieron las pedradas.

202

Y seguimos as por horas y horas, hasta que el sol comenz a alumbrar


entre las copas de los rboles. Fue entonces que vimos un resplandor en lo
profundo de la selva y nos dirigimos hacia l. En medio de un claro haba una
choza maya y el rastro de sangre segua hasta ella. El patrn entr en la choza
con la pistola en mano, y nosotros cinco lo seguimos.
Esto fue lo que vimos en la choza. Al centro, estaba una mesa de
madera, el nico mueble en toda la casa, y sobre la mesa, una canasta con un
beb. Tirado en el piso estaba el cadver de un muchacho joven, indio, fuerte,
guapo, con varios agujeros de bala en el cuerpo. Arrodillada junto a l estaba
una muchacha, que no era otra que mi ahijada, la hija de mi compadre
Fulgencio. La nia no dejaba de llorar y de acariciar el cabello del joven.
Atrs, afuera, arda una gran hoguera.
El patrn apunt su revlver a la cabeza de la muchachita y le dispar.
Cay muerta enseguida. Con la misma agarr al beb de una pierna y lo arroj
a la fogata.
Lo nico que le pido a Dios es no tener jams que volver a escuchar un
sonido como el que hizo esa cosa cuando se quemaba.

203

GASSMENSCH
Frente occidental, 1917
Me detengo exhausto ante un charco en la tierra, seducido por el agua
sucia y lodosa que mi boca y mi garganta desean como al manantial ms
exquisito. Con ansiedad sumerjo la mano y llevo el agua hasta mis labios,
tratando de ignorar el olor y el sabor a podredumbre. Bebo hasta quedar
satisfecho.
Me siento en el fango y trato de serenarme. Contemplo el panorama que
me rodea y no veo seales de la cosa que me persigue. Suspiro. Estoy lejos de
las trincheras, de las barracas y de los alambres de pas. Todo a mi alrededor es
un infinito desierto de lodo. Me siento como el ltimo hombre en un mundo
muerto.
Mis manos se resisten a soltar el rifle, pues ste se ha adherido a mis
dedos anquilosados. Con esfuerzo y dolor abro la mano y dejo el arma a un lado.
No est cargada, y an si lo estuviera no me servira de nada, pero tenerla cerca
me hace sentir menos desvalido. Me descuelgo la mochila de los hombros y la
abro en busca de comida. Encuentro un trozo de salchichn ennegrecido y
rancio que devoro con desesperacin. En las ltimas horas slo haba pensado en
huir y no me haba tomado tiempo para revisar el contenido de mi mochila. Hay
algo ms aqu... es mi diario. Abro el cuaderno y leo notas que escrib hace
apenas unos das, pero me parecen escritas por otra persona en una poca muy
lejana.

204

17 de Noviembre
Hoy escuch a dos capitanes hablar acerca de lo que uno de ellos haba
odo decir a un teniente y a un coronel. Dijeron que haban muerto algunos
soldados en una barraca de la que se encargaba el teniente antes de ser
transferido. Los soldados parecan haber sido envenenados con gas, pero era
muy extrao porque no haba habido ataques enemigos, adems de que el
veneno no haba afectado a los dems soldados, a pesar de que todos dorman
en un mismo espacio reducido.
Ms tarde, Franz me dijo...
Sollozo cuando leo el nombre de mi amigo y camarada, sabiendo que
nunca lo volver a ver. Sigo leyendo, sin saber bien por qu lo hago.
Ms tarde, Franz me dijo que haba escuchado rumores acerca de un
soldado que se haba vuelto loco y haba gaseado a sus propios compaeros
mientras dorman.
Miro en derredor y busco seales de vida, pero slo est el desierto de
lodo hasta donde la vista alcanza. El cielo es casi del mismo color grisceo que
la tierra y ambos se confunden en el horizonte. El viento helado me trae el olor
de cadveres podridos. Los escalofros de miedo se confunden con los que me
causa la helada y con el temblor del hambre y el cansancio.
Contino leyendo mi diario y como en las notas del dieciocho de
noviembre no encuentro nada que se refiera a esa cosa, paso a las del da
siguiente.

205

19 de Noviembre
Hoy conoc a un soldado, llamado Peters, que vino transferido desde el
Hormiguero. Me dijo que ya haban abandonado ese puesto y que lo haban
dejado a los franceses. Segn Peters, los oficiales teman que hubiera una
epidemia en ese lugar, porque muchos soldados aparecan muertos con los
rostros deformados y los cuerpos contrados, como si hubieran sido
envenenados con gas. Pero Peters nos dijo a m y a Franz que el verdadero
culpable tras la muerte de los soldados haba sido un demente que entraba en
las barracas durante las noches y que gaseaba a los soldados mientras
dorman.
El fro atraviesa mi ropa, mi piel y mis huesos. El silencio a mi alrededor
es absoluto, ahora ni siquiera hay viento. El mismo sonido de mi respiracin me
pone nervioso. No puedo evitar el sentirme acechado.

21 de Noviembre
Anoche hubo un ataque. Los franceses, que ya han asegurado su posicin
en el Hormiguero, asaltaron nuestra trinchera y estuvimos toda la noche
combatiendo. Logramos repeler el ataque, pero muchos murieron, Gunthersen
entre ellos.

Sin embargo, murieron muchos ms franceses y los oficiales

festejaron esa noche, como si hubieran ganado una gran victoria. Los soldados
nos fuimos a dormir en cuanto pudimos.
Franz dijo que durante la batalla vio una figura alta y oscura caminar de
un lado a otro en medio del fuego cruzado. Peters dijo haber escuchado a
varios oficiales decir que muchos soldados tanto nuestros como franceses
206

fueron encontrados con las seales de haber sido envenenados con gas. Pero
estamos seguros de que ni los franceses ni nosotros usamos gas durante la
refriega. Peters asegura que el gaseador misterioso es el responsable.

22 de Noviembre
Hay miedo en la trinchera; varios soldados murieron anoche.
Amanecieron con los msculos contrados, con el gesto retorcido, como si
hubieran sido gaseados. Despus de todo lo que me han contado los ltimos
das, tambin tengo miedo.
Yo conoca a uno de los que murieron. Era un jovencito a quien
llambamos Maus. Nos ordenaron incinerar todos los cuerpos y yo mismo me
encargu del suyo.
Dejo de leer y trato de recordar a Maus. Cuando lo conoc era un
muchacho alegre, pero en las ltimas semanas pareca estar invadido por la
desesperanza. Se vea demacrado, flaco y ojeroso, con la mirada perdida, y ya
casi nunca hablaba.

23 de Noviembre
He odo a varios soldados hablar acerca de un hombre altsimo, que
camina por las trincheras durante la noche, todo vestido de negro, con una
gabardina larga que le llega hasta los talones. Los que lo han visto creen que es
l quien est matando a los soldados. Nadie lo ha visto durante el da. Lo
llaman Gassmensch. Me dijeron que cuando este personaje se encuentra cerca,
207

se siente un olor dulce y penetrante, que creen que es el gas con el que mata a
sus vctimas.

24 de Noviembre
Anoche pas algo muy extrao y aterrador. Estaba recostado en mi litera,
con los ojos cerrados pero sin dormir -ya casi nunca lo hago-, cuando sent un
olor muy dulce e intenso. Me invadi el terror y no me atrev a abrir los ojos.
Sent una presencia y escuch los ecos de una respiracin pesada y cortante,
que se acercaba poco a poco hasta que se detuvo a mi lado. Por largos
segundos escuch junto a m la respiracin resonante de este ser. Rec todas las
oraciones que me vinieron a la mente y cuando esa cosa se march, segu
rezando. Wilmer, que dorma en la cama bajo la ma, amaneci muerto. Estoy
seguro de que Gassmensch estuvo en nuestra barraca. Estamos todos muy
nerviosos y los oficiales no dicen nada.

26 de Noviembre
Antenoche vi por fin a Gassmensch. Yo estaba en la trinchera haciendo la
guardia cuando sent el mismo olor dulce de la noche anterior. Me puse alerta y
mir en todas direcciones. Y lo vi: era una figura humana, muy alta, vestida
toda de negro y traa una capa o una gabardina negra y larga que le daba el
aspecto de una sombra ondulante que se deslizaba por la trinchera. Me qued
congelado de terror, pero l pas junto a m como si no me viera. Entonces lo
pude ver de cerca. Sus manos eran muy extraas, parecan estar cubiertas de
cuero negro y brillante y sus dedos remataban en puntas, como si tuviera
208

garras. Usaba una mscara antigs que le daba el aspecto de una cosa inerte.
Su respiracin se poda or detrs de la mscara, pesada y cortante, como la
que haba escuchado la noche anterior.
Slo cuando Gassmensch se hubo alejado unos cuantos metros,
reaccion. Tom mi fusil, apunt e hice tres disparos. La criatura -pues ahora
estoy seguro de que no se trata de un ser humano- se tambale un momento,
pero luego recobr su postura mecnica y sigui caminando. Estoy seguro de
haberle dado por lo menos con uno de los tiros, porque pude ver el agujero que
dej la bala en su espalda. De ese agujero comenz a brotar una nube de humo
negro y espeso. Al verlo, corr aterrado en la direccin opuesta hasta llegar a
mi barraca.
Ayer estuve arrestado todo el da por relatar mi encuentro con
Gassmensch a los soldados. El teniente Brem dijo que mi historia era un cuento
para justificar el hecho de que hubiese abandonado mi puesto y que no haca
ms que cundir el pnico entre mis compaeros. Hasta hoy en la maana me
dejaron salir. Entonces me enter de que varios soldados haban muerto las
noches de ayer y de antier.
Aqu termina mi diario; las ltimas lneas fueron escritas con prisa. Cierro
el cuaderno con un suspiro desesperanzado y lo guardo de regreso en la mochila.
Por alguna razn siento que si sobrevivo debo contar esta historia, que el mundo
debe saber lo que sucedi... lo que est sucediendo.
Haba dejado de escribir porque a la maana siguiente emprendimos la
carrera Franz, Peters y yo. Franz fue el primero en levantarse, nos despert a
sacudidas y nos dijo temblando que no haba nadie con vida en los alrededores.
Salimos de nuestro dormitorio. En las barracas decenas de soldados estaban
209

muertos en sus camas, con los rostros contrados en gestos grotescos,


inhumanos. Por los pasillos de la trinchera muchos otros cuerpos estaban medio
hundidos en el lodo. Lo nico vivo eran las ratas que roan los cadveres. Todo
apestaba a podrido.
Como no encontramos a los oficiales ni a muchos de nuestros conocidos,
dedujimos que haban huido. Recogimos nuestras cosas y todas las municiones
que encontramos y nos lanzamos a campo abierto. Todo el da lo pasamos
corriendo por el pramo fangoso. Por ningn lado veamos seal de los nuestros
ni de los franceses.
La primera noche acampamos junto a una trinchera que encontramos
abandonada. Con trozos de madera podrida encendimos una fogata. Franz
entonces nos dijo que crea saber la razn por la cual Gassmensch nunca
apareca durante el da. Nos explic que los gases venenosos son diferentes;
algunos no se evaporan si hace mucho fro y no llegan a ningn lado, otros se
evaporan demasiado rpido con el calor y se disuelven en el aire. Franz crea que
Gassmensch se habra evaporado si sala durante el da. Esa noche nadie durmi.
Ahora tengo mucho fro. Miro hacia el cielo y me doy cuenta de que el sol
ya comienza a ponerse. Me aterra saber que se acerca la noche, pero no tengo
energas para seguir corriendo y adems en este paisaje en el que todo es fango,
no sabra hacia dnde huir sin regresar por donde vine. Busco en derredor algo
con lo que pueda hacer una fogata, pero s que no hay nada en este gigantesco
lodazal. Miro mi mochila. Lo pondero por largos minutos antes de prenderle
fuego con todo y mi diario adentro.
La segunda noche, mis compaeros y yo estbamos sentados alrededor de
una hoguera que habamos encendido con la ropa que le arrancamos a los
210

cadveres. Franz nos cont otra de sus teoras sobre Gassmensch. Segn l, se
trataba de un soldado que deba haber sobrevivido a un ataque con gas y se haba
convertido en monstruo. Le pregunt por qu crea que Gassmensch mataba a
unos soldados y a otros los dejaba vivir. No supo darme una respuesta. Entonces
yo suger que quiz se trataba de un arma diseada por los franceses, o por los
rusos. Peters neg con la cabeza y asegur que Gassmensch era el demonio.
Me volv para ver a Peters. No haba dicho una palabra hasta entonces. Se
vea en verdad exhausto; su rostro estaba plido y demacrado y su mirada se
perda en la hoguera. Yo empezaba a sentir sueo, cabeceaba. Cerr los ojos por
un momento y, de pronto, escuch un sonido lejano, susurrante. Abr los ojos. El
rumor se oa cada vez ms cerca, proveniente de la oscuridad. De entre las
sombras vi aparecer al monstruo caminando lento y mecnico hacia nosotros.
Grit y mis compaeros reaccionaron. Tomamos nuestras armas y
logramos poner la fogata entre Gassmensch y nosotros. Estbamos tan cerca de
la criatura que poda ver el fuego reflejado en los lentes de su mscara antigs.
Disparamos los tres al mismo tiempo, seguros de nuestro tino. El monstruo se
tambale con cada disparo, pero despus recuper el equilibrio y sigui
avanzando hacia nosotros. Volvimos a cargar y disparamos otra rfaga, sin
darnos cuenta de que por cada agujero que nuestras balas hacan en su gabardina
brotaba humo negro y espeso. Peters fue el primero en notarlo y nos advirti a
gritos, pero no evit inhalar el gas. Abandonamos la idea de enfrentar a
Gassmensch y huimos del lugar.
Corrimos todo lo que pudimos. Yo iba ayudando a Peters, a quien costaba
cada vez ms trabajo mantenerse en pie. Finalmente, no pudo ms y cay al
lodo, convulsionndose y gimiendo. Apretaba los dientes y babeaba y se araaba
la cara y sus ojos sangraban. Franz y yo lo contemplamos con una mezcla de
211

horror y compasin hasta que dej de moverse. Abandonamos su cadver medio


hundido en el fango y seguimos caminando hasta el amanecer.
Cuando sali el sol ya habamos entrado a esta tierra de nadie en la que
me encuentro ahora. Franz y yo nos dejamos caer sobre el lodo y nos echamos a
dormir.
La lluvia me despert a medio da. Las gotas de agua fresca cayendo
suavemente sobre mi piel fueron lo nico saludable que me he tocado desde que
llegu al frente. Franz y yo llenamos nuestras cantimploras y me sent
revitalizado. Proseguimos nuestra huida ms all de la cada de la noche, sin
direccin y sin mirar atrs. Cuando nos detenamos era ms por cansancio que
por sentirnos a salvo.
Franz se comportaba cada vez ms hurao, incluso agresivo. Despus de
nuestro encuentro con Gassmensch yo era el nico que haba conservado su
fusil. Franz comenz a interrogarme; me preguntaba por qu an tena mi arma
cuando ambos sabamos que las balas no le hacan dao al monstruo. Yo no
responda, slo segua caminando. Despus de eso, ya no nos hablamos, slo
caminbamos el uno junto al otro, casi sin siquiera voltear a vernos. As
avanzamos toda la noche.
Faltaba poco para el amanecer y an no veamos el final del desierto
lodoso. Franz, sediento, sac su cantimplora y empez a beber, pero durante un
instante de torpeza, dej caer el recipiente. Miramos abstrados cmo el vital
lquido se perda absorbido por el lodo. Franz enloqueci. Tom un pual que
traa colgado de su cinturn y se lanz contra m, rugiendo como un salvaje y
exigiendo que le diera mi agua. Yo trataba de esquivarlo, pero una de sus
estocadas dio justo en mi cantimplora y abri una fisura por la cual se sali toda
212

el agua. Al ver esto, Franz se desquici por completo; se abalanz sobre m y


ambos camos al fango. Perd mi fusil. Franz trat de apualarme, pero mord su
mano y le hice soltar el arma. Lo empuj y lo hice caer de espaldas. Ya no me
contena; me puse encima de Franz y empec a golpearlo con todas mis fuerzas.
De pronto sent el penetrante olor de Gassmensch. Me puse de pie y Franz
hizo lo mismo. Estbamos alerta; yo recog mi fusil y Franz esgrimi su
cuchillo. Miramos a nuestro alrededor, pero no podamos ver al monstruo. De
pronto, se apareci detrs de Franz, lo sujet con sus brazos y juntos se
desvanecieron en una nube de gas negro. Sal corriendo para no presenciar un
final que ya imaginaba.
Entre caminata y carrera, hu sin cesar durante dos das hasta que, vencido
por la fatiga, me detuve frente a este charco. Estoy agotado. El sol se ha puesto
ya. No hay luna y el fro me tortura. Me levanto y empiezo a caminar sin rumbo.
Si sigo andando es casi por inercia. Estoy perdido, no hay hacia dnde ir. Todo
aqu es lodo, fro y muerte. Me dejo caer. Entre el olor ftido del lodazal puedo
sentir el dulce aroma de Gassmensch. Me levanto y sigo caminando sin mirar
atrs. Siento su pesado y cortante respirar detrs de m. Sigo caminando, quiz si
lo ignoro se vaya.
Pero sigue detrs de m. De alguna forma, siempre ha estado all. Siempre
ha estado caminando detrs de cada uno de nosotros, slo hace falta volverse
para verlo. Y lo hago, me vuelvo. Veo mi rostro plido y marchito reflejado en
los lentes de su mscara antigs. Ahora lo entiendo, Gassmensch no mata
hombres al azar. No es un monstruo, ni un demonio, ni un arma secreta. Ahora
s quin es Gassmensch. Me acerco a l y dejo que comparta su veneno
conmigo.

213

THERE ARE SUCH THINGS


Los ngeles, dcada de 1930
-Es usted un hombre sabio, profesor,- dijo el Barn para alguien que
slo ha vivido una vida.
El sexagenario profesor Von Solan haba fortificado su estudio al cubrir
las paredes con crucifijos y guirnaldas de ajo. En la mano izquierda sostena
una botella con agua bendita y en la derecha un revlver que acababa de
disparar una fallida bala de plata. El Barn, de pie en el umbral de la puerta de
vidrio que daba al jardn, lo miraba con todo el fulgor sobrenatural de sus ojos
no-muertos y le sonrea con toda la malignidad de un ser sin alma.
-Su trampa casi funciona, profesor. Piense en la irona: yo soy mucho
ms viejo que usted, pero su avanzada edad le impidi manejar el arma con
precisin. Deduzco que sa su nica bala, pues de lo contrario ya habra
disparado una segunda.
-Mi hija- balbuci el profesor y el Barn emiti una estruendosa
carcajada.
-La bella Nina ya es una de nosotros. Mi sangre corre por sus venas y
pronto despertar a una nueva vida.
-Maldito sea, Barn. Lo perseguir! Lo encontrar aunque se esconda
en el fin del mundo y entonces clavar una estaca en su horrendo corazn con
mis propias manos!

214

-Hasta entonces, profesor. Y si le sirve de consuelo, sepa que en


quinientos aos no encontr un rival tan formidable como usted.- y dicho esto,
el Barn se desvaneci en una nube de humo.
El profesor cay de rodillas y, desesperado y furibundo, exclam con
todas sus fuerzas hacia el cielo -MALDITOOO!!!
-Y corten!- orden el director.
-Bravo!- grit alguien y los actores y miembros del equipo de
produccin llenaron el set con sus aplausos. Con esa escena el rodaje de La
amenaza del vampiro quedaba concluido. Roman Blasko, quien interpretaba al
Barn, y Edward Van Tassel, que haca el papel de profesor Von Solan, se
estrecharon las manos e intercambiaron felicitaciones. Un exclusivo club
nocturno estaba preparado para recibir en una alegre fiesta a todos los que
participaron en la produccin del filme, pero Van Tassel, tras excusarse y
despedirse cordialmente de sus compaeros, se fue directo a su elegante, pero
sobria y solitaria residencia en Sunset Boulevard. All, despus de dar las
buenas noches a su chofer, y de mandar a dormir a su ama de llaves, Van
Tassel subi las escaleras que llevaban al segundo piso, entr en su habitacin,
prepar una dosis de morfina, se recost en su silln favorito, y se inyect. La
droga era lo nico que acallaba las voces y censuraba las pesadillas.
Al da siguiente, Van Tassel orden a su chofer que lo llevara a dar su
paseo dominical por Silver Lake. La rutina era importante para Van Tassel:
era racional y predecible, cualidades a las que el actor se aferraba como vitales
para su salud emocional. Cada domingo paseaba por ese barrio y gustaba de
visitar una tienda para comprar cierta marca de tabaco que slo vendan en esa
parte de la ciudad. A la entrada del establecimiento siempre lo reciba Eddie,
215

el ayudante del tendero, un muchachito de trece aos que pasaba ms tiempo


leyendo revistas de historietas y libros pulp que siendo til. Eddie era,
tambin, el nico admirador al que Van Tassel poda soportar.
-Buenos das, seor Van Tassel. Cmo va el rodaje de La Amenaza del
Vampiro?
-Ayer terminamos, Eddie. Pronto la podrs ver en el cine. Qu ests
leyendo ahora, muchacho?
-Es un autor de Rhode Island. Escribe cuentos de terror increbles.
Cosas como nunca haba ledo antes, seor Van Tassel. ste es el dcimo
cuento suyo que leo; es verdaderamente aterrador. De verdad hace sentir a uno
que es acechado por fuerzas inexplicables y malignas. Me ha causado
pesadillas toda la semana si gusta, se lo puedo prestar.
-Ya veremos, Eddie.- dijo el actor y se introdujo en la tienda en busca
del tabaco.
A medio da, Van Tassel almorz en un restaurante de Echo Park y en la
tarde visit a un viejo amigo suyo, el actor retirado Robert Benson, que viva
en un asilo de ancianos en el que sus hijos lo haban dejado despus de que l
los heredara en vida.
-Sigues teniendo problemas para dormir, Edward?
-Me temo que s, viejo amigo. Son esas malditas pesadillas.

216

-Deberas tomarte unas vacaciones. Vete a un lugar donde no se puedan


encontrar casas embrujadas ni noches de luna llena.- Benson dej escapar una
risita entre los dientes.
-Te burlas de m, pero tienes razn. Ya es hora de que deje atrs esa
basura de pelculas. Si no puedo volver a hacer teatro, por lo menos podr
disfrutar de un digno retiro.
-No s de qu te quejas. Esas pelculas por lo menos te han dejado una
casa y una buena posicin. Mrame, yo tengo suerte si mis hijos me mandan
un pastel de frutas en Navidad
Benson y Van Tassel jugaron tres partidas de ajedrez antes de que la
enfermera anunciara que haba terminado la hora de las visitas. Entonces Van
Tassel orden a su chofer que lo llevara a cierto club en el que l y otros
caballeros de su estilo podan disfrutar de la compaa de apuestos y gallardos
jvenes, en su mayora extranjeros. Ya era tarde en la noche cuando volvi a
su casa.
Intent leer un rato, pero un mismo pensamiento lo acosaba: de haber
seguido en el teatro, habra tenido una carrera ms digna, aunque menos
lucrativa? Desde su punto de vista, en Hollywood no haba prestigio, ni la
posibilidad de alcanzar la fama de los grandes artistas, mucho menos en el
gnero de terror en el que haba sido encasillado y con el que slo podra
aspirar a la admiracin de gente inculta y sin gusto.
Le vino a la memoria el momento en que acept el papel del profesor
Von Solan en El Vampiro, la primera de la larga serie de pelculas de horror
que producira Cosmopolitan Studios. En ese entonces Van Tassel pensaba
que era un trabajo indigno, pero necesario para reunir el dinero suficiente y
217

pagar las deudas que le haba dejado la Gran Depresin. Crey que slo una
vez tendra que participar en un proyecto as y que despus podra seguir
haciendo teatro. Convencido de haber hecho un bodrio cinematogrfico, el
veterano actor no se imagin el xito que tendra El Vampiro. Cuando los
estudios lo llamaron para contratarlo por los siguientes aos, Van Tassel
estaba realmente sorprendido. Pero el dinero le hizo tomar la decisin final.
Por un jugoso sueldo, el actor participara en las pelculas que los estudios le
ordenaran e interpretara el papel que le fuera indicado. As, en siete aos
haba participado en ocho pelculas de horror para Cosmopolitan Studios.
Cuatro de ellas eran de la serie de El Vampiro, en las que interpret siempre al
experto en lo sobrenatural, el profesor Von Solan. En las dems, interpret
papeles prcticamente idnticos: el profesor Miller, egiptlogo, en El
Sarcfago; el doctor Goldmann, anatomista, en El Monstruo, y el doctor
Siodmack, psiquiatra, en El Hombre-Bestia. En una ms, El Hombre sin
Rostro, Van Tassel tuvo la oportunidad de interpretar a un monstruo, el
doctor Reins, cientfico loco que se transforma en el personaje epnimo.
Aunque estaba lejos de tener la popularidad de sus coestrellas, con estas
pelculas Van Tassel haba ganado fama entre un pblico al que consideraba
ignaro y le disgustaba encontrarse enlistado entre los conos del cine de
horror. Para atraer al pblico, los Cosmopolitan Studios haban creado para
sus estrellas biografas extraordinarias. Del veterano actor se dijo haba nacido
en Holanda, donde haba pasado la mayor parte de su vida convirtindose en
experto en ciencias ocultas. En realidad, el origen de Van Tassel se encontraba
en Nueva York, en el infame pueblo de Sleepy Hollow. Ahora, para el colmo,
Cosmopolitan Studios tena un nuevo proyecto: en caso de que La Amenaza
del Vampiro resultara un xito, se realizara una cinta en la que Von Solan se
218

enfrentara a los tres grandes monstruos. Roman Blasko, el noble vampiro;


Basilius Pratt, el monstruo de la pelcula del mismo nombre y el hechicero
egipcio Arlhotep en El Sarcfago; y Creighton Talbot Jr., protagonista de El
Hombre-Bestia, estelarizaran juntos La Casa de los Monstruos, una pelcula
que pretenda ser la obra maestra del gnero. A Van Tassel le repugnaba la
idea.
Entonces, como casi todas las noches, empez a escuchar murmullos,
como de risas en la lejana. La posibilidad de estar perdiendo la razn lo
atormentaba y, para poder conciliar el sueo, se inyect una dosis de morfina.
Justo antes de que la droga le hiciera efecto, le pareci escuchar un aullido
lejano.
La semana siguiente fue rutinaria y aburrida, como deba serlo. Cada
dos das, Van Tassel visitaba a Robert Benson y se sentaba a jugar ajedrez con
l hasta que la enfermera anunciaba el fin del horario de visitas. Casi diario, el
actor ordenaba a su chofer que diera vueltas por algunos de los barrios ms
afectados por la crisis econmica, para recordarse a s mismo que su propia
situacin podra carecer de prestigio y elegancia, pero que an era
privilegiada. Unas tres veces por semana iba al teatro, cada dos o tres das
visitaba el club de caballeros y cada domingo iba a Silver Lake a comprar
tabaco en la tienda de abarrotes.
-Buenos das, seor Van Tassel, qu hay de nuevo?
-Buenos das, Eddie. Nada hay.

219

-Seor Van Tassel, escuch unos rumores de que la prxima pelcula


ser en color. Usted cree que sea verdad?
-Slo eso me faltaba.
-No creo que las pelculas de horror deban ser coloreadas, seor Van
Tassel. Creo que el blanco y negro forma parte muy importante de su estilo,
porque hace que esos castillos y esos cementerios parezcan imponentes, y le
da personalidad a las sombras no lo cree usted?
-Caray, Eddie, no lo s.
Al caer la noche, ya de regreso en su casa, Van Tassel recibi una
llamada de su agente. La produccin de La Casa de los Monstruos se
adelantara. Los trabajos de preproduccin comenzaran apenas La Amenaza
del Vampiro estuviera terminada.
-No es sensacional, Edward?
-S, es maravilloso.
Tras colgar el telfono y despedir a sus sirvientes Van Tassel mir a su
alrededor. La sala de la casa estaba oscura y silenciosa, y largas sombras se
proyectaban en el suelo y las paredes.
-Es como esas casonas de las pelculas.- se dijo en voz alta, pero de
inmediato desech la idea como absurda. Subi a su habitacin, se apoltron
en su silln y trat de leer la ltima obra de George Bernard Shaw, mas los
susurros lo interrumpieron. Con un vago temor creciendo en su seno, se
inyect una dosis de morfina. Esta vez no bast para aplacar las pesadillas.

220

Van Tassel se encontr en un cementerio junto a las ruinas de un


inmenso castillo gtico. Las lpidas proyectaban sombras alargadas y los
crucifijos se recortaban filosos contra la luna llena. El chillido de los
murcilagos y el eventual ulular de un bho poblaban la noche. Todo estaba
en blanco y negro. Van Tassel camin sin rumbo entre las lpidas, en busca de
la salida de ese escenario. Saba que exista un mundo luminoso lejos de las
sombras, las ruinas y los fantasmas: un mundo real. Pero entonces un
pensamiento le produca escalofros, y si esto era todo el mundo? Y si ste
era el mundo real? El aullido de un lobo a lo lejos llenaba al actor de un miedo
insufrible, producto de la sensacin de estar siendo acechado. Van Tassel ech
a correr, consciente de que algo lo persegua. Tropez y cay de bruces sobre
una pila de huesos que susurraban risas. Nadando entre las osamentas, Van
Tassel no poda levantarse y con trabajo pudo volverse sobre su espalda.
Entonces vio al monstruo. Era el vampiro de poderes imbatibles, o el ser
creado con cadveres, o la bestia humana feroz y hambrienta, de pie frente a
l, que estiraba una de sus zarpas para atraparlo En ese momento despert.
Las pesadillas eran siempre ms o menos las mismas. Haban
comenzado cuando termin la filmacin de El Vampiro y lo atormentaban
desde entonces. Van Tassel mir el reloj y vio que era an de madrugada;
resolvi aumentar su dosis de morfina para poder dormir de nuevo. A la
maana siguiente el actor se senta muy cansado como para hacer su paseo
matutino, as que, de manera inusual, an se encontraba en su casa pasado el
medio da, cuando la polica lleg a su puerta.

221

-Detective Sam Lance, LAPD.- se present con voz nasal un caballero


alto y delgado, parco de rostro, con ligero aliento a alcohol y un cigarrillo en
la boca -Puedo hablar con usted?-Desde luego.- dijo Van Tassel visiblemente alterado, e invit al
detective y los dos gendarmes a pasar y sentarse en la sala. -Gustan caf o t?
-Caf para m, seor Van Tassel.- pidi el detective y encendi un
cigarrillo Sin ms rodeos, caballero, debo decirle que Roman Blasko fue
asesinado ayer por la noche.
-Qu? Cmo?
-Es lo ms extrao, seor. Alguien le clav una estaca en el corazn
mientras dorma.
-Dios mo!- exclam el actor horrorizado -Tienen idea de quin fue?
-Para eso estamos aqu
-Detective!- se sobresalt el actor -No sugerir que yo
-No, no seor Van Tassel. Slo queremos informacin. Disclpeme si le
di a entender otra cosa.- Lance hablaba con sarcasmo y sin la intencin de
ocultarlo -Usted hizo cuatro pelculas con Blasko, no es cierto?
-S
-Sabe usted si el seor Blasko tena enemigos?

222

-Blasko? No. Era un hombre muy carismtico que agradaba a todo el


mundo. No puedo imaginar que alguien quisiera hacerle dao de una forma
tan abominable. Tienen alguna pista?
-Cundo fue la ltima vez que habl con Blasko?- inquiri el detective
ignorando la pregunta de Van Tassel.
-La noche en que terminamos el rodaje de la ltima pelcula. No lo he
vuelto a ver desde entonces.
-Dnde estaba usted ayer a media noche?
Van Tassel dirigi una mirada de indignacin al detective En mi casa.
A esta edad, el sueo de apodera de uno muy temprano.
-Tengo entendido que los Cosmopolitan Studios planeaban hacer una
pelcula con usted, Blasko, Pratt y Talbot. Estoy en lo correcto?
-As es.
-Y tengo entendido que usted, a pesar de haber ganado miles de dlares
con las pelculas de horror, las odia. No es cierto?
-Qu? Quin le dijo tal cosa?!- exclam Van Tassel recordando a
todos aquellos a quienes haba osado confesar la repugnancia secreta que le
causaban las pelculas de horror.
-Eso no importa. Usted odia esas pelculas o no?
-Y cmo no hacerlo?!- explot el veterano actor -Yo me entren en
los escenarios para representar a Shakespeare, no para cazar espantos- Van
Tassel vio que Lance lo miraba con suspicacia. -Ahora, caballeros, si no
tienen ms que averiguar, les pedir que se retiren de mi casa.
223

-De acuerdo, seor Van Tassel, muchas gracias por su cooperacin. Lo


visitar en caso de necesitar informacin adicional. Buenas tardes.
Los policas dejaron al actor con una mezcla de confusin, temor y
fastidio. Para recuperar el equilibrio de su nimo, Van Tassel no pudo hacer
ms que seguir con su rutina semanal. A lo largo de los das siguientes, el
asesinato de Blasko fue un tema principal en diarios, revistas y programas de
radio, pero Van Tassel puso todo su esfuerzo en ignorarlo. En las visitas que
hizo a Benson durante esa semana, le pidi a su amigo no hablar del tema.
Una maana recibi la llamada de su agente, que le dijo que la muerte de
Blasko haba generado mucha expectacin respecto a la prxima pelcula. Los
Cosmopolitan Studios manejaron muy bien el asunto de la muerte de Blasko y
haban hecho circular el rumor de que el actor hngaro era en verdad un
vampiro. Por si fuera poco, haban encontrado a un joven actor, Richmond
Reeds, para sustituir a Blasko en La Casa de los Monstruos, proyecto que
segua en pie.
-Es perfecto, verdad, Edward?
-S, es maravilloso.
Lleg el domingo y Van Tassel fue a dar un paseo por Silver Lake,
donde, como siempre, visit la tienda de abarrotes en la que compraba su
tabaco favorito.
-Increble lo de Roman Blasko, verdad, seor Van Tassel?
-S, Eddie. Es una tragedia. Era un buen hombre.- dijo el actor con
sinceridad.

224

-Usted sabe algo de lo que pas?


-S tanto como t, Eddie.
-Es verdad que Roman Blasko era un vampiro, seor?
-No digas tonteras, Eddie. Deberas dejar de ver tantas pelculas de
espantos. Y ciertamente deberas leer buenos libros en vez de esa basura. Qu
ests leyendo ahora?
-El horror a travs de los siglos. Es increble. El hombre que lo escribi
se volvi loco y mat a su esposa, y a mucha gente ms. Sus cuentos de terror
abarcan desde la antigedad hasta el futuro! Es un libro muy difcil de
conseguir
-Muy bien, Eddie. Pues divirtete.- dijo el actor y entr en la tienda.
El resto del domingo fue saludablemente rutinario, hasta que cay la
noche y Van Tassel visit el club que tanto apreciaba. Dos amigos suyos,
clientes frecuentes del lugar, le recomendaron un espectculo nuevo y
fascinante que slo se realizaba en una sala privada y exclusiva. Entre todos
pagaron una de esas salas, una pequea habitacin en la que apenas caban las
tres sillas. Un vidrio separaba la sala de un reducido escenario. Tras unos
minutos de espera, los caballeros vieron salir a escena a un joven de unos
veinte aos, alto, delgado y guapo, de cabellos dorados y ojos azules, que
estaba completamente desnudo.
-Es hermoso, verdad?- dijo uno de los caballeros.
-Parece asustado.- seal Van Tassel con preocupacin.

225

-Es parte del acto.


Entonces un hombre que aparentaba unos vigorosos cuarenta aos sali
al escenario. Tena el cabello y los ojos negros, y un cuerpo envidiable para
cualquier edad. Al igual que el muchacho, estaba desnudo.
-Amo a este hombre.- dijo un caballero -He tratado que me den su
nombre y que me contacten con l, pero slo hace estos espectculos privados.
El hombre en el escenario tom al jovencito de los hombros y lo mir
con una fuerza que Van Tassel nunca haba visto en los ojos de un ser
humano. El joven temblaba y sudaba fro ante esa mirada. De pronto, el
hombre abri la boca y dej ver dos largos y filosos colmillos, blancos como
el marfil. El muchacho pareci espantado frente a esta visin y trat de
zafarse, pero el hombre lo sujet con fuerza y mordi su cuello. Mientras
succionaba la sangre de su vctima, una potente ereccin creci entre sus
piernas.
Van Tassel se levant de golpe y sali disparado de la sala. Estaba
agitado, sudoroso y senta nuseas. Uno de sus amigos lo alcanz y lo anim a
tranquilizarse.
-Es slo un espectculo, Van Tassel. Aunque ciertamente es mucho ms
perturbador que esas pelculas que haces, amigo mo.
-Se vea tan real

226

-Lo s. Es impresionante. Y para hacerlo ms realista siempre usan a un


muchacho diferente. Oh, si pudiera acercarme a ese ejemplar de hombre!
Pero, Van Tassel, te ves terrible. Deberas ir a descansar
-S creo que lo har.- y ya nunca volvi a entrar a ese club.
Esa noche, Van Tassel aument su dosis de morfina, pero eso no pudo
disipar las pesadillas, que fueron ms terribles y reales que nunca. Al medio
da siguiente recibi la visita del detective Lance y sus gendarmes.
-Basilius Pratt fue asesinado anoche.- dijo Lance sin ms prembulos Lo drogaron, ataron a una mesa, le abrieron la cabeza y le sacaron el cerebro.
-Santo Dios! Pero, por qu viene a mi casa, detective? Yo slo soy un
viejo y no he visto a Pratt desde que trabajamos juntos en El Sarcfago.
-No es nada personal, seor Van Tassel. Visito a todos los conocidos
del actor y su casa es de las primeras en mi camino. Tenemos la sospecha de
que el asesino de Pratt es el mismo que mat a Blasko.
-Pues puede estar seguro de que yo no s nada al respecto.
-Bien, entonces nos retiramos.- ya estaba Lance en la puerta cuando de
pronto se volvi hacia Van Tassel y le dijo en un murmullo amenazador S
del lugar que visita todas las semanas.- y bruscamente lo tom del brazo y le
arremang la camisa, revelando las cicatrices que haban dejado las
inyecciones. -Usted es un viejo cochino, Van Tassel, y no me gustan los viejos
cochinos. Lo tengo muy bien vigilado.- Lance aporre la puerta al salir y Van
Tassel se qued gimoteando en el suelo.

227

La semana siguiente fue, para el alivio de Van Tassel, rutinaria y


montona, excepto por las noticias del asesinato de Pratt que acaparaban los
medios de comunicacin. El actor no pudo dar crdito cuando su agente lo
llam el martes para decirle que la produccin de La Casa de los Monstruos
segua en pie. Para olvidarse del asunto, el mircoles visit uno de los barrios
pobres por los que sola pasear. Mientras paseaba, Van Tassel pens, por un
instante, que quiz la pobreza no era lo ms horrible que habitaba el mundo.
-Debo irme de este lugar, Rogers.- le dijo a su chofer mientras
esperaban a que el semforo marcara luz verde. Ya no soporto esta vida
De pronto un golpe en su ventanilla lo sobresalt. Mir y vio a un
hombre monstruosamente deforme que lo miraba a travs del cristal. Era alto,
su palidez rayaba en lo verduzco, y tena la cara llena de cicatrices, como de
suturas. El hombre emiti un gruido, dio un manotazo al aire y se fue
caminando con torpeza e irregularidad.
-Dios mo, Rogers, viste a ese hombre?
-Cul hombre seor?
-se. El que estuvo aqu junto al auto!
-Disculpe, seor, creo que me distraje.- dijo el chofer poniendo en
marcha el vehculo, pues el semforo marcaba verde.
-Creo que me estoy volviendo loco.- susurr el viejo para s mismo.
Todas las noches de esa semana estuvieron infestadas por pesadillas en
la que Van Tassel se senta perseguido, cazado. No eran las imgenes de
monstruos lo que ms lo torturaba, sino la sensacin dominante de terror
228

pnico con la que despertaba cada madrugada. Aument sus dosis de morfina
y la noche del sbado pudo dormir sin problemas.
El domingo hizo su acostumbrado paseo por Silver Lake y se detuvo en
la tienda de abarrotes. Salud a Eddie, que estaba sentado junto a la puerta,
con la mirada clavada en un libro. Como el muchacho no devolvi el saludo,
Van Tassel lo repiti. Eddie levant la mirada y el actor pudo notar que estaba
demacrado y que le temblaban las manos.
-Hola, seor Van Tassel! Dgame, usted pele en la Gran Guerra?
-Fui a Europa, pero nunca vi combate. Por qu?
-Alguna vez oy usted algo acerca de el Hombre de Gas?
-No que yo recuerde Espera, me parece recordar S, escuch algo a
los franceses. Era una especie de fantasma, pero no recuerdo con exactitud.
Por qu preguntas, Eddie?
-Este libro cuenta historias de terror de todas las pocas. Y el cuento
dedicado a 1917 habla del Hombre de Gas
-Mira, Eddie, te voy a ser sincero. No me gustan los cuentos de horror.
Ni las pelculas de monstruos, ni ninguna de estas tonteras. Si fuera por m,
estara en obras de Bertolt Brecht, no en esa basura de Hollywood que tanto te
gusta
-Pero seor, Van Tassel, usted no entiende.- dijo el muchacho
ignorando lo que el actor le acababa le decir Este libro fue escrito a finales
del siglo pasado. Cmo podra saber el autor que aos ms tarde habra una
guerra y una leyenda sobre un hombre de gas?
229

Van Tassel no supo que responder y, sin decir palabra, entr en la tienda
a buscar el tabaco. Esa noche se desat una violenta tempestad y Van Tassel
tuvo problemas para conciliar el sueo, incluso con la morfina. Despert en la
madrugada y crey or, entre el retumbar de los truenos, los gritos aterrados de
una mujer y las carcajadas demenciales de un hombre. El actor llam a sus
criados y les orden registrar los alrededores de la casa, pero no encontraron
nada. Rogers dijo a su amo que nadie haba escuchado nada y sugiri que
quizs el veterano actor haba escuchado esos gritos en sus pesadillas.
Al da siguiente, Van Tassel supo que Lisa Lancaster, la actriz
protagonista de La Mujer del Monstruo, haba sido asesinada. Slo los
tabloides ms sensacionalistas daban detalles del asunto: Lancaster haba sido
destazada y le haban cortado las extremidades y la cabeza. Encontraron su
cuerpo en un viejo molino a las afueras de la ciudad. Van Tassel no particip
en La Mujer del Monstruo y nunca conoci a Lancaster, pero tena el
presentimiento de que el detective Lance ira a visitarlo. Eso nunca pas, pero
sin saber por qu, tal omisin lo preocupaba. Ms tarde recibi la llamada de
su agente, quien le inform que los estudios estaban preocupados por sus
estrellas y que contrataran seguridad para ellas. Eso, desde luego, no inclua a
Van Tassel, por lo que le recomend que cargara con una pistola.
Las noches de esa semana fueron de horribles pesadillas que no dejaron
dormir al viejo actor. Aument sus dosis de morfina hasta triplicarlas, pero
apenas logr dormir bien la noche del sbado. El domingo por la maana se
prepar para seguir con su rutina, a la que se aferraba como a un recurso
esencial para su cordura. Visit la tienda de abarrotes de siempre y, al notar la
ausencia de Eddie, pregunt por l al tendero.

230

-Ay, seor Van Tassel, el pobre Eddie! Se ha vuelto completamente


loco.
-Cmo dice?
-S, seor. Se la pasa temblando de miedo y mira todo con terror como
si viera fantasmas. Balbuce cosas extraas sobre monstruos, muertos vivientes
y el fin del mundo. Y repite una frase extraa que no tiene sentido Algo
sobre el Amanecer de la Muerte. Si me preguntan, yo dira que lo que le caus
su enfermedad fueron todos esos libros y pelculas de espantos.
-Dios- susurr el actor, mientras la culpa lo invada. Habran sido
sus pelculas en parte responsables por la locura del muchacho? Bien, slo
nos queda esperar que se recupere
-Dudo mucho que eso pase, seor. l nio est completamente
destruido.
Van Tassel sinti que las fuerzas lo abandonaban y tuvo que apoyarse
en el mostrador. Entonces vio all el libro que Eddie estaba leyendo la semana
anterior. Como si nada, el actor pidi tabaco y mientras el tendero iba a
buscarlo, tom el libro y lo guard en el bolsillo de su saco. Despus de haber
recibido y pagado el tabaco, sali a toda prisa de la tienda. Una vez en su auto,
sac el libro y lo observ con detenimiento. No saba qu lo haba impulsado a
tomarlo, pero senta que no poda deshacerse de l.
-Mira nada ms!- le dijo Robert Benson echando un vistazo al
peridico -Ese loco de Cooper enviar una expedicin y un equipo de
filmacin al Pacfico Sur en busca de una isla misteriosa cito mencionada

231

en un manuscrito hallado en una botella y que data del siglo XVIII. Ja!
Increble. Alguna vez trabajaste con Cooper, Edward? Edward?
-Qu? Ah, no. No con Cooper.
-Qu pasa, Edward?- Benson dobl el diario y lo asent sobre la mesa
-Ests muy distrado y tembloroso. Se dira que temes que alguien te est
persiguiendo. Es por eso del Cazador de Monstruos?
-El qu?
-El asesino de las estrellas de pelculas de horror. Crees que podra
estar tras de ti?
-No, no lo creo. Y todos modos ahora cargo siempre una pistola
Robert, he estado pensado en todas esas pelculas de horror, y en toda la
literatura de monstruos y me preguntaba, y si hay tales cosas?
-Cmo vampiros y hombres lobo?
-O cosas peores
-Debes estar bromeando, Edward.
-S, supongo. Pero He visto algunas cosas en los ltimos das.... No
s, Robert. Creo que me estoy volviendo loco. Ya no s lo que sueo y lo que
vivo, lo que imagino y lo que es. Escucho gritos y carcajadas incluso cuando
estoy despierto- el hombre pareca a punto de quebrarse -Tengo miedo,
amigo. Tengo mucho miedo todo el tiempo y ya no soporto vivir as
Robert?!
Benson haba cado de su silla y estaba tirado en el piso
convulsionndose y escupiendo espuma por la boca. Van Tassel vio en los
232

ojos de su amigo una mirada salvaje y feroz que slo haba conocido en sus
pesadillas. Sinti que Benson, entre sus convulsiones, lo miraba como un
depredador a su presa. No puso soportarlo y sali corriendo del asilo, mientras
los enfermeros sujetaban a su amigo y le inyectaban tranquilizantes.
Cuando Van Tassel lleg a su casa, la cena le esperaba servida en la
mesa. Se sent a comer en soledad, dirigiendo eventuales y rpidas miradas al
ventanal que daba al patio. Apenas haba terminado de comer cuando escuch
extraos sonidos, como de fuertes pisadas sobre el csped, y un ligero
gruido. Van Tassel tom su arma y, lleno de miedo, pero movido por
impulsos desconocidos, abri la puerta del patio. De frente a l, a unos metros
de distancia, vio una silueta voluminosa que se recortaba contra la luna llena.
Van Tassel tena al alcance de su mano un interruptor que habra encendido la
luz del patio, pero no se atrevi a moverlo. La masa oscura se acerc a l con
lentitud y, cuando qued levemente iluminada por la tenue luz que sala de la
casa, Van Tassel pudo ver a un lobo abominable, grande como un oso, y con
un par de ojos insanamente humanos que lo miraban inyectados de sangre.
Van Tassel peg un grito y se meti en su casa lo ms rpido que pudo.
Sus criados atendieron a su llamado y enseguida salieron a revisar los
alrededores de la casa. No encontraron nada, ni una huella. Rogers le dijo a su
patrn que seguramente lo haba espantado algn perro callejero. Van Tassel
acept la explicacin y se retir a su alcoba. Estaba a punto de administrarse
una dosis de morfina cuando record el libro de Eddie. Lo sac de su bolsillo
y lo mir con detenimiento. El horror a travs de los siglos. Lo abri y
comenz a leer. Esta vez las voces no interrumpieron su lectura.
Conforme lea, su intelecto le explicaba que el libro era poco
imaginativo y con una prosa torpe, un simple entretenimiento para
233

adolescentes incultos; pero por dentro lo invada el miedo. Estuvo leyendo


hasta muy entrada la noche, hasta que lleg a un cuento titulado There are
such things. Y ley con horror y desconcierto lo que haba hecho en las
ltimas semanas, y lo que haba pensado y dicho. Y se ley a s mismo
leyendo El horror a travs de los siglos y luego cmo llegaba hasta el cuento
There are such things, y se ley leyendo que se lea, y ley el horror que
estaba sintiendo en ese momento. Ley estas lneas que ests leyendo ahora y
te ley a ti leyendo estas lneas.
Pero la idea de quedarse atrapado en un ciclo interminable de paradojas
fue demasiado intolerable y Van Tassel arroj el libro lejos de s. Lo estuvo
mirando con terror por varios minutos antes de decidirse a prenderle fuego.
Despus se encerr en su habitacin, se inyect una triple dosis de morfina y
se qued dormido. Las pesadillas lo acosaron toda la noche.
Durante el transcurso de la maana siguiente, casi esperaba que el
detective Lance se le apareciera con la noticia de que otra estrella de cine
haba sido asesinada, pero no fue as. Ese da fue tranquilo y predecible, como
a Van Tassel le gustaba que transcurrieran los das. Pero la rutina no bast
para que el veterano actor se sosegara y olvidara los horrores del mes anterior.
Estaba cansado, plido y tembloroso. Sudaba fro y constantemente miraba
sobre su hombro, como si temiera que un rostro lvido fuera a aparecerse
detrs suyo. El miedo se haba vuelto la emocin dominante en su vida.
Consideraba la opcin de visitar a un mdico, pero no se animaba a confesar a
un extrao su adiccin a la morfina, ni mucho menos los absurdos temores de
los que era presa. Al medio da reuni el valor para llamar por telfono al asilo
de Benson. Le dijeron que se encontraba bien, pero que necesitaba descansar.
Haba tenido un ataque de epilepsia.
234

-No saba que era epilptico.- dijo Van Tassel.


-Nosotros tampoco.
-Dgame una cosa. En algn momento Robert sali del asilo? Se les
perdi de vista por algn momento?
-No, desde luego que no.
-Gracias.
Por la noche pidi a Rogers que lo llevara a dar un paseo por la ciudad.
El recorrido sin rumbo lo condujo hasta el club.
-Djame aqu Rogers. Regresa en media hora.- Van Tassel baj del auto
y se par frente a la entrada del club, dudando si entrar o no. Quiz si entraba
y comprobaba de una vez por todas y sin lugar a dudas que lo que haba visto
unas semanas antes haba sido slo un espectculo con humo y espejos, podra
convencerse a s mismo de que lo horrores recientes eran igualmente ilusorios
-Van Tassel! Saba que lo encontrara aqu!- el detective Lance se
acercaba caminando por la acera, seguido por tres gendarmes Balearon a
Talbot, saba eso?
-Qu?
Le metieron tres balas. Tres balas de plata. Sabe algo de eso?
-Yo no...

235

Lance sujet con suma brusquedad el brazo del sexagenario Talbot


logr llegar vivo al hospital, pero luego muri desangrado. Antes de expirar,
sin embargo, recuper la consciencia por un momento y dijo Van Tassel.
Cmo explica eso, seor?
-Yo no s nada. Esto es una locura!
-Est arrestado, maldito pervertido!
-No!
Van Tassel se escurri de manos del detective, sac su pistola y abri
fuego dos veces. Una de las balas hiri a un gendarme y, aprovechando la
confusin, el actor ech a correr por la calle.
-Maldicin!- exclam el detective, desenfundando su arma y
preparndose para abrir fuego sobre Van Tassel. Carter, qudate a cuidar a
Jones y pide una ambulancia. Stevenson, sgueme!
-Espere, seor!- grit un polica desde una patrulla que en ese
momento se detuvo junto a la escena Van Tassel es inocente. El inspector
Atwill acaba de atrapar al verdadero asesino. Ya lo confes todo!
-Qu? Quin es, sargento?
-Jason Piccoulas, el maquillista de Cosmopolitan Studios.
-Qu?! Y por qu demonios Talbot mencion a Van Tassel?
-Porque Van Tassel era el siguiente en la lista de Piccoulas y supongo
que Talbot quera advertirnos. Ese luntico estaba resuelto a acabar con todos
los monstruos que haba creado!

236

-Con un demonio! Bien, sargento, de todos modos tenemos que


encontrar a Van Tassel. Desesperado y armado como est podra cometer una
locura. Vamos!
Van Tassel huy sin direccin por las calles y callejuelas del vecindario.
En cada sombra vea un vampiro sediento de sangre; en cada esquina
imaginaba a un monstruo hecho con cadveres; cada persona en su camino
poda convertirse en hombre lobo. El miedo, el miedo conquistador y
triunfante, era la nica emocin que el actor conoca. No supo cmo se meti
en un teatro en el que se proyectaba El Vampiro, y no se dio cuenta de que
sali frente a la pantalla en el mismo momento en el que acababa la pelcula y
se encendan las luces. El pblico, compuesto por aficionados al cine de
monstruos que asistan a ese homenaje a Roman Blasko, reconoci en seguida
al actor y lo ovacion de pie. Van Tassel, confundido por los aplausos que le
recordaban los buenos tiempos en el escenario, cobr esa lucidez que
proporciona la locura, se arregl el saco, se alis el cabello, salud a su
pblico y dio un breve discurso.
-Esperen slo un momento, damas y caballeros. Unas palabras antes de
que se marchen. Espero que los recuerdos de lo que acaban de atestiguar no
les causen pesadillas, as que slo dir unas palabras para que se sientan
seguros. Cuando lleguen a sus respectivas casas y las luces estn apagadas, y
tengan miedo de mirar detrs de las cortinas y encontrarse con un rostro lvido
y espectral que los observa a travs de la ventana bien, slo recuperen la
compostura y recuerden Tales cosas existen.
Dicho esto, apunt el revlver a su sien y tir del gatillo.

237


Tokyo, dcada de 1950
No eran las explosiones ni el estruendo de los edificios que se
derrumbaban. Tampoco los disparos ni el silbar de los misiles cortando el aire.
Ni siquiera las pisadas ssmicas o el temblor que suba por los pies y trepaba
por la mdula. No. Lo peor era el rugido, ese sonido ultramundano, como el
chillar de un ave de rapia o el bramar de un cerdo, o algo ms, mezclado con
otros sonidos, indescriptible, que el odo y el cerebro humano no podran
identificar. Ese rugido no slo era captado por los odos de los habitantes de
Tokyo, sino por sus mentes. Ms all del terror instintivo y primario que se
apoderaba de las personas, haba un horror, ms sutil pero ms mucho terrible,
que llegaba a la mente y nublaba la razn, como si la cosa all afuera pudiera
transmitir sus pensamientos, no como palabras, sino como ideas, de muerte,
destruccin y desolacin infinitas. El rugido no slo causaba miedo, sino que
sembraba el terror directo en sus almas.
Despus de la primera explosin, la familia Tanaka sali de su casa
junto con algunos vecinos curiosos para ver qu suceda. Hiroko, la madre,
con el pequeo Yukio en brazos, y Akane, la hija preadolescente, se pararon
en medio de la calle y fijaron su vista en los lejanos edificios del centro de la
ciudad. Un rascacielos se haba cado y permaneca inclinado sobre otro
edificio que pareca a punto de desplomarse a su vez. Una humareda negra
delataba la presencia de un gran incendio y el sonido de un golpe lejano,
pesado y constante llenaba el aire.
Ms curiosos que asustados, los vecinos se preguntaban qu habra
pasado y hacan conjeturas. Entonces, no supieron cmo, hubo otra explosin
238

y un segundo edificio se desplom en la lejana. Una de las vecinas grit


aterrada, Hay algo ah, una cosa pas detrs de los edificios! Luego se
escucharon ms explosiones y se vio salir ms humo. Se oyeron lejanos gritos
de multitudes. Al minuto siguiente, escombros salieron volando y cayeron a
cientos de metros de su punto de origen. Fue en ese momento cuando se
escuch el primer rugido. Hombres y mujeres se llevaron las manos a los
odos y chillaron horrorizados; algunos se arrojaron al suelo en posicin fetal
gritando y lloriqueando No, no, no!, y hubo quien se desmay. Uno de los
vecinos se ech a rer histrico y ya no recobr la razn. El pequeo Yukio
empez a llorar de forma incontrolable y ya no pudieron calmarlo. La familia
Tanaka se refugi en su casa para ya no salir.
La gente haba escuchado historias extraas desde haca algunos aos,
desde el final de la guerra. Testimonios de personas que haban visto una cosa
salir arrastrndose de entre las ruinas de Hiroshima; historias de pescadores
que decan haber visto algo en el agua; reportes de embarcaciones
desaparecidas; el relato del cuidador de un faro que, enloquecido, apunt un
revlver a sus odos y, despus de proclamar que no quera volver a escuchar
eso, abri fuego. Pero ninguna historia, ningn antecedente habra podido
preparar a los pobladores de Tokyo para algo as.
Akane encendi la radio. Las noticias eran confusas y la seal se perda
a menudo. Alcanzaron a escuchar reportes de lo que estaba sucediendo en el
centro: incendios, edificios derrumbndose, cientos de muertes, gente
huyendo, atropellndose para escapar, la promesa de una pronta intervencin
del ejrcito y la repeticin de una palabra, atmico. La transmisin se
interrumpi y por unos minutos los Tanaka escucharon atentos a la esttica.
Cuando la seal regres, se oy la voz de alguien que no pareca ser reportero,
239

sino un funcionario, o quizs un militar, que se diriga al pblico, Hace unos


minutos sali de la baha de Tokio destruccin el ejrcito est en
camino permanezcan en sus casas Atmico Atmico, y la transmisin
se perdi una vez ms.
El beb no dejaba de llorar; pareca sufrir algn dolor pues retorca sus
manitas y miraba desesperado a su madre. Akane prendi una varita de
incienso y se arrodill para rezar, mientras Hiroko trataba en vano de arrullar
al nio. Cuando se consumi el incienso, la muchacha se levant y mir por la
ventana. El sol estaba por ocultarse y el cielo de Tokyo se haba tornado rojo.
Los pasos lo dominaban todo. Dos hombres pasaron corriendo. Entonces se
oy el rumor de helicpteros y ms en la lejana sonaron disparos de
ametralladora. Akane sonri.
Yoshiki, el padre, que trabajaba en una oficina en el centro, lleg al
atardecer. Madre e hija corrieron hacia l y lo abrazaron. Yoshiki apenas
reaccion. Se sent en el suelo de la estancia con la espalda apoyada en la
pared y la vista clavada en el suelo, Tanta gente, tanta gente, todos muertos
al mismo tiempo Atmico, murmuraba. Hiroko mir a su esposo y not
leves quemaduras en su rostro y en sus brazos. Despus dirigi la mirada a
Yukio y not que el beb tambin tena quemaduras. Mand a la hija por unos
ungentos, slo para sentir que haba un problema que se poda resolver.
Cuando se escucharon los aviones pasar por encima del suburbio,
Hiroko y Akane sintieron un poco de alivio, y cuando silbaron los primeros
misiles, no pudieron evitar contagiarse de cierto entusiasmo. Pero los aviones
cayeron y los misiles no hicieron dao. A partir de entonces los disparos y la
esperanza que provocaban en quien los oa se hicieron cada vez menos
frecuentes.
240

Se escuch una gran explosin y luego el rugido, que invadi sus


mentes, y trastorn sus emociones. El nio llor ms fuerte y Yoshiki se
arroj al piso, gritando y contorsionndose de pnico. Muerte escucharon
los Tanaka en la profundidad de sus consciencias, Yo soy la Muerte Pasaron
varios minutos de silencio y de nuevo se escucharon los pasos y los
derrumbes. Hubo una lejana rfaga de ametralladora que no dur mucho y
unas explosiones pequeas. Un rugido ms grab ideas de locura y
desesperacin en Akane. Las pisadas parecan acercarse. Y el beb lloraba.
Yo lo vi, dijo de pronto Yoshiki que no haba pronunciado palabra, El
fuego Atmico, Akane vio que su padre estaba plido y pareca adelgazar;
quiso hacrselo ver a Hiroko, pero ella estaba ocupada tratando de calmar a
Yukio. De pronto la madre grit horrorizada y Akane corri hacia ella, Mira a
tu hermanito, mralo Unos bulbos le haban brotado en su cara y cuerpo,
como unos tubrculos que crecan de su carne. Mi beb, mi beb
Yoshiki haca caso omiso de lo que suceda con su familia. Acurrucado
en un rincn, se limitaba a taparse los odos con las manos y a mirar fijamente
al vaco. Akane lo mir, pareca ms flaco a cada minuto, le sangraba la nariz
y se le estaba cayendo el cabello. De pronto, Yoshiki sufri unos espasmos de
dolor y vomit. Se qued ah, en el rincn, en un charco de vmito y sangre.
Hiroko no prestaba atencin al drama de Yoshiki, slo miraba su beb y
lo abrazaba contra su cuerpo. Yukio lloraba inconsolable mientras bulbos
carnosos le crecan a cada minuto y sus quemaduras se hacan ms severas sin
importar cunto ungento le aplicara Hiroko. Akane mir a su familia sin
saber qu hacer ni qu esperar. An se sentan las pisadas.

241

A media noche, la siguiente vez que Yoshiki vomit, escupi sus


propios dientes. Para entonces, haba quedado plido, casi traslcido, chupado
hasta los huesos y calvo excepto por unos cuantos cabellos delgados colgando
del pellejo de su cabeza. Hiroko segua con el beb en brazos; un apndice
extrao y retorcido le estaba creciendo como un gusano en el dorso de la
mano. Unos minutos ms tarde el apndice se haba convertido en un pequeo
dedo nudoso y deforme. El horror de Hiroko rivalizaba con su amor maternal.
De pronto se oy una fuerte explosin que hizo que retumbaran las
casas y se cuartearan algunos cristales. Hubo rugido dbil, apagado, menos
terrible e invasivo que los anteriores. Despus de eso, rein el silencio. A los
pocos minutos, la radio transmiti confusos e interrumpido mensajes a los que
slo Akane prest atencin: Tokyo... Se ha confirmado la muerte del
Emperador El ejrcito Los muertos Atmico Ataque areo
Atmico Base militar en el rtico Los americanos estn en camino
Testigos han declarado La Unin Sovitica Todos los testimonios
coinciden Atmico Millones de muertos Hibakusha, despus
parpadearon las luces, se cort la electricidad y no se oy ms.
El resplandor de los incendios lejanos se sum a las llamas de las velas
que encendi Akane, y el aire se torn rojo. El llanto de Yukio haba
decrecido hasta convertirse en el leve gemido de una respiracin dificultosa.
Le haban crecido dedos como ramitas que salan de sus manos y de sus pies,
la mandbula le colgaba, le sangraban los odos y sus ojos haban quedado
completamente blancos, pero estaba quieto y callado en los brazos de Hiroko,
quien acariciaba su cabecita cubierta de bulbos, sin prestar atencin a nada
ms. Akane mir hacia donde estaba su padre, calvo, desdentado, plido y

242

huesudo, contrado y convulsionndose sobre sus propias excrecencias. La


nia no lo soport ms y se ech a llorar en un rincn.
Entonces se escucharon de nuevo las pisadas. Cada vez se oan ms y
ms cerca, haciendo vibrar las construcciones. Aquello estaba corriendo y
corra hacia aqu. Akane, desesperada, se acerc a su madre, trat de tomarla
del brazo, pero ella la apart, absorta como estaba en su beb. Se dirigi hacia
el padre, pero al ver que la piel y pedazos de carne se le desprendan
putrefactos, no quiso acercrsele. Las pisadas se oan ms cerca, acompaadas
por el estruendo de casas que se derrumbaban. Son un rugido al que Yoshiki
respondi con un grito histrico y Yukio con un ltimo gemido. Los pasos de
la cosa se hicieron ms lentos, como si se detuviera sobre el suburbio. Las
velas se apagaron y la casa qued en la total oscuridad.
Est aqu, sobre nosotros, pens Akane. Y entonces el ser comenz su
orga de destruccin, explosiones, derrumbes, escombros y vehculos que
salan volando y caan por todas partes alrededor de la casa Tanaka. Y los
vecinos gritando como si fueran torturados. Y un calor repentino y creciente
que inflam el aire y lastimaba los pulmones y los ojos, y pareca derretir la
misma piel. Y las pisadas, que estaban tan cerca y eran tan absolutas que era
imposible saber de qu direccin provenan. Y Yoshiki, sin nariz y sin orejas,
vomitando sus entraas en un rincn. Y Hiroko arrullando a una masa de
plipos y huesos torcidos que antes era su beb. Y el calor insoportable, y la
lluvia cida, y la nube radiactiva. Y el rugido neural, ltimo y triunfante de la
bestia que reson en la mente de Akane como un susurro terrible, Yo soy la
Muerte, la Destruccin Absoluta, la Desolacin Infinita, el futuro y el fin, YO
SOY EL TOMO!

243

Entonces Akane corri al cuarto de sus padres y tom la katana de su


abuelo, el que haba muerto en Iwo Jima. Regres a la estancia y le dio un
golpe certero y compasivo a su padre. Despus se volvi hacia Hiroko, le
arrebat la cosa que tena en los brazos y la estrell con fuerza contra el suelo.
Antes de que la madre pudiera reaccionar, Akane le encaj la katana en el
pecho.
Ahora Akane estaba sola, el calor segua ascendiendo, el aire se torn
rojo y a la chica le era imposible mantener los ojos abiertos o respirar. Trataba
de concentrarse para encontrar una forma rpida e indolora de quitarse la vida,
pero no fue necesario; una pisada sbita y misericordiosa acab con todo.

244

NADIE ESCUCHAR TUS GRITOS


rbita baja de la Tierra, dcada de 1960
El cosmonauta Fyodr Yurchenko se preguntaba en qu momento le
sera concedido morir. El oxgeno que an le quedaba en el traje espacial se
acabara rpido, en unos minutos cuando mucho, y Yurchenko, flotando en la
rbita de la Tierra, alejado de su cpsula espacial por un estpido accidente,
esperaba que sus propias emanaciones de dixido de carbono lo adormecieran
para morir sin dolor. Los lentos giros y revoluciones que daba su cuerpo lo
colocaron de frente a la Tierra y Yurchenko quiso que sus ltimos
pensamientos encerraran profundidad y filosofa, aunque nunca fueran
conocidos por otro ser humano, de modo que, dando la cara al planeta que le
diera la vida, reflexion sobre su propia pequeez e insignificancia en el
mundo, y de la pequeez e insignificancia de su mundo en el cosmos. De
pronto not que, contrario a lo que esperaba, se alejaba de la Tierra y se iba
flotando hacia la inmensidad del espacio y entonces se refugi en la idea de
que llegara ms lejos que ningn otro hombre; quizs su cuerpo caera en la
Luna, o quiz en Marte, y futuros exploradores del espacio encontraran sus
restos dcadas ms tarde. Yurchenko, rodeado por el silencio absoluto, se
qued tranquilo y esper con resignacin su final.
Pero sbitamente se sinti atrado, como succionado hacia el vaco por
una fuerza invisible, y el cosmonauta se encontr viajando cada vez ms
rpido, cada vez ms lejos de la Tierra. Emociones desagradables, presididas
por el miedo, se apoderaron de su mente mientras vea el resplandor azul de su
planeta perderse en la oscuridad del infinito.

245

Infinito La mente de Yurchenko se remont muchos aos atrs,


cuando an iniciaba su entrenamiento y conoci al brillante profesor Vasily
Makarov, prominente colaborador del programa espacial. Yurchenko hizo
amistad con el excntrico cientfico y se habitu a visitarlo en su estudio para
sostener largas y agradables conversaciones con l. As fue hasta que el
profesor enloqueci.
-No podemos concebir el infinito,- le dijo Makarov uno de aquellos das
tempranos porque somos seres finitos con mentes y conciencias limitadas.
Podemos imaginar un lmite que se prolonga de forma indefinida, siempre
sumar un nmero a la enorme cantidad que imaginamos, pero no podemos
concebir la infinidad. El concepto de infinidad incluso choca con nuestras
nociones de lgica. Es igual con la eternidad. Podemos imaginarnos
inmortales, porque podemos pensar en una indefinida prolongacin de nuestra
existencia, un da ms, un ao ms, una vida ms. No podemos imaginar
nuestra propia inexistencia porque siempre hemos existido. Pero tampoco
podemos imaginar la eternidad. Simplemente no estamos hechos para hacerlo.
Era un retazo de infinidad lo que el cosmonauta captaba con los
sentidos y con la conciencia, all en el silencio vacuo del espacio. Pero en su
mente no haba silencio, sino murmullos, zumbidos y aullidos que se hacan
cada vez ms fuertes revelando a Yurchenko la realidad de miles y millones
de voluntades desconocidas que lo observaban y jugaban con su cordura desde
los rincones de la existencia. Mientras viajaba a velocidades incalculables a
travs de infinitos aos-luz, destellos de colores incomprensibles brillaron
frente a l y su mente capt formas de criaturas predadoras que vagaban en el
vaco. Mientras ms creca su espanto, ms aborrecibles eran las percepciones
que le llegaban. Entonces pudo ver el horror que acecha desde la oscuridad de
246

las estrellas, el horror del que le haba hablado el enloquecido Makarov y que
le hizo desear ms que nunca estar muerto.
Yurchenko record que, hacia el final, la cordura de Makarov ya se
pona en duda y aquel eminente cientfico que alguna vez fuera cercano
colaborador del mismo Tsiolkovskii y la envidia de los americanos, era
calumniado por hombres ignorantes que no merecan llamarse sus colegas.
-Hay mucho ms en el universo de lo que conocemos burda y
pretenciosamente como realidad. La ciencia y la razn no bastan para captar
las cosas sublimes de la existencia. El hombre que busca el conocimiento de lo
que se esconde tras las apariencias debe reunir todas las formas de saber
humano: ciencias naturales, sociales y exactas, religin, teologa y mitologa,
filosofa y lgica, ocultismo y magia, msica y poesa, y formas de
conocimiento que han sido olvidadas o que no se han descubierto an. Pero
incluso as sera insuficiente, pues an el saber y la inteligencia reunidas de
toda la humanidad en todos los tiempos no podra ms que asomarse a un
retazo de la totalidad del cosmos. He probado formas exticas de meditacin,
ascetismo y misticismo incluso he probado distintas sustancias enteognicas
que diversos pueblos de mundo tienen como sagradas, todo para librarme de
los limitantes esquemas mentales que me alejan del conocimiento Y creo
que he visto algo terrible!
Por un instante el movimiento de Yurchenko se detuvo, los estmulos
sensoriales y mentales se apagaron y el cosmonauta se encontr flotando con
lentitud y suavidad en el vaco, rodeado de oscuridad y silencio. Yurchenko no
poda ver nada en aquella negrura; no llegaba hasta sus ojos ni siquiera la
dbil luz de alguna estrella lejana. Slo escuchaba su respiracin agitada y los
latidos aterrados de su corazn. Pero en esa oscuridad y silencio no haba
247

tranquilidad y reposo, sino que de all emanaban terribles sensaciones de


horror y maldad. Esas emanaciones se hacan ms fuertes a cada momento y
de golpe el cosmonauta se vio sacudido y arrojado hacia la oscuridad con la
misma fuerza y velocidad que antes.
Con la mente invadida por sensaciones omnidireccionales de
sufrimiento, terror, y agona, Yurchenko intuy que atravesaba infinidades de
infiernos csmicos, inconcebibles para la mente humana, y supo que la
crueldad del hombre, que l mismo haba experimentado en las migraciones
forzosas de Stalin y la invasin de las huestes de Hitler, era insignificante ante
la maldad de las entidades que moran los confines de la existencia. Yurchenko
sinti el dolor y el espanto de millones de conciencias atrapadas en esa
oscuridad tortuosa e insondable. Dese con todas sus fuerzas morir, pero no
rez, pues si algn resto de creencia en un ser supremo y benvolo se haba
salvado de ser eliminado por la ciencia y el comunismo, fue destruido por la
contemplacin de esas abominaciones cuya existencia ningn dios amoroso
permitira. Ya se lo haba dicho Makarov cuando la locura asomaba a sus ojos.
-La oscuridad que sirve de teln de fondo a los astros no es materia
oscura, ni antimateria, ni vaco en el que se pierde la luz. Es maldad! La
maldad pura! El universo est rodeado por maldad infinita y cada vez que
miramos al cielo nocturno vemos esa maldad acechndonos ms all de la
estrellas!
Por eras viaj Yurchenko en ese ocano etreo de malevolencia y
sufrimiento, con el anhelo de la inexistencia a cada instante, mas lleg el
momento en que traspas esa regin del universo y arrib a una nueva zona.
All el cosmonauta fue testigo de una realidad demasiado grande para ser
aprehensible. Los conceptos con los que el hombre interpreta su entorno no
248

tenan cabida en ese lugar. Tamao, sustancia, dimensiones, olores, sonidos,


colores, velocidad, lgica, cantidad, tiempo, espacio, energa, materia... no
tenan sentido all. Los conceptos binarios con los que la humanidad cataloga
su conocimiento del mundo, oscuro y claro, abstracto y definido, material y
etreo, realidad y ficcin, belleza y fealdad, individuo y colectividad, amor y
odio, dolor y placer, pecado y santidad, bien y mal nada de ello tena
significado ante lo que Yurchenko contemplaba, no con los ojos, sino con lo
ms profundo de su ser. All sinti el poder de entidades que jugaban con l y
con otros seres menos insignificantes. Pero en esas entidades alcanz a
percibir un temor perenne y se llen de espanto al imaginar a qu cosa podran
temer tales seres.
De pronto hubo un instante ms de soledad y silencio y todas estas
percepciones quedaron lejos de su alcance. Yurchenko se dio cuenta de que
tena los ojos cerrados y tras reunir fuerzas, los abri. Se encontraba de nuevo
en la rbita terrestre, flotando y girando con lentitud en el vaco. Frente a l, la
Tierra resplandeca de azul. Yurchenko no saba qu pensar. Haba alucinado
debido a la falta de oxgeno? El recuerdo de las sensaciones que haba tenido
en su odiosa travesa era demasiado vvido para sospechar de un sueo o
ilusin. Record entonces lo que le haba dicho un enloquecido Makarov,
antes de que se lo llevaran preso a un gulag por declaraciones que revelaban
un espritu de traicin a la Madre Rusia.
-No debes ir, Fyodr, no debes salir jams de este planeta dijo Makarov
No se supone que un ser tan frgil como el hombre abandone la Tierra. All
afuera hay horrores inefables que algn da caern sobre nosotros, para qu
precipitarnos hacia ellos? Oh, y estamos atrapados en esta roca! No podemos
huir de ella! Pero qu no, no da igual. Tiempo y espacio son conceptos
249

infantiles mantenidos por una raza ignorante y supersticiosa. Cada punto del
universo contiene al universo en su totalidad y la maldad que cre en el confn
del cosmos est en todas partes. Da igual, Fyodr, todo da igual.
El cosmonauta pensaba en esto y aguardaba la muerte misericordiosa
cuando escuch una Voz en su mente, una Voz que le record en un instante
todas las cosas abominables que haba presenciado. Entonces Yurchenko gir
sin voluntad, dando la espalda a la Tierra y la cara al vaco y mir al Ser del
que provena la Voz, una Criatura ajena a todo lo posible, hecha de oscuridad
y desolacin. Yurchenko quiso gritar, dejar salir un gemido que aliviara en
parte el espanto y el dolor del que sufra Pero no pudo.
-Ni si quiera te molestes.- dijo la Voz En el espacio nadie escuchar
tus gritos.

250

EL HORROR, EL HORROR
Vietnam, dcada de 1970
Estoy enloqueciendo. Si alguien me preguntara (y quin lo hara?) qu
de lo tengo frente a mis ojos es real y qu se presenta solamente como sueos
febriles, no sabra ni cmo empezar a responderle Pero qu sueos? A qu
llamar sueos? Hay cosas que veo cuando estoy despierto y a veces creo que
vivo ms cuando estoy dormido que durante la vigilia De hecho, ahora no
s si he estado durmiendo en lo absoluto. Y si estoy dormido ahora? Y si
todo esto no es ms que una horrible pesadilla? Quisiera creerlo y la verdad es
que no recuerdo lo que he vivido, en qu orden lo viv, o si todas mis
memorias no son ms alucinaciones y pesadillas. Es esto la locura? Siempre
pens que de toparme con una alucinacin estara consciente de su falsedad.
Pens que aun si mis sentidos me dijeran con certeza que algo innatural se
encuentre frente a m, mi mente racional sabra cuando algo fuera lgicamente
imposible. Pero no es as. He visto algunas muy extraas no lo s
cosas? de las que una parte de m, moribunda ya, afnica y lejana, me dice
que no pueden ser verdad pero otras (me siento fragmentado en miles de
yos diversos, desconocidos e incompatibles) dudan de las categoras de lgica,
razn o posibilidad. Por lo dems, el miedo no me deja pensar
Llegu al Nam hace casi un ao O no? No lo s, a veces siento que
he estado aqu toda mi existencia y que mi vida anterior son recuerdos
ficticios Tengo grabada en mi mente la aterradora y desgarbada imagen de
un emisario del To Sam viniendo por m y por los otros muchachos con una
orden del Presidente en una mano y un billete de dlar en la otra, elevndolos
ante la incrdula muchedumbre como smbolos sagrados de un culto
minoritario y ridculo Mis recuerdos anteriores a este suceso son nebulosos.
251

Ahora que lo pienso, la verdad no s si eso de verdad lo recuerdo o se me


acaba de ocurrir S, ahora pienso que lo imagin y que luego imagin que lo
recordaba O no? Siempre ha estado ah? Es parte de m y de quin soy
ahora? Pero de una cosa estoy seguro: me duele, me duele mucho y muy
adentro. Me duele tanto y tan profundo que no s ni cmo expresarlo. Quisiera
llorar. Ya no puedo llorar, ya no s cmo. Pero para expresarlo no bastaran
mis lgrimas. Si llorramos si llorramos juntos, todas las personas del
mundo, todos los que han existido y muerto, todos los que nacern y
morirn tal vez as podramos realmente desahogar como humanidad todo
lo que ha significado esta guerra Es curioso, pero aunque veces siento que
todo est abominablemente mal en este jodido mundo, otras veces tengo la
certeza de que no podra ser de otra manera ni aunque todo el universo
volviera a nacer infinitas veces.
Muerte he visto la Muerte la Desolacin Infinita, el presente y el
fin. Muerte y dolor y desesperacin y locura y selvas ardiendo y ros ardiendo
y gente ardiendo Tanto dolor, es posible? O es que estoy recordando
cmo me contaban los pastores que era el infierno? Comunistas de mierda, si
alguien merece el infierno Pero tambin he visto a mis compaeros de
pelotn violar mujeres, golpear ancianos, matar nios y quemar aldeas enteras.
Por Dios, creo que yo tambin lo he hecho. No estoy seguro creo que lo
disfrut No por la lujuria, no porque fuera placentero, sino porque al hacerlo
complaca a esa cosa que se despertaba en m cada vez que empezaba a
escuchar disparos en la selva y vea a mis amigos caer muertos a mi alrededor.
Las armas me pesan y me obligan a doblegarme. Ante qu Dios me
estoy postrando? Son esos disparos? Las explosiones me llenan de miedo y
me siento como nio. En realidad, todo me produce miedo ahora. El crujido de
252

una rama, el chillido de los insectos, el rumor del agua, el viento entre el
follaje, las gotas de sangre cayendo sobre la hojarasca, el tronar de los huesos,
el sonido flcido de la carne an caliente cuando es rebanada Escucho
susurros siempre en derredor, provenientes de la espesura vegetal que nos
envuelve por todas partes, al este, al oeste, al norte, al sur, al cielo y al
infierno Escucho el batir de grandes alas de cuero por las noches. S que
hay monstruos aqu.
O no? No lo s. Quiz los nicos monstruos somos nosotros. Por
momentos no puedo creer que hayamos sido capaces de hacer lo que hicimos.
No digo nosotros, como Estados Unidos, sino nosotros como especie,
como cosa que existe y vive y piensa. Qu fue lo que sali tan mal con todos
nosotros? Al principio, cuando recordaba el olor de la carne quemada por el
napalm, quera morir, para alejarme de todos mis recuerdos y antes de ser
arrojado a la condenacin eterna gritarle a Dios que me arrepenta de haber
nacido humano No tard en dejar de creer en Dios, y encontr alivio en la
idea de que al dejar de existir por completo se acabara el horror. Pero ya no s
si en la muerte podra hallar la paz de la inexistencia.
Mi pelotn y yo nos internamos en la selva en una misin de
reconocimiento. Fuimos atacados por Charlie, nos dispersamos y nos
perdimos. La selva es una perversin mrbida de la naturaleza, es la demencia
hecha vida, que crece y se retuerce como los pensamientos perversos y las
obsesiones. Mis sentidos quedan apabullados por su densidad de visiones y
sonidos. La selva te ahoga y te aplasta, te confunde y enloquece. Aqu no hay
slo tres dimensiones, sino mltiples, ms de las que mis rganos sensoriales
o mi mente pueden comprender Todos me observan, todo el tiempo y me
susurran, me llaman Pero no, eso no es posible, son slo plantas y animales
253

en un medio exuberante, pero natural, no es eso? Soy yo el que la percibe as,


porque estoy enloqueciendo S, esto debe ser la locura. No olvides que es
slo eso, locura. No importa lo que vea y lo que piense. No es real, es slo que
estoy jodidamente luntico. Quiz ya pronto vendrn a rescatarme. Quiz ya
estoy en casa, pero qued tan jodido que me metieron a un manicomio y ahora
mismo estoy con una camisa de fuerza en un cuarto acolchonado alucinando
estas mierdas Pero y si no? Y si an estoy cuerdo y lo que captan mis ojos
y odos es verdad? No lo s, quiz el mundo enloqueci conmigo.
Al ataque de Charlie sobrevivimos Martin, Tom, Vance, Larry, Bob, el
sargento y yo. Vi morir a muchos de nosotros esa noche. No s qu fue de los
dems, pero nosotros emprendimos la huda y nos internamos en esta selva
infernal, esta selva azul y de pesadilla en la que seguimos ahora Aqu fue
donde nos encontramos con los monstruos.
Tom ya me haba hablado de la Mujer Alada. La primera noche despus
del ataque acampamos en un claro en la selva y Tom, junto con Martin,
montaron guardia. A la maana siguiente Martin haba desaparecido y Tom se
haba vuelto loco. Lo encontramos sentado en el suelo con una sonrisa
estpida de oreja a oreja y la mirada perdida en la vorgine vegetal.
No supo decirnos nada de Martin, pero nos asegur que la Mujer Alada
lo haba visitado la noche anterior. Ni los gritos ni amenazas del sargento
lograron sacarle ms informacin. Concluimos que Tom se haba vuelto loco.
Tratamos de llevarlo con nosotros, pero l resisti; quera estar all por si la
Mujer Alada volva a aparecerse. De modo que lo dejamos all, solo,
abandonado, en la selva llena de alimaas y enemigos. An me parece ver su
sonrisa entre la maleza Ah est otra vez. He aprendido que lo mejor es no
hacerle caso Si me la quedo mirando mucho tiempo, a veces empieza a
254

rerse y siento la risa de todo el bosque en mis espaldas Pero no, otra vez es
slo una ilusin No hay nada de eso aqu.
Despus de vagar durante das O no fue as? No recuerdo que
hubiesen pasado varias noches, pero s tengo la sensacin de estuvimos
andando por demasiadas horas como para que haya transcurrido solamente un
da. Podra haber sido una semana en la que no se hubiera puesto el sol o
que no hubiera salido. Quiz s anocheci, pero no lo recuerdo. Quiz no es
importante. El caso es que llegamos a unas ruinas. Eran un par de edificios no
muy altos, derruidos y devorados por la selva y rodeados de grandes colinas.
Algo haba de maligno en ese lugar. Haba visto antes ruinas de los antiguos
reinos de Indochina, pero no eran, ni de lejos, parecidas a lo que habamos
encontrado. En realidad, estas ruinas eran algo que ninguno de nosotros
hubiese visto o imaginado. Sus proporciones eran demasiado innaturales; su
geometra misma no pareca humana. Ahora las recuerdo no, soy incapaz de
recordarlas, si apenas fue capaz de observarlas sin enloquecer no estaban
hechas para ser percibidas con sentidos humanos Lo que recuerdo no es
cmo eran, sino lo que sent cuando las encontramos.
Larry sugiri que bajo las colinas que rodeaban ese lugar deba haber
otras ruinas enterradas por el paso de los siglos. El buen Larry era un tipo muy
listo, que siempre nos ilustraba con sus conocimientos. Vea una planta o un
insecto y l se pona a recitarnos todo lo que saba sobre ellos, aunque no le
prestsemos atencin. Supongo que de esa forma Larry se aferraba a la
cordura y poda recordar que exista un mundo lejos de esta selva y de esta
guerra, un mundo de civilizacin, ciencia y cultura, en el que la razn y salud
mental an tena algn valor.

255

Larry se encontraba especulando en voz alta sobre el probable origen de


aquellas ruinas cuando not un extrao sonido. No no era un sonido Por
el contrario, percib un extrao silencio, anmalo en la siempre ruidosa selva.
Los sonidos del viento, del agua y de las criaturas vivas se atenuaron hasta
desaparecer. Creo que mis compaeros lo notaron porque tomaron sus armas y
se pusieron alerta, escrutando a nuestro alrededor. Escuch unos pasos secos,
como de pies descalzos que caminaban sobre un suelo de roca. Entonces, de
entre las ruinas, surgi un monstruo.
Tena forma humana, pero no era un hombre. Era muy alto, estaba
completamente desnudo, su rostro careca de rasgos y sus ojos eran grandes,
blancos y vacos, y en todo l se perciba una inefable antigedad y una una
nada tan absoluta que poda tragrselo todo. Nos quedamos estupefactos por
unos segundos, hasta que el sargento abri fuego.
Lo imitamos; vertimos decenas de balas en el cuerpo de la criatura. Vi
con claridad cuando los proyectiles entraron en su carne. El monstruo cay de
espaldas y pusimos alto al fuego. Pero no apenas nos hubimos acercado a
comprobar que el ser hubiese muerto cuando de nuevo se levant, con
lentitud, estirando los brazos hacia nosotros y gimiendo leve y lastimeramente.
El sargento dispar una rfaga de ametralladora en la cabeza del monstruo y
ste se qued quieto, tendido sobre el suelo de piedra de las ruinas. Nos
quedamos observando el cadver de la criatura durante unos instantes, hasta
que fuimos interrumpidos por un grito de dolor.
Otro monstruo se haba aparecido detrs de Larry y le haba mordido el
hombro. Uno monstruo ms lleg casi enseguida, tom a Larry del brazo y
comenz a arrancarle la carne a mordidas. Otras dos criaturas se acercaban
con lentitud desde el este. Abrimos fuego contra todos ellos, sin importar que
256

nuestras balas perforaran a Larry, como de hecho lo hicieron. Pero los


monstruos ignoraron las balas y siguieron devorando el cuerpo acribillado de
nuestro amigo. Persuadidos de que nada podamos hacer por nuestro amigo o
contra las criaturas que de l se alimentaban, Vance, Bob y yo emprendimos
una huda cobarde y desesperada.
Cuando hube avanzado unas yardas, volv la mirada hacia las ruinas y vi
que el sargento se haba quedado all. No s cmo reun valor para regresar;
quiz tena ms miedo de verme sin l del que tena de acercarme de nuevo a
esos monstruos. Pero el sargento no tena miedo. Estaba de pie, a unos pasos
de los cuatro monstruos que se daban un festn con el cuerpo de Larry. Los
observaba con detenimiento, como estudindolos. Me acerqu a l y puse una
mano sobre su hombro, como para llamarlo e instarlo a que nos largramos de
all. l me dirigi una mirada paternal, tom una granada de las que llevaba
colgadas en el cinto, le quit el seguro y la arroj con suavidad en medio de
las criaturas. Me sujet del brazo y camin con prisa, pero sin correr, en la
direccin hacia que la haba huido Vance. A los pocos segundos estall la
granada y, al volver la vista atrs, pude apreciar cmo los trozos de las
criaturas volaron por todas partes. Huele a victoria, me dijo el sargento con
una extraa sonrisa.
Pero en qu estoy pensando? Monstruos? Carajo, estoy enloqueciendo
de verdad Lo mejor es rer Qu va a decir mi madre cuando me vea todo
jodido del cerebro? Concntrate La razn me dice que debi ser un mal
sueo. Es la maldita guerra y la mil veces maldita selva, que estn
trastornando mi mente. Cmo muri Larry en verdad? Deban ser unos
malditos Vietcongs s monstruos amarillos eso eran. Mi locura me
hace recordar monstruos en donde slo hubo un combate Pero no es eso
257

suficientemente terrible? No hay aqu ms monstruos que la humanidad,


monstruosa en todas sus razas y todas sus edades. Cruel, absurdamente
cruel Todos somos hijos del fratricidio, no es as? Todos los que estamos
vivos ahora es porque algn ancestro de cada uno de nosotros mat a alguien
ms, quiz hace mil aos en una cruzada medieval, o hace diez mil en luchas
tribales, o hace dos millones de aos cuando ramos un motn de simios
dementes que se asesinaban todo el tiempo los unos a los otros No
necesitamos de monstruos para sentirnos aterrados de vivir en este mundo, en
el que todo aqul que nos rodea puede ser un canbal Quiz todos debemos
morir, quiz el sargento tena razn
El sargento Desapareci a la noche siguiente. Dijo que l se quedara
en vela montando guardia y cuando despert por la maana ya no estaba.
Seguimos sin l, sin direccin en el espantoso laberinto de esta selva. Los das
eran eternos y sofocantes, las noches eran de una oscuridad insondable En
realidad pasaron varios das y noches? No s, pero estoy seguro de que nos
picaron toda clase de insectos. Y una noche, Bob apareci muerto.
Despertamos y lo encontramos clavado a un rbol; su abdomen haba sido
abierto y sus intestinos colgaban por fuera. No recuerdo si vomit, o es que el
recuerdo me hace vomitar ahora Vance y yo huimos de ese lugar.
Para entonces l se haba vuelto realmente loco. Ya no hablaba, sino
que se mova apenas por inercia. Su cara era inexpresiva y cuando vio el
cadver mutilado de Bob no reaccion de forma alguna. Se la pasaba
murmurando cosas ininteligibles y tarareando por lo bajo canciones de The
Doors. Era como si estuviese drogado con cido; lo s porque yo mismo he
usado LSD y he visto a gente hacerlo mucho tiempo atrs, en das felices de

258

msica y poesa y colores y chicas y amor antes de que el To Sam viniera


por m Pero en realidad no s si eso alguna vez pas.
No poda confiar en que Vance se mantuviera lo suficientemente
sensato como para montar guardia. Tema que se fuera deambulando por all y
me dejara solo a merced de lo que sea que hubiera en la selva. De modo que
esa noche yo mont guardia, si bien Vance no se durmi, sino que se qued
sentado en el suelo, murmurando canciones. No me haba tocado montar
guardia desde el ataque que acab con mi pelotn. Era algo tan solitario, como
caer por un agujero negro, lentamente En la quietud y oscuridad mi mente
divagaba y poblaba la selva con horrores y me haca brincar de la paranoia al
pnico. Me debata entre sueos, recuerdos y pesadillas, incapaz de identificar
cul era cul. De sbito not que el canturreo de Vance se haba detenido. Fue
como despertar. Lo llam, pero no esper a recibir respuesta, sino que me
apresur hacia donde el sitio en el que haba dejado a mi compaero, oculto en
la oscuridad. Encend un fsforo, nuestra nica fuente de luz en estas noches
absolutas. El resplandor del fuego me mostr al sargento, agachado sobre el
cuerpo de Vance y destazndolo con su cuchillo.
Grit, no recuerdo qu, pero la reaccin del sargento fue inmediata. Se
abalanz sobre m blandiendo y cuchillo antes de que pudiera usar mi arma.
Camos al suelo y combatimos con furia. Recuerdo haberle preguntado con
sollozos aterrados por qu haca eso, por qu haba asesinado a Bob y a
Vance, por qu me atacaba ahora. l slo respondi que nuestro episodio en
las ruinas, que el combate contra Charlie, que la guerra, que la existencia
misma de la raza humana le haba demostrado que slo haba una verdad. El
horror, el horror, repiti y dijo palabras confusas e inconexas acerca de servir
a la Muerte. Entonces cay en una especie de xtasis mientras hablaba de su
259

misin purificadora, de la salvacin que haba en el dolor, de la derrota de la


cordura y el abrazo de la demencia como nica fuente de libertad. Aprovech
y ese instante de distraccin, le arrebat el cuchillo y le di un empujn. El
sargento cay al suelo, y de un salto me coloqu sobre de l Entonces lo
apual y lo apual y lo apuale, mientras jadeaba, lloraba, rea y vociferaba.
Desde muy lejos pude orlo suspirar en mi odo el horror, el horror.
Entonces expir.
Pude ver esto porque en los ltimos minutos haba amanecido. Al
amanecer, la selva se torna de un color azul montono que da la impresin de
estar en una pelcula vieja o en una historieta. El nico otro color era el rojo de
la sangre del sargento y de Vance derramndose generosamente sobre la
hojarasca. Contemplaba este cuadro, sin contricin ni arrepentimiento, cuando
algo de lo que hay dentro de m me hizo notar que estaba completamente solo.
Y estoy solo. Soy el ltimo hombre en la Tierra. Todo lo que queda
adems de m est muerto. Soy la nica cosa que respira. El mundo ha muerto,
ya nada existe, slo estoy flotando en el vaco alucinando todo esto. Ahora me
ro, me ro a carcajadas y stas resuenan por toda la selva, como si todos los
rboles y enredaderas se burlaran de m, cuando lo que nico que quisiera es
llorar, como poda hacerlo antao, y no escuchar ms que mi propio llanto.
Entonces la veo, de pie frente a m, la Mujer Alada de Vietnam. Ahora s que
en realidad no estoy loco.
Es en verdad hermosa, deseable, tentadora y terrible. Al verla
encuentro en m sentimientos que cre olvidados haca mucho. Hay algo de
misericordioso que acompaa el miedo que me causa su imagen. Algo en sus
ojos S que no est all, que no podra existir. Pero no me importa. Me
acerco a ella y dejo que envuelva en su abrazo.
260

THRILLER
Nueva Inglaterra, dcada de 1980
Por la carretera casi abandonada que atraviesa un bosque otoal bajo la
luz dorada de un crepsculo de octubre, se desliza una camioneta no muy
nueva, aunque cuidada con el esmero del adolescente que por vez primera
posee un vehculo propio. Dentro del automvil viajan seis jvenes, casi
adultos, que cantan, ren, charlan y beben ilegalmente. Tres chicos y tres
chicas emocionados por el fin de semana que pasarn lejos de casa, el ltimo
que podrn disfrutar juntos antes de partir hacia la Universidad.
El ms entusiasmado es Freddy, fantico de las pelculas de horror y de
todo lo macabro, un muchacho bromista que no se toma nada en serio y a
quien sus profesores han augurado un brillante futuro como conserje. l y su
novia Nancy, que no se queda detrs cuando de meterse en problemas se trata,
son los cerebros detrs de esta expedicin. Luego est Jason, el taciturno y
rudo jugador de hockey. Le aburren los parloteos de Freddy sobre pelculas de
horror y heavy metal; l prefiere hablar de chicas, deportes, autos y cerveza.
Su novia Laurie, con cola de caballo y fleco de lado, es perfecta para l. Al
volante va Ash, el mejor amigo de Freddy y Jason desde antes de la pubertad.
Ash es un tipo tranquilo y de buen humor. En el asiento del copiloto va su
novia Sidney, una chica muy inteligente y estudiosa.
Su destino es una cabaa en medio del mismo bosque indmito que un
siglo antes fuera una vasta extensin de sembrados. Freddy supo de su
existencia por un pariente que se dedica a la restauracin de edificios
histricos y quien le dio la noticia de que pronto esa cabaa sera restaurada y
habilitada como parador turstico. Freddy decidi que era imperativo pasar el
261

fin de semana de Halloween en la cabaa antes de que el gobierno se


apropiara de ella.
Levantando una espiral de hojas secas, la camioneta atraviesa
velozmente el camino sin que sus ocupantes noten la presencia de un letrero
decimonnico, medio oculto por la hierba, que anuncia el nombre del pueblo
que alguna vez se asent por ah: All Saints Hill.
Por fin, despus de atravesar tramos cada vez ms agrestes y
descuidados, la camioneta se estaciona sobre la hojarasca frente a una cabaa
ruinosa color de lodo. Freddy es el primero en bajar.
-Ah la tienen! La casa de Michael Sullivan! La casa donde viva el
loco que ocasion la Matanza de Halloween hace cien aos!
-No entiendo qu tena de interesante ese tipo.- declara Jason,
desperezndose y estirando las piernas al bajar del vehculo.
-Ya te dije: era un escritor de cuentos de miedo que un buen da se
volvi loco y le prendi fuego al pueblo. Y eso sucedi esta misma noche
hace exactamente cien aos!
-Eran buenos sus cuentos?- pregunta el buen Ash, slo para fingir
inters en las pasiones de su amigo.
-Qu no ponen atencin a lo que les digo?- exclama Freddy llevndose
las manos a la frente en gesto de desesperacin con sus legos camaradas Nunca he ledo a Sullivan! Su nico libro no se public durante su vida y
apenas existe una oscura edicin de por all de 1920. Es inconseguible!
-Ya, ya.- le dice Ash No te alebrestes. Y cul es el plan?
262

-Primero, entremos a la cabaa.


Los seis jvenes se acercan a la vetusta y ruinosa estructura rebosante
de polvo y telaraas.
-La puerta es nueva.- seala Sidney.
-S.- dice Freddy Mandaron a renovar la puerta y todos los cerrojos
para evitar saqueos. Pero mi primo me dio esto.
Freddy saca triunfalmente una llave de su bolsillo, y con toda pompa y
ceremonia abre la puerta de par en par.
-Damas y caballeros, la casa de Michael Sullivan!
-Esto es una mierda.- murmura Jason por lo bajo, pero no lo suficiente
para que Freddy no lo escuche.
-Est todo sucio!- exclama Laurie -Dnde vamos a dormir?
-Para eso estn las bolsas de dormir, chica lista.- dice Nancy y Laurie le
dirige una mirada de murete, perra.
-Pero mira esto, el sitio est cubierto de polvo!- insiste Laurie.
-Ser divertido.- dice Ash, conciliador.
-Ser el mejor Halloween de nuestras vidas!- corrige Freddy.
-Bien- concede Laurie Supongo que Jason y yo podemos dormir en
el coche
-Oh, no, no, no, no, no.-exclama Freddy.
-Qu?
263

-sa es la cuarta regla para sobrevivir en una pelcula de terror: nunca te


quedes con tu pareja solo en un coche estacionado, de noche, mucho menos en
el despoblado.
-sta no es una pelcula de terror.- dice Ash.
-Cmo sabes?- insina Freddy con misterio en la voz.
-Deja de decir idioteces.- advierte Jason irritado.
-Es en serio.- insiste Freddy Los protagonistas de una cinta de terror
nunca saben que estn en una hasta que sin querer despiertan a un muerto que
los mata a todos.
-Pero las pelculas duran slo dos horas y nuestras vidas han durado
pues toda la vida.- seala Ash.
-No seas ingenuo, Ash.- replica Freddy Cuando empieza el film cada
personaje tiene recuerdos de toda una existencia. Y de pronto Son
sacrificadas en una orga de sangre y cuchilladas! Muajaja!.
-Eso es algo cruel, no?- dice Sidney pensativa Crear a un personaje y
dotarlo de un pasado en el que ha vivido y amado, sentido y pensado, slo
para ser vctima de un loco con un hacha. Todo lo que era una persona se
pierde porque un escritor o director quiere mucha sangre. El acto de la
creacin artstica es bastante cruel.
-Pues s.- dice Nancy sombramente Pero de la misma forma Dios es
cruel.
-No digas esas cosas!- suplica Laurie.

264

-De todos modos el verdadero villano no es el autor.- observa Freddy


sino el pblico que est vido de sangre y dispuesto a observar como un ser,
como t dices, con pensamientos, sentimientos y recuerdos, es borrado de la
existencia.
-Ya no hablen de eso, me da escalofros!- suplica Laurie.
-Bueno, de todos modos los personajes de pelculas de terror no son
muy profundos que digamos.- observa Sidney.
-Oh, los slashers s que lo son.- apunta Freddy.
-Qu es un slasher?- pregunta Ash.
-Es un asesino enmascarado que mata gente con un objeto
punzocortante.- explica Nancy -Como los de las pelculas de terror de hoy en
da.
-Ah sas no me gustan mucho.- comenta Ash A m me gustan ms
las que estn en blanco y negro, como aqullas en las que sala Edward Van
Tassel
-Bueno, basta de decir estupideces.- ordena Jason -Ya est
anocheciendo y yo todava estoy sobrio. Ash, aydame a bajar las cervezas del
auto. Y t, Freddy, ve preparando la hierba.
-A la orden, capitn!- contestan los aludidos al unsono.
Dicho y hecho, en poco tiempo se instalan dentro de la cabaa con
nevera, bolsas de dormir, algunas linternas y una radiograbadora de pilas con
una cinta de Mtley Cre, propiedad de Jason.

265

-Cuando acabe eso podemos poner a Cindy Lauper?- pide Laurie,


pero nadie le hace caso y Jason le calla la boca con un beso de lengua
profunda.
Freddy, Nancy, Ash y Sidney dejan a los trtolos fajando en la sala de
estar y se adentran, precedidos por los haces de un par de linternas, en los
pasillos hmedos y mohosos de lo que fuera la residencia Sullivan. Freddy y
Nancy no pueden reprimir la emocin que los embarga por estar en esa Meca
de la literatura de horror, mientras que Ash y Sidney slo se divierten con el
entusiasmo de sus amigos. El cuarteto entra, casi por casualidad, en la
biblioteca de Michael Sullivan.
-Wow!- exclama Freddy -Mira todos estos libros! Poe, Maupassant,
Bierce, Walpole, Le Fanu, Gautier, Bram Stocker Incluso hay de HP
Lovecraft y Clark Ashton Smith, que vivieron tiempo despus de Sullivan
Qu raro! Slo le faltan libros de Stephen King. Me pregunto Oh, s! Oh,
s! Aqu est! El horror a travs de los siglos del mismsimo Michael
Sullivan.
Freddy abre el reseco y amarillento volumen con euforia tal que casi lo
deshoja por completo. l y Nancy se apretujan a la luz de su lmpara para
echar unos vistazos a las polvorientas pginas que componen el mtico libro de
cuentos.
-Qu es tan especial acerca de ese libro?- pregunta Ash.
-Dicen que todos los que lo han ledo enloquecieron- responde Nancy
sin quitar la mirada de las palabras de un cuento titulado Samhain.

266

-Y que Sullivan predijo cosas bien locochonas, como la Primera Guerra


Mundial y la Bomba Atmica.- aade Freddy.
-De verdad?- dice Sidney con escepticismo.
-Eso tratamos de encontrar.- replica Nancy.
Freddy, impaciente, se aparta del libro y de la luz para explorar otros
volmenes, ms viejos y extraos, en un anaquel adjunto. Increble, est
lleno

de

libros

prohibidos

Liber

Eibonis,

Cultes

des

Goules,

Unaussprechlichen Kulten, Malleus Maleficarum, De Vermis Mysteriis


Wow! El mismsimo Necronomicon! Oh, y no slo eso, tambin est el
Necronomicon Ex-Mortis!
-Que no son el mismo?- pregunta Nancy.
-Me decepcionas, querida. El Necronomicon es el libro de los dioses
primigenios escrito por el loco Abdul Alhazred, mientras que el
Necronomicon Ex-Mortis es un libro sumerio de invocacin a Pazuzu y otros
demonios, y est escrito con sangre y encuadernado con piel humana
-Delicioso!- opina Nancy.
-Veamos qu ms hay Oh! Oh, vaya! Mira esto, mi amor: The
Infinite Night of All Hallows Evening! Este lugar es increble! Woha!
-Y qu hay con ese libro?
-No s mucho de l. Slo he odo que sirve para convocar la Noche de
Brujas Infinita.- Freddy abre el libro mientras Nancy deja el suyo y corre a
leer por encima del hombro de su novio -Veamos Hey, qu es esto? Es
latn?
267

-Djame ver.- pide Sidney y le ech un vistazo No es una especie de


pseudolatn
-Puedes leerlo?
-Claro- y empez.
Obscuritas cadet in terram,
hora media noctis circa est,
criature reptant in desideratum sanguis
per aterrare vicinarium vester.
Et meretrix reperitur
sine anima per demittire
debet committere Canem Inferni
et esse puter in cadaverem.
Peste abominabilis in aerem est,
func quaranta mille annis,
et atrix Ghli da omnis tumbam
admovent per consignare fatum tuom.
Et etiamsi pugnas per esse vivus,
corpus tuo incipit tremare,
enim nihil semplicis mortalis resister potet
Malum Thrillerum.

268

Cuando Sidney termina de leer, los cuatro muchachos guardan un


silencio seco y fro. El aire pasa con un silbido espectral y la madera de la
vieja casa cruje y rechina.
-Uy- musita Nancy Sent un escalofro.
-Mejor vamos con Jason y Laurie.- sugiere Ash Antes de que llenen el
suelo con secreciones sexuales.
-S.- acepta Freddy Ya revisar estos libros maana en la maana.
Ellos no lo saben, pero all afuera el fro de la noche arrecia, la luna
enrojece, la tierra tiembla con sutileza y un humor ectoplsmico emana de las
grietas del suelo. Ms lejos, en un huerto de calabazas que se mantiene con
vida muchos aos despus de haber sido abandonado por la mano del hombre,
las parras de estos vegetales se agitan y estremecen. Jack OLantern est por
despertar.
Los cuatro amigos encuentran a Jason y a Laurie casi desnudos, uno
sobre el otro, confundidos en abrazos y jadeos.
-Hey!- dice Feddy sin intentar contener una carcajada -No enfrente de
los nios!
-Mierda!- exclama Jason -No nos puedes dejar en paz?
-Mejor vmonos a la camioneta.- dice Laurie cubrindose los senos con
la chaqueta de su novio.
-Regla nmero uno para sobrevivir a las pelculas de horror!- les grita
Freddy mientras Jason y Laurie salen de la casa llevando sus ropas en
montones para tapar sus desnudeces -No tengas sexo!
269

Cuando la efusiva pareja se ha marchado, los restantes cuatro se sientan


en crculo y se disponen a disfrutar de la msica, la cerveza y la marihuana.
-Ya dijiste dos reglas para sobrevivir las pelculas de horror.- recapitula
Ash -Cules son la segunda y la tercera?
-La segunda es nunca beber alcohol y menos usar drogas.- ilustra
Freddy.
-Buuuu.- abuchea Nancy.
-La tercera es nunca quedarse solo, menos en un lugar oscuro y
tenebroso, como un bosque, y mucho menos decir Volver pronto, porque
entonces nunca volvers.- concluye Freddy.
-Entonces las pelculas de horror son muy mojigatas.- reflexiona Sidney
Se la pasan dicindonos a los jvenes que no cojamos, que no bebamos, que
no fumemos hierba, porque si lo hacemos un asesino enmascarado nos matar
a todos
-Por el contrario, mi amiga.- interrumpe Freddy emocionado Las
pelculas de horror nos entienden, porque saben que lo que queremos es coger,
beber y fumar hierba. El asesino representa la tirana del adulto represor. El
mensaje es muy claro: slo un psicpata asesino podra creer que coger, beber
y fumar son cosas que merecen el castigo de la muerte.
-Realmente te gustan mucho esas pelculas, verdad?- dice Sidney.
-Uy, no lo conoces.- comenta Ash.

270

-S, me encantan. Un da quisiera llegar a ser como George Romero, o


Wes Craven, o John Carpenter, o Tobe Hooper, o Sam Raimi, o John Landis,
o Tom Savini
-S, s.- dice Sidney con impaciencia Ya entendimos el punto.
A unos metros del prtico de la cabaa, los vidrios de la camioneta se
encuentran por completo empaados. Dentro del vehculo, Jason y Laurie
deshacen el nudo gordiano que formaban sus cuerpos.
-Otra vez terminaste muy pronto- reprocha Laurie mientras se
abotona la blusa a toda prisa.
-Ay, cario. Es que eres demasiado hermosa y ardiente Deberas
tomarlo como un halago.
-Aj.- musita ella con desinters.
Un silencio embarazoso cae sobre la an agitada pareja. Laurie haba
terminado de ponerse la falda mientras Jason an continuaba desnudo y
recostado en el asiento trasero del auto.
-Regresemos a la cabaa.- sugiere Laurie.
-No.- dice Jason Aqu estamos mejor.
-Yo quiero volver.
-Bueno, ve y treme una cerveza y un porro
La ventanilla estalla con la penetracin de una mano enguantada,
vidrios salen volando en todas las direcciones, Laurie pega un alarido al sentir
pequeos fragmentos que cortan su epidermis y Jason no tiene tiempo de
271

moverse para evitar que estocada tras estocada de una hoz filosa abran su piel
y hagan borbotar su sangre. Laurie observa cmo una mano sujeta a su novio
del cuello, mientras la otra lo acuchilla con el ritmo exttico de la hoz,
violadora de carnes e intestinos. No se le ocurre hacer otra cosa ms que
gritar, pero como Jason no puede moverse, ni gemir, ni respirar bajo el filo
curveado, Laurie resuelve salir del coche y huir del lugar. Podra correr hacia
la cabaa, pero para no dejar pasar el clich, en cambio huye hacia el campo.
Por el bosque otoal, spero y filoso, Laurie corre tan rpido como le
permiten sus pies descalzos. Las ramas puntiagudas le arrancan jirones de ropa
y dejan su piel a merced de la luna escarlata, pero Laurie no aminora la
velocidad de escape pues escucha los pasos firmes, pesados y lentos del
asesino que camina detrs de ella, cada vez ms cercanos. Como era de
esperarse, Laurie tropieza con una raz nudosa y cae de bruces al suelo. Al
incorporarse y mirar a su alrededor, se percata de estar en el huerto de
calabazas.
Con un estallido de velocidad imperceptible, cuatro parras retorcidas
salen disparadas desde la tierra, sujetan los brazos y piernas de la chica, y la
hacen caer de espaldas. Laurie grita. Parras se enredan en su cuerpo, le
arrancan la ropa y cortan su piel. Un zumbido agudo y reverberante abarrota el
aire. Laurie grita. Las parras separan lentamente las piernas de la chica contra
todo su esfuerzo y toda su voluntad. Unas ramitas juegan con sus senos, los
aprietan y respingan sus pezones. Laurie grita. Las piernas estn abiertas de
par en par. Una rama se dirige con toda violencia entre sus muslos. El huerto
de calabazas se riega con sangre y con la humedad an presente en la
entrepierna de la joven. Laurie gime.

272

-No, no, no.- insiste Freddy Las mejores pelculas de terror no son las
que muestran ms sangre y muertos o monstruos feos Es decir, no son las
que tienen slo eso. Tampoco son las que asustan mucho al pblico con un
buh sorpresivo acompaado de msica estridente. Cualquier idiota puede
hacer eso! Las mejores pelculas de terror son las que te dejan con una idea en
la cabeza, una idea aterradora en la que te quedas pensando incluso despus de
salir del cine
En ese momento se escuchan rasguos en la puerta de salida. Todos se
sobresaltan, especialmente Ash. Despus de un breve escalofro colectivo,
Freddy re una bocanada de marihuana y grita a quien est afuera:
-Jason, ya deja de joder!
Hay un breve silencio y de nuevo el murmullo de araazos dbiles,
suplicantes, atraviesa la madera de la puerta. Freddy se levanta y coge la
perilla.
-Preprense, chicos. El idiota de Jason nos querr gastar una broma
pesada.
Entonces abre la puerta de golpe y hacia dentro cae Laurie, con el
cuerpo casi desnudo cubierto de raspones y hematomas. Las chicas saltan
hacia atrs y Ash deja escapar un agudo grito de espanto. Freddy se asoma
hacia afuera y mira en todas direcciones antes de dar un portazo supersticioso.
Sidney se apresura a atender a Laurie.
-Laurie, por Dios! Qu te pas?- le pregunta, pero la chica herida
responde slo con murmullos ininteligibles.
-Qu dice?- pregunta Nancy.
273

-No s.- responde Sidney perpleja Laurie Jason te hizo esto?- pero
Laurie no contesta Nancy, aydame a levantarla. Tenemos que revisar sus
heridas y ponerle ropa decente.
-Mejor no traten de moverla; nosotros nos iremos a otro lado.- sugiere
Ash Es ms, vamos afuera, Freddy, a buscar a Jason.
-No creo que lo encontremos- insina Freddy, estupefacto.
-Vamos.- insiste Ash.
A regaadientes, o con los dientes castaeteando, que para efectos
prcticos es lo mismo, Freddy accede a salir de la casa en compaa de Ash.
Ambos se sorprenden al ver la zona cubierta por una densa neblina que les
impide dar con la camioneta. Cuando por fin la hallan, no encuentran en ella
ms que salpicaduras de sangre en todas direcciones y vidrios rotos en el
asiento trasero.
-Es sta una de tus bromas, Fred?
-Te juro por Dios que no.
-Cmo pudo pasar todo esto sin que oyramos nada?
Ambos creen escuchar susurros que provienen de la espesura, pero
ninguno se atreve a confesarlo.
-Mejor regresemos a la cabaa.- sugiere Ash.
-S-s. Vamos.
Se escucha un grito que proviene justo del lugar que Ash y Freddy hasta
hace medio segundo consideraban un refugio de los temores que rondan la
274

noche. Ambos muchachos vacilan unos segundos, pero Ash es el primero en


tomar la resolucin de correr a toda prisa de vuelta a la cabaa. Freddy lo
sigue slo un paso atrs, mas cuando llegan a la puerta la encuentran cerrada e
irreductible a todos sus esfuerzos. Adentro proliferan los gritos.
-Sidney! Sidney!- grita Ash temiendo por su chica.
-Nancy! Qu est pasando all?!- vocifera Freddy, pero de adentro
slo surgen algunos gritos y jadeos, ruidos como de una lucha, un portazo, el
rumor de algo pesado que se arrastra y, finalmente, silencio.
-Hay que derribar la puerta, Freddy! A las tres! Una, dos tres!
Como si nunca hubiese estado asegurada, la puerta cede bajo los
esforzados hombros de los muchachos, que caen de bruces al suelo. En cuanto
levantan la mirada ven a Sidney sentada y resoplando sobre una arcaica y
pesada credenza y ms al fondo, arrinconada, Nancy, que no deja de sujetarse
una mano por la que se desliza un delicado chorrito de sangre. Freddy se pone
de pie en seguida y corre hacia su novia, mientras Ash se acerca tremolante a
la suya y al mueble que le sirve como asiento.
-Qu diablos pas?- preguntan los dos jvenes casi al unsono.
-Laurie se volvi loca!- empieza a explicar Sidney.
-Me mordi! La maldita perra me mordi el dedo!- interrumpe Nancy,
ahora ms furibunda que asustada.
-Qu?- balbucen Ash y Freddy atolondrados.
-Estbamos ayudando a Laurie a incorporarse y vestirse- relata Sidney
cuando sbitamente cay al suelo como si se hubiera desmayado. Nos
275

acercamos a ella y de pronto despert y nos atac. Mordi a Nancy en el


dedo
-Casi me lo arranca! Perra!
-No la podamos controlar.- contina Sidney Era como si quisiera
comernos! Nos cost mucho trabajo, pero al final logramos hacerla caer por
un escotilln que encontramos en el piso y sobre el que puse esta cosa
-Pero por qu cerraron la puerta?- inquiere Ash.
-Qu? Nosotras ni nos acercamos a ella.
Despus de un instante de silencio, Freddy, plido y tembloroso, toma
la palabra.
-Bien, ya s qu hacer para ayudar a Laurie- dice y desaparece en la
oscuridad de la casa, para reaparecer instantes ms tarde con un gran trozo de
lea Okey, quiten ese armatoste y abran la escotilla
-Ests loco?- exclama Sidney -No sabes el trabajo que nos cost meter
a Laurie all!
-No te preocupes, todo va a salir bien
Ash y Sidney arriman el mueble, mientras Freddy y Nancy los
observan, uno con el garrote en la mano y la otra presionando su herida. El
escotilln queda al descubierto y los cuatro jvenes lo miran de fijo y a la
expectativa.
-Y ahora?- pregunta Ash.

276

-Laurie?- llama Sidney, pero nadie responde; de abajo de la puerta slo


llega silencio -Laurie?- repite su amiga y se acerca al escotilln.
Todo pasa en un parpadeo; el escotilln salta y de l emerge Laurie
lvida y cadavrica, siseando como gato y extendiendo los brazos hacia
Sidney, que pega un grito y se echa para atrs; Freddy no pierde el tiempo y
en cuanto aparece la cabeza de Laurie descarga sobre ella un golpe
contundente y luego otro, y otro y otro, hasta que el cuerpo sin fuerzas de
Laurie cae de nuevo por la escotilla, dejando tras de s un charco de sangre y
sesos digno de los ochentas.
-Pero qu carajo?!- exclama Ash.
-Te has vuelto loco?!- vocifera Sidney.
-Confen en m.- pide Freddy sin dar explicaciones y se acerca,
amoroso, hacia Nancy Ahora, cario, escchame bien, yo te amo y slo
quiero lo mejor para ti.- Nancy slo asiente con la cabeza Necesito que
entiendas lo que voy a decirte Tenemos que cortarte la mano
-Qu?!- grita Nancy de un empujn aparta a su novio, y corre a buscar
refugio entre Ash y Sidney.
-Ests loco, Freddy!- le espeta Sidney.
-Mataste a Laurie!- alla Ash como si acabara de darse cuenta.
-No, no. Escuchen Debe confiar en m.- suplica Freddy.
-Deja ese palo- le pide Nancy.
-Mira Freddy.- dice Sidney tratando de aparentar calma y cordura
Mejor t qudate aqu. Nosotros nos vamos al auto
277

-No estoy loco, maldita sea! Escuchen, he visto miles de pelculas de


horror, es como si toda mi vida me hubiese estado preparando para este
momento. Creo saber qu es lo que est pasando y tengo una explicacin muy
razonable para todo esto. Y lo que pasa es que Por qu me miran as?
En su excitacin Freddy no ha escuchado los pasos lentos y ominosos
que se acercan. Sus compaeros se quedan atnitos e inmviles cuando ven
aparecer una figura detrs de l. Es un hombre engalanado con un elegante
traje del siglo diecisiete, que porta en una mano una hoz y en la otra una
linterna. Es un hombre con cabeza de calabaza. Es Jack OLantern.
Freddy se voltea y alcanza a decir Oh, mierda.
Jack OLantern levanta en el aire la linterna y la deja caer con toda su
fuerza sobre Freddy, que al instante queda envuelto en llamas rojas y
rugientes. Freddy grita como jams crey que gritara en su vida y, consumido
por el dolor y el fuego, se arroja por una ventana para perderse en la noche.
-Freddy!!!- exclama Nancy y quiere correr hacia l, pero sus amigos,
tan aterrados como ella, pero menos perturbados, la sujetan de los brazos y la
arrastran fuera de la casa.
Los tres jvenes corren hacia la camioneta y se suben a empujones. Ash
se sienta en el asiento del conductor, Sidney se queda atrs con una Nancy
destrozada en llanto.
-Dnde estn las llaves?- pregunta Ash desesperado.
Afuera

del

vehculo, Jack

OLantern

se acerca lenta, pero

constantemente; su capa ondea con el viento, sus botas levantan las hojas

278

secas con cada paso y su hoz hace acrobacias entre sus manos, como si
saboreara el miedo en el aire.
-Las encontr!- exclama el buen Ash, triunfante, pero el sentimiento de
gozo se esfuma cuando el vehculo no enciende Mierda, mierda, mierda.
La hoz de Jack OLantern entra por la ventana rota. Nancy y Ash gritan.
Sidney ordena Vmonos, vmonos.- y todos se arrastran hasta el extremo
opuesto del auto y escapan por all.
Los tres adolescentes huyen hacia el nico lugar posible, el bosque.
Corren a toda velocidad sin mirar atrs. Las ramas de los rboles hacen
estragos en los atuendos de Sidney y Nancy y los reducen a jirones, pero no
ms de lo que sera conveniente. Despus de un tiempo literalmente sin
medida, ven en la distancia una luz solitaria y resuelven seguirla. Exhaustos y
sin aliento, llegan hasta una cabaa junto a un muelle en un lago.
-Qu es este lugar?- pregunta Ash.
-Parece ser una especie de campamento- seala Sidney.
-Creen que ya estemos lejos de esa cosa?- inquiere Ash en busca de
una respuesta esperanzadora, pero Nancy est muy dbil para contestar y
Sidney simplemente no tiene ganas.
-Veamos si hay alguien.- dice Ash.
Los tres chicos rodean la casa hasta encontrar una puerta. Est cerrada.
Ash la empuja con todas sus fuerzas. No cede.
-Vamos chicas, aydenme.
-No puedo me siento muy dbil- gime Nancy.
279

-Yo te ayudo!- se ofrece Sidney.


La puerta se abre y revela un cuchitril oscuro repleto de trastes
herrumbrosos. Ash y Sidney entran con cautela, seguidos por Nancy.
-Cuidado!- advierte Sidney; Ash haba estado a punto de caer por una
trampa en el suelo.
-Eso estuvo cerca Y ahora qu hacemos?
La habitacin se oscurece; algo bloquea la luz sangunea de la luna
llena. Los chicos se vuelven y ven al hombre con cabeza de calabaza en el
umbral de la puerta.
-Corran!- ordena Ash y las chicas no dudan en obedecerlo.
Nuestro valiente pero tembloroso hroe se planta frente al asesino,
blandiendo sobre su cabeza una barra de hierro oxidada que ha cogido de
improviso. Con un rpido movimiento de la hoz, Jack OLantern corta de tajo
la mano de Ash y ste, ms perplejo e incrdulo que adolorido, pierde el
equilibrio y con un grito estpido cae dentro de la sima de la que momentos
antes lo haba salvado su novia.
-Ash!!- exclama ella, que desde el otro extremo de la cabaa se haba
volteado a ver el desarrollo de la lucha titnica entre su campen y el asesino
enmascarado.
-Vamos!- la insta Nancy, a quien, vindose privada de su galn, poco le
importa el destino que sufran los de otras -Quita las barras de esta ventana!
Yo ya no tengo fuerzas.

280

Sidney, con lgrimas mugrientas que se mezclan con el sudor de su


cara, abre, casi de forma automtica, la ventana y antes de que Jack OLantern
se aproxime, las dos jvenes escapan de all.
Ahora se encuentran frente al muelle. No hay a dnde correr. Miran en
derredor, confusas, desamparadas, sin saber qu hacer. Cuando escuchan
pasos que se acercan, ambas corren en direcciones opuestas, y cada una, al
doblar sendas esquinas de la cabaa, se topa con alguien diferente. Sidney se
encuentra con el asesino, que se acerca a ella con el andar seguro y prepotente
de quien tiene una hoz y una cabeza de calabaza. Pero de pronto un hombre
llega desde las sombras blandiendo un machete y embiste a Jack OLantern
con todas sus fuerzas. La hoja del arma atraviesa el vientre del asesino y sale
por su espalda. El hombre con cabeza de calabaza cae al suelo, y el otro,
victorioso, se vuelve hacia Sidney. Es Jason, vestido con no ms que un
pantaln harapiento.
-Jason!- exclama Sidney alegre para luego horrorizarse al notar las
mltiples cortadas que cubren el pecho de su amigo -Qu te pas? Cmo
llegaste hasta aqu?
-Ya habr tiempo para explicaciones. Vamos, hay una lancha de motor
amarrada en el muelle y creo que tiene combustible.
Los dos jvenes caminan a toda prisa hasta toparse con Nancy, quien
despus de haber encontrado a Jason haba permanecido sentada junto al
muelle.
-Vamos!- ordena Jason y Sidney trata de ayudar a su casi moribunda
amiga a levantarse, pero sta no tiene ya ms fuerzas y se desvanece.

281

-Debemos llevarla!- ruge Sidney.


-No hay tiempo, vamos!- casi a rastras, Jason lleva a Sidney hasta la
lancha -Sabes manejar esta cosa?- le pregunta, pero ella, sobrecogida por los
horrores de esta noche de serie B, no puede reunir la cordura suficiente para
responder
-Contesta, mujer!- insiste Jason.
Sidney levanta la mirada, abre los ojos de par en par y emite un alarido Jason, detrs de ti!
El aludido se vuelve y ve, de pie sobre el muelle, a Jack OLantern, an
con el machete atravesado en el torso. El asesino coge el arma por la
empuadura y la extrae de entre sus carnes con lentitud exquisita, como si
quisiera que sus vctimas disfrutaran del sonido que produce el metal al pasar
por sus entraas no-muertas. Luego, con la destreza de un cirujano y la
velocidad de un espadachn experto, decapita limpiamente a Jason antes de
que ste pueda siquiera decir una palabrota. El cuerpo y la cabeza de la joven
promesa del hockey caen por lados opuestos del muelle.
Entonces Jack OLantern vuelve su atencin hacia Sidney que,
agazapada en el fondo de la lancha, espera a que el asesino acabe con ella ya
sea con hoz o con machete. Pero l quiere disfrutar el momento, y camina con
toda la lentitud posible para hacer resonar los tacones de sus botas sobre la
madera y as deleitarse con el horror de su pobre vctima. Tras largos
segundos cuya nica funcin es aumentar el suspenso, Jack OLantern llega
hasta Sidney, levanta la hoz en el aire y

282

Ruge un motor de gasolina a y el brazo asesino cae cercenado al agua.


Jack OLantern se voltea y Ash, con una motosierra adherida en el mun de
la mano perdida, le corta el otro brazo. Desarmado, Jack OLantern no puede
evitar que Ash, furioso, rebane tambin su cabeza vegetal. No contento con
haber desmembrado y decapitado al monstruo, Ash, en estado berserker
totalmente contrario a su naturaleza, se complace en reducir el cuerpo del
asesino a trozos diminutos e irreconocibles.
-Muere! Murete, maldito hijo de puta!- brama Ash y sus gritos se
confunden con el rugido de su motosierra.
Una vez que su afn carnicero est satisfecho, Ash apaga el motor y se
ocupa de Sidney, la ayuda a salir del bote y le da un beso en la frente.
-Ha acabado todo?- pregunta ella.
-No lo s.- responde Ash Pero mejor nos alejamos de este lugar.
La joven pareja atraviesa el muelle, mientras un sol trmulo y medroso
comienza a asomarse en el horizonte ms all del lago.
-Vamos a casa- dice Ash.
Pero en eso, Nancy aparece de la nada, lvida y cadavrica, siseando y
abriendo la mandbula como el depredador que se lanza sobre una presa. Ash
hace una maniobra y la motosierra, que ahora es una parte ms de su cuerpo,
decapita a la otrora amiga y compaera de estudios.
-Vaya.- dice Ash, con una sonrisa Me estoy volviendo bueno con esto.
el joven se da el lujo de resoplar y dar un suspiro de alivio; con el brazo sano

283

atrae a su novia hacia s y proclama triunfalmente bajo la luz del sol matutino
Creo que ahora s ya termin todo.
-No lo s- dice Sidney, dubitativa Siento que an hay algo ms
aqu.- Sidney otea en todas direcciones, Siento una presencia Algo muy
perverso y degenerado que nos observa- se detiene, reflexiona y entonces
te ve Claro, eres t, no es cierto?- te impreca T eres la causa de este
horror! Maldito enfermo!
Pues en efecto eres t, lector, el culpable de toda esta abominacin de
bajo presupuesto; t que buscas entretener tus horas ociosas con el horror y el
sufrimiento de personajes inocentes que ningn dao te han hecho; y Sidney,
furiosa e impotente, te reprocha -TE ESTS DIVIRTIENDO, CABRN?!!
TE ESTS DIVIRTIENDO?!!

284

Volumen VI
El Fin de los Tiempos

285

EL HLITO DEL DESIERTO


Norte de Mxico, principios del Siglo XXI
Despus de muchos aos por fin pude hacer realidad el sueo de tener
mi propio negocio. Era un restaurante-bar familiar de mariscos, muy bonito,
con techo de palma, sillas de plstico y mesas de latn. Siempre haba msica
viva y mand poner televisores para que mis clientes no se perdieran los
partidos de futbol. Yo mismo era el chef y disfrutaba mucho mi trabajo.
Constru el restaurante en la misma calle que mi casa, para poder estar cerca
de mi esposa y mis hijos mientras trabajaba.
Una noche, dos semanas despus de haber abierto mi negocio, me
levantaron. Como siempre, me desped de los empleados que se haban
quedado a limpiar y sal del restaurante con la intencin de caminar hasta la
casa. No haba andado un par de metros cuando sent un fuerte golpe en la
cabeza y todo se puso negro. Cuando recuper la conciencia estaba atado de
manos, amordazado y encapuchado. Por el movimiento supe que estaba en
algn vehculo que viajaba a gran velocidad. Empec a rezar en mi mente.
De pronto el vehculo se detuvo, o que se abri la portezuela y fui
jalado con violencia fuera del vehculo y despus arrojado al suelo. Me golpe
la cara contra una piedra y la sangre man de mi mejilla. Haca mucho fro.
Entonces me quitaron la capucha. Tirado boca abajo y amarrado, lo nico que
poda ver eran pies calzados con botas vaqueras que iban y venan frente a m.
Mir hacia mi derecha y vi a otro hombre igualmente atado y amordazado. A
mi izquierda haba uno ms. Alguien me dio una patada en las costillas; chill
bajo la mordaza.

286

-Qudense quietos.- dijo alguien y a la orden sigui una retahla de


insultos.
Nos tuvieron as, echados en el suelo por no s cunto tiempo. Yo
estaba seguro de que morira y no dejaba de sufrir por mi esposa y mis hijos.
Trataba de rezar, pero el miedo no me dejaba. El viento ululaba fro y a lo
lejos escuch el aullido de un coyote. Estaba en el desierto.
-Al que se mueva me lo chingo.- dijo una voz seguida por una rfaga de
disparos que hizo que el alma se me encogiera. El hombre de mi izquierda
estaba llorando. Alguien se ri a carcajadas.
-A ver, a ver. Qu tenemos aqu?- se oy una voz con autoridad.
-stos son los nuevos. Y se de ah es el pendejo que no pag y fue con
los policas.
-Pos les vamos a dar una calentadita.
-Jlenle, pendejos! Levntense!
Me jalaron del cabello y como pude, me puse de rodillas. A todos nos
pusieron de rodillas. No caba duda, estbamos en el desierto. Los matorrales
y las rocas se extendan en todas las direcciones. No se vean construcciones a
la redonda y no tena idea de a cunta distancia estbamos de la ciudad. Estaba
amaneciendo.
-Miren, hijos de la chingada.- dijo un tipo altsimo, moreno, fornido,
quijadn y bigotudo, que usaba lentes oscuros y sombrero tejano As van a
estar las cosas. Ustedes nos van a pagar una cuota mensual. Si no, pos se los
carga la chingada. Entienden?
287

Asentimos. Debo admitir que sent alivio: no me iban a matar. Ya haba


escuchado que en otras ciudades los narcos hacan esto de levantar a las
personas por unas horas y luego dejarlas libres. Slo deba esperar a que
acabara la pesadilla. El hombre del sombrero dio una orden y los dems
trajeron y asentaron frente a nosotros a un individuo regordete. Le haban
atado las manos detrs de la espalda con un alambre de pas y estaba cubierto
de moretones y cortadas.
-Este pinche culero no pag y nos quiso acusar con la tira. Ahorita lo
vamos a usar de ejemplo, pa que vean lo que les va a pasar si no pagan.
Entonces acostaron al pobre hombre, lo sujetaron entre dos de los
narcos y un tercero se apareci con una segueta. Pens Virgen santa, no. El
narco agarr los cabellos del hombre, coloc el filo de la segueta sobre su
cuello y empez a serruchar. No quise ver.
-Abre los ojos, pendejo, o te chingo aqu mismo!- me dijo alguien y me
dio un culatazo en la cabeza.
Tuve que verlo todo. La mordaza del pobre hombre no alcanz a cubrir
un grito de horror y agona. La sangre sali con tanta fuerza que nos cubri a
todos. Ya que se muera, suplicaba en mi mente. Pero no se mora. Entonces
la segueta lleg al hueso y pude escucharlo; jurara que poda hasta oler el
hueso siendo serruchado. El hombre a mi izquierda se vomit y la mordaza
contuvo el vmito dentro de su boca. El narco termin de serruchar, levant la
cabeza del muerto para que todos la viramos y luego la arroj hacia m. La
cabeza me golpe con fuerza en el estmago para luego caer al suelo y rodar
por la arena. Luego me empujaron y qued de nuevo tumbado boca abajo.
-Ya nos los llevamos?
288

-No, djalos as. Que les d un poco el solecito.- y se ri.


Y as nos tuvieron tirados en el polvo hasta bien avanzada la maana. El
sol me quemaba como si hubieran puesto fuego sobre mi piel. La sed era
insoportable. No vea final para esta pesadilla. Alguien dijo con voz menos
amenazante que las que haba escuchado hasta el momento:
-Ya, tranquilos. Si hacen lo que se les dice, no les va a pasar nada. A
ver, t eres el de la farmacia. Vas a dar tres mil varos. T, el del lote de autos,
diez mil. T, el del restaurante, cinco mil- y dej de escuchar.
Al poco rato me volvieron a poner la capucha y me subieron al
vehculo. No s cunto tiempo estuvo en movimiento, pero cuando finalmente
se detuvo, me cortaron las amarras, me quitaron la capucha y me sacaron a
golpes del auto. Por fin lo pude ver, era una camioneta negra con vidrios
polarizados. Me bajaron en una calle desconocida para m y as, todo
golpeado, tuve que buscar la forma de regresar a mi casa. Por fin llegu y me
sent a salvo. Mi esposa estaba muerta en vida por la preocupacin. Cuando le
cont lo que haba pasado se ech a llorar. Convenimos no decir nada a los
nios.
Al mes exacto de lo sucedido dos pistoleros llegaron al restaurante a
cobrar, a pleno da, sin importarles quin los viera. En cuanto entraron, todos
mis clientes se quedaron mirando hacia abajo. Les pagu el dinero que tena
separado desde el da en que me levantaron. En cuanto se fueron me met al
bao y me puse a llorar.
Al da siguiente hubo una balacera frente a la escuela de mis hijos.
Murieron cinco soldados y arrestaron a dos narcos. Cuando llegu a casa el
Presidente estaba en televisin anunciando lo bien que iba la guerra contra el
289

crimen organizado. Dos das despus apareci muerto un comandante de la


polica; haba sido torturado y quemado vivo.
Las historias de terror se multiplicaron en cuestin de das. Un taxista se
atrevi a sonar el claxon a una camioneta que se le haba atravesado; de las
ventanillas se asomaron los caones de unas ametralladoras y el taxista muri
bajo una lluvia de balas. Una noche, un grupo de soldados del ejrcito
mexicano entr a un campus universitario siguiendo la pista de unos hombres
armados; en la oscuridad, mataron a unos estudiantes de posgrado que se
haban quedado trabajando hasta tarde. Un campamento de scouts fue asaltado
por tipos armados; todas las mujeres, adolescentes o nias, fueron violadas.
Un grupo de soldados abri fuego contra un vehculo que se haba pasado un
retn; al hacerlo, mataron a una familia de seis.
Pasaron algunos meses, y lleg de nuevo el momento de pagar mi cuota
y los dos pistoleros visitaron mi restaurante. Despus de haberles pagado,
como ya me haba habituado a hacer, y mientras uno de ellos contaba el
dinero, el otro me dijo:
-Mira, a partir del prximo mes va a ser diferente. Aparte de los cinco
que ya nos das, nos vas a comprar diez mil de coca, as que ve juntando la lana
de una vez. Luego t ve qu haces con la coca, si la tiras o la vendes. Lo que
decidas es muy tu pedo. Pero nos vas a estar comprando los diez mil cada
mes. La puedes vender al precio que quieras, puedes hasta recuperar tu lana y
ganar ms. Por m, puede vender la droga aqu en tu restaurante. Puedes
vender a todas horas, puedes vender a los morritos la polica no te va a
molestar, eso te lo aseguramos nosotros. Entendiste? Bien, nos vemos en un
mes.

290

No tuve ms remedio que aceptar. Cuando volv a casa, le cont a mi


esposa. Despus de un rato de temeroso silencio, dijo:
-Bueno, al menos si vendes la droga a buen precio puedes sacar buen
dinero.
Esa misma noche el Gobernador anunci en televisin que el ejrcito
estara patrullando la ciudad para cuidar a la ciudadana de la amenaza del
crimen organizado. Para ello, se instalaran ms retenes y se dara a las fuerzas
armadas la facultad de realizar cateos en casas particulares sin necesidad de
una orden judicial. Unos das ms tarde, la ciudad estaba inundada de
militares, como otras ciudades ya lo estaban desde haca tiempo. En una
ocasin me detuve en un retn para que los soldados registraran mi auto en
busca de armas o drogas. Lo que encontraron fue una revista de stira poltica
que lea mi hijo adolescente.
-Mire lo que encontr sargento.- dijo un soldado extendiendo la revista
a su superior.
-Aj. Conque revoltoso, eh?- dijo el sargento, que hasta entonces haba
sido muy amable, y me dio un cachazo en la frente con tanta fuerza que ca
sangrando al suelo.
-Levntate, pendejo.- dijo un soldado al tiempo que me jalaba de los
cabellos.
-Ya.- orden el sargento A ver si ahora vas cuidando lo que lees.
Lrgate.
Sub a mi auto y volv a mi casa. No dije nada a mi familia. La noche
siguiente, alguien llam a mi puerta y me apresur a abrir. Eran unos soldados
291

que venan a catear mi casa. Ni caso tena pedirles explicaciones, nada ms


entraron y empezaron a revolverlo todo. Abrieron todas las gavetas y los
armarios y vaciaron todos los cajones. Manosearon a mi esposa y se llevaron
todas las alhajas y objetos de valor que pudieron cargar. Cuando se fueron mi
esposa se ech a llorar histrica en medio del tiradero que haban dejado.
-El prximo mes esos- aqu cambi los gritos por susurros Esos
tipos te van a dar los paquetes Qu vamos a hacer con estos cateos? Si no
nos matan los narcos, nos matan los soldados.
-No se puede vivir as. Tenemos que irnos.
-A dnde? Y con qu dinero?
-Ya nos arreglaremos. No vale la pena vivir as Nos iremos lo ms
lejos posible. T tienes una prima que vive en Yucatn, no?
-S, pero hace aos que no le hablo. No s ni dnde est su casa, ni
cmo contactarla, o si todava vive all.
-No importa. Lo puedes averiguar con tu familia, alguien debe saber.
Quiero que maana o a ms tardar pasado maana t y los nios se vayan de
aqu. Yo me quedo a vender el restaurante y la casa, y cuando los haya
vendido, los alcanzo.
Lo hicimos segn el plan. Mi esposa contact a su prima y a los tres
das se fueron al sur con todo lo que pudieron llevar. Ahora slo quedaba
vender el restaurante y la casa. Tena dinero suficiente para pagar a los narcos
dos meses ms, as que me mantuve relativamente tranquilo. Pero una noche,
al salir del restaurante, me levantaron otra vez. En esta ocasin no me
golpearon hasta dejarme inconsciente; queran que estuviera muy despierto.
292

Me golpearon en las costillas y en los riones, me amordazaron y


encapucharon y me amarraron las manos con un alambre. Durante las horas
que me tuvieron dando vueltas en su vehculo, me hicieron varias cortaduras
con algn filo delgado y me dieron choques elctricos con un aparato que
nunca vi. Cuando el vehculo se detuvo, me arrojaron fuera de l y me dejaron
tirado boca arriba sobre la arena. Supe que estaba de nuevo en el desierto y
que iba a morir. Luego se dedicaron a darme de patadas. Nunca haba sentido
un dolor tan fuerte como cuando se me rompieron las costillas.
Sent el fro nocturno del desierto y cmo dio lugar a una brisa calurosa
cuando amaneci. Pronto el calor se volvi insoportable y el sol, incluso a
travs de la capucha negra, me abrasaba la piel. Le peda a Dios que me dejara
morir antes de que me serrucharan la garganta. Despus de un rato escuch
llegar un vehculo que se detuvo muy cerca de m.
-Y ahora, qu tenemos aqu?
-ste es el pendejo que se quera pelar. Estos dos son nuevos.
-Muy bien. Agrrenme a este cabrn. Ahorita lo vamos a usar de
ejemplo.
Me agarraron de los pelos y me obligaron a ponerme de rodillas. Me
quitaron la capucha y vi a los dos pobres diablos arrodillados frente.
-A ver, a ver.- dijo el bigotudo de sombrero -Conque te queras
escapar, pendejo? Pues ni madres! Del Infierno nadie se pela! A ver qu
vamos a hacer contigo?
Cre que estaba a punto de desmayarme, porque frente a mis ojos todo
se puso nublado, como si estuviera viendo a travs de un cristal hmedo.
293

Luego pens que deba ser el vaho del desierto. Pero vi que ese vapor invisible
tena forma, una figura imposible de describir. Frente a mis ojos, esa nube de
distorsin rode al hombre del sombrero y lo levant en el aire.
El narco peg un chillido agudo cuando esa cosa le arranc los dedos
uno por uno. La sangre sali a chorros y cubri el aire como aerosol rojo.
Despus de los dedos, el hombre del sombrero perdi los dientes y los ojos.
Con mucho esfuerzo me puse de pie. El resto de los presentes, narcos y
vctimas, miraban inmviles la escena. Cuando el monstruo dej caer el
cuerpo sin vida del hombre del sombrero, se fue sobre los otros tres. Uno de
ellos le dispar a la cosa transparente, pero las balas la atravesaron y en
cambio le dieron a uno de sus compaeros. El monstruo agarr al de la pistola
y lo estruj y aplast hasta convertirlo en una masa informe que chorreaba
lquidos marrones. El sicario que quedaba haba echado a correr, pero esa cosa
lo alcanz pronto. No me qued para ver qu suceda y corr hacia el lado
contrario.
Llevaba un rato corriendo cuando escuch un alarido; el monstruo deba
estar matando a los hombres amarrados. Segu corriendo a la vez que rezaba,
no s por cunto tiempo. Cuando no pude correr ms, trot, y despus segu
andando con tambaleos. La debilidad me hizo tropezar y ca entre unos
matorrales, para encontrarme con la cara a slo unos centmetros de un dragn
de Gila. Tem que este lagarto venenoso me rematara, pero la bestezuela me
ignor y sigui su camino arrastrndose por la arena. Con muchsimo esfuerzo
me puse de pie y segu caminando. No pude dar muchos pasos antes de caer
una vez ms. Quera morir cuanto antes, no poda soportar ya el dolor, ni el
calor, ni la luz, ni la sed, ni el miedo. Frente a mis ojos vi la ondulacin, la
cosa transparente, y cerr los ojos para enfrentar mi destino.
294

Pero nada pas. Abr los ojos y la distorsin segua frente a m. Era slo
el hlito del desierto. Sent una mano clida en mi hombro y frente a m
apareci un venerable rostro de bronce surcado por numerosas y sabias
arrugas. Era un viejo indio que me ayud a levantarme y me llev a su pueblo.
Al fin estaba a salvo.

295

LA NOCHE INFINITA DE TODOS LOS SANTOS


Aqu, ahora.
Jorge

Luisiano

Bojrquez,

reconocido

profesor

retirado de la Universidad de Todos los Santos, fue


hallado

muerto

aparentemente

en

su

casa

vctima

de

la
un

noche

de

homicidio.

antier,
Se

le

encontr reclinado sobre su escritorio, ya sin vida,


y con herida en el pecho, en apariencia producto de
un arma punzocortante. La polica declar que no se
ha

localizado

el

arma

ni

se

han

detenido

sospechosos.
Conocidos del fallecido indicaron que desde su
retiro

el

profesor

bibliotecario

se

haba

convertido en un recluso y an ms desde que quedara


ciego,

aproximadamente

un

ao

atrs.

Bojrquez

habitaba en una vivienda modesta, repleta de libros


de pared a pared y de piso a techo, y tena poco
contacto con el mundo exterior. Viva de su pensin
y, hasta antes de la ceguera, de eventuales encargos
que le hacan instituciones e investigadores, cuando
se

trataba

de

encontrar

informacin

difcil

documentos raros.
En el escritorio sobre el que estaba el cuerpo
del profesor se encontraron varias hojas de papel
manuscritas

un

cuaderno
296

en

el

que

Bojrquez

evidentemente estaba escribiendo algo cuando ocurri


su deceso. Segn Eloy Cceres, colega de Bojrquez,
ste trabajaba desde haca tiempo en la traduccin
de un volumen conocido como The Infinite Night of
All

Hallows

difcil

de

Evening,

ttulo

encontrar,

adquirido

un

par

cuestin

no

fue

de

en

que

aos

extremo

el

atrs.

hallado

en

difunto
El

la

raro

haba

volumen

vivienda

en
del

acadmico.
La

polica,

con

auxilio

de

Cceres

otros

expertos, analiz los papeles y el cuaderno en busca


de pistas, pero no pudieron hallar nada concluyente.
Las notas en los papeles eran dispersas, inconexas y
del

todo

carentes

pudieron

de

encontrar

traducidos

del

sentido.

lo

libro,

que

En

el

deben

intercalado

cuaderno

ser
con

se

extractos
notas

del

propio Bojrquez y, lo ms extrao, fragmentos de lo


que parece ser un texto de creacin literaria, cuya
relacin con el resto de los materiales no ha podido
ser dilucidada. Adems, el cuaderno qued manchado
con la sangre del difunto, por lo que la mayor parte
de su contenido resulta ilegible.
Para

inters

de

esta

gaceta

universitaria,

continuacin se transcriben textualmente los pasajes


rescatados del cuaderno de Jorge Luisiano Bojrquez,
es decir, aqullos que an eran legibles:
297

Dioses, ngeles, demonios, espritus, fantasmas,


hadas, duendes, monstruos, dragones sos son los
nombres, los conceptos y las imgenes con que hemos
revestido ciertas ideas captadas vaga e intuitivamente
con nuestra conciencia colectiva, la inteligencia de
nuestra especie Ideas, o ms bien nociones de seres,
entidades, fuerzas cuya naturaleza escapa a nuestra
comprensin.
Y por qu habramos de comprenderlas? Nuestra
inteligencia est determinada por nuestra naturaleza
animal, orgnica, material y tridimensional. Nuestra
inteligencia evolucion lo mejor que pudo a partir de
orgenes muy humildes. Pero ms importante que ello,
se desarroll como una ventaja evolutiva que nos
permitiera, como especie, sobrevivir y adaptarnos. No se
supone que pueda ser capaz de penetrar los misterios
del universo. Por qu habra de desarrollar esa
capacidad un simio que desciende de un lagarto que
desciende de un pez que desciende de un gusano que
desciende de una molcula que por puro azar un buen
da pudo replicarse a s misma?

298

Y sin embargo, por azares de la evolucin nos


hicimos capaces de captar, apenas de intuir, ciertas
nociones extraas y lejanas que se relacionan con la
realidad multiversal del cosmos y del caos, y para
pretender que las entendemos con nuestra mente
animal, las revestimos con nombres y conceptos que se
ajustan a lo que podemos imaginar. Pero la realidad
est muy lejos de nuestra comprensin.
Regresas a casa con el nimo inquieto, asustada por los recuerdos,
temerosa de las pesadillas que te pueda deparar la noche. Por qu tenas que
escuchar esas historias de espanto? Sabes muy bien que siempre te alteran, te
dejan alerta, con una sensacin de agujero negro en el estmago y de gusanos
reptantes en la espalda. Estpidas historias de fantasmas y embrujos y
apariciones dizque reales que cuentan otros nios. Como esas historias de
rostros que de pronto se asoman las ventanas de casas vacas cuando los nios
caminan por calles solitarias. O esa ancdota de la nia que lea un libro ya
muy tarde por la noche (una noche como sta), cuando de pronto sinti un
aliento helado en nuca, se volvi y vio de frente a s una cara plida y severa.
Ella grit, cerr los ojos y, cuando los volvi a abrir, ya no haba nada, pero
por una semana entera no pudo dormir en su cuarto. O el relato de aquel otro
nio, que por quedarse viendo televisin, se meti a baar despus de la media
noche y, mientras se lavaba el cabello, escuch unas carcajadas que venan
detrs de la cortina de bao. No dicen que quedarse despierto y solo a
deshoras es la peor de las ideas? Tambin a los adultos les pasan esta clase de
cosas, como al pap de una amiga, que un da, al abrir su armario, vio algo
299

dentro, que nunca supo describir, en esa misma casa donde las cosas siempre
cambian de lugar cuando no las miran y en la que, por alguna razn, el gato
tiene pavor de entrar a la cocina.
En esto vas pensando conforme pasas por el prtico, atraviesas la sala
de estar, subes la escalera, caminas por el pasillo y llegas a tu cuarto, ese lugar
oscuro y aislado en el que tienes que pasar sola todas las noches. Y si al abrir
la puerta encuentras una sombra sentada en tu cama? Y si al abrir tu armario
algo te salta encima? Bah, tonteras! Nunca te ha pasado algo as, por qu
habra de ocurrirte justo esta noche? Entonces recuerdas lo que dijo ese otro
nio, que cuando hablas de estas cosas, o lees sobre ellas o siquiera piensas en
ellas, es como invocarlas, llamarlas, y mientras ms presentes estn en tu
mente, ms cerca estn de ti, rondndote. Por ello, haces todo lo posible por
borrar esas historias de tus recuerdos. Pero no puedes. Vas al cuarto de mam
y te quedas ah platicando sobre banalidades, slo para hacer tiempo antes de
tener que enclaustrarte en tu propia habitacin. Pasa media hora y entonces
ella te enva a tu recmara. No quieres ir, de modo que bajas con el pretexto de
servirte un vaso con agua. Pero all, abajo, en una cocina envuelta en tinieblas,
sientes miedo de nuevo. Caminas tensa, sin mirar atrs, con los brazos y las
piernas tiesos, como engarrotados. Llegas al pie de la escalera. No quieres
voltear hacia atrs. Te echas a correr. Sientes que algo te persigue. No mires
atrs. Corres ms a prisa. Te va alcanzar! Llegas arriba, miras la escalera. No
hay ms que oscuridad Estpidas historias de ese nio estpido.
El poder de las Blasfemias estriba en su capacidad de romper el
orden establecido por el Demiurgo, que retirado desde hace eones, como
primer motor csmico se limit a darle orden al universo y a dejarlo tal
cual, funcionando como un mecanismo de relojera, perfecto, perfecto,
300

predecible por toda la eternidad, una maquinaria en la que no tiene


cabida nada que no sea medible, que no sea cuantificable, que no se ajuste
a un plan ideado por el Pensamiento puro, por la Razn pura para la
existencia total del tiempo y del espacio, hasta que por las propias leyes
que lo forman se enfre, colapse, estalle de nuevo una y otra vez en un
ciclo interminable, todo natural, tan natural
Pero el Demiurgo, en su fantasa de racionalidad, ha expulsado a
los ms oscuros rincones de su mente a aquellos elementos que en tiempos
anteriores al tiempo lo hicieron crear un Caos (no un cosmos) sin reglas,
ni lmites, sino por pura improvisacin y capricho, y esos elementos que
son tan de s como s mismo, estn ah, acechando, listos para regresar
con toda su fuerza, para pesar de este mundo creado con leyes arbitrarias
de la lgica y la fsica.
Pues el Demiurgo suea que es racional y benvolo, pero en
realidad sas son slo sus fantasas, y l est loco, tan loco como el que
hombre que se cree lobo, o ms loco an, porque hombre y lobo son
animales y ms cercanos el uno al otro en su naturaleza, de lo que la
cordura, la racionalidad y la benevolencia podran estar del verdadero ser
del Demiurgo.
Entras a tu cuarto; mientras est la luz prendida, es ese lugar de juegos
donde an convives con tus muecas y ositos de felpa. Te pones la pijama.
Cuando apagas la luz esa misma recmara se convierte en un lugar
amenazador, lleno de sombras altas, angulares y retorcidas que te miran desde
todas las esquinas. Cierras la cortina sin mirar fuera por la ventana, temerosa
301

de que alguien o algo te est observando a travs de ella. Cuando te volteas


hacia tu cama, te sobresaltas y casi pegas un grito. Es ese estpido cuadro de
un payaso que tu to te regal el da de tu cumpleaos y que mam te oblig a
poner para no quedar mal. Lo odias. Ojal de te dejaran poner afiches de
personajes de anim, pero mam cree que esas cosas son malas influencias
para ti. Pero bueno, tienes un bonito retrato de un arcngel sobre tu cama, y
eso te hace sentir segura. Tu cama No quieres acercarte a ella. Presientes
que si pones un pie a su lado una mano, una garra, saldr debajo de ella y te
sujetar del tobillo y de slo pensarlo puedes sentirla sujetndote fra, velluda
y escamosa Pero no quieres permanecer un segundo ms fuera de la
seguridad de las sbanas, as que de un salto te metes y te cubres de pies a
cabeza.
No puedes dormir. Hace calor. Sientes una presencia que te observa
desde la orilla del colchn. Necesitas aire. Temes descubrir tu cara y encontrar
algo observndote a los ojos. Qu diablos! Piensas. Ya tienes diez aos, no
deberas temer estas cosas. Te quitas la sbana de encima. Por un instante ves
un par un par de lucecillas rojas al otro lado de la habitacin. Son como ojos.
Parpadeas y ya no estn. Tu mente busca explicaciones lgicas. No las halla y
se pierde en una marisma de pensamientos supersticiosos. Quieres apagarlos,
pues tienes miedo de invocar no sabes qu. Cierras los ojos y te ocultas de
nuevo; qu importa el calor.
Por milenios tendimos a creer que la mente de los
dioses era similar a la nuestra

y que

estara

dominada por las mismas pasiones y los mismos


caprichos. Con el paso de los siglos empezamos a
302

concebir que deban ser mejores que nosotros, ms


inteligentes, ms sabios, ms bondadosos y compasivos.
Pero la idea era la misma: que los seres que dan orden
al universo tienen mentes que de alguna manera se
encuentran en la misma lnea que las nuestras. Y eso
es un error, porque nuestra mente es el producto del
azar y est contenida en el soporte orgnico, material
y tridimensional que es nuestro cerebro. Pero las
mentes (y an este nombre es inadecuado) de esas
fuerzas no estn contenidas por estas limitaciones ni
han sido marcadas por nuestro sendero evolutivo, por
lo que no tienen que ser parecidas a las nuestras. Lo
nico que puedo concluir es que con nuestros cerebros
animales, ni siquiera nos es posible concebirlas.
Entonces, tenemos un universo poblado por tales
fuerzas que nos rodean y que habitan cada rincn de
la existencia, pero a las cuales no podemos percibir
porque no evolucionamos para ello, y con mente,
naturaleza y moral que no podemos imaginar, que
existen ignoradas e ignorantes de nosotros. La nica
forma de percibirlos es regresando a los estados ms
puros de la conciencia, como las de los pueblos
303

primitivos para quienes el contacto con dioses y


espritus era cosa de todos los das, o seguir el camino
de Vasily Makarov, cuyos diarios he estudiado, y
perseguir el conocimiento absoluto por todos los medios
posibles. Tal es mi objetivo.
Ests casi quedndote dormida cuando escuchas un crujido. Abres los
ojos bajo la sbana y ves la negrura que se ha arropado junto contigo. Quiz
escuchaste ese ruido en sueos No, ah est otra vez. Y ahora el rumor de
algo que se arrastra. Parece venir del interior de tu cuarto, pero eso no es
posible. No lo soportas ms. Te descubres. Todo en tu cuarto parece estar en
quietud y no se escuchan ms sonidos. Pero una oteada a la oscuridad revela el
extrao territorio en que tu alcoba se convierte por las noches. Ves siluetas de
lo que sabes que deben ser muebles, percheros, montones de ropa y juguetes,
pero en su lugar percibes sombras deformes y retorcidas de criaturas
monstruosas congeladas en danzas blasfemas y que se arrastran hacia ti con
lentitud precisa, imperceptible y constante.
Quieres gritar, llamar a mam, pero no te atreves. Te aterra la idea de
que tus gritos puedan despertar a esos seres y hacer que se abalancen sobre ti.
Temes que al llegar ella y encender la luz, las criaturas se revelen ante tus ojos
en toda su monstruosidad. Temblando, intentas rezar, pero las palabras de la
oracin no vienen a tu mente. Buscas inspirarte y miras hacia arriba de la
cabecera de tu cama para ver el cuadro del arcngel. En su lugar est el
payaso, risueo. En tu mente reverbera una carcajada y las siguientes palabras
recorren tu espinazo: no deberas estar ya dormida? Entonces gritas con
todas tus fuerzas.
304

Los libros prohibidos sern ledos en voz alta, se rompern las


barreras entre este mundo y la infinidad de mundos, la criatura crear y
se olvidar de su creador, y el hombre redescubrir los pensamientos ms
oscuros y caticos del Demiurgo, del hacedor de universos, y los llamar
con jbilo a reconstruir la realidad a la imagen de su mente enferma.
Entonces las Blasfemias habrn triunfado y llegar la Noche Infinita de
Todos los Santos, una orga de horror y dolor tan sublimes que ser el
mayor placer que haya podido concebir la realidad para nuestra
mezquina y efmera especie, placer del que gozarn slo los elegidos, los
llamados, xtasis tan intenso que har que el instante que existamos
justo antes de la aniquilacin valga toda una eternidad.
Mam entra corriendo a tu cuarto y enciende la luz. Por un instante
crees que los muebles no estn en el mismo lugar que antes y que de cualquier
forma su ubicacin no corresponde con las sombras que viste hace un
momento, pero pronto desechas la idea. Mam llega a tu lado y te pregunta
qu sucede. Le explicas lo que pas esa noche, lo de las historias de miedo en
la fiesta de tu amiga, lo de los terrores nocturnos, lo de las sombras Ella te
sonre condescendiente y te asegura que no hay nada que temer. Para
demostrrtelo abre el armario y expone el desorden que tienes ah. Corre las
cortinas y te muestra el jardn iluminado por la clara luz de la luna. Se asoma
bajo tu cama Justo en el segundo en que te das cuenta de que el payaso an
est en lugar del arcngel, mirndote con su sonrisa perversa, algo sujeta a tu
madre del cuello y la arrastra, entre gritos, gemidos y pataleos, a ese horrible
reino bajo la cama.

305

Logr

provocarme la

ceguera

la

sordera.

Tambin apagu mi sentido del gusto y del olfato. Si el


tacto no me fuera absolutamente necesario para
escribir, habra buscado la forma de renunciar a l
tambin. He pasado una vida de estudio y he llegado
al final. Los sentidos ya nada tienen que ensearme;
ni siquiera me sirven como canal para conocer las
ideas de otros hombres. Debo buscar el conocimiento
en la soledad de mi mente.
Sin imgenes, sin sonidos, sin olores ni sabores,
poco a poco voy liberando mi conciencia de conceptos
que nuestra mente animal desarroll para clasificar y
medir el mundo material que habitaba. Poco a poco,
en la quietud de mi propio yo, de mi verdadera
esencia, se abre un vrtice hacia el mundo real
Despiertas. Tu cuarto est iluminado por la luz de un amanecer fresco y
nublado. Ya no tienes miedo. En su lugar, sientes indiferencia hacia todo lo
que ves. Tu habitacin est como debe estar. Te asomas por la ventana y
agradeces la llegada del da. Ests contenta, porque adems es sbado, y
observas el jardn ponderando la idea de salir a jugar. Entonces notas algo all
afuera, tendido detrs de un arbusto. Con la retirada del miedo ha llegado la
curiosidad y decides ir abajo para investigar.

306

Sales de la alcoba, caminas por el pasillo, pasas frente al cuarto de


mam y escuchas la televisin encendida con las noticias matutinas, bajas la
escalera, atraviesas la sala de estar, llegas a la cocina y sales por la puerta que
da al jardn. Ests descalza y en pijama, pero el roco del pasto en las plantas
de tus pies y el aire fresco de la maana se sienten bien. Caminas por el jardn
y disfrutas tales sensaciones. Llegas al arbusto y te asomas detrs de l.
Estn aqu. Puedo percibirlos, tengo comunicacin
con ellos. Hay tantos! Pero claro, no estn sujetos por
las limitaciones del espacio fsico. Todo est en todas
partes. Y son tan diversos! Los hay que existen sin
pensamiento, slo como una cascada de emociones con
un flujo que jams se detiene. Los hay idiotas, los hay
locos. Los hay en un estado de embriaguez perenne. Los
hay equivalentes a lobos o a tigres. Y muchos de ellos
nos odian.
Nos odian porque somos materia que cobr vida, y
desarrollamos

algo

parecido

una

mente,

algo

parecido a un alma que es capaz de sobrevivir y sin un


soporte material Vagar sin mente, slo como un
simulacro de mente, de personalidad y de consciencia,
confundidos, aterrados y furiosos, en el peor de los
destinos Nos odian porque a pesar de nuestro origen
grosero pudimos atisbarlos y anhelar comprenderlos,
307

porque sentimos y pensamos, a ellos, que son puro


sentimiento y pensamiento.
No todos nos odian. Para la mayora somos
indiferentes. Algunos incluso nos aman, o desesperados
de amor nos ofrecen recompensas a cambio de nuestra
devocin.

Algunos

son

incluso

verdaderamente

hermosos. Ahora los veo y los escucho


Oh, Dios. Estn llorando. No los oyes llorar? Y
piden perdn suplicantes Pero no piden perdn a
nosotros, sino a todo A todo lo que existe, a todo lo
que dejar de existir, a lo que nunca podr existir
Estn

muriendo

estn

muriendo

nuestro

alrededor Caen como lluvia entre nosotros Ha


llegado

la

Noche.

Slo

nos

queda

esperar

el

Amanecer No los oyes, en verdad no puedes orlos?


Es que acaso no los escuchas caer?
Ves, tirado en la hierba, a un hermoso hombre de piel azul brillante y
grandes ojos grises y cristalinos que miran vacos hacia el cielo. No es como
siempre te lo haban descrito. La bella crin luminosa que crece en su cabeza
no est hecha de cabello. Sus alas maltrechas, que se extienden por el pasto,
no estn cubiertas de plumas. Su bello rostro no tiene rasgos que puedas
llamar humanos. No sientes miedo, sino que te embarga una profunda tristeza.
308

Empiezas a llorar en silencio. l se percata de tu presencia y te habla,


entrecortado y con gemidos, en un idioma que no conoces, pero que entiendes
a la perfeccin.
-Lo siento Ya viene No pudimos detenerla Perdnennos
Perdnennos
Escuchas una serie de gemidos lastimeros y miras a tu alrededor.
Decenas de hombres alados agonizan por todo el jardn y en el patio vecino y
en la calle. Decenas ms siguen cayendo. Y, no ests segura de cmo lo sabes,
pero te percatas de que el hombre alado a tus pies acaba de morir. No puedes
dejar de llorar.

309

EL AMANECER DE LA MUERTE
El mundo, maana
Los muertos caminan.
Lvidos, con los ojos blancos y vacos, inundan las calles y edificios con
ansiosa lentitud. Torpes, ciegos y silenciosos, apenas emiten el susurro de un
gemido o un leve siseo, apenas se mueven ms que para desplazarse y comer.
Devoran a los vivos, pero no se alimentan de ellos. No digieren. La carne que
se tragan se acumula en sus estmagos hasta que revientan y ellos siguen su
andar con vsceras propias y de extraos colgndoles de sus abdmenes
abiertos. Su sangre no se coagula, sino que chorrea libre como un lquido
inerte. Y ellos no se pudren. No, la putrefaccin es seal y esperanza de nueva
vida, de carne muerta que seres microscpicos transforman en nutrientes que
vuelven a la tierra. Pero en ellos ya nada est vivo, las moscas no revolotean a
su alrededor, los gusanos no se cran en su carne, las bacterias no transforman
su ser. La hierba que pisan se marchita al instante, los rboles perecen a su
alrededor y las aves y las bestias caen muertas a la tierra seca y polvorienta. El
aire se torna fro, aunque hace semanas que ya no sopla el viento, y no aparece
una sola nube en el perpetuo crepsculo.
Ahora estn solos, padre, madre y un pequeo nio de un ao que ella
lleva en brazos. Son una joven pareja que apenas dos aos antes haban
iniciado una vida prdiga en promesas de dicha futura. Todo pas muy rpido.
Han estado huyendo de un lado al otro de la ciudad durante das enteros. Han
visto a la gente morir y han visto a los muertos levantarse y caminar
hambrientos. Leyeron los primeros diarios que anunciaron el comienzo de la
plaga y presenciaron los intentos de contencin y cuarentena. Atestiguaron
310

cmo sus familiares, amigos y vecinos se contagiaban uno a uno. Observaron


con incredulidad cmo el nmero de los vivos era sobrepasado por el de los
muertos. Y ahora, en un atardecer rojizo de otoo, buscan un nuevo refugio.
l va siempre delante, con su rifle preparado (tarde descubri que puede
inhabilitar a los muertos con un disparo en la cabeza). La esposa lo sigue,
siempre sujetando al nio con fuerza contra su seno. El padre se adelanta,
dobla una esquina, se asegura de que la va est libre y hace una seal para
que ella lo alcance. Avanzan as por muchas calles fangosas y sucias,
flanqueadas por edificios derruidos, algunos de ellos incendindose.
Atraviesan jardines secos llenos de cadveres de gente y animales que yacen
ah tirados, sin emitir olor alguno. Lo nico que se mueve aqu son los
muertos. Hombre y mujer han aprendido a ignorar estos espectculos y, con
cautela, siguen hasta llegar al estacionamiento de un centro comercial.
El hombre opina que podra ser buena idea refugiarse all; podra haber
alimentos, agua, municiones, herramientas, medicinas. Los vidrios son
antibalas, y dentro habr toda clase de cosas para hacer barricadas. El
problema ser entrar. Al recorrer con la vista la fachada del edificio en busca
de un acceso, ve un grupo de tres muertos que caminan desgarbados hacia l.
Podra dispararles (se ha vuelto bueno con el arma) pero el ruido atraera a
ms de ellos. En cambio, corre hasta darles alcance y, tomando ventaja de la
lentitud con que ellos se mueven, logra destrozar sus cabezas a culatazos.
La mujer siempre padece en silencio cuando ve a su esposo aventurarse
de esa forma contra el peligro. Sabe que una mordida, por ms leve que sea,
basta para infectar un cuerpo sano y convertirlo en un cadver ambulante en
cuestin de horas. Pero entiende tambin que es slo en esos momentos,
cuando l arremete contra esas cosas, que puede desahogar toda su furia, toda
311

su impotencia. Segundos despus, lo ve volver con lgrimas de rabia en los


ojos.
l le explica que debern bajar al estacionamiento subterrneo; quiz
all encuentren una forma de entrada. Ella se aterra ante la idea de bajar a un
sitio oscuro que podra estar infestado de esas cosas. l insiste y finalmente la
convence. Bajan por una rampa para automviles.
Abajo se iluminan mediante una linterna con escasa batera. En la
oscuridad y el encierro no escuchan ms que su propia respiracin y una
gotera perdida en algn lugar de ese laberinto. Caminan lo ms sigilosamente
posible. Llegan hasta una entrada bloqueada por una cortina de hierro; el
hombre la examina, trata de levantarla, pero est muy bien sujeta por dentro,
seguramente con alguna cadena o candado. l pondera la situacin cuando un
grito explota detrs suyo.
Voltea y ve a su esposa forcejeando con un muerto que trata de morder
al nio. El hombre grita furioso, apunta su arma y en un instante despacha a la
amenaza. Pero el disparo atrae a ms merodeadores y pronto se ve rodeado de
muertos que caminan. La mujer y el hijo se ponen entre el padre y la cortina
de hierro, mientras l se prepara para el sitio. Dispara a los muertos ms
lejanos y descalabra a los que se acercan.
-Malditos, malditos sean, vyanse al infierno!- exclama y deja salir
todo su odio y toda su desesperanza en cada golpe que da. Tras unos minutos,
logra derrotarlos a todos.
Entonces se escucha un rumor tras la cortina y sta se abre con lentitud,
para que la luz de la linterna deje ver a un hombre demacrado, sucio y
maloliente, que sostiene un gran machete.
312

-Han venido a rescatarme?


-No- responde el padre. Estamos buscando refugio Mi mujer e
hijo
-Aqu no hay lugar ni provisiones! Vyanse a otra parte!- vocifera el
desconocido.
-Por favor, seor, tiene todo el lugar para usted. Nosotros slo somos
tres
-Que no! Mrchense!
El padre intenta dar un paso dentro, pero el extrao lo amenaza con el
machete y repite la orden -Vyanse ya!
El padre retrocede y contempla, con clera contenida, cmo la cortina
comienza a descender poco a poco; a sus espaldas, la mujer solloza y se aferra
al nio con todo su dolor.
-Seor!- dice l de pronto y el hombre del machete se detiene.
Entonces el padre apunta con el arma y dispara. El desconocido cae muerto
con una bala en la cabeza. Sin decir palabra, la familia entra.
Debe tratarse de algn acceso para carga y empleados, pues tras la
puerta hay un corredor gris y sucio que asciende entre niveles ocultos al
pblico comprador. El padre cierra y asegura la cortina de hierro, y junto a los
suyos se aventura por el pasillo. Despus de recorrer labernticos niveles salen
al rea conocida, atractiva, del centro comercial. All exploran un poco y, tras
asegurarse de que no hay peligro, eligen acampar en la que fuera la tienda
departamental ms cara y lujosa de la ciudad. Escogen un rea en el tercer
313

piso, desde donde a travs de un inmenso ventanal se puede dominar gran


parte de los alrededores. Y lo que la familia ve desde all es cada calle, cada
azotea, cada patio, cada jardn, plagado de muertos.
El padre va en busca de vveres, pero no halla nada ms que unas
frazadas para cubrir al nio de este fro cada vez ms intenso. Vuelve al lado
de su familia e invita a su esposa a dormir, mientras l monta guardia. As, se
queda mirando por el cristal hacia la tierra poblada por los muertos. Tras unos
minutos, prefiere dirigir su mirada al cielo y ve ponerse el sol en un horizonte
sin nubes. Mira aparecer las estrellas, ms plidas que nunca y luego le parece
que se apagan, que se extinguen, una por una, hasta la ms brillante y la ms
lejana, hasta que sobre el mundo no queda ms una gran negritud vaca y
homognea.
El aire se torna ms fro y hiere su nariz y sus pulmones. Piensa en su
hijo y en el dao que el clima y la falta de alimentos pueden causarle. Espera
encontrar pronto a otras personas, a otro grupo de sobrevivientes, que los
lleven a un lugar seguro. Pero hace semanas que no ve a otro ser vivo. Sern
ellos, acaso, los ltimos? La idea lo abruma y por un momento casi lo quiebra.
Pero no. Debe haber alguien ms, en algn lugar del mundo, no muy lejos, que
sobreviva. l tiene que resistir y proteger a su familia hasta que estn a salvo.
Por ellos deba seguir entero y con vida.
A mitad de la noche escucha los sollozos de su mujer que abraza al beb
inmvil. Djala que se desahogue, piensa, por lo menos el pequeo est
durmiendo. Durante unos minutos l mismo se queda dormido, hasta que lo
despierta la luz del alba. Es un amanecer trmulo, medroso, con un sol plido
y fro que se debilita, se consume, con cada segundo, con cada rayo que arroja
impotente al vaco. El padre se vuelve hacia su familia y encuentra a su esposa
314

sentada, con los ojos rojos, muy abiertos, abrazando el montn de frazadas en
las que est envuelto el nio.
-Qu pasa?- pregunta, pero ella no responde y l con un vuelco en el
corazn se aproxima hacia el bulto que ella sostiene y aparta las sbanas.
No.- murmura entrecortado y lloroso cuando ve a su hijo plido, con
los ojos blancos y vacos, que le sisea con la boca abierta y voraz, y que
extiende hacia l sus brazos hambrientos y demenciales.
Entonces el padre, abatido, cae de rodillas.
-Fue en el estacionamiento. Esa cosa alcanz a morderlo.- explica
ella.
l se incorpora poco a poco y toma el rifle entre sus manos.
-Vas a matar a nuestro beb?- le pregunta ella mirndolo fijamente con
sus grandes ojos demacrados.
-No No puedo.- dice l bajando el arma -Debemos debemos dejarlo
e irnos
-Abandonars a nuestro hijo?
-Entindelo, esa cosa no es nuestro hijo!- y con un gemido se deja caer
de nuevo.
Tras unos segundos alza la mirada y la deja fija en los ojos de su esposa,
que se vuelven ms serenos y comprensivos. l ni siquiera lo ve venir cuando
ella mete su dedo en la boca del nio y ste le da fuerte mordisco que destroza
su carne y derrama su sangre.

315

El padre con las pocas fuerzas que le quedan, emite un grito inarticulado
de furia, dolor y derrota, pero ella, sin ms temor, sin ms dolor, le mira con
determinacin y posa en su hombro una mano.
l, furioso, aparta esa mano con violencia y de un salto se pone de pie.
Toma el rifle, apunta al nio muerto y a la mujer condenada amartilla
pero no dispara. Con lentitud deja caer el arma. Dirige una mirada triste,
perdida, a su familia.
Y estira la mano hacia ellos.

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Lee y descarga ms textos de Miguel Civeira en:


poetaquejugovideojuegos.wordpress.com

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