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y tres de sus ensayos, con el fin de sealar la coherencia de la propuesta tica y esttica de la
autora costarricense.
costarricenses.
Abstract: This article establishes a dialogue between Yolanda Oreamunos short story and three
of her essays in order to point out the coherence of the costarrican authors ethic and aesthetic
vision.
Key words: Costa Rican Literature, Yolanda Oreamuno, Vanguardist Narrative, Costarrican
writers.
Durante muchos aos, la institucin literaria en Costa Rica guard silencio sobre la obra de
Yolanda Oreamuno. La actitud crtica de que esta escritora hizo gala, ante lo que perciba como faltas e hipocresa de la gente del pas, le acarrearon pocas simpatas, mientras que su conducta, muy
libre, al tratarse de una mujer costarricense en un medio tan provinciano y cerrado, llev a que fuera
su vida mitologizada y no su obra, los que captaran la atencin de las lites culturales. Durante la
1
Investigadora y Profesora de Literatura Latinoamericana, Universidad de Costa Rica, San Jos, Costa Rica. Imparte cursos de Literatura
Latinoamericana, Literatura Centroamericana y seminarios de especialidad en la Escuela de Literatura, Lingstica y Literatura y en la
Maestra de Literatura de la Universidad de Costa Rica. Mster en Literatura Latinoamericana.
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misma poca y tambin en Latinoamrica, otras mujeres escritoras vivan situaciones similares por
el hecho de pensar, hablar y actuar a pesar de todas las censuras establecidas. Tales son los casos,
entre otras, de Alfonsina Storni en Argentina y Julia de Burgos en Puerto Rico.
Seala Alfonso Chase, en el Prlogo de Relatos escogidos (1977) de la autora, que no
es sino hasta 1961 cuando Lilia Ramos, Enrique Macaya y Julin Marchena logran reunir en el
volumen A lo largo del corto camino un grupo de ensayos y cartas de lo que se ha llamado su
literatura dispersa, publicada en peridicos y revistas, principalmente en Repertorio Americano.
Posteriormente, la crtica se fue interesando cada vez ms en su obra, hasta llegar a establecer a
Oreamuno como una de las fundadoras de la narrativa costarricense contempornea, no slo por
introducir nuevas tcnicas, propias de los movimientos de vanguardia, sino tambin por los temas
escogidos y la manera de tratarlos.
La crtica extranjera, igualmente, comenta el aporte de Yolanda Oreamuno en trminos muy
elogiosos. As se puede comprobar en Historia de la literatura hispanoamericana, sexta edicin de
1974, donde Enrique Anderson Imbert dice al referirse a la literatura costarricense que: En el lado
ms subjetivo, y con estilo de ms complejidad, se distingui Yolanda Oreamuno (1916-1956), que
representa sus experiencias del tiempo con tcnicas del fluir psquico en Tierra firme y en La ruta
de su evasin (p. 368).
El estudioso colombiano Isaas Pea, en Manual de la literatura latinoamericana, tercera
edicin de 1992, afirma que:
...1949 no fue menos importante en este despegue de la narrativa latinoamericana hacia
la concrecin de lenguajes ms ajustados y composiciones argumentales ms coherentes
y armnicas: Borges public sus cuentos de El Aleph, Yolanda Oreamuno (Costa Rica,
1916-1956) La ruta de su evasin, Miguel ngel Asturias Hombres de maz, y Alejo
Carpentier dio el salto, previsto en algunos cuentos anteriores, con su segunda novela
El reino de este mundo, en la cual anunciaba sus nuevas experiencias con lo real maravilloso (pp. 218-219).
Por su parte, la crtica puertorriquea Luz Ivette Martnez (1987) asegura que Yolanda
Oreamuno:
Vislumbr la literatura como bsqueda de valores trascendentes (...) Lleg a establecer
que el oficio literario debera aportar un mensaje de profundo contenido. (...) manifiesta su preferencia por una literatura ms acorde con la poca, libre del fenmeno
de limitacin territorial por lo que conden el abuso del costumbrismo que se haba
desencadenado en un ambiente popular y en un folklore que le restaba autenticidad al
movimiento y a la obra (p. 56).
Es precisamente a partir de estos comentarios de Martnez que se har un acercamiento a una
de sus primeras narraciones, La lagartija de la panza blanca, publicada en Repertorio Americano
en 1936, cuando la autora tena apenas 20 aos. Se propone establecer un dilogo entre el relato y
tres de sus ensayos, titulados: Qu hora es? (Medios que usted sugiere al Colegio para librar a la
mujer costarricense de la frivolidad ambiente) y El ambiente tico y los mitos tropicales ambos de
1938, as como Protesta contra el folklore de 1943, todos publicados tambin en Repertorio, con
el fin de sealar las propuestas esttica y tica, ambas de gran coherencia y profundidad en la obra
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de Oreamuno. Por medio de ese encuentro entre el relato y los ensayos, se evidencia la afirmacin
de Roland Barthes (1992), cuando dice que:
(...) la escritura es una realidad ambigua: por una parte nace, sin duda, de una confrontacin entre el escritor y su sociedad; por otra, remite al escritor, por una suerte de
transferencia trgica, desde esa finalidad social hasta las fuentes instrumentales de su
creacin. No pudiendo ofrecerle un lenguaje libremente consumido, la Historia le propone la exigencia de un lenguaje libremente producido (p. 24).
En virtud de esa confrontacin entre la escritora y su sociedad y de la necesidad de aquella de expresarse mediante un cierto lenguaje, se plantea la posibilidad de apreciar en el texto de
Oreamuno lo que Barthes (1996) llama una escritura en alta voz: (...) sostenida no por las inflexiones dramticas, las entonaciones malignas, los acentos complacientes, sino por el tono de la voz, que
es un mixto ertico de timbre y de lenguaje y que como la diccin puede ser tambin la materia de
un arte: el arte de conducir el cuerpo (p. 108).
Aunque el autor francs propone este tipo de escritura como inexistente por no practicada,
algunos de los rasgos que seala como propios de ella parecieran estar presentes en el relato que se
comenta. Su apreciacin, en todo caso, queda en poder del lector y es desde ese lugar que se realiza
este acercamiento.
El singular tono de voz al cual se refiere Barthes es posible percibirlo en la voz narrativa, la
cual ocupa un destacadsimo lugar, a un nivel casi protagnico dentro del relato. Su intenso tono
vocal se impone como gua de quien al leer tambin escucha y casi le es posible percibirsu gesticulacin, su presencia material, su corporeidad. Por medio de sus intervenciones constantes, que
van ms all del simple relatar, denuncia una serie de valores dominantes, establecidos tanto en la
literatura como en las costumbres de la poca. Es una voz que se advierte, por momentos firme y
enrgica, para luego percibirse apenas sugerente o juguetona.
Lo que cuenta el cuento
El argumento del relato inicia sealando la existencia de una dama que dicen que existi,
y que en algn momento escondi a Morazn en una cueva. Ella se encuentra en mala situacin
econmica y teme que esto imposibilite un buen matrimonio para sus hijas. El relato es sealado
desde el ttulo aunque entre parntesis como un cuento para hombres-nios de imaginacin
grande. La dama, llamada doa Anacleta, acude, as, sin ms explicacin, donde un ermitao que
vive en una cueva en Tres Ros, al cual le solicita ayuda. Este hombre, muy flaco y muy bueno, es
ayudado a su vez por ngeles blancos, quienes lo iluminan y le indican el camino que debe seguir.
El ermitao toma entre sus manos una lagartija verde, que al pasar a las de la creyente seora, se
convierte en una valiossima joya, toda cubierta de esmeraldas. Luego, doa Anacleta corre donde
el avaro, quien le ofrece una suma tan grande de dinero que le parece demasiado. El hombre se
limita entonces a despojar a la lagartija de las esmeraldas que estaban en la parte de abajo, en su
panza, dndole a cambio una respetable cantidad de dinero a doa Anacleta. La mujer soluciona su
situacin, casa a sus hijas y devuelve la lagartija al ermitao. Este la coloca de nuevo en el suelo de
la cueva, de donde la haba tomado y el animalito camina alejndose. Desde aquel tiempo, esas
lagartijas tienen la panza blanca.
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De un argumento tan sencillo, surgen una serie de reflexiones que conducen a indagar sobre
varios asuntos, algunos de ellos muy vigentes en la actualidad. Estos permiten valorar la madurez y
profundidad del pensamiento de Oreamuno, alcanzado a tan corta edad y la forma en que lo plasma
y lo relaciona en su creacin literaria, en los distintos gneros en los que incursion.
Se aprecia la eterna confrontacin de los seres humanos entre el ser y el parecer, la cual, en
el relato, se desarrolla a partir de la posicin que se ocupa en la sociedad, como consecuencia de
una determinada situacin econmica y de gnero. Por medio de la voz narrativa, el lector se va
enterando del estado de angustia y temor que vive doa Anacleta y su creencia de que slo la realizacin de un milagro podra salvarla de las desgracias que presiente. La protagonista es una mujer
empobrecida, quien desea proteger a sus hijas del acecho de ciertos peligros, muy especficos, pero
apenas sugeridos por la voz narrativa, quien descarga en el lector la responsabilidad de interpretar
esa vocalizacin donde se percibe duda o tal vez pudor. Lo que es indudable es el corte que efecta
y le impide enunciar tales peligros ms directamente.
La oposicin ser-parecer permite contrastar la descripcin del sitio donde ocurre la historia
versus la localizacin literaria tradicional para un cuento de esta ndole; as como comparar a dos
personajes, el ermitao y el avaro, con base en unos pocos rasgos, destacados muy intencionalmente
por la voz narrativa.
Para finalizar este acercamiento parcial al texto y en virtud de una serie de caractersticas que
se pueden identificar, se indagar en cuanto al gnero en que el mismo se podra inscribir y que ha
sido determinado como cuento desde la dedicatoria.
Una voz autoafirmada
Como se seal, la voz narrativa, desde el inicio, establece su presencia tomando un rol protagnico. Es a ella a la que se tiene que escuchar, pues es quien sabe lo que ocurre y cmo ocurre,
porque a su vez a ella le han contado. De ah el dicen inicial que remite a la tradicin oral y una
constante intervencin subjetiva, evidenciada en la manifestacin de opiniones, juicios de valor y
digresiones:
Dicen que haba una vez doa Anacleta. Doa Anacleta dicen que escondi a Morazn.
En una cueva. As negra, seguramente grande, con pedruscos enormes. En el corazn
de una montaa. Porque las montaas tienen corazn; de eso estoy segura; de lo que no
estoy segura es de conocer a doa Anacleta y mucho menos a Morazn (p. 45).
La voz narrativa, identificada por su discurso como femenina, muy enfticamente seala que
la cueva se encuentra en Tres Ros y no en Guanacaste. Se expresa cansancio e irritacin en ella,
ante el discurso folklrico tradicional de la Costa Rica de la poca, cuyo estereotipo exige ubicar
todo lo tpico en Guanacaste o proveniente de ah. Claramente, rechaza esa construccin como la
nica vlida e insiste, al exteriorizar su opinin y tomar el control, cuando afirma con autoridad:
La cueva desgraciadamente est en Tres Ros y no en Guanacaste. Tenemos el hbito de buscar
todo lo bonito, todo lo pictrico y tpico en Guanacaste; pero yo lo siento mucho: la cueva est
ciertamente en Tres Ros (p. 45).
El lector casi puede verla gesticular cuando rotundamente dice yo lo siento mucho,
mientras la materialidad de su presencia, a partir de su tono de voz, contina cuando compara
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ambos lugares. Indica que, si bien son diferentes y en los alrededores de la cueva, en Tres Ros no
hay llanuras, en cambio: hay rboles azules con el tronco morado y hay montaas, s, seguramente.
Y hay bonitos rincones de sombra y caminitos pincelados sobre el pasto (p. 45). De lo dicho se
deduce que existen otros sitios en el pas que presentan paisajes hermosos, dignos de ser tomados
en cuenta y descritos en la literatura.
La posicin de Oreamuno en relacin con la aplastante utilizacin del folklore que, segn ella,
lleva a la decadencia de la literatura, la haba manifestado tangencialmente en El ambiente tico y
los mitos tropicales (1999) y ya directamente en Protesta contra el folklore (1999).
No es slo el paisaje lo que debe interesar al escritor, acota Oreamuno, sino la unin de aquel
y del ser humano: (...) y all en el paisaje y en el hombre en conjuncin de dolor y movimiento, lo
autctono nos llama. Es un camino. Hay muchos abiertos en perspectiva (p. 19). Y de esto trata el
relato: de una situacin de sufrimiento vivida por la protagonista, que tiene como marco un paisaje
hermoso, pero este no es lo fundamental de la narracin.
La historia que se cuenta es ubicada en esos tiempos, sin embargo, no en un pasado atemporal, in illo tempore, cuando sucedieron todas las actividades arquetpicas (cfr. Eliade, 1972) sino en
un tiempo histrico, en vista de que doa Anacleta no slo es contempornea de Francisco Morazn,
sino que dicen que lo escondi en una cueva. Por lo tanto, el relato podra remontarse alrededor
de 1840 a 1842, ao en que Morazn es fusilado en Costa Rica.
Aunque la voz narrativa da libertad al lector para situarla en la poca que ms le guste, sobre
todo a partir de la vestimenta con que puede imaginar a la protagonista, surge en este momento
del relato un comentario nada gratuito, precisamente a partir del vestido cuando dice: Ahora caigo
en la cuenta de que la seora como vino a menos, debi usar primero crinolina y tontillo y luego
camisa de gola. Bueno, no importa (p. 46).
Pero s importa, el tono con que hace el comentario implica que no, ya no se puede imaginar
el lector a doa Anacleta como se le ocurra, no es posible. Si es una seora que tuvo medios de
fortuna y ahora est venida a menos no debe o no puede usar ropa de seora rica si ya no lo es;
(...) la vestimenta no expresa la persona sino que la constituye (...) sostiene Roland Barthes (1992,
p. 237) coincidiendo con la voz narrativa.
Pero lo ms serio, lo que ms preocupa a doa Anacleta son sus hijas. Su pobreza impide
que ellas tengan la posibilidad de encontrar un buen marido. Ellas son lindas y as... dulzonas,
lechosas(p.46) y las rondan a caballo y les cantan serenatas, pero no es probable que un hombre
las pida en matrimonio. Por eso la intencionalidad en el tono de la voz narrativa se manifiesta en la
tirada de frases con que dice que la congoja que se vive no es slo econmica, va mucho ms all:
No haba plata en la casa. Su equilibrio moral... Bueno, su equilibrio moral amenazaba. Ya se ve
(p. 46). Se deja ver que la existencia de esa Costa Rica, construida desde el principio de los tiempos
como igualitaria, es uno de los mitos tropicales a los que se refiere Oreamuno en su ensayo de 1938,
donde denuncia la hipocresa, la falta de solidaridad y los distingos de clase social que separan a los
costarricenses. La unin del poder del dinero con la moralidad y en este caso, con la sexualidad
tampoco es gratuita e incita a cuestionar, adems, la clasificacin limitante de cuento infantil que
se le ha otorgado en algunas crticas.
Quiere decir que en aquel tiempo una familia con hijas atonas y buenazas, quienes
seguro se repartan todo el oficio de la casa pues eran hacendosas como deban de ser las mujeres,
pero que no tenan dinero, no eran consideradas esposas dignas por los hombres, en especial cuando
stos gozaban de una buena posicin social? Y sin embargo, las rondaban y les daban serenatas...
las pretendan. Como cuento infantil, este que se comenta, vendra a deconstruir el planteamiento y
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resolucin de las situaciones amorosas, propio de los cuentos de hadas. Porque al contrario de lo que
sucede en ellos, las hijas de doa Anacleta, no slo deban ser jvenes buenas y honradas, tambin
tenan que tener medios de fortuna para parecerlo y as acceder al matrimonio.
Dos aos despus de publicado este cuento, aparece su ensayo conocido bajo el ttulo de
Qu hora es?, donde, en palabras de Emilia Macaya (1997): (...) desde una abarcadora visin
del ser y el deber ser de lo femenino, en pugna con el orden patriarcal, (...) Yolanda Oreamuno
propone un orden distinto para un nuevo tipo de mujer, libre, completa y plantada de lleno frente
al mundo (p. 82).
En dicho texto, Oreamuno (1999) cuestiona las limitaciones de toda ndole que agobian la
vida de las mujeres. Critica la escasa importancia que se brinda a su educacin, lo cual les impide
adquirir conciencia de su estatuto de personas, al afirmar que: (...) no hay dignidad sin conciencia
y la suprema conciencia est en asumir con pleno conocimiento de causa las responsabilidades que
da la vida al enrolar a un ser en su corriente, sea hombre o sea mujer (p. 46-47).
En relacin con la dependencia econmica, la llama forzosa y lamenta el que las mujeres
deban estar sujetas tambin a la tutela intelectual y moral de los mayores. No es de extraar que en
esos tiempos, doa Anacleta sufra tanto por sus hijas, por el peligro en que se encuentran, pues su
nico posible destino es el matrimonio y este no parece viable dadas las prcticas sociales establecidas.
Oreamuno se queja, en el ensayo citado, de que la caza del marido aparezca como actividad primordial, consecuencia de la educacin recibida en anteriores etapas (p. 56), y recomienda una educacin
sexual basada en los conocimientos de la ciencia, como el mejor medio de combatir el derecho de
pernada que an pretenden ejercer los caballeretes (p. 61). He ah el peligro real que acecha a las
hijas de doa Anacleta y que es posible captar gracias a la intervencin de la voz narrativa: que alguno
de quienes las rondan, serenatean y pretenden, exijan su derecho de pernada, asunto muy corriente
gracias a la tradicin patriarcal imperante en la sociedad. Ms an cuando los involucrados son un
hombre de medios econmicos acomodados y una joven pobre, o para el caso, venido a menos.
Para evitar esta deshonra en ciernes, la angustiada seora va a la cueva donde vive el ermitao, quien seguramente inspirado por los ngeles, le brinda la lagartija verde, convertida en una joya
de gran valor. Las apariencias engaan y la mano que el santo alarga es descrita como si fuera (...)
de brujo, flaca y plida, con grandes uas como ros de tierra morena, con tilintes nervios como
grandes costuras (...) (p. 46).
La transformacin de la lagartija, fue milagro o magia? Porque el ermitao tiene caractersticas de santo y de brujo, segn se dice. De cualquier forma, la seora tiene mucha, mucha fe y al
extender las manos, se escucha a la voz narrativa ensear el modo en que las entrelaza para recibir el
tesoro, de manera que casi performativamente es posible verla hacer el gesto: Puso los dedos
entrelazados. As,... Uno sobre el otro y las dos palmas se ahuecaban cascarosas y rajadas, y los
ojos miraron el nido hechos despabilamiento de admiracin (p. 47).
Doa Anacleta se apresura, con la valiosa joya adonde el avaro, quien es viejo, como el ermitao. La voz narrativa tambin serefiere a sus manos. El hombre tiene manos de santo. Pero lo es...?
Lo puede ser un avaro? El enfrentamiento entre el ser y el parecer y la manera en que se percibe a
cada uno de ellos, es expuesto magistralmente por la voz narrativa, de un modo muy natural, como
si lo hiciera sin darse cuenta de lo que est diciendo. Pero lo dice y el lector lo percibe claramente:
de nuevo, las apariencias engaan: quien tiene manos de brujo es un santo, y el de las manos de
santo... es un avaro.
Doa Anacleta no ambiciona riquezas materiales, slo seguridad y una humilde felicidad y
una vez casadas sus hijas, regresa a la cueva y llena de agradecimiento, le devuelve la lagartija al
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santo de las manos de brujo, quien la deposita en el suelo. Ah, la lagartija camina nuevamente. La
voz narrativa dice que cuentan que: desde aquel tiempo, todas las lagartijas all en los alredores de
la cueva de piedras grises y musgo verde, por los caminitos de la cuesta de la montaa entre los
rboles azules de tronco morado, y por donde la seora subi y por donde la seora baj, tienen la
espalda verde y la panza blanca (pp. 47-48).
Agrega que quien lo dice es un viejo con manos de brujo y asegura que la historia es verdad.
La confrontacin de la escritora con algunos de los valores dominantes en la sociedad costarricense de su poca, se evidencia en este relato, realizado de acuerdo con la lectura propuesta por
medio de una escritura en voz alta. Aunque Barthes (1996) afirma que esta es una escritura no
practicada, es posible considerar a partir del acercamiento efectuado, que La lagartija de la panza
blanca es un ejemplo aproximado de ese (...) texto donde se pudiese escuchar (...) la articulacin
del cuerpo, de la lengua, no la del sentido, la del lenguaje (p. 109).
Modalidades genricas
La narracin responde a las caractersticas del cuento moderno, definido por los estudiosos
como una estructura cuyo fundamento reside en la concisin temtica y en la intensidad expresiva,
que pone en el texto los mximos recursos de la lengua para revelar la imaginacin de un narrador
individual (cfr. Garca Berrio et al., 1992). Pero tambin es vlido acercarlo a otras modalidades
dentro del gnero, en virtud de ciertos rasgos especficos que se pueden identificar en el texto.
Como se ver, muy brevemente, a continuacin.
Al observar la conducta de doa Anacleta, persona sin afanes de riqueza, quien no entrega
toda la joya a cambio de una cantidad que se negaba a or (p. 47) bastndole con muchsimo
menos, es posible hablar, aunque no en forma estricta, de un aplogo, donde la rectitud moral de
la dama sera un ejemplo digno de emulacin .
El relato permite, hasta cierto punto, el ttulo de leyenda. La estudiosa Juana Martnez (1993)
afirma que a esta : (...) no le interesa la veracidad histrica y su componente mximo lo constituye
de una manera indistinta, la imaginacin o la tradicin preferente de transmisin oral, de modo que
puede tanto inventar, como convertir en maravilloso un suceso real (p. 232).
La oralidad de la historia no deja lugar a dudas. La voz narrativa continuamente hace nfasis
en las palabras dicen que, lo que puede llevar al lector a asumir que desde esos tiempos, muchas
voces han venido contando dichos sucesos, fueran reales o no. Habla tambin Martnez, de la creacin de una atmsfera mgica y de misterio dentro del relato y agrega que por medio de la leyenda,
en ocasiones, se explica el origen de creencias o de objetos. La lagartija rene una serie de estos
rasgos, como se ha visto a lo largo del trabajo. Gracias a esta historia se tiene conocimiento sobre
el origen de la panza blanca en algunas lagartijas verdes, sobre todo aquellas que se encuentran en
los alrededores de cierta cueva, ubicada en Tres Ros.
A partir de la transformacin ocurrida a la lagartija, producto de la fe y de la accin del viejo
ermitao, al relato tambin podra llamrsele milagro, el cual segn Garca Berrio y Huerta Calvo:
versa en torno a las admirables acciones salvadoras realizadas por un santo (1992, p. 175).
Desde nuestra lectura, el poder demostrado por el ermitao y la misma transformacin
milagrosa son asumidos con aparente naturalidad por la voz narrativa, quien pareciera no
cuestionar ese dicen que constantemente repetido a lo largo de su recuento de la historia. Y ms
an si sucedi en aquel tiempo, cuya lejana invita a percibirlo como algo nebuloso, mtico y alejado
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de la razn, pues durante su transcurrir todo es sencillo y arrulln y tembloroso. As... Bueno...,
suave y tranquilo (p.48). Y sin embargo, doa Anacleta sufra, se saba indefensa y se preocupaba
por sus hijas, a quienes consideraba en peligro. Pareciera que no todo era tan bueno, tan suave,
ni tan tranquilo. Las prcticas sociales establecidas, tanto en aquel tiempo como ahora, producen
situaciones de exclusin, marginacin e injusticia. Y quin mejor que una escritora de conciencia
lcida para contar ciertas experiencias que seguramente vivieron las mujeres de tiempos pasados,
con la esperanza de que llegue el momento en que no se repitan.
De ah que el parntesis de la dedicatoria tal vez sea una direccin ms de la voz narrativa
y debera ser tomada de manera textual: no es un cuento para nios, sino para gente grande con
imaginacin y espritu crtico, que deconstruya los tradicionales mitos tropicales y no se deje vencer
por la apata o peor an, por la corrupcin moral y social, tan combatidas por Oreamuno.
Al concluir este acercamiento parcial al cuento comentado, pareciera pertinente retomar las
palabras de la escritora Emilia Macaya, quien en Espritu en carne altiva, texto dedicado a estudiar
la obra de Yolanda Oreamuno desde una perspectiva de construccin de identidad y autora femeninas expresa que:
La obra entera de Yolanda Oreamuno, an diseminada y extraviada en parte, es lo que
hemos de continuar rescatando, es lo que habremos de seguir construyendo, para poder
asegurar as, por esa palabra afirmativa y purificadora, la existencia de un eterno y
por siempre deseado amaneceral que ella y todos los seres de este mundo, deberamos
tener pleno derecho (Macaya, 1997, p. 130).
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